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L A

RMANyi DE LJL CARIDAD


Ô CORRESPONDENCIA DE BSA NOVICIA
DEL ORDEN DE

SAN VICENTE DE PAUL

BDRJSIg SD S0VICU00

J« | . |tSMS.

TKADUCIDA COK ALGUNAS V A B I A G Ï O ^

P O R PASCUAL ALAHAN.

Edición'do ía ' ^ o c i ^ t.tóliá-.

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IMPRENTA DE IGNACIO ESCALANTE
"•«os DE SAN AGOSTIN, NOM. I.

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a TRODUCCION

i Sr. 'Presbítero Urumont.

M I QUERIDO TÍO:

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™ UANTO pesar me ha causado la carta en que
me dice que no vendrá vd. este año á vernos!
Necesito tanto de sus consejos, que esta no-
ticia, que ha contristado á mi hermana y á
su marido, á mí me ha llenado de desolación. No
vaya vd. á creer, querido tio, que fuera esto solo
-Al ka,. un deseo pueril, no; confiada en su ternura, y en
su prudencia, queria manifestarle mi corazon y
darle á conocer un proyecto que tengo hace mui-
dlo tiempo: es demasiado grave, porque de su eje-
cución depende tal vez mi dicha y mi salud eter-
¿AH^ na. Puede vd. figurarse y comprender cuán di-
FOWDO
chosa me habría creido, si oyera aprobar de viva
voz mi designio; pero, ¿qué me lo aprobará vd.? Yo cuentro una multitud de cuidados, de penas, de
así me lo persuado: con todo, en caso contrario, inquietudes para el porvenir, que me espantan, y
le prometo someterme á todo lo que me mandare, si me dirijo al Señor, y le suplico me dé á cono-
por mucho que me cueste; pues conociéndome vd. cer su voluntad, parece que me dice interiormen-
mucho mejor de lo que yo me conozco á mí mis- te: «No tengas otro esposo que yo.» Pero, ¿có-
ma, está mejor colocado para guiarme en asunto mo deberé consagrarme á EL? Esto es, querido tio,
tan importante. lo que más me aflige; porque lo diré con fran-
Bien sabe vd., querido tio, que no habiendo cono- queza: no siento inclinación por la vida del claus-
cido á mis padres, huérfana casi desde la cuna, tro; querría servir á Dios sin estar encerrada den-
fui colocada por vd. en un convento, que llegó á tro de las paredes de un convento. Aunque admiro
ser para mí el centro de todos mis afectos, hasta mucho las virtudes que allí se practican, me pare-
que la Providencia quiso que viviésemos cerca, y ce una existencia demasiado monótona, y unifor-
que al conocer á vd., hallase un lugar en mi cora- me para mí; un corazon tan ardiente como el mío,
zón para el mejor de los tios. necesita más espacio para dilatarse; por esto gus-
Deseaba yo pasar mis dias en aquel piadoso asi- taría de preferencia de alguna orden religiosa, en
lo; pero vd. lo dispuso de otro modo, y tuve que que las funciones de Marta y de María pudieran
abandonar á mis excelentes maestras, y venir á unirse. Mi director que es también de esa opinion,
habitar con mi hermana, para experimentar si la me indica la Congregación de las Hermanas de la
dicha de que goza en su casa no hacia debilitarse caridad; pero una amiga mia que ha estado de pos-
tulante en una de sus casas, me ha hecho una pin-
mis deseos de entrar en religión.
tura tan sombría de la vida que llevan, que teme-
Ya he obedecido á vd. y pensádolo bien desde
ría emprenderla; por otra parte, yo no las conoz-
que estoy aquí; preguntándome muchas veces si
co, pues jamás han venido á establecerse en las
acaso, como Adela, podría hallarme feliz con la ter-
cercanías, y retiradas como estamos, Adela y yo,
nura de un esposo, y las caricias de amables y
en el fondo de este departamento, jamás hemos ido
hermosos niños; decidiéndome siempre por la ne-
á la ciudad en que se hallan. No pudiendo juzgar
gativa; porque al lado de los gozos de familia, en-
por mí misma de la sinceridad de los informes de
mi amiga, suplico á vd., querido tio, que me ilus-
tre y me diga lo que debo hacer. Miraré su deci-
sión como si fuera de Dios mismo, y me conforma-
ré con ella, como lo quiere también mi director: París 18
obedeceré á vd. á ciegas, á ménos, sin embargo,
que me ordene comprometerme con los lazos del Conságrate al Señor, querida hija mia, esta es
matrimonio. tu vocacion. Hace mucho tiempo que yo también
No dilate vd., querido tio, el contestarme; se lo lo habia creído así; había adivinado los designios
suplico mucho, porque mi buena Adela, que desea de Dios sobre tí, y hoy lo bendigo por esto con to-
que me quede con ella, da diarios asaltos á mi po- do mi corazon: agradécele tú también, por tu par-
bre corazon: algunas veces es ella muy elocuente te, el que se haya dignado abrigar tu inocencia á
y yo demasiado débil; sus lágrimas me pueden mu- la sombra de sus altares, ántes de que el soplo del
cho, y hay momentos en que temo ceder. No du- mundo y de las pasiones hayan opacado su pureza.
do que cuando vd. haya hablado, se resigna- No repruebo, ciertamente, que se comprometan
rá á una separación que no me será á mí ménos algunas con los lazos del matrimonio; por el con-
penosa: además, tiene tanta religión que no se ha trario, reconozco que esta es la vocacion de la ma-
de oponer á la voluntad de Dios, si vd. decide que yor parte, y las vidas de los santos nos enseñan
ésta es conforme á mis deseos más ardientes. que se puede uno santificar en él, lo mismo que en
el celibato; pero esto no quita que el camino por
Perdone vd., querido tio, lo largo de esta carta; si
donde el Señor te llama, sea el más perfecto, el
por mí fuera, no la acabaría nunca: ¡me encuen-
más seguro, y que el alma á quien distingue de
tro tan dichosa cuando platico con vd! que es el
esa manera, deba tributarle continuas acciones de
mejor amigo, el padre adoptivo, el guía de la que
gracias. Di todo esto á tu hermana, y creo que no
se repite con mucho gusto, su respetuosa y obe-
se opondrá ya á la voluntad divina: seria casi una
diente sobrina
falta, llorar un bien, del que todos nos debemos
CECILIA BRÜMONT.
que deseas; las obras de caridad ocupan el lugar
alegrar; además, que recuerde aquellas palabras
déla oracion, y ésta acompaña á los trabajos de
del Señor: Maña ha escogido la mejor parte, la
una vida activa. No creas que hable así por tener
cual no le será quitada. No, hija mia, 110 te se-
una predilección decidida por esas santas hospi-
rá quitada jamás, porque Dios quiere tener aquí
talarias, no; me aparto de todo sentimiento de
en la tierra, algunas almas escogidas, cuyos rue-
preferencia, para no consultar sino tu bien espi-
gos desarmen su cólera: ¡ay! ¿qué seria déla ma-
ritual; no te exhorto á abrazar ese instituto, sino
yor parte de los hombres, si miéntras que comba-
porque, mejor que nadie, he podido apreciar los
ten por conseguir la entrada en la tierra prometi-
modestos é inmensos servicios que las humildes
da, no hubiera en la montaña quienes les ayuda-
hijas de San Vicente hacen á la sociedad.
sen con sus oraciones á conseguir la victoria?
No te responderé sino brevemente á las obje-
Ahora, hija mia, veamos á sangre fria y sin
ciones que podrías sacar de los informes de tu ami-
prevención, sobre todo, qué hábito debes vestirte.
ga: ¿por qué le parecen mal las Hermanas de la ca-
Si he de dar crédito á mi larga experiencia, que
ridad? Solo por una de dos cosas; ó porque quiso,
me hadado algún conocimiento del corazon humano,
presumiendo demasiado de sí misma, entrar en
y del tuyo en particular, te confesaré francamente,
esa congregación sin haber consultado la voluntad
que no te creo de ningún modo llamada á la vida
de Dios, que la castigó por esa presunción, hacien-
puramente contemplativa. Un carácter tan vivo
do que únicamente hallase amargura y disgusto
como el tuyo se sujetarla difícilmente á la vida del
en aquello mismo en que prodiga tantas dulzuras
claustro; aun hay más: temo que una oracion muy
y consuelos á las que son conducidas por Su Ma-
prolongada, extraviaría tu imaginación, que á ve-
jestad; ó bien, lo digo con sentimiento, porque no
ces se exalta demasiado. Así, pues, sobre estoes-
teniendo humildad y amor de Dios, su orgullo se
tamos perfectamente de acuerdo. Ahora, aunque
rebeló por las pruebas á que la sometieron. Lo mis-
quizá te desagrade, debo decirte que despues de
mo te pasaría á tí, hija mia, si entraras á tan san-
haberlo meditado delante de Dios, creo que debes
ta carrera sin tomar la resolución de sacrificar tu
ser Hermana de la Caridad. . . . Sí, hija mia, por- voluntad propia, y de portarte, en todas ocasio-
que en esa piadosa congregación hallarás todo lo
2
nes, como una humilde sierva de los pobres, que
te ilustren sobre tu verdadera vocacion! En todo
es el más bello título de la verdadera Hermana de
caso, creo que servirán para afirmarte en la pie-
la caridad que se gloría de llevar ese nombre, y
dad y en el amor de Dios.
prueba, por sus acciones, que es digna de ello.
Considera, pues, bien, hija mia, las ventajas que Tu tio.—EL P R E S B . BRUMONT.
te ofrece esa congregación; sondea tu corazon pa-
ra saber si podrá vencer ciertas repugnancias que
presenta la delicadeza de nuestra pobre naturale-
za; y, sobre todo, ruega al Señor que te ilumine,
y si te inspira el ser Hermana de la caridad, ven á M U Y QUERIDO T Í O :
buscarme, yo mismo te conduciré á la casa que he
escogido para postularte. Mil y mil agradecimientos: Dios mismo ha ins-
Me parece que se te ocurrirá, si será prudente pirado á vd.: hoy, creo conocer bien mi vocacion,
tomar una resolución tan grave solo sobre mi pa- y con el auxilio de la gracia llegaré á ser Herma-
labra, y sin conocer siquiera los deberes y obliga- na de la caridad. No ambiciono más que un solo
ciones que se te impondrán. Es muy justo estu- título, pero muy hermoso á los ojos de la fe y de
diarlos de antemano; pero como mis ocupaciones la religión, que es el de ser sierva ele los pobres.
me impiden hacerlo por mí mismo, además de las Espero que rogará vd. por mí, querido tio, y que
reglas que debes leer, te acompaño, para suplir el Señor, á pesar de mi indignidad, me concederá
mis explicaciones, una correspondencia de una no- que sea una verdadera hija de San Vicente.
vicia con una amiga suya; y si bien no puedo Así, espéreme vd. muy pronto; iré acompañada
garantizar su autenticidad, sí te aseguro que son de mi cuñado; pero tengo que advertirle que se ha
los sentimientos de la mayor parte de las que han apoderado de todas las cartas que tuvo vd. la bon-
tenido la dicha de pertenecer á esa congregación, dad de prestarme, y le han gustado tanto, que
y que los sucesos que refiere son los que á cada quiere hacerlas imprimir. Esto me aflige, porque
paso se encuentran en ella. ¡Qjalá que esas cartas temo que á vd. no le parezca bien, y he querido
decírselo á fin de que tome sus medidas para impe-
dirlo, si lo cree así necesario, pues conmigo no ha
querido condescender.
Muy pronto, querido tio, le daré un abrazo y le
pediré que cumpla lo que me ha ofrecido, para de-
berle ese nuevo favor.

Su respetuosa y agradecida sobrina,


i SD AMIG1

CECILIA BRDMONT. CAROLINA DE BALTY.

CARTA I .

NOTA.—Con lo que se acaba de leer, queda ex- San B 18


plicado cómo nos hallamos en posesion de esa cor-
respondencia, que publicamos, participando de la Gracias á Dios, Carolina, que tuve en fin el va-
misma opinion que el respetable eclesiástico, cuyo lor de hablarles á mis padres; les declaré ya mi
verdadero nombre hemos ocultado con el de Bru- voluntad de ser Hermana déla Caridad, y habién-
mont, quedándonos la dulce satisfacción de dar á dose convencido bien de que mi vocación viene de
luz virtudes y acciones que muchas veces no tie- Dios, la han aprobado, aunque llenos de lágrimas:
nen más que á Dios por testigo. yo espero que, como son tan piadosos, no tardarán
en consolarse al ver á una hija suya al abrigo de
las tempestades del mundo.
Hacia mucho tiempo que buscaba yo una oportuni-
dad para manifestarles mi deseo, como lo sabes bien;
pero siempre que me decidia á hacerlo, me sobreco-
decírselo á fin de que tome sus medidas para impe-
dirlo, si lo cree así necesario, pues conmigo no ha
querido condescender.
Muy pronto, querido tio, le daré un abrazo y le
pediré que cumpla lo que me ha ofrecido, para de-
berle ese nuevo favor.

Su respetuosa y agradecida sobrina,


i SD AMIG1

CECILIA BRDMONT. CAROLINA DE BALTY.

CARTA I .

NOTA.—Con lo que se acaba de leer, queda ex- San B 18


plicado cómo nos hallamos en posesion de esa cor-
respondencia, que publicamos, participando de la Gracias á Dios, Carolina, que tuve en fin el va-
misma opinion que el respetable eclesiástico, cuyo lor de hablarles á mis padres; les declaré ya mi
verdadero nombre hemos ocultado con el de Bru- voluntad de ser Hermana déla Caridad, y habién-
mont, quedándonos la dulce satisfacción de dar á dose convencido bien de que mi vocación viene de
luz virtudes y acciones que muchas veces no tie- Dios, la han aprobado, aunque llenos de lágrimas:
nen más que á Dios por testigo. yo espero que, como son tan piadosos, no tardarán
en consolarse al ver á una hija suya al abrigo de
las tempestades del mundo.
Hacia mucho tiempo que buscaba yo una oportuni-
dad para manifestarles mi deseo, como lo sabes bien;
pero siempre que me decidia á hacerlo, me sobreco-
gía no sé qué turbación, que me ponia temblorosa; ñas me habían dirigido unas cuantas palabras,
temia disgustarlos, y mi secreto permanecía en el cuando me cogió un temblor general, me puse pá-
fondo de mi corazon, pasándose así los dias, las lida como la muerte, y prorumpí en sollozos. Mi
semanas y los meses, sin que hubiese adelantado madre no pudo contener las lágrimas, aunque sin
nada en un año que hace tuve el primer pen- saber el motivo de mi llanto. El momento no po-
samiento de consagrarme al Señor en la Congre- dia ser más oportuno, lo conocía yo bien, y sin
gación de las hijas de San Vicente de Paul. La embargo, á pesar de todas las reflexiones que me
culpa ha sido mia, lo confieso; pero ¡ay! me sen- hacia interiormente, permanecía callada, sin con-
tía tan débil ante el miedo de afligir á mi querida testar ni una palabra á las preguntas afectuosas
madre! Combatida sin cesar por el deseo de ser de mi padre. Por fin; me arrodillé delante de mi
fiel á la gracia y el temor de lastimar el corazon madre, puse mi cabeza sobre sus rodillas, y supli-
de mis padres, me llegué á poner tan triste y tan cando á Dios que me diese valor, sintiéndome un
preocupada, que mi madre entró en cuidado, lo poco fortalecida, tomé las manos de mis padres,
que era muy natural, pues nunca la he acostumbra- las besé, y la declaración tanto tiempo aplazada,
do á que me vea con semblante melancólico: pri- se escapó de mis labios: ¡ay! sentí que se me qui-
mero creyó que era por alguna enfermedad; pero taba un peso horrible. No podré describirte la es-
como le aseguré que nó, pensó que seria por deseo cena que siguió; fué muy tierna: habiéndose con-
de casarme, y que no quería yo decírselo. Le co- vencido de que mi resolución no era efecto, ni de
municó sus sospechas á mi padre, lo que vino muy una inclinación contrariada, ni de un momento de
á tiempo, pues acababa de recibir una carta muy exaltación y de fervor, mis padres me abrazaron,
cumplida y política, pidiéndole mi mano. Era un me dieron su consentimiento, y echando la bendi-
bello partido, un joven rico y buen católico; no ción sobre mí, dijeron: ¡Querida hija! ojalá que
hay más qué decir, era el que se interesaba por mí. seas dichosa y consigas tu salvación en el estado
Inmediatamente me llamaron mis padres, creyen- santo á que te llama la voluntad divina! Dígnese
do que me iban á dar una dulce sorpresa. Sin sa- también el Señor de recibir el sacrificio que le ha-
ber yo nada, fui á ver qué me querían; pero apé- cemos hoy!
Sí, Dios se los recibirá; es tan bueno que desde con él; y además, lo que no es nada malo, tiene
ahora se ha dignado darles un alivio en el pesar una bonita fortuna, de que sabe usar noble y cari-
que les causa mi resolución: porque siendo la ma- tativamente. Bien pronto se arreglaron los por-
yor de sus hijos, deseaban ardientemente que me menores. Felipe, que no tiene más parientes que
casara, para que en caso de que faltaran, pudieran nosotros, va á comprar una casa cerca de la nues-
confiar á mis cuidados á mis otros hermanos chi- tra; con lo que mis padres, al perder su hija ma-
cos, conociendo lo mucho que los quiero, y morir yor, se encuentran que no han hecho más que cam-
así en paz. Pero es justo decir que aunque Elisa biarla por un hijo cariñoso y dedicado, porque
es menor que yo, es muy juiciosa para su edad; Felipe se porta así con ellos. Él me ha dicho que
pues muchas veces me he admirado de lo bien que mi resolución le hizo anticipar la conclusión de su
discurre, y creo que á pesar de sus pocos años, matrimonio, que deseaba hacia varios años, y que
será una excelente madre de familia, y que llega- ahora se verificará dentro de un mes.
da la vez, cumplirá sus deberes para con sus her- ¡Ah! no cesaré de repetirlo: Dios es muy bueno
manos menores, mucho mejor que tu pobre amiga. para con nosotros, y muchas veces no le corres-
Por esto, no puedes figurarte, Carolina, con qué pondemos sino con ingratitud. Me colma de con-
fervor pedia yo á Dios, hace algún tiempo, que le suelos en estos momentos, porque todavía no te he
concediese antes de mi salida de la casa paterna, contado todo. A mis ruegos, se han decidido mis
un esposo según su corazon, y que fuera capaz de padres á sacar á Alina del convento en que se ha
estimarla en lo que vale. Este deseo precisamente educado: va á cumplir quince años, y espero que
es el que va á realizarse; ya pueden tranquilizarse ocupará muy bien mi lugar para cuidarlos: ya sa-
mis padres por la suerte de su familia más joven, lió mi padre por ella y la esperamos de un mo-
puesto que Felipe mi primo, que vino á pasar unos mento á otro.
dias con nosotros, ha pedido á Elisa en matri-
Ya ves, todo se dispone de la mejor manera;
monio.
pues si hubiera aceptado el partido que se me ofre-
Piensa cuál habrá sido nuestro gusto: Felipe es cía, habría tenido siempre que separarme de mis
tan bueno, que Elisa no puede menos que ser feliz padres, por seguir á un extraño, que me iba á lie-
var á más de sesenta leguas de aquí. He hecho ¿quién no siente latir su corazon de amor y de
mucho mejor, porque estoy segura de que el Espo- agradecimiento al solo nombre de su madre? ;
so por quien los dejo, no le repugnan mis mise- Si la salud de tu padre te impide venir á asistir
rias, sino que las tolera con bondad; y de que, si al casamiento de Elisa, procuraré, al ir á París,
le soy siempre fiel, me dará á gustar una felici- »detenerme un dia en tu casa; me daría mucha pe-
dad mil veces preferible á la dicha mezclada de na no poder abrazarte una vez más.
tantas amarguras, que se halla en la unión mejor Adiós: concluyo pidiéndote que unas tus ruegos
combinada. á los de tu amiga, para que el Señor le dé la fuer-
Así, pues, en cuanto pasen las bodas de Elisa, za que necesita, y que solo halla en su Crucifijo.
saldré para Paris, con mi padre, que quiere lle- 1
• l • ,-IIfi i S'lbiGg
varme él mismo á la casa en que he de entrar de
postulante, que es un hospicio en que está de su-
periora una amiga de mi madre, desde que era ni- CARTA I I .
ña, á quien le escribió ya, y contestó con mucha
amabilidad, prometiéndole que procuraría ocupar San B. . . . 18

su lugar para conmigo. Se casó Elisa y solo ha sentido, casi tanto como
¡Ay, Carolina, qué débil estupobre amiga! cuan- yo, que la situación de tu padre nos haya priva-
do pienso en que va á llegar el dia en que me se- do de tu compañía. No hubo reunión el día de su
pare de mi muy querida madre, despues de haber boda, sino solo una comida de familia; y ella le pi-
recibido tal vez su último beso, mi corazon se ha- dió á mi madre que lo que debia haber gastado en
ce pedazos, no puedo contener las lágrimas.. .. la fiesta, lo entregase al señor Cura para distri-
Espero que el Señor me perdone este llanto, pues- buirlo entre los pobres vergonzantes de la parro-
to que ÉL nos impone el deber de esa ternura fi- qiíiaT100'19^ 'íscfab ío saycfím aon éu'o oj
lial, el primero y el más puro de todos los afectos, ¡Ojalá que sus ruegos atraigan sobre su enlace
que sobrevive á los demás, que nos toma en la cu- todas las bendiciones del cielo!
na y nos acompaña hasta el sepulcro. ¡Dios mío! Alina ha vuelto ya á la casa paterna, y si el ca-
riño de hermana no me ciega, te diré que es difícil 3io exrí on JsaBíxnsíí 9b oíi.
hallar una niña mejor: la has de querer cuando la
conozcas: es el vivo retrato de mi madre, aunque
de carácter más alegre. Mi padre dice que es en
lo único que se me parece: yo no soy de su opi- CARTA n i .
nion, pues sin modestia de mi parte, conozco que
Alina vale mucho más que yo; por lo demás es una Paris
ventaja que tenga un carácter alegre, porque así
consolará más pronto á mis padres por mi ausen- He llegado á Paris; mi padre está descansando,
cia; aunque en el corazon de los padres el lugar y yo, aunque muy fatigada por el viaje, no he
de un hijo que pierden, no lo ocupa ningún otro; querido acostarme sin escribirte unas cuantas pa-
el que conservan, por mucho que lo quieran, no labras: está mi corazon tan angustiado, que nece-
puede hacer olvidar al que sienten. sito una poca de expansión en el seno de la amis-
Salgo de aquí á dos dias, y por un contratiem- tad. ¡Ay! No me reprendas por esta disposición
po, del que no me atrevo á quejarme porque veo de mi alma, porque no te puedes figurar todo el
en él la voluntad de Dios, ha sido preciso cambiar valor que necesité para desprenderme de mi ma-
nuestro derrotero, por lo que ya no podré verte al dre, que me abrazaba ahogada en sollozos, mién-
p a s a r . . . . Es un nuevo sacrificio que el Señor tras de que Alina, Elisa y su marido, humedecían
exige: ofrezcámoselo juntas. mis manos con sus lágrimas, y mis hermanitos
Ya no te escribiré sino de Paris, y concluyo, chicos Pablo y Víctor, me detenían por el vestido
porque te confieso que miéntras más próxima está llorando, y gritaban: ¿Por qué te vas? quédate
mi partida, tanto más me parece como especie de con nosotros, te queremos mucho!
hurto al amor filial, todo el tiempo que no paso Ay, Carolina, si hubieras presenciado esa esce-
con mis queridos padres. na tan tierna, y te hubieras, hallado en mi lugar,
No ceses de pedir á Dios por tu amiga. tal vez te hubieras sentido inclinada como yo á de-
cir: Ya todo se acabó; mi querida madre, herma-
n ^ f o S ó ^ S T O f e n ; me quedaré con vdes To- Poco despues, tomábamos el camino de la capi-
davía tiemblo al recordar que estuve á punto de tal, y el castillo gótico del pueblo en que nací, los
desobedecer la voz de Dios por escuchar la de la bellos árboles de sus paseos, el campanario de mi
naturaleza, que me excitaba á resistir á mi voca- querida iglesia parroquial todo desaparecía á
ción. Por fortuna mia, en el momento en que ven- mis ojos nublados de lágrimas Me pareció en-
cida por el pesar de dejar personas tan queridas, tonces que segunda vez me separaba de los que
iba yo á pronunciar la fatal promesa, llegó nues- lloraban mi partida.
tro respetable cura. Su sola presencia bastó para En fin, llegamos á París; ya le escribí á mi ma-
avergonzarme de haberme detenido en ese pensa- dre tratando de consolarla, y he encontrado de
miento y para fortalecerme contra la tentación: nuevo no mi antigua alegría, que creo haberla per-
creía que ya habia yo partido, y venia á dar á mi dido para siempre, sino una gran tranquilidad de
familia los dulces consuelos de la religión. No sé alma, y la dulce paz y satisfacción de que se go-
si adivinó mi combate interior, pues me recordó za, cuando uno toma el camino que Dios manda
tan á tiempo de qué necesidad era para mi salva- que se tome.
ción el que correspondiese á las gracias de que me Pasado mañana irá mi padre á presentarme á la
ha colmado Dios, que me encontré con bastante Superiora en cuya casa debo ser recibida como pos-
fuerza para consumar mi sacrificio, desvanecién- tulante; cree mi padre, que es solo una visita, pe-
dose repentinamente micobarde irresolución. Abra- ro para evitarle, en cuanto es posible, el pesar de
cé por la última vez á mi tierna madre y á mis la separación, que le es tan penosa, está arregla-
hermanas, y salí de prisa, bajando prontamente do que me quede con cualquier pretexto: un anti-
la escalera, y entrando en un coche que me espe- guo amigo suyo que es el que nos ha recibido en
raba en la puerta. En seguida subió mi padre; y ha- su casa lo acompañará. Está ya en el secreto,
bia pasado mucho tiempo, ya muy léjos de casa, aprueba el plan, y me promete que volverá á lle-
cuando noté que Julia y mi anciana aya, habían var á mi padre á su casa, distrayéndolo lo mejor
querido acompañarme é iban enfrente de mí en el que pueda: esta primera separación nos hará más
carruaje. fuertes á todos para soportar la última de todas.
Adiós, querida Carolina, no ceses de pedir al Se- vestida con el traje negro de las postulantes, te-
ñor la gracia de que persevere hasta el fin. Si sé nerte á mi lado y edificarme con tus ejemplos.
me permite te escribiré muy pronto. Tu amiga. ¡Quién sabe si algún dia me dará Dios este consue-
lo! Es necesario prevenirte que no haciendo caso
del amor propio, no me cuidaré absolutamente de
enviarte obras maestras de estilo epistolar: tras-
ladaré mis pensamientos, mis recuerdos al papel
tal como me vayan viniendo; y si algunas veces
notas falta de ilación, ó repeticiones de detalles,
dispénsalo á la pobre postulante, que se ve obli-
CARTA IY.
gada á interrumpir una frase, quizá bien comen-
zada, por ir á dar de beber á una enferma, ó por
Parí?. Hospicio
voltear en su cama de dolor á una anciana paralí-
tica, impedida de todo movimiento. Este es un
Estoy de guardia esta noche en la sala de en-
exordio preparatorio que mi vanidad hacia indis-
fermas, y aprovecho esta ocasion para platicar
pensable. Ahora ya puedo comenzar.
contigo, querida Carolina, gusto de que me han
privado hace un mes largo, los muchos quehace- Antes que todo, te diré que las cosas se pasa-
res que llenan mis dias: todos mis instantes son ron con mi padre como yo .había deseado. En el
contados y empleados por mis superioras, sin que dia señalado me presentó á Sor Sofía, mi Superio-
me quede ninguno [que consagrar á la amistad. ra, á quien llamamos nuestra madre. Estuvo tan
bondadosa para conmigo, que desde luego le pedí
Para que tú misma juzgues, voy á contarte por
una entrevista particular, que me concedió inme-
menor todo lo que hago, desde que estoy en esta
diatamente. Le di á conocer mi deseo de quedar-
bendita casa, donde me encuentro tan dichosa
me ese mismo dia en la casa, manifestándole los
que desearía que todas las personas que amo par-
motivos que habia para hacerlo; y aunque dudó
ticiparan de' mi felicidad: esto es bastante decir,
un poco, por fin consintió en ello. Despues arre-
para que entiendas que quisiera verte como yo,
4
Adiós, querida Carolina, no ceses de pedir al Se- vestida con el traje negro de las postulantes, te-
ñor la gracia de que persevere hasta el fin. Si sé nerte á mi lado y edificarme con tus ejemplos.
me permite te escribiré muy pronto. Tu amiga. ¡Quién sabe si algún dia me dará Dios este consue-
lo! Es necesario prevenirte que no haciendo caso
del amor propio, no me cuidaré absolutamente de
enviarte obras maestras de estilo epistolar: tras-
ladaré mis pensamientos, mis recuerdos al papel
tal como me vayan viniendo; y si algunas veces
notas falta de ilación, ó repeticiones de detalles,
dispénsalo á la pobre postulante, que se ve obli-
CARTA IY.
gada á interrumpir una frase, quizá bien comen-
zada, por ir á dar de beber á una enferma, ó por
Parí?. Hospicio
voltear en su cama de dolor á una anciana paralí-
tica, impedida de todo movimiento. Este es un
Estoy de guardia esta noche en la sala de en-
exordio preparatorio que mi vanidad hacia indis-
fermas, y aprovecho esta ocasion para platicar
pensable. Ahora ya puedo comenzar.
contigo, querida Carolina, gusto de que me han
privado hace un mes largo, los muchos quehace- Antes que todo, te diré que las cosas se pasa-
res que llenan mis dias: todos mis instantes son ron con mi padre como yo .había deseado. En el
contados y empleados por mis superioras, sin que dia señalado me presentó á Sor Sofía, mi Superio-
me quede ninguno [que consagrar á la amistad. ra, á quien llamamos nuestra madre. Estuvo tan
bondadosa para conmigo, que desde luego le pedí
Para que tú misma juzgues, voy á contarte por
una entrevista particular, que me concedió inme-
menor todo lo que hago, desde que estoy en esta
diatamente. Le di á conocer mi deseo de quedar-
bendita casa, donde me encuentro tan dichosa
me ese mismo dia en la casa, manifestándole los
que desearía que todas las personas que amo par-
motivos que habia para hacerlo; y aunque dudó
ticiparan de' mi felicidad: esto es bastante decir,
un poco, por fin consintió en ello. Despues arre-
para que entiendas que quisiera verte como yo,
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glamos cómo liabia de hacerse, y volvimos al cuar- no llamamos Consoladora de los afligidos; jun-
to donde estaba mi padre y su amigo, que era mí tas le rogaremos que consuele á su familia, y á vd.
cómplice, y que nos sirvió admirablemente pidien- lé dé la paz del corazon: esté vd. segura de que
do que les enseñaran la casa. No se detúvola Su- nos oirá.
periora en satisfacer esa curiosidad; nos hizo re- Entramos á la capilla: se arrodilló junto á mí,
correr varias salas, y con mucha destreza hizo que á los piés de una estatua de la Santísima Virgen,
mi padre se separara de mí, sin que notara su in- y, sin duda, á sus fervorosos ruegos debí la gra-
tención. Era el momento más oportuno, é inme- cia que alcancé de Dios, por intercesión de su Ma-
) diatamente una hermana joven, tan bella y tan dre Santísima: mis pesares y sentimientos se cal-
amable como su nombre, Sor Angela, me hizo se- maron inmediatamente, y sentí mi alma inundada
ña que la siguiese; me condujo á una sala en que de una alegría celestial, que no me ha dejado des-
estaba reunida la comunidad para la recreación de entónces. Consumé mi sacrificio: espero que el
que tienen despues de la comida, que es á las once. Señor lo habrá recibido con agrado, pues costó
Me recibieron con mucha afabilidad, lo que me en- mucho á la naturaleza. Igual cosa sucedió con
terneció, y me dijeron que esperaban llegar á te- mi padre; en las varias ocasiones que lo he visto
ner la dicha de darme el dulce título de hermana. despues, me ha parecido enteramente resignado á
¡Dios quiera escucharlas! y ojalá que yo no me la voluntad del áéñor: ¡Dios sea bendito!
haga indigna de obtenerlo muy pronto! Ya van cuatro veces que interrumpo esta carta
Sin embargo, por más que hacían para distraer- y la vuelvo á seguir; pero también ya estás preve-
me, sentía que se me oprimía el corazon al pen- nida que si te parece mal ligada, te dediques á cor-
sar en mi padre, y no pude menos que llorar cuan- regir el estilo de la pobre postulante que no tiene
do, viendo entrar á la Superiora, conocí que aca- tiempo para hacerlo.
baba de partir lleno de tristeza, dejándome en aque- Sabrás que nos levantamos á las cuatro de la ma-
lla casa. ñana; y te parecerá cosa muy rara que tu amiga,
Entonces, Sor Sofía me tomó de la mano y me que ántes le costaba mucho trabajo levantarse á
dijo: venga vd. á encomendarse á la que no en va- las siete, ahora esté en pié al primer toque de cam-
pana. Hechas las camas, vamos á la capilla á te- Superiora general, que es quien nos admite al no-
ner una hora de meditación; no te escandalices,, viciado, donde se nos forma á la vida espiritual, y
pero es para mí la hora más penosa de todo el dia, se nos enseñan las- obligaciones y los deberes de
y te diré por qué: en .vez de imitar los ejemplos de nuestro santo estado: digo nuestro, esperando, con
recogimiento que tengo á la vista, no sé yo cómo,, la gracia de Dios, perseverar hasta el fin.
es precisamente el motivo que escoge mi imagina- En cualquiera parte se puede estar de postulan-
ción para representarme á mi madre y hermanos. te; pero el Seminario ó noviciado, como quieras
Parece que les hablo, que platicamos, y muchas llamarlo, no puede tenerse sino en la casa central;
veces se pasa la oracion sin que haya pensado na- no hay excepción en esta ley: toda postulante de-
da en Dios. Hago muy mal, lo sé; pero por más be pasar allí cierto tiempo ántes de recibir el há-
esfuerzos que hago para entrar en juicio y acallar bito completo de Hermana de la caridad; despues
esos vanos pensamientos, 110 lo consigo. Me afli- de ese favor, que jamás se concede sino al fin de
ge esto tanto, que ya se lo he dicho á nuestra Ma- un retiro de ocho dias, se manda á las novicias
dre, quien me consuela prometiéndome que cuando á alguna de las casas de la Congregación, donde
entre al Seminario, n.e enseñarán cómo debo por- hacen los mismos quehaceres que las hermanas
tarme, y que entonces la meditación me parecerá que han hecho los votos, que no llegan á pronun-
muy fácil, y se cambiará poco á poco'en un dulce ciarse sino hasta los cinco años; hasta entonces no
hábito. ¡Dios lo quiera! tiene uno ningún compromiso con la Congrega-
Te d i r é para tu instrucción, querida Carolina, ción, quien, por su parte, puede también excluir-
que el Seminario es el primer paso para el novi- nos de su seno; sin embargo, se necesitan razones
ciado: ese tiempo se pasa en la casa central de la muy graves para que las Superioras lleguen á ese
Congregación, calle del Bac, donde residen la Su- extremo, ó motivos de salud. Esta medida es pru-
periora general y todas las dignatarias. Cuando dente; porque ¿qué servicios podrá esperar la co-
la Superiora de la casa en que uno ha entrado de munidad de miembros enfermos, estando obligada,
postulante tiene algunas razones para creer que por otra parte, á cuidar de las hermanas ancianas
nuestra vocacion es verdadera, nos presenta á la ó achacosas, que su mucha edad ó penosos traba-
jos lian inutilizado, poniéndolas fuera de servicio? ^o^).pleos mas viles, sin que tuviera yo derecho
Ésas venerables siervas del Señor son recogidas « de quejarme. No creaiíyD
ÍJOS. X0ÍI9O vd.d.S7
qué tales
j&lS cambios,8ío3iü.
oOiUJyX9íl-9y cu-
en Ta Casa central y tratadas con el mayor respeto. << j o s ejemplos son bastante raros, deban conside-
Es nuestro cuartel de inválidos. « rarse como un castigo; no son muchas veces si-
Todas las Hermanas conservan gratos recuerdos ,« noÍQJj
oOÍJ una05prueba
f G'jJh saludable para la humildad
3JuL de X
2i3l30 la
del tiempo de su noviciado; no hablan de él sino «fque fué Superiora, y otras ocasiones sirven pa-
con cariño y sentimiento; ponderan tanto las dul- « ra mostrar plenamente las virtudes de aquella á
zuras espirituales que allí se gustan, que yo tengo « quien se exige ese sacrificio, y proponerla como
casi tanta ansia de entrar en él, como tenia hace « modelo á las hermanas jóvenes, fáciles de dejar-
pocos meses de ser postulante. Pero me parece que « se llevar de pensamientos de soberbia.» Despues
me he distraído mucho de lo queme habia propues- de ese sermoncito, le prometí á mi nueva madre
to al comenzar esta carta: volvamos al asunto sin con todo el corazon, renunciar en todas cosas á mi
rodeos. propia voluntad, lo que espero que no me costará
Al dia siguiente de mi llegada, me llamó aparte mucho trabajo, porque siempre he creído que es
la Superiora, y, despues de haberme explicado mucho más fácil obedecer que mandar, y que se
con brevedad las nuevas obligaciones que iba yo encuentra en eso doble ventaja; pues no se tiene
á contraer entrando al postulado, me preguntó si responsabilidad de sus obras, y Dios recibe las me-
me sentia con bastante ánimo para obedecer cie- nores acciones hechas por obediencia.
gamente á todo lo que me mandara, «porque, aña- En seguida nuestra Madre me mandó que fuera
« dió, la santa obediencia es la primera de las vir- á ayudar á la cocina, donde la hermana que pre-
t u d e s necesarias á una hija de San Yicente dé side me dió un delantal blanco y me puso á traba-
« Paul: todas hacernos voto de ella. Aquí me obe- jar. Gracias á mis padres que me enseñaron á ha-
«decen á mí, y yo debo tener una sumisión ciega cer todo, porque les gustaba que sus hijas supieran
«á la Superiora general que podría, si lo juzgara hacer lo de la casa, salí con bien de esa primera
«útil á la gloria de Dios, quitarme hoy misino de prueba, y dos dias despues me cambiaron de em-
«esta casa y enviarme á otra á desempeñar los pleo. Me tuvieron en el lavadero, despues en la
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lencería ó costura, y por último, hace ocho dias. anterior. Creo que te conté que estaba yo en la
que me llan puesto en la sala de Santa Marta, con- sala de Santa Marta, destinada á mujeres enfer-
fiada al cuidado de Sor Luisa, que es un modelo mas, y confiadas al cuidado de Sor Luisa que sa-
de dulzura, de bondad- y de paciencia, que se ne- be curar las enfermedades del alma, al mismo tiem-
cesita mucha para responder con calma á tantas po que alivia los sufrimientos del cuerpo. No te
impertinentes exigencias de algunas enfermas, cu- referiré sino un solo ejemplo, pero que basta para
yo genio lo ha exasperado la miseria y los sufri- apreciar su celo.
mientos. Algunos momentos despues de mi entrada en
Las llegadas más recientemente, son siempre aquella sala, me empezó Sor Luisa á hacer algu-
las más difíciles de contentar; porque despues Sor nos encargos: que le diese de beber á una de sus
Luisa las va cambiando, poco á poco, tan comple- queridas enfermas, como ella les llama; que á otra
tamente, que no parecen las mismas personas. Te le levantase la almohada, etc.; satisfecha del modo
podría contar varios casos; pero esta carta se ha con que yo los cumplía me dijo soriendo: «Puesto
alargado tanto que es preciso cortarla, suplicando que tiene vd. tanto empeño, voy á encargarle que
guardes tu curiosidad hasta la próxima, que será me cuide á una joven que tengo, que es un modelo
de aquí á varias semanas. de paciencia y de resignación; vd. se edificará se-
Adiós. Tu amiga. guramente y admirará tanto como 3^0 la fuer-
za del amor divino, y el poder de la gracia en
esta pobre niña.» Diciéndome eso, llegamos á
una cama en que descansaba tranquila una jo-
CARTA Y. ven de figura muy interesante. Tenia diez y
seis años, pero no representaba más que diez ó
París. Hospicio
doce.
Querida Carolina: obligada como estoy á no per- A la voz de Sor Luisa, que le preguntaba cómo
der nada de tiempo, aun cuando te platico, tomo se sentía, abrió los ojos, y, mirándola fijamente,
mi historia en el punto en que la dejé en mi carta la dije con un acento que me impresionó: ¡Ay, her-
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mana! bien: porque estoy como Dios lia quérM'0 cuerpo es todo una llaga que exhala un hedor in-
ponerme. fecto, que, debo confesártelo, me molestó el estó-
¿Sufre vd. tanto como ayer, hija mia? le pre- mago, pero no hice caso, y desde entonces no lié
guntó Sor Luisa poniendo su mano en la abrasa- vuelto á sentir repugnancia, aun en las cosas más
da frente de la enferma. desagradables.
Sí, respondió con amable sonrisa: con todo, cuan- Vuelvo á mi historia: todo el tiempo que duró
do vd. está, me parece que me alivio un poco. la curación que mi inexperiencia debe haber hecho
~'ril_¿Pero qué, cuando me voy no se queda Dios, muy dolorosa, no pronunció una sola queja, y tu-
que se agrada tanto de verla padecer con pacien- vo fijos los ojos todo el tiempo en su Santo Cristo.
teginskai oío Su rostro angelical no perdió un solo instante su
¡Ah! sí: y el pensamiento de que me lo ten- serenidad acostumbrada, miéntras que yo sudaba
drá en cuenta, me da fuerza cuando me veo á pun- á mares, y no podía más de mortificación.
to de ceder: ha sido Dios tan bueno para conmigo! ¿La he molestado mucho? le pregunté.
me ha concedido tantas gracias, que seria una gran —No cosa, me dijo, y se desmayó.
ingratitud rebelarme contra su voluntad santísi- Acababa yo de hacerla volver en sí, cuando en-
sima. tró su madre: me pareció prudente separarme,
pero deseaba mucho platicar con esa señora para
—Consérvese vd. siempre en esta disposición,
que me contara algunas particularidades de la vi-
mi pobre Genoveva, y esté segura de que Dios la
da de Genoveva; así la espié cuando salia y le pe*
recompensará.
di licencia á Sor Luisa de irle á hablar: me la dió,
La joven no respondió nada, sino que dirigió al
fui á alcanzarla, y le pregunté si su hija habia si-
cielo una mirada, con una expresión de gozo y de
do siempre tan piadosa como ahora.
amor que nunca olvidaré. ¡Ay Carolina! enton-
Desde, que hizo su primera comunion, jamás ha
ces comprendí que valia mucho más que yo: la
sido de otro modo. Antes sí, era un demonio, aun-
llegué casi á tener envidia, deseando, estar en su
que es verdad que yo también descuidaba educar-
lugar. Por esto, fué con cierta especie de respe-
la en el amor de Dios. Pero cuando, gracias á Sor
to como me puse á asistir á esa santa niña, cuyo
Luisa, comprendí que no es suficiente que una ma- mera vez que Sor Luisa me habló de' Dios, me pu-
dre.qué quiere cumplir con sus deberes, se limite se á reír; pero ella se portó tan bien conmigo, -que
¿ cuidar del cuerpo de sus hijos; cuando me hizo .á la larga hizo que comenzara á reflexionar. Lle-
conocer que la salud de sus almas debe ser antes gué á pensar que podria tal vez tener razón; y
•que todo, entónces, empecé á enviar á la escuela despues me pareció que no era prudente exponer-
á mi hijita Genoveva, y las lecciones de las her- me á ser desgraciada en esta vida y en la otra, en
manas han hecho que sea lo que vd. vé, un ángel caso de que la hubiera; por fin, pedí un confesor,
de Dios que muy pronto será llevado al cielo. y le puedo asegurar á vd. que salí del hospicio cu-
:« ¡Áy! si demasiado pronto, añadió llorando, los rada del alma y del cuerpo. Mi primer cuidado,
sufrimientos de mi pobre hija tocan ya á su tér- de vuelta á mi casa, fué hacer que se convirtiera
mino Ya no puedo hacerme ilusiones, es mi marido. Me costó mucho trabajo conseguir que
imposible que viva ni unos cuantos dias » llegara á confesarse, porque le repugnaba sobre-
Aunque yo pensaba lo mismo, procuré decirla manera; pero, por último, llegó á hacerlo, y desde
algunas palabras de consuelo; movió la cabeza, entónces parece otro hombre, tanto ha variado:
manifestando que no las creía, y agregó: «Estoy no bebia diariamente, es verdad, pero sí con mu-
resignada á la voluntad de Dios.» Estaba yo muy cha frecuencia, y entónces no parecía hombre si-
conmovida; pero lo que me habia contado esa se- no león: tiraba los trastos, me daba de golpes,
ñora, habia excitado más mi curiosidad, y así le maltrataba á los niños, y tal vez los hubiera lasti-
pregunté cuándo y cómo habia conocido á Sor mado si no se los escondiera yo. . . . ; pero hoy,
Luisa. 3'a no hay nada de eso: no se ha vuelto á embria-
«Hace diez años, respondió, tuve una enferme- gar: el dinero que gana me lo lleva para el gasto,
dad muy grave y me trajeron á esta misma sala en y mi casa, que era un infierno, es hoy un paraíso,
que está mi hija. Entónces no creía yo ni en Dios; gracias á Sor Luisa que nos ha hecho cristianos.
me burlaba de todo aquello que no tenia relación Mis hijos son muy prudentes y trabajadores, y so-
con mis necesidades materiales, y vivia entera- lo tengo un pesar, pero muy grande, y es: ver á
mi querida hija Genoyeva en el estado en que es-
mente .corno si no tuviera alma que salvar. L a p r i -

« n m
tá. Con todo, puesto que así lo dispone Dios, no o« ,soiQ sfl^feií) oí i3.fi -sup oJa|uq ,oboj noO M
rae debo q u e j a r . . . . » «... , 'ífijOIJp ocíeb 901
Parecía que aquella buena señora iba á seguir •n/.jjQg h í.difíip/TSSr¿ae;j-d Ssüfmps ou'p BÍOQ'ÍBI
hablando, pero fué preciso interrumpirla porque SUpTOr; abirTü;rr/atru r^s'ííi bul 0'19<j «ofmfiídml
la campana llamaba al refectorio. Me despedí, pro- CARTA, VI,
metiéndole cuidar con todo empeño á su pobrecita París. Hospicio. ,
hija, y bendije á Dios que se habia servido de una .Sfí.rr 9b - : - -oiC ¿ ©ybnad Y .fíjjíí
humilde Hermana de la caridad para traer á una
Regocíjate conmigo, querida Carolina: tengo
familia al sendero del bien y de la virtud. ¡Ojalá
mucha alegría y me cuesta trabajo persuadirme
que algún dia, tan miserable como soy, llegue á
que no estoy soñando. Lée y juzga si acaso podría
ser el instrumento de su misericordia!
esperar tan pronto lo que me pasa.
Como puedes creer, le cobré mucho afecto á la Hace algunos dias que me dijo nuestra Madre,
piadosa Genoveva y la lloré como si hubiese sido que estando muy satisfecha de mi conducta, me la
de mi familia, cuando, á los ocho dias, voló su be- quería premiar llevándome á la Casa central, que
lla alma al cielo. Me dieron licencia de amorta- tanto he deseado ver. No me hice nada del rogar,
jarla y de dar á su pobre madre algo de dinero pa- y nos pusimos en camino. A la media hora llega-
ra el entierro. Ella me prometió ántes de morir, mos á la calle de Bao, y nuestra Madre me pre-
que si se salvaba, como confiaba tanto, le habia de sentó á la Superiora general, á la Maestra ele no-
pedir á Dios para mí, la gracia de la perseveran- vicias, y, en fin, á todas las dignatarias de la casa,
cia: yo tengo mucha esperanza de que me la al- quienes estuvieron muy amables conmigo. Yo esta-
cance, y que, algún dia, la pobre Enriqueta podrá ba tan conmovida, tan temblorosa, que no te puedo
firmar: Sor Fulana, indigna hija de San Vicente decir si respondí algo en regla á las preguntas que
de Paul. me hacian. Quizá por lástima, ó por algún otro
Mientras tanto, es necesario conformarse con motivo, la Maestra de novicias le encargó á una
repetirse solo, tu amiga. hermana joven que me llevara á la capilla y al
jardín. Nos arrodillamos ante el altar de San Vi-
cepte, y le pedí con toda mi alma que dispusiera me causó una alegría que no pudo menos que ho-
en mi favor el ánimo de la Superiora general y de habló despues unos momentos apar-
su Consejo, porque no dudaba yo que escarian t r a - te con Sor Sofía, que vi que hizo un signo afirma-
tando de mi admisión al noviciado; pues aunque tivo, y nos fuimos.
quiero mucho á mi madre Sor Sofía, y á la excelen-
Béspues de esa visita, he procurado redoblar
te Sor Luisa que, en confianza, me consiente dema-
mi célo y exactitud, y he sido premiada sabiendo
siado, habriayo dado todo cuanto hay por no vol-
que mañana debo entrar al noviciado. . . . ¡Al no-
ver al Hospicio. ¡Ay! es que se exhala un suave
viciado! Carolina, ¿comprendes bien mi dicha?'
perfume de piedad de esta hermosa capilla, enri-
¿Qué he hecho para merecerla? Muy poco en rea-
quecida con las reliquias de nuestro bienaventura-
lidad: las pruebas á que me han sometido, he ha-
do Padre; además, reina en toda esta casa un or-
llado tan fáciles, que siempre esperaba tener que
den tan admirable, que penetra el alma y se tras-
sufrir otras que merecieran ese nombre. ¡Oh! Ca-
luce en todas las personas que se encuentran.
rolina, si estuvieras en mi lugar, exclamarías co-
Todavía estaba en oracion, cuando entraron las mo yo: ¡Qué bueno y misericordioso es el Señor!...
novicias á la capilla, y al través de su recogimien- No te escribiré durante todo el tiempo del novi-
to, pude notar en todas ellas no sé qué aire de go- ciado porque no hay licencia para eso; además de
zo y de felicidad, que me pareció como un reflejo • que nos hacen trabajar y estudiar tanto, que apé-
de la paz y de la dicha que han hallado en este nas pondré unos cuantos renglones á mis padres.
santo asilo. No lo llevarás á mal, pues muchas veces me has
Antes de irnos, me llevaron de nuevo ante la Su- dicho que el deber es ántes que todo. No sabrás
periora general, queme dijo algunas palabras para de mí sino por mi padre que debe venir á verme
alentarme, y que esperaba poderme contar muy en la primavera.
pronto entre sus novicias. Adiós: no te olvides delante de Dios, de quien
Animada por la bondad con que me hablaba, le quisiera que tú participaras de su dicha, y que
contesté algo que creo que le pareció bien, y me. siempre será tu amiga.
despidió repitiéndome: «Hasta muy pronto.» Esto.
•ifilumiaib eJijjqoH' .pisx/ph/i3 xjbflüivto ¿¡oiiira
tra nunca olvidada Enriqueta. No pude disimular
t9Ícfiaoq fiiejil: ís ( 9np éjíuoo E Í QÜ Y, ;OÁAIR§
c
el gusto: y así, no le oculté que, si fuera posible,
-oiq ,o{ib era t a9id aoü I .óifoijra srir/igaffi era o yo me alegraría mucho. Pues bien, me dijo, pre-
noo eií.p obsa«sq ERF ?2J3BOO SJJÍ
para tus cosas, porque he pensado que vayas con
;8Bmi'íg¿í.9J):áií9Íl o.;hy.;Ir Lsq uf tu padre. ¡Ay, hija mía! añadió llena de lágrimas;
-fiflraíl xrieb o l q m ^ a ^ i M ^ - pero no vayas á seguir el ejemplo de tu herma-
OÍ OJI OfílOO ,9}íI9ra;Bjl9Í0 • : • P;í; n a . . . . No me opondría ciertamente, como no lo
A L I S A E I L Y E R T Á CAROLINA DE B A L T Y .

