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Maestría enAdministración

con Acentuación en Planeación Estratégica

Derechos Humanos

Tarea 8:
Protección Jurisdiccional de los DDHH en México

Tutor: Lic. Fernando García Santana

Alumna: Danya Amairani Carrillo Zúñiga

Matrícula: 33964

Monterrey, Nuevo León a 23 de Noviembre del 2020


INTRODUCCIÓN

La creación de organismos especializados en derechos humanos surge de la


necesidad de velar por los mismos ante las múltiples muestras históricas de su
irrespeto por parte de las autoridades e instituciones que ostentan el poder en una
nación – aunque esto no es de forma exclusiva, pues también las personas como
particulares podemos incurrir en la violación a los derechos humanos de nuestros
semejantes-.
El detalle a considerar en estas instituciones de protección y promoción de
los derechos humanos radica en la circunstancia de su cercanía con el órgano que
los nombra, pues en ocasiones pareciera que son serviles a él, en lugar de serlo
para la sociedad que en un régimen democrático eligió al primero.
En el presente trabajo se aborda cuál es rol que tienen los Derechos
Humanos en México, así como su protección jurisdiccional en México.
Ante el panorama que se encuentra el estado mexicano es importante tener
claro cuáles son esos retos o desafíos en materia de derechos humanos a los que
de forma particular se enfrenta México y de igual manera conocer el origen de los
mismos para poder trabajar desde la raíz a manera de prevención y así lograr una
cultura de derechos humanos que evite a futuro la violación a los mismos.
CAPÍTULO VII

LA PROTECCIÓN JURISDICCIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS EN


MÉXICO
La idea de los derechos humanos, basada en las nociones de dignidad del
ser humano y de limitación al poder del Estado, es un fenómeno que se encuentra
presente, aunque con diferentes manifestaciones, prácticamente a lo largo de toda
la historia. La lucha por el reconocimiento de la dignidad de la persona es una
constante del devenir histórico, desde el tímido reconocimiento de los derechos de
los indios en la época de la Conquista española de América hasta la moderna
plasmación de los derechos del hombre y del ciudadano tras la Revolución
Francesa.
En la actualidad nos encontramos en una fase de internacionalización de los
derechos humanos, es decir, una vez que la mayor parte de los ordenamientos
jurídicos internos han procedido al reconocimiento de los derechos y las libertades
fundamentales, se ha abierto una etapa en la que los derechos humanos han sido
objeto de proclamación en el ámbito de Organizaciones Internacionales tanto de
carácter universal como regional. Los derechos humanos son producto del
desarrollo de la sociedad y en la medida en que esta última ha evolucionado, los
derechos mencionados se han multiplicado y universalizado, y que para ser
considerados como tales, deben de contar con los instrumentos o garantías que
obliguen a los individuos (y gobernante) a respetarlos en el ámbito nacional e
internacional.
No basta con fuar un procedimiento de formulación jurídica internacional de
nuevos derechos humanos, como propone Philip Alston:
1. El proceso debería ser iniciado por un órgano de Naciones Unidas,
sobre la base de considerar una demanda como un nuevo derecho humano.
2. El Secretario General de la ONU preparará un estudio preliminar,
identificando los principales puntos: contenido y definición; base sobre la que
puede ser considerado como parte del Derecho internacional; su relación con
el cuerpo existente de derechos humanos; si refleja, y en qué medida,
determinada práctica estatal.
3. El Secretario General solicitará opiniones a los Gobiernos, Organizaciones
Internacionales, Organizaciones No Gubernamentales
4. El Secretario General prepará un estudio comprensivo de tossas las
opiniones emitidas.
5. Un comité ad hoc designado por la Comisión de Derechos Humanos de la
ONU elaborará un informe sobre el tema.
6. La Comisión de Derechos Humanos adoptará una recomendación a la
Asamblea General sobre el asunto debatido.
7. Tras considerar el asunto, la Asamblea General culminará el proceso
proclamando un nuevo derecho o decidiendo aplazar la propuesta.
El Derecho y las actuaciones políticas que tienen su base en la Constitución
del Estado Constitución del Estado, debieran ser las formas de expresión, de
organización, de regulación y de protección a los derechos humanos y, en
conjunto, formar una condición necesaria para el buen funcionamiento de la
sociedad y en consecuencia, otorgar a las personas una vida digna.
El Derecho no queda agotado por ningún catálogo de reglas o
principios, cada uno con su propio dominio sobre algún discreto teatro de conducta.

I. LOS DERECHOS HUMANOS


EN EL ESTADO DE DERECHO MEXICANO
El Estado de derecho aparece como el servidor, rigurosamente controlado,
de la sociedad; queda sometido a un sistema cerrado de normas jurídicas o,
sencillamente, identificado con ese sistema de normas, así que se convierte en solo
norma o procedimiento. De la anterior definición se logra identificar claramente que
se requieren requisitos para conformar un Estado de derecho. Entre los elementos
necesarios podemos señalar que esta “la división de poderes”, como base de la
distribución del poder en diferentes funciones garantiza que el poder del Estado no
se concentre en una sola institución, sino que se distribuya permitiendo mayor
eficiencia y los debidos controles evitando arbitrariedades y abuso del mismo.
En México el proceso fue más que tardío. En el sexenio de Miguel de la
Madrid quedó demostrado que los grandes problemas de México -como la deuda
externa y el subsecuente empobrecimiento de la población, la devaluación del
peso, la nula responsabilidad patrimonial del Estado, la pérdida de empleos, la
reversión a la privatización de la banca que en el sexenio anterior había decretado
López Portillo, la reestructuración de la Administración Pública Federal-, no serían
fácilmente resueltos a pesar de que se dispuso constitucionalmente la obligación de
generar un Plan Nacional de Desarrollo, cuyas líneas de acción eran la
reordenación económica y el cambio estructural, y sus objetivos eran conservar y
fortalecer las instituciones democráticas, vencer la crisis, recuperar la capacidad de
crecimiento, iniciar los cambios cualitativos que requería el país en sus estructuras
económicas, políticas y sociales.
Desde el inicio de la vigencia de nuestra actual Constitución Política de los
Estados Unidos Mexicanos (CPEUM) hasta 1997, en México se había vivido una
cuestionable división de poderes. El presidente de la República era el poder total y
los otros otros poderes se sometían. Durante ese lapso el 80% de las iniciativas
para fomentar la Constitución eran propuestas por el ejecutivo (todas aceptadas en
términos palenados por el Presidente).
En 1997 el partido en el poder pierde la mayoría abosluta en el Congreso,
eso significó para el presidente en turno, Ernesto Zedillo, que ya no controlaba la
producción legislativa, que debería de concretar con el rsto de los partidos políticos,
con sus legisladores para poder cristalizar las reformas legislativas que permitieran
el gobierno en el resto de su administración.
En el gobierno de Vicente Fox Quesada se continuó con algunas políticas de
Estado y se crearon algunas del sexenio, por ejemplo, Contigo, que buscaba el
desarrollo integral de todos los mexicanos y que desafortunadamente no se dio.
El gobierno de Felipe Calderón Hinojosa fue un claroscuro. Al menos, dos de
las recomendaciones más relevantes que hicieron en el sexenio anterior
losorganismos internacionales, se concretaron en éste: la Reforma Penal de 2008
y la elevación de los derechos humanos al texto Constitucional en 2011.
El Estado de derecho aparece como el servidor, rigurosamente controlado,
de la sociedad; queda sometido a un sistema cerrado de normas jurídicas o,
sencillamente, identificado con ese sistema de normas, así que se convierte en solo
norma o procedimiento. En realidad, el Estado de derecho, pese a toda la juridicidad
y normatividad, sigue siendo un Estado, y contiene siempre otro elemento
específicamente político, a más del elemento específico del Estado de derecho.

II. EL PARADIGMA
DE LOS DERECHOS HUMANOS EN MÉXICO
En el mes de mayo de 2011, se aprobó una de las reformas constitucionales
en materia de derechos humanos más importantes en México, la cual fue publicada
en el diario oficial de la federación el 10 de junio de 2011, y que entre otros temas
fundamentales, desarrolla los siguientes:
• De las garantías a los derechos: la modificación de la denominación del
primer capítulo de la Constitución.
• La referencia preeminente de los tratados internacionales.
• Incorporación expresa del principio pro persona o pro homine.
• El Estado, como principal sujeto obligado.
• Hacia un desarrollo más garantista del derecho a la no discriminación.
• Los derechos humanos en la educación pública.
• Un nuevo orden respecto de la restricción o suspensión de derechos.
• Elementos para el fortalecimiento de los organismos públicos de derechos
humanos.
• La obligatoriedad de legislar sobre determinadas materias.
Los derechos humanos en el constitucionalismo mexicano, han pasado por
momentos emblemáticos, y como en la historia universal, estas prerrogativas
generalmente han atravesado por un camino muchas veces accidentado, a pesar
de que desde la Constitución de Cádiz de 1812, promulgada primero en España y
posteriormente en la Nueva España, reconoció algunos derechos, cuando en su
artículo 4 estableció que "la nación está obligada a conservar y proteger por leyes
sabias la libertad civil, la propiedad, y los demás derechos legítimos de todos los
individuos que la componen". El texto constitucional entonces, hasta antes de la
reforma de 2011, incorporó un apartado específico con derechos individuales y
colectivos, sin embargo, el desarrollo reciente de los derechos humanos,
fundamentalmente a partir de la internacionalización de los mismos en la década de
los cuarentas, ha planteado una visión mucho más completa, integral y progresista,
en donde la acepción "derechos humanos", distinta a la de garantías individuales,
derechos del hombre o derechos naturales por ejemplo, establece un discurso
jurídico y político coherente, más garantista y democrático en el que por ejemplo,
los instrumentos internacionales en la materia, se convierten en un referente
obligado.
En este orden de ideas, la reforma de mérito, representa un avance
sustancial en la asignatura que nos ocupa, pues no estamos ante cambios
"formales", sino "sustanciales", que nos sitúan frente a un nuevo paradigma en la
interpretación y aplicación de los derechos humanos, paradigma que nosotros
abordaremos fundamentalmente en el tema de la hermenéutica jurídico
constitucional de los derechos humanos.

IlI. EL CASO AVENA


(MÉXICO VS. ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA)
DE CÓMO SI SE QUIERE, SE PUEDE
En 2004, se abrió un caso ante la Corte Internacional de Justicia sobre 51
mexicanos sentenciados a pena de muerte en Estados Unidos de América,
denominado “Caso Avena”, conocido así por tomar el primer apellido de una de las
personas involucradas en el caso.
La principal demanda en este caso, fue la violación a los derecho consulares de los
connacionales, pues se sostenía que no recibieron asistencia consular y se demostró que la
defensa inicial que recibieron, no fue la adecuada. En este sentido, la demanda
internacional que en ese entonces presentó México, se fundamento en la
Convención de Viena sobre los Derechos Consulares, la cual obliga a los Estados
firmantes a permitir que se preste protección consular inmediata a un detenido.
En este sentido, es de suma importancia que como mexicanos tengamos
conocimiento y claridad sobre las instituciones que nuestro país tiene en el exterior,
el trabajo que desempeñan y sobretodo, el objeto de estas. La representación
política de un país en otro país, se da a través de las Embajadas, de modo tal que
el embajador o embajadora representa al mismo presidente del país. En el caso de
los Consulados o secciones consulares se persigue un fin distinto, ya que estas
instancias son las encargadas de asistir al ciudadano mexicano en el exterior.
En suma, México en congruencia con sus principios ha tenido un importante
desempeño, no solo en la representación del país, sino en la defensa de los
mexicanos en el exterior. Desde el año 2000 se creó el Programa de Asistencia
Jurídica a Casos de Pena Capital en Estados Unidos (MCLAP) que según cifras
más recientes, se han logrado revertir cerca de mil sentencias de muerte. El pasado
viernes se obtuvo la noticia de que una Corte de EEUU anuló la sentencia de muerte
de Carlos Avena Guillén, precisamente el primero en la lista de este Caso
presentado a la Corte Internacional y por quién se bautizo así el expediente.
Seguramente uno de los mecanismos que propició este fallo, fue la
Resolución sobre el Caso Avena que en diciembre de 2018 se dio en Naciones
Unidas, en donde reconocían que en dicha demanda se habían vulnerado los
derechos consulares de los 51 mexicanos y con ello se impidió un adecuado acceso
a la justicia, recomendando entonces el fallo tan anhelado de: reconsideración de
sentencias. Lamentablemente, no todos los 51 mexicanos involucrados en este
caso se beneficiaron de esta sentencia, pues desde 2004 ya se han hecho efectivas
varias sentencias ejecutoras, mayoritariamente en los estados de Florida y Texas.
Sin embargo, se debe destacar como un logro institucional y del sistema
internacional la existencia de mecanismos de protección con los que al día de hoy
contamos como ciudadanos del mundo.

