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Ámbitos de aplicación de la ley penal

PRINCIPIO DE PERSONALIDAD
En vez de hablar del ámbito de validez personal de la ley penal, es preferible referirse a su
aplicación igualitaria, pues en este ámbito rige el postulado de la igualdad erigido por los
revolucionarios de 1789 en uno de los tres pilares ideológicos de su gesta. Como se sabe,
según este axioma, todas las personas deben ser tratadas sin discriminaciones de ninguna
índole por la normatividad punitiva. Es este el principio acogido por el derecho positivo, que
confunde los ámbitos de validez espacial y personal (Código Penal, artículos 7º y 14;
Constitución Política, artículo 13; Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, artículo
26; Convención Americana sobre Derechos Humanos, artículo 24 y Código de Régimen
Político y Municipal, artículo 57); sin embargo, tiene algunas limitaciones que es necesario
precisar.

El imperio de la normatividad penal encuentra restricciones para su aplicación, tanto desde el


punto de vista interno como desde la perspectiva internacional.

existen personas que son objeto de un tratamiento legal preferente, según gocen de
indemnidad, supuesto en el cual las acciones de ciertos destinatarios de la norma quedan por
completo impunes; o de inmunidad, que opone impedimentos de índole procesal en lo tocante
a la perseguibilidad de los delitos cometidos por quienes gozan de ella.

PRINCIPIO DE TERRITORIALIDAD
De conformidad con el artículo 14 del Código Penal, el hecho o acto delictivo se rige por la ley
del lugar donde se cometió: locus regit actum; esto es, impera el estatuto de territorialidad: “La
ley penal colombiana se aplicará a toda persona que la infrinja en el territorio nacional, salvo las
excepciones consagradas en el derecho internacional”.
Por “territorio” se entiende la porción del espacio y el conjunto de cosas sobre las que ejerce su
imperio el Estado, aunque hay quienes creen que no es susceptible de ser definido, pues
equivale al ámbito sobre el que el derecho internacional le reconoce a un Estado su soberanía
espacial. Si se descompone tal noción, se tiene:
● La porción del espacio:
1. En primer lugar, las nociones del suelo territorial y el subsuelo (Constitución
Política, artículo 101, incisos 3o y 4o ).
2. En segundo lugar, el mar y las aguas territoriales (Constitución Política, artículo
101, inciso 4o , Convención de Jamaica sobre Derechos del Mar de 1982,
artículo 76-1), que comprende el mar territorial, la zona contigua, la plataforma
continental (ley 9a de 1961; Convención de Ginebra de 1958, artículo 76), la
zona económica exclusiva (ley 10 de 1978, artículo 1o ; Convención de Jamaica,
artículo 57, ya citada) y las aguas jurisdiccionales o mar territorial (ley 14 de
1923, artículo 17; Convención de Jamaica en su artículo 2º-3; ley 10 de 1978 en
su artículo 1º, en armonía con el Código de Comercio en sus artículos 1429 y
1430).
3. en tercer lugar, el espacio aéreo, que arropa el espectro electromagnético y el
segmento de la órbita geoestacionaria (Constitución Política, artículo 101-4;
leyes 89 de 1938, artículo 1o , 10 de 1978, artículo 1º, y el Código de Comercio
en sus artículos 1777 a 1779). También, añádase, deben tenerse en cuenta
dentro del espacio aéreo las columnas de aire que se levantan sobre el mar
territorial y las respectivas aguas jurisdiccionales (ley 10 de 1978, artículo 1º,
inciso 2º y la Convención del Mar de 1982 en su artículo 2º, inciso 2º).
● Conjunto de cosas:
Los sujetos sobre los cuales el Estado ejerce su imperio y que forman parte del territorio
estatal son: en primer lugar, las naves del Estado o explotadas por éste y los buques
privados. Las embarcaciones quedan comprendidas en lo que la ley, al utilizar una
designación inconveniente y en desuso, denomina “territorialidad por extensión”
(artículo 15), pues se consideran verdaderos “espacios territoriales flotantes” sobre los
que ejerce el Estado su poderío; esta denominación es, sin duda, excesiva, y en su
lugar impera en el moderno derecho internacional el llamado principio de la
inmatriculación o del pabellón, lo cual es también válido para las aeronaves. Se suele
distinguir entre naves públicas, sean de guerra o no, y naves privadas.Sobre lo anterior,
señala el modificado artículo 15 del Código Penal: “La ley penal colombiana se aplicará
a la persona que cometa la conducta punible a bordo de nave...del Estado o explotada
por este, que se encuentre fuera del territorio nacional” y “al que cometa la conducta a
bordo de cualquier otra nave...nacional, que se halle en alta mar, cuando no se hubiere
iniciado acción penal en el exterior”; desde luego, parece obvio que la expresión
“cualquiera otra nave” se refiere a las embarcaciones no pertenecientes al Estado, esto
es, las de carácter privado.
● Excepciones del derecho internacional
El postulado de territorialidad puede ser objeto de algunas restricciones si el Estado, en
cumplimiento de tratados y convenios internacionales incorporados al ordenamiento
jurídico, excluye la aplicación de su normatividad en determinados casos; no otra
explicación tiene el agregado contenido en el artículo 14, inciso 1º, cuando dispone la
imposición de la ley penal dentro del territorio estatal “salvo las excepciones
consagradas en el derecho internacional”, como sucede, por ejemplo, con la ley 742 de
2002, que incorporó el Estatuto de Roma de 1998 (artículos 5o y siguientes) vigente
desde el 30 noviembre 2002 (decreto 2764 de 2002). Desde luego, como se verá, este
aparte de la norma se refiere también al ámbito de validez personal, pues algunas
personas, como las vinculadas al servicio diplomático y consular, gozan de ciertos
privilegios y, de forma excepcional, el Estado renuncia a juzgar a sus propios
nacionales.
● Lugar de comisión de la conducta punible
Para poder precisar dónde se ha cometido el comportamiento punible –el llamado locus
comissi delicti– se han formulado las mismas posturas imperantes en relación con el
ámbito de validez temporal de la ley penal, según el elemento de la conducta humana al
que se le dé primacía.

