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COLEGIO SANTA ANA

NIVEL SECUNDARIO

SOCIOLOGÍA

DOSSIER BIBLIOGRÁFICO

2023

Compilado por: Gómez Alegre, Yanina


PROGRAMA

Curso: 6TO AÑO


Espacio Curricular: SOCIOLOGÍA
Profesor a Cargo: GÓMEZ ALEGRE, YANINA
Ciclo Lectivo: 2023

1ER CUATRIMESTRE

“ORIGEN Y OBJETO DE ESTUDIO”

Hacia el abordaje científico de lo social. Ciencias sociales y ciencias naturales. Ciencias sociales y sentido
común. Objeto y perspectiva de la sociología y su vinculación con otras ciencias sociales. Los inicios de la
sociología: Saint Simón y Augusto Comte. El trabajo del sociólogo: los distintos tipos de investigación
sociológica y sus metodologías. La teoría sociológica y su contexto de surgimiento. Conceptualizaciones. El
objeto de la sociología. Conocimiento sociológico y sentido común. La construcción del objeto. Macro y micro
sociología. Los problemas referidos a la utilización de los conceptos teóricos. Distintas estrategias teóricas y
metodológicas. La sociología en perspectiva histórica.

2DO CUATRIMESTRE

“PERSPECTIVA HISTÓRICA Y LAS PROBLEMÁTICAS SOCIALES CONTEMPORANEA”

La cultura y perspectiva sociológica. La sociedad y los grupos. El concepto de habitus. El concepto de poder.
Dominación, poder y coerción. Legalidad y legitimidad. Foucault y la reconceptualización del poder. La
dimensión productiva del poder. El poder como relación de fuerzas. El poder es múltiple y local. El poder es
saber (y viceversa). Karl Marx. Emilio Durkheim. Max Weber. Las nuevas tecnologías y las transformaciones
en el mundo del trabajo Bourdieu y la teoría de los campos.

UNIDAD 1: “QUÉ ES LA SOCIOLOGÍA Y LAS PERSPECTIVA


HISTÓRICA”
DE LA REFLEXIÓN SOBRE LO SOCIAL A LA SOCIOLOGÍA
La palabra ‘sociología’ fue acuñada por el francés Augusto Comte (1798- 1857) y significa ‘saber o
conocimiento de la sociedad’. El término apareció impreso por primera vez en el Curso de Filosofía Positiva
de este autor, publicado en París en 1838. El propósito de Comte era aplicar a los estudios sociales el método
de las ciencias naturales, que eran las más desarrolladas de su época; de esa manera, no sólo inventó una
palabra sino que pretendió hacer de su especialidad una ciencia empleando los criterios metodológicos de
esas disciplinas, principalmente la Física. Su interés consistía en explicar, predecir y controlar el
funcionamiento de la sociedad, estudiándola ‘tal como era’, no como pretendían que fuese aquellos que no
estaban contentos con el orden social. En este capítulo nos referiremos a los orígenes de la Sociología, la más
moderna de las ciencias sociales, ubicando el contexto de su surgimiento, desde el segundo tercio del siglo
XIX en adelante. También mencionaremos las inquietudes que impulsaron la obra de ‘los padres fundadores’
(Marx, Durkheim y Weber) y sus distintas perspectivas ante los problemas de la sociedad capitalista de su
época; además ofreceremos un panorama de los principales sociólogos que continuaron su obra. Finalmente
ubicaremos a esta disciplina dentro del campo de las ciencias sociales, ofreciendo un ligero panorama de sus
objetivos y de la metodología que la caracteriza. Este interés no era nuevo: desde la Antigüedad distintos
filósofos se ocuparon de los problemas propios de su lugar y de su época, tratando de darles solución. Los
conflictos sociales y la inestabilidad política preocuparon a los grandes filósofos griegos, Platón (427-347 a.C.)
y Aristóteles (384-322 a.C.), que estudiaron los problemas de las ciudades estado. Lo mismo ocurrió en los
comienzos de la Modernidad con Nicolás Maquiavelo (1469-1527) -considerado el padre de la Ciencia
Política, el primer campo secularizado (es decir, desvinculado de las creencias religiosas) de las ciencias
sociales- y con los filósofos iluministas franceses del siglo XVIII, Montesquieu (1689-1755) y Rousseau (1712-
1778), que expresaban los intereses de la burguesía de su país y sus reclamos ante el absolutismo
monárquico; su obra, según escribió Juan Carlos Portantiero, puede considerarse como un antecedente
directo de la sociología. Paralelamente ocurría un gran desarrollo de la Economía Política, que también
respondía a las inquietudes de esa clase social en ascenso; en este caso los mayores representantes fueron
Adam Smith (1723-1790) y David Ricardo (1772-1823), cuyas ideas sirvieron de fundamento a los empresarios
que impulsaron la Revolución Industrial. El contexto: el espíritu de la modernidad El positivismo La
‘modernidad’ se inició a fines del siglo XV y uno de sus rasgos fue el desarrollo científico y tecnológico, que
desde entonces se incrementó constantemente. A lo largo de los siglos XVI, XVII y XVIII progresaron la física,
la biología, la química, la astronomía y las matemáticas, con lo que aumentó el conocimiento de los
fenómenos naturales y se multiplicaron las aplicaciones prácticas de los conocimientos. Estos avances fueron
el resultado de la aplicación del método científico, cuyos ejes centrales eran la observación, el registro de las
observaciones y la experimentación. La aplicación de esta metodología permitió realizar avances muy
considerables en el conocimiento de la realidad natural; se entiende, entonces, que los rasgos más
característicos de esa etapa fueran la confianza en la posibilidad de conocer y la admiración por las ciencias
de la naturaleza, que se constituyeron en modelos de quienes querían avanzar en el conocimiento de los
fenómenos sociales. Así ocurrió con los precursores de la sociología, Saint Simon (1760-1825) y Comte. Saint
Simon fue el creador de la ‘filosofía positiva’ o Positivismo, que reflejó los intereses de la burguesía francesa
en ascenso, que se enfrentaba simultáneamente con dos enemigos: los partidarios de la restauración –los
elementos reaccionarios que querían volver a la situación anterior a la Revolución Francesa- y los que querían
profundizar los cambios revolucionarios, afectando los intereses de los burgueses ricos que controlaban el
poder. Se trató de una reacción contra la filosofía racionalista de la Ilustración, que había servido de
fundamento ideológico a la Revolución Francesa; Saint Simon consideraba a aquélla como una filosofía
‘negativa’, que conspiraba contra la estabilidad del orden social. Al mismo tiempo compartía la admiración
de su generación por la física y la biología; para él la sociología era la culminación de todo el pensamiento
científico y sus análisis sociales muestran el influjo de las ciencias de la naturaleza. Lo mismo ocurrió con
Comte, que fue su secretario y profundizó mucho su pensamiento. En su Curso Comte reconoció la deuda de
la ‘filosofía positiva’ con los que habían sentado las bases de la ciencia moderna: Bacon, Descartes, Galileo
Galilei. La meta principal de ese curso era la fundación de ‘la física social’: ‘un análisis racional y positivo del
funcionamiento de los fenómenos sociales, con el propósito de lograr una organización científica del estado
social presente’. Desde esa perspectiva los fenómenos sociales eran considerados como objeto de
conocimiento científico; sin embargo, no se trataba sólo de conocer: el propósito era relacionar la ‘ciencia
social’ con las actividades sociales, es decir, se buscaba conocer para controlar y ordenar. Esta intención
culmina con Durkheim y su ‘División del Trabajo Social’, que se propone la organización racional de una
sociedad económicamente avanzada. El texto que puedes leer en la página siguiente te permitirá entender
cómo se concebía la ciencia social desde la perspectiva positivista; también verás que ese punto de vista,
iniciado en el primer cuarto del siglo XIX, seguiría vigente durante muchas décadas.

LECTURA REFLEXIVA
‘La ciencia social, a imagen de las ciencias de la naturaleza, debía constituirse positivamente. En realidad su
status no sería otro que el de una rama de la ciencia general de la vida, necesariamente autónoma, porque
el resto de las ciencias positivas no podía dar respuesta a las preguntas que la dinámica de las sociedades
planteaba, pero integrada a ellas por idéntica actitud metodológica. La sociedad, así, será comparable al
modelo del organismo. Para su estudio habrá que distinguir un análisis de sus partes -una morfología o
anatomía- y otro de su funcionamiento: una fisiología. Así definía Saint Simon las tareas de la nueva ciencia:
‘Una fisiología social, constituida por los hechos materiales que derivan de la observación directa de la
sociedad y una higiene encerrando los preceptos aplicables a tales hechos, son, por tanto, las únicas bases
positivas sobre las que se puede establecer el sistema de organización reclamado por el estado actual de la
civilización.’ Fisiología e Higiene: no pura especulación sino también la posibilidad de instrumentar ‘preceptos
aplicables’ para la corrección de las enfermedades del organismo social. Este positivismo, que exigía estudiar
a la sociedad como se estudia a la naturaleza, iba a encontrar su método en el de la biología, rama del
conocimiento en acelerada expansión durante el siglo XIX. Para Emile Durkheim, que representa a la
sociología ya en su momento de madurez, el modelo que apuntalará a su fundamental Las reglas del método
sociológico (1895) será la Introducción al estudio de la medicina experimental (1865) del fisiólogo Claude
Bernard. Pero el positivismo con el que se recubre y virtualmente se confunde el origen de la sociología,
tendrá también otro sentido, no meramente referido a la necesidad de constituir el estudio de la sociedad
como una disciplina científica. Positivismo significa también reacción contra el negativismo de la filosofía
racionalista de la Ilustración, contemporánea de la Revolución Francesa. En realidad, los dos significados se
cruzaban. La tradición revolucionaria del Iluminismo operaba a través del contraste entre la realidad social
tal cual era y una Razón que trascendía el orden existente y permitía marcar la miseria, la injusticia y el
despotismo. En ese sentido, en tanto crítica de la realidad, era considerada como una ‘filosofía negativa’. El
punto de partida de la escuela positiva era radicalmente distinto. La realidad no debía subordinarse a ninguna
Razón Trascendental. Los hechos, la experiencia, el reconocimiento de lo dado, predominaban sobre todo
intento crítico, negador de lo real. Hasta aquí, este rechazo del trascendentalismo estimula la posibilidad de
un avance del pensamiento científico por sobre la metafísica o la teología. Pero esta supeditación de la ciencia
a los hechos implicaba, simultáneamente, una tendencia a la aceptación de lo dado como natural. La sociedad
puede incluir procesos de cambio, pero ellos deben estar incluidos dentro del orden. La tarea a cumplir es
desentrañar ese orden -es decir desentrañar las leyes que lo gobiernan-, contemplarlo y corregir las
desviaciones que se produzcan en él. Así, todo conflicto que tendiera a destruir radicalmente ese orden debía
ser prevenido y combatido, lo mismo que la enfermedad en el organismo. Con esta carga ideológica nace la
sociología clásica. En la medida en que busca incorporar a la ciencia el estudio de los hechos sociales por vía
del modelo organicista, desnuda su carácter conservador. Este rasgo incluye a todos sus portavoces, aunque
existan ecuaciones personales o culturales que diferencien a cada uno. Juan Carlos Portantiero, ‘El origen de
la Sociología. Los padres fundadores’ (fragmento)

ACTIVIDAD
Luego de leer atentamente, responde: ¿Estás de acuerdo? ‘En sus orígenes, la Sociología estuvo relacionada
con las ciencias naturales’. Fundamenta con precisión.

La sociología, ciencia de la crisis Las problemáticas de las sociedades capitalistas


Los comienzos de la sociología están relacionados con los cambios tecnológicos, económicos, sociales y
políticos ocurridos en Europa unos doscientos años atrás: la Revolución Industrial inglesa (a partir del último
cuarto del siglo XVIII) y la Revolución Francesa (que se desarrolló entre 1789 y 1799). Esas grandes
revoluciones cambiaron profundamente la situación de los países en las que ocurrieron y sus efectos se
extendieron por el mundo en las décadas siguientes. El éxodo rural, la urbanización, el considerable
crecimiento demográfico, el surgimiento de las fábricas, la aparición de una clase obrera numerosa e
insatisfecha con sus condiciones de vida y de trabajo, las demandas políticas de la propia burguesía, el fin del
absolutismo monárquico, la expansión del comercio internacional, fueron los principales resultados de esa
doble revolución.
Los cambios producidos en Europa a lo largo del siglo XIX fueron enormes: en ese continente se sentaron las
bases del moderno capitalismo y comenzó la democracia burguesa. La forma de vida de la mayoría de los
europeos sufrió cambios extraordinarios: muchas de esas transformaciones fueron dolorosas para una
enorme cantidad de individuos que debieron modificar sus costumbres seculares; millones de ellos también
debieron abandonar su lugar de residencia tradicional y cambiar las actividades y el estilo de vida que sus
familias habían llevado durante siglos. Los otros continentes sufrieron el impacto del capitalismo europeo:
amplias zonas de Asia y África se convirtieron en colonias; los países de América Latina y el Caribe, por su
parte, que se habían separado de España y Portugal, logrando su independencia política, establecieron una
relación de dependencia económica con Gran Bretaña constituyéndose en exportadores de productos
primarios, mientras importaban artículos industriales y capitales de esa nación y de otros países centrales.
En capítulos posteriores veremos con más detalle el proceso que originó el nacimiento del capitalismo y las
consecuencias de su expansión.
En ese contexto nació la sociología, que completó la trilogía de las ciencias sociales surgidas entre los siglos
XVI y XIX (las otras dos eran la Ciencia Política y la Economía Política). Estas disciplinas surgieron en
otros momentos del desarrollo capitalista, previos a la Revolución Industrial; en cambio Comte y sus
sucesores vivieron en la etapa de la gran industria con los conflictos sociales que la caracterizaban, y el móvil
de la reflexión sociológica era ‘nuestro estado social anormal’, según escribió Émile Durkheim (1858-1917),
uno de los fundadores de la nueva disciplina.
Un interés teórico y práctico Distintos enfoques ante los mismos problemas
En las primeras décadas del siglo XIX, teólogos, reformadores sociales, revolucionarios y filósofos se
ocupaban de analizar la sociedad, preocupados por las consecuencias del naciente capitalismo. Las
transformaciones impulsadas por las revoluciones burguesas originaron nuevos conflictos: lo que para unos
representaba más poder y grandes beneficios económicos para muchos otros significó nuevas postergaciones
y necesidades. Como veremos más adelante, las desigualdades sociales originaron grandes conflictos y los
precursores y fundadores de la sociología fueron testigos preocupados de las nuevas situaciones: así ocurrió
con el conde de Saint Simon (1760-1825), Augusto Comte, Max Weber (1864-192) y Emile Durkheim, que
brindaron distintas explicaciones a los problemas que observaban.
Desde el comienzo fueron diferentes las perspectivas de Karl Marx (1818-1883) y Friedrich Engels (1820-
1895), que bautizaron a sus teorías como ‘socialismo científico’, y las de Comte, Weber, Durkheim y quienes
los siguieron hasta el presente, que desarrollaron una ‘ciencia social’ o ‘sociología’. La nueva disciplina fue
una respuesta conservadora a la crisis del siglo XIX, un intento de reconstituir el orden social perdido dentro
del sistema capitalista; los fundadores del ‘socialismo científico, por su parte, afirmaban que la solución de
los problemas sociales sólo era posible estableciendo un orden social distinto.
Como veremos a lo largo de todo este libro, la pluralidad de enfoques y perspectivas sigue caracterizando a
los sociólogos hasta la actualidad. Los sociólogos contemporáneos comparten esta doble preocupación,
teórica y práctica: como ha ocurrido desde el surgimiento de esta disciplina aspiran a ampliar su
conocimiento sobre la estructura y funcionamiento de la sociedad para actuar sobre ella en un sentido u
otro, de acuerdo a sus variadas posiciones ideológicas. En este aspecto, hay sociólogos con orientaciones
conservadoras, reformistas o revolucionarias.

LOS PADRES FUNDADORES MARX, DURKHEIM, WEBER


Nos referimos a continuación a tres grandes pensadores, que se enfrentaron a los conflictos sociales de
capitalismo en la segunda mitad del siglo XIX y comienzos del XX. Se trata de Karl Marx, Émile Durkheim y
Max Weber.
Marx fue un testigo de la sociedad de su época y postuló la existencia de clases con intereses antagónicos y
de la lucha de clases como un fenómeno característico de toda la historia humana; también pronosticó que
ese conflicto debía desembocar necesariamente en una revolución que pondría fin a las clases sociales.
Personalmente estuvo vinculado a los orígenes del movimiento obrero internacional y con algunas
organizaciones revolucionarias de inspiración socialista, y a pesar de su formación universitaria no perteneció
al mundo académico; por ese motivo y por su carácter fuertemente crítico de la sociedad capitalista, durante
mucho tiempo su pensamiento fue excluido de la enseñanza universitaria. Marx pasó la mayor parte de su
vida en el exilio.
Durkheim y Weber, por su parte, entendieron que las clases sociales eran complementarias y sus diferencias
podían conciliarse, ubicándose como defensores del statu quo. Ambos se desempeñaron como profesores
universitarios y mantuvieron contactos con las autoridades de sus respectivos países, con cuyos intereses
nacionales se identificaron profundamente. Estas dos figuras fueron reconocidas por otros intelectuales
como ‘sociólogos’, en tanto que Marx (y su amigo y socio intelectual, Engels) se presentaron como
fundadores del ‘socialismo científico’.
Mientras el lugar preferido de Durkheim y Weber fue la cátedra universitaria, desde donde se dirigían a sus
alumnos, Marx eligió el contacto con sindicalistas y políticos de inspiración revolucionaria, las prolongadas
investigaciones y el ejercicio del periodismo El fantasma de Marx
La obra teórica de Marx fue monumental y sus ideas tuvieron una gran influencia sobre el movimiento obrero
organizado y los partidos socialistas que se crearon en diversos países de Europa y, rápidamente, en el resto
del mundo. Su pensamiento fue interpretado de diferentes maneras, por lo que los socialistas se dividieron
en distintas corrientes, algunas ‘revolucionarias’, otras ‘reformistas’. El fenómeno se reflejó en la propia
Alemania, la patria de Marx y de Max Weber, donde creció la socialdemocracia, que se integró al sistema
político, junto a corrientes que apostaron a cambiar radicalmente el sistema.
Weber ha sido llamado ‘el Marx burgués’, ya que defendió los intereses de la burguesía alemana y se opuso
vigorosamente a las corrientes del socialismo revolucionario difundidas en su país a comienzos del siglo
pasado; algunos de sus libros más importantes tuvieron como objetivo rechazar la interpretación marxista
de la historia y formular visiones alternativas. Algo parecido ocurrió con el francés Durkheim. Por eso se ha
hablado del ‘fantasma de Marx’, en el sentido de que muchos intelectuales lo criticaron explícitamente
debido a la gran influencia de sus ideas sobre los trabajadores de todo el mundo.
Por todos estos motivos ha sido usual diferenciar a la sociología académica del marxismo. Desde la
perspectiva marxista ortodoxa frecuentemente se ha considerado a la sociología como una respuesta
conservadora a los problemas de la sociedad capitalista, en tanto que muchos sociólogos actuales consideran
que los análisis de Marx corresponden a un momento pasado de la sociedad y que sus pronósticos
revolucionarios no se han concretado. Por otra parte, la sociología como disciplina científica ha sido muy
influida por el marxismo, en tanto que pensadores marxistas contemporáneos han incluido en sus reflexiones
problemáticas que también son analizadas por los ‘académicos’ y que no formaban parte de las reflexiones
originarias de los padres del ‘socialismo científico’.

La vigencia de los ‘clásicos´


Marx, Weber y Durkheim son considerados como ‘clásicos’ de la sociología. Esto se debe, según han señalado
Hernández Romero y Galindo Sosa, a que su pensamiento no pasa de moda y se sigue tomando como modelo;
además, han formulado tres grandes paradigmas (es decir, modelos teóricos) que siguen vigentes. Según ha
señalado Juan Carlos Portantiero, después de ellos se han producido avances en las técnicas de investigación,
no en las grandes líneas teóricas. Jeffrey Alexander, por su parte, ha escrito sobre ‘la centralidad de los
clásicos’, proporcionando esta breve definición sobre lo que significa ‘ser clásico´’:
‘…un clásico es aquel que establece criterios fundamentales dentro de un campo o disciplina que, pese a
haber surgido en contextos anteriores al nuestro, siguen siendo pertinentes en la reflexión de los problemas
de la actualidad por su alcance y ambición.’

Un rápido retrato de los clásicos y una síntesis de sus aportes


Karl Marx nació en Treveris, Reino de Prusia en 1818, cuando Alemania
todavía estaba dividida en una gran cantidad de pequeños Estados, y
murió en Londres, Gran Bretaña, en 1883. Hijo de una familia judía de
clase media convertida al luteranismo, su padre era un abogado de
ideas liberales que insistió en que su hijo estudiara Derecho, a pesar de
que éste estaba más interesado en la filosofía y la literatura. Cursó sus
estudios universitarios en Bonn y Berlín, y finalmente se doctoró en la
Universidad de Jena. Permaneció ajeno al mundo académico y se dedicó
al periodismo político, constituyéndose en promotor de organizaciones
revolucionarias socialistas. Por ese motivo sufrió persecuciones y
exilios, que lo llevaron a vivir en París y Bruselas (siendo expulsado de
ambas ciudades) y finalmente en Londres, donde llegó en mayo de 1849 y permaneció el resto de su vida. En
1843 se había casado con una noble prusiana, con la que tuvo dos hijas; toda la familia compartió su definitivo
exilio británico y una vida de grandes necesidades económicas que sin embargo no lo apartaron de sus
inquietudes políticas e intelectuales.
En agosto de 1845, en París, Marx conoció a Friedrich Engels, hijo de una rica familia de industriales textiles,
con el que inició una amistad que se prolongó el resto de su vida. Ambos compartían las ideas socialistas y
desarrollaron una activa colaboración política e intelectual, escribiendo juntos algunas obras importantes.
Engels fue el principal sostén económico de la familia Marx, que vivió en medio de grandes estrecheces. En
1848, ambos fueron testigos del ciclo de revoluciones que recorrió las grandes capitales europeas y en ese
contexto escribieron una de sus obras más conocidas, El Manifiesto Comunista, un folleto propagandístico
en el que sintetizaron algunas de sus ideas centrales acerca de la dinámica histórica; también participaron en
la fundación de la Asociación Internacional de Trabajadores (1864), con sede en Londres. En 1871 se produjo
en Francia un gran episodio revolucionario, la llamada ‘Comuna de París’, primera experiencia en la que
participaron trabajadores organizados de la surgió su trabajo La guerra civil en Francia.
En Londres Marx pasó mucho tiempo en la
biblioteca del Museo Británico, ocupado en
profundizar sus investigaciones históricas sobre
los orígenes del capitalismo en Inglaterra y el
conocimiento de las ideas de los principales
economistas. El resultado fueron tres obras:
Contribución a la crítica de la Economía Política
(1857), Teoría de la Plusvalía y el primer tomo
de El Capital, su trabajo cumbre, cuyos dos
últimos tomos fueron publicados después de su
muerte. Durante los últimos años de su vida
disminuyó su capacidad laboral y pasó enfermo
sus quince meses finales. Sus restos se encuentran en un cementerio de Londres. Su enorme producción
intelectual tuvo una gran repercusión política, ya que el movimiento socialista internacional desde el último
cuarto del siglo XIX en adelante se inspiró en sus ideas, aunque interpretadas de diferentes maneras, lo que
dio lugar a distintas corrientes frecuentemente enfrentadas. También ha sido objeto de muchas críticas
desde los puntos extremos del pensamiento político, que incluye a liberales y anarquistas.
Émile Durkheim nació en Épinal, Francia, en 1858, y murió en París en 1917. Fue un profesor universitario,
autor de numerosos trabajos en los que estableció formalmente la sociología académica, constituyéndola en
una disciplina independiente que se enseñaba en las altas casas de estudio. Creó del primer departamento
universitario de sociología (1895) y simultáneamente publicó Las reglas del método sociológico, en el que
pretendió establecer una metodología propia de esta disciplina. Al año siguiente inició la publicación de la
primera revista especializada y dio a conocer El Suicidio, un trabajo pionero en la investigación social basado
en datos estadísticos, en el que aplicó su método. Durkheim adhería al positivismo de Comte, aunque avanzó
considerablemente en el desarrollo de una metodología específicamente sociológica. Algunas de sus
orientaciones fueron retomadas por el estructural-funcionalismo norteamericano: la idea de función, es
decir, los roles o papeles sociales que los distintos individuos deben cumplir, y el entender a los conflictos
sociales como anomalías que perturban el avance hacia el orden y el progreso. Puntualizamos seguidamente
algunos de los principales aspectos del pensamiento de Durkheim: Estableció la autonomía de la sociología,
afirmando la existencia de hechos específicamente sociales independientes de los fenómenos biológicos y
psicológicos, y abordables a través de técnicas de estudio específicas. Definió a los hechos sociales como ‘(…)
modos de actuar, pensar y sentir externos al individuo y que poseen un poder de coerción en virtud del cual
se imponen a él’. Esos hechos existen antes que los individuos y fuera de ellos, e influyen en la conformación
de su personalidad y en su integración al medio social, ya que distintos mecanismos coercitivos hacen que
internalicen los contenidos de su cultura. Afirmó que la solidaridad era la base de la cohesión social,
identificando dos formas de la misma, propias de distintos tipo de sociedades: la solidaridad mecánica y la
solidaridad orgánica. La primera es propia de las comunidades rurales, la familia y los grupos de amigos,
donde se dan relaciones ‘cara a cara’ ya que existe una gran proximidad y trato habitual entre los individuos,
que hace que sus vínculos tengan una base afectiva. La otra se da en las sociedades industriales, debido a la
creciente división del trabajo: en ese caso las personas son cada vez más diferentes, el sentido de pertenencia
se diluye y los contactos son esporádicos y orientados a fines específicos; en este caso la solidaridad entre
los individuos se basa en los intereses. Elaboró el concepto de anomia, un fenómeno característico de las
sociedades de su tiempo (aplicable al nuestro), que consiste en la ausencia de normas que regulen el
comportamiento individual. Esta situación origina un bajo grado de integración social y perturba a los
individuos al punto de poder conducirlos al suicidio.
Max Weber (1864-1920), nació y murió en Alemania, en una familia
de clase media acomodada. Su padre era un jurista y político
destacado en la época de Bismarck (1815-1898), ‘el canciller de
hierro’, que dirigió la política del recién fundado Imperio Alemán
entre 1871 y 1890. Max mostró una temprana afición a las ciencias
sociales y siguió estudios de Derecho y Economía, evidenciando
siempre su interés por la Historia; también realizó extensos estudios
de Teología y en algunos de sus trabajos más importantes subrayó el
papel que, en su opinión, había jugado la religión en la vida de
distintos pueblos de la cultura occidental.
En 1889 obtuvo su doctorado en leyes y comenzó su carrera como
profesor universitario. Alrededor de 1890 se mostró interesado en la
política contemporánea y en las cuestiones sociales, y durante la
guerra mundial de 1914-1918 prestó distintos servicios a su país; al final de la misma fue consultor de la
comisión alemana que negoció el Tratado de Versalles e integró el grupo que preparó el borrador de la
Constitución de Weimar, que rigió en Alemania al terminar el conflicto. En esos años se mostró muy
preocupado por la posibilidad de una revolución comunista en su país. En 1918 fue director del primer
instituto de sociología creado en Alemania, en la Universidad de Munich, aunque como destacan sus
biógrafos, nunca dicto una cátedra de esa especialidad.
Uno de los aspectos en los que centró su atención fue la interacción entre las ideologías religiosas y el
comportamiento económico, afirmando que las ideas de la Reforma (iniciada en Alemania a comienzos del
siglo XVI y luego extendida a otros países de Europa y los Estados Unidos de América) ocupaban un lugar muy
destacado entre los factores que favorecieron la aparición del capitalismo. Buscando fundar su tesis revisó la
historia de pueblos antiguos como China e India y terminó afirmando que sus religiones (además del sistema
de castas en la India) habían sido un obstáculo para su progreso económico. Sus explicaciones respecto a la
génesis del capitalismo buscaron replicar al enfoque de Marx, como veremos en el capítulo siguiente. No se
trataba sólo de una cuestión teórica, sino que tenía profundas raíces ideológicas y políticas: Weber se
identificaba como un patriota alemán y veía en las corrientes socialistas revolucionarias, que eran muy
importantes en su país a comienzos del siglo XX, un peligro para los intereses de la burguesía alemana con la
cual se sentía profundamente identificado.
Considerado como uno de los fundadores de la sociología, nunca se vio a si mismo como un sociólogo, sino
que prefirió considerarse un historiador, aunque concibió a ambas disciplinas como muy vinculadas. En este
aspecto coincidió con Marx y Durkheim que se valieron de los conocimientos históricos como fuente para
sus elaboraciones teóricas.

¿Para qué pensar lo social? Como hemos visto, la sociología nació como respuesta a las grandes
transformaciones y conflictos que originó el nacimiento del capitalismo industrial y su evolución posterior. Por
eso la hemos definido como una ‘ciencia de la crisis’, utilizando la expresión acuñada por Juan Carlos
Portantiero. Las reacciones ante el espectáculo de la nueva sociedad fueron muy variables, aunque las
podemos reducir a cuatro: la añoranza del pasado, la defensa del statu quo, la búsqueda de reformas y los
propósitos revolucionarios. Cada una de ellas se reflejó en las ciencias sociales, como iremos viendo al estudiar
a los precursores de esta disciplina, a los padres fundadores y a los pensadores que los siguieron hasta hoy.

¿Qué estudia la sociología?


Por Alain Touraine,

«El sociólogo no observa la realidad social, sino unas ‘prácticas sociales’. Su situación no es distinta de la
situación en que se encuentra un historiador cuando examina unos documentos. Entre el sociólogo y el
objeto de su estudio, se interpone un conjunto de interpretaciones e intervenciones. Siempre sueña con unas
situaciones salvajes en las que las relaciones sociales se presentarían al desnudo, sin hallarse recubiertas por
unas formas institucionales o por la retórica de un discurso. Arma, por ejemplo, las ciudades en que la riqueza
aparece junto a la miseria, sin perspectivas monumentales y sin restos del pasado que oculten la división de
las clases sociales y los géneros de vida. Pero nunca puede abordar unas relaciones sociales que no estén
controladas, interpretadas y gobernadas. Lo más fácil es criticar el discurso ‘oficial’ que una sociedad ofrece
acerca de sí misma (...). Algo más difícil es distanciarse suficientemente de las categorías por las que una
sociedad presenta su experiencia y se sitúa con respecto a las demás. (...) Todos nos acostumbramos a
considerar como ‘normales’ o como el producto de una larga evolución histórica y, por ende, carente de una
significación social analizable, las formas de nuestras ciudades, las decisiones administrativas y las formas de
autoridad (...). Porque ningún actor social puede definirse por completo fuera de sus relaciones con los demás
(...). Hemos de volver, pues, a la obsesionante pregunta: ¿cuál es el objeto de la sociología? Respuesta: ‘las
relaciones sociales’(...). La sociedad es una palabra tan vacía de sentido para el sociólogo como puede serlo
la palabra vida para el biólogo. De ahí que, si el objeto de la sociología no es la sociedad, todavía lo es menos
unos pedazos de sociedad; la política, la religión, la familia, el trabajo, la ciudad y todas las abstracciones de
las que tiene necesidad la práctica social y cuyas representaciones multiplican las ideologías, pero que se
limitan a copiar la organización social en lugar de explicarla. Las relaciones sociales, todas las relaciones
sociales, por diferentes que sean unas de otras, porque el objeto de la sociología no es una cosa sino una
operación; hacer que aparezcan las relaciones detrás de las situaciones».

La imaginación sociológica
Por C. Wright Mills.
«La imaginación sociológica nos permite captar la historia y la biografía y la relación entre ambas dentro de
la sociedad. La ciencia social trata propiamente de la diversidad humana, constituida por todos los mundos
sociales en que han vivido, viven y podrán vivir los hombres. Los antiguos teóricos sociales se esforzaron en
formular leyes invariables de la sociedad, leyes que valdrían para todas las sociedades. (...) No podemos
esperar entender ninguna sociedad, ni aún como cosa estática, sin usar materiales históricos. La imagen de
toda sociedad es una imagen específicamente histórica. Toda sociedad dada debe ser entendida en relación
con el periodo específico en que existe. Como quiera que se defina la palabra periodo, las instituciones, las
ideologías, los tipos de hombres y mujeres que predominan en un periodo dado constituyen algo así como
un patrón único». «Los problemas clásicos de la ciencia social moderna se relacionan en realidad con una
interpretación histórica específica: la interpretación del nacimiento, los componentes y la forma de las
sociedades industriales urbanas del Occidente moderno, por lo general en contraste con la época feudal.
Muchas de las concepciones más comúnmente usadas en sociología se relacionan con la transición histórica
de la comunidad rural de los tiempos feudales a la sociedad urbana de la época moderna».