«i ño 03 18 1801(1 ¿-89Ü29'XJ£Í9 97 eim JuÍ9 hice con ella, á que te entregues á Dios, si te da la
. . . . -ÍIDYÓi V ; m £ Salí B. . . . ÜOOV vocacion; pero tú estás todavía muy joven
,bxrÍJ38 9¿ •íooQ Yohe «íife • Además, ya ves que cada dia estoy peor de salud,
Mi padre me encarga, señorita, que le informe y necesito que me cuides, así como á tus herma-
de nuestro viaje á Paris, y yo lo hago con tanto nos chicos. . . .
mayor gusto, cuanto que me asegura que vd. no La interrumpí para tranquilizarla, diciéndola:
se cansará de leer unos detalles que se refieren á que habiendo consultado muchas veces al Señor,
nuestra querida Enriqueta, á quien tuve el placer no he sentido nunca atractivo por la vida reli-
de ver y de abrazar. giosa.
Mi padre, como vd. sabe, debia salir de aquí el Puedo equivocarme; pero me parece que la Pro-
8 de Marzo, y aunque yo tenia muchas ganas de videncia me destina para cuidar de mis padres.
acompañarlo, no me atrevía á decírselo á mi ma< ¿No creé vd., como yo, señorita, que es muy jus-
dre, porque creía que era preciso quedarme aquí, to que uno de sus seis hijos se dedique enteramen-
por el nacimiento de la hija de Elisa, que está per- te á ellos, y les corresponda en su vejez los cui-
fectamente: ella misma la cria, y en el bautismo dados, la solicitud y el cariño que nos han prodi-
le pusieron Enriqueta. No sé si mi buena madre' gado tan libremente desde que nacimos?
adivinó los deseos que tenia; pues una tarde que En una palabra: admiro mucho á Enriqueta,
estaba yo algo triste, me preguntó sonriéndose: si apruebo lo. que hizo Elisa; pero no pienso imitar á
no querría ir á darle un abrazo de su parte á nues- ninguna de las dos.
-3QIÍÍ! fí EJXGQ na 9D oxrndfi au SÍIÍSD h N íjni9ifp on
_

Dispense vd. queme híaya ocupado de mí en vez licada que Dios ha creado solo para él, y que no
del asunto que me proponía y que os debe intere- puede vivir sino á la sombra de sus altares.»
sar mucho más, por lo que desde luego entro en él. Durante quince dias, la estuvimos mirando con
Nuestra primer salida, una vez llegadas á P a - bastante frecuencia, y todo, en sus palabras y en
rís, fué, como vd. supondrá, á la Casa Central de sus acciones, nos probó que está contenta del par-
las Hermanas, donde preguntamos por Enriqueta. tido que ha tomado. Una semana ántes del dia de
Despues de haberla esperado mucho tiempo, para la Encarnación, nos avisó que no nos podría ver.
nuestro deseo de verla, se presentó por fin. Aun- en diez dias, lo que me dió mucho pesar; pero las
que nos estaba esperando de dia en dia, fué gran- novicias iban á entrar á ejercicios, y ella nos pedia
de su alegría al vernos, y se entregó á ella ente- que la encomendáramos mucho á Dios. Le pregunté
ramente, á pesar de ir acompañada de una herma- por qué necesitaba tanto de nuestras oraciones, y
na anciana, que por discreción se separó en cuan- me contestó que era porque al fin de esos ejerci-
to supo quiénes éramos. Estuvimos como media cios se les da el santo hábito á algunas de las
hora con Enriqueta, que no cesaba de informarse novicias.
de todas las personas que le son queridas: apénas ¿Y tú esperas recibirlo? le dije. No me atrevo á
nos dejó tiempo de preguntarle si seguía contenta esperarlo, respondió suspirando. Por lo demás,
en su nueva vida. añadió Con esa sonrisa tan agraciada que vd. le
¡Ay! nos respondió, poniendo su mano en el co- conoce, mis superioras saben mejor que yo lo que
razon, ¿cómo no habia de estar? ¡Si soy tan feliz! me conviene, y si creen prudente prolongar mi es-
¡Dios me colma de muchas gracias y consuelos... tancia aquí, no me quejaré: soy tan feliz aquí, que
Sí, es ella muy feliz, no es posible negarlo. La se- no podría hacerlo sin ser muy ingrata para con
renidad de su rostro, sus palabras, todo respira Dios y mis superioras.
en ella un perfume de paz y de felicidad; y es tam- —¿Y cuando te vistan el traje de hermana de
bién uua prueba irrecusable el estado de su salud, la Caridad volverás por nuestras cercanías?
que se ha mejorado tanto, que mi padre me decia —No, respondió, moviendo tristemente la cabe-
ayer: «No cabe duda, Enriqueta es una planta de- za; no volveré nunca á mi querido país natal. Ja-
4G

más nos mandan adonde habita nuestra familia; LSIilíufil JIIJ II ÍIJJUJ.UI AU.yVv" UHJJUJÍUI OUUJ
según dicen, es una medida muy prudente,'y.y($ ij
dando de vueltas en el recibidor, mirando con. de-
la creo a s i . c . . . .
tenimiento las imágenes - piadosas colgadas en la
e s aclónclG í r á s ? pared, cuando de repente se abrió la puerta y en-
— N o lo sé. Pero iré siempre adonde Dios quie- tró una hermana de aspecto respetable, y detrás
ra que Vaya, y esto me basta. otra, enteramente eclipsada por la que iba por de-
¡Quéí'exclamé, si te dicen que vayas á la í n - lante. Algo mortificada por la entrada de esa per-
ú s,.-. «IñwooíiooaeB snoa j
sona desconocida la saludé, é iba á seguir miran-
—No dudaría ni un momento en obedecer, in- do los cuadros, cuando noté que era Enriqueta,
terrumpió con viveza. qué, habiendo dejado el traje tan feo de las novi-
—Qué duro h a de ser expatriarse así, dije en cias, llevaba el de las Hermanas de la caridad: pa-
voz baja tristemente. recía colmada de gozo, y nos lo probó con sus pa-
Niña, replicó abrazándome, qué de otro modo labras que todas respiraban un perfume dé amor
pensarías, si hubieras experimentado como yo, y de caridad. ¡Oh! ella no siente sacrificar su j u -
lo dulce y consolador que es renunciar á su pro-, ventud y su hermosura al Señor, y no cambiaría
pia voluntad para hacer en todo la de nuestro di- su suerte por todos los tesoros del mundo!
vino y buen Maestro. . . . ! No se puede vd. imaginar lo bonita que se ve
En este momento volvió mi padre, que nos lia-? con su corneta blanca; se lo estaba yo diciendo así
bia dejado para ir á hablar con la Superiora. Su á mi madre esta mañana, y me dijo: «Tanto me-
presencia puso fin á nuestra conversación; p a r e - ' jor; no podrán decir que se ha consagrado á Dios
cia triste, preocupado, y no tardamos en sepa-: porque el mundo la desechó; pues que tiene todo
rarnos de Enriqueta que se despidió hasta el 26 lo necesario para agradar, brillar, y hacerse amar
de Marzo. en él.»
Estuvimos con exactitud, y aun algo ántes de La hermana que la presentó, se habia retirado ca-
la hora señalada, la que nos pareció que tardaba si inmediatamente para dejarnos con más libertad;
mucho. Para entretener el tiempo, me estuve volvió al cuarto de hora, y Enriqueta me dijo que
-oifiB . a t u t e ) s i id» .asiorroa óh ¡njaosm /u sno 8YIÍJ3Í3 Qm 0fíQI9ÍJ. ISÍIQJ.Q'ÍJÍlO R'ííii .OltOílI
era la maestra de novicias. «Si la trataras, agre-
gó, la habías de querer mucho, porque es la bon- —No, no tema vd., señor, que esta mi querida
dad misma: así, llegada la vez, me he de separar hija se envanezca con mis palabras, interrumpió la
con mucho sentimiento, y estoy segura de que Maestra de novicias, sabe ella bien que lo bueno
ella también lo ha de sentir. ¿No es verdad, nues- que tenemos nos viene de la bondad del Señor;
tra madre? continuó dirigiéndole la palabra: ¿no que si fiel á la gracia ha correspondido á la voca-
es verdad que le ha de causar pena, el que me apar- ción divina que la llamaba aquí, lo debe, en parte,,
ten de vuestra dirección? á la educación santa y piadosa que vd. le dió. A
A esta pregunta, la hermana, que estaba felici- vd., despues de Dios, le debe el favor que ha me-
tando á mi padre, por la conducta ejemplar que ; recido recibir ayer. Con todo, como no ignora que
había tenido Enriqueta durante su noviciado, sé ¡ el camino que se abre ante ella es áspero y difícil
volvió hacia nosotros, y sonriendo respondió: á la naturaleza, va á pedirle que vd. la fortalezca
Esa es mucha presunción: ¿creeis que ya no con su bendición.»
puedo estar sin tí? —¡ Ah! sí, padre mió, exclamó Enriqueta ponién-
—Con todo, yo creo que vd. me sentirá. dose de rodillas ante él, bendecidme una vez más;
—No, porque estoy segura que en cualquiera ; Dios sostiene y protege á los hijos bendecidos por
parte en que estés, trabajarás en hacer bendecir el sus padres.
nombre y la bondad del Señor. Condescendió mi padre: en seguida hizo que se
Enriqueta se puso muy colorada, y la maestra levantara, la abrazó y vi correr gruesas lágrimas
de novicias continuó: Lo conseguirás, hija mia,' de sus ojos.
siguiendo como hasta aquí, en ser sumisa con tus —« Y tú también, amada Enriqueta, le dijo des-
superioras, indulgente con tus compañeras, llena pues de un rato de silencio, ruega á Dios por mí y
de celo por la gloria de Dios, y fiel álos deberes de por todos nosotros para que, separados en esta vi-
nuestro santo estado.» da por su voluntad, tengamos la dicha de vernos
reunidos en la gloria, cuyo camino más seguro y
—Hermana, replicó mi padre: va vd. á hacer
más corto has tomado tú, querida hija mia »
que se envanezca nuestra querida Enriqueta. . . .
la alaba vd. demasiado. . . . • ¡Ah, señorita, qué dichosas somos, mis herma-
ñas y yo, en tener unos padres tan cristianos co-
Elisa y su marido: no olvidó á nadie; nuestra vie-
mo los que tenemos, que no pierden la ocasion de
ja nana; en fin, todos nuestros criados tuvieron
excitarnos á la virtud y al amor de Dios.
un recuerdo suyo.
Con todo eso estábamos Enriqueta y yo tan con-
Y fué forzoso separarnos: como yo creía vol-
movidas, que no podíamos hablar palabra: la esti-
verla á ver muy pronto, lo hice sin que me cos-
mable Maestra de novicias lo notó sin duda, y te-
tara mucho, no presintiendo la verdad, aunque sí
miendo que mis lágrimas debilitasen el fervor de
me pareció que mi padre estaba más triste y más
mi hermana, procuró distraernos, diciendo:
conmovido que de costumbre. ¡Ay! era porque sa-
Sor Enriqueta, ¿dónde están lás cosas que ha
bia que no la habíamos de volver á abrazar. La
hecho vd. para enviarlas á su familia?
Superiora general le habia avisado que al dia si-
No la dejó casi acabar Enriqueta, sino que sacó
guiente salia temprano para Burdeos, que era el
de sus enormes bolsas una docena, por lo menos,
punto á que estaba destinada. A mí no me lo qui-
de curiosidades y juguetes, y poniéndolas sobre
sieron decir temiendo que nuestra despedida fuera
la mesa, me fué diciendo las personas á quienes
muy dolorosa. ¡Ay! ¿qué no volveré á ver nunca
quería que se entregasen.
á esta buena y piadosa Enriqueta?
Al llegar al objeto destinado para vd., y que le
Al concluir esta carta tan larga, permítame vd.,
remito ahora, me dijo:
señorita, que os asegure que me creeré muy di-
«Alina, no dejes de escribirle á Carolina y de
chosa si, como hermana de la que vd. tanto apre-
asegurarle que la quiero más que nunca. ¡Ay! no
cia, logro yo ocupar un lugar en su estimación.
sé cómo pueden decir que la religión deseca el co-
Conozco que no merezco de ningún modo ese fa-
razon; sin duda que los que así hablan no tie-
vor, si no es que vd. crea que es algún título el de-
nen la dicha de conocerla: en cuanto á mí, me
seo que tengo de obtenerlo: estimaré tanto más su
parece que cuanto más amo á Dios, tanto más
amistad, cuanto sé todo el precio que le da nues-
se enciende mi afecto, y mi amistad se purifica y
tra querida Enriqueta: si acaso la alcanzo, será
aumenta.»
un consuelo en la pérdida de una hermana virtuo-
Me hizo algunos otros encargos para mi madre, sa, cuyos consejos me serian tan útiles.
No se ofenda vd., señorita, de que, miéntras
zarido á otras con quienes debo salir yo pasado
tanto, me permita llamarme toda suya.
mañana para Burdeos. Como ves, han hecho que
tome el camino más largo; pero mis Superioras de-
ALINA P I L V E R T .
ben haber tenido sus razones para hacerlo, y á mí
me han hecho al gusto, porque me agrada conocer
nuevas tierras. Me he aprovechado bien de mi es-
tancia aquí, pues acompañada de otra hermana,
CARTA Y I I I . hemos visitado casi todas las iglesias y otros esta-
blecimientos de la ciudad. Esto mepodria dar ma-
Presidio de Rochefort teria á una larga descripción, pero como no tengo
tiempo, solo me limitaré á contarte algunos deta-
Sí, querida Carolina, desde este presidio es de lles relativos á mi permanencia en esta prisión,
donde te escribo: en él vivo, aunque lo sientas, ha- muy bien construida, pero en la que siempre no
ce tres dias. ¿A que no creías que algún dia te es- respiro muy libremente.
cribiría desde el presidio? Sin duda que no, ni yo Necesito de todo mi valor para no huir á la vis-,
tampoco lo pensaba: si me lo hubieran dicho con ta de todas las figuras siniestras que encuentro;
anticipación, me hubiera reído y habria tenido al llamo sin cesar á la caridad en mi auxilio, y re-
que me lo hubiera dicho por un profeta falso. De cuerdo que esos pobres hombres son mis herma-
aquí se debe sacar una moralidad que es necesario nos, y que Dios ha muerto por ellos, para no te-
no juzgar mal de nadie, y que hasta en las gale- nerles tanto horror. Admiro á mis hermanas que
ras, por más que se diga, hay personas honradas: los cuidan y les hablan con tanta dulzura cuando
dígalo si no tu pobre amiga Enriqueta, y otras mu- están enfermos. Yo habria querido no entrar á la
chas que valen mil veces más que ella. enfermería, pero mi Superiora me dijo que la acom-
Hablando en formalidad te diré que, gracias á pañase, y fué preciso hacerlo, aunque llena de mie-
Dios, no'estoy aquí más que de paso; he venido do. Figúrate lo que sentiría al oír echar, detrás de
con tres Hermanas que deben quedarse reempla- mí, los cerrojos de la doble reja de fierro que cier-
ra la entrada, y dirae si no tuve razón de sentir que no retrocederían ante un nuevo crimen, y se
pavor al verme sola con otras dos hermanas y cua- doblegan á la más ligera señal déla Superiora. Por
tro enfermeros en medio de cosa de treinta presi- lo demás, no es fácil que te imagines cuánto los quie-
darios, de los que la mayor parte estaba entonces ren las hermanas, y qué esfuerzos de caridad hacen
mucho mejor que yo, puesto que iban y venían en para sacar sus almas del poder de las tinieblas.
todas direcciones, miéntras que yo casi no podía Son muy poderosas las gracias en aquellasituacion,
dar paso por el temblor de piernas que tenia. Co- puesto que las hermanas con quienes debo ir á Bur-
mo no me movía de un lugar, una de las herma- deos, se separan con mucho sentimiento de sus po-
nas se acercó á-tranquilizarme en voz baja, y aun bres presidarios. Dicen que se puede hacer mucho
á hacerme alguna burla; pero la verdad, yo no te- bien entre ellos, y que han visto morir á algunos
nia gana de reír en medio de tales gentes. Sin em- con tales muestras de arrepentimiento y de piedad,
bargo, cobré un poco de ánimo viendo la entera que creen tener mucho motivo para esperar que
tranquilidad de las hermanas, el respeto con que hayan hallado gracia á los ojos de Dios. Ellas son
las recibían sus amigos los presidarios, y la pron- casi siempre las primeras que les hacen oír pala-
titud con que obedecían lo que les mandaban. Pe- bras de salvación; la mayor parte de esos desgra-
ro nada me sorprendió tanto, como cuando por el ciados tienen todas las prevenciones del vicio y de
informe de uno de los enfermeros, la Superiora se la ignorancia contra la religión y sus ministros;
puso á reprender fuertemente á dos ó tres de esos así §s necesario que nosotras les abramos el cami-
hombres, que, avergonzados como niños cogidos no. Para conseguirlo, prodigamos los más esme-
infraganti, le pidieron perdón, y prometieron con- rados cuidados á los enfermos, procuramos con-
ducirse mejor en lo de adelante. Hubo otros que quistarnos su confianza y su aprecio, procurándo-
merecieron palabras de elogio ó de consuelo, y su les cuantos regalos permite su estado; y cuando
alegría no me llamó ménos la atención que el pe- con esos inocentes medios hemos alcanzado algún
sar de los otros. Pero lo que no hubiera creído sin influjo sobre ellos, nos esforzarnos en hacerles co-
haberlo visto, es el ascendiente que, gracias á nocer, amar y practicar los preceptos del Evan-
nuestro santo hábito, tenemos sobre esos infelices, gelio. Cuando logramos decidirlos a hablar con el
capellan, damos por concluida nuestra tarea, y la dad de Dios, y nosotros sacudimos la suya, vio-
suya comienza. Pero ¡ay! nuestro celo no tiene lando poco despues todas las leyes divinas y hu-
resultado sino en aquellos cuyo mal es incurable,
manas.»
porque los que recobran la salud, casi siempre
Es sin duda muy triste decirlo, pero si los pre-
vuelven á caer muy pronto en sus antiguas y cri-
sidios están llenos de gente, los padres y las ma-
minales-costumbres. Y casi no puede ser de otra
dres son quienes deben dar cuenta de eso, por su
manera, estando sin cesar en contacto unos con
culpable negligencia y descuido en la educación
otros; hay una comunicación de perversidad; se
religiosa de sus hijos. Sí, solo la religión puede
pierden mutuamente unos á otros. Seria necesa-
poner un freno saludable á las pasiones humanas.
rio, para que se conservaran en los sentimientos de
Mucho me he apartado de mi visita á la enfer-
arrepentimiento que tanto trabajo les cuesta á las
mería; pero vuelvo á ella porque presencié una co-
hermanas inspirarles, el que estuviesen divididos
sa que me conmovió profundamente. Distribuyen-
en varias clases, lo que dicen que no es posible.
do reprensiones y elogios habia llegado la Madre
¡Ay! qué penosas reflexiones hace nacer la vis- superiora hasta el extremo de la sala, junto á una
ta de una prisión! Es una especie de infierno en cama donde un hombre, joven todavía, sufría los
que se pierden á la vez, el honor y la tranquilidad más agudos dolores: sin embargo, sus facciones,
de las familias que tienen la desgracia de tener aunque alteradas por la enfermedad, no expresa-
allí á uno de sus miembros. Y los que allí expían ban ni impaciencia ni desesperación: se sonrió al
sus crímenes, ¿á quiénes acusan de haber impreso verla, y con una voz apagada murmuró apenas
en su frente la marca indeleble del oprobio y de la estas palabras:
ignomimia? ¿Quiénes fueron la causa primera de « Ay, hermana! repítame otra vez que todavía
su caida? ¡Ay! causa horror decirlo. . . . Sus mis- puedo esperar el perdón de la infinita bondad del
mos padres. . . . Sí, sobre cien presidarios á quie- Señor.»
nes se pregunte, noventa y nueve responden: «Si La Superiora lo exhortó, según deseaba, á la
estamos aquí, es porque nos educaron mal; nues- confianza en Dios, y miéntras de que le estaba ha-
tros padres nos enseñaron á despreciar la autori- blando, cierta sonrisa de felicidad vagaba por los
labios del pobre moribundo quien, habiéndose sa- hechos semejantes, y son ménos raros de lo que
cramentado el dia anterior y sintiendo muy próxi- vd. crée.
mo su fin, nos pidió que rezáramos las oraciones de « No hace todavía un mes que hemos visto mo-
los agonizantes que acompañaba con inefables sus- rir como un santo, á un jóven de veintiocho años.
piros. Miéntras de que las rezábamos en voz alta, Bien es verdad que el ángel que lo habia conver-
un silencio solemne reinó en toda la sala, y aun tido fué ántes que él al cielo. . . .
la mayor parte de los presidarios vinieron á arro- «¡Pobre Sor Rosa, qué dichosa fué en que Dios
dillarse alrededor de nosotras, y unieron sus vo- la llamara para sí! ¡Habría sido muy digna de lás-
ces varoniles para implorarla misericordia divina tima si hubiera vivido más!
en favor de aquel su antiguo compañero. La fe, ¿Y por qué, Madre mia? le pregunté con curio-
pues, no está enteramente apagada en esas almas sidad.
extraviadas, y la espantosa vista de la muerte ¿Por qué? respondió suspirando: seria muy lar-
despierta todavía en esos hombres algunos buenos go contárselo, y no tengo yo tiempo; pero Sor
pensamientos. Francisca, añadió señalándome á una de sus hijas,
Cuando acabamos esas preces tan tiernas, que lo hará, y espero que esa historia le interesará á
nunca puedo leer sin conmoverme, llegó el cape- vd. y le dará una nueva prueba de la misericordio-
llán del presidio que venia á dar al pobre moribun- sa bondad de Dios.
do la A última absolución: poco despues perdió el Nos dejó para ir á sus ocupaciones, y Sor Fran-
conocimiento, y apénas habíamos salido de la sala cisca, á mis ruegos, comenzó inmediatamente:
cuando espiró dulcemente en sus manos. «Hace cosa de tres años que una novicia jóven,
Por la noche, hablándoles á mis hermanas de la llamada Sor Rosa, vino aquí para reemplazar á
edificación que me habia dado el recogimiento y una de nuestras compañeras que Dios habia llama-
devocion de los presos enfermos y la resignación do para sí. Verdadera hija de S. Vicente de Paul,
de su compañero agonizante, la Madre superiora Sor Rosa era el modelo de toda la comunidad. Dul-
me dijo: ce y afable con todo el mundo, hablaba poco, se
« Hija, con bastante frecuencia se renuevan aquí • sonreía raras veces y con frecuencia derramaba
abundantes lágrimas en la presencia de Dios. Pre- gios de gracia y de conversión; por eso la llamá-
guntada por nuestra Madre sobre la causa de su bamos nosotras el Apóstol de los presos, quienes
dolor, le respondió: que era huérfana de padre y por su parte le profesaban un respeto extraordi-
madre, y que, reduciéndose toda su familia á un nario. Jamás uno de ellos se atrevió á dirigir so-
hermano gemelo, ignoraba qué era de él, si exis- bre ella una mirada atrevida, aunque con la débil
tia y si vivia cristianamente. «¡Ay, decia, yo me apariencia de una niña de quince años, poseía Sor
consolaría si ha muerto; pero nunca de la pérdida Rosa una belleza demasiada rara, que realzaba
de su alma.» con un nuevo encanto cierto aire de melancolía*
« Ay! lo que la pobre casi no se atrevia á decir, habitual en ella. Ya hacía cerca de tres años que
era que lloraba también la doble muerte de su pa- estaba encargada con otras de mis hermanas del
dre, que á su última hora rehusó tenazmente los cuidado de la enfermería, cuando un suceso muy
auxilios de la religión que su hija arrodillada le triste vino á privarnos de los ejemplos de tan san-
ta y piadosa compañera.
pedia anegada en llanto que recibiera. Más dicho-
sa habia sido su ternura con respecto á su madre; Entre los presidarios que su falta de salud obli-
pero todavía temblaba por las funestas consecuen- gaba con más frecuencia á ir á la enfermería, era
cias de la educación impía que habia recibido su un joven de 25 á 30 años. Sus facciones eran her-
hermano querido. mosas, aunque ajadas por el rubor y la desgracia.
Cuando supimos el motivo de su pesar, unimos Culpable de una falsificación que habia causado
diariamente nuestras preces á las suyas, para pe- la ruina de un amigo suyo, habia sabido ocultar
dir áDios la conversión de su hermano. A pesar bien su verdadero nombre, y no era conocido en
de que la salud de Sor Rosa era muy delicada, y el presidio sino con el de Oscar. Se expresaba con
todavía estuviese en el noviciado, las superioras gracia, tenia cultivado su talento, y todo, tanto en
creyeron que tenia bastante virtud para ponerla sus modales como en su persona, dejaba ver que
en la enfermería de los presidarios. No es fácil de- era de familia distinguida. Como todos sus com-
cir todo el bien que hizo allí: parecía que Dios ben- pañeros de infortunio, no pudo librarse del influjo
de Sor Rosa, y aunque de un genio violento y ar-
decía sus palabras y obraba por su medio prodi-
rebatado, se prestaba á todo lo que exigía de él;
Yo la acompañaba cuando abordó de nuevo con
sin quererla escuchar más que cuando trataba de
Oscar la gran cuestión de su salud eterna. Por
hacerle oir las verdades de la religión. Su funesto
primera vez la oyó sin interrumpirla y aun con
endurecimiento le causaba más pena que la indife-
cierta emocion, que no dejó de observar Sor Rosa;
rencia de los demás, con lo que Sor Rosa tenia una
con lo que creyendo que era el momento oportuno,
compasion muy particular para con ese desgra-
le dijo:
ciado jóven, á quien llamaba mi preso. Por otra
Ay señor mió! vd. es desgraciado aquí abajo,
parte se notaba que Oscar, sin pasar jamás los lí-
muy desgraciado, lo considero bien; pero qué,
mites del más profundo respeto, le tenia á Sor Ro-
¿quiere vd. serlo también en la otra vida? ¿No
sa un afecto especial. Abatido bajo la humillación
de su cruel posicion, deseaba morir, según decia; tiene vd. allá alguna persona amada con quien de-
y cada vez que entraba á la enfermería, declaraba sée reunirse en la gloria y la felicidad del cie-
en voz alta que no habia de hacer nada de lo que lo?
el médico ordenase: y así lo verificaba hasta que Suspiró, y gruesas lágrimas rodaron por su
Sor Rosa le suplicaba que no lo hiciese, y entonces rostro.
se prestaba con docilidad á cuanto quería. Su en- «¡Ay! sí, sí, dijo, tengo una hermana, un ángel,
fermedad, que era una afección de pecho, fué ade- que bien quisiera ver en otra vida mejor
lantando al grado de que hace poco meses los mé- ¡Cuántas veces al ver á vd. he creído ver á ella
dicos dijeron que no tenia remedio, y debia morir y escucharla, porque vd. debe tener poco más ó
muy pronto. ménos su edad. . . . ¡Pobre niña, ojalá y que nun-
ca sepa que su hermano terminó su existencia en
Es imposible describir la consternación de Sor
un p r e s i d i o ! . . . .
Rosa cuando conoció tan fatal sentencia: se des-
Ay! por favor, replicó ella, mirándolo con aten-
hizo en lágrimas, y recomendando á su protegido
ción; dígame vd. el nombre de su hermana y el
á nuestras oraciones, se dispuso por medio de
suyo?....
una continua oracion á ir á disputarle esa alma al
¡Mi nombre! la interrumpió enderezándose en
infierno.
su cama, y con ojos encolerizados: ¿se atreve vd. á
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preguntarme mi nombre, cuando he manchado y ¡El es! Diosmio! Lo reconozco. . . . Pablo. . . .
cubierto de ignominia la memoria de mi padre?... mi hermano! . . . y cayó sin sentido.
Ah! si no fuera vd. la que me lo preguntara! . . . . En cuanto á Pablo, como abrumado bajo el pe-
se detuvo y añadió con alguna dulzura: ¿No sabe so de los sentimientos diversos que lo agitaban,
vd. que no quiero que se me conozca aquí más que permaneció algunos instantes, inmoble y mudo;
por Oscar? . . . . » pero de repente, llorando y presa de una violenta
«Pero en lugar de responderle, Sor Rosa, que desesperación exclamó:
no cesaba de considerarlo atentamente, le dijo con «La he matado. . . . no hay duda. . . . Oh! Lu-
voz temblorosa; «Siquiera, tendréis la bondad de cía! háblame. . . . abre los ojos; mírame y no mal-
decirme de qué parte sois?» digas á tu infeliz hermano ¡Lucía! ¡Lucía!
—Soy de Lyon, respondió con aspereza y ba- vuelve á la vida y te prometo que me convertiré
jando los ojos; y mi familia, puesto que lo quiere para poder acompañarte en el cielo. Sí, ¡Dios mió!
vd. saber, era una de las principales de la ciudad; haced que viva, y yo os ofrezco que le daré el con-
la he hundido en el dolor por los extravíos de mi suelo de verme arrepentido y convertido
juventud, y así que la arruiné, me separé de ella A pesar de sus ruegos, Sor Rosa fué llevada á
á los 18 años . . . . No he vuelto á saber de ella, la enfermería, y yo me quedé con él para procu-
si no es que el pesar condujo al sepulcro á mis pa- rar calmarlo. Lo conseguí con mucho trabajo; so-
dres: ojalá que hayan ignorado que de falta en fal- bre todo me fué difícil hacerle entender que si
ta llegué á cometer la que me ha traído aquí!. . . . quería volver á ver á su hermana, era preciso que
Sobre todo, ojalá que mi pobre hermana no lo sepa no diese ni á sospechar á sus compañeros de infor-
nunca, no podría sobrevivir á la vergüenza de sa- tunio los lazos de familia que tenia con una de nos-
ber que estaba en el presidio, el que ella llamaba otras. Por lástima á su situación, no le dije que
su querido gemelo.... acababa de destruir, sin saberlo, las esperanzas
Sor Rosa estaba pálida como la muerte; echó más caras de su desgraciada hermana; porque por
sobre él una mirada dolorosamente expresiva, y virtuosa que sea una novicia, una disposición muy
prudente la excluye de la comunidad cuando su
enclavando sus manos exclamó:
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nombre está infamado, ó su familia ha sido des- b f
honrada por uno de sus miembros. ¡Ay! Sor Ro- seriedad en su salvación. . . ! El hizo una señal
sa lo sabia bien; no creía á su hermano más que de afirmación, y dijo con un tono resuelto: —«Sí,
extraviado, pero al hallarlo con la librea del pre- quiero salvarme, para reunirme con ella en el cie-
sidio, habia visto todo el horror de su posicion, y lo.»—
como todavía no habia hecho los votos, compren- «¡Cuánto lo agradezco yo! y adiós! querido P a -
dió que ya jamás los podría pronunciar. blo, replicó con mucha dulzura; no olvides que
Por fortuna habia ese dia pocos enfermos en la nuestra buena madre nos espera en la gloria; tra-
bajémos, pues, tú y yo, te lo suplico, en juntarnos
enfermería; y por una casualidad dichosa, la ca-
con ella.»
ma del pobre Pablo estaba bastante separada de
las de los demás, de modo que no podían oir nada El sollozaba y la habia tomado de su hábito que
besaba, humedeciéndolo con sus lágrimas.
de su conversación con Lucía.
«Vamos, Pablo, valor, le dijo en voz baja; nos
En cuanto á ésta, no intentaré describir á vd.
volverémos á ver muy pronto allá arriba, porque
su dolor: solo le diré que olvidándose de sí misma,
el arrepentimiento es una segunda inocencia.»
para no llorar más que por su infeliz hermano, pi-
Despues, soltándose con suavidad como pudo, lo
dió permiso, aunque casi moribunda, de tener otra
miró con ternura y se alejó lentamente, no sin
entrevista con él al siguiente dia. Se le concedió;
volver la cabeza una ó dos veces hácia su herma-
y aunque yo la acompañé, me retiré un poco, para,
no, que no habia de volver á ver aquí abajo. Pablo
dejarla con más libertad, pero observé que varias
la seguía con la vista, con una expresión de silen-
ocasiones se puso Pablo á llorar, besando el Cruci-
cioso dolor que me destrozó el corazon: cuando
fijo de su hermana, que ella habia desprendido de
desapareció, se dejó caer en su almohada, di-
su rosario para dárselo. Su conversación duró
ciendo:
cerca de una hora. Antes de despedirse, me lla-
Hasta dónde me han llevado mis crímenes: he
mó Lucía, y me dijo muy conmovida: ¡Ah! qué
encontrado á mi hermana gemela, y no puedo ¡ay!
dicha la mia! ya no sentiré morir, pues que mi po-
ni estrecharla entre mis brazos.. . !
bre Pablo me ha prometido pensar desde hoy con
Un cuarto de hora despues se enderezó, y lia-
mandóme con voz fuerte, me dijo: «Sor Francisca, Con todo, la lloramos mucho, y el pesar que
ruego á vd. que me mande llamar al capellan, nos causó perderla, no se suavizaba sino con el
quiero hacerle sin tardanza la confesion de mis pensamiento de que estaba ya gozando de la re-
faltas, porque conozco que ya no hay tiempo que compensa prometida á la inocencia y á las virtu-
perder.» —Se equivocaba, porque despues de su des de que nos habia dado admirables ejemplos.
confesion, que acompañó con las más vivas mues- Sor Rosa, al morir, recomendó á nuestra Madre
tras de dolor, vivió lo bastante para llegar á ser á su desgraciado hermano, y ésta le prometió no
un modelo de paciencia y de arrepentimiento. abandonarlo. Llegó á ser su protegido especial, y
Víctima durante más de un mes de los sufrimien- se conquistó su confianza y afecto: ella fué la que
tos más crueles, no cesaba de repetir: se encargó de darle la noticia de la muerte de su
«Ay! que no pueda yo sufrir todavía más para hermana, la que recibió con una resignación con-
expiar aquí abajo mis crímenes! . . . ¡Que no haya movedora. Sí, de él se pudo decir con justicia,
conocido á Dios más pronto! no me encontraría que la gracia abundaba en donde habia sobreabun-
aquí. . . . dado la iniquidad. Quisiera poder contar á vd. to-
Perseveró en esos sentimientos hasta el fin, y dos los rasgos de piedad de que fuimos testigos,
su conversión fué un gran motivo de gozo para su pero me contentaré con referirle uno solo.
pobre hermana, quien no sobrevivió sino algunos Era la víspera de su muerte: acababa de admi-
días á la última entrevista de que he hablado, y nistrarse, y como nuestra Madre le exhortara á
en la que consiguió triunfar de todas las preven • la confianza en Dios, le respondió:
ciones que tenia Pablo contra la religión. Dios le Ay! cómo no he de confiar en su Majestad, des-
hizo un gran favor con sacarla de esta vida. ¡Cuán- pues de lo que acaba de hacer ahora conmigo!. . .
to hubiera sufrido si hubiera vivido más! Así, por Además, la que me sacó del abismo, ¿no está ro-
lo ménos, murió ya con la esperanza de volver á gando en este mismo instante por mí? Ay,
ver á su hermano en un mundo mejor, y tuvo el Lucía! Lucía! añadió poco despues, yo fui el que
gran consuelo de no tener que quitarse el santo há- causé tu desgracia! Ay! ¿te olvidaste de mi con-
bito de Hermana de la Caridad. ducta en tu última hora?. . . .

»
Hermana, repítame vd., por favor, lo que me ha Tal fué la relación de Sor Francisca, que se me
dicho otras veces; que ella me perdonó, que n o . . . ha grabado profundamente en mi memoria. Deseo
—Y qué! señor mió, le dijo nuestra Madre in- que te interese, y en todo caso, si hallas que he
terrumpiéndole, ¿ese santo Cristo que tiene vd. so- abusado mucho del permiso que me has dado de
bre el pecho y que le dió ella misma en prenda de escribirte largo, cúlpate á tí misma, pues me lias
perdón, no le basta para probárselo? repetido tanto: «Tus cartas siempre son breves.»
Sí, sí, respondió besándolo con amor. Sí, este Esta vez, por lo ménos, he querido darte gus-
legado de mi querida hermana debe reanimar mi to. Ahora, por consideración á tu paciencia, que
valor, mi fe y mi confianza en la misericordia de no quiero cansar tanto, me contento con repetirte
Aquel que, aunque inocente, se entregó ála muer- que te quiere y siempre te querrá
te para librarme del infierno.... No quiso que
volviera yo á ver á Lucía: no permitió que ella T u AMIGA.

fuese quien me cerrara los ojos. ¡Que su voluntad


sea bendita!
Pasó lo demás del día en oracion, y por la tar-
de, sintiendo que se agotaban sus fuerzas, nos lla-
CARTA. I X .
mó con una voz apagada: Hermanas, les suplico
que rogueis por mí, porque ya no tardaré mucho
en presentarme ante el Supremo Juez. Ay! pedidle Ya por fin llegué, querida Carolina, á mi desti-
que tenga misericordia de un miserable pecador.... no, y aunque muy contenta de haber terminado mi
Quiso seguir, pero ya no le fué posible, y entró viaje, no pude ménos que sentir el tener que sepa-
en una dulce y apacible agonía. Al anochecer, es- rarme de mis hermanas que me acompañaron has-
piró en los brazos del padre capellan, estrechando ta'aquí. Unas siguieron á otro punto, otras están
contra su corazon el Crucifijo de su hermana, con en el Hospicio, y tu servidora en una casa de mi-
sericordia.
quien esperamos que irá á reunirse algún dia, si
no es que ya están juntos.» Me parece que te oigo decir: ¿y qué es eso? Ten

Hermana, repítame vd., por favor, lo que me ha Tal fué la relación de Sor Francisca, que se me
dicho otras veces; que ella me perdonó, que n o . . . ha grabado profundamente en mi memoria. Deseo
—Y qué! señor mió, le dijo nuestra Madre in- que te interese, y en todo caso, si hallas que he
terrumpiéndole, ¿ese santo Cristo que tiene vd. so- abusado mucho del permiso que me has dado de
bre el pecho y que le dió ella misma en prenda de escribirte largo, cúlpate á tí misma, pues me has
perdón, no le basta para probárselo? repetido tanto: «Tus cartas siempre son breves.»
Sí, sí, respondió besándolo con amor. Sí, este Esta vez, por lo ménos, he querido darte gus-
legado de mi querida hermana debe reanimar mi to. Ahora, por consideración á tu paciencia, que
valor, mi fe y mi confianza en la misericordia de no quiero cansar tanto, me contento con repetirte
Aquel que, aunque inocente, se entregó ála muer- que te quiere y siempre te querrá
te para librarme del infierno.... No quiso que
volviera yo á ver á Lucía: no permitió que ella T u AMIGA.

fuese quien me cerrara los ojos. ¡Que su voluntad


sea bendita!
Pasó lo demás del dia en oracion, y por la tar-
de, sintiendo que se agotaban sus fuerzas, nos lla-
CARTA. I X .
mó con una voz apagada: Hermanas, les suplico
que rogueis por mí, porque ya no tardaré mucho
en presentarme ante el Supremo Juez. Ay! pedidle Ya por fin llegué, querida Carolina, á mi desti-
que tenga misericordia de un miserable pecador.... no, y aunque muy contenta de haber terminado mi
Quiso seguir, pero ya no le fué posible, y entró viaje, no pude ménos que sentir el tener que sepa-
en una dulce y apacible agonía. Al anochecer, es- rarme de mis hermanas que me acompañaron has-
piró en los brazos del padre capellan, estrechando ta'aquí. Unas siguieron á otro punto, otras están
contra su corazon el Crucifijo de su hermana, con en el Hospicio, y tu servidora en una casa de mi-
sericordia.
quien esperamos que irá á reunirse algún dia, si
no es que ya están juntos.» Me parece que te oigo decir: ¿y qué es eso? Ten

