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OPÚSCULOS
LOS JUEGOS
FANTÁSTICOS
7
Por ello, este trabajo no es más que un intento de apro
ximación a la literatura fantástica. A través de los textos,
trato de llegar a una delimitación del género, y de propo
ner algunas posibilidades de clasificación.
D e ningún m odo pienso que la forma en que se ha he
cho este estudio sea el único m étodo que se puede seguir,
o siquiera el mejor. Creo solamente que es una de las m a
neras posibles de acercarse a la obra literaria, y he tratado
de seguirla hasta donde he podido. Más que apuntar solu
ciones, este trabajo señala problem as que resolver. Las
conclusiones a las que aquí se llega no son únicas ni defini
tivas. Las propongo simplemente com o una pequeña con
tribución al estudio de un género que es, para mí, u n reto
a la imaginación, a la fantasía y a la sensibilidad.
8
Lo fantástico
Deslindes iniciales
11
no constituye en realidad un género aparte.2 Sea cual fuere
la razón, el hecho es que lo fantástico en literatura no es
cosa fácil de encajonar dentro de los límites de una defi
nición, y q u e son relativamente pocos los estudiosos que
se han ocupado de analizarlo, de buscar seriam ente en
qué consiste. Para poder hacer cualquier tipo de trabajo so
bre el tem a, puesto que no contam os con ese p u n to de
referencia com ún, es necesario plantear, en prim er lugar,
estas preguntas básicas: ¿qué es lo fantástico?, ¿en qué tér
minos se le puede definir?, ¿cómo caracterizarlo de manera
clara y establecer sus fronteras?
D e los escasos autores que han reflexionado m etódica
m ente sobre el tem a, me basaré principalmente en Roger
C aillois, P ierre-G eo rg es C astex, L ouis Vax y T zvetan
T odorov.3
Los trabajos existentes consideran com o fantástica una
gama de producciones literarias muy diferentes en cada ca
so, y por lo general muy amplia, tanto así que se dificulta el
estudio del género. Roger Caillois, autor, entre otras co
12
sas, de una Anthologie d u fantastique y de varios estudios
sobre lo fantástico, lo define com o “la irrupción de lo
insólito en lo banal” .4 A unque una definición tan elegante
y concisa no deja de ser atractiva, resulta a todas luces de
masiado general para poder ser de gran utilidad en la deli
mitación del campo de estudio. En efecto, la irrupción de
lo insólito o de lo extraordinario, o incluso de lo sobrena
tural, en la vida cotidiana puede tener efectos muy diferen
tes: lo inesperado puede mover a risa, a extrañeza, puede
provocar la simple sorpresa, o llevar al m iedo y al terror
(que a veces se encuentran en lo fantástico, pero n o siem
pre, com o verem os más adelante); el sentim iento de lo
fantástico n o es más que una de las sensaciones que pue
den ser provocadas p o r lo inesperado.
Para Louis Vax, “el sentido de la palabra fantástico es el
que le atribuye, en un m om ento dado, un hom bre marca
do por su conocim iento de las obras y por su m edio cultu
ral” .5 Esto parecería ser una manera de evadir el problem a,
pero Vax dice más: lo fantástico, afirma, es esencialmente
indefinible y, además, el concepto que se tiene de él varía
según la época y el contexto cultural. Por lo ta n to , no
puede haber una definición unívoca, y la única definición
posible “va a buscarse y a perderse sin fin en el examen de
las obras que calificamos como fantásticas” .6 Y aquí la ser
piente se m uerde la cola: no podem os definir lo fantástico
13
sin un estudio previo de las obras fantásticas, pero ¿según
qué criterio escogeremos las obras que habrem os de estu
diar? Para rom per el círculo vicioso (y poder iniciar el pre
se n te e stu d io ) no hay más re m e d io q u e a d o p ta r una
solución provisional que, desde luego, tendrá que ser algo
arbitraria: poner, com o hipótesis de trabajo, una primera
definición de lo que es lo fantástico, y escoger, de acuerdo
con ella, los cuentos que formarán el corpus de este traba
jo. Conform e vaya avanzando el análisis, es posible que la
prim era definición se m odifique; las m odificaciones su
cesivas, a través de las diferentes m anifestaciones de lo
fantástico en los textos literarios, serán las que nos per
m itan llegar, en última instancia, a una definición más se
gura (aunque no necesariamente definitiva; siempre habrá
más obras, y el género se irá modificando de acuerdo con
sus manifestaciones); también veremos, sobre la base de los
textos, de qué manera lo fantástico se deja categorizar, y si
es posible establecer una tipología de las obras fantásticas
o , por lo menos, de los elementos que las forman.
Para poder llegar a esta primera definición, veamos qué
dicen algunos otros autores: al preguntársele en qué con
sistía, según él, lo fantástico, Julio Cortázar contestó una
vez que era “el derecho al juego, a la imaginación, a la fan
tasía, el derecho a la magia” .7 Volveremos más tarde sobre
el “derecho al juego” , que me parece un aspecto que tiene
m uchas posibilidades y q u e hace falta desarrollar; p o r
ahora me detendré en el derecho “a la imaginación, a la
fantasía” : de acuerdo; es imposible concebir lo fantástico
14
sin el ejercicio de la imaginación y de la fantasía, pero ¿de
qué manera? Es evidente que no toda imaginación es ima
ginación fantástica, y que tam poco lo es toda fantasía. Lo
imaginario tiene una m ultiplicidad de manifestaciones, y
lo que nos im porta dilucidar es cuál de ellas es específica
m ente fantástica.
H ay m uchas formas de im aginación. ¿Qué es la im a
ginación fantástica? ¿En que consiste lo específicamente
fantástico (si es que se puede realm ente hablar de algo “es
pecíficam ente fantástico” )? Esto es lo que tratarem os de
investigar en el curso de este trabajo.
E ntre el sinnúm ero de textos que suelen recibir el califi
cativo de fantásticos, un análisis bastante rápido, a nivel no
m uy profundo, es suficiente para ver que, a grandes ras
gos, pueden dividirse en tres grandes grupos. El hecho
insólito, inesperado o extraño alrededor del cual se cons
truye el cuento “fantástico” puede tener o no una expli
cación; ella es la que nos da la pista para establecer una
primera distinción (siguiendo a Todorov) entre a) lo mara
villoso, b) lo extraordinario, y c) lo fantástico.
Lo maravilloso
C uando el hecho extraño no se puede explicar según las le
yes del m undo conocido por nosotros, del m undo real, si
no que obedece a otras leyes, a reglas que son las de otro
sistema diferente del nuestro, nos encontram os dentro del
m undo de lo maravilloso. A este m undo pertenecen los
cuentos de hadas (lo que Caillois llama “feérico” ¡féeri-
que]), m uchos relatos folklóricos en los que intervienen
criaturas com o dragones, unicornios, duendes, gnom os,
magos, brujas y hechiceros, todos los seres que habitan las
15
viejas leyendas y los cuentos infantiles. También pertene
cen a lo maravilloso ciertos cuentos que hablan de regio
nes “exóticas” , habitadas por seres desconocidos en nues
tro m u n d o , así com o los textos en que la causa de los
fenómenos extraños son artefactos, aparatos, inventos que
no tienen en cuenta las leyes de la física y de la química,
tal com o funcionan en el m undo cotidiano. P or lo tanto,
una buena parte de los cuentos de ciencia ficción pertenece
a esta categoría. Son maravillosas también las historias de
fantasmas, vampiros, hom bres-lobo y demás criaturas sur
gidas de la imaginación popular.
En este punto Caillois establece una diferenciación que
es necesario examinar: para él, los fantasmas forman parte
del universo fantástico, mientras los ogros o los duendes
pertenecen al de lo maravilloso (“feérico” ).
16
hacerlos morir. Pero de nada le sirve su valentía frente
a un espectro, aunque lo creyera benévolo; pues el es
pectro viene de más allá de la muerte. De esta manera,
con el espectro aparece un nuevo desconcierto, un
pánico desconocido.8
17
Lo extraordinario
C uando el fenóm eno extraño se explica, al final, p o r medio
de las leyes del m undo conocido, estamos en presencia de
lo extraordinario (o extraño, según la term inología de T o-
dorov). Lo que ocurre en este caso es que la manifestación
insólita fue producto de una ilusión, o de un truco, o una
m entira; o bien, al final del relato, se le da una explicación
lógica (que muchas veces es más inverosímil de lo que h u
biera sido la mera aceptación del fenóm eno com o sobrena
tural). Esto significa que el fenóm eno n o era fantástico
sino que, p o r anorm al, por extra-ordinario, lo parecía.
Lo fantástico
C uando el fenóm eno insólito no es explicable m ediante las
leyes del m undo conocido, ni se nos da una explicación que
lo colocaría clara y definitivamente dentro de un m undo
otro, entonces nos encontramos en presencia de lo fantás
tico. Dice Todorov:
18
ravilloso, p o r un lado, y lo extraordinario, p o r el otro.
Hstos dos géneros, maravilloso y extraordinario, lim itan
estrecham ente el campo de lo fantástico, y si nos atenem os
al pie de la letra a la definición de Todorov, parecería que
son m uy pocos los textos que pudieran calificarse estric
tam ente de fantásticos. Son pocos en realidad, si los com
param os co n to d a la inm ensa p roducción que se suele
llamar fantástica, pero son más num erosos de lo que se p o
dría pensar.
Sin em b arg o , antes de seguir ad elan te, es necesario
plantear algunas preguntas que surgen de la definición de
Todorov. En primer lugar, ¿lo fantástico tiene necesaria
m ente que relacionarse con lo sobrenatural (verdadero o
falso)? ¿Es esencial la duda para que se produzca lo fantás
tico? N o es posible dar una respuesta categórica a estas pre
guntas antes de hacer un examen detenido de los textos
que forman el corpus de este estudio.
D e tal análisis deberá surgir la respuesta a varias pregun
tas más. ¿Cómo se presenta el hecho fantástico? Sabemos
que es un acontecimiento que no puede ser explicado por
m edio de las leyes del m undo que conocem os, pero que se
presenta definitivamente dentro de este m im do conocido.
Sabemos que, frente al hecho anorm al, tenem os dos o p
ciones: o se trata de una ilusión de los sentidos, de u n pro
d u cto de nuestra im aginación, y entonces las leyes del
m undo son las que conocem os; o bien el hecho ha tenido
lugar realmente, forma parte de la realidad, pero entonces la
realidad no es la que conocemos, está regida por leyes des
conocidas p o r nosotros.
Según que escojamos la primera o la segunda alterna
tivas, nos encontrarem os en el m undo de lo extraordinario
19
o en el m undo de lo maravilloso. Sólo si la duda perm ane
ce, si el texto es lo suficientemente am biguo para no per
m itir esta elección, sólo entonces estaremos plenam ente en
el reino de lo fantástico.
Este concepto no es nuevo. Se encuentra ya en el siglo
XIX, en Soloviov, y en el XX, en autores com o Pierre-Geor-
ges Castex, Louis Vax y, según T odorov, en R oger Cai
llois (A u cwur d u fa n ta stiq u e) .10 La definición implica,
entre otras cosas, que lo fantástico se ubica en relación con
los conceptos de real y de imaginario; y que tanto la fe co
mo la incredulidad destruyen a ese ser tan frágil que es lo
fantástico, pues nos llevan autom áticam ente al campo de
lo maravilloso o de lo extraordinario.
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todo lo que lo rodea, y sobre hechos fundamentales de la
vida, aparecen el cuento folklórico y el cuento de hadas,
poblados de personajes dotados de poderes relacionados
con las fuerzas de la naturaleza, precisamente aquellas que
son más misteriosas e incontrolables para el ser hum ano.
Es decir que, en esta primera etapa, surgen los textos que
vienen más directam ente de la evolución del m ito p ri
mitivo. Más tarde, cuando ha resuelto los problemas de la
m era supervivencia, el hom bre se p reg u n ta con m ayor
intensidad sobre lo que aún le es desconocido: aparecen
entonces los cuentos de lo sobrenatural y los cuentos fan
tásticos. En el siglo XX —todavía según Caillois— surge la
ciencia ficción, p ro d u cto directo de la era tecnológica,
pues una proporción im portante de las preguntas que se
hacen los seres hum anos en la época m oderna tiene que
ver con los adelantos de la tecnología y sus posibles aplica
ciones futuras.
Castex
Para Pierre-Georges Castex la evolución no es histórica, si
no que se trata de ciertos productos de categorías m enta
les, de ciertos estados de ánimo:
21
Y este género es, para Castex, producto del pensam ien
to a-lógico, hijo de los sueños, de las supersticiones, del
m iedo, del rem ordim iento, de la sobreexcitación nerviosa
o m ental, de los estados m órbidos, y se nutre de ilusiones,
terrores y delirios.
A un a riesgo de pecar de obviedad, glosemos un poco:
Castex ve en lo fantástico el resultado de lo irracional, de
actitudes y sentim ientos q u e escapan a nuestro control
directo. El suyo es el fantástico de los terrores nocturnos,
de los niños que tiemblan junto al fuego mientras una vieja
nodriza les relata alguna historia espantable, de los delirios
provocados por la fiebre y la locura. En otras palabras, se
refiere nada más que a una parte de la producción fantásti
ca, a lo que me atrevería a llamar (siguiendo a Caillois) el
fantástico más primitivo, el que más se acerca a los cuentos
infantiles y a las historias de aparecidos. Ahora bien, el fan
tástico que aquí veremos poco o nada tiene que ver con
fantasmas y aparecidos, con ogros y vampiros, que q u e
darán, en lo que a este estudio se refiere, clasificados entre
los temas de lo maravilloso.
¿Que todos los cuentos fantásticos escapan al dominio
de la razón? Basta con pensar en el ejemplo de Borges para
ver que esta afirmación es, cuando m enos, arriesgada.
El análisis de Propp
Vladimir Propp, al estudiar los cuentos folklóricos,12 no se
pregunta demasiado sobre su origen, sino que se preocupa
22
p o r clasificarlos a partir de las funciones de los personajes.
Partiendo de una situación inicial, Propp encuentra en el
cuento folklórico treinta y una funciones principales, cuyas
distintas combinaciones dan los diferentes tipos de cuen
tos. E n otras palabras, las variantes del cuento son los atri
butos de los personajes, pero sus funciones son elementos
invariables, que sirven com o puntos fijos que perm iten lle
gar a una clasificación.13
La clasificación que establece P ropp a partir de estas
premisas es tan clara, se ven tan lím pidamente los tipos de
funciones que ha encontrado, que resulta m uy tentador
intentar un análisis del mismo tipo para los cuentos fantás
ticos. Pero hay varias razones que lo hacen difícil. En pri
mer lugar, lo que Propp llama “cuentos fantásticos” son
cuentos folklóricos poblados de personajes sobrenaturales,
es decir, cuentos maravillosos. En segundo lugar, los cuen
tos fantásticos, p o r su misma naturaleza (no olvidemos que
no obedecen ni a las leyes del m undo conocido, ni a las
leyes de o tro m u n d o , sino que están en suspenso entre
los d o s), se resisten a este tipo de clasificación. C om o
veremos más adelante, el cuento fantástico presenta una
resistencia m uy especial al tipo de categorización que viene
de las funciones fijas de sus personajes. El cuento folklóri
co, tal com o lo demuestra Propp, está dirigido siempre a
un desenlace; el cuento fantástico, com o se verá, está diri-
23
gido casi siempre hacia la falta de desenlace.
Todorov
Tam bién T odorov, com o Caillois, ve una evolución histó
rica del cuento fantástico, pero no la explica, sino que se
pregunta p o r sus causas: lo fantástico, dice, aparece en el
siglo xviii , con C azotte; un siglo más tarde se encuentra
en los cuentos de Maupassant.
24
miento o la sustitución de ciertos temas o ciertos tratamien
tos. En vez de tom ar su lugar, el psicoanálisis más bien se
ha introducido en ellos, modificándolos en ciertos casos.15
Además, hay en el texto de T odorov algo que m e parece
una contradicción: todos los ejemplos que da de temas
“fantásticos” que habrían sido reemplazados p o r la litera
tura de inspiración psicoanalítica son casos de m anifes
taciones sobrenaturales, no dudosas sino explicables por
medio de leyes “otras” , diferentes de las nuestras. Pertene
cen, p o r lo tanto, a lo maravilloso.
25
Antes de pasar a ver cuáles son las características principa
les de esta literatura y los requisitos esenciales para que un
texto pueda ser considerado fantástico, veamos cóm o han
clasificado las producciones fantásticas los autores! citados.
Caillois advierte que las leyes fundamentales que rigen
la materia y la vida no llevan a un núm ero ilimitado de im
posibilidades evidentes. “Ahora bien, estas imposibilidades
flagrantes son las que piden una intervención fantástica y
que determ inan, p o r consiguiente, los tem as del g én e
ro ” .16 Las variantes de cada categoría son infinitas, pero las
propias categorías temáticas son bastante limitadas. A títu
lo de ejemplo, señala las siguientes:
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vidarlo , al m ás co n o cid o de to d o s los vam piros:
Dracula, de Bram Stoker.
g) La estatua, el m aniquí, la armadura, el autóm ata, que
se animan repentinam ente y cobran vida de manera
tem ible. Ejemplo: “La Vénus d ’Ille” , de M érimée.
Añadiré L ’Eve Future, de Villiers de l’Isle-Adam, y el
texto de Juan José Arreóla titulado “A nuncio” .
h) La maldición de un brujo, que da lugar a una enfer
m edad espantosa y sobrenatural. Ejemplo: Kipling.
i) La mujer fantasma, venida del más allá, seductora y
letal. Caillois da como ejemplo los cuentos chinos;
en M éxico, tenem os el conocido m ito de la Llorona
o Xtabay.
j) La inversión de los campos del sueño y de la reali
dad. Este tipo de cuentos, dice Caillois, es to d o lo
contrario de aquellos en que el lector es tranquiliza
do al final, al darse cuenta que sólo se trataba de una
pesadilla. Aquí se trata, p o r el contrario, de una pe
sadilla que de p ronto pasa a ser realidad, y de ahí
viene el horror que inspira. Según Caillois, este tema
es m uy poco frecuente; sin em bargo aparece repe
tidas veces en la literatura latinoamericana (“La n o
che boca arriba”, de Cortázar; “Las ruinas circulares” ,
de Borges, para no citar más que dos ejemplos).
k) El cuarto, el departam ento, el piso, la casa, la calle
borrados del espacio. Caillois no da ejemplos. Esto
ocurre, según recuerdo, en algún cuento de Las m il
y una noches.
1) La detención o la repetición del tiem po. A falta de
un ejemplo dado por Caillois, menciono “El milagro
secreto” , de Borges.
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Lo prim ero que se debe notar en cuanto a esta lista de
temas (que, según lo advierte el propio autor, es incom
pleta) es que, por lo menos en la forma en que los presenta
Caillois, la mayoría de ellos no son temas de relatos fantás
ticos, en el sentido que aquí se da a la palabra, sino que se
prestan más bien a un tratam iento maravilloso. A primera
vista, sólo e) y j) parecen prestarse a un tratam iento fantás
tico (y sería preferible llamarlos “motivos” y no “temas” ,
com o hace Caillois).
La lista de Caillois tiene también el defecto (visto por
Vax) de ser poco hom ogénea, de reunir en un mismo nivel
motivos y temas, y de hacer categorías diferentes con seres
que fácilmente podrían ser considerados com o meras va
riantes de un mismo motivo.
Por otra parte, Caillois opina que, puesto que el núm e
ro de temas fantásticos no es infinito, debería ser posible
hacer a priori una clasificación en la que entraran todos los
temas, tanto aquellos que ya han sido tratados com o los que
todavía no lo han sido. “Idea seductora, empresa no rea
lizab le” , dice V ax.17 ¿Por qué? T eó ricam en te, debería
ser posible realizar una tipología in abstracto, m ostrar,
sobre la base de una parte del Corpus, la estructuración ge
neral de los cuentos fantásticos. C om o sabem os,” ni en
literatura ni en ninguna otra disciplina es imprescindible
tener un conocim iento directo de la totalidad del corpus
para poder hablar de él. Si así fuera, todo trabajo científico
sería im posible, y toda clasificación se vería sujeta a ser
modificada por cualquier fenómeno nuevo que apareciera.
Ahora bien, com o lo dice Todorov, toda obra modifica el
28
conjunto de los posibles, pero, al mismo tiem po, lo que
im porta n o es la cantidad de las observaciones, sino la co
herencia lógica de la teoría.18
Por lo tan to , estoy de acuerdo con T odorov y Caillois
cuando postulan que una teoría del género fantástico debe
ser posible, aun sin tener delante de los ojos la totalidad
de la producción fantástica pasada, presente y futura.
N o es posible decir, p o r lo m enos en esta etapa, a qué
clase de tipologías se puede prestar el cuento fantástico.
Lo que sí podem os ver es que tal tipología hace falta. Por lo
p ronto, me propongo tratar de establecer, al m enos, una
categorización (no tengo la pretensión de llegar a una tipo
logía teórica perfecta, del tipo m encionado p o r Caillois),
tom ando en cuenta, por un lado, los procedim ientos uti
lizados y, por el otro, los temas o motivos tratados por los
autores.
Característicasgenerales de lofantástico
T em ática
29
tiene un sentido. Digamos, para abreviar, ámbitos, ob
jetos, personajes que parcialmente siguen manejándose
de acuerdo con normas universales y establecidas (lo
previsible) pero que proponen una fuga respecto de
tales normas (lo inasible).19
30
d búho, que se relaciona con las horas oscuras, más propi
cias al m iedo y a la creencia en seres extraños y m iste
riosos; otro más es el murciélago, o más específicamente el
vampiro, que tiene su temática propia en las viejas leyen
das. Estos animales, cuya existencia conocem os perfecta
m ente y que no podem os poner en duda, se prestan en
form a especial a la relación con lo sobrenatural, con el
miedo que éste inspira y con lo fantástico en general.
O tro ejemplo son las casas. Las hay de todos tipos, y las
menos frecuentes son las que provocan miedo. E n la li
teratura, una casa puede ser “h ab itad a” p o r fantasm as,
duendes y toda clase de seres sobrenaturales que infunden
pavor, pero también puede ser símbolo de seguridad, ca
lor, paz, en fin, de todo lo más radicalmente opuesto a la
inquietu d o al m iedo. ¿Cuándo preocupa un inmueble?
C uando, en una situación determ inada, parece estar pobla
d o p o r e n te s d e s c o n o c id o s y n o c o n o c ib le s ( “ C asa
tom ada” ), o cuando se observa en él alguna especie de
com portam iento poco acorde con su calidad normal de o b
jeto inmóvil (paredes que se mueven, puertas que se abren
solas, etcétera).
Los espejos no siempre son inquietantes, pero hay si
tuaciones en q ue, a veces, adquieren características que
“amenazan m iedo” : es bien sabido que los vampiros no se
reflejan en los espejos; un espejo puede servir de puerta
para pasar a un m undo diferente (Lewis Carroll, Tbroujjh
thc looking-glass) o de ventana a través de la cual se ve el
futuro (Agatha Christie, “In a glass darkly” ); y Borges ha
ce decir a uno de sus personajes que los espejos son abo
m inables p o rq u e multiplican el núm ero de los hom bres
(“T lon, U qbar, Orbis Tertius” ); y no podem os olvidar la
31
superstición, tan extendida, según la cual rom per un espe
jo atrae la mala suerte.
Ahora bien, sí es un hecho que ciertos objetos y seres
suelen encontrarse repetidam ente en situaciones fantás
ticas: la casa vieja o deshabitada, el g ato , el espejo, el
laberinto, el subterráneo (que a veces es un laberinto), los
cem enterios, los caminos solitarios y los bosques im pe
netrables tienen una larga tradición en los cuentos maravi
llosos, y tam bién en los fantásticos. Pero esos mismos seres
y objetos pueden tener un significado totalm ente inocente
e inocuo cuando aparecen en otras situaciones. H asta seres
tem ibles en su esencia, com o los fantasmas, pueden ser
desacralizados y perder toda connotación terrorífica (pién
sese, p o r ejemplo, en “El fantasma de Canterville” , de O s
car Wilde).
Pero por otro lado, de la misma manera en que no hay
un objeto exclusivamente fantástico, parece ser que tam
poco existe uno que no pueda serlo. Vemos intervenir en
la literatura fantástica los motivos más inesperados: un be
bé (Rosemary’s baby, de Ira Levin); un periódico, u n alfiler
y una rosa (“Tenga para que se entretenga”, de José Em i
lio P acheco); una m endiga de B udapest (“ L ejana” , de
Julio C ortázar); una enciclopedia (“T ló n , U q b ar, O rbis
T ertius” , de Jorge Luis Borges); u n formicario (“Bestia
rio” , de Julio C ortázar); una canción (“Vacaciones” , de
José D onoso); unos conejitos (“C arta a una señorita en
París” , de Julio Cortázar); un caballo (“Verano” , de C or
tázar). La lista sería interm inable; sirva esto a título de
ejemplo.21
32
“N o existe lo fantástico en potencia — dice Vax— , sólo
existe lo fantástico en acto. La actividad artística no destila
un concepto para extraer de él el horror que oculta, sino
que engendra ese horror al estilizar el m otivo” .22
Así pues, Vax confirma que n o existe lo fantástico en sí.
