Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
NIVEL SECUNDARIO
SOCIOLOGÍA
DOSSIER BIBLIOGRÁFICO
2023
1ER CUATRIMESTRE
Hacia el abordaje científico de lo social. Ciencias sociales y ciencias naturales. Ciencias sociales y sentido
común. Objeto y perspectiva de la sociología y su vinculación con otras ciencias sociales. Los inicios de la
sociología: Saint Simón y Augusto Comte. El trabajo del sociólogo: los distintos tipos de investigación
sociológica y sus metodologías. La teoría sociológica y su contexto de surgimiento. Conceptualizaciones. El
objeto de la sociología. Conocimiento sociológico y sentido común. La construcción del objeto. Macro y micro
sociología. Los problemas referidos a la utilización de los conceptos teóricos. Distintas estrategias teóricas y
metodológicas. La sociología en perspectiva histórica.
2DO CUATRIMESTRE
La cultura y perspectiva sociológica. La sociedad y los grupos. El concepto de habitus. El concepto de poder.
Dominación, poder y coerción. Legalidad y legitimidad. Foucault y la reconceptualización del poder. La
dimensión productiva del poder. El poder como relación de fuerzas. El poder es múltiple y local. El poder es
saber (y viceversa). Karl Marx. Emilio Durkheim. Max Weber. Las nuevas tecnologías y las transformaciones
en el mundo del trabajo Bourdieu y la teoría de los campos.
LECTURA REFLEXIVA
‘La ciencia social, a imagen de las ciencias de la naturaleza, debía constituirse positivamente. En realidad su
status no sería otro que el de una rama de la ciencia general de la vida, necesariamente autónoma, porque
el resto de las ciencias positivas no podía dar respuesta a las preguntas que la dinámica de las sociedades
planteaba, pero integrada a ellas por idéntica actitud metodológica. La sociedad, así, será comparable al
modelo del organismo. Para su estudio habrá que distinguir un análisis de sus partes -una morfología o
anatomía- y otro de su funcionamiento: una fisiología. Así definía Saint Simon las tareas de la nueva ciencia:
‘Una fisiología social, constituida por los hechos materiales que derivan de la observación directa de la
sociedad y una higiene encerrando los preceptos aplicables a tales hechos, son, por tanto, las únicas bases
positivas sobre las que se puede establecer el sistema de organización reclamado por el estado actual de la
civilización.’ Fisiología e Higiene: no pura especulación sino también la posibilidad de instrumentar ‘preceptos
aplicables’ para la corrección de las enfermedades del organismo social. Este positivismo, que exigía estudiar
a la sociedad como se estudia a la naturaleza, iba a encontrar su método en el de la biología, rama del
conocimiento en acelerada expansión durante el siglo XIX. Para Emile Durkheim, que representa a la
sociología ya en su momento de madurez, el modelo que apuntalará a su fundamental Las reglas del método
sociológico (1895) será la Introducción al estudio de la medicina experimental (1865) del fisiólogo Claude
Bernard. Pero el positivismo con el que se recubre y virtualmente se confunde el origen de la sociología,
tendrá también otro sentido, no meramente referido a la necesidad de constituir el estudio de la sociedad
como una disciplina científica. Positivismo significa también reacción contra el negativismo de la filosofía
racionalista de la Ilustración, contemporánea de la Revolución Francesa. En realidad, los dos significados se
cruzaban. La tradición revolucionaria del Iluminismo operaba a través del contraste entre la realidad social
tal cual era y una Razón que trascendía el orden existente y permitía marcar la miseria, la injusticia y el
despotismo. En ese sentido, en tanto crítica de la realidad, era considerada como una ‘filosofía negativa’. El
punto de partida de la escuela positiva era radicalmente distinto. La realidad no debía subordinarse a ninguna
Razón Trascendental. Los hechos, la experiencia, el reconocimiento de lo dado, predominaban sobre todo
intento crítico, negador de lo real. Hasta aquí, este rechazo del trascendentalismo estimula la posibilidad de
un avance del pensamiento científico por sobre la metafísica o la teología. Pero esta supeditación de la ciencia
a los hechos implicaba, simultáneamente, una tendencia a la aceptación de lo dado como natural. La sociedad
puede incluir procesos de cambio, pero ellos deben estar incluidos dentro del orden. La tarea a cumplir es
desentrañar ese orden -es decir desentrañar las leyes que lo gobiernan-, contemplarlo y corregir las
desviaciones que se produzcan en él. Así, todo conflicto que tendiera a destruir radicalmente ese orden debía
ser prevenido y combatido, lo mismo que la enfermedad en el organismo. Con esta carga ideológica nace la
sociología clásica. En la medida en que busca incorporar a la ciencia el estudio de los hechos sociales por vía
del modelo organicista, desnuda su carácter conservador. Este rasgo incluye a todos sus portavoces, aunque
existan ecuaciones personales o culturales que diferencien a cada uno. Juan Carlos Portantiero, ‘El origen de
la Sociología. Los padres fundadores’ (fragmento)
ACTIVIDAD
Luego de leer atentamente, responde: ¿Estás de acuerdo? ‘En sus orígenes, la Sociología estuvo relacionada
con las ciencias naturales’. Fundamenta con precisión.
¿Para qué pensar lo social? Como hemos visto, la sociología nació como respuesta a las grandes
transformaciones y conflictos que originó el nacimiento del capitalismo industrial y su evolución posterior. Por
eso la hemos definido como una ‘ciencia de la crisis’, utilizando la expresión acuñada por Juan Carlos
Portantiero. Las reacciones ante el espectáculo de la nueva sociedad fueron muy variables, aunque las
podemos reducir a cuatro: la añoranza del pasado, la defensa del statu quo, la búsqueda de reformas y los
propósitos revolucionarios. Cada una de ellas se reflejó en las ciencias sociales, como iremos viendo al estudiar
a los precursores de esta disciplina, a los padres fundadores y a los pensadores que los siguieron hasta hoy.
«El sociólogo no observa la realidad social, sino unas ‘prácticas sociales’. Su situación no es distinta de la
situación en que se encuentra un historiador cuando examina unos documentos. Entre el sociólogo y el
objeto de su estudio, se interpone un conjunto de interpretaciones e intervenciones. Siempre sueña con unas
situaciones salvajes en las que las relaciones sociales se presentarían al desnudo, sin hallarse recubiertas por
unas formas institucionales o por la retórica de un discurso. Arma, por ejemplo, las ciudades en que la riqueza
aparece junto a la miseria, sin perspectivas monumentales y sin restos del pasado que oculten la división de
las clases sociales y los géneros de vida. Pero nunca puede abordar unas relaciones sociales que no estén
controladas, interpretadas y gobernadas. Lo más fácil es criticar el discurso ‘oficial’ que una sociedad ofrece
acerca de sí misma (...). Algo más difícil es distanciarse suficientemente de las categorías por las que una
sociedad presenta su experiencia y se sitúa con respecto a las demás. (...) Todos nos acostumbramos a
considerar como ‘normales’ o como el producto de una larga evolución histórica y, por ende, carente de una
significación social analizable, las formas de nuestras ciudades, las decisiones administrativas y las formas de
autoridad (...). Porque ningún actor social puede definirse por completo fuera de sus relaciones con los demás
(...). Hemos de volver, pues, a la obsesionante pregunta: ¿cuál es el objeto de la sociología? Respuesta: ‘las
relaciones sociales’(...). La sociedad es una palabra tan vacía de sentido para el sociólogo como puede serlo
la palabra vida para el biólogo. De ahí que, si el objeto de la sociología no es la sociedad, todavía lo es menos
unos pedazos de sociedad; la política, la religión, la familia, el trabajo, la ciudad y todas las abstracciones de
las que tiene necesidad la práctica social y cuyas representaciones multiplican las ideologías, pero que se
limitan a copiar la organización social en lugar de explicarla. Las relaciones sociales, todas las relaciones
sociales, por diferentes que sean unas de otras, porque el objeto de la sociología no es una cosa sino una
operación; hacer que aparezcan las relaciones detrás de las situaciones».
La imaginación sociológica
Por C. Wright Mills.
«La imaginación sociológica nos permite captar la historia y la biografía y la relación entre ambas dentro de
la sociedad. La ciencia social trata propiamente de la diversidad humana, constituida por todos los mundos
sociales en que han vivido, viven y podrán vivir los hombres. Los antiguos teóricos sociales se esforzaron en
formular leyes invariables de la sociedad, leyes que valdrían para todas las sociedades. (...) No podemos
esperar entender ninguna sociedad, ni aún como cosa estática, sin usar materiales históricos. La imagen de
toda sociedad es una imagen específicamente histórica. Toda sociedad dada debe ser entendida en relación
con el periodo específico en que existe. Como quiera que se defina la palabra periodo, las instituciones, las
ideologías, los tipos de hombres y mujeres que predominan en un periodo dado constituyen algo así como
un patrón único». «Los problemas clásicos de la ciencia social moderna se relacionan en realidad con una
interpretación histórica específica: la interpretación del nacimiento, los componentes y la forma de las
sociedades industriales urbanas del Occidente moderno, por lo general en contraste con la época feudal.
Muchas de las concepciones más comúnmente usadas en sociología se relacionan con la transición histórica
de la comunidad rural de los tiempos feudales a la sociedad urbana de la época moderna».
ACTIVIDAD
● Lee con mucha atención y explicar a que hace referencia.
Hechos Sociales
Los hechos sociales, de acuerdo a la sociología y la antropología,
son aquellas ideas reguladoras del comportamiento humano que se
generan a partir de la sociedad y que son externas al individuo,
coercitivas y colectivas. Se trata, pues, de comportamientos y
pensamientos socialmente impuestos por la colectividad.
Este concepto fue acuñado por el sociólogo francés Émile Durkheim
en 1895, y supone una forma de modificación de la interioridad de
todo sujeto, forzándolo a sentir, pensar y actuar de una manera
determinada, afín a la colectividad.
Un sujeto puede, sin embargo, oponerse a este mandato colectivo,
fortaleciendo así su interioridad y su individualidad, como hacen los artistas. Sin embargo, la ruptura con los
hechos sociales puede traer consecuencias en su contra, como la censura de los demás o, dependiendo de la
sociedad y del hecho, la reprobación y el castigo.
● Corrientes de opinión. Obedecen a modas y tendencias más o menos efímeras, o que cobran más
o menos fuerza de acuerdo al momento de la colectividad, y empujan a la sociedad hacia una forma
de subjetividad respecto a algo.
Estos hechos sociales son siempre conocidos por todos los miembros de la colectividad, compartidos o no, y
éstos se posicionan respecto a ellos, a favor o en contra, sin que deban ser previamente discutidos de ninguna
manera. De esta manera se retroalimenta el proceso: los hechos sociales influencian a la gente y la gente
genera y condiciona la dinámica social.
Por último, desde cierto punto de vista, todas las facetas de la subjetividad humana: la lengua, la religión,
la moral, las costumbres, son hechos sociales que le brindan al individuo una pertenencia a una colectividad.
1. El aplauso luego de una función. La conducta social aprobada y promovida luego de un acto de
alguna naturaleza es el aplauso colectivo, y es un ejemplo perfecto y simple de hecho social. Las
personas asistentes sabrán cuándo aplaudir y cómo, sin que nadie se lo explique en el momento,
simplemente llevados por la multitud. No aplaudir, en cambio, sería tomado por un gesto de
desprecio hacia el acto.
3. Los nacionalismos. El fervor patriótico, la devoción por los símbolos patrios y otras conductas de
amor a la patria son fomentados abiertamente por la mayoría de las sociedades, como respuesta a
un patrón de opinión subyacente de desprecio por lo propio. Ambas vertientes, el chauvinismo (amor
excesivo por lo nacional) o el malinchismo (desprecio de todo lo nacional) constituyen hechos
sociales.
4. Las elecciones. Los procesos electorales son hechos sociales fundamentales para la vida republicana
de las naciones, por lo que son impuestos por los gobiernos como un hito de participación política a
menudo obligatoria. No participar en ellas puede, incluso si no acarrea sanciones de tipo legal, ser
reprobado por los demás.
