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Para iniciar nuestra reflexión, cabe preguntarnos ¿cuál es el fundamento de la dignidad humana?
¿Cómo se explica que la persona tenga este valor infinito? Las respuestas a estas preguntas están en
el origen de la humanidad. En el relato del libro del Génesis leemos: “Y dijo Dios: hagamos al ser
humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra;(…). Creó pues Dios al ser humano a
imagen suya, a imagen de Dios los creó” .
Esta cita se complementa con lo descubierto por la razón natural: que la persona es un ser único
e irrepetible, lo que le confiere una especial dignidad. Sin embargo, la dignidad humana y sus
derechos fundamentales no son verdades solamente visibles a la luz de la razón, sino que se
complementan y enriquecen con la fe y con el mensaje de Cristo.
Entonces ¿Qué significa que el ser humano haya sido creado a imagen y semejanza? El concepto
imagen apunta en subrayar la distinción entre el ser humano y su Creador, y al mismo tiempo se
nos muestra que entre ambos existe una relación cercana, es por eso que toda persona está invitada a
relacionarse con su Creador por medio de la fe. Es ahí donde se descubre creado para dar testimonio
de la acción de Dios en el mundo, por medio del amor y la libertad que están impresos en su alma.
Por esa razón, podemos decir que hemos sido creados a imagen de Dios.
Por otra parte, la semejanza se relaciona con el orden sobrenatural en el que es constituido el ser
humano y apunta a una comunión plena entre él y su Creador. Para eso lo dotó de alma espiritual,
razón y libertad. Lo invita a ser el continuador y responsable de su obra. Sin embargo, este principio
de comunión es roto por la acción del pecado.
La acción del mal daña nuestro ser creatural, de ahí que surja la necesidad de un nuevo modelo de
ser humano: Jesucristo. Jesucristo es modelo del ser humano, porque no conoce el pecado,
pero asume el pecado de la humanidad con su muerte. De esta manera, invita a todos los seres
humanos a vivir la plenitud del amor.
La dignidad humana, el humanismo integral en el contexto actual y la DSI.
Cada integrante de la familia tiene una particularidad, un modo de ser único. Lo mismo nos pasa
con un compañero de curso, del trabajo, de la persona de la que estamos enamorados; es decir, cada
uno de ellos es único e irrepetible. Esta experiencia nos indica que somos irremplazables. De
ahí que la persona no se puede cuantificar, vender ni transar.
La mayoría de nosotros conocemos a personas que han estado mucho tiempo trabajando en alguna
empresa, industria o colegio y hemos visto cómo se han ido ganando el cariño y el respeto de los
demás, y cómo han ido dándole un sello personal a ese trabajo. Lo anterior no solo es fruto del
trabajo bien hecho, sino especialmente por su condición de persona, es decir, que las personas
no son reemplazables, sino que cada persona es tan única como otra. El ser humano no es un
“algo”, como una cosa material, sino un “alguien”. Por eso podemos afirmar que la persona no
es un medio, sino un fin en sí mismo. Esto equivale a decir, que la persona tiene una dignidad
por sobre los demás elementos que rodean su vida.
¿De dónde le viene esa dignidad? En efecto, la dignidad de la persona no se adquiere porque un
conjunto de leyes o una serie de elementos sociales le han dado esa condición, sino porque la
persona ya posee esa característica, por ser único e irrepetible. Así, entonces, las condiciones
sociales, las leyes y las innumerables acciones que emprendemos a diario deben reconocer la
dignidad humana. El principio fundamental de la vida en sociedad es el reconocimiento de la
dignidad de las personas; de todas las personas por igual. Estas ideas son cuestiones a las que
podemos llegar usando la razón. Sin embargo, esto se complementa con la visión cristiana, que
entiende al ser humano como creado a imagen y semejanza de Dios.
¿Qué características tienen los derechos humanos? Universales, porque están presentes en todos
los seres humanos, sin excepción alguna de tiempo, de lugar o de sujeto. - Inviolables, en cuanto
inherentes a la persona humana y a su dignidad y porque sería vano proclamar los derechos, si al
mismo tiempo no se realizase todo esfuerzo para que sea debidamente asegurado su respeto por
parte de todos, en todas partes y con referencia a quien sea. - Inalienables, porque nadie puede
privar legítimamente de estos derechos a uno sólo de sus semejantes, sea quien sea, porque sería ir
contra su propia naturaleza.