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LOLA Y LOS MILLONARIOS

Parte dos

Kathryn Moon
Copyright © 2020 por Kathryn Moon
Lola y los millonarios, segunda parte
Primera publicación: 11 de junio de 2020
Arte de portada de KellieArts
Arte de la fuente por Lana Kole
Editado por Meghan Leigh Daigle
Formateado por Kathryn Moon
Reservados todos los derechos.
Ninguna parte de este libro puede reproducirse de ninguna forma ni por ningún medio
electrónico o mecánico, incluidos los sistemas de almacenamiento y recuperación de
información, sin el permiso por escrito del autor, excepto para el uso de citas breves en una
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Creado con vitela


CONTENIDO

Una colaboración de 16 Lola

Nota de los Staff 17 Wes

Sinopsis 18 Lola

Dedicatoria 19 Lola

1 Caleb 20 Lola

2 Lola 21 Lola

3 Wes 22 León

4 Lola 23 Lola

5 Lola 24 Rake

6 Lola 25 Lola

7 Lola 26 Lola

8 Caleb 27 Lola

9 Lola 28 Lola

10 Lola 29 Cyrus

11 Lola 30 Lola

12 Rake Epílogo

13 Lola

14 Lola

15 Matthieu
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SINOPSIS

Lola es perseguida por su pasado, acechada a cada paso que da. Refugiada en la manada de sus sueños,
al principio parece que el reto más difícil ni siquiera es mantenerse a salvo de Indy. Las tensiones en el
trabajo están en su punto álgido y, tras asumir el papel de espía de la dirección, Lola está en el fuego
cruzado si algo sale mal.

A medida que surgen romances entre Lola y los miembros de la manada a diestro y siniestro, la mujer
que juró no querer tener nada que ver con los alfa se vuelve hacia ellos como una flor hacia el sol. Si tan
sólo no fuera un monstruoso alfa el que torciera sus propios pensamientos. Lola se está dando cuenta
rápidamente de que su peor enemigo es ella misma, y es como caminar por la cuerda floja para encontrar
un equilibrio con la manada que le dé fuerzas en lugar de hacerla caer al suelo.

Pero Indy no será ignorado. De un modo u otro, está decidido a volver a ponerle las manos encima. Lola
necesita algo más que una manada que la proteja.

Necesita estar preparada para luchar.


A las niñas que lloran,
Eres emocional, eres reactiva, eres fuerte, eres -apasionada, estás enojada y todavía
sientes cada gota de eso.
Eres poderosa, y que se joda cualquiera que te diga lo contrario.
UNO
Caleb
Lola estaba profundamente dormida en el centro de mi cama, con la cara pegada a mi cadera mientras
yo me apoyaba en la cabecera y miraba cómo se vestía Leo. Sus ojos se movían constantemente de vuelta
a la cama, mientras con los dedos hacía surcos en su cabello oscuro hasta que se acordó de volver a
alisarlo. Rake estaba acurrucado contra la espalda de Lola, con un brazo enroscado con fuerza alrededor
de su cintura y sus ronquidos resoplaban suavemente contra su pelo.

—Ella está a salvo, Leo— susurré, haciendo que pausara sus pasos. —Prometo no perderla de vista
hasta que vuelvas.

—Lo sé—, suspiró Leo, con una sonrisa poco entusiasta mientras negaba con la cabeza. —Es solo...
que me preocupa dónde quedará ella con todo esto.

Con nosotros, pensé, con un placer puramente egoísta atravesando mi corazón al saber que Lola
había accedido a quedarse con nosotros en un futuro cercano.

—Creo que su presencia aquí es alentadora—, dije, ofreciendo una versión más diplomática de mis
pensamientos.

Apenas habíamos vuelto a casa con un par de horas para dormir en el mejor de los casos, pero esas
horas las habíamos pasado con la manada entera, apretados unos contra otros en una cama. Todos excepto
Wes, que se había quedado en el apartamento de Lola para terminar con la policía antes de irse
directamente a su oficina en el centro.

Cyrus y Matthieu se habían ido a la revista hacía una hora, con sendas expresiones algo demacradas
por la difícil noche. Matthieu fruncía el ceño como si hubiera preferido dejar que Wendy quemara
Designate antes que dejar que Lola llevara la situación.
—Yo también lo creo, solo que…— Leo soltó un lento suspiro y luego se acercó a mí, arrodillándose
en la cama e inclinándose para darme un suave beso. Su cabeza se apoyó contra la mía, y pasé mis dedos
rozando su suave barba. —Haz algo de esa magia tuya con ella, hoy—, dijo Leo, sonriendo.

Me reí. —¿Mi magia?

—Mmm. Ya sabes. Esa en la que haces que alguien sienta que el mundo se detiene para que poder
recuperar el aliento, mientras esperas con ellos.

Me sonrojé con la descripción. —Creo que me das demasiado crédito, cariño.

—La verdad es que no. Y, evita que Rake la abrume. Sé que está deseando empezar a comprar de
nuevo, después de toda la... —Hizo una mueca y yo le copié la expresión.

No le había echado una larga mirada a la ruina del guardarropa de Lola, solo lo suficiente para saber
que su ropa acuchillada significaba algo más que burla. Había una violencia en los cortes y los desgarros
que me daba escalofríos y me hacía querer atraer a Lola a mis brazos. Necesité de todo mi temple para
que Rake y Leo tuvieran prioridad por estar a su lado durante la noche: Matthieu tenía su propio derecho
y nadie se molestó en intentar desafiar a nuestro alfa principal. Cada pequeño gemido que ella emitía,
mientras dormía, me hacía temblar por el deseo de apartar a mis compañeros y envolverla en un abrazo.

—Mmph, lo he oído—, murmuró Rake, revolviéndose y acariciando el hombro de Lola. Ella


murmuró algo, pero no se movió.

Le guiñé un ojo a Leo, lo que no era una promesa del todo. Pero yo era un mierda intentando atrapar
a Rake cuando se iba por la tangente, y ya sabía que tendría cuidado con Lola. Nuestro vínculo vibraba
de preocupación y afecto.

—Te amo—, murmuró Leo, besándome de nuevo, su mano intentando alcanzar a Lola y luego
retrocediendo para no despertarla. —Acortaré el día de hoy, si puedo.

—Trata de no preocuparte. De todos modos, tendrá que dormir la mayor parte del día. Mi desafío
será intentar averiguar cómo alimentarnos a todos porque no quisiera alejarme de su lado.

Leo respiró hondo y asintió, obligándose a dejar la cama y luego la habitación. Rake me estaba
mirando desde detrás del pelo de Lola, cuando él se fue. Me deslicé entre las almohadas, dolorosamente
encantado cuando Lola, aunque inconsciente se deslizó más cerca de mí, enroscándose en mi costado,
buscando mi olor. Ella suspiró contra mi garganta, y el brazo de Rake se estiró a través de nuestras
cinturas para encontrar mi mano y enredarla con la suya sobre mi pecho.

—¿Soy terrible por estar tan contento de que ella tenga que quedarse con nosotros? — susurró Rake.

—Espero que no,— dije. Sobre todo, porque yo sentía lo mismo.

Lola miraba fijamente su taza de café al lado de la encimera mientras yo estaba de lado en la cocina,
tratando de mirarla y al mismo tiempo, intentar no quemar nuestros sándwiches de queso a la parrilla.

—¿Cómo estás del dolor de cabeza?

—Mm, mejor—, dijo Lola, asintiendo y girando la cabeza sobre los hombros. Rake se movía por la
isla con un cuenco de fresas cortadas en la mano. Lo dejó en el mostrador y luego levantó lentamente sus
manos hasta sus hombros. Ella se recostó en sus manos y sus ojos se estremecieron antes de cerrarse.

Quería saber exactamente cómo se sentía. ¿Aceptaba nuestras atenciones porque le preocupaba
ofendernos, un patrón que había captado de ella en el pasado, o le estábamos ofreciendo un alivio
genuino?

Yo había sido mimado durante años por un vínculo que me ofrecía una idea de las emociones de mis
seres queridos más cercanos, y ahora quedarme con la duda era una fuente de irritación constante. Si
pudiera tomar un pequeño bocado...

Has perdido la cabeza, me dije.

Y luego Lola suspiró feliz, la leve tensión desapareció de su frente, y mis propios hombros bajaron
con alivio.

—¿Crees que podemos comer en el refugio verde? — preguntó Lola. —Solo quiero dormir una
siesta al sol como los gatos. Fingir un rato, que estoy de vuelta en Malta.

—Por supuesto,— dije.


—Piruleta, podemos irnos a Malta ahora mismo—, dijo Rake.

Lola se rio y yo le hice un ligero movimiento de cabeza. Matthieu lo mataría. Leo también podría
hacerlo. Me sonrió y su cabeza asintió hacia donde Lola sonreía, mientras le ponía fresas entre sus
rosados labios.

Puse los quesos a la parrilla en los platos y Rake cogió los tazones de sopa de patata al horno que
Leo había pedido y llevado a casa para el almuerzo. En algún momento, nos habíamos dicho unos a otros
que la única forma de obsequiar a Lola, sin que la intimidáramos era con la comida, y tenía la sensación
de que nuestra despensa estaba a punto de tener un exceso de existencias.

El clima se había aclarado un poco durante el día, lo suficiente como para que pudiera abrir algunas
de las ventanas con mosquitero en la habitación del refugio lleno de plantas de Rake, y que pudiéramos
disfrutar de la luz solar que caía a través de las ramas y una brisa primaveral perfecta. Lola usó su
sándwich como si fuera una cuchara en el plato de sopa, con los ojos ya caídos por una segunda ronda
agotadora. Había un amplio sofá cama en la habitación que tres de nosotros podíamos compartir. No
estaba cansado en estos momentos, pero me quedaría tieso como una tabla si eso fuera lo que Lola
quisiera.

—¿Cómo fue tu cita este fin de semana?— me preguntó Lola.

Mi frente se arrugó. —¿Cita?

Rake se aclaró la garganta, moviendo las cejas significativamente. —Sabes… Tu cita con el cliente
que significó que tuviste que cancelar el viaje.

Oh, bien hecho, Caleb. —Oh.

Lola nos observó, mientras una sonrisa real, por fin, se dibujaba en sus labios. —No había ningún
cliente, ¿verdad? ¡Caleb, no tenías que haber renunciado al viaje!

Resoplé y negué con la cabeza. —Quería hacerlo. La idea fue mía. Y si no lo hubiera hecho, ¿habría
estado Lola en su apartamento cuando Indy irrumpió en él?

—Leo dice que volveremos otra vez, así que será mejor que no te saltes el siguiente por mi bien—,
dijo Lola.
Mi corazón dio un vuelco, y Rake me sonrió. Esa era una hermosa imagen de futuro, y el hecho de
que ella se pusiera dentro directamente, me dio ganas de besarla. Casi quería ponérselo todo por mensaje
a Leo. Esto no iba hacia atrás. Ella había estado aterrorizada y con razón la noche anterior, pero había
venido hasta nosotros, y eso era lo que importaba.

—La manada hace mucho tiempo que no ha tenido unas vacaciones todos juntos, y yo nunca he
estado en Malta. Tendremos que planificarlo en breve. Apuesto a que puedo contactar con algunos
diseñadores y alguno de ellos morderá el anzuelo para hacer allí una sesión de fotos—, reflexionó Rake.

—No son vacaciones si estás trabajando—, dijo Lola, empujando su rodilla contra la de él.

—Lo son si la paga cubre nuestras bebidas—, dijo Rake sonriendo. Sus ojos se deslizaron hacia los
míos, y su sonrisa se volvió astuta. —Hablando de trabajo, tengo que enviar algunos correos electrónicos
y algunas llamadas que hacer. Iré a buscarte de nuevo cuando termine.

Cojones. No lo había hecho. Irse con disimulo.

—Está bien—, dijo Lola, levantando la barbilla cuando él la besó en los labios y luego se levantó de
su asiento, recogiendo nuestros platos. Se volvió hacia mí cuando Rake salió de la habitación. —No
tienes que quedarte conmigo si también tienes trabajo que hacer.

Dudé, preguntándome si preferiría que la dejaran sola, pero lo que le dije a Leo esta mañana lo dije
en serio. —Honestamente, no hay ningún otro lugar en el que prefiriese estar.

Las mejillas de Lola se sonrojaron. Su cabello estaba desordenado, recogido en un moño sobre la
cabeza, y yo quería desenredarlo y pasar mis dedos por él.

—¿Incluso si termino babeando sobre tu pecho?— preguntó ella. —Matthieu te podría advertir:
sucederá.

Me reí. Matthieu no se habría quejado, aunque Lola dibujara traviesos garabatos en las paredes de
su habitación con un rotulador. Estaba tan enamorado de esta mujer que probablemente los tendría
enmarcados.
—Soy un as haciendo de almohada, amor, no te preocupes por mí. — Probablemente obtendría más
placer de su siesta que ella misma. Me puse de pie y le ofrecí mi mano, llevándola al pequeño nido de
helechos que rodeaba el diván en el lado más alejado de la estrecha habitación.

Lola me siguió hasta el colchón, de rodillas, pintoresca y perfectamente inconsciente de ello. Llevaba
el suéter de Leo sobre un par de pantalones cortos de dormir, y el dobladillo de los pantalones casi
desaparecía bajo el grueso tejido. Hacía de ella una combinación deliciosa de aromas, una que quería
lamer de su piel como si fuera mi postre.

Sé un caballero, me recordé mientras ella se acomodaba contra mí, con la cabeza en mi pecho y una
de sus piernas sobre la mía. Pasé uno de mis brazos por su espalda y descansé mi otra mano en la curva
de su cadera. Sus senos rozaron mi pecho mientras suspiraba, y su mano se deslizó por él, poniéndome,
a su paso, la piel de gallina.

—Alguien debería embotellar esto—, murmuró, deslizándose más cerca, por mi costado para que la
punta de su nariz descansara contra mi garganta.

Traté de sofocar el ronroneo en mi pecho, que se negó a ser silenciado, reverberando por la mujer en
mis brazos. Nunca antes había estado con una mujer, aunque me habían atraído algunas a lo largo de los
años. Nunca en serio, pero sí lo suficiente como para comprender el atractivo de las curvas femeninas.
Parecía crudo comparar a Lola con Rake o con Leo, pero me preguntaba... ¿cómo serían de diferentes las
cosas con ella? ¿Cómo se sentiría estar dentro de ella? Al verla con Leo y Rake durante el celo, parecía
abrirse con cada toque, como una flor desesperada por los rayos del sol.

Mis manos viajaban distraídamente por el costado y la espalda de Lola mientras pensaba, tratando
de mantener mi interés en secreto. No me había dado cuenta de la forma en que la estaba manoseando
hasta que la mano de Lola se aferró a mi camisa y, mi mano se deslizaba por debajo del suéter de Leo,
con su piel caliente al tacto de mis dedos. Su jadeo fue húmedo contra mi garganta, y por un momento
mi ronroneo se convirtió casi en un rugido de placer. Lo sofoqué rápidamente, apartando la mano.

—Lo siento, yo…yo no quise…— Tal vez esta era una prueba más difícil de pasar de lo que esperaba.
No podía calmar a la chica metiéndole mano.

—No, fue... fue agradable—, dijo Lola, con voz entrecortada. —Me sentí bien.
Me quedé congelado hasta que las caderas de Lola se movieron contra las mías, como si estuviera
tratando de aliviar el ansia de fricción, algo con lo que me podía identificar en aquel momento. Su piel
atrajo mi mano como un imán, su suspiro dulce y audible mientras acariciaba su muslo desnudo, la piel
delicada y suave bajo mis dedos. Escuché cada nota melancólica mientras hacía suaves pases arriba y
abajo, introduciéndome apenas por debajo del dobladillo de sus pantaloncitos y luego deslizándome por
la tela hasta su espalda.

Gimió, casi susurrando el sonido, girando la cabeza para ocultar su rostro mientras yo dibujaba
figuras en su suave espalda por debajo del suéter.

—¿Bien?— Pregunté, sintiendo el recorrido a través de su columna.

—Mhm. No te detengas.

Era casi inocente. Habría sido inocente, si no fuera por el hecho de que me estaba empezando a doler,
y mi polla estaba cada vez más inquieta. La respiración de Lola era temblorosa y su lengua rozó
ligeramente mi piel mientras se lamía los labios. Su trago sonó alto en mi oído debido a lo decidido que
estaba yo por escuchar cada una de sus notas.

—Ven aquí—, le dije, sin pensar.

Ya estaba cerca, pero la quería aún más cerca y tiré de ella para que se acostara por completo sobre
mí. Mi ronroneo fue alto y fuerte cuando ella se colocó sobre mi pecho, y sus piernas se abrieron para
descansar a cada lado de las mías. Arrugué el suéter para exponer su espalda a la luz que se filtraba a
través de las grandes hojas de palma. Mi toque se volvió más decidido, trabajando sus músculos hasta
que ella gimió varias veces, y luego se volvió ligero y burlón de nuevo hasta que ella hizo varios
diminutos movimientos sobre mis caderas.

—Caleb, yo…

Esperé las palabras, con las manos acariciando desde sus caderas hasta sus hombros, agarrándola allí
para mantenerla pegada a mí. Ella nunca terminó el pensamiento, o no, al menos, con el habla. En lugar
de eso, giró la cabeza, su boca sobre la piel de mi cuello, lamiéndome con pequeños movimientos
gatunos.
Esto ya no era inocente en absoluto; era erótico y peligroso. ¿El territorio de quién estaba invadiendo
al estar con Lola de esta manera? Leo y Rake probablemente estarían encantados, pero ¿cómo se sentiría
Matthieu si otro alfa estuviera con su novia?

Como si pudiera deshacer cualquier peligro en el que me hubiera metido, resistí el impulso de
presionarnos más. Pero no pude detenerme, mis manos viajaban constantemente sobre la cálida piel de
Lola, con mi ronroneo pesado y denso entre nosotros. Lola enterró sus sonidos contra mi garganta y vi
cómo su espalda se tensaba y relajaba, con su propio cuerpo luchando al borde de un precipicio.

—Caleb, voy a…— ella jadeó, su cuerpo se puso rígido, y mi ronroneo se convirtió en un gruñido
satisfecho. La cabeza de Lola se levantó y yo estaba listo, acerqué su boca a la mía, con una mano en la
parte posterior de su cabeza mientras se estremecía encima de mí. El beso fue comparativamente suave
para lo ilícito de lo que estaba pasando entre nosotros, los suaves sorbos de nuestros labios juntos, y su
sabor azucarado en mi lengua.

Lola se relajó, derritiéndose en mis brazos, fláccida y jadeando mientras yo nos hacía rodar sobre mi
costado, sosteniendo el beso mucho después de que ella se quedara quieta. Sus ojos parpadearon
lentamente hacia mí cuando me incliné, sus mejillas y garganta estaban sonrojadas, y el suéter se
encontraba en mitad de su cintura. Podía oler su liberación en el aire, una versión agria del sabor de su
boca, y me costó un mundo no deslizarme por el diván, quitarle los pantaloncitos y darme un festín con
su sexo.

Sus labios se abrieron y me apresuré a hablar antes de que ella pudiera hacerlo. Si ella me invitaba
a ir más allá de lo que ya lo había hecho, no estaba seguro de poder resistirme a la oferta.

—Descansa,— dije en su lugar, besando sus labios, su barbilla, su frente. —Trata de dormir un poco
más antes de que los demás lleguen a casa.

Lola suspiró, mientras su sonrojo se profundizaba y sus ojos se cerraron mientras yo guiaba su cabeza
hacia mi hombro.
DOS
Lola
Mi teléfono sonó y gemí, escondiéndome en el pecho sobre el que estaba envuelta antes de que el
suave ronroneo que respondió me recordara dónde estaba, con quién estaba y qué había hecho antes de
quedarme dormida. Me senté como un tiro y miré a la foto arrugada de Caleb debajo de mí, con el dorado
cabello en ángulos extraños, y la mancha de baba fresca que había dejado en su pecho burlándose de mí.
Sus ojos parpadearon lentamente, y la suave sonrisa calmó mi pánico.

¿Había abusado de él? Tal vez un poco, pero se le veía muy feliz.

Ya has vuelto con tus tonterías otra vez, Lola.

Busqué a tientas mi teléfono que estaba enterrado debajo de una almohada, deslizándome del regazo
de Caleb. Su mano acarició mi muslo mientras me movía, y contuve un suave gemido en mi garganta,
recordando su perfecto calor mientras me había llevado, ronroneando, directamente al orgasmo.

Caleb, a pesar de toda su conversación tranquila e incómoda vacilación, no era menos letal que
Matthieu. Sencillamente se había colado en mí con sus somnolientos abrazos.

El nombre de Baby brillaba en la pantalla del teléfono y la deslicé hacia un lado, con los ojos como
platos y la boca abierta para contarle lo que había sucedido.

—¿Dónde estás? ¿Estás bien? ¡Necesito que vengas al Plaza! — dijo Baby, rápidamente y sin aliento.

—Indy está en la ciudad— dije igual de rápido.

Baby contuvo la respiración. —Mierda. Esperaba poder decírtelo. Acabamos de recibir noticias de
la policía.

—Él irrumpió en mi apartamento—, le expliqué.

—¡¿Qué?! ¿Estás bien? ¿Dónde estás? Lola, tienes que…


—Estoy en casa de Rake y Leo. Estoy bien. Leo y yo estábamos en Malta cuando sucedió, y llegué
a casa y…— Dejé escapar un suspiro. —De todos modos, me quedaré aquí hasta... bueno, por un tiempo.

Baby se había quedado en silencio y Caleb se sentó en el diván, invitándome abiertamente a


acurrucarme a su lado, con el brazo levantado y esperando. La resistencia es inútil, pensé, y me hundí,
apoyando mis piernas dobladas contra él y dejando caer mi cabeza sobre su hombro.

—¿Acabas de decir que estabas en Malta?— chilló Baby en mi oído. —¿Quién diablos me va a
llevar a Malta?

Escuché un coro de voces al fondo de la llamada, en su mayoría ofertas afirmativas y un —¿En qué
estado está?

—¿Así que estás bien?— preguntó Baby.

Miré hacia donde Caleb estaba entrelazando sus dedos con los míos y sonreí. —Definitivamente
estoy bien. Asustada, pero a salvo.

—¿Y los alfas?

Murmuré. No había forma de que Caleb no hubiera escuchado la pregunta, considerando que su
cabeza estaba justo sobre la mía, y no estaba segura de que fuera apropiado ofrecerle a Baby un resumen
de... bueno, de todo. El celo. Matthieu. Y ahora también Caleb.

—Deberíamos ponernos, en breve, al día —, dije en su lugar, y Caleb se rio de mí entre dientes.

—Ooohhh, acabo de escuchar un delicioso sonido varonil—, dijo Baby.

Leo irrumpió en la habitación momentos después, con el pecho hundido como si hubiera pensado
que me había perdido en la casa, y corrió hacia el sofá cama.

—Oye, Leo acaba de llegar a casa. No hemos tenido oportunidad de hablar hoy y…

—No, si lo entiendo. Me alegra saber que estás a salvo. Aunque tenemos que ponernos al día. Pero
puede esperar. Te quiero, Lo.

Leo estaba ya en el diván, arrodillado junto a nuestras piernas, se inclinó y posó un largo beso en la
parte superior de mi rodilla desnuda.
—Te amo, cariño—, le respondí, y colgué.

Me senté y Leo me arrastró hacia su pecho.

—Estoy bien—, le aseguré, frotando su espalda. Se le veía duro, con círculos oscuros bajo sus ojos
y el estrés dándole rigidez a sus hombros. Se relajó mientras lo abrazaba, y Caleb se movió para que Leo
encajara entre nosotros. —Todo lo que he hecho ha sido dormir durante todo el día,— dije, pasando mis
dedos por el cabello de Leo. Dormir todo el día y joder con tu alfa . ¿Cuál era la manera más delicada
de decir algo así? De cualquier manera, probablemente mejoraría el estado de ánimo de Leo.

—Mmm, ambos huelen como el mejor abrazo del mundo—, dijo Leo con voz áspera, acariciando
mi garganta.

Probablemente fuera mejor sencillamente... terminar con esto.

—Puede que haya molestado un poco a Caleb—, dije.

Caleb jadeó cuando Leo se rio. —Tú no hiciste tal cosa. No más de lo que yo te molesté a ti.

—Algo más—, le susurré a Leo.

Rodó, inclinándose hacia Caleb, y reveló sus hoyuelos en una sonrisa vertiginosa. —¿Hay alguna
posibilidad de que pueda pedir una repetición de la jugada?

Caleb ronroneó y me reí cuando la puerta de la habitación se abrió de nuevo y entró Mathieu. Emitía
un sonido bajo con la garganta, a medio camino entre un gruñido y un ronroneo, y me quede rígida
cuando se dirigió directamente hacia mí. No se veía mucho mejor que Leo, tenía el cabello en ángulos
extraños como si hubiera pasado los dedos por él durante todo el día, y su traje cuidadosamente
confeccionado estaba medio desarmado. Se zambulló en el diván a mi espalda. Caleb y Leo
intercambiaron una mirada, y la sonrisa de Leo se transformó en un ceño fruncido cuando ellos
empezaron a alejarse.

—Quédate —murmuró Matthieu en mi pelo, con su mano aferrándose al costado de Leo—. No estoy
tratando de echarte, solo necesito estar aquí ahora.

Sus brazos rodearon mi cintura, con su frente pegada a mi espalda, dejando espacio para que Leo
también me agarrara, y la mano de Caleb volvió a mis caderas.
—Cinco minutos—, dijo Matthieu, mientras su ronroneo se suavizaba. —Tal vez diez.

—Diez—, confirmó Leo, besando mi frente.

—JODER—, Matthieu gimió contra mi hombro, mientras sus caderas se balanceaban contra mi culo,
y su polla bombeaba lenta y constantemente dentro de mí. Me aferré a la colcha debajo de mí y miré
hacia la pared de vidrio donde podía ver un eco borroso nuestro reflejado en los ladrillos, lo suficiente
como para mantenerme conectada con quien estaba.

Una de sus manos se hundió debajo de mis caderas en el borde del colchón, los dedos de mis pies se
enroscaron en su densa alfombra mientras me arqueaba para acogerlo aún más profundamente. No es que
pudiera profundizar más de esta manera, no a menos que decidiera intentar anudarme a él.

—¡Oh, Dios, ¡Matthieu! — Grité cuando él frotó mi hinchado clítoris y me recorrieron preciosos
picos de un calor vertiginoso.

Me estaba desnudando para bañarme, apilando mi ropa prestada con cuidado para poder volver a
ponérmela, cuando Matthieu se arrodilló detrás de mí y comenzó a darse un festín conmigo, del clítoris
al culo. Una súplica de orgasmo más tarde, y me encontré boca abajo sobre la cama, con los brazos de
Matt acunándome y empujando su polla dentro de mí. Sufrí un poco de mi antigua ansiedad cuando no
podía verlo desde detrás, pero su olor me calmó enseguida al igual que su voz en mi oído, alabándome y
disculpándose por apresurarme y suplicando liberarse.

—Eso es, Lolotte, córrete para mí ya—, gruñó Matthieu, provocándome el orgasmo con sus dedos
pellizcando cuidadosamente mi clítoris.

Me derrumbé cuando sus embestidas se volvieron urgentes, enterrando mi grito en la cama. Gemí
cuando su liberación inundó mi centro, y su cuerpo se volvía cada vez más pesado sobre mi espalda.
Antes de que terminaran las réplicas, me levantó, mientras me dolía el coño debido a la repentina
sensación de vacío.
—Acepta mis disculpas—, murmuró Matthieu, llevándome en brazos hasta su enorme baño de
azulejos negros y la dorada bañera. Parecía el tipo de artilugio que podía pertenecer a un palacio, pero
supongo que eso es lo que era esta casa en términos de bienes raíces metropolitanos.

—Que les den a las disculpas —dije, borracha de sexo y fláccida en sus brazos.

Matthieu se rio, entrando en la bañera y bajándome con él. Ambos siseamos debido al agua caliente,
pero me apoyé en su pecho, con las piernas enredadas en las suyas. La bañera era del tamaño perfecto,
ancha y lo suficientemente larga para nosotros dos, pero no más que eso. Aunque la habitación era
espaciosa, con Matthieu me sentía segura y acogida.

—Hoy estaba destrozado—, dijo Matthieu, suspirando. —Tenía la intención de ser muy gentil
contigo esta noche, y en lugar de eso salté sobre ti cuando estaba tratando de ser tierno.

—Dos orgasmos son un buen sustituto de los mimos—, dije. Él medio sonrió ante aquello, así que
decidí descalabrarlo un poco. —La próxima vez tira de mi pelo también, como sueles hacer.

Matthieu gruñó y agachó la cabeza, tomándome con la boca en un beso contundente que aún sabía
a mi propia liberación. Me estrechó con fuerza contra su pecho, alternando los brazos en largas caricias
sobre mi espalda que traían agua tibia hacia mi piel, con cada pasada.

—Ahora ninguno de los dos está tan tenso—, dijo Matthieu mientras suavizaba el beso con breves
mordiscos. —Ah, merde1 . ¿Qué es lo que dije?

—No, no es nada…yo solo…— Tropecé y traté de alejarme, pero Matthieu me sujetó con rapidez.

—Consigo poco tiempo contigo a solas. Es comprensible, pero quiero aprovecharlo al máximo—,
dijo Matthieu, besando mi frente. —Déjame abrazarte mientras me dices qué es lo que hice mal.

—Nada. No hiciste nada malo, yo solo…—Tragué saliva y solté las palabras. —Es que pasó algo
antes, con Caleb.

—¿Algo... objetable?— preguntó Matthieu.

1 Nota de la traductora: Mierda. En francés en el original


Tragué saliva e hice una mueca, y esta vez, cuando me moví para sentarme, me dejó ir, aunque tiró
de mí para que me sentara sobre su regazo y que pudiéramos estar el uno frente al otro.

—No sé. No para... no a mí, pero... —Matthieu alzó una ceja y yo continué. —Nos besamos y, no
sé, él estaba ronroneando y yo simplemente… me emocioné. Con él. Me corrí.

Me había sonrojado furiosamente. Lo supe porque el rubor bajaba hasta mis senos, y Matthieu
parecía estar observando el cambio de color con apreciativa diversión.

—¿Eso es… estás enfadado? — pregunté. No lo parecía.

Las cejas de Matthieu se elevaron. —Dios no, por qué… No, supongo que puedo entender por qué
estás preocupada, pero por favor no lo estés. Si eres feliz y estás aquí conmigo, entonces yo también lo
soy—, dijo encogiéndose de hombros.

Suspiré y asentí, mis dedos arrastrándose a través del agua lechosa. Matthieu había puesto algún tipo
de poción mágica para el baño, y mi piel ya se sentía como la seda.

—Tu cabeza todavía está dando vueltas—, señaló, tocando mi frente con un dedo goteante.

—Siento que he vuelto a mis viejos hábitos desagradables—, le dije, mirándolo fijamente.

No sabía por qué era tan fácil contarle estos secretos a Matthieu. No quería confesarle a Rake cuánto
me molestaban los omegas y la devoción que les profesaban los alfas, antes de conocerlo. ¿Y cómo podía
mirar a Leo y explicar la sensación inquebrantable de que nunca valdría tanto como un omega, cuando
Leo tenía un vínculo tan increíble con su propio alfa? Aun así, nunca hubiera imaginado que sería más
fácil hablar de estos temas con Matthieu, un alfa y que además me doblaba la edad.

—Es como si estuviera husmeando alrededor en busca de alfas, la forma en que...—. Hice una
mueca y traté de alejarme, pero la mano de Matthieu agarró mi barbilla, obligándome a sostenerle la
mirada.

—No estás husmeando. He visto cómo te ha mirado Caleb en estas últimas semanas. Cómo lo hemos
hecho todos—, dijo Matthieu. Tiró suavemente de mí y yo seguí el impulso, flotando suavemente en el
agua, con la espalda expuesta y mis senos rozando su pecho. —¿Qué es lo que te atrae de mí?
Me sonrojé ante la pregunta, pero Matthieu se veía tan apacible como si solo estuviera levemente
interesado. No estaba buscando cumplidos, estaba tratando de guiarme para solucionar el problema.

—Eres... eres tan cuidadoso conmigo—, le dije, estudiándolo con el mismo interés, mirando sus
mechones de plata en el pelo y la sacudida de la nuez de Adán. —Me estudias y luego respondes a mis
necesidades, incluso cuando no me atrevo a expresarlas. Y además de eso, tú… tú no tratas de aparentar
nada. Eres el Director General de una de las empresas más influyentes del mundo, pero ni siquiera
intentas demostrarle a nadie lo poderoso que eres. Solías ser el cantante principal de una banda de punk,
pero tampoco te muestras para asombrar al mundo, por ello.

Sonreí cuando lo pillé sonrojándose, y Matthieu se aclaró la garganta. —No me esperaba nada de
esto. Pensé que dirías que era protector o sexy.

Sonreí. —Eres muy sexy y protector.— Aunque era protector de una manera diferente a la de Wes.
La protección de Matthieu era física y cercana, mientras que Wes observaba a todo el mundo a mi
alrededor, en busca de amenazas.

—Bien. ¿Alguna de esas cosas que describiste son las razones por las que, antes, buscaste la atención
de los alfas?— preguntó Matthieu.

Suspiré y negué con la cabeza, relajándome contra él. —No. No lo son.

—Entonces esto no suena como un viejo hábito. Caleb desea desesperadamente verte cómoda y feliz.
Al principio, fue por el bien de Rake y de Leo, y ahora es por el tuyo. ¿Te arrepientes de lo que pasó?—
preguntó, frunciendo el ceño.

—No—, dije, sonriendo y descansando mi barbilla en su pecho, mientras el agua lamía mi


mandíbula. —Me has tranquilizado.

—Bien—, dijo, sonriendo. —Ahora dime otra vez lo poderoso que soy. Eres muy buena para el ego
de un anciano.

Me reí y floté más cerca, colocando mi rostro justo fuera del alcance de sus besos, su pene empujando
contra mis caderas. —No tan viejo. Te estás poniendo duro, otra vez.
Las mejillas de Matthieu volvieron a sonrojarse, pero me devolvió la sonrisa. —No lo puedo evitar
cuando una mujer hermosa se frota contra mí en la bañera.

—Mmm. Deberíamos bajar a cenar pronto,— reflexioné, flotando hacia adelante y hacia atrás y
viendo crecer los ojos de Matthieu con cada movimiento de mi cuerpo contra él.

—Y yo que pensé que estabas a punto de proponerme algo.

—Oh, te estoy proponiendo algo. Pero creo que primero deberíamos pasar a la ducha, para ahorrar
tiempo.

Matthieu gruñó y así, de aquella manera, empecé a chillar en sus brazos, riéndome mientras me
apoyaba contra su hombro. Evitó por poco resbalar en el camino hacia la ducha, con su mano apretando
con fuerza mi trasero.

—No tires de tu espalda —bromeé, y luego dejé escapar un gemido agudo y gutural cuando su mano
golpeó suavemente mi piel mojada, con un azote juguetón.

—Eres traviesa, Lolotte—, ronroneó Matthieu, empujándome hacia los azulejos y dejándome
deslizar hacia abajo hasta que estuve perfectamente en equilibrio sobre su polla. Le dio un golpe al grifo
de la ducha sin mirar, y el agua tibia cayó rociando desde el techo con su primer empujón dentro de mí.

—Eres jodidamente hermosa—, dijo Matthieu en mi oído mientras yo gritaba, arqueándome en sus
brazos. Su mano se hundió en mi cabello, apretándolo suavemente en su puño, y yo le sonreí.

—Oh, bien, toma el mando—, le dije, y luego anudé mis tobillos detrás de su espalda y gemí cuando
comenzó a follarme.
TRES
Wes

Pegué un brinco en la silla cuando unos nudillos golpearon suavemente la puerta de mi oficina.
Garrett entró, sonriendo como si supiera exactamente lo que había estado haciendo: dormir la siesta en
el trabajo.

—¿Qué tienes para mí?— Pregunté, frotándome los ojos y mirando hacia el ordenador. Estaba en
mitad de un correo electrónico para un cliente cuando cerré los ojos para pensar y terminé quedándome
dormido. Lo minimicé por el momento. Podría esperar hasta mañana. Solo había estado entreteniéndome
en la oficina con la esperanza de que llegaran noticias sobre…

—Creo que podría haber encontrado un rastro—, dijo Garret, trayéndome un archivo. —Parece que
se está formando una nueva pandilla justo en las afueras de la ciudad. Específicamente, una que está
reuniendo una pequeña página de antecedentes penales de agresión a mujeres jóvenes, todas betas por
ahora.

—¿Nombres?— Pregunté, alcanzando el archivo.

—Usan máscaras. Máscaras con forma de calavera. Y hay tanta variedad en las descripciones que a
la policía le tomó un tiempo darse cuenta de que esto no era solo confusión acerca de un pervertido.

Lo abrí y fruncí el ceño ante las palabras. Joder, probablemente estaba demasiado cansado como
para darle un sentido a esto en este momento. —¿Qué te hizo pensar en nuestro chico?

—Una chica vio un tatuaje de una soga, y escucha esto…—, dijo Garret, tratando de contener una
risa y una mueca al mismo tiempo. —Estaba alrededor de su jodida polla. Es decir, ¿qué simbología hay
detrás de esta mierda?

Le fruncí el ceño a Garret, y él se puso serio. Garret era uno de mis mejores empleados, y apreciaba
que hiciera un trabajo tan bueno en sus pesquisas digitales como lo hacía, rastreando sobre el terreno y
cara a cara con la gente. Era afable, guapo y un alfa. Y dos de esos rasgos eran razones por las que nunca
lo había dejado estar en la rotación de protección a Rake y a Lola durante la semana de la moda. Confiaba
en que no asustaría ni lastimaría a Lola, pero no confiaba en que no trataría de coquetear con ella. Y había
algo en su apariencia de 'cabello oscuro largo y sedoso y brazos tatuados' que temía que pudiera llamar
la atención de ella. Al menos en comparación conmigo y mi mandíbula tipo ladrillo.

Será mejor ahora que ella y Matthieu están juntos, pensé. Tal vez había sido algo anticuado por mi
parte, pero Lola se sentía como un miembro más permanente de la manada ahora que uno de nuestros
alfas estaba desarrollando un vínculo con ella.

—Para poder tener lazos con sicarios— dije, asintiendo. Lola no había mencionado que Indy tuviera
un tatuaje de una soga en la polla, y no estaba en ninguno de los archivos de la policía, pero podría ser
algo nuevo. Y si no fuera el propio Indy, podría ser alguien que podría darle una llamada.

—Estoy recopilando una lista de todos los sicarios que la policía aún no ha atrapado, tomándome
algo de tiempo porque incluso ahora que estos muchachos se han ido hace más de un año, nadie quiere
enfadarlos por accidente—, dijo Garret.

—Suena como una prueba de que todavía quedan algunos por ahí—, dije asintiendo. —Está bien,
sigue haciendo lo que estás haciendo. Agradezco tu ayuda.

Garret se encogió de hombros. —Quiero decir, sí, estoy feliz por hacerlo. Pero también, es mi trabajo.

Para ser justos, Matthieu había aportado una buena cantidad de dinero para ayudarme a cubrir el
tiempo que mis muchachos le dedicaban a esta investigación. No es que necesitara el dinero, la empresa
tenía una cantidad excesivamente generosa como colchón en nuestros ahorros provisionales, pero
tampoco esperaba disuadir a Matthieu de la oferta.

—Deberías irte a casa—, dijo Garret, haciendo una mueca. Sus brazos estaban cruzados sobre su
pecho, y los bíceps decorados con colores tiraban de su camiseta absurdamente pequeña. —Pareces estar
hecho una mierda.

Dejé escapar un largo suspiro y asentí. —Creo que me siento así, sí.

—Vete a chequear a tu linda beta—, dijo Garret, guiñando un ojo y saliendo corriendo de mi oficina.

¿Cómo diablos se había dado cuenta...?


—No necesitas investigar su mierda, Garret —ladré hacia mi puerta. Apostaría dinero a que
investigaría las redes sociales de Lola solo por curiosidad. Gilipollas.

Suspiré y recogí mis cosas, agregando el archivo que Garret había traído a los otros que tenía
esperando en la bolsa de mi portátil. Teníamos todo guardado digitalmente en un servidor seguro, pero
odiaba mirar las pantallas cuando no tenía que hacerlo y prefería hojear la información en papel cuando
podía.

Mis oficinas estaban en el centro, no muy lejos del Stanmore en un edificio más modesto. Ahorré
nuestro dinero para pagarles a mis empleados lo que se merecían, en lugar de querer impresionar a alguien
con una elegante oficina de gran altura. Nuestro trabajo llegaba constantemente, a través del boca a boca,
y servíamos mejor a nuestros clientes pasando desapercibidos.

Conduje a casa pensando en Lola. No es que hubiera habido espacio para mucho más desde que
reapareció en mi vida. Ahora se quedaba en casa y era un verdadero alivio tenerla cerca. Entendía su
deseo de independencia, y entendía por qué Leo la dejaba ir y venir, pero me tensaban e inquietaban las
noches que había dormido lejos de nuestra manada.

Ahora solo esperaba que pudieran atrapar a este hijo de puta, pero no antes de que Lola se diera
cuenta de que pertenecía exactamente a donde había llegado. Con nosotros.

Regresé a casa en poco tiempo, seguí adelante y corrí hasta los pisos de la familia, con el aroma de
la cena tentándome por el camino. Olía como si Leo hubiera estado cocinando algo debido al estrés.

Pero fue a toda la manada a quien me encontré cuando llegué a la cocina, todos juntos, haciendo la
cena y poniendo los platos en el comedor contiguo. La manada completa más…

—Wes—, dijo Lola, dejando un plato de albóndigas al vapor en la esquina de la mesa.

Me congelé cuando ella cruzó hacia mí, repentinamente inseguro de qué hacer conmigo mismo. ¿Por
qué sentí que debería haberme apartado hacia un lado? Ella no era una bala. Aun así, recibí un impacto
en el pecho cuando los brazos de Lola rodearon mi cintura en un fuerte abrazo. Envolví mi brazo libre
alrededor de su espalda, y el miedo se calmó. Anoche también había sido fácil. Actuaba por instinto
cuando llegué a casa de Lola, levantándola y abrazándola todo el tiempo que lo necesitó.
El instinto era probablemente el camino por seguir ahora. Me incliné un poco, Lola era pequeña, y
acaricié con mi mejilla, la parte superior de su cabeza. Tenía el pelo húmedo, recién lavado, pero olía
sobre todo a Matthieu. Volví a mirar hacia la cocina y lo encontré observándonos mientras descorchaba
una botella de vino, pero me estaba sonriendo. No resentido, simplemente incapaz de hacer nada más
que mirar a Lola.

Podría estar a gusto con eso.

—Gracias de nuevo por lo de anoche—, murmuró en mi pecho.

—Ni lo menciones. ¿Cómo estás?

—Mejor—, dijo ella, asintiendo y dando un paso atrás. Su rostro estaba inclinado hacia mí como
una invitación perfectamente diseñada, los labios hinchados por los besos y pidiendo más.

Tragué saliva y me enderecé. —Bien.

—Me alegro de que estés en casa—, añadió, retrocediendo. —Tenía miedo de que intentaras trabajar
demasiado.

Leo arqueó una ceja y me sentí bastante transparente. Él conocía mis hábitos. Sabía que
probablemente estaba a punto de pedir un plato y dirigirme a mi oficina para seguir trabajando. Dejé el
estuche del portátil en la puerta de la sala de estar y me quité la chaqueta, dejándola allí.

—¿Quién, yo?— Pregunté, fingiendo ser inocente mientras el resto de mi manada se reía por lo bajo.

Caleb y Lola se cruzaron en los viajes hacia y desde la cocina y Caleb tomó la mano de Lola y se la
llevó a los labios para besar brevemente la palma. No podía ver el rostro de Lola, pero vi el rubor en un
lado de su mejilla y la forma en que tropezaba. Rake vino desde el otro lado de la isla y me trajo mi
segundo abrazo de la noche, este igualmente desconcertante.

—Hola, sexy—, bromeó en un falso tono femenino, y luego me guiñó un ojo.

—Cállate—, le dije, golpeando su hombro ligeramente. Pero le di un abrazo de oso por si acaso. Esta
era una buena manera de volver a casa por la noche, aún si estaba siendo un poco imbécil.
La música sonaba en el gimnasio mientras corría en la cinta. Estaba muerto de cansancio, pero sabía
lo que pasaría si me metía en la cama ahora mismo. Mi cabeza volvería a dar vueltas sobre el trabajo, y
luego en algún momento del lío de preguntarme dónde encontrar a Indy, volvería a pensar en Lola. Sobre
ella presionada contra mi pecho, con sus brazos alrededor de mi cintura mientras me miraba con
preocupación en los ojos. O la imagen de ella mientras miraba a Leo durante la cena, con amor en sus
ojos y una sonrisa fácil en los labios.

Fruncí el ceño en el espejo mientras mi polla se movía con interés, con su tema favorito de nuevo en
mi mente. Mi cabeza evocó una pequeña fantasía, una de mis favoritas últimamente, de Lola tendida
debajo de mí en una toalla de playa, con la piel rosada por el sol y pequeños granos de arena adheridos a
su cuerpo debido a un chapuzón en el océano. Su comentario de sexo en la playa había sido una tentación
perversa, y si no fuera por lo que pasó después debido a las burlas de Carolyn, podría haberle devuelto
el coqueteo.

Pero Lola necesitaba mi ayuda, no mi cuerpo.

Y yo necesitaba dormir un poco esta noche, así que era hora de quemar los últimos restos de energía
que me quedaban. Presioné el botón de la cinta para aumentar la velocidad y la resistencia, casi
tropezando cuando se abrió la puerta del gimnasio y entró la única mujer que se había negado a abandonar
mis pensamientos en los últimos seis años o más.

Me saludó en el espejo, vestida con unas mallas negras y una camiseta holgada que era un poco
demasiado corta. Quería lamer ese pequeño trozo de piel que estaba viendo, y aparté la mirada para
centrarme en bajar la velocidad de la máquina antes de caerme y quedar como un idiota.

—Música reducida al quince por ciento—, dije, bajándome y cogiendo una toalla para secarme el
sudor de la cara y el cuello, tratando de no ver la forma en la que Lola se lamía los labios. El tamborileo
y el canturreo de los altavoces se suavizaron hasta convertirse en un ruido de fondo a nuestro alrededor,
y Lola se acercó lentamente. —Pensé que estarías en… dormida ya—. Ni siquiera podía decir la palabra
'cama' cuando se trataba de Lola. Inmediatamente me trajo a la mente visiones de ella haciendo cualquier
cosa menos dormir.

—Estoy hecha un lío con los turnos y luego me quedo durmiendo la siesta todo el día—, dijo Lola
encogiéndose de hombros. —Sé que necesito volver a encarrilarme, pero quería hablar contigo primero.

Mis cejas se arquearon y Lola estaba a menos de 40 cm de distancia. ¿Por qué mi cerebro se debatía
entre lanzarme y cogerla en mis brazos o huir? ¿Desde cuándo esas eran las dos únicas opciones que
tenía?

—¿Sabes defensa personal?— preguntó Lola apresuradamente, con los dientes clavándose en ese
precioso labio inferior suyo. Se sonrojó y sacudió la cabeza. —Quiero decir. Es obvio que sí, pero ¿te
gusta, sabes cómo enseñarla?

Tragué saliva y Lola rebotó nerviosamente sobre las puntas de sus pies, con esos bonitos ojos grises
batiendo sus seductores pestañas hacia mí.

—Es solo… que confío en ti, y honestamente no sabría cómo salir de un bloqueo en mi cabeza, y
mucho menos…— Se detuvo, y la luz en sus ojos se atenuó un poco, haciendo que me doliera el pecho.

Quería decirle que no necesitaba saber cómo defenderse, ninguno de nosotros dejaría que le pasara
nada. Era un voto que tenía la intención de mantener. Pero sabía lo que significaría para ella sentirse
preparada, y valía la pena dejar de lado mi orgullo.

—Claro, podemos comenzar con algunos buenos conceptos básicos—, dije, asintiendo.

Lola me sonrió, y fue como un puñetazo en el estómago. Volvió a dar saltitos, y me aseguré de
mantener mi mirada en su rostro.

—Vale, genial. ¿Qué debo hacer? ¿Puedo vestirme así?

Parpadeé y sacudí algunas de las telarañas de mi cabeza. —Ah. ¿Quieres... ahora mismo?

—Oh. Bien. Probablemente estés exhausto—, dijo Lola, retrocediendo con las mejillas sonrosadas.
—Lo sient…

—Naah, estoy bien. Ven a las colchonetas— dije.


Prefería quedarme despierto toda la noche pensando en Lola antes que decepcionarla.

Pensándolo bien, probablemente debería haberla decepcionado. Los golpes fueron fáciles una vez
que acostumbré a Lola a la idea de que no me iba a lastimar. O que si lo hiciera, podría encajarlo. Pero
los golpes solo eran buenos cuando sufrías un ataque.

Intentar romper los agarres había sido mi verdadero error.

Tener a una Lola temblorosa y aterrorizada en mis brazos la noche anterior había sido un poco como
un viaje mental. Me había sentido poderoso, protector, mi cerebro posterior rugiendo con satisfacción.
¿Pero esto?

Esto era un infierno.

La espalda de Lola estaba contra mi pecho, su respiración jadeante debida a una hora de esfuerzo, el
cuerpo moviéndose mientras examinaba mi agarre y buscaba las maniobras adecuadas. Olía como un
maldito polo de hielo, y los latidos de su corazón saltaban mientras golpeaba contra mis antebrazos. Se
puso de puntillas, y la parte superior de su trasero rozó mi ingle, y mis caderas inmediatamente tiraron
hacia atrás para tratar de evitar que sintiera mi excitación.

Jodidamente inapropiado.

No fui lo suficientemente rápido.

Lola jadeó un poco y aflojé mi agarre para que pudiera soltarse, pero en lugar de eso, se tropezó de
nuevo contra mí, no rígida por la conmoción sino casi apoyada contra mí.

—Inclínate—, gruñí, tratando de mantener el control y recordarle a Lola dónde estábamos. Si su


dulce aroma beta era fuerte, el mío probablemente casi la estaba ahogando, y ella estaba allí en mis
brazos, tragando gran cantidad de feromonas.
Se inclinó, pero volvió a ponerse de puntillas, su trasero acogedor contra mi ingle, y gruñí
suavemente ante la sensación, mientras mis manos prácticamente temblaban con la necesidad de
empujarla para que se arrodillara.

—Codos—, espeté, y Lola saltó a la acción, girando en ambas direcciones, con los codos tocando
ligeramente mis mejillas antes de soltarse de mis brazos para atacar por detrás.

Sus golpes contra mi espalda y piernas eran suaves rozaduras, ella seguía los movimientos, pero sin
fuerza, y la irritación recorría mis venas. ¿Estaba cansada o jugando conmigo? Me giré para enfrentarla,
con una mirada ceñuda en mi rostro, y luego me detuve cuando la miré.

Ella se balanceaba hacia mí, con los párpados pesados y los labios separados en un jadeo constante.

Mierda. Esto era culpa mía. Sabía que a ella le gustaba mi olor, y no había sido capaz de controlar
mi propia excitación. No con tanto contacto físico.

—Wes—, murmuró, acercándose de puntillas hasta que su pecho estuvo contra el mío.

—Estás cansada—, le dije, tratando de contener mi gruñido. Al menos debería haber sido un gruñido.
Iba a empeorar mucho las cosas para ella si empezaba a ronronearle al oído.

—Estoy bien—, dijo Lola, curvando los labios mientras se arqueaba hacia mí.

Mis ojos se deslizaron hasta su garganta, que se estiró ante mi vista con el pulso latiendo visiblemente
bajo su delicada piel cremosa. Quería hincarle los dientes. La idea era discordante y me hizo temblar.
Envolví mis brazos alrededor de su cintura y la atraje bruscamente hacia mi pecho, deslizando un brazo
hacia abajo para sujetar sus caderas a las mías.

Lola gimió y se quedó casi inerte en mis brazos, con la cabeza echada hacia atrás mientras yo le
mostraba todo mi interés hacia ella. Quería llevarla hasta esa pared de espejos, desnudarla y follarla hasta
que no pudiera mantenerse en pie. Ella estaba casi drogada con mi olor, y yo sabía perfectamente bien
que no opondría ninguna resistencia. Podría tomar ese bocado, atarla a mí, y ella nunca gemiría ni me
pediría que me detuviera.

Sería exactamente el tipo de alfa que le aterrorizaba.


Suspiré, temblando mientras bajaba la cabeza, y presioné mis labios sobre su pulso, respirando
profundamente hasta que ella era todo lo que podía saborear. Su propia respiración reflejaba la mía, su
corazón acelerado se desaceleraba y giraba la cabeza, con la nariz en mi pelo.

—¿Wes?— Sus manos sobre mis hombros se deslizaron en lentos círculos, e incluso ahora que su
cabeza se aclaraba, no intentó escapar.

Lo que me hizo decidirme.

—Es hora de pisar los frenos, cariño —dije, con palabras roncas y pastosas.

Ella murmuró, y su olor se endulzó mientras le acariciaba la garganta. Mi boca salivaba por probarla,
y todo lo que tenía que hacer era lamer mis propios labios y ella estaba allí, en forma de cítricos, flores
y azúcar.

—Mierda— Saqué a Lola de encima de mí y la puse de pie manteniéndola con los brazos extendidos.

Se estaba mordiendo el labio de nuevo, y necesité todo mi esfuerzo para evitar abalanzarme y
chuparlo entre mis propios dientes. —Lo siento—, dijo, haciendo una mueca y acurrucándose sobre sí
misma.

Negué con la cabeza. —No es culpa tuya.

Excepto que esto no estaba funcionando. Lola prácticamente se estaba marchitando frente a mí.
¿Dónde lo jodiste, gilipollas? Arréglalo. Arréglalo.

Tiré de ella hacia atrás con mi mano alrededor de su muñeca, encontrándola a medio camino y
golpeando su barbilla con mis dedos, inclinando su rostro hacia el mío.

—No hiciste nada malo, cariño —dije, inclinándome. Apoyé mi frente en la de ella, observé cómo
sus ojos se cerraban con un débil suspiro y esperé no estar cometiendo un error. Incliné la cabeza y
encontré su boca, absorbiendo la forma en que florecía debajo de mí, inclinándose hacia mi beso.
Compartí mi gemido de satisfacción con ella y esta vez, cuando me alejé, Lola estaba sonriendo. —
Simplemente no era el momento o el lugar adecuado.

Lola asintió, sus ojos se estaban adormeciendo y sus pies retorciéndose contra las esteras. —Tienes
razón.
A la mierda, pensé, sumergiéndome en un beso más, ahuecando sus mejillas mientras sorbía un dulce
gemido de su boca tras otro hasta que ella tropezó contra mi pecho, y sus manos agarraron mi cuello.
Toda la molestia había desaparecido cuando me aparté de nuevo, acaricié a Lola con la lengua, y ella me
sonrió, con las mejillas rosadas y los ojos brillantes.

—Ahora, creo que es hora de que te acompañe a tu puerta—, le dije. Leo y Rake probablemente
estarían ansiosos por volver a ponerle las manos encima. La noche anterior había estresado a toda la
manada, y la cura era tener a Lola a salvo y cerca.

—Eres un poco tradicional, ¿no? — preguntó Lola mientras la guiaba fuera del gimnasio.

—Lo soy, supongo, — dije, arqueando una ceja. Parecía complacida por la declaración, y su mano
se deslizó en la mía, mis nudillos rozaron su cadera mientras caminábamos hacia el ascensor.

La llevé a la habitación de Caleb, donde la manada parecía haber decidido que ella se quedaría, y la
dejé en la entrada de sus habitaciones, ignorando el movimiento de cejas de Rake desde adentro.

—Buenas noches, Wes—, dijo Lola, poniéndose de puntillas y rodeando mi cuello con sus brazos.
Presionó un beso en la comisura de mi mandíbula que me hizo querer empujarla contra la puerta y
empezar a celarla, sin importar cuán inocente fuera el gesto.

—Buenas noches, cariño—, murmuré, dejando que mis manos pasaran por la suave curva de su
trasero. Tradicional, pero no un santo.

—Sabes que puedes acurrucarte con nosotros, Wes—, me llamó Rake.

Asentí y saludé con la mano, pero me giré para irme. Estaba bastante seguro de que Matthieu no me
quería acurrucado contra su trasero con una erección durante el resto de la noche. Y de ninguna manera
esto iba a desaparecer por sí solo después de que casi tuve a Lola debajo de mí en el gimnasio.

Pero una chica tan dulce merecía flores, citas, excusas para arreglarse y un montón de besos antes
de llevarla a la cama. Y definitivamente antes de que suplicara morderla y hacerla mía.
CUATRO
Lola
Miré por la ventana del asiento del pasajero de Wes hacia el Stanmore. Había pasado tres días fuera
del trabajo y todo mi mundo parecía haberse reorganizado en esa pequeña cantidad de tiempo.

—¿Estás pensando en hacer novillos2? Siempre puedo darle mi trabajo a alguno de los muchachos
si necesitas otro día—, dijo Wes.

Su pulgar estaba haciendo círculos sobre el dorso de mi mano, tal como lo había hecho durante todo
el viaje cuando no estaba cambiando de marchas. Wes era otra de las cosas que había cambiado, tan
recientemente como anoche. Seguía esperando que esa voz en mi cabeza se levantara y lanzara
acusaciones. Que yo era una puta alfa hambrienta. Que yo era una idiota. Que estaba cayendo en una
trampa.

Excepto que cada pensamiento feo parecía... cansino. Como si incluso la parte odiosa de mí misma
no pudiera reunir la energía suficiente como para que me molestara. Así que los dejé ir.

Wes era tierno y cariñoso, pero también respetuoso. Me burlé de él por ser tradicional la noche
anterior, y él solo se encogió de hombros. Me pregunté qué pensaría de cómo Matthieu y yo habíamos
caído juntos en el asiento trasero de una limusina, o Caleb y yo follando en seco como adolescentes
somnolientos.

Mierda. ¿Cuánta sed tenía?

Cuando Wes estaba cerca, yo estaba seca.

—No, solo estoy reconciliando el viernes con el día de hoy—, le dije, girándome para mirarlo. Estaba
inclinado en mi dirección y aproveché, inclinándome hacia él y atrapándolo con un beso sorpresa en los
labios.

2
Faltar al trabajo.
De perdidos al río, o perdida por… ¿una manada?

Wes agarró mi barbilla, firme y gentil a la vez, su lengua acarició la comisura de mis labios,
deslizándose para acariciar los míos. Gemí y traté de deslizarme más cerca, pero la mano de Wes se
movió hacia mi clavícula, reteniéndome.

—Cuidado, niña Lola—, dijo Wes, gruñendo con sus palabras. —Tienes trabajo, y no puedo hacer
que nos arresten por escándalo público en un coche frente al Stanmore.

—Mira, cuando lo dices así, suena aún más divertido—, dije, haciendo que Wes se riera con un
ladrido y se recostara para asegurarse contra la puerta del lado del conductor.

—Adelante. Regresaré cuando hayas terminado el día, y esta noche todos nos podemos pelear por
quién puede abrazarte mientras vemos una película.

Me sonrojé. Así que Wes me había pillado pasando por los brazos de casi toda la manada. Por
supuesto que lo había hecho, no era como si yo fuera muy buena escondiéndolo.

—Hasta luego—, le dije, saliendo del coche y corriendo hacia el edificio. Quién sabe cuánto tiempo
había perdido pensando demasiado mientras estaba sentada en el coche de Wes, y ya lo había perdido
también esta mañana después de discutir con Rake sobre el repentino guardarropa que yo había obtenido.

Una cosa era que Matthieu deslizara una bonita pinza para el pelo en el mostrador del baño, eso era
solo un pequeño artículo. Pero despertarse con la entrega de lo que se convirtió en un armario completo
de ropa de diseñador fue un asunto completamente diferente. Al menos, la mayor parte parecía ser de
diseñador. Lo que de alguna manera hizo que fuera más difícil tratar de mirar a Rake a los ojos y pedirle
que lo devolviera.

Aparentemente, era bastante superficial y fácil de comprar cuando se trataba de ropa de diseñador.
Obviamente, yo tampoco había peleado tan bien, porque estaba entrando en el Stanmore con una de las
selecciones de Rake, un vestido ceñido de manga larga con estampados brillantes. Era tan bonito.

Traté de atenuarlo con una de las chaquetas de punto gigantes de Caleb, pero terminé pareciendo
bohemia y... un poco como la vieja Lola, lo cual era un cambio agradable.
No fue hasta que entré en las oficinas de Designate que me di cuenta de mi error. Mierda. Olía a alfa.
Y a omega. Olía como el cárdigan de Caleb y las caricias durante el desayuno de Rake y los besos de
Wes. Demonios, probablemente todavía olía a Matthieu después del doble folleteo antes de la cena de
ayer.

Ay, Dios mío. ¿Olía a orgía? Eso explicaría las miradas que estaba recibiendo. No de todos, pero
definitivamente de Daze y algunas otras caras en los departamentos por los que pasé, con ceños fruncido
desconcertados mirando a través de las paredes de vidrio. No podían olerme a través de las paredes,
¿verdad?

¿Era el vestido? Era de un diseñador poco conocido. Intentaba pasar desapercibida, no llamar la
atención. Me olfateé con discreción, y sí, había rastros de la manada en mí, pero se necesitaría una nariz
extremadamente sensible o un conocimiento muy íntimo de mi… de la manada. Las notas de todos
estaban mezcladas en un olor reconfortante.

—Buenos días, Lola—, dijo Corey, saludándome desde su escritorio. Anna también me sonrió, sus
ojos me examinaron, pero ninguna de las otras chicas me miró de la forma en que lo habían hecho algunos
miembros del personal al entrar.

—Bonito atuendo—, dijo Anna, me sonrojé y le di las gracias. Anna era una especie de reina de la
moda ecléctica en la oficina, y todavía tenía que contarle alborozada cuánto amaba su estilo.

No fue hasta que me giré y encontré a Betty y a Zane mirándome con dagas en los ojos que la
confusión se convirtió en preocupación.

—Un original de Gunner Keen—, dijo Betty, mirando mi vestido con una ceja arqueada. —¿Un
regalo?

Tragué saliva e incliné la cabeza. —Un pequeño derroche egoísta— mentí.

—¿Lo conseguiste ayer haciendo novillos? — preguntó Zane, burlándose levemente.

Siempre había una pizca de malicia en el trato de Zane y de Betty, pero había parecido bastante
inofensiva hasta ahora. Eran Reinas del melodrama, no del tipo bullicioso, en la oficina y, para ser
honesta, eran gente de la moda. Todos teníamos un cierto toque teatral, un aire de superioridad que flotaba
alrededor de la cultura. Pero esto había sido más directo. Me habían apuntado y estaban disparando tiros
cuidadosos, cavando en busca de algo, y tenía un agujero en el estómago que me decía exactamente lo
que podría ser.

—No, ayer me lo pasé durmiendo, bastante—, dije. Le envié un correo electrónico a Cyrus para
afianzar la mentira, pero vino armado al trabajo con mi excusa para quedarme en casa: un virus de
veinticuatro horas. Probablemente podría haber dicho la verdad sobre lo que pasó, pero habría necesitado
muchas más mentiras para esconder dónde estuve el fin de semana, y había estado tratando de que no se
hicieran preguntas. Vaya con el plan.

Unos nudillos golpearon la puerta y me di la vuelta, aliviada de pausar la conversación con Zane y
Betty. Cyrus nos estaba esperando en el pasillo, dándonos a todos un saludo rápido con la cabeza. Hace
una hora, me había estado riendo con él mientras tomaba un café, con Rake acomodado entre nosotros.
Las cosas con Cyrus en este momento eran de alguna manera más y menos complicadas que con los
demás. Compartíamos muchas miradas y coqueteos mutuos, pero también había una línea dura trazada
entre nosotros, y no estaba segura de si era porque yo trabajaba aquí en Designate o algo más. Era algo
de alivio. Una relación menos que había cambiado y que daba vueltas en mi cabeza.

—Hola, chicos y chicos, tenemos muchos pequeños detalles que precisar para solucionar este
problema y algunas ideas para el siguiente. Tengamos una charla informal en la sala de conferencias y
luego volveremos esta tarde para hablar más seriamente—, dijo Cyrus.

Me apresuré a ir hacia el pasillo, feliz de dejar espacio entre los demás y yo, pero ni siquiera había
llegado a la sala de conferencias cuando la asistente de Wendy me detuvo.

—Lola, Wendy espera poder hablar contigo esta mañana—, dijo.

—Oh, yo...— Me giré para consultarlo con Cyrus, con la esperanza de que tuviera alguna idea de lo
que se avecinaba, pero éste le estaba frunciendo el ceño al asistente.

—¿Puede esperar? Quería una reunión rápida con el equipo antes de comenzar el día—, dijo Cyrus.

—Ahora sería lo mejor.


Cyrus se encogió de hombros. —Está bien. Los demás te pondrán al tanto cuando regreses—, dijo
Cyrus, con una media sonrisa.

—Bien. Bueno. — Comencé a regresar a los ascensores cuando el hombro de Betty tocó el mío.

—Buena suerte, matadora, — siseó Betty en mi oído.

Mierda. Joder. Las posturas de Zane y Betty. ¿Las miradas de una aleatoria colección de personas en
la oficina? Traté de ponerles nombres a las caras, pero todavía era nueva. Todo lo que sabía era que Daze,
Zane y Betty estaban definitivamente en la lista de potenciales sustentos de Wendy. Y si me estaban
mirando mal y ella me estaba llamando a su oficina...

Joder.

Este fin de semana había tenido cuidado de no publicar nada en redes sociales sobre mi viaje con
Leo. La única conexión posible que se me ocurrió era que tal vez alguien había reconocido a Wes en el
coche de fuera, como el alfa de Rake. Teniendo en cuenta la forma en que la gente tendía a pasarlo por
alto, parecía poco probable, pero no me había estado escondiendo exactamente cuando lo besé en el
coche.

No. De ninguna manera. Los rumores no volaban tan rápido, ni siquiera en el mundillo de la moda.

Me estrujé el cerebro en el viaje en ascensor hasta la oficina de Wendy, y su asistente me miró


fijamente. Los coqueteos con Rake durante las sesiones de fotos. O... la fiesta. La noche de la fiesta en
la semana de la moda. No sabía todo el lío con Wendy en ese momento, y no hice ningún esfuerzo por
evitar a la manada.

Mi corazón estaba acelerado, tenía las manos sudorosas y un zumbido constante en los oídos
mientras caminaba hacia la oficina de Wendy. Quería creer que esto no tenía nada que ver con las miradas
que había recibido, que Wendy solo necesitaba verme para ofrecerme alguna nueva confidencia con
respecto a sus planes para Designate.

Confidencia que luego le pasaría a Matthieu y a Cyrus.

Sip, no. Estaba jodida.


Wendy estaba ocupada con su tableta cuando entré en su oficina. Dejé las huellas de mis palmas
sudorosas en el respaldo de metal de la silla frente a ella, de pie y mientras esperaba a que me saludara.
Ella me hizo retorcerme mientras me ignoraba y yo sabía, sabía que había descubierto mi relación con
la manada.

Miente, pensé. Dile que solo los conocí la noche de la fiesta, que solo había sido un baile tonto al
que Rake me había invitado.

Excepto que cuando Wendy giró la tableta y la deslizó por la parte superior de vidrio hacia mí, supe
que no iba a funcionar.

—¿Puedes explicarme esta fotografía? — preguntó Wendy.

Esa maldita fiesta. No sabía en ese momento todo lo que vendría después con la revista, con Wendy,
y finalmente había bajado la guardia con la manada de Leo.

De hecho, era una gran foto, pero probablemente no podría pedirle una copia a Wendy. Yo estaba en
el centro de la foto, con una luz azul proyectada en mi costado, iluminada entre Matthieu y Leo, y la
figura encorvada de Rake contra la mía. Caleb y Cyrus estaban al fondo, un poco borrosos, pero estoy
seguro de que Wendy los había distinguido sin problemas.

Miente, me dije.

Excepto que realmente no quería hacerlo, independientemente de lo que viniera después.

—Esa soy yo bailando con mi novio y su manada el, um... sábado por la noche, en el fin de la semana
de la moda—, dije, con voz plana.

—Estás saliendo con Rakim Oren—, se burló Wendy.

Abrí la boca para decir que no y luego me sacudí. —Lo hago ahora. En aquel momento, solo estaba
saliendo con Leo.

Las cejas de Wendy se arquearon y tuve una extraña especie de satisfacción al sorprenderla. —¿Y,
en cambio ahora estás con Rakim?

—Estoy con los dos—, dije, cerrando mis labios con fuerza. Y Matthieu. Y Caleb, supongo. Ah, y
Wes probablemente.
Bien. Estaba jodida.

Los ojos de Wendy se entrecerraron. —Así que llevabas involucrada con esta manada mucho antes
de que yo te contactara.

Asentí y contuve la respiración.

—Y en esta situación, ¿dónde dirías que está tu lealtad, Lola?— preguntó Wendy, cada palabra
escupida con la precisa ira de un alfa, en la persona de mi jefe beta.

—Con Designate —, dije, y Wendy se burló, recogiendo su tableta y cerrándola de golpe.

—Bien. Ya veo. ¿Qué les has contado?

No tuvo que decir sus nombres. Ambas lo sabíamos. —Todo— dije, con el frío corriendo por mis
venas, aceptando de lo que vendría después.

Wendy asintió de una manera brusca, automática y tensa, sus manos se cerraron en puños frente a
ella, y los nudillos se le pusieron blancos. —Por supuesto. Por supuesto que sí. Lola, ¿soy tu jefa?

Cyrus también. Matthieu también. —Sí— le dije.

—Ya no—, dijo Wendy, con el atisbo de una sonrisa presumida en los labios. —Estás despedida,
Lola Barnes. Tenemos exceso de personal. Tu puesto es superfluo.

La miré sin comprender, mi mente igualmente aturdida y preparada para la declaración. ¿Podría ella
hacer eso? Probablemente. Podría tener motivos para contraatacar, pero Wendy y yo sabíamos que
probablemente no lo haría. Otra pregunta se quedó en el fondo de mi mente. ¿Qué pasaría cuando
Matthieu se enterara?

—Eso será todo, Lola—, espetó Wendy. —Recursos humanos se pondrá en contacto contigo.

Tragué saliva y le di la espalda a la mujer, manteniendo los hombros rectos y la cabeza en alto. No
me avergonzaba de mis acciones. Podría haber jugado a dos bandas, escuchar la oferta de Wendy y vigilar
sus planes, pero había mostrado lealtad y había tomado mis decisiones sobre lo que era mejor para
Designate, no para Matthieu o Cyrus.
La asistente de Wendy evitó mirarme a los ojos mientras me dirigía a los ascensores. Joder, tuve que
hacer todo eso de empacar tus cosas. Excepto que en realidad no tenía cosas. Tenía mi bolso que estaba
en la oficina, y eso era básicamente todo.

Te acaban de despedir del trabajo de tus sueños, idiota.

Me despidieron por intentar proteger a Designate.

Respiré lenta y profundamente con cada paso que daba de regreso a la oficina, los ojos enfocados
hacia delante. O estaba paranoica e imaginaba la sensación de tener ojos acechándome, o cada uno de las
dos docenas de aliados de Wendy me observaba retirarme de su oficina. Tan segura como estaba de que
había hecho lo correcto, aún no podía quitarme la sensación de mareo que tenía en el estómago.

El equipo de edición de belleza acababa de salir de la sala de conferencias, de uno en uno con Betty
y Zane a la cabeza. Sus ojos brillaron con deleite al verme, y resistí el impulso de mirar mi reflejo en
cualquier superficie disponible. ¿Parecía devastada o entumecida? Quién diablos lo sabía, aunque Betty
y Zane estaban claramente al tanto de la conversación que acababa de tener. Enterré la punzada de ira en
mi pecho. Estaban viviendo el drama del momento por encima de cualquier lesión real que yo pudiera
estar sufriendo.

—Ahí tienes. El elenco puede seguirte...— las palabras de Cyrus se apagaron mientras me miraba
más de cerca, con el ceño fruncido adueñándose de su rostro.

Corey y Anna se dirigieron hacia la oficina, pero Zane y Betty estaban demasiado absortos en el
melodrama, holgazaneando junto a la puerta. Podría pedirles que nos dejaran un minuto solos, pero
adivino el tipo de rumores que surgirían tras mi salida. Esa fotografía probablemente no se había
mantenido en secreto, y si yo intercambiaba unas palabras en voz baja con Cyrus solo agregaría
combustible a cualquier fuego que encendiera al salir.

—Me han despedido. Necesito coger mis cosas e irme— dije, aliviada por la firmeza de mi voz.

—¿Qué han hecho qué? — siseó Cyrus, dando un paso adelante.

La satisfacción de Betty se tambaleó ante el gruñido que surgió del fondo de la garganta de Cyrus, y
arrastró a Zane a la habitación con ella, dejándonos a Cyrus y a mí solos en el pasillo. Por ahora.
—Mi puesto es redundante—, dije, y la expresión indignada de Cyrus como respuesta me hizo
sonreír. Di un paso hacia él. —Pero en realidad, es porque se enteró del asunto sobre mí y la manada.
Admití haber hablado contigo y con Matthieu— confesé en un susurro, lo suficientemente bajo como
para que quedara entre los dos.

Cyrus resopló profundamente, y su mirada se estrechó sobre mi cabeza hacia la oficina donde los
demás esperaban en silencio. Creí que podía escuchar a Anna cuestionando mi partida, con la voz aguda
por la sorpresa.

—Bueno. Espera. — Cyrus negó con la cabeza. —No, vamos a hablar con…

—En realidad, creo que es mejor que me vaya—, le dije. Apoyé la mano en su brazo cuando abrió
la boca para protestar, y la retiré con la misma rapidez. —Obviamente, algo está a punto de explotar, y
creo que es mejor para todos los involucrados, incluida yo misma, si no me pilla en el centro de todo.

Cyrus hizo una mueca y suspiró, girando los hombros y asintiendo. —Vale, tienes razón. Hey, espera.
Llama a Wes, ¿de acuerdo? Él te llevará de vuelta a casa.

Negué con la cabeza, podría encontrar el camino de regreso, incluso con un taxi. Pero Cyrus me
miró con dureza, con las cejas levantadas.

—Lola, los chicos todavía están nerviosos después de lo de ayer. Llama a Wes y no salgas del
edificio… por favor.

Cierto, porque Indy me había rastreado hasta mi apartamento. Probablemente sabía que yo también
trabajaba en el Stanmore. Había trabajado. En el pasado. Porque ahora me habían despedido.

—Bueno. Solo voy a coger el bolso.

—Voy a lanzar esta bomba sobre Matthieu. Va a perder la cabeza —dijo Cyrus con un suspiro de
cansancio, apretando mi hombro al pasar. Se inclinó y respiró en mi oído antes de decir: —Relájate hoy
en casa. Te veré allí más tarde. Todo va a salir bien.

No sabía si se refería en general o aquí en Designate específicamente, pero enderecé la espalda y


levanté la barbilla antes de entrar a las oficinas.
—De ninguna manera—, dijo Anna sacudiendo la cabeza, levantándose de su escritorio y cruzando
los brazos sobre el pecho. —De ninguna manera puede despedirte. Eres lo mejor que le ha pasado a
nuestro departamento en años.

Zane resopló y puso los ojos en blanco, pero no me miró directamente.

—Lola, ¿qué pasó?— preguntó Corey desde su silla, con ojos preocupados.

Maldita sea. Estas eran las chicas de las que debería haberme hecho amiga cuando llegué a
Designate. Corey y Anna eran dulces y genuinas.

