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LA DONCELLA DE ORELANS

AÑOS ROSADOS
¡Qué felicidad!, tendremos una hija,
La llamaremos Juana,
¡Sí, Juana!, a aquella niña que nos llenará de alegría,
Y no pudiendo ser mayor nuestra algarabía,
la cuidaremos con mucho esmero,
digna labor y mayor anhelo,
de dos padres que se prometieron unidad.

Puntualidad, niña, puntualidad,


en todos, los oficios, has de tener puntualidad,
que si no quieres escuchar a tu padre, como te amonesta,
Es mejor que corras,
Porque seguramente, si le dice la gente,
no habrá una segunda oportunidad.

Madre, iré a la granja de papá,


A llevarle la comida,
y de paso, me pondré acomedida,
en las labores del campo,
porque veo que deja su vida en el duro trabajo,
porque en él veo esfuerzo sin descanso.

Obedece a tu padre y préstate solícita a su ayuda,


que aunque no te de herramienta alguna,
tú ya haces mucho escuchando,
recuerda que no se gana nada estorbando,
en trabajos que requieren mano ruda.

Pero madre, yo soy ruda,


LA DONCELLA DE ORELANS

ruda, para lo que me manda el Señor,


y si Él me manda a ayudar a mi padre,
pues yo lo hago con mucho amor.

Mi niña hermosa, regalo de Dios,


el mejor oficio que ejercerás en tu vida,
será entregarte a las manos del Creador,
y como ves que no hay amor con medida,
sé que lo harás bien, en cualquier sitio,
en cualquier lugar, en cualquier oficio,
en el que te ponga, Nuestro Señor.

MÍSTICA
Madre, iré al jardín de mi padre,
A ver si consigo algunas legumbres,
Vuelvo enseguida, no tardo
Que quiero seguir cocinando,
para liberarme pronto, y seguir orando.
¡Que hoy toca letanías a la Virgen!

A los 13 años escuchó la voz de Dios;


¡Juana!, le dijeron San Miguel, Margarita y Catalina,
por ser guerrera y con auténtica devoción;
y aunque con miedo y mucha confusión,
escuchó que debía emprender su misión;
no por voluntad propia, sino por la voluntad de Dios.

¡Juana!
No podremos darte educación,
Pero de nosotros aprenderás la honradez, la paciencia y la oración;
LA DONCELLA DE ORELANS

Acaso el conocimiento, ¿Podría ser obstáculo para el amor?


¿Pero qué conocimiento?
Si hasta lo intelectual proviene de Dios.

Que no se puede amar lo que no se conoce, decían algunos;


¿Y quién dice que no le conozco?,
Le conozco con el alma,
Le conozco con el corazón,
Le conozco…
Le conozco muy bien.

Conozco a esa fuerza que se mueve en mí,


Conozco a aquel, que solo puede ser persona,
Una persona inteligente y superior,
porque solo así podrían explicarse sus planes,
completamente impredecibles, pero con total cohesión.

Juana ¿Acaso estás loca?, decían los hombres,


Aquellos hombres que no creían, en la grandeza de Dios,
¡Que le habló un Arcángel! , de esos hay muchos en esta tierra,
Solo basta con ir a los lugares más desdichados,
para encontrar hasta al mismo Jesús,
caminando por la acera.

¿Cómo he de liberar? Si sólo soy una niña de 14 años,


deja que tu Dios sea Dios, y tu enfócate en ser criatura,
porque esta historia, aunque dura,
traerá infinita bendición,
¿Pero cómo pensar en la acción?
si los tiempos no son buenos,
LA DONCELLA DE ORELANS

si nos volvemos pedigüeños,


ante la presencia del Señor.

Juana, ¿Qué es lo que ves?


no tiene lógica, no te precipitéis,
quizá lo estés imaginando,
sin embargo, ¿Por qué el corazón me arde tanto?
al presenciar tan hermosa visión.

¿Mística yo?, preguntó Juana, a la Virgen María,


Y necesitando de un buen consejo,
acudió a la mujer, de la que nunca se desprendía,
Y si acaso faltara más,
repitió lo que ella diría,
“Hágase en mí, según tu voluntad”

LA SÚPLICA

¿Padre, podrías llevarme a hablar con el rey? Insistía la niña,


Que las voces de mi corazón no me dejan dormir,
Y si yo hoy he de partir,
prefiero haber hecho la voluntad de Dios,
¿Pero qué interés puede tener el rey en una niña, ante semejante misión?
yo tampoco sé padre,
sólo te pido tu bendición.