Ahora bien, lo fantástico, además de depender de u n tra
tam iento literario determ inado, está culturalm ente c o n
dicionado. Los motivos que pueden ser fantásticos varían
grandem ente según las culturas. En un pueblo en que, por
ejemplo; se acostum bra la conversación con los antepasa
dos, las almas de éstos se convierten en seres familiares, co
tidianos, y su aparición no puede dar lugar al sentim iento
de lo fantástico. “La polivalencia de los motivos es, pues,
producto de cultura, y la interrogación sobre dicha poli
valencia es fruto de la ilusión retrospectiva y del apego al
prejuicio del motivo que existe en sí y subsiste por sí” .23
La relación de lo fantástico con las obras, dice también
Vax, al no ser preexistente, al no encontrarse localizada
en algún repliegue del cerebro, depende, pues, de sus m a
nifestaciones empíricas, en las que se realiza y se define a la
vez. La relación de lo fantástico con las obras es, entonces,
em inentem ente dinámica, está en movimiento constante.
Pero es necesario ir más allá. H em os establecido que lo
fantástico no depende exclusivamente del m otivo, ni ex
clusivamente del tratamiento que se da al motivo o al tema.
¿De qué depende entonces? Lo fantástico se manifiesta en
33
una relación activa, dinámica, entre escritura y lectura, es
decir, entre el tratam iento dado al tem a y la intención con
que se lee la obra. El escritor es el que decide qué hacer
con el motivo. Según Vax, “no es el motivo lo que hace o
no hace a lo fantástico, sino que lo fantástico es lo que
acepta o no acepta organizar su universo alrededor de un
m otivo” .24 Hay en esta afirmación una contradicción apa
rente, pues parecería que Vax está diciendo que lo fantás
tico puede ser una cosa en sí, independientem ente de la
obra en que se manifiesta, es decir, que puede tener una
existencia independiente. N o debem os olvidar que quien
acepta o rechaza, en últim a instancia, que u n relato sea
fantástico, es el yo del lector; un hecho no puede im poner
se por la fuerza com o “ fantástico” a su conciencia si ésta
no lo considera com o tal. Prueba de ello es que algo ne
tam ente fantástico en nuestra cultura puede no serlo en
otra, sino ser percibido com o un acontecim iento perfecta
m ente normal. Si lo fantástico tuviera una existencia inde
pen d ien te no sería susceptible de un condicionam iento
cultural, no podría ser percibido o no, simplemente sería,
como un árbol o una casa.
Vax mismo se encarga de mostrar que su contradicción
no era más que una forma de hablar:
24 Ibid., p. 34.
34
ginal, que capta la conciencia afectiva del espectador
para darse una profundidad temporal.25
25 Ibid., p. 79.
26 T. Todorov, op. cit., p. 149.
27 Ibid., p. 46.
35
toria nos lleva a una conclusión sobre el origen de los fe
nóm enos q u e hem os presenciado, sobre su significado.
C ualquiera que sea la decisión q u e ad optem os, salimos
autom ática e inmediatam ente del campo de lo fantástico,
para entrar en el de lo maravilloso o de lo extraordinario.
Sin em bargo, hay algunos casos en que esto no sucede.
Tom em os un ejemplo: “Véra”, de Villiers de l’Isle-Adam.28
El final del cuento está dividido en dos etapas: a) la expli
c ació n “ ra c io n a l” (to d o viene d e la im a g in a c ió n del
personaje, es una ilusión o una alucinación suya); b) la ex
plicación sobrenatural (aparece la llave de la tum ba, en un
lugar d o n d e sólo la m uerta podría haberla llevado). El
resultado de este doble final es que el lector se encuentra
en la imposibilidad de elegir de inm ediato. N o puede sa
ber si la aparición final de la llave es otra ilusión; al mismo
tiem po, no está seguro de si lo que se le ha presentado co
mo una ilusión lo haya sido verdaderamente. Es decir, que
una solución anula autom áticam ente a la otra: si todo fue
ron ilusiones del personaje, entonces tam bién puede serlo
la llave; si la llave es verdadera, entonces lo acontecido an
tes de su aparición también lo es. D e ahí la dificultad para
decidir, que hace que, durante un m om ento al menos, per
manezcamos en la duda: lo fantástico triunfa entonces, y se
guirá triunfante mientras no optemos definitivamente por
una u otra solución,
Pero volvamos a lo fantástico como equilibrio inestable.
El concepto se encuentra apoyado por varios de los críti
cos que se han ocupado del asunto. Vax dice que lo fantás
36
tico es “un m om ento de crisis” .29 En efecto, lo fantástico
se manifiesta en el m om ento del desconcierto, de la duda,
en el m om ento en que el lector (o el personaje, com o diría
T odorov) no sabe qué decisión tom ar, por qué explicación
optar. Al decidirse, desaparece la duda y, con ella, lo fan
tástico. Por eso lo fantástico sólo puede darse en un m undo
que, como el nuestro, no tiene lugar para los prodigios y
las maravillas. Si éstos son posibles, entonces desaparece lo
fantástico, pues no queda nada imposible en la concepción
del m undo.
37
a lo maravilloso que a lo fantástico. Lo sobrenatural tiene
que ver con un m undo diferente del nuestro, con las reglas
de ese otro m undo, y suele obedecer a ellas. Lo sobrena
tural no es lo que desobedece a las reglas, sino lo que está
regido p o r otras normas.
31 Ib id ., p. 1 6 0 .
38
paralelo temporal: lo maravilloso, dice, corresponde a un fe
nóm eno desconocido, nunca antes visto, y por lo tanto, a
un fu tu ro ; lo extraño, lo inexplicable, se relaciona con h e
chos ya conocidos, con una experiencia previa, y p o r ende
con el pasado; lo fantástico, por su parte, está caracteriza
do po r una duda que, com o es evidente, sólo puede situar
se en el presente.32 Así, al igual que el tiem po presente, lo
fantástico sólo dura un instante, y es parte de su esencia el
no poder ser perm anente.
Es evidente que el misterio es esencial para que se pre
se n te el se n tim ie n to d e lo fa n tá stic o . E n e fe c to , sin
m isterio n o dud arem o s e n tre dos soluciones p osibles,
sin misterio sabemos desde el com ienzo la explicación del
fenóm eno. Es imposible que aparezcan, p o r lo ta n to , la
angustia, la inquietud o el m iedo, o siquiera el simple des
concierto. Aquí se hace patente un paralelismo entre el re
lato fantástico y la novela policiaca. Ambos plantean un
misterio, que es vital para su desarrollo y para su existen
cia misma. Pero mientras que la finalidad del género p o
liciaco es precisam ente desentrañar el misterio,
39
suficiente intensidad, y si la explicación es buena. Todo-
rov, p o r el contrario, niega term inantem ente la cualidad
de fantástico a lo que ya ha recibido una explicación. Ya he
dado antes las razones por las cuales me inclino a estar de
acuerdo con él. N aturalm ente que el examen del corpus es
el que habrá de confirmar o negar esta opinión.
Desenlace
Esta perm anencia del m isterio, característica del cuento
fantástico, tiene una secuela lógica inm ediata: los cuen
tos plenam ente fantásticos, al no tener solución del miste
rio, tampoco tienen, por lo general, un desenlace.
U n misterio pide su solución; un deseo, su satisfacción.
Son inestables por naturaleza. En la literatura policiaca, el
misterio se encamina desde el principio hacia su solución;
se presenta para ser resuelto. En el cuento folklórico, la
aventura del héroe está destinada, desde su concepción,
a un desenlace. El héroe tiene una tarea que cum plir, un
problem a que resolver; la cumple, lo resuelve, y realiza así
su función. En el cuento fantástico, en cam bio, sucede lo
contrario: el misterio está ahí para no ser resuelto, el héroe
no llega al final de su aventura, y el lector se quedará
(idealmente) en el suspenso para siempre.
Se puede decir que, en parte, la “fantasticidad” de un
cuento fantástico reside en la m edida en que carece de so
lución. M ientras más fuerte sea la incertidum bre del lector,
mientras más difícil le sea llegar a una solución, a una “lec
tura” de lo acontecido, mejor habrá cumplido su tarea el
escritor.
Se puede esquematizar lo que acabo de decir de la m a
nera siguiente:
40
LITERATURA POLICIACA
Y C U EN TO FO LKLÓ RICO
/ SIT U A C IÓ N
C U E N T O FANTÁSTICO í M ISTERIOSA
\ O IN Q U IE T A N T E
d e s a r r o llo SO L U C IÓ N = DESENLACE
( c u m p lim ie n to )
42
solución, el desenlace, el fin de la “aventura”, están fuera del
texto m ism o, se dejan a la imaginación del lector. El tex
to term ina, pero la historia sigue adelante. El destino de
los personajes folklóricos se encuentra inscrito dentro de pla
nes que obedecen a un determinismo independiente de su
voluntad; los personajes folklóricos tienen un destino pre
determ inado, y lo cumplen. El destino de los héroes fan
tásticos suele ser más libre, independiente a veces de la
propia voluntad del escritor: hay varios futuros posibles, y
el personaje puede ser dejado en relativa libertad p o r su
autor. Ejemplo de ello son “Casa tom ada” y “Lejana” , de
Cortázar. Incluso en aquellos casos en que sabemos con
certeza la suerte que corren los personajes, no tenem os
la clave del misterio; hemos visto la manifestación del fe
nóm eno fantástico, pero no conocem os ni sus causas, ni
las leyes a que obedece (o deja de obedecer).
Volviendo a la diferencia entre final y desenlace, lo que
ocurre con frecuencia es que el cuento fantástico no term i
na; se interrum pe, y el enigma no se resuelve. El cuento
fantástico puede ser considerado, desde este pun to de vis
ta, com o un género altamente frustrante para el lector ávi
do de respuestas: al llegar al final del texto, se da cuenta de
que ha sido engañado, y que la respuesta no existe. N o es
tá en el texto. Cualquier solución a la que llegue el lector
será exclusivamente p o r su cuenta y riesgo.
43
ño, desusado, que viene a convertir el orden en caos. El
orden, fuerza activa, trata de asimilar ese desorden, de ha
cerlo seguir alguno de los caminos establecidos. C uando
lo logra, quedamos en el terreno de lo extraordinario o de lo
maravilloso. Si no lo logra, triunfa el caos, y estamos en el
reino de lo fantástico.
Lo fantástico, para ser fantástico, necesita violar las
reglas del m undo. De ahí que lo maravilloso no puede ser
fantástico:
44
com o le dijo el lobo a Caperucita, “para com erte m ejor” :
la destrucción de estas premisas y reglas de lo real cotidia
no se vuelve más ruda, más brusca, constituye una terrible
agresión a nuestra seguridad. El mecanismo esencial de lo
fantástico, dice Caillois, es “lo que no puede ocurrir y que,
sin em bargo, se produce, en un p u n to y en u n instante
precisos, en el corazón de un universo perfectam ente mar
cado y del cual se pensaba que el misterio estaba proscrito
para siempre” .36
Por Jo tanto, la aparición de lo fantástico significa nece
sariam ente una violación de las reglas, una transgresión.
Las diferentes formas y modalidades que ésta puede adop
tar sólo podrán verse después del análisis de los textos. Sin
em bargo, me parece interesante reproducir aquí los dife
rentes tipos de transgresión que propone W itold Ostrows-
ki, en u n artículo citado por Todorov.37
Personajes
1 2 6
(materia + conciencia) 5 causalidad 8
m undo de los objetos en acción en el tiempo
regida 7
3 4 por y / o metas
materia + espacio
36 Ibid., p. 11.
37 Witold Ostrowski, “The fantastic and the realistic in literature,
suggestions on how to define and analyse fantastic fiction”, en Zagad-
nenia rodzajow literackich, IX (1966), 1 (16), 54-71. (A pud T. Todorov,
op. cit., p. 108.)
45
Para Ostrowski, dice Todorov, “los temas de lo fantás
tico se definen por ser, cada uno de ellos, la transgresión
de uno o varios de los ocho elementos constitutivos de es
te esquem a” .38
46
convertirse, emocionalmente, en actor, en participante.39
Y sólo con esta participación es com o el texto fantástico
podrá funcionar.
47
naturales (o, por lo m enos, los motivos sobrenaturales da
dos p o r seguros). La gama de emociones cambia entonces
significativamente. Es cierto que muchas veces lo fantásti
co inspira m iedo, pero hay toda una serie de otras em ocio
nes que le son igualm ente afines: basta con que suscite en
el lector un sentim iento de extrañeza, de inquietud, que
puede o no llegar al tem or. La extrañeza que nos lleva has
ta los um brales del m iedo, pero que no llega a penetrar en
él, es quizá más fantástica que la que llega francamente al
terror. La inquietud, la extrañeza, la angustia, son fantásti
cas; ni el terror ni la tranquilidad lo son. El texto en que la
inquietud llega hasta el m iedo ya va más allá de la duda
necesaria para q u e conserve su carácter de fantástico.
Igualm ente, y con la misma claridad, el texto que no pro
voca ninguna inquietud en el lector dificilmente puede ser
un texto fantástico.
41 Ibid., p. 125.
48
un paso hada atrás, es evidente lo acertado de su expresión.
Lo fantástico no es algo que nos haga sentir claram ente
mal ni claramente bien. Es un sentimiento am biguo, agri
dulce, me atrevería a decir, que nos provoca cierta incom o
didad muy difícil de definir con precisión. Las emociones
fuertes y claras son enemigas de lo fantástico, com o lo son
los espectros de aparición asegurada.
49
sino una obra literaria y, com o dice Borges, “en el arte no
hay ni creencia ni incredulidad” .43 Lo que im porta al lec
to r es si el texto funciona, si fluye adecuadam ente, si consi
gue despertar en él ciertas emociones.
Para ello es necesario, claro, que ponga algo de su par
te. Esto no significa que deba creer en la posibilidad de lo
sobrenatural, sino to d o lo contrario:
50
queda m ucho que decir. Es, en efecto, indispensable esa
suspensión voluntaria de la incredulidad, que vuelve al lec
to r susceptible a las emociones provocadas por el texto. Es
evidente que si nos acercamos al texto fantástico con la in
tención de leerlo com o si fuera un reportaje, una nota p e
riodística o histórica, no hará mella en nuestra conciencia.
El incrédulo terminará haciendo a un lado el libro, con
impaciencia, y buscando algo que satisfaga m ejor su cu
riosidad y su sed de datos precisos. N o. Para leer literatura
fantástiaa, sabemos, debem os saber, que nos encontram os
ante una obra de ficción, y la tom am os com o tal.
En cuanto a nuestras creencias racionales, n o se ven
com prom etidas en esta aventura. C om o dice Caillois, in
cluso es necesario que el autor no crea demasiado en sus
invenciones. D e lo contrario, la ficción se vería convertida
en texto encam inado a hacer prosélitos. El texto fantás
tico, al desviarse de su intención primera de provocar una
em oción, no una creencia, perdería entonces su efectividad
y fallaría.
Efectividad. Esa es una palabra clave para la literatura
fantástica. Todo el objeto de esta literatura es producir un
efecto determ inado en el lector. Si no lo logra, sim ple
m ente no es literatura fantástica. Y para ello es m uy im por
tante la forma de lectura. Com o dice T odorov, toda obra
contiene una indicación en cuanto al tiem po de su percep
ción, y el relato fantástico, más que cualquier o tro, depen
de del proceso de enunciación y del tiempo de la lectura.
U na de las características prim ordiales de ese tiem po es
que, por convención, es irreversible. El orden de la lectura
es primordial para el texto fantástico. Si conocem os desde
el principio el final de un relato fantástico, pierde inm edia
51
tam ente toda su fuerza, pues el lector ya no puede seguir
paso a paso el proceso de identificación. D e ahí que la pri
mera y la segunda lectura de un texto fantástico sean ra
dicalmente diferentes. “D e hecho, en la segunda lectura, la
identificación ya no es posible; la lectura se convierte ine
vitablemente en metalectura: se detectan los procedim ien
tos de lo fantástico en vez de sentir sus encantos” .46
Y en el m om ento en que uno se pone a buscar los pro
cedim ientos, se produce una separación inevitable frente al
texto. El lector ya no participa, ya no com-padece: analiza.
Y este análisis destruye irremediablem ente la em oción fan
tástica. Sin identificación no hay com-pasión; el texto res
bala por la epidermis del lector, no lo toca, no hay efecto
fantástico.
A esta separación se debe, tam bién, que la risa destruya
lo fantástico. Lo insólito puede dar lugar a lo cómico o a lo
fantástico, pero no a las dos cosas a la vez. Al igual que el
héroe fantástico, dice Vax, el personaje cómico es un solita
rio.47 ¿De dónde viene la diferencia entre los dos? Lo que
pasa es que el que ríe no se coloca en el mismo nivel que el
personaje ridículo. El lector de un relato fantástico, en
cambio, debe participar en cierta forma en la aventura del hé
roe, no puede estar com pletam ente separado de él. “El
que ríe está libre, el am ante de lo fantástico se siente he
chizado” .48 Reír de un cuento fantástico es negarse a la
identificación con los personajes; equivale, entonces, a ne
garse a lo fantástico, a no entrar en el juego.
52
La angustia que provoca lo fantástico, para que pueda
sentirse, necesita de parte del lector una determ inación de
no defenderse, de dejarse invadir. El lector se vacía de sus
defensas y llega al texto con una predisposición a su favor,
listo a sentir la angustia o el desconcierto de los persona
jes. Es necesaria, diría más, indispensable, una especie de
empatia con el texto. Esta percepción del lector (implícito)
está inscrita de cierta manera en el texto, y le es tan nece
saria com o la actuación de los personajes.49
Tam bién es fundam ental, en este juego lector-texto, la
participación de un tercer elemento: el narrador. En efec
to , de la manera en que éste se com prom ete con el texto,
de la manera tranquila o angustiada, objetiva o subjetiva, de
mera observación o com o participante directo, en que el
n a rra d o r relata los aco n tecim ien to s d e p e n d e , en gran
m edida, la atmósfera del cuento. A veces es necesario el
tono objetivo, no com prom etido, para hacernos ver lo in
q u ieta n te de cierto hecho o de cierta situación. O tras
veces, en cambio, es la emoción del narrador la que se con
tagia al lecto r y lo hace participar en el desarrollo del
relato. La posición del narrador puede com prom eter o no
a los personajes. H ay veces que los personajes tienen con
ciencia de la extrañeza de lo que los rodea. En otras oca
siones, los personajes no se percatan de que lo que ocurre
sea algo fuera de lo com ún, sino que lo tom an con la m a
yor naturalidad del m undo (piénsese, p o r ejem plo, en la
tranquilidad con que el personaje de “Las ruinas circu
lares” se enfrenta a su tarea). En otras ocasiones, no son
los hechos mismos los que provocan la sensación de extra-
53
ñeza en el lector, sino la reacción de los personajes frente a
esos hechos. Esto ocurre en “ Casa tom ada” , en que lo
extraño, la invasión, llega al lector sólo por m edio del per
sonaje-narrador, cuyas reacciones son lo más extraño de
todo.
El entrar en el juego del cuento fantástico no com pro
mete de manera alguna las creencias del lector. Es indiferen
te si éste cree o no en fantasmas, si para él lo sobrenatural
es algo que tiene cabida en el m undo de lo cotidiano, con
tal de que llegue al texto fantástico con una actitud abierta:
que esté dispuesto a tom ar el texto com o una obra de fic
ción (es decir, una obra cuya relación con la realidad es
muy especial), y que esté dispuesto a participar en el juego
que el texto le propone.
El lenguaje
54
fantástica. Lo fantástico, p o r su naturaleza misma, exige la
ficción. Y exige tam bién el sentido literal, que no es el de
la poesía.51 El texto fantástico pertenece al tipo de textos
que deben ser leídos en sentido literal. El lenguaje del tex
to fantástico debe ser tom ado en cuenta en su valor aparen
te, en su valor de representación; una lectura poética fal
searía com pletam ente su intención. En poesía, las palabras
no tienen su valor representativo escueto. E n buena parte
de la poesía m oderna, incluso, las palabras más bien deben
ser tom adas com o una secuencia de sonidos, haciendo par
cialmente a un lado su significado evidente o aparente.
H ay que tener cuidado con la interpretación que se da
al térm ino “am bigüedad” cuando se habla de literatura
fantástica. La am bigüedad fantástica no se refiere al len
guaje con que está escrito el texto, sino a las situaciones o
los fenóm enos que se presentan. Incluso se puede decir
que un lenguaje am biguo destruiría lo fantástico, pues al
tener más de una posibilidad de interpretación podría no
aparecer el sentimiento de inquietud o de duda; depende
ría de la lectura que se eligiera para ese texto.
Es evidente que lo mismo ocurre en el caso del lenguaje
alegórico. En la alegoría las palabras tien en , p o r defi
nición, significado en diferentes niveles. U na cosa es lo
que se dice y otra aquello a lo que se quiere aludir con
lo que se dice. Esta duplicidad, como en el caso del len
guaje poético en general, es destructora de lo fantástico.
55
Tam poco se pueden tom ar las palabras en sentido m e
tafórico. U n solo ejemplo para apoyar esto: cuando Lorca,
en las Canciones, habla del “viento, galán de torres” , obvia
m ente no utiliza las palabras con su valor de represen
tación. Pero si este texto fuera fantástico y no poético, el
escritor se estaría refiriendo muy concretam ente a un vien
to especial, que acostumbrara literalmente galantear á las
muchachas. Es frecuente que, en la literatura fantástica, la
situación extraña venga precisam ente de una m etáfora
entendida en sentido literal.
Claro que todo lo anterior no debe tomarse en sentido
estricto, en térm inos absolutos. H abrá más de un caso en
que sea posible una lectura poética, o alegórica, de un tex
to determ inado; habrá, incluso, textos que deben ser leídos
parcialmente como alegoría y parcialmente tom ándolos en
sentido literal. Hay textos en los que no se está del todo se
guro si la intención es alegórica o no. Pero, cuando parece
evidente que la intención primera del autor fue escribir un
texto fantástico, éste será el sentido que aceptaremos, ha
ciendo a un lado, para los fines de este trabajo, su posible
valor alegórico o metafórico.
56
sible plantear, en este m om ento, cuáles son los requisitos
esenciales a los que debe conformarse un texto para poder
ser considerado como fantástico.
Fantástico y realidad
Para que el efecto fantástico haga mella en el espíritu del
lector, es necesario que, desde el principio, el texto se sitúe
dentro de la realidad. Obviam ente que al decir “realidad”
no m e refiero a que el cuento fantástico deba ser realista.52
Lo que significa “realidad” en este contexto es que el rela
to fantástico debe ubicarse dentro del m undo p o r todos
co n o cid o , d e n tro del m u n d o de to d o s los días. E n el
cuento fantástico, a diferencia de lo que ocurre en el cuen
to maravilloso, hay m ultitud de elementos tom ados de la
realidad. El acontecimiento fantástico se contrapone a la vi
da cotidiana, “norm al” . Si no fuera así, no tendría esa ca
lidad especial que le confiere la característica de extraño,
de inquietante. El cuento fantástico está precisam ente ba
sado en la realidad para poder contrastarse m ejor frente a
ella. La función de la realidad en el relato fantástico es al
go así com o la de u n telón de fondo, pero u n telón de
fondo absolutam ente esencial para que el elem ento fantás
tico cumpla su función de perturbador del orden. El orden
está representado precisamente p o r la vida real, y a ella se
opone, a ella agrede el cuento fantástico.
57
[...] una de las características fundamentales de este ti
po de ficción [es] el establecer rigurosamente lo real,
como premisa básica donde irrumpe lo insólito que
fracturando la lógica tradicional establece la dimensión
imaginaria que analizamos La invención fantástica, para
serlo, debe plantearse dentro de un cuadro causal espe
cífico, para permitir la apertura que proyecta un acon
tecimiento sorpresivo que no se condiciona por las le
yes ordinarias de la existencia.53
58
preserve su coherencia interna, que conserve su con
gruencia particular. Si, dentro del m undo que p re
senta el texto, aparece una ruptura de esa congruen
cia lógica, aparece lo fantástico. N i el m undo de los
cuentos de hadas ni el de la ciencia ficción obedecen
a las reglas de la realidad real. Sin em bargo, tienen
sus propias reglas, a las que les es preciso obedecer.
El m ago M erlín y los dragones son reales y c o n
gruentes en el m undo de los cuentos bretones, pero
no lo son en el m undo, igualmente maravilloso, de
ciertos cuentos de Lovecraft.
59
es el fantasma que aparece en la cocina de un departam en
to urbano o en la cabina de un jet-, cuando lo hace (fuera
de los casos en que se trata de un fantasma “hum orísti
co” ), su presencia resulta profundam ente inquietante.
Ambigüedad
Después de todo lo dicho sobre la duda, no puede sor
prender a nadie el que afirme que la am bigüedad es uno
de los requisitos de lo fantástico.
Provocar inquietud en el espíritu del lector es, com o lo
hem os v isto, una de las finalidades fu ndam entales del
cu en to fantástico. E sta in q u ie tu d es p rovocada p o r la
duda, producto de la ambigüedad, formal o temática.