un poco de paciencia y te lo explicaré; pero ántes ras á todas mis hermanas, voy á nombrártelas por
tengo que pedirte que desde hoy, todo el tiempo orden de ancianidad, expresando sus diversos em-
que esté aquí, no me llames ya Enriqueta, sino pleos. En primer línea, por de contado, está la
Sor Teresa. Porque se acostumbra entre nosotras Superiora, Sor Catarina, de edad de cincuenta
que cuando llegamos á una casa, la Superiora nos años: todas la llamamos nuestra madre. A ella le
impone el nombre que le parece, como á mí al pre- tocan los más penosos cargos; es à i a vez, inten-
sente, el que conservamos miéntras permanecemos denta, tesorera, ecònoma, etc.; pero los cuidados
allí, cambiándolo generalmente al variar de domi- materiales que le son impuestos, son nada en com-
cilio. Ya que quedas entendida de esto, paso á sa- paración de la responsabilidad moral que pesa so-
tisfacer tu curiosidad sobre lo que es una casa de bre ella; porque necesita velar sobre todas nues-
misericordia. Así se llaman todas aquellas de nues- tras acciones, y formarnos con prudencia y des-
tras casas que no dependen de un hospital. Nues- treza á la vida de comunidad, donde algunas co-
tros quehaceres consisten entonces en tener escue- mo yo, pobres novicias, no hemos dado sino unos
las gratuitas, educar huérfanas, cuidar, sangrar, cuantos pasos. Es una tarea penosa y difícil. No
vendar, etc., tanto en casa como en la de los po- hay aquí más que cuatro hermanas que hayan he-
bres, á los enfermos de la parroquia; en fin, en cho los sagrados votos; tiene, pues, tres novicias,
distribuir álos necesitados consejos, consuelos, y de que debe hacer unas santas y dignas hijas de
socorros en dinero ó especie: como víveres, leña,, San Vicente de Paul. Espero que Dios se dignará
ropa y medicinas. Tenemos, por supuesto, rope- venir en auxilio de nuestra madre.
rías y boticas bien surtidas. Despues sigue Sor Victoria, encargada de visi-
Me encuentro muy dichosa: mi Superiora me tar los enfermos. Aun no cumple cuarenta años,
consiente bastante, y mis compañeras me hacen la y los médicos de la ciudad la tienen por muy há-
vida tan dulce, que hay ratos en que me da temor bil. Ensayaré hacerte su retrato, aunque temo que
pensando si será posible que el camino del cielo sea quede muy abajo de la realidad.
tan fácil. Amada y respetada de cuantos tienen la dicha
Somos siete; y como deseo que conozcas y quie- de conocerla, es un modelo de todas las virtudes,
10
ponerte al tanto de mis hechos y acontecimientos
entre las cuales brillan un celo prudente é ilustra-
do, unatierna caridad, una humildad profunda y una desde que estoy aquí.
igualdad de humor que la hace la más amable, así Al dia siguiente de mi llegada, quiso nuestra
como la más querida de todas nuestras hermanas. madre presentarme al señor cura, y en consecuen-
Crees tú, querida Carolina, que me ha venido el cia me llevó á visitarlo. Es un anciano de cabe-
ambicioso pensamiento de esforzarme en imitarla? llos blancos, que me recibió con una bondad ente-
Ya se lo he dicho á nuestra madre, quien se son- ramente paternal, y despues de las frases acostum-
rió al oír mi propósito, y me dijo que bien podia bradas de cortesía, me preguntó de qué provincia
perseverar en él, sin orgullo por esa resolución; era. Habiéndole dicho de cual, dijo que se alegra-
porque estamos obligadas siempre á aspirar á la ba de saberlo, porque así debia yo conocer el pue-
perfección. Sin duda para hacerme más fácil el blo de S. B***
conseguirlo, nuestra madre me ha nombrado su Mi familia allí vive, le respondí con modestia, y
acólito, con lo que acompaño á Sor Victoria en sus yo nací en él.
visitas á nuestros pobres enfermos. Vaya! interrumpió con alegría; vd. debe saber
La tercera hermana, Sor Margarita, está á la de uno de mis compañeros de colegio, un hombre
cabeza de cosa de veinte niñas huérfanas, que son muy bueno y muy honrado, el Sr. Pilvert
alojadas, alimentadas y educadas en la casa; no la Ese elogio de mi padre, salido de unos labios
conozco todavía lo bastante para poder hablarte más tan respetables, me causó gran gusto; pero como
largo; con todo, lo que he observado en sus niñas, nos está prohibido el decir sin necesidad nuestros
me hace creer que tiene todas las cualidades nece- nombres de familia, no me atreví á responder na-
sarias al delicado empleo que tiene á su cargo. Sor da; y no sabiendo cómo salir del paso, no hacia yo
Magdalena, ya profesa y Sor Juana, novicia, dirigen más que ver á nuestra madre, quien se apresuró
la escuela gratuita; y Sor Marta, muy amable, y á decir sonriendo:
siempre contenta, está en la cocina. Hija, puede vd. hablar sin reserva con el señor
Ahora que conoces los miembros de mi nueva fa- cura: esté vd. segura de que no abusará de su con-
milia, de que te tendré que hablar otras veces, voy á fianza.
Ya entiendo, replicó con viveza éste: vd. tiene Admira conmigo, querida Carolina, este nuevo
rasgo de la bondad divina que me hace hallar á
la dicha de ser su hija.
ciento y cincuenta leguas á un amigo de mi padre,
Le hice un signo de afirmación y de agradeci-
con quien pueda yo hablar de las personas que amo
miento, y añadió con cierto aire de sinceridad:
tanto.
Pues bien, yo la felicito; los hijos deben gloriar-
Al salir de casa del señor cura, nuestra madre,
se de tener padres tan virtuosos como los de vd.»
que tenia que hacer otras visitas, me llevó consi-
A y Carolina! de veras me sentí entonces enor-
go, lo que te confieso, que no me fué nada agra-
gullecida, por haber tenido un padre tan bueno, y
dable; pero en fin, era preciso que me resignase,
mi corazon saltaba de alegría. Omito todas las
y la acompañase á casa de varias grandes señoras,
preguntas queme hizo despues el señor cura, y las
donde fuimos recibidas con mucha frialdad; tam-
que yo le dirigí: estábamos en un terreno tan fér-
bién es que nuestras visitas no eran de pura cor-
til, que no nos cansábamos de recorrerlo: nuestra
tesía, eran un sí es no es interesadas: el invierno
conversación era animada, y no pensábamos cor-
ha sido largo y cruel, y los recursos de nuestra
tarla. Si no fuera por nuestra madre que le puso
madre, estando casi agotados, quiso llamar de
término, nosotros la habriamos prolongado mucho
nuevo á la caridad de los ricos en favor de los po-
más.
bres. Como habla muy bien, y tiene tan buen tra-
Al separarnos me dijo tales cosas de aprecio,
to, no se le pudieron rehusar absolutamente, al de-
que nuestra madre exclamó:
fender la causa de la desgracia; pero las limosnas
Ay señor cura! no se la volveré á traer, porque
eran tan cortás, que iba bastante triste, y me di-
me la echa vd. á perder!
jo suspirando: «Si tuviera valor, iría á implorar
Vamos, replicó malignamente: pienso que vd.
de nuevo la generosidad de la Sra. Leuplan (es la
lo ha comenzado á hacer ántes que yo.
esposa de un alto funcionario público); porque mi
Nuestra madre se despidió y salimos.
bolsa está casi vacia pero temo que sea una in-
Tiene razón el señor cura; no temo de mi Su-
discreción; la he molestado tantas veces durante este
periora más que su mucha indulgencia, que creo
invierno!.... Ay! pero también, añadió despues de
trata de proporcionar á mi flaqueza.
un momento de vacilación, si no le pido yo, ¿qué en anticiparse, porque si hubiera yo llegado á ir
sucederá con mis pobres?.... Vamos, sacrifique- á su casa, la habría regañado.
mos á Dios esa falsa vergüenza, y pidámosle que ¿Y por qué me habia vd. de regañar, señora? ¿por
la disponga en nuestro favor.» qué lo habia yo merecido? respondió nuestra ma-
Diciendo esto, volvió camino, y cinco minutos dre encendido el rostro de alegría.
despues, estábamos á la puerta de una hermosa Ya se lo he dicho, porque viene vd. muy pocas
casa. Subimos una magnífica escalera, y entra- veces, porque no cuenta vd. con mi bolsa. Cuando
mos á una antesala donde nos recibieron dos la- uno es joven, vd. lo sabe bien, siempre se inclina
cayos de lujosa librea. Uno de ellos nos intro- á cumplir sus antojos, y á veces á expensas de les
dujo por orden de la señora de la casa, á un ele- pobres. Muchas veces nos olvidamos tan fácilmen-
gante gabinete. No has visto tú nunca persona te de las miserias que no vemos! No nos acorda-
más agradecida. Se levantó inmediatamente para mos de que somos los depositarios de los bienes que
venirnos á encontrar, y, ántes aún, de que nues- Dios nos concede. Ay! la mejor parte debiadeser
tra madre hubiera tenido tiempo de exponerle el para los pobres, de quienes sois vdes. las herma-
motivo de su visita, le dijo del modo más ama- nas, las abogadas y ángeles tutelares.»
ble: Te refiero sus mismas palabras, porque conven-
Qué bueno, madre, que haya venido vd. hoy á drás conmigo en que son muy bellas y conmove-
verme; lo hace tan pocas veces, que 3'a me estaba doras, sobre todo en los labios de una señora joven
enojando con vd. Hace lo ménos un mes que no y bonita, rodeada de homenajes y de seducciones
la veo, y vd. es responsable de que haya hecho que echan á perder tantas veces el mejor carácter,
algunos gastos inútiles, que habría sido mejor no y endurecen comunmente el corazon. Dios, como
hacerlos. Para no volver á caer en la misma fal- ves, sabe elegir sus escogidos en todas las clases
ta, me puse esta mañana á separar la parte de sus y en todas las condiciones de la sociedad.
pobres, y pensaba llevársela yo misma mañana; Nos estuvo deteniendo bastante tiempo, y no
pero, añadió riendo, y entregando á nuestra ma- nos dejó ir hasta que le avisaron que la buscaba
dre unos rollos de dinero, ha hecho vd. muy bien la vizcondesa de No entendí el nombre de la
so 81
Recién llegada, y no lo sentí mucho, porque desde de conducta que le hace tanto honor á su talento
que la vi tuvo el tino de desagradarme profunda- como á su piedad: quiere, ante todo, hacer la reli-
mente: su porte algo descompuesto, su aire dis- gión muy amable, porque es el mejor medio de ha-
traído, su tono altivo, libre y desdeñoso, son co- cerla practicar, y sigue el precepto de San Pablo:
sas, en efecto, suficientes para no prevenir en su «Hacerse todo á todos para ganarlos á todos para
favor; jóven también, y lucida más bien que boni- Jesucristo.»
ta, deja traslucir mucho que lo que quiere es com- Sin aparentarlo, nuestra Madre acababa de dar-
placer y dominar. Despues de los primeros cum- me una lección indirecta de caridad; procuré apro-
plimientos de costumbre á la señora de casa, nos vecharme de ella, y tomé la resolución de sufrir
Vió de piés á cabeza con cierta sonrisa irónica, y en adelante todos los caprichos de mis prójimos, y
volviéndonos la espalda, sin contestar á nuestro para lograrlo, recordé con frecuencia que una se-
saludo, se dejó caer negligentemente en un sillón, ñora del gran mundo es la que me ha dado el ejem-
miéntras que la amable Sra. Leuplan nos acompa- plo.
ñaba hasta la puerta de la sala. Me llaman; Sor Victoria me está esperando: voy
¡Ay! madre mia, exclamé cuando íbamos por la - bajo su dirección á continuar mis estudios para el
calle: qué diferencia entre esas dos señoras! Cuán- grado de doctor; pero ay! todavía soy muy débil
to debe sufrir la Sra. Leuplan, con semejante so- é ignorante; tiemblo cuando se trata de hacer al-
ciedad! Yo no tendría tanta paciencia como ella, guna curación. Adiós, querida amiga, me llaman;
y no permitiría que me visitara cualquier per- va adonde Dios quiere
sona.
No haría vd. nada, hija, me respondió, porque SOR T E R E S A .
si era vd. prudente y entendida, imitaría á la Sra.
Leuplan que más bien por caridad que por deber
de posicion, recibe con igual afabilidad á cuantos
se presentan en su casa. Severa consigo misma, é
indulgente con los demás, se ha trazado una regla
morales que males físicos. Si no, juzga tú misma
por la relación de una de nuestras 'salidas á casa
de los enfermos; acompáñanos, pues, á Sor Victo-
ria y á mí, y sigúenos paso á paso.
Llueve á torrentes; así, no tememos que la gen-
SO CARTA X .
i
*•" •• t P'O'ÌI j te nos estorbe; esta es una ventaja que sabemos
apreciar, porque nos permitirá emplear menor
Burdeos. tiempo. Andamos largo rato y llegamos por fin al
barrio más sucio, más pobre y más poblado de es-
Querida Carolina, tu corazon se liaría pedazos ta gran ciudad que se llama Burdeos. Entramos
si te fuera preciso como á mí presenciar todos los en un callejón tan estrecho que no puede pasar
dias tantas miserias y sufrimientos como afligen á coche por él; y enlodadas y empapadas entramos
la pobre humanidad. Desde que hago la visita de á ; una casa tan negra como vieja; tomamos algún
los enfermos he visto á la pobreza bajo todos sus aliento ántes de subir lo que llaman escalera, que
aspectos; unas veces repugnante, horrible é impía; nos es preciso pasar casi á tientas por su mucha
otras resignada, adornada de todas las virtudes oscuridad para llegar hasta el sexto piso, un poco
cristianas, y digna de ser ofrecida como modelo á cansadas. Como habrás ya adivinado, estamos en
los ricos que se quejan y se atreven á murmurar el cuarto que sirve de granero, y si no lo hubiera
visto yo misma, jamás habría creido que pudiera
de la Providencia, cuando los priva de un supèr-
allí vivir algún ser humano; no pude ménos que
fluo que tantas veces emplean muy mal.
llorar cuando lo descubrí en un rincón de aquella
Oigo tantas quejas, veo correr tantas lágrimas,
covacha; era una pobre anciana acostada en una
que ya no puedo pensar en otra cosa; y yo, que
poca de paja, en donde la infeliz temblaba de frío
nunca habia deseado los dones que Dios me ha rehu-
por no tener con que cubrirse. Nos enterneció
sado, me sorprende á cada instante ver el pesar
mucho su situación, la compadecimos, y supimos
que siento por no ser rica ni elocuente: sí, elocuen-
de su boca que sus hijos la habian abandonado;
te, Carolina, porque hay aquí abajo más miserias
¡quéingratitud! porquedecianqueeramuy imperti-
hecha en llanto, va á terminar una larga y honro-
nente, y queapénas podían ganar el sustento de su
sa carrera, irreprensible según el mundo; afecta
propia familia. La desgraciada anciana acompaña-
una gran tranquilidad de alma que impone respe-
ba tan tristes informes con mil maldiciones contra
to á cuantos lo rodean; así, aunque hace treinta
los que le debian la vida; su hijo se apellida Bas-
años que se ha alejado de los sacramentos, nadie
tier, vive en la misma calle, y es cargador de la
se atreve á hablarle de reconciliarse con Dios. Al
aduana. La consolamos lo mejor que pudimos, le
vernos, se turba, porque sabe que venimos á re-
dimos algunos socorros, y le ofrecimos arreglar
cordarle que tiene que presentarse muy pronto
su entrada al hospicio, proponiéndonos, además,
ante un Juez, cuyas leyes divinas ha traspasado y
ver ántes á su hijo, á quien procurarémos traer á
visto con el mayor desprecio. Comienza por re-
mejores sentimientos para con su madre, quien
chazar con cólera los consejos de Sor Victoria,
desgraciadamente tiene muy poca fe y no teme
que le insta á que ponga orden en los negocios de
blasfemar de la Providencia.
su conciencia; pero poco á poco se calma, la escu-
;. Durante dos horas, estuvimos recorriendo casi
cha con interés y acaba por pedirle que le envie
todo el barrio, vimos muchos infortunios. En una
un sacerdote, quien no se hace esperar mucho, si-
casa, una joven, único apoyo de su madre enfer-
no que llega muy á tiempo para oírla confesion de
ma, que se muere de tisis. Piadosa y resignada,
ese pecador arrepentido, convertido milagrosa-
no siente dejar la vida más que por su amada ma-
mente en su última hora; lo absuelve, y pocos mi-
dre que queda abandonada; nos la recomienda, y
nutos despues de salido el sacerdote, exclama lle-
habiéndole ofrecido que nosotros cuidaremos de
no de alegría ese buen anciano: «Hijos míos, ben-
ella, exclama: «Entonces, sí, ya puedo morir en
decid conmigo al Señor, que á pesar de ser tan gran
paz.» En otra parte al contrario; es una madre,
pecador se ha dignado en su bondad, hacerme mi-
que va á dejar huérfanos á sus hijos, y que nos su-
sericordia! Oh! servidle desde ahora, amadlo con
plica con lágrimas que nosotras.seamos sus madres
todo vuestro corazon, es el último favor que os pi-
adoptivas.
do.» Y espira repitiendo: ¡Señor! Señor! ten piedad
de mí!
Más lejos, un anciano rodeado de su familia des-
86
Nunca acabaría, querida Carolina, si quisiera á buscar al hijo de la anciana Bastien; lo hicimos
contarte todo el bien que Dios hace, por medio de én efecto yendo á la habitación que nos había di-
Sor Victoria, humilde y pobre hija de la caridad, cho su madre. Estuvimos tocando una puerta más
que el mundo tal vez desprecia, pero que los án- de cinco minutos, sin que nadie nos contestara, y
geles deben envidiar su bienhechora y admirable sin oir dentro el más ligero ruido, hasta que una
misión. vecina nos oyó y fué á decirnos:
No teniendo ya tiempo de que disponer no pu- Hermanas, creo que se han equivocado, porque
dimos ir hoy mismo como nos habíamos propuesto, no vive nadie en ese cuarto.
á visitar al hijo de la anciana Bastien, y nos con- —Cómo nadie? dijo Sor Victoria, aquí vive una
formamos con enviarle á la pobre, un colchon y familia que se apellida Bastien.
uña frazada. Mañana será lo primero que haga-
Sí; hermana, ha vivido; pero desde que se fué la
mos, y si él rehusa como creo recoger á su ancia-
vieja, á quien echaron con indignidad, eran tan
na madre, nosotras harémos llevar á la infeliz al
mal vistos por toda la vecindad, que una noche
hospital donde estará mucho mejor.
tuvieron á bien largarse á la francesa sin decir ni
Adiós, la campana me llama á distribución, pe- adonde. Es verdad que no hay que extrañarlo de
ro mañana continuaré, y no concluiré esta carta esas gentes que dejan morir de hambre á su ma-
hasta que se acabe el papel dre: que también era la dicha vieja muy imperti-
nente, y fastidiosa, no lo niego: con todo eso, no
era razón, ¿no es verdad, hermana? para ponerla
El hombre propone y Dios dispone, querida Ca- en medio de la calle. Si siquiera les ocurriera ha-
rolina, por eso se me han pasado cuatro largos cer eso conmigo á mis hijos, no me habia yo.de
días sin que me haya sido posible disponer de un quedar tan pareja; para eso son los tribunales
ratita para platicarte; sin embargo, consuélate y la justicia, para hacer valer los derechos de los
porque esta segunda parte de mi carta será en padres abandonados, y ...
compensación mucho más larga que la primera. Todavía estaría hablando ahora aquella mujer,
No habrás olvidado que teníamos pendiente ir si no la hubiéramos interrumpido, para pregun-
tarle cómo podríamos saber del paradero del:lujo,
salvar si no quiere uno ser desgraciado eternamen-
de la Bastien.
te. «Vaya con esas cosas, le dijo esta mañana de-
«Nosotras no lo sabemos, ni nos liemos tomado
lante de mí á una hermana que la exhortaba, cuén-
el trabajo de indagarlo. Nos hemos creído muy>
teselo vd. á otros; lo que es á mí, no me ha de
dichosas con vernos libres de esas gentes sin Dios;
hacer creer que los que se mueren vengan á decir
ni ley. Eran unos pésimos vecinos. Además, susi
cómo les ha ido por allá. . . .»
muchachos son muy malcriados. Chillaban todo
No es, pues, de admirar que su hijo, educado
el día, y,si así siguen, que tenga buen cuidado
en esa escuela, la haya echado de su casa. No; es
Bastien, porque tal vez le harán á él lo que él ha,
muy justo que recoja lo que sembró. ¡Ay Caroli-
hecho con su madre.»
na! ¿conoces tú cosa más triste que el repugnante
No pudiendo aclarar nada respecto de Bastien,
espectáculo de la más profunda miseria, unida con
nos fuimos algo molestadas, y despues de otras
la más descarada impiedad? Sufrir aquí abajo y
indagaciones infructuosas en las casas cercanas,
no esperar nada más allá del sepulcro, no es el col-
nos fué preciso renunciar á hallar su nueva habi- mo de la desgracia? ¿No es un infierno anticipado?
tación. Dimos, en consecuencia, los pasos necesa-
Salíamos del hospital Sor Victoria y yo, llo-
rios para hacer entrar á la madre al hospital. rando juntas el endurecimiento de la pobre Bas-
Allí se encuentra desde hace dos dias, la hemos tien, cuando nos alcanzó su antigua vecina, y sin
recomendado mucho á las hermanas; pero, ay! la poderlo evitar, nos tuvimos que resignar á oir un
pobre no quiere que le hablen de Dios; y siempre diluvio de palabras inútiles, de entre las que saca-
que intentan hacerlo, recordándole sus deberes de mos que por fin habia descubierto ella el lugar en
cristiana, les responde que nada de eso les toca á que vivia Bastien; nos dió las señas, le hicimos
ellas, que se ocupen de curarla y de atenderla, y presente nuestro agradecimiento, y nos separamos
en todo lo demás la dejen en paz. Es tal la igno- lo más pronto posible, dejándola todavía con la pala-
rancia de esa infeliz mujer en punto á religión, bra en la boca, pues sabes que es sumamente habla-
que crée que las hermanas se burlan de ella cuan • dora. ¡Dios telibre, Carolina, de semejantes gentes!
do le dicen que hay una alma, que es necesario Más dichosas esta vez que la primera, no tarda-
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mos en encontrar la casa del hijo de Bastien. El mis- «Tanto mejor,» le fué respondido secamente. Esa
mo fué el que salió á abrirnos: sin duda compren- respuesta era, ciertamente, poco á propósito; pero
dió el objeto de nuestra visita, porque frunció las mi compañera, que quería llegar á su objeto, la
cejas y nos preguntó de un modo áspero lo que echó á buena parte y trató de persuadirles que era
queriamos. bueno que la fueran á ver, que ella tendría mucho
« Darle á v d . una noticia que le interesa y le gusto en eso; y por fin les declaró que era su de-
dará mucho placer,» respondió Sor Victoria. ber, ya que no querían recogerla, pedirle por lo
El dicho hombre no contestó nada, sino que se menos dispensa por lo que habia pasado. Se iba
hizo á un lado para dejarnos pasar, y entramos á encendiendo su celo, cuando fué bruscamente in-
aquel nido de aviones. En verdad que no puedo terrumpida por la mujer, quien exclamó: «¡Qué!
darle otro nombre á aquella buhardilla, tan sucia ¿Que nos vengan á regañar aquí? ¡Vaya una ocur-
y tan revuelta, imagen completa del caos; pues rencia! La vieja nos fastidiaba bien; tomó el parti-
animales, gentes, muebles, utensilios de diversas do de irse, y ahora habíamos de irá pedirle^mfon?»
cosas, vestidos, etc., estaban mezclados de tal Como vió que Sor Victoria iba á contestar, lo
suerte, que costaba trabajo distinguirlos. Sin em- impidió agregando: «Vd. dice que está ella en el
bargo, gracias al mucho cuidado que pusimos, lle- hospital, ¿no es esto? Pues bien, que allí se esté y
gamos, sin romper nada, á la segunda pieza, en nos deje en paz: no queremos ya oír hablar ni una
cuyo fondo vimos por fin á la reina y señora de palabra acerca de ella.»
aquella morada, á la esposa de Bastien y nuera, por No intento yo, replicó con dulzura mi compañe-
consiguiente, de la infeliz anciana. Todavía más ra, que vdes. la recojan á fuerza; solamente que-
grosera que su marido, se quedó sentada, postura ría indicarles que á mi parecer era bueno calmar,
cómoda que no nos fué posible tomar á nosotras con un paso tan fácil, el ánimo resentido de aque-
por no haber por allí sillas desocupadas; pero Sor lla señora. Además, seria esto un buen ejemplo
Victoria, sin hacer caso de eso, se apresuró á to- que darían vdes. á sus hijos, quienes Dios no per-
mar la palabra, y agotó su elocuencia para llegar mita que los traten como vdes. han hecho con su
á decirles que su madre habia entrado al hospital. madre. . . .
Cortándole la palabra dijo Bastien, abriéndonos Victoria me dijo: «Voy, en compensación, á lle-
la puerta: «Basta ya de sermones: hermanas, ocú- var á vd. á casa de unas buenas gentes á quienes
pense vdes. en sus cosas y 110 les den cuidado las creo que tendrá vd. mucho gusto en conocer: el
nuestras. . . . » interior de esa familia le presentará un cuadro que
«Bien dicho,» dijo la mujer saliendo á la otra la consolará de lo que acaba de ver. Todo respira
pieza por los gritos de los muchachos, que se es- allí órden y limpieza; ese lujo del pobre: la paz, la
taban peleando; «que se vayan y 110 vuelvan á can- armonia, el cariño reinan allí, alimentados por una
sarnos.» piedad sencilla é ilustrada. »
Nos miramos una á otra, y sin decir palabra Tenia mucha razón: apénas entramos se me pre-
nos disponíamos á salir, cuando en la anterior pie- sentó á la vista un espectáculo muy distinto.
za nos esperaba una escena digna de todo lo que Cerca de la ventana estaba sentada una anciana,
acabábamos de ver y oir. El hijo mayor, de cosa de cuyo rostro, aunque surcado de arrugas, estaba
ocho ó diez años, habia echado á la calle á sus animado de alegría y contento. Arrullaba en sus
hermanos, y se empeñaba en no dejarlos entrar, brazos á un hermoso niño de cinco ó seis meses, y
deteniendo la puerta con la espalda, miéntras que para dormirlo cantaba, con una voz vacilante, una
con puñetes y puntapiés, trataba de rechazar á su antigua letrilla. A su lado una muchachita, de
madre que queria quitarlo á tirones. El mucha- ocho ó nueve años, tejía para su padre unas me-
cho era robusto y no se dejaba, prodigando á su dias casi tan grandes cómo ella. Más léjos, dos
madre los más repugnantes epítetos, que me es chicos, rubios y colorados, estudiaban una lec-
imposible trascribir. ¡Bonito niño! promete, como ción del catecismo: tenian las narices sobre el li-
ves, seguir las huellas de sus padres. Salimos por bro, pero espiaban continuamente un apetitoso gui-
fin, como pudimos, y nos alejamos, como puedes sado de ternera y coles que su hermana major es-
figurarte, con más lástima que disgusto, al ver taba preparando para ponerlo en la mesa á la hora
que en esa desgraciada familia se perpetúan, de de la comida de la familia.
raza en raza, los frutos de la mala educación. Esa jovencita reía á escondidas, de la actitud de
Cuando estuvimos ya á alguna distancia, Sor sus dos hermanos, y decia á su abuelita: ¿No es
verdad, mamá grande, que los niños flojos no co- si quiere hacer su primera comunion de aquí á dos
men en la mesa?.... Iba á contestar la anciana en años; pues toda preparación es poca, para una
el sentido deseado, cuando nos vió y nos saludó acción tan grande. En cuanto á mi Brígida, añadió
con una exclamación de gozo. mirando á la joven que preparaba la comida, debo
Brígida, que era la mayor, Luisa su hermana hacerle justicia, es tan juiciosa como una mujer
menor, y aun los dos pobres muchachos acusados, hecha y derecha. Sí, aunque todavía no cumple
rodearon á Sor Victoria con mil demostraciones quince años, reemplaza ya muy bien á su madre en
de afecto, nos acercaron á cual más pronto sillas todos los cuidados de la casa; c u i d a de todo, atien-
cerca de su abuela que repetía: «Dispénsenme de á todo; en suma, es una buena niña que espero
vdes. si no me pongo en pié; no es culpa mia esa que Dios ha de bendecir. Ay, hermana! todo lo
falta de urbanidad, sino de mis piernas que ya se debe ella á las lecciones de vd.; ántes de ir á la es-
rehusan al servicio. También hace tanto tiempo cuela con vdes. era un demonio; ¿ya vd. se acuer-
que las pobres me sirven, que al fin se cansan; da, no hermana?
pero gracias á Dios, que mis brazos son algo más A y, mamacita! replicó Brígida, no es bueno re-
complacientes, con lo que todavía les puedo ser cordar pecados viejos, olvidados y perdonados; ¿no
útil á mis hijos en alguna cosa; pues miéntrasque le parece á vd., hermana?
mi hija y su marido se van á su trabajo, para Sí, sí, dijo Sor Victoria, abrazándola, y en prue-
traernos de comer á todos nosotros, yo cuido de ba de eso, mira, querida Brígida, este librito que
estos traviesos. te traigo; esta estampa es para Luisa; Juan y Pa-
¿Y qué tal se conducen todos estos niños? le pre- blo se quedarán sin los dulces que tengo en la bol-
guntó mi compañera. sa, porque no son para los niños que no quieren
Esta, respondió la anciana poniendo la mano hacer nada.
sobre la cabeza de la que tejía, que tenia un aire Los sollozos y lágrimas que estallaron á tan
muy vivo, es tan buena, que ya le hemos prome- cruel amenaza, nos probó que habia sido muy
tido hacer por que entre en la escuela el próximo oportuna, y para colmo de desgracia, la abuelita
invierno; y es menester que se siga portando bien, exclamó:
«Muy bien hecho, muy bien hecho; hace una su.abuela, quien les dió un beso en lafrente en se-
hora que les estoy diciendo que Dios los ha de cas- ñal de perdón, pero no consintió de ningún modo
tigar por su pereza, y no querían creerme; espero' en que Sor Victoria les diese sus pastillas.
que así otra vez se acordarán de que Dios oye Al pararnos para salir, entró Ricardo el yerno
las amenazas de los padres, y que se encarga de'1 de aquella respetable mujer, y t o d o s sus hijos fue-
castigar á los niños malmandados y flojos. ¿No ron á abrazarlo y á hacerle mil cariños, que no
es una vergüenza ver á esos dos muchachos, ya cesaron sino para, hacerlas á su madre que seguía
de cinco y seis años, que quieren pasar todo su ' de cerca á su marido. ¡Oh! ese cuadro era digno
tiempo enjugar, y no aprenden el catecismo? Será del pincel de Greuze! Esa familia es dichosa, por-
necesario darles de comer sin que hagan nada has- que cada uno de sijs miembros es útil para los de-
ta los 20 años más; por otra parte, el amor de Dios es el móvil
Perdónenos vd., mamá grande, perdónenos vd., de todas sus acciones. Aunque Ricardo y su mu-
exclamaron á un tiempo los dos culpables; ya no jer son pobres, están contentos con su suerte, no
lo volveremos á hacer; vamos á estudiar ambicionan más de lo necesario; la ternura de sus
sino que está muy difícil nuestra lección!.... hijos y la de su anciana madre, que rodean de
Como vdes. quieran, les dijo con un tono seve- cuidados y respeto, bastan para satisfacer todos
ro la anciana; pero les ofrezco, que si ántes de co- sus deseos.
mer no saben bien su lección, no les daré de comer Fié aquí una nueva prueba de que la felicidad
más que pan á secas; si quieren que los perdone, no consiste en las riquezas, sino en el cumplimien-
reparen su falta. to de nuestros deberes para con Dios, nuestra fa-
No aguardaron á que se los dijeran dos veces; milia, y la sociedad.
encarnados de vergüenza se retiraron á un rincón, Adiós: esta carta ha salido tan larga, que temo
y á poco rato, como 10 minutos, fueron á ver á la califiques mal; por esto es menester terminar-
su hermana mayor para que se las tomara. Usó la pronto, repitiéndome como siempre tu mejor
de alguna indulgencia con ellos, y dijo que ya se amiga.
la sabían, con lo que se acercaron muy alegres á SOR TERESA.
13
que es arrastrada por la posición misma de su
marido? Sin embargo, puedes estar segura de que
haré cuanto pueda para inclinarla á practicar sus
deberes religiosos, que dices ha descuidado desde
P. D. que se casó: quiera Dios allanar los obstáculos de
esta empresa difícil; supliquémosle mucho á su
Acabo de recibir tu carta en que me pides que Majestad, querida Carolina, que no nos niegue su
entregue yo misma á tu prima la Sra. Marval, la divino auxilio.
esquela que me incluyes: si nuestra madre me da
licencia, tendré mucho gusto en hacerlo. La difi-
cultad no está en descubrir su habitación, porque
la esposa de un oficial superior, debe ser una per-
sona importante aún en Burdeos, sino en que ge-
neralmente las grandes señoras se guardan de nos- CARTA X I .
otras, porque siempre nos suponen intenciones
hostiles á sus bolsas: con todo, creo peder llegar Burdeos.
hasta tu prima; tu esquela me sirve de pasaporte.
Pero no te disimularé que encuentro muchas difi- Me presenté por fin en casa de tu prima, queri-
cultades para lo que deseas. Ante todo, me ha de da Carolina, y ¿pero qué iba yo á hacer? A
ser muy difícil á mí, pobre novicia, que nunca contarte imprudente el desenlace de mi aventura,
puede salir sola á ninguna parte, el ver á tu pa- antes de' que supieras el principio; á satisfacer tu
rienta con bastante frecuencia y franqueza para curiosidad ántes de haberla excitado al grado con-
conquistar su afecto y su confianza. Despues, ¿có- veniente; y en fin, destruir todo el efecto de mi
mo te figuras que tengo yo tal ascendiente sobre historia por mi deseo de hablar.
el ánimo de esa jóven mundana, para hacerla re- Recógete pues, y escucha:
nunciar á un género de vida que tanto ama, y al Hasta antier fué cuando mi buena madre me
que es arrastrada por la posicion misma de su
marido? Sin embargo, puedes estar segura de que
haré cuanto pueda para inclinarla á practicar sus
deberes religiosos, que dices ha descuidado desde
P. D. que se casó: quiera Dios allanar los obstáculos de
esta empresa difícil; supliquémosle mucho á su
Acabo de recibir tu carta en que me pides que Majestad, querida Carolina, que no nos niegue su
entregue yo misma á tu prima la Sra. Marval, la divino auxilio.
esquela que me incluyes: si nuestra madre me da
licencia, tendré mucho gusto en hacerlo. La difi-
cultad no está en descubrir su habitación, porque
la esposa de un oficial superior, debe ser una per-
sona importante aún en Burdeos, sino en que ge-
neralmente las grandes señoras se guardan de nos- CARTA X I .
otras, porque siempre nos suponen intenciones
hostiles á sus bolsas: con todo, creo peder llegar Burdeos.
hasta tu prima; tu esquela me sirve de pasaporte.
Pero no te disimularé que encuentro muchas difi- Me presenté por fin en casa de tu prima, queri-
cultades para lo que deseas. Ante todo, me ha de da Carolina, y ¿pero qué iba yo á hacer? A
ser muy difícil á mí, pobre novicia, que nunca contarte imprudente el desenlace de mi aventura,
puede salir sola á ninguna parte, el ver á tu pa- ántes dé que supieras el principio; á satisfacer tu
rienta con bastante frecuencia y franqueza para curiosidad ántes de haberla excitado al grado con-
conquistar su afecto y su confianza. Despues, ¿có- veniente; y en fin, destruir todo el efecto de mi
mo te figuras que tengo yo tal ascendiente sobre historia por mi deseo de hablar.
el ánimo de esa jóven mundana, para hacerla re- Recógete pues, y escucha:
nunciar á un género de vida que tanto ama, y al Hasta antier fué cuando mi buena madre me
pudo acompañar á casa de la señora tu parienta, —Pero, señora, vd. me dió esta mañana otras
cuyo nombre (entre paréntesis), le era tan desco- órdenes, por eso las hice pasar.
nocido como á mí, que jamás te habia oído hablar —¡Qué necia eres, Elisa! no entiendes si no se
deellasinopor el de Aurelia, que es el de bautismo: te dicen las cosas por lo claro: áellas ñolas quie-
con todo, confiadas en tu promesa, nos pusimos en ro recibir; á otras personas sí.
marcha, muy persuadidas de que íbamos á ser —Pero.... es la madre superiora con
perfectamente recibidas. Para mayor seguridad, —Una razón más para que no la vea....
llevaba yo tu carta en la mano; y como si todos —Con una hermana jó ven que quiere entregar
debieran conocer tu letra, la mostré intrépida- á vd. en propia mano una carta.
mente al portero, quien con cierto aire de asom- —Que se la guarde, y me deje en paz
bro nos miró y nos dejó pasar adelante. Yo pen- —Dice que es de parte de una parienta de vd.,
saba que este taíisman nos iba á hacer abrir todas señora.
las puertas, pero me equivoqué, querida Carolina, —Y todavía? Ya te he dicho que no las recibo.
nos fué preciso esperar más de veinte minutos en —Dispense vd., señora.
la antesala de la señora generala, y todavía estaría- —Pero, qué no entiendes?.... Haz lo que te man-
mos en ella, si no hubiera pasado por allí casual- do, y ya está ó si no....
mente una pobre criada que, más cortés que los No nos esperamos más, sino que ya íbamos por
lacayos á quienes nos habíamos dirigido, nos hizo la antesala, cuando la pobre Elisa, confusa y aver-
pasar á un salón, donde nos dejó para ir á recibir gonzada, nos vino á dar alguna excusa de parte de
órdenes de su ama. Otro cuarto de hora trascur- su ama, que apreciamos en su justo valor. Le en-
rió ántes que volviera; y ya nos iba faltando la tregamos la carta, suplicándole que se la entrega-
paciencia, cuando, gracias áuna puerta que se en- ra, y nos salimos para la calle.
treabrió con el aire, pudimos percibir el siguiente Iba yo tan mortificada de haberle hecho pasar
diálogo, bastante gracioso: ese mal rato á nuestra madre, que no me atrevía
—¿Pues qué les digo? yo ni á verla, ni á hablar palabra.
—Que tengo jaqueca y no puedo recibir á nadie. Ella interrumpió el silencio, y me dijo sonriendo:
¡Vaya! Sor Teresa, ¿se desalienta vd. por tan llamarme sino por Sor Teresa; así, creo que será
poco? ó ¿creía vd. que en todas partes nos habían la «Sra. Marval» que viene á pagarme la visita.
de recibir tan bien como en casa de la Sra. Leu- ¡Dios quiera que así sea! Corro á recibirla. . . .
plan? Si así fuera, ¿qué mérito habría en implorar
la generosidad de los ricos en favor de los pobres? ' Bien habia yo adivinado, tu prima era la que
Vamos, hija mía, anímese, y no haga caso de esas me esperaba en el recibidor, donde la hallé dándo-
ligeras humillaciones que no merecen ni que se le mil excusas á nuestra madre por no habernos
atienda á ellas. Además, creame vd., es bueno y recibido; lo hacia con tal gracia, que no era posi-
útil el sufrir de vez en cuando el desprecio del ble contestarle que habia sabido muy bien quiénes
mundo; es un remedio excelente contra el orgullo, la buscaban para tener el honor de hablarle.
y un medio fácil de alcanzar algunos rasgos de se- Apénas me presentó nuestra madre, cuando pa-
mejanza con nuestro divino Maestro, que se vio rándose con viveza, me apretó las manos y me di-
hecho un objeto de burla en la corte de Heródes. jo con un tono que me llegó al corazón:
Estos piadosos consejos produjeron su fruto, «¡Ah, señorita.... hermana.... qué dichosa me
querida Carolina, porque no me volví á acordar de creo en conocer á la mejor amiga de mi estimada
tal aventura; y si ahora me he ocupado de ella, es prima Carolina! Le debo muchos favores; pero sin
solo por darte cuenta de todos mis pasos acerca de duda seria uno de los mayores, el obtener, por su
tu prima, por quien te prometo, que si alguna vez medio, la amistad de vd., cuyo valor me ha hecho
la llego á ver, le he de hacer tantos obsequios, y conocer ya.»
tratarla con tal amabilidad, que ha de sentir el En lugar de contestarle como debia, diciéndole
haberme cerrado su puerta la primera vez; esta con modestia que me honraba demasiado, ¿lo cree-
es toda la venganza que pienso tomar. rás, Carolina? me quedé sin hablar palabra, por-
Me es preciso interrumpir: me llaman, pregun- que mis ojos me aseguraban que tu amable prima
tan en el recibidor por la Srita. Enriqueta Pilvert. y la elegante señora que tanto me habia chocado
No hay aquí más que el Sr. Cura y tu prima que en casa de la Sra. Leuplan, era una misma per-
sepan mi nombre; el Sr. Cura no se permitiría sona.
Mi silencio pareció desconcertarla un poco; pero una vanidad insoportable; ¡qué necedad! ¿hasta
lo colorada que se puso de repente, me advirtió cuándo me podré ver libre de ella enteramente?
por fortuna de la falta que estaba cometiendo, y En fin, volvamos á tu prima, á quien había juz-
me apresuré á responderle en términos que hicie- gado tan mal ántes, y que ahora me ha hecho su
ron brotar de nuevo la sonrisa en sus labios, y pa-
trato quererla tanto.
recer contenta.
De aquí he sacado la firme resolución de no pre-
Alargó bastante su visita, me habló mucho de venirme mal contra nadie; se expone uno mucho
tí, y con tal expresión, que me dispuso mucho en con juzgar ligeramente á ser injusto; así, yo me
su favor: en una palabra, estuvo no solo amable habia figurado que la Sra. de Marval no nos había
sino encantadora: por otra parte, tiene una fran- querido recibir, por no verse obligada á darnos una
queza ya muy rara: nos contó ingenuamente va- corta limosna, y al despedirse le entregó á nuestra
rios de sus disgustos; en una palabra, es verdade- Madre una cantidad considerable para sus pobres,
ramente un niño malcriado, á quien es muy difí- instándole con la mayor amabilidad, á que ocur-
cil tratar con severidad; y si algunas veces hace riera á ella siempre que necesitase dinero. «Cuan-
sus cosas, creo que se debe echar la culpa á su ca- do mi bolsa esté bien provista, agregó, dispondrá
beza, y no á su corazon, que es bueno y sencillo. vd. de ella á su voluntad; cuando esté vacía, re-
Decididamente he quedado reconciliada con ella: cibirá vd. siempre mi buena disposición, y le que-
la querré; haré más, la volveré una buena y fer- dará el recurso de acudir á la de mi marido, mejor
vorosa católica, y entonces estoy segura que me- provista que la mia, porque él es mucho más pru-
recerá ser citada como modelo acabado de las se- dente y económico que yo. Me encargó expresa-
ñoras cristianas. mente, hermanas, que les manifestara de su par-
¡Qué presunción la mia! Pobre de mí! yo que te, lo mucho que sentia no poder acompañarme para
soy tan débil y caigo á cada paso, ya me lisonjeo conocer ála amiga de nuestra querida Carolina, y
atrevidamente de poder guiar á los demás y ha- quizá es la primera vez que experimenta pesar al
cerlos andar derecho P o r fortuna á tí es á cumplir con su deber, que lo llamaba á otra parte.»
quien me muestro tal cual soy; en esto se asoma Despues de unos momentos de vacilación, añadió:
14
¿Y me atreveré á pedirles á vdes. el favor de que
vayan á mi casa?
Yo espero, hermanas, que por caridad, me pro-
porcionarán la ocasion de reparar una falta
involuntaria
Se puso muy colorada, pero hicimos que no lo CAETA X I I .
advertíamos, y l e prometimos satisfacer sus de-
seos. Ni podíamos hacer otra cosa; es necesario
que las hijas de San Vicente de Paul den ejemplo Burdeos.

á los del mundo del olvido de las injurias.


Enséname ahora, querida Carolina, ¿cómo hi- Hace ya muchos dias que he estado queriendo
ciste para que dos palabras tuyas pudieran cam- escribirte, querida Carolina, y lo he ido aplazando
biar tan pronto y tan completamente á tu pri- de dia en dia, porque deseaba darte buenas noti-
ma?
cias de tu prima; tú comprenderás que no hablo
, C o n f i a m e tu secreto, porque me puede ser muy de la salud de su cuerpo, sino de la del alma de
útil, y mi agradecimiento igualará al cariño de esa pobre joven que, como tantas otras, serviría á
quien mucho te quiere. Dios de buena voluntad, si al mismo tiempo pudie-
ra permanecer esclava del mundo. Con todo, me
SOR T E R E S A . viene á ver seguido, me oye con gusto cuando le
hablo de la necesidad de la salvación, pero me di-
ce que se le hace muy duro prescindir de los bai-
les y de los espectáculos, porque me confiesa, que
ella en su interior está triste, que tiene necesidad
de distracciones, y que privada de los goces de la
maternidad, necesita hacerse ruido para no sentir
demasiado el vacío de su corazon.
¿Y me atreveré á pedirles á vdes. el favor de que
vayan á mi casa?
Yo espero, hermanas, que por caridad, me pro-
porcionarán la ocasion de reparar una falta
involuntaria
Se puso muy colorada, pero hicimos que no lo CAETA X I I .
advertíamos, y l e prometimos satisfacer sus de-
seos. Ni podíamos hacer otra cosa; es necesario
que las hijas de San Vicente de Paul den ejemplo Burdeos.

á los del mundo del olvido de las injurias.


Enséname ahora, querida Carolina, ¿cómo hi- Hace ya muchos dias que he estado queriendo
ciste j a r a que dos palabras tuyas pudieran cam- escribirte, querida Carolina, y lo he ido aplazando
biar tan pronto y tan completamente á tu pri- de dia en dia, porque deseaba darte buenas noti-
ma?
cias de tu prima; tú comprenderás que no hablo
, C o n f i a m e tu secreto, porque me puede ser muy de la salud de su cuerpo, sino de la del alma de
útil, y mi agradecimiento igualará al cariño de esa pobre joven que, como tantas otras, serviría á
quien mucho te quiere. Dios de buena voluntad, si al mismo tiempo pudie-
ra permanecer esclava del mundo. Con todo, me
SOR T E R E S A . viene á ver seguido, me oye con gusto cuando le
hablo de la necesidad de la salvación, pero me di-
ce que se le hace muy duro prescindir de los bai-
les y de los espectáculos, porque me confiesa, que
ella en su interior está triste, que tiene necesidad
de distracciones, y que privada de los goces de la
maternidad, necesita hacerse ruido para no sentir
demasiado el vacío de su corazon.
jEl vacío de su corazón! y tiene un marido que medio de las privaciones más duras, porque son
la ama tiernamente....! A y, Carolina, cuánto te- real y sinceramente cristianos; despues la haré co-
mo que algún dia él le pague en la misma mone-
nocer á un ángel en f o r m a humana, laSra. Raffet,
da. Por ahora, él merece bien, bajo todos aspec-
y en su casa aprenderá mejor que con palabras la
tos, el cariño de -cualquiera mujer racional; por
sublimidad de una religión que, desde esta vida,
desgracia, tu prima tan viva, tan franca y tan sen-
recompensa nuestros sacrificios y nos hace hallar
sible, tiene una imaginación loca que le pinta co-
tantas dulzuras y consuelos en el servicio de
mo bello todo lo que no es de ella, y la disgusta
Dios.
de cuantos bienes goza. Corriendo sin cesar tras
Te iré dando cuenta de mis tentativas, y de an-
una dicha quimérica, y encontrándose á cada pa-
so con la triste realidad de la vida, se le hace pe- temano quiero contarte el conmovedor accidente
sada la existencia; y aunque es de un carácter que me puso en relación con la Sra. Raffet, que
natural, alegre y bueno, tiene ratos de ponerse tris- habita una hermosa casa de campo en los alrede-
te, desabrida, insoportable á cuantas la rodean, dores de Burdeos.
que deploran en vano esa desigualdad de humor. Eso pasó muy pocos dias despues de mi llegada
¡Ay! esa alma ardiente que pide á las criaturas aquí, y no sé cómo no te lo he referido ántes. No
una felicidad que no pueden darle, amaría cierta- ha sido falta de deseos, porque casi no ha habido
mente á Dios, y se decidiría á servirle con celo, carta en que no me haya propuesto hacerlo, pero
si fuera posible hacerle comprender la dulzura de tengo tantas cosas que decirte, que es imposible
su yugo, y la belleza de su religión! hacerlas entrar todas á la vez.
Esto supuesto, entrémos en materia:
Lo he pensado mucho, y creo que el mejor me- La madre de un pobre niño enfermo, habia ve-
dio de hacerle gustar de nuevo la moral del Evan- nido á suplicarnos que fuéramos á verlo. Nos dió
gelio, es probarle su suavidad y su hermosura con las señas de su casa; perc por distracción, ó más
algunos ejemplosprácticos; así, procuraré inclinar- bien por uno de esos designios de la Providencia
la á que nos acompañe á la visita de algunos de que llaman casualidad, nos equivocamos, subimos
nuestros pobres, que se encuentran dichosos en hasta el piso indicado, y tocamos una puerta, que
nos abrió una mujer que no era la que buscá-
Ah! estonces es diferente, es necesario ver si le
bamos.
ha pasado algo »
Despues de algunas explicaciones, nos disponía-
Y en unos cuantos brincos subió la escalera y
mos á bajar de nuevo la escalera, cuando unos
estaba junto á nosotras. La compasion ocupó en
tristes gemidos nos detuvieron en el descanso. P u -
su pecho el lugar de cualquier otro sentimiento, y
simos el oído y nos convencimos pronto de que
se puso á repetir en todos los tonos.
eran en un cuarto que estaba enfrente.
«¡Pobrecita! está enferma, seguro. ¿Por qué no
¿Quién vive ahí? le preguntamos á la anciana
nos lo diría? la habríamos cuidado y velado. Yo
que por cortesía nos acompañaba en la escalera.
habia dicho bien á mi hijo, que algo tenia ella: se
No lo sé, hermanas, nos respondió: no trato á
le miraba muy triste y muy descolorida Y
las vecinas, y además, esta pieza hace apénas ocho
con todo, todavía se echaba de ver que es muy
dias que está ocupada,... Pero, esperen vdes., tal
bonita....!
vez Señora Juana sí lo sabrá. Y se puso á llamarla
Miéntras tanto por más que tocábamos, no se
inmediatamente con todas sus fuerzas.
abria la puerta, y los quejidos iban apagándose
Por fin, una voz gangosa respondió desde el
cada vez más.
piso inferior:
«Es menester hacer algo, dijo Sor Victoria, esa
¿Qué se ofrece?
infeliz niña tal vez se está muriendo, sin que haya
—Nada más que las hermanas desean saber
quien la socorra: á ver si tiramos la puerta.
quién vive en este cuarto, al lado del mió.
Por fortuna estaba tan vieja, y la cerradura
Vaya! no vale la pena de informarse ni si-
en tan mal estado, que con unos golpes de Señora
quiera las gracias me dió el otro dia cuando le
Juana, se consiguió abrir y entramos á la pieza.
ofrecí mis servicios me parece tan miserable
¡Ay! qué espectáculo tan triste se presentó á nues-
como orgullosa que ni se metan en verla
tra vista!
ya les digo que no vale la pena
Cerca de una mesita estaba caída en el suelo,
—Pero es que se oyen quejidos, le dijo su in-
y casi moribunda, una joven y bella señorita; tenia
terlocutora.
cogido con sus dedos crispados un trabajo de bor-
dado, todavía sin concluir; un cabo de vela que nos dijo enclavando las manos en ademan de sú-
aun humeaba, parecía indicar que esa pobre niña plica:
había sido sorprendida por algún mal repentino ¡Av! por amor de Dios, hermanas, no me aban-
que le había impedido hasta el acostarse en una donen vdes he sufrido mucho; y no tendría ya
pobre zalea, que le servia de cama. fuerza para exponerme por segunda vez á seme-
La levantamos, y á ruegos de Señora Juana, la jante suplicio, y me perdería si.... si.....
pusimos en la misma cama de esa buena mujer, La pobre Cecilia, colocada entre la deshonra y el
cuyas ponderaciones y muestras de dolor nos ha- hambre, dudaría tal vez Ay! compadézcanse
bían divertido mucho en otras circunstancias. ¿e mí! el Señor las recompensará !
Despues de haber examinado bien la enferma, Esas pocas palabras, pronunciadas con una ex-
siempre sin conocimiento, le dió á oler Sor Victo- citación calenturienta, encerraban toda la historia
ria un poco de álcali, y despues echó unas cu- de Cecilia. Hija única y muy querida de un culti-
charadas de caldo, cuyo efecto esperaba tomándole vador rico, había sido pretendida Cecilia, desde
el pulso. Despues de unos cuantos minutos tomó muy temprano, por diversas personas: pero dicho-
alguna fuerza, y Sor Victoria exclamó contentísi- sa con el amor de su padre, y sin otra clase de de-
ma: «Ya se salvó; se moría de pura hambre esta seos, habia rehusado siempre cuantos partidos se
pobre niña.» le presentaron, y el anciano; por su parte, celoso
¡Ay, Carolina! ¿lo creyeras? ¿te podrías figurar del amor de su hija, habia aprobado esa resolución:
tanta miseria, que una pobre criatura, semejante pues viuda á los pocos dias de nacida Cecilia, ha-
á nosotros, se muera por falta de un pedazo de bia concentrado en ella todos sus afectos, se habia
pan, que tantas veces rehusamos sin creer que le formado de ella su único amor, y contando dema-
negamos la vida, y que la exponemos quizá á con- siado con la pequeña fortuna que le reservaba pa-
servarla por medio de un crimen? ra el porvenir, jamás habia podido resolverse á
Me entregaba con el corazon hecho pedazos, á hacerle tomar un estado que, en caso de necesidad,
le proveyese de los medios indispensables para la
tan tristes reflexiones, cuando la enferma volvió
existencia. Además, Cecilia sabia bordar, cantar,
en sí, abrió los ojos, y fijándolos en nosotras,
15
114

preparar la comida ¿qué le faltaba para ser testigos de su prosperidad y de su desgracia, aban-
una ama de casa completa? Y es tan hermosa, de- donó*3 su pueblo y tomó el camino de Burdeos, don-
cía el pobre viejo en su imprevisión, que jamás se de á pesar de un rudo trabajo, agotó muy pronto
le dificultará lo que quiera. los escasos recursos que habia llevado: bordaba,
La única cosa que el anciano olvidaba para tran- pero tú sabes lo poco que deja esa tarea tan ingra-
quilizarse sobre el porvenir de su hija, era con to- ta. Al cabo de dos meses, la hermosura de la in-
do lo más principal, pues era muy piadoso. feliz niña la hizo encontrar un protector rico, que
Acababa de cumplir 19 años cuando murió su le ofrecía oro, placeres, y todas las superfluidades
padre. Entonces sucedió lo que él debia haber de la vida, sin pedirle en cambio más que el sacri-
previsto en su vida. La joven huérfana fué enga- ficio de su virtud más querida, ella prefirió la mi-
ñada por las personas á quienes habia dado su con- seria y la muerte á tan vergonzosa opulencia; y
fianza, y se vió despojada en menos de un año de sin pan, ni dinero, vino á esconderse en el alber-
todo su modesto patrimonio. gue en que la encontramos con la esperanza de no
Cuando la pobrecita no contaba ya con más ri- ser allí hallada por el hombre que la perseguía.
quezas que su belleza y su virtud, no halló á su Hacia dos dias que no comia, y que trabajaba sin
derredor sino frialdad é indiferencia, pues en el
descanso para concluir aquel bordado que debía
campo, lo mismo que en las ciudades, jamás es
proporcionarle unos cuantos sueldos, cuando ven-
buscado el mérito si está acompañado de la indi-
cida de la debilidad, cayó desmayada en el suelo,
gencia.
donde habría muerto, si el Señor, que vela so-
Con todo, le llovieron consejos, porque esos no bre la inocencia, no nos hubiera enviado á socor-
cuesta trabajo darlos, y entre ellos se decidió, rerla.
aunque contra la opinion de su párroco, á seguir Tal fué la relación que nos hizo la pobre Ceci-
uno, que por su desgracia le pareció el mejor. lia pocos dias despues de su entero restablecimien-
La dijeron que se fuera á alguna ciudad grande to. Tomamos algunos informes para saber el cré-
y que allí haria fortuna; estimulada por el deseo dito que le podríamos dar, y nos convencimos de
de alejarse de aquellos lugares que habían sido que era verdadera, y que solo habia ocultado por
modestia, algunas circunstancias que le hacían un rostro, el más feo que he visto en mi vida, ros-
mucho honor. tro en que las viruelas habían dejado una huella
Desde entónces, esa interesante joven que he- deplorable. No fui bastante dueña de mí misma
mos puesto, interinamente, en casa de su ancia- para disimular la impresión que me causó; de mo-
na vecina, tuvo todas nuestras simpatías, y nos do que la Srita. Raffet pareció conmoverse, y aun
pusimos de acuerdo con nuestra madre para pro- una lágrima humedeció sus párpados: con todo,
porcionarla un lugar en que estuviese al abrigo de se sonrió; y esa sonrisa mágica dió tal expresión
todos los riesgos que le hacia correr su hermosura. á su fisonomía, que comprendí que habia uno de
La cosa no era tan sencilla; pero nuestra madre acabar por acostumbrarse á una fealdad templada
con un no sé qué, lleno de gracia, de talento, de
tuvo la feliz inspiración de dirigirse á la Srita.
Raffet, y de contarle la historia de Cecilia: como finura y de benevolencia.
es tan caritativa esa respetable persona, inmedia- Le presentamos nosotras á Cecilia que estaba
tamente le ofreció recibirla en su casa, aunque pa- encantadora, y le agradó mucho. Despues, á nues-
ra disminuir el mérito de tan bella acción, añadió: tros ruegos, tuvo la bondad de enseñarnos su casa.
que precisamente estaba necesitando una persona No selia reservado ella para su uso particular,
así, que pudiera dejar con confianza en su casa más que dos cuartos y una salita tan chica como
cuando ella saliera, y que le parecía que Cecilia un locutorio de un convento. Ha convertido las
era la que estaba deseando hacia tanto tiempo. mejores piezas en enfermerías, una para hombres
Pocos días despues, llevamos Sor Victoria y yo y otra para mujeres: tiene cada una ocho camas:
á Cecilia á casa de su nueva protectora, que te- recibe indistintamente á cuantos habitantes de los
nia yo mucha curiosidad de conocer: me habían campos vecinos vienen á implorar sus socorros.
hablado tanto de ella, me la habían elogiado tanto, En el patio hay una gran sala que sirve de clase á
que yo me había formado una idea muy exagerada las niñas; ella misma les dá sus lecciones, las ins-
respecto de su físico, aunque muy inferior, en truye y les hace aprender el catecismo. Por la no-
compensación, por lo que toca á su moral. Figú- che reúne allí á todas las jóvenes que han hecho ya
su primera comunion, les enseña á coser, y para
rate, en efecto, mi desengaño, cuando fui mirando
estimular su ardor por el trabajo, recompensa sus
peño los hermanos délas escuelas cristianas, en un
adelantos con regalos útiles, proporcionados á su
local vasto y cómodo, quienes la secundan admira-
habilidad, su edad ó su gusto. Se empeña particu-
blemente en el gran proyecto que ha formado de
larmente en sacar de sus discípulas, cristianas fer-
regenerar con el auxilio de la religión, una pobla-
vorosas é instruidas, y las prepara así á llegará
ción que era medio salvaje á su llegada.
ser un día excelentes madres de familia. No se '
pasa año alguno sin que dote, y haga que se case Bien recompensada está de sus trabajos, con la
veneración y el amor que le profesan todos los ve-
alguna, escogiéndola siempre entre las más pobres
cinos de este rincón de tierra privilegiado; lo pro-
Pero no se limita á eso su celo: todavía, á pesar
baron bastante en una grave enfermedad que tuvo
de sus muchas ocupaciones, halla modo de visitar
hace algunos meses. La desolación era tal en todas
a os pobres, á los enfermos y á los afligidos de la
estas buenas gentes, que hasta desatendieron su
aldea, a quienes socorre, consuela y dispone casi
trabajo ó negocios particulares; despues celebraron
siempre a entrar en gracia con Dios: por esto su
su convalecencia, acudiendo en tropel á la iglesia
Párroco, que es un varón muy santo y muy digno,
para asistir á la misa de acción de gracias, que
a llama « P o r imitación, las hermanas,
hicieron decir para dar gracias á Dios de haber-
que todas la aprecian y ] a estiman, le dicen &
les-conservado á quien llaman su Providencia vi-
Raffet, aunque por chiste agregan que ella se ha
sible.
y o g a d o nuestros derechos, y usurpa nuestras
Ahora, si me preguntas, cómo puede hacer la
Srita. Raífet tantas obras buenas, tan diferentes y
Nunca acabaría si quisiera contarte todas sus
tan multiplicadas, con una fortuna que no excede
buenas obras: así, la iglesia estaba amenazando
de $15,000, te responderé que yo no lo sé; pero
ruina, y ella la compuso; despues, una escuela pa-
que la caridad tiene una destreza maravillosa para
ra muchachos ha venido 4 completar los beneficios
que hace a su pueblo, h . t e n i d o q u g ^ multiplicar sus recursos, y que existen entre Dios
y ella secretos que escapan á la curiosidad vul-
cho üempo para conseguirlo, pero por fin, haceya gar.
cosa de un ano que se han establecido por su em-
Desde entonces, miéntras más veo á la Srita.
121
Raffet, más la quiero y más 3a admiro: ha acabado pueda embellecer la virtud, así como no hay her-
de ganar mi afecto con la historia de los pesares mosura que el vicio no destruya. Imposible es que
y de los desengaños que le han hecho tomar la re- no estés de acuerdo conmigo.
solución de consagrar el resto de su existencia al Adiós, querida Carolina, la campana me llama
alivio de sus semejantes, sin esperar otra recom- para la lectura espiritual: la historia de la Srita.
pensa más que Dios. Era necesario que tú la hu- Raffet se quedará para otra ocasion; como es lar-
bieses oído como yo, referir su vida, para que te ga, tendré cuidado, para excitar tu curiosidad, de
formaras idea exacta de la sencillez, llena de en- interrumpirla en los lugares más patéticos: ya te
cantos, con que descubre todo el fondo de su cora- lo aviso, para que despues no te enojes con tu
zon, asilo de todas las virtudes. amiga
Eso es mucho entusiasmo, me dirás tal vez; es SOR T E R E S A .