5. Las manifestaciones o protestas. Otra forma de participación ciudadana organizada son las
protestas, que a menudo nacen de la percepción de un individuo o colectivo menor y luego ascienden
hasta movilizar y fortalecer la sensación de comunidad de las masas, a veces empujándolas a actos
de temeridad (arrojar piedras a la policía), exponerse a la represión o incluso violentar leyes (como
en los saqueos).
6. Las guerras y conflictos armados. Un importante hecho social en la historia de la humanidad son las
guerras y los conflictos, desgraciadamente. Estos estados transitorios de violencia alteran todo el
aparataje social, legal y político de las naciones y obliga a las sociedades a comportarse de maneras
determinadas: marciales y restrictivas, como el ejército, o anárquicas y egoístas, como en el caso de
las poblaciones atrapadas en zona de conflicto.
7. Los Golpes de Estado. Los cambios violentos de gobierno son condiciones externas a los individuos
que imponen sin embargo determinados sentires, por ejemplo, de alegría y alivio ante el
derrocamiento de un dictador, de esperanza ante la llegada al poder de un grupo revolucionario, o
de depresión y miedo cuando, cuando inician gobiernos indeseados.
8. La violencia urbana. En muchos países de alto margen de violencia criminal, como pueden ser
México, Venezuela, Colombia, etc. las altas tasas de actividad delictiva constituyen un hecho social,
ya que alteran el modo en que sienten, piensan y actúan las personas, a menudo empujándolas hacia
posiciones más radicalizadas y permitiendo linchamientos de delincuentes o actitudes de igual
violencia a la que rechazan.
9. La crisis económica. Los factores de crisis económica, que alteran de manera drástica el modo en
que la gente se relaciona comercialmente, son hechos sociales de profundo impacto en la
emocionalidad (generando depresiones, frustraciones, rabia), la opinión (se busca culpables, surge
la xenofobia) y el actuar (se vota por candidatos populistas, se consume menos, etc.) de las personas
afectadas.
10. El terrorismo. La acción de células terroristas en las sociedades organizadas tiene un efecto
radicalizador importante, que hemos presenciado en la Europa de inicios del siglo XXI: el
resurgimiento de los nacionalismos de derecha, el miedo y desprecio por el extranjero, la
islamofobia, en fin, diversos sentires que le son impuestos al individuo a partir no sólo de las acciones
violentas de los extremistas, sino de todo el discurso mediático tejido alrededor.
La investigación social
El Diccionario de ciencias políticas y sociales dirigido por Torcuato Di Tella define de esta manera a la
investigación social:
‘... es el proceso que surge a partir del planteamiento de un problema significativo dentro del ámbito de una
disciplina, consistente en un número de actividades relacionadas entre si por medio de procedimientos
científicos, con el objeto de dar respuesta a tal problema.’
En toda investigación correctamente desarrollada se da una fusión entre la teoría social y la investigación
empírica. El primer ejemplo de una investigación social desarrollada de esta manera lo encontramos en el
trabajo de Émile Durkheim, El suicidio, publicado en 1897. Antes de él encontramos antecedentes de
investigaciones empíricas en Adam Smith (1723-1790), La riqueza de las naciones; Robert Malthus
(17661834), Ensayo sobre la población y Federico Engels, La situación de la clase obrera en Inglaterra.
LECTURA REFLEXIVA
Sentido común y perspectiva sociológica Los siguientes párrafos -extraídos del prólogo a la primera edición
de Las reglas del método sociológico, de Émilie Durkheim, publicado en 1895te aclararán las diferencias
existentes entre las opiniones comunes y las afirmaciones de las ciencias sociales. ‘Estamos tan poco
habituados a tratar científicamente los hechos sociales que ciertas proposiciones contenidas en esta obra,
probablemente, sorprenderán al lector. Pero si existe una ciencia de las sociedades, es preciso tener en
cuenta que no consiste en una simple paráfrasis de los prejuicios tradicionales, sino que nos hace ver las
cosas de forma distinta de cómo las ve el vulgo, porque el objeto de toda ciencia es hacer descubrimientos y
todo descubrimiento desconcierta, más o menos, a las opiniones ya admitidas. Por consiguiente, a menos
que se conceda al sentido común en sociología una autoridad que no tiene desde hace mucho tiempo en las
otras ciencias -y no se ve de dónde podría venir le es preciso que el sabio se decida resueltamente a no
dejarse intimidar por los resultados obtenidos en sus investigaciones, si éstas se han realizado
metódicamente. Si el buscar la paradoja es propio de un sofista, rehuirla, cuando es impuesta por los hechos,
es propio de un espíritu sin valentía o sin fe en la ciencia. Por desgracia, es más fácil admitir esta regla en
principio, y teóricamente, que aplicarla con perseverancia. Estamos todavía demasiado acostumbrados a
zanjar todas estas cuestiones de acuerdo con las sugerencias del sentido común para que podamos
fácilmente mantenerlo a distancia de las discusiones sociológicas. Aunque nos creamos liberados de él, el
sentido común nos impone sus juicios sin que nos demos cuenta. Sólo una larga y especial práctica puede
evitar tales desfallecimientos. He aquí lo que pedimos al lector que tenga la bondad de no perder de vista.
Que considere siempre presente que los modos de pensar a los que él es más propenso son más bien
contrarios que favorables al sentido científico de los fenómenos sociales y, por consiguiente, que se ponga
en guardia contra sus propias impresiones. Si se abandona a ellas, sin resistencia, corre el riesgo de juzgarnos
sin habernos comprendido (...)
En la actualidad las principales escuelas sociológicas son el funcionalismo, la sociología del conflicto y la teoría
de la acción. Como iremos viendo en los capítulos sucesivos, los funcionalistas y conflictivistas encaran el
estudio social privilegiando una u otra de las orientaciones contrapuestas que hemos enumerado arriba: la
primera de las orientaciones mencionada en cada caso es la adoptada por los funcionalistas, en tanto que los
conflictivistas eligen la otra.
Macrosociología y microsociología
Los sociólogos pueden realizar sus investigaciones en dos niveles distintos: micro y macrosociológico:
El análisis microsociológico estudia las interacciones entre los individuos, se ocupa de las situaciones en las
que las personas se relacionan cara a cara y se interesa por los significados subjetivos que otorgan los
participantes a sus acciones. Su objeto de estudio son los pequeños grupos.
El análisis macrosociológico, en cambio, se interesa por ‘los procesos sociales que operan a largo plazo y de
las unidades (grupos, organizaciones, instituciones), estructuras y sistemas sociales de gran escala’ (Giner).
Los que practican esta orientación estudian los procesos de evolución sociocultural de las sociedades
humanas, las revoluciones sociales, la industrialización o la urbanización, los sistemas de estratificación social
o los sistemas políticos. Los actores de estos grandes procesos son los grupos nacionales, las clases sociales
y los integrantes de organizaciones complejas como los sindicatos o los partidos políticos.
Existe consenso entre los especialistas sobre que una adecuada comprensión de los fenómenos sociales
requiere de la complementación de los enfoques micro y macrosociológico. Además de ser dos niveles de
análisis, se trata también de dos concepciones teóricas que privilegian en un caso al individuo y a la acción
(orientación microsociológico) y en el otro, a la sociedad y las estructuras sociales (orientación
macrosociológico). La confrontación entre ambas orientaciones ocupa gran parte de los debates de la teoría
sociológica. La orientación macro está representada por el estructural funcionalismo, la teoría del conflicto y
el marxismo (corrientes que, por lo demás, tienen muy pocas coincidencias entre si). La orientación micro es
cultivada por el interaccionismo simbólico, la etnometodología y la teoría del intercambio.
El primer paso de cualquier investigación sería consiste en relevar el estado del arte, es decir, realizar una
búsqueda lo más exhaustiva posible de todo lo que se ha publicado respecto al tema que nos interesa. Como
los investigadores sociales, igual que los especialistas en cualquier área científica, se especializan en
determinados temas, es importante ubicar a los referentes de cada cuestión, es decir, aquellos que son
reconocidos como los mayores especialistas. Hay que tener en cuenta que el propósito de una investigación
es avanzar el conocimiento que se posee hasta ese momento, por lo cual no tiene sentido repetir lo que ya
ha sido comprobado por otros.
Recogiendo datos
La recolección de datos es una etapa fundamental de toda investigación social. Los principales
procedimientos para obtenerlos son los siguientes:
La observación, que puede ser distante o participante. La experimentación, que puede desarrollarse sobre
el terreno o en el laboratorio. Las encuestas, que pueden realizarse a través de entrevistas o por
cuestionarios. Otras técnicas de recolección de datos: datos secundarios (en este caso, el investigador social
utiliza datos recogidos por otros: por ejemplo, censos y estadísticas oficiales) y documentos de vida, entre
otros.
La estadística
En su sentido más común ‘estadística’ es sinónimo de ‘censo’ o ‘recuento’; también forma parte de la familia
de palabras derivadas de ‘estado’. Ambos significados están relacionados, pues una de las funciones de la
estadística es proporcionar a los gobernantes información sobre sus países a fin de permitirles una acción
mejor orientada (por eso mismo, un gobernante competente, bien preparado para el desempeño de su tarea
es un ‘estadista’). Las estadísticas son imprescindibles para la buena marcha de los países. Por eso en la
actualidad todos ellos cuentan con dependencias especializadas en la obtención y análisis de informaciones
cuantitativas respecto a la población, los recursos naturales, las industrias, el comercio (interior o exterior),
la educación, la salud pública y otros aspectos de la vida del Estado, nacional, provincial o municipal. En la
Argentina el INDEC realiza periódicos estudios sobre costo de vida, nivel de ingresos, ocupación y
desocupación.
Los científicos sociales (sociólogos, economistas, antropólogos) encuentran en las estadísticas un auxiliar
muy valioso, que ponen al servicio de sus investigaciones. Con este propósito se valen de las estadísticas
oficiales y de otras elaboradas bajo su dirección con propósitos especiales. Los censos de población; los
registros sobre natalidad, mortalidad y movimientos migratorios (emigración e inmigración); las estadísticas
sanitarias, educativas, laborales y judiciales aportan información relevante para el conocimiento de la
realidad social. Este tipo de registro corresponde a la estadística descriptiva y procede generalmente de los
organismos oficiales. La estadística inferencial estudia las relaciones o asociaciones entre variables.
LECTURA REFLEXIVA
Variables Las variables son características de un hecho o fenómeno que pueden adoptar distintos valores o
magnitudes y que son susceptibles de cambiar en relación a uno o varios objetos o factores. Su variación las
vincula unas a otras según distintos tipos de relación: covariación, asociación, dependencia, causalidad,
influencia, etc. Analizar la existencia de variables y probar sus relaciones es objeto de la investigación
científica. Según su naturaleza, las variables se dividen en cuantitativas (por ejemplo, el peso) y cualitativas
(por ejemplo, el sexo); según la amplitud de la unidad de observación, en individuales (ejemplo, coeficiente
de inteligencia) o colectivas (ejemplo, calorías por habitante); según su nivel de abstracción, en generales
(ejemplo, estratificación social), intermedias (que atañen a ciertas dimensiones menos generales; ejemplo
nivel de nutrición) y empíricas o indicadores (que representan un aspecto particular pasible de medición;
ejemplo, tasa de fecundidad, consumo de energía eléctrica). Según cuáles sean sus elementos de variación,
se dividen en nominales (categorías sin orden; ejemplo, estado civil), ordinales (que poseen un determinado
orden dentro de sus categorías, pero no distancias
similares entre cada una de ellas; ejemplo, el grado
de instrucción), de intervalo (orden y grado de
distancia entre categorías de origen convencional;
ejemplo, temperatura) y de razón (similares a las
anteriores, pero con una distancia entre categorías
de origen natural; ejemplo, ingresos percibidos).
Según la posición que cada variable tiene en la
relación mutua, puede ser dependientes – son las
variables a explicar -, o independientes, aquellas cuya
asociación o influencia en la variable dependiente se trata de averiguar, y por lo tanto son variables
explicativas. Di Tella, T., op. cit.; 613.
ACTIVIDAD
Imagina dos variables que puedan estar correlacionadas (por ejemplo: clase social y nivel de educación
formal; género y actividad laboral) y redacta una afirmación en que estén asociadas.
