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NEUROCIENCIA, MÉTODO TOMATIS y NUTRICIÓN


La Neurociencia (NC) nace a finales de 1800 cuando se creía, por un lado, que el
cerebro era un tejido liso, y por otro, que era un conjunto de partes interrelacionadas. Fue
cuando Santiago Ramón y Cajal (Premio Nobel 1906) propuso que era un conjunto de
células nerviosas interconectadas formando un bosque frondoso. Así se inició la NC.

En realidad, el cerebro posee alrededor de 86 mil millones de neuronas que se van cargando
de electricidad y cuando llegan a su umbral, emiten una descarga o disparo neuronal
cargado de neurotransmisores (NT) por el axón (raíz de la célula) y lo transmite a la(s)
neurona(s) vecina(s) que captan el disparo por medio de sus dendritas (fronda o copa).
Cuando un impulso eléctrico llega a una neurona, ésta empieza a mover su energía, es
decir, a procesarla, y cuando tiene suficiente la dispara. Esto lo hacen simultáneamente
miles de neuronas de la zona receptora y van formando una red de distribución en la que
cada neurona aporta lo suyo y entre todas procesan la información sobre la percepción. Los
puntos de intercambio entre neuronas se denominan sinapsis. Por eso el proceso físico de
comunicación interneuronal se denomina sináptico. Las neuronas de zonas no implicadas
no generan electricidad en ese acto.
En este proceso participa activamente el Método Tomatis (MT) –estimulación neurológica
vía nervio auditivo-, en tanto que provee de la energía eléctrica que requiere cada zona de
neuronas para satisfacer sus requerimientos de impulso, puente y captura de NT. Cuando la
cantidad de energía acumulada en las neuronas es insuficiente para producir disparos de
NT, las funciones de la zona implicada se debilitan y se manifiestan en pérdida de las
habilidades que dependen de esa zona específica. La estimulación neurológica que
proporciona el MT es una recarga de energía eléctrica para que el funcionamiento neuronal
de la zona se restablezca y optimice.

Cuando los puentes están bloqueados por placas de β-amiloide -gestadas por los
carbohidratos aglutinados por la acción del gluten de los alimentos-, es necesario destruir
estas placas por medio de un cambio de dieta, eliminando la ingesta de gluten, reduciendo
los carbohidratos: fructuosa, almidones, azúcares y todo tipo de endulcorantes “sustitutos
del azúcar” –salvo la estevia-, y potenciando el consumo de grasas y proteínas, vitaminas,
minerales y probióticos. En este proceso colaboran positivamente los dos tipos de colesterol
–de alta y baja densidad, o sea, “el bueno” y “el malo”- ya sea consumido o producido por
el cuerpo, así como las grasas saludables –todas excepto las trans- en vista de que nuestro
cerebro está construido con un 70% de grasa y la requiere para mantener su plasticidad.
Obviamente hay un componente bioquímico en el proceso sináptico , que son los
neurotransmisores (NT). Éstos son especies de hormonas que se liberan con cada disparo
eléctrico -cada neurona tiene los suyos- y penetran en la neurona receptora. Cada puerta de
entrada y salida de NT tiene un diseño, una forma, y sólo el NT que tenga esa forma puede
pasar por ahí. Hay NT positivos con los que la neurona receptiva se carga de electricidad y
otros NT inhibitorios que hacen bajar el nivel eléctrico de la receptora. Cuando los NT son
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positivos, van activando neuronas en serie o cadena y se produce una ola eléctrica de
actividad en la zona. Lo mismo sucede con los NT inhibitorios, pero éstos van apagando la
actividad de la zona. Este proceso se puede controlar por medio de medicamentos que
contengan sustancias químicas estimulantes o inhibitorias , según se requieran. La ciencia y
eficiencia del médico marcan la pauta en este punto.
Cuando alguien tiene déficit o superávit de NT hay problemas de comunicación
interneuronal. En el Alzheimer se observan placas de β-amiloide que impiden el paso de los
NT, o sea, el establecimiento de sinapsis y/o su permanencia.
La ingesta excesiva de carbohidratos propicia la proliferación de radicales libres en todo el
cuerpo, lo cual provoca inflamación en los órganos y en el sistema nervioso, incluyendo el
cerebro. Entonces las neuronas se vuelven incapaces de reaccionar a la insulina, la cual es
esencial para la realización de tareas neurológicas básicas, incluyendo la memoria y el
aprendizaje. También creemos que la resistencia a la insulina, en relación con el Alzheimer,
detona la formación de esas infames placas que se encuentran en el cerebro enfermo…
En breve, la comunicación interneuronal es un proceso electroquímico.
Las neuronas se comunican en un lenguaje del que se han descubierto hasta ahora 5 formas,
de acuerdo a la velocidad de los disparos eléctricos:

● Ondas δ delta = un disparo por segundo: 1/seg

● Ondas τ theta = 4/seg

● Ondas α alfa = 8-12/seg, promotoras de la atención y el aprendizaje.

● Ondas β beta = 20/seg, ritmo motor, actividad física.

● Ondas γ gamma = 50-100/seg procesos de alta complejidad mental.

Las ondas alfa son las predominantes porque impiden la propagación de basura y
obstáculos para prestar atención y procesar. Empiezan a propagarse desde las zonas
posteriores del cerebro hasta los lóbulos frontales. El MT recarga de electricidad estas
zonas con frecuencias sonoras bajas hasta medianamente altas, de aproximadamente 250
hasta unos 3000 Herzios, para alimentar las zonas occipitales, parietales y temporales de
ambos hemisferios cerebrales, pasando por el sistema límbico.
Las ondas gamma también propician, como las alfa, la atención, pero de forma más
concentrada, para mantener procesos complejos creativos, contemplativos y figurativos
propios de los lóbulos frontales. Éstos se producen cuando ponemos atención a nuestra
propia persona de manera introspectiva, cuando meditamos y cuando observamos a otros
con comprensión y compasión. Son las ondas de la caridad. Requieren y transmiten altas
dosis de electricidad desde los lóbulos frontales e involucran a la ínsula, el hipocampo y la
corteza prefrontal cingulada. El MT energetiza estas zonas con impulsos de frecuencias
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sonoras superiores a los 3000 Hz y apoya la velocidad de las ondas gamma por medio de
impulsos alternos que estimulan las respuestas ágiles del oído medio, acelerando la
acomodación del tímpano.
Cada vez que una neurona emite un disparo, ésta requiere un instante de descanso, por eso
no se puede acelerar más allá la velocidad de las ondas gamma, o sea, de 50 a 100 disparos-
descansos por segundo, con la correspondiente descarga energética.
No es posible medir la actividad de cada neurona (N) en forma aislada, sino solo por zonas
o regiones de millones de N implicadas en funciones comunes. Sin la actividad conjunta de
las N de cada región no se puede hacer nada. El MT puede estimular cada zona de manera
selectiva, durante el tiempo necesario para reactivar las funciones y procesos que dependen
de la zona implicada.
Cada N se puede comunicar con cientos y miles de N. Cuando aprendemos algo nuevo
estamos formando nuevos grupos de N conectadas, o sea, nuevas líneas y redes sinápticas.
Cuando algo se aprende, la red se consolida y si se ejercita ese saber se establece prioridad
en su uso; así se forman los hábitos. Si una red no se utiliza se sustituye con otra más
fortificada, pero el saber no se olvida, sólo se almacena y posterga. Esta presencia
permanente del objeto aprendido y postergado permite su reactivación inmediata por medio
del MT, al estimular la zona que lo almacena. Pero cuando hay 2 redes que se han
estimulado por igual, el cerebro no puede inclinar la preferencia a ninguna. Entonces entran
en acción la conciencia y la voluntad para tomar la decisión final que más convenga. Si
habitualmente se elige una red, ésta se robustece y el cerebro la preferirá automáticamente.
Así se van “olvidando” los hábitos en desuso. Santiago Ramón y Cajal solía decir: “Todo
hombre puede, si se lo propone, ser el escultor de su propio cerebro.”