No hay postulados universales, sino construcciones históricas y sociales


Las ideas sobre la familia, sobre la mujer, sobre la democracia, son formas que cristalizaron en algún
momento histórico porque ciertos actores en su discurso predominaron sobre otros. Estas ideas se
convierten, para la sociología, en objeto de estudio. Lo que dicen muchos manuales de Instrucción Cívica
sobre la democracia no es lo mismo que lo que analizan los sociólogos o politólogos. La sociología corre este
velo. Cuestiona el supuesto conocimiento, el sentido común. El sociólogo tratará de no contaminar con sus
valores la práctica de su conocimiento, pero no significa que los suprima. La ciencia se encuentra en medio
de relaciones de poder y las prácticas de poder condicionan la producción científica. Como señala Wright
Mills, no hay modo de que un investigador social pueda evitar el hacer juicios de valor e implicarlos en el
conjunto de su trabajo. El investigador social no se ve a sí mismo como un ser autónomo situado «fuera de
la sociedad». Nadie está fuera de la sociedad. Cuando nace, la gente no elige una particular forma de vida,
sino que se inserta en una sociedad determinada, que la induce a aceptar un modelo de comportamiento y
que controla aspectos cruciales de su existencia cotidiana. El «deber ser» se trasmite institucionalmente en
la vida social. El modelo de familia hoy es muy diferente al de, por ejemplo, cien años atrás. Que prevalezca
un común denominador no significa que no existan otros estilos de pensar, de sentir. En este sentido, la
sociedad se constituye a sí misma al incorporar creencias, como que las mujeres tienen una predisposición
para ser maestras y madres. Pero este sistema de predisposiciones no está inscripto en ningún lado, es una
determinada sociedad laque naturaliza estas creencias. Así, por ejemplo, en un momento histórico y cultural
particular, hubo una propensión de la comunidad negra norteamericana a dedicarse al jazz, pero esto no es
genético. No podemos aseverar que los afro-americanos estarían dotados «naturalmente» para hacer jazz.
En la sociedad contemporánea, el mapa cultural es muy complejo; las identidades políticas, étnicas,
religiosas, sexuales, de género, etc se multiplican, se transforman. Cuando el mundo se transforma, empieza
a quebrarse el pacto entre el mundo y los sujetos. Se pierde la sensación de seguridad que se tiene ante lo
cotidiano y lo conocido.

LECTURA REFLEXIVA: EL CONTEXTO SOCIAL


El individuo y su contexto social Cuando una sociedad se industrializa, el campesino se transforma en
trabajador industrial y el señor feudal se arruina o se hace empresario. Cuando una clase emerge o sucumbe,
un hombre gana un puesto de trabajo o pierde el que tenía; cuando la tasa de inversión sube o baja, un
hombre cobra nuevos ánimos o se arruina. Cuando estalla una guerra, un vendedor de seguros se convierte
en lanzador de misiles; un dependiente de una tienda se hace analista de radar; una mujer se queda sola en
casa; un niño crece sin padre. Ni la vida de un individuo ni la historia de una sociedad pueden entenderse la
una sin la otra. Sin embargo, los hombres no suelen entender o definir los problemas que están atravesando
en términos de cambios históricos. No suelen relacionar su situación, los cambios que se suceden en sus
vidas, con los cambios que se están produciendo en la sociedad en la que viven. Apenas conscientes de las
relaciones complejas que anudan sus propias vidas al curso de la historia mundial, la inmensa mayoría de los
hombres desconocen lo que implica esta relación para el tipo de hombre que se es y que se está haciendo, y
para el tipo de procesos históricos en los que está participando. No tienen ese talante, esa disposición mental
necesaria para captar la interrelación entre el hombre y la sociedad, entre su biografía y su historia, entre su
personalidad y el mundo. Lo que necesitan es cierta disposición que les ayude a ver qué es lo que está
sucediendo en el mundo y qué es lo que les está sucediendo a ellos mismos. A esta disposición la podemos
llamar imaginación sociológica.
Wright Mills, Charles, La imaginación sociológica

ACTIVIDAD
● Lee con mucha atención y explicar a que hace referencia.
Hechos Sociales
Los hechos sociales, de acuerdo a la sociología y la antropología,
son aquellas ideas reguladoras del comportamiento humano que se
generan a partir de la sociedad y que son externas al individuo,
coercitivas y colectivas. Se trata, pues, de comportamientos y
pensamientos socialmente impuestos por la colectividad.
Este concepto fue acuñado por el sociólogo francés Émile Durkheim
en 1895, y supone una forma de modificación de la interioridad de
todo sujeto, forzándolo a sentir, pensar y actuar de una manera
determinada, afín a la colectividad.
Un sujeto puede, sin embargo, oponerse a este mandato colectivo,
fortaleciendo así su interioridad y su individualidad, como hacen los artistas. Sin embargo, la ruptura con los
hechos sociales puede traer consecuencias en su contra, como la censura de los demás o, dependiendo de la
sociedad y del hecho, la reprobación y el castigo.

Tipos de hecho social


Un hecho social puede clasificarse conforme a tres categorías:

● Morfológicos. Aquellos que estructuran la sociedad y ordenan la participación de los individuos


en sus diversos ambientes.

● Instituciones. Hechos sociales contenidos ya en la sociedad y que resultan parte reconocible de


la vida en ella.

● Corrientes de opinión. Obedecen a modas y tendencias más o menos efímeras, o que cobran más
o menos fuerza de acuerdo al momento de la colectividad, y empujan a la sociedad hacia una forma
de subjetividad respecto a algo.
Estos hechos sociales son siempre conocidos por todos los miembros de la colectividad, compartidos o no, y
éstos se posicionan respecto a ellos, a favor o en contra, sin que deban ser previamente discutidos de ninguna
manera. De esta manera se retroalimenta el proceso: los hechos sociales influencian a la gente y la gente
genera y condiciona la dinámica social.
Por último, desde cierto punto de vista, todas las facetas de la subjetividad humana: la lengua, la religión,
la moral, las costumbres, son hechos sociales que le brindan al individuo una pertenencia a una colectividad.

EJEMPLOS DE HECHOS SOCIALES

1. El aplauso luego de una función. La conducta social aprobada y promovida luego de un acto de
alguna naturaleza es el aplauso colectivo, y es un ejemplo perfecto y simple de hecho social. Las
personas asistentes sabrán cuándo aplaudir y cómo, sin que nadie se lo explique en el momento,
simplemente llevados por la multitud. No aplaudir, en cambio, sería tomado por un gesto de
desprecio hacia el acto.

2. El persignarse de los católicos. Entre la comunidad católica, la persignación es parte aprendida e


impuesta del ritual, que no sólo se lleva a cabo al final de la misa o en los momentos indicados por el
párroco, sino que además tiene lugar en momentos clave de la vida cotidiana: en presencia de una
mala noticia, como gesto de protección ante un evento impresionante, etc. Nadie debe indicarles
cuándo hacerlo, simplemente forma parte de un sentir aprendido.

3. Los nacionalismos. El fervor patriótico, la devoción por los símbolos patrios y otras conductas de
amor a la patria son fomentados abiertamente por la mayoría de las sociedades, como respuesta a
un patrón de opinión subyacente de desprecio por lo propio. Ambas vertientes, el chauvinismo (amor
excesivo por lo nacional) o el malinchismo (desprecio de todo lo nacional) constituyen hechos
sociales.

4. Las elecciones. Los procesos electorales son hechos sociales fundamentales para la vida republicana
de las naciones, por lo que son impuestos por los gobiernos como un hito de participación política a
menudo obligatoria. No participar en ellas puede, incluso si no acarrea sanciones de tipo legal, ser
reprobado por los demás.
5. Las manifestaciones o protestas. Otra forma de participación ciudadana organizada son las
protestas, que a menudo nacen de la percepción de un individuo o colectivo menor y luego ascienden
hasta movilizar y fortalecer la sensación de comunidad de las masas, a veces empujándolas a actos
de temeridad (arrojar piedras a la policía), exponerse a la represión o incluso violentar leyes (como
en los saqueos).

6. Las guerras y conflictos armados. Un importante hecho social en la historia de la humanidad son las
guerras y los conflictos, desgraciadamente. Estos estados transitorios de violencia alteran todo el
aparataje social, legal y político de las naciones y obliga a las sociedades a comportarse de maneras
determinadas: marciales y restrictivas, como el ejército, o anárquicas y egoístas, como en el caso de
las poblaciones atrapadas en zona de conflicto.

7. Los Golpes de Estado. Los cambios violentos de gobierno son condiciones externas a los individuos
que imponen sin embargo determinados sentires, por ejemplo, de alegría y alivio ante el
derrocamiento de un dictador, de esperanza ante la llegada al poder de un grupo revolucionario, o
de depresión y miedo cuando, cuando inician gobiernos indeseados.
8. La violencia urbana. En muchos países de alto margen de violencia criminal, como pueden ser
México, Venezuela, Colombia, etc. las altas tasas de actividad delictiva constituyen un hecho social,
ya que alteran el modo en que sienten, piensan y actúan las personas, a menudo empujándolas hacia
posiciones más radicalizadas y permitiendo linchamientos de delincuentes o actitudes de igual
violencia a la que rechazan.

9. La crisis económica. Los factores de crisis económica, que alteran de manera drástica el modo en
que la gente se relaciona comercialmente, son hechos sociales de profundo impacto en la
emocionalidad (generando depresiones, frustraciones, rabia), la opinión (se busca culpables, surge
la xenofobia) y el actuar (se vota por candidatos populistas, se consume menos, etc.) de las personas
afectadas.

10. El terrorismo. La acción de células terroristas en las sociedades organizadas tiene un efecto
radicalizador importante, que hemos presenciado en la Europa de inicios del siglo XXI: el
resurgimiento de los nacionalismos de derecha, el miedo y desprecio por el extranjero, la
islamofobia, en fin, diversos sentires que le son impuestos al individuo a partir no sólo de las acciones
violentas de los extremistas, sino de todo el discurso mediático tejido alrededor.

Ver lo general en lo particular


Cada uno de nosotros tiene clara conciencia de su identidad: somos ‘fulano de tal’, de tantos años, de sexo...,
hijo de..., nacido..., de ocupación... (se trata, como ya te habrás dado cuenta, de los datos que volcamos
habitualmente en cualquier formulario cuando tenemos que realizar algún trámite: inscribirnos en la escuela,
por ejemplo). Lo que normalmente no percibimos es que, al mismo tiempo, pertenecemos a distintas
categorías sociales: grupo de edad, de género, de clase social (y varias otras que después iremos nombrando),
sobre las que existen determinadas expectativas sociales. No es lo mismo, por ejemplo, tener dieciséis años
que cincuenta; ser hombre y no mujer; pertenecer a una familia tradicional y de elevados recursos, que
integrar una familia común y de pocos medios económicos. En cada uno de estos casos la sociedad espera
de nosotros comportamientos distintos en determinados aspectos; lo que podemos hacer o dejar de hacer
es diferente; nuestras posibilidades vitales varían. De la misma manera, pertenecemos a un lugar y una época
determinados, y esto nos condiciona en varios aspectos importantes. (Trataremos extensamente cada uno
de estos aspectos en los capítulos sucesivos).

LA SOCIOLOGÍA COMO CIENCIA


Desde sus orígenes prehistóricos, los seres humanos fueron conociendo su entorno y se preocuparon por
saber cada vez más sobre él. De esta manera fueron elaborando distintas explicaciones sobre la realidad de
contenido mágico y religioso, aunque también acumularon muchas observaciones y experiencias. Con la
aparición de las primeras civilizaciones, unos seis o siete mil años atrás, los conocimientos avanzaron mucho
en manos de castas sacerdotales que se ocupaban de esas tareas; un gran salto se dio entre los antiguos
griegos, en los siglos VI y V a.C. La ciencia tal como hoy la concebimos, basada en la observación y la
experimentación, nació en algunos países de Europa en los siglos XVI y XVII. Desde entonces ha progresado
enormemente, conviviendo siempre con otras formas de ‘saber’ que nunca han desaparecido del todo. De
ello hablaremos a continuación.

Los distintos tipos de verdades


A nivel social existen distintos tipos de ‘verdad’, a las que todos adherimos organizando nuestra vida y
tomando decisiones a partir de lo que consideramos como cierto. Al respecto debemos distinguir entre:
● La creencia o fe: se trata de un conocimiento dogmático, por lo general de tipo religioso, que no
requiere de demostración alguna.
● El criterio de autoridad: en este caso, la aceptación proviene del prestigio que reconozco a las
personas o instituciones en las que se originan ciertas afirmaciones.
● El consenso social: son ‘verdades’ compartidas por los miembros de una sociedad, en cuanto tales;
se trata de las pautas, normas y valores, en base a los cuales se organiza la conducta de sus
miembros. También podemos llamarlo sentido común.
Las diversas formas de ‘verdad’ ‘Cuando decimos que ‘sabemos’ algo, podemos querer decir muchas cosas
distintas. Alguna gente, por ejemplo, mantiene que Dios existe. Sólo un reducido número de personas, dice
haber tenido algún contacto directo con Dios, pero todos los creyentes ‘saben’ que Dios existe. Llamaremos
a esta forma de saber ‘creencia’ o ‘fe’. Una segunda forma de verdad es la que se basa en el juicio de los
expertos. Sabemos que tenemos tal o cual enfermedad porque el médico nos la ha diagnosticado. Un tercer
tipo de verdad es la que se basa en los acuerdos y entendimientos comunes de la gente con la que vivimos.
Llegamos a saber, por ejemplo, que robar está mal porque prácticamente todos y cada uno dice que está
mal. (...) nosotros, que vivimos en una sociedad más ‘avanzada’, también tomamos decisiones y organizamos
nuestras vidas a partir de cosas que se ‘saben’ de modo no científico. Un investigador nuclear, por ejemplo,
puede seguir practicando su religión porque cree en ella, puede saber qué medicamento tiene que dar a su
hijo porque se lo ha dicho el pediatra, o puede saber que tal o cual otro partido puede gobernar más
acertadamente el país porque ha llegado a esa conclusión después de hablar con amigos, familiares,
compañeros de trabajo, etc. En otras palabras, en nuestras vidas cotidianas aceptamos distintos tipos de
verdades’. (Macionis y Plummer,).

Convencimientos populares y evidencias científicas


El interés de los sociólogos es estudiar el mundo de lo social de un modo lógico y racional. Para lograrlo,
organizan sus investigaciones siguiendo ciertas reglas de procedimiento que tratan de garantizar un
conocimiento científicamente verdadero. Sin embargo, como hemos señalado más arriba, ‘la verdad
científica’ no es la única: lo común es que las afirmaciones científicas convivan (y choquen) con
convencimientos de distinto origen muy difundidos entre la gente. Esto, que ocurre con todas las disciplinas
científicas (ya que las personas opinan sobre todo lo que les interesa: las enfermedades, los fenómenos
climáticos, los problemas económicos, etcétera), es común en el campo social. Veamos algunas afirmaciones
que escuchamos con frecuencia:
● ‘Para acabar con el delito hay que aumentar la represión’
● ‘Los villeros viven así porque quieren’
● ‘La gente del Interior es indolente’
● ‘Los pobres están así porque tienen muchos hijos’
● ‘A los jóvenes de hoy no les gusta trabajar’
De tanto escucharlas (y repetirlas) estas afirmaciones tienen para muchísima gente el carácter de verdades
indiscutibles. La actitud sociológica ante cuestiones como estas es más prudente: consiste en evaluar
críticamente lo que vemos, leemos y oímos. Como todos los científicos, los sociólogos sustentan sus
afirmaciones en investigaciones. Un aspecto característico de la perspectiva sociológica es distanciarnos de
lo que nos resulta familiar, no dar nada por supuesto, atrevernos a hacer preguntas. El investigador social
debe partir de la idea de que ‘las cosas no son lo que parecen’ (o lo que el común de la gente dice que son);
sobre esta base, los sociólogos tratan de examinar críticamente la realidad y ponen a prueba sus
explicaciones acerca de la misma. Estos son los propósitos de la investigación social.

La investigación social
El Diccionario de ciencias políticas y sociales dirigido por Torcuato Di Tella define de esta manera a la
investigación social:
‘... es el proceso que surge a partir del planteamiento de un problema significativo dentro del ámbito de una
disciplina, consistente en un número de actividades relacionadas entre si por medio de procedimientos
científicos, con el objeto de dar respuesta a tal problema.’
En toda investigación correctamente desarrollada se da una fusión entre la teoría social y la investigación
empírica. El primer ejemplo de una investigación social desarrollada de esta manera lo encontramos en el
trabajo de Émile Durkheim, El suicidio, publicado en 1897. Antes de él encontramos antecedentes de
investigaciones empíricas en Adam Smith (1723-1790), La riqueza de las naciones; Robert Malthus
(17661834), Ensayo sobre la población y Federico Engels, La situación de la clase obrera en Inglaterra.

¿Qué es una investigación empírica?


Por investigación empírica se entiende la investigación que utiliza información construida a partir de
observaciones, información basada en el mundo de lo observable que nos llega a través de los sentidos. En
filosofía de la ciencia el empirismo, como metodología basada en la primacía de lo observable, se contrapone
al racionalismo como metodología basada, ante todo, en procedimientos lógico-racionales. Pero es la
conjunción de ambas perspectivas la que origina la metodología científica dominante cuyo basamento es la
investigación empírica. Ni la gran teoría ni el empirismo abstracto gozan hoy día de predicamento, porque es
algo admitido que ni los hechos hablan por si solos, ni es posible un avance científico que no recurra
constantemente a contrastaciones empíricas.

Mitos, religiones, filosofía y ciencia La metodología científica


Los seres humanos han tratado de explicar siempre la realidad que los rodea (y explicarse a ellos mismos).
En esta búsqueda apelaron a los mitos, los grandes sistemas religiosos, la filosofía y, finalmente, a la ciencia,
cuyos más lejanos antecedentes se ubican en la antigua Grecia cinco o seis siglos antes de Cristo. La búsqueda
sistemática del conocimiento (a la que llamamos ‘ciencia’) es propia de la cultura occidental, especialmente
a partir del siglo XVII.
Desde entonces han avanzado enormemente los conocimientos sobre el Universo, la naturaleza y la vida en
nuestro planeta; en ese proceso los seres humanos se han conocido mejor a si mismos. Como hemos visto,
las primeras en desarrollarse han sido las ciencias exactas y naturales; el desarrollo de las ciencias sociales es
mucho más reciente.
Un aspecto característico de la ciencia es el empleo de una metodología apropiada. ‘Método’ significa
camino; la metodología es el conjunto de procedimientos mediante los cuales se construye el conocimiento
científico. Por eso debemos distinguir dos significados de ‘ciencia’: uno pasivo, representado por el conjunto
de conocimientos ya contrastados, presuntamente ciertos; otro activo, constituido precisamente por la
metodología, el modo sistemático de producir nuevos conocimientos.
El empleo de procedimientos metodológicos es lo que permite diferenciar entre la ciencia y otros
‘conocimientos’, a los que ya hemos hecho referencia.

LECTURA REFLEXIVA
Sentido común y perspectiva sociológica Los siguientes párrafos -extraídos del prólogo a la primera edición
de Las reglas del método sociológico, de Émilie Durkheim, publicado en 1895te aclararán las diferencias
existentes entre las opiniones comunes y las afirmaciones de las ciencias sociales. ‘Estamos tan poco
habituados a tratar científicamente los hechos sociales que ciertas proposiciones contenidas en esta obra,
probablemente, sorprenderán al lector. Pero si existe una ciencia de las sociedades, es preciso tener en
cuenta que no consiste en una simple paráfrasis de los prejuicios tradicionales, sino que nos hace ver las
cosas de forma distinta de cómo las ve el vulgo, porque el objeto de toda ciencia es hacer descubrimientos y
todo descubrimiento desconcierta, más o menos, a las opiniones ya admitidas. Por consiguiente, a menos
que se conceda al sentido común en sociología una autoridad que no tiene desde hace mucho tiempo en las
otras ciencias -y no se ve de dónde podría venir le es preciso que el sabio se decida resueltamente a no
dejarse intimidar por los resultados obtenidos en sus investigaciones, si éstas se han realizado
metódicamente. Si el buscar la paradoja es propio de un sofista, rehuirla, cuando es impuesta por los hechos,
es propio de un espíritu sin valentía o sin fe en la ciencia. Por desgracia, es más fácil admitir esta regla en
principio, y teóricamente, que aplicarla con perseverancia. Estamos todavía demasiado acostumbrados a
zanjar todas estas cuestiones de acuerdo con las sugerencias del sentido común para que podamos
fácilmente mantenerlo a distancia de las discusiones sociológicas. Aunque nos creamos liberados de él, el
sentido común nos impone sus juicios sin que nos demos cuenta. Sólo una larga y especial práctica puede
evitar tales desfallecimientos. He aquí lo que pedimos al lector que tenga la bondad de no perder de vista.
Que considere siempre presente que los modos de pensar a los que él es más propenso son más bien
contrarios que favorables al sentido científico de los fenómenos sociales y, por consiguiente, que se ponga
en guardia contra sus propias impresiones. Si se abandona a ellas, sin resistencia, corre el riesgo de juzgarnos
sin habernos comprendido (...)

SOCIOLOGÍA Y CIENCIAS SOCIALES LA INTERDISCIPLINARIEDAD


Varias ciencias se ocupan del estudio de distintos aspectos de los seres humanos: la anatomía y la fisiología
estudian la conformación y el funcionamiento de nuestro cuerpo; la psicología, nuestros procesos mentales;
las diversas ciencias sociales, la relación de los hombres entre si y los resultados de la misma. Todos estos
son aspectos de una misma realidad y se encuentran interrelacionados. El funcionamiento de nuestro
organismo repercute sobre nuestra psiquis y viceversa: un tumor cerebral, por ejemplo, altera nuestra
conducta; a la inversa, ciertos estados emocionales repercuten sobre nuestro cuerpo produciendo diversas
enfermedades psicosomáticas. Las situaciones sociales impactan sobre nosotros como una unidad
psicofísica. A pesar de sus relaciones, los niveles físico, psicológico y social son relativamente autónomos:
cada uno de ellos posee una legalidad propia y no puede ser reducido a otro.

De las ciencias naturales a las ciencias sociales


Las ciencias no avanzaron simultáneamente. Primero se desarrollaron las ciencias naturales, especialmente
la física que realizó grandes progresos desde el siglo XVII. Esos adelantos se debieron fundamentalmente al
desarrollo del método científico, al que se ha definido como ‘el procedimiento ordenado y sistemático para
aumentar y profundizar el conocimiento’. Aplicando la observación y la experimentación la física llegó a
formular una cantidad de leyes: se trata de regularidades fácticas que indican una relación causal entre dos
variables. Con esto la física se convirtió en el modelo de las demás ciencias.
Para los fundadores de la sociología (Saint Simon, Comte, Marx), las ciencias sociales tenían iguales
posibilidades que las ciencias naturales de clasificar, explicar y predecir. Comte habló de una ‘física social’,
remarcando de esta manera la similitud entre los fenómenos naturales y los sociales; también empleó
términos tomados de la física, como ‘estática’ y ‘dinámica social’, para referirse a la estructura y al
funcionamiento de la sociedad, respectivamente. En algunos casos, los primeros sociólogos también
agregaban como objetivos del científico social los de controlar y transformar la realidad. La preocupación por
el control social fue más propia de los sociólogos de orientación conservadora (Comte, por ejemplo); los de
vocación revolucionaria (Marx fue el mayor representante) tuvieron especial interés en contribuir a la
transformación de la sociedad en que vivían.

¿Es posible el conocimiento científico de la sociedad? La sociología y las ciencias sociales


El carácter científico de las disciplinas sociales ha sido discutido durante mucho tiempo. Para algunos
especialistas no son ciencias, en tanto que otros afirman que se trata de ciencias de un tipo distinto a las
ciencias naturales. Obviamente, la posibilidad de formular leyes sociales también ha sido negada. La posición
más difundida en nuestros días entre los epistemólogos, es que las ciencias sociales presentan peculiaridades
que las diferencian de las ciencias naturales, pudiendo formular leyes de un tipo particular, no
necesariamente de alcance universal: se trata de leyes de forma probabilística. Por otra parte, a lo largo del
siglo XX se ha producido un progresivo desmoronamiento de la visión ortodoxa de la epistemología científica;
particularmente en las últimas décadas la fundamentación teórica de la ciencia ha sufrido un descrédito, que
no ha impedido el considerable progreso de los conocimientos.
En sus orígenes la sociología tuvo una pretensión globalizadora: debía ser una disciplina sintetizadora de
todas las demás. A lo largo de nuestro siglo se fue definiendo la posición que hoy se sostiene: la sociología es
una más de las ciencias sociales. Las ciencias sociales son aquellas que tratan temas referentes al hombre y
la sociedad. Existe consenso en incluir dentro de este grupo a la sociología, la antropología, la ciencia política
y la economía, a las que se agregan la psicología social y la geografía humana. Respecto a la historia y el
derecho hay quienes cuestionan su carácter científico. Cada una de estas ciencias aborda los mismos
fenómenos desde una perspectiva particular.
En realidad, las fronteras entre las distintas ciencias sociales tienden a borrarse; si bien el desarrollo del
conocimiento ha exigido una especialización (que se ha producido, incluso, en el interior de cada disciplina),
el objeto común de las ciencias sociales y humanas debe ser estudiado de manera interdisciplinaria.

Un principio básico: la realidad de lo social


En sus orígenes y durante gran parte del siglo XIX la sociología estuvo influenciada por las ciencias naturales.
Los primeros sociólogos no sólo intentaron aplicar los métodos de la física, sino que también realizaron
frecuentes analogías entre los hechos sociales y los biológicos, mecánicos y psicológicos. Un gran aporte fue
realizado por el sociólogo francés Émile Durkheim, quien afirmó la realidad de los hechos sociales. De esa
manera la sociología alcanzó autonomía como ciencia, independizándose de la biología, la física y la
psicología. Otra pretensión de Durkheim fue estudiar los hechos sociales ‘tal como son, no como debieran
ser’; en esta afirmación está encerrado el propósito de objetividad científica, que separa a la ciencia de la
crítica social, la filosofía política y los proyectos utópicos.
Para Durkheim la sociología es la ciencia de los hechos sociales y éstos presentan tres características
distintivas:
● la realidad, independientemente de la acción individual;
● la exterioridad, respecto a las personas y
● la coacción que ejercen sobre ellas, por lo cual se les imponen.
Para este sociólogo los hechos sociales tienen una realidad propia, diferente a los fenómenos orgánicos y
psíquicos, y deben explicarse a través de otros hechos sociales; deben ser considerados como ‘cosas’ y
estudiarse a través de la observación (no a través de métodos introspectivos). El propio Durkheim aplicó
estas orientaciones teóricas en su célebre estudio El suicidio, en los que analizó este fenómeno en relación
con las condiciones sociales.

Los paradigmas sociológicos


La siguiente afirmación del sociólogo español José Castillo te permitirá comprender qué es un paradigma
sociológico:
‘Todo sociólogo, siquiera sea inadvertidamente, desarrolla su cometido científico presuponiendo unos
postulados generales acerca de la realidad que estudia. Inexcusablemente, su labor intelectual se
desenvuelve dentro de un esquema de orientaciones básicas, que le ciñen de modo más o menos firme, pero
inevitable’.
Los ‘postulados generales acerca de la realidad’, las ‘orientaciones básicas’ a las que hace referencia Castillo
son los paradigmas que orientan la investigación. Desde los orígenes mismos de la sociología y hasta nuestros
días han existido varias de estas orientaciones básicas, sirviendo de fundamento a distintas corrientes o
escuelas sociológicas. Por lo general las distintas escuelas enfocan el estudio de la realidad social a partir de
orientaciones contrapuestas. Castillo enumera algunas de estas orientaciones generales, que guían la
investigación e influyen en la interpretación de los fenómenos sociales:
● Concepción individualista o colectivista de la sociedad.
● Concepción espiritualista o materialista de la sociedad.
● Concepción neutra o valorativa de la sociedad.
● Concepción consensualista o conflictiva de la sociedad.
● Concepción estática o dinámica de la sociedad.
● Concepción ahistoricista o historicista de la sociedad.

En la actualidad las principales escuelas sociológicas son el funcionalismo, la sociología del conflicto y la teoría
de la acción. Como iremos viendo en los capítulos sucesivos, los funcionalistas y conflictivistas encaran el
estudio social privilegiando una u otra de las orientaciones contrapuestas que hemos enumerado arriba: la
primera de las orientaciones mencionada en cada caso es la adoptada por los funcionalistas, en tanto que los
conflictivistas eligen la otra.

Macrosociología y microsociología
Los sociólogos pueden realizar sus investigaciones en dos niveles distintos: micro y macrosociológico:
El análisis microsociológico estudia las interacciones entre los individuos, se ocupa de las situaciones en las
que las personas se relacionan cara a cara y se interesa por los significados subjetivos que otorgan los
participantes a sus acciones. Su objeto de estudio son los pequeños grupos.
El análisis macrosociológico, en cambio, se interesa por ‘los procesos sociales que operan a largo plazo y de
las unidades (grupos, organizaciones, instituciones), estructuras y sistemas sociales de gran escala’ (Giner).
Los que practican esta orientación estudian los procesos de evolución sociocultural de las sociedades
humanas, las revoluciones sociales, la industrialización o la urbanización, los sistemas de estratificación social
o los sistemas políticos. Los actores de estos grandes procesos son los grupos nacionales, las clases sociales
y los integrantes de organizaciones complejas como los sindicatos o los partidos políticos.
Existe consenso entre los especialistas sobre que una adecuada comprensión de los fenómenos sociales
requiere de la complementación de los enfoques micro y macrosociológico. Además de ser dos niveles de
análisis, se trata también de dos concepciones teóricas que privilegian en un caso al individuo y a la acción
(orientación microsociológico) y en el otro, a la sociedad y las estructuras sociales (orientación
macrosociológico). La confrontación entre ambas orientaciones ocupa gran parte de los debates de la teoría
sociológica. La orientación macro está representada por el estructural funcionalismo, la teoría del conflicto y
el marxismo (corrientes que, por lo demás, tienen muy pocas coincidencias entre si). La orientación micro es
cultivada por el interaccionismo simbólico, la etnometodología y la teoría del intercambio.

Sociología teórica y sociología aplicada


Como ocurre con las ciencias en general, en la sociología es posible distinguir las investigaciones teóricas de
sus aplicaciones prácticas. En este sentido se diferencia la investigación fundamental, pura o básica en la que
el investigador estudia cuestiones de interés teórico para el avance de su disciplina- de la investigación
aplicada, que se encamina a responder a cuestiones concretas orientadas a la adopción de determinadas
acciones, generalmente por encargo de organismos o empresas interesadas. Lo más común en nuestra época
son los trabajos del segundo tipo, entre los que podemos mencionar los estudios de mercado, de audiencia,
de expectativas de voto, de popularidad de figuras políticas o de respaldo a una gestión de gobierno. Los
llevan a cabo consultoras privadas contratadas por los interesados: empresas de bienes y servicios, medios
masivos de comunicación o partidos políticos. El propósito de estos estudios es conocer las opiniones y
actitudes de la población con el propósito de ajustar a ella la oferta de variados productos, las propuestas
programáticas o la acción del gobierno.
En la sociología son pocas las teorías asentadas y contrastadas, en tanto que son abundantes las
investigaciones empíricas elaboradas sin un marco teórico sistemático. Esto se debe, en parte, al origen
relativamente reciente de esta disciplina; mucho más pesa el marco en el que los profesionales de la
sociología realizan sus actividades, al servicio generalmente de instituciones interesadas en manipular a
determinados sectores de la población.
Las encuestas son instrumentos desarrollados por los sociólogos que tienen múltiples aplicaciones prácticas.

EL DESARROLLO DE UNA INVESTIGACIÓN SOCIOLÓGICA


Por sus características, los fenómenos sociales requieren de una metodología específica llamada,
precisamente, metodología de la investigación social, que se diferencia de los procedimientos empleados por
otras ciencias (la física o la biología, por ejemplo). En el fragmento de Alicia I. Palermo que reproducimos a
continuación, verás indicado cuáles son los pasos a seguir para realizar una investigación social.
‘La elaboración del proyecto de investigación surge a partir del planteo de un problema y de la especificación
de los objetivos, seguidos de un estudio de trabajo anteriores, tanto teóricos como empíricos. El problema
debe ser ubicado dentro de un marco teórico, el cual tiene que ser pertinente, útil y exhaustivo. Además, el
investigador debe determinar su campo de investigación (local, regional, nacional, internacional), e
identificar la naturaleza metodológica de los objetivos (investigación exploratoria, descriptiva o explicativa)
y la naturaleza temporal (sincrónica o diacrónica), de los cuales dependerá la elección del diseño de la
investigación: estudio de campo, estudio con datos secundarios, experimento, etc. Luego hay que determinar
cuáles van a ser las unidades de análisis y el universo de estudio, tanto el teórico como el empírico, a partir
del cual se seleccionará eventualmente una muestra. Además, hay que seleccionar las variables y definirlas
conceptual y operacionalmente (...) La recolección de datos es otra etapa muy importante, sobre todo debido
a la continua verificación que debe hacer el investigador de los posibles errores en la obtención de los
mismos. La tercera etapa consiste en el análisis de los datos recogidos (pueden ser cuantitativos o
cualitativos), que se codifican e interpretan. La tarea se completa con la elaboración del informe de
investigación, que normalmente comprende el enunciado del problema dentro de su marco teórico, la
descripción de los procedimientos utilizados, las conclusiones e interpretación de resultados.’ Di Tella, T.,
Diccionario de ciencias sociales y políticas; 339 – 340.
De acuerdo al tratamiento que un tema determinado haya tenido dentro de la sociología podemos distinguir
tres tipos de investigaciones con propósitos distintos:
● La investigación exploratoria se realiza para ‘indagar acerca de un problema sobre el cual no hay
estudios previos y sentar las bases para la formulación de hipótesis que darán lugar a futuras
investigaciones’.
● La investigación descriptiva ‘exige un conocimiento previo acerca del problema a investigar, e intenta
describir o evaluar las características de una determinada comunidad o descubrir la probable
asociación entre dos variables’.
● La investigación explicativa ‘tiene el propósito de probar hipótesis’.

El primer paso de cualquier investigación sería consiste en relevar el estado del arte, es decir, realizar una
búsqueda lo más exhaustiva posible de todo lo que se ha publicado respecto al tema que nos interesa. Como
los investigadores sociales, igual que los especialistas en cualquier área científica, se especializan en
determinados temas, es importante ubicar a los referentes de cada cuestión, es decir, aquellos que son
reconocidos como los mayores especialistas. Hay que tener en cuenta que el propósito de una investigación
es avanzar el conocimiento que se posee hasta ese momento, por lo cual no tiene sentido repetir lo que ya
ha sido comprobado por otros.