—Un caso de unos bocazas por lo que oí—, murmuró Betty de espaldas a mí mientras miraba hacia
su ordenador.

—Alguien que está muy suelto —bromeó Zane rápidamente, aunque sus ojos se movieron en mi
dirección y sus labios se torcieron hacia abajo.

Anna parecía estar lista para romperle el culo a uno de ellos, así que me apresuré a matar el silencio,
agarrando mi bolso de donde lo había dejado junto a mi silla.

—Probablemente es mejor que no comente, siendo honesta—, dije. —Al menos hasta que hable con
Recursos Humanos más tarde. Ya los veré por aquí, ¿de acuerdo? Anna, soy oficialmente una suscriptora,
así que veré todos tus videos.

Les di un rápido abrazo a Corey y a Anna, y dejé a los demás en un incómodo silencio.

—Buena suerte, Lola—, dijo Corey en voz baja.

Saludé con la mano y luego busqué mi teléfono en el bolso, encontrando el número de Wes de los
primeros, en mis llamadas mientras me dirigía a los ascensores de nuevo. Mi vida es una verdadera
montaña rusa estos días, reflexioné, con la mirada de Daze clavada en mi espalda mientras esperaba el
ascensor.

—Oye, cariño, ¿qué pasa?

—Oye, yo… necesito que me lleves, — dije, con el primer temblor de las lágrimas brotando de mi
voz. Mantente firme. Mantén tu mierda quieta, al menos hasta que regreses a la casa.
—¿Llevarte? Puedo, sí, claro que puedo llevarte, ¿qué ha pasado?

Entré en los ascensores y esperé a que las puertas se cerraran ante las miradas de la oficina, antes de
responderle. —Están sucediendo algunas cosas en la revista, y me despidieron por mi participación en
ellas.

—¿Tú qué? ¿Qué diablos? ¿Has…? —. Wes tartamudeó, y escuché un portazo en el teléfono.

—Hablé con Cyrus antes de coger mis cosas.

—¿Matt lo sabe?

Respiré hondo y cerré los ojos con fuerza por un momento. Matthieu era mi punto débil. Había una
gran parte de mí que quería que Matthieu saltara a la palestra y se convirtiera en mi caballero blanco.
Pero él debía de preocuparse por Voir y la revista, y yo quería conservar un poco de dignidad. La
suficiente como para salir tranquilamente del edificio.

—Creo que Cyrus fue a hablar con él, pero necesito… necesito mantener eso aparte durante un ratito,
¿vale? — ¿Qué parecería si el director ejecutivo de Voir interviniera para salvar el puesto de una diminuto
y flamante asistente de edición? Como si estuviera durmiendo con él.

Que lo estaba haciendo.

Pero no por el bien de mi trabajo.

Wes estaba en silencio, y contuve la respiración, parpadeando rápidamente cuando las puertas se
abrieron y algunos hombres trajeados entraron en el espacio conmigo. —Tienes razón, cariño. Cogeré
mi coche y luego iremos juntos a algún sitio.

—¿Ir adónde? — pregunté, mientras la idea me distraía de la tensión que crecía en mi pecho.

—No sé. ¿Dónde está... qué te parece divertido? ¿Qué te gusta hacer? Hoy vamos a perder un poco
el tiempo.

Sonreí y tragué el nudo que tenía en la garganta. —¿Qué tal una película con muchas explosiones
inútiles?

—Mientras haya un cubo de palomitas de maíz tan grande como tú, me apunto— dijo Wes.
Mi teléfono sonó y revisé la pantalla. Matthieu.

—Oye, Matthieu está llamando. Voy a responder.

—Estoy en camino. Quédate en el vestíbulo hasta que me veas en el coche—, respondió Wes con
voz severa.

—Sí, señor—, gorjeé, notando con otra sonrisa el gruñido que se cortó cuando cambié de llamada.
—Hola, estoy bien, voy a bajar para encontrarme con Wes.

—Ven a mi oficina—, dijo Matthieu, con un gruñido metálico resonando en el teléfono. —No estás
despedida. La despedirán, con perjuicios...

—No puede ser por mí,— dije, en voz baja. Estaba a sólo diez pisos del vestíbulo.

—Sabes que eso no es... Bueno, no es toda la razón—, se quejó Matthieu.

—Oye, solo pon las cosas en orden allí y no te preocupes por mí. Todavía no le has arrancado la
cabeza, ¿verdad?

—Yo... todavía no he llegado a su oficina.

Mis labios se torcieron cuando el ascensor anunció nuestra llegada al vestíbulo. —Retírate, por favor.
Preocúpate por la empresa— susurré. Me mordí el labio y me di cuenta de que sabía exactamente lo que
necesitaría Matthieu para redirigir su atención lejos de mí. —Wes me va a llevar al cine. Con un montón
de palomitas de maíz. No es tan bueno como las papas fritas, pero con mantequilla y sal suficientes,
estarán bien.

Allí estaba. Así como así, un ronroneo. Todo lo que se necesitó para que el estado de ánimo de
Matthieu cambiara era...

Era saber que me estaban cuidando. Me detuve en el corazón del vestíbulo, parpadeando ante la nada
mientras los hombres y mujeres en el negocio de la sastrería se abrían paso a mi alrededor.

—Estás siendo muy sensata—, dijo Matthieu, mientras la calidez se filtraba en su tono. —De
acuerdo. Me encargaré de los negocios aquí primero. ¿Estás bien?

—Estoy bien—, repetí, con la voz un poco débil.


Matthieu era perfecto. Todos ellos. Todos eran demasiado buenos para ser verdad. Y yo no iba a
joder esto. Quiero decir, probablemente yo no lo estaba haciendo más fácil, puesto que tenía problemas
hasta el blanco de los ojos. Todo lo que querían hacer era ayudarme a sobrellevarlos. ¿Era así como
funcionaban las relaciones decentes?

—Sabes, creo que tenía muchas ganas de ser poco profesional—, reflexionó Matthieu. —Qué
decepcionante que me hayan corregido.

—Puedes ser poco profesional conmigo más tarde—, bromeé, viendo un gran Plymouth negro
detenerse en la acera.

—Ay, mi Lolotte. Lo haré —, ronroneó Matthieu.

Me estremecí. —Mi coche está aquí. Yo... tengo que irme.

—Pórtate bien, querida niña. Te veré esta noche —gruñó.

Guau. Estaba tan jodida. Pero de una manera divertida.

—No puedo creer que me hayas arrastrado a una película en la que el nombre del actor principal es
combustible para coches—, dijo Wes cuando salimos del cine.

Mi mano estaba en la suya, rodeada por completo. Lo comprobé mientras se proyectaba la película,
y las suyas eran al menos el doble del tamaño de los mías.

—¿Cuánto pesan cada una de éstas, lo sabes? — pregunté, sacudiendo su mano frente a mi cara. —
¿Como unos cinco kilos?

—¿Qué?

—¿Cuándo necesitas un martillo, usas solo tu puño? — pregunté, tratando de luchar contra mi
sonrisa. Una película tonta y mucho tiempo sentada abrazada a Wes había sido exactamente lo que
necesitaba para mitigar el impacto de la mañana.
—¿Estás... tienes el nivel de azúcar en sangre bajo o algo así? — preguntó Wes mientras subíamos
por la escalera mecánica que bajaba al centro comercial donde estaba ubicado el cine.

Reí y sacudí la cabeza. —Um... lo dudo, pero no me importaría un poco de yogurt helado.

Pude ver la locura por la alimentación saludable a base de granola y clara de huevo de Wes, luchando
contra mi pedido. Las palomitas de maíz y el yogur helado probablemente no eran su idea de una comida
equilibrada, pero...

—Está bien, pero tienes que ponerle al menos un tipo de fruta—, dijo.

—Trato hecho. — De todos modos quería frambuesas.

Fue agradable. Como si fuera una cita. De acuerdo, fue una cita lastimosa porque me acababan de
despedir, pero como ni Wes ni yo mencionamos el tema, hizo que la mañana fuera frívola y divertida. No
había tenido muchas oportunidades de ver a Wes fuera del modo trabajo, incluso en casa, y era agradable
descubrir su seco sentido del humor y su total incapacidad de no saltar por un susto en una película de
acción.

Caminando del cine a la zona de restaurantes, Wes se transformó un poco, llevando parte de la
conversación mientras sus ojos miraban a la multitud que nos rodeaba. Cuando una multitud de
adolescentes caminó hacia nosotros, sin apartarse de nuestro camino, Wes me empujó delante de él, y
con sus manos sobre mis hombros me guio a través del grupo. Se quedó así durante el resto del camino
hasta el puesto de yogures, actuando como una tierna barrera para evitar que nada me tocara.

—Oye, ¿puedo hacerte una pregunta?—pregunté mientras nos sentábamos en una mesa con nuestras
copas, la mía dos veces más grande que la suya y llena de chocolate. Y algo de fruta.

—Por supuesto que puedes.

—¿Qué, um… qué está pasando con Indy? — Pregunté, haciendo una mueca.

Wes frunció el ceño y se enderezó en su asiento. —Ah. Val, configuré tu teléfono de forma que
pasara las llamadas y los mensajes desconocidos a una cuenta ficticia mía.
Suspiré y asentí. Eso explicaba por qué había estado en modo silencio por radio desde el domingo
por la noche. —Está bien, genial. Me parece bien. Yo... no puedo ignorar que él está ahí afuera, como
una sombra en mi vida en este momento. Pero estoy de acuerdo, en no tener los recordatorios constantes.

—Si necesitas saber algo, solo pregunta, cariño. Pero estoy más que feliz de ser quien lo maneja—.
Wes se inclinó hacia adelante y me cogió la mano, y dejé mi cuchara de pie en el yogur, mirando de
vuelta a su brillante mirada azul. —No voy a dejar que te pase nada, ¿de acuerdo?

—Lo sé—, le dije, sonriendo a Wes. —Yo… yo sé que estoy a salvo contigo, no solo porque nunca
me lastimarías. Nunca dejarías que nadie más me lastimara tampoco. Lo sé desde hace mucho tiempo,
Wes.

Apreté sus manos y Wes me miró, atónito y silencioso. Tragó saliva cuando me aparté y asintió
bruscamente. Escondí mi sonrisa agachando la cabeza. Wes no estaba acostumbrado a que lo vieran, pero
estaba más que feliz de dejar que se acostumbrara a la sensación. Planeaba mantener mi ojo en él.
CINCO
Lola

—Sabes, honestamente podría pagarte mejor que Designate—, dijo Rake, girando un mechón de mi
pelo alrededor de su dedo mientras recuperábamos el aliento en su cama.

Mi piel estaba sudorosa y pegajosa, y Leo volvió la cabeza para lamer la parte inferior de mi pecho.
Estaba descansando sobre mi estómago, mis dedos acariciando su cabello, su polla ablandándose después
del rápido y desordenado trío que habíamos hecho.

—Tu horario también sería flexible—, agregó Leo, moviendo las cejas. —Podrías viajar conmigo.

—Y conmigo —dijo Rake, rodando y apoyando la barbilla en mi pecho, moviendo las cejas hacia
mí.

Leo había llegado a casa temprano para descansar y estaba más que feliz de encontrarme regresando
de la película y el almuerzo con Wes, que volvió a la oficina. Un rápido mensaje de texto a Rake sobre
lo que Leo planeaba hacerme sin nadie más en casa y dos se convirtieron en tres, me quedé flácida y sin
aliento.

La pila de abrazos de la noche anterior con todos excepto Wes había sido encantadora y afectuosa,
pero no había dejado mucho espacio para hacer locuras. Rake y Leo estaban a mi derecha, girando en
algún momento durante la noche, mientras Matthieu se mantenía firme a mi izquierda, Caleb y Cyrus
habían tomado el otro extremo cerca de Rake. Tan dulce como había sido todo, había extrañado la forma
en que Leo y Rake tendían a hacerme dormir, con tantos orgasmos como fuera posible para los tres.

Ahora estaba casi lista para volverme a dormir.

—Mm, lo pensaré. Me gusta maquillar, pero probablemente no tanto como me encanta pensar y
experimentar con ello, además de discutirlo en una plataforma como Designate—, dije.

—Está bien, sí, pero piensa en las fiestas y los viajes y…— Rake inclinó la cabeza hacia mí y arrugó
la nariz. —¿Te gustan las fiestas? ¿Son demasiado?
—Me encantaban las fiestas—, dije. —Cualquier noche que no tenía que trabajar era una noche para
ir a una fiesta o a un bar. Pero Baby era la que se moría por ese tipo de cosas, y ahora está encerrada con
sus alfas.

Rake frunció el ceño y me miró con escepticismo. —Sabes que me encanta esta manada, pero nadie
me retiene en casa de una fiesta a la que quiero ir.

Murmuré algo y me encogí de hombros, —Tal vez los Aulladores son un poco más...

¿Más alfa? Eso no parecía ser justo. Matthieu y Wes eran indiscutiblemente alfa, simplemente no
eran dominantes. Y ahora que lo pienso, Bullet no había parecido así con Baby en absoluto.

—Debería conocerlos mejor antes de hacer suposiciones, imagino.

—¡Oh, mierda, deberíamos invitarlos a cenar!— dijo Rake, sentándose emocionado.

Rake tendía a estar un poco fuera de quicio después del sexo cuando no era una sesión maratoniana
en la que lo anudaba. Leo, por otro lado... Se retorció y se acurrucó en mi lado izquierdo, enterró su rostro
en mi cabello y pasó su brazo sobre mi pecho después de que Rake lo abandonara. Probablemente, Leo
se dormiría en unos minutos, aunque fuera solo una siesta pequeña.

—¿Los Aulladores?— Pregunté, levantando las cejas.

—Yaaaasssss—, dijo Rake, con los ojos muy abiertos y salvajes por la emoción. —¿Te lo puedes
imaginar?

Resoplé y negué con la cabeza. —No puedo. En absoluto. Dios, piensa en el pobre Caleb. ¿Cómo
montaría la decoración?

Leo resopló contra mí. O roncó. Era difícil decirlo.

—Asombroso. Sería increíble, no puedo…— Rake se interrumpió abruptamente al oír voces en el


piso de abajo. —Oh, mierda, es hora de empezar a pensar en la cena familiar.

Canturreé y miré a Leo, que estaba rendido y tenía un aspecto adorablemente inocente mientras
dormía.

—¿Qué tal si pensamos en algo para cocinar y dejamos que Leo descanse?— dije yo.
—Sinceramente, no sé cómo encender el horno, pero hago un excelente trabajo pidiendo comida —
Rake se levantó de la cama, pavoneándose con orgullo hacia la puerta, recogiendo un par de jeans del
suelo como si fuera una ocurrencia tardía caminar por su casa con los pantalones puestos. Tal vez lo
fuera. Tal vez me enteraría de que Rake corría desnudo la mayor parte del tiempo si me quedaba aquí
mucho más tiempo.

Imagínalo, bromeé conmigo misma. Leo dice que esta manada podría ser tuya. Había una
advertencia oscura intentando abrirse camino por encima del optimismo. Cerré ambos lados solo para
estar segura, y traté de encontrar la manera de salir de la cama sin despertar a Leo.

—Parecen Matthieu y Cyrus—, dijo Rake desde el pasillo. —Si solo te acuestas allí, Matt te
olfateará, pero depende de ti si quieres o no una conversación o un alfa cachondo con quien lidiar primero.
En realidad, el autocontrol de Cyrus probablemente también esté a punto de romperse. ¿Cómo te sientes
acerca de un Dom, Lola?

Estaba a punto de escaparme del abrazo de Leo cuando la última pregunta me golpeó.

—Lo siento, espera, ¿qué?

—Cyrus. Es frío como el hielo con regularidad, pero es un fanático del control en el dormitorio. Sin
embargo, le preocupa que no estés lista para ese nivel de intensidad— dijo Rake, luchando por ponerse
una camiseta antes de mirarme por encima del hombro con gran intensidad.

—Yo…

Mentiría si dijera que no había empezado a pensar sexualmente en Cyrus, pero la pregunta de Rake
hizo que esos deseos se agitaran nerviosamente. Cyrus era sexy como el infierno, pero ¿estaba preparada
para ser la sumisa, del dominante Cyrus? Era intrigante, pero también provocaba una punzada de
ansiedad en mi pecho. Ese era todo un mundo que dependía de la confianza y la vulnerabilidad, algo que
yo compartía en dosis controladas muy cuidadosamente.

—Entiendo. No estás lista—, dijo Rake, guiñándome un ojo.

—Sí, vamos a posponer eso por ahora—, murmuré, saliendo de la cama y buscando algo para
ponerme.
La mayor parte de lo que había traído, todo lo que Indy me había dejado, estaba en el lavadero o aún
en mis maletas en la habitación de Caleb. Mi nuevo guardarropa regalo de Rake me estaba esperando en
una habitación de invitados que me había sido ofrecida para mi uso personal, pero aún trataba de no
pensar en ello.

Me debatí entre ponerme una mezcla de la ropa de Leo y Rake o el vestido que había usado antes, y
decidí que la comodidad, ganaba ese día.

Matthieu estaba subiendo las escaleras, Rake lo adelantó con una sonrisa y aquél me tomó en sus
brazos cuando nos encontramos en el rellano. Sus ojos buscaron mi rostro, frunciendo el ceño, excavando
líneas sobre sus rasgos. Levanté mis dedos para alisarlos y dejé que su olor me inundara.

—Estoy bien. Dime qué pasó después de que me fuera.

Matthieu soltó un largo suspiro, se acurrucó contra mí y bajó la cabeza para darme un suave y
lánguido beso en la boca que casi me hizo cambiar de opinión acerca de hablar primero de negocios.

—Ven abajo, incluiremos a Cyrus. Por cierto, ¿qué necesito hacer para que empieces a robarme mi
ropa?

Me reí. —Considera la invitación aceptada.

Con un desvío más, Matthieu colocándome contra la pared del siguiente rellano, besándome hasta
que me quedé sin aliento y a punto de suplicar antes de que él se alejara, llegamos a la cocina donde
Cyrus estaba descorchando una botella de vino tinto y Rake hojeaba los menús en una tableta.

—¿Eso es vino de consolación o vino de celebración? — pregunté, sonriéndole a Cyrus y


sentándome en uno de los taburetes de la isla. Matthieu saltó a una silla y se acomodó contra mi espalda,
sus brazos alrededor de mi cintura y la barbilla en mi hombro, y un pequeño ronroneo retumbando
suavemente contra mí.

Cyrus soltó una breve carcajada y se sirvió un vaso hondo. —Vino desestresante. Y tal vez un poco
de ambos también.

—Tuvimos que resolver una gran cantidad de problemas esta mañana con los otros editores que
trajimos al circuito, pero vuestro aviso nos dio la oportunidad de asignar algunos roles importantes. Nos
quedamos con un equipo mínimo, pero afortunadamente para nosotros, Wendy parecía apuntar
principalmente a los asistentes de edición—, explicó Matthieu.

Cyrus nos pasó a cada uno una copa de vino, incluido Rake, y puso los ojos en blanco. —Porque
cualquier jefe de departamento se estaría enfrentando a un recorte salarial notable para unirse a su nueva
aventura.

—¿Betty y Zane? —Le pregunté a Cyrus.

Él compuso una mueca. —Ya veremos, aunque no estoy contento con su papel en esto. Espero que
decidan irse.

—Cuando supimos que teníamos el trasero cubierto, me senté con Wendy y nuestros abogados hoy
y rescindí su contrato. Ella cometió una infracción grave y tú no eras nuestra única prueba, por lo que es
efectivo de inmediato. Rake, me muero de hambre. No tienes que revisar todos los menús de la ciudad—
, dijo Matthieu.

—Solo estoy tomando una decisión—, dijo Rake. —Podría volverse ecléctico. No puedo decidir
entre comida peruana y soul. Lola, ¿qué te parece?

La mano de Matthieu se deslizó por debajo de mi camisa, acariciando mis costillas y luego
deteniéndose justo debajo de mi pecho, haciendo que mi núcleo se contrajera y mi cuerpo se congelara
por la sorpresa.

—Um. ¿Ambas? — Dije, demasiado concentrada en el pulgar de Matthieu acariciando la parte


inferior de mi pecho, apenas jugando con mi pezón. Astuto bastardo. No sabía si quería acercarme a su
toque o pellizcarlo y hacer que retrocediera. Cyrus estaba estudiando los menús, pero había una astuta
curva en su boca que me hizo pensar que sabía exactamente lo que estábamos haciendo.

—Gumbo frito, por favor—, dijo Matthieu. Pellizcó mi pezón entre el pulgar y el índice, y jadeé,
calor y algo de humedad llenando mi sexo.

Aparté su mano antes de que los demás miraran, y Matthieu besó la comisura de mi mandíbula,
mientras su ronroneo se volvía cada vez más fuerte.
—¿Quién es el nuevo editor en jefe ahora que Wendy se ha ido? — Le pregunté a Cyrus, enredando
mis dedos con Matthieu antes de que tuviera alguna otra idea inteligente.

—Lo tienes delante—, dijo Matthieu.

—Editor en jefe interino—, aclaró Cyrus con un profundo suspiro. —Solo hasta que Matthieu pueda
encontrar a alguien mejor para el trabajo. Pero yo soy el miembro del personal con más antigüedad.

—Y en el que más confiamos en este momento—, agregó Matthieu.

—No pareces emocionado—, le dije suavemente.

Cyrus se encogió de hombros, moviendo la cabeza de un lado a otro. —Me gustaba mi pequeña
burbuja. Ser el jefe implica mucha menos dirección de arte, que es lo que me encanta, y mucha más
gestión. Wendy era muy buena en su trabajo y muy apasionada. Pero, que yo asuma el papel será la mejor
manera de implementar una nueva dirección para Designate, una que pueda competir con el concepto de
Wendy sin sacrificar la belleza y la historia de la revista.

—Sí sirve de algo, creo que eres lo mejor para la revista en este momento—, le dije, haciendo que
Cyrus se relajara y sonriera. —¿Dónde deja eso la parte de Belleza?

—Probablemente con dos asistentes de edición, siempre y cuando regreses. ¿Rake te ha convencido
ya para que trabajes para él? —preguntó Matthieu.

—Hice un gran esfuerzo, pero ella es odiosamente leal—, dijo Rake, tocando elementos en su
pantalla. Levantó la vista brevemente para sonreírme.

—Lo que nos encanta de ella—, dijo Matthieu, reprendiéndole un poco.

—Sí, nos encanta—, canturreó Rake, radiante.

Me sonrojé y me apresuré a redirigir la conversación. —¿Pero el editor jefe?

—Ah, esa es una noticia emocionante—, dijo Cyrus. —Pedimos un favor, regañamos y negociamos
mucho, yyyyy…—. Tamborileó suavemente contra la encimera. —Implicamos a Maureen Weiss.

Salté de mi silla, desalojando a Matthieu de mi hombro con un gruñido áspero. —¡Mierda, lo siento!
¡De ninguna manera! ¿Cómo? ¡No puedo creer que estuviera interesada!
Trabajé en tres desfiles para la icónica Maureen Weiss durante la semana de la moda, y ella era
temible, progresista y mandona. La adoraba de una manera miedica.

—No lo estaba al principio. Pero hablamos sobre algunas de las nuevas ideas y mencionamos tu
nombre, lo que pareció ayudar un poco. Le gustas. — Cyrus sonrió ante mi chillido.

No podía quedarme quieta. Maureen maldita Weiss trabajando para Designate. Eso sacudiría
seriamente la revista. Nuestras sesiones de fotos iban a ser una bomba. Matthieu se rio cuando comencé
a dar brincos, saltando salvajemente por la isla. Me lancé hacia Cyrus para darle un abrazo breve y
apretado, luego a Rake y finalmente corrí de regreso a los brazos de Matthieu, saltando y permitiéndole
atraparme con otro 'oof'.

—¿Supongo que eso significa que volverás a trabajar para nosotros? — Cyrus preguntó, riendo. —
La revista se está tomando un pequeño descanso y Maureen no llegará hasta el lunes, así que cuando
volvamos te vamos a necesitar de verdad. ¿Te unes?

—Oh, joder, sí claro. No podrías mantenerme fuera del edificio, aunque lo intentaras —dije,
sonriendo. —Espera, puedo, ¿verdad? ¿Qué pensará la gente después de lo de hoy?

Cyrus se puso serio y Matthieu me apretó los hombros. —Tú no has ido a Recursos Humanos y no
lo harás ahora, por lo que realmente tu despido nunca se llevó a cabo—, dijo Matthieu con cautela.

Lo miré y estudié su expresión cautelosa antes de mirar a Cyrus, alzando las cejas y esperando que
fuera sincero conmigo.

—Es... es un entorno de oficina—, dijo Cyrus, haciendo una mueca. —Además es moda, así que…

—Así que la fábrica de rumores está a pleno rendimiento—, dije, asintiendo.

—La mayoría de la gente sabe que Wendy te despidió, y pronto sabrán que Matthieu despidió a
Wendy. Legalmente, debemos tener cuidado con divulgar las razones. Incluso incumpliendo su contrato,
no podemos iniciar una campaña de desprestigio contra Wendy. Aunque estoy seguro de que la verdad
está flotando tanto como...— la voz de Cyrus se desvaneció.

—Tanto como la idea de que despediste a Wendy porque te estás acostando conmigo—, le dije a
Matthieu, quien compuso una mueca. Suspiré y me eché hacia atrás en sus brazos, dejando que toda la
situación pasara por mi cabeza, una pequeña viñeta cada vez. Al final, mi respuesta fue clara. —Supongo
que no me importa. Quiero decir, esto sucedió porque estoy involucrada con la manada. Y decidí
manipular a Wendy. Siento que tomé la decisión correcta, pero ese es solo nuestro lado de la situación, y
Wendy tiene derecho a estar enfadada. Lo mejor que puedo hacer con los rumores es dejar que pasen y
no reaccionar. De todos modos, no quiero perder la oportunidad de trabajar para Maureen, si te soy
sincera.

—Estoy muy impresionado con tu decisión—, murmuró Matthieu. —Prometo no hacértelo más
difícil en el trabajo.

—Razonablemente, un asistente de edición y el director general de Voir no tienen muchas razones


para cruzarse en la oficina—, dije, encogiéndome de hombros. —Eso será bastante fácil.

—Cierto, pero tampoco quiero jugar y fingir que no estamos juntos. Si tenemos un evento, quiero
que asistamos como lo haríamos si no fuera un problema. Como manada—, respondió Matthieu.

No soy manada, pensé por reflejo. Todavía no, bromeó la voz de Leo. De cualquier manera, entendí
lo que quería decir Matthieu. Estaba con la manada y les dolería tanto evitarme en público por el bien de
las apariencias como que me ignoraran.

—Simplemente no asciendas a Lola a editora en jefe de un departamento a corto plazo, y la gente lo


superará—, dijo Rake. Hizo girar su tableta para quedar frente a mí y la deslizó por la isla. —Ahora,
elige lo que quieras para la cena.

Me quedé boquiabierta mientras Matthieu hojeaba el carrito de la compra de Rake. —¡Eso es algo
así como todo el restaurante, Rake!

—Sí, pero ¿de qué necesitamos el doble? — preguntó Matthieu.

—Bienvenido a vivir con seis hombres, cielo—, dijo Cyrus, sonriendo.

Caleb y Wes aparecieron enseguida, amontonándose a mi lado, pasando las manos brevemente contra
mi piel a modo de saludo mientras comenzaban a negociar sus platos.

—Hola, amor—, murmuró Caleb, presionando un beso en mi sien.


—¿Cómo pasaste el día? — El mío fue salvaje. Me despidieron, tuve una linda cita con Wes, tus
compañeros de vínculo me jodieron hasta atontarme y luego me volvieron a admitir.

—Mmm, pintura, bocetos y convencer a mi cliente de una remodelación menor—, dijo Caleb. Sacó
un pequeño sobre del bolsillo de su abrigo y lo colocó frente a mí. —Por casualidad no tienes ningún
interés en el ballet, ¿verdad?

Mis ojos se abrieron y mi respiración se contuvo. —Umm, si por interés te refieres a que yo era una
niña orgullosa dueña de un tutú que soñaba con ser una primera bailarina pero nunca practicó con puntas,
entonces sí. Algún interés tengo.

Caleb parecía tan mareado como yo sabía que lo estaba en ese momento. Si lo que pensaba estaba
en ese sobre…

Simplemente se sienten mal porque tu vida sea un desastre. Eso es lástima.

Vete a la mierda, me respondí a mí misma.

—Decoré el interior del nuevo teatro de la ópera hace unos años, y todavía tengo un palco y un pase
de temporada. ¿Te gustaría ver a Julieta y los Montesco conmigo?

Contuve mi feliz revoloteo y asentí rápidamente. —Sí. Definitivamente. ¡Por favor, por favor, por
favor!

Claro, era la historia de una hermosa y joven omega codiciada por la manada rival de su familia,
pero era una de las historias trágicas más bellas de su tipo y un hermoso ballet. Y, de todos modos, quería
ir. No necesitaba juzgarme solo porque la heroína era una omega y yo no.

—Perfecto. Por lo general, tengo que retorcerles el brazo a esta manada para que vean una actuación
conmigo—, dijo Caleb, levantando una ceja hacia Rake.

—Entonces supongo que necesitábamos a Lola para que tuvieras una linda cita, que esté tan
emocionada como tú por las horas que pasarán sentados en un oscuro teatro escuchando polvorienta
música clásica —, respondió Rake.

—Está bien, Prokofiev no es polvoriento—, respondí.

—Gracias—, dijo Caleb con un gesto de apoyo.


—Hoy me hizo ir a ver una película de acción terrible—, murmuró Wes, moviéndose al otro lado de
la isla.

—¿Yo te lo hice? — me burlé.

Me sonrió a través del espacio y se encogió de hombros. —Todavía me zumban los oídos por todas
las explosiones, cariño.

—Tal vez deberías haber bajado tu audífono, viejo—, le devolví el golpe. No estaba muy segura de
cuántos años tenía Wes, no era mucho más joven que Matthieu, si tenía que adivinarlo.

Rake soltó una carcajada y un despeinado y somnoliento Leo entró en la cocina, dirigiéndose
directamente a acurrucarse contra Caleb y apretando mi mano cuando nos alcanzó.

—¿Qué me he perdido? — murmuró Leo.

Matthieu estaba a mi otro lado ahora, apoyado en mi hombro, su nariz acariciando la parte superior
de mi cabeza mientras agregaba artículos sin mesura, a nuestro pedido; me negué a mirar el total en ese
punto. Los otros atraparon a Leo en la conversación, él sonrió vagamente mientras todos hablaban unos
por encima de los otros.

Fue agradable. Esto era más que agradable, era lo que siempre había querido, este sentimiento de
pertenencia y amor. Esto era lo que significaba ser una manada.

Quería que fuera mía.


SEIS
Lola

—Honestamente, devolver todo esto no tendría sentido—, dijo Rake, cruzando los brazos sobre el
pecho y sacando la barbilla. —No es como si hubiera comprado esto en una tienda por departamentos y
tuviera las facturas, Lola.

—¿No tienes facturas? — espeté, mirando el contenido rebosante del armario de la habitación de
invitados.

Rake se examinó las uñas con cuidado, con la cadera apoyada contra el largo tocador de teca, que
también estaba lleno. —Eliminé los correos electrónicos.

Lo miré con los ojos entrecerrados, hasta el movimiento nervioso de su talón sobre el suelo. —
Mentiroso—, dije.

Los brazos de Rake se abrieron de par en par, alzando la voz. —¿Qué? Es solo... es solo un regalo,
¿de acuerdo? ¿Qué más vas a hacer por la ropa?

—¡Tengo dinero, Rake! — No mucho. No lo suficiente para reemplazar lo que había perdido, pero
podría cubrir mi alquiler y algo de la ropa con mis cheques, solo que tardaría un tiempo.

Rake hizo un sonido desdeñoso y puso los ojos en blanco, y yo apreté los puños.

—¿Qué?¡ ¿Qué significa eso?!

Sus manos se levantaron en falsa rendición, con la expresión tan beligerante como hace un momento.
—¡Nada! ¡Simplemente no tienes que usarlo! Yo también tengo dinero. Usé el mío para esto. ¿En qué se
diferencia esto de que Matthieu te compre cosas, o el viaje a Malta, o el ballet?

Mi respiración era irregular y me di la vuelta, dándole a Rake la espalda mientras trataba de controlar
el torrente en mi pecho. Él tenía razón. Uno tras otro, había estado usando a la manada de pequeñas
formas. O no tan pequeñas. Un viaje a Malta no era poco. El ballet tampoco lo era. Dios, mi jodido
trabajo tampoco era poco, y todavía lo tenía por culpa de la manada también.

Pretender jugar el juego de los sentimientos cuando todo lo que quieres son regalos y que alguien
te diga que vales algo para que luego, te den la espalda. Las palabras sisearon en mi cabeza y cerré los
ojos con fuerza. Traté de tragarme el gemido, pero ya estaba a la mitad, y caminé hacia la ventana,
hundiéndome al lado de la cama de invitados.

—Lola, yo...

—Rake, fuera—. Cyrus, apareció interrumpiendo las suaves palabras de Rake con aguda precisión.

—Pero…

—Fuera—, dijo Cyrus, con fuerza en la palabra.

Las lágrimas picaron en mis ojos. Excelente. Ahora había metido a Rake en problemas con uno de
sus alfas.

Estás haciendo un gran trabajo aquí, maldita idiota.

La puerta de la habitación se cerró silenciosamente y solté un gemido con hipo, pensando que estaba
sola hasta que unos suaves pasos se arrastraron contra la alfombra. Mierda. Levanté las rodillas y me
cubrí la cara con las manos mientras Cyrus se agachaba a mi lado, sus largas extremidades llenando el
espacio y casi inmovilizándome.

—Él no está acostumbrado a no salirse con la suya—, murmuró Cyrus en voz baja. —Matthieu es
el único que realmente se molesta tratando de controlar a Rake, y él aprendió a no consultar a Matt en
absoluto.

—No es su culpa. Me he estado aprovechando —dije, exprimiendo las palabras a través de mi


apretada garganta.

Cyrus estaba en silencio. Estaba cerca, y su olor burbujeante estaba apagado, con algo más sedoso
en su lugar. No extendió la mano y me atrajo hacia él como cualquiera de los otros habría hecho, y le
estaba agradecida por ello.

—Estoy tratando de ver tu punto de vista, y no puedo—, dijo Cyrus finalmente.


Levanté la cabeza y le fruncí el ceño. Su mirada se oscureció, tensándosele las cejas cuando vio mi
rostro. Me sequé las lágrimas rápidamente y negué con la cabeza.

—¿Por qué no puedes? Una beta sin unir ni marcar, se ha unido a tu manada, asistió al celo de tu
omega, aterrizó en tu casa, y ahora yo...— Gruñí al ver la ropa por la que Rake y yo habíamos estado
discutiendo hace un momento. —Comenzó cuando llegó otra entrega y luego se intensificó cuando Rake
trató de persuadirme para que saliera de mi reserva haciendo que me probara cosas. En algún momento,
se ha convertido en una pelea real, una en la que realmente quería salir de la habitación o golpear a Rake
por ser un pequeño…

Niñato.

—¿Es así como te hablas a ti misma? — preguntó Cyrus, mirándome boquiabierto. —Jesús, Lola.
Eso no está bien, eso no es lo que pasó, y lo sabes.

Jódanse, lágrimas. Váyanse de paseo.

Cyrus suspiró y se dio la vuelta, mirándome mientras se apoyaba contra la pared, pero ofreciéndome
espacio aún. —¿Es eso lo que crees que vemos cuando te miramos? ¿O la gente en Designate?

Negué con la cabeza. Sabía que la manada no pensaba eso de mí en este momento, pero después...

—Creo que Rake se está aprovechando de ti, no al revés—, dijo Cyrus encogiéndose de hombros.

—¿Qué? ¡No, no lo hace!

Cyrus miró el armario y murmuró mientras pensaba. —Quiero decir, ¿no es así? Estás en una
posición muy vulnerable: tu casa no es segura para ti y has perdido una gran parte de tus posesiones.
Rake está tratando de usar eso para hacerte aceptar lo que es un regalo absolutamente ridículo. Uno que
podría provocar un cambio de poder incómodo entre ustedes dos.

—Él no lo usaría de esa manera, — dije.

—No, no lo haría—, estuvo de acuerdo Cyrus con facilidad. —Pero es comprensible que seas
cautelosa.
Me mordí el interior del labio. Sobre todo, había sentido que el gesto había sido un desperdicio en
mí. No porque no me gustara la ropa, amaba la ropa, sino porque yo… no valía la pena. Oh, joder.
Realmente necesitaba encontrar a un puto terapeuta, ¿no?

—Él estaba siendo amable—, le dije en voz baja.

¿Significaba esto que solo tenía que aceptar la ropa? Cyrus era... también un tipo de tramposo, ¿no?

Pero no, Cyrus se estaba riendo, intentando, pero fallando en contenerse. —Lo siento, es solo que…
conozco a Rake, y estoy seguro de que la idea de ser amable estaba ahí, pero no fue el motivo principal.
Solo estaba tratando de ganarte. Quiero decir, creo que en su mente todo iba a ir mucho mejor de lo que
ha ido. Verías la ropa, te encantaría, te emocionarías como con las entradas para el ballet y lo apreciarías.
A él.

Solté un largo y lento suspiro. Porque los alfas de Rake y yo ahora nos estábamos involucrando, y
Rake estaba acostumbrado a que la gente se le acercara por sus alfas. ¿Realmente pensó que perdería
interés en él ahora que estaba pasando tiempo con los demás? Tal vez no conscientemente, pero si alguien
era consciente de lo hijo de perra que podía ser el subconsciente, esa era yo.

—Para que conste, no creo que tengas que aceptar la ropa si no quieres. Solo creo que Rake podría
dejarlo pasar con un poco de conversación directa contigo. Probablemente hay algo que estaría feliz de
escuchar a cambio de 'bien, la ropa puede quedarse'—, dijo Cyrus, abriendo los ojos significativamente.

Me sonrojé y asentí. —Sí, te entiendo. Iré a hablar con él.

Me levanté y Cyrus me siguió, pero cuando iba a dar un paso alrededor de la cama, una de sus manos
agarró mi muñeca y la otra, mi barbilla. Su agarre fue severo, lo suficientemente firme como para
sobresaltarme y recordar que estaba solo con un alfa de una manera que rara vez consideraba a los
hombres de esta manada. No era peligroso, pero en este momento era intenso.

—Una cosa más—, dijo Cyrus en voz baja, su cuerpo inclinándose sobre el mío.

No estaba asustada, pero estaba atrapada en la trampa de un alfa lo suficientemente poderoso como
para doblegar mi voluntad si quisiera.
—No quiero volver a oírte hablar de ti de esa manera. Puedes cuestionar si estás o no satisfecha con
tu lugar aquí con nosotros, pero nunca tu valía. ¿Me entiendes?

Mi respiración era superficial, la piel se me puso de gallina y mi cuerpo estaba al borde de empezar
a temblar. Este era el Cyrus que Rake había mencionado, y no, no estaba del todo preparada para él. Pero
joder, esperaba que lo estuviera pronto. Establecer metas alcanzables es importante, me recordé.

Asentí y tragué. —Entiendo.

Cyrus se inclinó un poco más, y sus labios rozaron mi frente para dejar un cálido y brillante beso en
mi piel, y luego me liberó. —Genial. Vamos, te mostraré mi mejor suposición de a cuál de sus pequeños
rincones fue Rake para enfurruñarse.

¿¿Genial?? Guay, guay. Soy un alfa endiabladamente intenso en secreto, que puede ponerse a ladrar
tal que en un segundo y hacer que tus bragas se mojen igual de rápido. Súper genial.

—¿Cómo ha estado Designate desde que Wendy se fue? — pregunté, siguiendo a Cyrus por el largo
pasillo con ventanas que daba al jardín trasero.

—Definitivamente llena de murmullos. Betty trató de remover algo de mierda y… me adelanté y la


despedí.

—Cyrus—, comencé.

—No se trataba de ti, te lo prometo. De todos modos, creo que Zane tuvo una crisis de fe porque
vino a mí con una gran confesión, un montón de información sobre el contacto y los planes de Wendy, y
suplicando por su trabajo—, dijo Cyrus.

—Oh, demonios. Sin embargo, ¿has... has considerado que podría quedarse por el bien de Wendy?

—Sí. Parecía sincero en nuestra conversación, pero al mismo tiempo, creo que podría volverse loco,
otra vez, si quisiera. Planeo sacarlo de la Belleza y, antes de que preguntes, esto es algo por tu bien—.
Cyrus se detuvo frente a una estantería al final del pasillo y se volvió hacia mí.

—¿De verdad? Porque creo que cuanto más lejos esté Zane de mí, más cómodo estará difundiendo
chismes sobre mí —dije.
Cyrus sonrió, con una cálida mirada. —¿Crees que debería dejarlo sudar con ustedes? Anna y Corey
son del equipo Lola, siempre. No sé qué me perdí cuando fui a ver a Matthieu después de que te fuiste,
pero sé que cuando regresé, el ego de Betty pesaba unos tres kilos menos que antes.

Mis labios se crisparon. —¿Eso es malo por mi parte?

Cyrus se rio y sacudió la cabeza. —Solo de una forma que admiro. Aquí—, dijo, volviéndose hacia
la estantería y deslizando un sujetalibros hacia la derecha para revelar el pestillo de una puerta. Tiró hacia
abajo y el estante saltó hacia adelante, el olor a chocolate quemado deslizándose por la grieta. —Ese es
él—, susurró Cyrus.

Asentí y Cyrus me abrió la puerta. Justo cuando pensaba que conocía todas las sorpresas de esta casa
ridículamente bonita, encontré una habitación como aquella. La pared de vidrio que daba al jardín
continuaba, y era casi como estar encaramado en una casa del árbol, las ramas de un abedul blanco
extendiéndose como un marco alrededor de la pequeña y estrecha habitación. Las paredes estaban
pintadas de marrón oscuro y la alfombra bajo mis pies era lujosa. No había cama, como en la mayoría de
los otros rincones de Rake, y tampoco había olores alfa, solo unos cuantos pufs de felpa y una gran cesta
de mantas y almohadas. Este espacio era solo de Rake, lo que me hizo sentir como una intrusa.

Rake estaba repantigado en el otro extremo de la habitación, sentado en un gran cojín con la espalda
apoyada en un puf. Estaba mirándose las manos, los antebrazos descansando sobre sus rodillas
levantadas, pero sabía que no se había perdido mi llegada. Parecía pálido, y quería caer en su regazo y
besarlo hasta que se sonrojara y sonriera de nuevo.

—¿Cuánto la jodí? — preguntó Rake, sin ningún brillo en sus palabras.

Cerré la puerta detrás de mí y me moví a través del desorden acogedor para arrodillarme a su lado,
apoyándome en el mismo puf y mirando por la ventana. A través de las ramas de abedul, Rake tenía una
vista clara del parque detrás de la casa, donde algunos niños corrían por el césped.

—Rake, te amo.

Su cabeza se levantó con presteza, girando para mirarme, y giré la mía para encontrarme con su
sorprendida mirada. —Espera, ¿qué dijiste? Lola, yo…—. Una sonrisa apareció en su boca incluso
cuando su ceño se arrugó por la confusión. —Yo… Joder, Lola, ¡yo también te amo! Es por eso que…
simplemente no quiero que te preocupes por lo que hacer a continuación, o que tengas que pensar en ese
imbécil cada vez que necesites un vestido para un evento o…

Incliné la cabeza y entrecerré los ojos, y Rake se detuvo abruptamente. —Sabes que sé que
empezaste a comprar mucho de eso antes de que Indy irrumpiera en mi apartamento, ¿verdad?

Rake se sonrojó y tragó saliva. —Vale… sí. Pero no estaba planeando dejarlo todo en tu regazo de
una vez, ni nada por el estilo. Y mira, veo la diferencia entre mí, ya sabes, comprándote un guardarropa
y Caleb llevándote al teatro. No debería haber dicho eso.

—No deberías haberlo hecho, pero debo resolver mis problemas sobre cómo aceptar el dejar que
esta manada entre en mi vida, y tengo que solventarlo por mi cuenta—. Agité mi mano en el aire. —No
quiero volver a meterme en todo esto, es solo que... Escucha, la historia de las compras se termina ahora,
¿de acuerdo?

La expresión de Rake se endureció, solo un poco, lo suficiente para que yo supiera que no estaba
convencido de la idea.

—No necesito que me compres cosas para que aprecie tenerte en mi vida, Rake. No lo necesito de
ninguno de ustedes— dije, y me apresuré cuando abrió la boca para objetar. —Además, tengo gustos
personales, ya sabes. Me encantaría que vinieras conmigo cuando compre y me ayudaras a elegir las
cosas. Y los regalos no están fuera de la ecuación, pero quiero que nuestros intercambios sean
relativamente iguales y este no lo fue. Eso es raro en mí.

Rake se pasó un dedo por los rizos, unos que parecía estar dejando crecer solo porque me gustaba
pasar mis propios dedos por ellos. Así que me estiré y lo hice, clavándome en la parte posterior de su
cuello y haciéndolo suspirar y ablandarse.

—Está bien, sí, eso es justo—, dijo Rake asintiendo. Hizo una mueca y preguntó: —¿Eso significa
que tengo que devolverlo todo? En realidad, no borré las facturas, solo estaba siendo un imbécil. Pero
generaría algunas conversaciones incómodas con los diseñadores.

Suspiré y me acurruqué al costado de Rake, toda mi tensión se desmoronó cuando su aroma se


endulzó y él me abrazó. —No todo. Podemos revisar las cosas, y elegiré una pila para quedármelos y tú
elegirás lo que hayas elegido solo porque realmente querías verme en ello puesto…
—Eso sería todo.

—Y tendré algunos vetos, y lo resolveremos. Quiero decir, no todo me puede quedar bien.

—Para eso está la sastrería. ¡Ay! — Rake dio un respingo cuando le pellizqué el pezón con fuerza y
lo retorcí. —Bien, bien. Estoy de tu parte. Estoy de acuerdo… lo… lo siento, Piruleta—. Él murmuró y
acarició mi frente. —Te amo. Me alegro de que estés desarrollando relaciones con los demás, y sé que
no disminuyen lo que tenemos. Lo has dejado claro. Me dejé llevar por todo el asunto de consentirte, y
probablemente se convirtió en un pequeño juego de poder.

—Yo también te amo, y ningún alfa puede cambiar eso.

—No es por discutir, pero en todo caso, hace que todo sea más fuerte. Especialmente con Caleb. Es
difícil de explicar el vínculo, pero los sentimientos crecen entre ustedes... puedo sentirlo. Es como si
llegara a conocer las partes de ti que Caleb valora, y también te veo a través de sus ojos—, dijo Rake.

Presioné mi cálida mejilla contra el hombro de Rake y resistí el impulso de retorcerme en su regazo.
En cambio, levanté la cabeza y acepté su presto beso, bebiendo uno tras otro los suaves y sedosos pases
de sus labios sobre los míos.

—Hablando de eso, ¿quieres ayudarme a elegir lo que me pondré para el ballet mañana por la noche?

Los ojos de Rake se iluminaron. —Sabes que lo haré. Además…— Sus labios se torcieron
nerviosamente y asentí para que continuara. —Está bien, ¿Cuánto te opondrías a que te llevara a un spa
para poder mimarte?

Luché contra mis ojos con mucha fuerza y me obligué a no rodarlos. —Tal vez en otro momento—
, dije con cuidado. —Pero te cambiaré un día de spa a cambio de que te inmovilice en la cama y te anude,
y luego los dos nos mimaremos en casa. No es que no tengas todo lo necesario y…

Chillé cuando Rake me empujó de vuelta al suelo, trepando sobre mí y deslizándose entre mis
piernas, sus caderas bombeando ya y con su sonrisa brillando.

—Piruleta, no puedes hablar así y no esperar que no me pongas duro como una roca. Te follo ahora,
elegimos la ropa, haces que mi cerebro explote después y luego nos mimamos—. Sus manos buscaban a
tientas por encima y por debajo de mi ropa, sus dedos metiéndose por una de las perneras de los
pantalones cortos que llevaba puestos para frotar rápidamente mi clítoris.

—¡Sí, trato! Trato hecho, trato hecho, trato hecho, — canté, con mis caderas cabalgando contra sus
rápidos dedos.

—Te amo—, Rake dijo con voz áspera, y luego se zambulló, su lengua follando mi boca mientras
yo gemía y me envolvía alrededor de él.
SIETE
Lola
—Menos mal que te hice acostarte sobre mi camiseta ayer—, dijo Rake, sonriéndome mientras
examinaba mi reflejo en el espejo, volteándome para ver la delgada franja roja que corría por mi columna.
El vestido que había elegido era prácticamente sin espalda, y la cinta era más una provocación que
funcional. —La quemadura de la alfombra habría arruinado el efecto.

Me reí y giré de nuevo. —¿No crees que es un poco atrevido para el ballet? — pregunté.

Rake había sido bastante insistente en que me pusiera el vestido rojo vivo después de nuestro sexo
de reconciliación, y mientras yo estaba drogada por la serotonina, había estado de acuerdo con el
asombroso vestido. La parte de arriba, anudada al cuello y sin mangas tenía un cuello en V hasta las
costillas y la falda diáfana lucía dos aberturas que subían hasta la parte superior de mis muslos en cada
pierna, y un rojo diáfano cubría mi piel pálida. Ahora me empezaba a sentir algo tímida por toda esa piel
expuesta. Me veía increíble, eso no era discutible, pero ¿era demasiado para una hermosa noche en el
teatro?

—El palco es realmente privado, por lo que el único que pasará algún tiempo mirando toda esa
perfección es Caleb—, dijo Rake, encogiéndose de hombros y sonriendo. —Y estoy considerando
seriamente ir solo para verlo retorcerse a tu lado. Cuando Caleb se siente atraído por alguien, se pone
mal.

—Deberías venir—, le dije.

Rake negó con la cabeza. —No. Quiero que esto sea para ustedes dos. Ambos disfrutarán de la
actuación y se merecen pasar tiempo juntos. Además, planeo disfrutar de la lenta excitación a larga
distancia a través del vínculo de Caleb. Conseguiré que Cyrus me acompañe.

Me quedé boquiabierta mientras miraba a Rake a través del espejo. —Lo siento. Espera. Quieres
decir que... ¿Puedes sentir que se excita a través del vínculo?
Yo lo sabía, ¿no? ¿Lo sabía? Oh, mierda.

Rake sonrió y asintió. —Es caliente cuando es por mí, pero no sé si es problema mío o lo que sea,
pero me encanta cuando se trata de Leo o de ti. En plan, estoy caliente y eso es mío, pero también es de
Caleb, ¿pero también se trata de ti? Supongo que es como el voyerismo—. La cabeza de Rake se inclinó
mientras miraba mi expresión demudada. Él se rio. —Piruleta, ¿no lo sabías?

—Yo… sabía sobre los vínculos, yo solo…— Negué con la cabeza y dejé escapar una pequeña risa.
—Me alegro de no haberlo pensado nunca, habría estado demasiado nerviosa cuando las cosas
empezaron contigo y Leo—. Como la vez que chupé la marca del vínculo de Leo. Miré el reloj y maldije.
—¡Tengo que bajar ya!

—Vamos. Quiero tomar fotos discretas de ti y de Caleb, como en el baile de graduación— dijo Rake,
bajándose de la cama de invitados y tomando mi mano.

—No te atrevas— siseé, golpeando mi cadera contra la suya y disfrutando del roce de la falda sobre
mis piernas.

—No te pediré que poses, pero haré fotos cándidas con mi teléfono—, dijo Rake. —Ooh, está bien.
¡Tengo una idea! Algún día, ¿podremos hacer una sesión de fotos?

Mis ojos se abrieron y mi corazón latió con fuerza. —¿Como una de las sexys tuyas?

—Prefiero el término erótico, pero sí. Si te sientes cómoda.

Una parte de mí estaba encantada con la idea, mi cuerpo hormigueaba ante la oferta. La otra parte
de mí estaba preocupada porque las fotos pueden ser permanentes y que una relación como esta puede
terminar mal. Amaba a Leo y a Rake, de una manera que ni siquiera podía compararse con relaciones
anteriores. Le había dicho a Leo que comenzaría a considerar la idea de convertirme en parte de la
manada, pero hasta ahora él y yo éramos los únicos que lo habíamos discutido, y no había logrado enterrar
mis dudas.

—Lo pensaré —dije, apretando la mano de Rake y sonriéndole.

La manada estaba reunida en la sala de estar familiar y de inmediato divisé a Caleb, vestido con un
esmoquin azul profundo, exquisitamente cortado, riéndose de Leo que estaba tirado en el sofá. Matthieu
en su sillón fue el que primero me vio con claridad, y se enderezó sobresaltado, su ronroneo recorrió la
habitación, justo hasta donde yo estaba en la puerta. Wes estaba entrando desde la cocina, y se atragantó
con su cerveza cuando me vio, con sus ojos azules muy abiertos.

—Mierda, preciosa —dijo Leo, sentándose mientras sus ojos me recorrían constantemente de la
cabeza a los pies y viceversa. —Me estás haciendo… apreciar el ballet de verdad.

—Lamento haber dicho que no iría —murmuró Matthieu desde su silla, con los ojos encendidos
puestos en mi falda donde se insinuaban las aberturas en la tela.

—No puedes prepararte a tiempo, y no puedes ir con tus jeans gastados—, dijo Rake, defendiendo
mi velada con Caleb, con rapidez.

Cyrus se levantó del sillón en el que había estado sentado y me alcanzó antes de que Caleb saliera
de su sorpresa. Sus hombros bloquearon la habitación y mi vista de los demás mientras me miraba con
una mirada intensa y hambrienta.

—Tengo algo para ti. Sin peros—, dijo Cyrus, suave pero severo.

Me mordí la lengua mientras sacaba una larga caja de su bolsillo, con sus ojos fijos en mi rostro
como si estuviera esperando a que me negara.

—Necesitas un collar. ¿Puedo?

No estaba segura de si era por la forma en que me había hablado ayer, o simplemente por pura
curiosidad por lo que había en la caja, pero no tenía ganas de discutir o incluso de no aceptar el regalo.
Asentí y tragué, y mi cabeza giró cuando Cyrus se movió para pararse detrás de mí. Rake estaba a mi
lado, con los ojos muy abiertos y el cuerpo vibrando vertiginosamente mientras observaba nuestro
intercambio.

Un momento después, Cyrus me rodeó con una brillante colección de delicadas cadenas colgando
de sus dedos. Pequeñas piedras caían como gotas de rocío, capturando la luz cuando Cyrus me puso el
collar mientras yo me levantaba el pelo para que lo abrochara en la parte de atrás. Su pulgar acarició mi
nuca y con los ojos de toda la manada sobre nosotros, resistí el impulso de temblar ante su toque.
—Es hermoso—, dije, mirando el frío metal que reposaba en mi pecho, algunas piedras colgando
justo por encima del punto más bajo de mi escote.

Cyrus murmuró y me lanzó una mirada abrasadora mientras guiaba a Rake a la sala de estar para
compartir el sillón que había dejado vacío. Matthieu puso los ojos en blanco, pero compartió una sonrisa
privada conmigo, permaneciendo en su silla mientras Caleb rodeaba el sofá. La mano de Caleb se deslizó
en la mía mientras se acercaba. Con mis tacones, solo tuve que inclinar un poco la cabeza hacia atrás
para mirarlo.

—Estás muy elegante— saludé.

Caleb ronroneó un poco y se inclinó, con sus labios en mi oído. —Pareces la tentación—. Me sonrojé
y resistí el impulso de moverme. Detrás de él, escuché que el teléfono de Rake hacía un 'clic' que revelaba
la foto hecha.

—¿Lista? — me preguntó Caleb.

Asentí, y la habitación se convirtió en un coro de despedidas.

—Tráela a casa a medianoche— dijo Leo, sonriendo y apoyándose en el respaldo del sofá,
observándonos dirigirnos hacia las escaleras.

—¡No te dejes atrapar por los ujieres3 como la última vez! — soltó Rake, y me giré para mirar a
Caleb con sorpresa. Estaba colorado como un tomate, y sacudiendo la cabeza.

—No es lo que parece—, murmuró.

Tuve que seguir recordándome respirar mientras observaba a los bailarines abajo, con la orquesta
tocando arrebatadoras notas románticas y discordantes golpes que denotaban conflicto hasta donde Caleb
y yo estábamos cómodamente sentados en la oscuridad.

3
Portero de estrados de un palacio o tribunal.
—¿Crees que es Cupido? — murmuró Caleb en mi oído, poniéndome la piel de gallina en la columna
de la garganta.

Observé al bailarín que se movía entre los demás como un fantasma, con una fluidez exquisita
manipulando cada momento para atraer a la manada Montague a conocer a Juliet.

—Mmm—, asentí, incapaz de apartar los ojos de la escena.

El teatro era hermoso, grandioso, llamativo y contemporáneo, con un techo que se retorcía y giraba
para crear una acústica completa y rica. Aún mejor, el palco privado era genuinamente privado, no
demasiado alto sobre el escenario y con paredes que ocultaban al público de nuestra vista y hacían que
la actuación estuviera perfectamente centrada. Solo había estado en unos pocos teatros cuando era más
joven, sobre todo cuando era niña, y de esta manera fue una experiencia completamente diferente. No
había distracciones por parte del extraño sentado a mi lado, ni cabezas que tuviera que esquivar con
cuidado para ver más allá.

Lo mejor de todo, los asientos eran prácticamente un sofá, lo suficientemente suave como para
soportar las horas sentada, pero no en exceso como para sentir la tentación de quedarme dormida. Caleb
y yo estábamos muy juntos, su brazo sobre el respaldo y alrededor de mis hombros, y su otra mano
envolviendo la mía.

Mi mano se apretó alrededor de la suya mientras la partitura tamborileaba y aumentaba para la Danza
de los Caballeros, una de las piezas musicales más dramáticas del ballet, con los bailarines actuando en
el baile de los Capuletos, juntándose y apartándose de nuevo. Mi pecho ardía con melancólicos celos y
aprecio mientras miraba.

—Respira, Lola —dijo Caleb, bajando la cabeza y rozando con los labios mi hombro desnudo.

Jadeé, mis pulmones agradecidos por la repentina toma de aire. Me reí con Caleb, manteniendo
nuestras voces en susurros, y me giré para sonreírle, conteniendo el aliento por una razón completamente
diferente.

Caleb era ridículamente guapo. Él era posiblemente la definición de guapo, al menos


tradicionalmente, sus ojos azules clavados en los míos, sus rasgos clásicos y perfectos. Alguien,
probablemente Leo, lo había ayudado a peinarse para que el pelo quedara suave y hacia atrás y parecía
una antigua estrella de cine. Quería despeinarlo, hacer que su cabello se pusiera de punta y sus mejillas
se sonrojaran y se soltara los botones. Sus ojos se oscurecieron y se inclinó, atrapando mis labios en una
breve caricia, y luego se apartó cuando lo seguí a por más.

—Te estás perdiendo el espectáculo, — susurró.

Traté de quitarme la bruma de la cabeza mientras me volvía a mirar al escenario. El fantasma, o


Cupido, estaba jugando un juego entre el Príncipe y Teobaldo. No sabía si ella estaba provocándoles
problemas a los amantes o tratando de ayudarles, pero, de cualquier manera, como bailarina lo hizo de
maravilla. Mi atención estaba completamente fijada en la actuación nuevamente cuando sentí que mi
falda se movía contra mi pierna desnuda.

Mirando hacia abajo, encontré a Caleb recogiendo la tela de gasa de la sobrefalda en su puño,
levantándola hasta mis rodillas. Casi me había olvidado de mi vestido una vez que comenzó la música,
aunque secretamente disfruté las miradas que Caleb y yo recibimos en el paso a través del atestado
vestíbulo del teatro hacia nuestros asientos. Ahora me di cuenta de que ambas aberturas se habían abierto
para revelar la longitud completa de mis piernas, apenas cubiertas por una tela roja transparente.

—Mira—, me susurró Caleb, sus propios ojos en el progreso de su mano. Su mirada se desvió hacia
la mía. —¿Debería parar?

Parar dio a entender que no había terminado. Parar significaba que quería...

Me obligué a respirar de nuevo, a volverme hacia los bailarines, pero mis ojos miraron alrededor de
los bordes de nuestro palco. Si no podía ver al resto de la audiencia, eso significaba que ellos no podían
vernos, ¿verdad? Mierda, ¿realmente estaba considerando dejar que Caleb…?

Sus dedos rozaron la parte superior de mi rodilla mientras levantaba la falda hacia atrás, y apenas
contuve la pequeña y débil nota de alivio en mi garganta.

Vive un poco, Lola, me dije, y las palabras fueron tan amables por una vez que apenas registré el
intercambio entre los amantes en el escenario frente a mí, Juliet sola con los Montesco, girando
suavemente entre los cuatro hombres.

Los dedos de Caleb se detuvieron en mi piel, cálidos y suaves. Casto por ahora.
—No te detengas, — susurré, si es que hice algún sonido. No importaba, Caleb estaba mirando mi
rostro y vio las palabras, aunque no las escuchara.

Por un momento no pasó nada, tal vez un ligero golpe de sus dedos en el interior de mi rodilla. Su
toque se arremolinó, y exhalé un silencioso y tembloroso suspiro de alivio. Mi piel quemaba. No solo
mis piernas o mi sexo, sino incluso mi pecho y mis hombros, como si sintieran dónde se habían posado
los ojos de Caleb mientras estudiaba mis reacciones.

El coro de bailarines volvió al escenario para una última represalia ruidosa, pero yo sabía lo que
vendría después. La escena del balcón. El romántico pas de cinque entre los amantes en una de las
partituras románticas por excelencia de la historia. Ahogué un gemido cuando la mano de Caleb se deslizó
de un lado a otro contra la parte interna de mis muslos, las yemas de sus dedos dibujando figuras
arremolinadas en uno de ellos mientras sus nudillos rozaron el otro.

Me incliné pesadamente hacia él, su nariz acariciando mi garganta, sus labios tomando suaves sorbos
de mi piel. Joder, quería estirarme para ofrecerme, pero tenía razón. Quería ver el programa.
Específicamente, quería ver la maravillosa escena del balcón entre Montague y Juliet mientras uno de
los hombres más dulces que conocía me torturaba con delicados toques.

El ronroneo de Caleb era suave y silencioso, tarareando en mi oído sin ahogar la música, y su olor
me dejó lánguida en sus brazos, con la garganta estirada y expuesta, y las piernas aflojándose. Realmente
esperaba que nadie pudiera vernos porque incluso si me hubiera dado cuenta de que podían,
probablemente no le habría pedido a Caleb que se detuviera en aquel momento.

Los bailarines del coro corrieron entre bastidores y los Montescos aparecieron en el patio, dando
elegantes saltos y piruetas en el aire, exultantes de amor a primera vista. El balcón se extendía desde
detrás de una cortina, y la manada se movía a través de sus arcos cuando el toque de Caleb volvió a mis
rodillas, gentil y burlón, casi inocente.

—Hermoso— murmuró Caleb, casi inconscientemente, y me estremecí. Deslicé un talón hacia atrás
por debajo del banco, abriendo mis muslos para alentarlo a regresar, y él me dio un largo beso en el
hombro. Su palma se aplanó en el interior de mi muslo y acarició hasta que llegó al pliegue de mi muslo
y al borde de mi ropa interior de encaje.
Temblé entre sus brazos, con mis ojos fijos en el escenario y mi pecho palpitante con respiraciones
sofocadas y silenciosas. El toque de Caleb fue exploratorio y suave como si me estuviera explorando
primero. Su mano giró debajo de mi falda, la tela crujió, y contuve un gemido cuando la yema de su
pulgar encontró los labios de mi sexo. Su ronroneo se profundizó por un momento y su lengua se
arremolinó sobre mi hombro.

Quería gritar por él, tirar de él hacia mí, pero había algo mucho más delicioso en el silencio forzado,
la moderación de su toque y mi incapacidad para alentarlo sin delatarnos a ambos. Julieta bailaba
delicadamente a lo largo del balcón, los Montescos giraban bajo los arcos debajo de ella, los amantes en
secreta armonía. Incliné mi cabeza, mi mejilla contra el cabello de Caleb, y sus manos me acariciaron las
piernas en movimientos largos y firmes, calentando mi piel.

No sabía hasta dónde llevaría el juego, hasta dónde podría soportar que me tocaran sin hacer ruido.
Abrió la boca contra mi piel, con un toque más hambriento que el de un beso, y su brazo se deslizó por
mi espalda desnuda, tirando de mí alrededor de mi cintura para descansar más cerca de él.

—Quiero tocarte, amor. Para observarte —susurró.

Asentí vagamente, y Caleb gruñó de placer por mi respuesta, mientras su mano en mis piernas se
movía de regreso a mi sexo. Levantó la cabeza, con la frente presionada contra mi sien, y el cálido aliento
en mi cuello.

—¿Estarás callada? — preguntó.

Asentí de nuevo y Caleb besó mi mejilla antes de forzar sus dedos dentro del borde de mi ropa
interior para presionar mi piel desnuda. Casi rompí esa promesa al momento siguiente, por el repentino
impacto de uno de sus dedos deslizándose suavemente dentro de mí, pero me mordí el labio, y Caleb me
recompensó con otro beso en la mejilla y su pulgar rozó el capuchón de mi clítoris.

Estaba tan consciente del conmovedor toque de Caleb, con su dedo bombeando suavemente dentro
de mí, como lo estaba del baile juguetón y dulce en el escenario de abajo. Juliet bromeó con la manada
desde arriba, antes de rendirse en sus brazos para que la giraran, la levantaran y la colocaran en cada
perfecta posición. El toque de Caleb fue paciente, tan lento y dulce como la música, y fue tan difícil
recordar respirar como lo había sido antes.
Su otra mano ahuecada sobre mis costillas era firme, y se deslizó por mi costado, moviéndose debajo
de la cuña roja de tela que cubría mi pecho para poder tocar allí también. Agarré una de sus rodillas para
estabilizarme, y me aferré al banco con la otra mientras él metía otro dedo dentro de mí y frotaba con
más fuerza mi clítoris. Pensé que me llevaría directamente al final, la música crecía mientras Juliet
conectaba con uno tras otro de los compañeros de manada. Mi cuerpo rodaba suavemente a causa de los
toques, mi respiración se aceleraba, y mis ojos estaban desesperados por cerrarse. Y luego, con la misma
lentitud, Caleb retrocedió, apartando el pulgar y deteniendo los dedos.

Gemí y luego me tragué el sonido, y Caleb besó mi mandíbula y luego mi clavícula, su mano todavía
sobre mí mientras Cupido regresaba al escenario con el Príncipe.

—Por favor—, susurré, tratando de moverme hacia adelante en su mano.

—Mmm, lo haré, amor—, dijo Caleb, su mano en mi costado cubriendo mi pecho y luego
deslizándose hacia abajo de nuevo.

Pero no se movió. Yo palpitaba alrededor de sus dedos, todavía empapándome con su toque, medio
lista para olvidar la actuación y girarme para mirar a Caleb, arrancarle el maldito esmoquin y montarlo a
mi entera satisfacción.

Agotando mi paciencia, los amantes regresaron al escenario y Caleb comenzó a follarme con los
dedos nuevamente. Casi sollocé de alivio, mi cuerpo se relajó en sus brazos cuando la excitación y el
placer comenzaron a aumentar de nuevo, más rápido que antes.

Conocía su juego ya. Lo jugaría con él. Y más tarde, pensaría en alguna forma de devolverle el favor.
Probablemente.

Cada vez que sentía que comenzaba a apretar sus dedos, Caleb disminuía la velocidad hasta
detenerse, esperando que mi cuerpo se calmara nuevamente. Esta maldita escena en el balcón se convirtió
de repente en la secuencia de ballet más larga de la historia en lo que a mí respecta, con mi cuerpo
hiperconsciente de cada segundo que pasaba. Caleb me llevó hasta el filo tres veces más hasta que hubo
gotas de sudor en mi piel y estuve al borde de las lágrimas, tanto por la emoción de los bailarines como
por la agonía de la liberación retrasada.
Juliet era suave en los brazos de sus amantes, completamente entregada a sus agarres, su cuerpo
como líquido mientras pasaba de uno a otro, cada uno haciendo sus votos juntos en la unión de su
coreografía.

—Casi estás—, susurró Caleb en mi oído antes de chuparme el lóbulo.

Los amantes se retiraron, los Montescos saltaron del escenario y Cupido volvió en toda su gloria
elegante y ominosa. La mano de Caleb volvió a mi pecho, sus dedos pellizcando mi pezón mientras
empujaba con repentina velocidad.

—Silencio— advirtió Caleb cuando mi boca se abrió en un mudo grito, mientras el éxtasis se
disparaba con rapidez en mi centro, electrificando la sangre en mis venas.

La música advertía de lo que estaba por venir para los amantes de abajo, pero todo lo que yo podía
escuchar era mi respiración y la de Caleb y el suave murmullo de la próxima explosión dentro de mí.
Cuando las luces se apagaron y los aplausos aumentaron entre la audiencia, giré la cabeza y Caleb tomó
mi boca en un beso feroz, tragando mi gemido. La luz brilló detrás de mis ojos apretados y agarré los
hombros de Caleb mientras me corría, estremeciéndome entre sus brazos, revoloteando alrededor de sus
dedos, y él me besó a través de la tormenta de calor que inundó mi cuerpo.

Los pequeños sonidos de mi liberación fueron ahogados por el teatro mientras la audiencia vitoreaba
y luego arrastraba los pies cuando las luces se encendieron para el intermedio.

Caleb me besó y calmó desde lo alto de las réplicas del orgasmo, su mano se movió hacia mi espalda
para tranquilizarme, y sus dedos se retiraron de mi coño que todavía cantaba.

—¿Bien? — preguntó Caleb, acariciando la nariz contra la mía.

—Tú, pervertido secreto—, murmuré, abriendo mucho los ojos. Caleb se congeló, sus mejillas se
sonrojaron y me reí de su expresión pillada. Te pillaron jugando con Rake en el teatro.

Caleb sonrió tímidamente y besó mis labios otra vez, y luego sacó su mano de debajo de mi falda,
llevándose los dedos a los labios y chupando mi orgasmo de su piel. Todas las burlas posteriores murieron
en mi lengua, y me pregunté qué me costaría conseguir que Caleb me follara en el siguiente acto.

No, Lola mala.


—Solo porque Rake no puede mantener la boca cerrada durante el ballet. Piensa que debido a que
no hay diálogos, debería proporcionar alguno—, dijo Caleb. —Así que le di algo que hacer con su boca.

Jadeé, con la boca formando una ‘o’ cómica, y encantada con el hecho de que Caleb, que a menudo
parecía demasiado dulce y gentil para ser real, todavía podía sonrojarse después de admitir que había
conseguido que Rake le hiciera una mamada en público. De hecho, apuesto a que a Rake le había
encantado eso.

—Tenía la intención de comportarme esta vez, pero estás absolutamente exquisita esta noche—, dijo
Caleb, inclinándose para otro beso, y este llevaba un poco de mi sabor. —Y más aún cuando estás
atrapada disfrutando de la actuación.

—Mmmmmm. Bueno, definitivamente aumentaste mi disfrute —dije, riendo.

Joder, sí, lo hizo.

Caleb se enderezó un poco ante eso, añadiéndose el orgullo a su perfecto sonrojo. —Probablemente
seré capaz de contenerme durante el resto de la obra. Al menos hasta que lleguemos a casa— añadió en
voz baja.

Me estremecí y dejé que Caleb me sostuviera mientras nos poníamos de pie, con la tela roja de mi
falda cayendo como una cortina sobre mis piernas.
OCHO
Caleb
El olor de Lola todavía estaba en mis dedos, y odiaba deshacerme de él. Quería localizar a Leo en la
casa y pasarle la mano por la cara, como si fuera un niño pequeño enseñando su proyecto de arte a
cualquiera que quisiera mirar. Hice que Lola se corriera, la sentí agarrando mis dedos, llorando contra mi
toque mientras le robaba el aliento una y otra vez durante el ballet. Y por más que lo intenté, no podía
dejar de preguntarme cómo se sentiría ese apretón y aleteo alrededor de mi polla.

La lujuria no era un síntoma común en mi vida, incluso como alfa, pero ahora me atravesaba,
iluminándome desde dentro y poniéndome nervioso. Me imaginé que así se sentirían los alfas salvajes
fuera de las manadas. Durante los celos de Rake, la excitación era suave y exigente, fácil de conquistar.
Con Lola, no estaba muy seguro de qué hacer conmigo mismo, y tenía demasiadas ideas deliciosas
rondando por mi cabeza.

La mano de Lola estaba en la mía mientras la conducía desde el garaje, sus párpados pesados y la
misma sonrisa suave que llevaba desde que la liberé del beso que le había dado mientras llegaba al
clímax. Quería sujetarla contra la pared, subir sus piernas alrededor de mis caderas y follarla como si
fuera uno de los celos de Rake.

—Tu cita es bastante sobresaliente, ¿lo sabías? — dijo Lola, golpeando mi cadera y luego entrando
al ascensor delante de mí.

—¿Me he ganado mi beso de buenas noches? — bromeé, siguiéndola y girando para cerrar la puerta
detrás de nosotros.

Cuando el silencio me respondió, me apresuré a pensar en una manera de superar mi metedura de


pata, hasta que los brazos de Lola rodearon mi cintura, su pecho presionando mi espalda. Sus pechos se
elevaron mientras se arqueaba, sus manos acariciando mis costillas.
Sus labios rozaron el caparazón de mi oído, y mi ronroneo normalmente tranquilo se volvió atronador
en el pequeño espacio. —Creo que te has ganado más que un beso, Caleb—, murmuró Lola, ronca y
pecaminosa mientras sus manos se deslizaban por la cinturilla de mis pantalones para ahuecar y frotar
mi pene. El placer me sacudió, mis rodillas amenazaron con ceder mientras gruñía y me golpeaba contra
sus manos, mientras mi pene estaba más que feliz de responder a la orden de sus manos.

—No sé dónde aprendiste a volver loca a una chica así, pero estoy extremadamente agradecida—,
suspiró Lola.

Parpadeé y miré nuestro reflejo deformado en las puertas del ascensor. Sus dedos jugueteaban con
mi cremallera, y si dejaba que Lola fuera mucho más lejos, Leo terminaría encontrándome follándome a
nuestra chica en el ascensor y probablemente sin sentido por el placer de hacerlo.

Cubrí sus manos con las mías, alejándolas de mí antes de que lograra liberar mi erección que crecía
rápidamente, y me giré en sus brazos. Lola estaba lista, con la barbilla levantada y los ojos entrecerrados,
los labios entreabiertos suplicando otro beso.

Y yo no era lo suficientemente fuerte como para rechazarla. Mi cabeza cayó, y nuestros labios
encajaron como en un sueño. Ya estaba borracho de ella, de su sabor ligeramente cítrico y dulce, de los
pequeños gemidos y murmullos de placer que intentaba ahogar.

Sus manos viajaron con tanta avidez por debajo de mi chaqueta como las mías sobre su espalda
prácticamente desnuda. Quería romper ese pequeño cordón rojo que se hacía pasar por tela con mis
dientes, arrancarlo como el papel de regalo de mi nuevo regalo favorito. Cuando Lola se alejó con un
grito ahogado, mis manos planas y duras contra su espalda sosteniéndola contra mi pecho, le hice mi
confesión.

—Aprendí —dije, besando de nuevo sus labios —a complacerte— otro beso —por tus propias
reacciones, amor—. Levanté la cabeza para ver su sonrisa soñadora. —Nunca he tenido una relación
sexual con una mujer antes de ti.

El ascensor sonó, y los ojos de Lola se abrieron de par en par, el pecho todavía agitado por la
respiración y los labios brillando por nuestro beso.
—Pero tú...— Lola parpadeó hacia mí, y la ensoñación fue reemplazada por una genuina confusión.
—Me superaste.

