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Alfonso Cuarón nació en la Ciudad de México en 1961.

Es uno de los directores,


productores y guionistas de cine mexicanos más reconocidos de su generación.
Estudió en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC) de la
UNAM y, a continuación, dirigió películas en castellano y en inglés, en México y en
Estados Unidos. Realizó muchas películas que recibieron un reconocimiento
internacional La princesita (A Little Princess), 1995; Y tu mamá también, 2001; Harry
Potter y el prisionero de Azkaban, 2004; Children of men, 2006; Gravity, 2013
(Óscar del mejor director y Óscar del mejor montaje) y Roma, 2018, por la cual ganó
el León de oro de Venecia, tres Óscars (mejor director, mejor película de habla no
inglesa y mejor fotografía) y muchos otros premios.

La película está situada entre los años 1970 y 1971, en la colonia Roma,
un vecindario de clase media de Ciudad de México, en el que las dueñas
de casa cuentan con la ayuda de sus empleadas domésticas.

La película narra la vida de una empleada doméstica, Cleo, que trabaja en la casa
de una familia acomodada de la colonia Roma
. La ficción se inspira de los recuerdos de infancia de A. Cuarón que creció en aquel
barrio y que dedicó la película a Liboria, "Libo", Rodríguez, la trabajadora doméstica
y niñera de su propia casa. En la película, Cleo y Adela, las dos empleadas
domésticas de origen indígena, oaxaqueñas, hablan tanto español como mixteco (su
lengua materna) en casa de Sofía, Antonio, sus cuatro hijos y Teresa, la madre de
Sofía. La cinta nos propone seguir de manera íntima la vida cotidiana de Cleo que
mantiene la casa y cuida de los hijos de Sofía y Antonio.

El contexto sociopolítico

La pieza se sitúa en un contexto polémico: por un lado, se representa el


espíritu pujante de la modernización de América Latina, por medio de los
signos de una clase media alta que aspira al señorío económico; por el
otro, se expone la alternancia de este mundo de expectativas modernas
con la supervivencia atávica de las culturas prehispánicas, aún marginales
dentro del sistema dominante. Junto a esto, se respira a tensión social y
política creciente que desencadena la matanza del Jueves de Corpus,
acaecida el 10 de junio de 1971.

A la familia de Sofía la acompañan algunos signos de distinción social de


la clase media acomodada: Antonio y Sofía son profesionales aunque ella
no trabaja; Antonio tiene un automóvil Galaxy y viaja con frecuencia
alegando trabajo; la prole es numerosa; tienen dos criadas en casa,
mascotas y amigos adinerados que les dan prestigio.

Representación del patriarcado

Antonio representa, simbólicamente, la imagen del mundo patriarcal y


modernizador. Es el típico padre proveedor y distante, con un mundo ajeno
al hogar. Para él, el hogar se vuelve chiquito. La secuencia que nos
presenta al personaje lo dice todo: Antonio conduce un automóvil de última
generación que no cabe en el estacionamiento. Él quiere ser la imagen de
un hombre próspero, moderno y libre. Sus expectativas son mayores que
la modesta vida cotidiana de la familia en Roma.

La representación del patriarcado no es solamente visible en Antonio.


También lo es en los personajes de Fermín, Ramón y, en un sentido
amplio, en el campo de entrenamiento de Los Halcones, grupo paramilitar
del gobierno mexicano activo entre los años 60 y 80. Fermín, desde la
primera escena, hace una exhibición de fuerza física mientras está
desnudo; símbolo de una violencia cruda.

Ramón es un joven diletante que no se compromete con su entorno


inmediato. El orden patriarcal se concreta en la violencia del Estado
mexicano, que impone por la fuerza su voluntad. El orden patriarcal es,
pues, violento y abocado a lo público.

Un homenaje a la diversidad de las figuras de la “mujer”

