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En ambos párrafos, la palabra “visión” se usa de manera reiterativa, siendo utilizada como un rasgo
o una característica propia del poeta: “es quien contempla”. El poeta ha presenciado un mundo que
no pertenece al plano real, por ello el uso del término “ensueño” (el contacto con un suceso irreal).
Un mundo <<sellado e inaccesible>> pero que, sin embargo, <<gracias a él>>, podemos
acercarnos. Es decir, se concibe al poeta como un “medio” con ese otro plano (que está relacionado
con lo onírico). Para el poeta no será sencillo traducir lo que <<ha visto>>, su <<habla se quiebra al
querer expresarlas>>, esto estaría relacionado con el lenguaje en cuanto refleja la imposibilidad de
poder traducir lo visto o contemplado. Algo que se “quiebra” es algo que se rompe, algo que no
permite la continuidad, la palabra representaría esa primera dificultad en el camino del poeta.
Por otro lado, la figura de Moro relacionada con la “ruptura”: su voz <<no busca resonancias
melódicas, ni halagar el oído según el artificio o la fórmula de la pereza consagrada>>, haría
referencia a la forma tradicional de articular el lenguaje (las palabras) cuya búsqueda se centraba en
la versificación (algo que los vanguardistas rechazaban), estos aspectos retóricos que viciaban lo
poético y frente al cual Westphalen es muy crítico. Para EAW, Moro representa esa ruptura que
realiza el poeta con las concepciones o formas tradicionales de entender la poesía y expresarlas.
En el párrafo de este ensayo se expresa con mayor claridad la cuestión relacionada al “efecto
poético”. Vuelve a insertarse la referencia al <<deslumbramiento>> y la <<revelación>>. El poema
tiene una direccionalidad dual en cuanto a la afectación de los agentes que forman parte de ese
contacto con la poesía. Tal es así que afecta a quienes lo “construyen” (poetas) y quienes lo
interpretan o se acercan a ella (lectores). La afectación o el impacto va ser variable y distinta en
cuanto al grado de intensidad (también puede llegar a la indiferencia). Para Westphalen el punto
extremo de esta afectación sería la revelación de un estado distinto a lo conocido.
Antecedentes:
Aquí se abordarán los estudios de Robert Paoli (1985), Américo Ferrari (1987),
Javier Sologuren (2005), Ina Salazar (2003), para quienes los primeros poemarios
de Westphalen representan una confrontación estética y lingüística frente a lo
tradicionalmente conocido y producido en el ámbito de la poesía en el contexto
peruano de los años treinta. Esto significaría un estado de inconformidad con el
estatus quo literario. Consideran que en Westphalen hay una relación conflictiva
con la palabra, ya que, por su naturaleza rígida semántica, representa un
inconveniente para el poeta al intentar plasmar aquellas imágenes pertenecientes a
estratos transconcientes. De ahí la necesidad de hablar de sus desavenencias en
torno a lo poético. Para estos autores, la adopción del silencio sería un recurso
estético y simbólico muy importante para su poesía (una forma de escape).
Por otro lado, se encuentran los estudios de Camilo Fernández (2003) y Luis Rebaza
(2017), quienes ponen de manifiesto el acercamiento de Westphalen con las teorías
originadas desde la psicológica (Carl Jung) y los sueños (Bachelard), que serían las
bases de sus primeros poemarios y de lo que él concibe sobre el significado de la
poesía: ese retorno a las primeras imágenes que dieron origen al mundo y a los
hombres.