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Resumen: antes de su exilio en México en 1974, durante tres exactas décadas Ida Vitale (Monte-
video, 1923) publicó un breve conjunto de poemas. Algunos en revistas o antologías. La presión
de lo cotidiano (crisis de toda clase, el peso de la Revolución cubana, etc.) gravitó, a veces, sobre
su modalidad de escritura. Sin embargo, sus poemas resistieron al coloquialismo triunfante y la
identificación de los hechos con las palabras. Vitale dejó caer varias de esas piezas, muchas las re-
tomó con firmes correcciones. Este trabajo se propone indagar ciertos casos, algunos no compilados
en volumen, incluso ahora que, a consecuencia de sus múltiples premios, se cuenta con ediciones
más amplias de su obra poética en verso y en prosa. Sobre estas últimas, combinando una lectura
filológica, histórica y cultural, se busca contribuir con nuevas piezas y posibilidades de lectura.
Palabras clave: Ida Vitale; Discurso poético y acontecimientos; Variantes; Vida cultural.
Abstract: Before her exile in Mexico (1974), for three whole decades, Ida Vitale (Montevideo,
1923) published a small set of poems. Some in magazines or anthologies. The pressure of everyday
10.22201/cialc.24486914e.2021.72.57368
life (crises of all kinds, the weight of the Cuban Revolution, etc.) fell, at times, on its modality of
writing. However, her poems resisted triumphant colloquialism and the identification of facts with
words. Vitale dropped several of those pieces, many took them up with a lot of corrections. This
work investigates certain cases. Some of them not compiled in any volume yet, even now that, as
a result of her multiple awards, there are more extensive editions of her poetic work in verse and
prose. About this problems, combining a philological, historical and cultural reading, this article
seeks to contribute with new pieces and reading possibilities.
Key Words: Ida Vitale; Poetic Speech and Events; Variants; Cultural Life.
C
omo cualquier campaña electoral de donde fuere, la que conclu-
yó en Uruguay el último domingo de noviembre de 2019, para
mejor captura de voluntades, estuvo atravesada por frases he-
chas. Una de las más reiteradas acudió a la vieja máxima latina
res non verba. Para la ocasión la traducción más usual en boca de los
diferentes actores políticos de distintos partidos en pugna se vertió en el
binomio las palabras y los hechos. Este sintagma contempló, al menos,
dos variantes paradójicas: se insistió en marcar la contradicción entre las
unas y los otros (“hechos y no palabras”); por otro lado, se estableció
una infalible analogía entre lo vivido o lo por vivir con la imagen de los
vocablos que representarían estas posibilidades (algo así como palabras
que atestiguan o atestiguarán los hechos). Como se sabe, estos artificios
retóricos constituyen la especie discursiva del género propagandístico.
En el vasto campo del lenguaje, la poesía no está obligada a ninguna
acreditación referencial, a ninguna certificación de lo dicho, aunque pue-
da recurrir a ella, aunque como enseña Jakobson sus recursos fónicos han
sido incorporados a la propaganda o la publicidad. Una proposición como
la que se acaba de formular no destierra la poesía política, que puede serlo
en altísima medida y rigor. Por lo tanto, lejos de apuntar que la poesía está
fuera de la historia este trabajo defiende algo nada original: que el lengua-
je es hechura del tiempo y contingencia del mismo, a veces por buscado
efecto, otras por imposición exterior o según el encuadre interpretativo.
Por adición o por sustracción, ese lenguaje (nuestro lenguaje) trasvasado
a la poesía puede ligarse a su inmediata presión sensible. Las circunstan-
cias cambian y a veces el sujeto que las vive cambia la perspectiva sobre su
sustancia, pero el lenguaje del poema sigue.