PRINCIPIO ESPACIAL
Como norma general, en esta materia predomina el principio de territorialidad, según el cual la
ley impera en un determinado ámbito espacial o extensión territorial de aplicación, esto es, su
validez o ejecutoriedad en el espacio, ya sea en la tierra, en el mar o en el aire. Que la ley rija
dentro del territorio del Estado que la promulga, no es más que una manifestación directa de la
soberanía estatal y consecuencia del ejercicio de un determinado poder político actuante; justo
es recordarlo, los diversos órdenes normativos designados como Estados se caracterizan por
el hecho de que sus ámbitos de validez se encuentran limitados. Dentro de esos marcos, la
obligatoriedad de la ley es general e indiscriminada y recae sobre los ciudadanos, nacionales o
extranjeros, residentes o transeúntes; por ello, como dice el Código Penal en su artículo 14: “La
ley penal colombiana se aplicará a toda persona que la infrinja en el territorio nacional”.
No obstante, por vía de excepción, rige también el principio de extraterritorialidad, cuyo
fundamento es la pretensión de cada nación de extender la vigencia de sus leyes penales a
hechos cometidos fuera del territorio.
En primer lugar, opera el principio de territorialidad absoluta, de conformidad con el cual la ley
penal se impone a todos los habitantes del territorio estatal y por todos los delitos cometidos
dentro de la nación, sin hacer distingos de personas ni de bienes perjudicados, trátese de
nacionales o extranjeros, según el criterio del ius soli –derecho del suelo–, que reemplaza el
principio medieval del ius sanguinis –derecho de la sangre–. Ello se justifica, porque el Estado
solo tiene interés en perseguir las conductas cometidas dentro de su territorio, pues –se
supone– las acaecidas fuera de él son objeto de investigación y juzgamiento de los demás
Estados, estableciéndose así las fronteras de persecución penal en un determinado ámbito
espacial.

POSICIÓN DE GARANTE
Por supuesto, el concepto de conducta que dimana de la Carta Fundamental se refiere a los
comportamientos comisivos y omisivos, ambos como subformas de aquella. Así lo prevé con
claridad en los artículos 1o , 6o ; 49, párrafo 5o , y 95, párrafo 3°, numeral 2º, donde se plasma
el principio de solidaridad social, que es uno de los fundamentos de toda la construcción;
huelga decirlo, el concepto de omisión puede perfectamente erigirse a partir de los desarrollos
doctrinarios contemporáneos que, desde Arm. Kaufmann, entienden la posición de garante
inherente al sujeto activo a partir de la llamada teoría de las funciones. Así, pues, no es
suficiente con la consagración de una determinada posición de garante en la Constitución o en
la ley para erigir cualquier comportamiento omisivo en punible, pues es indispensable una
estrecha relación entre el agente y el bien jurídico tutelado, sea porque la persona tenga el
deber de proteger los bienes jurídicos frente a riesgos que puedan afectarlos, sea porque le
compete el deber de proteger determinadas fuentes de riesgos.
Es obvio que las conductas comisivas u omisivas pueden ser dolosas o culposas
(imprudentes), pues la ley de leyes diferencia entre una y otra modalidad en los artículos 90
inciso 2º, 122 inciso 5º (artículo 1o del acto legislativo 1 de 2004), 179, numeral 1º, 232,
numeral 3º y 299 inciso final. En otras palabras: distingue entre conductas (comisivas y
omisivas) dolosas o culposas, de donde –consecuentemente– se desprenden cuatro
estructuras distintas de delito.
En fin, lo dicho hasta ahora muestra que la Constitución solo tolera un derecho penal de acto,
para el cual la conducta humana es la piedra angular de la teoría del delito, sin que sea posible
–a diferencia de ordenamientos constitucionales como el francés– preconizar que también
realizan conductas con relevancia penal entidades distintas a los seres mortales, como las
personas jurídicas o las sociedades de hecho.

