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Ricardo A. Guibourg
LA LEY
Guibourg, Ricardo A.
Reflexiones sobre la ley / Ricardo A. Guibourg. - 1a ed - Ciudad Autónoma de Buenos
Aires : La Ley, 2024.
Libro digital, PDF
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-03-4738-5
1. Derecho. I. Título.
CDD 340.11
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CASA CENTRAL
Tucumán 1471 (C1050AAC)
Tel.: 0810-266-4444
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DIRECCIÓN ACADÉMICA
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Alberto J. Bueres Eugenio R. Zaffaroni Nelly Minyersky
Carlos Etala Héctor Alegria Noemí Lidia Nicolau
Cecilia Grosman José Tobías
COMITÉ ACADÉMICO
COMITÉ EDITORIAL
Prólogo..................................................................................................................................................... 1
SECCIÓN 1: LENGUAJE
Género y lenguaje jurídico...................................................................................................................... 5
Magia del lenguaje, humor y corrección política................................................................................. 7
Cómo hablamos de la ley....................................................................................................................... 10
El lenguaje llano en el derecho.............................................................................................................. 12
Golpes y palabras.................................................................................................................................... 15
Ricardo A. Guibourg • 1
SECCIÓN 1: LENGUAJE
Género y lenguaje jurídico (*)
Los funcionarios y las funcionarias. Las em- El lenguaje es el producto de la cultura, con
pleadas y los empleados. Los jueces y las jue- todos los defectos de esa cultura, y no es fun-
zas. Los alumnos y las alumnas. Los jóvenes y ción de los gobiernos reglamentarlo, cosa que
las jóvenes. Desde la Constitución de la Ciu- sin embargo han hecho a menudo para defen-
dad de Buenos Aires hasta la nueva constitu- der precisamente la identidad cultural (1). Sea
ción de Ecuador (cuyo preámbulo empieza con como fuere, la sociedad civil (que es como lla-
“Nosotras y nosotros”), se va extendiendo en el man los intelectuales a quienes sienten como
lenguaje jurídico un afán justiciero que parece ellos) decidió reaccionar contra los logocrí-
castigar las culpas del idioma con algo parecido menes de género. En inglés tuvieron una exce-
lente idea, la de introducir el tratamiento “Ms”
al linchamiento.
para quitar relevancia al estado civil de la mu-
No es que el idioma sea inocente, claro que jer. Y otra mala, pero relativamente barata para
los hablantes de ese idioma: la de usar “he or
no. El idioma es machista. Una mujer pública no
she”, “his or her” en un idioma que no conoce el
es exactamente la versión femenina de un hom-
género de los adjetivos ni de los artículos. Im-
bre público. Un solo elemento masculino en portada al castellano, donde el género rige ar-
una enumeración extiende su género sobre el tículos, pronombres, sustantivos y adjetivos,
sustantivo, el artículo, el adjetivo o el pronom- el resultado se convierte en un galimatías: “los
bre que hayan de aplicarse al conjunto. funcionarios y las funcionarias que hayan sido
encargadas o encargados por la jueza o el juez
El idioma también es antisemita. Hacer a al- respectivo o respectiva de cumplir alguna di-
guien “una judiada” no es precisamente ins- ligencia en relación con un litigante o una liti-
truirlo en la sabiduría del Talmud. Y cuando gante, estarán obligadas u obligados a tratarlo o
alguien es amable y servicial se dice que es gen- tratarla con el respeto debido a una conciuda-
til, vocablo que sirve para designar a quien no dana o a un conciudadano”, podría imaginarse
es judío. una norma procesal futura. Y, cuando haya pa-
sado un tiempo, habrá tal vez que atender al fe-
El idioma es antimusulmán: la palabra “mo- nómeno inverso para preservar el principio de
risma” es una denominación colectiva y fuerte- igualdad trabajosamente establecido: hablare-
mente despectiva, mientras el vocablo “cruzada” mos así de las dentistas y los dentistos, los ren-
evoca alguna clase de lucha meritoria, algo tan tistos y las rentistas, las personas y los personos
alejado del contenido que la palabra equivalen- comprendidos o comprendidas en una norma
te adquiere entre los árabes. “Moreno” y “moro- legal, que acaso pueda convertirse en normo de
cho” provienen de “moro”, de modo que cuando acuerdo con su contenido o contenida.
un patovica impide el paso a un joven tildándolo
de “morochito” está implícitamente menospre- La intención es buena, desde luego; pero el
método es pésimo. ¿Hay otro?
ciando a los herederos de Avicena y Averroes.
Con un poco de creatividad, es posible ima-
El idioma, en suma, es el compendio de mu-
ginarlo. Por ejemplo, para contrarrestar tantos
chos siglos de prejuicios, mezquindades, discri- siglos de injustificado machismo, podríamos
minaciones y odios. Es, a la vez, el instrumento derechamente acordar un milenio de femi-
de comunicación forjado largamente por las
generaciones que abrigaron esos sentimientos, (1) Con diversa justificación y con distinto grado de
entre tantos otros acaso menos criticables. éxito, pueden contarse como ejemplos la adopción (pre-
via reelaboración) del hebreo como idioma de Israel, la
ley francesa 94-665 del 4/8/94, de defensa del idioma
(*) Cfr. La Ley, 16/03/2009, p. 1. LA LEY, 2009-B, 1273. francés, y la prohibición del lunfardo en los tangos, dis-
Cita online: TR LALEY AR/DOC/1239/2009. puesta por un gobierno de facto en 1943.
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Género y lenguaje jurídico
nismo: hablar así del origen de la mujer (de que el de las mujeres es muy grande, pero el de
cualquier sexo), y elogiar a las actrices Ulises los pobres — de ambos géneros — es aún mayor.
Dumont, China Zorrilla y Héctor Alterio. La Y, como acompañamiento necesario, mediante
compensación sería equitativa, sin duda, y no una educación realmente igualitaria e interco-
plantearía problema alguno en la construcción municada, que no aliente el anidamiento de los
de las oraciones (2). prejuicios en los recovecos de los grupos cerra-
dos.
Un poco más complejo, pero sin generar tam-
poco incomodidades en la comunicación, sería Hoy la sociedad camina hacia la fragmenta-
acordar una forma neutra para los casos de gé- ción. Ya no se trata solo de hombres o mujeres,
nero mixto o indiferente. Les abogades y les mé- de arios o judíos, de judíos o goyim, de santia-
diques serían profesionales especializades; les gueños o tucumanos, santafesinos o rosarinos,
jueces comprenderían juezas y juezos y todes River o Boca, gitanos o gaché. Ahora los jóvenes
les humanes del mundo seríamos iguales fren- se dividen por barrios, por preferencias y hasta
te al idioma de género, aunque, entre elles, al- por modas: hay punks atacados por cabezas ra-
gunos fueran igualos y otras fueran igualas, sin padas, floggers que menosprecian a los emos y
que nadie (que incluye implícitamente a nadia una miríada de divisiones reales o potenciales,
y nadio) se sintiera excluide. El nuevo idioma más fundadas en azarosos sentimientos de con-
sonaría un poco como el catalán, pero —con tención que en verdaderos conflictos de intere-
un poco de práctica— salvaría nuestras buenas ses, que son otras tantas fuentes de prejuicios,
conciencias de las complejidades de un lengua- discriminaciones y hasta dialectos o jergas gru-
je ripioso. pales y encarcelan la cultura de los individuos a
cambio de una módica pertenencia. Son los fru-
Pido disculpas por tomar con algún sentido
tos de la exclusión, tanto vertical como horizon-
del humor lo que muchos (muches) conside-
ran un avance vital del derecho a la igualdad; tal, que supimos conseguir; frutos de un árbol
pero estoy convencido de que, como dice la muy antiguo que sucesivas generaciones han
sabiduría popular, la culpa no es del chancho seguido regando con su indiferencia. Sin sen-
sino de quien le da de comer. Las desigualda- timientos de exclusión, sin políticas excluyen-
des idiomáticas se nutren de los sentimientos tes, sin círculos exclusivos, la discriminación
discriminatorios que subyacen en buena par- desaparecería pronto y el idioma acompañaría
te de nuestra sociedad, y tales sentimientos no dócilmente esa evolución, acaso mediante la
dejarán de existir como consecuencia de una simple devaluación de su condición conflictiva.
iniciativa lingüística tan desventurada como
bien intencionada. Si queremos terminar con El machismo del castellano, condenable por
la discriminación será preciso operar sobre los cierto, es —en comparación— apenas una ra-
hechos antes que sobre su manifestación sim- mita de aquel frondoso árbol. Encontremos el
bólica, mediante políticas activas de promoción modo de desatar de ella al chancho del refrán,
de los diversos grupos discriminados, entre los pero al hacerlo no debilitemos el tronco que sus-
tenta nuestra comunicación. Las leyes deben ser
claras, sencillas y fáciles de leer y de compren-
(2) Muchos hablantes del inglés han adoptado ya una
solución semejante: usan directamente “she” o “her” der. No hagamos más complicado su lenguaje,
cuando el género de la persona es desconocido o irrel- del que tanto dependemos para la convivencia
evante. que —a ratos— tratamos de concertar.
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Magia del lenguaje, humor y corrección política
Desde las oficinas mágicamente pertrecha- Deudor moroso: ciudadano en conflicto con
das con los nombres cabalísticos, podría trans- la ley civil.
formarse la sociedad con la adopción de nuevas
denominaciones generadoras de paz y armonía Egoísta: valorador autorreferente básico.
entre los ciudadanos, sin que ninguno se sintie-
Estafador: promotor de la imaginación a títu-
ra menoscabado. Así, podrían imponerse las si-
lo oneroso.
guientes traducciones políticamente correctas:
Estúpido: pensador de métodos alternativos.
Abrepuertas: facilitador autónomo del des-
censo de pasajeros. Feo: facialmente controvertido.
Acomodo: apreciación de aptitudes en con- Graffiti: arte urbano.
ciencia.
Holgazán: ciudadano de espíritu contempla-
Acto ilícito: desprolijidad. tivo.
Ostentoso: amplificador de imagen patrimo- periferia del significado. El efecto emotivo que
nial. muchas palabras producen (en especial las más
veneradas) nos hace creer que todos estamos
Plagiario: admirador literario explícito.
de acuerdo en grandes valores morales, cuando
Presidiario: residente oficial. cada uno interpreta tales vocablos laxamente a
la luz de sus preferencias personales. Estas son
Prevaricador: magistrado imaginativo. todas trampas (la última de ellas, gravísima) que
convierten al lenguaje, ese elemento tan nece-
Propaganda: información motivadora.
sario, en un campo minado para el pensamien-
Vándalo: usuario intensivo; promotor del re- to. Pero, en lugar de desactivar pacientemente
cambio urbano. las trampas, agregamos otras nuevas cuando
atribuimos a nuestras expresiones un poder
Vendedor ambulante: comerciante indepen- mágico y fingimos que, si llamamos a las cosas
diente. como querríamos que fueran, ellas se adaptarán
Viejo: experimentado. a nuestros deseos. Con eso sólo logramos hacer
más compleja y difícil la manera de hablar en-
Verdugo: acelerador institucional del catabo- tre nosotros, porque cambiar las cosas requie-
lismo social. re actuar sobre ellas y obtener la armonía entre
los seres humanos no es posible, si no se opera
Villa miseria: urbanización espontánea.
efectivamente sobre los intereses, las expectati-
Zapatero remendón: podólogo externo. vas y las satisfacciones de cada uno.
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Cómo hablamos de la ley (*)
¿Hay una “puerta giratoria” por la que los pre- del juicio” y echan a correr el rumor de que, en
suntos delincuentes entran y salen? Sí. ¿Hay ga- los tribunales, siempre se da la razón al trabaja-
rantías procesales para los ciudadanos? Sí. Pero dor. Otros hacen girar su pensamiento en torno
los dos “síes” son uno solo, porque la pregunta a la protección del trabajador a cualquier pre-
también es una sola, expresada en dos lenguajes cio y en cualquier circunstancia y llegan a decir
emotivamente opuestos entre sí. públicamente que muchas demandas labora-
les se rechazan, como si de ese modo revelaran
Los argentinos vivimos asustados por la in- un crimen nefando. Unos expertos en derecho
seguridad y queremos que las leyes y el sistema mercantil reclaman condiciones favorables al
judicial nos protejan del delito. También que- mantenimiento de las empresas fallidas, en tan-
remos que no se encarcele a inocentes y soste-
to otros ponen su atención en la satisfacción
nemos que todos tenemos derecho a que nos
igualitaria de los créditos impagos. Y todo ese
presuman tales hasta que se demuestre que so-
debate parece dirigirse a (o contra) los jueces,
mos culpables. Eso sí, somos un tanto ciclotí-
con apoyo en presuntas verdades.
micos y ponemos el grito en el cielo cuando se
excarcela a un procesado (lo que implica que ¿Llegaremos en algún momento a compren-
pedimos cárcel para un presunto inocente),
der para qué sirve ese instrumento tan im-
pero salimos a la calle para protestar contra el
perfecto pero insustituible que llamamos ley?
“gatillo fácil” o la condena por delitos que, en el
¿Seremos capaces de advertir que, en una so-
fondo, no juzgamos dignos de tanta desaproba-
ciedad llena de intereses contrapuestos y ries-
ción. Claro que no hacemos todo eso al mismo
tiempo. O, mejor dicho, elegimos contra qué o gos encontrados, el derecho asume la difícil e
quién protestar según nos parezca que noso- ingrata función de árbitro y que no lo hace en
tros, o nuestros familiares, o nuestros amigos, cada caso, como amigable componedor, sino en
podemos ser víctimas de aquello que critica- general, para establecer pautas universales de
mos, pero tal vez beneficiarios de lo que otros convivencia en un marco social, dotado de algu-
critican. na rigidez, que sirva de modelo para las conduc-
tas y de plataforma para cualquier negociación
Esto se ve muy claramente en relación con entre partes?
el sistema penal, acerca de cuya utilidad prác-
tica o justificación moral los especialistas (que Si esas pautas conforman a todo el mundo,
lo ven funcionar desde adentro) abrigan dudas es mala señal: señal de que están compuestas
tan grandes como la seguridad que la gente co- de palabras vacías, que cada uno pueda llenar
mún tiene de su justicia y de su necesidad. Pero como mejor prefiera. Si no conforman a todos,
también se observa un fenómeno semejante en es signo de que tienen un contenido operativo
otras ramas del derecho. Algunos civilistas ha- capaz de servir para algo. Pero todavía queda
cen un culto de la indemnización exhaustiva de por averiguar si ese contenido es el mejor, o es
cuanto daño se cause, sea pasado, presente o fu- injusto, o no es muy bueno, pero sí lo que pue-
turo, seguro, probable o más o menos eventual, de obtenerse en un momento y en una situación
mientras las compañías de seguros imploran dados.
algunas pautas objetivas, no importa si altas o
bajas, que les permitan prever mejor los riesgos. Como acerca de estos asuntos hay opiniones
Muchos especialistas en derecho del trabajo se muy diversas, los pueblos han desarrollado un
escandalizan por el “costo laboral” generado buen sistema para decidirlos: la democracia. La
por las leyes protectoras, hablan de la “industria democracia tampoco es tan perfecta como nos
parecía a la distancia, cuando la añorábamos.
(*) Cfr. La Ley, 08/09/2015, p. 1. LA LEY, 2015-E, 1222. Pero es lo que supimos conseguir, a un costo
Cita online: TR LALEY AR/DOC/2494/2015. muy alto, de modo que nos conviene disfrutarla.
Una de las condiciones de ese disfrute es ¿por qué no habré advertido todo esto mucho
comprender el fenómeno jurídico como el re- antes? Ésa es la mejor pregunta: ¿por qué no
sultado de una constante negociación social, reexaminamos nuestro modo de pensar y de ha-
en la que todos tenemos voz y voto, pero nin- blar, antes de fomentar más desentendimientos
gún individuo iluminado, perjudicado, podero- que los necesarios?
so, transgresor, víctima o maestro ciruela puede
arrogarse la función de imponer a los demás sus En efecto, nada de lo que aquí se propone
puntos de vista o la satisfacción de sus intereses, hará que nos pongamos de acuerdo. Si lo acor-
la participación en sus miedos o la cooperación damos o no acordamos dependerá de compa-
en sus esperanzas. El derecho, instrumento por rar nuestros intereses, emociones, temores y
excelencia de los resultados de aquella nego- deseos, incluidas las ideas morales y políticas
ciación, se hace entre todos o entre aquellos a de cada uno. Pero, aun en el mejor de los casos,
quienes todos permiten hacerlo; con el conteni- cualquier acuerdo genuino será imposible, y
do que la mayoría quiere, o permite con su in- cualquier acuerdo formal será irrelevante, si no
diferencia, o tolera que otros quieran a cambio hablamos el mismo idioma. Muchas de las pala-
de vaya a saberse qué otro beneficio, esperan- bras con las que hablamos de la ley pertenecen
za o ilusión. Y no vale mirar para otro lado: esto, a diferentes idiomas, aunque no lo advirtamos.
con todas sus graves falencias, es lo mejor que Figuran en el mismo diccionario, pero su signi-
tenemos. ficado está tan abierto a la subjetividad que gran
parte de lo que decimos con ellas es inútil para
Parece curioso que muchas personas cultas, la comunicación.
que reconocen fácilmente la importancia de las
matemáticas en el desarrollo de la física y por lo Con un pequeño esfuerzo de humildad po-
tanto de la tecnología en la que vivimos, pres- dríamos renunciar a la magia lingüística, re-
ten tan poca atención a la teoría jurídica (o a su definir las palabras, en un pacto con nuestros
continente, la filosofía del derecho) y se confor- adversarios, de tal modo que sean unívocas y
men con un pensamiento que, en lugar de fa- remitan a hechos concretos y, a partir de allí,
cilitar el diálogo y el debate entre posiciones e discutir en serio nuestras diferencias. Diversas
intereses claramente expuestos, emplea las pa- ciencias vienen haciendo esto desde el Rena-
labras como armas arrojadizas siempre apunta- cimiento; pero, para lograrlo, debieron acordar
das contra el perverso. Que, inevitablemente, es lenguajes y métodos por encima de doctrinas
el conciudadano de enfrente.
políticas y religiosas. Ante los problemas que
Es que las palabras sirven para entendernos, hoy vivimos, algunos de los cuales nos parecen
pero también pueden emplearse para impe- insolubles, tal vez veamos llegada la hora de ha-
dir la comunicación y, a la vez, disfrazar la in- cer algo parecido. Para empezar, discutir si un
comunicación. Esto es lo que sucede cada vez ciudadano sospechoso de haber cometido un
que usamos aquellas grandes palabras, “justi- delito debe o no debe estar preso mientras se
cia”, “derechos”, “dignidad”, “libertad”, cuyo so- sustancia la prueba y se dicta la sentencia. Qué
nido nos hace a todos agradables cosquillas costos y beneficios implica calcular o estimar
espirituales pero a las que cada uno asigna un exhaustivamente el daño a resarcir, frente a fi-
significado concreto precisamente ajustado a jar un modo genérico de determinarlo. Cómo
sus propias preferencias y no, claro está, a las y hasta dónde armonizar la protección del tra-
del vecino. bajo con la economía del país. Qué criterios, le-
gislativos o judiciales, hemos de convenir como
Todos somos, afortunadamente, capaces de guía operativa para la resolución de cada clase
pensar. Pero el pensamiento, cualquiera sea su de conflictos.
contenido, tiene una técnica que, cuando se
sigue, facilita la comunicación y hace más efi- ¿Alguien querrá abandonar de este modo las
ciente la acción. Esa técnica es una parte muy grandes palabras con las que solemos santificar
sencilla de la filosofía. Cuando se la aplica al de- nuestras propias opiniones, para no sostenerlas
recho y a la discusión política acerca del dere- sino con argumentos, mejores o peores, pero ge-
cho, la primera reacción de muchos es decirse: nuinos?
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El lenguaje llano en el derecho (*)
“—Buen día, M. Te explico lo que hicimos en En el hogar donde estás, podés seguir hacien-
esta carpeta tuya. do todas las cosas que te gustan, como ver tele-
visión, y hacer manualidades, y otras cosas que
Esta carpeta está hecha para ver qué es lo me- tengas ganas de hacer.
jor para vos, luego del accidente que tuviste.
Si necesitás algo, se lo podés pedir a la gente
Te fueron a ver varios médicos, una psicóloga del hogar, a tu papá, y a tus familiares.
y una trabajadora social.
También, si querés, podés pedir hablar con
Ellos nos informaron las cosas de tu vida de una abogada o un abogado, o con el juez, si te-
todos los días, que podés hacer sola, y otras co- nés alguna duda con esta carpeta.
sas para las cuales necesitás ayuda de otras per-
sonas. Después de un tiempo, te van a ver de nue-
vo los médicos, una psicóloga y una trabajadora
Te fuimos a ver el juez, una defensora espe- social, y el juez, para ver cómo está tu salud”.
cial, y la abogada de tu papá, y conversamos con
vos. Así se dirigía un juez de Villa María, en su sen-
tencia, a una mujer con limitación mental para
Con todos esos papeles, y otros informes que explicarle las condiciones de su internación en
buscamos, decidimos qué es lo mejor para vos, un establecimiento especializado (1).
para que estés bien.
El lenguaje empleado y su tono, insólitos en el
De los papeles tuyos, y de tus cosas más im- contexto de un fallo judicial, muestran un me-
portantes, se va a encargar tu papá, A.S.P., pero ritorio esfuerzo del magistrado por cumplir un
siempre te va a preguntar primero qué es lo que reclamo de larga data: que el derecho se exprese
de tal modo que sus interesados y destinatarios
vos querés.
últimos, los ciudadanos, puedan comprender
Vimos que el lugar donde estás viviendo está cabalmente su contenido.
bien para vos, porque en la casa se hace difícil
Se trata, en efecto, de una antigua crítica que
atenderte bien. se dirige a la gente de derecho. Honoré Dau-
mier, un agudo caricaturista francés, nos ha
En el hogar donde vivís te van a dar los reme-
dejado un grabado de 1845 en el que una por-
dios, y actividades para que estés bien física-
tera asombrada oye al oficial de justicia que le
mente.
formula una intimación legal en palabras com-
Te van a seguir visitando tus papás, tu hija y tu pletamente abstrusas. Y, aun fuera del campo
nieto, y les vamos a recordar que no se olviden jurídico, Gonzalo de Berceo, poeta español del
siglo XIII, escribía a modo de manifiesto: “Quie-
de ir a visitarte para ver cómo estás.
ro fer una prosa en román paladino, en qual
También les podés decir a ellos que te visiten suele el pueblo fablar a su vecino, ca non so tan
otras personas. letrado por fer otro latino”.
También les podés pedir a ellos las cosas que Como reacción contra la inveterada tenden-
cia de jueces y abogados a disfrutar del idioma
te gustan o necesitás.
(1) Juzgado de 1ª instancia y 4ª nominación en lo Civil,
Comercial y de Familia de Villa María, Córdoba, senten-
(*) Cfr. La Ley, 24/08/2017, p. 1. LA LEY, 2017-D, 1339. cia Nº 37 del 12/05/2017, en autos “P., M. F. — demanda
Cita online: TR LALEY AR/DOC/1501/2017. de limitación a la capacidad”.
complejo (hace muchos años, pero ya en pleno La primera advertencia es que cada palabra
siglo XX y lejos de aquel poeta medieval, un ma- es útil en la medida de su poder discriminatorio.
gistrado empleaba el castellano antiguo en sus No se trata aquí de discriminar a las personas
sentencias), ha ido instaurándose la idea —no por motivos injustificados, sino de discriminar
necesariamente la práctica— de que las leyes las cosas y los hechos según características do-
y las sentencias deberían expresarse con clari- tadas de consenso. Un perro es un perro: nunca
dad y llaneza en cuanto la necesaria precisión lo lo confundimos con un gato, ni con un delfín. La
permita. Y el juez de Villa María ha llevado este palabra “perro” es útil porque nos permite dis-
propósito al extremo, al personalizar su lengua- tinguir (discriminar) un can de una foca, aun-
je según las luces de su destinataria. que no alcance a distinguir un gran danés de
un pekinés. Pero la palabra “hombre”, más cara
Sin perjuicio del general elogio de esa actitud, a nuestras emociones antropocéntricas, es algo
su eventual universalización puede matizarse más difusa: sirve para cualquier humano, pero
con algunas observaciones. Dado que el lengua- también como privativa de los varones; se vuel-
je técnico tiende a introducir en las palabras un ve controvertida en el caso de los transexuales
grado de precisión que los especialistas estiman y alcanza extraordinarios niveles de vaguedad
necesario, ¿hasta dónde deberíamos prescindir cuando hablamos, encomiásticamente, de un
de él, y a qué costo? ¿Podría, en ciertos casos, “verdadero hombre”. Y peor aún es una expre-
imaginarse un idioma de dos niveles, uno dirigi- sión como “interés superior del menor”, cuyo
do a abogados y juristas y otro traducido para los contenido depende de quién triunfe en un con-
legos? ¿O bien seguiremos confiando en que esa flicto entre la madre, el padre, el fiscal y el asesor
traducción sea adecuadamente ejercida por el de menores.
abogado frente a su cliente? Tal vez una solución
La segunda advertencia proviene de una tesis
práctica sea, como dice hoy nuestro “román pa-
denominada verificacionismo. Si es fácil distin-
ladino”, ni tan tan ni muy muy: acaso baste, para
guir un perro de un gato, es porque la presencia
incrementar el promedio de inteligibilidad, que o la ausencia de las características definitorias
los juristas reduzcan su complacencia con las de una u otra especie en un animal determinado
palabras y expresiones difíciles (por ante mí, el pueden averiguarse mediante un método dota-
encartado, el injusto, iuris et de iure, control de do de notable certeza, como la observación di-
convencionalidad, la sentencia de grado, el re- recta. Pero distinguir un querubín de un serafín
medio recursivo y tantas otras semejantes) para es mucho más arduo: no sólo porque las carac-
acercarse, aunque sea parcialmente, al idioma terísticas definitorias de esas dos clases de ánge-
en el que suele el pueblo hablar con su vecino. les no han sido especificadas con claridad, sino
porque, al tratarse de seres puramente espiri-
Sin embargo, lo que venimos tratando es ape- tuales, tampoco disponemos de un método para
nas una parte del problema, la punta emergente comprobarlas. Lo que dice el verificacionismo,
del témpano, el modo como los abogados juz- hablando mal y pronto, es que el significado de
gamos nuestra comunicación con el resto de la una expresión depende del método para com-
sociedad. Hay en todo esto un trasfondo mucho probar la presencia de los caracteres por ella
más grave y generalmente inadvertido, que es el mentados. Cuanto más efectivo es el método,
grado de inteligibilidad del lenguaje en el que más intenso es el significado que atribuimos a la
los letrados creemos comunicarnos entre noso- expresión. Y, si el método sencillamente no fun-
tros. ciona, es mejor que pensemos de nuevo si vale
la pena seguir usando esa palabra.
En efecto, estamos habituados a suponer que
todas las palabras que usamos entre nosotros Imaginemos, por un momento, qué pasaría
tienen significado. Es más: tendemos a dar por con nuestro discurso jurídico si prestáramos
sentado que tienen el mismo significado para atención a aquellas advertencias y tratáramos
todos, en cualquier circunstancia. Al adoptar de aplicarlas consecuentemente. Frente a cada
esta actitud, pasamos por alto un par de adver- expresión que usemos, podríamos preguntar-
tencias que la filosofía viene formulándonos nos qué significa en términos prácticos: es decir,
desde hace más de un siglo. qué condiciones debe reunir un objeto o una si-
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El lenguaje llano en el derecho
tuación para que los nombremos con esa pala- que no comprende los conceptos alambicados y
bra y, además, de qué método disponemos para requiere que, al menos por una vez, se le expli-
determinar si esas condiciones se hallan o no se quen las cosas llamando “al pan pan y al vino,
hallan presentes en el caso. No nos dejaríamos vino”. Propondré un ejemplo fundado en el fallo
engañar (autoengañar) por los juegos de pala- “Peralta” (2), tan conocido —y, sobre todo, pre-
bras: si alguien nos dice que hay cuchuflos, y térito— que su elección no ofende hoy a casi na-
que un cuchuflo se distingue certeramente por- die. Trataré de traducirlo del modo propuesto:
que contiene algunos puchuros y está dotado de
una alta concentración de permoliencia, ten- “—Hola, Sempronio. Quiero explicarte lo que
dremos que preguntarle qué quieren decir “pu- haremos con la plata que pusiste en el banco.
churo” y “permoliencia” y, sobre todo, cómo se
los distingue en la práctica. Y, si de la explicación Cuando fuiste a buscarla, el cajero te dijo que
resulta que el método depende de la conciencia no podía dártela, porque el Presidente había di-
(la opinión, la preferencia, la íntima convicción) cho que no.
del que habla, huiremos del uso de la expresión
“cuchuflo” como de la peste, porque, aun cuan- Vos nos dijiste entonces que una ley muy im-
do nuestra conciencia coincida con la de nues- portante, la Constitución, mandaba que el Pre-
tro interlocutor, la conciencia de otros sujetos sidente no pudiera hacer eso.
podría tener otro contenido, con lo que estamos
topándonos con un misterio profundo o con Eso no importa, porque, ¿sabés? nosotros
una ficción retórica (o con ambas cosas a la vez, también somos muy importantes y hacemos
que a menudo son una y la misma). con la Constitución lo que queremos. Para eso
sirve esta carpeta, llena de papeles y palabras di-
El discurso jurídico está plagado de palabras fíciles que no importan nada.
y expresiones rimbombantes, que a menudo re-
miten unas a otras y que, cuando llega la hora El Presidente es amigo nuestro, y siempre hay
del método de discriminación, acaban apelan- que darles el gusto a los amigos. ¿Vos no lo ha-
do a las preferencias o prejuicios del sujeto, a rías?
menudo elevados a la supuesta condición de
realidades externas por el mero hecho de que Así que tendrás que aguantarte por un tiem-
otras personas los comparten o dicen compar- po, porque no vamos a dejarte sacar tu plata del
tirlos. La falacia de esta actitud —tan alarman- banco.
temente generalizada— queda revelada cuando
se advierte que, usando los mismos juegos de Pero no te desanimes: seguí confiando en no-
palabras, distintas personas pueden sostener sotros, que hacemos lo mejor para que vos y
posiciones adversas acerca de un mismo tema, todos estén bien. Otro día puede ser que te de-
como ocurre cotidianamente en los procesos ju- fendamos a vos.
diciales.
Cuidate”.
No estaría nada mal, pues, generalizar intros-
pectivamente el ejemplo del juez de Villa María (2) CSJN, 27/12/1990, Fallos: 313:1513; LA LEY, 1991-
para ponernos en el lugar de la persona simple, C, 158.
Ricardo A. Guibourg • 15
Golpes y palabras
tudes que marchan con banderas y reclamos, precedentes, volvería a complicar el uso de la
conquistan las fortalezas de un poder inicuo y clasificación.
abren las anchas alamedas a la legítima volun-
tad del pueblo. De aquí que, salvo excepciones Ahora, tomaré prestado un método ya pro-
ya mencionadas, el uso de una u otra expresión puesto en un artículo anterior sobre la interpre-
no dependa tanto del desarrollo real de los he- tación (1). Imaginemos, así, que la descripción
chos cuanto de la posición política del obser- del fenómeno se expresa en un algoritmo de
vador. cinco dígitos, en el orden ya indicado; y que
cada posición varía entre 0 y 3, según la mag-
Otro tanto sucede con lo que pueda llamar- nitud de la condición que haya de indicarse.
se autogolpe o solución heroica: Bordaberry en De este modo, la revolución rusa podría repre-
1973, Fujimori en 1992, excedieron los límites sentarse como 33333; la sustitución de Frondi-
de las instituciones que los habían llevado al go- zi por Guido, 00121; el golpe de Bordaberry en
bierno, con la excusa de combatir el terrorismo. Uruguay, 02302; la caída de De la Rúa, 00031;
Y el caso de Maduro es una muestra notable de la acción de los coroneles griegos, 03222: la de
cómo la ideología utiliza la nomenclatura para Francisco Franco, 23333.
incidir en la diplomacia internacional.
Desde luego, es posible disentir acerca del
Es fácil observar, pues, que, si el cambio grado de intensidad de cada uno de los carac-
irregular es evidente y nos gusta, tendemos a teres incluidos en la fórmula. También es po-
llamarlo revolución; si lo detestamos o despre- sible discutir la fórmula misma, propugnando
ciamos, le decimos golpe de estado; si lo que agregar, eliminar o sustituir alguno de sus ca-
queremos es disimularlo para evitar críticas racteres. Toda esta propuesta es seguramente
imperfecta. Pero su planteo, e incluso su crítica,
formales, lo mencionamos como una transi-
pueden proporcionarnos la oportunidad de re-
ción.
pensar racionalmente una nomenclatura pro-
No pretendo aquí tomar partido (actitud in- pensa por sí sola a generar controversia.
evitable, pero ajena a este escrito), sino seña-
Ahora bien, el método sugerido, bueno o
lar un problema en la comunicación, dentro
malo que sea, nos lleva a ampliar nuestra
del ámbito político-jurídico. Un problema su- apreciación de los golpes en el ámbito cuan-
mamente extendido en cualquier aspecto de las titativo. Cada vez que un gobierno adopta y
controversias valorativas, pero que en este caso aplica una decisión inconstitucional o exce-
adquiere importancia como obstáculo para el de los poderes que le fueron conferidos in-
diálogo entre personas de opiniones encontra- curre en un desaguisado capaz de integrar el
das. continuo de nuestra clasificación: tal vez no
lo llamemos golpe, ni autogolpe, por parecer-
¿Es posible imaginar una solución? Tal vez,
nos menos trascendente (o, como ya se seña-
aunque cualquier solución chocaría, probable- ló, porque se trata de un gobernante amigo);
mente, con la voluntad de quienes propugnan pero la realidad trasciende las nomenclaturas
el uso del lenguaje como arma arrojadiza. Su- acomodaticias para imponerse con la contun-
pongamos, quizá, que dividimos el fenómeno dencia de los hechos. Lo llamemos como lo
en varios aspectos: uno, el grado de modifica- llamemos, un episodio 00100 forma parte de
ción de las estructuras económicas y sociales; la escala y desafía nuestro ingenio para deno-
dos, si se ha cambiado el régimen político; tres, minarlo de manera grandilocuente, soterrada
la irregularidad constitucional de la sustitución; o condenatoria.
cuatro, el reemplazo de las personas que ejercen
el poder; cinco, la violencia del método o pro- Es más: la ampliación del punto de vista, su-
cedimiento utilizado para provocar el cambio. jeta a diferencias más cuantitativas que cuali-
Nótese que esta enumeración no incluye nues- tativas, nos ayudaría a comprender cómo y por
tro acuerdo o desacuerdo con el cambio produ-
cido, calificativo que bien puede agregarse por (1) Cfr. GUIBOURG, Ricardo A., “La interpretación cor-
vía separada, pero que, incorporada a las notas recta, más o menos”, LA LEY, 2021-A, 588.
qué los casos en los que un gobierno sufre un tejido de causas y efectos es un desafío para his-
cimbronazo destituyente como consecuencia toriadores y un campo abierto para los sesgos
de alguna transgresión propia dan lugar a tanta descriptivos.
polémica: unos ponen el acento en las formas
del efecto, otros invocan alguna condición que Como puede verse, no estoy ofreciendo una
estiman relevante y, acaso, otros más ofrecen re- panacea de la ciencia política, sino apenas pro-
flexiones sobre una historia más extensa, donde poniendo un campo de reflexión en el que pro-
unos y otros hayan incurrido en acciones aptas curemos no seguir arrojándonos epítetos más
para formar parte de la escala de los golpes, au- emotivos que descriptivos. Los hechos están; su
togolpes o microgolpes. ¿Quién de ellos tendrá importancia recíproca puede debatirse y su jus-
razón? Los hechos son como son, y —en prin- tificación también. Pero no es necesario com-
cipio— pueden verificarse; pero la importancia plicarlo todo con palabras que sugieren mucho
que haya de asignarse a cada uno en el infinito más que lo que llanamente dicen.
Ricardo A. Guibourg • 17
SECCIÓN 2: FILOSOFÍA
GENERAL
Ilustración (*)
Ilustración. Iluminismo. Siglo de las Luces. Se La Ilustración fue un claro ejemplo de todo
trata de denominaciones metafóricas, porque esto: bajo el influjo de nuevas actitudes y cir-
la lámpara incandescente tardó todavía dos- cunstancias sociales que hacían obsoleta la vie-
cientos años en inventarse. ¿Qué luz era aqué- ja estructura política y económica, se redujo la
lla? La luz de la razón se dijo. La luz de la razón, veneración de premisas místicas (que en su mo-
que ahuyentaba las sombras del oscurantismo mento habían sido útiles) y se redobló la apues-
medieval. Otra metáfora exagerada y un tanto ta a favor del conocimiento empírico.
maniquea. La Edad Media no estuvo exenta de
luces: piénsese en Avicena (980-1037), Averroes Se dio así nuevo impulso político e ideológico
(1126-1198), Maimónides (1135-1204), Alfonso a la reacción que el Renacimiento había inicia-
X el Sabio (1221-1284) Santo Tomás de Aquino do en las ciencias y en las artes. Para fundar las
(1225-1274). Por otra parte, aún durante el siglo nuevas actitudes se hipertrofió entonces la fun-
XVIII, mientras la Enciclopedia multiplicaba la ción de la razón (mero instrumento de cálculo)
herencia del Renacimiento, una poderosa resis- para atribuirle algunas de las funciones de Dios:
el conocimiento universal y, en especial, la pura
tencia seguía oponiéndose a las ideas renova-
aprehensión de lo bueno y de lo malo. Esta idea
doras.
—que no consistía sino en postular como rea-
El colmo de la Ilustración se alcanzó en 1790, lidad evidente un fundamento para las actitu-
cuando llegó a adorarse a la Diosa Razón. Era, des aprendidas de la tradición cultural— no era
claro, un contrasentido (lleno de sentido, como nueva: había sido recibida de la antigüedad y
luego se verá). Pero en esa reacción, segura- transmitida por la escolástica, pero la Ilustra-
mente exagerada, había mucho que rescatar. Se ción, sin atinar a pasarla por el filtro metodoló-
trataba de reexaminar los grandes problemas gico, la puso al servicio de un nuevo paradigma
del hombre sin atarse a los preconceptos que que, montado en la fascinación por la ciencia de
corte newtoniano, imaginó para la observación
la tradición había venido imponiendo. Desde
empírica una meta más allá de su propio hori-
luego, los preconceptos son inevitables: es im-
zonte. Claro está que en esta extrapolación de
posible pensar sin partir de algunos axiomas o
sentido inverso a la tradicional había una orien-
premisas y, de paso, es ilusorio negar la fuerza
tación política e ideológica; pero eran una po-
con la que nuestra formación cultural nos im-
lítica y una ideología más apropiadas a aquel
pone ciertos puntos de partida. Sin embargo,
momento de la evolución económica y social, lo
cada vez que examinamos con cuidado nuestro
que ayudó seguramente a tolerar sus persisten-
pensamiento tenemos oportunidad de adver- tes defectos epistemológicos.
tir que ciertas premisas ya no nos convencen,
o resultan contradichas por la experiencia, o El nuevo preconcepto, pues, tuvo amplia re-
bien han perdido su anterior relevancia porque percusión en el derecho: la codificación cam-
nuestros puntos de vista han evolucionado. En- bió el método jurídico y la dogmática dio a la
tonces, nos apoyamos en unos preconceptos naciente estructura una suerte de santidad casi
—en los que todavía confiamos— para cues- laica.
tionar otros. Y elaboramos nuevas ideas, más
acordes con las premisas que conservamos y, a Ahora han pasado dos siglos. Las ciencias,
nuestros ojos, más útiles para ordenar nuestras tanto las empíricas como las formales, han al-
nuevas experiencias y actitudes. canzado un nivel de desarrollo que empalide-
ce los logros del Renacimiento y llega a poner
pragmáticamente en duda la (¿exagerada?) tesis
(*) Cfr. La Ley, 14/02/2008, p. 1. LA LEY, 2008-A, 1162. de Kuhn sobre la inconmensurabilidad de los
Cita online: TR LALEY AR/DOC/127/2008. paradigmas. Sin embargo, causa cierta perpleji-
Ricardo A. Guibourg • 21
Ilustración
dad observar que la civilización sigue volviendo ciudadanos, que los jueces son a la vez la boca
sus ojos hacia la magia. de la ley y los sacerdotes de la justicia y muy es-
pecialmente que, para cada conflicto, existe una
No me refiero con esa palabra a la multitud solución a la vez justa y legal cuya corrección
de cultos y supersticiones que se abren ante la cualquier persona debería ser capaz de adver-
gente en un abanico que va desde el puro entre- tir. Los contenidos políticos cambian hasta tro-
tenimiento astrológico hasta la onerosa conten- carse, a veces, en algo parecido a sus opuestos;
ción provista por los predicadores mediáticos. pero la despreocupación por el análisis del len-
Aludo, en cambio, a la sobrevaloración de los guaje, la ausencia de la crítica metodológica y la
sentimientos y de la voluntad como fuentes de
consiguiente fe en la magia de las palabras con
esperanza sobrepuestas a la experiencia y a la
fuerte contenido emotivo pasan de generación
racionalidad: una ideología que se consolidó
en generación, como el idioma, y de mano en
con el romanticismo y, fundada en los criterios
de apreciación estética que ayudó a construir en mano junto con los atributos del poder.
nuestras mentes, hace de las suyas fuera de los
Los efectos de la Ilustración, pues, han que-
límites de la literatura para infiltrarse en el pen-
dado obsoletos en el campo del derecho, que no
samiento filosófico y trabar el desarrollo del dis-
supo aprovecharlos sino a medias. Hace falta un
curso jurídico.
nuevo iluminismo. Como hicieron los enciclo-
El hombre tiene apetencias y propósitos. Y ne- pedistas con los fundamentos del dominio po-
cesita tenerlos, porque ellos son el motor de su lítico y de la certidumbre científica, deberíamos
vida. Pero el campo entero de lo emotivo apare- ahora examinar una por una las instituciones del
ce cubierto por un velo misterioso y sagrado que, derecho —el público, sí, pero principalmente el
al parecer, impide o dificulta su análisis empíri- privado, que es el que le sirve de sustento— para
co. La voluntad todo lo puede, el bien siempre valorar qué función cumplen, cuál es el grado
triunfa sobre el mal y es al fin de cuentas recom- de necesidad o conveniencia que atribuimos a
pensado, el amor —a menudo predestinado, se- esa función, si es posible imaginar otra institu-
gún el discurso inicial de los enamorados— es ción capaz de cumplirla más eficientemente y,
más fuerte que la realidad, el futuro se abre lleno sobre todo, qué modelo de equilibrio deseamos
de ventura, son sólo ejemplos de frases hechas establecer para el conjunto de las funciones que
que nuestra cultura repite. No tienen la virtud ansiamos ver cumplidas. Todo esto sin perder-
de ser creídas, pero sí el defecto de estorbar la nos en el culto de las citas clásicas y llamando,
función del pensamiento genuino, de restringir como dice el pueblo, al pan pan y al vino, vino.
el análisis racional de condiciones y consecuen-
cias, de estructuras y funciones, de medios y ob- Se trata de un programa ambicioso y difícil,
jetivos. pero llevarlo a cabo es una deuda que el dere-
cho mantiene con los ciudadanos que lo invo-
El derecho es una de las principales víctimas can y soportan. Basta mirar a nuestro alrededor:
de esta sobredosis sentimental. Repetimos que diversos descontentos entrecruzados y a me-
la justicia (que nadie sabe definir con efecto au- nudo incompatibles entre sí, pero cada uno de
tónomamente práctico) (1), es la esencia y el fin
ellos dotados de verdades evidentes, están ro-
último del derecho. Cada uno reclama justicia (y
yendo la credibilidad de las instituciones ju-
proclama el derecho) para sí mismo y para sus
seres queridos, ignorando aparentemente que rídicas. Y no les falta razón cuando lo hacen,
ese apasionado discurso encubre a medias una porque, tal como están concebidas y aplicadas,
disputa de todos contra todos acerca de los bie- tales instituciones se hallan al servicio de quien
nes, de la seguridad y del aprecio social. Apenas quiera invocarlas para defender intereses con-
a flote sobre ese mar embravecido, fingimos que tradictorios. Convendrá que los juristas em-
el Parlamento ejerce la representación de los pecemos cuanto antes a saldar aquella deuda,
porque los economistas, que también postulan
(1) Abundan las definiciones genéricas, pero, cuando con contundencia sus verdades evidentes, hace
ellas no son derechamente vacías, acaban por delegar su tiempo han emprendido esa tarea. A su manera
contenido práctico en alguna autoridad contingente. y sin consultarnos.
Ricardo A. Guibourg • 23
Por qué
la misma pregunta, pero no hace falta interro- cios, aparece notablemente contraindicada en
gar muchas veces. A menudo el fuego aparece el ejercicio del derecho. En efecto, el oficio de
al primer golpe de pala. A más tardar, al tercero los expertos jurídicos (todos los abogados te-
ya puede sentirse el bullir de la lava. Si combi- nemos un título que nos acredita como tales)
namos metáforas, acaso sea esta una razón adi- consiste en dar razón de nuestras opiniones, po-
cional para desaconsejar la actitud del avestruz. siciones y actitudes; y, frente a razones opues-
tas, en identificar y sostener el fundamento del
Hay que considerar que la pregunta “¿por motivo invocado en el nivel superficial. Esta cir-
qué?” no siempre significa lo mismo. A menudo cunstancia nos obliga a tener en claro la estruc-
encierra en sí misma un juicio de valor, envuelto tura de nuestro pensamiento hasta el final. Ese
en una queja. ¿Por qué no se consigue disminuir extremo, después de todo, no está tan lejos: re-
la delincuencia? ¿Por qué aumentan las tarifas quiere tener en claro el significado que atribui-
de los servicios públicos? ¿Por qué hay tanta mos a ciertas palabras que usamos diariamente,
sequía, o tantas inundaciones, o tanto calenta- tales como realidad, verdad, conocimiento, de-
miento global? Quien se formula preguntas así recho, justicia, razón. Y comprender la estructu-
no suele requerir respuesta: al concebir la pre- ra y la función de los argumentos en el discurso
gunta, ya imagina en su conciencia quién tiene jurídico, como especie del discurso en general.
la culpa de hechos que da por ciertos y juzga ne-
gativamente; su expresión no es tanto un pedido Quien es capaz de preguntarse lealmente por
de información sino una convocatoria a la desa- qué dice lo que dice o sostiene lo que sostiene,
probación y a la condena colectivas. se convierte por ese solo hecho en un habitan-
te de la filosofía (o de la filosofía del derecho, o
Es posible preguntar de ese modo, pero el de la teoría general del derecho, según cómo se
modo que estoy proponiendo ahora es más in- plantee cada problema y qué tipo de criterio se
trospectivo: es el que inquiere las razones de busque con la esperanza de resolverlo). Muchos
las creencias y actitudes del observador. La ven la filosofía como un sistema de respuestas a
respuesta consiste siempre en otras creencias las grandes preguntas de la humanidad. Pero es
y actitudes que, en conjunto, sirven de base a preferible concebirla como un taller en el que se
las primeras, pero es a su vez susceptible de la reformulan una y otra vez las preguntas, para ver
misma pregunta. De este modo, las respuestas si vale la pena llamarlas “grandes”. En esa refor-
van ramificándose hacia los fundamentos; pero mulación, a veces se advierte (o se cree advertir)
no lo hacen indefinidamente, porque luego de que algunas preguntas, tan grandes que no pue-
trasponer hacia abajo un número finito de ni- den responderse, carecen de respuesta porque
veles, llega inevitablemente a los presupuestos son ambiguas, o porque presuponen premisas
de nuestra filosofía (la de cada uno). Esos presu- poco plausibles, o porque se inscriben en una
puestos, a su vez, no son demostrables, porque epistemología poco práctica; y que, planteadas
si lo fueran no serían tales presupuestos; pero en otros términos o dentro de otro marco teó-
sí son susceptibles de decisión, de descripción rico, pierden gran parte de la magia que antes
y aun de cierta clase de justificación, metafísica se les atribuía. Eso sí, a cambio de la magia per-
o pragmática. dida se obtiene mayor comprensión de la reali-
dad, medida en términos de nuestra capacidad
Eso sí, la mayoría de las personas —incluso práctica para interpretarla y manejarla. Y, de ese
las de elevado nivel cultural— no llegan jamás modo, es más fácil para cada uno asignar res-
a identificar esos presupuestos, que dan confu- puestas a las preguntas devenidas pequeñas,
samente por sentados en una nebulosa de citas tan pequeñas como lo humano.
de autores antiguos: sus porqués rara vez pasan
del primer nivel de análisis y, cuando mucho, Vista de este modo, la reflexión filosófica, le-
alcanzan el segundo. Con eso se dan por satis- jos de ser un pasatiempo para juristas ociosos,
fechas, siempre que su práctica cotidiana fun- constituye una poderosa herramienta del abo-
cione. gado práctico. Solo hace falta que, luego de ba-
jarla del estante de las citas en griego y ponerla
Sin embargo, esta limitación, admisible al alcance de la mano, la hagamos nuestra y la
—aunque no recomendable— en muchos ofi- apliquemos cotidianamente.
Ricardo A. Guibourg • 25
El dios Rama ha nacido aquí
sientan y digan lo mismo que nosotros: eso pue- y las reglas de juego giren alrededor de lo com-
de lograrse mediante amenazas, propaganda y probable por todos, para facilitar (no garantizar)
lavados de cerebro. La racionalidad es un cam- desde esa base la construcción de preferencias
po de debate en el que todos puedan partici- comunes, políticas de estado y contenidos de
par, a pesar de sus diferencias de opinión, de tal cierta entidad abstracta que todos, y no sólo los
modo que nadie quede excluido de antemano partidarios, seamos capaces de llamar derecho.
Ricardo A. Guibourg • 27
Definiciones, ficciones,
deformaciones (*)
Hace unos años estuve en un congreso inter- más allá de los intereses y la limitaron con el Di-
nacional sobre el porvenir jurídico del mundo rectorio, el Consulado, dos imperios y tres res-
donde, en boca de colegas reconocidamente tauraciones. A partir de 1870, cuando Napoleón
democráticos, oí por primera vez el vocablo “go- III desapareció del mapa político, las elecciones
bernanza”. Inquieto, lo busqué en el diccionario: dieron el triunfo a los monárquicos; como no
es el “arte o manera de gobernar que se pro- se ponían de acuerdo sobre cuál de dos preten-
pone como objetivo el logro de un desarrollo dientes ocuparía el trono, tuvieron que formar
económico, social e institucional duradero, pro- un gobierno de transición que, como todo lo
moviendo un sano equilibrio entre el Estado, provisional, duró mucho tiempo bajo el nombre
la sociedad civil y el mercado de la economía”. de Tercera República. Que las ideas republica-
En buen romance, es el arte del buen gobierno, nas hayan perdurado inicialmente en manos de
expresión de contenido valorativo indefinido monárquicos es un símbolo de que la democra-
(como resulta de la expresión “sano equilibrio”) cia había perdido sus dientes y ya no constituía
pero, por lo visto, orientada hacia el capitalismo. una amenaza. Minimizada la idea de igualdad,
Caí entonces en la cuenta de que, si no el origen la fraternidad quedaba convertida en limosna y
de la palabra, al menos el de su repentina moda la libertad en un bien selectivamente distribui-
proviene de la expresión corporate governance, do.
empleada a su vez para designar el conjunto de
reglas, procesos o leyes con los que los negocios Mucho tiempo después, incluso luego de los
se llevan a cabo, se regulan y se controlan. Se grandes episodios totalitarios, el concepto de
trata del manejo de las empresas elevado a pro- democracia empezó a flexibilizarse. Hubo de-
yecto político universal. mocracias populares, donde solo se admitía
un partido. Hubo una “democracia dirigida”,
No pocos sentirían rechazo por esa noción y en la que todos los miembros del Parlamen-
preferirían hablar sencillamente de democra- to eran elegidos por el jefe del Estado y sólo te-
cia. Sin embargo, esta palabra ha dejado hace nían funciones consultivas. Hay democracias
mucho tiempo de ser sencilla. Etimológicamen- paradigmáticas, fundadas en un bipartidismo
te, significa gobierno del pueblo, una forma de prácticamente monocolor. Incluso un dictador
adoptar las decisiones comunes de la que Aris- argentino, ante un periodista que se mostraba
tóteles desconfiaba, que Platón rechazaba, que sorprendido de verlo definir su régimen como
fue execrada durante muchos siglos y que hoy democrático, fundó tal calificación en que “na-
es normalmente elogiada, a condición de que die se había quejado”.
no se la tome muy en serio.
La necesidad política de calificar como de-
Hagamos un poco de historia. La democracia mocrática la propia posición y como antide-
moderna nació en Inglaterra, que siguió regida mocrática la del adversario trajo consigo una
por una aristocracia. Fue recogida por los Esta- mutación. Ya casi nadie entiende la democra-
dos Unidos, donde por entonces se llamaba ciu- cia simplemente como el gobierno del pueblo,
dadanos a los varones blancos dotados de cierta sino como una situación en la que se respeten
renta. Y distribuida en el mundo por Francia, los derechos humanos; y, en los casos dudosos,
donde rápidamente advirtieron que la idea iba muchos prefieren aplicar este segundo criterio
antes que el primero. De acuerdo con esta idea,
habría sido bastante democrático Federico I de
(*) Cfr. La Ley, 03/05/2011, p. 1. LA LEY, 2011-C, 1299. Prusia, cuyo lema era “todo para el pueblo, pero
Cita online: TR LALEY AR/DOC/980/2011. sin el pueblo”.
Las cosas han venido a complicarse porque una democracia verdadera, sin dejar por eso de
a “república”, que antes se consideraba sinó- distinguir cuantitativamente la democracia de
nimo de “democracia”, se atribuye un matiz un sus contrarios, y —de paso— reafirmar la defi-
tanto diferente, que remite al ágil y seguro fun- nición procesal del concepto, reservando para
cionamiento de ciertos mecanismos estatales otras expectativas políticas igualmente desea-
y a la reducción de ciertos males endémicos, bles y prestigiosas algunos nombres distintos,
como la corrupción, de tal modo que algunos que podrían elaborarse a partir de una clarifica-
propugnan una república sin parar mientes en ción de conceptos como libertad, igualdad, ga-
su contenido popular, y aun desconfiando de rantías o bienestar.
él, mientras otros hablan de democracia pero
menosprecian los mecanismos republicanos y Hay que reconocer, sin embargo, que nin-
aspiran a convertirse en caudillos o a ser prote- guna clarificación verbal alcanza a corregir la
gidos por caudillos. deformación de los conceptos por los hechos.
Las elecciones universales, secretas y obliga-
Un mal pensado podría sugerir que quien torias fueron instauradas en tiempos de Ro-
gana elecciones se despreocupa de lo demás, que Sáenz Peña, un conservador algo rebelde
mientras que quien las pierde reclama las ga- que exclamaba esperanzado “quiera el pueblo
rantías que quién sabe si estará dispuesto a votar”. Pero durante el siglo siguiente muchas
asegurar el día que logre triunfar. Si ese torvo circunstancias han contribuido a un relativo
pensamiento fuera justificado, quedaríamos en vaciamiento de ese derecho. La primera es el
muy mala situación frente al lenguaje del de- caudillismo, que convierte a los candidatos en
recho y de la política, situación que habitual- depositarios exclusivos de una confianza ciega,
mente sirve de heraldo de una mala situación aunque provisional. La segunda, el clientelismo,
en otros aspectos más contundentes. Mientras que procura mantener esa provisionalidad (los
tanto, los más poderosos suelen proclamar que empresarios hablarían de “fidelizar” a sus clien-
a un gobierno puede perdonársele que gobierne tes) mediante dádivas y promesas de beneficios
mal, siempre que gobierne poco. Es decir, que se personales. La tercera, una formidable corrup-
dedique a sus pequeñas intrigas y deje hacer a la ción, que —con el objeto de facilitar la fideliza-
gobernanza de los que saben y pueden. ción— origina pactos ocultos, negocios públicos
con sobreprecios, repartos de cargos estatales a
Un filósofo del derecho, Alf Ross, elaboró una militantes y amigos y manejos ruinosos para la
interesante definición de “democracia” que comunidad. La cuarta, la industrialización de la
cuantificaba las tres palabras de la idea tradicio- propaganda política, que —a menudo financia-
nal: gobierno-del-pueblo. Una de esas dimen- da por la circunstancia anterior— impide que
siones se refería a la intensidad con la que un un candidato llegue al triunfo sin contar con
gobierno pudiera pertenecer al pueblo, en re- una inmensa fortuna personal o verse compli-
lación directa con la frecuencia de las consul- cado en sospechas de actos ilícitos. La quinta, la
tas electorales. Otra remitía a la amplitud con la trivialización de la política, que atrae o rechaza
que se definiera el pueblo: quiénes forman ese a los ciudadanos por factores puramente simbó-
colectivo y quiénes quedan excluidos de él. Y el licos antes que por las propuestas políticas ra-
tercero se preguntaba por la cantidad de gobier- cionales y, por lo tanto, exime a los candidatos
no que al pueblo hubiera de asignarse: qué atri- de cumplir cualquier promesa concreta que hu-
buciones o poderes dependiesen de su voluntad biesen hecho durante su campaña, salvo quizás
y cuáles otros permanecieran total o parcial- los compromisos contraídos con sus financis-
mente ajenos al electorado. Destacaba, final- tas. La sexta, el efecto multiplicador del ejemplo,
mente, que en esta concepción tridimensional que hace que las deformaciones apuntadas no
distintos observadores podían situar los puntos sean ya la vergüenza de algún sector determina-
de convergencia que consideraran óptimos se- do, sino un valor sobreentendido en la práctica
gún su parecer. política.
La definición de Ross puede servir para cla- No es posible, desde luego, resolver ninguno
rificar el concepto de democracia, eliminar la de estos problemas mediante su mera descrip-
idea ontológica según la cual no hay más que ción. Sin embargo, sin ella es seguro que nunca
Ricardo A. Guibourg • 29
Definiciones, ficciones, deformaciones
serán resueltos. El lenguaje sirve para muchas equilibrio, paz. Y, de paso, “derecho”, esa pa-
cosas, correctas e incorrectas según la opinión labra que los abogados empleamos todos los
de cada uno. Pero tiene una virtud indudable: si días. No es necesario buscar definiciones que
cuidamos las condiciones de su funcionamien- estemos dispuestos a llamar verdaderas. Si tan
to como herramienta insustituible, contribu- sólo logramos definiciones que puedan ser
ye a una comunicación eficaz, no sólo de unas compartidas por todos, incluidos nuestros ad-
personas con otras, sino también de cada uno versarios, podremos tener un lenguaje común
consigo mismo, en cuanto ayuda a clarificar el que nos permita convocar a unos, discutir con
propio pensamiento. otros, acordar con unos cuantos y, en definiti-
va, adoptar en conjunto nuestras decisiones,
Podríamos, pues, empezar por trazar defini- buenas o malas, acertadas o desacertadas, pro-
ciones menos declamatorias y más concretas bablemente mayoritarias antes que unánimes,
para establecer el valor estrictamente semán- pero fundadas sobre un debate sincero capaz de
tico de ciertas palabras que usamos a menudo reconstruir la utilidad de los conceptos que nos
esgrimiendo su contenido emotivo: democra- sirven de instrumento, definir sus contenidos,
cia, libertad, honradez, derechos humanos, co- alejarlos de las ficciones y protegerlos de las de-
rrupción, igualdad, bienestar, eficacia, armonía, formaciones.
(*) Cfr. La Ley, 18/07/2011, p. 1. LA LEY, 2011-D, 1297. Si puedo, entonces, perder partes de mi cuer-
Cita online: TR LALEY AR/DOC/2203/2011. po y seguir siendo identificado (y auto-iden-
Ricardo A. Guibourg • 31
¿Dónde estoy yo?
tificado) como el mismo, podríamos hacer un funciones de las que tiene conciencia son con-
ejercicio de sangrienta imaginación: ¿cuántas sideradas “sus” funciones, y por lo tanto vincu-
o cuáles partes de mi organismo puedo perder ladas a otras funciones o vivencias “del” mismo
sin mengua de mi yo (aunque, obviamente, con sujeto. El individuo puede dormir, período en el
gran disminución de mis capacidades y pro- que esa conciencia se esfuma en mayor o me-
funda contrariedad personal)? ¿Las piernas, los nor medida, pero la reasume plenamente al
brazos? El corazón, desde luego: un trasplante despertar. Puede sufrir amnesia, pero las expe-
cardíaco no me convertiría en “otro”, ya que el riencias posteriores al hecho que la haya produ-
corazón del donante se habría hecho mío, po- cido siguen siendo su yo, aun cuando el sujeto
dría decirse con perdón del derecho civil, por no recuerde su propio nombre. Puede estar tan
accesión. deteriorado que no tenga conciencia sino del
presente inmediato, pero aun entonces lo que
¿La cabeza? Eso no, porque en ese caso perde- ve y lo que oye se coordinan en su decaída men-
ría la vida, y con ella mi yo, convertido en cadá- te. Tal vez ésta sea una buena justificación para
ver. Muchos introducen aquí un factor religioso: no emitir un nuevo documento de identidad a
yo soy una combinación de cuerpo y alma, y en quien sufre esas dramáticas situaciones y para
el alma reside mi identidad, que acaso perma- no abrir la sucesión del individuo que “antes
nezca después de mi muerte, pagando sus pe- fue”.
cados o disfrutando de su premio celestial. La fe
no puede ser objetada ni discutida, pero, mien- En los cursos universitarios, suelo proponer
tras mi cuerpo (o lo que queda de él) y mi alma el siguiente ejercicio mental. Dos personas su-
están juntos y viven, ¿qué función cumple el fren serios accidentes. Una queda descerebrada,
alma? Si su única función es mantenerme vivo, pero mantiene el resto de su organismo en buen
la respuesta remite a un razonamiento circu- estado. Otra no ha sufrido daño cerebral, pero su
lar: tengo alma porque vivo y vivo porque tengo cuerpo tiene lesiones tan graves que ha de mo-
alma, lo que no permite resolver el interrogante rir en cuestión de horas. Los cirujanos han de-
inicial. Si, en cambio, la función del alma es el sarrollado una técnica que permite el trasplante
pensamiento, o los sentimientos, o ambas cosas, de cerebro: con el consentimiento de las dos fa-
entonces son las funciones mentales las que me milias (y del desahuciado), se implanta el cere-
permiten saber que mi alma está en mi cuerpo bro sano en el cuerpo sano y todo “lo sobrante”
y lo anima. es enterrado. La operación es un éxito y el pa-
ciente despierta, con todos los recuerdos, pen-
Esta conjetura explica muy bien por qué no samientos y sentimientos que tenía su cerebro
puedo perder la cabeza, o al menos el cerebro antes del accidente: ¿quién es el sobreviviente?
(toda vez que la pérdida de una oreja, o de la La mayoría sostiene que el sobreviviente es el
nariz, no me privaría de mi yo). Pero, entonces, dueño del cerebro, de modo que la operación
coincide con otra idea que, a su vez, no requiere puede considerarse más bien un “trasplante de
creer en el alma: al menos durante la vida (por- cuerpo”, y el nuevo dueño del cuerpo deberá ha-
que lo que pase después es tema religioso), mi bituarse a él; además, claro, habrá que modifi-
identidad como “yo” reside en la unidad de las car su documento de identidad para incorporar
funciones de mi cerebro. sus nuevas huellas digitales, pero manteniendo
su nombre. Algunos responden, en cambio, que
Es claro que esas funciones tienen altibajos. el sobreviviente es el dueño del cuerpo y que su
Quién sabe cuándo el infante (antes o después nuevo cerebro deberá habituarse a otra identi-
del nacimiento) logra relacionar entre sí sus es- dad, otra familia, otro patrimonio. Unos pocos
tados mentales para adquirir conciencia de su afirman que el sobreviviente no es uno ni otro,
propia identidad. Luego, el ser humano adquie- sino un ser humano nuevo, distinto de los ante-
re crecientes experiencias, recuerdos, reaccio- riores. Por supuesto, no hay una respuesta más
nes, sentimientos, y a la vez va perdiéndolos o verdadera que otra: lo que pasó, pasó, y lo que
escondiéndolos de sí mismo mediante el olvi- se requiere de nosotros es una interpretación fi-
do o la relegación al inconsciente. No está dicho losófica, moral y jurídica acerca de un hecho in-
que sepa todo lo que hay en su mente (es segu- sólito de cuya descripción física no hay dudas.
ro que ignora la mayor parte); pero al menos las Eso sí, será conveniente que dejemos de lado
poesía, lenguaje figurado y metáforas bonitas de Costa Rica, en cambio, es más terminante al
para centrarnos en algo que nos incumbe como proclamar el derecho a la vida “a partir del mo-
juristas: ¿abriremos la sucesión del dueño del mento de la concepción” (art. 4).
cuerpo, la del dueño del cerebro o bien las dos?
Una cuarta alternativa: ¿diremos que ninguno No es mi propósito intervenir aquí en la con-
de los dos murió y que el sobreviviente es dos troversia acerca del aborto, sino mostrar de qué
personas al mismo tiempo? ¿Admitiríamos, en- manera un enfoque filosófico ayuda a advertir
tonces, su bigamia? ¿Sumaríamos los dos patri- ciertas incongruencias en el discurso jurídico. Si
monios en cabeza del sobreviviente, dotado de el yo reside en las funciones cerebrales, por ru-
dos nombres? Si uno de los afectados era albañil dimentarias o perturbadas que ellas sean, frente
y el otro era psiquiatra, ¿qué profesión admitire- a la muerte cerebral no hay un yo cuyo organis-
mos que el sobreviviente ejerza? mo físico remanente deba protegerse, pero en
las primeras semanas de la gestación tampo-
La ley 24.193 (Adla, XLIII-B, 1344), de abla- co lo hay. Si afirmamos que hay vida humana
ción e implante de órganos, parte de un supues- digna de protección cuando el cerebro no está
to determinado, al establecer en su artículo 23 desarrollado, ella debería protegerse también
que una persona ha fallecido cuando se cum- cuando el cerebro ha dejado definitivamente de
plen las siguientes condiciones: a) ausencia funcionar. Una posibilidad de escapar de este
irreversible de respuesta cerebral, con pérdida conflicto sería afirmar que la vida depende de
absoluta de conciencia; b) ausencia de respira- la expectativa de funcionamiento cerebral futu-
ción espontánea; c) ausencia de reflejos cefáli- ro; sin embargo, adoptar esta tesis llevaría, por
cos y constatación de pupilas fijas no reactivas; una parte, a aceptar que un feto anencefálico no
d) inactividad encefálica corroborada por me- es, no ha sido ni será nunca un ser humano (un
dios técnicos y/o instrumentales adecuados a yo) y, por otra, a preguntarse por el derecho a la
las diversas situaciones clínicas. Dicho de otro vida de las personas por concebir, como se insi-
modo, cuando faltan todas las funciones del sis- nuó en un recordado fallo de la Corte Suprema
tema nervioso, incluso las reflejas, no importa de Santa Fe.
si el corazón sigue latiendo y los pulmones res-
pirando con ayuda de aparatos: el individuo se Es posible, en definitiva, sostener lo que cada
considera muerto y la ablación de sus órganos uno desee sostener en materia de principio y fin
es jurídicamente posible. de la vida humana. Lo que no debería hacerse
es adoptar posiciones espasmódicas, al ritmo
A su vez, el artículo 70 del Código Civil dice de intereses o concepciones incompatibles. La
que la existencia de las personas de existencia reflexión filosófica, tan menospreciada por su
visible comienza desde la concepción en el seno invocada falta de practicidad, acaso no ayude a
materno, aunque dicha existencia queda suje- encontrar ciertas respuestas; lo que es seguro,
ta a la condición resolutoria de nacer con vida: sin embargo, es que conduce a una eficiencia
si la muerte se produce antes de la separación mucho mayor en la formulación de las pregun-
completa de la madre, se considera que la per- tas. Algo que la reflexión jurídica necesita, aun-
sona jamás ha existido (art. 74). La Convención que no muchos parecen darse cuenta.
Ricardo A. Guibourg • 33
Antropocentrismo y otras
intoxicaciones (*)
Nadie sabe cuántas estrellas hay en el univer- mente prescindible, pero nuestro juicio (y sobre
so. Tal vez cientos de miles de trillones. Insigni- todo nuestro discurso) se ve enturbiado por una
ficantes motas de polvo circulan entre ellas. Una simple razón de perspectiva: lo que está cerca
de esas partículas (probablemente entre tantas se ve más grande que lo que está lejos, y lo que
otras) alberga vida, un fenómeno parasitario de nos incumbe directamente nos parece más im-
la energía emanada de la estrella más cercana. portante que lo que afecta a terceros (sean es-
Lo curioso es que unos pocos entre los diminu- tos gente, otras especies de mamíferos, peces,
tos entes vivos de esa partícula se consideran insectos o habitantes de otras galaxias). Puestos
dueños de todo lo que los rodea y, si se los esti- a reflexionar dentro de estos límites, deseamos
mula un poquito, del universo entero. adquirir o mantener cierta seguridad en la con-
vivencia, aun al precio de consentir (a menudo
Cuesta poner límites a la soberbia de esos se- rechinando nuestros dientes etnocéntricos) que
res. En una época se consideraban el centro de terceras personas también la tengan. Quere-
todo lo existente y asaban vivos a quienes di- mos ser tratados por los demás de cierta mane-
jeran lo contrario. Todavía muchos proclaman ra, aun por encima de algunas diferencias, y por
que son los hijos preferidos de un Dios crea- eso sostenemos que todos los seres humanos te-
dor, de cuyas sublimes características partici- nemos “derecho” a ese trato: como invocar un
pan en alguna medida. Se creen depositarios de derecho requiere identificar alguna fuente, ha-
una misión trascendente (que invariablemente llamos la solución en el concepto de dignidad
comprende la glorificación de la propia espe- del hombre, dignidad que —una vez que se la
cie) y, para cumplirla, no vacilan en exterminar- despoja de los mitos que la rodean— se revela
se unos a otros con indudable heroísmo. idéntica al conjunto de los derechos que en ella
buscan fundarse.
Cuando descansan de esas viriles actividades,
o aun cuando intentan justificarlas, enarbolan No hace falta rasgarse las vestiduras por aque-
una bandera que todos veneran: la dignidad hu- lla petición de principio: si nuestro deseo es
mana, fuente de numerosos derechos también convivir en paz y armonía, respetarnos los unos
humanos. Como son generosos, admiten tam- a los otros y andar por el mundo persiguiendo
bién ciertos derechos de los animales: a no ser nuestros objetivos lícitos sin temer demasia-
maltratados cruelmente, por ejemplo. Algunos do la interferencia ajena, ese deseo es tan fácil
compran collares de diamantes para su perri- de compartir que buscarle un fundamento me-
to. A veces prohíben las corridas de toros; otras tafísico podría ser innecesario. Sólo se requie-
veces permiten espectáculos semejantes como re enfrentar a quienes perturban esos ideales,
valiosas tradiciones culturales humanas. Pero pero aquí surge un problema: deberíamos po-
nernos también en el lugar de ellos e investigar
echan sal sobre las babosas y —aerosol de in-
si nosotros mismos no estamos interfiriendo en
secticida en mano— se convierten en minucio-
su propia persecución de objetivos lícitos, o no
sos genocidas de especies enteras.
estamos al menos convalidando interferencias
Cuando el tema se analiza en términos menos pasadas, ya que el rencor y el odio —por exe-
grandilocuentes, todo se vuelve más compren- crables que nos parezcan— no están exentos de
sible. Los humanos sabemos perfectamente que interpretación causal como cualquier otro fenó-
nuestro lugar en el cosmos es periférico y total- meno.
do cuando nos conviene: así ha sido siempre primacía a fin de cumplir la misión que un ente
el mundo y modificarlo es una tarea tan titáni- superior (divino o histórico, pero siempre meta-
ca que nadie lo ha logrado hasta ahora, pese a físico) les ha encomendado.
notables y meritorias tentativas. Pero hay que
advertir que las peores manifestaciones de Un poco de humildad sería recomendable,
aquellas actitudes suelen verse facilitadas por pero acaso fuera utópico predicarla, porque
estructuras ideológicas y retóricas que nublan la prédica tendría que dirigirse a las pasiones.
nuestro entendimiento y ocultan nuestros mo- Tal vez sea posible dirigirse en cambio a la in-
tivos más profundos. teligencia, para hacerle notar que la retórica
fundamentalista, en cualquiera de sus manifes-
Una de esas estructuras es el antropocentris- taciones, empobrece el lenguaje como medio
mo. No el sencillo pensamiento de que, puesto de comunicación y de debate y se estimula recí-
que somos humanos, nos conviene defender lo procamente con el autismo de la razón. Si cada
nuestro, sino la mitología que nos pinta como uno se detuviera por un rato a pensar qué signi-
seres superiores y predestinados a vaya a saber fican las palabras y conceptos que usa, de qué
qué alta misión cósmica. Ahí es donde se afinca manera y con qué grado de abstracción ellos re-
la idea de dignidad del hombre que, de plausible presentan hechos verificables por los sentidos
preferencia política, se torna cualidad oscura- y qué grado de confianza compartida merece
mente ontológica. En este carácter, el concepto cualquier método no empírico para dar cuenta
es claramente incoherente: de hecho, pensa- de circunstancias inmateriales, no por eso deja-
mos que algunos seres humanos son dignos ría de haber conflictos e intereses encontrados.
de elogio y otros dignos de los peores castigos Pero tales conflictos empezarían a discutirse a
(siempre que no sean “crueles e inusuales”, por partir de razones y motivos identificables y com-
deferencia a la enmienda VIII de la Constitución prensibles, tanto para quien los sostuviera como
de los Estados Unidos). Para salvar esta incohe- para quien los combatiese, de tal modo que pu-
rencia en los casos particulares, elaboramos la diesen debatirse y aun negociarse sin que cada
teoría de la renuncia implícita por comisión de contendor se sintiera tironeado entre la figu-
delitos, con lo que los derechos humanos dejan ra del héroe y la del traidor. No desaparecerían
de ser universalmente humanos; y para justifi- los enfrentamientos ni las guerras, pero al me-
carla en casos colectivos, solemos proclamar nos cada uno sabría por qué pelea realmente
que nuestros adversarios no son verdaderamen- y —exento del espíritu de las cruzadas y de la
te humanos. Hitler hacía esto último de manera jihad— podría llegar a preguntarse hasta qué
explícita, pero conviene recordar que, durante punto la violencia vale la pena.
la Segunda Guerra Mundial, los japoneses eran
“demonios amarillos”, más tarde rusos y chinos ¿Será ésta, también, una utopía irrealizable?
fueron estigmatizados por brutos, desalmados Puede ser. De hecho, vivimos en una cultura que
y crueles, hoy en día cualquier árabe es visto aprecia el razonamiento, pero por encima de él
como terrorista potencial y en muchos países el endiosa las emociones; que enseña a los jóvenes
disidente parece no merecer justicia imparcial. algo de matemáticas y geografía, pero los impul-
sa más vehementemente hacia el amor, el odio,
Pero el antropocentrismo, con sus desvia- el desprecio o la devoción. Todos estos senti-
ciones étnicas y políticas, es apenas una de las mientos son humanos, claro. Demasiado hu-
manifestaciones del fundamentalismo. Hay un manos. Pero convertirlos en el centro de la vida
fundamentalismo musulmán, sí, pero también intelectual y social de las personas equivale a
hay uno cristiano, otro judío y otro hindú, uno impulsar el irracionalismo, mientras se reservan
eurocéntrico, otro neoliberal y uno más restrin- para el pensamiento epítetos como “cientificis-
gido que, en cada nación, pretende el nombre ta”, “falto de compromiso”, “deshumanizante” o
de patriotismo. El fundamentalismo, o como —curiosamente— “ideológico”.
se quiera llamarlo, puede caracterizarse como
la convicción de que hay cierta condición no En una época se definía al hombre como un
consistente en las virtudes morales ni en las animal racional. Ahora que los perros aman, los
conductas concretas, que pone a algunos se- monos usan herramientas, los delfines compren-
res por encima de otros y los obliga a ejercer su den, los elefantes recuerdan y las computadoras
Ricardo A. Guibourg • 35
Antropocentrismo y otras intoxicaciones
exhiben su propia forma de inteligencia, tal vez en las aves de los cielos y en todo animal que ser-
hayamos advertido que lo que distingue al ser pea sobre la tierra”. Hoy podría agregarse un co-
humano son sus sublimes sentimientos, de cuyos rolario: “cobrad conciencia de vuestra dignidad
efectos los periódicos dan cuenta todos los días. cuasi divina, pero administradla sabiamente en-
Después de todo, por algo le ha sido dado el mun- tre vuestros amigos, los justos, para quienes están
do: “sed fecundos y multiplicaos y henchid la tie- hechos los derechos, y negadla a los injustos, que
rra y sometedla; mandad en los peces del mar y a vosotros es dado identificar”.
Ricardo A. Guibourg • 37
Los problemas
competencia. Como puede verse, cada punto bable que esa solución dé lugar al renacimiento
de vista requiere buscar al problema soluciones del problema bajo otras formas (he aquí la opor-
muy diferentes, porque deben satisfacer dis- tunidad para otro refrán: “lo barato sale caro”).
tintos intereses, en diferentes espacios tempo- Si extendemos los límites, la solución puede
rales y territoriales. Y de más está decir que la ser más efectiva y duradera, pero seguramen-
solución que satisface una delimitación agrava te requerirá recursos mucho mayores y acaso
a menudo la situación vista desde otros límites. torne la solución en utópica. No hay una regla
del justo medio capaz de aconsejarnos un pun-
En las charlas de café donde los interlocuto- to de equilibrio: ese punto dependerá de los re-
res procuran arreglar el mundo, es común que cursos disponibles, o de los que pensemos que
uno de ellos, dedo índice en ristre, declare sen- podremos generar en el futuro, frente a nuestra
tenciosamente: “Lo que pasa aquí es que...”. Y, disposición anímica (o emotiva, o ideológica) a
frente a esa afirmación, sucede a veces que otro identificar y delimitar el problema que vemos
reponga: “Esa posición es reduccionista”. Es cu- en la realidad que apreciamos. Y, a partir de allí,
rioso, pero los dos tienen razón en sus afirma- será cuestión de suerte y voluntad encontrar y
ciones y ninguno la tiene en sus actitudes. Todos aplicar una solución adecuada, siempre a nues-
somos reduccionistas todo el tiempo, porque es tro riesgo.
imposible formular una descripción, inevitable-
mente esquemática, sin dejar fuera de ella (por ¿Qué puede hacerse, pues? Ante todo, tomar
desinterés en la asignación de prioridades) la conciencia de que los problemas no son simples
gran mayoría de las circunstancias. Así, cuan- hechos objetivos, a la vista de cualquiera, sino
do uno acusa a otro de reduccionismo no hace una compleja construcción subjetiva a partir de
otra cosa que oponerle otro reduccionismo que la observación de los hechos objetivos y de su
estima preferible para el caso. Por otra parte, comparación con los deseos, intereses y hasta
cuando el dedo enhiesto se mueve para afirmar prejuicios de la persona o del grupo que haya
el reduccionismo del hablante en dirección a de encararlos. En segundo lugar, procurar cier-
una circunstancia real, está proponiendo un jui- ta superación de estas condiciones subjetivas
cio de relevancia que al hablante parece obvio, mediante el diálogo con otros individuos o gru-
pero que no deja de ser una preferencia descrip- pos que puedan verse afectados a su manera.
tiva entre infinitas otras afirmaciones igualmen- En tercer lugar, examinar con realismo (no ne-
te correctas (verdaderas) aunque acaso menos cesariamente con conformismo) los recursos de
útiles según el parecer de cada uno. todo tipo disponibles para aplicar una solución
y, de acuerdo con todo esto, delimitar el proble-
Estamos, pues, frente al problema de los ma del modo (casi siempre imperfecto) que en
problemas: por así decirlo, de un problema al la práctica lo haga manejable en sus dimensio-
cuadrado, un metaproblema. ¿Tenemos una so- nes temporal y territorial. Y, por último, poner el
lución para él? A veces se invoca para esto un esfuerzo necesario para darle la solución dispo-
enfoque holístico, o integral (palabreja esta últi- nible. Mientras todo eso ocurre, es conveniente
ma de uso constante en el discurso político, ad- reexaminar cada tanto el problema que estamos
ministrativo y publicitario). La Teoría General tratando de resolver, porque las circunstancias
de los Sistemas es útil a menudo para encarar de hecho pueden modificarse de tal modo que
los problemas complejos, pero es un mito supo- exijan una nueva delimitación en alguna de las
ner que, dentro de un segmento de la realidad, dimensiones o que aumenten o disminuyan la
puede tomarse en cuenta absolutamente todo. disponibilidad de los recursos necesarios.
Podemos abarcar cuanto queramos, siempre en
el campo de lo finito; pero acerca de los proble- Como puede verse, nada de lo dicho es un re-
mas es preciso recordar un refrán: quien mucho cetario para identificar ni resolver los incontables
abarca, poco aprieta. problemas que se nos presentan a cada momen-
to. Pero puede servir para clarificar los conceptos,
En efecto, cuanto más estrechos sean los lí- lo que no es poco cuando se trata de deliberar. La
mites que asignamos a un problema, tanto más clarificación puede valer para todos los ámbitos,
probable es que dispongamos de los medios individuales o colectivos; pero es posible destacar
para encontrarle solución; pero también es pro- que el discurso político es una fuente tradicional
de ejemplos en los que las propuestas sinceras de entre otras cosas, sirve para facilitar que los ciu-
solución (acertadas o desacertadas que sean) se dadanos se autopropongan como integrantes de
mezclan con palabrerío de corto alcance, cuan- la dimensión personal de todos los problemas
do la mayoría de los problemas, pasados por el comunes y acreedores de las soluciones políticas
tamiz de la lucha política, acaban redefiniéndose que para ellos se adopten. Cuando no lo hacen,
a la medida de uno solo: cómo adquirir poder y tarde o temprano (cobran conciencia de que) se
cómo conservarlo en el tiempo. La democracia, encuentran en un verdadero problema.
Ricardo A. Guibourg • 39
Objetivos y trampas
de la argumentación (*)
“— Traigo malas noticias, querida (1). Me — Tenemos que pensar en nuestra dignidad.
despidieron del trabajo. Lo que no se puede pagar, no se paga y listo.
Tampoco vas a ir a mendigar trabajo. Así que no
— ¿Por qué? seas cobarde. Tenés que ir a ver a tu empleador
y exigirle que vuelva a contratarte, pero ahora
— Dice mi jefe que en los últimos años he es-
con un sueldo más alto por habernos hecho pa-
tado faltando demasiado. De modo que ni si-
sar este mal rato. Después de todo, si faltabas fue
quiera me pagaron indemnización: tendré que
seguramente porque tenías buenas razones: él
hacer un juicio que quién sabe cuánto durará.
está obligado a comprenderlas y si no lo hace es
— ¿Y qué vamos a hacer ahora? por pura perversidad”.
— Por supuesto, buscar otro empleo. Pero eso Cualquiera puede ver que los rechazos de la
no es fácil en estos tiempos, y tal vez termine ga- indignada señora, aunque individualmente ra-
nando menos que antes. zonables, en su conjunto son completamente
ineficientes e impracticables. Pero eso sucede
— Pero ¿mientras tanto? porque el ejemplo incluye el remedo de una
propuesta, que exhibe su propia falencia. En la
— Eso es lo que me tiene más preocupado. práctica cotidiana de la argumentación, una po-
En el colectivo venía pensando varias alternati- sición semejante jamás se expresa de modo tan
vas, todas ellas insuficientes. Sacar a los chicos completo: por el contrario, el contradictor eli-
de la escuela privada. Reducir nuestro consumo ge en cada oportunidad una de las propuestas
de alimentos. No encender la estufa y vivir el in- y descarga contra ella sus argumentos, mientras
vierno abrigados en casa. Pedir plata prestada, y —por omisión— permite a los terceros imagi-
fiado al almacenero. Irnos a vivir con mamá. En nar que hay otras soluciones disponibles, más
última instancia, salir a pedir limosna, porque si dignas o menos costosas, aunque no se hallen
esto sigue así terminaremos en la calle. a la vista. Y, desde luego, siempre ayuda dirigir
— ¡Nada de eso! Los chicos tienen que seguir las emociones contra otra persona: aunque no
junto a sus amigos de la escuela y merecen la haya perspectiva alguna de que el sujeto culpa-
mejor alimentación. La calefacción es priorita- do proporcione una solución, la reacción emo-
ria para vivir decentemente. Si pedimos pres- tiva facilita al espectador cerrar los ojos ante las
tado, no sabemos cómo pagaremos nuestras dificultades de aquella suposición imaginaria.
deudas. Sabés que a tu madre no puedo verla. Y Al parecer, sólo se requiere que alguien “arbi-
¿cómo te atrevés a proponer algo tan humillante tre los medios” para resolver el problema, lo que
como la caridad pública? equivale a poner el tema sobre hombros ajenos
y darnos con ello por satisfechos.
— Estoy de acuerdo con todo eso; pero en esta
situación ¿qué podemos hacer? De más está decir que la política hace un uso
extensivo de ese recurso. Su práctica puede
(*) Cfr. La Ley, 19/09/2017, p. 1. LA LEY, 2017-E, 1333. rastrearse en el plebiscito sobre el Brexit, en la
Cita online: TR LALEY AR/DOC/2261/2017. elección de Donald Trump, en el avance de la
(1) La corrección política aconseja aclarar que los
extrema derecha en la Europa continental y en
géneros del diálogo pueden invertirse o unificarse a vol- buena parte de los debates que escuchamos to-
untad del lector. dos los días.
Ricardo A. Guibourg • 41
Querer, creer, saber, juzgar (*)
Un fiscal muere en condiciones sospecho- en que la inflación ha de disminuir, en la vigen-
sas. Un militante desaparece junto a un río. Si se cia del Código Civil y Comercial, en la inconve-
pregunta a cualquiera qué pasó con ellos, cada niencia de hervir el agua al preparar el mate y en
persona dará una respuesta dotada de una no- infinidad de otras cosas, graves o triviales, con
table carga de seguridad. Pero las respuestas mayor o menor firmeza. En la medida en que
son diferentes. Y, según su contenido, es posible una creencia remita a una proposición descrip-
adivinar, con escaso margen de error, la posi- tiva, ella presupone —como marco teórico— un
ción política de la persona consultada. universo real, susceptible de ser descrito me-
diante tales enunciados, de tal modo que cada
Tal circunstancia puede verse como un fenó- enunciado puede ser verdadero si lo describe
meno político, asociado a la grieta perenne que adecuadamente y falso en caso contrario. En
divide a la gente entre independentistas y realis- cambio, si la creencia es puramente valorativa,
tas, morenistas y saavedristas, unitarios y fede- ocurre una de dos cosas: o bien partimos de su-
rales y tantas otras dicotomías que nos desvelan poner un universo real y accesible que incluye
desde hace más de dos siglos con habitual fero- valores objetivos, o bien lo que llamamos creen-
cidad. Pero hay algo que va más allá: algo que cia es pura preferencia (deseo, emoción). Esas
incursiona en el terreno de la filosofía y que, dos líneas de pensamiento denotan decisiones
como suele suceder cuando se afecta ese cam- filosóficas opuestas respecto de importantes te-
po del pensamiento, nos hace resbalar entre mas, pero no trataremos eso ahora.
conceptos confusos, argumentos insuficientes y
convicciones soberbias. Lo que importa aquí es insistir en la diferencia
entre querer y creer, distinción que, aun más allá
Todos queremos algo en cada momento. La de la oposición precedentemente mencionada,
voluntad es el fruto de la emoción (lo que nos goza de amplio consenso. En efecto, queremos
mueve hacia afuera, lo que nos impulsa). No po- ser ricos, pero nos creemos pobres. Queremos
dríamos vivir sin ese mecanismo mental común la salud, pero últimamente andamos con un
no sólo a los humanos, sino también a una can- dolorcito aquí que nos inquieta. Votamos a un
tidad indeterminada de otras especies anima- partido minoritario porque nos gustaría que ga-
les. Los humanos distinguimos muchas clases nara, pero creemos que, con suerte, obtendrá
de emoción y voluntad y, según sus caracterís- sólo una banca parlamentaria.
ticas, las nombramos preferencias, caprichos,
intereses, prejuicios, amores u odios, ideales, Sin embargo, entre querer y creer aparece una
propuestas, proyectos, utopías, distopías o ideo- tendencia integradora que los ingleses llaman
logías. Nada hay que objetar a este fenómeno wishful thinking: la tendencia humana —de-
mental, a menos que nos situemos en el move- masiado humana— a dejar que nuestros deseos
dizo territorio de la ética. influyan en nuestras creencias. Cuando recibi-
mos una mala noticia, nuestra primera reacción
Todos, además, tenemos creencias. Creer es ¡no puede ser! (1). Nos cuesta —al menos
también es una actitud mental, que consiste en por un momento— aceptar que las cosas son
aceptar, al menos provisionalmente, la verdad como son, aunque nos den buenas razones para
de una proposición descriptiva, aun sin tener creerlo. Una buena nueva, en cambio, se recibe
necesariamente pruebas suficientes de ella. Las con alborozo, aun cuando los datos disponibles
personas creen en la existencia de Dios, en la re- no sean del todo confiables. Necesitamos hacer
dondez de la tierra, en que Bruto mató a César,
(1) Una buena ilustración de este fenómeno es la
canción “No puede ser”, en la zarzuela La tabernera del
(*) Cfr. La Ley, 31/10/2017, p. 1. LA LEY, 2017-E, 1354. puerto, de Pablo Sorozábal, ampliamente difundida por
Cita online: TR LALEY AR/DOC/2576/2017. Plácido Domingo.
algún acopio de objetividad para aceptar que mejanza de las condiciones no debe depender
nuestro amigo ha cometido un delito o que una de aptitudes inefables o incomparables (como
persona que odiamos está haciendo algo digno la de médium u otra forma de iluminación per-
de aprobación. Sea cual fuere la comprensión sonal) y ha de ser susceptible de descripción de-
que sintamos hacia esta forma de inercia emo- tallada y de repetición. Dos métodos cumplen
cional, parece claro que ella constituye un de- estos requisitos sin mayor dificultad: la observa-
fecto cuando se la juzga desde la racionalidad. ción empírica, para averiguar la verdad de des-
cripciones físicas, y el cálculo, para determinar
Ahora bien, no todo lo que creemos verdadero la verdad de conclusiones matemáticas o lógi-
es efectivamente verdadero. A menudo nuestras cas (siempre a partir de premisas externas a él,
creencias son equivocadas, según demostracio- de cuya verdad el propio cálculo no puede ha-
nes posteriores. Es más: nunca podemos estar cerse responsable). Otros métodos, y especial-
completamente —completamente— seguros de mente el recurso a la conciencia del observador,
la verdad de nuestras creencias: para cada una son controvertibles y su uso se ejerce bajo la res-
de ellas es posible adoptar una actitud escépti- ponsabilidad y el riesgo del operador.
ca. Así que el hombre llegó a la Luna, y Yabrán
murió, y los dinosaurios vivieron hace muchos Es posible, pues, trazar una diferencia cla-
millones de años; ¿y usted se cree todo eso? Es ra entre deseo y creencia, y otra diferencia, algo
claro que, si dudamos de todos nuestros méto- menos segura pero también bastante clara, en-
dos, podemos dudar de todas las creencias, y tre creencia y conocimiento. Pero, así como los
aun desecharlas. Pero es un hecho que algunos dos primeros conceptos se pegotean a veces en
métodos dan mejores resultados que otros: es la mente del observador, el tercero también sue-
decir que sus conclusiones tienden a coincidir le confundirse con una extrapolación del segun-
con nuestra concepción genérica del universo do, y aun como una consecuencia inconfesada
y, a la vez, con las manifestaciones físicas que del primero. Lo que hoy llaman posverdad no es
interpretamos como sus consecuencias. Esto sino la parte emergente y más temeraria de un
suele llamarse método hipotético-deductivo y, témpano: por debajo de ella, un entramado de
ampliamente usado por las ciencias, nos per- retórica e intereses hegemónicos nubla desde
mite usar el teléfono celular, viajar en avión y hace milenios el entendimiento humano.
pasteurizar la leche. De modo que —a nuestro
riesgo, pero no a ciegas— condecoramos algu- Así sucede constantemente en el ámbito del
nas de nuestras creencias con el nombre de co- derecho. Frente a una controversia interpreta-
nocimientos y, consecuentemente, actuamos tiva, el jurista consulta primero (aun sin adver-
dando por supuesto que ellas corresponden a tirlo conscientemente) sus propias emociones:
la realidad objetiva con suficiente intensidad adopta una decisión preliminar acerca de la so-
como para que les confiemos nuestra vida a lución que en el fondo desea. Luego examina la
cada instante. Por ejemplo, cuando apretamos ley, la jurisprudencia, los principios y cualquier
el freno del automóvil confiando en que funcio- otro elemento susceptible de ser invocado, para
nará como tal, y no como acelerador. La ciencia averiguar con cuánta plausibilidad o credibili-
y la técnica, como en general todo aquello que dad externa puede llevar adelante su propósi-
llamamos conocimiento, no son infalibles; pero to (2). Si la respuesta es negativa, es posible que
sí de los más útiles entre los instrumentos de los modifique su opinión para hacerla más viable.
que disponemos. Pero si supera cierto umbral de positividad, el
jurista transforma su deseo en creencia, para lo
¿Cuándo otorgamos a una creencia (acaso que la apoya en argumentos cuidadosamente
por título precario) esa condecoración de la Or-
den del Conocimiento? Cuando ella aparece ra- (2) En realidad, este proceso es más complejo: la de-
tificada por un método confiable. cisión preliminar pone en movimiento toda la experi-
encia acumulada, de modo que consulta también los
conceptos jurídicos previamente adquiridos. Metafórica-
Pero no cualquier método es confiable. Para
mente, es imaginable como una avenida de doble mano
serlo, debe proporcionar el mismo resultado, en muy transitada; pero igualmente su resultado es una re-
condiciones semejantes, en distintos momen- spuesta inmediata, más o menos visceral, que requiere
tos y aplicado por distintos operadores. La se- reflexión posterior.
Ricardo A. Guibourg • 43
Querer, creer, saber, juzgar
seleccionados (es decir con probable omisión que versan sobre el contenido preciso del dere-
de argumentos de sentido contrario) y, al pre- cho aplicable?
sentar esa creencia en público, no lo hace du-
bitativamente, sino con determinación, como Todas esas preguntas tienden a poner de re-
quien enuncia un conocimiento indudable. El salto un problema (filosófico, y por lo tanto
hombre, apoyado en su prestigio, sabe derecho, práctico, y por lo tanto jurídico, y por lo tanto
y por eso es citado como autoridad. judicial) que hasta ahora no hemos sabido re-
solver. Parte de esa carencia de solución provie-
Y ¿qué decir de los hechos involucrados en ne de las dificultades para analizar la compleja
un caso judicial? El juez valora la prueba según mente del hombre. Pero otra parte considerable
sus propios criterios apoyados en su experien- nace de nuestra persistencia en confusiones in-
cia, pero no hay una sola manera de valorarla: necesarias y pragmáticamente inconvenientes:
en un tribunal colegiado es posible que distin- la confusión entre querer y creer, y entre creer
tos magistrados lleguen a diferentes conclusio- y saber; la soberbia que nos conduce a presen-
nes sobre la quaestio facti. Y en ese supuesto el tar como conocimiento el fruto (social, jurídico,
tema se decide por mayoría. ¿Qué garantiza que político) de nuestras preferencias y la liviandad
la opinión de la mayoría sea mejor que la diver- con la que atribuimos a nuestros estados men-
gente? ¿Es un mal juez el que vota en minoría? tales (llamados conciencia, intuición, razón
¿No es el uso de esta regla una confesión de que práctica) la categoría de métodos confiables,
no disponemos de un método objetivo (es decir cuyos resultados nos atrevemos a predicar y aun
confiable) para dirimir las controversias sobre la imponer a nuestros semejantes so pretexto de
apreciación de la prueba, tanto como aquellas conocimientos, verdades y realidades.
Ricardo A. Guibourg • 45
Animales, humanos, personas y veganos
manos que delinquen. Pero a aquellos animales to a la vida y de su dignidad de ‘ser sintiente’“; y,
aplicamos el delito de autor y hasta un juicio de en definitiva, se ordena a la ciudad “garantizar a
peligrosidad que no requiere la comisión indi- Sandra las condiciones adecuadas del hábitat y
vidual de hecho alguno: matamos al mosquito las actividades necesarias para preservar sus ha-
antes de que nos pique. bilidades cognitivas”.
Por cierto, no es mi propósito abogar aquí a En un artículo anterior (3), previo a las reso-
favor o en contra de los derechos de los anima- luciones mencionadas, insinuaba que el pro-
les, sino, más modestamente, señalar las incon- blema podía ser analizado desde tres puntos
gruencias que los humanos exhibimos al tratar de vista diferentes. Uno, si es posible conside-
ese tema. rar persona a un ente distinto de un ser huma-
no: esta pregunta puede responderse fácilmente
Un ejemplo es el fallo, ampliamente cono- en sentido afirmativo. En la práctica tenemos y
cido, que declaró “persona no humana” a una aceptamos personas llamadas jurídicas, o mo-
mona (1). Se trataba de una orangutana, alojada rales, o de existencia ideal, que no son huma-
en el zoológico de Buenos Aires, cuya liberación nas y, en ocasiones, ni siquiera agrupamientos
con traslado a un santuario apropiado se inten- humanos, sino unidades abstractas de capital y
taba mediante una acción de hábeas corpus. El de negocios. Por otra parte, Hans Kelsen ha pro-
tribunal dijo allí, de modo por demás escueto: puesto una reelaboración de esa abstracción,
“Que, a partir de una interpretación jurídica di- que resulta aplicable a personas de todo jaez,
námica y no estática, menester es reconocerle al humanas, no humanas o inhumanas: un cen-
animal el carácter de sujeto de derechos, pues tro común al que se atribuyen ciertas conduc-
los sujetos no humanos (animales) son titulares tas (4). De este modo, ya no importa si cambia
de derechos, por lo que se impone su protección el directorio de la empresa, o si el individuo es
en el ámbito competencial correspondiente menor de edad, o si un apoderado actúa en su
(ZAFFARONI, E. R. — et al., Derecho Penal. Par- nombre, o si se trata de una “sociedad anónima
te general, Ed. Ediar, Buenos Aires, 2002, p. 493; unipersonal”: la persona (5), abstraída de cual-
también ZAFFARONI, E. R., La Pachamama y el quier sustrato físico, se considera jurídicamente
humano, Ed. Colihue, Buenos Aires, 2011, ps. 54 autora o destinataria de ciertas conductas lleva-
y ss.)”. das a cabo por o respecto de diferentes seres hu-
manos.
Algo más tarde, un juzgado de la Ciudad de
Buenos Aires completó la decisión (2). Allí se El segundo punto de vista consiste en la utili-
dijo “que la orangutana Sandra es una perso- dad de emplear aquella calificación. Un escla-
na no humana, y por ende, sujeto de derechos vo —figura que permaneció en el derecho hasta
y consecuentes obligaciones hacia ella por par- muy entrado el siglo XIX— no era (no tenía) per-
te de las personas humanas”. Como fundamento sona, porque, como habría dicho el anterior Có-
indica que el derecho de propiedad del animal digo Civil, no era capaz de adquirir derechos ni
de contraer obligaciones. Pero nuestra propia
—en las especiales condiciones de cautiverio de
indignación moral ante la esclavitud y otros des-
Sandra— es alcanzado por el límite aplicado por
aguisados humanos nos ha llevado a poner el
la ley al ejercicio abusivo de los derechos. Se tra-
acento en los derechos o, por decirlo con mejor
ta, pues, de “reconocerle a Sandra sus propios
rigor, en la protección de los individuos huma-
derechos como parte de la obligación de respe-
(3) GUIBOURG, R. A., “Personas, simios y otras ab-
(1) CFed. Cas. Penal, Sala II, 18/12/2014, “Orangutana stracciones”, LA LEY del 12/12/2014 (LA LEY, 2014-F,
Sandra s/ recurso de casación s/ hábeas corpus”, íd. SAIJ 1251).
FA14261110.
(4) KELSEN, Hans, Teoría pura del derecho, Ed. Coli-
(2) 21/10/2015, “Asociación de Funcionarios y Abo- hue, Buenos Aires, 2011, p. 208 y ss.
gados por los Derechos de los Animales y otros c. GCBA
s/ amparo”, Exp. A2174-2015/0. Acceso del 05/11/2017 (5) Ha de recordarse que el término “persona” provi-
en el sitio http://underconstitucional.blogspot.com. ene de las máscaras que, en el teatro antiguo, constituían
ar/2015/10/orangutana-sandra-sentencia-de-primera. por sí mismas la identificación del personaje represen-
html. tado, con irrelevancia de las condiciones físicas del actor.
nos. Como ser (tener) persona implica ser capaz de sentir emociones parecidas a las nuestras y,
de tener derechos, invertimos los términos para en términos generales, de actuar de un modo
imaginar que, para ejercer una protección, debe semejante al de sus primos más evolucionados.
considerarse persona al ente protegido; pero no Un orangután o un chimpancé son, pues, algo
advertimos que es jurídicamente posible prote- así como parientes pobres de nuestra familia, a
ger un monumento de los graffiti prohibiendo a
quienes deberíamos tender una mano solidaria.
los humanos ese acto de vandalismo, sin nece-
sidad de proclamar que el monumento es una
Si esa fuera la justificación que adoptáramos
persona de mármol y bronce. De modo seme-
jante, si lo que queremos es liberar a la orangu- para proteger a los animales, estaríamos dando
tana, basta con ordenar su liberación y disponer muestras de un antropocentrismo arbitrario y,
lo necesario para ella (6). Pero considerar al lo que es peor, carente de límites precisos: lle-
animal sujeto de derecho —actitud, reitero, per- vados por nuestra compasión hacia una mona
fectamente posible dentro de la teoría jurídica— en cautiverio, no somos capaces de establecer
sólo sería útil si hubiera otros derechos; y aun cuán parecido a nosotros, y en qué caracteres,
ciertas obligaciones, que deseáramos atribuir a debe ser un animal no humano para merecer
un centro abstracto vinculado con la primate. Si nuestro reconocimiento jurídico. Si, por el con-
la mona no ha de sujetarse a códigos de conduc-
trario, mantuviéramos la prioridad del ser sin-
ta, ni deberá pagar impuestos, ni será propieta-
ria siquiera de la banana que se le suministra, tiente, que de paso es el argumento más común
llamarla persona no es más que un innecesario del vegetarianismo, quedaríamos obligados a
recurso retórico para justificar cierto modo es- una amplitud todavía mayor: muchas de las es-
pecífico en el que deseamos ejercer su protec- pecies animales, incluso no comestibles, tienen
ción (7). la capacidad de sentir dolor cuando se las las-
tima y miedo cuando se las amenaza, pero aun
Pero el tercer punto de vista es el que escapa así nuestra solidaridad parece anclada en el an-
al derecho civil y aun a la teoría general del de-
tropocentrismo y no ha aparecido todavía una
recho, para introducirse en la filosofía lisa y lla-
na. En el fallo se hace referencia a la condición Sociedad para la Protección de los Derechos de
de “ser sintiente”, pero en muchas de las argu- la Vinchuca. Mascotas sí, vacas tal vez, bichos
mentaciones vertidas en torno al tema se hacía abstenerse.
hincapié en el parecido de los primates con el
ser humano, en su capacidad de comprender, En conclusión, ¿hemos de ser carnívoros o
veganos? ¿Amar a los perros o a los gatos? ¿In-
(6) La personificación de la Pachamama, tal como cluir, como Atahualpa Yupanqui, a nuestro ala-
aparece en la Constitución de Ecuador, tiene naturaleza zán? ¿Seguir echando insecticida sin piedad por
semejante: una argumentación ancestral para fundar las las indefensas cucarachitas? No pretendo res-
obligaciones del hombre hacia la naturaleza o el medio-
ambiente (según una interpretación posible, hacia otros ponder estas preguntas. Sólo ansío que los abo-
humanos actuales o futuros). Pero no hay noticias de que gados, jueces y juristas ajustemos cuentas con
se atribuya a la Madre Tierra alguna obligación respecto nuestros propios criterios y, para empezar, no
del hombre ni de otros entes.
nos contradigamos ni impliquemos lo que no
(7) Recuérdese que la ley 2786, de 1891, y la ley 14.346, queramos sostener. A partir de allí todo debate
de 1954, ya prohibían el maltrato de los animales, sin de-
clararlos personas ni eximirlos de la condición de objetos se hace posible y, acaso, algunos acuerdos pue-
del derecho de propiedad. dan vislumbrarse a lo lejos.
