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La dama de la lámpara
GOL
En la tradicional Inglaterra Victoriana, donde no se concebía el papel de la mujer más allá de los
muros de su hogar, una joven emprendedora renunció a una vida tranquila para sumergirse en el
estudio y la práctica de la enfermería. El importantísimo papel que jugó Florence Nightingale en la
Guerra de Crimea le dieron la fama y el reconocimiento como una de las pioneras de la enfermería
moderna.
La infancia de Florence trancurrió tranquila en la campiña inglesa. Una institutriz se hizo cargo de la
educación de las niñas Nightingale hasta que su padre asumió personalmente su formación.
Florence mostró pronto un especial interés por las matemáticas y, aunque sus padres intentaron que
siguiera una educación más acorde con su condición de mujer, la tenacidad e insistencia de la
pequeña hicieron que sus padres le permitieran continuar con sus estudios.
Formación práctica
En su empeño por convertirse en una enfermera profesional, Florence inició en 1849 un largo viaje
por Europa y Egipto en el que conoció a varias personas de renombre y visitó diferentes hospitales
en los que aprendió distintas metodologías y procedimientos.
En 1850 ingresó como enfermera en el Instituto de San Vicente de Paul en Alejandría, una institución
católica; posteriormente visitaría el hospital del Pastor Theodor Fliedner en Kaiserwerth y el Instituto
alemán para Diaconisas Protestantes, ambos en Dusseldorf. En París también estuvo en el hospital
Saint Germain.
Toda esta experiencia le valió tres años después conseguir el puesto de superintendente en el
Instituto para el Cuidado de Señoras Enfermas de Londres, cargo que ocuparía hasta su marcha a
Crimea.
La Fundación Nightingale
Florence continuó recaudando fondos a través de la Fundación Nightingale para la formación de sus
estudiantes y para la mejora de las condiciones sanitarias de los hospitales de la zona.
Con su defensa de la profesionalización de la profesión, Florence consiguió que en pocos años las
enfermeras fueran consideradas como parte importante de los hospitales. Su fama se extendió a
otros paises como Australia o Estados Unidos. Linda Richards, conocida como la primera enfermera
entrenada de América, fue apadrinada por la propia Florence.
Su interés por otros campos como la estadística también le valió grandes honores como ser admitida
en la Royal Statistical Society británica y miembro honorario de la American Statistical Association.
Lento declive
Florence pasó muchos años postrada en una cama a causa de una enfermedad contraída en Crimea.
A esto se sumó una depresión que fue apagando la vida de esta gran mujer. El 13 de agosto de
1910, con 90 años, moría en su cama en su casa de Londres.
Cinco años después se erigía en Waterloo Place el Monumento de Crimea, en honor a su
importantísima contribución en aquel conflicto