IV. CASOS PARADIGMÁTICOS


DE LA PROTECCIÓN JURISDICCIONAL INTERNACIONAL
DE LOS DERECHOS HUMANOS EN MÉXICO
Existe un número importante de casos de violación de derechos humanos
por parte del Estado mexicano en contra de sus ciudadanos, que han sido conocidos
y sentenciados por la Corte Interamericana de Derechos Humanos; revisaremos en
forma sucinta tres de ellos por su importancia para la incorporación de los derechos
humanos en el Sistema Jurídico Mexicano.
A. CASO ROSENDO RADILLA PACHECO
VS. ESTADO MEXICANO
El 15 de diciembre de 2009, la Corte Interamericana de Derechos Humanos
(Corte IDH) notificó la Sentencia en la que condenó al Estado mexicano por la
desaparición forzada del señor Rosendo Radilla Pacheco por parte de militares en
1974. La Corte IDH halló al Estado mexicano responsable de la violación de los
derechos a la libertad, a la integridad personal, a la vida y al reconocimiento a la
personalidad jurídica del señor Radilla Pacheco, así como los derechos a la
integridad física y mental, a las garantías judiciales y a la protección judicial de sus
familiares. Igualmente, la Corte consideró que el proceso llevado ante la jurisdicción
militar no respetó los estándares en materia de debido proceso en el derecho
internacional.
Por lo anterior, la Sentencia representa un triunfo significativo del movimiento
de familiares y víctimas de los crímenes cometidos por el Estado durante la
denominada “guerra sucia”, que durante décadas han luchado por obtener justicia
por las violaciones sistemáticas y masivas a los derechos humanos. En efecto, la
Sentencia es un memorándum certero sobre los múltiples pendientes de México en
materia de reparación integral del daño a las víctimas y sus familias, la justicia
transicional y el derecho a la verdad histórica. De igual modo, la Sentencia apunta
hacia la necesidad de adecuar la legislación relativa al delito de desaparición
forzada de personas y la limitación de la jurisdicción militar a casos de violaciones
graves de los derechos humanos de civiles por parte de elementos castrenses,
ambas, prácticas persistentes en el México de hoy.

B. CASO GONZÁLEZ Y OTRAS


(CAMPO ALGODONERO) VS. ESTADO MEXICANO
El 16 de noviembre de 2009, la Corte Interamericana de Derechos Humanos
(en adelante “la Corte”) emitió su sentencia en el caso González y otras (“Campo
Algodonero”) vs. México. El caso trata sobre “la desaparición y ulterior muerte” de
las jóvenes Claudia Ivette González, Esmeralda Herrera Monreal y Laura Berenice
Ramos Monárrez (en adelante “las tres víctimas”), cuyos cuerpos fueron
encontrados en un campo algodonero de Ciudad Juárez el día 6 de noviembre de
2001. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (en adelante “la
Comisión” o “la CIDH”) alegó ante la Corte la responsabilidad internacional del
Estado mexicano por la falta de medidas de protección a las víctimas; la falta de
prevención de estos crímenes, pese al conocimiento de la existencia de un patrón
de violencia de género en la zona; la falta de respuesta de las autoridades frente a
la desaparición; la falta de debida diligencia en la investigación de los asesinatos; y
la denegación de justicia y la falta de reparación adecuada.
En este sentido, la Comisión demandó al Estado ante la Corte solicitando que
ésta declarara la responsabilidad internacional del Estado por incumplimiento de los
derechos a la vida, a la integridad personal, garantías judiciales, de la niñez, y
protección judicial en relación con las obligaciones de respeto, garantía y no
discriminación de los derechos humanos, así como el deber de adoptar las
disposiciones de derecho interno que sean necesarias para hacer efectivos dichos
derechos, de conformidad con la Convención Americana sobre Derechos Humanos
(en adelante “la Convención Americana”).
Asimismo, la Comisión solicitó a la Corte que declarara la responsabilidad
internacional del Estado por incumplimiento de las obligaciones establecidas en el
artículo 7 de la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la
Violencia contra la Mujer (en adelante la “Convención de Belém do Pará”). Por su
parte, las y los representantes de las víctimas, alegaron adicionalmente la violación
de otros derechos establecidos en la Convención Americana, a saber, el derecho a
la libertad personal y a la protección de la honra y de la dignidad, y las obligaciones
establecidas en los artículos 8 (obligaciones “progresivas” relacionadas con la
prevención y protección) y del artículo 9 de la Convención de Belém do Pará
(relacionado con factores adicionales de riesgo para mujeres de ciertos grupos); así
como la inclusión de otras víctimas.
C. CASO VALENTINA ROSENDO CANTÚ VS. ESTADO MEXICANO
El 16 de febrero de 2002 la Sra. Rosendo Cantú, entonces de 17 años,
perteneciente a la comunidad indígena Me-phaa en Guerrero y con domicilio en la
Barranca Bejuco, fue agredida y violada sexualmente por un grupo de ocho militares
del ejército mexicano cerca de un arroyo donde lavaba la ropa. Al interponer una
denuncia ante el Ministerio Público del municipio en Ayutla de los Libres, se
determinó que por tratarse de elementos militares, la autoridad responsable debía
ser la militar, por lo que el caso fue turnado ante esta jurisdicción. Debido a la falta
de respuesta de las autoridades mexicanas para hacer justicia a la Sra. Rosendo,
se acude ante la Comisión Interamericana quien emite un informe en 2009, mismo
que es incumplido por el Estado mexicano.
Por este motivo, la Comisión demanda a México ante la Corte Interamericana
en agosto de 2009. La Corte Interamericana ha reiterado que la jurisdicción militar
debe ser solamente excepcional y en ningún caso puede operar cuando haya
violaciones a los derechos de civiles, siendo que además una violación sexual por
parte de agentes militares no está relacionada en absoluto con la disciplina militar.
Desde hace varios años existe una fuerte presencia militar en el Estado sureño de
Guerrero, en este contexto, la violencia contra la población y especialmente contra
las mujeres se ha incrementado. En febrero de 2002 una mujer, menor de edad, de
la comunidad indígena Me’phaa , fue abordada a orillas del río donde lavaba ropa,
por un grupo de 8 soldados, quienes le hicieron algunas preguntas que ella no
contestó, la golpearon y después, dos de ellos, la violaron sexualmente.
Valentina Rosendo denunció los hechos ante la Comisión Nacional de
Derechos Humanos y ante la Comisión de Derechos Humanos del Estado de
Guerrero quien comprobó que no había denuncia ante el Ministerio Público, por lo
que le solicitó iniciara una averiguación por el delito de violación. En marzo la Sra.
Rosendo acudió a interponer la denuncia ante el Ministerio Público en la localidad
de Ayutla de los Libres donde no se le quiso atender al principio y no hubo un
intérprete de su lengua al español. Fue examinada por una ginecóloga un mes
después de los hechos. Se le dio parte al Ministerio Público de Morelos quien
continuó con la investigación.
Al tratarse de militares los inculpados, el Ministerio Público Militar inició una
averiguación previa previo al inicio de la investigación en el fuero común por una
nota en el periódico. En mayo la autoridad del Estado de Morelos le remite el asunto
por incompetencia y es la jurisdicción militar la que se encarga de investigar. Hecho
que, a juicio de la Corte Interamericana constituye una afrenta a sus derechos ya
que la jurisdicción militar debe existir solamente en casos relacionados con la
disciplina militar y nunca cuando hay violaciones a derechos de civiles. La falta de
diligencia por parte de las autoridades ordinarias y militares y la consecuente
impunidad de los hechos, tuvieron como resultado la revictimización por parte del
Estado mexicano de Valentina Rosendo.
La competencia de las autoridades para la investigación de los hechos pasó
de la jurisdicción ordinaria a la militar, después “por no haberse acreditado que la
comisión de algún ilícito por parte de persona militar” se devuelve a la ordinaria, la
que además involucra a la federal. Transcurrieron siete años hasta la denuncia ante
la Comisión Interamericana.
A pesar de que las pruebas de la violación sufrida por Valentina Rosendo no
son contundentes, la Corte Interamericana resuelve a su favor ya que se trata de un
caso de violación a los derechos humanos y por tanto, “la defensa del Estado no
puede descansar sobre la imposibilidad del demandante de allegar pruebas, cuando
es el Estado quien tiene el control de los medios para aclarar hechos ocurridos
dentro de su territorio a defensa del Estado se apoya en el desconocimiento de si la
violación había existido y su autoría, lo cual es atribuible a las propias autoridades.
Desde el momento en que el Estado tuvo conocimiento de la existencia de
una violación sexual cometida contra quien pertenece a un grupo en especial
situación de vulnerabilidad por su condición de indígena y de niña, tiene la
obligación de realizar una investigación seria y efectiva que le permita confirmar la
veracidad de los hechos y determinar los responsables de los mismos.”
La Corte resuelve que México es responsable por la violación a los derechos
a la integridad personal, a la dignidad y a la vida privada, y por la violación de los
derechos a las garantías judiciales y a la protección judicial.
La Corte Interamericana corrige la falta de diligencia en las actuaciones de
las autoridades del Estado de Guerrero, Morelos, la Federal y la Militar y que tienen
como resultado la impunidad de elementos del ejército mexicano. El abuso y la
intimidación realizados en la persona de Valentina Rosendo Cantú son ejemplo de
los abusos que muchas mujeres indígenas sufren por parte de algunos miembros
del ejército que se aprovechan de su vulnerabilidad para intimidarles y denigrarlas
y con esto enviar un “mensaje” a sus comunidades perpetuando con ello el
estereotipo de que la mujer es un objeto sexual. Aunado a ello, la discriminación, la
ausencia de apoyo y de atención por parte de las autoridades, colocaron a Valentina
Rosendo nuevamente como víctima del Estado.
La Comisión destacó que Valentina Rosendo desde el inicio del caso, hace
ocho años, se ha enfrentado a un sistema de administración de justicia que no
funcionó para ella, mujer, indígena y niña. La falta de esclarecimiento de los hechos
y la consecuente impunidad acentúan la discriminación, la subordinación y el
racismo contra la presunta víctima.
La respuesta estatal brindada a la señora Rosendo Cantú le ha generado
perjuicios emocionales y constituye una humillación y degradación violatorias del
derecho a la integridad personal y a su vida privada. Además, la impunidad en casos
de violencia por razones de género somete a las víctimas a un nivel especial de
violencia, peligro, miedo y restricciones en sus actividades.”
A lo que la Corte responde que “…ante un acto de violencia contra una mujer,
resulta particularmente importante que las autoridades a cargo de la investigación
la lleven adelante con determinación y eficacia, teniendo en cuenta el deber de la
sociedad de rechazar la violencia contra las mujeres y las obligaciones del Estado
de erradicarla y de brindar confianza a las víctimas en las instituciones estatales
para su protección.”
A pesar de que la Corte no se refiere a la Cedaw, determina la violación a los
incisos a y b del artículo 7 de la Convención Interamericana para Prevenir,
Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer que son equivalentes a los incisos
c y d del artículo 2 de la Cedaw en donde se determinan las obligaciones de
protección jurídica de la mujer y a abstenerse de todo acto de discriminación por
parte de autoridades e instituciones.
V. REFORMA CONSTITUCIONAL
EN MATERIA DE DERECHOS HUMANOS
La Reforma Constitucional de Derechos humanos de 2011 ha tenido como
mandato el crear una nueva cultura de derechos humanos, poniendo al centro la
dignidad de las personas. Las modificaciones que se hicieron en materia de
derechos humanos a la Constitución en el 2011 constituyen un cambio en el modo
de entender las relaciones entre las autoridades y la sociedad, ya que colocan a la
persona como el fin de todas las acciones del gobierno. La Reforma representa el
avance jurídico más importante que ha tenido México para optimizar el goce y
ejercicio de los derechos humanos.
Los principales cambios de la reforma son:
• La incorporación de todos los derechos humanos de los tratados
internacionales como derechos constitucionales.
• La obligación de las autoridades de guiarse por el principio pro
persona cuando apliquen normas de derechos humanos, lo que
significa que deben preferir la norma o la interpretación más favorable
a la persona.
• La obligación para todas las autoridades, sin distinción alguna, de
cumplir con cuatro obligaciones específicas:
1. Promover;
2. Respetar;
3. Proteger, y
4. Garantizar los derechos humanos.
Además, se estableció la obligación de que, cuando existe una violación, las
autoridades deben investigar, sancionar y reparar dichas violaciones.
La reforma incluyó también mandatos muy específicos sobre los que deben
trabajar todas las autoridades:
a) Incorporar en la educación a todos los niveles, los derechos humanos.
b) Hacer prevalecer los derechos humanos en el sistema penitenciario
mexicano.
c) Colocar los derechos humanos como principio rector de la política exterior
del país.
A seis años de que fuese publicada la reforma constitucional en materia de
derechos humanos, y frente a la gran tarea que representa implementar una reforma
de tal magnitud, el Gobierno de la República continúa incorporando
progresivamente la perspectiva de derechos humanos en todos sus programas y
normatividades.
VI. IMPACTOS SOCIALES Y POLÍTICOS
DE LOS DERECHOS HUMANOS
La globalización o mundialización es un fenómeno que preocupa por sus
consecuencias, a los estudiosos de los derechos humanos. Como todo proceso,
presenta una serie de posibilidades y oportunidades que pueden ser benéficas para
la humanidad. Sin embargo, el enfoque parcial que se le ha dado, pone a la luz las
grandes injusticias y desigualdades que muchos sectores han sufrido a causa de
una mundialización excluyente y rapaz.
Los grupos promotores de la mundialización han olvidado que éste debe ser
un proceso multidimensional, que cubra todos y cada uno de los niveles de
desarrollo de los hombres, de tal forma, que no exista una persona que no sea
beneficiada en todos los órdenes.
Desgraciadamente, la "globalización neoliberal" la que se conoce como
"económica", ha terminado por ser un aniquilamiento de aquellas sociedades que
por su pobreza, no tuvieron la oportunidad de instrumentar las políticas y acciones
que los llevaran a incluirse en tal proceso. Si se revisan las consecuencias de ello,
se tiene la reducción del papel del Estado en el sistema económico y social, dando
lugar a que sea el mercado el que maneje cuestiones que afectan directamente los
derechos humanos. La globalización debe ser la oportunidad de conocer las
diferentes identidades culturales y su enriquecimiento. Dentro de este proceso no
debe olvidarse globalizar los derechos humanos, en aquellos principios que sea
dable un proceso de esa naturaleza.
Por supuesto, implica una verdadera voluntad política de los países que, por
su hegemonía, encabezan el proceso de globalización. Sólo así se tendrá como
humanidad, una oportunidad. Las autoridades estatales al determinar que la
mundialización constituye un cúmulo de grandes oportunidades y beneficios para
todos, debe hacer todo aquello que se requiera para que los procesos de
mundialización y sus consecuencias sean respetuosos y promotores de los
derechos humanos. El Estado es el garante de los derechos humanos, por lo que
correlativamente le incumbe el compromiso de una mundialización dignificante.
El Estado debe velar porque se acaten los derechos humanos y si alguien los
violenta, debe castigar al transgresor. La impunidad es el primer motor de la
violación sistemática de derechos humanos, si el Estado no cumple con su función
de garantizar los derechos humanos, está fallando a la comunidad que acoge. " Si
se echa otra mirada sobre los derechos humanos en el escenario mexicano,
encontraremos que en la realidad social no se prom"Jeven. En el 2003, el Banco
Mundial anunciaba que aproximadamente 45 millones de mexicanos vivían en
condiciones de pobreza.
Educativa y la constitución del Instituto Nacional para la Evaluación de la
Educación. Por otra parte, la seguridad pública amenaza con romperse, los robos,
asaltos, secuestros, homicidios, se han convertido en algo cotidiano a lo que la
sociedad ya se acostumbró. La Encuesta Internacional sobre Criminalidad y
Victimización 2004, apartado México, arroja que en los últimos cinco años más de
treinta millones de personas mayores de 18 años fueron víctimas de la delincuencia.
Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública en 2016, el 93.6% de los delitos
no fue denunciado.
Es inaceptable que la historia contemporánea siga acumulando
enfrentamientos sociales debidos a la búsqueda del respeto a los derechos
humanos. En México, a pesar de las reformas en materia de derechos humanos, se
han hecho más evidentes las violaciones de aquéllos.