verdad, á lo menos, poco dista de él. Pero es una


falta en que caen cuantos conocen á esa señorita;
al grado de que los que tienen la dicha de vivir
con ella en su intimidad, le cobran tanto afecto
que no quieren dejarla nunca.
Así ha pasado con nuestra querida Cecilia; aca-
ba de rehusar un matrimonio ventajoso por no se- CARTA X I I I .
pararse de su nueva amiga, quien por su parte es-
tá muy prendada de tan interesante y amable jo- Burdeos.
ven. En fin, para acabar, te confesaré que no se
cómo me he acostumbrado á la fealdad de la Srita. Estoy tentada, querida Carolina, de renunciar
Raffet, que ya me agrada su figura, participando á la conversión de tu prima: auxiliada por nuestra
así de la opinion común de cuantos la tratan. E x - madre, he dicho cuanto he podido para sacarla de
plícame la causa de ese cambio. Yo creo haber ha- su indiferencia, pero todo ha sido trabajo perdido.
llado la razón; y es que no hay fealdad que no Cuando la creo ya vencida, y que va á hacer lo
16
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Raffet, más la quiero y más 3a admiro: ha acabado pueda embellecer la virtud, así como no hay her-
de ganar mi afecto con la historia de los pesares mosura que el vicio no destruya. Imposible es que
y de los desengaños que le han hecho tomar la re- no estés de acuerdo conmigo.
solución de consagrar el resto de su existencia al Adiós, querida Carolina, la campana me llama
alivio de sus semejantes, sin esperar otra recom- para la lectura espiritual: la historia de la Srita.
pensa más que Dios. Era necesario que tú la hu- Raffet se quedará para otra ocasion; como es lar-
bieses oído como yo, referir su vida, para que te ga, tendré cuidado, para excitar tu curiosidad, de
formaras idea exacta de la sencillez, llena de en- interrumpirla en los lugares más patéticos: ya te
cantos, con que descubre todo el fondo de su cora- lo aviso, para que despues no te enojes con tu
zon, asilo de todas las virtudes. amiga
Eso es mucho entusiasmo, me dirás tal vez; es SOR T E R E S A .

verdad, á lo menos, poco dista de él. Pero es una


falta en que caen cuantos conocen á esa señorita;
al grado de que los que tienen la dicha de vivir
con ella en su intimidad, le cobran tanto afecto
que no quieren dejarla nunca.
Así ha pasado con nuestra querida Cecilia; aca-
ba de rehusar un matrimonio ventajoso por no se- CARTA X I I I .
pararse de su nueva amiga, quien por su parte es-
tá muy prendada de tan interesante y amable jo- Burdeos.
ven. En fin, para acabar, te confesará que no se
cómo me he acostumbrado á la fealdad de la Srita. Estoy tentada, querida Carolina, de renunciar
Raffet, que ya me agrada su figura, participando á la conversión de tu prima: auxiliada por nuestra
así de la opinion común de cuantos la tratan. E x - madre, he dicho cuanto he podido para sacarla de
plícame la causa de ese cambio. Yo creo haber ha- su indiferencia, pero todo ha sido trabajo perdido.
llado la razón; y es que no hay fealdad que no Cuando la creo ya vencida, y que va á hacer lo
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visitas á que pensábamos llevarla. La condujimos
que yo quiero, es cuando se me escapa. Pasó cosa
como tenia yo pensado hace tanto tiempo, de una
de un mes sin que me viera;'me huía. Pobre Aure-
covacha á otra. Jamás habia visto tan de cerca,
lia, es porque se habia lanzado con nuevo frenesí
tantas miserias y sufrimientos; así se conmovió
en medio de todas las locas alegrías que la vuelta
mucho, y la compasion le hizo derramar con ge-
del invierno trae como por consecuencia. La in-
nerosidad sus limosnas, en cuanta parte entró:
quietud, el enfado que la acompañan sin cesar, la
volvió á su casa con la bolsa vacía, pero alegre y
hicieron encerrarse en su casa por más de ocho
contenta de sí misma, y del empleo de su mañana,
dias sin ver á nadie, y con su ardiente imagina-
porque se habia oído bendecir por los infelices que
ción llegó á persuadirse de que érala persona más
habia socorrido. Nos dió las gracias por aquel r a -
desgraciada del mundo. Entonces me hizo el ho-
tito de gusto que le habíamos proporcionado, y nos
nor de acordarse de mí, y de mandarme decir que
suplicó que cuanto ántes se lo repitiéramos.
estaba enferma: fui á su casa, y la encontré efec-
tivamente pálida, estragada, pero sufriendo más Nosotras se lo prometimos; pero como no es
en el espíritu que en el cuerpo. bueno abusar de nadie, dejamos pasar una sema-
na entera sin buscarla. Entonces vino ella á ver-
Procuré primero calmarla, despues llegué á ha-
nos y nos reprendió con cierta acritud el haberla
cerla reír, y le dije que queria curarla radical-
olvidado. Eso era precisamente lo que deseábamos
mente del esplin que la domina. Me instó mucho
nosotras: tratamos inmediatamente de reparar nues-
para que le indicara cuál era ese remedio maravi-
tra falta, y tu querida Aurelia, que despues de to-
lloso; pero aplacé la cosa para el dia siguiente, pre-
do tiene un coi'azon excelente, me parece que hoy
viniéndole que estuviera desde temprano vestida
dejaría mejor de ir al baile más espléndido que pres-
y dispuesta á acompañarnos á Sor Victoria y á
cindir de acompañarnos: me ha confesado que se
mí, no olvidando la doblonera por lo que pudiera
halla mucho ménos digna de compasion, desde que
importar.
oye resonar en sus oídos las bendiciones de los
Cuando fuimos á su casa ya nos estaba esperan- pobres. Este es ya un gran paso; pero todavía
do: condescendió con mucho agrado á modificar queda por hacer lo más dificultoso, porque es ne-
un poco su toilette, demasiado elegante para las
cesario echarla en la piscina, y es á lo quemas se ble, tan divertido, que se le perdonan fácilmente
resiste esa pobre mujer. Sin embargo, ¿esa dicha sus deformidades.
que busca con tanto afan, no le huirá siempre que Eso mismo pasa con la Srita. Raffet.
no la busque en la religión? Muchas veces le ha- Ella se sonrió, y espero que se realizará mi plan:
blo de la Srita. Raffet, y siente un deseo vago de no se necesita más que paciencia, y en verdad que
conocerla; pero teme, como me lo dice francamen- mucha paciencia, porque ya te he dicho que tu
te, que sea demasiado devota y la fastidie. Nunca prima tiene un genio tan raro, que se escapa de
insisto sobre ese punto; solo cuido de tiempo en entre las manos cuando uno la cree más segura.
tiempo de insinuarle que la Srita. Raffet, es una Supliquemos al Señor que se compadezca de ella;
de las personas más amables que he conocido, que no tiene más que querer, y esa alma extraviada
sabe perfectamente unir la piedad y la práctica de volverá al redil.
las buenas obras á una alegría encantadora, y que Ahora pasemos á la Srita. Raffet: ella será la
ha hallado el secreto déla felicidad aquí abajo; se- que hable y tu amiga, á quien ella se digna lla-
creto que, por otra parte, comunica con facilidad marla la suya; la escucha con los ojos fijos para no
á cuantos se lo piden. perder ni una sola de sus palabras. Pues la Srita.
Con todo, como no quiero que tu prima sufra la Raffet se sonrió y me dijo:
mala impresión que yo, si alguna vez la llega á ver, «No puedo rehusarle á vd. nada, querida her-
le he hecho un retrato mil veces más feo que el origi- mana; puesto que vd. lo desea, voy á referirle mi
nal; con lo que el otro dia me decia, que temia que le triste historia; pero ántes de comenzarla, debo pre-
había de dar miedo.... ¡Va}'a! le respondí riendo: venirla de que se engaña si espera que sea muy
¿acaso no se acostumbra uno á la fealdad tan pron- interesante ó romántica. Además, yo no sé hilar
to como á la belleza? No sé qué autor ha dicho que bien los hechos, y así referiré sencillamente lo que
eso es negocio de quince dias, y tiene razón: vd. me ha decidido, con la gracia de Dios, á abrazar el
misma, ¿no ve con gusto al ilustre caballero Cadot, género de vida que llevo aquí.
el más feo de cuantos hombres ha habido? «Mi familia habitaba en Burdeos, y yo nací en
Es cierto; pero tiene tanto talento, es tan ama- esa ciudad. No me detendré en referir con largos
detalles la felicidad que rodeó mi dichosa niñez. de las muestras de cariño que me daba su marido,
Querida de mis padres, que habían tenido cuatro que era naturalmente seco y frío. Me lo dió ella á
hombres y deseaban hacia mucho tiempo una ni- conocer en muchas ocasiones, y llegó á tratarme
ña, no conocí ni el pesar ni las lágrimas hasta la de un modo insoportable. Yo sufría sus cosas sin
edad de quince años; pero las primeras que derra- quejarme, por amor de la paz, por caridad, y por
mé fueron muy amargas, pues que la pérdida de afecto á Alberto, que así se llamaba mi hermano,
mi excelente padre fué lo que las hizo correr. á quien no quería contristar con esas historias con-
Me fué muy difícil consolarme de esta primera tra su mujer. No sé si él llegó á descubrir nues-
desgracia que parecía aumentar, si era posible, el tros disgustos, pues apénas se acabó el luto, cuan-
mismo amor tan ardiente que le tenia á mi madre: do me llamó un día en lo particular y me dijo que
me dediqué enteramente á ella, y creí que mi exis- era indispensable que él pensara en establecerme,
tencia estaba irrevocablemente unida á la suya: y que me suplicaba que eligiera yo un esposo en-
mas ¡ay! Dios me probó lo contrario: hacia apénas tre los jóvenes que me presentaría. Esta confiden-
dos años que se habia abierto el sepulcro de mi cia me llenó de susto; pero como comprendía las
padre, cuando mi madre bajó á él ! y yo no la razones que le obligaban á obrar así, le prometí
seguí..,.! que pensaría seriamente sobre lo que me acababa
Seguí viviendo solo para sufrir y merecer el cie- de decir, y que esperaba que él me auxiliaría con
lo; ¡el cielo! donde me espera, y desde cuyas altu- sus consejos en tan grave asunto, del que depen-
ras no ha cesado de velar y bendecir á su hija. día la dicha de mi vida. Así me lo ofreció, y para
«Me quedé huérfana á los diez y siete años. Mi apresurar el éxito de sus designios, me hizo tener
hermano mayor me llevó á su casa; era casado, y sociedad. No os disimularé que hubo algunos su-
su mujer, joven, aturdida y coqueta, me recibió- cesos que irritaron á mi cuñada: no podia perdo-
muy bien: parecía que me amaba, y yo le consa- narme la ventaja física que yo le llevaba
gré una amistad tierna y sincera. Con todo, poco A estas palabras se detuvo de repente la Srita.
á poco se fué enfriando conmigo: indagué la causa Raffet, y mirándome con cierta sonrisa dulce y
y descubrí con dolorosa sorpresa, que se encelaba triste, agregó:
En verdad lo puedo decir sin orgullo, porque ojos, que olvidara yo todo lo pasado y volviera á ha-
ya no queda rastro alguno, y no hay peligro en bitar en casa de mi hermano. De buena voluntad
en elogiar á los muertos; mi belleza era notable. le perdoné todas sus faltas, pero á lo que no podia
Rica y bonita fui muy pronto rodeada de homena- resolverme, era á dejar mi tranquilo asilo: con todo,
jes que, como una manzana de discordia, hicieron ella insistió, y me probó tan bien que de eso dependía
estallar la guerra en casa: mi cuñada ya no me el restablecimiento déla buena armonía en su casa,
daba ni paz ni tregua, y agotada mi paciencia, le que condescendí au oque contra mi gusto y con pesar.
supliqué á mi hermano que me pusiera en un con- En efecto, como pensionista, gozaba yo de algu-
vento y me dejara en él hasta que me casara. Se na libertad en el convento, y habia estrechado
resignó á esta triste necesidad que disminuyó sen- mucha amistad con una joven también huérfana
siblemente su ternura para con su mujer: ¡pobre como yo. Poco comunicativa, pero muy dulce y
Julia! con excelentes cualidades, hacia, sin embar- melancólica, atraía Melania á sí, por un encanto
go, el tormento de un esposo que adoraba! irresistible, difundido en todo su aire. La diversi-
Mi retirada al convento hizo ruido en la socie- dad de nuestros genios no impidió que nos buscá-
dad: acusaban de ella á Julia, á quien recibían con semos mutuamente; además, éramos de la misma
frialdad en cuantas partes se presentaba: como te- edad y decían que nos parecíamos mucho, aunque
nia talento, comprendió que mi ausencia le perju- ella era rubia y yo no. Ella estaba en mucha po-
dicaba más que lo que nunca le habia hecho mi breza, y unaparienta suya, lejana, se habia hecho
compañía; y mirándose comprometida en un mal cargo de los gastos de su educación, que que-
camino, tomó la animosa resolución de reconocer y ría fuese muy completa para que pudiese ser-
confesar en alta voz su falta, y repararla con virse de ella como de un medio de subsistencia.
una conducta enteramente opuesta á la que habia Se iba ensayando en tan penosa tarea, dando lec-
tenido hasta entonces. Por principio de cuentas, ciones á las más jóvenes colegialas del convento,
empezó por calmar á su marido descontento, con donde hubieran querido que permaneciera hacién-
una confesion franca y humilde de sus culpas, y dose religiosa. Pero Melania, aunque piadosa, no
en seguida vino á rogarme, con lágrimas de sus se sentía con vocacion monástica; si bien por otra
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parte le espantaba su porvenir, con lo que dudaba nuestra familia. El fin de todos mis deseos, el en-
que partido tomar. Entre muchachas pronto se tiene sueño de mi corazon, era efectivamente el unirla
confianza, y así, á pesar de su habitual reserva, con lazos que estrechasen todavía más los de la
me descubrió desde al principio de nuestra amistad amistad. Deseaba tenerla por hermana política, ha-
todo su corazon. Hice cesar por completo todas ciendo que se casara con Enrique mi hermano me-
sus inquietudes, prometiéndola que en cuanto cum- nor, abogado de buena carrera, y que ya con sus
" negocios habia más que duplicado su patrimonio.
pliera yo la edad, me la llevaría conmigo, y ofre-
Para esto, mantenía con él una correspondencia
ciéndole que si mi matrimonio se verificaba ántes
activa. Le instaba á que se casara, porque decía
que el suyo, había yo de poner como primera con-
yo que deseaba mucho conocer la capital, y que
dición, la de que habia de vivir conmigo hasta que
no esperaba tener ese gusto miéntras estuviese so-
hallara un partido conveniente. Tal vez me dirá
lo: despues, con la mayor falta de destreza, le ha-
vd. que fué ese un paso imprudente: confieso que
cia entrever el secreto motivo de mis instancias,
sí fué; pero entónces yo erajóven, mis sentimien-
haciéndole los mayores elogios de la belleza, del
tos eran algo exaltados, y me parecía que estaba
talento y de todas las buenas cualidades de Mela-
obligada á reparar, en cuanto de mí dependiese, la
nia, sin dejar de decirle en términos equivalentes
injusticia 'de la fortuna con una persona á quien á estos: Ven, y verás si exagero en lo que te digo.
quería yo tanto. Comencé por obligarla á aceptar El, en sus respuestas, me hacia burla de mi entu-
la mitad de lo que mi hermano me daba para mis siasta amistad con Melania; pero me agregaba con
gastos menudos, y no salí del convento sino des- gracia, que por fin le habia yo inspirado tal deseo
pues de repetir á mi triste amiga que abreviaría de contemplar á mi fénix, que sin duda aprove-
lo más posible una separación que me era tan pe- charía las vacaciones que se iba á tomar, para te-
nosa como á ella. ner ese placer, y sobre todo, el de abrazarme á mí.
Gracias á la condescendencia de Julia, cuya con-
versión era muy sincera, yo hacia salir á Melania Entretanto, nos recomendó á un amigo suyo,
tan frecuentemente, que muy pronto fué conside- Fernando Devigne, joven de buena figura y trato
agradable, que deseaba, según decia, obtener el
rada en la sociedad como un nuevo miembro de
cargo de promotor en Burdeos. Era amable, "vivo, temía que olvidara yo las promesas que le habia
instruido; pero como siempre ha de haber alguna hecho; que su porvenir la inquietaba, y para tran-
sombra en el más hermoso cuadro, me parecia un quilizarla le manifesté á m i futuro esposo,la fir-
poco frivolo. me resolución en que estaba de asegurar un dote
Parecia referirla belleza del cuerpo á todo cuan- lo ménos de 4,000 ps. á una amiga tan querida.
to hay, y muchas veces tuve ocasion de desapro- Demasiado generoso para desaprobarlo, Fernan-
bárselo: compensaba por otra parte este defecto, do mismo me indicó el modo con que lo debia ha-
con unas costumbres irreprensibles y buenos prin- cer, y me daba gusto, de antemano, el pensar que
cipios religiosos, sin práctica es cierto, pero se po- podía presentar esa suma á Melania como rega-
día esperar con fundamento, que una mujer pru- lo de boda, el dia en que se firmara el contrato de
dente y piadosa lo inclinaría fácilmente á poner matrimonio, para lo que no se esperaba sino la lle-
en relación su conducta y sus creencias. gada de Enrique.
Esta convicción, y el empeño que tomaba en dar- Llegó, por fin, y puso el colmo ámi alegría, con
me gusto, me dispusieron tan bien en su favor, decirme que si á mi protegida le parecia bien, él
que no dudé en aceptarlo como novio, cuando po- pensaba tomarla por esposa. ¿La encantadora y
co tiempo despues me pidió en matrimonio a mi simpática Melania, podia acaso no agradar á un
hermano Alberto que, de acuerdo con Enrique, corazón joven y bien formado? Enrique la vió,
habia preparado esta unión. Parecia que Fernan- sintió por ella una fuerte pasión, y le ofreció su
do me amaba mucho; yo por mi parte lo quería mano, que ella aceptó, pero como una víctima que
como al esposo que me habia destinado la Provi- se resigna, y no como una pobre huérfana, que no
dencia, y me hubiera creído la persona más feliz, podia figurarse hallar un esposo joven, rico, de
si hubiera visto que Melania participaba franca- buena figura y excelentes cualidades.
mente de mis risueñas esperanzas. Pero el anun- No pudiendo yo explicarme su tristeza, cuya
cio de mi próximo enlace léjos de regocijarla, la verdadera causa me ocultaba siempre, se la pre-
consternó y la sumegió en una tristeza que no cui- gunté un dia resueltamente, pero me contestó:
daba de disimularla de ninguna manera. Creí que ¿Yo triste? querida.
Paulina ¿triste? cuando se me presenta la dicha
más inesperada! ¿Te lo puedes tu imaginar?
Me crees sin duda muy ingrata para contigo y la
Providencia! ¿Qué otra cosa puedo desear más que
el dulce nombre de hermana, que me podrás dar
dentro de pocos dias?....
CARTA X I V .
Otra persona de más experiencia que yo, hubie-
ra descubierto seguramente al través de los tras-
portes de reconocimiento de Melania, uno de esos
suspiros del corazon que hacen traslucir una pena Regáñame cuanto quieras, Carolina, yo no pue-
secreta. do enviarte con más frecuencia esta especie de in
En cuanto á mí, completamente tranquilizada folios que les doy el nombre de cartas, y que el
con esas palabras, la abracé y decidí á Fernando á correo me hace el favor de llevarte de mi parte.
retardar unas cuantas semanas nuestro casamien- Por si acaso lo ignoras, es bueno que sepas, ingra-
to, para que el de Melania se celebrara también el ta, que no hay una sola de las cartas que te es-
mismo dia.» cribo, que no me cueste perder cuatro ó cinco re-
Basta por hoy; parece que ha platicado alguna creaciones, que es el único tiempo que puedo de-
cosa la Srita. Raffet: detengámonos aquí, querida dicar á eso, lo que me hace sufrir el suplicio de
Carolina, porque ya esto excede en mucho los lí- Tántalo, pues que miéntras que escribo estoy oyen-
mites de una carta. Adiós, tú sabrás la continua- do á mis compañeras que rien y se divierten ale-;
ción de la historia en la próxima. gremente: y yo, por tu cariño, resisto á la tenta-
ción de ir á tomar parteen su gusto y buen humor.
Tu mejor amiga ¿No te parece que no deja de ser un sacrificio algo
SOR T E R E S A .
grande y generoso el que te hago?
P a r a castigarte, me ocurre no contarte la plau-
sible noticia que tengo en la punta de la pluma....
Paulina ¿triste? cuando se me presenta la dicha
más inesperada! ¿Te lo puedes tu imaginar?
Me crees sin duda muy ingrata para contigo y la
Providencia! ¿Qué otra cosa puedo desear más que
el dulce nombre de hermana, que me podrás dar
dentro de pocos dias?....
CARTA X I V .
Otra persona de más experiencia que yo, hubie-
ra descubierto seguramente al través de los tras-
portes de reconocimiento de Melania, uno de esos
suspiros del corazon que hacen traslucir una pena Regáñame cuanto quieras, Carolina, yo no pue-
secreta. do enviarte con más frecuencia esta especie de in
En cuanto á mí, completamente tranquilizada folios que les doy el nombre de cartas, y que el
con esas palabras, la abracé y decidí á Fernando á correo me hace el favor de llevarte de mi parte.
retardar unas cuantas semanas nuestro casamien- Por si acaso lo ignoras, es bueno que sepas, ingra-
to, para que el de Melania se celebrara también el ta, que no hay una sola de las cartas que te es-
mismo dia.» cribo, que no me cueste perder cuatro ó cinco re-
Basta por hoy; parece que ha platicado alguna creaciones, que es el único tiempo que puedo de-
cosa la Srita. Raffet: detengámonos aquí, querida dicar á eso, lo que me hace sufrir el suplicio de
Carolina, porque ya esto excede en mucho los lí- Tántalo, pues que miéntras que escribo estoy oyen-
mites de una carta. Adiós, tú sabrás la continua- do á mis compañeras que rien y se divierten ale-;
ción de la historia en la próxima. gremente: y yo, por tu cariño, resisto á la tenta-
ción de ir á tomar parteen su gusto y buen humor.
Tu mejor amiga ¿No te parece que no deja de ser un sacrificio algo
SOR T E R E S A .
grande y generoso el que te hago?
P a r a castigarte, me ocurre no contarte la plau-
sible noticia que tengo en la punta de la pluma....
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Pero nó, quiero vengarme de tí con más nobleza, Ahora, si te parece, seguiremos la historia de
y decirte sin otros rodeos para no hacerte esperar la Srita. Raffet. No me respondes; luego apruebas
más, que tu joven prima Aurelia ha condescen- conforme á aquel refrán: «quien calla, otorga.»
dido ya con ir á ver á nuestro excelente señor cu- Ten presente siempre que ella es la que habla,
ra que, salvo el respeto debido, la ha hechizado y que ella y Melania están en vísperas de ligarse
completamente: ella está encantada de él, y él se con los vínculos del himeneo.
aprovecha de tan buena disposición para trabajar «El dia de nuestra doble unión estaba ya fijado:
con ardor en su conversión. Tiene muchas espe- la parienta y antigua protectora de Melania, áquien
ranzas de conseguirla, aunque reconoce, á pesar por consideración se le habia dado parte, habia ya
suyo, que la Sra. Marval tiene cierta ligereza de contestado dando muestras de mucha satisfacción,
ideas, y á veces es imposible cogerla; con todo, cree cuando Julia cayó gravemente enferma, causándo-
que, siendo tan estremosa, en cuanto sepa todo lo nos inquietudes demasiado justas y sérias. Sus-
que Dios ha hecho para salvarla, llegará á ser una pendimos los preparativos de las bodas; dejé mi
gran santa, y podrá aspirar á un trono tan elevado papel de novia por el de enfermera, no separándo-
como el de Santa Teresa. me un momento de la cabecera de la cama de mi
hermana política. ¡Ay! despues de diez dias de
Pienso que el pobre del Sr. Marval, algo morti-
agudos sufrimientos, espiró en mis brazos, dán-
ficado con los innumerables caprichos de su Aure-
dome las gracias por mis cuidados, y con los más
. lia, no se disgustará de que la hagamos entrar un
vivos y edificantes sentimientos de piedad y resig-
poco en razón. Como ni mi edad ni mi experien-
nación.
cia son á propósito para corregir esos defectos de
educación religiosa, y además, no tengo tiempo su- Por una casualidad muy triste, tuvieron lugar
ficiente para ello, he tenido mucho gusto en dejar sus funerales el mismo dia que de antemano había-
ese cuidado y esa responsabilidad á nuestro digno mos señalado para nuestros matrimonios que, por
párroco, á quien ella va á ver casi todos los dias, segunda vez, y á despecho de Enrique y de Fer-
y de quien es recibida con suma bondad por su nando, tuvieron que aplazarse por algunas sema-
parte. Espéralo todo de su celu. nas.
18
Pero, ¿cómo podia pensar en separarme de Al- dias, esa horrible enfermedad hacia sobre mí sus
berto en aquellas circunstancias, y hacerlo presen- espantosos estragos. Melania, á quien ni el temor
ciar el principio de aquella dicha, de que acababa del contagio tan probable, por hallarse en iguales
él de ser privado, de una manera tan cruel é ines- circunstancias que yo, pudo contener, se estable-
perada? ció junto á mi cama, y sorda á mis súplicas, no se
Las súplicas y los reproches de Fernando, no separó de allí hasta que estuve fuera de todo ries-
pudieron hacer variar mi resolución. Melania me go. ¡Oh! cualquiera que haya sido despues su
imitó, y Enrique, que necesitaba volver á Paris, conducta para conmigo, jamás he podido olvidar,
por haber concluido el tiempo de que podia dispo- ni olvidaré nunca, esa prueba tan tierna de amis-
ner para estar separado de los negocios, se vió obli- tad.
gado á volver á tomar el camino tan solo como ha- Llegando á noticia de Fernando mi enfermedad,
bía venido, y muy molestado porque había anun- pareció muy afectado y alcanzó de mi hermano el
ciado á sus amigos que á su vuelta les presentaría permiso de entrar á mi cuarto muy pocos dias
una nueva y sorprendente hermosura. despues. Era precisamente el momento más críti-
Me sentía yo mala el día que salió, y procuré co: mi rostro, cubierto de una máscara repugnan-
ocultarlo, lo que al dia siguiente ya me fué impo- te, no era más que un objeto que inspiraba disgus-
sible, teniendo que guardar cama. Llamaron al to ó lástima; á él no le causó sino el primero de
médico, y despues de haberme reconocido atenta- esos sentimientos, y ya despues se contentaba con
informarse por medio de Melania que, según decia
mente, declaró á mi hermano que, según todos los
mi hermano, tenia mucho empeño en darle ella
síntomas, parecía que me iban á atacar las virue-
misma noticia de mi estado, y según parecía, lo
las. Sin duda mis padres por un olvido, ó más pro-
hacia con una escrupulosa y detallada exactitud,
bablemente, por una preocupación demasiado co-
porque sus conversaciones eran cada dia más lar-
mún, no quisieron que me vacunaran, cosa que á
gas.
ningún niño se le debe dejar de hacer, pues á muy
poca costa se les hace un servicio para toda su vi- Sea de eso lo que fuere, ella cuidaba con un em-
da. El médico no se equivocó, y á los muy pocos peño cariñoso de que no me arrancase las gruesas
costras que cubrían mis facciones; y para'calmar dirigí una mirada, cuando á la vista de aquella
un poco la irritación que me causaban, las hume- especie de monstruo que se me presentaba, di un
decía con una paciencia y un esmero sin igual; grito de horror, que hizo entrar á Alberto. Llora-
pero yo, vencida por el suplicio que sufría, pro- ba yo á lágrima viva; y él comprendió desde lue-
curaba burlar su vigilancia, y arrancaba algunas go el motivo de mi pesar: procuró consolarme, de-
muy grandes, que dejaron en su lugar estas pro- ciéndome que con el tiempo habia yo de recobrar
fundas cicatrices que surcan y desfiguran tanto mi una parte de las ventajas físicas, cuya pérdida me
rostro. llenaba de desolación: me citaba en apoyo de esto,
Por entonces, no pensaba más que en el ligero varios casos de personas que habíamos conocido y
alivio que esa imprudencia me proporcionaba, y no cuya hermosura no habia sido enteramente des-
fué sino muy tarde cuando comprendí todas sus truida por la cruel enfermedad que me habia visi-
graves consecuencias. tado. Consiguió persuadírmelo; enjugué mi llanto,
Miéntras tanto, iba yo entrando poco á poco en y lisonjeándome con la esperanza tan halagadora
convalecencia, y me dieron por fin licencia de que me habia dado, le supliqué que le dijera á
levantarme, cosa que deseaba yo con la mayor an- Fernando que no le permitiría yo que viniera á
sia, porque habiendo pedido á mi hermano varias verme hasta que hubiera vuelto á ser su Paulina
veces un espejo para juzgar de los efectos de la de otro tiempo.
enfermedad sobre mí, siempre me lo habia ne- Alberto, cumplió mi encargo; y Fernando, ocul-
gado. tándole sus nuevos proyectos, no le dijo más, sino
Debía yo estar muy espantosa: érala consecuen- que iba á aprovechar ese tiempo de privación de
cia lógica que sacaba de su obstinación en privar- verme, en ausentarse de Burdeos, para terminar
me de una satisfacción tan fútil. Por esto, lue- un asunto importante que reclamaba su presencia.
go que pude andar sin el auxilio de un brazo aje- Así, sin saberlo yo misma, favorecí el deseo que
no en que apoyarme, me aproveché de un ratito abrigaba de romper sin ruido y sin llamar la aten-
en que me dejaron sola, para arrastrarme como ción, una unión que la pérdida de una belleza efí-
me fué posible hasta enfrente del espejo. Apénas mera le habia hecho ya odiosa.
El camino que tomó al alejarse de mí, nadie lo ta que decia era para mí. Creyéndolo así, no me
supo. ¡Ay! me equivoco; Melania lo sabia perfec- metí en leer el sobre, sino que la abrí, y mirando
tamente, pero se lo ocultó á mi hermano que, en- que era de letra de Fernando, devoré las siguien-
teramente confiado en la lealtad de Fernando, no tes líneas:
podia imaginarse que faltara jamás á la palabra «Alégrese vd., querida mía, he terminado todos
dada. sus negocios; ya ve vd. que no los he alargado mu-
Yo tuve que desengañarlo, revelándole parte de cho.- Gracias al testamento de la señora su parien-
la verdad que había venido ámi conocimiento por ta, que dejó á vd. de legataria universal, no hete-
una indiscreción que ahora considero corno una fe- nido que hacer más que presentar el poder que vd.
liz casualidad. me dió para entrar en posesion de todos los bie-
«Varias semanas se habían pasado, y yo ade- nes que forman un capital de treinta mil pesos.
lantaba cada día más hácia mi completo restable- El castillo situado en medio de un delicioso jardín,
cimiento, con lo que Melania quiso volverse al tiene una pequeña capilla en que recibirémos la
convento: no se lo permití sino con lacondicion de bendición nupcial: daré todos los pasos necesarios
que mientras de que yo no pudiera salir, me ha- para ello, y haré los preparativos convenientes.
bía de venir á ver todos los dias. ¡Ah! olvidados de los hombres, viviendo solo el
Fiel á su palabra, venia á pasar conmigo horas uno para el otro, ¿qué digna de envidia será nues-
enteras, y me daba gusto verla con una alegría tra suerte en este halagüeño retiro, que no le falta
no acostumbrada: yo ingenuamente pensaba que más que la presencia de su amable propietaria pa-
era por el gusto del recobro de mi salud y de su ra convertirse en una mansión encantadora.
próximo matrimonio; porque cediendo á las ins- No retarde vd. su partida, se lo suplico mucho;
tancias de Enrique, que me había encargado que venga sin dilación, segura de que la espero con
le defendiera su causa, creía haberla decidido á una ansiedad que tiene muchode delirio. Ya no hay
consentir en que el suyo se verificase ántes que el que dudar: tiembla vd., dice, al solo recuerdo de
mió: no faltaba más que fijar el dia preciso, cuan- Enrique, y del pesar que su hermana experimen-
do una mañana la recamarera me entregó una car- tará con la ruptura de un matrimonio que desea-
ba tan ardientemente. P e r m í t a m e vd. que le diga, no le importe poseer el corazon de su esposo. Si,
que la amistad más susceptible no puede exigirle yo la quería, y desearía poder conservar su amis-
que se sacrifique vd. misma, á su agrado, casán- tad. Pero no se disguste vd. por esto, pues creo
dose con un hombre á quien nunca ha querido: en que hará justicia á las excelentes cualidades que
cuanto á él, es demasiado ligero é inconstante para la distinguen. Yo quisiera tenerla por hermana,
que le d u r e mucho el sentimiento de perderla: hoy, y á vd. por esposa: entónces seria el más afortu-
es cierto, a m a á vd. apasionadamente; ni ¿cómo nado de los mortales....! ¡Ay, querida Melania!
podia ser de o t r a manera, cuando sucede así con ¿por qué no me dejó vd. ver más pronto su cora-
todos los que tienen la dicha de conocerla? pero, zon? Nos habríamos librado los dos del pesar de
mañana y a la olvidará. afligir á Paulina y á su querido Enrique.
La posicion que vd. guarda respecto de su her- Pero, en fin; puesto que el mal es ya irrepara-
mana me-parece realmente mucho más difícil: ¡le ble, venga vd. cuanto ántes, querida mía, á olvi-
ha probado á vd. tantas veces su amistad ! pe- dar todos sus cuidados cerca de quien suspira por
ro ¿qué? ¿no le ha correspondido vd. de ningún mo- el momento en que podrá llamarse su esposo, etc.»
do? ¿Todo lo que ha hecho vd. en su última enfer- Tuve bastante valor para leer esta carta hasta
medad se debe contar por nada? el fin, y todavía más, para tomar desde luego mi
Además, permítame que se lo repita: la amis- resolución. Aunque mi corazon estaba destrozado
por la ingratitud de Fernando y de Melania, le
tad y el reconocimiento no pueden obligar á con-
prometí á Dios que los perdonaría, y que no me
traer unos lazos que harían desgraciados á cuatro
habia de vengar de su conducta sino con la gene-
en vez de á dos. Paulina misma, que es buena y
rosidad de la mia. En consecuencia, habiendo en-
juiciosa, seria de este parecer, si vd. se lo pidie-
jugado mis lágrimas, esperé con calma la hora en
ra. ¡Pobre Paulina! siento yo también mucho el
que habia de llegar Melania, á quien recibí con la
afligirla porque la he amado antes que vd., y da-
cordialidad de siempre. Estaba ese dia, triste,
ría con gusto la mitad de mi vida, porque com-
preocupada; le pregunté la causa de su tristeza, y
prendiese que tan desfigurada como ha quedado,
me respondió con cierto embarazo, que temia ver-
debe ya renunciar á todo matrimonio, á ménosque
is
se obligada á separarse de raí, quizá por mucho al engañarme como lo has hecho.... ¿Por qué du-
tiempo, porque su anciana parienta habia caído daste de mi cariño....? ¿No sabes que ningún sa-
enferma de resultas de los pesares que habia su- crificio me hubiera parecido caro portal de asegu-
frido en la pérdida sucesiva de sus dos hijos, y rarte tu felicidad? Si en lugar de robarme el cora-
la llamaba para que le cerrara los ojos. «Estoy es- zon de Fernando me hubieras dicho: Paulina, yo
perando, añadió un poco avergonzada de su men- lo amo, no puedo ser dichosa sino con él; ¡ah! es-
tira, otra carta de ella, que sin duda me hará par- tá segura, Melania, que no habría vacilado un ins-
tir inmediatamente.» tante en cedértelo; te lo habria sacrificado, siendo
yo la primera que le dijera: «No piense vd. en mí....
«¡Ah! le dije, mirándola fijamente: ¡cuántome-
es mejor que se case con ella.... y no me prive por
jor seria que me confesaras con franqueza, que ya
una doble traición de mi amiga y de mi novio....»
no quieres casarte con Enrique ! porque no lo
amas, y has preferido á algún otro que te está es- Yo lloraba, y á ella casi la ahogaban los sollo-
perando para recibir tu mano y tu fortuna ! zos. Entonces le presenté la carta de Fernando, y
le referí por qué casual error la habia yo abier-
¡Paulina! ¡Paulina! exclamó cubriéndose el rostro
to y leído: la tomó con u n a m a n o temblorosa y qui-
con las manos, y deshaciéndose en lágrimas: ¡ya
so hacerla pedazos; pero yo lo impedí, y le dije:
lo sabes tú todo....! Sí, soy muy culpable.... Soy
una miserable que ha hecho traición á la más ge- Melania, es preciso que sepas su contenido. Es-
nerosa de las amigas; pero ¡ay! si supieras cuán- pero que me perdonarás, agregué abrazándola, el
tos combates he sostenido ántes de entregarme á que haya yo recorrido esas líneas ántes que tú,
esta fatal pasión, que deploro sin poderme librar por haber reconocido la letra, y creer que era di-
de ella, ¡oh! me tendrías lástima en vez de malde- rigida á mí.
cirme quizá ¡Por Dios, Paulina! exclamó gimiendo y arro-
jándose á mis piés por más que yo me opuse:
¡Maldecirte, Melania! la interrumpí prontamen-
te: ¿puedes siquiera figurártelo....? No, no; creo Yo no merezco perdón, y ¿tú me lo pides á mí.... ?
que no harás este agravio á tu desgraciada ami- ¡Oh! tú eres la que has de perdonar áestadesgra-
ga.... ¡Pobre Melania! sí; has debido sufrir mucho ciada indigna de tu amistad, cuya pérdida amar-
garápara siempre su existencia... ¡Paulina! ¡Pau- nadie la sorprendiese en ese estado, cerré la puer-
lina! Si puedes olvidar lo pasado.... consagraré el ta del cuarto y esperé con ansiedad á que se cal-
resto de mis dias á probarte lo sincero de mi ar- mara un poco, para que escuchara los últimos con-
repentimiento.... renunciaré para siempre á él.... sejos que tenia que darle. La espera fué larga;
te sacrificaré con gusto su amor....» pero por fin, al cabo de una hora de esfuerzos in-
La levanté del suelo, la besé con ternura, y pi- útiles, la tomé déla mano, la llevé ante mi Cruci-
diéndole á Dios que me inspirara lo que debiahacer, fijo, y arrodillándome con ella, le dije:
despues de unos instantes de silencio, le hablé en «Melania, si todavía me quieres, prométeme de-
estos términos: lante del Señor que murió por nosotros para redi-
«Nó, Melania, el mal que está hecho es irrepa- mirnos, que me concederás la última prueba de
rable, y vale más, como él dice, que no sean más amistad que te voy á pedir.»
que dos los que sufran. Reflexiona que, si no has Sí, todo lo que quieras; te lo ofrezco, exclamó
sabido vencer en su principio como debiste hacer- con cierta especie de frenesí: mi vida es tuya
lo una pasión sin esperanza, ¿cómo habías de po- Pues bien, añadí abrazándola, vuelve al conven-
der conseguirlo ahora que te ves correspondida? to, arregla tu partida para esta misma noche, haz-
Sigue, pues, tu destino: párte, vé á trabajar en te acompañar de alguna señora de confianza, y so-
su dicha, y díle que la única reparación que le exi- bre todo, cuida mucho de que no se sepa el motivo
jo, es que cumpla su palabra de que pondrá todo de tu viaje, y el rumbo que tomas....
empeño en hacerte feliz. ¡Ay! Paulina, exclamó con un acento desgarra-
Combatida de mil opuestos pensamientos, la des- dor: ¿qué es lo que exiges de mí?
graciada era presa de una agitación que tenia algo —Lo que dictan la razón y la prudencia.—
de delirio: se apretaba las manos, se estiraba el —Pero, ¿qué dirá tu hermano Alberto si me
cabello, y sin oír siquiera lo que yo le decia, pro- voy sin verlo, sin darle las gracias por sus bon-
nunciaba palabras incoherentes en que se descu- dades, sin decirle nada de.... Enrique....
bría á su pesar lo violento de su pasión por Fer- —Yo me encargo de todo; persuádete de que si
nando. Yo no sabia qué hacer: y no queriendo que mis hermanos sospecharan siquiera que te vas á
casar con Fernando si supieran el lugar Ya no pudo responder: los sollozos la ahogaban:
adonde te diriges, pedirian sin duda reparación por sin volver la cara, se dirigió á la puerta, y des-
el doble insulto que pensarían haber recibido, y apareció.
entonces, ¿quién sabe si habría hasta sangre y lá- Así que salió, agotada por la violencia que me
grimas derramadas—? acababa de hacer, me senté desfallecida en un si-
—Paulina, me haces estremecer. ¡Oh Dios mío! llón, entregándome á las más tristes y dolo rosas
Ya desde ahora me castigais como merezco por los reflexiones, aunque con una dulce satisfacción in-
errores de mi corazon! ¡Oh! Si y o os hubiera ama- terior de haber cumplido mi deber.»
do más, no me vería hoy destrozada de remordi- Detengámonos aquí, querida Carolina, es ya
mientos, devorada de inquietudes! ¡Ay de mí! tiempo de dejar descansar á la Srita. Raffet, y
¿Cómo acabará todo esto....? de desearte á tí muy buenas noches. Más dichosa
Bien, querida Melania, así lo debemos esperar que esa pobre Paulina, tú puedes llamarte con en-
de la bondad del Señor, á quien le rogarémos siem- tera confianza, la amiga aunque sea de
pre ¿no es verdad? que nos vuelva á reunir un dia
en su seno. SOR T E R E S A .
— Sí, sí; exclamó arrojándose á mi cuello; sí,
pídele, Paulina, que me saque pronto de este mun-
do, donde no habrá para mí, en lo de adelante, ni
paz, ni tranquilidad, ni dicha.... Paulina, mis pe-
sares me quitarán la vida.... y ya no puedo hacer
otra cosa.... Adiós, Paulina, que el Señor te re-
compense tu heroica y sublime caridad, y me per-
done á mí.
Adiós, le dije al separarse de mis brazos, adiós;
sé muy dichosa, es el más vivo deseo de tu amiga,
y será el objeto de sus más fervorosas oraciones.
eso seria el mejor medio de apartarlo del bien pa-
ra siempre; pues, sin murmuración, es cosa muy
àrdua hacer entrar al camino de la salvación á esa
altiva mitad del género humano, que tiene barba y
bigotes. Escríbele, pues, á tu prima, que es nece-
CARTA X V . sario que modere su celo, y se esfuerce primero
con el cambio de su conducta, en hacer amar la
religión á su marido. Despues, cuando él vea que
Burdeos. la ha convertido en una mujer sumisa, empeñosa
en agradarlo, virtuosa, en una palabra, él mismo
¡Victoria, querida Carolina! tu prima ha triun- hará justicia á la divina moral del Evangelio, y se
fado por fin de un ruin respeto humano, de un mi- verá obligado á imitar á s u cara consorte. Sí; no
serable orgullo, y ha comenzado á hacer una bue- dejes de escribirle en ese sentido unas cuantas lí-
na y larga confesion general, cuyo primer efecto neas tuyas, conseguirán más que todos mis sermo-
ha sido ponerla en paz dichosamente consigo mis- nes por elocuentes que sean.
ma. Ha venido muy contenta á darme parte de Me pides de tan buen modo en tu última carta
este primer paso que se le hacia tan difícil, y de que te acabe de contar la historia de laSrita. Pau-
que está tan satisfecha, que desea á todo trance lina Raffet, que sin más preámbulos la tomo desde
procurarle á su marido la misma dicha. Puede ser donde la dejé. Agradece á mi buena memoria, el
que lo consiga si obra con prudencia, porque el que pueda repetirte, casi palabra por palabra, sus
Sr. Marval es tan bueno! que como decia mi papá, mismas expresiones: la hemos dejado abrumada
es la espuma y la nata de los hombres. Así, pues, bajo el peso del dolor que le causaban la conducta
si nuestro buen Cura profetizó bien cuando dijo de Melania, y su partida. Continuó, pues, en es-
que nuestra Aurelia seria una gran santa, ya es- tos términos:
tá en el buen camino que conduce al paraíso; solo «Por fortuna mia, detuvieron á mi hermano en
quisiera que no instase mucho á su marido; quizá casa de un amigo suyo, con lo que no vino á comer;
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porque en el estado en que me hallaba era muy no debía esperar otro alivio á mis pesares, que en
fácil que hubiera yo hecho traslucir algo, aunque el servicio y el amor de Dios, omnipotente conso-
involuntariamente, el secreto que había prometido lador de los afligidos.
á Dios que guardaría en favor de Melania. Pasé «Dediqúese vd., me dijo, á obras de caridad, le
una noche horrible sin poder dormir nada; pero han de proporcionar una dicha mil veces preferi-
por fin, poco á poco la oracion llegó á calmar mi ble á la que ha perdido; dicha que en la edad y
triste corazón, y logré sentirme ya á la hora del des- posicion de vd., se puede volver á hallar fácil-
ayuno con s u f i c i e n t e fuerza para hablarle á Alber- mente.»
to con cierto aire de alegría El santo sacerdote, amigo íntimo de mi familia,
Me hubiera sido muy difícil engañar la cariñosa ni aun habia notado que daba yo miedo aun á los
inquietud de mi querido hermano, si no hubiera es- niños, que se retiraban al acercarme. ¡Ay! amo
tado él mismo, demasiado ocupado en ese dia, con mucho á los niños, los quiero, los respeto como
un negocio grave. Despues de la comida, me dijo templos de la inocencia, como ángeles, imágenes
abrazándome, que se miraba precisado á ausentar- vivas del que adoramos en el establo de Belen:
se por una semana: pero, añadió, me voy tranqui- nunca he podido ver sin envidiarla á una madre
lo, porque estoy seguro de que Melania te acompa- con uno de esos pequeños é interesantes séres en
ñará y te cuidará miéntras vengo». Procuré son- los brazos, y, despues de mi enfermedad, el pri-
reírme, y se fué muy convencido de que mi amiga mer movimiento de esas tiernas criaturas ha sido
no tardaría en llegar á hacerme compañía; lo dejé el de resistirse á mis caricias. Cruel suplicio, que
en esa ilusión, y como me sentía con mucha nece- he debido á mi aspecto; no le podré decir todo lo
sidad de darle alguna expansion á mi pobre cora- que me ha hecho sufrir, y cuánto tiempo y valor
zon, me fui á buscar á mi director, á quien le con- fué necesario para acostumbrarme á llevar esta
fié mis penas, suplicándole que me ayudase con sus cruz tan pesada, que me abrumaba, y habia veni-
consejos. Lloró conmigo, aprobó mi resolución de do á reemplazar tan bellas ilusiones.
ocultar cuanto pudiera á mis hermanos el matri- Con todo, á la vuelta de Alberto, ya habia he-
monio de Melania, y me hizo comprender que yo cho á Dios el sacrificio de mis más caros afectos,
y recobrado bastante calma y tranquilidad de es- zones muy poderosas para decidirsp á hacerlo, y
píritu para emprender con él la conversación que causarnos tan gran pesar.
deseaba tener. No podia tener ninguna, dijo con arrebatamien-
Hermano mió, le dije, muchas cosas han pasado to; no hay una sola que obligue á faltar así á su
en tu ausencia Tengo dos malas noticias que palabra. Esto es horrible! Su conducta es infame!
darte te han de afligir tal vez más que á mí, ¡Pobre de Enrique! no merecia una afrenta seme-
jante tanta ingratitud
y
Sí, ya presumo, interrumpió él: te has disgus- Hermano, le interrumpí con dulzura, créelo,
ella es mucho más desgraciada que nosotros, al
tado con Melania; y de ahí ha venido un rompi-
verse precisado á llegar á este extremo Ade-
miento; pero yo restableceré la armonía entre las
más, es mejor porque no lo quería á Enrique
dos.
¿No lo quería?
¡Oh! nó, suspiré: no ha habido nada de eso
No: me lo ha confesado llorando.
Yo lo creo así, porque tus criadas me han dicho
¡Es raro! pero ¿por qué no lo dijo más pronto?
que tú has llorado mucho en estos dias, y que
Porque esperaba quizá unírsele á lo ménos por
Melania no ha vuelto desde la víspera de mi
razón y reconocimiento
viaje.
¡Miserable ocurrencia! decia, paseándose á lar-
Eso ha sido, le repliqué, procurando dominar mi
gos pasos; ¡una mujer que no tiene nada, rehusar
emocion, porque no le ha sido posible; ese mismo
á Enrique por esposo! ¿Se puede creer eso....?
dia tuvo que salir de Burdeos, para no volver No hay algo ahí que me ocultas, Paulina, y
nunca que yo quiero saber díme la verdad, descúbre-
¡Se ha ido de Burdeos para no volver jamás! me dónde está, y yo sabré obligarla á que me hable
repitió con algún enfado. ¿Qué quiere decir eso? con franqueza.
explícate Renuncia á la unión con Enri- Temblaba yo como una hoja, y guardaba silen-
que? cio: entonces dió él un golpe con el pié en el suelo,
¡Ay! sin duda que sí Pero no la juzgues
ya con impaciencia, y me repitió esta pregunta,
con severidad, querido Alberto Ha tenido ra-
mirándome con fijeza: ¿Dónde está? ¿Dónde está? Bien, esto basta; cálmate, Paulina, te ofrezco
Respóndeme no volverte á hablar de eso, pero consuélate:
No puedo, le dije sollozando: he prometido guar- nosotros te amarémos en lugar de ella; y por tu
parte ¿110 puedes consagrar á tus hermanos, á tu
dar el secreto.
novio, el puesto que una ingrata ocupaba en tu
Vamos, replicó abrazándome, no te aflijas aho-
corazon?
ra, porque esa loca de Melania ha destruido uno de
tus ensueños, una ilusión que acariciabas cün tan- A mis hermanos, sí; sobre todo, á tí, querido
to amor Se ha burlado de nosotros, ha enga- Alberto, exclamé arrojándome en sus brazos; pe-
ñado indignamente tu amistad; pero despues de ro á Fernando, no no quiero ni volverlo á
todo, no hay por qué afligirte Sé prudente, ver
Paulina, olvida una amiga que era indigna de tí. ¡Bueno! ¿qué tú también has perdido la cabeza?
En cuanto á Enrique, espero que tendrá más filo- me dijo Alberto.
sofía Pero, estás bien segura de que Melania —Al contrario, las razones que he tenido para
no se arrepentirá de esta tontera?.... Porque con renunciar para siempre al matrimonio, son tan
ocultársela á Enrique, todavía se podría compo- graves, que tú mismo has de aprobar mi con-
ner. ducta.
Nó! le dije: la suerte de Melania está fijada de —Bien! vamos de mal en peor!
un modo irrevocable. Veamos, le dije llevándolo delante de un espejo;
Alberto tenia demasiada lealtad para sospechar háblame de buena fe, Alberto mió: te casarías con
siquiera la verdad, con lo que se figuró que habia un monstruo como el que ves enfrente, si no tu-
renunciado al mundo, y exclamó: ¡Ah! ya entien- viera dote? pienso que no; si esto es así, con-
do, ha entrado á algún convento para hacerse re- vendrás conmigo en que, si tuviera la necedad de
ligiosa: bien me lo puedes decir casarme, estaría segura de antemano, de que na-,
¡Alberto! repliqué, si me quieres, y te doy al- die lo hacia sino por mi dinero, y con tal convic-
guna lástima, no insistas en eso; he prometido no ción ¿crees que podré ser dichosa? ¡Oh! no! es im-
decirlo posible!
Pero, replicó con. mucho fuego, ultrajas á Fer- ce cesar todas sus dudas, noticiándole que Fer-
nando, suponiendo que no te quiere tanto ahora nando habia partido de Burdeos, despues de rom-
como antes de enfermarte; yo 1o. conozco mejor per la negociación que tenia entablada para conse-
que tú, y sé que tus cualidades y no tu belleza guir la plaza que pretendía, prueba suficiente de
fueron las que lo prendaron, y estoy muy conven- que ya no pensaba fijarse en esta ciudad.
cido de que te ama lo mismo. Al ver desvanecerse su última esperanza, se
Moví la cabeza en señal de incredulidad, y aña- quedó Alberto por algunos instantes como un hom-
bre que no acaba de despertar, y procura librarse
dió:
de un sueño penoso: en seguida, tendiéndome los
—Tú no me quieres creer; pero no tenemos brazos, me dijo con una expresión indescribible:
más que esperar su vuelta, y él mismo te probará
¡Pobrecita! ¡Ah! que no pueda yo hacer para
cuán injusta eres con él.
contigo las veces de todo....! que no pueda yo sa-
—Nó, nó, exclamé; no lo he de volver á ver.... tisfacer á fuerza de cariño todas las necesidades de
ni él, ni nadie me harán cambiar la firme resolu- tu corazon....!
ción que he tomado de no separarme de tí Por
Las colmas por completo, le respondí, corres-
otra parte, hermano mió, es inútil ocultártelo más pondiéndole las caricias que me hacia; y en lo de
tiempo; he librado á Fernando de sus promesas, adelante espero probarte que tu amistad basta pa-
le he devuelto su palabra ra hacerme dichosa.
Y ¿la aceptó él?....
En efecto, su tierno interés, sus consideracio-
Sí, sin vacilación; aun hizo más, la recogió sin nes tan delicadas y tan finas, endulzaron poco á
mi consentimiento; pero apénas lo supe, encargué poco la amargura de mi dolor, que la religión
á Melania que le avisase que por mi parte queda- cambió al mismo tiempo en una dulce resignación,
ba libre de sus compromisos: así, aunque ocultán- y acabé por hallar en el amor de Dios y de mis se-
dole una parte de la verdad á mi hermano, conse- mejantes una abundante compensación de las afec-
guí, sin embargo, no faltar á tan delicada virtud. ciones perdidas.
Alberto, no pudiendo creer lo que yo le decia,
En cuanto á Enrique, al saber la desaparición
sacudía la cabeza con enfado é impaciencia; yo hi-
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de Melania, se llenó de furor, fulminó mil anate- me atreví á hacerle desde entonces ninguna otra
mas contra las mujeres en general y contra ella insinuación.
en particular. Amenazó seriamente con recurrir «No se ha visto jamás, según me parece, una
al auxilio de la fuerza armada para buscarla por amistad más santa y más tierna que la que nos
toda la Francia y obligarla á casarse con él; des- unia á Alberto y á mí; no puedo compararla mejor
pues, cuando se desahogó bien contra su infiel no- que con la de San Gregorio y San Basilio: la des-
via, se consoló de repente, como lo había previsto cripción que hace de ella el primero de esos san-
Fernando, y á los tres meses, queriendo utilizar tos, representa tan bien el afecto recíproco de nos-
los ricos presentes que tenia preparados, se deci- otros dos, que no puedo ménos que repetir ese
trozo.
dió á ofrecerlos con su corazon á una señorita jo-
ven, rica y amable con quien se casó poco despues. « Parecía que no teníamos sino una sola alma en
Este unión, que fué muy dichosa, me libró á mide dos cuerpos; y aunque no se debe dar crédito á los
una cruel inquietud; porque temia haber compro- que dicen que todo está en todas las cosas, es pre-
ciso admitir que nosotros dos estábamos uno en
metido la tranquilidad de Enrique, cuya constan-
otro; ambos teníamos un mismo deseo, el de culti-
cia creía que era más grande.
var la virtud y arreglar los designios de nuestra
Por crecidas que sean nuestras penas, siempre
vida en vista de las esperanzas futuras, despren-
se aligeran si las personas que amamos están libres
diéndonos así de este polvo mortal, aun ántes de
de esos pesares agudos que amargan la existencia.
morir realmente.» (San Gregorio de Nacianzo.)
Así; acallando todo interés personal, todo senti-
¡Ay de mí! Olvidando que Dios no prueba sino
miento de egoísmo, me aprovechaba del casamien-
á los que ama, me lisonjeaba de que podría gozar
to de Enrique, para instarle á Alberto á que lo
mucho tiempo de la dulce y santa compañía de Al-
imitara, pues todavía jóven, podia muy bien pasar
berto, cuando á los cinco años fui privado de él,
á segundas nupcias. Agradeció el motivo que me
despues de una corta y dolorosa enfermedad. Has-
impulsaba á obrar así; pero me prohibió tan ex-
ta el último momento procuró consolarme, presen-
presamente que le volviera á hablar de eso nunca,
tándome motivos de fe; sobre todo, en esas cir-
á ménos que fuera por desear vivir aparte, que no
cuiistancias fué cuando su piedad causó admi- tuve el consuelo de saber que habían muerto cris-
ración á cuantos tuvieron la dicha de acercár- tianamente.
sele. Despues que se desbarató mi casamiento con
Creo poder gloriarme de haber recibido en mis Fernando, me habia apartado completamente del
brazos el último aliento de un santo, que era al mundo y de la sociedad; no trataba más que con
mismo tiempo mi hermano y mi amigo. algunos amigos antiguos de mi familia, cuyas filas
Expresar mi dolor por su muerte, es imposible; aclaraba la muerte cada año, con lo que, cuando
me incliné sin murmurar bajo la mano del Señor perdí á Alberto, me encontré casi sola sobre la tier-
que me heria en el lugar más sensible, pero llora- ra. ¡Oh! todavía me acuerdo de los crueles ratos
ba una desgracia que me dejaba en el más comple- que pasé en aquella casa que ya no animaba su
to aislamiento. Amaba tiernamente á Enrique, y presencia, y que me parecía una Thebaida, donde
no podia pensar en ir á vivir con él, porque sus todo me recordaba la falta de mi querido herma-
gustos, su genio, eran muy diferentes de los mios, no, único ser ¡ay! que me amaba todavía aquí
para que pudiera esperar hallar en él siquiera una abajo.
parte de aquel tierno cariño que Alberto me habia Nuestro buen Cura comprendió que 3^0 no podia
prodigado tanto. Además, estaba casado, y sabia permanecer en una situación tan penosa, que con
yo por experiencia lo difícil que es para dos cuña- todo me empeñaba yo en conservar; pero usando
das el vivir con perfecto acuerdo. En cuanto á mis de toda la autoridad que tenia sobre mí, me deci-
otros hermanos, no los habia yo vuelto á ver des- dió á venir á establecerme en este pueblo, cuyo
de que murieron mis padres, así casi no los cono- párroco era un discípulo suyo. Sin duda Dios fué
cía; nos escribíamos pocas veces, y la carrera que quien se lo inspiró, porque acogida perfectamente
habían emprendido, era un obstáculo para que por sus vecinos, no tardé mucho en hacerme amar
nunca pensase en reunirme á ellos. Por otra par- de ellos, y poco á poco sus hijos acostumbrados á
te, siguieron de cerca á Alberto en el sepulcro; en verme, venían á prodigarme sus caricias que en-
menos, de un año murieron léjos de mí, y sin que vidiaba tanto. Hoy seria muy difícil poderle ex-
los hubiese abrazado por última vez: sin embargo, plicar á vd. lo feliz queme hallo. ¡Ah! bendito sea
Dios que nunca me lia privado de un bien, sino
para concederme otro más estimable, por ser de
su elección! Habia yo deseado los goces de fami-
lia, y lie encontrado aquí numerosos niños, cuya
ternura y amor embellecen mi vejez. ¡Oh! cuando
Dios sea servido de llamarme á sí, no quedará ol-
CARTA X T I .
vidado mi sepulcro, ellos vendrán á rogar por la
que llaman su buena amiga.»
Calló la Srita. Raffet, y yo le di las gracias con Burdeos.