Ricardo A. Guibourg • 47
Materialismo y derecho (*)
Un materialista, al parecer, no es una buena ¿Cómo se las arreglan los beístas para admitir
persona. Se entiende que se trata de un indivi- esos elementos tan importantes, de los que na-
duo a quien sólo importan el dinero y los bienes die quiere prescindir? No se niegan a hablar de
materiales, y que es capaz de vender su alma al ellos, pero los consideran herramientas menta-
diablo (si se lo encuentra en el mercado) con les, construcciones intelectuales sumamente
tal de gozar de los placeres. La guerra fría con- útiles que, sin embargo, no están en el universo
tribuyó a esa idea: los comunistas defendían de lo existente sino constituyen maneras con-
el materialismo histórico, que es una teoría de vencionales, modos de decir, con los que sole-
interpretación de los hechos sociales, pero era mos referirnos a aquel universo. De este modo,
entendida a menudo como un rechazo a las vir- así como los hemos creado o aceptado, podría-
tudes más excelsas. mos dejar de usarlos y reemplazarlos por otros.
Propongo que dejemos de lado esas con- Por decirlo más claramente, no podemos hacer
troversias ficticias y nos atengamos a una dis- desaparecer a un caballo ni hacerlo volar; pero
tinción más clara, de sensato cariz filosófico, sí podríamos —si quisiéramos— dejar de usar la
pero llena de consecuencias prácticas y jurí- expresión “caballo” y clasificar los animales por
dicas. Si damos por sentado que hay una rea- su color, de modo que los caballos negros, las
lidad, que incluye el entero universo que nos vacas negras y los cóndores negros integraran,
rodea, hemos de postular qué tipos de entida- todos juntos, la clase de los nigromales. No ha-
des lo conforman. Es muy común sostener que cemos esto, porque no nos conviene, no porque
esa realidad, acaso infinita, contiene entes (ob- sea imposible.
jetos, acontecimientos) materiales, susceptibles
de ser vistos y tocados, de modo directo o indi- A su vez, ¿qué dicen los aístas? Sostienen que
recto, ahora mismo o en algún futuro imagina- tales abstracciones son entes reales y que, aun-
ble, pero también contiene otros entes (objetos, que son inmateriales, son tan existentes como
acontecimientos) que, por ser inmateriales, las montañas y los planetas, de modo que el
nunca podrían percibirse por los sentidos. Los hecho de que los aceptemos y usemos no de-
que así piensan pueden llamarse de varias ma- pende de nuestra voluntad, sino de nuestro co-
neras, pero para no herir susceptibilidades ni nocimiento de una realidad que, claro, excede
iniciar polémicas innecesarias, los llamaré aís- el alcance de nuestros sentidos. Así, hay clasi-
tas (seguidores de la alternativa A). ficaciones verdaderas (las que responden a la
esencia de las cosas comprendidas en ellas)
Otras personas, en cambio, son beístas: sos- y clasificaciones erróneas (las que tienen en
tienen, desde la alternativa B, que la realidad cuenta otras características, como, en el ejem-
solo contiene entes materiales. plo anterior, el color de los animales). Entre
Pero, de hecho, todos hablamos de abstrac- abogados, discutiremos si el contrato de leasing
ciones: los caballos pueden verse, montarse y es en realidad una compraventa o una locación,
oírse relinchar, pero la clase de los caballos (el o si la unión de dos personas del mismo sexo
concepto de “caballez”) es algo abstracto. Y lo merece en realidad ser llamada matrimonio.
mismo puede decirse de los valores, los prin-
cipios, los derechos y hasta los códigos (que no No es posible ser a la vez aísta y beísta, ni ser
son libros de papel, sino su inteligible contenido aísta para algunos temas y beísta para otros, ya
normativo). que la controversia abarca la concepción del
universo entero y, como en una absolución de
posiciones, ha de responderse por sí o por no:
(*) Cfr. La Ley, 02/09/2019, p. 1. LA LEY, 2019-D, 1211. “Jure como es cierto que la realidad abarca en-
Cita online: TR LALEY AR/DOC/2164/2019. tes inmateriales, tan reales como los materiales”.
¿Cómo responder esa alternativa? Un razona- petible por otros sujetos, también con el mismo
miento muy extendido es el siguiente: si quie- resultado. En tercer lugar, que las condiciones
ro propugnar lo bueno y combatir lo malo, debo apropiadas en la que tales resultados puedan
distinguir entre estos dos términos de una cla- compararse no dependan de condiciones per-
sificación moral; pero, si acepto que esas clases sonales e intransferibles del experimentador (yo
son meras construcciones intelectuales, estaré soy médium, o estoy iluminado por Apolo, pero
restando énfasis a mi lucha justiciera. El bien es usted no tiene esas condiciones, así que tiene
tan importante, para mí y para cualquiera, hasta que creer lo que yo digo).
tal punto estoy dispuesto a luchar por él, que no
puedo soportar la idea de que la justicia sea re- El cálculo (o, para decirlo más ampliamente,
ducida a una mera clasificación convencional. el razonamiento deductivo) cuenta con entera
En consecuencia, tiene que haber una justicia confiabilidad de acuerdo con esos parámetros.
objetiva, que esté allí en el segmento inmate- Pero tiene un par de límites: el primero, que
rial de la realidad universal; y por lo tanto tiene sólo sirve para proporcionar respuestas verda-
que haber un modo certero de distinguir lo jus- deras si nosotros le garantizamos primero que
to de lo injusto (la intuición, la razón práctica). las premisas que le proponemos son verdade-
Es más, si el mundo inmaterial forma parte de la ras: el cálculo, sencillamente, no es capaz de
realidad para contener los valores, bien puede asegurar la verdad de las premisas de las que
contener también los conceptos en general (las parta, tema que queda bajo la responsabilidad
esencias), ya que, después de todo, la justicia no del usuario. El segundo límite es que cada razo-
es otra cosa que el concepto que abarca las co- namiento vale dentro de un sistema deductivo,
sas justas, como la idea de caballo es el concep- pero no fuera de él: los ángulos interiores de un
to que abarca a los entes que tienen caballez. triángulo miden en conjunto 180 grados; esto
está asegurado dentro de la geometría plana de
Este modo de pensar, tan extendido, ofrece sin Euclides, pero no en la del espacio, y menos aún
embargo algún flanco a la crítica. En primer lu- en otras geometrías, que también las hay.
gar, no todo lo que decimos o deseamos se hace
realidad sin más: nuestro deseo de hablar de La observación empírica también es muy con-
una justicia real y objetiva no es razón suficien- fiable, aunque no completamente infalible. Es el
te, por sí sola, para afirmar que tal cosa exista. método que usamos todo el tiempo para adver-
tir lo que sucede a nuestro alrededor y constitu-
En segundo lugar, el razonamiento se presen- ye la base fundamental de las ciencias naturales,
ta invertido y lleno de voluntarismo al decir que, de las que tanto dependemos.
si lo queremos, existe; y si existe, hay un método
para percibirlo. Podría ser más sensato decir al El problema es que, si bien los beístas se con-
revés: que, si podemos percibirlo, decimos que forman con todo eso, los aístas necesitan algo
existe en la realidad, ya sea que nos guste o nos más. Especialmente, porque necesitan distin-
desagrade. guir el bien del mal y lo justo de lo injusto, y se
encuentran con que la observación no les da
De esta suerte, nuestra atención se vuelca en resultado para eso y la deducción les pide pre-
el método. Un método es un camino para ave- misas cuya verdad no pueden demostrar ni por
riguar la verdad. Pero hay métodos en los que cálculo ni por observación. Invocan, pues, un
confiamos más que en otros. La observación es método de otra clase, que podemos llamar in-
confiable; los horóscopos, al parecer, no lo son. tuición, voz de la conciencia, recta razón, sindé-
En la antigüedad, los generales examinaban las resis, frónesis o, simplemente, sentido común.
vísceras de animales para prever el resultado de Cualquiera sea su nombre, consiste en una for-
una batalla, pero es más que dudoso que ese ma de introspección: buscar en nuestra mente
método prevalezca hoy en el Pentágono. una respuesta y, una vez encontrada, darla por
buena.
¿Qué es, pues, lo que nos convence de la con-
fiabilidad de un método? En primer lugar, que El uso de ese método parte de la premisa de
en las condiciones apropiadas nos dé siempre el que todos los humanos tenemos una virtud in-
mismo resultado. En segundo lugar, que sea re- terna que nos permite conocer verdades tras-
Ricardo A. Guibourg • 49
Materialismo y derecho
Ricardo A. Guibourg • 51
Al saber le llaman suerte
(*) Cfr. La Ley, 05/06/2020, p. 1. LA LEY, 2020-C, 898. Hablemos ahora de las consecuencias. Cada
Cita online: TR LALEY AR/DOC/903/2020. acontecimiento de la realidad, grande o peque-
Ricardo A. Guibourg • 53
La máquina
ño tiene un número indeterminado (y acaso ción y prever confiablemente sus efectos. En ri-
infinito) de consecuencias, que se amplían en gor, y aunque este pensamiento sea percibido
abanico hacia el futuro. Esa inmensa diversidad por muchos con desagradable prevención, un
hace que sea imposible para nosotros preverlas ser humano es también una máquina, o puede
todas; no porque ellas no hayan de suceder, sino ser apreciado como tal; solo que ignoramos de-
porque desconocemos, en general, el estado de masiadas cosas acerca de su funcionamiento.
cosas completo de la realidad en el presente y, Como reconocer la ignorancia suele ser doloro-
además, ignoramos buena parte de los modos so, hacemos de necesidad virtud y decimos que
de reaccionar de la misma realidad frente a cada buena parte de lo que ignoramos es sencilla-
cambio. Pero hacemos lo que podemos, y eso no mente incognoscible; es más, que esa condición
es poco: tal es la tarea de las ciencias, que ob- es un resultado de nuestra superioridad metafí-
servan lo que sucede, lo describen sistemática- sica, que hace imposible conocer ciertos recove-
mente y buscan afanosamente las regularidades cos de la divinidad humana.
con las que la realidad responde a cada acon-
tecimiento. Lo hacemos con el deseo de prede- Si volvemos ahora al mundo de lo observable,
cir tales efectos, a fin de provocarlos, evitarlos o veremos que las instituciones humanas (estruc-
escapar de ellos según nuestra ulterior conve- turas sociales) son, en gran parte, diseñadas con
niencia. Hay que decir que, aunque este tipo de el propósito de que funcionen como máquinas,
conocimiento es apenas una isla en medio de capaces de reaccionar, frente a cada situación
un océano de ignorancia, nos va bastante bien más o menos previsible, del modo más apro-
gracias a él y, poco a poco, vamos ampliándolo piado conocido. Claro está que, en un contex-
(como si agregáramos, cada día, unos granos de to de incertidumbre sobre estímulos y efectos
arena a la playa de nuestra islita). como el que habíamos mencionado antes, ese
funcionamiento mecánico está lejos de hallarse
Precisamente gracias a ese conocimiento, garantizado; pero, cuando nos parece que ope-
proporcionalmente ínfimo, pero razonable- ra de manera cercana a lo esperado, la semejan-
mente confiable, podemos construir máquinas, za de la institución con la máquina nos parece
artefactos que, a partir de ciertos estímulos este- satisfactoria. En cambio, cuando los resultados
reotipados, nos proveen ciertas consecuencias previsibles de tal funcionamiento nos parecen
previsibles, a menos que el aparato esté trabado inconvenientes, nos quejamos de la automati-
o descompuesto. cidad y reclamamos airadamente su humaniza-
ción: en otras palabras, que los seres humanos
Es fácil concluir, a partir de lo dicho, que ejerzan sus criterios creativos, modificando la
—desde un punto de vista teórico— la diferen- producción de efectos de manera diferente de
cia entre un funcionamiento automático y otro la que se hubiese previsto. Por decirlo de otro
no automático no reside en la naturaleza de uno modo, nos gustaría que todo funcionase como
y de otro, puesto que todos son igualmente cau- una máquina perfecta; pero al juzgar su perfec-
sales. La distinción depende de nosotros, los ob- ción pretendemos que todas sus consecuencias
servadores: si conocemos los estímulos y somos satisfagan nuestra aprobación.
capaces de prever las consecuencias, estamos
ante una máquina, en el sentido genérico an- No es eso lo que sucede con las máquinas: la
tes apuntado. Si no los conocemos a fondo, de- previsibilidad de sus resultados tiene un pre-
cimos que se trata de una acción más o menos cio, que consiste en que no podemos retorcer su
aleatoria; o libre, y hacemos de la estadística la funcionamiento para obtener efectos personali-
llave más apropiada para acercarnos, a grandes zados, más allá de ciertas variantes que a su vez
rasgos, a sus misterios. sean también automáticas. Y la gran pregunta es
si nos conviene pagar ese precio. Pero también
Esa es, pues, la razón por la que pensamos (a si advertimos cuál es el precio de la falta de au-
menudo hiperbólicamente) en máquinas como tomaticidad y si estamos dispuestos a soportar-
las del River Plate de mediados del siglo XX: lo lo.
que importa no es que los mecanismos sean de
carne y hueso o de metal y plástico, sino que Un ejemplo de este precio puede encontrar-
podamos discriminar los estímulos de su ac- se en la producción en serie. El automóvil sir-
ve para que las personas se desplacen, pero hay ran calcularse de modo operativo, de acuerdo
que fabricarlo. Distintas fábricas ofrecen dife- con preferencias individuales. En otras pala-
rentes modelos, cada uno con su precio, y nos bras, si fuéramos dioses y el mundo entero fuera
dan a elegir entre ciertos colores. Pero uno de nuestra máquina universal.
nosotros tiene gustos específicos: quiere el ve-
hículo veintitrés centímetros más largos, con el Lo que obtenemos de nuestras preferen-
capó acanalado, el motor con un cilindro adicio- cias contradictorias es un sistema bastante
nal y pintado a rayas como una cebra. Es más, poco sistemático, donde los mecanismos di-
supongamos que cada consumidor pretende sa- señados para funcionar según ciertos criterios
tisfacer su propia preferencia como invocación dependen, en cada instancia, de los criterios
de un derecho individual. La eficacia de las fá- personales de los individuos designados para
bricas se vería así disminuida para asemejarse manejarlos. Lejos de considerar esto un defec-
a una lenta producción artesanal; el precio del to, lo defendemos enfáticamente como elemen-
producto se elevaría considerablemente y su ac- tos de humanización del derecho, pero a la vez
cesibilidad se reduciría en consecuencia. soportamos como males inevitables (y a veces
hasta deseables) la inseguridad jurídica, la falta
Aquí es donde todas estas reflexiones conver- de certeza operativa de los derechos, las trabas
gen sobre el derecho. A lo largo de siglos, hemos en el acceso a la justicia (no motivadas por la
tratado de construir muy imperfectas máqui- perversidad humana, sino por la acumulación
nas, capaces de ejercer su función una y otra de procesos), la lentitud de los juicios, el costo
vez, repetidamente y con resultados aproxima- de funcionamiento de todo el sistema legal y la
damente previsibles. Muestras de este intento crisis de la representatividad democrática.
son el sistema judicial, los plazos procesales, la
prescripción, la carga de la prueba y, en térmi- No es mi propósito ofrecer aquí soluciones
nos más amplios, todo el esfuerzo de codifica- mágicas para problemas tan complejos como
ción, así como la casación y los plenarios. Pero, los jurídicos. Pero sí destacar que, en numero-
al mismo tiempo, desconfiamos de sus resulta- sas actividades, la humanidad ha optado por la
dos e introducimos la sana crítica, la cosa juzga- producción en serie y el funcionamiento de las
da írrita, la superioridad de los principios y de máquinas, a costa de resignar cierta proporción
los derechos, el recurso extraordinario y la teo- de las preferencias individuales; y eso redun-
ría de la ponderación. dó en una rotunda mejora del nivel y de la ca-
lidad de vida de la humanidad. El derecho solo
Para decirlo claramente, estamos tironea- ha recorrido este camino de modo incipiente y
dos por dos tendencias opuestas. Por un lado, constantemente controvertido, con avances y
buscamos previsibilidad, rapidez y eficiencia; retrocesos. Valdría la pena que nos preguntára-
cualidades propias de la máquina. Por el otro, mos qué punto de transacción queremos propo-
exigimos discrecionalidad, argumentación y ca- ner entre las ventajas y los precios de la máquina
suística; típicas de la artesanía. No es raro que jurídica, que en su mayor parte no es otra cosa
un mismo observador sustente las dos posicio- que una coordinación de la máquina humana.
nes, cada una de ellas apoyada en el aprecio de Si nos planteamos la pregunta con claridad, es
la tecnología o en cierto grado de antropolatría. posible que lleguemos a acordar una respuesta
No advertimos, al hacerlo, que tal combinación que funcione. Pero, si seguimos atrincherados
solo podría concebirse si todos los estímulos en declaraciones ideológicas y hasta metafísi-
eventualmente relevantes fueran conocidos y si cas, por estimulantes que ellas nos parezcan,
todas las consecuencias de cada acción pudie- corremos el riesgo de seguir como hasta ahora.
Ricardo A. Guibourg • 55
La verdad verdadera (*)
“Te digo la verdad, pero la verdad verdade- o tocarse, sino exhortan al oyente a adoptar una
ra”, afirmamos a veces, en un intento de asegu- determinada actitud o acción. Como tales ex-
rar que nuestro interlocutor nos crea. A primera hortaciones no pueden verificarse (en realidad,
vista, la frase parece redundante: si la verdad no ni siquiera es concebible la idea de su verifica-
fuese verdadera, mal podría ser verdad. Pero, ción, ya que no son descripciones del mundo),
examinada a la luz de las prácticas argumenta- atribuirles la condición de Verdades (así, a veces
les de nuestro tiempo, puede entenderse como con mayúscula) cumple una función meramen-
la llaga de una controversia filosófica. Y, por lo te retórica; una función que descansa en una
tanto, eminentemente práctica. incongruencia, como sería afirmar que medir
la temperatura en grados Fahrenheit nos hará
En una época, la cuestión parecía sencilla.
sentir más confortables.
Aristóteles lo decía con su acostumbrada clari-
dad: decir de lo que es qué es y de lo que no es Aquella confusión entre hechos susceptibles
que no es, es verdad; decir que lo que es no es o de verificación, y por lo tanto de ser descriptos
que lo que no es, es falso. Así de sencillo. en proposiciones, y exhortaciones o afirmacio-
Pero ¡ay!, para aplicar esa definición tan lumi- nes metafísicas, que solo son susceptibles de ser
nosa es preciso saber qué es lo que es y qué es compartidas o desestimadas por cada sujeto se-
lo que no es. O, por lo menos, tener una idea de gún su propio parecer, ha engañado a muchas
cómo averiguarlo, llegado el caso. Y, frente a esta personas a lo largo de los siglos; pero no son po-
salvedad, el uso corriente del concepto de ver- cos los que advirtieron la trampa y reaccionaron
dad empezó a desbarrancarse. contra ella, incluso desmesuradamente.
Ante todo, es claro (o debería serlo) que la Esas personas, indignadas por el abuso que
Luna es redonda y que la sal se disuelve en el se hacía del concepto de verdad, podrían haber
agua. Pero los usuarios de la verdad suelen me- propuesto que se limitara su uso a los supuestos
nospreciar estos ejemplos tan obvios y pedestres verificables; sin embargo, su furor iconoclasta
de la corrección descriptiva: se empeñan a me- se dirigió hacia la verdad misma, cuya virtud re-
nudo en decirnos que una parte del país vecino ducían a los defectos de su versión abusiva.
en realidad nos pertenece, o que no hay que co-
mer carne los viernes, o que los individuos de De esta manera, a la vez que se negaban a
nuestra raza (color, forma de los ojos, disposi- aceptar acríticamente las propuestas desvia-
ción del cráneo, idioma predominante) somos damente calificadas de verdaderas, también
indubitablemente superiores a aquellos subhu- relativizaban las ventajas de las descripciones
manos que han tenido la desgracia de pertene- verificables. ¿Dice usted que la Luna es redon-
cer a otra etnia. O, incluso, que las palabras de da? Esa es cuestión de opiniones: si la mayoría
un líder político, profeta religioso, gurú místico pensara que es cuadrada, sería cuadrada. ¿Afir-
o incluso cantante popular o célebre futbolista, man los científicos que la sal se disuelve en el
han de ser respetadas y seguidas como verdades agua? Ya sabemos que la ciencia es falible y que
indudables. propone conclusiones fomentadas por quienes
subvencionan la investigación. En realidad, to-
En otras palabras, se hizo costumbre aplicar dos son relatos que compiten entre sí azuzados
el calificativo de verdades a expresiones que no por las disputas de poder; y si el relato de Blan-
consisten en describir lo que puede verse, oírse canieves es más popular que el de la Teoría de la
Relatividad, ese sería un buen criterio para dis-
(*) Cfr. La Ley, 07/06/2022, p. 1. LA LEY, 2022-C, 591. tinguir su mayor verdad (relativa, precisamen-
Cita online: TR LALEY AR/DOC/1843/2022. te).
Desde luego, estoy empleando una caricatura. evidente para cualquiera que el derecho sí es un
Pero una caricatura no hace otra cosa que exa- instrumento del poder. Incluso su instrumento
gerar (cargar) los caracteres salientes de la rea- preferido, el que ha sido inventado y elaborado
lidad que se quiere exponer en la descripción. precisamente para que los poderosos (buenos o
De hecho, en el ámbito universitario encuentro malos que sean) ejerzan, por su intermedio, el
a cada paso colegas que sostienen, con convic- dominio que hayan podido adquirir. De modo
ción y buena fe, que la física y la química son que, al menos desde un punto de vista subjetivo,
manifestaciones de poder, hasta ahora predo- es posible contraponer mi Derecho al Derecho
minantes, pero poco confiables y sujetas a futu- que el otro pretende imponerme. Esta reflexión
ras rebeliones. podría justificar, y aun potenciar, el reconocido
fenómeno de las dos bibliotecas: si el Derecho
Algo de esto hay, es preciso aclarar. Las con- es un campo de batalla para poderes contra-
clusiones de la ciencia bien pueden interpre- puestos, cada uno de esos poderes encuentra
tarse, al modo de Popper, como conjeturas sus propias razones para esgrimir sus verdades
permanentemente sometidas a intentos de re- alternativas.
futación. Pero una cosa es admitir la falibilidad
del conocimiento empírico, justificadora de los La precedente conclusión ofrece flanco para
protocolos metodológicos, y otra distinta es re- dos observaciones críticas. La primera de ellas
ducirlo todo a la conquista de la opinión públi- señala que entre la Biología y la interpretación
ca. de la ley es posible interponer una diferencia
relevante. Si bien las dos actividades se mani-
Detrás de esa distinción, o de su negación, fiestan en enunciados lingüísticos y pueden
puede advertirse una actitud de desconfianza o persuadir o no persuadir a quien los oiga o lea,
rebeldía política en grado de sobredosis. Si los la Biología cuenta con un método capaz de di-
poderosos nos quieren hacer creer (o querer) rimir por sí solo las controversias, que es la ob-
ciertas cosas disfrazándolas de verdades, es que servación empírica: frente a sus resultados,
la verdad es una farsa: un disfraz con el que cual- allí donde sea posible obtenerlos, queda claro
quiera puede presentar sus preferencias. Y, si así quién tiene razón y quién está equivocado. En
son las cosas, ¿por qué no aprovechar el disfraz otras palabras, cuál es la verdad. En cambio, en
en nuestro beneficio, proponiendo nuestras la interpretación (acción que propongo como
propias Verdades? Después de todo, si la reali- ejemplo dentro del siempre complejo discurso
dad es dinámica, como acertadamente adelantó jurídico) no disponemos de otra cosa que los
Heráclito, la verdad también lo es. Y, si los dioses argumentos de cada parte contendiente. A fal-
mueven el universo según su voluntad, noso- ta de un árbitro objetivo, como la observación,
tros, dioses pequeños, pero contingentemen- hemos tenido que inventar un árbitro subjetivo,
te iluminados, podemos cambiar las verdades el juez. La administración de justicia es cierta-
—todas las verdades, cualquier verdad— como mente una institución útil y necesaria; pero su
mejor nos plazca. Pero no simplemente porque misma existencia constituye un testimonio de la
nos plazca, sino porque hemos de perseguir la carencia metodológica del Derecho: a ninguna
Justicia. Que seguramente es otro relato, pero es autoridad dotada de balanza y espada necesita-
el nuestro. Porque, al fin y al cabo, todas son fake mos recurrir para determinar si cinco por nueve
news en el universo de la posverdad. son cuarenta y cinco o si el corazón bombea la
sangre por el sistema circulatorio. Y los jurados
Frente al cataclismo que esa manera de pen- universitarios o los organismos que deciden be-
sar podría generar en la epistemología general cas y subsidios a la investigación, aunque de he-
(digo que podría, ya que las ciencias empíricas cho incidan en el desarrollo del conocimiento
en general, afortunadamente, no aceptan regir- científico, no dirimen las controversias: en todo
se por ese sistema), su aplicación al discurso ju- caso, solo forman parte de ellas.
rídico resulta prodigiosamente fácil.
Lo expuesto, pues, no permite desvalorizar el
En efecto, es posible torcer la nariz frente a la concepto de verdad aplicado a las proposicio-
afirmación de que el teorema de Tales es una nes descriptivas de la realidad física: lo que hace
maniobra política de los geómetras, pero resulta es mostrar que es imprudente atribuir verdad o
Ricardo A. Guibourg • 57
La verdad verdadera
falsedad a afirmaciones que, como las jurídi- pacífico y fundado en el consenso para orientar
cas, morales o políticas, dependen en gran me- el contenido de aquellas normas positivas.
dida de la valoración personal del sujeto. Para
los números, tenemos el cálculo; para los razo- Tales recursos se ramifican a su vez en diver-
namientos, la lógica; para las descripciones, te- sas instituciones, como las jerarquías normati-
nemos la observación; pero, para las opiniones, vas, la pluralidad de instancias, los tribunales
exhortaciones y preferencias, no disponemos de constitucionales, la casación, los consejos de la
otra cosa que la libertad de expresión, el debate magistratura, los organismos o tribunales elec-
y en última instancia, antes de irnos a las ma- torales y, en general, el complejo sistema de fre-
nos, la votación democrática. Algo muy civiliza- nos y contrapesos con el que intentamos que
do, pero nada concluyente. unas personas falibles controlen a otras perso-
nas también falibles, a falta de un camino indu-
Ahora bien, una vez separados los dos ámbi-
tos del problema, según la disponibilidad o la bitable: como decía el poeta, el camino se hace
ausencia de métodos dirimentes, otra observa- al andar. Y cabe agregar: entre todos. También
ción aparece dentro del campo valorativo, que puede rehacerse una y otra vez, pero nunca es
incluye parcialmente al Derecho. seguro que conduzca a un destino deseado por
todos.
Históricamente, los humanos nunca se sin-
tieron cómodos con la falencia metodológica Reflexiones tan melancólicas, sin embargo,
de las valoraciones; e, incapaces de resolverla, no deberían amilanarnos. Toda la vida es ries-
han intentado suplirla para convivir con ella de go; y ya sabemos que la vida jurídica tiene más
la mejor manera posible. peligros que el viaje de Ulises. Mucho podemos
hacer para perfeccionar los recursos con los que
Uno de aquellos recursos es, como decíamos, tratamos de sortearlos, pero el primer requisito
la figura de los jueces: no es seguro que lo que es reconocerlos. Uno de aquellos peligros es la
ellos digan sea lo correcto (en gran medida, por- construcción o el uso de un concepto de verdad
que no tenemos parámetros objetivos para dis- pragmáticamente inadecuado, que nos lleve a
tinguirlo); pero al menos es seguro que dicen
resbalar entre la verdad verdadera, la verdad de
lo que dicen, lo que permite terminar las con-
cada uno, la verdad ideológica y la verdad me-
troversias aun fingiendo —si tal fuera el caso—
que se ha hecho justicia. Otro es el dictado de tafísica; la verdad material y la verdad del expe-
normas positivas, pautas generales capaces de diente. Es mucho más práctico suponer una sola
proveer algunos parámetros para guiar y apre- verdad, dependiente de la única realidad y ac-
ciar las sentencias judiciales, incluso si tales cesible por algún método confiable; y, en con-
parámetros no ofrecen garantía de justicia tras- secuencia, no tomar el nombre de la verdad en
cendente y reposan también sobre pareceres vano para condecorar con él nuestras opiniones
subjetivos. Un tercero es la democracia, sistema personales, que —por profundas que sean— no
que —sin asegurar tampoco el acierto de las de- admiten demostración, sino, en el mejor de los
cisiones— provee un procedimiento ordenado, casos, argumentos de persuasión.
Ricardo A. Guibourg • 59
Los tres colores del pensamiento
tificarse con ellas, de modo que podemos apre- tafóricamente su argumentación jurídica? ¿Qué
ciar la Ilíada sin creerla verdadera, estudiar la predominio tendrá, en esa paleta de pintor, cada
doctrina fascista sin compartirla y desear (sólo uno de los colores primarios?
desear) el disfrute de un lujo que, de hecho, sa-
bemos que excede los límites de nuestro crédito. Por supuesto, no estoy criticando la labor de
los juristas, que hacen lo que pueden y lo que sa-
Podemos, sí: la mente es extraordinariamente ben con los elementos que tienen a su disposi-
versátil. Pero, para pensar razonablemente, nos ción. Lo que pretendo es destacar la convenien-
convendría advertir que no siempre nos atene- cia de analizar esos colores y matices, para que
mos a aquellas saludables distinciones. nuestra argumentación sea más clara y transpa-
rente, y para que no corramos el riesgo de enga-
Por ejemplo, al construir las ideas, extrapo- ñarnos unos a otros ni a nosotros mismos.
lamos nuestro juicio de relevancia acerca de lo
que vemos y sentimos, para postular que cada Los abogados tenemos el derecho demasiado
individuo tiene su propia realidad, ajustada cerca, a veces, para distinguir el bosque detrás
a sus percepciones y a sus deseos e indepen- del árbol. Pero mirémonos, por un momento,
diente de la realidad de otros sujetos; cedemos en el distorsivo espejo de la política. Cuando un
ante lo inevitable de la realidad percibida para candidato en campaña habla sobre el próximo
caer -dentro dl cubo rojo- en el fatalismo o en resultado electoral, casi siempre predice su pro-
la indiferencia; o, por el contrario, encarece- pio triunfo o, al menos, una elevada cantidad de
mos hasta tal punto la construcción de concep- votos a su favor. Rara vez se apoya en conclusio-
tos e ideas que les concedemos un estatus de nes de encuestas imparciales (de las que dice
realidad semejante al de lo que percibimos en descreer cuando no lo favorecen). Sus declara-
el cubo amarillo, y nos comprometemos tanto ciones son de un rojo subido (en el metafórico
con las ideas que sumimos nuestro cubo rojo sentido ya expuesto), pero se presentan como
en el fanatismo. amarillas y se fundan a menudo en abstraccio-
nes azules, curiosa pero eficientemente presen-
No es tan difícil distinguir entre los tres cubos. tadas como Verdades (con inicial mayúscula, en
El contenido del amarillo se conoce median- algunos casos).
te la observación y se controla mediante otras
observaciones. El del rojo se averigua (sólo par- Es importante, al parecer, decidir qué color ha
cialmente) por medio de la introspección; y se de prevalecer en cada actividad y atenerse a él,
controla (muy imperfectamente) mediante la en última instancia. En las ciencias, luego de di-
reflexión. El del azul no se conoce, salvo como fíciles reacciones contra un azul surgido del rojo
convenciones sociales preexistentes, contin- y presentado como amarillo, terminó predomi-
gentes y siempre modificables; se lo elabora nando la observación empírica gracias, inicial-
consciente o inconscientemente (generalmente mente, a Copérnico y Galileo. En las decisiones
se lo recibe implícito en el lenguaje) y se lo con- privadas, prevalece normalmente el rojo, con la
trola por medio de la lógica y de la apreciación bendición de garantías y libertades; pero sería
de su utilidad. Luego, los resultados de prejui- insensato prescindir del amarillo. El derecho,
cios, deseos y prioridades actúan entre sí como como construcción conceptual humana, está
controles intercubos, siempre cambiantes y per- todo dentro del cubo azul; pero en su aplica-
fectibles, a fuer de humanos. ción, y aun en su descripción, debe lidiar coti-
dianamente con los otros dos respetables colo-
Volvamos ahora nuestra atención al campo res, de los que proviene, pero a los cuales pre-
del derecho. Cuando un jurista interpreta la ley tende controlar.
para aplicarla a un caso, concreto o genérico
que sea, ¿intenta predecir la tesis que finalmen- En resumidas cuentas, nuestro pensamiento,
te prevalecerá, pedir que otros compartan su incluido el jurídico, sería imposible sin el con-
pretensión, o extraer una consecuencia lógica, o curso interactivo del conocimiento, el interés y
plausiblemente argumental, del sistema norma- las ideas, pero resulta tanto más preciso, claro y
tivo de referencia? ¿Qué clase de color combina- útil cuanto mejor seamos capaces de discrimi-
do, naranja, verde, violeta o marrón, tendrá me- nar sus fuentes y controlar los flujos de interac-
ción entre ellas. No se trata de prescindir del es- den a poner unos cubos sobre otros, nosotros,
píritu humano, sino de analizarlo racionalmen- que venimos haciéndolo desde hace milenios,
te y aprovecharlo al máximo para beneficio de la podríamos reparar mejor en los colores y usar
propia humanidad. Así como los infantes apren- responsablemente los matices del arco iris.
Ricardo A. Guibourg • 61
Romanticismo, filosofía y derecho (*)
Los enamorados intercambian corazones el y —al principio— en el pensamiento político y
día de San Valentín, pero las cosas vienen de social.
más lejos y tienen consecuencias muy diversas
en distintos ámbitos. Pero no todo fue un lecho de rosas, aunque
a menudo lo pareciera. El triunfo de los senti-
En 1802 Chateaubriand publicó Du vague mientos sobre las formas fortaleció, en filoso-
des passions, donde apuntaba a cierta depre- fía, los esquemas subjetivistas del pensamiento.
sión decadente y algo prestigiosa que los ingle- ¿Por qué deberíamos atenernos a una realidad
ses (y algún tango) llamaron spleen. Pero ya en única y universal? ¿No depende, acaso, cada
1774 Goethe había publicado Las penas de joven uno de nosotros, de lo que sus sentidos perci-
Werther, obra que originó una ola de suicidios ben y su mente interpreta? ¿Por qué no postular
de jóvenes enamorados, ya afectados quizá por una realidad individual para cada uno, integra-
aquel spleen. En 1830, Víctor Hugo estrenó Her- da por sus propias experiencias, deseos, opinio-
nani, una obra teatral de corte novedoso que nes y fantasías? ¿Por qué no admitir verdades al-
provocó una batalla campal entre los especta- ternativas, liberándonos de la tiranía de los que
dores. Entre 1818 y 1870 Géricault y Delacroix dicen que saben? ¿Por qué no afirmar que todo
pintaron respectivamente La balsa de la Medu- pretendido conocimiento es, después de todo,
sa y La libertad guiando al pueblo, cuadros que un relato sujeto a la aceptación o el rechazo de
marcaron una época. Siempre en el siglo XIX, cada sujeto?
entre Beethoven y Chaikovsky se operó una re- ¿No somos, acaso, tolerantes en la democra-
novación en la música, apartada ahora de la ad- cia liberal? ¿No lo somos también, hasta cierto
mirable geometría barroca. Había nacido el ro- punto, en cuestiones morales, una vez relativi-
manticismo un verdadero paradigma cultural zados los absolutos religiosos o tradicionales?
que impregnó el pensamiento humano durante Entonces, ¿por qué obedecer la lógica o creer el
dos siglos y todavía se manifiesta en el habla co- relato de los científicos? ¿Por qué no desemba-
tidiana y en la cultura que nos contiene, como razarnos del método y de la objetividad, como
en aquellos corazones de San Valentín. quisiéramos liberarnos de las dictaduras? ¿No
será la astrología equivalente a la astronomía,
El mundo del arte se resistió un poco, pero como predicaba Feyerabend?
acabó por recibir el cambio con alborozo. La
estética se liberaba de los cánones y las formas Al mismo tiempo, el romántico enamora-
del clasicismo y se abolieron los reparos a ma- miento de las emociones nos empujó a exa-
nifestar las emociones, durante tanto tiempo cerbar el viejo antropocentrismo. Nosotros te-
reprimidas. Esta reacción tenía su contraparti- nemos y expresamos sentimientos: ¿no indica
da política: los pueblos sacudían los restos de eso que somos la especie cualitativamente su-
la monarquía y, no sin altibajos, clamaban por perior? Ya no necesitamos remitirnos a la cali-
la libertad de pensamiento y de expresión, así dad de hijos preferidos de un Creador: en nues-
como por la introducción de instituciones de- tro espíritu reside la demostración de nuestra
mocráticas, que facilitaran la expresión de los preeminencia. Por eso, claro, tenemos derechos
sentimientos del pueblo. humanos. Y por la misma razón nos atrevemos
(nosotros, que —como superiores— tenemos
Puede decirse, pues, que el romanticismo esa facultad) a extender esos derechos a los si-
constituyó una saludable revolución en el arte mios o a otros “animales sintientes” (acaso con
la esperanza secreta de que no todos lo sean,
porque las ratas, las cucarachas y los bacilos, en
(*) Cfr. La Ley, 09/04/2024, p. 3. LA LEY, 2024-B. Cita el fondo, no nos parecen tan respetables como
online: TR LALEY AR/DOC/826/2024. nuestro pichicho).
En el campo del derecho, como suele suceder, genes se remontan, a veces, a la caída de Cons-
aquella evolución ocurrió con cierto retraso. tantinopla; la nostalgia de las naciones por su
La codificación napoleónica hacía las veces del antiguo poderío y las fastuosas ceremonias con
clasicismo de Corneille: era clara, precisa, regu- ondear de banderas, desfiles de tropas y discur-
lada; tomaba en cuenta los sentimientos como sos altisonantes son, sí, fenómenos muy ante-
circunstancias humanas, sí, pero los sujetaba riores al romanticismo, pero resultan lamenta-
a normas racionales y objetivas. El romanticis- blemente realimentados por él.
mo jurídico, en cambio, trajo a nuestro discur-
so la jurisprudencia de intereses, la mítica idea Ahora bien, dejemos por un momento las
del Volksgeist, la “libre investigación científica”, consideraciones generales y echemos otro vista-
la interpretación dinámica y, hoy en día, la glo- zo a la actividad jurídica, que es lo nuestro. Los
rificación de los principios, que se identifican, cánones tradicionales, con justicia o sin ella se-
se delimitan y ponderan subjetivamente, pero gún quién los juzgara, consistían en establecer
se postulan, al mismo tiempo, como realidades obligaciones y prohibiciones bajo amenaza de
objetivas, innegables para cualquier persona. sanción o de resarcimiento. La reacción román-
¿Hay aquí una contradicción? Tal vez, pero eso tica, incrementada a lo largo del siglo XX, con-
no importa: ya sabemos que la lógica es otro re- virtió los sentimientos más profundos en mate-
lato y la racionalidad una añagaza de los pode- rial jurídico bruto, sin parar mientes en precisio-
rosos. nes, plazos ni deberes correlativos. El concepto
de dignidad humana, tan entrañable como se-
Desde luego, la ley es encarada como otro mánticamente vacío (1), se invoca en escritos
instrumento político descartable. En cualquier y sentencias judiciales como si tuviera, para el
norma que no nos guste encontramos fácilmen- caso de referencia, un contenido evidente. El
te defectos que la hacen inconstitucional; y en derecho a la vivienda choca con el de propiedad
cualquier ideal que compartamos es común que en tomas de tierras y ocupaciones de edificios.
hallemos una razón de emergencia para sosla- Cada ciudadano (o, si se quiere, el abogado que
yar las incómodas formas o competencias im- lo patrocina) se siente románticamente libre de
puestas por las reglas otrora superiores. ¿La jus- invocar como derecho lo que sus sentimientos
tificación en el fondo de todo esto? La idea de indican que le pertenece, apoyándose en la ley,
que el sistema jurídico, como tal vez el resto del interpretándola de manera dinámica o derecha-
Universo (identificados y valorados por el intér- mente sobrevolándola en aras de principios su-
prete, desde luego), están por encima de toda periores, a veces novedosos.
formalidad; o incluso contienen la razón última
de cualquier esquema normativo. Ese modo de razonar, que toca de cerca las
emociones de los ciudadanos y apela a su su-
Paseemos por un momento la mirada por el premo sentido de justicia, es el que da por sen-
campo de la política. El romanticismo, como tado que tal sentido es objetivo y trascendente,
reacción contra los cánones tradicionales, se ar- aunque tal vez algo esquivo para los no inicia-
monizó en su inicio con la trabajosa llegada de
dos; y que el intérprete, si y solo si ha sido agra-
la democracia; pero su insistencia en la priori-
ciado con recóndita sabiduría, sabrá encontrar,
dad de las emociones, de los sentimientos y de
por encima de la ley si es necesario, la solución
los misterios insondables acabó por dar letra a
justa que, acaso, permanecía dormida hasta re-
las dictaduras. El fascismo y el nazismo, los na-
cibir el beso del autopercibido príncipe. Un her-
cionalismos, con su constante invocación de la
moso cuento de hadas, en el que —con perdón
patria y sus místicas cruzadas contra el supuesto
de Shakespeare— la impostora Porcia represen-
enemigo, el insistente culto del valor individual
ta el bien y Shylock, el acreedor persistente, no
de héroes, próceres y mártires, fueron clara-
mente influidos por el espíritu romántico, poco
afín a cosas tan prosaicas y aburridas como las (1) Sobre este tema, me tomo la libertad de citar
CANDAL, Mariano - ELIZALDE, Patricia N. - GUIBOURG,
elecciones legislativas y las negociaciones en- Ricardo A. (dir.), MAGISTRIS, Oscar E., RODRÍGUEZ
tre partidos para formar gobiernos de coalición. FERNÁNDEZ, Liliana (dir.) y ZAVADIVKER, Nicolás, “No
Los prejuicios raciales, las limpiezas étnicas y somos dignos, la dignidad en la moral y en el derecho”,
los minuciosos conflictos balcánicos, cuyos orí- Astrea, Buenos Aires, 2022.
Ricardo A. Guibourg • 63
Romanticismo, filosofía y derecho
merece el amparo de la ley, sino solo humilla- so, al menos mientras otra estética no nos cauti-
ción y desprecio. ve mejor. Pero, en el campo de la ontología, de la
teoría del conocimiento, de la metodología, de
¿Hay una moraleja en todas estas reflexiones?
la epistemología y de la teoría jurídica, es me-
Es posible postular una: que no deberíamos
jor observar las emociones bajo el microscopio
confundir la estética con la ética, y menos aún
con la política ni con el derecho. El culto de los del análisis racional (en lugar de usarlas como
sentimientos y los misterios, que incluye —en método supremo) y procurar la elaboración de
distintos círculos de su paraíso— a Víctor Hugo sistemas de pensamiento lógicamente coheren-
y Corín Tellado, a Wagner, Troilo y Chopin, a tes, intersubjetivamente comparables y objeti-
Santa Claus y sus elfos, es digno de todo aplau- vamente operativos.
Les cuento. Nací en una aldea siciliana, don- Sé que, si desobedezco a mi padrino, seré pro-
de mi padre y mis tíos, como antes lo había he- bablemente ejecutado. No quiero morir, pero
cho mi abuelo, eran miembros fieles de la mafia. estoy dispuesto a arriesgar mi vida con tal de
Crecí en ese ambiente y, cuando llegué a la edad hacer lo correcto, actitud que siempre conservé
adulta, consideré un privilegio ser admitido en dentro de los códigos mafiosos. Ante este nuevo
la onorata società. Hice mi juramento de sangre conflicto debo preguntarme cuál es el camino
y entré en una familia cuyo nombre no diré aquí correcto a seguir. Por eso, y hablando siempre
porque aquel juramento me lo impide. con evasivos términos hipotéticos, consulté a
diversas personas.
He sido siempre un buen integrante de la fa-
milia. Ya perdí la cuenta de cuántas piernas Una de ellas, a quien llamaré Angelo, me dijo:
rompí a comerciantes que se negaban a pagar debes obedecer la orden de tu jefe, pero no por-
protección, a cuántas personas maté —nunca que sea de tu jefe, sino porque es correcta de
por odio, sino por deber— y a cuántos funciona- acuerdo con la ley. Eso sí, además —si te atre-
rios oficiales (en un tiempo que tampoco revela- ves— deberías denunciar a tu propio padrino y
ré) llevé los sobres llenos de dinero que servían a tus compañeros de la familia, para que paguen
para comprar su connivencia. Cada vez que mi sus crímenes, y entregarte a la policía para pagar
jefe me ordenó hacer algo, lo hice a conciencia y los tuyos, que son muchos y graves.
lealmente. Así he sido premiado, creo que, con
Otro consejero, Luca, me dijo: eres un miem-
justicia, por la confianza que mi padrino me dis- bro de la familia y, como tal, tu obligación es
pensa. obedecer al padrino. Ninguna otra considera-
ción debe perturbarte.
Pero esta mañana el padrino me llamó para
encargarme una nueva misión. Me dijo que te- Otro más, Salvatore, adoptó una posición
nía pruebas que comprometían al jefe de la fa- distinta: un buen miembro de la mafia debe
milia rival en varios de sus habituales delitos y obedecer a su jefe, pero antes debe acatar los
me ordenó llevar esas pruebas a la fiscalía de principios de la onorata società. Denunciar un
Palermo con el objeto de desbaratar aquella crimen ante la justicia, aunque su autor sea tu
banda y apoderarse de sus negocios. enemigo, es un acto imperdonable. Y ordenar
hacer tal cosa descalifica a quien adopte la de-
La orden me llenó de turbación. Uno de los cisión. Mi consejo, pues, es que no obedezcas,
principios tradicionales de nuestra comuni- destruyas las pruebas que tu padrino te confió
dad es la omertà: uno de nosotros puede matar y te alejes de tu familia, que ya no merece tener
o mandar matar a sus rivales, si así lo desea y un servidor como tú. Tal vez encuentres refugio
con cargo, probablemente, de enviar una costo- en alguna familia rival, donde puedas ejercer tu
sa corona de flores a cada entierro, pero jamás oficio honorablemente.
debe denunciar a alguien a las autoridades. Nun
sacciu niente es la única respuesta digna para Confieso que, luego de recibir estos tres con-
cualquier interrogatorio policial o judicial. Hice sejos, estoy más confundido que antes. La pro-
puesta de Luca exige que falte a uno de mis
deberes para cumplir con otro. La de Salvatore
(*) Cfr. La Ley, 04/09/2006, p. 1. LA LEY, 2006-E, 1478. hace exactamente lo mismo, pero en sentido in-
Cita online: TR LALEY AR/DOC/2830/2006. verso. Y la de Angelo requiere que yo reniegue
Ricardo A. Guibourg • 67
La conciencia del buen mafioso
de todo cuanto he venido haciendo, que traicio- La situación me recuerda un ejemplo menos
ne a mi familia y a la mafia entera y me ponga trágico que el mío. Derribar a un jugador adver-
del lado de quienes siempre han sido nuestros sario tomándolo de las piernas es una grave fal-
enemigos. ta en el fútbol, pero una jugada lícita en el rugby.
Menos mal que, al entrar a la cancha, todos los
A veces pienso que, entre las dos obligaciones jugadores y también los espectadores saben per-
que parecen pesar sobre mí, debo privilegiar la fectamente a qué clase de juego asisten. No su-
omertà, porque todo el edificio de la mafia re- cede lo mismo en el ámbito extradeportivo. Por
posa sobre ese principio. Pero enseguida en-
ejemplo, hay funcionarios públicos que se sien-
cuentro dos objeciones fuertes. ¿Qué es la mafia,
ten moralmente obligados a beneficiar a amigos
sino un conglomerado de bandas, a veces aliadas
y otras veces rivales, cada una de las cuales bus- y parientes mediante un uso desviado de sus atri-
ca su propio beneficio y está dispuesta a matar a buciones legales: ¿creen estar jugando el juego
cualquiera para lograr sus fines? ¿No es acaso la del Estado? ¿O el que yo mismo vengo jugando
banda la célula primaria de la mafia? Pues bien, orgullosamente desde mi niñez?
la obediencia es lo que mantiene a la banda (per-
dón, la famiglia) unida. Además, si puedo matar Advierto, en suma, que existen varios juegos y,
a un rival (al menos por orden de mi jefe), ¿por dentro de cada uno de ellos, una suerte de sub-
qué no podría denunciarlo, acción que parece juegos que son como juegos en sí mismos, puesto
implicar para mi víctima un mal menor? En el que parecen tener reglas superpuestas pero par-
otro extremo, Angelo me ha dado un argumen- cialmente distintas. Desde cada uno de ellos, una
to intranquilizador. Dice que la mafia misma vive misma conducta puede ser lícita o ilícita. Y quien
del resto de la sociedad, cuya riqueza absorbe juegue un juego determinado puede ser criticado
parcialmente; y que esa sociedad funciona gra- y aun severamente castigado por quien entien-
cias a la ley, en lo inmediato, y al cumplimiento da que está jugando otro juego; en especial por
de ciertas pautas morales en lo mediato. De este quien sostenga que ese otro juego es el único que
modo, pensar en los fundamentos de la mafia es puede jugarse.
quedarse a mitad de camino. Es más, la mafia
misma es nociva para el bienestar de la sociedad De modo que debo decidir a qué juego estoy
más amplia, por lo que sería más apropiado no jugando. De cualquier manera, mi futuro es du-
colaborar con ella ni con sus objetivos. doso: o me mata mi jefe, o me mata la familia ri-
val, o me matan la policía o el verdugo. Mi único
Yo entiendo todo esto, pero, como ya dije, toda consuelo será “moral”, si así se me permite lla-
mi vida me ha llevado en otro sentido. Menciono marlo. Moriré como un buen ciudadano, como
aquellos argumentos porque, si no estoy dispues- un buen mafioso o como un buen miembro de
to a acatar el derecho que está por encima de la mi banda, pero no puedo elegir una actitud que
mafia, o por lo menos fuera de ella, ¿por qué ten- satisfaga todos esos juegos a la vez.”
dría que obedecer un principio mafioso (el de no
denunciar) que rige por encima o por fuera de las El buen mafioso de esta historia ejemplifica un
reglas de mi propia familia? conflicto que es normal en la vida de las perso-
nas, pero muy difícil en su planteo teórico. ¿De-
Toda esta reflexión me sugiere que enfrento
tres sistemas normativos diferentes, cada uno de bemos obedecer la ley? ¿No exceder el límite de
los cuáles puede juzgarse incluido en los demás. velocidad cuando llevamos un herido al hospi-
Las reglas de mi banda me imponen denunciar tal? ¿O cuando acudimos a una cita crucial con
al rival para obedecer a mi jefe; los principios de el amor de nuestra vida? ¿O prometimos a nues-
la mafia me exigen desobedecer a mi jefe para tro hijo llegar a tiempo a su graduación? ¿De-
no convertirme en un delator; las leyes (y, según bemos aceptar la prescripción de un delito que
me dicen, la moral externa) me reclaman denun- juzgamos aberrante? ¿Ocultar las pruebas que
ciar a todos y entregarme a la policía. Mi elección incriminan a nuestro cuñado? ¿Conseguir a toda
acerca del nivel a obedecer implica una concep- costa un empleo público para nuestra querida
ción en la que los otros órdenes están subordina- sobrina? ¿Defender nuestro país en una guerra
dos a él o son derechamente irrelevantes. que juzgamos injusta?
En cada uno de estos casos, como en tantos Tal vez la elección del juego —como se ha afir-
otros, el sujeto se ve tironeado, no ya entre la mado— sea en sí misma una decisión necesa-
norma y la tentación, conflicto que podría resol- riamente moral. Sostener esto es haber elegido
verse con fuerza de voluntad, sino entre normas ya un juego. Si tal hacemos, más nos vale tener
pragmáticamente conflictivas, que pertenecen respuestas coherentes para todas las preguntas
a órdenes normativos distintos. En cada caso, el anteriores. Y, si de hecho no elegimos siempre
sujeto no tiene más remedio que decidir a qué el mismo juego, convendrá que averigüemos en
juego quiere jugar (y acaso apostar en él la vida). qué casos elegimos cuál, por qué lo hacemos y,
Pero la acción que adopte podría ser juzgada tal vez, si no habremos inventado algún super-
desde algún otro juego como offside, enroque o juego personal que nos indique cambiar de jue-
doble falta; como traición, prevaricato, desamor go según ciertos criterios. ¿Será este último un
o inhumanidad. juego de azar?
Ricardo A. Guibourg • 69
Ved en trono a la noble igualdad (*)
Parece contradictorio que las palabras em- consiste ser igual y en qué consiste ser tratado
pleadas por nuestro Himno Nacional para de igual modo.
ensalzar la igualdad correspondan a una no-
menclatura tan irrescatablemente monárquica De hecho, no hay dos cosas, dos situaciones
y clasista. Es cierto que el lenguaje va siempre o dos personas que sean iguales: siempre habrá
por detrás de las ideas y que, en 1812, tal vez, la entre ellas alguna diferencia, por pequeña que
tradición presente en el discurso haya traiciona- sea. Tampoco hay dos cosas, dos situaciones o
do el pensamiento que don Vicente López que- dos personas que sean totalmente diferentes:
ría expresar. Es éste un tema histórico que no en el peor de los casos, todas ellas existen o su-
estoy capacitado para discutir. ceden en el espacio y en el tiempo.
ga que todos los seres humanos deben tener los Esta reflexión obliga a volver a la subsistencia,
mismos recursos, de modo que la pretensión de ya que es sabido que la cultura es para el hom-
igualdad se conforma con que nadie se muera bre un lujo que requiere la previa satisfacción de
de hambre y con muy poco más (la vivienda dig- mínimos de alimentación y vivienda y, aun en
na sigue considerándose una utopía irrealiza- esas condiciones, opera de manera diversa ante
ble). Pero es fácil encontrar un fuerte consenso diferentes grados y modalidades de la estimula-
a favor de la igualdad de oportunidades. ción intelectual recibida en la niñez. La igualdad
de oportunidades se presenta entonces como
Cuando se ahonda en este concepto, se ad- un biombo para ocultar el tema central, que es
vierte que la postulación se dirige ante todo a la la (al menos relativa) igualdad del ingreso.
educación: todos, se dice, deben tener derecho
igual a la educación (esta posición es especial- Ya dije que, en la concepción casi unánime, la
mente enfática entre las personas educadas). igualdad no requiere que todos tengan los mis-
Aun si se deja de lado el hecho de que este ideal, mos ingresos ni tampoco, como una formula-
aun en la menor de sus dimensiones, está lejos ción cuidadosa podría postular, el mismo grado
de verse realizado, parece claro que nadie pre- de satisfacción de sus contingentes necesidades
tende la excelencia para todos: cada uno, se esti- personales. Este punto de vista requiere exami-
ma, tiene abierto el camino y de su empeño, así nar dos preguntas. La primera de ellas es qué
como de su capacidad, dependerá recorrerlo. magnitud ha de asignarse al mínimo garantiza-
Pronto queda de manifiesto que ese camino no do: cuanto mayor sea esa magnitud, la de los re-
incluye el doctorado en Harvard, sino la escue- cursos a distribuir con criterios desiguales será
la primaria, con menor énfasis la secundaria, proporcionalmente menor.
tal vez la universidad para quien acceda a ella.
Pero, cualquiera sea el límite que se indique, Si se considera preciso dejar un margen entre
suele pasarse por alto el hecho de que el nivel aquellas magnitudes, es explicable que la cuan-
económico e intelectual en el que el niño cre- tía del mínimo igualitario dependa, entre otros
ce y se forma genera distintas predisposiciones, parámetros, de la riqueza efectivamente dispo-
nible en una sociedad. Dentro de esos límites,
de tal suerte que las oportunidades de unos son
pues, cada uno puede postular la subsistencia
muy amplias y las de otros acaban dependiendo
que quepa asegurar para proveer a lo más nece-
de un esfuerzo denodado y de una buena dosis
sario. Pero es inquietante preguntar por qué ha
de suerte.
de considerarse la riqueza de una sociedad de-
Para resolver este punto de cuajo sería preciso terminada (por ejemplo, un país, una provincia,
establecer un sistema educativo cercano al del una región) y no la del planeta entero. ¿Hay al-
“mundo feliz” de Huxley, donde todos los niños gún motivo por el cual el mínimo de subsisten-
crecían en común bajo el cuidado y la enseñan- cia de Somalía deba ser tanto menor que el de
za del Estado. Si esta alternativa se juzga inhu- Alemania? ¿El de Bolivia que el de la Argentina?
mana, podría hacerse un esfuerzo paulatino ¿El de Formosa que el de Buenos Aires? Se esgri-
en el mismo sentido mediante la abolición del men argumentos en un sentido y en el contrario:
derecho sucesorio, de tal modo que cada niño sólo quiero señalar aquí que la pregunta requie-
tendiese al menos a partir de una condición ori- re una respuesta (1).
ginal igualitaria. Pero esta posibilidad ni siquie- Pero, una vez resuelto el problema del mí-
ra se considera: tal parece que las cosas están nimo, queda en claro que por encima de él la
bien como están y sólo se solicita que hasta los mayoría de los observadores acepta como mo-
más pobres tengan un banco reservado en la es- ralmente apropiado que el ingreso se distribu-
cuela, siempre que consigan llegar hasta él; si ya en forma desigual. El problema deriva, pues,
luego no consiguen aprovechar las enseñanzas, en nuevas preguntas. ¿Qué circunstancias ha
tal vez se les ofrezca un taller de artes y oficios
para que se ganen la vida de manera más sub-
(1) Herbert Spencer supo dar la suya: sostenía que
alterna y, habiendo garantizado la igualdad de jamás hay que ayudar a los pobres, porque cuando tienen
oportunidades, cada uno quede con la concien- unos recursos más sólo saben reproducirse como ratas e
cia tranquila. incrementar así la pobreza en la sociedad.
Ricardo A. Guibourg • 71
Ved en trono a la noble igualdad
Ricardo A. Guibourg • 73
Eso no se hace
El primero de ellos: ¿a qué comunidad se re- ces de soportar. Se trata de un chantaje, pero no
fiere? ¿Cuáles son sus límites? ¿Cuál es el crite- hay remedio: ni siquiera disponemos de pala-
rio que permite a nuestra madre considerarla bras para calificarlo y se nos presenta como un
un grupo? ¿Se tratará de la comunidad de las hecho más de la vida. De modo que, luego de
madres? Seguramente no, porque en ese caso algunos berrinches que sirven para dejar a sal-
nosotros (el infante) no estaríamos incluidos. vo cierto jirón de nuestro amor propio, nos so-
¿Nuestra familia? ¿Los que viven en nuestra ciu- metemos.
dad? ¿Las personas de pelo oscuro? ¿Los sim-
patizantes de River Plate? ¿Acaso la humanidad Pronto vemos que el método da resultado,
entera? Dudamos sobre todo de esto último: porque cuanto mejor nos sometemos, mayores
los grandes no usan chupete y, por lo que más son las muestras de cariño que recibimos. Ela-
adelante sabremos, hay pueblos enteros que no boramos una teoría que dé cuenta de esta regu-
tienen acceso a un patito de plástico. ¿Se trata- laridad y, a medida que crecemos, la utilidad de
rá tal vez de una organización mafiosa, de ésas esa teoría no hace más que confirmarse. Llega
que abarcan familias enteras? Ese pensamiento un momento en el que ya no nos preguntamos
nos estremece, sobre todo cuando pensamos en por el criterio de agrupamiento social ni por las
las letales consecuencias que nuestro despreo-
reglas de admisión o de expulsión: damos por
cupado manejo del chupete podría acarrearnos.
sentado que somos parte de esa comunidad
Pero todavía hay otra pregunta sin respuesta: y que más nos vale ser “buenos” miembros de
¿por qué nosotros, que ni siquiera caminamos ella. En esas condiciones nos sentimos conteni-
sin tambalearnos, pertenecemos a esa misma dos, que, es decir, a la vez protegidos, abrigados,
sociedad a la que pertenece nuestra madre? Tal apreciados y también controlados, para que no
vez sea un asunto hereditario; pero alguna vez traspasemos los límites que sin cesar van apare-
nuestros profesores de derecho nos enseñarán ciendo ante nuestra experiencia.
que la sociedad es un contrato que requiere la
conformidad de todas las partes: ¿cómo podría- Cuando llegamos a la escuela, advertimos que
mos nosotros integrar una sin haber prestado no todos los chicos de nuestra edad han elabo-
nuestro asentimiento? Es claro que pudieron rado la misma teoría. Algunos se someten como
hacerlo nuestros padres, por aquello de la patria nosotros y tratan de disfrutar de las consecuen-
potestad; pero, si somos incapaces para contra- cias positivas de esa actitud. Las ventajas no son
tar, ¿por qué nos consideran capaces para in- gratuitas: hay que estudiar, no contestar mal
fringir las normas? Debe tratarse de un caso de a las maestras y no pelear en los recreos. Pero
pura cooptación: hemos sido elegidos por al- otros, probablemente porque tuvieron otros es-
guien para formar parte de aquella ignota co- tímulos, o porque otros factores desconocidos
munidad y, al menos por el momento, no hay interfirieron con ellos, tienen pocas esperan-
nada que podamos hacer para zafar de ella. zas de ser amados y contenidos por la sociedad
de la que se supone que forman parte. En cam-
En este punto del razonamiento, pensamos
bio, obtienen alguna satisfacción alternativa si
que, al fin y al cabo, se trata de un simple acto
son temidos por sus compañeros, si llaman la
de poder, que se ejerce abusando de nuestra
atención de padres y maestros bajo la forma de
necesidad. Nos hace falta —nos hace falta dra-
máticamente— que nos alimenten, nos alojen, preocupación y si, por esto mismo, recogen en
nos vistan, nos acunen por la noche y nos ha- el medio en el que se mueven cierta secreta ad-
gan sentir rodeados de cariño y seguridad. Pero miración como rebeldes e intrépidos. Se buscan
todo tiene un precio, y ahora están pasándo- a menudo una contención alternativa, que ellos
nos la cuenta. Nos sentimos claramente ame- mismos construyen uniéndose a otros rebeldes
nazados con que, si no hacemos lo que nuestra en una minúscula comunidad que provee cier-
madre dice (y aun con independencia de la ape- tas dosis de lealtad y protección frente al mun-
lación a una comunidad mayor que apenas vis- do que han definido como hostil. Tampoco esta
lumbramos), nuestros padres disminuirán sus opción carece de costo para quienes la asumen,
gestos protectores hacia nosotros y nos veremos pero genera momentos divertidos y una inefa-
en una situación de riesgo que no somos capa- ble sensación de libertad interior.
Cada opción, pues, encarada con diversos das muchas de las que manejan los destinos del
grados de intensidad, sigue funcionando para mundo.
los humanos y, ante las crisis de la edad (la en-
trada en la adolescencia, la inserción en el mun- Cuando reflexionamos acerca de estos he-
do del trabajo, las futuras vicisitudes familiares), chos se abre la oportunidad para formularnos
es susceptible de revisión para resultar confir- algunas preguntas: ¿cómo hace cada uno para
mada, revertida o exagerada. Allí es donde las distinguir el bien del mal? ¿Cómo llegó a elabo-
actitudes dejan de ser objeto de la psicología rar o a aceptar ese criterio? ¿En qué medida lo
infantil y de la pedagogía para convertirse en hizo mediante un razonamiento independien-
material apropiado para la burocracia, la propa- te (¿independiente de qué?)? y ¿hasta qué pun-
ganda política o la criminología. to proviene de aquel ingenuo y familiar primer
contacto con las reglas morales y sociales? ¿Qué
Gran parte de lo que vengo diciendo excede hemos construido a partir de entonces? y ¿cómo
ciertamente mi calificación profesional: es ape- lo hemos hecho? ¿Cuándo hemos comparado
nas una conjetura de aquellas que cualquier nuestros criterios con los de otros pueblos, sin
ciudadano puede concebir por su cuenta y ries- dar por sentado que los nuestros son los verda-
go. Pero vale la pena que otros ciudadanos se deros o los mejores?
pregunten, a su vez, si habrá algo de cierto en
Pero no pensemos tampoco que se trata de un
ella.
problema puramente intercultural ni exclusiva-
Para muchos se trata de una inútil cháchara mente moral. Cuando hablamos del contenido
sociológica. Sea cual fuere el grado de su verdad, del derecho ¿no estamos haciendo algo pareci-
piensan que sólo remite a actitudes individua- do? ¿Sospechosamente parecido? ¿Al elegir la
les o grupales correctas o equivocadas, ya que norma fundamental, ya sea formal o material?
lo que importa es, como decía nuestra primera ¿Al ejercer el control constitucional? ¿Al inter-
pretar cualquier norma jurídica y sostener que
interpretación, qué debe hacerse y qué no debe
esa interpretación es mejor que otra o, más aun,
hacerse. Tal vez estén en lo cierto, pero es impo-
que es la única correcta?
sible perder de vista que lo que “se” hace, desde
la niñez hasta la edad adulta, se encuentra teñi- Un programa entretenido podría proponerse
do de fuertes matices culturales. Cada niño nace para convivir mejor con aquellos interrogantes:
en un solo lugar, lo que facilita su aculturación; responder en detalle cómo armamos la comuni-
pero parece obvio que no “se hace” lo mismo en dad, cómo reclutamos a sus nuevos miembros o
Canadá que en México, en Chile que en Afga- excluimos a los antiguos, qué es lo que desapro-
nistán, en Japón que en Malí, en Palermo Chico bamos “comunitariamente” y qué quiere decir
que en la villa 31. Y que acaso los mismos meca- eso, cuáles son las razones en que fundamos la
nismos que he sugerido funcionan en todas par- actitud, por qué esas razones nos parecen acep-
tes alrededor de contenidos tan diversos que a tables, qué grado de compromiso personal y
veces hacen pensar a cada uno: ¡qué suerte tuve pragmático adquirimos con lo que aprobamos y
de nacer en una sociedad que realmente sabe lo desaprobamos y, de paso, cuál es el objetivo ge-
que se hace y lo que no se hace, en lugar de cre- neral que atribuimos a todo este conglomerado
cer en otra tan propensa al error o a la maldad! de actitudes.
Esta última reflexión suena algo ridícula No sé si el resultado será más justo. Muchos
cuando se la examina racionalmente, pero se sostienen que el resultado actual está lejos de
encuentra escondida detrás de los razonamien- serlo. Pero no hay duda de que será (al menos
tos de cientos de millones de personas, inclui- un poquito) más claro.
Ricardo A. Guibourg • 75
Migrantes (*)
“Ningún ser humano es ilegal” corean en Eu- humillaciones imponer a quienes se atrevan si-
ropa las organizaciones humanitarias. Mientras quiera a sobrevolar su suelo. Pero lo más grave es
tanto, muchos candidatos, allá y en los Estados que la naturaleza del problema ha cambiado: el
Unidos, compiten entre sí para ver quién es más prejuicio se ha visto desbordado por las circuns-
duro con los inmigrantes sin papeles. Y algunos tancias económicas que antes se escondían de-
intentan una solución de compromiso, consis- trás de él con mayor disimulo.
tente en legalizar de algún modo a los extran-
jeros que ya están allí pero construir al mismo La ecuación está hoy a la vista de todos: tiene
tiempo una suerte de fortaleza, hecha de mu- su origen en la desigualdad. En algunas regiones
ros y de controles migratorios, para contener de del mundo se vive mucho mejor que en otras.
aquí en adelante a la muchedumbre ansiosa de Hay en ellas trabajo para quien lo requiera, sobre
acceder a su mundo privilegiado. todo para el que esté dispuesto a aceptar condi-
ciones que, aunque adversas en el lugar de des-
No siempre fue así. Hace cien años o poco más, tino, suelen ser mucho mejores que las del país
ciertos países europeos, superpoblados en rela- de origen. Hay transporte, educación, agua po-
ción con su producción agrícola, fomentaban la table, cloacas y servicios de salud. Allí, al precio
emigración de sus ciudadanos, en tanto los es- de sufrir ciertas penurias personales, el migrante
tados en los que casi todo estaba por hacerse encuentra la esperanza de una vida mejor para sí
—notoriamente los Estados Unidos y la Argen- mismo y para sus hijos. Por eso mismo se busca
tina, entre muchos otros— acogían a los recién rechazarlo, ya que las fronteras siempre se abren
venidos con agrado, aunque no siempre les brin- de par en par a quienes ya son poderosos.
daban protección y a menudo les hacían sentir su
condición de habitantes de segunda clase. Había ¿Por qué se ha llegado a este punto? Muchas
tratos más duros, desde luego: nuestra Constitu- explicaciones se han dado a lo largo de la his-
ción disponía en su artículo 25 (que sigue vigen- toria, desde el determinismo racial o geográfi-
te en la versión de 1994) que “el gobierno federal co y las diferencias culturales y religiosas, hasta
fomentará la inmigración europea”, con lo que desembocar en la corrupción y en el acierto o el
implícitamente excluía a africanos y asiáticos de error de las políticas económicas adoptadas a lo
la amplia referencia del Preámbulo a “todos los largo del tiempo. Todas ellas, sospechosamente,
hombres de buena voluntad que quieran habitar contribuyen a consolidar la idea de que los que
el suelo argentino”. Y, en los peores momentos de están mal lo están por su culpa, en tanto los que
la persecución hitleriana, muchos países, entre están mejor lo deben todo a su propio esfuerzo.
los que vergonzosamente se encontraba el nues-
tro, procuraban cerrar sus fronteras a los judíos Es probable que haya en esta idea bastante
fugitivos. Sin embargo, estas prácticas sólo ten- de cierto, siempre que se pasen por alto algu-
dían a ejercer el prejuicio, sin afectar cuantitati- nos detalles de la historia como la conquista de
vamente la política migratoria. América, el librecambio predicado por los pro-
teccionistas, las guerras del opio en China y la
Los prejuicios siguen existiendo. Los alemanes esclavitud impuesta a los africanos. Muchos de
odian a los turcos, los franceses imponen límites estos episodios han merecido pedidos públicos
a los musulmanes, los italianos y los españoles de perdón, pero las condiciones que ellos origi-
no saben qué hacer con los africanos que llegan
naron persisten en sus consecuencias y se con-
a sus costas y muchos argentinos miran de reojo
sideran, al parecer, consagradas por una suerte
a coreanos, peruanos y bolivianos. Mientras tan-
de prescripción adquisitiva de alcance mun-
to, los norteamericanos ya no saben qué nuevas
dial (1). Pero esas razones históricas no alcan-
(*) Cfr. La Ley, 27/03/2008, p. 1. LA LEY, 2008-B, 1346. (1) Por lo visto, no se trata de crímenes contra la hu-
Cita online: TR LALEY AR/DOC/451/2008. manidad, hechos que, como cualquiera sabe, son im-
zan a satisfacer a un ser humano que tuvo la a sumarse luego una tercera forma de noble-
mala suerte de nacer en Malí cuando la cigüeña za, fundada en una suerte de sucesión colecti-
bien podría haberlo dejado caer en Los Ángeles. va. En virtud de ella, cualquier miembro de una
comunidad, ya sea privilegiado o desafortuna-
La desigualdad plantea problemas en varios do, hereda las oportunidades y ventajas genera-
niveles. El primero de ellos es la legitimidad de su les construidas por las generaciones anteriores.
origen (2). El segundo, el grado de justificación
De este modo, así como los nobles vigilaban la
de las políticas redistributivas (3). Pero el terce-
pureza de la sangre, para que ningún bastardo
ro, aun dando por buena la situación relativa a los
participara de sus privilegios, y los ricos se re-
niveles anteriores, se pregunta si hemos de com-
partir con otros las oportunidades que nosotros fugian tras muros y guardias de seguridad, para
tuvimos, no como fruto de nuestro esfuerzo indi- que nadie les quite la riqueza que construye-
vidual, sino en virtud de nuestro nacimiento. ron o heredaron, los países en mejor condición
económica blindan sus fronteras para que nin-
Este nivel del planteo, acaso el menos radical gún menesteroso foráneo venga por su cuenta a
de los tres, ha tenido varias manifestaciones, to- compartir las oportunidades de desarrollo indi-
das ellas relativas al instituto de la sucesión. En vidual de las que gozan sus ciudadanos.
una época, los hijos de nobles heredaban el títu-
lo y, con él, una cantidad de privilegios, faculta- Surge así una pregunta inquietante, relativa al
des y sinecuras. Eliminada esta manifestación, fundamento moral que hayamos de atribuir a la
cada ciudadano quedó igualmente librado a su posición política que cada uno adopte frente al fe-
capacidad. Tal capacidad, medida en términos nómeno migratorio. ¿Tenemos (nos atribuimos)
ajenos a las puras virtudes individuales, nunca el derecho de impedir que otros vengan a desa-
fue igualitaria, pero al menos podía eventual- rrollarse donde nosotros nos hemos desarrollado?
mente ser adquirida por cualquiera con inge- Es claro que si bruscamente los afganos emigra-
nio, buena suerte o picardía no detectada. Sin ran al Reino Unido y los marroquíes se extendie-
embargo, en medio de esta mayor igualdad apa- ran libremente por España y todos los mexicanos
rente, una nueva nobleza persiste: el punto de se fueran a vivir a Massachussets y los senegaleses
partida de cada individuo no es igualitario, por- prefirieran el ambiente de París, las ventajas pú-
que depende de los resultados obtenidos por blicas de los destinos elegidos colapsarían; pero
sus progenitores o de lo que los progenitores la pregunta no es urbanística sino teórica, ámbi-
hayan dejado de los resultados de otros ances- to éste que nos obliga a desnudar nuestro pensa-
tros. Algunos nacen en hogares ricos; otros en miento. ¿Qué justificación estamos dispuestos a
familias de clase media, donde reciben buena esgrimir para apropiarnos la exclusividad de los
educación; otros más quedan estadísticamen- bienes construidos por quienes vivieron antes que
te condenados a reproducir la pobreza y unos nosotros? ¿Qué grado de coherencia tendrán esas
cuantos carecen desde su niñez de la nutrición razones con las que nos habilitan a reclamar que
necesaria para su desarrollo pleno. todos (pero especialmente los menos favorecidos,
A estas manifestaciones de la sucesión indivi- mediante el comercio de los certificados de conta-
dual (la de la sangre y la de la riqueza) ha venido minación) cuiden el medioambiente en beneficio
común de todas las generaciones futuras?
prescriptibles en virtud de un derecho internacional ius En otras palabras ¿no estaremos manejando
cogens. diversos conceptos, como la igualdad ante la
(2) Rousseau llegó a decir que el primero que cercó ley, la propiedad del fruto del esfuerzo propio,
un terreno dijo “esto es mío” y encontró gente bastante la solidaridad familiar, el derecho hereditario, la
tonta como para creérselo fue el verdadero fundador de prescripción adquisitiva histórica, la soberanía
la sociedad civil (ROUSSEAU, J. J., “De l’inegalité parmi
les hommes”, Éditions Sociales, París, 1954). nacional, la lucha contra el terrorismo, la defen-
sa del medioambiente y hasta el perdón y la so-
(3) Desde los emperadores romanos hasta Milton lidaridad internacionales, de un modo que, con
Friedman, pasando por Santo Tomás, Marx, Keynes,
Rawls y Nozick, muchas opiniones encontradas se han menosprecio de la coherencia lógica, tienda a
emitido acerca de este tema y muchas prácticas se han consolidar y prolongar las diferencias entre los
aplicado con éxito dispar. hombres y entre los pueblos?
Ricardo A. Guibourg • 77
Familia (*)
La tradición hace de la familia la célula básica sumisión) se daba por sentado como una conse-
de la sociedad, el depósito de todas las virtudes, cuencia obligatoria del contrato de matrimonio
el origen del afecto y la barrera frente al delito y, si este deber no llegaba a cumplirse o dejaba
o a las más diversas aberraciones, así como el de observarse, nada impedía que la familia si-
gran refugio al que la humanidad debería retor- guiera su curso mientras se guardaran las apa-
nar. Estas ideas son en buena parte plausibles, riencias y los aspectos patrimoniales o laborales
pero su enunciación hiperbólica suele implicar del matrimonio no se vieran afectados. A esto
exageraciones y hasta anacronismos que acon- contribuía, por cierto, el hecho de que la expec-
sejan un análisis más desapasionado de la situa- tativa de vida de las personas era bastante cor-
ción. ta y que cada parto implicaba riesgo de muerte
para la madre.
Desde la familia patriarcal de la antigüedad,
en la que el padre tenía hasta poder de vida y Pero ocurrieron las Cruzadas, y por el cami-
muerte sobre los hijos y asumía a la vez la con- no de regreso de aquellas guerras venían ideas
dición de juez doméstico para dirimir cualquier nuevas y subversivas, a menudo escondidas en
conflicto suscitado dentro del grupo familiar sin el laúd de juglares y trovadores. La pasión em-
recurrir a autoridades externas, muchas modifi- pezó a llenar la escena cultural, con sus cortes
caciones se han introducido por vía de la cultu- de amor, poemas y novelas, y la mujer se tornó
ra, la economía y la ciencia. de objeto en coprotagonista. Del terrible con-
flicto entre la nueva concepción de la pareja y
Durante muchos siglos, la familia fue, de he- las instituciones tradicionales da cuenta toda la
cho, una unidad económica: grupo de trabajo literatura a partir del Renacimiento. Shakespea-
entre labradores o artesanos, modo de conser- re, en La fierecilla domada, muestra el triunfo
var, transmitir y acrecentar la riqueza entre los —finalmente consentido— de la autoridad ma-
más poderosos. El matrimonio, la patria potes- rital; Molière, en casi todas sus comedias, ofre-
tad y la herencia servían esos propósitos, pero ce en cambio amables victorias del sentimiento
frente a instituciones tan importantes la mujer sobre la patria potestad, pero en todos estos ca-
quedaba reducida a una función instrumen- sos se trata de soluciones de compromiso para
tal: procrear y educar a la prole, siempre bajo el mejor disfrute literario: numerosos dramas
la manutención (1), la protección y la direc- y tragedias relatan claramente la gravedad del
ción suprema del marido. Los matrimonios se conflicto entre la institución familiar y el conte-
arreglaban entre las familias como un negocio, nido emocional que ahora se le atribuía como
en el que la voluntad de los contrayentes (y so- su principal pero volátil fundamento.
bre todo la de la mujer) tenía un peso apenas
incidental y dependiente de la misericordia Durante siglos, este conflicto casi no llegó a
paterna (2). El amor (entendido como una com- modificar la ley ni la superficie de las costum-
binación de benevolencia, respeto, protección y bres, profundamente enraizadas en la tradición
y distribuidoras de roles desoladoramente cla-
(*) Cfr. La Ley, 22/05/2008, p. 1. LA LEY, 2008-C, 1325. ros: la madre protectora, el padre justiciero, el
Cita online: TR LALEY AR/DOC/1323/2008. matrimonio como “la carrera de una mujer”, la
partícula “de” antepuesta al apellido del marido
(1) Nótese que la familia pudiente entregaba al marido
la dote de la novia, riqueza de cuya administración ésta
para indicar una suerte de título de dominio, la
quedaba despojada y sobre la que conservaba vagos santificación de la maternidad y la negación de
derechos condicionales. la sexualidad femenina acompañada del reco-
nocimiento de la sexualidad masculina (3).
(2) Hace poco más de doscientos años nuestra prócer,
la enérgica Mariquita Sánchez, se declaró en rebeldía
contra esta norma pero debió sufrir encierro y conmover (3) El hombre no se consideraba obligado a “dominar
al propio Virrey para rechazar el matrimonio concertado sus instintos”, por lo que se toleraba socialmente que tu-
por su padre y unirse a su amado Martín Thompson. viera concubinas, barraganas y “casas chicas”, sin hablar
Finalmente, poco a poco y con una lentitud dejado de escandalizar a la mayoría, se ha con-
exasperante, la visión de la sociedad acerca de vertido en una eventualidad normal de cual-
la relación entre el hombre y la mujer fue cam- quier familia, hasta tal punto que los jóvenes
biando; no tanto por la reflexión sensata como prefieren a menudo prescindir lisa y llanamente
por la modificación de las condiciones econó- del matrimonio, para asumirlo acaso más tarde
micas, sociales y hasta tecnológicas. Las dos como la coronación de una larga convivencia.
guerras mundiales abrieron a las mujeres las Las familias ensambladas dan lugar a que —bio-
puertas de la actividad industrial, lo que tra- logía y ley aparte— cada niño tenga varios pa-
jo un embrión de independencia económica; dres y madres y las personas adultas adquieran
coincidentemente, el divorcio empezó a ser más con facilidad hijos ajenos. Si esto sucede con un
aceptado como un remedio para la extinción del vínculo tan central, se hace inútil ya hablar de
amor. Y más tarde los anticonceptivos liberaron cuñados y ex cuñados, suegros, ex consuegros,
a las mujeres (no a todas, por motivos económi- yernos o nueras pretéritos, sobrinos de la más
cos y culturales) de las cadenas que condiciona- diversa procedencia, abuelos y tíos al por ma-
ban su sexualidad a la procreación. yor mezclados con el nuevo novio de la mamá,
Mientras tanto, sucesivas reformas legislati- la tercera pareja del papá y algunos jóvenes que,
vas fueron equiparando los derechos patrimo- después de conocerse íntimamente, todavía no
niales de los esposos. Si el Código Civil concedía saben si están de novios porque no recuerdan el
al marido un poder casi omnímodo sobre los nombre de su significant other.
bienes de su cónyuge (artículos 1226 y 1276),
Algunos juzgan estos cambios como escan-
la ley 11.357 (Adla, 1920-1940, 199) reconoció
a la mujer capacidad civil, la 17.711 (Adla, XX- dalosos, mientras la mayoría, en la lucha por
VIII-B, 1810) le concedió la libre administración su propia subsistencia, se habitúa a convivir
de ciertos bienes y la ley 25.781 (Adla, LXIII-E, con ellos. Yo no me propongo aquí criticarlos ni
4957) estableció la administración conjunta, aprobarlos, sino sólo preguntar si no es hora de
también para algunos bienes adicionales. Es cu- que el pensamiento jurídico tome nota de lo que
rioso que esta evolución haya ido detrayendo de sucede. En efecto, si consideramos la situación
a poco el poder marital sin considerar sistemá- con alguna perspectiva menos ideológica que
ticamente su abolición y dejando por lo tanto la que suele emplearse en temas de esta clase,
algunos residuos de él, pero el hecho es que la podríamos preguntarnos qué función cumple
sociedad conyugal, aquella unión permanente en nuestros días la familia como institución ju-
de todos los bienes que proviene de los orígenes rídica, frente al estado de la familia como insti-
de la institución familiar, tiene hoy un conteni- tución social.
do mucho más módico.
No estamos, en efecto, frente a una degrada-
Acaso la propia sociedad conyugal esté per- ción de las costumbres, idea ésta que presupone
diendo justificación social a favor del mayor re- un estado paradigmático al que es preciso re-
conocimiento de la independencia económica tornar: la evolución económica, social y tecno-
de los cónyuges, sin perjuicio de sus obligacio- lógica viene operando desde hace tiempo sobre
nes recíprocas y respecto de los hijos; pero esta las conciencias, de tal manera que no hay vuelta
evolución es todavía un pálido reflejo del cam- atrás posible. Hombres y mujeres siguen encon-
bio de las costumbres sociales y de la obsoles- trándose, amándose, conviviendo, procreando
cencia de las taxonomías y categorías jurídicas y alejándose, pero no se ajustan a la taxono-
que en un tiempo servían para designarlas y mía tradicional con el fervor de antaño. Es que
encuadrarlas. El divorcio, que hace mucho ha ese ajuste es impuesto cada vez menos por las
condiciones materiales, que fueron la base pri-
de la muy extendida costumbre prostibularia, en tanto mitiva de la institución, y más por razones senti-
la mera sospecha de que la mujer tuviera una aventura mentales que hacen de aquella institución algo
extramatrimonial la arrojaba al descrédito público. Un
vestigio de esta concepción, que sólo recientemente fue parecido a un traje de domingo que, aunque
eliminado, era el delito de adulterio, desigualmente tipi- conserva su brillo, muchos encuentran un poco
ficado en el artículo 118 del Código Penal. incómodo.
Ricardo A. Guibourg • 79
Familia
Como este cambio está produciéndose toda- Es posible que estas sugerencias se conside-
vía y aún no ha alcanzado a todos los grupos ren excesivas, imprudentes y hasta perversas.
de la sociedad, es tiempo para planificar insti- Tal vez se juzgue preferible adoptar un rumbo
tuciones civiles que coincidan mejor con esa diverso. Pero el hecho es que el conjunto de las
evolución. Una buena idea puede ser indepen- personas ya no responde a las clasificaciones ci-
dizar el patrimonio del matrimonio y asegurar
a cada individuo en todo momento la libre ad- viles y hace surgir espontáneamente otras que
ministración y disposición de sus propios bie- siguen su curso, impulsadas por los sentimien-
nes, sin perjuicio de las obligaciones solidarias tos y enmarcadas por las condiciones sociales,
derivadas de la convivencia y de los deberes de sin pedir permiso a los legisladores ni a los jue-
los progenitores respecto de sus hijos. Y otra ces. ¿Trataremos de reprimir esas conductas?
buena idea sería abolir el concepto jurídico de ¿Buscaremos ignorarlas, acaso con una toleran-
“estado civil”, suprimir toda distinción o discri- cia desdeñosa? Cualquiera de estas actitudes
minación legal entre varones y mujeres, salvo en puede ser mantenida o adoptada desde el po-
cuanto la biología lo haga indispensable, y res- der político; pero conviene recordar que la reali-
petar la inclinación de cada uno a convivir o a
dejar de convivir con quien le parezca como una dad termina siempre por imponerse: el derecho
elección personal que se adopta de a dos, en la puede oponer alguna resistencia durante un
que cada persona se haga responsable frente a tiempo, pero a la larga debe adaptarse a las cos-
la otra (y, claro, frente a los hijos) por las conse- tumbres para mejor encauzarlas o bien resig-
cuencias fácticas de aquella decisión conjunta. narse a ser exhibido como una pieza de museo.
Ricardo A. Guibourg • 81
Privacidad
Es, pues, cada vez más difícil mantener esa En estas condiciones, echemos a volar nues-
privacidad que tanto queremos defender. El fe- tra imaginación hacia una situación extrema:
nómeno fue detectado ya hace tiempo: desde que un día todas nuestras acciones, presentes y
mucho antes que se extendiera el uso de la in- pasadas, puedan ser vistas por cualquiera; que,
formática, llegó a popularizarse la alarma por la en algún tiempo, incluso nuestros pensamien-
facilidad de acceso a la información privada (2). tos sean transparentes para nuestros interlo-
Pero desde entonces los medios para ejercer cutores. Semejante situación no sería otra cosa
ese acceso se han multiplicado en potencia y que una terrible pesadilla: más allá de la lesión
en alcance, así como sus costos han disminui- a nuestro pudor, que probablemente acabaría-
do vertiginosamente. No sólo hay un inevitable mos por asumir como un mal menor, muchas
intercambio informático de los datos que algu- familias quedarían destrozadas, numerosos
na vez hayamos suministrado voluntariamente: amigos se abandonarían disgustados entre sí,
para revelar lo que queremos mantener oculto las relaciones de trabajo se volverían insufribles.
también existen los grabadores minúsculos, los En el ámbito jurídico se perdería gran parte de
micrófonos direccionales y las imágenes sateli- lo que hoy se considera garantía de la defen-
tales. En la práctica, casi cualquiera puede en- sa, toda reserva de las actuaciones judiciales y
terarse de casi cualquier información acerca hasta de la deliberación interna de cada magis-
de casi cualquier persona con sólo poner algún trado; en el ámbito político, la mayor parte del
empeño e invertir en ello una reducida cantidad diálogo y probablemente toda la propaganda
de dinero. serían invalidados.
Al mismo tiempo, el cuidado de las personas Si semejante caos nos amenaza ante la pers-
por su propia privacidad va disminuyendo. Un pectiva de que cada uno quede en condiciones
símbolo de esta ampliación de lo público es el de conocer toda la verdad acerca de los demás,
auge de los reality shows, donde ciudadanos nos veremos obligados a admitir que nuestra
voluntarios se exponen a ser filmados constan- sociedad reposa sobre la hipocresía y el disimu-
temente durante semanas enteras. Otro es la lo. Ciertamente, el derecho de defensa en juicio
proliferación de las cámaras de seguridad, que es explícitamente asumido por las leyes como la
nos vigilan cuando operamos en un cajero auto- impunidad del ocultamiento. Pero toda la vida
mático, cuando hacemos una compra o cuando de relación entre las personas se ve también
simplemente andamos por la calle. acolchada por una dosis de mentira que juzga-
mos saludable. Oímos “el doctor Fulano se en-
No es mi propósito ahora quejarme por esta cuentra en una reunión fuera de la oficina”, “al
evolución de la técnica y de las costumbres, sino candidato Mengano le falta experiencia” o, in-
proponer una reflexión acerca de ella. versamente, “está sobrecapacitado para el car-
go”; “despreocúpese, que ya mismo me ocuparé
En efecto, los datos, actividades y situaciones de su problema”, “Zutano es un hombre que me-
que llamamos privados no lo son por naturale- rece toda nuestra consideración”; “voy a decirle
za, sino porque, y en la medida en que colecti- esto con todo respeto”; “estoy siempre dispuesto
vamente, queremos mantenerlos en reserva. Si al diálogo”; “no tema, que esta medida es sólo
reclamamos esa privacidad es generalmente temporal”; “sí, señor, mañana mismo iremos
porque tememos el juicio de terceros. En otras a reparar su televisor”; “puedo garantizar que
palabras, nos avergonzamos de lo que quere- ninguna consideración de orden personal se in-
mos ocultar (3). terpondrá en el cumplimiento de mi deber: no
importa que Perengano sea amigo de mi cuña-
(2) Cfr. PACKARD, Vance, “La sociedad desnuda”, Su- do”.
damericana, Buenos Aires, 1965. Las obras de este autor,
agudamente críticas, eran ampliamente conocidas y co- No siempre creemos estas mentiras piadosas,
mentadas en la década de 1960. pero a menudo hacemos como si las creyéramos
(3) En este sentido, un sinvergüenza es el que no siente
vergüenza de aquello de lo que debería avergonzarse, en porque hacemos lo que no debemos o porque hacemos
tanto el pudor consiste en avergonzarse de hechos líci- lo que no debe ser visto, nos avergonzamos de la vista del
tos que no deberían ser conocidos por terceros. Ya sea prójimo puesta en nuestra privacidad.
a condición de que nuestras propias mentiras lla perdida de antemano frente al avance de los
reciban tratamiento semejante; este tratamien- medios técnicos.
to recíprocamente hipócrita sirve para que cada
quien salve la cara y el mundo siga su curso real, ¿Qué haremos mientras tanto? La humanidad
movido por una diversidad de motivos inexpre- está ahora justificadamente preocupada por el
sados, respecto de los cuales las sospechas sólo agotamiento del petróleo y por el encarecimien-
se cuchichean. to de los alimentos. Así como busca fuentes al-
ternativas de energía y procura una solución
El punto a destacar es que esta aproximada para la subsistencia, convendría que previera el
tranquilidad del engaño está perdiendo poco agotamiento de la privacidad y buscara también
a poco su fundamento de hecho, que consiste un sustituto para la hipocresía, o al menos para
una buena parte de ella. Tal vez los seres huma-
en las dificultades subsistentes para averiguar
nos puedan encontrarse unos con otros en el
la verdad. Tal vez esté lejos aún el momento en
medio del camino: aceptar a los demás un poco
el que podamos leer los pensamientos ajenos;
más como son y, a la vez, tratar de ser un poco
pero está desoladoramente cerca el tiempo en más como los otros puedan aceptarnos. Es algo
que no podremos ocultar nuestras acciones, difícil de hacer, aunque fácil de decir. El mun-
que no son sino el reflejo de nuestros verdade- do viene pregonando todo esto desde hace si-
ros pensamientos. Y, contra esto, poco y nada glos, pero el remedio se ha visto afectado por la
puede hacer el derecho. Como el problema re- misma dificultad que debería intentar remediar.
side en la evolución de la tecnología, cualquier Acaso la perspectiva de que la cobertura acabe
prohibición caería fácilmente en la ineficacia: por perderse pueda incentivar el trazado de más
sólo cabe esperar que todo acabe por suceder. El sinceras convenciones acerca de las conductas
loable intento de mantener la reserva de datos y, para el trecho que quede sin cubrir, el uso real
personales sensibles, por ejemplo, es una bata- de la tolerancia.
Ricardo A. Guibourg • 83
Autonomía de la voluntad (*)
En un artículo publicado en La Ley, Atilio Al- te en beneficio del contratante cuya voluntad
terini señalaba certeramente que la autonomía se limita (3); algunas formas de la publicidad
de la voluntad es un concepto que se halla en (mensajes subliminales, sorteos con obliga-
crisis y comparaba esa situación con juicios de ción de compra, remisión de mercaderías no
Kant y de Fouillée, para quienes es imposible ser solicitadas) se hallan limitadas para evitar ma-
injusto con uno mismo y, por lo tanto, lo con- nipulaciones de la voluntad en el período pre-
tractual es siempre justo (1). contractual (4).
Aquella tradicional concepción, parte inse- Si admitimos que la libertad puede ser mal
parable del credo liberal, reposa sobre dos pre- empleada, que un contratante puede ser en-
misas: que el ser humano tiende a obrar según gañado a medias (pero no tanto como para
sus propios intereses y que, cuando se ve libre configurar un vicio de la voluntad) por formas
de perseguirlos, jamás acepta una condición especialmente arteras de la propaganda (¿acaso
onerosa si no juzga (a su propio riesgo) que la propaganda no es siempre artera, en alguna
obtendrá a cambio un beneficio por lo menos proporción?) y que un contratante puede abu-
equivalente. sar de la necesidad del otro, o de su inadverten-
cia, o de su inercia para quejarse cuando el daño
Esa idea, en principio sensata, conduce a pro- es individualmente escaso, ¿no estamos intro-
clamar la plena validez de los actos jurídicos duciendo en nuestra apreciación de las bases
que se llevan a cabo con voluntad, libertad y del contrato un factor de gradualidad? Según
discernimiento. La primera condición es reque- este factor, no es posible decir en derecho que la
rida para que el acto tenga un autor; la segunda, libertad, la voluntad y el discernimiento existen
para que los actos de ese autor —considerado o no existen simplemente en un caso concreto,
capaz— sean normalmente relevantes para el sino que cada uno de ellos se halla presente en
derecho; la tercera, para garantizar que el autor el caso en grado suficiente o insuficiente para
del acto ha estado en condiciones de escoger la garantizar la validez del contrato.
línea de conducta que le pareciera más conve-
niente. Esta circunstancia no es por sí sola inconve-
niente; después de todo, dieciocho años son
Tales condiciones, profundamente enraiza- suficientes para votar y veintiuno para adquirir
das en la tradición romanista, jamás se ponen un inmueble (5). Pero tener más o menos edad
en duda cuando se reflexiona desde el derecho que cierto límite es algo fácilmente comproba-
común; pero la práctica ha puesto de resalto una ble mediante elementos de juicio oponibles a
y otra vez su insuficiencia. Así, el derecho de la cualquiera, en tanto la suficiencia de las condi-
tecnología (como el de los contratos de equipa-
miento informático) pone en cabeza del provee- (3) Cfr. arts. 11 a 15 de la Ley de Contrato de Trabajo
dor asesorar a su co-contratante a fin de mejorar (t.o. 1976) (Adla, XXXVI-B, 1175).
su discernimiento (2); el derecho del trabajo (4) Cfr. ley española 34/1998. La ley argentina 22.802
emplea el orden público para limitar la liber- prohíbe también algunas de estas prácticas.
tad de contratación del trabajador precisamen-
(5) Relación numérica que, si se supone fundada en
la madurez atribuida a la edad, permite inferir que el
(*) Cfr. Cita online: TR LALEY AR/DOC/2974/2008. derecho está más preocupado por la sensatez en el mer-
(1) ALTERINI, Atilio A., “Los pilares del contrato mod- cado inmobiliario que en el acierto en la elección de los
erno”, en LA LEY del 26/05/2008. gobernantes. A su vez, los límites cuantitativos impuestos
por la ley han sido puestos en tela de juicio en algunos ca-
(2) Cfr. GUIBOURG-ALENDE-CAMPANELLA, “Man- sos (cfr. CSJN, 06/11/80, “Saguir y Dib, Claudia Graciela
ual de informática jurídica”, Astrea, Buenos Aires, 1996, s/autorización”, LA LEY, 1981-A, 401; CSJN, 03/05/2005,
págs. 225 y ss. “Cantera Timoteo SA c. Mybis Sierra Chica S.A. y otros”.
ciones del contrato se halla sujeta a la peor de do, sabido o querido averiguar. ¿Qué grado de
las vaguedades, que es la vaguedad de base va- conocimiento del contenido del contrato consi-
lorativa. deraremos bastante para afirmar que un sujeto
tuvo discernimiento a la hora de contratar? Di-
Veámoslo de este modo. Todo contratante tie- cho de otro modo, ¿hasta dónde llegamos a to-
ne cierto conocimiento acerca del objeto y de lerar el conocimiento siempre incompleto del
las circunstancias del contrato que concierta. contratante?
Pero ninguno sabe todo sobre aquellas circuns-
tancias (que son infinitas). Es más, ni siquiera Es bastante raro que alguien nos obligue a
conoce todo lo que le convendría saber, como contratar apuntándonos con una pistola. Pero,
la exacta calidad de los bienes y servicios que de esa gravedad hacia abajo, muchos motivos
adquiere, o el modo como ellos satisfarán en diversos pueden determinar nuestro consenti-
los hechos sus necesidades reales presentes y miento. Tal vez se trata de la compra de un tra-
futuras, o la real solvencia presente y futura de tamiento médico que puede salvarnos la vida. O
un adquirente a crédito. ¿Qué grado de cono- de un servicio público necesario para la subsis-
cimiento hemos de valorar como suficiente, y a tencia civilizada, que se presta en condiciones
partir de dónde diremos que faltó discernimien- de monopolio u oligopolio. O de un crédito sin
to? En otras palabras, ¿dónde empezamos a des- el cual no podremos cumplir ciertos compromi-
aprobar la situación? sos extraordinarios e inevitables. O de un nego-
cio tan bueno o malo como cualquier otro, para
Cuando contratamos, todos ejercemos la vo- el cual hemos sido seducidos por el vendedor
luntad; a veces mediante la búsqueda activa de mediante agasajos, ligámenes y perspectivas
la contratación y la comparación concienzuda que nada tienen que ver con el contrato mismo.
de ofertas comparativas; otras, por la acepta- O bien se trata de un telemarketer implacable,
ción más o menos distraída de una oferta, la ad- que no sabemos cómo sacarnos de encima sin
quisición psicológicamente compulsiva frente parecer groseros. Es más: si nos hallamos fren-
a las atractivas góndolas de un supermercado o te a un negocio sumamente conveniente, pro-
por pereza de devolver un producto recibido “a pio de nuestra actividad y mucho más ventajoso
prueba”. O, incluso, mediante el programa intro- que cualquier otro que pudiéramos concertar,
ducido en una computadora para que concier- ¿cuánta libertad nos queda para aceptarlo o
te en nuestro nombre, en ciertas condiciones, rechazarlo? Porque hay que reconocer que la
contratos de los que ni siquiera tenemos noti- presión que esas ventajas ejercen sobre nues-
cia previa. ¿Qué grado de compromiso volitivo tro ánimo es casi equivalentes a las del primer
juzgaremos suficiente para decidir que hubo vo- supuesto; si no en dramaticidad, al menos en la
luntad de contratar? En otras palabras, ¿en qué posibilidad de predecir nuestro acuerdo con el
punto empezamos a desaprobar lo ocurrido y mismo grado de certeza.
dejamos de hacer responsable al contratante
por su propia actitud? De ese modo, ¿cuánta libertad estimamos su-
ficiente para afirmar que la tuvimos? Y, lo que es
Al contratar, todos tenemos alguna idea de lo todavía más complejo, ¿a qué llamamos libertad
que estamos haciendo. A veces estudiamos cui- en este contexto? Si la libertad consiste en la au-
dadosamente el mercado y elegimos la oferta sencia de presiones sobre la voluntad, la liber-
que mejor nos cuadra. Otras veces decidimos tad no existe nunca, porque nuestros motivos,
aceptar una oferta a modo de ensayo, para con- aun los más razonables, no son otra cosa que
certar otras contrataciones semejantes si el re- presiones externas (o internas derivadas a su vez
sultado de la primera es satisfactorio. Otras más de otras externas remotas, como la educación),
cedemos ante la insistencia de un vendedor es- frente a las cuales nuestra voluntad reaccio-
pecialmente hábil o cargoso, u omitimos leer na mediante una decisión determinada a par-
la letra pequeña que, invariablemente, reduce tir del peso psicológico resultante del conjunto
y limita nuestro beneficio. Casi nunca tenemos de motivos. Tenemos conciencia de algunos de
cabal conocimiento de todas las ventajas y des- esos motivos, mientras que el resto permanece
ventajas que el contrato ha de reportarnos en por debajo del nivel consciente como la masa
relación con otras ofertas que no hemos podi- del témpano que flota en el mar. Acaso llama-
Ricardo A. Guibourg • 85
Autonomía de la voluntad
mos orgullosamente nuestra libertad de decidir Las reflexiones que anteceden no van dirigi-
al hecho de que ejercemos la voluntad guiados das a menoscabar la teoría del contrato, sino a
por circunstancias mayoritariamente ignotas. sugerir que lo que puede apreciarse como su
actual crisis proviene de que la conciencia de
Más comprensible es que llamemos libertad al
ciertos hechos nos obliga ahora a confrontar el
hecho de no hallarnos sujetos a constricciones
físicas evidentes o a amenazas graves igualmen- significado de los vocablos que desde hace ya
te evidentes. La situación —pese a la habitual muchos siglos empleamos para enunciarla. Las
asimilación que se les asigna en el lenguaje jurí- palabras son tan vagas como nuestra necesidad
dico— no es idéntica en ambos supuestos: en el de comunicación lo soporta; nuevas circunstan-
primero, la voluntad carece de efectos prácticos cias (en este caso, una distinta conciencia social
por falta de control de la voluntad sobre los he- y la irrupción de la tecnología) pueden requerir
chos o las conductas; en el segundo la voluntad mayores precisiones en términos que durante
determina precisamente la conducta pero, a su mucho tiempo hemos venido usando sin ma-
vez, se halla motivada por una amenaza ante la yores sobresaltos. Cuando descubrimos que la
cual cualquiera de nosotros se rendiría o, por lo teoría ya no sirve tan ajustadamente de marco a
menos, ninguno de nosotros estaría dispuesto a
la práctica, probablemente advirtamos también
reprochar que el agente concreto se rindiese. En
este aspecto, la falta de libertad no es una im- que, acunados por la añeja armonía del lengua-
posibilidad absoluta, sino un precio demasiado je conocido, habíamos atribuido a las palabras
alto a pagar por el ejercicio de la voluntad ante- un correlato ontológico que ahora se revela va-
rior al nuevo estímulo, estimación que conduce riable. Ésa es la hora propicia para redefinir los
al agente a modificar su voluntad para plegar- términos con mayor precisión, hacer el esfuer-
la a la del autor de la amenaza y al observador zo de separar en lo posible los significados cog-
a juzgar que ese plegamiento fue groseramente noscitivos de los efectos emotivos y reconstruir
inevitable para el agente. Este último punto es nuestra teoría, acaso sobre planos similares,
importante, así como el adverbio subrayado, pero con materiales más actualizados, y volver
porque muestra que, en ciertos casos, la liber- a aplicarla hasta que nuevos acontecimientos
tad o la falta de libertad para contratar no son
reclamen otra vez su revisión. En este proceso
otra cosa que nombres que ponemos a ciertos
juicios morales acerca de los motivos. ¿Acaso — de la más indudable utilidad práctica, puede ser
como dije antes— la perspectiva de una transac- muy conveniente reconocer y poner en prácti-
ción ventajosa y segura no actúa sobre la mente ca avances que la filosofía en general y la teoría
del agente con tanta eficacia como la amenaza del derecho en especial han aportado al pensa-
de un mal inminente? miento humano durante los últimos cien años.
