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El empirismo es una escuela filosófica que piensa a la experiencia como punto de partida y
fundamento último de todo conocimiento posible. Para los empiristas, la realidad es la base de
todo conocimiento. La mente humana debe partir del mundo sensible, es decir, lo percibido por los
sentidos, para formar ideas y conceptos.
El conocimiento empírico
El empirismo surgió como escuela filosófica entre los siglos XVI y XVIII. Los filósofos
racionalistas, como Descartes, Leibniz o Spinoza, sostenían que conocemos al mundo a través de la
razón, y priorizaron como fuente de conocimiento a las intuiciones intelectuales de la razón. Los
filósofos empiristas, en cambio, creían que solo podemos conocer al mundo a través de la
sensibilidad y priorizaron como fuente de conocimiento a las sensaciones obtenidas a través de la
percepción sensible.
La experiencia como punto de partida significó que el conocimiento solo podía poseerse a posteriori,
no a priori, y por eso vincularon la idea de experiencia a la experimentación, tal como hizo Bacon en
el Novum organum. Para los empiristas, lo único posible era la sensación como testimonio de
una experiencia externa, a excepción de Locke, quien creía que la reflexión era testimonio de una
experiencia interna.
Locke fue el primero en decir que la mente humana era similar a una hoja en blanco o “tábula rasa”
en la que las impresiones externas quedaban grabadas tras haber sido experimentadas. Hume, por
otro lado, fue quien revolucionó la idea de causalidad al decir que era una ficción impuesta por la
mente. Lo mismo hizo con las ideas de sujeto o sustancia, consideradas hasta entonces como ideas
innatas (según el idealismo, eran las ideas con las que nacían los seres humanos).
George Berkeley, obispo irlandés nacido en 1685, dio paso a un empirismo extremo. Para él,
los objetos solo podían existir si eran percibidos. Esto se conoció como el principio esse est percipi,
“ser es ser percibido”, que determina que los objetos siempre son percibidos. Incluso cuando un
humano no percibiera algo, ese objeto sería percibido por Dios como entidad suprema.
Aun cuando el empirismo no terminó con los trabajos de Locke, Berkeley o Hume, sus ideas fueron
recogidas por Immanuel Kant, quien alguna vez escribió que Hume fue el responsable de
despertarlo de su sueño dogmático. Su obra más conocida, la Crítica de la razón pura, es famosa,
entre otras cosas, por haber ensayado una tercera posición que buscó solucionar las disputas entre
empiristas e idealistas: el idealismo trascendental.
La realidad sensible puede ser percibida, es el origen de todas las ideas. Primero percibimos el
mundo y luego lo pensamos o imaginamos. No podemos imaginar algo sin antes haber percibido un
material que alimente el acto de imaginar. El ser humano aprende a través de sus sentidos.
El conocimiento es subjetivo. No existen ideas preconcebidas, sino que se nace con la mente “en
blanco”. El conocimiento se adquiere a partir de experiencias internas (pensamientos, emociones, etc.) y
experiencias externas (materiales y físicas).
El conocimiento empírico plantea una oposición al racionalismo. Al mismo tiempo, continúa y valora
la crítica nominalista comenzada en la Baja Edad Media (en cuanto al llamado “problema de los
universales”).
John Locke (1632-1704). Fue un filósofo y médico inglés, padre además del Liberalismo Clásico.
Su obra se vio muy influenciada por los escritos de sir Francis Bacon. Su famoso Ensayo sobre el
entendimiento humano de 1689 fue una réplica a René Descartes, y proponía que la mente
humana era una Tabula rasa, sobre la que se imprime el conocimiento a posteriori mediante la
experiencia.
David Hume (1711-1776). Fue un filósofo, economista e historiador escocés, y una de las figuras
centrales de la Ilustración escocesa y del pensamiento occidental. Defendió la tesis de que el
conocimiento deriva de la experiencia sensible. Son célebres sus ensayos Tratado de la
naturaleza humana (1739) e Investigación sobre el entendimiento humano (1748), en los que
reduce todo conocimiento a “impresiones” o “ideas”, de las cuales surgen dos tipos posibles de
conocimiento: verdades de hecho y relación de ideas.
George Berkeley (1685-1753). Fue un obispo de Berkeley y filósofo irlandés, que propuso un
idealismo subjetivo o inmaterialista, cuyo postulado principal era que no existe la materia en sí
sino su percepción. El mundo existe únicamente mientras lo percibimos. Para explicar por qué el
mundo no desaparece mientras dormimos o cuando parpadeamos, propuso que Dios es el gran
observador del universo, cuyo ojo constante y universal garantiza que todo siga existiendo.