expresión por su deferencia, despidiéndome de ella


bendiciendo al Señor, que ha dado á los hombres Te estás dejando dominar mucho de la curiosi-
una religión tan bella y tan capaz de procurarles dad, querida Carolina; me haces preguntas hasta
la verdadera felicidad. cansar sobre la Srita. Raffet, y como yo no las
¡Ojalá que nuestro reconocimiento fuera igual á puedo contestar, me veo obligada á recurrir á su
sus dones, y que siguiéramos nosotras, querida Ca- amabilidad que nunca falta. Le han caido muy en
rolina, á ejemplo de esa piadosa señora, el camino gracia todas tus quejas por su silencio sobre la suer-
que conduce al cielo, pues que solo en él tiene es- te de Melania, y te ha quedado muy agradecida
peranzas de reunirse contigo, quien te ama tan de por saber que ha conquistado tu corazon á la cor-
veras. Adiós, me siento con ganas de predicar, y ta distancia de 150 leguas. En cambio, me ha en-
por temor de darte sueño, prefiero dejarte, supli- cargado que te diga muchas cosas de su parte; pe-
cándote recibas las luenas noches de tu amiga ro como empiezo á tener algún celo de ese afecto,
que podría muy bien hacer que me pusiera á mí en
SOR T E R E S A . el segundo lugar de su lado ó del tuyo, me limita-
ré por hoy á referirte mi conversación con ella.
Entré y le dije:
«Señorita, otra vez Sor Teresa viene á molesta-
Dios que nunca me lia privado de un bien, sino
para concederme otro más estimable, por ser de
su elección! Habia yo deseado los goces de fami-
lia, y lie encontrado aquí numerosos niños, cuya
ternura y amor embellecen mi vejez. ¡Oh! cuando
Dios sea servido de llamarme á sí, no quedará ol-
vidado mi sepulcro, ellos vendrán á rogar por la CARTA XTI.
que llaman su buena amiga.»
Calló la Srita. Raffet, y yo le di las gracias con Burdeos.

expresión por su deferencia, despidiéndome de ella


bendiciendo al Señor, que ha dado á los hombres Te estás dejando dominar mucho de la curiosi-
una religión tan bella y tan capaz de procurarles dad, querida Carolina; me haces preguntas hasta
la verdadera felicidad. cansar sobre la Srita. Raffet, y como yo no las
¡Ojalá que nuestro reconocimiento fuera igual á puedo contestar, me veo obligada á recurrir á su
sus dones, y que siguiéramos nosotras, querida Ca- amabilidad que nunca falta. Le han caido muy en
rolina, á ejemplo de esa piadosa señora, el camino gracia todas tus quejas por su silencio sobre la suer-
que conduce al cielo, pues que solo en él tiene es- te de Melania, y te ha quedado muy agradecida
peranzas de reunirse contigo, quien te ama tan de por saber que ha conquistado tu corazon á la cor-
veras. Adiós, me siento con ganas de predicar, y ta distancia de 150 leguas. En cambio, me ha en-
por temor de darte sueño, prefiero dejarte, supli- cargado que te diga muchas cosas de su parte; pe-
cándote recibas las luenas noches de tu amiga ro como empiezo á tener algún celo de ese afecto,
que podría muy bien hacer que me pusiera á mí en
SOR T E R E S A . el segundo lugar de su lado ó del tuyo, me limita-
ré por hoy á referirte mi conversación con ella.
Entré y le dije:
«Señorita, otra vez Sor Teresa viene á molesta-
ros de cuenta de la susodicha Carolina de que ya fíeso á vd., que me hubiera costado mucho ese paso;
le ha hablado otras veces, la cual quiere resuel- pero estaba decidida á hacerlo, porque lo conside-
tamente saber lo que le sucedió á Melania. Per- raba yo como un deber de caridad.
dóneme vd. que se la recuerde. ¿No seria dichosa? Y despues no ha vuelto vd. á saber desús hijas
¿No es verdad?.... No podia serlo, teniendo que y de su marido?
reprenderse siempre, su ingratitud y su traición ¡Qué curiosa es vd., Sor Teresa! replicó son-
para con una amiga como vd. riendo.
«No, es cierto, no lo fué. Desde que se casó, mi ¡Nada de eso! todo es por encargo de Carolina.
recuerdo la atormentaba noche y dia; y aunque Entonces, por el motivo que la hace obrar, voy
eran satisfechos todos sus deseos, y su marido la á referirle un hecho que he ocultado aun á la Ma-
amaba, y se veía madre de dos encantadores niños, dre Superiora; creo que no se lo contará vd., á lo
con todos esos elementos de felicidad, sin embargo, ménos yo se lo digo con esa condicion.
un dolor secreto iba minando su salud. No tenga vd. cuidado, puede vd. hablar.
—¿Y murió?.... la interrumpí. Hacia como tres años que me habia establecido
—Sí, el mismo año que Alberto. Me escribió en aquí; ya tenia abierta mi escuelita, y la adhesión
sus últimos dias, suplicándome que fuera á verla, de mis queridos niños me comenzaba á indemnizar
y le diera una vez más la seguridad de que le había con ventaja de las penas y fatigas que cuesta, so-
perdonado su conducta pasada. «No moriré tran- bre todo al principio, toda cosa nueva, cuando un
quila, me decia, si no te vuelvo á ver y me das el dia, paseándome en la tarde por el campo, vi de
beso de paz.» léjos en el camino un carruaje volcado. Corrí al
lugar de la avería para ofrecer, si era necesario,
—¿Y fué vd. á cerrarle los ojos?—
un asilo á los viajeros que les habia pasado ese ac-
¡Ay! no; mi hermano también estaba muy gra-
cidente; y lo primero que se me presentó, fué una
ve ya en esos dias; pero le escribí á la pobre Me-
pobrecita niña, muy hermosa, que su padre to-
lania, que en cuanto me fuera posible, volaría á
davía de buena edad, pero con la cabeza encane-
sus brazos. Su fin prematuro, que precedió al de
cida, llevaba desmayada en los brazos; se dirigía á
mi hermano, me libró de esa promesa. Sí, le con-
22
grao prisa al pueblo con su preciosa carga, dejan- garradores que los lloros y los gritos que reprimía
do al cochero y á otro criado el cuidado de levan- por un motivo sublime de amor filial.
tar y amarrar como pudieran el coche roto. Com- Yo la habia estado sosteniendo miéntras que el
prendí desde luego que se habia lastimado su hija, médico acomodaba el miembro fracturado; habia
y sin perder tiempo en inútiles palabras de corte- ayudado á ponerla con suavidad en una cama pre-
sía, lo alcancé y le supliqué que pasase á mi casa, parada prontamente al lado de la mía. Cuando es-
donde se le daria á la enfermita la asistencia más tuvo todo arreglado del modo conveniente, me lla-
esmerada. Me dió las gracias con educación, y me mó, y abrazándome, me dijo muy bajo para que
siguió sin hacerse del rogar. Distábamos poco de no lo oyera su padre: ¡Oh! qué buena es vd!
la casa; y mi primer cuidado al llegar, fué mandar Cuánto le agradezco todo; creí por un momento
por el médico del lugar, hombre muy hábil, y que era mi buena mamá la que me tenia » Las
miéntras de que llegaba, hice poner á la niña en lágrimas brillaron en sus ojos, las enjugó con la
mi misma cama. En seguida, le di á oler algunos mano, y tomando un aire de contento, hizo venir
cordiales, que la volvieron poco á poco á la vida. á su padre, que hacia algún rato estaba como ab-
Su primer mirada fué á su padre, á quien le ten- sorto mirando un retrato muy parecido de Al-
dió una mano diciéndole con una expresión de sen- berto.
sibilidad que me hizo derramar lágrimas: «¡Pobre Señor, le dije sin mostrar que notaba preocupa-
de mi papá! consuélate, no me moriré; nuestro ción; ¿no responde vd. á su hijitaque lo llama pa-
buen Dios que te ha quitado á mi mamá y á mi ra darle un abrazo?
hermana, te dejará á tu hija Eugenia ¡Oh! no A mi voz, pareció salir de un sueño; me miró,
llores, papá, no tengo más que un dolor en la pier- se estremeció, se puso pálido como un muerto, sin
contestarme y sin hacer el menor movimiento. Por
na
mi parte, hallé en las facciones de aquel descono-
Con razón, la inocente la tenia rota. Sin embar-
cido, ciertos rasgos que la ausencia no habia bor-
go, durante la dolorosa operacion que requería el
rado enteramente de mi memoria, y exclamé sub-
caso, no se le escapó un solo grito; se conformó
yugada por la emocion y la sorpresa:
con algunos quejidos sofocados, mil veces más des-
173
¡El Sr. Devigne!.... pues: una mujer completa, con el corazon más no-
—«Ella es!.... no liay duda.... exclamó cubrién- ble y mejor que pueda uno hallar.
dose el rostro con las manos. Diré á vd. por abreviar, que en la conversación
¡Ah! perdón, mil y mil veces perdón por haber que tuve despues con Fernando, y que se prolon-
presentado á sus miradas, un sér que vd. debe' gó hasta muy entrada la noche, me dió los deta-
despreciar y aborrecer....» lles más circunstanciados sobre la muerte de Me-
Pronto me repuse de mi emocion. Le hice seña lania, que, víctima de una profunda melancolía
de que se callara por consideración á su hija que, que no pudieron disipar ni sus esfuerzos ni las ino-
inquieta por su agitación, parecía que iba á pro- centes caricias desús hijas, exhaló el último suspi-
rumpir en llanto; me comprendió, y haciendo un ro despues de decir estas dos palabras: ¡Paulina!
esfuerzo sobre sí mismo, se dominó, se acercó á perdóname!.... su hija segunda la siguió muy en
ella, y le dijo abrazándola: «Eugenia, hija mía, breve al sepulcro.
da gracias á Dios por habernos traído á la casa de Habiendo resentido mucho la salud del Sr. De-
la mejor amiga de tu pobre mamá, de un ángel á vigne con esos pesares, le aconsejaron los médicos
quien quiero que veas como á tu segunda madre, que viajase para distraerse. Pero el pensamiento
de aquella buena Paulina, en fin, cuyo nombre te de tener que separarse de su Eugenia, le habia he-
hemos enseñado á bendecir y á no pronunciarlo cho diferir este proyecto, hasta que el temor de
jamás sino con respeto y amor....! dejarla huérfana, lo habia decidido á desprender-
¡Qué felicidad! dijo la amable niña tendiéndome se de ella por algún tiempo, confiándola entretan-
los brazos. ¡Qué felicidad! ¡Cuánto la he de que- to al cuidado de las religiosas que habían educado
rer! Sí, es buena, buena como vd., papá, buena á su madre. Al conducirla á Burdeos con ese ob-
como lo era jeto, y casi al llegar al término de su viaje, fué
Se detuvo; el nombre de su madre espiró en sus cuando se volcó el coche, y Dios permitió que ese
labios, con un profundo suspiro. funesto accidente fuese para mí el origen de los
Mi querida Eugenia, aunque muy chica entón- goces más dulces.
ces, prometía ya ser algún dia lo que ha sido des- Me anticipé álos deseos de Fernando, ofre-
175
174
mente, su corazon está calcado del vuestro, y con
ciéndole encargarme de la educación de su hija,
una poca de penetración, habría yo reconocido que
lo que aceptó con gusto y reconocimiento, pues
era hechura de vd. Pero, por favor, ¿por qué no
era un favor según decia (son sus mismas ex-
vive vd. con ella?
presiones), que jamás se hubiera atrevido á es-
—En primer lugar, no estoy léjos; viene ella
perar.
todas las semanas á pasar un dia conmigo, me fran-
Algunos dias despues, siendo muy satisfactorio
quea su corazon, me pide consejos, y no se despi-
el estado de Eugenia, partió despues de haberla
de sino prometiéndome volver muy pronto.—Ade-
abrazado y recomendádole que me viese en lo de
más, el Sr. Leuplan me ha dado su palabra de ho-
adelante como á su madre adoptiva. Desde enton-
nor de no dejar á Burdeos; miéntras que yo viva,
ces procuré cumplir todos los deberes de ese car-
tiene que habitar allí, y cuando llegue mi hora su-
go respecto de una niña tan amable. Pero ¡ah! su
prema, su mujer me cerrará los ojos. Así, aun
ternura, su amor me han pagado sobradamente
suponiendo que acontecimientos imprevistos pri-
mis penas; y cuando su matrimonio nos ha separa-
vasen al Sr. Leuplan de la alta posicion que ocupa,
do, he recibido la única recompensa que deseaba,
lo que es Eugenia no me será quitada. En cuanto
la de oírla citar como un modelo de gracias, de
á volver y establecerme con ella, jamás lo debí ni
amabilidad, de virtud, de beneficencia y de pie-
aun pensar: ¿podría yo, en conciencia, abandonar
dad.
todos los hijos que tengo aquí, por seguir uno so-
—¡Oh! qué gusto tendría en conocerla, exclamé, lo? Nó, Dios me habría castigado por esa prefe-
estoy cierta de que la querría, porque la discípula rencia; por otra parte, ¿qué, á mi edad, se vuel-
se ha de parecer á la maestra.... ve á un mundo que se abandonó desde la juven-
—No sea vd. aduladora, interrumpió ella; vd. tud?
la ama sin esa recomendación y la conoce perfec-
tamente. —No hay modo de desaprobar su conducta.
Pero por último, permítame vd. una pregunta:
—¿De veras?
si es imprudente, no me la conteste; no me he de
—Sí, — es la Sra. Leuplan.
enojar por eso.—
—¡Oh! cómo no lo había yo adivinado! exacta-
mía. Nos vemos con frecuencia y siempre con
—Vamos, ¿cuál? quizá quiere vd. saber si el gusto, felicitándonos de haber cambiado un
Sr. Devigne ha tenido una vejez dichosa. sentimiento tan pasagero como violento, por un
No, no es eso, porque aunque no sabia yo quien afecto tanto más duradero, cuanto que trabaja-
era, me ha bastado verlo en casa de su hija, pre- mos cada uno por nuestra parte en hacerlo
senciar el gusto con que lo reciben sus nietos, y la eterno.
alegría que se refleja en su semblante, para con- Muy bien, le dije al levantarme, Dios le
vencerme de que és tan feliz como es posible aquí ha probado á vd. que deseoso de su amor, ha
abajo; pero querido poseerlo por completo, y vd. se ha
—Diga vd.— apresurado á responder á su llamamiento: ha
—Siempre no me atrevo.— hecho vd. muy bien, hay ciertas almas que no
—Vaya, replicó: todavía me tiene vd. corte- están hechas para afectos terrenos/'
dad.... ¿Sabes, querida Carolina, lo que se atrevió
—No, sino que me parece que debo mejor impo- á contestarme? "¡Ah! Sor Teresa, vd. ha que-
ner silencio á mi curiosidad rido hacer mi retrato, y acaba*de dibujar el de
Con todo.... no; lo que quería yo que me dijera vd. misma.'"
vd., era si el Sr. Devigne no le ha vuelto á decir Tiene respuestas para todo la Srita. Baffet.
á vd. nada sobre casamiento. Concluyo, pues; solo te cuento su original ocur-
Le dió tanta risa, que no pude ménos que imi- rencia, para que veas que no es tan buena co-
tarla; y luego me dijo con seriedad: «Cuando vol- mo á veces te digo. Adiós, agradéceme lo lar-
ví á ver á Fernando, ya me habia yo consagrado á go de esta carta; pero en lo de adelante ya no
Dios sin reserva, de lo que no le hice un misterio: te escribiré sino unas cuantas líneas bien con-
él mismo habia sufrido amargos pesares, que ma-
duraron su razón y encanecido su cabeza, con lo
que creo que ni aun tuvo semejante pensamiento.
Me ofreció todo lo que la prudencia permitía, una
amistad sincera y fiel, y yo le correspondí con la
bre corazon!.... Lloro al pensar que me voy á
separar de mi amada y respetada superiora,
de Sor Victoria, cuya sola mirada me hace fá-
ciles los deberes más penosos; de mis otras
compañeras tan buenas, tan indulgentes con-
CARTA XVII. migo; en fin, de la Srita. Raffet, á quien quie-
ro tanto; de la amable Sra. Leuplan, de tu
prima Aurelia, que ha tenido mucho pesar al
Burdeos.
saber la sentencia que me aleja de aquí Y
mí Gura mi buen Gura, ¿quién lo reempla-
zará? ¡Ay de mí! quién sabe si no volveré á
No creía yo ser también profeta, querida Ca- ver nunca esta santa casa, cuyo recuerdo con-
rolina, cuando en mi última caita te amenaza- servaré como uno de los más dulces de mi vi-
ba con ser muy lacónica; ahora es preciso ha-
da? ¡Ay! no te escandalices de mis lágrimas,
c e r l o así, te escribo de prisa, porque apenas
Carolina; aunque veas que las derramo con
estoy convalescíente de una enfermedad que
abundancia, no he murmurado contra la volun-
por poco me arrebata á tu amistad. Las ora-
tad de Dios, y espero me concederá Su Mages-
ciones y el cuidado de mis hermanas me han
tad la gracia de no hacerlo jamás; al contrario,
salvado, y no he sentido mucho verme volver
me conformaré con ella, si no con alegría, á lo
á la vida, pues estoy muy léjos de creer haber
ménos con paciencia, resignación y amor.
merecido ya esa corona que nos espera en el
En fin, adiós; Sor Magdalena me manda que
cielo. .
Lo que me añije en estos momentos, es ta concluya por temor de que me fatigue dema-
orden formal del médico, de que me manden a siado.—Tu amiga.
SOR TERESA.
pasar el estío en el campo. ¡Qué crueldad! ¿No
sabe que con eso destroza mi corazon? ¡Ay.
Carolina, qué débil y qué miserable es este po-
que me hubiera desterrado de Burdeos, hizo
tales cosas, que no pude ménos que darle las
gracias con las lágrimas en los ojos, al despe-
dirme, por el vivo Ínteres que tenia por mí, y
de que me había dado pruebas tan tiernas y
CARTA XVIII.
tan multiplicadas.
En fin, ya me tienes establecida á diez le-
guas de Burdeos, en un pueblo bastante gran-
de, y que es tal vez el más pintoresco de este
bello país, pero donde no encuentro nada de lo
El juéves pasado, querida Carolina, fué cuan- que he dejado en la ciudad.
do se ejecutó la sentencia de mi cruel médico, El Cura de aquí es un santo, como hay po-
que tuvo valor de venir á presidir en persona cos, pero tan viejo y tan enfermo que no lo veo
semejante acto. Figúrate, pues, que me hizo sino pocas veces en la Iglesia. La Superiora,
envolver en una gran colcha, en seguida que Sor Clotilde, es sin duda muy buena para con-
me cargaran y metieran en un coche bien cer- migo; con todo, tiene un carácter tan gra-
rado, y por último, se empeñó en acompañarme ve, tan frió, que dudo poder acostumbrar-
hasta la salida de la ciudad. Sor Victoria me me á él; y lo tendré que hacer indispensa-
trajo hasta aquí; sería largo contarte todas las blemente. ¡Ayí Carolina, estas mudanzas nues-
recomendaciones que le hizo para que en el tras de una casa á otra, es lo - que se hace más
camino no me fuera á dar un aire, ó quedara penoso y difícil en nuestro santo estado; hasta
expuesta al frió; tampoco te podria decir los ahora, es lo que me ha costado más; y en esas
frascos de jarabe, de éter, etc., que le dejó, pa- circunstancias es cuando hallo alguna dificul-
ra que me diera según las circunstancias. Omi- tad en decir sinceramente y con todo el coia-
tiendo todo esto por no fastidiarte, solo te diré zon: "Señor, que se haga tu voluntad y no la
que á pesar del sentimiento que me causaba el mía."
No te hablaría de mis nuevas compañeras, mi incredulidad, y me asegura que á los pocos
que todavía apénas conozco, si una de ellas, "dias de tratar á estas buenas gentes del cam-
que está siempre de buen humor, no llevara tu po, hallaré tanto gusto, que no los querré de-
nombre; la quería yo solo por esa razón, aun- jar voluntariamente por volver á Burdeos. Se
que no debiera yo amarla como á mi hermana. me hace difícil, pero veremos. Me dice que
Cualquiera la creería todavía una niña, pero ha he de hallar en ellos aquella fé sencilla y pu-
hecho ya sus votos; visita.á los enfermos, en ra, aquella caridad heroica; en fin, todas aque-
sus casas, y cuando yo me establezca, me di- llas virtudes que florecían entre los cristianos
cen que me han de poner á acompañarla. ¡Ay! de la primitiva Iglesia. Ese cuadro es seduc-
está resuelto que no he de volver á Burdeos; tor, mas quién sabe si será exagerado.
Sor Victoria me lo ha dicho al irse. Ese hipó- Mientras tanto, mis fuerzas van aumentando
crita de médico no fué más que como el órga- de dia en dia, y,si así sigo, muy pronto podré
no aparente de la Superiora general, por cuya volver á seguir mi práctica de .medicina, en la
orden he-sido trasladada aquí, donde debo acos- que te diré que estoy muy adelantada; mis
tumbrarme á.otra clase de trabajos. maestras no desesperan de que llegue á .obte-
Comprenderás.fácilmente, que para ganar el ner el grado de Doctor; tal .vez me espera un
ánimo y la. confianza de nuestros campesinos, sillón en la Academia de las Ciencias...... cuy o
es preciso amar lo que ellos aman, interesarse honor tendré que declinar, pues parece que
por lo que ellos se interesan, y hablar con ellos x
nuestro bienaventurado Padre San Vicente no
de sus campos, de sus siembras, de sus cose- previo ese caso en las constituciones, que nos
chas, de sus vacas, de sus carneros, etc. ¿Co- dió; y en la duda, lo más seguro es eme renun-
ma lo podré yo hacer que no sé ni cómo se cie k tan alto puesto; pero á lo que no renun-
planta una eol? Sor Carolina, á quien le hice ciaré nunca, querida Carolina, es a tu cariño y
esta misma pregunta, me dice que ella se en- al título de tu amiga. Como mi nueva supe-
carga de esa parte de mi educación; debe hacer riora no me lia desbautizado, sigo firmándome
provisión de mucha paciencia. Ella se ríe de SOR TERESA.
la vena, sin temblar para nada. Decididamen-
te he de llegar á ser un buen médico!
Tengo que hacerte una confesion que cuesta
mucho á mi amor propio, y casi no sé cómo
CARTA X I X . decírtelo para que no creas que soy tan ligera
como una veleta, y que mi corazon parece hos-
p*** pital. Pero ¿qué digo? Esa es precisamente
mi excusa, ¿No debe una hija de San Vicente
tener á su ejemplo un corazon de hospital y
Estoy tan restablecida, querida Carolina, que amar á todos sus hermanos? Quién se atreverá
nuestra Madre me ha dado las llaves del cam- á sostener lo contrario? Ciertamente no serás
po para que esté yo á su cuidado: creo que tú; pues entonces ya no me podrías acusar de
nunca me he sentido mejor; el ejercicio que ha- inconstancia si te cuento que es mucho lo que
go me fortifica, tengo muy buen color, mucha me gusta la vida que aquí llevo, y los consue-
gana de comer; así no te inquietes por mi sa- los abundantes que recibo. ¡Qué bueno es
lud, y en lo de adelante déjate de darme con- Dios! Los placeres, las ñores que el mundo
sejos de higiene, que son inútiles, primero por- nos ofrece, ocultan siempre desengaños y espi-
que ya no los necesito, y segundo porque co- nas; nuestro Padre celestial, al contrario, nos
nozco mejor que tú mi naturaleza, y algunos hace hallar bajo las espinas los más suaves
me dan risa. Además de que como te he dicho, perfumes, los más dulces consuelos! Para ha-
he adelantado mucho en la medicina, y nada blar sin metáforas, te diré, Carolina, que estoy
ménos que ayer obtuve una mención honorifi¿ maravillada, edificada, de la piedad de los ha-
ca por haber sangrado á una pobre mujer que bitantes de este lugar.
estaba muy mala. Era mi primer ensayo, pe- No solamente las mujeres son cristianas, aun
ro lo hice con maestría, ataqué -valientemente los hombres son muy piadosos: la paz reina en
las cas^s, la unión en las familias, y los niños
24
187
son muy sumisos á sus padres y respetan mu- •se predicó allí, todos, hombres, mujeres, jóve-
cho á los ancianos. ¿Y á quién se deben tan nes, ancianos, abjuraron sus errores, detesta-
inapreciables beneficios? ' A una humilde hija, ron su vida pasada, se reconciliaron con Dios,
de San Vicente, á una modesta y oscura her- en el tribunal de la penitencia, y de entonces
mana de la Caridad, que, tanto por sus oracio- acá no se ha desmentido su fervor.
nes, como por sus palabras, ha conseguido cam- En este pueblo no llaman la atención como
biar las costumbres, antes depravadas, de nues- en otras partes, las personas que cumplen con
tros buenos campesinos: el espíritu del mal la Iglesia, sino más bien las que no lo hacen:
habia llegado á inspirarles tal desconfianza pa- por esto, como en las cercanías de las grandes
ra con su pastor, que le huían y se alejaban de fiestas no podia dar á basto nuestro anciano Cu-
la casa de Dios, portal de no oir aquellas máxi- ra á todas las personas que deseaban confesar-
mas que les desagradaban. El celo del buen se, pidió al Sr. Arzobispo que le enviase un
párroco no habia logrado sino escasas é imper- vicario, y ha venido un eclesiástico ya muy
fectas conversiones, cuando Sor Clotilde, lla- querido en el país y que predica admirable-
mada por él, vino á fundar la casa que hoy mente bien, con lo que ya no echaré de ménos
existe. Durante varios años regó con sus su- los sermones de Burdeos.
dores esta tierra inculta en que la fé no podia Despues de esto no extrañaré que quedes
echar raíz; no desalentándose por el ningún penetrada de respeto hacia Sor Clotilde, que
éxito de sus esfuerzos, continuó esparciendo en cada dia gana más mi afecto y confianza: por
esas almas, muertas á la gracia, la buena se- otra parte su gravedad está templada sobrada-
milla, dirigiéndoles palabras de vida y salva- mente con su gran dulzura, que no excluye,
ción, y por fin recogió el fruto de sus trabajos. sin embargo, cierta firmeza de carácter; es na-
Así que ella hubo preparado el camino al se- turalmente séria, pero llena de indulgencia con
ñor Cura, entonces él se puso en acción, y con las demás; es la primera que nos exhorta á es-
gran disgusto del infierno, se verificó una re- tar alegres, y se aprovecha de cuantas ocasio-
surrección general. Despues de una misión que nes se le presentan para procurarnos inocentes
distracciones: parece que goza mucho cuando cente criatura, cuyas facciones expresaban el
ve que nos divertimos. susto y el dolor.
Sor Carolina me refirió ayer un rasgo de su A mi vista, cesó la lucha; la anciana me
vió con una mirada incierta y vaga, miéntras
infatigable caridad, que no quiero dejar en si-
que la niña, apresurándose á encontrarme, ex-
lencio; como esta hermana fué testigo de él, le
clamaba:—¡Oh! hermana, venga vd. á impe-
cedo con gusto la palabra, sin reservarme más
dir que mi mamá grande se mate! Me
que el derecho de tener la pluma y de escribir
acerqué toda temblorosa á la anciana, y toman-
como si ella me estuviera dictando lo que vas
do una de sus manos que no se atrevió á reti-
tú á leer.
rar, la dije con la mayor dulzura que pude:—
"Hacia pocos dias que estaba yo aquí, y no Vd. debe ser muy desgraciada ¡pobre señora!
conocía todavía á nadie, cuando una mañana al —Sí lo soy! contestó entre dientes: y ¿cómo
volver de la Iglesia, donde me habia detenido me lo pregunta vd., añadió, cuando está vd.
un poco más que mis otras hermanas, oí al pa- mirando que no quiero hacer caso de los rue-
sar delante de una casita de muy miserable as- gos de esa niña, que despues de mi muerte ha
pecto, los gritos penetrantes de un niño que de- de quedar sola y huérfana sobre la tierra
cía:—!Mamá grande, mamá grande, no te ma- ¡Ah! debí haber comenzado por ella para liber-
tes!.... Una voz respondía con cólera:—¿Hasta tarla de una existencia demasiado penosa para
cuándo me has de dejar en paz? ..... Me detuve, nosotras.... ¡Oh! si hubiera, como dicen, alguna
y en un primer movimiento empujé la puerta, justicia allá arriba, habia de ser yo tan mise-
que por fortuna, mal asegurada, se abrió in- rable cuando hay tantos tan ricos y tan feli-
mediatamente. Entré, y fui mirando á una in- ces! ....
feliz vieja que golpeaba sin piedad á una niña Estas palabras me hicieron estremecer, y
de siete á ocho años, que la abrazaba y no que- reprimiendo el penoso sentimiento que me cau-
ría desprenderse de ella, á pesar del medio tan saban, la dije:
brutal que empleaba para soltarse de esa ino- —No dudo, señora mia, que sus trabajos sean
muy grandes; pero no hay aquí abajo nadie —¿Ese es todo el motivo que le ha hecho to-
que esté exento de sufrimientos; como vd. lo mar á vd. una resolución tan mala? le pregunté.
ha de saber muy bien, todos, cual más, cual —¿Y no es más que suficiente? me replicó.
ménos, somos pecadores, y con objeto de ex- ¿Cree vd. que pueda yo sufrir mucho tiempo el
piar nuestras faltas y hacernos merecer una di- suplicio que me prepara el hambre, las angus-
cha sin fin, es por lo que Dios permite que los tias que me atormentarán cuando esta pobre
males nos -visiten; y revelándonos contra su vo- niña me pida pan, y no pueda yo dárselo?...
luntad santísima, no hacemos más que aumen-
Al acabar estas palabras, prorrumpió en llan-
tarlos en vez de disminuirlos. Por otra parte,
to, y yo le dije:
¿no teme vd. los juicios del Señor, que amena-
—Por qué desespera vd. de la Providencia
za con castigos eternos á los que disponen de
divina? Yela hasta sobre los insectos más vi-
una vida de que solo Su Magestad es dueño?
les. ¿Cómo habia de abandonar á vd. Dios, que
¿Qué, quiere vd. despues de haber sido tan des-
es su padre, y el más tierno de los padres?
graciada en esta vida, seguirlo siendo por toda
la eternidad? —Entonces, ¿por qué no me dejó mi pobre
vaca, como se lo supliqué tanto?
—Es muy fácil hablar así para vd., que no le
—Porque quería probar el amor que vd. te-
falta nada, contestó rechazándome con enojo;
nia á Su Magestad; pero despues de la prueba
pero si vd. se hubiera visto como yo, dueña
viene el consuelo. Ahora suplíquele que le
de un bonito rancho, y despues se quedara re-
perdone su funesto proyecto, y esté vd. muy
ducida á no tener por todo haber más que este
segura de que no tardará en enjugar sus lágri-
jacal y una vaca, y que el pobre animal, úni-
mas: tenga confianza en Dios, pues lo que es
ca cosa que proporcionaba de comer, hubiera
yo espero que le ha de dar pronto más de todo
muerto á vuestra vista; querría yo preguntar-
cuanto ha perdido.
la si hallaría vd. algo mejor que hacer, que
acabar con tanta miseria, privándose de la Movió la cabeza manifestando incredulidad;
vida? 'pero ya no se le observaba ni desesperación ni
enagenamiento. Antes de separarme quise que
me prometiera que no habia de volver á aten- —¡Cómo así! ¡pobre señora!
tar á á sus dias. —Sí, me interrumpió, no tenia más que un po-
—No, me dijo, yo no ofrezco nada: ya estoy co de pan.... y no quiso tomarlo, sino que me
cansada de la vida.... lo dió á mí.
Insistí, gasté toda mi elocuencia* para arran- —¿No tenia tampoco dinero?
carle esta promesa, sin poder obtener más que —No, todo lo gastó en remedios para la
el que difiriese por unos dias la ejecución de su vaca.
fatal plan. Temblaba yo á la idea de dejarla —¿Y por qué no fuiste tú desde luego á avi-
sola, y al mismo tiempo comprendía la necesi- sárnoslo?
dad de ir á hacer que nuestra Madre superiora
—¡Ay! porque me hubiera regañado: dice
viniera en auxilio de esta desgraciada, cuyo mi mamá grande que mejor quiere morir que
corazon, lleno de despecho, estaba vacío de fé pedir un favor á nadie.
y de esperanza.
—Bueno; pues llevále eso, le dije dándole
Al salir le hice seña á su nieta que me si- una cortedad que tenia yo en la bolsa; y le ha-
guiera, y recomendándole brevemente que no ces creer que es un préstamo que le hago, pa-
la perdiese de vista y que llamase á alguna ve- ra que me lo pague cuando tenga otra vaca.
cina, si la miraba volver á caer en el estado de ¿Me entiendes?
exasperación en que yo la habia hallado. Le
—¡Oh! sí, replicó saltando de alegría; pobre
pregunté su nombre.
mamá grande, voy á comprarle pan.
—A mi mamá grande la llaman, la viuda de —Sí, pero pronto; no vayas á detenerte por
Don Pedro, y á mí me dicen Mariquita, me res- ahí.
pondió la pobrecita niña.
—No tenga vd. cuidado, está muy cerca la
Ya me iba yo-, cuando fué á alcanzarme, y panadería, y corro en seguida.
•muy colorada y con los ojos bajos, me dijo:— Ella se fué y yo me apresuré á volver á nues-
Hermana, ¿qué no le dijo á vd. mi mamá qué tra casa.
desde antier no come nada?.... Sor Clotilde me recibió con un aire severo, y
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sin duda me iba á reprender por no haber es- nos tranquilizó sobre la disposición de espíritu
tado en el .refectorio á la hora del desayuno de de la pobre mujer, que parecía haber renun-
mis hermanas, cuando yo [le pedí perdón de ciado á su criminal designio.
esa falta involuntaria, y le referí lo que me —Con todo, temería mucho no haber conse-
acababa de pasar. guido más que una dilación, si no me fuera po-
—Está bien, hermana, me dijo; hizo vd. lo sible comprarle una vaca para reemplazar la
que exijia la caridad; pero ¡ay! ¿cómo lograre- que ha perdido: yo así se lo he ofrecido; no me
mos sacar á esa infeliz de tan mala situación?.... falta sino hallar los fondos necesarios para cum-
¡Ah! prosiguió despues de un momento de si- plirlo. Tomaré algo de la caja de los pobres;
lencio y de reflexión, quizá ese triste acciden- poco, porque este dinero es para todos los des-
te será en los decretos de la Providencia, la graciados, y no me es lícito emplearlo en pro-
hora de la misericordia para esa pobre mujer. vecho de uno solo. Ustedes, hermanas, tam-
Hasta hoy ha cerrado su corazon á la gracia; bién verán lo que me pueden dar.
conquistémoslo para Dios por medio de un nue- No somos nada ricas nosotras; pero reunien-
vo esfuerzo de caridad. Hermanas, agregó di- do todas nuestras cortas economías, le pudimos
rigiéndose á sus compañeras, vayan un momen- llevar cosa de ocho pesos, que junto con lo que
to, se los pido, á la capilla, á postrarse delante ya tenia, apénas hacia la tercera parte de la
del Señor, y pídanle que dirija una mirada de suma que se necesitaba. ¿Y esa cómo se com-
piedad hacia esta infeliz, y á mí que me inspi- pletaría? En dos leguas ála redonda no se cono-
re lo que debo hacer para salvar á la vez su cía más que una casa opulenta. Era un antiguo
palacio habitado por una viuda rica, muy extra-
cuerpo y su alma.
vagante, que jamás salia sino cuatro veces al
Inmediatamente se fué á ver á la viuda de
año para ir á la iglesia; no habia hecho una
D. Pedro. ¿Qué palabras empleó para conmo-
sola visita á su Cura, y se habia negado á re-
ver esa alma endurecida? Nos las ha ocultado
cibirle en su casa cuantas veces lo habia pre-
siempre su humildad; pero á su vuelta estaba
tendido. Extraños rumores circulaban acerca
ya con su calma y gravedad acostumbradas, y
de su conducta, y se aseguraba en la comarca, su silencio lo que deseo comprar, su pobre al-
que nadie habia recibido nunca de ella la más ma es la que quisiera rescatar para Vos!
corta limosna. A pesar de todo, á esa casa se en Cuando una vez le dijeron que no se ocupa-
caminó Sor Clotilde, muy confiada en el divino ra tanto de esa pobre' mujer, que parecía tan
auxilio: yo la acompañé. poco digna de su empeño:
Comprenderá vd mejor todo el mérito de ese —¡Oh! interrumpió con dulzura; la conduc-
paso, con saber que la viuda de Don Pedro, por ta que Dios tiene con nosotros, miserables pe-
quien ella iba á sufrir los desprecios y desde- cadores, hijos pródigos é ingratos, ¿no nos da
nes de aquella señora, siempre la habia estado la medida del amor que debemos tener á nues-
insultando y maldiciendo. Esa infeliz, cuya tros hermanos? Le ofendemos sin cesar, y sin
miseria habia exasperado su carácter, sentiaun cesar' nos perdona; portémonos de la misma
odio implacable contra todos los que le parecían manera con nuestros semejantes: ¡ay de aque-
ménos pobres que ella: no podia perdonar á llos que guiados por motivos humanos, se atre-
nuestra Madre el bien que hacia en el país. van á poner límites á su caridad!
Cuando á nosotras nos encontraba en la ca- Dispénseme esta interrupción y volvamos a
lle, nos insultaba grandemente: unas veces nos nuestro asunto.
trataba de hipócritas, otras nos acusaba públi- Recorrimos la media legua que nos separa de
camente de que gastábamos en festines y pla- la habitación de la Sra. de Thaar (la susodicha
ceres el dinero que nos daban para los pobres. anciana), sin hablar ni una sola palabra en to-
Un día que una vecina suya le reprendía sus do el camino, y le puedo asegurar á vd., que
odiosos cuentos, no tuvo vergüenza de contes- á pesar de la fama que tengo de ser muy ha-
tarle, que nuestra Madre habia tratado de com- bladora, no sentía yo gana ninguna de romper
prar su silencio en muy.alto precio. Cuando el silencio que nuestra Madre guardaba. Me
le refirieron esta infame calumnia, como es tan inquietaba mucho su aspecto, más severo que
buena, no contestó sino—¡Dios mió! que hable de costumbre, y sobre todo iba yo temiendo el
ella cuanto quiera, si vos no os ofendeis; no.es
recibimiento que nos iban á hacer en aquel te-
miblc castillo, donde lo mejor que nos podia lo sentiría yo demasiado, si el gusto que me
suceder era que nos dieran con las puertas en causa el verlas en mi casa, no fuera bastante
la cara. grande para consolarme de no haber ido yo
Por desgracia no soy muy valiente, y le con- primero á visitarlas.
fieso que cuando tocamos la campanilla de la Nuestra Madre y yo nos vimos una á otra,
reja, se pusieron á temblar mis rodillas de tal como para preguntar si estábamos de veras
modo, que dudaba si tendrían la cortesía de sos- despiertas, porque era muy singular hallarnos
tenerme por más tiempo. Un anciano, con ti- con una señora brillante de juventud, cuando
po de honrádez y de criado antiguo de casa creíamos encontrar á una de cerca de un siglo.
grande, se presentó á abrirnos y nos preguntó Ella adivinó sin duda lo que pensábamos, por-
con el sombrero en la mano, qué era lo que que sentándose entre las dos, nos dijo sonrien-
queríamos; nuestra Madre respondió con reso- do:
lución, que deseaba hablarle á la señora. —Vdes. se han sorprendido del cambio que
No hizo objecion alguna, sino que nos intro- ha habido en la dueña de esto, y no saben ex-
dujo al castillo, nos hizo entrar á un salón, el plicarse cómo buscando á una Señora de Thaar,
más gótico de todos los salones góticos, y nos que tenia sus noventa años largos, se han ha-
dejó allí para irle á avisar á su ama. llado otra que no tiene ni cinco lustros....
Yo estaba esperando ver salir á una venera- —¡Ah! interrumpió con viveza nuestra Ma-
ble anciana, encorvada, peinada de polvos, con dre; pero creemos, señora, que no nos tendre-
chiquiadores, palillos, peineton y otras modas mos que quejar de ese cambio.
pasadas,' cuando con gran sorpresa mia se abrió —A lo ménos yo haré cuanto esté á mi al-
la puerta y fui mirando entrar á una señorita cance con ese fin, respondió suspirando. ¡Ay!
joven, muy agraciada, vestida de negro, que sé muy bien que el nombre de mi pobre tia no
con la sonrisa en los labios, nos dijo al saludar- es querido ni bendecido en esta comarca... Con
nos: todo, su conducta extravagante se excusa y ex-
—Hermanas, vdes. se me han anticipado, y plica fácilmente, porque á consecuencia de agu-
dos pesares .se habia llegado á debilitar de tal acontecimiento tan funesto, mi marido ha que-
modo su ánimo, que habia caído en una especie dado de heredero de esta finca, adonde jamás
de misantropía que la hacia evitar el trato de habia yo venido, y que solo habito hace muy
todos; mi marido mismo, su propio sobrino, ja- pocos dias.
más eran admitidos á su presencia; el antiguo Me proponía ir mañana á presentarme á vdes.,
criado que recibió á vdes., y una recamarera Hermanas, á quienes estimo tanto, y ofrecer
vieja, eran losaínicos seres humanos que trata- mis respetos al Señor Gura, que espero olvida-
taba hacia veinte años. Sin embargo, hace rá las faltas de mi tia, faltas que bien se pue-
tres meses, sin que nos pudiéramos explicar el den ver como involuntarias, pues que parece
motivo que tuvo, se puso en camino y vino á no tenia el libre uso de su razón, que recobró
sorprendemos con visitarnos en Burdeos. ¡Ay! solamente poco antes de morir para poder ha-
el gusto que tuvimos de abrazarla, de recibirla cerlo cristianamente.
en nuestra casa, se cambió muy pronto en due-
lo. Pocos dias despues de su llegada, aunque Ya se podrá vd. figurar que la amable aco-
nada hacia temer su próximo fin, pidió que la gida de aquella joven señora nos hizo estar
viniese á ver un sacerdote; se confesó con él, y muy pronto de confianza, y que Nuestra Madre
suplicó con instancia que le administrasen los no tardó mucho en exponerle con franqueza el
Santos Sacramentos de la Eucaristía y Extrema- fin interesado que nos guiaba: ella no vaciló un
unción. Se quería aplazar esa ceremonia por pa- punto en entregarle la cantidad que faltaba
recer anticipada; pero insistió tanto, repitien- para la compra de la vaca deseada, y le dijo
do que conocía que le quedaban muy pocas con las lágrimas en los ojos:
horas de vida, que fué preciso complacerla, —Como será bueno rehabilitar la memoria
aunque nos parecía solo una impertinencia de de mi tia en estas tierras, en que sé que le ha-
la edad; pero ¡oh! cuánto nos alegramos de ha- cían muy poco favor, le suplico á vd. que ten-
berlo hecho así! Al dia siguiente la hallamos ga la bondad de decir á su protejida, que este
muerta en su cama A consecuencia de un dinero lo he tomado de una alcancía formada
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desde hace mucho tiempo por la difunta, cuyo Aquí, yo, Sor Teresa, tomé la palabra para
empleo dejó explicado en su testamento por es- preguntarla:—¿Cómo á un cerdo?
tas palabras: "Es mi volúntad que todo lo que —"Sí, hermana, á un cochinito de leche,
contiene mi alcancía sea distribuido despues cuya madre tenemos y que nos ha dado siete
de mi muerte entre los pobres de F***; ellos hijitos, unos más bonitos que otros. Nuestra
me han maldecido durante mi vida, ojalá que Madre creyó que no le habia de parecer mal á
me llenen de bendiciones cuando ya no exista!" la viudita un pequeño cerdo, y proveyó á su
subsistencia permitiendo á su nueva poseedo-
Es preciso convenir que la dicha señora era ra, que viniera todos los dias árecojer su parte
muy extravagante, y que sus rarezas podrían del agua en que se lavan los trastos de la coci-
calificarse muy bien como verdaderas locuras; na, de cáscaras y otras cosas igualmente útiles.
á lo ménos no se puede explicar de otro modo Más tarde, gracias á los buenos cuidados que
su conducta. Con todo, si ha llevado buena se le prodigaron, llegó á hacerse digno de figu-
intención al obrar así, Dios se la habrá tenido rar honrosamente en una exposición agrícola,
en cuenta. lo que fué el principio del bienestar, que á
No es necesario añadir que la vaca se com- fuerza de trabajo, volvió á disfrutar aquella ac-
pró, y que el deseo de suicidarse se le pasó tiva señora, quien ahora, muy léjos de la mi-
completamente á la viuda de Don Pedro; y no seria, no cesa de repetir á cuantos conoce, que
solo, sino que le pudo tanto la caridad de Nues- es necesario no perder nunca el ánimo y mu-
tra Madre, que poco á poco fué abriendo su co- cho ménos desconfiar de la Providencia Divina.
razon al arrepentimiento, y hoy es una de las Por lo que respecta á Mariquita, su nieta, es
más fervorosas cristianas y de las más entu- una muchacha muy piadosa y la más trabaja-
siastas admiradoras nuestras. ¡De qué cosas de- dora de todas nuestras educandas; con esto,
pende el aprecio humano!,.-.. Todas las simpa- aunque todavía tan joven, es ya codiciada por
tías de esa pobre mujer se las debemos á una todas las personas que tienen algún hijo que
,vaca y á un cerdo..." establecer: así, cuando su mamá grande se de-
eida á casaría, no tendrá más que el trabajo de
elegir entre los más ricos y de mejores pren-
das, de aquí y de los alrededores/''
Adiós, querida Carolina, un acceso de tos
corta la palabra á nuestro orador, y yo lo apro-
vecho para dejar la pluma, porque no digas
que va muy larga esta carta; y sólo te suplico ' CARTA XX.
que no dejes de querer á tu amiga:
SOR TERESA. Y***
. a.rj i{í ¿¿ i-, . . . . — /••-< . --. ' J