La duda, la vacilación, está representada en el texto, pe
ro puede producirse ya sea en la m ente de uno o varios
personajes, ya sea en la m ente del lector. N o es necesario
que los personajes duden; ellos pueden estar perfectam en
te seguros sobre los fenómenos que se presentan, sobre su
naturaleza o sus orígenes; incluso pueden n o p reg u n tar
se sobre éstos, sino aceptarlos com o algo fatal o irrem edia
ble. Basta con que la duda esté presente en la m ente del
lector (implícito o real, com o diría T odorov).55
Ahora bien, ¿cómo surge la duda? En la mayoría de los
casos es producto de la am bigüedad del texto, am bigüe
dad que m e parece, a priori, necesaria para que surja el
sentim iento de lo fantástico. Louis Vax, en cam bio, no lo
60
cree así: “La am bigüedad, que no es la condición suficiente
de lo insólito, tam poco es su condición necesaria” .56 M e
atrevo a pensar que, en este caso, Vax es víctima de una
confusión. Dice, en apoyo de su afirmación, que el animal
en q u e se ve co n v ertid o el p ro ta g o n ista d e L a m e ta
morfosis, de Kafka, es perfectam ente claro y nítido. N o hay
duda al respecto, pero Vax tom a el fenóm eno fantástico
com o único lugar posible de aparición de la am bigüedad,
cuando ésta puede presentarse en el fenóm eno, en sus cau
sas, o sim plem ente en el m odo de contar. T am bién los
conejitos de “Carta a una señorita en París” son perfecta
m ente nítidos, pero las razones de su aparición, en un hom
bre aparentem ente normal, con un trabajo normal, en una
ciudad norm al, no lo son. Ahí es donde entra a funcionar
la ambigüedad.
La am bigüedad es, en to n ces, una característica que
puede presentarse casi en cualquier parte del texto (salvo
en la significación de las palabras). Puede referirse a un fe
nóm eno, a una situación, o puede estar presente en el m o
do de presentarlos, o en la reacción de los personajes frente
al hecho extraño, o en la reacción del lector frente al texto.
La manera en que se logra es otro de los temas de esta in
vestigación. En palabras de Vax,
61
que se refiere a la historia entera. Quiero decir, al
monstruo entero.57
62
al mismo tiempo dicha explicación está totalmente
privada de probabilidad interna. Todos los detalles par
ticulares deben tener un carácter cotidiano, pero consi
derados en su conjunto deben indicar una causalidad
otra.®8
Fantástico y verosímil
El problem a de la verosimilitud está relacionado con el de
la realidad. Se podría decir, a primera vista, que en el rela
to hay dos tipos de verosimilitud:
63
do p o r el relato fantástico es em inentem ente verosí
mil. Lo que no lo es, y no puede serlo, es la situación
o el hecho fantástico que aparece en este m undo.
En lo que se refiere al hecho fantástico, la cues
tión de la verosimilitud no tiene cabida. Pero dentro
de la situación fantástica es donde se presenta el se
gundo tipo de verosimilitud.
b) Interna, es decir, la que responde a la lógica propia
del relato. D entro del análisis del relato fantástico,
este verosímil interno constituye una especie de pie
dra de to q u e : el cu e n to debe co n fo rm arse a sus
propias reglas, a su lógica autodeterm inada. La con
gruencia de un cuento fantástico no depende de si
se conform a o no a la realidad, sino de su conform i
dad con sus propias reglas, las reglas del m undo que
aparece en el relato. “Verosimilitud” , en este caso, es
algo m uy em parentado con la clásica “ u n idad de
género” .59
64
y lo imaginario inverosímil.60 Para él, el único tipo en el
cual “parece fundarse” la literatura fantástica es el últim o,
es decir, lo imaginario inverosímil. Esto me parece un tan
to arriesgado, pues, com o creo que se verá con el análisis
de los textos, m uchas veces lo real inverosímil tam bién
puede llevarnos al sentim iento de lo fantástico.
60 Ibid., p. 154.
65
Jorge Luis Borges
Para socavar nuestra creencia en un existir concreto, Borges
ataca los conceptos fundamentales en que se basa la seguri
dad del propio vivir: el universo, la personalidad y el tiempo.
El universo se convierte en un caos sin sentido, abandonado
al azar o regido por dioses inhumanos, o quizás en un cos
mos de clave secreta que nunca alcanzaremos. La persona
lidad se disuelve en el panteísmo; los juegos desintegran el
tiempo o prometen engañosamente la eternidad. Además
sentimos la constante presencia del infinito que disminuye y
agobia, o vemos desaparecer la materia en reflejos, sueños
y simulacros al hilo de la filosofía idealista o de ideas religio
sas y legendarias que la anulan.
69
Borges asume precisam ente las formas que la convierten
en fantástica.
Borges, quien ha dicho que “ni siquiera sabemos con
certidum bre si el universo es un espécimen de literatura fan
tástica o de realismo” ,1 es, como se podría esperar, un es
critor en cuya obra lo fantástico asoma constantem ente, ya
sea para quedarse, ya sea como un recordatorio de que en
este m undo nada es seguro y, por lo tan to , to do puede
ocurrir. Lo im probable, lo increíble y lo claramente im
posible se dan cita en sus páginas, com o motivo básico o
como destellos fugaces, desarrollados en una temática que
m uestra con frecuencia su preocupación metafísica. Crea
en sus cuentos
70
los elementos que los integran, los específicamente fantás
ticos, cuáles son los tratam ientos que el autor da a ciertos
temas para que, dentro de u n texto particular, funcionen
com o fantásticos. Alguna vez m e referiré a un cuento que,
aunque para el autor es definitivamente fantástico (y así lo
ha dicho), de acuerdo con la exposición del capítulo “Lo
fantástico” pertenece más bien al campo de lo maravilloso
o de lo extraordinario. Al analizar los cu en to s, a veces
m encionaré otros del mismo autor, no fantásticos, pero en
los cuales aparece el mismo tem a o el mismo procedim ien
to que se ve en el cuento analizado. M i intención al hacer
esto es m ostrar, p o r contraste, cóm o un mismo elem ento,
de acuerdo con el tratam iento que se le dé, puede ser fan
tástico o no.
71
dota que da p retexto al relato, y to d o el desarrollo del
m undo ficticio que descubre el narrador.3 En cuanto a la
anécdota, el autor se preocupa p o r darle todos los visos de
la realidad real: minuciosamente acumula los detalles que
anclan el cuento dentro de la vida cotidiana. Es preciso el
lugar de la reunión, “una quinta de la calle G aona, en Ra
mos M ejía” ,4 lo son tam bién varios de los personajes: el
propio Borges, su amigo Bioy Casares, etcétera.5
Los detalles referentes a Buenos Aires son precisos y
exactos, así com o las referencias a artículos o correspon
dencia de g en te tan real com o Alfonso Reyes o P edro
H enríquez U reña a propósito de Tlón y U qbar. Esta situa
ción d entro de lo cotidiano, d entro de lo real com pro
bable, hace que la irrupción de lo irreal sea más dura, más
sorprendente, más amenazante para nuestra vida. Lo que
ocurre en el cuento no es verosímil, pero sí resulta convin
cente, tanto así que inquieta sin lugar a dudas.6
Por lo que se refiere al segundo nivel narrativo, el del
m u n d o de T ló n , Borges crea en él una realidad “ o tra ”
72
(que desde el principio se va entrem ezclando con la reali
dad real), tanto en el nivel de las ideas com o en el de las
leyes físicas. T lón es algo así com o el m undo al revés,7
donde sólo las ideas tienen existencia concreta; los objetos
están subordinados al pensam iento. Y además, “el m undo
para ellos no es un concurso de objetos en el espacio; es
una serie heterogénea de actos independientes. Es suce
sivo, tem poral, no espacial” .8 Se invierten las leyes de la
causalidad, así com o el tiem po y el espacio que conoce
mos: “no conciben que lo espacial perdure en el tiem po” .9
Según los filósofos de T lón, el pasado no existe ( “ya en las
memorias un pasado ficticio ocupa el sitio de o tro , del que
nada sabem os con certidum bre —ni siquiera que es fal
so” ), o bien todo el tiem po es pasado: “O tra escuela decla
ra que ha transcurrido ya todo el tiempo y que nuestra vida
es apenas el recuerdo o reflejo crepuscular, y sin duda fal
seado y m utilado, de un proceso irrecuperable” .10
73
La causalidad es diferente de la que conocem os; sirva
de ilustración para ello el cuento de las nueve m onedas
que se relata en el texto.11 A los filósofos de Tlón les pare
ce una herejía inferir una continuidad entre las monedas
perdidas un día y encontradas al día siguiente: no hay ra
zón alguna para pensar que puedan ser las mismas. D e la
misma manera y siguiendo la misma línea de pensam iento,
los objetos prácticam ente no tienen existencia in d epen
diente. Pueden ser causados p o r el pensam iento, com o
ocurre con los hronir, objetos hechos por el pensam iento,
a partir de una idea, y que sirven de base objetiva a la in
vestigación científica: “La metódica elaboración de hronir
(dice el O nceno Tom o) ha prestado servicios prodigiosos
a los arqueólogos” .12 El hrón, sin em bargo, sí presenta una
74
especie de continuidad, pues se puede crear un hron deri
vado de otro hron, lo cual da lugar a generaciones sucesivas
de hronir, que presentan curiosas modificaciones.13
Claro que, desde el punto de vista expuesto en el capí
tulo “Lo fantástico” , este cuento no sería propiam ente
fantástico, puesto que el m undo de Tlón no se presenta
como una experiencia real, sino com o una fabricación u r
dida por los hom bres, una mera ficción ideal. Borges lo
confirma cuando dice: “Tlón será un laberinto, pero es un
laberinto urdido por hom bres, un laberinto destinado a
que lo descifren los h o m b res” .14 El m o m en to en que
“T lón, U qbar, Orbis T ertius” entra de lleno en los d o
minios de lo fantástico es con la posdata. Esta lleva fecha
de 1947, lo cual significa una ruptura tem poral, pues el
cuen to fue publicado en 1940 (la posdata m enciona la
primera edición del cuento com o una edición pasada). En
esta n ota final se “aclara” el misterio de Tlon: fue conce
bido (primero como país, y luego, a medida que la idea se
fiie ampliando, como planeta) por una sociedad secreta fun
dada en el siglo XVII y que continúa hasta el xx. Después
de haber “tranquilizado” así al lector, Borges deja una se
rie de hechos inexplicables (y que n o intenta explicar):
75
trata de un olvido aparente, que forma parte de una
bien urdida trama de incertidum bres, cuidadosam en
te fabricadas con la intención de no disipar la duda
en la m ente del lector.
b) La única mención de U qbar es dejada en el aire, y
nunca se retom a después.
c) N o se explica la aparición de dos objetos que parecen
m aterializarse a partir del m u n d o ideal: la brújula
con una inscripción en uno de los alfabetos de Tlón,
el cono de m etal pesadísim o, “ que no es de este
m u n d o ” ,15 y que es imagen de la divinidad en una
de las religiones de Tlón.
d) La cuidadosa explicación “ histórica” de la posdata
(docum entada con nombres y fechas precisos, como
ya hem os visto que suele hacer Borges) se ve contra
dicha p o r el final del tex to , que parece p o n e r en
duda la validez de esa explicación: “Si nuestras previ
siones no erran [ í / c], de aquí cien años alguien des
cubrirá los cien tom os de la Segunda Enciclopedia
de T lón. Entonces desaparecerán del planeta el in
glés y el francés y el mero español. El m undo será
T lón” .16
15 Ibid., p. 32.
16 Ibid., p. 34.
17 A. M. Barrenechea, La expresión de la irrealidad en la obra de Jor
ge Luis Borges, p. 34.
76
Tal afirm ación vale no sólo para “T lo n ” sino, com o lo
veremos, para varios cuentos más, como “El milagro secre
to ” , “El Zahir” , “El Aleph” o “El jardín de senderos que
se bifurcan” . El propio B orges, hablando co n R ichard
Burgin, ha dicho que muchos de sus cuentos son com o
esas muñecas rusas que se abren para revelar en su interior
la presencia de otra m uñeca, dentro de la cual hay otra, y
otra más... Esta multiplicación de los niveles de lo fantás
tico es a veces la estructura básica de algunos cuentos:
dentro0de un cuento que puede ser no fantástico en sí se
relata el argum ento de otro que, si se escribiera, definitiva
m ente sería un cuento fantástico. “T lo n ” es un ejemplo
claro de esto: tom ando en cuenta que se admite que Tlon
es una ficción, que no forma parte de la realidad real, no
cumple con uno de los requisitos que parecen ser esencia
les para la aparición de lo fantástico. T lon tiene sus leyes
propias, sus reglas, su causalidad especial (la producción de
hronir, por ejemplo, es perfectam ente factible y es normal
dentro de ese m undo); Tlon, para sí mismo, dentro de sus
normas y sus ordenam ientos propios, no es fantástico. Lo
es cuando penetra en nuestro universo. C uando aparecen
los objetos provenientes de Tlon, parece haber una filtra
ción de un m undo al otro. Borges se las arregla para que,
aun en esos casos, el lector no pueda estar com pletam ente
seguro , para que subsista un fuerte elem ento de duda.
Com o lo ha hecho ver N oé Jitrik, “T lo n ” es la historia de
una búsqueda múltiple, una investigación cuyos resultados
no llegan a saberse:
77
ginas que hablan anómalamente de Uqbar, cómo se
programó y qué contiene la Enciclopedia de Tlón y có
mo ese mundo concebido por hombres pega un salto
hacia el nuestro (por cierto que en esta última etapa
la investigación cede el paso al enigma, cuyo brillo
aumenta).18
78
— La identidad del protagonista es un misterio. Nadie
lo ve llegar; todo lo que de él se sabe es que viene de
una de “las infinitas aldeas que están aguas arriba” .20
— Igualm ente indefinidos son el tiem po y el lugar. N o
se sabe de qué época es el tem plo, que “tuvo alguna
vez el color del fuego y ahora el de la ceniza” ,21 y ha
sido destrozado por “los incendios antiguos” .22 N o
sabemos ni dónde ni cuándo ocurre la historia; de lo
que se nos dice se desprende que es en alguna parte
de'la antigua Persia, y en una época rem ota, pero eso
es todo.
79
to circular que corona un tigre o caballo de piedra [...]” 2S
La extraña empresa que se propone acom eter el p ro
tagonista “ no era im posible, aunque sí sobrenatural” .26
Q uiere “soñar un hom bre. Q uería soñarlo con integridad
minuciosa e im ponerlo a la realidad” .27 Paradójicamente,
la descripción de esta tarea de sombras, de esta fabrica
ción, por m edio de lo inasible, de algo que se quiere con
creto y tangible, se realiza con esa “integridad minuciosa”
que falta en la descripción de los hechos y los objetos de la
vigilia. H ay orden y sistema en la serie de sueños, una lógi
ca interna casi férrea, que se desprecia en el m undo del día
(donde se adm ite, por ejemplo, que pueda haber una em
presa “n o im posible, pero sí sobrenatural” ). El hom bre
sueña prim ero un grupo de jóvenes; de entre ellos selec
ciona cuidadosam ente al que habrá de formar, al que hará
real e independiente de su imaginación, al que será su hijo.
C uando el sueño se desvanece y parece escapar a su con
tro l, el hom bre acude al antiguo dios del tem p lo , que
accede a su petición. Entonces, poco a poco, cuidadosa y
prolijam ente, durante más de un año, va soñando y crean
do noche tras noche al nuevo ser, al hijo del cual nadie, ni
siquiera él mismo, deberá saber que no es real, que es un
soñado. Sólo lo sabrán el dios, el fuego y su creador. T er
m inada su labor, el hom bre despide al hijo, lo manda le
jos, resuelto a que nunca sufra la humillación de saber que
no tiene existencia material, que es el p ro d u cto de una
80
idea. C uando, más tarde, se incendia el tem plo donde vive
el soñado, el soñador (que sabe que las llamas no pueden
tocar a ese ser material de origen inmaterial) tem e que se
dé cuenta de su naturaleza, y sufre desde lejos p o r el sufri
m iento del hijo. En ese m om ento nota que él mismo está
entre llamas, pero el fuego no lo toca: “Con alivio, con
hum illación, con terror, com prendió que él tam bién era
una apariencia, que otro estaba soñándolo” .28
El tem a de los sueños es recurrente en los cuentos de
Borges.29
28 Ibid., p. 64.
29 En la Antología de la literatura fantástica, publicada en el mismo
año que “ Las ruinas circulares” (1940), aparece u n fragmento del Libro
de Chuang Tzu: “ Chuang Tzu soñó que era una mariposa. Al despertar
ignoraba si era Tzu que había soñado que era una mariposa o si era tina
mariposa que estaba soñando que era Tzu” (J. L. Borges et al., Antolo
g ía de la literatura fantástica, p. 240). Y Borges insiste en la historia de
Chuang Tzu en la “Nueva refutación del tiempo” . (Cf. Otras inquisi
ciones, pp. 236-237.)
30 E. R. Monegal, op. cit., p. 96.
81
una de las modalidades del tem a del sueño en Borges. El
soñador y el soñado aparecen varias veces, en distintos ni
veles. En “Everything and nothing” , p o r ejemplo, no sólo
el hom bre es producto de un sueño, sino que se sugiere
que Dios mismo es u n ser soñado (¿por quién?), que a su
vez es soñador: “La voz de Dios le contestó desde un to r
bellino: ‘Yo tam poco soy; yo soñé el m undo com o tú so
ñaste tu obra, mi Shakespeare, y entre las formas de mi
sueño estás tú , que com o yo eres m uchos y nadie’” .31 E n
uno de los cuentos de E l libro de arena, “El o tro ” , Borges
y su otro yo saben que por lo menos uno de los dos es un
soñado. En “La espera” hay un intento (fallido) de dom i
nar la realidad incluyéndola dentro de un sueño:
Con una seña les pidió que esperaran y se dio vuelta con
tra la pared, como si retomara el sueño. ¿Lo hizo para
despertar la misericordia de quienes lo mataron, o por
que es menos duro sobrellevar un acontecimiento es
pantoso que imaginarlo y aguardarlo sin fin, o —y esto
es quizá lo más verosímil— para que los asesinos fueran
un sueño, como ya lo habían sido tantas veces, en el
mismo lugar, a la misma hora?
En esa magia estaba cuando lo borró la descarga.32
82
P or otra parte, el control voluntario del sueño aparece
tam bién, aunque con otra m odalidad, en “D ream tigers”,
donde el narrador se propone soñar un tigre, crear en sue
ños un tigre, es decir, dirigir y dom inar su sueño. En este
caso el intento aborta: “Aparece el tigre, eso sí, pero di
secado o endeble o con impuras variaciones de form a, o de
un tam año inadmisible, o harto fugaz, o tirando a perro, o
a pájaro” .33 Es decir, que la intención es de naturaleza casi
fantástica, pero se ve d erro tad a p o r la realidad, p o r la
enorm e dificultad de gobernar los sueños. En “Las ruinas
circulares” se cumple el propósito (lo fantástico dom ina a
lo real, según parece), pero el protagonista es irreal; p o r lo
tanto, tam bién lo es su empresa.
En cuanto a la estructura del cuento, es menos com pli
cada que en otras ocasiones: los niveles de lo fantástico no
se entrecruzan ni se mezclan, sino que simplemente resul
tan ser ficticios, algo tramposos, una trampa que el autor
pone para el lector desprevenido. Al llamar ese texto “Las
ruinas circulares” , Borges hace más que una descripción
topográfica: anuncia la revelación del enigma, que es en
cierta forma circular, pues el destino que el soñador tem e
para su criatura resulta ser su propio destino.
El tem a del sueño, en este cuento, resulta ser, al final,
no fantástico sino maravilloso: el soñador « u n soñado, sin
lugar a dudas, es decir, una criatura imposible, habitante
de un m undo mágico, sobrenatural, y realizador de una
empresa “no imposible, pero sí sobrenatural”.
83
(CEl otro”, o el reencuentro con uno mismo
84
El espacio es doble también. En efecto, aunque Borges
i está sentado en un banco del parque de Cam bridge, B or
ges II se encuentra en el mismo m om ento (que es, en su
dim ensión, 1918) en un parque de G inebra. D e alguna
manera los dos tiempos y los dos espacios han coincidido,
y los dos personajes se comunican. Esto es apoyado p or un
so lo d a to o b je tiv o : la voz del o tro se oye “ u n p o co
lejana” .38
H ay, desde el com ienzo, algunos indicios de lo que va a
ocurrir:=“E1 otro se había puesto a silbar. [...] Lo que sil
baba, lo que trataba de silbar (nunca he sido m uy entona
d o )39 era el estilo criollo de L a tapera de Elias Regules” .40
El paso casi im perceptible de la tercera persona a la pri
mera es una señal, tan sutil que a la primera lectura casi se
podría creer en una errata.
Después de la simple percepción del silbido viene el
reconocim iento de la voz, que horroriza a Borges II. Aquí
(com o ocurre tam bién en otros casos que verem os más
adelante) se tom a al pie de la letra el significado de una
metáfora, y de manera muy explícita: “Al fin y al cabo, al
recordarse, no hay persona que no se encuentre consigo
misma. Es lo que nos está pasando ahora, salvo que somos
dos” *' La expresión, tan usual, “encontrarse” a sí mismo,
se materializa objetivamente en un desdoblam iento físico
concreto: “somos dos” representa la realización material
de la dualidad de la persona.
85
C uando Borges I trata de probarle a Borges II, con da
tos precisos sobre su casa y su vida, que es cierto lo que
afirma, que los dos son una sola persona, entran a funcio
nar las falsas explicaciones racionales, las explicaciones en
gañosas a las que es tan afecto Borges: el otro pretende
que lo que pasa es que está soñando, y que si Borges I es
un producto de su sueño, entonces es lógico que sepa las
mismas cosas que él, Borges n (es normal que un produc
to de su fantasía com parta sus recuerdos). Esta raciona
lización es rebatida p o r Borges i con un problem a lógico:
“Si esta mañana y este encuentro son sueños, cada uno de
los dos tiene que pensar que el soñador es él” .42 La solu
ción que ofrece el narrador tam bién es una falsa expli
cación, que no saca al lector de la duda: “El encuentro fue
real, pero el otro conversó conm igo en un sueño y fue así
que pudo olvidarme; yo conversé con él en la vigilia y to
davía me atorm enta el recuerdo” .43
La am bigüedad de este texto es realm ente im presionan
te. El narrador, tratando de aminorar lo amenazador del fe
nóm eno (“lo sobrenatural, si ocurre dos veces, deja de ser
aterrador” ),44 cita a su alter cjjo para el día siguiente, en el
mismo sitio, pero “Al día siguiente no fui. El o tro tam po
co habrá id o ” .45 Al no efectuarse ese segundo encuentro,
el problem a queda sin resolver. El narrador se queda sin
42 Ibid., p. 12.
43 Ibid., p. 21.
44 Ibid., p. 20. Es decir que el hecho extraordinario, para serlo, ne
cesita ser único; lo esencial de lo extraño es su anormalidad; al repetirse,
pierde su fuerza y deja de inspirar miedo.
45 Ibid., p. 21.
86
forma de com probar si tuvo lugar o no el prim er encuen
tro (Borges I había propuesto un intercambio de objetos
com o prueba tangible, pero ninguno de los dos conserva
esos objetos). Si hubiera quedado alguna evidencia m ate
rial, el cuento pasaría al ám bito de lo maravilloso.46
Las dimensiones de tiem po y espacio se entrecruzan de
una manera no sólo imposible en la realidad real, sino in u
sitada en la literatura fantástica. Pero lo que im porta es
que se efectúa un triple juego, una triple transgresión:
transgresión de las leyes del tiem po, de las leyes del espa
cio y de las de la personalidad. El juego que hace aquí el
autor es extrem adam ente complicado: lo fantástico se en
trecruza constantem ente con lo real (la diferencia de m o
dos de ser entre Borges joven y Borges viejo es una nota
realista); la psicología de los personajes es realista, pero el
encu en tro es totalm ente fantástico. El narrador recurre
a una serie de estratagemas de tipo racional para probar la
realidad del suceso, p ero se encarga de destruirlas una
p o r una, con una lógica férrea cuyo efecto es dejar al lec
to r com pletam ente en la duda. El final del relato no podía
ser más am biguo: “El otro me soñó, pero n o m e soñó ri
gurosam ente. Soñó, ahora lo entiendo, la imposible fecha
en el dólar” .47
87
“El milagro secreto”y “La otra muerte”:
dos tratamientosfantásticos del tiempo
En la obra de Borges aparece constantem ente la preocu
pación por el tiem po, la idea de que éste es precario e irre
cuperable. “Borges —dice Ana M aría Barrenechea— sabe
que el tiem po es la sustancia misma de nuestra vida y que
nada podem os hacer, im aginar o decir que no esté im
pregnado de la angustia del transcurrir temporal. P o r eso
lo mejor para atacar la consistencia del hom bre será jugar
con él y permitirse todas las variaciones posibles” .48 D os
de estas variaciones son las que se desarrollan en “El mila
gro secreto” (Ficciones) y “La otra m uerte” (E lA lep h ).
