“Se extiende la huelga en Bocas del Toro”, “Cinco mil guaimíes y kunas empiezan la huelga"; reportaba el 8 de noviembre de 1960 el periódico El Día el inicio de un conflicto laboral que más tarde se extendería hasta Puerto Armuelles. El conflicto generó grandes disturbios en Puerto Armuelles, quizás peores que los actuales, como veremos, pero solo un muerto por disparo de bala, muy contrario a lo acaecido esta vez en Bocas. Existe mucha similitud en las actitudes, causas y efectos de los disturbios del año 1960 en las bananeras, tanto que dan fe al adagio que reza: “los pueblos que ignoran su historia, están llamados a repetirla”. El 16 de noviembre, el Presidente Chiari viaja a Bocas. En una plaza pública, se presenta ante una manifestación de centenares de huelguistas. Hay una foto muy elocuente del Presidente Chiari en una tarima improvisada, dirigiéndose a centenares de huelguistas, solo con la presencia a su espalda del Edecán Presidencial, Federico Boyd . El Presidente Chiari negocia un acuerdo con el líder de los huelguistas, Virgilio Scherwer, sellándolo con una gran abrazo caballeroso. Sin embargo, la situación en Puerto Armuelles se torna crítica. Exigen el mismo acuerdo que los de Bocas. Ocupan Puerto Armuelles y las fincas bananeras. Sitian a los mandadores y ejecutivos de la frutera, inclusive su Gerente General, Andy Holcombe. Toman atribuciones de justicia y policía, forzando la intervención de la Guardia Nacional. Ocurre la única muerte del conflicto siendo el causante, según el Gobierno, el mandador de la Finca Teca. El Obispo Clavel de Chiriquí (q.e.pd.) acude a Puerto donde pide calma. Es recibido por centenares de obreros con crespones luctuosos en señal de duelo por la muerte del obrero, Dionisio Arrocha. Contrario a la actitud del Obispo, el Ministro Robles, mantiene una actitud beligerante advirtiéndoles que desistan de sus manifestaciones si no será necesario ordenar que los desalojen a tiro limpio”. Finalmente el Presidente Chiari viaja a Puerto Armuelles y eventualmente se logra un acuerdo, pero que no durará mucho. Los conflictos bananeros volvieron a repetirse a mediados de la década de los 60 y luego a la de los 80. Para esas épocas no estaba en el país, creo mejor que las relate alguien con más propiedad. Como vemos existe paralelismo en el desenvolvimiento de la crisis bananera actual y las anteriores. Hay elementos comunes. En ambas situaciones los obreros sentían que se habían violado sus derechos y que el Gobierno de turno hacía caso omiso a sus derechos y aspiraciones. No hubo ningún intento de diálogo. El Gobierno subestimó el poder de convocatoria de los obreros. Me pareció interesante contribuir con este relato histórico de una crisis que viví muy cerca. Estas y las que siguieron, debieron servirnos de lección y aprender lo que se hizo mal y cómo evitar cometer los mismos errores en el futuro; pero, no lo hicimos, obreros y gobierno, se les olvidó la lección inexorable de la Historia y nos obligaron a revivir. Esperemos esta vez aprender la lección. Si no lo hacemos, las próximas crisis laborales serán peores. El mes de septiembre de 1960, la empresa anunció un nuevo sistema que aumentaba la tarea diaria de los trabajadores del campo. El 22 de septiembre, un grupo de trabajadores envió una comunicación al Inspector Provincial de trabajo para que interviniera ante los funcionarios de la empresa con el fin de modificar la práctica seguida en cuanto al pago de las horas extras y, y en el mes de octubre se envió otro memorándum al Juez seccional de trabajo, con copia al Inspector Provincial de trabajo al Sub gerente de la empresa Bocas del Toro. Ambos documentos fueron entregados sin participación de los dirigentes oficiales del sindicato controlado por la empresa. Estas gestiones recibieron una sola respuesta: Un telegrama del Inspector Provincial del Trabajo de octubre diciendo que cuando volviera de la ciudad de Panamá, doce días más tarde, recibiría a los quejosos. El funcionario público iba a pasar las fiestas patrias a la capital y pensaba atender la solicitud después de