Ricardo A. Guibourg • 87
Desaprobar e indignarse
bado. Muchas personas desaprueban las condi- allí; que la muerte de tantos ciudadanos ira-
ciones en las que los detenidos pasan sus días quíes tendiera a considerarse un daño colateral
en las cárceles, pero reservan su indignación menos relevante, aunque sin duda lamentable,
para el intruso que esta mañana se les intercaló y que el juicio moral de cada estadounidense
en la cola de los que esperaban el colectivo. respecto de la invasión —por claro o sincero que
fuese— sirviera apenas como un decorado del
Esta observación permite advertir un segun- escenario en el que se movía la indignación por
do nivel de la actitud moral que se superpone la suerte de sus compatriotas. Otro ejemplo, me-
al anterior sin mezclarse necesariamente con él: nos dramático, pero más cercano, es la situación
frente a una acción cualquiera, la juzgamos en de un porteño que compra un diario de Mon-
una escala que recorre diversos grados de apro- tevideo, o viceversa: encontrará que, a doscien-
bación o desaprobación, pero también nos sen- tos kilómetros de su casa, los principales hechos
timos emocionalmente motivados por ella en que importa conocer, juzgar y debatir son com-
diversos grados que se encuentran entre el en- pletamente distintos de los que él considera in-
tusiasmo y la ira. Parece cierto que grados eleva- teresantes.
dos de aprobación o desaprobación facilitan la
producción de reacciones emotivas personales; El fenómeno está cobrando una influencia
pero es claro que esta relación no es necesaria ni creciente en la vida política y, por lo tanto, en la
mecánica, porque el compromiso personal de- visión de las personas acerca del contenido y de
pende, más que nada, del modo como la acción la aplicación del derecho. Cada vez que se pro-
afecte al observador. duce un desastre en el que mueren varias per-
sonas, las familias de las víctimas emprenden
Así, es posible imaginar a cada observador ro- una cruzada para que la tragedia no se olvide,
deado por varios círculos concéntricos, defini- para que los culpables sean castigados con todo
dos y vagamente delimitados por las actitudes el rigor de la ley y para que, si la ley no es sufi-
emotivas del propio observador. Puede conjetu- ciente para eso, se la interprete, se la modifique
rarse que en el más estrecho está la familia in- o se la sustituya por adecuados e inmarcesibles
mediata; en el que sigue, el resto de su familia principios capaces de “hacer justicia” a sus se-
y sus amigos; en otro, las personas conocidas res queridos. Los demás espectadores compar-
por las que se siente algún afecto; más afuera, ten probablemente la desaprobación, pero no
las personas desconocidas pero vinculadas con sienten en igual medida la indignación: asien-
el observador por su pertenencia a un mismo ten en silencio y muy pronto empiezan a pensar
grupo (nacional, étnico, religioso, lingüístico, en otra cosa.
vecinal o de simpatía por un equipo de fútbol).
Y en el espacio exterior se sitúan quienes no tie- No es ahora mi propósito aprobar ni desapro-
nen con el sujeto ninguno de esos vínculos. El bar las actitudes de unos o de otros, sino señalar
observador es capaz de aplicar sus criterios de la fuente probable de sus diferentes actitudes.
aprobación o desaprobación a cualquier acto Por cierto, unos y otros podrían dirigirse recí-
cometido o sufrido por individuos de cualquie- procamente epítetos peyorativos: los más acti-
ra de esos círculos, pero la fuerza con la que vos serían tildados de obsesivos o vengativos;
aplique esos criterios se ve potenciada hacia el quienes se limitan a juzgar pasivamente, de in-
centro y disipada hacia la periferia. A partir de diferentes, tibios o poco solidarios. Pero, entre
cierto punto, el sujeto no se siente inclinado e estos extremos, hay una gama de matices que,
ejercer su juicio, lo que equivale en sus efectos a su vez, también podrían juzgarse moralmen-
prácticos a una completa indiferencia, por más te. ¿Hasta qué punto deberíamos llevar nuestra
que el sistema de criterios adoptado por el ob- solidaridad (es decir, extender nuestro compro-
servador conduzca claramente a su aprobación miso hacia los círculos externos)? ¿Deberíamos
o a su desaprobación. organizar manifestaciones públicas para expre-
sar nuestro desacuerdo con los secuestros en
Un ejemplo público de todo esto, tomado de Colombia? ¿Para exigir un régimen republicano
la actualidad mundial, es el hecho de que el de- en Arabia Saudita? ¿Para protestar por el ham-
sarrollo de la guerra de Irak haya estado influido bre en África? ¿Deberíamos emular a la Madre
por el número de norteamericanos que morían Teresa e ir a cuidar indigentes en Calcuta? ¿O
es mejor que nos quedemos a educar a nues- jamás haya sido detenido por la policía? Si afir-
tros hijos? En este último supuesto ¿convendría mamos que cualquier alza de los costos labora-
que al menos hiciéramos algo también por los les puede ocasionar un descenso en los niveles
chicos que duermen en la calle cerca de nuestro de inversión, por lo que propiciamos una inter-
hogar? ¿Hasta qué punto juzgamos acertado o pretación restrictiva de una ley del trabajo, ¿qué
errado al padre de San Francisco de Asís cuan- tiene que ver con eso que seamos propietarios
do se quejaba amargamente de la prodigalidad de una pequeña empresa, o que lo sea alguno de
de su hijo?
nuestros conocidos? (5)
No tengo, para estas preguntas, una respuesta
Nótese que no estoy diciendo aquí que nues-
que pueda satisfacer a todos. Entre otras cosas,
porque ni siquiera estoy seguro de qué quiere tra situación personal incida en nuestros cri-
decir, para todos, “deberíamos”. Pero parece un terios valorativos, cosa que sin embargo creo
hecho que, aparte de que cada uno de nosotros probable. Lo único que afirmo ahora es que,
tiene su propia versión (acaso compartida por sean cuales fueren esos criterios, la elección de
otros) de lo que está bien, mal o peor; aun cuan- los problemas a los que prestamos atención, el
do todos compartiéramos un mismo sistema de énfasis con el que expresamos nuestro juicio y
criterios para el juicio moral, cada uno estaría la intensidad con la que reaccionamos luego de
más o menos dispuesto a ejercerlo y se sentiría juzgar son —por lo general— una consecuencia
más o menos comprometido con su propio jui- directa de nuestra cercanía emocional respecto
cio de una manera diferente, porque diferente del hecho que apreciamos.
es la situación personal de cada uno frente a un
mismo hecho y diversa la distancia afectiva que No es lo mismo, pues, desaprobar que in-
lo separa de él. dignarse, como no es lo mismo aprobar que
entusiasmarse. Si distinguiéramos esta sutil di-
Esta reflexión parece un marco adecuado
ferencia y prestáramos atención introspectiva
para formularnos algunas preguntas inquietan-
a los motivos personales de esa modalidad de
tes. Cuando expresamos nuestra desaprobación
por los paros en los subterráneos con más fuer- nuestros estados mentales, tal vez comprende-
za que la que nos inspiran los cortes de calles, ríamos mejor a los demás, moderaríamos al-
¿en qué proporción incide el hecho de que use- gunos de nuestros impulsos y seríamos menos
mos precisamente ese medio de transporte para propensos, en el campo de la interpretación ju-
ir a trabajar, en lugar de llegar al centro en auto- rídica o en la adopción de una doctrina legal en
móvil? ¿O que no seamos nosotros mismos tra- lugar de otra, a tomar por verdad evidente el cri-
bajadores del transporte? Cuando reclamamos terio que más nos emociona.
mano dura contra la delincuencia, ¿hasta dón-
de nos impulsa que nuestro negocio haya sido (5) Desde luego, esta pregunta también puede formu-
asaltado dos veces y que, además, nuestro hijo larse en sentido inverso.
Ricardo A. Guibourg • 89
¡Abre la muralla!
¡Cierra la muralla! (*)
Muros y barreras, vallas, rejas y paredes sir- Hace sesenta años, las puertas de las casas
ven siempre el propósito de impedir el paso. sólo se cerraban por la noche; ahora se ven, aun
Los muros de las prisiones, así como los cerra- de día, enrejadas y aseguradas con cerrojos, lu-
mientos de cintas en los aeropuertos, tratan de ces y cámaras de vigilancia. Eso sucede porque
impedir, con mayor o menor resistencia, que en otro tiempo no temíamos tanto que otras
las personas salgan de donde se las quiere re- personas entrasen en nuestra vivienda con fines
tener. Las paredes de una casa, para impedir hostiles y ahora, en cambio, muchos viven el te-
que entren personas no autorizadas (las que no rror de ser asaltados por octava vez.
dispongan de llave o de la buena recepción del
En el marco de la oposición seguridad-inse-
morador). Las cercas de los barrios cerrados son guridad se discute mucho acerca del grado ma-
como paredes colectivas que —sólo hasta cier- yor o menor de justificación de aquel miedo. No
to punto— aseguran que los vecinos no sean es mi propósito tratar ahora ese tema, sino exa-
robados ni asesinados, sino, en la peor de las minar la función y las perspectivas del miedo en
circunstancias, por sus amigos y conocidos. Las la convivencia.
barreras de los peajes procuran recaudar la con-
tribución de quienes quieran trasponerlas. Las El miedo nos hace huir: miles de argentinos
fronteras de los Estados buscan evitar el ingreso emigraron en varias ocasiones de nuestra histo-
de indeseables, como las paredes de una casa, ria para escapar de persecuciones cada vez más
pero en ciertas ocasiones pretenden impedir la peligrosas.
salida de los propios ciudadanos: en ese caso se
parecen a los muros de una cárcel. El miedo nos hace defendernos: por eso se
blindan las puertas, se enrejan las plazas, se
En todos los supuestos, la actitud de impe- contrata personal de seguridad.
dir el paso tiene por motivo el deseo de obtener
El miedo nos hace odiar a aquellos a quie-
alguna conducta de las personas: activa, como nes tememos: por eso se llevó a cabo la llamada
pagar peaje, o pasiva, como no salirse de la fila, Conquista del Desierto, se fusiló a los huelguis-
no interferir con los moradores de la casa, no tas de la Patagonia, se produjeron el Holocaus-
convivir con la “gente decente” que circula en li- to nazi y la sudamericana Operación Cóndor,
bertad, no competir por puestos de trabajo con así como se han emprendido en el mundo gue-
los nacionales, no traer consigo costumbres, rras preventivas. Estas actividades suelen re-
tradiciones y (sobre todo) necesidades diferen- vestirse de palabras más nobles, pero, si por un
tes, no unirse en el exterior a grupos disidentes. momento apartamos los ojos del miedo a los se-
Una excepción es el piquete, que no pretende mejantes, entenderemos la fruición sádica con
nada de los afectados, sino crear una molestia la que se publicitan los insecticidas: odiamos a
tan grande que atraiga la atención de la prensa los mosquitos, porque tenemos miedo de que
y genere preocupación en los gobernantes. Si en nos piquen y, como no nos sentimos limitados
la mayoría de los casos la molestia del individuo frente a ellos por prurito solidario alguno, deci-
es el precio de la cerradura, en éste la barrera es mos frente a cualquiera que los queremos bien
el precio de la incomodidad, con la que se persi- muertos. Muchos dijeron en público algo seme-
gue un fin ulterior a despecho de Kant. jante respecto de seres humanos. Demasiados
lo dicen todavía, aunque en privado.
(*) Cfr. La Ley, 01/04/2011, p. 1. LA LEY, 2011-B, 1205. Por cierto, todo el derecho puede concebirse
Cita online: TR LALEY AR/DOC/811/2011. a su vez como un complejo sistema de barreras,
murallas, puertas, cerraduras y llaves que no ellos equivalente al otorgamiento de una llave
son materiales, sino conceptualmente construi- para abrir una puerta, sólo por una vez) son evi-
das y dotadas de la fortaleza que la opinión pú- dentemente más poderosos.
blica les confiera. Cuando esa fortaleza flaquea,
cuando los ciudadanos ya no se sienten sufi- Aunque sólo sea como ejercicio mental, po-
cientemente protegidos por la ley, recobran im- dríamos formularnos una serie de preguntas
portancia las restricciones materiales y aparece frente a cada puerta, a cada barrera y a cada
el sálvese quien pueda de la seguridad, incluso muro. Esas preguntas pueden agruparse en dos
elevada al rango de fetiche. segmentos: el instrumental y, por así decirlo, el
de fondo.
De un modo o de otro, el miedo gobierna
nuestras reacciones: mientras huimos concebi- En el aspecto instrumental, ¿de quién tene-
mos propósitos de venganza para nuestro ego; mos miedo? ¿Qué tememos perder? ¿Qué valor
cuando nos defendemos, llegamos hasta la se- tiene eso para nosotros? ¿Cuánto interés pue-
gregación; cuando odiamos, pretendemos el de tener esa persona o conjunto de personas en
exterminio. No condenamos moralmente a los causarnos tal perjuicio? ¿Qué probabilidad hay
mosquitos, —aunque los matemos— porque de que lo cause, multiplicada por la gravedad
después de todo son animales y pican para sub- del hecho eventual?
sistir, pero sí a los humanos que a veces —no
siempre, pero a veces— nos agreden para sub- En el aspecto de fondo, ¿de dónde nace el in-
venir a sus necesidades naturales, adquiridas o terés o deseo de nuestro eventual adversario?
aun inculcadas por la propia sociedad en la que ¿Qué valor tiene para él el resultado que espera
todos vivimos. Tal vez podríamos administrar obtener del perjuicio que nos cause? ¿Qué justi-
racionalmente nuestro miedo y reducir el volta- ficación podemos encontrar —y oponer públi-
je de nuestro odio si examináramos el problema camente a sus deseos— para tener y conservar
en un horizonte más amplio. aquello que tememos perder? ¿En qué medida
o condiciones encontramos en nuestra concien-
El que quiere pasar de un lado a otro de cual- cia esa justificación?
quier límite lo hace porque entiende satisfacer
con eso un deseo, que es el motivo obvio de Como corolario de las respuestas que poda-
cualquier acción de cualquier persona. Cuan- mos dar a los interrogantes anteriores, pue-
to mayor sea la fuerza con la que le cerremos den formularse nuevas preguntas: ¿es posible
el paso, mayor es el miedo que tenemos de esa reducir la diferencia entre nuestro deseo de
persona y mayor es el nivel de deseo que quere- conservar el bien que apreciamos (vida, in-
mos contrarrestar. Por ejemplo, frente a los mos- tegridad, libertad, patrimonio) y el deseo de
tradores de los aeropuertos se ordenan las filas nuestro eventual adversario de obtener el re-
de viajeros con un laberinto de cintas. Se hace sultado de la acción que queremos evitar?
esto para concentrar más personas en menos ¿Qué costo tendría —en términos no sólo eco-
espacio y, en esa situación, evitar que algún pa- nómicos, sino de calidad de vida y hasta de
sajero aprovechado se adelante por su cuenta. tranquilidad de conciencia— buscar esa re-
Si esto llega a suceder, el daño no es grave y, so- ducción, comparado con el de levantar y man-
bre todo, no perjudica al aeropuerto ni a la em- tener las barreras?
presa aérea, sino al resto de la cola. Resultado:
la restricción es muy blanda y reposa en buena Seguramente, muchos e importantes muros
medida en la buena fe y en la difusa vigilancia y vallas —hechos de cintas, ladrillo, cemento
de los propios afectados. Esas mismas perso- o alambre de púas— sobrevivirían al examen
nas, sin embargo, ven verificadas su identidad y que propongo. Acaso no todos, ni dotados de
la validez de su billete tres o cuatro veces antes la misma agresividad respecto de quienes bus-
de abordar el avión y, si viajan al extranjero, son quen trasponerlos por las buenas. Tal vez, inclu-
controlados una vez más en el punto de llegada, so, descubriéramos que otras murallas distintas
junto con su equipaje, incluso de manera veja- debieran ser levantadas y aseguradas. O procu-
toria en algunos países: los miedos e intereses raríamos reforzar la credibilidad de las vallas
comprometidos en estos controles (cada uno de jurídicas, hechas de prohibiciones, garantías y
Ricardo A. Guibourg • 91
¡Abre la muralla! ¡Cierra la muralla!
limitaciones de competencia. Pero habríamos secretaria que diga que uno está en reunión y
ganado un grado mayor de racionalidad. Esto pregunte “por qué asunto es”) y donde se vive
no es poco decir en un mundo donde cualquie- la cultura del miedo, que nos hace ver en cual-
ra que tenga algo de poder se complace en erigir quiera un potencial enemigo y, de paso, ayuda
barreras (aunque sólo sea la presencia de una al otro a convertirse en uno.
Ricardo A. Guibourg • 93
Algún futuro para los derechos humanos
necen libres e iguales en derechos”, decía la de- el espíritu público” (4). Es claro que una admi-
claración de 1789. Sin embargo, casi todos los nistración prudente y leal de los derechos hu-
derechos, y cada vez con mayor intensidad a manos no ha de llevar necesariamente a tales
medida que se asciende en la escala de las gene- abusos; pero entra en una pendiente resbaladi-
raciones, se encuentran sometidos a modalida- za que impide, a partir de aquella argumenta-
des, condiciones y excepciones (desigualdades, ción, condenar categóricamente los excesos en
en suma) que poco tienen que ver con la gené- los que otros incurran.
tica. Una redefinición que buscara volver (pero
A lo largo de la historia, muchas masacres,
en serio) a aquella concepción encontraría di- matanzas y violaciones de garantías han suce-
fícil identificar un solo derecho humano digno dido y siguen sucediendo, lo que da motivos
de ese nombre. En este contexto, los derechos para que nos hagamos fuertes en la defensa de
humanos son los derechos de mi peor enemi- los derechos humanos. Pero nuestro espíritu se
go, los derechos que reconozco, por ejemplo, a queda perplejo cuando procura puntualizar qué
un violador y asesino serial de menores. Tal vez derechos humanos desea defender. Un ejemplo
podríamos decir que aun ese ser humano tiene reciente —pero no único ni novedoso— mues-
derecho a no ser torturado; pero chocaríamos tra un gobierno que, después de obtener in-
con el parecer de miles de personas dispuestas formación de inteligencia arrancada mediante
a vociferar su deseo de freírlo en aceite en la pla- tortura, manda a sus tropas a otro país para que
za pública o aplicarle las más imaginativas téc- asesinen a una persona determinada y, una vez
nicas del dolor. que lo logra, proclama que ha hecho justicia y
obtiene con ello un aplauso muy extendido. Si
Se dirá que la enunciación de los derechos principios como los de la inadmisibilidad de la
humanos no debe confundirse con el odio ni tortura, la inviolabilidad del territorio y del de-
con la venganza; se dirá también que es posible recho de defensa en juicio, no solo por parte del
una definición un poco más laxa, en la que se afectado sino también en cuanto involucra a las
reconozcan en principio algunos derechos que, víctimas de los “efectos colaterales”, han de con-
sin embargo, puedan ser derrotados por otros siderarse írritos en el caso en razón de la extre-
derechos mayores, distribuidos de acuerdo con ma perversidad o peligrosidad de la víctima de
ciertas circunstancias o suspendidos en ciertos la operación, ha de inferirse de allí que no hay
“derecho humano” alguno que pueda sostener-
casos de emergencia.
se frente a una decisión política dotada de sufi-
Si esta es la tesis en la que los derechos hu- ciente valor moral. Y que el valor moral de esta
manos se refugian, malo es el abrigo que obtie- decisión depende del mayor o menor acuerdo
de los observadores acerca del extraordinario
nen. Aquellos argumentos han sido repetidos
demérito de la víctima. O, acaso, en el mayor
hasta el cansancio por regímenes autoritarios
poder relativo de quienes aprueban la decisión
y por las peores dictaduras, que encontraron que el de los que la desaprueban.
siempre altas razones (el bien común, la super-
vivencia del estado, el mantenimiento del modo Sería posible, en estas condiciones, lamentar-
occidental y cristiano de vida (1), la lucha con- se de que los derechos humanos han muerto.
tra el delito (2), el estado de conmoción política Pero, antes de emitir un juicio de tanto optimis-
o, como se dijo alguna vez, “de guerra inter- mo retroactivo, convendría que nos preguntára-
na” (3); la emergencia económico-financiera o mos si alguna vez han llegado a vivir.
la necesidad de castigar a aquel que “deprimiere
En efecto, la más elemental aplicación de la ra-
(1) Cfr. ley 17.401, de represión del comunismo, san-
cionalidad filosófica indica que cualquier ente,
cionada en 1967 (Adla, XXVII-B, 1632) antes de convertirse válidamente en sujeto de
(2) La “Ley Patriota” de los Estados Unidos es un claro
ejemplo de esto. (4) Art. 7, ley 13.985 de 1950: “Será reprimido con
prisión de uno a ocho años el que por cualquier medio
(3) Cfr. dec. 19.376/51 (Adla, XI-A, 524), ratificado por provoque pública alarma o deprima el espíritu público
ley 14.062 (Adla, XI-A, 167). causando un daño a la Nación”.
algún predicado, ya sea éste verdadero o falso, personas y las instituciones, nos reunamos a ha-
debe ante todo ser susceptible de identificación. blar de ellos con más seriedad que poesía, para
Sabemos qué es un caballo. Sabemos también definir claramente su contenido, establecer su
qué es un unicornio, aunque no haya ningún re- alcance, convenir la proporción en la que que-
presentante de esa imaginaria especie. Sabemos pa exigirlos frente a otras circunstancias y fijar
qué es una acción meramente declarativa, aun- taxativamente, si es necesario, los supuestos de
que se trate apenas de una construcción de la excepción; en cada caso, con palabras cuyo con-
ley procesal. Pero no estamos en condiciones de tenido no dependa de la valoración ejercida por
identificar con precisión semejante un derecho cada sujeto que las emplee. Dicho de otro modo,
humano, por más que contemos con una larga que nos atrevamos a construir ese instrumento
lista de ellos. que no tenemos y que, sin embargo, queremos
esgrimir a cada paso. De otro modo, cualquier
Por cierto, no estoy proponiendo que aban- defensor de los derechos humanos podría en el
donemos los derechos humanos, porque eso futuro ser apresado, torturado, asesinado o so-
sería rendirnos frente a los que consideramos metido a servidumbre con el pretexto de bri-
sus violadores. Apenas sugiero que, si vamos a llantes razones de emergencia y elocuentes
emplearlos como un arma argumental, y hasta discursos justificatorios fundados, a su vez, en
jurídica, para la defensa de cierto trato entre las la invocación de otros derechos humanos.
Ricardo A. Guibourg • 95
Muerte y otras intoxicaciones (*)
Todos sabemos qué nos gusta y qué detesta- cuando estaba vivo: sencillamente no queda en
mos. Cuando sucede algo desagradable, deci- situación alguna, porque ya se ha extinguido. El
mos que sufrimos un perjuicio. Si el suceso es daño es el sufrimiento previo, así como el que
provocado por otra persona, y en especial si la se genera en el entorno de la víctima: ninguno
acción ajena tiene algún grado de ilicitud, usa- de ellos consiste en la muerte misma, sino en su
mos la expresión “daño” en su acepción moral o preparación y en sus consecuencias.
jurídica. A veces sucede que una persona pierde
la vida, no por causas orgánicas internas ni por Esto podría invocarse como un argumento a
un hecho accidental (llamamos así al daño cuya favor de la despenalización del aborto, aun ad-
vinculación con un acto humano es nula o muy mitiendo que el aborto, en cualquier estado de
remota), sino por circunstancias que, en la red la gestación, consistiera en matar a un ser hu-
causal, se relacionan en alguna medida recono- mano: el feto no tiene posibilidad de especular
cible con lo que alguien hizo o dejó de hacer. En con su propia muerte y sus deudos son las mis-
tales casos, decimos que hay un responsable de mas personas que la han decidido. Es claro que
la muerte, en términos civiles o penales, por ac- aquí aparece un argumento pragmático: noso-
ción, omisión, negligencia o alguna circunstan- tros queremos vivir, de modo que pedimos que
cia objetiva. no nos maten a cambio de abstenernos de ma-
tar. Pero precisamente ese toma y daca no se
En virtud del instinto de supervivencia, ama- aplica al feto, porque ninguno de nosotros tiene
mos la vida. Pero sólo podemos amarla mien- ya la posibilidad de convertirse en un feto.
tras ella dura. Uno, por ejemplo, piensa que no
quiere morir todavía, porque quiere hacer algu- Naturalmente, aquel argumento tan descar-
nas cosas antes de partir (aunque sea simple- nadamente egoísta podría extenderse y apli-
mente gozar de la vida un tiempo más); pero carse, por ejemplo, a los negros: ningún blanco
nadie nos impide disfrutar de lo que la vida nos corre el “riesgo” de convertirse en uno de ellos.
depare (dentro de las condiciones en que nos Justamente, los blancos usaron este razona-
encontremos) mientras estamos vivos y cons- miento muchos años, mientras pudieron ejercer
cientes. Cuando sentimos con frustración la intensamente una forma de poder expresada en
términos étnicos. Ahora es distinto: la superio-
muerte futura, no nos imaginamos (falsamente)
ridad étnica ya no se admite y, si los blancos no
cuán frustrados nos sentiríamos una vez muer-
quieren que un negro los mate, más vale que se
tos: simplemente nos sentimos frustrados ahora
refugien con él en la misma bolsa rotulada “hu-
mismo si pensamos que ya no podremos hacer
manidad” de la que, hasta no hace tanto tiempo,
ciertas cosas, porque hemos de morir. Esto for-
los humanos de piel oscura eran más o menos
ma parte del “daño” causado, no por la muerte
excluidos.
misma, sino por la conciencia (verdadera o fal-
sa, poco importa aquí) de que ella está próxima. Resulta de aquí que es razonable que repu-
Por eso cedemos ante una amenaza de muerte: diemos el homicidio, tan intensamente como
porque no detestamos sentir ahora mismo esa creamos apropiado, pero no lo es tanto que
frustración, aparte de que no queremos sufrir asignemos a la vida un carácter de valor supre-
ni permitir que nuestros seres queridos sufran mo (a menudo fundado en razones religiosas no
a su vez. muy consistentes consigo mismas, como luego
expondré). Protegemos nuestra vida porque
La muerte, por sí, no causa daño al afectado, queremos seguir viviendo; pero perderla, de he-
que no queda en situación mejor ni peor que cho, no nos hace sentir peor y una muerte súbita
e indolora no nos causa el menor perjuicio; no
(*) Cfr. La Ley, 18/08/2011, p. 1. LA LEY, 2011-D, 1321. nos lo causa a nosotros, que con ella perdemos
Cita online: TR LALEY AR/DOC/2495/2011. toda sensación de perjuicio, aunque probable-
mente la causará a nuestros deudos, según el La vida ha adquirido, a lo largo del tiempo,
cariño que acaso nos tuvieran. una condición de fetiche ideológico. Es claro
que ninguno de nosotros (salvo los suicidas)
Examinemos por un momento qué puede de- aprueba la perspectiva de perderla y, por lo tan-
cirse del valor de la vida desde el campo argu- to, la consideramos un bien muy querido. Pero
mental de la religión. Se dice que sólo Dios da se exagera cuando se sostiene que la vida es el
la vida, por lo que sólo a él corresponde quitar- mayor de todos los bienes, porque es la condi-
la. Sin embargo, no siempre se opone este argu- ción para el goce de todos los demás. Primero,
mento a la pena de muerte, jamás se lo usa para porque también es la condición para el sufri-
condenar la legítima defensa y hasta se lo con- miento de todos los males (argumento incon-
vierte en su opuesto en caso de guerra (cuando trovertible de los suicidas). Segundo, porque
la víctima es el enemigo, por lo que se dan gra- admitimos que hay bienes más valiosos que
cias al cielo). Salvado esto, podría admitirse que nuestra vida: algunos prefieren el honor, otros la
vida de un ser querido; otros más no están dis-
el homicida causa un daño, incluso infinito, a la
puestos a soportar condiciones de subsistencia
víctima que muere en pecado mortal; pero es
generadas por enfermedades dolorosas o que
difícil sostener que el derecho haya de conside- generen grave incapacidad, o una brusca dismi-
rar perjuicios que no han de producirse sino en nución de nivel económico; es habitual en nues-
el otro mundo, así como tampoco estamos dis- tra cultura honrar a los héroes capaces de dar su
puestos a elogiar al que asesina a un fiel recién vida por la patria, o a los mártires que la dan por
confesado. su fe. Muchos de los que consideran que la vida
es sagrada propondrían la pena de muerte para
De acuerdo con lo dicho, pues, jamás hay ni los violadores seriales de menores. A esto debe
puede haber justicia para las víctimas de ho- agregarse un incómodo razonamiento que nos
micidio, cuyos retratos suelen enarbolarse en confronta con nuestro extremo pragmatismo:
signo de reclamo desde el más allá. La idea de es posible calcular estadísticamente cuántas
que la víctima no descansará en paz hasta que muertes por accidente corresponden cada año
se castigue a su asesino, como en el caso del pa- a cada kilómetro de carretera o a cada millar de
dre de Hamlet, es considerada una superstición automóviles que se incorporan al mercado, pero
incluso por las religiones predominantes, que sostenemos enfáticamente que hay que exten-
hacen depender la suerte del alma remanente der la red vial y computamos como una ventaja
de la conducta del individuo en vida y no de la cualquier incremento en la producción de au-
suerte ulterior de su victimario. tomotores. Se sabe muy bien cuántas personas
fallecen por falta de cuidados médicos apropia-
No hay justicia para los muertos, pero puede dos, o por vivir en zonas carentes de agua pota-
haberla para los vivos: para el culpable, que será ble, cloacas y otros elementos sanitarios, o por
castigado, y para los deudos de la víctima, que enfermedades dependientes de la pobreza; sin
deberían ser resarcidos de su propio perjuicio, embargo, todas esas muertes sin nombre, por-
derivado de la pérdida de su ser querido y, aca- que corresponden a personas que todavía vi-
so, también de su sostén económico. Cuando, ven, se juzgan consecuencias inevitables del
sistema económico necesario para el desarrollo
fuera de estas consideraciones, se pide “justicia
y se incorporan cada tanto a difusas promesas
para mi hijo”, debería decirse más bien “vengan-
electorales, en lugar de recibir el auxilio inme-
za para mí”. diato que algunos ciudadanos —sólo algunos—
logran de gobiernos y obras sociales mediante
Lejos de mi intención está pontificar contra
dramáticas medidas de amparo.
el tan humano sentimiento de venganza, por-
que no deseo aquí predicar moral. Lo único que Ya dije que no quiero predicar moral, sino
digo es que no deberíamos engañarnos con el lógica. Sea lo que fuere el estado de cosas que
uso del lenguaje para describir unas circunstan- estemos dispuestos a llamar justicia, nuestros
cias con palabras que sugieren otras, ni apelar a intereses colectivos quedarían mejor servidos si
sentimientos de trasfondo mágico para formu- ese estado de cosas estuviese regido por crite-
lar reclamos al sistema jurídico. rios coherentes y no por erupciones sentimen-
Ricardo A. Guibourg • 97
Muerte y otras intoxicaciones
tales que abran pequeños y aleatorios cráteres medio hay para ordenar este discurso de modo
en una indiferencia general. Los temas de la comprensible para todos, su primera condi-
vida y la muerte, aquí traídos al debate, son ape- ción consiste en cobrar conciencia de nuestras
nas los más conspicuos, los que “tienen más preferencias (llamémosles valores, principios,
prensa” entre tantos otros que padecen desni- garantías o bienes a proteger), hacernos respon-
veles argumentales semejantes: la libertad, la sables de la manera como las ejercemos y orde-
igualdad, la dignidad, la autonomía podrían namos y, a partir de esa base, intentar reordenar
analizarse con resultados parecidos en el mar- las prioridades que juzguemos indefendibles y
co del discurso jurídico y político. (1) Si algún
buscar los medios para ejercer esas preferencias
de manera general y permanente, como sea que
(1) Me he referido más específicamente a estos temas
en “Ved en trono a la noble igualdad”, La Ley, 2/10/07,
las hayamos identificado y ordenado, en forma
y en “Algún futuro para los derechos humanos”, La Ley, explícita y frente al espejo que todos somos para
30/5/11. cada uno.
Ricardo A. Guibourg • 99
Cómo no torturar
nes comunes hacia el campo ontológico, con- recernos a él cuando cada uno de nosotros sien-
vertir la vida en un verdadero conflicto entre el te amenazadas sus propias torres gemelas.
bien y el mal y cerrar los ojos ante el daño que
los malvados obtuvieran como castigo a su per- ¿Cómo escapar de esta pendiente resbala-
versidad. Después de todo, la humanidad tiene diza? ¿Cómo asegurarnos de no llegar nunca a
larga experiencia en ese tipo de actitudes sin re- decir “sí, torturemos”, o, por lo menos, de que si
querir para ello consensos unánimes. Pero un algún día, presionados por nuestros sentimien-
par de siglos de educación liberal nos han en- tos, lo decimos, muchos a nuestro alrededor
señado a advertir que no todos compartimos los acudan a hacernos entrar en razón? El remedio
mismos sentimientos y también a admitir que es poner tanta pasión colectiva en la defensa
quien no piensa como nosotros no es necesaria- de aquella garantía que sintamos horror por la
mente un ser demoníaco. Es claro que sigue ha- mera idea de poner la tortura en la balanza. Por-
biendo conductas que nos parecen execrables, que, si llegamos a ponerla allí, es trágicamente
pero aun frente a ellas nuestro espíritu refrena probable que el otro platillo pese más en nues-
en algo su odio, reconoce en el otro una seme- tra conciencia. Crear y mantener esta actitud no
jante condición humana y trata de investigar y es fácil, porque ella parece irracional en el ni-
castigar sin exceso. Tal es el material del que es- vel de las decisiones individuales: su raciona-
tán hechos las garantías penales y al menos al- lidad sólo puede advertirse en el nivel, mucho
gunos de los derechos humanos. más abstracto, de las reglas generales de con-
vivencia. Y nuestra vida cotidiana está normal-
Detrás de estas construcciones de nuestro mente muy lejos de ese nivel, condicionada por
pensamiento jurídico y moral puede rastrearse
emociones, temores, odios, amores, esperanzas
cierta reflexión prudente. En efecto, queremos
y otra multitud de sentimientos contingentes,
condenar a los delincuentes, pero preferimos
pero concretos y motivadores en el momento.
absolverlos si la prueba de su delito, aunque
concluyente, ha sido obtenida por medios ilí- Ahora bien, es preciso advertir que no sólo
citos. No lo hacemos tanto por piedad hacia el hemos estado hablando de la tortura. Las re-
afectado, sino porque queremos que nuestra flexiones ensayadas a propósito de esa práctica
privacidad, por ejemplo, sea respetada dentro tan repudiada son aplicables, acaso con menor
de ciertos límites; o queremos evitar que se nos
dramatismo, a cualquier garantía penal, a cual-
torture, cualquiera sea el motivo que se invoque
quier actitud de respeto por las leyes civiles, a
para hacerlo.
cualquiera de las reglas constitucionales que
Sin embargo, en cada caso individual en el sirven de marco, freno o contrapeso a los im-
que se oponga el derecho ajeno a nuestros sen- pulsos políticos. En suma, si se lo mira en una
timientos, a poco que estos sentimientos en- perspectiva amplia, el derecho entero depende
cuentren alguna coartada ideológica (situación de que sus reglas —como sea que las identifi-
de emergencia, peligro extremo, refundación de quemos e interpretemos— no sean puestas en
las instituciones, revolución, efervescencia de la balanza de las decisiones con el contrapeso
las opiniones) es probable que aquel derecho se de nuestros intereses y pasiones del momen-
vea derrotado: no porque lo neguemos en gene- to. Cualquiera que hoy propugna pasar por alto
ral, no, sino porque consideramos que, en estas una norma porque cree que la ocasión lo justi-
circunstancias tan graves, es preciso hacer una fica corre el riesgo de que, mañana, otros hagan
excepción para evitar males catastróficos. La es- algo semejante en su perjuicio. Habrá perdido el
tructura de este pensamiento es semejante a la derecho a protestar y, en la medida en la que tal
del profesor Dershowitz, fuertemente conmovi- actitud se naturalice y generalice, el conjunto de
do por el ataque a las Torres Gemelas y por la la sociedad habrá perdido la facultad de gober-
amenaza terrorista en general: tendemos a pa- narse.
morales o conveniencias políticas y las convier- siados son quienes, antes de condenar un cri-
ten en ciertas y exigibles, aun para quienes no men, preguntan quién fue la víctima, quién el
concuerden con ellas. Muchas acciones juzga- victimario y cuál el motivo (4); porque si el he-
das inmorales son legales, como ciertamente cho lo comete un enemigo es condenable, aun-
lo son todas las actitudes de mal gusto. En este que sea leve, mientras que frente al asesinato
nivel normativo, entendemos que la libertad de del adversario se buscan atenuantes o, en casos
prensa es tan vital para la convivencia democrá- de enfrentamiento extremo, se afirma su justi-
tica que es preciso admitir sin censura cualquier ficación, acaso en términos de legitimidad (5).
manifestación, incluso ofensiva o soez, sin per-
juicio de la eventual responsabilidad posterior En nombre de la civilización, es preciso termi-
de su autor. En esta libertad nos va, literalmente, nar con esta dualidad y con aquella confusión.
la vida como ciudadanos autónomos. No podemos dejar que nuestras emociones nu-
Si no confundimos aquellos niveles, algunos blen nuestro juicio hasta tornarlo incoheren-
pueden decir: no me gustan algunas viñetas de te. No estamos obligados a estar de acuerdo en
Charlie Hebdo; yo preferiría no ofender con tan- todo, ni con todos los demás; pero sí es preciso
ta intensidad. Otros pueden preguntarse: ¿no que estemos de acuerdo con nosotros mismos
será inmoral burlarse de la fe religiosa ajena, fal- frente a los criterios generales de preferencia,
tando al respeto al prójimo? (2). Pero cualquier que no han de variar caprichosamente de caso
demócrata tendrá que admitir que aquellas en caso. Los delincuentes, los fanáticos, los dic-
publicaciones son completamente legales en tadores, los mafiosos y los sicarios tienen esto
uso de una de las libertades que creemos fun- bastante claro, cada uno a su modo y según sus
damentales, y que cualquier reacción de hecho propios intereses. Los que no coincidimos con
contra ellas (distinta de críticas, manifestacio- ellos, en cambio, nos debemos la claridad de
nes o condenas subjetivas igualmente libres) es nuestro propio pensamiento si deseamos ejer-
ilegal y, si adquiere la gravedad del crimen, ab- cerlo con eficacia.
solutamente injustificable. Todos somos Char-
lie en defensa de esta idea, aunque dudemos en
adaptaciones de nombres y letras de tangos: y si vieras
cualquiera de los otros niveles. el cuartito, cómo está triste y solito cuando no nos ve a
los dos.
Lamentablemente, el mundo no funciona así.
Demasiada gente identifica el derecho con su (4) Esta actitud fue muy común en la década de 1970:
moral o incluso con su propio gusto (3); dema- “algo habrá hecho”, decían algunos al conocer un ases-
inato político o la desaparición de una persona.
(2) Cabe recordar aquí la reacción contra la obra del (5) El concepto de legitimidad es traicionero. Es tan
artista León Ferrari, en 2000. amplio que abarca desde la aprobación entusiasta hasta
el sometimiento resignado; pero su semejanza lingüística
(3) En la primera mitad de la década de 1940, una or- con el de legalidad hace que muchos tomen uno por otro
den no escrita de la dictadura militar prohibió la difusión o confundan sus límites recíprocos, con buena fe o sin
de palabras lunfardas en la radio. Esto motivó ridículas ella.
simplemente equivocado, por sincera que sea Tal vez las reflexiones apuntadas puedan ayu-
su creencia. darnos a comprender algo de lo que sucede a
nuestro alrededor. Basta apreciar el tono de los
De este modo, hay dos maneras de afirmar el debates políticos para advertir que en ellos la
error ajeno. Cuando están en juego conceptos pretensión de verdad es declamada, pero en el
filosóficos básicos, diciendo que el interlocutor fondo casi no existe: Lo que importa es la lucha
los ha construido de manera contradictoria o por el poder, cualquiera sea su precio en mate-
simplemente de modo poco útil, incluso para él ria de omisión de lo verdadero o afirmación de
mismo. Cuando la afirmación, más periférica, se lo falso, con tal que los votantes, tocados en sus
encuadra en un concepto de verdad ya estable- emociones por esos recursos que los expertos
cido, es posible refutarla mostrando que ella no en marketing tan bien conocen, encaucen su
cumple las condiciones requeridas (por ejem- preferencia momentánea a favor del candida-
plo, no describe adecuadamente la realidad, o to. No importa, pues, si una afirmación es más o
bien aplica incorrectamente un cálculo). menos verdadera o justificada, sino quién la ex-
presa, y de qué lado está quien la expresa.
En cualquiera de estos casos, ¿qué hacer fren-
te al error? La respuesta parece obvia: Señalarlo Ahora bien, es preciso decirlo, aunque duela,
y procurar enmendarlo. El problema reside en el discurso jurídico no es ajeno a ese fenómeno,
que nuestro interlocutor puede sentirse menos- si bien lo hace con mayor sordina. El principal
cabado o irritado si le hacemos notar su equi- de sus recursos retóricos consiste en fingir que
vocación. Pero esta reacción es a su vez errónea las valoraciones —elementos indispensables
y fundada en un afán irracional: El de parecer en la interpretación jurídica— no son preferen-
siempre acertado, para concitar el respeto y la cias subjetivas, más o menos apoyadas en argu-
admiración de los demás aun en el error. El ra- mentos falibles, sino expresiones de una verdad
zonamiento jurídico, y más aún el discurso polí- trascendente, de la que el intérprete es esfor-
tico, están saturados de esta irracionalidad. zado sacerdote y divulgador. Otro recurso es el
de expresar las opiniones propias con palabras
Si pudiéramos dejar de lado el narcisismo de dotadas de efecto emotivo favorable, mientras
las opiniones, advertiríamos que el mejor ho- se describen las ajenas con palabras de conte-
menaje que puede hacerse a un ser pensante es nido contrario: De esta manera, las decisiones
criticarlo: Si la crítica es certera, le daremos la subjetivas que aprobamos entran en el marco
oportunidad de corregir su pensamiento; si, en de la discrecionalidad, pero aquellas que com-
cambio, la crítica es en sí misma errónea o in- batimos se estigmatizan como arbitrarias; la fal-
justificada, el esfuerzo intelectual para refutar- ta de regulación de una conducta se califica de
la dará al sujeto una mejor comprensión de su desorden o caos cuando pretendemos regularla,
propia opinión y una mayor disponibilidad de pero la llamamos libertad si queremos mante-
argumentos para afirmarla y defenderla. nerla como está; y este tipo de dicotomía, que
opera sobre las emociones dejando casi intactos
Errar es humano, dice una antigua observa- los contenidos semánticos, se repite una y otra
ción, de modo que todos somos falibles y debe- vez en el lenguaje jurídico, con mayor gravedad
ríamos agradecer todas las críticas, aun las que cuanto más valiosa sea para nosotros el con-
careciesen de fundamento suficiente. De este cepto utilizado. Aunque nos cueste admitirlo y
modo, debatir las ideas, incluso frontalmente, nos respaldemos en la vacía fórmula de Ulpia-
no es una muestra de desprecio hacia el otro, no, ningún término usual se encuentra tan con-
sino una manifestación del más puro respeto. taminado por ese virus como la oposición entre
Pero ese respeto puede verse contradicho por “justicia” e “injusticia”. En ese contexto, es un
el tono de la crítica, cuando ella va acompaña- lugar común hablar de la “buena doctrina”, que
da de epítetos descalificatorios o de gestos de es precisamente la contenida en la que más nos
menosprecio. Estos elementos, en la medida en conviene de las consabidas “dos bibliotecas”.
la que provocan irritación, rencor y reacciones
defensivas, bloquean los efectos positivos de la En resumen, algo está funcionando muy mal.
crítica y convierten el debate de las ideas en una Para respetar al prójimo, no necesitamos conce-
riña de gallos inútil y perjudicial. derle razón: en un mundo intelectualmente per-
fecto, la más apasionada de las críticas debería Así es como predicamos, en nombre del plu-
considerarse un señalado favor. Pero las cosas ralismo, el respeto de las ideas, aun de aque-
no funcionan de ese modo, razón por la cual lo llas con las que no coincidimos. Y de este modo
que entendemos por pluralismo no implica sólo confundimos el respeto de las ideas en sí mis-
la libertad de opinión y de debate, sino la idea mas con el respeto del derecho de cada quien a
de que todos están en lo cierto a su manera, por- expresar y sostener las propias, que en realidad
que tal vez definimos el concepto de verdad de es el respeto de las personas como miembros
tal modo que cada uno pueda tener la suya pro- de una comunidad donde todo puede discu-
pia, y también porque hipertrofiamos la impor- tirse libre y responsablemente. Si cuidáramos
tancia de las valoraciones de tal modo que, para nuestros modales en el debate, si evitáramos las
que cualquiera pueda sostener que la propia no trampas lingüísticas tendidas por el efecto emo-
sólo es la preferida sino que también es “verda- tivo de las palabras, si nos atreviéramos a sos-
dera”, no trepidamos en disolver el concepto ge- tener cada opinión con argumentos sinceros en
nérico de verdad en el mar de la subjetividad. Es lugar de envolverla en expresiones bonitas, tal
más: Consideramos que esa disolución de un vez nuestra convivencia sería más armónica y
concepto tan valioso es un homenaje al prójimo eficaz. Y la aguda frase de mi tío Samuel adqui-
y a su diversidad. riría todo su valor humano.
Otros medios más, por último, no existen en cada semana a la lotería, pero sé que no puedo
absoluto o nos están vedados como si no existie- confiar en esa posibilidad. Me resigno, pues, a
sen, porque no tenemos los medios inmediatos no protagonizar descubrimientos en el Valle de
necesarios para su adquisición en tiempo útil, o los Reyes y a no viajar a Egipto (esto último a
porque la rigidez de nuestro esquema de priori- menos que tenga un golpe de suerte). Mientras
dades no nos consiente distraer los recursos que tanto, consigo algunos videos y libros acerca del
aplicamos a otros objetivos actuales. tema, con los que alimento mis preferencias, y
trabo relación con un arqueólogo local que qui-
La frase según la cual la voluntad todo lo
zá me proponga, algún día, acompañarlo a visi-
puede es innecesaria cuando tenemos todos
los medios a nuestro alcance; es una exage- tar unas excavaciones en Santiago del Estero. Es
ración estimulante en el caso intermedio y es claro que no es esto lo que yo quería, pero es lo
neciamente falsa en el caso de imposibilidad más que creo conseguir en las actuales circuns-
absoluta. En este último supuesto, además, es tancias.
contraproducente, porque puede llevarnos a
malgastar recursos en un objetivo inalcanzable. Conocer los propios límites, aunque duelan,
Ése es el punto en el que una propuesta puede y saber renunciar a lo inalcanzable es sin duda
ser objetivamente tachada de voluntarista. una virtud, ya que no sólo nos previene de de-
cepciones sino, además, nos permite perseguir
El extremo opuesto al voluntarismo es el po- y acaso alcanzar otros objetivos secundarios,
sibilismo. Cuando identificamos y delimitamos menos ambiciosos, que de otra manera se per-
un problema, y más aún cuando examinamos derían en la frustrante persecución del objetivo
los cursos de acción a emprender para resol- principal. Pero algunas personas exageran sus
verlo, es habitual que pasemos revista a los me- propios límites por ignorancia, timidez o cor-
dios disponibles. Si no los tenemos ni creemos tedad de miras y renuncian anticipadamente a
poder conseguirlos, desistimos de resolver el objetivos cuya concreción es posible, aunque
problema o postergamos su solución para épo- laboriosa. Cuando se trata de ambiciones indi-
cas más propicias. Elegimos así —mal que nos viduales, tal decisión se halla amparada por la
pese— convivir con lo que no nos agrada y, en responsabilidad personal; pero cuando la acti-
todo caso, redefinimos el problema en horizon- tud en examen afecta fines colectivos puede ser
tes más estrechos que podamos encarar mien-
motejada de posibilista.
tras tanto.
Si, en el terreno de las ideas, los excesos de-
Propondré un ejemplo imaginario de lo que
acabo de decir. Me interesa la arqueología y nominados voluntarismo y posibilismo pueden
toda mi vida he deseado pasar una temporada delimitarse razonablemente, las cosas se ponen
en Egipto explorando el Valle de los Reyes, pero más difíciles a la hora de adoptar decisiones en
todo eso no ha sido más que una fantasía que los casos concretos.
me acompañó pertinazmente mientras me de-
dicaba a otras actividades más prosaicas. Acabo En efecto, nuestro conocimiento de las cir-
de jubilarme como empleado bancario y éste es cunstancias en que nos encontramos es res-
el momento de mi vida en que debo completar tringido y fragmentario. Tenemos conciencia
mis ambiciones o renunciar a ellas. Examino mi de algunos de nuestros recursos, pero factores
situación y veo que no soy más que un aficio- imprevistos pueden reducir su cuantía o su efi-
nado entre millones y, además, ni siquiera po- cacia, así como oponer nuevos obstáculos en el
dría viajar a Egipto, porque mis ingresos apenas camino que conduce al fin deseado. De manera
alcanzan para mantener a mi familia. Hacer es- inversa, sucesos inesperados pueden allanar ese
tudios formales de arqueología me llevaría un camino o sumar nuevos recursos para recorrer-
tiempo considerable. Difícilmente podría ga- lo con buen éxito.
nar más dinero y no quiero robarlo porque eso
va contra mis principios, aparte de que no estoy La decisión que en cada caso adoptemos,
dispuesto a encarar las eventuales consecuen- pues, depende en gran medida de una serie de
cias de un delito. Como última esperanza, juego conjeturas.
Por supuesto, algunas conjeturas son más ra- Por supuesto, estoy dejando fuera del análisis
zonables que otras. Las ciencias en general —e los casos de irresponsabilidad o mala fe. No he
incluyo entre éstas a la economía y a la ciencia considerado el supuesto de que un gobierno o
política— constituyen intentos de sistematizar sus adversarios que lo corren por derecha o por
los criterios conjeturales cuyo uso pueda enten- izquierda, o un magistrado y quienes lo criti-
derse más sensato. Pero el futuro sigue siendo can desde diversos puntos de vista, proclamen
un mundo escasamente previsible, por lo que el
lo que no sienten, o asuman posiciones emoti-
análisis “ex post facto” es siempre más certero
(aunque mucho menos útil) que el análisis pre- vas menospreciando los datos de la realidad o el
vio a cargo de quien deba decidir una acción. contenido plausible de las normas. Estas varian-
tes quedan a cargo del lector frente a cada caso
El decisor, por lo tanto, se ve obligado a tra- particular. Pero no es necesario recurrir a ellas:
zar un camino entre dos abismos. Este fenóme- un escenario de perfecta lealtad también puede
no se observa fácilmente en la práctica política, dar lugar a las diferentes actitudes que procuro
donde actitudes como las que examinamos se delimitar y explicar.
muestran a flor de piel, y en la decisión jurídi-
ca, que a menudo es una versión más afinada Sin embargo, hay que reconocer que un esce-
de aquella práctica. Cuando cualquier gobierno nario en el que reine la buena fe tiende a redu-
adopta una medida, asumiendo ciertas posibili- cir sensiblemente aquellas diferencias, porque
dades y aceptando ciertos límites, enfrenta dos ellas sólo abarcarán un espacio de conjeturas
clases de críticas. Algunos, con mayor confian- opinables alrededor de las expectativas más só-
za (o distinta información) acerca de los recur-
lidamente fundadas.
sos disponibles, lo califican de posibilista. Otros,
con menor confianza (o distinta información) En ese contexto, cobra vital interés público
sobre aquellos medios, lo llaman voluntarista.
aquella oración que muchos proponen como
Si el gobernante tiene éxito, los primeros cargan
con el mote de voluntaristas y los segundos con guía para las acciones individuales: “Señor,
el de posibilistas. Si fracasa, él asumirá la crítica dame energía para cambiar aquello que pue-
que le quepa y sus adversarios distribuirán en- de cambiarse, serenidad para aceptar lo que no
tre ellos la sensatez para un grupo y, para el otro, puedo cambiar y sabiduría para reconocer la di-
el principismo puramente testimonial o el cinis- ferencia”. Esto último, la sabiduría, es el objeto
mo frívolo. de un desafío pocas veces asumido.
carácter contradictorio: salvo en casos muy con- y, por lo tanto, para garantizar el cumplimien-
tados, como el de Gandhi, el humanitarista odia to de las normas que ellas mismas hayan creí-
la violencia, pero está dispuesto a resistir la vio- do conveniente establecer. En la medida en que
lencia ajena mediante la violencia propia, lo que las normas tiendan a la ineficacia, los particula-
desplaza el problema de la violencia misma a la res asumen o reasumen mayor autonomía en la
justificación de la violencia. La defensa propia y decisión de sus conductas y, consecuentemen-
el concepto de “guerra justa” dan lugar así a un te, se vuelven más proclives —ante el eventual
continuo de justificación donde el límite moral fracaso de otros métodos— a ejercer la violencia
de la violencia tiende a ajustarse a las preferen- individual o grupal para asegurar sus propios
cias del observador. Esta característica contri- objetivos.
buye, desde luego, al abuso insincero del filtro
humanitario: la violencia de mis adversarios No es un secreto que los sistemas normati-
es simplemente violencia y como tal debe ser vos jurídico y moral están en crisis en este as-
combatida y erradicada, pero la de mis amigos pecto. La policía es impotente para prevenir
constituye una reacción necesaria a otro tipo de aceptablemente el delito (y a veces sus miem-
violencia (dentro de la que se incluye a menudo bros contribuyen activamente a incrementarlo);
la injusticia, tal como nosotros la concibamos) y los actos ilícitos que se denuncian son apenas
merece todo nuestro apoyo hasta que la última una fracción de los que se cometen; los que se
resistencia haya sido vencida. investigan y juzgan son una fracción de los que
se denuncian y los que terminan en condena
A su vez, los filtros normativos, morales y ju- una fracción de los que se juzgan. Los ciuda-
rídicos, no intentan suprimir la violencia sino danos no confían en la policía ni en los jueces;
establecer, con mejor o peor fortuna, quiénes descreen de los legisladores y depositan en el
pueden ejercerla, en qué casos, con qué lími- Poder Ejecutivo sólo algunas esperanzas muy
tes y con sujeción a qué garantías. Ellos son el genéricas; rechazan la moral pacata que todavía
sustento del Estado, institución que monopoliza se predica, pero no han llegado a constituir un
el uso de la fuerza (o la facultad de autorizar su nuevo sistema ético dotado de algún consenso.
ejercicio), a la vez que promete a los particulares La buena fe es objeto de sospecha y el patriotis-
ejercerla a su favor cuando ello sea necesario, mo un indicio probable de corrupción.
de acuerdo con ciertas reglas que se proclaman
como ley de la comunidad. El sistema es apro- El estado de cosas que acabo de describir no
piado para reducir el uso de la violencia, aunque es sólo de aquí ni de ahora; pero hay que re-
su establecimiento no garantiza el buen éxito de conocer que los últimos años de nuestro país
ese propósito ni la justicia que pueda atribuir- constituyen un ejemplo muy claro de la des-
se a las soluciones concretas. El monopolio de composición normativa. En estas circunstan-
la fuerza requiere acatamiento por parte de los cias, es natural que la violencia aflore.
particulares, y ese acatamiento no puede, en
la práctica, ser impuesto a su vez por el temor De acuerdo con las circunstancias históricas
durante un tiempo prolongado. Los individuos e internacionales, hubo un momento en el que
acatan autónomamente el monopolio estatal de la violencia se concebía ante todo en términos
la violencia mientras conservan la esperanza de políticos. Los grupos armados confiaban en ella
un trato equitativo, en el que la acción monopó- para impulsar una revolución que instituyera un
lica se ejerza hoy por ti y mañana (tal vez) por hipotético paraíso igualitario. El terrorismo de
mí. Si esta esperanza se pierde, el sistema queda estado (es decir, otro grupo armado institucio-
huérfano de legitimidad y de confiabilidad e ini- nalizado) recurría a la violencia para mantener
cia el camino hacia la anarquía. o aun profundizar las desigualdades. Ese baño
de sangre terminó, pero los resultados están a la
Cuando de hablo de anarquía, no me refiero vista y no auguran un futuro tranquilo.
específicamente a una forma de organización
(o desorganización) política ni a la ausencia de Este es, en cambio, el momento de los indi-
un gobierno central: aludo a la mayor o menor viduos. Cada ciudadano, casi solo en una selva
incapacidad de las instituciones para mante- hostil, es presa cada vez más fácil de la tenta-
ner en la práctica el monopolio de la violencia ción violenta. Hace años, un personaje cómico
de la televisión proponía reiteradamente, ante menudo conflictivas entre sí, y la economía, que
cada dificultad, “agarrar un fierro y darle, dar- tiene otras prioridades, decide al fin y al cabo
le, darle...”. Esta interpretación del inconsciente que nada se haga fuera de algunos retoques cos-
colectivo, en el ámbito global, se hallaba repre- méticos.
sentada por “el increíble Hulk”, ese gigante verde
y colérico, producto de un hombrecillo pacífico En definitiva, tenemos un sistema que no fun-
y de su indignación. Pero más inquietantes aún ciona satisfactoriamente, pero —salvo conta-
son las series policiales en las que el héroe lo- das excepciones— ninguno pretende eliminarlo
gra atrapar a los villanos gracias a la transgre- por completo. Es preciso, pues, reformularlo. Y
sión de sus propias reglas. Y no estoy criticando para eso conviene responder descarnadamen-
con esto a la televisión, ni insinuando que ella te a la primera pregunta: ¿qué queremos, qué
promueve la disolución de la comunidad. Por el esperamos, de los sistemas normativos? ¿Que-
contrario, la interpreto como una manifestación remos paz? Es teóricamente posible suprimir la
más del estado de cosas, traducido en imágenes violencia mediante el temor y la estricta vigilan-
por obra y gracia de las leyes del mercado. cia; pero la opción no es práctica más allá de un
tiempo extraordinariamente limitado, porque
Sobran, por cierto, ejemplos menos ficticios. la vigilancia es costosa y tiende a corromperse,
El ingeniero Santos mató a dos jóvenes que le en tanto el temor sufre con el tiempo el desgaste
habían robado el pasacasete y fue públicamente del acostumbramiento. La represión sólo es útil,
elogiado por el propio presidente de la Nación. en términos duraderos, para casos excepciona-
El cajero Fendrich saqueó el tesoro de su banco les: el resto debe reposar en el acatamiento leal
y, al ser detenido, recibió aplausos y palabras de de las normas por los ciudadanos. Y este aca-
aliento de los transeúntes, que lo consideraban tamiento requiere un estado de cosas tal que,
un héroe privado, capaz de llevar a la práctica lo aunque no responda exactamente a las expecta-
que ellos no se atrevían a hacer. Las víctimas de tivas o a los deseos de cada uno, satisfaga al me-
delitos piden pena de muerte; los delincuentes nos los intereses o las esperanzas colectivos de
describen sus propios actos como “errores” y se modo suficiente para restablecer el sentido de
proclaman presos sociales; muchos desemplea- pertenencia comunitaria por encima de las ape-
dos usan hipotéticamente la expresión “salir a tencias individuales inevitablemente conflicti-
robar” para expresar una opción que, aceptada vas. Cuando ese estado de cosas adquiere cierto
o rechazada, está a menudo presente en el áni- grado de confiabilidad, sentimos habitualmente
mo desesperado. Y los comerciantes, atrinche- la tentación de llamarlo justicia. Pero no preten-
rados tras precarias rejas, reclaman mano dura. do introducir aquí este término porque su ambi-
güedad puede oscurecer el debate de las ideas.
Casi todos ellos tienen alguna parte de razón,
si sus argumentos se examinan individualmen- ¿Qué medidas o modificaciones podrían con-
te. Pero esta misma circunstancia indica que la tribuir a la mejor eficacia del sistema? Es posible
situación es insostenible en términos colectivos. citar un buen número de ellas, que probable-
mente sólo actuarían en conjunto: protección
Mientras tanto, como ajena a la polémica de del empleo, asistencia social, adecentamiento
los medios, la violencia doméstica sigue como de las prácticas políticas, lucha efectiva contra
desde hace siglos envenenando discretamente la corrupción, transparencia de procedimientos
la vida de sus víctimas, casi siempre mujeres y y decisiones, racionalización del sistema tribu-
niños que, aunque protegidos por la ley, se ven tario, establecimiento de criterios adecuados y
silenciados por las normas sociales y librados a efectivos para la selección y remoción de magis-
su desventura por el mercado, que los tiene fue- trados y funcionarios, fuerzas de seguridad bien
ra de su target. pagas y mejor controladas, impulso a la salud
pública y a la educación común, coherencia del
Por cierto, no estoy diciendo nada nuevo: Estado y de sus organismos en la aplicación de
todo el mundo conoce estas circunstancias. los principios proclamados y en el cumplimien-
Pero el acuerdo acerca de los síntomas se dilu- to de las garantías legales y constitucionales. Po-
ye cuando se discurre acerca de los remedios, cas de estas medidas están destinadas a operar
porque cada uno propone medidas parciales, a directamente sobre la violencia: pero todas ellas
tienden a reconstruir la confianza de las perso- veces mediante una púdica exportación de la
nas en las prácticas comunitarias, con lo que su desigualdad) es la segregación creciente de los
influencia indirecta sobre la paz social es más excluidos: la propia dinámica de la situación
efectiva, a mediano plazo, que el aumento exas- podría conducir por esa vía, en pocos años, a
perado de las penas o la constitución de bandas una política de exterminio. Otra alternativa, ten-
armadas de vigilantes aficionados. diente a la recuperación de los vínculos sociales
y a la articulación de los grupos humanos en-
Cualquier acción que se emprenda, sin em-
tre sí, requeriría un gasto social que hoy suena
bargo, debería contar con una circunstancia
desgraciada: que el “nuevo orden económico”, como herejía en los oídos de cualquier inversor.
popularizado hoy con el nombre de globaliza-
Probablemente, en resumen, la efectividad
ción, impulsa en la práctica un nuevo desorden
social. No se trata ya de la desigualdad, nuestra de las soluciones, tanto para la violencia actual
vieja conocida, sino de la lisa y llana expulsión como para la que se avecina, esté estrechamen-
de una multitud de seres humanos que, ya in- te relacionada con la amplitud de miras con la
necesarios para la producción de bienes y servi- que se defina el problema. El hoy y aquí ya no
cios, quedan privados de ingresos lícitos dentro da resultado: conduce al autoritarismo, a la frag-
del sistema. Un proyecto que tienda a reducir la mentación y, en definitiva, al empeoramien-
violencia tendrá que encarar algún plan para el to del panorama. Tal vez un día acabemos por
tratamiento de este fenómeno. Por el momen- comprender que la paz no es una inversión de
to, la opción que el modelo mundial acepta (a corto plazo.
recer, hacer justicia no sería útil ni prudente, Es posible recapitular lo dicho en una pro-
ya que ¿en qué universo gozaríamos de ella, a puesta teórica (es decir: práctica). Tal vez la
menos que confiáramos en una vida extrate- controversia entre consecuencialismo y deon-
rrena? Tal vez, en una situación tan extrema, tologismo pueda considerarse ficticia, porque
fuera nuestro deber moral actuar injustamen- —salvo en el campo metafísico— las reglas sólo
te, aunque eso parezca una paradoja. Pero hay pueden explicarse y justificarse por sus conse-
aquí una trampa, más propia de la psicología cuencias. Pero, al mismo tiempo, si las reglas se
humana que de la reflexión filosófica a saber: subordinan en cada caso a las consecuencias,
que el “fin del mundo” suele ser una hipérbo- ellas mismas se debilitan, lo que a su vez entra-
le interpretada por cada quien para abarcar ña efectos indeseables en un ámbito (personal,
peligros más subalternos. Baste un ejemplo:
temporal, material o espacial) más amplio. Es
Joseph Goebbels y su esposa asesinaron a sus
razonable, pues, otorgar a las reglas cierta sa-
hijos —a quienes probablemente amaran—
porque no podían concebir que tuviesen que cralización, y también es preciso considerar con
vivir después de la caída de Hitler. El último de- extremo cuidado los motivos de urgencia o de
sastre del Tercer Reich era el fin del mundo para extrema necesidad que se invoquen para apli-
ellos, y los niños fueron víctimas de la brutal ex- car a las reglas excepciones no previstas en ellas.
cepción consecuencialista. No es difícil mirar a Demasiada rigidez puede ser fatal; pero apenas
nuestro alrededor y comprobar con cuánta fa- un poquito de flexibilidad excesiva puede su-
cilidad el deseo de lograr fines personales, so- mirnos en la anomia, ese mal crónico de nues-
ciales, políticos, religiosos o de cualquier otra tra sociedad (3).
naturaleza se asimila, en la mente de personas
apasionadas, a la necesidad de evitar que “el (3) Cfr. NINO, Carlos S., Un país al margen de la ley,
mundo perezca”. Buenos Aires, Ariel, 2011.
de ablación e implante, ya que tanto la muerte precio? ¿Nos satisfaremos con el mero hecho de
cerebral como la etapa previa al desarrollo del que nuestro interlocutor se rinda a nuestro pa-
cerebro redundan igualmente en la ausencia de recer? ¿O no pretendemos ni siquiera eso, sino
las mismas funciones. Cuando se rechaza el ar- sólo mostrar a quienes sostienen lo mismo que
gumento acerca del dominio del propio cuerpo nosotros somos esforzados luchadores por la
con la certera afirmación de que el feto puede causa común? En cualquier caso, ¿cuánta leal-
considerarse una individualidad biológica apar- tad estamos dispuestos a invertir en nuestro
te, al mismo tiempo se menosprecia la necesi- propósito? ¿Apenas la necesaria para no incu-
dad de que la mujer preste su cuerpo para el rrir en ilicitud jurídica, como hacen los exper-
desarrollo de esa individualidad (sin contar la tos en propaganda comercial? ¿Menos que eso,
eventual crianza posterior). como sucede a menudo en la propaganda polí-
tica? Si pensamos así, es probable que seamos
En ese contexto, los especialistas en ética sue- eficaces. Y que nuestro buen éxito nos consuele
len plantear un ejemplo imaginario: un indivi- de algunos remordimientos.
duo es secuestrado y sedado; al despertar, se
encuentra en un hospital, conectado al sistema Ahora bien, nos gusta pensar que argumen-
circulatorio de otro paciente. Este paciente es tamos lealmente, respecto de nuestros interlo-
un famoso violinista con una grave enfermedad cutores y de nosotros mismos. Pero si queremos
que requiere nueve meses de conexión sanguí- que la realidad coincida con ese propósito, te-
nea con un individuo sano; sus admiradores, ac- nemos por delante una tarea que pocos em-
tuando ilegalmente, cometieron el secuestro y a prenden. En primer lugar, reunir todos los
punta de pistola obligaron a los médicos a co- argumentos que, en su conjunto, nos conven-
nectar a los dos sujetos. Ahora, ya desaparecida cen de la tesis que sostenemos. En segundo
la amenaza, se plantea el problema ético: si se lugar, escuchar atentamente los argumentos
interrumpe la conexión, el violinista —que está contrarios, sin rechazarlos in limine como pro-
inconsciente y es inocente de la maquinación venientes de tontos o perversos; examinar en
de sus admiradores— morirá inmediatamente; conciencia el grado de convicción que ellos pro-
pero si la conexión se mantiene por nueve me- ducen en nosotros y, en su caso, qué contra-ar-
ses, quedará sano y ambos individuos podrán gumentos estamos dispuestos a oponerles para
retomar sus vidas por separado. ¿Está la víctima explicar por qué ellos no alcanzan a convencer-
del secuestro moralmente obligada a permane- nos. Y, finalmente, exponer el resultado y sus
cer en esa situación? ¿La situación sería distinta fundamentos con respeto por el otro, a sabien-
si el sujeto, habiendo prestado su conformidad das de que jamás una argumentación es absolu-
en un principio, cambiara de parecer más tar- tamente concluyente.
de? Responder esta pregunta no es nada fácil;
pero uno de los segmentos argumentales de la Esta última circunstancia —tan a menudo
controversia sobre el aborto exige responderla, menospreciada— es sin embargo la que nos lle-
aunque sólo sea por implicación, ya que depen- va a sostener instituciones tan preciadas como
de de un criterio extrapolable. He aquí un desa- la democracia y la administración de justicia.
fío argumental, tanto para los partidarios de la Si hubiera argumentos concluyentes para cada
despenalización como para sus oponentes. controversia, ninguna de las dos sería necesa-
ria: las decisiones dependerían de un cálculo
Aunque tengo mi opinión acerca de la contro- técnico que nadie osaría discutir. Pero nuestras
versia mencionada, no es mi propósito expre- discusiones habituales —la relativa al aborto es
sarla ni defenderla aquí, sino usar el tema como apenas una en un mar de ellas— no son suscep-
banco de pruebas de ciertas reflexiones sobre tibles de demostración, sino tesis que dependen
las maneras de argumentar y su relación con es- de opiniones encontradas, fundadas en argu-
calas de valores que rara vez se hacen explícitas. mentos siempre controvertibles. Por eso recu-
rrimos a la mayoría, en materias colectivas, y a
Cuando argumentamos, es claro que desea- las decisiones judiciales, en controversias indi-
mos convencer. Pero hay una pregunta que de- viduales. No hay garantías de que las mayorías
beríamos formularnos: ¿queremos convencer ni los jueces adopten las mejores decisiones
a cualquier precio? O, en todo caso, ¿hasta qué imaginables; pero tampoco las hay de que cada
uno de nosotros las alcance por sí mismo: lo que opuestas entre sí, eso se debe generalmente a la
hacemos es someternos a una suerte de arbitra- conformación —típicamente subconsciente—
je que estimamos aceptable y que, en todo caso, de nuestras escalas de valores: las que verdade-
sirve para mantener una convivencia civilizada. ramente sentimos, no necesariamente las que
nos han enseñado a repetir. Si las descubrimos
Pero todo ese andamiaje requiere una civi- mediante introspección, las depuramos me-
lización que mantener y proteger. Y esa civi- diante extrapolaciones y generalizaciones, las
lización no sólo excluye la violencia privada: comparamos con las ajenas con respeto y, como
también reclama claridad en los debates que consecuencia, reconocemos nuestras coinci-
hayan de anteceder a las decisiones. Si hay de- dencias al tiempo que mantenemos nuestras di-
bate, es porque concebimos valoraciones total o sidencias, estaremos haciendo la tarea sobre la
parcialmente incompatibles; y, si ellas resultan que nuestra sociedad preferiría convivir.
rrían en conductas indeseables: las llamaron in- de una realidad que, si no era visible, podría sin
justas, o malas. Y, por el contrario, fueron justos embargo percibirse mediante algún misterioso
los que mantenían su lugar, ya sea como fuertes método mental o alguna clase de iluminación
moderados o como débiles obedientes. Pron- trascendente, cuyo resultado fuese —con toda
to esta condición general fue llamada justicia y probabilidad— idéntico al de los deseos y las
convertida en virtud fundamental del hombre preferencias del observador.
en sociedad.
Este desliz ontológico también fue transmiti-
Una vez aceptada esa nomenclatura por ge- do de generación en generación, apoyado por
neraciones, pareció conveniente asegurar la eminentes filósofos e internalizado por la cul-
justicia contra los injustos y los disidentes (estos tura, con lo que el discurso sobre lo lícito y lo
últimos, aclaremos, eran quienes se considera- ilícito, total o parcialmente confundido con el
ban justos ejecutando acciones que los pode- discurso sobre lo bueno y lo malo, acabó por su-
rosos llamaban injustas). Para eso se inventó peditarse a él, primero ideológicamente y luego
la ley: por un lado, para aclarar públicamente por imperio de la propia ley.
cuáles conductas habrían de juzgarse, desde el
poder, como justas o injustas; por el otro, para El hombre, al fin de cuentas, había caminado
obligar a todos a atenerse a ellas, so pena de pre- en un sendero circular. Luego de advertir que
visibles dificultades. Así nacieron los conceptos necesitaba las leyes para unificar, consolidar y
de licitud e ilicitud, de sanción y de proceso ju- poner en práctica las preferencias morales pre-
dicial. dominantes, llegaba a concluir que debía recu-
rrir a esas mismas preferencias para averiguar,
Con el tiempo, el universo de conceptos fue en condiciones operativas, el contenido de las
ampliándose, hasta incluir la doble instancia,
leyes. El lenguaje, con su poder mágico, le ha-
los créditos privilegiados, el robo con arma im-
bía hecho creer que ese recurso estaba dispo-
propia, el contrato de franquicia, la licitación
nible para cualquier persona razonable (dicho
pública y las horas extra. Todo eso encajaba
esto para ningunear a los disidentes); pero, en-
bien en el sistema adoptado: se trataba de abs-
tracciones que podían traducirse, en definitiva, frentado a la diversidad de intereses, ideologías
en maneras, condiciones y circunstancias para y argumentaciones, volvía a sumergirse en la
el ejercicio concreto del poder. disputa por el bisonte, apenas disimulada por
una tenue capa de buenas maneras. Frente a él,
Pero, al elevarse el nivel de abstracción de los el camino se mostraba arduo: debía empezar a
conceptos, los hombres empezaron a olvidar recorrerlo otra vez, ahora acaso con la esperan-
cómo ellos los habían originado: a saber, cómo za de no volver nuevamente al punto de partida.
ciertas expectativas se habían internalizado para
dar lugar a la idea de justicia, y cómo esta idea, Todo lo dicho hasta ahora es, naturalmente,
de contenido contingente e histórico, había ob- un cuento. No hay prueba alguna sobre cómo
tenido respaldo explícito y deliberado en la ley. sucedieron realmente las cosas antes de la his-
Empezaron a menospreciar la ley como un ins- toria conocida. Pero el colega lector puede in-
trumento apenas útil de valores objetivos; y así terrogar su propia mente para imaginar de qué
hablaron de abuso del derecho, del interés su- otro modo los acontecimientos pudieron acae-
perior del menor, de debido proceso legal, de li- cer, y en qué medida esa variación pudiera con-
bertad e igualdad, de lesa humanidad y de otras ducir a una visión más optimista de la realidad
expresiones que, sin referirse concretamente a jurídica actual: una versión donde los derechos
situaciones empíricamente verificables, aludían y los principios, más allá de la ley obligatoria o
a emociones más o menos intensas o comparti- con independencia de ella, den una respues-
das, generadas en los sujetos por circunstancias ta unívoca a los innumerables conflictos que,
de cierta clase. Imaginaron así que todas ellas como en el pasado, siguen enfrentando a los
representaban situaciones apreciables dentro hombres y a los pueblos.
cia, así como de desaprobar el mal, la injusticia, za y la educación, cualesquiera sean su orien-
la desigualdad, la discriminación, las humilla- tación o sus contenidos, tratan de inculcarnos
ciones y las dictaduras. Pero cada una de esas que hay cosas que “no se hacen”. La moral en la
palabras, para volverse eficazmente operati- que estemos inmersos tiende a confirmar esas
va, requiere una definición práctica, expresada enseñanzas a modo de verdades trascenden-
en términos empíricamente verificables. Y, a la tes; la religión nos amenaza con el infierno si
hora de concebir tales definiciones y ponerlas incurrimos en pecado, ya sea con pensamiento,
en ejecución, salen a la luz graves disensiones palabra u obra; y el derecho ensaya amenazas
valorativas que, inadvertidamente, subyacían más mundanas e inmediatas para disuadirnos
a nuestra común veneración de aquellos con- de adoptar ciertos cursos de conducta. Es muy
ceptos vagos. La metaética da cuenta de una raro encontrar voces que se alcen de modo ab-
inevitable controversia sobre los puntos de par- soluto contra tales constricciones, o que recla-
tida epistemológicos, así como el debate políti- men completa libertad de elección: casi todas
co, incluso si lo despojáramos de sus trampas, las críticas no pretenden otra cosa que reempla-
chicanas y reduccionismos salvajes, mostraría zar unas limitaciones por otras algo diferentes,
diferencias inconciliables entre adversarios de más o menos intensas. La insistencia en la difu-
buena fe. Nuestro mundo de ángeles, pues, co- sión de los derechos humanos y normas como
rrería el riesgo de ser considerado un infierno de la Ley Micaela parecen excelentes ejemplos de
demonios por quienes no compartiesen nues- esta tentativa de acercarnos a la sociedad an-
tras preferencias concretas. ¿Cómo podríamos gélica por medio de la manipulación de nues-
demostrar que la razón está de nuestro lado, y tras emociones y la cancelación de aquellas de
no del de ellos? ¿Qué razones objetivas, más allá nuestras preferencias que pudieran considerar-
de nuestra propia conciencia, o de la coinciden- se perversas.
cia con otros sujetos semejantes a nosotros, po-
dríamos invocar? En segundo lugar, es posible formular una
pregunta aún más inquietante: ¿cuál es la dife-
Probemos, entonces, a privilegiar nuestra li- rencia entre la autonomía y la falta de ella? Es
bertad. No estamos hablando, desde luego, claro, y evidente a la conciencia de cualquier
de incrementar la cantidad o la calidad de las sujeto, que a cada momento tomamos decisio-
conductas que el sistema jurídico mantenga nes. Toda decisión obedece a uno o más moti-
como facultativas, tema conocido y discutido vos, y la fuerza de esos motivos puede ser más
desde siempre en el campo de la política. Nos o menos explícita. Actuamos porque así lo de-
referimos a nuestra capacidad de adoptar deci- cidimos. Pero lo decidimos porque alguien nos
siones, buenas o malas que fueren, capacidad que ha hipnotizado o drogado, o porque nos amena-
—hipotéticamente— podría verse afectada por za con asesinar a nuestra familia, o porque nos
el supuesto avance de la neurobiología. Dicho de ofrece mucho dinero, o porque llevar adelante
otro modo, no queremos convertirnos en robots una decisión contraria nos haría pasibles de una
de unos programadores de nuestro cerebro; o, sanción legal, o porque creemos que es nuestro
aun si algún control mental pareciera convenien- deber de personas decentes, o porque simple-
te a nuestros ojos, no querríamos que nuestra mente nos gusta seguir ese curso de acción, o
autonomía fuese completamente anulada: de- —en última instancia—, porque hemos tira-
seamos mantenernos como personas capaces de do una moneda y salió cara. En todos los casos,
adoptar sus propias decisiones, al menos en un nuestra decisión se halla ante todo limitada por
segmento amplio de nuestra conciencia. condiciones externas; y, dentro de su marco,
obedece a ciertas condiciones causales (moti-
Este es el punto en el que se hace necesario vos) que operan en el interior de nuestra men-
preguntarnos cuánta de esa libertad tenemos te. En qué punto de ese continuo insertemos la
hoy y cuánta de ella hemos aceptado ya resignar. diferencia entre acción libre y acción no libre
no es un tema que pueda resolverse estudian-
En primer lugar, desde los inicios de la his- do los hechos, que son como son; depende de
toria, la humanidad viene intentando limitar una distinción subjetiva (acaso generada inter-
el campo de decisión de los individuos, y aun subjetivamente, por la educación y la cultura),
la amplitud del campo de sus deseos. La crian- que tiene más que ver con nuestros preconcep-
tos morales que con la fuerza psicológica indi- subjetiva dentro de un continuo real, y no el re-
vidual de cada motivo. Nótese, en este aspecto, sultado de una tajante diferencia objetivamen-
que el mero hecho de que hayamos decidido to- te observable en aquel continuo. El control total
mar un curso de acción implica que los motivos es, pues, inevitable: solo pretendemos, o fingi-
que más incidieron finalmente en nuestro áni- mos, elegir quién, quiénes o qué han de ejercer-
mo, cualesquiera fueran su origen, su gravedad lo.
o su naturaleza, han resultado completamente
eficaces: incluso una decisión jugada a cara o Es interesante observar que todo el razona-
ceca tuvo, a falta de otros motivos más podero- miento hasta aquí desarrollado es desencadena-
sos, el peso determinante para causar nuestra do por la hipótesis, por ahora imaginaria, de que
conducta. todos los mecanismos del pensamiento pudie-
ran ser conocidos y manipulados. El hecho de
Muy a menudo se afirma que, aun en las cir- que, aunque la ciencia avanza cada día, aque-
cunstancias más apremiantes en una direc- llos mecanismos no son aun suficientemente
ción, el ser humano es capaz (libre) de tomar conocidos es lo que justifica que hablemos de
una decisión contraria; por ejemplo, llevado autonomía, de libre albedrío y de responsabili-
por su respeto de la corrección moral. Pero, al dad fundada en el dolo y en la culpa. En el fon-
emplear este argumento, se omite el hecho de do, es el mismo recurso intelectual con el que
que nuestro respeto por la corrección moral, en en la antigüedad, ignorantes del mecanismo de
cualquier intensidad que lo sintamos, también las lluvias, atribuyéramos el fenómeno a las de-
forma parte del complejo de motivos que final-
cisiones autónomas de Tláloc o de algún otro
mente nos llevan a adoptar la decisión que va-
dios pluvial. Hacemos lo que podemos, en cada
yamos a adoptar.
época y en cada situación, con nuestros cono-
De lo dicho se desprende una conclusión de- cimientos limitados y con la enorme ignorancia
cepcionante: si, gracias a nuestro empeño, lo- que los circunda. Pero la investigación cientí-
gramos liberarnos del látigo de nuestro amo, fica, o, en este caso, un poco de ejercicio de la
pasamos a depender del salario de nuestro em- imaginación, puede enfrentarnos con las limi-
pleo, de las sanciones de nuestro sistema jurí- taciones de nuestras hipótesis y obligarnos a
dico y de la apreciación o el rechazo del grupo adoptar decisiones sobre lo que hasta entonces
en cuyo seno vivimos. Y, si logramos liberarnos suponíamos datos evidentes de la realidad.
también de todo eso (acaso retirándonos a una
ermita en el desierto), nuestras decisiones se- El ejercicio propuesto en este artículo no tiene
guirán regidas por nuestra educación pasada y por objetivo promover el control total ni afirmar
por nuestros deseos presentes, que también tie- la inutilidad del derecho, sino alertar al colega
nen su fuente causal, sea en nuestra herencia lector acerca de algunos desafíos desatendidos.
genética, sea en nuestras experiencias pretéri- Dicho de otra manera, proponer una nueva mi-
tas, sea en nuestras percepciones actuales pro- rada sobre conceptos como la humanidad, el
yectadas sobre el telón de nuestras apetencias. humanismo, la persona, la autonomía, la res-
Esto no hace, por supuesto, que todas las situa- ponsabilidad, la libertad y, en general, nuestras
ciones estén en un mismo nivel de preferen- preferencias jurídicas, morales y políticas. E in-
cia: cualquiera prefiere seguir sus deseos más troducir, en esa mirada, menos supuestos meta-
profundos antes que obedecer las órdenes de físicos, menos wishful thinking y más reflexión
un tirano. Pero tal preferencia es una decisión desapasionada.
(y extremadamente costoso), mientras que col- guntarse en qué medida otros bienes, servicios,
gar una buena reproducción, tan bonita como cualidades o condiciones que valoramos en el
el cuadro, se torna casi despreciable. Porque el comercio, en la moral, en la política o en el de-
original es único y realza el prestigio de su po- recho participan de aquella característica, tales
seedor, mientras las copias están al alcance de como los tratamientos honoríficos y los pre-
cualquiera y parecen una muestra del “quiero y mios: ¿disfrutamos de ellos?, ¿o del modo como
no puedo”. ellos nos hacen parecer frente a otros y a noso-
tros mismos?
Una consecuencia de lo dicho es advertir que,
salvo en sus inicios y en el reducido mundo de En ese contexto, el punto más inquietante
los marchands, no es el mérito estético el que consiste en reflexionar acerca de lo que llama-
hace apreciable la obra, sino su condición de mos nuestros valores morales. Todos sostene-
objeto individual deseado por muchos y al al- mos principios o experimentamos preferencias
cance de pocos. Su dueño, casi siempre, se auto- relativas a la conducta de las personas en ge-
consume (consume su propio orgullo) en lugar neral, aunque no es raro que infrinjamos esas
de consumir las virtudes del producto artístico. mismas reglas que proclamamos. Es lo que los
Hace muchos años leí un cuento de ciencia fic- espíritus religiosos identificarían con el fenó-
ción en el que un aparato reproducía exacta- meno del pecado y lo que los condenados a
mente cualquier objeto, átomo por átomo, de prisión suelen describir como errores o equivo-
modo que podía producir una copia de la Gio- caciones en sus decisiones anteriores. En otras
conda con todas sus pinceladas y hasta con palabras, como excepciones a una regla general
las motas de polvo depositadas ayer por la tar- de corrección en la conducta, lo que no deja de
de sobre su superficie. Si tal cosa fuera posible consistir en una mirada amable sobre la perso-
(y barata), el aprecio por las obras descendería na del propio sujeto. En efecto, no importa cuán
vertiginosamente, a menos que se descubriera escasos o numerosos sean tales episodios, el
un medio para distinguir todavía el original “de hecho es que cada vez que el agente presunta-
veras” frente a sus precisas duplicaciones. mente virtuoso “cae en la tentación” hace una
elección particular fundada en una preferencia
Un ejemplo ilustrativo de esa subjetividad se acaso coyuntural, pero no menos real y efectiva.
observa en la escultura. “El Pensador”, de Rodin,
consta de, al menos, dos originales, hechos por Es posible, pues, preguntarse si esas excepcio-
el autor en el mismo molde. ¿Por qué no se re- nes no son, como cualquier excepción, sendas
serva ese honor solamente para el primer pro- restricciones (es decir, modificaciones, refor-
ducto? ¿o por qué no podría extenderse a diez, mulaciones) que se introducen en la regla ge-
quince o doscientos que —hipotéticamente— neral que se presume aceptada; y, por lo tanto,
se hubieran moldeado del mismo modo, inclu- si no es menester una explicación teórica que
so por mano de otras personas? restablezca la coherencia del sistema de pen-
samiento moral de cada sujeto. En tal supues-
Por cierto, no pretendo aquí hacer un discur- to, habría que admitir que la regla general es
so sobre arte, tema en el que no soy experto, proclamada en público (todos deben pagar sus
sino reflexionar sobre el valor simbólico de ob- impuestos, supongamos), pero sujeta discreta-
jetos que acaso no tienen otro. Al pañuelo usado mente a excepciones (menos mis parientes, mis
de Messi no se le adjudican condiciones estéti- amigos y yo).
cas, como no las tienen un autógrafo de Borges
ni un ejemplar de la primera edición de un libro Esa reflexión nos devuelve a lo dicho al prin-
raro: su valor es el que le dan los coleccionistas, cipio sobre los tokens no fungibles, la Gioconda
individuos que disfrutan de poseer lo que otros y el pañuelo sucio: nuestros principios mora-
no han conseguido, simplemente por el hecho les, entusiastamente sostenidos, aunque no
de poseerlo y acaso exhibirlo. invariablemente aplicados, son —al menos par-
cialmente— galas con las que nos revestimos,
Si el fenómeno aquí descripto se verifica en factores de orgullo con los que nos autoconsu-
un segmento del mercado, ajeno a las ventajas mimos gracias a la mirada de los demás. Apar-
de lo que se come, se viste o se habita, cabe pre- te de eso, desde luego, pueden tener su propio
valor, equivalente ético del placer estético que pero ¿es esta relación invariable? ¿Cuántas ve-
muchos sienten (y otros fingen sentir, porque ces invocamos un argumento que no acaba de
así se les exige) al contemplar la obra de Leo- convencernos, porque pensamos que nuestro
nardo (2). Pero una profunda introspección, interlocutor, que tal vez tampoco crea en él, no
en lo moral, en lo jurídico y en lo político tanto se atrevería a contradecirlo en público? Todos,
como en lo estético, ayudaría a sincerar las pa- por cierto, tenemos valores o preferencias mo-
siones que nos mueven y entendernos mejor en rales; pero ¿no estaremos ante una hagiografía
los debates que sostenemos con aquellos que axiológica, ante un Olimpo que nadie osa desa-
abrigan opiniones divergentes. Cualquiera de fiar, ante una construcción social que se impo-
ne a la misma sociedad que supuestamente la
las numerosas diferencias ideológicas con las
genera?
que convivimos sería un buen banco de prueba
para aquel procedimiento, pero la tan mentada El presente comentario no tiene por obje-
noción de corrección política resplandece entre to criticar las convicciones morales que, por la
ellas por la fuerza con la que se impone entre razón que fuere, cada uno abrigue en su con-
personas que la aprecian con tibieza. ciencia, sino promover un análisis racional e
introspectivo de esas convicciones. El discurso
Pensemos, para ser más concretos, en la argu- jurídico, nuestro único instrumento de trabajo,
mentación jurídica (para no hablar de la políti- se vería más aguzado (y probablemente sería
ca). Es de suponer que quien esgrime una razón más efectivo) en la medida en la que nuestros
lo hace porque está dispuesto a sostenerla; argumentos, en lugar de tender al autoconsumo
colectivo, contaran, ellos sí, con el certificado de
(2) Cuál sea ese verdadero valor es un profundo pro- autenticidad que solo el razonamiento leal pue-
blema filosófico que no intento plantear aquí. de otorgarles.
conclusión no es qué queremos hacer, cosa que menos, de cada aplicador), con lo que la adver-
está clara, sino qué debemos hacer cuando nos tencia de Shylock resulta aplicable al sistema ju-
vemos tironeados entre la ley y nuestros deseos. rídico por entero.
Una alternativa es reconocer el derecho pre- A su vez, la excusa planteada en último término
tendido: en ese caso, nuestro sentido de justicia no es más que una muestra de todo un repertorio
sufrirá, porque detestamos ese resultado. Otra de frases retóricamente vistosas, que buscan abrir
alternativa es desconocerlo, mediante alguna la puerta a la discrecionalidad del intérprete y, por
argucia interpretativa de aquellas en las que lo tanto, pueden servir para una decisión como
los abogados somos expertos. Parafraseando a para su contraria. En el caso shakesperiano, de un
Shylock, en ese caso, ¿no perderán su fuerza, en lado están Antonio, su deuda y su integridad física;
general, los decretos de nuestra Venecia real? y en el otro Shylock, su rencor y el texto de su con-
trato. El derecho no puede satisfacerlos a los dos,
Puede responderse negativamente: después especialmente cuando, en el medio del conflicto,
de todo, se trata de un conflicto individual, juz- operan una cantidad de prejuicios y valoraciones
gado de acuerdo con sus propias y peculiares propios de cada observador.
circunstancias. O estamos ante un caso límite,
que por su excepcionalidad autoriza, y hasta re- Si volvemos al siglo XXI, podemos encontrar-
quiere, un remedio heroico, que no es aplica- nos con las reflexiones acerca de lo que se espe-
ble a la generalidad de los supuestos. O bien, en ra de la función judicial. Algunos sostienen que,
términos más vagos y extensos, el derecho está puesto que deben aplicar un derecho democrá-
hecho para el hombre, y no el hombre para el tico, los jueces han de plegarse al parecer de la
derecho. Pero todas esas excusas resultan bas- mayoría y actuar en representación de toda la
tante especiosas. sociedad. Otros atribuyen a la justicia una fun-
ción contramayoritaria: si los jueces se encar-
Por un lado, las circunstancias de cada caso son gan de velar por la primacía de la Constitución,
infinitas, de modo que, al resolverlo, nunca las to- es su obligación defender las garantías y los de-
mamos en cuenta todas, sino solo aquellas que rechos de cada ciudadano, aun frente a una opi-
son relevantes. Y, para determinar la relevancia o nión pública contraria o a su expresión en boca
irrelevancia jurídica de las eventuales condiciones de los poderes representativos del Estado. Otros
de cualquier situación de hecho, se ha inventado más intentan nadar entre aquellas dos corrien-
la ley. No existen los criterios particulares: toda de- tes y encontrar en cada caso razones para ha-
cisión individual es, necesariamente, ejemplo de cer un poco de cada cosa: interpretar leyes y
un criterio general que, aunque haya sido elabo- garantías de modo tal que no se opongan fron-
rado para un caso específico, queda abierto para talmente a la opinión pública ni conciten exce-
su aplicación en cualquier otro caso que sea se- sivamente la ira del poder político.
mejante al primero en relación con aquellas de
sus condiciones que se haya considerado relevan- El drama de Shakespeare nos confronta, pues,
tes. Es más: esa extensibilidad hacia lo general es con un conflicto habitual en el ámbito jurídico:
lo que lo puede alejarlo de la crítica de arbitrarie- ¿reconoceremos el derecho de Shylock — o de
dad y, en cambio, incluirlo en una de las habitua- cualquiera de nuestros adversarios— a una con-
les concepciones del Estado de derecho. ducta que desaprobamos? ¿Ampararemos lisa y
llanamente a Antonio —o como se llame en la
Por otra parte, postular un límite de desacuer- realidad— porque es de los nuestros? ¿O bien,
do, pasado el cual estamos autorizados a decidir como Porcia, nos disfrazaremos de lo que sea
contra la ley, requeriría establecer condiciones necesario para mantener la ficción de la vigen-
objetivas que configurasen ese límite y permi- cia del derecho, mientras retorcemos la ley para
tieran distinguir claramente cuándo el caso lo que satisfaga nuestros deseos?
excede y cuándo queda dentro de la regla ge-
neral. Si tales condiciones objetivas no se acla- Nuestra concepción del derecho, cualquie-
ran (y es preciso señalar que jamás se aclaran de ra sea, nos encara como el personaje encaró al
modo operativo), aplicar la ley o desconocerla Dux, y nos repite: Espero de vos justicia. ¿Me la
queda librado a la conciencia de cada uno (o, al haréis? Responded.
referirse a un tío sin sobrinos o a una gallina in- emplear el esquema de los derechos para escri-
mueble. bir las normas o para reclamar su modificación.
Eso sí: es revelador observar que esa tendencia
El secreto de tanta perplejidad puede hallarse no se muestra con igual intensidad en todos los
en una argucia del discurso, uno de esos juegos segmentos del sistema jurídico: en las constitu-
de luces y sombras con los que —bien lo sabe- ciones, o en otros cuerpos normativos destina-
mos los profesionales del derecho— es posible dos a dar garantías a los ciudadanos, se habla de
mostrar una misma realidad con el perfil que derechos; en cambio, las leyes impositivas esta-
cada uno prefiera y enunciar las propias prefe- blecen muy claramente las obligaciones.
rencias del modo más favorable.
Acaso el empleo de una técnica o de la otra
Al establecer una obligación debe dejarse en sea un resultado de dos variables: la seriedad
claro quién es el obligado, en qué consiste la con la que se persiga el efectivo cumplimien-
conducta obligatoria, qué circunstancias con- to de la norma y la vinculación de su conteni-
dicionan el nacimiento o constituyen la cance- do con los deseos de persuasión política. No me
lación de la obligación y en qué tiempo y lugar atrevo a afirmar que las dos variables estén re-
debe cumplirse la acción debida. Decir quién lacionadas entre sí: quede ese tema para la re-
es el beneficiario de la conducta estipulada no flexión personal del lector.
es estrictamente necesario: eso puede inducir-
se de la naturaleza de la conducta, habida cuen- Sea como fuere, el lenguaje de los derechos,
ta del marco fáctico conocido, o descubrirse inferior al otro en precisión normativa, es su-
más tarde; a veces con algún escándalo públi- perior a él en utilidad retórica. Hablar de obli-
co. Aclarar quién tiene la facultad de reclamar gaciones implica interpelar directamente a los
el cumplimiento es conveniente, pero no siem- obligados, que probablemente se sentirán mo-
pre indispensable: a menudo ese dato surge de lestos, y dejar que los beneficiarios valoren por
otras normas preexistentes, como los artículos su cuenta la mayor o menor ventaja que puedan
504 y 505 del Cód. Civil y las leyes relativas a la obtener de la norma sancionada o propuesta.
persecución penal. Hablar de derechos, en cambio, significa diri-
girse a los beneficiarios para recibir a cambio
Cuando una norma establece un derecho, en su apoyo; y, al mismo tiempo, dejar que cada
cambio, pone de resalto quién ha de gozar de uno de los eventuales obligados, a quienes no
ese derecho, cuáles son las condiciones que lo se identifica todavía, conjeture que la carga será
hacen nacer y en qué consiste el beneficio que en definitiva soportada por algún otro, en virtud
se espera obtener de su cumplimiento; pero, a de cierta interpretación personal que por el mo-
menos que se agreguen precisiones adicionales, mento nadie contradice. El jurista minucioso,
falta indicar cuáles son las conductas legalmen- pues, investigará las obligaciones, pero el polí-
te apropiadas para producir ese beneficio, quién tico hábil se volcará a la enunciación de los de-
está obligado a cumplirlas y en qué circunstan- rechos.
cias de tiempo, modo y lugar han de llevarse a
cabo. La falta de expresión acerca de estos pun- Eso sí, en el campo político y jurídico ningún
tos puede acarrear la imposibilidad práctica de escamoteo es gratuito. Las víctimas de la legisla-
reclamar el derecho por falta de identificación ción incompleta son normalmente las mismas
del deudor o responsable o por ausencia de pre- personas a quienes se aseguran derechos. Una
visiones sobre las circunstancias en las que la enunciación jurídica tal se parece a un cheque:
obligación puede tornarse exigible. A menos, el receptor la relaciona con una cuenta banca-
claro, que tales datos sean agregados luego por ria (la consistencia del sistema jurídico) y su-
vía interpretativa. pone que esa cuenta tendrá fondos suficientes
en el momento en que reclame por ventanilla
Si enunciar derechos o establecer obligacio- (esto es, que el banco estará obligado a proveer
nes son dos maneras alternativas de expresar la la prestación que se asegura). Pero hay che-
voluntad del legislador, parece claro que la se- ques sin fondos. Y también hay derechos para
gunda es más eficaz y precisa que la primera. los cuales los titulares no encuentran deudores
Sin embargo, existe una tendencia creciente a apropiados.
mas) gozaban de beneplácito muy amplio, lo cualquier vecino podría tratar de hacer valer su
que contribuía a que sus autores fueran tenidos propia obra y las escuelas ya no sabrían qué pro-
por clásicos. Algunos críticos, empero, señala- poner a los niños como ejemplos de la cultura.
ban que este fenómeno se retroalimentaba: una
obra muy apreciada se enseñaba en las escue- Curiosamente, los más cerradamente con-
las y se proponía como paradigma de belleza, trarios al escepticismo estético no veían en este
lo que contribuía grandemente a reproducir esa hecho amenaza alguna: hay obras hermosas,
aprobación, de modo acrítico, en los espíritus decían, que merecen ser leídas y comentadas, y
conformistas. En algunos casos, señalaban ade- hay obras de escaso valor, que sólo merecen el
más con saña argumental, personas poderosas olvido. Para distinguir unas de otras no hay más
habían logrado imponer su propio gusto en el que apreciarlas, de modo que nada de malo hay
primer momento y aprovechar aquel mecanis- en que todo lo escrito quede a disposición de la
mo para convertir su aprobación en consenso comunidad: lo bello prevalecerá, aun a costa del
social. Otros, en cambio, porfiaban que la apre- prestigio mal ganado de algún literato y con la
ciación general de una obra no era más que la ventaja de facilitar el acceso a la fama de algún
consecuencia natural de la belleza que la ador- talento desconocido.
nara. Y, como en numerosos casos el mérito es-
tético de un texto dependía de la interpretación Pero ese pensamiento tan seguro de sus pos-
que se le diese, insistían en que el sentido que tulados era, con todo, minoritario. La gran ma-
debía darse a las palabras era siempre el más yoría de los individuos adherían, por propia
hermoso, aun con independencia de lo que pu- convicción o por simple rutina, a una tesis me-
diese entenderse como su significado más o me- nos arriesgada. Aunque proclamaban que la
nos llano. belleza podía ser apreciada por cualquiera, no
confiaban en el buen gusto del vulgo y preferían
No faltaban escépticos que, reproduciendo un que maestros y gobernantes educasen a los ni-
refrán venido de otras latitudes, afirmaban que ños y adolescentes para fomentar las elecciones
“sobre gustos no hay nada escrito” y aseguraban correctas y asegurar, así, que todos supiesen en-
que, dado que cada lector apreciaba a su modo tender las grandes obras y distinguir a los verda-
la literatura, con independencia de que coinci- deros escritores y poetas de los aficionados más
diese o no coincidiese en ello con otros paisa- o menos empeñosos. Algunos de estos ciudada-
nos, no era posible identificar en lo escrito cosa nos sustentaban opiniones muy drásticas: alar-
tal como la belleza. Ellos proponían que toda la mados porque ciertos maestros proponían a sus
producción literaria quedase a disposición de alumnos obras detestables como ejemplos de li-
los ciudadanos para que cada uno leyera lo que teratura sublime, reclamaban la destitución de
quisiese y lo elogiara o criticara según su pare- tales corruptores y hasta la quema de los textos
cer, sin pretensión alguna de imponer este crite- inconvenientes. Estas acciones, que excepcio-
rio a sus vecinos. nalmente llegaron a ponerse en práctica, surtie-
ron un efecto ambiguo: en algunos sectores de
Pero esta idea encontraba un obstáculo serio la sociedad limitaron los términos de compa-
en la tradición de aquel pueblo. Ya he dicho que, ración estética, con lo que tendieron a desacti-
como se trataba de una comunidad muy amante var en los jóvenes la capacidad de juicio crítico,
de la literatura, muchos componían pequeñas pero en otros segmentos menos vigilados los
obras originales sin pretensión de ser incluidos textos prohibidos resurgían al calor de la clan-
en la ínfima y privilegiada clase de los escritores. destinidad, incluso con prescindencia del valor
Y muchos otros habrían querido convertirse en que pudiera asignárseles. Y, así, muchos jóvenes
escritores reconocidos, pero, no muy seguros de de cada generación crecieron con la idea de que
su propio talento, no se atrevían a escribir por sí nada era tan bello, en verdad, como lo que los
solos y se limitaban a relatar, compendiar o co- censores hubiesen rechazado.
mentar las grandes obras. Si la belleza no fuese
admitida como una característica objetiva de lo Así vivió aquel pueblo durante muchos años,
escrito sino como un estado de ánimo de cada debatiéndose entre la libertad y la censura hasta
lector, la diferencia entre los verdaderos litera- tal punto que la idea misma de belleza literaria
tos y los meros aficionados habría de borrarse, llegó a ser casi olvidada. Pero, después de una
larga etapa fuertemente autoritaria, la reacción los niños que, puesto que todos sabían en qué
llegó y los patrones tradicionales de belleza, los consistía la belleza, ya no era siquiera necesa-
que se enseñaban en las escuelas y se imponían rio escribir poemas, cuentos o novelas: la mera
desde el estado, fueron mayoritariamente aban- contemplación de la belleza en abstracto haría,
donados. Muchos ciudadanos, que añoraban y con ventaja, las veces de la lectura ya inútil.
defendían la libertad de leer y disfrutar lo que
les viniera en gana, concibieron entonces gran- El resultado fue que los habitantes de aquel
des esperanzas. Pero esas esperanzas se vieron pueblo dejaron de leer. Eso sí, se reunían en la
pronto defraudadas. Ahora, las escuelas y el es- plaza para comparar sus criterios de belleza,
pero poco a poco descubrieron que no estaban
tado imponían nuevos cánones literarios: los
de acuerdo. Y, luego de mucho discutir, vieron
que habían estado prohibidos durante la eta-
también que no lograban rebatirse eficazmente
pa autoritaria. Aquellos ciudadanos de los que
unos a otros. Aquel pueblo, alguna vez amante
hablo compartían este juicio acerca de un buen de la literatura, empezó a pelear por cánones de
número de obras, pero no de todas. Además, no belleza que nadie era capaz de sostener y que,
renunciaban a sus propios criterios y sostenían además, ya no podían aplicarse a obra alguna.
que, a lo largo de varios siglos de historia, los Algunos ancianos predicaban la paz, pero, como
grandes escritores habían producido algunas lo hacían con el texto de antiguos poemas, nadie
obras merecedoras de aprecio permanente. quería escucharlos: los ciudadanos se agredían
unos a otros, cada uno reclamando a voz en cue-
Esta pretensión fue duramente rechazada por llo una belleza que ya ni siquiera se juzgaba en
quienes postulaban los criterios triunfantes. Los certámenes literarios, porque los jurados eran a
ciudadanos a los que me refiero fueron a menu- su vez amenazados por las turbas.
do acusados de complicidad con las censuras de
otrora y, para evitar en lo posible nuevas sorpre- Y así aquellos hombres, una vez tan cultos,
sas, empezó a declararse que toda obra literaria terminaron diezmados y en la barbarie. Hasta
que no se ajustase a los nuevos cánones debe- que, un día, uno de ellos volvió a inventar la es-
ría tenerse por no escrita. Además, se enseñó a critura.
tortura material y moral que agraven el castigo campo de batalla queda destruido. El derecho
hasta la destrucción del individuo. —como estructura de conceptos, como conjun-
to de procedimientos— es nuestro campo. Si no
Para hacer estas cosas hacen falta recursos. nos gusta lo que en él está sembrado, o si cree-
Los recursos materiales son limitados y es ne- mos que su rendimiento es insuficiente, adop-
cesario establecer prioridades para su uso. Los temos entre todos (es decir democráticamente)
recursos intelectuales, en cambio, no tienen lí- las decisiones que, a nuestro riesgo, juzguemos
mites definidos y están presentes entre nosotros más apropiadas para mejorar la situación. Pero
en mayor medida que la que las habituales prác- si hacemos de él un campo de batalla, donde
ticas de cooptación nos permiten advertir. Y en-
cada uno lanza su ofensiva con los medios que
tre las dos clases de recursos existe una notable
tiene a su alcance y sin considerar las expec-
interacción: la inteligencia permite emplear los
tativas del adversario, el derecho como lo co-
materiales con eficiencia creativa, multiplican-
do sus resultados. nocemos, cualquiera sea su contenido, puede
volverse prácticamente inútil y dar lugar, acaso,
Me doy cuenta, claro, de que estas palabras al ideal que algunos acariciaron en la década de
son demasiado vagas para constituir en sí mis- 1990: una sociedad puramente contractual, do-
mas un plan de acción; pero sería presuntuoso minada por el arbitraje privado y las empresas
que pretendiese tal resultado. Más que un plan de seguridad, donde los ricos vivan impunes
de acción, sugiero un plan de actitudes. En las atrincherados en sus barrios y los demás que-
batallas hay quien gana y quien pierde; pero, den librados a su suerte y —una vez más— a la
sea quien fuere el vencedor, lo seguro es que el ley del más fuerte.