VII. CONCEPCIÓN MULTICULTURAL


DE LOS DERECHOS HUMANOS
El texto Hacia una concepción multicultural de los derechos humanos
(Boaventura de Sousa Santos, 2002) plantea de manera detallada una reflexión que
el autor sostiene en varios trabajos: cómo lograr que el contenido y las luchas de
los derechos humanos, nacidas en buena parte con el lenguaje hegemónico de los
sistemas internacionales de derechos, puedan convertirse efectivamente en
procesos contrahegemónicos y de resistencia. Esto es, cómo darle un carácter
emancipatorio a los derechos humanos, que parecen ocupar el lugar de las
demandas revolucionarias o socialistas de la primera mitad del siglo XX.
El planteo inicial del texto se orienta a pensar cómo, durante la segunda mitad
del siglo XX y con creciente fuerza, el lenguaje de los derechos humanos constituyó
el discurso de las políticas progresistas, un lugar que antes habían ocupado los
planteos de izquierda y socialistas, que incluso habían considerado a los derechos
humanos como una formulación hegemónica de los Estados centrales luego de la
Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, en los últimos tiempos, la demanda por los derechos humanos
se transformó en un reclamo de esas mismas fuerzas políticas que antes lo
consideraban un planteo conservador.

VIII. LA TUTELA JURISDICCIONAL NACIONAL


DE LOS DERECHOS HUMANOS
Los derechos humanos en América Latina han encontrado una nueva opción
para su cumplimiento efectivo. Si bien tradicionalmente nuestros ciudadanos tenían
que acudir a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, al tratarse de una
justicia residual, y siendo la mayoría de los países latinoamericanos signatarios del
Pacto de San José, recientemente nos hemos comenzado a cuestionar: ¿tenemos
los tribunales nacionales la obligación de tutelar de manera efectiva los derechos
consagrados en el Pacto?
En primer lugar, es necesario diferenciar entre los tratados sobre derechos
humanos y los tratados-contratos que denominamos tradicionales. En segundo
lugar, es apropiado recordar que el problema puede tener su origen en la defi ciente
formación profesional de los jerarcas de las instituciones públicas estatales, que
fuimos formados en una concepción débil del derecho internacional privado y
público, pues su cumplimiento efectivo, durante un gran período histórico, quedaba
prácticamente librado a la buena voluntad de las partes y al principio de buena fe y
pacta sum servanda, por cuanto los tribunales internacionales tenían escaso o
ningún poder real para obligar a los estados a cumplir las obligaciones adquiridas.
Así, si en determinado momento era conveniente, el Estado negociaba
disminuciones de impuestos a las importaciones de otros terceros países, en la
mayoría de los casos como una graciosa concesión soberana. En síntesis, este
primer grupo de convenios y tratados, que en Costa Rica prevalecieron durante un
prolongado período, son conocidos por nuestra doctrina como los tratados-
contratos.
A lo anterior debemos agregar que la Convención de Viena sobre el Derecho
de los Tratados permite a los estados utilizar dos criterios que denominamos llave,
que potencian esta disfunción al supeditar el cumplimiento de los convenios a las
circunstancias del caso concreto. Así, el primero de estos criterios establece que el
incumplimiento grave de un Convenio no produce mayores consecuencias jurídicas,
salvo la suspensión total o parcial de este. El segundo se resume al indicar que el
cambio de circunstancias permite a la parte afectada dar por terminado el convenio
y retirarse de su cumplimiento. En última instancia, el Estado asume que el contrato
es bueno o malo para sus intereses económicos, y tras considerarlo malo deja de
cumplir sus compromisos —desde luego, la buena fe lo obliga agotar el
procedimiento de rigor ante el tercer Estado, pero lo que nos interesa ahora resaltar
es que esta situación ha calado con fuerza en subconsciente colectivo nacional.
A diferencia de los tratados-contratos, los tratados sobre derechos humanos
persiguen un fi n diferente, y este es el establecimiento de un orden público común
a las partes, que no tiene por destinatario al Estado, sino al individuo. En este
sentido puede consultarse la opinión consultiva OC-1/81 de la Corte Interamericana
de Derechos Humanos.
Sobre el objeto de los instrumentos internacionales sobre derechos
humanos, también la Corte Europea de Estrasburgo ha tenido la oportunidad de
pronunciarse en idéntico sentido en el caso Soering. Es necesario recalcar que el
objeto de los instrumentos internacionales de derechos humanos, una vez fi rmados
y ratifi cados por el Estado, no es disponible para este. Por el contrario, su
cumplimiento es obligatorio en virtud de que los nuevos derechos no le pertenecen
al Estados, sino a todos y a cada uno de sus ciudadanos. Desde luego, diferente
situación se presenta con los tratados tradicionales, que por lo general regulan
competencias comerciales.
A. EL CONTROL DE CONVENCIONALIDAD
EN LOS CRITERIOS
DEL PODER JUDICIAL FEDERAL
El 26 de septiembre de 2006, la Corte Interamericana de Derechos Humanos
(CIDH) dictó sentencia en el caso Almonacid Arellano y otros vs. Chile, Excepciones
preliminares, fondo, reparaciones y costas, resolviendo en el párrafo 124 lo
siguiente:
124. La Corte es consciente que los jueces y tribunales internos están
sujetos al imperio de la ley y, por ello, están obligados a aplicar las disposiciones
vigentes en el ordenamiento jurídico. Pero cuando un Estado ha ratificado un tratado
internacional como la Convención Americana, sus jueces, como parte del aparato
del Estado, también están sometidos a ella, lo que les obliga a velar porque los
efectos de las disposiciones de la Convención no se vean mermadas por la
aplicación de leyes contrarias a su objeto y fin, y que desde un inicio carecen de
efectos jurídicos. En otras palabras, el Poder Judicial debe ejercer una especie de
"control de convencionalidad" entre las normas jurídicas internas que aplican en los
casos concretos y la Convención Americana sobre Derechos Humanos. En esta
tarea, el Poder Judicial debe tener en cuenta no solamente el tratado, sino también
la interpretación que del mismo ha hecho la Corte Interamericana, intérprete última
de la Convención Americana.
En esta histórica sentencia, la CIDH establece el concepto control de
convencionalidad que trascenderá a los órdenes jurídicos de los países firmantes
de la Convención Americana sobre Derechos Humanos
Destacan de esta resolución los puntos siguientes:
• Los jueces y tribunales domésticos están sometidos al imperio de la ley.
• La ratificación de la Convención Americana de los Derechos Humanos sujeta
a los jueces de un Estado a su observancia.
• Los operadores jurídicos deben permanecer atentos a que la aplicación de
leyes internas no sean contrarias al objeto y fin de la Convención.
• Las leyes contrarias a la Convención desde un inicio carecen de efectos
jurídicos.
• Deben los jueces y tribunales llevar a cabo un control de convencionalidad
entre las normas jurídicas internas y la Convención.
• El Poder Judicial debe no sólo aplicar el contenido de la Convención sino las
opiniones interpretativas que sobre la misma vierta la CIDH.
Procederemos a realizar algunos breves comentarios.
El control de convencionalidad se entiende como: "la herramienta que
permite a los Estados concretar la obligación de garantía de los derechos humanos
en el ámbito interno, a través de la verificación de la conformidad de las normas y
prácticas nacionales, con la Convención Americana de los Derechos Humanos y su
jurisprudencia".
La obligatoriedad de la Convención para nuestro país deviene de su
celebración por el Ejecutivo federal y aprobación del Senado de la República,
ingresando al orden jurídico mexicano en términos del artículo 133 constitucional en
calidad de ley suprema de la unión.
La reforma a nuestra ley fundamental de 10 de junio de 2011 en materia de
derechos humanos ordena que la interpretación de las normas relativas a este tema
se realice de conformidad con la Constitución y los tratados internacionales que la
nación tenga suscritos en esta materia, observando en todo momento el
principio pro homine.
La obligación constitucional de interpretación de las normas relativas a
derechos humanos de conformidad con fuentes internacionales encierra un
auténtico control de convencionalidad lato sensu al ordenar el poder reformador de
manera imperativa ("se interpretarán"), el análisis de estas normas a la luz de los
tratados internacionales en la materia, éste es en esencia el fin último de este
control, el cotejo normativo entre el orden jurídico nacional y los de fuente
internacional buscando siempre la norma más amplia o la interpretación extensiva
en beneficio de la persona.
Es a partir de la sentencia varios 912/2010 (14 de julio de 2011) que el Pleno
de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) inicia el análisis y observancia
del control de convencionalidad, con anterioridad a este año en ningún momento se
abordó el tema por este alto tribunal, no obstante que la sentencia de
Almonacid data de 2006.
La omisión de nuestro más alto tribunal en la consideración temprana del
control de convencionalidad posiblemente deriva de la heterogeneidad de criterios
que construyó en el tema de los tratados internacionales donde se advierte una
imprecisión jerárquica frente al orden jurídico mexicano que, indudablemente,
dificultó la comprensión de la observancia en el ámbito doméstico de las decisiones
que emanaban de un tribunal supranacional, y desde luego, el sitio que ocupaba en
el orden jurídico interno la Convención.
LEYES FEDERALES Y TRATADOS INTERNACIONALES. TIENEN LA
MISMA JERARQUÍA NORMATIVA. De conformidad con el artículo 133 de la
Constitución, tanto las leyes que emanen de ella, como los tratados
internacionales, celebrados por el Ejecutivo federal, aprobados por el Senado
de la República y que estén de acuerdo con la misma, ocupan, ambos, el
rango inmediatamente inferior a la Constitución en la jerarquía de las normas
en el orden jurídico mexicano. Ahora bien, teniendo la misma jerarquía, el
tratado internacional no puede ser criterio para determinar la
constitucionalidad de una ley ni viceversa. Por ello, la Ley de las Cámaras de
Comercio y de las de Industria no puede ser considerada inconstitucional por
contrariar lo dispuesto en un tratado internacional.
Amparo en revisión 2069/91. Manuel García Martínez. 30 de junio de 1992.
Mayoría de quince votos. Ponente: Victoria Adato Green. Secretario: Sergio
Pallares y Lara.
El Tribunal Pleno en su sesión privada celebrada el martes diecisiete de
noviembre en curso, por unanimidad de dieciocho votos aprobó, con el
número C/92, la tesis que antecede; y determinó que la votación es idónea
para integrar tesis de jurisprudencia.
IX. EL PROGRAMA NACIONAL
DE DERECHOS HUMANOS
Primera etapa del PNDH 2019-2014, en donde se realizaron 14 Foros
Temáticos en 11 entidades federativas, producto de 2,050 horas de planeación y
2,561 invitaciones giradas, con la participación de 2,383 personas.
El proceso de elaboración y diseño del Programa Nacional de Derechos
Humanos (PNDH), ha implicado un esfuerzo interinstitucional de planeación y
coordinación encabezado por la Subsecretaria de Derechos Humanos, Población y
Migración, a través de la Dirección General de Política Pública de Derechos
Humanos (DGPPDH).
Este proceso inició el pasado 12 de junio de 2019, cuando la Secretaria de
Gobernación, la Dra. Olga Sánchez Cordero, junto con el Subsecretario de
Derechos Humanos, Población y Migración, el Lic. Alejandro Encinas Rodríguez,
dieron por iniciados los trabajos.
En la primera fase (Etapa Consultiva) se realizaron 14 Foros Temáticos en
11 entidades federativas, producto de 2,050 horas de planeación y 2,561
invitaciones giradas, con la participación de 2,383 personas servidoras públicas de
los tres niveles de gobierno, de sociedad civil, organismos internacionales,
academia, comunidades indígenas, expertas y representantes del sector privado.
