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CASO 01

Un trabajador de la construcción de cuarenta años de edad estaba convencido de que no gustaba a sus
compañeros, y temía que alguno de ellos pudiera hacerle caer del andamio. Estas preocupaciones
procedían de una reciente discusión que había tenido lugar durante el almuerzo, cuando el paciente tuvo
la sensación de que un compañero estaba acusándole y quejándose de él. Empezó a observar que su nuevo
«enemigo» siempre estaba riendo a carcajadas junto a los demás, convencido de que estaba siendo objeto
de sus burlas....El paciente ofrecía muy poca información de manera espontánea, y se sentaba muy tenso
en la silla, con los ojos muy abiertos y pendiente de cualquier movimiento de la sala. Intentaba leer entre
líneas las preguntas que le hacía el entrevistador, se sentía criticado, e imaginaba que el entrevistador
estaba unido con sus compañeros de trabajo....
De niño era ya un solitario, y tenía la sensación de que los otros niños se reían de él. Tuvo malos
resultados escolares, aunque siempre echaba la culpa a sus profesores, diciendo que preferían a los niños
«mariquitas». Desde que dejó la escuela ha trabajado muy duramente y de manera eficaz pero tiene la
sensación de que no le dan oportunidades. Está convencido de que eso se debe a su religión católica,
aunque es incapaz de ofrecer pruebas convincentes de ello. Se lleva muy mal con sus jefes y compañeros,
y es incapaz de apreciar las bromas, por lo que prefiere trabajar en solitario. Ha cambiado muchas veces
de trabajo, al considerar que estaba siendo maltratado.
El paciente se muestra distante y muy exigente con su familia. Sus hijos lo llaman «señor» y saben que lo
más prudente cuando está cerca es «ser visto pero no oído»... Prefiere no tener visitas en casa, y se
muestra inquieto cuando es su esposa la que acude a visitar a alguna amiga.

CASO 02

Lulú, un ama de casa de veinticuatro años, llegó al hospital varios días después de que hubiese sido
detenida por «vagancia», después de que su marido la hubiese dejado en la estación de autobuses para que
se fuera con su familia, debido a que estaba harto de su conducta y de tener que cuidar de ella. Lulú se
presentó a la entrevista muy maquillada y con un vestido muy sexy, y un peinado muy llamativo. A lo
largo de la entrevista con el psiquiatra mostró conductas de flirteo y gestos seductores, mientras hablaba
de manera ambigua de sus problemas y de su vida. Sus principales quejas se referían a que su marido la
había abandonado, pero que no podía volver con su familia porque dos de sus hermanos habían abusado
de ella.
De hecho no tenía amigos y no estaba segura de qué podía hacer ella sola. Tampoco tenía amigas, aunque
no podía decir el porqué, mientras aseguraba al entrevistador que era una persona excelente.
Hacía poco tiempo que ella y su marido habían ido de viaje con una pareja amiga de su marido. La mujer
la había acusado de intentar seducir a su marido, y Lulú se había sentido herida, convencida de que su
conducta había sido perfectamente inocente. Este incidente había provocado una fuerte discusión con su
propio marido, una más de la larga serie que se venía produciendo durante los últimos seis meses, en los
que su marido se quejaba de su conducta inapropiada respecto a otros hombres, y de su vanidad y su
necesidad de llamar la atención. Estas discusiones, y su incapacidad para cambiar su conducta, habían
llevado su marido a la decisión de abandonarla.

CASO 03

Sally, una bibliotecaria de treinta y cinco años de edad, llevaba una vida relativamente aislada con muy
pocos amigos íntimos. Desde su niñez había sido muy tímida y siempre se había mantenido alejada de los
demás para evitar que le hiciesen daño o que la criticasen. Dos años antes de que comenzase la terapia,
había quedado con un amigo que había conocido en la biblioteca, para ir a una fiesta. Al llegar, Sally se
había sentido terriblemente incómoda porque no se había «vestido adecuadamente». Así pues, salió
corriendo de la fiesta y no volvió a ver nunca más a su nuevo amigo. Durante las primeras sesiones de
tratamiento, permanecía sentada en silencio, ya que le costaba mucho trabajo hablar de sí misma. Tras
varias sesiones empezó a confiar en el terapeuta, y relató numerosos incidentes de su infancia durante los
que se había sentido «anonadada» por la vergonzosa conducta de su padre alcohólico en lugares públicos.
Aunque había intentado por todos los medios que sus amigos no se enterasen de sus problemas familiares,
cuando vio que esto era imposible lo que hizo fue dejar de tener contacto con ellos, para protegerse así de
posibles críticas y situaciones embarazosas. Cuando comenzó la terapia, intentaba no establecer contacto
con otras personas, a menos que se le asegurase que «les gustaría». Recurriendo a una terapia orientada a
fomentar su asertividad y sus habilidades sociales, fue haciendo ciertos progresos para conseguir
relacionarse con otras personas.
CASO 04
Sara, una mujer de treinta y dos años, madre de dos hijos, y contable a tiempo parcial, irrumpió en la
clínica a altas horas de la noche después de que su marido, con quien llevaba casada un año y medio,
hubiese abusado físicamente de ella y abandonado la casa posteriormente. Aunque nunca había pegado a
los niños, frecuentemente los amenazaba con hacerlo cuando había bebido. Sara se mostraba muy ansiosa
y preocupada por el futuro, y «necesitaba que le dijesen lo que debía hacer». Sólo quería que su marido
volviera a casa, y no parecía preocuparle demasiado la posibilidad de los abusos físicos. En la actualidad,
su marido estaba desempleado y siguiendo un programa de tratamiento en libertad condicional, para
eliminar su adicción a las fármacos. Casi siempre estaba de pésimo humor y «a punto de explotar».
Aunque Sara tenía un trabajo bien remunerado, manifestaba una gran preocupación por quedarse a cargo
de su familia. Comprendía que era una locura «depender» de su marido, a quien se refería como un
«auténtico fracasado». (Había tenido una relación similar con su primer marido, quien la había
abandonado junto a su hijo mayor, cuando ella tenía dieciocho años.) En varias ocasiones durante los
últimos meses, Sara se había preparado mentalmente para romper su matrimonio, pero no había sido
capaz de hacerlo.
Estaba dispuesta a amenazar a su marido con abandonarlo, pero cuando llegaba el momento, se quedaba
«helada», paralizada y con el estómago revuelto, ante la idea de «quedarse sin su esposo».

CASO 05

Juan parecía estar bien adaptado a su trabajo como empleado de ferrocarril. Era una persona concienzuda,
perfeccionista y atenta a los más mínimos detalles. Sin embargo no se relacionaba con sus compañeros,
quienes pensaban que estaba «ido». Las más pequeñas variaciones en su rutina diaria le alteraban
considerablemente. Por ejemplo, se ponía muy tenso e irritable si sus compañeros no seguían al pie de la
letra sus elaborados programas de trabajo.
En la escuela nunca le habían gustado los juegos activos, y siempre estaba preocupado por cualquier
pequeñez. Parecía imposible que pudiera mantener una rutina tan rígida, y con frecuencia tenía cefaleas
de tensión o dolores de estómago cuando se veía incapaz de llevar a cabo su complicada planificación. Su
médico, al observar estas características, le remitió a una evaluación psicológica. Se le recomendó seguir
una psicoterapia, aunque Juan no siguió las recomendaciones del tratamiento, porque pensaba que no
tendría tiempo suficiente.

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