Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
de un ser amado?
2
El dolor que acompaña la pérdida de un ser amado es tan
inevitable como la muerte misma. El duelo es un proceso
doloroso, pero la confianza en Dios puede ayudarnos a superarlo.
A continuación se encuentran cuatro maneras en que la fe puede
ayudar a afrontar el dolor.
1
Permítete sufrir
Dolor. Tristeza. Enojo. Adormecimiento. Todos estos son sentimientos naturales que
tenemos cuando estamos afrontando la pérdida de un ser amado. Ninguno de estos
sentimientos es malo. El experimentar las emociones que vienen con el dolor es parte de ser
humanos.
En las Santas Escrituras, Dios nos proporciona respuestas a muchas preguntas difíciles
sobre la vida y la muerte. Aquí hay algunas preguntas que puedas tener, junto con las
respuestas que se encuentran en la Santa Biblia y el Libro de Mormón.
¿Qué pasa después de la muerte?
¿A dónde van las personas cuando mueren?
¿Estaré con mis seres queridos después de la muerte?
¿Cómo puedo superar cosas difíciles?
4
Ten fe
Dios sabe cómo te sientes. Porque te ama, Él llora contigo cuando tú lloras. Él quiere que
seas feliz y lo ha hecho posible.
El Espíritu Santo trae paz
El Espíritu Santo es llamado el Consolador en la Biblia. El Espíritu Santo tiene el poder de
“consolar a los que lloran” (Isaías 61:2). Las personas que experimentan este consuelo
divino lo describen como calma, paz y calidez. Es el cumplimiento de la promesa de Jesús,
“la paz os dejo, mi paz os doy” (Juan 14:27).
Jesucristo venció la muerte por todos
Gracias al sacrificio y la resurrección de Jesucristo, “no hay victoria para el sepulcro, y el
aguijón de la muerte es consumido en Cristo. Él es la luz y la vida del mundo; sí, una luz
que es infinita, que nunca se puede extinguir; sí, y también una vida que es infinita, para
que no haya más muerte” (Mosíah 16:8-9). Todos seremos resucitados y podemos estar con
nuestras familias y seres amados otra vez. Mientras tanto, podemos encontrar esperanza y
sanación en el amor de Jesucristo.
Se te ha prometido gozo
La felicidad es el propósito de Dios para tu vida. Nuestro gozo no será constante, pero
“enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; ya no habrá más muerte, ni habrá más
llanto, ni clamor ni dolor porque las primeras cosas han dejado de ser” (Apocalipsis 21:4).
La pena del dolor es real, pero también lo es la paz que viene de Dios. Si estás enfrentando
la pérdida de un ser amado, rodéate con todas las fuentes de apoyo y paz. Por medio de la
oración, el estudio de las Escrituras y el apoyo de tus seres amados, puedes encontrar
esperanza real y consuelo.
Pese a todo esto, Dios, en su eterno amor jamás abandona, nunca falla y
mucho menos te deja desprovisto de su palabra de aliento, amor,
consuelo y misericordia infinita. Aquí te dejo 20 Versículos Bíblicos sobre
el Duelo.
Juan 14:1-4
No se angustien. Confíen en Dios, y confíen también en mí. En el hogar
de mi Padre hay muchas viviendas; si no fuera así, ya se lo habría dicho
a ustedes. Voy a prepararles un lugar.
Génesis 37:34-35
Y Jacob se rasgó las vestiduras y se vistió de luto, y por mucho tiempo
hizo duelo por su hijo. Todos sus hijos y sus hijas intentaban calmarlo,
pero él no se dejaba consolar, sino que decía: No. Guardaré luto hasta
que descienda al sepulcro para reunirme con mi hijo. Así Jacob siguió
llorando la muerte de José.
Lucas 7:11-13
Poco después Jesús, en compañía de sus discípulos y de una gran
multitud, se dirigió a un pueblo llamado Naín. Cuando ya se acercaba a
las puertas del pueblo, vio que sacaban de allí a un muerto, hijo único de
madre viuda.
Mateo 5:4
Dichosos los que lloran, porque serán consolados.
Eclesiastés 3:1-4
Todo tiene su momento oportuno; hay un tiempo para todo lo que se
hace bajo el cielo: un tiempo para nacer, y un tiempo para morir; un
tiempo para plantar, y un tiempo para cosechar; un tiempo para matar, y
un tiempo para sanar;
Apocalipsis 14:13
Entonces oí una voz del cielo, que decía: Escribe: Dichosos los que de
ahora en adelante mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, ellos
descansarán de sus fatigosas tareas, pues sus obras los acompañan.
2 Samuel 12:16-17
David se puso a rogar a Dios por él; ayunaba y pasaba las noches tirado
en el suelo. Los ancianos de su corte iban a verlo y le rogaban que se
levantara, pero él se resistía, y aun se negaba a comer con ellos.
Lamentaciones 3:31-33
El Señor nos ha rechazado, pero no será para siempre. Nos hace sufrir,
pero también nos compadece, porque es muy grande su amor. El Señor
nos hiere y nos aflige, pero no porque sea de su agrado.
2 Corintios 1:3-4
Alabado sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre
misericordioso y Dios de toda consolación, quien nos consuela en todas
nuestras tribulaciones para que, con el mismo consuelo que de Dios
hemos recibido, también nosotros podamos consolar a todos los que
sufren.