En “El milagro secreto” coexisten dos tiem pos de na
turaleza diferente: el hum ano y el divino. E n el tiem po
hum ano no ha pasado nada; nadie se percata de que a Ja-
rom ir H ladík le ha sido concedido el plazo que necesita
para term inar su obra. Y es que, en la dim ensión hum ana,
visible, la que todos perciben, no hay interrupción algu
na: H ladík es fusilado con to d a norm alidad. D o n d e se
produce el hiato, el “milagro secreto” , es en el tiem po di
vino. “El universo físico” 49 se detiene, pero no el jtíempo,
porque, com o bien lo ve el protagonista, “en tal caso, tam
bién se hubiera detenido su pensam iento” .50 Q uizá, en vez
de “tiem po hum ano” y “tiem po divino” , habría que decir
“tiem po objetivo” y “ tiem po psicológico” , pues el año
88
que H ladík le ha pedido a Dios transcurre en su m ente,51
no en el m undo material.52 Este concepto del tiem po psi
cológico, apoyado p o r la afirmación de que el milagro sólo
se opera en la m ente del protagonista, parecería razón su
ficiente para considerar que este texto no es fantástico: si
el aco n tecim ien to es subjetivo, no se p u ed e decir que
transgreda las leyes del m undo real. Pero <es sólo subjetivo
el milagro? M e parece que la descripción de los primeros
instantes del acontecim iento, tan cuidadosa y tan precisa,
si no sirve para afirmar categóricamente que sí se trata de
un milagro (en cuyo caso éste sería un cuento maravilloso,
y no fantástico), sí es materia suficiente para alim entar la
duda (que apoya la teoría según la cual se trata de un cuen
to fantástico):
51 Idem.
52 Cuando Burgin sugiere que “El milagro secreto” está relacionado
con las ideas particulares de Borges sobre el tiempo, este contesta: “Sí,
sí, y la idea de tiempos diferentes, ¡no? De diferentes esquemas de tiem
po. U n tiempo psicológico” . (R. Burgin, op. cit. pp. 61-62.)
89
prueba: repitió (sin mover los labios) la misteriosa cuar
ta égloga de Virgilio. Imaginó que los ya remotos sol
dados compartían su angustia; anheló comunicarse con
ellos. Le asombró no sentir ninguna fatiga, ni siquiera
el vértigo de su larga inmovilidad. Durmió, al cabo de
un plazo indeterminado. Al despertar, el mundo seguía
inmóvil y sordo. En su mejilla perduraba la gota de
agua; en el patio, la sombra de la abeja; el humo del ci
garrillo que había tirado no acababa nunca de disper
sarse. Otro “día” pasó, antes que Hladík entendiera.53
90
otro, que aparentem ente se siguen al ritm o parejo y m o
nótono del tiempo “real” , ha habido un hueco tem poral,
una especie de valle invisible en el que el tiem po se ha esti
rado desmesuradam ente.54
La historia de H ladík constituye el prim er nivel narrati
vo de “El milagro secreto”; en el segundo está la obra que
éste escribe, un dram a en verso titulado Los enemigos.55
C om o en otros casos, el relato de esta obra dentro de la
obra es muy porm enorizado, y se trata de un texto fantás-
91
tico, o que está en los límites de lo fantástico (aunque
abundantes, los detalles que se dan no son suficientes para
determinarlo con certeza). Pero hay dos detalles del drama
que son dignos de tomarse en cuenta. Hladík presenta el
mismo fenóm eno tem poral que le está ocurriendo a él:
los tres actos transcurren dentro de una especie de hueco
de tiem po, puesto que la hora es la misma al em pezar y al
term inar la obra. Y el protagonista del dram a, que dice ser
perseguido p o r u n tal Jaroslav K ubin, resulta ser al final
ese mismo hom bre; esto se repite, con variantes, en otros
cuentos de Borges: en “La espera” (ElAleph), donde el pro
tagonista, perseguido, adopta para esconderse el nom bre
de su perseguidor; en “Abenjacán el Bojarí, m uerto en su
laberinto” (E lA leph), donde el visir mata al Bojarí y se hace
pasar p o r él; en “La forma de la espada” (Ficciones), donde
el hom bre que relata la traición de que fue víctima resulta
ser el traidor.56 El motivo del hom bre que asume la perso
nalidad de otro es una de las manifestaciones del problema
de la personalidad, que tanto preocupa a Borges, y que
ha desarrollado a veces con aspectos fantásticos.
H ay en “El milagro secreto” dos sueños, que en ambos
casos son el anuncio de un hecho im portante. El primero
prefigura la invasión nazi de Checoslovaquia; el segundo
es el medio por el cual se comunica a H ladík que la gracia
del tiem po le ha sido concedida: el protagonista, en la bi
blioteca del C lem entinum , busca a Dios. El bibliotecario
le contesta: “Dios está en una de las letras de una de las
56 Éste es, por cierto, uno de los recursos que aparecen repetida
mente en la novela policiaca, y es bien sabido cuánto gustaba Borges de
este género.
92
páginas de u no de los cuatrocientos mil tom os del Cle-
m entinum ” .57 H ladík abre un atlas, toca una letra al azar:
“U na voz ubicua le dijo: E l tiempo de tu labor te ha sido
otorgado”.59 Este es uno de los pocos sueños claramente
prem onitorios (y p o r ello, posiblem ente fantásticos) que
hay en los cuentos de Borges.59 Sabemos que los sueños
ocupan un lugar m uy im portante en su obra, pero es raro
que su relación con la realidad sea tan directa; generalm en
te el simbolismo, la alegoría o la metáfora son m ucho más
sutiles.
“La otra m uerte” gira alrededor de un juego temporal
m ucho más extraño: el tiem po revertido, la anidación de
un pasado para sustituirlo por otro diferente. Se trata de re
m ediar lo irrem ediable, para hacer que un hom bre haya
sido algo totalm ente distinto de lo que realmente fue.60
93
Esta angustia producida por lo irremediable es la que se
trata de com batir en “La otra m uerte” , a través de la m o
dificación del destino de Pedro Damián,
94
Com o en otras ocasiones, Borges postula varias solucio
n es a lte rn a tiv a s d el e n ig m a :64 la e x is te n c ia d e d o s
Damianes, el uno cobarde y el otro valiente; que el prim er
Pedro D am ián haya sido soñado p o r el narrador; que el
regreso de Pedro Damián a E ntre Ríos haya sido el resul
tado de un milagro “retrasado” .65 El narrador va destru
yendo cada una de estas hipótesis, hasta que llega a la que
a él le parece “la verdadera” (y que encuentra, curiosa
m ente, en un libro cuyo autor es Pier Damiani):66 Pedro
Dam ián, arrepentido p o r haber sido un cobarde en la ba
talla de M asoller, se prepara durante el resto de su vida a
enfrentar valientemente otra lucha,
95
y el destino al fin se la trajo en la hora de su muerte. La
trajo en forma de delirio, pero ya los griegos sabían que
somos las sombras de un sueño. En la agonía revivió su
batalla, y se condujo como un hombre y encabezó la
carga final y una bala lo acertó en pleno pecho. Así, en
1946, por obra de una larga pasión, Pedro Damián
murió en la derrota de Masoller, que ocurrió entre el
invierno y la primavera de 1904.67
96
dones). El Zahir, objeto inolvidable, es también m ultifor
me. Borges lo describe con la precisión característica en él,
y que tiene com o efecto hacerlo convincente:
70 Ibid., p. 119.
71 Ibid., p. 124.
72 Ibid., p. 126.
73 Todorov, al hablar de los temas del “yo” en la literatura fantásti
ca, incluye entre ellos la mirada. Se hablará más de esto en el capítulo
“ ¿Cómo se manifiesta lo fantástico?”
97
vuelve por ello más misterioso, más terrible.
El destino inevitable de todo aquel que ha visto el Za-
hir es la locura, y esa locura se irá extendiendo, con con se
cuencias vertiginosas: “Cuando todos los hom bres de la
tierra piensen, día y noche, en el Zahir, ¿cuál será el sueño
y cuál una realidad, la tierra o el Zahir?” 74
Es evidente que el Zahir viene de la aplicación literal de
una metáfora. El propio Borges lo confirma en una co n
versación con Burgin:
98
protagonista de este relato tiene una memoria tan perfecta
que recuerda absolutam ente todo (claro que al recordar, el
recuerdo ocupa tanto tiem po com o el que ocupó el hecho
original). Si recordamos las teorías sobre la mem oria que
Borges atribuye a su padre,76 veremos que Funes es preci
samente la ilustración de lo contrario. Funes no recuerda
sus recuerdos sino que, con toda exactitud, rem em ora los
hechos tal y com o ocurrieron, sin el m enor cam bio, sin
que sea posible que su memoria casi inhum ana haga nin
guna modificación en el pasado. Desde este pun to de vis
ta, el caso de Funes es un ejemplo de perfecta obediencia a
las reglas de la norm alidad, puesto que el pasado no se
puede cambiar. Pero es dudoso que las características de su
m em oria conviertan a Funes en un ser con propiedades
fantásticas. Si la memoria de Funes es fantástica (y, p o r en
de, imposible en la realidad) tam bién lo es la de ciertos ju
gadores de ajedrez, capaces de jugar cincuenta partidas o
más sim ultáneam ente, y tam bién es imposible la memoria
fotográfica, al igual que el oído absoluto, y tam bién son
imposibles los niños de doce años que resuelven proble
mas de altas matemáticas. M e parece que el de Funes es un
caso de lo extraordinario llevado a sus extremos, a tal punto
que toca los límites de lo fantástico, pero sin entrar de lle
no en sus terrenos.
Pero volvamos al Zahir. El Zahir se define com o un ob
jeto inolvidable. Ya hemos hablado de lo inolvidable. La
pregunta que se presenta ahora es si el “objeto” , más que
fantástico, no sería mágico (y, por lo tanto, maravilloso).
Es obvio que un objeto dotado de propiedades especiales,
99
únicas, que le pertenecen en exclusiva, no obedece a las
leyes del m undo conocido por nosotros. Pero, evidente
m ente, el Zahir obedece a otras leyes, está dotado de una
propiedad especial, o más bien, el Zahir es una propiedad
que se encarna en objetos diferentes. Por esas característi
cas, es un objeto maravilloso, y no un ente fantástico.
El hablar del Zahir nos lleva a otro objeto extraordina
rio, el Aleph. Com o se recordará, es “uno de los puntos
del espacio que contienen todos los p untos” ,77 “el lugar
donde están, sin confundirse, todos los lugares del orbe,
vistos desde todos los ángulos” .78 La imposibilidad del fe
nóm eno es evidente, y el narrador duda de él (cree que el
amigo que le habla del Aleph se ha vuelto loco), se rehúsa
a adm itirlo, hasta que se enfrenta a la evidencia:
lOO
cuencia) se percibe simultáneamente gracias al Aleph, y es
una percepción física, “real” , n o im aginativa. El pensa
m iento y la percepción nos hacen a veces esos juegos de
simultaneidad, que no nos es posible referir tal y com o su
ceden. Borges traslada este fenóm eno inmaterial a una pie
za concreta. El Aleph adquiere, así, cualidades mágicas; se
convierte en una especie de am uleto, cuyas propiedades
escapan a las reglas del m undo “real” . Por esta característi
ca el Aleph, com o el Zahir, se sale del m undo de lo fantás
tico para entrar en el de lo maravilloso. Pero, en el últim o
m om ento, Borges lo rescata para lo fantástico: el prodigio
es demasiado asom broso y después de haberlo vivido al
narrador no le es posible afirmar categóricamente su exis
tencia. La interrogación final hace que la d uda en tre a
operar explícitamente com o uno de los elementos del tex
to: “¿Existe el Aleph en lo íntim o de una piedra? ¿Lo he
visto cuando vi todas las cosas y lo he olvidado?”80
Este objeto fantástico también es, com o el Zahir, p ro
ducto de la literalización de una metáfora, sólo que en este
caso todo el procedim iento está clara y explícitamente in
dicado en el texto: “ [...] alguien dijo que había u n m undo
en el sótano. Se refería, lo supe después, a u n baúl, pero
yo entendí que había un m undo” .81 El adulto que se re
firió al m undo en el sótano hablaba en sentido metafórico,
pero el niño que lo oyó tom ó sus palabras al pie de la le
tra. El Aleph es la materialización de ese sentido literal.
La visión del Aleph provoca en el narrador “infinita ve-
80 Ibid., p. 79.
81 Ibid., pp. 186-187.
101
ncración, infinita lástima” ,82 y u n sentim iento de maravilla
ante ese fenóm eno que es com o el sueño de to d o escritor.
Describe con minucia lo que ve:
82 Ibid. , p. 193.
93 Ibid., pp. 191-193.
102
la que Borges insiste, p o r medio de la múltiple repetición,
casi incantatoria, de la palabra “vi” ): hay que ver el Aleph
para percibirlo, pero a su vez esta visión lleva a otra, la vi
sión maravillosa, totalizadora, del universo.
Las referencias eruditas que da el narrador para probar
que el Aleph que vio es un falso Aleph sólo contribuyen a
confirmar la maravilla. En efecto, los falsos Aleph, de exis
tir, no son menos asombrosos ni m enos imposibles que el
verdadero, y su misterio (apoyado cuidadosam ente en re
ferencias indirectas, de segunda o de tercera m ano) sigue
incólum e; la duda permanece hasta el fin.
Recapitulación
103
te codificados. Por lo tanto, la transgresión que hay no se
presenta en relación con el m undo imaginario del relato,
sino en lo que se refiere al m undo objetivo.
E n “Las ruinas circulares” o cu rre algo parecido: la
transgresión (dom inio del m undo real por el del sueño, ser
material causado por una idea) es factible dentro del m un
do del relato (recordemos que se trata de una empresa “no
imposible pero sí sobrenatural” ); pero lo que ocurre es que
el m undo del relato está más cerca de lo maravilloso que de
lo fantástico. El final del cuento aclara que nos ubicamos
d e n tro de u n universo “so ñ ad o ” ; p o r lo ta n to , no hay
transgresión en el sentido estricto.
En “El Aleph” y “El o tro ” se desarrollan dos variantes
de transgresión de las leyes espaciales. En el prim er caso,
se presenta cuando en un mismo punto coinciden a la vez
to d o s los p u n to s del universo. E n el seg u n d o , se hace
coincidir en la banca de un parque dos lugares diferentes,
Cam bridge y Ginebra. C om o ambos cuentos están situa
dos específicamente dentro del m undo de la realidad obje
tiva, sí hay una transgresión real.
La imposibilidad tem poral se realiza en “El o tro ” , “La
otra m uerte” y “El milagro secreto” . En “El o tro ” el per
sonaje habla consigo mismo, pero cada manifestación de
su persona está viviendo en un m om ento diferente: Borges
I está en 1969 y Borges n en 1918. E n “El milagro secre
to ” el hecho imposible es la detención del tiem po, la exis
tencia de un hueco temporal entre dos instantes, que dura
lo que un año normal. E n “La otra m uerte” la transgre
sión se manifiesta en la reversibilidad del tiem po, es decir,
en la anulación del pasado, que es sustituido p o r otro de
significado diferente, contrario al original.
104
En “El Zahir” , con la creación de una m em oria om
nipresente, se cambian las leyes del funcionam iento mental
y psicológico de los seres humanos. El cambio de estas le
yes (las de la memoria) tam bién se insinúa en “Funes el
memorioso” , pero se trata de una exageración llevada al ex
trem o, no de una franca transgresión. Estos casos en que
las posibilidades humanas se llevan hasta el límite, hasta el
m om ento en que parecen irreales (y que se repiten m uchí
simas veces, con múltiples variaciones, en la narrativa bor-
giana), «hacen decir a Ana María Barrenechea que toda la
obra de Borges “ha sido escrita para esta sugestión sobre
natural de irrealidad, insinuando la fantasmidad del hom
bre y del universo” .84 U na insinuación de este tipo es la
que aparece tam bién en “Las ruinas circulares” . La apari
ción de los objetos de Tlón en el m undo objetivo es un
caso en que se borran los límites entre realidad e irreali
dad, entre lo ideal y lo material. Su efecto es “desrealizar”
el m undo material.
En su afán por mostrar la irrealidad del m undo en que
vivimos, “Borges destruye los tres elementos en que le pa
rece que está cimentada la creencia del hom bre en su con
creto vivir: el tiem po, la personalidad y el cosm os”.85 En
“El o tro ” , al aparecer Borges manifestado en dos personas
diferentes, se fragmenta la personalidad; desaparece la uni
dad de la persona, fundamental para poder vivir y conser
var la salud mental; por eso el sentim iento que se produce
es de m iedo, de horror. El hom bre, al multiplicarse, se en
105
cuentra fuera de sus propios límites, y pierde p o r ende el
centro de cohesión de su ser.
Para llegar al sentim iento de lo fantástico, Borges utili
za pro ced im ien to s diversos. U n o de ellos, com o ya lo
vimos al analizar los cuentos, es la Iiteralización de la m e
táfora, que aparece en “El o tro ”, “El Zahir” y “El Aleph” .
La exageración es un procedim iento que, en cuentos
com o “Funes el m em orioso” , hace que la situación pre
sentada llegue hasta el límite entre real y fantástico (aun
que, en este caso particular, el relato no sea plenam ente
fantástico). Es la exacerbación del rasgo distintivo de Fu
nes (la memoria) lo que lo hace parecer irreal.
En “T ló n ” el constante desdoblarse de la anécdota a
planos cada vez más complicados, que es una representa
ción del infinito, del universo, la insistencia en lo caótico
del universo, hace perder pie al narrador (y al lector), y lo
precipita a ese m undo donde nada se sabe con certeza,
do n d e nada se puede predecir y donde to d o es posible,
que es la frontera de lo fantástico. Este es el procedim ien
to que Ana M aría Barrenechea ha designado com o “cajas
chinas” y Borges como “muñecas rusas” .
P or lo demás, las posibilidades de combinación de los
distintos planos no son infinitas.
106
ría literaria producida por la fricción de estos dos
principios?86
107
b) L a fábula fantástica es modificada p o r el contacto
con la otra, que puede ofrecer una explicación que la
haga oscilar hacia lo extraordinario o lo maravilloso.
Esto es lo que pasa en “El jardín de senderos que se
bifurcan” (Ficciones).
c) U na de las fábulas puede ofrecer cierto paralelismo
con la otra.
d) La fábula secundaria puede ser necesaria para el de
sarrollo y com prensión de la principal ( “El milagro
secreto” ).
108
pecios que el mirador no recuerda y, lo que es más im
portante, no quiere recordar.90
109
la fantasmagoría, buscando la vigilancia y la precisión” .92
O tro procedim iento, visto muchas veces en el análisis,
es el de dar a los cuentos fantásticos una base extremada
m ente realista, para hacerlos así más convincentes. Si la
fantasía no es apuntalada por la realidad, no llega a inquie
tar, se queda en el plano, relativamente seguro, de la im a
ginación, y no constituye un peligro para nuestras vidas.93
O tro de los “trucos” que usa Borges, y cuya función es
m antener la am bigüedad, es que muchas veces da más de
una explicación para un fenóm eno, pero sin decidirse cla
ram ente por ninguna de ellas. Ejemplos de esto son “El
o tro ” y “La otra m uerte” . Al favorecer la incertidum bre,
parecería que este recurso es específicamente fantástico,
pues para elegir una de las hipótesis hay que adoptar una
decisión fuera del texto.
92 Ibid., p. 142.
93 Sobre esto Ana María Barrenechea dice: “ Borges es el creador de
una retórica nueva, de una retórica personal de la verosimilitud que le es
necesaria por la especial naturaleza de su arte. Su retórica da ciertos deta
lles mínimos de ‘realidad’ para sostener una obra que se caracteriza m u
chas veces por moverse en el ámbito de lo fantástico y casi siempre con
una carga simbólica. Por una parte practica la personalización parcial de
sus héroes y la concretización, tam bién parcial, de algunas aventuras.
Pero por otra, desnuda a los personajes y a las acciones de su particulari
dad hasta marcar su condición de elementos que dibujan formas secretas
y eternas. [...] Es decir que el esquematismo, los hiatos, el realce de ese
m undo central serían los instrumentos retóricos que fingen trasformar
una ‘realidad’ en símbolo, porque hacen suponer que ese proceso se ha
producido por despojamiento de la rica experiencia vital en su esencia
arquetípica, postulando la existencia de ese m undo concreto y múltiple
que es su soporte” . (A. M. Barrenechea, “Borges y la narración que se
autoanaliza” , en Nueva Revista de Filología Hispánica, pp. 522-523.)
llO
M e parece que la obra de Borges confirma plenam ente
la hipótesis enunciada en el cap ítu lo “Lo fa n tá stic o ” ,
según la cual no existen temas específicamente fantásticos.
En Borges aparece una y otra vez el mismo tema o el mis
mo motivo que, según el texto, puede ser fantástico, filo
sófico, poético, etcétera.
A manera de ejemplo, examinemos uno de los motivos
que con más frecuencia aparecen en la obra de Borges, y
de los que más se ha hablado: el laberinto.94 Se ha dicho
repetidas veces que el universo es para Borges un caos in
comprensible, cuyo orden, si es que existe, n o puede ser
descifrado por la inteligencia humana. Reflejo de este caó
tico universo son los laberintos que encontram os en una
m ultitud de textos.95 Casi se podría decir que no existe
cuento de Borges en el cual no haya un laberinto, ya sea
como construcción material o en el nivel de los conceptos.
Veamos:
111
— Las complicadas galerías de “La biblioteca de Babel”
(Ficciones) constituyen u n laberinto indescifrable.
— En “El jardín de senderos que se bifurcan” no hay un
laberinto, sino tres: el jardín de Stephen A lbert; el li
bro de T s’ui Pén; la adivinanza que Yu Tsun propo
ne a sus amos.
— “Los dos reyes y los dos laberintos” (ElAleph) son la
oposición del laberinto construido p o r los hombres
y el hecho p o r Dios.
— “La casa de Asterión” (.ElAleph) es el laberinto original.
112
íntim am ente relacionados con los círculos y con el infinito.
Paradójicam ente, los más complicados son aquellos cuya
forma es más simple: “Yo sé de un laberinto griego que es
una línea única, recta. En esa línea se han perdido tantos
filósofos que bien puede perderse un m ero detective” .97
El universo concebido como u n laberinto infinito lleva
con toda naturalidad a lo fantástico. Además de su función
simbólica (que se desarrolla sobre todo en4a parte no fan
tástica de la obra de Borges), el laberinto tiene un signifi
cado que lo lleva directam ente a las puertas de lo fantás
tico: un laberinto es un camino hecho para desorientar al
que lo recorre, y p o r esa desorientación puede provocarse
el sentim iento de lo fantástico.
113
Ju lio Cortázar
“La realidad — dice C ortázar— m e parece fantástica al
punto de que mis cuentos son para mí literalm ente realis
tas” .1 Después de esta afirmación, no puede sorprender a
nadie el que sus relatos oscilen entre lo extraño, lo extra
ordin ario y lo fantástico. Escribió relativam ente pocos
cuentos en los que no interviniera algún elem ento de este
tipo, aunque raras veces incursiona en lo francamente m a
ravilloso, en lo fantasmagórico, en el m undo poblado de
seres horrendos y que inspiran tem or por su naturaleza o
sus cualidades.
Los dem onios de C ortázar son sobre to d o interiores
(com o diría Vargas lio sa ), y los materializa en cuentos de
una gran am bigüedad, donde la realidad suele ser llevada a
sus extremos. El escritor suelta a la luz del día sus tem ores
y sus preocupaciones de una m anera a veces claram ente
legible, a veces disfrazada en mayor o m enor grado. Pero
no se trata de hacer el psicoanálisis de los m otivos ocultos
que lo impulsan a tratar determ inados temas con preferen
cia sobre otros; eso nos desviaría por completo del propósi
to de este trabajo, aunque sería m uy interesante investigar
por qué la imaginación de Cortázar lo llevó con tanta fre
cuencia por los derroteros de lo fantástico.
En cuanto a las causas más aparentes de su inclinación a
117
hablar de los casos poco frecuentes, de las situaciones que
se apartan de las norm as establecidas, el propio escritor
ofrece una explicación, en la entrevista concedida a Luis
Harss: “El poeta debe dedicarse a la caza de excepciones y
dejarles las leyes a los hom bres de ciencia y a los escritores
serios” .2
Al seleccionar los cuentos que aquí se analizan, desde
luego que no he tom ado en cuenta todos los escritos fan
tásticos de Cortázar; muchos se han quedado fuera de este
estudio, pero creo que los que se consideran constituyen
una m uestra suficiente que perm ite ver las características
del género en este escritor.
118
gamos a creer que era ella la que no nos dejó casarnos” ,3
dice el narrador que, p o r otra pai te, está perfectam ente fe
liz con esa tiranía habitacional. Él y su herm ana viven plá
c id am en te, en u n “sim ple y silencioso m atrim o n io de
herm anos”,4 una unión de dos seres solitarios, cuya paz es
interrum pida p o r la aparición de lo insólito: al oír un ruido
que viene del o tro lado de la casa, el narrador cierra inm e
diatam ente la puerta de comunicación: “H an tom ado la
parte del fondo” .5
El lecto r se p reg u n ta quién. ¿Quién o qué? ¿Cómo?
¿Por qué? Ellos, los personajes, no se preguntan nada. N o
tratan de investigar, de protestar, de im pedir la invasión:
simplemente saben, y aceptan con fatalismo y resignación.