Cuando estaba yo en Burdeos, te decía que


me costaba trabajo bailar un ratito para plati-
car contigo, y era la pura verdad: pues bien,
aquí, querida Carolina, me sucede lo mismo, ó
mejor dicho, me es muchísimo más difícil, por-
' que Nuestra Madre no consiente que pase yo
las recreaciones en borronear papel, sino que
precisamente quiere que en ellas juegue, pla-
tique y me divierta con mis hermanas, como
si no fuera también muy agradable para mí el
platicar contigo. Por más que se lo digo, de
todos modos permanece inexorable, sin respon-
der á todas mis lamentaciones más que una
misma cosa: "En su edad, hija mia, se nece-
sita de movimiento y de distracción; es una co-
eida á casarla, no tendrá más que el trabajo de
elegir entre los más ricos y de mejores pren-
das, de aquí y de los alrededores/''
Adiós, querida Carolina, un acceso de tos
corta la palabra á nuestro orador, y yo lo apro-
vecho para dejar la pluma, porque no digas
que va muy larga esta carta; y sólo te suplico ' CARTA XX.
que no dejes de querer á tu amiga:
SOR TERESA. Y***
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Cuando estaba yo en Burdeos, te decia que


me costaba trabajo bailar un ratito para plati-
car contigo, y era la pura verdad: pues bien,
aquí, querida Carolina, me sucede lo mismo, ó
mejor dicho, me es muchísimo más difícil, por-
' que Nuestra Madre no consiente que pase yo
las recreaciones en borronear papel, sino que
precisamente quiere que en ellas juegue, pla-
tique y me divierta con mis hermanas, como
si no fuera también muy agradable para mí el
platicar contigo. Por más que se lo digo, de
todos modos permanece inexorable, sin respon-
der á todas mis lamentaciones más que una
misma cosa: "En su edad, hija mia. se nece-
sita de movimiento y de distracción; es una co-
sa indispensable, y su amiguita sentiría mucho propio á su deber. Fuera de broma, no he te-
que permitiese á vd. el sacrificar la salud á un nido desde que estoy aquí ni un momento de
gusto pasajero: aprovéchese de los últimos dias fastidio; bien es verdad que, aun cuando hubie-
hermosos de la buena estación, para pasear y ra querido, no lo habría podido tener, pues es-
hacer ejercicio, que despues ya tendrá tiem- toy tan ocupada, como voy á contarte: por lo
po para escribir lo que quiera/' regular hacemos Sor Carolina y yo, todos los
Y como esos bellos dias se han prolongado dias, dos visitas á los enfermos; por la ma-
mucho, no he podido tomar la pluma más pron- ñana vamos á ver á todos los del pueblo; des-
to. Un dia le dije por chanza á Nuestra Madre, pues de comer, haga buen ó mal tiempo, visi-
á quien le tengo una confianza enteramente fi- tamos á loe de los alrededores, y á veces tene-
lial, que era ya mucha tiranía el no dejarme mos que camniar una legua ó legua y media
escribir. Y ¿sabes lo que hizo? Se puso á reír, ántes de llegar al término de nuestra excur-
cosa que no es muy frecuente en ella, y me sión; si cuentas la vuelta, ya verás lo que an-
llamó loquilla. En fin, me vino, por fortuna, damos; hay dias que quedamos tan cansadas,
un fuerte constipado, y como no podia yo salir, que hasta se nos hinchan los piés; pero la no-
obtuve la licencia deseada. Así, ¡ten cuidado! che repara nuestras fuerzas, dormimos de una
porque si quieres leer mi carta de seguido, ten- sola pieza, y al dia siguiente comenzamos de
drás materia lo ménos para una hora. Hace nuevo con más ganas. Además, somos abun-
tanto tiempo que no te escribo, que tengo una dantemente recompensadas de nuestras fatigas
multitud de cosas que contarte; si todo lo pu- cuando logramos volver á Dios á alguna po-
siera, saldría un libro in folio muy grueso. brecita oveja extraviada, y podemos decir con
Pero como Nuestra Madre no me lo habia de confianza á un moribundo: "Sal, alma cristia-
permitir, no te daré sino un extracto de la in- na, sal de este mundo."
teresante obra que podría componer. Ya lo Hasta ahora, Carolina, no he visto más que
ves, querida Carolina, una pobre hermana de un solo pecador que haya muerto sin reconci-
la Caridad está obligada á sacrificar su amor liarse con Dios. El infeliz resistió obstinada-
mente á nuestros ruegos, hasta á nuestras lá- Andrés, era padre de un hijo único, que merecía
grimas. bien su ternura y el amor que le tenia su ma-
Perseverando en un endurecimiento que nos dre. Se llamaba Adrián, y llegaba ya á Ios-
aterrorizaba, se hizo sordo á las piadosas ex- veinte años, cuando sus padres, que deseaban
hortaciones de nuestro Gura, y murió comó ver continuada su descendencia en sus nietos,,
habia vivido, en la impenitencia. ¡Ay! Caro- le pidieron que se casara. Mucho tiempo re-
lina, qué espantoso es ver desprenderse, entre sistió él á sus súplicas, porque temia mucho
las angustias de la agonía, á una pobre alma irles á llevar una nuera que no les tuviera tan-
que no ha querido conocer el fin para que fué to cariño como él deseaba. Su madre, cansada
creada, y que va á perderse por toda la eter- de sus vacilaciones, se resolvió á escojer por sí
nidad!.... misma entre las jóvenes de por allí la que le
Felizmente, ejemplos semejantes son muy pareció reunir las cualidades más á propósito
raros aquí, y la mayor parte de nuestros bue- para asegurar .la felicidad de Adrián, y se la
nos campesinos, cuando se hallan enfermos, propuso. Con su instinto de madre habia. des-
no esperan á que nosotras les advirtamos lo cubierto en el corazon de su hijo, que, aunque
grave de su situación para llamar al confesor, en secreto, tenia mucha inclinación por la jó-
sino que ellos mismas ruegan que se les admi- vende que se trataba; pero que: no se atrevía á
nistren cuanto ántes los últimos Sacramentos. decirlo porque Francisca era una pobre huér-
Hé visto aquí moribundos de toda edad, y to- fana, que no poseía, por único patrimonio, más.
dos.me han edificado mucho por su resignación, que bonitas facciones, mucho amor al trabajo
su amor á Dios y su confianza en la misericor- y una alma angelical. Mucho.se asombró de.
dia divina. Ya que se ofrece, no puedo resis- que la esposa de Andrés viniese á pedirle su.
tir al deseo de contarte una historia que termi- mano para.su hijo, uno de los ricos del lugar.
nó con una catástrofe que llenó de consterna- Tú creerás, tal vez, que la pobre no tardó na-
ción á toda esta comarca. da en decir que sí, pero te equivocas, pues
Uno de los labradores más ricos de aquí, ella, ántes de aceptar tan brillante propuesta,.
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quiso saber nuestra opinion y la del Señor Cu- homicida en sus manos, y para ocultarla á-sus
ra,, y no sé resignó á s e r la novia del honrado miradas, quiso subirla encima de un ropero.
y bien, apersonado Adrián, sino cuando le diji- Por desgraciaren el .mismo instante los gritos
mos' nosotras que era preciso que; se casara con de sus amigos que lo llamaban, le hicieron ol-
él. Adrián se llenó de alegría cuando le lle- vidar su ordinaria prudencia* y por darse pri-
vamos el consentimiento de Francisca, y muy sa, no advirtió que la escopeta Se habia atorado
pronto se- llegaron á amar hasta el delirio nues- en uno de los alamares de las mangas de su
tros dos jóvenes, con lo que se fijó el dia de las chaqueta, y al retirarse, 'el movimiento hizo
bodas, que por su magnificencia debían recor- partir lá descarga que recibió en el pecho......
dar las de Camacho. Llegó por fin ese dia es- Al ruido de la detonación, se precipitaron to-
perado con tanta ansiedad,, y Adrián, que se dos á su cuarto, y lo encuentran caido en el
había levantado desde muy temprano y vestido suelo y bañado en sangre
con sus. mejores trages, no esperaba más que Sin embargo, todavía respiraba y pudo ex-
la llegada de sus amigos para ir á.la casa de plicar cómo le sucedió esa horrible desgracia.
sufutura. !•• .••> .. Despaes, lleno de fé y de resignación, pidió
Las horas se le hacían demasiado largas, y y recibió, en medio de sus parientes y de sus
para distraerse del enfado, de estar esperando, amigos, deshechos en lágrimas, la Extrema-
se puso á ayudar á su madre, que se fatigaba unción y el Sagrado Viático; sacando en segui-
porque nada faltase en la fiesta. da de su misma piedad motivos sublimes de
Ya habia él adornado con flores la recámara consuelo, trató de calmará su desolado padre
nupcial, y oía de léjos á.sus amigos que ve- y á su madre desgraciada, y les pidió de la
nían por él con una alegre música, cuando no- manera más tierna que en lo de adelante vie-
tó, que contra su costumbre, habia. olvidado su ran á Francisca como si fuera su propia hija.
escopeta, con la que habia cazado la víspera, "Muero tranquilo, les dijo, porque conozco
en un rincón de la pieza. Sabia bien que Fran- su corazon y sé que ella hará muy bien mis
cisca no podía ver sin estremecerse esa arma veces respecto de vdes. ¡Oh! sí, sus cuidados,
su ternura, calmará vuestro pesar. ¡Pobre Fran- rar contra los decretos de su Providencia. To-
cisca!....
do el tiempo que Adrián conservó un soplo de
"¡Ay! querida madre mia, prométame vd. vida, Francisca se mostró con el mayor valor,
que la ha de querer porque yo la he querido no separándose de él ni un momento y exhor-
tanto, y del mismo modo que vd. ama á éste tándolo ála paciencia, á la resignación y á los
su moribundo Adrián." más vivos -sentimientos de confianza en Dios.
Su madre se lo prometió sollozando: pareció Al anochecer recogió su ultimo' suspiro, y qui-
que quedaba él contento, se sonrió y suplicó so ella misma cerrarle los ojos; pero despues
que le permitiesen ver una vez más á la que de haberle hecho ese triste servicio, se arrojó
en esa misma hora debia haber recibido por es-
en los brazos de Nuestra Madre, donde perdió
posa al pié de los altares.
el conocimiento.
¡Ay! nosotras tuvimos el encargo de anun-
ciar á la pobre niña la desgracia que le acaba- Se oprovecharon de su privación para llevár-
ba de acontecer; á esa funesta noticia inclinó sela á su casa, donde permaneció hasta el dia
la cabeza bajo la mano de Dios, y poniéndose de los funerales en un triste aniquilamiento,
de rodillas le ofreció el cruel sacrificio que le que daba mucha lástima ver.
pedia; despues, apoyada en nosotras, pálida, Todos nuestros esfuerzos para arrancarle si-
silenciosa y seguida de sus compañeras, lloran-
quiera una lágrima, fueron- inútiles, por lo que
do, tomó, ataviada con el vestido de novia, el
Nuestra Madre se decidió á sacarla á toda cos-
camino de aquella casa de duelo, donde todavía
ta de un estado que comprometía tan grave-
esa misma mañana creía que habia de entrar
mente su salud; en consecuencia, cuando el
al ruido de las músicas y en medio de los gri-
entierro de Adrián, que tenia que pasar por
tos de alegría.
enfrente de su casa, llegaba á su puerta, la to-
Su entrevista con Adrián fué tierna; ningu- mó de la mano, y llevándola-á la ventana, le
no de los dos olvidó, que por dolorosos que sean dijo enseñándole el fúnebre cortejo:
los golpes del Señor, jamás debemos murmu- —Francisca, llevan á su pobre novio á su úl-
tima morada: ¿no quiere vd, decirle adiós por por su hija? Ese fué el último deseo que
última vez?.... formó.
—¡Oh! sí! sí! ¿cómo no? exclamó la desgra- —Sí, sí, exclamaron abrazándola; sí, Fran-
ciada niña tendiendo los brazos hacia el ataúd cisca, tú eres desde hoy nuestra hija, y en ló
que encerraba los restos del que habia amado de adelante tendrás con nosotros el. lugar de
tanto. Adiós, Adrián mió, adiós!.... ¡Que ¿el aquel de quien nos ha privado á los tres nues-
Señor te conceda el descanso eterno!.... Yo voy tro buen Dios. ¡Pobrecita! ¿No es verdad que
ahora á cumplir el deber que me impusiste..... has'perdido tú tanto como nosotros?....
¡Dios permita que algún dia merezca reunirme Desde entonces, Francisca procura calmar
contigo para cantar sus alabanzas eternamen- sus pesares, y trabaja cuanto puede por com-
te!..... , placer á sus padres adoptivos, que la quieren
Dijo; y empujando las lágrimas que corrían mucho y no cesan de dar gracias á Dios por ha-
por su rostro, emprendió, con la cabeza incli- berles dado ese ángel para sostener y consolar
nada, pero con paso firme, el camino de Ta ca- su v e j e s ^ ^ o -.«.}?> soirm/i ais s ^ c t p .-
sa de Andrés. La seguimos nosotras: lévantó Conforme á los deseos de Adrián, han recono-
los-ojos al cielo é hizo una corta oracion al lle- cido áFrancisca por su heredera, y alejándose de
gar al dintel de la puerta, por donde Adrián no todo sentimiento de egoísmo; la han instado fuer-
habia de volver á pasar, y se dirijió inmedia- temente áque, si alguna vez vuelve á pensar en
tamente al cuarto donde los dos ancianos, en- casarse¿ que se los diga con franqueza, no que-
tregados á su profundo dolor, lloraban á su riendo, dicen, ellos, que por su abnegación y la
difunto hijo. Poniéndose de rodillas, tomó sus consideración que les tiene, se condene al celiba-
manos que inundó de lágrimas, y les dijo:— to. Pero ella les ha hecho conoce? la firme reso-
Nunca podré yo hacer sus veces..... y ocupar lución en que está de mpertenecer nunca más
el lugar que él tenia en el corazon de vdes que áDios, y despues de la muerte de aquellos,
pero sí procuraré tenerles el mismo amor que retirarse á un convento. "Quizá amaba yo de-
él les tenia...... ¿No me querrán vdes. recibir masiado á Adrián, les ha contestado,: y Dios me
ha castigado, por haber dado á una criatura la aproveche de las lecciones de caridad y de hu-
preferencia que solo á Su Majestad debo: de hoy mildad que me dan, sin advertirlo ellos, para
en másj Dios y vdes. ocuparán únicamente mi que me santifique más y más, y llegue yo á
corazon." ser ménos indigna de llamarme
Estoy segura de que te vas á apasionar de SOR TERESA,
esta excelente jovencita: Francisca lo merece Hija do San Vicente de PauL
bien; pero como ella, hay aquí otras varias mu-
chachas, que si se vieran en las misráas cir- P. S. Si mi catarro sigue teniéndome pre-
sa entre cuatro paredes, te escribiré muy pron-
cunstancias, mostrarían igual piedad y juicio.
to; si no, ya te puedes preparar á estar tres ó
Nunca acabaría si quisiera contarte todos los
cuatro meses sin recibir noticia de mi intere-
rasgos de caridad y de virtud de que somos
sante persona. Te lo advierto para que no te
testigos diariamente,.
dé cuidado mi silencio.
Nos esforzamos en dirigir á la gloria, de Dios
la confianza sin límites que todas estas .jóvenes
tienen en nosotras, y gracias á la poderosa in-
tercesión de la Santísima Virgen, á quien tie-
nen aquí una tierna devocion, siendo rara la
muchacha que no ostente, con noble orgullo la
cinta azul.con, la medalla de hija de María, ca-
si nunca tenemos que deplorar alguno de esos
escándalos, por desgracia tan comunes en otros
puntos de nuestra bella patria.
Pídele á Dios, querida Carolina, que continúe
derramando sus bendiciones y sus gracias so-
bre estos buenos campesinos, y ruégale tam-
bién que me haga á mí la merced dé que me
misma idea de mil maneras diferentes, todas á
eual más ingeniosas, y tampoco cuento con lo
que á ella le servia tanto, que era el ser diriji-
das sus cartas á su hija Madame de Grigrau,
pues yo, querida Carolina, no tengo el honor
de ser tu madre.
CARTA X X I .
Te quiero sencillamente, y tengo la tontera
de figurarme que tú estás bien persuadida de
F**' eso, que me pagas en igual moneda, y que no
tienes más que preguntar á tu corazon para
saber lo que pasa en el mió. ¿Estoy equivoca-
Quisieras, querida Carolina, que te escribie- da? Dímelo, y entonces cambiaré de estilo con-
se con más frecuencia, aunque no fuera más tigo. Pretendes que te dé cuenta de todas mis
que para darte noticia de mi interesante salud; acciones: estoy conforme, pero sino me acuer-
pero á mí me parece que aun cuando te dijera do mal, ya te he dicho en lo que empleo mi
que tengo la l e n g u a blanquizca, los ojos carga- tiempo; no me gustan las repeticiones, y á pe-
dos, el sueño inquieto, etc., y que sin embar- sar de aquéllo que dicen que ningún dia es
go como bien., rio, canto, y soy tan dichosa igual á otro, los mios se deslizan tan tranqui-
cuanto es posible, no habías de quedar satisfe- lamente, y se parecen tanto, que siempre las
cha, Sin duda que no, perdóname mi franque- ocupaciones del dia siguiente son las mismas
za, porque eres una amiga muy difícil de com- que las de la víspera. En cuanto á hablarte
placer. Si para alargar mis cartas me pusiese de nuestros queridos campesinos y ponerte al
á repetir, con todas las variaciones que pudie- corriente de sus hechos y acciones, es la cosa
ran ocurrir á un talento más fecundo que el más fácil; en dos palabras lo hago: "Siguen
mió, que te quiero mucho, creo que no habia amando á Dios con todo su corazon y hirvién-
de ser muy divertido para tí, pues no soy yo dole lo mejor que pueden; abonan, labran y
Madame de Sévigné, para poder cambiar una
siembran sus tierras como siempre, levantan la curiosidad de que era objeto. Cubierta con
sus cosechas en la estación conveniente, se ca- un trage parecido al de los antiguos penitentes
san, hacen bautizar á sus hijos y conservan la de Italia, jamás se quitaba la capucha que le
costumbre de morir como buenos cristianos." cubría la cara: nadie sabia, por consiguiente,
Si te empeñas en saber con exactitud el nú- si era joven ó viejo aquel individuo; con todo,
mero de los nacimientos, matrimonios y defun- por su paso firme y el brillo de sus ojos, que
ciones, procuraré, en lo adelante, acompañarte se percibía por los agujeros de su máscara, se
una copia de las actas del registro civil; cre- podia presumir que estaba en la fuerza de su
yéndome dichosa si ese nuevo acto de compla- edad. No se mostraba sino de vez en cuando
cencia te prueba mi buena voluntad y. el deseo en el pueblo y solamente para pedir algunos
de agradarte; además de que contaré con ese mendrugos de pan. Se ignoraba dónde pasaba
recurso para cuando no tenga que decirte y no la noche, y como dejaba sin respuesta las di-
tenga tiempo ni imaginación para otra cosa. versas preguntas que se le hacían, lo tenían
Por hoy no es necesario, pues tengo á mi dis- todos por mudo, hasta un dia en que Nuestra
posición abundante material: te referiré una Madre, queriendo hacerle aceptar algunas mo-
historia digna de figurar entre las obras maes- nedas, las rehusó diciendo: "No como dinero,
tras de Mistres Radcliff, que, entre paréntesis, sino pan." Desde entonces no ha vuelto á pro-
nunca las he leido, como puedes creerlo. ferir de seguido una tan prodigiosa cantidad de
Con todo, te ruego, que si es por la noche, palabras.
dejses, por prudencia,: esta lectura para el dia Era el espanto de las mujeres y de los niños,
siguiente, porque podría causarte pesadilla, lo desde que apareció en la comarca, y dió origen
que sentiría yo mucho. Pero si puede más tu á infinidad de cuentos, que amenizaron las con-
curiosidad que tu miedo, escucha y tiembla. versaciones de las largas noches de invierno.
Desde el principio del invierno se comenzó Primero aseguraban que era un bandido fa-
á observar, errante por todo el pueblo, á una moso, jefe de una compañía de bandoleros, que
figura extraña, la más á propósito para excitar se disponía á invadir muy pronto el país, para
pillarlo y destrozarlo; pero como nunca liubo mó, todas conservaron Su buen color y su sa-
ni el más lijero robo, se acabó por abandonar lud robusta, y esto contribuyó más que cual-
esa opinion para adoptar la de un cierto Señor quier otro raciocinio para tranquilizar la exal-
Román, arrendador de un pequeño rancho, muy tada imaginación de nuestros campesinos. Con
vano é incrédulo, que por desgracia lia venido todo, como era preciso hallar alguna explica-
á establecerse aquí desde hace poco tiempo, y ción de la extraña conducta de aquel singular
que por su charlatanería ininteligible ha logra- personaje que preocupaba tanto todos los áni-
do hacerse algún partido, adquiriendo reputa- mos, se entregaron á nuevas suposiciones, y
ción de hombre de ciencia y de talento. Pues gracias á la decisión del maestro de escuela,
este doctor de nueva especie, afirmó con toda buen hombre que quiere á toda costa pasar por
seriedad que, una vez que el individuo de que sabio, y que siempre contradice y*hace la opo-
se trataba no era un cartujo, debia ser segura- sicion al Señor Román, se decidió que él miste-
mente un vampiro. Luego añadia la descrip- rioso personaje era leproso, nombre que por fin
ción de la naturaleza del. vampiro, que jamás se le quedó. Entónces reunieron los principa-
viene á la tierra sino para nutrirse con la san- les vecinos, contra la opinion del Señor Cura,
gre de las jóvenes más bellas. De aquí se si- para discutir los medios de libertar al país de
guió que todas las mujeres, jóvenes ó viejas, un huesped tan peligroso. Acordaron que to-
feas ó bonitas, se llenaron de miedo y tembla- dos los vecinos se armarían y procurarían apre-
ban á la sola idea de que aquel monstruo lle- sar al leproso, que atado de pies y maños,
gase á fijar en ellas sus miradas, pues llegarían sería conducido á la cabeza del partido y
á ser las tristes víctimas de s'u voracidad. Du- entregado á la autoridad competente. Como
rante un mes reinó en todo el pueblo un ver- lo pensaron lo ejecutaron: pero el leproso, con
dadero pánico, que los esfuerzos reunidos del notable destreza, se les escapaba siempre que
Señor Cura, de su vicario y de nosotras tuvie- creían tenerlo'en sus manos, y durante seis-se-
ron gran dificultad en disipar. manas lo persiguieron sin resultado alguno.
Por fortuna, ni una sola muchacha se enfer- Cuando el pobre se víó acosado por todas par-
f

tes como bestia feroz, no volvió á presentarse nos lo presentaron suficientemente escoltado.
en el pueblo. ¿De qué se mantenía entonces? Se arrojó á los piés de Nuestra Madre, y ha-
Solo él lo sabe ¡Oh! sin duda vas á decir biéndole pedido con un acento lastimoso que le
que soy muy sensible, pero te confesaré que concediese el singular favor de darle audiencia
muchas veces la idea de que se moría de ham- en lo particular, tuvo bastante ánimo para otor-
bre, me aflijia sobremanera. gárselo y encerrarse sola con él, á pesar de
Tú convendrás, querida Carolina, que ese sér nuestros ruegos para que no lo hiciese. Pocos
misterioso y fantástico, era muy capaz de ater- minutos despues salió y dijo á aquellas gentes
rorizar á nuestros pobres aldeanos que no es- que ella respondía de su prisionero, y habién-
tán acostumbrados á ver que esa clase de duen- doles exijido la promesa de que guardarían se-
des visiten su? pacíficas, moradas. En fin, nada creto de lo que habia pasado, los despidió muy
ménos que esta mañana, nuestro pobre leproso, tristes de verse arrebatar tan gloriosa presa;
obligado por la necesidad, se aventuró á venir despues me hizo á mí seña de que la siguiera,
á implorar á nuestra puerta que le diéramos un y contándome en pocas palabras la historia del
pedazo de pan; é inmediatamente fué aprehen- pretendido leproso, me mandó que la ayudase
dido por tres valientes muchachos que estaban á soltarlo de sus ligaduras.
en asecho. Tres contra uno no es buen parti- Ahora, querida Carolina, adivina, si puedes,
do, pero el bien público es una buena excusa. •lo que es el dichoso personaje, asegurándote, de
El infeliz, que casi no tiene fuerzas para soste- antemano que no es leproso, ni mucho ménos
nerse, no hizo la menor resistencia, solo se pu- vampiro ó ladrón famoso. Entonces, dirás, no
so á llorar como un niño, y suplicó á sus fieros puede .ser sino un loco ó algún gran culpable
vencedores que lo llevasen á nosotras, porque que huye de la justicia hurnan?,.
según decia, tenia un secreto importante que Hay algo de verdadero y de falso en esa su-
confiarnos. Como estaba bien amarrado con posición, porque nuestro pobre protéjido es sim-
cuerdas nuevas, les pareció que no habia nin- plemente un pobre soldado, de inclinaciones
gún peligro en que recibiésemos su visita, y muy poco marciales, que prefiriendo el arado al
mosquete, le pareció oportuno tirar la cartu- Adiós, ya es de noche, y es preciso que te
chera, la espada, el uniforme, etc., y correr sin deje; te haré conocer próximamente el desen-
aliento hasta aquí, con la esperanza de vivir lace de la historia del pobre Julián: hasta aho-
desconocido y oculto. Por desgracia ya van dos ra es bastante poética, pero deseo con toda sin-
veces que hace semejante cosa, y por lo mis- ceridad que se termine de un modo enteramente
mo debe estar inscrito como desertor reinci- prosaico, por medio de su licencia absoluta, con
dente en los registros de su regimiento acuar- todos los requisitos necesarios para que pueda
telado en Burdeos, y á las órdenes de tu primo eon entera libertad volver á la vida del campo,
el Sr. de Marval. en su pueblo, donde se case con una robusta
Ya comprenderás por qué Nuestra Madre me Dulcinea, de cara bien redonda, con quien vi-
hizo el honor de darme parte en el secreto de va largos años, recordando por su feliz unión
nuestro héroe decaído, y por qué me hizo es- la de Filemon y Nancis.
cribir desde luego á tu prima Aurelia para ex- Miéntras tanto, vamos á procurar aprovechar-
ponerle la situación de su protejido y suplicar- nos de esta circunstancia para hacerlo que se
la que previniese á su marido en favor de este reconcilie con Dios. Pídele tú también, Caro-
desgraciado, que sin mentira, está más que lina, pídele á Nuestro Señor que nos conceda
medio loco. salvar su alma y su cuerpo. Tu amiga:
Miéntras esperamos la respuesta, tratamos
de calmar un poco el terror de Julián, nuestro SOR TERESA.

desertor, á quien hemos tomado bajo nuestra


salvaguardia, y confinádolo en un cuarto lejano
y bien cerrado. Quizá por despecho de su amor
propio herido, nuestros guapos muchachos han
guardado bien el secreto de su proeza, y nadie
en el pueblo sabe que lo tenemos escondido en
casa.
dió en la miseria. Las Sras. de Marval y de
Leuplan me han escrito diciéndome que van á
03 J OÍJÍDÍ reunir una suscricion para él, cuyo producto le
será entregado cuando cumpla su condena, que
como he dicho, esperamos no será larga, gra-
CARTA XXII.
cias al estado anormal de su cabeza: pero lo
que me ha llamado la atención es que Julián,
te ruego no te enojes, es tu compatriota, es tu
paisano, del mismo pueblo tuyo, lo que prueba
que en todas partes hay sombras oscuras en los
Tu primo, querida Carolina, es un hombre mejores cuadros. Es de San. Gil, y como tu
excelente; ha arreglado lo mejor que se ha po- nodriza vive allí 'todavía, espero que por su
dido el negocio de Julián (siempre casi loco), medio te informes acerca de su familia: su pa-
que le recomendamos en estos- días: va- á ha- dre es conocido con el sobrenombre del Bona-
cerlo pasar ante un consejo de guerra, porque chón. No dudo que, si la respuesta es favora-
es indispensable; pero después hará valer el ble, aplicarás algo de tus limosnas á esas po-
desarreglo de su cerebro, para indultarlo, im- bres gentes, y que á su tiempo tomarás bajo
poniéndole una pena lijera, para que pronto tu protección á mi actual protejido. Basta so-
pueda volver á sus hogares. Parece que el po- bre esto, y hablemos un poco del terror que te
bre fué educado cristianamente; así no puso di- inspira -la aparición tan poco oportuna del có-
ficultad ninguna en confesarse; pero fuera de lera en Europa.
eso, es casi imposible sacar de él alguna idea ¿Qué sucederá con nosotras, dices, si á pesar
racional. Nunca lia llegado á decirnos por qué de todas las medidas sanitarias tomadas por el
prefirió quedarse aquí á volver á su tierra, gobierno, llega á penetrar en Francia? ¿Qué
donde era el único apoyo de su anciano padre le sucederá, sobre todo, á Sor Teresa? exclamas
y. de dos hermanas jóvenes, que su partida hun- con un triste suspiro. ¿Tan débil como es, po-
drá resistir mucho tiempo á los asaltos de tan sume la escoria; y por medio de los mismo scas-
terrible azote, cuando los deberes de su estado tigos con que se exterminan los malos, son con
la expondrán á ellos en primera fila? los que se santifican los fieles."
Mira, Carolina, que te voy á dar una receta Además, Carolina, reflexiona un poco en los
excelente para que calmes todos tus temores; grandes provechos espirituales, que no solo los
te ruego que la uses, y verás como sanas. pecadores á quienes se presenta de repente la
4o Tomarás de la-biblioteca de tu papá el to- imágen espantosa de la muerte, amenazando á
mo 29 de los Padres de la Iglesia (traducción todo momento su existencia alegre y vana, si-
del Sr. Guillon), y lo abrirás en la página 207, no los que nosotras mismas podremos sacar al
donde leerás lo que dice allí San Agustín. Prue- palpar tan de. cerca la incertidumbre de la vi-
ba que las calamidades públicas son útiles á da, ¿no te ha sucedido muchas veces que cuan-
los hombres, á quienes Dios las envía para cor- do caes en alguna falta más considerable, des-
rejirlos, purificarlos y probarlos. Tómate tam- trozada: por los remordimientos y temerosa de
bién el trabajo de volver á leer al inmortal una muerte tal vez próxima, aunque descono-
Bossuet, que tantas veces citas con gusto, y cida, acudes sin dilación al Sacramento de la
medita un poco sobre aquellas bellas palabras Penitencia, sin esperar el dia señalado ni á la
que parece has olvidado y que hallarás en su fiesta inmediata, recordando que á muchos esas
Discurso sobre la Historia Universal. dilaciones han sido la causa de su condenación?
Y despues, cuando otras veces te ha aconteci-
"En esos terribles castigos, por cuyo medio
do lo mismo, no te ha ocurrido la idea de que
Dios hace sentir su poder á naciones enteras,
bien puedes diferir el ocurrir al remedio, pues
hiere muchas veces á un tiempo al justo y al
otras ocasiones que te has apresurado á hacer-
culpable; pero es porque tiene mucho mejores
lo, nada te ha sucedido más tarde? Bien creo
medios de distinguirlos que los que aparecen
que nunca habrás dado oído á tan fútil razón;
á nuestros sentidos. Los mismos golpes que
porque muy bien sabes que puede ser que aque-
hacen pedazos la paja, separan el buen grano. lla sentencia de muerte, como la de los Nipívi-
El oro se purifica en el mismo fuego que con-
tas, fuera tan solo condicional, y así se revocó á Dios porque nos concede un nuevo favor,
mediante nuestra reconciliación con Dios; y amargo á la verdad y de terrible aspecto á
aun cuando no sea así, ¿se nos seguirá algún nuestros sentidos, pero provechoso á nuestras
perjuicio de entrar cuanto mjts pronto en la almas.
gracia de Dios? ¿no debemos corresponder cuan- Pasemos á la 2a parte de tus inquietudes.
to ántes á esos impulsos interiores, que no son 2° Sor Teresa no se presentará sin necesidad
otra cosa que los esfuerzos del Salvador, que al encuentro del cólera; pero tampoco, ayudán-
tiene más prisa que nosotros mismos, de que dola DioSj tendrá la cobardía de emprender la
volvamos á su amistad para concedernos su fuga á su vista.
amor y llenarnos de beneficencia? Pues esto, En consecuencia', si el Señor en su bondad,
que gracias á la bondad divina nos pasa en to- aceptara su sacrificio y permitiera que sucum-
^do tiempo, á tí y á mí que liemos sido educa- biese cuidando á sus hermanos tocados de tan
das en el temor de Dios, lo experimentarémos espantoso mal, yo le permitiría á Carolina de
ahora con más viveza; con lo que evitarémos Balty que le concediese algunas lágrimas, con
con'mayor cuidado las más lijeras faltas, y. acu- la condicion, sin embargo, de que las enjugara
diremos con nuevo empeño al baño de la con- muy pronto, para alegrarse como buena católi-
fesión. ca y dar infinitas gracias al Señor por haber
Pero esos sentimientos no.se limitarán en tan concedido á su amiga la gracia de morir mártir
triste época á solo nosotras y á los que tienen de la caridad. ¡Oh! qué buen pasaporte sería
la dicha de conservar viva lá fé, sino que des- ese para que se le abriese á uno la puerta del
pertarán al alma tibia en su indiferencia, y es- cielo! ¡qué dichosa muerte! Carolina, ¡qué dig-
tremecerán al pecador y al impío en su olvido na de desearse! Pero ¡ay de mí! qué indigna
de Dios, como un ultimo recurso de la Provi- soy de eso! ¡Ah! si alguna vez me concede
dencia para atraerlos al bien. Dios tan insigne favor, te ruego mucho que no
Ya ves que quizá, léjos de considerar la epi- te lamentes de lo que habia de asegurar mi fe-
demia como un castigo, deberíamos dar gracias licidad eterna, conténtate con envidiármela y
30
trabajar en conseguir tú otro tanto. Deseando taba, se elijieron las que más lo merecían y á
merecer algo esa recompensa i objeto de todos las otras se les dieron las gracias por su buena
mis. deseos,, te confesaré, Carolina, que poco lía disposición; no tengo que agregar que tu pobre
faltado, no tanto, pero alo menos sí no ha que- amiga perteneció á estas últimas. Me atreví
dado por mis deseos, el dejar para siempre á á insistir en mi súplica, pero no alcancé más
Jñrattttáau.'a.-'rq-tocf bwtt Mflq v-íhiiMUiyt .Grrtf- que una reprensión paternal por presumir tan-
No . te escandalices por eso, escucha antes to de mí misma, aunque como para suavizarla
mis razones. No ignoras que al hacerme her- me dijeron que se tendría presente ese mi de-
mana de la Caridad creía dar á Dios una prue- seo, para ver lo que se puede hacer cuando ha-
ba de lo mucho que lo amaba, y pensaba en- ya pronunciado mis votos. Recuerda que no
trar en un camino todo sembrado de abrojos y llevo más que tres años de noviciado, con lo
de espinas, donde á cada paso tendría que ofre- que tengo que esperar todavía dos años; á lo
cerle un nuevo sacrificio. Pues bien, nada de que se agrega que no es fácil que de aquí á en--
eso; este camino, yo así lo .espero, conduce al tónces se conserve memoria de mi petición.
Paraíso, pero de un modo tan fácil y tan dulce, Con todo, es preciso que me quede muy con-
que muchas veces me pregunto á mí misma: tenta con esa respuesta que no promete nada;
¿qué es lo que hago por mi divino dueño? ¿Qué, proponiéndome, entretanto, merecer aquella
se contentará con tan poco?...... gracia con portarme mejor y con mayor cui-
Aunque mi director me tranquiliza sobre ese dado.
punto, hay, sin embargo, ciertos momentos en No te ocultaré que en los primeros momen-
que se turba mi imaginación. Me hallaba yo tos manifesté mi pesar de tal manera, que Nues-
precisamente en esa situación, cuando nuestros tra Madre me dijo que era yo amuchachada y
superiores invitaron á todas las hermanas que que estaba haciendo desatinos: ya ves que tam-
se sintieran con bastante ánimo para dedicarse bién me sabe regañar; pero ¡cuánto se lo agra-
á las misiones extranjeras: se presentó un nú- dezco! Eso me hizo reflexionar y mejorar mis
mero tres veces más grande del que se necesi- propósitos.
236 237
Adiós, mi superiora me llama: esta mañana Bien puedo decirlo así, porque salgo irremi-
vi que recibió una carta de Paris ¡Dios quiera siblemente dentro de muy pocos dias. Si pu-
que mi deseo de ir á Africa no baya sido mal diera hallar algún motivo de consuelo al viajar,
interpretado y sea la causa de que me cambien como lo hago, del Norte al Mediodía y del Me-
de aquí!.. diodía al Norte, no lo encontraría sino en la se-
Temo mucho que así sea, y no cerraré esta guridad que me ha dado Nuestra Madre de que
carta sin darte razón de si me equivoco ó; no... mi súplica de ir á país extranjero, no ha tenido
. que ver nada con mi llamada á Paris, porque
ella lo sabía desde ántes de que diera yo aquel
¡Ay! Carolina, que bien lo presentí; me voy, paso. Sea de esto lo que fuere, esa triste no-
me llaman de Paris Mi amada Superiora, ticia me abatió de tal modo, que no tuve ganas
que siente tanto perderme, como á mí me afli- por más do dos dias, ni de tomar la pluma pa-
je dejarla, habia recibido aviso anticipadamen- ra contarte mi desgracia; me daba vergüenza
te de esa determinación, y sin decirme nada, mostrarte tan desnuda mis miserias, por lo que
tuvo la bondad de escribir á la Superiora gene- esperé á poder añadir la excusa, de que por fin
ral para que me quedara, diciéndole que le ha- me conformé enteramente á la voluntad de Dios.
cia yo falta. Pero sus instancias no han sido Sí, por mucha dificultad que encontrara lo lo-
atendidas en parte, pues solo se le ha contes- gré; porque quiero poner siempre en práctica
tado que 110 pueden permitir el que siga yo aquí, los consejos de Nuestra Madre Sofía, que fué
y que en mi lugar le mandarían otra hermana tan buena conmigo, y que me decia que recor-
joven que desempeñaría bien lo que yo hacia. dara sin cesar que la obediencia es la primera
No dudo que lo hará mucho mejor que yo, y virtud de una hija de San Vicente de Paul.
que pronto se consolará mi Superiora de mí fal- En consecuencia, partiré de F*** no sin do-
ta; pero yo, ¿podré encontrar de nuevo otra lor, pero sí sin lágrimas. Si no, ¿dónde esta-
tercera superiora tan buena, tan indulgente co- ría el mérito de mi resignación? Me apartaré
mo las que he perdido? con la firme esperanza de que nuestro Divino
Modelo torrará en cuenta los esfuerzos que ha-
go para probarle mi humilde sumisión á todas •ibóí' S úbísimié
sus órdenes.
Este pensamiento es para mí tan dulce, que tr ;í&Ji/b flíéí
ya no' sé ahora qué partido tomaría si tuviese ;
.<3iVftf Í8
libertad para elejir entre quedarme en F*** ó ÍÍ9
ir á Paris.
¡Es tan bueno poder decir: "Estoy donde Paris, Hospital de San Luis.
Dios quiere que esté!" Sí, entonces está uno
bien, y en cualquiera parte se halla uno á su
gusto. § • Todavía brota sangre mi corazon, querida
Adiós, otra vez. ¿Hasta cuándo'te volveré á Carolina, cuando pienso en F*** y así no pue-
escribir? lo ignoro; solo te aseguro que será do resistir al deseo de hablarte de él una vez
. fechada mi carta en la capital del reino cristia- más. Temiendo el instante de la despedida,
nísimo. Carolina,, ruega mucho a Dios por mí. había yo teñido en secreto,, cuanto pude, mi via-
y dispénsale tu cariño, á pesar de sus debilida- je; Nuestra Madre, mis hermanas, el Señor Cu-
des y defectos, á tu sincera amiga ra y su vicario eran los únicos que lo sabiaii.
Sin embargo, la víspera de mi partida, se di-
Soe TÉRESA. vulgó la noticia por todo el pueblo, cuyos bue-
nos vecinos, hombres, mujeres y niños, vinie-
ron unos en pos de otros á hacer titubear mi
valor conia sencilla expresión de su sentimien-
to. Todos me pedian algún recuerdo, con lo
que agoté mi pro vision de rosarios, estampas,
medallas, etc., y no solo la mia, sino la de mis
hermanas, á quienes envié de Burdeos otra.
Modelo torrará en cuenta los esfuerzos que ha-
go para probarle mi humilde sumisión á todas •ibOí' S úbísimié
sus órdenes.
Este pensamiento es para mí tan dulce, que tr ;í&Ji/b flíéí
ya no' sé ahora qué partido tomaría si tuviese ;
.<3iVftf Í8
libertad para elejir entre quedarme en F*** ó
ir á Paris.
¡Es tan bueno poder decir: "Estoy donde Paris, Hospital de San Luis.
Dios quiere que esté!" Sí, entonces está uno
bien, y en cualquiera parte se halla uno á su
gusto. § • Todavía brota sangre mi corazon, querida
Adiós, otra vez. ¿Hasta cuándo'te volveré á Carolina, cuando pienso en F*** y así no pue-
escribir? lo ignoro; solo te aseguro que será do resistir al deseo de hablarte de él una vez
. fechada mi carta en la capital del reino cristia- más. Temiendo el instante de la despedida,
nísimo. Carolina,, ruega mucho a Dios por mí. había yo teñido en secreto,, cuanto pude, mi via-
y dispénsale tu cariño, á pesar de sus debilida- je; Nuestra Madre, mis hermanas, el Señor Cu-
des y defectos, á tu sincera amiga ra y su vicario eran los únicos que lo sabían.
Sin embargo, la víspera de mi partida, se di-
Soe TÉRESA. vulgó la noticia por todo el pueblo, cuyos bue-
nos vecinos, hombres, mujeres y niños, vinie-
ron unos en pos de otros á hacer titubear mi
valor conia sencilla expresión de su sentimien-
to. Todos me pedían algún recuerdo, con lo
que agoté mi pro vision de rosarios, estampas,
medallas, etc,, y no solo la mia, sino la de mis
hermanas, á quienes envié de Burdeos otra.
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nueva coleccion parar oponerles las suyas; por- eso, y aunque me lo repruebes, no te disimu-
que has de saber que Nuestra Madre me fué á laré qué su compañía contribuyó de un modo
dejar hasta esa ciudad, donde pasé dos dias, te- especial fiara hacerme el viaje menos tristé de
niendo el gusto de volver á todas mis antiguas lo que había pensado. ¡Oh! me decía a mis
compañeras, á mi inolvidable Superiora Sor Ca- solas; durante el camino, ¡si fuera tanta mi di-
tarina, á tu prima Aurelia, cuyo fervor 110 se cha qué ños mandaran á las dos á la misma ca-
ha desmentido; á la Sra. Leuplan, que me dio sa!.;.... y despues procuraba quitarme esa idea
noticias de la salud de la Srita Raffet; en fin. que me parecía demasiado bella, para pasar de
del Señor Cura, el condiscípulo viejo de mi pa- solo- una ilusión, ó un lazo del enemigo, ó un
dre, y á mi estimado y traidor médico. simple sueño, que no me dejaría aí despertar
El tiempo corrió m ü y a p r i s a , y c o m o e s t a b a más que el dolor de haberme dejado engañar
tomado de antemano mi asiento en la diligen- por los de mi corazón.
cia, tuve que separarme d e nuevo de t o d a s e s a s Pues bien, frío fué ilusión! al dia siguiente
personas cuyo recuerdo 110 se b o r r a r á nunca de nuestra llegada á la casa central, lá Supe-
de m i Gorazon. Pero, te lo confesaré, s a l í d e riora general nos llamó, y'avisó á Sor Victoria
Burdeos casi contenta. Quizá te parecerá mal, que! la habia elejido para reemplazar en el hos-
pero tengo una excusa que darte, que estoy se- pital de San Luis, á la Superiora que habia si-
gura admitirás con aprobación: Sor Victoria, la do trasladada á otro punto pocas semanas án-
excelente Sor Victoria, mi maestra de medici- tes. A semejante noticia, Sor Victoria lloró,
na, el modelo de la paciencia y de la caridad, se puso de rodillas y suplicó á Nuestra Madre
era también, como tu servidora, llamada á Pa- general, que no le impusiese una carga que co-
rís, y subimos juntas el carruaje que nos debia nocía era excesiva para su debilidad; pero co-
conduciar. mo era debido, no se atendieron de ningún mo-
Díme, ¿me creías bastante excenta de egoís- do á sus razones, inspiradas por la humildad, y
mo, para que sintiera que la pobre corriera mí no se le contestó más sino que fuese inmedia-
suerte? Pues no, no tengo tanta virtud para tamente á llenar su nuevo destino, y que me
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llevase consigo para ocupar el lugar de otra misma enfermedad que sus amadas pobres, á
novicia qne habia fallecido pocos dias antes.... quienes atendía con un cariño y una ternura
¿Concibes mi alegría? Fué, tanta, que poco sin igual. ¡Qué léjos estoy de imitarla! Rué-
falté) para que abrazara á nuestra reverenda gale mucho á Dios que siquiera no sirva yo
Madre general, dándola las gracias por ese fa- aquí de escándalo con mis imperfecciones y de-
vor. Pero por fortuna, y poca virtud mia, se fectos que resaltarán más con el recuerdo de
me ocurrió que iba yo á poner con eso en ries- aquella cuyas virtudes exhalan todavía tan de-
go mi felicidad, y así me contenté con respon- licioso perfume y que soy tan indigna de sus-
der con los ojos bajos, que estaba yo pronta á tituir.....
obedecer. Dos horas despues una de las dig- Si quieres alguna vez venirte á curar, te
natarias de la comunidad, presentaba la nueva ofrezco desde luego una cama, pues es uno de
Superiora á sus hijas, que contándome á mí, los establecimientos mejor atendidos. Se ad-
somos veinte. Son muchas para decirte sus miten de toda especie de enfermedades, prin-
nombres y hablarte de todas ellas; conténtate cipalmente crónicas; teniendo, además, salas
con saber que estoy encargada, en compañía para lazarinos, heridos, etc., y un departamen-
de otra hermana joven y muy simpática, lla- to aparte para esas pobres mujeres que la so-
mada María, de una sala de mujeres.... no qui- ciedad desecha despues de haber causado su
siera decirte el nombre de su enfermedad, por- desgracia y que nuestros autores modernos lla-
que quizá no te atrevas ni aun á tocar »mi carta; man "mujeres sin nombre."
sin embargo, como te creo muy léjos de toda Nos esforzamos mucho en inspirarles algu-
puerilidad, te diré que es la fiebre tifoidea. nos sentimientos de arrepentimiento á tan des-
He venido á ocupar el lugar de Sor Isabel, graciadas criaturas, y de léjos en léjos tene-
así se llamaba mi antecesora, era el ejemplar mos el consuelo de ver que una que otra, mo-
de toda la casa, y su celo y su caridad hicieron vida por la gracia, se convierte sinceramente y
que alcanzara en breve tiempo el premio, me- cambia de vida; pero por desgracia semejantes
reciendo morir víctima de su abnegación, de la ejemplos son muy raros.
Para que no nos falten al respeto,- tenemos nos dos dias para visitarlo en todos sus detalles;
que mostrarnos severas con ollas, y de vez en porque si Dios nos presta la vida algunos años
cuando es preciso sostener nuestra autoridad más á tí. y á mí, por más que no quieras, que-
con actos de rigor. Nos aman, pero nos temen, rida Carolina, he de tener el gusto de verte de
y nunca nos faltan en cosa gravea En com- hermana de la Caridad, y aquí es adonde has
pensación se desquitan con las criadas y los do- de venir á ser postulanta, ¿no es verdad? ¡Oh!
mésticos, por lo que no sfe pasa semana alguna sí! si pasaras solamente ocho dias conmigo, ya
sin tener que poner á varias en el calabozo, no te querrías ir, y repetirías aquellas hermo-
donde se les reduce á la razón 110 dándolas de sas palabras del Profeta: "Un dia pasado en
comer más que pan y agua. El otro dia vi á vuestra casa, Señor, vale más que muchos anos
una en ese lugar, tan estrecho y oscuro que en otra parte., Por esto elejí mejor ser la últi-
causa horror, pero sus imprecaciones y malas ma en la casa.de. mi Dios, que habitar bajo las
palabras me hicieron alejar cuanto antes, sin tiendas de los pecadores!"
atreverme ni á compadecerla. • .• ' Ojalá que algún dia podamos postrarnos jun-
Están divididas en buenas y malaa; éstas se tas, querida Carolina, y cantar al pié de los
hallan verdaderamente como en una cárcel: altares este otro versículo: "¡Dichosos los que
aquellas tienen un jardin donde se pasean, pe- habitan en vuestra casa, Señor, ellos os alaba-
ro ningunas tienen comunicación con los otros rán por los siglos de los siglos!"
enfermos, hombres 6 mujeres, y aun nosotras Así nos ,1o conceda, es lo que te desea tu
no las curamos con nuestras manos, siendo las amiga
únicas enfermas que Nuestro Santo Padre no SOR TERESA.

quiso que atendiéramos personalmente.