RESPIRACIÓN Y CEREBRO
De acuerdo a la forma en que respiramos podemos llegar a diferentes estados
atencionales. De la respiración dependen el bienestar, la cognición y las emociones.
Bajo la corteza cerebral se encuentra el sistema límbico constituido por:

● Tálamo

● Hipotálamo

● Hipocampo

● Amígdala

● Ínsula

● Nucleus accumbens
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● Prosencéfalo basal

Debajo está el tallo o tronco del mesencéfalo que es la parte más profunda del cerebro. Ahí
está el sistema reticular ascendente que permite alternar la atención, la vigilia y el sueño, y
estar alerta. Lo conforman diferentes núcleos, uno de ellos es el sistema adrenalúrgico que
contiene la estructura locus coerulus, formado por muy diversas neuronas, estructura que se
implica en la atención. El complejo Pre-Bötzinger modula el locus coerulus que se encarga
a su vez de la gestión, coordinación y generación de la respiración.
El complejo Pre-Bötzinger le informa al cerebro cómo estamos respirando: si por la nariz o
por la boca, si pausamos entre la inhalación y la exhalación etc. y esta información la recibe
en directo el locus coerulus, que coordina la atención. La información a todo el cerebro se
transmite a través de una vía llamada en neuroanatomía Pranallama, que influye en los
sistemas de memoria, atención y expresión emocional. Según sea nuestra respiración será
nuestra capacidad de atención y memoria, y definirá cómo expresamos la emoción. El
patrón respiratorio tiene gran relevancia, pues moldea nuestros estados mentales y procesos
cognitivos. Es recomendable observar durante el día la respiración: ralentizarla apacigua el
cerebro y las emociones, a la vez que apoya los procesos cognitivos.
Mientras que las mucosas y bellos nasales filtran las toxinas ambientales, la inhalación
nasal controla mejor las ondas involucradas en la emoción. La respiración bucal no influye
en el cerebro de la misma forma.
El hipocampo es la parte más importante para la memoria, junto con la amígdala, así como
para dar contenido emocional a lo que estamos viviendo. Al inhalar por la nariz accedemos
a estas estructuras. Nuestra actividad cortical y nuestra memoria aumentan cuando
inspiramos por la nariz.
La respiración llega al cerebro a través del tálamo y del hipotálamo.
El hipotálamo es responsable de cómo damos respuesta a una emoción, cómo se alteran los
ritmos respiratorio y cardiaco, la tensión muscular, la postura, las sensaciones somáticas. A
su vez, el hipotálamo es influenciado por la respiración. De ahí que el ritmo respiratorio sea
fundamental para el cerebro, pues determina la cantidad de ondas gamma que producimos
para generar una actividad dinámica, con mucha energía y recursos. Las ondas gamma son
fundamentales para los procesos mentales más complejos y surgen al hacer meditación y
tener compasión.

POSTURA CORPORAL Y CEREBRO.


La tarea de Iowa (experimento muy reconocido) demuestra la inteligencia del
cuerpo: “El cuerpo sabe lo que la mente aún no se ha dado cuenta” (Antonio Damasio). El
cuerpo es el marcador somático que susurra y no grita. Tiene potenciales preparatorios o
anticipatorios que son la base de la inteligencia emocional. Carece de intencionalidad e
ironía: el lenguaje corporal es veraz.
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¿Cómo influye el cuerpo en la cognición y la emoción? Cerebro y cuerpo son todo uno. La
acción de la amígdala induce a enroscarse, agacharse, doblarse… lo cual inclina al
pensamiento negativo. Estar erguido, con el tórax abierto y vuelto hacia arriba estimula la
ínsula y con ella el pensamiento positivo, el aprendizaje y la memoria.
La cara es muy importante. Fruncir el entrecejo disminuye la acción de la ínsula; estirar la
frente la estimula. Si fruncimos la cara o sonreímos interpretamos el mundo de forma
opuesta. También afecta al sistema endocrino.