Y eso que saben se mantiene latente durante to d o el cuen
to, sin presentarse nunca a la vista. Sentimos que no hay
posibilidad de rechazar esa ocupación desconocida que, por
extraño que pueda parecer, no modifica en gran cosa la vi
da de los dos hermanos. Aparte de la añoranza de algunos
objetos familiares que han sido dejados del otro lado, sus
hábitos no cambian mucho: las labores domésticas se sim
plifican, la lectura del hom bre es sustituida p o r una colec
ción de estampillas. La insistencia en la cotidianidad de los
hechos, la calma con que se tom a la situación, realzan la
impresión de extrañeza. Lo prosaico de la vida de los per
sonajes, su uniformidad, es tan grande que acaba por pare
cer extraño. La hermana llena los días tejiendo, atiborrando
los cajones de objetos que nunca serán usados p o r nadie:
119
el narrador descubre “el cajón de abajo de la cóm oda de
alcanfor lleno de pañoletas blancas, verdes, lilas. Estaban
con naftalina, apiñadas como en una mercería; no tuve el
valor de preguntarle a Irene qué pensaba hacer con ellas” .6
El narrador, por su parte, no tiene ocupaciones fuera de la
casa; emplea su tiempo en la limpieza, en las labores do
mésticas y en la lectura. Estos dos solterones ordenados,
casi maniáticos, viven con toda discreción una vida en tono
m enor, una especie de sinfonía de grises, en que la invasión
de la casa viene a dar la nota discordante, pero sin lograr
cambiar el ritm o de la vida.
C uando la ocupación llega a ser total los dos personajes
huyen; salen corriendo, sin echar una mirada hacia atrás, y
abandonan la casa en manos del invasor (<o invasores?),
del que cabe preguntarse si existe siquiera. <Será un p ro
du cto de la im aginación, una personificación de quién
sabe qué temores ocultos? <0 es un enemigo real y concre
to? ¿O alguna extraña fuerza sobrenatural?7 La solución no
está dada en el texto, que conserva hasta el final la incerti-
dum bre, la am bigüedad de lo desconocido.
E n este cuento hay tres cosas que llaman la atención: el
contraste entre lo definido y lo indefinido, el tratam iento
del espacio y la falta de resistencia a la invasión.
La descripción de la casa, de las ocupaciones dom és
ticas, de la rutina diaria, en fin, es sum am ente precisa: se
citan siem pre horas exactas para las tareas cotidianas, la
h o ra precisa en que ocurren las invasiones, y to d o ello
6 itñd., P. 11 .
7 Luis Harss se pregunta si no serán antepasados (L. Harss, op. tit.,
p. 266); como no hay nada en el texto que permita negarlo o confirmar
lo, cualquier opinión que se diera al respecto carecería de una base firme.
120
contrasta fuertem ente con la imprecisión en cuanto a las
invasiones mismas, con el hecho de que nunca se m uestra
la ocupación de la casa, sino que se dice solam ente que va
siendo ocupada cada vez más, dejando cada vez m enos es
pacio a sus ocupantes.
Y esto nos lleva al problem a del espacio. T o d o el cuen
to transcurre dentro de un espacio cerrado, rígidam ente
circunscrito por los m uros de la casa. Las salidas semanales
del narrador a las librerías y a com prar estam bre para su
herm ana no añaden otro espacio al m undo del relato. En
las calles el personaje no vive, sino que va a buscar las p ro
visiones necesarias para su vida real, la que transcurre den
tro de la casa; el m undo exterior es totalm ente ajeno a la
vida de los personajes. Y el m undo interior, el espacio de
la casa, se va reduciendo progresivamente, al ritm o de la
invasión, hasta que la falta de espacio vital em puja a los
personajes a su única salida real al m undo exterior.
En cuanto a la falta de resistencia, es para mí uno de los
problem as más interesantes que plantea este texto. U n
hom bre y una mujer de edad madura, que parecen seres
sensatos y bastante equilibrados a pesar de sus pequeñas
excentricidades, se rinden inm ediatam ente, sin chistar, a la
evidencia de una invasión invisible; no hay un solo intento
de análisis o de racionalización, lo cual hace pensar que, en
su origen al m enos, podría tratarse de un sueño. Esto re
cuerda, en efecto, esa situación típica de ciertas pesadillas,
en que sentimos que algo nos persigue y corremos despa
voridos, sin que se nos ocurra detenernos a m irar hacia
atrás. El soñador huye sin resistir, sin investigar qué es lo
que lo hostiga y lo aterra, con la seguridad, incuestionable,
de que es lo único que puede hacer.
121
Además de la falta de resistencia, el tratamiento del tiem
po y de ciertos detalles también hace pensar en los sueños.
Se da, com o ya hemos dicho, la hora precisa en que se reali
zan todas las tareas cotidianas, la hora en que los hermanos
se levantan y aquella en que van a la cama, pero no hay un
solo indicio que perm ita saber cuánto tiem po transcurre
desde el comienzo hasta el final del cuento, ni si pasan días,
semanas o meses entre la primera y la segunda invasión. La
abundancia de detalles triviales sobre las bufandas o los sué
teres tejidos por la hermana se contrapone con la falta abso
luta de información sobre ese acontecimiento crucial que es
la ocupación de la casa. Esto ocurre constantemente en las
experiencias oníricas: aparece Fulano, cuya presencia en tal
lu gar o en d eterm inada situación sería co m p letam ente
absurda en la vida real, y el soñador ni tiene ni pide la expli
cación; puede ver, en cambio, hasta los más mínimos deta
lles del atuendo de su personaje, el color de su camisa o si
ha cambiado de peinado, etcétera.
N o quiero decir con esto que el am biente de “Casa to
mada” sea onírico, sino que creo que el procedim iento na
rra tiv o q u e u tiliz a C o rtá z a r está m u y d ire c ta m e n te
relacionado con la form a de algunos sueños. La mezcla
“irracional” de precisión e imprecisión, la falta absoluta de
lo que sería una reacción normal en la vida consciente, la
ausencia de protesta o de resistencia p o r parte de dos per
sonas que con toda seguridad jamás permitirían que el ten
dero les cobrara cinco centavos más por una botella de
leche, m e parecen reflejos, conscientes o no, de una expe
riencia onírica.8
122
Lo insólito se presenta aquí com o un elem ento disrup
tor, com o una agresión al orden, a la rutina diaria. La conti
nuación de esta rutina aun después de la primera invasión
podría entenderse, me parece, com o un esfuerzo p or asi
milar el desorden, p o r absorberlo y volverlo parte del or
den general. É sta, aunque parece ser involuntaria, es la
única resistencia que oponen los personajes. Ellos, aunque
en m edio de una invasión, se niegan a darse p o r enterados,
y quieren continuar com o si nada.
Existe la tentación de dar a este texto una interpreta
ción alegórica, de hablar de la enajenación del m undo m o
derno, de la invasión del hom bre latinoam ericano por el
sistema opresor, y sin duda serían lecturas legítimas. Pero,
en cuanto a los textos de Cortázar en general, me parece
que vale lo que dice T odorov a propósito de Kafka:
123
aLejana ”, o la personalidad permeable
124
Pero, ;se ha efectuado realmente el intercambio? U na in
terpretación fría y racional nos llevaría a la conclusión de
que no ha pasado nada, de que es efectivamente un caso
de histeria, una experiencia psicológica aterradora, medio
alucinación, m edio pesadilla. Pero en ninguna parte del
texto está dicho lo que ha ocurrido; no se ofrece explica
ción alguna. Es, indudablem ente, una “irrupción de lo in
sólito en lo banal” y, sea cual fuere la solución que adopte
el lector, en el interior del texto la duda permanece.
S,e trata, pues, de un cuento plenam ente fantástico, y
tratarem os de ver cóm o se presenta. En cuanto a la forma,
no tiene nada fuera de lo común: es un diario*11 escrito en
un lenguaje sencillísimo, sin complicaciones aparentes. Los
personajes son pocos: Alina, la lejana; los demás no son
más que evocaciones presentadas, de manera más o menos
vivida, en el diario. Las acciones son pocas; no se relatan
hechos, sino la historia de una situación que llega a un de
senlace necesario.
Alina Reyes va siendo habitada p o r la otra m ujer de la
misma m anera que una casa puede estar habitada por fan
tasmas: su presencia no tiene causa aparente, es inevitable
e impredecible. La lejana entra en la conciencia de Alina
en cualquier m o m en to , interrum pe cualquier actividad.
Alina puede estar en el concierto, puede estar en m edio de
una conversación, o encontrarse sola en su cuarto; de to
125
dos m odos la presencia extraña, la conciencia de la otra
m ujer, se introduce en la m ente de Alina, causando un te
rrible estado de angustia progresiva. Se im pone el paralelo
con “Casa tom ada” : en ambos cuentos hay una ocupación
p o r parte de un elem ento extraño, ocupación que es exte
rior en “Casa tom ada” e interior en “Lejana” ; en el último
caso, la invasión es a la vez más clara y más misteriosa. En
efecto, aquí sabemos quién es el ocupante (aunque el sa
ber sea m uy impreciso: es un ser hum ano, una m ujer, y
está lejos); pero, a diferencia de “Casa tom ada” , la ocupa
ción no se va realizando de manera concreta, pieza p o r
pieza, en partes claramente definidas de la conciencia. Pe
ro en ambos cuentos la ocupación es progresiva, y llega
inevitablem ente a la totalidad. Los habitantes de la casa
van siendo desalojados poco a poco, hasta que quedan re
legados a la calle; la presencia indefinida lo tom a to d o , no
queda más remedio que huir. Alina, p o r su parte, es inva
dida tam bién por la otra, hasta el m om ento en que es de
salojada de su cuerpo o, lo que es lo mismo en este caso,
totalm ente poseída. La lejana ocupa p o r entero la casa que
es el cuerpo de Alina. En “Casa tom ada” no se sabe n u n
ca la identidad del ocupante. En “Lejana” la que era una
presencia indefinida y difusa se va haciendo progresiva
m ente más nítida, más precisa. Aparecen algunos nombres:
el de un hom bre, el de una plaza, el de una calle, que se
van acum ulando después de la revelación inicial del nom
bre de una ciudad: Budapest.12
126
En cuanto a Alina, está dividida entre la conciencia de
lo que le está pasando y la necesidad de negar, por salud
m ental, el fenóm eno. Sabe lo que le pasa, pero no está se
g u ra, o más bien no quiere dar crédito a lo que sabe:
“Porque to d o lo pienso con la secreta ventaja de no querer
creerlo a fondo” .13 T rata de evadirse pretendiendo que no
siente, pero no puede escapar: “N o es que sienta nada. Sé
solam ente que es así” .14 N o se da aquí el sentim iento oní
rico que vimos en “Casa tom ada” . Alina sí trata de defen
derse con tra ese fenóm eno extraño, esa presencia de la
otra que, de ser cierta, significaría que está ocurriendo lo
que no puede ser. Prefiere pensar que se trata de una en
ferm edad, de un trastorno mental; trata de racionalizar lo
más posible, para salvarse: “Ir allá y convencerme de que la
soltería m e dañaba, nada más que eso, ten er veintisiete
años y sin hom bre” .15 Decide que lo que ocurre no es ver
dad: “Lo he soñado, n o es más que un sueño, pero cóm o
adhiere y se insinúa hacia la vigilia” .16 Se propone, para
deshacerse de la presencia de la otra, no volver siquiera a
escribir sobre ella. Y efectivamente no vuelve a escribir. El
final del cuento es la narración de un tercero, anónim o,
que relata la derrota de Alina y su posesión final y defini-
127
tiva.17 C uando Alina Reyes decide irse a Budapest cae víc
tim a de su propio juego. Su intención era dar un paso
liberador, para convencerse de la irrealidad de sus sensa
ciones. Pero al tom ar la decisión hace desaparecer la dis
tancia física que había entre ella y la lejana, hace posible el
encuentro final. Es ella la que, com o en una pesadilla, se
pone al alcance de su invasora.
El fenóm eno que ocurre en “Lejana” es al mismo tiem
po un problem a de doble identidad y de fragmentación de
la personalidad. C uando relata los hechos en su diario, Ali
na usa m ultitud de expresiones ambiguas que dejan ver, en
transparencia, que es dos personas a la vez: “porque soy yo
y le pegan” ,18 dice al hablar de la mujer. Y más adelante:
“Le pasaba a aquella, a m í tan lejos” ;19 “porque a mí, a la
lejana, no la quieren” .20 C uando decide curarse de esa
enfermedad extraña, resuelve “ir a buscarw í”21 a Budapest,
128
“salir en busca m ía y encontrarm e” ,22 para preguntarse:
“ <Y si estoy?” 23 Pero no , decide, ella habrá de prevalecer,
habrá de ser la más fuerte, la otra “se doblegará, si real
m ente soy jo ...”24 Y cuando el relato pasa al narrador anó
nimo la tercera persona, que antes era sólo la lejana, indica
tam bién a Alina. E n ese m om ento el uso de la tercera per
sona para las dos señala y refuerza la unión.
Todo el cuento es un juego constante entre las dudas
de Alina y la conciencia de la otra presencia interior. El ele
m ento .extraño e imposible entra de golpe, desde el prin
cipio: “A noche fue o tra v ez...”25 Lo que “fu e” parece
impreciso y vago al com ienzo, es com o si se hablara de un
insom nio (que, p o r cierto, Alina padece) o de una jaqueca,
pero lo que “fue” es “ésta que no es la reina, y que otra
vez odio de noche” .26 D esde el com ienzo, a pesar de la di
ferencia enunciada, puesto que la otra “no es la reina” ,27
hay conciencia de la id en tid ad existente e n tre las dos
mujeres: “Esa que es Alina Reyes pero no la reina del ana
gram a” .28 H ay una clara progresión en la presencia de la
lejana: aparece prim ero en sueños y luego va invadiendo
poco a poco las horas de la vigilia, hasta estar en los gestos
más normales de la vida cotidiana.
El juego identidad-diferencia constituye el meollo del
cuento. La lejana no tiene el nom bre de Alina, no comparte
129
con ella sus características superficiales; no pertenecen al
m ism o nivel social, no tienen las mismas costum bres ni la
misma form a de vida. Pero en lo p rofundo, en la .esencia,
la lejana es Alina Reyes. Incluso se podría decir que es la
otra cara de Alina Reyes, su antípoda m oral, social y psi
cológica: mientras que la una es rica, la otra es pobre; la
una vive en América del Sur y la otra en Europa; Alina tie
ne una existencia cuidada, protegida, y una vida social muy
intensa, mientras que la lejana sufre ham bre y frío, no tiene
am igos, está expuesta a los golpes, llora. E n cierta forma,
no puede haber nada más opuesto a Alina Reyes que una
m endiga de Budapest. Esa especie de herm anita pobre de
Alina, que es a la vez ella misma, la com pleta de algún m o
do extraño y no bien definido. Y, com o en buena parte de
los casos en que en la literatura aparece el doble o el “otro
yo” , es odiada por Alina: “Puedo solamente odiarla tan
to ” .29 Pero no hay sólo odio, sino u n sentim iento muy
am bivalente, en q u e intervienen tam bién el o rg ullo, la
ternura, las ganas de ayudar a la otra, cierto sentim iento de
solidaridad:
29 Ibid., p. 37.
3** Idem.
130
En las visiones o sensaciones que sufre el personaje, el
espacio real se comprime. La distancia que separa norm al
m ente Buenos Aires de Budapest desaparece, los dos espa
cios se su p e rp o n e n en la conciencia de A lina, q ue se
expande para incluir el espacio de Budapest. (La unión en
tre los dos seres y los dos espacios se realiza, sim bólica
m ente, en un puente.)31 Esto es claro para Alina, pero lo
que no queda definido es lo que pasa con el tiem po. Alina
permanece constantem ente en la duda acerca de si lo que
ve está pasando en el m om ento mismo en que ella lo per
cibe, o si se trata de hechos pasados o futuros: “Pero me
he vuelto canalla con el tiem po, ya no le tengo respeto.
[...] A lo m ejor me llega tarde, a lo mejor no ha ocurrido
todavía” .32
En este cuento se vuelve a confirmar la hipótesis enun
ciada al principio, según la cual muchas veces lo fantástico
viene de que se tom a literalmente una expresión que por
lo general se emplea en sentido figurado. C uando Alina
habla de “ir allá y encontrarm e” , este “encontrarse” pierde
por com pleto su sentido metafórico, para asumir el literal,
que es terrible. C uando encuentra a la m endiga, se en
cuentra realm ente, en todo el sentido de la palabra; el de
senlace de la situación confirma esta hipótesis fantástica.
C om o todo autor de cuento fantástico, Cortázar juega
constantem ente con la incredulidad del lector.33 Lo con
31 “ Los puentes y los tablones son símbolos del paso ‘de una dimen
sión a otra’”. (L. Harss, op. cit., p. 295.)
32 }. Cortázar, op. cit., p. 44.
33 En la forma en que se maneja esta incredulidad veo cierta seme
janza con lo que hace Villiers de l’Isle-Adam en “Vera” (Villiers de l’Isle-
131
vence primero, para luego introducir una duda, que a su vez
se verá eliminada por los hechos. La inquietud y la tran
quilidad se suceden en el lector a medida que recorre el
texto, pero el final no le ofrece una solución, sino que lo
deja en la duda.
Adam, Contes crucls): la esposa del personaje muere y éste decide ignorar
el hecho, continuar como si todavía estuviera viva; lo hace de tal manera
que logra convencerse, pero el narrador se ocupa de excitar el escepticis
mo del lector con el empleo de expresiones como “creyó Ver", “creyó
oír” , etcétera. Cuando el lector ya está convencido de que se trataba
efectivamente de una ilusión, el hallazgo de la llave de la cripta en que
está enterrada Véra da al traste con su tranquilidad. En “Lejana” , las ra
cionalizaciones de Alina casi llegan a convencerla (y al lector también) de
que efectivamente es un problema que se resolverá con el matrimonio.
El tono de seguridad con que lo asienta en su diario es casi convincente
y el lector puede, por un momento, aceptar sin mala conciencia la teoría
de las alucinaciones histéricas que tan amablemente se le ofrece. Pero
to d o el tin g lad o se viene abajo con la intervención del n a rra d o r
anónimo.
132
otro, de cada momento de su alma con el alma entera
de la casa y su habitante lejana.34
133
na, a las costum bres, que “son formas concretas del ritm o,
son la cuota de ritm o que nos ayuda a vivir” .37 A pesar de
que sigue provocándole cierto sentim iento de culpa, su
anorm alidad no pasa de ser, para el narrador, una circuns
tancia embarazosa a nivel social, algo así com o tener mal
aliento o pie de atleta. “N o es razó n para no vivir en
cualquier casa —dice— , no es razón para que uno tenga
que avergonzarse y estar aislado y andar callándose” .38 Sin
em bargo, es eso precisamente lo que siente: es u n hom bre
aislado, callado, que parece estar a la defensiva frente al
m undo, y la razón oculta de su retraim iento se concreta y
materializa en los conejitos.
H a logrado que la anormalidad se convierta en hábito:
134
cia de los animalitos n o tiene nada de aterrador; es, cuando
m ucho, levemente inquietante, desconcertante. Se podría
decir que equivale, en cuanto a su intensidad, a lo que se
sentiría frente a xmagaffe social.
Lo q u e viene a descom poner to d o , a interrum pir ese
orden doble (orden que el narrador ha im puesto a su vida
al “norm alizar” a los conejitos, orden que parece ser la ca
racterística central del departam ento que está ocupando
tem poralm ente) es el m om ento en que los conejitos em
piezan”a aparecer con u n a frecuencia inusitada, cuando
interrum pen su propio ritmo. Esta ruptura de la normalidad
im puesta provoca en el protagonista m iedo y desespera
ción. La tranquila costum bre de vomitar un conejito al mes
cede el paso al desorden, al caos. El cambio de su ritm o de
aparición viene a destruir el ritm o —tan im portante para
él— de la vida del narrador. Este cambio constituye, no
una irrupción de lo insólito en lo banal, sino una irrupción
de lo insólito dentro de lo insólito (aunque esté n orm a
lizado). El o rd en , que había sido capaz de absorber la
transgresión inicial al incorporar a los conejitos dentro de
la rutina diaria, ya no tiene la fuerza suficiente para absor
ber esta segunda transgresión. El protagonista, abrum ado,
se suicida.
Com o hemos podido ver, en este cuento se producen
dos transgresiones, en dos niveles diferentes. Primero está la
existencia de los conejitos, que es un hecho claramente im
posible dentro del m undo de la realidad objetiva, de la “rea
lidad real” . Pero esta transgresión es nulificada p o r la in
corporación de los conejitos a la vida diaria. Se produce
entonces la segunda transgresión, que es la final: la p ro
ducción de conejitos a ritm o acelerado.
135
Q ueda por ver ahora si estos fenómenos son suficientes
para considerar “Carta a una señorita en París” com o un
cuento fantástico. C om o es indudable que existe transgre
sión, se cumple con una de las condiciones necesarias para
la aparición de lo fantástico. Pero falta la segunda condi
ción: no hay duda alguna, ni tam poco am bigüedad. La
existencia de los conejitos es perfectamente clara y defini
da. Cierto es que se desconocen las causas del fenómeno
(y no hay indagación al respecto), pero en este caso la d u
da no está representada dentro del texto. En suma:
136
“Las ménades”y “La autopista del sur”:
de lo cotidiano a lofantástico
137
La asimilación con los animales va en aum ento, “los trajes
de los hom bres daban la impresión de bandadas de cuer
vos” ,44 hasta que todo ello se convierte, para el narrador,
en una “cosa gelatinosa”45 que lo rodea 46
Al caer presa de una terrible histeria colectiva, los in te
grantes del público pierden ya todas sus características h u
manas. Se instala el caos, y ya nada detiene a esa m ultitud
literalm ente enloquecida. El único que logra m antenerse al
m argen (y eso no com pletam ente, pues en cierto m om en
to casi sucumbe) es el narrador.
El cuento, sin ir realm ente más allá de los límites de lo
hum anam ente posible, llega a los umbrales de lo fantásti
co. Y lo que logra esto, lo que convierte en m onstruosa la
actuación de la m ultitud, es la exageración;47 las reacciones
hum anas, llevadas hasta el extrem o, cambian de signo, se
deshum anizan, y asistimos a un espectáculo dado por una
turba de m onstruos salvajes y desatados, m ucho más terro
ríficos que cualquier engendro o aparición sobrehumana.
M e parece que este tipo de fantástico resulta especial
m ente inquietante, casi aterrador, porque no está fuera de
lo posible. Lo que hay de racional en nosotros se niega a
44 Idem.
45 Ibid., p. 62.
4<* Hay más expresiones que confirman esta animalización. El ruido
de gritos y aplausos al final del concierto es “como una manada de búfa
los a la carrera” (Final del juego, p. 64), la señora de Jonatán grita “como
una rata pisoteada” , y la expresión de la señora de rojo, al final, es la de
una bestia que se ha saciado con la sangre de su presa.
47 “La exageración lleva a lo sobrenatural” (T. Todorov, op. cit., p.
82). Aquí no es a lo sobrenatural a lo que lleva, sino a los límites de lo
posible, a lo fantástico.
138
adm itirlo; exclamamos en voz m uy alta que es absoluta
m ente im posible, que estas cosas no ocurren en la reali
dad, pero en voz baja nos decimos que no hay nada que lo
impida, que eso puede pasar...
La exageración extrema de algún rasgo de la realidad,
llevada así al punto en que toca lo fantástico, es lo que em-
parenta este relato con otro de tema m uy diferente, “La
autopista del sur” ( Todos los fuegos el fuego). A partir de
una anécdota que muestra lo enajenante de la vida m oder
na (un em botellam iento de tránsito en una de las autopis
tas que van hacia París, al term inar el fin de semana), el
relato llega a los confines de la realidad. E n “Las m éna
des” el fenóm eno extraordinario hubiera podido ser con
trolado por los participantes, si éstos se hubieran detenido
a reflexionar (como lo hace el narrador) sobre la naturale
za de lo que estaba ocurriendo. El em botellam iento en la
autopista, en cam bio, es independiente de la voluntad de
los conductores, que ignoran sus causas (nunca se sabrán)
y no pueden hacer nada para remediarlo.
El em botellam iento, al interrum pir el ritm o norm al de
la vida, es un elemento disruptor. T odo lo que puede h a
cer la gente de los autos es tratar de im poner cierto orden,
neutralizando así, hasta donde sea posible, el caos reinante.
Es casi increíble la naturalidad con que, al fin y al cabo, se
organiza una sociedad dentro de los límites de la autopis
ta, y es casi fantástica la duración del em botellam iento (no
se sabe cuánto tiempo pasa con exactitud, pero p o r los da
tos que se dan se puede deducir que transcurren meses
desde el comienzo hasta el final del fenóm eno).
La microsociedad de la autopista, cada vez más com ple
ja en su organización y sus relaciones internas, está estric
139
tam ente circunscrita dentro de un espacio cerrado, cuyos
límites son los lados de la carretera. N o pueden abandonar
este espacio (la incursión que intentan hacia el exterior fra
casa), están real y literalmente encerrados en la autopista.
Es decir que, aunque estrictam ente se trate de un espacio
abierto, funciona com o si estuviera herméticam ente cerra
do. Esta contradicción se expresa explícitamente en el tex
to: “la sensación contradictoria del encierro en plena selva
de m áquinas pensadas para correr” .48 Los seres humanos
están, además, ligados a sus vehículos, y n o son libres de
abandonarlos. C uando uno de ellos lo hace (deja su auto
en plena carretera y se va), se dice que “huye” .