Este establecimiento, que es muy hermoso
y vasto, contiene cerca de setecientas camas, y
recibe al año de cinco á seis mil enfermos.
Guando vengas á verme, necesitarás á lo mé-
tos de terror, lo ingeniosa que se muestra en>
socorrer tan grandes sufrimientos; lo inagota-
títi i?- /'.:•«»• ?• y . i v © i y <83: ble que es, y lo digna de las recompensas de
Dios, que ha dicho: '-'Amad á vuestros herma-
nos como á vosotros mismos?"
CARTA XXIV. Mucho he sentido que los periódicos te hayan
instruido de que el Hospital de San Luis era
une de los destinados á recibir á los coléricos;
Paris, Hospital de San Luis.
yo pensaba ocultártelo para que no entraras en
inquietud; pero puesto que lo sabes, solo te
ruego que no te. apure^. tan sin razón.
Si yo no fuera hermana de la Caridad,1 que-
rida Carolina, diria tal vez como tú, que Dios Estoy perfectamente, aunque ocupada dia y
nos ha abandonado; pero, hija de San Vicente noche en asistir á los.desgraciados que llenan
de Paul, no puedo hablar así, y antes creo que nuestras salas; no tengo síntoma alguno capaz
de alarmarte por mi salud. ¿Crees tú que nues-
el Señor, nuestro buen Padre, ño ha permitido
tra Madre me habia de exponer inútilmente, y
•la invasión del cólera en Francia, sino para
haria poco caáo de mí, si hubiera sombra de
darnos una nueva ocasion de probarle nuestro
peligro próximo?
amor, glorificar su nombre y bendecir su mi-
sericordia: ¡ojalá que se derrame abundante- Ten una poca de confianza en su prudencia,,
mente sobre los pecadores! ¡Oh! cuántos san- y mucha en Dios que vela sobre sus hijos. Por
tos hay en el cielo, que jamás lo hubieran sido otra parte, soy criada y servidora de los po-
bres, ¿y habia de abandonar mi puesto y fal-
si Dios no los hiriera en sus cuerpos ó en sus
tar á mis deberes,, cuando ellos los reclaman
afecciones! Y además, Carolina, ¿durante las
con mayor apremio, solo porque á tí te parece
calamidades públicas, no es el tiempo en que
que corro algún riesgo? Te conozco demasia-
triunfa la caridad? Quién se atreverá á negar-
do para creer que quisieras aconsejarme otra
lo, viendo cómo se multiplica en esos momen-
cosa; pero si así lo hicieras, siento decirte que
ya no creería en tu amistad, la que considera- ^'lobianpo ^ u p ¿u .tu-.:.;, • •
ría solo como una afección puramente humana,
que no reconocería á Dios y su santo amor por
lazo y por principio.
Te escribo de prisa, y termino abrazándote; CASTA XXV.
sobre todo, entra en razón si quieres que te • ¿ijf gáfrStbf' ra Htit 'Y
complazca dándote noticia de mí las más veces Paris, Hospital de San Luis.
que pueda. Pero como me sería difícil darte
gusto á tí y á mi familia, he arreglado que les
escribiré alternativamente y que vdes. se co- Comenzamos á respirar un poco, querida Ca-
municarán entre si mis cartas. Le mandé á rolina; el azote disminuye diariamente en in-
mi mamá Una serie de precauciones que se de- tensidad y el número dé muertos es mucho
ben tomar, según dicen los médicos, para pre- menor. Quiera Dios que así siga, y ojalá que
servarse de la epidemia; pídeselas para leerlas, este terrible castigo de su justicia haga reflo-
y por el cariño que me tienes, te pido que las recer en nuestra patria la religión ¡ay! tan des-
uses. preciada en nuestros dias. Y sin embargo,
Adiós, 110 olvides que, suceda le que suce- ¿quién otra más que ella se ha mostrado en es-
diere, en lo que debemos trabajar siempre es te tiempo de prueba, tan pródiga de beneficios,
•en reunimos algún dia en el seno de Dios.— aun para con los ingratos que rehusan confe-
Tu amiga sar .que es ella, como su Divino Autor, toda,
SOR TERESA. santidad y toda amor?
Nota del Editor.—Creemos de nuestro deber ¡Ah! sin esta sublime religión, fuente de tan-
prevenir á nuestros lectores,, que aquí hemos tos heroicos sacrificios, ¿qué hubiera sucedido
suprimido varias cartas que no eran, según de- con este pobre pueblo, á quien se le habia he-
cía Sor Teresa, sino simples boletines de su sa-
cho creer que su arzobispo y sus sacerdotes
lud. 32
cosa; pero si así lo hicieras, siento decirte que
ya no creería en tu amistad, la que considera- ii'ismanpC' onp ¿u .tu-.:.;, • •
ría solo como una afección puramente humana,
que no reconocería á Dios y su santo amor por
lazo y por principio.
Te escribo de prisa, y termino abrazándote; C A S T A XXV.
sobre todo, entra en razón si quieres que te • ¿ij-p gáfrStbf' ra Htit 'Y
complazca dándote noticia de mí las más veces Paris, Hospital de San Luis.
que pueda. Pero como me sería difícil darte
gusto á tí y á mi familia, he arreglado que les
escribiré alternativamente y que vdes. se co- Comenzamos á respirar un poco, querida Ca-
municarán entre si mis cartas. Le mandé á rolina; el azote disminuye diariamente en in-
mi mamá Una série de precauciones que se de- tensidad y el número dé muertos es mucho
ben tomar, según dicen los médicos, para pre- menor. Quiera Dios que así siga, y ojalá que
servarse de la epidemia; pídeselas para leerlas, este terrible castigo de su justicia haga reflo-
y por el cariño que me tienes, te pido que las recer en nuestra patria la religión ¡ay! tan des-
uses. preciada en nuestros días. Y sin embargo,
Adiós, 110 olvides que, suceda le que suce- ¿quién otra más que ella se ha mostrado en es-
diere, en lo que debemos trabajar siempre es te tiempo de prueba, tan pródiga de beneficios,
•en reunimos algún dia en el seno de Dios.— aun para con los ingratos que rehusan confe-
Tu amiga sar .que es ella, como su Divino Autor, toda,
SOR TERESA. santidad y toda amor?
Nota del Editor.—Creemos de nuestro deber ¡Ah! sin esta sublime religión, fuente de tan-
prevenir á nuestros lectores,, que aquí hemos tos heroicos sacrificios, ¿qué hubiera sucedido
suprimido varias cartas que no eran, según de- con este pobre pueblo, á quien se le habia he-
cía Sor Teresa, sino simples boletines de su sa-
cho creer que su arzobispo y sus sacerdotes
lud. 32
00 deseaban sino su ruina? Hoy, que ha visto
sus hechos, ya puede j u z g a r por sí mismo y y todos los extensos establecimientos improvi-
responder con sinceridad quién es el que sua- sados de enfermerías, no podían recibir á tan-
vizó sus sufrimientos, el que cuidó á la viuda, tos desgraciados que solicitaban en ellos un l u -
el que recogió á los huérfanos, el que les abrió gar para morir allí, pues aunque la muerte
á éstos u n asilo en la tierra, despues de haber hería sin misericordia á innumérables víctimas
abierto las puertas del cielo á sus padres? ¿No que cedían su lugar á otras, que lo desocupa-
fué acaso ese clero t a n calumniado por la im- ban con igual rapidez, faltaba sin embargo lo-
piedad, tan lleno de insultos por los incrédulos? cal. El corazon de nuestro santo arzobispo sé
conmovió y ofreció liberalmente los Seminarios
!Ah! si queremos hacer justicia, reconozca-
de San Sulpicio y del Espíritu Santo y varias
mos, en fin, que. solo á la religión le es dado
religiosas, que' fueron trasformadas en hospita-
inspirar actos de abnegación semejantes á los
les. Su mismo castillo de Gonflans, que la re-
que han pasado a nuestros mismos ojos, y que
volución de 1831 no destruyó por completo, re-
harán la admiración de los siglos futuros, si son
cibió el mismo destino. Los enfermos vieron
conservados por la historia.
que se les prodigaban allí los cuidados más
No puedo referírtelos todos; me limitaré lini-
mento á algunos que b i e n merecen tener lugar tiernos, y deben haber sentido mucho que u n a
en t u coleccion de hechos edificantes, esperan- rabia insensata haya privado á su primer pas-
do que en contestación m e contarás tú otros tor de su antiguo palacio arzobispal, donde se-
recogidos por tí, que m e enviarás en la prime- guramente habrían hallado iguales socorros y
ra oportunidad. los mismos consuelos.
Antes de la invasión del cólera, tomó la au- Pero no contento con manifestar una caridad
toridad medidas m u y prudentes, é hizo prepa- ardiente por su rebaño, Su Illmá. quiso ser el
rar en diversos puntos de la capital hospitales émulo de los Gárlos Borromeos, de los Belzunce
provisionales; pero desde los primeros dias de y de tantos otros ilustres prelados, y se le vió
la enfermedad se notó q u e eran insuficientes; exponerse al contagio llevando por sí mismo
palabras de consuelo y de salvación á los que
252
e s t a b a n tocados de la peste. Convirtió á u n

g r a n n ú m e r o d e ellos, y m e lian citado u n ras-


á perderse eternamente, se dirigió al moribun-
go d e s u celo, q u e es d i g n o d e c o n s e r v a r s e so- do y a en las angustias de una dolorosa agonía.
b r e todos. "Amigo," le dijo una de las personas que le
P a s ó , s e g ú n creo, e n el g r a n hospital l l a m a -
rodeaban, " a q u í tiene vd. al Sr. Arzobispo que
do el I I o t e l - D i e u ; c o n todo, no estoy s e g u r a ;
" viene a verlo y consolarlo."
i

p e r o p o r fortuna, i m p o r t a poco el l u g a r ; lo esen-


—¿Qué? El Arzobispo? repitió ese desgracia-
cial es q u e el h e c h o sea auténtico, y. esto sí te
do con u n a Voz apagada, Haciendo inútiles es-
lo p u e d o afirmar p o r q u e lo sé- p o r u n testigo
fuerzos para volverse del otro lado, ¡oh! que
ocular, q u e le h i z o tal i m p r e s i ó n , q u e entró
me llaga favor de retirarse.
d e n t r o de-sí m i s m o y se convirtió, d e b u e n a fé; —¿Qué! hijo mió, replicó el prelado, ¡que no
tan cierto es q u e los actos de. v i r t u d p r o d u c e n quiere vd. que yo, que soy su padre, lo bendi-
s i e m p r e ellos solos frutos d e g r a c i a y d e m i s e - ga por última véz?
ricordia. —¿Bendecirme? ¡Señor! ¡oh! no! no lo me-
rezco...... por compasion, tenga vd. la bondad
S u Illma. visitaba, p u e s , el hospital; h a b i a
de retirarse! Sí! retírese vd.!..... Debo cau-
recorrido y a v a r i a s salas y h e c h o oír por todas
sarle horror, yo fui uno de los que robaron y
p a r t e s p a l a b r a s d e vida y de e s p e r a n z a allí don-
destruyeron el arzobispado!
de 110 s e r e s p i r a b a m á s q u e el espantoso a m -
—Esa es una nueva razón para que yo me
biente d e la m u e r t e , é iba y a á retirarse e u a n -
interese más en la salvación de su alma.
do u n a d e las r e l i g i o s a s . d e la c a s a l l e g ó á su-
—¡Imposible! yo fui ¡ay de mí! uno de los
plicarle q u e se d i g n a s e h a c e r u n ú l t i m o ¿sfuerzo
más furiosos, yo excitaba á mis compañeros á
con u n infeliz m o r i b u n d o , q u e insensible á toda
que nada perdonasen yo
cíase d e e x h o r t a c i o n e s , r e h u s a b a reconciliarse
—Pues bien, hijo mió, interrumpió el Illmo.
con Dios.
Sr. de Quelen, en su mano está darme hoy u n a
C o n m o v i d o c o n el p e n s a m i e n t o de q u e u n a de
reparación completa de todos los males que m e
¡as a l m a s c o n f i a d a s á su p a t e r n a l solicitud iba,
causó; lo puede vd. hacer muy fácilmente y de
m muerte los va á dejar sin pan, sin asilo, sin
una manera que me colmará de alegría y me apoyo, es el más cruel de mis tormentos.
hará olvidar todo cuanto ha pasado. —Pues bien, tranquilice vd. sobre su suerte,
—Pero ¿qué es lo que puedo hacer en el es- yo me encargo de ellos. Desde esta misma no-
tado en que me hallo? che estarán al abrigo de toda miseria.
—Puede vd. salvar su alma. —{Imposible!
—No, no, Dios no puede perdonarme, ni vd. —Yo me obligo aquí á eso delante de Dios y
tampoco. de las personas que están aquí presentes.
—¿Qué dice vd., hijo mió? Se olvida de que —¡Ay! Señor! exclamó aquel desgraciado,,
Nuestro Señor perdonó á sus mismos verdugos, cuyo rostro lívido tomó cierta expresión de ale-
y que yo debo imitarlo? gría; no me podia dar Su Illma. una prueba
más grande de perdón: no queda más sino el
El enfermo movió la cabeza y no contestó que yo le dé á mi vez la de mi gratitud y ar-
nada. Despues de algunos instantes de silen- repentimiento.
cio, en que Su Illma. parecia meditar los me-
—Eso lo puede vd. liacer inmediatamente,
dios de vencer la resistencia de aquel hombre
hijo mío; confiese vd. todas sus faltas, forme de
cuya vida se extinguía por momentos, le dijo
ellas un verdadero dolor, y arrójese en seguida
con una voz muy conmovida: con una confianza filial en los brazos-de la mi-
—Amigo mío, si yo le diera á vd. una prue- sericordia divina.
ba del perdón que le concedo con todo mi cora- —Estoy pronto, Señor; pero no quiero hacer
zon, ¿esperaría vd. poder alcanzar también el esa sincera confesion sino con el padre adopti-
de Dios? vo de mis hijos; sí, con Su Illma
—Sin duda, que sí lo esperaría. ' El Sr. Arzobispo no respondió nada, sino que
—¿Tiene vd. hijos? hizo seña á las personas que le rodeaban que
—¡Áy! sí, tres, que van á quedar huérfanos. se retiraran, é inclinándose hácia el enfermo,
recibió su confesion acompañada de un torren-
—Y los amará vd. mucho, ¿no es verdad?
te de lágrimas.
—¡Ah! como que sí! El pensamiento de que
Poeas horas despues, ese pecador arrepenti- acaba de fundar una obra en favor de esas in-
do se presentaba á su juez, reconciliado con él felices criaturas. Tiene por objeto recoger y
por la caridad del piadoso prelado a quien ha- educar á todos aquellos niños que han quedado
bía perseguido. absolutamente huérfanos; permanecerán en el
No se ha entibiado despues el celo del Ilimo. asilo que les abre su primer pastor, hasta que
estén en edad de bastarse á sí mismos, vivien-
Sr. de Quélen, sigue visitando los hospitales, y
do honradamente con su trabajo, para lo que se-
ya he tenido la dicha de besarle el pastoral va-
les harán aprender profesiones ú oficios lucra-
rias veces, cuando ha venido á mi sala. Su pre-
tivos..
sencia y sus discursos no han contribuido poco,
te lo aseguro, para sostener mi valor, pues se Esta obra tan bella se llamará: "La obra dé-
necesita ánimo, y mucho, para no desfallecer á los huérfanos de San Vicente de Paul, á conse-
vista de escenas tan desgarradoras como las que cuencia del cólera Morbus."
presenciamos todos los dias; sobre todo, es más Nuestra congregación se ha hecho cargo de
indispensable para disponer á una buena muer- ella; será solo temporal, es decir, hasta que
te á padres y madres de familia, y á jóvenes de llene su objeto, y se halla establecida en Con-
ambos sexos, que heridos súbitamente, tienen flans, que como he dicho, es propiedad de Su
mucho trabajo en resignarse á hacer á Dios el Illma.
sacrificio de una vida que todavía la víspera se Espero ir á visitarla algún dia, porque siem-
sonreía llena de porvenir, de esperanza y de pre he creído que la epidemia no me ha de ata-
dicha. car á mí, aunque ya han perecido de ella va-
rias de mis hermanas; pero ellas valían mucho
Familias enteras han sucumbido, y no son!
más que yo, estaban maduras para el cielo,
las más dignas de lástima: los pobrecitos niños
miéntras que yo no soy más que una indigna
privados de sus padres y madres, me compade-
hija de San Vicente de Paul, que se repite, co-
cen más y me parecen muy desgraciados; así
mo siempre, tu amiga
lo ha comprendido también nuestro Arzobispo,
dues auxiliado de algunas señoras piadosas, SOR TERESA.
33
nio especial de ia Santísima Virgen, pues he
sabido que aconteció en América un caso igual
en circunstancias parecidas, librándose del con-
tagio todas aquellas personas que abrazaron la
práctica de confesar y comulgar en honra de la
CARTA XXVI. Reina del cielo el dia 12 de cada mes, que es la
Lecha que le está allí especialmente dedicada en.
Paris, Hospital de §aii Luis, en
memoria de una notable aparición suya verifi-
una noche de guardia.
cada hace 300 años en favor de aquellos habi-
tantes, cuvo remoto suceso se conserva fresco
El número de enfermos y de muertos sigue hasta el dia, no solo por la tradición y un sun-
en diminución, querida Carolina, pero todavía tuoso templo edificado en el mismo lugar, sino
no estamos enteramente segur-as; los médicos mucho más por un retrato milagroso que quiso
anuncian una recrudecencia terrible. Dios es dejarles la Santísima Virgen como testimonio
el Señor y dueño soberano; que su voluntad se de su protección^ manifestada en todas épocas
cumpla, y démosle gracias de que nos permite de mil maneras diferentes, lo que hace encen-
descansar un poco, y reparar nuestras fuerzas der cada dia más la devocion y el amor á nues-
para emplearlas de nuevo en servicio de nues- tra buena Madre, que jamás abandona á los que
tros hermanos, si fuere otra vez necesario. Pe- recurren á ella con confianza. Así nos lo aca-
ro, Carolina, bendigámosle.sobre todo juntas ba de probar á nosotras: ¡ojalá y conserve bajo
por haber perdonado á todos los seres que ñas su manto á todas las personas que amamos!
son tan queridos; yo considero como un mila- Ya te he hablado de la caridad ardiente de-
gro que ni uno solo haya sido tocado de esa hor- que nuestro clero nos ha dado ejemplo en estas
rible enfermedad, y creo que lo debemos á la tristes circunstancias. Se puede decir que si-
dichosa inspiración que tuvimos de consagrar- guiendo las huellas de su arzobispo, ha dado
los todos y ponerlos bajo el amparo y patroci- pruebas de heroísmo: sí, de heroísmo, porque
todos admiten que se necesita más valor para
sociales, tuvo la dicha de tener una madre cris-
afrontar la muerte á sangre fría, que para de-
tiana que le enseñó desde temprano á amar á
safiarla en el ardor de los combates. No solo
Dios y á su prójimo. A penas en la adolescen-
en las ciudades es donde los sacerdotes han
cia, fué colocada en casa de una señora piado-
mostrado su celo y abnegación, sino que casi
sa, que se hizo un deber de cultivar sus vir-
no hay pueblo, ni aldea, ni miserable cabana,
tuosas disposiciones, y le dejó al morir una
donde no se les bendiga como á sus salvadores,
y se les tenga por ángeles de paz y de miseri- pequeña renta de 60 pesos anuales, por agra-
cordia. ¡Ay! Los que tan vilmentelos calum- decimiento de los servicios que le habiá pres-
nian é infaman, sin ni siquiera conocerlos, ten- tado en varios años. Esto era casi un gran
drán algún dia que hacerles la justicia que se capital para Regina, que todavía joven, podia
les debe y tributarles el respeto que merecen! muy bien pensar en casarse. No le faltó por
cierto ocasion, pero entregó su afecto entera-
Imitadores de sus virtudes muchos seculares, mente á los nuevos amos que la Providencíale
débiles mujeres, pobres doncellas, se han con- proporcionó, y no los quiso abandonar nunca.
sagrado al alivio de los coléricos y han venido
El padre, la madre y cinco niños, que ella vió
á pedirnos como una gracia señalada el permi-
nacer y arrulló uno despues de otro, compo-
so de compartir nuestras fatigas: el cólera, al
nían esa dichosa familia, donde ella era tratada
revivir la fé de los fieles, ha dado á luz accio-
más bien como igual que como criada. Su suel-
nes sublimes; quisiera consignarlas todas para
do no era á la verdad muy grande, porque su
que se conservase su memoria, pero no pudién-
amo, simple oficial de un ministerio, tenia mu-
dolo hacer, me contentaré con citarte dos, ele-
jidas como al acaso, y hoy empezaré por ha- cha dificultad en cubrir todos los gastos de su
blarte de una pobre anciana, despreciada tal familia, y por mucha economía y orden que tu-
vez por el mundo, pero cuya alma debe ser viera su esposa, llegaban algunos momentos
muy agradable á Dios. de apuro que no podian disimular. Entonces
Regina los hacia cesar, ó por lo meno* dismi-
Regina Sorat, nacida en los últimos grados nuir, con una inocente droga, cuyo secreto por
largo tiempo no fué conocido mas que por Dios fuerza de ruegos consiguió, que en vez de la
y ella: su pequeña renta le servia para ayudar renta vitalicia de que disfrutaba, le pagasen
á las necesidades de la casa, y cuando su ama por una sola vez quinientos pesos; despues,
se admiraba de lo barato que le costaban las vendiendo su reloj , una cadena de oro y otras
cosas que compraba, solo le respondía sonriendo: alhajitas que tenia, aumentó algo más su corto
•''Si á mi ama le parece que no es bueno el capital, y una mañana se instaló con sus nue-
precio, yo diré á los vendedores que lo suban vos hijos en una pequeña tienda, donde metió-
un poco." todo su haber.
Y todo quedaba en eso, llenándose de conten- En seguida, 110 satisfecha con alimentarlos
to Regina cuando veía renacer el júbilo en la con su trabajo,' quiso también que recibiesen
casa. una educación igual á la que les hubieran dado
Llevaba ya diez años de estar con aquella fa- sus padres, si aún vivieran: en consecuencia,
milia, cuando vino el cólera á diezmarla; el pa- puso de inedia pupila en un buen colegio á
dre, la madre y tres de los hijos fueron arreba- Laura, que es la mayor y tiene ahora diez años?
tados en menos de ocho dias, y la pobre Regina y ha logrado que un sacerdote de su parroquia,
se quedó encargada de dos huerfanitos á quie- que enseña á algunos niños, se encargue de la
nes no quedaba otro recurso que la caridad de educación de su Alfredo, guapo muchacho que
su antigua nana. cuenta diez y ocho meses ménos que su her-
Abandonar á la conmiseración pública á esos mana.
dos pobres niños, era cosa que ni aun le pasó Dios ha bendecido la obra de la virtuosa Re-
por el pensamiento á Regina; así, no se ocupó gina; su pequeño comercio prospera, y .tierna-
más que de buscar alguna industria que le per- mente amada de sus hijos adoptivos,-respetada
mitiese mantener á los niños sin que tuviese que de cuantos la conocen, no comprende cómo es
separarse de ellos. Dotada de energía y de re- posible que admiren una acción que ella con-
solución, tomó muy pronto su partido: fué á sidera muy natural y poco digna de elogios.
buscar á los herederos de su primera ama, y á El rasgo de Lucía Meunier, mi segunda he-
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roina, tiene alguna semejanza con el de Regi- la única parienta que tenia, que era una her-
na, nada más que se agrega un sacrificio que mana, mayor, casada con un carpintero. Esta
lo hace más meritorio. Júzgalo t ú misma, y no hermana, nacida del primer matrimonio de su
te enfades si entro en pormenores que creo de-
madre, la habia tratado siempre m u y duramen-
masiado útiles para hacerte conocer mejor el
te; jamás le habia podido perdonar que la hu-
carácter de mi favorita, que es simplemente
biera privado con su nacimiento do la mitad de
una humilde costurera de modista.
la herencia materna, que era bien insignifican-
Huérfana desde m u y tierna edad, fué recogi- te;, así,, no contenta con hacer que nada perci-
da Lucía en una de nuestras casas, en el "Or- biese de lo que le tocaba por la -muerte de su
felinato de la Providencia;" adquirió con la madre, la arrrojó inhumanamente de su casa,
afición al trabajo los hábitos de una piedad sin- sin lástima á-sus-pocos años.
cera y un gran celo por la salvación de sus se-
Tales antecedentes deberían haber quitado á
mejantes. Salió del establecimiento á los vein-
Lucía todo deseo de ir á ponerse bajo la tutela
te años, y aunque joven y de buena figura,
de su hermana; pero creía que 1101 habiéndole
supo portarse de un modo tan prudente, que
de ser gravosay porque-con su trabajo se-pro-
evitó cuantos lazos se tendieron á su inexpe-
porcionábanlo necesario, y a aquella no tendría
riencia. Sola y sin apoyo en el mundo, con-
los mismos,motivos que anteriormente para tra-
servó una reputación al abrigo de toda sospe-
tarla mal; y añadía ingenuamente que sentía
cha de parte de sus vecinas, aun las más exi-
en su corazon un vacío que esperaba llenar con
j entes.
el amor f r a t e r n a l *
Con todo, la soledad se le hacia insoportable Se-dirijió, pues, á casa de su hermana para
á la pobre, acostumbrada como estaba á verse pedirle el favor de que la concediese un rincon-
rodeada de compañeras que la amaban con pa- cito en su habitación. L a respuesta que recibió
sión: además, anhelaba los goces de familia; fué breve y la excusó de todo agradecimiento:
con lo que despues de haber consultado con apenas se dió á conocer á su hermana, cuando
nosotras, se determinó á intentar reunirse con ésta, mostrándole la puerta, la dijo que estaba
34
abierta para que saliera luego,, y al cerrársela
Aunque un trabajo constante y la vigilancia
casi e n la c a r a , la a m e n a z ó con e c h a r l a o t r a v e z
que ejércia sobre las jóvenes de su peqneua co-"
á e s c o b a z o s si p o r d e s g r a c i a se Volvía á, p r e s e n -
munidad, absorven por lo ménos las tres cuar-
t a r allí.
tas partes de su dia, Lucía encuentra, sin em-
Lucía no insistió más y se resignó á vivir
bargo, tiempo para practicar otras buenas obras
como ermitaño en su corta habitación, cuya so-
que no lo exijen. Así, tenia por vecina á una
ledad procuró alegrar con el cultivo de algunas
mujer que buscaba su vida haciendo mandados
macetas y el cántico de los himnos piadosos que
y vendiendo cosas agenas para ganar el cor-
habia aprendido en el asilo desde su infancia.
retaje; no tenia otro recurso con que sostener á
Los domingos iba á visitar á Sor Carolina, su
su anciana madre, la que cayó enferma, y su
antigua maestra, que hace dos años fué trasla-
pobre hija se veía en la alternativa de enviarla
dada de nuevo aquí.
al hospital ó de renunciar, por asistirla, al úni-
Diestra, activa y muy honrada, consiguió po-
co medio de existencia con que contaba.
co á poco formarse una clientela dé señoras aco-
Apénas supo Lucía ia aflicción en que se ha-
modadas que la ocupaban directamente para
llaba, cuando la hizo cesar constituyéndose en
sus trages, con lo que pudo tomar dos ó tres mu-
cuidadora de la enferma, cuya cama hizo pasar
chachas que la ayudaban á coserlos. Más ade-
á su mismo cuarto. Esa acción caritativa fué
lante eran incontables las aprendices que soli-
muy criticada y aun hicieron burla de ella; pe-
citaban de ella su admisión; pero jamás quiso
ro Lucía, dejando reir á los que no comprendían
cog.er sino aquellas que le ^ofrecían garantías
el motivo sobrenatural de su conducta, atendió
por los principios religiosos de sus padres.
por completo durante seis semanas á la enfer-
Convirtió su taller en una especie de conven-
ma, velándola una noche ella y otra la hija.
to, y una de las mejores recomendaciones que
El Señor premió su caridad tocando el cora-
una costurera podia dar para ser admitida en
zon de la anciana, que llevaba largos años de
cualquiera parte, era haber aprendido con la
no cumplir con sus deberes religiosos: se con-
Srita. Lucía Meunier.
virtió, murió cristianamente, é imitándola su
hija en su arrepentimiento, tuvo Lucía el con- sobre el infierno fué sin duda alguna la de Inés,
" suelo de haber ganado dos almas para Dios. hija única del Sr. D*** De todas sus favorece-
Ese suceso 110 le hizo perder nada de su hu- doras era la que le inspiraba mayor Ínteres,
mildad; atribuyó toda- su gloria >al Señor, y me- una simpatía más tierna: la habia conocido des-
reció con eso llegar a ser, aunque e n , u n a posi- de niña: entonces la alegre y traviesa Inés ama-
ción tan oscura,, el apóstol de los ricos de la ba á su joven costurera por lo condescendiente
tierra. que era á todos sus caprichos; más tarde, lle-
Admitida por. su oficio al trato d é l a s mas gando ella misma á la juventud, cambió aquel
grandes señoras, y de esas mujeres mundanas afecto en verdadera amistad. Inés, hermosa,
á quienes; la sola vista de u n sacerdote horrori- rica, adulada por todos, consentida de su pa-
za ó espanta, %upo por medio de piadosas re- dre, habia conservado-, sin embargo, un cora-
flexiones, dejadas caer con oportunidad, hacer zon recto y bien formado, habia adivinado el
entrar á varias dentro de sí mismas, reducirlas de Lucía y sabia estimarlo; por esto ella sola
á una vida cristiana, : teniendo, la dicha de que, era su confidente; le comunicaba sus goces, sus
por la unción de sus p a l a b r a s , ésas almas ex- placeres y sus amarguras.
traviadas volviesen al camino de la salvación, Colmada Inés de cuantos bienes pueden de-
abrazasen el yugo del Señor y lo llevasen con sear ios hombres, ¿podia encontrar acaso moti-
fervor y perseverancia. vo por qué llorar? ¡Ay! sí, la infeliz niña, edu-
Y ¡todas esas obras tan difíciles las realiza cada por un padre ateo, experimentaba un vago
una pobre' é ignorante costurera! Yaya! que é inmenso vacío de felicidad, que ni los favores
hay en éso con que confundir nues tro orgullo y de la fortuna, ni los dones de la naturaleza, ni
hacernos ver que n a d a somos, que nada pode- los placeres del siglo poclian colmar. No con-
mos por nosotros mismos, sino que todos los tento con haberla rehusado el bautismo, pues
instrumentos son b u e n o s en manos de nuestro solo la llamaba Inés, por ser el nombre de la
divino Maestro! heroína de un drama que le agradaba, y de
La más bella conquista que Lucía consiguió jactarse de eso púbicamente, habia cuidado su
padre de dejarla en la más completa ignorancia para siempre, la hundía en el más silencioso y
acerca de los dogmas, d« las creencias y délas triste abatimiento.
prácticas de la religión santa: y aunque"nacida Ljicía sufría mucho al ver la posicion de Inés,
Inés en un país cristiano, la desgraciada niña sin atreverse á indicarle el remedio. Temia que
no había puesto jamás los piés en una iglesia; úncelo indiscreto le cerrase todo acceso con ella,
vivía sin Dios, sin fé, sin culto y sin esperan- y esperaba que Dios le proporcionase una oca-
za sion favorable para consolar á esa pobre alma
encadenada con los lazos del error, pero que
Gomo consecuencia ele una educación tan ex-
hacia esfuerzos por librarse de ellos.
traviada, la más lijera contradicción, el menor
desengaño la sumergía en una negra tristeza Adiós, querida Carolina, terminaré otra oca-
que solo Lucía era bastante hábil para disipar. sion la historia de Lucía. Ya es necesario ha-
cerlo así porque mi lámpara se apaga, el papel
Ya te puedes figurar cuáles fueron los terro-
me falta y ya oigo á mis hermanas que vienen
res de Inés al ver que la epidemia segaba sin
á relevarme para velar la otra mitad de la no-
piedad á sus lados las existencias más floridas,
che; son, pues, muchas razones para que me
y que caían igualmente ios viejos y los jóvenes]
despida, recomendándote que no dejes de rogar
los pobres y los ricos.'
á Dios por tu amiga
La ternura de su padre era impotente para SOR TERESA.
calmar su alarma, aunque se esforzó en aluci-
narla sobre la gravedad del peligro, prodigando
á su derredor las fiestas y las diversiones.
^ La temerosa Inés 110 podia gozar de ellas, la
fúnebre imágen de la muerte la perseguía por
todas partes; y en lugar de alegrarse con aque-
llos festines que le ofrecía el amor paternal, la
idea de que el sepulcro la iba á privar de ellos
110 puedo ménos que reir, cuando á pesar de
todo lo que te lie dicho sobre el poco tiempo
q u e m e dejan libre mis ocupaciones, terminas
con tanta formalidad tu última carta con estas
imperiosas palabras: " N a d a de nuevos pretex-
CARTA X X V I Í .
tos; y a 110 admito ningunos; lo. que necesito es
que concluyas t u historia "
Paris, Hospital de San Luis. Voy á darte gusto ahora, porque mis enfer-
mos están algo tranquilos; pero sí te advierto
que puede ser que esta pobre carta pase mu-
Salvo el respeto que te debo como á mi ma- chos dias en la papelera, porque por más que
yor, me dan ganas de decirte, querida Caroli- digas no puedo yo disponer sino de unos cuan-
na, que eres la más impertinente y enfadosa tos minutos cada dia.
criatura que se conoce. Tú q u e predicas tan Guando tú seas Hermana de la Caridad y veas
bien persuadiendo á los otros la paciencia, ¿por lo que á tí te pase, tendrás que darme una sa-
qué no pones un poco en práctica tus sermo- tisfacción completa de todas las quejas con que
nes? ¡Ay! pobre co'razon h u m a n o , así eres! ahora me abrumas; esa será mi venganza; pero
quieres hallar siempre en los demás las perfec- miéntras de que llega continuaré mi relato.
ciones que no tienes en tí mismo. Lucía tenia muchos motivos para portarse
"•'Acábame la historia de L u c í a , " "¿hasta con prudencia; sabia muy bien que el Sr. D***
•cuándo seguirás la historia de Lucía y de Inés?" no la podia ver, y solo le permitía libremente
es lo que me repites desde la p r i m e r a hasta la la entrada de su casa porque su hija se lo ha-
última línea en las dos cartas que h a s tenido la bía suplicado con instancia, y temía aflijirla
bondad de escribirme una t r a s otra en ménos rehusándoselo. Además, había notado ella que,
de quince días. Decir que uno acabe una co- cuando estaba con Inés, una criada antigua, de
sa es muy fácil, pero hacerlo 110 lo es tanto, y todo el gusto del Sr. D*** la espiaba continua-