Recogiendo datos
La recolección de datos es una etapa fundamental de toda investigación social. Los principales
procedimientos para obtenerlos son los siguientes:
La observación, que puede ser distante o participante. La experimentación, que puede desarrollarse sobre
el terreno o en el laboratorio. Las encuestas, que pueden realizarse a través de entrevistas o por
cuestionarios. Otras técnicas de recolección de datos: datos secundarios (en este caso, el investigador social
utiliza datos recogidos por otros: por ejemplo, censos y estadísticas oficiales) y documentos de vida, entre
otros.

Métodos cuantitativos y cualitativos


Los métodos cuantitativos permiten obtener y analizar datos numéricos; son los cuestionarios –cuya
información puede ser organizada, clasificada y analizada con criterios estadísticos– y los experimentos, que
permiten observar las modificaciones producidas en una variable en función de los cambios operados en otra
con la cual está correlacionada. Los métodos cualitativos, en cambio, no permiten la obtención de registros
numéricos: son la observación participante y la entrevista en profundidad.
Desde hace algunas décadas se desarrolla un debate entre los sociólogos respecto a la naturaleza de las
ciencias sociales. Se cuestiona, fundamentalmente, la pretensión de trasladar mecánicamente el modelo de
las ciencias naturales (en especial, la física) a la investigación social. Esto es lo que pretenden quienes afirman
el primado o la exclusividad de los procedimientos estadísticos y la metodología cuantitativa; posición que
suele ir acompañada de reclamos de ‘objetividad científica’ y ‘neutralidad política’. Otros sociólogos, en
cambio, manifiestan su compromiso con el progreso de sus pueblos y quieren hacer de la sociología un
instrumento de cambio social; suelen rechazar los métodos tradicionales de la sociología ‘académica’ y
acusan de conservadorismo a quienes los practican (al menos exclusivamente). El auge de esta segunda
orientación se dio en distintos países del llamado Tercer Mundo (los países pobres de América Latina, Asia y
África), en la década de 1960.
Haciendo preguntas
Uno de los métodos más utilizados por los sociólogos consiste en algo muy sencillo: formular preguntas y
registrar las respuestas, las que luego son organizadas, clasificadas y analizadas con procedimientos
estadísticos, permitiendo extraer conclusiones científicamente válidas. Las preguntas se refieren a hechos o
aspectos sobre los cuales se investiga; en esto consisten las encuestas de distinto tipo. Desde sus primeras
aplicaciones a mediados del siglo XIX, los científicos sociales han refinado los procedimientos para elaborar,
administrar y analizar los resultados de las encuestas, las que de esa manera se han transformado en un
instrumento cada vez más útil para la investigación social. Desde mediados del siglo XX ha aumentado su uso
con fines prácticos, de tipo comercial o político. Veamos cuáles fueron los momentos más importantes en
esa evolución:
● Las primeras manifestaciones de este procedimiento se dieron en Europa a fines del siglo XIX, con las
llamadas encuestas sociales. Su propósito era eminentemente práctico: se trataba de conocer las
condiciones de vida de los trabajadores y las relaciones existentes entre patrones y obreros con la
intención de solucionar los problemas existentes. Entre quienes aplicaron este
● tipo de encuestas se destacó el francés Frederic Le Play (1806–1882).
● En una etapa posterior se dio un proceso de abstracción y generalización, con profundización teórica
y metodológica, y las encuestas de convirtieron en instrumentos de investigación social, sin
propósitos inmediatos definidos. Un ejemplo clásico lo brinda Durkheim en El suicidio (1895).
● Entre 1930 y 1950 se realiza un considerable progreso con la aparición de las encuestas
precodificadas, por muestreo. Esta técnica sirvió a la política social reformista en varios países
capitalistas importantes (Estados Unidos, por ejemplo), que enfrentaban las consecuencias de la
Gran Depresión (1929–1932), la segunda guerra (1939–1945) y los primeros años de la posguerra. La
información que se recogía a través de estos procedimientos servían de base a las medidas de
gobierno que apuntaban a resolver determinados problemas que afectaban a la población.
● El paso siguiente fueron las investigaciones al servicio de intereses empresarios, que contrataron la
realización de estudios de mercado y campañas publicitarias. En estos casos el propósito es conocer
los gustos de los consumidores y suministrarles productos acordes a ellos; la publicidad, por su parte,
busca incentivar el consumo a través de distintos recursos. En estos trabajos predominó la precisión
en las mediciones sobre la relevancia de los temas. Charles Wright Mills, en La imaginación
sociológica, calificó a este tipo de orientación –predominante en la sociología norteamericana de los
años 60– de ‘empirismo abstracto’.
● Los mismos procedimientos se aplican a la política, particularmente en los períodos preelectorales,
para ganar la simpatía de los votantes e imponer a determinados candidatos; los gobiernos también
las emplean para difundir sus realizaciones, conocer el impacto sobre la población y mejorar su
imagen. La importancia del marketing político ha crecido en las últimas décadas y la influencia de los
medios masivos de comunicación ha ido en aumento (especialmente la televisión), reemplazando a
la participación personal en actos, movilizaciones y otras actividades proselitistas. Por eso el italiano
Giovanni Sartori (1924) ha acuñado los términos videopolítica y homo videns, que designa al hombre
contemporáneo que en gran medida se ha convertido en un consumidor de imágenes emitidas por
la televisión, un simple espectador.

Los tipos de encuestas


Existen distintos tipos de encuestas. Una manera de dividirlas es de acuerdo a la forma en que se administran;
con este criterio podemos distinguir los cuestionarios simples -que se contestan por escrito, sin la
intervención de terceras personas– de las entrevistas, en las cuales el cuestionario es llenado por un
encuestador. Los cuestionarios simples pueden ser presenciales, postales o telefónicos. Cada uno de estos
procedimientos presentan ventajas (de costo, por ejemplo) e inconvenientes (la disposición a responder de
los encuestados) sobre los que no podemos extendernos en este trabajo. También podemos diferenciar los
cuestionarios de acuerdo al tipo de preguntas que contienen: éstas pueden ser cerradas (cuando la persona
debe elegir entre dos respuestas posibles), categorizadas (cuando se le presentan varias opciones, debiendo
optar por una de ellas) y abiertas (sin opciones sugeridas).
Entre las entrevistas podemos distinguir tres tipos:
● Estructuradas, en las cuales las preguntas y su orden están previamente establecidos.
● Semiestructuradas, en las cuales el orden de las preguntas puede ser variado por el entrevistador.
● No estructuradas: en este caso el entrevistador se centra en uno o varios temas, sin seguir un
cuestionario previamente elaborado.
En opinión de los especialistas, las entrevistas proporcionan más información que los simples cuestionarios
porque existe mayor cooperación de parte de los entrevistados; además, permiten una mejor captación de
sus características personales; por último, a diferencia de los cuestionarios, pueden administrarse a personas
iletradas. A diferencia de las otras, las entrevistas no estructuradas corresponden a las técnicas cualitativas,
con las ventajas e inconvenientes que éstas presentan.
Universo y muestra
Se llama universo a la totalidad de los individuos que integran una categoría determinada; una muestra es
una porción del universo. Por ejemplo, el universo de los jubilados argentinos está integrado por todas las
personas que cobran su jubilación; una muestra es sólo un sector de los mismos. Por razones prácticas y
económicas los cuestionarios se administran a una muestra de la categoría en estudio. Normalmente el
universo está compuesto por un gran número de personas; por ello sólo en poblaciones muy pequeñas podría
abarcarse al universo en estudio. Las muestras deben ser representativas del universo al que pertenecen,
para que las conclusiones que se extraigan de su estudio sean válidas para el conjunto de la categoría. Para
garantizar esa representatividad los científicos sociales han elaborado distintas técnicas de muestreo.
Las encuestas se aplican al estudio de las condiciones de vida, el empleo, el nivel económico, los estados de
opinión, las investigaciones de mercado y la medición de audiencia en los medios de comunicación, entre
otros. Su realización corre a cargo de organismos de investigación aplicada, públicos y privados. En nuestro
país, el organismo oficial a nivel nacional es el INDEC (Instituto Nacional de Estadística y Censos); también
existen varias consultoras privadas, ligadas a empresas, sindicatos y partidos políticos. Cada uno de estos
organismos presenta una división del trabajo entre su personal, integrado por investigadores (que diseñan
las investigaciones, analizan los datos obtenidos y sacan las conclusiones), jefes de campo y encuestadores
(encargados de la supervisión de la tarea y administración de los cuestionarios, respectivamente) y auxiliares
técnicos (ocupados en la codificación, grabado de los datos y control de las entrevistas).

La estadística
En su sentido más común ‘estadística’ es sinónimo de ‘censo’ o ‘recuento’; también forma parte de la familia
de palabras derivadas de ‘estado’. Ambos significados están relacionados, pues una de las funciones de la
estadística es proporcionar a los gobernantes información sobre sus países a fin de permitirles una acción
mejor orientada (por eso mismo, un gobernante competente, bien preparado para el desempeño de su tarea
es un ‘estadista’). Las estadísticas son imprescindibles para la buena marcha de los países. Por eso en la
actualidad todos ellos cuentan con dependencias especializadas en la obtención y análisis de informaciones
cuantitativas respecto a la población, los recursos naturales, las industrias, el comercio (interior o exterior),
la educación, la salud pública y otros aspectos de la vida del Estado, nacional, provincial o municipal. En la
Argentina el INDEC realiza periódicos estudios sobre costo de vida, nivel de ingresos, ocupación y
desocupación.
Los científicos sociales (sociólogos, economistas, antropólogos) encuentran en las estadísticas un auxiliar
muy valioso, que ponen al servicio de sus investigaciones. Con este propósito se valen de las estadísticas
oficiales y de otras elaboradas bajo su dirección con propósitos especiales. Los censos de población; los
registros sobre natalidad, mortalidad y movimientos migratorios (emigración e inmigración); las estadísticas
sanitarias, educativas, laborales y judiciales aportan información relevante para el conocimiento de la
realidad social. Este tipo de registro corresponde a la estadística descriptiva y procede generalmente de los
organismos oficiales. La estadística inferencial estudia las relaciones o asociaciones entre variables.

LECTURA REFLEXIVA
Variables Las variables son características de un hecho o fenómeno que pueden adoptar distintos valores o
magnitudes y que son susceptibles de cambiar en relación a uno o varios objetos o factores. Su variación las
vincula unas a otras según distintos tipos de relación: covariación, asociación, dependencia, causalidad,
influencia, etc. Analizar la existencia de variables y probar sus relaciones es objeto de la investigación
científica. Según su naturaleza, las variables se dividen en cuantitativas (por ejemplo, el peso) y cualitativas
(por ejemplo, el sexo); según la amplitud de la unidad de observación, en individuales (ejemplo, coeficiente
de inteligencia) o colectivas (ejemplo, calorías por habitante); según su nivel de abstracción, en generales
(ejemplo, estratificación social), intermedias (que atañen a ciertas dimensiones menos generales; ejemplo
nivel de nutrición) y empíricas o indicadores (que representan un aspecto particular pasible de medición;
ejemplo, tasa de fecundidad, consumo de energía eléctrica). Según cuáles sean sus elementos de variación,
se dividen en nominales (categorías sin orden; ejemplo, estado civil), ordinales (que poseen un determinado
orden dentro de sus categorías, pero no distancias
similares entre cada una de ellas; ejemplo, el grado
de instrucción), de intervalo (orden y grado de
distancia entre categorías de origen convencional;
ejemplo, temperatura) y de razón (similares a las
anteriores, pero con una distancia entre categorías
de origen natural; ejemplo, ingresos percibidos).
Según la posición que cada variable tiene en la
relación mutua, puede ser dependientes – son las
variables a explicar -, o independientes, aquellas cuya
asociación o influencia en la variable dependiente se trata de averiguar, y por lo tanto son variables
explicativas. Di Tella, T., op. cit.; 613.

ACTIVIDAD
Imagina dos variables que puedan estar correlacionadas (por ejemplo: clase social y nivel de educación
formal; género y actividad laboral) y redacta una afirmación en que estén asociadas.

UNIDAD 2: “ESTRATIFICACIÓN SOCIAL Y LA RELACIÓN CON LA


CULTURA”

¿QUÉ ES LA CULTURA?
En el lenguaje común llamamos ‘cultura’ al conjunto de conocimientos especializados en el terreno de la
filosofía, el arte, la ciencia. Normalmente decimos de una persona que es ‘culta’ cuando ha acumulado
grandes conocimientos de este tipo y tiene un gusto más refinado que el habitual. De esta manera, pensamos
que hay personas ‘cultas’ y otras que no lo son: el calificativo se reserva a los individuos que han podido
acceder a las realizaciones y conocimientos más elevados de su sociedad (lo que requiere de tiempo, dinero,
capacidad e interés, que no todos poseen). En las ciencias sociales ‘cultura’ tiene un
significado distinto. Ciento treinta años atrás el inglés Sir Edward Burnett Tylor, autor del primer texto de
antropología general, elaboró la siguiente definición:
‘La cultura... en su sentido etnográfico amplio, es ese todo complejo que comprende conocimientos,
creencias, arte, moral, derecho, costumbres y cualesquiera capacidades y hábitos adquiridos por el hombre
en tanto que miembro de una sociedad.
En nuestros días el antropólogo Marvin Harris ha ensayado otra definición, sustancialmente idéntica a la
anterior: ‘Cultura: pautas de conducta y pensamiento aprendidas y compartidas que son características de
un grupo social’.
Como puedes ver, para los científicos sociales todo miembro de una sociedad es culto, en la medida en que
participa de distintos aspectos de una creación colectiva específicamente humana. Las definiciones de la
cultura son numerosas y no siempre coincidentes (al menos, en algunos aspectos). En 1952 dos estudiosos
norteamericanos ordenaron y analizaron más de cuatrocientas definiciones de las que extrajeron algunos
rasgos comunes:
● La cultura es conducta aprendida. A diferencia de los animales, el comportamiento humano no es
instintivo ni está genéticamente condicionado.
● La cultura es un dispositivo de adaptación. Mientras las especies animales se adaptan pasivamente
a su medio ambiente, los hombres han elaborado distintas respuestas a los desafíos de su medio
natural. Esto explica la difusión de la especie humana sobre el globo terrestre, superando todas las
barreras ambientales. También explica el fenómeno del cambio cultural: frente a nuevos desafíos,
los integrantes de una sociedad buscan nuevas soluciones.
● La cultura se transmite de generación en generación, a través de mecanismos que veremos más
adelante.
● La cultura cambia, debido a factores endógenos (descubrimientos e invenciones) y exógenos
(influencias y préstamos exteriores).
● La cultura es un modo de significación e interpretación de la realidad. De esta manera, puede ocurrir
que la misma conducta tenga diversos significados en sociedades diferentes (con distintas culturas);
a la inversa, distintas conductas pueden tener la misma significación.
● Los individuos que integran una sociedad comparten diferencialmente la cultura de la misma, de
acuerdo a su edad, sexo, posición socioeconómica, origen étnico, raza, religión, etcétera.

Aunque una cultura constituye una totalidad, analíticamente podemos distinguir en ella diversos
componentes que de acuerdo a sus
características se agrupan en cultura
inmaterial y cultura material.

Todas las culturas son dignas de


respeto.

LA CULTURA INMATERIAL
El mundo de la cultura inmaterial está
compuesto por los símbolos, el
lenguaje, los valores, las creencias y las
normas.
Los símbolos
Símbolo ‘es todo aquello que para quienes comparten una cultura tiene un significado determinado o
específico’: una cruz, una luz roja, una mano extendida, un dedo índice perpendicular sobre los labios de
alguien transmiten, a los individuos de nuestra cultura, determinados mensajes. Como cada cultura tiene
símbolos propios, es posible que estos mismos elementos o gestos tengan significados distintos en otros
contextos; también puede ocurrir que lo que para nosotros es señal de simpatía o amistad, en otras
sociedades sea altamente agresivo y ofensivo.
Tomamos conciencia de estas diferencias cuando entramos en contacto con culturas diferentes a la nuestra
y advertimos nuestra incapacidad de interpretar el significado de sus símbolos. Los sociólogos llaman a esto
choque cultural y señalan que tiene dos dimensiones: la incertidumbre del individuo trasladado a un universo
simbólico que no puede interpretar; el enojo de los participantes de esa cultura, que pueden entender como
ofensivas algunas conductas del extranjero. Lo mismo puede ocurrir dentro de una misma sociedad, cuando
existen grupos con costumbres o valores diferentes.
En los sectores populares de nuestro país, por ejemplo, se invita (o se invitaba) a compartir la mesa al amigo
o conocido que llega cuando se está comiendo; no recibir la invitación, o rechazarla, se interpreta como un
desaire. Un individuo de otro grupo social puede ignorar este código y molestar con su negativa, sin desearlo,
a quien está siendo amable con él. Los símbolos -además de variar de una cultura a otra cambian en una
misma cultura a lo largo del tiempo.
El lenguaje
El lenguaje oral y escrito
es un elemento
fundamental de la
cultura. Su función
básica es posibilitar la
comunicación entre los
individuos. Además, la
lengua es el mecanismo
más importante de
reproducción cultural,
permitiendo la transmisión de la cultura de una generación a la otra. El lenguaje escrito posibilita el
almacenamiento, conservación y transmisión de los conocimientos sociales; surgida hace unos seis mil años,
la escritura ha constituido un elemento fundamental del progreso humano.
Los miembros de muchas especies animales se comunican entre ellos a través de olores, ruidos y
movimientos. Se trata de signos instintivos, genéticamente transmitidos, de posibilidades muy limitadas:
indican la presencia de peligros, de alimentos, o facilitan el acercamiento sexual y la reproducción. Los
alcances del lenguaje humano son enormemente más amplios y explican la superioridad de nuestra especie
sobre los otros animales. Marvin Harris ha escrito:
‘Una manera de sintetizar las características especiales del lenguaje humano es decir que hemos alcanzado
la universalidad semántica. Un sistema de comunicación que posee universalidad semántica puede transmitir
información acerca de aspectos, dominios, propiedades, lugares o acontecimientos del pasado, del presente
o del futuro, tanto reales como posibles, verdaderos o imaginarios, cercanos o lejanos’.
En la actualidad, se calculan entre cinco y seis mil las lenguas habladas en el mundo, aunque muchas de ellas
están desapareciendo. La pluralidad de idiomas caracteriza también a algunos países: Estados Unidos, España
y Gran Bretaña, por ejemplo. La Unión Europea reconoce actualmente once lenguas oficiales, las que podrían
llegar a treinta en el futuro. Los idiomas más hablados son el chino (20% de la población mundial, unos 1200
millones de personas), el inglés (10%, unos 600 millones) y el español (6%, 350 millones). No han faltado los
intentos de facilitar la comunicación creando un idioma universal. El esperanto fue uno de los últimos y falló,
al igual que los anteriores. Quienes van mejor encaminados en ese sentido son los anglosajones, ya que el
inglés se difunde por el mundo cada vez más, aunque está muy lejos todavía de la universalidad.

El lenguaje es una adquisición cultural. Es un resultado de la


interacción social: aprendemos la lengua de aquellos con los
que convivimos desde nuestro nacimiento.
En las sociedades estratificadas el lenguaje es un elemento
de diferenciación social, ya que existen variaciones
dialectales en distintos grupos, etnias y clases sociales. En tal
sentido el ‘lenguaje culto’ goza de más prestigio que el ‘popular’, porque indica una mejor posición
socioeconómica y un mayor grado de instrucción. En las sociedades occidentales contemporáneas los grupos
juveniles acuñan términos propios, como parte de la llamada sub cultura adolescente que los diferencia; lo
mismo ocurre en algunos grupos socialmente marginales, que construyen argots, inaccesibles para el común
de la gente, con el propósito de encubrir sus comunicaciones. Como los otros componentes de la cultura, el
lenguaje cambia constantemente: hay palabras que caen en desuso (arcaísmos), en tanto que surgen muchos
términos nuevos que se difunden rápidamente (neologismos). También en este caso las innovaciones pueden
ser resultado de invenciones internas o de la difusión de términos de otros idiomas; esto último es cada vez
más común debido a los contactos humanos (turismo e inmigración) y la globalización de los medios masivos
de comunicación.

¿Hay lenguajes superiores e inferiores?


Esta idea ha sido abandonada por quienes se ocupan del estudio científico de las distintas lenguas. No hay
lenguas superiores a otras; la riqueza semántica de los idiomas depende de las necesidades sociales. Citamos
un ejemplo, tomado de los varios que menciona Harris: un individuo común de una banda selvática puede
denominar e identificar de 500 a 1000 especies diferentes de plantas, en tanto que el habitante ordinario de
una ciudad moderna sólo puede denominar de 50 a 100 de estas especies. Como es obvio, la menor o mayor
riqueza semántica se debe en estos casos a la poca o mucha importancia que el reconocimiento de las plantas
tiene para estos dos tipos de seres humanos. Por esta razón, cuando surge la necesidad social cualquier
lengua puede desarrollar los términos apropiados a la civilización industrial.

Los valores y creencias


Los valores y las creencias son otros componentes fundamentales de una cultura. Valores son las definiciones
que elabora cada sociedad acerca de lo que es deseable, bueno o bello; son creencias las afirmaciones que
los miembros de una sociedad determinada consideran como ciertas. Unos y otras determinan la visión del
mundo que tienen los individuos de una sociedad y orientan sus acciones. Los valores y creencias varían de
una sociedad a otra (que por eso, justamente, se diferencian); también cambian en una misma cultura. En
las sociedades preindustriales (tradicionales) la mayor parte de sus integrantes comparten las creencias y
valores fundamentales; en nuestras sociedades modernas y postmodernas existe una gran diversidad y son
escasos los valores y creencias compartidos por todos. Refiriéndose a Europa -de la que dicen que es un
verdadero ‘mosaico cultural’- Maciones y Plummer enumeran estos valores y creencias como los más
difundidos:
● La creencia en la racionalidad, la ciencia y el progreso.
● El cristianismo, en sus diversas versiones, como religión dominante.
● Las ideas de Estado-nación y de ciudadanía.
● El individualismo y la búsqueda de logros personales, como móviles centrales del comportamiento.
Obviamente, ninguno de estos valores y
creencias es unánimemente aceptados:
todos ellos reciben hoy distintos grados
de cuestionamientos y grupos
numerosos sostienen posiciones
totalmente opuestas a las mencionadas.

Las normas
Las normas son las reglas y expectativas sociales a partir de las cuales una sociedad regula la conducta de sus
miembros. Las normas pueden ser proscriptivas -en este caso, indican lo que no debe hacerse– o
prescriptivas, que indican qué debe hacerse. Normas universales como ‘no robarás’ y ‘no matarás’
pertenecen al primer tipo; otras como ‘respetar al prójimo’ o ‘trabajar’, al segundo.
Dentro de las normas podemos distinguir entre los mores y las costumbres. Los mores son esenciales para el
mantenimiento de determinada forma de vida; en consecuencia, son permanentes e invariables.
Prohibiciones como las de matar o robar están fuertemente internalizadas en casi todas las personas de
nuestra cultura; su violación provoca un gran rechazo emocional y origina una respuesta social inmediata.
Las costumbres, en cambio, son reglas de conducta referidas a aspectos de la vida cotidiana: las llamadas
‘normas de cortesía’, el ‘comportamiento en público’ y el ‘comportamiento en la mesa’, por ejemplo. El
margen de variación en estos aspectos es considerable (en distintas sociedades; en una misma sociedad, en
diversas épocas; en distintos grupos étnicos y sociales dentro de una misma sociedad); la tolerancia para
quienes no respetan las costumbres es mayor, aunque no falten las sanciones informales (por ejemplo, la
murmuración). En nuestra época las costumbres varían muy rápidamente y el nivel de tolerancia se ha
ampliado mucho, aunque siguen existiendo límites más o menos consensuados respecto a los
comportamientos socialmente esperados.
Mientras los mores indican lo que es
‘moral’ o ‘inmoral’, las costumbres
distinguen cuál es el
comportamiento ‘apropiado’ o
‘inapropiado’ en determinadas
circunstancias. Muchas normas
están establecidas en leyes que
establecen penalidades por su
incumplimiento.

LA CULTURA MATERIAL
La cultura material está constituida
por los diversos artefactos propios
de una sociedad: armas, instrumentos de trabajo (herramientas, máquinas), utensilios de uso cotidiano,
construcciones, objetos diversos. Como la mayoría de las distinciones que realizamos, la diferenciación entre
cultura inmaterial y cultura material es en gran medida artificial: cada cultura otorga determinadas
significaciones a los objetos que utiliza, que son extraños para los individuos pertenecientes a otras culturas.
¿Qué representa una afeitadora eléctrica para un indígena de la Amazonia?, ¿y los palillos chinos para un
niño de nuestra cultura? Además, los artefactos encierran valoraciones sociales que pasan desapercibidas a
los individuos de otras culturas: pueden ser ‘signos de estatus’, como determinado tipo de ropa o ciertas
marcas de automóviles; que una casa esté localizada en cierto barrio de una ciudad y no en otro tiene
significaciones sociales que sólo se entienden internamente.
La cultura material de una sociedad constituye su tecnología: los conocimientos aplicados que utiliza en su
relación con la naturaleza y que le permite obtener los recursos necesarios para sobrevivir. El grado de
desarrollo técnico alcanzado determina la relación de los distintos grupos humanos con su medio ambiente.
La posibilidad de obtener recursos para la subsistencia con un grado menor o mayor de esfuerzos y de
eficiencia depende de los instrumentos y habilidades de trabajo. Además, las sociedades que poseen una
tecnología escasa afectan poco su medio natural; las más tecnificadas producen un mayor impacto sobre el
mismo. El alto grado de deterioro ecológico producido por la industrialización en los dos últimos siglos es el
mejor ejemplo de lo que acabamos de afirmar. El desarrollo tecnológico también influye considerablemente
en las relaciones entre los miembros de una sociedad: la menor o mayor división del trabajo, la existencia de
relaciones sociales igualitarias o fuertemente asimétricas, la presencia de instituciones especializadas, la
localización predominantemente urbana o rural, la relación de igualdad o subordinación entre los sexos, han
sufrido su impacto.
LA DIVERSIDAD CULTURAL ¿CULTURA O CULTURAS?
La especie humana se caracteriza por la existencia de una multitud de culturas. Al respecto escribieron
Macionis y Plummer: ‘... aunque todos somos miembros de una misma especie, hemos desarrollado ideas
muy diferentes de lo que es agradable o repulsivo, correcto o grosero, bonito o feo, moral o inmoral. Estas
diferencias, tan sorprendentes, son diferencias culturales.’ También son considerables las diferencias
existentes respecto a los instrumentos de trabajo, utensilios y objetos diversos, a los recursos técnicos en
general, con lo cual el grado de control sobre la naturaleza ha sido (y es) sumamente variable.
La diversidad cultural se da de una sociedad a otra: si comparáramos, por ejemplo, dos países actuales como
Japón y el nuestro, podríamos señalar grandes diferencias en estos aspectos. Un mismo país presenta
variaciones culturales a lo largo del tiempo y, en un momento determinado podemos identificar en él
distintas subculturas y contraculturas, como veremos un poco más adelante.

El patrón
universal de
la cultura
A pesar de sus
diferencias
culturales
todos los
grupos
humanos han debido solucionar los mismos problemas a fin de posibilitar su existencia, reproducción y
continuidad a través del tiempo. Los antropólogos han llamado patrón universal de la cultura al conjunto de
estos aspectos recurrentes (es decir, presentes en todas las sociedades). Harris enumera los siguientes
problemas que toda sociedad debe resolver:
● La subsistencia en el medio ambiente;
● la reproducción;
● la organización del intercambio de bienes y trabajo;
● la vida en el seno de grupos domésticos y comunidades más amplias;
● los aspectos creativos, expresivos, lúdicos, estéticos, morales e intelectuales de la vida humana.

Culturas y Estados nacionales


El mapa político del mundo es sumamente variable y el número de Estados ha sido distinto a lo largo del
tiempo. En 1995 totalizaban ciento noventa y cinco en todo el mundo. Además, las fronteras culturales no
siempre coinciden con los límites políticos: a veces, un Estado encierra más de un grupo cultural, lo que puede
generar conflictos. El caso de la disgregación de la antigua Yugoslavia y los terribles enfrentamientos entre
los diversos grupos culturales que la integraban, constituye un ejemplo reciente de lo que acabamos de decir.
El continente africano también nos ofrece varias situaciones de crueles choques tribales, en el interior de
Estados artificiales cuyos límites políticos fueron trazados por los colonizadores europeos en el siglo XIX.
Muchos de los Estados de nuestra época son pluriétnicos y pluriculturales. Esta situación se ve claramente
en aquellos países americanos que durante el siglo pasado recibieron un gran aporte inmigratorio (Estados
Unidos, Argentina, Brasil, Chile, Uruguay). La variada procedencia de los inmigrantes llegados a los Estados
Unidos, por ejemplo, ha hecho de este país el más multicultural de todos los países industriales; en este
sentido es claro su contraste con Japón, la más homogénea de las potencias, debido a su tradicional política
de aislamiento demográfico. En una escala diferente, la situación norteamericana se repite en los otros países
receptores de inmigrantes.

Cultura elitista y cultura popular


Un rasgo común a todas las sociedades estratificadas es el acceso diferencial al sistema de educación formal.
Desde la Antigüedad, la minoría dirigente era formada para el mando (las funciones de gobierno,
sacerdotales o el control militar), en tanto que el pueblo era entrenado para la realización de actividades
económicas concretas. El arte, la ‘ciencia’, la filosofía estaba, casi siempre, sólo al alcance de un minúsculo
sector de la población. En aquellas sociedades en que las manifestaciones más elaboradas de la cultura son
privilegio de una minoría, su posesión se convierte en ‘signo de estatus’: es decir, un elemento externo que
evidencia una cierta condición social. En estos casos, ser ‘culto’ (es decir, estar ‘más preparado’, ser ‘más
instruido’) es ser superior; y ser ‘inculto’ (esto es, tener menos educación formal) es un signo de inferioridad.
De esta manera, se diferencia una cultura elitista -propia de la ‘gente culta’, que aprecia ciertas
manifestaciones ‘más refinadas’- de la cultura popular, integrada por las manifestaciones más ampliamente
difundidas entre los miembros de una sociedad.
En las sociedades democráticas de nuestra época se reconoce el acceso a la cultura (entendido como la
posibilidad de cursar todos los niveles de educación formal y acceder a todas las manifestaciones culturales)
como un derecho de todas las personas. Lamentablemente, esta aspiración está muy lejos de haberse
concretado: en todo el mundo las desigualdades económicas se reflejan en distintas posibilidades de
instrucción, por lo que ‘la cultura’ sigue siendo un privilegio de minorías.
Como veremos más adelante, el propio sistema educativo posee características que dificultan la inserción de
los niños y jóvenes procedentes de los grupos socialmente más desfavorecidos, conduciéndolos en muchos
casos a la repitencia y la deserción escolar; incluso aquellos que completan la escolaridad primaria y media
(ya que en general no ingresan al nivel superior) sólo adquirir un aprendizaje de menor calidad.