(*) Cfr. La Ley, 18/12/2006, p. 1. LA LEY, 2007-A, 1188. En los supuestos apuntados, las conductas
Cita online: TR LALEY AR/DOC/4028/2006. reales lanzan un desafío teórico. En ellas se ob-
entre la provincia de Mendoza y la República de Claro está que la elección del lenguaje jurídi-
Chile. Pero, si lo deseáramos, podríamos poner co es mucho menos inocente que el uso de un
ese nombre a alguna otra montaña. O al club so- lenguaje deportivo. Un aficionado, disgustado
cial de nuestro barrio. O a la Luna. O al perro de por el modo en que juega un equipo, exclama
nuestro vecino. Sin embargo, de hecho, no ha- “¡esto no es fútbol!”, pero no quiere afirmar con
cemos estas cosas o, si las hacemos, usamos una eso que es boxeo ni ajedrez; de modo parecido,
gran prudencia y limitamos nuestro discurso a cuando afirmamos que cierto sistema normati-
un auditorio prevenido. Creemos tener buenas vo es derecho estamos adaptando a él toda una
razones, en efecto, para reservar en principio el nomenclatura que, por tradición cultural, gene-
nombre “Aconcagua” para aquella altura de los ra poder y tiende a consolidarlo. El idioma del
Andes. No porque nos guste el nombre (que tal derecho (esto es, la constelación de palabras y
vez nos guste), ni porque nos agrade la monta- significados que se relacionan con el concep-
ña (que tal vez nos agrade), ni porque creamos to de derecho, lo integran o lo implican) da por
que el nombre es adecuado para esa montaña sentado que el sistema al que lo aplicamos tie-
en especial (cosa que tal vez creamos o demos ne pretensiones de permanencia y de generali-
por sentada irreflexivamente), sino porque vi- dad (al menos dentro de cierto territorio) y que
vimos en una sociedad en la que —sabemos— nosotros mismos admitimos esas pretensiones
esa palabra evoca precisamente ese objeto. Y (aun en el caso de que no las aprobemos), así
no usamos el vocablo para nombrar cualquier como suponemos que nuestros interlocutores
cosa que se nos ocurra, sencillamente porque también las admiten. Pero esto no sucede sólo
esa actitud disminuiría el valor instrumental del en el caso del derecho: con mayor o menor fuer-
lenguaje y, a la vez, apreciamos que esa deva- za, se observa también en el uso de palabras o
luación semántica no satisface nuestros intere-
nomenclaturas dotadas de tradición institucio-
ses.
nal: “Eloísa es mi novia”, “El señor Bovary es mi
De modo semejante, llamamos derecho a uno marido”, “Scrooge y Marley fueron socios” asig-
entre los varios órdenes más o menos coerciti- nan atributos que, a su vez, evocan cierta red de
vos que se observan en una misma sociedad. No expectativas, afectos, responsabilidades, even-
necesariamente a aquél cuyo contenido más nos tuales conflictos y modos de tratar tales conflic-
convenga en este momento, ni al que juzguemos tos en caso de que aparezcan.
más justo en general; ni siquiera al que proven-
ga escrupulosamente de decisiones amparadas Los hechos, pues, son como son. Nosotros
por una elección democrática. Llamamos de- los describimos; y para describirlos dispone-
recho a lo que vemos que el consenso lingüís- mos de diversos modelos ideales ya armados,
tico de nuestra comunidad llama derecho, aun como trajes de confección en los que hacemos
cuando ese consenso lingüístico no coincida entrar los cuerpos que mejor les cuadren, sin
con el consenso ético e incluso cuando con- exigir demasiada exactitud ni tampoco aplaudir
tradiga nuestras propias convicciones morales. que un obeso se ponga una chaqueta demasia-
¿Lo hacemos por puro masoquismo idiomáti- do estrecha sólo porque le agrada más que otra.
co? No: adoptamos esa nomenclatura porque Esos modelos, cada uno de los cuales contiene
necesitamos entendernos con nuestros vecinos, un sistema de conceptos, palabras y expecta-
evitar problemas con unos individuos de gorra tivas, se llaman derecho, moral, ideal político,
azul que andan por la calle (nuestros vecinos corrupción, delito organizado, subversión, re-
los llaman policías) y, tal vez, defender nuestros beldía, barbarie, civilización o pauta cultural.
intereses ante otros individuos que, de civil, se El modelo llamado derecho es celoso (porque
sientan detrás de un estrado (nuestros vecinos así hemos construido el concepto): no funcio-
los llaman jueces). Adoptamos, pues, un hábi- na adecuadamente sino respecto de un grupo
to lingüístico por razones pragmáticas, que es más o menos coherente de hechos y exige usar
como se adoptan los hábitos lingüísticos; razo- para los demás grupos de hechos algún mode-
nes tan pragmáticas como las que nos hacen lo diferente, salvo que encuentre motivos para
usar el término “fútbol” en lugar del más elegan- hablar de delegación, de coordinación, de sece-
te y castizo “balompié”. sión o de guerra. Si hemos construido el modelo
jurídico (1) con esas características, será porque las decisiones lingüísticas: reconoce buenas ra-
nuestra cultura, a lo largo de los siglos, encontró zones, pero no ofrece garantías estrictas acerca
en él alguna ventaja o acabó por aceptar el pare- del acatamiento de esas razones ni, menos aún,
cer de quienes encontraran en él alguna ventaja. de la conformidad de tales razones con nuestras
Podemos cambiarlo: si lo hacemos, convendría preferencias políticas o morales. El árbitro de la
que empleáramos otra nomenclatura, para no decisión es en definitiva el pueblo: pero no ne-
confundirnos entre nosotros. Si seguimos em- cesariamente como el conjunto de ciudadanos
pleándolo, más valdrá que hagamos entrar en que, tocados con virtual gorro frigio, deciden los
él los hechos que mejor le cuadren. La decisión
asuntos comunes, sino como el número inde-
acerca de cuáles sean esos hechos se parece a
terminado de individuos concretos que buscan
sobrevivir como pueden y, sin pensarlo dema-
(1) Hablo aquí de la estructura semántica del concep-
to, no del contenido concreto de la situación que haya- siado, asignan a los hechos los nombres que
mos de designar como derecho. más fácilmente les permite entenderlos.
Ana sugirió entonces consultar el libro de — Bueno, entonces para mí el guiso está sala-
Doña Petrona, pero otros comensales dijeron do —insistió María, como quien termina con un
que era anticuado y proponían distintas autori- debate molesto.
dades culinarias. Se llegó a acordar la exclusión
de Bocuse, porque —según quienes se expidie- — Ya no se puede creer ni en Doña Petrona
ron en ese sentido— el guiso de Jorge era bas- —se quejó Inés.
tante tradicional y no encuadraba en las normas
de la nouvelle cuisine. Otros autores se desecha- — Se murió sin decirnos cómo son las cosas
ron por razones prácticas: no toda la biblioteca en realidad —agregó Ana, con gesto resignado
gastronómica estaba a mano en ese momento. ante el último bocado de guiso.
Jorge se levantó y trajo consigo, triunfante, el li-
Tanto la escena que acabo de relatar como sus
bro de Doña Petrona. Los presentes aceptaron,
personajes son imaginarios; pero yo, que estaba
frente a las circunstancias, que después de todo
presente, di en pensar que todo diálogo es bue-
se trataba de un texto que había ejercido autori-
dad durante varias generaciones. Liliana tomó no para aprender algo acerca del pensamiento
y, con algo de suerte, acerca del pensamiento
jurídico.
(*) Cfr. La Ley, 26/02/2007, p. 1. LA LEY, 2007-B, 1343. El guiso de Jorge estaba allí: todos estábamos
Cita online: TR LALEY AR/DOC/801/2007. comiéndolo, de modo que lo considerábamos
un dato irrefutable de la realidad (de esa rea- nuestros pensamientos individuales, capaz de
lidad imaginaria de la que estamos hablando, imponerse a nuestras preferencias y a nuestras
desde luego). Tenía la sal que tenía (y no soy inadvertencias.
capaz de medir su magnitud con esas unida-
des aproximadas que usan los cocineros, como Ahora bien, el golpe de gracia aparece cuan-
la pizca que depende del tamaño de los dedos). do la suprema autoridad, tan trabajosa como
Pero cada comensal lo apreciaba de modo even- inseguramente establecida, nos ordena “salpi-
tualmente distinto, según sus propios gustos o mentar a gusto”. Parece una burla. Después de
expectativas. Eso sí, describía su juicio en tér- tanto buscar, ¿la realidad del buen arte culina-
minos descriptivos de cierta realidad: “le falta rio es, al fin y al cabo, como queremos que sea?
sal”, “está muy salado”, “está bien”. Si cada uno de ¿Es correcto, entonces, un guiso condimentado
estos juicios pretende explicar cómo son las co- a gusto del cocinero, cualquiera sea ese gusto?
sas, no pueden ser todos verdaderos porque las ¿Habrá que tener en cuenta la preferencia de los
cosas sólo pueden ser de un modo: como son. Y comensales efectivos? ¿O la de los comensales
esto no depende de una oscura revelación me- en general? ¿Pasados, presentes y futuros? Si los
tafísica ni de una imposición autoritaria, sino marcianos comieran guiso ¿con cuánta sal les
de una razón pragmática para el uso de la ex- gustaría?
presión: si las cosas fueran realmente distintas
para cada uno (“para mí le falta sal”), no ten- Si esta línea de pensamiento nos marea, po-
dría el menor sentido ponernos a discutir cómo demos intentar otra. ¿Por qué no elegir por vo-
son las cosas en realidad, porque no habría una tación a Doña Petrona, o a alguna otra autoridad
única realidad a la cual remitirnos y cada uno que prefiriésemos? En ese caso ¿deberíamos
dispondría autónomamente de su propia reali- obligarla a decir exactamente cuánta sal debe
dad, equivalente a la de los demás pero distin- llevar el guiso? ¿O, si eso no fuera posible, in-
ta (“para mí el Río de la Plata no existe”; “ para terpretar su omisión de un modo adecuado? En
mí sí, pero está en Guatemala”). Distinta es la si- este caso, ¿será cada chef el encargado de esa
tuación si decimos “a mí me gustaría con más interpretación? ¿Qué hacemos si cada cocine-
sal”, porque esa afirmación, claramente circuns- ro usa una pizca de más o de menos? ¿Estará,
cripta a una preferencia individual, es perfecta- después de todo, cumpliendo religiosamente
mente compatible con preferencias opuestas de aquello de “salpimentar a gusto”? Si así fuera,
otros observadores. habríamos vuelto a los problemas planteados
en la línea de pensamiento precedente, de la
Si insistimos en suponer una realidad capaz que habíamos tratado de escapar.
de hacer aquellos juicios verdaderos o falsos,
será preciso que sepamos identificarla de ma- Todavía hay un tercer camino. Tal vez, como
nera más o menos unánime, tal como lo hace- sostenía Jorge, cada cocinero es un artista y
mos con el guiso que está en nuestros platos. Si cada plato el fruto de una inspiración del mo-
esa realidad no está a la vista de todos (no po- mento. Esta idea nos absuelve de no haber dado
demos ver la correcta cantidad de sal para este respuesta a las anteriores preguntas, pero nos
tipo de guiso), tal vez pudiera hallarse en alguna plantea otras también incómodas. ¿Para qué sir-
otra parte del universo (como el libro de Doña ven entonces las recetas de cocina? ¿Son meros
Petrona). Si tenemos discusiones entre nosotros consejos, dados por personas experimentadas,
acerca de cuál libro de cocina es la verdadera en los que podemos inspirarnos sólo si lo de-
autoridad culinaria, nuestro discurso acerca de seamos? Si no hay regla culinaria alguna, ¿cómo
la realidad empieza a tambalearse en ese punto. nos atrevemos a elogiar o criticar el resultado de
Y no es muy serio que nos decidamos por un li- un artista? ¿Nos apoyamos para eso en nuestra
bro simplemente porque lo tenemos a mano, ni mera preferencia?
que excluyamos “realidades alternativas” como
la nouvelle cuisine sólo porque nuestra atención La gran pregunta, parece, no es “cómo son
se dirige hacia otra parte: la realidad, para fun- las cosas”. Hay otras preguntas mayores y ante-
cionar como tal en nuestro razonamiento, debe- riores, indispensables para dar a aquel interro-
ría estar hecha de un material, ideal o sensible si gante algún contenido útil: qué significa afirmar
así lo concebimos, pero único y más firme que que las cosas son de una manera, a qué llama-
mos cosas y por qué medios estamos dispues- pero sustituyamos el guiso por una sentencia, al
tos a advertir cómo son. Si estas preguntas tan chef por el juez, a los comensales por los litigan-
generales nos parecen demasiado filosóficas, tes, abogados y juristas y a Doña Petrona y sus
volvamos a nuestra profesión cotidiana y pen- colegas por el conjunto de las controvertidas y
semos otra vez en el caso propuesto al principio, tan a menudo inasibles fuentes del derecho.
(*) Cfr. La Ley, 30/04/2007, p. 1. LA LEY, 2007-C, 1343. El tercer nivel es sencillamente moral, pero
Cita online: TR LALEY AR/DOC/1530/2007. los juristas lo visitan bajo el rótulo de la apli-
cación de los principios generales del derecho. describimos, en relación con el tema general del
Este es el nivel central de la discusión, porque aborto, las relaciones de prioridad entre princi-
en él pueden identificarse los motivos que im- pios que, en abstracto, todos están dispuestos a
pulsan a cada uno a sustentar diversas posi- sostener? Este meollo del debate, situado en el
ciones en los niveles anteriores. En este punto, tercero de sus niveles, es particularmente com-
algunos sostienen que la vida es un derecho su- plejo. Tal vez alguien tenga razón, y sus oponen-
premo y hasta sagrado, en tanto otros oponen tes no; pero, si no clarificamos en estos aspectos
diversas excepciones. Se abre aquí un intere- el sistema moral de cada uno, será difícil, no ya
sante debate que podría clarificarse mejor. Por decidir tal interrogante, sino incluso formularlo
ejemplo, discutir si hay situaciones peores que con alguna inteligibilidad.
la muerte (como a veces se califican la deshon-
ra, la infamia o la tortura); si es moralmente lí- Todavía hay un cuarto nivel, del que ni siquie-
cito ofrendar la propia vida por un ideal que el ra se habla en los debates cotidianos: el de la
sujeto estime superior (como el caso de los már- metaética, que sirve de cimiento a las opinio-
tires y de los héroes), y —en caso de que la vo- nes que —con suerte y dedicación— puedan
luntad del sujeto sea relevante para ello— si han llegar a sostenerse en el tercer nivel. Sencilla-
de admitirse el suicidio y la eutanasia a pedi- mente, ¿cómo estamos dispuestos a distinguir
do del paciente. También habría que decidir si lo justo de lo injusto? ¿Tienen sentido (signi-
la pena de muerte es moralmente ilícita (acaso ficado cognoscitivo) esas palabras? Si lo tie-
más ilícita, aunque la tortura o el hacinamiento nen, ¿en qué consiste ese sentido? Lo justo ¿es
de por vida en cárceles inhumanas) y si ha de lo que cada uno de nosotros apruebe? ¿Lo que
admitirse matar en defensa propia. Si la culpa- apruebe nuestra sociedad, acaso mayoritaria-
bilidad de la víctima fuera a su vez relevante (lo mente? ¿Lo que apruebe cualquier sociedad
que dejaría a salvo la pena de muerte y la de- para las conductas que suceden dentro de ella?
fensa propia, sin perjuicio de condenar aun el ¿Lo que tienda a la felicidad del mayor núme-
aborto en todos los casos, ya que la persona por ro, aun con independencia de la opinión actual
nacer es siempre inocente), no estaría de más de los beneficiarios? ¿Lo que Dios manda? Los
preguntarse por quien mata a un atacante que ateos, entonces, ¿no pueden tener moral? ¿O
no se propone privar al sujeto de la vida, sino Dios sólo manda lo bueno, porque él es bueno?
sólo secuestrarlo o violarlo. Pero entonces, ¿cómo distinguimos lo bueno de
lo malo, tanto Dios —postulada que sea su exis-
Una vez precisados los alcances del principio tencia— como nosotros? ¿Cómo nos lo mostra-
de respeto por la vida —y siempre dentro del mos los unos a los otros? ¿Qué características de
mismo nivel de debate— es el momento de dis- la realidad identifican lo bueno? Y si se trata de
cutir su eventual derrota (defeasibility) frente a una realidad ideal, ¿cómo y con qué grado de
otros principios en ciertas circunstancias dadas. certeza la percibimos? De más está decir que el
Por ejemplo, toda persona tiene derecho al uso debate sobre el aborto rara vez llega a este cuar-
de su propio cuerpo, a procurar el cumplimien- to nivel, que sin embargo es insoslayable para
to de sus planes de vida, a evitar circunstancias comprender todos los niveles anteriores.
orgánicas, sociales o económicas perjudiciales.
¿Prevalece el derecho de la persona por nacer Pero hemos hablado de lo bueno y de lo malo,
si está en peligro la salud de la madre? Algunos así como de las características de la realidad, y
dicen que sí, otros que no; otros más requieren de la concepción de una realidad ideal que, en la
que haya peligro de muerte para la mujer emba- opinión de muchos, incluye la justicia y los valo-
razada. ¿Y si se trata de su salud mental futura? res en general. Todo eso implica un quinto nivel,
¿O de su bienestar social, o económico, o aní- que ya no es jurídico ni moral, sino puramente
mico? A medida que se reduce la dramaticidad filosófico. ¿Es que hay realmente algo? ¿Qué sig-
de los motivos, se incrementa el valor adjudica- nifican las palabras con las que se compone esa
do a la vida intrauterina. Sin embargo, este mis- pregunta, “hay”, “realmente”, “algo”? ¿A qué lla-
mo nivel cae bruscamente si la mujer ha sido mamos realidad? ¿Qué características —cono-
víctima de una violación, que es un daño pasa- cidas o desconocidas— distinguen lo que existe
do y no un riesgo futuro. ¿Cómo identificamos de lo que no existe? ¿Es que hay algo que no
el principio que sustenta esta opinión? ¿Cómo exista, o ésta es una expresión contradictoria?
ción de muerte cerebral, sus padres decidieron Puede verse que las dos respuestas sirven para
donar los órganos de su hija. Más tarde, re- fundar la misma conclusión (gracias a que ella
clamaron indemnización a la conductora del no genera en nosotros una emoción apreciable).
vehículo, que ya había admitido su responsabi- Pero lo hacen por distintos caminos, sujetos a su
lidad en causa penal. El juez civil rechazó la de- vez a diversos presupuestos o requisitos.
manda: sostuvo que la niña había muerto como
consecuencia de la ablación de los órganos y La primera respuesta presupone que la rea-
que sus propios padres eran los causantes de su lidad externa incluye, entre otros entes, cier-
muerte. Por esta decisión, el magistrado fue des- tos objetos ideales llamados clases o esencias.
tituido (3). La diferencia entre las dos posicio- Esos entes están ahí, por así decirlo, dentro del
nes opuestas residía en la definición de muerte: mundo ideal, con la misma solidez con la que el
la cerebral, admitida por la ley de trasplantes, o Aconcagua está materialmente en medio de la
la cardiorrespiratoria, a la que se atenía el juez cordillera. El requisito práctico de esta posición
con fundamento en sus propios principios de es disponer de un método objetivo para reco-
“realidad”. nocer aquellos entes, cuya certeza se aproxime
al menos a la que, para reconocer los aconteci-
El punto es: ¿quién tiene razón en materia cla- mientos materiales, asignamos a la observación
sificatoria? empírica; si no tenemos un método semejan-
te, el día que nuestro vecino nos encuentre pa-
Este es un tema acerca del cual se ha discuti- seando a nuestra cebra (como él la llama) no
do mucho. Platón y Aristóteles dijeron cada cual tendremos medio alguno de demostrarle que
lo suyo. En la Edad Media, los filósofos se desvi- en realidad (y no sólo por convención) se trata
vían por lo que llamaban “la cuestión de los uni- de un perro. Sólo podremos decirle: “usted está
versales” y Guillermo de Occam forjó su famosa viendo el animal tan bien como yo lo veo; ¿cómo
navaja, metafóricamente afilada, “para afeitar no se da cuenta de que es un perro? ¿Cómo se
las barbas de Platón”: los entes no deberían mul- atreve a utilizar una clasificación tan errónea
tiplicarse sin necesidad. que llame cebra a un bicho pequeño y sin rayas?
Para decirlo en términos modernos y prácti- La segunda respuesta es menos exigente, por-
cos: ¿por qué nuestra mascota, que ladra y mue- que no requiere método alguno de conocimien-
ve la cola, es un perro y no una cebra? to, sino una mera decisión clasificatoria. Pero
también nos limita: si la adoptamos, hemos de
Una respuesta: tiene esencia perruna, lo que renunciar a asignar verdad alguna trascendente
implica que la clase de los perros es un ente real, a las clasificaciones. Nuestra respuesta al veci-
de naturaleza ideal, que, una vez conocido por no habría de convertirse, palabras más, palabras
nosotros mediante una pura intuición del espí- menos, en la siguiente: “Este animal es tal como
ritu, nos indica que hay una diferencia esencial usted y yo lo vemos. Yo prefiero llamarlo perro,
entre un animal que ladra y mueve la cola y otro, porque me ajusto a la decisión clasificatoria uni-
más grande y rayado, que galopa por la llanura versalmente extendida; si usted pretende usar el
africana para escapar de los leones. mismo criterio está equivocado, porque aquel
sistema llama cebras a unos bichos bastante di-
Otra respuesta: alguna vez hemos decidido ferentes de éste; pero si —en cambio— usted
clasificar los animales según un esquema tal está usando un sistema clasificatorio personal,
que las cebras y los perros no quedan abarca- podría tener razón de acuerdo con él: en tal caso
dos por la misma clase (que para este uso llama- sólo le ruego que me haga saber ese sistema cla-
mos especie), y las características que de hecho sificatorio, para que cada uno de nosotros pue-
observamos en nuestra mascota coinciden con da comprender el lenguaje que emplea el otro
las convenidas para la definición de “perro”, en y así lleguemos a entender lo que nos decimos”.
tanto difieren, parcial pero notoriamente, de las
acordadas en la definición de “cebra”. Si nos atrevemos a pasar por alto el prestigio
de autores eminentes, podemos resumir la si-
(3) Diario “Clarín”, ediciones del 24/10/2004 y del tuación de este modo: la primera respuesta es
12/05/2007. indemostrable, pero retóricamente contunden-
te; la segunda ni siquiera pretende demostra- to cardíaco posterior a ese momento es un ves-
ción y no sirve como fundamento de decisiones tigio biológico completamente irrelevante”. Una
trascendentes, pero es más fácil de comprender cosa es valorar, incluso con razones plausibles;
y debatir. En los dos casos se ejerce una clasifi- pero otra cosa es afirmar la verdad acerca de los
cación, pero en el primero se respeta la clasifica- hechos. En este último caso, se hace necesario
ción como parte de la realidad externa al sujeto, investigar a qué hechos (hechos clasificatorios
en tanto en el segundo se la emplea como un “objetivos”, independientes de las convencio-
instrumento artificial, útil para hablar de la rea- nes) nos referimos. Y dónde están esos hechos.
lidad sensible. Y de qué método disponemos para conocerlos.
Y cómo ese método permite demostrar la ver-
¿Perro o cebra? Nos cuesta poco comprender dad a quien no la conozca.
el planteo del otro y establecer un diccionario
bilingüe para entendernos entre personas que En lo personal, no tengo respuesta para estas
usan diferentes clasificaciones. Pero cuando la últimas preguntas. Y advierto que, en cualquier
alternativa es varón o mujer, vida o muerte, ima- idioma, el significado de las palabras depende
ginar semejante diccionario bilingüe se nos an- de convenciones del grupo hablante, conven-
toja una suerte de relativismo perverso. Si este ciones que cambian con el tiempo, conven-
juicio fuera acertado, bien podríamos afirmar ciones cuya modificación cualquiera puede
que son perversos quienes hablan un idioma proponer. ¿Por qué aceptamos la flexibilidad de
distinto del nuestro, porque el significado de las estas convenciones cuando se trata de palabras
palabras es siempre relativo a las costumbres como “lámpara” (4), “estrella” (5) o “pez” (6)
lingüísticas de los hablantes. y consideramos tan inmutables palabras como
“muerte”, “mujer” o “matrimonio”? ¿De qué
No quiero decir con esto que en los supues- modo están involucrados nuestros sentimien-
tos judiciales que he citado no hubiese otra tos en el interior de ciertos vocablos, para que
controversia que la lingüística. Por cierto, una nuestras convicciones valorativas se vean en el
posición quería conceder el cambio de docu- caso de pedir ayuda a la ontología? Y ¿qué ayu-
mento al transexual y la otra no; una quería im- da efectiva puede prestarles la ontología, salvo
pedir que se extrajeran órganos a un cuerpo que por el énfasis que gracias a ella adoptan las afir-
no hubiera sufrido paro cardiorrespiratorio y la maciones?
otra prefería permitirlo. Se trata de diferencias
claras acerca de lo que debe o no debe hacer- Éstas son, claro está, preguntas y reflexiones
se. Pero esas diferencias quedan sacralizadas y filosóficas. Pero, como tantas otras reflexiones
a la vez ocultas por el lenguaje ontológico con de la misma naturaleza, nos confrontan con la
el que se las plantea. Dar las definiciones por manera de elaborar, expresar y apreciar nues-
sentadas, postulándolas como meras descrip- tros argumentos jurídicos sobre temas de la
ciones de una realidad evidente, inyecta consi- práctica cotidiana.
derable poder retórico a nuestros argumentos:
no es lo mismo decir “yo no quiero, o yo creo (4) La palabra, aplicada en su origen a unos recipientes
injusto, que se trate legalmente como mujer a de aceite dotados de una mecha, fue extendida después
quien nació hombre” que decir “de hecho, la sin dificultad a ciertos artefactos de gas y más tarde a
que nació mujer será mujer para siempre y no otros dotados de bulbos eléctricos.
hay nada que pueda decirse o hacerse para evi- (5) Cierto día se aceptó llamar estrella también al Sol,
tarlo”; no es lo mismo decir “yo quiero, o yo creo para no hablar de los pulsares.
justo, permitir la ablación de órganos en un or-
(6) En una época la clase de los peces incluía a las ba-
ganismo con electroencefalograma plano” que llenas, animales fusiformes que viven en el agua, hasta
decir “el electroencefalograma plano, obtenido que Linneo y sus continuadores concedieron relevancia
con ciertos recaudos, es la verdadera muerte al hecho de que son vivíparas y, retomando una vieja idea
del ser humano, de modo que el funcionamien- de Aristóteles, las clasificaron entre los mamíferos.
a una conclusión moderada y seguramente des- rezca de todo contenido. Y menos aun al hablar
apasionada, rasgos que nuestra cultura suele de ciertas especialidades que, como la laboral o
identificar con la sensatez. Según esta conclu- la penal, se dirigen a constituir y proteger ciertos
sión posible, el conocimiento empírico es uno derechos aplicando para ello una peculiar ela-
solo, como una sola es la realidad del univer- boración de garantías y principios. Me limito a
so al que se refiere; pero las especialidades en señalar que el énfasis que tan a menudo se pone
las que dividimos ese conocimiento, segmen- en la defensa de la autonomía encuentra poca
tos convencionalmente concebidos como uni- base en la compleja red de interdependencia en
dades por razones puramente pragmáticas, se la que cada rama del derecho, y aun cada insti-
hallan vinculadas entre sí por un tronco común tución, cuenta con mayor o menor elaboración
(y, según sea el caso, por mucho más que eso) y normativa y se halla unida al resto del sistema
pueden distinguirse unas de otras, si lo desea- jurídico por lazos más o menos estrechos, pero
mos, por las características a las que se nos ocu- siempre sólidos.
rra atribuir relevancia para tal distinción.
Una mente suspicaz podría sospechar mo-
No es ése, sin embargo, el modelo de autono- tivos interesados en el discurso acerca de la
mía que suele esgrimirse en el discurso jurídico. autonomía. Si una institución o un grupo de ins-
Aunque todos los juristas aceptaran la premisa tituciones alcanza a formar en torno de sí una
de que el derecho es uno solo, postularían de nueva rama del derecho, a ella corresponderá
inmediato características capaces de aislar al- una flamante sección en los repertorios jurídi-
gunas de sus ramas invocando principios, obje- cos y en los catálogos editoriales. Sus cultores
tivos y hasta métodos propios. Si así fuera, tales quedarán convertidos en pioneros de una dis-
ramas encontrarían dentro de su ámbito todos ciplina, lo que redundará en mayor relevancia
o casi todos los elementos necesarios para el ra- personal. Si la nueva materia se convierte en
zonamiento práctico y aun para la reflexión teó- asignatura universitaria, y más aun si se obtie-
rica. Un ejemplo típico de este fenómeno llegó a ne la creación de un fuero judicial específico,
adquirir, a su vez, la fuerza de una norma jurídi- la afirmación de la autonomía contribuirá a la
ca. El artículo 1º de la Ley de Contrato de Traba- formación de círculos relativamente cerrados
jo dispone: “El contrato de trabajo y la relación en cuyo seno se discuten y distribuyen cargos,
de trabajo se rigen: a) por esta ley; b) por las le- cuotas de prestigio y porciones del ingreso que
yes y estatutos profesionales; c) por las conven- la sociedad toda (y no sólo el Estado) dirija al
ciones colectivas o laudos con fuerza de tales; d) manejo de aquellos temas.
por la voluntad de las partes; e) por los usos y
costumbres”. La omisión de cualquier otra rama No sostengo, por cierto, una tesis tan malé-
jurídica entre las fuentes del derecho individual vola; no tanto porque confíe ciegamente en los
del trabajo trataba de evitar la aplicación resi- nobles motivos de mis semejantes, sino porque
dual del Código Civil, que en 1974 se juzgaba no soy afecto a las interpretaciones conspirati-
falto de sentido social. Las cosas han cambiado: vas. Me limito a expresarla porque creo útil que
hoy la protección civil es a veces mayor que la cada uno de nosotros, frente a las pretensiones
social, por ejemplo, en materia de accidentes. que esté dispuesto a sostener acerca de la au-
Pero, sean cuales fueren los motivos de aquella tonomía de las ramas del derecho, examine en
limitación o su justificación política, la norma su conciencia tanto sus pautas descriptivas de
es una manifestación del sentimiento de omni- la realidad como las emociones que lo lleven
potencia sectorial: la teoría general del contrato a postularlas y, así, quede en condiciones de
sigue siendo una elaboración de origen civil; to- cooperar más eficazmente a la tarea común de
das las instituciones, incluso las laborales, están construir un modelo consistente para la ciencia
regidas por el derecho constitucional y, por esa del derecho.
vía, todas ellas han de convivir en una armonía
que no excluye una multitud de vínculos hori- En efecto, más allá de los intereses u opinio-
zontales. nes de cada persona o de cada grupo, inevita-
bles y generalmente legítimos, hay un interés
No quiero decir con esto que el discurso acer- más extenso que se refiere al conocimiento de
ca de la autonomía de las ramas del derecho ca- la realidad jurídica y al perfeccionamiento de
las herramientas conceptuales con que haya de En ese contexto, creo, conviene recordar que
describírsela, aplicársela y modificársela. Esto la relativa separación entre las distintas ramas
es lo que las ciencias empíricas han hecho hace no obedece a imperativos ontológicos eternos
siglos, sea cual fuere el uso que cada uno esté sino a motivos pragmáticos, siempre contin-
dispuesto a dar a la tecnología que en ellas se gentes y modificables. No estoy hablando aquí
funda. Los juristas estamos en mora con aque- de realidades, sino de actitudes. Los juristas co-
lla tarea: debemos acordar aún la definición de nocemos poco de los hechos que nos importan,
pero en ese punto no estamos peor que los físi-
nuestro objeto, determinar el método apropia-
cos, los químicos o los economistas. Lo que tra-
do para su conocimiento y ordenar y clasificar
ba nuestro avance no es el desconocimiento de
ese conocimiento de tal suerte que cada uno de la realidad, sino la actitud fuertemente emotiva
sus segmentos muestre sin recelo los vínculos que nos permitimos inyectar en nuestro mode-
que lo unen a los demás en la universalidad de lo descriptivo de aquello que conocemos. El de-
la ciencia y, a la vez, exhiba sin orgullo las cir- bate acerca de las autonomías no es el ejemplo
cunstancias que justifiquen, en mayor o menor más grave de esa inyección, pero nos conmueve
medida, su propia identificación como ramas a veces de tan cerca que no somos capaces de
del derecho. advertirlo.
tráfico de drogas y caí en la cuenta de que la lí- a modo de discriminación positiva? ¿Disponer
nea de interpretación que había soñado jamás que todos los establecimientos gastronómicos
sería aceptada por los juristas. Pero entonces un mantengan una sala de primeros auxilios, do-
pensamiento acabó de despertarme: la prime- tada de médico y ambulancia, para prevenir
ra parte de aquella interpretación sí es admitida posibles intoxicaciones y garantizar a sus pa-
por muchos, aunque no, claro, con fundamen- rroquianos el acceso a la salud? ¿Requerir a los
to en el derecho ambiental. Y hay que recono- turistas extranjeros un servicio de salud prepa-
cer que, ya sea que la aceptemos o no, está lejos go, para evitar erogaciones en medio de la crisis
de ser absurda. ¿Por qué no extenderla, enton- y —en ciertos casos— aplicarles reciprocidad?
ces, a la segunda parte? No pude elaborar una
¿Reglar el uso oficial de un castellano con 10%
respuesta satisfactoria. Pensé que tal vez los
de lunfardo, para preservar la cultura nacional?
adictos son víctimas más o menos inocentes,
mientras los traficantes son victimarios per-
Ahora la pesadilla me alcanzaba en plena vigi-
versos. Pero, cuando me disponía a aplicar esta
lia, porque cualquiera fuese mi propia posición
distinción como argumento constitucional, el
recuerdo de tabacaleras y destilerías me detuvo. frente a cada pregunta, no encontraba modo de
¿No hay, pues, un límite? ¿Sólo nuestra voluntad demostrar que las respuestas alternativas no se
política indica hasta dónde llegar en la interpre- apoyaban en la Constitución y, por lo tanto, no
tación del derecho? podrían ser reconocidas como derecho preexis-
tente, con todas sus consecuencias. Mi mente
Mientras estas preguntas me asediaban, caí imaginaba sin cesar otras líneas argumentales
en la cuenta de que el tráfico de drogas no era cuyo resultado yo rechazaba, pero que me ame-
más que un ejemplo de un drama más amplio nazaban desde un futuro incierto, aunque in-
y complejo. ¿No podríamos convertir en opta- quietantemente retroactivo.
tivo el pago de impuestos directos, a partir de
una interpretación amplia del derecho de pri- Desesperado, consulté a un psiquiatra. Me
vacidad sobre datos sensibles? ¿Restringir el de- preguntó: ¿es usted profesional? Sí, le dije; ten-
recho a la propiedad inmueble para asegurar el go título de abogado. Ah, me respondió: ahí está
de los okupas a una vivienda digna? ¿O, al re- el diagnóstico. El tratamiento es sólo sintomáti-
vés, ejercer el desalojo policial de los ocupantes co, porque usted está muy viejo para estudiar in-
ilegales desde la necesidad de hacer cesar los geniería. Practique algún deporte tranquilo, lea
efectos del delito, como cuando se libera a víc- poesía y trate de olvidarse del derecho al menos
timas de un secuestro, y sin necesidad de espe- unas horas por día. Eso sí, agregó: no se le ocu-
rar la orden judicial prevista en el artículo 238
rra consumir drogas. Si quiere, trafíquelas, por-
bis del Código Procesal Penal? ¿Prohibir la ven-
que eso estará prohibido, pero no hace daño a la
ta de automóviles para reducir los efectos de los
accidentes? ¿Autorizar a cualquier ciudadano a propia salud. Gracias, le dije; no pienso consu-
cortar una autopista en reclamo por una deuda mirlas ni traficarlas; pero ¿sabe? no esté tan se-
privada, a fin de no cercenar el derecho de pro- guro de que nada de eso esté prohibido. ¿Quiere
testa? ¿O dispersar a los piqueteros con gases la- que le recomiende algún poeta en especial?
crimógenos y balas (de goma, claro) para hacer
cesar, también aquí, el delito del artículo 194 del Así que aquí estoy, condenado día y noche a
Código Penal? En defensa de los derechos del un sueño recurrente. Y sin la esperanza, tanto
niño, ¿obligar a las parejas mediante una apro- tiempo acariciada, de que las instituciones de-
piada lotería forzosa— a adoptar a todos los me- mocráticas me ayuden a conjurarlo, porque los
nores desamparados? ¿Establecer que al menos principios constitucionales, como la voluntad
uno de cada cinco presidentes de la Repúbli- divina, son inescrutables e impredecibles y es-
ca sea un discapacitado, designado por sorteo, tán por encima de todo el universo creado.
do las advertimos. Si procuramos echarles tierra ción. A veces las emociones inciden de forma
mediante racionalizaciones o palabras bonitas, directa (los penalistas llaman a esto “estado de
dicen los psicólogos que nos volvemos neuró- emoción violenta”). Sin embargo, lo más común
ticos y dicen los filósofos que sostenemos una es que operen desde construcciones del segun-
ideología, palabra que emplean en su acepción do nivel que podrían recibir el nombre de crite-
peyorativa. Si, en cambio, procuramos eliminar rios de preferencia, pero, por el arte mágica de
la contradicción eligiendo uno de sus términos la ontologización, reciben el nombre de valores
o reformulando el problema de tal suerte que o principios y el diploma de objetos reales más
ella desaparezca, quedamos habilitados para o menos objetivos, aunque distantes de la de-
exponer nuestro pensamiento en términos ar- mostración empírica. Ninguna objeción merece
gumentales válidos. Claro está que esta validez, nuestra costumbre de valorar, pero sería desea-
dependiente de vínculos puramente lógicos, ble que al hacerlo cumpliéramos dos condicio-
funciona en el contexto de un mismo sistema de nes necesarias para hacer inteligible nuestra
pensamiento y depende, por lo tanto, del seg- valoración: ser capaces de identificar el objeto
mento de ese sistema que pueda tomarse como a valorar y ser capaces de explicar por qué em-
su conjunto de axiomas. pleamos un criterio en lugar de otro alternativo.
En otras palabras, el ejercicio del cuarto nivel de
En todo caso, la validez de una argumenta- pensamiento no debería ser una ocasión para
ción no es lo mismo que su eficacia. La vali- mezclar los tres anteriores.
dez corresponde al tercer nivel, pero la eficacia
práctica del argumento depende del primero, Las ciencias empíricas —tanto naturales
imperfectamente representado por el segundo. como sociales— se fundan en la inducción, que
Un argumento válido puede ser rechazado por es un modo de argumentar reconocidamente
quien no acepte los axiomas en los que se fun- falible pero sujeto a un método que lo hace bas-
da o por quién, aun aceptándolos, se niegue a tante confiable, ya que se mira a cada momento
reconocer todas las consecuencias que de ellos en el espejo de la inalcanzable demostración y
derivan. A la vez, un argumento inválido puede tiene clara conciencia de en qué consistiría ese
ser extraordinariamente eficiente si logra con- ideal. Las disciplinas normativas, como la éti-
mover alguna fibra emotiva del interlocutor. La ca y el derecho, tratan de ajustarse a la lógica,
publicidad y los discursos de campaña política pero en la práctica no aciertan a identificar in-
suelen hacer un uso algo salvaje de este recurso, tersubjetivamente axiomas capaces de fundar
poco genuino, pero indudablemente rendidor. en última instancia demostración alguna y, por
lo tanto, tampoco de servir de base a sus juicios
Si bien la validez de una argumentación no es de relevancia acerca de los argumentos. Dispo-
idéntica a su eficacia, es cierto que tiene cierta nen, en cambio, de una amplia gama de intere-
aptitud para contribuir a ella, ya que es más fácil ses y emociones divergentes, de una multitud de
rechazar un argumento inválido que otro válido. palabras bonitas, tradicionalmente revestidas
Una argumentación válida se asemeja por su es- de prestigio cultural, y de una sólida predispo-
tructura a una demostración, pero se distingue sición a disfrazar con ellas sus contradicciones
de ella en que sus premisas, aunque condu- o insuficiencias internas. El derecho tiene su fa-
centes a fundar la conclusión, son insuficientes vor, además, la promulgación de códigos y leyes
para garantizarla. El valor de esas premisas (o diversas, colecciones de palabras reconocidas
argumentos) depende de su relevancia en com- por todos; pero la lectura que se hace de tales
paración con los contra-argumentos conocidos palabras tiende cada vez más a menospreciar-
y frente a la infinita cantidad de circunstancias las, hasta tal punto que los propios textos legis-
que invariablemente se desconocen. Esa rele- lativos dan creciente cabida al discurso emotivo
vancia es siempre conjetural, por lo que toda ar- que sustituye las áridas precisiones del derecho
gumentación es falible y constituye una especie por las cálidas esperanzas de la vaguedad con-
de apuesta del hombre contra su ignorancia. ceptual.
El cuarto nivel del pensamiento corresponde No hace falta decir mucho más para adver-
a la valoración, originada en el fenómeno del tir que muchos juristas, en lugar de ejercer el
primer nivel que identificamos como la emo- cuarto nivel con apoyo en los otros tres que le
sirven de marco y en armonía con ellos, parten No es extraño, en estas condiciones, que el
del primero para moverse en el cuarto y, a modo discurso jurídico tenga tantas dificultades para
de coartada, postulan (o admiten) entidades del generar acuerdos y que su eficacia se reduzca a
segundo sin parar mientes en el tercero. Plan- fortalecer, mediante el uso de fórmulas mágicas
tean este galimatías como si fuera la llana des- y liturgias verbales, la persuasión de los ya per-
cripción de hechos evidentes para cualquiera y suadidos.
acaban por motejar de ingenuos o de perversos
a quienes sustenten una opinión diversa. Otro resultado es posible, aunque algo cos-
Semejante actitud no condice con la raciona- toso en términos de autoestima y de tradición
lidad que el hombre predica de sí mismo, pero argumental. Requiere reconocer como exclusi-
encaja demasiado bien en el complejo de prác- vo el carácter básico del primer nivel del pen-
ticas que tradicionalmente se han asociado con samiento, admitir que el segundo depende de
la arbitrariedad y el autoritarismo. En efecto, el construcciones intelectuales que no se justifi-
resultado más común de esta manera de encarar can sino por su utilidad general, verificar entre
el pensamiento consiste en que el sujeto parta todos las limitaciones del tercero y, sobre ese te-
de sus propias preferencias, recibidas de la edu- rreno aún pantanoso pero al menos más solidi-
cación e internalizadas a partir de la tradición ficado por un consenso básico, debatir nuestras
grupal, para venerar ciertas palabras, atribuir- divergencias del cuarto nivel desde las preferen-
les un significado que trasciende la convención cias de cada uno, con argumentos dirigidos a las
semántica, suponer la disponibilidad de un mé-
preferencias del interlocutor y no a golpear al
todo capaz de advertir como verdadero el valor
intrínseco del objeto postulado y desdeñar todo adversario con el báculo de una verdad abusi-
análisis acerca de este proceso recurriendo al vamente construida. ¿Podremos ir en esa direc-
hecho de que se halla muy generalizado, pero ción? Seguramente sí. Algún día tendremos que
sin tomar en cuenta que el invocado consenso hacerlo. Pero no emprenderemos ese viaje de
es ante todo verbal y se funda precisamente en inmediato, porque estamos yendo en el sentido
la falta de un análisis profundo. opuesto y la inercia es difícil de vencer.
En el quinto piso se incorporó Sempronio, Otro tema era el de Ticio. ¿Tiene derecho un
preguntando despreocupadamente: “¿Bajan?”. individuo a demorar el ascensor solo por no es-
calar un piso? Cayo estaría dispuesto a aceptar-
Al llegar el ascensor al séptimo piso, Cayo se lo si Ticio hubiera sido anciano o discapacitado.
dirigió presuroso a la mesa de entradas y, des- O si, en lugar de él, se tratase de una mujer em-
pués de pedir disculpas a otros letrados y ex- barazada. Pero Ticio parecía hallarse en la ple-
plicar el motivo de su prisa, logró el cargo del nitud de su capacidad.
último minuto. Pero su mente de abogado si-
Mientras así razonaba, Cayo advirtió que otros
guió rumiando los episodios del ascensor.
temas, más graves, podían plantearse. Ensayó
Su primer pensamiento fue que tal vez no de- primero una generalización. Prior in tempore,
bería permitirse a menores solos el ingreso a as- potior in iure, se dijo. Si yo llegué al ascensor
censores judiciales, instrumentos que no han de luego de una paciente fila, tengo un derecho ad-
usarse para jugar sino para mejor cumplir una quirido. ¿Puede un recién llegado prolongar mi
viaje sin mi consentimiento? El enano demócra-
misión augusta. ¿Habría responsabilidad de los
ta que llevaba en su mente (el enano interior no
padres por la demora innecesaria? Cayo se puso
siempre es fascista) lo corrigió de inmediato: to-
en el lugar de su imaginario oponente: al me-
dos tienen igual acceso a los servicios públicos,
dijo su conciencia. Pensó Cayo, además, que
(*) Cfr. La Ley, 24/11/2009, p. 1. LA LEY, 2009-F, 1418. el nuevo pasajero también podría tener prisa,
Cita online: TR LALEY AR/DOC/3983/2009. pero esto no hizo más que ampliar el ámbito de
sus cavilaciones acerca de la cola del ascensor. El enano era más persistente (y, hasta ahora,
¿Es justo que todos deban esperar su turno de honesto) que lo esperado. Cobrar por el uso del
igual manera, cuando sus situaciones son des- ascensor hace más difícil el acceso a la justicia,
iguales? Así como se tiene en cuenta a veces la dijo. Sí, pensó Cayo sorbiendo su café; pero esa
situación física de los que esperan (ancianos, situación no es muy distinta de cobrar al litigan-
minusválidos) y otras veces (injustificadamen- te o abogado el boleto de colectivo cuando van a
te, reaccionaba Cayo) se da prioridad a ciertos Tribunales: ¿debería eximirse del pago a quien
magistrados, ¿no cabe considerar también las acreditara que necesita acceder a la justicia? ¿O
distintas necesidades? Si yo necesito presentar acaso extender a esa consecuencia el beneficio
mi escrito antes del vencimiento, o incorporar- de litigar sin gastos?
me a una audiencia antes que me acusen rebel-
día, ¿no debería tener prioridad, incluso sobre Apareció aquí un intento de escape hacia la
quienes hubiesen llegado antes que yo a la cola? utopía. El problema, es claro, no existiría si hu-
¿Por qué una mujer embarazada ha de gozar de biera escaleras mecánicas. En ese sistema, cada
una deferencia que otros pueden necesitar de uno se incorpora cuando llega y se baja en el
una manera menos ostensible pero más apre- piso que quiere, sin que unos estorben a los
miante? otros, de tal modo que —supuesta que sea una
velocidad constante y uniforme de la escale-
En estas condiciones, Cayo, ya en el café de ra— el viajero vertical es responsable de su pro-
la esquina y con la mirada vacía, fija y como pia demora, pero no víctima de la conveniencia
estacionada en el sobre de edulcorante recién o del capricho de terceros. La escalera mecáni-
abierto, empezó a imaginar un uso racional del ca — o la disposición de todas las oficinas en la
ascensor, administrado según las urgencias, ca- planta baja — sencillamente disolvería el pro-
pacidades y necesidades comparativas de los blema sin necesidad de resolverlo.
usuarios. Pedir a cada uno acreditar sus cir-
El caso, sin embargo, es que los tribunales no
cunstancias personales requeriría un proceso, cuentan con ese adelanto. Uno sube por el as-
judicial o administrativo, previo a cada viaje en censor, haciendo la cola que sea menester, o se
ascensor. Más breve sería exigir una declaración resigna a subir por las escaleras, lo que puede
jurada, pero el procedimiento también sería ser más lento aún y, en algunos casos, perju-
engorroso. Podrían hacerse tres colas, corres- dicial para la salud: en estas condiciones, una
pondientes a distintos grados de urgencia o ne- diferencia de dos o más pisos (según las condi-
cesidad, de tal modo que la mera incorporación ciones de cada sujeto) puede tornar irracional el
del candidato a usuario del ascensor a una de empleo de la escalera fija (el umbral del número
ellas equivaliese a tal declaración jurada. Claro de pisos realimentaba aquí el resentimiento de
que muchos tenderían a sobreestimar su pri- Cayo hacia Ticio).
sa, la cola más lenta caería en desuso y se haría
prácticamente imposible verificar la veracidad Es claro que el estado de la tecnología tien-
de la declaración tácita (otra vez el free rider, se de a condicionar no solo las soluciones jurídi-
dijo el colega con fastidio). cas sino también el planteo de los problemas.
Los trasplantes de órganos obligaron a determi-
Acuciado entonces por reminiscencias de la nar con mayor precisión el momento legal de la
Escuela de Chicago, se preguntó Cayo: ¿y si hu- muerte; la facilidad de reproducción y transmi-
biera un mercado de la prisa, en el que cada sión de obras literarias y musicales ha lanzado
uno pudiera pagar por su prioridad? Esto podría un terrible desafío al sistema de derechos de au-
conducir a una asignación eficiente de los re- tor; el avance de la computación hizo posibles
cursos, resonó en su cabeza una vieja cantinela. los cajeros automáticos y las transferencias elec-
Y, de paso, podría contribuir al mantenimiento trónicas, pero abrió un nuevo campo tanto para
de los ascensores, cuya administración podría el delito como para el desarrollo de su investi-
tercerizarse mediante concesiones, y hasta aca- gación; el descubrimiento del ADN ha hecho
llar con el consabido retorno la conciencia del obsoletas las presunciones acerca de la paterni-
enano demócrata que antes había hecho oír su dad. Pues bien, mientras haya ascensores (espe-
voz mental. cialmente automáticos), se generarán fugaces
relaciones jurídicas que requieren soluciones verlos y, en caso de que eso sea imposible, para
de acuerdo con el derecho. identificar y sancionar a alguien a quien pueda
echarse la culpa de su aparición, de su agrava-
Como no existe un código del ascensor, es- miento o de su falta de solución.
tas soluciones han de construirse a partir de los
principios generales del derecho, para los que Entre la aceptación acrítica de las soluciones
siempre puede rastrearse una raíz constitucio- fáciles y el empeño en rediseñar el sistema ju-
nal que les confiera máxima jerarquía. ¿Qué rídico para hacer justicia completa hay un con-
principios están involucrados aquí? El del pri- tinuo de actitudes, en el que cada uno se sitúa
mer llegado es un tanto burdo, porque no per- según su circunstancia personal, influida por las
mite tomar en cuenta consideraciones tal vez enseñanzas que internaliza a partir de la cultura
relevantes y, además, puede verse burlado, en la que vive. Ese punto es bautizado por cada
como en este caso, por la aparición de pasajeros observador con el nombre de equilibrio, armo-
nuevos que demoren el viaje más de lo previsto nía o ponderación de principios. Por supuesto,
en la partida. ¿Qué otros principios o soluciones lo que para unos es equilibrio resulta para otros
podrían postularse o proponerse? ¿Qué proce- un desequilibrio insoportable.
dimientos permitirían garantizar los derechos
del sufrido pasajero del ascensor? No hay garantías de resolver esta dificultad de
manera satisfactoria para todos. Pero sí hay va-
Cayo terminó su café y empezó a desembara- rias recetas filosófico-jurídicas para asegurarse
zarse del problema con el simple expediente de de no resolverla jamás. La primera de ellas con-
olvidarlo para prestar atención a otra cosa. Des- siste en negarla y atribuir virtudes a cualquier si-
pués de todo, se dijo, el tema no vale tantas cavi- tuación conocida o tradicional. Otra, incluir los
laciones: el viaje en ascensor dura apenas unos propios criterios de preferencia en una suerte de
segundos y la espera de las colas solo puede re-
realidad inmaterial que cubra esas preferencias
solverse prácticamente mediante el incremen-
con el rótulo de verdades y permita combatir a
to de los ascensores, su buen mantenimiento o,
los disidentes como errados, perversos o here-
quién sabe, algún día, mediante la instalación
jes. Una tercera, algo más sutil, no advertir que
de escaleras mecánicas. El problema existe,
pero es demasiado pequeño para intentar re- las normas jurídicas se hallan condicionadas
solverlo mediante la aplicación intensiva de los por la realidad, no tanto ni tan solo como efica-
principios generales del derecho. cia del derecho sino como oportunidades —in-
fluidas por la tecnología— para la aparición o la
Este último razonamiento se veía facilitado desaparición de los problemas o de sus solucio-
porque Cayo había calmado su ansiedad inicial nes. Una cuarta, pensar que los verdaderos pro-
a partir del hecho (contingente) de que su es- blemas son los que nos afectan, desechando los
crito, después de todo, había sido presentado a que puedan afectar a los demás como nimios o
tiempo. Muchos problemas que son vistos como inevitables. Y, por encima de todo, suponer que
pequeños o superficiales por quienes no están los conflictos son en realidad como los vemos
directamente afectados se presentan como vi- desde nuestro interés, que alguna iluminación
tales y graves para quienes están sufriéndolos. nos habilita para resolverlos siempre con obje-
Los primeros los desechan con un ademán; los tividad y que el derecho, por así decirlo, viaja en
segundos exigen a gritos que el derecho se apli- un único ascensor capaz de subir hasta el infi-
que hasta sus últimas consecuencias para resol- nito.
En efecto, las leyes despiertan críticas y sus territorio circundante. El ingeniero busca todos
críticos no se limitan a tacharlas de injustas (ca- los datos relevantes accesibles y, por cierto, no
lificación que ya habría escandalizado a los ju- desdeña emplear las matemáticas para calcular
ristas de la escuela de la exégesis, en la primera la relación entre todos los fenómenos sobre los
mitad del siglo XIX); reclaman su reforma por que deba operar.
vía interpretativa, su abrogación mediante de-
claraciones de inconstitucionalidad o, más sen- ¿Podrían los operadores jurídicos hacer lo
cillamente, su ninguneo a partir de la aplicación mismo? Entre ellos, el legislador ya lo hace has-
directa de los principios, fácilmente identifica- ta cierto punto, aunque a menudo muestra fa-
bles en textos constitucionales, convenciones llas de consistencia entre sus propósitos porque
internacionales o declaraciones de las institu- pierde de vista unos frente a la urgencia de otros.
ciones más variadas y, claro, sujetos a su vez a Esto no le preocupa demasiado porque, en el es-
interpretación. En teología, esta vía de comu- quema jurídico-teológico, él hace las veces de
nicación directa de cada individuo con la au- Dios y escribe los mandamientos con su dedo.
toridad suprema generó la diáspora religiosa Pero los jueces (y con ellos los abogados y los
posterior a la Reforma. En el derecho, la actitud juristas) se afanan en escudriñar el “verdadero
homóloga tiene una consecuencia aún más gra- contenido” de las sagradas escrituras jurídicas
ve para la convivencia: que los ciudadanos creen y, como no pueden ni quieren evitar inyectar en
estar cada vez más protegidos por el derecho ese contenido el resultado de sus preferencias,
gracias a la sanción de principios y garantías, manipulan las escrituras, o las intenciones divi-
pero a la hora de las controversias nadie puede nas detrás de ellas, para hacer ver que no usur-
estar seguro de cuáles normas se aplicarán a su pan las funciones de Dios y son apenas sus fieles
conducta pretérita, qué responsabilidad tendrá sacerdotes.
que enfrentar ni qué ventajas, resarcimientos o
exenciones podrán beneficiarlo. El ciudadano El paradigma de la ingeniería podría intro-
es entregado a los jueces para que le apliquen ducirse en la actividad de los operadores del
reglas que bien podrían haber estado ocultas derecho con solo sincerar las funciones, hacer
hasta el momento de la decisión final. Kafka explícitos los propósitos, expresar leal y públi-
—que no en vano era abogado— puso de resalto camente los argumentos en los que se fundan,
esa angustia en su novela El proceso. En la vida dejar de limitar sus consideraciones al caso in-
real, hace veinticinco siglos, una situación pare-
dividual y tratar de tomar en cuenta, como lo
cida escandalizó a los romanos hasta tal punto
hace el ingeniero y debería hacerlo el legislador,
que dio lugar a la creación de las Doce Tablas.
la totalidad de las circunstancias conocidas en
En una sociedad de masas, el despertar frente a
lo social, en lo económico y en lo político.
la creciente anarquía podría generar una reac-
ción menos racional y más visceral: la elimina- Este procedimiento es lo que llamo “análisis
ción de la independencia judicial y, acaso, una
de criterios judiciales”. No consiste tan solo en
forma dictatorial de centralización normativa.
decidir un conflicto, ni tampoco en establecer el
Un paradigma alternativo es el de la ingenie- criterio para decidir cierto tipo de conflicto. Re-
ría. El ingeniero tiene ciertos datos de la realidad quiere examinar las razones por las que se em-
(lugar físico, materiales existentes y sus caracte- plea cada criterio y ponerlas a prueba mediante
rísticas, presupuesto disponible) y un objetivo su extrapolación a otros criterios que ellas pue-
(por ejemplo, permitir el paso de vehículos de dan alcanzar y a otros conflictos distintos que
una orilla a la otra de un río). Entre las opcio- pudieran resolverse mediante la aplicación de
nes a su alcance (construir un puente, excavar esos criterios. También hace aconsejable some-
un túnel) elige una de acuerdo con ciertos crite- ter las conclusiones a la crítica pública, para co-
rios valorativos a la luz de las condiciones exis- rregir luego los errores en los que los operadores
tentes, traza los planos y dirige la construcción. pudieran haber incurrido. Este proceso requiere
Al hacerlo, sin embargo, debe tener en cuenta de los operadores jurídicos un profundo análi-
también otros factores: el impacto ambiental sis introspectivo y puede servir de modelo para
de la obra y los riesgos que ella pueda generar un nuevo paradigma de la jurisprudencia y de
para las personas o los bienes existentes en el la doctrina jurídica, sin necesidad de modificar
nada en el mayor o menor respeto que los ope- o facilite el cumplimiento de ciertos objetivos
radores tributen a las leyes positivas. concretos; pero también podría conducir a una
mera rectificación de criterios interpretativos o
Esta adaptación de la actitud de los ingenieros jurisprudenciales. Cuán ambicioso sea el plan
a la formulación de los criterios jurídicos no ca- es una decisión de los operadores, fundada en
rece de dificultades, la mayor de las cuales es la sus perspectivas de buen éxito. Nada puede ha-
resistencia de los juristas a la introspección pro- cerse si los expertos juristas no lo hacen en el
funda. Sin embargo, podría aplicarse con ven- campo de su conocimiento; pero el método que
taja a cualquier rama del derecho. Su resultado sugiero nos permitiría convertirnos en eficien-
podría ser la propuesta de una reforma amplia tes ingenieros en derecho en lugar de revestir-
del sistema jurídico o una modificación parcial nos con la capa de sacerdotes de una ley que se
que lo compatibilice con ciertos datos sociales revela ex post facto.
solver por sí solo la grave incógnita de los crite- de vehículo con la esperanza de mejor fortuna
rios de interpretación. y sospecha siempre que el dueño de la sortija la
brinda a sus protegidos. Esto último seguramen-
Conceder relevancia a la justicia de los con- te es cierto, pero es claro que el derecho, como
tenidos es ventajoso para propugnar las propias sea que se lo mire, siempre protege unos intere-
preferencias y presentarlas como obvias y ob-
ses en detrimento de otros. Cuando lo adverti-
jetivas, incluso frente a la interpretación de los
mos y lo decimos, es porque nos parece que no
llamados casos difíciles, pero carece de un mé-
todo eficaz (un método intelectual, distinto de estamos entre los protegidos; si los intereses que
la fuerza) para imponer esas preferencias ante se ven seriamente afectados no son los nuestros
terceros disconformes que postulen otros crite- sino los ajenos, nos sentimos inclinados a afir-
rios valorativos. mar que el derecho ampara a todos por igual, a
costa de oscurecer el significado de “igual”: por
Enfatizar la descripción de los hechos tiene el ejemplo, sosteniendo que la igualdad consiste
beneficio de cierta objetividad (una vez despe- en tratar de igual modo a los iguales y desigual-
jados los juicios subjetivos de relevancia, a los mente a los desiguales y remitiendo esta distin-
que ya me he referido); pero se revela argumen- ción a parámetros valorativos que, casualmente,
talmente impotente. Este fenómeno se conoce coinciden con nuestras expectativas.
como la ley de Hume: de premisas puramente
fácticas no es posible extraer una conclusión A pesar de todo esto, todavía hay esperanzas
normativa de tal suerte que, de quien pretende para el derecho. El camino no pasa seguramente
hacerlo, se dice que incurre en la falacia natu- por la prédica de la justicia (remedio que, a fal-
ralista.
ta de suficientes precisiones conceptuales, ape-
Destacar las ficciones y los ocultamientos del nas sirve como placebo), sino antes que nada
discurso jurídico permite desprestigiarlo y hasta por la disposición de los juristas a sincerar sus
desbaratarlo con gran eficacia fundada en bue- actitudes, clarificar sus nomenclaturas, desmiti-
nas razones, pero no habilita para proponer en ficar su pensamiento y buscar para el derecho
su reemplazo otro discurso jurídico que no esté la revolución copernicana que lleva ya quinien-
sujeto a las mismas críticas. tos años de retraso. Si encaramos esta difícil
pero indispensable tarea, podríamos distinguir
Combinar dos o más de estas tendencias tam- mejor entre lo que un día podamos llamar una
poco resuelve la cuestión, porque mantiene los descripción del derecho y las que hayan de ad-
defectos e insuficiencias de cada una y no logra
mitirse como técnicas argumentales para ope-
compensarlos entre sí mediante una coordina-
rar dentro de él. La calesita de la vida seguirá
ción única.
girando, pero nuestro comportamiento sobre
De esta suerte, los juristas se parecen a niños las figuras ficticias en las que nos sentamos sería
en una calesita. Cada uno se sitúa en el caballo, más racional y, sobre todo, las razones del otor-
el avión o el automóvil, trata por turnos de sacar gamiento de la sortija podrían ser mucho más
la esquiva sortija, no desdeña a veces cambiar claras.
tía al titular de un derecho: pero no en lugar de se comportan del modo establecido y a costa de
la solución del conflicto sino como marco de las quienes no lo hacen.
pretensiones y como modelo del equilibrio de
las relaciones entre los sujetos, tanto públicos El modelo de convivencia contenido en las
como privados. leyes no evita los conflictos, pero disminuye su
número mediante el efecto preventivo de sus
En efecto, plantear un conflicto es extrema- normas y busca (no garantiza) zanjarlos de ma-
damente fácil. A cada paso, un ciudadano se nera completa, siempre que la parte perjudica-
enfrenta a situaciones desagradables que pre- da o reclamante se avenga a esperar los tiempos
feriría evitar o, una vez producidas, desearía judiciales y que la parte infractora no se sustrai-
ver revertidas y reparadas. De esos millones de ga de un modo u otro a la reacción estatal. La
conflictos en potencia que nacen cada día, la respuesta, como se advierte, está lejos de ser
mayoría son apreciados por la sociedad en su perfecta; pero constituye el espinazo duro de la
conjunto como situaciones libradas a la acción convivencia social.
de las partes; muchas de ellas, superficiales,
se soportan sin reacción externa alguna; unas Ese espinazo es el que determina las obliga-
cuantas se resuelven con una recriminación o ciones y asegura los derechos de un modo que
un pedido de disculpas; algunas ocasionan dis- no todos comparten pero que todos pueden
tanciamientos graves y permanentes; unas po- advertir mediante la lectura de las leyes y el se-
cas conducen a vías de hecho que no ocasionan guimiento de la jurisprudencia. Sin embargo, a
lesiones y acaban enquistadas como malos re- menudo queda oculto tras el discurso que re-
cuerdos en la mente de los participantes. Así duce el derecho a los derechos, atribuye los
como la Corte Suprema aplica el artículo 230 a derechos a los seres humanos como si fueran
los conflictos que no considera merecedores de características biológicas, multiplica esos dere-
su atención, el derecho como un todo reserva su chos, explícita o implícitamente, al compás de
acción a los conflictos que integran la capa más las infinitas apetencias humanas y confía en su
intensa de los daños, desde los apenas suscepti- ponderación para averiguar quién tiene más ra-
bles de reclamo (tradicionalmente llamados de zón en un pleito, actividad en la que los textos
menor cuantía) hasta los que se juzgan tan gra- legales pueden servir como guías pero también
ves que el Estado asume la responsabilidad de deben ser interpretados y acaso resulten retorci-
descubrirlos y aplicar en cada caso las sancio- dos o hasta ignorados.
nes pertinentes (como en el supuesto de los de-
litos de acción pública). No me propongo criticar aquí esa tenden-
cia porque lo he hecho en otras ocasiones. Su-
Las leyes cumplen en ese contexto una tri- giero, sin embargo, que cuando una sociedad
ple función: a) determinar aproximadamente tiende a desentenderse de las conductas indi-
el umbral de gravedad de los conflictos a reglar; viduales o públicas con tal de que los conflictos
b) establecer de qué modo han de comportar- que ellas susciten queden resueltos, renuncia,
se los ciudadanos para no generar un conflicto en la misma medida, a la parte de la función
que supere ese umbral y c) disponer la reacción de gobierno que consiste en trazar y proteger
comunitaria (al menos en cuanto ella sea repre- un modelo específico de convivencia. En esa
sentada por el estado) frente a un conflicto ya misma medida, deja a los ciudadanos librados
suscitado. La primera función tiene por objeto a las relaciones informales de poder que entre
mantener la mayoría de los conflictos interper- ellos rigen propuestas, acuerdos y actitudes.
sonales fuera de la órbita estatal, librándolos a la Muchos dicen que el derecho y el Estado na-
composición informal, a la tolerancia o al vulgar cieron para sustituir la ley de la selva fundada
aguante tras masculladas quejas. La segunda, en la violencia. Aun eliminada la violencia, los
prevenir la aparición de conflictos innecesarios mismos principios de aquella ley son los que
mediante información pública a disposición de en principio rigen el mercado. Y a menudo el
los eventuales contradictores. La tercera, procu- Estado interviene en el mercado para evitar si-
rar con cierto grado de eficacia que la promesa tuaciones que considera injustas y presiones
del estado, una vez acotada a los casos previs- que considera abusivas. En qué circunstancias
tos en la ley, se cumpla para garantía de quienes deba hacer esto, hasta qué punto ha de dejar-
se que los acontecimientos sucedan según su ma jurídico claro y eficaz, equivale a aplicar
propia dinámica, es materia de decisión políti- las ideas neoliberales aun a temas ajenos a la
ca. Pero conviene destacar, mientras tanto, que economía y conduce a replantear los límites de
la solución de conflictos, ponderada por enci- la función del Estado de un modo que habría
ma del cumplimiento de la ley y, sobre todo, hecho sonreír a Robert Nozick, el propugnador
practicada sin el sólido respaldo de un siste- del “estado mínimo”.
sis. Los jueces se consideran —y sobre todo son las y reescribirlas para cada caso y, con suerte,
considerados— libres de aplicar la ley como les con algún grado de generalidad.
parezca justo, hasta tal punto que se los critica
públicamente si obedecen el estricto texto de En otras épocas, bastante recientes, el mo-
la ley de un modo que algunos grupos juzguen mento más grave de la política era el supremo
ofensivo para sus expectativas, deseos o intere- acto democrático de las elecciones, porque en él
ses. el pueblo decidía quiénes habrían de ser sus re-
presentantes encargados de hacer y ejecutar las
Este fenómeno se extiende hoy a todo el pen-
leyes. El acto no ha perdido trascendencia, por-
samiento jurídico. Las obligaciones, cuyo esta-
blecimiento ha sido la tradicional función de las que sigue determinando el modo de administrar
leyes, se ven reemplazadas en el discurso jurí- el Estado. Pero la verdadera función legislativa
dico por los derechos, definidos no tanto como no depende ya tanto de la elección de diputados
la cara inversa de los deberes sino como entes y senadores, sino de la selección de los magis-
preexistentes, superiores a la ley común y ema- trados, que han de hacer el derecho según sus
nados de una realidad trascendente o, por lo propios e individuales criterios. Este acto es di-
menos, de un acuerdo social que tiene más de ferente de las elecciones en varios aspectos. Uno
postulación moral que de resultado de la inves- de ellos es que no es periódico, sino constante, a
tigación sociológica. Y, para evitar toda confu- medida que el Poder Judicial se renueva indivi-
sión al respecto, los derechos más importantes duo por individuo. Otro, que sus efectos tampo-
son incorporados como tales a las constitucio- co son periódicos, sino mucho más duraderos:
nes. Así, y por imperio de la misma ley formal
un diputado o un presidente se elige por cuatro
suprema, al resolver una causa ha de pensarse
años, un senador por seis, pero un juez es de-
primero en los derechos en juego, eventualmen-
te sujetos a ponderación cuando se hallen en signado hasta el fin de su vida profesional, salvo
conflicto, y luego en el modo como ellos pueden circunstancias excepcionales. El tercero, que los
entenderse reglamentados por las normas legis- ciudadanos deciden a quién votar tomando en
ladas, que se sitúan en un nivel subordinado. cuenta las expectativas personales y los intere-
ses nacionales frente a la imagen de cada can-
De esta suerte, si antes los jueces eran una es- didato; en cambio, los jueces son elegidos de
pecie de pequeños legisladores subordinados, otra manera y, demasiado a menudo, a partir de
encargados de una tarea interpretativa más o otras consideraciones.
menos tímida respecto de los códigos y de las
leyes, ahora se encuentran por encima del le- No quiero abundar ahora en este último tópi-
gislador; y solo su prudencia, su acuerdo polí- co, acerca del cual me remito a la experiencia,
tico o moral con esas reglas o su deseo de evitar a la memoria y a la conciencia de cada lector.
reacciones airadas sirven para morigerar el ejer-
Solo quiero señalar que las tablas de la ley nece-
cicio de aquella potestad que la sociedad les
sitan quien las escriba, y que todo cuidado que
encomienda sin decirlo expresamente. En este
sentido, las tablas de la ley sobre el Palacio de se ponga en la determinación de quienes hayan
Justicia pueden interpretarse como un símbolo de escribirlas, desde cualquiera de los pode-
profético: ellas están en blanco porque las per- res del estado, estará bien empleado como una
sonas que trabajan a su sombra, en las oficinas construcción hacia el futuro, acaso tan profética
judiciales, están permanentemente encargadas como la que hipotéticamente he atribuido aquí
de escribirlas, aceptarlas, rechazarlas, corregir- al arquitecto Colombo.
pio Arellano, según me cuenta, hasta optó por riesgo, pero sería imprudente tomar riesgos in-
conceder en privado la autenticidad del docu- necesarios por no pasar revista a los hechos que
mento para no sufrir el anatema de sus nuevos no ignoramos. A su vez, si los argumentos son
colegas, que lo consideraban un fabulador; pero valorativos, el riesgo se multiplica, pero en oca-
a mí me consta lo que sucedió porque fui uno de siones no disponemos de otros: tendremos que
sus partícipes. ejercer una introspección tan profunda como
podamos, para estar seguros de que comparti-
La anécdota, en sí misma, parece un hallazgo mos esa valoración y que ella no entra en con-
del humor negro jurídico. Pero el hecho de que flicto con otras que también estemos dispuestos
haya ocurrido permite volver a reflexionar acer- a sostener.
ca de la actitud con la que los abogados encara-
mos y valoramos tesis y argumentos. Todas las precauciones mencionadas son,
en su conjunto, incapaces de garantizar la co-
Una tesis (una afirmación cualquiera) difícil- rrección del resultado. Sin embargo, contribu-
mente pueda ofrecer en su abono una demos- yen ciertamente a disminuir en alguna medida
tración matemáticamente segura: lo normal es el riesgo que corremos al aceptar la tesis final y
que, para aceptarla o rechazarla, debamos recu- en ciertos supuestos —como los de las ciencias
rrir a ciertas razones, conducentes, pero nece- empíricas— reducen ese riesgo en medida tal
sariamente insuficientes, llamadas argumentos. que nos sentimos seguros (bueno, casi seguros
Ninguna argumentación es absolutamente con- del todo) de la conclusión.
cluyente; muchas son completamente desecha-
bles; en el medio de estos dos extremos, se abre Muchas veces, sin embargo, caemos en tram-
un continuo de plausibilidad dentro del cual pas psicológicas que nosotros mismos nos ten-
hemos de juzgar la pertinencia de la argumen- demos o permitimos que nos tiendan. Cuando
tación, sentirnos convencidos por ella y, en se nos invoca un estado de cosas que nos agra-
consecuencia, apostar por su corrección a sa- da, nos sentimos más inclinados a darlo por
biendas de que, como en toda apuesta, es posi- cierto que si se nos confronta con un hecho
ble perder lo que hayamos apostado. desagradable: esto es lo que en inglés llaman
wishful thinking. Cuando la conclusión coin-
En esta tarea, tan inevitable como riesgosa, cide con nuestras preferencias, tenemos tantos
conviene tomar algunas precauciones. Muchos deseos de aceptar los argumentos que a ella lle-
argumentos consisten en descripciones de he- van que tendemos a concederles relevancia con
chos o estados de cosas: la prudencia más ele- liviandad y optimismo, sin investigar demasia-
mental aconseja verificar las descripciones o, do por temor (acaso subconsciente) a encontrar
al menos, valorar los argumentos que puedan obstáculos que nos priven de la convicción que
darse acerca de su verdad con el mismo cuida- anhelamos.
do con el que examinamos la argumentación de
la que ellos forman parte. Pero los argumentos Se trata de una condición humana. Demasia-
no sólo valen por su verdad: además de ella, ad- do humana, diría un filósofo, porque, a favor de
quieren poder de convicción por su pertinencia una ilusión presente, puede conducirnos a una
y su relevancia. La pertinencia es relativamente decepción futura o al fracaso de nuestros deseos
fácil de apreciar según la relación de hecho que de conocer, de ser y de hacer. Entre estas actitu-
pueda trazarse entre un argumento y la conclu- des, tan comunes, y el pensamiento mágico hay
sión a cuyo favor se lo enuncia. La relevancia es una diferencia muy tenue: en ambos casos ele-
un poco más difícil, porque nunca podemos sa- gimos creencias imprudentes para tener el pla-
ber qué otros argumentos desconocidos para cer de sentir una certeza que nos agrada o un
nosotros podrían oponérsele; pero al menos poder con el que fantaseamos.
vale la pena que examinemos a conciencia todo
lo que sepamos acerca de los hechos para estar Afortunadamente, el hombre ha aprendido,
seguros de que no hemos pasado por alto nin- en la mayoría de los casos, a distinguir el pen-
guna circunstancia conocida que consideremos samiento mágico y el wishful thinking del pen-
importante: siempre habrá un amplísimo cam- samiento científico y de la (relativa, probable)
po de ignorancia que es la fuente de nuestro verificación de los hechos. Pero los abogados es-
tamos tan habituados a confundir descripción lidad y buscamos ejercer cada vez más la crítica
con valoración que nuestro entrenamiento en argumental con prescindencia de nuestras pre-
aquella actitud es apenas incipiente. Si tratamos ferencias personales, seremos un poco más doc-
de intensificar ese entrenamiento de la incredu- tos, ya sea que seamos o no seamos “doctores”.
“Interpretación” es una palabra equívoca. Si se presta más atención a los hechos ope-
Sugiere algo semejante a una lectura inteligen- rativos que a las palabras y las formas, siempre
te, pero en la práctica designa un acto de vo- subsiste una especie de poder constituyen-
luntad, fundado en preferencias valorativas y a te permanente, cuya voluntad, llegado el caso,
menudo coyunturales, que —incluso de buena prevalece sobre cualquier otra interpretación
fe— suele presentarse a sí mismo como la única del texto constitucional, acertada o errada que
lectura correcta de un texto normativo. Es claro pueda parecernos.
que, cuanto más responda ese acto de voluntad
a la lectura desprevenida de la ley, mejor es su Los argentinos hemos vivido agudamente
perspectiva de persuasión; pero otros factores esta circunstancia hacia fines de la década de
inciden también, hasta el punto de vencer a me- 1990: la Constitución, en su lectura más llana,
nudo la fuerza de aquella circunstancia. habilitaba un segundo mandato presidencial,
pero el presidente quería un tercero y se pro-
clamaba víctima de una discriminación, por ser
(*) Cfr. La Ley, 13/10/2011, p. 1. LA LEY, 2011-E, 1380. el único ciudadano inhabilitado para ser electo
Cita online: TR LALEY AR/DOC/2880/2011. presidente. Como él mismo había nombrado a
la mayoría de la Corte, nada habría obstado a aun asesinarla, porque la propiedad, según la
que consiguiese su propósito; sólo las encues- tradición romanista, incluye el ius abutendi. El
tas, al indicar un insuficiente caudal electoral, ejercicio de esta trágica potestad no sólo se ob-
obraron como disuasivo de la re-reelección. serva cuando se cambia la Constitución para sa-
Mientras tanto, el derecho de todos a una vi- tisfacer una ambición personal (normalmente,
vienda digna y el de los trabajadores a participar la reelección presidencial) bajo el pretexto de
en las ganancias y en la dirección de las empre- hermosas promesas (derechos de los trabajado-
sas duermen, desde 1957, el sueño de las letras res, Consejo de la Magistratura); también cuan-
no leídas. do el pueblo permite, con su voto o su silencio,
que su ley fundamental sea instrumentada por
No es mi propósito atacar ni defender aquí
derechos ni interpretaciones en concreto, sino intereses de coyuntura (el caso Peralta es un ex-
llamar la atención sobre cierto grado de ficción celente ejemplo histórico) o que las institucio-
que aqueja a nuestra comprensión del sistema nes parlamentarias pierdan la preponderancia
jurídico en general. ¿Tenemos en verdad una legislativa para la que han sido proyectadas, o
Constitución y unas leyes? ¿O sólo tenemos jue- que los cargos judiciales se conviertan en luga-
ces, buenos o malos que nos parezcan? Si tene- res de militancia, o que el cumplimiento de las
mos las dos cosas, ¿cómo esperamos que haya sentencias se vuelva en la práctica optativo para
entre ellas un funcionamiento armónico? De quienes disponen de poder, o que, en fin, sus
paso, ¿cómo reconoceremos esa “armonía”, si propias decisiones electorales sean manipula-
la vemos? ¿Lo haremos atendiendo a nuestro das por punteros, donantes de zapatillas, ven-
parecer? ¿O al de nuestro grupo? ¿Por qué esa dedores de humo y pillos ávidos de inmunidad.
opinión es mejor o más certera que su opues-
ta, sostenida por terceros? ¿Nos atendremos al En una democracia, todo el sistema jurídi-
parecer de la mayoría? En este último supues- co pertenece al pueblo, cuya voluntad siempre
to, ¿cómo podremos defender el carácter “con- debe ser acatada: nadie puede oponerse a él so
tramayoritario” de las garantías en las que tanto pretexto de que esa voluntad es errónea; no por-
queremos confiar? que nunca lo sea, sino porque el pueblo tiene
también el privilegio de equivocarse. Esto mis-
A falta de valores objetivos en los que esté dis- mo hace que pese sobre todos los ciudadanos la
puesto a creer (si los tuviéramos, la mayor parte grave responsabilidad de mantener a flote el bu-
del sistema jurídico sería innecesaria y redun- que constitucional, en el que cada uno de noso-
dante), no puedo ofrecer una solución a aque- tros navega con la esperanza de llevar un buen
llos problemas, al menos si se los plantea de esa rumbo. Dentro de la misma metáfora, convie-
manera. En cambio, me atrevo a intentar una ne recordar que el sistema de frenos y contra-
metáfora.
pesos sirve para mantener la estabilidad en las
Un sistema jurídico-político, incluida en él la tormentas y que la permanencia de las institu-
Constitución, no se parece a un fuerte que pue- ciones y el respeto de las normas impiden que
da defenderse de ataques enemigos desde su la embarcación constitucional se disuelva en el
sólido emplazamiento. Se asemeja más a un bu- agua de la política.
que, que se mantiene a flote en medio del oleaje
de las opiniones y tiene, como primer requisi- La Constitución, en suma, tiene supremacía
to, mostrarse más sólido que ellas. En una de- sobre el resto del sistema jurídico sólo en la me-
mocracia, la Constitución es del pueblo y a él dida en la que los ciudadanos estemos dispues-
corresponde sostenerla, con conciencia de la tos a respetarla y hacerla respetar, a fin de gozar,
responsabilidad que implica prever situaciones respecto de ella, del ius utendi y del ius fruen-
futuras y proteger a las generaciones venideras. di. El ius que resta es sorprendentemente fácil
Llevado por intereses o espejismos transitorios, de ejecutar, pero su ejercicio rara vez ha traído
el pueblo puede, con sus actitudes, debilitar la consecuencias favorables a sus indiscutibles ti-
Constitución, desnaturalizarla, modificarla y tulares.
nuestro dedo vengador, guiado por la ley, por la dan investigarse, sino porque el concepto mis-
indignación o por el dolor, buscará a quién o a mo de responsabilidad exige no tomarlas en
quiénes responsabilizar, en términos penales, cuenta. Esta ceguera deliberada del observa-
civiles o simplemente morales. La propia ley dor es a menudo sacralizada y objetivada con
muestra que la responsabilidad no depende ne- el nombre de libertad y convertida ideológica-
cesariamente de la presencia de una condición mente en condición necesaria (ya hemos visto
anímica: la responsabilidad objetiva requeriría que no tanto) de las consecuencias jurídicas o
demasiado retorcimiento de la apreciación de la morales que se atribuyen al acto del agente.
conducta mental para fundarse seriamente en
la culpa in vigilando o en la culpa in eligendo, Si se despoja a las palabras de su contenido
que tradicionalmente sirvieron para justificarla; mítico, es posible advertir y reconstruir racio-
otro tanto puede decirse de la responsabilidad nalmente el significado que emana de la fun-
penal de las personas jurídicas (manifestada en ción efectivamente cumplida en el discurso.
la imposición de multas, así como en el supues-
to de pérdida de los instrumentos usados para “Libertad”, ese vocablo tan bello, tiene cuatros
cometer el delito de contrabando), ya que ellas acepciones muy distintas entre sí. En términos
carecen de otro pensamiento que el que se les normativos (y sobre todo jurídicos) indica que
atribuya. cierta conducta no está prohibida y, con mayor
propiedad aun, que no sólo no está prohibida,
Lo dicho no constituye un alegato en contra sino que tampoco es obligatoria. Una conduc-
de la responsabilidad, elemento indispensable ta libre, en este sentido, es la que resulta jurídi-
al derecho, sino un intento de clarificación acer- camente facultativa para el agente. En términos
ca de su naturaleza político-jurídica antes que físicos implica que el agente puede, de hecho,
empírica. Si un menor no es responsable de un llevar a cabo cierta conducta si se lo propone: yo
delito porque es inimputable, esto no sucede puedo cometer un homicidio si quiero, con sólo
porque el menor no sea capaz de comprender empujar a alguien al paso del tren, aunque más
la criminalidad del acto ni aun de actuar dolo- tarde me sancionen; en cambio, no soy libre de
samente, sino simplemente porque la ley pre- mover mi brazo si lo tengo enyesado. En térmi-
fiere mantenerlo al margen del reproche penal. nos psicológico-jurídicos, a veces llamados mo-
Si un menor no tiene capacidad para contratar, rales, la libertad consiste en la inexistencia de
no es porque no pueda firmar un papel ni for- un condicionamiento a la vez obvio e ilegítimo:
mar la voluntad de obligarse con ese acto, sino no actúo con libertad cuando entrego mi dine-
porque el derecho prefiere no atribuir relevan- ro a un asaltante, pero sí cuando malvendo mi
cia alguna a esos hechos mientras el agente no casa urgido por la necesidad de operar a mi hijo
alcance la mayoría de edad, que a su vez es ma- (hay que decir que este concepto de libertad,
teria de decisión legislativa y no de indagación a menudo confundido con el anterior, presen-
del caso individual. Si una persona imputable ta algunos problemas adicionales, pero no me
es condenada por un homicidio, no es porque referiré a ellos aquí). Por último, en términos
su conducta no haya sido determinada e im- metafísicos, la libertad (o libre albedrío) con-
pulsada por una cantidad de condiciones cau- siste en el postulado según el cual la voluntad
sales (motivos), que pueden rastrearse hasta humana, aunque indudablemente influida por
su origen familiar, su educación y la historia de una multitud de causas, no se halla sin embar-
sus traumas y desgracias personales, sino por- go totalmente determinada por aquellos facto-
que la ley ha resuelto hacer caso omiso de todos res causales y se mueve siempre en un espacio,
aquellos antecedentes (salvo, tal vez, como ate- siquiera pequeño, de decisión incausada. Esta
nuantes) y fingir, en lo principal, que el agente última acepción, de contenido tan indemostra-
ha actuado libre de toda presión, como recién ble como la idea opuesta, tiene origen religioso,
bajado del cielo o surgido de las profundidades pero se halla muy extendida en los campos de la
del infierno. Los hechos respecto de los cuales moral y del derecho, donde se la da por supues-
predicamos responsabilidad, culpa o mérito se ta sin referirse concretamente a ella. Quienes no
consideran aisladamente de casi todas las cir- postulan el libre albedrío en teoría lo manejan
cunstancias externas que los determinan, no sin embargo en la práctica, donde lo identifican
porque tales circunstancias no existan o no pue- con nuestra inevitable ignorancia acerca de la
mayor parte de las condiciones causales capa- En el discurso moral, la responsabilidad tiene
ces de incidir en la voluntad de cada individuo. dos vertientes: la culpa, para los casos de repro-
che, y el mérito, para los de elogio; en ambos su-
“Responsabilidad”, a su vez, es la condición en puestos, la consecuencia, buena o mala que sea,
la que ponemos a una persona al enlazar una se atribuye a la conducta o a la situación perso-
consecuencia, moral o jurídica, a cierta acción nal de un individuo o de un grupo, a quien se
u omisión de su parte o aun a una simple situa- considera “responsable” de lo ocurrido pasando
ción en la que esa persona se encuentre. Toda por alto una multitud de otras condiciones cau-
responsabilidad es una creación o decisión so- sales adicionales que siempre acompañan a la
cial, fundada en cierta política de control de las circunstancia que juzgamos más relevante. En
conductas. Solemos exigir libertad (en el senti- el discurso jurídico, en cambio, la culpa se asi-
do metafísico de libre albedrío) como condición mila a la negligencia e indica el hecho de que
de la responsabilidad, pero esta actitud oscila una consecuencia, que para el agente se pre-
entre el mito garantista y el olvido de las normas senta como accidental, genera de todos modos
concretas. En efecto, todos reconocemos una responsabilidad para quien tenía el deber de
gran cantidad y calidad de condiciones causa- preverla, evitarla o, al menos, enfrentarla con el
les que influyen sobre la conducta, pero apenas “debido cuidado”. En el medio, la jurisprudencia
a unas pocas de ellas permitimos traspasar el ha acuñado la noción de dolo eventual, expe-
muro de nuestra ceguera deliberada. Al mismo diente que sirve para castigar más gravemente a
tiempo, todos sabemos que hay responsabilidad quienes causan accidentes mediante conductas
sin libertad y aun sin conocimiento de los he- especialmente imprudentes, temerarias o des-
preocupadas que, sin embargo, no se proponen
chos por parte del responsable, pero fingimos
específicamente generar resultados dañosos.
alguna fórmula retórica para rescatar la idea de
su participación en la producción del resultado. Como dije antes, no quiero combatir el con-
cepto de responsabilidad, que considero con-
“Accidente” es —respecto de un individuo de-
sustancial con el de derecho, ni corregir el uso
terminado— el resultado no querido, o incluso de las palabras que, después de todo, no tie-
no previsto, de un hecho en el que el mismo in- nen otros significados que los que los hablantes
dividuo ha estado involucrado en alguna medi- les atribuyan. Sólo pretendo proponer una re-
da. Lo que es accidental para un agente puede flexión acerca del contenido de conceptos que
no serlo para otro que, en cambio, haya obrado se emplean continuamente y que a menudo ge-
con intención. Que un hecho sea accidental o neran cierto grado de incomunicación o, lo que
no lo sea no es condición necesaria ni suficien- es peor, de falsa comunicación, donde cada in-
te de la responsabilidad, que se administra po- terlocutor interpreta al otro de manera distinta
líticamente y se legisla jurídicamente. Podemos de aquella como el otro quiere ser interpretado.
eximir de responsabilidad a quien obró con in- Afinar las definiciones y compatibilizarlas entre
tención (como en las cláusulas de exculpación o sí en un sistema de nomenclaturas más claro y
de inimputabilidad) y, a la inversa, responsabi- ontológicamente menos comprometido con las
lizar a un individuo para quien la consecuencia reacciones emotivas del observador podría, en
se presentó como un accidente, como en los ca- estos casos como en tantos otros, facilitar el en-
sos de negligencia. tendimiento entre los juristas.
jerarquía prevalece siempre sobre la inferior. La tal actitud implicaría un costo práctico tan gran-
segunda, lex posterior, que la norma creada más de, en términos de adaptabilidad del sistema
tarde prevalece sobre la precedente. La tercera, normativo a las cambiantes necesidades socia-
lex specialis, que la norma de alcance más estre- les, que nadie está dispuesto a pagarlo y la regla
cho prevalece sobre la general. puede darse por buena de manera bastante pa-
cífica. Para aplicarla, sólo se necesita saber qué
El hecho de que esas reglas sean tres plantea norma es anterior a otra, dato que en nuestros
por sí solo un nuevo desafío: el de encontrar una tiempos de derecho escrito no genera mayor
metarregla que las ordene. En efecto, si para ele- dificultad. Claro está que las dos normas in-
gir entre dos normas incompatibles entre sí de- compatibles pueden formar parte de un mismo
bemos aplicar tres reglas, ¿qué haremos cuando cuerpo normativo y, por lo tanto, tener idéntica
una de estas reglas entre a su vez en colisión con antigüedad; pero en tal supuesto —nada infre-
otra o con las otras dos? cuente— parece razonable sostener que la regla
de la ley posterior es sencillamente inaplicable
En la práctica cotidiana, una de las perspecti- y que el conflicto debe resolverse apelando a
vas de colisión de reglas se considera resuelta: otros criterios, razones o principios.
el principio lex superior es más poderoso que el
lex posterior, de modo que la norma de mayor La regla de la ley superior también ofrece una
jerarquía prevalece sobre la inferior aun cuando justificación pragmática bastante clara. Si la de-
esta última se haya dictado con posterioridad. legación del poder fuera idéntica a la división de
los órganos, esto es, si el órgano delegado no es-
Pero el principio lex specialis desafía una tuviera subordinado al delegante, desaparecería
y otra vez al juicio del intérprete, sobre todo la noción de jerarquía normativa. Una política
cuando entra en conflicto con lex posterior. A determinada sólo podría llevarse a cabo en la
menudo se debate si una ley especial anterior medida en que todos los órganos estuvieran de
prevalece sobre la general posterior, o viceversa. acuerdo, ya que cada uno de ellos podría privar
Y, de hecho, el problema se resuelve en términos de efecto a las normas dictadas por cualquiera
casuistas, atendiendo a circunstancias extrale- de los otros. Si un sistema jurídico constituye
gales éticas, políticas o históricas. una unidad, si un Estado se concibe como una
reunión de órganos que comparten un mismo
Vale la pena que examinemos una por una las orden normativo, es porque tales órganos se
reglas referidas, para analizar las razones en las encuentran ligados unos a otros en una red je-
que pueden sustentarse y aclarar de ese modo rárquica en la cual, con mayor o menor comple-
el uso que cada uno de nosotros esté dispuesto jidad, cada uno encuentra límites en las normas
a darles. que le confieren competencia, dictadas por otro
órgano superior, hasta llegar al nivel supremo.
La regla de la ley posterior es, acaso, la más
clara y sencilla de las tres. Si la norma anterior Si la justificación de este principio es tan plau-
prevaleciera sobre la posterior, toda modifica- sible como la de la regla anterior, su aplicación
ción legislativa sería imposible: el gobierno sólo está lejos de ser tan sencilla. No porque sea di-
podría dictar normas respecto de las conductas fícil establecer cuál nivel jerárquico es superior
que cupiesen en los intersticios todavía no re- a otro, sino porque la cosa juzgada otorga a me-
gulados por el derecho. Y es más: algunos sos- nudo su bendición a casos en los que la regla
tendrían que, puesto que el derecho no tiene inferior prevalece sobre la superior. La historia,
lagunas y permite todo lo que no prohíbe (la te- tantas veces frustrante, del control de constitu-
sis llamada de la “plenitud hermética del dere- cionalidad ofrece numerosos ejemplos en los
cho”), todo está regulado desde el principio, no que el Poder Legislativo (y aun el Ejecutivo) pu-
existen los tales intersticios y, por lo tanto, cual- dieron más que la Constitución y también otros,
quier actividad legislativa carece de efecto prác- menos numerosos, en los que el Judicial preva-
tico y se halla destinada a la nulidad. leció sobre alguno de los otros dos declarando
inconstitucionales normas que no lo eran. Cla-
Como puede observarse, rechazar el principio ro está que estas afirmaciones no están exentas
de la ley posterior es lógicamente posible, pero de perplejidad: si el tribunal de última instan-
cia emite un juicio acerca de la constituciona- te al fundamento mismo del principio. ¿Quiso
lidad de una norma, ¿qué autoridad tenemos el legislador posterior dejar sin efecto la norma
nosotros para contradecirlo? Esta es una seria especial? ¿Quiso el legislador superior evitar la
dificultad de la teoría del derecho que no me sanción de normas especiales inferiores como
propongo tratar aquí; pero, sin entrar por ahora las que luego se dictaron?
en detalles técnicos, cualquier jurista compren-
de a qué me refiero. Aquí es donde el intérprete empieza a esgri-
mir exposiciones de motivos, discursos parla-
El caso de la ley especial es, ciertamente, mentarios, artículos periodísticos de la época y
algo más oscuro aún. El principio puede enten- otros elementos de juicio tendientes a inducir la
derse fundado en una presunción acerca de la intención presunta del legislador. O bien a ar-
atención que el legislador presta a diversas cir- gumentar acerca de las consecuencias de una
cunstancias. Si está elaborando una ley general u otra interpretación, de los principios genera-
acerca de los actos de comercio, su mente exa- les del derecho o de las razones del bien común,
mina los argumentos y los casos posibles con un como él las conciba o las proclame. Sea cual fue-
nivel de generalidad muy distinto del que em- re el acierto de estas actitudes, ellas ponen en
plea cuando considera el supuesto de las me- claro que la regla de la ley especial es bastante
dianas o pequeñas empresas de la construcción más débil que sus compañeras (tanto, que acaso
que actúan en una región afectada por recien- no debería enunciarse entre ellas) y reposa, en
tes inundaciones. Si el legislador fuera perfecto definitiva, en criterios muy semejantes a los que
— improbable cualidad que idealmente le atri- se emplean para elegir un significado entre va-
buyera la dogmática — podría entenderse que rios que puedan atribuirse al texto de una mis-
en cada caso considera todas las consecuencias ma norma.
posibles de su decisión. Pero, como no lo es,
cabe conjeturar que al pensar en lo más peque- Todas estas observaciones tienen cierta uti-
ño puede establecer excepciones a la regla ge- lidad práctica directa. Pero también es posible
neral, excepciones en las que no pensó cuando atribuirles una gran utilidad teórica (es decir,
la redactaba. En este contexto, la pregunta cen- una gran utilidad práctica futura, luego de su
tral es ¿consideró o no consideró el caso espe- paso por un nivel más general). En efecto, la in-
cial al dictar la norma general? terpretación es algo que hacemos todos los días.
También estamos habituados a preferir unas in-
Tal pregunta es relativamente fácil de respon- terpretaciones a otras, no sólo por considerarlas
der cuando las dos normas integran un mismo más convenientes (esto es, por motivos axio-
cuerpo legal: sin mucho esfuerzo, puede enten- lógicos) sino también por ser más “serias”. Los
derse que, siguiendo un método muy usual, el criterios para juzgar la seriedad de una opinión
legislador enunció la norma general por razo- jurídica, que solemos aceptar como marco de la
nes de claridad en la redacción, aun teniendo preferencia axiológica, constituyen el embrión
en mente las excepciones que incluiría luego en de una teoría de la interpretación que todavía
otros artículos de la misma ley. De este modo, no ha sido trazada con algún rigor. La empresa
las normas se interpretan en conjunto y las es- es muy complicada, pero sus requisitos básicos
peciales quedan integradas a la general bajo la son la introspección, el debate y la consistencia
forma “En todos los casos en los que ocurra A, lógica. Si la iniciáramos, acaso dejaríamos de
salvo en los supuestos AC, AF y AZ...”. ser tributarios de las contradictorias máximas
latinas elaboradas por pretéritos jurisconsultos.
