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SEGUNDA PARTE DEL PROGRAMA

UNIDAD IV:
El nacionalismo y la historiografía profesional: El Idealismo Alemán. Historiografía del Liberalismo.
El historicismo positivista. El materialismo histórico.
La historia y los historiadores desde fines del XIX. Instituciones, enfoques y problemas
El interés de los hombres por conocer y comprender su pasado ha sido siempre tan intenso que
difícilmente una historia de la historiografía pudiera sintetizarse en unas pocas páginas; por el
contrario, necesitaríamos una vasta biblioteca para dar cuenta de todas las formas en que fue
concebida la historia.
En el siglo XIX se configura un paradigma historiográfico que fue dominante durante gran parte del
siglo XX y contra el cual se van a levantar los movimientos renovadores. Debemos considerar a la
historia de la historiografía en procesos de cambios sociales y políticos significativos y globales, ya
que la historiografía no es autónoma respecto del medio y el contexto en el que transcurre su
desarrollo. Por el contrario, la forma en que los hombres visualizan su pasado forma parte de los
problemas de su presente.
El enfoque planteado para este escrito se apoya en la idea en que, en el campo social se cruzan
diversos discursos, a cerca de un mismo objeto, por lo que, es necesario tener en cuenta que, con
respecto al objeto que nos ocupa se produce idéntico fenómeno, de allí que la reflexión sobre el pasado
no es monopolio de los historiadores profesionales exclusivamente, sino que hay innumerables
registros que bucean en la historia para dar algún tipo de interpretación: el documental o la ficción
televisiva, el ensayo libre, la investigación periodística, la biografía literaria, la novela histórica, la
memoria personal o grupal, etcétera. Sin embargo, en nuestra cátedra únicamente pretenderemos
analizar exclusivamente aquellas líneas historiográficas académicas, es decir, aquellas que se ajustan a
ciertas reglas de producción y crítica propias de la investigación científica, lo cual no desmerece ni
cuestiona otros formatos, pero si es necesario indicar que, el análisis dado desde la Historia es el único
que podemos decir académico, y por lo tanto científicamente fundado, por peso propio con respecto al
objeto histórico.

Estado y nación en el surgimiento de la historiografía profesional


A lo largo del siglo XIX, pero sobre todo a partir de la segunda mitad de esa centuria, coincidieron una
serie de procesos que, relacionados entre sí, contribuyeron a definir las características dominantes de la
historiografía académica hasta, al menos, hasta mediados del siglo XX. Tales procesos, que con
algunas diferencias temporales y especificidades nacionales se desarrollaron tanto en Europa como en
América, estuvieron vinculados a la conformación del Estado-nación, la construcción de identidades
nacionales y la profesionalización de la disciplina histórica.
La conformación de Estados nacionales que sustituyeron a las comunidades políticas articuladas en
torno a un principio de legitimidad real, interpelaba a grupos sociales diversos en su nueva condición
de ciudadanos, esto es, miembros de una misma comunidad política integrada por el concepto de
nación. Así, se podía invocar a una nación alemana, francesa, italiana o argentina, que sustituía
identidades previas agrupadas en torno a principios territoriales (lo local, regional o provincial),
sociales, religiosos o étnicos, entre otros.

Por ejemplo, en el caso de la Argentina la frase con la que inicia el Preámbulo de la


Constitución Nacional: “Nos los representantes del pueblo de la Nación
Argentina...”, transforma a los constituyentes en representantes de la nación y no de
las provincias por las que habían sido elegidos.