Un poema o un conjunto de ellos que forman lo que habitualmente
se llama obra, precipita de modo singular, teóricamente atractivo, las re-
laciones delicadas entre las palabras y las cosas. Quizá ese sea el delgado
límite que permite escapar a la distinción entre materia y forma, que tanto
desveló a la filología y a la estilística durante décadas y que tuvo un desa-
II
III
Me cuesta mucho, siempre, recorrer la distancia hacia atrás que va del úl-
timo al primero de estos libros, no en la medida en que soy otra sino por-
que, siendo la misma, me abochorna, con la voluntad de hoy, la debilidad
de mis propósitos de ayer.
Al unir estos textos discontinuos en un volumen, la reelaboración de
los más distantes implicaría un apego exagerado a ellos; no corregir algu-
na vez el exceso de inepcias, una falta de respeto al propósito mismo de
que Borges hizo desde 1943 en sus tres primeros libros de poemas, Élida
Lois habló de una práctica de “recontar y traducir” lo editado. Ese proce-
so, dice Lois, involucra “la tensa dialéctica entre lo acabado y lo inacabado,
las esencias y las contingencias, la unidad y la multiplicidad, el orden y el
caos” (Lois 2001: 170). Lo mismo vale para la obra de la poeta montevidea-
na, de la que, hasta ahora, sólo conocemos impresos.
IV
quienes, como ella, se dedicaban a las letras, los conciertos o el teatro, cre-
yentes en la construcción de sus nuevas familias en un país de armonías
aún posibles. La Revolución cubana, que triunfó en 1959, impuso otro
ritmo y una alternativa diferente o, para decirlo con un verso del “Poema
conjetural” de Borges, les hizo ver que existía “un destino sudamerica-
no”. Pero a diferencia del sentido más visible de este verso de Borges,
el final no era de violenta muerte segura, como la de Laprida, el personaje
que habla en esa composición, sino el de una violencia imprescindible que
llevaría a la redención social de las postergadas mayorías. Ángel Rama di-
rigía la sección literaria de Marcha y, no por casualidad, en 1961 inauguró
la columna “Letras de América”. Emir Rodríguez Monegal, refugiado en
apretadas columnas de cuerpo ocho o nueve del conservador diario El
País —aún hoy supérstite—, durante los años cincuenta había instalado en
Marcha la sección “Letras inglesas”. La rotación era clara. En paralelo a estas
nuevas lecturas, Rama —entonces casado con Ida Vitale— empezó a escribir
sus notas políticas en defensa de Cuba, cada vez más vehementes (Rocca
2015: 193-222). Rama viajó por primera vez a Cuba para integrar el jurado
de Casa de las Américas. Luego de unas semanas volvió eufórico, cargado
de proyectos y, sin demoras, preparó una encuesta que entregó a una
decena de líricos uruguayos de diferentes edades. La tituló “¿Adónde va la
poesía?”, y apareció en el suplemento de fin de año de 1961 (núm. 1.090).
Una de las preguntas se bifurcaba: si “¿la poesía debe integrarse respon-
sablemente en el complejo social en el que está inserto el poeta, como
aportación transformadora de esta sociedad?” y, segundo, si “¿Tal cometi-
do impone normas nuevas a la tarea creadora?” Comparar dos respuestas
dará el clima de la época y las estéticas. Para Mario Benedetti:
La única poesía acrítica es la que se localiza, bajo el patrocinio intelectual
del artificio, en esa tierra de nadie que ya no es alma y todavía no es mun-
do. Semejante poesía inventa su flora y su fauna propias, y no vacila en for-
mular analogías con realidades que previamente falsifica. […] Esa poesía
es artificio suntuario, lujo de los ociosos, arreo de los esnobistas. […] Hay
otra [poesía] que no menosprecia al lector […] que quiere comunicarse
con él (1961: 31).