Si la norma especial es posterior a la general La gran pregunta es: ¿querríamos obtener ese
y tiene igual o superior jerarquía, el problema resultado, si pudiéramos? Sería interesante des-
no se plantea. Si la norma general es posterior entrañar las razones y preferencias capaces de
a la especial o tiene mayor jerarquía que ella, la motivar, en cada jurista, una respuesta positiva
solución se vuelve indeterminada porque remi- u otra negativa.
secuencias de otras. Pero fue Aristóteles quien lógica con la práctica jurídica. Ese eslabón per-
las analizó, razonó y sistematizó; y lo hizo con dido de la lógica aplicada a las normas incluye
tal perfección que durante muchos siglos la ló- la interpretación, tarea indispensable para iden-
gica aristotélica se consideró la única posible, tificar las proposiciones que el jurista está dis-
una obra perfecta y una fuente de sabiduría irre- puesto a considerar y, a la vez, actividad sujeta
batible. El gran filósofo y matemático Gottfried a reglas laxas, teñidas de subjetividad y caren-
W. Leibniz (1646-1716) llegó a afirmar que, así tes de un sólido consenso que ampare su aplica-
como dice la mitología que Palas Atenea nació ción en cada caso concreto. Son los defectos del
adulta y armada del cráneo de Zeus, del mismo pensamiento jurídico, y no las virtudes de la ló-
modo la lógica había nacido completa y perfec- gica, los que nos privan de aquel nexo que tanto
ta de la mente de Aristóteles. La obra del gran fi- ambicionamos.
lósofo griego es ciertamente admirable; pero es
algo menos que perfecta (luego se le encontra- De todos modos, prestar demasiada atención
ron algunas fallas) y, ciertamente, está lejos de a esa falencia implicaría soslayar la otra explica-
ser completa. ción, que se relaciona con la actitud de los ju-
ristas. Los hombres de derecho, como cualquier
En efecto, George Boole (1815-1864) logró profesional inteligente, aplican muchas reglas
expresar matemáticamente los argumentos ló- del razonamiento válido aun sin haberlas estu-
gicos y, a partir de entonces, la investigación diado ni analizado, simplemente porque ellas
lógica no dejó de avanzar. Bertrand Russell forman parte de nuestra cultura. No sienten la
(1872-1970) y Alfred Whitehead (1861-1947) es- necesidad de un método matemático para con-
tablecieron en 1910 las bases de la lógica sim- trolar la validez formal de los argumentos; entre
bólica que hoy se emplea; Georg Henrik von otras cosas, porque a veces se sienten tentados
Wright (1916-2003) investigó desde 1951 la ló- de emplear argumentos falaces para defender
gica relativa a las normas y a las proposiciones con más vehemencia los resultados que creen
acerca de las normas, que tomó el nombre de adecuados. Lo que los juristas buscan deno-
lógica deóntica; y dos autores argentinos, Carlos dadamente desde el principio de su historia es
E. Alchourrón (1931-1996) y Eugenio Bulygin una guía de la razón práctica, un método para
(n.1931) lanzaron en 1971 una formidable teoría la argumentación más persuasiva y un camino
de los sistemas normativos que es hoy, en todo seguro para hallar el bien “asequible a la razón”.
el mundo, punto obligado de referencia para el Como las fuentes religiosas han perdido con-
estudio de la lógica aplicada al derecho. senso, algunos buscan en la lógica algún atisbo
de ese Santo Grial y, al no hallarlo, se sienten de-
Sin embargo, es posible recorrer las páginas cepcionados y se vuelven hacia alguna forma de
de los tratados jurídicos, de los repertorios de irracionalismo.
jurisprudencia, de los protocolos judiciales y de
los expedientes en trámite sin encontrar jamás Me parece que esa reacción es tan injustifica-
una fórmula lógica bien empleada ni un razona- da como la ignorancia de la que tantos juristas
miento lógico que vaya más allá de Aristóteles. hacen gala respecto de los modernos desarrollos
Este fenómeno tiene, a mi juicio, dos explicacio- de la lógica y de la teoría general del derecho. Si
nes. se observa el curso de la historia, la evolución
de la lógica se advierte como una larga marcha
La primera remite a la insuficiencia de la lógi- hacia el control racional del razonamiento y, en
ca para controlar todo el razonamiento jurídico. nuestro caso, de la actividad jurídica. Recuér-
Aunque mucho se ha avanzado en el análisis de dese que, luego del largo paréntesis medieval
los operadores deónticos (O, obligatorio, P, per- (durante el cual la lógica se aplicaba a otros te-
mitido, Ph o bien V, prohibido, F, facultativo) y mas), los argumentos jurídicos sólo volvieron a
en la formulación de las leyes que rigen la rela- cobrar relevancia práctica cuando el debate ju-
ción de tales operadores con las proposiciones dicial sustituyó al combate entre los litigantes
descriptivas de conductas; aunque se ha llegado como medio para la solución de los conflictos.
incluso a incursionar en la formalización y en el Que el movimiento de la codificación, critica-
manejo riguroso del concepto de competencia, do en su época porque podía “cristalizar el de-
falta todavía el último salto que vincule la teoría recho”, sirvió —entre otras cosas— para detectar
más fácilmente las inconsistencias presentes en sidad judicial simplemente acortando los plazos
el sistema jurídico. Y que cualquier empleo útil procesales.
de la informática en el derecho requiere un em-
pleo riguroso de la lógica en la formulación de El tercer tipo de racionalidad es moral y sue-
los programas y en el planteo de los criterios de le llamarse “razonabilidad”: se juzga comparan-
decisión. do los objetivos de las normas o criterios (que
cuando son muy generales adquieren el nom-
Las sentencias judiciales hablan a menudo de bre de principios) con otro repertorio de ob-
la racionalidad, condición que juzgan necesa- jetivos o principios que sirve como sistema de
ria en una argumentación jurídica que aspire a referencia. Por ejemplo, una norma que facilite
ser seriamente considerada. La racionalidad no la aplicación de métodos anticonceptivos puede
es otra cosa que lógica (coherencia, deducibi- considerarse irracional cuando se la juzga desde
lidad); pero, según el campo al que la lógica se la posición de la Iglesia Católica, y viceversa.
aplique, es posible distinguir tres tipos de racio-
De los tres tipos de racionalidad enumerados,
nalidad. el segundo no excluye la lógica, pero remite ante
todo al campo empírico. La lógica, en cambio, es
El primer tipo, de orden teórico, se refiere a la
un medio capital para establecer y controlar el
comparación de los criterios de decisión (nor-
primero y un instrumento útil para establecer el
mas, por ejemplo) entre sí: si tales criterios se
análisis que conduzca a valorar el tercero.
contradicen unos con otros, o si no se deducen
unos de otros, es posible afirmar que su conjun- La lógica no relevará a nuestros juristas de su
to adolece de irracionalidad. Por ejemplo, una tarea de argumentar, interpretar y preferir; pero,
norma que prohíba toda discriminación por si ellos van a buscar en la lógica lo que en ella
raza o pertenencia étnica o cultural, pero exclu- se ofrece, sin pedirle instrucciones éticas, y si
ya expresamente de su protección a los judíos, se atreven luego a emplearla consecuentemen-
a los negros y a los descendientes de indígenas te, no sólo podrán ejercer de mejor manera el
americanos. control de la racionalidad de sus argumentos:
además, emprenderán un camino destinado a
El segundo tipo, práctico, está vinculado con modificar profundamente la práctica jurídica y
la comparación entre el conjunto de los crite- a hacer del derecho un instrumento más con-
rios y los objetivos que con ellos se entiende fiable. La larga marcha que nos ha llevado de la
perseguir: si una norma o una decisión es inútil ordalía a la informática espera peregrinos capa-
o contraproducente en relación con su objetivo, ces de continuarla: si sabemos hacia dónde ir,
es irracional en este sentido práctico. Por ejem- la lógica será para nosotros un vehículo insus-
plo, una norma que pretenda resolver la moro- tituible.
(*) Cfr. La Ley, 17/09/2013, p. 1. LA LEY, 2013-E, 1285. (1) Publicado en LA LEY, 1991-C, 158, con nota de Al-
Cita online: TR LALEY AR/DOC/2743/2013. berto B. Bianchi; Fallos: 313:1513.
la siguiente traducción a lenguaje llano: el texto vante por el Ejecutivo, las reglas que limitan la
de la constitución de 1853 es comparable al del competencia no rigen y el presidente puede ha-
Reglamento de 1811, el Estatuto Provisional de cer lo que le parezca bien (¿disolver el Congre-
1815 y las fallidas constituciones de 1819 y 1826; so? ¿Proclamar la monarquía?) Afirma que hay
solo tuvo la suerte de perdurar por otros moti- “un derecho de ‘emergencia’” que emana de los
vos, lo que sugiere que los mandatos constitu- hechos y, en definitiva, termina con un párrafo
cionales no deben tomarse tan seriamente ni al casi burlón: “La Constitución debe ser interpre-
pie de la letra. tada de manera de no hacer impotente e inope-
rante y sí preservar y hacer efectiva la voluntad
De inmediato, el fallo enuncia cuál es la vir- soberana de la Nación. Bien entendido que,
tud de la constitución, que al parecer no está en cuando los principios rectores en que aquélla
su texto: “...sino en la obra práctica, realista, que se expresó sean desconocidos, los jueces sabrán
significó encontrar la fórmula que armonizaba hallar, más que obstáculos, muros infranquea-
intereses, tradiciones, pasiones contradictorias bles a la desmesura de los poderes que pre-
y belicosas”, antecedentes que “hicieron de ella tendan ejercerse.” Otra vez aquí es posible una
una creación viva, ‘impregnada de realidad ar- paráfrasis más clara: el poder ejecutivo es el que
gentina’, a fin de que dentro de su elasticidad en realidad representa la voluntad soberana de
y generalidad que le impide envejecer con el la Nación y en ejercicio de esa responsabilidad
cambio de ideas, crecimiento o redistribución puede hacer lo que quiera, pero siempre que la
de intereses, siga siendo el instrumento de la or- Corte Suprema esté de acuerdo, para lo que atri-
denación política y moral de la Nación”. A buen buirá a la situación política, social o económica
entendedor: la mejor constitución es aquella (en aquel caso, la eventual suba del dólar) una
que puede interpretarse de manera tan flexi- condición inminentemente catastrófica que sir-
ble que permita satisfacer cualquier interés, de va para justificar esa acción. Pero no vayan us-
modo que una constitución es mejor en la me- tedes a creer que esto implica una patente de
dida en la que pueda fingirse que no existe. De corso permanente: el presidente queda adverti-
paso, se deja al lector con una tarea para el ho- do de que tendrá que contar en cada caso con la
gar: averiguar qué significa “impregnada de rea- anuencia de la misma corte si no quiere verse en
lidad argentina”, condición ignota atribuida a un serios problemas. Alguien en el gobierno de en-
cuerpo legal que, a pesar de ser, por lo visto, tan tonces debe haber soltado una carcajada frente
poco vinculante, resulta curiosamente capaz de a esta retórica amenaza de sus amigos.
ordenar política y moralmente la Nación. Una
explicación probable, a la luz de lo que sigue: el El caso “Peralta” y el conflicto que lo originó
redactor del fallo da por sentado que tal orde- ya pasaron, como distinta es hoy la composi-
namiento está a cargo del Poder Ejecutivo y que ción del tribunal que lo dictó: la crítica que aquí
la constitución está para facilitarle la tarea antes expongo no es importante por sí misma, sino
que para delimitar sus atribuciones. como un mero ejemplo, cuyo alcance excede el
ámbito judicial. He empleado un fallo ya históri-
Luego de encarecer nuevamente la flexibi- co para mostrar cómo los argumentos jurídicos
lidad de las normas y destacar que su mane- y políticos, despojados de su ornamento retóri-
jo corresponde a los jueces, que han de decidir co y una vez destituidos de engolamiento for-
según las cambiantes circunstancias, así como mal, pueden ser —en todo tiempo— expresados
de señalar que compete al presidente “el con- en lenguaje cotidiano y apreciados por su con-
creto aseguramiento de la paz y el orden social”, tenido práctico, que a menudo no es el mismo
considera “superados los reproches constitu- que se finge atribuirles. El idioma nos pertenece
cionales vinculados con el origen de la norma” a todos, pero a veces se abusa de él o, mejor di-
y explica que ciertas circunstancias de la so- cho, se abusa de nosotros mediante su empleo.
ciedad que “amenacen llevarla a la anomia y la Tiene muchos usos y permite tender trampas y
inviabilidad de la vida política organizada”, jus- proponer engaños; si cada ciudadano se atre-
tifican que el Ejecutivo ejerza sus poderes “sos- viera a traducir según su propio entendimiento
layando el cumplimiento” de sus deberes. Para lo que se le dice desde cualquiera de los pode-
decirlo en castellano: cuando hay un motivo po- res, mucho más efectiva sería su participación
lítico, especialmente si es apreciado como rele- en el ejercicio de la soberanía.
Si se toma perspectiva para minimizar la per- como verdaderas e inmunes al disenso, lo que
cepción de tantos pequeños conflictos, puede encierra una falacia. Se trata de un mito, pues,
advertirse que el derecho es una estructura que pero un mito que funciona cuando mucha gente
sirve para cumplir múltiples funciones, que su cree en él, a condición de que haya cierto con-
construcción y su mantenimiento son costosos senso sobre su contenido.
y que su justificación pragmática reposa sobre
el grado con el que es capaz de facilitar las fun- La democracia, además de sus virtudes polí-
ciones deseadas. ticas relacionadas con la autonomía colectiva,
cuenta también como un límite a la blandura
Es claro que, para cumplir tales funciones, el de las estructuras, porque las coloca bajo la su-
derecho debe tener cierta rigidez. ¿Cuánta? Esta pervisión última de pueblo, lo que permite su-
es una pregunta vieja como el mundo. A lo lar- poner que estarán dedicadas a su servicio. Pero,
go de la historia se han ensayado varias respues- entre manifestación y manifestación de aque-
tas y propuestos mecanismos, a veces míticos, a lla voluntad, el sistema de frenos y contrapesos
veces ideológicos, a veces dotados de cierta epi- potencia su eficacia: ningún gobernante, repre-
sódica eficacia, para mantener una flexibilidad sentante del pueblo, puede llevar a cabo una
que pudiera considerarse “razonable” (palabra función por fuera de las estructuras jurídicas sin
esta que, a su vez, encubre una vaguedad subje- ser controlado y acaso trabado por otros repre-
tiva de difícil manejo práctico). sentantes u organismos del mismo sistema. Cla-
ro, hay que decir que estos límites no siempre
En los inicios de la codificación, los flexibi- funcionan: en última instancia reposan sobre
lizadores advertían contra la cristalización del los jueces, cuya independencia queda en peli-
derecho. No se equivocaban demasiado: hemos gro ante el menor descuido ciudadano.
visto repetidamente que cambiar un código es
en la práctica más difícil que modificar la Cons- Pero, aún más allá de estas herramientas im-
titución. Pero esa relativa solidificación venía a perfectas y de los riesgos que las acechan, las
limitar la noción de “razón de estado” (antiguo estructuras jurídicas se encuentran en una pen-
nombre de la contemporánea “emergencia”) y diente resbaladiza. En efecto, muchas personas,
a definir, en negro sobre blanco, lo que habría acaso la mayoría, tienden a valorar la justicia
de entenderse por “bien común”. Es claro que la por encima del derecho. No les falta coherencia,
ley sistemáticamente escrita no elimina la dis- si se piensa en el derecho como un instrumen-
crecionalidad interpretativa, pero al menos al to de la justicia. Pero les falta fundamento con-
principio la restringió severamente: la interpre- ceptual: identificar el derecho no es tarea fácil ni
tación literal, e incluso la escuela de la exégesis, unívoca, como bien saben los iusfilósofos; pero
servían como delimitaciones ideológicas relati- identificar la justicia es muchísimo más difícil, si
vamente eficaces entre discreción y arbitrarie- no imposible. En efecto, todos veneramos la jus-
dad (vocablos estos que significan exactamente ticia como palabra abstracta, pero sostenemos
lo mismo, salvo en su apreciación valorativa: lla- fuertes desacuerdos acerca de su contenido, cir-
mamos arbitrariedad a la discreción que desa- cunstancia que debería hacernos poner en duda
probamos y viceversa). la utilidad de ese vocablo para la comunicación
social. En cambio, todavía es posible estar de
La razón, en una acepción alejada del mero acuerdo en que el derecho argentino no con-
cálculo proporcional que constituía su signifi- templa la pena de muerte, aun cuando algunos
cado original, se constituyó desde hace muchos sostengan que debería contemplarlo: la medida
siglos en el nombre que damos a nuestras prefe- en la que la coexistencia de acuerdos jurídicos
rencias cuando las experimentamos fuertemen- y desacuerdos políticos de esta clase sean posi-
te y si confiamos, además, en que otros se verán bles es la medida en la que la palabra “derecho”
fácilmente persuadidos por nuestros argumen- conserva aún cierta utilidad semántica.
tos. Kant la llamó razón práctica y todavía tie-
ne aceptación entre muchas personas, no sólo El uso de “aún” y “todavía” se explica fácil-
como expresión de su acuerdo, lo que sería legí- mente. La justicia se considera contenida en los
timo si se la llamara de otro modo, sino como un principios, y los principios son explícita o im-
método infalible para postular nuestras ideas plícitamente recibidos en el máximo nivel je-
La confianza en la observación empírica y en satélites de Saturno están allí, ya sea que lo se-
su aplicación a la vida cotidiana ha llevado a la pamos, lo ignoremos, lo neguemos o nos man-
humanidad a la creación de las ciencias, tales den a la pira por afirmarlo. La batalla se libra por
como la física, la química o la biología. Para esto el conocimiento: la verdad (sí, objetiva en los
se extrapolan los resultados de lo observado términos antes definidos) no depende del saber,
para aplicarlos a lo no observado. Este método sino a la inversa.
se llama inducción y todos saben que es falible
y que sus frutos deben rectificarse de tanto en Más allá de la ciencia están las opiniones. Al-
tanto. Pero, entre rectificación y rectificación, la gunas de ellas son descriptivas: se llaman hipó-
confianza que tenemos en sus resultados es tan tesis y, si fueran suficientemente confirmadas
fuerte que a cada momento apostamos nues- por la observación, llegarían a integrar la cien-
tra vida a las afirmaciones de la ciencia. Por eso cia, con la debida cautela. Otras son valorativas
hablamos —con alguna reserva, es cierto— de y comprenden las postulaciones morales, las
verdades científicas, y las valoramos como un tendencias de la política y las interpretaciones
tesoro humano siempre renovado pero de bases del derecho. Ellas son inmunes a la observación,
sólidas. Dos posiciones, sin embargo, se opo- que apenas es capaz de proporcionar las bases
nen a esa actitud. Una de ellas, teórica, recuerda informativas sobre las que las preferencias de
que toda afirmación científica, y aun toda afir- cada sujeto pretendan apoyarse. Son el fruto de
mación de la vida cotidiana, depende en última nuestra formación cultural, de nuestros intere-
instancia de un supuesto que hemos decidido ses personales o grupales y de la propia historia
aceptar y que podría cambiarse: esto equivale a individual de cada sujeto; pero, como estamos
discutir los teoremas porque, después de todo, muy interesados en hacerlas prevalecer, les
se fundan en los axiomas y consiste, como an- atribuimos el prestigioso nombre de verdades
tes, en volver sobre lo ya decidido sin proponer y hasta postulamos métodos de los que deci-
otra decisión alternativa del mismo alcance. La mos que permiten a cualquiera acceder a ellas,
otra, práctica, recuerda que muchos descubri- cuando en realidad son coberturas ideológicas
mientos científicos —la bomba atómica es un para disimular su carácter subjetivo y conferir-
ejemplo recurrente— sirvieron para hacer el les mayor poder retórico. La prueba de esto es
mal; y, además, que la investigación científica es que ningún método distinto de la observación
dirigida hacia ciertos temas por gente que tiene da el mismo resultado a cualquiera que acep-
intereses políticos y económicos. Todo esto es te emplearlo, toda vez que cada uno extrae sus
cierto, pero no disminuye el valor de verdad de preferencias del fondo de su propia mente.
la ciencia, sino sólo discute la aplicación políti-
ca que se haga de sus resultados. Esa falencia metodológica de las opiniones
valorativas es, precisamente, el mejor argumen-
Una fuente adicional de disenso es confun- to para respetarlas. Si nadie puede demostrar
dir entre verdad y conocimiento. A menudo se (demostrar en serio, no simplemente argumen-
hace notar que la verdad no es más que una tar) que sus opiniones políticas o morales son
hipótesis provisional, ya que puede ser refuta- más correctas que las ajenas, si hablar de verda-
da por nuevas observaciones. La observación des en ese contexto es más una prestidigitación
es correcta, pero no se refiere a la verdad sino de las palabras que un discurso científico, caben
al conocimiento, y en especial al conocimien- dos actitudes. Una es imponer las propias opi-
to científico fundado en la inducción. Decimos niones mediante la fuerza, el engaño o la seduc-
que sabemos algo porque creemos en la ver- ción, tendencia de la que la historia y hasta los
dad de lo que decimos, pero a lo mejor estamos periódicos proporcionan sobrados ejemplos.
equivocados. Por eso los científicos son tan cau- Otra es respetar las opiniones de todos y discu-
telosos a la hora de formular sus afirmaciones: tirlas libremente para que cada uno sea legíti-
ellas pueden cambiar más adelante, no porque mamente convencido por otro o bien fortalezca
la verdad haya cambiado, sino porque hemos sus posiciones iniciales con argumentos que
descubierto que nuestro conocimiento de la ahora juzgue más sólidos: esta es la apuesta de
verdad era defectuoso. Algunos niegan toda ver- la democracia, más allá de las deficiencias con
dad porque creen que afirmarla es propio de la las que la realidad la acoge. Pero incluso la pre-
Inquisición; pero, como bien sabía Galileo, los ferencia por una actitud o la otra es una cues-
tión de opinión; y el hecho de que muchos cer no descansa, a cada momento introducimos
—entre los que me encuentro— prefiramos ar- confusiones retóricas. Algunas interpretaciones
dorosamente la segunda no impide que otros, son calificadas de “la buena doctrina”, como si
sobre todo cuando se sienten poderosos, abra- tuviéramos un método común a todos para me-
cen la primera, ni nos autoriza a sostener que dir su mérito. Lo declarado por los jueces se
nos asiste la Verdad armada de lanza y escudo. llama “verdad judicial”, cuando apenas es una
Pero además hay una tercera actitud, variante conclusión de buena fe sobre pruebas fragmen-
de la primera. Consiste en combatir el concep- tarias y a veces engañosas; la validez y el conte-
to mismo de verdad, en todas sus aplicaciones, nido de las leyes se discuten en nombre de una
para que el adversario no pueda usarlo; pero verdad superior, por cierto tan desprovista de
equivale a matar un mosquito con un cañona- método como la apreciación de las interpreta-
zo, porque no es necesario negar la astronomía, ciones; y no pocos desprecian el sistema jurídi-
la física y la química para oponerse a los mitos y co entero a partir de verdades que identifican de
exageraciones de la controversia política. otro modo, o bien negando la utilidad del con-
cepto mismo de verdad para reducirlo a una
Lo dicho hasta ahora parece pura filosofía, mera cuestión de poder.
pero su influencia sobre el derecho es enorme.
Estamos rodeados de hechos humanos, que El pensamiento humano es uno solo (al me-
apreciamos con verdad mediante la observa- nos, para cada uno de nosotros). Pero a menudo
ción personal. Los agrupamos hablando de una nos sacamos de encima preocupaciones como
situación social, que puede ser descripta con quien se encoge de hombros. Así, la reflexión
cautelosa verdad por la sociología, que es una filosófica es para los filósofos; la observación
ciencia empírica fundada, como las demás, en personal se ejerce en la vida cotidiana; la cien-
el método inductivo. Elegimos a nuestros go- cia está para que los científicos se ocupen en lo
bernantes, para lo que ejercemos nuestra liber- que les interesa y, de tanto en tanto, den lugar
tad de opinión y la convertimos en decisiones a la tecnología que disfrutamos. Pero el dere-
colectivas. Ellos dictan normas a partir de sus cho, esa actividad a la que nosotros dedicamos
propias opiniones (que ojalá coincidan con las nuestra vida, está afectado por la misma enfer-
nuestras). Esas normas, o al menos su texto, medad filosófica que la “nueva epistemología”
pueden conocerse con verdad mediante la lec- y las ciencias sociales en general: la ideologiza-
tura del Boletín Oficial. Pero ese conocimiento ción que, mediante afirmaciones absolutas o es-
sirve de marco aproximado a otras decisiones cepticismos que pasan inadvertidamente de un
subjetivas, fundadas en las opiniones de abo- nivel a otro, menoscaba la búsqueda de la ver-
gados, juristas y jueces: eso es lo que llamamos dad (cualquiera sea la definición de este térmi-
interpretación y va modelando la jurispruden- no) para asegurar la propia hegemonía o bien
cia. Ahora bien, como nuestro deseo de prevale- destruir la ajena.
en la hipótesis de la mejor calidad judicial ima- blación son gestionados por los representantes
ginable. del pueblo en los organismos del Estado.
Así planteada la cuestión, vemos que la ley momento o circunstancia y bajo qué respon-
2786, de 1891, y la ley 14.346, de 1954, ya prohi- sabilidad. Como complemento de este núcleo,
bían el maltrato de los animales, con lo que con- también suele especificar quién puede reclamar
cedían a estos últimos alguna forma de derecho, el cumplimiento de esa acción, de qué manera
sin considerarlos explícitamente personas. y con qué consecuencias. A lo primero le lla-
Mientras tanto, no creemos incurrir en genoci- mamos obligación; a lo segundo, derecho sub-
dio cuando echamos insecticida: probablemen- jetivo. Pero conviene recordar que, al usar toda
te interpretamos que el beneficio de aquellas esta nomenclatura, estamos hablando en un ni-
leyes corresponde, más que nada, a perros y ca- vel muy elevado de abstracción. Nos referimos,
ballos (amén de los toros, agregaría un crítico de en definitiva, a movimientos corporales: apretar
las corridas), pero no a vacas, cerdos, mosquitos el gatillo, entregar una cosa, encerrar a un indi-
ni vinchucas. viduo, quitarle algo. Pero no los mencionamos
en bruto, sino por intermedio de construcciones
Lo expuesto hasta ahora no pretende perjui- clasificatorias: cometer homicidio, pagar, san-
cio ni beneficio para los chimpancés, sino, ante cionar con prisión, embargar bienes. Esas cons-
todo, claridad para nuestro pensamiento y para trucciones, a su vez, se engloban en otras más
el planteo de nuestras iniciativas. Si queremos altas: teoría del delito, conceptos de creación,
dar a los monos la categoría de personas (no efectos y extinción de las obligaciones, jurisdic-
humanas, claro), podemos hacerlo sin incon- ción y ejecución de sentencias. Y, por encima de
venientes, a condición de que especifiquemos esa capa de abstracción, elaboramos otra, que
qué consecuencias han de emanar de esa califi- incluye el concepto de persona y, acaso, tam-
cación y luego nos atengamos a lo resuelto. Por bién el de derechos humanos. Nada de esto es
ejemplo, fijaremos sus derechos y sus obliga- criticable, ya que todas esas abstracciones cum-
ciones y estableceremos cuáles de ellos han de plen una función útil dentro de nuestro discur-
ejercer o cumplir por sí y cuáles otros por inter- so, que casi sólo se compone de ellas. Lo que sí
medio de algún humano. Si sólo pretendemos puede rechazarse es la pretensión de que cada
defenderlos de la inhumanidad del hombre, una de ellas es una realidad externa e insosla-
tamaña iniciativa es innecesaria: bastaría con yable, que sólo podemos descubrir gracias a un
prohibir las acciones de maltrato y disponer el recóndito sentido de nuestro espíritu.
destino de los simios a proteger. En el fondo, las
dos vías son equivalentes en efectos, aunque En ese contexto, podríamos “advertir” que los
muy distintas en énfasis retórico. chimpancés son personas, porque se parecen
bastante a nosotros; pero nos resultaría difícil
Pero el tema merece una conclusión más ge- explicar cómo, cuándo y por qué descubrimos
neral. Nuestra sociedad está enferma de retórica que nosotros éramos personas (incluso los ene-
“políticamente correcta”. Preferimos no hablar migos, los vencidos, las mujeres, los indios y los
de deberes y obligaciones y, en cambio, nos negros, que fueron aceptados a regañadientes
gusta proclamar derechos, a los que por aña- en diversas épocas). Y también elaborar una
didura atribuimos fundamentos ontológicos y teoría creíble que incluyera a los chimpancés,
por lo tanto inamovibles. Esta no es una buena pero no a los gorilas, a las jirafas, a las hormigas
práctica, porque falla en lo principal, que es es- ni a las amebas. En cambio, si descendemos un
pecificar quién, cómo, cuándo, en qué circuns- par de peldaños en la escalera de las abstraccio-
tancias y bajo qué sanciones debe satisfacer los nes, podemos decidir qué hacer con los simios
derechos, con lo que se vuelve a veces contra- o con cualquier otro animal, vegetal o mineral
producente. Y tampoco aplica una buena teo- y expresarlo del modo que nos resulte más cla-
ría, porque pone la vista en conceptos vagos e ro y conducente. Incluso, desde luego, mediante
inverificables para disfrazar de realidad trascen- su inclusión en la categoría de personas, si así lo
dente una voluntad política que, acaso, todos deseamos y si estamos dispuestos a atenernos a
podríamos compartir. la nueva definición de “persona” que de esa ma-
nera hayamos adoptado.
En efecto, todo el contenido del derecho se re-
duce, en última instancia, en determinar quién Digamos esto, pues, con mayor claridad: no se
debe hacer u omitir qué clase de acción, en qué trata de los chimpancés, sino de nosotros mis-
mos: de qué es lo que nos importa y con qué sin contradicciones ni sobrantes conceptuales
abstracciones estamos dispuestos a hablar de y, por encima de todo, que no cediéramos a la
ello. En este tema de fondo somos libres de de- tentación de creer que nuestro modo de pen-
cidir como queramos. Pero sería muy pruden- sar, nuestros deseos, nuestras clasificaciones y
te que averiguáramos minuciosamente qué es nuestras nomenclaturas responden necesaria-
lo que realmente queremos; que para lograrlo mente a una realidad trascendente, excluyente
elaboráramos sólo las abstracciones necesarias, y permanente.
ferencias morales capaces de fijar el límite entre nes. Por esto el futuro es el generoso continen-
lo admisible y lo inadmisible en cada contexto; te de la esperanza e insistimos tanto en el poder
pero contra esta fijación conspiran las contra- de la voluntad: para fomentar la persecución de
dicciones de esas mismas preferencias. Nótese objetivos de largo plazo
que a todos nos han enseñado que la solidari-
dad es buena, pero también que la caridad bien No hay una receta para decidir nuestra actitud
entendida empieza por casa. Un funcionario co- dentro de aquella escala: la decisión depende
rrupto cumple a rajatabla esta última limitación de circunstancias parcialmente ignotas, y aun
y suele hacerlo con pingües resultados; quien la percepción de las conocidas es imprecisa.
persigue lealmente beneficios igualitarios y ex- Sin embargo, es factible advertir el marco en el
tendidos para los habitantes de su país cosecha que hemos de movernos. A partir de un objetivo
aprobación moral, pero enfrenta dificultades a claro, y no meramente declamatorio, es preciso
menudo insalvables; el que predica contra el averiguar qué recursos (materiales, personales,
calentamiento global es poco menos que tenido intelectuales, de voluntad compartida) existen
por un ingenuo bien intencionado. La vida real, para lograrlo, cómo y a qué costo podemos diri-
y especialmente la política, nos exigen estable- girlos a ese fin, si es posible usarlos para acceder
cer entre los extremos de este continuo, para a otros recursos hoy ausentes y, sobre todo, es-
cada tema, un punto que nos satisfaga o, al me-
timar con criterio realista el horizonte temporal
nos, no nos repugne.
en el que nos propongamos acercarnos al obje-
El segundo nivel de análisis reproduce los tér- tivo. Sentadas estas bases, todo es cuestión de
minos del primero, pero lo hace dentro del es- poner manos a la obra, asegurar su continuidad
pacio que previamente haya escogido nuestra frente a nuevas urgencias que reclamen desvío
preferencia moral. Sus extremos ya no remiten de recursos o interminables postergaciones, es-
al alcance de nuestra solidaridad, sino a nuestra perar que la suerte no nos sea adversa y, mien-
actitud entre el conformismo y el voluntarismo. tras tanto, estar dispuestos a corregir el objetivo
Uno de estos extremos se desanima ante cual- o el rumbo de nuestra acción si la variación de
quier dificultad y se considera impotente para las condiciones así lo aconseja. El final no está
introducir cualquier cambio deseable; el otro garantizado, pero al menos habremos hecho
rebosa optimismo y se condensa en la recono- todo lo posible por llegar a él.
cidamente falsa pretensión de que “la voluntad
todo lo puede”. Lo dicho hasta ahora parece una colección
de consejos de autoayuda para cualquier ám-
En la realidad, podemos obtener muchos de bito de acción, pero adquiere sentido específico
los objetivos que nos proponemos si dedicamos cuando es pensado por los operadores del dere-
a ellos el esfuerzo y la perseverancia requeri- cho. En efecto, el derecho es el principal brazo
dos. Otros objetivos requieren mayor sacrificio, de la política, pero es un brazo que piensa y tie-
más tiempo y — hay que decirlo — una dosis de ne por responsabilidad la aplicación de las de-
suerte. Otros más se encuentran completamen- cisiones a la realidad, en condiciones también
te fuera de nuestro alcance, por mucho que los reales. El discurso político, tan dado a promesas
deseemos y por grande que sea nuestra volun- de efecto mediático, suele pecar de excesivo vo-
tad de llegar a ellos.
luntarismo (como lo expresa un conocido teo-
Claro está que, si distinguir entre esas catego- rema, tanto mayor cuanto más alejado esté el
rías fuera sencillo, la opción entre conformismo sujeto de la conquista del poder), de modo que
y voluntarismo no se plantearía. Nos maneja- suele exagerar los problemas, sobredimensio-
mos en un contexto de ignorancia de la mayoría nar su percepción de los recursos disponibles
de las condiciones actuales y futuras y además, u obtenibles y menospreciar la dimensión tem-
aunque un objetivo sea inalcanzable hoy, tal vez poral y el esfuerzo social requeridos para cada
puedan reunirse condiciones y recursos que, objetivo; el pensamiento jurídico debería saber
con el tiempo, su acumulación y su conversión traducir esas expresiones en términos opera-
en otros recursos nuevos, permitan cumplir tivos, sin caer en el conformismo pero con los
nuestro deseo, quizás en dos o tres generacio- pies afirmados en la observación empírica.
Sin embargo, proponer al derecho como co- sociedad, obnubilado por la búsqueda de una
rrector de la política es ver la paja en el ojo aje- mítica justicia absoluta para cada caso, no cobra
no. El derecho mismo, en su estructura interna conciencia del problema técnico que limita sus
y aun con total independencia de sus conteni- herramientas. Alguna vez será preciso delimitar
dos de origen político, enfrenta una insuficien- nuevos y precisos objetivos, para poner el dis-
cia operativa que arrastra desde hace muchos curso jurídico a la altura del siglo XXI. Cuando
siglos, una epistemología errática que se ma- lo hagamos, veremos que los recursos existen,
nifiesta cada vez más en la inseguridad de la pero no están disponibles por la persistencia de
vida cotidiana y un método de aplicación que una ideología irracionalista en el campo de las
desprotege a los ciudadanos al privarlos del co- estructuras del derecho. Vencer esa resistencia
nocimiento certero acerca de las reglas que los requerirá esfuerzo y dedicación, y seguramen-
rigen. El camino aconsejable para salir adelan- te un tiempo prolongado. En este campo, lo que
te ni siquiera ha comenzado a recorrerse, por- parecía autoayuda puede trocarse en ayuda mu-
que el pensamiento predominante en nuestra tua, pero el resultado no está aún a la vista.
función de establecer criterios operativos para Un nuevo Código comporta siempre una es-
cederla, en la práctica, a los jueces. En efecto, si pecie de revolución en el ámbito profesional:
la interpretación de la ley adquiere el margen de todos debemos estudiar de nuevo, bibliotecas
discrecionalidad que le confieren los derechos y enteras pierden su vigencia y grandes esfuer-
principios constitucionales y convencionales, si zos han de desarrollarse para elaborar nuevas
la interpretación y la comparación de estos úl- bibliotecas. Pero este fenómeno, que afortuna-
timos dependen de las decisiones judiciales, si damente no sucede todos los días, es bienveni-
estas decisiones (de las que se requiere una con- do cuando las nuevas normas son superadoras
trovertible razonabilidad) y las opiniones de de las anteriores, no sólo en la justicia que les
los autores se influyen recíprocamente todo el atribuyamos, sino también en la utilidad que
tiempo manteniendo, a la vez, su indetermina- prestan para facilitar la labor de los operadores.
ción y su pluralidad, todos los límites entre las En el código recientemente sancionado la jus-
ticia de sus normas es controvertida, como su-
fuentes del derecho se vuelven tan maleables y
cede siempre; pero su tendencia a reformular
difusas como el derecho mismo.
las instituciones, no tanto para imprimirles un
En síntesis, el contenido de las normas, inclu- giro copernicano (cosa que podría haberse he-
so las del propio código, depende de un juego cho, por ejemplo, en materia de personas) sino
como para ponerlas bajo el paraguas de concep-
circular de conceptos vagos a la espera de algún
tos tales como buena fe, razonabilidad y abuso,
deus ex machina que los llene de luminosas (y
así como para traducirlas un poco más en decla-
justas) verdades. Pero ese personaje no viene
raciones de derechos que en imposición de las
(nunca vino) del cielo mismo, sino de la tramoya obligaciones concretas destinadas a satisfacer
teatral del sistema político: son los jueces quie- esos derechos, abre un campo inesperadamente
nes se ven conminados a asumir ese papel y se amplio a la discrecionalidad. El resultado inevi-
espera de ellos que satisfagan a todos, bajo pena table es que cada operador proponga su propia
de linchamiento mediático, jurídico o aun físi- discrecionalidad y se inaugure un largo perío-
co. En efecto, quien se vea perjudicado por una do de inseguridad, hasta que la jurisprudencia
decisión judicial tenderá a pensar que el magis- tome el lugar que el legislador está declinando.
trado no ha sabido o no ha querido comprender
el verdadero sentido de derechos, principios y Espera, pues, a los magistrados una tarea titá-
valores, por lo que ha ejercido deficientemen- nica: reelaborar poco a poco, mediante decisio-
te la función encomendada. Un verdadero pre- nes particulares, todo un cuerpo jurídico que,
sente griego para quienes sólo cuentan con su si no resulta “del todo justo”, al menos conser-
conciencia, conocen y ejercen los disensos y sa- ve armonía sistemática, adquiera certeza bajo la
ben que en un proceso hay quien gana y quien forma de criterios generales y permita a los ciu-
pierde. dadanos saber a qué atenerse frente a cada con-
flicto presente o futuro.
En estas condiciones, el nuevo código apare-
ce como un sincero y entusiasta registro del oca- Por decirlo en términos deportivos, consti-
so del derecho, precisamente en el único punto tuyentes y legisladores están enamorados del
donde su aporte fue alguna vez efectivo. En tono “juego bonito”, pero la difícil y conflictiva tarea
de hacer los goles pertenece cada vez más a los
de chanza algo exagerada, podría decirse que,
jueces, aun cuando el sistema judicial nunca fue
luego de leer el título preliminar, todo el resto
pensado para cumplir esa función.
del Código ha de tenerse por no escrito, has-
ta tal punto su contenido queda sujeto a prin- Esa misma inadecuación inicial de un meca-
cipios imprecisos, a criterios de interpretación nismo previsto para otra cosa crea dificultades
subjetivos y cambiantes y a procedimientos de en la tarea a asumir. Los jueces resuelven casos
ponderación de derechos y valores que siempre individuales: sólo a lo largo del tiempo sus fallos,
terminan reducidos al ojo de buen cubero (tan si resultan más o menos coincidentes en la ratio
parecido al ojo de mal cubero que no hay mé- decidendi, acaban por transformarse en una juris-
todo objetivo que permita distinguir entre los prudencia provisionalmente confiable. Muchos
dos). de ellos recelan de las normas generales y no acep-
tan sino a regañadientes la institución de los fallos En consecuencia, parece aconsejable adop-
plenarios. La jurisprudencia de la Corte Suprema tar dos criterios. Uno, para los ciudadanos y sus
no es formalmente obligatoria y la casación, des- representantes, armarse de paciencia hasta que
tinada en su origen a fijar reglas interpretativas, el andamiaje de los criterios vaya recomponién-
acaba por convertirse en una instancia más de la dose, por imperio de la necesidad y a espaldas
quaestio facti. De todos modos, cualquiera de esos del mito. El otro, para los jueces, podría consis-
remedios es siempre tardío; cuando aparece, mu- tir en acelerar esa reconstrucción atreviéndose
chos ciudadanos han depositado sus esperanzas a pensar y debatir en conjunto y en términos ge-
contradictorias en multitud de procesos evitables nerales, sin tener necesariamente a la vista las
y, por cierto, perdido tiempo y dinero que también causas concretas en las que los criterios hayan
han hecho perder al Estado. de aplicarse luego.
víctima, a requerimiento de esta última, sin que ble que los dos encuentren un punto común de
cupiese al primero sanción penal alguna. O aun origen.
con un sistema de seguro social que compensa-
ra cualquier daño sufrido, sin necesidad de ave- El castigo está indudablemente emparentado
riguar autorías ni culpas. con la venganza, pasión primitiva de raíz acaso
animal. ¿Por qué queremos vengarnos de quien
En el espacio real entre esos dos tipos extre- nos hace daño? O, para formular la pregunta de
mos de reacción, la historia ha mostrado nota- tal modo que sea posible responderla, ¿para qué
bles vaivenes. La Ley de las Doce Tablas preveía queremos vengarnos? Es posible conjeturar dos
el castigo corporal frente al fracaso de la nego- propósitos, tal vez presentes también en otras
ciación: “Al que rompe un miembro y no tran- especies zoológicas. Uno, el de suprimir o anu-
sige, pena del talión” (Tabla VIII). El derecho lar la fuente directa del peligro: si eliminamos a
germánico también era favorable a la composi- nuestro agresor, o si lo reducimos a la impoten-
ción. El absolutismo monárquico se tomó el de- cia, o si lo atemorizamos lo suficiente, ya no ten-
lito más a pecho, por considerarlo una afrenta dremos que temer de él nuevas agresiones. Otro
a la autoridad real; la doctrina penal moderna es ejemplar: si nos vengamos públicamente de
puso el acento en la graduación proporcional de quien nos ofendió, terceras personas (o terce-
las penas y, en la actualidad, una tendencia más ros animales) verán que somos poderosos y te-
cercana al abolicionismo propugna creciente- mibles, con lo que es probable que busquen sus
mente la mediación penal y la suspensión del eventuales víctimas en otra parte. En cualquier
juicio a prueba, pero subsiste la creación preto- caso, esperamos evitar daños ulteriores, para no
riana del dolo eventual para satisfacer la indig- sufrir el perjuicio que de ellos derive.
nación pública frente a accidentes provocados
Veamos ahora la reparación. Ella tiene por
con grave desaprensión, aunque sin intención
propósito explícito compensar el daño sufrido
dañosa concreta. Mientras tanto, en el campo por la víctima, preferentemente en la exacta me-
civil se ha extendido el daño moral como he- dida de ese sufrimiento, como lo indica la tradi-
cho indemnizable más allá de la dificultad de su cional expresión in integrum restitutio. Dejando
prueba específica, con lo que no hay más reme- de lado por el momento las discusiones acerca
dio que presumirlo y medirlo por vía conjetural. de su cálculo y del grado de su objetividad, la in-
Y, para completar este círculo donde el dere- tención es impedir que el afectado padezca las
cho civil y el penal buscan convertirse uno en el consecuencias del daño (o, más probablemente,
otro, los “daños punitivos” (más apropiadamen- conformarse con que goce de ventajas aproxi-
te, una multa civil) han sido consagrados en el madamente equivalentes).
artículo 52 bis de la Ley de Defensa del Consu-
midor (24.240). Si los dos propósitos de la reacción del dere-
cho acaban por converger en un mismo objetivo
Entiéndase bien: no es mi propósito criticar final, es posible pensar que buena parte de los
aquí alguna de las normas o tendencias men- debates que se han entablado acerca de sus fun-
cionadas, sino poner de resalto el modo como damentos se ve oscurecida por capas de cons-
ellas muestran, a lo largo de la historia, el en- trucciones ideológicas, a menudo con ribetes
trelazamiento y las variaciones de predominio metafísicos, que han ido concibiéndose y ale-
entre dos propósitos básicos de cualquier siste- gándose a lo largo de los siglos.
ma jurídico conocido, con vistas a compararlos
dentro de una perspectiva más amplia. En efecto, la humanidad no se conforma con
sus propias apreciaciones: a fin de consolidar-
En efecto, en la superficie, cada propósito se las, busca inconscientemente conceptos abs-
identifica con un sentimiento distinto: uno con tractos, que, una vez que se les atribuye entidad
el castigo nacido de la indignación; el otro, con ontológica a menudo trascendente, desplazan
la reparación inspirada en la compasión (o so- todo debate sobre preferencias y conveniencias
lidaridad, para decirlo con un vocablo más bo- hacia la afirmación de realidades indiscutibles.
nito, aunque menos preciso). Pero, en el fondo Tal es el caso de las nociones de merecimiento,
recóndito de las reacciones humanas, es proba- culpa y responsabilidad, que echan un man-
to justificativo sobre la toma y daca de daños y He aquí un punto donde la reflexión teórica
prestaciones y permiten detener el análisis an- puede contribuir a clarificar la práctica, como
tes de llegar al fondo. ¿Son esas nociones reali- toda teoría que se precie debería ser capaz de
dades autónomas de justificación trascendente, hacer. Una conclusión provisional podría reco-
o bien instrumentos intelectuales que, con ma- nocer: a) que las dos formas de reacción del de-
yor o menor utilidad, hemos construido para recho frente a las conductas son distintas, pero
mediar entre la realidad y nuestros deseos últi- pueden conciliarse porque parten de un mismo
mos? origen; b) que esa conciliación nunca será per-
fecta, porque su equilibrio depende de percep-
La perspectiva que aquí sugiero, a la vez, abre ciones y emociones presentes en la sociedad,
una puerta para comparar los ámbitos jurídicos expresadas en políticas variables y sujetas a dis-
civil y penal desde un punto de vista más com- tinto grado de éxito según circunstancias de he-
prensivo, así como para examinar más desapa- cho también variables; c) que, en medio de esa
sionadamente la difícil controversia acerca de situación, lo importante es tener claro el punto
los fundamentos de la pena, la retribución y intermedio en el que nos situemos para cada
las cuatro prevenciones. Tal vez, por encima de supuesto genérico y proyectarlo sobre el siste-
todo eso, aparecen hermanados el deseo de pre- ma jurídico como un todo orgánico, antes que
vención y el de reparación; y acaso podamos re- aplicarlo espasmódicamente en algún aspecto
conocer en el deseo de no sufrir al progenitor de específico como resultado de una emoción mo-
aquellos hermanos tan desencontrados. mentánea.
algún modo que, en definitiva, conspira contra tecedente válido de las obligaciones que de él
los efectos primarios del acto legislativo. emanan, el desempeño de su trabajo por parte
de un funcionario público desencadena el pago
El segundo paso del derecho consiste en “vi- de la retribución correspondiente, el dictado de
gilar” o, dicho de manera menos peyorativa, en una sentencia judicial habilita los actos concre-
recabar información acerca del efectivo com- tos que conduzcan a su aplicación efectiva.
portamiento de los ciudadanos. En materia
civil, el método para recabarla reposa habitual- La etapa reactiva del derecho, consecuen-
mente sobre el interés de los portadores de cada cia de las dos anteriores, es un nuevo reflujo en
derecho (o, para decirlo con mayor rigor, de los dirección contraria. Se genera en el centro y se
frustrados beneficiarios de obligaciones incum- dirige hacia la periferia; pero ya no mediante
plidas). De este modo, el Estado se ahorra un una vía troncal, como la reservada a la legisla-
ímprobo esfuerzo delegándolo en quienes, se ción, sino por otra red más o menos capilar que
supone, están más interesados en su resultado. procura dirigir la reacción exactamente hacia el
En cambio, en el paradigma penal el concepto punto de la realidad de donde la segunda co-
de acción pública pone la averiguación en cabe- municación provino. Aquí, pues, se reprodu-
za del Estado, pesada carga que a ratos se ve ali- ce en buena medida la dificultad de la segunda
vianada por la ineficiencia policial, el juicio de etapa: la comunicación es mucho menos re-
oportunidad en manos del Ministerio Público dundante y puede verse fácilmente afectada
y, de modo más automático, por la insuficiencia por trabas o impurezas. Estos ruidos (como se
de medios adecuados. Pero, más allá de todas los llamaría en teoría de la comunicación) son
esas vicisitudes, la vigilancia es también comu- a menudo consecuencia de fallas estructura-
nicación, sólo que en sentido contrario a la an- les, insuficiencia de los canales o interferencia
terior: desde la innumerable periferia, donde de circunstancias imprevistas; pero en muchos
suceden los hechos y se genera la información, casos son también provocados intencionalmen-
hacia el centro (los órganos estatales) que se en- te para evitar los efectos de la reacción: fuga del
carga de recibir los datos y procesarlos de acuer- imputado, insolvencia fraudulenta del deudor y
do con su relevancia jurídica. demoras procesales en busca de la prescripción,
para no hablar de otras prácticas corruptas que
Los requisitos para la eficacia de este nuevo pueden conducir al mismo objetivo.
flujo de información son más difíciles, porque
el origen de la comunicación es difuso y, por lo La acción del derecho puede describirse,
tanto, se halla sujeto a una gran dispersión de pues, como una sucesión de sístole, diástole
voluntades individuales. Una vez generada, la y sístole; pero a diferencia de los movimientos
comunicación corre por un sistema capilar su- cardíacos, en los que el flujo de sangre perma-
mamente imperfecto y falible, muy distinto del nece aproximadamente igual, en la metáfora ju-
conducto troncal por el que el Estado hace co- rídica el flujo de información se pierde a cada
nocer públicamente el contenido de sus nor- paso en la entropía social. El momento de pro-
mas. Cualquier traba o impureza en cada uno de mulgación legislativa, aunque su comunicación
aquellos numerosos conductos puede hacer fra- sea imperfecta, es el más poderoso; el de vigi-
casar la comunicación en el caso concreto, con lancia (o control, o información sobre eficacia)
lo que las perspectivas estatales de conocer las se muestra notablemente más débil; el de reac-
consecuencias de sus leyes son previsiblemente ción, a su vez, es habitualmente tan tenue que
menores que las de diseminar la exigencia nor- nos conformamos con un grado de funciona-
mativa. miento poco menos que simbólico. Cada paso
opera como un filtro respecto del siguiente.
El tercer paso, como se ha dicho, es “castigar”
o, para decirlo también con mejor precisión, el El funcionamiento que acabo de describir
de reaccionar de manera adecuada ante cada está lejos del ideal, en el que imaginamos que
información, de acuerdo con las pautas de in- el derecho es generalmente conocido y cumpli-
terpretación y respuesta previstas en el siste- do, que los casos de incumplimiento son rápida
ma jurídico. De este modo, un delito ha de ser y eficientemente advertidos y que hacia ellos se
castigado, un contrato ha de considerarse an- dirige diligentemente la reacción prevista por el
No advertimos, al pensar así, que el agujero Ahora bien, cuando nuestra opinión es en úl-
no es igual para todos. Y, para peor, en este sen- tima instancia valorativa, no hay ni habrá estado
tido figurado, la palabra “encajar” puede tener de cosas alguno que permita verificarla me-
varias acepciones. diante la observación directa. Cualquiera sea la
potencia de nuestra convicción, cualquiera sea
En el juguete infantil, todo era más seguro. Lo el consenso que hayamos logrado acerca de ella
era porque el cuadro y las piezas eran cosas ma- en la sociedad que nos alberga, no tenemos,
teriales, de plástico, sujetas a las leyes de la física, para convencer al disidente, un medio tan segu-
y porque estas leyes son permanentes y univer- ro como decirle: “mire ahí y véalo por usted mis-
sales, independientes de nuestra voluntad y de mo”. Porque no hay un lugar físico donde mirar,
nuestro ingenio. Ningún bebé, por mucho que y porque lo que cada uno ve en casos tales es
llore y patalee, puede meter la pieza circular en el contenido de su propia mente. Podemos in-
el agujero triangular. Y lo mismo sucede a los tentar algunos procedimientos: explicar detalla-
adultos, que pueden hacer malabarismos con la damente nuestra opinión y las razones que nos
realidad, pero no consiguen desentenderse de mueven a sustentarla, mostrar acaso que la ne-
ella. En cambio, cuando postulamos una reali- gativa de nuestro interlocutor crea un conflicto
dad distinta de la que es (o de la que puede ser con alguna otra de sus propias opiniones, deba-
en el futuro a partir de la actual), podemos tener tir, negociar, aguantar. Si nada de esto da resul-
tado, votar. Y tratar de no llegar al último paso,
que es la guerra. Pero ni la perfección de nues-
(*) Cfr. La Ley, 04/05/2016, p. 1. LA LEY, 2016-C, 1262. tras argumentaciones, ni el cambio de opinión
Cita online: TR LALEY AR/DOC/1330/2016. de nuestro interlocutor, ni la victoria en la pe-
lea son otra cosa que sucedáneos en la vida coti- proporcionan el mismo resultado a todos, en to-
diana: ninguno de ellos es una demostración de dos los sujetos y en todos los casos, carencia que
que nosotros estábamos en lo cierto, como —en —sin necesidad de profundizar en cuestiones
cambio— gozosamente descubre el infante que metafísicas— basta para concluir que su adop-
mete el cuadrado en el hueco apropiado. ción no es universalmente confiable ni pragmá-
ticamente justificada.
Todo esto estaría claro y podríamos convivir
con ello, si no fuera porque algunos adultos son El problema aquí expuesto tiene amplias y
chicos rebeldes. Ellos afirman que las opinio- graves consecuencias. Al proclamar que las va-
nes valorativas son también verdaderas o falsas, loraciones son tan correctas o incorrectas como
como las proposiciones que se refieren a hechos las descripciones son verdaderas o falsas, por-
empíricos, y que, por lo tanto, hay en la realidad que en realidad no son sino descripciones de
—en una realidad ideal, se entiende— circuns- circunstancias ideales, asequibles a la razón, los
tancias capaces de mostrar cuál opinión es ver- adultos que se rebelan contra el método sacan
dadera y cuál es falsa. Naturalmente, para que de quicio los debates morales, políticos y jurídi-
este modo de pensar complete su círculo es pre- cos. Descubren y proclaman que sus ideas acer-
ciso postular un método, distinto de la obser- ca de las formas y medidas de gobierno son las
vación física, que nos permita aprehender tales únicas evidentemente justas, por lo que sus ad-
circunstancias e invocarlas para apoyar o negar versarios son ciegos o perversos; que sus opi-
cada parecer. niones sobre la institución matrimonial, o las
escalas penales, o las condiciones del empleo,
Si ese método estuviera disponible, el mundo
son extraídas de una realidad indudable; que
sería muy distinto. No habría tantas discusiones
el alcance de la figura del robo con armas, o del
morales, políticas ni jurídicas. Casi no harían
interés superior del menor, puede averiguarse
falta leyes, porque los principios, debidamente
mediante un minucioso estudio de una reali-
interpretados y ponderados, servirían para re-
dad que no está ante nuestra vista. En cualquier
solver cualquier conflicto. Y ni siquiera harían
caso, enrarecen el aire de la negociación y de la
falta declaraciones de principios y tratados de
transacción, ya que comparan la situación con
derechos humanos, puesto que la realidad de
los valores estaría a la vista de cualquiera. Nin- otra en la que uno sostiene que dos y dos son
guna ley dispone que el Sol salga por el este, cuatro y otro que son cinco: ¿acaso sería razona-
porque ese es un hecho evidente y ajeno a la vo- ble pactar un resultado de cuatro y medio?
luntad del hombre.
Muchas de las actitudes así planteadas se
Es claro que, al hablar de un método tal, he- apoyan en una suerte de ontologización de las
mos de entender un procedimiento que, sin propias preferencias, lo que endurece las posi-
requerir observación física, ofrece ventajas ciones y ayuda a convocar adeptos, pero no sir-
aproximadamente semejantes a las de ella, a sa- ve para convivir en paz. En estas condiciones,
ber, que esté al alcance de todos, que arroje los ¿qué deberíamos ontologizar y qué no? Una res-
mismos resultados para cualquiera que lo use y puesta sensata, tal vez, no provendría de bucear
que, por lo tanto, tales resultados no dependan en la metafísica, sino de examinar las ventajas
en absoluto de las circunstanciales preferencias prácticas del método. Si sirve igual para todos,
del sujeto. justifica que afirmemos sus resultados como
verdaderos y su referencia semántica como par-
Un método tal no ha sido descubierto has- te de la realidad. En caso contrario, quedamos
ta ahora. En su lugar se proponen otros: prin- en el campo de la opinión, la ideología, los in-
cipalmente, consultar la propia conciencia o tereses y las valoraciones: elementos vitales de
atenerse a la ley divina. Aunque cualquiera de nuestro discurso y de nuestra convivencia, pero
estos procedimientos puede gozar de la plena propicios al debate sobre su conveniencia antes
confianza del sujeto, hay que decir que ellos no que a la prédica sobre su verdad.
Las insistentes preguntas que anteceden pre- cómo evitar que su producto tenga pérdidas y,
tenden poner de resalto cierta insuficiencia de por cierto, sabe, además, con sólo mirar el re-
nuestro razonamiento jurídico. Hay temas que cipiente, cuánto líquido cabe en él y cuánto le
sabemos resolver, ya que lo hacemos cotidia- falta para llenarse. Sus estimaciones pueden
namente; pero que no sabemos cómo se resuel- confrontarse con la realidad: si su parecer difie-
ven. En otras palabras, ignoramos —y, lo que es re apreciablemente de la medición operada con
peor, nos conformamos con ignorar— los pro- instrumentos confiables, el individuo es un mal
cedimientos que nos conducen a conclusiones cubero. En el derecho, sin embargo, no tenemos
que, a su vez, pueden incidir gravemente sobre tales instrumentos de mensura y la condición
la vida de las personas. de buen cubero permanece en la penumbra del
misterio. Alguien ejerce la función de medir lo
Toda esa consentida ignorancia parece disi- que no es mensurable y sus dichos son acatados
mulada por algunas ideas que le sirven de co- con respeto por imperio de la ley o por acuerdo
bertura. Una es que es imposible conocer tales del observador. Pero ¿es correcta su medición?
procedimientos, porque son extremadamente Es más: en ausencia de medios intersubjetivos
complejos. Otra, que esa imposibilidad es res- de verificación que arrojen el mismo resultado
petable, puesto que confirma la condición libre, para cualquiera que los use, ¿tiene sentido ha-
imprevisible y acaso sagrada de la voluntad y de blar siquiera de medición?
las acciones del hombre. Una tercera es que es
posible, sin embargo, llegar a conclusiones va- Pensémoslo así. Si —aun en ausencia de mé-
lederas si un juez bueno (es decir uno que esté todos conocidos— hubiera una virtud de la
de acuerdo con nuestra opinión) pone en juego prudencia que nos condujese a las buenas me-
una condición augusta y casi mágica de su es- diciones, esta prudencia, exigida desde luego a
píritu, a la que llamamos prudencia, discreción los jueces, tendría que llegar a las mismas con-
o buen juicio. El hecho de que distintos jueces clusiones frente a todos los casos que fuesen se-
apliquen esa virtud con resultados distintos lo mejantes en las condiciones relevantes. Como
atribuimos a que no hay dos casos exactamen- esto, de hecho, no sucede sino parcialmente,
te iguales (aunque sí semejantes en sus aspec- hay que concluir que, o bien la prudencia es un
tos relevantes), pero de todos modos tratamos nombre autocomplaciente que damos a nues-
de corregirlo mediante plenarios y decisiones tros hábitos de pensamiento, o bien que mu-
de casación. Detrás de esta manera de pensar, chos jueces no son prudentes. En cualquiera de
más discursiva que operativa, hay otra idea que estos supuestos, el concepto se demuestra poco
a veces se invoca expresamente: que las mate- confiable en la práctica jurídica.
máticas no son confiables para aplicarlas a la
vida humana, aunque sí lo sean para considerar Tal vez haya una solución mucho más sen-
el movimiento de los planetas, el crecimiento de cilla. Racional, aunque psicológicamente do-
las plantas y las probabilidades en el juego de la lorosa. Consiste en admitir que muchos de los
lotería. Todo, pues, está regido por la causalidad conceptos que usamos, carentes de instru-
y por acontecimientos y fuerzas mensurables y mentos de medición, reciben de nosotros los
comparables, salvo los intereses de unos ani- significados, intensidades y jerarquías que les
malitos que, entre millones de otras especies, atribuimos; que, reconocida que sea esta sub-
habita una mota de polvo que gira en el espa- jetividad de las mediciones, las razones por
cio infinito. Paciencia, pues. Y prudencia, desde las que las postulamos —que siempre existen
luego. Sigamos agradeciendo que la carrera de dentro de nuestra mente, aunque no tengamos
Derecho no incluya (todavía) estudios matemá- conciencia inmediata de ellas— podrían ser ex-
ticos. traídas y expuestas a la luz del día a partir de la
práctica concreta; que, una vez expresadas, po-
De esta manera, gran parte del derecho que drían compararse, debatirse y acaso acordarse.
vivimos, hacemos e invocamos está presidida
por el “ojo de buen cubero”. Pero ¿quién es un Si tal cosa se hiciera, no sería tan difícil expli-
buen cubero, y por qué? En el fondo de la eti- car por qué este homicida recibe una conde-
mología, la respuesta es fácil: es un fabrican- na de nueve años y medio, aquella víctima una
te de cubas que, a fuerza de experiencia, sabe indemnización por daño moral de 321.498,25
pesos y los testigos de esta parte actora, que de- cipio, en suma, para un cambio necesario en
claran a su favor, no son al fin de cuentas tan la manera que tenemos de construir, debatir y
convincentes como los de la demandada, que aplicar este instrumento tan complejo e impre-
declaran en sentido contrario. Un buen prin- ciso que llamamos derecho.
Algo parecido sucede con la aplicación de la la justicia real que el derecho siempre requiere
ley. Cualquiera, positivista, “paleopositivista”, imperativamente.
iusnaturalista, pospositivista, tomista o ponde-
rador alexiano, acepta como evidente que, para Como puede apreciarse, en este nivel la dife-
aplicar una norma, es preciso interpretarla (es rencia es puramente epistemológica, aunque no
decir, por lo menos, leerla). Cualquiera admi- baladí. En la práctica, todos los intérpretes ha-
te, también, que la interpretación se ve siempre cen exactamente lo mismo: buscar la solución
e inevitablemente influida por las preferencias que les parece más justa, o más conveniente, y
morales del intérprete. Y en nuestros tiempos ver el modo como ella puede encajar en el com-
neoconstitucionalistas en que esa influencia plejo marco formado por las palabras de la ley,
se multiplica cuando, en vez de un artículo del las actitudes predominantes en el medio que los
Código Penal, lo que hay que interpretar es un rodea y las fronteras de su propio respeto por los
principio constitucional o convencional. códigos, en la medida en que lo sientan.
¿Qué es, entonces, lo que distingue al po- En conclusión, pues, cada uno es intelectual-
sitivismo en este particular aspecto? Que el mente libre de escoger su definición del derecho
positivista da por sentado que la parte de la in- y puede, según su criterio, proponer soluciones
terpretación que consiste en valorar proviene más o menos apegadas a la letra de la ley. In-
de una delegación tácita del orden jurídico en cluso si es positivista y encuentra una panoplia
el aplicador, encargado de tomar una decisión de principios positivizados que hacen el campo
personal en el marco de la ley. En cambio, otras orégano para cualquier innovación más o me-
teorías jurídicas tienden a sostener, con mayor o nos audaz.
menor fuerza, que ese segmento valorativo de la
interpretación está predeterminado, si no por la Sin embargo, no es justo (¡vaya palabra!) to-
ley misma, sí por el derecho visto como un en- mar impulso para la propia creatividad atribu-
tramado de principios; y, así, no es dado al in- yendo al positivismo un formalismo extremo
térprete hacer otra cosa que investigar la verdad que nunca ha sostenido. El pobre Hans es segu-
jurídica y sopesar correctamente los elementos ramente susceptible de algunas críticas; pero no
en juego, a fin de hacer o proponer, en el caso, merece la canción que tanto le cantan.
‘desmesura’)”. La intuición, según Descartes, es después de todo, hemos sido criados y educa-
“una representación tan fácil y distinta que no dos en una misma cultura; pero es muy proba-
subsiste ninguna duda sobre lo que se com- ble que un individuo natural de Ginebra o San
prende en ella (...) que nace de la sola luz de la Francisco piense y sienta de modo bastante dis-
razón y que por ser más simple que la deduc- tinto de como lo hace otro nacido en Kabul o Is-
ción es todavía más cierta que ella”. En su moda- lamabad. Y, frente a conejos de distintos colores,
lidad ética (o axiológica, emotiva o emocional), habría que disponer de algún método objetivo
“se supone aprehende valores. (...) Se considera para discutir cuál es “el verdadero color del ver-
que ciertos términos éticos designan cualidades dadero conejo”.
que no pueden ser traducidas a otras; cualida-
des por tanto aprehensibles directamente y por Es claro que esta reflexión no es fácil de acep-
‘intuición’“. tar. Estamos tan habituados a nuestros valores
y preferencias, deseamos tan vehementemente
Pîdo disculpas al lector por la precedente re- defenderlos e imponerlos, que nos cuesta ad-
visión terminológica, que pudo parecer tediosa, mitir que criticar a un talibán por lapidar a una
pero a partir de ella resulta fácil advertir que to- mujer adúltera no es objetivamente tan fácil
das aquellas denominaciones designan una fa- como demostrarle que el agua hierve cuando se
cultad del espíritu capaz de distinguir el bien del la calienta (6). Cuando un filósofo viene a decir-
mal; en otras palabras, lo que nuestras abuelas nos que tenemos la capacidad de averiguar que
habrían llamado la voz de la conciencia; pero nuestras preferencias son correctas, nos abraza-
ninguna de ellas provee una receta o un método mos a esa tesis con más alegría que precaución
para ejercer esa distinción: solo dan por senta- y pasamos por alto que ella no nos proporcio-
do que podemos hacerlo mediante una facultad na un método confiable: sólo da por bueno lo
mental más o menos entrenada por el hábito, y que veníamos pensando, cualquiera fuese su
le asignan denominaciones más o menos erudi- contenido; pero lo mismo hace con nuestro ad-
tas. A falta de esa ayuda de los filósofos, pues, versario, que se nos opone con las mismas (y
sólo nos queda practicar la introspección, ya melladas) armas con las que nosotros nos diri-
que —según nos dicen— allí encontraremos la gimos a él.
verdad del bien y de la justicia, gracias a la facul-
¿Persistiremos en esa actitud? Para hacer-
tad intelectual que nos atribuyen.
lo, deberíamos encontrar la receta que los filó-
Ahora bien, cuando hurgamos en nuestra sofos no nos proporcionaron, el secreto que la
conciencia ¿qué encontramos? Así como el teoría de la argumentación, con todas sus virtu-
mago saca de su galera el mismo conejo que él des, tampoco ha logrado develarnos: cómo ha-
o su asistente habían puesto allí antes, al bus- cer en la práctica, no sólo para distinguir el bien
car en nuestra mente encontramos diversos co- del mal a satisfacción de nuestra (imperfecta y
nejos u otras alimañas de diferentes especies, contingente) conciencia, sino para demostrar-
todas ellas provenientes de las enseñanzas de lo a cualquiera que piense otra cosa (tal como
padres y maestros, de nuestras reacciones per- podríamos hacerlo con quien sostuviese que, al
sonales frente a las vicisitudes de la vida y de calentarse, el agua se convierte en hielo). Algu-
complejas interacciones entre varios o muchos nos se conforman con menos: en temas morales
de esos elementos en la bruma de nuestro sub- y sociales, dicen, no podemos ser tan exigen-
consciente (5). Es probable (no garantizado) tes como en las ciencias duras. Pero aun así no
que ciertas reglas morales sean coincidentes logran salir del problema: lo que conseguimos
por esa vía no es una demostración más o me-
con las de muchos de nuestros prójimos, ya que,
nos probable de nuestros juicios éticos, sino
apenas la verificación de que esos juicios son
(5) Siempre es posible sostener que, por encima de es- los nuestros y, probablemente, los de muchas
tas vicisitudes de la historia personal, tenemos la guía de
la voluntad divina; pero para usar esta vía de escape es
preciso creer en Dios (en el Dios correcto o verdadero) (6) Puede consolarnos —pero no satisfacernos— pen-
y tener con él una vía indubitable de comunicación, el- sar que el talibán tampoco tiene argumentos objetivos
ementos fáciles de cumplir para la fe personal, pero no para convencernos de que la lapidación es un deber
siempre compartidos en términos intersubjetivos. moral.
otras personas, que pueden estar tan acertadas no encierran otra cosa que delegaciones en la
o equivocadas como nosotros. conciencia del intérprete, del juez, de la Corte Su-
prema: de quien, en definitiva, tenga el poder de
Si logramos superar esta desilusión filosófi- imponer su propio criterio, bueno o malo que a
ca y elaborar el duelo correspondiente, en otras nosotros nos parezca. Luego de ejercer esa nueva
palabras, si aceptamos la dificultad metodológi- mirada ¿estaremos conformes con lo que vemos?
ca, epistemológica, filosófica, en la que nos ha-
llamos, convendrá que dirijamos nuestra nueva Me gustaría creer que no estaríamos conformes.
mirada al discurso jurídico. Lo veremos entonces Esa actitud abriría un camino lleno de esperanza:
lleno de agujeros, hasta ahora disimulados por la esperanza de revisar los conceptos jurídicos que
la magia de la retórica y la esperanzada ficción venimos construyendo desde hace milenios, no
del pensamiento tradicional. Si no es verdad que para eliminarlos ni invertirlos, sino para aclarar-
la justicia, aun la que estamos dispuestos a sos- los y darles un baño de realidad: el mismo tipo de
tener con la vida, es demostrable ante terceros, baño al que Galileo sometió a la astronomía al sos-
muchos de los conceptos jurídicos —de los que tener que Saturno tenía satélites, pese a que Aris-
al inicio de este artículo he mencionado varios— tóteles no lo hubiera dicho antes.
rios, que estarán encantados de hacer público aun con independencia de nuestro voto ciuda-
su (nuestro) reclamo. dano? ¿Llegaría a perturbarnos la idea de que,
cualquiera fuere la plausibilidad de la norma así
A partir de ese momento, la sociedad nos creada, esa práctica nos dejara a merced de re-
dará varias respuestas, al principio minorita- glas ex post facto?
rias, mientras vaya disminuyendo la indiferen-
cia de los no informados. Algunos comentarán Estas preguntas, que se generan en la cocina
nuestro hallazgo con amable curiosidad. Otros intelectual de la teoría general del derecho, no
pondrán en duda la viabilidad económica de son habituales en el discurso jurídico de nues-
asegurar el nuevo derecho o la madurez de la tros días. Una filosofía predominante da inge-
conciencia social para reconocerlo. Pero, salvo nuamente por sentado que no corremos ningún
unos pocos recalcitrantes que describiremos peligro, ya que las propuestas justas serán in-
como fanáticos y retrógrados, nadie se atreverá mediatamente reconocidas por los jueces, abo-
a sostener que aquel derecho no existe, ni que gados y ciudadanos razonables, en tanto las
sus presuntos beneficiarios no lo merecen: toda injustas no concitarán apoyo alguno, sino en el
oposición empezará por conceder que el recla- reducido círculo de los perversos. Consecuen-
mo es justo y su ejercicio es legítimo, aunque temente, el poder legislativo puede reducir su
lamentablemente deba chocar con inconve- intervención al control del ejecutivo y al cálculo
nientes momentáneos. electoral, ya que en todo lo que concierne a la
legislación cotidiana su acción es casi prescin-
De esta manera, nuestra ley ya está sanciona-
dible: si sancionan leyes injustas, ellas mismas
da y promulgada. Lo que queda es reclamar su
mostrarán su invalidez intrínseca; por el con-
cumplimiento; pero disponemos de una ventaja
trario, las normas justas no necesitan sanción
nada despreciable: en lugar de rogar a los legis-
legislativa, porque ellas emanan directamente
ladores su sanción, podemos exigir a los jueces
de los principios que todo el mundo conoce, o
su aplicación. Obtener esa decisión puede no
ser fácil ni inmediato; pero difícilmente un ma- debería conocer, y con seguridad pueden invo-
gistrado nos dirá que el derecho invocado no car apoyo en artículos constitucionales o pau-
existe, ya que el lenguaje de los derechos se ha tas contenidas en convenciones internacionales
sacralizado. En el peor de los casos, lo pondera- (convenientemente interpretados).
rá en relación con otros derechos o circunstan-
Así es como estamos viviendo: los ciudada-
cias y rechazará nuestra pretensión, no porque
nos, contentos del amparo de leyes que consa-
sea injusta ni infundada, sino porque en el caso
gran la justicia hasta sus últimas consecuencias,
se advierten prioridades más altas. Y henos ya
pero desconfiados de las decisiones judiciales
en la misma situación que quienes fundan sus
demandas en artículos de códigos o en garantías que no siempre satisfacen sus expectativas; los
constitucionales: ningún derecho es absoluto, jueces, satisfechos de la discrecionalidad que
por lo que todos —y también el nuestro— pue- el sistema les delega, pero molestos por la fre-
den perder en el juego de la ponderación; pero cuente incomprensión de la opinión pública;
todos ellos merecen respeto y, llegado el caso, los abogados, encantados de disponer de ar-
reconocimiento práctico. Sólo nos queda espe- gumentos para defender a sus clientes con cre-
rar que llegue ese caso, momento que podría- ciente independencia de los textos legales, pero
mos acelerar con habilidad argumental o con constreñidos a explicar a sus clientes que el re-
un adecuado manejo de proclamas y moviliza- sultado del proceso tiene un irreductible factor
ciones callejeras. aleatorio. La pregunta es por cuánto tiempo po-
dremos mantener esta situación tan resbalosa
Todo lo que antecede está dicho, desde lue- antes que la sociedad advierta, alarmada, que
go, cum grano salis; pero ¿nos atreveríamos a está convirtiendo el sistema jurídico, antes tan
afirmar que es falso? Si reconocemos que hay rígido, en una blanda colección de consejos,
en ello algo o mucho de cierto, ¿lo acogeremos cuya traducción en severidad efectiva se ope-
como una saludable democratización del dere- ra de todos modos, pero con previsibilidad de-
cho? ¿Temeríamos que alguien usara ese proce- creciente, en manos de operadores-legisladores
dimiento para imponer reglas que detestamos, que compiten entre sí por llamarse razonables.
a costa de la seguridad jurídica (o que los suje- bilidad es una solución excepcional, ya que el
tos sepan estrictamente a qué atenerse frente a punto de partida para la aplicación de las nor-
cada conducta que adopten). mas es su lectura lisa y llana, a menos que cierta
energía de justicia (por así decirlo) nos empuje
Si el primer propósito encaja sencillamente a apartarnos de ella. Si es así, ¿cuál es la mag-
en el ámbito de la discusión política, el segundo nitud de energía que debería llevarnos a tal
plantea varios interrogantes que corresponden apartamiento? O, en otras palabras, ¿cuál es el
al campo de la teoría del derecho, o aun de la fi- umbral de inercia que esa energía debe vencer,
losofía pura y simple. o la resistencia que debemos oponerle para no
caer en una alegre usurpación del Poder Legis-
Uno de ellos es por qué y cómo la realidad, lativo? Y, sobre todo, ¿qué límites asignamos a la
o al menos la parte de ella circunscripta en las discrecionalidad, antes de criticarla como arbi-
circunstancias del caso, reclama alguna adapta-
trariedad? ¿Existen esos límites en la efectividad
ción interpretativa del texto legal. Durante mile-
del sistema jurídico? En su caso, ¿son objetivos,
nios los seres humanos se han preguntado eso y
asequibles a la razón de cualquiera, o requie-
han postulado diversas respuestas, englobadas
ren que alguien los fije, acaso en cada proceso
en el campo de la metaética (2). Unos remiten
concreto? Si nuestra respuesta fuera la última,
a la voluntad divina, otros al consenso entre los
¿el poder de la interpretación no estaría limi-
humanos, otros más a las consecuencias felices
tado sino por otra interpretación de naturaleza
o infelices de cada acto, y muchos, muchos, afir-
semejante, pero contingentemente de sentido
man que todos tenemos una capacidad mental
inverso?
innata para distinguir lo correcto de lo incorrec-
to. Ninguna de esas posiciones reposa sobre un Por mi parte, creo que ninguna de las pregun-
método objetivo digno de confianza ni explica tas precedentes tiene respuesta certera y con-
cómo distintas personas, o distintas culturas, fiable. Por el contrario, el hecho de que sea tan
sostienen tan vehementemente normas o prin- perturbador formularlas es una muestra de una
cipios conflictivos entre sí. tradición filosófica que desde hace milenios se
La reflexión precedente incluye notablemente ha adueñado del pensamiento jurídico tanto
el cómo. El juez examina el caso y advierte que la como preside el pensamiento cotidiano de la
previsión legal, en su versión literal, no condu- mayoría de las personas. A saber, que el mag-
ce a una solución adecuada (es decir, justa) sin no universo de la realidad tiene dentro de sí un
una dosis de adaptación interpretativa. ¿Cómo segmento inmaterial, que —entre muchos otros
advierte tal cosa? Normalmente, lo que hace es elementos conceptuales, como los de perro y
extraer de su propia mente criterios de justicia gato— incluye las cualidades de bueno y malo,
que se lo indican. Pero ¿quién asegura que esos de justo e injusto; y que todo ese segmento invi-
criterios de su conciencia individual son más sible de la realidad puede ser conocido por cual-
correctos que los de otros sujetos —y aun otros quiera que aplique a ello su intelecto. Conviene
magistrados— que aplican un criterio distinto? advertir aquí que, si esto funcionara en la prác-
La imposibilidad de decidir objetivamente este tica, casi no tendríamos conflictos morales, ju-
punto queda palmariamente retratada en el he- rídicos ni políticos: todo sería como sumar dos
cho de que las divergencias se resuelvan por vo- más dos, o como verificar la forma y la altura del
tación mayoritaria en los tribunales colegiados: monumento que se alza en la Plaza de la Repú-
¿yerran los jueces de la minoría? ¿Son, enton- blica.
ces, ineptos, ya que no advierten la verdad de
los criterios correctos? ¿Quiere decir, entonces, que todo reclamo de
flexibilidad es absurdo? De ninguna manera:
Aun prescindiendo de lo dicho hasta ahora, el artículo de Peyrano, por ejemplo, contiene
parecemos dispuestos a aceptar que la flexi- una propuesta sensata y plausible. Lo que pue-
de concluirse de lo que venimos argumentando
(2) Parte de la filosofía que busca precisar el significa- es que una profundización del análisis del tema
do de palabras como “justo”, “injusto”, “bien” y “mal”, así puede, y tal vez deba, conducir a una clarifica-
como del verbo “merecer”. ción de motivos y de circunstancias relevantes.
En efecto, si pensamos que la ley debe aplicar- no aparece como un pequeño margen de dis-
se en forma lisa y llana a menos que haya buenas creción, como habría querido Aristóteles y pro-
razones para apartarse de su sentido original, lo pone Peyrano, sino como una directiva general
que queremos implicar es que nos reservamos en el sentido de buscar la materia antes que la
el derecho de introducir excepciones o modifi- forma, los principios antes que la ley y la justi-
caciones en el sentido original de la ley, cuando cia antes que la seguridad, como mandan hoy la
las condiciones del caso así lo aconsejen. Falta Constitución y el Código Civil y Comercial.
aclarar aquí cuáles son las condiciones que nos
aconsejan tal cosa y cuánta energía de justicia Todo ese panorama sería digno de festejo si
contienen para vencer nuestro umbral de iner- sus fundamentos filosóficos, que he menciona-
cia literal. Develar esos misterios nos abriría el do antes, lo avalaran. Pero es fácil ver cómo los
camino para un ejercicio racional de la ponde- criterios judiciales se muestran distintos (tanto
ración, procedimiento que todos invocan, pero que el sorteo de las causas a los juzgados o salas
nadie, ni siquiera Alexy, ha podido explicar. Esta puede determinar la suerte del proceso) y cómo
aclaración nunca se formula, y con razón: si su- los mecanismos de unificación (casación, Corte
piéramos responder a tal pregunta como previ- Suprema, plenarios) llegan tarde y poco al mar
sión de casos futuros, tanto valdría introducir de pleitos en el que los ciudadanos (actores, de-
esos criterios excepcionales en la ley misma. Si mandados, imputados) sumergen su suerte per-
no lo hacemos, es por reconocimiento de nues- sonal.
tra ignorancia, no solo del futuro de los hechos,
sino también de los criterios que a cada uno Si tan sólo nos atreviéramos a poner en duda
puedan parecer aplicables a la hora de valorar aquellos fundamentos, para advertir que debe-
cómo y cuánto apartarse del texto. mos salir por nuestra cuenta del laberinto del
que ningún ángel metafísico nos sacará por arri-
Esa es la base desde la cual empezamos por ba, podríamos ver el concepto de flexibilidad
menospreciar las fórmulas sacramentales, se- con otros ojos. No para rechazarlo de plano, por-
guimos por flexibilizar la apreciación de las que nuestra ignorancia, que es su fundamento,
pruebas y los márgenes de interpretación de las sigue vigente. Pero sí para intentar penetrar esa
leyes (y de la Constitución) y finalmente con- ignorancia, en lugar de darla por sentada como
fiamos nuestra vida, nuestro honor y nuestras condición de la naturaleza humana, y tratar de
fortunas a un sistema de enunciados presidido pensar ordenadamente acerca de los motivos
por principios generales y derechos humanos, que pueden conducirnos a apartarnos de la in-
tan entrañables como vagos. En otras palabras, terpretación literal, así como de la magnitud de
confiamos tan poco en la capacidad predictiva la energía con la que cada motivo puede o debe
del legislador, y tanto en la capacidad cognitiva impulsarnos, dentro de cuáles límites. Nadie lo
de los jueces, que sometemos al primero a lími- dirá por nosotros, pero podríamos dejar de fin-
tes difusos y exigimos a los segundos precisar- gir que es imposible decirlo. Así, la flexibilidad
los con exactitud en cada caso, con la supuesta subsistirá, aunque de manera algo más transpa-
ayuda de una virtud metafísica controvertida y rente y, acaso, menos temible para la conviven-
más que inasible. De este modo, la flexibilidad cia social.
el impulso que confiere movimiento indefini- ejemplo tendría utilidad semejante. El ciclista
do como los obstáculos, momentáneos o pau- sabe dónde quiere ir; el Estado sabe cuáles son
latinos, que operan para frenarlo. La demanda sus objetivos políticos, tanto permanentes como
judicial o la denuncia penal generan movimien- coyunturales; los tribunales pretenden resolver
to (pequeña aceleración de ciertas secuencias las controversias aplicando el derecho vigente a
de hechos en la ancha corriente de la vida); la los hechos que se invoquen y comprueben. El
contestación de demanda o la defensa bus- ciclista advierte para qué lado se inclina su ve-
can impedir o retrasar la decisión; la desidia o hículo; el gobierno percibe, como puede, las va-
el desinterés de partes, abogados o jueces, así riaciones de los factores internos de la sociedad,
como la variable ineficiencia del sistema ju- así como las del entorno en el que ella se mue-
dicial, desaceleran el proceso; la prescripción ve; los tribunales reciben demandas, denuncias,
hace las veces de tope del movimiento que pu- invocaciones y pruebas, y las procesan y valoran
diera haberse iniciado. según sus propios criterios, en el marco de las
leyes procesales y del derecho de fondo. El ci-
De todos modos, el ámbito judicial es apenas clista reacciona, frente a cada variación, con un
una pequeña parte de un campo mucho más leve impulso del manubrio; el Estado dicta le-
amplio, en el que la idea de inercia se integra al yes y decretos, emite comunicados, negocia con
análisis sistémico de la vida social. Cada ciuda- países extranjeros y, en resumen, debe vigilar
dano, cada institución, cada empresa, cada or- cientos de manubrios políticos simultáneos; un
ganismo estatal y el propio Estado nacional es tribunal se guía por su procedimiento y emite
un sistema viviente o meta-viviente, que subsis- decisiones, interlocutorias dentro del proceso y
te en la medida en la que cumpla las funciones definitivas a su término. Para que todo esto fun-
que se ha asignado y lo hace gracias al inter-
cione, cada organismo necesita aplicar energía:
cambio de materia, energía e información con
el ciclista, la de sus piernas; el Estado, la de sus
algunos o muchos de los demás sistemas que in-
operadores de toda clase; el tribunal, el de sus
tegran su entorno. La vida (el funcionamiento)
magistrados, funcionarios y empleados. La apli-
de cada uno de esos sistemas depende de una
cación de energía debe ser constante, porque
eficiente retroacción (feedback), procedimien-
los impulsos originales que inician cada acción
to que consiste en advertir en todo momento el
no disfrutan de una inercia indefinida: deben
estado de cosas dentro del sistema como fuera
de él, apreciarlo en términos de su influencia fa- sobreponerse todo el tiempo a factores de des-
vorable o desfavorable a aquel funcionamiento aceleración y freno. Y esa energía debe ser ex-
y, si esta comparación lo aconseja, ejercer una traída de alguna parte: en todos los niveles; una
acción (aplicar cierta energía, materia o infor- manera de representar esa extracción es el dine-
mación) en sentido medidamente contrario. Así ro que el ciclista gana en su trabajo, el Estado co-
es como se restablece el equilibrio dinámico del bra de sus impuestos y los tribunales reciben del
sistema: al modo como el ciclista se mantiene presupuesto que se les asigne.
vertical sobre su vehículo, gracias al pedaleo y
También es conveniente recordar que los dis-
al hábil manejo del manubrio. Así es como los
tintos niveles de acción que estamos usando en
animales viven, las instituciones funcionan y los
el ejemplo forman parte de una realidad muy
Estados se gobiernan.
compleja e interconectada, a la par de innume-
Las reflexiones precedentes corresponden rables otros procesos que, en su conjunto, cons-
a lo que suele llamarse el enfoque sistémico. tituyen la vida social. Es indispensable, pues,
Ejercerlo no proporciona por sí mismo cono- que el sistema entero genere suficiente energía
cimientos nuevos, pero tiene la virtud de sugerir para mantener todas las funciones que preten-
semejanzas y correspondencias entre segmen- de ejercer: de otro modo, la retroacción falla y su
tos muy diversos de la realidad, sugiriendo que vida decae. Pero también es necesario que esa
lo que sabemos de alguno de ellos tal vez pueda energía se aplique en los lugares más capaces de
aplicarse a otros segmentos. renovarla y de asegurar y canalizar aquellas fun-
ciones; si así no sucede, la energía se disipa sin
Para ilustrar esto, volvamos al ejemplo de la utilidad sistémica y el efecto final es el mismo
bicicleta, aunque prácticamente cualquier otro que si ella no se hubiera producido ni extraído.
Algunas enseñanzas pueden inferirse de todas por lo tanto, tiene de hecho la responsabilidad
estas comparaciones. Imaginemos que el ciclis- de mantener su propia coherencia interna, a la
ta está desnutrido por falta de alimento, o que vez que su correspondencia con los objetivos
en lugar de pedalear hace flexiones de brazos; de aquel equilibrio. La justicia es el nombre que
que el Estado no cobra sus impuestos, o aplica damos al equilibrio que deseamos. Cada uno
su atención y su energía a aspectos periféricos de estos conceptos puede y suele examinarse
(es decir, tal vez valorativamente importantes por separado; estamos habituados a hablar de
pero ajenos o contrarios al equilibrio de las fun- suspensión del juicio a prueba, deuda exter-
ciones vitales de la sociedad); que un tribunal na, inmediación procesal, integración regional,
dedica centralmente su actividad y su energía concepto de arma impropia, límites del ius va-
a actividades distintas de la resolución de las riandi o cosa juzgada írrita; pero cada uno de
causas a su cargo o, peor aún, a ejercer la juris- esos temas es, apenas, un segmento discrecio-
dicción según patrones corruptos. En cualquie- nalmente abstraído de una realidad infinita con
ra de esos supuestos imaginarios, la inercia de la que debemos lidiar; y sería un error menos-
los impulsos es contrarrestada por los factores preciar el hecho de que todos los ciudadanos
entrópicos, la energía necesaria para renovar- somos, en alguna medida, autores, responsa-
los no se produce o se dilapida y aquella inercia bles y destinatarios de un sistema de conviven-
cambia de bando: la quietud o desaceleración cia en el que todo tiene que ver con todo, y que
de los acontecimientos relevantes en relación nada funciona sin energía suficiente y retroac-
con el resto de los acontecimientos del entorno ción inteligente.
tiende, como diría Galileo, a mantenerse; y para
moverlos otra vez será preciso encontrar, produ- Reconozcámoslo, pues, con claridad. Para
cir y ejercer inteligentemente una nueva canti- subsistir, la sociedad necesita equilibrio diná-
dad de energía, lo que siempre es costoso. mico. Esa forma de equilibrio requiere energía y
habilidad. Cómo se obtenga la energía y con qué
Cada una de las observaciones aquí formula- habilidad se la aplique son temas controversia-
das puede ser más o menos obvia; pero su visión les, en los que las decisiones se adoptan en gran
conjunta podría contribuir a un enfoque general medida mediante el derecho. El derecho tam-
(sistémico) que no suele encararse con claridad. bién es un sistema que, a su vez, requiere ener-
En efecto, cada acción o conducta jurídicamen- gía e inteligencia, a fin de generar impulsos,
te relevante tiene también su relevancia extraju- aprovechar la inercia favorable, superar los fre-
rídica; cada institución del derecho forma parte nos entrópicos y aplicar su acción en armonía
de un complejísimo mecanismo que excede el con el sistema general al que el derecho sirve.
ámbito de los juristas y cuya universalidad no En este contexto, la política es el arte de adop-
puede ser conocida ni manejada sino a grandes tar las decisiones adecuadas, la justicia es la pa-
rasgos; todos los segmentos de ese mecanismo labra con la que designamos las decisiones que
están de algún modo relacionados entre sí den- proponemos y el éxito consiste en la continui-
tro de la red causal; y esta red, aun por encima dad o el incremento sostenible de las funciones
del contenido de normas y decisiones, es lo que con las que identifiquemos la subsistencia de la
rige la vida social, que no consiste sino en la ad- sociedad. La falta de generación de energía y su
quisición, distribución, uso y regeneración de aplicación ineficiente o destinada a intereses u
energía, materia e información. El sistema jurí- objetivos parasitarios tienden a extinguir la vida
dico, con todas sus instituciones, criterios y ac- del sistema al que afecten. Dentro de esos pará-
ciones, legislativos, judiciales y de ejecución, es metros sistémicos, las preferencias alternativas
en el interior de aquella red una estructura vi- son materia de debates, acuerdos, negociacio-
tal, un mecanismo de retroacción: está al servi- nes o votaciones; pero en ellos nos jugamos
cio del equilibrio dinámico de la comunidad y, nuestro destino común.
La pandemia de COVID-19 provee nuevos perior: casi como compañeros de desgracia del
ejemplos de lo dicho. No era concebible que las individuo a quien estamos amenazando. Como
clases de todos los niveles educativos excluye- dicen los asesinos mafiosos en las películas: “no
ran el contacto directo entre docente y alumnos, es nada personal”.
ni que las personas debieran festejar sus cum-
pleaños en soledad, ni que los ciudadanos tu- Hay en ese fenómeno algo de lo que la sabidu-
vieran que contar con un permiso escrito para ría popular llamaría cola de paja. Las dictaduras
circular por la calle. Pero, a partir de una amena- militares iniciadas en 1966 y 1976 empezaron
za grave contra la salud e incluso contra la vida, por firmar un acta, para lo que llegaron al ex-
todas esas conductas, aun controvertidas, se tremo de convocar a un escribano, a fin de dar-
volvieron “posibles”, concebibles, practicables. le visos de una legalidad ajena al puro uso de la
fuerza. Y, a continuación, aprobaban un “estatu-
Hay, pues, una dimensión del verbo “poder”, to” de nivel constitucional cuyo valor fundaban
una acepción un tanto oculta de ese vocablo. en aquella acta. Y “leyes” dictadas de conformi-
Poder o no poder se presentan, en la superficie, dad con el estatuto. Era una forma de revestir la
como alternativas incompatibles: lo que pode- autoridad de facto de palabras que sugirieran
mos hacer depende de nuestra voluntad para que los dictadores no podían hacer otra cosa que
ser hecho u omitido, cualesquiera que sean su someterse a aquellas normas (que ellos mismos
dificultad o el perjuicio que su comisión traiga habían proclamado) y obrar en su consecuencia
aparejado, en tanto lo que no se puede no será para cumplir su función (que ellos mismos se
hecho en absoluto, por grande que sea nuestro habían encomendado). Pero no es necesario re-
deseo de llevarlo a cabo. Pero el uso habitual currir a ejemplos tan trágicos de la historia: aun
del lenguaje introduce, en el intersticio de esas en la experiencia de cada individuo, a la hora de
alternativas, un factor de valoración personal. negar algo es más fácil decir “no puedo” que “no
Cuando una acción nos parece tan perjudicial quiero”; y, cuando se trata de hacer algo perju-
o costosa que no estamos dispuestos a consi- dicial para otro, preferimos decir que es nuestro
derarla, decimos que no podemos ponerla en deber; nunca que tal es nuestra voluntad.
práctica; y sostenemos esa afirmación como si
se tratase de una imposición externa inevitable, Las emergencias, de las que la pandemia de
hasta que —desgracia mediante— alguna cir- COVID-19 es apenas un ejemplo poderoso den-
cunstancia nos obligue a hacer lo que juzgába- tro de una larga lista que cualquiera podría re-
mos impensable. construir, constituyen ocasiones notables para
disolver —siempre con invocación de transito-
De paso, es posible apuntar que esa acepción riedad— los límites entre “no quiero” y “no pue-
también funciona a la inversa. Hay acciones que do”, e incluso entre lo prohibido y lo permitido.
no están a nuestro alcance, por lo menos en un Es más: el concepto mismo de emergencia no
futuro previsible; pero, tanto deseamos llevarlas tiene otro contenido relevante que el de simbo-
a cabo, o convencer a otros de que lo haremos, lizar ciertas razones para hacer lo que, en con-
que afirmamos que podemos hacerlas, general- diciones normales, no podría hacerse (en las
mente con un retintín retórico más comprome- acepciones voluntaria y normativa). Yo no que-
tido con la entusiasta propaganda presente que rría hacer tal cosa, que me parece inconveniente
con la previsión efectiva de las situaciones futu- y perjudicial; pero, en estas circunstancias espe-
ras. ciales, no tengo más remedio, de modo que es-
pero que ustedes me disculpen. Esto que hago
Esto del retintín retórico es más habitual de es contrario a la ley, pero estamos en un estado
lo que parece. Cuando amenazamos a alguien de necesidad tal que los límites de lo vedado se
(por ejemplo, con demandarlo por falta de doblegan como ante la fuerza de un huracán.
pago), tratamos de escondernos detrás de una
fingida necesidad: “nos veremos obligados a...”. Por cierto, no quiero afirmar aquí que el con-
Nadie nos obliga, en verdad, a exigir la satisfac- cepto de emergencia, y las acciones que bajo su
ción de nuestro derecho; pero plantearlo con manto se adopten en diversos supuestos, sean
claridad nos parece tan antipático que preferi- siempre dañinos e inaceptables. Por algún mo-
mos mostrarnos como víctimas de un poder su- tivo esa palabra ha sido acuñada, y la idea que
ella representa suele gozar de consenso, según te en temas de gran interés colectivo, como los
en qué casos y con qué límites. Lo que preten- que estaban en juego en el recordado fallo “Pe-
do advertir es que, en beneficio de la comuni- ralta”? (1).
cación mediante el lenguaje, esos casos y esos
límites no deberían quedar librados a la magia Es claro que los problemas del derecho son
de la retórica ni a la contundente influencia del como las muñecas rusas: si nos concentramos
poder contingente. Una buena ilustración para en uno, seguramente hallaremos otros más pe-
este problema es el art. 99, inc. 3º, de la CN, queños dentro de él y descubriremos, también,
que autoriza el dictado de decretos de necesi- que el tema que tratamos es, a su vez, parte de
dad y urgencia “solamente cuando circunstan- dificultades aún más amplias. Las equívocas
cias excepcionales hicieran imposible seguir acepciones del verbo “poder” contienen las per-
los trámites ordinarios previstos por esta Cons- plejidades de la emergencia y la siempre reno-
titución para la sanción de las leyes”. ¿Cómo vada controversia sobre la división de poderes;
decidir cuándo una situación determinada sa- pero, a su vez, el uso de aquel verbo es apenas
tisface aquel concepto de excepcionalidad? Si un ejemplo del modo como el lenguaje jurídi-
un tsunami arrasara el edificio del Congreso co, históricamente más atento a su contenido
junto con media ciudad de Buenos Aires, la con- emotivo y a su poder retórico que a la preci-
dición de emergencia estaría desde luego cum- sión de sus referencias semánticas, nos genera
plida. Si el Ejecutivo deseara tomar una medida dificultades disfrazándolas de soluciones y, a
para la que no confiase en contar con mayo- la vez, resiste pertinazmente cualquier intento
ría parlamentaria, no consideraríamos esa cir- de clarificación, mientras agita las banderas de
cunstancia como cumplimiento de la condición la razón, la dignidad humana y la necesidad de
constitucional (¿o sí?). ¿No convendría pensar perseguir justicia a cualquier precio.
y acordar esos límites en abstracto, fuera de las
invocadas emergencias presentes? Y ¿qué de- (1) CS, 27/12/1990, “Peralta, Luis A. y otro c. Estado
cir del estado de necesidad, no en el socorrido Nacional (Ministerio de Economía - Banco Central)”, LA
supuesto del hurto famélico, sino especialmen- LEY, 1991-C, 158.
algunos legisladores habían cometido precisa- tificar valores, principios y derechos, advertir el
mente por medio de las normas que dictaban. modo como ellos deben aplicarse a cada caso
Habría sido prudente que los pueblos advirtie- individual y aun ponderarlos para decidir entre
ran que, en lo sucesivo, debían abstenerse de ellos cuando se presenten en conflicto unos con
votar a personas como Hitler y Mussolini, pero otros. Y, mientras hacemos todo eso, elegimos
la autocrítica política no es una virtud muy ex- no prestar atención al hecho de que la concien-
tendida, de modo que la idea prevaleciente fue cia de nuestro vecino arroja resultados distintos
que era preciso limitar los poderes de los legis- de aquellos a los que nuestra conciencia arriba.
ladores.
Esta confianza en nuestra conciencia (y la
El problema, en ese aspecto, era cómo cons- desconfianza en la del vecino) es otra peligro-
truir esos límites. Establecer una autoridad su- sa mutación del virus que nos afecta desde hace
perior que controlara a gobiernos y parlamentos milenios. Examinémosla más de cerca.
no parecía práctico, porque esa misma autori-
dad, compuesta por seres humanos, podía in- Nuestra conciencia, esa porción superficial y
currir en desaguisados similares a aquellos que más o menos conocida del complejo y profundo
se pretendía prevenir. Se insistió, entonces, en conjunto de vivencias que componen nuestra
confiar esa función a ciertas entidades ideales: mente, no es otra cosa que el resultado de nues-
los principios generales y los derechos huma- tras experiencias, desde los primeros contactos
nos, cosas en cuyo contenido, por cierto, todos con la vida, pasando por las enseñanzas fami-
coincidimos entusiastamente. liares y escolares, las prédicas de terceras perso-
nas, nuestro conocimiento de las leyes, nuestra
Pero esa solución no tardó en mostrarse fic- eventual fe religiosa si la tenemos y nuestras
ticia, porque aquellas entidades no pueden propia reacciones ante innumerables y acaso
aplicarse en la práctica sino mediante inter- olvidadas situaciones de nuestra historia perso-
pretación, y la interpretación queda inevitable- nal. En ese recipiente se entrelazan estados dis-
mente a cargo de seres humanos imperfectos. posicionales conocidos y desconocidos, a veces
Así, cada vez que invocamos la ley a nuestro contradictorios entre sí y dotados de potencia
favor, alguien nos dice, con sonrisa socarrona: relativa diversa y a menudo cambiante.
pero, mi amigo, usted sabe que el derecho no se
agota en la ley. Claro: por encima de ella están Para usar una metáfora ilustrativa, nues-
los principios y los derechos; pero nuestro inter- tra conciencia es como la galera del mago, de
locutor los interpreta a su manera para sostener donde sale el mismo conejo que alguien puso
sus propias preferencias, aún más allá de los tex- en ella antes. Solo que, en nuestra superpobla-
tos legislativos. da galera, hay multitud de conejos, elefantes,
insectos y bacterias de las más diversas espe-
Aquí es donde se pone de manifiesto un pro- cies. Cuando la interrogamos, metemos en ella
blema filosófico y también práctico, tan práctico la mano y, con seguridad, obtenemos una res-
como lo son, en última instancia, todos los pro- puesta. Pero, frente al mismo problema, nuestro
blemas filosóficos. Incorporamos principios y vecino mete la mano en su galera y saca de ella
derechos a las leyes y a las constituciones. Pero un conejo distinto. Dado el modo de rellenar las
no tenemos un método apropiado para identi- galeras, el resultado diverso no debería ser sor-
ficarlos, determinar sus contenidos concretos prendente. Sin embargo, como postulamos que
ni ponderarlos cuando, como suele suceder, se nuestra conciencia nos proporciona respuestas
ponen en conflicto unos con otros. Sin embar- verdaderas, nos enzarzamos en discusiones con
go, creemos que tenemos ese método, u obra- nuestro vecino para sostener que nuestro co-
mos como si creyéramos que lo tenemos. Creer nejo es el verdadero, en tanto el suyo es un im-
que tenemos eso que no tenemos es un peligro- postor conejil, acaso una cucaracha con orejas
so virus del derecho. postizas.
¿Qué hacemos, entonces? Lo que hacemos, Así, lo que debería ser un debate sobre pre-
ya infectados con aquel virus, es fingir. Fingi- ferencias y opiniones, susceptible de argu-
mos que nuestra conciencia nos permite iden- mentación, negociación y eventual votación,
es encarado como una lucha entre el bien y la reales diferencias, sin permitir la influencia in-
verdad contra el mal y el error. Las ideas se soli- versa de las diferencias sobre el lenguaje.
difican en ideologías; las diferencias, en grietas.
Los argumentos, en palabras arrojadizas, cuan- También sería posible aplicar un poderoso
do no en auténticos garrotazos. Estas son enfer- medicamento. Consiste en identificar nuestras
medades graves de la sociedad: enfermedades valoraciones en conflicto y conversarlas, nego-
causadas directamente por los virus de los que ciarlas y votarlas, sin recurrir a argumentos me-
hablábamos. tafísicos. Y, en general, clarificar todo el sistema
normativo. En esto, el avance tecnológico es una
Se trata, en suma, de una pandemia de ori- ayuda inestimable. No solo porque nos permite
gen filosófico, que infecta nuestro pensamiento hacer todo más rápido, sino porque nos exige,
y nuestras comunicaciones y tiende a incapaci- para programarlo, decisiones precisas que nun-
tarnos para la convivencia pacífica y civilizada. ca hemos querido o sabido tomar. La computa-
¿Hay soluciones? Las hay, sí, aunque la humani- dora no nos deja decir generalidades bonitas:
dad parece reacia a adoptarlas. nos pide instrucciones concretas. Si supiéramos
darlas, y nos animáramos a pensar en ellas ex-
En primer lugar, a modo de vacuna, sería con- plícitamente, no solo podríamos usar las com-
veniente desinfectar nuestro lenguaje. Por des- putadoras más fructíferamente: tal vez incluso
infectarlo quiero decir despojarlo, en lo posible, necesitaríamos menos de ellas.
de las trampas emotivas que en él predominan,
especialmente cuando se trata de la comunica- En efecto, pensémoslo de este modo. No po-
ción moral, política y jurídica. Muchos de los dríamos pedir a una máquina que aplicara el
interés superior del menor en cada caso: sería
vocablos que usamos, y especialmente los que
preciso explicarle en qué consiste dicho interés
consideramos más importantes, ofrecen varia-
en cada combinación posible de circunstancias
ciones de significado que dependen del juicio
relevantes. La reconstrucción de criterios como
subjetivo de quien los usa. No hay variaciones
ese, indispensable para el funcionamiento de
graves en el sentido de palabras como triángu- un sistema jurídico unificado, es considerada
lo, rascacielos o clorato de potasio, pero sí en innecesaria por el razonamiento, contaminado
el de discreción, democracia, criterio o digni- por el virus, que confía en la solución que cada
dad: cada uno reclama el uso de expresiones tan quien extraiga de su impredecible galera.
prestigiosas para las situaciones que aprueba,
en tanto busca rechazarlo en las opuestas, a las Si nos acostumbramos a tomar decisiones de
que llama arbitrariedad, tiranía, discriminación esa clase y a hacerlas explícitas, el derecho, jus-
o privilegio. Sería posible, aunque no fácil, re- to o injusto que logremos elaborarlo, cosa que
visar las palabras y su contenido para asegurar siempre será nuestra responsabilidad, habrá
que su aplicación dependiera de factores empí- dado un paso adelante que viene haciendo falta
ricamente verificables y no de las preferencias desde hace tres mil años. Y empezará a librarse
subjetivas de cada hablante. En ese lenguaje de la pandemia filosófica que desde hace tanto
neutro sería más fácil conversar sobre nuestras tiempo lo incapacita.