Los Foros se convirtieron en espacios de consulta y deliberación donde los
actores interesados expusieron libremente sus ideas y propuestas durante 114
horas efectivas de trabajo, en 69 mesas temáticas totales, que dieron como principal
insumo 89 relatorías, que junto a los diagnósticos, internos, externos y las
recomendaciones Internacionales, dieron sentido y sustento a la estructura general
del Programa.
En la segunda parte de los trabajos (Etapa Técnica), se sometieron a revisión
y consulta las Estrategias y Líneas de Acción de los 5 Objetivos Prioritarios
planteados, a lo largo de 31 mesas de trabajo y con la participación de 656
asistentes, pertenecientes a las dependencias de la Administración Pública Federal
involucradas, expertos, academia y sociedad civil, lo que trajo como resultado el
mejoramiento de las acciones y la definición de las autoridades y dependencias
responsables de su implementación y seguimiento.
X. DESAFÍOS Y POSIBILIDADES DE LOS DERECHOS HUMANOS
Y EL ESTADO DE DERECHO EN MÉXICO.
La inseguridad pública es hoy un flagelo que lesiona los derechos humanos
de los habitantes de nuestro país. Es más, no olvidemos que la seguridad pública
es en sí un derecho humano, reconocido por el artículo 21 de nuestra carta magna,
7o. de la Convención Americana sobre Derechos Humanos y 9o. del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos. Cuando las personas y sus familias
no pueden salir a la calle ni permanecer en sus hogares con tranquilidad y
confianza, algo grave está afectando la vida social e institucional del país.
El derecho a la seguridad pública desde hace algunos lustros, y hasta el día
de hoy, sigue siendo un problema de gran preocupación para la sociedad mexicana
y uno de los temas que se encuentra pendiente de resolver por parte del gobierno
mexicano. La Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), en 2006,
rindió un informe especial acerca de la situación que guarda este derecho
fundamental en el país y lamentablemente no fueron muy alentadores los resultados
que encontramos: tanto las acciones como las estrategias para combatir este
sensible y muy delicado problema social han sido ineficaces.
En México, la inseguridad pública ha aumentado en los últimos 20 años.
Según las cifras oficiales que cubren los hechos delictivos que se denuncian ante la
autoridad correspondiente, el número de presuntos delincuentes del fuero común
se incrementó 122.9% entre 1980 y 2000, en tanto que la población creció en un
50%. Además, la violencia y las lesiones han sido una característica particular de la
inseguridad.
Es muy claro que al Estado mexicano le corresponde actuar con eficiencia,
eficacia y firme determinación para lograr una sociedad en la que impere el Estado
de derecho. En consecuencia, las políticas públicas deben orientarse a que el
respeto a la ley constituya la base fundamental para una convivencia social
armónica y el pleno desarrollo nacional. Para que este último prevalezca y se
garantice la seguridad de las personas y sus bienes, se requiere que los individuos
y las autoridades se conduzcan conforme a las leyes, y cuando estas son
violentadas es necesaria, entonces, la actuación decidida del Estado en el combate
de la inseguridad.
Pero además, no solamente vemos la inseguridad reflejada en las calles de
nuestro país. Sin duda, algunas de las deficiencias y carencias que existen en el
sistema penitenciario mexicano, por ejemplo, y que ya han sido motivo de diversos
pronunciamientos por parte de la Comisión Nacional de los Derechos
Humanos, reflejan la falta o la insuficiencia de acciones y medidas que permitan una
auténtica readaptación social del delincuente en nuestro sistema penal, provocando
que dichos centros se constituyan como verdaderos centros de operación
delincuencial —por no decir auténticas universidades del crimen— que ponen en
riesgo la seguridad de los ciudadanos. En este punto en particular, cabe señalar
que la Reforma Constitucional en Materia de Justicia Penal y Seguridad Pública
eliminó el concepto de readaptación social (incorporado a nuestra carta magna en
1965) y recuperó el de reinserción social, superado a principios del siglo XX y
vinculado con la proporcionalidad de las penas. Esta última —la proporcionalidad
de las penas— fue recogida también por la Reforma Constitucional, por lo que ahora
se deberá estar muy pendiente del desarrollo que de ella lleven a cabo las
autoridades tanto legislativas, como judiciales, pues podrían incurrir en la errada
creencia de que el incremento en las penas inhibe la comisión del delito; o bien,
podrían incluso imponer modalidades de ejecución de la pena privativa de libertad
que ya habían quedado superadas, como era el caso del aislamiento.
Para nosotros es muy importante que las políticas públicas en esta materia
contemplen al menos las siguientes medidas:
a) Una coordinación integral de las distintas instancias que forman parte del
Sistema Nacional de Seguridad Pública, por medio de acciones coherentes
y convergentes que aseguren la correcta distribución de la información y del
acuerdo político en la toma de decisiones, así como una adecuada
colaboración entre dichas instancias.
a) Que el diseño de los programas de prevención del delito parta de un
conocimiento exhaustivo del fenómeno criminal, pues la solución al problema
de la seguridad pública impone la obligación de dictar medidas articuladas
que permitan la intervención de cada uno de los ámbitos de gobierno con
responsabilidades definidas.
b) Reformar el marco jurídico para abatir la delincuencia, acompañada de
campañas de prevención del delito, de profesionalización y formación del
personal que labora en las diversas instancias de la procuración de justicia e
instituciones encargadas de la seguridad pública.
c) Es necesario promover la participación de la ciudadanía bajo esquemas
claros que legitimen su presencia, y que permitan a la sociedad en general
conocer la manera en que están tratando de cumplir con su función las
instancias responsables de brindar seguridad pública.
d) Asimismo, se debe alentar la cultura de la denuncia de delitos por parte de
las víctimas, lo cual va aparejado de acciones por parte de las instituciones
de justicia orientadas a garantizar a dichas víctimas y a los testigos
condiciones mínimas de seguridad y trato digno, pues en muchas ocasiones,
la revelación de sus datos personales, la pérdida de tiempo, dinero y los
riesgos de sufrir amenazas por parte de los delincuentes, las coloca en la
posición de no darle continuidad a la averiguación previa o al proceso penal,
y facilita, con ese hecho, la liberación de los responsables de los delitos.
e) Por su parte, se debe proveer al sistema penitenciario mexicano de los
recursos para atender las necesidades en materia de trabajo y educación de
los internos, así como mejorar la infraestructura y el equipamiento de los
centros de reclusión.
f) Establecer en los centros de internamiento fuentes de trabajo, con la finalidad
de que los reclusos tengan ingresos económicos que permitan ayudar a
sostener a sus familias y pagar la reparación del daño que causaron a las
víctimas de los delitos cometidos, o a la sociedad.
g) Promover que todos los centros de reclusión dependientes de autoridades
locales cuenten con un reglamento interno que norme su organización y
funcionamiento.
h) Crear un área de planeación, análisis criminológico e inteligencia
penitenciaria que permita recopilar información con la finalidad de prevenir
conflictos que se presentan en los distintos centros de reclusión y que ponen
en riesgo la seguridad de las instituciones, de los internos, de los
trabajadores e, incluso, de los visitantes.
i) Fomentar la profesionalización del personal que labora en los centros de
reclusión a través de un servicio civil penitenciario.
j) Unificar la legislación penitenciaria, con la finalidad de establecer uniformidad
tanto en las disposiciones, como en los criterios en materia de tratamiento,
sustitutivos de penas de prisión o beneficios de libertad anticipada.
k) Plantear una reforma legal en donde se precise de manera clara el
tratamiento para la rehabilitación o readaptación —reinserción— social que
se aplicará a los reclusos que se encuentren en los centros de máxima
seguridad.
En esta materia, si bien es cierto que la Reforma Constitucional en Materia
de Justicia Penal y Seguridad Pública abordó algunas de las medidas antes
sugeridas, también lo es que lo hizo de una forma que difícilmente abatirá los
problemas estructurales que actualmente desafían a la seguridad pública del
territorio nacional. Por ejemplo, la referida reforma otorga facultades de
investigación a las "policías", las cuales actuarán bajo la conducción y mando del
Ministerio Público. Se estima que en México existen alrededor de 400,000
elementos policiales, distribuidos entre el gobierno federal, las entidades federativas
y los 2,400 municipios del país. Si se considera que la investigación de los delitos
supone una serie de lineamientos mínimos y que los policías, en su gran mayoría,
carecen de la mínima capacitación y gozan de salarios tan ínfimos que los vuelven
presas fáciles de la corrupción, uno se preguntaría: ¿Las corporaciones policíacas
se encuentran preparadas para asumir semejante tarea?, ¿Dotar de facultades de
investigación a los cuerpos policíacos mejorará la precaria situación por la que
atraviesa la seguridad pública del país?
No se cuestiona la capacidad de los agentes, pero sin duda, una gran
mayoría de éstos requerirán de una adecuada instrucción acerca de las directrices
mínimas de actuación que rigen la investigación de los delitos, así como de los
requisitos esenciales para la práctica de diligencias.
Cabe subrayar que la Reforma Constitucional incorpora atinadamente, como
uno más de los principios que regirán la actuación de las instituciones de seguridad
pública, el respeto a los derechos humanos reconocidos por nuestra carta magna.
Se busca que las policías cumplan su labor de proporcionar seguridad
pública, pero sin transgredir los derechos fundamentales de los individuos. La
mencionada Reforma reitera que en materia de seguridad pública, el Ministerio
Público y las instituciones policiales de los tres niveles de gobierno deberán
coordinarse para conformar así un Sistema Nacional de Seguridad Pública, el cual
se sujetará, ahora, a unas bases mínimas como lo son: la profesionalización de la
actividad policial; el establecimiento de bases de datos criminalísticos y de personal;
la formulación de políticas públicas que prevengan la comisión delictiva; la
obligación, por parte de las entidades federativas y municipios, de no distraer los
fondos de ayuda federal para la seguridad pública a otros fines; y, lo más importante,
la participación de la comunidad en los procesos de evaluación de las políticas de
prevención del delito e instituciones de seguridad pública.
Esta última base le permitirá, tanto a la sociedad civil, como a la comunidad
académica, conocer la forma como las instituciones de seguridad pública llevarán a
cabo su función. Queda sólo la duda sobre qué tanta apertura mostrarán dichas
instituciones a las críticas y sugerencias formuladas por la sociedad en general
respecto de su actuación.
En materia penitenciaria, llama la atención el régimen de excepción que la
Reforma Constitucional otorga a los miembros de la delincuencia organizada, pues
señala que éstos, durante la reclusión preventiva y la ejecución de sentencias,
permanecerán en "centros especiales". Incluso autoriza indebidamente a las
autoridades a restringir sus comunicaciones, salvo las relativas a su defensor, con
lo que se excluiría cualquier contacto familiar o conyugal. Se comprende la
necesidad de tomar medidas de seguridad especiales cuando los indiciados,
procesados o sentenciados pertenecen a la delincuencia organizada; sin embargo,
este régimen de excepción, por sí mismo, atenta contra sus derechos humanos, ya
que propicia su estigma, señalamiento e incluso su linchamiento por parte de la