LAS SUBCULTURAS
El concepto de ‘subcultura’ fue formulado en Estados Unidos en los años ’50 del siglo XX por la llamada
Escuela de Chicago, que se ocupó del estudio empírico de grupos marginales. Estudiando grupos de jóvenes
delincuentes de los barrios pobres estos sociólogos descubrieron que los mismos manejaban códigos propios.
Según Robert Merton, se caracterizan por la aceptación parcial de las normas de la cultura dominante: el
reconocimiento del éxito económico como meta, aunque sin aceptar los medios socialmente aprobados para
alcanzarlo. Esas bandas de pandilleros y vagabundos urbanos ofrecen a sus integrantes un sentido de
pertenencia, una posición dentro del grupo, diversión y satisfacción de ciertos impulsos; de acuerdo a
quienes las han estudiado, las relaciones entre sus miembros son intensas y solidarias. Su actitud ante la
policía, la escuela y la justicia es de rechazo.
Más tarde, el alcance del concepto de subcultura se amplió, no limitándose a la conducta de grupos
marginales o delincuentes. Marvin Harris define a una subcultura como ‘...la cultura propia de una minoría,
mayoría, casta u otro grupo dentro de un sistema sociocultural más amplio’. El sexo, la ocupación, la edad
pueden ser la base de subculturas específicas. Con este sentido se habla de ‘culturas juveniles’. En América
Latina se han clasificado distintas subculturas, en base a criterios étnicos, ecológicos, comunitarios y de clase,
combinados de diversas maneras: la subcultura indígena tribal, la indígena moderna, la de plantación e
ingenio, la del proletariado urbano y otras. También se han realizado trabajos sobre la subcultura de los
pobres urbanos, la de los altos ejecutivos, la de los gays y los intelectuales. La llamada ‘subcultura
adolescente’ ha sido una de las más estudiadas; el sociólogo Oscar Lewis realizó trabajos sobre la llamada
‘cultura de la pobreza’.
‘Adolescencia’, ‘juventud’ y ‘adultez’, construcciones sociales
En nuestra sociedad es bastante claro qué es ser ‘niño’, ‘joven’ o ‘adulto’. Sin embargo, los criterios para
realizar estas diferenciaciones han variado a lo largo del tiempo: en los países de Europa, por ejemplo, el
pasaje de la infancia a la adultez era casi automático algunos siglos atrás, cuando la expectativa de vida era
mucho más corta que la actual y los requisitos para la vida adulta eran menores; lo mismo ocurre en algunas
sociedades ‘primitivas’ contemporáneas, en las que los criterios etarios son completamente diferentes a los
existentes en la nuestra. Es más: en sociedades de ese tipo no hay jóvenes, ya que la transición de la infancia
a la adultez se produce a través de ritos de iniciación a partir de los cuales el niño se convierte en adulto, sin
solución de continuidad. En cambio, en nuestra cultura ese pasaje está precedido por una etapa intermedia,
la juventud, que de acuerdo a la clase social a la que pertenezca cada individuo tiende a hacerse cada vez
más larga. La juventud, entonces, es una construcción social, temporal y culturalmente variable, y no existe
en muchas sociedades pasadas y actuales.
Otra aclaración: en nuestro país, en el transcurso de pocas décadas los límites temporales entre la niñez, la
adolescencia y la juventud han variado considerablemente: hoy la infancia es ‘más breve’, en tanto que la
adolescencia (que empieza antes) se prolonga bastante más que años atrás. Existe en este caso un creciente
desfasaje entre la madurez biológica y la madurez social, ya que para adquirir una razonable autonomía (es
decir, para convertirse en ‘adulto’) el joven requiere un tiempo cada vez más prolongado, durante el cual
necesita del sostén de su familia de origen. Acá se origina otra diferencia entre los jóvenes: la duración de la
juventud es variable en distintos grupos sociales, dado que en los sectores pobres mujeres y varones se
convierten en adultos más rápidamente.
La edad y el sexo han servido siempre como criterios clasificatorios entre las personas, y tradicionalmente
han sido unas de las bases para establecer relaciones de poder: socialmente no es lo mismo ser niño, joven,
adulto o anciano, como tampoco lo es ser hombre o mujer. Sin embargo los criterios al respecto han sufrido
notables cambios en las últimas décadas: a diferencia de lo que ocurría un siglo atrás, por ejemplo, tanto las
mujeres como los niños y los jóvenes han visto alterarse su situación de dependencia en relación a los varones
adultos. Las primeras han adquirido su equiparación legal con los hombres y hay consenso respecto a que
poseen los mismos derechos y obligaciones que éstos; a los niños y los adolescentes, por su parte, hoy se los
reconoce como titulares de derechos y socialmente ha variado mucho la manera de relacionarse con ellos.
No obstante, persisten las diferencias de poder entre adultos y jóvenes, las que suelen ser la base de distintos
tipos de conflictos en las interrelaciones entre ambos grupos. A diferencia de otras categorías sociales (el
sexo, la etnia y, relativamente, la clase social) la juventud es una situación transitoria.
Las culturas juveniles
Jóvenes y adultos interactúan en distintos espacios -la familia y la escuela, principalmente- donde unos y
otros se encuentran en lugares diferentes: normalmente los adultos ocupan posiciones de poder, en tanto
que los jóvenes se encuentran subordinados a ellos. Esta situación también puede dar lugar a distintos tipos
de conflictos entre padres e hijos, lo mismo que entre profesores, directivos y alumnos; además, en su afán
de diferenciarse de los adultos (lo que forma parte del proceso de crecimiento), los jóvenes construyen estilos
de vida propios que constituyen las culturas juveniles. Éstas se expresan en modalidades del habla,
consumos, elementos estéticos, estilos de vida, gustos musicales, modos de expresión cultural, uso de los
medios audiovisuales y manejo de las redes sociales, diferentes a las de los adultos. Estas formas culturales
a menudo están en confrontación con las de los mayores y a veces transgreden la legalidad vigente.
Los jóvenes normalmente se organizan en grupos informales: ‘barras’, ‘barritas’. ‘bandas’, ´pandillas’ o
‘patotas’, cuyas actividades se gradúan desde el disfrute del ocio (que suele ser lo más habitual) a ciertos
grados de transgresión, llegando en casos minoritarios a la delincuencia. Los grupos juveniles se expresan
principalmente en el tiempo de ocio, que en ellos es mayor que en los adultos; en los lugares de diversión;
en la calle; en determinados puntos de concentración
urbana; en circuitos de esparcimiento y en espacios intersticiales de las instituciones a las que están
incorporados (por ejemplo, las escuelas). Estos grupos mantienen relaciones de integración o conflicto con
la cultura parental (la de la familia de origen de sus integrantes y la de la vecindad) y con la cultura
hegemónica adulta, que se expresa por ejemplo a través de las figuras de autoridad de una escuela. Aunque
no puede postularse que sea habitual, también puede registrarse cierto grado de conflicto entre grupos
juveniles portadores de culturas diversas: pueden darse, por ejemplo, choques violentos entre jóvenes de
distintos sectores sociales,
particularmente cuando alguno de
ellos penetra en el territorio del otro,
lo que puede interpretarse como un
desafío. Más frecuentes son los
choques violentos entre grupos de
delincuentes juveniles, entre los
cuales la disputa territorial no sólo
tiene un valor simbólico: en estos
casos se busca el control exclusivo de
ciertos espacios en los que ejercen
actividades ilegales lucrativas.

Como ya hemos visto, ‘juventud’ es


una categoría heterogénea, atravesada por diferencias de clase social, a las que hay que agregar otras
basadas en la etnia y el género. En consecuencias debemos hablar de culturas juveniles, dado que éstas son
plurales y en ocasiones, antagónicas. La base de estas diferencias se encuentra en la socialización primaria
de sus integrantes en el grupo familiar que, habitualmente, suele ser similar para todos sus miembros. Un
rasgo característico de las culturas juveniles es su relativa autonomía respecto a las culturas adultas, con las
que comparten sin embargo una cantidad de ingredientes fundamentales. Se trata de formas de cultura
subalterna, que mantienen articulaciones más o menos conflictivas con la cultura parental y hegemónica.
Uno de los rasgos de las culturas juveniles es su dinamismo, ya que los rasgos que las distinguen cambian con
relativa rapidez, buscando la novedad.
Los estudios sobre las culturas juveniles se han centrado especialmente en el mundo masculino, ocupándose
bastante menos de sus manifestaciones entre las chicas. Sin posibilidad de extendernos sobre esta cuestión,
digamos solamente que es seguro que los grandes cambios ocurridos en la posición social de las mujeres y
en las relaciones intrafamiliares, a lo que hay que agregar el influjo cada vez más poderoso de los medios
masivos de comunicación (que difunden nuevos modelos de ‘ser mujer’), han dejado su marca en el mundo
juvenil femenino, cuyos usos y costumbres son, sin duda alguna, notoriamente diferentes a los de las
generaciones anteriores de mujeres.
Las tribus urbanas
Las tribus urbanas son las formas más espectaculares de las culturas juveniles y por ello han sido las que más
han llamado la atención de los medios masivos de comunicación. Aclaremos que usamos el término
‘espectacular’ en el sentido con que lo define el Diccionario Enciclopédico Espasa: ‘Que tiene caracteres
propios de espectáculo público// Aparatoso, ostentoso’. Un comentario más respecto al uso de este vocablo:
el modo de ‘presentarse en sociedad’ de las tribus urbanas (su indumentaria, el tratamiento del cabello, los
adornos corporales y aditamentos que usan, por ejemplo) destaca de los usos habituales del común de la
gente, por lo que ‘llaman la atención’; su estilo se aparta
notoriamente de lo ‘normal’, definido en un sentido estadístico: la mayor frecuencia en una sociedad
determinada, lo que no implica ninguna carga valorativa respecto a estas características externas. En este
aspecto, adherimos a la posición públicamente manifestada por el Instituto Nacional contra la Discriminación
la Xenofobia y el Racismo (INADI), que rechaza el tratamiento discriminatorio de varios medios masivos de
comunicación respecto al tema de las ‘tribus urbanas’, sosteniendo que hay muchas formas de ‘ser joven’,
reconociendo de esta manera el derecho a la diversidad.
El concepto de tribus urbanas fue formulado por primera vez por Michael Maffessoli, un sociólogo francés
nacido en 1944, que en 1990 publicó ‘El tiempo de las tribus’. Para él, leemos en un documento del INADI,

‘(…) una tribu urbana es un grupo de individuos que se comporta de acuerdo a estéticas y valores similares.
Se trata en general de jóvenes que se agrupan buscando una identidad diferenciada, nuevas formas de
expresión frente al proceso de homogenización cultural, de consumos, preferencias, vestimenta, que se
produce en las grandes ciudades. La vestimenta, la estética, las preferencias en relación con la música y otras
formas del arte, los rituales en torno a estos gustos y la particular apropiación del cuerpo son rasgos centrales
de las tribus. La asociación con lo tribal se basa, entre otros aspectos, en la importancia que tienen para estos
grupos los rituales y lo relacionado con los aspectos simbólico-ceremoniales.’

Además de los aspectos relacionados con el tratamiento del cuerpo, los distinguen la adopción de
determinadas expresiones musicales y artísticas. No se trata sólo de exterioridades y gustos compartidos: las
tribus constituyen comunidades emocionales de adolescentes, que además de los rasgos que comparten
están imbuidos de un fuerte sentimiento de pertenencia; normalmente adoptan como punto de
concentración lugares de las ciudades en las que habitan.
De acuerdo al informe del INADI que estamos siguiendo, se calcula que en Buenos Aires entre un 20-30% de
adolescentes se identifica con alguna de ellas. Ciertas tribus son resignificaciones locales de modelos
importados (es el caso de los Otakus y Visuals, inspirados en modelos japoneses; otras, como los Wachiturros,
tienen un carácter autóctono. Este último grupo surgió, por lo que parece, de la fusión de dos variantes
locales: los Floggers y los Cumbieros, seguidores estos últimos de los grupos musicales ‘Los Pibes Chorros’ y
‘Damas Gratis’. Los Wachiturros, por su parte, han adoptado una forma particular de bailar. Otras ‘tribus’
popularizadas por los medios de difusión son las de los Emos y Góticos, externamente vinculadas por el uso
del color negro.
Aclaremos, para concluir con esta somera exposición, que las tribus urbanas no se reducen sólo a su modo
de presentación en público, aunque no podemos extendernos sobre aspectos más profundos que ligan a sus
miembros.

Las culturas juveniles y la cultura escolar


Un hecho normal en nuestra cultura es que los adolescentes mantengan cierto grado de conflicto con el
mundo adulto, representado por sus padres y profesores; también ocurre que durante esa etapa la principal
referencia sea la del grupo de pares, con el cual cada chico o chica busca identificarse. Esta problemática se
manifiesta en la escuela, donde el alumno debe responder simultáneamente a los requerimientos de sus
compañeros y a los de la autoridad representada por maestros, profesores y directivos. En esa relación
también influyen los otros agentes de la socialización infanto-juvenil: la familia y los medios masivos de
comunicación, cuyos mensajes (internalizados por los adolescentes, en particular los de su grupo familiar)
pueden coincidir o estar en conflicto con los de la escuela.
Otro hecho que complica las interrelaciones en el ámbito escolar son los rápidos cambios ocurridos respecto
a la edad como estructuradora de relaciones de poder. En este aspecto la situación actual es muy diferente
a la que existía algunas décadas atrás: si conversas con tus padres o abuelos, podrás comprobar que el trato
que hoy mantienen los adultos con los niños y adolescentes es, normalmente, muy diferente a la que se daba
durante su infancia y juventud. Según han estudiado los especialistas, se ha pasado del monopolio adulto al
reconocimiento de los niños y jóvenes como titulares de derechos; de esa manera han
ocurrido rápidos cambios a favor de las nuevas generaciones, los que han encontrado expresión legal a través
de documentos como la Convención Internacional de los Derechos del Niño. Esto origina una crisis de la
autoridad escolar ya que, como dice Tenti Fanfani, maestros, profesores y directivos ‘no tienen garantizada
la escucha, el respeto y el reconocimiento de los jóvenes’; en consecuencia ‘hoy el maestro tiene que
construir su propia legitimidad ante los jóvenes y adolescentes’. La escuela, como institución, debe tener en
cuenta estos cambios y reconocer los derechos de los alumnos a opinar y ser escuchados; no se trata de que
las figuras adultas de la escuela renuncien a toda autoridad, sino que la ejerzan con respeto y espíritu
democrático. En esta situación, cada docente debe construir su autoridad cotidianamente.
Otro factor conflictivo en la vida escolar es la pérdida de sentido de la escuela. Una pregunta habitual en los
alumnos de la escuela media, que todos los profesores escucharon, es ¿para qué sirve esto? (refiriéndose a
alguna asignatura o tema en particular); otra, más amplia, que normalmente no formulan los alumnos es
¿para qué ir a la escuela? Las respuestas posibles son varias: la obligación (´porque si’, porque es lo que
corresponde hacer a esa edad); la razón instrumental (las expectativas de futuro respecto al esfuerzo escolar,
que mas tarde redituará beneficios); y el amor al conocimiento (la curiosidad y el placer de conocer, que
constituyen sin duda los mejores recursos para el éxito escolar).
Las respuestas difieren de acuerdo al capital cultural y económico de los alumnos. Los que se encuentran en
condiciones más apropiadas para adaptarse a las exigencias escolares son los que pertenecen a los sectores
sociales medios y altos, que conocen por experiencia familiar que la escolarización media es un paso
necesario para posteriores esfuerzos que conducirán, finalmente, a mejores posibilidades laborales y a una
vida más fácil; aunque no siempre se animen a manifestarlo a sus compañeros, son muchos los chicos y chicas
que han aprendido en su familia a disfrutar de la lectura y conocen el placer que proporcionan las actividades
intelectuales.
La adaptación es más difícil en los alumnos de los sectores socialmente desfavorecidos, que se encuentran
incluidos en un medio escolar que cuestiona muchos de los contenidos de su socialización originaria y que
no han tenido los estímulos culturales de que disfrutan los alumnos procedentes de sectores medios y altos;
estos chicos también son conscientes de que la escolaridad media no garantiza hoy grandes posibilidades de
mejora social y saben que la escolaridad superior está, generalmente, fuera de sus posibilidades materiales.
Que cada chico o chica pueda encontrar una respuesta a los interrogantes que formulamos más arriba es
fundamental para garantizar su permanencia exitosa en el sistema escolar.
Muchas veces la cultura juvenil entra en conflicto con la institución escolar
Por otra parte, una escuela inspirada en un espíritu democrático (como la que existe en nuestro país en los
últimos lustros) debe hacer todos los esfuerzos posibles para lograr la inserción de los alumnos, de cualquier
origen social. Aunque no es fácil, se trata de un desafío que vale la pena enfrentar.
LECTURA REFLEXIVA
Jóvenes y adultos ‘(…) para aclarar de qué se habla cuando se habla de jóvenes, en la medida en que se trata
de una transición, primero hay que detenerse en las características que definen a un adulto normal
(estadísticamente frecuente), el final de la transición, para ver luego qué es lo que conduce hasta él. Un
adulto se define como alguien que ha establecido su vida al margen de su familia de origen, que se
autosustenta, que ha constituido su propia familia, que tiene hijos, que ha definido exitosamente –después
de prepararse para ello- un destino laboral. ¿Qué sería la juventud entonces? Ese período de mora en el cual
cierto segmento de la población llegado a la madurez sexual, a su plena capacidad biológica para
reproducirse, no termina de consumarse como un adulto y se encuentra a la espera de adquirir los atributos
que lo identifiquen como tal. En esa moratoria, ese período de espera, estarían los jóvenes (…) distintas clases
sociales tendrán distintos tipos de maduración social, más o menos acelerada según las presiones materiales
a que estén expuestas, y por ende, de extensión de ese período intermedio entre la niñez y la adultez al que
llamamos juventud. Esto nos lleva a un punto de suma importancia: no todos los individuos que tienen la
edad de ser jóvenes se encuentran, socialmente hablando, en la misma situación. No todos entran en la
formación de las familias a la misma edad, ni tienen la misma presión económica por definirse laboralmente.
Es decir que no todas las clases gozan de esta ventaja que produce la vida social actual, hecho que en su
desigual distribución hace que haya clases con jóvenes y clases que no los tienen, o cuya duración, mínima,
casi los torna invisibles. Maternidad y paternidad adolescentes, cortes en la permanencia en el sistema
educativo, necesidad de trabajar, producirían entre los sectores populares una reducción de la moratoria
social. Los planteos centrados en la moratoria, eficaz herramienta conceptual para comprender de manera
más crítica la construcción social de la juventud, se encuentra con un problema: casi no hay juventud en los
sectores populares (…) Urresti, Marcelo, ‘Las culturas juveniles’, disponible en
http://www.me.gov.ar/curriform/publica/urresti_juveniles.pdf

Actividad
1. Luego de leer atentamente, indiquen cinco rasgos que diferencien a un joven de un adulto.
2. ¿Es cierto? Todos los jóvenes alcanzan la adultez a la misma edad. Fundamenten su respuesta.

Las ‘tribus urbanas’ Recomendaciones del INADI respecto al tratamiento discriminatorio de varios medios
masivos de comunicación respecto al tema de las ‘tribus urbanas’ ‘Desde el INADI recomendamos:
● No postular formas legítimas del ser joven, asociadas a un criterio de “normalidad”. Desarmar la
explicación binaria entre un supuesto modelo de “normalidad” y otro —el de las tribus urbanas—
que se apartarían de esa norma.
● Difundir, dar a conocer y mostrar el abanico amplio de posibilidades y la diversidad que existe dentro
de este rango etario.
● Comunicar que los/las jóvenes tienen distintas maneras legítimas de sociabilizar y de insertarse en
sociedad, de usar el tiempo libre o acceder a la nocturnidad, así como al mercado laboral, al universo
de las relaciones familiares o a la educación. Favorecer la representación de diversidad de modos de
vida y estéticas que adoptan las personas, sin ser presentadas como “fenómenos” o rarezas.
● No asociar a las tribus urbanas con la violencia, la droga y el delito. No asociarlas con ninguna forma
de amenaza social. Problemáticas sociales estructurales que deben ser analizadas en la complejidad
de su génesis y no circunscriptas a la adopción de determinados hábitos.
● Promover la asociación del desarrollo y proliferación de las tribus urbanas con las nuevas formas de
sociabilidad y de afirmación de la identidad en las grandes urbes. Generar enfoques más complejos
y enriquecedores que permitan leer el fenómeno inscripto en las actuales condiciones sociales,
culturales y económicas donde viven los/las jóvenes.
● Evitar el uso efectista de imágenes y términos atemorizantes que refuercen una idea de peligrosidad
en torno a estos grupos y, por el contrario, favorecer su reconocimiento como parte de la sociedad
y la cultura en la que vivimos.
● Pensar la problemática de la apropiación de cuerpo y de la estética del yo desde una perspectiva que
tome en cuenta la sociología y la antropología urbana, contactando a los especialistas en la temática
que puedan ayudar a reflexionar desde nuevos enfoques.

¿Cuál es el rol del INADI en este tema?


A través de su centro de denuncias y atención directa a las personas en situación de discriminación, el INADI
intercede con otras dependencias del Estado y con el sector privado a fin de hacer cesar cualquier hecho
discriminatorio contra una persona por su forma de vestirse, de tatuarse, de presentarse en sociedad. -
Promueve acciones de prevención a través del área de campañas educativas, de formación y capacitación y
de investigación, entre otros programas.’
ACTIVIDAD
1. En cinco renglones, como máximo, sinteticen el contenido de la lectura.
2. Averigüen más sobre el INADI y algunos casos resonantes en los que haya intervenido.

¿Qué es una contracultura?


El Diccionario de Sociología coordinado por Salvador Giner nos aporta la siguiente definición de
contracultura:
‘Conjunto de valores, marcos de referencia, pautas de conducta y estilos de vida que orientan el
comportamiento de determinadas personas y grupos y difieren o contrastan con los más extendidos en la
sociedad global. Es aplicable a una variedad de grupos que han surgido en las sociedades occidentales como
expresión de una dinámica dialéctica característica del modernismo, que abarca desde las subculturas
políticas revolucionarias hasta las artes plásticas, la literatura y la música. En su acepción contemporánea, el
concepto designa a una serie de grupos que desde los años sesenta han expresado su rechazo de la cultura
oficial en esas sociedades a través de acciones públicas y privadas que reivindican la vinculación entre lo
personal y lo político.’
En las últimas décadas surgieron algunos movimientos culturales que alcanzaron gran difusión. Se trata de
los movimientos juveniles de los años ’60, principalmente los hippies de Estados Unidos y los estudiantes
universitarios que protagonizaron el llamado mayo francés. Los hippies desarrollaron un estilo de vida
diferente, que se manifestó en ciertos rituales colectivos y en formas de vestir, saludar y conducirse
diferentes a las habituales; como los jóvenes franceses de 1968, los hippies norteamericanos quisieron
expresar su rechazo a los valores dominantes: el individualismo, la competencia y el materialismo (en su caso
jugó un gran papel el rechazo a la terrible e injusta intervención de los Estados Unidos en Vietnam).
Carlos Feixa reserva el término ‘contracultura’ al comportamiento de estos grupos juveniles (y a cualesquiera
otros similares) que ‘expresan de manera explícita una voluntad impugnadora de la cultura hegemónica,
trabajando subterráneamente en la creación de instituciones que se pretenden alternativas’.

La industria cultural
Uno de los aspectos más característicos de nuestro siglo es el desarrollo de la industria cultural. Por primera
vez en toda la historia de la humanidad, cientos de millones de personas reciben constantemente mensajes
a través de la prensa escrita, la radio, la televisión y la cinematografía, además de otros medios de alcance
más reducido (los C.D., los casettes y, últimamente, las computadoras). Se trata de un fenómeno muy
discutido y de efectos contradictorios. Lo único indudable es que a través de estas vías se influye de manera
constante en las opiniones, creencias, valores y hábitos de la población.
En circunstancias políticas especiales, el monopolio de los medios masivos de comunicación, o el estricto
control que puede ejercer el Estado sobre ellos, los constituye en una poderosa herramienta de dominación.
En nuestro país, por ejemplo, durante los años del llamado Proceso de Reorganización Nacional (la última
dictadura militar, entre los años 1976 y 1983), el ex-general Jorge Rafael Videla afirmaba que la función de
los medios masivos de comunicación era ‘formar opinión’. Aun bajo el imperio de la libertad de información,
su manejo por parte de poderosos grupos constituye un peligro para los intereses de la mayoría de la
población. Esto se agrava en países como el nuestro, en los cuales los medios más difundidos están
controlados directa o indirectamente por grandes intereses multinacionales.
El creciente impacto de los medios masivos de comunicación ha preocupado a muchos intelectuales, que han
subrayado su enorme influencia sobre la población. Por mencionar sólo dos figuras de gran importancia
citamos a Giovanni Sartori -que ha acuñado el término ‘videopolítica’, para destacar el papel que ocupa
actualmente la televisión en la difusión de la propaganda política- y a Noam Chomsky, que ha estudiado los
recursos a través de las cuales los medios masivos de comunicación contribuyen a ‘la fabricación del
consenso’, es decir, los procedimientos mediáticos que logran que la mayoría de la población piense de
determinada manera, conveniente a los intereses de los grandes grupos económicos y políticos que contralan
los medios.

CULTURA Y CIVILIZACIÓN
Cultura y civilización son dos conceptos de alcance diferente: la cultura es un fenómeno propio de cualquier
grupo humano; en cambio, sólo hablamos de civilización cuando la cultura de un pueblo alcanza determinado
grado de desarrollo. De esta manera, podemos distinguir entre culturas precivilizadas y culturas civilizadas.
Mientras la cultura es universal, la civilización es una fase de la evolución sociocultural que no todos los
pueblos han alcanzado. ‘Civilización’ proviene del latín: ‘civitas’, ciudad. Una cultura es ‘civilizada’ cuando ha
alcanzado la forma de vida urbana. Se trata de la vida sedentaria basada en la práctica de la agricultura,
acompañada de una organización social, política y económica más compleja que la que observamos en las
reducidas bandas de cazadores-recolectores nómades. Alta densidad de población, desarrollo de la división
del trabajo, existencia de clases sociales y de instituciones especializadas (entre ellas, el Estado),
conocimiento de la escritura, son rasgos que caracterizan a las civilizaciones.
Las primeras civilizaciones humanas aparecieron unos cuatro o cinco mil años antes de Cristo en el Cercano
Oriente, en los territorios que hoy corresponden a Egipto e Irak; poco más tarde se desarrollaron otras en el
valle del Indo (en la India actual) y en el del río Amarillo (en China). También se desarrollaron civilizaciones
en América, antes de la conquista europea, entre los mayas, incas y aztecas.

LA PERSONALIDAD, UN PRODUCTO SOCIAL


Persona, cultura y sociedad forman una unidad indisoluble; sólo a los fines del análisis los científicos sociales
distinguen entre ellas. La cultura existe únicamente a través de los individuos; éstos, en su conjunto, integran
la sociedad correspondiente. A su vez, persona es el individuo socializado. Algunas curiosas situaciones de
niños criados casi sin ningún contacto social, muestran claramente que sólo adquirimos las características
propias de los seres humanos a través del trato con nuestros semejantes. En la lectura de la página 95
encontrarás algunos ejemplos de aislamiento y sus consecuencias.

La cultura como ambiente


Te propongo que pienses en la situación de un recién nacido: el recién llegado se incorpora a una familia ya
constituida, que forma parte de una sociedad en pleno funcionamiento. Estarás de acuerdo en que ese bebé
es introducido en un ambiente cultural donde ha de aprender a vivir.
Piensa en otra situación: la de dos niños nacidos en el mismo momento, en dos sociedades totalmente
diferentes (por ejemplo: uno en una tribu australiana; el otro, en una ciudad japonesa). Al cabo de algunos
años las diferencias entre ellos serán evidentes: otro idioma, otras costumbres, otras creencias, visiones del
mundo totalmente distintas... Las conclusiones son claras:
● No sólo establecemos relaciones sociales desde nuestro nacimiento, sino que nos relacionamos con
personas de una sociedad determinada, con una cultura distinta a la de otras sociedades.
● Sociedades con culturas distintas producen tipos de personas distintos. El impacto será más evidente
cuando los medios sociales sean más diferentes: pueblos orientales u occidentales, por ejemplo.
Cada uno de los niños de nuestro ejemplo se ha incorporado a sociedades que preexisten a sus personas
individuales y que durarán más que ellos. Esas culturas ‘rodean’ a estas personas durante toda su vida; por
eso, podemos hablar de ellas como si tuvieran una existencia independiente. No obstante, la cultura sólo
existe a través de los seres humanos que son sus portadores.
Cuando entramos en contacto con individuos de otro país –como turistas o como inmigrantes– descubrimos
el gran influjo del ambiente cultural sobre nuestra persona. Nos damos cuenta de ello al descubrir otro
lenguaje, otras costumbres, otros valores sociales; en esa situación tomamos conciencia de lo difícil que es
comunicarnos. (Desde luego, la dificultad será menor o mayor, de acuerdo a las semejanzas culturales que
existan entre nuestro país y el otro con el que nos relacionamos). Los sociólogos llaman choque cultural al
impacto que nos produce el contacto con personas de otra cultura. Agreguemos que muchos inmigrantes se
han mantenido culturalmente marginados durante toda su vida.

Conducta animal y conducta humana


En términos generales, la conducta animal es instintiva: se
trata de respuestas innatas, no aprendidas, a los estímulos
procedentes del medio ambiente. Al nacer, cada animal
posee ya un repertorio de respuestas automáticas,
genéticamente controladas. En las especies animales más
evolucionadas, el contacto social juega también un papel
importante. Se han realizado experiencias con primates,
comprobándose que un completo aislamiento alteraba considerablemente su conducta; sin embargo, el
grado en que el contacto con sus semejantes moldea la conducta de estos animales es mínimo en
comparación con los seres humanos.
A diferencia de los animales, la conducta humana está determinada en gran medida por el entorno social.
No obstante, los científicos reconocen que la biología también juega su papel: ciertas habilidades artísticas y
musicales, por ejemplo, pueden depender del potencial genético; sin embargo, el desarrollo de esas
potenciales depende en gran medida de las condiciones ambientales. Ya hemos definido a la persona como
el individuo socializado, aclarando que los rasgos que consideramos como específicos de lo humano no se
desarrollan al margen del contacto social

Instinto y aprendizaje social


Todas las criaturas recién nacidas son indefensas y dependientes, pero para ningún otro ser dura tanto este
período de dependencia como para el hombre. Pájaros e insectos a menudo pueden funcionar bien siguiendo
meramente la dirección de sus instintos. El pájaro sabe cómo construir su nido y el castor su represa; la abeja
conoce qué alimentos debe comer y qué trabajo particular tiene en la colonia, y el león sabe cómo cazar y
cómo proteger a su cría. Estas son pautas innatas que han persistido relativamente sin modificaciones por
miles de años. No existen en los seres humanos mecanismos comparables a estos, y, a fin de funcionar en la
sociedad, debemos aprender de los otros cómo construir hogares, ganarnos la vida y cuidar de nuestros
niños.
La conducta animal tiene una base instintiva La de los seres humanos es resultado de aprendizajes sociales.

UNIDAD 3: “INTERACCIÓN Y NORMAS SOCIALES”

EL PROCESO DE SOCIALIZACIÓN
El proceso a través del cual un ser humano se transforma en persona se llama socialización. La socialización
puede ser considerada de dos maneras diferentes:
● Desde un punto de vista subjetivo, consiste en la relación que establecemos a partir del nacimiento
con diversas personas e instituciones, a través de lo cual satisfacemos distintas necesidades, nos
adaptamos a los que nos rodean e internalizamos los contenidos de la cultura.
● Desde el punto de vista objetivo, a través de este proceso la sociedad transmite su cultura de una
generación a otra, adaptando a los individuos a las formas de vida social aceptadas por esa
comunidad.
De esta forma, la socialización permite el surgimiento de la persona y la continuidad de la cultura.
La socialización es un proceso continuo, que se prolonga a lo largo de toda la vida y que puede dividirse en
varias etapas sucesivas, correspondientes a distintos momentos del ciclo vital del individuo. En cada una de
ellas varían los agentes de socialización y cambian los contenidos y mecanismos de control social utilizados.
De esta manera se distinguen:
● La socialización primaria, propia de la infancia. En ella se transmiten los contenidos más importantes,
que dejan una marca perdurable en la personalidad: el lenguaje, la identidad de género, la identidad
de clase, el nombre propio, ciertos valores fundamentales. La internalización de estos contenidos se
realiza en gran medida de manera inconsciente y acrítica. Esta es la etapa en la que se establecen los
afectos más duraderos. El principal agente de socialización es la familia.
● La socialización secundaria se da en la adolescencia. En ella se interiorizan normas y valores más
específicos, correspondientes a las funciones propias de la vida adulta. A la familia, se agregan como
agentes socializadores la escuela y el grupo de pares.
La socialización terciaria puede darse en la adultez. En esta etapa se puede (no necesariamente ocurre
siempre) examinar críticamente lo aprendido y asumir normas o valores distintos a los incorporados
anteriormente. En algunos casos esto se debe a la incorporación a sociedades distintas a la originaria;
también puede ser resultado de la adopción de sistemas de referencia diferentes a los recibidos en las etapas
previas (en gran medida de manera acrítica, como ya hemos dicho). En esta etapa tienen importancia los
medios de comunicación social y los grupos transmisores de ideologías políticas o religiosas, que actúan como
agentes socializadores.

LA FAMILIA UN TEMA DE INTERÉS SOCIOLÓGICO


La familia es la más universal de las instituciones: la encontramos en todas las sociedades, aunque sus formas
son muy variables en diversas culturas y a través del tiempo. En sociedades estratificadas como las nuestras,
también se advierten diferencias en el funcionamiento de las familias de distintas clases sociales. El
diccionario de Giner nos proporciona la siguiente definición de familia: ‘Designa a un grupo social constituido
por personas vinculadas por la sangre, el matrimonio o la adopción, caracterizado por una residencia común,
cooperación económica, reproducción y cuidado de la descendencia.’ La familia, en sus variadas formas,
cumple siempre las siguientes funciones: sexual, procreativa, socializadora y de cooperación económica; cada
una de éstas puede desarrollarse aisladamente en otros ámbitos sociales, aunque sólo se encuentran
integradas en la familia.
Las formas concretas de la familia varían mucho. Se han intentado diversas clasificaciones, usando distintos
criterios:
● Según el número de esposos se la ha dividido en familia monogámica y familia poligámica: la primera,
formada por dos esposos; la otra, integrada por más de dos, se subdivide a su vez en poligínica
(cuando el hombre tiene, simultáneamente, más de una esposa) y poliándrica (cuando la mujer tiene
más de un marido).
● Según el lugar de residencia se distingue entre familias patrilocales, matrilocales y neolocales. Las
primeras, residen con la familia del marido; las segundas, con la de la esposa; en el tercer caso, el
nuevo núcleo familiar se establece independientemente de los padres de ambos esposos.
● Según las relaciones internas de poder la familia puede ser patriarcal, matriarcal o igualitaria (en este
último caso, los esposos comparten la dirección familiar y la educación de los hijos).
● Según el número de miembros adultos que conviven en el mismo hogar la familia puede ser nuclear
o extensa. La primera se reduce al núcleo biológico formado por los padres y sus hijos; en la otra,
conviven varias generaciones emparentadas, bajo una misma autoridad o cabeza de familia.
En la mayoría de las sociedades de nuestra época las familias son monogámicas, neolocales, nucleares y con
una tendencia cada vez más marcada hacia la igualdad entre los cónyuges. Estos rasgos, casi universales en
las sociedades industrializadas, presentan variaciones en sociedades aisladas y en pueblos donde todavía
predomina la economía campesina.
Los sociólogos se han interesado siempre por el estudio de la familia. Sin embargo, sus preocupaciones han
variado a lo largo del tiempo: en el siglo XIX y hasta el primer tercio del XX les interesaba establecer sus
orígenes y su evolución histórica; actualmente les preocupa más determinar hacia dónde va la familia. Esta
nueva perspectiva está relacionada con los grandes cambios observados en las últimas décadas en la
institución familiar (la llamada ‘crisis de la familia’) y a la incidencia que se le atribuye respecto a ciertas
conductas preocupantes de los jóvenes (drogadicción, delincuencia juvenil).

El primer agente de socialización


La familia es el primero y más importante de los agentes de socialización. Durante los primeros años de vida
es el ámbito de sociabilidad casi exclusivo; durante esa etapa es el único grupo social que transmite al niño
los contenidos culturales (normas, valores, creencias).
El impacto que produce la convivencia familiar sobre la personalidad es profundo y duradero. Nuestras
imágenes del mundo y de nosotros mismos dependen en gran medida de nuestras experiencias familiares.
No sólo están en juego el equilibrio emocional y el desarrollo intelectual: la misma supervivencia y el
bienestar físico dependen de estas primeras relaciones sociales. Los resultados de las carencias materiales
que sufren los niños de los sectores sociales de menores recursos comprueba esto dramáticamente.