teoría de las funciones afirma que la posición de garante se deriva de dos tipos de situaciones:
en primera instancia, cuando la persona tiene el deber de proteger los bienes jurídicos de los
riesgos que puedan afectarlos (artículo 25, inciso 3o , primera parte), como acontece en los
siguientes tres casos: en primer lugar, en los deberes de protección surgidos de relaciones
familiares o de ámbitos de convivencia (el padre en relación con el niño, el hijo en relación con
el padre anciano, la esposa en relación con el esposo, etc.); en segundo lugar, por la
comunidad de riesgo, que surge de la participación voluntaria, concertada con antelación –lo
cual significa que no se genera esta especie de posición de garante cuando se trata de una
comunidad casual: los dos náufragos que sobreviven, o los concurrentes a una discoteca
incendiada–, en actividades peligrosas en las que intervienen personas tácitamente obligadas a
ayudarse en forma mutua (los grupos de excursionistas o paseantes, el guía que conduce a
varios turistas, etc.); y, en tercer lugar, los casos de asunción voluntaria de una función de
protección de determinados bienes jurídicos, sea que medie o no un contrato (el profesor de
natación en relación con el pupilo, la enfermera obligada a cuidar el paciente, el salvavidas en
relación con la persona que se ahoga, o la niñera encargada de cuidar a la criatura de brazos,
etc.).

En segunda instancia, cuando la persona tiene el deber de proteger determinadas fuentes de


riesgo (artículo 25, inciso 3o , parte segunda), como sucede también en las siguientes tres
situaciones: en primer lugar, con los deberes surgidos de comportamientos precedentes suyos
o injerencia (aquel que mediante violencia embriaga a otro tiene la obligación de protegerlo, el
que al conducir de forma incorrecta atropella al peatón tiene el deber de asistirlo, etc.); en
segundo lugar, con las obligaciones surgidas de los riesgos creados por otras personas que se
encuentran dentro del ámbito de influencia de quien omite (los servidores públicos en relación
con sus subordinados, el padre con respecto a los hechos dañosos del hijo menor; el director
del colegio en relación con los comportamientos contrarios a la ley penal en que puedan incurrir
los estudiantes dentro del establecimiento; el director de la prisión con respecto a los actos
delictivos cometidos por los detenidos, etc.).

en tercer lugar, los deberes de garante surgidos del control de fuentes de riesgo que operan en
el propio ámbito de dominio del agente (el controlador aéreo, el cuidador de una planta de
energía atómica o de sustancias radiactivas, el conductor encargado de transportar sustancias
químicas peligrosas, el jefe de seguridad de la empresa obligado a mantener las máquinas en
perfecto estado de funcionamiento para evitar accidentes de trabajo, el dueño del animal fiero,
etc.).

Desde luego, debe precisarse que no toda posición de garante genera la realización del tipo de
omisión impropia, pues es indispensable que el agente no realice la acción de salvamento
ordenada en la ley en el caso concreto, esto es, aquella de la que se desprende ese preciso
deber jurídico; en otras palabras: la omisión impropia no se funda en la no realización de
cualquier acción que hubiera podido evitar el resultado, sino en la omisión de aquella que con
certeza o seguridad estaba en capacidad de impedirlo en el caso particular.
Dicho de otra forma: según el texto constitucional, no toda posición de garante en abstracto
puede fundar la realización de un tipo omisivo impropio (comisión por omisión), sino solo
aquella que en el caso particular, específico, sea la que obligue al sujeto a realizar la acción de
salvamento ordenada; además, esa acción debe también ser determinada, esto es, aquella que
con certeza, con seguridad, de manera definitiva y sin la necesidad de realizar posteriores
acciones intermedias, evite la realización del resultado típico. Por eso, pues, se habla de una
posición de garante específica por oposición a la genérica, y se afirma que el sujeto activo no
solo debe tener capacidad de acción, sino que también es indispensable que haya asumido el
compromiso efectivo de poner en práctica su capacidad específica de acción.

Dolo
Como los tipos penales describen conductas humanas, es apenas normal que en todos ellos
aparezca este elemento, con mayor razón si se trata de un derecho penal de acto. El tipo
doloso de comisión describe acciones en sentido estricto, para lo que se suele valer de una
inflexión verbal, de un verbo encargado de regir la acción o verbo rector, que es concreción de
una prohibición; ahora bien, como para redactar las descripciones típicas el legislador acude a
categorías lingüísticas, el verbo forma parte de una oración –se supone, correcta desde la
perspectiva gramatical– que expresa un proceso o un fenómeno en sus nociones de acción,
suceso o estado. Ahora bien, lo normal es encontrar en todo tipo penal un verbo rector como
sucede, por ejemplo, en el artículo 103, en el que se utiliza la inflexión matar conjugada en
debida forma: “el que matare a otro”; o en el artículo 239, inciso 1º, que emplea la voz
apoderar: “el que se apodere”, etc. Sin embargo, ello no siempre es así, y es frecuente hallar
descripciones con dos o más verbos rectores: así, en el artículo 248, inciso 1º, se castiga al que
“emita o transfiera”; en el artículo 293, a quien “destruya, suprima u oculte”.