sus vacaciones. Para esto, sin embargo, no hubo tiempo. Cansados de esperar inÚtilmente, los indígenas de la Finca 31 on donde trabajaba Manuel Montezuma Rodriguez, decidieron presentarse ante los señores Kidd y Wells, altos funcionarios de la empress para exponer la nueva tarea y su deseo de volver a is antigua, a pesar de su dureza. Ante los representantes indígenas, los funcionarios de las empresas dijeron que si así lo deseaban, podían irse ya que volverían dos horas más tarde en buses de trabajo. funcionarios de la empresa para exponer la nueva tarea y su deseo de volver a su antigua, a pesar de su dureza. Ante los representantes indígenas, los funcionarios de las empresas dijeron que si así lo deseaban, podían irse ya que volverían dos horas más tarde en buses de trabajo. Cuando un trabajador ingresa al servicio no recibe paga ni la primera ni la segunda semana; al final de la tercera semana recibe el salario correspondiente a la primera, de manera que siempre tiene el salario correspondiente a dos semanas "en fondo". En circunstancias normales y práctica es causa del endeudamiento de los trabajadores, pero en esta ocasión permitió que siguieran recibiendo salario —recortado por las deudas y vales de adelanto— durante dos semanas. El 4 de noviembre, cuando regresaban de Almirante, Jose M. Serracin y Virgilio Schuverer encontraron una muchedumbre frente a las oficinas administrativas de las empresas en Changuinola. Al saber la causa de la concentración, decidieron participar en el movimiento, que desde entonces adquirió una fisonomía definida, de protesta contra los desmanes de la filial panamericana de la United Fruit Co.
La primera medida fue la de sustituir a los antiguos dirigentes sindicales. La
empresa habla de un "sin- yate de empresa" controlado con directores- altoparlantes. Ellos negociaban cuando la compañía deseaba contratos que sólo protegían los intereses patronales, los trabajadores desconfiaban y se rehusaban a permitir que siguieran manejando el movimiento contra la Frutera. Ese fue el acierto inicial de los trabajadores: desmadejar toda la superestructura legal tejida por la comparsa alrededor del movimiento sindical con lo cual se logró plena libertad de acción frente a la empresa y frente a las autoridades públicas. Prueba de lo anterior se tuvo cuando la directiva de los trabajadores que reemplazó los antiguos cipayos, se negó rotundamente a discutir el problema colectivo en las oficinas de la empresa con la Inspectora General del Trabajo, tal cual ella deseaba. El 5 de noviembre se ve claramente que la posición de las autoridades administrativas del trabajo no llevaría a una solución, por cuanto se limitaba a la apreciación legalista del movimiento, favoreciendo así los intereses patronales. Se reunieron entonces los trabajadores en Asamblea General y luego de aceptar la renuncia de los dirigentes sindicales procedieron al nombramiento de los reemplazantes, entre quienes ocupaban los puestos principales Schuverer, Serracin, Anderson, Cubillas, Rodriguez, Smith, Bins, Quintero y Nthiez. La nueva directiva se convirtió 116 en Comité Central de Movimiento con sede en Changuinola y tuvo subcomités en Almirante, Guabito y cada una de las fincas de la empresa. Para que el movimiento se mantuviera dentro del orden era necesaria una fuerza de vigilancia. Si la Guardia Nacional hubiera estado sola habrían podido surgir molestosos incidentes, considerando su insuficiencia flumerica. Los trabajadores formaron cuerpos de vigilancia que no solo fiscalizan el cumplimiento de las disposiciones del Comité Central en cuanto a la efectividad del movimiento y el mantenimiento del orden, sino también garantizaban las propiedades de la empresa, evitando provocaciones de los opositores del movimiento, quienes habrían podido destruir plantaciones —como ha ocurrido otras veces— para lograr pronunciamientos gubernamentales contra los trabaj adores. En turnos rotativos, las comisiones de vigilancia patrullaban todas las fincas y poblaciones, debiéndose recalcar que los trabajos nocturnos eran hechos casi siempre