Dejé escapar una suave risa nerviosa. —Solo porque olvidé cuánto tiempo duraba el final de ese
acto. Quería que terminaras cuando cerraran las cortinas.

La risa de Lola fue deliciosa. La había notado tratando de retener el aniñado sonido antes, pero era
una canción perfecta en mis oídos, juguetona y encantadora, prueba de que habíamos hecho algo bien
como manada por esta criatura perfecta.

—Santa mierda —susurró Lola, y luego saltó, y mis brazos apenas la atraparon a tiempo mientras
atacaba mi boca con mordiscos y succiones febriles, y sus piernas subieron hasta enroscarse alrededor
de mi cintura. —Si ese es tu modo de principiante, no puedo esperar a que subas de nivel.

Sonreí y la saqué del ascensor y la conduje al pasillo, dirigiéndome a mi habitación y preguntándome


cuántos más encontraríamos allí. No pensé que a Lola le importaría que Rake y Leo estuvieran allí cuando
la desnudé y le supliqué que me dejara hundirme en ese coño sorprendentemente caliente, resbaladizo y
decadente suyo, pero estaba menos seguro acerca de Cyrus. Y no estaba seguro de cómo me sentiría
acerca de la idea de que Matthieu se uniera a nosotros, aunque en este punto podría no importarme
mientras fuera yo quien sostuviera a Lola.

—¿De verdad nunca has estado con una mujer? — preguntó Lola, aparentemente lo suficientemente
feliz de ser cargada. Lo cual era bueno, no la quería fuera de mis brazos hasta que los dos estuviéramos
jadeando, sudorosos.

—He encontrado mujeres atractivas, pero nunca he tenido una conexión real con una antes de ti—,
dije, mientras una de mis manos hizo un pase codicioso sobre el trasero de Lola para apretarlo, y sonreía
mientras saltaba y se mecía contra mí. —No estoy muy interesado en el sexo hasta que siento mucho por
alguien.

Lola se sonrojó y se acurrucó en mi pecho. —Sé que solo estás siendo honesto, pero eso es algo
realmente agradable de escuchar.

Besé su sien y llegué a mis habitaciones, sorprendido de encontrarlas vacías de los demás. Incluso
Wes aparecía por las noches, nunca se sentaba en la cama con el resto de nosotros, sino que entraba para
desearnos a todos buenas noches. Podría haber alertado a Rake y Leo de nuestro regreso, pero de repente
me alegré de tener a Lola para mí solo. Quería toda su atención puesta en mí, y quería darle la mía a
cambio.

En su primera noche en mi habitación, Lola había declarado que el espacio era 'romántico', paredes
de color verde oscuro, muebles de madera maciza y lujosas telas densas que hacían que el vasto espacio
conservara una especie de cercanía. Mantenía flores frescas en las mesas laterales y una iluminación
cálida, y ahora el romance del espacio conllevaba una sexualidad que generalmente estaba reservada para
Cyrus o Rake. Deseé tener velas para encenderlas, pero me conformé con encender una pequeña lámpara
en la esquina más alejada. Quería poder ver a Lola pero no cegarla.

—¿Puedo hacerte una pregunta tonta?— Lola me miró fijamente mientras la dejaba a los pies de mi
cama y resistía el impulso de empujarla hacia atrás y saltar sobre ella. Había visto la pasión de Leo y
Rake con ella, pero también había visto su reserva, su preocupación por asegurarse de que nunca la
sacaran del momento actual y la llevaran al pasado.

—Por supuesto.

—¿Se siente como si empezaras de nuevo? — preguntó Lola, mordiéndose el labio con vacilación.
—¿Como si estuvieras volviendo a reaprender el sexo?

Sonreí. —No como si lo reaprendiera. He visto la mecánica, ya sabes, y todavía se ve más o menos
igual, más o menos lo que aprendí esta noche. Pero definitivamente si es un nuevo acto sexual, supongo.
¿Te preocupa que yo no de la talla?

La risa de Lola fue brillante y sorprendida, y se inclinó hacia mí, pasando sus brazos alrededor de
mi cuello. —Dios no. Ya has superado todas mis expectativas. Todo lo que viene a continuación es la
guinda del helado. De todos modos, solo quiero disfrutar de estar contigo.

—Puede que no se sienta como mi primera vez, pero es nuestra primera vez, amor—, dije en voz
baja, bajando la cabeza y rozando mis labios con los de ella. —Eso solo es suficiente para provocarme
mariposas en el estómago.

Lola murmuró y me acercó un poco más, sus labios acariciando los míos, sus dientes arrastrando mi
labio inferior entre los suyos para poderlo succionar y calmar con su lengua. Siempre disfruté viendo el
toma y daca entre Leo y Rake, su empuje para dominar, pero conmigo, siempre ofrecieron una rendición
total. Había algo en Lola, tal vez su necesidad de mantener un control cómodo, que le dio una ventaja
conmigo que encontré exquisita.

Tanto es así, que quería ofrecerle mi propia entrega, o al menos mi absoluta devoción. Me liberé
lentamente del beso mientras me arrodillaba frente a ella, mis manos guiaban mi camino a lo largo de su
espalda, sobre su trasero y la parte posterior de sus muslos. La respiración de Lola se aceleró por encima
de mí, el color en sus mejillas y el pecho subiendo y bajando con respiraciones rápidas mientras me
miraba levantar la falda de su vestido.

O tal vez solo quería devorarla como la tentación embriagadora que era.

—Caleb— susurró, y el sonido de mi nombre girando como azúcar en sus labios me hizo ronronear.

Me acerqué de rodillas, mi cara acariciando el vértice de sus muslos a través de su falda, una
profunda bocanada de ese olor dulcemente agrio llenando mis pulmones y dejándome duro como una
roca.

—Caleb, no tienes que hacerlo, ¡oh, Dios!

Levanté la falda lo suficiente como para ver por primera vez el sexo de Lola a través del delicado
encaje color crema de sus bragas, y me lancé hacia adelante, chupando la suave carne. Lola vaciló, y dejé
que la tela se desvaneciera para sostenerla contra mi cara por la parte posterior de sus muslos.

—Ábrete —dije, el alfa en mí tomando el control, tomando lo que quería mientras acariciaba y
mordisqueaba el pliegue de sus muslos, sus caderas, de vuelta a sus pliegues húmedos mientras sus
piernas se abrían para dejarme espacio.

—Mierda—, jadeó Lola cuando incliné la cabeza hacia atrás, empapando mi lengua con su sabor a
través del encaje, la textura áspera. La acerqué más, obligándola a ampliar su postura de nuevo, a
horcajadas sobre mi boca. —Oh, Dios mío, Caleb. ¡Joder! Joder.

Mi polla palpitaba en mis pantalones, y había olvidado que todavía estaba vestido de pies a cabeza
con el traje. Nada de eso importaba, ni la cortina del vestido de Lola cubriendo mis ojos, ni mi polla
raspando contra mi cremallera, rogando ser liberada y empujada dentro de Lola. El único impedimento
era…

Rrrrriiiip.

Lola gritó cuando el encaje de las bragas se hundió en sus caderas y luego se desgarró bajo mis
dedos, y mi lengua inmediatamente se hundió en los resbaladizos pliegues de su coño. Gruñí y Lola
gimió, sus dedos luchaban a través de la tela para clavarse en los mechones de mi cabello. ¿Qué era este
maldito sabor? Como un ramo de flores y un vaso de limonada. Fuera lo que fuera, quería más, y Lola
se balanceaba en mis manos, casi cayendo hacia atrás de no ser porque tenía su trasero agarrado y ella
me agarraba el pelo. Mi lengua la penetró y chupé su excitación, gruñendo y ronroneando y tratando de
acercarme más.

Este era un territorio diferente y desconocido, pero había hecho mi reconocimiento en el ballet y me
sirvió ahora. Tiré de los labios de su sexo con la boca, mordisqueando apenas y sintiendo su lucha y como
se retorcía en mis manos, su voz ahogada tras los labios. La follé con mi lengua hasta que se montó
encima de mi cara, casi deshaciéndose, sus muslos temblando alrededor de mis oídos mientras jadeaba y
suspiraba como un ángel caído sobre mí.

—Oh, Dios, Caleb. Quiero tu polla. Quiero tu polla en mí, por favor—, se quejó Lola, girando las
caderas.

Ronroneé contra ella y Lola se estremeció, su húmeda excitación deslizándose por mi barbilla, y mi
polla saltó en mis pantalones, rogándome que obedeciera su petición. Pero primero, quería una cosa.

Lamí, chupé y mordisqueé mi camino desde su centro hasta el capuchón suave e hinchado de su
clítoris.

—¡Caleb! —. Lola lloró, las caderas saltando cuando junté mis labios alrededor de su clítoris y chupé
con fuerza. Apreté con más fuerza uno de sus muslos y deslicé el otro dedo entre sus muslos, bombeando
y girando dos dedos en su abertura. El grito de Lola fue como un grito de victoria cuando me apretó los
dedos y corcoveó suavemente contra mi boca.
Cayó hacia atrás, sus rodillas se doblaron, y salté rápidamente, agarrándola por la cintura y
lanzándola sobre la cama. Su falda estaba levantada, exponiendo su ahora rosado y jugoso coño, y mis
manos fueron hacia mi cintura, tirando con fuerza de mi botón y de la cremallera.

Lola soltó una risita y el sonido atravesó parte de la niebla alfa en mi cabeza, lo que me hizo
detenerme y sonreírle.

—Tienes que desvestirte—, dijo Lola, sonriendo y moviéndose para sentarse. Y no vas a rasgar este
vestido como hiciste con mi bonita ropa interior. Mírate, pareces un salvaje.

Me sacudí. Ella tenía razón. Estaba actuando como un alfa sin vínculos. Lo que me recordó que
revisara a fondo los sentimientos por mis compañeros de vínculo. Leo estaba divertido, como si ya
hubiera estado sintonizado con mi estado de ánimo, pero Rake estaba... ocupado. Probablemente con
Cyrus, basado en la alta energía que estaba recibiendo de él.

Lola estaba sentada en la cama, su sonrojo aún brillante mientras miraba mi estupor, y se estiró por
detrás para desabrocharse el vestido.

—Creo que podría pasarme toda la noche con la cara entre tus muslos— confesé, arrojando mi
chaqueta de esmoquin al suelo detrás de mí y moviéndome rápidamente hasta los botones de mi camisa.

—Creo que sería un desperdicio terrible de esa tienda de campaña que estás armando—, dijo Lola,
su sonrisa tan amplia y brillante que me dolió el corazón. Quería sentir su felicidad, su alegría de estar
conmigo. Nunca me había imaginado cuán repentinamente podría desear un vínculo con Lola, y cuánto.
Ella no estaba lista, y lo entendía, pero mientras tanto sería una tortura esperar.

Mis manos se detuvieron cuando Lola desabrochó la cintura de su vestido y luego lo deslizó por sus
caderas, saliendo de la falda cayendo hacia atrás sobre la cama, una imagen de lo más dulce y
decadentemente sexual. Me quité los pantalones a patadas, sin darle a Lola la oportunidad de mirarme
antes de estar en la cama, tirando de su vestido y arrojándolo hacia atrás para unirlo a mi propia pila de
ropa.

Lola se echó a reír, sus pechos y estómago saltaban cuando me subí sobre ella, las cadenas del collar
regalo de Cyrus se deslizaron sobre su piel y se detuvieron en la punta de un pezón. Sus ojos eran tan
brillantes, incluso en las sombras debajo de mí, y su sonrisa tan amplia, y de alguna manera todo me
puso aún más rígido, y mi pulso saltaba a toda velocidad en mi longitud.

—Ven aquí—, murmuró Lola, con los ojos entrecerrados y la lengua asomando para humedecer sus
labios, la seducción más pequeña y efectiva.

Sus rodillas se levantaron y tragué saliva, mirando hacia abajo a su centro mientras me hacía espacio
entre sus muslos. Mis músculos temblaron mientras bajaba, mis codos a cada lado de sus hombros. Era
tan pequeña que podía cubrirla por completo, con mis labios sobre su frente.

Mis propias fuerzas se agotaron con el primer deslizamiento de mi polla sobre su sexo. Estaba tan
caliente y tan mojada.

—Voy a hacer el ridículo — murmuré.

Lola se arqueó debajo de mí y gruñí cuando sus senos rozaron mi pecho. Maldita sea. Me había
olvidado de ellos, y apenas había comenzado en el teatro. Hice tres deslizamientos lentos contra el coño
resbaladizo de Lola y luego me deslicé por su cuerpo.

—Caleb, ya me has satisfecho lo suficiente. No podría importarme menos lo impresionante que seas
la primera vez que me follas cuando acabas de hacerme ver las estrellas—, dijo Lola.

Incliné la cabeza sobre su pecho, la lengua se arremolinaba alrededor de un precioso pezón rosado,
y Lola suspiró y tembló debajo de mí. Enganché mis dedos en el collar y lo arrastré hacia su otro seno,
pasando el grupo de cadenas y piedras frías de un lado a otro sobre su piel. La haría rogar y alabarme
una vez más al menos. Yo estaba empeñado en ello.

Las uñas de Lola arañaron suavemente mi espalda y mi cabello, sosteniéndome contra ella mientras
besaba y chupaba un pezón, y luego cambiaba al otro. De un lado a otro, tantas veces que acaba gimiendo
y gimiendo, con la piel rosada por la fricción, y envolviendo sus piernas alrededor de mis caderas,
tratando de forzarme hasta su centro.

—Fóllame—, suplicó Lola. —Por favor, tengo que tenerte, Caleb, me duele.

Mi rombencéfalo volvió con toda su fuerza, mi nudo hinchado y golpeando en la base de mi pene.
Me levanté y Lola no se arriesgó, una mano se deslizó entre nosotros para agarrar y bombear mi longitud,
guiándola hacia su centro. Mis brazos temblaron mientras me sostenía, feliz por su dirección antes de
que comenzara a empujar ciegamente, mi desesperación volviéndose salvaje.

Pero no hubo preparación para ese primer centímetro, suave y sedosa, como si fuera su boca
succionándome. Aunque una parte distante de mí sabía que debía moverme lentamente, abrirme camino
hacia el calor de Lola con ella rogando más a cada segundo, el exigente impulso de sentirla exprimiendo
cada centímetro de mí se hizo cargo.

—¡¡Ah!!— Lola se inclinó debajo de mí mientras la llenaba de un solo empujón, y la preocupación


se disparó en mi cabeza trayendo claridad con ella.

—Joder, yo…— dije con voz áspera, resistiendo el impulso de salir y cerrar de nuevo. Estaba
perfectamente apretada, ya temblaba alrededor de mi longitud, mojando mi nudo contra su abertura.

—Bueno, sí—, gimió Lola, con la boca abierta.

A ella le gustó. Suerte, hijo de puta.

Lola se retorció debajo de mí, y eso fue todo el estímulo que yo necesitaba, retrocediendo antes de
llenarla con otro empujón profundo. Lola jadeó, con sus manos agarrando mis hombros, y sus muslos
apretando mis caderas como un tornillo.

—¡No te detengas, Caleb! — dijo ella, con las palabras entrecortadas y una pizca de risa.

Gruñí y comencé a corcovear en serio, cada golpe empujando a Lola un poco más arriba en la cama,
hacia las almohadas. Ella gimió y se meció en los empujones, animándome más rápido, más fuerte. Una
espesa neblina se apoderó de mí, no como un celo sino algo así como el imperativo de follar y sentir a
Lola retorciéndose debajo de mí, rogando más y alabando todo lo que le daba.

Sus manos volaron desde mi espalda, para apoyarse contra la cabecera y mantenerse firme. Nuestras
pieles chocaron y me incliné, chupando la mandíbula de Lola, mientras mis dientes raspaban suavemente
y me dolían por la necesidad de morderla.

Quería consumir a Lola o ser consumido por ella. Quería llenarla por completo, tomar cada
centímetro de ella que pudiera darme. Mis manos se movieron a sus caderas y con mi siguiente embestida,
empujé solo un poco, probando mi nudo contra ella.
—¡Oh, Dios! — Lola se estremeció, y sus ojos se abrieron de golpe. Alrededor de mi polla, su sexo
apretó y empapó mi longitud, temblando con su creciente orgasmo.

Me retiré. Necesitaba estar dentro de ella, completamente.

Las manos de Lola me golpearon los hombros mientras entraba, negándose a detenerme hasta que
nos uniéramos.

—¡¡Caleb, espe…agh!!

Lola se quedó rígida debajo de mí cuando mi nudo se clavó en ella, estirándola y buscando un hogar
justo dentro de su abertura. Rugí al sentirla sosteniéndome, como si fuera su puño alrededor de mi
corazón, y mi polla latió con su primera liberación, cubriendo nuestra unión con una resbaladiza
satisfacción. Me derrumbé, el letargo y el placer temblando a través de mí, y finalmente me di cuenta de
que la mujer debajo de mí no estaba floja por el placer cansado.

Tú. Maldito…

—¿Lola?

Ella gimió, y una ola de vergüenza me golpeó como agua helada.

—¡Oh, mierda, amor, lo siento mucho! — Traté de levantarme, y Lola gimió, congelándome.

No podía salir de ella sin causarle más dolor.

—Solo... solo dame un segundo—, dijo Lola, su voz fina y afilada, con sus manos en mi espalda
suavizándose y haciendo un lento pase sobre mis tensos músculos.

Ella estaba tratando de consolarme. Yo era el peor pedazo de mierda, y probablemente había
arruinado nuestra noche juntos. Me hundí contra ella y Lola se estremeció debajo de mí, tratando de
recuperar el aliento.

Tonterías.
NUEVE
Lola

Presión.

Era todo lo que podía sentir. Como una mano alrededor de mi garganta o un bloque de cemento sobre
mi pecho, la sensación del nudo de Caleb dentro de mí era de estrangulación. No quería moverme ni
respirar, solo quería esperar hasta que se pasara y él se aflojara y pudiera rodarme hacia un lado.

¿Así, Showgirl? Sí, escúchate cómo te quejas. Tómalo hasta el fondo.

—Lola, lo siento mucho—, murmuró Caleb, su tensión suavizándose poco a poco, mientras el nudo
se hundía un poco más y resonaba en lo más alto en mi garganta. Joder, ¿y si enfermaba?

Caleb había sido como una bestia desatada durante el sexo, y me encantó cada segundo, su pérdida
de control conmigo, su desesperación por estar dentro de mí. Justo hasta que recordé con impactante
claridad lo que más necesitaba un alfa desatado. Anudar.

—Espera, amor—, dijo Caleb, y podría haberlo matado cuando comenzó a moverse. Cada
movimiento me hizo más consciente de esa densa cuña de músculo y nervio que lo sujetaba dentro de
mí.

Caleb me sostuvo cerca, empujándome lo menos posible mientras nos hacía rodar sobre la cama
hasta quedar de espaldas. Me senté inmediatamente, mis ojos se cerraron mientras Caleb se encajaba un
poco más dentro de mí.

—Lo siento mucho—, susurró Caleb, sus manos acariciando mis caderas en un camino suave y
repetitivo. —Lo siento mucho. No pensaba, y debería haber sido más consciente de lo que estaba
haciendo.

Abrí los ojos y parpadeé lentamente, la habitación de Caleb se enfocó, la cama, él debajo de mí. Su
rostro estaba cubierto de disgusto hacia sí mismo, y me dolía el corazón al verlo, especialmente cuando
se le veía tan dulce contra las almohadas así, con el cabello revuelto y los labios hinchados.
—Estoy bien— dije, con voz lenta.

Caleb hizo una mueca, y su cabeza tembló un poco. —Lola, yo...— Tragó saliva con fuerza.

Excepto... que yo me sentía bien, ¿no? Respiré profundamente, y dentro de mí el nudo, el nudo de
Caleb, se movió, rozando mis paredes internas de una manera que tiró con fuerza de mi estómago. Sí,
había presión, y también una pizca de dolor, por el estiramiento. Pero no sentí humillación, ni ardiente
agonía por el uso de la fuerza.

Caleb me había anudado, a una beta, porque había estaba tan perdido en el momento que no había
sido capaz de detenerse. El calor se unió a la pesadez y suspiré, meciéndome un poco en su regazo.

Caleb siseó, y sus manos apretaron con fuerza mis caderas como para detenerme, mientras su nudo
latía dentro de mí. —Amor…

—Caleb, está bien— dije, bajando la mano para acariciarle el pecho. —Estoy bien.

Y luego, tal vez para probarlo, o tal vez solo porque me preguntaba cómo se sentiría, me apretujé a
su alrededor, jadeando cuando me di cuenta de dónde me golpeó el nudo mientras estaba así, encima de
él. El gemido de Caleb fue estrangulado, su cuerpo vibró como si estuviera resistiendo el impulso del
celo desde abajo.

—¿Es diferente? — Le pregunté.

—Lola—. El ceño de Caleb aún estaba fruncido por la preocupación, y decidí que lo había asustado
demasiado como para dejarlo ir de nuevo. Al menos hasta donde ya lo había hecho. Tomé su mano de mi
cadera y la llevé a mi sexo, guiando sus dedos hacia mi clítoris y suspirando con el primer roce.

—¿Es diferente anudarme así? — repetí.

—Sí—, dijo Caleb. Más estrecho que Rake. —Dios, Lola, ¿te he hecho daño?

Negué con la cabeza y moví las caderas a su toque y luego de nuevo, emitiendo pequeños jadeos con
cada movimiento. ¿Fue demasiado? Todavía no podía decir si podía correrme así o si era demasiado
intenso. Aunque estaba dispuesta a darle una oportunidad. Podía respirar con claridad mientras estaba
encima de él, y no había ningún parecido entre Caleb o sus habitaciones con aquellas horas con Indy.
—No, es…— gemí cuando Caleb comenzó a mover mi clítoris en serio. —Realmente no me duele.
Es que me sorprendiste. ¿Puedes sentarte? Quiero besarte.

Había algo en el nudo, o tal vez eran solo las feromonas de Caleb de hace unos minutos, pero estaba
un poco drogada de nuevo, tal y como lo había estado durante el celo. Y me sentía bien, soltándome y
relajándome. Cuanto más tiempo tenía el nudo, más me gustaba.

Caleb se sentó y me incliné hacia él, tomando su boca en un profundo beso. Estaba rígido y vacilante
al principio, pero pronto respondió a mis embestidas de lengua con movimientos largos, y su ronroneo
elevándose entre nosotros.

—Joder, esto es... ohmidiossss—, me quejé y me retorcí. Caleb se incorporó y se movió a otro lugar,
y tuve que apretarlo para que su nudo llegara a donde yo quería, creando una nueva fricción sobre mi
clítoris contra su ingle.

—Te gusta— susurró Caleb.

—Me encanta—, dije arrastrando las palabras, acariciando su mejilla.

Santa mierda. Estaba acogiendo un nudo de alfa. Y no había sido porque tuviera que hacerlo, sino
porque lo necesitaba.

Los brazos de Caleb me envolvieron, mientras encontraba el ritmo que me gustaba y él me trabajaba
en su regazo hasta que estuve demasiado débil y demasiado desesperada para manejarlo yo misma.

—Joder, Lola, si te aprietas más, voy a correrme otra vez y esto va a durar...

—Córrete, córrete, quiero sentirte. ¡Oh, Dios, Caleb, sí!

Ese delicioso y espeso aroma de Caleb me inundaba, envolviéndome en su abrazo, y el orgasmo


pareció tomarme como un maremoto, arrastrándome sin pensar hacia el éxtasis. Gemí, y Caleb tomó el
sonido en su boca con un beso profundo y sucio. Hubo tres fuertes oleadas, y Caleb se puso rígido y
gimió en la tercera, y su propia liberación fue una cálida explosión dentro de mí. Nos balanceamos en
los brazos del otro, perdiendo el equilibrio, y luego Caleb recuperó el control lo suficiente como para
movernos.
Su nudo tiró y se movió un poco, provocando réplicas, mientras Caleb nos movía de vuelta a la
cabecera. Estaba acostado sobre mí otra vez, pero esta vez no era sofocante, y froté su espalda hasta que
se relajó.

—No te sientas mal, — murmuré, abriendo mis ojos y sonriendo cuando encontré la cara de Caleb
tan cerca de la mía.

—No debí haber perdido el control así — dijo, pero besó mis labios. —¿Y si no te hubieras sentido
segura o cómoda?

—Estoy segura y cómoda, -más que cómoda, porque estoy contigo-, le dije, empujando mi nariz
contra la suya. —Ahora ya lo sabemos.

Caleb murmuró y me besó de nuevo. —¿Qué sabemos, amor?

Sonreí, y mis párpados estaban pesados. —Sabemos que no puedes resistirte a mí. Y sabemos que
me gusta tu nudo.

Caleb ronroneó, pero su expresión era sombría. —Eso no va a volver a suceder. No a menos que me
lo ruegues. No quiero volver a asustarte así nunca más.

Envolví mis brazos alrededor de él con más fuerza y lo besé profundamente, Caleb se acurrucó más
cerca cuanto más duraba el beso.

—Una vez más, — susurré, rodando mis caderas contra las suyas y sonriendo mientras sus ojos se
agrandaban. —Por favor. Justo antes de dormir. Por favor, Caleb.

Caleb vibraba, con un ronroneo contenido en su pecho. Pero no quería que se durmiera enfadado
consigo mismo o preocupado por lo que había pasado. No después de una noche como esta. El nudo
podría haber sido un contratiempo, pero no me arrepentía.

—Por favor, — susurré, besando sus labios con pequeñas presiones, mis ojos muy abiertos y
suplicantes. —Te lo estoy rogando ahora.

Me di cuenta de que podía sentir la más mínima diferencia en su nudo cuando había llegado al
orgasmo y cuando estaba listo para hacerme llegar al mío. Había engrosado un poco, mientras su pulso
latía contra mi abertura.
—Zorrita —gimió Caleb, siguiendo a mis caderas persuasivas en un balanceo lento y suave. —
Ningún alfa tiene control sobre sí mismo cuando dices cosas así, amor.

Esas palabras fueron música para mis oídos.

Gemí cuando me di la vuelta a la mañana siguiente, y mi nariz chocó contra un pecho firme. Mi
cuerpo estaba magullado, no dolorosamente, pero sí de una manera que me recomendaba pedir un
descanso en mi apetito insaciable por los hombres con los que vivía actualmente.

—Lola—. Los labios presionaron la coronilla de mi cabeza y sonreí, estirándome mientras Leo me
abrazaba. Abrí las piernas detrás de mí, pero no había ni rastro de Caleb al otro lado de la cama. —Está
abajo preparándonos el desayuno. Tu desayuno.

—Nuestro desayuno—, corregí. No había forma de que Caleb dejara fuera a Leo.

—Lola, ¿lo que creo que sucedió anoche sucedió de verdad? — preguntó Leo, y finalmente me di
cuenta de que había un trasfondo de preocupación en su tono.

Levanté la cabeza y compartí una sonrisa soñolienta con Leo, y él suspiró aliviado de inmediato, con
sus brazos enroscados alrededor de mi cintura apretándome más fuerte.

—Tal vez—, dije, sonriendo y mordiéndome el labio.

—Hermosa —dijo Leo, en una advertencia baja.

—Caleb se dejó llevar un poco —dije, y luego mientras Leo se tensaba y levantaba las cejas, me
apresuré a agregar—, pero está bien. Me cogió con la guardia baja, pero tras un minuto me puse en pie
y…— No podía hablar a causa de mi amplia sonrisa, y estallé en una risita suave.

Leo movió las cejas. —¿Entonces te gustó? Caleb estuvo un tiempo, por todas partes, dentro del
vínculo. —Me gustó— dije, lo cual era un eufemismo en realidad, porque una vez que tuve a Caleb lo
más cerca posible, me encantó cada segundo. Mis mejillas estaban cálidas cuando Leo salpicó mi frente
de besos.

—¿Quieres desayunar en la cama o abajo con los demás?

Oohh. Ambas eran buenas ofertas. Estuve tentada de decir que quería desayunar en la cama con
todos juntos, pero eso parecía más una pregunta.

—Abajo. Después de una ducha rápida, creo —dije, moviéndome para levantarme.

—Um…— Hice una pausa ante la vacilación de Leo, y él se encogió de hombros. —Si puedes
soportar esperar un poco, le dará un buen empujón al ego de Caleb, el tenerte oliendo como él alrededor
de los demás. Depende de ti, por supuesto.

—¡Oh! No había pensado en eso. Sí, dame solo un segundo —dije, inclinándome hacia Leo para
besarlo rápidamente antes de salir de la cama y correr hacia el baño.

Alguien ya había ordenado nuestra ropa del suelo, y mi vestido rojo estaba sobre el sillón del
dormitorio. Cuanto más me movía, mejor podía examinar la sensación residual de estar anudada. Era un
sentimiento como de algo de vacío, y en general estaba algo tierna. Pensar en Caleb me dio más ganas
de ir a buscarlo, acurrucarme a su lado y recuperar algo de esa cercanía que habíamos compartido la
noche anterior.

Leo me estaba esperando en el borde de la cama cuando terminé de asearme lo suficiente como para
bajar las escaleras, y tenía una pequeña pila de ropa a su lado.

—Oh, bendito seas—, dije, suspirando y levantando la sencilla ropa interior de algodón para
ponérmela.

—Puedo sentir a Caleb abajo—, dijo Leo, con una sonrisa soñadora en los labios. —Es casi como si
estuviera… ¿tarareando? ¿Algún tipo de canto?

Salté mientras me ponía las mallas y luego recogí mi camiseta. —¿Puedes sentir tantos detalles?

—Cuando quiero. Es como si estuviera parado a mi lado, pero también como si pudiera leer su
mente—, describió Leo. Observó mientras me recogía el cabello en una cola de caballo alta. Estaba
grasiento y necesitaba un lavado, pero podía esperar hasta que Caleb tuviera su regalo posesivo y tierno
de nuestros aromas juntos, para hacerlo sonreír. —¿Quieres un vínculo algún día? — preguntó Leo.

Me congelé y mis ojos se deslizaron hacia los lados para encontrarme con los suyos en mí, y un
cierto cálculo muy sutil en su mirada. Me estaba sondeando, comprobando si me asustaba con otra
mención de mi participación en la manada. Respiré ansiosamente, eliminé las palabras desagradables con
las que mi cerebro trataba de alimentarme y me acerqué a él. Sus manos se ahuecaron en la parte posterior
de mis muslos mientras me deslizaba entre sus rodillas abiertas y levantaba su rostro para que lo besara.

—Eso creo, pero aún no estoy lista para uno, — dije con gentileza.

Estaba orgullosa de mí misma por no alejarme y, según la cálida mirada de Leo, él también estaba
orgulloso de mí. Él asintió, y me alegré de que eso pudiera ser suficiente. Estaba tratando de seguir su
consejo y dejar que la idea de pertenecer a la manada, ser parte de la manada, penetrara en mi cabeza,
pero aún tenía reservas. ¿Qué haría Rake o un alfa o incluso Leo para poder sentirme a través de un
vínculo mientras yo estuviera en medio de un ataque de pánico o de una pesadilla? ¿Cómo sentirían ellos
mis propios pensamientos modestos? Quería estar saludable y ser feliz, y no quería causarles ningún
estrés. Estaba trabajando en ello, pero aún no había llegado a ello.

—¿Desayuno? — preguntó Leo, antes de mordisquear mi labio inferior como si no pudiera


aguantarse.

—Mmm, por favor.

Leo y yo bajamos a la cocina cogidos de la mano, y saludé a Wes, Matthieu y Cyrus con una cálida
sonrisa antes de acercarme sigilosamente a la espalda de Caleb mientras él le daba una vuelta a una
tortilla en la sartén. Me envolví alrededor de su cintura y sonreí en la parte trasera de su camisa cuando
comenzó a ronronear.

—Buenos días.

Caleb se retorció en mi abrazo, poniéndome de puntillas mientras él inclinaba la cabeza. No hubo


reservas en su beso, y me alegró saber que cualquier preocupación o arrepentimiento que hubiera tenido
por anudarme se había desvanecido cuando nos quedamos dormidos, los cuerpos aún enredados.
—Buenos días, amor—, dijo Caleb, con voz ronca y tranquila. La forma en que se solazó en el apodo
cariñoso que me había dado, me llenó de calor y me dio ganas de subirme a él y rogar que repitiéramos
toda la noche, una vez más.

Estás dolorida, ¿recuerdas? Lo estaba, pero valdría la pena.

Caleb me besó, con un beso perezoso y profundo, y luego se demoró sobre mi boca. —Ve a sentarte.
Te llevaré un plato.

Me habría movido, excepto que él todavía me estaba sosteniendo y yo no estaba dispuesta a alejarme.
Alguien silbó a mi espalda.

—Me preguntaba por qué sentía como si caminara sobre nubes durante toda la mañana, y ahora veo
por qué—, dijo Rake al entrar a la cocina.

—Bueno, muchas gracias por tus cumplidos por nuestra noche juntos—, dijo Cyrus secamente, y
sonreí cuando Rake le murmuró algo sucio y dulce para consolarlo.

Caleb me soltó, al final, con una firme presión de sus labios en mi frente, y yo me tambaleé mientras
me daba la vuelta y me iba a buscar un puesto libre. El último que quedaba estaba entre Leo y Matthieu,
lo que me vino muy bien, pero atrapé un beso de Rake y dejé otro en las mejillas de Wes y Cyrus mientras
iba hacia allí.

La mano de Matthieu tomó la mía cuando me acomodé en mi asiento, y la levantó hasta sus labios
para besarme el dorso, mientras su mirada me sonreía, haciéndome sonrojar. No me preocupaba si le
importaba o no que añadiera otro compañero de manada a mi cama. Al menos esa era una idea a la que
me estaba acostumbrando: que en lo que respecta a la manada, era bienvenida a formar vínculos con
quien quisiera.

—Se acerca la Pascua—, dijo Caleb en la cocina. —¿Algún miembro de la familia se unirá a nosotros
este año? Mamá se queda con mi hermana.

—Puedo enviar una invitación—, dijo Leo, encogiéndose de hombros y luego girándose hacia mí.
—Papá es un poco raro con la manada, y mi madre piensa lo mismo que él.
—Estaba pensando en invitar a la manada de Garret y Rory a unirse a nosotros,—dijo Wes. —
Todavía son nuevos, y probablemente les vendría bien la domesticidad.

—Esos son los alfas que trabajan para Wes—, me dijo Matthieu al oído.

Tanto Cyrus como Rake respondieron que no, lo cual tenía sentido. Con lo que sabía de las manadas,
una vez que un niño encontraba su nueva manada, era bastante raro que pasara mucho tiempo con sus
padres. Razón de más para que la manada fuera fuerte.

—¿Lola? — preguntó Caleb, girándose y deslizando hacia mí un plato repleto de huevos, verduras,
papas asadas y tocino crujiente y brillante.

¿A mí? Oh. Familia. Tragué. —Puedo preguntarle a David, aunque normalmente tiene una fiesta a
la que planea asistir durante las vacaciones.

La manada se quedó en silencio por un momento, y sentí la pregunta que nadie formuló. ¿Qué pasa
con mis padres? Pero afortunadamente, estos tipos eran los reyes de la insinuación, al menos cuando se
trataba de mí. Caleb asintió y fue a llenar otro plato.

—Es más que bienvenido si quiere unirse a nosotros.

Murmuré algo y me metí en el festín que tenía ante mí, relajándome mientras Caleb rodeaba la isla,
ocupando su lugar contra mi espalda, y su suave ronroneo aliviaba cualquier tipo de tensión.
DIEZ
Lola
Estaba acurrucada en el diván del balcón verde, posiblemente mi habitación favorita de la casa,
leyendo blogs de belleza en mi tableta cuando Matthieu me encontró. Se unió a mí en la cama sin decir
una palabra, recolocándome para apoyarme contra él, con nuestras manos unidas descansando sobre mi
estómago, y mi tableta tirada a un lado.

—Sigues al sol a través de la casa como un gato—, dijo Matthieu.

Sonreí ante la descripción. —Interesante, viniendo del hombre que ronronea más fuerte que Avena,
mi viejo gato.

Matthieu se burló, pero ya podía escucharlo zumbando detrás de mí. Todo lo que necesitábamos era
estar juntos, tocándonos, y Matthieu sonaba como un motor. El silencio siguió a nuestras bromas, y mis
ojos se cerraron. Tal vez era hora de una siesta al sol después de todo, con acusaciones felinas o no.

—Sabes, estaba nervioso ante la idea de conocer a tus padres—, dijo Matthieu.

Me estremecí y tragué. Supuse que tenía que saber que eso no pasaría desapercibido. Y no podía
seguir sin contarle a la manada nada sobre mi familia, para siempre ¿o sí?

—No tienes que preocuparte por eso—, le dije. —Mi madre murió hace unos años, cuando yo
todavía estaba en la universidad. Cáncer de pulmón.

Las manos de Matthieu apretaron las mías. —El de mi madre era pancreático. Hace... hmm, una
década, supongo.

Besó la parte superior de mi cabeza y rocé con mis pulgares el dorso de su mano. El cáncer era una
perra de enfermedad, y eso es todo lo que había que decir. Excepto que sabía que no habíamos terminado.

—¿Y tu padre?
Mierda. Realmente no quería entrar en esto. Y para ser justos, si se lo hubiera dicho, Matthieu dejaría
el tema. Así, me facilitaba las cosas, siempre tratando de suavizar el camino para ofrecerme un poco de
paz. Era solo que había una parte de mí que sabía que esto era algo importante, y compartirlo con
Matthieu... bueno, tal vez él necesitaba escucharlo.

Suspiré y me salí de sus brazos, palmeando su mano ante el suave sonido de protesta. Se sentó
mientras yo arrastraba los pies y me volví para mirarlo, y luego su rostro preocupado se relajó cuando
me planté sobre su regazo. Miré a Matthieu directamente a los ojos y le dije lo que nunca había
compartido con nadie. Al menos nadie que no lo supiera ya, como David o mis tías y tíos. Ni siquiera
Baby.

—Mi padre era… es un alfa, — dije. —Se fue cuando yo era pequeña. Muy pequeña, no lo recuerdo.

Sostuve la mirada de Matthieu y le vi hundirse, un poco desconcertada por lo que vi allí. La sorpresa
fue lo primero y lo esperaba, pero no esperaba la ira y la indignación que siguieron.

—¿Se fue? — gruñó Matthieu.

Un profundo cansancio se hundió en mí cuando pensé en mi padre, y me hizo hundirme en el regazo


de Matthieu mientras asentía. —Mi madre se quedó embarazada cuando ambos eran muy jóvenes y mi
padre conoció a su manada después de eso. Y luego su manada encontró a su omega. Echó a perder a mi
madre— dije.

No mientas. A ti también te echó a perder.

No recordaba mucho de mi padre en ese momento, yo era demasiado joven, y pasó mucho tiempo
durante mi infancia antes de que mi madre me explicara lo que nuestra familia se estaba perdiendo. Pero
cuando lo hizo, se aseguró de hacerlo en los términos más desagradables. Solo éramos betas, y eso no
valía lo suficiente para un hombre como mi padre. Un alfa.

—Lola—, dijo Matthieu lentamente, sentándose más derecho mientras sus manos se extendían para
sostener mi rostro. —¿Es esto…? — Frunció el ceño y traté de armarme de valor contra cualquier
suposición.
—¿Busco la atención de los alfas para enfrentarme a la marcha de mi padre? — pregunté, viendo a
Matthieu estremecerse. —Probablemente. No sé. Sí. Odio pensar en mí misma como un estereotipo, pero
todas las señales apuntan a 'problemas con papá'.

Matthieu gruñó, y luego sus brazos me rodearon, apretándome contra su pecho. —Encontrar una
manada o un omega es muy complicado para uno mismo, pero no es excusa para abandonar a un niño o
a un compañero—, dijo Matthieu.

—Ella no era su compañera de vínculo.

—Pero tú eres su hija—, espetó Matthieu. Aflojó su agarre y tiró de mí para sentarme y para poder
mirarme. —¿Lo conoces? ¿Sabes su nombre?

—Matthieu…

—No estoy…— Matthieu negó con la cabeza. —No estoy diciendo que haría algo, solo…— Sus
manos se apretaron sobre mi hombro y luego las tranquilizó para tomar mis manos entre las suyas. —No
me gustan las palabras 'problemas de papá', aunque veo el...— Se sonrojó y se encogió de hombros.

—¿El parecido con nuestra relación? — dije, levantando una ceja. —Sí. Yo también. No estoy
diciendo que te veo a ti o a Caleb como mi padre— dije, sonrojándome furiosamente.

—Pero saber que un alfa te valora y te pone en primer lugar es una tranquilidad, — terminó Matthieu
por mí, afortunadamente impertérrito por la incomodidad de la conversación. Él murmuró algo y llevó
nuestras manos a su pecho. —Me han dicho que me hace falta que me necesiten en una relación.

Mi frente se arrugó. —Eso no me parece algo malo.

Matthieu sonrió y tiró de mí, y yo me incliné para envolverme sobre su pecho. —Nunca pensé en
ello, pero supongo que podría ser visto como inadecuado para algunos. Pero si lo que necesito es una
compañera que desee mi cuidado, enfoque y atención, y lo que tú necesitas es un compañero que pueda
ofrecerte esas mismas cosas, entonces no estamos mal emparejados.

Giré la cabeza y escondí mi sonrisa contra el pecho de Matthieu. —Gracias.


Matthieu hizo un suave sonido desdeñoso, y sus manos acariciaron mi espalda. Era agradable. Nos
prodigábamos una buena cantidad de caricias después del coito, pero esto era afecto a un nivel simple y
básico, y estaba nutriendo una parte diferente de mí.

—Volviendo a tu padre…

—Sí, sé su nombre. Él... empezó a enviarme correos electrónicos después de que mi madre muriera,
y terminó pagándome la universidad. Nunca respondí, y cuando me gradué cambié mi correo
electrónico—, le dije. —Él... él vive en la ciudad.

Matthieu retumbó debajo de mí y no supe si era un ronroneo o un gruñido, pero me inclinaba por lo
segundo.

—A nivel reactivo, aprecio tu resistencia a dejarlo entrar en tu vida. Creo que se lo merece. Pero me
pregunto si no encontrarías algo de seguridad al tener algún tipo de contacto con él— dijo Matthieu
amablemente.

Arrugué la nariz, pero me puse de lado para que Matthieu pudiera verme la cara. —Lo he
considerado, solo que… aún no he dado el paso. ¿Y si...? — Tragué saliva y me retorcí de incomodidad.
—¿Y si tiene hijos? ¿U otra hija?

¿Y si tuviera esa perfecta hija omega que siempre quise ser?

Matthieu asintió y me dejó ocultar mi rostro otra vez. —Entiendo. Estoy aquí, con independencia de
todo ello. Todos lo estamos.

Suspiré y asentí con la cabeza, y Matthieu y yo caímos en un silencio tranquilo. Tal vez algunas
personas solo verían el final sensacional de nuestra relación, nuestra diferencia de edad, su posición en
Voir, mi pasado vulnerable, pero me sentí más a gusto con él que con nadie, hasta ahora. Probablemente
ambos teníamos fallos, pero al menos éramos un conjunto emparejado.

Me acomodé, lista para dormir la siesta, cuando Matthieu volvió a hablar. —¿Quieres... quieres tener
hijos?

Su voz tembló levemente, como si estuviera nervioso por hacer la pregunta, y mi estómago cayó.
¿Estaba nervioso porque dijera que sí o porque dijera que no? ¿Quería hijos? Al darme cuenta de que
estaba tiesa como un palo y que Matthieu estaba empezando a ponerse nervioso, me obligué a relajarme.
Mejor ser honesta, decidí.

—Los quiero, sí—. La manada no tenía hijos, aunque no estaba segura de cómo se sentirían Rake y
los demás pasando por un vientre subrogado. Pero tenían la opción y…

—Yo también—, dijo Matthieu, y luego se apresuró a continuar. —Toda la manada quiere, pero Rake
es mucho más joven que yo. Y creo que ha estado esperando a estar listo para dejar el modelaje antes de
tomar cualquier decisión.

Me pregunté por un momento por qué Matthieu no había tenido hijos y luego recordé su sorpresa
con mi padre. Él había asumido que mi madre había sido una compañera de vínculo, que mi padre tenía
alguna expectativa de permanencia antes de dejar embarazada a mi madre, porque ese era el tipo de
hombre que era Matthieu.

—Serás un buen padre—, le dije.

Matthieu ronroneó y se relajó, apretándome un poco más cerca. —Ocurrirá cuando sea el momento.

—¿Estás nerviosa? —preguntó Wes mientras yo me agitaba en su asiento delantero, por fuera del
Stanmore.

Lo miré por el rabillo del ojo y se rio levemente. Por supuesto que estaba nerviosa. Me acababan de
despedir hacía una semana, y ahora regresaba a la oficina sabiendo que de alguna forma yo era
responsable de la gran agitación en la revista.

—Solo recuerda que esta no es tu única oportunidad de trabajo—, dijo Wes.

Asentí y solté un largo suspiro. —Lo sé. Pero creo que es mi favorita.

Wes murmuró en acuerdo, y me moví en el asiento para mirarlo más de cerca, sorprendida de nuevo
por la pura fuerza de la que estaba hecho Wes. Era tan tranquilo y silencioso, sin mencionar que estaba
construido como una roca. El calor se deslizó a través de mí y me incliné sobre los asientos, notando el
segundo en que Wes se puso rígido, con sus pupilas creciendo un poco a medida que me acercaba.

Hice una pausa y sonreí. —¿Tienes miedo de mí?

—No es la palabra que yo usaría, cariño—, dijo Wes, con palabras roncas y profundas.

Me deslicé unos centímetros en el asiento. —¿Sabes que no tienes que contenerte tanto?

Teniendo en cuenta nuestro beso abrasador en el gimnasio, y el puñado de besos más dulces que me
había dado durante la semana desde entonces, esperaba que Wes avanzara conmigo. Matthieu y Caleb se
habían soltado por completo en un período de tiempo bastante rápido, pero el control de Wes parecía ser
mucho más estricto.

Sus ojos se entrecerraron un poco, casi como si supiera que trataba de tentarlo. Y Dios, lo estaba
haciendo. Excepto que no me sentía como una mierda por perseguir a este alfa. Se merecía tener una
mujer jadeando por él, y si nadie más iba a hacerlo, con mucho gusto asumiría la tarea.

—Creo que me gustas en el asiento del conductor de esto, Lola—, dijo Wes, arqueando una ceja
hacia mí. —Así que tal vez tú eres la que se está conteniendo.

Bueno, eso sonó como un desafío. Cerré la distancia entre nosotros, agarrando el ancho rostro de
Wes en mis manos y arrastrando su boca hacia la mía en un beso intenso y profundo. Su ronroneo retumbó
inmediatamente, y sus manos pesadas me agarraron por la cintura, pero no tiró ni empujó. Wes
simplemente me abrazó mientras yo lamía y besaba el camino hacia su boca, y la vibración de su pecho
se hacía más fuerte segundo a segundo, mientras me arqueaba contra él.

Un coche tocó el claxon detrás de nosotros y salté en mi asiento, alejándome y obteniendo una mirada
completa de la expresión hambrienta de Wes, con sus ojos entrecerrados y sus fosas nasales ligeramente
dilatadas.

—Ponte a trabajar, cariño—, gruñó Wes.

—Ponte a trabajar—, le respondí, sonriendo.

—Lo haré cuando hayas terminado conmigo.


Uuff, eso sí que me hizo no querer terminar con Wes. Pero los taxis probablemente se amotinarían,
y el Stanmore podría hacer que nos remolcaran.

—Por ahora— dije, riéndome mientras la lengua de Wes se deslizaba sobre su labio inferior,
paladeando mi sabor. Me deslicé hacia la puerta del coche, cogiendo mi bolso.

—Será Danny quien te recoja hoy. Y Matt también, si estás lista para eso—, dijo Wes.

¿Lista para ser vista saliendo del trabajo con el director general de Voir? Ehm, a la mierda. No es
como si no fuera lo que ya murmuraban todos. Me encogí de hombros y Wes asintió mientras salía del
coche.

Me miraron cuando entré en el Stanmore, aunque para ser justos, podría haber tenido más que ver
con mi gabardina azul eléctrico que con cualquier historia. Pero cuando entré en la oficina, no había
ninguna duda. Todos los pares de ojos se volvieron en mi dirección. Daze se había ido, era una de las
mascotas de Wendy, y sabía que había estado buscando un puesto mejor que el de recepcionista, y en su
lugar estaba la única cara desconocida que no se preocupó más que de mirar hacia arriba. Nueva
contratación. Bueno, al menos durante las siguientes dos horas hubo alguien que no sabía quién era yo.

—¡Hola, Lola! — Un joven con cabello naranja fuego me saludó con una sonrisa forzada cuando
pasé junto a él en el pasillo.

—¡H-hola! — respondí demasiado tarde. ¿Lo conocía?

Cada ventana por la que pasaba, la gente corregía sus expresiones por una especie de sonrisa. Ay,
Dios mío. ¿Estas personas pensaban que yo tenía algún tipo de poder sobre sus trabajos porque estaba
saliendo con Matthieu y la manada? ¿Tenía algún poder? Si lo hiciera, sería una violación de mi relación
intentar usarlo, incluso, y sería muy incómodo para mí.

Aunque, habías intentado ayudar a Zane a mantener su trabajo, ¿no? Me prometí a mí misma que
entraría a las oficinas con la barbilla en alto, pero ahora me preguntaba si no habría sido mejor adoptar
algún tipo de disfraz. Era todo tan incómodo.

Respiré hondo, devolví sonrisas y saludos tan recatadamente como pude, y me arrastré hasta mi
propia oficina. Por favor, que no haya nada raro. Por favor, que no haya nada raro, por favor…
—Mujer, has desatado una especie de tormenta por aquí—, me saludó Anna con los ojos muy
abiertos. Corey rio nerviosamente desde su escritorio, y miré hacia el otro extremo de la habitación. Ni
rastro de Zane.

Cerré la puerta detrás de mí, la que normalmente dejábamos abierta, y me apoyé contra ella. Aún no
podía sentir el ambiente que reinaba en la habitación, e hice una suposición aproximada sobre cómo
saludarlos.

—Honestamente, no fue mi culpa del todo, — dije, levantando mis manos en señal de rendición.

Ana sonrió. —Lo sé. Están pasando muchas cosas, pero la única que en realidad tiene algún sentido
es que Wendy te buscó para su nuevo proyecto sin darse cuenta de que estabas saliendo con el puto
director general de Voir y su manada.

—No toda la manada—, me evadí. No todavía al menos.

Anna se rio con aquello y negó con la cabeza. Gracias a Dios que estaba Ana. Ella era genial.

—Me alegro de que hayas regresado—, dijo Corey, simple y dulce como siempre.

Suspiré y asentí. —Estoy muy contenta de estar de vuelta en realidad. No me emociona mucho que
todo el mundo me mire como si pensaran que podría despedirlos, pero…

Ana levantó una ceja. —¿No podrías?

Me quité la gabardina, dejando la seguridad de la puerta y dirigiéndome a mi escritorio habitual. —


No en lo que a mí respecta. Trabajo en Designate. Tengo una relación fuera de Designate. Todo lo que
hice fue proporcionarle información a mi jefe—. Eso fue básicamente lo que hice. —¿Zane no ha llegado
todavía?

La puerta se abrió y me giré para encontrarme con Zane, pálido y nervioso, tragando visiblemente
saliva al verme. Se puso de pie, congelado, sus ojos moviéndose entre nosotras tres, y dudé.

—¿Alguien ha visto ya a Maureen? —pregunté, decidiendo ignorar el elefante de la ausencia de


Betty por el momento.

Zane entró y dejó la puerta abierta. —Acabo de verla entrar. Literalmente temblando en mis
pantalones—. Maureen probablemente no fue la única razón.
—La conociste en la semana de la moda, ¿verdad? — me preguntó Corey.

—Sí. Ella parece... algo brusca, pero en el buen sentido. Estoy emocionada por ver cómo entrará en
este escenario.

Zane se deslizó en su silla habitual, dejando un espacio vacío entre nosotros donde habría estado
Betty. Seguía mirándome por el rabillo del ojo y me di cuenta de que, entre los dos, probablemente estaba
sudando más que yo en estos momentos.

—Me alegro de que estés aquí—, le dije, con la menor cantidad de malicia que pude.

Zane suspiró y movió los hombros, aflojándose en su asiento. —Yo también. El espionaje
corporativo es todo diversión y juegos hasta que llega el momento de saltar del barco, y te das cuenta de
que en realidad te gustaba dónde estabas. Algo así como, ¿trabajar desde casa? No necesito ver tanto a
mis compañeros de piso. ¿Y qué voy a hacer para el almuerzo? ¿Cocinar?

Resoplé y puse los ojos en blanco, y Zane esbozó una media sonrisa antes de que la diminuta y
aterradora Maureen entrara en nuestra oficina, con los ojos deslumbrantes a través de unas gruesas gafas.
Me hizo un breve asentimiento, más como si se diera cuenta de que en realidad yo estaba aquí que
saludándome, y luego se volvió hacia los demás.

—Está bien, vamos a empezar de inmediato. Todas las mañanas hasta que diga lo contrario ven aquí,
deja tus cosas y luego ve a la sala de conferencias—, dijo Maureen cortante. Sacudió la cabeza hacia
Zane, que había empezado a levantarse de su asiento. —Ahora no, obviamente, ya estoy aquí. Vamos a
descartar estos tres proyectos, los odio—, dijo, levantando tres de nuestras maquetas recientes. —Quiero
que al menos uno de estos sea reemplazado por un fuerte conjunto masculino. Hablen entre ustedes
durante… cuarenta minutos deberían ser suficientes, y luego vengan a mi oficina con soluciones.

Maureen se dio la vuelta y se fue después de pasarle a una atónita Corey las copias de prueba.

Zane se volvió hacia mí con los ojos enormes. —¿Pensé que dijiste abrupta en el buen sentido? —
susurró.

Me reí y empujé mi silla con ruedas hacia Corey para que pudiéramos empezar a trabajar.
Bien, una última llamada telefónica, y ya casi he terminado. Nos vemos en el coche.

Miré el texto de Matthieu, con los labios fruncidos. Tal vez debería haber planificado irme a casa
sola. Tuve la sensación de que 'casi termino' para Matthieu probablemente fuera un tiempo más largo de
lo que pensaba. Todavía no lo había visto mucho en el trabajo, pero tenía la impresión de que, por muy
relajado que pudiera estar cuando llegaba a casa, era un adicto al trabajo mientras estaba en la oficina.

Cerré mis mensajes mientras salía del vestíbulo del Stanmore y me dirigía al coche negro que estaba
en la acera. A medida que me acercaba al coche, subiendo la mirada desde la pantalla del teléfono,
comencé a reducir la velocidad. Algo andaba mal. El coche que me esperaba parecía uno de los coches
habituales de la empresa, excepto que este era ligeramente anticuado y no tan brillante como solían ser.
Aún más inusual, no había ningún conductor acercándose a saludar, al asiento trasero.

Wow, mírate, ya acostumbrada a tener chofer. Era solo que esa era su política y…

La puerta del asiento del conductor se cerró y un hombre más joven corrió alrededor del coche.
Danny era un beta, de unos cincuenta años y este definitivamente no era él. Llevaba un traje negro, pero
no le quedaba bien, y tenía un aire un poco... desaliñado. ¿Una nueva contratación tal vez?

—Uh... aquí—, dijo, con la cabeza agachada mientras me mostraba el asiento trasero, de pie por el
lado equivocado de la puerta. Tendría que pasar entre él y la puerta para entrar.

Unas campanas de advertencia sonaron en mi cabeza en el momento en que la primera bocanada de


humo de cigarrillos y caramelo me golpeó la nariz. El hedor del cigarrillo estaba en su ropa, pero el
caramelo...

Alfa.

Di un paso atrás, y su cabeza se levantó de golpe. —¿Dónde está Danny?

El alfa frunció el ceño y se movió, mirándome a mí y luego a mi teléfono. —Se cambiaron los
horarios y el jefe me envió a mí.
Sí, ¡y una mierda! De ninguna manera el servicio intercambiaría chóferes sin decírselo a Wes, y éste
de cualquier forma, siempre me lo comunicaría.

—Ah, — dije, forzando una sonrisa y asintiendo. —Bueno, el otro cliente está a punto de llegar
abajo. Esperaré…

—Venga—, dijo, abriendo la puerta y dando un paso hacia mí.

Corre. Corre, Lola.

—Creo que voy a llamar…— Levanté la mano cuando comencé a retroceder, empujando
accidentalmente a alguien en la acera. —Lo siento, yo…

Un fuerte agarre apretó mi muñeca que sostenía mi teléfono, tirando de mí. —Súbete al coche,
perra—, siseó el alfa, su rostro joven destrozado por la ira, con el sudor ahora presente en su frente pálida.

Me empujó hacia el coche y supe, sin lugar a dudas, que no había forma de que Matthieu, Wes o
incluso Danny aparecieran mágicamente para rescatarme en ese momento. Clavé los talones en la acera,
contenta de llevar unas botas gruesas y sólidas, y golpeé con el canto de mi mano libre hacia el alfa. No
le di en la nariz, pero le golpeé la mandíbula con tanta fuerza que mi muñeca gritó y él gruñó.

—Déjame ir —, espeté, tirando de mi otra mano y pateándole con una de las piernas.

—¡Maldita perra!

Mi mano se soltó con un dolor punzante, pero mi teléfono móvil cayó al suelo. No importaba, tenía
una oportunidad de escapar. Giré sobre mis pies y eché a correr, sorteando a los peatones en la acera.
¿Hasta dónde me seguiría? ¿Dejaría el coche? Me obligué a recordar respirar y traté de moverme más
rápido, casi tropezando con mis propios pies. Había una estación de metro a la vuelta de la esquina. Si
pudiera llegar hasta allí… pero ¿y si él me siguiera y llegaba hasta el metro? ¿Podría regresar al Stanmore
para encontrarme con Matthieu, o el alfa aún estaría allí?

Miré por encima del hombro mientras doblaba la esquina y me tragué mi propia maldición. Él estaba
allí, abriéndose paso entre la multitud.

Solo corre.
Mis botas parecían anclas en mis pies, y en adelante iba a adoptar la tendencia de las zapatillas de
deporte como moda, tan pronto como llegara a un lugar seguro. A la mierda los tacones. A la mierda las
botas que pesaban casi dos kilos. Además, iba a empezar a correr en el gimnasio porque me ardían los
pulmones.

Cuanto más rápido corría, más rápido se apresuraba la gente a apartarse de mi camino. Cuando doblé
la siguiente esquina, el alfa todavía estaba allí pero más atrás, tratando de esquivar a una madre y un
cochecito.

Esto era cosa de Indy. No de él exactamente, sino uno de sus nuevos compinches. Primero mi
apartamento. Ahora en mi trabajo. ¿Sabía dónde vivía la manada? Debería haber corrido a la oficina de
Wes en lugar de hacia el metro, y no tenía forma de comunicarme con ninguno de los muchachos sin mi
teléfono móvil. Si pasara algo...

Solo corre, Lola.

Casi me caí por las escaleras y me metí en el subterráneo, rebuscando entre facturas y barras de
labios en busca de mi pase de metro perdido. Por favor, que tenga dinero en él, por favor, que tenga
dinero.

Jadeé y me derrumbé cuando la luz se puso en verde en el torno, mirando por encima de mi hombro
mientras avanzaba. Aún no había señales de él. ¿Y si llegaba mientras yo esperaba el tren? ¿Qué podía
hacer delante de la gente?

Luché por quitarme el abrigo azul, dándole la vuelta para que quedara con el forro negro, con la
esperanza de que no me viera a primera vista sin él puesto. Mi cabello estaba recogido, y tiré de él para
soltarlo, dejándolo caer alrededor de mi cara mientras tomaba otro tramo de escaleras hacia la plataforma
que me llevaría hacia la parte alta de la ciudad. Mi corazón se aceleró con el sonido de las ruedas
corriendo sobre las vías al final del túnel. Podría lograrlo... siempre y cuando él no me alcanzara primero.

Caminé lo más rápido que pude, apretándome entre las otras personas en la plataforma, negándome
a mirar hacia atrás, solo tratando de poner la mayor distancia entre mí y el alfa que estaba detrás. ¿Podría
pelear con él de nuevo? Casi lo tomé por sorpresa la primera vez.

Sí, Wes estará orgulloso.


Las lágrimas me picaron en los ojos, y tragué saliva cuando el viento se levantó con la llegada del
tren.

Puta con suerte, pensé. Esperé, poniéndome sobre mis doloridas puntillas y tratando de localizar al
pequeño alfa gilipollas en la plataforma. Las puertas se abrieron frente a mí y esperé. ¿Subiría si me viera
bajar aquí? También podría esquivarlo de esa forma.

No fue hasta que las puertas sonaron y estaban listas para cerrarse que vi al alfa corriendo por los
escalones. Me lancé hacia las puertas, a mitad de camino cuando me golpearon en el pecho, haciéndome
gritar, y el resto de los pasajeros miraba fijamente al idiota indeciso que había esperado hasta el último
segundo para salir. Me abrí paso y se cerraron detrás de mí. Un ding suave y luego, un momento después,
un feliz tirón hacia adelante.

A salvo. Pensé que estaba a salvo. El tren se dirigía hacia las escaleras y contuve la respiración, de
pie junto a la ventana. Allá. Estaba mirando las ventanas, escudriñándolas rápidamente, buscándome, y
le di la espalda cuando el tren salió de la estación.

Matthieu va a perder la cabeza, pensé.


ONCE
Lola

Cada paso que daba por el vecindario, caminando de regreso a la casa de la manada por calles
peatonales que normalmente veía desde el interior de un coche, se acompasaba con el sonido de mi propio
corazón acelerado latiendo en mis oídos. ¿Indy también sabía cómo encontrarme aquí? ¿Lograría llegar
a salvo al interior, o él me agarraría desde detrás de alguna sombra en el último momento?

Maldito teléfono estúpido en la maldita acera estúpida. ¿Por qué no había corrido hacia dentro del
Stanmore? Excepto que las puertas estaban llenas de hombres y mujeres que se apretujaban para salir, no
para entrar, y ese alfa podría haberme arrastrado de regreso al coche sin que nadie se molestara, ni
siquiera, en parpadear. A veces me encantaba la apatía de la ciudad, pero en estos momentos tenía frío y
estaba ansiosa, y solo quería…

Allí. La casa estaba allí. Mis pasos se hicieron más rápidos e ignoré el persistente latido de mis pies
quejándose dentro de mis botas mientras aceleraba el paso hasta que corrí hacia la puerta. Que estaba
cerrada. Maldita sea.

Llamé al timbre, mirando hacia la casa y fingiendo que no sentía el peso de unos ojos imaginarios
en mi espalda. Una figura se movió en el segundo piso, de pie en el rellano, alta y recta con el cabello en
ángulos extraños. Caleb.

Gemí cuando desapareció de la vista, y otros corrieron hacia la ventana. La puerta hizo clic y empujé
hacia adelante, corriendo hacia el frente de la casa justo cuando las puertas se abrieron y Caleb bajó
corriendo los escalones.

—Lola—. Un grito ahogado con mi nombre y luego me encontré en el aire, bien sujeta al pecho de
Caleb. Podía escuchar a los demás, las voces de Rake y de Leo ruidosas desde dentro, y Caleb se volvió,
llevándome colgando de sus brazos, subiendo el resto de los escalones y entrando en la casa. —Amor,
hemos estado locos de preocupación. Llama a los demás— gritó por encima de mi cabeza. Cerró la puerta
con el pie mientras yo envolvía mis brazos alrededor de sus hombros y presionaba mi cara firmemente
contra su garganta.

—¡Lola!

Caleb no parecía interesado en dejarme en el suelo, lo que, me parecía bien porque ahora estaba
cansada y jadeando, y no estaba segura si era para contener las lágrimas o para finalmente recuperar el
aliento por primera vez en una hora.

Leo apareció a mi espalda cuando llegábamos al final de las escaleras, y sus brazos nos envolvieron
a Caleb ya mí.

—¿Dónde está Rake…?

—Ahora está hablando por teléfono con Matthieu. Lola, ¿estás bien?

Tomé una respiración profunda, empujando los hombros de Caleb hasta que me puso de pie y pude
girar. Rake estaba en lo alto del rellano frente al cuadro del ángel, con el teléfono pegado a la oreja y el
ceño fruncido por la preocupación. Las manos de Leo acariciaron mis mechones de cabello sudoroso
mientras yo asentía.

—Estoy bien. Solo... estoy conmocionada, eso es todo.

Leo levantó mi muñeca, empujando la manga de mi abrigo hacia atrás para revelar las crecientes
marcas de moretones, su rostro rígido por la ira.

—Oye—, dije, inclinando mi cabeza para chocar suavemente contra la suya. —Estoy aquí. Estoy
bien. Perdí mi teléfono mientras me escapaba.

Leo se inclinó, presionando un largo y suave beso en mi pómulo. Su lucha era palpable, la tensión
irradiaba de él en oleadas, y Caleb aflojó su agarre sobre mí, permitiéndome envolver a Leo en un fuerte
abrazo.

—Odio esto— susurró en mi oído, sus brazos estaban a punto de aplastarme mientras se envolvían
alrededor de mis costillas. —La seguridad del Stanmore presenció el final de tu lucha, pero durante una
hora entera pensamos que te tenía.
—No podía decidir entre centrarme en volver aquí o encontrar alguna forma de llamarte—, le dije.
No había señal en el metro, e incluso si hubiera encontrado a algún viajero comprensivo que me prestara
su teléfono, el único número que podría haber podido localizar era el de Designate. Necesito memorizar
el número de Leo o el de Wes.

—Hiciste lo correcto, por supuesto. Estás aquí. Estás a salvo —dijo Caleb, claramente tratando de
tranquilizarnos a todos—. Vamos, vamos arriba.

—Están en marcha ya—, dijo Rake, sacándose el teléfono de la oreja y deslizándolo en su bolsillo.
—Cyrus se siente... un poco salvaje—, agregó en voz baja.

Caleb y Leo me condujeron entre ellos y subieron las escaleras, deteniéndose para dejar que Rake
me diera un largo abrazo. Sus brazos rodearon mis hombros, una mano ahuecando suavemente la parte
posterior de mi cabeza, y sus dedos se clavaron en mi pelo.

—Estoy bien—, dije, y me di cuenta de que era verdad.

Yo me había defendido. Me había escapado. Regresé aquí con mis… mis muchachos.

Rake asintió y juntos suspiramos, los tres hombres permanecieron cerca de mí mientras subíamos
las escaleras para esperar a los demás.

Cuando el ascensor sonó en el piso de la familia, me desembaracé de tres pares de brazos, casi
ansiosa por ver a los demás.

—Lola, espera. Cyrus sigue estando algo así como... Y no sé los demás —murmuró Rake, pero yo
ya me había levantado del sofá y mis pies descalzos me llevaban al pasillo.

Estaba preparada para que Wes o Matthieu fueran gruñones y agresivos, y sabía que necesitaba ese
momento de conexión tanto como ellos probablemente. Lo que no esperaba era que Cyrus saliera
corriendo del ascensor, su expresión lívida y su espalda encorvada por la ira. Mis pasos se detuvieron y
me eché hacia atrás por instinto, con una punzada de terror en el pecho. Podría haber corrido si no hubiera
estado ya tan cerca y Cyrus se moviera tan rápido.

Su gruñido fue atronador, rebotando en las paredes brillantes del salón, y sus brazos me rodearon,
levantándome del suelo y sosteniéndome contra su pecho estremecido. No había sabor a champán en su
piel, sino una advertencia oscura y dura como el acero.

—¡Cyrus! — ladró Matthieu, saliendo del ascensor. Su cabello era un desastre, como si no hubiera
dejado de pasar sus dedos por él durante la última hora. Detrás de él, Wes era el doble de ancho que de
costumbre.

Estaba rígida en los brazos de Cyrus, incapaz de distinguir a mi amigo de este hombre peligroso, y
me quedé quieta mientras su rostro presionaba mi garganta. El gruñido se quebró y luego se suavizó,
Cyrus se suavizó, y así, me sentí a gusto de nuevo. Apoyé mi cabeza en la suya y le sonreí a Matthieu
por encima del hombro de Cyrus hasta que llegó a mi lado. Cyrus se tensó brevemente y luego se obligó
a relajarse mientras Matthieu me acariciaba desde el otro lado.

—Lo siento—, dijo Cyrus con voz áspera, soltándome gradualmente, con un Matthieu ansioso por
tomar su lugar.

Arqueé mi cuello para dejar que Matthieu depositara besos en mi sien y en mi mandíbula, su boca
cerniéndose sobre mi garganta.

—Está bien—, dije, apretando la mano de Cyrus antes de que retrocediera. —Lamento no haber
podido decirles a todos dónde estaba.

Wes tomó el lugar de Cyrus y mi mano, sosteniéndola con fuerza entre las suyas mientras Matthieu
me sujetaba con firmeza. Quería atraer a Wes, y presionarme contra su pecho, pero era consciente de que
había algún tipo de posicionamiento alfa en la manada. Matthieu era el cabeza de familia, y Wes no iba
a excederse como aparentemente lo había hecho Cyrus. Giré la cabeza, sellando los labios de Matthieu
contra los míos, y luego suspiró y me dejó ir de mala gana.

Hice el intento de saltar hacia Wes y fruncí el ceño cuando él dio un paso atrás, aun sosteniendo mi
mano y guiándome de regreso a la sala de estar. Con todos reunidos allí, entendí el deseo de Rake de que
tuviera forma cuadrada. Excepto que yo quería que fuera un hexágono. Independientemente de la
dinámica secreta de la manada, terminé sentada en el sofá entre Leo y Matthieu con Caleb y Rake cerca.
Wes se sentó con cuidado en la mesa de café frente a mí como si no estuviera completamente seguro de
que ésta podría soportar su peso.

—Necesito que me digas todo lo que puedas sobre lo que pasó. ¿Te importa si lo grabo? Lo revisaré
con mis muchachos más tarde.

—Está bien—, dije, asintiendo a Wes y esperando que pusiera su teléfono en su rodilla. Empecé con
el coche, conté que me di cuenta de que estaba un poco deteriorado y repasé todos los detalles, con
algunas intervenciones útiles de Wes, sobre el alfa que había tratado de agarrarme y lo que había dicho.
Incluso le conté a Wes acerca de los golpes que había logrado propinar para liberarme de su agarre, con
la esperanza de que eso le hiciera enorgullecerse de mí.

—Debería haber intentado volver al Stanmore —dije, sacudiendo la cabeza—. —O llegar a tu


oficina.

—Hey. Oye, no—, dijo Wes, deslizándose hacia adelante y tomando mis manos en sus vastas y
cálidas palmas. —Hiciste lo único que importaba, que era alejarte de ese tipo. El idiota dejó el coche
frente al Stanmore, así que tenemos eso. Pero creo que tienes razón y probablemente tenga tu teléfono
móvil.

Contuve un gemido y mi cabeza cayó sobre mis hombros.

—Está bien. ¿Lo tenías protegido con contraseña? —preguntó Wes, y yo asentí. —Bien. Si
compartes la información de tu nube conmigo, podríamos entrar y borrarlo todo, y moverlo todo a una
nueva cuenta para ti.

—Lolotte, no quiero que sientas que te estamos encerrando, pero... necesito que uno de nosotros esté
contigo cada vez que estés fuera de casa o de la oficina—, dijo Matthieu, suavizando el tono de su orden
con largas caricias de su mano sobre mi espalda.

Me giré para parpadear y su rostro hizo una mueca como si estuviera esperando que me enojara o
me negara.
—Está bien—, dije, encogiéndome de hombros. —Trato hecho. Probablemente habría inventado
excusas para esperarles a uno de ustedes de todos modos.

Matthieu exhaló rápidamente, una suave sonrisa suavizó la preocupación en su rostro. —Bien.
Bueno, merci beaucoup4, supongo—. Se inclinó y presionó sus labios en mi frente.

—Cuando estés lista, nos encargaremos de eso—, dijo Wes asintiendo.

—Ahora,— dije. —Sabemos qué recursos tenemos, pero no sabemos qué tiene Indy. Prefiero no
dejar que tenga acceso a sus números de teléfono ni a ninguna de mis cuentas vinculadas a mi teléfono—
. Me senté más derecha, y Leo y Matthieu me dieron espacio para avanzar.

Algo estaba pasando con Wes, algún tipo de lucha interna. ¿Estaba reteniendo lo que Cyrus había
dejado escapar, algún impulso alfa de agarrarme para poder tranquilizarse? ¿O era algo más que eso? De
cualquier manera, parecía que se estaba tragando piedras ante la sugerencia de que nos ocupáramos de
mi nube de datos de inmediato.

—Está bien—, dijo lentamente, aun sosteniendo mis manos mientras me ayudaba a levantarme del
sofá.

—Tendremos la cena lista cuando hayas terminado— dijo Caleb, y su mano rozó la parte posterior
de mi pierna cuando pasé junto a él.

Agarré fuertemente a Wes mientras salíamos de la habitación, intensamente aliviada cuando me dejó
inclinarme a su lado.

—¿Estás bien? — Pregunté mientras subíamos las escaleras a su oficina.

—¿Estoy…? —Sus pasos vacilaron. —¿Estoy bien? Sí, yo... mierda. Todo esto me asustó
muchísimo, cariño. Y no era el mejor día para empezar. Pero sí, estoy bien. ¿Estás bien?

Murmuré algo y fruncí el ceño. —¿Es extraño decir que me siento… quiero decir, no bien, pero
como que me alegra saber que sucedió y que me escapé y regresé aquí? No me congelé y dejé que me
metiera en el coche y me hiciera retraerme, ¿sabes?

4
Muchas gracias. En francés en el original.
Wes gruñó desde el fondo de su garganta y me hizo pasar a su oficina. —No tienes ni idea de lo
jodidamente orgulloso que estoy de ti.

Me detuve en medio de la habitación desordenada y Wes también se detuvo a mi lado. —


Muéstramelo— dije, mirándolo. La sorpresa congeló su rostro y tiré de su mano, volviéndome hacia él.
—Quiero decir... ¿me vendría bien un abrazo, tal vez?

—Mierda. — Wes se encorvó, y enrosqué mis brazos alrededor de su cuello mientras me levantaba
en el abrazo de oso con el olor más sexy del mundo. —Lo siento, cariño. He estado usando mi cerebro
profesional para tratar de mantener mi mierda bajo control.

—Estás perdonado. Realmente respeto tu cerebro profesional y tu determinación para mantenerme


a salvo. Pero también te necesito ahora mismo.

Wes ronroneó como una motosierra arrancando, y si no fuera un tipo tan fuerte, lo habría acusado
de desmayarse en su sillón, llevándome con él sobre su regazo.

—Soy un montón de problemas.

—No lo eres. Eres una tentación para los problemas. Pero voy a mandar a este imbécil, directo a la
cárcel —dijo Wes, acomodándome en un abrazo más cercano. —Espera, veamos si podemos hacer esto
desde mi teléfono. Supongo que podríamos habernos quedado abajo.

—No si te fueras a sentar frente a mí y no hicieras esto —dije, cerrando los ojos y apretando una de
mis manos alrededor del cuello abierto de la camisa negra de Wes.

—No quería interponerme en el camino.

—Sé que solo soy una chica y hay seis de ustedes, y todos estamos como… en diferentes lugares
juntos. Pero si hay algo que descubrí en las últimas semanas, es que cuando todo sale mal, los necesito a
todos ustedes. Incluso solo para un abrazo rapidito —dije, levantando la cabeza para mirar a Wes, a esos
bonitos ojos azul verdosos suyos.

Parecía... Wes parecía exhausto. Se parecía a mí hace meses, un poco angustiado y como si tuviera
algo feo y enconado dentro de su pecho. Aquello ni siquiera estaba ahí esta mañana, pero después de lo
que acabábamos de hablar me costó mucho creer que todo esto era por mi ausencia durante una hora.
Levantó su teléfono entre nosotros y lo tomé automáticamente. —Continúa y escribe la información
de tu cuenta. ¿Sabes tu contraseña?