Roma es una película que se centra en la protagonista, Cleo, y que alaba la figura
de la “mujer” por antonomasia. Cleo y Sofía, que pertenecen a mundos diferentes,
tendrán sin embargo trayectorias parecidas en su vida de mujer a lo largo de la
película. En efecto, Cleo y Sofía van a vivir, y a veces compartir, momentos de
felicidad y de infortunios en su vida privada. Como lo subrayamos anteriormente, la
figura del hombre parece ser secundaria y unívoca en la película; en Roma se
desdibujará una figura masculina muy negativa, simplificada y uniforme como
contrapunto de la figura femenina polifacética y compleja.
Primero, tanto Cleo como Sofía son mujeres enamoradas. Cleo va a conocer a
Fermín y Sofía está casada con Antonio. Las dos mujeres le entregan mucho amor y
mucha atención a su pareja y se percibe un claro desequilibrio en el comportamiento
que tiene cada hombre con ellas: falta de cuidado, reproches, ausencia. Por un lado,
Cleo va a quedarse embarazada y Fermín, al enterarse de la noticia, va a huir (del
cine, del campo de entrenamiento, de su responsabilidad de padre) y hasta va a
amenazar a Cleo para que no lo busque más. En cuanto a Sofía, Antonio la va a
abandonar y va a huir de la casa familiar para ir a un congreso en Quebec. En
realidad es un pretexto y una excusa oficial para los hijos porque Antonio va a vivir
definitivamente con su amante (escena en la entrada del cine Las Américas,
conversación telefónica de Sofía que explica que Antonio está de vacaciones en
Acapulco con su amante, escena final en la cual Antonio vino a recuperar “sus
cosas” en la casa familiar mientras Sofía, Cleo y los hijos están de vacaciones en la
playa). Las dos relaciones amorosas de Cleo y Sofía acaban de la misma manera,
la mujer se queda sola con el/los hijo(s), abandonada por una pareja que
desaparece literalmente y rechaza sus responsabilidades. En resumidas cuentas,
Sofía le dice a Cleo con uno de los pocos ademanes de ternura de la patrona hacia
su empleada: “Estamos solas. No importa lo que te digan, siempre estamos solas”.

Por otra parte, esas mujeres enamoradas y abandonadas son también madres
entregadas, siendo de clases sociales muy diferentes y teniendo comportamientos
distintos con los niños. Sofía es una madre de clase social adinerada, entregada y
cariñosa, a veces colérica y autoritaria mientras que Cleo es la niñera de los cuatro
hijos de Sofía y hace de madre también: despierta y acuesta a los niños, les da de
comer, les canta nanas, los abraza y, además, los niños multiplican los gestos de
ternura hacia Cleo a la que van repitiendo que la quieren mucho a lo largo de la
película. El clímax de la figura de la madre protectora y entregada radica en la
penúltima escena de la película cuando Cleo, que no sabe nadar, salva a los niños a
punto de ahogarse en el mar. La cámara remata esa escena con un plano de
conjunto en el cual observamos a los seis personajes (Sofía, Cleo y los cuatro
niños) abrazados en una forma piramidal cuya base resulta ser Cleo; ese plano final,
casi fotográfico, nos presenta al nuevo núcleo familiar (de hecho ese plano fue
elegido como uno de los carteles de la película). La figura de la madre valiente, sola
y fuerte, que lucha para proteger a sus hijos, se convierte en el nuevo pilar de la
familia.

Por fin, la película nos retrata la figura de una mujer que se independiza y se
autonomiza respecto a las normas y costumbres del México tradicional de los años
70. Es verdad que las relaciones entre Cleo y Sofía reflejan la jerarquía
socioeconómica todavía muy patente en la época (relación ama-criada con órdenes
permanentes, dependencia y sumisión) pero la figura de la mujer sí evoluciona a lo
largo de la película. Sofía conduce coches, estropea voluntariamente el Ford Galaxy
y se libera de un coche demasiado voluminoso comprándose otro, más cómodo. Al
final de la película Sofía les dice a sus hijos que va a volver a trabajar para
mantener a la familia. En cuanto a Cleo, va a vivir, sola, momentos muy difíciles:
afrontar la huida y el abandono de Fermín (en dos ocasiones), presenciar una
manifestación estudiantil mortífera, enfrentarse a Fermín que la amenaza con
pistola, tener un parto muy duro... Representa la mujer valiente por excelencia. De
hecho, Cleo es el diminutivo del nombre “Cleopatra” que proviene del griego
Κλεοπάτρα, compuesto de κλέος (Kleo: gloria) y de πατήρ (padros: padre) lo que
sugiere que nuestra protagonista lleva en su misma identidad la gloria, pero sin la
figura masculina del padre que ha desaparecido del diminutivo. La escena final que
contiene la dedicatoria de Cuarón, “para Libo”, hace eco a la primera escena y
permite al espectador darse cuenta de esa evolución y autonomización de la figura
de la mujer. En efecto, la escena es tan larga como la primera, está construida con
un plano fijo en contrapicado (vs plano cenital) en el que podemos ver los mismos
elementos: la barandilla de la terraza y el cielo con aviones que van pasando. Ya no
se mira hacia abajo, ya no se ve el reflejo sino el verdadero cielo con aviones que
simbolizan a la vez lo repetitivo y lo efímero para mostrar al espectador que la vida
de Cleo es a la vez muy parecida y muy diferente de lo que era al principio de la
película. Esta construcción circular del filme nos permite comprobar los cambios y
evoluciones que ocurrieron en esa casa de la colonia Roma.