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En septiembre de 1962 Alain Robbe-Grillet pasó por Montevideo. La periodista de
ocasión consignó que el visitante polémico e ilustre dijo “La vida política nos obliga
incesantemente a suponer significaciones conocidas: significaciones históricas, sig-
nificaciones morales. El arte es más modesto —o más ambicioso: para él nunca se
conoce algo anticipadamente”. “Esta afirmación —apunta Vitale— es singularmente
expresiva tratándose de un autor que como Robbe-Grillet ha participado activa y lim-
piamente en los últimos graves conflictos de Francia [...]” ( Vitale 1962).
mo no dejaba dudas, otra cosa era que confiara en la poesía como herra-
mienta para la transformación del mundo material o en la poesía como he-
rramienta de lo que fuere. Nada mejor que el ejemplo de Vallejo, de quien
dirá, en una nota de 1978, que su poesía “se nutrió humanista, siempre”,
y “para no traicionar” su “alta creación”, escapó de “la fórmula o receta en
que la poesía se diluye” ( Vitale 1978). O sea, cuando pudo ser vista como
la creación más cabal del realismo socialista, Vallejo zafó de ese lazo por
su humanismo profundo y su capacidad de innovar, de saber nombrar las
cosas de otro modo contra la esperada audición del que está quieto.
a María Inés Silva Vila que le pusiera a su primer libro de cuentos La mano
de nieve (Montevideo, Ediciones Fábula, 1951). Con estos versos se pro-
nuncia el desvío de los hechos más identificables; un intermezzo metafí-
sico antes del preservado remate. La estrofa final (“Entretanto –belleza,
distracción / hecha piedra– / el pegaso peligro relincha / ferozmente”)
pierde las palabras entre corchetes para la condensación máxima de la
metáfora, que cada cual entenderá acoplada o no al contexto que viva o se
espere haber vivido. El poema, hasta el estado en que se encuentra en su
última edición de 2017, concluye con estos dos versos: “Entretanto, el pe-
gaso peligro / relincha ferozmente”. De esta forma, el mito triunfa sobre
cualquier sugerencia de la materia o de cualquier aguijoneo de la historia.
La composición perdida, “Noticias para Hamlet”, está presidida por
una cita del texto shakespiriano: “when the wind is southerly I know a
hawk from a Hernshaw” [“cuando el viento sople hacia el sur conozco
un halcón de Hernshaw”]. En su primera versión consta de tres estrofas
polimétricas que se expresan como comentario y crítica, que es reescritu-
ra, de la obra de Shakespeare, por lo cual ya estamos ante una barrera
que difícilmente franquee el lector-medio de poesía militante. No es un
poema popular, si se entiende por tal un discurso para un receptor que
fácilmente incorpore un mensaje o para el que se le entrega esa franqui-
cia. “Noticias para Hamlet” es un objeto cultural, que necesita de un lector
provisto de ciertos conocimientos sin los cuales la descodificación básica
se evaporaría:
Una y otra vez volverá sobre esta idea, pero para siempre segura de
que “La historia no se olvida y roe, roe” ( Vitale 1992: 123) o como en el
desilusionado poema “Zoon politikón”, también de Jardín de sílice (1992:
176), que parece un escolio al pensamiento de Emil Cioran, a quien tradu-
jo muy tempranamente, o un comentario de algunas ideas sobre poesía,
magia y burocracia de su siempre admirado Octavio Paz en Los hijos del
limo (Paz 1974: 150).
En una apretada nota sobre João Cabral de Melo Neto, Vitale pudo
decir que la “buscada constancia en la trayectoria del poeta se realiza en
el sentido de la depuración de su lenguaje, de la concreción de sus signi-
ficados” ( Vitale 1980). Conscientemente o no, parecía repetir el mandato
de Juan Ramón Jiménez en su conferencia dictada en Estados Unidos a
poco de concluida la guerra civil: “La poesía es tan excelente cuando es
verdadera como la poesía, es decir, cuando es poesía y nada más” ( Jimé-
nez 1961: 58). Para Ida Vitale hay “algo más” en ese “nada más”: el sentido
último de lo humano puede y hasta merece ser dicho sin concesiones.
Bibliografía
de la década del sesenta del siglo xx hasta comienzos del siglo xxi.
“La poesía de Gonzalo Rojas”: 273-277, se cita de esta fuente).
——————. Sueños de la constancia. México: fce, 1988 (Recoge toda su
obra inédita hasta entonces).