Tales reflexiones han dado pábulo a ideas ex- habituales que se aplican en los casos fáciles.
tremadamente escépticas acerca del proceso in- En efecto, ese vocablo es estrictamente binario:
terpretativo (y parece revelador que estas ideas un enunciado descriptivo es verdadero o es fal-
surjan en el ámbito del derecho y no en el de la so. El “más o menos” pertenece a otro mundo, el
comunicación epistolar ni de la literatura). Mu- mundo de lo comparativo. Y las comparaciones
chos están dispuestos a afirmar que la interpre- requieren criterios graduales, no binarios. Así es
tación jurídica es una mera cuestión de poder y como decimos que la afirmación de que la Tie-
de decisión arbitraria, ya que el sistema jurídico rra es plana es falsa, sin ninguna duda, pero, si
no contiene límites que puedan oponerse a la queremos ser ecuánimes, en lugar de decir que
lectura discrecional de las normas ejercida por hace frío diremos que tenemos una temperatura
un tribunal de última instancia. de 4 grados 3 décimas, que un panameño con-
sideraría gélida y un sueco juzgaría apropiada
Cuando se examina el tema desde la teoría para bañarse en el lago ya descongelado.
general del derecho, ese escepticismo radical
puede parecer exagerado, pero en modo alguno ¿Será posible aplicar esta distinción a la inter-
injustificado. Si, hipotéticamente hablando, el pretación? ¿Negarse a reconocer interpretacio-
Congreso dictara una ley que implantase la es- nes verdaderas ni falsas, pero admitir diversos
clavitud y la Corte Suprema la declarara consti- grados de corrección o plausibilidad?
tucional y válida, solo un levantamiento popular
podría evitar que semejante ley fuera aplicada Buscar el modo de dar una respuesta afirma-
como parte del sistema legal vigente. tiva a esas preguntas nos obligaría a inquirir
sobre la escala que permitiera ejercer la com-
Sin embargo, muchos juristas prefieren mi- paración. Y aquí encontraríamos un par de di-
rar la realidad y, sin dejar de aceptar que fenó- ficultades. La primera, lamentable pero real, es
menos parecidos suceden de vez en cuando, que tal escala no podría ser objetiva: si tuviéra-
advertir que la vida del derecho no es tan caó- mos a mano un criterio objetivo para comparar
tica como teóricamente podría devenir, y que y medir la corrección de las interpretaciones, no
—después de todo— las normas tienen un sig- necesitaríamos tribunales de alzada ni cortes de
nificado, los ciudadanos logran comprenderlas
casación, ni, acaso, tribunales constitucionales.
al menos en parte y los jueces las interpretan y
La segunda dificultad consiste en que, dentro
las aplican de una forma bastante aproximada a
de la mente del intérprete o la de quien aprecia
aquella en la que el legislador dispuso que ellas
la interpretación ajena, podrían coexistir varias
rigieran. Para esto, distinguen a veces los casos
escalas, subjetivas pero distintas.
fáciles de los difíciles: en los primeros todo, o
casi todo, discurre pacíficamente, mientras en Abocados a la introspección, y con los riesgos
los segundos suelen presentarse anomalías más de ese ámbito, podríamos identificar una escala
clamorosas que numerosas. como el grado de compromiso del observador
Es posible ejercer la benevolencia y admitir con el código lingüístico. En efecto, lo primero
que todos tienen razón, cada uno a su mane- que hace el intérprete es leer la norma aplican-
ra. Los límites de la interpretación constituyen do para eso su conocimiento del idioma en el
una aporía de la teoría del derecho, en tanto que ella está expresada. No está dicho que to-
la práctica, aun con sus anomalías e inseguri- dos los observadores lean el texto exactamen-
dades, intensificadas por el principialismo y el te de la misma manera, ya que existen diversos
neoconstitucionalismo, todavía permite decir hábitos lingüísticos dentro de un mismo idioma
que tenemos leyes y que los jueces las aplican e, incluso, cada sujeto puede asignar a una mis-
(siempre que no nos pongamos muy exigentes ma palabra alcances o asociaciones de ideas un
con las condiciones de esta afirmación). poco diferentes, según la historia personal del
lector. Aparece aquí un “más o menos” en la am-
Aquella benevolencia, sin embargo, puede plitud preliminarmente atribuida al significado
encontrar un tope cuando el discurso de la re- de cada vocablo, pero también en el grado de
lativa normalidad vuelve a usar el término “ver- respeto que el lector sienta por las estructuras y
dadero” para calificar las interpretaciones más significados del idioma del que se trate.
Otra escala es derechamente valorativa. Una tes a la eventual vivacidad de la segunda, aunque
vez que el intérprete ha ejercido aquella lectu- también cabe prever que un juicio moral extre-
ra preliminar, sus emociones reaccionan de ma- mo pueda empujar o flexibilizar cualquiera de
nera favorable, indiferente o desfavorable, en aquellos límites más allá de lo habitual.
un continuo que reconoce diversos grados de
emotividad en cada dirección. El sujeto tenderá Llevados por el entusiasmo del análisis, ima-
a preferir la interpretación que, por las razones ginemos ahora que cada escala tiene magni-
que fueren, mejor satisfaga sus deseos. tudes de 0 a 9 y que las escalas se ordenan del
Una tercera escala, de tipo prudencial, depen- modo indicado, de modo que una interpreta-
de de las circunstancias de hecho que rodeen al ción determinada tiene índices de corrección
acto interpretativo. ¿Qué consecuencias han de 829 y otra 395. La primera es —siempre desde la
resultar probablemente de la decisión que el su- apreciación del sujeto— altamente literal, nota-
jeto adopte? ¿Habrá elogios, o críticas, o ambas blemente injusta pero dotada de intenso apoyo
cosas, y, en todo caso, de qué personas o gru- estatal, en tanto la segunda es lingüísticamente
pos? ¿Qué perspectivas tiene la interpretación arriesgada, sumamente conveniente, pero alea-
de prevalecer en el caso, o de imponerse en la toria en cuanto a su perspectiva de prevalecer.
doctrina o en la jurisprudencia? ¿Qué reaccio-
nes pueden preverse por parte de los poderosos, La idea es sin duda seductora, pero no hay
y cuánto riesgo o cuánta ventaja puede derivar ninguna circunstancia objetiva de la que pue-
de tales reacciones, para el intérprete o para ter- dan extraerse las medidas imaginadas en los
ceros? Es común afirmar que un buen juez no ejemplos: todo depende del gran reino del más
debería dejarse llevar por estas consideracio-
o menos que cada uno de nosotros abriga en su
nes; pero sería iluso negar que ellas existen, al
menos en alguna medida. Y, aun por parte de espíritu. Es más, aunque llegáramos (hipotéti-
un observador externo, distinto del sujeto en- camente hablando) a obtener esas medidas, to-
cargado de la interpretación, es posible que se davía habría que decidir (ponderar, ese verbo
susciten opiniones sobre si la decisión ha sido tan esquivo) si hemos de preferir la interpreta-
imprudente o sumisa, o portadora de una idea ción 829 o la 395; y tampoco dispondríamos de
novedosa capaz de abrirse camino. un criterio meta correcto para justificar tal pre-
ferencia. Es posible, sin embargo, apreciar toda
Cada una de las escalas referidas es un conti- esta reflexión como una utopía sugerente o, en
nuo de “corrección”. El observador juzgará más
el peor de los casos, tomarla como un intento de
correcta la interpretación que mejor se ajuste
a la literalidad lingüística, o la que juzgue más clarificación del discurso con el que suele tra-
conveniente, o la que concite reacciones más fa- tarse el difícil tema de la interpretación jurídi-
vorables y menos riesgosas, o a una que muestre ca. Y, quizá, escapar de la contradicción entre la
cierta combinación de las tres condiciones que resplandeciente verdad que nos gusta procla-
le parezca más convincente. Es posible conjetu- mar y las modestas alternativas que en realidad
rar que la primera y la tercera operan como lími- manejamos y debatimos.
res con los que el ser humano se ha considerado no tiene cerebro. Sin embargo, emite un seudó-
siempre superior a otros animales. podo para tantear el entorno; si lo que encuen-
tra es propicio a sus deseos (instintos primitivos,
Ya que estamos hablando de otros animales, a concedámoslo), lo atrapa y lo incorpora a su
menudo se oye afirmar que aquellas caracterís- protoplasma; en caso contrario, retira su seudó-
ticas, bajo el nombre de razón, son exclusivas de podo y emite otro en dirección distinta. ¿No bas-
la humanidad y permiten distinguirla del resto ta esto para calificar a la ameba como un animal
del reino animal. Las demás especies, se afirma, racional, que ejerce cierta forma elemental de
no actúan sino por instinto: solo el hombre ra- inteligencia? Se dirá que, en el mejor de los ca-
zona, decide y —de paso— es capaz de cumplir sos, se trata de una inteligencia extremadamen-
o desobedecer las reglas. te limitada; pero ¿cuál es el umbral cuantitativo
de inteligencia que estamos dispuestos a llamar
Muchas veces se ha señalado la escasa plau- razón y a concederle el honor de fundar la per-
sibilidad de ese argumento, que sin embargo sonalidad humana? Y, sobre todo, ¿quién toma
se muestra tan persistente. En efecto, las leyes esa decisión? ¿y por qué lo hace?
naturales —incluidos los instintos de cada es-
pecie— se aplican a todo el universo, sin excep- Si aceptamos que la inteligencia, aun defini-
ción, y no son susceptibles de ser obedecidas ni da de la manera más habitual, es un continuo
desobedecidas. Sí lo son las normas humanas, en el que caben muy diversas magnitudes en-
morales, jurídicas o de alguna otra clase, que no tre Einstein y la ameba, podemos encarar con
constituyen registros de regularidad causal, sino mayor claridad un problema más filosófico que
prescripciones de conductas. Pero sí es verdad técnico: el de la inteligencia artificial. Un robot,
que los humanos adoptamos decisiones. ¿Solo una computadora y hasta el teléfono que lleva-
nosotros lo hacemos? mos en el bolsillo son seres inteligentes, que no
hacen algunas de las cosas que los hombres ha-
La observación cotidiana muestra que al me- cemos (como enamorarnos o preparar un asa-
nos algunas otras especies adoptan sus cursos do a la parrilla) y, en cambio, hacen otras cosas
de acción a partir de sus preferencias: perros, mejor que nosotros (calcular, recordar, comu-
gatos, delfines, caballos y simios expresan emo- nicarse y, muy especialmente, razonar). Si tan-
ciones y encaran con ellas las alternativas de ta gente se niega a reconocer esta inteligencia
cada momento. Es claro que intervienen allí los como tal, es porque a menudo tememos que los
instintos, tal como sucede también con los hu- robots nos esclavicen, o que las máquinas nos
manos. exterminen, o que sencillamente los seres de
carne y hueso pasemos a ser entes de segunda
Pero resulta curioso observar que el contraar- clase. Tal vez —quién sabe— estos peligros sean
gumento precedente, que consiste en extender reales y las máquinas lleguen a convertirse en
a algunas otras especies cierta dosis de lo que nuestras enemigas, pero ese no es el punto: la
llamamos inteligencia o razón, tiene sus raíces, historia nos enseña que el enemigo puede ser
de todos modos, en nuestro antropocentrismo. tanto o más inteligente que nosotros, lo que lo
Nos llama la atención que un caballo reconoz- hace tal vez más peligroso o detestable, pero no
ca a su jinete, que un perro permanezca junto a disminuye su racionalidad.
la tumba de su amo o que un delfín ayude a un
nadador en problemas a volver a la costa: son De acuerdo con lo expuesto, pues, vivimos ro-
conductas que esperamos (y aprobamos) entre deados de seres inteligentes, la enorme mayoría
los seres humanos. Pero, fuera de esas especies, de los cuales no son humanos. Pero esta conclu-
a las que llamamos inteligentes y hasta amiga- sión nos parece desesperante: nuestra manera
bles, ¿qué especie animal no aprende de sus (humana) de “formarnos una idea determina-
sentidos lo que ocurre en su entorno? ¿Cuál no da de la realidad” no implica solo describir el
ejerce alguna forma de razonamiento para com- universo, sino, además, asignarnos en él un lu-
parar esos datos con sus deseos o necesidades gar de privilegio. Damos por sentado que noso-
y, a partir de todo eso, dirigir sus conductas? In- tros somos superiores (un resabio de la idea de
sisto en un ejemplo que me parece revelador: la la Tierra como centro del universo y del hombre
ameba es un animal unicelular, que por cierto como centro de la Creación); elaboramos un cri-
terio que nos permita sostenerlo y cuando ve- Tal pretensión claramente no es plausible, ya
mos que ese criterio no es tan excluyente como que las emociones del sujeto o su apego a re-
creíamos, empezamos con cierta renuencia a glas prescriptivas externas forman parte, pre-
incorporar otras especies que pensamos que cisamente, de los condicionamientos causales
se nos parecen en temas relevantes. Así decla- a los que acaba sometiéndose. Pero esta grave
ramos persona no humana a una orangutana, confusión tradicional de leyes naturales (des-
porque vemos en ella afectos y emociones; y los cripciones de regularidades advertidas por la
veganos se niegan a comer animales capaces de observación empírica) con leyes morales y jurí-
sufrir. Pero no nos privamos de echar insectici- dicas (prescripciones de conductas elaboradas
da a mosquitos y cucarachas y de promover el por alguna autoridad o por el consenso social)
control de la población de ratas. No es mi propó- ofrece una ventaja argumental: si un puma mata
a un conejo, o incluso a un ser humano, no es
sito defender ni atacar ninguna de esas actitu-
adecuado responsabilizarlo, porque no hace
des, sino buscar para ellas una explicación que,
más que lo que su naturaleza le impone. En
acaso, pueda iluminar otras cuestiones. cambio, si un humano mata a un semejante, es
justo castigarlo porque él tenía el uso de razón
La idea central que subyace al criterio más ha-
necesario para conocer la regla prohibitiva y, sin
bitual parece la que critiqué al principio: que los
embargo, ejerció la libertad de transgredirla. El
animales en general actúan por instinto, pero el hecho simple de que los humanos tengamos un
humano lo hace guiado por la razón. ¿Qué es el lenguaje común entre nosotros, pero no con los
instinto? Recurramos otra vez al Diccionario de grandes felinos, lo que nos impide amenazar a
la RAE: el “conjunto de pautas de reacción que, los pumas, queda así oscurecido: ¿sería afectada
en los animales, contribuyen a la conservación la inimputabilidad de los animales si ellos pu-
de la vida del individuo y de la especie”. Una dieran entender nuestras advertencias? O, para
segunda acepción: “Móvil atribuido a un acto, introducir una hipótesis molesta: ¿qué pasaría
sentimiento, etc. que obedece a una razón pro- si la técnica que usamos para amaestrar a los
funda, sin que se percate de ello quien lo realiza perros pudiera extenderse a otras especies, aun
o siente”. En otras palabras, los mecanismos del con mejor éxito?
instinto y de la razón son similares: su diferencia
consiste en que la segunda es consciente. Ahora Esas incómodas preguntas quedan disimula-
bien, a menudo tenemos conciencia de las razo- das por una idea que podría sintetizarse así. La
nes por las que adoptamos una decisión; pero conducta de los animales está completamente
¿tenemos igual conciencia de todos los motivos determinada por las leyes de la naturaleza; si no
por los que hemos escogido esas razones en lu- podemos preverla exactamente en cada caso, es
gar de otras alternativas? Si se entresaca de aquí porque no hemos alcanzado un conocimiento
suficientemente preciso del funcionamiento de
un hilo conductor, se advierte que el tema remi-
tales leyes en la conducta animal, aunque trata-
te a un problema de muy larga data: el de la cau-
mos de avanzar en ese sentido. En cambio, con
salidad y el libre albedrío. la humanidad ocurre al revés: la conducta hu-
mana está parcialmente determinada por las
En efecto, se ha supuesto que la causalidad
leyes naturales, pero hay un segmento que, por
rige todos los acontecimientos del universo, y
su propia esencia, permanece ajeno a la deter-
por eso vale la pena que la ciencia investigue e minación causal. De modo que, aunque la psi-
identifique las regularidades de ese funciona- cología y la sociología pueden avanzar —y de
miento; pero tal generalidad tiene una excep- hecho lo hacen— en esa rama del conocimien-
ción importante: las decisiones humanas, que, to científico, es inútil que esperemos prever al-
de hecho, pueden contradecir los condiciona- gún día nuestras conductas por completo. Una
mientos causales, al menos en alguna medida. Y, vez aceptado esto, el criterio separador entre el
cuando se sostiene este argumento, suele agre- hombre y el resto de los animales queda más o
garse que, aun en las condiciones más adversas, menos incólume, y desde nuestro otero natural-
el ser humano conserva un margen de libertad mente privilegiado podemos decidir con calma
que le permite guiarse por sus emociones y, so- si vale la pena acercar a nuestra altura a chim-
bre todo, por las reglas morales o jurídicas. pancés, pichichos y delfines, mientras comba-
timos con impiedad genocida algunas de las do condujo alguna vez a postular un espíritu de
especies menos simpáticas. la lluvia al que, sin garantía alguna, podríamos
apiadar mediante danzas y sacrificios.
En medio de esa forma de razonamiento an-
tropocéntrico, todavía puede destilarse un crite- Pero todavía nos espera otra reflexión, que
rio poco advertido. Según lo dicho, la conducta parece más profunda y disruptiva. Estamos ha-
animal es previsible, aunque de hecho no poda- bituados a entender la inteligencia como una
mos preverla; pero la del ser humano es esen- condición de los entes, o de algunos de ellos,
cialmente imprevisible, porque conserva un en mayor o menor medida. Sin embargo, todo
meollo de indeterminación capaz de resistir se reduce a una forma de funcionamiento que
cualquier influencia de las condiciones causa- también podría pensarse como independien-
les. En otras palabras, el hombre es superior, in- te de la individualización del sujeto que así se
teligente y racional, y merece la calificación de comportase. Una abeja tiene un modo de fun-
persona, porque nuestra ignorancia sobre los cionar, pero ese modo está sujeto a las pautas
mecanismos de su pensamiento y de su con- de la colmena: puede pensarse en esta última
ducta está, en última instancia, garantizada. Y como una inteligencia más compleja, de actua-
esta condición no alcanza, en principio, a los ción colectiva: los límites del sujeto considerado
demás animales, a menos que descubramos inteligente son convencionales y admitirían más
que algunos de ellos se parecen en cierto modo de un nivel. Antes de caer en la tentación de pro-
a nosotros. Y, de paso, que no nos causen temor poner al Estado como la inteligencia de los pue-
ni repugnancia. blos, lo que sería poco apreciado, me atendré a
una extrapolación menos riesgosa: la inteligen-
Aquí vuelve a ser útil la referencia a la inteli- cia que podamos atribuir a los humanos, a otros
gencia artificial. Las computadoras obedecen animales, a las máquinas y quizá a los girasoles
su programa; y, como somos nosotros quienes no es otra cosa que un segmento discrecional-
creamos el programa y lo cargamos en la má- mente recortado del gran mosaico universal del
quina, tenemos perspectivas mucho mejores funcionamiento causal. Si lo pensamos de este
de saber cómo funciona una computadora, o modo, podemos concluir que somos (para usar
un robot, que las que tenemos de prever la con- una analogía vetusta) engranajes más grandes o
ducta de un puma. Si aplicamos el criterio antes más pequeños de una gran inteligencia que nos
expuesto, será fácil negar a las máquinas “ver- incluye y que nosotros dividimos en segmentos
dadera” inteligencia, o razón. Y mucho más fácil que constituimos en entes individuales
negarles la categoría de personas (1). Por decirlo
El razonamiento precedente, interpretado
de un modo llamativo, nuestra apreciación por
por una mente religiosa, podría conducir al ani-
la eventual personalidad de un ente cualquiera
mismo o al panteísmo. Pero no hace falta inyec-
(en definitiva, algo parecido al respeto) se ve es- tar metafísica a lo que apenas es un constructo
timulada por el grado (y la presunta inevitabi- más amplio que se ofrece para vincular y arti-
lidad) de nuestra propia ignorancia acerca del cular tantos otros conceptos que juzgamos úti-
modo de su funcionamiento. Algo muy pareci- les. Tampoco es preciso cambiar los límites de
los segmentos ni abandonar conceptos que nos
(1) Isaac Asimov, que dedicó gran parte de su imagi- resultan útiles. Por el contrario, se trata de des-
nación a los problemas de la inteligencia artificial, plan- pojar a muchos de aquellos constructos de su
teó magistralmente esta dificultad en dos cuentos: “El
hombre del bicentenario” y “Qué es el hombre”. En el retintín antropocéntrico y de la veneración que
primero, un robot inteligente y sentimental fracasa en su se les tributa. Esto parece un propósito alta-
intento de ser considerado humano, hasta que renuncia mente teórico, pero su adopción se vuelca sobre
a su mecánica inmortalidad, condición que, al parecer, buena parte del razonamiento jurídico.
los humanos envidiaban. En el segundo, dos robots de-
baten entre sí sobre la naturaleza humana; y, luego de ex- En efecto, el concepto de persona, que el Có-
aminar las condiciones con las que los humanos definen
digo Civil y Comercial ya no define, pero pre-
su propia especie, concluyen que ellos son más humanos
que los humanos de carne y hueso. Cfr. ASIMOV, Isaac, supone, viene dando por sentado que los seres
“El hombre del bicentenario”, Martínez Roca, Barcelona, humanos somos personas porque somos inteli-
1978, ps. 183 y 37 respectivamente. gentes y razonables y que desde allí, tal vez, po-
dríamos condecorar con la personalidad a otros nes es una buena razón para construir y aplicar
bichos, aparatos u organizaciones en la medida a aquellos portadores el concepto de persona
en que los apreciáramos parecidos a nosotros. como (Kelsen dixit) un punto central de impu-
Y esto es importante, porque, en la ideología tación de conductas jurídicamente relevantes,
en boga, la condición de persona es lo que trae antes que como un ente orgánico autor de tales
consigo la posesión de derechos que las leyes conductas; y, para atribuir personalidad a algún
deberían reconocer. Valdría la pena imaginar, segmento de la realidad, no vale tanto mirar ese
aunque fuese por un momento, que las cosas
segmento en el espejo de la madrastra de Blan-
se plantearan al revés: las leyes imponen como
obligatorias ciertas conductas agrupadas en ra- canieves como sopesar las ventajas y desven-
cimos personalizados, para los que elegimos tajas que el uso de aquella figura del lenguaje
discrecionalmente un “portador” recortado de pueda acarrear según nuestro parecer. Tal vez, si
la realidad genérica o derechamente imagina- siguiéramos esta alternativa, propia de nuestro
rio; las obligaciones determinan los derechos modesto mundo sublunar, nuestro discurso ad-
de sus beneficiarios; el hecho de que haya be- quiriría mayor claridad y nuestro razonamiento
neficiarios de derechos o sujetos de obligacio- mejor eficacia.
tivo) ocurrió hace muchos años, como también Se abre, entonces, desde cualquiera de las
por la renuencia política y moral a considerar tres alternativas descriptas, cierta probabilidad
golpes de Estado más recientes como renova- de que la fuga, o microusurpación, sea acata-
ciones de la cadena de jerarquías. Pero los fi- da y considerada parte legítima del sistema le-
lósofos del derecho no han podido eludir el gal vigente. Esto es cosa común en la práctica
problema, por lo que han postulado, como pre- histórica del derecho, pero plantea una grave
misa lógica de la validez del sistema jurídico en- perplejidad teórica. ¿Qué haremos en esa situa-
tero, una norma fundamental (Kelsen) o una ción? ¿Rechazaremos lo que la sociedad acepta
regla de reconocimiento (Hart) que, como axio- (incluso a regañadientes), con el riesgo de ope-
ma postulado, asignase autoridad al usurpador rar en el vacío, como lo hacen, en escala macro,
o eusurpador. los seguidores de un gobierno legítimo en el exi-
lio? ¿Aceptaremos el hecho consumado, con lo
Ahora bien, si esa fuera la única dificultad que implicaríamos cambios muy frecuentes,
teórica planteada por el concepto de autoridad,
acaso cotidianos, del fundamento último de
todo quedaría en una simple molestia valora-
las normas válidas? En otras palabras, ¿peque-
tiva sobre hechos pretéritos, injertada en una
ñas normas fundamentales parciales, que nos
divergencia taxonómica. Un problema más per-
obligaran a replantearnos una y otra vez la pi-
manente, menos trágico, pero igualmente catas-
rámide de las jerarquías, metiendo mano en ella
trófico para la teoría, se muestra en el ejercicio
según soplaran los vientos de la realidad? ¿O
cotidiano de las competencias ya conferidas.
propondremos, como fuente y razón de la vi-
En efecto, los órganos efectivamente compe- gencia de las reglas, un sistema moral? Porque,
tentes, como el parlamento o los jueces, ejercen si hiciéramos esto último, el contenido y los
a veces su función mediante procedimientos procedimientos fijados por las normas positivas
que no encajan cómodamente en las previ- quedarían extremadamente debilitados a favor
siones de la norma superior, o disponiendo de un ámbito normativo que todos respetan,
contenidos que exceden en algo los límites esta- pero sobre cuyos preceptos subsisten notables
blecidos por la misma regla. Se trata, por cierto, divergencias de opinión.
de microusurpaciones: no de decisiones adop-
tadas por una persona o un grupo que hubiera Cada lector sabrá cuál es la alternativa de su
depuesto violentamente al anterior gobierno preferencia: es difícil encontrar en la teoría del
legal, pero sí —por así decirlo— por una auto- derecho una respuesta capaz de convencer a to-
ridad no autorizada para decidirlas con ese con- dos. En medio de tal confusión, y mientras lle-
tenido o mediante ese método. gue el momento en el que los juristas intenten
salir de ella, es posible proponer un paliativo:
Cuando tal cosa sucede, los ciudadanos no se procurar que la práctica suscite estas dificul-
ponen en pie de guerra para combatir una dic- tades con tan poca frecuencia, o en conflictos
tadura sobreviniente: muchos aceptan la situa- de tan baja intensidad, como sea posible. Para
ción un tanto resignadamente, acaso escudados empezar, que los órganos legislativos y ejecuti-
en la teoría del poquitito, y otros, tal vez, la vos se atengan estrictamente a los límites de las
cuestionan ante los tribunales. Eso, sin contar a normas superiores, y que los órganos jurisdic-
aquellos que tal vez la saludan con alborozo. Los cionales, además de preferir la prudencia legal
tribunales, a su vez, están para cuidar los conte- al activismo subjetivo, corrijan de modo rápido
nidos y los procedimientos establecidos en las y certero las desviaciones propias tanto como
normas superiores; pero tal decisión requiere, las ajenas. Esto tiene un costo en términos de
en primer lugar, una apreciación sobre la rele- creatividad y de campo para el voluntarismo po-
vancia de los hechos objeto de la controversia y, lítico (que muchos llaman lucha por la justicia),
en segundo lugar, una interpretación de las nor- pero puede desalentar microusurpaciones (o
mas superiores que reconozca su oposición con microeusurpaciones), disminuir las dificultades
la decisión cuestionada. Dicho sea de paso, esto en la identificación y delimitación del concepto
último, que siempre ha sido difícil, se ha vuelto de autoridad y, de paso, contribuir a la unidad, a
cada vez más controvertible en nuestros tiem- la claridad y a la eficacia del sistema jurídico con
pos de principialismo. el que queramos regirnos.
te, sino en el entusiasmo con el que cada uno favor del otro. Los primeros, porque combaten
se disponga a apreciarla. “Si Dios no existe, todo un sistema con la intención de reemplazarlo
está permitido”, decía un personaje de Dostoie- por otro más justo, que desearían estrictamen-
vsky. La frase, trasladada al ámbito laico, podría te consistente e implacablemente eficaz. Los se-
traducirse así: en la medida en la que la ley abdi- gundos, porque, sin advertirlo, contribuyen a la
que su poder a favor de entidades inverificables, disolución del sistema en el que creen.
el derecho deja de existir.
La vía de escape a esa confrontación es de-
El entusiasmo del que hablábamos hace un jar de creer en la magia. No solo en la ajena:
momento tiene, al parecer, dos fuentes aparen- también (y muy especialmente) en la propia.
temente enfrentadas entre sí. Por un lado, es-
Desechar el uso de palabras cabalísticas, cuyo
tán quienes abominan del sistema jurídico tal
eventual contenido cognoscitivo es obliterado
como lo ven, por considerarlo intrínseca e insa-
nablemente injusto, de modo que aprecian con por su fuerza emotiva; recordar que la función
esperanza cualquier grieta que pueda resque- del derecho es obligar y prohibir, en tanto per-
brajarlo. Por otro lado, están los que lo aprueban mitir, proteger y asegurar son subproductos de
a grandes rasgos, pero confían en acrecentar su aquellas antipáticas funciones, y volver a pen-
solidez mediante cierta facultad del espíritu, sar en el modo de distribuir las cuotas de poder,
presente en las personas “razonables”, que pue- no solo —desde luego— para prevenir la tiranía,
de indicarnos con certeza qué es lo justo, qué es sino también para que el resultado de su ejer-
lo injusto y que cosa es más justa que otra. Cu- cicio sea coherentemente comprensible y, en
riosamente, cada uno de esos sectores trabaja a cuanto sea posible, unívocamente operativo.
árbol recién cortado o pasado por el aserrade- fuerte reacción emotiva en nuestras conciencias
ro). que nadie se atreve a contradecirla: negar que
alguien tenga determinado derecho suena a in-
Tercera respuesta: cuando disponemos de sulto, a blasfemia contra la sagrada naturaleza
medios jurídicos prácticos para hacerlo valer, humana. Así, invocan su derecho tanto el pro-
tales como una organización judicial compe- pietario de un inmueble como su usurpador;
tente y eficiente para asegurar nuestro derecho, el acreedor que quiere cobrar como el deudor
capaz de constreñir a quien sea necesario para que no puede pagar; el trabajador desempleado
evitar que el derecho quede insatisfecho (tal vez como el empresario cerca de la quiebra; el au-
la mesa sólidamente armada con sus cuatro pa- tomovilista que busca llegar a destino como el
tas). piquetero que se lo impide por motivos que son
ajenos a su víctima. Cada uno critica a su con-
Cuarta respuesta: cuando gozamos efectiva- traparte, pero no deja de reconocer, hasta cierto
mente de nuestro derecho, ya sea porque los punto, el derecho del otro.
obligados cumplen su deber respecto de noso-
tros, o porque obtenemos una sentencia que es Se supone que esa contradicción puede re-
obedecida por, o ejecutada contra, un deudor u solverse mediante la ponderación: puestos los
ofensor que no es insolvente ni prófugo (meta- diversos derechos en los platillos de la balan-
fóricamente, la mesa está lustrada, con mantel y za, alguno se mostrará más importante que el
cubiertos, y estamos sentados a ella para almor- otro en las peculiares circunstancias del caso.
zar). De más está decir que cada sujeto usa su pro-
pia balanza, debidamente instruida acerca de
¿Cuál de todas esas respuestas es la correcta? qué platillo debe pesar más, y que el recurso a
Todas y ninguna: podemos elegir la que más nos las circunstancias del caso sirve como excelente
guste. Pero recordemos la cortesía del lenguaje: coartada para explicar, y a la vez ocultar, la ha-
cuando escogemos un significado (un criterio bitual diferencia de resultado entre las balanzas
de uso del concepto), aclarémoselo a nuestros involucradas en la comparación de pesos meta-
interlocutores y, sobre todo, no lo mezclemos en fóricos e inverificables.
la conversación con otros significados, como si
todos fueran lo mismo. No es igual escribir un Todo ese manejo de argumentos, ficciones y
artículo sobre el derecho universal a la salud que escondites resulta amparado, a su vez, por una
lograr que ese derecho sea reconocido expresa- idea muy extendida: que los derechos existen
mente por las normas. No es igual disponer de en verdad, en algún topos uranos asequible a
un reconocimiento explícito del derecho a la vi- la razón, y que cualquier persona (razonable,
vienda digna en el texto constitucional que des- inteligente, bien nacida o, en resumen, coinci-
tinar recursos suficientes para hacerlo efectivo dente con nuestra opinión) puede darse cuen-
en toda su extensión. No es igual introducir par- ta de quién tiene qué derecho, en qué consiste
tidas en el presupuesto que poner a disposición ese derecho, hasta dónde llega y cuánto pesa en
de todos los beneficiarios un medio eficaz de re- el caso particular frente al derecho del otro. Es
clamar su derecho (ejemplo: vacunación). No es como si dijéramos que las maderas ya cortadas
igual obligar a los jueces a reconocer el derecho son una mesa cuando el carpintero que las re-
de los peticionarios que obligar a los poderes le- cibe tiene más de diez años de experiencia en
gislativo y ejecutivo a cumplir en tiempo, forma el oficio, pero deben esperar a sustentar el al-
y proporción las disposiciones de los magistra- muerzo si se averigua que el leñador era soltero.
dos (ejemplo: haberes jubilatorios). Y esto, dicho de manera categórica, para que el
juez encargado de dirimir el conflicto no tenga
Sin embargo, en el discurso de todos los días, margen para el error.
incluso en su versión jurídicamente especializa-
da, es común que se afirme la existencia de un Sería muy conveniente poner los derechos
derecho en cualquiera de las etapas antes men- sobre la mesa, una vez armada, para examinar
cionadas, según las urgencias de cada observa- lo que afirmamos de ellos y debatir nuestras
dor. Esto trae consigo la complicación de que la definiciones y opiniones; establecer los moti-
afirmación de tener un derecho despierta tan vos e intereses que nos mueven a sostenerlas y,
por encima de todo, aclarar exactamente qué del derecho que propugnamos para todas las
es lo que queremos que pase cuando hablamos personas que, según nuestra idea, debieran go-
de respetar o asegurar un derecho determina- zar de él. Con el resultado que obtuviéramos de
do, incluso en un caso concreto. Para decirlo esas reflexiones, nuestro debate acerca de los
más brutalmente: cómo queremos distribuir, derechos, y de muchas otras instituciones ju-
dentro de la sociedad, las obligaciones y las rídicas y sociales, se volvería mucho más fruc-
permisiones capaces de operar la satisfacción tífero.
— Aquí decimos que los jueces “conocen”, que se llamaba “Peralta” (1), donde su Corte
pero no en ese sentido. Queremos decir que Suprema parecía burlarse de la Constitución
examinan el caso y lo deciden. entera. Esos jueces, supongo, habrán sido ahor-
cados. Pero ¿qué pasó con el fallo?
— Según interpreto, usted implica que todos
los jueces, incluida la Corte, pueden equivocar- — No, lo del ahorcamiento se habría conside-
se. rado inconveniente: la reacción terminó siendo
muchísimo más leve, y tampoco fue inmediata
— Así es. Pero hay una dificultad adicional. ni estrictamente relacionada con esa decisión.
Cuando un juez cualquiera dicta una resolu- Además, por cierto, el fallo fue acatado, incluso
ción, hay quienes dicen que se equivoca, mien- por las personas que no estaban de acuerdo con
tras otros afirman que hizo lo debido. él. Así son las cosas aquí.
— Habrá, entonces, un medio infalible y final — Una vez oí hablar de otro fallo más anti-
para averiguar quién tiene razón. guo: “Pitto” (2), se llamaba. Ahí se confirmaba
la prisión del presidente de la República, porque
— Final sí, pero llamarlo infalible sería exage- había sido decidida por una especie de reem-
rado. El medio que tenemos es pedir una deci- plazante, pero que no habría ejercido tal reem-
sión judicial definitiva. plazo si el presidente no hubiera sido derrocado
y arrestado inconstitucionalmente. Otro diverti-
— Perdóneme, pero creo que la lógica es uni-
do caso de circularidad. Tal vez esto tenga que
versal: en Ganímedes la estudiamos con unos
ver con algo que estudié en lingüística compa-
excelentes libros de la Tierra. Y lo que usted me
rada: ustedes hablan de redondear una idea, o
dice suena a una petición de principio: los jue-
ces aplican la Constitución y las leyes, pero pue- de caerse en redondo. Tal vez todo este juego del
den equivocarse al hacerlo; y solo sabemos con lenguaje (sobre este tema me hablaban siempre
certeza que se equivocaron cuando los propios de un tal segundo Wittgenstein, de donde infie-
jueces lo declaran. ro que los terrestres disponen de varias vidas
sucesivas e independientes) tenga algo que ver
— Es así, amigo. Y, aun después de la decisión, con su biología: todos los terráqueos, creo, viven
muchas personas siguen creyendo lo contrario. gracias al sistema circulatorio.
Pero confiamos en la sabiduría intrínseca de los
jueces. Por eso los elegimos con tanto cuidado. — Me parece que usted va a tener que repa-
sar otras bolillas de varias carreras, o revalidar
— He visto en la TV Cósmica comentarios su título en este tercer planeta. De todos modos,
muy críticos acerca de ese cuidado, al menos como le dije, así son las cosas. Sobre las verda-
en ciertas regiones de su planeta. Pero dejemos des jurídicas, varias opiniones son posibles, y de
ese tema por ahora. Si, aun con las mejores in- hecho se invocan, para defender convicciones o
tenciones, el sistema es circular, ¿cómo hacen intereses divergentes. Cada uno puede estar se-
ustedes para seguir creyendo en las jerarquías guro de lo que dice, pero no tiene un modo de
normativas, la diferencia entre poder constitu- convencer definitivamente al otro. Lo único que
yente y poder constituido, la utilidad de los mé- tenemos son más y más opiniones. De modo
todos de interpretación, las controversias sobre que nombramos jueces y acordamos que sus
el originalismo constitucional y eso que llaman opiniones valen más que las otras. Esto puede
“diálogo de fuentes”? parecer no muy satisfactorio, pero es lo que nos
permite convivir.
— Ya veo que no se ha llevado tantas bolillas
de la materia: sabe de nosotros más de lo que (1) CS, “Peralta, Luis A. y otro c/ Estado Nacional (Min-
nos gustaría que supiera. isterio de Economía -BCRA-), 17/12/1990, LA LEY, 1991-
C, 158.
— Gracias, amigo. Pero es que algunos datos (2) CS, “Pitto, Luis M. s/petición”, 4/3/1962, Fallos
me quedaron grabados. Recuerdo un fallo, creo 252:178, LA LEY 106, 123.
— Ahora entiendo el drama del sistema jurídi- sujeto: no hay más que mirar el problema desde
co terráqueo. Consiste en que cada uno tira para la óptica adecuada y la solución se presenta por
su lado y somete la cuestión a un juez, que no tira sí misma, de manera automática, como una voz
para ninguno de los dos. ¿Para dónde tira, enton- interna que la expone con toda certeza.
ces, el juez? Ustedes son demócratas: ¿no les con-
vendría más convertir a los legisladores en jueces — ¡Qué maravilla! ¡Cómo nos gustaría a no-
que convertir los jueces en legisladores? En un sotros tener esa aptitud! Pero dígame, amigo
curso que apenas recuerdo, sobre filosofía del de- alienígena: ¿cuál es la óptica adecuada para
recho interplanetario, me mencionaron una teo- examinar un problema jurídico? ¿Cómo fun-
ría que llamaban crítica, o críptica: algo así. Ahí ciona esa magnífica visión que se hace evidente
se sostenía que todo este tema era un puro ma- para todos los ganimedianos?
nejo de intereses e ideologías, de modo que con-
vendría sincerarlo y elegir o destituir a los jueces — Esas cosas tampoco son tan sencillas, ni
según su disposición a acatar las orientaciones siquiera en mi planeta (ya sé que es un simple
de la autoridad política. Sobre todo, si se trata de satélite, pero le llamamos planeta porque es
la autoridad política correcta. grande, y sobre todo porque es nuestro). Allá,
cada sujeto tiene su propia manera de mirar,
— Ay, amigo, sería peor el remedio que la en- que es la que considera adecuada. No a todos
fermedad, y puedo decirle que la idea me pone los sujetos, pues, se les aparece la misma solu-
los pelos de punta. La independencia judicial re- ción, porque la mirada de algunos, más de lo
quiere defensa constante, pero no es totalmente que nos gustaría, tiene lo que ustedes llamarían
un mito ni una utopía. Permítame que le haga miopía, astigmatismo, daltonismo o afecciones
un planteo pragmático. El problema es, proba- por el estilo. Eso genera muchas discusiones y
blemente, como usted lo ha descripto de modo
hasta peleas: mire cómo me ha quedado el no-
tan incisivo. Y no parece haber una solución a
veno tentáculo como resultado de una de ellas.
mano. El asunto es cómo vamos a encararlo. Si
Lo que puedo decirle es que yo estoy completa-
reconocemos que todo el derecho es un campo
mente seguro de que mi propia manera de mirar
de batalla argumental en defensa de ciertos in-
tereses, intensificamos el fenómeno de tal ma- el problema es la correcta, porque mi concien-
nera que nos quedamos sin normas generales, cia me lo grita. Y, consecuentemente, los gani-
sin jerarquías normativas, sin interpretación de medianos que proclaman otros resultados usan
textos ni garantías constitucionales. Y todo que- una mirada engañosa o sencillamente conocen
da librado a quién tiene, hoy y aquí, más votos. la verdad, pero son perversos.
O, en casos extremos, más fusiles. Si seguimos
buscando una solución práctica y, mientras tan- — Me parece, amigo, que en todos los plane-
to, hacemos de cuenta que (jugamos el juego en tas se cuecen rayos cósmicos. Recordemos que
el que) los textos son supremamente relevantes Ganímedes era el copero de los dioses: el que
y las jerarquías y competencias operativamente escanciaba el néctar en los festines del Olimpo.
intocables, podemos rescatar ciertas prácticas Le propongo que festejemos nuestra amistad
argumentales dotadas de consenso, fomentar la con una copa de malbec y sigamos investigan-
imparcialidad de las decisiones formales y, en do filosofía del derecho comparada. Algo tendrá
suma, disfrutar de la (insuficiente) dosis de se- que salir de ahí, pero mientras tanto no empeo-
guridad jurídica que nuestra teoría nos propor- remos las cosas, por favor.
ciona.
— Mi simpático terráqueo, me está pare-
— Ya veo, ya veo. Bien, les deseo suerte a us- ciendo a mí también que sus problemas y los
ted y a sus colegas de planeta. Afortunadamen- míos son bastante semejantes: sigamos anali-
te, en Ganímedes las cosas son distintas. Allá la zándolos juntos con solidaridad interplaneta-
filosofía del derecho es una ciencia empírica. No ria. Como creo que dijo un famoso jurista de su
necesitamos legisladores ni jueces, porque la planeta, Humphrey Bogart, esto puede ser el co-
verdad y la justicia están al alcance de cualquier mienzo de una gran amistad.
Es claro que nuestras actitudes son tan nume- suficientemente importante entre un caso y
rosas y operan en tantos niveles de relevancia otro que justifique su valoración diversa.
que analizarlas todas sería una empresa cicló-
pea. Pero estar prevenidos nos ayuda a la hora Algo semejante puede decirse del supuesto
de sostener públicamente alguna de ellas, o al en el que el destinatario rechace el argumento
momento de adoptar decisiones individual- valorativo: tal rechazo no debería chocar con
mente trascendentes como su consecuencia. la aceptación de otra actitud parecida, o con
Para esto, es posible recordar un par de recetas. la de un criterio general que lo excluyera.
Ante todo, los argumentos tendientes a con- Pero allí no acaba el proceso. Los argumentos
vencernos de adoptar o compartir cierta acti- conducentes, admisibles y no conflictivos, tal
tud son de dos clases: fácticos o valorativos. vez algunos tendientes a una respuesta afirmati-
Tanto unos como otros, para ser admisibles, va y otros a la negativa, todavía han de sopesarse
tienen que ser conducentes: guardar algu- (ponderarse, suele decirse ahora) en la concien-
na relación con la conclusión. Muchos argu- cia del sujeto, para que su decisión se incline ha-
mentos, que los lógicos llaman falacias, no cia un lado o al otro. Se trata de algo semejante
cumplen con esta condición, como es el caso a una apuesta; pero correr el riesgo es inevita-
—por ejemplo— de desacreditar a la perso- ble, ya que las argumentaciones, por definición,
no constituyen demostraciones finales, sino una
na que argumenta en lugar de atacar su argu-
suerte de impulsos hacia alguna creencia o acti-
mentación.
tud aún controvertible.
Una vez descartada la falacia, los argumen-
Llegado a este punto, el sujeto se encuentra
tos fácticos solo valen como tales si son ver-
solo ante el problema. No tanto como el juga-
daderos. Cuando escuchamos uno de ellos
dor ante la mesa de ruleta, porque tiene ra-
y sabemos que es falso, corresponde que lo
zones o motivos para esgrimir ante sí mismo,
tengamos por no invocado, lo que no exclu- pero mucho más que el piloto sin combusti-
ye que otros argumentos acaben por conven- ble, que no tiene más opción que aterrizar. De
cernos de todos modos. A menudo no está en todos modos, esa soledad es gestionada por
nuestras manos verificar la descripción que su mente, donde los argumentos a analizar se
se nos presenta, pero al menos podemos ha- mezclan y combinan con tendencias emoti-
cer un juicio personal de probabilidad con vas en gran medida desconocidas: de esa os-
los elementos de juicio de los que dispone- cura elaboración surgirá una actitud final. Si
mos, teniendo cuidado de excluir de ese juicio hemos de volver a la metáfora del jugador, el
nuestro deseo de aceptar la conclusión (tarea proceso se parece más al de una partida de
intelectual que se torna muy difícil en el fra- póker: el participante ve y valora sus cartas,
gor de las divergencias). pero no las de los contrincantes; y la decisión
de apostar o retirarse obedece a conjeturas no
Los argumentos valorativos, a su vez, no son exentas de arriesgada inspiración.
susceptibles de verdad ni de falsedad, ya que
no existe un método confiable para aplicarles Como decía, el efecto indeterminado que, al
esa dicotomía; pero pueden ser compartidos fin de cuentas, una argumentación produzca
por el destinatario de la argumentación. Eso en nosotros quedará parcialmente más acota-
sí, es preciso que tal destinatario se cerciore do en la medida en la que sepamos analizar
de que la actitud valorativa que se le propo- racionalmente los argumentos que, más tar-
ne no entre en conflicto con otra actitud va- de, hayan de participar en nuestra elabora-
lorativa preexistente en su conciencia, ya sea ción final. Para esto es importante no poner
porque juzga de modo opuesto un caso con el carro delante del caballo, como hacen las
caracteres relevantes semejantes, ya sea por- personas capaces de admitir un argumento
que contradice un principio general que el en virtud de la conclusión a la que se aplica. Si
sujeto está dispuesto a sostener. En tal caso, cada uno tuviera cuidado en analizar las razo-
o bien hay que poner en tela de juicio el prin- nes que se invocan de manera imparcial, para
cipio general, o bien encontrar una diferencia solo más tarde permitir que los argumentos
Es sabido que la palaba “persona” proviene del te quién esté dentro del traje, lo que el derecho
nombre de las máscaras que se usaban en el teatro registra es el movimiento de la escafandra, que
grecorromano: ellas amplificaban la voz del actor, conserva su identidad, aunque las conductas
que sonaba a través de la máscara. El dato históri- dentro de ella tengan diferente autor físico. El
co sirve para introducir la primera precisión kelse- traje es la persona; el humano es quien la opera
niana: no somos personas, tenemos persona. Y, así desde adentro, cuya identidad biológica es rela-
como la tenemos, podríamos no tenerla. Hay una tivamente irrelevante.
máscara a través de la cual nuestra voz se hace oír
en el teatro del derecho: sin ella, seríamos mudos; Si se comprende la metáfora de la escafandra
con ella solo podemos decir lo que queramos den- individual, es posible extenderla a la persona ju-
tro de lo que el drama jurídico admite en su libreto rídica. En lugar de un traje de buzo, se trata de
para nuestro personaje, ya se trate de un contrato, una habitación con una consola desde la cual
un testamento, una sentencia o incluso un delito se mueven los hilos: estos hilos operan meca-
(nuestra capacidad, nuestra competencia, nuestra nismos dentro del techo, que a su vez mueven
imputabilidad). otros hilos dirigidos a otro techo aun superior.
Los mecanismos del techo de abajo (estatuto
Permítaseme ahora cambiar la metáfora de la de la sociedad, organización constitucional, le-
máscara por otra semejante, pero más comple- yes procesales, por ejemplo) determinan quié-
ja. Imaginemos que un ser humano tiene pues- nes son los humanos que pueden manejar la
to un traje semejante al de buzo, o escafandra, consola, cuándo y de qué modo pueden hacer-
que lo recubre por completo, pero es flexible y lo válidamente; los mecanismos del techo de
le permite moverse. Del traje salen hilos, o ca- arriba son los que operan del mismo modo que
bles, que se elevan hasta introducirse en el te- el único techo de la metáfora anterior. En esta
cho de una amplia habitación y conectarse a imagen, el techo superior, con todos sus apara-
unas máquinas que operan en el piso superior. tos normativos, es el sistema jurídico general,
La imagen se parece a la de una marioneta; sin al que todos estamos sujetos; debajo de él hay,
embargo, la marioneta es movida desde arriba además de una multitud de escafandras indivi-
mediante los hilos, mientras aquí las cosas son duales, numerosas habitaciones más pequeñas
al revés: el individuo dentro del traje de buzo dotadas cada una de su propio techo normativo.
influye en los complejos mecanismos de arriba
mediante el movimiento de los hilos. La explicación precedente tiene por objeto
proponer una manera de concebir la idea de
Pues bien, ciertos movimientos hacen caer persona; una manera que, alejada de la metafí-
desde arriba una pesa, u otro mal, que se preci- sica, pueda dar respuesta racional a las pregun-
pita sobre el traje de buzo y, claro, sobre el indi- tas formuladas al principio. No se trata de que
viduo que lo habita: este mecanismo representa los humanos seamos personas, y por lo tanto
el acto ilícito. Pero hay situaciones más compli- tengamos dignidad y derechos de eficacia con-
cadas: el individuo A se mueve de cierta manera tingente. Hay un sistema jurídico que, en nues-
y, en esas condiciones, cierto movimiento de B tro tiempo, provee a cada individuo (e incluso a
puede hacer caer el mal sobre A: esto se parece ciertas reuniones de individuos, no necesaria-
al ejercicio de una acción de daños o a una que- mente determinados) de un instrumento (¿un
rella penal en delito privado. Desde luego, en el avatar?) llamado persona, que es titular de los
derecho todo es mucho más complicado que derechos y las obligaciones establecidos por el
este relato imaginario; pero la metáfora sirve mismo sistema. La persona, diseñada para ser
para comprender que, en ella, el traje de buzo, operada por seres humanos según lo crean con-
los hilos y las máquinas del piso de arriba están veniente, pero dentro de los límites de su estruc-
compuestos por material normativo, y también tura, no contiene una exigencia trascendente de
que, como el traje cuenta con un práctico cierre ciertos derechos u obligaciones: es el sistema
relámpago, el individuo que lo usa puede qui- normativo el que los provee; y, como tal siste-
társelo y pedir a otro ser humano que se intro- ma, es a su vez susceptible de personificación
duzca en él. El amigo que se presta a este favor mediante la noción de Estado, hemos encontra-
toma la forma de un apoderado, mandatario, do (conquistado) el modo de operar indirecta-
progenitor, tutor o curador; pero, sin que impor- mente su consola: eso es la democracia, en cuyo
seno podemos reclamar y acaso asegurar los de- ya en controversias académicas sin método de
rechos que deseemos. demostración; la defensa de la justicia y de los
derechos, tales como nosotros los concibamos,
Como puede advertirse, el esquema de pen- es tarea irrenunciable de los propios ciudada-
samiento que aquí se sugiere sirve para expli- nos: de los seres humanos que, desde dentro de
car el funcionamiento de las instituciones, pero nuestras escafandras o al mando de las conso-
no para perseguir o imponer la justicia ni los las institucionales, tenemos sentimientos, pro-
derechos humanos. Si dejamos esta última ta- yectos y aspiraciones y tratamos de llevarlos a la
rea a cargo de la teoría del derecho, asumimos práctica en nuestro propio nombre y a nuestro
el peligro de que nuestro instrumento se dilu- propio riesgo.
buscar en los índices de cada tomo, lo que ha- de biblioteca, índice de repertorio de jurispru-
bría sido ímprobo, porque periódicamente apa- dencia, algoritmo de búsqueda, o —cotidiana-
recía un grueso volumen de repertorio, donde mente— la mente del individuo a quien estemos
una minuciosa clasificación redirigía al lector consultando). Cuando los dos elementos coin-
hacia el tomo y la página correspondientes. Cla- ciden, y, desde luego, siempre que el dato esté
ro está que, aun así, cualquier investigación lle- almacenado, se produce la chispa del hallazgo.
vaba su tiempo, además de requerir buena dosis El abogado de hoy disfruta de todos esos avan-
de paciencia intelectual. ces; pero, aunque el motor de búsqueda de los
archivos virtuales se ha desarrollado vertigino-
Muchas de las dificultades que acabo de re- samente, la parte subjetiva donde se inicia la
señar han quedado eliminadas, o al menos sen- búsqueda sigue pareciéndose bastante a la del
siblemente reducidas, por la aparición de la letrado de 1960 frente a la biblioteca de su es-
informática. Ya nadie, por ejemplo, compra una tudio.
gran enciclopedia: los datos de un conjunto in-
comparablemente mayor están al alcance de la ¿Tendríamos que desarrollar algoritmos men-
mano instantáneamente, en páginas de Inter- tales? No: de hecho, muchos de esos algoritmos
net gratuitas; y, si el dato que buscamos allí no ya están en nuestro subconsciente (como el que
se encuentra, uno puede consolarse pensando usamos para calcular una indemnización por
que ninguna vieja enciclopedia podía ufanar- daño moral), aunque los ignoremos y hasta los
se de contener absolutamente todo. Y, además, neguemos tozudamente. Pero no se trata de es-
concebir la esperanza de que el dato buscado forzar nuestra capacidad matemática, sino de
aparezca en el futuro, porque las páginas virtua- avizorar nuevas formas de producir, archivar y
les están permanente abiertas a una constante, requerir la información. Las computadoras ya
aunque contingente, actualización. están ahí, desde hace décadas. Somos nosotros
quienes podríamos ponernos a tono con su ca-
Todas esas reflexiones comparativas permi- pacidad o, al menos, reaccionar ante su desafío.
ten, pues, advertir que lo que está en juego es Tenemos quien nos responda, pero es preciso
el tradicional meollo de la ya antigua informá- que aprendamos a preguntar mejor.
tica documental: el motor de búsqueda. En los
heroicos tiempos del papel impreso, buscar una Por ejemplo, ¿por qué seguimos ordenan-
ley requería conocer su número. Buscar un fallo, do la información jurídica como en la antigua
saber su temática principal y tener la suerte de Roma? Aquellas leyes tenían nombre, como la
coincidir en su identificación con la técnica de Lex Iulia de adulteriis. Luego tuvieron fecha o
los índices. En las primeras épocas de la infor- número. En todo caso el orden escogido es el de
mática, estos índices, llamados tesauros, conte- llegada de la norma a integrar el sistema jurídi-
nían palabras clave que facilitaban la búsqueda. co. Imaginemos un inmenso tratado de biología
A medida que se abarataron las memorias RAM, que contuviera las informaciones por orden de
esos tesauros se ampliaron a casi cualquier su descubrimiento, y advertiremos que eso sería
palabra, con lo que aparecieron los tesauros poco práctico. ¿Podríamos concebir otra mane-
negativos, que solo excluían vocablos como ra de exponer el sistema jurídico, más apropiada
conjunciones o preposiciones. Y ahora, gracias para su búsqueda?
a los ultrarrápidos algoritmos, el menor atisbo
de búsqueda da lugar a respuestas que pueden Los manuales y tratados de derecho hacen
ir precisándose según el interés del usuario. E buena parte de esa tarea, pero son alcanzados,
inteligencia artificial mediante, nos las presen- más temprano que tarde, por el mismo crono-
tan amablemente redactadas. virus de las grandes enciclopedias. Las revistas
jurídicas proveen actualización constante, pero
Cabe, en este contexto, una aclaración. Buscar están desperdigadas entre títulos, países, ejem-
un dato, o un archivo, o una información cual- plares e idiomas.
quiera, implica dos pasos. El primero está en la
mente del usuario, donde se enuncia en pala- Imaginemos, en cambio, un panorama ju-
bras el objeto a encontrar; el segundo reside en rídico desplegado en una amplia, completa y
el instrumento (libro, revista, folleto, catálogo dinámica taxonomía, donde cada situación re-
levante, la solución prevista por la ley y los pasos el conocimiento de aquellos datos (por supues-
necesarios para transitar entre la descripción y to, de parte de ellos, como inevitablemente ocu-
la prescripción tuvieran su lugar, su explicación rre hoy), así como la teorías, hipótesis y debates
y, naturalmente, incluyeran las controversias acerca de su contenido y de su posible evolu-
doctrinales y jurisprudenciales que los afecta- ción, podría constituir en el embrión de una
sen. Esta taxonomía, constantemente abierta a ciencia jurídica, mejor ordenada, más verifica-
actualizaciones, podría convertirse en una gran ble y menos sujeta que la que ahora tenemos, al
enciclopedia jurídica on line, abierta a estudio- vaivén de las opiniones valorativas constituidas
sos, interesados, ciudadanos y meros curiosos. Y en descripciones apodícticas.
Carlos Nino, mi recordado amigo, hablaba de Una respuesta posible es que la ley debe ser
la anomia en su libro Un país al margen de la obedecida, porque es justa. Si se adopta esta
ley. La anomia no es un problema normativo, posición, todo el valor de la ley depende de su
sino de otra especie. ¿Por qué las personas no justicia: si una norma es injusta, no debe ser
solo infringen la ley, sino que la menosprecian? cumplida. Y, en cambio, si una conducta es jus-
ta, debería acaso ser seguida por todos, aun en
Recientemente, hubo en Francia una ola de ausencia de una ley que lo ordenase.
atentados, cometidos en buena parte por ado-
lescentes. Los observadores interpretaban el fe- Otra respuesta: hay que seguir las normas,
nómeno como el resultado de una inmigración porque de ese modo evitaremos sanciones y
no asimilada: los jóvenes, sintiéndose excluidos otras dificultades. De ser así, la obligatoriedad
de los beneficios de la convivencia social y re- de una ley está sujeta a una suerte de gradua-
chazados por una cultura diferente de la propia, ción: cuanto más grave sea la pena (multiplica-
se rebelaban y hacían pagar a los franceses sus da esa gravedad por la probabilidad de sufrir la
siglos de dominación colonial o poscolonial. sanción), tanto más intenso es nuestro deber le-
gal.
Tal vez esa interpretación sea correcta: no lo
sé. Pero recuerdo que, hace unos cuantos años, Hay también respuestas combinadas, o inter-
en los mismos alrededores de París, hubo una medias. Por ejemplo, que toda ley debe cumplir-
ola de incendios de automóviles: los autores, se, en principio, porque es bueno para la gente
vivir en paz de acuerdo con ella, lo que implica
un balance entre ese bien genérico y el eventual
(*) Cfr. La Ley, 25/08/2023, p. 3. LA LEY, 2023-D, 549. mal que pudiera generar el cumplimiento de la
Cita online: TR LALEY AR/DOC/1970/2023. norma injusta. También puede decirse que hay
que obedecer la ley, aunque sea injusta, en la el sistema resultante no sea contradictorio y que,
medida en la que nuestra flaqueza personal nos para sostener contenidos que deseamos (o para
haga temer las consecuencias. En cualquiera de usar métodos de derivación que aceptamos),
estos casos encontramos el conocido escollo no nos veamos constreñidos a desechar otros
metaético: cómo determinar, con alguna objeti- que también deseamos; o a admitir otros más
vidad, qué es lo que está bien, qué es lo que está que nos repugnen. Es claro que podemos cum-
mal y, lo más difícil, qué conducta o norma está plir fácilmente esta condición, si nos constitui-
mejor que otra no tan buena (o tan mala). mos en árbitros supremos: esto es, si erigimos
nuestras preferencias, cualesquiera sean, en
En este punto es preciso preguntarse si esas regla suprema del sistema normativo. Pero, en
dificultades u objeciones conducen a alguna tal caso, quedaremos muy solos con la compa-
respuesta suficientemente operativa. Tal vez un ñía de nuestros amigos y de quienes comparten
enfoque más abstracto, y al mismo tiempo dota- nuestras ideas y valores, sin poder comunicar-
do de mayor perspectiva, pueda ayudar. nos útilmente con nuestros adversarios y aban-
Digamos, para empezar, que el Derecho es donando toda perspectiva de convencerlos.
obligatorio por vía analítica. Esto no habla en su En resumidas cuentas, la razón que elijamos
favor ni en su contra, pero ayuda a considerar-
para sostener la obligatoriedad de la ley presu-
lo como un sistema cerrado, donde la validez de
pondrá una concepción del fenómeno jurídico
las normas (o su obligatoriedad o su pertenen-
y, a la vez, nos llevará a reclamar el cumplimien-
cia al sistema) depende de las otras normas del
to de reglas acaso alternativas. Cada teoría im-
mismo sistema; y, en última instancia, de sus
plica una práctica. Es humano (¿demasiado
axiomas.
humano?) que nuestra preferencia por una teo-
Queda, pues, por decidir si hemos de aplicar ría se vea influida por nuestra aprobación de
ese sistema, u otro alternativo, en nuestro razo- sus consecuencias prácticas. Pero, al hacerlo,
namiento normativo. Aquí es donde entran las deberíamos recordar que toda teoría tiene sus
consideraciones éticas o pragmáticas. propias exigencias lógicas y epistemológicas.
El viaje entre teoría y práctica debe ser de ida y
En efecto, ¿para qué queremos razonar jurídi- vuelta, de modo que los dos aspectos operen de
camente? ¿Para entendernos acerca de lo lícito consuno, sin estorbarse el uno al otro.
y lo ilícito? ¿Para salvarnos personalmente de
consecuencias desagradables? ¿Para argumen- Esta recomendación no parece superflua en
tar a favor de nuestras propias preferencias, o un medio como el jurídico, donde nuestras pre-
aventar nuestros peores miedos? La respuesta ferencias nos empujan a distorsionar los pro-
que elijamos determinará el sistema legal que pios conceptos que les dan cabida. Si cuidamos
hayamos de escoger; es decir, sus axiomas, sus este punto, tal vez resulte innecesario el cartel
criterios de derivación y, desde luego, el conte- que manda obedecer los otros carteles. Y, quién
nido que sea consecuencia de tales premisas. sabe, acaso podríamos reencauzar coherente-
Pero, en cualquier caso, deberemos cuidar que mente el sentimiento de respeto por la ley.
de reglas originarias). De este modo, cada ór- especialistas en teoría política. Cuáles hayan
gano tiene asignada cierta competencia, que de ser los puntos específicos en los que la con-
es el ámbito de sus poderes. En una monarquía ducta de los ciudadanos deba ser facultativa o la
absoluta, el rey tiene toda la competencia, que actuación de los órganos deba ser discrecional
puede delegar a su discreción. En una repúbli- es un tema distinto, apropiado para el debate
ca democrática como ahora se la concibe, los político a secas. Quien esté conforme con cier-
órganos más altos se controlan entre sí, porque tas proporciones en ambos aspectos llamará a
no pueden (no deberían) invadir sus respectivas eso equilibrio, armonía, convivencia civilizada.
competencias (división de poderes, sistema de Quien no lo esté lo llamará opresión, caos, dic-
frenos y contrapesos), aunque cada uno goza de tadura, libertinaje o inseguridad.
cierta amplitud (también limitada) para delegar
su autoridad en órganos subordinados. Sea cual fuere la opinión de cada uno en ma-
teria de sistemas de gobierno o de preferencias
En el sistema de competencias y delegacio- políticas concretas, es preciso que todos ten-
nes, la regla de que todo lo que no está prohibi- gamos en claro que el principio de prohibición
do está permitido funciona prácticamente a la solo está concebido para describir el sistema de
inversa. Cada órgano no tiene más competencia derecho desde el punto de vista del ciudada-
que la que le ha sido dada y está estrictamente no: en buen romance, quiere decir que ningu-
obligado a no ejercerla sino de la manera pre- na autoridad debe constreñirlo a hacer lo que
vista en las normas que reglamentan su poder. no es legalmente obligatorio ni impedirle hacer
Dentro de esos límites puede hacer lo que me- lo que no está legalmente prohibido; constituye
jor le parezca, porque para eso está allí; pero las una advertencia para que los órganos del estado
mismas normas que le dan sus atribuciones le no se entrometan en el ámbito de la libertad que
imponen un ámbito normativo que no puede el orden jurídico, desde distintas jerarquías nor-
transgredir y, aun en ese mismo ámbito, crean mativas fundadas en cierto esquema de compe-
a veces excepciones que operan como islas den- tencias, ofrece a quienes viven bajo su amparo.
tro de una laguna de costas bien reconocidas. Por eso implica, para el ámbito estatal, que la
Hace poco tiempo oí a un letrado defender la discrecionalidad solo pueda ejercerse dentro
perspectiva de que un organismo estatal ope- de los límites establecidos. Si quisiéramos hacer
rara fuera de sus atribuciones: “lo que no está un retruécano algo defectuoso, podríamos decir
prohibido está permitido”, decía. Seguramente que en ese campo todo lo que no está permitido
no tomaba en cuenta que, en el marco del po- está prohibido (4). Esta expresión, traducida a
der jurídico, la aplicación de semejante adagio un lenguaje más preciso, representa uno de los
operaría precisamente en contra de la libertad requisitos del estado de derecho: que los órga-
cuya representación se le atribuye. La libertad nos estatales solo pueden ejercer su poder en
del ciudadano no consiste sino en la limitación los límites de la competencia que explícitamen-
del poder estatal. Y viceversa, claro. Solo que la te se les haya conferido y mediante los proce-
“libertad” del estado no se llama libertad, sino dimientos que se les hayan impuesto. Cada vez
competencia o ámbito de discrecionalidad. que ellos invocan su libertad (con el propósito
de actuar fuera de su competencia expresa), la
No está dicho que convenga a los ciudadanos libertad de los ciudadanos se ve en peligro.
tener toda la libertad: eso implicaría la abro-
gación lisa y llana del sistema jurídico íntegro. (4) La expresión es defectuosa en dos sentidos. En
Tampoco está dicho que los órganos del estado primer lugar, competencia no es lo mismo que permis-
deban carecer de discrecionalidad: eso impedi- ión: un órgano puede ser competente para dictar cierta
norma y, sin embargo, habérsele prohibido emitirla. En
ría la necesaria y constante adaptación del sis-
segundo lugar, si la expresión no ha de ser analítica, debe
tema a las necesidades cambiantes. Cuál haya interpretarse de acuerdo con la segunda lógica enun-
de ser la proporción de libertad ciudadana fren- ciada al principio: que lo que no está expresamente per-
te a los poderes del estado es un tema para los mitido debe considerarse expresamente prohibido.
Sea como fuere, la situación es percibida a Un sistema (social o de otra clase) está provis-
menudo como una interacción entre la ley y la to de estructuras que sirven para cumplir ciertas
ilegalidad, en la que la ley puede depender de su funciones. Un pequeño grupo de estas funcio-
propia violación (tanto para mantenerla como nes y cierta permanencia de las estructuras (o
para cambiarla o restablecerla, según cómo se de la dinámica con la que estas estructuras evo-
lo mire, y con qué ojos), lo que ahora es ilícito lucionan) constituye la identidad del sistema.
puede convertirse mañana en obligatorio y, ha- Si una sociedad se habitúa a cumplir objetivos
bida cuenta de las consideraciones formuladas totalmente incompatibles con los anteriores,
antes, el sistema social entero queda potencial- o a perseguir sus objetivos por vías distintas (y
mente sujeto a los avatares del poder; no sólo el hablo aquí de habituarse, no de hacerlo ocasio-
del Estado, cuya jibarización haría sonrojar al nalmente), atraviesa sus propios límites para
propio Nozick, sino de los grupos más capaces convertirse en otra cosa.
de hacerse ver, oír, apoyar, tolerar o temer.
¿Es esto desaconsejable? No me atrevería a
Tampoco esto es nuevo. Siempre se ha sabido afirmarlo en general.
que la sociedad es un campo de batalla donde
cada uno lucha por lo que quiere con los medios Muchas personas han pensado —no sin fun-
a su alcance; y también que estos medios están damento— que la sociedad, aun la democracia
de tal modo acumulados que, frente a este pa- como la conocemos persigue (o admite como
norama, la diferencia entre camioneros y jubila- costos inevitables o daños colaterales) ciertos
dos es apenas un amable matiz. estados de cosas perversos, por lo que cualquier
daño que se cause a sus estructuras se hallaría
Vale la pena, sin embargo, recordar que la so- justificado en el afán de destruir el sistema en-
ciedad de los últimos dos siglos creía haber en- tero para cambiarlo por otro. Llamaron a este
contrado una salida de corte procesal para todo ideal la revolución social, pero su concreción
eso: la democracia. En teoría, el poder de deci- práctica mostró aristas problemáticas que con-
sión se distribuye de manera muy igualitaria: un dujeron en los hechos a su abandono.
hombre (un ser humano), un voto. Los ciuda-
danos eligen sus representantes y éstos, sin es- Muchos otros se conforman con la identidad
torbar la manifestación ni la autonomía de los de los objetivos, pero piensan que el logro de
individuos, establecen en beneficio común cier- ellos se ve comprometido porque las estructuras
tas pautas generales a las que todos deben ajus- son obsoletas o se hallan corruptas. El sistema
tarse. tiene estructuras de nivel superior (cuyo para-
digma es la constitución) destinadas a modificar
En principio, la democracia no prejuzga acer- otras estructuras de acuerdo con una dinámica
ca de los contenidos, cuya determinación que- estable, pero incluso ese nivel superior resulta a
da librada a decisiones contingentes. De este veces alcanzado por el juicio crítico. Según des-
modo, se especulaba, quedaría abierta dentro de dónde se ejerza este juicio, la actitud suele
del sistema una vía racional e igualitaria para denominarse reformismo, restauración, reorga-
ejercer cualquier cambio. nización nacional, emergencia, actualización,
lucha por la justicia, globalización o recupera-
Pues bien, por lo visto, este feliz mecanismo ción de la democracia real. El grado de su éxito
no funciona. No ya porque una dictadura lo im- depende en gran medida de la coincidencia de
pida, sino porque muchos no encuentran den- sus objetivos con el poder, en el largo plazo, de
tro del sistema un cauce que juzguen apropiado los factores que lo llevan adelante; pero en to-
para sus inquietudes sociales y buscan otro por dos los casos se requiere una reinstitucionali-
fuera del procedimiento establecido. Es más: zación mediante estructuras que reemplacen o
está estableciéndose la percepción de que el remienden las vulneradas y que acaso vuelvan a
grupo de interés que no es capaz de introducir ponerse luego en tela de juicio.
en la vida social una dificultad suficientemente
molesta no tiene perspectivas de ser escuchado, Como dije antes, no he de argumentar aquí
porque la prioridad se conquista desde posicio- a favor ni en contra de cada perspectiva. Sólo
nes de poder de hecho. pretendo señalar que un sistema necesita es-
tructuras y una sociedad requiere institucio- rece mayor respeto, que cualquier transgresión
nes. Si éstas son tan defectuosas que merecen es santa si proclama ideales loables o intere-
ser reemplazadas o modificadas por medios ses comprensibles y que, mientras tanto, cada
no institucionales, será indispensable tener en uno tiene el derecho de usar cualquier medio
claro cuáles son las instituciones con las que a su alcance para perseguir sus propios objeti-
se pretende reemplazar las que se juzgan in- vos... siempre que éstos coincidan con los del
útiles. Lo que es inadmisible, aun en términos observador, en tanto los intereses opuestos no
de la renovación de un sistema, es instaurar la merecen ser defendidos ni aun por medios le-
idea de que la ley del más fuerte es la que me- galmente permitidos.
pacíficamente esta expectativa, que además es do con sus condiciones personales o grupales,
habitualmente confirmada por la propaganda entre ejercer una acción testimonial acorde con
política: la construcción de un barrio, el desen- sus convicciones o negociar su apoyo a unos u
freno de la inflación o los costos de contenerla, otros en función de prebendas, promesas o ven-
el desempleo, las fallas de la educación pública, tajas de diversa utilidad pública. Todas estas ac-
el auge de los secuestros y hasta la inundación titudes excluyen la idea de que el parlamento
o la sequía son proclamados, desde el poder o tenga una fuerte responsabilidad en el gobierno
desde sus alternativas, como virtudes o respon- del país: por el contrario, suponen que esta res-
sabilidades de una administración dotada de ponsabilidad corresponde al Ejecutivo y que el
nombre y apellido. parlamento sirve, alternativamente, como cau-
ce, dique o rémora para el flujo de las acciones
No sucede lo mismo con los diputados y los del verdadero gobierno.
senadores. Aunque algunos son conocidos por
la opinión pública y objeto de juicios aprobato- Así, las cosas, es más fácil explicar por qué el
rios o desaprobatorios desde distintos sectores “teorema de Baglini” se cumple tan inexorable-
de la población, la mayoría de los representan- mente y por qué el oficialismo (cualquier oficia-
tes son prácticamente anónimos. No sólo por el lismo, incluso el que haya sido oposición) desea
fenómeno de la “lista sábana” (del que a menu- verse libre de la presión parlamentaria, legislar
do se olvida que constituye un instrumento de por decreto y manejar a sus anchas el presu-
la representación proporcional), sino porque en puesto, mientras la oposición (cualquier oposi-
una sociedad caudillista no suele haber más de ción, incluso la que haya sido oficialista) clama
un caudillo, o a lo sumo dos o tres si se cuen- por las instituciones republicanas, la división de
tan los principales líderes de oposición. El resto los poderes y las atribuciones legislativas.
de los dirigentes no cuenta, en la práctica, sino
en función de su adhesión a un referente, por lo Pero el diagnóstico y la etiología no sirven
que los ciudadanos —acaso equivocadamen- sino como bases para adoptar alguna terapia.
te— tienden a considerarlos más o menos fun- Por eso me atrevo a preguntar otra vez: ¿para
gibles. qué sirve el parlamento? O, mejor dicho, ¿cómo
podríamos llegar a una situación en la que no
En estas condiciones, los proyectos de ley pre- pidiéramos del Congreso lo que él no puede, no
sentados por los legisladores y los debates que quiere o no logra darnos y, en cambio, obtuvié-
sobre ellos se entablan quedan relativamente ramos de él una prestación posible y apropiada
oscurecidos: el centro de la atención es recla- en el marco de una democracia participativa efi-
mado por las políticas emprendidas por el Eje- ciente?
cutivo y por la mayor o menor resistencia que
a ellas se oponga en el Congreso. Cuando no se Una alternativa posible —reforma constitu-
ofrece ninguna, la acción parlamentaria queda cional mediante, desde luego— es adoptar la
inadvertida como un mero trámite formal. democracia parlamentaria. Reservar al presi-
dente ciertas atribuciones como guardián po-
Es así, probablemente, como llega a perci- lítico de las formas democráticas, instituir un
birse desde el llano una actitud que muchos primer ministro responsable ante el parlamen-
legisladores (no todos, desde luego) han mos- to y revocable por él en todo momento, permi-
trado con sus acciones a lo largo de la historia: tir con cierta amplitud la facultad de gobernar
el oficialismo está para “dar al Poder Ejecutivo por decreto que la Constitución facilita hoy en-
las herramientas necesarias para gobernar” (lo tre líneas, pero reservarla a un consejo de minis-
que implica apoyar sistemáticamente sus inicia- tros obligado a rendir cuentas cotidianamente y
tivas, incluso si su conveniencia es dudosa) y la a dimitir en caso de censura. De esta manera el
oposición está para “impedir que continúe esta Congreso podría dictar leyes (o abstenerse de
política inconveniente para la república” (lo que hacerlo) cuando lo considerase conveniente,
incluye trabar aquellas iniciativas, especialmen- controlaría al gobierno de manera harto más
te si, por su acierto, pueden generar mayor apo- estrecha (puesto que sería su gobierno), la es-
yo popular para el grupo gobernante). A su vez, tabilidad política dependería de los acuerdos
otros grupos menores pueden oscilar, de acuer- públicos entre partidos antes que de una elec-
ción cada cuatro años y de la astucia política tiene por objeto proclamar un camino de sal-
durante los intervalos, la responsabilidad gu- vación, sino servir como ejemplo para otras ini-
bernamental quedaría mejor repartida entre los ciativas mejores, parecidas o distintas. Lo que
actores constitucionales, haciendo más difícil importa es cobrar conciencia de que nuestra de-
que alguien se considerase un observador ex- mocracia, recobrada a costa de tantas tragedias,
terno dentro de su propio país, y los ciudadanos no funciona como los manuales de instrucción
se sentirían llamados más a menudo a influir en
cívica suponen que debería funcionar. Y que, si
sus propios destinos.
no queremos cambiar el título de esos manuales
Claro está que esta idea —como cualquier por otro más fantasioso, deberíamos pensar qué
otra sugerida de buena fe— puede ser inconve- hacer con la realidad que nosotros mismos, día
niente o aun completamente errónea. Ella no tras día, estamos contribuyendo a configurar.
En 1932, Gardel y Lepera dieron a luz una can- cionales y artículos de numeración multiplicada
ción entrañablemente lacrimógena: “Silencio” en latín. El mosaico en el que el derecho penal
hablaba de la destrucción de Francia durante la tardó ochenta difíciles años en convertirse, el
guerra de 1914-18 y de la esperanza que retorna derecho del trabajo lo ha instalado en treinta.
con la paz: ya todo ha pasado, renacen las plan-
tas, un himno a la vida los arados cantan. Tal Los tiempos de reconstrucción no convocan
vez por licencia poética, la pieza no detallaba si necesariamente a emplear los mismos materia-
los nuevos cultivos se beneficiarían con algún les para seguir los mismos planos de cada edifi-
avance de la tecnología agropecuaria, alcanza- cio destruido: son, por el contrario, el momento
do después del atentado de Sarajevo. Pero noso- más apropiado para pensar de nuevo el con-
tros podemos trasladar esa pregunta, incómoda junto, a partir de una visión urbanista y más ar-
pero útil, al campo de nuestro derecho del tra- mónica. La necesaria restauración del derecho
bajo y, especialmente, al de nuestro trabajo en del trabajo podría emprenderse racionalmen-
el derecho. te, tomando nota de las condiciones económi-
cas, sociales y tecnológicas actuales (que no son
Podríamos recordar, por ejemplo, que entre las mismas de 1915, ni de 1945, ni de 1974); de
nosotros esta rama jurídica nació a principios aquello que todos los contratos de empleo tie-
del siglo XX, con la ley 4661 de descanso domi- nen en común, a reglamentar también de forma
nical (Adla, 1889-1919, 651), se extendió poco a general; de las particularidades relevantes (y la
poco en materias concretas (accidentes del tra- razón de tal relevancia), así como de la protec-
bajo, ley 9688 -Adla, 1889-1919, 949-) y en seg- ción que ellas merezcan dentro del panorama
mentos limitados (empleados de comercio, ley total; de los medios adecuados para ejercer en
11.729 -Adla, 1920-1940, 477-) y se universali- cada supuesto la protección del más débil; de
zó a partir de 1945 con un sinnúmero de decre- la presencia siempre amenazadora del desem-
tos-ley, ley, decretos, resoluciones, convenios pleo; del paulatino deterioro de la unidad cul-
colectivos y hasta laudos arbitrales. También tural de la población y de los temibles efectos
sociales y políticos que esa dispersión entraña;
podemos observar que esa explosión protecto-
del riesgo del caudillismo, tanto en lo político
ra fue notablemente desordenada, avanzando al
como en lo sindical, y de los medios más con-
ritmo desigual de la influencia política de cada
venientes para asegurar la libre expresión de los
grupo y dejando atrás, en lenguaje, en concep-
intereses de los trabajadores sin mengua de la
tos y en protección, a quienes habían avanzado
eficacia de su acción. Y, desde luego, cabría te-
antes (ejemplo: la técnica de la ley 12.713 -Adla,
ner cuidadosamente en cuenta la necesidad de
I-57-, de trabajo a domicilio). Quien haya ejer- que las normas de un derecho de masas, como
cido el derecho del trabajo antes de 1974 recor- el laboral, sean preferentemente autoaplicables
dará el galimatías normativo-pretoriano que el de manera automática, sin demoras ni innece-
excelente “código” de Krotoschin-Ratti trataba sarias incertidumbres: esto requiere claridad,
vanamente de ordenar y que la ley 20.744 co- sencillez, racionalidad, capacidad de compro-
dificó ordenada, pero parcialmente. De todo miso efectivo, desconfianza hacia las fórmulas
aquello subsisten hoy estatutos profesionales simbólicas y retóricas y respaldo en una admi-
(alguno tan arcaico como el del radiocabletele- nistración judicial eficiente, no sólo por su ra-
grafista, decreto-ley 14.954/46 -Adla, VI-530-), pidez y su inteligencia, sino también por su
diversas leyes antiguas, como la de jornada de previsibilidad.
1929 (11.544 -Adla, 1920-1940, 226-) y su regla-
mento de 1933, y una ley de contrato de trabajo No se trata de un programa utópico: todas las
de 1974 sobre la que se acumulan, como capas herramientas para emprenderlo están a nues-
geológicas de épocas políticamente enfrenta- tro alcance. Sólo se precisan intuición política y
das, recortes, ampliaciones, restituciones ana- acuerdos claros para evitar aquella situación a la
crónicas, instituciones controvertidas, medidas que Gardel y Lepera atribuían los desastres del
de control fiscal, normas declaradas inconstitu- conflicto: el músculo duerme, la pasión trabaja.
Esas decisiones prácticamente incontrola- En efecto, para cada situación pueden pro-
bles generan flujos (de dinero, de trabajo, de ponerse varios modelos ideales de equilibrio
bienes, de servicios, de noticias, de regulación rivales entre sí: cada uno de ellos privilegia cier-
normativa, de violencia legal o ilegal). Esos flu- tos flujos sobre otros y mantiene la armonía de
jos abren al principio su propio cauce y luego ciertas funciones con preferencia a la de otras
lo mantienen mediante su propia continuidad, funciones. El juicio global sobre los modelos po-
en competencia con otros flujos que aparecen y sibles (así como la habilidad para rechazar los
desaparecen, aumentan y disminuyen su caudal inviables) corresponde a los observadores en el
y su fuerza. El derecho contribuye a crear, man- ejercicio de sus opciones políticas; pero es difí-
tener o proteger algunos de esos cauces, pero lo cil que un observador sea tan cuidadoso como
hace con sujeción al mismo juego de colabora- para proponer un modelo total: lo más común
ciones y rivalidades: la costumbre y el desuso es que se conciban y persigan modelos parcia-
son, por ejemplo, conceptos que los juristas han les, con la esperanza de que el resto de la reali-
elaborado para adaptar las reglas del derecho a dad se ajuste a ellos como pueda.
ciertas exigencias de la realidad social.
Las opciones políticas toman en cuenta que
La estructura de aquellos cauces configura los flujos de materia, energía e información son
así una compleja retícula que conecta entre sí apreciados por cada observador como costos y
a muchos centros de decisión o iniciativa. Cada beneficios. No está dicho de antemano qué flujo
individuo absorbe flujos y los distribuye en su constituya un costo o un beneficio ni para quién
entorno, de acuerdo con las estructuras que en- haya de regir esa distinción; pero la estructura
cuentra, acepta o contribuye a crear. También habitual de las preferencias humanas, junto con
existen centros colectivos —empresas, uni- el instrumento de la moneda, que hace las veces
versidades, sindicatos, asociaciones, partidos de común denominador para la medición de
políticos, el propio estado en sus diversos nive-
(1) Las consideraciones anteriores han sido adaptadas
de “La realidad social y su regulación normativa: una
(*) Cfr. La Ley, 27/03/2007, p. 1. LA LEY, 2007-B, 1350. visión sistémica”, en GUIBOURG, Ricardo A., “Deber y
Cita online: TR LALEY AR/DOC/1196/2007. saber”, Fontamara, México, 1997, ps. 212 y 213.
muchas valoraciones, ha dado lugar a una con- tribución. La obra pública y otras formas de fo-
cepción económica de tales flujos: lo que entra mento del empleo, la asistencia social, las obras
y lo que sale de cada corazón dentro de la so- sociales, la gratuidad total o parcial de los servi-
ciedad admite así una calificación aproximada- cios públicos de todo tipo y, en general, las me-
mente unánime y una medición provista por las didas que generan igualdad de los ciudadanos
leyes del mercado, aun con las distorsiones que en el goce de bienes y servicios con indepen-
éstas sufran al ser aplicadas en la realidad. dencia de su capacidad para pagarlos son ejem-
plos de esta categoría de procedimientos.
De esta manera, es posible describir con algu-
na objetividad la manera más o menos intensa Al usar antes la palabra “benéfico” la he pues-
como los flujos de costos y beneficios se distri- to entre comillas para prevenir acerca de su con-
buyen o se concentran; y, frente a una descrip- tenido subjetivo. Qué flujo ha de considerarse
ción así, cada observador queda habilitado para como un beneficio depende ante todo de las
expresar su juicio político estimando, a su ries- preferencias de su destinatario. Un concierto de
go, la viabilidad de sus propias preferencias. la Camerata Bariloche y un litro de vino en enva-
se de cartón no son apreciados del mismo modo
Puede observarse, por ejemplo, que se apli- por cualquiera: sólo la moneda, con su descar-
can distintos mecanismos para distribuir cos- nada capacidad de comparación, es capaz de
tos. El estado cobra impuestos: la estructura del introducir consenso acerca de ciertos aspectos
sistema tributario determina la amplitud con la muy generales del valor de los flujos, circunstan-
que esa distribución ha de llevarse a cabo y la cia que a menudo induce a las personas a no va-
proporción con la que cada uno haya de contri- lorar sino los flujos de dinero o mensurables en
buir a absorber los costos estatales. Los parti- dinero. Pero, además, en la mayoría de los casos
culares contratan seguros, sistema que permite (no en todos, por cierto), el flujo juzgado como
convertir costos aleatorios, pero altos y concen- un beneficio por su receptor aparece como un
trados, en un costo distribuido, seguro y mucho costo para su emisor, y viceversa: ejemplos típi-
más pequeño, que los comerciantes pueden cos de este fenómeno de doble mano son el sa-
volcar en el precio de sus mercancías. El dere- lario y la disposición de desechos.
cho de daños permite al perjudicado, en cier-
tas circunstancias, descargar todo el costo de su Ahora bien, los métodos para socializar costos
pérdida, o la mayor parte de él, en un responsa- y beneficios están allí para ser usados por quien
ble que, a su vez, puede encontrarse amparado quiera y pueda hacerlo. Es claro que cada uno
por un seguro. El régimen de concursos y quie- prefiere socializar sus costos (reduciendo co-
bras provee a los comerciantes un método para rrelativamente el beneficio de terceros) y, a la
socializar las pérdidas cuando ellas se vuelven vez, concentrar sus beneficios (que provienen
insoportables: en ese caso, la empresa quebra- de un costo impuesto a otros). La mayor o me-
da puede desaparecer, pero sus acreedores car- nor medida en la que cada uno pueda satisfacer
gan, en distintas proporciones, con los costos estas preferencias es una función de su poder,
que ella no pudo solventar y, a su vez, tratan de que no es otra cosa que su capacidad para in-
volver a distribuir esa pérdida, convertida ahora fluir -por el medio que sea- en la estructura de
en costo propio, disolviéndola en el conjunto de los flujos sociales. Como todos los ciudadanos
sus futuras transacciones con terceros. tenemos alguna clase de influencia, grande o
pequeña, sobre muchos o sobre pocos de nues-
También hay mecanismos para distribuir be- tros semejantes, nadie queda fuera del juego del
neficios. Puede considerarse distribución de be- poder (considerado este concepto en términos
neficios cualquier flujo “benéfico” que, a partir amplios); pero es cierto que en este juego rigen,
de un centro, se dirija a una pluralidad de otros como es sabido, desigualdades abismales.
centros. El pago de salarios, jubilaciones y pen-
siones es uno de los procedimientos más cono- En estas condiciones, lo que pueda conside-
cidos. Sin embargo, otras prácticas, vinculadas rarse un punto de equilibrio en la distribución
con el salario como condiciones o consecuen- depende de la relación de poder entre las cabe-
cias, o incluso carentes de relación directa con ceras de cada flujo, ya que esa relación termina
las remuneraciones, influyen también en la dis- influyendo en las expectativas de las personas y
hasta en su percepción acerca de lo que es “jus- seguro general en los aspectos más leves. La se-
to”. Claro está que esta noción es muy variable, guridad privada, ahora omnipresente allí donde
porque las relaciones de poder están lejos de ser haya algo de poder adquisitivo, es costosa y ter-
estáticas: ellas mutan constantemente en una mina siendo pagada por la comunidad median-
red extremadamente compleja y, hasta cierto te los mecanismos del mercado. ¿No sería mejor
punto, incontrolable de interacciones directas, recordar que ella es una responsabilidad priori-
indirectas y aún remotas. taria del estado y gratuita para todos los ciuda-
danos, que al fin de cuentas han de solventarla
Pero, mientras esta evolución se desarrolla, mediante la socialización tributaria de los cos-
algunas reflexiones pueden ayudar a influir en
tos? ¿Sería posible aplicar un razonamiento pa-
ella, aunque sólo sea desde el punto de vista de
recido a la educación y a la salud? En el derecho
la eficiencia económico-jurídica general una
del trabajo parece una tradición en decadencia
vez clarificado aquel panorama. Por ejemplo,
el desarrollo del derecho de daños en los últi- pretender que sus normas sean autoaplicables,
mos decenios parece tener por ideal que nin- de tal modo que sólo los conflictos más obvios
gún perjuicio, por pequeño que sea, quede sin deban llegar a juicio. ¿No convendría regresar a
reparación y que ninguna persona cuya acción esa idea y aun extenderla, en cuanto fuera perti-
u omisión haya puesto en el mundo alguna con- nente, a otras ramas del derecho?
dición causal para la producción de ese daño
quede exenta de responsabilidad. Dados los me- En resumidas cuentas, los costos tienen una
canismos de distribución de costos, perfeccio- gran tendencia a socializarse, porque eso inte-
nados precisamente por los más poderosos, los resa a los sectores más influyentes. Socializar los
costos de casi cualquier daño acaban por incidir beneficios, en cambio, requiere una aplicación
en los menos poderosos, sea cual fuere la rela- adicional de energía que sólo el derecho es ca-
ción de su conducta con el hecho dañoso. Pero, paz de ejercer. Si hemos de establecer entre los
en el camino, se generan nuevos costos (el de los extremos de cada flujo un equilibrio que nos
reclamos y decisiones judiciales es tan sólo un parezca razonable, será preciso que cuidemos
ejemplo de ellos), que se reproducen bajo dis- que los canales que los conducen, jurídicamen-
tintas formas en cada etapa de la distribución. te diseñados y mantenidos, no trasladen flujos
Tal vez sería más equitativo (es decir, más igua- excesivos en un sentido ni opongan resistencias
litario), y también más económico en el conjun- innecesarias a los flujos adecuados en el sentido
to, limitar la responsabilidad civil íntegra a los opuesto. De esa manera, y con el ingenio de los
casos de dolo o negligencia grave, tarifarla (2) juristas puesto al servicio de soluciones prácti-
en una franja intermedia y reemplazarla por un cas para la sociedad íntegra, los innumerables
corazones que —según la metáfora inicial— sir-
(2) Es común concebir la tarifa como sinónimo de in- ven de motores interdependientes de todo el
demnización insuficiente, pero esta idea es el resultado sistema correrían, en general, menor riesgo de
de muchos años de manipulación jurídica de los flujos. infarto.
La tarifa no es otra cosa que un instrumento de técnica
legislativa que provee un cálculo presunto del daño re-
sarcible. Ese cálculo está destinado a facilitar la autoapli- casos y excesivo en otros: lo que importa es que la comu-
cación del derecho, a costa de ser insuficiente en ciertos nidad juzgue adecuado su término medio.
ni hasta qué punto se sacrificarán unos ideales que todos conozcan y sean capaces de aplicar
políticos para satisfacer otros, ni si los recursos a sus relaciones interpersonales aun con inde-
que se asignan a la administración de justicia se pendencia de sus propios intereses, de tal suer-
aplicarán a asegurar la eficacia del derecho o, te que los casos de incumplimiento sean pocos
por el contrario, a incrementar las necesidades y claros y el recurso a los jueces resulte rápido,
que con ellos se busca cubrir. certero y previsible. Es claro que pretender todo
esto sería utópico: las normas siempre tienen un
Se dice, en efecto, que a veces el árbol no nos margen de indeterminación y las sentencias ju-
deja ver el bosque. En el campo jurídico es po- diciales no salen de la boca de la ley sino de la
sible afirmar que el caso no nos deja ver el cri- elaboración consciente a cargo de seres huma-
terio. nos. Pero, además de utópico, ¿sería indesea-
ble? Muchos pueden sentir un estremecimiento
Semejante miopía hacia lo colectivo es una frente a aquella formulación; pero, si se exami-
deformación profesional de abogados y jueces.
na el punto con atención, se advierte que esta
Para todos ellos, los casos se presentan de a uno,
aprensión se funda invariablemente en la exi-
y de a uno deben ser planteados, tramitados y
gencia de que el derecho sea justo y adaptado a
resueltos. Detrás de cada expediente hay perso-
las “circunstancias del caso”.
nas de carne y hueso que reclaman lo que juz-
gan que se les debe. El letrado tiene por función ¿Qué más podríamos pedir que un derecho
defender los derechos de su cliente en el caso justo que cumpliera aquellos requisitos? Pero
concreto, por lo que es razonable que no mire esta es otra utopía, porque en la sociedad con-
a los lados cuando recorre el camino de esa de- viven distintos criterios acerca de lo que haya de
fensa. El juez se enfrenta a una controversia li- considerarse justo respecto de la mayoría de los
mitada a intereses o situaciones individuales, temas (de todos ellos, si se desciende a los de-
tales como las partes se los plantean, por lo que talles). La mejor solución (aunque imperfecta)
es explicable que tampoco mire hacia los costa- para ponerse de acuerdo sobre lo que es justo en
dos y busque, ante todo, una solución que esti-
cada momento es la democracia aplicada a la le-
me equitativa para el caso.
gislación: el resultado no satisfará a todos, pero
Todo esto sería maravilloso si los criterios em- al menos estará apoyado por la mayoría. Cierto
pleados por el juez coincidieran con los de toda es que siempre hizo falta un “plan B”, que no es
la sociedad, o al menos con los de la mayoría de otro que la implícita delegación en los jueces de
ella; y también si el juez fuese único o debiese cierto poder para interpretar las normas (atri-
resolver una sola controversia. Pero la plurali- buirles contenidos más precisos, reformularlas,
dad de causas, de jueces y de criterios origina en preferir unas a otras en caso de conflicto). Sin
estas condiciones una cantidad de sistemas ju- embargo, cuanto más ampliamos nuestra con-
rídicos alternativos, pluralidad acaso inevitable fianza en el plan B llevados por nuestra insatis-
cualitativamente pero más intensa cuanto ma- facción acerca de la injusticia de los resultados
yor sea la amplitud con la que se delegue en los del plan A, tanto más perdemos la ventaja prác-
magistrados la valoración de las condiciones y tica de la técnica legislativa, reducimos la par-
la graduación de las consecuencias. ticipación democrática en la determinación del
derecho y nos arriesgamos a obtener solucio-
Hay, pues, un aspecto técnico que el discurso nes que acaso tampoco nos parezcan tan justas
jurídico, la creación legislativa y hasta la propia como esperábamos. ¿Advertiremos esto antes
argumentación judicial no deberían menospre- que la administración judicial se vea anegada,
ciar: el ideal de un sistema de derecho, como el parlamento se vuelva inútil y los jueces co-
instrumento de la política con la que haya de rran riesgos de linchamiento cada vez que emi-
dársele contenido, es un conjunto de normas ten un fallo?
única adecuada, cuando el litigante no puede su autor ya no puede revertirlas, por un tribu-
ignorar que el sorteo del tribunal entraña una nal que las juzgue de acuerdo con su leal saber y
lotería en la que se juega su destino. Si yo co- entender? ¿Lo aceptamos, en cambio, como un
meto cierto delito y llego a ser procesado, ¿qué mal que no puede evitarse? ¿O bien preferiría-
pena me darán dentro de la escala del código? mos que, en medida algo mayor que la actual,
¿Tendré la oportunidad de una probation, más las conductas futuras se hallasen sujetas a cri-
allá del plenario consabido? Al ver la diversidad terios de juzgamiento comunes, públicos y uni-
de las condenas que se aplican, se hace difícil formes? A la hora en la que nos toque la justicia
imaginar qué condiciones de la comisión de mi (con mayúscula, si así queremos nombrarla),
eventual delito han de granjearme una condena ¿cuál de estas alternativas elegiríamos para no-
más breve o más larga: ¿será esta incertidum-
sotros mismos?
bre un medio disuasorio más que se agrega a la
prevención general negativa? Varios años de mi Esta última pregunta es vital, porque interro-
vida, varios años sometidos a esa tortura coti- ga sobre el punto de vista del ciudadano, razón,
diana llamada cárcel, han de lanzarse en el aire,
beneficiario y víctima del sistema jurídico, todo
como las clavas de un malabarista, si llego a ser
a la vez. Los jueces, con razón, están habitua-
declarado culpable.
dos a sus inevitables diferencias y —llevados
He propuesto una reflexión penal porque es por cierta inercia— aplican con parsimonia los
la más dramática; pero es claro que cualquier remedios destinados a unificar jurisprudencia.
proceso en el que me halle involucrado se ve Pero la doctrina más extendida, la que traduce
afectado en buena medida por la misma incer- los lineamientos generales del modo como los
tidumbre. Aunque siempre ha sido así, ahora lo juristas prefieren concebir el derecho, aunque
es más que nunca. El fenómeno es inevitable, sí, considera el tema clausurado como proveniente
pero su incidencia práctica podría reducirse en de una circunstancia inevitable, esconde detrás
alguna medida. de esa resignación una aprobación tácita y casi
entusiasta. ¿Por qué tantas personas están con-
Cualquier debate acerca de los procedimien- formes con tanta diversidad? ¿Por la esperanza
tos para esa reducción, sin embargo, se ve os- de obtener resultados individualmente favora-
curecido por la divergencia acerca del objetivo: bles al observador? ¿Por comodidad corporati-
muchos juristas consideran que la variabilidad va? ¿Por inercia metafísica? ¿Por el deseo de ver
final del derecho para los distintos casos no
la práctica jurídica en crisis, como prolegómeno
sólo es inevitable, sino además benéfica y con-
de algún cambio profundo?
secuencia directa de la diversidad casi sagrada
que se atribuye al ser humano. Mientras pensamos cómo responder a esta
No es éste el momento adecuado para discu- pregunta, cada uno de nosotros sigue, en medio
tir temas metafísicos (debate, sin embargo, tan de la calle, remando en su imprevisible kayak ju-
necesario en otros niveles del pensamiento jurí- rídico, portador de ignotas reglas, excepciones,
dico). Se trata del modo como queremos que las condiciones y consecuencias —que sólo serán
leyes lleguen a aplicarse a los casos concretos, reveladas definitivamente con la eventual deci-
por el canal de la administración judicial y con sión de un juez sorteado para el caso— y espe-
ayuda de la actividad interpretativa. ¿Desea- rando no zozobrar, porque, si eso sucede, toda
mos, en verdad, que las consecuencias de cada esa carga caerá sobre su cabeza en el momento
conducta sean decididas ex post facto, cuando más dramático.