Dice el artículo: “La conducta es dolosa cuando el agente conoce los hechos constitutivos de la
infracción penal y quiere su realización. También será dolosa la conducta cuando la realización
de la infracción penal ha sido prevista como probable y su no producción se deja librada al
azar”. De ese texto se infiere, sin duda, que el dolo comporta el conocimiento (saber) y la
voluntad de realización de los elementos constitutivos de la infracción penal, noción propia de
una sistemática del delito para la cual esta figura forma parte de la conducta humana entendida
desde el ángulo penal.

También del artículo 32, numeral 10º, inciso 1º –cuando afirma que no es responsable quien
“obre con error invencible de que no concurre en su conducta un hecho constitutivo de la
descripción típica”– se puede deducir la noción de dolo; en efecto, si todo error implica un
conocimiento inexacto de la realidad, y cuando concurre un error de tipo no es posible apreciar
una realización dolosa, ello significa que el dolo implica, por lo menos, la realización de un
hecho constitutivo de la infracción penal con el correcto conocimiento de las circunstancias que
integran la descripción típica.
Lo anterior significa, entonces, que el codificador –a diferencia de otras legislaciones, salvo el
Código Penal austriaco en su § 5 y el italiano en el artículo 43– emite una doble noción del
dolo: una positiva en el artículo 22, y una negativa en el artículo 32, numeral 10º, inciso 1º. En
síntesis, pues, hay dolo cuando el agente realiza la conducta tipificada en la ley, a sabiendas de
lo hace y con voluntad de llevarlo a cabo, de donde se desprende que está conformado por dos
momentos: uno intelectual, cognitivo o cognoscitivo y otro voluntario, voluntativo o volitivo; por
eso emplea la ley las expresiones “conocer” y “querer” (conoce y quiere: Código Penal, artículo
22).

El primer momento del dolo, esto es, el intelectual, comprende no solo el conocimiento de las
circunstancias del hecho, sino también la previsión del desarrollo del suceso mismo incluidas la
imputación objetiva y el resultado, esto es, lo que la ley denomina “los hechos constitutivos de
la infracción penal” (artículo 22). En efecto, cuando actúa, el agente debe conocer los
elementos que componen la figura típica, de la misma manera que lo haría un hombre medio
en su situación, ser consciente de ellas y considerar la producción de esas circunstancias como
realmente posibles en el caso concreto, esto en cuanto al primer aspecto; sobre el segundo, es
además indispensable tener conciencia de que la propia acción está en posibilidad de realizar
el aspecto objetivo del tipo. Así, por ejemplo, cuando “P” dispara sobre “J” y le causa la muerte,
no solo debe querer hacerlo (momento volitivo, del que se hablará luego), sino además
conocerlo y ser consciente de que con su actuar realiza la conducta de darle muerte a otro ser
humano, así como prever el desarrollo de ese suceso en el mundo fenoménico, comprendidos
el resultado y el nexo de causalidad (más que ello, la imputación objetiva).
Culpabilidad
Se discute si este principio se deriva del de legalidad o si sucede lo contrario; incluso se
cuestiona, tras separarlo del de intervención legalizada, si emana del postulado del Estado de
derecho o del de dignidad de la persona humana. Sin duda, si se parte de este último axioma
como piedra angular de las modernas organizaciones estatales –como lo hace la colombiana
en su Carta Fundamental–, parece obvio que la razón está de parte de quienes defienden tal
postura.
Ahora bien, según este axioma no hay pena sin culpabilidad, pues la sanción criminal solo debe
fundarse en la seguridad de que el hecho puede serle “exigido” al agente e implica, en realidad,
cuatro cosas distintas (W. Hassemer; Corte Constitucional sentencia C-365 de 16 de mayo de
2012 y C-334 de trece de junio de 2013). El postulado está previsto en el Código Penal, artículo
12, que confunde la categoría dogmática con el axioma general del que ella emana:
“Culpabilidad.

la culpabilidad era la categoría que reunía todos los procesos espirituales y psíquicos que se
desarrollaban en el interior del autor, y se concibió la imputabilidad como un presupuesto de
aquella –debía ser tratada antes–; y el dolo y la culpa, como “formas” o “especies”, mientras el
estado de necesidad –por ejemplo, el náufrago que mata a su compañero para lograr asirse al
único neumático, gracias a lo cual salva la vida– era mirado como una causal excluyente de
esta categoría.

la culpabilidad se vio también sometida a profundas modificaciones, pues se postuló que debía
entenderse desde un punto de vista normativo y, por tanto, para poder emitir un juicio sobre el
injusto cometido era indispensable precisar si este le era “reprochable” al agente; culpabilidad
era, pues, reprochabilidad.

