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FLORENSE NIGTINGALE

En la tradicional Inglaterra Victoriana, donde no se concebía el papel de la mujer más allá de los
muros de su hogar, una joven emprendedora renunció a una vida tranquila para sumergirse en el
estudio y la práctica de la enfermería. El importantísimo papel que jugó Florence Nightingale en la
Guerra de Crimea le dieron la fama y el reconocimiento como una de las pioneras de la enfermería
moderna.

El nombre de su ciudad natal

Florence Nightingale nació en Villa Colombaia, en la ciudad italiana de Florencia el 12 de mayo de


1820. Sus padres, William Edward Nightingale y Frances Smith, pertenecientes a la clase alta
inglesa, habían viajado por Europa los primeros años de su matrimonio. Establecidos
temporalmente en Italia, pusieron a su segunda hija el nombre de su ciudad natal. Así habían
hecho también con su hermana mayor, Parthenope, a quien le pusieron el nombre griego de la
ciudad de Nápoles, Parthenopolis

La infancia de Florence trancurrió tranquila en la campiña inglesa. Una institutriz se hizo cargo de
la educación de las niñas Nightingale hasta que su padre asumió personalmente su formación.
Florence mostró pronto un especial interés por las matemáticas y, aunque sus padres intentaron
que siguiera una educación más acorde con su condición de mujer, la tenacidad e insistencia de la
pequeña hicieron que sus padres le permitieran continuar con sus estudios.

Una llamada de Dios

De profunda fe en la religión anglicana, Florence experimentó una inusual experiencia religiosa. El


7 de febrero de 1837, mientras paseaba por el jardín de Embley, donde pasaba largas temporadas,
creyó escuchar una llamada de Dios. Aunque en un primer momento no entendió el significado de
aquella visión, con el tiempo se dio cuenta que su pasión por la enfermería había sido una manera
de ayudar a los demás tal y como Dios le había pedido

Su conocimiento de la enfermería por aquel entonces se reducía al cuidado de familiares


enfermos. Además de no ser una profesión conveniente para una mujer de la alta sociedad, las
personas que se dedicaban no eran consideradas personas educadas ni bien formadas. Además, a
la joven le deparaba un futuro muy distinto, debería casarse y tener hijos y convertirse en una
gran dama inglesa. Aun así, Florence se enfrentó a su familia cuando pidió incorporarse a trabajar
en un hospital y renunció a una proposición de matrimonio.

Formación práctica

En su empeño por convertirse en una enfermera profesional, Florence inició en 1849 un largo
viaje por Europa y Egipto en el que conoció a varias personas de renombre y visitó diferentes
hospitales en los que aprendió distintas metodologías y procedimientos.

En 1850 ingresó como enfermera en el Instituto de San Vicente de Paul en Alejandría, una
institución católica; posteriormente visitaría el hospital del Pastor Theodor Fliedner en
Kaiserwerth y el Instituto alemán para Diaconisas Protestantes, ambos en Dusseldorf. En París
también estuvo en el hospital Saint Germain.
Toda esta experiencia le valió tres años después conseguir el puesto de superintendente en el
Instituto para el Cuidado de Señoras Enfermas de Londres, cargo que ocuparía hasta su marcha a
Crimea.

Su papel en la Guerra de Crimea En marzo de 1854, tras un año de clonflictos entre Rusia y la
alianza formada por Francia, Gran Bretaña y Turquía, estos declaraban formalmente la guerra al
imperio de los Romanov. Se iniciaba la Guerra de Crimea. Durante el conflicto fueron muchas las
bajas producidas por la falta y deficiencia de contingentes sanitarios en la zona.

El entonces Secretario de Guerra británico, Sidney Herbert, a quien Florence había conocido en
Roma unos años antes, le pidió que supervisara el papel de las enfermeras en los hospitales de la
zona.

Nightingale no se lo pensó dos veces. Con el cargo de Superintendente del Sistema de Enfermeras
de los Hospitales Generales Ingleses en Turquía arribó a Constantinopla junto con 38 enfermeras
el 21 de octubre de 1854.

Su labor en Crimea le supuso el reconocimiento mundial como enfermera. Trabajadora incansable,


Florence no dejaba a sus enfermos ni durante la noche, cuando realizaba rondas a la luz de un
candil. Aquella anécdota le valió el sobrenombre de “La Dama de la lámpara”.

