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Smachetti UdeMM –
SOCIOLOGÍA -
Trabajo práctico Nº 2
SOBRE LA SOCIALIZACIÓN -
Con los textos de Kingsley Davis y de Horton y Horton, analizarán los siguientes temas y producirán
un escrito:
Davis capítulo 8, “socialización”. ¿Quién socializa al niño? Ver página 203 y siguientes. Desarrolle.
Personalidad
factores del desarrollo de la personalidad
herencia
cultura y personalidad
grupo y personalidad
socialización
el sí mismo reflejo
el enfoque Freudiano de la socialización
Los resultados del trabajo, deberán enviarlos EN LA MISMA TAREA. El trabajo es individual. Deben
cumplir con el tiempo límite de entrega.
Desarrollo:
ESTA TAREA LA DEBEN REALIZAR CON EL CAP. 8 DE DAVIS Y EL CAP 3 DEL TEXTO DE
HORTON.
2. Sus pares o iguales: aquellas personas que tienen igualdad con él, sobre todo en términos
etáreos (sus amigos, hermanos, primos, vecinos de similares edades).
Su aprendizaje varía en contenido y significación según sea adquirido de una u otra de estas
categorías de socializadores, y trasuntan, según Piaget, en dos tipos generales de moralidad: el de la
coerción –porque proviene de la autoridad, de los mayores- y el de la cooperación. La de la coerción
es un tipo de moralidad emanado de un deber objetivo basado en el respeto unilateral que inspiran
los mayores: están dotadas de autoridad, y sus reglas se consideran superiores, externas, absolutas
y están más allá de la comprensión de sus destinatarios. En cambio la moral de la cooperación se
basa en la comprensión mutua entre iguales y las reglas no tienen superioridad mística ni carácter
absoluto en sí mismas, sino que son simplemente los principios fundamentales de la asociación, y
por lo tanto: pasibles de ser modificadas en función de las necesidades de los integrantes y sus
consideraciones racionales.
En definitiva: tanto las relaciones autoritarias como las igualitarias contribuyen a la socialización del
niño y ambas tienden a ser adscriptas –al menos inicialmente- en función del sexo, edad y
parentesco: aquello que entraña disciplina y responsabilidad para su transmisión, corresponde a las
relaciones de autoridad, mientras que las de cooperación y negociación, en las relaciones
igualitarias.
2.4. Cultura y personalidad: el sentido de una característica física determinada es pura materia de
definición cultural. Los esfuerzos por vincular una característica física con un rasgo de personalidad
en particular, dependen, inevitablemente, de la cultura en la que estos esfuerzos se planteen, de tal
manera que: una cultura diferente –que defina de otro modo el rasgo en estudio- alentará uno u
otro aspectos o rasgos diversos de la personalidad. Ejemplos: en las culturas en que se adjudique el
carácter de pendenciero a los pelirrojos o cualidades bonachonas a los de cuerpos gruesos, unos y
otros satisfacen finalmente dichas expectativas; así nace la errónea idea de que es el rasgo físico el
que determina la conducta o el rasgo de la personalidad, cuando, en realidad, por socialización la
sociedad misma indujo sutilmente a unos y otros manifestar sus personalidades de una y otra
manera. Precisamente esta definición cultural de los rasgos físicos y el trato social dispensado a
quien los exhibe, es el que determina esa relación: rasgo físico-personalidad, y no a la inversa. Es el
trato social el que induce la relación rasgo físico-personalidad. Es la cultura en particular la que
incluye ciertas características de comportamiento en base a la experiencia compartida: ser
competitivos, individualistas, auto-afirmativos (cultura norteamericana) o de conciencia
colaborativa, grupal y moderación expresiva (cultura hopi). Las experiencias comunes compartidas,
definen personalidades modales de las diversas sociedades: el sombrío sueco, el conversador
italiano. La experiencia cultural común explica las semejanzas de personalidad en una sociedad, y
las diferencias de personalidad modal entre sociedades.