sociedad. Ciertamente, la Reforma Constitucional desaprovechó la oportunidad de
establecer principios o bases mínimas —como los de profesionalización del
personal penitenciario, unificación de criterios en materia de tratamiento de internos
y beneficios de libertad anticipada— que sirvieran de fundamento para que los
congresos federal y locales legislen e incorporen las reformas estructurales que
demandan las cárceles y centros de reclusión del país.
II. REFORMA AL SISTEMA DE JUSTICIA PENAL
Una de las más importantes reformas legales en la actualidad tiene que ver,
sin lugar a dudas, con el sistema de justicia penal. La Reforma Constitucional en
Materia de Justicia Penal y Seguridad Pública representa una de las modificaciones
de mayor profundidad suscitadas en la historia de nuestro país. Supone cambios de
tal magnitud que propiciarán la modificación de prácticamente la totalidad de los
ordenamientos jurídicos vinculados con la prevención del delito; su investigación; la
procuración e impartición de justicia y la ejecución de las penas en México. Si bien
es cierto que la Reforma atendió algunas de las más apremiantes demandas en
esta materia, también lo es que dejó subsistentes algunas otras e incluso, se podría
sugerir, propiciará algunas nuevas.
La justicia penal en nuestro país demanda una orientación que permita
superar diversos resabios de un autoritarismo que permanecen en el marco jurídico,
como una lamentable herencia, y que impiden opere de una manera adecuada el
sistema de justicia penal, particularmente por las facultades inquisitivas en una
institución como lo es el Ministerio Público.
1. Presunción de inocencia
Es muy lamentable por ejemplo, que el derecho a la presunción de
inocencia no se haya incorporado cabalmente en la Constitución Política de los
Estados Unidos Mexicanos, no obstante que en diversos instrumentos
internacionales el Estado mexicano se ha comprometido a tomar acciones para
hacer efectivo dicho derecho, el cual debe garantizar que todas las personas, aun
las sometidas a un proceso judicial o administrativo, deben presumirse inocentes
hasta que no exista una resolución definitiva y firme que disponga lo contrario.
Si bien la Reforma Constitucional incorporó en el texto de la fracción primera,
apartado B del artículo 20 de nuestra carta magna a la presunción de inocencia,
este principio queda severamente cuestionado con la desaparición del requisito que
se le exigía anteriormente al Ministerio Público de acreditar el cuerpo del delito para
que un juez librara una orden de aprehensión. El reformado artículo 16
constitucional ahora simplemente le exige al representante social que aporte "datos
que establezcan que se ha cometido ese hecho y exista la probabilidad de que el
indiciado lo cometió o participó en su comisión".
De esta forma, la Reforma Constitucional cumplió con la obligación
internacional adquirida ya hace algunos años por el Estado mexicano, de reconocer
en el texto constitucional la presunción de inocencia, pero dejó sin contenido dicho
principio al haber eliminado la acreditación del cuerpo del delito y la probable
responsabilidad del indiciado. Un reconocimiento más contundente habría tenido
dicho principio si, a la par del reconocimiento de la presunción de inocencia, se
hubiera regresado a la acreditación de los elementos del tipo penal, como ya
anteriormente lo había introducido la progresiva reforma constitucional de 1993.
Adicionalmente, se observa con preocupación, cómo en reiteradas ocasiones
algunos servidores públicos encargados de la persecución de delitos, ceden ante la
tentación de poner en riesgo el derecho al honor de las personas, al realizar
imputaciones de hechos ante los medios de comunicación, o bien, las someten a
prisión preventiva sin que existan los elementos suficientes para hacer probable su
responsabilidad y en clara violación al derecho a la presunción de inocencia. El
simple hecho de exhibir en la televisión imágenes de los presuntos responsables de
hechos delictivos detenidos por la policía, viola dicho principio, pues se le envía a la
sociedad el mensaje de su culpabilidad sin que se hayan agotado previamente los
procesos judiciales que así lo demuestren.
2. Derechos de las víctimas del delito
De igual manera, es fundamental que una reforma al sistema de justicia penal
no deje a un lado la protección y defensa de los derechos fundamentales de las
víctimas del delito. Efectivamente, con independencia de que nuestra Constitución
Política reconoce los derechos de las víctimas del delito, hoy por hoy no están
debidamente desarrollados en la legislación secundaria, lo cual implica un serio
obstáculo para lograr su eficaz protección.
La falta de políticas públicas en colaboración institucional, uniforme y
coordinada entre los diversos ámbitos de gobierno, ha relegado los derechos
humanos de las víctimas, por lo que resulta necesario reorientar los esquemas bajo
los cuales opera la justicia penal en nuestro país, para colocar a las víctimas de los
delitos como actores principales en los procesos penales mediante acciones
integrales que posibiliten hacer valer sus derechos fundamentales.
En este sentido, la Reforma Constitucional acertadamente incorporó algunos
derechos de las víctimas del delito que se habían mantenido sin pleno
reconocimiento como lo son: el derecho a intervenir en los juicios respectivos y a
interponer los recursos correspondientes; a que se resguarde su identidad y datos
personales cuando se trate de menores de edad o en los casos de delitos de
violación, secuestro, delincuencia organizada, así como en aquellos en los que el
juzgador lo estime necesario para una debida protección de la víctima.
3. Acción penal privada
También cobra relevancia, por lo que a los derechos de las víctimas se
refiere, la introducción de la acción penal privada, respecto de la cual habrá que
estar muy pendientes sobre los efectos y alcances que le otorgue el legislador
ordinario, pues debe recordarse que la función punitiva del derecho penal no puede
ni debe quedar sujeta a la simple voluntad de los individuos.
4. Penas alternativas
Otro aspecto importante que se debe considerar tiene que ver con las penas
alternativas. Efectivamente, la pena de prisión no debe ser el único castigo para
todo tipo de delitos. Por ello, debe pensarse la introducción de penas alternativas
en casos de delitos culposos. La Reforma Constitucional abordó tangencialmente
este tema al considerar como una pena a las infracciones de los reglamentos
gubernativos y de policía, la del "trabajo a favor de la comunidad". Incluso refiere el
"internamiento" como medida de último recurso para aquellos casos de
adolescentes que hayan cometido una conducta antisocial calificada como grave
por la ley.
5. Prisión preventiva
Un notorio avance introducido por la Reforma Constitucional es el tratamiento
que la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos da ahora a la prisión
preventiva. No sólo reiteró el principio de que sólo tendrá lugar en aquellos casos
de delitos que merezcan pena privativa de libertad, sino que además sólo podrá ser
solicitada por el Ministerio Público cuando otras medidas cautelares no sean
suficientes para garantizar la comparecencia del imputado en el juicio, el desarrollo
de la investigación, la protección de la víctima, de los testigos o de la comunidad,
así como cuando el imputado esté siendo procesado o haya sido sentenciado
previamente por la comisión de un delito doloso. En este sentido, si un inculpado
logra demostrar que lo anterior quedaría debidamente garantizado en caso de
seguir su proceso penal en libertad, el juez no tendría razón alguna para decretarle
prisión preventiva. Desde ahora se hacen votos para que este principio pueda tener
operatividad en la práctica y no se incurra en abusos por parte de los agentes del
Ministerio Público, quienes, bajo el pretexto de "protección a la comunidad", soliciten
injustificadamente la imposición de la prisión preventiva.
6. Mecanismos alternativos para la solución de controversias
Destaca también el hecho de que la Reforma Constitucional introdujo la
posibilidad de que las leyes prevean mecanismos alternativos para la solución de
controversias, las cuales, en materia penal, regularán su aplicación, asegurarán la
reparación del daño y establecerán los casos en los que se requerirá supervisión
judicial. Una vez más, se deberá permanecer muy pendiente de que esta novedosa
figura no se convierta en una aliada de los poderosos en detrimento de los más
indefensos.
7. Cuasi-flagrancia y flagrancia equiparada
Resulta preocupante la incorporación a la Constitución General de la
República de estas dos figuras, pues en virtud de la Reforma Constitucional, el
artículo 16 de nuestra carta magna ahora autoriza a cualquier persona a detener a
un indiciado no sólo cuando cometa un delito sino "inmediatamente después de
haberlo cometido". El texto de la Constitución es omiso en señalar un límite respecto
del tiempo que debe transcurrir entre el momento de la comisión del ilícito y la
detención, por lo que resulta fundamental e impostergable que la legislación
secundaria aclare los alcances de esta permisión. De lo contrario, esta podría dar
lugar a una serie de excesos por las autoridades policiales e incluso, los propios
particulares.
8. Defensoría de oficio
Sin lugar a dudas, debe destacarse el reconocimiento constitucional de la
defensoría de oficio y la creación de un servicio civil de carrera para los defensores
públicos del país, cuyas percepciones económicas, por mandato expreso de la
Constitución, ahora no podrán ser inferiores a las percibidas por los agentes del
Ministerio Público. Existe el optimismo de que esta medida pueda atraer a algunos
de los miles de abogados que anualmente egresan de las universidades del país y
que no habían visto a la defensoría pública como una opción viable para su ejercicio
profesional debido a los bajos ingresos que esta ofrecía.
9. Nuevas figuras jurídicas
Algunas figuras introducidas por la Reforma Constitucional son las del juez de
vinculación y el juez de control. Conforme a lo establecido por el artículo 16 de la
carta magna, este último resolverá de manera inmediata las solicitudes de medidas
cautelares, providencias precautorias y técnicas de investigación de la autoridad
que requieran control judicial, con lo que se garantizarán los derechos de los
indiciados, víctimas u ofendidos.
A la par con las instituciones referidas en el párrafo anterior, la Reforma
Constitucional incorporó otras como la extinción de dominio, cuyo procedimiento
será autónomo del de la materia penal. Dicha extinción procederá en los casos de
delincuencia organizada, delitos contra la salud, secuestro, robo de vehículos y trata
de personas, respecto de aquellos bienes que sean instrumento, objeto o producto
del delito y —se subraya— aun cuando no se haya dictado sentencia alguna que
determine la responsabilidad penal. Sobre este último aspecto, el artículo 22
constitucional sólo requiere que "existan elementos suficientes para determinar que
el hecho ilícito sucedió". Lo anterior contraría el principio de presunción de inocencia
que la propia Reforma Constitucional pretendió recoger, pues una persona podría
ser privada de su "presunto patrimonio" sin que se haya dictado previamente una
sentencia condenatoria que demuestre su culpabilidad. Y si bien es cierto que la
propia Constitución reconoce que cualquier persona que se considere afectada
podrá interponer recursos para demostrar el origen lícito de los bienes, también lo
es que con ello no se impedirá que la autoridad administrativa los enajene, por lo
que en caso de ganarse dichos recursos, sólo procedería el pago en especie de
esos bienes que "presuntamente" fueron medio, objeto o producto de un ilícito.
Asimismo, el artículo 123, apartado B, fracción XIII, de nuestra carta magna
incluye ahora una serie de reglas para:
1. La remoción de servidores públicos en el área de seguridad pública