Dormir de lado propicia el flujo del sistema linfático que limpia las placas de β−amiloide
interneuronal, que propician el Alzheimer.
Pueden ser varios los predictores del Alzheimer: la forma de caminar en primer término. De
modo que conviene cuidar la postura corporal para prevenir el Alzheimer (estudios en
Harvard).
La interocepción es la percepción de sensaciones corporales internas y cutáneas (latidos,
respiración, digestión, hambre, sed, dolores, comezón, etc.).
La propiocepción es la percepción del esquema corporal y la postura.
Una y otra predisponen al cerebro contra la degeneración neuronal y favorecen la
inteligencia emocional, la toma de decisiones y la fluidez verbal.
Las emociones guían la toma de decisiones.
La emoción es una sensación, más que una racionalización.
El crecimiento y maduración personal se gestan en la ínsula, cuyas funciones son:

● Propiocepción

● Detección de errores

● Libre albedrío

● Toma de decisiones

● Meta-cognición

● Percepción del tiempo

● Percepción de la temperatura y el dolor

● Percepción musical y rítmica

● Reconocimiento de uno mismo


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● Sentido materno

● Reconocimiento de voces felices (no de infelices)

● Hacer sonreír o sonreír uno mismo

Cambiar la postura implica cambiar la ínsula. Cambiar una sola función hace cambiar
todas.
La ínsula nos da la idea de identidad y está conectada a muchas partes del cerebro. Se
comunica con la amígdala y el hipocampo, y gestiona el equilibrio y la postura corporal,
para restablecer el yo afectado por eventos traumáticos. La resiliencia es tarea de la ínsula
para migrar de un estado de ánimo a otro, lo cual puede lograrse simplemente al cambiar la
postura corporal (como sonreír o estirar la piel de la frente para distender el entrecejo, por
ejemplo).
Al corregir la postura repetidamente, el cerebro interpreta nuestro cuerpo y va creando el
hábito nuevo según se va reforzando la ínsula, que crece en su parte frontal. Esto se logra
con una interocepción consciente y voluntaria, apoyada por la corteza cingulada. Este
proceso se realiza observándose a sí mismo sin involucrarse, esto es, sin permitir que
intervenga la amígdala, que se angustia y grita de inmediato. Esto se puede aprender
practicándolo con ejercicios y posturas corporales y con la respiración bajo control.
La ínsula es responsable de la conciencia del yo y de la relación con el otro. Tenemos dos
ínsulas, una de cada lado.
Cuando la ínsula se ve acosada por situaciones en las que nos preguntamos: ¿y quién soy
yo? Para luego rumiar pensamientos caóticos espontáneos, la ínsula debe sobreponerse
restableciendo nuestra autoimagen, aunque sea cambiando la anterior, para reconstruirnos.
Una forma de calmar a “la loca de la casa” (pensamiento ajetreado) es volver a observar el
cuerpo detenidamente. Esto es un proceso de transformación que puede ser de crecimiento,
si la que lo rige es la ínsula, o bien, de deformación, si se impone la amígdala para
autodestruirnos. Hay que ir construyendo la mejor opción.
Un apoyo en este proceso es acudir a modelos positivos de personas en torno. Hay que
alejarse de quienes alimentan la amígdala.
La plasticidad del cerebro es la que permite reeducarlo para crecer o hundirse. Esto lo
determina la voluntad. Lo más eficiente es utilizar el cuerpo, porque si tratamos de “no
pensar en eso”, sólo logramos fijar el pensamiento que queremos desechar.
La corteza orbito-frontal se encarga de que nos veamos a nosotros mismos con amabilidad,
lo cual ayuda al proceso de resiliencia, que depende de la corteza cingulada y de la ínsula.
Empatía, comprensión, altruismo, son recursos para apoyar este proceso. La región orbito-
frontal puede verse afectada con los traumas, y para superarlos hay que orientar la visión
interna a la amabilidad consigo y con otros, y orientar la atención a asuntos positivos. Aquí
es necesaria una atención plena (mindfulness), no dividida, sobre el objeto.
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Con la atención dividida los sistemas de memoria se reducen porque la amígdala crece. Con
la atención plena se refuerzan los sistemas cognitivos, de atención, memoria y para
reorganizar las emociones: así se engrosa la corteza frontal y se fortalece la ínsula.
La práctica de Taichi, Chikung, Yoga y otras disciplinas fortalece la ínsula en todas sus
funciones. Una postura abierta, con la espalda estirada, aumenta el nivel de cortisol, de
testosterona y afecta al sistema endocrino.
Una postura encogida, doblada, sumisa, afecta nuestra atención, memoria y nos enfoca en
lo negativo. Esta postura fortalece la amígdala, que propicia la dispersión.
Hay que concientizarnos de nuestra postura con frecuencia durante el día, hasta convertir
esa consciencia en hábito.
Lo que más disfruta el cerebro es la sonrisa, porque beneficia al sistema nervioso, al
cardiovascular, al inmune y al endocrino. Sonreír pacifica y contagia.
Los órganos también influyen en nuestro cerebro, en primer término, el eje intestino-
corazón-cerebro.