2.6. Socialización: el ser humano, al nacer llega únicamente con sus impulsos orgánicos tendientes a
la supervivencia, sin lenguaje alguno ni cultura. Es incapaz de cuidarse a sí mismo ni de satisfacer ni
sus necesidades más elementales: necesita la atención de los adultos, y ha de aprender todo lo que
necesita para su supervivencia.
La socialización es el proceso mediante el cual desarrollamos una personalidad a través de la
internalización de la cultura de nuestra sociedad.
El niño no nace con un “sí mismo” sino que es necesario desarrollarlo mediante la socialización.
2.7. El sí mismo reflejo: el “sí mismo reflejo” de Charles Horton Cooley –uno de los primeros
sociólogos- explica cómo una persona desarrolla una imagen de “sí mismo”, del tipo de individuo
que es. Este autor sugiere que deducimos tal imagen del “sí mismo” en base a los siguientes
elementos:
- 1. Imaginando cómo nos ven otros,
- 2. Nuestra percepción de los juicios de otros acerca de nosotros, y
- 3. Nuestros sentimientos acerca de estos juicios.
Es decir: formamos nuestra imagen del “sí mismo” en base a nuestra percepción de las reacciones
de otros frente a nosotros. Y no es necesario que nuestra imagen del “sí mismo” guarde relación
con los hechos reales de las cualidades individuales (una bella niña puede sentirse fea porque se
burlan repetidamente de su apariencia en el ámbito familiar, y un niño brillante puede sentirse
obsesionado por sentimientos de ineptitud dado el repetido rechazo de su esfuerzo)
Prof. Smachetti UdeMM –
2.8. El enfoque Freudiano de la socialización: Para Sigmund Freud el “sí mismo” y la sociedad son
entes no armónicos sino conflictivos: la sociedad reprime y niego al “sí mismo” el goce de las
complacencias anheladas: desde muy temprano en la niñez la sociedad le impone al niño sus
restricciones y castiga su inconformismo. Y los que no pueden resolver tal tensión de conflicto entre
el sí mismo y la sociedad, manifiestan neurosis y psicosis.
De Freud conocemos sus conceptos del “yo”, el “ello” y el “superyó”:
- el “ello” es el “sí mismo” impulsivo que contiene los deseos no socializados. Se trata del
núcleo biológico fundamental del sí mismo, y es la expresión de los impulsos, necesidades y
deseos básicos.
- el “superyó” es el “sí mismo” ideal, con las restricciones y valores internalizados, de los
padres y de otros. Es esta la conciencia de uno y las normas sociales de bien y de mal,
internalizadas (escondo los cigarros que fumo cuando vienen mis padres, para no dañar esa
imagen del “sí mismo” ideal)
- El “yo” es el mecanismo de control racional entre el ello y el superyó, que media en el
conflicto entre el ello y el superyó. El yo establece un equilibrio soportable entre lo que uno
desea (ello) y lo que uno cree justo (superyó). Quien posee un yo adecuado no apelará a
rabietas para salirse con la suya ni perderá el control de sí mismo en situaciones tensas.
Aún muy discutidos los conceptos psicoanalíticos de Freud y su validez, sigue siendo el
fundamento de gran parte de la terapia de la conducta hoy.
Aunque las teorías del desarrollo del “sí mismo” no concuerden entre sí, es innegable que la
imagen del sí mismo influye sobre la conducta del individuo: los datos experimentales
demuestran que quienes confían en sí mismos se desempeñan mejor, y la conducta del niño
“bueno”, tanto como del catalogado como “malo” son afines a tales cualificaciones. Una serie de
rótulos psicológicos –compensación, represión, proyección, racionalización, formación reactiva-
describen los distintos tipos de esfuerzo que uno realiza con el propósito de corregir o mejorar la
imagen de sí mismo que aparezca como “poco satisfactoria”; se denominan “mecanismos de
defensa” pues son efectivamente las defensas que el individuo intenta frente a la imagen
insoportable del “sí mismo“ y que con tales esfuerzos intenta mejorar.