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Encontró que hay una relación positiva entre la edad y la tasa de publicaciones, pero
que, a más edad, peor calidad (medida por número de citas). Asimismo, descubrió que hay un
punto de inflexión en que la producción se reduce aunque el financiamiento sigue creciendo. Sin
embargo, THE publica comentarios de cinco académicos mayores que no están de acuerdo.
Argumentan que si hubiera que ponderar la edad más productiva, esta estaría en torno a los 40
años.
Dicha pauta es similar a las encontradas en los estudios de productividad medida por
volumen o por citado. Al respecto, Dean Simonton, en 1997, explorando los determinantes de la
creatividad científica encontró que las citas son la mejor medida de la creatividad, y que el
número de publicaciones y el número de citas están altamente correlacionados. Otro estudio
(2015) realizado con información de Noruega, encontró que existe un incremento de las
publicaciones académicas en los últimos 30 años, mayor entre los jóvenes, pero que afecta a
todos los grupos generacionales.
Pero quizás el estudio más pertinente sea el realizado a más de 6.000 científicos de
Quebec en 2008, que reporta una disminución de la productividad después de los 50 años de
edad, pero no entre los profesores que permanecieron activos. El número promedio de artículos
publicados en revistas de alto impacto, y muy citados, aumentó de manera constante para este
grupo hasta los 70 años de edad. El estudio explica esto debido a que, en esa etapa de su
carrera, los profesores activos mantienen una alta motivación y las presiones externas se han
aliviado.
Texto 1
Enigmática, romántica, lejana, amiga o diosa: desde los primeros pasos de su existencia, el
hombre ha percibido la luna de muy diferentes maneras. Nuestro satélite siempre ha
provocado fascinación, alimentada de una pizca de magia, fuera cual fuera la época o la
cultura.
Texto 3
El rayo consiste, esencialmente, en una descarga eléctrica luminosa que pasa entre una
nube y el suelo, o entre dos nubes durante una tormenta. El rayo es debido a la separación
de la carga positiva y negativa en una nube tormentosa. Mientras la carga se acumula en
zonas diferentes de la nube, cargas iguales y contrarias se concentran sobre el terreno bajo
ella; cuando entre los dos campos se alcanza una diferencia potencial calculada entre 107 y
108 voltios se produce el rayo.
Coronavirus: por qué no todos los virus son malos para nuestra salud
Cynthia Mathew
Pero no todos son malos. Algunos virus pueden matar bacterias, mientras otros
combaten virus más mortales. Así como tenemos bacterias protectoras (probióticos) en nuestro
cuerpo, también tenemos varios virus que nos defienden.
Fagos protectores
Los bacteriófagos –o fagos– son virus que infectan y destruyen bacterias específicas
("fago" viene de una raíz griega que significa "devorar"). Se encuentran en la membrana mucosa
que reviste los aparatos digestivos, respiratorios y reproductivos.
La mucosa es un material espeso y gelatinoso que actúa como una barrera protectora
contra la invasión de bacterias y defiende a las células subyacentes de infección. Estudios
recientes indican que los fagos que están presentes en la mucosa hacen parte de nuestro
sistema inmunitario natural, protegiendo al cuerpo humano de las bacterias invasoras.
Ha habido un renovado interés en los fagos a medida que enfrentamos una creciente
resistencia de las infecciones a los medicamentos. Recientemente, se informó de un
adolescente en Reino Unido que estaba a punto de morir, hasta que fagos fueron utilizados con
éxito contra una seria infección que había sido resistente a los antibióticos.
Antes de iniciar el tratamiento, se toma una muestra con hisopo de la región infectada
del paciente, se hace un cultivo en el laboratorio para identificar la cepa bacteriana y se pone a
prueba con las existencias de fagos terapéuticos. El tratamiento puede aplicarse de manera
segura por vía oral, emplearse directamente sobre lesiones o ulceraciones bacterianas, o incluso
esparcirse sobre superficies infectadas. Actualmente se realizan pruebas clínicas para la
aplicación intravenosa de fagos.
Algunos virus con los que entramos en contacto protegen el cuerpo contra la infección
de otros virus patogénicos. Por ejemplo, los virus latentes (asintomáticos) de herpes pueden
ayudar a las células asesinas naturales del cuerpo humano (células blancas sanguíneas
específicas o linfocitos) a identificar células cancerígenas y células infectadas por otros virus
patogénicos. Estos arman las células asesinas naturales con antígenos (sustancias externas
que pueden generar una respuesta inmunitaria en el cuerpo) que las habilitan para identificar
células tumorosas.
La tecnología moderna nos ha permitido entender más sobre las complejidades de las
comunidades microbianas que forman parte del cuerpo humano. Además de las buenas
bacterias, ya sabemos que hay virus beneficiosos presentes en los intestinos, la piel y hasta en
la sangre.
Nuestro conocimiento de este componente viral todavía está en su infancia. Pero tiene
enorme potencial en ayudarnos a entender las infecciones virales y, más importante aún, cómo
combatir las infecciones dañinas.
También podrían arrojar luz sobre la evolución del genoma humano, las enfermedades
genéticas y el desarrollo de terapias génicas.
(Fuente: https://www.bbc.com/mundo/noticias-51912192)