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Las y los actores de este espacio global —que están alimentando estas sociedades civiles
globales y construyendo los contenidos de las ciudadanías globales— son muchos y actúan
desde múltiples espacios y con infinidad de estrategias. Son más que actores poblando el
espacio global. Al hacerlo, están generando dinámicas y procesos inéditos, de amplios
significados democráticos, que alimentan estrategias colectivas de cambio.
El proceso de construcción ciudadana en lo global tiene algunas características y dinámicas
comunes al proceso de formación de las ciudadanías nacionales. Solo podemos acercarnos
a su complejidad y a la posibilidad de su realización si ubicamos a la ciudadanía como una
categoría que se va perfilando y ampliando frente a las características de exclusión e
inclusión y a las condiciones históricas y actuales en las que se perfila y ejerce. En su
expansión, desde el fin de milenio, pesan no solo las condiciones socioeconómicas,
políticas y culturales en los estados nacionales, sino también las que van caracterizando el
espacio global.
Este complejo proceso nos indica que la "evolución" y construcción de las diferentes
dimensiones de la ciudadanía no corresponde a un proceso lineal, ni apunta en una sola
dirección. Es más bien un proceso ambivalente, heterogéneo, que contiene, según Fernando
Calderón (1988), fracturas, retrocesos y recuperación de contenidos perdidos. La lucha por
la recuperación de estos contenidos perdidos en lo nacional se comienza también a expresar
con fuerza en lo global.
Las variaciones que se desprenden de estos contextos otorgan a la ciudadanía una
característica fundamental: la de no ser una categoría estática, sino flexible, dinámica, en
relación con su entorno y contextualizada, como lo demuestra la forma en que las diferentes
dimensiones ciudadanas se fueron perfilando y conquistando. Esta característica dinámica
es la que nos permite hablar de la ciudadanía como proceso de "descubrimiento" y
construcción de nuevos derechos, así como una renovada y nunca acabada construcción
sociocultural (Calderón, 1988).
Desde esta mirada la ciudadanía, como concepción y como práctica, como horizonte de
referencia de la sociedad, tiene un enorme potencial transformador. Y es justamente por su
ambivalente y contradictorio contenido que también es un "terreno de disputa",
democrático entre sociedad civil y estado, a niveles nacionales y en el ámbito global.
También entre las mismas sociedades civiles, entre sus expresiones más conservadoras y
más democráticas en lo nacional y lo global. Disputas frente a su carácter restringido,
parcial, excluyente y, al mismo tiempo, frente a los intentos de las y los excluidos de
presionar y negociar por su ampliación y su inclusión. Por ello la ciudadanía es, también,
un principio movilizador. Lo que define el movimiento de la ciudadanía es la dinámica de
exclusión/inclusión en relación a las sociedades, los Estados y sus poderes.
Las formas de expansión de las ciudadanías generalmente han correspondido a un doble
movimiento: desde abajo, a partir de las luchas de diferentes grupos no hegemónicos que
han impulsado incursiones democratizadoras buscando ampliar sus derechos ciudadanos, y
desde arriba, por los intentos populistas y/o modernizantes de los estados nación.
La construcción de la ciudadanía desde abajo no solo ha significado la ampliación real de
los derechos ciudadanos, sino también una expansión simbólica, en las sociedades y en las
subjetividades, del ejercicio de derechos ciudadanos. Participan movimientos sociales que
impulsan la ampliación y consagración de nuevos derechos, generando espacios globales
alternativos que refuerzan el sentido de derechos a nivel planetario.
Las ciudadanías globales “desde arriba” han sido impulsadas desde los organismos
internacionales, las recomendaciones de las Conferencias y Cumbres, y desde la aún
incipiente normatividad global: CEDAW, los diferentes Pactos, Convenciones, Convenios
internacionales, las instituciones de justicia regional y global, además de las
recomendaciones de las Conferencias Mundiales, principalmente la de DDHH, la de
Población, El Cairo; la de la Mujer, en Beijín, la Conferencia Mundial contra el Racismo, la
Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerancia, en Sudáfrica.
Ambas vertientes corren paralelas, pero con permanentes puntos de intersección, de
coincidencia y de "disputa", no solo por obedecer a diferentes lógicas y dinámicas de
actuación sino también por las perspectivas e intereses diferenciados de las que se parte. Es
en estos procesos donde se da el descubrimiento y exigencia de derechos antes de su
reconocimiento o consagración.
Finalmente, esta construcción y/ apropiación ciudadana nos acercan a otra característica
fundamental de la ciudadanía: la existencia no solo de una dimensión objetiva, que se hace
eco de los derechos realmente existentes, sino también de una dimensión subjetiva, que
alude a la auto percepción de las ciudadanías sobre su condición de sujetos merecedores -o
no- de derechos. En el espacio global, es la dimensión subjetiva de la ciudadanía un motor
fundamental para su concreción y ampliación, ya que la apropiación de la idea del derecho
a tener derechos está a la base de la forma en que los derechos globales han comenzado a
expresarse y exigirse.
Bibliografía