2. El establecimiento de un régimen de seguridad social para los
servidores públicos miembros de las corporaciones policiales,
servicios periciales y agentes del Ministerio Público. Finalmente, la
referida reforma federalizó a la delincuencia organizada, al establecer
en el artículo 73, fracción XXI, de la Constitución Política de los
Estados Unidos Mexicanos, la exclusiva facultad del Congreso de la
Unión para legislar en esa materia.
10. Arraigo
En este mismo sentido, la Reforma Constitucional incluyó la posibilidad del
arraigo hasta por cuarenta días, sólo para el caso de la delincuencia organizada,
con la posibilidad de prorrogarlo por otros cuarenta más. El arraigo, desde sus
orígenes, a raíz de la reforma al Código Federal de Procedimientos Penales a
principios de la década de los ochenta del siglo pasado, se consideró como una
medida cautelar, tendente a evitar que una persona, respecto de la cual existían
mínimos elementos para suponer alguna relación en la comisión de un delito, le
fuera limitado el derecho de salir de su domicilio; de esa manera, se lograba
garantizar que podría ser llevada a la justicia.
La reforma incorpora al texto constitucional el arraigo, pero lo coloca en
franca oposición al derecho a la presunción de inocencia, que fue precisamente uno
de los argumentos que se dirigió en términos de crítica con mayor frecuencia a dicha
figura, pues sin existir elementos para suponer, en ocasiones, la consumación de
un delito, se le priva a una persona de su libertad.
El arraigo, como señalamos antes, si bien constituye una medida cautelar
que data de la década de los años ochenta, ha dado lugar a excesos en cuanto a
su ejecución, así como respecto de la falta de controles a cargo del Ministerio
Público ejecutor, por lo cual una de las grandes deficiencias existentes en esta
cuestión se relaciona con los controles para vigilar que en la ejecución del arraigo
se eviten abusos, así como para garantizar la reparación adecuada de los daños a
la persona arraigada cuando, no obstante haber estado privada de la libertad, se
determine la ausencia de elementos para hacerla probable responsable de un delito.
El arraigo es una forma disfrazada de prisión y sin las garantías de esta. Y lo que
es más grave aún es su inoperancia, ya que muy pocos arraigos acaban en
consignación.
11. Justicia oral
Una mención especial merece la introducción de la oralidad en los procesos
penales de nuestro país. Por primera vez en la historia de México se ha incorporado,
al orden jurídico nacional, una institución ajena a nuestra tradición jurídica, propia
más de los países anglosajones: la justicia oral. La Reforma Constitucional modificó
el artículo 20 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos para
establecer que el proceso penal será acusatorio y oral, el cual se regirá por los
principios de publicidad, contradicción, concentración, continuidad e inmediación.
La disposición constitucional se estructura ahora con base en tres apartados:
a) Principios generales,
b) De los derechos de toda persona imputada y
c) De los derechos de la víctima o del ofendido.
Sin lugar a dudas, se está ante un hecho sin precedentes frente al que valdría
la pena preguntarse ¿A dónde puede conducir un camino empedrado de buenas
intenciones? Suele ocurrir que la distancia entre lo deseable, lo necesario y lo
posible sea excesiva, tanto que uno debe aprender que se actúa correctamente sólo
si las decisiones se basan en un cálculo cuidadoso y comprometido a partir de esos
tres factores.
¿A cuál de esas tres dimensiones del quehacer público —lo que se quiere,
lo que se necesita y lo que se puede— responde primordialmente la reforma
constitucional que propone la adopción del sistema de juicios orales en México? Mis
objeciones en este asunto no han sido a la oralidad del juicio en sí, sino a las
enormes complicaciones que trae aparejadas su correcta instrumentación y al
riesgo de que pueda convertirse en un parche más para un sistema de justicia que
necesita cambios de fondo, una verdadera reforma integral.
La reforma pro-juicios orales, ¿Es una respuesta a lo que se desea para el
sistema mexicano de justicia, o a lo que éste necesita para funcionar sin las graves
deficiencias que lo caracterizan? Establecer un periodo de vacatio legis hasta 2016,
es decir, ocho años, para que entre en vigor esa reforma abre, por una parte, una
cuenta regresiva que supera los términos del mandato de los legisladores que
participan en su constitucionalización. Por la otra, su instrumentación plantea
problemas de tal magnitud que sería deseable que los aplausos por el advenimiento
de la oralidad dejasen un poco de espacio para formular algunas interrogantes y
para escuchar algunas aclaraciones, si es que las hay.
Una reforma con esas características demandará a los poderes judiciales —
el federal y los estatales— multiplicarse por varias veces. Esto es, si hoy un juez
atiende un promedio anual de 500 expedientes, con la reforma en materia de juicios
orales ese juez sólo podrá atender, en el mejor de los casos, alrededor de una quinta
parte, o sea, unos 100 expedientes. ¿Pueden multiplicarse por cinco, en sólo ocho
años, los actuales presupuestos del poder judicial federal y de los estatales, para
contar con el personal suficiente que dé efectividad a esa parte de la reforma? Y lo
peor del caso, aunque me moleste decirlo: Ante la posibilidad que ahora se abre de
poder negociar entre el Ministerio Público y el presunto delincuente tanto el delito,
como la pena: ¿El verdadero fin de los juicios orales es no juzgar a nadie, sino
convertir la justicia penal en un espacio donde se negocien "en lo oscurito" las
sentencias, con evidente beneficio para los ricos y los poderosos en perjuicio de los
pobres y los ignorantes?, ¿estamos importando en México desde los Estados
Unidos de América un sistema de justicia para no juzgar a nadie o sólo a los pobres?
Hay muchas interrogantes pendientes de respuesta, pero algunas se refieren
a aspectos que pueden dejarnos sin aliento: si el testimonio de quien presencia un
delito tendrá un mayor peso relativo en el juicio oral, ¿surgirá —como lo hay ya en
los Estados Unidos de América, aunque "a la mexicana"— un mercado de oferta y
demanda más grande que el actual para quienes se presten a hacer o retirar
imputaciones contra un acusado? ¿En México se puede llegar a la cárcel como
responsable confeso y declarado de algún delito grave, por simple ignorancia,
pobreza o carencia de defensa jurídica profesional? ¿Será más fácil que eso ocurra
en los juicios orales, o no? Otra pregunta es: ¿Hoy día, cuáles son los planes,
programas y presupuestos para lograr en cantidad suficiente (millares, sin duda)
servidores públicos altamente capacitados en el desahogo de juicios orales y
escrupulosamente profesionales en la materia? todavía no los conocemos.
Más allá de las preguntas inherentes a la oralidad, la historia de nuestro país
ha sido muy clara en cuanto a algunas reformas que se dejan al tiempo. Muy pocos
de los proyectos se continúan y, por consecuencia, nada asegura, de aquí a casi
una década de distancia, que dicha reforma logrará superar los escollos en el
camino. Quizá para entonces se proponga una nueva, con una idea distinta a la de
los juicios orales.
¿Descubriremos, en 2016, que la gran materia fundamental —la necesidad
de un sistema judicial eficaz y confiable, resultado de una reforma integral y a
fondo— la pospusimos una vez más durante casi una década? Para entonces,
¿cuánto habrá costado al país cambiar tiempo real por espejitos y collares con
vistosas, pero casi inútiles cuentas de colores? ¿cuáles son los nuevos y graves
problemas surgidos del juicio oral-contradictorio en países no anglosajones que
están tratando de adoptarlo?
Los imperativos financieros, humanos y materiales de algunos puntos de esta
reforma —entre ellos, los que se desprenderán de la oralidad de los juicios—
pueden dejarla como un noble y hermoso intento pleno de buena voluntad, pero
sólo para empedrar un camino que no sabemos exactamente a dónde lleva, aunque
no parece ir necesariamente hacia un mejor sistema de justicia.
Mientras sólo tres de cada 100 delitos reciban castigo, como ya dijimos, y en las
cárceles 70 por ciento de los internos por delitos patrimoniales purgue condenas por
robos inferiores a siete mil pesos (unos 630 dólares americanos), las penas
privativas de libertad pueden seguir elevándose a lo que dé la imaginación. Los
juicios orales poco o nada podrán alterar la nociva ecuación de la justicia actual,
afectada por los males endémicos de la impunidad, la corrupción y la ineficacia.
Pero sí pueden incluso agravar las situaciones actuales.
III. VIOLENCIA DE GÉNERO
En nuestro país, por rezagos culturales y factores de descomposición social,
la violencia de género ha alcanzado proporciones escandalosas, cuyo ejemplo
negativo son los feminicidios de Ciudad Juárez. Es en esta frontera donde se ha
hecho más evidente el fracaso de las políticas gubernamentales para combatir este
fenómeno, esclarecer sus causas, detener a los culpables y reparar el daño.
Los hechos de violencia contra la mujer se reproducen cada día con mayor
intensidad en diversas partes de la república. Este terrible problema abarca
múltiples perspectivas y demanda respuestas interdisciplinarias, por ello, resulta
conveniente establecer políticas públicas que, por una parte, prevengan la violencia
en contra de la mujer y, por la otra, propicien la investigación adecuada de los ilícitos
que se consumen en contra de las mujeres.
En este contexto, los homicidios, desapariciones y cualquier tipo de violación
grave a los derechos fundamentales de las mujeres, no solamente los referidos al
Municipio de Juárez, Chihuahua, sino en todo el país, demandan una
coparticipación entre el gobierno federal y los gobiernos de los estados a efecto de
erradicar este grave problema social, en donde hemos observado —por poner sólo
un ejemplo— que, en muchas ocasiones, las investigaciones no avanzan, porque
los propios delincuentes actúan bajo la anuencia o tolerancia de servidores públicos.
Para modificar esta problemática, en la Comisión Nacional de los Derechos
Humanos consideramos oportuno que las políticas gubernamentales contemplen,
al menos, los siguientes aspectos:
a. Impulsar programas de sensibilización en materia de equidad de
género, para promover el respeto a los derechos fundamentales de
las mujeres en nuestra sociedad, así como fomentar una cultura que
reconozca una relación recíproca, igual entre el hombre y la mujer.
b. En ejercicio de las facultades previstas en la Constitución Política de
los Estados Unidos Mexicanos, resulta conveniente que la
Procuraduría General de la República se involucre en las
investigaciones de los homicidios y desapariciones de mujeres, para
lograr la identificación y detención de los responsables y cumplir, de
esa manera, con el deber constitucional que tiene a su cargo.
c. Coordinar esfuerzos entre los tres ámbitos de gobierno para la
prevención tanto de los delitos vinculados con la violencia en contra
de la mujer, como de la delincuencia ordinaria y la organizada, a través
de estrategias de colaboración dentro de las bases del federalismo
mexicano, para que cada ámbito de gobierno participe en la ejecución
de acciones para prevenir la delincuencia, con responsabilidades
claramente definidas, en un esquema de trabajo que permita
involucrar a los miembros de la sociedad en el diseño, implementación
y evaluación de dichas acciones.
d. Implementar programas de capacitación en materia de prevención del
delito y estrategias de vigilancia en las zonas de incidencia de los
homicidios y desapariciones de mujeres, identificando de manera
precisa las acciones a realizar, en las que se especifiquen las tareas
que se comprometan a efectuar las autoridades del ámbito federal,
estatal y municipal, y se establezcan las responsabilidades que a cada
una de ellas le competen.
V. TORTURA Y MALOS TRATOS
En México la práctica de la tortura y los malos tratos se encuentran