La importancia de la familia
El origen familiar tiene un gran impacto en el destino personal. Determina la pertenencia a determinados
grupos étnicos, raciales y de clase, que en sociedades estratificadas como las nuestras definen desde el
comienzo de la vida la posición social del individuo. En este aspecto, la familia es una transmisora de estatus.
La familia también transmite un ‘capital cultural’, variable de acuerdo al estrato socioeconómico al que
pertenezca.
Según han estudiado los antropólogos, las pautas de educación infantil son marcadamente diferentes en
diversas culturas. Harris menciona los siguientes aspectos, en los que se observan diferencias durante la
crianza:
● la lactancia;
● el destete;
● las formas de alimentación complementaria;
● el constreñimiento o libertad de movimientos de los infantes;
● la atención materna;
● el aseo;
● las actitudes ante la sexualidad infantil;
● las pautas de juego.
Estas prácticas diversas condicionan un tipo de personalidad predominante en cada cultura.

¿Cómo se realiza la socialización primaria?


Las personas que realizan la socialización primaria son objeto de vínculos afectivos muy intensos: el mejor
ejemplo es la madre; a ella hay que agregar el padre, los hermanos, los otros miembros de la familia. Ellos
nos socializan de diversas formas:

● Otorgan recompensas y castigos por lo que hacemos, no sólo en términos materiales sino mediante
respuestas emocionales: elogiando o criticando, aprobando o desaprobando.
● Sirven de modelos para actividades y conductas: conviviendo con ellos aprendemos cuál es el
comportamiento de ‘una madre’, de ‘un padre’ o de ‘un hermano mayor’, por ejemplo. También
pueden mostrarnos aspectos más específicos: ciertos tipos de aficiones, trabajos o entretenimientos,
que luego influirán en nosotros.
● Instruyen directamente: nos enseñan a cocinar o a jugar fútbol, o a comportarnos en distintos
lugares.
● Responden a nuestras preguntas. Muchas veces nos damos cuenta que no les gusta conversar de
ciertas cosas o responder sobre ellas: con esto también nos están transmitiendo lo que les parece
bien o mal. Los regalos son un medio a través del cual nos indican qué esperan de nosotros: el mejor
ejemplo son los juguetes de las niñas, distintos a los que reciben los varones; con esto se indica a
cada uno los diferentes roles de
género.
En nuestra familia no sólo adquirimos
modelos de comportamiento, sino también
sentimientos y valores. Con su conducta los
adultos no sólo nos muestran qué hay que
hacer en ciertas circunstancias; también
expresan en nuestra presencia comentarios
y opiniones, que van influyendo en
nosotros.

LA ESCUELA PÚBLICA, UNA NOVEDAD HISTÓRICA


Generalmente asociamos ‘educación’ con ‘escuela’. Sin embargo, la actividad de educar –en su sentido más
amplio– la realizan muchas personas y va mucho más allá de lo que se lleva a cabo en los ‘establecimientos
educativos’ propiamente dichos. Por otra parte, la escuela pública es algo históricamente novedoso: no tiene
más de doscientos años (aunque te parezca mucho, en relación al tiempo de la humanidad es un período
muy breve) y su difusión masiva recién se ha realizado en los últimos cincuenta años.
Establecimientos donde se transmitía enseñanza existieron desde las primeras civilizaciones: en Egipto, la
Mesopotamia y otros lugares de Asia estaban relacionados con los templos y los maestros eran los
sacerdotes, depositarios del saber de la época. Entre los antiguos griegos y romanos hubo ricas experiencias
educativas; lo mismo ocurrió en los países de Europa Occidental, especialmente desde los comienzos de la
Edad Moderna (desde mediados del siglo XV en adelante). En todos estos casos, la adquisición de los
conocimientos más elevados estaba reservado a una ínfima minoría de la población; el resto, aprendía los
diversos oficios y habilidades laborales a través de la práctica. Recién en nuestra época ha comenzado a
hacerse realidad la educación escolar, en todos sus niveles, como un derecho de todas las personas. Lo que
decimos a continuación sobre la escuela como agente de socialización se refiere, en consecuencia, a culturas
como la nuestra, en la actualidad.

La escuela como agente de socialización


La escuela es el primer ámbito con el que el niño entra en contacto fuera de su núcleo familiar. En la escuela
nos conectamos con grupos numerosos de personas que nos valoran con criterios formales, más o menos
rígidos e impersonales, diferentes a los que rigen en la familia. En ella debemos distinguir un curriculum
explícito -constituido por la enseñanza formal o sistemática: la adquisición de los contenidos de las diversas
‘materias’- de un curriculum oculto: un conjunto de mensajes, explícitos o implícitos, a través de los cuales
se transmite el sistema de valores sociales (por ejemplo: el valor del esfuerzo, del cumplimiento).
Como veremos en el próximo capítulo, los niños y jóvenes procedentes de diversos grupos sociales
enfrentarán las exigencias del curriculum escolar con distintas posibilidades de éxito, de acuerdo al capital
cultural que han adquirido a través de la socialización inicial en su grupo familiar. De esta forma, los alumnos
de los sectores medios y altos tendrán mayores posibilidades de éxito que los chicos de los sectores
socialmente desfavorecidos, ajenos a la ‘cultura legítima’ que se comunica institucionalmente.

LECTURA REFLEXIVA
Como la familia, la escuela es una institución reconocida que representa la autoridad adulta de la sociedad.
A diferencia de la familia, la escuela está formalizada mediante reglas establecidas, y dado que el niño pasa
por una clase diferente cada año, no le es posible comúnmente formar lazos interpersonales perdurables con
los maestros. Aunque las tendencias de la educación ‘progresista’ pueden sugerir otra cosa, la escuela
también necesariamente tiene un programa limitado y tal vez nunca llega a preocuparse por la totalidad del
niño. Los lazos de unión entre la escuela y la familia son íntimos. Que un niño sea receptivo o que tenga
miedo cuando asiste a la escuela, que tienda a aceptar o rechazar a las autoridades escolares, cómo reacciona
con las maestras como modelos de conducta, todo en una medida muy importante, es una función de las
actitudes y orientaciones que se han desarrollado en el ambiente familiar. El niño que asiste al colegio
continúa siendo miembro de un grupo familiar; los dos agentes de socialización pueden reforzar u oponerse
a la influencia del otro, y suele ocurrir ambas cosas a la vez. Los padres y los maestros pueden,
conjuntamente, alentar el estudio diario, el logro y el respeto por las autoridades escolares; o hallarse en
desacuerdo acerca del mérito de la instrucción, la importancia de un idioma extranjero o el valor de las
actividades extraescolares.

ACTIVIDADES
1. Propone un título, que refleje las
relaciones existentes entre la familia y la
escuela.
2. Conversá con tu compañero de banco e
imaginen ejemplos de conflictos entre una
familia y la escuela.
3. Respondan lo siguiente: ¿qué tipo de
relaciones deben existir entre la familia y
la escuela, para facilitar la actividad
escolar?

EL GRUPO DE PARES
‘Par’ significa, entre otras cosas, igual. Un grupo de pares es un conjunto de personas que comparten alguna
característica en común, que implica cierta igualdad desde el punto de vista social: el dinero, la edad, la
ocupación, el grupo étnico. Desde el punto de vista de la socialización, el criterio más significativo es la edad,
importante en la infancia y -muy especialmente- en la adolescencia. La relación con el grupo de pares -con
los del mismo grupo de edad- constituye otra ampliación del mundo con el que los niños entran en contacto.
La relación entre ellos, permite a los niños -y, especialmente, a los adolescentes compartir y explorar
inquietudes e intereses al margen del mundo adulto: la música, la moda, el sexo son, en nuestra sociedad,
los motivos más frecuentes de interés compartido.
En la adolescencia se produce una fuerte adhesión al grupo de pares, que le ofrece una nueva identidad (a
veces, negativa). El grupo de pares puede rivalizar con la autoridad de padres y maestros: se produce el
llamado ‘choque generacional’, a veces más aparente que real. Al respecto, cabe señalar una diferencia: en
la infancia el grupo de pares funciona como una extensión de la familia y la escuela; en la adolescencia, en
cambio, se sustrae al control familiar. En esta etapa, los pares contribuyen a la formación de sub-culturas
juveniles; en algunos casos, pueden promover conductas desviadas y chocar fuertemente con las normas
familiares y escolares. Llegan, incluso, a inducir conductas delictivas (pandilleros, vagabundos).
El estudio de grupos marginales de adolescentes ha interesado a los sociólogos, especialmente los
norteamericanos. Sus investigaciones han demostrado la existencia de pautas culturales propias de estos
grupos una subcultura- en conflicto con las de la sociedad global.

LOS MEDIOS MASIVOS DE COMUNICACIÓN


Los medios masivos de comunicación son un hecho relativamente reciente, asociado directamente al
progreso de la técnica. Con este nombre designamos a todos los procedimientos capaces de transmitir
mensajes a distancia a un gran número de personas, de manera simultánea.
La primera manifestación fue la imprenta, inventada en el siglo XVI, que aceleró considerablemente la
reproducción de los escritos. Sin embargo, sus efectos recién se hicieron sentir más de tres siglos después,
cuando la difusión de la lectura y la escritura alcanzó a sectores importantes de la población (hasta entonces,
la inmensa mayoría de las personas era analfabeta). Los diarios y revistas fueron una novedad de fines del
siglo XVIII, que creció en el siglo siguiente, para masificarse durante los últimos cien años. El siglo XX fue la
etapa de enorme crecimiento de la comunicación masiva: a los medios gráficos se agregaron la radiofonía, la
cinematografía y la televisión, el más influyente de todos ellos. De esta manera nacieron la llamada industria
cultural y la cultura de masas. Durante las dos últimas décadas se ha añadido la informática, en constante
crecimiento, cuyas consecuencias son todavía imprevisibles.

LA SOCIALIZACIÓN Y EL CICLO VITAL


La duración de la vida humana no es siempre la misma. La esperanza de vida -el promedio de lo que puede
vivir una persona, en una sociedad determinada- se ha prolongado mucho a lo largo del tiempo; en nuestros
días es mayor o menor según las circunstancias socioeconómicas de los diversos países y, dentro de cada una
de ellos, en las distintas clases sociales.
Las etapas del ciclo vital también son histórica y socialmente variables. Las expectativas respecto a los niños,
adolescentes y ancianos cambian de una cultura a otra y también varían en una misma a lo largo del tiempo.
En nuestras sociedades, la cronología varía, en términos generales, según las clases sociales. La constitución
de parejas más o menos estables, la maternidad-paternidad y la abuelidad, el retiro de la vida laboral activa
(por lo menos en actividades formales), suelen ser más tempranos en los sectores populares. Por sus
condiciones vitales, también es distinto el promedio de vida de los individuos de distintos sectores sociales
(obviamente, también es distinta la calidad de vida).
La situación de los niños
En las sociedades preindustriales -y en las comunidades tecnológicamente atrasadas de nuestra época- los
niños se integran rápidamente a las actividades que permiten la subsistencia del grupo. La escasa
productividad del trabajo impide en estos casos que los menores queden al margen del trabajo colectivo; la
transición entre la infancia y la adultez se opera en estas sociedades más rápidamente que en las nuestras.
En nuestra época existe consenso en que la infancia debe estar exenta de las responsabilidades adultas; la
comunidad internacional ha sentado solemnemente este principio a través de la Declaración Universal de los
Derechos del Niño, aprobada por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas. Esto, que
es un progreso, representa al mismo tiempo una paradoja, ya que llama la atención el contraste que existe
entre los derechos reconocidos y la realidad de la infancia a nivel mundial. Los ‘derechos del niño’ son
efectivos sólo en los países ricos; en los países pobres son comunes el trabajo infantil y la explotación de
menores en actividades degradantes como la prostitución.

Adolescencia, cultura y clase social


La adolescencia es la etapa intermedia entre la niñez y la adultez. En nuestras sociedades occidentales se
trata de una etapa cada vez más prolongada y difícil, que suele ir acompañada de conflictos diversos. La
necesidad de una larga preparación, la desocupación extendida, la carestía de la vivienda, prolongan la
dependencia de los jóvenes, originando problemas en la convivencia con los adultos. También en este caso,
diferentes culturas tienen experiencias diferentes. La antropóloga Margaret Mead, en su estudio sobre la
sociedad de Samoa (en 1928), no observó ansiedades ni conflictos en este grupo de edad.
La duración de la adolescencia es variable, dependiendo del tiempo que se requiera para la adquisición de
los conocimientos y habilidades necesarios para un mejor desempeño adulto. Mínimo en sociedades
tecnológicamente sencillas, este tiempo se prolonga considerablemente en las sociedades industrializadas y,
todavía más, en las actuales sociedades posindustriales. En nuestras sociedades la experiencia de la
adolescencia varía según las clases sociales. En los sectores populares el período de dependencia respecto a
los padres suele ser menor, como parte de un ciclo vital más acelerado que el de otras clases sociales. Los
sectores de mayores recursos pueden brindar a los jóvenes la posibilidad de una preparación prolongada, de
la que depende su mejor inserción laboral posterior. Los adolescentes de los sectores populares están menos
favorecidos: impedidos de extender su educación formal, o recibiendo una educación de menor calidad, sus
posibilidades futuras disminuyen.

Adultez y ancianidad
La definición de ‘anciano’ también es socialmente variable, lo mismo que su situación, que depende de las
posibilidades concretas del grupo de hacerse cargo de la atención de quienes ya no pueden valerse por si
mismos. En nuestra sociedad, la ancianidad -a la que cada vez más se
prefiere llamar ‘tercera edad’- se inicia alrededor de los sesenta y cinco años de edad, coincidiendo con la
jubilación.
En diferentes sociedades varía el prestigio e influencia social de que disfrutan los ancianos. Éstos son mayores
en sociedades preindustriales, en las que el paso del tiempo permite la acumulación de un repertorio de
conocimientos relativamente escaso; en sociedades como las nuestras, en cambio, ancianidad y sabiduría no
son sinónimos, por lo que los más viejos no cuentan en términos generales con un prestigio especial.
Un cambio notable en nuestra época es la considerable prolongación de la expectativa de vida. Si a ello
agregamos el descenso de la natalidad, por lo menos en los países económicamente más desarrollados,
observamos una alteración de las pirámides de edades y un porcentaje cada vez mayor de ancianos. La
atención de éstos durante sus últimos años, plantea una serie de problemas en una sociedad en la que es
cada vez más común que los miembros adultos de la familia trabajen fuera del hogar. Esta problemática tiene
manifestaciones diversas en los países, de acuerdo a su situación económica; también varía en las familias
de las distintas clases sociales. Para terminar con este tema, también debemos decir que la actitud ante la
muerte está sujeta a variaciones históricas y sociales.

ACTIVIDAD REFLEXIVA
Culturas diferentes, personalidades diferentes La respuesta dada en Adolescencia, sexo y cultura en Samoa
a estas cuestiones no deja lugar a dudas. Las muchachas samoanas no atravesaban por ningún período que,
ni remotamente, pudiera compararse al de la crítica época del adolescente de las sociedades
contemporáneas; la adolescencia no era en Samoa una etapa zozobrante; los comportamientos típicamente
compulsivos del adolescente occidental – su deseo de rebelión contra la autoridad constituida; la perentoria
necesidad de afirmación del yo; la eclosión de actitudes idealistas; la religiosidad como modo de
compensación de la culpa, etc. -, no tenían lugar entre las jóvenes de la isla de Tau. Lo único que se detectaba
en ellas era que, en una determinada edad, sobrevenían ciertos cambios corporales. La entrada en la
pubertad era un hecho fisiológico, en absoluto revestido de tensiones de carácter psíquico. Ello era así
porque el clima emocional en la cultura samoana se caracterizaba por su tono equilibrado, resultado, a su
vez, de una vida sexual tranquila y placentera, en absoluto represiva. Margaret Mead aduce que esta calma
emocional es peculiar de los samoanos, es un rasgo de su cultura. Y que, al mismo tiempo, se combina con
una característica extensible a todas las culturas primitivas, y que es la de la escasa capacidad de elección de
los individuos que pertenecen a ella. La combinación de ambos elementos – talante calmado y cuasi
indiferente de los samoanos, al que se sobrepone un repertorio de alternativas vitales extraordinariamente
limitado – hacía que el tránsito de la niñez a la condición de mujer adulta fuera entre las samoanas indoloro.
De idéntica y consecuente manera, Mead constata como en aquella sociedad primitiva de 1925 no había
neuróticos, pues ni los comienzos en cualquier actividad, eran difíciles, ni las situaciones, en cualquier
momento, eran antagónicas. Particular relevancia tiene en Adolescencia, sexo y cultura en Samoa la atención
que se presta a la estructura familiar. Ésta se caracterizaba por ser una comunidad grande, no nuclear, y, por
consiguiente, tenía la virtud de encauzar el afecto del niño hacia intereses afectivos más amplios y menos
localizados en torno a las figuras del padre y de la madre. El afecto no se especializaba, como en las culturas
occidentales, y, a diferencia de éstas, la sociedad primitiva samoana protegía con mayor eficacia al niño
‘contra el desarrollo
de las actitudes mutilantes que conocemos como complejo de Edipo, complejo de Electra, etc., y que
revierten posteriormente en la adolescencia, a menudo de forma patógena. Confirmando este primer
objetivo de su investigación, Margaret Mead sostiene en Adolescencia... la tesis de que la naturaleza humana
no es rígida e inflexible, sino que se caracteriza por su extraordinaria capacidad plástica, de adaptación. ‘Los
ritmos culturales –afirma – son más fuertes y coercitivos que los fisiológicos y los cubren y los deforman’; de
este modo ‘no satisfacer una necesidad artificial y culturalmente estimulada (...) puede producir más
infelicidad y frustración en el corazón humano que el más riguroso cercenamiento cultural de las demandas
fisiológicas del sexo o el hambre’. Mead, Margaret, op. cit. Introducción a la edición castellana de 1985

ACTIVIDADES
1. ¿Qué preocupación concreta de la sociedad norteamericana de su época dio origen a este estudio de
Margaret Mead?
2. ¿Qué explicaciones se daban a ese problema desde la psicología?
3. ¿Qué perspectivas tienen los antropólogos ante situaciones como ésta? Ubica en el texto los párrafos
correspondientes y destácalos con resaltador.
4. ¿Qué método utilizan los antropólogos para comprobar sus hipótesis? Transcribe una breve frase del texto
que lo indica muy claramente.
5. ¿Qué pueblo eligió Margaret Mead para su experiencia científica? Busca información sobre el mismo en
una buena enciclopedia. Ubícalo en el mapa.
6. Enumera los aspectos en que la cultura de ese pueblo se diferencia de la nuestra.
7. Describe con breves frases el método de trabajo utilizado por esta antropóloga.
8. ¿A qué conclusiones llegó respecto a las adolescentes de Samoa?
9. En opinión de la antropóloga ¿cuál es la utilidad de conocer otras culturas?
10. Finalmente ¿qué conclusiones te permite extraer este estudio sobre la ‘naturaleza humana’?

LA INFLUENCIA DE LAS EXPERIENCIAS SOCIALES EL HABITUS


El habitus es resultado de las experiencias sociales de cada individuo a partir de su nacimiento, las que
determinan la manera cómo percibe el mundo y actúa en él. Al respecto escribió Bourdieu, basándose en sus
trabajos entre pueblos ‘primitivos’:
‘Es todo el grupo el que se interpone entre el niño y el mundo, no sólo por sus llamadas de atención
destinadas a inculcar el miedo de los miedos sobrenaturales, sino por todo el universo de prácticas rituales y
de discursos, que lo pueblan de significaciones estructuradas conforme a los principios del habitus.’
Bajo estas influencias, a veces explícitas (cuando reciben una orden o una prohibición o son castigados por
lo que han hecho) y otras imperceptibles (silencios, gestos, actitudes de los adultos ante sus conductas) los
niños aprenden a ‘leer el mundo’, comenzado desde el primer lugar que habitan, su casa. A través de la
participación en el grupo al que pertenecemos también adquirimos las significaciones culturales del mismo,
sin que nadie oficie expresamente como transmisor. A medida que avanzamos en la exploración del espacio
seguimos recibiendo e internalizando diversos mensajes culturales respecto a él. Esta circunstancia es común
a los seres humanos, hombres y mujeres, en cualquier momento y lugar; de esa manera las personas que
comparten una forma de vida construyen habitus similares.
En sociedades estratificadas como las nuestras son decisivas las experiencias de clase, las que difieren
notablemente de un grupo social a otro. Por eso, de acuerdo al sector al que pertenezcamos vamos
conformando ‘gustos’ y ‘estilos de vida’ particulares, que nos identifican como integrante de ese grupo.
Normalmente sabemos cuál es ese grupo y los demás nos identifican rápidamente con él; en este caso
nuestras ‘marcas de identidad’ son el lenguaje, los modales, la vestimenta y nuestras actitudes, que revelan
comodidad o incomodidad, familiaridad o sorpresa en determinados ámbitos o situaciones. Es más, en las
sociedades de clase la cultura hegemónica es la de las clases dirigentes, en tanto que las de las clases
subalternas ocupan un lugar subordinado: existe una ‘cultura de élite’ y una ‘cultura popular’.

¿EXISTE UNA NATURALEZA HUMANA?


A fines del siglo pasado todavía se discutía en qué medida la conducta humana era resultado de factores
biológicos. Con pretendidos fundamentos ‘científicos’ se justificaban diversas posiciones discriminatorias; de
esa manera se defendía la tradicional subordinación femenina o la explotación de otros pueblos. Veamos
algunos ejemplos:
● Muchos de los que se oponían a los reclamos de igualdad femenina, sostenían que ambos sexos eran
naturalmente distintos: las mujeres, en las que predominaba la emotividad, eran menos racionales
que los hombres;
● los defensores de la expansión colonialista afirmaban que los pueblos tecnológicamente menos
desarrollados estaban atrasados en la escala evolutiva;
● varios teóricos del racismo negaban la igualdad -por lo menos potencial- entre los seres humanos,
sosteniendo que existían razas inferiores y superiores;
● César Lombroso (1835-1909) afirmaba que existían ‘criminales natos’ y hasta identificaba en muchos
anarquistas la presencia de los signos biológicos que los señalaba como tales.
A lo largo del siglo XX, diversas explicaciones dejaron de lado la orientación biologista y acentuaron el papel
que juega la influencia social en la orientación de la conducta humana. John Watson (18731958 ), desde la
psicología, y Margaret Mead (1901-1978), a través de sus estudios antropológicos, contribuyeron para que
se abandonaran las posiciones instintivistas y se reconociera el fuerte peso de los factores culturales.

LA ESTRATIFICACIÓN EN LAS DISTINTAS CORRIENTES SOCIOLÓGICAS


Un punto de partida indiscutible, que todas las corrientes sociológicas comparten, es que ninguna sociedad
es homogénea, ya que en todas ellas es desigual la distribución de la riqueza, el prestigio y el poder. De esa
manera, si bien existen sociedades con menores o mayores grados de desigualdad entre las personas, las
diferencias mencionadas se dan en todas ellas. Fuera del acuerdo respecto a la universalidad de las
desigualdades, son profundas las diferencias entre los sociólogos respecto al carácter de las clases sociales,
el origen de las mismas y las relaciones que se establecen entre ellas. Las dos posturas fundamentales sobre
estas cuestiones son la de los autores marxistas y la que proporcionan los distintos sociólogos funcionalistas.
Los sociólogos sostienen diversas posiciones sobre los temas que se tratan en este capítulo. Nuestra
intención es ofrecerte un panorama, aclarándote los conceptos de estratificación, clase y movilidad social
desde la perspectiva de las principales escuelas sociológicas. Al mismo tiempo te brindamos una visión de
conjunto de las clases sociales en el mundo de hoy, así como de la pobreza, un problema universal; también
destacamos el impacto mundial de la globalización y el de la política neoliberal seguida en nuestro país entre
1976 y 2001, así como de la crisis económica que atraviesa el mundo desde casi una década atrás.
Estratificación y clase social
¿Significan lo mismo estos dos términos? No existe unanimidad entre los sociólogos al respecto: a veces,
‘estratificación’ y ‘clase social’ se usan como sinónimos; otras, reflejan concepciones antagónicas de la vida
social. Las diferencias más notables se dan entre los autores de orientación funcionalista y los que siguen la
orientación marxista: los primeros prefieren hablar de estratificación social, mientras que los otros privilegian
la expresión clases sociales. Unos y otros entienden a las diferencias sociales de manera muy distinta,
polemizando respecto a los siguientes puntos:

● La existencia nominal o real de las clases sociales.

Para los funcionalistas las clases son una construcción conceptual y estadística; los marxistas sostienen que
son grupos sociales existentes en la realidad. Los funcionalistas no hablan de clases sociales sino de estratos,
en los que la ubicación de cada individuo depende de sus características personales. Se trata de una escala,
un continuum en el que cada uno se encuentra más o menos arriba de acuerdo a su nivel de ingreso y su
grado de educación, principalmente. Es una realidad meramente estadística en la que cada persona está en
el lugar que corresponde a sus aptitudes, laboriosidad y nivel de instrucción. Para ellos lo que cuenta es el
mérito personal, ya que todas las posibilidades están abiertas a todos los individuos.
Para los marxistas, en cambio, las clases sociales se diferencian a partir de su ubicación en la estructura
productiva. En este aspecto la principal diferenciación se da entre los propietarios y los no-propietarios de
los medios de producción, los que ocupan lugares cualitativamente diferentes y mantienen una relación
potencialmente conflictiva, ya que los capitalistas se benefician con el trabajo de sus asalariados y, según las
circunstancias históricas, les imponen condiciones de trabajo abusivas. En esta perspectiva, la existencia de
clases sociales implica contradicciones entre ellas y la existencia de una lucha de clases. Este conflicto es
permanente en todas las sociedades capitalistas, puede manifestarse de distintas maneras y constituye el
‘motor de la historia’.
● La universalidad e inevitabilidad de la estratificación social o su carácter contingente y erradicable.
Los funcionalistas afirman que la estratificación es universal y pensar en una ‘sociedad sin clases’ es una
utopía; los marxistas sostienen una posición opuesta: las clases sociales aparecen en los primeros pueblos
históricos (unos 10000 años atrás), junto con la propiedad privada de los medios de producción (inicialmente,
la tierra), y se prolongan desde entonces, aunque la lucha entre los capitalistas y la clase obrera industrial
conducirá a una revolución que abolirá la propiedad privada y culminará en un régimen comunista,
igualitario, en el que las clases sociales finalmente desaparecerán.

● El carácter unidimensional o pluridimensional de la estratificación.

Los marxistas subrayan la primacía de la economía, diferenciando a las clases sociales de acuerdo a la
propiedad o no de los medios de producción. Los funcionalistas, en cambio, reconocen a la riqueza como una
de las dimensiones de la estratificación, a la que agregan el poder y el prestigio; sostienen además que estas
tres dimensiones son relativamente independientes y que pueden darse incongruencias de estatus: es decir,
que un individuo tenga una ubicación elevada en alguna de ellas (supongamos, la riqueza), sin tener
posiciones equivalentes en las escalas de poder y de prestigio.
Los marxistas son monistas, ya que sostienen que la única base de estratificación es económica y remite a la
condición de capitalista o asalariado; los funcionalistas, en cambio, afirman que existen múltiples bases de
estratificación social. Para ellos existe una autonomía de las dimensiones económica, social y política; en
tanto que los otros sostienen que las tres dimensiones están determinadas, en última instancia, por la
economía. Max Weber, confrontando con Marx, sostuvo que la estratificación tiene un carácter tripartito, lo
que lo llevó a impugnar el monismo económico y la lucha de clases como motor de la historia.

● El papel de las clases sociales en la dinámica social.

Para los funcionalistas, la estratificación contribuye a la integración y el buen funcionamiento social. Para los
seguidores de Marx, por el contrario, la relación entre las clases sociales es conflictiva (existe entre ellas una
‘lucha de clases’) y este conflicto (que pasa por distintas fases y alternativas) lleva finalmente al cambio social.
Las diferencias conceptuales entre marxistas y funcionalistas respecto al carácter de las clases sociales se
reflejan en el uso de una terminología diferente. Los primeros hablan de burguesía (industrial, comercial,
financiera), clase obrera y pequeña burguesía; los funcionalistas, por su parte, se refieren a la clase alta, la
clase media y la clase baja.

Las clases sociales en Marx y Weber


Para Marx las clases sociales tienen una existencia objetiva y la posibilidad de asumirse como una unidad con
fines políticos propios; por ello al estudiar a la clase obrera establece la distinción entre clase en si -es decir,
de acuerdo a su ubicación respecto a la propiedad- y clase para si, cuando toma conciencia de sus intereses
y se fija metas políticas (en este caso, Marx habla de desarrollo de la conciencia de clase, atribuyendo un
papel importante en este sentido a los partidos políticos revolucionarios). A partir de estas premisas, Marx
previó que la lucha de la clase obrera organizada culminaría rápidamente en la ‘revolución socialista’, punto
de partida hacia una sociedad sin clases.
Para Weber, en cambio, ya no es posible hablar de una sociedad polarizada y de un conflicto central entre
dos clases antagónicas. Los conflictos existen, pero son múltiples, cambiantes y de naturaleza diversa. Para
él, una revolución socialista podría aumentar las desigualdades sociales al concentrar el poder en manos de
una reducida élite. El curso seguido por la URSS parece confirmar los pronósticos de Weber; también es
cierto, sin embargo, que la desigualdad en las sociedades capitalistas aumentó a partir de las políticas
neoliberales del siglo pasado.
Marx define a las clases sociales de acuerdo a la relación que tienen las personas con la propiedad de los
medios de producción
La cuestión de la vigencia de las clases sociales es uno de los tantos temas controvertidos de la Sociología,
una disciplina que (como ya lo hemos reiterado) se caracteriza desde sus orígenes por la coexistencia de
diferentes puntos de vista entre sus cultores.

LOS DISTINTOS SISTEMAS DE ESTRATIFICACIÓN SOCIAL


En distintas épocas y lugares la humanidad ha conocido diversos sistemas de estratificación social. Algunos
de ellos han desaparecido legalmente -según lo establecen las constituciones de los diversos países y
solemnes declaraciones internacionales-, aunque en la práctica siguen existiendo, en forma más o menos
encubierta.
● La esclavitud existe cuando determinados individuos son propiedad de otros. Desde el punto de vista
jurídico un esclavo es una cosa, ya que no es sujeto de ningún tipo de derechos; pertenece a un amo,
que puede venderlo, regalarlo, alquilarlo o utilizarlo como desee; en la antigüedad también
existieron esclavos públicos, propiedad de las ciudades, los templos o algunas corporaciones.
Durante muchos siglos la principal fuente de esclavos fue la guerra, aunque también podía llegarse
a esta situación por deudas o distintos delitos; además, la esclavitud era hereditaria. El tráfico de
esclavos fue una actividad muy lucrativa.
Esta situación fue común en todas las civilizaciones durante la Antigüedad: hubo esclavos en el antiguo
Egipto, la Mesopotamia Asiática, los distintos pueblos del Cercano Oriente, en Asia Menor, Grecia y Roma
(precisamente, en el Imperio Romano, que abarcó gran parte del mundo antiguo, la esclavitud alcanzó su
mayor difusión). A la caída del Imperio Romano de Occidente, a fines del siglo V de nuestra era, la esclavitud
prácticamente desapareció de Europa. El contacto con América, seguida de su colonización a fines del siglo
XV y durante el XVI, produjo la aparición de la esclavitud de origen africano en nuestro continente, que recién
sería suprimida en la segunda mitad del siglo XIX.
Actualmente existe consenso entre todos los países respecto al carácter aberrante de la esclavitud, que
legalmente ha desaparecido en todo el planeta. Sin embargo, subsisten situaciones como la prostitución
infantil y los matrimonios pactados contra la voluntad de las mujeres (en algunos pueblos de Asia y África),
que en la práctica son asimilables a la esclavitud. La trata de personas, que es una de las modalidades más
lucrativas del crimen organizado, también es una forma de esclavitud con fines de explotación sexual o
laboral.
● El sistema de castas es una forma de estratificación muy rígida y jerarquizada. La situación de cada
individuo está determinada desde el nacimiento y se transmite a sus hijos: la condición de cada
persona es hereditaria y vitalicia, inmodificable en el curso de su vida. Cada casta suele estar
adscripta a una actividad específica. Los contactos entre los individuos de distintas castas son
mínimos y pueden estar totalmente prohibidos.
La sociedad hindú tradicional estuvo dividida en cuatro grupos u órdenes distintos: los sacerdotes, los
guerreros, los comerciantes y los cultivadores; un quinto grupo, los intocables, estaba fuera de este sistema
y todo contacto con sus miembros estaba terminantemente prohibido. Estos grupos estaban jerarquizados
en el orden mencionado, existía entre ellos una clara división del trabajo y una nítida separación, que se
concretaba en tabúes de comensalidad y reglas matrimoniales estrictas. El sistema de castas aparecía
establecido en los Veda, los libros sagrados de este pueblo.
Aunque actualmente el régimen de castas está legalmente suprimido, todavía tiene vigencia en las zonas
rurales de la India; en las ciudades de ese país, la industrialización ha facilitado la libertad individual
erosionando definitivamente el sistema tradicional.
● Los estamentos son definidos en el diccionario de Giner como ‘grandes agregados de personas que
comparten una situación – privilegiada o no – en el orden económico, político y social’; también se
denominan rangos, órdenes o estados y fueron propios del orden feudal europeo, que se prolongó
hasta la Revolución Francesa (iniciada en 1789). Los ‘estados’ franceses eran tres: el clero, la nobleza
y el Tercer Estado o Estado Llano, integrado por todos los que no eran sacerdotes ni nobles: la
burguesía, los artesanos y pequeños comerciantes, los pocos obreros existentes y una inmensa
mayoría de campesinos. Clero y nobleza formaban los órdenes privilegiados; el Estado llano carecía
de ventajas y estaba lleno de cargas y obligaciones. Cada estado tenía asambleas propias, una
representación diferenciada en los parlamentos, un tratamiento judicial y fiscal distinto y diferencias
protocolares. Todas estas diferencias estaban consagradas por las leyes y las costumbres; se trataba
de una sociedad fuertemente estratificada, aunque el sistema de estamentos era menos rígido que
el de castas.
● Las clases sociales son los grandes grupos en los que se encuentran divididas las sociedades
industrializadas de nuestra época. Surgieron con las grandes revoluciones burguesas de fines del siglo
XVIII: la Revolución Francesa (1789-1799) y la independencia norteamericana (1776), que abolieron
los privilegios feudales, establecieron el principio de la igualdad ante la ley, reconocieron el derecho
de la comunidad a participar en el gobierno y consagraron un conjunto de libertades y derechos
individuales. Con la Revolución Industrial inglesa (que fue contemporánea a las anteriores) se
desarrollaron las clases características de nuestra época: una minoría de empresarios capitalistas y
una mayoría de trabajadores asalariados entre los que se destacaban los obreros industriales.
A diferencia de los sistemas de estratificación anteriores (esclavitud, castas y estamentos), en la sociedad
capitalista los individuos son iguales ante la ley, aunque las diferencias existentes entre ellos respecto a
riqueza, poder y prestigio son muy considerables, a veces enormes. Los márgenes de libertad individual
reconocidos son muy amplios; se afirma que no existen barreras a las posibilidades de cada individuo y
que la posición que logra alcanzar cada uno es el resultado de sus esfuerzos y capacidades. Sin embargo,
el origen socioeconómico condiciona en gran medida las posibilidades individuales.