(*) Cfr. La Ley, 25/03/2010, p. 1. LA LEY, 2010-B, 1304. Mientras tanto, la gilada internacional feste-
Cita online: TR LALEY AR/DOC/987/2010. jaba la caída del muro de Berlín creyendo sin-
ceramente que con ella se abriría una etapa de “La ignorancia de las leyes no sirve de ex-
paz y de concordia. Una vez abolidas las sinies- cusa”, proclama el artículo 20 del Código Civil.
tras dictaduras del Este, las esperanzas de sus También comprendo la utilidad política de este
antiguas víctimas se frustraron frente a privati- principio, ya que cualquier persona de mala fe
zaciones corruptas, a la instalación de potentes podría amparar su conducta en una pretendida
mafias y a una pavorosa desigualdad del ingre- ignorancia. Pero destaco que, con él, el edificio
so, todo ello santificado ahora por las jaculato- entero del derecho reconoce como uno de sus
rias del pensamiento único. Y, en Occidente, la fundamentos la división antes esbozada. Así, no
desaparición del adversario oriental generó a su hace falta ser tonto para pertenecer a la gilada
vez una completa falta de disimulo que retrotra- jurídica: basta ser ignorante (es decir, presunta-
jo los términos del debate social a las posiciones mente pobre) o carecer de acceso fácil y asiduo
anteriores a 1848. Cuando nuestro país estalló, al consejo profesional (con la misma implica-
la gilada salió a pedir que se fueran todos, sin ción).
proponerse siquiera un método apropiado para
reemplazar a unos todos por otros todos. En Hay que reconocer, sin embargo, que las co-
consecuencia, el culebrón siguió adelante, entre sas han mejorado sensiblemente. El dere-
esperanzas y desesperaciones más o menos ma- cho romano arcaico era secreto, con lo que un
nipuladas por unos o por otros de los mismos. miembro de la gilada se veía impedido de salir
de esa condición. Desde la Ley de las Doce Ta-
¿Estamos, entonces, hablando de política? blas eso cambió, aunque de modo parcial y su-
No: hablamos de ciertas actitudes que condi- jeto a vaivenes. Las leyes se publican, de modo
cionan cualquier actividad humana. Usamos que quien sepa leer, tenga el tiempo y el estímu-
ejemplos políticos porque en ese ámbito la cir- lo para hacerlo, comprenda el abstruso lenguaje
cunstancia en análisis es más dramática y mejor del legislador, se suscriba a los boletines oficia-
conocida por todos. les nacional, provincial y municipal y no pierda
la paciencia entre edictos y licitaciones tiene la
Pero hay ejemplos estrictamente jurídicos. oportunidad de conocer las normas por las que
Cuando yo cursaba el primer año de la Facultad, será juzgado más tarde. Si no la aprovecha (casi
hace más de medio siglo, me sorprendía encon- nadie lo hace), él habrá sido, por omisión, artífi-
trar en algunos textos opiniones curiosas: los ce de su propio destino. Pero sólo en parte, por-
jueces crean derecho - se afirmaba - pero no hay que la jurisprudencia es más difícil de recopilar
que decirlo. Traducida a un lenguaje más preci- y, de todos modos, no puede aplicarse al caso
so, esta posición indica que, dado que la prác- propio y futuro sino de manera conjetural. Si el
tica del derecho impone la institución judicial, ciudadano del que hablamos termina perjudi-
es inevitable que los jueces introduzcan sus pro- cado por alguna combinación de omisión más
pios contenidos en el sistema jurídico; pero, si o menos culpable y de mala suerte retroactiva,
esta información se divulgara, la propia organi- su relativa buena fe lo hace acreedor a un título
zación social se vería comprometida. Los jueces que opera como consuelo burlón: el de perejil,
podrían sentirse estimulados a hacer abierta- que es como se llama al despistado que, de puro
mente lo que ahora disimulan bajo el manto de gil, ha venido a caer en el lado oscuro y ajeno de
la interpretación y los ciudadanos ya no reaccio- la frontera normativa.
narían cuando las sentencias se apartaran de la
ley (circunstancia ésta que, por otras razones, es En los hechos, el mundo ha reposado siempre
cada vez más difícil de identificar). Por mi parte, —y lo hace cada vez más— en una clasificación
comprendo los fundamentos políticos de tal ac- de las personas entre la multitudinaria gilada y
titud; pero destaco que ella propone dividir a las un segmento minoritario que, a lo largo de la
personas en dos clases desiguales: los juristas, historia, ha recibido diversas denominaciones:
que conocen los entretelones del derecho y tie- ciudadanos, patricios, nobles, parte sana de la
nen por misión la tutela jurídica de la sociedad, sociedad, contribuyentes, círculo áulico, fuer-
y los demás (la eterna gilada), que deben cum- zas vivas, miembros del partido, gente como
plir las funciones que se les asignan sin adquirir uno, carpa chica, capitanes de la industria o em-
del todo una conciencia que no necesitan y que presarios “con llegada”, entre tantas otras. Abo-
podría entrañar algún peligro. lir aquella división puede considerarse como
una utopía irrealizable, al menos en un tiempo visto una película parecida. Y, a veces, con los
próximo. Pero, según creo, siempre puede in- mismos actores.
tentarse disminuir la cantidad de los giles ope-
rativos para que la gilada incremente su nivel También es útil no creerse más astuto que los
promedio de autodeterminación. demás, pecado de soberbia que nos hace tantas
veces víctimas del cuento del tío. Y, en el aspec-
La empresa es difícil, pero no tanto como lo to jurídico-político, conviene tomar en cuen-
parece a primera vista. Pertenecer a la gilada ta que, para tener un derecho razonablemente
no es lo mismo que ser pobre o que ser igno- adaptado a nuestros intereses, no es suficiente
rante, aunque estos factores tienden a condi- con tener democracia: además hay que dejar
cionar desfavorablemente a los individuos. La de ser giles, a fin de extraer de la democracia las
gilada es, ante todo, una actitud: la de conside- ventajas que ella promete en lugar de conservar,
rar que todo está dicho, que nada puede hacer- aun votando, el papel de siervos de la gleba.
se, que los que hacen las cosas sabrán por qué
Desde luego, no todas son actitudes morales
las hacen, que de todos modos es mejor callarse y políticas. Ellas, sean cuales fueren, dependen
y dedicarse a lo de uno. Esa actitud puede ser de las estructuras de nuestro pensamiento. Si no
resignada y conformista o indignada y depresi- conocemos esas estructuras (las que nosotros
va, pero está hecha de tres ingredientes: desin- mismos ponemos a funcionar en cada momen-
formación, falta de memoria y manipulación de to), o si no somos capaces de explicarnos por
la esperanza. Es posible para cada uno salir de qué usamos esas en lugar de otras, esta condi-
aquella clase ejerciendo alguna diligencia en in- ción muestra que somos usuarios de estructuras
formarse, negándose a concebir ilusiones des- ajenas, que alguna vez se diseñaron o se conser-
medidas o a confiar en quienes las proponen, van “para la gilada”. Podemos conservarlas o
absteniéndose de consumir productos intelec- cambiarlas según nuestro propio juicio; pero, si
tuales elaborados “para la gilada”; pero, sobre no nos planteamos siquiera la posibilidad de su
todo, conservando el precioso don de la memo- análisis, abrazamos conscientemente nuestra
ria, capaz de dar el grito de alarma cuando, fren- condición de giles. O, si se quiere, de perejiles
te a una nueva escena, nos avisa que ya hemos del designio ajeno.
cos”. El nódulo razonador del pulmón derecho cada Cámara para su expreso tratamiento, el
empieza entonces a preguntarse si, mientras un que de inmediato considerarán las Cámaras”.
río de lava está calcinando la capital, puede ha- El segundo muslo derecho interviene aquí: yo
ber alguna necesidad o urgencia en modificar creía que todo terminaba en la comisión bi-
el régimen de partidos; en cambio, insinúa, una cameral; si ella tiene que hacer un dictamen y
catástrofe de tal magnitud bien podría hacer ne- mandar el decreto a las dos cámaras, ¿no es esto
cesario recaudar fondos urgentemente para ha- poco compatible con la necesidad y la urgencia
cerle frente. ¿Por qué excluir, entonces, tanto lo del caso? ¿Por qué no se lo envía directamente
impensable como lo que puede ser indispensa- a las cámaras, para su tratamiento sobre tablas?
ble? La norma dice que se lo tratará “de inmediato”:
¿sabrán estos terráqueos lo que eso quiere de-
La lectura, sin embargo, nos depara todavía cir? Es claro que habrá que esperar que la lava se
otras sorpresas cuando advertimos los graves enfríe un poco, pero esta inmediatez ¿no suena
recaudos establecidos para limitar aquella fa- demasiado mediata? ¿Será que, una vez dicta-
cultad excepcional. El DNU debe decidirse en do el decreto, la Constitución espera y desea que
acuerdo general de ministros y todos los mi- se enfríen también las oposiciones y todo quede
nistros han de refrendarlo, junto con el jefe de como si el Congreso hubiera dictado una ley, sin
gabinete. Esto puede ser un recaudo en un régi- que los legisladores se hayan tomado en serio el
men parlamentario, donde el jefe del gobierno trabajo de controlar lo dispuesto? ¿Habrán pre-
debe negociar los ministerios con coaliciones visto los constituyentes que los decretos de ne-
legislativas; pero en uno presidencialista, don- cesidad y urgencia habrían de dictarse —como
de el titular del ejecutivo nombra y remueve los hasta entonces— sin necesidad ni urgencia, y
ministros a voluntad, obtener la firma de to- por eso trataron de poner a salvo a la clase po-
dos ellos es más fácil que comerse un helado lítica (normas electorales y penales, régimen de
de crema: el que no firma es reemplazado y no partidos) y algún retazo de su poder económico
hay nada más que hablar. Sí, se inquieta un seu- (sistema tributario)?
dópodo polémico: pero, en medio de aquella
erupción, ¿no será tan difícil reunir a todos los Tanto razonamiento periférico obliga final-
ministros como convocar a los diputados y se- mente al cerebro central a distraer su atención
nadores? Recordemos que la onda piroplástica de la prevención de los agujeros negros para
no se preocupa por minucias constitucionales: zanjar la cuestión. Afirma que todo es muy sen-
más de un funcionario romano habrá sido tra- cillo: algunos terráqueos se aburren a veces de
gado por el Vesubio. la tarea legislativa, que asumen con tanta serie-
dad en especial cuando se trata del nivel cons-
Hay más. El jefe del gabinete de ministros titucional, e introducen algunas bromas para
debe ir personalmente a someter la medida a que sus juristas se distraigan, ejerciten su mente
una Comisión Bicameral dentro de los diez días. como quien hace crucigramas y recuperen fuer-
Varios órganos del sistema nervioso marciano za y agudeza para aplicarlas mejor a su función
reaccionan: ¿por qué es importante que vaya cotidiana.
personalmente? No sería más rápido y sencillo
mandarlo por correo electrónico? Si los que tie- Es una suerte que no haya marcianos: eso nos
nen que juzgar el decreto son los miembros de libera de explicarles por qué hacemos lo que ha-
una comisión bicameral, ¿no sería mejor que el cemos con nuestras propias leyes. Pero, cuando
decreto ya viniera firmado por esa comisión, en volvemos a mirarnos entre nosotros como ciu-
lugar del inútil requisito de los ministros? Ade- dadanos cuyos derechos descansan en la Cons-
más, ¿qué pasa si el decreto llega más tarde, o si titución y en las normas que en su consecuencia
no llega? La Constitución no lo dice por sí mis- se dictan, no podemos dejar de formular algu-
ma: ¿será que los terráqueos del cono sur consi- nas conjeturas y de concebir algunos propósi-
deran esta consecuencia tan obvia que no vale tos. Mi conjetura es que los redactores finales
la pena establecerla? del texto del artículo 99 inciso 3 se propusieron
precisamente facilitar el gobierno por decreto y
Para terminar, “esta comisión elevará su des- esterilizar todos los controles legislativos sobre
pacho en un plazo de diez días al plenario de un ejecutivo cada vez más fuerte, pero hacerlo
con palabras que sugirieran un propósito preci- drían acaso imaginarse, pero para apreciarlas
samente opuesto. En todo caso, los artículos 17, no vendría mal recurrir a la ayuda de nuestros
23 y 24 de la ley 26.122 (Adla, LXVI-D, 3619) no ingenuos, pero razonables, colegas del espacio;
hacen más que impulsar esa tendencia hacia lí- no sólo para establecer los supuestos que pue-
mites que el texto constitucional no se atrevió a dan constituir “necesidad y urgencia”, sino tam-
proponer. bién para decidir en qué condiciones un decreto
que los satisfaga puede considerarse convalida-
Si mi conjetura es correcta, cosa que no pue- do o rechazado por el Congreso. ¿Cómo es eso?,
do garantizar, hay que reconocer que el redactor preguntaría el alienígena: ¿los legisladores, para
del inciso 3, en su afán de disimulo, dejó abierta ejercer su propia función, que es aprobar una
una puerta para malograr sus propias intencio- ley, necesitan el concurso de las dos Cámaras y
nes al conceder las palabras “solamente cuando la promulgación por el Ejecutivo, pero al Ejecu-
circunstancias excepcionales hicieran imposi- tivo —cuya misión es distinta— le basta con su
ble seguir los trámites ordinarios previstos por voluntad y, acaso, la de una sola Cámara?
esta Constitución para la sanción de las leyes”.
No es excepcional, sino un accidente normal de Preguntas como ésas merecen ser planteadas
la vida republicana, que una iniciativa del Po- y respondidas. No sólo en el tema de los DNU,
der Ejecutivo no cuente con la aprobación de que aquí sirve apenas de ejemplo dotado de
alguna de las cámaras. En tal situación el trámi- actualidad, sino en general frente a numerosas
te ordinario puede seguirse sin dificultad, aun- perplejidades que la redacción de las leyes sus-
que su resultado no sea el apetecido. ¿Podría cita a lo largo de las últimas décadas. Es sobra-
entenderse el artículo como una autorización damente sabido que la interpretación jurídica
lisa y llana a gobernar por decreto en cualquier dispone de muchos —demasiados— métodos
circunstancia en la que la aprobación legislativa conflictivos entre sí y ningún criterio superior
fuera políticamente dudosa? Sería difícil conci- que indique qué método emplear en cada caso:
liar esa interpretación, no ya con la sospechada ése es uno de los defectos del derecho, no una
intención del redactor, sino con la inclusión en de sus ventajas, aunque muchos crean lo con-
el texto constitucional de los artículos 77 a 83 y, trario. Mientras ese defecto no sea susceptible
especialmente, con la tozuda permanencia del de reparación en el método legislativo (utopía
artículo 1º. que no es inmediatamente previsible), la since-
ridad de los propósitos de cada uno y el intento
¿Será preciso, pues, pensar otra vez en la de conciliarlos entre sí frente a la opinión públi-
erupción volcánica de Entre Ríos y Rivadavia? ca ayudaría al menos a sobrellevarlo sin caer en
¿En una repentina invasión de imperialistas no- alguno de los agujeros negros con los que nues-
ruegos? Algunas alternativas más probables po- tro amigo marciano trataba de lidiar.
Dicho de otro modo, nuestra conducta de- Que la diferencia sea teórica no la hace irrele-
pende de estímulos o refuerzos, que pueden ser vante, ni mucho menos, porque ella se derrama
aversivos (quemarse al acercar la mano al fuego, sobre otros planos del pensamiento, empezan-
tener una mala nota en la escuela, ser sanciona- do por el jurídico y el político. El indeterminis-
mo postula la autonomía del hombre, no como
do por una infracción) o positivos (tener éxito
ideal político, sino como un hecho ontológico;
en nuestro propósito, ser elogiados o acepta-
aunque acepta que muchos condicionamien-
dos, obtener un premio). De esta manera, a lo
tos influyen en su conducta (si no fuera así, el
largo de nuestra vida, somos amaestrados de tal
derecho mismo carecería de sentido), rescata
suerte que, fuertemente reforzados de antema-
una pequeña burbuja de autonomía y, aun sin
no (llamamos a esto aprendizaje moral), somos
explicar cómo toma el sujeto esas decisiones
capaces de “resistir la tentación” (de los refuer-
no causadas, se considera exento de investigar
zos actuales) gracias a nuestra “fuerza de volun- los motivos hasta el final, a la vez que considera
el control social como una especie de mal ne-
(*) Cfr. La Ley, 04/06/2012, p. 1. LA LEY, 2012-C, 1372. cesario, cuyo alcance debería restringirse, en
Cita online: TR LALEY AR/DOC/2425/2012. lo posible, para dar mayor campo a la libertad.
do, además, por un mar de condicionamientos le mostró que ni siquiera es racional. Humor
de orden biológico, ambiental, cultural, ideoló- epistemológico aparte, es muy conveniente en
gico y derivados de experiencias de la historia materia jurídica cobrar conciencia de la con-
individual, conscientemente recordados u ocul- troversia, adoptar una actitud respecto de ella
tos en algún vericueto de las neuronas. En otras y, sobre todo, apreciar lealmente las razones
palabras, control social deliberado o control so- (¿los motivos?, ¿las causas?) que nos conduz-
cial caótico: al primero llamamos orden, y al se- can a adoptarla. Tal vez decidamos que somos
gundo, libertad. parecidos a Dios; acaso, que somos robots de la
naturaleza y de la historia. Ninguna de las dos
Alguna vez se dijo que el orgullo humano ha opiniones cambiará los hechos cotidianos, pero
sufrido tres grandes humillaciones a manos de cualquiera de las dos es capaz de clarificar nues-
la ciencia: la de Galileo, que lo expulsó del cen- tras ideas acerca de la justificación del derecho,
tro del universo, la de Darwin, que hizo notar de los límites de la responsabilidad y del sentido
que el hombre es un animal, y la de Freud, que de la libertad.
nificaría ese adjetivo?), pero sí, al menos, que Respondidas que sean las preguntas prece-
sea sincera, explícita y fundada en argumentos dentes, su resultado comprometerá a quien lo
capaces de ser apreciados o debatidos por cual- haga a asumir actitudes coherentes con su pa-
quiera. Esta condición incluye que no sean pu- recer. Si queremos que los condenados desapa-
ramente mágicas ni fundadas en el “siempre se rezcan de nuestro panorama y no nos cuesten
hizo así”. dinero, atrevámonos a proponer que se los mate
rápida y silenciosamente. Si preferimos respetar
Si pensamos que el derecho penal merece su- la dignidad humana de los presos, definamos
perar, aunque sea parcialmente, las objeciones primero los alcances de esa dignidad, dispongá-
abolicionistas, y si tenemos argumentos para monos a multiplicar el presupuesto penitencia-
sostenerlo, hemos de decidir si la pena privativa rio, a construir cárceles modelo que se parezcan
de la libertad merece a su vez contarse entre los más a escuelas que a jaulas y decidámonos en
castigos (no importa ahora para qué gravedad combatir la corrupción que rodea y empapa la
vida de las prisiones. Si consideramos a los con-
de los delitos). En caso afirmativo, será preciso
denados nuestros enemigos y nuestro deseo es
establecer, de modo operativo y no meramente castigarlos duramente con humillaciones, ma-
declamatorio, en qué condiciones la admitire- los tratos y enfermedades, dejemos las cosas
mos. En este contexto, no basta reconocer que como están, pero abstengámonos de calmar
las cárceles funcionan mal y deben mejorarse: nuestra conciencia con reflexiones humanita-
hay que fijar un límite mínimo de funciona- rias, ya que cada vez que alguien se queda con el
miento por debajo del cual la pena de prisión dinero de su manutención, cada vez que un pre-
sea en sí misma ilícita e inaplicable, así como la so aparece ahorcado en su celda, cada vez que
alternativa a emplear en tal supuesto. Y encon- un motín acaba con muertos y heridos, cada vez
trar argumentos para soportar su mal funciona- que un ex convicto se sumerge en la miseria o
miento apenas por encima de ese umbral, así muere durante la comisión de un nuevo deli-
como para justificar prácticamente su no apli- to, representa una pequeña victoria en nuestra
cación cuando las condiciones no superen ese batalla contra quienes, a nuestro entender, han
mínimo exigido. perdido las prerrogativas humanas de las que
nosotros y nuestros amigos, que aún no hemos
Nótese que no estoy afirmando tesis deter- sido procesados, todavía gozamos.
minadas, sino planteando una secuencia de
interrogantes que sería temerario negarse a res- Si se encara el pensamiento jurídico desde
ponder. Esto último, sin embargo, es lo que su- una filosofía fundada en el análisis de los con-
ceptos y en el sinceramiento de los criterios
cede de hecho: el castigo se mantiene mientras
antes que en la postulación de verdades tras-
algunos lo controvierten; la cárcel se preserva
cendentes, cualquier opinión o sistema de opi-
aunque muchos la desaprueban ideológica- niones puede sostenerse, para ser debatido con
mente, y casi todos se rasgan las vestiduras por quienes piensan de otro modo. Pero es insosla-
las condiciones de vida de los internos y su falta yable que aquello que pensemos tenga claridad,
de “resocialización”, situación que, en definiti- sea consecuente consigo mismo y sirva para
va, queda al servicio de la concepción social de determinar lealmente nuestras actitudes en la
la condena (y aun de la detención preventiva) práctica. De otro modo, el pensamiento se vuel-
como un símbolo de segregación social perma- ve inútil y adquiere un efecto anestésico o una
nente para quien es caracterizado como ma- función de placebo que poco contribuyen al de-
leante. sarrollo de nuestras reales preferencias.
to: a veces lo consigue, pero segmentos enteros visa extranjera o en bienes durables. El sistema
de la población quedan esperando el prometido de precios se vuelve imprevisible, lo que agrega
derrame del bienestar de los ricos, que en paí- a cualquier negocio un costo adicional y la in-
ses como el nuestro tiende a producirse hacia versión tiende a limitarse a actividades de alto
el extranjero en mayor medida que a la genera- rendimiento inmediato o bien garantizadas por
ción de empleo decente. Y en ciertos momentos las conexiones políticas. Cuando todo empieza
de crisis, en los que el negocio financiero pre- a fallar y la economía entra en un estado como
domina sobre el productivo, las diferencias de el que los médicos llaman descompensación
distribución no hacen más que anunciar una cuando se trata de un paciente, llega el infier-
catástrofe segura. no: la moneda pierde la última brizna de con-
fianza, los precios desaparecen, quien vende
¿Quién pondrá coto a los abusos? Esa es la fun- un bien ha de conjeturar el costo de reposición
ción del Estado, pero ella es un arma de doble y quien lo compra debe pagarlo en el momento
filo. Cuando se asiste al derrumbe de la Unión de la entrega, porque si lo hace después su pago
Soviética, uno puede pensar que, con más liber- ya no tendrá el mismo valor. Nuestro país ha vi-
tad económica, eso no habría sucedido; cuan- vido esa situación: algunos comercios vendían
do se observan las penurias de Grecia, Portugal, al contado y ofrecían al cliente devolverle al mes
España e Italia, es inevitable imaginar que, con siguiente la mitad del precio pagado: esa mitad,
mayor y más oportuna intervención estatal, eso
se calculaba, sería una ínfima parte del nuevo
podría haberse evitado. ¿Cuál es la medida “ar-
valor del bien. Así se llega a lo que conocemos
mónica” de la intervención deseable? Este es un
como hiperinflación.
tema para expertos, pero también dependiente
de la actitud informada de los ciudadanos: los Pero en aquel infierno puede todavía temerse
dos elementos, sin embargo, están contamina- su último círculo. Cuando la paridad cambiaria,
dos por los factores que he mencionado al prin- en lugar de seguir el ritmo alocado de los pre-
cipio. cios, se mantiene más o menos estable, las divi-
¿Qué puede decirse —por ejemplo— de la in- sas se convierten en lo más barato del mercado:
flación? Lo primero, que es un hecho, consis- quien puede comprarlas las gasta en Miami (el
tente en el aumento generalizado de los precios fenómeno del deme dos), pero los bienes pro-
internos y no un dato que pueda manipularse ducidos en el país pierden competitividad, el
en el relato gubernamental ni un delito que el mercado se ve inundado por mercaderías im-
Estado sea capaz de reprimir. Lo segundo, que portadas si es libre o estrangulado por la esca-
hay argumentos para condenarla. Lo tercero, sez en caso contrario, la inversión productiva se
que también los hay para defenderla. En este paraliza y transfiere a las finanzas, las fábricas
punto es preciso distinguir nuestro juicio acerca cierran, llega el desempleo y los problemas eco-
del origen de los problemas de nuestra opción nómicos se convierten en explosión social. La
de los medios para resolverlos o sobrellevar- Argentina también ha vivido esto.
los. Una cosa es cómo y por causa de qué o por
culpa de quiénes se llega a una situación difícil: Imaginemos ahora que, en una situación de
otra distinta es cómo y a qué costo es posible sa- caos semejante, el Estado no pudiera pagar los
lir de ella (la deuda externa es otro campo pro- insumos y los salarios, ni siquiera en moneda
picio para esta distinción). depreciada. Algo de eso es lo que está sucedien-
do en el sur de Europa, cuyos países no pueden
La inflación es mala; por lo menos, lo es cuan- devaluar el euro mediante la emisión de mone-
do excede un porcentaje ínfimo. La devaluación da; otro tanto ocurrió entre nosotros durante la
de la moneda en términos de poder adquisiti- convertibilidad. Los Estados Unidos, en cambio,
vo interno estimula al principio el consumo, lo dueños y únicos impresores del dólar, inunda-
que genera mayor actividad económica; pero ron el mercado con emisión y empezaron rá-
también perjudica sistemáticamente a los más pidamente a salir de su crisis, no sin dejar un
débiles (que son los trabajadores, los jubilados tendal de damnificados internos y generar una
u otros ciudadanos con ingresos fijos) y a la vez situación conflictiva, donde los indignados to-
desalienta el ahorro, salvo el que se haga en di- davía proclaman “ocupemos Wall Street”.
Desde luego, esto no quiere decir que la infla- catástrofes inevitables y gravísimas, cuando la
ción sea buena: es como una peligrosa traqueo- economía sufre es posible volver la vista hacia la
tomía que se practica a alguien que se asfixia, política que condujo a ese estado o que, acaso,
pero no constituye un remedio apropiado para podría haber suavizado sus efectos dañosos; no
las vicisitudes de la economía cotidiana. Cuan- con el conocido ánimo de buscar chivos expia-
do la inflación se hace indispensable es porque torios, sino para ejercer un juicio reflexivo hacia
algo muy nocivo sucedió antes: normalmente el pasado y fructífero hacia el futuro.
una deficiente administración de los recursos,
la falta de previsión de necesidades futuras o de Puede sugerirse, pues, una segunda frase,
situaciones novedosas, el derroche enlazado a que es como el reverso de la primera: ¡es la po-
la corrupción o la distracción de ingresos en ac- lítica! Ella no niega la anterior: sólo se le acopla
tividades propagandísticas. y la complementa. Las dos juntas deberían ser
un punto de partida para el momento en el que
Se ha hecho famosa una frase del ex presiden- los ciudadanos adoptan sus propias decisiones,
te Clinton: “¡Es la economía, estúpido!” Segura- destinadas a influir en la economía y en el dere-
mente no le faltaba razón: cuando la economía cho tanto como en la política. Acaso el remedio
mejora, se vuelve más llevadera y promisoria la central —aunque no infalible— para todos estos
situación política de quien la dirige o al menos temas no resida en la ideología ni en la emoción,
aparece presidiéndola. Pero, cuando se mira sino en la adopción de un método racional para
todo el asunto con una perspectiva más amplia, el pensamiento. Y, en este nivel de análisis, ya
también resulta justificada la relación inver- no hay ideas políticas, interpretaciones jurídi-
sa: en cada situación económica, buena o mala cas ni teorías económicas, sino el puro, simple
que sea, hay maneras prudentes y maneras im- y antiquísimo desafío del ser humano puesto a
prudentes de conducirse respecto de ella. Salvo pensar.
mismo antes, de manera preventiva y general, Aparte de todo esto, hay lugares comunes del
mediante la educación, la prédica moral y las pensamiento penal que, dignos de todo apoyo
amenazas de la ley? Para decirlo en términos desde su inicio como límites a la arbitrariedad
decididamente heréticos: quien comete un deli- y a la crueldad del Estado autoritario, han ter-
to culposo es una buena persona (ajustada a los minado por sacralizarse hasta el punto de servir
condicionamientos y enseñanzas sociales) que como argumentos de partida antes que como
tuvo un mal momento de descuido, pero el au- conclusiones de premisas precedentes. Uno de
tor de un hecho doloso tiene malas intenciones: ellos es el rechazo del “delito de autor”, que pre-
una tendencia consciente a menospreciar los viene la “portación de cara” y toma nota de la
derechos ajenos, lo que lo hace peligroso para dispar aplicación de la ley penal a ricos y a po-
la sociedad. Y, si es reincidente, más seguros es- bres, pero tiende a disminuir tal aplicación a
tamos de eso. los últimos en lugar de incrementarla respecto
de los primeros e ignora lo que parece el funda-
He mencionado antes la controversia entre mento social último del sistema penal, que es el
los expertos, que tienden en alguna medida al deseo de evitar el delito más que castigarlo, aun-
abolicionismo, y la opinión pública, que ansía que el castigo —con la excusa que fuere— sirva
que “los delincuentes se pudran en la cárcel”. para satisfacer aquel deseo. Se critica la preven-
Los primeros dicen que las sanciones, y espe- ción general con el argumento kantiano de que
cialmente la prisión, sirven de poco y nada: tal no debe tomarse al ser humano como medio
vez tengan razón, aunque a muchos les cuesta para fines ajenos, pero no se advierte que esto
admitirlo. Pero ese es un tema técnico en el que es exactamente lo que se hace en los ámbitos
no me siento autorizado a intervenir. Observo, del comercio, del trabajo, de las finanzas y, hasta
en cambio, que en el interior del propio pensa- cierto punto, incluso en las relaciones de familia
miento penal subsiste una tensión entre varias o de amistad. Se da por sentado que nadie pue-
convicciones. El retribucionismo se conside- de ser obligado a declarar contra sí mismo, ex-
ró como un vestigio entre religioso y despótico celente fórmula constitucional concebida para
(castigar el pecado y la ofensa contra el Estado), desalentar la tortura; pero su origen se pierde
hasta que más recientemente se lo rescata como de vista cuando se invoca ese principio para im-
apoyo garantista, ya que es la única justificación pedir o dificultar la obtención de pruebas que
del castigo que permite fundar cierta propor- nacen de la persona, pero no implican violen-
cionalidad con la gravedad del delito (todas las cia sobre ella. Se considera sagrada la intimidad
teorías preventivas llevarían a adoptar otros pa- del individuo, pero no se discuten (cuando me-
rámetros). A veces, no sin causar cierta perple- dia orden judicial) las figuras del allanamiento,
jidad, se invoca la sanción como una forma de del secuestro de cartas y documentos, de la es-
proteger al propio infractor contra la venganza cucha telefónica y del análisis de las computa-
privada: es como la madre que, al castigar a su doras personales, donde se vuelca gran parte de
hijo, le dice “lo hago por tu bien”. Existe cierto la vida privada, de las comunicaciones y hasta
consenso académico en la inutilidad del cas- de los pensamientos recónditos del ser huma-
tigo y aun en el efecto contraproducente de la no. Si se inventara un medio de revisar la mente
prisión, pero nunca se propone públicamen- del imputado o investigado y extraer de ella los
te la abolición de tales elementos, sino sólo su contenidos que se juzgaran útiles para esclare-
reducción y reemplazo parcial por penas alter- cer un delito, sin daño alguno, físico ni mental,
nativas. Es común —y muy plausible— afirmar para el afectado, su empleo por orden judicial
que la desigualdad y la exclusión son facto- ¿se consideraría un avance fascista y totalitario
res importantes en la generación del delito, así sobre la dignidad humana, o se lo asimilaría al
como comprobar que la vida carcelaria es insa- allanamiento autorizado por el artículo 18 de la
lubre, penosa hasta los límites de la tortura y re- Constitución?
productora de las peores tendencias; pero estas
comprobaciones, así como el propósito de pro- En este punto debo pedir disculpas al lector
mover la igualdad, la inclusión y la educación por no proporcionar respuestas ni proponer po-
común, sirven más como postulación de políti- líticas concretas. Esa tarea corresponde a crimi-
cas futuras que como respuestas prácticas para nólogos y penalistas, profesiones que respeto y
el dramático “aquí y ahora”. a las que no pertenezco. Desde la filosofía del
derecho, en cambio, es útil formular preguntas: impida perseguirlos, no sólo en un caso particu-
preguntas capaces de poner de resalto proble- lar ni en un segmento especial del pensamiento,
mas y conflictos que, si no fueran advertidos, sino en todos los órdenes de su vida personal,
difícilmente recibirían solución. El pensamien- cotidiana, académica y profesional).
to jurídico, como el filosófico, como el político,
como el cotidiano, puede seguir las más diver- Todo el discurso jurídico está afectado, aquí
sas direcciones, según apreciación del sujeto y allá, por carencias respecto de aquellos requi-
que lo ejerza; pero, cualquiera sea su orienta- sitos, lo que tiende a disminuir su eficacia para
ción, su contenido debe ser coherente (exento tratar los problemas que a todos nos incumben.
de contradicciones internas), emotivamente ad- Acaso sea necesario introducir unas cuantas he-
misible en su conjunto (tal que quien lo ejerce rejías en cada una de sus ramas: las que aquí se
esté dispuesto a aplicarlo en su propia práctica ensayan en materia penal, aun con los errores
intelectual) y pragmáticamente admisible tam- que puedan contener, parecen una buena opor-
bién en su conjunto (tal que permita a su autor tunidad para suscitar debates que, al parecer,
obtener sus propios objetivos, o al menos no le nos debemos.
ha atrevido a procesar a Marcelo, el mismísimo por mí y por mis amigos. Por cierto, Roberto, Va-
protector de Roberto. Buscamos denodadamen- lerio y Martín (hoy retirado) son mis consocios,
te y encontramos lo que buscábamos: nadie es aunque a través de intermediarios. Alejandro si-
inmune a un archivo. Claro que, a esta altura, gue enojado conmigo, pero ya se le pasará. Eso
ni yo ni Roberto ni Marcelo lo somos tampoco, es reconciliación, pluralismo y mantenimiento
pero eso no importa, porque para algo tenemos de lazos cordiales y patrióticos más allá de ban-
el poder: me rasgo públicamente las vestiduras derías políticas.
y, por lo menos, consigo que Alejandro, con su
anterior prestigio manchado, sea apartado de la El otro día, un amigo de mi nieto encontró
investigación, que va a parar al Dr. Martín, pro- en mi biblioteca los libros de Ingenieros y de
tagonista de muchos archivos peores, pero ami- Rousseau. También el Manifiesto, a medias des-
go seguro. hojado. Me miró con curiosa hostilidad y me
preguntó: ¿por qué los políticos son así? No va-
Una novedad: las elecciones han dado ahora
la presidencia al Partido de la Defensa Popular, lía la pena responderle: los jóvenes no entien-
formado por un ala disidente del PSN y otros den nada y se dejan llevar por sus tempranas
grupos de oposición. Yo soy electo senador por rebeldías.
mi provincia, donde todavía ganó el PSN. Pero,
después de una campaña ferozmente opositora, El cuento que antecede es imaginario, pero no
mi gobernador (Roberto, claro está) me explica del todo. Es un ejemplo conjetural que puede
que, sin los aportes del Tesoro nacional, no po- servir para entender algunos fenómenos políti-
drá pagar los sueldos a fin de mes y la protesta co-morales que subyacen a gobiernos y partidos
popular lo obligará a renunciar. Él va a Buenos dispares, a saber:
Aires a cada rato, a mendigar cuotas de impues-
tos participativos, y me advierte que debo estar a) Que la clase política encierre una dosis de
dispuesto a apoyar los proyectos legislativos del corrupción para desespero de los honestos que
PDP para que el flujo de fondos continúe. Uno también la integran;
de estos proyectos es la reestatización de aque-
lla empresa que antes habíamos privatizado. En b) Que la orientación política de los candida-
cierto modo, eso me satisface: recuerdo que mi tos, que antes daba lugar a debates ideológicos y
voto de entonces no había sido muy volunta- se expresaba en plataformas electorales, hoy se
rio. Cierto es que ahora el nuevo cambio costa- vea sustituida por la mera imagen pública, aun-
rá al país reclamos internacionales por muchos que sea artística o deportiva;
millones de dólares: no solo de la empresa que
puso el dinero y que ahora pedirá el triple, sino c) Que sea tan difícil acordar y llevar adelante
también de Valerio, que no puso un peso, pero proyectos de largo plazo, eclipsados por las me-
ha pasado a formar parte de una sociedad en didas de rédito electoral inmediato;
Bahamas con el aporte de sus derechos. Yo aca-
bé por comprender que la historia no es inmó- d) Que al cabo de cada gobierno los ciuda-
vil, por lo que hice pública mi nueva adhesión danos sean notificados de que en ese tiempo
al PDP: cada uno debe ser fiel a sí mismo an- habían vivido una fiesta y que ahora deben pa-
tes que decisiones adoptadas en circunstancias garla;
pretéritas. Además, aprendí a no ser sectario: las
relaciones personales pueden mantenerse por e) Que los cargos electivos, políticos o sindica-
encima de las ideologías. Después de todo, la les, que se suponen puestos de sacrificio y duro
política nunca es gratis: cuesta mucho dinero y trabajo patriótico, sean tan ambicionados y den
es preciso formar y mantener un colchón eco- lugar a competencias desleales y a veces san-
nómico en el cual apoyar la propia actividad. grientas;
Esta necesidad, común a todos los partidos, no
puede satisfacerse sino mediante relaciones f ) Que tantos políticos cambien de partido,
pragmáticas. Por eso, desde hace años soy socio vuelvan al anterior del que han sido expulsados
de varias empresas poco conocidas, que obtie- o formen a su alrededor partidos nuevos, a los
nen beneficios de la posición política alcanzada que brindan “conducción”.
tenga de comer una golosina antes del almuer- nombre de la comunidad, por la vía democrá-
zo; que el adolescente comprenda el valor del tica.
estudio frente al mero entretenimiento; que el
adulto mantenga sus promesas, aunque eso le El problema es que la vía democrática tam-
cueste algún sacrificio. Y, en términos más jurí- bién es víctima de las tendencias apuntadas al
dicos, que el comerciante satisfaga sus deudas, principio. Demasiado a menudo, los represen-
que el ciudadano evite matar a su prójimo mo- tantes del pueblo prefieren aplicar la energía co-
lesto, que el funcionario emplee su esfuerzo y mún a sus propios intereses (que oscilan entre la
su presupuesto para el beneficio común, que el conservación de la primacía electoral y la lisa y
contribuyente pague sus impuestos. llana corrupción), en detrimento de lo que ellos
mismos proclaman como el bien público. Y los
Todas esas conductas son contrarias a reac- propios electores, a veces, prefieren a quienes
ciones, apetencias e intereses inmediatos e in- les prometan soluciones inmediatas, pero cos-
dividuales, por lo que provocarlas no es fácil. tosas y acaso pasajeras, en lugar de los que pro-
Diversos medios persiguen ese propósito: la pongan soluciones de largo plazo, más eficaces
educación, la prédica moral, la amenaza de la y a la postre más baratas, pero que impliquen al-
pena, el fervor religioso y la oferta de premios. gún sacrificio actual. De este modo, cuando las
Pero su empleo no siempre da el resultado ape- últimas se imponen por imperio de las circuns-
tecido y sus efectos jamás son definitivos: una tancias, lo hacen por vía de emergencia, ahora
y otra vez afloran las conductas que, por hallar inminente y triplemente costosa: por el desper-
su impulso en íntimas tendencias, resultan más dicio anterior y por el recargo que siempre oca-
probables en ausencia de una energía de senti- siona la urgencia.
do contrario. Se trata de un efecto semejante al
de la segunda ley de la termodinámica: la ener- Como puede observarse, hay un continuo en-
gía tiende a dispersarse en la entropía, a menos tre el chico que quiere comerse la golosina, el
que se ejerza constantemente una energía adi- contribuyente que evade impuestos, el legisla-
cional para mantenerla ordenada. dor que se niega a considerar lo que no ayude a
su reelección, el funcionario corrupto y el elec-
Por supuesto, esa energía adicional siempre tor que vota con el bolsillo (su bolsillo de esta
se aplica, pero no necesariamente en el punto misma tarde, no el de pasado mañana). La en-
adecuado ni con el objetivo previsto. Y aquí es tropía tiende así a devorar la salud, la educa-
donde está el punto crucial: ¿cuál es el objetivo ción, la convivencia, el presupuesto, el gobierno
que se tiene en vista? y la conciencia de los ciudadanos, a menos que
la energía necesaria se acumule y se aplique en
Tomemos como ejemplo la economía. Adam sentido contrario. Siempre habrá una disper-
Smith hablaba de la mano invisible del merca- sión entrópica, porque la termodinámica no
do. Allí, sostenía, cada actor persigue el objetivo perdona. Pero la eficiencia de la acción neguen-
de su propio lucro, pero la ley de la oferta y la de- trópica (así la llaman los expertos) es capaz de
manda hace que las acciones emprendidas para reducir esa dispersión y aprovechar mejor los
lograrlo redunden en beneficio de la comuni- recursos (materia, energía, información) de los
dad, por medio de mayor y mejor producción que pueda disponerse.
y paulatina disminución de precios. El sistema
funciona de manera automática, pero desper- El derecho no es el único campo, ni siquiera
dicia gran cantidad de energía y deja muchas el principal, al que estos razonamientos pue-
víctimas tendidas en el camino. El comunismo den aplicarse, pero reflexionar sobre el uso de
intentó eliminar esos defectos mediante una la energía que invertimos en él permitiría me-
planificación central que reemplazara las leyes jorar en gran medida la eficiencia del derecho
del mercado y amparara a todos, pero generó como instrumento de organización, conviven-
su propia entropía y terminó en un retraso de la cia y progreso sociales. Algunos obstáculos se
producción y del consumo. ¿Será prudente, tal alzan en el camino de esa reflexión. Uno es la
vez, alguna combinación de ambos sistemas? tradición, que tiende a cegar nuestra capacidad
Esta es una respuesta política que no propondré crítica. Otro es el pensamiento mágico, que nos
aquí: son los gobiernos quienes deben darla en habitúa a creer en las ficciones y a confundir el
significado de las palabras con el efecto emotivo ría preciso mantener la memoria de ellas y re-
que su pronunciación provoca en nuestro áni- frescarla de vez en cuando.
mo. Otro más, la picardía de cierta proporción
de operadores, frente a lo que Martin Luther Mientras tanto, el ciudadano, el trabajador, el
King llamaba “el silencio de los justos”. Acaso la empresario, el jurista, el legislador y el funciona-
experiencia de fracasos repetidos pueda ven- rio siguen condenados a la pena de Sísifo, acaso
cer en alguna medida aquellos obstáculos, pero satisfechos de saborear su golosina cada vez que
para aprovechar el fruto de tantas catástrofes se- la piedra rueda montaña abajo.
(*) Cfr. La Ley, 21/09/2016, p. 1. LA LEY, 2016-E, 1262. Desequilibrios de la política económica. Más
Cita online: TR LALEY AR/DOC/2387/2016. allá de las controversias sobre teoría económi-
ca, la política relativa a ella parece oscilar entre que con distinta orientación. El otro remedio
dos pulsiones. Una busca elevar el nivel de vida pone sus esperanzas en la propia democracia: si
de los menos favorecidos, así como la igualdad el pueblo soberano advierte la gravedad de los
y la integración social, lo que requiere un fuerte problemas y entiende por qué se producen, me-
gasto social no siempre acompañado por la re- diante el voto irá corrigiéndolos. Mientras tanto,
caudación fiscal, y otra pretende incrementar el el sistema republicano de frenos y contrapesos
crecimiento de la economía y la competitividad se encargará de ejercer controles entre grupos
de las empresas, lo que suele implicar reducción y poderes y de evitar disonancias graves en la
de gastos y subsidios, rebaja de los derechos la- construcción de la voluntad popular.
borales y concentración de la inversión en el
sector privado. No importa aquí cuán acertado Este último es claramente el camino preferi-
sea el planteo de esta controversia, sino el modo ble, pero en él se alzan graves obstáculos.
como ella es tratada en la práctica política. En
efecto, los argumentos a favor de una u otra sue- Uno de esos obstáculos es el defecto de la in-
len tener componentes ideológicos, pero más a formación. Aun en un régimen de completa li-
menudo emotivos, cortoplacistas y vinculados a bertad de prensa y de opinión, los datos que
preferencias de otra naturaleza, hasta tal punto llegan a los electores aparecen fragmentados y
que los mismos ciudadanos, e incluso los mis- filtrados de tal suerte que lo inmediato y sensa-
mos políticos, son capaces de votar y proclamar cional opaca las condiciones causales, cotidia-
sucesivamente las dos tendencias. nas y más profundas. No cabe culpar de esto a
los medios de comunicación, que buscan pro-
Clientelismo. El clientelismo es la forma de- veer a sus consumidores el material que ellos
mocrática del feudalismo, así como el paterna- apetezcan: es un hecho insoslayable que el ciu-
lismo es su forma conservadora, el caudillismo dadano medio, atenazado por conflictos fami-
su modalidad salvaje y la mafia su variante sub- liares, laborales y económicos, no se siente con
terránea. Con diferencias de forma, en todos ánimo para adentrarse en consideraciones de
los casos se trata de un acuerdo más o menos teoría económica y social y, salvo con esfuerzo
tácito por el cual las personas más vulnerables extraordinario, prefiere ver (y elogiar o criticar)
se colocan bajo el amparo y la autoridad del po- la realidad que lo rodea como un reality show en
deroso, con independencia del juicio político o el que él mismo rara vez participa.
moral que sus actitudes merezcan. El caudillo,
dirigente o puntero, grande o pequeño, distribu- El mismo ciudadano, cuando decide su voto,
ye empleos, subsidios y otros favores a cambio cuenta con aquella información fragmentaria
de apoyo, obediencia y lealtad, actitudes que, y radicalmente personalizada, aderezada con
cuando se traducen en votos, ayudan a consoli- imágenes y eslóganes de publicidad y relativiza-
dar la posición del caudillo mientras otro no lo- da por un fondo de escepticismo e incredulidad
gre desplazarlo para reproducir el esquema. De general. Aunque la información útil sea accesi-
este modo, el clientelismo se vale de la demo- ble, el sujeto no tiene tiempo ni ganas de bus-
cracia, pero tiende a vaciarla de contenido repu- carla. Cualquier semejanza entre esta realidad y
blicano y, de paso, sirve para comprender mejor el modelo democrático en el que el pueblo de-
el fenómeno anteriormente descripto. cide conscientemente su propio destino resulta,
pues, notablemente cosmética.
Los problemas mencionados son harto cono-
cidos, y contra ellos se han ensayado diversos A su vez, los frenos y contrapesos que la Cons-
remedios. Uno de ellos, afortunadamente des- titución establece sin mucha convicción (véa-
prestigiado, es el autoritarismo liso y llano: al se, a modo de ejemplo, el artículo 99 inciso 3)
asimilárselos con el funcionamiento democráti- se han revelado ineficaces en numerosos mo-
co, se postulaba eliminarlos de cuajo mediante mentos de la historia. En una sociedad caudi-
un gobierno dictatorial, que “pusiera las cosas llista, que cuando puede ejercer la democracia
en su lugar”. Es claro que el lugar que se preten- por delegación, es habitual que la situación os-
día para las cosas distaba de tener consenso y cile entre dos alternativas: o bien una mayoría
que la solución propuesta tenía a menudo los amplia domina los resortes más importantes y
mismos defectos que el régimen derrocado, sólo acaba por fagocitar las instituciones de control,
con inclusión del poder judicial o buena parte Las emociones, es sabido, quedan básica-
de él, o bien un gobierno con menor dominio mente fuera del control racional y hallan su ori-
o mayores escrúpulos se ve crecientemente ja- gen en la historia personal de cada individuo,
queado y encuentra dificultades para mantener dentro del marco valorativo de la cultura en la
su equilibrio. que él nació, se educó y trata de subsistir. Esa
cultura, entre nosotros, tiene un elemento mági-
Parece posible — dentro de algún margen de co, acaso proveniente de los cuentos infantiles,
error — identificar algunas de las rémoras de las pero ampliamente explotados por la propagan-
que aquellas dificultades emanan. da. El hecho es que, en lo más íntimo, nos gusta
pensar que los peores males pueden disolverse
En primer lugar, están las ideologías. No me con un ademán enérgico, como si una pesadilla
refiero con esta palabra a los sistemas de pen- se desvaneciera, y que apreciadas ventajas po-
samiento político, económico y social que cada drían aparecer súbitamente, bien por azar, bien
uno pueda sustentar, condición plausible y ne- como resultado de una voluntad fuerte. Este es-
cesaria para el ejercicio democrático, sino a la quema emotivo, que nadie admitiría racional-
versión abreviada y condensada en eslóganes mente, pero anida en algún recoveco de nuestra
que influye en el pensamiento de muchos. Los mente, tiene fuertes vínculos con los elementos
partidos políticos fueron ideados para susten- precedentemente relatados. Permite ver los es-
tar propuestas de gobierno fundadas en ideolo- lóganes casi como fórmulas de encantamiento,
gías más o menos consistentes y rivales entre sí; las ideologías como distintivos de comunidades
pero los partidos han abandonado esa función de magos buenos y brujos malvados, confiar en
para convertirse en grupos de apoyo a personas los caudillos como si fueran poseedores de po-
o grupos determinados, y a menudo se consti- deres sobrehumanos y tomar en serio promesas
tuyen con ese solo propósito hasta que fenecen que sólo por arte de magia podrían tornarse rea-
con él. Las ideologías, ahora liberadas del recla- lidades.
mo de viabilidad, cruzan los partidos transver-
Por último, es posible advertir la existencia de
salmente y tienen un uso predominantemente
estructuras autorreferentes. En efecto, la vida de
publicitario.
cualquier sistema (el sistema social entre otros)
Los eslóganes inciden sobre las emociones de depende del continuo ejercicio de ciertas fun-
los ciudadanos. En un mundo ideal, la política ciones, y el cumplimiento de tales funciones
exige la construcción de estructuras (físicas,
debería ser una mezcla inteligente de razón y
sociales, conceptuales, jurídicas) que se encar-
emoción: razón para conocer los hechos y pre-
guen de él. Pero, a su vez, las estructuras tam-
ver las consecuencias de cada curso de acción;
bién son sistemas y, por lo tanto, requieren sus
emoción para escoger una propuesta ente otras
propias funciones y subestructuras que los man-
alternativas que también se presentan como po- tengan en movimiento. Lo ideal de cualquier es-
sibles. Pero la falta de información suficiente, a tructura es que se halle al servicio de la función
la que me he referido antes, impide ejercer la ra- que se le encomiende y reduzca el cuidado de sí
zón sobre bases sólidas y da rienda suelta a la misma al mínimo indispensable para preservar
emoción. Así es como las personas toman parti- su capacidad de cumplir esa función. Sin em-
do por tradición familiar, por simpatía personal, bargo, las estructuras sociales están compuestas
por el deseo de manifestar su desagrado con de seres humanos que viven de ellas y en ellas,
algún hecho actual y a veces anecdótico (voto con lo que es común que tiendan a preservar su
castigo), por compasión hacia una desgracia su- propia subsistencia, mantener su forma y au-
frida por un candidato o aferradas a una prome- mentar su tamaño y su complejidad en virtud de
sa de improbable cumplimiento. Los políticos sus intereses internos, aunque la función que la
suelen reconocer que en año electoral “no se estructura estaba destinada a cumplir esté cer-
puede gobernar”: es preciso halagar a los elec- ca del agotamiento, o requiera un instrumento
tores, dar buenas noticias y evitar en lo inmedia- distinto, o no se vea beneficiada con el aumento
to toda medida impopular, aun cuando ella sea del número de funcionarios, empleados, orde-
necesaria en el mediano plazo. nanzas, oficinas y trámites.
¿Quién puede encarar seriamente los proble- a la vez víctima dolida y partícipe más o menos
mas profundos de la sociedad? ¿Quién puede involuntario. Si hemos de salir de este círculo vi-
ponerles remedio? ¿Quién está en condiciones cioso, será preciso que todos ejerzamos una crí-
de remover los obstáculos que impiden aplicar tica introspectiva y nos atrevamos a ver nuestros
las soluciones? Sólo el pueblo mismo puede ha-
defectos. De otro modo, como decía Mariano
cerlo, con la fuerza de su poder electoral. Pero
sería ingenuo pensar que se trata de un conflicto Moreno, “nuevas ilusiones sucederán a las an-
en el que el pueblo está en un bando y los pro- tiguas, y después de vacilar algún tiempo entre
blemas en el otro: todos los inconvenientes y to- mil incertidumbres, será tal vez nuestra suerte
das las dificultades atraviesan al propio pueblo, mudar de tiranos sin destruir la tiranía”.
(*) Cfr. La Ley, 28/03/2017, p. 1. LA LEY, 2017-B, 1094. (1) CS, 27/12/90, “Peralta, Luis A. y otro c/ Estado na-
Cita online: TR LALEY AR/DOC/808/2017. cional (Ministerio de Economía - B.C.R.A.) s/ amparo”.
basado los límites de la competencia, contradi- señalar que, como lo enseña la historia, las pre-
cho una garantía o dejado de cumplir una forma cauciones de fondo ideadas por el legislador, por
suficientemente relevante. sabias que ellas sean, no son confiables cuando
hay conflicto si no van acompañadas de contro-
Al sancionar un texto legal, el legislador pien- les efectivos. Y que, a falta de funcionarios y re-
sa tener claras las condiciones, criterios y lí- presentantes iluminados por la infalibilidad, la
mites de las potestades que confiere, en forma mejor garantía a nuestro alcance (aunque no
expresa o implícita. Por eso imagina una razo- absoluta) es extremar el concepto de frenos y
nable diferencia entre potestades regladas y contrapesos para aplicarlo a todos los temas en
potestades discrecionales. Lo que acaso no sos- los que realmente deseemos que las decisiones
pecha es el grado de fragilidad de esa distinción: respondan a ciertos criterios.
una vez que una decisión ha sido confiada a un
órgano, el cumplimiento de las condiciones y de Aunque sólo sea como ejercicio mental, ima-
los límites de esa delegación queda en manos ginemos un sistema jurídico en el que toda de-
del mismo órgano, a menos que otro superior cisión esté sujeta, si no a remedios recursivos
(superior en influencia de hecho, no necesaria- (que, por más que se multipliquen, no hacen
mente en la pirámide formal de las jerarquías) otra cosa que transferir el riesgo a otro nivel), a
sostenga un criterio diferente. consecuencias total o parcialmente automáti-
cas. Y no estoy hablando sólo de castigos pena-
Los argentinos hemos probado en carne pro- les, que no suelen ser eficaces, sino de efectos
pia cómo —en democracia— un grupo que ten- que puedan ser políticamente disuasivos.
ga el Poder Ejecutivo y amplia mayoría en el
Legislativo puede apoderarse del Judicial y go- En la constitución de Ecuador, el presidente,
bernar prácticamente a su antojo. Pero no hace en condiciones extremas y sólo una vez en los
falta llegar a tales extremos para advertir que, en primeros tres años de su mandato, puede di-
la práctica, ninguna ley acaba por decir algo dis- solver el parlamento y convocar a una nueva
tinto de lo que los órganos predominantes quie- elección; pero, si lo hace, al mismo tiempo es-
ran que diga. tará sujetando su propio cargo al resultado elec-
toral (2). En una línea conjetural semejante, la
Esta reflexión está lejos de ser novedosa: las declaración de inconstitucionalidad de una ley
teorías realistas del derecho vienen planteándo- podría acortar el mandato de quienes la hu-
la desde hace muchos años. Pero no pretendo bieran votado; ciertas condiciones estadísticas
sostener aquí esa teoría particular, sino adver- (causas en trámite, sentencias dictadas, por-
tir que el positivismo normativista, y aun cual- centaje de fallos revocados) podría disminuir
quiera de los iusnaturalismos predominantes, la proporción necesaria en el Consejo de la Ma-
podrían extraer beneficios prácticos de tener en gistratura para sancionar o destituir a un ma-
cuenta las circunstancias en las que se desen- gistrado, pero también a someter a referéndum
vuelve la vida jurídica. la continuidad de los senadores que hubieran
aprobado el pliego; una reforma constitucio-
Es claro que tales circunstancias no son siem- nal que ampliara el período o la posibilidad de
pre las mismas, en Suecia o en Siria, en Uruguay, reelección del presidente podría no valer sino
Argentina o Venezuela. Algunas comunidades para el segundo mandato posterior al presente.
tienen una larga tradición de respeto por la ley
(por su contenido, aun en el caso de quienes Tal vez las ideas que menciono por vía de
la transgreden), en tanto otras están más habi- ejemplo no sean las más acertadas. Es más: un
tuadas a una suerte de flexibilidad legal en la abogado hábil (o cualquier ciudadano perspi-
que resulta natural alegar argumentos políti- caz) podría imaginar consecuencias contra-
co-jurídicos en contra del texto de la ley o de la producentes de cada una de ellas, a poco que
constitución para satisfacer conveniencias co- intervinieran la pasión política y la solidaridad
yunturales.
(2) Esta previsión, contenida en el artículo 148 de
No es mi propósito predicar ahora alguna cla- la constitución ecuatoriana, ha recibido el nombre de
se de formalismo literal interpretativo, pero sí “muerte cruzada”.
del grupo dominante. Es verdad: acaso podrían nunca puedan obrar mal.” En efecto, la virtud es
imaginarse otras iniciativas diferentes, con tal deseable e incluso exigible, pero no es pruden-
que con ellas cada organismo, al usar sus facul- te ni realista darla por sentada. ¿Cómo haremos,
tades de acuerdo con sus propios criterios y va- en una comunidad donde la tentación se halla
lores, supiera que la transgresión no es gratuita, tan extendida, para contener los excesos y limi-
ya que, dadas ciertas condiciones objetivas, al- tar las falencias de quienes asumen el deber de
guna consecuencia riesgosa derivará de ellas de la virtud? ¿Cómo haremos para que las excep-
pleno derecho y automáticamente, sin necesi- ciones no se conviertan en reglas, las facultades
dad de ser apreciadas por otro órgano eventual- no caigan en la arbitrariedad, los favores no se
mente susceptible de cooptación o corrupción. conviertan en derechos ni viceversa, la función
pública sea una tarea digna pero no un certifica-
No sería fácil concebir un sistema constitu-
do de omnipotencia y, en resumen, las estipula-
cional dotado de esa característica. Pero hay
un incentivo para intentarlo cuando se advierte ciones de la ley sean lealmente cumplidas en un
cómo y por qué las más preciadas garantías se promedio aceptable? El prudente juicio de los
convierten tan fácilmente en papel pintado por hombres justos se parece más a un ideal bíblico
poco que medien decisiones humanas teñidas que a una solución operativa. Tal vez un bien di-
de espíritu partidario. señado sistema de automatismos abra un cami-
no posible. O tal vez, en cambio, sólo nos quede
Viene al caso recordar una frase de Mariano seguir bebiendo un cóctel de resignación y es-
Moreno: “El pueblo no debe contentarse con peranza. En cualquiera de los dos casos, la ce-
que sus jefes obren bien, debe aspirar a que guera no es aconsejable.
aquel grado de relación sino de una opción polí- universo? ¿O, por excepción y privilegio huma-
tica, a la que un vínculo de cualquier grado más nos, esos factores dejan siempre algún resqui-
o menos creíble puede servir de coartada si así cio por donde nosotros, pero no los perros ni las
lo deseamos. hormigas ni los volcanes, podemos rebelarnos
contra la determinación causal y decidir otra
En principio, partimos del supuesto de que cosa, buena o mala que sea? Muchos —proba-
toda responsabilidad corresponde a alguna ac- blemente la mayoría— piensan de este último
titud del sujeto, libremente adoptada. Pero no modo, lo que, mirado con perspectiva ajena a
advertimos que las palabras “actitud” y “libre- creencias religiosas, no deja de resultar curio-
mente” están lejos de ser precisas en su referen- so. Pero, en el fondo de esa manera de pensar,
cia a circunstancias reconocibles. hay un presupuesto no siempre razonado: que
no puede haber responsabilidad sin libertad, de
Matar a alguien a garrotazos, omitir el pago modo que, si queremos mantener la responsa-
de una deuda para jugar el dinero a la ruleta, bilidad jurídica (y, claro, moral), necesitamos
son seguramente actitudes de un sujeto. Pero afirmar que la conducta humana es por lo me-
la responsabilidad objetiva, antes mencionada, nos un poquito libre. No vamos a entrar ahora
o la del garante de una obligación ajena, no re- en esta discusión, pero vale la pena señalar en
posan sobre actitudes directamente relaciona- ella un problema lógico: el de elegir la premi-
das con el hecho, sino han de rastrearse hacia la sa de acuerdo con la conclusión preferida (algo
adquisición de la vaca o a la firma del aval. Po- que los abogados hacemos muy a menudo). Por
dríamos salir de este problema teórico (acaso poner un ejemplo absurdo: no queremos que
con la idea del riesgo creado) si dijéramos que mañana llueva, pero para eso es preciso que no
se trata de hechos que dan nacimiento a obli- se acerque hoy a la ciudad un fenómeno de baja
gaciones; pero seguimos llamándoles respon- presión que trae tormenta. Por lo tanto, afirma-
sabilidades. Y ¿qué decir de la responsabilidad mos que ese fenómeno no existe, o que se dirige
fiscal? Si el Estado, por ejemplo, establece un hacia otra parte. O, para salir de la meteorolo-
nuevo impuesto a la propiedad inmueble, ¿esta- gía, nuestro cliente (o nuestra preferencia en la
rá el particular sufriendo un castigo retroactivo resolución del caso) requiere una interpretación
por haber adquirido su casa años atrás? Es cla- de la ley entre varias posibles, que sólo puede al-
ro que no podemos aplicar a cualquier situación canzarse mediante un determinado método de
jurídica el esquema relativamente simple de la interpretación más o menos flexible; por lo tan-
ley penal; pero, a la hora de justificar las conse- to, afirmamos que aquélla es la única interpre-
cuencias jurídicas de una situación cualquiera, tación correcta, ya que este método es el único
buscamos con denuedo alguna clase de “culpa” apropiado para interpretar la norma “frente a
(o algo semejante, como la creación del riesgo), las peculiares circunstancias del caso”.
que a alguien pueda endilgarse.
El hecho es, pues, que en materia de respon-
Si el uso de la palabra “actitud” es problemáti- sabilidad, civil, penal o de cualquier otra clase
co, el del vocablo “libremente” lo es mucho más. nos contamos unos a otros simpáticos cuentos,
Quien comete un delito bajo amenaza de muer- que, como los de hadas en nuestra niñez, sirven
te no es libre. Pero quien lo hace cediendo a la para cimentar ciertas actitudes respecto de las
tentación de apoderarse de bienes ajenos sí es conductas y para servir de base a argumenta-
libre. ¿Los dos no habrían podido sobreponerse ciones tendientes a procurar ciertos resultados,
al miedo y a la tentación mediante un acto he- emotivamente deseados. Uno de esos cuentos
roico de su conciencia? De hecho, ¿no cedieron el del merecimiento: algunos merecen premios
los dos a sus emociones porque ellas, en el caso, y elogios, en tanto otros merecen críticas y cas-
fueron efectivamente más fuertes que la even- tigos; y este “merecer” nace directamente de
tual disposición del sujeto a obedecer la ley? las acciones, aunque debe ser recogido por las
Bajo preguntas como éstas yace el antiguo pro- normas. Pero no es así: un policía, después de
blema del determinismo: las decisiones que a haber matado a un delincuente, recibió una fe-
cada momento tomamos ¿se encuentran com- licitación presidencial y un proceso penal. Cuál
pletamente determinadas por factores causa- de esas consecuencias era en verdad la me-
les, igual que todos los restantes fenómenos del recida es una cuestión controvertida, en cuya
Esa es la razón principal por la que el derecho Volvamos, pues, al tema inicial. Si queremos
está tan lejos de ser una ciencia exacta, y del te- postrarnos ante la ley para no arrodillarnos ante
rror que en tantos inspira la idea de que un día los tiranos, lo primero es evitar que los que ha-
pudiera parecerse a una. La ley, pues, reposa so- cen y manejan la ley sean tiranos, porque en
bre los hombres que la hacen y la aplican, mien- ellos delegamos la tarea normativa. No pode-
tras requiere acatamiento entre quienes han de mos esperar ese resultado de la voluntad divina,
obedecerla. Estos últimos, al postrarse ante la a menos que todos tengamos una misma reli-
ley, lo hacen (metafóricamente, es claro) ante gión. No podemos obtenerlo de la razón ni de
quienes la manejan en su nombre. Y, en no po- la conciencia, que se muestran tan divergentes
cos casos, lo hacen con más alegría que metá- precisamente cuando es más preciso buscar su
fora. dictamen. Tampoco podemos confiar en la ley,
que puede ser colonizada con relativa facilidad.
El resultado de estas reflexiones es sin duda Un país depende de la voluntad de sus ciudada-
preocupante. Alguien, entre nosotros, podría nos, que en democracia se expresa mediante el
eventualmente convertir nuestra república en voto. Y sus estructuras institucionales, dentro de
monarquía, o restablecer la esclavitud, o con- las que esa función se ejerce y materializa, de-
penden en gran medida de los abogados, jueces
vertirnos en una colonia de la República de Es-
y juristas, que tienen la responsabilidad profe-
lovaquia. Esto va dicho en tono de broma, desde
sional de proponer y hacer operativas su defen-
luego; pero cualquier cosa podría suceder en las sa y su mejora.
condiciones apropiadas. Imaginemos que apa-
rece un caudillo tan popular que no sólo se con- Ninguna de estas reflexiones es novedosa:
vierte en presidente, sino que además consigue cada una de ellas ha sido repetida en diversos
dos tercios de las cámaras del Congreso; triplica ámbitos y momentos. Pero tal parece que, to-
el número de ministros de la Corte, convoca a madas en su conjunto, ellas no logran penetrar
una convención constituyente y hace cualquiera cabalmente en el pensamiento jurídico. En la fi-
de aquellas cosas, con perfecta legalidad, entre losofía subyacente a ese ámbito predomina por
cánticos de alabanza e inauguración de bustos tradición una suerte de optimismo fatalista, en
con su efigie. La descripción parece de otros si- el que muchas de las bases de nuestro razona-
glos; pero si una vez un gobierno pudo obtener miento se presentan como dadas de antemano:
la sentencia “Peralta”, que explícitamente po- la individualización de los objetos, su clasifica-
nía la voluntad del Ejecutivo por encima de los ción por vía de construcción de los conceptos, el
otros poderes y de la propia Constitución, no significado de las palabras, los criterios de nues-
deberíamos enfrentar el futuro con tanta con- tras preferencias éticas, la correcta solución de
fianza cívica. las controversias, los principios generales del
derecho, el contenido de los derechos humanos
Hace medio siglo estaba de moda un libro de y las garantías de la supervivencia democrática.
Erich Fromm, “El miedo a la libertad”. En él, el Cuando algo de eso no funciona, lo considera-
autor comentaba que a muchos aterra la idea mos una anomalía que es preciso reparar, como
de asumir la responsabilidad de su destino, por quien reconstruye el tejado dañado por una tor-
lo que prefieren sentirse obligados, y a la vez menta.
protegidos, por fuerzas superiores a ellos. Años Mucho ganaríamos, en claridad y eficiencia,
más tarde, una canción de Joan Manuel Serrat si reconociéramos sinceramente que nosotros
se burlaba de esa seguridad: “La Constitución te somos a la vez el tejado y la tormenta; que con-
ampara, la justicia te defiende, la policía te guar- ceptos, significados, criterios y principios son
da, el sindicato te apoya, el sistema te respalda y instrumentos útiles de los que hemos decidido
los pajaritos cantan y las nubes se levantan”. No servirnos y que, lejos de hallarnos agraciados
son estas, ciertamente, cosas para tomar a bro- por una magia protectora, hemos de hacernos
ma: tal es, efectivamente, la función de las ins- responsables de todas y cada una de aquellas
tituciones. Pero ninguna institución es mejor, decisiones filosóficas, metodológicas, lingüísti-
al fin de cuentas, que las personas que la hacen cas, morales, jurídicas y políticas cuyas conse-
funcionar. cuencias nos afectan irremediablemente.
facie se entendió justificado) ya ha sido consu- más diversas jurisdicciones, tanto más difícil es
mado. Cabe aclarar que estas observaciones no lograr convergencias de doctrina que provean
pretenden cuestionar el amparo ni las medidas a los ciudadanos una razonable dosis de segu-
cautelares, sino advertir que, cuanto más se ge- ridad jurídica (es decir, de previsibilidad de las
neralizan esas prácticas, tanto menos eficaces decisiones).
resultan para acelerar las decisiones en térmi-
nos relativos. Ahora bien, el análisis de los problemas judi-
ciales se halla tan dividido en compartimientos
Una cuarta reacción es tomar en cuenta la re- estancos que es raro que se tomen en cuenta a
lación entre oferta y demanda de justicia para la vez todas las condiciones descriptas, como lo
incrementar la oferta hasta lograr un equilibrio aconsejaría un enfoque sistémico. Un ejemplo
apropiado entre las dos condiciones. De este a la vista es representado por las iniciativas de
modo se crean nuevos tribunales, se nombran reforma judicial. Lo más común es que se insis-
nuevos jueces y se logra un respiro parcial que ta en la inmediación, la oralidad, la celeridad, la
al poco tiempo queda anulado por el aumento cercanía, las garantías, los recursos de apelación
de la demanda. Es que aparece aquí un fenóme- y la gratuidad. Cada uno de esos ideales es sin
no que los sistemistas llaman retroalimentación duda digno de todo apoyo, y un procedimiento
positiva. Un ejemplo clásico para explicarlo es el que los satisficiera sería poco menos que perfec-
tránsito urbano. Como las calles y avenidas son to. El inconveniente es que no suele advertirse
estrechas para que circulen tantos vehículos, se que ellos entran en conflicto entre sí, especial-
las ensancha y hasta se construyen autopistas mente en el marco de las disponibilidades pre-
internas. Como resultado, más personas utili- supuestarias. Es más: se considera conveniente
zan su automóvil y más automóviles se fabrican instituir —como lo dice la Constitución— el
y venden: al poco tiempo, las nuevas vías de cir- juicio por jurados, que —más allá de cualquier
culación se ven nuevamente colapsadas (2). debate sobre su conveniencia (3)— sería eco-
Algo semejante sucede con las causas judicia- nómicamente insostenible si se generalizara y
les. La cantidad de conflictos que se suscitan en los Estados Unidos, donde los fondos presu-
en la sociedad es indefinida y potencialmente puestarios no faltan, sólo se aplica excepcional-
infinita: los que llegan a la justicia son los con- mente.
flictos que han superado las condiciones antes
De lo expuesto se desprende que buscar el in-
mencionadas (relevancia, costo, paciencia y es-
cremento de la oferta para igualar la demanda
peranza). Si el sistema judicial, en su actual es-
no solo es económicamente costoso: se parece
tructura, se ampliara y mejorara en su eficiencia
además a la condena de Sísifo: hacer constantes
y su celeridad, más conflictos se someterían a él
esfuerzos para verlos frustrados poco después.
hasta llevarlo eventualmente a un nuevo colap-
so. Es duro decirlo, pero el freno que se aplica a Una vía alternativa de solución puede ser ac-
la litigiosidad es, en buena medida, un fruto de tuar sobre la demanda, a fin de reducir su in-
los defectos de la administración judicial (tales cidencia sobre la ecuación que integra con la
como son percibidos por los ciudadanos), antes oferta. Por supuesto, sería imperdonable res-
que de sus virtudes. tringir el acceso a la justicia (mediante prohi-
biciones, limitaciones o aranceles), y más aún
Al tiempo que se reflexiona sobre la realimen- empeorar los defectos de la administración ju-
tación positiva, conviene tener en cuenta que dicial para dejarlos operar como disuasivos im-
la multiplicación de tribunales tiene un costo plícitos. Pero conviene tener en cuenta que el
fiscal notable y, de paso, que cuanto mayor es uso efectivo de aquel acceso es consecuencia de
el número de jueces que los componen en las los intereses de cada sujeto. Podría, pues, procu-
rarse que los ciudadanos no se viesen impelidos
(2) Un ejemplo de esta secuencia es el Periférico de la acudir a los tribunales para reclamar sus dere-
sobrepoblada ciudad de México. Como transitar por él se chos; y no necesariamente recurrir para eso a
había convertido en un extremo desafío de la paciencia,
se le agregó un segundo piso. Pero, para evitar que la am-
pliación colapsara a su vez, hubo de condicionarse su ac- (3) Cfr. GUIBOURG, R. A., “El juicio por jurados, una
ceso al pago de un peaje más elevado. gota de agua en el mar”, La Nación del 30/07/2014.
oficinas administrativas ni a procedimientos al- pero, si tal es la técnica legislativa que escoge-
ternativos (4). mos, no deberíamos quejarnos luego de la car-
ga procesal de los tribunales, de la demora en la
En efecto, existe en nuestro tiempo una ten- terminación de los juicios ni de la diversidad de
dencia a ampliar el margen de discrecionalidad
los criterios que los jueces aplican a casos de na-
judicial. Al parecer, se parte del supuesto de que
la rigidez legal puede generar injusticias en los turaleza semejante.
casos individuales (summum ius, summa iniu-
ria), por lo que se prefiere encomendar a los jue- Tal vez sería conveniente tomar en cuen-
ces la decisión sobre si una solución legal es o no ta todas las variables en conjunto a la hora de
es aplicable al caso, o en qué medida correspon- plantear los problemas de la administración de
de aplicarla, o si no es mejor adoptar una solu- justicia, dejar de hacerlo como lo haría un teó-
ción alternativa, todo según las circunstancias logo (descubrir las verdades eternas y elabo-
del caso, que no se especifican y quedan sujetas rar el modo de ponerlas en práctica a cualquier
a la percepción y a la atribución de relevancia costo), para obrar con la aproximación de un
del magistrado. Esta actitud tiene, por cierto, un ingeniero (5): establecer claramente el objeti-
fundamento filosófico: el de suponer que la ma- vo deseado, situar el problema en el marco de
yor o menor justicia o corrección de las conduc- las distintas condiciones de la realidad, prestar
tas y de las relaciones que ellas comporten es
atención a las relaciones entre las diversas va-
una realidad trascendente que se halla a la vista
de cualquier persona razonable. En lo personal, riables, considerar los costos (en dinero, tiempo,
no creo que esta sea una premisa aceptable en personal, edificios, eventuales frustraciones) en
la práctica, ya que personas razonables suelen comparación con los recursos disponibles o con
encontrar en sus conciencias soluciones opues- las perspectivas de obtenerlos en el futuro y, fi-
tas para el mismo problema. Pero, aun cuan- nalmente, proyectar cambios viables y tan efica-
do se la considerase plausible, es preciso tener ces como sea posible lograr, aunque no se pueda
en cuenta que las valoraciones, por correctas o alcanzar la perfección en todos los aspectos.
incorrectas que sean, se muestran diversas en
cada conciencia, especialmente cuando se des- En el mercado judicial, la oferta y la demanda
ciende a los detalles y se confrontan complejas de justicia deben equilibrarse porque, de otro
argumentaciones (que es precisamente lo que modo, las variables se disparan, tal como su-
sucede en los procesos judiciales). Por lo tanto, cede en el mercado de otros bienes y servicios.
cada vez que una ley dispone que una solución
Mejorar la oferta está bien, pero si no se frena la
se aplique según la justificación que encuentre
a los ojos del juez, o se dispone, al amparo de inflación de demanda toda mejora de esa clase
la in integrum restitutio, que un daño sea repa- será inútil. Y operar sobre la demanda es posi-
rado según las variables circunstancias del caso, ble: bastaría con volver a fomentar la olvidada y
o que en sede judicial haya de determinarse el tan vapuleada seguridad jurídica mediante nor-
grado de gravedad de una conducta o el gra- mas de obligación más claras y categóricas, una
do de intencionalidad con la que haya obrado razonable reducción de los márgenes de discre-
su autor, el sistema jurídico está empujando li- cionalidad judicial, el establecimiento de tarifas
teralmente a las partes a requerir una solución y algoritmos para guiar las decisiones cuantita-
judicial. Otro tanto puede decirse del nuevo Có- tivas y el abandono del mito según el cual cada
digo Civil y Comercial de la Nación, cuyo títu- controversia tiene una precisa solución correc-
lo preliminar pone claramente a los principios y
ta, asequible a la razón ejercida por cualquier
los derechos —ciertamente loables— por enci-
ma de las normas específicas del propio código. persona ecuánime. En esto consiste la racionali-
Se trata de un canto de esperanza dirigido a la dad, por oposición a los tan fascinantes cuentos
conciencia de los jueces de todas las instancias; de hadas que nuestro discurso tanto se resiste a
abandonar.
(4) Estos recursos no son criticables en sí mismos, pero
no hacen otra cosa que diversificar los caminos del litigio (5) Cfr., GUIBOURG, R. A., “Teólogos e ingenieros”, LA
sin prevenir los conflictos. LEY, 2018-B, 1288.
Supongamos que, al observar el mundo que como meros instrumentos del poder, cuyo ori-
me rodea, experimento una fuerte sensación de gen es subjetivo y cuya autoridad es engañosa.
rechazo. El estímulo de ese sentimiento no es la
ley de gravedad, ni las regularidades de la vida Por cierto, encuentro excelentes argumentos
de los entes biológicos, sino la injusticia que para sostener todo eso. La religión depende de
percibo en las relaciones sociales. Veo que hay la fe, actitud poderosa para quien la tiene, pero
ricos y hay pobres; que la brecha entre ambos extremadamente insuficiente para quien no la
grupos se incrementa constantemente y que las tiene y, desde luego, ajena a cualquier certe-
perspectivas de ascenso social se ven trabadas za científica. La moral carece de una concep-
por el desempleo crónico, por los niveles dife- ción teórica demostrable y, de hecho, muestra
rentes de acceso a la educación y a la salud y por grandes variaciones entre distintas épocas y di-
la subsistencia de criterios discriminatorios in- ferentes regiones. Y el derecho, pese a sus pre-
justificados y hasta crueles. Veo que hay perse- tensiones, es exactamente lo que quiero decir
cuciones, represiones y masacres; que operan de él: ha sido inventado y desarrollado para que
en el mundo poderes económicos y financie- quien tiene el poder político lo ejerza, cualquie-
ra sea la justicia o la injusticia que los súbditos
ros capaces de sostener o derribar gobiernos, de
creamos ver en sus contenidos. Puede ser vis-
condicionar la vida de pueblos enteros e incluso
to como el látigo con el que el poderoso se hace
de manipular las opiniones de tal modo de con-
obedecer por sus subordinados o como la mano
vertir al ciudadano elector en súbdito consu-
con la que los protege y defiende, según cómo a
midor: consumidor de bienes, servicios, ideas,
cada observador le vaya en el mercado contin-
prejuicios, noticias falsas, distorsionadas o sim- gente de los derechos y las obligaciones.
plemente escogidas, candidatos y hasta emo-
ciones patrióticas a la carta. Entonado por la seguridad que me inspiran las
precedentes razones, empiezo a preguntarme si
En mi indignación, busco culpables de aque- aquella conspiración de los poderosos se limita
llos males. No solo los encuentro de inmediato: realmente a los sistemas normativos, o si abarca
además, empiezo a sospechar que todos ellos otros ámbitos de la actividad y del pensamien-
forman una siniestra red de perversión ávida de to. Después de todo, es fácil manipular política-
poder y de acumulación de riqueza. Pienso que mente la educación (se ha hecho eso en muchos
muchos de ellos tal vez integran una conspira- países y en muchas épocas), y el marketing vie-
ción mundial; pero, aunque eso no suceda, hay ne demostrando que se puede manipular tam-
un acuerdo tácito entre los poderosos —más bién los deseos de la gente, sus preocupaciones,
allá de la competencia que entre ellos ejerzan— los temas de los que habla y hasta algunas de sus
para imponer colectivamente su voluntad a las convicciones. ¿No será esa la estructura general
mayorías vulnerables, poniéndolas a su servicio. del mundo entero? Si la verdad puede ser con-
trovertida, incluso sin pruebas, hasta fundar lo
Dirijo entonces mi vista hacia los sistemas que hoy llaman posverdad, ¿tendrá sentido su-
normativos: la moral, el derecho, la religión, y poner que hay realmente una? Y, si la verdad de-
me rebelo intelectualmente contra todos ellos; pende de la realidad, ¿la falta de verdad no nos
no tanto ni tan solo por lo que puedo objetar de llevará a disolver el concepto de realidad, para
sus contenidos, sino porque comparten la pre- distribuirlo entre las creencias subjetivas indivi-
tensión de imponernos reglas de conducta y duales?
constituyen herramientas de dominio social. De
ese mismo dominio social cuyo ejercicio estoy La conclusión de estas cavilaciones puede lle-
condenando. Si mi enemigo, pues, emplea esas varme a conclusiones extremas, que me sedu-
armas, mis sentimientos me impulsan a des- cen por su contenido rebelde. Lo único que hay
truirlas o a reducir su eficacia. en el mundo es gente con poder y gente someti-
da a él. Los poderosos nos imponen un discur-
De este modo, niego la religión, a menos que so en el que hablan de la realidad, de la verdad,
pueda ponerla de mi lado y usarla contra los po- del conocimiento y de la ciencia con la misma
derosos. Y, en cuanto a moral y derecho, más allá perversidad con la que nos hablan del bien, de
de la distinción entre una y otro, los presento la moral, de la ley, de la “buena doctrina” en el
derecho y también del cielo y del infierno. Has- Ahora bien, algunos de esos conceptos son los
ta el teorema de Tales carece de toda justifica- de realidad, verdad, conocimiento y método. Si
ción objetiva, para constituirse en un discurso los mantenemos, podemos hablar (a su sombra)
utilizado por los profesores de geometría para de objetividad y de subjetividad, y asignar estas
someter a sus alumnos. Las ciencias, no solo las condiciones diferentes a los elementos con los
sociales, sino la astronomía, la física y la biolo- que pensamos y actuamos. P. ej., una vez que
gía, no tienen más fundamento ni utilidad que
(subjetivamente, colectivamente) hemos cons-
la que los sujetos quieran atribuirles, una vez li-
berados de la tutela, acaso perversa, acaso po- truido o aceptado la idea de una realidad ob-
líticamente dirigida, de los científicos. Que la jetiva, podemos afirmar que es objetivamente
Tierra sea redonda o plana es cuestión de opi- verdad que la Tierra es redonda y falso que es
niones: si las personas creyeran que es plana, y plana; y también, si así lo deseamos, podemos
especialmente si así lo resolvieran en un plebis- afirmar que no hay en esa realidad una moral
cito libre y leal, eso debería considerarse la ver- objetiva, sino meras coincidencias apasionadas
dad y habría que condenar por defraudación a entre valoraciones subjetivas, o que el discur-
las compañías turísticas que ofrecieran la vuel- so jurídico, pretendidamente objetivo, se ha-
ta al mundo. La objetividad sencillamente no lla infectado por una dosis poco recomendable
existe y hablar de ella es engañoso: todo, todo, de subjetividad. Y también podemos alzarnos
es política. contra los poderosos, si así lo sentimos, contra-
Aunque no compartamos estas consecuen- diciendo sus valoraciones o combatiendo sus
cias (y yo, ciertamente, estoy lejos de compar- acciones, pero sin necesidad de sostener que
tirlas), hay que reconocer que tienen un origen Newton era un sirviente del poder financiero, ni
plausible, del cual extraen al parecer conclusio- que la Muralla China no existe hasta que cada
nes excesivas. Este punto es que todos los con- uno la haya visto, ni que el tarot es un medio efi-
ceptos que usamos, incluidos los de realidad, caz de predecir el futuro con tal que la gente se
verdad, conocimiento, método, ciencia, socie- lo crea.
dad, política, derecho y tantos otros, no son sino
abstracciones construidas (es decir inventadas) En resumidas cuentas, la política es mucho,
contingentemente por los seres humanos. Mu- especialmente en relación con el derecho; pero
chos conceptos abstractos fueron inventados a no lo es todo: las galaxias, las mareas y las ra-
lo largo de la historia y fueron decantándose se- tas hacen lo suyo desde siempre, sin esperar que
gún su utilidad práctica. Muchos fueron aban- los hombres iluminados les enseñen el camino
donados, como el arjé de los presocráticos, y
correcto ni los liberen de las constantes natu-
muchos deberían abandonarse pronto si quisié-
ramos depurar nuestra manera de pensar, ha- rales que supongamos inventadas por el poder
blar y razonar. Pero muchísimos han resistido el financiero mundial. Y, especialmente, es reco-
paso del tiempo y los cambios del mundo y sub- mendable que, entre los deseos subjetivos que
sisten, con mayor o menor entereza, en nuestro nos llevan a elegir ciertos parámetros de pensa-
pensamiento de hoy. Esto no los hace objetivos, miento, incluyamos la coherencia lógica y la uti-
pero sí útiles. lidad pragmática.
(*) Cfr. La Ley, 17/09/2020, p. 1. LA LEY, 2020-E, 1071. Uno podría preguntarse por qué estamos ha-
Cita online: TR LALEY AR/DOC/2889/2020. blando de similitudes y diferencias entre expre-
y no por el mero juicio del observador. Cuanto pesas y medidas, uniformar el idioma en el que
mayor sea el ajuste del razonamiento jurídico a hayamos de entendernos, abarcar a toda la so-
un sistema semejante, tanto más claro es el sis- ciedad bajo un mismo sistema normativo y faci-
tema que rige la convivencia entre las perso- litar la convivencia, en esas condiciones, sobre
nas y tanto más despejado se vuelve el ámbito bases objetivas y operativas. Si esa convivencia,
de la libertad asegurado por ese sistema para una vez entablada, ha de ser justa o injusta de
cada una de ellas. Cuanto mayor sea la relevan- acuerdo con nuestro punto de vista, es un pun-
cia legalmente concedida a condiciones subje- to de gran importancia al que, como ciudada-
tivas, no enumeradas, implícitas o sujetas a la nos, deberíamos asignar mayor prioridad que
discreción del intérprete, puede ser que la deci- la acostumbrada. Pero ese indispensable debate
sión del caso concreto merezca, por parte de al- político ha de asentarse sobre un idioma común
gunos observadores, un elogio a su justicia o su
en el que sea posible y útil ejercerlo. Sin esta
equidad; pero el costo de esta ventaja (eventual
consideración por la ley, eminentemente téc-
y controvertible, lo sabemos) se derrama sobre
la sociedad entera para dejarla, en cada supues- nica, seguiremos sometiendo cada uno de los
to particular, al alcance de las buenas o malas conceptos jurídicos a comparaciones con mo-
emociones del órgano decisor. delos diversos; como si, dentro de nuestra men-
te de juristas, los midiéramos como imaginarias
En resumidas cuentas, el gran mérito de este canchas de fútbol, confundiéramos billones
invento humano al que llamamos ley consiste con miles de millones y llamáramos evidente a
en procurar lo que Qin Shi Huang Di dispuso aquello que medianamente nos convence o nos
en su momento para el imperio chino: unificar agrada.
ciones cósmicas. En todo caso, es el observador zas y nos hemos visto defraudados varias veces,
quien decide, mediante sus subjetivos juicios de en diferentes circunstancias. Entonces nos vol-
relevancia, cuáles son las funciones en las que vemos contra ese segmento de la realidad, cuyo
haya de identificarse la continuidad (o “vida”) funcionamiento —pensamos— nunca podre-
del sistema (1). mos enderezar.
Ahora bien, sean cuales fueren tales fun- Pero explicar es encontrar motivos causales
ciones, los cambios continuos requieren ser en nuestra mente, mientras justificar es hallar
manejados de tal modo que ellas no se vean gra- razones para nuestro juicio, que no es la mis-
vemente afectadas. Tal manejo corresponde a ma cosa. Por mucho que critiquemos el siste-
un subsistema, un sistema dentro del sistema: ma en el que vivimos, sería muy difícil, y hasta
el subsistema regulador, que no se encarga de catastrófico, terminar de veras con él; y, en rea-
cumplir las funciones principales, sino de coor- lidad, no es eso lo que queremos, aunque nos
dinar o compensar los cambios de tal modo que pongamos rojos de ira. Lo que deseamos es que
ellas sigan cumpliéndose a lo largo del tiempo. nuestro inescapable sistema de convivencia so-
Ejemplos de tal subsistema, en distintos niveles, cial funcione de otro modo, para lo que, pro-
pueden observarse en el depósito del inodoro, bablemente, sería necesario un cambio en el
preparado para llenarse de nuevo automática- funcionamiento del subsistema regulador que
mente; la piel humana, que abre o cierra sus po- juzgamos ineficiente o contraproducente.
ros para responder al frío y al calor y mantener
la temperatura interna entre 36º y 37º, o el sis- Es claro que este deseo, en cada momento
tema político, cuyos organismos se encargan de histórico, no suele ser compartido por todos los
reaccionar frente a las necesidades o diversas vi- afectados ni con igual intensidad entre quie-
cisitudes y también de resolver conflictos entre nes lo sienten. Nosotros estamos enojados, pero
los ciudadanos. otros están contentos o sienten que hay cosas
peores, o son simplemente indiferentes, por-
Al aspecto político, con sus coordenadas eco- que, provistos de anteojeras individuales, se de-
nómicas y sociales, solemos referirnos cuando dican estrictamente a lo suyo. No hay tal cosa,
hablamos de sistema y antisistema: pasamos pues, como el hartazgo del pueblo, salvo en la
por alto las reflexiones anteriores y usamos la encendida retórica de los discursos. Lo que hay
palabra peyorativamente, identificando la no- es opiniones y deseos diferentes y hasta contra-
ción de sistema con el manejo contingente de puestos, cada uno de ellos dotado de mayor o
su subsistema regulador o de alguna parte de él. menor consenso. En otras palabras, pluralidad
Eso es como abominar de la sucesión de las es- política, a ratos encendida.
taciones, porque está haciendo mucho calor o
romper el espejo, porque nos muestra el inevi- Esa pluralidad requiere ser dirimida en cada
table paso de los años. instante y frente a cada disyuntiva. Para eso, la
humanidad acepta, desde la más remota anti-
Sin embargo, alguna explicación puede en- güedad, la existencia de un poder estatal. Y más
contrarse para esa actitud. A veces, la realidad recientemente, para evitar en lo posible reac-
—el funcionamiento sistémico que nos impor- ciones que se juzguen inconvenientes (en otras
ta, cualquiera sea— funciona de un modo que palabras, para suprarregular el subsistema re-
detestamos; pero además estamos muy enoja- gulador en consonancia con las preferencias de
dos, porque antes tuvimos ilusiones y esperan- la mayoría), hemos inventado la democracia,
subsistema, o meta-subsistema, que está lejos
(1) Por ejemplo: en el caso “Peralta, Luis A. y otro c/ de ser perfecto, pero, en general, demuestra ser
Estado Nacional (Ministerio de Economía) —BCRA— s/ mucho menos conflictivo que sus sufridas alter-
amparo” (CS, 1990/12/27, LA LEY, 1991-C, 158), la Corte nativas.
Suprema entendió que la continuidad de la República
podía verse cancelada por un salto importante en la co-
En esas condiciones, proclamarse antisistema
tización del dólar. Si, fundados en la historia anterior y
posterior, disentimos de ese juicio, eso indica, simple- carece de sentido. El que lo hace no pretende
mente, que preferimos elegir otros parámetros de iden- terminar realmente con el sistema, sino modi-
tidad. ficar los parámetros de retroacción del sistema
Si queremos decidir esa controversia, es pre- Los sistemas naturales cuentan con su pro-
ciso clarificarla primero. Y, para clarificarla, lo pio mecanismo de equilibrio entre estructura y
primero que se requiere es quitarnos la camise- función. Cuando las arterias cardíacas están ta-
ta interna, para centrarnos en los argumentos, padas, y la situación no se resuelve por vía qui-
aunque ellos sean secundarios para la enfervo- rúrgica, el organismo busca vías alternativas,
rizada opinión pública. precarias y peligrosas, para mantener la circu-
lación: si ese remedio alternativo (estructura
Una primera plataforma para llevar a cabo ese improvisada) no funciona, el paciente muere.
examen proviene de la teoría de sistemas y con- Pero, en los sistemas artificiales, los operado-
siste en apreciar la diferencia entre estructura y res humanos suelen verse frente a graves inte-
función. Un sistema cualquiera (un ser humano, rrogantes: ¿cuándo, por qué y en qué supuestos
diremos que la estructura es inepta, defectuosa
u obsoleta? Si así lo consideramos, y no tene-
mos medios para cambiar la estructura, ¿cómo
(*) Cfr. La Ley, 12/10/2022, p. 1. LA LEY, 2022-E, 712. haremos para cumplir la función? Y, una vez
Cita online: TR LALEY AR/DOC/2939/2022. que, eventualmente, hayamos logrado cum-
plir la función por fuera de la estructura, ¿qué En efecto, algunas reglas formales del proce-
futuro espera al sistema total o parcialmente so comportan una buena dosis de arbitrariedad:
desestructurado?; ¿o qué bypass hará falta para ¿por qué tres días y no cuatro? ¿Dos primeras
restaurar la estructura dañada? horas y no dos y media? ¿Por qué los recursos
ante la Corte Suprema deben ajustarse a ciertas
Mucho de este dilema se encuentra ejempli- formalidades, independientemente de la mejor
ficado en dos tendencias opuestas de la ética: el o peor razón que asista al presentante? Pero es
consecuencialismo y el deontologismo. La pri- fácil explicarlo: ellas han sido adoptadas a fin
mera busca los mejores efectos (como sea que de asegurar la capacidad del sistema judicial
ellos se identifiquen), en cualquier circunstan- para decidir gran número de causas en el menor
cia. La segunda supone reglas tendientes a obte- tiempo posible. Por poner un ejemplo, si hubie-
ner esos resultados, pero prefiere seguirlas aun ra que considerar circunstancias personales no
cuando, en algún caso, tengan un efecto menos predeterminadas para decidir si un escrito está
presentado fuera de término, los debates sobre
deseable, al menos para nosotros. ¿Usaremos en
el cumplimiento de los plazos se multiplicarían
nuestro juicio una perspectiva coyuntural o bien dentro del proceso y consistirían, cada uno, en
otra permanente cuyas consecuencias tal vez no un incidente autónomo dentro del trámite de
nos satisfagan en esta situación particular? ¿Re- la causa. Si hubiera que ponderar, en cada su-
solveremos esto creando una excepción, como puesto, el conflicto entre la ilegalidad del medio
el árbitro del ejemplo inicial? Si lo hacemos, ¿no de prueba y la gravedad del delito investigado,
estaremos introduciendo en la estructura una la protección genérica de los derechos —que es
modificación general? ¿O bien trataremos de el objetivo de la garantía procesal— quedaría en
convencernos de que la excepción solo es apli- grave peligro.
cable “por única vez”, en una situación de emer-
gencia? Ahora bien, aquellos conflictos en el marco
del proceso son apenas un segmento de una
Podemos acercarnos todavía más a nuestro controversia jurídica más general. Todos sabe-
campo, que es el derecho. La doctrina del fru- mos que la interpretación de la ley debe fun-
to del árbol envenenado es una típica estructu- darse, ante todo, en la lectura de su texto; pero
ra procesal (tal como los plazos, la caducidad de también que dispone de cierto margen de dis-
instancia o la cosa juzgada), creada para evitar crecionalidad para asignar a ese texto distintos
daños y garantizar derechos en un plano colec- matices de significado, frente a las circunstan-
tivo y duradero, pero que puede desembocar en cias del caso al que la norma deba aplicarse.
Pues bien, la amplitud de ese margen ha ido
la absolución de un culpable (o impedir la pre-
ampliándose desde el período inmediatamen-
sentación de un escrito vital, o la continuidad de
te posterior a la codificación napoleónica, muy
un proceso, o la consagración de una sentencia apegado a la literalidad, por distintas teorías
injusta). ¿Soportaremos esas consecuencias? A cada vez más amplias, hasta llegar al extremo
veces, no las soportamos: el caso “Simón” pa- actual, manifestado en negro sobre blanco en
rece un buen ejemplo de cómo elegimos saltar los artículos 1º y 2º del Código Civil y Comercial.
la regla para hacer lo que juzgamos imperio- La codificación y la tendencia a respetar su texto
samente justo (1). La Corte Suprema también corresponden a la tendencia pro-estructura, en
admitió la presentación de un escrito minutos tanto el principialismo, el neoconstitucionalis-
después de vencido el plazo, en atención a los mo y el discurso de los derechos humanos con-
motivos de la demora (2). vertido en descripción de la realidad jurídica se
dirigen hacia el cumplimiento de la función (ha-
(1) CS, “Simón, Julio Héctor y otros s/ privación il- cer justicia) a toda costa.
egítima de la libertad, etc. (Poblete) - causa Nº 17.768”,
14/5/2006. Cfr. GUIBOURG, R.A., “Delitos de lesa hu- Podría decirse, tal vez, que la historia del de-
manidad. Reflexiones acerca de la jurisprudencia de la recho es el relato de un vaivén entre aquellas dos
CSJN”, Ediar, Buenos Aires, 2009, cap. X, p. 71. tendencias: por un lado, Hammurabi, las Doce
(2) CS, “Cantera Timoteo S.A. c. Mybis Sierra Chica Tablas, Teodosio II, Justiniano, Alfonso el Sabio,
S.A. y otros”, 03/03/2005, LA LEY 24/05/2005, 7. Bonaparte y Vélez Sarsfield, entre muchos otros.
Por el otro lado, los sacerdotes del fas, los glosa- viduo según sus intereses y su margen de poder
dores y posglosadores, el ordenamiento feudal, operativo.
el ancien régime, Gény, Alexy y toda la actual
orientación del pensamiento jurídico. No estoy proponiendo, por cierto, un regreso
al mito del juez boca de la ley: solo intento mos-
La tendencia de nuestros días reconoce, aca- trar que, dentro del continuo entre los dos ex-
so, dos motores, que operan con relevancia des- tremos, sería conveniente convenir algún punto
igual según a qué temas se apliquen. Uno es intermedio que resultase satisfactorio, no solo
filosófico: la suposición —que considero erra- en este momento y frente a los problemas que
da— de que cualquier persona “razonable” ahora vivimos, sino como herramienta ideoló-
puede hallar las respuestas valorativas correctas gica permanente, capaz de asistirnos, a lo largo
mediante la interrogación de su propia concien- de vicisitudes todavía desconocidas, en nuestro
cia. El otro es político: el reiterado menosprecio empeño por convivir con alguna tranquilidad.
de las reglas de juego frente a las estimadas con-
veniencias del momento. El resultado no es otro En este sentido, me atrevo a sugerir que, sobre
que el debilitamiento de la ley, que se supone todo en medio del partido, un offside es todavía
resultado del acuerdo democrático, a favor de un offside y que un penal debería seguir siendo
una búsqueda de justicia, a cargo de cada indi- un penal. No solo en el fútbol.
des. Ante todo, ¿por qué el lugar de nacimien- ba en un lugar, con su familia, sus objetos per-
to habría de ser más relevante que la genética? sonales, sus muebles y sus medios de sustento,
Si, como se afirma ahora, la existencia de la abundantes o escasos que fueran. Mudarse era
persona empieza con la concepción, ¿por qué costoso, de modo que, en caso de conflicto, era
no registrar el lugar donde ese acontecimien- relativamente fácil determinar dónde encontrar
to se produjo? Tal vez para no entrometerse en a una persona para interpelarla, embargarla o
la vida privada de las parejas; acaso porque el arrestarla.
nacimiento es más público que su antecedente
necesario. O, probablemente, porque la noción Mucho de esto sigue ocurriendo, pero ya no
de nacionalidad data de épocas en las que se puede darse por sentado. La Revolución Indus-
entendía que la vida del ser humano comienza trial provocó grandes movimientos de pobla-
con el nacimiento: nótese que en las biografías ción, en busca de los puestos de trabajo, para
se registra esta fecha, y que los cumpleaños la no hablar de los refugiados que ahora mismo
recuerdan excluyentemente. huyen de persecuciones, guerras, hambrunas
o simplemente la falta de perspectivas futuras.
Pero, aquí también, ¿por qué es uno de no- En las villas de emergencia es difícil identificar
sotros quien nace en nuestro territorio? ¿Qué calles o números; y la rapidez de los transportes
vínculo con nuestro país tiene alguien que nació permite a las personas cambiar de ciudad, o de
aquí accidentalmente, durante un viaje turísti- país, con mayor facilidad.
co de su madre eslovena? ¿Y por qué hemos de
dar derechos y privilegios a alguien acaso mal- Sin embargo, aún pueden avizorarse mayo-
vado, por la sola circunstancia del lugar donde res problemas si se piensa en el futuro. Un hijo
fue dado a luz? (3). de españoles es español; pero, si el embrión es
genéticamente modificado con tecnología chi-
Si, motivados por estas preguntas, tratamos na, ¿se aplicará el ius sanguinis con igual rigor?
de revisar o aun descartar la idea de naciona- Si un hijo de argentinos nace en una estación
lidad, podríamos pensar en algo más concreto, espacial internacional, ¿qué ius soli se le apli-
como el domicilio. Parecería más sensato adop- cará, aun antes de que se acoja a la opción de
tar este criterio para la distribución de derechos la ley 16.569? ¿Hay una “ley de bandera” para
referidos a la vida en común, tales como votar u esas estaciones? Si una mujer francesa gesta un
ocupar cargos públicos. Después de todo, el do- hijo con material genético de un donante pa-
micilio no es un simplemente estar allí, sino te- raguayo, y lo da a luz en Nueva York, ¿cuál de
ner en un lugar la residencia permanente. Vivir los criterios habrá que usar con el niño? Arabia
en el mismo sitio nos hace copartícipes de las Saudita ha concedido la ciudadanía a un robot,
ventajas y desventajas de un mismo gobierno o llamado Sophia: la ciudadanía solo se concede
código de leyes. Y, finalmente, si un Estado de- a personas, de modo que —para ser coheren-
seara limitar la instalación de inmigrantes, sería tes— tendríamos que pensar que Sophia debía
más sencillo negar la residencia que investigar considerarse una persona aún antes de la de-
linajes o acontecimientos pretéritos. cisión administrativa saudí. ¿Qué nacionalidad
tendría entonces en su origen y de qué modo el
Sin embargo, el concepto mismo de domici- concepto habría de extenderse a los robots en
lio, con la importancia que tradicionalmente se general, si quisiéramos reconocerles derechos?
le ha dado en el derecho civil, proviene también Además, en este aspecto, ¿por qué nos negaría-
de un mundo que ha cambiado. Hace siglos, o mos a reconocérselos, luego de haber conside-
milenios, podía suponerse que, en su gran ma- rado persona a la orangutana Sandra?
yoría, las personas nacían, vivían y morían no
solo en un mismo país, sino en la misma región Si, frente a estos interrogantes, prefiriéramos
o en la misma aldea. Cada persona se instala- refugiarnos en el domicilio, deberíamos adver-
tir que ese mismo concepto está empezando a
debilitarse. Los indigentes, en su mayoría, no
(3) Esta pregunta parece compatible con la ley 14.031,
de 1951, que privó de la ciudadanía a un argentino na- tienen domicilio alguno y muchos viven en las
tivo, identificado con nombre y apellido, por haber incur- calles, hoy aquí y mañana allá. En los procesos
rido en actitudes que se juzgaron inconvenientes. judiciales se constituye un domicilio electróni-
co, independiente del físico; en Internet muchas aquella distinción? Si respondemos afirmativa-
empresas anuncian y venden sus productos o mente a esta difícil cuestión moral, tendremos
servicios sin exhibir otro domicilio que su pági- que examinar los profundos criterios de nuestro
na web. La celeridad de transportes y comuni- afecto diferencial: fuera de las relaciones indivi-
caciones, así como el trabajo a distancia, hacen duales, que muestran simpatías y antipatías más
que el asiento geográfico de cada persona sea o menos reconocibles, ¿qué condiciones debe-
más variable que antes, e incluso que ya no im- ría reunir una persona desconocida para gozar
porte tanto para las relaciones personales o de de nuestra solidaridad formal? ¿Por qué este cri-
negocios. Finalmente, si nuestro motivo es la terio ha de ser dicotómico, nacionales y extran-
cercanía, ¿por qué un montevideano es más aje- jeros, nosotros y ellos, y no reconocer, acaso,
no que un residente en Ushuaia? pasos intermedios?
Por cierto, no estamos hablando de una catás- Recordemos que la generalización de los jui-
trofe jurídica actual: todavía los domicilios y los cios morales respecto de grupos étnicos, por
criterios de nacionalidad siguen rigiendo y pres- ejemplo, es considerada fruto típico de prejui-
tando buena parte de su original utilidad legal. cios que desaprobamos. ¿Por qué, entonces,
Pero vale la pena echar un vistazo preventivo so- apreciamos a un argentino más que a un neer-
bre la creciente flaqueza de las instituciones con landés (y los neerlandeses hacen seguramen-
las que delimitamos nuestra solidaridad. te lo inverso, con la excepción de su reina), sin
contar con otros datos que el lugar de nacimien-
En resumidas cuentas, se trata de advertir que to, o el linaje, o el domicilio?
todo este problema proviene de nuestro deseo
de distinguir los individuos propios de los aje- Son muchas las preguntas que podemos, y
nos: aquellos con los que admitimos mayor o acaso deberíamos, formularnos. Mientras lo ha-
menor identificación respecto de ciertos dere- cemos, los ucranianos no quieren ser rusos, en
chos y obligaciones, de aquellos a los que re- varios países los homosexuales son penalmen-
chazamos formalmente, no por odio (aunque a te reprimidos o las mujeres son oprimidas, los
veces eso sucede), sino por simple indiferencia. uigures son perseguidos, caravanas centroame-
Pero tal distinción entre ellos y nosotros no es ricanas son dispersadas en la frontera de los Es-
fáctica ni natural: proviene de una construcción tados Unidos, los misiles vuelan entre Palestina
conceptual de base remotamente afectiva. e Israel y multitudes de africanos y asiáticos se
ahogan en el Mediterráneo. Algo no está funcio-
El tema, pues, requiere alguna introspección. nando bien en el campo de nuestros criterios de
¿Estamos seguros de que queremos establecer solidaridad.
aún deliberan y trabajan a la vez que procuran sigue, de lejos, las huellas de la Unión Europea.
reconstituir su propia base financiera, pero fin- Pero, aun fuera de estos bloques, el mundo se ha
gen no ver que su papel en el mundo ha termi- vuelto “interdependiente”, que es un eufemismo
nado, salvo en cuanto acepten convertirse en para decir que casi todos los estados han perdi-
mandatarios del poder real, como el Senado ro- do buena parte de lo que juzgaban su indepen-
mano después de Julio César. dencia.
Vivimos en un mundo unipolar, parecido al Sin embargo, las uniones regionales pueden
del Antiguo Régimen en la escala local, donde todavía intentar uno de los caminos alternati-
existe un poder que hace su voluntad, llama de- vos hacia el futuro: el de construir grupos co-
recho a las normas que desea imponer, daños lectivos que, gracias a su propia coordinación
colaterales a los perjuicios que esa imposición y acaso a modificaciones experimentadas por
irroga a terceros y necesidad humanitaria (antes el poder hegemónico, sean capaces de acordar
razón de estado) al interés en el que funda sus con él condiciones sustentables de conviven-
decisiones. cia y, lo que es indispensable, diseñar garantías
de que ellas sean cumplidas. Este camino, si tu-
Ese poder no está solo en el escenario en el viera buen éxito, llevaría a una nueva Westfalia
que actúa. Hay otros estados dotados de algu- universal, fundada en alguna clase de equilibrio
na soberanía remanente y también hay una más o menos desigual de poderes neosobera-
opinión pública (predominantemente externa) nos: una imperfecta democracia de países.
capaz de analizar los hechos según su propio
criterio. Pero, tal como en el recordado régi- Otro camino se abre, sin embargo, ante el
men monárquico, unos y otra se hallan sujetos mundo actual, y tal vez quepa reconocer que es
a una formidable acción persuasiva ejercida por el que venimos recorriendo por inercia: el de la
medio de la desinformación, la propaganda, el historia política interna de los antiguos estados.
soborno selectivo y el poder cancelatorio de la Cada uno de ellos se constituyó desde adentro,
desmemoria colectiva. En este contexto, la casi gracias a que un poder hegemónico terminó ex-
metafísica idea de soberanía, cuyos ecos aún re- plícitamente con sus rivales interiores. Cuando
suenan en el discurso internacional, ha perdido los estados nacionales europeos se formaron
su primitiva pretensión de defender a cada esta- a partir del feudalismo, no lo hicieron precisa-
do de las apetencias ajenas para convertirse en mente mediante tratados equitativos entre los
una excusa con la que los estados poderosos se diversos feudos, sino como consecuencia de la
eximen de auxiliar a los menos afortunados (5). primacía de un señor feudal sobre los demás, a
quienes acabó por despojar de su antigua au-
No es útil decir todo esto para sembrar el odio tonomía para someterlos completamente a su
ni para convocar a un conflicto sin mañana. Pero poder. El sistema llegó en Europa a su máxima
sí para señalar la conveniencia de revisar las tra- concentración en la época de los Austrias y de
diciones lingüísticas e ideológicas conexas que los primeros Borbones (6). La estructura inter-
siguen presidiendo el discurso, a fin de adaptar na resultante era claramente desigual, lo que
las palabras a la nueva realidad. acabó por desencadenar una reacción, primero
intelectual y luego del “tercer estado”: los súbdi-
La soberanía está en crisis. Los países euro-
tos pidieron ser escuchados y acabaron, muchas
peos la han abandonado como ideal nacional,
cabezas más tarde, por obtener una (relativa)
para mejor defender entre todos lo que queda
participación democrática. Sería posible —aun-
de ella, como alguna vez hicieron las provincias
que no agradable— imaginar un paralelo inter-
argentinas y los estados norteamericanos de la
costa este; y el Mercosur es hoy un proceso que nacional.
vaciados los gobiernos locales de poder efecti- No soy adivino ni líder político. No sé qué pa-
vo, acaso los pueblos empiecen a ejercer su in- sará ni me atrevo a aconsejar un rumbo para el
fluencia dentro del nuevo ámbito y obtengan mundo. Sólo insinúo que, de los dos caminos
que algo del poder perdido refluya de a poco que he entrevisto, el primero requiere un tiem-
hacia los hombres y mujeres de la periferia. Si po algo más breve y una cantidad incompara-
el mundo no logra transformarse en una de- blemente menor de sangre a derramar, aunque
mocracia de países, tal vez llegue a parecerse a necesita también una dosis de racionalidad uni-
una democracia de seres humanos. Algunos in- versal que no es fácil de encontrar en nuestros
dicios positivos en este sentido se observan ya: días. Ninguno de los dos ofrece garantías de lle-
la jurisdicción universal en materia de derechos gar al fin propuesto. Pero en ese contexto de in-
humanos —ciertamente resistida— es uno de certidumbre, al que estamos tan habituados en
ellos. Acaso entre todos podamos ensanchar la cualquiera de nuestras opciones cotidianas, nos
brecha y, a favor de la globalización que se nos vemos obligados a decidir. Al menos, hagámos-
impone, marchar hacia nuevas y distintas uto- lo con los ojos abiertos y no acunados por la mú-
pías. sica de un discurso pretérito.
del Ejecutivo antes que a los legisladores que la Algunas ideas podrían ser consideradas. A
hubieran propuesto. A todo esto, se agrega el modo de conjeturas para debatir, ofrezco algu-
ejercicio de legislación delegada, que el artículo nas.
