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Juan 19:26-27: 26 Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien

él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu


hijo. 27 Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el
discípulo la recibió en su casa..
Cuando Jesús pronunció estas palabras, estaba claramente en medio de una de las
situaciones más desgarradoras que cualquiera podría enfrentar: la crucifixión. A pesar de
su propio dolor y agonía, se preocupó por el bienestar de aquellos que amaba. Esto nos
lleva a reflexionar sobre el significado más profundo del amor y el cuidado mutuo en
nuestras propias vidas.

Imagina el escenario: María, la madre de Jesús, está al pie de la cruz, presenciando


el sufrimiento de su hijo. Jesús, en su compasión y preocupación filial, le dice: "Mujer, ahí
tienes a tu hijo". No solo estaba preocupado por el bienestar físico de su madre, sino que
también estaba proporcionándole consuelo y cuidado espiritual. A su vez, le encomendó a
Juan, uno de sus discípulos más cercanos, el cuidado de su madre: "Ahí tienes a tu madre".
Con estas simples palabras, Jesús creó un lazo de amor y cuidado entre dos personas que,
de otra manera, podrían haber permanecido distantes.

Esta breve pero poderosa interacción nos enseña varias lecciones importantes. En
primer lugar, nos muestra la importancia de la familia y las relaciones cercanas en tiempos
de dificultad. Incluso en medio del sufrimiento extremo, Jesús encontró tiempo para
preocuparse por sus seres queridos y asegurarse de que estuvieran cuidados. Esto nos
desafía a reflexionar sobre nuestras propias relaciones familiares y cómo podemos ofrecer
apoyo y consuelo a quienes nos rodean en momentos de necesidad.

Además, estas palabras nos recuerdan la importancia del cuidado mutuo dentro de
la comunidad. Jesús no solo se preocupaba por su madre, sino que también tenía en cuenta
las necesidades de sus seguidores. Al encomendar a María a Juan y a Juan a María, mostró
su deseo de que sus seguidores se cuidaran mutuamente y formaran una comunidad unida
y solidaria. Esto nos desafía a reflexionar sobre cómo podemos cuidar mejor a nuestros
hermanos y hermanas en la fe, así como a las personas que nos rodean en nuestra
comunidad más amplia.

Finalmente, estas palabras nos invitan a contemplar el poder transformador del amor
y el cuidado. Aunque Jesús estaba experimentando un dolor inmenso, encontró la fuerza
para preocuparse por los demás y ofrecerles consuelo y apoyo. Su ejemplo nos desafía a
cultivar un corazón compasivo y generoso, y a buscar formas de brindar amor y cuidado a
quienes nos rodean, especialmente en tiempos de dificultad y sufrimiento.

En resumen, las palabras de Jesús desde la cruz nos inspiran a reflexionar sobre el
poder del amor y el cuidado mutuo en nuestras propias vidas. Nos desafían a buscar formas
de cuidar mejor a nuestros seres queridos y a nuestra comunidad, y a cultivar un corazón
compasivo y generoso que refleje el amor de Cristo en el mundo. Que podamos aprender
de su ejemplo y seguir sus pasos en el camino del amor y la misericordia.

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