LA MICROBIOTA INTESTINAL Y EL CEREBRO


La microbiota del intestino interactúa y guía al cerebro. La postura corporal influye
en nuestra cognición, memoria, atención, sistemas de limpieza corporal y estado de ánimo.
La microbiota intestinal se mide con análisis de heces.
“Existe una relación simbiótica entre el hospedador y el inquilino.” Es la evolución
conjunta o teoría de la evolución del hologenoma, de Eugene Rosenberg (de Israel).
Los humanos somos en realidad un holobión, o sea, un producto de la interacción de
muchas vidas. Tenemos 2 kg de bichos en el intestino, la boca, la piel, el pelo, etc. que nos
transfieren genes. Con esto se ha desarrollado la psicogastroenterología.
La tendencia lleva entonces a tratar el Alzheimer desde la medicina interna y no sólo desde
la neurología. La neuroinflamación del cerebro se debe a la microbiota comunicada por el
nervio vago. Esto influye también en la demencia, el autismo, la depresión.
La microbiota actúa sobre el sistema nervioso, el endocrino y el inmune. El intestino
controla la producción de bioquímicos (NT) de las neuronas y nuestro estado de ánimo. En
primera instancia, la microbiota actúa en las zonas del cerebro social, en cómo vemos el
mundo y cómo interpretamos nuestras relaciones. Esto también depende de si nacimos por
el canal vaginal, si mamamos del pecho materno, si hacemos ejercicio, y de la dieta, la
contaminación atmosférica, los antibióticos ingeridos y si somos hombre o mujer. En breve,
el estilo de vida interactúa con el cerebro en todas sus relaciones.
En París se realizó un estudio sobre los campos magnéticos y la electricidad que genera el
intestino y resultó que la influencia del intestino es definitiva sobre el cerebro.
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EL CEREBRO EN TRAUMA
Cuando vivimos una situación peligrosa, riesgosa, impactante, el cerebro se
bloquea. Lo primero que se activa es la función de “reconocimiento”, proceso que evalúa la
situación, gracias a la memoria y a la asociación de ideas que implican peligro. Tras este
reconocimiento, el proceso siguiente es la respuesta emocional ante el “¿cómo me afecta a
mí esto?”. Esto lo procesa la amígdala: es la que da contenido emocional a lo reconocido y
entonces el hipocampo se encoge, reduciendo la memoria para no recordar lo que estamos
viviendo y es traumatizante. Y aunque no recordemos luego los hechos, el cerebro guardará
el recuerdo de lo que sentí con aquella experiencia. Así surgen los bloqueos, para responder
de tal o cual forma ante situaciones que evocan experiencias pasadas y aparentemente
olvidadas, sin saber por qué. Esto se da por la capacidad asociativa del cerebro. La
amígdala responde ante estas vivencias de estrés y negativas.

EL CEREBRO MEDITANDO
La paz mental es la que da felicidad. La infelicidad la da el ajetreo mental; éste da
insatisfacción, ansiedad, incomodidad. El buddhismo lo llama “la mente del mono” y Santa
Teresa de Jesús “la loca de la casa”; la neurociencia lo llama “la red por defecto”: consiste
en pensamientos espontáneos sobre el pasado y el futuro, no sobre el presente. Las zonas
del lenguaje y la planificación están en actividad constante y molestan. Un cerebro en
silencio da calidad de vida; pone el presente en perspectiva, regula la amígdala, la atención
y las emociones, aumenta la red fronto-límbica. Se obtiene a través de la conciencia de
nuestro cuerpo, de la meditación en movimiento, esto es, del bodyfulness. Lo más cercano a
esto lo da el Chikung.