Sin embargo, tal invocación no supone pensar que los habitantes de esos nuevos Estados se
transformaron inmediatamente en franceses, alemanes, italianos o argentinos. Dichas identidades
serían resultado de otros procesos, más lentos y complejos, destinados a la construcción de lo que
Benedict Anderson denominó “comunidades imaginadas”1. Las naciones incluyen a individuos que
1
ANDERSON, B. Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y difusión del nacionalismo. FCE. México, 1993
(1ra. ed. 1983)
difícilmente conocerán a quienes consideran sus compatriotas y menos aún a aquellos compatriotas
que murieron mucho antes de que ellos nacieran. Sin embargo, dice Anderson: “en la mente de cada
uno vive la imagen de su comunión”.
Responder a la pregunta sobre cómo se elaboró esa idea de comunión, es uno de los temas que
interesaron a los historiadores en los últimos años. Uno de los esfuerzos más notables en esta dirección
lo representa la fórmula que eligió Eugène Weber para describir la transición de los sectores populares
en Francia de “campesinos a franceses” 2. Los distintos Estados operaron de diversas formas sobre la
sociedad para construir identidades nacionales, incluyendo la “invención de tradiciones” que dieran
cuenta de la existencia de las mismas tanto en el presente como en el pasado 3. Al mismo tiempo que se
constituía en una cuestión central la difusión social de dichas tradiciones cuyo objetivo era promover
un sentimiento de nacionalidad que reemplazara o desplazara identidades previamente constituidas, a
través de la escuela, la prensa y la incorporación al ejército, que interpelaba a los ciudadanos como
patriotas4.
Por su parte, los historiadores cumplieron un rol central tanto en lo que se refiere a la elaboración de
relatos que dieran cuenta de la preexistencia de los Estados nacionales en el pasado como en lo relativo
a la difusión de la historia entre los ciudadanos. Por lo tanto, contribuyeron a la gobernabilidad
integrando a los individuos sobre la base de un sentimiento de pertenencia y legitimando el orden
político vigente y la supremacía del Estado.
Para que los historiadores pudiesen realizar esta tarea en calidad de expertos, fue preciso diferenciar la
historia de otros relatos sobre el pasado, especialmente de la literatura y la filosofía. Es decir, de
relatos que por apelar a la ficcionalización del pasado o por su trascendencia respecto de los hechos no
contribuyeran a organizar el pasado en torno a un principio de verdad o no dieran cuenta de la
especificidad nacional. Así se inició un proceso de profesionalización de la disciplina histórica que
implicó su institucionalización y la atribución de un status científico a través de un método que se
correspondía con los cánones de cientificidad propios de las ciencias fisiconaturales, para entonces
consideradas las ciencias por excelencia, según las convicciones difundidas por el positivismo.
El rol del Estado fue central en tanto proveyó los recursos materiales y simbólicos para que la tarea de
los historiadores fuera llevada a cabo.

En primer lugar, la organización de los archivos y bibliotecas permitió a los


historiadores acceder a una documentación que se constituía en fuente indispensable
para la investigación. De ese modo, los papeles en manos privadas pasaron al ámbito
público y pudieron ser consultados en salas de lectura habilitadas para ese fin.

En segundo lugar, las universidades sirvieron de base institucional y fuente de


legitimidad a los historiadores, además de un medio para vivir del ejercicio de la
profesión. Por otra parte, en ellas se formó el personal que se dedicaría tanto a la
investigación como a la difusión de la historia en los diversos niveles de enseñanza y
entre públicos más amplios a través de la publicación de libros y manuales.

En tercer lugar, el Estado procuró los recursos para la edición de fuentes que
recogían la documentación disponible para diversos períodos históricos, realizando
previamente un análisis crítico de las fuentes y su catalogación. El modelo de estas
publicaciones fue la Monumentae Germaniae historicae. En esa misma línea, Boeckh
realizó para la Academia de Berlín la publicación de las inscripciones de la Grecia
antigua; Mommsen el Corpus Inscriptionum Latinarum; la Academia de Ciencias de
Viena el Corpus de los escritores eclesiásticos; en España la Academia de la Historia
de Madrid editó el Memorial histórico español y la Colección de documentos inéditos;
en Inglaterra se publicaron los Calendars of state papers y, en Francia, el Comité de
2
ver en WEBER, E. Peasants into frechmen: The Modernization of Rural France, 1870-1914. Stanford University Press.
Stanford (EE.UU) 1976.
3
HOBSBAWM, E. y T. Ranger. The invention of Tradition. Cambridge University Press. Cambridge/New York, , 1982.
4
Sobre el rol de la escuela en estos procesos ver el clásico estudio de VILAR, P. Enseñanza primaria y cultura popular en
Francia durante la tercera república (1966), en BERGERON, L. (ed.) Niveles de cultura y grupos sociales. siglo XXI.
México, pp. 274-284.
Trabajos Históricos(1834) inició la publicación de los Documentos Inéditos de la
Historia de Francia5.