Todo parecía oscurecerse,


Las burlas del exterior, le seguían con firmeza,
Las dudas, se imponían en su cabeza,
Y el mando de su Dios, retumbaba con dureza.
LA DONCELLA DE ORELANS

¿Qué debía seguir la pureza?


Si mi alma está hecha para Dios, pensaba la doncella,
Y aun cuando los hombres pusieran querellas,
mi corazón no se dividirá,
ni por el oro y ni por la maldad,
de aquellas buenas intenciones, que son contrarias a mi Deidad.

“Tú debes salvar a la nación y al rey”,


Fue el encargo que recibió de aquel ángel,
Y aunque nadie confiaba en su palabra,
Sus ruegos seguían clamando al cielo,
Y ella, aún con miedo,
Insistía en su petición.

Un tío suyo, no pudiendo más con la súplica,


la presentó ante el comandante de la ciudad vecina,
a aquella joven tan decidida,
que expresó libremente su sentir,
y aunque no pudo insistir, esta le dijo, sin desistir:
“Comandante, Dios me envía a comunicar un mensaje,
Y aunque resulte desagradable, me encuentro dispuesta a cumplir,
porque sé que el deber me obliga,
a cumplir con mi Señor, el de arriba”

¿Qué es aquello? , respondió el comandante,


Y bastante intrigado, escuchó:
“Dios quiere que le lleve un mensaje al rey”, respondió
Y tras una carcajada, se dirigió arrogante,
A aquella niña tildada de loca,
LA DONCELLA DE ORELANS

Unas palabras saltaron de su boca,


Bastante hirientes y punzantes.

¿Por qué se rehúsan a escuchar tu mensaje, Señor?,


Decía, mientras unos pequeños cristales adornaban sus mejillas,
¡Juana! ¡Juana!, pequeña niña y dura mujer,
¡Juana! ¡Juana!, la loca de ahora, es más santa que ayer.

Vea capitán, Usted recibirá una reprimenda de parte de Dios, por su soberbia;
No le hablaré de victorias, en cambio sí de derrotas,
Ya conocerá, a su tiempo, cual será
pero mientras eso, le vuelvo a suplicar,
me permita hablar con el rey.

Los militares preparados para la siguiente emboscada,


supieron que ninguno de sus esfuerzos marcaron la diferencia,
Y tras aquel lamento de la derrota, concedió su anuencia,
a aquella petición de la joven, a la que no quiso ceder
¡Juana! El comandante del ejército te manda a llamar,
¡Juana! atenderás el pedido sin replicar,
¿El general me manda a llamar?, ¿A mí?

No escatimen en recursos para atender a la joven,


Enviemos una escolta, enviemos a los mejores,
Y que de una vez nos diga, lo que tenga que decir,
¿Por qué fue la derrota?, ¿Por qué sucedió así?

AÑOS DORADOS

Señorita, el comandante nos envía para presentarla ante el rey,


LA DONCELLA DE ORELANS

Dios mío, escuchaste mis plegarías, susurró ella,


Pero Señor, dijo dirigiéndose al cielo,
¿Qué de bueno puedo yo decirle si mi palabra es muy elemental?,
¿Y si me pide leer? ¿Y si me pide escribir?,
yo no sé…

El rey previamente alarmado, preparaba la recepción;


¿Cuál será su apellido?,
¿Será D’ Albret, D' Armagnac, D’ Artois?,
meditaba desconfiado,
Mientras el rey escuchaba que la anunciaban,
puso atención para escuchar su linaje,
y vaya sorpresa, que se llevó al enterarse.

¿Cómo osa a presentarse ante el rey, una niña de 14 años?


La importancia de mi edad, Su Majestad,
pierde sentido ante la magnitud del mensaje que le he de revelar,
vengo a decirle que mi Dios me envía a salvar,
a la nación y al rey.

¿Y cómo una niña puede concretar semejante obra?


La cuestionaba fastidiado,
“La Victoria, Majestad, nunca estuvo en manos de los hombres;
al contrario, siempre estuvo en manos de Dios,
le suplico entonces,
me permita comandar esta última batalla,
no por mi experticia, sino por encargo de Dios”.