Estatus adscrito y estatus adquirido


El estatus es la posición socialmente reconocida a un individuo. En las sociedades preindustriales predomina
el estatus adscrito: en este caso, la posición social es independiente de la voluntad y los esfuerzos de las
personas, ya que depende del sexo, la raza o el grupo familiar de origen; nacer hombre o mujer, blanco o
negro, noble o plebeyo, marca en estas sociedades el destino de cada uno. En las sociedades industrializadas
y democráticas predomina el estatus adquirido, resultado de la elección, la voluntad, el esfuerzo y los méritos
individuales. En este caso no interesa el sexo, la raza o el origen familiar,
ya que se reconoce a todos los mismos derechos a alcanzar las más altas posiciones sociales; cada uno tiene
por delante un horizonte sin barreras. Mientras las sociedades tradicionales son cerradas, rígidas, las
sociedades modernas son abiertas, meritocracias.
En esto también podemos advertir la considerable distancia que existe entre los enunciados legales y los
principios teóricos, y la realidad social. En nuestra época se reconoce la igualdad jurídica y la existencia de
derechos humanos universales; sin embargo, se profundizan las desigualdades sociales y muchos millones
de personas no llegan a satisfacer sus necesidades básicas.

LAS DESIGUALDADES ENTRE LAS PERSONAS


Todos sabemos, por nuestra experiencia cotidiana, que las personas somos desiguales en muchos aspectos.
Los sociólogos avanzan un poco y distinguen dos tipos de desigualdades, cuya importancia social es diferente:
● Las desigualdades que no están socialmente estructuradas no dan origen a distinciones sociales
significativas. Por ejemplo, las diferencias en los gustos musicales, en la simpatía personal o en ciertas
aficiones, no tienen una influencia importante en la ubicación de los individuos dentro de la
estructura social.
● Las desigualdades que sirven de base a diferencias estructuradas. Se trata en este caso de la edad, el
sexo o género y la etnia, las que sí influyen decisivamente en la ubicación social.

¿Por qué existe la desigualdad social?


Esta pregunta ha recibido diferentes respuestas. Y no sólo de parte de los sociólogos, ya que esta cuestión
ha interesado (e interesa) a filósofos, economistas, politólogos y, en definitiva, a muchísimas personas,
aunque no tengan una preparación científica especial. Desde la Antigüedad, la desigualdad social se atribuyó
a diversos factores extra sociales:
● La voluntad divina, que habría dispuesto la existencia de un orden social jerárquico (por ejemplo, en
los Vedas, los libros sagrados de la India, que explicaban de esta manera la existencia de las castas;
o la Iglesia medieval, que defendía con argumentos similares al régimen estamental).
● La naturaleza, que determinaba diferencias entre los individuos que se reproducían a nivel social
(Platón y Aristóteles, en la Antigüedad; los darwinistas sociales, en el siglo XIX; la sociobiología, en
nuestra época).
● Desde mediados del siglo XVIII la desigualdad comenzó a explicarse con razones puramente sociales:
como resultado de la propiedad privada (Rousseau, Marx), de la división del trabajo y la
diferenciación social (Durkheim, Parsons, Davis y Moore), o de las diferencias de poder (Dahrendorf,
Lenski).

A favor de las desigualdades sociales


Aristóteles, uno de los grandes filósofos griegos, sostuvo que la esclavitud era un fenómeno natural: algunos
hombres habían nacido para mandar y otros para obedecer. Los ciudadanos –libres de las obligaciones del
trabajo– podían dedicarse al ‘ocio creador’, que les permitía participar del gobierno de las polis y cultivar las
artes, la ciencia y la filosofía. El trabajo era ‘cosa de esclavos’ y por eso fue despreciado. Durante la Edad
Media también se justificó el orden estamental existente, que dividía a la sociedad en señores (cuyo oficio
era la guerra), campesinos (que debían trabajar para ellos) y sacerdotes (que se ocupaban del culto religioso).
El orden social, se afirmaba, era querido por Dios; de esta manera se sacralizaron las desigualdades, dándoles
un fundamento religioso.
En las sociedades industrializadas, desde fines del siglo XVIII en adelante, la justificación de las desigualdades
fue de otro tipo: el lugar de cada uno en la sociedad era el resultado de sus propios esfuerzos. De acuerdo a
la escuela clásica de economía –el liberalismo económico, surgido a mediados del siglo XVIII y que sirvió de
fundamento ideológico al capitalismo industria– el afán de lucro era el principal motor de la actividad
económica y la competencia en el mercado, el mecanismo más apropiado para que la sociedad satisfaga de
la mejor manera sus necesidades. El precio de las mercaderías estaba determinado por la ley de la oferta y
la demanda, que desde luego era aplicable al salario (el precio de la fuerza de trabajo, que no era sino una
mercancía más). Cualquier intervención estatal alteraba el funcionamiento de las ‘leyes naturales’ que regían
la actividad económica (una especie de ‘mano invisible’ que regulaba su funcionamiento) y era más
perjudicial que beneficiosa.
Otros pensadores han justificado las diferencias de clase apelando a la biología y a la idea de ‘raza’. Entre
ellos tenemos a los ‘darwinistas sociales’, cuyo principal representante fue el inglés Herbert Spencer. Se los
llamó de esa manera porque aplicaron a la vida social las leyes formuladas por Charles Darwin en el reino de
la naturaleza. Usando analogías biológicas, Spencer sostuvo que el éxito social era el resultado de la
supervivencia de los más fuertes, por eso las intervenciones a favor de los pobres contrariaban las leyes de
la naturaleza, que determinaban el triunfo de los más aptos contribuyendo de esa manera al progreso social.
Una expresión extrema de esta filosofía son las posiciones racistas. Uno de sus representantes fue el francés
Joseph Arthur, conde de Gobineau (1816- 1882), quien en su Ensayo sobre la desigualdad de las razas
humanas afirmó la existencia de razas inferiores y superiores y sostuvo el derecho de éstas últimas de
dominar a las demás. Más recientemente, los cultores de la llamada sociobiología han reactualizado las tesis
del darwinismo social. Las doctrinas racistas han producido mucho daño y alcanzaron su mayor expresión
durante el régimen nazi en Alemania (entre 1933 y 1945), que cometió verdaderas atrocidades.
¿Es posible la igualdad social? Todas las anteriores son explicaciones que servían a los intereses de los
sectores sociales más favorecidos, preocupados por justificar ideológicamente sus ventajas políticas y
económicas. Como novedad, desde la Revolución Francesa en adelante otras corrientes postularon la
posibilidad y la necesidad de la igualdad social. La desigualdad dejó de ser vista como un fenómeno natural,
inevitable y socialmente útil; por el contrario: se afirmó que era el resultado de las acciones humanas, que
perjudicaba seriamente a la mayoría y que estaba destinada a desaparecer.
El socialismo, en sus distintas versiones, sostuvo estas ideas y alentó la esperanza de una sociedad futura sin
injusticias ni desigualdades sociales. Estas corrientes de pensamiento se presentaron explícitamente como
ideologías al servicio de los sectores sociales menos favorecidos. Animados de un gran entusiasmo, socialistas
y anarquistas anunciaban a fines del siglo XIX la inminencia de ese cambio social; en 1917, la revolución
bolchevique (una rama de los socialistas revolucionarios rusos) puso fin al imperio de los zares y estableció
el primer gobierno socialista del mundo. Al concluir la segunda guerra, los
soviéticos extendieron su influencia a un conjunto de países de Europa Oriental; al mismo tiempo, los
partidos socialdemócratas aumentaban su influencia en varios otros países europeos, alcanzando en algunos
casos el control del gobierno por la vía electoral y respetando las reglas del orden democrático burgués.
La disolución de la URSS y las transformaciones socioeconómicas que ha sufrido desde la última década del
siglo, lo mismo que los países que integraban su órbita, han puesto fin a las ilusiones creadas por este ensayo;
la socialdemocracia europea, vigente en Europa Occidental, tampoco parece representar ningún peligro para
la continuidad del orden capitalista.

¿Qué aspectos de nuestra vida dependen de nuestra posición de clase?


Distintos aspectos de nuestra vida objetiva están directamente relacionados con nuestra posición de clase:
● La cantidad de años que podemos llegar a vivir;
● la calidad de nuestra vida;
● el grado de educación formal que alcancemos y la calidad de la misma;
● las características de nuestra vivienda;
● nuestras posibilidades de obtener empleos más estables, mejor remunerados y con mayores
perspectivas de progreso;
● nuestras probabilidades de contraer enfermedades laborales o sufrir accidentes de trabajo;
● el riesgo de quedar desempleado;
● la posibilidad de que nuestros hijos mueran precozmente o contraigan enfermedades evitables.
Nuestra posición de clase también determina la imagen que los demás tienen de nosotros y nuestra propia
autoimagen.

¿Es deseable la igualdad social?


Esta es otra pregunta que ha recibido respuestas contradictorias. Para algunos, la igualdad es el objetivo
hacia el que debe encaminarse la humanidad; otros sostienen la posición opuesta: la desigualdad es
universal; además, es conveniente para la sociedad en su conjunto. Para este segundo grupo, las políticas
igualitarias son peligrosas y, en lugar de permitirnos desenvolvernos mejor, nos reducen a todos a un común
denominador; el mayor riesgo, afirman, es el desarrollo de Estados totalitarios, que terminan sofocando a
todo el mundo en beneficio de minorías burocráticas. Los defensores de la igualdad -o al menos, de la
supresión de las desigualdades extremas- exhiben el espectáculo de un mundo paradójicamente dividido en
minorías opulentas y mayorías que viven en condiciones indignas.

CLASES SOCIALES, GÉNERO, RAZA Y ETNIA


La desigualdad es una de las características permanentes de todas las sociedades humanas a lo largo de la
historia; en todas ellas los hombres y las mujeres que las componen poseen distintas cuotas (a veces ínfimas)
de poder, riqueza y prestigio social. En la actualidad la base principal de estas diferencias se encuentra en la
condición de clase, que en gran medida establece las posibilidades de cada individuo, a la que se agregan
otras situaciones que las potencian: el género, la raza y la etnia. En sociedades tan dinámicas como las
nuestras se ha avanzado mucho en la igualación jurídica de las personas, lo que de ninguna manera ha
suprimido el abismo que frecuentemente existe entre ellas. En el caso de los países de América Latina y el
Caribe todas las bases de desigualdad se potencian mutuamente para originar las sociedades más desiguales
del mundo, en la que ciertos grupos (los descendientes de los pueblos originarios y los afroamericanos, a los
que hay que agregar a la población pobre de las ciudades) padecen situaciones de extrema pobreza,
combinadas con altas cuotas de estigmatización y discriminación.

LAS BASES DE LAS DIFERENCIAS SOCIALES


Todas las sociedades se caracterizan por distintos grados de desigualdad entre los individuos que las
componen. La base más frecuente de las diferencias sociales es la división en clases o estamentos (de acuerdo
al encuadre teórico que se adopte), basados en desigualdades económicas. También existen otros criterios
para establecer relaciones de poder: los más importantes son el sexo, la raza y la etnia, de los que hablaremos
en este capítulo. Estas categorías se asocian a condiciones biológicas, por lo que muchos han buscado en este
nivel la justificación de las desigualdades que se postulan: el predominio de la ‘la raza blanca’ sobre otras
razas y la del varón sobre la mujer, por ejemplo.
Lo mismo que en la estratificación social, el sexo, la raza y la etnia tienen un mayor peso en algunas
sociedades que en otras. Hasta comienzos del siglo pasado, por ejemplo, casi todos los países del mundo
discriminaban a las mujeres, que se encontraban en un lugar subordinado respecto a los varones; en los
países occidentales esta situación ha variado considerablemente, aunque persiste en gran parte del mundo
musulmán. También eran fuertes las posiciones racistas y la desvalorización de ciertos grupos étnicos; entre
los más afectados se encontraban los afroamericanos en los Estados Unidos, que prácticamente carecían de
derechos civiles, y la colectividad judía que fue terriblemente perseguida en varios países de Europa durante
el nazismo.
En América Latina y el Caribe se discriminaba a los pueblos originarios, la población mestiza y la de origen
africano, cuyo peso era importante en México, América Central, Ecuador, Perú y Bolivia, especialmente. En
nuestro país, en el que predomina la población de origen europeo, eran menospreciadas las personas
procedentes del noroeste (descendientes en su mayoría de españoles e indígenas), a las que se llamaba
despectivamente ‘cabecitas negras’; una vez radicados en las grandes ciudades, especialmente Buenos Aires,
se los calificó de ‘villeros’, debido a los barrios de viviendas precarias en que muchos de ellos se asentaron.
En las últimas décadas estas formas de rechazo han disminuido, aunque algunos grupos minoritarios se
manifiestan como racistas y xenófobos.
Lo más frecuente en la actualidad es el rechazo a los inmigrantes recientes, a los que se atribuyen algunos
problemas que afectan a los diversos países (la desocupación, por ejemplo): así ocurre en varios países de
Europa; en algunos de ellos, como Francia y Gran Bretaña, jóvenes de origen inmigratorio han protagonizado
violentos estallidos sociales, como respuesta a las situaciones de postergación y discriminación que sufren.
En nuestro país son los inmigrantes de los países limítrofes los que sufren a veces actos discriminatorios;
lamentablemente, uno de los espacios en los que ocurren esos episodios son las escuelas.
Como veremos, las condiciones de clase social, género (que es la expresión cultural de las diferencias de
sexo), raza y etnia están interrelacionadas.

DEL SEXO AL GÉNERO


La división entre hombres y mujeres a partir de sus características físicas es, probablemente, una de las más
evidentes. A ella podría agregarse las diferencias etarias, también muy notorias, que nos permiten diferenciar
entre lactantes, niños pequeños, pre púberes, adolescentes, adultos jóvenes y ancianos, de uno y otro sexo.
Hasta acá es sólo una cuestión biológica, sin embargo, el lugar que ocupan hombres y mujeres difiere de una
sociedad a otra, y cambia también en una misma sociedad a lo largo del tiempo; lo mismo pasa con las
posiciones sociales de personas de distintas edades, que no es la misma en todas las culturas y, en las más
dinámicas como la nuestra, varían a lo largo del tiempo.
El sexo biológico presenta una división binaria entre machos y hembras, común a casi todas las especies
animales. Entre uno y otro sexo existen diferencias de tipo genético, cromosómico y gonodal; también
presentan diferencias fenotípicas, internas y externas, cuyo estudio corresponde a la Anatomía y la Fisiología.
Algunas de estas diferencias son observables a simple vista (la conformación de los genitales externos, por
ejemplo) con lo que desde el nacimiento somos calificados de ‘nena’ o ‘nene’, ‘varón’ o ‘mujer’.
Biológicamente, algunos individuos presentan situaciones ‘intersexuales’, debido a que la definición de los
genitales externos no es del todo precisa; estadísticamente, esos casos son muy minoritarios.
En nuestra cultura, nacer ‘nena’ o ‘nene’ implica un tratamiento diferente de parte de los adultos,
comenzando por la madre y el núcleo familiar inmediato, que en algunos aspectos (el color y tipo de la
vestimenta, el peinado y los nombres impuestos, por ejemplo) tratan de distinta manera a uno y otro. Más
tarde se agregarán los juegos y los ‘modales’, en los que también se inducen diferencias. Esta conducta de
los socializadores primarios constituye el sexo de atribución, que contribuye a la construcción de la identidad
sexual de cada individuo, que desde sus primeros años sabe que es ‘mujer’ o ‘varón’, desarrollando diversos
rasgos conductuales acordes con las expectativas sociales.

Los estereotipos de género La identidad de género


El concepto de género está asociado al de ‘sexo’, aunque no debe confundirse con él, ya que nos remite a las
expectativas socialmente compartidas respecto a los comportamientos esperados en determinadas
circunstancias de parte de ‘un hombre’ o de ‘una mujer’. Mientras el sexo depende de la herencia biológica,
el género está determinado socialmente a través de la intervención de distintas agencias: la familia, la
escuela, el grupo de pares, los medios masivos de comunicación, cuyos mandatos culturales normalmente
son incorporados por cada individuo, que asume como propias las características, actividades, derechos y
obligaciones que su sociedad piensa que corresponde a su género. De esa manera desarrolla una identidad
de género, sintiéndose ‘hombre’ o ‘mujer’; con ello, también incorpora las desigualdades de género, es decir,
la jerarquización existente entre ellos, que en casi todos los tiempos y lugares ha ubicado a los hombres por
encima de las mujeres, condición que la mayoría de los miembros de una sociedad asumen como ‘natural’.
En cada cultura -entre los pueblos originarios de la Amazonia o los habitantes de las grandes ciudades
argentinas, por ejemplo- existen estereotipos de género: expectativas respecto a la conducta esperada. En
los pueblos de la cultura occidental, los de Europa y América, estos estereotipos han variado
considerablemente en los últimos cien años, por lo que hoy se espera de hombres y mujeres es muy distintos
a las expectativas de un siglo atrás. En nuestra cultura parte de esos estereotipos es un comportamiento
heterosexual, mandato con el cual la gran mayoría de los hombres y mujeres se siente identificada, por lo
que orientan sus preferencias sexuales hacia personas del otro sexo. La identidad de esa mayoría se
corresponde con las definiciones de su cultura. Paralelamente, a lo largo de la historia se ha convertido a la
heterosexualidad en una condición ‘natural’ de los seres humanos y a la homosexualidad en una
‘enfermedad’ o ‘perversión’, socialmente repudiada. Ello convirtió a la homosexualidad en una situación
particularmente vergonzosa y expuso a los homosexuales a distintas formas de rechazo, a veces muy crueles.
Felizmente en los últimos años esta perspectiva ha ido variando, reconociéndose la existencia de
diversas opciones sexuales y respetándose el derecho de cada individuo de orientar su conducta de acuerdo
a su preferencia. Disciplinas como el psicoanálisis han explicado los mecanismos psico-sociales que llevan a
la estructuración psíquica de la identidad sexual y las leyes permiten legalizar las uniones homosexuales y
asumir públicamente la identidad de género de cada individuo. Esa legislación ha originado agrias polémicas,
que no se han agotado.

ACTIVIDAD REFLEXIVA
Los roles de género están cambiando ‘Sin advertirlo, los padres pueden promover estereotipos de género en
el hogar. Po ejemplo, esperan que las nenas sean dulces y cariñosas, y que los varoncitos sean más agresivos
o que les gusten juegos de lucha. Se espera de ellas que usen vestidos y no pantalones; asimismo se espera
que un varón no llore y se les permite jugar en forma más brusca. Resulta raro que un padre le diga a un hijo
varón ‘¡Qué dulce sos!’, o a su hija mujer ‘¡Qué fuerte sos!’. Sin embargo estos roles femeninos y masculinos
están comenzando a cambiar. Los padres están adquiriendo una participación más activa en las tareas
domésticas y en el cuidado de los hijos, así como las mujeres están insertándose cada vez más en el mundo
profesional y laboral. Esto va acompañado de un cambio en las jóvenes generaciones. Los nenes, al ver a su
padre preparar la cena, lavar la ropa y llevarlos al colegio, crecen asumiendo que ambos sexos pueden
desarrollar diversas actividades y funciones dentro y fuera de la casa. Las nenas, que ven a sus madres utilizar
herramientas o verificar el aceite del auto, reciben la misma formación. De este modo, los padres ayudarán
a sus hijos a asumir roles sanos si se les muestran en el hogar modelos no estereotipados. Ambos sexos
pueden aprender a cocinar, a manejar un auto, arreglar una bicicleta o darles de comer a los hijos y
acompañarlos emocionalmente. Es importantes brindarles iguales oportunidades, para que en el futuro
puedan desarrollarse con mayor libertad de acción.’ Recalde, María Mercedes, La educación sexual en la
escuela, Ediciones del Aula Taller, Bs.As., 2013, p. 73.

ACTIVIDADES
1) Define con tus palabras ‘roles de género’.
2) ¿Qué cambios se están produciendo al respecto?
3) ¿Qué opinas de esas transformaciones?

Sexo, género, sexualidad


La relación entre sexo y sexualidad origina muchas controversias, ya que se enfrentan las opiniones de
quienes sostienen un punto de vista tradicional, defendido principalmente por la jerarquía eclesiástica, y la
de otros que defienden posiciones diferentes. Queremos aclarar que usamos el término ‘tradicional’ sin
ninguna intención peyorativa, ateniéndonos a su significado literal. Leemos en el Diccionario Enciclopédico
Espasa:
● Tradicional: Perteneciente o relativo a la tradición, o que se transmite por medio de ella.
● Tradición: Comunicación o transmisión (…) de padres a hijos al correr de los tiempos y sucederse las
generaciones.
La tradición tiene la ventaja del tiempo, que prácticamente naturaliza creencias, usos y costumbres, negando
que pueda haber alternativas válidas a las mismas. La filósofa Diana Maffia puntualiza los aspectos centrales
del punto de vista establecido tradicionalmente respecto a los sexos, el ejercicio de la sexualidad y la familia:
1. Los sexos son sólo dos.
2. La procreación debe ser el único fin de la sexualidad.
3. La familia, compuesta por dos padres de distinto sexo y sus hijos, es una unidad natural.
La consecuencia de esta perspectiva -a la que sus defensores otorgan un carácter casi sagrado- ha sido
durante muchos siglos la represión de la homosexualidad, considerada como un acto ‘antinatural’, un ‘vicio
nefando’. Esto se ha manifestado en posiciones homofóbicas, que consisten –según ha escrito Marta Lamas-
en ‘la discriminación y estigmatización de quienes no se ajustan al modelo hegemónico’, heterosexual, los
que son considerados como ‘pervertidos’ o ‘desviados’. El mismo rechazo han sufrido las relaciones sexuales
fuera del matrimonio cristianamente celebrado; incluso entre los esposos lo único que justifica el ejercicio
de la sexualidad es la intención de procrear. Estas posiciones han sufrido profundos cuestionamientos en
nuestra época, que ha reconocido el derecho al placer, la diversidad de opciones sexuales y la posibilidad de
que se constituyan familias de nuevo tipo. Este espíritu se ha traducido en normas legales como las del
‘matrimonio igualitario’ y la de ‘identidad de género’, terreno en los que nuestro país se ha distinguido entre
los primeros del mundo. Quienes defienden estas posiciones se apartan de las prescripciones eclesiásticas,
que considera esas acciones como ‘pecados’.
Otros aspectos asociados al ejercicio de la sexualidad también son motivo de fuertes polémicas: la educación
sexual en las escuelas, las prácticas anticonceptivas y el aborto, respecto a los cuales también se enfrentan
‘tradicionalistas’ e ‘innovadores’. Para estos últimos se trata de medidas que favorecen la salud pública y el
interés de las mujeres pobres, evitando los embarazos adolescentes, la llegada de hijos no queridos o que no
se puede sostener con la dignidad que merecen y la salud de centenares de mujeres que sufren la
consecuencia de interrupciones del embazo en malas condiciones higiénicas, lo que aumenta las tasas de
mortalidad materna. Los otros, por su parte, se oponen por considerarlas prácticas que inducen al pecado o
son en si mismas pecaminosas.
Estas divergencias son parte del proceso de secularización, una de las características de la sociedad moderna,
que consiste en la separación de las costumbres y la legislación de los mandatos religiosos: de esta manera
‘pecado’ y ‘ley civil’ aparecen separados, ya que el poder público no aporta la fuerza del Estado para el
cumplimiento de las prescripciones religiosas. La situación ya fue prevista casi 170 años atrás en nuestra
Constitución Nacional, que reconoce la existencia de una esfera de privacidad:
‘Art. 19.- Las acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofendan al orden y a la moral pública, ni
perjudiquen a un tercero, están sólo reservadas a Dios, y exentas de la autoridad de los magistrados. Ningún
habitante de la Nación será obligado a hacer lo que no manda la ley, ni privado de lo que ella no prohíbe.’
Contemporáneamente, el doctor Carlos Santiago Nino (1943-1993) ha señalado respecto a los actos privados:
‘Una conducta está exenta de toda interferencia estatal cuando ella es susceptible de ser valorada por el
agente como relevante a su plan de vida libremente elegido, y no implica un riesgo apreciable de generar
causalmente perjuicios que afecten intereses legítimos relativos a terceros.’
Desde el último cuarto del siglo XIX, los distintos países del mundo occidental han dado sucesivos pasos en
este proceso de secularización. Los principales momentos del mismo han sido el establecimiento de la
educación pública estatal, el matrimonio civil, el registro civil, la secularización de los cementerios y la
aprobación de leyes autorizando el divorcio vincular. En algunos países la secularización culminó con la
separación entre el Estado y la Iglesia. Cada una de estas medidas suscitó violentos rechazos por parte de la
jerarquía eclesiástica, que amenazó con movilizar a la opinión pública contra los cambios proyectados y
anunció terribles consecuencias en el caso de que los mismos se llevaron a cabo; en la realidad, ni una ni otra
cosa ocurrieron. En Argentina, el auge del proceso secularizador se registró en la década de 1880 cuando se
aprobaron las leyes de Educación Común, de Registro Civil y de Matrimonio Civil. Veinte años antes se habían
secularizado los cementerios, sustrayéndolos al control eclesiástico. El divorcio, en cambio, recién fue
establecido en 1986 y no se ha llegado a la separación del Estado y la Iglesia, como ocurrió más de un siglo
atrás en algunos países de Europa y América Latina.

Un cuerpo, varios cuerpos


Nuestro cuerpo tiene una triple dimensión: bio-psico-social:
● Tiene una dimensión objetiva, biológica, que es observable, medible y actualmente es casi
transparente gracias a la tecnología médica.
● Otra subjetiva, psicológica, en parte accesible a nuestra conciencia y en gran medida pre consciente
e inconsciente, que se expresa en nuestra conducta y a la cual podemos acceder a través de las
técnicas psicoanalíticas.
● Una dimensión intersubjetiva, social, estudiada por antropólogos y sociólogos, en la que nuestro
cuerpo es una ‘tarjeta de presentación’ ante los demás (que lo juzgan conforme a los criterios
vigentes en nuestra sociedad) y para nosotros mismos que normalmente, aunque no siempre- nos
comportamos de acuerdo a lo que nuestra sociedad espera.
En este último sentido no es lo mismo ser varón que mujer; niño, adolescente, adulto o anciano; blanco o
negro; físicamente ‘normal’ o con algún rasgo diferente; heterosexual que homosexual; rico o pobre (cosa
que se advierte por nuestra vestimenta, modales y manera de presentarnos ante los demás); ‘lindo’ o ‘feo’…
las respuestas de los otros ante nuestra presencia y nuestro comportamiento variarán conforme nos
encontremos en una u otras de esas situaciones.
Cuerpo de varón y cuerpo de mujer La construcción simbólica de los cuerpos
Desde el punto de vista psicosocial, nacer macho o hembra condiciona muchos aspectos de nuestra vida,
comenzando por nuestra propia imagen. Esta división orgánica, común a todos los mamíferos y a gran parte
de las especies animales, adquiere en los seres humanos una especial importancia. En nuestra especie las
diferencias anatómicas entre los sexos son el punto de partida para una división social del trabajo entre ellos
y para una jerarquización entre los términos de este binomio; dicho de otra manera: las diferencias
anatómicas sirven para justificar las diferencias sociales.
En gran parte de la historia humana, hombres y mujeres se han ocupado de cosas distintas: los varones han
desplegado sus actividades en el espacio público (el trabajo, la política, el arte, la ciencia) y las mujeres
quedaron recluidas en el espacio doméstico (la atención del hogar y el cuidado de los hijos). Agreguemos que
en casi todas partes las mujeres tampoco estuvieron en un pie de igualdad, ya que los hombres impusieron
normalmente su autoridad sobre ellas. En ambos aspectos nuestra sociedad atraviesa desde hace más de un
siglo un profundo proceso de cambios que, aunque ha modificado apreciablemente esa situación, ha
despertado enconadas discusiones que todavía no han cesado del todo.

La obligación de ‘ser bella’


Mientras que ‘el hombre es como el oso: cuanto más feo más hermoso’, según el dicho popular, un mandato
social que pesa sobre las mujeres es la obligación de ‘ser bella’, por lo que la mayoría de ellas practica el
‘culto a la belleza’. Para los sociólogos que se ocupan de las cuestiones de género este es un ejemplo de
sumisión simbólica, una muestra de la dominación masculina, un claro ejemplo de que en nuestra sociedad
la mujer es ‘un ser para otro’. La cuestión no escapa a la lógica del capitalismo, que busca obtener beneficios
económicos con las necesidades de las personas. Por eso ‘la belleza’ moviliza una gran cantidad de
actividades muy lucrativas: la industria de la moda y los cosméticos; la de las cirugías plásticas, el modelado
del cuerpo y el bronceado; y la de las dietas, que al margen de su indudable racionalidad científica para
muchos se convierte en una obsesión… insalubre.
La belleza de la mujer es parte de los estereotipos de género y a su construcción contribuyen las
representaciones culturales (arte, literatura, cine, tv, publicidad) y el lenguaje, en el que se naturaliza una
gran cantidad de contenidos sexistas. Un ejemplo: desde pequeñas a las niñas se las elogia por ser ‘lindas’,
‘dulces’, ‘dóciles’, en tanto que en los varones basta que sean ‘simpáticos’ y en ellos se exalta la iniciativa, la
energía, la fuerza. En esta transmisión intervienen distintas agencias sociales: la familia, la Iglesia, la escuela
y los medios masivos de comunicación; estos últimos van adquiriendo cada vez más un papel hegemónico.
Los resultados de la violencia simbólica ejercida por todos estos actores son múltiples:
● Naturalizan las arbitrariedades culturales, convirtiendo a las diferencias socialmente condicionadas
en hechos de ‘sentido común’.
● Consiguen que las desigualdades sean compartidas por dominadores y dominados, en el caso de las
relaciones de género, por hombres y mujeres.
● En este caso los hombres también se convierten en prisioneros y víctimas de la dominación
masculina: ellos ‘no deben llorar’, ‘deben ser enérgicos’, ‘fuertes’ y ‘tener éxito’ en las actividades
que emprendan, mandatos de los que generalmente están exentas las mujeres. Los hombres que no
reúnen esas condiciones pueden sentirse menoscabados.
La violencia simbólica es externa e interna: actúa desde fuera y dentro de los sujetos, ya que éstos
incorporaron los mandatos culturales y se sienten obligados a responder a sus exigencias. De esta manera
hay trabajos ‘femeninos’ y ‘masculinos’: la limpieza de la casa, la atención de los hijos, la preparación de las
comidas, por ejemplo, ‘son tareas de la mujer’, mientras que el hombre (‘que trae un sueldo a la casa’) está
libre de esas obligaciones, ‘impropias de él’. Aclaremos que en nuestra época la división intra doméstica del
trabajo se ha flexibilizado considerablemente (sin desaparecer del todo) y muchos hombres participan cada
más de ‘las tareas de la casa’, del mismo modo que ha aumentado la participación femenina en trabajos
ajenos al hogar. Lo mismo ha ocurrido con las actividades deportivas, que hasta comienzos del siglo pasado
eran patrimonio exclusivo de los varones.

