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Pregunta 1:
Este concepto nos ayuda a reflexionar sobre la intervención, pues la misma práctica está
atravesada por unos marcos teóricos que generan relaciones verticales. En el momento que
la profesional se sitúa como conocedora experta de la situación de la otra persona y se
considera como el sujeto legítimo para definir el problema y tomar decisiones, se está
produciendo una injusticia epistémica que arrebata el propio cuerpo de la persona con la
que trabajamos (Moyà, 2017), convirtiéndola de esta forma en un sujeto pasivo víctima de
las decisiones ajenas (González, 17 de junio de 2022).
A partir de este concepto desde la intervención se pone el acento crítico en nuestra propia
actividad profesional, cuestionando las perspectivas tradicionales y su statu quo
(Montenegro et al., 2017a). En este sentido, se constituye un nuevo paradigma con el fin de
transformar las relaciones de poder y dominación que se dan dentro de la intervención,
una forma de redefinir los roles que se producen en la práctica (Montenegro et al.,
2017a), esto es, la perspectiva colaborativa.
A través de esta se abandona el rol de experto para pasar a definirse como facilitador del
proceso de intervención. Aquí se pone de relieve la idea de devolver a las personas sus
propios “problemas”, pues se reconoce el conocimiento de los sujetos como legítimo
(sujetos de conocimiento). Algo que lucha contra la injusticia testimonial desarrollada por
Fricker (Murguía, 2019), pues nadie debe ser menos escuchado por encontrarse en una
situación determinada. Lo que se vincula al principio de empowerment, no porque los
“interventores” cedan su poder, sino porque se desprenden de este, para poder sumarse
como un agente más (relación horizontal), fomentar sujetos activos y facilitar el
fortalecimiento de los grupos/individuos (Montenegro et al., 2017a).
Pregunta 2:
Para fomentarlo, se pueden crear entornos seguros y accesibles de diálogo donde estas
voces y experiencias puedan expresarse y ser valoradas. Una metodología participativa
efectiva para integrar a infantes y familias en la planificación y puesta en marcha de
programas es la técnica investigación-acción participativa, que les involucra en cada
etapa del proceso (Bru y Basagoiti, 2003). Este enfoque promueve su empoderamiento
ante el sentimiento de pertenencia generado por la influencia de sus opiniones y
sugerencias en el proceso (Montenegro et al., 2017a).
Una parte muy importante para repensar programas, planes y proyectos radica en la
innovación, no solo adoptar nuevas tecnologías o metodologías, sino también fomentar un
cambio cultural en la forma en que se acercan y valoran las contribuciones de aquellos a
quienes se pretende servir; implica el co-diseño y la co-producción de servicios, actividades
y recursos, y adaptabilidad y flexibilidad. Los programas no pueden ser rígidos o generales;
deben ser ágiles para adaptarse a las variadas y dinámicas necesidades de las familias e
infantes; requiere una mentalidad abierta y una disposición a experimentar con
enfoques novedosos, incluyendo aquellos no convencionales. Como profesionales,
debemos estar dispuestos a evaluar continuamente y ajustar nuestros enfoques
basándonos en la retroalimentación y los resultados de las intervenciones (Montenegro et
al., 2017a; Montenegro et al., 2017b).
Sara es una niña de doce años que vive con sus padres y sus dos hermanos pequeños, de
cinco y de tres años. La familia de Sara es migrante desde hace 20 años y sus padres
trabajan muchas horas para poder mantenerla. Debido a esto, no tienen tiempo para
dedicar a sus hijos. Sara sufre acoso en el colegio por su condición social, lo que ha
afectado negativamente a su rendimiento académico y a su autoestima.
● La menor afectada.
● La familia.
● Los compañeros.
● El equipo de Psicología.
● Los trabajadores sociales.
● El equipo docente y responsables del centro escolar.
Los trabajadores sociales y el equipo de psicólogos proponen una serie de reuniones con
todos los agentes implicados. El principal objetivo de estas reuniones es terminar con el
acoso escolar en el colegio, que es la prioridad principal. Además, sugieren acordar un
protocolo de actuación para la identificación y prevención de este, que sería la
prioridad secundaria. Este protocolo se elaborará entre todos y establecería medidas
concretas de actuación. Como moderadores centraremos nuestras funciones y tareas
en:
a) Presentación de la reunión: explicar los motivos que hay para esta y presentar a los
distintos participantes.
d) Clausura y conclusiones: ordenar las ideas que los diferentes participantes han
aportado, determinar cuáles han sido las conclusiones y verificar si se ha elaborado un
protocolo de actuación que pueda erradicar el acoso escolar en el colegio de Sara.
Una vez establecido este ambiente, realizaremos un brainstorming. Ello nos permitirá
generar soluciones prácticas a los desafíos que enfrenta, pudiendo consensuar entre
todos estas ideas y expresar la heterogeneidad de creencias. La clave aquí es
promover la libertad de expresión, permitiendo que todas las participantes aporten sin
temor a críticas y dando valor a todas ellas (Montenegro et al., 2017a).
En tercer lugar, nos proponemos realizar un role playing, que nos puede servir para
generar una empatía más profunda. Mediante la representación de situaciones que Sara
podría estar enfrentando en la escuela, los participantes, pueden comenzar a comprender
mejor las dinámicas del acoso y sus efectos. Esta técnica también puede ayudar al
profesorado y padres a obtener una perspectiva más clara sobre cómo las acciones y el
lenguaje pueden impactar en los estudiantes.