expresamente prohibidos en la Constitución. Sin embargo, aún se presentan actos
de tortura en nuestro sistema de procuración de justicia y seguridad pública, que
atentan contra la integridad física o psicológica de las personas. El Estado tiene la
obligación de tomar las medidas efectivas para erradicar la tortura y garantizar que
los servidores públicos que incurran en esta práctica, sean investigados,
procesados y se les apliquen las consecuencias jurídicas previstas en la ley.
En este sentido, hemos propuesto que una política integral de Estado en materia de
derechos humanos debe considerar:
a. Homologar el tipo penal de tortura en todos los códigos penales de los
estados de la Federación, para identificar sus diversas modalidades,
así como los elementos objetivos para su acreditación.
b. Prevenir la tortura y los malos tratos, a través de la capacitación del
personal encargado de la procuración de justicia y la seguridad pública
en los tres ámbitos de gobierno, respecto de los límites de su
actuación.
c. Establecer los mecanismos independientes necesarios para investigar
e imponer las sanciones con prontitud y efectividad a los servidores
públicos que hayan cometido actos de tortura física o psicológica.
d. Crear un fondo económico para reparar el daño a las personas que
hayan sufrido cualquier tipo de tortura física o psicológica, o en caso
de muerte, a sus familiares.
IV. TRATA DE PERSONAS
Este fenómeno mundial desafía los avances alcanzados por la comunidad
internacional en materia de derechos humanos. Es una de las actividades que
atenta contra lo más fundamental de cualquier individuo: su dignidad humana. Esta
versión moderna de la esclavitud no sólo es un problema de orden público mundial
sino también de seguridad nacional, pues se vincula con los flujos migratorios, la
situación de pobreza, desigualdad, degradación de valores y actuación de la
delincuencia organizada trasnacional. Sus efectos más aparentes son el
agravamiento de la tensión política y social al interior de los países y la afectación
de las relaciones multilaterales entre los Estados de la región.
En el 2000, en el marco de la Conferencia Mundial de la Organización de las
Naciones Unidas celebrada en la ciudad de Palermo, Italia, 147 países firmaron la
Convención de las Naciones Unidas Contra la Delincuencia Organizada
Transnacional, así como también sus dos protocolos complementarios: Protocolo
contra el Tráfico Ilícito de Migrantes por Tierra, Mar y Aire y el Protocolo para
Prevenir, Reprimir y Sancionar la Trata de Personas, Especialmente Mujeres y
Niños (conocido como "Protocolo de Palermo"). El tercer protocolo de dicha
Convención, esto es, el Protocolo contra la Fabricación y el Tráfico Ilícitos de Armas
de Fuego, sus Piezas y Componentes y Municiones se adoptó unos meses más
tarde.
México firmó el Protocolo de Palermo el 13 de diciembre de 2000 y lo ratificó
el 4 de marzo de 2003. Dicho protocolo tiene como propósitos fundamentales la
prevención y el combate a la trata de personas; la protección y asistencia a las
víctimas, salvaguardando sus derechos humanos; y la promoción de la cooperación
entre los Estados parte para lograr esos fines. Este instrumento internacional le
señaló a aquéllos la obligación de adoptar las medidas legislativas y de otra índole
que fueran necesarias para tipificar en su derecho interno la trata de personas.
En cumplimento a lo señalado en el párrafo anterior, el Congreso de la Unión
aprobó la Ley para Prevenir y Sancionar la Trata de Personas, que entró en vigor el
28 de noviembre de 2008. Si bien la definición del delito de trata de
personas previsto en dicha ley recoge los tres componentes fundamentales
previstos en el Protocolo de Palermo, su aplicación en territorio nacional se limita
únicamente al fuero federal, por lo que las entidades federativas tienen una
importante responsabilidad frente a este problema.
Al respecto, se debe señalar que el tratamiento que los estados de la
República Mexicana dan a la trata de personas es muy diverso. Algunas entidades
federativas han legislado el delito en sus códigos penales; otras lo señalan en éstos
pero no lo tipifican; e incluso, existen algunas que ni lo mencionan. Esta situación
refleja una falta de homogeneidad en la legislación nacional respecto de este
fenómeno delictivo de alcances nacionales e internacionales. Para lograr un
combate efectivo en contra de la trata de personas, se necesita:
a. Que las entidades federativas cuenten con una ley específica sobre la
materia.
b. Que se establezcan tipificaciones del delito y penas iguales en todas
las leyes.
c. Que en éstas se contengan políticas públicas en materia de
prevención y sanción, así como protección y asistencia a las víctimas
de ese delito.
d. Que en el Programa Nacional para Prevenir y Sancionar la Trata de
Personas al que se refiere la ley federal de la materia, se incluya la
participación de las entidades federativas, a fin de sumar esfuerzos
para combatir este cáncer social.
V. DETENCIONES ARBITRARIAS
La Constitución General de la República, así como las leyes que de ella
emanan, establecen que nadie puede ser molestado en su persona, familia,
domicilio, papeles o posesiones sino en virtud de mandamiento escrito de la
autoridad competente. No obstante, la práctica de las detenciones arbitrarias sigue
siendo recurrente en nuestro país y representa una grave violación al derecho
fundamental de la libertad personal.
Al respecto, una política integral de defensa de los derechos humanos,
precisamente debe prevenir las violaciones sobre todo cuando éstas son graves.
Para tal efecto, se debe contemplar:
a. Instrumentar mecanismos de supervisión a fin de que en los casos de
personas detenidas en forma arbitraria se dé vista de dichas
irregularidades a los órganos de control interno competentes, y
cuando así lo amerite, se inicie la averiguación previa respectiva.
b. Actualizar los temarios sobre la correcta forma de actuar en las
detenciones para incluirlos en los cursos de capacitación, en los
exámenes de oposición, y en las evaluaciones periódicas de los
servidores públicos de las áreas de procuración de justicia y seguridad
pública.
c. Prohibir expresamente las detenciones practicadas por elementos
policiales al margen de investigaciones ordenadas por el Ministerio
Público, con excepción de los casos de flagrancia.
d. Realizar las reformas legales para acotar la figura jurídica del arraigo
y ajustarla al sentido de la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos.
VI. RETENES
Si bien la función primordial del Ejército, Fuerza Aérea y Armada de México
es preservar y defender la soberanía nacional, las leyes prevén la participación
militar en las tareas de seguridad pública, siempre y cuando medie una solicitud
expresa y en auxilio de las autoridades civiles, y nunca de manera unilateral e
independiente.
Sin embargo, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos ha recibido
numerosas quejas por la existencia de retenes y las restricciones que al derecho de
tránsito ocasionan. Los retenes que se ejecutan por diversas instituciones policiales
e incluso elementos del Ejército no tienen sustento en la Constitución.
Para tal efecto, es necesario que se ajuste la práctica de los retenes a los
términos de la Constitución a fin de hacer efectivo el derecho al libre tránsito de
todas las personas que circulan por el territorio nacional. En este contexto, al realizar
operativos de vigilancia e inspección para fines de seguridad pública, la Secretaría
de Seguridad Pública Federal debe actuar como autoridad responsable y, en su
caso, la intervención del Ejército se deberá llevar a cabo únicamente en apoyo de
dicha Secretaría y bajo la más estricta responsabilidad de los servidores públicos
que intervengan.
VII. DERECHOS DE LOS PUEBLOS Y COMUNIDADES INDÍGENAS
A pesar de las acciones legislativas que pretenden hacer efectivo el derecho
de los miembros de grupos étnicos o comunidades indígenas, aún existen rezagos
históricamente acumulados que los colocan en franca desventaja y vulnerabilidad
frente al resto de la población nacional.
Son especialmente preocupantes las condiciones que enfrentan los
indígenas cuando entran en contacto con las instituciones de procuración de justicia.
En la mayoría de los juicios o procedimientos en que se encuentran involucradas
personas o comunidades indígenas, es poco probable que se tomen en cuenta sus
costumbres y particularidades culturales. En casos excepcionales son asistidos por
intérpretes y defensores con conocimientos de sus lenguas.
Asimismo, las mujeres indígenas son limitadas —en muchos casos— en sus
más elementales derechos: reproductivos, laborales, libertad y seguridad sexual y
políticos, con el pretexto de la vigencia de usos y costumbres. Son las personas
más relegadas de toda la sociedad mexicana, pues se les discrimina por su género,
su nivel económico y origen étnico. Revertir esas condiciones debe ser un
imperativo nacional.
Creemos que una política de Estado debe fundamentarse en la protección
irrestricta de los derechos humanos, para el caso:
a. Es necesario promover las reformas a las constituciones de las
entidades federativas para que se reconozcan los derechos de los
pueblos y comunidades indígenas, de acuerdo al espíritu de la reforma
constitucional de agosto de 2001.
b. Proporcionar servicios de defensoría, traducción e interpretación en
los juicios y procedimientos administrativos en los que los indígenas
sean parte.
c. Reformar y actualizar los instrumentos legales y administrativos para
atender los conflictos agrarios, que impiden a muchas comunidades
indígenas disfrutar de sus derechos a la tenencia de la tierra, la
seguridad jurídica, al desarrollo, a la justicia y a la paz.
d. Reglamentar los procedimientos de atención a las solicitudes de
beneficios de libertad anticipada de los indígenas sentenciados, con
el objeto de unificar los criterios de evaluación de los requisitos para
la liberación.
e. Legislar para que la actividad de los jornaleros agrícolas sea
debidamente garantizada en cuanto a sus derechos laborales y de
seguridad social.
f. Poner en práctica programas educativos y de nutrición, acordes a las
necesidades de los jornaleros agrícolas y sus familias, respetando sus
particularidades culturales.
VIII. MIGRANTES
Los migrantes presentan desafíos urgentes a la sociedad y al Estado. Como
país de origen, tránsito y destino, México enfrenta un flujo de personas que, de
acuerdo con estimaciones de analistas e instituciones, seguirá creciendo al menos
durante las próximas dos décadas.
Los extranjeros indocumentados suelen ser objeto de abusos por parte de
autoridades de los tres ámbitos de gobierno; agresiones y robos por miembros de
la delincuencia organizada y por la delincuencia común, a lo que se suma el
hacinamiento, el trato discriminatorio y despótico, así como las múltiples violaciones
a sus derechos humanos al momento de ser "asegurados" y trasladados a las
estaciones migratorias para su expulsión.
Es fundamental, hacer efectiva la decisión del estado mexicano de sancionar
a quienes violen los derechos humanos de los migrantes. Para tal efecto, se debe
impedir la verificación de la condición migratoria y la detención administrativa de los
migrantes por parte de autoridades que no están facultadas expresamente para ello,
y prohibir la utilización de cárceles como estaciones migratorias habilitadas.
IX. DERECHO A LA PROTECCIÓN DE LA SALUD
El derecho a la protección de la salud incluye la atención quirúrgica,
farmacéutica y hospitalaria con calidez humana. Los pacientes tienen derecho a
recibir información veraz y oportuna sobre sus padecimientos, así como ser
atendidos ininterrumpidamente, sin que resulte válido invocar la suspensión del
servicio bajo argumentos burocráticos, económicos o de cualquier otra índole,
máxime cuando la prestación del servicio resulte vital para la salud del paciente.
En este contexto, nuestro sistema de salud adolece de graves deficiencias,