¿QUÉ ES LA CULTURA?
En el lenguaje común llamamos ‘cultura’ al conjunto de conocimientos especializados en el terreno de la
filosofía, el arte, la ciencia. Normalmente decimos de una persona que es ‘culta’ cuando ha acumulado
grandes conocimientos de este tipo y tiene un gusto más refinado que el habitual. De esta manera, pensamos
que hay personas ‘cultas’ y otras que no lo son: el calificativo se reserva a los individuos que han podido
acceder a las realizaciones y conocimientos más elevados de su sociedad (lo que requiere de tiempo, dinero,
capacidad e interés, que no todos poseen). En las ciencias sociales ‘cultura’ tiene un
significado distinto. Ciento treinta años atrás el inglés Sir Edward Burnett Tylor, autor del primer texto de
antropología general, elaboró la siguiente definición:
‘La cultura... en su sentido etnográfico amplio, es ese todo complejo que comprende conocimientos,
creencias, arte, moral, derecho, costumbres y cualesquiera capacidades y hábitos adquiridos por el hombre
en tanto que miembro de una sociedad.
En nuestros días el antropólogo Marvin Harris ha ensayado otra definición, sustancialmente idéntica a la
anterior: ‘Cultura: pautas de conducta y pensamiento aprendidas y compartidas que son características de
un grupo social’.
Como puedes ver, para los científicos sociales todo miembro de una sociedad es culto, en la medida en que
participa de distintos aspectos de una creación colectiva específicamente humana. Las definiciones de la
cultura son numerosas y no siempre coincidentes (al menos, en algunos aspectos). En 1952 dos estudiosos
norteamericanos ordenaron y analizaron más de cuatrocientas definiciones de las que extrajeron algunos
rasgos comunes:
● La cultura es conducta aprendida. A diferencia de los animales, el comportamiento humano no es
instintivo ni está genéticamente condicionado.
● La cultura es un dispositivo de adaptación. Mientras las especies animales se adaptan pasivamente
a su medio ambiente, los hombres han elaborado distintas respuestas a los desafíos de su medio
natural. Esto explica la difusión de la especie humana sobre el globo terrestre, superando todas las
barreras ambientales. También explica el fenómeno del cambio cultural: frente a nuevos desafíos,
los integrantes de una sociedad buscan nuevas soluciones.
● La cultura se transmite de generación en generación, a través de mecanismos que veremos más
adelante.
● La cultura cambia, debido a factores endógenos (descubrimientos e invenciones) y exógenos
(influencias y préstamos exteriores).
● La cultura es un modo de significación e interpretación de la realidad. De esta manera, puede ocurrir
que la misma conducta tenga diversos significados en sociedades diferentes (con distintas culturas);
a la inversa, distintas conductas pueden tener la misma significación.
● Los individuos que integran una sociedad comparten diferencialmente la cultura de la misma, de
acuerdo a su edad, sexo, posición socioeconómica, origen étnico, raza, religión, etcétera.
Aunque una cultura constituye una totalidad, analíticamente podemos distinguir en ella diversos
componentes que de acuerdo a sus
características se agrupan en cultura
inmaterial y cultura material.
LA CULTURA INMATERIAL
El mundo de la cultura inmaterial está
compuesto por los símbolos, el
lenguaje, los valores, las creencias y las
normas.
Los símbolos
Símbolo ‘es todo aquello que para quienes comparten una cultura tiene un significado determinado o
específico’: una cruz, una luz roja, una mano extendida, un dedo índice perpendicular sobre los labios de
alguien transmiten, a los individuos de nuestra cultura, determinados mensajes. Como cada cultura tiene
símbolos propios, es posible que estos mismos elementos o gestos tengan significados distintos en otros
contextos; también puede ocurrir que lo que para nosotros es señal de simpatía o amistad, en otras
sociedades sea altamente agresivo y ofensivo.
Tomamos conciencia de estas diferencias cuando entramos en contacto con culturas diferentes a la nuestra
y advertimos nuestra incapacidad de interpretar el significado de sus símbolos. Los sociólogos llaman a esto
choque cultural y señalan que tiene dos dimensiones: la incertidumbre del individuo trasladado a un universo
simbólico que no puede interpretar; el enojo de los participantes de esa cultura, que pueden entender como
ofensivas algunas conductas del extranjero. Lo mismo puede ocurrir dentro de una misma sociedad, cuando
existen grupos con costumbres o valores diferentes.
En los sectores populares de nuestro país, por ejemplo, se invita (o se invitaba) a compartir la mesa al amigo
o conocido que llega cuando se está comiendo; no recibir la invitación, o rechazarla, se interpreta como un
desaire. Un individuo de otro grupo social puede ignorar este código y molestar con su negativa, sin desearlo,
a quien está siendo amable con él. Los símbolos -además de variar de una cultura a otra cambian en una
misma cultura a lo largo del tiempo.
El lenguaje
El lenguaje oral y escrito
es un elemento
fundamental de la
cultura. Su función
básica es posibilitar la
comunicación entre los
individuos. Además, la
lengua es el mecanismo
más importante de
reproducción cultural,
permitiendo la transmisión de la cultura de una generación a la otra. El lenguaje escrito posibilita el
almacenamiento, conservación y transmisión de los conocimientos sociales; surgida hace unos seis mil años,
la escritura ha constituido un elemento fundamental del progreso humano.
Los miembros de muchas especies animales se comunican entre ellos a través de olores, ruidos y
movimientos. Se trata de signos instintivos, genéticamente transmitidos, de posibilidades muy limitadas:
indican la presencia de peligros, de alimentos, o facilitan el acercamiento sexual y la reproducción. Los
alcances del lenguaje humano son enormemente más amplios y explican la superioridad de nuestra especie
sobre los otros animales. Marvin Harris ha escrito:
‘Una manera de sintetizar las características especiales del lenguaje humano es decir que hemos alcanzado
la universalidad semántica. Un sistema de comunicación que posee universalidad semántica puede transmitir
información acerca de aspectos, dominios, propiedades, lugares o acontecimientos del pasado, del presente
o del futuro, tanto reales como posibles, verdaderos o imaginarios, cercanos o lejanos’.
En la actualidad, se calculan entre cinco y seis mil las lenguas habladas en el mundo, aunque muchas de ellas
están desapareciendo. La pluralidad de idiomas caracteriza también a algunos países: Estados Unidos, España
y Gran Bretaña, por ejemplo. La Unión Europea reconoce actualmente once lenguas oficiales, las que podrían
llegar a treinta en el futuro. Los idiomas más hablados son el chino (20% de la población mundial, unos 1200
millones de personas), el inglés (10%, unos 600 millones) y el español (6%, 350 millones). No han faltado los
intentos de facilitar la comunicación creando un idioma universal. El esperanto fue uno de los últimos y falló,
al igual que los anteriores. Quienes van mejor encaminados en ese sentido son los anglosajones, ya que el
inglés se difunde por el mundo cada vez más, aunque está muy lejos todavía de la universalidad.
Las normas
Las normas son las reglas y expectativas sociales a partir de las cuales una sociedad regula la conducta de sus
miembros. Las normas pueden ser proscriptivas -en este caso, indican lo que no debe hacerse– o
prescriptivas, que indican qué debe hacerse. Normas universales como ‘no robarás’ y ‘no matarás’
pertenecen al primer tipo; otras como ‘respetar al prójimo’ o ‘trabajar’, al segundo.
Dentro de las normas podemos distinguir entre los mores y las costumbres. Los mores son esenciales para el
mantenimiento de determinada forma de vida; en consecuencia, son permanentes e invariables.
Prohibiciones como las de matar o robar están fuertemente internalizadas en casi todas las personas de
nuestra cultura; su violación provoca un gran rechazo emocional y origina una respuesta social inmediata.
Las costumbres, en cambio, son reglas de conducta referidas a aspectos de la vida cotidiana: las llamadas
‘normas de cortesía’, el ‘comportamiento en público’ y el ‘comportamiento en la mesa’, por ejemplo. El
margen de variación en estos aspectos es considerable (en distintas sociedades; en una misma sociedad, en
diversas épocas; en distintos grupos étnicos y sociales dentro de una misma sociedad); la tolerancia para
quienes no respetan las costumbres es mayor, aunque no falten las sanciones informales (por ejemplo, la
murmuración). En nuestra época las costumbres varían muy rápidamente y el nivel de tolerancia se ha
ampliado mucho, aunque siguen existiendo límites más o menos consensuados respecto a los
comportamientos socialmente esperados.
Mientras los mores indican lo que es
‘moral’ o ‘inmoral’, las costumbres
distinguen cuál es el
comportamiento ‘apropiado’ o
‘inapropiado’ en determinadas
circunstancias. Muchas normas
están establecidas en leyes que
establecen penalidades por su
incumplimiento.
LA CULTURA MATERIAL
La cultura material está constituida
por los diversos artefactos propios
de una sociedad: armas, instrumentos de trabajo (herramientas, máquinas), utensilios de uso cotidiano,
construcciones, objetos diversos. Como la mayoría de las distinciones que realizamos, la diferenciación entre
cultura inmaterial y cultura material es en gran medida artificial: cada cultura otorga determinadas
significaciones a los objetos que utiliza, que son extraños para los individuos pertenecientes a otras culturas.
¿Qué representa una afeitadora eléctrica para un indígena de la Amazonia?, ¿y los palillos chinos para un
niño de nuestra cultura? Además, los artefactos encierran valoraciones sociales que pasan desapercibidas a
los individuos de otras culturas: pueden ser ‘signos de estatus’, como determinado tipo de ropa o ciertas
marcas de automóviles; que una casa esté localizada en cierto barrio de una ciudad y no en otro tiene
significaciones sociales que sólo se entienden internamente.
La cultura material de una sociedad constituye su tecnología: los conocimientos aplicados que utiliza en su
relación con la naturaleza y que le permite obtener los recursos necesarios para sobrevivir. El grado de
desarrollo técnico alcanzado determina la relación de los distintos grupos humanos con su medio ambiente.
La posibilidad de obtener recursos para la subsistencia con un grado menor o mayor de esfuerzos y de
eficiencia depende de los instrumentos y habilidades de trabajo. Además, las sociedades que poseen una
tecnología escasa afectan poco su medio natural; las más tecnificadas producen un mayor impacto sobre el
mismo. El alto grado de deterioro ecológico producido por la industrialización en los dos últimos siglos es el
mejor ejemplo de lo que acabamos de afirmar. El desarrollo tecnológico también influye considerablemente
en las relaciones entre los miembros de una sociedad: la menor o mayor división del trabajo, la existencia de
relaciones sociales igualitarias o fuertemente asimétricas, la presencia de instituciones especializadas, la
localización predominantemente urbana o rural, la relación de igualdad o subordinación entre los sexos, han
sufrido su impacto.
LA DIVERSIDAD CULTURAL ¿CULTURA O CULTURAS?
La especie humana se caracteriza por la existencia de una multitud de culturas. Al respecto escribieron
Macionis y Plummer: ‘... aunque todos somos miembros de una misma especie, hemos desarrollado ideas
muy diferentes de lo que es agradable o repulsivo, correcto o grosero, bonito o feo, moral o inmoral. Estas
diferencias, tan sorprendentes, son diferencias culturales.’ También son considerables las diferencias
existentes respecto a los instrumentos de trabajo, utensilios y objetos diversos, a los recursos técnicos en
general, con lo cual el grado de control sobre la naturaleza ha sido (y es) sumamente variable.
La diversidad cultural se da de una sociedad a otra: si comparáramos, por ejemplo, dos países actuales como
Japón y el nuestro, podríamos señalar grandes diferencias en estos aspectos. Un mismo país presenta
variaciones culturales a lo largo del tiempo y, en un momento determinado podemos identificar en él
distintas subculturas y contraculturas, como veremos un poco más adelante.
El patrón
universal de
la cultura
A pesar de sus
diferencias
culturales
todos los
grupos
humanos han debido solucionar los mismos problemas a fin de posibilitar su existencia, reproducción y
continuidad a través del tiempo. Los antropólogos han llamado patrón universal de la cultura al conjunto de
estos aspectos recurrentes (es decir, presentes en todas las sociedades). Harris enumera los siguientes
problemas que toda sociedad debe resolver:
● La subsistencia en el medio ambiente;
● la reproducción;
● la organización del intercambio de bienes y trabajo;
● la vida en el seno de grupos domésticos y comunidades más amplias;
● los aspectos creativos, expresivos, lúdicos, estéticos, morales e intelectuales de la vida humana.