Tam bién en este relato, com o en “Las m énades” , se
p ro d u c e u n a d esh um anización de los p erso n ajes, una
“despersonalización” , pero no tiene la brutalidad del ca
so anterior. La gente es designada p o r el nom bre de su
automóvil o, en el m ejor de los casos, con un sustantivo
unido a la marca del coche: “T aunus” , “la muchacha del
D auphine” , “la señora del Beaulieu” , etcétera. N o se dice
un solo nom bre propio, y hay m om entos en que la identi
ficación persona-auto es total: “con alguna envidia descu
bría a D auphine en el auto de 4 0 4 ”, o “D auphine tenía
que abandonar al 4 04 y entrar en su auto” .49
Se pierde p o r com pleto la sensación del tiem po; al co
m ienzo se habla de prim er o segundo día, pero después la
referencia tem poral desaparece y sólo quedan algunos da
tos sueltos que indican el paso del tiem po (frío, nieve).
C uando el caos está a pun to de ser aceptado, cuando
140
ya está casi integrado para formar parte del nuevo orden
de la sociedad-autopista (“la idea de tener un hijo de ella
acabó p o r parecerle tan natural com o el reparto nocturno
de provisiones” ),50 llega el cambio, la vuelta al orden origi
nal. El ritm o lento, casi estático, recibe una sacudida, y los
autos empiezan a moverse. Se produce una inversión total,
en la que la vuelta a la normalidad se siente com o lo más
anorm al del m undo: “algo inconcebible estaba ocurrien
d o ” .51 El ritm o se acelera, se vuelve vertiginoso, mientras
los autos corren atropelladam ente hacia la ciudad.
El tiem po y el espacio sufren transformaciones, pero no
son transform aciones fantásticas. Lo que realm ente se
transgrede aquí es la costum bre, la forma en que las cosas
suden pasar. Es la exageración al máximo del hecho coti
diano (<qué día no hay embotellamientos?) lo que lleva a
lo fantástico. Se trata, com o en “Las m énades” , de algo
que no ocurre norm alm ente, pero que podría, ocurrir. La
situación es casi fantástica, sin serlo por com pleto; las reac
ciones de los personajes, la inmediata organización de una
nueva sociedad, son m uy im probables, casi im posibles,
pero no totalm ente. Esta forma de acercamiento a lo fan
tástico es la que nos afecta con más violencia, porque nos
sentimos directam ente implicados en ella. Produce, por lo
tanto, inquietud, desasosiego y angustia.
50 Ibid., p. 37.
51 Idem.
141
eContinuidad de los parques”, o las dimensiones
comunicantes
142
ticos en el cuento y en la novela que lee el personaje.
Los detalles iguales form an el p u e n te q u e sirve de
unión en tre una y o tra realidad, ambas ficticias, am bas
novelescas, sólo que la realidad de la novela que lee el per
sonaje ya es una meta-ficción.
La transgresión es evidente: la realidad real, la objetiva,
y la realidad que se presenta en las páginas de una novela
no pueden unirse, están separadas p o r u n abismo. Existen
en dim ensiones diferentes, que son simultáneas pero no
pueden llegar a tocarse, y aun menos a interpenetrarse. C o
existen en el tiem po y en el espacio: la novela existe en el
mismo tiempo en que el hom bre la está leyendo; el libro
existe en el mismo lugar donde el hom bre lo lee. Se pier
den p o r com pleto los límites entre ficción y realidad, entre
anim ado e inanim ado, entre idea y objeto material. Las
fronteras se disuelven hasta que to d o queda confundido en
una y la misma cosa: novela y vida real se funden en una
corriente continua.
“Axolotl”, o el desdoblamiento
143
invencible para el com ún de los mortales.52 El personaje-
n a rra d o r de “A x o lo tl” no co m p arte n in g u n a de estas
características, sino que es un ser plácido y tranquilo, fre
cuentador de museos y bibliotecas, que experimenta una
extraña atracción frente al acuario donde se encuentran los
ajolotes en el Jardin des Plantes de París.
Los ajolotes ejercen una fascinación inm ediata en el
narrador, que los visita repetidam ente: “desde un prim er
m om ento com prendí que estábam os vinculados, que al
go infinitam ente perdido y distante seguía sin em bargo
uniéndonos” .53 Sin recurrir a la reflexión, hay un saber in
m ediato, que está más bien al nivel de los instintos. Y es
en el nivel más profundo com o empieza la unión del h o m
bre con el ajolote. Esta fusión no se describe, sino que se
vive a través de las palabras del n arrad o r, en frases de
extraño sujeto doble, en las que em pieza hablando un
hom bre y term ina haciéndolo un ajolote: “Vi un cuerpeci-
to rosado y com o translúcido [...] term inado en una cola
de pez de una delicadeza extraordinaria, la parte más sensi
ble de nuestro cuerpo”.54 Y luego, inmediatamente después,
sigue una descripción minuciosa del animalito, hecha abso
lutam ente desde el exterior, pero que term ina con la afir
m ación: “Es q u e no nos gusta m overnos m u c h o ” . La
penetración del hom bre en el ajolote va siendo indicada
144
por una alternancia de pronom bres personales, p o r una al
ternancia de sujetos, que son una vez el narrador-hom bre
y otra el narrador-ajolote, tan m ezclados, tan casados y
fluyendo el uno d entro del otro que el lector n o puede
m enos que darse cuenta de que los dos son el mismo. “N o
hay violencia, ni siquiera co n ten id a, en el paso de una
superficie a otra. En realidad se está en un solo m undo
confrontado y com puesto p o r dos planos o más, ya que
cada uno integra una sucesiva variedad infinita de los mis
m os” .55 N o es el prodigio extraño que se pudiera pensar al
principio: un ajolote con pensamientos, un ajolote que ha
bla, sino un prodigio más extraordinario aún: un hom bre
que es a la vez un ajolote, un hom bre que piensa y habla
com o hom bre y com o ajolote. La deshum anización del
personaje se realiza de una manera muy complicada, pues
el visitador de los ajolotes no deja de existir, no deja de ir
al Jardín des Plantes, sino que se separa de sí mismo y en
tra al acuario, al interior de un ajolote, mientras el hom bre
sigue afuera observando a las pequeñas criaturas dentro de
su am biente húm edo.
La fascinación se ejerce a través de los ojos de los ajolo
tes: “seguían m irándom e desde una profundidad in so n
dable que m e daba vértigo” ,56 y a través de la mirada es
como se establece la comunicación.
Pero aparte de fascinación hay tam bién tem or,57 tem or
de ser poseído: “ eran ellos los q u e m e devoraban le n
145
tam ente con los ojos, en un canibalismo de o ro ” .58 Y esto
nos lleva a otro aspecto del fenóm eno; la fusión con el ani
mal es una especie de posesión. Se repite aquí el tema de la
ocupación, del ser que es ocupado por o tro, y tam bién el
de la personalidad permeable. Los límites de la personali
dad del narrador se diluyen hasta desaparecer, hasta que se
une con los animales del acuario, que lo han poseído. A un
que es realmente el narrador el que pasa a ocupar el espa
cio del acuario sin que los animales salgan de él, el paso se
efectúa por una especie de dominio ejercido por los ajolo
tes, que el narrador siente con toda claridad: “lejos del
acuario no hacía más que pensar en ellos, era com o si me
influyeran a distancia” .59 La influencia se manifiesta en que
el narrador siente los sufrimientos de los ajolotes, en que le
es imposible separarse de ellos, y llega a un estado en que sa
be lo que está o cu rrien d o , y to d a resistencia es in ú til:
“Inútilm ente quería probarm e que mi propia sensibilidad
proyectaba en los axolod una conciencia inexistente” .60
El cuento es redondo, cerrado, como un ciclo que pue
de volver a com enzar infinitam ente: “Y en esta soledad
final, a la que él ya no vuelve, me consuela pensar que aca
so va a escribir sobre nosotros, creyendo imaginar u n cuen
to va a escribir todo esto sobre los axolod” .61
El m om ento del cambio final se marca con o tro cambio
de persona: el hom bre deja de ser el narrador, “yo”, para ser
designado p o r “él” , un “él” ya totalm ente separado del
58 Idem.
59 Idem.
60 Ibid., p. 166.
61 Ibid., p. 168.
146
“yo” o del “nosotros” de los ajolotes a los que ya pertenece.
E n este te x to , com o en “La noche boca arriba” , el
empleo de la narración en primera persona, a la vez que es
más convincente, da am bigüedad al relato, pues el lector
se siente con derecho de dudar sobre las sensaciones subje
tivas del personaje, con derecho de creer en una imagina
ción demasiado viva, demasiado calenturienta. Pero subsis
te, en el fondo, la duda...
Los sueños siempre tienen para el ser hum ano algo de mis
terioso, y quizá de temible. Constituyen un terreno fértil
para la literatura fantástica o que pretende serlo, con muy
distinta suerte según los casos. En “La noche boca arriba”
vemos cóm o el sueño va extendiendo progresivamente su
dominio sobre la realidad, hasta que la engloba y se inter
cambia con ella. A partir de un incidente trivial, el acciden
te que sufre un motociclista en la calle, el autor nos hace
seguir a ese mismo motociclista al hospital donde, después
de la anestesia, lucha contra una larga y extraña pesadilla:
sueña que participa en la guerra florida de los aztecas, no
com o u n o de los cazadores, sino com o u n o de los ca
zados, com o una víctima. Lo que hay de com ún entre los
dos personajes es su posición: ambos están acostados boca
arriba; el guerrero m oteca es apresado y atado sobre una
losa de piedra; el motociclista está acostado boca arriba en
su cama de hospital. La pesadilla es interrum pida cada vez
que el motociclista despierta, pero al volverse a dorm ir la
acción del sueño continúa, es decir, que los dos m undos
147
transcurren paralelamente. Son com o dos películas que se
proyectan en forma simultánea en dos cuartos diferentes:
el personaje pasa de un cuarto a o tro , pero durante su au
sencia no se interrum pe la proyección. Es decir que cuan
do el soñador vuelve a dormirse no retom a el sueño donde
lo había dejado, sino que ha transcurrido en el m undo de la
oscuridad el mismo espacio de tiem po que ha pasado en el
hospital. Cada vez le es más difícil despertar, cada vez está
más m etido en el m undo de la pesadilla. El motociclista es
al mismo tiem po él mismo y el m oteca prisionero; es el
hom bre que yace en una cama de hospital y el guerrero
que va a ser sacrificado en el altar de los dioses sanguina
rios. Esto llega al punto en que el lector se da cuenta de
que los dos m undos se han invertido, han intercambiado su
lugar, y el guerrero moteca, que creía estar soñando al otro,
62 Ibid., p. 179.
148
io m b re le va siendo progresivamente más difícil despertar.
Pero para el lector es una sorpresa total. H asta estas últi
mas líneas, lo que estaba leyendo era la historia del m o to
ciclista y de su pesadilla, extraña, sí, pero no fuera de lo
posible. C on las líneas finales nos vemos precipitados súbi
tam ente en el otro m undo, en el de la pesadilla, que pierde
la inofensividad que le daba la distancia para tornarse en
algo am enazador y aterrador en el m om ento en que inva
de nuestro m undo real. El sueño es la realidad, la realidad
(lo que, el lector había identificado con su realidad) era
sueño. El sueño ha dom inado, y al mismo tiem po el hom
bre de la motocicleta está perdido, irremisiblemente p er
dido. Si hubiera logrado quedarse de “este” lado, en su
cóm oda cama de hospital, tal vez hubiera sobrevivido. El
pasar del lado de la guerra florida significa, sin duda al
guna, la m uerte en la piedra de los sacrificios. “ ‘La noche
boca arriba’ es ya la decisiva permanencia de un cosmos in
controlado por nuestros anhelos. Es la sujeción absoluta de
la voluntad a una extensión ordenada en un desorden que
nos lanza de un lado a o tro ” .63
La narración en prim era persona, que en otros casos
sirve para dar más seguridad al to n o del relato, aquí con
tribuye a la am bigüedad. E n efecto, si sabem os q ue el
personaje está delirando, que el sueño le ha sido inducido
por la fiebre después de la operación, ¿cómo estar seguros
de la realidad de la pesadilla? ¿En verdad ha sido dom i
nado p o r el horro r de su sueño? ¿Realmente ha cam bia
do de mundo? Esto es algo que el lector no puede saber.
Sólo puede darle una respuesta al enigma fuera del relato;
149
no hay solución en el interior.
Son muchas las irrupciones de lo insólito en este cuen
to. Está prim ero esa pérdida de los límites entre sueño y
realidad, ese dom inio de la realidad por el m undo del sue
ño , m undos representados, respectivam ente, p or el h o s
pital y el pantano donde se mueve sigilosamente el guerrero
moteca. El hospital, m undo aséptico, frío, pero luminoso y
seguro; el pantano, dom inio de la oscuridad y el peligro,
d o n d e el ser en co n tra d o p o r el enem igo significa una
m uerte segura, m u n d o de guerra y terror. Se transgre
den tam bién las leyes del tiem po, pues los dos sucesos
ocurren en épocas manifiestamente distintas, que se juntan
aquí en un instante único. Y se pierden, además, los lími
tes de la personalidad.
La transgresión de la personalidad nos obliga a volver
sobre dos textos de los que ya hemos hablado: “Lejana” y
“A xoloü” . En el prim ero había un intercambio de perso
nalidades, pues Alina se convierte en la m endiga y ésta, a
su vez, pasa a ser Alina; en el segundo, hay paso de una
personalidad dentro de otra, pero el cambio se hace en un
solo sentido, pues el axolod no pasa a ser su visitante.64
En el cuento que nos ocupa ahora, lo que ocurre es
más bien una fusión, pues parece ser que los dos persona
jes acaban confundidos en uno solo, con dos cuerpos locali
zados en tiempos y espacios diferentes. N inguno de los dos
m undos es fantástico en sí; ninguno de los dos hechos lo es
64 Claro que hay otra diferencia, tan evidente que no merece mayor
comentario: mientras que en “ Lejana” y “ La noche boca arriba” la co
municación insólita es entre seres humanos, en “Axolotl” ocurre entre
hombre y animal.
150
tam poco. Al unirse, al fundirse personas, tiem pos y espa
cios es cuando aparece, con toda su fuerza, lo fantástico,
con la realización de lo im posible, pero de una manera
ambigua, insegura, que siempre deja la puerta abierta a to
da clase de dudas.
Recapitulación
151
E n cuanto a la manera en que aparece la transgresión,
se ven dos esquemas generales:
152
Raras veces aparecen manifestaciones de orden claramente
sobrenatural; lo fantástico, m ucho más sutil, está más bien
sugerido que m ostrado.68 A propósito del origen de lo
irracional, N oé Jitrik establece una diferenciación muy in
teresante entre Borges y Cortázar:
153
cuencia para hacer surgir el sentim iento de lo fantástico es,
com o se vio en los análisis, la exageración de hechos coti
dianos (“La autopista del sur” , “Las m énades”). Tam bién
constituye una exageración (más evidente en unos casos
que en otros) la obsesión por el espacio. El sentim iento de
claustrofobia se hace sentir constantemente; la acción de los
relatos siempre transcurre en un espacio cerrado, o estric
tam ente delimitado. Incluso cuando, com o sucede en “La
autopista del sur” , no se trata de un espacio interior, éste
tiene unos límites rígidos, que no pueden ser traspasados.
El espacio cerrado, que se va reduciendo progresivamente,
es m edular en “Casa tom ada” ; en “A xolotl” el relato se
desarrolla dentro de un recinto del Jardín des Plantes, para
pasar luego a un espacio aún m enor: el interior del acua
rio; el personaje de “ Carta a una señorita en París” se
mueve entre las cuatro paredes del departam ento, y nada
de lo que ocurre afuera cuenta. Los personajes deambulan
por los com partim ientos casi estancos que les han sido
asignados, y pocas veces logran salir de ellos.70 El espacio
cerra d o actú a m uch as veces co m o u n p ro v o c a d o r de
angustia.
Es de n o tar que los personajes de Borges, aunque fí
sicam ente se m ueven m enos que los de C ortázar, están
libres de este enclaustramiento. A unque a veces se describe
el espacio físico, lo que funciona son los espacios mentales,
y los personajes se mueven p o r los m eandros del intelecto.
154
La acción puede transcurrir en el interior de un sótano,
co m o en “ El A le p h ” (y el p ro ta g o n is ta tie n e p o r un
m om ento la sensación de angustia claustrofóbica), pero la
m ente del personaje viaja inconmensurables distancias, sin
límite de espacio. Los personajes de Borges reflejan en este
sentido a su autor: aunque su desplazamiento físico no es
muy activo, su imaginación está en un deam bular constan
te y sin ataduras.
Los espacios abiertos y cerrados tam bién pueden servir,
en los relatos de Cortázar, para establecer una distinción en
tre los personajes. U n ejemplo de esto es “Lejana” : mientras
que Alina Reyes suele aparecer en espacios cerrados (ca
sas, salas de conciertos, salones dentro de las casas), la leja
na generalm ente se muestra en la calle, al aire libre. Hay
una correspondencia entre este rasgo diferenciador y la
vida cuidada y protegida de Alina, en contraste con los su
frimientos y la desprotección de la mujer de Budapest.
Al igual que Oliveira en Rayuela, muchos de los per
sonajes de C ortázar están divididos entre dos m undos. La
división de Oliveira es en el plano de las ideas (es un “a r
gentino afrancesado” ); la de Alina Reyes, la del motociclista
de “La noche boca arriba”, la del personaje de “Axolotl” ,
se realizan literalmente, llevan a u n resultado físico concre
to: son la versión fantástica de este tema.71
El hum or, que es tan im portante en la obra de Cortázar
(no hay más que pensar en las Historias de cronopios y de
fa m a s, en Rayuela o en L a vuelta a l día en ochenta m u n
dos), está prácticamente ausente de sus cuentos fantásticos.
155
Esto no es una casualidad; es que fantástico y hum orístico
se llevan difícilmente. La distanciación que debe haber pa
ra que pueda aparecer la risa impide la participación nece
saria para que surja el sentim iento de lo fantástico (el caso
de García M árquez, que se verá en el capítulo siguiente, es
excepcional).
156
Gabriel García Márquez
Sin hablar de las características generales de la prosa de
García M árquez, de su exuberancia verbal a veces rayana
en el barroquism o, de la rica m ultitud de personajes que
habitan su obra, pobladores de M acondo y otros pueblos
aledaños, lo que m e interesa es adentrarm e un poco en esa
región mítica y fantástica que, aunque tom a cuerpo de m a
nera más amplia y visible en Cien años de soledad, existe
tam bién en varios de los cuentos anteriores y posteriores a
esa novela, y tam bién, con varios aspectos com unes y otros
diferentes, en E l otoño del patriarca.
Los prodigios del m undo m ítico a veces p ertenecen
directa y claramente a lo maravilloso, pero en otras oca
siones, no poco frecuentes, tocan lo fantástico, aunque,
com o verem os, lo hacen de una m anera casi diam etral
m ente opuesta a la de los otros dos autores de que trata
este estudio.
Para la selección de los textos de García M árquez no he
tom ado en cuenta esa colección de viejos cuentos titulada
Ojos de perro a zu l1 —integrada p o r relatos escritos entre
159
1948 y 1952— porque, aunque sin duda es de interés para
quien quiera hacer u n estudio sobre la evolución de García
M árquez, desde el punto de vista fantástico (y literario en
general), ciertam ente n o están al mismo nivel que su p ro
ducción posterior. El elem ento fantástico en esos cuentos
es de un tipo m ucho más “tradicional” (y con ello quiero
decir m ucho menos individual y, p o r ende, m enos intere
sante) que el de los otros relatos. H ay elem entos fantás
ticos en casi toda la producción de G arda M árquez (él
mismo ha dicho que Cien años de soledad está form ado por
una serie de cuentos fantásticos), pero me parece que estos
elem entos son más visibles en tres textos de su libro de
cuentos titulado L a increíble y triste historia de la cándida
Eréndira y de su abuela desalmada. Lo com ponen siete re
latos, entre los cuales he escogido “U n señor m uy viejo
con unas alas enorm es” , “El ahogado más herm oso del
m u n d o ” y “El último viaje del buque fantasma” .
160
hom bre viejo, que estaba tum bado boca abajo en el loda
zal, y a pesar de sus grandes esfuerzos no podía levantarse,
porque se lo impedían sus enormes alas” .3 Sin em bargo, a
pesar de esta apariencia tan poco digna de un ser divino o
sobrenatural, y que más bien podría inspirar piedad por su
desvalim iento, al principio la presencia de ese extraño
perso n aje causa te m o r y asom bro. Los h a b ita n tes del
pueblo lo contem plan “con un callado estupor” ,4 pero a
m e d id a q u e pasa el tie m p o , la cercan ía del án gel va
degenerando en costum bre, y la familiaridad destruye todo
posible tem or a lo desconocido. H ay quien piensa, olvi
dando el detalle de las alas, que es un marino extraviado,
puesto que habla “en un dialecto incomprensible pero con
una buena voz de navegante” ;5 pero una vecina, experta
en “todas las cosas de la vida y la m uerte” , decreta que se
trata de un ángel, un ángel “de carne y hueso” .6 Pero has
ta esa afirmación pierde peso con el tiem po, y el extraño
ser no es tratado con el respeto debido a un emisario divi
no, sino “com o si no fuera una criatura sobrenatural sino
un animal de circo” .7
Se establece entonces una oscilación entre sobrenatural
y natural, entre extraordinario y cotidiano, un juego en
que la sensación de lo sagrado pasa p o r subidas y bajadas
repetidas, que se reflejan en la forma en que se considera
161
al viejo alado, en una dinám ica m uy am bivalente, que
forma la estructura misma del cuento:
8 Ibid., p. 13.
9 Ibid., p. 12.
162
Luego observó que visto de cerca resultaba demasiado
humano: tenía un insoportable olor de intemperie, el
revés de las alas sembrado de algas parasitarias y las plu
mas mayores maltratadas por vientos terrestres, y nada
de su naturaleza miserable estaba de acuerdo con la
egregia dignidad de los ángeles. [...] Argumentó que si
las alas no eran el elemento esencial para determinar las
diferencias entre un gavilán y un aeroplano, mucho
menos podían serlo para reconocer a los ángeles.10
163
“una colectividad y u n individuo, distanciados, incom uni
cados uno del o tro ” .13 Y esta distancia, esa separación del
ser extraño, se manifiesta en un objeto concreto, tangible: el
ángel, p o r lo menos al principio, está separado de la gente
por la reja del gallinero, barrera que lo rodea para determ i
nar una especie de zona aparte, que le pertenece en exclu
sividad. La duda sobre la naturaleza angelical es alimentada
por lo errático de los milagros atribuidos al ángel14 y, de du
da en duda, llega a ser sentido com o un personaje cada vez
más familiar. N o sólo ya no causa tem or, sino que queda
reducido al mismo nivel que los cangrejos.15
Este ángel tan terre a terre, tan poco solem ne, tan h u
m ano, en fin, llega a inquietar precisamente p o r su falta de
extrañeza. Es tan hum ano que contrae varicela, tiene “so
plos en el corazón” y “ruidos en los riñones”, pero no se
puede pasar por alto el hecho evidente de que tiene alas,
unas alas que “resultaban tan naturales en aquel o rg a
nismo com pletam ente hum ano, que no podía entenderse
por qué no las tenían también los otros hom bres” .16 Y la
partida del ángel no resuelve el enigma. Se va volando,
164
con la misma torpeza de ave vieja con que lo hemos visto
moverse desde su llegada, y se pierde a lo lejos, sin que na
die haya podido saber si era o no un ángel. Q uedará segu
ram ente relegado entre las viejas historias que se cuentan
en el pueblo e irá adquiriendo cierta grandeza, poco a p o
co, al irse transformando de realidad escuálida en un nuevo
m ito popular.
El am biente en que transcurre la historia refuerza esta
sensación de irrealidad dentro de la realidad. Es el trópico
suram ericano, pero u n trópico exagerado casi hasta lo
imposible, un lugar donde las lluvias adquieren carácter de
diluvio universal17 y donde los cangrejos invaden las casas,
de una m anera que hace pensar en los relatos m ito ló
gicos. E n el pueblo se habla de “los tiem pos en que llovió
tres días y los cangrejos caminaban p o r los dorm itorios” ,18
y la lluvia se convierte en una especie de transm utador, en
algo que modifica la materia: “las arenas de la playa, que
en m arzo fulguraban com o polvo de lum bre, se habían
convertido en un caldo de lodo y mariscos podrid o s” 19
cuando llegó el ángel. N o es que en el trópico de nuestros
países no ocurran fenómenos parecidos, pero aquí se pre
sentan justo con la exageración suficiente para q u e ad
165
quieran tintes de irrealidad mitológica.
C iertas expresiones em pleadas, p o r lo violentam ente
antitéticas, refuerzan la sensación de extrañeza. Sirvan co
m o ejemplo dos de ellas, “un ángel de carne y hueso” ,20 y
“aquel infierno lleno de ángeles” .21
Lo que vemos aquí es un proceso de desacralización de
lo fantástico, una progresiva familiarización con el ser ex
trañ o , que le hace perder to d o poder sobre nosotros.22 Y
la desacralización es ayudada p o r el hum or, el hum or iró
nico y cariñoso a la vez con que García M árquez pinta a
sus personajes y que, al hacer que el lector se ría de ellos, lo
separa del sentim iento de extrañeza e inquietud.23 Las tri
bulaciones del ángel terrenal y las elucubraciones de sus an
fitriones mueven a risa; de personaje tem ible o respetable,
20 Ibid,, p. 12.
21 Ibid., p. 19.
22 “El fantasma con quien se conversa pierde inmediatamente su dig
nidad de fantasma. Ya no es el ‘otro’ inexplicable y aterrador. La con
versación lo destruye al volverlo a colocar en la sociedad humana, de la
misma manera que la explicación reduce al estado de cosa banal al objeto
que causaba espanto” . (Louis Vax, La séduction de l’étrange, p. 216.)