76 autoriza, como en el caso anterior, bajo la cu-
riosa apariencia de prohibirlo. Establecer un régimen parlamentario en se-
rio, o bien atenuar de veras el presidencialismo.
La República cuenta con varios organismos En esta última alternativa, prohibir la reelec-
de control que, paradójicamente, dependen del ción inmediata y, si la hubiera con un período
mismo poder que deben controlar. La Constitu- intermedio, prohibirla luego para siempre. Eli-
ción da autonomía a la Auditoría General de la minar la legislación delegada y los decretos de
Nación y dispone que su presidencia esté a car- necesidad y urgencia, para devolver al Legisla-
go de un opositor, pero no impide diluir sus ini- tivo su función primordial. Unificar o coordi-
ciativas en un cuerpo colegiado. nar los organismos de control y garantizar su
independencia del poder político. Establecer,
Aún se recuerdan ciertas tropelías cometi- en el Consejo de la Magistratura, representacio-
das durante la última década del siglo pasado nes igualitarias para jueces, abogados y legisla-
en materia de designación de jueces, cuando dores (sin distinción de cámaras) y eliminar la
una simple amistad personal valía más que representación presidencial. Pensar un perfec-
la capacidad intelectual. Se buscó, pues, eli- cionamiento del sistema de frenos, contrapesos
minar esta corruptela. El Consejo de la Ma- y responsabilidades, de tal modo que, en lo po-
gistratura fue para ese fin una excelente idea, sible, algunos fueran automáticos, sin depender
malograda por su instrumentación. Concebido
de decisiones particulares. Disponer que, para
para recortar el poder presidencial mediante
la reforma constitucional, la convocatoria a una
una representación equilibrada de estamentos,
convención constituyente no pueda hacerse
fue desequilibrado desde el principio por el ex-
sino un año después de la ley de declaración de
ceso de legisladores y el agregado de un repre-
necesidad, y que la reforma no entre en vigencia
sentante del propio Ejecutivo. El resultado fue,
sino un año más tarde, previo referéndum ratifi-
al fin y al cabo, la permanencia de una turbulen-
catorio. Diseñar y establecer un régimen de co-
ta politización en la designación y en el control
participación tan automático como sea posible.
de los magistrados.
Completar la autonomía de la Capital, con las
La ciudad de Buenos Aires recibió autonomía, únicas limitaciones propias del funcionamien-
pero una ley la recortó y cabe sospechar que se- to del gobierno federal en su territorio. Y, acaso,
guirá así mientras sus autoridades y las de la Na- delinear regiones interprovinciales, de pobla-
ción no se reúnan bajo el liderazgo de un mismo ción aproximadamente equivalente, para que
caudillo. Mientras tanto, la autonomía de las cada una de ellas elija tres senadores por voto
provincias es burlada por vía financiera, ya que popular, de tal modo que los senadores repre-
los recursos, incluso los coparticipables, pue- senten a toda la región y no actúen como dele-
den manejarse con mano de hierro desde el go- gados particulares de un gobierno provincial.
bierno nacional.
Ha de notarse que, entre las ideas sugeridas,
Pese a los defectos apuntados, sería una lo- ninguna se refiere a la corrupción, que es una
cura proponer hoy una nueva reforma cons- preocupación constante en cualquier análisis
titucional: eso es algo que sólo puede hacerse del funcionamiento de los gobiernos. Hay para
con frutos duraderos en un momento de paz y eso dos razones. La primera, que en un estado
concordia en el que los argentinos, con nuestras corrupto toda reforma y toda mejora son inúti-
diferencias a cuestas, pongamos a un lado am- les, ya que un núcleo de honestidad es presu-
biciones y resentimientos viscerales para pensar puesto para cualquier gestión estatal eficaz. La
en conjunto el modo de convivir civilizadamen- segunda, que —supuesto que sea ese núcleo—
te en el largo plazo. Pero ese momento puede la mejor arma contra la corrupción es la distri-
llegar, y para entonces conviene ir formando bución de los poderes, de tal modo que cada
nuestros criterios. uno sea controlado por los demás.
Esto último está lejos de ser nuevo. Decía ros, sin que ningún caso deje a estos en libertad
Mariano Moreno: “Sin embargo, el pueblo no de hacerse malos impunemente”.
debe contentarse con que sus jefes obren bien,
él debe aspirar a que nunca puedan obrar mal; Acaso viene bien recordar estas palabras aho-
ra, para que cada uno medite sus propias pro-
que sus pasiones tengan un dique más firme
puestas para mucho después. La convivencia
que el de su propia virtud; y que delineado el ca- sólo puede diseñarse oyendo todas las voces y
mino de sus operaciones por reglas que no esté negociando acuerdos entre los ciudadanos: lo
en sus manos trastornar, se derive la bondad del importante es que cada uno se sienta responsa-
gobierno, no de las personas que lo ejercen, sino ble de lo que piensa, quiere y sostiene en lugar
de una constitución firme, que obligue a los su- de esperar que un nuevo caudillo lo libere del
cesores a ser igualmente buenos que los prime- trabajoso ejercicio de la libertad.
tulan en un plano superior al positivo, todo se cia del sistema jurídico. Pero esta conocida difi-
reduce a una disputa por el poder, apenas disi- cultad se ve incrementada por el agravamiento,
mulada por algún intercambio de argumentos a su vez, de la imperfección técnica que aque-
que a menudo se ignoran recíprocamente. ja a las normas cuyo cumplimiento deseamos.
En este sentido, es posible delinear algunas ac-
Así es como se llega a la situación tan fácil de ciones capaces de disminuir sensiblemente esta
observar en nuestros días: los derechos huma- parte del problema:
nos se convierten en los derechos míos y de mis
amigos; de ellos están excluidos muchos otros, a) Sincerar nuestras intenciones concretas. Si
que a su vez los invocan a la inversa. Esto, por sí el texto legal disimula nuestras intenciones, o si
solo, no sería tan grave: después de todo, la vida las cubre con un velo de vaguedad que las hace
social, que incluye la política y el derecho, está populares, pero casi indiscernibles, corremos el
empedrada de conflictos que es preciso resolver, riesgo de que, por vía de interpretación, nues-
superar o soportar. Lo malo (si se me permite el tros postulados sirvan a intereses distintos y aun
uso de esta palabra, tan cargada de subjetivi- opuestos, según el caso y sus participantes.
dad) es que el marco lingüístico en el que esos
conflictos se expresan, tributario a su vez de un b) Dialogar y negociar lealmente. Si cumpli-
marco ontológico indemostrable, impide resol- mos el requisito anterior, saldrán a la luz diver-
ver las controversias, hace aleatorio superarlas y gencias que de otro modo quedarían ocultas
convierte el acto de soportarlas como una inad- tras un disfraz de consenso. Este efecto es ven-
misible sumisión al poder del otro. tajoso, ya que nos permite avanzar con los ojos
abiertos hacia soluciones transaccionales ope-
La razón de todo esto es que el discurso de los rativas. Pero reconocer las diferencias implica
derechos, y en especial el de los derechos huma- entablar un diálogo claro, y buscar una solución
nos, no sirve tanto para convivir sino para agitar requiere una negociación leal, antes de dar el
banderas en la lucha contra nuestros enemigos, tema por perdido y disponernos a convivir, to-
los malos. Cabe aquí preguntarnos: ¿son ene- lerar o pelear.
migos porque son malos o son malos porque
son enemigos? Porque puede advertirse que la c) Establecer escalas de derechos. Si procla-
amistad y la enemistad son pasiones del espíri- mamos una cantidad de derechos con igual je-
tu fáciles de distinguir, mientras la bondad y la rarquía y no disponemos (como erróneamente
maldad dependen de profundas y controversia- nos gusta creer) de métodos apropiados para
les postulaciones metaéticas. Pero todavía si- ponderarlos frente a cada caso, el resultado será
gamos preguntándonos: nuestros amigos ¿son un caos de derechos que repose sobre una mul-
todos buenos, o les perdonamos malas acciones titud de obligaciones de dudoso cumplimiento.
porque son amigos? Un destello de sinceridad Al menos habría que distinguir distintas inten-
puede hallarse en la frase atribuida a Theodo- sidades en los intereses que deseamos tratar
re Roosevelt, cuando alguien le reprochaba su como derechos. Por ejemplo:
apoyo a un dictador latinoamericano: “sí, es un
bastardo, pero es nuestro bastardo”. ¿Tendremos I) Derechos humanos (de veras) En esta cate-
el valor de ejercer el mismo cinismo? ¿O, en ma- goría, podemos situar el trato que estamos dis-
teria de derechos (humanos, sí), seguiremos puestos a exigir para cualquier ser humano, sin
privilegiando la propaganda contra nuestros ad- que importe quién sea ni qué tropelías haya co-
versarios por encima de la protección eficaz de metido. Se trata, por así decirlo, de los derechos
los derechos de todos? que reconocemos incluso a nuestro peor ene-
migo, al que haya incurrido en los crímenes más
De acuerdo con lo dicho, al parecer, la política execrables.
(el lenguaje) de los derechos es un éxito publici-
tario mundial, pero representa un avance escaso II) Derechos condicionales. Se trata de los que
y poco eficaz en el campo de los hechos. Es cla- reconocen excepciones o condiciones, de modo
ro que muchos (nuestros enemigos, los malos) que no se aplican necesariamente a todos los
se muestran reacios a respetar los derechos, con humanos. Son los que a menudo se llaman de-
lo que reeditan el antiguo problema de la efica- rrotables (por otros derechos) Pero, en tal caso,
es indispensable acordar qué derechos pueden obligado y qué conductas puede exigir de los
derrotar a qué otros derechos, y en qué circuns- demás.
tancias. De otro modo, los derechos prevalece-
rán o serán derrotados de manera desigual e Es posible que todas estas propuestas se in-
impredecible, con lo que su calificación de “de- terpreten como una exageración positivista, o,
mejor aún, como una herejía contra la augus-
rechos” quedará comprometida.
ta condición humana del derecho. Sólo sugiero
III) Derechos negociables. Son los que de- que, por un momento, pensemos que, si el de-
penden de acuerdos, ya sea legislativos o con- recho está al servicio del hombre, deberíamos
hacer lo posible para que ese servicio fuera efi-
tractuales, sin que admitamos para ellos
ciente y constante. Nadie compraría un lava-
condicionamientos de orden superior. Así, los
rropas que funcionara aleatoriamente, o que
contratos pueden determinar su contenido en algunos días dejara la ropa limpia y otros días,
el marco de la ley, y las leyes pueden limitar imprevistamente, le causara manchas indele-
esos contenidos o disponer instituciones y obli- bles. Es claro que comparar el derecho con un
gaciones dentro de los límites procesales de la lavarropas es algo políticamente incorrecto.
Constitución, sin riesgo de verse afectados por Apenas menos que afirmar que nuestro planeta
derechos de las categorías anteriores. no era el centro del universo, o que la sangre cir-
culaba por las venas, o que los niños tenían ape-
d) Traducir claramente esos contenidos y je- titos sexuales, o que las mujeres debían votar. Es
rarquías a tratados, constituciones y códigos que, ahora como antes, la corrección política es,
internos, para que cada ciudadano sepa, con desde el punto de vista de las oportunidades del
aproximación apropiada, a qué conductas está pensamiento, políticamente incorrecta.
si luego clasificamos los objetos como árboles, lo hace el legislador, sino desde abajo, como se
piedras, ríos, gatos, caballos y computadoras, supone que lo hacen los jueces mediante la in-
lo hacemos porque nuestros intereses llevan a terpretación. Gran parte de la opinión pública,
considerar relevantes las condiciones comunes mientras tanto, expresa su desconfianza en el
de los elementos que agrupamos en cada clase, derecho, sus normas, sus autores y sus aplica-
y también relevantes las diferencias que obser- dores diciendo que “al fin y al cabo, todo es polí-
vamos entre los integrantes de distintas clases. tica”: este uso peyorativo del término implica, al
Si, después, escalamos las alturas de la abstrac- parecer, cierta esperanza frustrada en el poder
ción para construir clasificaciones más elevadas de un derecho supremamente justo, que los co-
y conceptos tales como el estilo Bauhaus, el de- rruptos habitualmente desobedecen. Pero, en la
recho a no ser discriminado o la teoría de cuer- práctica, todas esas actitudes se mezclan, como
das es porque estimamos conveniente elaborar diría Discépolo, en un mismo lodo. Abogados y
tales instrumentos intelectuales. Pero ¿es eso lo jueces hacen una especie de política para el caso
que en nuestro lenguaje cotidiano entendemos mediante la interpretación, mientras invocan la
por política? Tengamos en cuenta que ninguna ley escrita pero atribuyen sus propias conviccio-
de aquellas ideas se pronuncia por la democra- nes a principios superiores y se reservan pru-
cia ni la dictadura, por el proteccionismo o la dentemente su opinión acerca de la politización
globalización, por confiar nuestro destino a un del derecho. Muchos políticos y legisladores, en
líder carismático o elegir en cambio a discretos cambio, consideran esta última como un hecho
funcionarios transitorios. natural y suponen que cualquier estructura jurí-
dica puede cambiarse, invertirse o modificarse
Es posible sospechar que, más allá de las rea- excepcionalmente mediante decisiones políti-
lidades ya apuntadas, la insistencia en vincular cas fundadas en el deseo de una oposición de
el pensamiento y la ciencia a la política obedece poner en dificultades a un gobierno, o en la pre-
al deseo de politizarlo todo, de convertir cual- tensión gubernamental de hacer lo opuesto. Eso
quier controversia en un capítulo de una lu- sí: como si se tratara de un coro mal ensayado,
cha global y suprema entre el bien, que somos todos, de consuno con los ciudadanos de a pie,
nosotros, y el mal, representado por ellos. Qué cantan su acatamiento a las pautas supremas de
bienes materiales o intelectuales se pierdan, se la justicia, aunque usen para hacerlo diferentes
rompan o se deterioren en el camino es un tema partituras.
de daños colaterales: una vez que alcancemos el
triunfo, ya será el momento de repararlo todo en En esas condiciones, no es de extrañar que
un clima de felicidad general. en el campo jurídico hayamos tenido, respeta-
do y hasta elegido tantos Lysenkos. Es claro que
Mientras esos malentendidos incomodan a los la política y el derecho se encuentran vincula-
epistemólogos y entretienen a los políticos, ¿qué dos; pero nos falta una reflexión (probablemen-
sucede en el campo del derecho? Una respuesta te, una negociación) colectiva y seria acerca de
posible: un poco de cada cosa, todo junto. Mu- la naturaleza y de los alcances precisos de ese
chos aceptan que el derecho es un instrumento vínculo. La judicialización de la política y la po-
de la política: el modo que quien tiene el poder litización de la justicia, fenómenos que hace
emplea para ejercerlo. Otros, en cambio, recla- muchos años se han afincado entre nosotros,
man una relación inversa: que el derecho sirva son muestras evidentes del daño que la falta de
para limitar y encauzar la política, para lo que aquella clarificación opera en la convivencia de
suponen alguna forma suprema y trascendente los ciudadanos y en el funcionamiento de la de-
de derecho, independiente de la voluntad de los mocracia, que —como la administración judi-
legisladores. Una mayoría, por su parte, admite cial— debería ser un modo pacífico de resolver
que al menos cierta dosis de política es introdu- las controversias y no el teatro de una lucha sin
cida en el derecho no sólo desde arriba, como cuartel ni reglas.
El caso hondureño se ha visto recientemen- quier Estado como norma internacional ius co-
te replicado en Bolivia. La Constitución de ese gens (3).
país, aprobada en 2009, en su art. 168, dispone
que el presidente y el vicepresidente duran en No pretendo aquí argumentar a favor ni en
sus funciones cinco años “y pueden ser reelec- contra de las reelecciones, sino reflexionar acer-
ca de la seriedad que atribuimos a los límites
tas o reelectos por una sola vez de manera con-
constitucionales y a la alegría con la que admiti-
tinua”. Ese mismo año el presidente en ejercicio mos las maniobras que los eluden (4).
fue reelecto; pero, como la Constitución era
nueva, se consideró esa elección como la pri- En efecto, las constituciones, de las que las
mera (2). Fue reelecto nuevamente en 2014. En normas sobre elección presidencial son apenas
2016 convocó a un referéndum para presentarse una parte, se suponen destinadas a regir la con-
por cuarta vez, pero fue derrotado. No importó. vivencia política de los más diversos sectores
En noviembre de 2017, el Tribunal Constitu- por muchos años: esa es la razón por la que se
cional Plurinacional se encargó de satisfacer el justifican frenos, contrapesos, limitaciones y ga-
proyecto presidencial: por encima de la norma rantías. No son instrumentos de gobierno, sino
cuestionada, dijo, está “el derecho humano a ámbitos institucionales en los que distintos pro-
participar libremente en las elecciones”. yectos de gobierno dialogan, compiten y, mo-
mentáneamente, triunfan.
Nuestro país no ha sido muy diferente en ese
Sin embargo, el caudillismo que tradicional-
aspecto. Dos veces fue reformada la Constitu-
mente aflige a nuestra América hace que todo,
ción con el objetivo apenas disimulado de fa- incluso las previsiones constitucionales (5), se
cilitar la reelección presidencial, prohibida por observen, se juzguen, se interpreten y hasta se
el texto de 1953-60 y vuelta a eliminar en 1957. modifiquen desde la adhesión o el rechazo po-
La última vez, en 1994, fue público el propósi- pulares a alguna figura carismática. En nuestro
to oficial de obtenerla “a cualquier precio”, para país parece haberse hecho carne la idea de que
lo que se invocaba que la ley de necesidad de si un partido cualquiera —normalmente identi-
reforma podía ser aprobada con mayoría cali- ficado por los ciudadanos con el nombre de su
ficada, sí, pero de los legisladores presentes en dirigente— obtiene mayoría de dos tercios en
la sesión. Se acordó, finalmente, una sola opor- ambas cámaras, inmediatamente abrirá un pro-
tunidad de reelección, con la aclaración de que ceso de reforma constitucional para eternizarse
el mandato en curso debía contarse como pri- en el poder.
mero. Pese a eso, hubo un intento judicial, que
¿Es necesario vivir las normas constitucio-
pasó a la historia como la “re-re” y que no llegó a
nales de esa forma? El meollo de la cuestión se
ejecutarse porque las encuestas mostraban que encuentra en la frase antes citada: “a cualquier
el electorado no respondería. Y otra iniciativa en precio”. La conservación del poder, la continui-
tal sentido se frustró en 2013 por un resultado dad de un proyecto político (para no hablar de
electoral. otras motivaciones más oscuras) deben ser muy
valiosos para que todo un país —el nuestro o
Aquellos afanes parecen ahora definitiva- cualquier otro— sea obligado a pagar por ellos
mente satisfechos por la doctrina de las cortes
hondureña y boliviana: la reelección presiden- (3) Ecuador parece nadar contra la corriente: ha con-
cial, aun por un número indefinido de veces vocado un referéndum para suprimir la reelección in-
consecutivas, es un derecho humano inmarce- definida, que había sido incorporada en 2015.
sible, superior a cualquier texto constitucional (4) La segunda persona del plural alude al género hu-
y, seguramente, digno de ser impuesto a cual- mano. En Rusia, el presidente y el primer ministro vienen
alternándose entre sí para perpetuar un mismo régimen.
Un sistema semejante parece endémico en Santiago
(2) Este mismo argumento fue usado en la provincia de del Estero y estaba proyectado para la presidencia en la
Córdoba, donde, después de una reforma constitucional primera década de este siglo.
que habilitaba una sola reelección, el Tribunal Superior
autorizó una segunda en 1991. (5) Y, en ocasiones, hasta la propia historia.
un costo institucional tan alto. Mi amigo Car- sea previsible, transparente y pareja en todo
los Nino lo comentó sabiamente al hablar de tiempo y, por encima de todo, que aprendamos
un país al margen de la ley. Probablemente sea a ver la realidad sin pasarla por el tamiz de la di-
necesario volver a someternos a la ley, pero de cotomía “ellos o nosotros”. Así, tal vez, aprende-
buen grado. Claro que, para eso, es preciso que remos a pagar el precio de lo que queremos y a
las leyes sean consensuadas, que su aplicación no querer lo que nos cobren tan caro.
otros dos poderes, pero con sujeción a normas zan, mientras otros explican que se trata de una
estrictas; y la Corte Suprema puede ser desti- emergencia en la que se hace necesario adoptar
tuida, pero mediante un juicio con garantías soluciones extremas y urgentes, flexibilizando
procesales y mediante una mayoría en ambas las instituciones hasta desnaturalizarlas. Como
Cámaras difícil de alcanzar. en el caso del adicto, se oscila entre la resisten-
cia a la tentación, el hipócrita “permitido” o la
Ninguno de esos “frenos y contrapesos” ha lisa y llana rendición a los deseos del momento.
sido impuesto por la divinidad ni por un cón- La historia del mundo registra notables casos de
clave de conspiradores autoritarios y malvados. esa rendición, y el artículo 29 de la Constitución
Todos y cada uno de ellos son resultados y ma- —fruto de la experiencia— contiene una nota-
nifestaciones de la voluntad del pueblo. Pero ble precaución al respecto.
la voluntad que se traduce en la Constitución
contiene los criterios que los ciudadanos han Quienes se sitúen en cada una de aquellas al-
concebido como duraderos, y por eso jerárqui- ternativas depende, en gran medida, de dónde
camente superiores. Son el equivalente político esté cada uno en ese momento y de cuál sea la
de la fuerza de voluntad ante las tentaciones o naturaleza de la emergencia, ya que nada está
deseos circunstanciales; la referencia práctica dicho para siempre. Así, lo que para unos es
de la metáfora de Ulises, cuando se hace atar al un golpe de Estado, para otros es un recambio
mástil para resistir el canto de las sirenas. constitucional, o aun una gesta heroica; lo que
para unos es defensa de las instituciones, para
Es claro que las sirenas existen, y cantan, gri- otros es menosprecio de la voluntad popular; lo
tan y reclaman todo el tiempo. Ellas quieren lo que para unos es uso de facultades discreciona-
que quieren, y lo quieren ya. Tal vez sus peticio- les, para otros es una inaceptable arbitrariedad.
nes sean plausibles, o tal vez no lo sean. Pueden
ser mayoritarias o minoritarias: las encuestas Si hubiera un modo realmente objetivo para
opinarán al respecto. Pero las instituciones, ata- distinguir qué casos han de incluirse en cada
das al mástil constitucional, solo responden lo uno de aquellos casilleros antitéticos y llenos de
que pueden y cuando pueden: las formas repu- emotividad, gran parte de nuestros conflictos
blicanas no son otra cosa que el cauce impuesto jurídicos y políticos desaparecería. Pero, para
por el pueblo para el ejercicio de su propia vo- hacer esa tarea, solo disponemos de criterios in-
luntad. dividuales o grupales, de la coherencia lógica y
de la falible ayuda de los textos normativos, tan
Por eso suele decirse que el Poder Judicial, es- flexibles ante la interpretación. Para la confor-
pecialmente en ejercicio del control constitu- mación de la vida social, dependemos de las de-
cional, es contramayoritario: porque tiene por cisiones políticas, afortunadamente vinculadas
misión defender las instituciones, aun contra la al sistema democrático Y, para resolver en últi-
opinión mayoritaria del momento, si fuese ne- ma instancia los conflictos que en todo aquello
cesario. Y no porque las instituciones estén en se suscitan, disponemos de la institución judi-
contra del pueblo, sino poque ellas representan cial. Todos esos organismos están compues-
la estructura previamente emanada de su auto- tos por seres humanos, tan imperfectos como
limitación, el tipo de material del que están he- cualquiera. La antigua pregunta, quién custo-
chas las garantías, los derechos fundamentales, dia a los custodios, tiene en la democracia (en
la división de poderes y las mismísimas formas la república) una respuesta imperfecta, pero
que regulan el transcurso de la vida democráti- real: los custodios se custodian unos a los otros
ca. en el marco de las leyes; y todos ellos son cus-
todiados, en última instancia, por los electores,
Aquí es donde aparece una pregunta inquie- que a su vez se controlan a sí mismos mediante
tante: todo aquello ¿funciona siempre bien o es estructuras institucionales más rígidas que sus
una fábula para engañar a los ingenuos? No, qué propios deseos circunstanciales.
va. A veces las sirenas desatan a Ulises y se lo lle-
van de paseo, dejando la nave —con todos sus Como nos preguntábamos antes: todo esto
tripulantes— a merced de las tormentas. Cuan- ¿funciona bien? A veces sí, a veces no: los ciu-
do algo de esto sucede, algunos se escandali- dadanos, últimos soberanos de su propio reino,
tienen una responsabilidad frente a sí mismos, tiempos inesperados y de las variables políticas.
que consiste en defender la estabilidad de su Cuando, entre ellos, las sirenas predominan, el
propio sistema, la república democrática, a lo barco pierde su rumbo y cuesta mucho, mucho,
largo de los cambios constantes, de los contra- volver a enderezarlo.
¿puede el presidente de la Nación, o cualquier cio? ¿O cuando creemos que las ventajas de tal
otro funcionario o ciudadano, autorizarse a sí apartamiento son suficientemente grandes? En
mismo a hacer algo que, legalmente, requiere este último caso, ¿cómo medimos la magnitud
un permiso ajeno? ¿No entra la admisión de esta de las ventajas?
acción en conflicto con la lógica?
En este contexto vienen a la memoria algunos
En un ámbito público extremadamente ju- fallos notorios. En “Saguir y Dib” (3) la Corte Su-
dicializado, donde se discuten y denuncian a prema autorizó a una menor de 17 años y me-
cada momento conductas que alguien juzgue dio a donar un órgano entre vivos, cuando la ley
contrarias a la ley o a la Constitución, el episo- requería imperativamente 18 años: lo hizo con
dio del autopermiso ejecutivo no ha despertado el propósito de salvar la vida de un hermano de
ninguna repercusión ni crítica. Esto es pragmá- la donante. En el caso “Cantera Timoteo” (4) la
ticamente explicable: el decreto de permiso no misma Corte admitió un escrito presentado un
ha causado perjuicios apreciables y no parecía minuto después de vencido el plazo de gracia de
haber interés alguno en impedir que el presi- las dos primeras horas: lo hizo, porque la perso-
dente concurriese a aquella conferencia inter- na encargada de llevarlo había sufrido una des-
nacional. Por otra parte, es difícil entender, en compensación cardíaca en la sede del tribunal.
nuestros tiempos, por qué el jefe del Ejecutivo Dijo, en el caso, que correspondía hacer excep-
necesita una autorización legislativa para hacer ción al principio de perentoriedad de los plazos
algo tan habitual como un viaje internacional: el procesales, superando el “excesivo rigor formal”.
presidente va y viene por el mundo en cuestión
de horas, y —sin perjuicio de delegar tempora- Es posible que las razones aducidas en aque-
riamente su función— se mantiene en contacto llos litigios fueran justificadas: no entraré aquí
con sus colaboradores y con las novedades del en esa discusión. Pero destaco que, en esos ca-
país en tiempo real. ¿Quién elegiría preocupar- sos como en otros, se tomó en cuenta una razón
se por un permiso históricamente devenido en valorativa para prescindir de una norma legal
mero trámite anual? clara y vigente.
Precisamente, este es el tema sobre el que con- Precisamente, la utilidad del derecho —tan
viene poner hoy nuestra atención, para pregun- controvertible en materia de justicia material—
tarnos qué importancia relativa concedemos a consiste en establecer una distinción entre con-
las formas legales en sí mismas, o qué criterios ductas lícitas e ilícitas, entre acciones válidas
implícitos aplicamos para justificar su incum- o inválidas; y lo hace prescindiendo explícita-
plimiento. Mi recordado amigo, Carlos Nino, mente de lo que cada ciudadano pueda consi-
hablaba de un país al margen de la ley. Y no por- derar justo o apropiado en su caso particular. En
que faltaran leyes: hay muchas. Tampoco por- esto consiste la generalidad de la ley, que a me-
que ellas fueran violadas: ese incumplimiento nudo se identifica con el concepto de Estado de
es un riesgo calculado del sistema jurídico, que derecho. En efecto, si cada sujeto estuviera auto-
por eso tiene policía, jueces, cárceles y oficiales rizado a anteponer su propio sentido de justicia
de justicia. Un país se sitúa al margen de la ley o de oportunidad a la obligación jurídicamente
cuando naturaliza tales incumplimientos, omi- establecida, se perdería la idea de orden norma-
te registrarlos o incluso los justifica. Vale aclarar tivo; y si cada juez o tribunal estuviese facultado
que las normas jurídicas pueden ser, a nuestro para hacer otro tanto, el sistema quedaría des-
juicio, justas o injustas; pero considerarlas con flecado en numerosas variantes, cuya aplica-
displicencia es una actitud que contribuye efi- ción a los casos concretos sería aleatoria.
cazmente a privar de respeto y sentido al siste-
ma entero. Pues, bien, algo de esto, al parecer, está suce-
diendo ya: las normas jurídicas se sancionan y
He elegido un ejemplo políticamente nimio,
como el del autopermiso para el viaje ejecutivo, (3) CS, “Saguir y Dib, Claudia Graciela, s/autorización”,
para proponer un ejercicio de introspección ju- 06/11/1980, Fallos, 302:1284.
rídica. ¿Justificamos el apartamiento de la letra (4) CS, “Cantera Timoteo S.A. c. Mybis Sierra Chica
de la ley cuando no nos parece que cause perjui- S.A. y otros”, 03/03/2005, LA LEY 24/05/2005, 7.
El sistema previsional, en sus condiciones óp- Por otra parte, tampoco se trata de desistir
timas, requiere tres o cuatro trabajadores activos de los ideales en atención a las dificultades que
cada uno de ellos comporta. De hecho, a menu- nuestros ideales y la proporción en la que bus-
do se verifica en las acciones humanas el fenó- quemos su satisfacción, para conservar en ellos,
meno que Newton llamó de acción y reacción, y y entre ellos, algo de armonía. Nuestro entusias-
eso no debe impedirnos actuar cuando lo consi- mo, nuestras ansiedades y también nuestros re-
deremos deseable. Lo que quiero decir es que la sentimientos nos empujan demasiadas veces a
decisión racional requiere tomar en cuenta y va- proclamar y perseguir ciertos propósitos como
lorar, en cuanto esté a nuestro alcance, las con- si nada en el mundo fuese a cambiar, sino lo que
secuencias probables de las acciones afines a nosotros queremos. Esta es una simplificación
nuestros propósitos, para no vernos sorprendi- irrazonable y sumamente peligrosa: cualesquie-
dos por factores que hubiéramos podido prever. ra sean nuestros proyectos, sería prudente no
Es preciso, pues, coordinar conscientemente incurrir en ella.
gulloso de él y se acercaba a la urna con el es- bían transformado su enojo en hartazgo, por
píritu cívico embargado de solemnidad. lo que preferían desentenderse de todos los
temas y dejar el voto a los ilusos que todavía
Nuestro ciudadano sabía que, aun sin ha- tuvieran alguna esperanza.
ber pecado por credulidad, podía equivocar-
se. En efecto, al comparar las propuestas (las El bueno de Rossini, entonces, llegaba a
propuestas netas, decía él para indicar su ca- preguntarse: ¿qué hemos hecho de nuestra
rácter efectivo y positivo, prescindiendo de querida democracia? ¿En qué medida consis-
oropeles retóricos), no tenía más remedio que te ella en el gobierno del pueblo, si gran parte
aplicar sus propias preferencias políticas, en del pueblo no quiere gobernar, otra parte no
el marco de un limitado conocimiento de los sabe, y otra más tiene de la cosa pública una
mecanismos económicos, políticos y sociales. visión ajustada a su mero interés privado?
De modo que lo que él hubiera preferido, una
vez en funciones, podría arrojar un resulta- Por supuesto, nuestro consciente ciudada-
do inconveniente. Pero Rossini se consolaba no no permitía que tales preguntas lo empuja-
pensando, que, después de todo, este riesgo es ran a menospreciar la democracia ni a querer
inevitable y consustancial con la democracia, reemplazarla por algún despotismo, ilustrado
así que no hay más opción que correrlo. o brutal que fuere: había vivido ya bajo dic-
taduras, y de ningún modo aceptaba volver a
Eso sí: además de las dificultades y riesgos esa desgracia. Pero el problema taladraba su
apuntados, los desvelos de nuestro persona- conciencia cada dos años, y el resto del tiem-
je tenían otras fuentes de amargura. Es que, po lo hacía sentir un poco ridículo con esto de
en una democracia, una persona equivale tomarse tan en serio el derecho de votar.
(y debe equivaler) a un voto. Rossini pesaba
su voto dentro de su conciencia, pero sabía, En estas cosas pensaba Rossini mientras tra-
y sostenía, que su voto valía igual que el de bajaba, entre tablas y aserrín. Sabía que, en la
cualquier otro. Por eso, al acercarse una elec- vecina República del Averno, las elecciones
ción, salía a conversar con otras personas en eran amañadas, los candidatos fomentaban
la calle, para ver cómo ellas pesaban su propia el personalismo, y aun el culto de la persona-
decisión y, tal vez, influir en su pensamiento. lidad, gracias al clientelismo, con indepen-
No para convencerlos de votar igual que él, ya dencia de sus propuestas políticas; pero sus
que era muy respetuoso de la autonomía de resultados no eran tan diferentes de los de su
cada ciudadano; pero sí para difundir su pro- querida República de Arcadia como la dife-
pio método conducente a la solución electoral rencia de métodos habría hecho esperar.
individual.
La imaginaria historia de Rossini y sus cavi-
Aquí es donde nuestro héroe cívico se sen- laciones puede servir de estímulo para cobrar
tía colectivamente fracasado. No encontraba, conciencia de algunas circunstancias que,
entre sus conciudadanos, ni uno solo que si- como demócratas, nos aquejan. Una repúbli-
guiera sus mismos pasos de investigación y ca se conduce, o debería conducirse, como
comparación integral. Los más informados y su pueblo quiere. Pero esto supone, como lo
preocupados estaban dominados por un in- hacía nuestro ciudadano ejemplar, que cada
tenso deseo de ver en el poder a sus amigos. elector examine con seriedad la personali-
Otros, sintiéndose heridos por alguna cir- dad de los candidatos disponibles y sopese la
cunstancia de la realidad, clamaban por cual- conveniencia de las propuestas políticas des-
quier solución que incluyera un paliativo para de el punto de vista colectivo y no desde sus
su desdicha específica. Otros más cultivaban apetitos o despechos individuales, aun cuan-
un enojo visceral, por lo que se mostraban do es inevitable que estos factores incidan en
dispuestos a hacer saltar por los aires el siste- su apreciación. Que, al examinar esas pers-
ma político entero; y, conscientes de que la lu- pectivas, tenga en cuenta también su factibi-
cha armada es peligrosa y ya no está de moda, lidad y su costo, que él debe estar dispuesto
buscaban una opción electoral tan disruptiva a soportar si su propio voto resulta triunfan-
como fuese posible. Y otros, finalmente, ha- te. En otras palabras, el derecho de voto, prin-
cipio irreductible del sistema democrático, es control más estrecho, lo que sin duda redun-
también una responsabilidad. Nuestro ami- daría en una mejor satisfacción o en una más
go Rossini tal vez exageraba cuando llamaba rápida y eficaz rectificación de los errores.
su oficina de gobierno al centro donde vota-
Siempre se dice que la democracia es el go-
ba; pero, si todos los votantes se tomaran tan
bierno del pueblo, por el pueblo y para el pue-
en serio su función electoral, las instituciones
blo. Pero muchos se detienen en la tercera
republicanas funcionarían mucho mejor, no condición, que puede cumplirse hasta en las
solo formalmente, sino también en sus aspec- monarquías. Las dos primeras, en cambio, en-
tos sustanciales. No estarían garantizados el fatizan la responsabilidad de los ciudadanos
acierto de las medidas o la estricta justicia de en la selección, el control y el encauzamiento
las normas de convivencia que se alcanzaran, del gobierno que, según se dice también, se le
pero el pueblo ejercería sobre su gobierno un parece o es merecido por él.
Existen decisiones individuales, pero no hay Si se admite, pues, que toda decisión, aun la in-
criterios con valor para un solo caso. Cada vez dividual, es la aplicación de un criterio general,
que adoptamos una decisión, judicial o de la y si se acepta que los jueces están encargados de
vida cotidiana, lo hacemos aplicando un criterio completar, con sus propios criterios generales,
general cuyas condiciones son satisfechas por el los criterios también generales establecidos por
caso concreto. Esas condiciones pueden ser po- el legislador de cualquier nivel, ha de concluirse
cas o muchas, simples o complejas, conocidas o
que la diversidad de criterios judiciales equivale
subconscientes, pero siempre están hipotética-
a la coexistencia de leyes incompatibles entre sí,
mente disponibles para repetirse en otros casos.
La pretensión de que no pueden trazarse crite- normas incorporadas implícitamente por una
rios generales porque no hay dos casos iguales multitud de órganos de competencia legislativa
es sencillamente errónea; no porque haya dos equivalente. Es decir: una suerte de escándalo
casos iguales (que ciertamente no los hay), sino jurídico colectivo naturalizado por la costumbre
porque, de las infinitas circunstancias de cada de negar su existencia.
situación concreta, sólo unas pocas (dos, tres,
diez) son relevantes para determinar la solución Es claro que esta situación no puede evitarse,
en cada una de sus etapas de análisis. Y ese con- porque está en la raíz misma de la institución
junto finito de circunstancias relevantes define judicial. Pero también es claro que puede mi-
una clase de casos en la que cabe un número tigarse en medida mayor que la que a menudo
indeterminado de situaciones; distintas, claro, se piensa. El plenario es una herramienta útil
pero parecidas en esos aspectos. Lo que hace- para ese intento, pero es preciso usarla sin timi-
mos al proclamar aquel lugar común es reser- dez. Sea lo que fuere que valga la pena interpre-
varnos el derecho de cambiar de idea frente a tar dentro del marco legal; sea lo que fuere que
circunstancias que ahora no podemos prever. perturbe de manera relevante la inteligencia pa-
Ese derecho lo tienen todos, a condición de que
cífica de las normas; sea cual fuere el acierto o
lo ejerzan lealmente. Pero preservarlo median-
te la afirmación que ahora critico es extremada- el error que atribuyamos a cada una de las te-
mente costoso en términos argumentales: si la sis interpretativas en conflicto, un plenario me-
idea se tomara al pie de la letra, serían inútiles ditado pero oportuno, controvertible pero claro
leyes y códigos, así como todas las normas ge- y concebido para prevenir el dispendio juris-
nerales, incluidas las constitucionales; la única diccional, antes que para señalarlo cuando ya
decisión admisible sería la adoptada, mediante se ha producido, puede contribuir a evitar que
personal iluminación, por un juez cuasi divino. las personas se vean sometidas a normas ex post
facto, que la libertad y los bienes de los ciuda-
Es probable que en el origen de esta visión se danos dependan del sorteo del magistrado que
encuentre la óptica profesional de jueces y abo-
haya de protegerlos y que la opinión pública
gados: unos y otros se concentran ante todo en
siga viendo la administración de justicia como
el conflicto que ha de plantearse y resolverse,
lo que los conduce a extremar su cuidado en el un dinosaurio peligroso, voraz e impredecible.
modo de abordar la causa individual, con todas
Evitar esos males del todo —lo dije ya— es im-
sus particularidades. Pero, si se mira el tema con
una perspectiva un poco más amplia, puede ad- posible. Y quién sabe si es deseable. Pero reducir
vertirse que la administración de justicia no está sus efectos está ciertamente entre las perspecti-
sólo al servicio de los litigantes que a ella acu- vas del imperfecto ser humano. Sin que haga fal-
den: además de ellos y aun por intermedio de ta siquiera aprobar nuevas leyes ni crear nuevos
ellos, la justicia está al servicio del pueblo ente- organismos o recursos.
ro, al que debe brindar confianza en un sistema
normativo coherente y accesible para todos, en Sólo se trata de reconocer la realidad, perder
el que, como decía Mariano Moreno, cada uno el miedo a las palabras y procurar que el dere-
conozca “lo que vale, lo que puede y lo que se cho en general se ponga al servicio del pueblo
le debe”. en general. Oportunamente y sin escándalo.
También puede llamárselo “mono con nava- En el campo de lo jurídico, la situación es más
ja”, aunque esta expresión es un poco más am- compleja. El derecho es un resultado de la polí-
plia. Parte del supuesto de que los primates tica, hasta punto tal que son los partidos políti-
son irracionales (lo que habla mal de nuestro cos quienes proponen los candidatos que, una
conocimiento de los animales) o no se sienten vez electos por el pueblo, han de dictar y ejer-
sujetos a las normas morales y jurídicas de los citar las normas jurídicas, así como designar a
humanos (lo que acaso sobreestima la sujeción quienes hayan de aplicarlas a los casos concre-
de los humanos a tales reglas). En estas condi- tos. Un derecho revolucionario es una contra-
ciones, un mono provisto de un instrumento dictio in adjecto, a menos que se trate del nuevo
afilado podría causar daños inesperados, graves derecho establecido por una revolución políti-
e incontrolables. De un revolucionario decimos ca triunfante. En este último caso la calificación
a veces que es un mono con navaja si despre- obedece a una extrapolación de contenido emo-
ciamos sus objetivos; pero también aplicamos tivo: el derecho será revolucionario respecto del
esa peyorativa calificación a las personas que régimen anterior, pero no en relación con el es-
causan daños sin un objetivo inteligible, sólo tado de cosas del que efectivamente proviene.
por su despreocupación para ejercer el poder
del que disponen. El hecho es que las personas Desde luego, todos tenemos —afortunada-
objeto de cualquiera de las dos calificaciones mente— el derecho (subjetivo) de criticar el
se distinguen por su acción destructiva. Unas derecho (objetivo), así como la libertad de pre-
tender un estado de cosas diferente del que vi-
vimos. En este caso, según la magnitud y el
(*) Cfr. La Ley, 11/06/2007, p. 1. LA LEY, 2007-C, 1359. sentido de nuestra crítica, podemos sostener
Cita online: TR LALEY AR/DOC/1712/2007. una posición revolucionaria, reformista, cla-
rificadora, ordenadora, restauradora o como ra el caso con mirada más comprensiva. Tiene a
quiera que optemos por llamarla. Pero, si criti- su alcance, como recursos lícitos, la selección de
camos, es precisamente porque reconocemos, la prueba a ofrecer y la propuesta de una línea
con mayor o menor agudeza, la realidad que nos interpretativa conveniente. En cambio, es ilícito
circunda, con todas sus peculiaridades e infor- presentar testigos falsos o documentos adulte-
tunios, y también el derecho que de ella deriva, rados, así como intentar corromper al magistra-
con todos sus vericuetos e insatisfacciones. do. A la vez, se juzga poco ético recurrir al forum
shopping.
Cada ciudadano ejerce ese conocimiento y
esa reacción personal en el ámbito de influen- En el espacio entre las dos funciones que aca-
cia que le es dado ejercer. El legislador encuen- bo de mencionar se encuentra el juez. El tiene
tra una situación económica, social, política e en común con el legislador que no tiene a su car-
internacional y, mediante la sanción de normas go defender una posición personal, sino colabo-
generales, intenta modificarla en la medida de rar con el equilibrio armónico de la sociedad,
sus posibilidades y en el sentido de su propia tal como él lo entienda. Y tiene en común con
actitud valorativa. Desde el punto de vista del el abogado que su campo de acción no es colec-
juez, todo eso se ve en un segundo plano: en el tivo sino individual, circunscrito a cada uno de
primero e inmediato hay un conflicto individual los litigios en los que deba intervenir. En el des-
y un conjunto de normas dictadas por el legis- empeño de su tarea usa —como se supone que
lador en distintos niveles de jerarquía. Frente el legislador lo hace— sus criterios de justicia;
a ese panorama, el magistrado intenta “hacer pero esos criterios han de moverse dentro de lí-
justicia” de acuerdo con sus propias conviccio- mites incomparablemente más estrechos que
nes. El abogado, a su vez, tiene ante sí otro plano los que la Constitución impone al Congreso. Si
principal, superpuesto a los anteriores: la situa- el magistrado siente que esos límites son dema-
ción en la que se encuentra su cliente. Y trata de siado reducidos para llevar adelante su criterio,
resolver el problema a favor de quien se lo ha tiene a su alcance algunas facultades corriente-
confiado con la mayor habilidad profesional po- mente admitidas: atribuir a ciertas circunstan-
sible, dentro del cúmulo de condiciones que él cias probadas en la causa mayor relevancia que
no tiene poder efectivo para modificar. a otras también probadas, subsumiendo así el
caso en un cuadro jurídico determinado; den-
Invariablemente, las circunstancias en las tro de las lecturas razonablemente posibles de
que cada uno debe moverse oponen límites a un mismo texto, preferir una interpretación le-
las actitudes que el sujeto desearía adoptar. El gal que él juzgue más justa que otra; declarar la
gobernante, sea legislativo o ejecutivo, querría inconstitucionalidad de la norma a partir de su
disponer de más fondos públicos, concitar un propia interpretación de las leyes fundamenta-
consenso más generalizado, tener ante sí me- les y de los principios que ellas encierran.
nor oposición interna o externa. Y la historia
muestra que, para obtener sus fines, ha procu- Las decisiones judiciales pueden ser rutina-
rado muchas veces pasar por encima de sus lí- rias y previsibles, o novedosas y más o menos
mites mediante golpes de estado, abuso de sus sorprendentes. En este último caso, el modo
facultades, confiscación de bienes, propaganda como pueda calificárselas depende en gran me-
engañosa, persecución de disidentes o políti- dida de la extensión del campo de aplicación
cas exteriores agresivas. El juicio acerca de estas práctica de la doctrina que establezcan. Si la no-
conductas irregulares es variable según la posi- vedad proviene de la Corte Suprema, o de un
ción en la que se sitúe cada observador, juicio en fallo plenario, su contenido está destinado, por
el que inevitablemente desempeña algún papel su propia gravitación, a extenderse en un cam-
el éxito final que aquellas medidas hayan alcan- po muy amplio hacia el futuro, por lo que puede
zado, sobre todo si las juzga con amplia pers- asimilársela a una suerte de reforma legislativa
pectiva temporal. En el ámbito de un conflicto (y, a veces, constitucional) de origen pretoria-
individual, el abogado querría que los hechos no: el contenido del derecho en general cambia,
fueran distintos de como en realidad sucedie- con la esperanza de que algo en la situación so-
ron, que la ley fuera más favorable a los intereses cial se modifique en virtud directa de ese cam-
circunstanciales de su cliente y que el juez trata- bio. Si la novedad aparece en una sentencia
dictada por un tribunal común en un caso indi- ejemplo para otras decisiones que acaben por
vidual, el efecto es muy diferente: se halla limi- generalizar el nuevo contenido parcial.
tado en principio a las partes del proceso y sólo
por el ejemplo puede esperarse que se extienda, Si la decisión judicial entra en conflicto con
contingente y aleatoriamente, a otros casos y a un segmento mayor del derecho vigente, tal que
otros tribunales hasta que termine por aceptar- su doctrina no pueda generalizarse sin un cam-
se como jurisprudencia. En su origen, pues, la bio severo de las pautas actuales de distribución
nueva doctrina puede considerarse revolucio- del poder, de la riqueza o de las oportunidades,
naria, en el sentido de que propone algo com- es posible calificarla de revolucionaria. Lo re-
pletamente distinto de lo anterior y lo pone en suelto no encaja en absoluto en el sistema esta-
práctica directamente en el estrecho campo de blecido y, si muchos jueces adoptaran la misma
un conflicto judicial determinado, mientras el doctrina, seguiría sin encajar y el conflicto sólo
resto de la sociedad sigue regida por el crite-
se haría más insostenible: el restablecimiento
rio hasta entonces aceptado. Pero, socialmente
de una razonable coherencia de las pautas so-
apreciada, la doctrina judicial es susceptible de
adjetivos más moderados. ciales requeriría una modificación legislativa o
acaso constitucional (lo que supondría la victo-
Todo fallo judicial novedoso crea, en efecto, ria de la propuesta, mediante la destrucción del
un segmento excepcional que, desde el punto sistema incapaz de contenerla y su sustitución
de vista colectivo, puede verse como una ano- por otro nuevo) o bien un conjunto de contra-
malía. La sentencia hace, en el caso que le toca medidas (revocatorias, leyes, destituciones) que
decidir, una justicia distinta de la que se aplica a eliminaran la anomalía creada por vía pretoria-
litigantes cuyos casos son juzgados por otros tri- na (resultado equivalente al fracaso del intento
bunales y a los ciudadanos que no son parte en revolucionario).
proceso alguno. Destruye, pues, en un peque-
ño segmento, la armonía que el sistema jurídico Por último, puede suceder que el juez sólo
pretende para su propia aplicación. ¿Qué califi- pretenda acatar su propia conciencia (es decir,
cación daremos a una situación semejante? satisfacer sus preferencias generales y profun-
das) en el caso particular, sin parar mientes en la
Si el fallo en cuestión propone una nueva in- posibilidad de universalizar su criterio, sin con-
terpretación de algún segmento del derecho, tal
siderar la capacidad del sistema vigente para
que esa modificación, con sus consecuencias
más inmediatas, sea aproximadamente compa- contenerlo y sin pretender un cambio global del
tible con el resto del sistema jurídico, la senten- que su decisión pueda llegar a considerarse pio-
cia puede inscribirse en el ámbito de la reforma: nera. De acuerdo con la clasificación intentada
el juez, como legislador, busca modificar una en esta columna, una decisión tal no puede con-
parte de la ley (incluida su interpretación) vi- siderarse obra de un reformista ni iniciativa de
gente dentro del sistema. Pero, como es un legis- un revolucionario. En casos como el descrito, el
lador en pequeño, su propuesta no es tan brusca observador no involucrado en el proceso sólo
y consistente como las del Parlamento: ella se puede desear que la navaja esté un poco desa-
aplica de inmediato al caso y pretende servir de filada.
témico, tienden rápidamente a generar nuevos con métodos apropiados, sino, además, un nú-
atascamientos por el afloramiento de conflictos mero de magistrados y de salas de audiencias
antes reprimidos, de modo semejante a como la desproporcionado con la usual disponibilidad
construcción de autopistas urbanas genera ma- presupuestaria. En las series norteamericanas
yor empleo de automotores hasta que los efec- de la televisión los juicios orales empiezan y ter-
tos de la mejora acaban compensados (3). minan entre dos tandas publicitarias. Pero, en la
realidad, la demora que sufre un proceso has-
Otras propuestas ponen el acento en los mé- ta desembocar en la vista de causa puede durar
todos. Aun teniendo en cuenta la reflexión que años y hasta generar el desvanecimiento de las
antecede, es claro que el abandono de viejas pruebas por el paso del tiempo: basta calcular
tradiciones burocráticas habilitaría en la ad- cuántas vistas de causa mensuales pueden con-
ministración de justicia una considerable am- tar con la presencia de los mismos tres jueces
pliación de su capacidad y de su velocidad para para advertir el atascamiento práctico que un
elaborar los litigios. Muchos jueces innovado- procedimiento oral técnicamente impecable
res buscan prevenir contingencias procesales puede ocasionar. Si a este panorama se agregan
futuras indicando de antemano los pasos a se- los jurados (aquella admirable innovación del
guir en cada caso, con lo que al razonable costo siglo XIII) (5), la situación se vuelve inmaneja-
de instituir una suerte de pequeño código pro- ble, aunque indudablemente vistosa.
cesal pretoriano, logran suprimir intimaciones
innecesarias y reducir una buena proporción Con mejor o peor resultado, las ideas que aca-
de los llamados tiempos muertos. Mucho más bo de reseñar tienden, cada una a su manera, a
puede hacerse si se adoptan medios electróni- incrementar la oferta efectiva de justicia para sa-
cos para la comunicación entre las partes y más tisfacer una demanda creciente. Sin perjuicio de
todavía si, como ya se hace en algunos lugares encarar y utilizar las más eficientes entre ellas,
del mundo, se logra un proceso sin papel, com- sugiero que es posible partir además de un en-
pleta o casi completamente virtual (4). Esta es foque distinto: reducir la demanda de justicia.
una vía que se encuentra abierta por las ideas y
pavimentada por la tecnología, pero hay en ella Desde luego, no estoy hablando aquí de res-
muchos obstáculos opuestos por el apego a lo tringir el acceso a la jurisdicción. Tampoco de
conocido, el temor al cambio, los disensos cor- incrementar el peso de la mediación, proce-
porativos y las dificultades administrativas. dimiento eficaz y bienvenido cuyo abuso ha-
ría, sin embargo, perder de vista el modelo legal
Hay que decir, sin embargo, que no todas las de convivencia (6), sino de operar sobre el ori-
propuestas de reforma metodológica son posi- gen de los litigios. Las personas —fuera del ám-
tivas. Repetidamente se alzan voces que pro- bito penal, se entiende— litigan por alguna de
ponen el proceso oral como la panacea de la las siguientes causas: porque de buena fe sos-
justicia rápida para todos. Aunque hay que re- tienen distintas interpretaciones del derecho
conocer a su favor la indudable ventaja de la in- aplicable, porque el obligado desea sustraerse
mediación, el proceso oral tiene condiciones de
(buen) funcionamiento muy severas. No sólo (5) Es interesante observar que —fuera del argumento
requiere buenos jueces y hábiles abogados, ele- constitucional— las razones por las que se propugna el
mentos que pueden encontrarse si se los busca juicio por jurados no pretenden tanto un perfecciona-
miento técnico de los resultados sino un incremento del
compromiso de los ciudadanos con la administración de
(3) Un modo de limitar este efecto, que los sistemis- justicia, con lo que el procesado es propuesto como obje-
tas llaman realimentación positiva, es imponer un peaje to en el que los particulares han de ejercitar sus virtudes
eventualmente creciente; pero está claro que encarecer cívicas a fin de mejorarlas.
el transporte, como encarecer o trabar el acceso a la justi-
cia, es una opción muy poco apetecible en una sociedad (6) El sistema jurídico no sólo busca asegurar la con-
que desea ser igualitaria. vivencia: también propone ciertos modelos de conviven-
cia capaces de brindar cierta seguridad a los ciudadanos.
(4) Un proceso virtual, es preciso aclararlo, no consiste Existen innumerables modelos de convivencia que no
simplemente en acceder a la información por Internet: gozan de aprobación colectiva, pero que los particula-
implica usar la vía electrónica para recibir escritos, inter- res se avendrían a consentir llevados por la inevitable
rogar testigos, recabar informes y notificar sentencias. desigualdad de las condiciones en las que se encuentran.
al cumplimiento de su obligación o porque sen- ¿No podría cuidarse mejor la técnica legislativa?
cillamente no está en condiciones de hacerlo. ¿No es posible prevenir los conflictos más ob-
Todos estos motivos pueden reducirse —no eli- vios y resolver muchos de los restantes median-
minarse—, si se opera apropiadamente sobre el te decisiones parlamentarias o interpretaciones
derecho de fondo. colectivas? ¿Es indispensable que cada juez,
en tantos litigios, se vea llamado a adoptar va-
Si la imposibilidad de cumplir cierta obliga- rias decisiones que impliquen la interpretación
ción es un fenómeno colectivo, esto indica que constitucional, la apreciación de circunstancias
la obligación es excesiva o que alguna situación de excepción y la inteligencia de convenciones
de emergencia aconseja algún paliativo legal. Si internacionales?
la imposibilidad es meramente individual, es
apropiado emplear a tiempo los remedios del La administración de justicia es un recurso
derecho concursal antes que crear falsas expec- público vital que debe estar a disposición de
tativas. todos y cumplir su cometido de manera rápi-
da, transparente, eficiente y, en cuanto se pue-
Si el obligado litiga para eludir o demorar el
da, previsible. Si se lo malgasta permitiendo la
cumplimiento, una recarga porcentual a favor
innecesaria multiplicación de litigios idénticos,
del acreedor (al estilo de la prevista en el ar-
si se lo recarga convirtiéndolo en remendón de
tículo 2 de la ley 25.323 —Adla, LX-E, 5421—)
las inadvertencias legislativas, si se lo menos-
podría servir de disuasivo. Pero es importante
que este recargo sea automático: las multas de precia descuidando su composición personal,
aplicación discrecional pierden su eficacia por retaceando sus recursos y oponiendo obstácu-
la tendencia restrictiva en la apreciación de sus los a su renovación tecnológica (que no sólo es
condiciones subjetivas. informática, sino principalmente de actualiza-
ción metodológica), serán inútiles los proyec-
La divergencia entre los particulares acer- tos tendientes a mejorar la imagen pública de la
ca de la aplicabilidad o de la interpretación de justicia o a procurar un mayor compromiso de
una norma es tan inevitable como la interpre- los ciudadanos con la labor judicial. Seguirá ha-
tación misma. Ninguna norma puede aplicar- biendo más demanda que oferta de justicia; y la
se, si previamente no se la interpreta. Pero ¿es sociedad, cada vez más necesitada de quien re-
necesario que las leyes den lugar a interpreta- suelva conflictos evitables, seguirá en la penosa
ciones tan diversas y a tantos litigios en los que espera de soluciones mágicas, siempre tan bri-
una misma controversia doctrinaria se exprese? llantes como engañosas.
Así las cosas, algunos sistemas procesales, se que dio razón de sus dichos, fue coherente y
como el nuestro, apelan a un método intermedio: no sufrió impugnación, caracteres que casi to-
la sana crítica. En este contexto, el juez sigue libre dos los testimonios comparten, incluso muchos
de seguir su propia convicción, pero debe expli- de los que no convencen al magistrado. Al dar la
car cómo y por qué ha llegado a ella. Se dice de la razón a un perito, se menciona la base científica
sana crítica que es un juicio razonado, y Couture de sus conclusiones, base científica que el juez
afirmaba que el juicio de valor en la sana crítica no sabe apreciar y que, por otra parte, también
“ha de apoyarse en proposiciones lógicas correc- apoya aparentemente el dictamen rival. Otras
tas y fundarse en observaciones de experiencia veces se da preeminencia a los peritos oficiales
confirmadas por la realidad” (1). sobre los de parte, lo que implica desconfiar de
la objetividad de estos últimos, o bien a un gru-
Examinemos este concepto. Un juicio razona- po de peritos (como los pares que solían firmar
do es uno que extrae una conclusión de ciertas los dictámenes del Cuerpo Médico Forense) por
premisas mediante un razonamiento válido. La encima de un perito singular, lo que a su vez im-
lógica, ciertamente, es el modelo de la validez plica sumar en lugar de pesar.
de los razonamientos deductivos, aunque los
inductivos (en nuestro caso, las argumentacio- No pretendo ofrecer aquí una solución a un
nes) quedan un tanto fuera de su amparo. Y ha problema de tradición milenaria, sino propiciar
de recordarse que extraer una conclusión de he- un examen crítico de los conceptos que emplea-
cho a partir de elementos casi siempre fragmen- mos. ¿No será la sana crítica, como tantas otras
tarios e insuficientes no es una deducción, sino expresiones, un recurso retórico que juristas
una argumentación de raíz inductiva (2). Por y jueces hemos elaborado para quedar en paz
eso se refuerza la idea reclamando que el jui- con nuestra conciencia? Nótese que la sana crí-
cio se funde “en observaciones de experiencia tica, en el mejor de los casos, es una libre con-
confirmadas por la realidad”: En otras palabras, vicción explicada. Y nótese también, aunque
en modos de evaluar y razonar que hayan dado no nos guste, que la libre convicción se parece
buen resultado al juzgador en casos anteriores. a su vez a la prueba tasada; sólo que, en lugar
Pero ¿cómo sabría el juez que sus conclusio- de atribuirse a los elementos probatorios un va-
nes de casos anteriores han sido correctas, si los lor fijado por la ley, la conciencia del propio juez
únicos elementos de juicio que tiene para apre- los tasa comparativamente en el marco del pro-
ciar esta corrección son los mismos que tuvo a la ceso; y, si esa apreciación no ha de ser arbitra-
vista en aquellos casos? Advirtamos que un caso ria, necesariamente reposará en algún criterio
judicial no es como un acertijo que, al pie, o en general, más o menos vago, más o menos cons-
el próximo número, ofrece la respuesta correcta: ciente, más o menos fundado en la experiencia,
Salvo confesiones posteriores, o revelación futu- pero de todos modos equivalente a una forma
ra de secretos, la incógnita acerca del acierto de individual de tasación de la prueba.
la sentencia permanece en el tiempo tal como
haya llegado a inquietar al juez. ¿Será posible sacar a la luz, desde la sombra
de lo inconsciente, los criterios que cada uno
Lo que queda en pie, pues, es que, para sa- usa o propicia usar para apreciar la prueba? La
tisfacer la regla de la sana crítica, el juzgador pregunta puede sonar a fantaciencia para la ma-
debe reconocer ante sí y ante los demás las ra- yoría, a indagación inútil y hasta peligrosa para
zones (los motivos) por las cuales ha confiado muchos y acaso a interesante desafío para unos
más en unas pruebas que en otras. Sin embar- pocos. En todo caso, valdría la pena preguntar-
go, un lector asiduo de fallos judiciales puede nos por el significado que asignamos a la ex-
comprobar que esto rara vez sucede. A la hora presión “sana crítica”, no en términos retóricos
de creer en un testigo, por ejemplo, suele decir- sino por referencia a hechos, prácticas y proce-
dimientos empíricamente verificables; y no sólo
(1) Citado por CABANELLAS en el Diccionario en- preguntarnos por esa expresión, sino también
ciclopédico de Derecho Usual, Heliasta, Buenos Aires, por la de tantas otras expresiones y giros lingüís-
1979, voz “sana crítica”. ticos que usamos a diario y que, en muchos ca-
(2) Cfr. GUIBOURG, Ricardo A., “Sobre la argumenta- sos, sirven más para enmascarar la realidad que
ción”, en LA LEY del 7/5/2010. para manejarla con eficacia.
acuerdo razonable entre la criminología, las es- comparar —ponderar— ciertas apetencias muy
calas penales, las expectativas ciudadanas y la generales a la luz del caso particular).
práctica de los tribunales.
El resultado es el que vemos: como nadie está
El segundo tema es más amplio: tanto, que totalmente seguro de la norma que se aplicará a
también abarca al sistema penal con todas sus su caso, ni de la relevancia que se atribuirá a las
características específicas. Puede apreciarse en condiciones de hecho a probar; la confianza de
una visión sistémica, en la que funcionan con- las personas en las normas generales disminu-
ceptos como los de retroacción, equilibrio diná- ye y cada individuo en conflicto se ve alentado
mico, estructura y función. a litigar, con la esperanza, a mantener durante
el largo tiempo del proceso, de que una argu-
La administración de justicia es una función mentación hábil incline la balanza a su favor.
dentro del estado, así como el estado es una Los contratantes no se ven urgidos para cum-
función dentro del sistema social. El subsiste- plir sus compromisos ni los deudores a pagar
ma estatal sirve para mantener a la sociedad sus deudas, ya que todo es negociable: no por
en equilibrio dinámico, cambiando lo que haya culpa de la corrupción (que, claro, también exis-
que cambiar frente a cada modificación de las te a veces) sino por la relativa indeterminación
circunstancias internas o externas. Dentro de de las obligaciones y las responsabilidades; in-
él, el aparato judicial funciona como un servi- determinación que, si siempre existió como
cio, que se pone en marcha cada vez que hace un defecto acaso inevitable del sistema jurídi-
falta; y para eso está dotado de una estructu- co, en nuestros días se ve multiplicada entre los
ra destinada a facilitar su función. Pero, como elogios de sus admiradores. Admiradores que,
las estructuras son siempre más rígidas que los desde luego, no vacilan en volverse contra los
cambios de circunstancias, ocurre a menudo jueces cuando las decisiones no coinciden con
que quedan obsoletas y requieren actualizacio- su propio sentido de justicia (significativamen-
nes a menudo costosas. te coincidente con sus intereses individuales o
de grupo).
La función judicial fue creada hace milenios,
para sociedades aristocráticas que requerían Estas reflexiones parecen oscilar entre la teoría
poco de sus servicios, ya que eran pocos los que del derecho y la política, pero propongo exami-
podían acceder a ellos. Se formó, así como un narlas desde un punto de vista epistemológico.
cuerpo de sastres a medida, capaces de cortar El mundo entero del conocimiento humano se
y coser la solución adecuada a cada caso; y las ha beneficiado con la revolución copernicana,
reglas generales fueron apareciendo, a menudo, que en el último medio siglo presidió el campo
como extensiones de la jurisprudencia o de la de la ciencia y produjo maravillas tecnológicas.
costumbre. En los últimos siglos, al democrati- Sería sencillo producir una revolución semejan-
zarse el acceso a la justicia, aquellas viejas es- te en el campo del derecho, con el simple medio
tructuras han acabado por estallar en un nivel de abandonar algunos preconceptos más du-
inaceptable de ineficiencia: un economista di- raderos que demostrables: que los valores son
ría que la demanda de este servicio se ha vuelto entes objetivos asequibles a la razón, que dos,
tan elástica que cualquier incremento razona- tres o muchos buenos jueces, si lo son, necesa-
ble de la oferta queda rápidamente sepultado riamente llegarán a conclusiones idénticas en
bajo una montaña de procesos. Mientras tanto, casos semejantes; que en realidad no hay dos
el modelo artesanal, que en los dos últimos si- casos semejantes porque sus circunstancias son
glos fue abandonado a favor del industrial para siempre parcialmente diversas; que el derecho
la mayoría de los bienes y servicios producidos, es algo demasiado serio para confiárselo a los
sigue siendo hoy el ideal de la decisión judicial: legisladores; que, por lo tanto, el verdadero de-
se pide al juez que estudie el caso, analice todas recho, más allá de la ley, puede conocerse me-
sus circunstancias que le parezcan relevantes y diante una misteriosa función de la conciencia.
encuentre una solución justa, tarea para la cual Y que, desde luego, la conciencia no es simple-
la ley se presenta como una orientación gené- mente el resultado de las enseñanzas recibidas
rica y subordinada a los principios (es decir, al de la sociedad y de las reacciones frente a expe-
modo como el magistrado elija interpretar y riencias personales, sino, por sobre todo, un ins-
trumento infalible para penetrar los arcanos de juego podrían elaborarse, clarificarse y perfec-
una realidad trascendente. Pero cuya infalibili- cionarse públicamente, sin necesidad de con-
dad sólo funciona en la mente de las personas ferirles la condición de mandatos obligatorios,
buenas y justas, que lo son precisamente porque sino tan sólo la de coincidencias judiciales ra-
su conciencia opera en la forma correcta, lo que zonables y acaso transitorias, pero transparen-
nos devuelve al punto de partida. tes. Esta idea requiere abandonar otro adagio
tradicional: el de que los jueces sólo hablan por
Si todo esto parece demasiado filosófico, baje- sus sentencias, como si el magistrado no pudie-
mos a la tierra y veamos qué tenemos. Tenemos ra pedir un bife de chorizo en el restaurante sin
legisladores y funcionarios encargados de hacer firmar un papel membretado. Pero, sobre todo,
las normas, cuyos productos son más débiles requiere una disposición al análisis y al diálogo
que antes. Tenemos jueces a quienes encarga- que la tradición judicial hasta ahora viene ana-
mos explícitamente resolver las controversias, tematizando.
mientras, mediante ciertas fórmulas retóricas,
les encargamos también supervisar las leyes en La revolución copernicana no fue fácil: unos
nombre de principios más altos. Pero los jue- cuantos sabios murieron por ella. La revolución
ces son muchos y sus conciencias independien- industrial trajo consigo desgracias tremendas
tes, valor este último que deseamos mantener. en lo social y en lo político. Pero nadie propo-
Si miramos el problema con cierta perspectiva ne seriamente volver atrás y desaprovechar sus
desideologizada, veremos que todo este lío no ventajas. Si, a la hora de reformar la justicia, se
importa tanto: el derecho consiste en un siste- tienen en mira las reflexiones precedentes, es
ma de criterios para la solución de conflictos, y
probable que el sistema judicial se vuelva más
nuestro problema técnico (con independencia
eficaz, insuma menos recursos materiales, al-
del político) no reside tanto en quién los fija sino
cance indirectamente a más personas en menos
en cuáles son y cómo encajan unos en otros.
tiempo y, en definitiva, satisfaga mucho más las
En la época de la codificación se confiaba en expectativas de los ciudadanos que requieran su
que el sabio legislador fijaría y haría encajar los servicio, así como las de aquellos que ya no ne-
criterios racionalmente. En nuestros días, has- cesitarán requerirlo, porque dispondrán de una
ta los códigos se hacen para ser interpretados: solución certera anterior a su conflicto. Y todo
es decir adaptados y modificados por cada juez esto es posible sin vulnerar la independencia de
en cada caso. Todo esto puede aclararse con- los jueces, ni las garantías procesales, ni el acce-
versando: así como las leyes se negocian y se so a la justicia de quien desee recurrir a ella, ni la
justifican en el parlamento, los criterios de hoy flexibilidad del derecho para adaptarse a nuevas
requieren conversaciones informales entre los condiciones. Convendría agregar: sin gastar un
jueces, y acaso entre ellos y los legisladores, con solo peso ni esperar una década para sentir sus
el aporte de los abogados. Sin esperar el mo- beneficios. Todo es cuestión de sentarse a pen-
mento de aplicarlos obligatoriamente para un sar y a debatir con claridad, virtudes que ya es
caso determinado, muchos de los criterios en hora de ejercitar.
mar malvados, al menos hasta que otro tribunal inconvenientes. El primero, que la expresión
(Senado, Jurado de Enjuiciamiento) así los de- “buen juez” no es univoca entre nosotros. Mu-
clare con sujeción a las mismas observaciones. chos la usan para calificar a jueces amigos, con
prescindencia de otras cualidades. Y están dis-
Nada en este drama es novedoso. Fue adelan- puestos a linchar mediáticamente al magistrado
tado por Juvenal con su pregunta difícil: ¿quién que —aun en cumplimiento de su deber— dicte
custodia a los custodios? una sentencia impopular.
En efecto, los pueblos elaboran, para gober- La otra dificultad es que, si queremos que los
nar su convivencia, diversas instituciones. Pero jueces sean mejores que el promedio de la so-
para ejercer las funciones de cada una de ellas, ciedad que los designa es preciso seleccionar-
no encuentra ángeles: sólo seres humanos, sali- los con extremo cuidado, usando criterios tan
dos de su propio seno y dotados, probablemen- objetivos como sea posible, Y nunca se ha dis-
te, de sus mismos defectos y virtudes. tinguido nuestra sociedad por reclamar esas
precauciones: la opinión pública, en este tema,
Hacemos, pues, que unas funciones sean con- oscila entre la incredulidad y la indiferencia.
troladas y rectificadas por otros funcionarios. En Durante mucho tiempo, la función judicial estu-
el caso de los jueces, es razonable pensar que se vo reservada a cierto círculo de familias. Luego
cometen errores y que esos errores, señalados se convirtió, en buena medida, en botín parti-
por las partes, pueden ser corregidos por una dario y premio a la lealtad personal. Más tarde
instancia superior. Pero, cuando las instancias se usó como moneda de cambio para favores
son más de dos, su justificación debe ser otra. políticos o acomodo para parientes de funcio-
Por ejemplo, el deseo de unificar jurisprudencia narios expectables. Después del recordado epi-
o establecer criterios últimos en materia cons- sodio del hijo de la tarotista, la Constitución de
titucional. En cambio, el deseo de reparar in- 1994 intentó introducir racionalidad, pero no lo
justicias es inútil y hasta contraproducente en consiguió sino parcialmente y durante un tiem-
relación con la multiplicación de los recursos. po, hasta que las influencias políticas volvieron
Cuando ya no se trata de errores de inadver- a hacerse fuertes y aun descaradas.
tencia, sino de criterios de interpretación o va-
loración, cada instancia reproduce los mismos Cuando contemplamos los resultados de
riesgos que la anterior e incrementa la duración aquella evolución, aumenta nuestro deseo de
y la incertidumbre de los procesos sin una ade- corregirlos. Es humano no consentir la consa-
cuada contrapartida operativa. A menos, claro, gración de la injusticia, a la vez que constituye
que los jueces superiores sean más sabios, inte- una grave responsabilidad calificarla retroacti-
ligentes y honestos que los inferiores; pero, si así vamente para aplicarle remedios de excepción.
fuera, ¿por qué no poner el mismo cuidado en la Digo esto porque es sabido que en el mundo —y
selección de todos ellos? más aún en nuestro país— lo excepcional tien-
de fácilmente a convertirse en regla, yendo de
El caso de la cosa juzgada írrita es particular- emergencia en emergencia y de desastre con-
mente sugestivo. ¿Podemos imaginar el caos trovertido en remedio heroico.
que crearía una eventual Corte Suprema par-
cial y desinhibida? El riesgo es hipotético y se- Estas reflexiones no tienen por objeto criti-
guramente exagerado, pero no imaginario: cada car la reacción ante decisiones inicuas pasadas,
lector puede apelar a sus recuerdos históricos. sino recordar una constante de las institucio-
¿Pensamos en el daño que podría causar, no nes. Las reglas generales se hacen para garanti-
sólo en el presente, sino también hacia el pa- zar la convivencia en igualdad para todos. Las
sado? En el caso más extremo ¿imaginaríamos excepciones —que también son generales con
una reescritura judicial de la historia, sin límite referencia a sus propias condiciones objeti-
alguno? vas— tienen, complementariamente, el mismo
propósito. Pero, a medida que se autorizan pro-
Es claro que estos riesgos —como muchos cedimientos de emergencia dependientes de
otros— pueden ser prevenidos teniendo bue- una calificación discrecional, se corre el riesgo
nos jueces. Pero esta suerte de vacuna tiene dos de que las instituciones encargadas de esa ca-
lificación abusen de ella para justificar accio- reglas generales y públicas, todo nuestro futuro
nes individuales por fuera de la regla. Así como queda en manos de seres semejantes a nosotros
la resistencia de una cadena es igual a la de su mismos y nuestro presente empieza a parecerse
eslabón más débil, las instituciones no son me- a una vicisitud política.
jores que las personas que las manejan. Con lo
que las dos dificultades antes apuntadas vienen Tal vez se trate de una utopía, pero vale la
a converger en una. pena recordar las sabias palabras de Mariano
Moreno: “El pueblo no debe contentarse con
En efecto, si para perseguir la justicia admiti- que sus jefes obren bien; él debe aspirar a que
mos procedimientos discrecionales ajenos a las nunca puedan obrar mal”.
En estos últimos años, la tendencia que aca- tado y en la provisión eficaz de los empleos pú-
bo de describir viene prevaleciendo. Y el 21 de blicos.
septiembre logró derribar la primera ficha del
dominó: una decisión de la Cámara del Traba- La Justicia Nacional del Trabajo, que durante
jo, por ajustado margen, invalidó el sistema de medio siglo ha sido un ejemplo de transparen-
ingreso por concurso para los aspirantes a em- cia democrática en la selección de su personal,
pleados de la última categoría, que rige desde acaba con esta decisión, pues, de mostrar la tris-
la década de 1960. A poco que se extrapolen los te imagen del ejemplo contrario.
conocidos motivos para adoptar esa decisión,
es posible augurar el fin de los concursos para Sería deseable, no ya que el tribunal laboral
ascenso de empleados y, sobre todo, para la de- volviera sobre sus pasos, sino que la propia Cor-
signación de secretarios, que fue la última y más te Suprema pusiera fin a la tendencia regresiva
controvertida conquista de la racionalidad en la mediante un reglamente general de concursos
provisión de cargos. de oposición para todos los cargos judiciales,
de cualquier categoría. Tal vez no lo agradez-
Es difícil imaginar cómo esta línea de acción can muchos magistrados, que prefieren confiar
puede encajar en el mandato del art. 16 de la en sus propias preferencias subjetivas; tal vez
Constitución Nacional. Es posible debatir cuá- no lo agradezcan muchos eventuales candida-
les son las condiciones de idoneidad de un tos, que, inseguros de sus propias destrezas, po-
empleado judicial (o de un secretario, o de un drían confiar más en sus vínculos y amistades.
magistrado); pero es evidente que la renuncia Pero lo que es indudable es que, por esa vía, la
a todo medio objetivo para medir cada una de administración de justicia ganaría en eficacia,
esas condiciones, para establecer en su lugar la los ciudadanos estarían mejor servidos y el art.
discrecionalidad lisa y llana como único méto- 16 de la Constitución Nacional, liberado de la
do de selección, es exactamente lo contrario, no pátina del tiempo, volvería a resplandecer en la
sólo del criterio fijado por la Constitución, sino base de la pirámide tanto como debe brillar en
de la racionalidad en el uso de los fondos del es- su pináculo.
diese resultar en un coeficiente. Elaboramos un mos que podía fracasar, sino por otra más grave
sistema para comparar testimonios, un umbral e inquietante.
mínimo de credibilidad para admitir cada uno
como relevante y otro umbral mínimo para dar En efecto, todo el derecho es un conjunto o
por cumplido el onus probandi. sistema de criterios de decisión, y entre ellos
han de contarse los criterios procesales para
Todo aquello nos llevó años de minuciosas apreciar cualquier clase de prueba. Muchos de
reflexiones, pero era preciso poner a prueba aquellos criterios (los que llevan a aplicar o no
nuestras conclusiones provisionales. En el mo- aplicar el art. 30, LCT, o a elegir un punto en la
mento, éramos ocho investigadores; pero —a escala penal, o a determinar el monto de una
modo de control externo— convocamos a otros indemnización por daño moral, entre tantos
diez colegas, jueces o funcionarios judiciales, otros) son parcialmente subconscientes, lo que
dispuestos a colaborar en la verificación. Se- genera mayor diversidad en los resultados entre
leccionamos entonces tres procesos reales, un caso y otro. Pero, si tales criterios existen, es
donde la controversia versaba sólo sobre he- posible sacarlos a la luz, compararlos, debatirlos
chos: uno civil, otro penal y un tercero laboral; y —quién sabe— acaso llegar a acuerdos sobre
eliminamos de ellos toda constancia de prue- el modo de aplicarlos. Por ejemplo, es literal-
ba que no fuese testimonial y sometimos los mente imposible llegar a una conclusión numé-
tres procesos a los dieciocho participantes. Pe- rica (años de prisión, monto indemnizatorio)
dimos a cada uno que expresara qué grado de sin un razonamiento también numérico a par-
convicción atribuía a cada testigo, que diera las tir de bases y variables cuantificables; en otras
razones de su juicio y que, en definitiva, deci- palabras, es imposible llegar a una conclusión
diera el proceso a partir de su apreciación de numérica sin emplear un algoritmo, expreso y
toda la testimonial ofrecida. Las declaraciones consciente o implícito y escondido en los veri-
constaban en actas, pero entendimos que cual- cuetos mentales del juzgador.
quier defecto del proceso escrito, en compara-
ción con el oral, quedaba compensado por el Así debería suceder con la apreciación de la
hecho de que todos los testimonios tenían el prueba testimonial, tarea difícil y riesgosa, pero
mismo soporte y todos los participantes dispo- absolutamente cotidiana en el quehacer judi-
nían de los mismos textos. cial. Si sabemos cómo ejercerla, será porque hay
algo que puede saberse: una verdad, un criterio
Aquí es donde llegó la gran sorpresa. Quería- de corrección, al menos un hábito generaliza-
mos verificar si nuestra planilla y nuestras cuan- do. Pero, si dieciocho especialistas —buenos o
tificaciones se ajustaban, en alguna medida, a malos que seamos— llegamos, en los mismos
los criterios correctos o usuales para la aprecia- casos, a tales divergencias como las advertidas
ción de la prueba testimonial, pero encontra- en nuestra investigación, es razonable interpre-
mos que tales criterios correctos o usuales eran tar ese resultado al menos como un llamado de
a su vez sumamente escurridizos. Algunos par- atención. ¿Existe un buen modo de ejercitar la
ticipantes valoraban cada testigo de una manera sana crítica? ¿O sólo creemos que existe por-
y otros de otra; algunos decidían cada causa de que su resultado queda sepultado en cada caso
una manera y otros del modo opuesto. Y esta di- procesal y más o menos exento de juicios com-
versidad se observaba, no sólo entre los evalua- parativos? Sabemos que los testigos son poco
dores externos, sino también entre los propios confiables... pero ¿cuán confiables son los jue-
investigadores, que tanto habíamos trabajado ces que los valoran, en su conjunto y más allá de
para identificar nuestros criterios. Tampoco po- su propia buena fe? Si los riesgos conocidos de
dían apreciarse tendencias individuales, como la prueba testimonial se multiplican por la rela-
mayor o menor propensión a creer los testimo- tiva imprevisibilidad de los criterios con los que
nios: un mismo evaluador le creía un testigo del ella será apreciada, ¿qué papel podemos reser-
que otro desconfiaba, y viceversa. var a las declaraciones en el contexto del proce-
so? Y, si este papel se reduce, ¿cómo haremos
Nuestra investigación, pues, había fracasado. para resolver los casos en los que no hay otro
Pero no por las razones por las que imaginába- medio de prueba?
No me atrevo a proponer respuestas para Así es como una reflexión sobre la apreciación
aquellas preguntas, pero me parece que formu- de la prueba testimonial, y aun el fracaso de una
larlas, y tomarlas en serio, sería un gran avance. investigación tendiente a dilucidarla, acaban
Tal vez ellas sean apenas la punta de un iceberg por enfrentarnos con un problema mayúsculo
aún mayor, capaz de abarcar gran parte del de- de la teoría jurídica, y no sólo del derecho pro-
recho. Muchos criterios jurídicos están fijados cesal: el de la relativa indeterminación del de-
en textos legales, que pretenden conferirles recho. Cuanto mayor sea esa indeterminación,
obligatoriedad. Pero todos ellos requieren ser
menor será nuestro conocimiento del sistema
interpretados al aplicarse, y esa interpretación
—especialmente en nuestros tiempos de princi- que estamos obligados a obedecer. Y nuestra
pialismo— se ejerce mediante criterios en gran ignorancia de los criterios profundos que de
parte valorativos. Si esos criterios no salen a la hecho empleamos, o nuestra renuncia a inves-
luz, o si se expresan mediante razones que a su tigarlos por la falsa tranquilidad que nos dan las
vez reposan sobre otros criterios implícitos o tá- palabras venerables que usamos para nombrar-
citos, ¿qué podemos saber acerca del contenido los, incrementa aquella indeterminación de un
del sistema jurídico que nos rige? modo que debería alarmarnos.
No hay, pues, cosa alguna que no pueda de- Véanse, en este contexto, algunos supuestos
mandarse. Lo que hay son cosas que no deben posibles.
concederse, pretensiones que deben desesti-
En el trámite de las leyes, el Congreso pue-
marse.
de incurrir en prácticas no autorizadas por la
¿Por qué se desestima una pretensión? Por- Constitución o por sus propios reglamentos. En
que no está amparada por el derecho. Si no está el uso de facultades discrecionales, el Ejecuti-
amparada, eso significa que el acto o estado de vo puede cometer desaguisados injustificables.
cosas denunciado no constituye delito penal ni Planteados estos temas en el ámbito jurisdiccio-
nal, sería posible sancionar la nulidad de tales
acciones o bien declarar que, cualquiera fuera
(*) Cfr. La Ley, 03/08/2020, p. 1. LA LEY, 2020-D, 941. su acierto o error, los actos corresponden plena-
Cita online: TR LALEY AR/DOC/2396/2020. mente a las atribuciones del órgano que las lle-
vó a cabo. Sin embargo, puede suceder que lo de ellas y la autoridad política o jurídica, insti-
primero condujese a un grave conflicto y lo se- tución que afortunadamente hemos inventado
gundo no pudiera decirse sin dejar la impresión para suplir la ausencia de tal método, es una
de que el tribunal aprueba lo que tal vez juzgase atribución contingente y carente de garantías de
inapropiado. Decir que se trata de un tema no corrección. Asumir la responsabilidad de una
justiciable equivale, pues, a exclamar, como en decisión que luego pueda considerarse errada
el Evangelio, “¡aparta de mí este cáliz!”. suele sentirse como algo peligroso y temible. El
Tal vez fuera conveniente aclarar mejor nues- sujeto, pues, trata de respaldarse en algo, aun-
tro lenguaje jurídico, desterrar la ilusión de lo que sea ficticio: adopto este parecer no simple-
que no puede pedirse y, en lo posible, dejar me- mente porque sea el mío, sino porque es lo que
jor establecido qué es lo que debe o no debe indudablemente corresponde, o lo que resulta
concederse o admitirse. Esta última aclaración de un mandato divino, o del curso irreversible
contribuiría grandemente a regularizar las deci- de la historia, o de la soberana voluntad del pue-
siones y los procedimientos de los órganos esta- blo, debidamente interpretada, naturalmente,
tales; a condición, claro está, de contar con una por mí. De modo que, si algo sale mal, la culpa
justicia independiente y respetada en todos sus no será mía, sino de la entidad metafísica de la
niveles y ramas. que afirmo depender. Y, de paso, quienes ahora
se opongan a lo que digo no serán simplemente
Lo dicho aquí sobre la expresión comentada
personas en desacuerdo conmigo, sino sujetos
resalta apenas un caso de una condición bastan-
te extendida en el lenguaje jurídico, tan influido incapaces de interpretar la realidad de manera
por los lenguajes moral y político. La contami- correcta o, peor aún, seres perversos que delibe-
nación de contenidos emotivos dentro de las radamente buscan torcerla.
descripciones de hecho o de derecho tiene por
efecto (y, en ocasiones, por propósito conscien- Tal vez, algún día, los humanos seamos capa-
te) inducir al interlocutor a pensar que el plan- ces de asumir la responsabilidad de cada una de
teo, decisión u opinión que el sujeto sustenta no nuestras opiniones —sean cuales fueren— ale-
corresponde simplemente al parecer del mismo gando para ello los argumentos que en verdad
sujeto, sino que es el resultado evidente de una sean los que nos convencen, y no simplemen-
observación adecuada de la realidad. Observa- te aquellos con los que esperamos convencer
ción acerca de la cual el sujeto se atribuye cierta a otros. Acaso, en algún tiempo, adquiramos la
maestría, aunque el método para ejercerla esté lealtad de valorar los hechos y sus consecuen-
lejos de ser claro ni dotado de consenso inter- cias mediante criterios sinceros y de aplicación
subjetivo. general, aunque bien puedan ser solo nuestros
y equivocados. Si esta evolución sucede, el idio-
En efecto, decir que quiero esto o no quiero
aquello, aunque sea con buenas razones y con ma en el que nos comunicamos acerca del de-
plena atribución jurídica para declararlo, es so- recho servirá realmente para entendernos y
cialmente incómodo, porque suena autoritario, debatir en profundidad nuestras divergencias. Y
y deja al sujeto a la intemperie de las críticas la práctica del derecho se volverá más transpa-
por parte de los disidentes: después de todo, las rente, aun cuando todas las pretensiones que en
preferencias son subjetivas, no hay un método su ámbito se formulen sean discutibles y, even-
objetivo para dirimir las controversias acerca tualmente, justiciables.
para eliminarlos, y aun se agravaron luego de su una sinecura para regalar a los parientes, ni un
reforma. El Poder Judicial tiene muchos y graves premio por la lealtad política, ni un incenti-
problemas, económicos, tecnológicos, procesa- vo de la ayuda personal o partidaria. Tampoco
les y de administración; pero ninguno de ellos, —salvo el caso específico de los cargos electi-
y ni siquiera todos ellos juntos, alcanzan a igua- vos o ministeriales— una fuente de apoyo a una
lar el daño que viene produciendo, desde hace gestión política determinada. Es una grave res-
décadas, el guiño de desaprensión con el que ponsabilidad que, con visos de permanencia, ha
se aborda la designación de magistrados. Y, es de ejercerse en beneficio de toda la sociedad y,
preciso recordarlo, también la selección de los por lo tanto, no debe confiarse sino a los más ca-
empleados y funcionarios de los que probable- paces. Quiero insistir en esto: no basta siquiera
mente saldrán los jueces del futuro. con asegurarse de que los candidatos tengan tí-
El Estado, en sus tres poderes, debe satisfacer tulo suficiente y capacidad apropiada, como en
las necesidades del pueblo. Pero no se trata tam- un examen de suficiencia. Es preciso que, entre
poco de poner un funcionario o magistrado en ellos, siempre sean elegidos los mejores dispo-
cada lugar donde haya demanda de su servicio, nibles. La selección no ha de mirar al pasado,
sino, antes que eso, disponer una organización sino en la razonable medida en la que esa mira-
racional que prevea tales necesidades y dismi- da permita, por extrapolación y progresión, avi-
nuya la demanda de acción estatal. No, por cier- zorar el futuro.
to, negando esa acción ni poniéndole trabas,
sino resolviendo de antemano, con medidas co- Si cada funcionario, legislador o magistra-
munes apropiadas, las situaciones que, cuando do cede a la tentación de convertirse en agen-
se convierten en urgencias, requieren la mano cia de empleo para sus protegidos, nuestro país
casi siempre tardía de la autoridad pública. La nunca tendrá un Estado serio y eficiente, pero
tendencia al análisis caso por caso se impone sí uno cada vez más abultado. En cambio, si se
so pretexto de justicia, pero sus buenas inten- revisan las necesidades públicas y se provee a
ciones se pierden en el engorro de los trámites ellas en la medida de lo lealmente posible antes
y terminan delegadas en las conciencias de los que proclamar derechos individuales irrestric-
magistrados, a menudo divergentes. El estado tos que hayan de decidirse en el caso concreto;
de derecho, en cambio, ha de tender en lo posi- si se calcula la cantidad y la calidad de los agen-
ble a establecer sabias normas generales en las tes públicos necesarios (incluidos los jueces de
que los ciudadanos puedan leer sus derechos y cualquier instancia) y se los selecciona median-
sus obligaciones para exigir unos y cumplir las te concursos públicos y transparentes, sin jura-
otras, sin acudir al arbitrio de la autoridad más dos parciales ni espacios para la arbitrariedad; si
que cuando no haya otro remedio. los resultados de la acción estatal se auditan con
más inteligencia que burocracia, nuestro pue-
En la medida en la que el ejercicio de un de-
blo empezará a estar mejor servido.
recho requiera en cada caso un juez o funciona-
rio que lo identifique y declare, la inflación del Tal vez sea utópico pensar que la actitud de
aparato estatal seguirá siendo inevitable. Gran los dispensadores de empleo público pueda
parte de la litigiosidad judicial quedaría elimi- cambiar tan radicalmente; pero con utopías em-
nada, si se cambiara ese punto de vista. Aumen-
piezan a plantearse las mejoras. Y sincerar los
taría además la transparencia y disminuiría el
debates sobre la composición de la Corte, para
margen de discrecionalidad, tan propicio a la
cuya función cualquier incremento es inútil y
corrupción. Una de las dificultades, sin embar-
go, es que aquella inflación permite satisfacer hasta contraproducente, y donde la selección
muchas expectativas diseminadas entre los cua- de cada candidato debería ser prenda de unidad
dros del Estado, lo que nos devuelve al inconve- antes que reparto de prebendas, sería un exce-
niente señalado al principio. lente comienzo. Pero el camino es largo y mu-
cho más ancho: abarca los tres poderes, incluye
Todos lo saben, aunque pocos lo practican: la todas las jerarquías y nos compromete a reco-
función pública, tanto judicial como adminis- rrerlo con vehículos más modernos y sensatos
trativa y aun legislativa, no es (no debería ser) que los que la tradición nos provee.
semejante en los procedimientos de otros fue- de los juristas para plantear sus problemas en
ros. Sin embargo, es extraordinariamente raro términos que las máquinas puedan compren-
que las noticias públicas acerca de propuestas o der. Sin embargo, aun en la actual situación,
avances informáticos en la justicia las reconoz- mucho puede hacerse y mucho se ha hecho ya
can o den siquiera muestras de conocerlas: por para facilitar la labor de los abogados y agilitar la
el contrario, a partir de una percepción limitada gestión de las oficinas judiciales. A todos com-
al procedimiento civil y comercial, se plantean pete la responsabilidad para asegurar el acceso
a menudo como proyectos promisorios, presta- de los ciudadanos a un sistema judicial rápido
ciones tan superadas ya por la gestión procesal sin mengua de las garantías, previsible dentro
laboral que podrían compararse con la inven- de su flexibilidad y dotado de un grado de trans-
ción —indudablemente útil en su momento— parencia que permita el control público de sus
de la máquina de escribir.
actos sin afectar la independencia judicial. Va-
Como todos sabemos, la introducción de la rios caminos es preciso recorrer para alcanzar
informática ha producido un cambio formida- ese objetivo, pero ya están trazados. La informá-
ble en la mayoría de las actividades humanas. tica representa uno de ellos: la vía tecnológica.
En el derecho ese cambio está tardando un poco Sólo quiero sugerir aquí que podríamos andar
más, no por insuficiencia de las computadoras por ese camino en conjunto, pero sin retroceder
sino por las extraordinarias dificultades que la y asegurando la mejor satisfacción de cada una
tradición, la costumbre y una epistemología de las necesidades de los diversos sistemas pro-
controvertida y obsoleta oponen a la capacidad cesales o de las distintas relaciones de fondo.
tenida presión contraria, quienes intenten es- El cuarto es demorar la sustanciación de los
tablecer y mantener tales concursos enfrentan concursos cuanto se pueda y, mientras tanto,
obstáculos poderosos. hacer nombramientos interinos y discreciona-
les. Más adelante puede ejercerse presión para
El primero de ellos es la oposición lisa y llana, que interinos ya dotados de antigüedad sean
con el argumento de que los empleos y funcio- “efectivizados” como medida excepcional, o al
nes estatales requieren la confianza de quienes menos obtener que la antigüedad interina ten-
ejercen cargos superiores, y que nadie mejor ga un peso fundamental en la valoración de los
que estos últimos está en condiciones de valo- antecedentes.
rar la idoneidad de los candidatos.
A lo largo de cuarenta años de defender el sis-
El segundo es la introducción de excepcio- tema de concursos, he sido testigo de casi todos
nes que permitan prescindir del concurso en un esos subterfugios y trampas, así como (al me-
creciente número de casos. Aparte de que pue- nos) oído comentar el resto. Con ellos, el siste-
de invocarse un estado de emergencia pretendi- ma de concursos acaba por canonizar santos
damente temporal, un ejemplo notorio de este conocidos y, de paso, pierde credibilidad públi-
fenómeno es la proliferación de empleados es- ca, con lo que tienden a abstenerse de partici-
par aquellos candidatos que, cualquiera sea su
tatales “contratados”, como si el empleo públi-
idoneidad, no cuenten con la previa aquiescen-
co normal no fuera en sí mismo un contrato, o
cia de aquella clase de punteros de la adminis-
como si el trabajador fuera un proveedor exter-
tración estatal, así como aquellos potenciales
no o un contratista de obra. jurados que no estén dispuestos a soportar hu-
millaciones. Así, todo permanece igual, aunque
El tercero consiste en la desvalorización inter-
todo cambie, como sugería Lampedusa.
na del concurso, mediante una o más de las si-
guientes medidas: Esta tendencia entrópica de la función públi-
ca, cuya deliberada pertinacia la hace parecer
a. Digitar la designación de jurados, ya sea inevitable, sería más moderada si los ciudada-
por decisión directa o incluso por sorteo entre nos, que son sus principales y casi únicas vícti-
un número reducido de candidatos “confiables” mas, no la naturalizaran con tanta indiferencia.
(esto es, íntimamente partidarios de la designa- Pero, para revertir esa situación, tendríamos que
ción discrecional); habituarnos a pensar y proclamar que corrupto
no es sólo quien recibe o entrega dádivas indebi-
b. El achatamiento del valor conferido a los das, sino también el que busca obtener un cargo
antecedentes, a fin de que los recién llegados no estatal para un allegado o protegido con pres-
se vean excluidos por la experiencia y la eficien- cindencia de su idoneidad; no de su idoneidad
cia demostradas; básica, que suele juzgarse con parámetros muy
laxos (ejemplos: arts. 5, 6 y 12 dto.-ley 1285/58)
c. La facilidad de las pruebas de oposición, o (Adla, XVIII-A, 587), sino de la mayor idoneidad
directamente su filtración previa al candidato comparativa, demostrada frente a otros candi-
preferido; datos en una competencia abierta, leal y sujeta a
criterios tan objetivos como sea posible.
d. La inclusión de un factor ampliamente dis-
crecional, como el de entrevistar a los candi- La idoneidad es el único requisito para ocu-
datos y hacer prevalecer el juicio que de tales par empleos estatales, como postula el artículo
entrevistas resulta por sobre el orden de méritos 16 de la Constitución Nacional. Si esta disposi-
del concurso mismo; ción se tomara en serio, y no como un umbral
mínimo para el ejercicio del nepotismo, feuda-
e. La ampliación del número de elegibles que, lismo, clientelismo y caudillismo, nuestro país
cuanto mayor sea, más asemeja el concurso a viviría una pacífica revolución; una revolución
un mero examen de suficiencia, en el que los tan trascendente para su futuro que, comparada
candidatos predeterminados seguramente se- con ella, la de 1810 se asemejaría a un cambio
rán aprobados. cosmético.
que hoy hacen los aviones y las bicicletas), sino liberada— provocase cierto contacto entre los
como una transmisión instantánea de informa- archivos, como en un sistema de vasos comu-
ción acerca de las estructuras y contenidos ma- nicantes? ¿Podríamos estar en presencia de una
teriales y funcionales del sujeto, para que ellos especie de persona colectiva, necesitada de re-
sean reproducidos en el lugar de destino con los solver sus eventuales conflictos “internos” para
elementos allí disponibles. El transportador es, actuar coordinada y coherentemente? Por plan-
pues, un duplicador. ¿Qué hacer con la persona tear algo casi trivial, ¿cuántos votos tendría un
original? ¿Disolverla en el ambiente? ¿Diremos ente semejante el domingo de elecciones?
que eso es matarla? ¿O fingiremos que nada su-
cedió, puesto que la misma persona aparece de Si todos estos ejercicios de la imaginación nos
inmediato sana y salva en otro lugar? Y, si el su- dan escalofríos jurídicos, es porque tendemos,
jeto original no se disuelve, ¿tendremos dos ver- desde siempre, a considerar el derecho como
siones de la misma persona, que a partir de ese un sistema hecho; variable y perfectible, sí, pero
momento viven vidas separadas? He aquí todo siempre dentro de estructuras mentales conoci-
un tema filosófico que, seguramente, los juristas das y largamente aceptadas. Algunos cambios
se verían obligados a abordar tarde o temprano. nos han mostrado ya que esas estructuras son
frágiles: las leyes de matrimonio igualitario y de
Hagamos aún otro esfuerzo. Es sabido que las identidad de género, por ejemplo, han puesto
actuales computadoras tienen prestaciones en en tela de juicio conceptos milenarios acerca de
buena parte semejantes a las del cerebro huma- la “naturaleza” del matrimonio y de la “esencia”
no, e incluso están replicando la estructura de del hombre y de la mujer. Eso nos ha hecho des-
las redes neuronales. También se sabe que ya cubrir (al menos, debería habernos hecho des-
es posible conectar directamente la máquina al cubrir) que no sólo las normas jurídicas pueden
cerebro viviente, para darle órdenes con el pen- cambiar: también pueden hacerlo las ideas ge-
samiento. Supongamos, pues, que toda la activi- nerales, extrajurídicas, que presiden nuestra
dad mental del sujeto puede transferirse a una concepción de las normas y aun nuestras con-
computadora en vía de ida y vuelta, de tal modo troversias acerca de ellas. En verdad, todo el
que el cerebro de la persona queda, por así de- edificio del derecho reposa sobre el terreno de
cirlo, ampliado con las funciones semejantes de la realidad, un terreno que incluye la tecnología
un cerebro digital adicional, que tiene aproxi- tanto como la física, la biología, la psicología y la
madamente las mismas capacidades. Y siga- economía. Al decir esto, no hago propaganda de
mos suponiendo que el sujeto humano muere, la interdisciplinariedad en el estudio del dere-
pero sus recuerdos, afectos, conocimientos y cho: sólo señalo que el derecho mismo parte de
modos de reacción siguen presentes en el ele- presupuestos múltiples, que integran la realidad
mento artificial. ¿Nos atreveremos a decir que contingente y no deberían perderse de vista.
el sujeto sigue viviendo en realidad, solo que en
otro soporte, así como decimos que una perso- Para tener eso presente, es útil ejercer la ima-
na juega al fútbol con su pierna artificial? En ese ginación, como vengo proponiendo aquí con
caso, ¿habríamos descubierto la inmortalidad? ayuda de la fantaciencia. Pero tengamos en
O, como juristas, ¿aceptaríamos que el médico cuenta que algunas de las situaciones imagina-
extendiese certificado de defunción de alguien das —y otras que no alcanzamos a vislumbrar—
que, aun con su cuerpo enterrado, sigue conver- pueden caernos encima en cualquier momento,
sando con nosotros y, por ejemplo, escribiendo como lo hicieron el ascensor, el teléfono y el
su ensayo crítico sobre la literatura medieval? automóvil. Y luego la televisión, la bomba ató-
mica e Internet. Solo que, a medida que el tiem-
Es posible que con esto nuestros límites con- po avanza, las investigaciones se intensifican y
ceptuales acerca del derecho ya hayan entra- sus resultados se aplican con mayor celeridad,
do en crisis; pero ensayemos algo todavía más mientras gran parte del pensamiento jurídico
intenso. En el mismo supuesto anterior, ¿qué se funda en un panorama tecnológico de hace
pasaría —mejor dicho, cómo interpretaríamos décadas y —preciso es decirlo— en una filo-
lo que sucediera— si varias “personas” estu- sofía de hace más de dos milenios. Si Ortega y
viesen almacenadas, “viviendo” en un mismo Gasset hubiera sido abogado, habría podido de-
disco duro? ¿Y si un virus —o una decisión de- cirnos: “Juristas, a las cosas”. Y esas cosas con-
sisten, ante todo, en mantener nuestra mente habituales para independizarlos de nuestra ob-
abierta: no sólo frente a argumentaciones plu- sesión por la justicia (que no es preciso aban-
ralistas y a eventuales cambios en el contenido donar, sino clarificar), así como revisar nuestras
de las normas, sino también en el modo como nomenclaturas y vocabularios para depurarlos
las estructuras de nuestro pensamiento depen-
den de circunstancias que podrían modificarse de las trampas y ficciones con las que los hemos
drásticamente. Mientras tanto, convendría ha- contaminado, durante milenios, con tal de sos-
cer más ágil nuestra capacidad de reacción: ante tener determinadas tesis valorativas. Afilar el lá-
todo, reexaminar nuestros sistemas filosóficos piz, diríamos si todavía usáramos uno.