En este medio, comenzó a desmontarse un terreno y a trazarse una frontera frente a otros discursos
sobre el pasado, en la que el manejo del método, la objetividad y un estilo de escritura se
transformaron en criterios de autoridad para comenzar a definir las líneas de un espacio propio: el de
los historiadores profesionales6.
Estado y nación en el surgimiento de la historiografía profesional
El recurso del método
A comienzos del siglo XIX, Alemania ofrecía a Europa el modelo de una organización institucional de
la historia erudita que comprometía al Estado y a los historiadores en una unión que tenía su centro en
los prestigiosos centros intelectuales de Munich, Berlín, Gotinga, Bonn y Heidelberg. Entre los
historiadores universitarios de aquella generación: Mommsem, Curtius, Droysen, Gervinus y Nieburh,
se destaca Leopold Von Ranke, por su imagen de historiador erudito e infatigable investigador de
archivos europeos y por ser quien tendría mayor influencia en el desarrollo de la historiografía
positivista en Occidente. El autor de la Historia de Alemania en la época de la reforma, de 1839, fue el
responsable del sistema de seminarios como instancia de formación en la investigación para los
estudiantes; fue también quien transformó la nota a pie de página en un medio que reflejaba erudición,
crítica de fuentes y prueba de aquello que se afirmaba en el texto 7.
Al mismo tiempo, afirmaba una historia centrada no ya en el establecimiento de leyes o causas
generales que explicaran los acontecimientos y le otorgaran sentido a la historia universal –a la manera
de Hegel, Bossuet o Comte–, sino que pretendía establecer cómo se produjeron los hechos,
fundamentalmente aquellos relativos a la historia política, diplomática y administrativa. Una historia
desde y del Estado o, más ampliamente, del poder y de los hombres involucrados en él.
Para ello era preciso establecer un método científico para el tratamiento de los documentos, detrás de
los cuales el historiador se constituiría en un sujeto oculto y complaciente a sus designios. Ello era así
porque los documentos eran vistos como fuentes transparentes de la realidad que reflejaban y a la que,
por su intermedio, era posible acceder de manera directa.

Disciplinas como la filología y la paleografía ofrecían técnicas rigurosas para el


análisis crítico de las fuentes y dotaban a la historia de un modelo de objetividad
científica que remedaba el utilizado por las ciencias físiconaturales. Contribuía a ese
fin el privilegio otorgado a los documentos públicos por sobre los escritos privados,
como las cartas personales. Mientras que se excluían otras fuentes, no escritas, como
los restos arqueológicos o las imágenes.

El primer paso a recorrer por el historiador era la crítica interna de los documentos para establecer su
originalidad, autenticidad, la autoridad de los firmantes, el lugar y la fecha precisa en que fueron
confeccionados. Posteriormente, se realizaba la crítica interna, que consistía en el análisis del
contenido y de la correcta interpretación de lo que quiso decir el autor, incluyendo una reflexión sobre
sus intenciones. Para, finalmente, pasar a la etapa de síntesis o de construcción histórica que consistía
en aislar y jerarquizar los hechos particulares para luego establecer las conexiones causales entre ellos.
Ese ideal de investigación científica basada en una investigación exhaustiva de fuentes documentales
sería posible de realizar una vez que se hubieran recopilado todos los documentos existentes sobre un
tema o un acontecimiento particular, ese era el cimiento sobre el que se elevaría el edificio de la
historia. Lo que significaba que la verdad histórica, una vez establecida, no dependía de las diversas
interpretaciones que los historiadores podían formular sobre un mismo documento, sino que sólo
podría ser reformulada una vez que se hallara un documento hasta ese momento no considerado o que
se demostraran errores cometidos en la etapa del análisis crítico de las fuentes.