23 “El hum or irreverente establece una flagrante distancia entre el na
rrador y lo narrado, una perspectiva de ironía que priva totalmente a la
historia de ‘religiosidad’. Eso no anula la naturaleza ‘milagrosa’ de lo
imaginario: los ángeles no están en la realidad ficticia como expresión de
una ‘fe’, su justificación es puramente estética. N i la ascensión de Reme
dios, la bella, ‘prueba’ la existencia de Dios, ni el ángel caído y sus confu
sos milagros corroboran a los ángeles de la Iglesia: se trata de imágenes
usurpadas a una tradición católica, despojadas de su esencia ‘religiosa’,
tratadas (maltratadas) con la fantasía y el hum or y convertidas en vehícu
los de lo imaginario. Lo ‘milagroso’ en la obra de García M árquez debe
entenderse en este sentido estrictamente literario”. (M. Vargas Llosa, op.
cit., p. 631.)
166
el ángel se convierte en personaje ridículo, lo cual tiene
com o efecto una especie de reabsorción de lo fantástico.
La risa actúa com o una especie de vade retro que exorciza
al dem onio del tem or y de la angustia
Según Louis Vax, “lo fantástico, que es una especie de
‘sagrado’ al revés, contam ina todo cuanto lo toca. Las vícti
mas de los vampiros se convierten a su vez en vampiros” .24
En este relato ocurre casi exactamente lo contrario, pues
no es el ser fantástico el que contam ina lo que está a su
alrededor, sino que lo cotidiano, dotado de una enorm e
fuerza hecha a la vez de absurdos teológicos y de sentido
com ún, invade, contam ina y destruye lo fantástico. Y en
eso, paradójicam ente, es en donde reside la transgresión:
un ángel reducido a nivel hum ano (y hum ano subdesarro-
llado, además), u n ángel viejo y escuálido, es u n ser que
infringe todas las reglas del m undo angelical. Esta conven
ción rom pe con sus propias convenciones establecidas, hace
a un lado sus propias normas, y se vuelve, por ello, fantás
tica. E n efecto, un ángel de origen com probadam ente di
vino pertenecería al m undo de lo maravilloso, y dejaría de
preocuparnos. U n ángel desacralizado, y cuyo origen sigue
en la oscuridad, no puede dejar de inquietar.
Tam bién contribuye a la conformación de lo fantástico
lo que Vargas Llosa llama el “dato escondido elíptico, es
decir, que el cuento term ina cuando lo más im portante
está p o r o cu rrir” .25 Vargas Llosa explica lo siguiente a
propósito de La mala hora: “la clave de la construcción es
un dato escondido elíptico: nunca se sabrá quién pone los
167
pasquines, en tanto que esta revelación parecería ser el dato
culm inante hacia el cual confluían todos los otros de la n o
vela” .26 Algo semejante pasa en “U n señor m uy viejo con
unas alas enormes” : toda la curiosidad del pueblo, todas las
energías de sus habitantes se concentran en cierto m om en
to en desentrañar el misterio del origen del ángel y de su
naturaleza. Parecería que la respuesta a esto debería ser la
clave del cuento, pero nunca se da la solución. Resulta en
tonces que el dato escondido elíptico es, en este caso,
esencial para conservar la ambigüedad que rodea al ángel,
y que es la que hace de este texto un cuento fantástico.
26 Idem.
27 G. García Márquez, op. cit., p. 49.
168
los m uertos conocidos” y “apenas si cabía en la casa” ;28 no
hay en todo el pueblo ropa lo bastante grande para él, hay
que hacérsela especialmente, y aún le queda chica; tam po
co hay “una cama bastante grande para tenderlo ni una
mesa bastante sólida para velarlo” .29 Para las mujeres del
pueblo, “no sólo era el más alto, el más ílierte, el más viril y
el m ejor armado que habían visto jamás, sino que todavía
cuando lo estaban viendo no les cabía en la imaginación” .30
Este grado de exageración ya nos lleva a los umbrales
de lo» fantástico,31 pues rebasa los límites de lo posible. Pe
ro, dentro del cuento, va todavía más lejos, pues las carac
terísticas físicas descomunales del m uerto hacen que se le
atribuyan poderes sobrehum anos: si hubiera vivido en el
pueblo, piensan las mujeres,
28 Idem.
29 Ibid., p. 50.
30 Idem.
31 “El m undo de Gargantúa y Pantagruel es real imaginario, n o tanto
porque contenga seres sobrenaturales o hechos intrínsecamente inverosí
miles, sino porque las proporciones de sus seres y las características cuan
titativas de sus hechos lo son. La realidad objetiva ha sido ‘aumentada’
hasta u n extremo en que es ya realidad imaginaria” . (M. Vargas Llosa, op.
cit., p. 172.)
32 G. García Márquez, op. cit., p. 51.
169
Pero la exageración, com o ya dije, n o se limita a la per
sona del ahogado. Los sentim ientos que su vista despierta
en las m ujeres del pueblo van tam bién más allá de toda
medida:
170
m adre entre los asistentes, y hasta primos, herm anos y tíos,
“así que a través de él todos los habitantes del pueblo ter
m inaron por ser parientes entre sí” .38
“La exageración, ya lo dijim os, no es fatalm ente real
imaginaria: introduce una am bigüedad, la filiación profun
da de la m ateria tratada con ese procedim iento sólo p u e
de ser establecida, en última instancia, mediante una deci
sión del lector” .39 Y tiene razón Vargas Llosa, es necesaria
una lectura como cuento fantástico para decidir que este
texto 16 es,40 pero creo, p o r mi parte, que tal decisión no
es del todo arbitraria. La exageración en este caso no sólo
lleva a lo fantástico, sino que lo hace p o r dos caminos dife
rentes: prim ero, p orque las características del hom bre, y de
los acontecim ientos, se aum entan tanto que llegan a ser
im posib les;41 y se g u n d o , p o rq u e lleva d ire c ta m e n te a
suponer en el ahogado la posesión de poderes sobrenatu
rales. La exageración hiperbólica es uno de los rasgos ca
racterísticos del estilo de García M árquez y no siem pre
lleva a lo fantástico, pero es un hecho que en muchos ca
sos convierte la materia de “realidad objetiva” en “realidad
imaginaria” , com o diría Vargas Llosa.42
38 Idem.
39 M . Vargas Llosa, op. cit., p. 633.
40 V éase la afirm ación de B orges c ita d a e n el c a p ítu lo “ Lo
fantástico” , y también el apartado “El papel del lector” .
41 Claro que los términos hiperbólicos deben ser entendidos literal
m ente, sin atribuirles valores metafóricos.
42 Al comparar el Orlando de Virginia W oolf con Cien años de sole
dad, Vargas Llosa dice: “U no de los procedimientos que convierte la
materia, en ambas ficciones, de ‘realidad objetiva’ en ‘realidad imagina
ria’ es la exageración”. (M . Vargas Llosa, op. cit., p. 165.)
171
Los personajes del cuento (me refiero, claro, a los per
sonajes vivos) no ofrecen resistencia alguna frente a las
cualidades extraordinarias del m uerto, sino que les buscan
alguna explicación. A nte su trem endo peso, “se dijeron
que tal vez había estado demasiado tiem po a la deriva y el
agua se le había m etido dentro de los huesos” ;43 su enor
me tam año los lleva a pensar “que tal vez la facultad de se
guir creciendo después de la muerte estaba en la naturaleza
de ciertos ahogados” .44 Estas débilísimas justificaciones,
estas explicaciones falsamente racionales, sirven, en ultima
instancia, para intensificar el carácter extraordinario del
m uerto; pero com o las explicaciones son falsas, su inven
ción lleva lo extraordinario a lo fantástico.
E ste ser fantástico que es el ahogado co m p arte con
otros personajes de García M árquez la característica de ser
un solitario, un marginado. En este caso, dada su condi
ción de cadáver, la afirmación de su soledad puede parecer
ridicula (¿acaso no están solos todos los m uertos?), pero
no es así. Es excepcional como cadáver, es un m uerto dis
tinto de todos los m uertos conocidos; en este sentido se
puede decir que se trata de un “m uerto solitario” .
La realidad hiperbólica que presenta este cuento tiene
la característica adicional de que va transform ándose p ro
gresivam ente en m ito. El camino a la m itología, en este
caso, pasa p o r lo fantástico, y el m ito va tom ando cuerpo a
partir del m om ento en que, después de hacer conjeturas
sobre los problemas que el ahogado debe haber tenido en
vida, por lo descomunal de su cuerpo, se le da un nom bre,
172
se lo personaliza, y no sólo esto, sino que el pueblo entero
queda identificado con él:
45 Ibid., p. 56.
173
misma fecha, está seguro de que no sueña, pero se topa
entonces con la incredulidad de su m adre, que “pasó tres
m añ a n a s g im ie n d o d e d e silu s ió n , p o rq u e se te e stá
pudriendo el seso de tanto andar al revés, durm iendo de
día y aventurando de noche com o la gen te de mala vi
da” .46 La tercera vez alborota a todo el pueblo, pero nadie
mira hacia el mar, sino que le dan una paliza descomunal
por haberlos espantado en medio de la noche. La cuarta
vez (la última) espera al barco, lo materializa47 guiándolo
con la luz de su linterna a través de los arrecifes, y lo lleva
a encallar en medio del pueblo, a la vista de todos, para ca
llar de una buena vez a los incrédulos, “más blanco que
to d o , veinte veces más alto que la torre y com o noventa y
siete veces más largo que el pueblo, con el nom bre gra
bado en letras de hierro, halalcsillajj, y todavía chorreando
por sus flancos las aguas antiguas y lánguidas de los mares
de la m uerte” .48
El prim er nivel es, pues, el de la incredulidad de los
personajes. En el segundo nivel está la incredulidad del
lector. El lector estaría dispuesto a aceptar que la visión
fue u n sueño; incluso podría aceptar la visión com o tal,
es decir, com o un fenómeno psíquico o psicológico que se
aparta de la normalidad. Hasta ahí el buque fantasma no
invade su m undo, no lo agrede. Pero la materialización del
transadántico ya es otra cosa, es el hecho imposible que se
lleva a cabo ante sus ojos, tan material, tan concreto que el
46 Ibid., p. 74.
47 La materialización del transatlántico íiene algo en común con la
materialización del ser soñado de “Las ruinas circulares” .
48 G. García Márquez, op. cit., p. 79.
174
barco queda encallado, que sacude todo el pueblo. La po
sible sospecha de que pueda tratarse de u n barco real (en
cuyo caso los anteriores sí habrían sido visiones) queda sin
fu n d a m e n to , pues n o es u n barco com o to d o s: es “ el
transadántico más grande de este m undo y del otro”i9 y las
aguas q u e m ojan el suelo son las de “los m ares de la
m uerte” .
H ay una progresión, o más bien una dinámica de la in
credulidad en ambos niveles. En el primero — es decir, en
el interior, en el que pertenece al m undo del relato— la
incredulidad está originalmente en el protagonista. C uan
do él se convence, cree, la incrédula es su madre, y des
pués la incredulidad pasa al pueblo entero. Al aum entar el
núm ero de los incrédulos se va afirmando la fe del prota
gonista, que se vuelve tan grande que se transform a en
necesidad de probar a los ojos de todo el m undo que tiene
razón, que no es un loco que ve visiones, que no miente.
La incredulidad se verá aplastada de golpe p o r la evidencia
del fenómeno.
La incredulidad del lector sigue los pasos de la del pro
tagonista, hasta el m om ento en que el buque fantasma se
torna en transadántico real y concreto. Después de eso, al
lector no le quedan más que la incertidum bre y el descon
cierto (si bien el buque es más que tangible para el pro
tagonista, el lector no puede saber hasta qué p u n to esa
evidencia es objetiva, pues en el texto no aparece la reac
ción de los habitantes del pueblo).
Aquí tam bién, com o en “El ahogado más herm oso del
m und o ” , la exageración es uno de los recursos utilizados
175
para llevar a lo fantástico. O más bien, lo que lleva a lo
fantástico es el barco m ism o, ese barco q u e aparece y
desaparece según es iluminado o no por la luz del faro; su
enorm e tam año, lo increíble de sus dimensiones, sirve para
confirmar las dudas sobre su realidad.
N o se puede olvidar que el m undo en el que todo esto
su ced e es u n universo p erm eable a la m aravilla y a la
magia, que acepta, por ejem plo, la existencia de una “pol
trona asesina” a la que “se le había gastado la facultad de
producir descanso” 50 y que m ata a los que se sientan en
ella; q u e adm ite que “los picados de culebra” ya están
m edio podridos al m orir, o que en el m ar se vean “las
cabelleras errantes de los ahogados de algún naufragio co
lonial” .51 Pero todas estas maravillas ya están integradas en
la vida de la gente, de alguna manera obedecen ya a algún
código establecido, forman parte de un esquem a de vida
y no se sienten com o una ruptura de las reglas. Integran
cierto código cultural, son parte de una especie de m itolo
gía local que, por familiar, no inquieta, o inquieta poco,
pasajeram ente. La existencia del buque fantasm a, al no
estar incluida dentro de esa m itología, es rechazada con
violencia.
La única persona capaz de aceptar la existencia'de lo no
adm itido, de lo que no se beneficia de la aceptación ge
neral, tenía que ser un ho m b re aparte, un m arginado,
“señalado p o r todos com o el hijo de la viuda que llevó al
pueblo el trono de la desgracia, viviendo no tanto de la ca
ridad pública com o del pescado que robaba en los botes,
50 Ibid., p. 75.
51 Idem.
176
m ientras la voz se le iba volviendo de bram ante” ,52 por
falta de uso, por no tener con quién hablar. Este hom bre,
que era ya un solitario desde niño, es el único que está lo
suficientemente apartado de los demás para ver lo que és
tos no ven, para percibir lo que los otros, protegidos por
su vida de grupo y envueltos en ella, están demasiado ocu
pados para notar, pues se han vuelto insensibles, protegi
dos por la coraza de sus deberes cotidianos.
Recapitulación
52 Idem.
53 “U n escritor no ‘inventa’ sus temas: los plagia de la realidad real
en la medida en que ésta, en forma de experiencias cruciales, los deposi
ta en su espíritu como fuerzas obsesionantes de las que quiere liberarse
escribiendo” (M. Vargas Llosa, op. cit., p. 133). Por otra parte, García
M árquez ha insistido mucho en que sus historias son recreaciones de
cosas que ha oído contar, y ha dicho en alguna parte que todo lo que ha
escrito ya lo conocía a los ocho años de edad.
177
de estas formas, según el contexto en que estén inscritas.54
A diferencia de los otros autores que hem os visto, en
p o r lo m enos uno de los cuentos fantásticos de García
M árquez aparece el hum or. N orm alm ente, el hum or es un
elem ento que se opone a la existencia de lo fantástico, p e
ro en el caso de “U n señor m uy viejo con unas alas enor
m es” sirve para confirmarlo, quizá porque no nos hace reír
del personaje fantástico, sino de los que lo rodean. En los
cu en to s de L a cándida E réndira, dice Vargas Llosa, el
hu m o r “ya no es contrapeso a la truculencia o antídoto
c o n tra lo ‘irreal’, sin o , esencialm ente, agen te ‘des-rea-
lizad o r’, in stru m en to de lo im aginario: su com etido es
destacar el aspecto ‘irreal’ de un personaje, una situación o
un objeto ” .55
Los personajes, por su parte, ya sean ellos mismos seres
fantásticos como el ángel o el ahogado, o seres que pre
sencian de m an era “p riv ileg iad a” un a c o n te c im ie n to
fantástico, com o el protagonista de “El últim o viaje del
buque fantasma” , tienen una característica com ún, que no
es casual: son seres solitarios, marginales, raros de una u
otra manera. La rareza es una característica que com parten
m uchos de los personajes de García M árquez, pero, como
dice Vargas Llosa, esta rareza es una de las características
178
que conform an la “realidad ficticia” , la realidad del m undo
fantástico.56
P or otra parte, en todos los cuentos del volumen se m a
nifiesta “una hegem onía de lo imaginario que a ratos se
acentúa hasta desvanecer lo real objetivo, una tendencia a
eliminar como soportes de esa realidad todo lo que no sea
mítico-legendario, milagroso, mágico o fantástico” .57 Pare
cería que este m undo imaginario que impera en toda la
obra haría imposible lo fantástico, según los principios que
yo misma he asentado al com enzar este trabajo. Pero es
que con García M árquez sucede algo bastante especial, que
voy a tra ta r de explicar. En Cien años de soledad y las
demás obras de lo que se ha dado en llamar el “ciclo de
M acondo” (La hojarasca, Isabel viendo llover en Macondo,
Los funerales de la M am á Grande, etcétera), García Már-
179
quez crea todo un m undo mítico,58 en el que la maravilla
es de ley y casi todos los prodigios son posibles. P or lo
tan to , al no haber imposibles no puede presentarse la trans
gresión, y no habría, entonces, seres o acontecim ientos
que fueran fantásticos. Pero en los cuentos analizados (que,
si bien no forman parte del “ciclo de M acondo” , sí están
insertos en el m undo mítico), lo fantástico se presenta p re
cisam ente cuando aparecen seres o fenóm enos que no
obedecen a las reglas de ese m u n d o : la n aturaleza del
ángel, la del ahogado y la del barco fantasma son otras
tantas transgresiones a las leyes del m undo de la “realidad
imaginaria” .
Se puede decir que García M árquez entra a lo fantásti
co por la puerta de atrás: presenta un m undo que puede
ser considerado maravilloso, en el que los ángeles existen,
en el que a nadie se le ocurriría dudar de la autenticidad
de la mujer-araña o de los poderes sobrenaturales de Bla-
cam án, pero lo hace fantástico p o r partida doble, ai irlo
desmitificando, desacralizando, y al introducir en él seres
que transgreden sus leyes, que son sentidos com o im posi
bles p o r los habitantes de ese m undo. Lo maravilloso (en
tiéndase lo que es maravilloso en el m undo de la “realidad
real” ) se convierte en cotidiano en el m undo del relato, a
la par que ciertos objetos cotidianos (el hielo, los aviones)
son sentidos com o maravillosos. La duda aquí surge, en
cierta forma, al revés.
180
I Cómo se manifiesta lo fantástico?
En el capítulo “Lo fantástico” intenté exponer mi concep
to de la naturaleza del hecho fantástico, partiendo para
ello de las definiciones y las reflexiones de algunos estu
diosos. .Siguiendo especialmente a Tzvetan T odorov, traté
de establecer las diferencias que existen entre lo fantástico
y lo maravilloso, por una parte, y entre lo fantástico y lo
extraordinario, por la otra, para llegar a la conclusión de
que lo fantástico se produce cuando un hecho o un ser in
sólitos, diferentes, que parecen no obedecer a las reglas de
la realidad objetiva, entran en esa realidad y existen —o p a
recen existir— por un m om ento al m enos, dentro de ella,
transgrediendo alguna de sus leyes.
Lo fantástico, se dijo, es extrem adam ente inestable, y
puede caer con gran facilidad dentro del campo de lo mara
villoso o de lo extraordinario. Para que un ser o un fenó
meno puedan ser calificados de fantásticos, es necesario que
haya en el texto cierta ambigüedad, que persista alguna du
da acerca de su origen, su naturaleza o sus manifestaciones.
Se afirmó también que lo fantástico puede provocar en
el lector toda una gama de sentim ientos, que van desde el
asom bro y el desconcierto hasta el horror, y que, para que
u n texto fantástico produzca su efecto, es necesario que el
lector entre en el juego y lo lea com o fantástico.
A hora, después de haber analizado varios cuentos que
considero fantásticos o cercanos a lo fantástico, queda por
183
ver si se cumplen las premisas establecidas al principio, si
los requisitos que se postularon com o necesarios para la
aparición de lo fantástico lo son efectivamente, si entre los
textos de los tres autores hay rasgos com unes que p e r
m itan pensar en una especificidad del texto fantástico, y si,
finalmente, esos rasgos comunes pueden organizarse para
dar alguna tipología o caracterización general.
184
¿Es indispensable la sugerencia
de lo sobrenatural?
185
m o ciertas acciones cotidianas; García M árquez exagera
“los apetitos físicos, los fenómenos naturales, la violencia
hum ana” .1
En cuanto a la literalización de la m etáfora, la hem os
encontrado en “El Zahir”, en “Lejana” , en “El o tro ” , en
“El Aleph” , etcétera, y ya ha sido estudiada en los casos
en que se presenta. M e lim ito nada más a señalarla aquí
com o un procedim iento típico.
186
cen fantástico, o ser desarrollado de form a d iferen te.4
Veamos algunos ejemplos, a título de ilustración.
El motivo del laberinto es central en la obra de Borges,
donde aparece una y otra vez, con valores diferentes: los
laberintos borgianos pueden ser fantásticos, pero tam bién
pueden ser simbólicos (o las dos cosas a la vez). La estruc
tura narrativa de “T lón, U qbar, Orbis T ertius” (cuento
fantástico) es laberíntica, pero también lo son las de “La
m uerte y la brújula” y “El jardín de senderos que se bi
furcan” (cuentos en que el elemento policiaco es el predo
m inante). Los espejos, puertas que llevan a otra realidad, si
bien en ocasiones están unidos a lo fantástico, otras veces
tienen un valor primordialmente simbólico. El tema del in
finito puede tener dim ensiones fantásticas o filosóficas,
etcétera. El motivo del espacio cerrado se repite con una
frecuencia impresionante en la narrativa de C ortázar, pero
su aparición no coincide exclusivamente con lo fantástico.
H asta ahora sólo he m encionado motivos característicos
de un autor, que no son com unes a los tres. E ncuentro,
además, una característica com ún, que m e parece im por
tante m encionar, porque aparece en todos los cuentos fan
187
tásticos que he visto: es la marginalidad, que es un rasgo
que puede ir unido o a los personajes o al fenóm eno fan
tástico. Por lo general, los protagonistas de los cuentos
fantásticos son seres solitarios, aislados, o si no lo son
siempre en su vida, se encuentran solos en el m om ento en
que se enfrentan al hecho fantástico.5
La soledad es un buen terreno de cultivo para lo fan
tástico; es significativo el hecho de que, en el único cuento
en que el fenóm eno fantástico está relacionado con una
acción colectiva (“Las m énades”), el observador de este fe
nóm eno, el único que parece darse cuenta de su extrañeza,
es un solitario. E n las ocasiones en que el personaje no es
un m arginado, se aísla al entrar en contacto con el fe
nóm eno insólito: es el caso de Alina Reyes o del narrador-
protagonista de “Carta a una señorita en París” . A veces es
el fenóm eno mismo el que exige la soledad para ser perci
bido (es lo que ocurre con el Aleph); la tarea fantástica
debe ser realizada a solas (“Las ruinas circulares”). El án
gel de García M árquez está solo, separado p o r un abismo
infranqueable del resto del pueblo, y el protagonista de
“El últim o viaje del buque fantasma” es tam bién un ser
marginado. Son solitarios los protagonistas de “Axolotl” y
“La noche boca arriba” , y los personajes de “Casa tom a
da” viven en un retraim iento total, separados p o r com ple
to del m undo exterior.
188
M e parece que esa coincidencia en la soledad no es
casual. Se podría entonces concluir que la soledad, la mar-
ginación o el aislamiento son característicos de la litera
tura fantástica, condiciones necesarias para la aparición de
lo fantástico. Creo que lo que he dicho es admisible, pero,
por otra parte, la soledad no es un rasgo privativo de lo
fantástico: “El tem a de la ‘marginalidad’ atraviesa toda la
literatura narrativa, es su carta de presentación, su marca;
ese tema en el que el rebelde en guerra contra la realidad
disfraza su propio dram a, representa su propia condición,
el destino marginal que le ha deparado su disidencia frente
al m undo. Su manifestación más corriente es, desde luego,
la anecdótica: no es fortuito que el tema del ‘excluido’, del
‘apestado’, del ‘ser distinto’, reaparezca m aniáticam ente en
las ficciones” .6
¿Por qu é, entonces, m encionar la m arginalidad com o
tem a fantástico, si aparece en toda la narrativa? Los temas
de la literatura fantástica, dice Todorov, son los de la lite
ratura en general. Si existe algo específico de lo fantástico,
se encuentra en la intensidad: la norm a de lo fantástico es
lo superlativo.7 Es decir que la intensidad, la exageración,
procedim iento característico para llegar a la sensación de
lo fantástico, es lo que da a los temas su nota distintiva. La
insistencia con que se m enciona la m arginalidad en los
189
cuentos fantásticos es la que hace que esa m arginalidad,
ese aislamiento, sean específicamente fantásticos.
A un adm itiendo que no se puede hablar de temas ex
clusivam ente fantásticos, T o d o ro v p ro p o n e u na clasifi
cación temática para la literatura fantástica, en dos grandes
grupos, a los que llama “temas del yo” y “temas del tú ”.s
Los explica de la manera siguiente: el yo significa el ais
lam iento relativo del hom bre en su relación con el m undo
que construye, la insistencia en ese enfrentam iento, sin que
haya necesidad de nom brar un interm ediario. El tú rem ite
precisam ente a ese interm ediario, y la base de este grupo
es la relación por medio de un tercero. El yo está presente
en el tú , pero no se da el caso contrario.