por Kunas en bicicleta. A tal punto fue satisfactoria la labor combinada de los trabajadores y Guardias nacionales en este primer periodo, que el único incidente reportado fue el de un joven Guaymí, golpeado bárbaramente por elementos quienes aparentemente trataron de robarles. El aumento de B/.0.25 a B/.0.40 por hora, con ser absolutamente necesario, perdió importancia frente al significado de la lucha sindical, porque en cualquiera de los dos casos se trataba de un salario de menor supervivencia. Por estas consideraciones, cuando en las reuniones celebradas en Bocas del Toro, el Gobierno Nacional plante 6 un salario de B/.0.35 por bora, más la aceptación de los otros puntos solicitados por los trabajadores, hubo entre los dirigentes del Comité Central una marcada tendencia a la aceptaciÓn. Solo algunos de los más exaltados, entre los cuales figuraban simpatizantes que no trabajaban con la empresa, como Carlos del Cid, insisten en la lucha frontal, forzando con implicaciones políticas que no tenían Din- (Irma base real. Todas estas consideraciones llevan a concluir que la decisión de Bocas del Toro de negociar por separado, respondía a los intereses de la clase trabajadora en general y de los trabajadores bananeros en particular. Creemos conveniente analizar los factores favorables a los trabajadores, en cuanto a la formación del movimiento y su desarrollo, especialmente ahora cuando se han querido dar explicaciones novelescas que solo tienden a la represión del sindicalismo libre en la zona bananera. “Se extiende la huelga en Bocas del Toro”, “Cinco mil guaimíes y kunas empiezan la huelga"; reportaba el 8 de noviembre de 1960 el periódico El Día el inicio de un conflicto laboral que más tarde se extendería hasta Puerto Armuelles. El conflicto generó grandes disturbios en Puerto Armuelles, quizás peores que los actuales, como veremos, pero solo un muerto por disparo de bala, muy contrario a lo acaecido esta vez en Bocas. Existe mucha similitud en las actitudes, causas y efectos de los disturbios del año 1960 en las bananeras, tanto que dan fe al adagio que reza: “los pueblos que ignoran su historia, están llamados a repetirla”. Puedo hablar en propiedad de los sucesos del año 1960 pues aún residía en David antes de iniciar mi carrera bancaria internacional. Además tenía interés personal en estar atento de los acontecimientos por tener fuertes relaciones amistosas y familiares con ejecutivos de la bananera, Chiriquí Land Company. Según los diarios del tiempo, los disturbios comenzaron en Bocas al inicio del mes de noviembre de 1960. Los obreros bananeros en su inmensa mayoría de las etnias indias declaran una huelga para exigir cumplimiento de ciertas aspiraciones laborales: mejores sueldos, estructura de puestos, rebajas en la canasta familiar, mejor trato, mejores viviendas (¿suena familiar?).De acuerdo a la prensa de la época, la reacción oficial inicial no fue conciliatoria. El periódico El Día registra las declaraciones de la Inspectora de Trabajo (antecesor del Ministerio de Trabajo), Dra. Oller de Sarasqueta indicando que “ella no negocia con insubordinados”. La huelga continúa y se extiende a Puerto Armuelles. Como vemos existe paralelismo en el desenvolvimiento de la crisis bananera actual y las anteriores. Hay elementos comunes. En ambas situaciones los obreros sentían que se habían violado sus derechos y que el Gobierno de turno hacía caso omiso a sus derechos y aspiraciones. No hubo ningún intento de diálogo. El Gobierno subestimó el poder de convocatoria de los obreros. Me pareció interesante contribuir con este relato histórico de una crisis que viví muy cerca. Estas y las que siguieron, debieron servirnos de lección y aprender lo que se hizo mal y cómo evitar cometer los mismos errores en el futuro; pero, no lo hicimos, obreros y gobierno, se les olvidó la lección inexorable de la Historia y nos obligaron a revivir. Esperemos esta vez aprender la lección. Si no lo hacemos, las próximas crisis laborales serán peores.
Efectos del replanteamiento de los enclaves bananeros en la población
ngäbe.