El 22 de agosto de 1853 asumió el cargo de superintendente en el Instituto para el Cuidado de


Señoras Enfermas –eran mujeres sin techo– en Londres, puesto que ocupó hasta octubre de 1854.
En esta institución realizó algunas mejoras, como la instalación de agua caliente en las
habitaciones o el emplazamiento de un ascensor. Se encargó, además, de encontrar casas de
convalecencia para buscar trabajo a institutrices que salían del hospital.

GUERRA DE CRIMEA

El 21 de octubre de 1854, Florence y un equipo de treinta y ocho enfermeras voluntarias –muchas


de ellas inexpertas, y entrenadas personalmente por Florence– partieron hacia el frente. Fueron
transportadas a través del mar Negro hasta la base de operaciones británica en Scutari: llegaron a
principios de noviembre de 1854. Encontraron un panorama desolador: los soldados heridos
recibían tratamientos inadecuados por parte de un equipo médico superado por la situación,
mientras que los mandos del ejército eran totalmente indiferentes ante esta situación.

Durante el primer verano de Florence en Scutari, algo más de cuatro mil soldados perdieron
la vida; fallecieron diez veces más soldados por enfermedades como tifus, fiebre tifoidea,
cólera y disentería que por heridas en el campo de batalla.

En marzo de 1855, el gobierno británico destinó una comisión sanitaria a Scutari, casi seis
meses después de la llegada de Florence. Ella ordenó la limpieza de los vertederos
contaminantes y mejoró la ventilación del hospital. A partir de esas medidas el índice de
mortalidad bajó rápidamente.
SE DIO EN LA PENINSULA DE CRIMEA EN EL MAR NEGRO LAS PERSONAS MORIAN MAS POR
ASPECTOS SANITARIOS QUE POR LA MISMA GUERRA En aquel momento, Sidney Herbert –antiguo
conocido de la familia Nightingale– era el Secretario de Guerra en Gran Bretaña. Conocía las
actividades de Florence como enfermera, a la que solicitó ayuda.

La Fundación Nightingale

La estancia de Florence en Crimea no sólo le reportó fama personal. Consiguió un reconocimiento


público de la profesión y ayudas económicas para crear una escuela de enfermeras. En 1860 se
inauguraba la Nightingale Training School en el Hospital Saint Thomas de Londres. Se creaba la
primera escuela de enfermería laica del mundo. En 1893, el juramento Nigthingale que realizaban
todas las estudiantes graduadas se creó en su honor.

Florence continuó recaudando fondos a través de la Fundación Nightingale para la formación de


sus estudiantes y para la mejora de las condiciones sanitarias de los hospitales de la zona.

Con su defensa de la profesionalización de la profesión, Florence consiguió que en pocos años las
enfermeras fueran consideradas como parte importante de los hospitales. Su fama se extendió a
otros paises como Australia o Estados Unidos. Linda Richards, conocida como la primera
enfermera entrenada de América, fue apadrinada por la propia Florence.

Notas sobre enfermería

En su incansable devoción por la profesión, Florence quiso poner por escrito todos sus
conocimientos. Su primera obra fue Notas sobre Enfermería: Qué es y qué no es, un libro que
sirvió como base para la educación de sus alumnas a la vez que tuvo una buena aceptación por
parte del público en general. Florence publicó otros títulos como Notas sobre Hospitales o Notas
en cuestiones que afectan la Salud, la Eficiencia y la Administración Hospitalaria del Ejército
Británico.

Reconocimiento público

Además de la satisfacción personal, Florence recibió importantes premios como la Real Cruz Roja
otorgada por la Reina Victoria o la Orden del Mérido del Reino Unido.

Su interés por otros campos como la estadística también le valió grandes honores como ser
admitida en la Royal Statistical Society británica y miembro honorario de la American Statistical
Association.

Lento declive

Florence pasó muchos años postrada en una cama a causa de una enfermedad contraída en
Crimea. A esto se sumó una depresión que fue apagando la vida de esta gran mujer. El 13 de
agosto de 1910, con 90 años, moría en su cama en su casa de Londres. Cinco años después se
erigía en Waterloo Place el Monumento de Crimea, en honor a su importantísima contribución en
aquel conflicto

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