Asentí y escribí mi información en las casillas para Wes, se lo devolví y lo estudié una vez más.

—¿Algo de la mierda de hoy que necesites compartir? ¿O algo en la que pueda ayudar? — pregunté,
estirando una mano para frotar el contorno áspero de una sombra en su mandíbula.

En todo caso, mis preguntas solo hicieron que Wes pareciera más cansado, y sus ojos se negaban a
levantarse para encontrarse con los míos.

—Yo... sería mejor si hablamos de eso otro día—, dijo Wes. —Ya ha pasado suficiente por una noche.

Escarcha recorrió mi espalda y me enderecé en el regazo de Wes.

—Um… nada malo ha mejorado nunca, dejando que alguien se preocupara por lo que podría haber
sido, en cualquier período de tiempo. No puedes decirme que necesito escucharlo más tarde y no
decírmelo ahora—. Eso solo le dio a mi ansiedad un campo de fútbol completo dentro de mí, para correr
desenfrenada a cuenta de miedos y suposiciones salvajes.

—Lola...— susurró Wes, haciendo una mueca cuando traté de mirarlo a los ojos.

No, no, no, no.

—¿Se trata de mí? — Joder. Wes parecía que estaba a punto de llorar, y eso solo hizo que mi sangre
se enfriara aún más, y que varios escalofríos recorrieran mi espalda. —Wes, por favor. Quítate la tirita.

¿Por qué parecía que esto iba a doler más que quitarse una pequeña tirita?

Wes tragó saliva y miró hacia arriba, encontrando mi mirada. —Nos metimos en la nube de Indy
hoy.

Mi estómago se arremolinó como un estanque abarrotado de anguilas mientras Wes vacilaba.

—Fue… sobre todo, fue bastante útil. Dejó de usar su teléfono y se ha quedado con los quemadores
desde que Los Verdugos se disolvieron, pero tenemos una buena colección de pistas que seguir para
localizarlo.

—Pero, — susurré, esperando que cayera el mazo.


—Pero... pero encontré un video—, dijo Wes.

La palabra era tan inocente en sí misma que me llevó demasiado tiempo sentir lo que implicaba.

—Sobre mí. Encontraste un video mío —suspiré. El mundo pareció silenciarse a mi alrededor, mi
propio pulso se amplificó en mis oídos como si alguien los hubiera llenado de algodón.

Wes no respondió. El dolor se reflejaba en sus ojos y en las líneas de ira alrededor de sus labios
apretados. —No lo vi todo. Solo me aseguré de que no fuera... Odio a este tipo, cariño, pero sí puedo
decir una cosa, algo positivo, esa mierda no se ha cargado en ningún lado. Es solo…

Es solo que había sucedido en primer lugar. ¿Cuándo, cuándo había sucedido? Cuanto más tiempo
pasaba Indy con Buzz, menos sobrio tendía a estar pero, aun así, había...

Solo hubo una noche que pensé que podría haber sido, simplemente porque era la noche que de
alguna manera menos recordaba. Y lo que hice se convirtió en lo más vívidas de mis pesadillas.

—¿No lo viste? — pregunté, mientras una especie de entumecimiento pesado me llenaba, haciendo
que me dolieran las extremidades y que mi cabeza se nublara.

—No. Solo… cuando vi tu cara, eso fue todo—, dijo Wes. Levantó una mano hacia mi cara y me
estremecí automáticamente. Agarré su mano antes de que pudiera apartarla, presionando mi mejilla
contra su palma y dejando que mis ojos se cerraran.

Excepto que el toque de Wes no borró todos los otros toques que estaba imaginando en mi cabeza,
los que ni siquiera estaba realmente segura de que hubieran sucedido o no.

—Necesito verlo—, dije.

—No, Lola—, murmuró Wes, sentándose más derecho, tratando de acercarme a su pecho.

Me preparé. Por una vez, no quería el abrazo. —Wes, yo... necesito saber qué pasó.

—Tú… no necesitas verlo Lola. No deberías someterte a eso. No va a hacer que desaparezca.

—Tú no sabes lo que hay en él, y yo no sé lo que hay en él, Wes. Y si…

Me burlé de mí misma. ¿Y si no fuera tan malo?


Lo era, sabía que lo era. La razón por la que Indy tenía esa grabación era porque la había estado
mirando esa noche. La razón por la que me desperté apestando a alfa fue porque...

Me aparté de Wes mientras el ácido me quemaba el pecho y me hacía cosquillas en la garganta.


Aguanta, Lola. Wes no te permitirá enfrentarte a esto si cree que vas a vomitar y caerte en pedazos. Sé
fuerte. Sé la chica que le dio un puñetazo al gilipollas que trató de agarrarla hoy.

—Lola…

—No es una decisión que debas tomar tú, Wes. Necesito ver ese video. Merezco saber qué pasó esa
noche. Era mi cuerpo—. Hice que mis palabras sonaran firmes y duras, mi voz templada, y me costó cada
gramo de fuerza, mientras mi piel se estremecía de frío.

Wes estaba en silencio, y sus manos se cernían sobre mi espalda. Yo sabía que Wes no estaba seguro
de cómo manejarme. Cuando le pregunté, saltó. Esta vez, solo estaba pidiendo algo en voz muy alta. Si
fuera Matthieu o Caleb o maldita sea, cualquiera de los otros, me habrían pisoteado. Pero con Wes...
Quería creer en mi fuerza tanto como yo, y no le gustaba retroceder, ni desafiar mi propio control.

—Muy bien, cariño. ¿Quieres que vaya a buscar a Leo o…?

Negué con la cabeza y me armé de valor, manteniendo mi expresión tranquila, aunque las avalanchas
de dolor me caían en cascada por dentro. —Esta parte la tengo que hacer sola.

Wes suspiró, con un sonido pesado y desesperanzado, y agarró la bolsa de su ordenador portátil.

Idiota. Perra estúpida. Ya sabes lo que sucede a continuación. Tú también sabes lo que pasó esa
noche.

Wes abrió una pantalla oscura en su portátil, y casi me tiro al otro lado de la habitación para escapar
del primer pequeño destello de plata, uno de los estúpidos brazaletes de Indy.

—Lola, yo…

—Voy a verlo en la habitación de invitados. Bajaré cuando termine — dije, levantándome del regazo
de Wes. Me incliné y besé su mejilla, para afianzar mi mentira, rezando cada segundo para no vomitar.

Los ojos de Wes estaban fijos en mí mientras cogía el portátil. Los dos sabíamos lo jodidamente
horrible que era esta idea. Ya le debía una disculpa a Wes por dejarme salirme con la mía. Pero salí por
la puerta, aliviada de que nadie hubiera venido a vernos, y crucé el pasillo hasta la habitación de invitados.
Cerré la puerta detrás de mí y miré el portátil en mis manos.

Sería mejor idea tirarla por la ventana. O llevársela a Wes y pedirle que se deshiciera de todo rastro
de ese video sin que nadie más lo viera.

Indy lo ha visto, pensé. Él estaba ahí. Él había hecho esto. Él me había hecho esto. Y no había estado
solo.

Tal vez era una excusa débil, pero había algo en mí que quería odiarlo por todo los que me había
hecho pasar, y para hacerlo creía que necesitaba conocer cada detalle.

Me senté con las piernas cruzadas en la cama con el portátil frente a mí y respiré profundamente tres
veces. Mi mano se abrió y presioné el botón de reproducción como si fuera veneno.

“Su nombre era Lola… ella era una Showgirl…— La mano de Indy acarició el estómago de una
mujer, mi estómago, en una escena tenuemente iluminada mientras cantaba en un susurro. Hubo un
portazo, metálico y distorsionado en el teléfono, y él siguió cantando. Solo conocía las primeras líneas
estúpidas de esa estúpida canción. “Con plumas amarillas en el pelo y un vestido cortado hasta ahí.
Ahh... ella se está despertando. Prepárate.

—¿Dónde está Buzz? — gimió mi voz.

Así era como se sentía al estar en el infierno.


DOCE
Rake

Mis ojos se dirigieron rápidamente hacia la puerta, esperando a que Lola y Wes volvieran a aparecer
para la cena. Mi corazón apenas había dejado de latir con fuerza desde que Matthieu y Wes empezaron a
llamarme porque Lola había desaparecido, y solo quería volver a verla para asegurarme de que había
regresado sana y salva.

—Todo lo que digo es que ya sabemos que ella es manada. Si hubiera un vínculo, al menos habríamos
sabido que estaba a salvo. O huyendo, ¿sabes? —Le susurré por encima del mostrador de la cocina a
Caleb y a la espalda de Leo en la cocina.

—Sabes que soy tan fan de la idea de que Lola se una a esta manada como tú, pero te digo que ella
no está lista para ese paso. Y hacerlo como medida de seguridad no aumentará su confianza hacia su
lugar entre nosotros. Se sentirá como una carga—, dijo Leo.

Matthieu estaba sentado a mi lado, ignorando su segundo vaso de whisky y observando la


conversación con gran interés. Estaba bastante seguro de que tenía un aliado en él si llegábamos al caso,
y estaba dispuesto a probar mi teoría.

—En todo caso, el vínculo podría ayudarla a convencerla de que no es una carga—, dije. —Ella
sabrá lo que sentimos por ella.

—Rake, yo... veo tu argumento, pero creo que hay algo de precipitado en ello —dijo Caleb—. Lola
merece sentirse estable, y no estoy seguro de que un vínculo formado a toda prisa lo lograra.

—Si yo fuera un alfa, Lola habría estado ya vinculada cuando terminó la semana de la moda—,
murmuré.

—Si fueras un alfa, Lola te habría evitado como a la peste. Tu agresividad funciona a tu favor porque
eres un omega—, dijo Matthieu, con las palabras entrecortadas y los hombros en alto.
Bien, quizás no sea un aliado. No es que Matthieu no tuviera razón. Porque Lola había sido tímida
con los alfas incluso hacía un mes. Podría olvidar eso con lo lejos que había llegado. Tos, anudándose a
Caleb, tos. Resoplé y me incliné sobre el mostrador, restregándome la cara con las palmas de las manos.

—Sé que Lola y yo no estamos en el mismo momento que el resto de ustedes, pero para que conste,
estoy de acuerdo con Rake—, dijo Cyrus, inclinándose en el mostrador en la esquina de la cocina, con
una copa de vino en la mano.

—Mira, todos sabemos que la manada está de acuerdo, ¿vale? — dijo Leo, mirándonos a cada uno.
—Pero por su bien, debemos encarar este desafío juntos. Asegurémonos de que Lola está bien después
de este susto.

Los pasos de Wes sonaban claros arriba y me moví nerviosamente en la isla, esperando que él y Lola
llegaran a la cocina. Excepto que cuando alguien llegó, era Wes solo. Me estiré en el taburete, con la
esperanza de que Lola estuviera oculta por todos esos músculos y volumen, pero no había ni rastro de
ella.

—¿Dónde está ella? — preguntó Matthieu, sentándose.

—En la habitación de invitados—, dijo Wes, y Matthieu asintió.

Miré a mi alfa, al que había conocido durante más tiempo, que lo era todo excepto mi hermano.
Había visto a Wes en su mejor momento cuando estaba enamorado por primera vez y acababa de montar
su propia empresa, y en el peor, cuando esa primera llama le rompió el corazón y perdió un cliente en su
antigua empresa. Y en este momento, la expresión de su rostro era la misma terrible mezcla de disgusto
consigo mismo y desesperación. No, este rostro estaba aún más arrugado, y verlo me dejó con la
sensación de que me habían quitado la alfombra de debajo de los pies.

—¿Qué pasó? — pregunté.

Wes tragó dos veces y negó con la cabeza. —Yo… ella…creo que la cagué.

Leo y Caleb se alejaron de la cocina, y las manos de Matthieu se cerraron en puños alrededor del
borde del mostrador.

—¿Qué quieres decir? — preguntó Matthieu, levantándose del taburete.


Si yo hubiera sido un alfa, habría gruñido. Fue un testimonio para Wes y nuestra manada de que,
incluso arrojando una bomba como esa, nadie se abalanzó sobre él. Sabíamos que nunca lastimaría a
Lola.

Wes parecía estar enfermo, pero metió las manos en los bolsillos y nos miró a los ojos, con los
hombros hundidos. —Ellos irrumpieron en la mierda digital de Indy anoche. Pasé todo el día
investigando y… Joder, de todos modos, encontré un video de Lola de cuando se estaba quedando con
ellos.

El silencio llenó la habitación de golpe, tan denso que fue como si no hubiera sonido en el mundo
por un momento. Y luego se rompió con un susurro.

—No—, suspiró Leo.

—Ella pidió verlo—, dijo Wes, y me estremecí por el sonido de su voz. —Debería haberle dicho que
no. Debería haberlo borrado esta mañana. No debería habérselo contado.

—Ella lo está viendo—, dijo Matthieu, y Wes asintió con un movimiento brusco. La boca de Wes
estaba torcida en un gruñido, y sabía que la ira estaba dirigida principalmente hacia sí mismo.

—Joder—, murmuró Leo, apoyándose contra la isla, con la cabeza cayendo hacia el suelo.

—¿Debería alguien... ir a estar con ella? — preguntó Caleb.

—Ella pidió estar sola y yo…

—Nadie tiene derecho a ver eso excepto Lola—, dije, asintiendo a Wes. —Y si ella... Dios, no sé
qué es lo correcto. No me gusta pensar en ella estando sola pero…

—Pero no estoy seguro de que podamos irrumpir en su espacio ahora mismo—, murmuró Leo al
suelo.

—Prepararemos un plato de comida para ella. Le damos… no más de una hora. Tiene derecho a...
Pero es nuestro trabajo como... —Matthieu respiró hondo y nos miró a los ojos, —... como su manada
potencial, es asegurarnos de que supere esto y no asuma la responsabilidad de lo que pasó sobre sus
hombros. Necesitar espacio y aislarse son dos cosas diferentes.

—De acuerdo, — dijo Caleb, y el resto de nosotros murmuramos asintiendo.


El humo y el olor del ajo quemándose se elevaron de la cocina, y Leo maldijo y apagó los fuegos,
sacudiendo la cabeza.

—Honestamente, sin embargo. ¿Quién puede decir que tiene hambre en este momento? —preguntó
Leo, y nadie respondió.

Lola no bajó a cenar. En algún momento, la ducha corrió en la habitación de invitados. Corrió, y
corrió, y corrió. Matthieu y Wes estaban en sus oficinas, y el resto de nosotros estábamos acurrucados
juntos en la pequeña biblioteca de Caleb. Las tres habitaciones estaban a una distancia audible de la
habitación de invitados, y la manada entera esperaba el sonido de la puerta abriéndose. Yo estaba
acurrucado entre mis dos alfas, Leo al otro lado de Caleb, pero el estado de ánimo no era bueno. Todo
nuestro vínculo estaba lleno de estrés y preocupación, y era como si cada minuto que pasaba añadiera un
ladrillo de cemento a mi pecho.

—¿Cuánto tiempo ha pasado? — Susurré.

—Una hora. Pero yo…— Caleb suspiró. —No sé si es un alfa lo que debería ver en este momento.

Leo se movió al final del sofá y me senté para mirarlo. —¿Puedo... puedo ir yo también?

Sentí la negativa de Leo en mi pecho como una pared de ladrillos, pero pareció derrumbarse con el
impacto, y detrás solo estaba la preocupación honesta y gentil de Leo.

—¿Podrías ir a ver si puedes convencerla de que se acueste con todos nosotros? —preguntó Leo.

Me senté más derecho. Leo y Lola tenían una fuerte conexión. De todos nosotros, estaba bastante
seguro de que Leo era el que mejor podía sobrellevar las luchas de Lola. Y en cuanto a los alfas... Lola
se volvió hacia ellos en busca de protección y una especie de escudo. Asumí que yo sería la última opción
para ir con ella ahora.

—Ella te ama—, me recordó Leo. —Todo lo que tienes que hacer es entrar y estar con ella. Sentir
qué está dispuesta a hacer.
Asentí y me levanté del sofá. Podría hacer eso. Había cosas en las que confiaba: sexo, risas y fiestas,
y ninguna de ellas se aplicaba aquí. Pero Leo me conocía, y si pensaba que podía ayudar a Lola en este
momento, eso es lo que haría.

Matthieu estaba en el pasillo cuando salí de la biblioteca, pero solo estaba de pie y mirando hacia la
puerta, con el ceño fruncido.

—No sé qué hacer—, susurró.

—Déjame—, le dije. Él asintió, pero no se movió cuando me acerqué a la puerta.

La empuñadura giró, produciendo un alivio sorprendente al quitar un peso de mi pecho. Al menos


no nos había dejado fuera. Estaba oscuro en la habitación y la luz del pasillo caía sobre las piernas
inmóviles de Lola en la cama. Estaba de costado, de cara a la puerta, vestida con pantalones de chándal
y uno de los suéteres de Leo. Estaba tan quieta como una muñeca cuando entré, con los ojos fijos en la
pared.

¿Debería hablarle? ¿Esperar a que ella me reconociera?

Leo iría y se sentaría a su lado y le quitaría el pelo mojado de la mejilla. Caleb o Matthieu la
levantarían en sus brazos y la envolverían y ronronearían hasta que se quedara dormida. Pero ellos no
estaban aquí.

Me moví al otro lado de la cama y me deslicé detrás de ella, cerca pero sin amontonarme, uno de
mis brazos pasando por encima de su cintura para enredar mis dedos con los de ella a la altura de su cara.

—Estoy bien—, dijo Lola, sonando exactamente como lo contrario. Yo sabía que en su cabeza, ella
estaba otra vez en ese lugar.

Probé, mientras me deslizaba más cerca de su espalda, suspirando cuando sus piernas se entrelazaron
con las mías y sus dedos apretaron mi mano.

—Creo que debería estar sola esta noche—, dijo a continuación.

Mierda. Esta era la parte a la que le tenía miedo. ¿Empujar o retroceder? ¿Qué era más valioso para
ella en este momento? ¿Ser cuidada o ser obedecida? Tenía la sensación de que sin importar lo que
eligiera, estaría cometiendo un error. No había una hoja de ruta que me condujera con seguridad a través
de este camino.

—Lo sé... sé que probablemente quieras eso. Pero creo que podrías estar equivocada—dije,
maldiciéndome en mi cabeza una y otra vez mientras exponía las palabras de la manera más amable
posible—. Me iré si me lo vuelves a preguntar, pero creo que sería mejor si alguien más estuviera aquí
contigo.

No tengo que ser yo, pensé, pero realmente no quería que me enviara lejos. Se había duchado con
los productos de cancelación de olores por primera vez en semanas, lo que me entristeció un poco.

Lola soltó mi mano y rodó hacia mí, y me preparé para que me empujara.

—Bien—, murmuró, metiendo la cara debajo de mi barbilla y cruzando los brazos entre nosotros.

Realmente no parecía una victoria.


TRECE
Lola

Cada minuto del día siguiente, pasó por mi cabeza. Ahora sabía cómo eran sus rostros. Ahora sabía
lo que me hicieron. Ahora sabía por qué me dolió como lo hizo a la mañana siguiente. De dónde vinieron
los moretones. Por qué me estremecía durante meses después cuando alguien se acercaba a mí.

Conseguí pasar el día. Despierta, dúchate, desayuna, y aceptar los besos en mi mejilla, los dedos en
mi cabello, los brazos alrededor de mis hombros…

No fue incómodo. Aún me sentía bien si Matthieu acariciaba mi frente o que Leo besara mi
mandíbula al pasar. Es solo que lo bueno estaba enterrado bajo un manto de un recuerdo mohoso e
imágenes que había visto en una pantalla. ¿Seguía siendo esa chica de la cama que se movía cuando se
le decía, que lloraba, obedecía y se dolía? La encerraría, pero no permanentemente. Ella solo se había
estado escondiendo de la vista.

Aun así, estaba funcionando. Fui con Wes por la mañana a hacer otro informe policial sobre el intento
de secuestro. Encontré un terapeuta donde podía conseguir una cita para la próxima semana. Hice mi
trabajo en la revista y me senté a cenar con la manada.

Era solo que no estaba sola ahora. Ella estaba sentada conmigo, en cuclillas en mi pecho y haciendo
una mueca a cuenta de las miradas de los hombres a mi alrededor.

—¿Alguien me llevaría a mi apartamento mañana? — pregunté, llevándome un tenedor de ensalada


a la boca. Quería mis viejas zapatillas de deporte en caso de que tuviera que correr de nuevo, a pesar de
que sentí mi cuerpo extrañamente flácido y débil durante todo el día.

Atrapada entre dos alfas vagamente familiares de la pandilla, con las manos golpeando mi piel
mientras gemía y hacía lo que me decían.

—¿Tu apartamento? — Matthieu preguntó en el silencio que siguió.


Miré alrededor de la mesa y me di cuenta de que toda la manada me miraba en estado de shock. —
Han pasado un par de semanas, debería asegurarme de que todo esté bien, ¿no?

—He hecho que los muchachos lo revisen al menos una vez al día—, dijo Wes.

Parpadeé, frunciendo el ceño mientras miraba a Wes. —Pero eso es mucho problema.

—No lo es. — Wes fue firme. Retírate, me dije. Estaba segura de que no todos sus empleados sentían
que revisar dos veces mi apartamento valía la pena el tiempo extra que ocupaba en lo que tenían que ser
unos horarios apretados de por sí, pero también estaba segura de que no tenía ganas de discutir.

—Deberías rescindir tu contrato de alquiler—, dijo Rake, encogiéndose de hombros y dando un


mordisco a las enchiladas que Leo había preparado para la cena.

—¿Por qué tengo que rescindirlo? Apenas llevo tres meses —dije. Miré a los demás y me pregunté
si me estaba imaginando la manera en que ninguno de ellos me miraba a los ojos. ¿Les había hablado
Wes del vídeo? ¿Era solo que yo me retiraba, o estaban tan disgustados conmigo, como yo? —Quiero
decir, sé que no sabemos cuánto tiempo pasará antes de que atrapen a Indy, pero... no puedo quedarme
aquí indefinidamente.

La mano de Matthieu atrapó la mía cuando cogí mi copa de vino y la llevó a su regazo, inclinándose
sobre el brazo de su silla para sostener mi mirada. —Sí puedes, Lolotte. Todos esperamos que lo hagas.

—Si la habitación de invitados es demasiado pequeña, puedo cambiar fácilmente contigo—,


intervino Caleb antes de que las palabras de Matthieu tuvieran tiempo de asentarse.

—Me encargaré de Indy en poco tiempo, cariño—, gruñó Wes.

—¡Pero eso no significa que debas irte! — Rake se apresuró a agregar.

—Rayo de sol, no tengas tanta prisa—, dijo Cyrus.

Los miré a todos boquiabierta, ya que cada uno de ellos tenía una expresión seria y nerviosa. Leo
era el único que no había hablado, y lo miré el último.

—Te lo dije —dijo, con una mirada amable, pero mirándome con atención.

Creo que necesitas reconciliarte con la idea de que la manada querrá que te quedes.
Él me lo había advertido.

Pero pensé que se refería a... dentro unos años. O al menos dentro de un año. Ni siquiera había pasado
un mes desde el celo de Rake.

Tranquila, Lola. Sé justa con ellos, y justa contigo misma, me ofreció el lado más amable de mis
pensamientos.

¿De verdad vas a dejar que se encarguen de la chica de ese vídeo? respondió la otra mitad de mí.

—¿No están preocupados de que esto sea… una oferta muy prematura? Yo… yo no llevo aquí mucho
tiempo y…

—Lola, supe desde el día que viniste por primera vez a esta casa que nos pertenecías—, dijo Rake,
inclinándose sobre la mesa. —Quiero que vivas aquí permanentemente. Quiero que estés unida a mis
alfas para saber que siempre estarás con nosotros.

—Está bien, estoy de acuerdo, pero creo que será mejor que cubramos...—, comenzó Leo, poniendo
su mano sobre el hombro de Rake.

—Los vínculos se pueden arreglar—, ronroneó Matthieu, apretando mi mano.

Mi silla chirrió contra el suelo y yo me encontraba en pie antes de darme cuenta, mientras la
habitación giraba a mi alrededor. Mi mano todavía estaba caliente por el toque de Matthieu, pero la
acunaba contra mi pecho, tratando de contener el torrente que me atravesaba.

—¿Qué pasó con los de un paso a la vez? — Caleb le murmuró a Rake.

—Lola, espera—, murmuró Leo, haciendo retroceder su silla. —Sé que parece mucho a la vez,
pero…

—Yo…— No puedo, no puedo, no puedo. No me querréis. ¡No puedo simplemente unirme a la


manada así! Y si…

—Lola, preciosa. — Leo salió de detrás de su silla, trotando alrededor de la larga mesa del comedor
mientras yo me levantaba de mi propio asiento. Matthieu se apresuró a seguirme, y en un momento yo
estaba enjaulada entre ellos, con el instinto de echar a volar aumentando rápidamente en mi pecho, como
un pájaro asustado en una rama.
—Lolotte, ninguno de nosotros tiene dudas—, murmuró Matthieu, agachando la cabeza para tratar
de mirarme a los ojos mientras buscaba mi ruta de escape. —Y no hay promesa tan segura como un
vínculo. Nunca tendrás que preocuparte de que te dejemos.

—Porque no pudiste —dije, en voz alta y sin aliento, preparándome para enfrentarlo. —Pero, ¿y si
te arrepientes de eso? Matthieu, soy un desastre.

—¡No eres un desastre! — dijo Rake.

La cena estaba jodidamente arruinada. Yo lo había conseguido.

—Lola, escucha. Esta conversación no tiene que desarrollarse en este mismo momento. Primero
hablemos de tu apartamento. Sé que son solo dos semanas, pero ¿te sentirías lista para mudarte aquí de
forma permanente? Entonces no tendrías que preocuparte…

—No. No, no, no. No estoy lista. ¿No ha aclarado eso esta semana? — Pregunté, mirando a Leo con
ojos salvajes mientras un puño de pánico apretaba mi garganta. —Pasé un año completamente encerrada,
¡y apenas he hecho progresos ahora!

—Eso no es verdad en absoluto, amor, — dijo Caleb.

—Lola, el hecho de que hayas estado aquí con nosotros demuestra cuánto progreso has hecho—,
argumentó Cyrus.

—Creo que todos debemos dar un paso atrás—, dijo Wes, mirándome con atención.

—Leo, te amo, lo hago—, murmuré, con los ojos llenos de lágrimas. —Pero no puedo, estoy tratando
de no ser un vagón entero lleno de equipaje problemático, en serio que no, pero no puedo poner todo lo
que arrastro sobre la manada…

—Lola, no eres una carga—, me dijo Matthieu al oído.

—Soy una carga para mí misma —, le espeté, cerrando los ojos con fuerza. —¡Solo trata de imaginar
lo que ustedes habrían pasado si hubieran estado unidos a mí anoche!

—Habríamos sabido que estabas a salvo cuando llegaste a casa —dijo Rake, levantándose.
—¡Y habrías sentido todo lo que sentí mientras veía ese maldito video!— Grité, silenciando a los
hombres a mi alrededor. Abrí los ojos de nuevo y los miré uno a uno. —No tienes ni idea, — dije, con la
voz entrecortada y mi cabeza temblando—. Y no quiero que lo hagas. ¿No pueden entender que quiero…
sentirme bien por todos ustedes? Pero algunos días simplemente no puedo. Ahora mismo no puedo.

—El vínculo no se trata de lo que puedas aportarnos, Lola—, dijo Caleb.

—Debería serlo. Todo esto entre nosotros es tan desigual, solo me apoyo constantemente en todos
ustedes…

—¡Pues apóyate en nosotros, Lola! — respondió Matthieu, perdiendo finalmente la calma. Salté a
causa de su ladrido, y él siseó, dándose la vuelta y cubriéndose la cara. —Lo lamento. Lo siento, yo
sólo…esto puede ser fácil, cariño. Realmente puede serlo.

—No para mí—, susurré, elevando los hombros. Estoy tratando de ayudarte, Matthieu.

El toque de Leo fue débil en mi brazo y me giró lentamente. —Sé que esto te está abrumando. Pero
escucha, un vínculo no es una calle de sentido único y, a pesar de la dirección que está tomando esta
conversación —gruñó, mirando a Matthieu y luego a Rake—, eso no tiene por qué ser un obstáculo que
saltemos ahora mismo. Cuando llegue ese momento y te sientas lista, puedo decir honestamente que las
cargas son más fáciles de llevar con más de un par de manos.

Negué con la cabeza y él me hizo callar, apretando mi brazo suavemente y deteniéndome. —Solo
piensa a largo plazo. Estamos totalmente decididos a que vivas aquí con nosotros y seas parte de esta
manada de la manera que quieras. Y si tú también quieres eso, nos encargaremos de ello.

Sonaba muy simple, pero en estos momentos parecía como el rompecabezas más complicado del
mundo. Y sobre todo en lo que seguía pensando era en ese maldito video. ¿Y si lo vieran? ¿Qué pasaría
si supieran esa pregunta inquietante que rondaba por mi cabeza? ¿Había hecho que eso sucediera al
querer la atención de los alfas? ¿Lo había disfrutado?

—Estoy frita—, le dije a Leo, y su expresión esperanzada se derrumbó.

—Lola, por favor.


—Solo necesito retirarme un poco. No soy…— Los miré a todos, a la hermosa cena y los brillantes
cubiertos y cada uno de sus rostros perfectos, perfectos para mí, pero no para ella. —Les estoy
escuchando, ¿de acuerdo? Y trataré de… de lidiar con mis complejos y volver lista para dejarnos seguir
adelante.

—¿Regresar? — preguntó Matthieu.

Tragué saliva y me giré para mirarlo, y el crudo dolor de su expresión me golpeó. Me había ofrecido
un vínculo, y yo se lo había tirado a la cara... Razón de más para poner mi cabeza en orden.

—Solo un poco de espacio, por favor, — susurré. —Si estoy aquí, sentiré como una presión cada
vez que esté con uno de ustedes. Solo necesito dar un paso atrás y resolver esto por mí misma.

Leo resopló, tropezó hacia atrás y golpeó la pared, su rostro vacío mientras levantaba los ojos hacia
el techo. Rake parecía destrozado y se dejó caer de nuevo en su silla. ¿Estaba cometiendo un error, o yo
era el error? Todo estaba muy confuso en estos momentos, y el flagrante tortazo en la cara de la
conversación me estaba afectando. ¿Aceptaría ser miembro de la manada? Hoy no, no lo haría.

—Lo siento, — dije. Estás perdiendo tu oportunidad. Están mejor sin ti. Este era el lado de mí que
no quería que conocieran, que se sintieran acechados en el vínculo por un depredador. ¿Los golpearía a
ellos como me golpeó a mí? Nadie me respondió, y el aire estaba viciado en la habitación. —Estoy
tratando de hacer lo correcto. Por mí y por todos ustedes.

—Sabemos que lo haces, amor—, dijo Caleb, con una suave mueca en los ojos.

Simplemente no pensaron que yo tendría éxito. Mierda.

—Solo voy a subir las escaleras —dije, empujando a Matthieu y dirigiéndome al pasillo.

Dije que necesitaba espacio, y ahora necesitaba averiguar cómo iba a encontrarlo. Todo porque
quería pasar por mi casa mañana y agarrar un par de jodidas zapatillas de deporte.
Estaba empacando sin pensar una bolsa de lona en la habitación de invitados, medio consciente de
mis propias acciones, cuando llamaron a la puerta. Miré la bolsa en la cama e hice una mueca.

¿Estas corriendo? Preguntó la voz de Leo en mis pensamientos. Sí, lo hacía.

—Adelante, — llamé, mirando mi bolso. ¿Debería desempacarlo todo? ¿Ir abajo y disculparme y
rogarles que no se rindieran conmigo?

¿Y dejarlos atrapados con ella?

—Hola, corazón.

Suspiré cuando Wes entró en la habitación de invitados y se sentó inmediatamente en la cama. Me


había estado evitando tanto como podía desde que me dejó ver el video anoche. Ya había visto suficiente
al principio, y no lo culpé por mantener las distancias. Empujé la bolsa de lona a un lado y Wes extendió
la mano, guiándome suavemente para que me sentara en la cama a su lado. Nuestros cuerpos chocaron
cuando nos hundimos en el colchón, y me sorprendió lo tranquilizada que me sentía.

—Esto es para ti—, dijo Wes, tendiéndome un teléfono móvil nuevo. —Yo... tiene un servicio de
seguimiento, pero puedo mostrarte cómo apagarlo si quieres.

Negué con la cabeza. —No, está bien. Estoy bien con el hecho de que sepas dónde encontrarme.

—Dime que no vas a hacer la maleta—, dijo Wes, mirando la bolsa de lona detrás de nosotros.

—No para… no para irme, — dije. Resoplé y me incliné hacia delante, apoyando los codos en las
rodillas y la cabeza entre las manos. —Dios, no sé lo que estoy haciendo. Solo sé que no me siento lista
para ustedes.

—Cariño, yo tampoco me siento listo para ti. Me asustas como la mierda.

Levanté la cabeza para mirar boquiabierta a Wes, y él se encogió de hombros.

—¿Qué pasa si no puedo protegerte, y alguien te agarra y te decepciono después de todo lo que te
prometí? ¿Qué pasa si te das cuenta de que no soy uno de los hombres de esta manada con los que quieres
un vínculo permanente? Te conozco y no nos hemos metido en nada todavía, no como tú lo has hecho
con los demás, pero estoy ahí. He estado ahí desde que no dejaste de mirarme la noche de esa estúpida
fiesta de moda. Nadie se molesta nunca en mirarme, y eso está bien…
—No es cierto. Me encanta mirarte. Eres guapo, inteligente, sexy y respetuoso —dije rápidamente.
Cualquiera que no viera el valor de Wes estaba perdiendo al menos cuatro de sus sentidos además de ser
emocionalmente ciego.

Él resopló y giró la cabeza sobre los hombros, disolviendo la tensión. —Mierda, Lola, no me estás
poniendo esto más fácil. Solo... solo trato de decir que está bien sentir que aún estás a mitad del viaje y
saber que somos tu destino. No tienes que estar lista todavía.

—Rake quiere...

Wes se giró, rozando mis rodillas con las suyas. Me senté, y sus manos ahuecaron mi rostro. —Oye,
amo a Rake, sabes que lo hago. Y no le digas que dije esto, pero al final, Rake no es un alfa —dijo en
voz baja, inclinando la cabeza sobre la mía—. Él podría querer que tengas un vínculo con nosotros, pero
la decisión es entre tú y quien tú elijas. Además, es un jodido impaciente, no te preocupes por eso.

Me reí por primera vez en veinticuatro horas y puse los ojos en blanco. Eso era cierto. Baby también
lo era, ¿no? Tal vez era un rasgo omega.

La mano de Wes se posó sobre la mía, sus dedos gruesos giraron mi palma hacia arriba, y su toque
me hizo cosquillas en la piel sensible. Podía verlo rumiando palabras en su cabeza, tratando de armarse
de valor para hablar, y yo era feliz de esperar.

—No quiero aumentar la presión, y he estado tratando todo este tiempo de que encuentres tu propio
camino en la manada. Pero no quiero que salgas de esta casa, aunque sea por un rato, sin saber que te
quiero, Lola. Más de lo que he querido a nadie en mi vida—. Wes tuvo que agacharse para que
estuviéramos a la misma altura de ojos, era un gigante, pero sus ojos sostuvieron los míos mientras
continuaba. —Nunca dudé de que Rake fuera mi omega, pero ahora sé que eso fue porque me deja
espacio para enamorarme de ti, para que mi mundo gire a tu alrededor.

Tenía el corazón en la garganta. Wes y yo habíamos estado holgazaneando en algún lugar casi todo
este tiempo, pero lo que había estado creciendo entre nosotros era tan poderoso como lo que había entre
los demás y yo. Y tal vez era horrible por mi parte, pero me sentí bien al escuchar a Wes decir que yo era
su centro y no Rake, una almohada que sofocaba de manera temporal, la parte más fea e insegura de mí
misma.
—El video…— comencé, con los ojos parpadeando rápidamente.

—El video no significa una mierda para mí, aparte del hecho de que te lastimó. Que devolvió esta
mirada angustiada a tus ojos —dijo Wes, levantando la mano y acariciando mi pómulo con el pulgar. —
Esos hombres eran monstruos.

Respiré hondo y levanté los ojos. —¿Y si yo lo quise? ¿Y si fue culpa mía?

—Lola, cariño, no. Ni siquiera lo recordabas. Eso no es consentimiento—, dijo Wes. —No importa
si quieres que los alfas te presten atención. No importa si te gusta el sexo duro o que te digan qué hacer.
La única persona que puede decirte si esa noche fue tu elección o no eres tú.

—No lo fue— dije, y la declaración llegó con facilidad y lágrimas.

Wes asintió, con expresión abierta y honesta como siempre. —Si necesitas irte y recuperar el aliento,
está bien—, dijo. —Solo necesito que sepas que ya estoy esperando a que vuelvas, Lola.

Empujé el pecho de Wes, estirándome y atrapando su fuerte mandíbula en mis manos. Incliné la
cabeza y acerqué su boca a la mía, juntando los labios, nuestras respiraciones mezclándose mientras nos
dábamos besos suaves y exploratorios. Wes gruñó cuando me incliné hacia él, cada vez más necesitada
y arrastrando mis dientes sobre sus labios, queriendo más. Sus brazos se extendieron por mi espalda,
arrastrándome hacia su pecho, y mi cuerpo se tensó en un arco contra él. Fue el primer contacto sexual
real que tuve con alguien desde que vi el video, y fue como si Wes estuviera borrando todos los toques
fantasmas que me habían quedado.

Gemí y me incliné hacia él mientras chupaba mi lengua, tratando de arrastrarme más en su abrazo
cuando ya estaba pegada a él. Las manos de Wes abarcaron mi espalda, los dedos presionando mis
omóplatos, y nuestros corazones latían al unísono contra el pecho del otro. Empujé, y Wes siguió mi
ejemplo, cayendo sobre la cama y luego rodando para cubrirme. Se le cortó la respiración y su agarre
sobre mí se aflojó cuando comenzó a levantarse.

—No, quédate —dije, con mis piernas deslizándose por debajo de él para ayudarle a sostenerse
contra mí.
Wes ronroneó, y mis ojos se cerraron ante el sonido, sedoso y tranquilizador. Su aliento rozó mi
mejilla, y luego sus labios se presionaron en una larga serie de besos por un lado de mi mandíbula y luego
por el otro. Sus dedos tocaron mi cara de lado a lado mientras continuaban el lento camino por mi
garganta, sobre mi clavícula. Me estremecí debajo de él, se me puso la piel de gallina, y Wes se inclinó
hacia un lado, con los dedos trazando el camino de sus besos y continuando hacia abajo sobre mi camisa,
entre mis senos.

—Dijiste que me he estado conteniendo—, murmuró Wes, su voz baja y rasposa mientras se callaba.
—He tenido miedo de asustarte.

Mis ojos se abrieron, levanté la mano para enganchar un dedo en el cuello de su camiseta y acercarlo
de nuevo. —No me asustas. Me haces sentir segura. Y cuando estamos juntos así, me empapas— dije.

El ronroneo de Wes tembló, y él se zambulló de nuevo, mientras nuestras bocas chocaron y su mano
presionó mi estómago, acariciando mis costillas para agarrar un seno y luego descender entre mis muslos
para ahuecar mi sexo sobre mis mallas.

—¿Es eso cierto, cariño? ¿Te estás mojando por mí?— Wes gruñó, frotándome dulcemente con dos
dedos a través de las capas de tela.

Gemí y asentí. —Sabes que yo también te quiero, ¿no? Sé que soy un desastre en este momento…

—No eres un desastre—, dijo Wes, mordiendo mi labio inferior.

—Pero no estoy confundida acerca de lo que siento por ti, por la manada—, terminé, con los ojos
muy abiertos incluso mientras retorcía mis caderas contra sus dedos burlones.

—Lo sé, cariño. La conversación de esta noche no salió como ninguno de nosotros quería. No te
preocupes por eso ahora, solo déjame tocarte—, dijo Wes con voz áspera, agachando la cabeza a por un
beso profundo.

Se tragó mis suspiros y gemidos, y mi cuerpo se estremeció contra él cuando su mano dejó mi centro
para deslizarse debajo de mi suéter, tirando hacia abajo de la copa de mi sostén para pellizcar
juguetonamente mi pezón. Jadeé contra sus labios, y mi propio toque viajó por debajo de su camisa.

—Benditos músculos, Batman—, murmuré, alejándome del beso.


Wes se atragantó con su propia risa cuando luché con su camisa hasta su estómago, revelando un
conjunto cincelado de abdominales y pectorales que quería apretar de la misma manera en que Wes había
estado sosteniendo mis senos. Excepto que cuando lo hice, estaban apretados y firmes.

—Déjalo—, se rio Wes, sonriendo por encima de mí, y su sonrisa sacudió las telarañas oscuras de
mi cabeza.

—No puedo. Tu pecho es un canto de sirena. Dios, Wes, ¿quién te dejó usar camisas? Es un crimen.

Wes gruñó y atrapó mi mano que había estado acariciando los bordes de su tableta de chocolate,
empujándola por encima de mi cabeza y fijándola allí. —¿Así está bien? — preguntó.

Sonreí porque fue lo suficientemente cuidadoso como para hablar conmigo y lo suficientemente
valiente como para tratar de dominarme, especialmente después de nuestra conversación. Wes podría
haber estado conteniéndose por un tiempo, pero había estado usando ese tiempo para observarme.

—Sí, quiero decir, extraño tus abdominales, pero… ¡mmph!

Wes convirtió el beso en un reclamo feroz, con una de mis manos atrapada y la otra libre para
envolver sus hombros, sosteniéndolo contra mí mientras lo dejaba hacerse cargo. Finalmente, mi… este
alfa se estaba soltando de nuevo, dándome más de lo que había probado en el gimnasio aquella noche.
Sus dientes arañaron mi labio inferior, mordiendo y besando desde mi mandíbula hasta mi garganta,
atormentando los músculos de mi hombro con un suave mordisco. Su mano libre volvió a mi estómago
con suaves golpecitos de sus dedos sobre mis costillas.

—Wes, por favor—, susurré.

—Lo sé, cariño. Quiero verte desmoronarte tanto como lo haces—, gruñó Wes.

Sus dedos se engancharon en la cintura de mis pantalones y la ropa interior, tirando de ellos hacia
abajo mientras yo me movía para ayudar, pero no se molestó en tirar de ellos hasta el final, dejando mis
muslos apretados. Apenas estaban sobre mis caderas cuando perdió la paciencia, y sus dedos se deslizaron
contra mi húmedo sexo, y su gruñido resonó contra mi cuello. Con mis muslos atrapados, los dedos de
Wes tuvieron que apretarse contra mí, acariciando los labios de mi coño y arremolinándose sobre mi
clítoris.
Traté de bajarme la ropa por las piernas, pero Wes levantó la cabeza y captó mi mirada, las fuertes
líneas de su rostro firmes mientras me miraba. —Déjalos.

Sus ojos sostuvieron los míos, mirándome mientras forzaba su mano con fuerza contra mi sexo,
presionando mi abertura, apenas capaz de entrar dentro. Abrí la boca con un grito ahogado y Wes
ronroneó cuando me apretujé a su alrededor.

—Es así de apretado, ¿eh? — preguntó.

Lo era, y los ya gruesos dedos de Wes se sentían aún más dentro de mí. Asentí, gimiendo mientras
lamía mis labios, y Wes me cubrió de nuevo, su pulgar encontró mi clítoris mientras robaba suaves besos
de mis labios. Quería montar sus dedos, abrirme para que él me tomara, pero me tenía atrapada. Y en
lugar de sentir miedo, todo lo que sentí fue alivio. Estaba con Wes, estaba a salvo. Todo lo que quería era
hacerme sentir bien.

La mejilla de Wes acarició la mía, sus dientes mordisquearon el lóbulo de mi oreja y lo succionó
suavemente. —Quédate, cariño, no te vayas. Sé que necesitas pensar, pero quédate— susurró en mi oído.

Su mano se acurrucó más cerca, los dedos deslizándose más profundamente para abrirme mientras
su pulgar rozaba mi clítoris, y chispas de calor y lametones de placer perseguían cada uno de los
deslizamientos y remolinos.

—Wes, yo...— Pude haber dicho que sí en ese momento, dejar que me adormeciera en una aceptación
ebria de sexo, pero Wes se zambulló y cubrió mis labios con los suyos, hundiendo la lengua y follando
mi boca mientras sus dedos trabajaban mi coño.

Gemí y pasé mis dedos por su cabello, hice lo mejor que pude para mecerme con su toque mientras
me conducía alto, más alto, justo hasta la cima.

—Córrete para mí, cariño—, murmuró Wes contra mis labios, y luego se encorvó y me mordió suave
el hombro, el preludio de un mordisco.

Me puse rígida y grité cuando el orgasmo me reclamó con un repentino chasquido, los dedos de Wes
me follaron durante la caída hasta que temblé sin control. Tiré de la mano que me sujetaba y me soltó,
dejando un rastro de besos sobre mi mandíbula, mis labios y el puente de mi nariz.
—Jodidamente hermosa—, murmuró Wes, acariciando mi mejilla.

—Desnúdate, dame, quiero... —Tenía las piernas temblorosas y sin aliento por la liberación, pero
tiré de la camisa de Wes y busqué a tientas la hebilla de su cinturón.

—Mm, espera—, dijo Wes, agarrando mis manos y rodando hacia un lado. —Yo también quiero
hacerlo, pero si todavía sientes que necesitas irte, entonces necesito que esto pase más tarde.

Me detuve, acostándome de lado con mis mallas alrededor de mis muslos, y uno de mis senos salió
de entre mi sostén y el suéter. Wes, miró hacia abajo, pareció darse cuenta de lo mismo, y alisó mi sostén
y el suéter mientras se inclinaba para darme otro beso.

—Lo siento, no estoy tratando de negarte el sexo, sinceramente. Yo solo… no quiero que esto suceda
mientras estás pensando en irte y que yo estuviera tratando de convencerte de que te quedes—, dijo.

Dejé escapar un suspiro y colapsé, levantando los ojos hacia el techo. Mierda. O carajo, en este caso.
Y Wes tenía razón: si tuviéramos sexo en este momento, me sentiría el doble de confundida después, sin
importar lo dulce que fuera. Mis ojos se deslizaron hacia Wes y encontraron los suyos enfocados en mi
sexo, una especie de orgullo feliz vidriado sobre su rostro que me hizo sonreír.

—Tienes razón. — Levanté mis caderas y me subí la ropa, haciendo una mueca al sentir las bragas
húmedas y frescas. También necesitaba un cambio rápido ahora, antes de irme.

—Sin embargo, tengo un problema contigo, cariño—, dijo Wes, frunciendo el ceño y abriendo los
brazos para dejarme espacio en su pecho. —No puedes quedarte sola en tu apartamento.

—Ah, sí, ya pensé en eso—, dije asintiendo. —Sé a dónde quiero ir en su lugar.
CATORCE
Lola

El Plaza se veía diferente a como era hace un año, más brillante y pulido. Baby había mencionado
que habían remodelado los pisos superiores mientras hacían una especie de casa familiar en una de las
alas, pero no me había dado cuenta de cuánto cambiaría el lugar. Si no fuera por los familiares letreros
de neón, no habría reconocido el LNH Plaza cuando nos detuvimos. El alivio me llenó cuando entramos
en el camino. Era un poco más fácil fingir que se trataba de un edificio completamente nuevo y no en el
que había estado en la parte trasera de la moto de Indy.

Me las arreglé para convencer a toda la manada de que no me llevaran, otra fuente de alivio cuando
llegamos al estacionamiento del LNH Plaza y lo encontramos sorprendentemente ocupado, incluso
durante casi la medianoche de un martes. No quería largas e incómodas despedidas frente a una multitud.
Rake estaba de mal humor en casa con Cyrus como compañía. Matthieu me había dejado irme con un
gruñido beso, sus manos en puños como garras contra mi espalda mientras yo me escapaba. Caleb me
había dado un beso de despedida con una mirada herida escrita en su hermoso rostro, casi haciéndome
cambiar de opinión.

Al final, estaban Leo y Wes en los asientos delanteros del coche, los ojos de Leo observando la fila
de motos.

—¿No te preocupa tratar con alfas? — preguntó Leo, girándose en su asiento para mirarme.

Me encogí de hombros. Si, estaba preocupada. —Estoy tratando de verlo como… una especie de
prueba. Necesito existir en el mundo, fuera de la burbuja donde me siento segura, ¿verdad?

—Correcto—, dijo Leo, algo a regañadientes.

—Baby dice que me detenga en la parte de atrás—, dije, mirando el texto en mi teléfono.

Wes rodeó el Plaza hasta la parte de atrás, donde me sorprendió encontrar un pequeño huerto en un
área cerrada y una pequeña colección de coches. También había una pequeña zona de asientos al final de
la barra, donde un grupo de motoristas vestidos de cuero estaban sentados y fumando. En el centro del
edificio, frente a una puerta abierta, estaba Baby con su alfa, Scorch.

Saludé por la ventana, mis ojos se abrieron cuando Baby miró fijamente al coche, específicamente a
Leo en el asiento del pasajero. Ups, ¿qué me perdí de decirle cuando le pregunté si podía quedarme?

—Lola…

—Regresaré a la casa pronto—, dije antes de que Leo pudiera continuar, inclinándome hacia el
asiento delantero y besándolo en la mejilla. Giró la cabeza, extendiendo la mano para sostener mi cara
para darme un beso más completo.

—Será mejor—, susurró. —Y no tienes que estar lista para todo, ¿de acuerdo? Joder, Lola, ojalá
pudiéramos haber borrado la cena por completo.

—No es solo la conversación en la cena. Y esto no es una ruptura en la relación— dije, acariciando
la mejilla de Leo. —Esta soy yo, voy a pasar el rato con mi amiga por unos días. Y pensar mucho en la
relación y, con suerte, superar este gran muro en mi cabeza sobre el asunto de la pertenencia. Llevo
retraso en charlas de chicas.

Suspiró y se echó hacia atrás, ofreciéndome una sonrisa poco entusiasta. —No puedo discutir contra
la charla de chicas.

—Si no hubiera sido por el secuestro de Indy, no habría estado en la casa todas las noches, ¿verdad?
Me estoy poniendo al día con el hecho de respirar—. Me sentía más nivelada después de mi tiempo con
Wes, más como si volviera a ser dueña de mí misma y menos como si estuviera albergando una versión
parásita de mí del pasado. Pero me estaba apegando a mi solicitud de espacio, y los Aulladores parecían
el lugar más seguro para encontrar ese espacio en este momento.

—Esa omega parece que está a punto de quitarle la llanta a mi coche, cariño—, dijo Wes.

Me eché hacia atrás y encontré a Baby todavía mirando el coche con sospecha.

—Te amo—, dijo Leo con una urgencia que hizo que me doliera el corazón.

—Leo, bebé, yo también te amo. Hablaré contigo mañana, ¿de acuerdo?

Él asintió y sellé mis labios con los suyos antes de girarme y hacer lo mismo con Wes.
—Sé buena y ten cuidado. Seguiré poniéndote un conductor que te lleve de ida y vuelta al Stanmore
todos los días—, dijo Wes.

Casi protesté, pero levantó una ceja en advertencia y asentí en su lugar. —Lo entiendo. Hablaré con
ustedes dos, pronto —. Agarré mi bolsa de lona y traté de no ver la silenciosa súplica en los ojos de Leo
mientras me deslizaba fuera del asiento trasero.

La atronadora expresión de Baby se desvaneció cuando salí del coche, y ella saltó sobre la punta de
sus pies, con los brazos abiertos. Corrí hacia su abrazo, apretándola con fuerza entre mis brazos antes de
darme cuenta de que incluso esto habría sido imposible para mí hace meses. Iba mejorando, la manada
estaba bien. Sólo necesitaba sentirlo de verdad.

—Bullet puede dispararles a sus neumáticos ahora si quieres, tenemos una señal—, murmuró Baby
en mi oído y asintió hacia donde Bullet estaba esperando en el área del patio.

—¡Baby! No estoy enojada con ellos —dije, inclinándome hacia atrás y ofreciéndole una sonrisa
desconcertada.

Ella frunció el ceño, confundida. —¿Ah, no? Entonces, ¿por qué ese repentino abandono? No es que
no me alegre de tenerte finalmente aquí.

—Vamos, ustedes dos. Entremos, y les prepararé un trago— dijo Scorch, retrocediendo y
acompañándonos adentro.

—Debería haberte presentado a Leo— dije mientras subíamos las escaleras.

—Honestamente, tu mensaje parecía terrible, y probablemente le habría dado un puñetazo en la cara.


Pensé que les gustaría, no lastimarte, lastimarte, sino angustiarte emocionalmente—, dijo Baby,
agarrando mi mano.

—Me angustié emocionalmente—, dije, sacudiendo la cabeza. —Es ... es algo complejo.

—Bueno, eres más que bienvenida aquí. Tenemos un apartamento tipo estudio abierto en este
momento con un bonito sofá cama o una habitación de invitados en la casa de la manada.
—El estudio suena bien—, dije. Por mucho que me alegrara de pasar este tiempo con Baby, no estaba
segura de estar lista para vivir con ella y sus seis chicos. Sobre todo, porque el Plaza no era del tamaño
de mi... la casa de la manada.

Mírate, acostumbrándote a las mansiones, pensé.

—Ooohh, bien. Ahí es donde preparamos los cócteles y las máscaras faciales y esas cosas. Además,
supuse que probablemente no querrías oírnos hacerlo como conejos por la noche —dijo Baby
encogiéndose de hombros.

—Niña—, gruñó Scorch a nuestras espaldas.

—¿Qué? Soy ruidosa. ¿De quién es la culpa? — Baby miró sobre su hombro, y atrapé a Scorch
resoplando de orgullo. Se detuvo en el rellano, un pasillo corto que salía a nuestra derecha con dos puertas
a cada lado y una justo delante. —Así que el estudio para ti está justo aquí a la izquierda, y esa puerta es
la que da a toda nuestra casa, y puedes tocar en cualquier momento. La puerta de la derecha son las
escaleras que bajan al bar.

El estudio era pequeño pero luminoso y limpio, y había una mesita junto a la ventana con una canasta
llena de lo que sospeché que eran algunos de los materiales de spa personales de Baby. En la semi cocina,
una gran colección de licores y mezcladores esperando en el mostrador me dejó con los ojos como platos.
¿Baby estaba tratando de provocarme un coma etílico?

—Deberías ver la colección de helados en el congelador—, dijo Scorch, sonriéndome. —El


presupuesto que le dio a Books cuando lo envió fue inmenso.

—Pensé que estábamos como... ya sabes, haciendo lo que se hace cuando hay una ruptura—, dijo
Baby encogiéndose de hombros.

Lo que hacían las chicas por una mala ruptura. Negué con la cabeza y fui a sentarme en el sofá junto
a la puerta, metiendo mi bolso en la esquina de la habitación. —No es nada de eso. Aunque, no me
malinterpreten, el helado definitivamente puede quedarse.

—A ella le gusta la ginebra y los cítricos, pero puedes ponerte elegante para nosotros—, murmuró
Baby a Scorch antes de unirse a mí. —Entonces, ¿qué pasó?
—Umm… estábamos cenando esta noche y… Dios, ni siquiera sé cómo sucedió. Pero en un minuto,
estaba pidiendo que me llevaran a mi apartamento, y al siguiente estaban hablando de vínculos y de que
yo me uniría a la manada, y me asusté por completo. Es... Hay más que eso. Mi cabeza está rara en estos
momentos, pero esa es la esencia.

No estaba segura de qué tipo de camarero era Scorch, pero parecía divertirse olfateando el contenido
de las botellas y sumando sin rumbo fijo. Necesitaba tener cuidado con la cantidad que bebía ya que
todavía tenía que ir al trabajo mañana.

—¿No es eso algo agradable? Quiero decir, pensé que ya te estabas convirtiendo en parte de su
manada—, dijo Baby.

—Lo estaba. Yo solo... creo que he estado esperando que cambien de opinión.

—¿Han cambiado de opinión?

—¡No! No, pero…— Mis ojos se movieron hacia donde Scorch estaba terminando de preparar unos
vasos altos con una saludable cantidad de hielo. Se apartó del mostrador y nos los trajo al sofá mientras
yo dudaba en continuar.

—¿Todo bien, niña?

—Todo bien, alfa.

Scorch asintió y nos pasó un trago a cada una. —Me voy. Me alegro de tenerte con nosotros, cariño—
, me dijo.

Hice una mueca al recordar a Wes, a quien ya echaba de menos, y asentí con la cabeza cuando se
fue. Baby estaba sorbiendo su bebida cuando me volví hacia ella, y me detuve probando la mía. Oh, no.
Bajó como un jugo de fruta, pero inmediatamente hizo que mi pecho hormigueara con el calor. Nos
íbamos a emborrachar mucho.

—Así que estoy un poco predispuesta contra las personas que encuentran su manada y luego luchan
contra ella—, dijo Baby lentamente, mirándome con atención. —Jonah, es decir Scorch, puso frenos
durante demasiado tiempo. Así que dime cuál es el problema.
Gemí y me apoyé contra el brazo del sofá, dejando que mi cabeza cayera hacia atrás. —Umh, está
bien. Vayamos hacia atrás. Anoche, vi un video que me hizo Indy. Una noche que no... no recordaba.

—Ay, Lola—. La mano de Baby se levantó para cubrir su boca, los ojos se llenaron de inmediato de
lágrimas. —No...

Me senté y asentí. —Sí. Y eso no fue lo único que sucedió.

Por momentos, y pieza por pieza, me descargué. Pobre Baby, probablemente escuchó lo que se suponía
que debía haberle contado al terapeuta. En algún lugar de las revelaciones, olvidé que Baby estaba
enredada en esta historia mía, mezclada con todo lo horrible que había sucedido con Buzz e Indy. En el
momento en el que desenrollé esa horrenda carpeta roja hasta llegar a mi padre, Baby estaba acurrucada
en el sofá, lloriqueando como una loca.

—Nunca debí dejarte en el bar. Dios, no debí dejar que te fueras con Buzz e Indy cuando viniste
aquí— lloró Baby.

Hice una mueca y negué con la cabeza. —Honestamente, yo… Llamaste a David y su mensaje de
texto fue lo primero que vi a la mañana siguiente, y de repente me di cuenta en ese momento de que
podía irme. En serio pensé que si algún alfa me estaba prestando atención, era bueno. Quería absorberlo
todo. Y luego... y luego fue demasiado, y cogí ese salvavidas y corrí. No sé si me hubieras dicho que me
quedara cuando vine aquí, si habría tenido el sentido común de escuchar.

—No te culpo por evitarme o evitar a los alfas después de todo eso—, susurró Baby. —Quiero decir,
los alfas son… Es intenso, lo sé. Y a veces también me siento fuera de control.

—No es tanto el subidón lo que me importa, sino el hecho de que a veces me siento como alguien
que simplemente... ¿no puede decirles que no? — Dije, tomando un largo trago de mi bebida, relajándome
mientras se disipaba la tensión de la conversación.

—¿Es así con tu manada? ¿Simplemente te rindes? —preguntó Baby, haciendo que mi corazón se
encogiera de que pensara en ellos como míos.
Si era honesta conmigo misma, pensaba en ellos como míos también. —Creo que es lo que todavía
me asusta. Pero no, con ellos yo solo... me contuve y ellos también, pero todo acerca de ellos es
simplemente... correcto. No es ceder, es que me siguen ofreciendo lo que siempre he querido.

Baby se limpió las lágrimas brillantes de sus mejillas y esbozó una sonrisa, inclinándose hacia
adelante y golpeando mi pierna. —Lola, eso es bueno.

—Lo sé—, dije, asintiendo rápidamente, mi propio labio inferior temblando al pensar en los hombres
que había dejado en la parte alta de la ciudad. —Pero no puedo evitar preocuparme.

Baby suspiró y sacudió la cabeza. —Todo este asunto… la madre de Jonah era una omega, y dejó la
manada de su padre después de tenerlo. Ella no los quería vincular. La situación en la que te encuentras
ahora me hace pensar mucho en cómo fue para nosotros cuando nos conocimos. Estaba metida en esta
manada de la misma manera que tu manada está contigo. Siguen esperando a que yo cambie de opinión.

Me sonrojé y agaché la cabeza. Parecía... familiar, sí.

—Ojalá hubiera sido un poco más paciente con él—, dijo Baby. —No puedes evitar ese sentimiento
que tienes que dice que te dolerá más, después. Pero al final del día, la única forma de saber si algo durará
es dejar que dure. Si no estuviera bien, no habría llegado tan lejos, y creo que es bueno confiar en el
propio instinto cuando se trata de manadas.

—Te escucho, — dije.

—No te voy a echar ni nada. Puedes quedarte todo el tiempo que quieras. Pero ¿y si estar aquí le da
a tu cabeza espacio para disuadirte de lo que sabes que está bien? Entonces será mejor que des la vuelta
y regreses a ese deliciosa omega tuyo. Y al Sr. Wes. Por cierto, ¿cómo está el señor Wes?

Me reí y tarareé. —Umm… también muy delicioso. Un caballero en secreto.

—Hueles como él—, dijo Baby, moviendo las cejas—. No creas que no me di cuenta. Me hace sentir
como estar muy cerca y a gusto contigo —dijo, fingiendo una mirada seductora y poniéndose de rodillas
y arrastrándose a lo largo del sofá hacia mí.

—Lo juro por Dios, Baby, si me jodes…—, le dije, señalándola con un dedo de advertencia. Pero
estaba sonriendo y feliz por la pausa en la pesada y dura conversación.
Ella resopló ruidosamente y sacudió la cabeza. —Confía en mí, uno de los muchachos derribaría la
puerta si sintieran que me estoy poniendo juguetona contigo. No sé si te salvarían o simplemente
mirarían, pero definitivamente nos interrumpirían. ¿Mascarillas faciales de aromaterapia?

Suspiré y asentí. —Definitivamente mascarillas—. Sacudí mi vaso vacío y miré a Baby. —¿Voy a
abrazar el inodoro si nos tomamos otro de estos?

—A la mierda si sé lo que Jonah puso en ellos—, dijo Baby encogiéndose de hombros. —¿Vitamina
C y magia? Le enviaré un mensaje de texto. Dijo que jugaría al servicio de habitaciones siempre que no
hubiera peleas en el bar esta noche. Oye —dijo, deteniéndome en mi camino hacia el cubo. —Te amo,
Lo. Estoy muy contenta de que estés aquí, y soy muy feliz de que le estés dando a esa manada la
oportunidad de tratarte de la manera que mereces ser tratada. Incluso si es jodidamente aterrador.

Tiré de Baby para darle otro abrazo de oso, las dos balanceándonos, solo un poco borrachas. —Es
menos jodidamente aterrador cuando te tengo detrás apoyándome.

—Mujer, estaba lista para reventar a algunos alfas cuando recibí tu mensaje de texto. No puedes
ponerme en alerta máxima de esa manera. ¡Tengo un arsenal de motoristas listos para cumplir mis
órdenes!

Me reí y me alejé de Baby. Había sido una larga noche de mierda. Un mes largo, pero me sentaba
genial estando aquí ahora. El único freno era el hecho de que sabía que mis muchachos estaban
estresados. Mientras Baby le enviaba un mensaje de texto a Scorch con nuestra orden de bebidas y se
dirigía al baño con un balde de opciones de mascarillas faciales, busqué mi propio teléfono.

Lamento haberme ido a toda prisa. Sé que todos ustedes merecen una mejor respuesta a su oferta,
y quiero volver lista para dar la correcta, les envié un mensaje de texto a todos en un solo mensaje. Baby
está decidida a hacerme entrar en razón, y yo estoy decidida a dejar que lo haga. Los amo, Lola.
QUINCE
Matthieu

Pasé mi dedo por el texto de Lola de la noche anterior, como si pudiera traerla de vuelta a mis brazos.
Todos respondimos, uno por uno, con aliento, dulzura y aceptación. Me preguntaba si alguien más se
había sentido como yo, listo para conducir a alta velocidad hasta el centro antiguo y robar a Lola de la
manada de los motoristas. No es que tuviera nada en contra de ellos. Nada excepto que era donde ella
estaba, y yo no estaba.

El ascensor sonó y Cyrus tocó mi codo, sacándome de mis pensamientos y devolviéndome al


momento. Deslicé mi teléfono en mi bolsillo y le di un asentimiento agradecido mientras salíamos al
pasillo.

—Sabes que ella está aquí hoy—, dijo Cyrus, y gruñí en respuesta. —Podrías pasarte por su oficina.
Mírala, dile que la amas, colócala sobre tu hombro y llévala a la superficie plana privada más cercana.

Mis labios se curvaron y miré a Cyrus por el rabillo del ojo. —No puedo, y lo sabes.

Cyrus puso los ojos en blanco, empujando hacia la oficina con el hombro. —Me pregunto si no
estamos siendo demasiado respetuosos con sus límites. Tal vez lo que necesita es un empujón alfa.

Apreté los dientes. Una parte de mí también se preguntaba eso. Pero el resto estaba decidido a seguir
el camino que habíamos tomado, el que le habíamos prometido a Lola al principio, que ella podría elegir
cuándo, con quién y cómo se mezclaba con nuestra manada. Ahora era el momento perfecto para romper
esa promesa o el peor, y no estaba listo para arriesgarme a lo último.

—Además de respetar sus deseos, no puedo imaginar que le iría bien que hiciera una escena de
nuestra relación—, dije.

Cyrus sonrió y se rio. —Maureen seguro que no lo apreciaría, eso es cierto. Simplemente no creo
que debamos dejar espacio para que su ansiedad se aproveche de ella durante su ausencia y le haga pensar
que no estamos esperando con impaciencia su regreso.
Me detuve en la entrada de la nueva oficina de Cyrus, mirando su espalda mientras caminaba hacia
su escritorio. Sabía que Cyrus se preocupaba por Lola y había visto la evidencia de su atracción por ella,
pero no había sido muy claro acerca de sus intenciones con ella más allá de eso. Cuando se deslizó en la
silla detrás del viejo escritorio de Wendy, lo miré a los ojos y ladeé la cabeza.

—¿Tú también? — le pregunté. ¿Había tejido Lola su tímido hechizo sobre todos nosotros?

La sonrisa de Cyrus era fácil, pero era difícil leer su expresión. ¿Era Lola un interés pasajero para él
o algo permanente? Sus relaciones externas tendían a comenzar precipitadamente y terminar con un
estallido. Por mucho que Cyrus fuera manada, yo lo pasaría mal si él se encontrara por descuido, con una
conexión con Lola que no pudiera durar.

—Es diferente a lo que estoy acostumbrado, lo admito—, dijo Cyrus. —Cuando se trata de ella…
prefiero ser paciente. No necesitas preocuparte. Lola es manada. No voy a poner eso en peligro.

Por ahora era suficiente. Cyrus era una tormenta apasionada, pero tenía la intención de ser una base
poderosa para Lola. Independientemente de lo que sucediera a continuación, quería ser yo quien la
ayudara a sobrellevar el cambio. Solo necesitaba convencerla de que me asignara ese papel.

—Te veré a la salida. Buena suerte hoy, llámame si me necesitas para reforzar cualquier cooperación
—dije, saliendo por la puerta.

—Eres mi último recurso. Mientras esté al mando aquí, espero mantenerme firme por mis propios
méritos—, dijo Cyrus.

Asentí y lo dejé. Ya habíamos escuchado los gritos de favoritismo en la promoción de Cyrus, pero
le había dado el puesto por la misma razón por la que lo quería en mi manada. Era tan agradable como
intensamente creativo, y su sentido de la responsabilidad hacia su trabajo era profundo. Se ganaría la
revista sin problemas por mi parte.

Tenía un ascensor privado hacia mi propia oficina y giré hasta allí, mientras mis ojos escanearon el
pasillo en busca de alguna señal de Lola. Ella no estaría aquí, su departamento estaba dos pisos más abajo
y no tenía ninguna excusa razonable para encontrarme cerca de allí. Reflexioné sobre las palabras de
Cyrus de todos modos. ¿Lola necesitaba un empujón? ¿O simplemente un recordatorio constante?
Ella nunca dijo que no podías enviarle regalos aún, ofreció una vocecita en la parte posterior de mi
cabeza. Me parecía a Rake con esas palabras.

Saqué mi teléfono y abrí mis notas. Para mi propia vergüenza, pequeña y privada, tenía guardada
una lista de cosas que pensaba que le podrían gustar a Lola. Rake había aprendido la lección por todos
nosotros de no abrumarla, pero por el momento podía salirme con la mía con algo más reflexivo que
indulgente. Algo que ella no se esperaría.

La cena familiar fue tranquila. Nadie parecía querer mencionar a Lola, pero ninguno de nosotros
podía pensar en otro tema de conversación que llamara nuestra atención. Wes, especialmente, tenía cara
de piedra y estaba perdido en sus propios pensamientos. Él y Lola claramente habían dado un paso
adelante la noche anterior, sus olores se mezclaron mientras la abrazaba antes de que se fuera. Me
pregunté si se arrepentiría del momento, o de no haberla mantenido aquí con nosotros.

—¿Alguien quiere ver una película o vamos a trabajar esta noche? — preguntó Caleb.

Rake, que tenía una expresión de 'perro apaleado' fijada permanentemente en su rostro, murmuró su
acuerdo. Me dolía el corazón por todos nosotros. Habíamos tomado una decisión sobre Lola hace
semanas, y tenerla separada de nosotros era un desgarro palpable en nuestra unión.

—Me uniré a ti—, le dije. Tal vez dejaría que Rake se enemistara conmigo, solo para animarlo.

—En realidad, Matt, me gustaría tomarte prestado—, dijo Wes.

Eso llamó la atención de los demás, Leo ignoró su plato de comida todavía casi lleno, se inclinó
hacia delante y llamó la atención de Wes. —¿Es Indy? ¿Tienes alguna información nueva?

—Algo—, dijo Wes, y luego se detuvo para frustración del grupo.

—Wes, esto no es un trabajo privado, es familia—, dijo Rake. —¿No puedes decirnos nada más?
La mandíbula de Wes se endureció mientras pensaba, escudriñándonos a cada uno. —Yo… te dije
que reenvié todos los contactos desconocidos del teléfono de Lola a una línea que voy a vigilar. Indy ha
sido persistente hasta que Lola perdió su teléfono. Pero envió algo hoy que me hace pensar que se ha
dado cuenta del hecho de que hay... bueno, de que la llevo yo, básicamente. Que desenterramos sus videos
privados y los borramos todos. Me gusta que esté sudando y quiero empujarle más.

—¿Qué hay de eso de que necesitas a Matt específicamente? — preguntó Leo.

Wes volvió a guardar silencio antes de decidirse por ‘Presupuesto’.

Leo frunció el ceño y Caleb negó con la cabeza. —Sea lo que sea, las cuentas familiares son tuyas
para hacer lo que quieras.

Me encontré con los ojos de Wes y vi la urgencia. 'Presupuesto' realmente no era lo que Wes quería
discutir, y asentí con la cabeza.

—Vamos a repasarlo—, le dije. Pero Caleb también tenía razón. Lo que sea que Wes necesitaba
hacer o quería hacer, yo lo secundaría, sin importar el costo o cualquier otra cosa. Lola merecía sentirse
segura con o sin nuestra protección.

La cena terminó con más silencio, y Leo nos observó a Wes y a mí con bastante curiosidad, pero
cuando los platos fueron retirados y puestos en el lavavajillas, él y los demás se dirigieron a la sala de
estar.

—¿Tu oficina? — le pregunté a Wes, ambos con generosos vasos de whisky escocés en nuestras
manos.

Él asintió, y la pesadez de su expresión hizo que el temor se acumulara en mi estómago,


aposentándose densamente por encima de la cena. ¿Lola corría mayor peligro? Seguramente Wes no la
dejaría quedarse con su amiga si así fuera.

—Sabes que el dinero no es un problema—, le dije cuando entramos en su oficina.

Wes cerró la puerta detrás de mí y arqueé las cejas. ¿Realmente no quería que los demás se
involucraran?
—No se trata de cuánto, aunque eso es mucho. Para eso es —dijo Wes, moviéndose hacia la silla de
su escritorio.

Agarré la otra y me deslicé para unirme a él. Estaba inclinado sobre su escritorio, con la mano
cubriendo su mandíbula, y sus ojos escaneando la pantalla en blanco de su ordenador.

—Indy sabe sobre la manada—, dijo Wes.

Controlé un gruñido y asentí. —Sabíamos que eso surgiría en algún momento.

Wes asintió. —Está aumentando sus amenazas, y si tuviera que adivinar, probablemente sabe que no
le van directamente a ella. Han cambiado a ser menos sobre ellos dos y más sobre ella y nosotros.

—Así que ahora también somos objetivos. Y la policía...

—Finalmente conseguí a alguien en el caso de Lola con quien puedo comunicarme directamente,
pero al final del día, tienen unos cinco informantes detrás de nosotros, y yo…— La cabeza de Wes se
giró hacia mí. —Joder, Matt, si arrestan a Indy ahora, su sentencia podría ser bastante débil. No lo
atraparon con los demás, y no hay ninguna declaración que diga que estuvo allí, por lo que con un
abogado decente se libraría del cargo de tráfico de personas.

—Y todo lo que tenemos son amenazas—, reflexioné, y todo el peso que Wes había estado cargando
ahora pesaba sobre mis propios hombros.

—A él no le importan una mierda las solicitudes de órdenes de alejamiento—, dijo Wes. —Es
completamente salvaje. Si tuviera que adivinar, él sabe que enfrentarse a los Aulladores en este momento
se le echaría encima.

—Lola parece una presa más fácil.

—Y estoy seguro de que él no cree que seamos una gran amenaza—, dijo Wes, encogiéndose de
hombros. —Él piensa que es un mierda duro, y apuesto a que parecemos un grupo remilgado de pijos.

Gruñí. —Sería feliz de mostrarle a ese hijo de puta exactamente lo que un verdadero alfa podría
hacerle. ¿Y el dinero?

Wes apretó los labios y sacudió la cabeza, mientras en su interior se debatía con algo.
—Dímelo. Partiremos de ahí, insistí.

—Uno de los chicos tiene un... contacto de un contacto. Un rumor, básicamente. Alguien a quien
podríamos contratar—, dijo Wes, volviéndose hacia mí, con los ojos clavados en los míos y esperando a
que lo asimilara. —Para tratar con Indy en privado, fuera de las vías legales.

Mis cejas se alzaron cuando me di cuenta. —¿Quieres contratar a un asesino a sueldo?

—Una asesina a sueldo, en realidad, — dijo Wes, con toda la tensión ya suelta y desvanecida de su
rostro, y el peso del secreto lejos de su poder.

Me quedé boquiabierto, pero en mi cabeza la idea empezaba a tomar cuerpo. Todo lo que Indy le
había hecho pasar a Lola, todo lo que le había echado encima para que cargara con todo, sólo por eso ya
me daban ganas de estrangularlo. ¿Y, ahora además el hecho de que volviera a perseguirla, chasqueando
los dientes sólo para sentir la emoción de ser su depredador? ¿Sería realmente tan terrible que lo borraran
de la Tierra?

—Te preocupa que se vuelva contra nosotros—, dije.

—Definitivamente hay formas en las que podemos darle la vuelta a ese dinero y esperar que no se
vuelva contra nosotros en caso de que las cosas se tuerzan, pero... no hay garantías.

Por eso no quería compartirlo con la manada. Cuanto menos supieran de esta decisión, mejor para
ellos. Se me ocurrió entonces que ciertamente no me importaba si Indy era asesinado en nombre de Lola.
Yo mismo lo haría con gusto. Wes también lo haría, estaba seguro. Pero probablemente no podríamos
salirnos con la nuestra. Un profesional, sin embargo...