El rey, al instante, pidió consejo,


ante semejante y peculiar situación,
LA DONCELLA DE ORELANS

Y después de ser sometida a un interrogatorio,


A través de un veredicto se confirmó:
“Esta niña no es embustera, es una enviada de Dios”

“No será para mí la gloria de la victoria,


sino para aquel que entre sus planes me eligió”,
Y mientras enarbolaba una bandera blanca,
Con los nombres de Jesús y María,
Tomó su rumbo hacia Orelans,
aquella niña que con total galantería,
comandó el ejército que Dios le asignó.

Y lucharon sin descanso, y batallaron hasta el fin,


Para después obtener un gran festín, por aquel logro consumado,
Y en el trayecto, vislumbrando un pequeño remanso,
pararon para recoger fuerzas,
y la doncella poniéndose de rodillas, gritó al cielo,
“¡Tuya es la Gloria,
Tuya la Victoria,
Señor de los Ejércitos!”

En cada batalla encomendada, se escuchaba,


“Nuestra valentía procede y ha de retornar a Dios”,
Así fue recordada la doncella de Orelans,
la mujer que por alentar a sus combatientes, dió la vida,
así como la dió por su nación.

¡Juana! El Rey debe ser coronado,


Ella replicó, no sin antes conquistar Reims,
Marchándose al lugar, pasaron por muchos otros,
LA DONCELLA DE ORELANS

Y sin antes batallar,


los enemigos se rendían, su palabra era ley,
entonces, ¡Juana! ¿Podrás coronar a tu Delfín?

Llegando a Reims, el Rey Carlos y la doncella,


sin lucha alguna ocuparon el lugar,
y llevándose a cabo la coronación,
ella en sus adentros repetía,
¿Cómo Dios pudo haber elegido a esta campesina,
tan ignorante y muy niña,
para semejante misión?,
Ay, Juana, si escucharas tu corazón…

MAYO DE 1430
“LA CAPTURA”

¡Debemos conquistar París! afirmaba la niña,


Debe estar loca,
¿Qué acaso no se da cuenta que el rey busca estrategia y no polémica?,
Loca, de amor por la Patria,
Y sabiendo que la estrategia no funcionaría,
Decide marchar por cuenta propia, la loca de caballería.

Sin ejército y mal herida, es capturada,


La loca de la que muchos se reían,
Y estando en manos de los enemigos,
Comenzó lo que se temía,
La pasión de aquella loca,
de la que muchos se reían.
LA DONCELLA DE ORELANS

Abandonada por su pueblo y forastera en tierra ajena,


Emprendió su viaje con mucha gallardía,
y aún con mucha galantería,
se presentó ante el juicio,
¡Oh Señor bendito!
Mándame ese plebiscito a favor de la libertad,
¡Oh Madre de Bondad!
Muéstrame a tu hijo, con gran magnanimidad!

“En Borgoña reclaman, Dios mío, mi muerte,


pero en Inglaterra más que mi muerte, mi honor”,
La doncella clamando al cielo alzaba plegarias,
para que en caso de ser condenada,
expire perdonando, y pidiendo perdón.

¡Juana! Serás trasladada a la prisión de Inglaterra,


¿Pero qué mal he hecho Dios mío?,
¿Acaso no he defendido bien tu causa?
Porque si de mi dependiera,
preferiría morir en mi tierra y no en tierra ajena.
Pero, Señor, ¡Hágase tu voluntad!

¡Juana! La loca de las voces,


¿Acaso no le queda bien el apelativo de bruja?
Porque de doncella, ya no,
“Torturádla”, decían
y entre los dolores que padecía,
manifestaba en su estupor, “La voluntad no era mía”

¿La voluntad no era mía?,


LA DONCELLA DE ORELANS

decía aquella que había liderado ejércitos,


¿La voluntad no era mía?, ¿Entonces de quién?,
De Dios, señores,
De Dios viene la gloria y a Él regresa,
¡Pues dile a tu Dios, que te saque de esta!

Si han de juzgarme que sea con la ley de Dios,


Y apelando al Sumo Pontífice, se verá,
Si miento o si digo la verdad,
Porque muchos no conocen el código celestial,
Por lo que no se sabe si,
El tribunal, realmente, puede ser un juez imparcial.

“Llevadle el mensaje al Papa, llevadle”,


¿Pero para que llevarle?, si otros asuntos son más importantes,
Y por si fuera poco, mucho antes,
Ya hemos resuelto estos temas,
qué sentido tiene llevarle sentimientos culpantes,
al que es eminencia de Roma,
solo para resolver pena ajena.

Dios mío, ayúdame en esta noche oscura de mi vida,


Que sin ti estoy perdida,
Tan dolida y tan hundida,
Por la traición de mis hermanos,
por los que luché hasta con las manos,
para liberar a mi nación.