La ‘violencia de género’
Lo que habitualmente llamamos ‘violencia de género’ es una expresión extrema de la dominación masculina:
en general se la reduce a la violencia física sobre las mujeres y trasciende a través de los medios de
comunicación cuando ocurren agresiones graves, a veces mortales. En realidad, estos episodios son parte de
un conjunto de formas interrelacionadas de violencia que expresan relaciones de poder asentadas en pautas
culturales. En las agresiones físicas intervienen rasgos psicológicos de los agresores, de sus víctimas y del tipo
de relación que han construido, que los ubican muchas veces en el terreno de la psicopatología. En la
personalidad de los hombres violentos aparecen exaltadas algunas de las ‘cualidades masculinas’, como la
fuerza y la agresividad, y se encuentran inhibidos los mecanismos que impiden que se manifiesten en actos
de agresión física; este tipo de individuos enaltece el ‘machismo’ y menoscaba a las mujeres, entendiendo
esto como propio de la ‘virilidad’ y de la ‘hombría’. Las víctimas, por su parte, suelen tener una autoestima
baja y cierta proclividad a construir vínculos sadomasoquistas; a ello se agrega la dependencia económica del
varón, que les impide romper una relación sumamente peligrosa para ellas. En otros casos se agregan
también los valores sociales, que desalientan el hecho de que una mujer ‘abandone su hogar’. El peligro de
quedar atrapada en relaciones violentas aumenta con la falta de autonomía de las mujeres y la ausencia de
vínculos sociales (familiares o amistosos) que puedan resguardarlas: por eso ha ido creciendo la oferta
institucional para auxiliar a las víctimas de la violencia doméstica.
Además del efecto sobre las mujeres, la violencia influye sobre los hijos, que se socializan en un medio
inadecuado. La violencia física es practicada por muy pocos hombres y encuentra el repudio social; las otras
formas de violencia son más difundidas y muchas de ellas pasan frecuentemente inadvertidas para el entorno
e incluso son naturalizadas por las propias víctimas que asumen una condición de inferioridad respecto a la
figura masculina. La violencia de género tiene distintas formas y afecta el cuerpo y la psiquis femenina; se
despliega en distintos espacios: los hogares, los lugares de trabajo, distintas instituciones, y uno de sus
vehículos son los medios masivos de comunicación, cuyos mensajes discriminatorios normalmente no son
percibidos como tales. Todas estas variantes han sido contempladas en la ley Nº 26.485 -de protección
integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollen
sus relaciones interpersonales-, promulgada en 2009, que conceptualiza distintos tipos de violencia
categorizándolas de la siguiente manera:
● Física: la que se emplea contra el cuerpo de la mujer produciendo dolor, daño o riesgo de producirlo
y cualquier otra forma de maltrato o agresión que afecte su integridad física.
● Psicológica: la que causa daño emocional y disminución de la autoestima o perjudica y perturba el
pleno desarrollo personal o que busca degradar o controlar sus acciones, comportamientos,
creencias y decisiones, mediante amenaza, acoso, hostigamiento, restricción, humillación, deshonra,
descrédito, manipulación o aislamiento.
● Sexual: cualquier acción que implique la vulneración en todas sus formas, con o sin acceso genital,
del derecho de la mujer de decidir voluntariamente acerca de su vida sexual o reproductiva a través
de amenazas, coerción, uso de la fuerza o intimidación, incluyendo la violación dentro del
matrimonio o de otras relaciones vinculares o de parentesco, exista o no convivencia, así como la
prostitución forzada, explotación, esclavitud, acoso, abuso sexual y trata de mujeres.
● Económica y patrimonial: la que se dirige a ocasionar un menoscabo en los recursos económicos o
patrimoniales de la mujer, a través de la perturbación de la posesión, tenencia o propiedad de sus
bienes, pérdida, sustracción, destrucción, retención o distracción indebida de objetos, instrumentos
de trabajo, documentos personales, bienes, valores y derechos patrimoniales.
● Simbólica: la que, a través de patrones estereotipados, mensajes, valores, íconos o signos transmita
y reproduzca dominación, desigualdad y discriminación en las relaciones sociales, naturalizando la
subordinación de la mujer en la sociedad. Además, la ley señala que según las formas como se
manifieste en los distintos ámbitos las modalidades son:
● Violencia doméstica: aquella ejercida contra las mujeres por un integrante del grupo familiar,
independientemente del espacio físico donde ésta ocurra, que dañe la dignidad, el bienestar, la
integridad física, psicológica, sexual, económica o patrimonial, la libertad, comprendiendo la libertad
reproductiva y el derecho al pleno desarrollo de las mujeres. Se entiende por grupo familiar el
originado en el parentesco sea por consanguinidad o por afinidad, el matrimonio, las uniones de
hecho y las parejas o noviazgos. Incluye las relaciones vigentes o finalizadas, no siendo requisito la
convivencia.
● Violencia institucional: aquella realizada por las/los funcionarios/ os, profesionales, personal y
agentes pertenecientes a cualquier órgano, ente o institución pública, que tenga como fin retardar,
obstaculizar o impedir que las mujeres tengan acceso a las políticas públicas y ejerzan los derechos
previstos en esta ley. Quedan comprendidas, además, las que se ejercen en los partidos políticos,
sindicatos, organizaciones empresariales, deportivas y de la sociedad civil.
● Violencia laboral: aquella que discrimina a las mujeres en los ámbitos de trabajo públicos o privados
y que obstaculiza su acceso al empleo, contratación, ascenso, estabilidad o permanencia en el
mismo, exigiendo requisitos sobre estado civil, maternidad, edad, apariencia física o la realización de
test de embarazo. Constituye también violencia contra las mujeres en el ámbito laboral quebrantar
el derecho de igual remuneración por igual tarea o función. Asimismo, incluye el hostigamiento
psicológico en forma sistemática sobre una determinada trabajadora con el fin de lograr su exclusión
laboral.
● Violencia contra la libertad reproductiva: aquella que vulnere el derecho de las mujeres a decidir
libre y responsablemente el número de embarazos o el intervalo entre los nacimientos, de
conformidad con la Ley 25.673 de Creación del Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación
Responsable.
● Violencia obstétrica: aquella que ejerce el personal de salud sobre el cuerpo y los procesos
reproductivos de las mujeres, expresada en un trato deshumanizado, un abuso de medicalización y
patologización de los procesos naturales, de conformidad con la Ley 25.929.
● Violencia mediática: aquella publicación o difusión de mensajes e imágenes estereotipados a través
de cualquier medio masivo de comunicación, que de manera directa o indirecta promueva la
explotación de mujeres o sus imágenes, injurie, difame, discrimine, deshonre, humille o atente
contra la dignidad de las mujeres, como así también la utilización de mujeres, adolescentes y niñas
en mensajes e imágenes pornográficas, legitimando la desigualdad de trato o construya patrones
socioculturales reproductores de la desigualdad o generadores de violencia contra las mujeres.

LA ‘DOMINACIÓN MASCULINA’ LA VIOLENCIA SIMBÓLICA


Pierre Bourdieu sostiene que el orden social es un orden masculino y que la sumisión está inscripta en el
cuerpo de las mujeres; es decir, que ha sido incorporada por ellas a través del proceso de socialización cuyo
resultado es lo que llama habitus. Se refiere de esa manera a los mecanismos psico-sociales a través de los
cuales se ejerce la que califica de una dominación ‘suave’, ‘invisible’, ‘imperceptible’, cuyo mantenimiento
sólo es posible con la complicidad de las mujeres, ‘inconsciente y forzada’. Los resultados de ese proceso es
que los dominadores (los hombres) y las dominadas (las mujeres) naturalizan la dominación masculina, ya
que no se les ocurre que las cosas puedan ser de otra manera.
Esta dominación simbólica, interiorizada por ambos géneros, se inicia con el nacimiento y se prolonga a lo
largo de toda la vida; a su instalación contribuyen la familia y otras agencias sociales (la escuela, el grupo de
pares, las autoridades religiosas y los medios masivos de comunicación), que difunden ideas, creencias y
sentimientos acerca del papel que corresponde a hombres y mujeres, y las formas que debe adoptar la
relación entre ellos. De esta manera la violencia que se ejerce sobre las mujeres, relegándolas a una posición
socialmente subordinada, es de carácter estructural, se manifiesta en todas las clases sociales y atraviesa
todas las etapas vitales. Es un producto social que confirma que la cultura es una segunda naturaleza, ya que
es más fácil cambiar los rasgos sexuales de un individuo que cambiar las características psicosociológicas
femeninas o masculinas
Ante los avances logrados por el movimiento feminista y las conquistas legales conseguidas, Bourdieu se
interroga si la liberación de las mujeres es un hecho consumado, dudando de que sea así. Según sostiene, las
nuevas corrientes de pensamiento y los progresos alcanzados no son suficientes para destruir el mecanismo
íntimo de la dominación simbólica, que sigue actuando en ambos géneros.
La dominación masculina contestada El movimiento feminista
Como ya hemos dicho, en los países del mundo occidental la condición femenina ha cambiado
considerablemente a lo largo de un siglo y los cambios continúan en nuestro tiempo. Esta transformación
fue, en gran medida, fruto de las propias mujeres que se movilizaron reclamando su equiparación con sus
congéneres masculinos, originando lo que se llamó el movimiento feminista. Éste surgió en Estados Unidos
y Gran Bretaña en la segunda mitad del siglo XIX y su influencia se extendió rápidamente a otros países de
Europa y América. Durante lo que se llamó ‘el primer feminismo’ las mujeres se lanzaron a la conquista de la
igualdad civil y la ciudadanía, ya que estaban legalmente subordinadas a los hombres, equiparadas a los
menores de edad y los dementes, y privadas de derechos políticos. Los reclamos fueron protagonizados por
grupos pequeños, apoyados por políticos e intelectuales de ideas progresistas, y debieron soportar burlas y
represiones, porque resultaba muy llamativo que quisieran alterar una situación tradicional que gran parte
de las mujeres aceptaba. En los años ’70 del siglo pasado se inició una segunda oleada feminista, centrada
en el reclamo de derechos sexuales y reproductivos; esa corriente se prolonga en nuestros días.
Desde sus orígenes en el siglo XIX los reclamos femeninos fueron apoyados por muchos hombres de ideas
liberales y socialistas: John Stuart Mill (1806-1873), por ejemplo, un filósofo y economista inglés que en 1869
publicó La esclavitud femenina, un libro en el que propiciaba el otorgamiento de derechos a las mujeres. Las
ideas que formuló ciento cuarenta años atrás no han perdido actualidad, especialmente su descripción de
los mecanismos a través de los cuales se impone la dominación masculina y la manera en que esos mandatos
culturales son incorporados por las mujeres. El ejemplo de Mill podría multiplicarse, aunque también
debemos consignar que la gran mayoría de hombres y mujeres defendieron durante mucho tiempo el rol
femenino tradicional.

El feminismo en Argentina
A comienzos del siglo XX existían en nuestro país varias organizaciones de mujeres que reclamaban por sus
derechos. En general pretendían que se les otorgaran los derechos civiles (esto es, la igualdad del hombre y
la mujer en la familia, el ejercicio de la autoridad sobre los hijos, la administración de sus bienes y la
posibilidad de decidir libremente acerca de sus actividades fuera del hogar). Algunas de estas organizaciones
también reclamaban el otorgamiento de los derechos políticos (de elegir y ser elegidas para el desempeño
de cargos públicos); otras se mostraban preocupadas por la situación de las obreras y otras trabajadoras,
para las que pedían el otorgamiento de derechos laborales.
Una muestra de estas inquietudes fue la realización en 1910 de dos congresos femeninos, que se llevaron a
cabo con diferencia de pocos días, en conmemoración del primer centenario de la Revolución de Mayo.
Fueron el Congreso Patriótico de Señoras -del que participaron las mujeres de la élite, dedicadas
tradicionalmente a la beneficencia- y el Primer Congreso Femenino Internacional. La primera de esas
reuniones fue organizada por el Consejo Nacional de Mujeres, de orientación conservadora, y el otro por la
Asociación Universitarias Argentinas, compuesto por mujeres de clase media (médicas, profesoras, maestras
y profesionales diversas), de ideas liberales y socialistas. En esa época existían distintos términos para
designar a las mujeres, los que hacían referencia a los sectores sociales a los que pertenecían: las ‘señoras’
eran las mujeres de las clases dirigentes (estancieros, grandes comerciantes y financistas), estaban
conformes, en general, con su rol tradicional de ‘esposa y madre’ y la autoridad de los varones, en tanto que
las ‘universitarias’, de clase media como hemos dicho, pedían un mayor campo de acción para la mujer e
iguales derechos que el hombre. El resto del género femenino, formado por las hijas de las familias obreras
y de los pobres en general, eran llamadas simplemente ‘mujeres’, distinguiéndolas de esa manera de las
‘señoras’ y las ‘universitarias’. Estas últimas fueron las que plantearon la mayoría de los reclamos civiles,
políticos y sociales, los que se irían concretando muy lentamente en las décadas siguientes.
De esa manera las mujeres argentinas han alcanzado una equiparación legal con el hombre, superando
definitivamente el abismo de derechos que existía entre uno y otro género. No se trató sólo de progresos
legales: las mujeres se han lanzado en las últimas décadas al espacio público -donde desempeñan una
enorme variedad de funciones, llegando a importantes cargos y la dirección del Estado Nacional-,
compartiendo con los hombres derechos y responsabilidades.
Sin embargo, la sociedad patriarcal no ha sido totalmente derrotada: no sólo persisten en muchos hombres
las actitudes machistas, sino que gran número de mujeres todavía tienen internalizadas los mandatos de
sumisión doméstica. A pesar de las conquistas legales se mantiene la dominación interna, que lleva a la
automarginación de las mujeres, en las que persiste la agorafobia, el rechazo a incorporarse al espacio
público. Esto confirma la posición de Pierre Bourdieu que sostiene que la dominación simbólica está inscripta
en los cuerpos, es decir, incorporada como un mandato cultural muy difícil de superar.

‘Este cuerpo es mío’


Los derechos sexuales y reproductivos comenzaron a ser reclamados por los movimientos de mujeres de
todo el mundo desde los años ’70 del siglo pasado. Incluyen el derecho a la educación sexual; a la información
sobre anticoncepción y el acceso a los recursos médicos necesarios para ello; a la planificación de la
maternidad o decidir no tener hijos; y a un fácil camino a la voluntaria interrupción del embarazo (aborto) en
condiciones médicas adecuadas.
Siguiendo una tendencia mundial en ascenso, los legisladores nacionales y los de alguna jurisdicción de
nuestro país han aprobado diversas leyes sobre salud reproductiva, planificación familiar y procreación
responsable. Este aspecto se refiere especialmente a las mujeres jóvenes, en muchos casos casi niñas, que
sin quererlo se embarazan sin estar (lo mismo que sus parejas, a veces circunstanciales) en condiciones
psicológicas y materiales de asumir las responsabilidades de la maternidad/paternidad. Varias de los
proyectos que luego se convirtieron en ley fueron presentados por mujeres legisladoras.
El feminismo y los estudios de género tienen actualmente una gran presencia en el ámbito académico y en
la militancia. Han proliferado las instituciones y las cátedras que se ocupan de estas cuestiones y son
numerosas las organizaciones de mujeres que se siguen movilizando por el respeto de las conquistas legales
alcanzadas y la ampliación de las mismas. Parte de su tarea consiste en difundir sus ideas entre el resto de
las mujeres, que siguen encuadradas en los estereotipos de género tradicionales.

El espacio doméstico El trabajo ‘invisible’ del ‘ama de casa’


De acuerdo a los estereotipos tradicionales de género el espacio propio de la mujer es el hogar, en tanto que
al hombre le corresponde desempeñarse en el espacio público: los distintos oficios, el ejercicio de las
profesiones, la participación en las actividades políticas, científicas, culturales y deportivas. Mujeres y
hombres, entonces, actuarían en espacios diferentes, desarrollando distintos tipos de tareas que también
son valorizadas de manera diversa. Esto se expresa en el lenguaje cotidiano: el hombre ‘trabaja’ y sostiene
con su esfuerzo a su núcleo familiar; en cambio la mujer ‘no trabaja’, sólo es ‘ama de casa’.
Esta definición, que habrás escuchado muchas veces, implica una apreciación distinta de las tareas de uno y
otro género: ‘trabajo’ es la actividad que es recompensada con un sueldo, un salario o el cobro de honorarios;
es decir, trabaja el que produce bienes o servicios para el mercado, en carácter de obrero, empleado,
profesional, comerciante o industrial, y evidentemente las tareas domésticas no encajan dentro de esta
definición. Entonces ¿no trabajan las ‘amas de casa’? Si lo hacen y mucho, aunque sus tareas tienen otro
propósito y son gratuitas, es decir, no se las compensa monetariamente. Según señala Vega Montiel, el
trabajo doméstico
‘(…) abarca aspectos esenciales de la existencia de los sujetos, aquellas que permiten la satisfacción de
necesidades de primer orden: de orden físico, pero también intelectual y emocional. Y esta dotación de
insumos comporta evidentemente un interés económico y una relación con el mercado.’
Como puedes ver, aunque muchas mujeres ‘no trabajan afuera’ lo que hacen dentro de la casa satisface las
necesidades físicas, emocionales y afectivas de los otros miembros de la familia, posibilitando que los varones
adultos se integren al trabajo remunerado. Cuidando a los niños y controlando su educación formal las
madres también permiten la reproducción de la fuerza de trabajo. Sin estos aportes el sistema económico en
su conjunto no podría funcionar: se trata de ‘un trabajo invisible’ y muchas veces desvalorizado, que realiza
una contribución fundamental a toda la vida social. Vega Montiel enumera las siguientes características del
trabajo del ama de casa:

1. La no remuneración.
2. La jornada interminable, sin variaciones en fines de semana, días festivos y vacaciones, en los que –por el
contrario- el trabajo doméstico se incrementa.
3. La multiplicidad de actividades: ‘administración de recursos y del consumo, cuidado y socialización de los
niños, limpiar, cocinar, planchar, coser, atender a enfermos y ancianos, transportar a los miembros de la
unidad familiar a recibir servicios educativos, recreativos y de salud, reparar y dar mantenimiento al espacio
doméstico, cuidar del jardín y de los animales.’
4. La rigidez, ya que ‘el límite entre el tiempo de trabajo y el tiempo de ocio o descanso para las amas de casa
es difícil de trazar porque está sujeto a las necesidades de los miembros de la familia.’
5. La escasa cualificación, ya que muchas de las tareas no requieren de una preparación especial, lo que hace
que una persona pueda ser reemplazada por cualquier otra.
6. La indefensión, ya que ‘las amas de casa que se dedican exclusivamente al trabajo doméstico, no gozan de
una garantía ante situaciones adversas, tales como la enfermedad, los riesgos físicos, la vejez o el conflicto
familiar, ya que no media un contrato que cubra la satisfacción de los servicios que atiendan a necesidades
de este tipo.
7. La invisibilidad.
8. La soledad, ya que se lleva a cabo individualmente, en los límites del hogar.

Respecto a la invisibilidad del trabajo doméstico, la autora que estamos siguiendo señala lo siguiente:
‘Como el hogar no es visto como un lugar de producción, entonces el trabajo realizado en esta esfera,
productor de bienes y servicios, no es reconocido como trabajo ni en las cifras macroeconómicas ni en el
imaginario social. Desde esta concepción, el trabajo doméstico no es una actividad ni es productivo. Y si bien
se reconoce imprescindible para el mantenimiento del espacio público, el trabajo doméstico no amerita un
reconocimiento social: el trabajo que se realiza en la casa no se ve, se da por supuesto, como una obligación.
Es, por tanto, invisible’.
La ‘naturaleza’ de las mujeres y su dedicación al trabajo doméstico
Para quienes defienden los roles de género tradicionales, las dedicaciones de las mujeres a las actividades
domésticas responden a ‘su naturaleza’; según esta opinión, la índole femenina presenta rasgos que la
destinarían a esas tareas: el hecho de ser ‘frágiles, ordenadas, limpias’. Por otra parte, ‘encargarse de la casa’
sería una consecuencia del papel que juegan en la reproducción de la especie: ‘destinadas’ a ser madres, la
atención del hogar y el cuidado de los hijos y el marido serían las actividades a las que están destinadas
‘naturalmente’. Otros rasgos de su personalidad la orientarían en el mismo sentido: el amor a los demás, la
abnegación, la entrega a los otros, que las distinguen de los hombres, más agresivos, individualistas y
competitivos.
Como hemos visto, gran parte de las
mujeres y de los hombres presentan
efectivamente estas características,
como resultado del proceso de
socialización a través del cual han
internalizado los mandatos culturales
respecto a la conducta de cada género.
En nuestra época, sin embargo, se ha
producido profundos replanteos
respecto a esos estereotipos,
respondiendo a las exigencias de la vida
urbana en las sociedades capitalistas.
Con ello, están cambiando rápidamente
las definiciones sociales acerca de lo que
significa ser ‘hombre’ o ‘mujer’: de esa
manera, ninguno de ellos pierde su
condición masculina o femenina por
realizar las tareas tradicionalmente
asignadas al otro.
UNIDAD 4: “PROBLEMÁTICAS SOCIALES CONTEMPORÁNEAS”

EL MUNDO SOCIOCULTURAL CONTEMPORÁNEO Y LAS EXPLICACIONES SOCIOLÓGICAS


UN MUNDO GLOBALIZADO
‘Globalización’ es un término que comenzó a circular veinticinco años atrás y que designa un conjunto de
aspectos que han sido apreciados de muy diversa manera, de acuerdo a la ideología de los distintos analistas.
Eric Hobsbawn la define como ‘…un tejido cada vez más denso de transacciones económicas, comunicaciones
y movimientos de productos, dinero y seres humanos, que vincula a los países centrales entre si y con el mundo
subdesarrollado’.
Desde unas décadas atrás el mundo vive grandes cambios que han sido sintetizados bajo el rótulo de
‘globalización’: se trata de un proceso multidimensional que abarca la economía, la sociedad y la cultura e
impacta muy fuertemente sobre la vida de cada uno de nosotros. Esas transformaciones han coincidido con
el triunfo de las políticas neoliberales en los años ’90 y algunos sostienen que la ‘globalización’, tal como
muchos intelectuales la presentan, es una máscara para justificar esas acciones. Las novedades tienen tal
magnitud que muchos autores imaginan que atravesamos un nuevo momento histórico, la ‘post modernidad’
(a la que designan de diversas maneras: ‘sobremodernidad’, ‘modernidad líquida’, ‘sociedad post
tradicional’). Estas son las cuestiones que tratamos en este capítulo, en el que realizaremos una presentación
de las más difundidas interpretaciones sociológicas del mundo en que vivimos.
La palabra globalización ha tenido una gran difusión desde fines de los años ’80 y durante la década siguiente.
Según opinan distintos autores se trata de un término novedoso que designa un fenómeno muy antiguo, ya
que tiene más de cinco siglos: la interconexión de los distintos países del mundo que comenzó a estructurarse
a fines del siglo XV con las exploraciones marítimas llevadas a cabo por portugueses y españoles, continuó
con la conquista de grandes imperios coloniales durante el siglo siguiente (empresa en la que además de los
países ibéricos participaron Holanda, Francia y Gran Bretaña) y culminó con las políticas imperialistas
desarrolladas por los países centrales (a los que se sumaron Estados Unidos y Japón) desde el último tercio
del siglo XIX en adelante. Para esos autores el actual sistema de relaciones internacionales -‘el mundo
globalizado’- representa una continuidad de las tendencias del capitalismo a la expansión mundial.
En la etapa actual los contactos internacionales se ven considerablemente facilitados por el notable
desarrollo de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TICs), que permiten un flujo
constante de capitales, mercancías, personas y mensajes mediáticos. El avance de las TICs está en la base de
lo que Manuel Castells ha llamado una sociedad red, es decir, un mundo en el que todos los países están
interconectados y son interdependientes, aunque la relación entre ellos sigue siendo muy asimétrica. De esta
manera, desde fines del segundo milenio los hombres y mujeres nos vinculamos cada vez más de manera
virtual con personas del resto del mundo.
Además de un hecho económico, la globalización es un fenómeno social y cultural. En estos dos últimos
aspectos ha interesado a sociólogos contemporáneos como Anthony Giddens, Manuel Castel y Zigmunt
Bauman, que se han ocupado de estudiar su impacto sobre el común de la gente.

El mundo a comienzos del siglo XXI


A comienzos de la década de los ’90 la situación mundial cambió considerablemente, repercutiendo en cada
uno de los países y en la vida de todos los habitantes del planeta. Esta fecha, que tal vez te parezca lejana,
está muy próxima si tenemos en cuenta el tiempo histórico y desde esa perspectiva podemos subrayar que
se trata de transformaciones muy recientes. Los principales cambios ocurridos desde entonces son los
siguientes:
La caída del socialismo real a partir de la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS),
en 1991, seguida de rápidas transformaciones en el conjunto de países que constituían la órbita soviética
(Polonia, Rumania, Checoslovaquia, Yugoslavia y Albania),
que adoptaron el sistema capitalista. Lo mismo ha ocurrido en China, donde el Partido Comunista, todavía
en el poder, ha optado por el retorno al capitalismo conservando un fuerte control estatal. Con ello se ha
producido el triunfo del capitalismo (¿provisorio?, ¿definitivo?) en la larga confrontación que ambos sistemas
socioeconómicos -liderados por la URSS y los Estados Unidos mantuvieron desde 1917 (cuando ocurrió la
Revolución Rusa, que estableció un régimen comunista en ese país), la que se acentuó a partir de 1945, en la
etapa que se denominó de ‘la guerra fría’. El establecimiento de un mundo unipolar, desde el punto de vista
militar, bajo la hegemonía de Estados Unidos. La existencia de un mundo tripolar, desde el punto de vista
económico, donde existen tres grandes áreas con la hegemonía respectiva de Estados Unidos, la Unión
Europea y Japón, que no dejan de disputarse espacios en todo el mundo. La existencia de intercambios
económicos, políticos y culturales entre todos los países intensificados y crecientemente desiguales. La
influencia creciente de las grandes empresas transnacionales y del capital financiero internacional, que se
mueven en un mundo aparentemente sin fronteras, impulsados únicamente por la búsqueda de mayores
ganancias. La redefinición del rol del Estado y de la soberanía nacional, en un mundo dominado por los
grandes intereses transnacionales. La difusión planetaria del neoliberalismo como ideología hegemónica,
que los grupos interesados se empeñan en ‘naturalizar’ (es decir, en presentarlo como un fenómeno fuera
del control de los actores sociales e irreversible, al cual hay que ajustarse). El fuerte endeudamiento externo
de los países periféricos, con una doble consecuencia: el drenaje de una enorme cantidad de divisas en
concepto de pagos de los intereses y el capital adeudados; el control externo de las actividades económicas,
en beneficio exclusivo de los acreedores.
En conjunto, estas características configuran el ‘moderno sistema mundial’, que la potencia hegemónica y
sus principales asociados mantienen a través de las intervenciones armadas, la dominación económica y la
influencia cultural. A comienzos de este siglo, los gobiernos de varios países de América Latina han
abandonado el neoliberalismo que en la década anterior había constituido la política oficial en casi todos
ellos; esto no ha modificado varios rasgos que siguen caracterizando a nuestras economías: la concentración
y extranjerización de las empresas (en las que las transnacionales tienen una enorme influencia), la
asociación de los grupos concentrados locales con esos intereses y la presión del endeudamiento externo.
Las potencias hegemónicas, por su parte, no han abandonado sus propósitos de imponer las orientaciones
neoliberales en todo el mundo.

Globalización y neoliberalismo
Desde el punto de vista económico, el FMI se refiere a la globalización como ‘la interdependencia creciente
del conjunto de los países del mundo’, especificando las causas principales que la provoca:
1. El aumento del volumen y la variedad de transacciones transfronterizas de bienes y de servicios. 2. El
incremento de los flujos internacionales de capitales 3. La difusión acelerada de la tecnología.
Este organismo festeja este proceso, al que considera como un fenómeno económico ‘natural’ y, desde luego,
no puntualiza las asimetrías existentes entre los países que participan del mundo globalizado, que hacen que
las potencias establezcan sus reglas de manera casi unilateral en perjuicio de los países económicamente
más débiles. El FMI tampoco tiene en cuenta las asimetrías existentes en el acceso a la información y el
control que ejercen sobre la misma grandes grupos multimedios transnacionales, asociados a los grupos
locales que hegemonizan la comunicación y la información en sus respectivos países.
La adopción de la palabra ‘globalización’ coincidió con la puesta en marcha de políticas neoliberales por parte
de Gran Bretaña y los Estados Unidos, las que luego se difundieron a otros países del mundo impulsadas por
los organismos financieros mundiales (el Fondo Monetario Internacional, FMI, y el Banco Mundial, BM,
principalmente) de los que aquéllos eran acreedores. Esas políticas se justificaron apelando al concepto de
globalización, ya que para quienes las defendían estaba implícito que los distintos Estados nacionales no
podían sustraerse a una red de relaciones internacionales que les imponía el comportamiento económico
recomendado por esos organismos. En el interior de cada país la política consistía en la ‘liberalización de las
fuerzas del mercado’, reduciendo al máximo las intervenciones estatales; en el terreno internacional se
reclamaba la eliminación de todas las barreras a la circulación de mercaderías y capitales. La disolución de la
Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y la caída del bloque soviético, a comienzos de los años ’90,
facilitaron enormemente la difusión de las propuestas neoliberales, y fueron presentadas como el triunfo
final del sistema capitalista frente a los regímenes socialistas.

El movimiento antiglobalización
Como réplica a los efectos negativos de la globalización económica se conformó un movimiento
‘antiglobalización’ o ‘altermundista’, que levantó la consigna ‘Otro mundo es posible’ y elaboró una serie de
propuestas alternativas al ‘discurso único’ y a las políticas neoliberales. Para las personalidades intelectuales
y organizaciones que promovieron ese movimiento (que pertenecen a distintos países del mundo) la
globalización es el rostro que presenta en nuestros días el imperialismo y el neocolonialismo, interesado
como siempre en obtener enormes beneficios a costa de nuestros pueblos.
Constituido por activistas independientes y una gran pluralidad de organizaciones de distinto signo
(anarquistas, ecologistas, feministas, movimientos de desocupados, indigenistas, pequeños grupos de
izquierda y otros) el movimiento antiglobalización ha protagonizado numerosas acciones de protesta y
celebrado varios foros internacionales, que han tenido cierta repercusión mediática.

¿Qué pretende el movimiento antiglobalización?


Los activistas antiglobalización exigen una sociedad más justa, el control del poder ilimitado de las
multinacionales, la democratización de las instituciones económicas mundiales y la distribución más
equitativa de la riqueza. Sus enemigos principales son las multinacionales y las grandes organizaciones
económicas y políticas internacionales, fundamentalmente el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario
Internacional (FMI). La condonación de la deuda externa es una de las exigencias de este movimiento y las
campañas sobre el asunto han sido su simiente. El Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional son,
para los grupos antiglobalización, los responsables de la asfixiante situación en la que se encuentran la mayor
parte de los países pobres, incapaces de afrontar la deuda que en muchos casos supera su PIB (Producto
Interior Bruto). Las instituciones monetarias, hijas del Bretton Woods, concedieron créditos masivos a los
gobiernos de los estados pobres a lo largo de los años 70 y 80, exigiéndoles a cambio la reestructuración de
sus economías e imponiendo reformas que implicaban un alto coste social y que se han demostrado
económicamente contraproducentes. Existen discrepancias dentro del movimiento entre aquellos que
consideran que el BM y el FMI deben desaparecer y la corriente más moderada que aboga por una reforma
de las mismas. Las multinacionales como Mc Donald´s o Nike son blanco de los grupos antiglobalización, que
tildan de amorales las prácticas de la compañía, especialmente la explotación de trabajadores del Tercer
Mundo, en su mayoría mujeres y niños. La destrucción de los símbolos o propiedades de estas empresas se
ha convertido en bandera de los sectores más radicales. Tomado de
http://www.elpais.com/especiales/2001/antiglobalizacion/pretensiones.html

LA GLOBALIZACIÓN CULTURAL LA SOCIEDAD DE LA COMUNICACIÓN


Las características generales de la globalización se han reflejado en el ámbito de la cultura. De esta manera
la industria cultural latinoamericana (y la argentina en particular) sufrió en los últimos lustros el mismo
impacto que los otros sectores de la economía:
● La apertura de los mercados. El aumento del comercio internacional.
● El flujo desigual de importaciones y exportaciones.
● La evidente tendencia a la concentración empresarial.
Si bien existían tendencias en esos aspectos desde los años ’60, el proceso se consolidó en la última década
del siglo pasado. Hasta comienzos de la década de los ’80 los Estados eran los protagonistas de las políticas
culturales en la mayoría de los países del mundo. Con la notable excepción de Estados Unidos, en casi todas
partes se asignaba a las autoridades nacionales la responsabilidad de preservar el patrimonio cultural, ya que
la cultura se consideraba como un elemento de cohesión social. Por eso los gobiernos se ocupaban de la
promoción del cine y la música del país, fijando porcentajes obligatorios de emisión; además, todos los
Estados eran dueños de radios y canales de televisión, editoriales y estudios cinematográficos. Estas
orientaciones eran parte de políticas globales, caracterizadas como ‘estatistas’ o ‘populistas’; desde luego,
estas políticas no fueron exactamente iguales en todas partes, aunque en general las realizaciones se
ubicaban dentro de los límites de cada Estado-nación y se reconocía el papel clave que le correspondía a los
gobiernos; normalmente, la mayor parte de la producción cultural era realizada en cada país y circulaba sólo
en él.
La desterritorialización cultural
Con el triunfo de las políticas neoliberales se ha producido la desterritorialización cultural, creciendo las redes
transnacionales de comunicación. De esta manera la producción, circulación y consumo de bienes culturales
(películas, series y noticieros de televisión, grabaciones musicales y video-clips, especialmente) se realiza a
escala
regional y planetaria. Al mismo tiempo ha ocurrido la liberalización del mercado cultural, su desregulación;
con ello los espacios antes reservados a la oferta nacional o fuertemente reglamentados fueron privatizados
y librados a ‘la acción de los mercados’.
De esta manera estamos inmersos en la llamada ‘globalización cultural’, a la que John Tomlinson define como
una cultura única que abarca absolutamente a todo el planeta y reemplaza la diversidad de sistemas
culturales que ha florecido hasta el momento’. Se trata de una red de conexiones que integra prácticamente
a todo el planeta, facilitada por las TICs, que han incrementado enormemente las comunicaciones a distancia
en tiempo real. Paralelamente se han internacionalizado los medios masivos de comunicación y la industria
del entretenimiento.

Desde las cavernas que habitaba el hombre prehistórico a la ‘aldea global’ contemporánea las posibilidades
de comunicación entre los seres humanos ha crecido de una manera extraordinaria; el mayor salto se ha
dado en los últimos lustros y se trata de un proceso que parece no tener límites a la vista. De esa manera
hemos pasado de una sociedad con comunicación y con información (un rasgo de todos los grupos humanos
desde los tiempos más remotos) a una sociedad de la información y la comunicación. Se trata de un
fenómeno asociado a los orígenes del capitalismo industrial y que alcanza en nuestros días una dimensión
inusitada, impactando directamente en casi todos los aspectos de la vida de la población humana del planeta.