—Merde, ¿de verdad estamos pensando en contratar a un asesino? — pregunté.

—No, esos son para figuras culturales o sociales importantes, — espetó Wes, y luego se aclaró la
garganta.

—Por favor, dime que eso no está en tu historial de búsquedas.

—No, lo hice a la vieja usanza y consulté el diccionario. — Wes me dedicó una leve sonrisa, y yo
resoplé y negué con la cabeza, pasándome las manos por la cara. —Mira, conozco los riesgos. Si no, no
habría acudido a ti. Yo sólo...
—Lo quiero muerto, — espeté, bajando las manos y mirando a Wes. Él asintió, y ambos cogimos
nuestras bebidas, dando tragos cuantiosos y haciendo muecas de dolor mientras corrían como fuego por
nuestras gargantas.

—No tengo que…

—Hazlo, dije, sosteniendo la mirada de Wes. —Quiero que esta situación con Indy termine. Por Lola
y los demás. Por nosotros mismos. Extiende la mano y busca... como sea.

Wes suspiró y se hundió en su silla. —Esperaba y temía que dijeras eso. Me ocuparé de ello.
DIECISÉIS
Lola

—¿Otro batido, cariño? — La camarera con el pelo como el algodón de azúcar, que realmente se
llamaba Candy, se apoyó en la gran mesa redonda en la que estábamos sentadas Baby y yo con un par de
chicas de la manada, Tiny y Juliet.

—Estoy hasta arriba—, dije, sacudiendo la cabeza.

—¿Puedes servirme meeeedio batido? —, dijo Baby con una mueca de dolor. Mis ojos se abrieron
de par en par y Tiny captó mi mirada, moviendo los labios y poniendo los ojos en blanco.

Se inclinó hacia mí para susurrarme al oído: —¿Crees que el apetito de los omegas es una locura en
general, o es que Baby come como un alfa?

Juliet, al otro lado de Tiny, intervino. —Es por el sexo. Quema calorías como un caballo de carreras.

—Os oigo, joder—, nos dijo Baby, señalándonos con una patata frita que chorreaba queso. —Y no
te equivocas—, añadió Baby primorosamente.

Me reí con las demás, todavía maravillada por la forma en la que Baby se llevaba bien con las betas.
Y no era sólo ella. Todas las chicas que había conocido tenían marcas de unión de sus propios alfas, pero
la manada en su conjunto trataba a cada una de las betas como si fueran reinas de la manada, iguales a
su omega.

—Sabes que Chef te lo hará del tamaño que quieras—, dijo Candy. —Y si no lo hace, a mí también
me apetece un capricho.

Suspiré y me encorvé en el asiento de la cabina, tentada por desabrochar los botones de la cintura de
los vaqueros que me había puesto para darle un respiro a mi estómago demasiado lleno. —Si sigo
comiendo así, voy a salir de aquí con diez kilos de más. Sé que hay opciones sanas en este menú, pero
maldita sea, las no sanas son más tentadoras.
Tiny resopló y sacudió la cabeza. —Se parece a mi forma de hablar de los hombres.

—Ahora vuelvo—, murmuró Baby, deslizándose fuera del reservado y echando a correr entre las
mesas del comedor. Se lanzó sobre el pelirrojo, saltando sobre él y rodeándole los hombros con los
brazos. Sin perder un segundo, Tornado se ajustó a la espalda de Baby, y los tres se alejaron del mostrador,
en dirección a la puerta trasera.

Me reí y negué con la cabeza. Al menos me había curado de ese antojo. De hecho, echaba mucho de
menos a mis geniales hombres. Había habido algo de comunicación entre nosotros hoy, pero en su mayor
parte, estaba claro que estaban tratando de darme espacio. Y yo me esforzaba por aprovecharlo y no ceder
a las ganas de coger la mochila y volver con la manada.

Mi teléfono sonó en el mismo momento en que la puerta trasera de la cafetería se abrió de golpe y
dos de los alfas de Baby -Tornado y Books- entraron corriendo, sin camiseta y empapados en sudor.

—Cinco—, susurró Tiny.

—Cuatro—, repitió Juliet.

Baby dejó caer la patata frita a la que estaba a punto de darle un mordisco y sus ojos se clavaron en
las espaldas de sus alfas, que estaban de pie junto al mostrador y hablaban con Chef.

—Tres—, suspiró Tiny, mientras Tornado nos miraba, moviendo los labios al captar la mirada de
Baby.

—Dos—, dijo Juliet. Books se giró y se apoyó en el mostrador, sonriendo a Baby mientras su
perfume se volvía espeso y empalagoso.

—¿Uno? — murmuré.

—No volverá en breve de ninguna de las maneras—, dijo Tiny, sentándose en el asiento de la barra
y arrastrando las patatas fritas con queso de Baby hasta su regazo.

—Mhm, y yo no recomendaría usar el pasillo de atrás en un cierto tiempo—, dijo Juliet con un
movimiento de cabeza.

Me reí y finalmente miré el móvil. Era una notificación de mi aplicación de música en streaming. La
lista de reproducción "Para Lolotte" acaba de ser compartida con usted, por el usuario Segal76.
Hice clic inmediatamente en ella, con un nudo en la garganta. ¿Matthieu me había hecho una lista
de reproducción? Esto era tan… El corazón me latía en el pecho. Era un gesto muy dulce y mucho mejor
que mimarme con patatas fritas. Esto era una tontería, ¿cómo podía echarle tanto de menos? Habían
pasado menos de cuarenta y ocho horas... aunque tal vez habían sido más de unos cuantos días desde que
realmente había estado con él.

—Ohhh, esa carita. ¿Te mandaron un mensaje? — preguntó Juliet.

Negué con la cabeza, ojeando la lista de canciones. La mayoría no las conocía, o me resultaban
familiares, pero no las había escuchado mucho. Me entraron ganas de ponerme los auriculares y
escucharlas todas de inmediato mientras me revolcaba en el duro sofá extraíble en el que había estado
dando vueltas la noche anterior. Resulta que cuando te acostumbras a las lujosas camas de los millonarios,
es difícil volver a vivir como el resto del mundo.

—Matthieu me hizo una lista de reproducción—, dije, mostrándosela.

—Oh, Dios mío, esto es lo último en angustia romántica, no puedo creerlo—, gimió Tiny con la
mano en el corazón. —Le echaré mierda encima a Brody hasta que me haga una lista de reproducción, y
entonces va a ser algo así como, canciones country y rap, y no new wave guay y canciones de amor
indie—.

—Matthieu—, dijo Juliet, riéndose de la pronunciación final de su nombre. —Eso es sexy. Vamos,
nos gusta llevar nuestros platos a la cocina para que los demás no tengan que preocuparse por ellos.

—Luego iremos a buscar a Emmy. Ella tiene los mejores altavoces para poner música. Y a ver si
Green tiene algo que necesite que probemos.

Tiny se rio de la sugerencia.


Hacía más de un año que no me drogaba y estaba bastante nerviosa cuando entramos por primera
vez en la trastienda del dispensario de los Aulladores. Pero Green era tranquilo y firme, y me ofreció las
variedades de CBD más cargadas para probarlas, menos propensas a hacerme sentir ansiosa o inestable.
Y cuando se enteró de que íbamos a donde Emmy a escuchar la lista de reproducción romántica que
Matthieu me había preparado, decidió acompañarnos. Las chicas ni siquiera se sorprendieron.

—Me gusta el sabor—, me dijo Green, sentado a mi lado en el sofá del modesto apartamento de
Emmy y Chef.

Green estaba cerca, pero no era dominante. Había algo realmente calmante y natural en su aroma,
pero era más como estar en un huerto después de una tormenta o hacer una excursión por el bosque. Nada
como las soñadoras feromonas de Caleb.

—Estaba en Washed Up, un grupo punk —, dije.

Green enarcó las cejas y se apartó el espeso pelo negro de los ojos. —¿No me digas? Yo los
escuchaba. Huh—.

Green estaba... eternamente tranquilo. Eso o su hierba CBD funcionaba muy bien. Probablemente
ambas cosas. Me arrepentí de no haber pasado tiempo con el grupo de Baby antes de esta semana. Me
había equivocado con ellos en todos los aspectos.

Comparada con Green, Emmy, la compañera beta de Chef, era dura y sarcástica. Tardé quince
minutos en darme cuenta de que estaba intentando ser amable conmigo, simplemente porque su forma
de hacerlo era someterme a un interrogatorio en toda regla.

—¿Cuánto tiempo llevan juntos los seis? —, me preguntó.

—Emmy, ¿por qué no le pides a Lola los números de la seguridad social de toda su manada, ahora
que tienes todo lo demás? — preguntó Green, haciendo que Tiny soltara un bufido desde mi otro lado.

—Me interesa ahora—, replicó Emmy, sin ningún miedo a gruñirle a un alfa. Cruzó las piernas
mientras se sentaba en su sillón y Prince canturreaba en el equipo de música. Su pie suelto se balanceaba
casi con ansiedad mientras el resto de ella se reclinaba y su cabello rubio con puntas anaranjadas se
extendía sobre sus hombros. —Las betas tenemos que cuidarnos las unas a las otras, ¿no?
—Bien—, dijeron a coro Juliet y Tiny, levantando sus cervezas en el aire a modo de brindis. Yo les
seguí, un poco tarde, pero a nadie pareció importarle.

Green gruñó y se levantó del sofá. —Esa es mi señal. Nos vemos, señoritas. Lola, búscame si
necesitas que te dé más dosis. Esta es la variedad que parece gustarle más a la gente para combatir la
ansiedad y el estrés—.

—Adiós, Papá Hierbas—, arrulló Tiny, y se carcajeó cuando Green soltó un gruñido suave mientras
salía de la habitación. Cuando la puerta se cerró tras él, susurró: —No puedo creer que pensara que era
malo—.

Es solo que era callado y una especie de…— Emmy hizo una pausa y luego dibujó una caricatura
de una cara intimidante y severa. —Sin embargo, Baby lo jodió.

—¿Os asustasteis cuando llegó Baby? — pregunté.

—Totalmente—, dijo Juliet. —Steve y yo no llevábamos tanto tiempo juntos, y él también era
bastante nuevo en la manada—.

—Brody y yo hablamos de si él dejaría o no la manada para que pudiéramos unirnos y ser felices—
, dijo Tiny, con la cabeza inclinada pensativamente.

—Lo habría hecho—, dijo Emmy para tranquilizarla. —Chef también estaba allí. Y luego Baby fue...
bueno, Baby—. Emmy esbozó su primera sonrisa verdadera, desde que entré en el apartamento, y yo me
relajé en el sofá al verla. Bien, quería que toda la manada quisiera a Baby como yo, como ella se merecía.
Y, estaba claro que así era.

—Emmy habla como si hubieran sido mejores amigas en seguido—, dijo Juliet con un bufido. —
Juro que Em casi le pega un puñetazo cuando se encontraron en el pasillo.

—Sí, pero no lo hice—, dijo Emmy, poniendo los ojos en blanco.

Tiny se volvió hacia mí y se encogió de hombros. —De todas formas, todo se arregló. Baby es de la
familia e hizo exactamente lo que una omega hace por una manada: suavizar los temperamentos alfa y
entrelazar todos los extremos. Incluidos nosotros.
—Pero, esa manada a la que estás evitando activamente…—, dijo Emmy, entrecerrando sus bonitos
ojos de gata en un mortífero estrabismo. —¿Cuál es la historia que hay ahí?

—No los estoy evitando. Es que... me cuesta hacerme a la idea de ser miembro de una manada. Son
como... un cuento de hadas. O, no, eso suena cursi. Son muy reales y son gente increíble, y yo... supongo
que no sé qué puedo aportar—, dije, arrancando la etiqueta de mi cerveza y escuchando la nueva canción
de la lista de reproducción, una conocida canción de amor de David Bowie. Cuanto más duraba la lista
de reproducción, más me dolía Matthieu. Era una larga carta de amor escrita con música, y quería
envolverme a su alrededor mientras la escuchaba.

—Las betas están infravaloradas en las manadas—, dijo Emmy. Me parecía alguien siempre
dispuesta a dar su opinión, mientras que las demás eran más pacientes y estaban dispuestos a esperar y
escuchar. —Todo el mundo piensa que las manadas son alfas y omegas, y ya está. Como el resto de
nosotros, ya sabes, más del cincuenta por ciento de la población, se supone que nos ocupamos de nuestros
propios asuntos. Pero si sólo fueran Baby y los chicos de por aquí, sería una mierda.

—Eso no es cierto y lo sabes—, dijo Tiny, carcajeándose. —Baby hace un montón de cosas.

—Baby organiza una tonelada de cosas, pero seamos sinceros, normalmente los músculos la distraen.
La chica se toma descansos sexuales como un fumador empedernido—, dijo Emmy.

Resoplé y sacudí la cabeza. Teniendo en cuenta lo que acababa de presenciar en la cafetería, me lo


creí.

—¡Stooop, Emmy! Lo dices como si ella fuera una ninfómana—, dijo Juliet. Estaba acurrucada en
el suelo, frente a la mesa de café, y alargó una mano para golpear las piernas de Emmy. —Ignórala, Lola.
Baby puede concentrarse totalmente cuando quiere, lo que pasa es que normalmente no tiene que
preocuparse por ello. Pero joder, si yo tuviera seis pollas con las que jugar, también sacaría tiempo cuando
pudiera.

Me sonrojé. Tenía seis pollas con las que jugar, al menos hipotéticamente. Aunque probablemente
no podría seguirles el ritmo como lo hacía Baby. Dios bendiga la bisexualidad, era definitivamente la
razón por la que todavía podía caminar después de un fin de semana en la casa con la manada.
—Las betas somos la hostia—, dijo Emmy encogiéndose de hombros. —Comparadas con un alfa o
un omega, podemos mantener la cabeza fría o ceder a todos los subidones de feromonas. Somos como la
navaja multiservicios.

—¿Súper difícil de abrir? — preguntó Tiny, con el ceño fruncido.

—¡No! Versátil—, dijo Emmy, haciendo un mohín cuando no parecieron entender su metáfora. —
Así que no te digas que no aportas nada. Sí, vale, esa manada parece una jodida gran cosa, pero tienes
veinticinco años y trabajas en Designate. Eso es tener mucho trecho aún para ascender en el mundillo. Y
si sólo tienen otro beta, entonces como manada probablemente te necesiten para aportar estabilidad.

—Creo que lo último que aporto a la manada es estabilidad en estos momentos—, dije.

Emmy resopló, pero Tiny se apoyó en mi costado, chocando su hombro contra el mío. —Nunca se
sabe. Antes de que Emmy y yo llegáramos a esta manada, el bar funcionaba como un servicio de caridad,
el gimnasio de Brody no lo utilizaba nadie más que la manada, y Chef no podía mantener a los empleados
porque era demasiado gilipollas.

—Mi hombre me necesita para sonreír—, dijo Emmy con orgullo.

Tarareé y me encogí de hombros. Ninguno de mis chicos había sufrido en sus negocios antes de que
yo llegara, pero...

Pero Matthieu había pasado la mitad de su tiempo fuera de la manada con Carolyn, Wes había pasado
a un segundo plano, y Rake y Leo se estaban involucrando en relaciones fuera de la manada. Desde que
me había quedado con ellos, e incluso antes, toda la manada estaba siempre presente en la cena familiar.
Y yo había entrado en Designate antes de que Wendy lo derribara.

—Entonces, ¿qué pasó con tu pelo púrpura? — me preguntó Emmy.

Parpadeé y me sobresalté. —Vaya, ¿te acuerdas de eso? Umm, el color se desvaneció y luego,
simplemente creció. Lo echo de menos, pero creo que me acostumbré a pasar desapercibida—.

Tiny se sentó más recta y se inclinó hacia delante. —¿Como cuánto dirías que lo echas de menos?

Tenía un brillo depredador en los ojos y, cuando miré a las demás, ambas compartieron la mirada,
observando mi pelo rubio con avidez.
—¿Qué tenías pensado? — pregunté, y Tiny me sonrió, frotándose las palmas de las manos como
una vieja malvada de película.

Unas manos me agarraron las muñecas y los tobillos, y las uñas se me clavaron en la nuca. Tiraban
de mí y me estiraban en todas direcciones, desgarrándome los hombros y partiéndome las piernas,
mientras gritaba con un agudo aullido de dolor resonando en mis oídos.

—Encaja eso, Showgirl.

Me desperté con los latidos de mi corazón retumbando en mis oídos mientras me sentaba en el sofá,
jadeando y ahogando mis gritos. Mis dedos se clavaron en el colchón y mis ojos escudriñaron el pequeño
apartamento en busca de cualquier señal de peligro. Cualquier señal de Indy. Cuando la oscuridad se
asentó en las formas semi familiares de la habitación y mi corazón acelerado se calmó, me di cuenta de
que los latidos no estaban solo en mi cabeza. Alguien estaba llamando a la puerta.

—¿Lola? Soy yo, Baby. Y Tornado—, dijo Baby con un gritito de preocupación desde el otro lado
de la puerta.

Jadeé y me sacudí, frotándome los brazos para quitarme la piel de gallina mientras me deslizaba
fuera de la cama y me colocaba frente a la puerta, deslizando la cadena y abriéndola de un tirón.

—Hola, lo siento—, dije, parpadeando a contraluz. Miré el despertador que había junto a la cama.
Las cuatro y media era más temprano de lo que quería estar despierta, en realidad, sobre todo porque me
había acostado cerca de medianoche después de hacer el tonto con las chicas, pero sería más fácil
prepararme lentamente que intentar dormir de nuevo. —Sólo ha sido una pesadilla, pero estoy bien.

—¿Quieres compañía? — preguntó Baby, rebotando sobre los talones. —¿Quieres que nos
acurruquemos?

—Creo que me ducharé y me tomaré un café. Vuelve a la cama.


Baby frunció los labios y miró a Tornado, que le ofreció una sonrisa fácil, a pesar del cansancio en
su propia mirada. Se inclinó hacia ella y le besó la mejilla. —Iré a por el café, vosotras poneos cómodas.

Se fue y Baby entró en mi apartamento, cerrando la puerta tras de sí.

—Realmente tienes a estos chicos bailando al son que tocas—, dije, cruzando los brazos sobre el
pecho.

Baby, que tenía el aroma áspero y dulce de Tornado adherido por todas partes, así como un rico y
cremoso aroma a café, se dirigió al sofá, deslizándose bajo las mantas y extendiendo los brazos hacia mí.
Suspiré y la seguí, dejando que me abrazara. La verdad es que me sentí muy bien, con Baby y los olores
de su alfa entretejiéndose como una complicada manta en mi cabeza para bloquear la pesadilla.

—Cuando me despierto de una pesadilla, esto es lo que me ayuda—, dijo Baby, apretándome y
apoyando la mejilla en mi cabeza. —Así que te quedas con mi remedio casero.

—¿Qué tipo de pesadillas tienes, nena?

Lo había preguntado en plan amable y como distracción, algo para despejarme la cabeza, pero
cuando el silencio de Baby creció entre nosotros, me tensé. Me incorporé y miré a mi mejor amiga
mientras ésta miraba al techo.

—¿Nena? — Se me ocurrió entonces que conocía mis propias experiencias con Buzz e Indy. Pero
Baby había sido secuestrada por ellos. ¿Habían...? La bilis se me subió a la garganta hasta que Baby miró
hacia mí, con la mirada distante.

—Yo maté a Buzz.

De todo lo que me había preparado para oír en aquella breve pausa, desde luego que no era esto. Me
incorporé de golpe y me giré para mirar a Baby mientras ella suspiraba y se levantaba, apoyándose en el
respaldo del sofá.

—Tú... ¿qué?

Baby estiró el cuello y rotó los hombros, tratando de expulsar la tensión de su cuerpo mientras miraba
hacia su regazo. Frunció el ceño y luego me miró, con la mandíbula firme.
—Sé lo que había planificado para mí, pero era más que eso. También tenía a Emmy, y cuando
descubrieron que estaba marcada, dijeron que iban a matar a mis chicos para romper el vínculo. Tenía
que arreglarlo. Y ese cabrón llevaba una pistola, y la usó para amenazarme. Como si pensara que yo no
podía hacer nada— dijo Baby con un gruñido. Su rostro adquirió una suave calma que Baby casi nunca
lucía.

—Así que hice algo al respecto.

Intenté que mi mandíbula caída se cerrara, pero mi cara estaba entumecida y me negaba a escuchar.

Los ojos de Baby se estremecieron mientras me miraba fijamente. —¿Estás enfadada?

Finalmente, parpadeé. —Espera, ¿qué? Baby, ¿por qué iba a estar...? ¡No estoy enfadada! Estoy...
sorprendida. Pero solo porque esta no es el tipo de cosas que realmente esperas oír—. Baby, Baby, mi
orgullosa-beta, y ya no beta-mejor-amiga, había matado a alguien.

Se lo merecía, pensé.

—La policía dijo que le dispararon durante el altercado de la detención—, dije, frunciendo el ceño.

Baby asintió y se echó el pelo hacia atrás por encima del hombro. —Sí. Dijeron que fue fuego amigo.
No sabemos si realmente se lo creen, o si simplemente no querían insistir con el tema, o si no les importa
cómo ha muerto Buzz. Y no me arrepiento, exactamente. Sólo que a veces no puedo evitar recordarlo.

—¿Así que simplemente eres... una malota? —. pregunté, mirando fijamente a Baby.

Sus ojos se abrieron de par en par y mis labios se crisparon. No me cabía en la cabeza la idea de que
Baby disparara a alguien, pero por lo que yo sabía, a ella tampoco. Se protegía a sí misma, a su amiga y
a su manada. Y si Buzz aún siguiera vivo... bueno, yo seguramente no podría dormir tranquila.

Baby resopló y sacudió la cabeza. —Cállate. Es que... me dejé llevar por mi instinto animal. A veces
las secuelas de aquello llenan mis noches. Pero, Brody tiene una noche especial en el gimnasio sólo para
entrenar a todas las chicas en combate cuerpo a cuerpo. Es mañana, si quieres venir.

Teniendo en cuenta que Wes y yo apenas habíamos empezado con el tema antes de distraernos
totalmente con... bueno, el uno en el otro, parecía una idea genial. —¡Allí estaré!
—Por cierto, ¿es la iluminación o tu pelo es como... un arco iris? — preguntó Baby, inclinándose
hacia delante y entrecerrando los ojos.

—Has tardado mucho en darte cuenta—, dije, sonriendo y girando la cabeza hacia un lado para que
admirara los sutiles cambios de color pálido. —Lo hicieron las chicas. Es el efecto ópalo.

—Me encanta, joder. Ojalá fuera lo bastante valiente para teñirme el pelo—, suspiró Baby.

Abrí la boca para contestar cuando se oyó un suave golpe en la puerta. Se abrió y Tornado entró con
dos tazas llenas de café.

—Sólo puedes tomar esto porque sé que una no es suficiente para que empieces a saltar por las
paredes—, le dijo Tornado suavemente a Baby, pasándole una taza. Para tener nombre de un tipo de
tormenta, Tornado me resultaba bastante tranquilo.

Me pasó mi propia taza y cogió una silla de la pequeña mesa del comedor, acercándola para unirse
a nosotros. —¿Tienes muchas pesadillas? —, me preguntó Tornado.

Tarareé mientras le daba un sorbo al café. No era tan suave como el de casa, pero a Baby siempre le
había gustado el café negro como el cielo nocturno. —Normalmente las tengo, sí. Suena cursi decirlo,
pero me dan un respiro cuando estoy con la manada.

—Eso no suena cursi en absoluto—, dijo Baby, acercándose para apretar mi pantorrilla desnuda.

—Yo solía tener terrores nocturnos constantemente—, dijo Tornado. —Siempre me aseguraba de
dormir solo. Me aterrorizaba la idea de unirme a Baby porque pensaba que empezaría a sentir mis
síntomas de estrés postraumático.

Tragué saliva y mis ojos pasaron de una a otro. A mí también me aterrorizaba compartir mis propias
ansiedades con un vínculo. —¿Y?

—Puedo sentirlas aparecer, pero eso es exactamente lo bueno del vínculo—, dijo Baby, sonriendo a
Tornado.

—Es como tener un faro que te indica dónde están las rocas en el agua—, reflexionó Tornado.

—Siempre puedo distinguir mis propios sentimientos de los suyos y viceversa, así que es más como
un sistema de alerta. Y luego puedo intentar hacer todo lo posible para sobrellevarlo con él—, dijo Baby.
—Ahora los terrores nocturnos son más como pesadillas normales—, dijo Tornado asintiendo con la
cabeza. —Tengo a Baby como respaldo, ayudándome a separar la realidad del trauma.

Lo que significaba que mi preocupación era en vano. En todo caso, me sentiría más segura con un
vínculo. Exactamente como Leo dijo que sería.

—Dejaremos que te prepares—, dijo Baby con dulzura, y me pareció captar un ínfimo atisbo de
suficiencia en su sonrisa. ¿Había convencido a su alfa para hacer todo esto? ¿Haberme disuadido de mi
miedo a comprometerme con mi manada?

Bueno, ya te comportas de una forma más o menos posesiva, así que tal vez sea hora de seguir con
el guion.

—Te quiero, nena—, dije.

—Yo te quiero más—, dijo Baby mientras salía por la puerta del apartamento y me dejaba con la
cabeza dando vueltas.
DIECISIETE
Wes

Odiaba las discotecas, joder. Estaban abarrotadas, nadie era consciente de lo que le rodeaba, pagabas
mucho más de lo que valía la pena por estar sudando entre un grupo de desconocidos, mientras la música
a todo volumen retumbaba en los altavoces y bebías bebidas sin mucho alcohol. Pero, sobre todo, bailaba
fatal y no me gustaba que me tocara gente que no conocía.

Empujé a la chica beta que intentó subirse a mí, de vuelta al suelo y la hice girar en dirección a otro
alfa. Esperaba que la próxima vez que acabara en un lugar así, estaría con Lola. Yo podría ser un bailarín
de mierda, pero había visto cómo se movía ella. Estaba bastante seguro de que podría aprender
simplemente porque seguir su baile sinuoso sería como una reacción magnética. Pero Lola todavía estaba
con los Aulladores, y yo estaba atrapado aquí en...

Bueno, no era exactamente por negocios.

Escudriñé el enjambre de fiesteros intoxicados a mi alrededor como si pudiera divisarla entre la


multitud. Eve. Nuestra asesina a sueldo.

Estuve a punto de cancelarlo todo cuando me enteré de que quería conocerme antes de aceptar el
contrato. Intentaba evitar enredarme con este trabajo más de lo necesario y, desde luego, no quería que
hubiera ningún vínculo entre nosotros. Encontrarnos entre un mar de testigos me parecía la peor de las
ideas.

Pero no tenía a un montón de asesinos a sueldo a los que recurrir para este tipo de trabajo. Y no podía
convencerme a mí mismo de no querer llevar esto a cabo. Lola necesitaba vivir en cualquier parte del
mundo, sin la amenaza de Indy. Diablos, todas las mujeres en general podían vivir sin ese imbécil. Y mi
manada también necesitaba estar a salvo. Indy fue peligrosamente específico en sus mensajes de
advertencia a Lola. Tenía a su pequeña red cazando a mi manada al mismo tiempo que mi equipo los
cazaba a ellos.
Con suerte, Eve cambiaría las tornas a nuestro favor.

Me habían ordenado que esperara en la pista de baile a que me encontrara el contacto, pero empezaba
a perder la paciencia. Había unos cuantos alfas en el club, pero en general estaba lleno hasta los topes de
betas, y yo estaba atrayendo demasiado la atención. Cuando unas manos me acariciaron la espalda y me
rodearon la cintura, me giré con un suave gruñido en la garganta, dispuesta a ahuyentar a otra chica
demasiado ansiosa.

Primero, un olor picante cosquilleó mis sentidos, y luego la grasa metálica y dulce del aceite para
armas. La mujer que tenía delante tenía un rostro suave y despampanante, y casi llegaba a mi altura con
unos enormes tacones. Su cuerpo bullía de energía y sus ojos chocaban como pedernales contra los míos.

Alfa. Le devolví la mirada y me puse rígido al sentir el primer pinchazo de un cuchillo: uno en la
nuca, bajo la palma de su mano, y otro en el estómago. Por ahora sólo eran advertencias, pero fácilmente
podían volverse mortales.

—Eve—, dije. ¿Cómo demonios íbamos a hablar así? Con la música más alta de lo que nuestra
conversación podría llegar a ser nunca, no tenía sentido.

Su sonrisa era pulida, pero no había calidez en sus ojos oscuros mientras me guiaba con un suave
toque. Me encorvé sobre ella, sus labios contra mi oído como los de un amante.

—No me gusta trabajar para alfas—, me dijo al oído, con palabras tan suaves como la forma en que
me había atrapado en su trampa, tan suaves como el lustroso pelo negro que tenía apilado en un moño
sobre la cabeza.

Era delgada, aunque se le notaba que era puro músculo. Sin tacones, no debía llegarme más que al
hombro, pero estar tan cerca de ella me erizaba todos los pelos del cuerpo. Podría matarme,
probablemente con o sin cuchillos. Yo pesaba el doble que ella y estaba entrenado, pero ella era mortal
centímetro a centímetro. Toda su presencia era una advertencia, e incluso los bailarines que nos rodeaban
se habían apartado, dándole más espacio a ella que a mí solo.

—Pero estoy considerando el caso de la chica, la beta—, me dijo Eve al oído. —No tengo ningún
reparo en matar al pequeño Joseph, pero será mejor que me des una buena razón para no asegurarme de
que tú y tu manada no volváis a acercaros a esa chica.
Tragué con fuerza mirando por encima del hombro pálido y delgado. —Lola se quedaría destrozada.

—¿Estás seguro? Porque parece estar bien mientras se esconde con los moteros—, dijo Eve,
fingiendo un morreo contra mi sien que me produjo náuseas. ¿Eve había encontrado a Lola? Habían
pasado dos días y ya había rastreado a Lola hasta los Aulladores. A pesar de las amenazas de Eve, no me
gustaba que la mujer se interesara por mi chica.

—Si Lola no quiere formar parte de nuestra manada, no tiene por qué. Pero quiero que Indy
desaparezca—, dije.

Una pequeña gota de sangre húmeda fue todo lo que quedó de la presión en mi nuca cuando los
brazos de Eve dejaron de rodearme. Retrocedió hasta el espacio que los bailarines parecían dejarle
inconscientemente y me saludó con la cabeza.

—Le seguiré la pista—, dijo, dejándome leer las palabras en sus labios.

Mis hombros se relajaron. Aquella mujer era venenosa, pero si podía volver ese veneno contra Indy,
realmente no me importaba.

Se volvió hacia la multitud y agarró a un joven beta por el cuello, tirando de él hacia sus brazos. Sus
ojos se iluminaron al olerla por primera vez y se estrechó contra ella con impaciencia. Eve le apretó la
mandíbula con sus finos dedos y le acercó la cara para darle un áspero beso.

Le cogió la mano libre antes de que se aferrara a su culo y se la retorció por detrás de la espalda,
arqueándolo contra ella.

Sacudí la cabeza y me di la vuelta, zigzagueando rápidamente entre la multitud, ansioso por alejarme
de la escena.

—¿Quieres entrar en mi salón?—, le dijo la Araña a la Mosca.

Eve sabía tejer sus telarañas. Ahora conocía su tipo y estaba más que feliz de servirle a Indy envuelto
en un lazo de seda.
DIECIOCHO
Lola

—¡Mira lo que tenemos! — chilló Baby, irrumpiendo en el apartamento el sábado por la mañana.
Llevaba un número de la revista de Designate en la mano, pero se le borró la sonrisa cuando me vio
doblando la sábana que había estado usando. —Espeeera, ¿te vas?

Me mordí el labio y asentí. —Siento que... quiero decir, me lo estoy pasando muy bien aquí, pero sé
que los chicos me echan de menos y me siento un poco culpable.

—Ahh, quiero decir, lo entiendo. Ha sido muy divertido tenerte por aquí, y todo el mundo te quiere—
, dijo. —Pero si estás lista para irte, ¿eso significa que...?

—Me siento preparada, sí. Por lo menos para estar en vías de convertirme en un miembro de la
manada. Definitivamente como para no asustarme y huir, sólo por la idea de discutirlo—, dije,
encogiéndome de hombros. Pero era más que eso. Hablar con Tornado sobre el vínculo había despertado
un anhelo en mí. —Los quiero, y creo que estar aquí ha sido como un pequeño toque de atención. Tenía
todas esas ideas sobre lo que significaba ser una beta, y esta manada es tan...

—Somos muy igualitarios—, dijo Baby asintiendo con la cabeza. —Excepto, supongo con un solo
omega. Aunque, no sé. Con lo que me contaste sobre los omegas machos, estoy un poco...

—Chica, mantén las piernas cerradas. He visto de primera mano exactamente cuánto sexo estás
teniendo, nena y no te estás perdiendo nada.

—¡No lo has visto de primera mano! — Baby cacareó y movió las cejas. —Apuesto a que algunos
de los chicos no se quejarían si quisieras hacerlo.

Me burlé y sacudí la cabeza, dejando caer la sábana doblada sobre el brazo del sofá. —Deja de
hacerme proposiciones. Ya tengo a mis propios alfas de los que preocuparme, gracias—. Y sólo de
pensarlo se me dibujó una sonrisa en los labios.

—Ooh, qué mona, claro que sí—, dijo Baby, acercándose y rodeándome con los brazos.
Con la revista en la mano, por fin me di cuenta de qué número era. —¡Espera! ¿Es este el número
de la sesión de fotos con los iluminadores? Me olvidé completamente de en qué mes salía.

—¡Éste es oficialmente el mes de mi debut como modelo en una puta revista! — dijo Baby, saltando
sobre mí. —La manada va a dar una fiesta esta noche en honor a Seth y a mí. Esperaba poder convencerte
de que me maquillaras otra vez. Aunque no sé si Seth querrá recrear todo su look— dijo con un bufido.
—Pero lo entenderé si quieres volver con tus chicos.

Sí que quería volver con ellos. Llevábamos días en contacto, pero cuidábamos mucho lo que
decíamos. Yo trataba de ser honesta y abierta, y ellos trataban de no presionarme. En realidad, sólo quería
volver a ver sus caras y decirles que los quería y que lo mío era para siempre.

Por otro lado, le había dicho a Leo a principios de semana que intentaría estar en casa el domingo
por la noche. Todavía podía llegar pronto si volvía a la manada mañana por la mañana, y sería divertido
pasar una noche más con los Aulladores y mis nuevos amigos. Algo así como una fiesta de despedida y
agradecimiento.

—Así es, pero creo que podré aguantar hasta mañana— le dije a Baby, captando su brillante sonrisa.

—¿Estás segura?

Estaba segura al ochenta por ciento. Asentí con la cabeza, —Estoy hablando de estar para siempre
con ellos, puedo esperar una noche más.

Resultó que moteros y moteras tenían bastantes cicatrices en general. Supongo que eso no era una
sorpresa. Lo que sí fue una sorpresa fue que, para celebrar la revista, la manada había ampliado las
páginas en las que aparecían Baby y Bomber hasta convertirlas en imágenes granuladas de tamaño póster
y las habían pegado por las paredes. Acabé con un puesto de maquillaje en el bar, decorando las cicatrices
de todo el mundo con iluminador como un pintor de retratos en una feria del condado. También me
aseguré de hacer fotos, porque me moría de ganas de ver las caras del equipo de maquillaje cuando vieran
a esos tipos fornidos con purpurina pastel en los nudillos, los bíceps y las mandíbulas.

Me gustó la música del bar, y me gustó que estuviera lo suficientemente alta como para bailar, pero
no tanto como para ahogar la conversación. La única vez que había estado aquí, el ambiente había estado
cargado de tensión, pero eso había sido culpa de Buzz e Indy, no de los Aulladores. Había supuesto
durante tanto tiempo que Baby se había encontrado con el menor de los males, y ahora me sentía como
una idiota. Los Aulladores eran cálidos, acogedores y hacían el tonto. Estar aquí era como asistir a una
reunión familiar, aunque mi familia nunca había estado formada por alfas tatuados que maldijeran como
moteros, pero trataran a las mujeres como reinas y princesas.

—Hola, cariño, ¿has acabado de poneros guapas? —me preguntó Scorch mientras me acercaba a la
barra.

—Puedo decir oficialmente que encontraréis purpurina y brillantina por todo el bar durante los
próximos tres años por lo menos— dije asintiendo con la cabeza, riéndome mientras Scorch ponía cara
de asombro al darse cuenta.

—¿Qué quieres decir con que no sabes la receta? — le preguntó Bomber a Bullet a través de la barra
del bar.

—Quiero decir que no sé qué coño lleva la bebida, sólo suena guay— respondió Bullet. Baby estaba
acurrucada en su regazo, jugando con un mechón suelto del pelo, y le di unos diez minutos antes de que
se lo llevara a rastras a algún lugar privado.

Bomber sacudió la cabeza y puso los ojos en blanco, mirando al otro lado de la barra y llamando a
todo el mundo. —¿Alguien sabe hacer un cóctel Bone5?

—¿Nos estás proponiendo algo, Bomber? — contestó Chef mientras la sala se reía.

—Ya te gustaría, viejo verde— respondió Bomber.

—Sé cómo se hace— dije yo. —Bueno, recuerdo los ingredientes.

5
Nota de la traductora: Polla dura en slang.
—Por mí está bien, vuelve aquí— dijo Bomber, haciéndome un gesto para que me uniera a él detrás
de la barra.

Scorch salió de detrás de la barra para hacerme sitio, y yo me volví hacia la pared donde estaba el
alcohol para buscar un buen bourbon de centeno para Bullet.

—De todas formas, sabrá mejor si lo prepara ella— dijo Bullet, provocando alegremente a Bomber.

—¿Dónde aprendiste esos cócteles raros que la gente sólo pide cuando se cree muy interesante? —
me preguntó Bomber, y sonreí mientras Bullet resoplaba.

—Ella trabajaba en el bar donde yo era azafata antes de conoceros— dijo Baby. —Hacíamos muchos
cócteles en las semanas temáticas para mantener el interés en las horas en las que hacíamos descuentos
en las bebidas.

—Este era de nuestra semana del Oeste— dije asintiendo con la cabeza, cogiendo un vaso corto y
vertiendo el whisky de centeno en el vaso, y exprimiendo un cuarto de lima. —¿Tienes sirope?

—Aquí está— Bomber me pasó una botellita y calculé la cantidad para la bebida.

—Y por último...— Había visto el Tabasco en el mostrador cuando entré, lo cogí, dejando caer unas
gotas en la mezcla.

—Oh, guapo, qué asco— dijo Baby mientras le deslizaba la bebida a Bullet, que frunció el ceño al
ver la botella de Tabasco en mi mano.

—Ahora que lo pienso, ¿quizá se llamaba Máquina de Huesos? — dijo Bullet.

—Es fuerte, aquí tienes tu bebida —respondí encogiéndome de hombros. Exactamente en ese
momento, vi al hombre acercarse a la barra, con los ojos fijos en mí.

Con unos vaqueros rotos y una cazadora de cuero, Matthieu se mezclaba entre la multitud, con el
pelo húmedo por la ducha y peinado hacia atrás, rizándose en las puntas y que amenazaba con caer hacia
delante, sobre sus ojos.

Mi corazón se aceleró como un coche de carreras en mi pecho y rodeé con las manos el borde del
mostrador. Después de tantos días sin verle, quise llorar o desmayarme al ver a Matthieu sentarse en el
taburete vacío junto a Bullet. Poco a poco, la sala pareció fijarse en él, su energía era demasiado fuerte
para la fiesta. Su olor me llamó, tentándome a subir a la barra y deslizarme en su regazo.

—Matthieu— respiré.

Sólo noté las líneas de preocupación alrededor de sus ojos cuando se suavizaron. —Hola, Lolotte—
ronroneó, inclinándose todo lo que pudo sobre la barra.

El mero sonido de su voz, cargada de ronroneo y necesidad, hizo que mis mejillas se colorearan. Me
aparté de la barra, cogí un segundo vaso y saqué su whisky favorito de la estantería, le serví dos dedos y
añadí un cubito de hielo antes de volver a mirarle.

—Mi favorito— dijo, pero me miraba a mí en lugar de a la bebida. —No me había percatado de que
te habías dado cuenta.

—¡Mierda, tío! ¿Eres francés? — graznó Bomber a mi lado. —Jesúuuuuus, ahora hasta mis bragas
están mojadas.

Matthieu esbozó una sonrisa mientras Baby se carcajeaba en el regazo de Bullet. Mi alfa agachó la
cabeza en dirección a Bomber, levantó su copa y bebió un sorbo. —Merci.6

—El bar es tuyo otra vez— le dije a Bomber antes de dar rápidamente la vuelta y llegar al suelo,
dirigiéndome directamente hacia Matthieu.

Se levantó del taburete justo a tiempo para que me estrellara contra su pecho, sus brazos rodeándome
con fuerza por los hombros y su cara en mi pelo. Los dos jadeábamos como si estuviéramos sin aliento,
cuando en realidad lo único que hacíamos era beber los profundos jadeos el uno al otro.

—Temía que no te alegraras de verme— dijo Matthieu, con su áspera mejilla contra la parte superior
de mi cabeza.

—Siempre me alegro de verte— dije, sonriendo al darme cuenta de que era cierto. Eché la cabeza
hacia atrás y me puse de puntillas, mordisqueando juguetonamente el cuello de Matthieu y
estremeciéndome cuando ronroneó en respuesta.

6 Nota de la Traductora: Gracias. En franc.es, en el original.


—Oh, Dios, hola, papi— gimió Baby detrás de nosotros.

—Será mejor que tengas cuidado— le murmuró Bullet.

—Iba a volver a casa mañana por la mañana, pero me alegro de que estés aquí ahora —dije, besando
la mandíbula de Matthieu.

Se tensó a mi alrededor y luego aflojó lo suficiente como para inclinarse hacia atrás y mirarme a la
cara, con las cejas alzadas por la esperanza. —¿A casa?

En algún lugar dentro de mí, esa llama siempre persistente y autodestructiva intentó encender una
nueva cerilla, tragarse la promesa que me había hecho. La preocupación parpadeó en mi cabeza, pero
esta vez la aplasté.

—A mi manada—, dije en voz baja.

Baby chilló en el fondo, su grito de felicidad sofocado cuando los ojos de Matthieu se abrieron
enormes sobre los míos. Pero no me preguntó si estaba segura ni me pidió que se lo repitiera. Se inclinó,
sus manos en mi cintura me sujetaron con fuerza y me relajé cuando sus labios chocaron contra los míos.

Había echado de menos su sabor, había echado de menos su forma de besar -feliz con solo devorarme
y dominarme suavemente- y había echado de menos su olor. A pesar de la agradable semana que había
pasado aquí con los Aulladores, Matthieu me estaba recordando ahora que mis sentidos florecían cuando
estaba con él y con el resto de nuestra manada.

Gemí cuando su lengua lamió la mía, mientras mis brazos rodeaban su cuello y mi cuerpo se
refugiaba entre sus brazos. El bar nos aclamaba, con risas y abucheos cada vez más fuertes cuanto más
se prolongaba el beso, pero Matthieu no tenía ningún interés por nuestro público. Nos separé lentamente,
pasándole los dedos por el pelo para calmarle, hasta que por fin me dejó recuperar el aliento y sus labios
recorrieron mi mandíbula hasta llegar a mi oreja.

—Debería llevarte a casa ahora mismo, pero me temo que no conseguiré volver antes de necesitar
sentirte contra mí—, me susurró al oído.

Escondí mi sonrojo en su hombro mientras sus manos acariciaban mi espalda. Ahora que tenía a
Matthieu de nuevo en el punto de mira, deseaba desesperadamente que el resto de la manada estuviera
aquí también. Pero Matthieu tenía razón. Necesitaba más que este momento con él, preferiblemente en
privado, y no había forma de que eso sucediera entre el Plaza y llegar a casa.

—Ven conmigo—, dije, levantando la cabeza mordiendo mis sonrientes labios. Encontré la mano de
Matthieu en mi cintura y enredé mis dedos con los suyos, apartándome y guiándole hacia la puerta que
conducía a los apartamentos.

—¡No rompas mi sofá, Lo! — gritó Baby, ahora con Bullet y Green rodeándola.

—Preocúpate por tu propio sofá—, respondí, sacudiendo la cabeza. Tendría a esos alfas encima de
ella en un minuto.

—Ha sido... un placer conoceros a todos—, dijo Matthieu, sonrojándose mientras saludaba a la sala.
—Rake espera invitaros pronto a cenar.

Me reí por aquello y por la expresión vagamente abrumada de Matthieu mientras lo arrastraba detrás
de mí. Me siguió hasta el hueco de la escalera y me incliné junto a él, cerrando la puerta de la fiesta y sus
risas, suspirando ante el silencio que se hizo.

Matthieu me empujó hacia la pared y yo le envolví echando la cabeza hacia atrás. Las lágrimas se
agolpaban en las comisuras de mis ojos mientras Matthieu dejaba caer besos sobre mi cabeza, mis
mejillas y mi boca.

—Joder, Lolotte, te he echado de menos—, murmuró Matthieu.

—Yo también te he echado de menos—, dije, ahogándome con las palabras. —A todos vosotros.
Siento haberme ido así.

Matthieu murmuró y dio un paso atrás, clavando sus ojos en los míos. —¿Pero valió la pena? Te
sientes...

—Siento que pertenezco a la manada—, dije, sosteniéndole la mirada y viendo cómo la tensión se
desvanecía en su rostro.

Llevó mi mano a sus labios, presionando un beso húmedo en el centro de mi palma, y entonces sus
cejas se elevaron. —¿Adónde me llevas? Esta escalera huele a la manada de otra persona.
Me reí. —Estoy bastante segura de que todo este lugar apesta a Baby y sus alfas. Vamos, me dieron
un pequeño estudio para quedarme.

Matthieu me siguió escaleras arriba, sus dedos peinando mechones de mi pelo. —Este color es
nuevo.

—Dejé que las chicas se divirtieran con él. Echaba de menos tener colorido en el pelo.

—Te queda bien—, dijo Matthieu, alcanzándome en el rellano del pasillo y acomodándose a mi
espalda, besándome en el hombro. —Podrías hacer algo en Designate con este tipo de color.

Tarareé y decidí no decirle a Matthieu que el pelo opalescente había sido tendencia hacía ya un par
de años. Era bueno en cuanto a los negocios de la revista, pero mejor que no fuera editor. Abrí la puerta
cuando llegamos a mi piso prestado y empujé a Matthieu detrás de mí. Sonrió cuando cerré la puerta de
un portazo y le empujé contra ella, poniéndome de puntillas y apretándome contra él.

—Dame otro beso, por favor—, le dije.

Matthieu ronroneó e inclinó la cabeza para hacer exactamente eso, pero se apartó rápidamente, con
las manos enmarcando mi cintura y guiándome un paso hacia atrás.

—Ven a sentarte conmigo, primero tenemos que hablar—, dijo Matthieu, con palabras tensas.

Fruncí el ceño, pero dejé que se escabullera entre la puerta y yo, lo seguí hasta el sofá, donde me
senté de rodillas frente a él. —Nada bueno empieza con una frase como -tenemos que hablar-, dije,
aunque estaba segura de que Matthieu no iba a decirme que ya había tenido suficiente. No después del
recibimiento que me había dado abajo.

Gruñó suavemente y se inclinó hacia mí, cogiéndome la barbilla con la mano y picoteándome los
labios. —Quiero estar seguro de que te sientes bien con esto. Y no de que estés intentando mantener la
paz.

Suspiré y negué con la cabeza, y Matthieu se echó hacia atrás, haciéndome sitio mientras me
deslizaba sobre su regazo, frente a él. —Me siento bien con todo esto. Sigo nerviosa. Aún estoy ansiosa.
Pero haber estado aquí ha hecho... creo que ha hecho que la manada no me parezca tanto una fantasía.
Estas personas tienen lo que quiero, lo que todos ustedes me han ofrecido. Y la única persona que se
interpone en mi camino soy yo misma.

Matthieu se inclinó hacia mí y me besó la mandíbula, echándome el pelo hacia atrás por encima de
los hombros mientras sus labios recorrían mi garganta, apartándose justo cuando yo arqueaba el cuello
para él.

—Sé que nos precipitamos con el tema en la cena del martes. Sobre todo, yo me dejé llevar— dijo
Matthieu.

Porque me había ofrecido un amarre, marcarme. Mi sonrisa se rompió un poco. —¿Te sientes...
diferente ahora?

Los ojos de Matthieu se abrieron de par en par y se quedó rígido frente a mí. —¿Si siento de otra
manera? ¿Cómo? No. No, todavía quiero reclamarte, Lola, pero sólo cuando no tengas ninguna duda
sobre ello.

Ah, tranquila entonces. Me relajé y me acerqué un poco más, con los labios haciendo un puchero,
mientras Matthieu gruñía al moverme sobre su regazo. —Hace poco me he dado cuenta de que la mejor
manera de saber que puedo formar parte de la manada, ser amada y aceptada por vosotros, ser feliz... es
simplemente dejándome llevar— dije, inclinándome hacia delante y acariciando la nariz de Matthieu con
la mía. Hace mucho tiempo que no dudo de ninguno de vosotros. Y estoy dispuesta a demostraros que
puedo dejar de dudar de mí misma.

Su ronroneo cobró vida y yo sonreí, besándole el puente ganchudo de la nariz.

—Ya sé que soy tuya, Matthieu. Te amo, te admiro y me siento más yo misma cuando estoy contigo,
de la mejor manera.

—Lola— gruñó Matthieu, con sus manos presionando mi espalda para aprisionarme contra su pecho,
sus caderas subiendo para encontrarse con las mías cuando rodé suavemente encima de él, despertando
el interés de su polla. —Mi niña querida, no hay manada más afortunada, ni alfa más afortunado que yo
por oírte decir esas palabras.
Su lengua vibró cuando posé mis labios sobre los suyos, lamiendo su boca y reclamándolo a mi
manera, mis dedos peinando su pelo y mi cuerpo jugando a cabalgarlo, esperando a que aceptara mi
invitación.

Se separó del beso y me raspó la mejilla: —Te amo.

—Yo también te amo— dije, mordiéndole el labio inferior y empujando los hombros de su chaqueta.
—Ahora quítate la ropa.

Matthieu soltó una carcajada, dejando caer la cabeza en el respaldo del sofá. Aproveché para
chuparle la garganta a besos, arrancándole la chaqueta y apartándola de un empujón. Me eché hacia atrás
y, al parpadear, me di cuenta de que llevaba una de sus camisetas más mugrientas.

—Nene, ¿estabas en pijama antes de venir? — pregunté. ¿O es que creía que hacía falta tener
agujeros en los sobacos para pasar desapercibido entre los Aulladores?

Matthieu canturreó y llevó su mano hasta el dobladillo de mi propia camiseta, sonriendo cuando
levanté los brazos para que me la quitara. —No podía dormir otra noche sin ti, Lolotte. — Me estremecí
al oír esas dulces palabras y el aire fresco que me recorría la piel, y los ojos de Matthieu se fijaron en el
sujetador de encaje que llevaba puesto. —¿Debo ponerme celoso de que lo lleves puesto sin esperar
verme?

Me reí y negué con la cabeza, ahuecando con mi palma su mandíbula y elevando su mirada hasta la
mía. —Era el último que me quedaba limpio antes de volver a casa, así que me lo habría puesto mañana
para ti.

Sus manos me rozaron la espalda, me atrajeron formando un arco y ofreciendo mis pechos a su boca,
sus labios se cerraron sobre el encaje y su lengua acarició mi pezón. Gemí y lo estreché contra mí,
estrellándome contra su longitud, ahora rígida, para que me rozara.

—Sabes que me encanta ver cómo te corres, pero esta vez quiero saber que es mi polla la que te hace
gritar, Lolotte— gruñó Matthieu, tirando con los dientes de la copa de mi sujetador mientras sus manos
desabrochaban el cierre trasero.
—Me va bien— jadeé, suspirando cuando pasó al otro pecho, esta vez sin la barrera de la tela, con
la lengua revoleando y los dientes rozándolo suavemente.

Le levanté la camiseta por la espalda, quitándosela por encima de los hombros, y Matthieu se apartó
el tiempo suficiente como para ayudarme a liberarlo.

—¿Qué tipo de placer quieres esta noche, mon coeur7? — ronroneó Matthieu, mientras me
masajeaba los pechos con las manos y sus pulgares me acariciaban los pezones.

¿Quería que me empotrara por detrás y me tirara del pelo? Un poco, sí, pero había echado de menos
verle y sentirle, y había algo que deseaba muchísimo, esta noche.

—Tú empalándome contra este viejo y chirriante sofá mientras te aprieto tan fuerte que te hago sentir
como un adolescente— dije, sonriendo y apoyando mi frente contra la suya.

Las manos de Matthieu me cogieron por la cintura y solté una risita mientras nos retorcía en el sofá,
con mi espalda desnuda contra los cojines. Matthieu estaba de rodillas, entre mis piernas, sus dedos
tirando con fuerza del botón de mis vaqueros, bajando la cremallera y enganchándose con la cinturilla.
Gruñó cuando mis pechos se agitaron por la risa, agachándose para chuparme y morderme el pecho
mientras intentaba quitarme los vaqueros. Dada la forma en que me había abierto para él, aquello no
funcionó muy bien, y acabó resoplando y apartándose, frunciéndome el ceño mientras yo me reía desde
debajo de él.

—Preocúpate por ti— dije, incorporándome para dejarme espacio, y quitarme los pantalones y la
ropa interior.

Matthieu sonrió, se levantó y se quitó los vaqueros con facilidad, con la polla mostrándose orgullosa
frente a mí. Antes de que pudiera detenerme, me incliné hacia delante, lamiéndole la cabeza, suspirando
mientras el cálido sabor me recorría las venas. Unos dedos fuertes me peinaron el pelo y luego me
aferraron con fuerza, apartándome la cabeza.

7 Nota de la traductora: corazón mío. En francés, en el original.


—Muchachita traviesa— ronroneó Matthieu, y yo me estremecí, siguiendo sus suaves indicaciones
para que me tumbara de nuevo. Descolgué una pierna del borde del sofá y doblé la otra, exponiéndome
a la hambrienta mirada de Matthieu.

Se acomodó entre mis piernas y me soltó el pelo para agarrarme por las caderas, tirando de mí hacia
delante hasta que la cabeza de su polla, chocó contra mi abertura.

—¿Estás lista?

Sabía que lo estaba, pero levanté las caderas para provocarle. —Compruébalo.

Matthieu sonrió, y su mano derecha recorrió mi cadera hasta el centro, presionando suavemente mi
abertura con dos dedos. Éstos se deslizaron con facilidad en mí, bombeando lo suficiente como para
dejarme gimiendo anhelando más, antes de retirarlos, brillantes por mi excitación. Se acarició la polla
palpitante, lubricándose antes de empotrarse contra mí.

—Sí, estás lista— siseó, con los ojos fijos en el punto donde conectábamos, entrando en mí con
pequeños empujones.

Estuve a punto de asentir, pero entonces me penetró y mi cuerpo se arqueó por el alivio y la agonía
entremezclados. —¡Oh, Dios, Matthieu, ¡sí!

Matthieu gimió, apretando sus caderas contra las mías mientras se inclinaba hacia mí. Mis piernas
se alzaron para envolverlo mientras su pecho cubría el mío, y su pelo rizado me hacía cosquillas en la
piel.

—Te quiero—, susurró, rozando mis labios.

—Te quiero—. Le rodeé los hombros con los brazos, con una mano en la espalda y la otra en el pelo.

—Te he echado mucho de menos—, dijo.

—No volverá a ocurrir—, dije sonriendo.

El ronroneo de Matthieu nos estremeció a los dos con su fuerza, y yo suspiré. Se me cerraron los
ojos al sentir a un perfecto alfa, dulce y vibrante sobre mí, con su polla vibrando en lo más profundo de
mi ser.
—Muévete, Matthieu — dije quedamente, besándole la mejilla—. Reclámame—Pensó que me
refería al sexo, y me pareció bien por ahora. Su cuerpo se levantó al pedírselo, propinándome empujones
lentos pero profundos, sus manos y su boca moviéndose a cualquier lugar que pudieran alcanzar, besando
mi garganta, pellizcando mis pechos y agarrando mis costillas. Una de sus manos se hundió debajo de
mí para sujetarme la nuca con un agarre posesivo y poderoso que me pareció excitante y tranquilizador
a la vez.

Yo era de Matthieu. No sólo suya, sino que esta noche le pertenecía y ambos lo sabíamos. Me mecí
con sus embestidas, apreté las piernas alrededor de sus caderas y mi sexo alrededor de su polla. Matthieu
ya me conocía bien, sabía por el sonido de mis jadeos y mis uñas enterradas en su espalda cuándo estaba
a punto, y aceleró el ritmo para hacerme llegar más rápido.

—¡Más, Matthieu, amor, por favor! — jadeé, incapaz de decidir entre relajarme en la creciente ola
o prepararme para el choque.

—Te tengo— susurró, mordiéndome el labio inferior y calmándolo después con la lengua.

—Te deseo.

—Me tienes, Lolotte.

Enterré la cara en su cuello para ocultar mi sonrisa perversa y luego apreté los talones contra su culo,
levantando las caderas hacia las suyas para que su nudo se clavara en mi abertura. —Lo quiero todo de
ti— gemí sin aliento.

Su respiración se entrecortó al darse cuenta, pero no detuvo su urgente vaivén y, en la siguiente


colisión de nuestros cuerpos, lo sujeté con fuerza, con mi orgasmo rozando los bordes. —Por favor—, le
susurré al oído, chupándole el lóbulo.

Matthieu gruñó y empujó. Me sujetó el cuello con la mano, me inmovilizó y me penetró. El


estiramiento y la tensión fueron el principio, pero con ellos llegó la caliente oleada de mi liberación, lo
que me distrajo del dolor inicial. Matthieu rugió y se estremeció contra mí, su propia liberación caliente
y densa dentro de mí mientras se adaptaba al hecho de mi cuerpo alrededor de su nudo.
—Oh, joder. Joder. Dieu8, Lola, ¿estás...?

—Mmhh, estoy bien. — Giré la cabeza y atrapé la boca de Matthieu con la mía antes de que pudiera
volver a preguntar, chupándole los labios y follando mi lengua contra la suya.

Seguía apretando su longitud, mientras su cuerpo se relajaba lentamente contra el mío y su nudo se
asentaba más cómodamente.

—Habías planificado todo esto— rugió Matthieu, acercando su nariz a la mía.

—Sí, lo había planificado— dije, sonriendo y acomodando las piernas alrededor de sus caderas. —
¿Te gusta?

Matthieu resopló, con una sonrisa infantil y vertiginosa. —Lola, hace años que no me anudo a nadie.
Casi me provocas un infarto.

Mis ojos se abrieron de par en par. Había supuesto que él y Carolyn... pero nunca lo había
confirmado, y ni siquiera había pestañeado cuando le dije que no quería intentarlo.

—¿Te gusta? —preguntó Matthieu, enarcando las cejas. Hizo un movimiento de balanceo
experimental contra mí, su pelvis contra mi clítoris, y luego sonrió mientras yo revoloteaba a su alrededor
y me retorcía con el eco del placer que me recorría. —Joder, pues sí, te gusta. Mi Lolotte.

Sus movimientos eran suaves empujoncitos, pero enganchada a su nudo se convertía en locamente
poderoso. Estaba más apretado desde este ángulo, y no era tan profundo y machacante como cuando
había estado encima de Caleb, sino lleno de sensaciones y un intenso y febril sentimiento de hormigueo.

—Jesús— jadeó Matthieu, con la frente empapada de sudor. Sus labios se estampaban contra los
míos, una y otra vez. —Te amo. Te amo. Eres mía, Lola.

—Soy tuya— dije, con una satisfacción emocional egoísta que me llenaba de pies a cabeza. —Para
siempre.

8
Dios. En francés, en el original.
Matthieu ronroneó, y cuando arqueé la garganta hacia él, el sonido se hizo más fuerte, sus labios
rozando de un lado a otro la curva de mi hombro. Entre el suave roce de él contra mi clítoris y el
abrumador peso del nudo, me estaba acercando rápidamente a otro orgasmo.

—Muerde— dije, enterrando mis dedos en el pelo de Matthieu.

Su ronroneo continuó, y chupó el músculo de mi hombro, su cabeza rodando de un lado a otro. —


No necesitas que te apuren— dijo, pero noté la tensión en sus palabras mientras se resistía a mi exigencia.

—Tú tampoco, pero estoy preparada. Yo también seré tuya cuando tú lo estés— dije.

Matthieu se levantó y yo gemí cuando me penetró hasta el fondo. Su boca cubrió la mía, arrastrando
los dientes sobre mis labios.

—Te quiero —gruñó, y luego se apartó, con las caderas empujando rápidamente dentro de mí.

Me corrí con un grito, mi cuerpo se arqueó, y Matthieu se inclinó sobre mí. La electricidad corrió
por mis venas y las estrellas brillaron detrás de mis ojos, con los leves susurros del aliento húmedo en mi
hombro. Y entonces Matthieu me mordió, el fuego me azotó, y mi cuerpo se congeló en su abrazo
mientras sus dientes se hundían en mí.

Me reclamó.

El mordisco resonó en mi interior, mientras el dolor y el placer palpitante se mezclaban dentro de


mí, hasta desmadejarme de alivio. Siguieron el calor y la suavidad, no muy diferentes de las secuelas
habituales del buen sexo. Suspiré mientras Matthieu aflojaba suavemente el mordisco, lamiendo la herida
con su lengua. Aquel denso calor líquido se hizo más profundo, mientras el largo torrente de alcohol se
expandía en mi pecho. A aquello le siguió una caricia aterciopelada.

Se me llenaron los ojos de lágrimas al darme cuenta de lo que estaba ocurriendo, mientras el lazo de
Matthieu me envolvía en su abrazo. El amor era embriagador y rico, me cubría por completo, y me
empapaba las venas como los rayos del sol.

—Oh, Matthieu—, respiré hondo.


—Sí, aquí lo tienes— suspiró Matthieu antes de volver a seguir curando el mordisco. Me escocía un
poco, me dolía la herida, pero con cada beso de sus labios y cada pasada de su lengua, el placer me
envolvía también, haciendo que me estrechara aún más a su alrededor.

Me sentía oro líquido en los brazos de Matthieu, aturdida por la fuerza de su afecto y su amor,
sonriendo por su diversión ante mi propia conmoción, y un pequeño lazo nos anudaba el uno al otro.

—No compartiría esto con nadie más que contigo, Lolotte—, dijo Matthieu, besando el mordisco y
haciendo que miss lágrimas se derramaran. —Sé que no seré el único en tus afectos, pero siempre serás
mía.

—Lo seré—, dije en voz baja.

Matthieu dejó el mordisco por el momento, enderezándose para que su rostro se cerniera sobre el
mío. Las suaves líneas de la edad me parecían llenas de sonrisas, y besé su boca con avidez.

—Quiero llevarte a casa esta noche. No me importa a qué hora. Pero por ahora, quiero abrazarte y
sentirte. Estás resplandeciente, mi niña querida.

Asentí, aferrándome a Matthieu y absorbiendo el vínculo. Podría haberme sentido tonta por haberme
resistido a un vínculo tan poderoso, hermoso y satisfactorio, pero Matthieu no dejaba lugar a la vergüenza
entre nosotros, y suspiré aliviada cuando nos giró lentamente hacia un lado, llenando el silencio de
satisfacción.
DIECINUEVE
Lola

Me desperté con un suave beso en los labios. Y luego más en mi mandíbula, mi cuello, y mis
hombros.

Me estremecí y suspiré mientras Matthieu chupaba suavemente la marca del vínculo, un dulce pulso
de deseo atravesándome. Ronroneó y se echó hacia atrás, y abrí los ojos para encontrarnos en el garaje
de la casa, Matthieu encorvado en el lado del pasajero de Bertha.

—Estamos en casa—, murmuré.

La sonrisa de Matthieu fue brillante en respuesta. —Lo estamos. Sé que los demás odiarían si los
hiciéramos esperar para verte hasta mañana por la mañana, pero quería pasar unos segundos más contigo
a solas. Además, no estoy seguro de poder cargarte y manipular el ascensor al mismo tiempo.

Me reí y me estiré mientras salía del coche, gimiendo cuando mi cuerpo me recordó que no solo
había extrañado las comodidades de las camas aquí, sino que acababa de ser anudada y unida en un
maldito sofá. Vale la pena, pensé. Estaba dolorida, pero solo era un delicioso recordatorio de mi noche.

Me puse de pie con las piernas temblorosas y Matthieu me abrazó contra su pecho, mi cabeza debajo
de su barbilla, el vínculo corría como una cuerda entre nosotros, lleno de amor, afecto y alivio. Matthieu
se sintió aliviado y feliz de tenerme, de tener nuestro vínculo.

Solo conoces a estos hombres desde hace unos meses.

Tan rápido como llegó el pensamiento, fue aplastado por una ola de satisfacción de Matthieu y mi
propia determinación de no interponerme en mi propio camino. Suspiré ante la prueba del poder del
vínculo sobre mi estado de ánimo, y Matthieu acarició mi cabello como si él también hubiera sentido el
cambio.

—Si quieres ir directamente a Rake y Caleb, están en su habitación. Puedo correr y despertar a Leo
—murmuró Matthieu, sin hacer ningún movimiento para salir el garaje o nuestro abrazo.
—¿Leo no está con ellos?

—Estaba en sus habitaciones cuando me fui.

Mmm. No me gustó el sonido de eso. Leo no era como Wes o Matthieu, por lo general no pasaba
tiempo a solas.

—Primero iré con Leo. Creo que necesito limpiar el aire.

Matthieu besó la parte superior de mi cabeza. —Fuiste honesta con nosotros, tomaste el espacio que
necesitabas y te dio el espacio para tomar tu decisión. Él lo entenderá.

Asentí, y Matthieu y yo finalmente nos separamos, caminamos de la mano hacia la casa y subimos
al ascensor. Pensé que Leo lo entendería, pero eso no significaba que no me disculpara. Sin embargo,
sobre todo, Leo y yo brillamos mejor cuando teníamos momentos solo entre nosotros dos, sin los alfas
que nos reclamaban o el omega que nos unía.

—Esperaré en mi propia habitación, dormiré una pequeña siesta—, dijo Matthieu con un gran
bostezo cuando entramos en el ascensor. Su mano apretó la mía y me miró con una mirada cálida y
soñolienta. —¿Pero vendrás a buscarme antes de que veas a los demás? Reclamo mi derecho a dormir a
tu lado esta noche, sin importar lo que pelee Rake.

Me reí y asentí con la cabeza, y el ascensor nos llevó en silencio hasta el último piso.

Matthieu me dejó en el pasillo con un largo beso, como si me fuera de la casa otra vez, no solo
entrando en la suite de Leo para una charla nocturna.

Las habitaciones estaban oscuras, y había pasado un tiempo desde que había estado aquí. Entré de
puntillas en el dormitorio, deteniéndome en la puerta y mirando la suave sombra de Leo en la cama.
Estaba acurrucado de lado, sus almohadas rodeándolo por todos lados, como si estuviera tratando de
compensar el hecho de dormir solo. Habría apostado dinero a que Caleb estaba dando vueltas en su propia
cama.

Quitándome los zapatos, caminé silenciosamente hacia la cama, deslizándome sobre el colchón y
viendo a Leo fruncir el ceño mientras dormía. Me incliné y encendí la lámpara de la mesita de noche,
observándolo mientras se movía, frunciendo el ceño. Llevaba mi suéter favorito suyo, y mi corazón se
encogió cuando lo vi. ¿Lo había lavado o estaba tratando de captar un poco de mi olor en la tela como
yo lo hacía con él cuando lo usaba?

Leo parpadeó hacia mí, con un adorable fruncido de mal humor en sus labios, y le tomó un minuto
antes de que la molestia de ser despertado se transformara en la conmoción de ser despertado por mí.

—Hola.

—¿Lola? — Leo se metió entre las sábanas, apartando las almohadas del camino mientras se sentaba
y se deslizaba hacia mí, extendiendo las manos y luego deteniéndose entre nosotros. —Dios, ¿qué hora
es?

—Casi las tres, perdón por el rudo despertar. Déjame hacerlo mejor —dije.

Me incliné y los ojos de Leo se agrandaron, pero sus labios estaban separados y listos mientras los
míos cubrían los suyos, en un beso profundo y desesperado. Sus manos vacilantes encontraron su coraje,
y me atrajo contra su pecho, la piel tibia del sueño se deslizó bajo mi toque mientras envolvía mis brazos
alrededor de él. Leo se estremeció y apretó su agarre, la piel de su mejilla rozando la mía mientras
convertía el beso en un abrazo.

—Te extrañé —susurré en su oído, mis ojos picaban.

Leo resopló divertido y frustrado y giró su rostro hacia el mío, besando ciegamente mi oreja, mi
cabello y mi mandíbula. —¿Qué estás haciendo aquí? ¿Cómo llegaste a casa?

—Matthieu vino al Plaza.

Leo se puso rígido contra mí y se echó hacia atrás, encontrando mis ojos, su ceño fruncido por la
preocupación. —Dijimos que no te presionaríamos.

—No lo hizo—. Besé la nariz de Leo y luego seguí adelante y dejé que mis dedos codiciosos se
hundieran en su cabello, perdiendo esa textura espesa y aterciopelada. Mis ojos recorrieron su rostro. No
había olvidado lo hermoso que era, pero era mejor en persona. —Planeaba estar en casa mañana para
desayunar para sorprenderlos a todos. Bueno, originalmente, ayer. Pero Baby me pidió que me quedara
un día más.
Revisé la cara de Leo, solo para asegurarme de que no estaba ofendido porque había estado dispuesta
a posponer mi regreso, pero eso no parecía ser lo que lo estaba molestando. Una de sus manos se deslizó
de mi espalda, acercándose a mi rostro. Sus labios se torcieron cuando vio mi cabello, y lo movió entre
sus dedos antes de fruncir el ceño de nuevo.

—¿Matt no te presionó? —, preguntó Leo.

Sonreí y negué con la cabeza. —En todo caso, lo presioné yo.

Matthieu ciertamente no esperaba que yo tomara su nudo, para empezar. Leo no podía ver la marca
de unión debajo de la sudadera de Aullador que estaba usando, mi regalo de despedida de la manada de
Baby, pero quería que me escuchara antes de que lo viera, para que supiera que mi decisión era mía.

—Siento haber corrido así—, dije. Leo abrió la boca para protestar y yo seguí adelante. —No
realmente. Estaba en un lugar realmente feo de mi cabeza, y dejé que eso me diera una razón para ignorar
lo obvio en ese momento. Esta manada no ha hecho más que mostrarme que tengo un lugar seguro aquí
para hacerme más fuerte y… y pertenecer.

—Rake se dejó llevar y los demás lo alentaron—, dijo Leo, frunciendo el ceño.

Me encogí de hombros y susurré: —Seamos honestos, Rake siempre se dejará llevar y los demás
siempre lo alentarán. Es por eso que esta manada nos necesita.

Soñoliento y adormilado como estaba, los ojos de Leo se iluminaron ante esa declaración y su sonrisa
se estiró. Presioné un beso rápido en mi hoyuelo favorito en el mundo y luego me alejé antes de que
pudiéramos alcanzarnos.

—¿Te vas a quedar? — preguntó Leo.

—Me quedaré. Yo... Indy y Buzz no son la única razón por la que tengo esta... voz en mi cabeza que
está tan determinada a convencerme de que no puedo encontrar mi lugar en la manada. Mi mamá también
me estaba alimentando con eso a una edad muy temprana, y supongo… hasta ustedes, nunca hubo
ninguna prueba de lo contrario—. Respiré hondo y moví mi mano entre nosotros. —De todos modos. La
terapia va a ser dura, pero vale la pena. Quiero ser feliz y quiero ser miembro de esta manada.
Leo dejó escapar un suave sonido estrangulado de alivio y luego me alcanzó, un beso persistente tras
otro presionando mis labios. —Lo haremos lo más fácil posible para ti.

—Tú ya lo haces.

Leo suspiró y se hundió en las almohadas y yo lo seguí, cruzando los brazos sobre su pecho y
apoyando la barbilla en el dorso de mis manos.

—Me alegro de que hayas venido a casa. Yo... yo traté de pensar realmente en lo que hubiera pasado
si te hubiera conocido primero, o si nunca hubiera conocido a Rake y la manada —murmuró Leo, la
tensión irradiando a través de él.

Canturreé y negué con la cabeza. —Quiero creer que seríamos felices, pero creo que sin esta manada,
podríamos haber tenido un camino mucho más difícil para redescubrir nuestra autoestima—. Mi nariz se
arrugó ante la idea. —No es que la manada sea lo que me hace digna. Solo que todos ustedes han sido
un catalizador para sacar esa negatividad de mi cabeza y encontrar mi propia recuperación. Creo que
estamos donde estábamos destinados a estar.

Las manos de Leo acariciaron mi espalda. —Estoy de acuerdo. Así es como me sentí al final también.

Una mano alcanzó mi hombro izquierdo y apretó, justo sobre mi herida aún fresca, y siseé y me
senté, sacudiendo sus manos.

—Oh, lo siento, hermosa, ¿está todo…?

Me reí y me quité el pelo de la cara. —En realidad, tengo una cosa más que decirte. Solo recuerda
la parte donde dije que lo presioné, no al revés.

Leo parpadeó y levanté mi sudadera por encima de mi cabeza, desenredándome y acomodando mi


camiseta con su amplio cuello en V abierto cayendo ligeramente sobre un hombro. Me miró por un
momento y me encogí de hombros, moviendo las cejas. Le tomó un momento, un estudio en blanco en
su rostro interrumpido por un leve movimiento de sus cejas. Los ojos de Leo se agrandaron y se sentó,
con la boca abierta mientras miraba la mordedura fresca en mi hombro.

—Tú, él... Lola, ¿estás unida? — Leo jadeó, alcanzando mi brazo para atraerme como si estuviera
comprobando si el mordisco era solo maquillaje.
—Sí. Yo… he estado preocupada por ustedes, chicos, como si captaran mi ansiedad a través del
vínculo, pero después de hablar con Baby y algunos de sus alfas, me di cuenta de que no es realmente,
así como funciona —dije, sonrojándome.

Leo seguía mirando la herida, su pulgar acariciando los bordes elevados. Fue un poco doloroso, pero
nada tan fuerte como cuando Matthieu tocó el lugar.

—Guau—, susurró. Sus ojos se agrandaron aún más mientras me miraba, sus mejillas se crisparon
con una sonrisa. —Guau. Estás atrapada con nosotros.

—Estás atrapado conmigo—, le dije, sonriendo.

Leo se rio y me incliné para besarlo cuando levantó la barbilla. —Dios, Rake aún no lo sabe,
¿verdad?

—Quería hablar contigo primero—, le dije—. Pero sí quiero un gran abrazo. Sin embargo, Matthieu
me mantuvo entretenida.

—Apuesto a que lo hizo. Es bueno tener a tu alfa cerca después de la mordida. Especialmente para
nosotros, las betas, se cura un poco más lento en nosotros. Vamos, busquemos a Matthieu y luego veamos
si Rake se da cuenta cuando nos metamos en la cama.

Leo buscó un par de calzoncillos mientras yo corría a la otra suite para despertar a Matthieu. No se
había ido a la cama, sino que estaba recostado en un sillón, con una lámpara apartada de sus ojos. Tenía
la boca abierta y respiraba suavemente mientras dormía. Me senté en el brazo de la silla y le pasé el dedo
por la nariz, haciéndolo temblar y relamerse los labios.

—Despierta, viejo—, susurré.

Matthieu ronroneó, una sonrisa extendiéndose sobre sus labios mientras parpadeaba lentamente para
despertarse. —¿Con qué frecuencia crees que vas a salirte con la tuya diciendo eso? — preguntó.