Las observaciones anteriores llevaron a la doctrina a plantear diversas alternativas ante el


postulado de culpabilidad. En efecto, en primer lugar, se pretendió reemplazar el axioma nulla
poena sine culpa por el principio de proporcionalidad para oponer al derecho penal de
culpabilidad un derecho represor de medidas referido al hecho, de naturaleza monista, fundado
en la supuesta “dañosidad social” idea tras la cual se esconde la noción de “peligrosidad” como
fundamento de la sanción, algo –en contra de lo que pregonaron sus voceros– insostenible
desde el punto de vista de un Estado de derecho liberal y democrático. En segundo lugar, se
invitó a reemplazarlo por la imputación individual en aras de un derecho penal dualista, de
conformidad con el que la tasación de la pena no se hace con base en la culpabilidad, sino a
partir de “causas específicas de medición” de ella, determinables a partir de criterios
preventivos vinculados con la idea de justicia (H. Achenbach); esta tesis fue considerada como
un mero cambio terminológico. En tercer lugar, se convidó a reemplazarlo por la necesidad de
la pena, pauta a partir de la cual se podrían mantener todas las consecuencias emanadas del
principio de culpabilidad, con base en consideraciones de tipo preventivo; a ello se objetó que
no bastaba solo con tal tipo de recursos. En cuarto lugar, se renunció al concepto de
culpabilidad y se le sustituyó por una noción funcional para la que solo la idea de fin podía darle
contenido, entendida como prevención general y cuya razón de ser era la “fidelidad para el
derecho” (concepto funcional de culpabilidad). Esta concepción autoritaria e inadmisible, se
objetaba con razón, sacrificaba la función limitadora de la punibilidad propia del principio de
culpabilidad por la prevención general y sostenía que la represión penal del ciudadano no se
regía ya por circunstancias personales, sino por criterios inasibles como la “fidelidad al
derecho”.

Preterintencion
Esta figura se presenta cuando el agente dirige su voluntad de causación hacia un determinado
resultado, y se produce uno más grave del que él estaba –por lo menos– en capacidad de
prever; o, un resultado que siendo previsible excede la voluntad, que traspasa la intención que
se tuvo al emprender el acto. De allí que esta descripción se caracterice por contener una
alianza de dolo e imprudencia, como se desprende con toda claridad del artículo 24 del Código
Penal: “la conducta es preterintencional cuando su resultado, siendo previsible, excede la
intención del agente”, fórmula que, sin embargo, no se refiere a la violación del deber objetivo
de cuidado como ha debido hacerse, para que guardase plena coherencia con el artículo 23; el
ejemplo más clásico es del autor que, con dolo de lesionar a otro, le causa la muerte de forma
imprudente.

No obstante, solo cabe afirmar la existencia de delito preterintencional en la hipótesis de


lesiones personales seguidas de muerte, único caso en el cual la acción desplegada por el
agente recae sobre el mismo objeto de la acción (el “otro” de que habla el artículo 105). De ello
se desprende, pues, que no admiten esta figura –así en principio puedan encajar en el
concepto general contenido en el artículo 24–, por ausencia de consagración expresa (artículo
21, inciso 2o ), las conductas previstas en los artículos 122; 123; 130 en concordancia con los
artículos 127 y 128; 157 inciso 2º; 168, 169; 350 a 364, etc., seguidas del resultado muerte, aun
cuando medie dolo en relación con la hipótesis inicial e imprudencia en cuanto hace referencia
a la segunda, pues se trata de verdaderos casos de concurso ideal. Así mismo, tampoco son
eventos de preterintención los que se desprenden de los artículos 118 y 119 –en materia de
parto prematuro o aborto, aunque lo “preterintencional” parece ser solo este último–, dado que
en ellos se pueden identificar dos resultados completamente escindibles lo que, a no dudarlo,
desconoce la definición plasmada en el artículo 24 del Código Penal. Los vacíos legales
presentados, pues, no pueden llevar al intérprete a desvertebrar la estructura de la legislación
penal, sobre todo para sostener posturas dudosas desde el punto de vista político criminal.
texto posicion de garante
Son constitutivas de posiciones de garantía las siguientes situaciones

La Corte ha proferido varias decisiones en las que ha realizado múltiples estudios sobre los delitos
dolosos en la modalidad de comisión por omisión y la posición de garante.

""El comportamiento delictivo puede consistir en una acción positiva que determina una variación en
el mundo exterior, pero también puede derivarse de una acción negativa, es decir, de índole
omisiva, así definida por el legislador al incluir taxativamente el deber, cuyo incumplimiento se
sanciona independientemente del resultado , como ocurre con los delitos de inasistencia alimentaria
, omisión de medidas de socorro , omisión del agente retenedor o recaudador prevaricato por
omisión , entre otros. No obstante, hay ocasiones en que el resultado producido con una conducta
activa por antonomasia, es conseguido a través de una omisión, esto es, de un no hacer que
produce el resultado típico previsto en la ley , para lo cual se utiliza por regla general la fórmula de
las cláusulas de equivalencia o equiparación punitiva entre la acción y la omisión. "Hoy, la acción no
se identifica con un movimiento muscular como trasformador del mundo físico, sino desde un punto
de vista normativo, así también se entiende el comportamiento omisivo del cual se entra a verificar
el nexo de evitación, esto es, la conducta esperada que de haber sido realizada, el sujeto habría
interrumpido o evitado el resultado". Para esto, además, se requiere que la persona tenga a su
cargo la protección en concreto del bien jurídico, o que se le haya encomendado como garante la
custodia o vigilancia de una determinada fuente de riesgo, conforme con la Constitución o la ley.