Transnacionalización y multimedios: el impacto en los países latinoamericanos


En los países latinoamericanos el impacto de la globalización cultural ha sido muy importante en los últimos
años:
Se ha producido una oferta novedosa de servicios (la televisión por cable, Internet, la telefonía celular), la
que va en constante aumento. Estos servicios, que la gente joven conoce desde el comienzo de su vida,
constituyen una novedad a la que los adultos y ancianos se siguen acostumbrando. La oferta y
comercialización están controladas por grandes grupos transnacionales, normalmente asociados con
capitalistas locales, que se disputan la preferencia de los consumidores.
Lo que ocurre con los medios audiovisuales se repite en el terreno de las comunicaciones, donde se han
diversificado considerablemente los servicios telefónicos (la telefonía celular, por ejemplo) y presenciamos
un verdadero combate en el terreno publicitario entre grupos transnacionales que tratan de captar nuevos
clientes. De esa manera, el comercio internacional de bienes culturales masivos y medios informáticos y de
comunicación puede dividirse en dos sectores claramente diferenciados:
Los países centrales, que concentran más de la mitad de las exportaciones mundiales, encabezados por
Estados Unidos e integrado por Japón, Alemania, Gran Bretaña y Francia. El mundo periférico, que en
conjunto representa el 20% del comercio mundial; dentro de él, América Latina y el Caribe participan con el
2,5% del total internacional.
La participación en el mercado mundial de bienes culturales es, como vemos, muy desigual: un país, Estados
Unidos, concentra la mayor parte de la producción y distribución internacional de estos productos; unos
pocos países más le siguen a una distancia considerable. La mayor parte de los países del Tercer Mundo son
importadores netos. Japón, por su parte, es el mayor productor de aparatos electrónicos. Con los
norteamericanos, los japoneses son los grandes beneficiarios de una actividad que proporciona beneficios
gigantescos. El tercer gran polo de la economía mundial, la Unión Europea, se encuentra en desventaja en
este terreno: a su bajo nivel de producción de bienes culturales se agrega su escasa innovación tecnológica.
La capacidad de producción de los distintos países está relacionada con el tamaño de su mercado interno, su
grado de urbanización y el nivel de ingresos de su población. La presencia en el mercado internacional
depende del desarrollo tecnológico y la existencia de capitales importantes para realizar las producciones; el
control de los circuitos de distribución es fundamental y está relacionado en gran medida con el peso político
y económico general de los distintos países. En términos generales, entonces, en el terreno de la industria
cultural se reproducen las situaciones de dominio establecidas en los otros sectores de la economía y en las
relaciones internacionales en general.
LOS MEDIOS Y LA POLÍTICA LA POLÍTICA COMO ESPECTÁCULO
El impacto que tiene la creciente influencia de los medios de comunicación en las ideas y actitudes políticas
de las personas ha preocupado a muchos autores, que han señalado su impacto sobre los ciudadanos. Este
es un tema que habrás visto en otras asignaturas, como las del área de la comunicación y Política y
Ciudadanía, por lo que sólo haremos una breve exposición.
Autores como Giovanni Sartori, Umberto Eco, Noam Chonski e Ignacio Ramonet se han ocupado de esta
cuestión. Sartori, por ejemplo, formula una hipótesis impactante: que la exposición continuada a la televisión
está provocando una regresión intelectual en la especie humana, un retroceso del reflexivo homo sapiens al
homo videns, propio de la que llama ‘la sociedad teledirigida’, que se limita a contemplar imágenes. Chomski,
por su parte, analiza los recursos utilizados por los medios masivos de comunicación para ‘construir el
consenso’, es decir, para orientar nuestro pensamiento en el sentido que interesa a los grandes grupos
empresarios que los manejan.
El declive de los grandes partidos de masas y su sustitución por los partidos concebidos como máquinas
electorales está relacionado con el creciente poder de los medios de comunicación, especialmente de la
televisión. Ésta ocupa varias horas diarias de la vida de la mayoría de las personas y se ha comprobado que
influye en sus posiciones a la hora de votar. Se explica, entonces, que las actividades tradicionales de
propaganda política, desempeñadas por la militancia de cada partido, hayan perdido importancia (las
‘pintadas’, ‘volanteadas’, visitas domiciliarias, distribución de la prensa partidaria, actos de campaña), en
tanto que todo queda a cargo del ‘marketing político’, planificado por profesionales de esa actividad.
Se trata de la aplicación de las técnicas publicitarias a la política, contratando para ello a empresas
especializadas en la realización de encuestas y sondeos de opinión, las que en función de esos datos diseñan
la imagen apropiada del candidato, organizan su discurso de campaña y elaboran prolijamente su agenda de
actividades. De esta manera la política pasa a ser concebida como un espectáculo: se trata de atrapar la
atención del ciudadano-espectador y de imponerle ‘un producto’ (el candidato). Para lograrlo, nada queda
librado al azar. Las consultoras diseñan afiches, spots publicitarios, consignas, ‘jingles’ y coordinan
presentaciones en espacios televisivos de distinta índole: desde programas periodísticos tradicionales a otros
de variedades e incluso humorísticos. A través de la televisión, su cliente (‘el candidato’) podrá mostrar sus
habilidades de bailarín de tango y hasta de danzas orientales, lo que tiene un impacto positivo sobre muchos
espectadores. Aunque su alcance es menor, tampoco se desaprovecha mostrarlo a través de la radio, los
diarios y las revistas, aunque sean poco serias. Si el candidato se anima, hasta participará de espectáculos
deportivos varios (tenis, motonáutica y, fundamentalmente, fútbol) exhibiendo su buen humor y dándose el
gusto, ¿por qué no?, de concretar ‘el sueño del pibe’. Carlos Saúl Menem, que gobernó nuestro país durante
una década, fue el mejor ejemplo local del éxito que puede proporcionar este estilo publicitario. Otros
mandatarios de todo el mundo hicieron lo mismo.

La videopolítica
Sartori se ha referido a la ‘videopolítica’, en la que la condición de espectador reemplaza cada vez más a la
participación personal en actos y otras actividades partidarias. En su combate con los candidatos de otros
partidos -más o menos sostenidos por otros aparatos publicitarios, de acuerdo a los recursos económicos de
cada fuerza política- la imagen del candidato desplaza al discurso, la simpatía personal al programa político,
la capacidad de escenificación a las cualidades de estadista. Se trata del vaciamiento de la política, de su
confusión con ‘la farándula’ (el mundo del espectáculo, donde conviven sujetos de ambos sexos de muy
variada índole, todos muy ‘populares’, con los que se mezcla el candidato). También se ha dado el proceso
inverso: figuras popularizadas por alguna actividad atractiva para el común de la gente (deportistas y artistas
populares, principalmente) son lanzados al mundo de la política, buscando capitalizar la simpatía que
despiertan en muchos miles de personas.
Como la actividad de los publicistas hay que pagarla, los gastos de las campañas electorales han ido en
constante aumento. También han crecido las conexiones de algunos partidos políticos, los que tienen
mayores posibilidades de triunfo electoral, con grandes grupos de interés que aportan a la financiación de
las campañas.

Los recursos del marketing político: las encuestas y los sondeos de opinión pública
‘Marketing’ es una palabra inglesa cuyo equivalente en español es ‘mercadotecnia’. Consiste en el conjunto
de procedimientos a través de los cuales se identifican las necesidades y preferencias de los consumidores y
se los orienta a la adquisición de determinados productos. Su aplicación práctica es la publicidad a través de
los medios masivos de comunicación (diarios, revistas, radios y programas televisivos), la que constituye una
de las barreras de acceso al mercado, consagrando a determinadas marcas que de esa manera se
transforman en favoritas. Los estudios preliminares, la planificación y desarrollo de las campañas, y la
evaluación de sus resultados corren a cargo de grandes empresas de publicidad, las más importantes de las
cuales son internacionales. Los empresarios más pequeños, cuyos recursos no les permiten costear los
grandes gastos que demandan esos servicios, se deben conformar con una porción residual de las ventas.
El ‘marketing político’ es la aplicación de los recursos publicitarios a la promoción de los partidos y sus
candidatos, los que desarrollan las campañas más intensas en vísperas de elecciones con el propósito de
captar el voto de la ciudadanía. También es un recurso a través del cual los gobiernos promocionan sus
actividades y realizaciones; además, las autoridades contratan la realización de sondeos de la opinión pública
con el fin de conocer la opinión de la gente ante su gestión. La publicidad política normalmente se designa
como ‘propaganda’.
El marketing, comercial y político, utiliza algunos instrumentos desarrollados por las ciencias sociales para
conocer las opiniones y actitudes de la gente respecto a determinadas cuestiones: las encuestas, a las que
hicimos referencia en el primer capítulo, y los sondeos de opinión pública.
LAS VISIONES SOCIOLÓGICAS DEL MUNDO ACTUAL
Desde los orígenes de esta disciplina los sociólogos se han interesado por los problemas de su época. La
nuestra, que se caracteriza por la celeridad y la profundidad de los cambios, y la aparición de muchos
problemas novedosos, ha concitado su atención y originado una gran cantidad de trabajos en los que
distintos autores han precisado cuáles son los rasgos que caracterizan al mundo de hoy. Varios han optado
por el término ´post modernidad’ para referirse a esta etapa, que en su opinión presenta rasgos importantes
que la diferencian de la anterior; otros autores, sin negar la singularidad del momento presente, consideran
que seguimos viviendo en una sociedad capitalista que, a pesar de algunos cambios que consideran
secundarios, sigue presentando las mismas contradicciones básicas del capitalismo desde sus orígenes.
En este apartado haremos una muy rápida revisión de los sociólogos actuales más importantes y de sus
principales diagnósticos sobre nuestra época. El grupo de autores que estudiaremos coinciden en un
diagnóstico: la peculiaridad del tiempo presente es que muestra rasgos importantes que lo caracterizan,
diferenciándolo de la etapa anterior. La nuestra es una época de tránsito, en la que estaríamos pasando de
una larga etapa previa (la ‘Modernidad’) a un tiempo nuevo, bautizado frecuentemente (aunque no siempre)
como ‘pos modernidad’. De esto hablaremos a continuación.

‘MODERNIDAD’: UNA CATEGORÍA DIFÍCIL DE DEFINIR


‘Modernidad’ es un término que no resulta fácil de definir. Para los historiadores designa un período de la
historia de Europa Occidental que se inicia a fines del siglo XV, con las exploraciones marítimas de Portugal y
España -a los que luego se sumaron Holanda, Francia y Gran Bretaña-, cuyo resultado fue la expansión
europea por el mundo y la integración en un único mercado mundial de los otros continentes. Una de sus
consecuencias más perdurables de ese proceso fue la colonización
de América y el comienzo de la presencia de los europeos en África, Asia y Oceanía, que recién serían
integradas a su dominio a partir del siglo XVIII y especialmente, el XIX. No se trató sólo de una dominación
política y económica, sino que tuvo un fuerte impacto sobre la cultura de los pueblos conquistados que, de
manera muy variable, quedaron incorporados al mundo occidental. Históricamente, la Modernidad habría
concluido a fines del siglo XVIII, con las grandes revoluciones ocurridas en Gran Bretaña, Francia y los Estados
Unidos, que sentaron las bases del capitalismo industrial y las modernas democracias burguesas.
Los filósofos relacionan la Modernidad con los procesos históricos que hemos mencionado, aunque, en
general, corren sus límites cronológicos: de este modo sitúan su origen a fines del siglo XVII y extienden su
duración hasta mediados del siglo XX.

Los pilares de la Modernidad


En esta etapa se configuró un sistema de pensamiento que se diferenciaba nítidamente de los momentos
precedentes y posteriores -el Medioevo y la que ha sido bautizado como la ‘post modernidad’, en la que nos
encontraríamos inmersos- respecto a estas cuestiones:
El ser humano, la divinidad y la naturaleza. La fe y la razón. El modo de conocer las cosas. La relación entre
la razón y el conocimiento con la verdad y el poder.
En cada uno de estos aspectos ‘lo moderno’ contrasta notablemente con ‘lo medieval’: el ser humano y sus
obras se colocan en el centro de las preocupaciones, y la razón -como atributo específico de nuestra especie-
se convierte en un instrumento para investigar todos los fenómenos naturales y hasta para poner en cuestión
muchos ‘dogmas de fe’ respaldados por la religión. Una consecuencia inmediata es el avance de las ciencias
y la tecnología, que permitieron un mayor dominio del mundo. Poco a poco se fue dejando de lado la
concepción de la vida como ‘un valle de lágrimas’ y se impuso el deseo de progreso y bienestar, aunque su
logro fue sumamente desparejo en los distintos sectores sociales. La política se fue desvinculando del control
eclesiástico y lo mismo ocurrió, muy lentamente, con las costumbres y la vida cotidiana que durante mucho
tiempo fueron vigiladas por las iglesias: se trató del proceso de secularización, que se prolonga hasta nuestros
días.
Los ideales centrales de la Modernidad fueron la libertad, el progreso, el bienestar y la racionalidad. Se
trataba de una visión optimista de la existencia humana y una expectativa esperanzada del futuro, que se
concibía como mejor. La idea del Progreso (que a partir del siglo XVIII es compartida por gente de diversas
ideologías) sintetizó esta perspectiva que se originó en el siglo XVII, se profundizó y consolidó en el siglo
siguiente, y se conservó casi indubitable hasta la Primera Guerra Mundial (1914-1918), después de la cual
recién comenzó a ponerse en duda.
La modernidad alcanzó su auge durante el siglo XIX, especialmente en su segunda mitad; se trató de la etapa
ascendente del capitalismo, durante la cual la racionalidad fue la base del discurso hegemónico. Fueron los
años de la gran expansión colonial europea (del reparto de África, de la apertura forzada de China, de la
consolidación del dominio colonial en la India e Indonesia) y del establecimiento de una división internacional
del trabajo en la cual Europa (Gran Bretaña especialmente) se convirtió en exportadora de productos
industriales y capitales a los países latinoamericanos, que exportaban su producción primaria. Los europeos
también exportaban la Civilización (que también escribían con mayúscula) y los pueblos que se resistieron a
establecer contactos con ellos fueron obligados a hacerlo por la fuerza.
Aún en su momento de apogeo, la modernidad fue cuestionada por filósofos como Hegel y Nietzche, y
también por dos de los padres fundadores de la sociología (Marx y Weber), que señalaron las fisuras y
contradicciones de una sociedad que era menos ‘racional’ de lo que pretendía. Sin embargo, esas críticas
recién se generalizaron y profundizaron en la segunda mitad del siglo pasado.

LA POST MODERNIDAD
A mediados del siglo pasado surgieron las primeras ideas y movimientos referidos a la post modernidad. La
principal crítica que formularon a la modernidad es la de no haber podido concretar sus grandes metas: así
lo hizo el filósofo francés Jean-Francois Lyotar (19241998) en su libro La condición posmoderna (1979), donde
dejó asentado que uno de los rasgos que la caracterizan es ‘la incredulidad con respecto a los metarrelatos
(…) el gran héroe, los grandes periplos y el gran propósito’. Aclaremos esta idea: nuestra época, según afirma
Lyotar, ha perdido la confianza en ideas como ‘Progreso’ y ‘revolución’, que a través de distintos caminos (la
evolución pacífica o la transformación violenta) alentaban la confianza en un futuro mejor. De esa manera,
han señalado quienes estudiaron esta perspectiva filosófica, han desaparecido algunas de las ilusiones de la
modernidad: la confianza en la razón humana y en las posibilidades liberadoras de la ciencia y de la técnica;
las utopías movilizadoras y la confianza en la política y los líderes.
Las ilusiones colectivas del hombre moderno han sido sustituidas por el culto a lo individual, el hedonismo,
el cuidado (casi obsesivo) del cuerpo, la desconfianza ante las grandes promesas, la apatía, el desencanto y
la compulsión al consumo. Algunos grupos propician una ‘revolución interior’ y prácticas místicas. Replicando
al marxismo, los posmodernos afirman que la ambigüedad y la indeterminación caracterizan al proceso
histórico, por lo que se rebelan contra cualquier ideología que pretenda contener ‘la verdad absoluta’ y
sostienen que existen ‘múltiples verdades’ construidas por los distintos grupos sociales e, incluso, por cada
individuo. También rechazan que la historia humana sea un proceso único, con una dirección determinada.
El sociólogo norteamericano Daniel Bell ha caracterizado este proceso como el fin de la ideología, en un libro
con ese título publicado en 1960. Como contrapartida se ha instalado un cierto relativismo cultural y una
mayor tolerancia hacia la diversidad; un individualismo extremo; una ética permisiva y hedonista; el culto del
deseo y su realización inmediata.
‘No hay drama’
La Posmodernidad es un momento de ‘consignas’ cosméticas: mantenerse siempre joven, por eso se valoriza
el cuerpo y adquieren auge una gran variedad de dietas, gimnasias de distinto tipo, tratamientos
revitalizantes y cirugías estéticas. En la posmodernidad los sucesos pasan, se deslizan. No hay ídolos ni
tabúes, tragedias ni apocalipsis, “no hay drama” expresará la versión adolescente postmoderna.
La aplicación del pensamiento post moderno a la política ha tenido múltiples consecuencias. Han surgido
nuevos movimientos sociales independientes de los partidos políticos tradicionales, los que levantan
objetivos puntuales (feministas, ecologistas, minorías sexuales) y practican la democracia de base y la
horizontalidad. En algunos casos hay un rechazo explícito a los fundamentos teóricos del marxismo y a la
concepción de un partido de clase; en otros, públicas manifestaciones de adhesión al sistema vigente. La
visión modernista de la Historia ha perdido vigencia, escribió Zygmunt Bauman, el teórico de la ‘modernidad
líquida’ (el nombre que aplica a los que otros llaman post modernidad), enumerando los principales ‘dogmas’
(así los llama) de la sociedad actual:

1. La imprevisibilidad, el caos, la falta de determinación de los hechos sociales que hace inútil todo análisis
estadístico. En consecuencia, ningún grupo político puede interpretar la situación y prever el curso de los
acontecimientos.
2. Ninguna organización puede establecer metas para el conjunto de la sociedad: existe una pluralidad de
ellas, la mayoría con un solo objetivo (se trata de los nuevos movimientos sociales, que hemos nombrado
anteriormente). 3. En realidad, sólo existen sujetos autónomos, que establecen sus propias metas
personales.

Las críticas desde el marxismo


Los post modernos tienen al marxismo como una referencia negativa. La mayoría de sus posiciones son
presentadas como una alternativa a ‘su fracaso’, confirmado por la caída del ‘socialismo real’: la disolución
de la URSS y su retorno, junto con el conjunto de países europeos que integraban su órbita, al sistema
capitalista. Un reflejo de estas posiciones la encontramos en el libro El fin de la Historia y el último hombre
de Francis Fukuyama, publicado en 1992; allí se afirma que la historia, como lucha de ideologías, ha concluido
con el triunfo de Estados Unidos en la guerra fría, lo que representa la victoria del sistema capitalista y de la
democracia liberal.
Por su parte, los que siguen sosteniendo la vigencia del pensamiento de Marx, en sus líneas fundamentales,
afirman que el post modernismo es la expresión de un capitalismo decadente, de una burguesía que ha
abandonado el culto a la Razón (con mayúscula), que sostuvo desde sus orígenes, para reemplazarlo por el
irracionalismo. De esta manera, paralelamente a la implantación de las políticas neoliberales esa clase social
ha adoptado una ideología regresiva, anti iluminista. (Recordemos que los filósofos iluministas,
principalmente franceses, en la segunda mitad del siglo XVIII pusieron las bases del pensamiento político de
la burguesía en lucha contra el absolutismo monárquico y los restos del sistema feudal, levantando como un
punto central la idea del Progreso).
Contrariamente a lo que afirma Bauman sobre la indeterminación y el caos que caracterizarían al proceso
histórico, los marxistas siguen sosteniendo la vigencia de las leyes estructurales del capitalismo, agregando
que en nuestra época se observa una agudización de sus contradicciones. De esta manera la ciencia -
entendida en este caso como la interpretación marxista de la dinámica social- sigue siendo el fundamento de
las aspiraciones revolucionarias de los partidos que levantan esa ideología.

LAS TEORÍAS SOCIOLÓGICAS DE LA POST MODERNIDAD


Diversos autores se han dedicado a estudiar las características del mundo actual, subrayando aquellos rasgos
que lo diferenciarían de la etapa anterior, definiendo un nuevo momento histórico al que designan con
diversos nombres: ‘post modernidad’, ‘modernidad líquida’, ‘sobremodernidad’. Al margen de estas
variaciones semánticas, estos analistas comparten un núcleo de coincidencias que podrás extraer después
que leas lo que dice cada uno de ellos.

ZYGMUNT BAUMAN LA ‘MODERNIDAD LÍQUIDA’


Cada uno de los autores que veremos a continuación ha acuñado alguna expresión con la que pretende
sintetizar los rasgos esenciales de la sociedad actual. En el caso de Zygmunt Bauman (1925) -un filósofo y
ensayista polaco que desde 1971 vive en Gran Bretaña, donde ha ejercido la docencia universitaria- la
‘liquidez’ es una metáfora de nuestro tiempo. Para él, nuestra época presencia la ‘licuificación’ o
‘desolidación’ de las relaciones interpersonales, el trabajo, el amor, las expresiones artísticas y hasta los
miedos, cuestiones que ha tratado en algunos de sus numerosos libros.
De la ‘modernidad sólida’ a la ‘modernidad líquida’
Según piensa Bauman, vivimos una época de transición que se caracteriza por el pasaje de la ‘modernidad
sólida’ a la ‘modernidad líquida’: ese es, precisamente, el título de uno de sus libros más exitosos, que fue
publicado en castellano en 1999. Fue seguido por otros trabajos, en los que el autor insiste en los que
considera los rasgos característicos del mundo actual: la fragilidad de los vínculos, las incertidumbres y los
miedos: Amor líquido. Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos (2005), Vida líquida (2006), Miedo
líquido. La sociedad contemporánea y sus temores, Tiempos líquidos (2007) y Arte ¿líquido?, estos tres
últimos publicados en 2007. En un trabajo publicado dos años antes, Vidas
desperdiciadas. La modernidad y sus parias, estudió el impacto que han tenido las políticas laborales
neoliberales sobre una gran cantidad de hombres y mujeres que han quedado excluidos del mercado de
trabajo.
Lo que Bauman llama ‘modernidad sólida’ es el período histórico que otros autores denominan simplemente
‘modernidad’ y sus rasgos característicos son los que hemos resumido más arriba. En nuestra época, la de ‘la
modernidad líquida’, la situación es diferente: se dan nuevas reglas del juego en el terreno económico y las
relaciones laborales; lo mismo ocurre en la relación entre los poderes globales (los organismos de crédito
internacional y las empresas multinacionales) y los Estados nacionales; entre los propios Estados la relación
es muy asimétrica, debido al desigual poder económico y militar de unos y otros. Todo esto ha impactado en
la situación personal de millones de individuos y en sus interacciones.

En la ‘modernidad líquida’ las relaciones personales, el propio cuerpo, la sexualidad y las relaciones de pareja
son vividos de manera distinta a la etapa anterior; además, sostiene Bauman, la sociedad actual ha dejado
de cuestionarse a si misma y abandonado las grandes utopías del siglo XIX que sostenían la posibilidad de
construir un mundo mejor. La visión utópica ha sido reemplazado por una (o varias) distopías, un anglicismo
que todavía no ha sido incorporado por el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, que debe
entenderse como una utopía negativa: a diferencia de un siglo atrás, nuestras expectativas respecto al futuro
son desesperanzadas.

Las relaciones interpersonales en esta etapa


En nuestro tiempo, describe Bauman, las relaciones interpersonales se caracterizan por su fragilidad: la
tendencia a ser cada vez más fugaces, superficiales y con el menor grado de compromiso posible. Estas
características son aplicables a las relaciones de pareja (a las que estamos habituados a llamar ‘amorosas’) y
a las que mantenemos con el prójimo en general, en las que sólo se busca algún interés inmediato. El hecho
es más notable en las llamadas ‘relaciones sentimentales’, que pierden cada vez más los rasgos que la
caracterizaron durante casi un siglo y medio, durante la etapa del llamado ‘amor romántico’. Para muchos
jóvenes -y no tan jóvenes- actuales las relaciones de pareja parecen estar desprovista del intenso tono
afectivo que tuvieron desde mediados del siglo XIX, cuando se juraba ‘amor eterno’ y las uniones
(normalmente el casamiento formal) se concretaban ‘hasta que la muerte nos separe’. Hoy, la situación es
distinta:
‘Sus intenciones son modestas -escribió Bauman-, no se hacen promesas, y las declaraciones, cuando existen,
no son solemnes, ni están acompañadas por música de cuerda ni manos enlazadas. Casi nunca hay una
congregación como testigo y tampoco ningún plenipotenciario del cielo para consagrar la unión. Uno pide
menos, se conforma con menos y, por lo tanto, hay una hipoteca menor para pagar, y el plazo del pago es
menos desalentador.’
Vivimos, afirma Bauman, siguiendo una estrategia de shopping: una ávida e interminable búsqueda de
nuevas y efímeras sensaciones. También en este campo influyen las TICs, en este caso las redes sociales, a
través de las cuales se entablan muchas de estas relaciones efímeras:
‘En una vida de continua emergencia, las relaciones virtuales superan fácilmente lo real. Aunque es ante todo
el mundo offline el que impulsa a los jóvenes a estar constantemente en movimiento, tales presiones serían
inútiles sin la capacidad electrónica de multiplicar los encuentros interpersonales, lo que les confiere un
carácter fugaz, desechable y superficial. Las relaciones virtuales están provistas de las teclas suprimir y spam
que protegen de las pesadas consecuencias (sobre todo, la pérdida de tiempo) de la interacción en
profundidad.’

El medio urbano El desafío de la convivencia en la diversidad


La convivencia en el medio urbano, donde hemos visto que se concentra la mayor parte de la población
mundial, constituye uno de los temas de Bauman, que comparte este interés con los otros sociólogos
contemporáneos; todos ellos retoman las cuestiones de sociología urbana que comenzó a estudiar Simmel
un siglo atrás. Varios de los aspectos que puntualizan ya habían sido señalados por aquél: la proximidad física
y el aislamiento social de los habitantes urbanos; la polarización económica, que encierra a los distintos
sectores sociales en espacios físicos segregados: los barrios ricos y los barrios pobres, verdaderos guetos
ocupados por unos y otros; también el considerar a las grandes ciudades como los ‘templos del consumo’,
donde las relaciones entre las personas adquieren un carácter meramente mercantil. Sin embargo, las urbes
de comienzos del siglo XXI presentan algunas diferencias cuantitativas respecto a las de un siglo atrás: no son
únicamente un ámbito en el que estamos solos en medio de una multitud, en muchos casos se han convertido
en ‘metrópolis de miedo’. En ellas ha aumentado la disposición a protegerse del ‘otro’, percibido como un
riesgo, ya que en el espacio público de las grandes capitales todos son ‘extraños’ entre si:
‘El espacio es público en la medida en que los hombres y las mujeres a los que se le permite la entrada y
tienen probabilidades de entrar no son preseleccionados. No se requieren pases ni se registra a quien entra
ni a quien sale. La presencia en un espacio público es, pues, anónima y, por consiguiente, es inevitable que
quienes estén presentes en ese espacio tiendan a ser extraños entre sí y lo sean también para las personas a
cuyo cargo está dicho espacio. Los espacios públicos son lugares en los que los extraños coinciden;
constituyen, por tanto, compendios y versiones condensadas de los rasgos definitorios de la vida urbana. Es
en esos espacios públicos donde la vida urbana y todo aquello que la diferencia de otras formas de unión
humana alcanza su máxima expresión, complementada con sus alegrías y penas, premoniciones y
esperanzas, más características.’
De esta manera las ciudades han dejado de ser un refugio -como ocurrió desde su resurgimiento, en los siglos
finales del Medioevo, cuando sus murallas amparaban a sus habitantes-, para contener en sus las relaciones
entre asalariados y empresarios en esa época, Bauman las definió como las de ‘un matrimonio mal avenido
pero inseparable’ en las que el Estado intervenía como intermediario, buscando atenuar sus crónicos
conflictos.
En ‘la modernidad líquida´ las relaciones laborales sufrieron grandes cambios, planteando una nueva
situación a cada individuo: del trabajo asegurado se ha pasado a la precarización del empleo, de fuerte
impacto personal y comunitario. En la actualidad, en casi todas partes las
Un rasgo de las sociedades actuales: la marginación de millones de personas
La ruptura de la solidaridad La flexibilización laboral y las políticas empresarias contribuyen a la ruptura de la
solidaridad entre los trabajadores, que ha sido históricamente la gran palanca que posibilitó sus conquistas.
En los grandes supermercados, por ejemplo, conviven personas con diversas condiciones laborales: personal
de planta (efectivizado), contratados y pasantes; algunas tareas están terciarizadas (las de vigilancia, limpieza
y reposición de muchos productos, por ejemplo) y quienes las realizan dependen de otros empleadores; a
ello se agrega la práctica habitual de rotar al personal efectivo por diversas sucursales, lo que hace que su
estadía en cada una no dure demasiado. Lo mismo ocurre con los trabajadores bancarios, por lo menos los
que llevan a cabo ciertas tareas (los ‘oficiales de cuentas’, encargados de la atención personal de ciertos
clientes, que cambian frecuentemente de sucursal).
relaciones laborales se caracterizan por la flexibilidad y el corto plazo: ¿cómo esperar, entonces, que el
individuo construya planes que vayan más allá de lo inmediato? Para muchos, quizás la mayoría, la vida hoy
es un destino incierto, una experiencia en la que cada uno debe resolver sus propios problemas de una
manera atomizada y solitaria; más que apoyarnos en los otros, debemos protegernos de ellos. Esto impacta
directamente sobre los vínculos sociales de antaño, rompiendo las bases de antiguas solidaridades entre los
compañeros de trabajo, por ejemplo, que ya no tienen expectativas de estar juntos durante mucho tiempo.
interior una gran cantidad de peligros. Además, a las ciudades ha llegado (siguen llegando) gente procedente
de otros lugares, inmigrantes de diversos orígenes cuya presencia es necesaria para el desarrollo de ciertas
actividades económicas, aunque se los mira con extrema desconfianza. Estos extraños despiertan, según
describe Bauman, dos sentimientos contradictorios: mixofilia y mixofobia, que se combinan en cada uno de
nosotros en proporciones distintas. La primera es la atracción que ejercen las diferencias, promoviendo la
unión entre personas de nacionalidades, culturas, grupos étnicos y raciales diversos; la otra es una actitud
opuesta, cuyas expresiones más violentas son la xenofobia y el racismo:
‘(…) Un fantasma sobrevuela el planeta: el fantasma de la xenofobia. Las sospechas y animosidades tribales
antiguas y modernas, escribe Bauman, se han mezclado y combinado con la flamante sensación de
inseguridad que se destila de la incertidumbre y desprotección de nuestra moderna existencia líquida.’
Los países de Europa -familiarizados desde el primer tercio del siglo XIX con la emigración, ya que millones
de europeos abandonaron sus países para radicarse en otros- enfrentan en las últimas décadas un fenómeno
novedoso para ellos: la llegada de inmigrantes procedentes de otros continentes (principalmente africanos y
latinoamericanos). Con ello se les ha planteado un problema, pendiente de solución: la convivencia en la
diversidad, a la que no pocos parecen oponerse.

El mundo del trabajo


En el primer capítulo hemos visto cuál fue la evolución del trabajo desde fines del siglo XVIII en adelante y
los cambios que sufrió posteriormente como resultado de las luchas de los trabajadores. Era la etapa que
Bauman llama de ‘la modernidad sólida’. Un rasgo de la evolución laboral durante la misma fue la creciente
intervención estatal vigilando el cumplimiento de las disposiciones legales y asegurando durante algunas
décadas la prestación de servicios educativos, sanitarios y previsionales razonablemente buenos. Fueron los
años del Estado de Bienestar, durante los cuales hubo casi pleno empleo y cada trabajador tuvo asegurado
un destino razonablemente previsible. Refiriéndose a las relaciones entre asalariados y empresarios en esa
época, Bauman las definió como las de ‘un matrimonio mal avenido pero inseparable’ en las que el Estado
intervenía como intermediario, buscando atenuar sus crónicos conflictos.
En ‘la modernidad líquida´ las relaciones laborales sufrieron grandes cambios, planteando una nueva
situación a cada individuo: del trabajo asegurado se ha pasado a la precarización del empleo, de fuerte
impacto personal y comunitario. En la actualidad, en casi todas partes las
Un rasgo de las sociedades actuales: la marginación de millones de personas
La ruptura de la solidaridad La flexibilización laboral y las políticas empresarias contribuyen a la ruptura de la
solidaridad entre los trabajadores, que ha sido históricamente la gran palanca que posibilitó sus conquistas.
En los grandes supermercados, por ejemplo, conviven personas con diversas condiciones laborales: personal
de planta (efectivizado), contratados y pasantes; algunas tareas están terciarizadas (las de vigilancia, limpieza
y reposición de muchos productos, por ejemplo) y quienes las realizan dependen de otros empleadores; a
ello se agrega la práctica habitual de rotar al personal efectivo por diversas sucursales, lo que hace que su
estadía en cada una no dure demasiado. Lo mismo ocurre con los trabajadores bancarios, por lo menos los
que llevan a cabo ciertas tareas (los ‘oficiales de cuentas’, encargados de la atención personal de ciertos
clientes, que cambian frecuentemente de sucursal).
relaciones laborales se caracterizan por la flexibilidad y el corto plazo: ¿cómo esperar, entonces, que el
individuo construya planes que vayan más allá de lo inmediato? Para muchos, quizás la mayoría, la vida hoy
es un destino incierto, una experiencia en la que cada uno debe resolver sus propios problemas de una
manera atomizada y solitaria; más que apoyarnos en los otros, debemos protegernos de ellos. Esto impacta
directamente sobre los vínculos sociales de antaño, rompiendo las bases de antiguas solidaridades entre los
compañeros de trabajo, por ejemplo, que ya no tienen expectativas de estar juntos durante mucho tiempo.

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