Incliné la cabeza y fingí pensar. —Tal vez tan a menudo como quiera.

Sus brazos se cerraron alrededor de mi cintura, jalándome a su regazo, y me retorcí para alejarme
mientras él gruñía felizmente, atrayéndome a su pecho y plantando su boca sobre mi marca. Me convertí
en gelatina en medio segundo plano, el calor me recorría y mis ojos se nublaban por el agotamiento y la
excitación.

—Dijiste que podíamos dormir abajo—, jadeé antes de que se dejara llevar.

Matthieu hizo una pausa y luego presionó un casto beso sobre el lugar. —Tienes razón, lo hice. Muy
bien.

Dejé escapar un 'oof' de respiración cuando Matthieu me levantó en sus brazos, llevándome a la
puerta para encontrarnos con Leo en el pasillo.

—Buen trabajo esta noche, Matt—, dijo Leo, sonriendo y pellizcándome el dedo del pie con los
dedos.

Matthieu tarareó y asintió con la cabeza mientras yo rodaba los ojos. —Gracias, eso pensé.

—Disculpa, fui muy responsable—, le dije.

Matthieu me dejó bajar por las escaleras con otro roce de sus labios sobre mi marca. Incluso eso fue
suficiente para dejar mis rodillas un poco débiles. Con suerte me aclimataría, de lo contrario Matthieu se
divertiría demasiado aprovechándose de su nuevo poder sobre mí.

Poder que le había concedido, y alegremente. Sonreí ante la idea cuando llegamos al piso de Caleb.

—Voy a decirle a Wes que estás en casa—, dijo Matthieu. Señaló a Leo y a mí. —Espero encontrar
mi lugar reservado cuando regrese.

Cyrus y Caleb tenían a Rake entre ellos, y solo verlos a los tres me hizo sentir más relajada. Esperaba
que Matthieu convenciera a Wes para que entrara también.

—Solo entra—, me susurró Leo. —Voy a recuperar la espalda de Caleb.

Fue primero cuando me arrastré a los pies de la cama. Caleb no se despertó, pero cuando Leo se
acurrucó contra su espalda, los labios de Caleb se curvaron y se inclinó en dirección a Leo. Me pregunté
si ese era el efecto del vínculo, y mirando a los cuatro hombres en la cama, supe que Matthieu tenía
razón. Él no sería mi único vínculo. Quería estar tan enredada en esta manada, no había discusión sobre
si pertenecía o no, de mí misma o de cualquier otra persona.
Deslizarme entre Caleb y Rake parecía bastante simple hasta que me di cuenta en la oscuridad de
que estaba lidiando con un absurdo enredo de piernas. Golpeé una espinilla y luego una rodilla, y Rake
gimió en la oscuridad, resoplando y rodando sobre su espalda.

—¿No puedes dejar de moverte? — Rake siseó.

—No estoy tratando de hacerlo—, respondí.

Rake se puso rígido y luego se sentó como un tiro, sorprendiendo a sus alfas cuando se zambulló en
la cama y me derribó.

—¡Lola! ¿Cuándo llegaste a casa? ¿Por qué no nos llamaste? ¿Cómo regresaste?

—Rake, dale la oportunidad de hablar—, dijo Leo, rodando y encendiendo una luz.

—¡Dios mío, tu cabello! Eso es hermo... espera, ¿qué es...? —Los ojos de Rake se abrieron como
platos.

A diferencia de Leo, Rake no tardó mucho en detectar la marca del mordisco. Su rostro se volvió
caricaturesco por la emoción, y jadeó durante un período de tiempo exagerado hasta que pensé que podría
desmayarse.

—Ese bastardo francés astuto —siseó Rake. —Ni siquiera nos invitó.

—No estoy segura de que un vínculo sea el tipo de cosa para la que me gustaría tener una gran
audiencia—, dije.

Lo que llamó oficialmente la atención de Caleb y Cyrus.

—Rake, muévete—. Caleb tiró del brazo de su omega—. Déjala levantarse.

Rake lo ignoró, se tiró encima de mí y me sostuvo la cara para darme un beso sucio y lamido. Suspiré
en sus labios y él se relajó contra mí, chupando mi labio inferior antes de finalmente alejarse.

—No te vas a deshacer de mí ahora, Piruleta. Soy el percebe en el trasero de tu barco de aquí en
adelante—, murmuró Rake, sonriéndome con locura.

Me reí de mi omega y él me ayudó a sentarme. Tan pronto como me levanté, Caleb estaba allí,
cargándome en sus brazos. Me acurruqué contra su pecho, tomando una profunda bocanada de su olor y
suavizándome contra él. Detrás de mí, Cyrus nos abrazó a ambos, su pecho caliente contra mi espalda.
Cyrus bajó la cabeza y me estremecí cuando pasó la nariz por el borde de la picadura, olfateando la unión.

—Bien—, dijo.

—¿Eres... eres feliz? — preguntó Caleb.

—Feliz de estar en casa, feliz de estar unida, feliz de ser parte de la manada—, dije, que eran
básicamente las notas clave de mi conversación con Leo, quien me sonreía por encima del hombro de
Caleb.

—¿Dónde está Matt?

—Aquí—, dijo Matthieu.

Giré entre Caleb y Cyrus para ver a Matthieu solo en la puerta. Su sonrisa se tensó, y un suave hilo
de consuelo tiró dentro de mí desde nuestro vínculo.

—Wes aparentemente se escapó por un cliente—, dijo Matthieu. —Se sorprenderá muy gratamente
cuando regrese.

Asentí y Matthieu se unió a nosotros en la cama, Cyrus se apartó de su camino para que Matthieu
pudiera acostarse a mi izquierda, del mismo lado que su marca de unión.

—¿Qué se supone que debemos hacer el resto de nosotros, un pulso? — Rake preguntó.

—Si va a haber lucha libre, prefiero que todos se engrasen, pero creo que tengo demasiado sueño
para eso esta noche—, dije, sonriendo y extendiendo los brazos.

Rake fue el primero en buscar su lugar y, siendo honesta, no creo que ninguno de los otros planeara
interponerse en su camino. —Te extrañé, Piruleta. Iba a decirte que no vuelvas a hacerlo, pero parece
discutible ahora. También estoy muy enfadado porque te cambiaste el pelo sin dejarme sentir la emoción,
pero me encanta.

—Gracias —dije, sofocando un bostezo. —Y no tienes que preocuparte. Estoy asentada, ya.

Matthieu ronroneó y besó mi hombro.


—Solo necesitaba poner mi cabeza en orden. No puedo prometer que siempre será así, pero tienes
razón. No voy a ninguna parte.

La manada se reacomodó en la cama, Leo a la espalda de Rake y luego Caleb y Cyrus detrás de él.
Pasé un brazo sobre el estómago de Rake y Caleb se estiró hacia atrás, uniendo sus dedos con los míos
sobre el pecho de Leo.

—Buen trabajo, Matt—, murmuró Rake, justo cuando estaba a punto de dormir.

—¿Por qué todos seguís diciendo eso?

Matthieu resopló a mi espalda, lo más cerca que pudo, y o fue su propio agotamiento o se sabía un
truco de magia porque al momento siguiente me estaba quedando dormida sin una respuesta a mi
pregunta.
VEINTE
Lola

Solo puedo pensar en una colección muy pequeña de días perfectos en mi vida.

Uno fue un día en la playa con una amiga de la secundaria y su familia. No recuerdo los detalles
ahora, solo recuerdo que muchos niños reían, una cantidad extravagante de helado y que los padres de
mi amiga decían cosas agradables sobre mí mientras yo fingía dormir en el camino de regreso.

Otro fue un día con Baby, deambulando juntas por la ciudad en invierno y derrochando nuestros
bonos de Navidad. Habíamos tomado cócteles y aperitivos en el almuerzo, y habíamos mirado
escaparates en las boutiques antes de comprar de verdad en las tiendas de segunda mano. Luego me invitó
a su pequeño apartamento para contemplar la ciudad, beber chocolate caliente y pintarnos las uñas.

El domingo después de que regresé a la manada también se perfilaba como un día perfecto. Después
del sexo soñoliento en la ducha con Leo y Rake, hubo un buffet de alimentos para el desayuno de nuestros
tres alfas. Era uno de esos días de estar solo en pijama, con películas de fondo mientras dormías la siesta
en el sofá.

Solo faltaba una cosa. O, mejor dicho, un hombre.

—¿Alguien ha tenido noticias de Wes? Le envié un mensaje de texto esta mañana, pero no he
recibido respuesta—. Estaba preparando una ensalada con Cyrus para nuestro almuerzo tardío, mientras
Leo y los demás se afanaban en la cocina a nuestro alrededor.

—Probablemente esté en alguna vigilancia, siempre se queda en silencio cuando las tiene—, dijo
Rake, encogiéndose de hombros mientras exprimía una toronja.

—Confía en mí, él no te está evitando—, dijo Cyrus, chocando contra mi costado.

Me mordí el labio y asentí con la cabeza como no hubiera estado pensando mal mientras Wes estaba
fuera de casa más tiempo. Cyrus me miró, dándome la clara impresión de que me estaba volviendo
transparente para de esta manada. Pero, al final, eso me dejó con una sensación de alivio. Quería que
estos hombres fueran tan conscientes de mis necesidades como yo estaba decidida a serlo de las suyas.

Y hablando de necesidades, me sonrojaba cuanto más me observaba Cyrus. Nuestras manos rozaron
el tazón para mezclábamos y añadíamos más ingredientes, y Cyrus tuvo especial cuidado de rozar el
dorso de mi mano con los nudillos.

Anotado, pensé. Ahora que ya estaba aquí…

Yo era parte de la manada.

Recordarlo puso otra sonrisa soñadora en mis labios, y Matthieu me cantó a través del vínculo,
emocionado también por el recordatorio.

Ahora que yo era parte de la manada, la vacilación entre Cyrus y yo iba a empezar a derretirse
rápidamente. Me alegré de que hubiera ascendido a editor en jefe al menos. Trabajar con él en el
departamento de belleza con ambos comiéndonos con los ojos habría sido el entorno menos productivo
de la historia.

—El salmón está listo—, nos llamó Leo.

Agarré la ensaladera y Cyrus me siguió, su mano ahuecando mi nuca con un agarre suavemente
posesivo en mi hombro derecho. Su pulgar acarició la parte de atrás de mi cuello, arremolinándose sobre
los mechones sueltos de pelo mientras el calor se filtraba desde el toque en la piel y hasta los dedos de
los pies.

A descongelarse, de hecho.

Preparé un plato y me senté entre Caleb y Matthieu en la isla, deslizando uno de mis pies sobre el
taburete de Caleb para jugar con él. Tenía a Leo frente a él y un cuaderno al lado en el que estaba
escribiendo.

—¿En que estas trabajando? — pregunté.

—Solo estoy armando una lista de las cosas de las que tendremos que encargarnos para mudarte—,
dijo Caleb, y luego su cabeza se disparó, con los ojos muy abiertos y sorprendidos en mí. —Tú estás...
¿no es presunción?
Le devolví la sonrisa. —Me mudo, Caleb. Está bien. ¿Qué hay en la lista?

—Bueno, terminando tu contrato de arrendamiento, por supuesto. Organizar los transportes. Solo
está el tema del espacio—, dijo Caleb.

Mi nariz se arrugó y me encogí de hombros. —No tengo mucho en mi casa, y probablemente incluso
menos de lo que realmente necesitaríamos aquí.

—Es eso, pero es más… pasamos a esta manada como seis y ahora hay siete. La habitación de
invitados está bastante bien, por ahora —empezó Caleb.

—La habitación de invitados es mejor que mi apartamento—, interrumpí.

—Antiguo apartamento viejo —corrigió Matthieu, y luego se inclinó y besó su marca de unión con
una sonrisa felizmente satisfecha mientras yo ponía los ojos en blanco e ignoraba la emoción vertiginosa
que me recorría.

—Pero es como si te hubiéramos dado las sobras—, concluyó Caleb.

—La cubierta verde es de Lola—, dijo Rake. —¿Y con qué frecuencia realmente prevés que la
dejemos dormir en su propia cama?

—Tan a menudo como le plazca—, dijo Leo, golpeando a Rake en la parte posterior de la cabeza y
luego caminando y besándolo allí donde le había dado. —Pero estoy de acuerdo con Caleb, hermosa.
Necesitas reclamar tu territorio en la casa. Podría cambiar mi suite por ti, y luego podríamos derribar la
pared que separa la habitación de invitados de mi oficina. O puedo trasladar mi oficina a mi suite.

—¡Detente! — Lloré, riendo y sacudiendo la cabeza. —En primer lugar, no voy a robarte tu
habitación, Leo. Diseñaste ese piso específicamente para ti y Matthieu. Y no necesito que la habitación
de invitados sea más grande. Eso es un montón de espacio para mí. Sin embargo, me quedo con la cubierta
verde. Ese es mi lugar favorito de la casa.

Rake se estiró hacia adelante, con el brazo levantado, y yo me incliné más allá de Caleb para
responder a su choca esos cinco.
—Al menos vamos a redecorar entonces—, dijo Caleb, algo malhumorado mientras reorganizaba su
lista. —Y me gusta la idea de Leo de quitar su oficina. Entonces podríamos ampliar el baño y darle un
vestidor.

Miré boquiabierta a Leo y Cyrus, quienes solo se encogieron de hombros. Aparentemente, Caleb era
mucho menos gentil cuando se trataba de los arreglos de la casa. Podría haber encontrado la conversación
más estresante si Matthieu no hubiera estado sentado a mi lado zumbando de placer por la conversación.

—¿Qué te parecería una cama con dosel, Lola? — preguntó Rake, sonriendo.

—Ella quiere una—, dijo Matthieu, respondiendo a mi emoción interna antes de que pudiera objetar
algo.

Caleb tarareó y lo anotó.

Era ya tarde por la noche, todos menos un miembro de la manada, estaban en la cocina terminando
la cena, cuando finalmente escuché el leve sonido de la puerta del garaje cerrándose. Miré a Matthieu, y
sus labios se torcieron ante mi explosión de emoción.

Wes no había respondido a mis mensajes de texto, pero ahora que estaba en casa, probablemente era
solo cuestión de tiempo antes de que pudiera agarrarlo. Tenía algunas cosas muy específicas que quería
decirle a Wes. Sobre su lugar en la manada, el mío y el nuestro juntos.

Excepto que los platos estaban ya en el lavaplatos y todos regresaban a la sala de estar, y aún no
podía escuchar ni un movimiento en las escaleras o en el ascensor. Los brazos de Matthieu rodearon mi
cintura, y sus labios se cernieron sobre mi marca de unión, su lugar favorito nuevo para besarme.

—Deberías ir a buscarlo.

—¿Por qué no ha subido todavía?


—Está acostumbrado a estar fuera de órbita con nosotros. Yo también, para ser honesto.
Probablemente esté nadando o haciendo ejercicio para ahuyentar un mal día, en el gimnasio—, dijo
Matthieu.

Me moví nerviosamente, girando en los brazos de Matthieu y mirándolo. Las motas grises que
crecían sobre su mandíbula, el desorden del pelo que, como era su día libre estaba ignorando. Mi alfa me
sonrió mientras mi euforia brotaba.

—Me gustan estos pequeños momentos en los que recuerdas lo que ha cambiado—. Besó mi frente.
—Me encanta sentir lo feliz que eres.

—Qué feliz me has hecho.

—Sin embargo, no solo yo—, dijo Matthieu, y sus cejas se levantaron brevemente.

Respiré hondo y me armé de valor, estirándome entre nosotros para descansar mis dedos en sus
mejillas. —Sabes que te quiero…

—Sí, Lolotte. Yo soy tuyo y tú eres mía, y tú eres nuestra manada—, dijo Matthieu, inclinándose y
buscando la caricia.

Solté el aire en un suspiro y Matthieu me atrajo hacia él para darme un dulce y prolongado beso.

—Te veré más tarde —murmuró Matthieu. —Los demás pueden tener que dormir sin ti porque no
creo que Wes o yo compartamos esta noche.

Sonreí cuando Matthieu me soltó. —Eso tendrá que arreglarse tarde o temprano. No quiero elegir
siempre entre ellos y ustedes dos. Pero esta noche, creo que tienes razón.

—Sabremos exactamente hasta dónde estamos dispuestos a llegar, estoy seguro—, dijo Matthieu
asintiendo. —Pero hasta que estés lista para tomar el vínculo de Caleb o el de Cyrus, te acapararé tanto
como pueda.

Capté las sonrisas del resto de la manada y las miradas igualmente cómplices. Sí, la transparencia
era agradable cuando mis muchachos miraban a través de mí. El ascensor se hundió suavemente hasta el
nivel del sótano, y tan pronto como salí de él, escuché la música. Rock, tambores pesados y acordes de
blues resonaban amortiguados detrás de las paredes del gimnasio. Wes estaba levantando pesas, con el
pecho agitado y las piernas a horcajadas sobre el banco negro. Debería haber tenido un observador con
él, y me preguntaba con qué tipo de día había lidiado para estar ejercitando con tanta frustración.

Pero no era una vista desagradable, para mí. Aunque tenía un par de ideas para mejorarla. La música
era ensordecedora cuando entré y Wes no notó mi llegada. Su olor era pesado en la habitación, más espeso
que cualquier otro rastro persistente, y en este momento la sal estaba atravesando su dulzura habitual.
Todavía me mojaba automáticamente. Lo que era muy conveniente.

No quería sorprenderlo en medio de una repetición, así que bajé el volumen de la música con los
controles de pared, observándolo hacer una pausa para recuperar el aliento. Inclinó la cabeza para mirarse
en el espejo y sonreí cuando el ceño que tenía se desvaneció en un instante, dejando abierta la conmoción
y lo que esperaba que fuera emoción. Intentó sentarse y casi choca contra la barra.

—Quédate—, llamé, moviéndome directamente a su lado. Cuando se giró para deslizarse por debajo
del peso, lo detuve levantando la rodilla y apoyándola ligeramente sobre su estómago. —Dije, que te
quedaras ahí.

Con el ceño fruncido, y las manos agarrando la barra de metal. —Lola, cariño.

Su pecho estaba desnudo, brillando por el sudor, y tan cerca de él, el sabor salado de su olor era
atractivo por sí mismo, aunque se volvía más dulce a cada segundo que pasaba.

—Te perdiste mis mensajes de texto —dije, deslizando mi rodilla sobre él, sonriendo mientras lo
sentaba a horcajadas sobre el banco—. Yo estaba apenas a unos centímetros por encima de sus caderas,
y jadeó mientras miraba entre nosotros, levantando las caderas brevemente para empujarse contra mí
antes de recuperar el control.

—Ni siquiera he revisado mi teléfono. ¿Cuándo volviste?

—Muy tarde anoche, — dije. Levanté mi camisa sobre mi cabeza y luego me hice el pelo hacia un
lado.

Los ojos de Wes se movieron lentamente desde mi estómago, revoloteando sobre mis pechos
desnudos mientras un ronroneo comenzaba en su pecho, antes de finalmente encontrar el mordisco en mi
hombro.
—Soy tu compañera de manada ahora—, le dije.

—Ya era hora—, gruñó Wes, ignorando mis instrucciones y saliendo rápidamente de debajo de la
barra. Sus manos me agarraron por los omóplatos, y me preparé para el fuerte impacto de su beso, labios,
dientes y lengua que me reclamaron con fuerza hasta que gemí y rodé mis caderas sobre las suyas.

Me aparté del beso, chupando la esquina de su mandíbula y luego su garganta, mis manos atrapadas
entre nosotros mientras trataba de empujarlo hacia atrás. Su maldito pecho parecía un buffet para mi
cerebro en este momento, y quería devorarlo. Wes cooperó un poco, soltando una carcajada cuando me
deslicé hacia atrás y chupé su clavícula y su pecho, raspando mis uñas ligeramente sobre sus pezones.

—Joder, cariño, espera —rugió Wes, sus manos acariciando mis hombros y mis brazos. Mordisqueé
su piel y él tomó mis manos entre las suyas, atándolas detrás de mi espalda y haciéndome jadear por el
repentino cambio de control.

Wes levantó una ceja hacia mí, sus labios se torcieron mientras yo jadeaba y me retorcía. Debería
haberme desnudado por completo antes de subirme a su regazo.

—Hola, Lola. Te he extrañado. Me alegro de que estés en casa —dijo Wes con un ritmo
dolorosamente paciente, alzando las cejas hacia mí.

Le sonreí y me acomodé, mis pechos empujados hacia adelante por el agarre de Wes en mis brazos
tras mi espalda. Hizo todo lo posible por no mirar hacia abajo, pero podría haberme movido solo para
tentarlo.

—Hola, Wes. Te he extrañado también. Realmente me gustaría joderte tontamente en este artilugio
que obviamente fue diseñado para convertirse en un banco de sexo.

—Tengo planes para ti—, dijo Wes, con los ojos entrecerrados—. Velas y una cena y...

—No voy a ir a ninguna parte—, respondí, inclinándome para besar la hendidura en su barbilla—.
Demasiado tiempo para las velas y la cena. Pero también tengo planes para ti, e incluyen este banco y
nosotros disfrutando de la vista en ese espejo—. Volví la cabeza hacia el espejo detrás de mí y observé
cómo las pupilas de Wes se dilataban ante la sugerencia.
Eché los hombros hacia atrás y me mecí sobre su creciente erección, rozando mi pecho contra el
suyo. Los ojos de Wes se arrastraron hacia abajo entre nosotros, y su lengua salió para humedecer su
labio inferior. Volvió a mirar por encima de mi hombro al espejo, y un ronroneo espeso golpeó contra
mis pechos.

—Levántate y date la vuelta—, dijo Wes.

Se me cortó la respiración cuando me soltó los brazos y me puse de pie, tambaleándome ligeramente
por la fuerza de su orden. Estaba consiguiendo lo que quería, pero ahora estaba completamente en manos
de Wes. Crucé su regazo y me giré para mirarme al espejo, mordiéndome el labio mientras las manos de
Wes ahuecaban mi cadera. Llevé unos pantalones cortos para dormir durante todo el día, y los pulgares
de Wes se engancharon en la cintura.

—Desnúdate para mí—, ronroneó Wes.

Me reí y sacudí mis caderas mientras Wes me bajaba los pantaloncitos y la ropa interior hasta las
pantorrillas para que me los quitara. Con la imagen clara de mí desnuda en el espejo, me sonrojé de pies
a cabeza. Las cálidas palmas de Wes viajaron hacia arriba, por encima de mis muslos y sobre mis caderas,
apretando los globos de mi trasero antes de deslizarse hacia arriba y rodear mi cintura casi por completo.

Jadeé cuando me levantó, doblando mis piernas hacia él mientras me levantaba de nuevo sobre su
regazo, presionando mi espalda contra su pecho. Mis pies se asentaron en el suelo y las manos de Wes se
deslizaron por mi frente hasta el interior de mis muslos, manteniéndome abierta y enmarcando mi coño,
con las yemas de los dedos que apenas rozaban los labios de mi sexo.

—¿Así, cariño? — Wes ronroneó en mi oído, sacando la lengua para lamer el capuchón.

Me sostenía justo sobre su regazo para que no tuviera fricción ninguna para aliviar el dolor en mi
centro. Me arqueé y gemí, mi trasero contra el estómago de Wes y su polla golpeando mis mejillas a
través de sus pantalones cortos sueltos.

—Así, pero contigo desnudo—, dije, girando la cabeza y tratando de atrapar los labios de Wes para
besarlo. Estaba demasiado lejos para torcer los pantalones cortos, pero pude ver a Wes mirándome el
pecho con admiración.
—Quítamelos por mí—, dijo Wes.

Mi ceño se frunció ante la petición. El banco no lo iba a poner fácil. Ni las manos de Wes ni las mías
estaban sobre su regazo. Pero me incliné hacia adelante para hacerlo lo mejor que pude, alargándome
debajo de donde Wes mantenía mis piernas separadas para tirar de sus pantalones cortos. Sus caderas se
movieron para ayudar, y jadeé cuando se movió contra mi trasero, y la tela resbaladiza de los pantalones
cortos de gimnasia se estiró antes de finalmente liberarse. Su polla me golpeó juguetonamente en el culo,
y el ronroneo de Wes se hizo más fuerte.

Resoplé mientras le bajaba los pantalones hasta las rodillas y luego me senté, sonriéndole en el
espejo.

—Veo que te has adaptado a esta situación lo suficiente como para tomar la delantera, alfa, — dije,
queriendo darle al título un tono de provocación.

Wes colocó una mano caliente sobre mi sexo y la otra subió hasta la base de mi cuello, inclinándome
hacia atrás mientras un gemido salía de mis labios.

—Soy un alfa, tuyo. Y creo que te gusta empujar para que yo te devuelva el empujón —dijo Wes en
voz baja, girando la cabeza para presionar un beso en mi sien. Sus dedos se frotaron sobre mi coño,
esparciendo mi excitación sobre cada pliegue sensible y alrededor de mi clítoris. Su polla estaba encajada
entre los cachetes de mi culo y reboté un poco, tratando de acercar su toque y provocar su longitud. Wes
gruñó, los ojos se cerraron y se frotó con más fuerza.

—Por favor—, jadeé, montando el placer sordo de su mano. —Por favor te necesito. Y tú también
me necesitas.

Wes hizo una pausa, su mano se movió de mi cuello, y me estiré para sostener su agarre allí,
encontrando su mirada en el espejo y aferrándome a ella.

—Somos parte de esta manada, y ya es hora de que ambos comencemos a actuar como tal—, dije,
mirándolo a los ojos, admirando la imagen de mí estirada y preparada para que me tomara. —No quiero
estar flotando más tiempo por los bordes, Wes. No más pretender ser el guardaespaldas. Quiero que
seamos amantes. Déjame amarte.
El toque de Wes fue flojo y pude girarme, ignorando la tensión de los músculos en mi cintura cuando
atrapé los labios de Wes para un beso con lengua. Su respiración era pesada y sus manos vagaban,
acariciando mis pechos, y mis muslos se tensaban mientras me balanceaba sobre él.

—Te amo, cariño—, ronroneó Wes en un murmullo contra mi boca.

—Yo también te amo, alfa—, respondí en un susurro.

Un susurro fue todo lo que necesitó. Wes gruñó y tiró de mí contra él, la cabeza de su polla encontró
mi abertura justo a tiempo para empujarme hacia abajo. Jadeé, con la boca abierta mientras me hundía
en la gruesa longitud de Wes, y su lengua se retorcía alrededor de la mía y se tragaba mis gemidos.

Nos arrastró hasta el borde del banco, abriendo mis muslos mientras mis piernas colgaban sobre sus
rodillas. —Mira—, dijo.

Me giré hacia el espejo y gemí ante la nuestra imagen, con la polla de Wes roja y estirando mi
abertura. Su nudo estaba palpitando casi visiblemente, oscuro y dolorido por estar dentro de mí, pero
Wes era largo y lo sentiría en todas partes antes de llegar a ese punto.

—Eres jodidamente hermosa, Lola—, murmuró Wes, acariciando mis costillas, mis pechos, mi
estómago y mis piernas—. Jodidamente exquisita. Jesús, me siento tan bien.

Gemí y me moví, meciéndome y levantándome, resistiendo el impulso de dejar que mis ojos se
cerraran solo para poder ver la lenta revelación de la polla de Wes mientras se deslizaba fuera de mí,
brillando con mis jugos. Las manos de Wes ahuecaron mi trasero y me empujaron hacia abajo, un poco
más adentro que antes, con su ronroneo espeso y traqueteando detrás de mí mientras yo gritaba.

—Qué maldita vista —suspiró Wes, y yo sonreí, repitiendo el lento viaje arriba y abajo por su polla,
saboreando la sensación profunda y completa de él enterrado dentro de mí, y la deliciosa fricción mientras
me levantaba.

Me pregunté si Rake sabía que se estaba perdiendo la polla más grande de la manada. Suerte la mía.

La mano de Wes volvió a la parte de atrás de mi cuello, agarrando mi nuca con un apretón firme pero
no doloroso. Era imponente, y lo usó para empujarme hacia abajo cada vez que me levantaba, creando
una profunda emoción en mis entrañas. Me arqueé y me incliné para tomarlo aún más profundamente, y
la mano de Wes en mi trasero apretó con fuerza, haciendo que me apretara alrededor de él.

—Buena chica—, ronroneó Wes. —Muéstrame esas bonitas tetas.

Gemí y perdí la lucha por mantener los ojos abiertos.

—Siento que me estás chupando, cariño. Quiero ver cómo te tocas.

Maldita sea. A Wes le gustaba hablar sucio. Yo era oficialmente una mujer muerta. Pero me moriría
feliz.

—Ahora—, gruñó Wes.

Gemí y me abrí con una mano, frotando rápidamente mi clítoris con la otra, con las piernas tensas.
Wes tiró de mis hombros hacia atrás, besando mi oreja, la comisura de mi mandíbula y luego chupando
sus labios sobre mi pulso.

—¿Puedes quedarte así por mí? — preguntó.

Asentí y tragué saliva, mi cuerpo dolía por el estiramiento, pero no era desagradable. Wes ronroneó,
y luego sus manos cubrieron mis senos, apretándolos y rodándolos antes de que sus dedos se enfocaran
en mis pezones.

—Dime cuando es demasiado, para ti.

Jadeé cuando comenzó a pellizcar y tirar, con pequeños tirones que hacían eco en mi centro y
golpeando mi clítoris. Mis pechos fueron empujados hacia adelante y presionados juntándose por la
posición de mis brazos, y Wes intercambió los suaves y pequeños pellizcos por agarres profundos de mi
carne. Cuanto más irregular se volvía mi respiración, más fuerte jugaba con mis pezones hasta que un
pellizco era una quemadura y un tirón era un largo tirón que me dejaba temblando.

—¿Te gusta?

—Sí, alfa—, respiré, y Wes respondió a la palabra con un ronroneo rugiente. — Qué maravillosa
arma secreta tienes.

—No quiero estrujar demasiado y dejarte dolorida. ¿Cómo de estás, cariño?


Estaba justo al borde, me dolían las manos por donde jugaba conmigo misma, me ardían los muslos.
—Estoy tan cerca. Por favor. Por favor, solo un poco más.

Wes besó mi mejilla y luego pellizcó mis pezones con fuerza y los hizo rodar suavemente,
haciéndome gritar, mientras un relámpago cayó directamente desde mis senos hasta mi clítoris y luego
salió disparado de mí. Los brazos de Wes se envolvieron alrededor de mi cintura para sostenerme a través
de la ola, y me incliné hacia adelante, apoyándome en sus rodillas.

Tenía más de un arma secreta, y usé la otra ahora, empujando mi sexo agitado hacia el nudo de Wes,
sintiendo la profundidad hasta mi garganta. La excitación de ensueño del orgasmo se hizo más aguda con
la tensión del nudo, y apreté los dientes y gemí. Wes gruñó y se tensó mientras se encerraba dentro de
mí, atrayéndome hacia su pecho, jadeando.

—Joder, joder—, respiró, estremeciéndose. —Lola... yo...

Y luego gruñó, y nos deslizamos desde el banco a las colchonetas de ejercicio. Me agarré sobre las
manos y las rodillas mientras Wes me cubría la espalda, mientras sus caderas se movían y clavaban en
mi trasero. Su nudo estaba apenas alojado dentro de mí, y abrí mis muslos para que pudiera encajar más
profundo.

—¿Te... te duele? — preguntó, con la voz tensa. —Yo nunca…

—Dios, no. Es un demasiado que me gusta mucho—. Arqueé la espalda y Wes gimió cuando lo
agarré. Había probado un poco el vínculo con Matthieu antes de dejar el Plaza, y el nivel de placer para
él casi había sido estrangulador. Wes ciertamente sonaba como si le estuviera costando respirar, todo eran
gruñidos con algún gemido ocasional de necesidad. Sus manos sostuvieron mis caderas con un fuerte
agarre mientras se frotaba contra mi trasero, y la polla palpitaba dentro de mí. Me apreté a su alrededor,
y él gritó, su liberación estalló mientras continuaba follándome.

Sonreí y me miré en el espejo. El rostro de Wes estaba tenso por la agonía extática, la boca abierta y
el ceño fruncido por la concentración mientras miraba fijamente dónde nos uníamos, como si estuviera
pensando en el acto en lugar de actuar por instinto. No tenía la moderación de Cyrus o el control calculado
de Matthieu, era pura respuesta, pura búsqueda de placer.
—Jesús, joder, no puedo respirar—, se quejó Wes, con los ojos cerrados. —Dios, es tan bueno.
Jodidamente perfecto. Cariño, eres mía—. Gruñó la última palabra, y yo tarareé en acuerdo.

Me incliné sobre mis codos y suspiré cuando el nudo de Wes rozó mis paredes frontales internas.
Eso fue todo, Dios, ese era el maldito lugar.

—Soy tuya, alfa, — dije. Emmy había sido la beta más lista y dispuesta a darme un resumen de las
mejores posiciones para anudarse, y pude ver por qué esta era una de sus favoritas. Wes estaba perdiendo
la cabeza, y su nudo era como un enorme vibrador que acababa de empezar a funcionar...

Jadeé y me estremecí cuando un sorprendente y suave orgasmo se abalanzó sobre mí, y Wes gruñó
y corcoveó a través de él, mientras sus manos acariciaban mi espalda temblorosa.

Cuando recuperé el aliento de nuevo, me acomodé más, mirando el estómago de Wes contraerse en
el espejo, y sus ojos en mi reflejo. Mis pechos presionaban la fría colchoneta acolchada, y Wes no podía
profundizar más en mí, pero parecía contento de moverse en su lugar, con los ojos caídos de satisfacción.

—¿Vas a hacerme tuya? — Pregunté suavemente.

Parpadeó y luego volvió a parpadear, inclinándose sobre mi espalda. Sus manos se apoyaron a cada
lado de mi hombro. —Mírame.

Giré la cabeza, apoyé la mejilla en mis brazos cruzados y lo miré tanto como pude por el rabillo del
ojo.

—Cariño, ¿estás preguntando...?

—Quiero tu mordisco, Wes—, dije, empujándome de nuevo contra sus caderas y apretando mi
núcleo alrededor de él. —Soy tuya.

La claridad se instaló en su mirada, y los brazos de Wes se enroscaron alrededor de mi cintura,


cambiándonos para que él estuviera sentado en el suelo conmigo en su regazo de nuevo.

—Eres mía. Y esta es la última vez que te haré la pregunta, pero quiero estar seguro—, murmuró
Wes, inclinándose hacia un lado para que pudiéramos vernos más claramente. Sus manos acariciaban
cada parte de mí, sus dedos gruesos se enredaban en mi cabello, luego acariciaban mi cintura y después
subían para sostener y calmar mis senos y los pezones de los que había abusado dulcemente.
—Muérdeme, alfa—, le dije, atrapando sus labios en un suave beso.

Esperaba que gruñera de satisfacción como lo había hecho Matthieu. Pero él solo me devolvió un
beso, lánguido y perezoso, y luego rozó sus labios sobre mi mejilla, acariciando mi sien. Continuó, sobre
mi mandíbula, mi garganta, mi hombro derecho y luego incluso el izquierdo, besando con sus labios
sobre el mordisco de Matthieu. Su nariz rozó mi nuca y luego una de sus manos alcanzó mi mandíbula,
inclinando mi cabeza hacia un lado.

No pensé en prepararme, tan arrullada estaba por sus besos, y no hubo vacilación por su parte. En
un momento, estaba besando la parte de atrás de mi cuello, y al siguiente sus dientes estaban enterrados
allí, con mis ojos muy abiertos en el espejo mientras él zumbaba con un fuerte ronroneo.

Wes nos hizo rodar hacia un lado, y luego me aplastó contra el suelo debajo de él, sacando sus dientes
del mordisco ardiente y gruñendo, —Sepárate. Más lejos, cariño.

Mis piernas se abrieron hasta que mis muslos quemaron y no pude moverme más. Wes comenzó a
tener el celo de nuevo, mientras su lengua lamía la marca en mi cuello. El vínculo era pesado, con la
sensación de tener sus manos por todas partes. Pero en lugar de que fueran estrictas o crueles, era como
si ellas me estuvieran reteniendo. Wes no era como el brillo agudo y feliz de mi vínculo con Matthieu, él
era la base. Un terreno firme donde asentarse. Las lágrimas brotaron de mis ojos, y me las tragué mientras
su nudo se clavaba perfectamente dentro de mí, y sus manos me sujetaban para tomarlo todo de él. Una
calidez estremecedora se extendió por mis venas.

—Te tengo—, murmuró Wes, la voz tensa por su propia desesperación.

Lo hizo, y fue la posesión perfecta. Me hundí en la sensación, y dejé que se elevara sobre mi cabeza,
una versión acogedora de un ahogo.

—Te amo—, respiré, aunque por la brillante explosión en mi pecho, él lo sintió antes de que yo
dijera las palabras.

Los dedos de Wes encontraron los míos en la colchoneta mientras rodaba sobre mí como una ola, y
nuestras manos se entrelazaron cuando ambos nos estremecimos y dejamos que la marea nos llevara.
VEINTIUNO
Lola

—Me encanta la idea, pero ¿por qué me la traes a mí? — preguntó Maureen, con los brazos cruzados
sobre el pecho y la cadera ladeada mientras me miraba con el ceño fruncido. —Tienes línea directa con
la dirección—, añadió, mirándome el hombro donde el mordisco de Matthieu asomaba por el cuello de
mi vestido.

—Porque aquí no funciona así el lanzamiento de ideas conceptuales—. Levanté una ceja en retadora
respuesta.

Maureen torció los labios.

El fin de semana había terminado y, a pesar del intento de Wes de convencerme de que me "llevara
mi beta al trabajo, y con trabajo me refería a día de cama", había vuelto a Designate con más ánimo del
que lo había dejado. Estaba jodidamente marcada. Con el jefe del jefe del jefe. Pero eso no significaba
que quisiera dirigirme a Matthieu o a Cyrus en la mesa donde desayunábamos y transmitirles la idea. A
ellos no les habría importado y probablemente habrían chasqueado los dedos y lo habrían hecho realidad,
pero yo quería seguir el camino habitual.

Maureen se encogió de hombros y se inclinó hacia un lado para mirar a mi alrededor a los demás
que trabajaban en sus mesas. —Me parece bien. Pero no voy a abogar por ti en un correo electrónico a
Cyrus, es una pérdida de mi tiempo. Sube al despacho y dile a su ayudante que quieres verle. Haz tu
propuesta y luego vuelve a trabajar en nuestros diseños—, dijo Maureen.

—Entendido—, dije, saliendo de nuestro departamento hacia los ascensores.

No había subido al despacho de Cyrus desde que se hizo cargo del puesto, y al llegar me sorprendió
ver su primer cambio: cortinas sobre las enormes paredes de cristal que daban a su despacho. También
me sorprendió la elección de ayudante.
—¿En qué puedo ayudarle? — La mujer sentada en el largo y estrecho escritorio era mayor, con una
gran cantidad de color plata en su corta melena. Era menuda, asiática y tenía una cálida sonrisa en los
labios. Su atuendo era digno de los salones de Designate, pero tenía algo de… maternal, con la blusa de
flores abotonada hasta arriba y el jersey mullido de colores vivos y modesto. Me cayó bien de inmediato.

—Vengo a ver a Cyrus por un asunto. Lola Barnes—, dije, acercándome a una de las sillas.

—¿Te está esperando? —, preguntó, y a diferencia de la mayoría de los asistentes profesionales,


consiguió que la pregunta sonara acogedora.

—No me espera. Maureen, de Belleza, me ha hecho subir—, dije, resistiendo el impulso de decirle
que era compañera de la manada.

La mujer murmuró algo y se levantó del escritorio, asomándose al interior. —Cyrus, una tal Lola
Barnes está aquí. ¿Debo programar...?

—¡Lola! Deja de gastarle bromas a Ora y entra—, llamó Cyrus, murmurándole algo a Ora que hizo
que sus ojos se abrieran de par en par mientras retrocedía y me mantenía la puerta abierta.

—Sólo estoy aquí por Designate—, dije, levantándome de la silla y situándome en el umbral de la
puerta.

Cyrus se encogió de hombros y me hizo señas para que entrara, con los ojos en blanco. —Sigues sin
necesitar una cita. Utiliza tus ventajas, cielo—.

—Gracias—, le dije a Ora. Me dedicó una sonrisa desconcertada y dejó que la puerta se cerrara
mientras Cyrus se levantaba de detrás de su escritorio y cruzaba la habitación hacia mí.

La habitación seguía siendo prácticamente la misma, aunque las cortinas sobre las paredes de cristal
la hacían más acogedora y Cyrus había añadido a las paredes algunas obras de arte abstracto en bloques
de colores.

—Siéntate conmigo— dijo Cyrus, cogiéndome del codo y acercándome al sillón que había en un
rincón de la habitación, con una mesita baja delante cubierta de cuadernos de dibujo abiertos y los últimos
números de Designate.
Cyrus se sentó más cerca de mí de lo que realmente requería una reunión de negocios, estiró el brazo
sobre el respaldo del sofá y dejó que nuestras rodillas chocaran. Su sonrisa era brillante y cálida, y yo
empezaba a sentir que flotaba, gracias a su burbujeante aroma.

—Vengo a presentar un concepto—, dije, dándole un codazo en las rodillas e intentando sentarme
derecha.

—Hecho, aceptado, hagámoslo—, dijo Cyrus encogiéndose de hombros. —¿Qué quieres para
comer?

—¡Cyrus!

Me sonrió. —Te estoy tomando el pelo. Continúa.

—Quiero que Designate haga una edición sólo para betas—, dije, y la verdad es que me alivió ver
cómo Cyrus fruncía el ceño en lugar de aceptar de inmediato.

—¿No es Designate muy accesible para las betas? —. preguntó Cyrus.

—Por supuesto, pero...— murmuré y dejé que mis ojos vagaran por la habitación mientras pensaba
en las palabras adecuadas. Tal vez tenía una ventaja con Cyrus, al poder relajarme en nuestra
conversación, pero en este caso no me importaba.

—Vale, si, por ejemplo, hacemos un artículo sobre el cuidado personal, normalmente es algo del
estilo de 'Cómo mimarse como un omega'—, dije, y Cyrus asintió. —Lo cual está bien, pero lo que quiero
es tratar a las betas tal y como son, no como si fueran omegas. Y sí, creo que los principios deberían ser
los mismos, pero me gustaría ser más consciente de nuestro lenguaje. Dejar de pedir a las betas que
tengan tanta confianza en sí mismos como un alfa, o que se traten a sí mismos como un omega.

El ceño de Cyrus desapareció al considerar mis palabras, asintiendo lentamente. —Ya veo. Eso es
algo que deberíamos considerar más cuidadosamente, en general.

—Sí, pero quiero que esto sea algo más que eso. Me gustaría evitar hablar de alfas u omegas en este
número. Encontrar a betas poderosos para entrevistarles, pero no compararlo sus con sus pares alfa—,
dije. —Además, he estado investigando y he descubierto en Internet que hay comunidades que se están
formando en torno al concepto de todos betas en las manadas, rechazando la idea de que una manada
tenga que incluir alfas o necesite de un omega para estar unida.

—Eso está muy bien. ¿Y qué hay de nuestra vertiente de moda y belleza? ¿Diseñadores beta,
empresas? — preguntó Cyrus.

—Modelos—, añadí. —Y si crees que podemos hacerlo, me gustaría buscar empresas de perfumes
que se centren en potenciar la bioquímica beta, en lugar de las que intentan replicar las feromonas alfa u
omega. Sería genial si pudiéramos tener algo así como un desplegable o díptico de pequeñas muestras.

Cyrus silbó, sus ojos se abrieron de par en par. —En realidad, eso suena como una gran oportunidad
para que la revista gane dinero con la publicidad. ¿Cuánto tiempo llevas pensando en esto?

Me sonrojé y agaché la cabeza. —Umm... sólo unos días, en realidad. Pero creo que es muy bueno.

—Lo es, es genial. Tendría que mirar nuestros datos demográficos exactos, pero, y estoy suponiendo,
diría que somos un ochenta por ciento de suscriptores beta.

Asentí. —Somos más del cincuenta por ciento de la población, y casi nunca estamos representados
sin que sea en relación con alfas u omegas.

—No te gusta ir a lo seguro cuando tienes una idea nueva, ¿verdad, rayo de sol?— preguntó Cyrus,
relajándose en la esquina del sofá.

—¿No crees que esto sea seguro?

—Creo que va a causar sensación. Pero, de la buena—, dijo Cyrus inclinando la cabeza.

—Es un contenido que está disponible, pero no en una plataforma tan amplia como Designate—,
dije encogiéndome de hombros.

—Entonces supongo que será mejor que nos lancemos antes de que otro lo haga. Estoy convencido.
Miraré nuestro calendario y lo adelantaré todo lo que pueda sin arriesgar la calidad. Sólo hay una cosa—
, dijo Cyrus, con los ojos mirándome sin pestañear. —Creo que vas a tener que ser editor invitado.

Mis ojos se abrieron de par en par. —Cyrus, no puedo...

—El producto es tuyo.


—¡Mucha gente trae ideas de productos y no le ofrecen un puesto de editor invitado!

—Y yo soy un alfa, así que no puedo dirigir esta edición si lo vamos a hacer bien—, dijo Cyrus. Su
rodilla rozó la mía. —¿De verdad le confiarías esto a otra persona?

Fruncí el ceño. No se me venía nadie a la cabeza, pero tampoco conocía tan bien al personal de
Designate. —Está... Kathleen Hughes, es redactora jefa en una web de estilo enfocada al orgullo beta.
No hay mucho allí en cuanto a moda y belleza, pero ella estaría muy bien para los contenidos de cuidado
personal y también el profesional. Estaba pensando en ella para una entrevista, pero ¿y si le pedimos que
sea nuestra editora invitada?

—¡Lola, tú puedes hacerlo!

Compuse una mueca: —En realidad, no. No sé ni la mitad de lo que tú o cualquiera de los redactores
jefe de la revista hacéis sobre maquetación. Todavía no. Pero me encantaría trabajar con Kathleen y que
tú le echaras un vistazo.

—Co-editores—, reflexionó Cyrus. —Es una buena idea. Así me mantendré más al margen, tienes
razón. Pero creo que tienes que reconciliarte con la idea de salir en breve del cajón de asistente de editora
de belleza. Tienes cabeza para ello, y serías buena para la revista.

—Piensa en lo que diría la gente—, susurré, haciendo una mueca de dolor.

Cyrus se encogió de hombros. —Que se jodan. ¿Sabes lo que dirían? "No me extraña que esa manada
se la llevara a la primera de cambio'—. Cyrus se inclinó hacia delante, ladeando la cabeza y deslizando
sus labios sobre los míos en una caricia sorprendente y embriagadora, aunque breve. —Perdona. Sé que
esta es una reunión de negocios, pero me pareció necesario.

Me sonrojé cuando Cyrus se apartó, con mi sonrisa ensanchándose a pesar de mis esfuerzos por
combatirla. —Necesario. Claro.

Sonrió, sin arrepentirse. —Pasando a temas familiares, Matthieu tiene que quedarse hasta tarde por
una reunión. ¿Hay alguna posibilidad de que te convenza de cenar aquí conmigo mientras le esperamos?
Parpadeé y fruncí el ceño. —¿No quieres que cojamos el coche juntos, sin él?— No es que quisiera
dejar a Matthieu atrapado en el trabajo sin nosotros, pero ¿no le importaría a Cyrus perderse la cena
familiar?

Se adelantó, nuestras piernas se rozaron y mi falda se levantó unos centímetros. Cyrus miró hacia
abajo y luego posó sus manos sobre mi piel desnuda antes de volver a llamar mi atención. —Si te llevo
a casa después del trabajo, se me ocurren al menos cuatro personas que reclamarán tu atención en cuanto
crucemos la puerta. Pero si nos quedamos aquí, te tendré para mí solo. Depende de ti— dijo, con una
mirada caliente sobre mi piel.

No sabía si eran los lazos que me ataban a la encantadora maraña de la manada, o si simplemente
había llegado el momento de dar el salto, pero ahora los nervios que zumbaban en mi interior eran
expectantes en lugar de cautelosos.

—Cenar, estaría bien—, dije, excitada por el breve apretón de los dedos de Cyrus en mis piernas.

Me excusé para no salir a comer con los demás -con Indy fuera de casa y Wes ocultando la historia,
no quería arriesgarme a salir del Stanmore- y me decidí por uno de los ridículamente lujosos y cómodos
anuncios de la cafetería. Cogí una mesa libre y me senté con mi fiambrera, masticando mi teriyaki y
tomando notas en el teléfono sobre qué decirle a Kathleen Hughes en un correo electrónico, cuando capté
una conversación entre tres mujeres, detrás de mí.

—¿No es ella?

—Sí. No me lo explico, sólo es una beta.

—He oído que no es sólo Segal. Hay fotos de ella en plan cariñoso con Rakim Oren, también.

—Dios mío, se va a llevar una dura sorpresa cuando esa manada la eche a la calle.
No me molesté en girarme para ver quién hablaba. Realmente no quería encontrarme en un ascensor
en algún momento y saber que estaba a solas con alguien que había sido tan rencoroso. Había una
solución más sencilla. Me quité la goma elástica de la muñeca y me recogí el pelo recién teñido como el
arco iris, en un moño descuidado.

Detrás de mí, las tres zorras maliciosas exhalaron un suspiro al ver la marca del mordisco de Wes.
Me moví, cogí mi bebida y dejé que el hombro izquierdo de mi vestido se deslizara hacia abajo.

—¿Estás...?

La voz se silenció cuando levanté la mano y pasé un dedo sobre la mordedura de Matthieu, sonriendo
para mis adentros ante su susurrante llamada llena de curiosidad y anhelo a través del vínculo.

—Manejaste muy bien la situación.

Levanté la vista de mi comida para encontrarme con una visita en mi mesa. Era unos centímetros
más alta que yo y delgada, con el pelo negro colgando como una sábana por la espalda y brillando
enrojecido bajo la falsa luz natural de la cafetería. Era hermosa, con rasgos inusuales y poco específicos,
ojos felinos, labios con un arco perfecto y piel de un pálido color leonado.

—Yo personalmente me habría conformado con un golpe en la garganta—, añadió, sentándose frente
a mí.

—Quizá si estuviera en un bar—, dije, moviendo los labios socarronamente.

Los ojos de la mujer se abrieron de par en par y percibí el olor a especias y a algo químico y dulce.
Y luego estaba la pesadez que la rodeaba, algo eléctrico que agitaba el aire. Una alfa. Se reclinó en la
silla y me miró mientras sorbía profundamente de una pajita, bebiendo algo del vendedor de batidos
veganos que teníamos en el edificio.

—Ahora que estás marcada, ¿puedes siquiera ir a bares? —, preguntó con los ojos entrecerrados.

Forcé mi expresión para que no cambiara y recordé lo que Rake había dicho cuando sugerí que la
manada de Baby podría impedirle pasar una noche divertida. Ni de coña se lo impediría nadie de su
manada. Y me habían dejado ir con los Aulladores cuando lo había necesitado.

—No son así—, dije, sonriendo. —Puede que quisieran venir, pero no en una noche de solo chicas.
La alfa murmuró y me miró, con el ruido de la succión del fondo de su taza resonando entre nosotras.
Me di cuenta un poco tarde de que estaba sentada en una mesa con una alfa que no conocía. Una que se
balanceaba sobre las dos patas de su silla, perfectamente equilibrada mientras me miraba fijamente. No
estaba relajada con ella, pero tampoco quería correr y acobardarme. Al menos no era una Odette, tratando
de empujar su energía alfa en mí para ponerme nerviosa.

—¿Así que son de oro, tu manada? —, preguntó.

Fruncí el ceño e incliné la cabeza hacia un lado. —Son... míos. Son mi manada—. Me encogí de
hombros. —Son de oro para mí.

Las patas delanteras de la silla aterrizaron en el suelo, y la alfa hizo un sonido divertido, asintiendo
hacia mí. —Me parece bien, Lola. Nos vemos.

Me quedé boquiabierta y parpadeé cuando se levantó y se dio la vuelta. ¿Acababa de pasar algún
tipo de prueba? Y si era así, ¿quién me la había hecho?

Ora se había ido cuando el resto del departamento de belleza se marchó por hoy y yo volví al
despacho de Cyrus.

—Adelante—, me llamó Cyrus cuando golpeé la puerta con los nudillos.

Entré y me encontré con las luces apagadas, el resplandor de la ciudad iluminando la habitación con
un brillo de color. Gruesas nubes púrpuras se cernían sobre los rascacielos, amenazándonos con una
tormenta para más tarde.

—Cierra la puerta detrás de ti, rayo de sol—, dijo Cyrus desde detrás de su escritorio. —No quiero
que nadie sepa que aún sigo aquí. Ha sido un no parar de preguntas desde que conseguí el puesto.
Tardé un momento en descifrar el elegante pestillo corredizo de la puerta, pero se cerró con un clic
y me volví para admirar a Cyrus. La pantalla de su ordenador creaba un brillo etéreo sobre su piel tersa,
reflejándose en las gafas que llevaba.

—¿Hmm? Estás mirándome fijamente.

—Es agradable mirarte—, dije. Había subido la apuesta al pedirme que viniera esta noche, pero no
quería obligarle a hacer todo el trabajo.

Cyrus me sonrió y levantó la mano, llamándome con el dedo. Si no lo hubiera sabido, habría pensado
que era un mago, porque mi coño se apretó automáticamente y me empujó hacia delante ante el gesto.

—Antes sólo he probado un poco—, dijo Cyrus cuando me puse a su lado.

Sus manos buscaron mis caderas, acercándome y rozándome los costados. Me incliné y apoyé las
manos en sus hombros, dándole un beso rápido en los labios antes de que sus gafas chocaran conmigo.

—No, déjalas—, me dijo Cyrus cuando intenté quitárselas. —Tengo que enviar un correo electrónico
y las necesito.

Me cogió la cara con las manos, me giró la cabeza hacia un lado y juntó nuestros labios, hundiendo
su lengua en mi jadeo. Gemí cuando Cyrus conquistó mi boca, con mi cuerpo casi cayendo sobre el suyo,
las rodillas temblando por la fuerza y el hambre de su beso.

—Ya está—, dijo Cyrus, con voz rasposa. —Ahora date la vuelta.

Tragué saliva ante la orden. Estaba recuperando la confianza y Cyrus era el último de los alfas de mi
manada en recibir su parte. Ciertamente había dejado que Wes se hiciera cargo la noche anterior. Las
cosas con Cyrus eran diferentes, más atrevidas, y de alguna manera me hacían sentir que era un riesgo
mayor. No estábamos enamorados, él no era mi protector, pero habíamos dejado que nuestra atracción se
hiciera a fuego lento durante tanto tiempo que ahora estaba a punto de desbordarse entre nosotros.

Me levanté y me giré, y las manos de Cyrus se movieron para sujetar la parte posterior de mis muslos,
deslizándose bajo la falda de mi vestido y encontrando mis medias y el liguero.

—Oh, me gusta esto—, murmuró, con la punta del dedo enganchada en una liga y chasqueándola
suavemente contra mi piel. —¿Te gustaría probar algo conmigo?
Mi respiración era pesada en mi pecho, y asentí con la cabeza, dando un saltito cuando la mano de
Cyrus se deslizó hacia arriba y pellizcó la parte inferior de mi culo.

—Sí—, dije.

—¿Qué te parecen los apodos, cielo? Quieres que siga siendo Cyrus, o...

—Jefe—, dije, frunciendo los labios.

Cyrus se echó a reír, escandalosamente, cortando nuestra creciente tensión. Era un poco tonto, pero
el apodo borró parte de mi tensión, y sería un recordatorio constante de que estaba con Cyrus, que me
era familiar y seguro, incluso cuando me producía algo de aprensión. Su mano justo debajo de mi culo
se movió entre mis piernas, y ajusté el pie para abrirme para él hasta que me dio una palmada en la parte
exterior del muslo izquierdo con la otra mano, manteniéndolas cerradas.

—¿Qué te parece cachorrita? — preguntó Cyrus.

Parpadeé, sorprendida por el profundo apretón que me produjo el nombre. Asentí y luego me corregí.
—Sí, por favor, jefe.

—Ohhh, muy bien, Lola. Quiero que te sientes aquí en mi regazo mientras trabajo, cariño—, dijo
Cyrus, apretando con sus dos manos mi muslo izquierdo, guiándome hacia abajo en un contoneo hasta
que me senté en su muslo derecho, con las piernas ligeramente abiertas y la falda enganchada sobre su
rodilla.

—Relájate—, dijo Cyrus, y tuve que obligarme a dejar que soportara mi peso. —Bien. Levanta los
talones y encuentra la barra de debajo. ¿Entendido?

—Sí, jefe—, respiré, queriendo girarme para mirarle, pero sin estar segura de si me estaba permitido.
En lugar de eso, me concentré en las cortinas de color rojo intenso que cubrían las paredes de cristal.

Enganché los talones en la barra bajo la silla y jadeé cuando Cyrus nos giró de nuevo hacia la pantalla
del ordenador. Su pierna debajo de mí rebotó, y gemí ante la repentina fricción del movimiento contra
mi sexo.

—Pon las manos sobre el escritorio—. Las bajé agradecida y Cyrus rio entre dientes. —Bien, cariño.
Inclínate hacia delante—. Volvió a mover la pierna y suspiré. —Más adelante.
Esta vez, cuando se movió, se arrastró directamente contra mi clítoris y no pude tragarme el gemido.

—Así, perfecto. Quiero que te quedes así para mí. Si dejo de moverme, tú te encargas. Puedes ir tan
rápido como quieras, pero pide permiso antes de correrte. ¿Entendido, cachorrita? — preguntó Cyrus.

Asentí rápidamente y me pasó la mano por la columna vertebral. —¿Hay algo que no quieras? —
preguntó Cyrus.

Me mordí el labio y moví la cabeza en su dirección. —Um... no quiero... ¿por favor no digas palabras
soeces? — En algún momento me había gustado que me llamaran zorra o guarra, pero ahora sólo me
recordaba a Buzz e Indy. Tal vez fuera algo que volvería a intentar, pero por el momento no quería que
nada nos interrumpiera, y menos un ataque de pánico.

—Claro que no, cachorrita—, murmuró Cyrus. Llevó las manos a mi pelo y me deshizo el moño
descuidado del almuerzo, pasando los dedos por los mechones antes de recogérmelo en una coleta alta y
tirante. Me balanceé sobre su muslo y él tarareó. —¿Y si quiero follarte cuando termines de montarme?

—Por supuesto. Fóllame, jefe—, dije, asintiendo. Ya estaba desesperada por que me llenara.

—Pero nada de nudos, ya has tenido bastante por ahora.

Me sonrojé ante su conocimiento, pero no discrepé.

—Muy bien, cachorrita.

—Tus... tus pantalones, ¿y si yo...? — Yo ya estaba mojada, y no quería arruinar los preciosos
pantalones de Cyrus simplemente por pasar un buen rato.

—No es tu trabajo preocuparte por eso—, dijo, dándole un tirón a mi pelo, haciéndome jadear y
moverme aún más rápido. —Ahora, tendré una sola mano ocupada con este correo electrónico, por lo
que voy a tardar más en él. Deberías ir más despacio.

Ralenticé mi movimiento ante la sutil insinuación. ¿Significaba eso que no podía correrme hasta que
terminara con el correo? Ya estaba mojada y palpitante y, sinceramente, unos cuantos tirones más en el
pelo y probablemente estaría lista para correrme.

El muslo de Cyrus rebotó con fuerza debajo de mí, cerré los ojos y apreté los labios, intentando
contener mis gemidos. Me concentré en el sonido del lento tecleo de Cyrus. ¿Cómo coño podía
concentrarse? Yo, apenas podía ver bien. El hombre no se había perdido un puto día de entrenamiento de
piernas, eso estaba claro.

—¿Dije algo de que no quería oírte? — gruñó Cyrus, tirando de mi cabeza hacia atrás por el extremo
de mi cola de caballo.

Grité cuando su pierna se quedó quieta, utilizando inmediatamente mi propio ritmo para apretarme
contra su muslo, apoyándome con las manos en el escritorio y mis talones en la barra de la silla. Gimoteé,
suspiré y gemí mientras cabalgaba sobre su regazo, tratando de frenarme a pesar de que el calor en mi
interior se aceleraba.

—Cy-jefe, yo...

—No, cachorrita, todavía no.

Jadeé y me detuve sobre su pierna ante el brusco despertar. Me estaba acercando al límite, y no iba
a obtener permiso para correrme porque lo hubiera pedido. Cyrus retomó el ritmo cuando me detuve, y
yo me estremecí e intenté ignorar el latido de mi núcleo, el calor creciente que corría por mis venas.

Gemí cuando mi cuerpo empezó a sentir un cosquilleo de advertencia. ¿Había aguantado alguna vez
un orgasmo yo sola? Caleb me había llevado al límite en el ballet, pero había tenido cuidado de dejar de
estimularme cuando estaba demasiado cerca. Cyrus estaba decidido a hacer lo contrario.

—Jefe, yo... joooooder, qué bien se siente—, susurré. Era como una lengua áspera lamiendo mi
clítoris, el encaje de mi ropa interior combinado con el tejido de sus pantalones densamente texturizados
contra mi sexo sensible.

—Sigue, cachorrita—, murmuró Cyrus, apoyando la pierna.

Cuando no me moví de inmediato, Cyrus volvió a tirar bruscamente de mi pelo. Mi cuerpo se puso
en movimiento, más por el deseo que por su insistencia.

—Por favor. Por favor, jefe, no sé si podré...—, gemí mientras mi coño se apretaba contra la nada,
casi al borde.

—Relájate, respira hondo—, me dijo Cyrus, que seguía trabajando en el teclado por el rabillo del
ojo. ¿Ahora todo me resultaba erótico o Cyrus tenía unas manos especialmente bonitas? Manos de artista.
Respiré entre dientes y la oleada se calmó por un momento. Intenté bajar el ritmo de nuevo, pero en
el precipicio de un orgasmo, sólo habría hecho falta un roce para lanzarme al abismo.

—Sujétalo, imagínate un peso—, murmuró Cyrus, peinando con sus dedos por mi nuca, clavándose
en mis raíces.

Quería dar un pisotón y hacer caso omiso de sus órdenes, joderle la pierna hasta caer jadeante sobre
el escritorio. Pero quería que Cyrus viera que podía hacer lo que él decía, y una parte de mí sentía
curiosidad por saber si realmente podía hacerlo. Eso no hizo que el placer palpitante disminuyera,
mientras me concentraba en sus instrucciones. En todo caso, la sensación era más intensa por haber sido
retenida durante tanto tiempo.

Gemí y Cyrus tarareó.

—Bien, ¿verdad?

No estaba segura de poder responder y mantener el control, pero por suerte no me presionó. Estaba
haciendo rodar mis caderas sobre el muslo de Cyrus, mientras el resbaladizo deslizamiento de la
constante excitación suavizaba mi cuerpo. El movimiento era hipnótico, al igual que el pulso constante
de advertencia que me recorría, una amenaza constante de que en cualquier momento perdería el control
y me estrellaría antes de tener el permiso para hacerlo.

—Por favor—, susurré.

—Ya casi está—, dijo Cyrus con una calma bastante impropia.

Mi cabeza se inclinó hacia delante, meciéndose, hasta que Cyrus me volvió a propinar un tirón del
pelo tal que, casi me hizo añicos, y el picor de mis raíces resonaba en mi coño.

—¡Oh, joder! Por favor, por favor, por favor. Por favor, jefe, déjame correrme, déjame correrme—,
gemí, con el cuerpo tenso. —Por favor, no creo que pueda...

—Arriba, cachorrita—, me espetó Cyrus, con las manos en las caderas sujetándome mientras me
tambaleaba sobre su regazo. —Inclínate sobre el escritorio.

Me pegué al escritorio como si fuera una puta capa de pintura fresca.


Las manos de Cyrus se deslizaron por mis muslos, subiéndome la falda por el culo, y resopló al
verme. —Me olvidé del liguero—, dijo. —Pero no pasa nada.

Las gafas que llevaba se cayeron al escritorio, e incluso ese sonido me hizo estremecer. Estaba tan
distraída con el tintineo del cinturón de Cyrus y el sonido de la cremallera mientras se desabrochaba los
pantalones, que no fue hasta que la tela de mi ropa interior tiró y se arrastró sobre mi clítoris que me di
cuenta de lo que estaba planeando. Tiró y retorció la tela, de manera que rozaba cada nervio
hipersensibilizado.

—¡Oh, Dios, ¡Cyrus! Joder, jefe, voy a correrme. Por favor, por favor, fóllame. Por favor, no
puedo...— Gemí, con las manos golpeando el cristal.

—Te azotaría por decirme lo que tengo que hacer si eso no te excitara. Espera a que esté dentro de
ti, Lola—, dijo Cyrus, con una clara advertencia. Todavía podía recibir esos azotes si no lo controlaba.

Unos azotes no sonaban tan mal, la verdad.

Control, Lola. Por una vez, mi mantra giró dulcemente en mi cabeza. Por el rabillo del ojo, vi que
Cyrus se bajaba los pantalones y me sujetaba las caderas con las manos para apartarme del borde del
escritorio. Y al momento siguiente, solté un grito de agradecimiento cuando me penetró. No sé si logré
contenerme hasta que me penetró por completo. Todo lo que noté fue el repentino relámpago de mi
clímax y la implacable follada de Cyrus.

—Dios mío, rayo de sol, siento como si estuviera en el puto cielo—, gimió Cyrus, con las caderas
golpeándome el culo y sus huevos resonando húmedamente contra mi clítoris con cada embestida.

No podía recuperar el aliento y mis dedos resbalaban contra el cristal del escritorio. Solté una risita
al recordar que éste había sido el escritorio de Wendy.

—¿Tuvisteis Wendy y tú -ugh, joder, sí- sexo aquí? — pregunté, meciéndome de nuevo a su ritmo.

Cyrus tartamudeó y se echó a reír. —¿Qué? No. ¿Por qué piensas en eso? — Se inclinó hacia delante
y me rodeó el puño con la coleta, tirando de mi hombro hacia arriba. —Tengo que hacerlo mejor si eso
es lo que estás pensando.
Yo ya estaba borracha de sexo, pero no se lo dije a Cyrus cuando me rodeó con su brazo libre para
acariciarme el clítoris. Me estremecí, con la garganta arqueada, y Cyrus jadeó cuando me aferré a su
polla mientras él bombeaba de nuevo.

—Eso es, cachorrita. Atrápame con ese coñito tan bonito que tienes. Quise hacerle una foto cuando
lo vi, todo rojo y húmedo y suplicando por mi polla.

—Sí, jefe—, jadeé. Tragué saliva y luego cedí al impulso. —Más fuerte, por favor.

Cyrus gruñó en respuesta, y yo gemí mientras él hacía lo que le pedía.

—Córrete, Lola—, gruñó.

O su sincronización fue perfecta o yo era mejor sumisa de lo que creía, porque me tensé y me
estremecí cuando el orgasmo me estampó contra el escritorio. Cyrus me soltó el pelo y me clavó la palma
de la mano en la espalda, apretando el nudo contra mí, gruñendo y ronroneando hasta que se corrió dentro
de mí.

—Jo-joder—, jadeó Cyrus.

Se puso rígido contra mí y luego se hundió. Me levantó de la mesa y la polla se le escapó mientras
nos acomodaba en su silla, con las respiraciones agitadas y los cuerpos flácidos. Ahora sí que iba a
ensuciarle los pantalones. Me contoneé para liberarme, buscando en la habitación algo con lo que
limpiarme, y Cyrus me dio un manotazo en el muslo.

—Dame un segundo—, dijo, dándome un beso húmedo en la frente y luego acercándose a mi boca,
compensando el sexo sin besos con un festín sin fin en mis labios. Gimió al separarse y dejó caer la
cabeza contra la silla. —Dame dos minutos.

Me reí, pero cuando me puse de pie, Cyrus me siguió, tirando de sus pantalones para que quedaran
abiertos sobre sus caderas. Me levantó contra su costado, sonriéndome soñoliento mientras yo me ponía
rígida por la sorpresa.

—Deja que te limpie. Hay un baño al otro lado de esa puerta, y los cuidados posteriores son mi...
bueno, quizá no mi parte favorita de todo esto, pero es una de ellas.
Me ablandé y asentí con la cabeza, relajándome en los brazos de Cyrus mientras nos llevaba al baño
y buscaba un paño suave para limpiarnos, con su mano libre acariciándome y tranquilizándome
constantemente, marcándome con su olor todo el tiempo.

—Ha sido divertido—, murmuré, apoyándome en él.

Me sonrió y asintió. —La próxima vez, quiero desnudarte y poner a prueba tu control. ¿Sabes que
Rake ni una sola vez consiguió evitar correrse para mí? — Me quedé boquiabierta mirando a Cyrus, y él
se rio. —A Rake le gusta hacerse el malote. Pero tú... eres una buena chica, ¿verdad?

Me estremecí y tragué saliva con fuerza al oír aquello, mientras me recorría algo sedoso y oscuro,
una especie de satisfacción con la que nunca me había topado. Asentí, y Cyrus sonrió y se inclinó hacia
delante, besándome la frente.

—Me lo imaginaba, cachorrita. Quizá más pronto que tarde, haga que Rake nos mire, para mostrarle
lo perfectamente que te comportas para mí.

¿No me había corrido dos veces? Estaba bastante segura de que sí. Pero si Cyrus me hubiera dicho
que me arrodillara para él en ese momento, lo habría hecho. Aunque me dijera que me iba a obligar a
retener el orgasmo el doble de tiempo.

—Me gustaría—, dije, con la cara ardiendo.

Cyrus abrió la boca para responder cuando unos golpes en la puerta del despacho nos hicieron
detenernos.

—¡Oh! Es Matthieu—, dije, sonriendo y sintiendo la cariñosa irritación de Matthieu ardiendo en mi


pecho.

Cyrus se rio y se apresuró a dejar entrar a mi alfa en el despacho, abrochándose los pantalones por
el camino.

—Imbécil—, le gruñó Matthieu, conteniendo a duras penas una sonrisa cuando se abrió la puerta.
—¿No podías haberme avisado? Estaba tan empalmado durante toda la reunión que tuve que
interrumpirla. Lola, ven aquí.
Me apresuré a llegar al lado de Matthieu, jadeando cuando me dio un beso áspero y desesperado,
acercándome y apretándose contra mí. Justo cuando más me apretaba, Matthieu suspiró y se apartó,
dejando caer su frente contra la mía.

—¿Quieres esperar hasta que lleguemos a casa y pueda hacerte el amor como es debido, o quieres
enseñarle a Cyrus lo guapa que estás con mi polla en la boca? —, gruñó Matthieu.

Había un toque posesivo en el vínculo, como uñas que arañaban ligeramente mi brazo, pero era más
afectuoso que furioso. A Matthieu le gustaba la sensación de lo que había pasado entre Cyrus y yo, pero
no quería quedarse al margen.

Agarré su cinturón y lo desenganché lentamente, sonriendo cuando los ojos de Matthieu se abrieron
por la sorpresa. ¿No esperaba que mordiera el anzuelo?

—Joder—, suspiró, y su polla saltó bajo mi mano cuando se la metí por dentro de los pantalones.

Cyrus se acercó al sofá, sentándose cómodamente y sonriéndonos a los dos. —Seguid—, dijo. —
Pensaba ver una película más tarde, pero esto será mejor.

Me arrodillé y Matthieu gimió, frunciendo el ceño y jadeando.

—¿De verdad creías que no lo haría? — pregunté, mirando a Matthieu.

—Eres todos y cada uno de mis sueños favoritos, Lolotte—, murmuró Matthieu. Luego esbozó una
sonrisa y me agarró la coleta con fuerza. Su voz bajó hasta convertirse en un gruñido y sus ojos se
entrecerraron. —Ahora demuéstrame cuánto me has echado de menos hoy.
VEINTIDÓS
Leo

Mi rodilla se sacudía erráticamente, mientras golpeaba con el tacón el suelo enmoquetado de la sala
de espera. Caleb estaba sentado a mi izquierda, dibujando en un cuaderno lleno de muestras de tela y
trozos de pintura, aparentemente ajeno a mi estado de ansiedad. O eso creía yo, hasta que la mujer sentada
frente a nosotros suspiró pesadamente y miró mi pierna que rebotaba.

Caleb apoyó el lápiz en el centro de su cuaderno y puso la mano sobre mi rodilla. No me presionó,
pero algo de su calma me inundó y me hundí, apoyándome en su hombro.

—¿No estás preocupado? — pregunté en un susurro. Caleb frunció el ceño e inclinó la cabeza. —Es
que... la terapia puede ser un proceso duro. Podría recaer.

—Puede—, dijo Caleb, asintiendo. —Pero ahora sigue siendo parte de nosotros. Wes y Matthieu
estarán ahí para ayudarla cuando vuelva a dudar. No creo que Lola fuera descuidada cuando tomó la
decisión de unirse a ellos.

Gruñí y me encorvé, bajando la vista a mi regazo. No, Lola parecía feliz de estar unida. Con
Matthieu. Y con Wes.

—¿Estás celoso? — susurró Caleb sorprendido. —Creía que querías...

—Sí que quiero. Yo... Me alegro de que esté vinculada. De que sea mi compañera de manada—, dije,
con una nota ligeramente amarga en la última palabra.

Caleb suspiró, levantó la mano de mi rodilla y me rodeó el hombro con el brazo. —Leo, Lola te
quiere. Eres más que su compañero de manada. Y Rake también. Y yo también—, murmuró Caleb.

—Entonces, ¿por qué no se lo has pedido todavía? — Le pregunté. —¿O por qué ella no te lo ha
pedido a ti?
Los labios de Caleb se crisparon, y la verdad es que me molestaba lo bien que llevaba las cosas. Tal
vez fuera egoísta por mi parte, pero no podía evitar sentir que había traído a Lola a los brazos de la
manada y ahora se escapaba de mi alcance. Era egoísta, por no decir algo tonto. Lola había pasado un
par de noches con Matthieu y Wes mientras sus lazos se solidificaban, pero se había unido a Rake y a mí
la noche anterior, y la había oído en la ducha esta mañana con Caleb.

—Si fueras un alfa, Lola y tú os habríais unido hace semanas—, dijo Caleb.

Asentí. Era cierto. Yo había estado al borde de ser prepotente hasta la exasperación, así que
probablemente era mejor que no fuera un alfa.

—Estoy listo, Leo. Cuando ella lo esté. Y no soy su terapeuta, pero creo que a Lola le tranquilizará
que sus primeros vínculos sean sólo entre ella y su alfa. O le será más fácil para aclimatarse, ¿quizá? —
Caleb se encogió de hombros. —Sólo el cambio en Wes…

Sonreí y relajé un poco los hombros. Era cierto. Wes andaba de puntillas estos días, con una sonrisa
bobalicona nueva en la cara que rara vez le había visto antes.

—Planeo vincularme con Lola, pero sólo han pasado cinco días desde que regresó a casa—, dijo
Caleb, llamando mi atención y sonriendo con satisfacción. —¿No crees que podemos ser un poco más
pacientes?

Me reí y negué con la cabeza. —Sí, vale.

—Creo que te estás contagiando algo de la impaciencia de Rake—, añadió Caleb. Lo cual era cierto,
Rake era como un hormiguero en mi pecho, pululando ansiosamente mientras esperaba a que Lola
reclamara a uno de sus alfas.

—Si elige a Cyrus primero, juro por Dios que haré que uno de los otros alfas me muerda sólo para...

—¿No te vuelve loco estar esperando aquí y no saber cómo está? — le pregunté a Caleb.

