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El rol del psicólogo en el dispositivo de guardia

Introducción
En el presente trabajo reflexionaremos sobre el rol del psicólogx en el
dispositivo de guardia interna a partir de nuestra experiencia como residentes en un
Hospital General de Agudos y posteriores teorizaciones sobre la misma desde el
Psicoanálisis. Partiremos de la historización sobre el dispositivo de guardia interna y
la inclusión del psicólogx en el mismo. Abordaremos la temática partiendo de una
experiencia clínica que permita pensar las funciones e intervenciones posibles del
psicólogx en una guardia en sala de internación de salud mental.

Palabras clave: rol del psicólogo, guardia interna, impotencia, escritura,


intervenciones, transmisión

Breve historización sobre el dispositivo de guardia interna y la inclusión del


psicólogx en el mismo
Podemos pensar cierto origen de los dispositivos de guardia como “espacios
privilegiados para alojar las urgencias” (Sotelo, 2011, p.735) en tiempos
precoloniales, cuando los grupos quichuas, guaraníticos y araucanos realizaban
prácticas sanadoras mediante la hechicería a personas en diferentes estados de
locuras. Luego de la colonización dichas prácticas se entrecruzaron con la religión
católica, momento en que la Iglesia toma a su cargo dicha demanda atendiendo a
lxs europeos padecientes por salud mental en conventos. Recién en el año 1611 se
fundó el primer Hospital en Buenos Aires (Hospital de San Martín) y en el año 1779
es cuando se comienza a alojar a los “convalecientes, incurables, locos y
contagiosos” en dicha institución, dividiéndolos en grupos con tratos diferenciales;
“Los más tranquilos eran utilizados como sirvientes y enfermeros dentro del hospital.
(...) mientras que los furiosos eran encerrados en una habitación con cepo y
cadenas” (Sotelo, 2011, p. 738). Desde el año 1822 con la ley de arreglo de la
medicina durante la presidencia de Rivadavia, comenzó un gradual proceso de
estatización de los hospitales pasando estos a ser atendidos por médicxs
contratados por el Estado con responsabilidades públicas. Asimismo en el año 1854
es inaugurado el primer hospital monovalente para mujeres, actualmente conocido
como el Hospital Dr. Braulio Moyano, atendido por médicxs y personal religioso. En
1882 es cuando se comienza por primera vez a edificar una habitación para
personal de guardia en dicho nosocomio. Posteriormente se inauguran otros
hospitales monovalentes como la Colonia Melchor Romero y la Colonia Montes de
Oca.
Esta sintética historización nos permite ubicar el pasaje de la concepción de
la locura como entidad provocada por causas sobrenaturales (época precolonial),
por motivos atinentes a la religión o como objeto de la medicina. En este sentido, el
dispositivo de guardia interna es creado cuando la locura pasa a ser objeto de la
medicina, permitiendo a lxs médicxs “vigilar” a lxs pacientes internados (Sotelo,
2011, p. 737). Luego comenzaron paulatinamente a existir los dispositivos de
guardia externa, primero conformados por médicos de otras especialidades y luego
también por psiquiatras. Desde 1967, año en que se sanciona la ley 17.132, la figura
del psicólogx es entendida como profesión auxiliar de la medicina. En esta línea, a
partir del año 1983 el psicólogx se incluía de manera informal al dispositivo de
guardia externa en algunos hospitales de Buenos Aires (Sotelo, 2011). Se podría
pensar que la inclusión del psicólogx en los equipos de guardia es bastante reciente,
en tanto en el año 2000 a partir de la sanción de la Ley de Salud Mental de la
Ciudad de Buenos Aires (Ley 448) es cuando se formaliza de manera obligatoria la
inserción del mismx en guardias de hospitales generales de agudos, hospitales de
enfermedades infecciosas y hospitales pediátricos.

Entre colegas que ejercemos nuestro trabajo en el dispositivo de guardia


interna nos preguntamos, ¿Somos auxiliares de lxs medicxs? ¿Es posible recortar
algo de la especificidad y complejidad de nuestro rol en la guardia? ¿De qué
manera?

Dispositivo de Guardia Interna en una sala de internación de salud mental


La guardia interna que se describe a continuación se sitúa en las Unidades
19 y 20 del Hospital Piñero. Se trabaja interdisciplinariamente (psicología y
psiquiatría) en una sala de internación mixta de un hospital general. Funciona 24 hs,
asistiendo a lxs pacientes internados y abordando las demandas espontáneas de
pacientes ambulatorios del Servicio de Salud Mental. Allí se llevan a cabo abordajes
psicoterapéuticos y psicofarmacológicos en respuesta a padecimientos subjetivos,
en consonancia con la estrategia terapéutica pensada desde los equipos tratantes.
También se realiza acompañamiento a cuidadores y referentes afectivos, se
elaboran respuestas ante situaciones de crisis y se sostienen espacios grupales.
Esta multiplicidad de intervenciones permite no sólo abordar las urgencias, sino
principalmente contar con un dispositivo que flexibiliza sus bordes en función de la
complejidad de los padecimientos y las necesidades de lxs usuarixs.

Nuestra función: subjetivar la urgencia


En tanto residentes inmersos en el hospital, el inicio de nuestra actividad
como practicantes del psicoanálisis nos enfrenta con diversas “urgencias
generalizadas” que llegan al dispositivo de guardia interna, coyunturas en las que se
observa la impotencia del discurso para leer el acontecimiento (Belaga, 2004). La
apuesta del psicologx en este dispositivo se orienta hacia la subjetivación de esa
urgencia, habilitando alguna trama discursiva para el sujeto. El trabajo es de alguna
articulación a la palabra. Dicha urgencia puede entenderse como un momento de
ruptura de la cadena significante, en la cual colapsa el momento de comprender y
se precipita el momento de concluir, enfrentando al sujeto a un real imposible de
soportar, que lo deja en suspenso en su calidad de sujeto.

Tomando los desarrollos de Juan Mitre (2018) lxs psicólogxs nos ubicamos
como “doble agente” ya que respondemos como “agente de salud” y como agente
del discurso analítico, manteniendo cierta tensión irreductible con algún Ideal de
salud.

Partimos de la idea que dichas experiencias muchas veces generan angustia


e impotencia tanto en lxs profesionales como en lxs pacientes. En relación con esto
nos preguntamos cómo desde allí dar lugar a la palabra y a la dimensión subjetiva,
con la transmisión clínica y la escritura como herramientas de trabajo.
Consideramos que a través de diversas intervenciones clínicas, intentamos ensayar
maniobras posibles para restituir la dimensión subjetiva de lxs pacientes. Generar
condiciones de posibilidad para dar lugar a un decir, a un tiempo y una espera allí
donde no los hay. Que pueda acontecer otra escena donde poder rearmarse, una
versión de sí menos atemorizante.

Caso P: Un incesante golpetear

P. es una mujer de 55 años, que estuvo internada en la Sala de Salud Mental


durante aproximadamente un año. Previamente vivía con su hijo en el barrio de
Flores (única red de contención) y había realizado tratamiento ambulatorio en este
hospital, habiendo recibido como diagnóstico presuntivo Esquizofrenia. Es internada
al presentar un cuadro de desorganización conductual que configuraba situaciones
de riesgo para sí. Al momento de su internación primaba en P. la desorientación
parcial en tiempo, desorganización conductual, obediencia automática, pensamiento
concreto y perseverante, inquietud motora, fallas mnésicas e ideas de muerte. No
presentaba delirios ni alucinaciones. Luego de una evaluación longitudinal se le
diagnosticó demencia tipo Alzheimer. En la sala de internación la paciente
presentaba recurrentes crisis de llanto, ideas de desesperanza y muerte (“estoy
sola, me quiero morir”), deambulación por el servicio, fugas del mismo (a su casa a
buscar a su hijo) y una demanda continua e ilimitada hacia el equipo de guardia y
equipo tratante. En cuanto a lo farmacológico se habían realizado varios cambios
pero parecía que nada aliviaba su cuadro ni su grado de padecimiento.

Con la presencia de P. en el servicio, el ruido de la puerta durante las


guardias era incesante. Al abrirla, P. preguntaba: “¿estoy peinada?”, mientras se
miraba en un espejo de mano. La respuesta que le dábamos parecía no cambiar su
pregunta perseverante ni su estado anímico. Con el correr de los meses, P.
comenzó a tomar el hábito de no sólo tocar la puerta sino abrirla y entrar a la
residencia, intempestivamente, en general buscando cigarrillos o alguna respuesta a
sus preguntas escuetas. Esto llevó a comenzar a cerrar la puerta de la guardia con
llave todo el tiempo, incluso nos vimos forzados a crear un “código” para tocar la
puerta e ingresar, lo que dificultaba el tránsito de profesionales en la sala, provocaba
demoras y, más demanda a la guardia. Los intentos por transmitirle las normas del
servicio eran sin éxito debido al grado de automatismo y perseverancia que P.
poseía. La lectura del equipo tratante y profesionales del servicio al discutir sobre el
caso P. era que ninguna intervención parecía funcionar para acotar algo de su
presentación. Muchas veces hacíamos uso del recurso del humor para sobrellevar
lo cotidiano, por ejemplo nos encontrábamos repitiendo frases frecuentes de la
paciente o escuchando música de percusión en la computadora de la guardia para
tapar los incesantes golpes de P a la puerta. ¿Puede pensarse esto como intentos
de elaboración de la impotencia que nos generaba esta situación?

El cuadro de P. insistía. El agotamiento y la impotencia en el equipo de


guardia también. Fue a partir de habilitar la pregunta de qué hacer con esta
impotencia que en una oportunidad nos encontramos entre residentes psicólogos de
distintos años y jefatura de residentes de psicología, para detenernos a pensar,
entre varixs, a P.

Resultó aliviante poner en común qué ocasionaba nuestra angustia e


impotencia: no entender qué estábamos haciendo por P., qué lectura del caso
estabamos habilitando allí desde nuestra disciplina y cómo estábamos transmitiendo
(o no), en tanto psicólogxs de guardia, nuestras lecturas clínicas del caso.
Comenzamos a intercambiar sobre aquellos momentos y actividades que solían
aliviar a P. durante algunos instantes: por ejemplo pintar mandalas, sellar recetarios,
bailar si se le ponía música. Estuvimos de acuerdo en que la mayoría de las veces
la demanda era de presencia del otro, de cierta compañía del equipo de guardia.

A partir de poner en común estas cuestiones, pudimos ir trazando algunas


lecturas acerca de las manifestaciones de P: cómo se desarrollaba su día y en qué
circunstancias subjetivas se angustiaba, así como pesquisar que, muchas veces, lo
que se presentaba como un automatismo de repetición de frases sin una aparente
intención, era la manera con la que contaba P. para transmitir sus estados anímicos.
Pese a su cuadro característico, P. algunas veces presentaba momentos de extrema
lucidez, con cambios en el semblante, pudiendo hablar tanto de su vida anterior a la
internación así como de sus comportamientos dentro de la sala. En estas ocasiones,
se revelaba la noción que P. tenía de cuanto ocurría a su alrededor, en tanto
conocía los nombres de algunxs de nosotrxs, sabía hacia quiénes dirigirse, podía
hasta incluso hacer chistes acerca de situaciones en las que parecía que estaba
ausente. Se evidenciaba así que no daba lo mismo la manera en que se interviniera
con ella.

Frente a lo puesto en común, nos preguntamos cuánto de estas lecturas


transmitíamos en la Historia Clínica de P., verbalmente a su equipo o en los pases
de guardia y sala, espacios en los que se suelen discutir las estrategias de
internación para lxs pacientes. En dichas instancias circulaba la idea de que con P.
ya se habían agotado las estrategias a implementar. Ante esto es que nos
encontrábamos día a día en nuestras guardias, preguntándonos qué hacer y
encontrándonos con cierta respuesta automática a nivel institucional de que “nada
se podía”.
Fuimos hilando que en este panorama de impotencia institucional se trabajó
desde la guardia, muchas veces sin formalizar estas intervenciones, en el armado
de un corte, una detención a esa metonimia de golpes de puerta, de preguntas
repetidas, de idas y venidas. Nuestro aporte tenía que ver con habilitar el armado de
escenas subjetivas para P. en las guardias, realizar una lectura sobre sus momentos
de angustia diferenciándolos de signos de demencia así como también lograr
alguna escansión en su presentación metonímica y en urgencia.

Fue a partir del encuentro entre varixs y de poner en discusión nuestro rol y
nuestros aportes al trabajo de guardia que nos habilitamos en tanto psicólogos de
guardia a considerar la importancia de volver a evolucionar en la historia clínica de
forma común las distintas demandas de P., así como sus momentos de angustia,
lucidez y aquellos recursos que acompañaban el armado de cierta escena subjetiva
para ella. Se trató de un modo de visibilizar no solo nuestras lecturas clínicas de P,
sino también nuestro trabajo e intervenciones en las guardias y la preocupación
compartida por la situación de la paciente. Fue el armado de estas escenas y la
transmisión clínica de la paciente lo que permitió tramitar algo del trabajo con P. en
tanto psicólogxs de guardia.

Reflexiones finales

El presente trabajo fue motivado por la intención de encontrar una


especificidad de nuestro quehacer en tanto psicólogxs en el dispositivo de guardia
interna. A partir de lo desarrollado, es posible concluir que recortar una especificidad
disciplinar en este campo de trabajo resulta un tanto complejo y paradojal. Al
respecto, Costa y Mancini (2012, p. 13) se refieren a las incumbencias de lxs
psicólogxs en el equipo de guardia como “la especificidad de lo inespecífico”. En
este sentido, si alojamos lo singular considerando las necesidades subjetivas y
situacionales de lxs sujetxs a la vez que trabajamos de manera interdisciplinaria se
produce en retroalimentación un cuestionamiento de la propia especificidad
disciplinar y las incumbencias tradicionales.

¿Puede pensarse a P. como un ejemplo paradigmático de esta “especificidad


de lo inespecífico” y del cuestionamiento del rol del psicologx de guardia en el
hospital? Con su presentación metonímica, siempre en urgencia generalizada y en
la impotencia de la elaboración simbólica de la misma, P. convocó al equipo de
guardia a una apuesta por alojarla, brindando un espacio y tiempo que oficiasen de
escena para la subjetivación de P. y su presentación por guardia, apostando al
armado de algunas tramas discursivas más singulares para ella, en cada guardia,
cada vez.

Asimismo, nuestro rol profesional en este caso no solamente se circunscribió


al maniobrar con la demanda de la paciente sino que también se centró en el hecho
de abrir el diálogo interdisciplinario entre profesionales para repensar la situación.
De este modo, fue posible que lxs profesionales tramitáramos nuestros propios
modos de actuar desde la repetición y comenzáramos a elaborar estrategias
conjuntas de abordaje. Fue dicho intercambio lo que permitió revalorizar nuestras
lecturas clínicas en tanto psicólogos de guardia y potenciar la transmisión de las
mismas vía la escritura en la HC, dando forma al “caso P.” en equipo. En este
sentido Costa y Mancini (2012, p. 13) señalan que la “especificidad de lo
inespecífico” también radica en restaurar y regular el ejercicio interdisciplinario
cuando este está atravesado por “las catarsis, demandas hechas a alguien que no
les puede dar cauce, etc”.

A partir del recorrido propuesto, consideramos que en algunas ocasiones es


el trabajo sobre el equipo de guardia en sí mismo, revalorizando nuestros aportes y
potenciando el valor de la transmisión de nuestras lecturas vía la escritura, lo que
permite cierto pasaje de la impotencia al saber-hacer con la imposibilidad en nuestro
quehacer diario en tanto psicólogxs de guardia.
Referencias bibliográficas

● Belaga, Guillermo et al. (2004) La urgencia generalizada, La urgencia


generalizada. La práctica en el hospital. Grama, Buenos Aires.
● Costa, L.R. y Mancini, V. (2012) Interdisciplina. Revista Clepios n° 57,
Editorial Polemos. Disponible en
http://www.editorialpolemos.com.ar/docs/clepios/clepios57.pdf
● Mitre, J. (2018) El analista y lo social. Grama, Buenos Aires.
● Sotelo, M. I. (2011) Los dispositivos asistenciales para la urgencia en salud
mental. III Congreso Internacional de Investigación y Práctica Profesional en
Psicología XVIII Jornadas de Investigación Séptimo Encuentro de
Investigadores en Psicología del MERCOSUR. Facultad de Psicología -
Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires. Disponible en
https://www.aacademica.org/000-052/873.pdf

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