LAS SUBCULTURAS
El concepto de ‘subcultura’ fue formulado en Estados Unidos en los años ’50 del siglo XX por la llamada
Escuela de Chicago, que se ocupó del estudio empírico de grupos marginales. Estudiando grupos de jóvenes
delincuentes de los barrios pobres estos sociólogos descubrieron que los mismos manejaban códigos propios.
Según Robert Merton, se caracterizan por la aceptación parcial de las normas de la cultura dominante: el
reconocimiento del éxito económico como meta, aunque sin aceptar los medios socialmente aprobados para
alcanzarlo. Esas bandas de pandilleros y vagabundos urbanos ofrecen a sus integrantes un sentido de
pertenencia, una posición dentro del grupo, diversión y satisfacción de ciertos impulsos; de acuerdo a
quienes las han estudiado, las relaciones entre sus miembros son intensas y solidarias. Su actitud ante la
policía, la escuela y la justicia es de rechazo.
Más tarde, el alcance del concepto de subcultura se amplió, no limitándose a la conducta de grupos
marginales o delincuentes. Marvin Harris define a una subcultura como ‘...la cultura propia de una minoría,
mayoría, casta u otro grupo dentro de un sistema sociocultural más amplio’. El sexo, la ocupación, la edad
pueden ser la base de subculturas específicas. Con este sentido se habla de ‘culturas juveniles’. En América
Latina se han clasificado distintas subculturas, en base a criterios étnicos, ecológicos, comunitarios y de clase,
combinados de diversas maneras: la subcultura indígena tribal, la indígena moderna, la de plantación e
ingenio, la del proletariado urbano y otras. También se han realizado trabajos sobre la subcultura de los
pobres urbanos, la de los altos ejecutivos, la de los gays y los intelectuales. La llamada ‘subcultura
adolescente’ ha sido una de las más estudiadas; el sociólogo Oscar Lewis realizó trabajos sobre la llamada
‘cultura de la pobreza’.
‘Adolescencia’, ‘juventud’ y ‘adultez’, construcciones sociales
En nuestra sociedad es bastante claro qué es ser ‘niño’, ‘joven’ o ‘adulto’. Sin embargo, los criterios para
realizar estas diferenciaciones han variado a lo largo del tiempo: en los países de Europa, por ejemplo, el
pasaje de la infancia a la adultez era casi automático algunos siglos atrás, cuando la expectativa de vida era
mucho más corta que la actual y los requisitos para la vida adulta eran menores; lo mismo ocurre en algunas
sociedades ‘primitivas’ contemporáneas, en las que los criterios etarios son completamente diferentes a los
existentes en la nuestra. Es más: en sociedades de ese tipo no hay jóvenes, ya que la transición de la infancia
a la adultez se produce a través de ritos de iniciación a partir de los cuales el niño se convierte en adulto, sin
solución de continuidad. En cambio, en nuestra cultura ese pasaje está precedido por una etapa intermedia,
la juventud, que de acuerdo a la clase social a la que pertenezca cada individuo tiende a hacerse cada vez
más larga. La juventud, entonces, es una construcción social, temporal y culturalmente variable, y no existe
en muchas sociedades pasadas y actuales.
Otra aclaración: en nuestro país, en el transcurso de pocas décadas los límites temporales entre la niñez, la
adolescencia y la juventud han variado considerablemente: hoy la infancia es ‘más breve’, en tanto que la
adolescencia (que empieza antes) se prolonga bastante más que años atrás. Existe en este caso un creciente
desfasaje entre la madurez biológica y la madurez social, ya que para adquirir una razonable autonomía (es
decir, para convertirse en ‘adulto’) el joven requiere un tiempo cada vez más prolongado, durante el cual
necesita del sostén de su familia de origen. Acá se origina otra diferencia entre los jóvenes: la duración de la
juventud es variable en distintos grupos sociales, dado que en los sectores pobres mujeres y varones se
convierten en adultos más rápidamente.
La edad y el sexo han servido siempre como criterios clasificatorios entre las personas, y tradicionalmente
han sido unas de las bases para establecer relaciones de poder: socialmente no es lo mismo ser niño, joven,
adulto o anciano, como tampoco lo es ser hombre o mujer. Sin embargo los criterios al respecto han sufrido
notables cambios en las últimas décadas: a diferencia de lo que ocurría un siglo atrás, por ejemplo, tanto las
mujeres como los niños y los jóvenes han visto alterarse su situación de dependencia en relación a los varones
adultos. Las primeras han adquirido su equiparación legal con los hombres y hay consenso respecto a que
poseen los mismos derechos y obligaciones que éstos; a los niños y los adolescentes, por su parte, hoy se los
reconoce como titulares de derechos y socialmente ha variado mucho la manera de relacionarse con ellos.
No obstante, persisten las diferencias de poder entre adultos y jóvenes, las que suelen ser la base de distintos
tipos de conflictos en las interrelaciones entre ambos grupos. A diferencia de otras categorías sociales (el
sexo, la etnia y, relativamente, la clase social) la juventud es una situación transitoria.
Las culturas juveniles
Jóvenes y adultos interactúan en distintos espacios -la familia y la escuela, principalmente- donde unos y
otros se encuentran en lugares diferentes: normalmente los adultos ocupan posiciones de poder, en tanto
que los jóvenes se encuentran subordinados a ellos. Esta situación también puede dar lugar a distintos tipos
de conflictos entre padres e hijos, lo mismo que entre profesores, directivos y alumnos; además, en su afán
de diferenciarse de los adultos (lo que forma parte del proceso de crecimiento), los jóvenes construyen estilos
de vida propios que constituyen las culturas juveniles. Éstas se expresan en modalidades del habla,
consumos, elementos estéticos, estilos de vida, gustos musicales, modos de expresión cultural, uso de los
medios audiovisuales y manejo de las redes sociales, diferentes a las de los adultos. Estas formas culturales
a menudo están en confrontación con las de los mayores y a veces transgreden la legalidad vigente.
Los jóvenes normalmente se organizan en grupos informales: ‘barras’, ‘barritas’. ‘bandas’, ´pandillas’ o
‘patotas’, cuyas actividades se gradúan desde el disfrute del ocio (que suele ser lo más habitual) a ciertos
grados de transgresión, llegando en casos minoritarios a la delincuencia. Los grupos juveniles se expresan
principalmente en el tiempo de ocio, que en ellos es mayor que en los adultos; en los lugares de diversión;
en la calle; en determinados puntos de concentración
urbana; en circuitos de esparcimiento y en espacios intersticiales de las instituciones a las que están
incorporados (por ejemplo, las escuelas). Estos grupos mantienen relaciones de integración o conflicto con
la cultura parental (la de la familia de origen de sus integrantes y la de la vecindad) y con la cultura
hegemónica adulta, que se expresa por ejemplo a través de las figuras de autoridad de una escuela. Aunque
no puede postularse que sea habitual, también puede registrarse cierto grado de conflicto entre grupos
juveniles portadores de culturas diversas: pueden darse, por ejemplo, choques violentos entre jóvenes de
distintos sectores sociales,
particularmente cuando alguno de
ellos penetra en el territorio del otro,
lo que puede interpretarse como un
desafío. Más frecuentes son los
choques violentos entre grupos de
delincuentes juveniles, entre los
cuales la disputa territorial no sólo
tiene un valor simbólico: en estos
casos se busca el control exclusivo de
ciertos espacios en los que ejercen
actividades ilegales lucrativas.
‘(…) una tribu urbana es un grupo de individuos que se comporta de acuerdo a estéticas y valores similares.
Se trata en general de jóvenes que se agrupan buscando una identidad diferenciada, nuevas formas de
expresión frente al proceso de homogenización cultural, de consumos, preferencias, vestimenta, que se
produce en las grandes ciudades. La vestimenta, la estética, las preferencias en relación con la música y otras
formas del arte, los rituales en torno a estos gustos y la particular apropiación del cuerpo son rasgos centrales
de las tribus. La asociación con lo tribal se basa, entre otros aspectos, en la importancia que tienen para estos
grupos los rituales y lo relacionado con los aspectos simbólico-ceremoniales.’
Además de los aspectos relacionados con el tratamiento del cuerpo, los distinguen la adopción de
determinadas expresiones musicales y artísticas. No se trata sólo de exterioridades y gustos compartidos: las
tribus constituyen comunidades emocionales de adolescentes, que además de los rasgos que comparten
están imbuidos de un fuerte sentimiento de pertenencia; normalmente adoptan como punto de
concentración lugares de las ciudades en las que habitan.
De acuerdo al informe del INADI que estamos siguiendo, se calcula que en Buenos Aires entre un 20-30% de
adolescentes se identifica con alguna de ellas. Ciertas tribus son resignificaciones locales de modelos
importados (es el caso de los Otakus y Visuals, inspirados en modelos japoneses; otras, como los Wachiturros,
tienen un carácter autóctono. Este último grupo surgió, por lo que parece, de la fusión de dos variantes
locales: los Floggers y los Cumbieros, seguidores estos últimos de los grupos musicales ‘Los Pibes Chorros’ y
‘Damas Gratis’. Los Wachiturros, por su parte, han adoptado una forma particular de bailar. Otras ‘tribus’
popularizadas por los medios de difusión son las de los Emos y Góticos, externamente vinculadas por el uso
del color negro.
Aclaremos, para concluir con esta somera exposición, que las tribus urbanas no se reducen sólo a su modo
de presentación en público, aunque no podemos extendernos sobre aspectos más profundos que ligan a sus
miembros.
Actividad
1. Luego de leer atentamente, indiquen cinco rasgos que diferencien a un joven de un adulto.
2. ¿Es cierto? Todos los jóvenes alcanzan la adultez a la misma edad. Fundamenten su respuesta.
Las ‘tribus urbanas’ Recomendaciones del INADI respecto al tratamiento discriminatorio de varios medios
masivos de comunicación respecto al tema de las ‘tribus urbanas’ ‘Desde el INADI recomendamos:
● No postular formas legítimas del ser joven, asociadas a un criterio de “normalidad”. Desarmar la
explicación binaria entre un supuesto modelo de “normalidad” y otro —el de las tribus urbanas—
que se apartarían de esa norma.
● Difundir, dar a conocer y mostrar el abanico amplio de posibilidades y la diversidad que existe dentro
de este rango etario.
● Comunicar que los/las jóvenes tienen distintas maneras legítimas de sociabilizar y de insertarse en
sociedad, de usar el tiempo libre o acceder a la nocturnidad, así como al mercado laboral, al universo
de las relaciones familiares o a la educación. Favorecer la representación de diversidad de modos de
vida y estéticas que adoptan las personas, sin ser presentadas como “fenómenos” o rarezas.
● No asociar a las tribus urbanas con la violencia, la droga y el delito. No asociarlas con ninguna forma
de amenaza social. Problemáticas sociales estructurales que deben ser analizadas en la complejidad
de su génesis y no circunscriptas a la adopción de determinados hábitos.
● Promover la asociación del desarrollo y proliferación de las tribus urbanas con las nuevas formas de
sociabilidad y de afirmación de la identidad en las grandes urbes. Generar enfoques más complejos
y enriquecedores que permitan leer el fenómeno inscripto en las actuales condiciones sociales,
culturales y económicas donde viven los/las jóvenes.
● Evitar el uso efectista de imágenes y términos atemorizantes que refuercen una idea de peligrosidad
en torno a estos grupos y, por el contrario, favorecer su reconocimiento como parte de la sociedad
y la cultura en la que vivimos.
● Pensar la problemática de la apropiación de cuerpo y de la estética del yo desde una perspectiva que
tome en cuenta la sociología y la antropología urbana, contactando a los especialistas en la temática
que puedan ayudar a reflexionar desde nuevos enfoques.