Empresas bananeras y la sociedad panameña, y de las concesiones
ventajosas que mantenía, al estar además vinculados a grupos nacionales dominantes. También explica sobre el Acuerdo de Panamá de 1974, por el cual se establecía un impuesto de exportación o el aumento en el precio de venta local. Sin embargo, el mismo no fue cumplido plenamente al retractarse o flexibilizarse Costa Rica, Honduras y Ecuador. Ante esta situación de aparente triunfo de la compañía transnacional se enfrentó directamente con Panamá, realizando un “boicot”, al efectuar el último embarque el 26 de julio de 1974. Sin embargo, parece que en lugar de ocasionar la desunión, hubo arreglos en el país. Al gobierno panameño no rebajar el gravamen impuesto, la compañía sufrió pérdidas en el mes de agosto, y en el mes de septiembre aceptó un entendimiento con el gobierno, en el cual se incluyeron la reanudación inmediata de las exportaciones, el pago de los impuestos atrasados y de salarios caídos a los trabajadores, un mayor precio de compra a los bananeros independientes y la aceptación de negociar con el Gobierno la transferencia de sus activos. En la cesión de la producción bananera mencionada, también es posible encontrar los orígenes de las diferentes rutas tomadas por la compañía bananera transnacional en las provincias de Bocas del Toro y Chiriquí. Una revisión de las leyes muestra que: - Por el tercer contrato, que empezó a regir el 1 de enero de 1976, la compañía convenía el suministro de embarques con el Estado, a través de la empresa estatal Corporación Bananera del Pacífico (COVAPA). - Por la Ley 4, del 27 de enero de 1977, se creaba la empresa estatal COVAPA, que estaría “(...) sujeta a la política económica del Órgano Ejecutivo, por conducto del Ministerio de Desarrollo Agropecuario” (Artículo 1). - Por la Ley 49, del 2 de diciembre de 1977, se creaba otra empresa estatal, la Corporación Bananera del Atlántico (CUBANA), también bajo la organización del Ministerio de8 Desarrollo Agropecuario, pero esta tendría como sede al Distrito de Changuinola, Provincia de Bocas del Toro (Artículo 2). El objetivo del Estado, al momento de la creación de estas corporaciones, pudo haber sido una mayor participación y experiencia del mercadeo del negocio bananero, que redundaría en una menor dependencia de la compañía transnacional. Sin embargo, el cambio de la política económica del Órgano Ejecutivo en la década de 1980, que tenía orígenes a nivel global, haría que el mantenimiento de fincas productoras a cargo del Estado beneficiara más a la compañía. Aunque por la delimitación geográfica de Panamá, la zona bananera no ha quedado dentro de la Comarca Ngäbe-Buglé, la mayoría de sus trabajadores, sobre todo en el área caribeña, son indígenas. No obstante, en ella ha ocurrido una interacción con otras culturas, que ha influenciado la creación de una nueva mentalidad de los habitantes de la zona. Aunque en aparente contradicción a esta afirmación, en ella también han ocurrido historias de irrespeto hacia sus derechos, que en los casos tratados en las bananeras no se limitan necesariamente a los ngäbes, sino a todos los panameños, al estar gobernados los enclaves bananeros y el país por grupos centrales. Desde la última mitad del siglo XX, se ha visto el despertar de la etnia ngäbe, partiendo su caminar de un desconocimiento del sistema occidental, a una integración manteniendo aún en lo posible sus diferencias, sobre todo culturales, que ha permitido un dominio de las normas que el sistema brinda a todos los panameños. Sus acciones afectaron primero en su nivel local, debido a la característica propia de los enclaves - colocándolos más cercanos en los planos socioculturales y económicos al país huésped que al anfitrión, añadiendo otra cultura con la cual polemizar - para impactar, en el presente, a un nivel nacional al haber desaparecidos los anteriores.
Sin embargo, la clausura de los enclaves no ha significado la finalización de
un estilo de explotación, que solo se ha superado parcialmente. Contrario a lo sucedido en el lado pacífico, la iniciativa ngäbe ha logrado convertir a las corporaciones estatales bananeras en una cooperativa productiva en el sector caribeño. Un cuestionamiento de por qué no funcionó en el primer sector podría situarse en la preferencia de los gobiernos centrales, con visión mercantilista, de seguir el modelo extraccionista transnacional al promover su alianza con los países centrales y la desunión de los grupos periféricos en general, obstruyendo la formación del nuevo hombre panameño necesario para los retos del siglo XXI. La geografía de Ciénaga la hizo muy apta para la producción bananera. A mediados del siglo MIXTAS, sin embargo, el potencial de Ciénaga no había sido aprovechado. Casi nadie en los Estados Unidos de América o en los países europeos había visto y mucho menos probado bananos, y se consideraban una fruta exótica. Ciénaga era una población soñolienta, aislada del resto de Colombia y del mundo. Unas pocas familias con intereses mercantiles vivían en el pueblo. Poseían también propiedades rurales, pero la abolición de la esclavitud en 1851 había empobrecido las haciendas y muchas habían sido abandonadas. Intercaladas con las grandes propiedades, existían enormes extensiones de tierras baldías que nadie reclamaba. Unos pocos indígenas pescaban y cultivaban cosechas de subsistencia y unos pocos pueblos dispersos de colonos indígenas, negros y mulatos producían cosechas para alimentarse.