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Teodoro Bullón Salazar: el fotógrafo de "El país de Jauja"

La redescubierta obra del fotógrafo jaujino se presentará del 5 al 7 de setiembre en el Blue


Door Art Center de Yonkers, Nueva York. Su historia empieza a recuperarse gracias al trabajo
de Sonia Cunliffe

Familia andina captada por el fotógrafo jaujino. Uno de los niños lleva el retrato enmarcado
del familiar ausente.

Esta es la historia de una ida y una vuelta: en julio del 2017, un artículo publicado en esta
sección daba cuenta de la muestra "Fotografía indeleble", imágenes del entonces desconocido
Teodoro Bullón Salazar (1885-1959) en la galería Pancho Fierro.

Mujer lectora, uno de los tópicos de la pintura europea romántica del siglo XVIII y XIX.
Deterioradas por el tiempo y la desmemoria, un lote de placas de vidrio había llegado a manos
de la artista visual Sonia Cunliffe. Un anticuario puso ante ella una serie de imágenes que
parecían sacadas de un mundo macondiano: salidas campestres, reuniones familiares,
multitudinarios velorios. Las composiciones eran cuidadas, las poses aprendidas de la pintura
europea del siglo XIX, a la manera de los prerrafaelistas. A Cunliffe le fascinó aquel lote por la
estética, su valor documental e incluso la condición de abandono en que se encontraban
dichas imágenes. En su mayoría, la emulsión, craquelada o devorada por el hongo, evidenciaba
una interesante pátina de tiempo, como si la descomposición de su naturaleza química
aportara un nuevo lenguaje para esas imágenes. “Me enamoró la modificación que el mismo
tiempo producía en las fotografías. Evidenciaba la necesidad de la conservación de la
memoria”, recuerda la artista.

Hombre con perro. Sin fecha.


Muy poco era lo que entonces se sabía de Teodoro Bullón Salazar, más allá de sus oficios como
fotógrafo, comerciante y relojero. En su bazar y taller, ubicado en el 73 de la calle Grau, Bullón
retrató a la europeizada sociedad jaujina de los años veinte, utilizando placas de vidrio de la
Eastman Kodak & Co. Sin embargo, el archivo había sido depredado sin pausa, hasta terminar
en el limbo de La Parada, donde los anticuarios buscan joyas entre el detritus. Poco después de
la aparición del artículo en El Comercio, la memoria alrededor de Bullón empezó a
recomponerse de maneras insospechadas. Vía Facebook, contactó a la artista una joven
bisnieta del fotógrafo, quien la derivó luego con su tía, Tania Bullón, quien a su vez le
presentará a su primo, Iván Amaro Bullón, el nieto que más sabía del fotógrafo, al haber vivido
desde niño con la abuela Ricardona, entonces ya separada de don Teodoro.

Retrato de mujeres deformado (y a la vez enriquecido) por el hongo.


Así, la historia de Bullón Salazar fue adquiriendo densidad y color. La familia reencontrada no
dejaba de enviarle fotos a Cunliffe, compartiendo increíbles anécdotas sobre el abuelo. Así,
supo que en su tienda sobre la plaza principal de Jauja se vendía desde alimentos hasta armas,
pasando por libros de arte, aparatos eléctricos y musicales, artículos deportivos y herramientas
para minería.

Miembro del Club de Tenis de la ciudad, Teodoro cultivó el deporte del tiro, pasión que legó a
su hijo mayor, quien representó al Perú en las Olimpiadas de Berlín. La riqueza del comerciante
se plasmaba en las 40 mulas que cargaban los productos que importaba de Europa.

“Por entonces, las condiciones climáticas de Jauja atraían a muchos enfermos de tuberculosis
en el mundo, y la influencia europea en la ciudad fue muy grande. Si observas todo lo que
había en su bazar, comienzas a entender cómo se gestó el imaginario tan grande de Bullón”,
señala Cunliffe.

Jauja
Por cierto, además de su legado visual, Teodoro Bullón es conocido en Jauja por ser el primero
en poner a circular un automóvil por las empedradas calles de la ciudad. “Lo trajo al país por
partes, lo armó en su garaje y cuando quisieron sacarlo, se dieron cuenta de que la máquina no
salía por la puerta. Tuvieron que romper las paredes para sacarlo a la calle”, explica la artista.
Uno de los asistentes más conspicuos a la muestra en la galería Pancho Fierro fue el escritor
Edgardo Rivera Martínez, el entrañable autor de la novela “País de Jauja”. “Hicimos una fiesta
dentro de la muestra, donde se bailó huaino y se sirvió muña y galletas. ‘Este es mi país de
Jauja’, me dijo emocionado el escritor”, recuerda Cunliffe. La exposición fue luego llevada a
esta ciudad del valle del Mantaro. Por primera vez en décadas, el público podía ver la obra
fotográfica de un paisano que se pensaba desaparecida. Actualmente, la Beneficencia de Jauja
expone su obra en una sala permanente.

Bullón, en su bazar taller de la plaza central de Jauja, se convirtió en el retratista de la ciudad.


—Legado familiar—

De compromisos anteriores, nacieron Lucilla Bullón Mayor y Luisa Bullón Núñez. Y de su unión
con Ricardona Ríos, Teodoro Bullón tuvo a Teodoro (el tirador olímpico), Elva, Áurea, Hugo,
Iris, Dante, Brisa, Jesús y Ada, la menor, quien destacaría como educadora y directora teatral.
Muy pocos de sus descendientes conocían de la calidad del trabajo fotográfico del abuelo.

Velorio en Jauja. Los deudos rodean al difunto.

Iván Amaro Bullón, hijo de Ada, guardián de la memoria del fotógrafo jaujino, es el nieto más
joven. Arqueólogo de profesión, Iván migró a Nueva York, donde se convirtió en cantante de
ópera. Actualmente trabaja como doble en la industria del cine. Con su esposa administra Blue
Door Art Center, pequeña galería ubicada en Yonkers, en el condado de Westchester, estado
de Nueva York. En un reciente viaje a la Gran Manzana, Cunliffe y Amaro Bullón se reunieron
para hablar del hiperbólico abuelo y de la posibilidad de exponer su obra en la galería
neoyorquina. La exposición, que se inaugura el 5 de setiembre, consta de una serie de
ampliaciones a partir de las placas de vidrio originales. La curaduría planteada por Cunliffe
incide en mostrar cómo era la sociedad jaujina a principios del siglo pasado.
jauja

Una muestra que cierra una historia de ida y vuelta, de Jauja a Lima y viceversa, y luego a
Nueva York en una muestra pequeña y emotiva. “Para mí, el arte se trata de contar y devolver
una memoria”, comenta Cunliffe. En efecto, su rescate fotográfico no supone solo recuperar
un archivo perdido, sino mostrar de dónde viene y soñar hasta dónde, gracias a socios
inesperados, puede llegar.

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