La industria cultural
Uno de los aspectos más característicos de nuestro siglo es el desarrollo de la industria cultural. Por primera
vez en toda la historia de la humanidad, cientos de millones de personas reciben constantemente mensajes
a través de la prensa escrita, la radio, la televisión y la cinematografía, además de otros medios de alcance
más reducido (los C.D., los casettes y, últimamente, las computadoras). Se trata de un fenómeno muy
discutido y de efectos contradictorios. Lo único indudable es que a través de estas vías se influye de manera
constante en las opiniones, creencias, valores y hábitos de la población.
En circunstancias políticas especiales, el monopolio de los medios masivos de comunicación, o el estricto
control que puede ejercer el Estado sobre ellos, los constituye en una poderosa herramienta de dominación.
En nuestro país, por ejemplo, durante los años del llamado Proceso de Reorganización Nacional (la última
dictadura militar, entre los años 1976 y 1983), el ex-general Jorge Rafael Videla afirmaba que la función de
los medios masivos de comunicación era ‘formar opinión’. Aun bajo el imperio de la libertad de información,
su manejo por parte de poderosos grupos constituye un peligro para los intereses de la mayoría de la
población. Esto se agrava en países como el nuestro, en los cuales los medios más difundidos están
controlados directa o indirectamente por grandes intereses multinacionales.
El creciente impacto de los medios masivos de comunicación ha preocupado a muchos intelectuales, que han
subrayado su enorme influencia sobre la población. Por mencionar sólo dos figuras de gran importancia
citamos a Giovanni Sartori -que ha acuñado el término ‘videopolítica’, para destacar el papel que ocupa
actualmente la televisión en la difusión de la propaganda política- y a Noam Chomsky, que ha estudiado los
recursos a través de las cuales los medios masivos de comunicación contribuyen a ‘la fabricación del
consenso’, es decir, los procedimientos mediáticos que logran que la mayoría de la población piense de
determinada manera, conveniente a los intereses de los grandes grupos económicos y políticos que contralan
los medios.
CULTURA Y CIVILIZACIÓN
Cultura y civilización son dos conceptos de alcance diferente: la cultura es un fenómeno propio de cualquier
grupo humano; en cambio, sólo hablamos de civilización cuando la cultura de un pueblo alcanza determinado
grado de desarrollo. De esta manera, podemos distinguir entre culturas precivilizadas y culturas civilizadas.
Mientras la cultura es universal, la civilización es una fase de la evolución sociocultural que no todos los
pueblos han alcanzado. ‘Civilización’ proviene del latín: ‘civitas’, ciudad. Una cultura es ‘civilizada’ cuando ha
alcanzado la forma de vida urbana. Se trata de la vida sedentaria basada en la práctica de la agricultura,
acompañada de una organización social, política y económica más compleja que la que observamos en las
reducidas bandas de cazadores-recolectores nómades. Alta densidad de población, desarrollo de la división
del trabajo, existencia de clases sociales y de instituciones especializadas (entre ellas, el Estado),
conocimiento de la escritura, son rasgos que caracterizan a las civilizaciones.
Las primeras civilizaciones humanas aparecieron unos cuatro o cinco mil años antes de Cristo en el Cercano
Oriente, en los territorios que hoy corresponden a Egipto e Irak; poco más tarde se desarrollaron otras en el
valle del Indo (en la India actual) y en el del río Amarillo (en China). También se desarrollaron civilizaciones
en América, antes de la conquista europea, entre los mayas, incas y aztecas.
EL PROCESO DE SOCIALIZACIÓN
El proceso a través del cual un ser humano se transforma en persona se llama socialización. La socialización
puede ser considerada de dos maneras diferentes:
● Desde un punto de vista subjetivo, consiste en la relación que establecemos a partir del nacimiento
con diversas personas e instituciones, a través de lo cual satisfacemos distintas necesidades, nos
adaptamos a los que nos rodean e internalizamos los contenidos de la cultura.
● Desde el punto de vista objetivo, a través de este proceso la sociedad transmite su cultura de una
generación a otra, adaptando a los individuos a las formas de vida social aceptadas por esa
comunidad.
De esta forma, la socialización permite el surgimiento de la persona y la continuidad de la cultura.
La socialización es un proceso continuo, que se prolonga a lo largo de toda la vida y que puede dividirse en
varias etapas sucesivas, correspondientes a distintos momentos del ciclo vital del individuo. En cada una de
ellas varían los agentes de socialización y cambian los contenidos y mecanismos de control social utilizados.
De esta manera se distinguen:
● La socialización primaria, propia de la infancia. En ella se transmiten los contenidos más importantes,
que dejan una marca perdurable en la personalidad: el lenguaje, la identidad de género, la identidad
de clase, el nombre propio, ciertos valores fundamentales. La internalización de estos contenidos se
realiza en gran medida de manera inconsciente y acrítica. Esta es la etapa en la que se establecen los
afectos más duraderos. El principal agente de socialización es la familia.
● La socialización secundaria se da en la adolescencia. En ella se interiorizan normas y valores más
específicos, correspondientes a las funciones propias de la vida adulta. A la familia, se agregan como
agentes socializadores la escuela y el grupo de pares.
La socialización terciaria puede darse en la adultez. En esta etapa se puede (no necesariamente ocurre
siempre) examinar críticamente lo aprendido y asumir normas o valores distintos a los incorporados
anteriormente. En algunos casos esto se debe a la incorporación a sociedades distintas a la originaria;
también puede ser resultado de la adopción de sistemas de referencia diferentes a los recibidos en las etapas
previas (en gran medida de manera acrítica, como ya hemos dicho). En esta etapa tienen importancia los
medios de comunicación social y los grupos transmisores de ideologías políticas o religiosas, que actúan como
agentes socializadores.
La importancia de la familia
El origen familiar tiene un gran impacto en el destino personal. Determina la pertenencia a determinados
grupos étnicos, raciales y de clase, que en sociedades estratificadas como las nuestras definen desde el
comienzo de la vida la posición social del individuo. En este aspecto, la familia es una transmisora de estatus.
La familia también transmite un ‘capital cultural’, variable de acuerdo al estrato socioeconómico al que
pertenezca.
Según han estudiado los antropólogos, las pautas de educación infantil son marcadamente diferentes en
diversas culturas. Harris menciona los siguientes aspectos, en los que se observan diferencias durante la
crianza:
● la lactancia;
● el destete;
● las formas de alimentación complementaria;
● el constreñimiento o libertad de movimientos de los infantes;
● la atención materna;
● el aseo;
● las actitudes ante la sexualidad infantil;
● las pautas de juego.
Estas prácticas diversas condicionan un tipo de personalidad predominante en cada cultura.
● Otorgan recompensas y castigos por lo que hacemos, no sólo en términos materiales sino mediante
respuestas emocionales: elogiando o criticando, aprobando o desaprobando.
● Sirven de modelos para actividades y conductas: conviviendo con ellos aprendemos cuál es el
comportamiento de ‘una madre’, de ‘un padre’ o de ‘un hermano mayor’, por ejemplo. También
pueden mostrarnos aspectos más específicos: ciertos tipos de aficiones, trabajos o entretenimientos,
que luego influirán en nosotros.
● Instruyen directamente: nos enseñan a cocinar o a jugar fútbol, o a comportarnos en distintos
lugares.
● Responden a nuestras preguntas. Muchas veces nos damos cuenta que no les gusta conversar de
ciertas cosas o responder sobre ellas: con esto también nos están transmitiendo lo que les parece
bien o mal. Los regalos son un medio a través del cual nos indican qué esperan de nosotros: el mejor
ejemplo son los juguetes de las niñas, distintos a los que reciben los varones; con esto se indica a
cada uno los diferentes roles de
género.
En nuestra familia no sólo adquirimos
modelos de comportamiento, sino también
sentimientos y valores. Con su conducta los
adultos no sólo nos muestran qué hay que
hacer en ciertas circunstancias; también
expresan en nuestra presencia comentarios
y opiniones, que van influyendo en
nosotros.
LECTURA REFLEXIVA
Como la familia, la escuela es una institución reconocida que representa la autoridad adulta de la sociedad.
A diferencia de la familia, la escuela está formalizada mediante reglas establecidas, y dado que el niño pasa
por una clase diferente cada año, no le es posible comúnmente formar lazos interpersonales perdurables con
los maestros. Aunque las tendencias de la educación ‘progresista’ pueden sugerir otra cosa, la escuela
también necesariamente tiene un programa limitado y tal vez nunca llega a preocuparse por la totalidad del
niño. Los lazos de unión entre la escuela y la familia son íntimos. Que un niño sea receptivo o que tenga
miedo cuando asiste a la escuela, que tienda a aceptar o rechazar a las autoridades escolares, cómo reacciona
con las maestras como modelos de conducta, todo en una medida muy importante, es una función de las
actitudes y orientaciones que se han desarrollado en el ambiente familiar. El niño que asiste al colegio
continúa siendo miembro de un grupo familiar; los dos agentes de socialización pueden reforzar u oponerse
a la influencia del otro, y suele ocurrir ambas cosas a la vez. Los padres y los maestros pueden,
conjuntamente, alentar el estudio diario, el logro y el respeto por las autoridades escolares; o hallarse en
desacuerdo acerca del mérito de la instrucción, la importancia de un idioma extranjero o el valor de las
actividades extraescolares.
ACTIVIDADES
1. Propone un título, que refleje las
relaciones existentes entre la familia y la
escuela.
2. Conversá con tu compañero de banco e
imaginen ejemplos de conflictos entre una
familia y la escuela.
3. Respondan lo siguiente: ¿qué tipo de
relaciones deben existir entre la familia y
la escuela, para facilitar la actividad
escolar?
EL GRUPO DE PARES
‘Par’ significa, entre otras cosas, igual. Un grupo de pares es un conjunto de personas que comparten alguna
característica en común, que implica cierta igualdad desde el punto de vista social: el dinero, la edad, la
ocupación, el grupo étnico. Desde el punto de vista de la socialización, el criterio más significativo es la edad,
importante en la infancia y -muy especialmente- en la adolescencia. La relación con el grupo de pares -con
los del mismo grupo de edad- constituye otra ampliación del mundo con el que los niños entran en contacto.
La relación entre ellos, permite a los niños -y, especialmente, a los adolescentes compartir y explorar
inquietudes e intereses al margen del mundo adulto: la música, la moda, el sexo son, en nuestra sociedad,
los motivos más frecuentes de interés compartido.
En la adolescencia se produce una fuerte adhesión al grupo de pares, que le ofrece una nueva identidad (a
veces, negativa). El grupo de pares puede rivalizar con la autoridad de padres y maestros: se produce el
llamado ‘choque generacional’, a veces más aparente que real. Al respecto, cabe señalar una diferencia: en
la infancia el grupo de pares funciona como una extensión de la familia y la escuela; en la adolescencia, en
cambio, se sustrae al control familiar. En esta etapa, los pares contribuyen a la formación de sub-culturas
juveniles; en algunos casos, pueden promover conductas desviadas y chocar fuertemente con las normas
familiares y escolares. Llegan, incluso, a inducir conductas delictivas (pandilleros, vagabundos).
El estudio de grupos marginales de adolescentes ha interesado a los sociólogos, especialmente los
norteamericanos. Sus investigaciones han demostrado la existencia de pautas culturales propias de estos
grupos una subcultura- en conflicto con las de la sociedad global.
Adultez y ancianidad
La definición de ‘anciano’ también es socialmente variable, lo mismo que su situación, que depende de las
posibilidades concretas del grupo de hacerse cargo de la atención de quienes ya no pueden valerse por si
mismos. En nuestra sociedad, la ancianidad -a la que cada vez más se
prefiere llamar ‘tercera edad’- se inicia alrededor de los sesenta y cinco años de edad, coincidiendo con la
jubilación.
En diferentes sociedades varía el prestigio e influencia social de que disfrutan los ancianos. Éstos son mayores
en sociedades preindustriales, en las que el paso del tiempo permite la acumulación de un repertorio de
conocimientos relativamente escaso; en sociedades como las nuestras, en cambio, ancianidad y sabiduría no
son sinónimos, por lo que los más viejos no cuentan en términos generales con un prestigio especial.