requiere de una atención inmediata y definitiva en la que se tomen las medidas
adecuadas para garantizar el abasto oportuno y suficiente de medicamentos,
material de curación e insumos para la operación del equipo médico, a través de
procedimientos ágiles y efectivos, que garanticen la prestación adecuada del
servicio médico y permitan a los pacientes que el ejercicio del derecho a la
protección de la salud no sea limitado por aspectos burocráticos.
Se deben analizar las condiciones en que se está ejerciendo el presupuesto
en las dependencias públicas del sector salud, a efecto de que mediante una
reingeniería financiera, pueda orientarse a garantizar que la prestación de los
servicios será con el personal suficiente, así como con la cantidad y calidad prevista
en ley y a que tienen derecho las personas que acuden a solicitarlo.
Finalmente, con el fin de garantizar una mejor prestación del servicio público
de salud, es necesario definir y establecer los mecanismos necesarios para darle
seguimiento y optimizar el ejercicio del gasto.
X. FORTALECIMIENTO DEL OMBUDSMAN
Los organismos públicos de protección de los derechos humanos,
establecidos por el apartado B del artículo 102 constitucional, son un elemento
fundamental para el avance democrático de nuestro país, no son producto de una
concesión gratuita como algunos lo han señalado, quizá por ignorancia o por una
falta de respeto a las instituciones de la república.
Las comisiones de derechos humanos son el resultado de una larga lucha,
que se ha gestado no solamente en nuestro país sino en muchos países del mundo,
y representan un medio eficaz para asegurar la defensa y disfrute efectivo de las
libertades y de los derechos más primordiales de las personas frente al abuso de
poder.
El Sistema de Protección no Jurisdiccional de los Derechos Humanos lucha
permanentemente por conformar un Estado de derecho, situación que tiene sus
raíces en nuestra historia, desde que se promulgó la primera Constitución en México
hemos conquistado libertades individuales y procurado los principios de justicia, en
un sistema jurídico por muchos conceptos original.
Sistema en el que el ombudsman nacional conjuntamente con sus
homólogos del país, van permanentemente buscando que los viejos pero aún
vigentes principios de libertad, igualdad, justicia y seguridad que nuestras
tradiciones nos han heredado, tengan plena vigencia.
De singular trascendencia fue el impulso que el Congreso de la Unión dio a
la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, con la reforma al apartado B del
artículo 102 constitucional en 1999. Con este paso la Comisión Nacional además
de constituirse como un organismo público autónomo del Estado mexicano,
fortaleció su funcionamiento pues dicha reforma constitucional, la ha encaminado a
reorganizarse y asumir un papel más decisivo como representante de la sociedad
por la defensa de los derechos fundamentales.
Hoy en día la Comisión Nacional de los Derechos Humanos puede afirmar
que en nuestro país se ha avanzado un buen trecho en la defensa de los derechos
humanos, principalmente de aquellos derechos de los mexicanos considerados
como vulnerables. Para lograr este objetivo se requiere que el ombudsman nacional
siga ejerciendo sin limitaciones y censuras infundadas la autonomía plena de que
ahora goza, intensificando los lazos de colaboración con los demás organismos
públicos de protección y defensa de los derechos humanos y con la sociedad en
general.
La labor que realizan los organismos públicos de protección de los derechos
humanos no se sostiene en el número creciente de recomendaciones que emitan,
lo que mide la eficacia de su trabajo son las acciones que resuelven las más
sentidas demandas de la sociedad. La fuerza de sus recomendaciones deriva de lo
que establece la propia Constitución General de la República.
No existen soluciones mágicas ni fórmulas absolutas, la única alternativa
para lograr el respeto de los derechos humanos y abatir el abuso de poder es
impulsar acciones decididas para crear conciencia en la sociedad y en los diversos
servidores públicos, a que ejerzan su función anteponiendo la observancia del
derecho y la consideración a la dignidad humana.
La evaluación de eficiencia del ombudsman es un hecho que le corresponde
realizar a la sociedad mexicana, pero para que su gestión sea eficaz, se requiere
necesariamente de la voluntad del gobierno primero, para crear una política de
Estado que respete los derechos humanos, y segundo, para sancionar conforme a
la ley a todos aquellos servidores públicos que antepongan sus intereses y pasiones
para cumplir con dicho objetivo.
Es necesario remarcar que el ombudsman nacional y los de las entidades
federativas son instituciones públicas al servicio de la sociedad, que a partir de su
autonomía constitucional han ido construyendo un diseño propio de gestión pública
orientado a la protección de los derechos humanos dentro del marco de la ley, bajo
principios claramente establecidos y definidos: el respeto de la dignidad de la
persona.
El nuevo orden internacional exige, por tanto, el reconocimiento jurídico,
político, social y cultural de los derechos humanos en el entendido de que estos
deben ser la base de una nueva concepción de la persona, los cuales, dentro de los
grandes problemas que los esquemas de la seguridad nacional, terrorismo,
intolerancia entre otros, impone la realidad mundial, pretenden una concepción más
humanista íntimamente relacionada con su dignidad.
El fortalecimiento de los organismos públicos de protección y defensa de los
derechos humanos, hoy por hoy se enfrenta a grandes retos y desafíos. Es
necesario analizar y reflexionar sobre ellos a fin de mejorar la calidad de sus
servicios, conscientes siempre de que estamos insertos en un mundo globalizado
que no ha sido capaz de reactivar economías y los mínimos de bienestar de los
países más necesitados.
XI. A MANERA DE CONCLUSIONES
Basta con repasar la historia de los derechos humanos para observar un
conflicto evidente entre las aspiraciones normativas de los órdenes que constituyen
al Estado democrático de Derecho y la facticidad de su escenario social. consignado
en los órdenes jurídicos, éste enfrenta conflictos entre facticidad y validez, sobre
todo porque son derechos que los ciudadanos deben reconocer en el otro, para
poder ser reconocidos en él mismo, a través de su positivación. Cuando el
parámetro político y social del Estado es garantizar a cada uno el disfrute de los
mismos derechos, parece un objetivo fácil, pues el orden jurídico se plántea en
función de ello y que el pueblo sigue enarbolando esa soberanía a través de los
derechos políticos, es decir, a través del derecho a votar y a ser votado. Sin
embargo, como afirma Habermas, los derechos políticos son libertades subjetivas
de acción, que no obligan a la participación política, sino a comportarse, según lo
indique la norma en el caso en que se quiera realizar la conducta política autorizada.
Es importante que los ciudadanos asuman las normas que han dado los
legisladores para regular la convivencia social. Por eso cuando se habla de la
publicidad de la norma, no sólo se hace referencia a que la norma debe darse a
conocer a quienes han de cumplirla, sólo con el objetivo de que conozcan la
existencia de una nueva norma, sino de que el ciudadano entienda que el legislador
plasmó en la norma lo que él esperaba. En las sociedades actuales, el Derecho sólo
puede apostar por ser un instrumento estabilizador de expectativas de los sujetos
si mantiene una «conexión interna con la fuerza sociointegradora que tiene la acción
comunicativa». Así, el Derecho no sólo será mero instrumento imperativo, que
compela a los ciudadanos a una conducta dada sin que haya una verdadera
aprehensión normativa.
El escenario actual es de descomposición económica, jurídica, social y
cultural. Todo diálogo que busque acuerdos en derechos humanos debe ser
incluyente, sólo así podrán construirse conceptos reales y válidos para todos de
Derecho, Estado de derecho, ser humano, dignidad humana, derechos humanos,
universalidad, y de cualquier otro que sea necesario para una convivencia armónica,
justa y respetuosa de los hombres y mujeres en sus diferentes sociedades y
culturas. Se presupone que todos hacen y actúan en función de construir un
resultado social. Cosa que la situación actual de los derechos humanos ha
demostrado que no se logra.
Pero si a ello se limita la tarea del Derecho, no se cumple con la atención que
debe tener la cohesión social. Una Constitución puede ser constantemente
adicionada en su parte dogmática, de tal manera que a la letra presente un acabado
abanico de derechos humanos, lo que no garantiza que en la realidad social se
reflejen esos derechos. El pueblo, en la ficción jurídica, cede ese poder de decisión
para que el Legislativo desarrolle y, en su caso, apruebe las leyes que regirán
precisamente a ese pueblo, razón por la cual, en la práctica, se espera que todos
los sujetos reciban y cumplan la norma sin mayor conflicto.
CONCLUSIÓN
La labor de la CEDH es compleja, en ocasiones la sociedad se cuestiona
acerca de su autonomía, de su funcionamiento y la veracidad del compromiso de
ésta institución y de algunos/as de sus representantes.
Los objetivos y las buenas intenciones de éste organismo se ven limitadas y
obstaculizadas por cuestiones procesalmente formalistas y también, dan la
impresión de que lo realmente relevante es la cuestión cuantitativa, es decir, fijar
para fines estadísticos la cantidad de personas que acuden a ellas, el número de
quejas que reciben, la formalidad en los trámites y pasos a seguir –lo cual se puede
definir como una burocratización-, sin darles la importancia que se merecen a
circunstancias como la atención personalizada a la víctima u ofendido, el investigar
los hechos con un compromiso de servicio, el pelear por la defensa y respeto a los
derechos humanos atendiendo a un sentido de humanidad y sensibilidad, de darle
a cada persona un trato que vaya acorde a la dignidad humana de las personas.
El trabajo de la CEDH no se debe limitar a la emisión de recomendaciones,
sino a llevar a cabo acciones que se reflejen en soluciones para las dolencias de la
sociedad. El trabajo de la CEDH es loable y ha ido evolucionando con el pasar del
tiempo, lo anterior debe ser el impulso para la mejora en la toma de decisiones que
permitan avanzar, ampliar y perfeccionar en todas y cada una de las actividades
que son de su competencia y/o para las que la ley les faculta u obliga, siempre
teniendo presente que a quien sirve es a la sociedad. Figuras como la de los
ombudsman y los integrantes del Consejo de la CEDH tienen una mayor
responsabilidad en todo lo antes descrito, pues se encuentran al frente de una
institución que les da la posibilidad fáctica de hacer algo “más y mejor”, sin embargo,
es de imperiosa necesidad tener claro que su actuación no debe responder a la
“prudencia” para no molestar o poner en evidencia a los servidores públicos (lo cual
ha tenido como consecuencia la desilusión, desconfianza y hartazgo por parte de
los integrantes de la ) en estas y otras instituciones.
Aún hay mucho terreno por conquistar para que la protección y garantía de
los derechos humanos se vea efectivizada en la práctica y para esto debe seguir
una lucha intensa en materia de investigación, divulgación, educación promoción y
la sensibilización de los mismos, trabajo que no es exclusivo de la CEDH, sino de
toda la sociedad, sin embargo, la CEDH se encuentra en una posición que le
“facilita” poder lograrlo.
México tiene diversos desafíos por enfrentar en materia de derechos
humanos: la pobreza, la desigualdad, la discriminación – por cualquier razón: etnia,
raza, edad, preferencia sexual, entre otras-, la falta de acceso a la justicia, la
inseguridad, la violencia – en todas sus expresiones-, la falta de oportunidades -en
todos los ámbitos-, la corrupción y la impunidad son algunas de esas dolencias de
nuestra sociedad.
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