CEREBRO Y CORAZÓN
Acordar significa unir corazones.
Coraje significa corazón fuerte.
Recordar significa regresar a lo que está en el corazón.
En el antiguo Egipto se decía: “Puse el corazón en ti para que recordaras lo que has
olvidado”.
“Las fluctuaciones espontáneas en las respuestas neuronales a los pulsos cardiacos predicen
la detección visual” (Nazareth Castellanos). Esto es, si el pulso cardiaco no se sincroniza
con la respuesta cerebral podremos no ver lo que está enfrente. Lo mismo sucede con otras
percepciones: si no hay empatía cordial-cerebral no percibimos. Percibimos el entorno
cuando el corazón y el cerebro se sincronizan. Si no lo hacen no percibimos. La
coordinación se da en cada diástole, pero puede inhibirse la respuesta cerebral. Cuando
falla la comunicación cardio-cerebral se presentan los síntomas de Alzheimer y demencia,
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fallas de memoria, de aprendizaje y propiocepción (escucha somática según A. Tomatis). A


respuesta más intensa del cerebro mayor autoconocimiento. El corazón solo informa sobre
lo que tenemos dentro. Cuando no se sincroniza con el cerebro éste “parpadea” y no
percibe.
El “parpadeo atencional” causado por la falta de sincronización del cerebro y el corazón
hace que nos desconectemos del mundo, del entorno, de toda la percepción. Cuanto más se
comunican cerebro y corazón, más se involucra la ínsula y más pensamos en nosotros
mismos: el corazón le muestra abiertamente al cerebro lo que tenemos dentro.
La Universidad de Londres constató en un estudio que los corazones humanos se
comunican entre sí, aunque las personas no se conozcan, basta que se encuentren en
proximidad física o en eventos que reúnen público. Gandhi decía: “lo mejor que puedes
hacer por la sociedad es cultivarte a ti mismo.”
Esto enlaza los 3 ejes: intestino – corazón – cerebro.
En los lugares llenos de gente los corazones de todos se sincronizan.
Durante la lactancia, la ínsula del bebé se fortalece y crece afianzando su identidad y su
relación con la madre. La ínsula establece la relación más fuerte entre madre e hijo. La
ínsula responde ante mí y ante el otro; y es la parte del cerebro más influida por el corazón.
Éste afecta zonas determinadas del cerebro. Las variaciones del corazón impactan
directamente en la ínsula, sobre todo en momentos de alegría, amor y contacto físico.
Meditar con el corazón y el cerebro, hace que el cerebro calle a instancias del corazón. La
amabilidad y la compasión son lo más valioso para entrenar al corazón en la meditación.
San Agustín anota en sus Confesiones: “Señor, me has hecho de tierra, una tierra difícil de
cultivar.” A esto hay que agregar que la tierra necesita de un agricultor para producir frutos.
Acallar el diálogo interno reduce la amígdala que es la que crece con la “red por defecto” y
produce la infelicidad. La meditación aporta el silencio, la paz, el bienestar. Aprendemos
así a regular la red fronto-límbica, regulando al mismo tiempo la atención y el yo.
El cuerpo vive y funciona sin nuestra voluntad y el cerebro está atento a cada evento de esa
vida. Tomar consciencia de esto debe sorprendernos con su magia e invitarnos a cuidar y
respetar ese cuerpo que es nuestra casa por dentro y por fuera. Así mismo lo es el planeta
Tierra completo y hay que prodigarle el mismo respeto y admiración.
El cuerpo nos enseña a vivir en el presente, en el instante. Nos ayuda a diseñar la magia del
ahora.
Vivir en el cuerpo nos hace ser conscientes del aquí y el ahora, porque cada instante es
irrepetible y el cúmulo de eventos instantáneos simultáneos: cómo está el entorno y cómo
funciona cada órgano y célula de nuestro cuerpo, debe ser observado y coordinado por el
cerebro. Cuando me voy al pasado o al futuro no estoy en el cuerpo sino en la imaginería de
mi cerebro.
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De ahí que la felicidad dependa del entusiasmo al asombrarse ante el presente que vive
nuestro cuerpo.

Referencias:
CASTELLANOS Nazareth, videos de su página web nazarethcastellanos.com
PERLMUTTER David, Cerebro de pan México: Penguin Random House Grupo Editorial 2020
RATEY John J. El cerebro: Manual de Instrucciones. Barcelona: Mondadori 2002
TOMATIS Alfred A. Bibliografía completa sobre Audiopsicofonología

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