En el prim er grupo — el de los temas del yo— se ha
vuelto posible el paso del espíritu a la materia.9 Es decir
que los límites entre los dos se desdibujan, se desintegran,
dando lugar a una especie de continuum materia-espíritu.
Sería el caso de relato s com o “Las ru in as circu lares” ,
“T lón, U qbar, Orbis Tertius” , “Lejana” , “Axolotl” , “La
8 N o hay contradicción entre decir que los temas fantásticos son los
mismos que los de toda la literatura, y hacer la tipología de la temática fan
tástica. Todorov lo aclara: “ Digamos que nuestra división temática corta
toda la literatura en dos; pero que se manifiesta en forma especialmente
clara en la literatura fantástica, donde alcanza su grado superlativo” .
(.Ib id .,p . 163.)
9 “ El principio que hemos descubierto se deja señalar como el cues-
tionamiento del límite entre materia y espíritu. Este principio engendra
varios temas fundamentales: una causalidad particular, el pandeterminis-
m o; la m ultiplicación de la personalidad; la ruptura del límite entre
sujeto y objeto; por último, la transformación del tiempo y del espacio.
Esta lista [...] reúne los elementos esenciales de la primera red de temas
fantásticos”. (Ibid., p. 126.)
190
noche boca arriba” , “El últim o viaje del buque fantasma” ,
entre otros.
El p unto de partida del segundo grupo sería el deseo
sexual. M ientras que los temas del yo significan la puesta
en acción de la relación entre el hom bre y el m undo, del
sistema percepción-conciencia, los del tú son más bien los
que tienen que ver con la relación entre el hom bre y sus de
seos, entre el hom bre y su inconsciente. Los temas del yo
implican esencialm ente — todavía según T odorov— una
posición pasiva; en los temas del tú se observa, en cam bio,
una acción sobre el m undo. D e todos los cuentos an a
lizados, me parece que sólo “Las m énades” y “El ahogado
más herm oso del m undo” podrían caber en este grupo.
Este esquema de Todorov, aunque es muy interesante,
me parece algo confuso y no totalm ente satisfactorio. Sin
duda es más coherente que los que se m encionaron en el
capítulo “ Lo fantástico” , y p o r eso he querido incluirlo
aquí.
191
Los tipos de juegos
M e parece que lo más característico, a la vez que lo más
específico, del género fantástico, es que en todos los textos
aparece alguna especie de transgresión. El escritor fantás
tico juega con la realidad, la manipula a su antojo, y al ha
cerlo transgrede sus leyes. E stos juegos con la realidad
pueden, en mi opinión, agruparse bajo cuatro grandes ru
bros: juegos con el tiem po, juegos con el espacio, juegos
con la personalidad y juegos con la materia.
1. Juegos con d tiempo. En el interior del texto el tiem
p o p u ed e ser m anipulado de diversos m o d o s, q u e dan
lugar a otros tantos fenómenos extraños, irreales, o a he
chos q u e son necesarios para q u e se p u e d a n p ro d u c ir
dichos fenómenos.
A propósito de Borges se habló de un tiem po hum ano
y de un tiempo divino, de un tiem po físico y de un tiem po
psicológico. Lo que Borges llama “tiem po psicológico”
(“ El m ilagro secreto ” ) es u n tiem po subjetivo, que no
tom a en cuenta los mecanismos de relojería ni la rotación
de la tierra. El fenóm eno que H ladík siente com o una de
tención del “tiem po físico” es, creo, lo mismo, que pasa
cuando tenem os percepciones múltiples y simultáneas (co
m o en “El A leph”, sólo que en este relato el hecho se da
en forma de simultaneidad espacial).10 Se presenta la exis-
192
tencia simultánea de dos tipos diferentes de tem poralidad,
cuya no coincidencia da com o resultado u n efecto de tiem
po detenido.
En el m undo de Tlón se considera inconcebible la per
manencia de un mismo objeto en u n mismo espacio a través
del tiempo. Esto da como resultado un tiempo discontinuo.
O tra forma de modificar la temporalidad se da con la
existencia de una misma persona o un mismo objeto, en
dos tiem pos históricos diferentes, pero que se encuentran;
es lo que llamo tiempo simultáneo, y está ilustrado por “El
o tro ” y “La noche boca arriba” .
La repetición periódica de u n hecho a intervalos regula
res da u n efecto de tiempo cíclico, com o sucede en “El últi
m o viaje del buque fantasma” .
La anulación del pasado que se da en “La otra m uerte”
implica autom áticam ente un tkm p o revertido.
Las manipulaciones de la m em oria están relacionadas
con los juegos tem porales, y a veces son consecuencia
directa de ellos. La m em oria es inexistente en “T ló n ” ,
to tal en “ Funes el m em o rio so ” , o m n ip resen te en “ El
Zahir” , y queda anulada en “La otra m uerte” .
2. Juegos con el espacio. Sólo he podido encontrar en el
corpus dos grandes tipos de transformaciones del espacio.
E ste p u ed e reducirse progresivam ente, com o en “ Casa
tom ada” , o estar superpuesto a o tro espacio, com o en “El
o tro ” , “El Aleph” , “A xolod”, o “La noche boca arriba”.
En los dos primeros casos, espacios diferentes se encuentran
de alguna manera en el mismo lugar, En los dos últimos,
los personajes son ubicuos, es decir, que se encuentran al
m ism o tiem po en dos espacios distintos (y ocupan dos
cuerpos distintos).
193
3. Juegos con la personalidad. El tem a del doble (desa
rrollado, con variantes distintas, en “El o tro ” , “Lejana” ,
“La noche boca arriba” y “A xolotl”) es un juego con la
personalidad. Ésta se desdobla en el prim er caso, sufre un
intercambio en el segundo, y se fu n d e con otra en el ter
cero y el cuarto. En “Las m énades” se produce una trans
form ación de la personalidad de los asistentes al concierto,
provocada por medio de la exageración desmedida del en
tusiasmo. E n “El ahogado más herm oso del m undo” hay
una transformación de las mujeres del pueblo, en la que el
cadáver del ahogado opera com o catalizador. E n “U n se
ñor muy viejo con unas alas enormes” , la transformación
se opera en la naturaleza sagrada del ángel.
4. Juegos con la materia. Casi siempre consisten en ha
cer desaparecer los límites entre lo material y lo espiritual.
D e esta manera, el pensamiento puede producir un objeto
(“T lón, U qbar, Orbis Tertius” ), una persona (“Las ruinas
circulares” ). La luz puede materializar una fantasmagoría
(“El últim o viaje del buque fantasma” ); una persona o un
objeto pueden pasar fluidam ente del m undo literario al
m undo real (“Continuidad de los parques”, “T lón” ).
Se habrá notado que hay cuentos que caben en más de
un grupo. Esto es inevitable, debido a la complicación de las
historias, a que se encuentran varias fábulas den tro de
un mismo cuento. Si cada texto no tuviera más que una lí
nea narrativa, es posible que cupiera sólo en una categoría.
194
Fantástico de situación y fantástico de acción
M e parece que todos los cuentos analizados entran con to
da naturalidad en una de estas categorías. En efecto, en los
relatos o bien ocurren hechos fantásticos (realización de ac
tos imposibles), o bien los personajes se encuentran inm er
sos en una situación insólita, fantástica.
1. Fantástico de situación. En este grupo entran “T lon,
U qbar, Orbis Tertius” , “El Zahir” , “El Aleph” , “El o tro ” ,
“Casa tom ada”, “Lejana” , “La autopista del sur” , “ U n se
ñor m uy viejo con unas alas enorm es” , “El ahogado más
herm oso del m undo” .
2 . Fantástico de acción. Esta categoría está integrada
por “Las ruinas circulares” , “El milagro secreto”, “La otra
m uerte” , “C ontinuidad de los parques” , “Carta a una se
ñorita en París” , “La noche boca arriba”, “A xolod” , “Las
m énades” , “El últim o viaje del buque fantasma” .11
Conclusión
11 Con el fin de tener un Corpus algo mayor, que permita hacer estos in
tentos de clasificación, he incluido aquí todos los cuentos analizados,
hasta aquellos que están en una posición limítrofe, sin ser plenamente
fantásticos.
195
Es arriesgado decidir, sobre la base de indicios tan in
seguros, si pertenece o no pertenece a un texto al género
fantástico, pero ha sido necesario hacerlo a fin de poder
seguir adelante, aun a riesgo de incurrir, a veces, en cierta
arbitrariedad.
H em o s visto tam bién que hay algunas características
que debe tener un texto para provocar en el lector el senti
m iento de lo fantástico. Estas características son la am
bigüedad y / o la duda, y que se produzca en el relato una
transgresión a las reglas del m undo que en él se presenta.
Este m undo, si bien suele ser el de la realidad cotidiana, a
veces se aparta de ella, de manera más o m enos evidente.
Asimismo, se ha m ostrado que n o hay temas específica
m ente fantásticos, pero que ciertos motivos y temas suelen
prestarse con m ayor frecuencia a ser tratados de manera
fantástica.
Por últim o, quiero insistir en que los tipos de clasifica
ción que se proponen aquí se presentan sólo en calidad de
hipótesis, sin tener la pretensión de considerarlos ni defini
tivos, ni infalibles. M e parece que el examen de los cuen
tos confirma las hipótesis, pero es evidente que hay otros
puntos de vista posibles para intentar una clasificación.
196
Bibliografía
A r n a u , Carm en, E l mundo mítico de Gabriel García M á r
quez. Barcelona, Ediciones Península, 1975.
199
B o r g e s , Jorge Luis, Ficciones. Buenos A ires/B arcelona,
Em ecé, 1966.
200
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Sudamericana, 1966.
201
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Equiseditorial, 1972. (La misma colección de cuentos
tam bién se publicó com o E l negro que hizo esperar a los
ángeles, Rosario, Ediciones Alfil, 1972.)
202
R o d r í g u e z M o n e g a l , E m ir, “Sím bolos en la o bra de
Borges” , en Enrique Pupo-W alker, ed., E l cuento hispa
noamericano a nte la crítica. M adrid, Castalia, 1973,
pp. 92-109.
203
W e l l e k , Rene y Austin W a k r e n , Teoría literaria. Trad.
de José María Gimeno. M adrid, Gredos, 1962.
204
Originales de las citas
207
un événem ent —une action— qui releve du surnaturel (ou
du faux surnaturel); á son to u r, celui-ci provoque une réac-
tíon chez le lecteur implicite (et généralement chez le héros
de l’histoire): c’est cette réaction que nous qualifions d ’‘hé-
sitation’, et les textes qui la font vivre, de fántastiques”.
p. 21: “Le fántastique en littérature est la forme origínale
que prend le merveilleux, lorsque l’imagination, au lieu de
transposer en mythes une pensée logique, evoque les fántó-
mes rencontrés au cours de ses vagabondages solitaires” .
p. 2 3 , n. 13: “Ce qui change, ce so n t les noms (et en
m ém e tem ps les attrib u ts) des personnages; ce qui ne
change pas, ce sont leurs actions, ou leurs fonctions. [...] le
conte préte souvent les mémes actions á des personnages
différents. C ’est ce qui nous perm et d ’étudier les contes á
partir des fonctions des personnages”.
p. 24: “ On p eu t rencontrer des exemples d ’hésitation
fantastique á d ’autres époques, mais il sera exceptionnel
que cette hésitation soit thématisée par le texte méme. Y
a-t-il une raison á cette courte vie? O u encore: pourquoi la
littérature fantastique n ’existe-t-elle plus?”
p. 26: “O r, ce so n t ces impossibilités flagrantes qui ap-
pellent une intervention fantastique et qui déterm inent par
conséquent les thém es d u genre”.
p. 28: “Idée séduisante, entreprise irréalisable” .
p. 2 9 , n. 18: “La quantité des observations n’est pas
pertinente, mais uniquem ent la cohérence logique de la
théorie” .
p. 33: “II n ’est pas de fántastique en puissance, il n ’est
de fantastique q u ’en acte. L ’activité artistique ne distille
pas u n concept pour en extraire l’horreur q u ’il cache, elle
engendre cette horreur en stylisant le m o tiP .
208
p. 33: “La polyvalence des motifs est done p ro d u it de
culture, et l’interrogation sur cette polyvalence fruit de
l’illusion rétrospective e t de l’attachem ent au préjugé du
m o tif existant en soi e t subsistant par soi” .
p. 34: “ce n ’est pas le m o tif qui fait o u ne fait pas le
fantastique, c’est le fantastique qui accepte ou n ’accepte
pas d ’organiser son univers autour d ’un m otif”.
pp. 34-35: “M o tif et thém e cessent d ’étre choses p our
devenir m om ents d ’une dialectique vivante. Le seul étre
concret, dans un récit fantastique, c’est le conte lui-m ém e,
qui fait vivre son m otif d ’une vie propre dans une perspec-
tive origínale, qui capte la conscience affective d u specta-
teur afin de se donner une profondeur tem porelle” .
p. 35: “to u te oeuvre posséde une structure, qui est la
mise en relation d’éléments em pruntés aux différentes ca-
tégories d u discours littéraire; et cette structure est en mé-
m e temps le lieu du sens” .
p. 35: “Á la fin de l’histoire, le lecteur, sinon le person-
nage, prend toutefois une décision, il opte p our l’une ou
l’autre solution, et par la méme sort du fantastique” .
p. 37: “un m om ent de crise” .
p . 3 7 : “ [ ...] en o u v r a n t t o u te la rg e la p o r te au
prodigieux, la pensee du XVI' siécle exclut du mém e coup
miracle et fantastique: to u t étant possible, rien ne saurait
étonner. Inversem ent, en refusant miracles et prodiges, le
d é te rm in is m e s c ie n tis te m o d e rn e e s t fa v o ra b le au
merveilleux” .
p. 38: “ [...] l’expérience vécue du fantastique est celle
d ’un désarroi beaucoup plus que celle d ’u n e révélation
surnaturelle. [...] le malaise provoqué par le sentim ent de
l’étrange, c’est celui d ’une conscience qui a cessé d ’avoir
209
prise sur elle-méme. L ’hypothése du surnaturel, c’est celle
de la conscience qui s’est détachée de la situation angois-
sante p our retrouver une nouvelle assise de certitude. Le
surnaturel to u t á la fois explique et détruit le fantastique.
Le fantastique ne saurait exister pleinem ent sans se détrui-
re, son statuts, comme celui des francs-tireurs, étant préci-
sém ent d ’étre en marge des statuts. Le fantastique ne croit
á la stabilité de rien, pas méme á sa propre stabilité, puis-
q u ’il est sentim ent d ’une instabilité perm anente” .
p. 39: “le conte fantastique au contraire ne nous insta-
lle dans la réalité quotidienne que pour mieux nous entraí-
ner vers le mystére. Dans le prem ier cas, le mystére qui
scandalisait doit s’évanouir, dans le second cas le mystére
qui s’impose peu á peu doit étre respecté” .
p. 44: “Le conte de fées se passe dans un m onde oü
P enchantem ent va de soi e t o u la magie est la régle. Le
surnaturel n’y .est pas épouvantable; il n ’y est m ém e pas
étonnant, puisqu’il constitue la su^stance méme de l’uni-
vers, sa loi, son dim at. II ne violt aucune regulante: il f a i t
partie de l ’ordre des choses”.(E\ subrayado es m ío.)
p. 44: “par définition, aucun adulte raisonnable ne croit
aux fées o u aux enchanteurs” . o
p. 45: “ce qui ne p e u t pas arriver e t qui se p ro d u it
p ourtant, en un point et á un instant précis, au coeur d ’un
univers parfaitement repéré et d ’oú on estimait le mystére
á jamais banni”.
p. 46: “les thémes d u fantastique se définissent comme
étant, chacun, la transgression d ’un ou plusieurs des huit
éléments constitutifs de ce schéma” .
p. 47: “Le créateur introduit de quelque fa$on le public
dans son oeuvre, afin que l’oeuvre vive des pensées q u ’elle
210
suscite et des sentim ents q u ’elle éveille. II y a des récits
faits p our provot, 1er le ravissement o u l’horreur. Ce ravis-
sem ent ou cette horreur n ’appartiennent pas seulem ent á
la sensibilité du spectateur: le spectacle est fait p o u r les
éveiller en lui, et, du méme coup, vivre par lui” .
p. 48: “ [...] le fantastique se joue dans le dom aine de
l’art o u la participation affective exclut la reflexión. En
d ’autres term es, le fantastique nous fait rétrograder d u spi-
rituel au psychique. Le fantastique littérairc o u populaire
cultive l’affectivité á Pétat pur. [...] E tre hanté par u n cau-
chem ar, une femme o u une m élodie, c’est to u t com m e.
C ’est se sentir mal á Paise dans sa p ropre d em eure, en
compagnie d ’un étre qui n ’est ni to u t á fait im portun ni
to u t á fait bienvenu” .
p. 50: “Les récits fantastiques n ’o n t nullem ent p o u r
objet d ’accréditer l’occulte et les fantómes. La conviction,
le prosélitisme des adeptes n ’aboutissent en général q u ’á
exacerber l’esprit critique des lecteurs. La littérature fan
tastique se situé d ’em blée sur le plan de la fiction puré.
Elle est d ’abord un je u avec la peur. II est méme probable-
m ent nécessaire que les écrivains qui m etten t en scéne les
spectres ne croient pas aux larves q u ’ils inventent” .
p. 52: “En fait, á la seconde lecture, l’identification
n ’est plus possible, la lecture devient inévitablem ente mé-
talecture: on releve les procédés d u fantastique au lieu
d’en subir les charmes” .
p. 52: “Le rieur est libre, l’am ateur de fantastique se
sent envoüté” .
p. 55, n. 51: “T oute fiction, to u t sens littéral ne sont
pas liés au fantastique; mais to u t fantastique est lié á la fic
tion e t au sens littéral. Ceux-ci sont done des conditions
211
nécessaires pour l’existence d u fantastique” .
pp. 60 -6 1 , n. 55: “[...] cette hésitation p eu t étre res-
sentie égalem ent par un personnage: [...] le role de lecteur
est p our ainsi dire confié á un personnage e t dans le méme
tem ps l’hésitation se trouve représentée, elle devient un
des thém es de l’oeuvre; dans le cas d ’une lecture naíve, le
lecteur s’identifie avec le personnage” .
p. 61: “L ’ambigui'té, qui n ’est pas la condition suffi-
san te de F in so lite, n ’en est pas n on plus la co n d itio n
nécessaire” .
pp. 61-62: “ce n ’est done pas sur le fond de l’histoire
que p o rte P in c e rtitu d e —c e tte h isto ire n ’ayant pas de
fond, sa substance ne faisant q u ’un avec son apparence—
c’est su r l’histoire to u t entiére. Je veux dire le m onstre
to u t entier” .
pp. 62-63: “L ’in té ré t essentiel de la signification d u
fantastique en poésie repose sur la certitude que to u t ce
qui survient dans le m onde e t surtout dans la vie humaine
dépend, outre ses causes presentes et evidentes, d ’une au-
tre causalité plus p ro fo n d e et universelle, m ais m oins
claire. V oilá le trait distinctif d u véritable fantastique: il
n ’apparaít jamais sous une forme dévoilée. Ses événements
ne doivent jamais contraindre á croire au sens m ystique
des événements de la vie, mais doivent plutót le suggérer,
y faire allusion. Dans le véritable fantastique on garde tou-
jours la possibilité extérieure et formelle d’une explication
simple des phénom énes, mais en méme temps cette expli
cation est c o m p létem en t privée de p robabilité in tern e.
T ou s les détails particuliers doivent avoir u n caractére
quotidien, mais consideres dans leur ensemble ils doivent
indiquer une causalité autre”.
212
p. 64 , n. 59: “Parler de la vraisemblance d ’un événe-
m ent fantastique n ’a guére de sens: la notion de fantasti
que n ’a pas cours dans le m onde de la réalité. Mais le fan
tastique, qui est un m onde pour lui to u t seul, posséde sa
propre vérité, sa propre vraisemblance, sa propre erreur,
qui pastichent et défigurent la vérité, la vraisemblance et
Perreur d u m onde concret” .
p. 123: “O n p eu t certes proposer plusieurs interpré-
tations allégoriques du texte, mais il n ’offre aucune indi
c a d o r explicite qui confirm erait Pune ou l’autre d ’entre
elles. [...] ses récits doivent étre lus avant to u t en tant que
récits, au niveau littéral” .
p. 123, n. 8: “II traite Pirrationnel com m e faisant partie
du jeu: son m onde to u t entier obéit á une logique oniri-
que, sinon cauchemardesque, qui n ’a plus ríen á voir avec
le ré e l” .
p. 128, n. 17: “[...] la littérature p eu t toujours suggérer
Pinnom m é o u l’innom m able au-delá de ce qui est donné
o u peint. [...] D ans la quéte de l’épouvante, deux p e r
sonnages se relaient parfois: le prem ier —généralem ent le
n arrateu r— accom pagnant le second ju sq u ’au seuil d u
tem ple, le second ne faisant entendre, d u fond de l’abíme
du mal, que les derniers cris de son agonie ou les premiers
grognem ents de l’étre fantastique q u ’il est devenu á la sui
te d ’une m étam orphose pire que la m o rt” .
p. 138, n. 47: “L ’exagération conduit au surnaturel” .
pp. 151-152, n. 66: “on ne p eu t pas dire que, d u fait
de l’absence d ’hésitation, d ’éto n n em en t m ém e, e t de la
présence d ’éléments surnaturels, nous nous trouvons dans
un autre genre connu: le merveilleux. Le merveilleux im
plique que nous soyons plongés dans un m onde aux lois
213
totalem ent différentes de ce q u ’elles so n t dans le nótre; de
ce fait, les événem ents surnaturels qui se p roduisent ne
sont nullem ent inquietan ts” .
p. 153, n. 68: “Le raffinement des conteurs m odernes
est tel que nous pouvons étre émus par des récits ou ríen
n ’est proposé á notre croyancc, o u nous ignorons méme
s’il s’est passé quelque chose” .
p. 166, n. 22: “Le fantóme avec qui vous engagez con-
versation perd aussitót sa dignité de fantóme. II n ’est plus
l’‘autre’ inexplicable et terrifiant. La conversation le dé-
tru it en le repla^ant dans la société humaine to u t comme
l’explication réduit á l’état de chose banale l’objet qui cau-
sait des épouvantes” .
p. 167: “le fantastique, qui est une sorte de ‘sacre’ á
l’envers, contam ine to u t ce qui le touche. Les victimes des
vampires deviennent vampires á leur to u r” .
p. 188, n. 5: “Solitude du cadre, solitude de la victime,
c’est to u t comme. La conscience se spatialise, et l’espace
fantastique s’anim e d ’intentions malveillantes, se m et en
m ouvem ent, se referme sur sa victime” .
p. 189, n. 7: “II est raisonnable de supposer que ce dont
parle le fantastique n ’est pas qualitativement différent de ce
d o n t parle la littérature en général, mais q u ’il y va d ’une
différence d ’intensité, celle-ci étant á son máximum dans le
fantastique” .
p. 190, n. 8: “Disons que notre división thém atique
coupe en deux toute la littérature; mais q u ’elle se manifes
té d ’une maniére particuliérem ent claire dans la littérature
fantastique, ou elle ateint son degré superlatiP.
p. 190, n. 9: “Le principe que nous avons découvert se
laisse désigner comme la mise en question de la limite entre
214
matiére et esprit. Ce principe engendre plusieurs thémes
fondamentaux: une causalité particuliére, le pandéterminis-
me; la multiplicatíon de la personnalité; la rupture de la li
mite entre sujet et objet; enfin, la transform ation du temps
et de l’espace. Cette liste [...] rassemble les élém ents es-
sentiels du premier réseau de thémes fantastiques” .
215
índice
Prólogo....................................................................................... 7
Lo fa n tá stico ................................................................................ 9
Característicasgenerales de lo fantástico........................29
T em ática............................................................................ 2 9
Lo fantástico, situación de equilibrio inestable....... 35
D esenlace.......................................................................... 4 0
L o fantástico com o transgresión.................................. 43
219
E l lenguaje........................................................................... 5 4
Jorge L u is Borges..................................................................... 6 7
Recapitulación.................................................................. 103
J u lio C ortázar........................................................................115
220
“Carta a una señorita en París”: lo imposible
transgrede sus propias reg la s.......................................... 132
G abriel G a rd a M á r q u e z ...................................................157
Recapitulación................................................................. 177
221
¿Cómo se m a n ifiesta lo fa n tá stic o ? ....................................181
Conclusión......................................................................... 195
Apéndice..................................................................................2 05
222
Los juegos fantásticos, editado por la Secretaría
de Extensión Académica de la Facultad de Fi
losofía y Letras de la UNAM, se term inó de im
primir en m arzo de 2003 en los talleres de la
imprenta Koala, S. A. de C. V., Miguel Angel
21, Mixcoac, México, D. F. El tiraje consta de
mil ejemplares. La tipografía y formación estu
vieron a cargo de Elizabeth Díaz Salaberría y
Folia Editorial.
Lo fantástico es un género fascinante que
ha tenido un desarrollo literario especialmen
te notable en América Latina, sobre todo en
la segunda mitad del siglo xx. En este libro se
busca definirlo y deslindar sus límites y principa
les características, a través del estudio de tres de
los escritores que lo han practicado de manera más
libre y creativa: Borges, Cortázar y García Márquez.