La posición de garante , es entendida como el deber jurídico que tiene el autor de evitar un
resultado típico, ubicación que le imprime el obrar para impedir que éste se produzca cuando es
evitable. Allí se destacó que en el Decreto-Ley 100 de 1980 al consagrar como modalidad del hecho
punible tanto la acción como la omisión , también se previó en el artículo 21 el principio de
causalidad, según el cual, «Nadie podrá ser condenado por un hecho punible, si el resultado del
cual depende la existencia de éste no es consecuencia de su acción u omisión. » De tales
preceptos emerge la «cláusula de equivalencia» entre acción y omisión, equiparando la acción con
el no hacer y no impedir conscientemente el resultado. Se subrayó que si bien en el anterior
estatuto sustantivo no se precisaron los deberes jurídicos o las fuentes de la posición de garante y
con la Constitución Nacional de 1886 se dificultaba la punición de conductas omisivas impropias, en
cuanto mediaba una amplia discrecionalidad judicial para integrar la comisión por omisión, con la
Constitución Política de 1991 y el replanteamiento del modelo sociopolítico del Estado, el
fundamento de las relaciones entre gobernantes y gobernados, el ámbito de las garantías
ciudadanas, el establecimiento y preeminencia de valores superiores que se dio con la expedición
de la nueva norma superior, se establecieron deberes jurídicos no sólo para los servidores públicos,
sino para los particulares, que les fija, en uno y otro evento, el deber de evitar ciertos resultados
típicos.
En la posición de garante que surge de la competencia institucional, como obligaciones normativas
específicas, el deber jurídico emerge del propio artículo 2 del texto superior, según el cual, las
autoridades de la República están instituidas para proteger a todas las personas residentes en
Colombia en su vida, honra, bienes, creencias y demás derechos y libertades, sin alguna
discriminación, y para asegurar el cumplimiento de los deberes sociales del Estado. "Así mismo, del
artículo 6° del mismo texto al contemplar que los servidores públicos son responsables no sólo por
infringir la Constitución y las leyes, sino por omisión o extralimitación en el ejercicio de sus
funciones, de lo cual se dibujan unos deberes positivos frente a la amenaza de los bienes jurídicos".

"Como corolario de lo expuesto, incurre en delito por vía de la omisión impropia aquél en quien
concurren los requerimientos para que ostente la posición de garante, correspondiéndole la misma
sanción del delito que se ejecuta por una conducta activa". Es el concepto que vincula el fenómeno
estudiado con los denominados delitos de comisión por omisión, impropios de omisión o impuros de
omisión. Desde este punto de vista, es indiferente que obre por acción o por omisión, pues lo
nuclear es que vulnera la posición de garante quien se comporta en contra de aquello que se
espera de ella, porque defrauda las expectativas.
texto conducta dolo

aborda la teoría general del delito y busca responder a la pregunta de qué constituye
un delito desde una perspectiva jurídica. El autor destaca la importancia de desarrollar
una teoría sobre el delito como una disciplina que se ocupa de interpretar, sistematizar
y perfeccionar las leyes penales y la teoría científica del derecho penal.

El documento comienza explicando que el delito se basa en la conducta humana o


comportamiento humano y que el derecho penal se centra en los actos y no en los
autores. Se destaca que la conducta humana debe ser voluntaria para que pueda
constituir un delito y justificar la imposición de una sanción penal.

Se mencionan varias definiciones de delito propuestas por destacados tratadistas


universales, que enfatizan que el delito es una infracción a la ley del Estado, un acto
que altera las condiciones de existencia y la moralidad de la sociedad, y un hecho que
ofende gravemente el orden ético. y que es objeto de represión por parte del Estado.

El documento señala que el delito es un acto antijurídico y culpable, descrito por la ley en
modelos abstractos o figuras delictivas mediante la técnica legislativa de la tipificación. Se
destaca que no cualquier acto antijurídico y culpable es considerado un delito, sino sólo aquel
que se ajusta plenamente a un tipo penal.

Se establece que el delito es una manifestación especial de lo antijurídico y una forma


especialmente grave del injusto legal. El legislador, apoyado en la doctrina, ha dotado al
derecho penal de recursos técnicos especializados para tratar de manera más efectiva el delito.