Isaías 53:4-6
Ciertamente él cargó con nuestras enfermedades y soportó nuestros
dolores,
pero nosotros lo consideramos herido, golpeado por Dios, y humillado.
Salmos 34:18
El Señor está cerca de los quebrantados de corazón, y salva a los de
espíritu abatido.
1 Tesalonicenses 4:13-18
Hermanos, no queremos que ignoren lo que va a pasar con los que ya
han muerto, para que no se entristezcan como esos otros que no tienen
esperanza. ¿Acaso no creemos que Jesús murió y resucitó? Así también
Dios resucitará con Jesús a los que han muerto en unión con él.
Luego los que estemos vivos, los que hayamos quedado, seremos
arrebatados junto con ellos en las nubes para encontrarnos con el Señor
en el aire. Y así estaremos con el Señor para siempre.
Por lo tanto, anímense unos a otros con estas palabras.
Isaías 41:10
Así que no temas, porque yo estoy contigo; no te angusties, porque yo
soy tu Dios. Te fortaleceré y te ayudaré; te sostendré con mi diestra
victoriosa.
Juan 5:24
Ciertamente les aseguro que el que oye mi palabra y cree al que me
envió tiene vida eterna y no será juzgado, sino que ha pasado de la
muerte a la vida.
Juan 3:16-17
Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que
todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.
Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para
salvarlo por medio de él.
Salmos 107:13-14
En su angustia clamaron al Señor, y él los salvó de su aflicción.
Los sacó de las sombras tenebrosas y rompió en pedazos sus cadenas.
¿Qué pasa con los que mueren? ¿Acaba todo con la muerte? ¿Hay algo
nuestro que sobreviva a este desenlace tan dramático? ¿Volveremos a
reunirnos con los seres que amamos? ¿Qué relación podemos tener con
aquellos que están ausentes físicamente porque han fallecido?
“Los necios piensan que los justos están muertos, su final les parece una
desgracia, y su salida de entre nosotros, un desastre; pero ellos están en
paz” (Sb 3, 2-3).
Esto está en plena armonía con lo que nos enseña Jesús en el Nuevo
Testamento, cuando nos cuenta la parábola del hombre rico y Lázaro, el
pobre (Lc 16, 19-30): “Un día el pobre murió y fue llevado por los ángeles
al seno de Abraham” (Lc 16, 22). De Lázaro, Abraham, nuestro padre en la
fe, nos dice que “él está aquí consolado” (Lc 16, 25c).
Esto armoniza perfectamente con estas palabras del libro del Apocalipsis:
«Cuando el Cordero rompió el quinto sello, vi debajo del altar, con vida, a los
degollados por anunciar la palabra de Dios y por haber dado el testimonio
debido (Ap 6, 9).»
Estos mártires, aunque han muerto por su fidelidad a Cristo, aunque han
sido degollados, están debajo del altar, vivos, como bien lo dice el texto
sagrado.
Por eso, dialogando con los saduceos, Jesús puede afirmar que Dios “no
es Dios de muertos, sino de vivos, porque todos viven por él” (Lc 20, 38).
Esto está en armonía con las palabras que dijo Jesús a uno de los
malhechores crucificados junto a él:
«Jesús le dijo: -Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso (Lc 23,
43).»
«El criado del hombre de Dios se levantó de madrugada y vio que la ciudad
estaba sitiada por toda aquella tropa. Y dijo a Eliseo: -¡Ay, señor! ¿Qué
hacemos? Él respondió: -No temas, pues, los que están con nosotros son más
que ellos. Eliseo oró así: -Señor, ábrele los ojos para que vea. El Señor abrió
los ojos al criado y vio la montaña llena de caballos y carros de fuego, que
rodeaban a Eliseo (2Re 6, 15-17).»
“¡Señor, ábreme los ojos para que pueda percibir que mis seres
queridos que han muerto, no me han abandonado del todo; que tome
conciencia de que su presencia me envuelve como una nube! ¡Señor, ábreme
los ojos para que vea!”.
Otra forma de estar en comunión con ellos, es a través de la oración de
intercesión, como se puede ver en el segundo libro de los Macabeos
(2Mac 12, 38-46):
«Rogaron al Señor que aquel pecado les fuera totalmente perdonado. (…)
Judas hizo una colecta entre los soldados y reunió dos mil dracmas de plata,
que envió a Jerusalén para que ofrecieran un sacrificio por el pecado. Actuó
recta y noblemente, pensando en la resurrección. Pues si él no hubiera creído
que los muertos habían de resucitar, habría sido ridículo y superfluo rezar
por ellos. Pero, creyendo firmemente que a los que mueren piadosamente les
está reservada una gran recompensa, pensamiento santo y piadoso, ofreció el
sacrificio expiatorio para que los muertos fueran absueltos de sus pecados
(2Mac 12, 42-46).»
«Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque haya muerto,
vivirá; y todo el que esté vivo y crea en mí, jamás morirá. ¿Crees esto? (Jn 11,
25-26).»
«El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré
el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre vive en mí y yo en él. Como el Padre
que me envió posee la vida y yo vivo por él, así también, el que me coma
vivirá por mí (Jn 6, 54-57).»
Consuelo y fortaleza