Un cambio notable en nuestra época es la considerable prolongación de la expectativa de vida. Si a ello
agregamos el descenso de la natalidad, por lo menos en los países económicamente más desarrollados,
observamos una alteración de las pirámides de edades y un porcentaje cada vez mayor de ancianos. La
atención de éstos durante sus últimos años, plantea una serie de problemas en una sociedad en la que es
cada vez más común que los miembros adultos de la familia trabajen fuera del hogar. Esta problemática tiene
manifestaciones diversas en los países, de acuerdo a su situación económica; también varía en las familias
de las distintas clases sociales. Para terminar con este tema, también debemos decir que la actitud ante la
muerte está sujeta a variaciones históricas y sociales.
ACTIVIDAD REFLEXIVA
Culturas diferentes, personalidades diferentes La respuesta dada en Adolescencia, sexo y cultura en Samoa
a estas cuestiones no deja lugar a dudas. Las muchachas samoanas no atravesaban por ningún período que,
ni remotamente, pudiera compararse al de la crítica época del adolescente de las sociedades
contemporáneas; la adolescencia no era en Samoa una etapa zozobrante; los comportamientos típicamente
compulsivos del adolescente occidental – su deseo de rebelión contra la autoridad constituida; la perentoria
necesidad de afirmación del yo; la eclosión de actitudes idealistas; la religiosidad como modo de
compensación de la culpa, etc. -, no tenían lugar entre las jóvenes de la isla de Tau. Lo único que se detectaba
en ellas era que, en una determinada edad, sobrevenían ciertos cambios corporales. La entrada en la
pubertad era un hecho fisiológico, en absoluto revestido de tensiones de carácter psíquico. Ello era así
porque el clima emocional en la cultura samoana se caracterizaba por su tono equilibrado, resultado, a su
vez, de una vida sexual tranquila y placentera, en absoluto represiva. Margaret Mead aduce que esta calma
emocional es peculiar de los samoanos, es un rasgo de su cultura. Y que, al mismo tiempo, se combina con
una característica extensible a todas las culturas primitivas, y que es la de la escasa capacidad de elección de
los individuos que pertenecen a ella. La combinación de ambos elementos – talante calmado y cuasi
indiferente de los samoanos, al que se sobrepone un repertorio de alternativas vitales extraordinariamente
limitado – hacía que el tránsito de la niñez a la condición de mujer adulta fuera entre las samoanas indoloro.
De idéntica y consecuente manera, Mead constata como en aquella sociedad primitiva de 1925 no había
neuróticos, pues ni los comienzos en cualquier actividad, eran difíciles, ni las situaciones, en cualquier
momento, eran antagónicas. Particular relevancia tiene en Adolescencia, sexo y cultura en Samoa la atención
que se presta a la estructura familiar. Ésta se caracterizaba por ser una comunidad grande, no nuclear, y, por
consiguiente, tenía la virtud de encauzar el afecto del niño hacia intereses afectivos más amplios y menos
localizados en torno a las figuras del padre y de la madre. El afecto no se especializaba, como en las culturas
occidentales, y, a diferencia de éstas, la sociedad primitiva samoana protegía con mayor eficacia al niño
‘contra el desarrollo
de las actitudes mutilantes que conocemos como complejo de Edipo, complejo de Electra, etc., y que
revierten posteriormente en la adolescencia, a menudo de forma patógena. Confirmando este primer
objetivo de su investigación, Margaret Mead sostiene en Adolescencia... la tesis de que la naturaleza humana
no es rígida e inflexible, sino que se caracteriza por su extraordinaria capacidad plástica, de adaptación. ‘Los
ritmos culturales –afirma – son más fuertes y coercitivos que los fisiológicos y los cubren y los deforman’; de
este modo ‘no satisfacer una necesidad artificial y culturalmente estimulada (...) puede producir más
infelicidad y frustración en el corazón humano que el más riguroso cercenamiento cultural de las demandas
fisiológicas del sexo o el hambre’. Mead, Margaret, op. cit. Introducción a la edición castellana de 1985
ACTIVIDADES
1. ¿Qué preocupación concreta de la sociedad norteamericana de su época dio origen a este estudio de
Margaret Mead?
2. ¿Qué explicaciones se daban a ese problema desde la psicología?
3. ¿Qué perspectivas tienen los antropólogos ante situaciones como ésta? Ubica en el texto los párrafos
correspondientes y destácalos con resaltador.
4. ¿Qué método utilizan los antropólogos para comprobar sus hipótesis? Transcribe una breve frase del texto
que lo indica muy claramente.
5. ¿Qué pueblo eligió Margaret Mead para su experiencia científica? Busca información sobre el mismo en
una buena enciclopedia. Ubícalo en el mapa.
6. Enumera los aspectos en que la cultura de ese pueblo se diferencia de la nuestra.
7. Describe con breves frases el método de trabajo utilizado por esta antropóloga.
8. ¿A qué conclusiones llegó respecto a las adolescentes de Samoa?
9. En opinión de la antropóloga ¿cuál es la utilidad de conocer otras culturas?
10. Finalmente ¿qué conclusiones te permite extraer este estudio sobre la ‘naturaleza humana’?
Para los funcionalistas las clases son una construcción conceptual y estadística; los marxistas sostienen que
son grupos sociales existentes en la realidad. Los funcionalistas no hablan de clases sociales sino de estratos,
en los que la ubicación de cada individuo depende de sus características personales. Se trata de una escala,
un continuum en el que cada uno se encuentra más o menos arriba de acuerdo a su nivel de ingreso y su
grado de educación, principalmente. Es una realidad meramente estadística en la que cada persona está en
el lugar que corresponde a sus aptitudes, laboriosidad y nivel de instrucción. Para ellos lo que cuenta es el
mérito personal, ya que todas las posibilidades están abiertas a todos los individuos.
Para los marxistas, en cambio, las clases sociales se diferencian a partir de su ubicación en la estructura
productiva. En este aspecto la principal diferenciación se da entre los propietarios y los no-propietarios de
los medios de producción, los que ocupan lugares cualitativamente diferentes y mantienen una relación
potencialmente conflictiva, ya que los capitalistas se benefician con el trabajo de sus asalariados y, según las
circunstancias históricas, les imponen condiciones de trabajo abusivas. En esta perspectiva, la existencia de
clases sociales implica contradicciones entre ellas y la existencia de una lucha de clases. Este conflicto es
permanente en todas las sociedades capitalistas, puede manifestarse de distintas maneras y constituye el
‘motor de la historia’.
● La universalidad e inevitabilidad de la estratificación social o su carácter contingente y erradicable.
Los funcionalistas afirman que la estratificación es universal y pensar en una ‘sociedad sin clases’ es una
utopía; los marxistas sostienen una posición opuesta: las clases sociales aparecen en los primeros pueblos
históricos (unos 10000 años atrás), junto con la propiedad privada de los medios de producción (inicialmente,
la tierra), y se prolongan desde entonces, aunque la lucha entre los capitalistas y la clase obrera industrial
conducirá a una revolución que abolirá la propiedad privada y culminará en un régimen comunista,
igualitario, en el que las clases sociales finalmente desaparecerán.
Los marxistas subrayan la primacía de la economía, diferenciando a las clases sociales de acuerdo a la
propiedad o no de los medios de producción. Los funcionalistas, en cambio, reconocen a la riqueza como una
de las dimensiones de la estratificación, a la que agregan el poder y el prestigio; sostienen además que estas
tres dimensiones son relativamente independientes y que pueden darse incongruencias de estatus: es decir,
que un individuo tenga una ubicación elevada en alguna de ellas (supongamos, la riqueza), sin tener
posiciones equivalentes en las escalas de poder y de prestigio.
Los marxistas son monistas, ya que sostienen que la única base de estratificación es económica y remite a la
condición de capitalista o asalariado; los funcionalistas, en cambio, afirman que existen múltiples bases de
estratificación social. Para ellos existe una autonomía de las dimensiones económica, social y política; en
tanto que los otros sostienen que las tres dimensiones están determinadas, en última instancia, por la
economía. Max Weber, confrontando con Marx, sostuvo que la estratificación tiene un carácter tripartito, lo
que lo llevó a impugnar el monismo económico y la lucha de clases como motor de la historia.
Para los funcionalistas, la estratificación contribuye a la integración y el buen funcionamiento social. Para los
seguidores de Marx, por el contrario, la relación entre las clases sociales es conflictiva (existe entre ellas una
‘lucha de clases’) y este conflicto (que pasa por distintas fases y alternativas) lleva finalmente al cambio social.
Las diferencias conceptuales entre marxistas y funcionalistas respecto al carácter de las clases sociales se
reflejan en el uso de una terminología diferente. Los primeros hablan de burguesía (industrial, comercial,
financiera), clase obrera y pequeña burguesía; los funcionalistas, por su parte, se refieren a la clase alta, la
clase media y la clase baja.
ACTIVIDAD REFLEXIVA
Los roles de género están cambiando ‘Sin advertirlo, los padres pueden promover estereotipos de género en
el hogar. Po ejemplo, esperan que las nenas sean dulces y cariñosas, y que los varoncitos sean más agresivos
o que les gusten juegos de lucha. Se espera de ellas que usen vestidos y no pantalones; asimismo se espera
que un varón no llore y se les permite jugar en forma más brusca. Resulta raro que un padre le diga a un hijo
varón ‘¡Qué dulce sos!’, o a su hija mujer ‘¡Qué fuerte sos!’. Sin embargo estos roles femeninos y masculinos
están comenzando a cambiar. Los padres están adquiriendo una participación más activa en las tareas
domésticas y en el cuidado de los hijos, así como las mujeres están insertándose cada vez más en el mundo
profesional y laboral. Esto va acompañado de un cambio en las jóvenes generaciones. Los nenes, al ver a su
padre preparar la cena, lavar la ropa y llevarlos al colegio, crecen asumiendo que ambos sexos pueden
desarrollar diversas actividades y funciones dentro y fuera de la casa. Las nenas, que ven a sus madres utilizar
herramientas o verificar el aceite del auto, reciben la misma formación. De este modo, los padres ayudarán
a sus hijos a asumir roles sanos si se les muestran en el hogar modelos no estereotipados. Ambos sexos
pueden aprender a cocinar, a manejar un auto, arreglar una bicicleta o darles de comer a los hijos y
acompañarlos emocionalmente. Es importantes brindarles iguales oportunidades, para que en el futuro
puedan desarrollarse con mayor libertad de acción.’ Recalde, María Mercedes, La educación sexual en la
escuela, Ediciones del Aula Taller, Bs.As., 2013, p. 73.
ACTIVIDADES
1) Define con tus palabras ‘roles de género’.
2) ¿Qué cambios se están produciendo al respecto?
3) ¿Qué opinas de esas transformaciones?
La ‘violencia de género’
Lo que habitualmente llamamos ‘violencia de género’ es una expresión extrema de la dominación masculina:
en general se la reduce a la violencia física sobre las mujeres y trasciende a través de los medios de
comunicación cuando ocurren agresiones graves, a veces mortales. En realidad, estos episodios son parte de
un conjunto de formas interrelacionadas de violencia que expresan relaciones de poder asentadas en pautas
culturales. En las agresiones físicas intervienen rasgos psicológicos de los agresores, de sus víctimas y del tipo
de relación que han construido, que los ubican muchas veces en el terreno de la psicopatología. En la
personalidad de los hombres violentos aparecen exaltadas algunas de las ‘cualidades masculinas’, como la
fuerza y la agresividad, y se encuentran inhibidos los mecanismos que impiden que se manifiesten en actos
de agresión física; este tipo de individuos enaltece el ‘machismo’ y menoscaba a las mujeres, entendiendo
esto como propio de la ‘virilidad’ y de la ‘hombría’. Las víctimas, por su parte, suelen tener una autoestima
baja y cierta proclividad a construir vínculos sadomasoquistas; a ello se agrega la dependencia económica del
varón, que les impide romper una relación sumamente peligrosa para ellas. En otros casos se agregan
también los valores sociales, que desalientan el hecho de que una mujer ‘abandone su hogar’. El peligro de
quedar atrapada en relaciones violentas aumenta con la falta de autonomía de las mujeres y la ausencia de
vínculos sociales (familiares o amistosos) que puedan resguardarlas: por eso ha ido creciendo la oferta
institucional para auxiliar a las víctimas de la violencia doméstica.