Parpadeó y ladeó la cabeza, pensativo. —Yo... creo que estaba más nervioso cuando no sabía si ella
estaba interesada en mí. Ahora puedo relajarme y dejar que las cosas sucedan. De todos modos, creo que
la razón por la que estamos aquí y Matt o Wes no, es porque todavía no hay un vínculo. Podemos darle
más intimidad mientras empieza el proceso.
Crují los nudillos, capté la mirada de la mujer que esperaba y volví a acomodarme rápidamente. No
me lo había planteado, y había visto la mueca de aceptación que había puesto Matthieu cuando Lola le
había dicho que quería que fuéramos nosotros quienes la esperáramos.

—Es nuestra, Leo—, dijo Caleb en voz baja.

—Es nuestra—. Y Caleb tenía razón, podía esperar un poco más para la vinculación. Lola era más
que juiciosa con sus afectos para con toda la manada. No era atención lo que me faltaba, era sólo poder
reclamarla más, lo que codiciaba.

Caleb levantó la mano libre y giró la muñeca para echar un vistazo a su reloj. —Estarán terminando
ahora—, dijo. —Iré a arreglar las cosas con recepción.

—Ha dicho que quiere pagar ella—, dije.

Caleb sólo hizo un suave "pfftt" de rechazo y luego se levantó, dirigiéndose hacia el mostrador de la
recepcionista. En efecto, un momento después se abrió la puerta del despacho de la terapeuta. Apareció
Lola, con los ojos enrojecidos y los pasos un poco inseguros, y yo me levanté de un salto de mi asiento,
yendo a su encuentro.

—Te veré la semana que viene, Lola—, dijo la doctora Goulden, una mujer de mediana edad con
tono amable y un mechón de pelo rojo desvaído.

—Gracias—, dijo Lola con una rápida mirada por encima del hombro. No parecía muy agradecida,
y en mis entrañas se mezclaron la rabia y la preocupación.

—Todo listo—, dijo Caleb, y Lola asintió con la cabeza, sin preguntar siquiera por la cuenta, pero
pareciendo aliviada por salir del despacho.

¿Estás bien? Era la pregunta que tenía en la punta de la lengua, pero la respuesta era obvia. No lo
estaba.

—¿Quieres buscar otro terapeuta? —, pregunté inmediatamente.

Lola levantó la cabeza y Caleb soltó una carcajada mientras la ayudaba a ponerse el abrigo.

—¿Qué? ¿Por qué iba a cambiar?


—Tú... te noto disgustada—, dije, haciendo una mueca ante mi débil razonamiento.

Los labios de Lola se curvaron en una sonrisa y se inclinó hacia mi pecho, buscando un beso que yo
no tuve ningún inconveniente en darle.

—Creo que es normal—, murmuró contra mis labios.

Se separó y Caleb nos abrió la puerta. La mano de Lola se deslizó entre las mías mientras nos
dirigíamos a los ascensores del edificio de oficinas.

—No fue divertido ni nada, pero no puedo decir que me pareciera inútil. Creo... creo que esto me va
a agotar por un tiempo. Me siento como si tuviera resaca... con náuseas.

Levanté el brazo y sonreí cuando Lola se arrimó inmediatamente a mi lado. Caleb se puso al otro
lado, le cogió la mano y se la llevó a los labios.

—Llegaremos a casa, prepararemos té de jengibre y nos daremos un baño caliente—, dijo Caleb
mientras entrábamos en el ascensor.

—Puedo sentarme en la cornisa de la bañera y darte un masaje de cabeza y hombros—, le ofrecí.

—Mmm, ahora parezco muy exigente—, dijo Lola, pero capté su sonrisa en el reflejo de las puertas
que se cerraban. —Tengo unos porros de uno de los alfas de Baby que están muy bien. Puede que me
ayude a bajar el volumen de lo que tengo en mi cabeza.

Parpadeé. ¿Lola tenía hierba? ¿La compartiría? Si lo hacía, probablemente acabaríamos todos
colocados menos Caleb y Wes.

—Me parece un plan excelente—, dijo Caleb asintiendo.

Cuando llegamos al garaje, Caleb se ofreció a conducir y yo me deslicé en el asiento trasero para
sujetar a Lola durante el trayecto a casa. Quería hacerle un millón de preguntas sobre su sesión, pero
antes de que pudiera decidir si eso estaba bien o por dónde empezar, Lola habló.

—¿Podéis ofrecerme algo de distracción?

Me tragué mis preguntas rápidamente y me relajé mientras Lola se inclinaba hacia mí, acomodando
su cabeza en mi hombro.
—Por supuesto, amor. ¿Quieres música? — preguntó Caleb.

—Mmm, no. Cuéntame cómo trabajas para tus clientes. ¿Te dicen lo que quieren o qué...?

Caleb nos sacó del garaje y nos metió en las calles de la ciudad, en el lento flujo del tráfico después
de la hora punta. —Me gusta hacer algunas entrevistas para conocerlos, que me enseñen algunas
inspiraciones visuales que les gusten, ese tipo de cosas. Pero también intento hablarles de sus rutinas y
de lo que quieren mejorar en su vida. Alguien que quiere ser más organizado necesita sistemas de
almacenaje bonitos y funcionales, cuya implementación sea fácil de convertirse en un hábito. Alguien
que quiere cocinar más necesita una cocina grande y funcional que sea fácil de recorrer y de trabajar en
ella. ¿Estás pensando en aceptar mi oferta de ayudarte con tu habitación?

Para mí fue un alivio no volver a oír que era la habitación de invitados, aunque seguía pensando que
teníamos que encontrar la manera de darle a Lola la misma cantidad de espacio que la nuestra, en la casa,
para que lo hiciera suyo.

—Creo que sí. Nunca me decidí a decorar mi último piso ni ninguno de los anteriores. A pesar de
mis gustos personales en cuanto a ropa y maquillaje, estoy un poco perdida en lo que se refiere a
interiores—, dijo Lola. Tenía los ojos entornados y la cara pálida, aunque no estaba segura de si era culpa
de las náuseas o del cansancio.

—Tienes a Caleb mareado solo de pensarlo—, le dije, y saboreé la sonrisa que se dibujó en sus
labios.

—Dime cinco adjetivos que se te ocurran, para definir un espacio que te encantase —, dijo Caleb
por encima del hombro.

—Mmm, romántico—, dijo Lola, frunciendo el ceño. Romántico estaba bien. Me gustaban los
dormitorios románticos. —Sagrado. Ecléctico. Umm… yo… quiero que sea privado. ¿Te parece bien?
¿Un espacio para compartir sólo conmigo misma?

La fantasía traviesa de mi cabeza estalló como una burbuja, pero lo que quedó fue una extraña y
suave felicidad. Lo único que deseaba tanto como que Lola formara un vínculo con Caleb -y conmigo-
era que convirtiera nuestra casa en la suya. Que ella reclamara un espacio para sí misma era importante.
Ella sabía que era bienvenida con nosotros en nuestras habitaciones a pesar de todo.
—Por supuesto—, dijo Caleb.

—Vale, y luego colorido. Algo como... denso.

Reprimí la risa ante el breve ataque de pánico de Caleb. Su especialidad eran los colores neutros.
Pero se las arreglaría.

—Acepto el reto—, respondió Caleb.

Lola se mordió el labio y entrecerró los ojos mientras miraba por la ventana. Le pasé la yema del
dedo por la nariz, haciendo que cruzara los ojos antes de mirarme. —¿Y?

—Y quiero una bañera más grande—, susurró Lola.

—Hecho—, dijo Caleb, tan rápido que Lola dio un respingo. —Si estoy rehaciendo el dormitorio,
sin duda también renovaré ese baño.

Le guiñé un ojo a Lola, y ella se derritió a mi lado, con los ojos cerrándose en un sueño sin rumbo
durante el resto del viaje a casa. Caleb tenía razón. Era nuestra, mía. El vínculo se establecería cuando
Lola arrojara a Caleb sobre la cama y le dijera que así sería. Sólo quería asegurarme de estar a mano para
disfrutar del espectáculo.
VEINTITRÉS
Lola

—Toc,toc...

—Trae tu lindo trasero hasta aquí—, gruñó Wes, girando en su silla y extendiendo los brazos hacia
mí.

Me reí y crucé el espacio, subiéndome al regazo de Wes. Me acercó a él, me puso a horcajadas sobre
sus piernas y dejó que los dedos de mis pies colgaran hacia el suelo. Cuando intenté echarme hacia atrás,
tiró de mí hacia delante, gruñendo y sonriendo mientras me balanceaba sobre él.

Levanté una ceja.

—¿Te apetece un rapidito por la tarde? —, preguntó moviendo las cejas.

Tentada, eché un vistazo a su escritorio, pero era un desastre comparado con el de Cyrus y esa no
era la razón por la que había venido a hablar con él.

—No pienses en eso—, dije, dándole un golpecito en la barbilla a Wes mientras se inclinaba para
darle un beso. —Mmph. Mph…enserio.

Gemí mientras Wes lamía y mordisqueaba mis labios, y sus manos me mecían sobre su entrepierna.
Se estaba poniendo rígido contra mí e intenté contener la lujuria que me recorría las venas, ayudada por
el entusiasmo de Wes, para centrarme en el motivo por el que había venido a hablar con él.

Era uno de esos relajantes domingos y toda la manada estaba en casa, y yo me sentía un poco menos
confusa después de unos días de una desagradable resaca producida por la terapia. Lo cual era algo
científico, como se vio después, y saberlo, no me hacía sentir tan mal por la lucha interna para salir de
las sombras de mi cabeza.

Wes suspiró y se recostó contra el respaldo de su silla en cuanto empecé a gemir.

—¿Qué necesitabas, cariño?


Mierda, ahora necesitaba a Wes.

—Um...— Ah, bien. —Um, la policía me llamó. Dijeron que a Indy lo habían visto anoche, en la
parte alta de la ciudad.

—Uuf. Vale. — Wes resopló y me reacomodó para sentarme de lado sobre su regazo, girándonos
hacia su ordenador mientras yo envolvía mis brazos alrededor de sus hombros. —Sí, están hablando con
Garret y él me envió ese texto esta mañana. No estaba muy cerca de nosotros y tardaron en identificarlo.

No estaba segura de si era sólo que ahora teníamos un vínculo y eso mantenía a Wes de muy buen
humor, pero no se sentía tan estresado por la llamada como parecía haberlo estado unas semanas antes.
Por otra parte, yo tampoco lo estaba.

—No me lo habías dicho—, dije, tamborileando con los dedos en su hombro.

Wes enarcó las cejas y me acarició la nuca donde estaba su mordisco; y su simple contacto me hizo
sentir rayos de sol. —No estaba seguro de si querrías saberlo. Antes parecías preferir que yo me encargara
sin tenerte que enterar del todo.

—Es cierto, supongo. Creo que ahora quiero estar al tanto.

Wes asintió. —Trato hecho. Bueno, en ese caso. Garret obtuvo algunos detalles más de su contacto.
Indy fue a ver a un antiguo Ahorcado, ¿tal vez, alguien que se salió antes de la redada del año pasado?
Hubo una pelea en el bar y según los testigos Indy fue... rechazado. Parece que tiene unos seis tipos en
su equipo y todos son bastante nuevos.

—Supongo que tiene sentido que no sea el tipo más popular—, dije, exhalando un suspiro de alivio.
—¿Y... ha vuelto a intentar ponerse en contacto conmigo?

—Pues... sí. Eso lo he estado ocultando. Creo que está al tanto de mi implicación porque está
enviando mensajes a tu antiguo número, pero parecen... dirigirse más bien a nosotros. Pero antes de que
te estreses, que sepas que es un montón de prepotencia hueca.

—¿Pero, está hablando de la manada? — pregunté mordiéndome el labio.


—No te preocupes, cariño. Tengo toda la seguridad cubierta. Tu antigua casa hasta que la
despejemos. Todas nuestras oficinas. Esta casa también es segura. No hay señales de nadie fuera de lo
normal, y sería bastante fácil de detectar en una calle como la nuestra—, dijo Wes.

—Pero esto no es el final—, dije, mirando fijamente a Wes y sosteniendo esa brillante mirada suya.

Se relamió y frunció el ceño. —Probablemente no. Y no quiero que te sientas bajo arresto
domiciliario ni nada parecido, pero...

Me encogí de hombros. —Pero tengo que seguir teniendo cuidado. Stanmore y a casa a menos que
esté con la manada.

Wes hizo una mueca. —¿Te importa?

—¿Me importa pasar todo mi tiempo con cualquiera de los seis hombres deliciosamente guapos que
me aceptaron cuando luchaba para hacer frente a algo así como ... todo, incluida yo misma? No, eso me
gusta bastante—, dije, y respondí a la creciente sonrisa de Wes. —Si dentro de un año seguimos con el
problema de Indy, entonces... tal vez.

—Para entonces no será un problema, cariño—, dijo Wes, inclinándose y besándome la barbilla.

—Me gusta tu confianza—, dije, maravillada por la calma sólida como una roca que provenía de
Wes a través del vínculo. Hubo un pequeño destello de culpabilidad, pero fue rápidamente aplastado por
la determinación, y besé sus labios, otra vez, para asegurarle mi fe absoluta en su capacidad para eliminar
a Indy de nuestras vidas. —Entonces... ¿qué te parece ese rapidito?

Wes ronroneó y yo solté una risita mientras me levantaba de la silla, alzándome alrededor de su
cintura. —Cariño, ¿alguna vez has oído hablar de la posición Wesley Wallbanger?

Resoplé y negué con la cabeza. —Ni siquiera la bebida.

—Eso es porque estamos a punto de inventarlo—, dijo Wes, llevándome a un espacio abierto de la
pared de su despacho, fijándome allí entre la superficie plana y la suya, muy musculosa.

Me puso los pies en el suelo y los dos nos apresuramos a desvestirnos; yo me desprendí de los
pantalones cortos del pijama que aún llevaba puestos. Agarré a Wes por los hombros en cuanto me los
quité y salté. Sus manos me cogieron por los muslos justo a tiempo y sus pantalones se bajaron lo
suficiente para que yo pudiera tener acceso a él.

—Ahora, quiero que me digas alto y claro cuando toque algún punto sensible, Lola—, dijo Wes. Y
entonces se alineó y se metió en mí, llenándome en tres rápidas y ásperas embestidas.

Mi voz estaba ronca antes de salir de la habitación, tambaleándome sobre mis débiles piernas
mientras Wes recuperaba el aliento y volvía al trabajo, con mis arañazos en su espalda expuestos
orgullosamente a la vista de todos.

Después de una ducha muy larga y una siesta muy agradable al sol junto a Matthieu, que trabajaba
en la limpieza de sus correos electrónicos mientras me pasaba los dedos por el pelo, fui a cambiarme a
mi habitación. La manada quería salir a cenar para celebrar mis enlaces, y yo quería elegir algo bonito
de lo que Rake había escogido para mí.

De camino a mi habitación me detuve en el pasillo, con los sonidos de Nina Simone que salían del
pequeño estudio de Cyrus. Desde la rendija de la puerta, podía oler el champán y la pintura fresca de
Cyrus. Me pregunté si se enfadaría conmigo por echarle un vistazo en el trabajo, y luego decidí que, con
la nueva perspectiva de nuestra relación, un poco de enfado me vendría muy bien. Me incliné hacia la
puerta y ésta se cerró en silencio.

Cyrus estaba de espaldas a mí, vestido con una vieja camisa de seda azul descolorida con las mangas
remangadas hasta los codos. Tenía una paleta de colores desordenada sobre una rodilla y una mesa
auxiliar a su lado llena de pinceles, espátulas y jarras de agua manchadas. Lo que más me impactó fue el
rostro en el lienzo y el ligero temor que me produjo la imagen.

—¿Me estás pintando?


Cyrus pintaba retratos cuando sus relaciones terminaban, no cuando empezaban. Quise coger una de
las jarras de agua turbia y arrojársela a la imagen, sorprendida por lo infeliz que me sentía al verme en
su lienzo.

—¡Eh! — Se giró para mirarme, con una sonrisa brillante que vaciló al verme la cara. —Oh, oye,
no. Ven aquí—. Dudé, y la voz de Cyrus bajó. —Cachorrita.

Para ser una sumisa sin entrenamiento, sabía hacer algunas cosas bien. Tropecé contra Cyrus y él
dejó su paleta a un lado, atrayéndome hacia él.

—Rayo de sol, míralo—, dijo Cyrus suavemente, acariciándome el costado.

Lo estaba mirando. Se parecía a los otros. Mi cara estaba sobre un fondo oscuro, cambiante y
sombrío, y me sorprendió lo bien que Cyrus había captado mis rasgos sin referencias. Pero, aun así, allí
estaba yo, la mitad izquierda de mi cara en la sombra y la mitad derecha brillando con un foco. Reconocí
más a la chica en las sombras que a la versión brillante y resplandeciente. Conocía las ojeras, la mirada
vagamente horrorizada, la inclinación hacia abajo de mis labios. Cyrus había captado a mi yo de hacía
dos meses, la chica que se había estremecido y acobardado frente a él en un ascensor oscuro. Pero eso
era…

Miré hacia uno de los lienzos apoyados en la pared y por fin vi la diferencia. Todos los demás cuadros
tenían la mitad derecha del rostro en sombra y la izquierda en luz.

—Se lee de izquierda a derecha—, dije, haciéndome eco de la explicación que me había dado
semanas atrás. Lo que significaba que ese lado brillante, luminoso y feliz de mí en el retrato era...

—El futuro es brillante, Lola—, dijo Cyrus suavemente, inclinándose y besándome la comisura de
la mandíbula.

Me sonrojé ante mi propio error de juicio y me volví para captar la mirada risueña de Cyrus.

—Has pintado un principio en lugar de un final— dije, con el corazón latiéndome con fuerza
mientras él asentía.

Se giró sobre su taburete y tiró de mí para colocarme entre sus muslos. Sentados, nuestros rostros
estaban perfectamente nivelados y me di permiso para pasar las manos por los hombros de Cyrus.
—En cuanto me di cuenta de en qué te estabas convirtiendo para esta manada, supe que quería estar
seguro de que tu corazón estaría tan a salvo conmigo como lo estaba con los demás—, dijo Cyrus. —
Serás mía algún día, Lola.

Asentí y ni siquiera me importó que por una vez no tuviera que pensarlo demasiado, ni juzgarme, ni
preocuparme por lo que Cyrus quería de mí. En algún momento entre el calor y el estar vinculada, algo
había quedado muy claro: este pack estaba hecho para mí. No es que fueran la manada de cuento de hadas
con la que soñaban todas las chicas, porque esos no eran más que hombres de cartón. Rake era un poco
egocéntrico, Caleb y Wes trataban de atenuar su propia brillantez, Matthieu se estaba acomodando en su
lugar en Voir y olvidaba que la publicación consistía en dar a conocer el cambio, y Cyrus estaba de brazos
cruzados en Designate en lugar de perseguir su pasión por la pintura. Pero Leo era perfecto. Tendría que
acordarme de decírselo más tarde.

—Ya he terminado de buscarle los diferentes tonos del amor—, dijo Cyrus, sosteniendo mi mirada.

Fue algo bonito, pero me pregunté si pensaba que era lo que yo quería oír. A Cyrus le encantaba
enamorarse y, si tenía que adivinar, también le encantaba el desamor. Pero sabía la diferencia entre esas
relaciones y la que estábamos formando, y eso era lo único que me importaba.

—¿Cambia tu amor por Rake empezar algo nuevo conmigo? — Cyrus frunció el ceño y negó con la
cabeza, así que continué. —Entonces descubre todos los matices del amor que te apetezcan. Tú también
vas a ser mío.

Parpadeó y me sonrió. —Tomo nota, aunque ya veremos quién sale bien parado.

—Trato hecho. Además, es hora de prepararse para nuestra cita para cenar—, dije.

—Mmm, también tomo nota—, dijo Cyrus, sujetándome la parte posterior de los muslos.

Se inclinó hacia delante y yo sonreí, aceptando con avidez el beso que me ofrecía, robándole
mordisquitos hambrientos de sus labios carnosos y escuchándole ronronear en respuesta. Tenté a la
suerte, deslizando la lengua en su boca y enroscándola alrededor de la suya, disfrutando del murmullo
de su ronroneo en mi boca. Cyrus se apartó con un gruñido y yo le agarré por los hombros.
—Cachorrita, ¿te he dado permiso para tomar el control? — preguntó Cyrus en voz baja, con los
ojos entrecerrados.

El estómago se me cayó al suelo.

—No, jefe—, dije, sacudiendo la cabeza, con las piernas retorciéndose para crear fricción.

La mano de Cyrus golpeó ligeramente en mi culo y me puse rígida con un grito ahogado. —¿Qué
hora es?

—Umm… Las cinco y media.

—Entonces tenemos tiempo de sobra para una lección antes de cenar—, dijo Cyrus. Me mordí el
labio mientras el calor se acumulaba en mi interior, y Cyrus calmó con caricias la carne redondeada que
había golpeado. —¿Qué te pasa?

—Sólo que um... mi espalda está algoo magullada por el sexo contra la pared con Wes, así que
¿podemos intentar evitar esa zona? — pregunté.

Cyrus casi se cae del taburete de la risa.


VEINTICUATRO
Rake

—Rake. Rake, por favor—, siseó Lola mientras la hacía rebotar sobre mi polla, con mis manos
apretadas en sus caderas. —¡Por favor, basta!

Me había despertado esta mañana con Lola intentando escabullirse de mi cama. La visión de su culo
contoneándose, todavía sonrosado por los juguetones azotes de Cyrus la noche anterior, me hizo decidir
que había llegado el momento de tener sexo matutino con mi chica. Pero esta vez, no quería que Cyrus
dirigiera el espectáculo, lo que significaba que teníamos que estar tranquilos en el sofá de mi salón para
no despertarle.

A pesar de que suplicaba un descanso, las caderas de Lola bajaban para encontrarse con las mías en
lugar de levantarse para escapar. Froté rápidamente el vibrador sobre su clítoris hasta que se tensó y
apretó mi polla, arrancándonos otro orgasmo a los dos con brillantes relámpagos de calor. Le tapé la boca
con la mano, ahogando su hermoso grito entrecortado mientras se inclinaba hacia atrás y las puntas de
su pelo me hacían cosquillas en los muslos. Cayó hacia delante y yo le enterré mi propio gemido en la
garganta, con mis caderas aun agitándose contra las suyas mientras bombeaba la leche dentro de ella,
hasta que empezó a gotear de nuevo sobre mis pelotas.

—Joder—, jadeó Lola, con el sonido amortiguado tras la palma de mi mano. Se sacudió, superando
una réplica mientras me rodeaba el cuello con los brazos. —Vaya, hola.

Me reí entre sus cabellos, aparté la mano de sus labios y la pasé por su espalda desnuda y fresca. —
Hola. Buenos días.

—Mmm. Creo que voy a tener que fingir que me dedico a montar a caballo para explicar por qué
voy con las piernas arqueadas—, dijo Lola.

—Piruleta, todo el mundo sabe que ahora estás en nuestra manada. Seguro que saben exactamente a
quién te has estado montando—, dije y ella resopló y me dio un mordisco en el lóbulo de la oreja.
Dios, me encantaba esta chica. Estuve tentado de quedarme así hasta que sus pequeños suspiros, su
simple aroma y sus contoneos hicieron que se me volviera a poner dura. Si ella iba a estar contoneándose,
podría aprovecharlo al máximo.

—¿Te duele? — le pregunté.

—Un poco.

Maldita sea, no importa entonces. Lola estaba muy solicitada en la manada, y ninguno de nosotros
quería que terminara incómoda debido a que no nos saciábamos de ella.

—¿Te duchas conmigo? — preguntó Lola, sentándose y salpicándome la nariz con besos.

Asentí con la cabeza y la abracé. Lola se rio mientras me levantaba. Podría tener las manos quietas
durante veinte minutos, ¿verdad?

—Tienes sesión de fotos hoy, ¿no? — preguntó Lola en un susurro.

Cyrus estaba despatarrado sobre las sábanas mientras nos escabullíamos, a través de mi habitación.
Probablemente se había despertado en algún momento y sabía exactamente lo que nos traíamos entre
manos, pero ya le daría las gracias más tarde por dejarme pasar un rato egoísta con Lola.

—Mhm. Creo que lo llaman retro urbano—, dije, dejando a Lola en el suelo una vez que estuvimos
en el baño.

Lola corrió de puntillas a la ducha abierta, dando saltitos mientras abría el agua y me ofrecía una
vista maravillosa mientras rebotaba, esperando a que el agua se calentara. —¿Así que Wes estará contigo?

—No, conducirá Danny y un beta nuevo... ¿Troy o Trevor? No me acuerdo. Sabes que Wes quiere
estar a tu lado—, dije, metiéndome bajo el agua con Lola mientras ella se recogía el pelo de los hombros.

Frunció el ceño y cogió un bote de champú. —Deja que te lo lave y te daré un masaje en el cuero
cabelludo. ¿Qué quieres decir? ¿Wes no vela por tu seguridad por mi culpa?

Retrocede, amigo, me advertí ante la primera nota de ansiedad en la voz de Lola. —Lo será para
algunas cosas, estoy seguro. Pero estos rodajes siempre tienen su propia seguridad de todos modos, y su
nuevo chico tendrá la oportunidad de entrenarse. Puede que incluso tenga otro cliente con el que tratar—
, dije, agachando la cabeza y suspirando mientras Lola hundía los dedos empapados en mi pelo.
—Sigue siendo tu alfa, aunque estemos vinculados. Confías en él—, murmuró Lola.

—Sí, confío en él. Y confío en que me encontrará sustitutos cuando él no pueda serlo—, dije
sonriendo. Rodeé la cintura de Lola con los brazos y la atraje hacia mí. —No te estreses, piruleta.

Agaché la cabeza y deslicé mis labios sobre los suyos, mientras el agua me golpeaba la cabeza y los
hombros hasta que el champú se deslizó por mi cara.

Lola se apartó, frunciendo el ceño. —Ugh, beso de champú. Date la vuelta y deja que te lave antes
de que vuelvas a excitarte.

—Oh, sí, porque tener tus manos sobre mí hace que sea mucho más fácil mantener la calma—, dije,
y sonreí mientras Lola se reía a mi espalda.

Urbano y retro sonaba bien hasta que era urbano, retro y llovía. Quedaba muy bien en las fotos, pero
era un frío día de primavera, y yo estaba oficialmente empapado de pies a cabeza y perdiendo la paciencia
con el trabajo. Cada vez me parecía más tentadora la jubilación anticipada. Siempre tendría trabajo si me
cuidaba y lo deseaba, pero después de todo podría haber llegado el momento de dormirme en los laureles
y disfrutar de ser un hogareño omega.

El equipo me había preparado un refugio organizado apresuradamente bajo un toldo, a la vuelta de


la esquina del callejón que estábamos utilizando. Estaba allí acurrucado con mi siguiente atuendo y una
mullida bata, esperando a que Travis -no Troy ni Trevor- me trajera un té caliente mientras escuchaba al
equipo luchar contra un contenedor de basura para llevarlo por un camino de ladrillos para la toma
siguiente.

—¿Qué está pasando ahí?


Levanté la vista del juego en mi teléfono y fruncí el ceño al hombre que caminaba por el callejón.
¿No habían puesto mamparas de seguridad? La figura larguirucha que caminaba hacia mí casi parecía
sacada de la sesión de fotos. No por su ropa -punk-rock sucia y raída que no casaban-, sino por su energía.
Físicamente, era anguloso y duro, aunque las proporciones de su cara no eran del todo correctas. Pero
aun así... era el tipo de tío bueno que viene acompañado de una mirada penetrante y del arrepentimiento
de todas tus decisiones a la mañana siguiente cuando vas a hacerte la prueba, por si acaso. No era mi
tipo, pero sí el de alguien.

—Estamos en una sesión de fotos. Permisos privados—, dije, mirando hacia la esquina. Yo estaba
fuera de la vista del equipo, en mi escondite, y no estaba seguro de si valía la pena empaparse sólo para
evitar a este perro callejero.

—Eso debe de convertirte en una especie de supermodelo—, dijo, acercándose más.

Resistí el impulso de ponerme rígido al olerlo por primera vez. Amargo, agrio, pegajoso. Un alfa.
Salvaje, por su aspecto. Pero yo no era una presa y me negaba a actuar como tal. Estresarme sólo haría
que quisiera perseguirme. Y ese olor...

—No super, sólo del tipo básico—, dije, esperando que el viejo truco de volver a atender mi teléfono,
le diera alguna pista.

—Oye. Sé quién eres. Ese omega, Rakim Oren... Tengo una amiga que te conoce—, dijo, bajando la
voz mientras se ponía al alcance de mi mano.

Se me revolvió el estómago cuando sentí su olor. Ya había olido a ese alfa antes. No en persona, pero
sí en el apartamento de Lola. Levanté la vista y estudié al hombre que tenía delante, sin molestarme en
moderar el odio de mi mirada. Indy. Mejillas marcadas, labios malvados y pelo engominado con los lados
rapados. Así que era él. Y me había encontrado.

El pobre Wes se va a cabrear por esto. Y Lola… Lola pensará que es culpa suya.

—No es amiga tuya—, dije, con voz llana.

Indy se limitó a sonreírme, con un diente astillado que asomaba, como un colmillo corto. Me moví
bajo la lluvia para unirme al equipo y su mano se levantó como un látigo, me agarró por el brazo y me
sujetó con fuerza. Se apretó contra mi espalda y me rodeó con el brazo libre para arrancarme el teléfono
de los dedos.

Y ahora has perdido la oportunidad de llamar a la policía, Rake. Vamos, Travis. Date prisa.

—Iba a pedirte que le dieras un mensaje de mi parte, pero ahora creo que tengo una idea mejor—,
dijo Indy.

Tenía los ojos fijos en la pared de ladrillos que tenía delante y estaba a punto de gritar, cuando oí el
chasquido metálico a mi espalda, y un peso frío que se hundía, instalándose en mi pecho. Miré por encima
del hombro y vi una pistola. Sabía que Wes tenía pistolas y las había visto antes en su funda, pero era
como si fuera un animal completamente distinto mientras observaba la boca del cañón de una de ellas,
apuntándome con intención de hacer daño. O al menos la amenaza de hacerlo.

—No grites. Los machos omegas no son mi tipo, y tú me importas una mierda. Puedes venir
conmigo, o puedo dejarte muerto en este callejón. Ambas cosas me divierten— me gruñó Indy al oído,
tirándome del brazo.

Me sacudí, con ganas de luchar, huir o rechazarlo, pero la presión del frío metal de la pistola en mi
nuca, hizo que una parte cruel y asustada de mí saliera de su escondite. Creía que Indy me dispararía.
Que estaría tan contento de dejarme muerto como de arrastrarme y sembrar el pánico entre mi manada.
Cualquiera de las dos cosas haría desgraciada a Lola.

Pero sólo una de las dos sería permanente. E Indy no sabía lo que le esperaba, tratar con Wes. Lola
podría ser su pareja vinculada, pero yo era su omega, su amigo, su familia.

—Mírate, pero qué buen omega—, gruñó Indy cuando dejé de resistirme y permití que me arrastrara
por el estrecho pasillo entre los edificios. —Esto le está bien empleado a tu manada por dejarte salir de
casa. Los omegas que están desatendidos no están seguros, ¿sabes? ¿Qué? ¿Ya te quedaste sin
conversación cortés?

Había un viejo bólido destartalado parado en la acera a la que nos acercábamos, pero el barrio de la
sesión de fotos estaba casi todo en un estado ruinoso y vacío. Cuando Indy me empujó hacia el coche,
no había nadie a mi lado a quien pudiera llamar o alertar.
—Eres muy hablador para ser un alfa muerto—, dije, y gruñí mientras Indy me empujaba hacia el
asiento trasero y hacia un alfa que esperaba junto a la puerta del conductor.

Había otro alfa al volante del coche, éste con un olor medio agradable a pan tostado, aunque en ese
momento estuviera agriado, por los nervios. Fuesen quienes fuesen, ambos iban cubiertos con sudaderas
negras y máscaras de calavera de Halloween de plástico. Como si eso no fuera a llamar la atención. El
que estaba a mi lado me agarró de las muñecas y me las ató con unas vueltas de cinta aislante.

—Vamos—, ladró Indy al alfa, deslizándose a mi lado.

El coche arrancó a sacudidas, chirriando al alejarse del bordillo.

—Dije que no me gustaban los machos omegas, pero conozco unos cuantos alfas a los que no les
importará una mierda mientras tengas un agujero en el que se puedan anudar. Yo me guardaría tu boquita
sabelotodo para ti—, dijo Indy, manteniendo el arma clavada en mi costado.

Luché para no mostrar una mueca de dolor y tragué saliva, apretando los dientes para enterrar las
maldiciones que quería escupirle a Indy. En mi pecho, me arañaba la preocupación de Caleb y Cyrus, y
tiré con fuerza de nuestros vínculos.

—Dijiste que podíamos usarlo si ella venía—, siseó el alfa a mi derecha.

—Cuando ella venga—, repitió Indy. —Entonces es vuestro.

Mis alfas me llamaban, y el terror se agudizaba en mi pecho mientras las amenazas contra Lola, y
contra mí, me quemaban como veneno en el estómago.
VEINTICINCO
Lola
Venía de dos sitios a la vez. La rabia, el terror y la culpa de Wes, que me tensaron los músculos y me
hicieron cerrar los puños antes de que cerrara nuestro vínculo de un portazo y me dejara en el vacío. Y
un pavor lento como el hielo derritiéndose proveniente de Matthieu.

—¿Lola? — preguntó Zane, inclinándose hacia mí que estaba doblada en mi asiento, empujando la
silla del escritorio hacia atrás.

La desconexión de Wes fue como un puñetazo en el estómago, aunque había algo peor en la mezcla,
un shock tan profundo que me hacía luchar contra el impulso de doblarme.

—Yo... necesito…— Tropecé al levantarme de la silla, cogí mi bolso y corrí hacia la puerta.

—Lola, ¿estás bien? — llamó Anna.

Giré en el umbral y jadeé cuando Matthieu hizo algo en nuestro vínculo. Era como si me hubiera
agarrado el corazón. Mi mano presionó sobre mi marca, y suspiré cuando él se acomodó aliviado.

—Creo que tengo que irme—, dije, mientras la habitación giraba a mi alrededor. —Dile... dile a
Maureen...

¿Decirle qué? ¿Que me estaba yendo del trabajo en mitad de la jornaía? No tenía otra opción. Algo
andaba mal con la manada.

Una de las chicas se despidió mientras yo corría hacia los ascensores. ¿Quizás sería mejor bajar por
las escaleras? ¿Sabía siquiera adónde iba?

Los ascensores llegaron aún antes de apretar el botón, las puertas se abrieron y vi a Matthieu con el
teléfono en la oreja y a Cyrus desplomado a su lado. Entré corriendo y Matthieu me estrechó contra su
pecho, mientras las puertas se cerraron tras nosotros.

—La tengo, ahora bajamos al coche. ¿A dónde quieres que vayamos?


—Dile a Wes que quiero ir—, ronroneó Cyrus. Su respiración era agitada y su piel caliente ahora
parecía cenicienta.

—Dice que a casa—, respondió Matthieu.

—A la mierda con eso. No voy a ir a casa mientras Rake esté desaparecido. ¡Está aterrorizado,
Matthieu! Dame el teléfono.

Matthieu vaciló y luego le pasó el teléfono a Cyrus, con ambos brazos rodeándome los hombros.

—¿Rake? — pregunté, echando la cabeza hacia atrás.

Matthieu tenía el rostro tenso y la mandíbula crispada. —Desapareció del plató del centro histórico.
Hace entre diez y quince minutos. Cyrus vino a verme cuando sintió el pánico de Rake, y luego Wes
recibió la llamada de su empleado unos minutos más tarde. Vamos a ir a casa y esperar por Wes…

—¡Soy su alfa! — ladró Cyrus por el teléfono, y yo salté y derrapé, por instinto, fuera de su alcance.

—Cyrus, basta —gruñó Matthieu, deslizándose entre nosotros. Las palabras no eran ni muy cortantes
ni muy altas, pero tenían la misma fuerza.

Miré hacia los botones del ascensor y me di cuenta de por qué no habíamos necesitado parar todavía.
Matthieu tenía una especie de llave maestra para mantener la privacidad.

Cyrus le gruñó suavemente a Matthieu, pero se conformó, mientras le echaba un vistazo al teléfono
y luego se lo devolvía a Matthieu. —Me colgó.

—Porque le estabas haciendo perder el tiempo. Wes sabe lo que hace, e intentar convencerte por
teléfono no servirá de nada.

Cyrus gruñó y se agitó antes de captar mi mirada por encima del hombro de Matthieu. —Joder, rayo
de sol, estoy…

Me solté de Matthieu y corrí hacia Cyrus, abrazándolo mientras él me levantaba del suelo, con los
zapatos colgando de mis pies. —Está bien. ¿Alguien ha llamado a Caleb y Leo?

—Mm, yo me encargo —murmuró Matthieu, pasándome brevemente la mano por la espalda antes
de dejarme a merced del abrazo casi doloroso de Cyrus.
El ascensor sonó cuando llegamos al vestíbulo y empujé suavemente los hombros de Cyrus para
convencerlo de que me dejara en el suelo, mientras su mano se aferraba desesperada a la mía.

—Es Indy —respiré, mientras observaba nuestro reflejo en la pared.

Cyrus me miró dos veces y sacudió la cabeza. —No... no necesariamente. Rake es un omega, y tiene
fans demasiado entusiastas que encuentran sus horarios y rastrean sus redes sociales. Si la seguridad
hubiera sido poco estricta o lo hubieran reconocido en la zona... Rake intentaría mantenerlos tranquilos.

Rake también intentará mantenerte tranquilo a ti, pensé yo, pero no lo dije. Era obvio que Cyrus
sabía que esto era más serio. Todos lo sabíamos. En todo caso, saber que cualquier fan demasiado
entusiasta podría haber cogido a Rake, empeoraba las cosas. Al menos, yo sabía lo que quería Indy.

Nos apresuramos a llegar al coche negro que nos esperaba, y los ojos de Cyrus escudriñaron la acera
y las calles como si pudiera ver a Rake en cualquier sitio. Apretados en el asiento trasero del coche, saqué
el móvil del bolso mientras nos alejábamos de la acera.

—¿A quién llamas? — preguntó Matthieu.

—A los Aulladores. El centro es su territorio, quizá hayan visto a alguien.

Cyrus resopló, con un sonido débil y acuoso, se inclinó hacia delante y me besó la parte superior de
la cabeza mientras Matthieu me apretaba la rodilla.

—Gracias, Lola, — murmuró Matthieu. —¿Les das el número de Wes?

Asentí e hice la llamada a Baby, escuchándola ladrar órdenes a sus alfas, que se pusieron en
movimiento.

—Si el vecindario ha visto algo, los chicos se enterarán— dijo Baby.

—Te quiero, Baby.

—¡Te quiero, Lo! Mantenme informada.

El camino de vuelta a casa fue silencioso, y deseé que diéramos la vuelta y fuéramos en dirección
contraria. Matthieu tecleaba a toda velocidad en su teléfono mientras Cyrus me aplastaba los dedos,
aferrándose a mí como a un salvavidas. Quería preguntarle qué estaría sintiendo Rake y, al mismo tiempo,
deseaba saber cómo poder distraerle. En lugar de eso, me limité a apoyarme en su costado, intentando
que parte de su tensión y preocupación se trasladaran a mí para que no tuviera que cargar con ellas él
solo.

Volvimos a la casa al mismo tiempo que un Leo, pálido y tembloroso cuando bajó del coche y se
unió a nosotros camino de la puerta. Caleb estaba esperando, con los ojos rojos y brillantes y
retorciéndose las manos. Leo y él chocaron en la entrada, y Cyrus finalmente me soltó la mano para
unirse a ellos.

—¿Sabemos algo de Wes? — susurró Caleb.

—Todavía no, respondió Matthieu. —Prometió ponerse en contacto en... cualquier momento. Vamos
arriba y…

Mi teléfono zumbó en mi bolso e hice una mueca, pasando por delante de mis hombres y
dirigiéndome a las escaleras mientras lo sacaba. —Lo siento, voy a apagar...— me callé al mirar la
pantalla.

Era una solicitud de videochat. De Rake.

—¿Lola? — me llamó Leo.

—Sshh. — Me giré hacia ellos y me llevé el dedo a los labios. —Que nadie diga nada. Pase lo que
pase.

Cyrus empezó a acercarse a mí, pero Matthieu lo agarró por el traje y lo mantuvo en su sitio mientras
yo volvía la vista hacia la pantalla, mientras el teléfono vibraba en la palma de mi mano. Mi propia
expresión me devolvía la mirada, tensa y aterrorizada mientras levantaba un dedo para deslizarlo y
aceptar la llamada.

Al principio estaba oscuro, borroso y pixelado. Y entonces se encendió una luz en algún lugar y
jadeé, alzando la mano libre para pasarla por mis labios. El rostro de Rake estaba allí, en la oscuridad,
con los ojos fijos en la cámara. Tenía un trapo oscuro atado alrededor de la boca y el labio inferior
hinchado y amoratado.
—Parece que por fin he conseguido captar tu atención, Showgirl— siseó Indy desde detrás de la
cámara, y una avalancha con la repugnante confirmación de mis peores temores me recorrió,
entumeciéndome de cintura para abajo.

Me quité la mano de la boca y endurecí la expresión. Indy no se merecía ver mi preocupación.

—¿Qué? ¿No me saludas?

Matthieu rugía de rabia en mi interior, y no me atreví a levantar la vista del teléfono para comprobar
su control.

—Rake, te quiero— murmuré, viendo cómo se calmaba su mirada.

La cámara se movió, retrocediendo, y yo tragué saliva y contuve un gemido cuando Indy reveló unas
figuras de negro, que llevaban pálidas máscaras de calavera, que brillaban en la oscuridad rodeando a
Rake. Estaba atado a una silla desvencijada y, aparte del labio partido, parecía ileso de momento. Incluso
llevaba puesto el traje que debió de llevar para la sesión de fotos.

—Pensé que esto te sacaría de tu escondite— graznó Indy.

Me dieron ganas de callarle con un tubo de plomo. Ya había sido bastante malo tenerla rondando en
mi cabeza, inmovilizando mi autoestima a dos metros bajo tierra durante todo un año. Tener que
soportarlo de nuevo en la vida real me ponía enferma.

Peor aún fue cuando le dio un golpecito a la pantalla y giró la cámara hacia él. Nunca me había caído
bien. Incluso aquellas primeras veces, había tolerado su cara, sus manos y su aliento en mi cuello,
pensando —no, fingiendo— que podría impresionar a Buzz. Otra pérdida de tiempo. Buzz había
disimulado su crueldad. Indy se deleitaba con ella, y eso era evidente incluso ahora, en la mueca burlona
de sus labios.

—¿Qué quieres?— susurré.

Indy sonrió, y el odio ardió en mí al saber que tenía que entrar en su juego. Pero Rake no iba a pasar
por lo mismo que yo. Cooperaría con Indy en lo que hiciera falta para que Rake volviera a nuestra
manada.

—Sabes qué, Showgirl. He tenido muchas betas, pero ninguna lloraba tan bien como tú.
Tragué bilis y aparté la mirada de la pantalla mientras Indy se reía de mí. La manada, que esperaba
a un par de metros, parecía no poder aguantar más, y la mirada de Matthieu sobre mí, era tan poderosa
que pensé que podría llegar a arrastrarme hacia ellos.

—Ni una sola se anudaba como tú, tampoco.

Mis ojos volvieron a la pantalla y hablé en voz alta para tapar los gruñidos que retumbaban a mi
alrededor. —¡Vete al puto infierno!

—Sabes lo que quiero, Lola. A ti y sólo a ti, que vengas a visitarme. Y si coges esa puta cabeza
estúpida que tienes y la usas para pensar durante dos segundos, también sabrás dónde encontrarme—
gruñó Indy. —Pero te juro por Dios que si la cagas y entra alguien que no seas tú, este omega está muerto.
Sería un placer total para mí, hacerlo.

La pantalla parpadeó y se apagó. Mis rodillas se desplomaron y nadie fue lo bastante rápido para
cogerme, aunque Matthieu llegó deslizándose sobre la madera pulida, arrastrándome a sus brazos un
instante después. Su cuerpo estaba rígido y su gruñido era atronador.

—Sé dónde están —dije. Reconocí los ruidos de la habitación en la que estaban. E Indy lo sabría...
sabría que era el último lugar en el que yo querría poner un pie.

—Dinos y enviaremos a Wes. No irás— dijo Matthieu.

—¡Matthieu!— gruñó Cyrus.

Me zafé del agarre de Matthieu y le tomé la cara entre las manos, negando con la cabeza. —Wes
nunca llegaría a Indy antes de que éste cumpliera la amenaza sobre Rake. No le importa lo que pase
después, se está divirtiendo demasiado jugando conmigo. Tengo que entrar yo primero.

—No te dejaré. Wes seguro que tampoco, — gruñó Matthieu.

—Lo voy a llamar. Lola, dinos dónde están, — dijo Caleb.

Los miré a todos y el corazón se había convertido en plomo en mi pecho —Yo... No. Wes intentará
entrar primero— dije. Miré a Leo y él cubrió su expresión desgarrada con manos temblorosas. A
continuación, me encontré con los ojos de Cyrus. Estaba desquiciado, al borde de la locura, pero me
sostuvo la mirada mientras se arrodillaba a mi lado.
—¿Qué te pasará si entras, Lola?— me preguntó Cyrus.

Empujé el pecho de Matthieu cuando intentó arremeter contra su compañero de manada,


inclinándome hacia él y rodeándome la cintura con los brazos para tranquilizarlo.

—Indy no va a matarme. Al menos no antes de que llegue la caballería. No se divertirá si no estoy


aterrorizada o indefensa. Yo... puedo mantener la compostura el tiempo suficiente para que Wes o la
policía o quien sea tenga tiempo de entrar y...— Me mordí el labio mientras lo pensaba. —No quiero que
Indy se escape y... no lo quiero en la cárcel.

Mis ojos cayeron sobre mi regazo ante la confesión, esperando el disgusto de alguno de los hombres
que me rodeaban.

—Tengo algo que necesito deciros a todos— dijo Matthieu, con voz de ultratumba. —Algo que Wes
y yo hemos hecho.

—No puedo creer que contratarais a un asesino sin decírnoslo— resopló Caleb. Se puso a mi espalda
con los brazos alrededor de mí, cruzados sobre mi pecho, y me pregunté si creía que podría evitar que
llevara a cabo mi plan sólo con abrazarme.

Wes estaba de pie frente a mí en el viejo aparcamiento cerrado donde le había dicho que nos
encontráramos, con los brazos cruzados sobre el pecho y los ojos entrecerrados en una mirada fulminante.
Pero nuestro vínculo estaba lleno de un afecto y un amor tan feroz que casi me deja sin aliento. A ambos
lados de él había dos alfas desconocidos, vestidos con el mismo equipo táctico ligero que llevaba Wes.

—Asesino no, asesina— se corrigió Matthieu.

—Lola— gruñó Wes. —Quiero que me digas ahora mismo dónde está ese gilipollas.

Solté un breve suspiro de alivio. Eso significaba que aún no se había dado cuenta de dónde
estábamos. Era cuestión de tiempo, pero era tiempo que podía utilizar para convencerle de que yo tenía
razón. Me despegué de los brazos de Caleb, luchando contra mi propia respuesta a su suave gemido de
resistencia cuando solté sus manos.

—Wes, por favor, escucha. Sé que puedes manejar a Indy, de verdad. Pero te digo, y de verdad creo
que me crees cuando te lo digo, que, si a ti o a tus hombres os oyen siquiera entrar, Rake estará
gravemente herido, si no algo peor, antes de que lleguéis a él— dije, moviéndome hacia mi alfa. Sus
brazos se tensaron bajo mis dedos y me miró con absoluta desconfianza, perfectamente consciente de
que intentaba disuadirle de algo que estaba decidido a hacer.

Desgraciadamente para él, yo también estaba decidida.

—Si entro yo la primera— Wes gruñó al oír las palabras y yo le apreté los brazos, sin hacer ninguna
mella en ellos. —Si entro yo primero no hay nada que me pueda pasar en el poquísimo tiempo que os
llevará a ti y a la policía llegar hasta Rake y a mí, que yo no pueda manejar.

—Lola...

—Wes, ya lo he vivido antes y lo volveré a hacer— solté, y su mandíbula se cerró con un chasquido.
—Y cuando entres en ese edificio todo se acabará. Rake estará a salvo, y yo estaré a salvo. Nos iremos a
casa y todo habrá terminado, ¿vale? Pero tengo que ser yo quien entre, de lo contrario arriesgamos a
Rake. Y si arriesgamos a Rake, creo que todos sabemos que estamos arriesgando a toda nuestra manada,
¿verdad?

Ignoré las lágrimas bajo mis ojos. Llorar era solo un hábito a estas alturas, y no iba a dejar que se
interpusiera en mi camino.

Caleb se acercó hasta mí, volviéndome hacia él. —Lola, no quiero que... No porque…

Me puse de puntillas y Caleb se agachó, el beso fue suave y breve, mientras nuestras cabezas se
juntaron. —Lo sé— dije, echándome hacia atrás y mirando a los demás. —No lo hago porque crea que
es o Rake o yo. Lo hago porque no estamos completos el uno sin el otro, y yo soy el primer paso para
que Rake vuelva con nosotros sano y salvo.

—Matthieu— dijo Wes, mirando por encima de mi cabeza, con el rostro crispado cuando me di
cuenta de que podía espolearlo con mi propia irritación.
¿Pasar por encima de mi puta cabeza hasta Matthieu como si ellos pudieran superarme sólo por el
hecho de que me hubieran marcado? Ya diría algo al respecto cuando no tuviéramos este problema.

—Ya me he negado... pero no creo que sea decisión mía— dijo Matthieu, con una lentitud rencorosa
en las palabras. Sus ojos se encontraron con los míos y los sostuvo con fiereza, con una mirada que me
advertía que me daba su apoyo a regañadientes. Como si no me hubiera dado cuenta. —Y creo que Lola
tiene razón en que la manada corre peligro si esto llega a torcerse.

—No se equivoca, Pike— dijo uno de los empleados alfa de Wes. —Si logra entrar y entretenerlos,
y mantener su atención, podremos ir tras ella en silencio, con o sin la policía.

—¡Joder!— ladró Wes.

Intenté alcanzarlo con nuestro vínculo y él tiró con decisión. Tropecé hacia delante ante la fuerza de
su llamada y enterré la cara en su garganta mientras me envolvía en sus brazos.

—Estúpido plan de mierda— murmuró, y gruñó cuando le hundí los dedos en el corto pelo de la
nuca. —Entras y hablas, joder. No regateas ni intentas sacar a Rake, te limitas a hacerle perder el maldito
tiempo a ese cabrón hasta que entremos. Si sacan un arma, te escondes, no me importa hacia qué puta
dirección esté apuntando, ¿me oyes?

La preocupación de Wes de que yo intentaba intercambiar la seguridad de Rake por la mía, estaba
ahí en mi pecho. En realidad, no lo hacía, pero sabía que la situación podría girar en esa dirección.

—Lo prometo,— dije.

—Lola.

Wes me puso en pie para que pudiera girarme y mirar a Leo, e inmediatamente quise alisar las líneas
que le surcaban la frente.

—No dejes que vuelva a entrar en tu cabeza, preciosa. Pase lo que pase, no vuelvas a esa situación—
dijo Leo.

Tragué saliva alrededor del cuchillo que tenía en la garganta y asentí con la cabeza, levantando la
barbilla para que Leo me besara. Me chupó el labio inferior, con insistencia, y casi pude sentir cómo le
daba vueltas en la cabeza. Podría perder a Rake, perderme a mí, o a ambos.
Ninguno de los dos, pensé yo. Tenía que ser a ninguno de los dos. La manada se fracturaría si Rake
o yo nos perdíamos. Y entonces me di cuenta de que yo era importante. Para estos hombres, yo era
preciosa, tanto como su propio omega. Así que iba a tener que cumplir mi promesa y sacarnos a Rake y
a mí sanos y salvos, de aquel agujero infernal.
VEINTISÉIS
Lola

Una cosa era decirles a los demás que iba a entrar sola. Otra, muy distinta y horrenda, era estar en la
puerta del Lazo del Diablo e intentar forzarme a cruzar el umbral y que volvieran mis pesadillas. Agradecí
que los demás estuvieran esperando lo suficientemente lejos como para que no pudieran verme temblar
como una hoja, aunque Matthieu y Wes estaban allí conmigo a través de nuestro vínculo. Mi columna
vertebral estaba recta como un palo gracias a ellos. Yo seguía en pie, gracias a ellos.

La puerta estaba abierta de par en par, y pequeños atisbos de olores de alfas se mezclaban en el marco
de la misma. La idea de tocar algo me hacía estremecer, así que me conformé con abrir la vieja puerta
torcida, con la punta del pie.

Primero llegaron los recuerdos. El pasillo donde Buzz me había puesto contra la pared, con carteles
que se descolgaban como flores muertas. El bar pegajoso donde me habían obligado a sentarme y ver
cómo se metían con otras chicas beta en la barra, hablando de drogas y robos en tiendas. Una vieja voz
amarga se elevó como el humo en mi cabeza, pero antes de que las palabras pudieran aterrizar en mi
mente -fui estúpida, y aterricé sobre un montón de mierda por ello- Matthieu estaba allí, apagando todas
las dudas y la fealdad. Esa parte de mi vida había terminado. Yo era manada.

Tenía que encontrar a Rake y aguantar hasta que llegaran Wes y la caballería.

Me detuve en el bar, escuchando y esperando, medio a la expectativa de que la habitación cobrara


vida de nuevo con humo, alcohol y feromonas. En cambio, todo estaba viciado, estancado. Incluso el
silencio era opresivo.

Hasta que el techo sobre mí crujió con una pisada en el segundo piso, y de repente me habría alegrado
que me dejaran sola durante horas, en silencio, dentro del túnel de mis recuerdos.

Salvo que Rake estaba arriba con los dueños de esos pasos, y ésa era la mejor motivación que se me
ocurría. Había un par de puertas dobles, una de ellas abierta, que daban al vestíbulo del viejo motel que
Los Verdugos habían utilizado como club. El espacio era denso y oscuro, pero entre las sombras podía
distinguir los momentos que recordaba de mi estancia aquí. El viejo y destartalado sofá y las sillas justo
delante, donde Los Verdugos habían descansado y esperado a que chicas desesperadas como yo se
arrodillaran ante ellos. El mostrador de recepción a la izquierda, donde habían escondidas armas y drogas
para que los miembros del club las cogieran cuando quisieran. Las escaleras de la derecha, que conducían
a los dormitorios.

Cada escalón crujía bajo mis pies. El olor de Indy se hacía más fuerte cuanto más avanzaba, y fueron
mis compañeros y pensar en Rake, los que me sostuvieron en el lento ascenso al segundo piso.

Había una lámpara parpadeando en el rellano, con luz suficiente como para revelar el moho que
manchaba las paredes cercanas al techo y las oscuras huellas de botas que me llevaban hacia la izquierda.
No recordaba la habitación, pero podía adivinarla. Indy tenía un sentido del humor o poético, enfermizo,
o como quiera que lo denominara en su cabeza. Utilizaría la habitación donde me había grabado.
Disfrutaría de la crueldad de aquello, aunque yo no conociera aún todos los detalles.

Seguí los pasos hasta el final del pasillo, hasta una puerta que se abría y descargaba un chocante
torrente de luz solar desde el dormitorio.

—Justo a tiempo, Showgirl.

Indy se apoyó en la puerta, con una sonrisa torcida burlándose de mí mientras observaba cómo me
acercaba. Parecía más rudo, más delgado, más malvado después de llevar un año escondido. Se lamió los
labios cuando me acerqué y su nuez de Adán se movió al tragar.

Mezclado con ese olor a pino amargo suyo, el ansioso olor a chocolate quemado de Rake se deslizaba
a través del umbral de la puerta. Habría empujado a Indy, sólo para llegar hasta mi compañero de manada,
pero él retrocedió, dejando la puerta abierta de par en par. Sus brazos se abrieron con una especie de loca
magnanimidad, como si me estuviera dando la bienvenida a la habitación. Me recordó al jefe de pista de
un circo retorcido. Yo no era más que su siguiente acto y me gustaría ser el león, lista para volverme
finalmente contra mi domador.

Mis ojos se dispararon hacia la derecha, donde estaba Rake tal y como lo había visto en el videochat,
atado y magullado y rodeado de alfas disfrazados. Me lancé en su dirección y grité cuando un puño
apretado me rodeó el codo, apartándome de Rake. Indy saltó entre nosotros y me atrajo hacia su pecho,
estrangulándome con su olor.

Rake forcejeó en la silla mientras yo intentaba zafarme de los brazos de Indy, y yo me quedé quieta
más por su bien que por el mío.

—Sabía que vendrías—, dijo Indy, sonriéndome.

—Te llevaste a mi omega—, le gruñí.

Un alfa detrás de Indy se burló, y me ladró una carcajada a la cara. Hice una mueca de asco y me
aparté de su amargo aliento.

—Primero intentas ser una omega, suplicando, lloriqueando y abriendo el culo para nosotros, los
alfas. ¿Y ahora quieres reclamar a un omega como si te creyeras una puta alfa? Showgirl, estás jodida de
la cabeza. Sabes que sólo eres una beta, ¿verdad, nena? Sabes que no vales nada. ¿Verdad? — Indy siseó
y se inclinó hacia mi cara, chasqueando los dientes con sus palabras. Me sacudió y me zarandeó, haciendo
que mi cuello crujiera. —Dilo de una puta vez, Showgirl.

Mantuve los labios cerrados y alcé los ojos para mirarle fijamente. Haz que siga hablando, Lola,
pensé con la voz de Wes, y el acerado amor de mi alfa me dio fuerzas para mirar fijamente a la cara del
enloquecido Indy.

—¿Una beta inútil? Te has tomado muchas molestias para traerme hasta aquí— le dije.

Indy volvió a sonreír y se encogió de hombros. —¿Qué puedo decir? Soy un sentimental.

Sus manos se levantaron de golpe y me agarraron por el pelo a ambos lados de la cabeza, tirando de
mí de un lado a otro. —Vamos, Showgirl. Dime que me has echado de menos, joder.

Rake gritaba, los alfas le sujetaban mientras se agitaba en su asiento, y yo permanecía en silencio,
con la cabeza y el corazón palpitando mientras Indy intentaba sacarme de quicio.

—¿Qué coño es esto? — siseó Indy, deteniéndose y tirándome del pelo del lado izquierdo del cuello
para dejar al descubierto la marca de Matthieu.

Los minutos transcurrían en mi cabeza, pero no tenía ni idea de cuánto tiempo pasaría antes de que
Wes llegara hasta aquí.
—¡Dime qué mierda es esto, perra! — gritó Indy, haciéndome dar un respingo cuando su saliva me
golpeó la mejilla. Me dio un golpe en el hombro y retrocedí. Empujó de nuevo, sonriendo, una y otra vez
hasta que mi espalda chocó contra el duro reborde del alféizar de una ventana y mi cabeza rebotó contra
el frío cristal.

—Ya sabes lo que es—, dije, disfrutando de la gruñona frustración en la cara de Indy.

—Por Dios, sí que estás desesperada, ¿verdad, Lola? ¿Con cuántos alfas tuviste que abrirte de piernas
antes de encontrar alguno dispuesto a aguantar tu débil trasero?—, siseó Indy, inclinándose hacia mi cara.

Le devolví la mirada en silencio y respiré dentro del vínculo, a través de la tormenta que rugía en mi
cabeza.

—Te voy a enseñar lo que hace un alfa con una beta como tú—, gruñó Indy.

Su boca se estrelló contra la mía, con los dientes arañando, mordiendo y la lengua tratando de forzar
la entrada. Sabía lo que quería y ya se lo había dado muchas veces. Gimotear, llorar, luchar.

Así que acepté la despiadada excusa de beso y me quedé quieta y en silencio, resistiendo el impulso
de atragantarme con su sabor, escondiendo las manos detrás de la espalda para no arañar su piel.

Indy se apartó con un gruñido, golpeando la ventana con el puño, y yo ni siquiera me inmuté. Sus
ojos se entrecerraron mientras me miraba.

—¿Quieres, Lola? ¿Echas de menos mi nudo? Estaba pensando en obligarte a mirar mientras dejo
que los chicos tengan su turno con ese omega cabrón con el que estás liada, pero ahora creo que podría
empezar por ti. Hacer que miren. ¿Qué te parece? Dejarles echar un vistazo a cómo tú y yo solíamos
sacudir la cama, ¿eh?

Uno de los alfas en cuestión gruñó en señal de protesta. Mis manos se soltaron antes de que pudieran
hablar, y golpeé a Indy directamente en el pecho. O le sorprendió, o también había perdido músculo en
el último año. De repente, las palabras brotaron de mí, azotando a Indy como latigazos.

—¿Qué quieres que te diga, Indy? ¿Que te odio? ¿Que me das asco? — Di un paso adelante y volví
a golpearle, pero esta vez no se movió.
—¿Indy?—, preguntó uno de los alfas, como si supiera que mi paciencia había llegado a su fin. Que
el león les había robado la correa y estaba listo para arremeter contra ellos.

Indy sólo sonrió y sacudió la cabeza. —Estamos bien. Así es como me gusta. La quiero gritando
debajo de mí.

—Que te jodan—, le espeté. —Tu intento de parecer un villano de película de terror me resulta
patético. Tú no eres mi chico malo. Tengo ese papel bien cubierto por mí misma. No eres más que la
herramienta que tomé prestada hace un año para intentar machacarme. Pero eso ya pasó, y sigo en pie.
Así que supongo que eso te convierte en un completo inútil.

Me temblaban las manos, tenía las entrañas gritando como fieras y la boca entumecida por las
palabras, pero eso no me impidió escupir directamente a la cara roja y humeante de Indy.

No me sorprendió el puño que voló en mi dirección ni la forma en que me golpeó como un rayo en
la mejilla, oscureciendo brevemente la visión de un ojo. Me sorprendió que lograra agarrarme a Indy
mientras gritaba, clavando los dedos en sus hombros y tirando de él hacia mí.

Dios, joder, ¿qué hago?

La rodilla.

Mi rodilla se clavó en la ingle de Indy, que me gritó al oído mientras me alejaba a trompicones.
Estaba inclinado hacia delante, gruñéndome, y mi corazón corría como el de un conejo, instándome a
girar la cola y esconderme.

Puño, barbilla.

Gritando, salté hacia delante y golpeé con el puño la parte inferior de la barbilla de Indy.

Los alfas que rodeaban a Rake empezaron a avanzar, pero yo ya estaba encima Indy, tirándolo al
suelo. Uno me agarró del brazo, pero le di con el codo en la cara y volví a ser libre. Mis puños estaban
tan apretados que la marca de mis uñas en las palmas era clara y afilada. Cada golpe a Indy ardía en mis
manos, resonaba en mis nudillos, pero no me detuve.

—¡Deberías haber muerto con Buzz, joder!—. Grité. —¡Eres un pedazo de mierda inútil!
Odioso...— Golpe, crujido.
—¡Repulsivo!— Golpe.

—¡Abusador!— Golpe.

—¡Bastardo!— Golpe. Mojado y rojo.

Unos pasos resonaron a mi alrededor e Indy me arañó los brazos, golpeándome con fuerza en las
costillas y haciendo que mi interminable chillido se entrecortara mientras perdía el aliento. La mueca de
Indy era toda dientes y sangre. Me tiró del pelo y buscó mi garganta, y yo me incliné, mordiendo con
saña entre su pulgar e índice.

No tenía ningún objetivo. No había nada en mí salvo la ira y el hecho de que podía seguir
golpeándole. Seguir haciéndole daño. Evitar que lastimara a Rake y a mi manada.

—¡Lola! ¡Lola!

Varios brazos me agarraron y luché contra ellos, dando otro torpe golpe en la oreja de Indy. Me
levantaron y me puse a patalear, golpeando de nuevo a Indy en la ingle, agitándome contra mi atacante.

—Cariño, te tengo. Ya estoy aquí. Te tengo.

Cítrico. Y sal. Unos brazos familiares y suaves. Me desplomé mientras Wes me arrastraba, incapaz
de mover los pies mientras recuperaba el aliento. Había arañazos en el brazo de Wes. Arañazos míos.
Gemí y Wes se colocó delante de mí, con un brazo alrededor de mi cintura y la mano libre levantándome
la barbilla. Agachó la cabeza hasta que nuestros ojos se encontraron y la roja niebla de la ira desapareció
lentamente de mi vista.

Por encima del hombro de Wes, la policía entró en la habitación, recogiendo a los alfas de Indy y
desembarazando de las ataduras y el bozal, a un Rake que gritaba. Y de repente me di cuenta de por qué
gritaba. Indy se estaba levantando del suelo, con una pistola en la mano apuntando directamente a la
espalda de Wes.

—¡No!— Me retorcí, empujando con fuerza el pecho de Wes.

Wes no se resistió, y nos tambaleamos hacia un lado justo cuando un cristal se hizo añicos detrás de
mí, golpeando la parte posterior de mis piernas y regando el suelo. ¿Había disparado Indy el arma? ¿Wes,
estaba herido?
—Lola, cariño, ¿estás bien? ¿Te...?

Mis manos recorrían desesperadamente a Wes, que estaba entero y a salvo. Rake se zafó de la policía
y corrió hacia nosotros. E Indy...

Retrocedió unos pasos dando tumbos, cayendo de rodillas mientras una mancha oscura le cubría el
pecho y su pistola caía al suelo.

—¡Quietos todos!—, gritó un agente al darse cuenta de que, de algún modo, en medio del tumulto,
habían disparado a Indy.

Está muerto. Se está muriendo. Por fin se irá.

Rake ignoró a los oficiales, y Wes y yo abrimos los brazos justo a tiempo para que él chocara contra
ellos, con un sonoro "uff". La boca de mi omega me presionó la mejilla, la sien, la nariz. Rake bloqueó
la visión de Indy desplomándose en el suelo, los sonidos húmedos de su respiración amortiguados por el
murmullo tranquilizador de Wes, y los suspiros entrecortados de Rake.

Ahora está muerto. Se acabó.

Cerré los ojos a aquel capítulo de mi vida, negándome a volver a mirar su cuerpo. No sentí alivio ni
felicidad, sino una profunda aceptación. Había sobrevivido a Indy. Al final, yo había ganado.
VEINTISIETE
Lola

—Tengo una última pregunta para usted, señora Barnes—, dijo el detective, levantando la vista de
mi declaración.

Estaba cansada, dolorida, con las manos vendadas, magulladas e hinchadas, a pesar del hielo que me
había puesto la policía. Pero la entrevista casi había terminado ya, y podía contener mi frustración por
las preguntas de este tipo durante uno o dos minutos más.

—El disparo que mató a Indy vino de fuera de la habitación. Probablemente una ventana o uno de
los edificios de enfrente. No se nos ocurre quién podría haber estado mirando desde allí—, dijo.

Parpadeé. Aquella no era realmente una pregunta y, desde luego, no iba a responderla con un:
"Probablemente la asesina a sueldo que mis alfas contrataron para matar a ese gilipollas. Llegó un poco
tarde, pero supongo que hizo su trabajo."

—No creo que a Indy le quedaran tantos amigos y dudo que yo sea la única persona que esté aliviada
por su muerte—, dije en lugar de aquello. —No tengo ni idea de quién pudo ser. Supuse que había sido
la policía.

El detective murmuró algo y ladeó la cabeza, entrecerrando los ojos, pero antes de que pudiera
preguntarme nada más, la puerta de la habitación se abrió y una regia mujer con un traje perfectamente
confeccionado se plantó ante nosotros, con un agente.

—Lisa Campion, la abogada de la señora Barnes. Le agradecería que pudiéramos llevarnos a Lola a
casa con su manada, para que descanse, y terminemos con cualquier otra pregunta más tarde—, dijo Lisa.
No era una pregunta, y no dio un paso más en la habitación, sino que solo miró desafiante a mi detective.

Hice todo lo posible por disimular mi sorpresa ante su llegada. Definitivamente no tenía abogado y
era la primera vez que oía a alguien de fuera de la manada referirse a mí como miembro. Me produjo una
embriagadora emoción y una profunda sensación de consuelo a la vez.
El detective levantó las manos en señal de rendición y la saludó con la cabeza. —Ya he terminado
por hoy. Señorita Barnes, gracias por su tiempo y me mantendré en contacto.

Asentí y me levanté de la mesa, apresurándome a seguir a Lisa Campion por el pasillo, buscando
con los ojos a mi manada entre la gente.

—¿Algún problema?— me preguntó Lisa mientras caminábamos a su paso ligero, con sus tacones
rozando el suelo de baldosas.

—Um, no. Tú eres...

—Represento a tu manada. Bueno, sus asuntos domésticos—, dijo Lisa, mostrándome una sonrisa
llena de dientes. —Aunque no recibo muchas llamadas, así que fue divertido. Todos los demás ya han
terminado y Matthieu tenía dudas sobre cuánto tiempo te iban a retener.

—Sólo me preguntaban por qué había ido yo sola—, dije.

—En el futuro, pasarán por mí. Pronto todo estará resuelto—, dijo Lisa. La mujer parecía tener
mucha confianza en sí misma, y yo estaba encantada de dejar que se encargara del circo que suponía, mi
trato con la policía.

—Por ahora, te dejo con tus alfas—, dijo Lisa cuando llegamos al concurrido vestíbulo de la
comisaría.

Matthieu y Wes se pusieron en pie y se adelantaron cuando llegué a la sala, y me abrí paso entre el
desorden de policías y civiles que esperaban, para llegar hasta ellos. Corrí y me coloqué directamente
entre ellos, suspirando y dejando que mis ojos se cerraran mientras me encerraban por el frente y a mi
espalda, bloqueando al resto del mundo. Mi frente se posó sobre el latido del corazón de Wes mientras
Matthieu se apiñaba detrás de mí, peinando con sus dedos la maraña de mi pelo y posando un largo y
relajante beso, sobre su marca.

—¿Y, los demás?— pregunté.

—Los convencí de que esperaran en casa, espero que no te importe—, dijo Matthieu. —Rake
necesitaba salir de aquí, y los demás no se encontraban mejor que él, en realidad.
Asentí y cogí una mano de Matthieu y otra de Wes, acercándomelas al pecho mientras recuperaba el
aliento. Matthieu me rozó los dedos con el pulgar, y yo siseé y levanté la cabeza mientras me arañaba los
nudillos en carne viva. Me retorcí cuando Matthieu me cogió la mano, se la llevó a los labios y besó
suavemente cada una de las marcas rojas, arañadas e hinchadas.

—Tendrías que haberla visto luchando sobre él—. Wes agachó la cabeza, chocándola contra la mía.
—Estoy orgulloso de ti.

Incliné la cabeza y le robé un beso firme antes de que Matthieu me apartara de un tirón, cogiendo
mi cara entre sus manos y me arrancara un acariciador beso aún más profundo. —Buena chica—, me
susurró al oído, con un sonido áspero que me hizo estremecer con un placer confuso.

Sacudí la cabeza y di un paso hacia atrás. No quería pensar en Indy ni en lo satisfactorio que había
sido hacerle sangrar. Sabía que sería una mochila con la que tendría que cargar algún tiempo más, pero
por hoy, planeaba dejarle en esa vieja y mohosa habitación de motel.

—¿A casa?— preguntó Matthieu, leyéndome la mente.

—Por favor.

Salí de la comisaría con los brazos de mis dos alfas rodeándome, sosteniéndome con firmeza
mientras bajábamos los largos escalones hasta la calle. Me alegré de ver a uno de los chicos de Wes
esperando junto a un coche largo y oscuro. Quería estar apretujada en el asiento trasero entre él y
Matthieu, no viéndole conducir.

—Gracias, Garret—, dijo Wes, mientras el más bajito y guapo de los dos alfas que nos habían
recibido antes en el aparcamiento se deslizaba en el asiento del conductor.

Estábamos realmente apretados en el asiento trasero. Sobre todo porque Wes era muy ancho.
Matthieu se colocó a mi derecha y, cuando el coche se alejó del bordillo, Wes levantó con cuidado mis
piernas del suelo y las colocó sobre su regazo. Me apoyé en el pecho de Matthieu, cuyos brazos me
rodearon la cintura de inmediato.

—¿El cristal de la ventana te llegó a cortar?— me preguntó Wes, pasándome los dedos por las
pantorrillas.
—Sólo unos rasguños, nada grave. Los limpié en la comisaría.

—Wes... ¿el disparo?— susurró Matthieu.

Wes asintió y se encogió de hombros al mismo tiempo. —Supongo que fue ella—. La asesina a
sueldo. Cuando Matthieu lo había dicho por primera vez, me había resistido a la idea. Ahora me
importaba una mierda. En realidad, estaba contenta. Sólo deseaba que lo hubiera hecho antes.

—¿Cómo está Rake?— le pregunté.

—Físicamente, bien. Emocionalmente... bueno, seguro que eso ya es otra historia—, dijo Matthieu.

Wes lo miró y luego volvió a mirarme. —Estuvo a punto de montar en cólera cuando los demás le
obligaron a abandonar la comisaría.

—Pero tú dijiste...

Matthieu resopló, con su cálido aliento agitándome el pelo. —Dije que tenía que irse. No quería irse
sin ti, pero un omega en apuros es una especie de faro atrayente de problemas en una comisaría.

—Los demás lo calmarán—, dije.

Wes murmuró pensativo. —Puede ser. Ahora mismo, necesita que la beta que asaltó una manada de
alfas lo salve.

Me sonrojé y bajé la vista hacia mi regazo mientras Wes me acariciaba las piernas. El tiempo
transcurrido desde que dispararon a Indy hasta que me senté con el detective estaba borroso en mi cabeza,
difuminado por la conmoción. Pero Rake estaba allí en medio, abrazándome con fuerza. Miré por la
ventanilla del coche y enarqué las cejas al darme cuenta de que el sol se estaba poniendo. Era alrededor
de la hora de comer cuando entré en el Lazo del Diablo. No me extrañaba que Matthieu se hubiera
impacientado con el interrogatorio policial.

—Tengo curiosidad por saber qué necesita esa beta—, dijo Matthieu, y sus manos se alzaron para
tocarme los hombros.

Suspiré y dejé caer la cabeza bajo su barbilla. —Sólo a mi manada.


Matthieu ronroneó y el sonido familiar y reconfortante me hizo cerrar los ojos. Fue entonces cuando
percibí la inquietud que se retorcía en mi pecho y me di cuenta de que procedía de Matthieu, no de mí.
Levanté la mano izquierda para cubrir la suya y le acaricié la piel con el pulgar.

—¿Qué te pasa?

—Nada—, dijo, un poco demasiado deprisa.

Abrí los ojos y fruncí el ceño mirando a Wes, que casi sonreía a Matthieu como si se riera de él.

—Dime—, dije, apretando los dedos de Matthieu y moviéndome ligeramente para poder verle la
cara.

Sus ojos se movían de un lado a otro, su mirada me absorbía, y había una punzada de nostalgia en el
vínculo.

—Matthieu—, le insistí.

Suspiró y negó con la cabeza. —Es que... ahora estás a salvo, circunstancia que agradezco.

—Pero...— dije, observándole.

Matthieu apretó los labios con firmeza, y fue Wes quien me contestó. —Le preocupa que ya no nos
necesites.

—¡¿Qué?!— exclamé.

Matthieu resopló y fulminó con la mirada a Wes antes de tragar saliva y volverse hacia mí. —No es
que... que no crea que no nos quieres. Es que...

—Matthieu, ¿crees que te pedí la marca vinculante porque quería la casa de la manada o protección
o dinero o algo así?—, pregunté, frunciendo el ceño. Intenté apartar las piernas del regazo de Wes, pero
él no me lo permitió y me apartó de los brazos de Matthieu, quedándome frente a frente con mi
preocupado alfa.

