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ESPERANZA PARA LAS FAMILIAS DE LOS ENFERMOS

una mujer que vive en Brasil y cuya hermana se encontraba en fase terminal,
reconoce: “Es una experiencia muy dura ver sufrir constante dolor a alguien a
quien quieres tanto”. Cuando Moisés vio a su hermana herida de lepra, se
sintió tan angustiado que imploró: “¡Oh Dios, por favor! ¡Sánala, por favor!”
(Números 12:12, 13).

Jesús vio el dolor que produjo la muerte de su amigo Lázaro en los familiares y
amigos de este, se sintió profundamente perturbado y “cedió a las lágrimas”
(Juan 11:32-35). Con razón, la Biblia dice que la muerte es “el último enemigo”.
De hecho, promete que tanto la enfermedad como la muerte pronto
desaparecerán (1 Corintios 15:26; Revelación [Apocalipsis] 21:3, 4).
Ante la desgarradora noticia de que un ser amado va a morir, no es de extrañar
que busquemos un culpable. No culpe a nadie por el estado del paciente: ni al
equipo médico, ni a las enfermeras, ni tampoco a usted mismo. Con ello solo
hará que las relaciones se vuelvan más tensas y que se desvíe la atención de
lo que debería ser la preocupación principal: atender las necesidades del
paciente terminal.
¿Qué puede hacer usted para ayudar a un ser amado a sobrellevar su
enfermedad y a aceptar que es probable que muera?
1.- Concéntrese en la persona, no en la enfermedad
En primer lugar, mire más allá de lo debilitado que está el enfermo o de su
terrible aspecto. Mire su destino final en los brazos de Jesús. El gozo eterno.
2.- Dios en Su misericordia calmará el dolor en su lecho.
“Jehová lo sustentará sobre el lecho del dolor; Mullirás toda su cama en su
enfermedad.”. (Salmos 41:3).
Aunque el enfermo parezca estar inconsciente, no se prive de despedirse de él
y de expresarle su amor y la esperanza de verlo de nuevo cuando resucite (Job
14:14, 15; Hechos 24:15).
Hay un dolor que es bueno
¿Sabes por qué entender que el dolor (y el sufrimiento) puede ser bueno es tan
importante para nuestra vida cristiana? Porque esto nos ayuda a entender que
Dios puede usar nuestros dolores y sufrimientos para bendecirnos, sanarnos,
renovarnos, restaurarnos y madurarnos. Porque esto nos ayuda a entender que
Dios ha estado usando nuestros dolores y sufrimientos para santificarnos y
darnos vida. Esta es la razón por la cual Pablo dice: "Porque la tristeza que es
conforme a la voluntad de Dios produce un arrepentimiento que conduce a la
salvación, sin dejar pesar; pero la tristeza del mundo produce muerte" (2
Corintios 7:10).
No solo eso. Mira a Jesús. Jesús, como Dios todopoderoso, pudo deshacer la
existencia del dolor y el sufrimiento. Pero ¿qué hizo Jesús? En vez de
deshacer la existencia del dolor y sufrimiento, Jesús abrazó la cruz, abrazó su
dolor y sufrimiento para producir vida, tu vida eterna. Isaías, hablando de
Jesús, dice: "Mas Él fue herido por nuestras transgresiones, molido por
nuestras iniquidades. El castigo, por nuestra paz, cayó sobre Él, y por sus
heridas hemos sido sanados" (Isaías 53:5). En palabras simples, el dolor de
Dios produjo tu vida eterna.
Enseñanza equivocada.
Existe una enseñanza errónea que es proclamada en muchas partes. Viene de
los predicadores de la prosperidad y es muy siniestra porque casi suena
verdadera.
Ellos dicen que: “Jesús sufrió en la cruz por nosotros para que no tuviéramos
que sufrir en la tierra”.
Si esta enseñanza es cierta, entonces los primeros beneficiarios de esto
deberían haber sido los doce apóstoles de Jesús.
Pero ¿qué fue lo que pasó con los doce apóstoles?
- Pedro fue crucificado de cabeza.
- Pablo fue decapitado.
- Jacobo fue traspasado por una espada.
- Esteban fue apedreado y golpeado hasta la muerte.
Me parece que quienes proclaman esta enseñanza falsa creen que Jesús no
sufrió ni murió por Sus apóstoles.
Si no vemos cómo el dolor y el sufrimiento pueden ser usados por Dios para
bien en nuestras vidas, será fácil culpar a Dios, rechazarlo y posiblemente
morir en la amargura.
Si pensamos que el dolor es completamente un producto del pecado y
totalmente una maldición, sería difícil entender cuando Santiago dice: "Tened
por sumo gozo que os halléis en diversas pruebas…" (Santiago 1:2), o cuando
David dice: "Bueno es para mí ser afligido, para que aprenda tus estatutos"
(Salmos 119:71), o cuando Pablo dice: "A vosotros se os ha concedido por
amor de Cristo no sólo creer en Él, sino también sufrir por Él" (Filipenses 1:29),
y mucho más.

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