Además del efecto sobre las mujeres, la violencia influye sobre los hijos, que se socializan en un medio
inadecuado. La violencia física es practicada por muy pocos hombres y encuentra el repudio social; las otras
formas de violencia son más difundidas y muchas de ellas pasan frecuentemente inadvertidas para el entorno
e incluso son naturalizadas por las propias víctimas que asumen una condición de inferioridad respecto a la
figura masculina. La violencia de género tiene distintas formas y afecta el cuerpo y la psiquis femenina; se
despliega en distintos espacios: los hogares, los lugares de trabajo, distintas instituciones, y uno de sus
vehículos son los medios masivos de comunicación, cuyos mensajes discriminatorios normalmente no son
percibidos como tales. Todas estas variantes han sido contempladas en la ley Nº 26.485 -de protección
integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollen
sus relaciones interpersonales-, promulgada en 2009, que conceptualiza distintos tipos de violencia
categorizándolas de la siguiente manera:
● Física: la que se emplea contra el cuerpo de la mujer produciendo dolor, daño o riesgo de producirlo
y cualquier otra forma de maltrato o agresión que afecte su integridad física.
● Psicológica: la que causa daño emocional y disminución de la autoestima o perjudica y perturba el
pleno desarrollo personal o que busca degradar o controlar sus acciones, comportamientos,
creencias y decisiones, mediante amenaza, acoso, hostigamiento, restricción, humillación, deshonra,
descrédito, manipulación o aislamiento.
● Sexual: cualquier acción que implique la vulneración en todas sus formas, con o sin acceso genital,
del derecho de la mujer de decidir voluntariamente acerca de su vida sexual o reproductiva a través
de amenazas, coerción, uso de la fuerza o intimidación, incluyendo la violación dentro del
matrimonio o de otras relaciones vinculares o de parentesco, exista o no convivencia, así como la
prostitución forzada, explotación, esclavitud, acoso, abuso sexual y trata de mujeres.
● Económica y patrimonial: la que se dirige a ocasionar un menoscabo en los recursos económicos o
patrimoniales de la mujer, a través de la perturbación de la posesión, tenencia o propiedad de sus
bienes, pérdida, sustracción, destrucción, retención o distracción indebida de objetos, instrumentos
de trabajo, documentos personales, bienes, valores y derechos patrimoniales.
● Simbólica: la que, a través de patrones estereotipados, mensajes, valores, íconos o signos transmita
y reproduzca dominación, desigualdad y discriminación en las relaciones sociales, naturalizando la
subordinación de la mujer en la sociedad. Además, la ley señala que según las formas como se
manifieste en los distintos ámbitos las modalidades son:
● Violencia doméstica: aquella ejercida contra las mujeres por un integrante del grupo familiar,
independientemente del espacio físico donde ésta ocurra, que dañe la dignidad, el bienestar, la
integridad física, psicológica, sexual, económica o patrimonial, la libertad, comprendiendo la libertad
reproductiva y el derecho al pleno desarrollo de las mujeres. Se entiende por grupo familiar el
originado en el parentesco sea por consanguinidad o por afinidad, el matrimonio, las uniones de
hecho y las parejas o noviazgos. Incluye las relaciones vigentes o finalizadas, no siendo requisito la
convivencia.
● Violencia institucional: aquella realizada por las/los funcionarios/ os, profesionales, personal y
agentes pertenecientes a cualquier órgano, ente o institución pública, que tenga como fin retardar,
obstaculizar o impedir que las mujeres tengan acceso a las políticas públicas y ejerzan los derechos
previstos en esta ley. Quedan comprendidas, además, las que se ejercen en los partidos políticos,
sindicatos, organizaciones empresariales, deportivas y de la sociedad civil.
● Violencia laboral: aquella que discrimina a las mujeres en los ámbitos de trabajo públicos o privados
y que obstaculiza su acceso al empleo, contratación, ascenso, estabilidad o permanencia en el
mismo, exigiendo requisitos sobre estado civil, maternidad, edad, apariencia física o la realización de
test de embarazo. Constituye también violencia contra las mujeres en el ámbito laboral quebrantar
el derecho de igual remuneración por igual tarea o función. Asimismo, incluye el hostigamiento
psicológico en forma sistemática sobre una determinada trabajadora con el fin de lograr su exclusión
laboral.
● Violencia contra la libertad reproductiva: aquella que vulnere el derecho de las mujeres a decidir
libre y responsablemente el número de embarazos o el intervalo entre los nacimientos, de
conformidad con la Ley 25.673 de Creación del Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación
Responsable.
● Violencia obstétrica: aquella que ejerce el personal de salud sobre el cuerpo y los procesos
reproductivos de las mujeres, expresada en un trato deshumanizado, un abuso de medicalización y
patologización de los procesos naturales, de conformidad con la Ley 25.929.
● Violencia mediática: aquella publicación o difusión de mensajes e imágenes estereotipados a través
de cualquier medio masivo de comunicación, que de manera directa o indirecta promueva la
explotación de mujeres o sus imágenes, injurie, difame, discrimine, deshonre, humille o atente
contra la dignidad de las mujeres, como así también la utilización de mujeres, adolescentes y niñas
en mensajes e imágenes pornográficas, legitimando la desigualdad de trato o construya patrones
socioculturales reproductores de la desigualdad o generadores de violencia contra las mujeres.
El feminismo en Argentina
A comienzos del siglo XX existían en nuestro país varias organizaciones de mujeres que reclamaban por sus
derechos. En general pretendían que se les otorgaran los derechos civiles (esto es, la igualdad del hombre y
la mujer en la familia, el ejercicio de la autoridad sobre los hijos, la administración de sus bienes y la
posibilidad de decidir libremente acerca de sus actividades fuera del hogar). Algunas de estas organizaciones
también reclamaban el otorgamiento de los derechos políticos (de elegir y ser elegidas para el desempeño
de cargos públicos); otras se mostraban preocupadas por la situación de las obreras y otras trabajadoras,
para las que pedían el otorgamiento de derechos laborales.
Una muestra de estas inquietudes fue la realización en 1910 de dos congresos femeninos, que se llevaron a
cabo con diferencia de pocos días, en conmemoración del primer centenario de la Revolución de Mayo.
Fueron el Congreso Patriótico de Señoras -del que participaron las mujeres de la élite, dedicadas
tradicionalmente a la beneficencia- y el Primer Congreso Femenino Internacional. La primera de esas
reuniones fue organizada por el Consejo Nacional de Mujeres, de orientación conservadora, y el otro por la
Asociación Universitarias Argentinas, compuesto por mujeres de clase media (médicas, profesoras, maestras
y profesionales diversas), de ideas liberales y socialistas. En esa época existían distintos términos para
designar a las mujeres, los que hacían referencia a los sectores sociales a los que pertenecían: las ‘señoras’
eran las mujeres de las clases dirigentes (estancieros, grandes comerciantes y financistas), estaban
conformes, en general, con su rol tradicional de ‘esposa y madre’ y la autoridad de los varones, en tanto que
las ‘universitarias’, de clase media como hemos dicho, pedían un mayor campo de acción para la mujer e
iguales derechos que el hombre. El resto del género femenino, formado por las hijas de las familias obreras
y de los pobres en general, eran llamadas simplemente ‘mujeres’, distinguiéndolas de esa manera de las
‘señoras’ y las ‘universitarias’. Estas últimas fueron las que plantearon la mayoría de los reclamos civiles,
políticos y sociales, los que se irían concretando muy lentamente en las décadas siguientes.
De esa manera las mujeres argentinas han alcanzado una equiparación legal con el hombre, superando
definitivamente el abismo de derechos que existía entre uno y otro género. No se trató sólo de progresos
legales: las mujeres se han lanzado en las últimas décadas al espacio público -donde desempeñan una
enorme variedad de funciones, llegando a importantes cargos y la dirección del Estado Nacional-,
compartiendo con los hombres derechos y responsabilidades.
Sin embargo, la sociedad patriarcal no ha sido totalmente derrotada: no sólo persisten en muchos hombres
las actitudes machistas, sino que gran número de mujeres todavía tienen internalizadas los mandatos de
sumisión doméstica. A pesar de las conquistas legales se mantiene la dominación interna, que lleva a la
automarginación de las mujeres, en las que persiste la agorafobia, el rechazo a incorporarse al espacio
público. Esto confirma la posición de Pierre Bourdieu que sostiene que la dominación simbólica está inscripta
en los cuerpos, es decir, incorporada como un mandato cultural muy difícil de superar.
1. La no remuneración.
2. La jornada interminable, sin variaciones en fines de semana, días festivos y vacaciones, en los que –por el
contrario- el trabajo doméstico se incrementa.
3. La multiplicidad de actividades: ‘administración de recursos y del consumo, cuidado y socialización de los
niños, limpiar, cocinar, planchar, coser, atender a enfermos y ancianos, transportar a los miembros de la
unidad familiar a recibir servicios educativos, recreativos y de salud, reparar y dar mantenimiento al espacio
doméstico, cuidar del jardín y de los animales.’
4. La rigidez, ya que ‘el límite entre el tiempo de trabajo y el tiempo de ocio o descanso para las amas de casa
es difícil de trazar porque está sujeto a las necesidades de los miembros de la familia.’
5. La escasa cualificación, ya que muchas de las tareas no requieren de una preparación especial, lo que hace
que una persona pueda ser reemplazada por cualquier otra.
6. La indefensión, ya que ‘las amas de casa que se dedican exclusivamente al trabajo doméstico, no gozan de
una garantía ante situaciones adversas, tales como la enfermedad, los riesgos físicos, la vejez o el conflicto
familiar, ya que no media un contrato que cubra la satisfacción de los servicios que atiendan a necesidades
de este tipo.
7. La invisibilidad.
8. La soledad, ya que se lleva a cabo individualmente, en los límites del hogar.
Respecto a la invisibilidad del trabajo doméstico, la autora que estamos siguiendo señala lo siguiente:
‘Como el hogar no es visto como un lugar de producción, entonces el trabajo realizado en esta esfera,
productor de bienes y servicios, no es reconocido como trabajo ni en las cifras macroeconómicas ni en el
imaginario social. Desde esta concepción, el trabajo doméstico no es una actividad ni es productivo. Y si bien
se reconoce imprescindible para el mantenimiento del espacio público, el trabajo doméstico no amerita un
reconocimiento social: el trabajo que se realiza en la casa no se ve, se da por supuesto, como una obligación.
Es, por tanto, invisible’.
La ‘naturaleza’ de las mujeres y su dedicación al trabajo doméstico
Para quienes defienden los roles de género tradicionales, las dedicaciones de las mujeres a las actividades
domésticas responden a ‘su naturaleza’; según esta opinión, la índole femenina presenta rasgos que la
destinarían a esas tareas: el hecho de ser ‘frágiles, ordenadas, limpias’. Por otra parte, ‘encargarse de la casa’
sería una consecuencia del papel que juegan en la reproducción de la especie: ‘destinadas’ a ser madres, la
atención del hogar y el cuidado de los hijos y el marido serían las actividades a las que están destinadas
‘naturalmente’. Otros rasgos de su personalidad la orientarían en el mismo sentido: el amor a los demás, la
abnegación, la entrega a los otros, que las distinguen de los hombres, más agresivos, individualistas y
competitivos.
Como hemos visto, gran parte de las
mujeres y de los hombres presentan
efectivamente estas características,
como resultado del proceso de
socialización a través del cual han
internalizado los mandatos culturales
respecto a la conducta de cada género.
En nuestra época, sin embargo, se ha
producido profundos replanteos
respecto a esos estereotipos,
respondiendo a las exigencias de la vida
urbana en las sociedades capitalistas.
Con ello, están cambiando rápidamente
las definiciones sociales acerca de lo que
significa ser ‘hombre’ o ‘mujer’: de esa
manera, ninguno de ellos pierde su
condición masculina o femenina por
realizar las tareas tradicionalmente
asignadas al otro.
UNIDAD 4: “PROBLEMÁTICAS SOCIALES CONTEMPORÁNEAS”
Globalización y neoliberalismo
Desde el punto de vista económico, el FMI se refiere a la globalización como ‘la interdependencia creciente
del conjunto de los países del mundo’, especificando las causas principales que la provoca:
1. El aumento del volumen y la variedad de transacciones transfronterizas de bienes y de servicios. 2. El
incremento de los flujos internacionales de capitales 3. La difusión acelerada de la tecnología.