El documento menciona que la ley penal distingue entre delitos y contravenciones y propone
algunos criterios para diferenciarlos, como la denominación legal, la naturaleza del estatuto que
regula el hecho, el procedimiento de investigación y represión, y la competencia para el
juzgamiento. También se plantea que las penas de menor severidad, el régimen de las
sanciones accesorias y la menor trascendencia social de la condena pueden ser criterios
válidos para diferenciar entre delitos y contravenciones.
enfatizando la importancia de la conducta humana como base del delito, la necesidad de
voluntariedad en dicha conducta, la tipificación de los delitos y la distinción entre delitos y
contravenciones.

dolo directo indirecto


El documento aborda de manera detallada los conceptos fundamentales de dolo directo, dolo
indirecto, culpa y preterintención en el ámbito del derecho penal. Se destaca la importancia de
comprender la intencionalidad detrás de las acciones delictivas y la complejidad de probar la
relación entre la voluntad del individuo y el resultado típico de una conducta delictiva.
En el análisis se profundiza en la distinción entre dolo directo e indirecto, donde se resalta que en el
dolo indirecto el agente acepta conscientemente un resultado no deseado pero conocido, mientras
que en el dolo directo busca deliberadamente la realización de la conducta delictiva. Se explora
también el concepto de homicidio preterintencional, que involucra un comportamiento inicial doloso
orientado a causar lesiones corporales, la muerte como consecuencia previsible y la falta de
previsión del resultado por parte del agente debido a su negligencia.
El análisis aborda la interacción entre dolo, culpa y preterintención en el marco del Código Penal,
destacando la importancia de la previsibilidad del resultado y el deber objetivo de cuidado en la
determinación de la conducta culposa. Se enfatiza la necesidad de evaluar minuciosamente las
circunstancias que rodean la conducta para determinar si el agente actuó con dolo eventual o con
culpa.
En resumen, el documento ofrece una visión profunda y completa de estos conceptos jurídicos
esenciales, proporcionando un marco teórico sólido para comprender la responsabilidad penal en
casos donde la intencionalidad, la negligencia y la aceptación de resultados no deseados juegan un
papel crucial. Este análisis contribuye a una comprensión más amplia de la complejidad de la
determinación de la culpabilidad en el ámbito penal y la importancia de considerar la intención y la
negligencia en la comisión de delitos.

dolo eventual
""De acuerdo con el artículo 21 del Código Penal, la conducta humana puede ser dolosa, culposa o
preterintencional. ""El dolo es de tres tipos. El directo, o de primer grado, que se verifica, al decir del
artículo 22 siguiente, «cuando el agente conoce los hechos constitutivos de la infracción penal y
quiere su realización». Es el supuesto del individuo que realiza un comportamiento típico sabiendo
lo que hace y porque esa es precisamente su voluntad.

""Puede ser también indirecto – o de segundo grado o de consecuencias necesarias – si el agente,


aunque no quiere lograr un determinado resultado, sabe que éste se seguirá necesariamente de su
conducta y aun así sigue adelante con ella. Sucede, por ejemplo, si para causar la muerte a otra
persona le lanza una granada con el conocimiento de que en la explosión también fallecerá un
tercero que allí se encuentra . ""Esta forma de dolo no está expresamente consagrada en el Código
Penal, pero se deriva lógicamente del tenor del artículo 22 precitado. ""Finalmente, el dolo puede
ser eventual.

""En ese orden, mientras que en la conducta cometida con dolo indirecto o de segundo grado el
agente sabe que el resultado no querido se producirá y, aunque no lo desea, lo asume, en el dolo
eventual prevé que el resultado no querido es probable, mas no cierto, y sigue adelante con su
conducta porque le es irrelevante si se da o no. La diferencia radica, pues, en el pronóstico de
probabilidad sobre la configuración del resultado típico y, por ende, en qué es aquello que el
individuo asume como consecuencia de sus acciones u omisiones. ""Desde luego, es por lo general
imposible conocer mediante pruebas directas cuál es la relación cognitiva y volitiva del sujeto con el
resultado típico. Salvo que aquél la confiese o la haya comunicado exteriormente mediante
manifestaciones susceptibles de incorporación en el juicio, aquella debe deducirse o inferirse de los
datos objetivos anteriores, concomitantes y posteriores al hecho acreditados en la actuación.

""Similar sucede con el pronóstico de probabilidad o certeza del resultado típico. En algunos
eventos, es evidente que la acción u omisión emprendida por el agente habrá de causarlo
necesariamente y, por ende, que la conducta cae en el ámbito del dolo directo o indirecto, según el
caso . En otros, la predicción de eficacia causal no es tan obvia y, por ende, la distinción probatoria
entre el dolo indirecto y el eventual deviene más difusa. A su vez, y como el dolo eventual requiere
que el agente haya previsto el resultado como probable , debe inferirse de los hechos acreditados
cuál fue el grado de representación del resultado típico que el agente alcanzó antes de ejecutar su
comportamiento.

«""En esta distinción influyen cuestiones muy diversas, como la utilidad social de determinadas
actividades, la habituación que existe a ellas o la frecuencia estadística con la que su ejecución
lleva al acaecimiento del resultado. En el caso del homicidio, por ejemplo, pueden citarse como
especialmente aptas para causar una muerte conductas como disparar contra el cuerpo de otra
persona o hacer explosionar una potente bomba en un lugar concurrido. " En cambio, otros
comportamientos como conducir un automóvil son sólo neutros en relación con el resultado, pues,
aunque objetivamente pueden ocasionar una muerte, en la experiencia social esta consecuencia no
es algo indisociablemente ligado a su realización" . » ""Por otro lado, y al tenor del artículo 23
ibidem, «la conducta es culposa cuando el resultado típico es producto de la infracción al deber
objetivo de cuidado y el agente debió haberlo previsto por ser previsible, o habiéndolo previsto,
confió en poder evitarlo».