5
CARBONELL, Charles-Olivier. La historiografía. FCE. México, 1986, pp. 115-116. (1ra ed. 1981)
6
FREIDSON, Elliot. Professional powers: A study of Institucionalization of formal knowledge. University of Chicago Press.
Chicago y Londres, 1986.
7
Ver GRAFTON, Anthony. Los orígenes trágicos de la erudición. FCE. Bs. As., 1998
Así formulaba Fustel de Coulange ese ideal científico que eliminaba los preconceptos, en la
Monarquía Franca, de 1888:
“Introducir las propias ideas personales en el estudio de los textos, es el método subjetivo (...). Pensar
así es equivocarse mucho en cuanto a la naturaleza de la historia. La historia no es un arte, es ciencia
pura. No consiste en contar de manera agradable o en disertar con profundidad. Consiste como todas
las ciencias en comprobar los hechos, en analizarlos, en compararlos, en señalar entre ellos un
lazo.”8
Ese modelo de historia científica, tan equidistante de la filosofía como de la literatura como
homologable a la entomología como lo quería Taine, fue estabilizado por Langlois y Siegnobos en su
manual sobre las reglas del método Introduction aux études historiques, de 1898, de notable difusión
en Occidente y sobre todo en América latina en el siglo XX.

Una historia para la nación


Aquellos documentos recopilados y el método estabilizado conformarían un consenso sobre la base del
cual sería posible elaborar las historias nacionales, pretendidamente objetivas, científicas y patrióticas,
que legitimarían a los Estados nacionales en un pasado colectivo, a pesar de la crítica que en su
momento formuló John Acton contra la expectativa de acceder a una versión incontrovertible del
pasado, como sostenía Leopold Von Ranke9.
La Francia del último cuarto del siglo XIX fue afectada por el prestigio intelectual alemán y por la
derrota y ocupación que sufre por parte del ejército prusiano. De ese modo, la influencia alemana fue
decisiva en el modelo más acabado de una historiografía que se propusiera desarrollar esos objetivos.
No sólo en lo que se refiere a la erudición histórica sino también en el aspecto político.
Los historiadores franceses de la Tercera República tomaron a Alemania como modelo, pero a la vez
era contra ella que estaba dirigido el patriotismo que se proponían impulsar entre los ciudadanos, como
prolegómeno de un eventual nuevo enfrentamiento que, además de la recuperación de Alsacia y
Lorena, permitiera restaurar el honor de la nación que había sido derrotada en la guerra francoprusiana
(1870).

En ese sentido, los historiadores que se nuclearon en la Révue Historique (1876),


impulsada por Gabriel Monod, asumieron un compromiso científico y patriótico que
se identificaba con los ideales liberales de la Tercera República Francesa, cuyos
orígenes se remontaban a la Revolución de 1789. En esa publicación, dedicada a
difundir investigaciones eruditas y originales, confluyeron Taine, Fustel de Coulange
y Renan, junto a los más jóvenes historiadores: Seignobos, Lavisse, Sarnac y
Langlois, entre otros. Todos ellos instalados en los principales centros de enseñanza
de Francia: la Sorbonne, la Escuela Práctica de Altos Estudios y la Escuela de
Chartres. Figuras e instituciones historiográficas dominantes en Francia hasta, por
los menos, hasta la Segunda Guerra Mundial.

Fue Lavisse el que más fielmente expresó el nuevo rumbo, tanto por su disposición a
utilizar la historia en beneficio de una pedagogía nacional como por ser el
responsable de la ejecución de la Historia de Francia, una monumental historia
colectiva cuya primera parte se publicó, en 9 tomos, entre 1903 y 191110.

Si la Revolución era el origen mítico de la República, los orígenes de Francia se


remontaban en la historia de dirigida por Lavisse a un pasado aún más lejano que
transformaba al jefe galo derrotado por Julio César, Vercengitorix, en un héroe
nacional, y encontraba en el rey franco Clodoveo los inicios remotos del Estado. A
partir de allí, la historia avanzaba linealmente a través de reinados, traiciones y
8
Citado por CARBONELL, Charles-Olivier, en cit., pp. 121-122
9
ACTON, John. Inaugural lecture in the Study of History” (1895), en ACTON John. Essays on freedom and power. Meridian
Books. Nueva York, 1960.
10
Ver NORA, Pierre. L’ Histoire de France de Lavisse, en NORA Pierre (dir.) Les lieux de mémoire. Gallimard París, 1986,
T. II., pp. 317-375.
guerras, hasta la Revolución. Origen mítico de una nación que era anterior no sólo al
Estado sino a la propia Francia y a los franceses como comunidad política y
lingüística.

El materialismo histórico
El materialismo histórico es la otra corriente principal de pensamiento historiográfico. Surge con el
socialismo, y se desarrolla con la filosofía de Marx y Engels. En el siglo XIX el proletariado toma
conciencia de clase, y habrá historiadores que interpreten la historia poniéndolo en el centro de su
modelo. Para Karl Marx (1818-1883) el fin de la Historia no es la interpretación, sino la
transformación de la sociedad, ya que «la historia es la transformación de la naturaleza humana». Es la
sociedad quien hace la historia, pero en función de dar respuestas a problemas concretos. La Historia
debe centrarse en el análisis del modo de producción existente en cada etapa de su desarrollo. Marx
introduce conceptos básicos sobre los que debe centrarse la investigación histórica.
La nueva historia social La historia social es la auténtica historiografía marxista, aunque sufra
profundas modificaciones dependiendo de la experiencia del “socialismo real” y de la evolución
ideológica derivada del contacto con la realidad social. Yuri Plejánov fue el introductor del marxismo
en Rusia. En el terreno de la Historia ayuda a fijar los principios del materialismo histórico. También
Lenin hizo un análisis histórico en sus escritos sobre la revolución. Con el estalinismo la Historia se
hizo dogmática, y se puso al servicio del régimen soviético, como la nueva historia económica se puso
al servicio del capitalismo. Sin embargo, hubo historiadores que se desmarcaron de esta servidumbre.
Se pretende estudiar la historia en su totalidad: superestructura e infraestructura. Esta es la única
manera de comprender el pasado, la historia total de la sociedad. Harán una apuesta por la historia de
las clases populares, y en particular los pobres. Con ellos la historiografía marxista ha dejado de ser
dogmática, y han contribuido a hacer de la Historia una ciencia.
Materialismo histórico: Engels aplicó este nombre al canon de interpretación histórica propuesto por
Marx, que consiste en reconocer a los factores económicos (técnicas de trabajo y de producción,
relaciones de trabajo y de producción) un peso preponderante en la determinación de los
acontecimientos históricos. El supuesto de este canon es el punto de vista antropológico defendido por
Marx, según el cual la personalidad humana está constituida intrínsecamente (o sea en su misma
naturaleza) por las relaciones de trabajo y de producción que el hombre adquiere para hacer frente a
sus necesidades. Por estas relaciones, la “conciencia” del hombre (o sea sus creencias religiosas,
morales, políticas, etcétera) es más bien un resultado que un supuesto. Este punto de vista fue
defendido por Marx sobre todo en el escrito Ideología alemana (Deutsche Ideologie, 1845-46). De este
modo, la tesis del materialismo histórico es que las formas que la sociedad adquiere históricamente
dependen de las relaciones económicas que prevalecen en una fase determinada de ella. Dice Marx:
“En la producción social de su vida, los hombres entran en determinadas relaciones necesarias e
independientes de sus voluntades, relaciones de producción que corresponden a una determinada fase
de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción
constituye la estructura económica de la sociedad, que tiene una base real sobre la cual se edifica una
superestructura jurídica y política y a la cual corresponden determinadas formas sociales de
conciencia.. El modo de producción de la vida material, condiciona, por lo tanto, en general, el
proceso de la vida social, política y espiritual” (Marx, K. Para la crítica de la economía política.
1859, prefacio) Marx elaboró esta teoría invirtiendo el punto de vista de Hegel ya que para Hegel es la
conciencia la que determina el ser social del hombre en tanto que para Marx es el ser social del hombre
el que determina su conciencia. No debe creerse, sin embargo, que Marx haya querido convertirse en
sostenedor de un fatalismo económico por el cual las condiciones económicas llevarían al hombre
necesariamente a determinadas formas de vida social. En las mismas relaciones económicas, en cuanto
dependen de las relaciones de trabajo, de producción, de cambio, &c., el hombre entra como elemento
activo y condicionante y, por lo tanto, la condicionalidad que la estructura económica ejerce sobre las
superestructuras sociales, por lo menos en parte, una autocondicionalidad del hombre en relación
consigo mismo (“Ideología alemana” I, C). Engels habla a continuación de una “inversión de la praxis
histórica”, o sea de una reacción de la conciencia humana a las condiciones naturales, opuesta a la
acción de éstas sobre aquélla. Pero desde el punto de vista de Marx, no hay necesidad de tal inversión,
ya que no es la superestructura la que obra sobre la estructura, sino el hombre que, interviniendo en sus
técnicas para cambiar o mejorar la estructura económica, se autocondiciona a través de ella. El
materialismo histórico ha propuesto a la atención de los historiadores un canon de interpretación al
cual es indispensable recurrir en muchos casos para la explicación de acontecimientos y de
instituciones histórico-sociales. A este canon, en efecto, recurren en mayor o menor medida,
historiadores de todos los dominios de la actividad humana, en cuanto el mismo abre a la explicación
histórica un camino que, a veces, es el único posible. Actualmente se tiende a interpretar el
materialismo histórico no como un principio dogmático (como Engels, sobre todo, lo había propuesto),
sino como una posibilidad explicativa a la cual se debe recurrir en determinadas circunstancias. En
otros términos, afirmar que en todos los casos los acontecimientos o situaciones histórico-sociales
deban ser explicadas por el determinismo de los factores económicos es tesis tan dogmática como la
que quisiera excluir, en absoluto y en todos los casos, el determinismo de tales factores. El historiador
se encuentra, en cierta situación, en posibilidad de determinar el peso relativo de los factores
determinantes y se trata de establecerlo en cada caso, frente a las situaciones particulares, sin que ello
pueda ser decidido por anticipado y de una vez por todas. Sustraído a su planteamiento dogmático, el
materialismo histórico ha ofrecido a la técnica de la explicación historiográfica una de sus
posibilidades más fecundas y un nuevo grado de libertad a la elección historiográfica.
La concepción materialista de la historia: La conciencia de que el viejo materialismo era una
doctrina inconsecuente, incompleta y unilateral llevó a Marx a la convicción de que era necesario
“poner en armonía con la base materialista, reconstruyéndola sobre ella, la ciencia de la sociedad”.
Si el materialismo en general explica la conciencia por el ser, y no al contrario, aplicado a la vida
social de la humanidad exige que la conciencia social se explique por el ser social. “La tecnología -
dice Marx en El Capital, t. I- descubre la relación activa del hombre respecto a la naturaleza, el
proceso inmediato de producción de su vida, y, al mismo tiempo, de las condiciones sociales de su
vida y de las representaciones espirituales que de ellas se derivan”. En el prólogo a la Contribución a
la crítica de la economía política, expone Marx una fórmula íntegra de los principios del materialismo
aplicados a la sociedad humana y a su historia. Dice así: “En la producción social de su vida, los
hombres contraen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de
producción que corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas
materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la
sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que
corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material
condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general. No es la conciencia del
hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia.
Al llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad
chocan con las relaciones de producción existentes, o, lo que no es más que la expresión jurídica de
esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de
desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas. Y se abre así una
época de revolución social. Al cambiar la base económica, se revoluciona, más o menos rápidamente,
toda la inmensa superestructura erigida sobre ella. Cuando se estudian esas revoluciones, hay que
distinguir siempre entre los cambios materiales ocurridos en las condiciones económicas de
producción y que pueden apreciarse con la exactitud propia de las ciencias naturales, y las formas
jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas, en una palabra, las formas ideológicas en que
los hombres adquieren conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo. Y del mismo modo que no
podemos juzgar a un individuo por lo que él piensa de sí, no podemos juzgar tampoco a estas épocas
de revolución por su conciencia, sino que, por el contrario, hay que explicarse esta conciencia por las
contradicciones de la vida material, por el conflicto existente entre las fuerzas productivas sociales y
las relaciones de producción.” (…) “A grandes rasgos, podemos designar como otras tantas épocas
de progreso, en la formación económica de la sociedad, el modo de producción asiático, el antiguo, el
feudal y el moderno burgués”. (Compárese con la concisa fórmula que Marx da en su carta a Engels
del 7 de julio de 1866: “Nuestra teoría de la organización del trabajo determinada por los medios de
producción”.) El descubrimiento de la concepción materialista de la historia, o, mejor dicho, la
consecuente aplicación y extensión del materialismo al campo de los fenómenos sociales, acaba con
los dos defectos fundamentales de las teorías de la historia anteriores a Marx. En primer lugar, en el
mejor de los casos, estas teorías sólo consideraban los móviles ideológicos de la actividad histórica de
los hombres, sin investigar el origen de esos móviles, sin percibir las leyes objetivas que rigen el
desarrollo del sistema de las relaciones sociales, sin advertir las raíces de estas relaciones en el grado
de progreso de la producción material; en segundo lugar, las viejas teorías no abarcaban precisamente
las acciones de las masas de la población, mientras que el materialismo histórico permitió por primera
vez el estudio, con la exactitud del naturalista, de las condiciones sociales de la vida de las masas y de
los cambios experimentados por estas condiciones. La sociología y la historiografía anteriores a Marx
acumularon, en el mejor de los casos, datos no analizados y fragmentarios, y expusieron algunos
aspectos del proceso histórico. El marxismo señalo el camino para una investigación universal y
completa del proceso de nacimiento, desarrollo y decadencia de las formaciones económico-sociales,
examinando el conjunto de todas las tendencias contradictorias y concentrándolas en las condiciones,
exactamente determinables, de vida y de producción de las distintas clases de la sociedad, eliminando
el subjetivismo y la arbitrariedad en la elección de las diversas ideas dominantes o en su interpretación
y poniendo al descubierto las raíces de todas las ideas y de todas las diversas tendencias manifestadas
en el estado de las fuerzas materiales productivas, sin excepción alguna. Son los hombres los que
hacen su propia historia, pero ¿qué determina los móviles de estos hombres, y, más exactamente, de las
masas humanas?, ¿a qué se deben los choques de las ideas y aspiraciones contradictorias?, ¿qué
representa el conjunto de todos estos choques que se producen en la masa toda de las sociedades
humanas?, ¿cuáles son las condiciones objetivas de producción de la vida material que forman la base
de toda la actuación histórica de los hombres?, ¿cuál es la ley que preside el desenvolvimiento de estas
condiciones? Marx se detuvo en todo esto y trazó el camino del estudio científico de la historia
concebida como un proceso único y lógico, pese a toda su imponente complejidad y a todo su carácter
contradictorio.

Breve exposición cronológica de las transformaciones y variaciones de la historiografía del


materialismo histórico
La renovación de la historiografía marxista: Las podemos definir como tendencias de renovación a
partir de las siguientes características
- Preocupación por los problemas socioeconómicos y la necesidad del estudio de las clases populares.
- El marxismo se presenta en el antagonista del historicismo al incorporar definitivamente métodos
sociales a las Ciencias Sociales.
- Para el materialismo histórico existe una relación entre la economía, la organización y la ideología de
una sociedad.
Cambios dados en el sigloXX
En Alemania.
- Renovación del Instituto Social de Frankfurt (1923).
- Las investigaciones allí realizadas supusieron una superación de los conceptos stalinistas
(economicismo estalinista). Lukacs. (Historia y consciencia de clases)- Realizó estudios de carácter
filosófico y cultural. Korsch. (concepción materialista de la historia y Cartas al camarada lenin)-
Intento de actualización del pensamiento marxista. Gramsci. (Cuadernos de la prisión) - Luchó
contra la esquematización en que había caído el materialismo histórico. - Política y sociedad.
Necesidad de distinguir las modificaciones económicas que afectaban a las estructuras y repercutían en
los intereses de las clases sociales.- Potencia el papel de a élite intelectual que debía participar
construyendo y organizando.
A partir de la 2ª mitad de siglo XX
- La historiografía marxista experimentó una fuerte transformación.
- Su preocupación principal son los problemas surgidos de la relación entre estructura y
superestructura.
- Se subordina lo económico a lo social.
- Grupo de Historiadores del Partido Comunista: Hosbawm, Thompson, Hill.
- Revistas como: Past and present, History Workshop, Social History...
Reciente historiografía marxista.
- Pierre Vilar formula la necesidad de una historia marxista que ofrezca una visión global. Sus
monografías intentan escapar del dogmatismo. Aplica un análisis teórico sobre las relaciones entre
hombres y las modalidades de sus cambios. Estructura la actuación metodológica en varios planos:
demografía, producción de bienes, movimiento de las rentas y análisis de movimientos y tensiones.
Dice Vilar: El historiador deberá distinguir los procesos de evolución muy lentos, los ritmos
espontáneos y los simples acontecimientos.
En Argentina: Abelardo Ramos. Revolución y Contrarrevolución en Argentina, Historia de la nación
latinoamericana. Luís Alberto Romero. Breve Historia contemporánea de la Argentina. Mario
Rapoport. Historia Económica, Política y Social Argentina. Oscar Ozlak Historia Argentina (éste es
un marxista Foucultiano, o sea tiene influencia de la tercera generación de Annales) David Viñas
Literatura argentina y realidad política. Historia de la Literatura Argentina Osvaldo Bayer (La
influencia materialista le viene dada por el aporte de la hermenéutica de Junger Habermas – Habermas
participa de la escuela historiográfica de Franckfurt ) La Patagonia Rebelde. Severino Di Giovanni. Un
poeta de la violencia

Por otra parte, la historiografía marxista se ha visto enriquecida por una serie de debates que ha
originado nuevos enfoques y estudios comparativos. En ellos el marxismo se ha enfrentado a corrientes
diversas (estructuralismo, neopositivismo). Estos se produjeron alrededor aspectos tales como: sobre el
modo de producción asiático. Sobre la transición del feudalismo al capitalismo. Sobre los orígenes de
la revolución industrial y la crisis del XVII. Sobre la Revolución Francesa. En los que participan
autores de la talla de Dobs, Palmer, Cobban, Brenner y Hosbawn .

Compilación: Lic. Fabián Leguiza

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