Este organismo festeja este proceso, al que considera como un fenómeno económico ‘natural’ y, desde luego,
no puntualiza las asimetrías existentes entre los países que participan del mundo globalizado, que hacen que
las potencias establezcan sus reglas de manera casi unilateral en perjuicio de los países económicamente
más débiles. El FMI tampoco tiene en cuenta las asimetrías existentes en el acceso a la información y el
control que ejercen sobre la misma grandes grupos multimedios transnacionales, asociados a los grupos
locales que hegemonizan la comunicación y la información en sus respectivos países.
La adopción de la palabra ‘globalización’ coincidió con la puesta en marcha de políticas neoliberales por parte
de Gran Bretaña y los Estados Unidos, las que luego se difundieron a otros países del mundo impulsadas por
los organismos financieros mundiales (el Fondo Monetario Internacional, FMI, y el Banco Mundial, BM,
principalmente) de los que aquéllos eran acreedores. Esas políticas se justificaron apelando al concepto de
globalización, ya que para quienes las defendían estaba implícito que los distintos Estados nacionales no
podían sustraerse a una red de relaciones internacionales que les imponía el comportamiento económico
recomendado por esos organismos. En el interior de cada país la política consistía en la ‘liberalización de las
fuerzas del mercado’, reduciendo al máximo las intervenciones estatales; en el terreno internacional se
reclamaba la eliminación de todas las barreras a la circulación de mercaderías y capitales. La disolución de la
Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y la caída del bloque soviético, a comienzos de los años ’90,
facilitaron enormemente la difusión de las propuestas neoliberales, y fueron presentadas como el triunfo
final del sistema capitalista frente a los regímenes socialistas.
El movimiento antiglobalización
Como réplica a los efectos negativos de la globalización económica se conformó un movimiento
‘antiglobalización’ o ‘altermundista’, que levantó la consigna ‘Otro mundo es posible’ y elaboró una serie de
propuestas alternativas al ‘discurso único’ y a las políticas neoliberales. Para las personalidades intelectuales
y organizaciones que promovieron ese movimiento (que pertenecen a distintos países del mundo) la
globalización es el rostro que presenta en nuestros días el imperialismo y el neocolonialismo, interesado
como siempre en obtener enormes beneficios a costa de nuestros pueblos.
Constituido por activistas independientes y una gran pluralidad de organizaciones de distinto signo
(anarquistas, ecologistas, feministas, movimientos de desocupados, indigenistas, pequeños grupos de
izquierda y otros) el movimiento antiglobalización ha protagonizado numerosas acciones de protesta y
celebrado varios foros internacionales, que han tenido cierta repercusión mediática.
Desde las cavernas que habitaba el hombre prehistórico a la ‘aldea global’ contemporánea las posibilidades
de comunicación entre los seres humanos ha crecido de una manera extraordinaria; el mayor salto se ha
dado en los últimos lustros y se trata de un proceso que parece no tener límites a la vista. De esa manera
hemos pasado de una sociedad con comunicación y con información (un rasgo de todos los grupos humanos
desde los tiempos más remotos) a una sociedad de la información y la comunicación. Se trata de un
fenómeno asociado a los orígenes del capitalismo industrial y que alcanza en nuestros días una dimensión
inusitada, impactando directamente en casi todos los aspectos de la vida de la población humana del planeta.
La videopolítica
Sartori se ha referido a la ‘videopolítica’, en la que la condición de espectador reemplaza cada vez más a la
participación personal en actos y otras actividades partidarias. En su combate con los candidatos de otros
partidos -más o menos sostenidos por otros aparatos publicitarios, de acuerdo a los recursos económicos de
cada fuerza política- la imagen del candidato desplaza al discurso, la simpatía personal al programa político,
la capacidad de escenificación a las cualidades de estadista. Se trata del vaciamiento de la política, de su
confusión con ‘la farándula’ (el mundo del espectáculo, donde conviven sujetos de ambos sexos de muy
variada índole, todos muy ‘populares’, con los que se mezcla el candidato). También se ha dado el proceso
inverso: figuras popularizadas por alguna actividad atractiva para el común de la gente (deportistas y artistas
populares, principalmente) son lanzados al mundo de la política, buscando capitalizar la simpatía que
despiertan en muchos miles de personas.
Como la actividad de los publicistas hay que pagarla, los gastos de las campañas electorales han ido en
constante aumento. También han crecido las conexiones de algunos partidos políticos, los que tienen
mayores posibilidades de triunfo electoral, con grandes grupos de interés que aportan a la financiación de
las campañas.
Los recursos del marketing político: las encuestas y los sondeos de opinión pública
‘Marketing’ es una palabra inglesa cuyo equivalente en español es ‘mercadotecnia’. Consiste en el conjunto
de procedimientos a través de los cuales se identifican las necesidades y preferencias de los consumidores y
se los orienta a la adquisición de determinados productos. Su aplicación práctica es la publicidad a través de
los medios masivos de comunicación (diarios, revistas, radios y programas televisivos), la que constituye una
de las barreras de acceso al mercado, consagrando a determinadas marcas que de esa manera se
transforman en favoritas. Los estudios preliminares, la planificación y desarrollo de las campañas, y la
evaluación de sus resultados corren a cargo de grandes empresas de publicidad, las más importantes de las
cuales son internacionales. Los empresarios más pequeños, cuyos recursos no les permiten costear los
grandes gastos que demandan esos servicios, se deben conformar con una porción residual de las ventas.
El ‘marketing político’ es la aplicación de los recursos publicitarios a la promoción de los partidos y sus
candidatos, los que desarrollan las campañas más intensas en vísperas de elecciones con el propósito de
captar el voto de la ciudadanía. También es un recurso a través del cual los gobiernos promocionan sus
actividades y realizaciones; además, las autoridades contratan la realización de sondeos de la opinión pública
con el fin de conocer la opinión de la gente ante su gestión. La publicidad política normalmente se designa
como ‘propaganda’.
El marketing, comercial y político, utiliza algunos instrumentos desarrollados por las ciencias sociales para
conocer las opiniones y actitudes de la gente respecto a determinadas cuestiones: las encuestas, a las que
hicimos referencia en el primer capítulo, y los sondeos de opinión pública.
LAS VISIONES SOCIOLÓGICAS DEL MUNDO ACTUAL
Desde los orígenes de esta disciplina los sociólogos se han interesado por los problemas de su época. La
nuestra, que se caracteriza por la celeridad y la profundidad de los cambios, y la aparición de muchos
problemas novedosos, ha concitado su atención y originado una gran cantidad de trabajos en los que
distintos autores han precisado cuáles son los rasgos que caracterizan al mundo de hoy. Varios han optado
por el término ´post modernidad’ para referirse a esta etapa, que en su opinión presenta rasgos importantes
que la diferencian de la anterior; otros autores, sin negar la singularidad del momento presente, consideran
que seguimos viviendo en una sociedad capitalista que, a pesar de algunos cambios que consideran
secundarios, sigue presentando las mismas contradicciones básicas del capitalismo desde sus orígenes.
En este apartado haremos una muy rápida revisión de los sociólogos actuales más importantes y de sus
principales diagnósticos sobre nuestra época. El grupo de autores que estudiaremos coinciden en un
diagnóstico: la peculiaridad del tiempo presente es que muestra rasgos importantes que lo caracterizan,
diferenciándolo de la etapa anterior. La nuestra es una época de tránsito, en la que estaríamos pasando de
una larga etapa previa (la ‘Modernidad’) a un tiempo nuevo, bautizado frecuentemente (aunque no siempre)
como ‘pos modernidad’. De esto hablaremos a continuación.
LA POST MODERNIDAD
A mediados del siglo pasado surgieron las primeras ideas y movimientos referidos a la post modernidad. La
principal crítica que formularon a la modernidad es la de no haber podido concretar sus grandes metas: así
lo hizo el filósofo francés Jean-Francois Lyotar (19241998) en su libro La condición posmoderna (1979), donde
dejó asentado que uno de los rasgos que la caracterizan es ‘la incredulidad con respecto a los metarrelatos
(…) el gran héroe, los grandes periplos y el gran propósito’. Aclaremos esta idea: nuestra época, según afirma
Lyotar, ha perdido la confianza en ideas como ‘Progreso’ y ‘revolución’, que a través de distintos caminos (la
evolución pacífica o la transformación violenta) alentaban la confianza en un futuro mejor. De esa manera,
han señalado quienes estudiaron esta perspectiva filosófica, han desaparecido algunas de las ilusiones de la
modernidad: la confianza en la razón humana y en las posibilidades liberadoras de la ciencia y de la técnica;
las utopías movilizadoras y la confianza en la política y los líderes.
Las ilusiones colectivas del hombre moderno han sido sustituidas por el culto a lo individual, el hedonismo,
el cuidado (casi obsesivo) del cuerpo, la desconfianza ante las grandes promesas, la apatía, el desencanto y
la compulsión al consumo. Algunos grupos propician una ‘revolución interior’ y prácticas místicas. Replicando
al marxismo, los posmodernos afirman que la ambigüedad y la indeterminación caracterizan al proceso
histórico, por lo que se rebelan contra cualquier ideología que pretenda contener ‘la verdad absoluta’ y
sostienen que existen ‘múltiples verdades’ construidas por los distintos grupos sociales e, incluso, por cada
individuo. También rechazan que la historia humana sea un proceso único, con una dirección determinada.
El sociólogo norteamericano Daniel Bell ha caracterizado este proceso como el fin de la ideología, en un libro
con ese título publicado en 1960. Como contrapartida se ha instalado un cierto relativismo cultural y una
mayor tolerancia hacia la diversidad; un individualismo extremo; una ética permisiva y hedonista; el culto del
deseo y su realización inmediata.
‘No hay drama’
La Posmodernidad es un momento de ‘consignas’ cosméticas: mantenerse siempre joven, por eso se valoriza
el cuerpo y adquieren auge una gran variedad de dietas, gimnasias de distinto tipo, tratamientos
revitalizantes y cirugías estéticas. En la posmodernidad los sucesos pasan, se deslizan. No hay ídolos ni
tabúes, tragedias ni apocalipsis, “no hay drama” expresará la versión adolescente postmoderna.
La aplicación del pensamiento post moderno a la política ha tenido múltiples consecuencias. Han surgido
nuevos movimientos sociales independientes de los partidos políticos tradicionales, los que levantan
objetivos puntuales (feministas, ecologistas, minorías sexuales) y practican la democracia de base y la
horizontalidad. En algunos casos hay un rechazo explícito a los fundamentos teóricos del marxismo y a la
concepción de un partido de clase; en otros, públicas manifestaciones de adhesión al sistema vigente. La
visión modernista de la Historia ha perdido vigencia, escribió Zygmunt Bauman, el teórico de la ‘modernidad
líquida’ (el nombre que aplica a los que otros llaman post modernidad), enumerando los principales ‘dogmas’
(así los llama) de la sociedad actual:
1. La imprevisibilidad, el caos, la falta de determinación de los hechos sociales que hace inútil todo análisis
estadístico. En consecuencia, ningún grupo político puede interpretar la situación y prever el curso de los
acontecimientos.
2. Ninguna organización puede establecer metas para el conjunto de la sociedad: existe una pluralidad de
ellas, la mayoría con un solo objetivo (se trata de los nuevos movimientos sociales, que hemos nombrado
anteriormente). 3. En realidad, sólo existen sujetos autónomos, que establecen sus propias metas
personales.
En la ‘modernidad líquida’ las relaciones personales, el propio cuerpo, la sexualidad y las relaciones de pareja
son vividos de manera distinta a la etapa anterior; además, sostiene Bauman, la sociedad actual ha dejado
de cuestionarse a si misma y abandonado las grandes utopías del siglo XIX que sostenían la posibilidad de
construir un mundo mejor. La visión utópica ha sido reemplazado por una (o varias) distopías, un anglicismo
que todavía no ha sido incorporado por el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, que debe
entenderse como una utopía negativa: a diferencia de un siglo atrás, nuestras expectativas respecto al futuro
son desesperanzadas.