Racismo y represión de las lenguas indígenas


https://news.un.org/es/interview/2019/02/1451451

Racismo y represión de las lenguas indígenas


En la entrevista, el realizador dice que en México, como en otros países, esas
diferencias de clase y sociales van mano a mano y se acentúan con los pueblos
indígenas. “No es muy difícil ver dónde está el poder económico a partir del color de
la piel y los pueblos indígenas son los que siempre terminan con menos privilegios”.

“Hay una complejidad específica en México: por un lado, existe un orgullo indígena,
pero como de una manera mítica, como una cuestión de un pasado lejano de casi
decir súper héroes y, por otro, se ignora a toda una sección de la población que está
ahí y que ha sido usurpada de una cultura, o se ha tratado de usurpársela, incluso
con programas para la erradicación de su lengua.”

Muchas veces, dice Cuarón, esa erradicación se consigue con la presión social que
reciben de generación en generación los indígenas que terminan por “no querer que
los hijos hablen sus lenguas originarias por temor a no integrarse”.

Carlos Somonte Escena del filme Roma


Rodada en español con algunos diálogos en mixteco, la lengua del pueblo indígena
oaxaqueño del mismo nombre, Roma exhibe la represión que sufren las lenguas
indígenas. “El mixteco no se habla más que entre Adela [la otra empleada doméstica
de la familia protagonista] y Cleo, y lo hablan en sus espacios: la cocina y su cuarto,
cuando están en intimidad o en soledad, no cuando están rodeadas del marco
familiar”. Cuando las empleadas hablan su idioma frente a los niños de la familia, el
más pequeño les insiste en que dejen de hablar así.

Con la única persona que existe una mínima relación en mixteco es con la niña de la
familia, quien suele cantar con Cleo una canción en su lengua. Cuarón explica que
este detalle es “un comentario acerca de una cierta estructura de poder porque esa
niña es ninguneada, ignorada y menospreciada por la parte masculina del hogar”. La
relación de poder entre géneros es otro tema espinoso retratado en Roma.

Durante la charla, el cineasta hace referencia a quienes afirman que, si las lenguas
son habladas por poca gente, no tienen razón de ser y deberían dejar existir. “Es
aterrador eso, es casi un genocidio cultural. Las lenguas se enriquecen de la
diversidad, el conocimiento se enriquece de la diversidad, la humanidad se enriquece
de la diversidad.”

Las lenguas se enriquecen de la diversidad, el conocimiento se enriquece de la


diversidad, la humanidad se enriquece de la diversidad
El contexto en que se ubica Roma, en 1971, es uno de discriminación hacia los
indígenas, lamentablemente, ese escenario no ha cambiado, “si acaso, se ha
agudizado el problema”, aunque con la gran diferencia marcada por el levantamiento
zapatista en 1994, recuerda.

Cuando México se estaba dejando llevar por la quimera de una modernidad recibió
“un recordatorio de un sector enorme y fundacional de este país que había no sólo
sido ignorado, sino oprimido. Y fue también un recordatorio de la resiliencia de estos
pueblos.”

Los zapatistas clamaban por respeto y dignidad. El gobierno de entonces y las


administraciones subsecuentes continuaron ignorándolos para así derrotarlos, pero
eso les dio más fuerza. “Creo que ese clamor de respeto es algo que un sistema ya
tan arraigado a sus costumbres coloniales no pudo computar (…) Porque una cosa
es la llamada “integración”, que lo único que ha significado ha sido tener mano de
obra muy barata”, una forma moderna de esclavitud.

Observar estas situaciones dolorosas en una pantalla ha tocado fibras sensibles y


ha generado una reacción en México. En palabras de Cuarón, “la película ha abierto
conversación. Una conversación acerca del racismo que existe en mi país y que lo
hemos ignorado. Y no sólo ignorado, el mexicano ha vivido negándolo…la realidad es
que es profundamente racista y se ha abierto esa conversación alrededor de los
pueblos indígenas, de los pueblos originarios”.

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