La estrategia participativa que se realiza en este caso recoge varios tipos de participación
que oscilan entre la consulta interactiva y la autogestión (Sepúlveda et al., 2008). Por un
lado, la participación por consulta se observa en la fase de diagnóstico (diagnóstico
participativo) y en la lluvia de ideas; los participantes, incluidos profesorado, compañeros/as
de clase, padres y otros/as miembros de la comunidad, tienen la oportunidad de expresar
sus opiniones y sugerencias. Esta forma de participación es consultiva, ya que se
recogen aportaciones para entender mejor la situación de Sara y generar soluciones
potenciales (Montenegro et al., 2017a). Por otro lado, se da participación interactiva que
se manifiesta en la dinámica de las reuniones de trabajo (lluvia de ideas y reuniones de
discusión), donde las participantes analizan conjuntamente y co-crean planes de acción.
Se valora la perspectiva interdisciplinaria y se promueve un aprendizaje colaborativo
estructurado, cuyas decisiones son controladas por las participantes, que asumen roles
activos. Cónsono a ello, se promueve la autogestión, al delegar las responsabilidades de
documentación y seguimiento de las reuniones a los/as participantes; estos/as pueden
tomar iniciativas y adaptar las estrategias de intervención según las necesidades
cambiantes y dinámicas de Sara y su familia (Sepúlveda et al., 2008). Así, esta estrategia
participativa promueve el empoderamiento de los/as agentes implicados/as. Queda claro
que, a través de la dinámica trabajada, conseguimos problematizar y reflexionar los
diferentes discursos y creencias que existen en relación al acoso escolar, sin que esta
actividad sea producida desde una posición de autoridad. Es a través de la propia dinámica
que producen los diferentes agentes que se inicia un proceso constructivo de la propia
intervención, demostrando que el rol de las personas profesionales de la intervención es el
de facilitador, que no el de experto, dotando de autonomía y de valor las aportaciones
del resto de participantes, siendo estos los verdaderos protagonistas, al igual que
generadores legítimos de conocimiento (Montenegro et al., 2017).
Pregunta 4:
Una de las primeras características del modelo tradicional que se hace visible en el vídeo es
la escisión entre el sujeto de conocimiento y el sujeto de intervención (Montenegro et
al., 2017b). Las familias explican cómo, cuando perdieron la custodia de sus hijos, su propia
figura era cuestionada, arrebatándole cualquier responsabilidad y siendo las decisiones
por parte de los profesionales unilaterales, sin otorgar un espacio para expresarse o
defenderse. De esta forma, se establece una jerarquía tradicional entre profesional y
beneficiario. En relación a esto, también podemos ver cómo a través de la tecnificación de
la intervención y la retórica experta se genera una asimetría entre ambos sujetos
(Montenegro et al., 2017b). Las familias explican que no pueden “ponerse al nivel de los
profesionales” por el recorrido educativo que estos últimos tienen. Esto es otra manera de
naturalizar los discursos de la perspectiva tradicional, así las familias no son sujetos
legítimos porque no son expertos en la materia, siendo estas despojadas de toda
autoridad y quedando prácticamente indefensas (González, 2022 junio 17).
El poder es ejercido claramente por las instituciones, estas mismas son las que
delimitan el problema (a través del saber experto) y deciden cuáles son las medidas
pertinentes. Es a través de los regímenes de verdad que su actividad se (auto)justifica. En
el vídeo son los propios profesionales quienes definen qué es ser una buena madre,
ejerciendo una presión ante estas familias que no encajaban en el modelo deseado
(exclusión social) y estigmatizándolas (Ávila et al., 2017). De esta forma, podemos entender
los relatos del vídeo, sintiéndose algunas familias señaladas y culpables de su situación
(ATD, 2015). Otra característica predominante sería la individualización, pues tal como
explican las familias, los profesionales de la intervención se centran exclusivamente en los
menores, silenciando al resto de actores sociales y su contexto (Ávila et al., 2017). Por
último, se expresa la intervención sectorial de las perspectivas tradicionales, entendiendo
los problemas como categorías exclusivas, así existen unas intervenciones pensadas
para los menores en situación de exclusión social. Homogeneizando la intervención
(planes preestablecidos), forzando un entorno de competitividad y estigmatización (Ávila
et al., 2017).
Dentro del modelo participativo, podemos destacar diferentes intervenciones, tales como la
necesidad de pensar la propia intervención como un ejercicio de poder que requiere de la
reflexión crítica que nos permita analizar nuestras creencias (reflexividad), pero también
romper con la barrera de los marcos teóricos que delimitan la práctica profesional
(Montenegro et al., 2017a). Así, en el vídeo se nos explica que la confrontación vivida en la
charla es un ejercicio necesario para examinarse a uno mismo. Otra cuestión importante
sería la igualdad en los diferentes niveles, valorando todas las contribuciones de las
personas por igual. Como se explica en el vídeo, el saber producto de la experiencia es
igual de valioso que el de las universidades (ATD, 2015). Así, se constituye una visión
compartida de los problemas, donde vemos la necesidad de llegar a soluciones desde
una comprensión mutua de los problemas, a través de espacios en los que se pueden
expresar libremente y de manera respetuosa. Se evidencia de esta manera que el rol del
profesional no es de experto, sino de facilitador y acompañante. Siendo la persona que
proporciona los medios para expresarse y propicia los recursos personales para que
las personas puedan hacer frente a sus situaciones (Montenegro et al., 2017a), desde una
relación de iguales. En otro sentido, se busca la colaboración de los diferentes agentes
sociales (instituciones, familias, centros, entre otros) avanzando hacia una comprensión
más profunda de la realidad, donde tengan cabida las diferentes formas de pensar sin ser
juzgados.
Referencias Bibliográficas: