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LICENCIATURA EN PSICOLOGÍA
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pueda interiorizar al paciente en los avatares de su patología, brindarle la información y
conocimiento necesario para poder reconocer una posible situación de descompensación, hará
que el paciente cree un lazo con la institución, que pueda alojar allí ese real que se le impone
y la institución sea vista cumpliendo un papel apaciguador y no persecutorio, encontrando un
alojamiento en una instancia más amable del Otro, como dice Carmen Gallano. Y esto puede
ser un puntapié inicial para la mejoría del paciente, la creación de lazos, de apoyos, de un
lugar de contención.
Siguiendo esta línea, una tarea que debemos realizar en este momento es una maniobra
simbólica, debemos favorecer que surja una segunda demanda, en que lo real del goce, de su
sufrimiento, pueda alcanzar un progresivo nivel de simbolización; favorecer que el paciente
pueda instalar un Sujeto supuesto Saber en el analista para poder dejar de ser objeto de goce
del mismo, para lo cual también es necesario un cambio de postura del analista, de profesional
de la salud mental a una posición donde pueda escuchar la demanda y operar sobre lo real
desamarrado del sujeto invadido por el goce (Rivas, E. 2006). Encontramos entonces un doble
movimiento, por parte del analista y por parte del paciente en un proceso que los atraviesa a
ambos. Y esto es un momento clave en el tratamiento porque como fue dicho antes, favorece
al lazo del paciente con la institución, la cual podrá alojar su malestar y ayudarlo.
Así, poco a poco, el analista ocupando una posición de semblante de objeto ayudará al
viraje de posición del paciente psicótico, el cual pasará de ser objeto vocal que enuncia, a
atribuirle un supuesto saber al analista como fue dicho y así pasar a la posición de sujeto
tachado ya que en el acto de dirigirle su discurso al Otro del analista se produce un efecto
sujeto y una producción de significantes que lo constituyen como tal, barrando al goce (Rivas,
E. 2006). Este cambio de posición favorece no sólo en la pacificación de las manifestaciones
del goce, tales como las alucinaciones y delirios, sino que se desarrolla una trama de
relaciones y significantes que los sitúan entre los vínculos con unos y otros en la institución
que los aloja.
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En el Hospital de Día se promueve una elección por parte del paciente sobre a qué
talleres asistir, lo cual muestra también una intención de hacer surgir la subjetividad, los
gustos e intereses personales de cada paciente. Hospital de Día que está atravesado por leyes
institucionales del Hospital, talleres atravesados por leyes institucionales del Hospital de Día
y talleristas atravesados por las normas y temporalidad de cada taller. Así se encuentra el
paciente también, atravesado por estas normas, temporalidad y legalidades que son flexibles
en lo posible y que en cierta medida intentan delimitar y ordenar al paciente en lo concreto de
la realidad. Y muchas veces el paciente psicótico recurre a estas instancias institucionales de
la ley como recurso frente a la otra Ley que no hay por su estructura, viéndose así como desde
lo Real se intenta posicionar al sujeto respecto de la ley de una forma diferente a la que su
estructura dicta, ya que carece de la marca simbólica de la Ley. Cada paciente podrá hacer uso
de ella para inventar modos de suplir aquello que no funciona en su cotidianeidad, de trabajar
sobre esa pauta en un espacio en el que va a ser escuchado y respetado en su singularidad
(Galante, D. 2004). Estas normas institucionales del “para todos”, las cuales son flexibles,
sirven de esquema para orientar las actividades y acciones de cada uno; pero en las
actividades propuestas, se intenta practicar el “uno a uno”, darle libertad a cada paciente de
elegir que quiere hacer para no matar el deseo (Millas, D. 2007) y justamente es también el
psicólogo quien ayuda en este camino a favorecer esto, trabajando de forma interdisciplinaria
con los demás profesionales y los talleristas.
Una de las tareas del psicólogo aquí es continuar elaborando un síntoma si es que lo
hay, o favorecer a la creación de un síntoma por parte del sujeto, a modo de tratamiento del
goce, y esto entra en relación con lo nombrado anteriormente sobre la suerte de “psico-
educación” para que el paciente pueda reconocer momentos en los cuales se siente vulnerable
y próximo a una descompensación. A diferencia de la neurosis en que un tratamiento es
abordado desde lo simbólico hacia lo real, en la psicosis debemos partir de lo real e ir hacia lo
simbólico para fabricar un síntoma para que el sujeto pueda interiorizar lo que le sucede, dar
palabra a las sensaciones, al malestar y objetivar los diferentes momentos que vaya
atravesando. Y el discurso psicoanalítico opera sobre esa hiancia, ese agujero estructural que
caracteriza al psicótico, permitiendo anudamiento y lazo, haciendo así que la intervención del
psicólogo desde este lugar sea terapéutica y favorezca la producción de lazo del paciente con
él y a partir de allí con otros pacientes del Hospital de Día, lo cual cobra importancia también
teniendo en cuenta que muchos de los pacientes que frecuentan la institución no cuentan con
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apoyo familiar ya que son los más quienes han pasado más de 15 ó 20 años
institucionalizados en diferentes ámbitos y lugares antes de llegar a Bahía Blanca.
Volviendo a la oferta de talleres que el Hospital de Día brinda, el paciente será quien
elija a gusto propio a cual concurrir y el psicólogo será quien fomente el pasaje de la
pasividad propia del objeto, objeto de goce del Otro según la teoría de la psicosis, hacia la
actividad gracias al surgimiento de ese efecto sujeto que propició el analista. Actividad para
que el sujeto aquí pueda crear, cocinar, fotografiar, escribir o hablar, a la vez que comparte el
espacio con otros pacientes y se van creando lazos, amistades, parejas en algunos casos. Y lo
importante de estas producciones personales, no es el mero hecho de producir algo para la
propia persona, sino que lo terapéutico del asunto radica en que ese objeto producido, ese
programa de radio grabado en el que cada paciente aporta su tema, su opinión, su voz, esa
obra teatral pensada y realizada sean destinatarias a Otro que le dé valor. Que esa producción
se desprenda del sujeto y circule socialmente pasando por ese Otro y regrese al sujeto, tiene
que ver con la lógica de la castración, que hay algo de uno, una producción propia que puede
ser significada por otra persona, producir una marca en el Otro y que algo de otra persona
puede ser aportada a sí, su dinero, su aplauso, su escucha. Esto a su vez confiere una suerte de
identidad al sujeto, un lugar que ocupar, un casi-nombre produciéndose como sujeto.
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cuando sienten que están prontos a descompensarse, ya que tienen interiorizado los signos y
síntomas que indican dicha situación, lo que marca un gran aprendizaje por parte de los
pacientes en sus cuestiones personales y que lleva a su crecimiento y mejor calidad de vida.
Referencias
Millas, Daniel, Furman, Miguel y Equipo Hospital Alvarez, “El Hospital de Día: el lazo
social”, en Laurent, Eric et. Al., Psiquiatría y psicoanálisis: diagnóstico, institución y
psicofármacos en la clínica actual, Bs. As., Ed. Grama, 2007, pag 134-148.