Por su parte, el racionalismo defendió a la razón y al intelecto como las únicas vías de
conocimiento. René Descartes, uno de sus principales expositores del racionalismo, intentó mostrar
cómo a partir del cogito (su célebre cogito ergo sum, “pienso, luego existo”) podemos dar con las
ideas que tenemos del mundo. El racionalismo rechazó el conocimiento obtenido a partir de los
sentidos, alegando que estos pueden engañarnos o brindar información falsa de la realidad.
Las disputas entre ambos sistemas filosóficos no solo se dieron con respecto al origen del
conocimiento, sino también alrededor del innatismo, la idea de causalidad, sustancia o identidad. De
esta disputa surgió, tiempo después, la obra de uno de los filósofos más importantes de la
modernidad, Immanuel Kant. En la Crítica de la razón pura, Kant discutió, concilió y superó las
posturas sostenidas por uno y por otro.
¿Qué es el racionalismo?
El racionalismo es un movimiento filosófico que promueve a la razón como principal facultad
de conocimiento. Surgió en la Edad Moderna, específicamente en la Europa de los siglos XVII y
XVIII, y se lo suele considerar como el movimiento contrario al empirismo, para el que la sensibilidad
primaba por sobre la razón. El racionalismo defiende la idea de que el conocimiento humano
proviene de la razón y de nuestra capacidad para razonar. Esto constituyó en sí mismo un cambio
de pensamiento sustancial respecto a la Edad Media, tiempo en el que la fe religiosa cumplía ese rol.
Filósofo, matemático y físico, Descartes fue un gran admirador de la geometría y las matemáticas,
ciencias a las que consideraba modelos a seguir para toda forma de filosofía. Aspiraba a convertir a
la filosofía en una disciplina científica, provista de un método, dado que, a su parecer, solo mediante
la razón podían hallarse ciertas verdades universales.
Es famoso el sueño que tuvo al respecto, según podemos saber gracias a sus diarios y
anotaciones. Soñó con un diccionario y una antología poética, el Corpus Poetarum. Cuando
despertó llegó a la conclusión de que el diccionario contenía todas las ciencias juntas, incluso
la poesía, que solo era posible combinando todas las palabras habidas en el otro libro. De allí se
desprende su idea de la unidad de la ciencia, así como su universalidad y la idea de que en la base
del árbol de las ciencias está todo el conocimiento.
En su Discurso del método (1637), propuso cuatro reglas para toda investigación filosófica:
Evidencia. Consiste en considerar como verdadero solo lo que es evidente por sí mismo. Este
será el germen de la duda hiperbólica como método para dar con la verdad.
Análisis. Consiste en dividir cada uno de los temas en tantas partes como sea posible hasta dar
con los elementos más simples. Estos elementos serán verdaderos si pueden ser captados por
medio de una intuición inmediata y evidente.
Síntesis. Consiste en encontrar las verdades complejas a partir de las verdades más simples.
Enumeración. Consiste en revisar cada uno de los pasos realizados hasta asegurarse de no
haber omitido ninguno ni haber cometido algún error de deducción.
Las Meditaciones metafísicas, cuyo título completo es Meditaciones metafísicas en las que se
demuestran la existencia de Dios y la inmortalidad del alma (1641), son consideradas como la
explicitación y justificación metafísica del método. En este libro Descartes trató de dar con un
garante (Dios) para el conocimiento racional, primero, y para todo tipo de conocimiento, después.
Escritas originalmente en latín, en 1647 se imprimió una versión en francés bajo la supervisión del
mismo Descartes.
Sus principales defensores pensaron y vivieron en Francia, Alemania y otros países de la Europa
continental, opuestos al empirismo proveniente de Inglaterra.
Racionalismo y empirismo
Las dos vertientes filosóficas que siguieron al escepticismo fueron el racionalismo, partidario de
dar a la racionalidad humana un lugar central en el aprendizaje, y el empirismo, que propuso dar ese
lugar a la experiencia y al mundo de los sentidos.
Estos dos modelos se opusieron durante toda la Edad Moderna y constituyeron los polos
filosóficos de Occidente, padres de las escuelas filosóficas posteriores y elementales en el desarrollo
del pensamiento científico tal como hoy lo entendemos.
Racionalismo y humanismo
El movimiento racionalista presenta similitudes con el humanismo, al menos en su versión
secular, porque considera a la razón humana como el único camino cierto hacia la verdad de las
cosas. Así, el racionalismo desplazó la fe religiosa que había imperado en el pensamiento occidental
durante el Medioevo.
Por su parte, el humanismo secular propuso una visión revalorizante y digna del ser humano,
para la que es fundamental una visión racionalista, escéptica, aunque en ella también tenga
importancia la cuestión ética del ser humano. De ese modo, no todo racionalista es,
obligatoriamente, un humanista, aun cuando estas corrientes tengan muchos puntos teóricos en
común.
Método genealógico