—Por supuesto que no, Lolotte. Puedo sentir lo mucho que nos queremos. Es sólo que yo...— La
voz de Matthieu salió estrangulada mientras buscaba las palabras, mientras se mesaba el pelo, peinándolo
hacia atrás.
Parpadeé y recordé nuestra conversación de hacía un par de semanas. Matthieu estimaba su propio
valor siendo necesario o siendo capaz de nutrir a la otra persona. Pero, ¿por qué habría imaginado que
eso había cambiado ahora que Indy se había ido?

—Siempre consideré las cosas con Indy como una carga que intentaba mantener a raya—, dije,
observando la reacción de Matthieu. —Sé que tú, Wes y la manada me ayudasteis a llevar esa carga, pero
no era por eso por lo que yo os estaba agradecida. Quiero decir, estoy agradecida por ello, por todo—,
me apresuro a añadir, mirando a Wes por encima del hombro. —Pero para mí, nuestra relación sólo se
trataba de nosotros. Sigo prefiriendo las cosas bonitas y las patatas fritas a que cualquiera de vosotros se
preocupe por vencer a mis monstruos por mí.

—¿Entonces, cambiará nada?— preguntó Matthieu.

—Quiero decir, con suerte muchas cosas cambiarán para mejor, pero tú y yo no hemos perdido nada
entre nosotros ahora que Indy se ha ido—, dije. —Si tienes algún complejo de héroe que quieras resolver,
seguro que se nos ocurre algún juego de rol para probarlo.

Matthieu ladró una carcajada, y Wes se burló a mi espalda. —Cariño, dile que vaya a terapia como
cualquier persona normal.

—Eso también—, dije, con mi sonrisa resquebrajándose a medida que el estrés de Matthieu se
desvanecía. —¡Oh! Pero Wes, tú puedes ser el dragón. Yo puedo ser una princesa con igualdad de
oportunidades—. Wes me respondió con un gruñido, pero sus labios se crisparon cuando moví las cejas.
—Te dejaré elegir mi disfraz.

Matthieu resopló, extendiendo las manos para rodear mis muñecas y tirar de mí a través del asiento,
con las manos de Wes alrededor de mis caderas.

—Eres una niña maravillosa y muy tonta—, murmuró Matthieu. —Y si crees que no aceptaré tu
oferta, te equivocas.

—Primero tendrás que pasar por encima de su dragón—, dijo Wes.

No hagas bromas sobre una lucha con espadas, siseé para mis adentros.

—Te amo—, susurró Matthieu.


—Yo también te amo—, le dije, estirándome para darle un beso antes de arquearme hacia atrás para
hacer lo mismo con Wes. —Y te amo a ti.

—Te amo, cariño—, dijo Wes, ronco y ahogado y parpadeando como si estuviera a punto de decirme
que se le había metido algo en el ojo.

—Ya casi estamos en casa y deberías prepararte—, dijo Matthieu, acomodándome el pelo detrás de
las orejas. Levanté las cejas y él continuó en voz baja: —Rake va a rogarte que vincules a uno de sus
alfas y no estoy seguro de que ni siquiera Leo sea capaz de mantenerlo a raya.

—Para el caso, dudo que Caleb o Cyrus intenten detenerlo—, añadió Wes.

Asentí hacia los dos. —Lo comprendo. No pasa nada. Sé que quiero todos los vínculos que pueda
establecer con esta manada, sólo estaba esperando el momento adecuado.

Matthieu suspiró y asintió, con una sonrisa un poco apenada. —Entonces supongo que Wes y yo
tendremos que renunciar a ti durante un rato esta noche.

Wes gruñó, y sus manos se apretaron contra mis caderas. —No si el dragón arrastra a la princesa
hasta su torre.

Me reí y le di un beso en la mandíbula a Wes. —Otra noche. Yo también los necesito ahora.

Suspiró y asintió, levantando una mano para meterla en mi pelo, inclinando mi cabeza hacia atrás
para robarme un beso sucio que me dejó suspirando y gimiendo. El coche se detuvo frente a la casa y
Wes se apartó, un poco jadeante y adecuadamente engreído.

—Otra noche—, dijo con una sonrisa.

—Buen trabajo, Wes. Ahora tú y yo nos sentiremos sexualmente frustrados mientras nuestra
compañera se va a una orgía—, dijo Matthieu con un suspiro, abriendo la puerta del coche mientras yo
soltaba una carcajada.
VEINTIOCHO
Lola

Me quedé de pie frente a la puerta del baño de Rake, sonriendo para mis adentros y escuchando el
suave zumbido de la conversación y el burbujeo de la bañera de hidromasaje. Si hubiera estado esperando
para encontrarme a Matthieu o a Wes en el baño, lo habrían sabido y me habrían llamado. Sin el vínculo,
el resto de la manada no tenía ni idea de que yo estaba aquí.

Y no podía esperar a cambiar ese hecho.

Ya había dejado los zapatos en algún lugar del piso de abajo, y ahora me quité la ropa sudada y
apestosa del día. Literalmente, no había peor olor en la tierra que el sudor provocado por el estrés, y yo
había estado cubierta del mío durante horas en la comisaría.

Esperaba que Rake no tuviera demasiada prisa por esa orgía, porque un baño parecía una idea
realmente maravillosa. Sacudiéndome la ropa interior hasta dejarla caer en el suelo, cerca de los
montones de la de los demás, empujé la puerta y entré de puntillas.

Rake estaba de espaldas a mí, pero Leo me vio de inmediato, y me pregunté si fue el vínculo o su
enorme sonrisa lo que primero alertó a nuestro omega.

—¡Lola!— gritó Rake, y se levantó del agua mientras Cyrus y Caleb giraban la cabeza para verme.

Las manos de Cyrus rodearon el muslo de Rake. —Déjala venir aquí primero, loco.

Corrí hacia la bañera donde Rake intentaba sacudirse a su alfa, y Leo reía en el otro extremo de ella.
Rake dejó de luchar y suspiró mientras yo le rodeaba la cintura con los brazos, me inclinaba sobre el
borde y le besaba el corazón y el pecho.

—Dios, Lola, por fin. ¿Por qué has tardado tanto?— Rake gimió, apretando sus brazos con fuerza
alrededor de mis hombros, y restregando la húmeda nariz contra la parte superior de mi cabeza.
—Matthieu tuvo que llamar a Lisa Campion. Creo que llegó al mismo tiempo en que se aburrieron
de entrevistarme. Siento haber tardado tanto.

—Está bien, amor. Rake, déjala que entre en el agua—, dijo Caleb.

Rake lo ignoró y se inclinó hacia atrás lo suficiente como para lanzarse de inmediato a por un beso
profundo, hambriento y exigente. Me puse de puntillas, con mis pechos pegados al suyo, mientras él me
devoraba la boca y los dos gemíamos. La polla de Rake se puso rígida entre nosotros, deslizándose y
resbalando contra mi estómago mientras el beso continuaba hasta que se apartó, y yo jadeé en busca de
aire.

—Lola, quiero...

—Espera—, dije, mientras mi mano volaba cubriendo sus labios.

—Pero…

Enarqué una ceja y Rake se quedó callado. —Espera, quiero decir algo antes. Y Dios, quiero un
baño. Déjame entrar.

Rake me ayudó a meterme en el agua y suspiré mientras me hundía, con el calor arremolinándose a
mi alrededor. Leo y Caleb se acercaron de inmediato y, armados con paños jabonosos, me lavaron los
horribles olores que aún se aferraban a mi piel. Me ardieron las manos al sumergirlas en el agua caliente
y espumosa, pero el escozor desapareció enseguida y el calor calmó el dolor de las magulladuras que me
dejaba los dedos rígidos.

—¿Estás mejor?— preguntó Caleb, mientras sus manos encontraron mi piel y me acariciaron
ligeramente bajo el agua.

Leo flotaba lo bastante cerca como para que nuestras piernas se rozaran, y Cyrus estaba al lado de
Rake, sujetando o posiblemente conteniendo a nuestro muy ansioso omega.

—Mucho—, dije cuando Leo se interpuso entre Rake y yo, ignorando el resoplido de protesta de
Rake. Encontré la mano de Caleb bajo el agua y la levanté entre las mías, acunándola contra mi pecho y
encontrándome con la dulce mirada del alfa. —Caleb, te quiero. No sólo por la forma en la que te
preocupas por mí, sino también por Leo y Rake.
La respiración de Leo se entrecortó a mi izquierda mientras Caleb parpadeaba con ojos llorosos. —
Te quiero, Lola. De igual manera, si no más.

Me moví más cerca de Caleb y sus brazos me rodearon con avidez, atrayéndome hacia su pecho, con
mis piernas flotando por detrás de mí y chocando con las extremidades de los demás.

—¿Me harás tuya?— susurré, mirando fijamente a Caleb. Sus húmedos mechones se oscurecían con
el agua y se apartaban de su cara, con la piel enrojecida por el calor del baño.

—Con mucho gusto—, murmuró Caleb, bajando la cabeza para rozar sus labios contra los míos. —
Con sumo gusto. Por fin, amor.

Nos besamos, y el beso se prolongó, creció y se arremolinó entre nosotros hasta que nuestros pechos
se rozaron con cada respiración y yo estaba casi dispuesta a tirar por la borda el resto de mi plan y dejar
que Caleb se saliera con la suya. Pero había allí tres personas muy importantes, a las que no quería dejar
de lado.

Me aparté despacio, con la nariz de Caleb rozando la mía, su sonrisa borrosa y suave como el ridículo
sueño que él era. Chupé su sabor de mi labio inferior y me di la vuelta en el agua, sonriendo a la mano
extendida de Leo pero pasándola para alcanzar a Rake y a Cyrus.

Las manos de Rake se cerraron en torno a mis antebrazos antes de que pudiera hablar, con sus suaves
ojos grises y verdes muy abiertos y fijos en mí. —Sabes que, habría hecho cualquier cosa y de todo para
que no tuvieras que volver a entrar en ese lugar, ¿verdad?—, preguntó Rake.

Me quedé boquiabierta y luego me sacudí la sorpresa. —¿Sabes que haría cualquier cosa para que
volvieras a tu manada, a nuestra manada?

Rake sonrió, y fue doloroso y dulce a la vez. —Ahora sí. Definitivamente, ahora sí. Y no necesitas
pedírmelo dos veces, ni mi permiso ni nada por el estilo. Mis alfas son tus alfas. Dios, quiero que te
muerdan por todas partes para que nunca haya una sola duda sobre si nos perteneces o no.

—Sinceramente creo que con cuatro mordiscos debería bastar—, dije, sonriendo, mientras mis ojos
se deslizaban hacia Cyrus. —Es decir... si crees que estamos en ese punto ya, Jefe.
Cyrus no sonrió, pero sus ojos brillaron con fiereza mientras me miraba fijamente. —Odié enviarte
allí sola, pero odié aún más no poder cubrirte las espaldas ni sostenerte. Quiero morderte, Lola. No me
importa si esta manada no vuelve a tener otro estresante día en su vida; sinceramente, lo preferiría. Eres
nuestra y eres mía, y no voy a esperar.

Tal vez me estaba precipitando, pero sinceramente no me importaba. Había llegado a la cima de la
montaña y, si quería, podía disfrutar de la emoción de caer de cabeza por la otra ladera. Estos hombres
estaban listos para atraparme, y no había ningún riesgo en ello.

Leo se rio cuando por fin me volví hacia él, con mi propia sonrisa radiante. Sus ojos brillaban,
húmedos, pero nunca había parecido tan feliz.

—¿Qué te parece?— dije, apenas capaz de contener la risa.

Leo me estrechó contra su pecho y me besó en las mejillas. —Ya sabes lo que pienso. Llevo
esperando que formes parte de esta manada tanto tiempo que... Dios, ya ni siquiera lo sé, Lola. Necesito
a esta familia. Te necesito a ti. No quiero más esperas.

—No más esperas—, acordé. Envolví mis brazos alrededor de sus hombros y apreté mis labios contra
su oído, susurrando sólo para él. —Llévame a la cama.

Leo se levantó del agua conmigo enredada a su alrededor, con sus manos intentando sujetar mis
muslos, mientras éstos se acoplaban alrededor de sus caderas.

—¡Oye!— soltó Rake cuando Leo salió de la bañera y se dirigió a la puerta. —¡Eh! ¿De qué
hablamos antes de que ella volviera, Leo?

Me reí mientras Leo cogía una toalla del perchero y se dirigía al dormitorio de Rake. Me frotó
superficialmente antes de agarrarme por las caderas y tirarme a la cama. Me golpeé contra el colchón con
una risita ahogada, incorporándome a medias con los codos apoyados en el colchón mientras veía a Leo
pasar la toalla rápidamente sobre su propia piel.

—¿De qué habéis hablado?— pregunté.


Leo se encogió de hombros. —No sé, Rake hablaba de algo relacionado con obligarte a encerrarlo
hasta que no pudiera hablar y tú no pudieras rechazar el mordisco de Caleb. No importa, porque mi madre
me dijo que siempre escuchara a una dama cuando ésta me hiciera una petición.

Leo tiró la toalla a un lado y luego se subió a la cama, separándome los muslos y estirándose sobre
mí, con el pelo negro colgando sobre sus oscuros ojos. —¿Me estás haciendo una pregunta, preciosa?

Sonreí. —Una petición, en realidad. Ven aquí.

Leo se apretó contra mí, con su boca inclinada sobre la mía, nuestras lenguas enredadas y las caderas
balanceándose. Su polla estaba pegada a mi sexo, y con la cabeza me acariciaba el clítoris mientras se
frotaba contra mí, esperando a que mi excitación cubriera toda su extensión.

—Leo, imbécil,— dijo Rake, y yo solté una risita cuando Leo me mordió el labio inferior y me mojó
la mandíbula con la boca, ignorando a Rake. —Quiero decir, no es que te culpe, pero Jesús. Eres un
traidor. ¿Está mojada?

—Ya casi está—, carraspeó Leo mientras yo gemía y apoyaba los pies en el lateral de la cama,
agitándome contra sus caderas, deseando más presión y más fricción.

—Bueno, esto ayudará—, dijo Rake, y la cama se hundió junto a la almohada, mientras se oyó el
clip de un tapón de plástico abriéndose, por encima de mis propios suspiros y gemidos. —Siéntate.

Leo se apoyó en las palmas de las manos y gruñó cuando Rake envolvió una resbaladiza palma
cubierta de lubricante alrededor de la base de su polla y bombeó.

—¿Estás muy impaciente?— le pregunté a Rake, sonriéndole.

—¿Por ti, Piruleta? Siempre—, dijo Rake, dejando a Leo resbaladizo y bien cubierto mientras se
desperezaba a mi lado.

Me cogió la cara con su mano limpia y la inclinó hacia sí para darme un beso y un lametón y
perezoso, distrayéndome mientras Leo se alineaba en mi entrada. Los labios de Rake se tragaron mi grito
cuando Leo empezó a follarme con embestidas agudas y superficiales, abriéndose paso lentamente. Mis
caderas se alzaron al encuentro de las suyas mientras Rake me mordisqueaba y chupaba los labios.
Arqueé la espalda y me agarré a los hombros de Leo mientras él se agachaba y me chupaba los pechos.
Era oficial, me encantaba ser compartida durante el sexo. Cerrar los ojos y sentir el doble de manos
y bocas por todas partes, oír a Leo jadear mientras me follaba y a Rake tararear feliz mientras me besaba.
Esperaba no acostumbrarme nunca a la mágica sensación desorientadora de tener dos parejas. Y si lo
hacía…

La cama volvió a inclinarse a mi izquierda, y un tercer par de labios se besaron sobre mi hombro y
mi clavícula, rodeándome el aroma dulce y narcótico de Caleb, cristalizado con el chocolate y el caramelo
de Rake.

—Ponla encima—, ronroneó Rake, apartándose y dejando espacio a Caleb para que me besara, con
su pelo más largo rozándome la frente mientras yo gemía y chupaba su lengua.

—Rodéame con los brazos y las piernas, preciosa—, susurró Leo.

Me envolví alrededor de él, y Caleb se apartó para dejar que Leo nos revolcara en la cama, con las
piernas colgando del borde mientras yo me tumbaba encima de él. Rake se deslizó fuera de la cama, con
el frasco de lubricante en la mano y un brillo de excitación en los ojos. Los labios de Leo se crisparon
cuando me apoyé con las palmas de las manos en su pecho y empecé a cabalgarle, suspirando por el
estiramiento y el deslizamiento en mi interior. Caleb volvió a colocarse a nuestro lado, se inclinó para
darme un beso y luego se detuvo, acariciando con el pulgar un moratón que me había salido en la mejilla.

—Estoy bien— le prometí, inclinándome con cuidado para que me tocara.

Sus ojos se estrecharon y rozó su boca con la mía. —Tened cuidado con ella—, le dijo a sus
compañeros.

Estaba a punto de tranquilizarlo de nuevo cuando Rake me acarició el culo con un dedo sedoso,
metiéndolo y retorciéndolo dentro de mí. Gemí ante la incipiente presión, con la cabeza caída sobre los
hombros, y me moví con avidez entre la polla de Leo y el dedo de Rake. El primero siempre me resultaba
tan curioso como delicioso.

—Joooooder—, suspiré, y Leo gruñó cuando me apreté contra él.

Unos pasos suaves resonaron en la habitación, la luz se atenuó y la luz de las velas creó un resplandor
más cálido y suave mientras Cyrus entraba en la habitación, y nos observaba.
—Relájate, cachorrita—, murmuró, y yo asentí y me obligué a relajarme y respirar despacio mientras
Rake introducía otro dedo en mi interior. Bombeó, y gemí, mientras su suave empuje hizo que la polla
de Leo saltara ansiosamente dentro de mí.

—¿Bien?— me preguntó Rake.

Era bueno, aunque no de la misma manera. Era una sensación fuerte, pero eso también me gustaba
durante el sexo, me gustaba sentir que estaba al borde de algo arriesgado. Asentí y empecé a balancearme
sobre Leo, apretándome contra su entrepierna mientras Rake me abría las piernas en tijera.

—Caleb—, susurré, acercándome a él. —Quiero probarte.

Leo se rio por debajo de mí y asintió. —Dios sí, nene, ven aquí y déjame ver a nuestra preciosa chica
chupar esa perfecta polla tuya.

Caleb era bastante perfecto. Como una escultura, su polla era lo bastante gruesa y larga como para
llenarme la boca. Se sonrojó y vaciló antes de ponerse de rodillas, arrastrando los pies.

—No, sobre Leo—, dije, sonriéndole a Leo, que asintió.

—Mhm, yo también quiero tocar.

Caleb se estremeció, con los ojos velados, y se puso a horcajadas sobre la cabeza de Leo, con la polla
perfectamente colocada delante de mis labios.

—¿Lista?— Preguntó Rake detrás de mí, metiendo un tercer dedo en mi culo para ensancharlo.

—Casi—, dije, con la voz un poco ahogada por la presión. Me incliné hacia delante para lamer
juguetonamente la punta de Caleb, arriba y abajo. Chupé su cabeza y las manos de Caleb volaron hacia
arriba, recogiendo mi pelo en un montón suelto encima de mi cabeza.

—Dios, qué bonito—, murmuró Caleb.

Su nudo apenas comenzaba a hincharse, pero planeé dejarlo a su aire, queriendo asegurarme de tener
mi momento más tarde, con él al completo.

—Listo—, dije, y luego envolví mis labios alrededor de la polla de Caleb, mirando fijamente su
hermosa y musculosa altura mientras lo chupaba hasta el fondo de la boca, ahuecando mis mejillas.
Rake empujó, sus manos separando mi culo y su polla resbalando un par de veces antes de que me
acordara de relajarme de nuevo. Gemí, con un sonido agudo y apretado en el fondo de la garganta que
hizo que Caleb jadeara y se agitara un poco antes de que las manos de Leo se alzaran para sujetarle los
muslos.

Esta vez, sin la neblina acalorada de Rake, era vívidamente consciente de cada detalle y sensación
de ser compartida por estos hombres. Me llenaron de todas las formas posibles, y por un momento sentí
un suave cosquilleo de pánico en el fondo de mis pensamientos. ¿Estaba a salvo? ¿Podría escapar?

Y entonces Cyrus vino a sentarse a mi derecha, acariciando mi columna vertebral. —Buena chica.

Me estremecí y el pánico desapareció, sustituido únicamente por un hambre caliente y animal. Sorbí
arriba y abajo la polla de Caleb, motivada por sus estremecimientos, por los jadeos y sacudidas de Leo
debajo de mí, y por los gemidos de Rake mientras me follaba suavemente el culo.

—Eres nuestra niña buena, ¿verdad, Lola?— preguntó Cyrus.

Gemí para mostrarme de acuerdo y empecé a moverme, rodando entre Leo y Rake, follándome a
Caleb con la boca, enroscando mi lengua alrededor de él.

—Lo eres, eres preciosa. Eres perfecta para nosotros, cachorrita.

El suave roce de Cyrus por mi espalda, por mis hombros, me mantuvo relajada incluso cuando Rake
tocó fondo dentro de mí y los empujones de Leo se hicieron más urgentes. Leo metió los codos debajo
de él, arqueando la espalda, y tuve que echarme hacia atrás para reírme mientras Caleb bramaba hacia el
techo cuando Leo empezó a chuparle los huevos. Le di mis propios besos en el nudo mientras Caleb se
retorcía y gemía entre nosotros.

—Leo, no te atrevas a hacer que me corra antes de estar dentro de ella—, jadeó Caleb.

—Joder, Lola, qué apretada estás—, gimoteó Rake.

Me apretaba alrededor de él y Leo reía feliz, mientras lamía el líquido preseminal de Caleb como si
fuera jarabe.
Quería chuparlo hasta dejarlo seco y ver si me dejaba aún más colocada y con subidón que con su
olor. Sin ofender al alfa de Baby, pero la marihuana medicinal de Green no tenía nada que envidiarle a
Caleb.

Leo se dejó caer de nuevo en la cama, jadeando y follando dentro de mí. —Joder. Joder, puedo sentir
a Rake en ti, preciosa. Estoy tan cerca.

Su mano se deslizó entre nosotros para tantear mi clítoris, y estiré el brazo para agarrar la cadera de
Caleb, tirando de él hacia mi boca para ahogar mis chillidos y súplicas mientras Leo me excitaba.

Cyrus se apartó de la cama y oí el chorro de líquido antes de que Rake empezara a follarme con más
fuerza.

—No—, gimoteó. —No, harás que me corra demasiado rápido, quiero... quiero... ¡oh joder, Cy!

—Tienes que dejar que los alfas jueguen también, cariño—, ronroneó Cyrus.

Rake se inclinó sobre mi espalda, lamiendo mi piel, mordiendo mientras Cyrus lo preparaba, y sus
empujones dentro de mí eran desiguales. Caleb me agarró el pelo con fuerza y se sacudió para salir de
mi boca y volver a la cama, con la polla agitada por la necesidad. Se echó hacia atrás, con las mejillas
sonrojadas mientras me sonreía, con los ojos brillantes, y luego se inclinó sobre Leo, poniendo su boca
sobre la brillante marca del mordisco en el pecho de Leo.

Marca de la que yo había huido hacía meses en el baño del club.

Caleb chupó la marca y los ojos de Leo se abrieron de golpe, sus labios se entreabrieron en un grito
repentino, con la polla golpeando profundamente dentro de mí y los dedos frotándose frenéticamente
sobre mi clítoris, convirtiendo el hervor de la excitación en una repentina hoguera. Me corrí con la
primera descarga de Leo dentro de mí, apretando su polla y la de Rake mientras gritaba y caía sobre el
pecho de Leo, mi cuerpo estremeciéndose por el orgasmo.

La voz de Rake estaba estrangulada, y su flujo en mi culo era casi vergonzoso, resbalando entre
nosotros y goteando entre mis muslos. Seguía moviéndose, pero era más como un impulso, y me di cuenta
de que Cyrus estaba ahora dentro de él, follando a Rake dentro de mí.
Maldita sea. No estaba segura de querer ser filmada teniendo sexo otra vez, pero si lo hacía,
definitivamente pediría esto.

—Dios, unghf,— Leo se retorció por debajo. —Para, que alguien pare, esto es demasiado.

Jadeé cuando Cyrus quitó a Rake lentamente de mi espalda y de dentro de mí, dejando de repente
mi cuerpo abierto y hueco. Pero mereció la pena por la visión de Rake desplomándose sobre el colchón,
con Cyrus a su espalda, follándose a su omega sin piedad.

—Dios, sí, no pares, no pares, no pares...— Rake gimió contra las sábanas mientras Cyrus sujetaba
con una mano la nuca de Rake y rodeaba sus caderas con la otra para bombearle la polla.

—Te corres y manchas, se corren en ti y te manchan—, suspiró Caleb.

Solté una carcajada al oír la regla y luego volví a soltar un suspiro cuando Caleb me rodeó la cintura
con los brazos y me levantó del regazo de Leo para ponerme sobre el suyo.

—Hola, amor—, susurró Caleb, y yo incliné la cabeza hacia atrás para recibir su beso. —Tienes una
boquita muy perversa.

—Deberías haberme dejado seguir usándola—, dije, sonriéndole somnolienta.

Caleb murmuró y me acarició la mejilla, dejándome caer ligeros besos hasta la oreja. —No cuando
tengo planes para tu precioso coño.

Oír la palabra -coño- en la boca de Caleb, por lo demás perfectamente educada, fue un shock
vertiginoso, y me eché a reír hasta que deslizó dos dedos dentro de mi empapada vagina y luego tiró de
mí hacia su polla.

Jadeé y me arqueé en sus brazos al sentirme tan llena.

—Algún día, Leo y yo compartiremos esto—, murmuró Caleb, y mis ojos se abrieron de par en par
mientras él movía los dedos dentro de mí.

Leo se incorporó y se colocó a mi espalda, mientras Rake y Cyrus hacían vibrar la cama a su lado.
—¿Te gustaría, Lola?
Tragué saliva ante la idea, apenas capaz de encontrar las palabras mientras Caleb se sentaba y seguía
moviendo sus dedos dentro de mí.

—¿Al mismo tiempo?— Respiré, con la voz estrangulada por la inusual sensación.

—Mhm—, dijo Leo, besándome los hombros, y Caleb imitándole por el pecho y la garganta.

—Practicaremos así primero, y con juguetes—, dijo Caleb. —Sin nudo, por supuesto. Sólo dos pollas
follando al mismo tiempo este perfecto coño tuyo.

Me corrí, así, sin previo aviso. Fue suave y simple, pero aun así me robó el aliento por la sorpresa.

—A ella le gusta la idea—, dijo Leo, mientras se estremecía de la risa y yo me sacudía entre ellos.

—Sujétala para mí—, dijo Caleb, sacando sus dedos de mi tembloroso sexo.

Leo se movió hasta que me acunó contra su pecho, con los brazos alrededor de mi cintura. Caleb me
mantenía los muslos separados, con mi cuerpo en completo equilibrio entre ellos. Su ceño se frunció por
la concentración y se inclinó una vez para besarme la punta de la nariz.

Y luego me folló hasta dejarme sin sentido. Gemí y traté de balancearme, pero estaba atrapada entre
ellos de la mejor manera posible, con Leo susurrándome alabanzas al oído mientras Caleb se volvía
salvaje y hermoso de nuevo, mientras su cuerpo golpeaba mi clítoris con cada empuje hasta que encontró
el ángulo perfecto que me hizo gritar. Los gritos de placer de Rake y Cyrus se unieron a los míos desde
el otro extremo de la cama.

Aullé y me tensé cuando una sensación aún más feroz que la de un orgasmo normal me azotó,
mientras cada empuje de caderas de Caleb impulsaba su polla contra mi punto G. La humedad salpicaba
entre nosotros, y yo estaba demasiado perdida para sentir la más mínima vergüenza. Caleb era el caballo
favorito. Ganó. Sin lugar a dudas. Yo estaba destrozada.

—Te quiero, Lola—, respiró Caleb, y eso me devolvió una pizca de cordura.

—¿Lista, preciosa?— susurró Leo, besándome el lado derecho de la garganta.

Había olvidado el objetivo de todo aquello, pero estaba literalmente dispuesta a todo lo que
cualquiera de ellos quisiera. Me estremecí y asentí, y Leo me presionó entre los brazos de Caleb. Estaba
más que preparada, ellos me habían convertido en líquido y prácticamente me derretía como la miel sobre
el nudo de Caleb.

Éste se puso rígido y paró de follarme mientras cerraba su nudo dentro de mí. —¿Eres mía, amor?

Ohhh, claro. El anudamiento. —Soy tuya—, acepté, hundiendo la cara en el cuello de Caleb y
ofreciéndole el hombro izquierdo. Se rio y me movió entre sus brazos, girándome la cabeza en la otra
dirección. Porque ese lugar ya estaba ocupado.

Contrólate, mujer, pensé. A la mierda, estoy de puta madre, me respondí con rapidez.

—Eres increíble, amor—, susurró Caleb de manera que, y estaba segura al noventa por ciento, no
era una respuesta directa a mi conversación interna, sino un sencillo cumplido.

—Te amo—, respondí, estirando el cuello para él, apretando y meciéndome alrededor de su nudo, y
cada pequeño movimiento enviaba encantadoras réplicas temblorosas, que me estremecían.

Caleb ronroneó y la cama se tambaleó a nuestro alrededor cuando Cyrus y Rake se acercaron. Varias
manos me acariciaban la piel mientras Caleb me besaba.

—Vamos—, instó Rake. —Quiero sentir a nuestra chica.

—Quiero que nuestra chica nos sienta—, añadió Leo.

Y para recordarle a Caleb que también se trataba de nosotros, de él y de mí como pareja, y no sólo
de nuestras conexiones con Leo y Rake, le pellizqué el hombro. —Por favor, alfa—, susurré.

El ronroneo de Caleb se convirtió en un suave gruñido, y yo estaba tan sumida en la embriagadora


bruma sexual que no sentí dolor alguno cuando me mordió, solo un orgasmo lento, espeso y viscoso que
me recorría de arriba abajo. Gemí y me dejé caer en sus brazos mientras sus dientes se clavaban en la
curva de mi garganta. Succionó brevemente, y ese escozor hizo que el mundo se esclareciera, lo suficiente
para que yo disfrutara del crecimiento del vínculo.

Caleb fue el primero, por supuesto, pesado y envolvente, sumiéndome en calidez y confort. Nuestro
entorno se volvió borroso y perdí la noción del espacio, completamente rodeada por él. Rake se metió
rápidamente después, un poco distante pero vertiginoso y suave, con besos que aterrizaban por todas
partes en mi piel. Y finalmente...
Sollocé un poco, y Leo se apretó contra mi espalda.

Leo, mi luz perfecta, sencilla y brillante, un lienzo fresco con el que empezar de nuevo. La gratitud
y la devoción y el orgullo y la lujuria y el afecto codicioso me golpearon desde todos los lados, cuando
los tres hombres me inundaron a través del vínculo con su amor. Intenté devolverlo en todas direcciones,
confundida sobre dónde empezaba y terminaba, separada de mi propia piel y perdida en el vínculo. El
mundo se inclinó, y bocas y lenguas me besaban, mordisqueaban y me reconfortaban.

¿Estaba llorando? Conociéndome, estaba llorando.

Y entonces, justo al borde de convertirse en demasiado, de perderme en su maraña, el dolor atravesó


la nube. Solté un chillido de sorpresa y la habitación volvió a mí. Estaba encima de Caleb, con Rake y
Leo a ambos lados, con manos y labios por todas partes.

Y el puto Cyrus tenía sus putos dientes en mi culo. Se rio y soltó el mordisco, lamiendo con la lengua
las dos medias lunas.

—¿Mejor?

Me reí y me retorcí, ignorando el tirón del nudo de Caleb dentro de mí para poder ver a Cyrus
despatarrado detrás de nosotros, con las manos en mi culo y una sonrisa chispeante Se inclinó hacia mí
y volvió a lamerme, y su parte del lazo estaba achispada y feliz, pero aun así me ayudó a estabilizarme
en el momento presente. Estaba tirando de su parte, manteniéndome firme y en mi propio espacio en el
grupo de los cinco juntos.

Le sonreí y asentí. —Mejor. Gracias.

—Mmm, no hay problema,— dijo, envolviendo sus labios sobre el punto y chupando y lamiendo.
—Piensa en lo que sentirás cuando vuelva a azotarte y te deje rosada.

Mi sexo se apretó alrededor de Caleb, y me dejé caer de nuevo sobre su pecho, tratando de resistir
el impulso de empezar a follar a mi alfa de nuevo. Mis labios se abrieron más. Mis alfas. Me habían
reclamado. Me habían reclamado a la cuarta potencia.

Caleb se colocó sobre su propia marca, Cyrus zumbó, yo me estremecí y Rake me envió un rayo de
lujuria desde dos direcciones.
Oh, tío, mañana iba a estar muy cansada.
VEINTINUEVE
Cyrus

Necesité de cada gramo de paciencia para esperar a que el nudo de Caleb se aflojara. Si hubiera sido
yo quien hubiera hecho el nudo y mordido a Lola el primero, la habría tenido allí durante horas,
convirtiéndonos a ambos en un sudoroso y débil desastre sexual.

Por suerte, Caleb era mejor hombre que yo, y apaciguaba a Lola y a los demás en una especie de
calma somnolienta, en lugar de mantenerla perpetuamente excitada y estimulada. Él sabía que yo estaba
esperando mi momento con ella. Quería marcarla, pero era más que probable que Lola se menease sobre
Caleb, si lo hacía. Y yo era codicioso. La quería alrededor de mi nudo mientras estuviera suelta y líquida
y recubierta de los aromas de mis amantes.

Me senté de rodillas contra la espalda de Lola, admirando la vista de ella desde esta postura. Sus
piernas abiertas sobre los muslos de Caleb. Su culo guiñándome un ojo, con la liberación de Rake todavía
un poco brillante y pegajosa en su piel. La marca de mi mordisco, estaba roja e hinchada, suplicando mi
atención.

—No te duermas, amor—, le murmuró Caleb. —Cyrus está esperando.

—Mmm, puedo sentirlo—, respondió ella. Se impulsó sobre sus débiles brazos y yo hice todo lo
posible para que mi tacto fuera ligero mientras le pasaba las manos por la espalda y le peinaba el pelo.

Lola miró por encima de su hombro, con los labios mullidos e hinchados por los besos, elevándose
por las comisuras. —¿Tienes planes para mí, Jefe?

—Constantemente—, dije, con un revoloteo infantil de excitación ante el apodo que me había
asignado en nuestros juegos. Me incliné hacia delante y resistí el impulso de saborear su piel,
conformándome con un casto beso en su hombro. —Pero esta vez, sólo quiero que seamos nosotros, sin
jugar.
Sonreí para mis adentros mientras algo suave se desplegaba en mi nuevo vínculo. Sólo me había
compartido con Rake de esta manera, y nuestro vínculo se había formado en un celo. Ninguno de los dos
lo lamentaba, fui su único lazo con la manada durante mucho tiempo, y yo era un lazo asaz cómodo y
suelto para que él encontrara su camino. Rake y yo éramos los mejores amigos y compañeros,
perfectamente adaptados y equilibrados el uno con el otro desde el principio. Con Lola... el vínculo era
como un miembro nuevo, una parte de mí nueva, que quería aprender a utilizar de maravilla en nuestro
mutuo beneficio.

Lola canturreó y se levantó sobre las rodillas, su nariz se contrajo brevemente hasta que ella y Caleb
se separaron con un suave chasquido. Caleb gruñó mientras su polla golpeaba su muslo, resbaladiza y
mojada.

—¡Oh!— Lola se sonrojó y cayó de espaldas sobre la cama, con las piernas apretadas y las mejillas
sonrosadas mientras la humedad se deslizaba libremente fuera de ella. Sonreí cuando me miró,
repentinamente tímida, cuando no hacía ni media hora que había dominado tres pollas como una diosa.

—Tal vez debería ir a limpiarme—, dijo ella en voz baja.

Gruñí, libre por fin, de tocar a nuestra hermosa chica tanto como quisiera. Agarré las caderas de Lola
y la arrastré contra mí, tragándome su jadeo mientras me inclinaba sobre ella y cubría sus labios con los
míos. Lola gimió en el beso, se inclinó en el círculo de mis brazos, arrodillándose para inclinarse hacia
atrás y que yo la tomara. Le agarré la nuca con una mano, sintiendo cómo se rendía al contacto, y le pasé
la otra por delante, apretándole brevemente los pechos antes de meterle los dedos entre los muslos para
acariciar su sexo. La espesa mezcla de la liberación de mi manada estaba allí, en su piel, y me froté a
través de ella, con Lola estremeciéndose y gimiendo contra mis dientes. Su culo rozó mi polla, y ella se
congeló por un momento, cuando tocó su marca.

Me aparté y le sonreí. —Tengo que cuidarte, cariño. Necesito limpiar esa marca para que cicatrice
bien. Inclínate para mí.

Lola tenía los labios entreabiertos y brillantes, y los ojos vidriosos. Ni siquiera Rake iba a un sub-
space9 tan rápido como Lola, y yo quería tener cuidado con ella ahora mismo. Ya se había tambaleado

9 Espacio en el que entra un sumiso que conlleva pérdidas de conciencia, etc.


ante la repentina afluencia de vínculos y no quería que se perdiera dentro de su cabeza. Le acaricié la
sien con el hocico y Lola suspiró y asintió, adoptando una postura obediente que amenazaba mi propia
determinación de no convertir esto en un juego. Clavó los codos en el colchón, inclinó la cabeza sobre
los antebrazos y levantó el culo, mostrando cada goteante centímetro de su cuerpo a mis ojos.

—Joder—, gimoteó Rake.

Le lancé una mirada de advertencia, y se contoneó en el abrazo de Caleb. No iba a compartir a Lola
en éstos momentos. Los demás podían mirar, pero este momento iba a ser sólo para nosotros. Ella y yo
teníamos que ponernos al día en la manada, y yo no quería ser el extremo desigual de sus lazos.

—¿Estás bien?— le pregunté, pasando las manos por sus caderas y su culo, rozando brevemente mi
marca y haciéndola temblar.

—Estoy perfectamente—, dijo Lola en voz baja.

Compartí una sonrisa con mis compañeros de manada. Perfecta no era una palabra que Lola usara
muy a menudo para referirse a sí misma, y me gustó cómo sonaba en sus labios. Rodeé con mis manos
la parte posterior de sus muslos, separando sus piernas lo suficiente como para acomodarme entre ellas,
mientras Lola temblaba con cada pequeño roce.

—¿Cómo puedo seguir estando tan jodidamente...?— Se interrumpió y sacudió la cabeza.

—Puede que sea un poco culpa mía—, dijo Rake. —Viéndoos juntos así, no podría estar tranquilo,
aunque me sedaras.

—¿Necesitas un descanso? — le ofrecí. No quería hacer una pausa, pero si ella estaba abrumada, yo
podía esperar.

—Dios, no, necesito que me follen—, gimió Lola para sí misma.

Sonreí y me encorvé, mi boca encontró mi marca y mi lengua se arremolinó sobre el lugar. Lola
ahogó un grito entre sus brazos, y mi mano en su muslo izquierdo se deslizó hasta su apretado núcleo.
Empujé el semen que goteaba dentro de ella y sonreí contra su culo mientras Rake gemía y se volvía
hacia sus compañeros en busca de alivio.

—¡Oh, Dios, Cyrus!


Murmuré contra la piel hinchada, lamiendo mis propias marcas de dientes. Lola era un poco caótica
en el vínculo, y yo la estudiaba pieza a pieza con cada manotazo. Era tímida, demasiado consciente de lo
nueva que era nuestra relación, y estaba ligeramente avergonzada de su propia excitación. El tiempo
curaría lo primero, los elogios arreglarían lo segundo. Me asombraba el resto de su ser: su devoción y
lealtad, su curiosidad a medida que hilvanaba cada hilo del vínculo y abrazaba la nueva conexión. Tarareé
sobre la piel, lamí una vez más y me aparté para verla cabalgar mis dedos inmóviles.

Jadeaba suavemente sobre la cama y yo me incliné hacia atrás, presionando la mano libre sobre mi
marca para mantener la emoción del contacto con su nuevo alfa. Lola gemía y movía la cabeza. No
recibía ningún otro estímulo de mí, y enrosqué los dedos en ella sólo para sentir cómo se agitaba, viendo
cómo la humedad se deslizaba por mis dedos.

—Yo... yo necesito más—, jadeó Lola, probando si la dejaría o no exigir.

Algún día dejaría que Lola me dominara por completo, para ver si era tan buena como dominatrix
que como sumisa. Por ahora, sin embargo, le concedería su deseo.

Me incliné hacia ella y lamí su piel húmeda, succionando sus pliegues entre mis labios,
mordisqueándolos. Le introduje un tercer dedo y luego encontré su clítoris con el pulgar, frotándolo desde
dentro y hacia fuera, observando cómo se estremecía. Lamí desde su coño hasta su culo, donde encontré
el pegajoso y dulce sabor de Rake, y luego volví a bajar.

—Oh, joder—, jadeó Lola.

Los otros se estaban poniendo ruidosos junto a la cabecera, y ella giró la cabeza para mirarlos, con
el coño apretándose alrededor de mis dedos. Otro juego divertido para probar en algún momento. Tal vez
incluso durante un celo para cambiar de ritmo.

Limpié a Lola todo lo que pude a base de lametazos, hasta que en mi lengua sólo quedó su dulce
sabor, y luego volví a mi marca. Envolví con mis dientes la marca del mordisco y chupé con fuerza el
lugar, murmurando mientras Lola enterraba su grito en las mantas y se corría con una liberación
resbaladiza y un largo apretón alrededor de mis dedos.
Me aparté bruscamente y Lola cayó de bruces sobre la cama mientras yo me deslizaba por el borde.
Gritó cuando la agarré por los tobillos, con las piernas pataleando, y la solté de inmediato, con las manos
en alto mientras rodaba sobre sí misma.

—Lo siento—, dijimos los dos al mismo tiempo. Era fácil olvidar en algunos momentos que Lola
tenía límites, de los que ni siquiera ella era consciente hasta que tropezábamos con ellos.

La alcancé y ella se incorporó, dejando que la levantara en brazos. Hizo un mohín cuando empecé a
llevarla por la cama, observando cómo Leo chupaba la polla de Rake mientras el omega rebotaba sobre
el regazo de Caleb, con la cabeza echada hacia atrás.

—Verás a muchos de ellos más tarde—, le dije al oído. —Ahora mismo, quiero pasar un rato nosotros
solos.

Lola se relajó en mis brazos y asintió, apoyando la cabeza en mi hombro. Sus labios se torcieron
mientras la llevaba a la enorme ducha de Rake.

—¿Limpiándome sólo para ensuciarme más? —, preguntó.

Murmuré y sonreí, abriendo el grifo para que el agua cayera sobre nosotros mientras la llevaba al
banco y la acomodaba en mi regazo. Su mano se enroscó inmediatamente alrededor de mi polla,
bombeando mi longitud mientras me sonreía.

—¿Tan bueno es?

—Sabes que sí—, le dije, levantándole el pelo y apartándoselo de los hombros. Pronto tendría que
devolvérsela a Caleb para que también pudiera ocuparse de su mordisco, pero por ahora sería egoísta.
Intenté ignorar el dolor de mi propia sexo mientras Lola me devolvía a la vida, mirando fijamente los
bonitos ojos grises de mi beta. —Hoy has sido muy valiente.

El tacto de Lola se detuvo, su sonrisa socarrona se fracturó y se volvió frágil, e intentó agachar la
cabeza. Le subí la barbilla con el dedo y la obligué a sostenerme la mirada.

—No sé qué ha pasado hoy en esa habitación, pero sé que has salvado a nuestra manada—, dije.

—Cyrus, yo...
—También sé que lo volverías a hacer. Salvaste a Rake, y te salvaste a ti misma. Y te quiero por eso,
por salir de allí tan a salvo como pudiste. Solo por ir, sabiendo a lo que te enfrentarías—, dije.

Los ojos de Lola se humedecieron, y su sonrisa era tenue pero sincera. —Quiero a esta manada. Te
quiero a ti. No podía no ir.

Asentí con la cabeza y con la mano libre tomé la cadera de Lola y la guie para que se colocara
directamente sobre mi polla. La empujé hacia abajo y se quedó con la boca abierta, con el ceño fruncido
por la ardiente confusión mientras me hundía en ella.

—Hoy has estado espectacular—, dije, observando cómo la piel de Lola se ruborizaba y sus ojos se
agitaban. —Mi perfecta y exquisita niña buena.

Lola gimió, sus ojos se abrieron de par en par y su cuerpo se balanceó, y se hundió en un movimiento
largo y fluido en mi nudo hinchado.

—Hasta el fondo, rayo de sol—, dije, levantando las caderas. Entré suavemente, sin inflamarme del
todo. Quería que lo sintiera mientras crecía para ella, que notara cada momento del estiramiento mientras
me ponía duro y me anudaba dentro de ella.

—Dilo otra vez—, susurró Lola, apenas audible, con los ojos tratando de apartarse.

Me incliné hacia ella y le besé los labios en una breve caricia, el pómulo, la frente, y luego le acaricié
la oreja. —Mi niña buena. Eres tan dulce estando alrededor de mi polla. Eres tan hermosa recibiendo a
mi manada.

Lola gimió y se balanceó sobre mí, rodeándome el cuello con los brazos. Le pasé la mano por la
marca del lazo que tenía en el culo y se movió con un saltito, separando los labios para soltar un creciente
jadeo.

—¿Sabes cuántas veces las chicas buenas se corren en la polla de su alfa?— pregunté, con la voz
cada vez más gruesa mientras me ponía rígido dentro de ella, resistiendo el impulso de empezar a
bombear.

—No, alfa—, jadeó Lola, sus pestañas batiendo suavemente hacia mí. No podría decir si estaba
siendo tímida o si simplemente estaba cayendo en el hechizo entre nosotros.
—Hasta que ya no pueden más—, gruñí.

Lola gimió y yo empecé a sacudirme, con mi nudo trabado y rozando dentro de ella mientras se
corría una vez más para mí, dulce y suave. Para cuando acabara con ella, estaría sin sentido.
TREINTA
Lola

Me desperté con una mueca de dolor, con el cuello y la espalda doloridos después de haberme
dormido encima de mis alfas, al parecer. Los cuatro.

Habíamos destrozado la cama de Rake para pasar la noche, y alguien echó las sábanas a la lavadora
mientras Cyrus me tenía encerrada y mendigando en la ducha. Cuando terminó y yo era una muñeca de
trapo, Caleb me llevó a su habitación, y Leo fue a buscar a Matthieu y Wes. Por una vez, nadie se quejó
del hacinamiento, aunque me desperté más de una vez porque alguien me empujaba de un par de brazos
a otro.

Aprendería a dormir como en una pila de cachorros compuesta por mis compañeros de manada si
hiciera falta. Con mucho gusto.

Deslizando mis piernas lejos de Cyrus y sobre Leo y Rake, y sacando mis manos del pelo de
Matthieu, me di la vuelta para encajar entre Caleb y Wes, decidiendo que esa sería la manera menos
molesta para poder escabullirme de la cama.

—¿Adónde vas?— susurró Caleb, acurrucándose en mi hombro y lamiendo la marca de su


mordedura. —Acordamos que ninguno de nosotros iría a trabajar hoy, y eso te incluye a ti, amor.

—Quiero hacer café y comer algo—, dije, mientras me estiraba contra él para facilitarle el trabajo.
Cyrus realmente iba a tener que compensarme, haberme mordido el culo. ¿Cómo iba a sentarme hasta
que terminara de curarlo? Apreciaba sus sentimientos -y sin duda su atención de anoche-, pero al menos
los demás habían escogido lugares en los que no tenía que estar sin pantalones, mientras ellos se ocupaban
de sus marcas.

—¿Por qué no nos dejas prepararte el desayuno? — Respondió Caleb, aunque sus manos ya estaban
empezando a vagar.
—Porque no quiero estar en el menú. Me senté y Caleb me soltó, encantador y tentador y desaliñado
mientras me sonreía. —Al menos no hasta que tenga suficiente cafeína y carbohidratos.

Leo se revolvió a la derecha de Caleb y éste lo estrechó contra su pecho. —Bien. Bajaremos
enseguida para ayudarte con el desayuno.

—Tómate tu tiempo—. Me incliné, besé a Caleb y luego ignoré su suave risita mientras intentaba
abrirme paso hasta los pies de la cama.

Wes gruñó y se puso boca abajo, ocupando una cuarta parte de la enorme cama y dejando a Matthieu
con la pierna colgando del borde. Alguien iba a tener que comprar una cama aún más grande si queríamos
dormir todos juntos con regularidad. Busqué en los cajones de Caleb un revoltijo de ropa prestada,
captando su sonrisa soñolienta mientras yo salía corriendo con mis débiles piernas por la puerta,
escapándome antes de que la imagen de mis seis compañeros de manada, me tentara a volver bajo las
sábanas.

El aroma del café me saludó en las escaleras y me detuve al bajar, frunciendo el ceño. ¿Habría puesto
alguien la cafetera anoche? Quizá Wes o Matthieu mientras los demás estábamos... ocupados. Nunca
había sido la primera en llegar a la cocina por las mañanas, por lo que no conocía las rutinas.

Pero cuando llegué al rellano y vi la luz encendida a través del salón, mis pasos se ralentizaron. ¿Tal
vez los chicos tampoco eran conscientes del ahorro de energía? ¿Quizá Leo los había agarrado para
acostarlos mientras estaban en medio de un aperitivo nocturno?

A lo mejor uno de los secuaces de Indy había entrado en casa, me previno mi cerebro.

Me acerqué sigilosamente a la entrada entre el salón y la cocina y me detuve en seco, debido a la


confusión. Reconocí a la mujer que estaba sentada en la encimera de la cocina, reconocí la seductora
sonrisa que me dirigió.

—Hola, Lola—, dijo la mujer de la cafetería que me había presionado sobre mis alfas. —Puedes
llamarme Eva.

El sicario. No, sicaria.

Joder.
Llevaba puesta una de las batas que reconocí de la sala de billar de la planta baja, y que colgaba de
sus hombros, atada con cierta holgura. Tenía el pelo oscuro empapado y pegado a la piel, que le llegaba
hasta los pechos apenas expuestos.

—Espero que no te importe—, dijo, levantando una taza de café humeante. —¿Cómo tomas el tuyo?

—¿Qué haces aquí? —pregunté, debatiéndome si tirar de mis vínculos para despertar a los demás.

—Sólo he venido a hablar—, dijo ella, dándome la espalda para coger una taza y nuestra cafetera,
sirviéndome una taza. —Intenta mantener la calma para que podamos evitar que tus alfas se unan a
nosotros. Noto que eso podría llegar a ser muy... caótico.

Efectivamente, Caleb me estaba buscando y tendía la mano, preocupado. Contuve el pánico y respiré
hondo, haciendo todo lo posible por devolverle la tranquilidad hasta que se retiró.

—Bajarán pronto—, dije.

Eve asintió y me miró por encima del hombro, dándose la vuelta y deslizando la nueva taza en mi
dirección. La miré y negué con la cabeza.

—Me parece justo—, dijo sonriendo. —Toma—. Dio un sorbo a cada taza y me miró enarcando las
cejas.

—Sigo pasando—, dije.

Eve me hizo un mohín. —Pero es un buen café, sería una pena desperdiciarlo.

—Hay tazas para llevar justo ahí. Te lo puedes llevar. Estás perdiendo el tiempo antes de que alguien
más entre.

Se rio y se bebió de un trago su taza, volteó los hombros y se llevó ambas al fregadero para
enjuagarlas. Una sicaria educada. Seguía sin molar.

—Sólo quería asegurarme de que estabas bien después de lo de ayer. Tienes buen aspecto. Muy
recién follada.
—¿Por qué tardaste tanto? —solté y me arrepentí de inmediato cuando ella levantó la vista, con la
mirada fija en mi rostro. —Matthieu me dijo que te contrataron hace más de una semana. Y llegaste allí,
ayer. Podrías haberte ocupado de Indy antes de que yo tuviera siquiera que entrar en ese edificio.

—Podría haberlo hecho—, dijo Eve, y todo el fingimiento juguetón anterior abandonó su voz, las
palabras planas, simples y sin entonación. —¿Qué habrías sentido? ¿Qué le habría pasado a tu omega
solo en aquella habitación de alfas salvajes?

Tragué saliva, y mis ojos bajaron hacia el mostrador.

—Lola—, susurró Eva, desplazándose por el espacio, hasta situarse frente a mí. —Nunca debes
quitarle los ojos de encima a un depredador.

Era apenas más alta que yo y estaba envuelta en un albornoz... pero tenía razón. Seguía pareciendo
mortal. Sus ojos eran fríos, su bello rostro imbuido de una amenaza constante.

—Pensé que necesitabas verlo de nuevo—, dijo Eve. Y entonces se encendió como una bombilla,
con la máscara alegre de nuevo en su lugar. —¿Cómo te sentiste? Se te veía gloriosa.

—Sentí como si estuviera sangrando mis emociones por toda la habitación—, dije, frunciendo el
ceño.

Aquello pareció desconcertar a Eve, y una pequeña arruga apareció entre las dos cejas
exquisitamente perfiladas. —Interesante.

Respiré hondo y resistí el impulso de alejarme de ella. —Gracias. Por terminarlo—. Por no
obligarme a terminarlo, pensé.

—Me pagaron—, dijo Eve encogiéndose de hombros. —No soy una heroína. Me pagan por matar
hombres. A veces, por diversión, también mato a los hombres que me pagan.

La ira brotó de mí, repentina y chocante, pero me incliné hacia ella, acercándome a la mujer. —Si
amenazas con hacer daño a mi manada, no te dejaré salir de esta habitación.

Chai y una dulzura aceitosa se arremolinaron a mi alrededor, y Eva suspiró y se balanceó hacia mí,
con sus ojos de gata batiendo las pestañas hacia mí. —No me tomes el pelo con amenazas, Lola. Tienes
una manada, y no me gusta compartir.
Oh. Eve estaba... Eve estaba loca. Posiblemente incluso salvaje.

Por supuesto que es salvaje. Es una alfa asesina.

Suspirando y rodando los hombros de nuevo, Eva se dio la vuelta. —Me llevo esta bata, y
restableceré la seguridad al salir. Alguien está bajando—. Se dirigió al vestíbulo trasero, levantando la
mano con un pequeño movimiento de los dedos en la parte superior de la manga. —He dejado mi número
en tu teléfono. Por si te hartas de tus ataduras. O simplemente quieres una noche de chicas o lo que sea.
Podemos darle un puñetazo en la garganta a alguien.

Dios mío, nunca se la presentes a Baby.

Parpadeé y Eve se había ido y mi manada bajaba arrastrando los pies por las escaleras.

¡Muévete!

Moví los brazos en el aire como si eso pudiera dispersar el olor de la visita de Eve. Al menos, había
salido de la piscina recientemente. En general, la habitación no olía a ella. Entonces me apresuré hacia
la cafetera, tirando el contenido que ella había preparado en un arrebato de locura. ¿Habría envenenado
la cafetera? Probablemente no, pero no iba a arriesgarme.

Matthieu llegó primero y me rodeó la espalda mientras yo estaba de pie junto al fregadero. —¿Ça
va?10

¿Estaba bien? Aún recordaba algo del francés del instituto. Asentí y me apoyé en él. —Me despisté
un poco ayer. Y se me quedaron posos en la cafetera—, dije para explicar por qué la estaba limpiando.

No quería mentirle a mi manada, pero tampoco quería ver qué pasaría cuando Wes descubriera que
Eve había entrado en casa. Para ver cómo estaba. Mientras eso no volviera a ocurrir, estaba dispuesta a
guardar el secreto por una vez.

—Déjame a mí—, dijo Matthieu, besando mi sien. —Creo que Wes tiene algo que quiere enseñarte.

10
¿Estás bien? En francés en el original
Curiosa, le pasé la jabonosa cafetera a Matthieu y me escabullí entre él y la encimera. Leo y Caleb
estaban en la nevera, sacando ingredientes, y les dí, a ambos, sendos besos rápidos en las mejillas. Rake
estaba apoyado contra Cyrus, que me agarró por la cintura y me arrastró contra su costado.

—Estás en mi lista negra, señor—, dije, fingiendo una mirada fulminante a Cyrus, que sonrió.

—Eso no es lo que dijiste anoche—, dijo, mientras su mano se deslizaba hacia abajo acariciando mi
marca. —Estaba pensando que podría ponerte sobre el regazo de Leo mientras atiendo la marca. Ver
cómo se la chupas a Rake mientras yo te vuelvo loca, metiéndote un dedo.

Mi mirada se calentó por una razón completamente diferente. —Eres un problema—, dije, besándole
brevemente. —Deja de darme hambre aún antes de desayunar. Comí palomitas de maíz y eso es todo.

Mis alfas gruñeron ante ese anuncio, y el brillo malvado de Cyrus se suavizó mientras le daba otro
beso más suave. —Tomo nota. Jugaremos más tarde.

Me mordí el labio, un poco tentada de empezar el juego ahora, pero entonces mi estómago gruñó en
señal de advertencia y Wes alargó la mano para tirar de la parte trasera de mi camisa. Me volví hacia él,
subiéndome a su regazo, con cuidado de que no se me irritara la marca parcialmente curada del culo.

—Hola, guapo—, dije, pellizcando las cejas de Wes y luego bajando hasta su boca.

—Voy a picarlo todo en un revuelto—, le dijo Leo a Caleb. —Estamos todos demasiado locos por
el sexo como para preparar un desayuno inglés completo, nena.

—Te he dibujado esto—, dijo Wes, cogiendo un papel doblado de la encimera y deslizándolo hasta
mis manos.

—¿Es travieso? — pregunté, con las cejas arqueadas.

—No, pero lo tendré en cuenta para las revisiones, cariño—, dijo Wes, sonriendo.

Me puse tan cómodamente como pude -muchas gracias, Cyrus- y abrí el papel, mirando fijamente el
tonto dibujito mientras las lágrimas empezaban a brotar de mis ojos.

—Oh, Wes—, suspiré. Se me escapó una risita y me enjugué las lágrimas, dándome la vuelta para
besarle las mejillas.
—Déjame ver—, murmuró Rake, levantándose de la espalda de Cyrus y acercándose a trompicones.
Le pasé la página y sonreí cuando parpadeó. —Espera, ¿esa es nuestra casa? ¿Por qué hay un dragón
encima?

Wes se sonrojó, y Matthieu se rio mientras me traía una taza de café. —He estado pensando en la
discusión sobre tu espacio en la casa—, dijo Wes. —¿Qué te parece una torre?

Caleb se estiró sobre la encimera mientras Leo echaba en la sartén la carne y las verduras de una
tabla de cortar para que se frieran. Caleb frunció el ceño ante el dibujo caricaturesco de la página. —No
me opongo a una ampliación del tejado, pero sí a esta arquitectura.

Solté una risita y me apoyé en Wes mientras él agachaba la cabeza para ocultarse de los demás, y
sus labios rozaban su marca haciéndome estremecer.

—Tener una habitación en una torre está muy de moda—, dijo Leo, sonriendo satisfecho. —La
renovación será un infierno, pero no veo por qué no.

—Pero no con ladrillo de piedra, seguramente—. dijo Caleb, con el ceño fruncido.

—¿Y qué piensa nuestra princesa? — preguntó Matthieu, guiñándome un ojo.

Resoplé y puse los ojos en blanco, pero cogí las manos de Wes entre las mías y las apreté. —Si
vamos a armar un escándalo por una habitación para mí...—, empecé.

—Lo haremos, — dijo Cyrus.

—Ya ha empezado—, confirmó Leo.

—Ya tengo elegido el papel pintado—, añadió Caleb.

Me reí y sacudí la cabeza, despejando mis pensamientos. —Entonces... sí. Esto me gusta. Me
encanta. — Me sonrojé y les sonreí a todos. —Los amo, chicos.

Wes ronroneó mientras los demás me respondían, y Matthieu y Rake se acercaban sigilosamente
para besarme.

No vivíamos en un cuento de hadas, pero estábamos tan cerca de hacerlo como yo necesitaba. Y
estaba bastante segura de que todo acabaría felizmente de ahora en adelante.
EPÍLOGO
Me incliné hacia la ventanilla del coche, viendo pasar las suaves colinas de la campiña maltesa, con
el sol dorando la hierba, y el mar chispeando su invitación más allá de los acantilados.

—¿Estás contenta de haber vuelto? preguntó Leo, apretando mi mano entre las suyas antes de
devolverla a la palanca de cambios mientras tomaba una curva.

—Mmm, mucho. No puedo creer que haya pasado un año ya.

—Ha sido un año de locos—, dijo Leo.

El principio ciertamente lo fue. Y tal vez a mitad de año, cuando Wendy por fin había puesto en
marcha, con subterfugios, su empresa digital, Glamazon, y se lanzó a por Designate justo en el punto
álgido de la temporada de moda de otoño. Voir había decidido tomar la sartén por el mango, lo que
significaba que los que quedábamos en Designate sólo podíamos seguir como hasta entonces, sin poder
responder a los disparos. El acuerdo de suscripción inicial de Glamazon había hecho tambalear nuestro
número de suscriptores, pero Wendy no estaba preparada para mi número editado sólo para betas con
Katherine Hughes. Habíamos recuperado nuestros números y algo más con una nueva audiencia y ahora
Designate se adentraba en el arte, la cultura, la sociedad y la moda. Y tenía su columna de cotilleos
dirigida por Betty. Probablemente fue un empate en términos de éxito, pero me sentí orgullosa de ello.

—Ojalá hubieran podido venir los demás—, dije, intentando no fruncir el ceño.

—Mm, ojalá—, dijo Leo, aunque se sentía bastante animado. Tal vez se alegraba de poder pasar
tiempo a solas conmigo. Glamazon

La idea me hizo sonreír, le devolví el apretón de manos y luego parpadeé por la ventanilla,
preguntándome si me estaba imaginando el paisaje familiar. —¿Es ésta la ruta que tomamos para ir a
casa de los Grech la última vez?

—Sí—, dijo Leo, moviendo las cejas.


Toda su vertiginosa emoción cobró sentido de repente y me eché a reír. —¿Vamos a volver? Ohh,
pero ahora será tan diferente.

—Lo será—, dijo Leo, asintiendo y sonriendo.

Me contagió su entusiasmo y mi sonrisa se hizo más amplia. Una parte de mí casi odiaba ver
cualquier cambio en la casita junto al acantilado y la granja de sal que había debajo, pero cuando Leo
estaba emocionado era imposible no compartirlo con él.

—¿Es donde nos vamos a quedar? — le pregunté.

En esta visita, Leo nos había alquilado un coche para que pudiéramos viajar con más libertad por la
isla, aunque yo todavía me estaba acostumbrando a que él estuviera a mi derecha en el asiento del
conductor.

—Nos alojamos allí—, dijo Leo.

Entrecerré los ojos. —Estás siendo muy reservado con esto. ¿Cuál es el secreto? ¿Eres el dueño del
complejo?

Leo se rio y apretó los labios, negando con la cabeza. Le di un tirón de la manga y sonrió. —Espera.
Ya casi hemos llegado, preciosa.

—Estás disimulando. Debes de estar pasando demasiado tiempo con Rake—, dije.

—Me encanta cómo insiste Rake en mimarte. Sabía que le encantaba recibir sorpresas, pero no sabía
que se tomaría tan bien que la situación fuera al revés—, dijo Leo.

—Veo que intentas cambiar de tema, nene—, respondí.

—¡Oh, mira! Ya estamos aquí! — gritó Leo, saliendo de la carretera y entrando en un largo camino
de grava.

Al menos esa distracción funcionó. Me senté erguida, esperando a ver por primera vez en qué clase
de complejo de lujo se había transformado la pequeña granja. No había señales, ni un gran aparcamiento,
ni sombrillas, ni verjas, ni sillas de playa cuando llegamos a una pequeña cochera de piedra. La pequeña
casa de los Grech era ahora una estructura de piedra mucho más amplia, aunque parecía un espacio
amurallado muy alto, no una casa, y la miré con el ceño fruncido, intentando descifrarla.
No era un complejo, pero... no tenía ni idea de lo que era.

—Vamos, entraremos primero y luego volveremos a por nuestras maletas—, dijo Leo.

—Vale—. Me deslicé fuera del coche, de pie sobre la piedra y mirando fijamente a la pared, también
de piedra. —¿Qué pasa?

—Ya lo verás—, dijo Leo con facilidad, y luego me cogió de la mano y tiró de mí.

Había unos cuantos árboles plantados alrededor del muro y atisbos de vegetación que asomaban por
el borde, pero ni siquiera reparé en la humilde puertecita hasta que Leo y yo rodeamos un par de olivos.

—Leo...— Dije, viéndole sacar una llave de su bolsillo y abrir la puerta. —¿Esto es una casa?

—Lo será. Un hogar lejos de nuestra casa—, dijo Leo. —Cuando llegue el dueño.

Eso era mejor que un resort al menos, los Grech habían conseguido su deseo al final. Estaba a punto
de preguntar quién era el propietario cuando Leo cruzó la puerta y me quedé boquiabierta ante la escena
que tenía delante. Si el exterior estaba ligeramente ajardinado, el interior era exuberante. Había un largo
sendero de piedra que conducía a un precioso edificio de piedra que se parecía a la casa de los Grech en
la misma piedra dorada, aunque podía decir que era una estructura nueva y un poco más moderna.

Pero, sobre todo, me quedé mirando el largo estanque azul cristalino, a mi izquierda. En el fondo de
la piscina había una serie de paneles oscuros que sospeché que eran ventanas a un nivel subterráneo. Si
nos alojábamos aquí, podíamos usar la piscina, ¿no? Eran mis primeras vacaciones de verdad desde que
había empezado en Designate, y pensaba aprovechar al máximo nuestra semana aquí.

—Piensa en bañarte desnuda—, me dijo Leo al oído, y yo le devolví la sonrisa, estirándome hasta
los dedos de los pies para darle un beso.

—Así es. ¿Quieres darte un chapuzón ahora?

Leo tarareó y su mirada era hambrienta, pero negó con la cabeza. —Primero la casa. Y luego sí,
definitivamente.

La casa era una estructura rectangular plana con grandes ladrillos de piedra y pequeñas ventanas con
contraventanas azules orientadas hacia nosotros. Leo me cogió de la mano mientras nos guiaba hasta la
puerta. Esta vez no había llave, pero al entrar supe inmediatamente por qué. Entramos en un vestíbulo
bastante largo, lleno de arte y vegetación; el sello de Caleb era evidente en el espacio, y el color de las
paredes hacía juego con la piedra del exterior; el suelo era de baldosas con dibujos salvajes y coloridos.

—Leo... ¿quién es el dueño? — pregunté, mirando fijamente a la pared llena de ventanas. La casa
estaba justo al borde del acantilado. Unas escaleras de aspecto industrial descendían por las ventanas, y
de repente me di cuenta de que estábamos en la punta del iceberg. La casa estaba debajo de nosotros.

—Vamos—, dijo Leo, tirando de mí. —Hay un dormitorio y un baño a cada lado. Un poco más
acogedores que en casa, pero podrían ser para invitados. Y luego aquí abajo...

Contuve la respiración mientras Leo nos llevaba a las escaleras, la vista a través de la pared de
ventanas era vertiginosa e impresionante, el mar y las salinas a kilómetros y kilómetros delante de
nosotros.

—Tenemos una sala de estar, cocina y comedor en plan abierto—, dijo Leo.

Apenas aparté los ojos del mar antes de quedarme boquiabierta ante la habitación. Era amplia,
contemporánea y colorida. Uno de los cuadros de paisajes urbanos de Cyrus colgaba de las paredes, y se
me hizo un nudo en la garganta al ver una foto familiar de nuestra manada sobre una mesa entre sofás de
aspecto profundo y mullido, que daban al agua.

Mirando la luz brillante que caía sobre la enorme mesa de comedor, me reí al darme cuenta de que
la piscina estaba justo encima. Era una luz preciosa para la habitación, que le daba a todo un ambiente
casi de vidriera, pero que, sin duda, le daba un toque divertido a mi idea de bañarme desnuda.

—Abajo hay una suite principal, así como algunas habitaciones privadas. Y para ser dos plantas
subterráneas, es más luminoso de lo que cabría esperar. Cada habitación tiene una fuente de luz natural,
bien cortada desde el acantilado o bien, excavada en un túnel desde el patio—, explicó Leo, y era casi
como si me lo estuviera confesando.

Aparté la mirada de la preciosa cocina comunal, una réplica casi perfecta de la nuestra, y me volví
hacia Leo. Estaba de espaldas a las ventanas y saltaba sobre las puntas de los pies, con los ojos brillantes
mientras esperaba mi reacción.

—¿Es nuestro? — exclamé.


Leo levantó una mano y la agitó en el aire. —Es... es tuyo—, dijo, frunciendo los labios.

Resoplé y parpadeé, tragando saliva dos veces antes de poder hablar. —Entonces es nuestro—, dije,
porque que Rake intentara regalarme un coche en Navidad era una cosa, pero este lugar era...

Mágico. Perfecto. Surgía de mis sueños más salvajes.

Mis ojos no podían dejar de recorrer cada pequeño detalle. Toda la manada había estado involucrada,
obviamente. La implicación de Rake estaba en los detalles de la comodidad, la de Wes en la privacidad.
Matthieu y Leo en el descaro necesario para sorprenderme con una casa en Malta.

Leo se adelantó, me rodeó los hombros con las manos y volvió a centrar mi atención en él. —¿Estás
asustada? —, preguntó, con los labios crispados.

—Un poco—, dije, sonriendo. —Pero en el buen sentido.

—Sé que es un gran regalo...

—Vale, pero llamémoslo inversión familiar—, sugerí.

—-Pero es un regalo de compromiso, así que debía ser un poco más especial—, dijo Leo.

Me quedé mirándolo, con la boca abierta y los ojos absortos en cada detalle de aquel hombre al que
amaba tanto que a menudo me hacía pararme en seco.

—¿Un qué? — Respiré.

Ni siquiera llegué a que la rodilla de Leo tocara el suelo, y yo ya estaba llorando antes de que él
estuviera a medio camino, metiendo la mano en el bolsillo.

—¡Leo!

—Lola—, dijo sonriendo y mirándome fijamente. —Sé que somos una manada. Ahora somos más
que nosotros, pero quiero celebrar lo que tú y yo tenemos, lo lejos que hemos llegado. Y no puedo
morderte, pero puedo casarme contigo... si me aceptas.

Había un anillo en una de sus manos, mi propia mano en la otra, pero ya me preocuparía de eso más
tarde. Mi corazón cantaba, y yo no era la única. Me reí entre estúpidas lágrimas de felicidad mientras
Leo hacía sonar campanas de iglesia en nuestro lazo, y el resto de la manada nos respondía a ambos.
—Están aquí, ¿verdad? — le pregunté, sonriendo a Leo.

—No podía dejarlos fuera—, dijo, encogiéndose de hombros. Me acercó la mano izquierda y el
cálido metal tocó la punta de mi dedo anular. —¿Qué te parece?

—Sabes lo que pienso—, le dije. Me dolían las mejillas, pero me sentía increíblemente bien con
cada célula de mi cuerpo. Cuando Leo pareció estallar de expectación, intenté decir las palabras, mientras
mi cabeza asentía locamente primero. —Sí. Sabes que yo... Leo, sí.

Hubo una salvaje ovación desde abajo, yo jadeé y lloré y reí mientras Leo saltaba desde el suelo. El
anillo estaba en mi dedo y los brazos de Leo me rodeaban y mi cara se alzaba hacia la suya y los pasos
subían desde abajo, con el momento pasando tan rápido que deseé poder parar el reloj. Nos besamos, y
fue fácil y familiar, y desesperado y emocionante al mismo tiempo. La manada nos rodeó
apresuradamente, abrazándonos, todo brazos y extremidades.

Mis alfas estaban alegres, Leo estaba incandescente, y yo estaba teniendo una hermosa experiencia
extracorporal dentro de mí burbuja de felicidad. La boda sería simbólica más que nada, pero no me
importaba. La boda sería bonita y la luna de miel celestial, y Leo y yo estaríamos unidos a nuestra manera
para siempre.

Sólo había una pequeña nube en el firmamento.

Me giré en el abrazo del grupo, aceptando besos de los demás, y dándoles pellizcos por mantener
toda esta sorpresa en secreto para mí.

—No te hagas la tímida—, me murmuró Matthieu ásperamente al oído. —Sabes que te encanta.

—Me encanta—, respondí, y volvió a besarme.

Caleb estaba llorando, Wes le estaba dando a Leo un abrazo de oso que podía amenazaba las costillas
de Leo, y Cyrus tenía su brazo alrededor de un sonriente Rake. Pero a mí no me engañaba, podía notar
la delicada herida que intentaba ocultar. Cyrus se apartó y yo me acerqué a Rake, rodeé sus hombros con
mis brazos y me levanté para acariciarle los labios y las mejillas.

—Me alegro mucho por ti, Piruleta—, dijo.

—Sé que lo estás.


Nos quedamos en silencio y me abrí paso a través de mis ataduras para tirar suavemente de la herida
de Rake.

—No lo hagas—, dijo.

—Dime—, respondí, picoteando sus labios.

—Sólo estoy un poco celoso, pero de una forma agradable—, murmuró Rake. Volví a besarle para
animarle, resistiendo el impulso de reírme cuando empezó a acurrucarse más, con la polla cada vez más
tiesa en los pantalones. —Sé que lo que tenemos es perfecto y especial. Es sólo que los demás te muerden,
y Leo y tú se van a casar...

—Te gustaría que tuviéramos algo único entre nosotros dos—, dije, inclinándome hacia atrás para
mirarle fijamente.

Rake murmuró y asintió levemente. Se alegraba por nosotros, eso no era mentira. Pero, estaba en la
naturaleza de Rake ser un poco codicioso.

Lo cual me parecía bien.

No me faltaba de nada con estos hombres, aparte de alguna que otra noche sólo con mujeres como
compañía. Y me esforzaba al máximo para asegurarme de que lo mismo ocurriera con todos ellos.

Apreté los labios contra la mandíbula de Rake y tomé su mano de la parte posterior de mi cintura,
llevándola al frente. Mi boca se deslizó hasta su oído para susurrarle: —¿Y si te dijera que tú y yo ya lo
tenemos?

La habitación se quedó en silencio cuando la conmoción de Rake se disparó a través del vínculo
como fuegos artificiales, explotando de excitación en el punto álgido. Se echó hacia atrás, con los ojos
muy abiertos puestos en mi cara.

—Ni siquiera hemos empezado a intentarlo—, exhaló, con una sonrisa cómica dibujándose en sus
labios.

Me reí, animada por su alegría. —Eso es lo que consigues cuando pides en exclusiva mi coño durante
tu celo, nene.
La risa de Rake fue fuerte y repentina, y entonces me levantó y me cogió en sus brazos, con nuestra
manada mirándonos mientras me secuestraba y se dirigía a los dormitorios de abajo.

—Será mejor que las zorras se preparen para un nuevo tipo de papá—, dijo Rake por encima del
hombro.

Solté una carcajada al ver cómo la bomba explotaba sobre las expresiones de los demás hasta que
empezaron a perseguirnos, con preguntas y exclamaciones en los labios.

—¡Rake, no te atrevas a dejarla caer! — ladró Matthieu.

—¿Estás segura? — me preguntó Rake.

—Mhm, he estado usando protección con todos los demás—, dije.

—Espero que no estuvieras deseando pasar mucho tiempo fuera, Piruleta, porque tengo como
cincuenta millones de cosas perversas que quiero hacerte ahora—, murmuró Rake.

—Más vale que estés preparado para compartir—, le gruñó Wes, pisándonos los talones.

—Haz lo que quieras—, dije, y solté una risita cuando Rake me arrojó sobre la cama. Ya apreciaría
la hermosa habitación más tarde. Ahora mismo, tenía seis hombres con los que disfrutar mientras iba a
ser devorada.

La vida era deliciosa.

FIN

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