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La historia de la fotografía, los fotógrafos y sus diversos trabajos en las diferentes regiones del
Perú, y el proceso social y cultural asociado a ellos, es algo que todavía no se ha explorado lo
suficiente. Parte del material que estos dejaron está, en algunos casos, irremediablemente
perdido; otros, en manos particulares que todavía no se han dado a conocer, y de las cuales no
se tiene mayores referencias de los autores, e incluso de las fechas de las tomas. No obstante,
hay casos en los que felizmente se han conservado colecciones importantes de estos trabajos.
Este es el caso de las fotografías que se dieron a conocer en 2017 de Teodoro Bullón Salazar
(1885-1960) en una muestra titulada “Fotografía Indeleble, el imaginario de Teodoro Bullón
Salazar”, de Sonia Cunliffe. En ella se exponían, según la curaduría, negativos de vidrios, copias
originales de época y ampliaciones fotográficas de finales del siglo XIX y principios del XX, del
fotógrafo Teodoro Bullón Salazar, que habría centrado su trabajo en la ciudad y provincia de
Jauja, en la sierra central peruana, en este momento. Luego, la exposición se trasladó a Jauja al
año siguiente, donde fue posible de ser apreciada a lo largo de varios meses desde abril de
aquel año en el local de la Beneficencia Pública de la ciudad.
Esta muestra ha significado uno de los acontecimientos más importantes para la historia y la
cultura de Jauja por varias razones. Se trata de la primera vez que se tiene una evidencia visual
de una parte de pasado de esta ciudad, y de la sierra central por añadidura, de manera
tangible, extensa y a partir del estilo personal de un autor identificado. Ciertamente, antes de
ello había algunas aproximaciones a lo que se podría denominar una historia visual de Jauja,
como son los trabajos de recopilación fotográfica que hicieran Halckon Editores, Jauja en
Blanco y Negro (2006/2011, II vols.), y los de la asociación Xauxa Tiempo y Camino, que
estuvieron en línea hasta hace poco. No obstante, estas evidencias son fragmentadas y en casi
todos los casos se desconocen los autores de las tomas. Distinto es el caso de esta muestra,
donde es posible de observar los intereses de un autor específico y el reflejo que ello ofrece de
un proceso histórico concreto, como es el de Jauja de las primeras décadas del siglo XX.
Antes del hallazgo de sus materiales no se tenía mayores referencias de Bullón Salazar, como
es el caso quizás de muchos artistas que han pasado por Jauja, así como por otras regiones.
Por la información que se proporciona en la misma exposición, aparentemente por una de sus
descendientes, nació en Jauja en 1885 y murió, seguramente en la misma ciudad, en 1960. Se
había casado en Lima a la edad de 39 años y dejó una extensa descendencia. Además, se indica
que tenía una importante tienda en la Plaza principal de Jauja, en la que seguramente
transcurría la mayor parte de su rutina diaria, donde podía conseguir toda clase de artículos,
como de “[…] librería, alimenticios, armería, eléctricos, musicales, deportivos, herramientas
para la minería, etc”. De acuerdo a esta información, “[…] había de todo, desde una bicicleta
hasta un botón”.
Esta última información es posible de corroborarse en las páginas de El Porvenir, el periódico
de la ciudad, a las que hemos tenido acceso. En efecto, hacia 1919, para la época de
carnavales, aparece un anuncio publicitario en esta hoja que referencia a una “Fotografía y
Relojería de T. Bullón Salazar”, ubicada en la calle Grau N° 73 “Casa especializada en su
género”. En el aviso se informaba que chisguetes de agua de colonial, finos talcos, olores,
máscaras y narices, y diversos tipos de globos, materiales que su utilizaban en los carnavales
de eso entonces. Además de corroborar la existencia real de este personaje, estos datos
muestran que su principal actividad era el comercio, a la que se agregaba la fotografía, que en
este caso se muestra como una actividad secundaria. El anuncio era de casi media página, lo
que sugiere que se trataba de una de las principales tiendas de la ciudad.
Lamentablemente, las fotografías que son parte de la muestra no tienen una fecha precisa de
cuando fueron hechas. Aunque se ha sugerido que estas corresponden desde finales del siglo
XIX, es posible que en realidad estén centradas más bien en las primeras décadas del XX. Lo
más lógico es suponer que Bullón Salazar se introdujo de lleno en estas actividades en una
edad adulta. Además, es importante también tener en cuenta el contexto regional de esa
época y los importantes cambios que se originan con la llegada de los medios de
comunicación, como es el caso del tren en 1908. Con ello llegó una parte de la modernidad
que se vivía en aquella época en la capital, así como las modas, que paulatinamente se fueron
repitiendo en las provincias del interior. Una evidencia, en este sentido, es una fotografía de la
estación de tren en Jauja, que indudablemente es posterior a esta fecha, o la de algunos
inmigrantes japoneses, que llegaron a la ciudad hacia la segunda década de aquel siglo.
El contenido de este material gráfico permite apreciar la vida pública y la vida privada de la
Jauja de aquellos años, sobre todo de esa interacción tan clara que hay entre el campo y la
ciudad, tan común en los jaujinos hasta ahora. De esta manera, se aprecia, por ejemplo, el
Puente de Miraflores, o las casonas solariegas en la campiña, probablemente de Huertas. De
otro lado, en el ámbito de lo privado, es posible percibir aquí una cierta esencia de la vida
doméstica de la realidad de Jauja en estos años, del interior de las casonas, sus salas y jardines.
Pero también se percibe la interacción social patente en las fotografías grupales, de las
relaciones entre las gentes de la ciudad ante circunstancias de diverso tipo, algunas de carácter
crítico, como son los entierros. Además de las que nos remiten a las esferas del poder local de
una ciudad que, en ese momento, indiscutiblemente, tenía la hegemonía en la región central.
En las fotografías del universo de Bullón Salazar llama la atención, de otra parte, la presencia
notable en las tomas de lo que Pedro Monge, un autor local, denominaba como “la descalza”;
vale decir la jaujina con la vestimenta típica. No obstante, se puede ver que se trata, todavía,
de un uso constreñido a un determinado sector. Todavía no estaba difundido entre los
diversos grupos que configuraron la estructura social de Jauja, ni su uso ritualizado y asociado
a la actual cultura popular de la ciudad. Pero también se aprecia que algunas mujeres,
probablemente de cierta preeminencia, ya comienzan a utilizar esta ropa tan característica, lo
que muestra los inicios de un cambio que, al final de cuentas, devino a ser lo que ahora es (la
vestimenta de la jaujina es un eje definidor de la identidad en Jauja).