""Es el caso, pues, en que el agente, obrando con negligencia o impericia, crea un riesgo que se
concreta en la realización de un resultado típico que siendo consecuencia previsible de su actuar
aquél no previó o que, aunque sí previó, creyó erradamente poder evitar. ""Así, en el
comportamiento culposo el sujeto activo no quiere el resultado, no lo asume como consecuencia
necesaria de su actuar ni es indiferente a su ocurrencia. Tampoco es producto de un exceso en su
voluntad dolosa primaria. O no lo previó aunque era previsible o, habiéndolo previsto, siguió
adelante con su actuar porque creyó que lograría evitar su realización.
""Finalmente, la conducta es preterintencional, según el artículo 24 del Código Penal, «cuando su
resultado, siendo previsible, excede la intención del agente».

" Estimar que la totalidad del suceso cabe en el dolo de la primera parte de la acción es excesivo
bajo cualquier punto de vista" . «""Lo esencial de la infracción preterintencional, pues, es que el
resultado típico no se produce porque el agente lo quiera, sino porque, siendo consecuencia
previsible de su actuación dolosa, ha dejado de representárselo por una violación del deber de
cuidado y da lugar, con ello, a su realización» . « la constatación de que, a pesar de la previsibilidad
de dicho resultado, el agente no lo previó por su propia culpa» . ""Desde luego, si la valoración de
las circunstancias que rodearon la conducta permite inferir que el resultado típico no sólo era
previsible para el agente sino que éste efectivamente se lo representó, su comportamiento
trasciende la preterintención para ubicarse en cambio en el ámbito del dolo eventual, pues en ese
caso su vinculación subjetiva con el resultado deja de ser la culpa y se convierte en indiferencia por
la causación de algo que sabe probable.

"Puede suceder que el agente, no obstante actuar con una finalidad y conocimiento definidos y
emprender una serie de acciones u omisiones dirigidos a la consecución de su propósito, ocasione
resultados típicos diferentes de los que quería lograr, es decir, que se configure un error sobre el
curso causal". "Consideraciones sobre la prueba del dolo". Las vicisitudes del dolo y la subsistencia
de la preterintencionalidad.

texto articulo
Romy Chang Kcomt ·

""Siendo tan tenue la línea que divide al dolo eventual de la imprudencia consciente, es necesario
contar con un panorama claro para distinguirlos, ya que ello puede cambiar un determinado
tratmiento penal por uno muy distinto. Ello es brindado por la autora mediante una exposición sobre
las teorías del dolo eventual y de sus respectivas críticas. La importancia de distinguir entre ambas
conductas se explica en la diferente gravedad con la que el legislador sanciona unas y otras.

Penal. Por ello, la calificación de una conducta realizada por dolo eventual o por imprudencia
consciente será de gran importancia de cara a la sanción a imponer al autor del delito y a los
partícipes del mismo. "Estas teorías utilizan el elemento volitivo como criterio para distinguir entre el
dolo eventual y la imprudencia consciente, estableciendo que el dolo eventual exige que, junto con
la previsión o representación del resultado , el sujeto apruebe interiormente el mismo, es decir, que
esté de acuerdo con él o lo acepte 5 Este reconocimiento del elemento volitivo es el que sustenta
las teorías de la voluntad, considerando sus defensores que "se debe distinguir en el dolo la doble
dimensión de conocimiento y voluntad.

Teorías de la Voluntad
Especialista encargada en temas de Derecho Penal, Derecho Penal Económico y Derecho Penal
Constitucional. Curso de Derecho Penal.

Derecho Penal. Ésta es actualmente la postura mayoritaria en la doctrina 7 , encontrando entre los
principales autores con diversos matices en la formulación- a Luzón Peña, para quien el dolo
requiere un elemento cognitivo y un elemento volitivo, entendiéndose por este último no la voluntad
genérica de acción, sino la voluntad de realizar la conducta típica, es decir, el querer realizar todos
los elementos del tipo objetivo del que se tiene conocimiento 8 Asimismo, para Roxin, "los empeños
en suprimir totalmente el elemento volitivo-emocional están condenados al fracaso"' .

Dolo eventual 2
29 de Agosto de 2022

En un recurso de casación, la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia resolvió un caso en el


que fue absuelto un esteticista por lesiones personales cometidas con dolo eventual.

El dolo eventual

El alto tribunal inició su examen del caso recordando que en el dolo eventual el sujeto activo no
quiere el resultado típico, pero sabe que puede seguirse como una consecuencia probable de su
conducta y aun así persiste en su comportamiento con total indiferencia o apatía por su posible
ocurrencia, es decir, le da igual si sucede o no.

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