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María acude a por primera vez a consulta de psicoterapia referida por su

médico familiar, dice sentirse siempre cansada y sin ánimo para hacer
nada. Se encuentra casada con Juan desde hace doce años y juntos han
procreado tres hijos. Es una mujer guapa de 38 años que representa más
edad de la que tiene. Durante la entrevista queda claro que María vive en
un estado de tensión constante. Dice que todos los fines de semana su
marido se emborracha y gasta más de la cuenta invitando a sus amigos, o
bien se queda en casa y por cualquier comentario o gesto de
desaprobación, él responde de manera violenta. Unos días antes, Juan
había golpeado a su hija mayor de 10 años, porque en medio De una
discusión entre los padres la niña lo enfrentó para impedir que siguiera
insultando a su madre. Dicha situación provocó recuerdos aterradores en
María. A sus once años de edad ella había vivido una escena similar con
sus padres y al parecer la historia se repetía. Cuando María era niña
despertó una noche escuchando los gritos de su madre que la llamaba con
desesperación, porque su padre, que esa noche había llegado borracho la
estaba golpeando brutalmente. Ella enfrentó a su padre logrando parar los
golpes, pero al día siguiente él se fue de la casa y nunca más volvió. María
lloró en la consulta al recordar que esa noche, temblando de miedo, se juró
a sí misma nunca casarse con un hombre que le gustara beber. A partir de
esa escena y conforme pasaron los días, en María fue creciendo un
sentimiento de culpa cada vez que su madre lloraba por el abandono de su
marido, además se sentía muy enojada por la incapacidad de su
progenitora para establecer los límites necesarios ante la situación de
maltrato que afectaba a todos en su familia. A la vez trataba de controlar a
su hermana de nueve años que se había vuelto muy rebelde y ayudaba a
cuidar a su hermanito de seis años porque su madre se sentía mal y sin
ánimos de hacer nada. En la adolescencia, a María le resultaba muy difícil
relacionarse con los chicos de su edad, se sentía nerviosa e insegura con
ellos, por lo que se dedicó a estudiar y terminar una carrera de psicología
con notas sobresalientes. Desde que estudiaba en la universidad consiguió
un trabajo bien remunerado como asistente del director de una empresa y
se hizo cargo del sustento económico de la familia, perdiendo la
oportunidad de practicar su carrera. Sin embargo, María estaba contenta
porque era reconocida por sus jefes, amigos y familiares, debido a su alto
sentido de responsabilidad y dedicación. En el trabajo, María conoció a
Juan, un empresario que visitaba a su jefe con frecuencia y que solía
adoptar una actitud paternalista hacia ella. Juan era doce años mayor que
ella, en una ocasión la invitó a comer y en la plática compartieron historias
de sus vidas, él le contó que no le gustaba beber porque en su familia
también había habido problemas por el alcohol, por lo que ambos se
sintieron muy identificados. A sus 26 años, María se enamoró de Juan y
pensando que había encontrado al hombre de sus sueños aceptó casarse,
y por petición de él dejó de trabajar para dedicarse al hogar. María
pensaba que con Juan había encontrado el amor y la protección que tanto
anhelaba. No obstante, poco después de la boda, Juan tuvo que enfrentar
una crisis económica en su empresa, fue así como empezó a beber con
los amigos para “tranquilizarse”, alejándose de María quien comenzó a
reclamarle sus llegadas tarde y ausencias frecuentes. Al paso del tiempo
se estableció un patrón repetitivo de conducta entre ellos: los fines de
semana Juan bebe en exceso, los dos discuten y con frecuencia él ejerce
actos de violencia física o maltrato emocional hacia ella o con sus hijos; al
día siguiente se arrepiente, le suplica a María que no lo deje, le dice lo
mucho que la quiere y ella lo perdona. En su niñez Juan también fue
testigo de múltiples actos de violencia de su padre en contra de su madre.
Esto lo sabe María y por lo mismo lo justifica, ella cree que él está pasando
por una mala racha y quiere ayudarlo a cambiar. Dice que lo ama y le
aterroriza pensar en la posibilidad de separarse; además ella ya no trabaja
y se siente incapaz de poder solventar su situación económica. A María le
avergüenza que sus hijos, familiares y amigos se den cuenta de lo que
pasa (aunque de hecho todos lo saben), por lo cual realiza esfuerzos
constantes e inútiles tratando de adivinar el pensamiento de Juan y evita
contradecirlo para que no se enoje. María lleva casi toda su vida de
casada viviendo así, tratando de cubrir las apariencias para que nadie se
percate de su problema. En la entrevista expresó “me siento atrapada,
incapaz y acabada”. También manifestó sentirse confundida, al mismo
tiempo que reportó un sentimiento de despersonalización, al decir “me
siento como si fuera otra persona y no yo misma la que habita en mi
cuerpo”. Cree que todos sus problemas terminarían si su marido dejara de
beber, pero cuando siente perder las esperanzas de que él cambie, entra
en desesperación y se siente culpable al recordar sus propios problemas
de niña, porque cree que Juan cambió desde que ella empezó a criticarlo,
es por eso que ha llegado a pensar que todos estarían mejor si ella
desapareciera y en ocasiones tiene fantasías de suicidio.

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