Hoy me presento ante el tribunal,


Para demostrar que Dios ha triunfado,
LA DONCELLA DE ORELANS

Y con el rostro alturado,


Le imploro a mi único general, tenga piedad,
¡Piedad, mi Señor, Oh, Piedad!
¡Mi Dios, el Dios de los Ejércitos!

JUICIO, PASIÓN Y MUERTE

¿Estás en estado de gracia?


Si no lo estoy, que Dios me lo dé,
y si lo estoy, que Dios me lo conserve,
decía ella durante el interrogatorio,
y sin perder el juicio, insistía:
“Siempre fue la voluntad de Dios, nunca la mía”

¿Odia Dios a los ingleses?,


Del amor o del odio que tiene Dios por los ingleses nada sé,
pero sé que serán expulsados de Francia, excepto los que aquí mueran,
¿Los que aquí mueran? ¿Y cómo han de morir?,
Solo Dios sabe.

¿Qué prefieres, tu estandarte o tu espada?


Preferiría mucho más, mi estandarte a mi espada,
Pues si yo misma llevaba el estandarte, a fin de no matar a nadie,
¡Yo nunca he matado a nadie!, ¡Yo nunca he matado a nadie!,
repetía la sensata niña,
pero mientras más lo repetía, menos personas le creían.

Que ha ganado batallas con brujería, decían,


que no puede haber sido de Dios,
Porque aunque así fuera, la fama y el orgullo,
LA DONCELLA DE ORELANS

Son cosas que una niña, no obtendría de Dios.

¿Y por qué no podría obtenerlo de Dios?,


¿Me he portado mal, acaso?
¿No es que Dios quiere a todos por igual?,
¿o les molesta reconocer tal hallazgo?

¡Cuál hallazgo! ¡Cuál hallazgo!


Son fanfarronerías, y como sigues diciendo tonterías,
te condenaremos a la hoguera,
a ver si así te recuperas,
del juicio que tienes perdido,
aunque en el cielo, si es que llegas,
ya no tendrá sentido,
de que mientas sin motivo,
solo para que algunos te crean.

Preparen el poste y alisten la soga,


que traeremos a la loca, para ser quemada lentamente,
y como nunca fue consecuente,
morirá despacio y sin mayor pena,
aunque digan “Qué dura y triste, la condena”,
¡Justicia, se hizo; Justicia se hará!

Si he de morir, que sea implorando,


a la Virgen María, que me esconda en su manto,
para ir, pues, con ella anticipando,
la gloria de una honrosa entrega,
porque si accedo a aquella estrella,
obtendré el cielo iluminado de perdones,
LA DONCELLA DE ORELANS

y también, a mi Cristo Crucificado.

Comienza la procesión y el gentío se apiña,


para ver el espectáculo, de condena a una niña,
Alisten los candiles y enciendan la hoguera,
ya llega la desdichada, arrastrándose por la acera,
sollozando mira al cielo y caen sus lágrimas,
lágrimas de dolor, lágrimas de bonanza.

Padre, sosténgame esta cruz que apacigua mi dolor,


porque siento un gran ardor, que el corazón me reclama,
y es que si he de morir, no quiero hacerlo,
sin antes mirarle a la cara.

Jesús, Jesús, Jesús,


mira esta cobardía mía,
quejándome del dolor físico,
cuando tú te entregaste por mi vida,
Jesús, Jesús, Jesús,
Oh, cuanto puedo identificarme, con el dolor de María,
Jesús, Jesús, Jesús,
dime si hice bien,
que por ahora sólo sé, que yo sufro también.

¡Padre Nuestro, que estás en los Cielos!


Perdónanos, Señor
¡Padre Nuestro, que estás en los Cielos!
Escúchame, por piedad,
¡Padre Nuestro, que estás en los Cielos!
Oye mi suplica, y borra mi iniquidad.
LA DONCELLA DE ORELANS

San Miguel, Arcángel,


dile a tu Dios, que su hijo tiene sed,
San Miguel, Árcangel,
dile a Dios que me libre, al menos con hiel,
Aunque esta sequedad, viene más del corazón,
que de la garganta.

Sequedad, Señor, sequedad,


del martirio que sufrí,
sequedad, Señor, sequedad,
del corazón que ya no está aquí
sequedad, Padre mío, sequedad,
, en el pecho,
del Agua de Vida,
del Agua sin fin.

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