)
mente, para dar cuenta exacta á su amo de to-
porque esta vida que vd. estima tanto, 110 es á
das sus acciones y palabras. A fuerza de con-
sideraciones á la anciana y de circunspección los'ojos de la fó más que un tiempo de prueba,
en sus discursos, logró captarse los favores de una triste peregrinación en un país de destierro,
la una y calmar las sospechas del otro. Poco miéntras que la muerte es el .momento de e n -
tiempo antes de la invasión del cólera, fué trar á la celestial patria, el paso de este mun-
cuando se cercioró de que.ya no se ponían en do á una eternidad de delicias, es verdad,
la puerta á escuchar lo que le decia á su joven para los buenos; pero ¡ay! de tormentos para
amiga. los impíos y los malos.
—Tú crees, Lucía, que no morimos por com-.
Un dia que Inés la habia mandado llamar, la
halló tan triste y tan abatida que no pudo ménos pleto.
de decirle: —Nuestro cuerpo sí, muere y es presa de la
—Estoy cierta de que está vd. otra vez con corrupción; pero nuestra alma inmortal, crea-
la idea del cólera y el miedo de la muerte. Eso da á imágen de Dios, va á recibir despues de
no es racional, y si yo pudiera, la habia de re- su separación del cuerpo, la recompensa de sus
gañar mucho. buenas acciones ó el castigo de las malas.
—¡Ay! Lucía, la interrumpió Inés, no me —Entonces ¿seré yo dichosa? porque me pa-
hablas así más que para animarme; pero si tu- rece que no soy mala.
vieras franqueza, convendrías en que esa hor- —¡Ay! no! porque eso no es suficiente para
rible perspectiva del sepulcro hiela la sangre. entrar en el cielo: es preciso ser uno católico,
—¡Yo! ¿temer á la muerte? ¡qué capaz! por y vd. no lo es, querida y desgraciada Inés.
ella he de entrar en posesion de una dicha que
—¿Y cómo sabes, Lucía, que no lo soy?
no h a de tener fin.
—Porque no está vd. bautizada, no conoce
—¿Lucía, qué estás loca? ¿Quieres hacerme
tampoco á Dios, no le ama, ni le invoca jamás.
creer que dejarías la vida con placer?
—Pues bien, Lucía, dámele á conocer y en-
—Sí, con placer, dicha y acción de gracias,
séñame á amarle; porque quiero no tener y a
miedo á la muerte, ser como tú y creer que en- Santísima Virgen que le alcance á vd. del Co-
tonces ¿ere más dichosa de lo que ahora soy' razon.Santísimo de su divino Hijo las gracias de
—Yo lo deseo más vivamente que v d . , po- que necesita para
brecita Inés, porque la quiero.mucho. ¡Oh! sí,, —¡Oh! Lucía, exclamó.Inés, ¿qué esa Virgen
créamelo vd., daria con gusto mi vida por sal- de que me hablas, será, la misma que con el
var su alma; pero su padre no quiere que hagá nombre de María invocaba con frecuencia mi
yo cesar la ignorancia en que la ha criado, y si mamá en su última enfermedad?
supiera que yo la instruía en las verdades de —Sin duda, y es nuestra Santísima Madre,
la fé, nos separaría... . que nos dispensa toda clase de bienes.
¡Me quiere tanto!..... exclamó Inés, que me —Seguramente por eso me recomendaba tan-
asombra lo que dices. ¿Crees tú, Lucía, que to mi pobre mamá que tuviera siempre en ella
no desee él para mí tocio lo que me puede ha- una firme confianza. Era m u y chica cuando
cer dichosa? tuve la desgracia de perderla; pero con todo,
—Aquí en la tierra, sí; pero no en la eterni- me acuerdo bien que la víspera de su muerte,
dad. después de haberme abrazado llorando, me hi-
—¿Y por qué? zo besar una medalla que traía oculta sobre su
—Quién sabe, Inés; cuando vd. llegue'á ser pecho; representaba también á una madre lle-
hija de Dios, de ese Dios tan bueno y miseri- vando en sus brazos á un niño. ¡"Mira/' me di-
cordiosó, que lá áma t a n t o , sé esforzará con to- jo con una emoción que nunca he podido olvi-
do empeño en hacer e n t r a r á su pajíá en el ca- dar, "'cuando yo haya desaparecido para no
mino de la sálvácion. " v o l v e r más, Ella te amará como á su hija,
—Iláblame, : pues, con claridad, Lucía, no "incomparablemente más que yo;pero es pre-
entiendo bien lo que m e dices. " c i s o que por t u parte también t ú la quieras
—Ante todo, replicó Lucía, que deseaba ins- " y le reces todos los dias lo que voy á ense-
pirarle una devocion tan tierna como la suya á fiarte." Entonces me hizo repetir varias ve-
la Madre del Salvador, roguemos juntas á la ces ciertas palabras que he conservado en la
memoria, aunque sin entender su significado. hasta que pueda llamarme hija de Dios.... ¡Oh!
Oyelas: " S a n t a María, Madre de Dios, ruega ¿por que vacilas? piensa en el dolor que te cau-
sará no. hacerlo si me acontece morir sin bau-
" por mí ahora y en la hora de mi muerte, y
tismo."
" h a c e d que sea católica."
No dudando y a que la Santísima Virgen, es- Le costó mucho trabajo á Lucía convencerla
cuchando la oracion de una madre moribunda, de que era preciso consultarlo con el guía de
habia alcanzado la conversión de Inés, Lucía se su conciencia.
decidió á enseñarla desde luego lo que necesi- —Ve, pues, le dijo Inés suspirando; pero vuel-
taba hacer y creer para salvarse. ve pronto, 110 quiero permanecer más tiempo
El que sabe desatar la lengua de los niños, esclava del demonio.
inspiró á la humilde Lucía lo que debia decir, Le puso Lucía una medalla de la Virgen, que
y dispuso admirablemente el corazon de la néo- desde entonces fué su mayor tesoro, el que ocul-
fita, que recogió con avidez las sublimes ver- taba cuidadosamente, y salió á buscar al respe-
dades que escuchaba por primera ocasion. Su table eclesiástico que dirigía su conciencia, sin
fidelidad á la gracia le mereció otra mayor, su poderlo hallar en varios dias por el recargo de
alma fué de repente iluminada con una luz so- ocupaciones en aquellas críticas circunstancias,
brenatural, la venda de la ignorancia cayó mi- siendo por fin su decisión, que no podia ser
lagrosamente de sus ojos, y exclamó en un tras- bautizada Inés por su amiga sino en caso de
porte de amor: "¡Oh Dios mió, qué grande y muerte y solo cuando no fuera posible hacer en-
misericordioso sois! poned el colmo á vues- trar algún sacerdote; que fuera de eso, puesto
tras bondades, haciéndome gozar cuanto ántes que la joven gozaba de completa salud, era pre-
de la dicha reservada á los que os aman; sí, yo ciso que se presentase á recibir el' agua de la
os amo, os amo más de lo que pudiera expre- regeneración en la iglesia, y despues de haber
sar, y quisiera amaros eternamente.... Lucía, sido competentemente instruida por un sacer-
mi buena amiga Lucía, añadió en seguida, bau- dote acerca de las verdades de la fé.
tízame ahora mismo, no tendré paz ni descanso Es fácil comprender la agitación de Inés, que
ansiaba-recibir el bautismo, yrla imposíMIidad alarmada le traería muy pronto de vuelta: aun-
de verificarlo, pues s e presentaba^ difigull-ades que yo no le he querido decir nada, temo mu-
«asi insuperables, porgue el SivD*** £er«jngun cho que él haya adivinado mis sufrimientos.
modo lo permitiría, y -jatoásr ,-j^su No era posible vacilar más, y Lucía, lloran-
bija sino con él ó con la anciafia ^ e -cpie:,pernos do, hizo correr el agua santa del bautismo so-
hablado, que no conocía má&.-ley que los capri- bre la cabeza de su joven é interesante amiga,
chos de su amo, con lo quédpuedei:íf|guraríe quien quiso recibir el nombre tan dulce de
que tampoco se prestaria al plan que intenta- María por amor y reconocimiento á la Santísi-
ban. -Pero Dios, que se burla de los impíos ma Virgen que la habia protejido de un modo
designios de los hombres, y los echa-por tierra tan particular.
cuando le parece, allano . todos los obstáculos Inmediatamente su lívido semblante irradió
que se oponían á la salvación de esa joven ele- de gozo, y esclamó:
jida. Atacada repentinamente- del cólera,.i la —Gracias, querida Lucía; sin tí ¿qué habría
vista misma de su padre, Inés tuvo la: fuerza y sido de mí? ¡Ay! habría sido desterrada para
el valor de disimular sus males,-para que así siempre de ese cielo que por tu medio se me
saliera aquel á la calle, como de costumbre, y acaba de abrir! ¡Sí! lo veo abierto; la San-
ella pudiese hablar á solas con Lucía, á quien tísima Virgen me tiende los brazos, y los án-
mandó llamar á toda prisa. geles me llaman para que vaya á cantar con
Apenas lá vió, cuando la dijo:—-Lucía, la ellos las alabanzas de u n Dios tan bueno, que
muerte me ha marcado con su sello; hace y a al- no se ha desdeñado en adoptarme por hija
gunas horas que me siento m u y mal, sufro ca- Las lágrimas ahogaron su voz, y despues de
lambres atroces, y dentro de poco ya no me unos instantes, añadió:
será posible ocultarlo; es tiempo y a de que me —¡Ay! Lucía, una sola cosa falta á mi feli-
bautices, los momentos son preciosos y no hay cidad: desearía recibir al Dios de la Eucaristía.
que perder uno solo; date prisa, si 110 quieres ¡Qué consuelo tan dulce, qué gozo tan inefable
que mi padre nos sorprenda, porque su ternura ha de ser hospedar en su pecho al Salvador!
36
¡Qué dichosa sería si me concediera' ése nuevo cielo para, entonar el imortal hossana por una
favor! M¡É a ¡ ¿ duración sin fin.
Segtín refiere la criada antigua del Sr. D***
Lucía la hizo entender que déMa c o ^ f m a t ' -
su muerte fué acompañada de circunstancias
se con suplir con esos ardientes deseos y fervo-
extraordinarias: !quiera Dios que éstas y los
rosos suspiros, la recepción real de! Santísimo
ruegos de su bienaventurada hija, hagan im-
Sacramento,"por cuyo medio alcanzaría muchos
presión sobre J É espíritu del Sr. D*** inspirán-
•de sus trntos'." " ""'|7. ^VV.7. r "V.¿ dole el deseo de obtener por el arrepentimiento
Y entonces Inés, agradeciéndole de. nuevo y la penitencia, el perdón de sus faltas y la po-
sus beneficios, añadió: sibilidad de participar de la dicha de aquella!
—No dejes, Lucía de i r á recibirlo por mí en El episodio de la conversión de María-Inés,
esta misma mañana; ofrece esa sagrada víctima que no he querido interrumpir, me h a hecho
al Eterno Padre en reconocimiento del favor anticipar algo los acontecimientos, por lo que
que á mí me ha hecho., pídele, que 110 deje de es necesario tornarlos desde'más léjos, y si tú
•derramar su misericordia sobre mí hasta el úl- lo permites, retrogradaremos varios años.
t i m o momento; te lo ruega, tu moribunda ami- Prudente, económica, trabajadora y de n u y
ga: yo por mi.parte te ofrezco que, dentro de buen genio, no había dejado de tener Lucía mu-
poco, cuando me. encuentre en la presencia de- chos pretendientes. Todos fueron desechados;
Dios, á quien amo como á mi padre, la primer 1 a mayor parte porque no tenían principios re-
súplica que le di.rijiré con una confianza de hi- ligiosos, los otros porque siendo más pobres q u e
j a , . será por tí la segunda por quien, des- ella, preveía que todo el peso de la familia cae-
pues de haberme dado una vida temporal, me ría sobre ella. Con todo, Sor Catarina tenia u n
hubiera ¡ay de m í ! — dejado perecer, eterna- joven de m u y buenas costumbres y piadoso, á
mente... . ; .j;,. - quien protejia, y que era hábil tornero; con lo
Al anochecer, el alma de María-Inés, adorna- que pensó que era bueno que se casara con Lu-
da con la inocencia bautismal, había volado al cia. Todo se arregló perfectamente: Lucia agrá-
dó rAuchoú José, y J o s é n o i e ^ a g i ^ v ó ^ . L u c i a , tan-mal, q u í s o l a novia aprovecharse de las cir-
que le aceptó por
cunstancias -para intentar una vez más; el rela-
dicuo futura, porque % p p b ^ i ^ ^ a g ^ u q i i e
lenid
cionarse coñ- ella, y. le mandó con José una
9 que. cuidar largo, tiempo i surna- carta que le 'presentó él mismo, en la que le
dre euferma, no se encontraba con muclios daba fiar fe de su proyectado enlace, le pedia su
Mimée doñ&erittóiiénté y le suplicaba mucho que le
casar nasta que cad^uíiQ m Í M m m í M k í á - hiciese el-favor de ser su madrina el día del
sen reunido 200 pesos, suma necesaria; para •íaá'feiMoín^^ f ) -•
establecer José su taller. Gomo supondrás, Contra lo que se esperaba, José y su carta
no iue eso negocio de un día, y cuatro años fueron bien recibidos, y le trajo á Lucía el per-
se pasaron antes, de, que se completasen ios miso de presentarse en casa de su hermana.
200 pesos por ambas parles. Por fin, á prin- Corrió allá inmediatamente con las manos lle-
cipios de este año, Sor Catarina, que era la de- nas de obsequios para sus sobrinos y sobrinas,
positaría de sus e c ^ c ^ ^ ^ c i ^ ^ a e / ^ a s e y volvió muy contenta á contarnos su buena
podía verificar el matrimonioen ,1a Pascua, lo suerte, por la que la felicitamos.
que no les pesó á ninguno de los dos. poraue
se amab Todo iba de lo mejor, y ella misma no creía
a n mucho, aunque siempre a m a b a n
su dicha al ocuparse de los preparativos de su
más á Dios: jamás olvidaron que se le debe la
boda, cuando invadió el cólera á París. Lucía
preferencia á toda criatura.
y José no pudieron resolverse á casarse y rego-
Aunque y a estaban al punto de llegar á ,ser cijarse, mientras que por todas partes no veían
esposos, Lucía y José no se miraban nunca más. sino duelo y lágrimas: convinieron, pues, de
que ios domingos en casa.de una señora de edad común acuerdo esperar un tiempo más' feliz, y
amiga vieja de la familia Meunier, v,b.ajo nin- •cada uno por- su parte se emplearon en socorrer
gún pretexto le era permitido al noVio Presen-
y asistir á los enfermos que no hallaban lugar
tarse en la casa de Lucía.
e n los hospitales. Parte de su pequeño capital
Aunque la hermana de ésta la había tratado se- empleo en abrigas para aquellos de sus ve-
cinos ó conocidos que carecían de ellos: f Dios, íános é hizo decir, á José que la fuera á ver.
bendiciendo su caridad, hizo--qüef"libraran .áíaE- Este, sorprendido de.tan singular favor, no tar-
gunos de la muerte y que o t r o r c u c h o s ; m á s dó.:en presentarse. ;
arreglaran los negocios de su coñcienciá:^ Guan- ; ^Joséjde;é.y©,llQi''ando, pero con tono. íirme.
do faltaban enfermos en su Vecindad, rolaba la es preciso, qué.yo renuncie á vd. para siempre;
infatigable Lucía á ayudarnos á nosotras; Dios así ¿o h a querido; no vuelva á pensar en
Habiendo pasado varios diàs sin verla, y te- pMte>',v.C|ueda vd. libre de todo
miendo que hubiera sido víctima de la terrible compromiso;, espero - que el Señor ha de escu-
plaga á que se exponía con tanto denuedo, en- char las oraciones que le he de hacer por vd.
vié á saber de ella. No estaba en su casa; pe- para que l é conceda u n a esposa que valga,más
ro mi enviado supo por una vecina, que había que yo y le haga/ tan dichoso;como vd. se me-
ido rece..;- A j : 3 ¡¡ - i").;' - i ii Z
á asistir á su hermana v á su cuñado, am- De pronto José lo-quiso tomar como una bur-
bos atacados de la epidemia. la y sé iba á dejar, llevar del enfado que le cau-
¡Pobre Lucía! todo sii empeño no pudo con- saba lo que creía aolo: una chanza de mala ley;
servarles la vida; pero'su abnegación recibió pero Lucía, volviendo á tomar la palabra, con-
una recompensa. Confusos' y movidos al ver tinuó, mostrándole los tres niños que á su voz
tan generosa conducta, le pidieron perdón de fueron á echarse-en sus brazos:
la que ellos habían guardado con ella, y á sus
—José, desde ayer han quedado huérfanos;
ruegos consintieron en ver á un sacerdote y
yo he prometido á su madre ser en lo de ade-
confesarse, lo que no habían hecho en largo
lante la suya; son ya mis hijos y no tendré
tiempo. Murieron cristianamente ¿ los tresnó
nunca!-éííé $ % ótisnp
cuatro dias,- recomendándole á sus tres hijos, d e
que el mayor cuenta siete años, y el último, José hizo esfuerzos inauditos de elocuencia
que es una bella niña, no tiene sino diez y ocho para hacerla variar de esa resolución que le de-
meses. sesperaba: protestó contra la injusticia de L u -
Lucía llevó consigo á aquellos inocentes huér cía que quería privarlo del consuelo de-servir-

tem
288
na acción; pero ella se mantuvo inflexible. Con
Íes éi también de padre, y aseguró que y a desde iSaSSÍLB? 5ííí> owaSé&v , . snnsidínsíi ,
ese instante los amaba como si fueran süs h i -
. . •- O'.'UJ I lis uí>iT.*;-.
jps.proplos. '• • ' y .• ,^
cansada,
,Ü8S
á someterse
i5ií ;m
enteramente 'á uuéátro
Líieía le dejó hablar; mala señalera eso, pues ' t^lcfiii ois.b ei ñíoiJJ -
cuando uno no quiere dejarse vencer,, el silen-
"Ht!éé fjjíem 1 nos .t&n&jgáiia-
cio es tai vez la mejor a r m a que emplearse p u e -
p m f f i i S ® ^ W p a f f i ' d o ^ y ^ r á í i d e fue
da. Por último, no teniendo razones á que
e?íspnfim?¿rLfp áeí' píóbre müc'hacíio 'cuando, fe
contestar, se calló por fin, y entonces le dijo &Í»id a9onoííis « iocí ólíso ^s* elcj^s*jÍ* C<i
ella con dulzura: dijimos" q u e , aprobábamos completamente .la
conducta de Lucía, que era preciso que ,él se
—Conozco bastante el corazon de vd., José,
resignase y le concediese la última prueba de
para poner en duda su buena voluntad res-
su. cariño que quería ella exijirle.
pecto de estos niños. Sí; creo que vd. dividi-
A que no adivinas, querida Carolina, lo que
ría igualmente su t e r n u r a entre ellos v los hi-
- '' • » • •' '' o •"í*'(rr O V í>V'íOOPf Orríft- HI nrr*r*• Lñcía í e picíióV ^ quisie-
jos que Dios le quiera conceder; pero, y a que' ras á que no acertabas, porque lo que ella que-
es preciso confesarlo, conozco bien que yo no ría era obligar á José á que aceptara la esposa
podría llegar á ese grado de perfección. Siem- que ella le indicara.
pre había de tener preferencia á los míos, y DeSpues de mil lamentaciones sobre la tira-
quién sabe si aun a c a b a r í a por sentir el pan nía de. que usaba con él, le fué forzoso al ape-
que les daría yo á éstos, y que no se los distri- sadumbrado José, el pasar por todo; y Lucía,
buiría sino á costa de priváciones de mi propia generosa hasta el exceso, le procuró endulzar
familia: porque en n u e s t r a posicion, es una c a r - la amargura del sacrificio,.elijiendo en su l u g a r
ga m u y pesada la de t r e s niños que mantener, á una amiga suya, piadosa, dulce y buena, que
y en cuanto á s e p a r a r m e de ellos, ¡eso! n u n - rosee, además de muy buena figura, mil escu-
ca! dos de dote, y sin hablar de otras prendas, u n
José suplicó, lloró, i n s t ó á Lucía que le per- corazon muy á propósito para apasionarse de
mitiera participar con ella del mérito'de su bue- 37
291
José. Despues de algunas vacilaciones, se de-
cidió éste por fin, llegando^ ^ ^ ^ í ^ & i e u - avergüenzo de mi miseria, y temo que el Señor
te á la hermosa me reprenda'algún día por haber descuidado el
ñana, 30 de Junio, es cuando de&em casarse. nego'ciár cóñ'él talento que me confió... Pero...
No vayas i c r e ^ r r ^ Liicí^.se J a ^ é p e u t i - ¿por qué desanimarme y ver en Dios solo un
do de lo que juez terrible? ¿No es también nuestro Padre,
como es de todo disimulo, me decia nada me- y ^ítÉlas tiJe?it# W ^ a d r e s ^ ¿No me h a dado
nos que ayer: "Mucho quería yo á José, lo con- pruebas tan multiplicadas de su amor, que es
fieso, y á pesar de eso, 110 me arrepiento abso- imposible que llegue yo nunca á dudar de la
lutamente del partido que he tomado, p o r q u e benignidad con que ve á esta criatura misera-
estoy muy convencida de que lie seguido la vo- ble que tú llamas
luntad de Dios, que no quiere que me compro- / • T u ' a m i g a ? ' '
meta con los lazos del matrimonio: este pensa- SOR TERESA.
miento me llena de t a n dulce satisfacción, que
no cambiaría mi suerte por cualquiera dicha
de la tierra. Las caricias de mis hijos adopti-
vos me hacen olvidar las que me prometía mi
unión con José, quien, despues de todo, no es
muy digno de lástima, añadió sonriendo, por-
que ha salido ganando mucho más de lo que ha-
perdido en todo este negocio."
No soy yo de su opinion; pero Lucía no pue-
de comprender que se elojie una acción que á
ella le parece muy natural y común. ¡Dichosas
las almas sencillas y puras como la suya! ¡Ay!
•Carolina, cuando me comparo con ella, casi me
V
292
•: far ':;ebfr¿]imíéi:¿v'iJ8mn aom&cnsll -'sslréÉp que les llamamos nuestros resucitados: no pue-
•'Oof A Misg'ojjp sebfoeb&gé'eJ-QJunrgMisí ¿$l¡ des imaginarte lo agradecidos que están á todas
[bbl'Míñ ííM ¿óí 9ijp';a¿'flo¿'í9o[ ssí las personas que los han asistido, y especial-
- : • .SínkfZOñ h CdífO/íi mente á nosotras.
C A R T F X Í V Í Í I : '; Como los pobres, no., encuentran por lo común
í!ÍJ
" SBffl- faft&fo > . í i b f í 9 í f 9 r t i k í í 9 0 / n g I Ó ' g 9 C>iTÍ3 sino egoísmo é indiferencia, ó cuando más una
compasion seca que se reduce á dejar caer en
• fí- bxékq Paris. Hospital dá San Luis. . sus manos algunas frias monedas para remediar
• -'.- / a s a r e i s & U p C>Í.0IÍC»JJití '?9 ,BSÍ>&bÍ8®09JI 3jjg, sus necesidades, es mucho lo que estiman las
S979.tfíí \ü Y £Í9fl9r) 2 SÍ: QJ3]5-:g9£IOÍOIÍ9Í¿. atenciones que les tienen y el Ínteres que por
¡A}'! Carolina, ia recrudecencia de la enfer- ellas toma una persona,- que no mirando en ellos
medad, q u e .desde hace varios meses--diezma más que á Jesucristo,- se esfuerza en amarlos con
nuestra pobre patria, ha sido aquí tal vez más aquel fuego qué solo la caridad sabe encender
cruel de lo que te figuras; pero gracias á Dios y que únicamente: sacia la necesidad que tienen
el cólera h a desaparecido por completo, y hace los'-infelices, dé Comunicar sus dolores á alguno,
y a quince dias que no se cuenta ni un solo; ca- que participando con sinceridad de ellos, los
so. Tranquilízate, pues, por mi salud, que ¿é- consuele. Esta limosna'de amor al pobre, siem-
jos de h a b e r sufrido nada con la fatiga, ántes pre está en nustra mano dar, por necesitados
según me parece está más robusta que nunca, que estemos, y cuando l a escasez de recursos
porque (aqui entre nos) te diré que he hecho nos obligué á n e g a r l a material, compensémos-
cosas que antes creía superiores á mis fuerzas, lo, querida Carolina, no economizando conside-
y que creía yo que me hubieran postrado en raciones, buenos modales y afecto, seguros de
cama, como desvelarme, estarme sin comer lar- que nos lo. agradecerán más los pobres, que
go tiempo, trabajar mucho, etc. Todavía te- cualquiera otra, cosa; y aun quedarán sorpren-
nemos g r a n .número de convalecientes, que se didos de gozar de lo que casi nunca encuentran,
vieron tan á los últimos momentos de su vida, alimentados siempre como están con el pan del
294 295

desprecio, y alejados del trato íntimo y amisto- tierra.; otras veces era una simpática joven que
so de las. personas de otra ciase ó circunstan- rogaba al Señor que no la llamase á sí tan pron-
cias, por el retraimiento que con ellos guardan. to, que le permitiese cerrar antes los ojos de su
¡Qué dulce es amar verdaderamente ai pobre! anciano padre. A su lado un niño, piadoso y
Nuestros desgraciados enfermos nos atribuyen W l ü í 9-QS decia poco antes «de
á nosotras todo el honor de su curación, y mu- é ^ g ^ i a ^ g ^ J O ^ ^ ^ ^ - pura, que .conso-
cha dificultad nos cuesta hacerles entender que láramos a su madre, de la que era el único te-
sus acciones de gracias deben dirijirlas al Su- soro y 'todo su consuelo. ;Este niño era el ul-
premo dispensador de los. bienes y de los ma- timo délos ocho que ella habia tenido y perdido:
les, de la vida y de la muerte..... casi fuera de sí cuando .le, vió muerto, pidió su
Pero ¡ay! Carolina, si Dios lia permitido que pequeño cadáver, lo lavó, lo amortajó con sus
nuestros cuidados arrancasen á .algunos de la propias manos, y lo acompaño hasta su última
muerte, un numeró mucho mayor es el que he- morada: después;/no pueiendo decidirse á ale-
mos visto espirar «vnuestros, brazos; á algu- jarse del lugar que encerraba tan queridos des-
nos en toda la fuerza de su edad, a otros apé- pojos, pasó la infeliz toda una noche,, por cierto
nas e r la primavera de su vida. Todos los dias muy fria y lluviosa, sobre la tierra que ocul-
presenciábamos.las escenas más desgarradoras. taba á sus ojos los restos mortales del glorioso
No se oía en nuestras salas, más que sollozos, elejido. Hasta que amaneció no cesó de llamar
quejidos, gritos de dolor y aun de desespera- con grandes gritos á la muerte, la que fué- sor-
ción: y a era u n pobre y honrado padre'de fa- da á- su voz, y así ella vivé para llorar á.su hi-
milia, que nos encargaba, llorando, que le tras- jo. Nosotras la hemos recogido,-le damos tra-
mitiésemos sus últimas palalabras y sus más bajo y hemos tenido el consuelo de devolver
tiernos adioses, á su amada esposa, no-sabien- alguna calma á aquella alma destrozada por la
ÜO que pocos pasos adelante ella misma ' exha- aflicción, hoy mucho más resignada' á la vo-
laba su último aliento, pidiendo a Dios, por él y luntad divina, de lo que nos atreveríamos á es-
por les infelices huérfanos que dejaba sobre la perar.
itltM^ mi pobre desertor se convierta casi en hacenda-
do. Animo, pues, Carolina, y auxiliándonos
— r«* i r r f t \ a r r r - r AfTO'TP f n f f f '*» ' r í t~i¿r>''r i ' '

tece, porque pienso: Dios, te aseguro que tus esfuerzos serán coro-
nados del mejor éxito.
Mucho tte:-klegro de las buenas noticias que
me das de Aurelia. Probablemente la veré m u y
pronto, porque su marido es llamado á París á
entre nosotros la religión y las buenas costum- consecuencia del ascenso que ha obtenido. ¿Cree-
bres. " .„ ¿ • v " i, . . . ;; rás que nada me dice la traviesa de Aurelia, en
su última carta? Yo me figuraría que me quería
o ® t I h ^ ^ ^ ^ I Q I ^ ^ s i m ^ Í M ^
dar una agradable sorpresa si 110 fuera porque
has dado sobre la familia de mi protejido .el ex-
también me lia hecho misterio de sus esperanzas
vampí ro . J u l i ^ i t l 1 1 ! , ^ fe
de llegar á ser madre. A ella le dan mucha
haya ^ s p i r a d ^ í e ^ ^ ^ ^ q u i ^ ^ ) ^ ^
risa mis enojos; pero eso no quita que no debia
chacho h a y a conquistado tu, a f f ^ ^ é ^ ^
haberse portado así conmigo. Por lo demás
continúe mereciendo tu alta protección y espe-
dicen que todo fué con felicidad y que el Sr. de
ro ••^Ér
Marval está m u y contento con su pequeña Ma-
bajadora y económica; en. una palabra, capaz
ría. Se enorgullece de poderla llamar su hija,
de hacerlo dichoso; puesto que él es tan buen
y y a me parece que al verla se pone más esti-
hijo, debe ser ciertamente buen marido y buen
rado de lo de costumbre y que levanta más que
padre. . Si logras que tu papá se decida a darle
nunca la cabeza. ¿Qué será de aquí á quince ó
su ranchito en arrendamiento, yo. procuraré
diez y seis años? Miéntras tanto, deseo que la
que mi hermano político le auxilie para ios . ri-
vida sea muy dulce á su querida María, á quien
meros gastos, y pondré también a contribución
quisiera yo poder dotar con la bondad y buena
las bolsas d é l a s Sras. Leupían y Marra!. A
razón del señor su padre, y con el talento y ex-
fuerza dé constancia Hemos' Sé conseguir que
celente corazon de la señora su madre, quien,
38
entre paréntesis, h a llegado à sèi tan prudente nuestras, y creo que no es necesario exhortar-
como era aturdida; tan buena como'lóCay ex- t e mucho para que t ú hagas otro tanto, ofrecien-
travagante 1 era. Ha1 dirijidb tan bien losáíaques do todas el último dia la Gomunion con ese ob-
contra la indiferencia religiosa de su esposo; jeto. •
que está y a á'puntó dé darse' por'Véncidó; no Adiós, hasta muy, pronto; luego que h a y a yo
falta sino un nuevo asaltó, y es'muy" fácil que visto á Aurelia y abrazado por tí á ,su pequeña
se rinda á'discreción.•' María, te escribiré para darte noticias de la ma-
Gomo me hace el honor de íeñéi.' muclia' con- dre y ; d e la hija.s:....
Tu amiga,
fianza en mis luces, me Wá reservado Aurelia-
SOR TERESA.
la glòria'el'e^riunfar d e è u s últínias resistencias; l
. -•ij . i r - V . iíff ''r •' "'-)•
Me lía dejado sif duda ral papel' nkiy bello 1 que
h a c e r / p e r ó no él-'ttí'ás'fáCilV pófqüe ei''érgtílo'y
el respeto hnniàtìó jkedeñ'nffiyíMeñ hacer to-
davía indecisa ; la Victoria P E n "íiñ • -á Dios lo
quiere, sé cü-ráplirá-iÉfet^o haremósíafiíéi
1
él se arrojé á la piscina, f ^aMesjiuésnodó ca-
minará bien. Sí, estoy "convencida que dado
el primé'r p>áso; servirá 'á D&s 4an ¡ - leal'y' fiel-
mèiité" c'òirtò: s i W W à p M & l ) • "•;
La: oración es' omnipotente, todo del.alcanza
del' dóilázón ' < M i d s ; m é & t ' k zméÉZMÍQh¡do-
miñ^ó'próximo i m i no^eíia^para conseguir por
la iniercesioñ-dsláSaftísirQa' M conver-
sión del'Sr. dé ' M a r i t i Ra^et: Leu-
plan, nuestras hermanas de Burdeos;'las de
aquí r y L'úcíay : van '4 Uñir sus' oraciones á l a s
•ú0$<iQm$ji&qí si, ¿ oíos atrp ab • acordándose de que solo á la' perseverancia es-
. ' . ' .aiidioi'/-. sí ¿sbiíginoTq j t á prometida la victoria.
' vl'ÍMÜítfi ^ y .asíd ^ijM— —Muy bien, voy á hacerlo así.
oíod^o'iq áüp 9 ¿ £ § i b ^ g s í o T aoS t 6ioiíA— —Ahora, Sor Teresa, dígame qué proyecto
eu: tiene v d .
CARTA x x i x , "'. .
—¡Oh! sí, madre mía, t a n t o más que necesi-
s u p süm o?íBF i m n ^ i b s m ,l& ! d O ¡ —
to su licencia para ejecutarlo, pero espero que
axip OT9Í|89 :ptoq \óíuJsja®jp':mjiq moaóQÜ ua c
no m e h a d e ^ e r , negada.
Paris, Hospital dé-Saa Luis.
—Eso veremos; según lo que sea.
. f i 9 3 ' 9 ü p : t d : i r ü § 9 a iaüflJQ-197 083—
Inmediatamente le expuse á n u e s t r a Madre
9 a . u q z 9 9Í 9j£19ífI£vtoSÍb9míIÍ
todo mi plani'-^-afcí q u e lo oyó, me dijo: í
El otro dia le dije á mi Superiora::—Madre,
—Vé, hija mía, y haz lo q u e deseas; quiera
h á g a m e vd. favor de d e c i r m e qué' es lo que de-
Dios bendecir tu buena'intención!
bo hacer uua h e r m a n a d e i a -caridad q u e m tie-
Gomo tú, Carolina, no estás en los anteceden-
n e dinero, y que lo n e c e s i t a j paca J n ^ n ^ r a
tes del asunto, tengo que explicártelo con más
bue.Ba>T', :j GÍ9J Íi20Íiqzy'9jjp <mfl&t OJnüSB Í9Í) 39! '
extensión. Pon cuidado.
— H i j a mia, m e respondió, e s preciso, a n t e
todo que h a g a m u c h a oracion, y que no d u d e Hacia muchos años que el hospital de San
n u n c a de la Providencia de Dios q u e con taiita Luis contaba entre sus bienhechoras á u n a Sra.
bondad se extiende á todas l a s criaturas: des- Chevalier, rica y m u y piadosa, que acostum-
pués tiene que llamar con á n i m o á la p u e r t a de b r a b a repetir q u e , dar á los pobres es prestar
los ricos, haciéndose hasta i m p o r t u n a , si es ne- á premio al Señor. Muchas veces venia con su
cesario, para lograr que a b r a n s u mano para hija única, llamada Susana, niña amable y m u y
dar u n a pequeña parte de s u supèrfluo. Y ade- b u e n a , de cosa de-doce años, q u e - n o dejaba
más, si quiere alcanzar el fin q u e se propone, nunca de agregar su. pequeña limosna á la que
es indispensable que no se desaliente por las s u m a m á nos daba para nuestros pobres.
humillaciones, los desprecios, y las n e g a t i v a s , Hace cosa de dos años comenzaron á dismi-
302

n u i r l a s visitas de la Sra. Ghevalier: s u s cari-


aqueLjoven sino á; contraer matrimonio cou una
dades cesaron de repente, y por din, pasaron
heredera muchacha .y bonita; y por su parte la
meses enteros sin q u e s e presentara. Nuestras
Srita. Bochar, tia de la Sra. Ghevalier, encon-
hermanas supieron entonces que la pobre mu-
traba que era una cosa .excelente sacrificar k su
jer, víctima de un abuso de confianza, habia
sobrina-á- láüfel'icidad. de aquel imbécil. Por
sido- completamente arruinada y se hallaba -en
desgracia, da joven 110-fué de. su opinion; su tía
la mayor miseria: Dios la probaba fuertemente
se- esforzó-vanamente ;en-probarle que esa bella
porque la heria en lo < más sensible, es decir,
en su muy-querida hija, cuyo- brillante porve- acción la haihia.de hacer feliz á ella,.y que en
nir- se encontraba destruido. Nuestras herma- sus circunstancias- era mucho más meritorio
nas se apresuraron á-irla á visitar, para mani- consultar la calidad que no el gusto. La Sra.
festarle la p a r t e que tomaban en su desgracia, Ghevalier, aunque: de-un carácter:muy dócil,
y ella les probó - cuánto»se los > agradecía, : vol- no condescendió; -por.-más* de- dos años resistió á
viendo á tomar sus antiguas costumbres. En las instancias de su>táa>- mujer de b u e n fondo,
cuanto llegué yo aquí, me cobró mucho cariño, pero m u y tonta; y dominada por la madre de su
y puedo decirte que amo yo á Susana como á protejido;: -demasiado; intrigante; astuta y dieís-
una hermana mia. Esta buena niña me-tiene tra.- Llegando p o r último á la mayor'edad, la
tanta confianza que me cuenta en secreto todos Srd.- Ghevalier • le declaró ?á su tia, que deseando
los pesares;de su mamáy quien por prudencia poner en práctica sus*-consejos, se había decidi-
nos oculta la mayor parte. do á' ooncéder su- mano á quien fué después- su
esposo,, e l Sr. Ghevalier, querreuñia á las me-
También es preciso que sepas que la Sra.
jores euálida'déS'k, verrtaja-deser pobre-.-
Chevalier fué educada por una tia suya, donce-
Se verificó el matrimonio; pero i á Srita: Bé-
lla rancia, sumamente rica,- que tenia empeño
ohac se disgustó! con ..-su sobrina, ño quiso? vol-
•en casar á su-sobrina con:- una.especie de idio-
verla á ver y -la declaró que iba .á dejar por tes-
ta, hijo de una, amiga suya. Pobre é;; incapaz
tamento' todos sus- -bienes al interesante joven
de bastarse á sí mismo, no-podía aspirar á más
que ella 110 había querido por esposo.
La Sra. Chevalier esperaba que el tiempo lier, que no .es ,nada presentuosa, al contrario
apagaría la cólera de su tiay ^ ^ru^ni-lé tan- modesta. ^ o n i o s i no supiera otra cosa que
había de volver á conceder« cát'iñG^yeftjP sé lo qué: igapraa, las más humildes hijas del pue-
engañó eu su e s p e r a n t f a ^ J á u ñ ' l d & ^ é de'^lá
fcé ÍÍ^Í^Qiiíp^^ W l f c ^ Q f
muerte del Sr. Ghevalier, acontecida poco tiem- deseando consagrarse por completo a l a educa-
po después del n á c i M i é M ^ ' a é ^ M ^ l a ' S i í i t a i
Béchar rehusó . s i e m p r e d e su sobri- las ciencias útiles para una mujer, con el obje-
na y de su sobrina nieta, y cdfeo íló'-<habiaíanim- to de no verse noMgada.i á conüar la educación
de su niña á personas extrañas: ella misma que 7
Esta injusticia, que lastimaba los intereses de ria servirla de maestra. Hoy, si se ha hecho •
la Sra. Ghevalier, la contristó m u c h o ménos que autora, es p a r a poderle dar pan á esa prenda
la cólera tenaz de su tia, quien aseguraba que querida. ¿No se lo perdonarás t ú en considera- ,
jamás la concedería ese p e r d ^ o t á í f t a f e W e c e s cion al motivo que la h a guiado, que es su amor
pedido, pero siempre en v a n o : el solo pensa- maternales ¡ © ¿ b i é * W a ^ q u e sí; tal motivo le
miento de que una parientá stiya á quien tanto conquistará tu aprecio y no la reprensión, y la
amaba, y que por otra parte e r a bastante pia- compadecerás como yo, pues esa pobre mujer
dosa, alimentaba sentimientos de odio contra no ha recogido todavía más que disgustos y des-
ella, aflijia su caridad y su fé. engaños. Se dice que la vida está sembrada
Guando se vió ella arruinada, en lo ménos de ellos; pero para hablar con verdad ¿no se
que pensó fué en recurrir á la Srita. Béchar, y debiera agregar que las tres cuartas partes y
para proporcionarse recursos, se lanzó á la car- media de ellos se reservan para las mujeres que
rera literaria. escriben obras originales, es decir, para las
Carolina, tú que tienes u n a antipatía t a n pro- que no queriendo manchar su pluma con escri-
nunciada contra todas las m u j e r e s sábias ó au- tos inmundos, aunque lucrativos, la consagran
tores, no vayas á enojarte desde luego, te lo su- a la defensa de la moral, de la virtud y de la
plico mucho, contra esta excelente Sra. Cheva- religión?
39
¡ A y M a S r a , Chevalier fuéuna.- praeba mnv
¿0 pesos, aunque en su tiempo, habia costado
triste d e e s o . Ofreció su primer trabajo á más
200 cuando •ménos.
de diez editores antes dé hallar quien lo. qui-
Hace dóS'días'que vino á contarnos- su apu-
siera solo examinar. .Por íiji halló cabida en
ración,.'y asi se. fué me ocurrió ponerme yo
casa de uno, que al cabo se.lo devolvió sin ha-
á venderle-su:.tápalo, esperando sacarle más
berle echado ni una ojeada, diciéndola q U 0 no
ventaja que.oilíx; pedí licencia á nuestra Madre
se resolvía á publicarlo porque todavía no se
para hacerloi'como has-visto al'principio de és-
h a b í a ella hecho, lugar en ,el mundo literario.
ta carta1, y. y a .con su aprobación me dispuse á
Otro más juicioso lo leyó,, pero .encontró que 110
ejecutar m i proyecto. Salí al dia siguiente acom-
• estaba .escrito según el gusto de la época: 0.^0
pañada, de una hermana anciana,-sorda cómo
lo rehusó.dando por pretexto que el fondo, no
una tapia,' y m e puse á llamar de puerta en
• era bastante moral. Un. vecino suyo no lo qui-
puerta en casa de todas las. señoras ricas (pie
so porque-era un libro demasiado místico v. n o
conocemos nosotras; ofreciéndoles del mejor mo-
había de tener .salida. .]mi:esiímeA, desechado
do que pude, el que hicieran una buena obra,
y a por el fondo, ya por la forrea ó el estilo, juz- cambiando un billete de banco de 200 pesos por
gado alternativamente muy sencillo, ó dema-
un tápalo, chino que no vale ni veinte; por no
siado romántico, eLdesgraciado mánuscrito.vol-
estar de moda. Te habrías reído mucho oyén-
vio, despues. de ninumerables peregrinaciones,
dome elojiar mi mercancía y ponderar los en-
a ca39.de su autora, y a desengañada, que lo
cantos de la beneficencia, con una elocuencia
p u s o . e n el cajón de su mesa, junto-i su último
que me asombraba á mí misma. A pesar de to-
escudo de cien,sueldos.
do, me despidieron con cortesía de tres casas,
Mientras .tanto,-la pobre i n i v j e r ^ vendiendo
dándome á entender que creían que yo habia
una t r a s otra todas,sus a l i g a s y ; cosas,de valor,
perdido el sentido común, atreviéndome á pedir
hasta que se vió obligada,^ deshacerse,de un
tal cantidad por una cosa que no valia nada;
tapalo cümo, resto de su, ; antigua- opulencia,
Algunas personas, más sensibles, alababan mi
por el que le ofrecieron veinte pesos' .. Sí
buena intención, pareciéndoles una cosa muy
puesta en razón; enaltecían mi celo y caridad, hijita, que poruñas de un cuarto de hora olvidé
pero agregaban que, con gran'flesar-suyo no completamente á. l a S r a . Ghevalier, á su tápalo
podían servirme más que formando-los deseos y mi desengaño. Pero mientras de que Au-
más sinceros, de q u e logmsé-¡elnMen'-éxitoi de relia!,y ;yo"pkíticábamos más que una cotorra,
tíÉ%mpresa hallando ricas el cielo, que desde por la mañana estaba nubla-
que hiciesen lo que ellas noüpodikmjuo do se oscur.eoio.como tinta, y un aguacero con
Con todo, no fué enteramente tiempo perdi- granizo resfrió -tanto la atmósfera, que nos obli-
do» P u e s dos señoras piadosas acompañaron su gó á cerrar las vidrieras.
negativa, una con 20 pesos y la otra con 10, co- —No tendré calor para volverme, dijo Aure-
mo limosna para la señora necesitada. Siempre lia temblando de frió, pués estaba vestida de
fué algo, y me propuse seguir al día siguiente ropa lijera.
mi correduría y bajar el precio; de mi tápalo, Esas palabras, que bendigo como una inspi-
que t u v e que volver á llevar á nuestra casa, un ración, de. l a Providencia, me animaron á tomar
poco cabizbaja porque yo habia dicho que lo u n a resolución atrevida, porque desdoblando mi
habia de vender sin dificultad. yr: pobre tápalo chino, la cubrí con él, y la dije:
No te vas á esperar lo que sigue, y sin-em- —Señora nodriza, ha cometido vd. una im-
bargo, ha sido mi punto principal desde que co- prudencia m u y grande en haber salido hoy así:
mencé mi carta. Un poco humillada, pues, por si no fuera por la previsión mia, quizá tendría
tener que confesar mi engaño, me aconsejaba eso funestas consecuencias. Conserve vd. este
el amor propio una porcion de razones para qui-
tápalo que le recordará siempre el obrar con
tarme de ese negocio, mas apénas h a b i a yo lle-
más prudencia: se lo vendo por -170 pesos que
gado al dintel de la puerta cuando una excla-
tendrá la bondad de mandarme mañana en la
mación "¡Hasta que llegó!" me hizo levantar
mañana á más tardar.
los ojos, y hé aquí á Aurelia que me abrazó con
—¡170 pesos! Sor Teresa, respondió cobiján-
cariño.
doselo con gracia, vd. se chancea; la cuarta par-
Tuve tanto gusto de verla y de conocer á su te de esa suma sería más que el doble de su
aio.
valor; estos tápalos ya, no.-, se usa« sino por al-
ele vd,, porque si l a sigo haciendo caso, ine ve-
gunas ancianas, y aun ellas es p r e c i s a n e sean
ré. •reducid'á&^venir á pedir aquí u n asilo.
algo despreocupadas. . ...< Mi^ .
—Yo-sé lo ofrezco desde luego, señora; ten-
—Pues no, señora^. vdMo.«ha de: y'To d r á vd.-cama y los cuidados rn'ás esmerados.
que es más, se ha- de enorgullecer de .usarlo, Me-apretó la mano'V ine dijo:
porque le recordará una buena acción, y vues- —¿Conque-siempre' está vd.•'en exijirmé -170
tra liijita no podrá verlo- nune'á sin enterneci- pesos-por-esta visión? '(•:: íaJifto^m
miento y sin bendecir- á Dios por-haberle "dado
—Sí> s e ñ o r a - '•':
una madre, que á" pesar de ser jóveb y bieñ-pa-
—Pues- dós - tendrá v d ; mañana, -'pero con la
recida, sabia imponerse privaciones por-socor-
condicion de que va vd, A empeñár&é mucho y
rer á u n noble infortunio. . iv ¡ i i ; • :
á trabajar cuanto pueda-en la conversión de mi
—[Sor Teresa'!' exclamó ríéitdóf vd me' auie-
re arruinar con semejantes compras. ' • Eso con -mucho .-gusto; h a r é todo lo que me
—Todo lo contrario, lo que deseo es gropor- sea posible. • J
cionarla un medio faci! de aumentar shs'rique- Me abrazó de nuevo, y al dia siguiente por
zas..... • ••• ' la mañana recibí la suma convenida, que reu-
q. ' 'Í^'v .••'. ui.í y . . ••• nida á los 30 pesos que ya tenia yo, le llevé á
— ^ ya lo entiendo; pero fuei'a.de chanza, la Sra. Chevalier, quien con esto se halla ya
¿en cuanto quiere vd. obligarme á comprar esa por algún tiempo al abrigo de la necesidad. Si
antiguaya,?
Dios me presta vida y . me. concede su auxilio,
— Y a se lo,he:dicho;á v d . , Señora*, 1 7 0 pesos;
la he de sacar de su tsiste posicion. Otra vez
110 p u e d o b a j a r ni u n c e n t a v o . P o r - h a c e r l a fa-
te contaré mis proyectos.
v o r á vd. la d o y el tápalo e n ese precio, por-
He aquí, querida Carolina, la cuelga que te
q u e he. p e d i d o m á s por- él.
tenia yo: he creído que ninguna otra podia ser-
Se echó á reír, y me dijo abrazándome:
r
te más grata que ese nuevo rasgo de la caridad
—Está visto que en adelante-he de desconfia
de. tu querida Aurelia, que es ahora, tan senci-
313
lia, tan piadosa y buena, como bella y amable, ¿ífl^aBi^aBáfeifa.- oüiQQ-.m&r
Que nos digan á nosotras, que la conocimos an- •ü&.úvsvuopaéú-Bi site- »sBtíc^Q® ~¡ü> ¡sM •
tes, que la religión no es buena para nada. ¿Tu isj$ Jify&U ¡£SfífJi6a9fjd .59 Ofj io:l >f ' !¡o:-
prima, hoy tan cristiana, no se diferencia tan- 'mír.ñsmmBühm oa -.abaitéttf: mu
to como el dia á la noche, de aquella Aurelia r
.iáí$ajjAí.«Ü9io>fe:»Bí .-«sifooir>ei i. fe •eMfc.i'ifí
incrédula, caprichosa, coqueta, altiva y extra- CARTA XXX.
vagante? ¿Y á quién debe ella tan dichoso cam-
bio si no á la religión que ahora conoce, que
practica tan bien y á quien ama tanto? París, Hospital de San Luis.
Adiós, querida Carolina, mañana rogaré á tu
santo por tí con todo mi corazon y comulgaré
¡Ay! Carolina, ¡qué traición! ¿quién la habría
por tí; pero tú no dejes por t u parte de pedirle
creído capaz de eso? La señora tu prima, esa
al Santo Arzobispo .de Milán, que interceda por
Aurelia que quiero tanto, me ha engañado! ha
tu amiga, la pobre-. ;?¡í: \(S oviv eAnj oí ne 'oM
herido en lo más vivo mi amor propio! Y lo que
SOE TÉRESA. es peor para mí, me veo obligada en concien-
cia, de alegrarme de que haya sido así. Tú lo
puedes hacer sin trabajo, porque á tí no te ha
quitado, como á mí, el mérito de una buena
obra, la gloria de u n triunfo que debe haber si-
do un motivo de alegría en los cielos, así como
de rabia y de furor en el infierno.
En fin, me avisan que me busca la Sra. de
Marval, y como no es bueno hacer esperar á
nadie, es preciso irla á ver inmediatamente;
con esto, no concluiré mi carta hasta que se
vaya ............ .
40
313
lia, tan piadosa y buena, como bella y amable, ¿ífl^aBi^aBáfeifa.- oüiQQ-.m&r
Que nos digan á nosotras, que la conocimos an- •ü&.úvsvuopaéú-Bi site- »sBtíc^Q® ~¡ü> ¡sM •
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prima, hoy tan cristiana, no se diferencia tan- 'mír.ñsmmBühm oa .ebraiém mu
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incrédula, caprichosa, coqueta, altiva y extra- CARTA XXX.
vagante? ¿Y á quién debe ella tan dichoso cam-
bio si no á la religión que ahora conoce, que
practica tan bien y á quien ama tanto? París, Hospital de San Luis.
Adiós, querida Carolina, mañana rogaré á tu
santo por tí con todo mi corazon y comulgaré
¡Ay! Carolina, ¡qué traición! ¿quién la habría
por tí; pero tú no dejes por t u parte de pedirle
creído capaz de eso? La señora tu prima, esa
al Santo Arzobispo .de Milán, que interceda por
Aurelia que quiero tanto, me ha engañado! ha
tu amiga, la pobre-. ;?¡í: \(S oviv eAnj oí ne 'oM
herido en lo más vivo mi amor propio! Y lo que
SOE TERESA. es peor para mí, me veo obligada en concien-
cia, de alegrarme de que haya sido así. Tú lo
puedes hacer sin trabajo, porque á tí no te ha
quitado, como á mí, el mérito de una buena
obra, la gloria de u n triunfo que debe haber si-
do un motivo de alegría en los cielos, así como
de rabia y de furor en el infierno.
En fin, me avisan que me busca la Sra. de
Marval, y como no es bueno hacer esperar á
nadie, es preciso irla á ver inmediatamente;
con esto, no concluiré mi carta hasta que se
vaya ............ .
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Ya partió, y voy á seguir exponiéndote mis que es deber de ¡todo hombre honrado, confor-
quejas contra ella, quien lia querido\que .tú seas mar sú'c©adúcta ; á sus creencias.
el arbitro de nuestra diferencia, aunque' está Mas-¥ii]quéí ¿110 lo- hago yo? replicó soiípién-
segura de que le has de dar á ella la razón, có- dcKpaostó^d bíio jV'sfw ,'ih ••
mo yo también m e l ó sospecho, y aun> que la 1 ^ N o j i m l v no cumple con lodos sus-deberes,
felicitarás por su fortuna. le respondí con viveza, y le hice un resumen
Ya sabes que Aurelia me había impuesto una más principales de todo cristiano.
especie de obligación, de trabajar en la conver- —Desengáñese , vd., Sor Teresa, estáis pre-
sión de su marido: con esto, eché mis plañes, dicando á uno quo y a se convirtió.
y lo esperaba con resolución. La primera vez —Diga vd. mejor, á uno que no quiere con-
que vino á visitarme, solo hablamos de cosas vertirse, ni darnos el consuelo de verlo hecho
indiferentes; la segunda, y a aventuré algunas un católico fervoroso y práctico.
reflexiones sobre la triste indiferencia' de los —Ya lo soy, se lo repito á vd., .y no sé có-
ánimos para todo lo que mira á la religión: se mo dar gracias á Dios de haberlo hécho, y ca-
sonrió con hipocresía y no respondió ni una da dia me alegro más dé haber dado ese paso.
palabra. Volvió ayer, y nie abrió él'mismo el Me lo dijo con un tono y una emocion que no
camino, con lo que entonces lo ataqúé'dé fren- pude dudar m á s de su veracidad.
te. Me dejó hablar más de un cuarto de hóra, No es fácil describirte mi sorpresa, querida
sin contestarme más qúe: "sí" "tiéftie- vd. ffiii- Carolina, quo manifestó en un primer momen-
chá íazom" y algunos signos de kprobacídñ con to con varias interjecciones ¡ah! ¡oh! que hacían
la cabeza. ;M . reir de buena, gana k t u primo.
Despues de u n corto rato logré coordinar una
Por. fin, enfadada y a de su laconismo, le di-
je abiertamente: frase y preguntarle ele' qué medio se había va-
lido Dios p a r a hacerle abrir los ojos y ponerle
—Pues si vd. conoce qne. j o tengo razón, en camino de salvabloi i. •
?por qué no obra vd. de acuerdo? Me parece
—En p r i m o r lugar di 3 vd., mi respetada her-
mana, y despues, de mi querida Aurelia. Sí, tienen por/piadosas, y se quejan de la poca re-
sin duda, porque si 110 fuera pop vdi¿ jamás lia- ligión. d e sus.' maridos, supieran como Aurelia,
bria llegado á ser ella lo que es<hoy¡diay*}s-<<fe- moderar s u genio y reformar, su conducta, se-
cir, un modelo de dulzura y amabilidad, cüyo guu.lQS.proceptos dcl Evangelio, tendrían tanta
nuevo proceder me ha demostrado hasta-la evi- probabilidad como,.ella, de conducir de nuevo
dencia, lo que puede la santidad de u n a religión á sus esposos á la Dios.
que ha cambiado en ángel un. J . i 1 -¿porqué 110 Ahora que le he dado una buena, noticia que
lo he de decir? que ha convertido en ángel á un deb.e$p&ti# $ é alegría, me vas á hacer favor
verdadero demonio que hacia el tormento de mi de oir otra q u e le h a d e interesar ménos, pero
vida, como hoy hace todo mí encanto yfelici- que á ,lu amiga le h a dado un gran gusto.
eidafLi-i ¡>\!p okw\;üia.sod^tí Sabes bien que no puedo dejar una empresa
—¡Bendito sea Dios! exclamé dulcemente/con- sin concluir. Así es muy natural me haya em-
movida y profundamente penetrada de recono- peñado en terminar la de la Sr^i. Ghevalier, con
cimiento hácia un Dios - tan b u e n o y tan mi sé- un desenlace excelente: y para lograrlo basta-
rico rdiosoJ 8 •' • ba reconciliarla con su tía, la Srita. Béchar.
—Sí, bendigámoslo juntos, dijo el Sr. de Mar- Por desgracia yo no la conocía, y era poco pro-
val, démosle gracias por haberme convencido bable que nunca pudiese dar con ella, porque
de la divinidad de su religión y de la infalibili- solo sabia que habitaba una casucha en un bar-
dad de su Iglesia, de quien espero mostrarme rio, precisamente á la otra extremidad del mun-
en lo de adelante hijo sumiso y obediente. do, es decir, de París: semejante obstáculo no
Tan noble profesión de fé> m e dispensa de me desalentó porque lo creí superable. Su so-
todo comentario; pero permíteme una reflexión brina, que no pierde ocasion de elogiarla, me
que hice esta mañana, pensando en la conver- habia dicho que era una señora muy caritativa,
sión del Sr. de Marval; y es, qué siendo el ejem- de lo que deduje que sin duda tendrían alguna
plo mucho más eficaz q u e las palabras, es cla- parte en sus limosnas nuestras hermanas de la
ro, que si tantas mujeres eomo h a y , que se casa de San Felipe, que le debían de quedar
cerca, y qué por consiguiente elfos'!;* habían las personas grandes y a de edad, no quiere
de conocer perféctamente. ' ^ovlo íj w^mi/t» confesar nunca estar equivocada. Por otra par-
Esto supuesto, rogué y su^liqüWáftló^tfués- te,, a,unqi}§. m u v devota, la. pobre señora, que
tra Madre, que por fin se decidió á llevarme t tiene pocos alcances y es fácil de sorprender,
la dicha casá de nuestra&1ierm ; aña& I W i ' c é i - no puede perdonar á su sobrina el no haberla
bió muy bien la Superiora, que con Íáíhla, ha- " <Wo.igí$Íg.FFOO MOfroqhg r,í xtéid VIHJ ¿}
bían tomado juntas ios ejercicios especiales que —Sí, casándose con su interesante protejido;
m u
cada año se d a n sóltì- f é Ü ' ! pero pienso que con poco sentido común, debe-
Le expuso yo, sin más preámbulos, el motivo ría diaber comprendido que esa unión habría
de nuestra visita y el deseo que : de hátíer sido tan ridicula como desgraciada.
amistad con la estimable Srita.' Béchar. —Sin duda, ¿pero qué quiere vd,, hermana?
—Es lo más fácil, me contestó; la esperó na- ella estaba bajo el influjo de. la madre, que ha-
da menos que hoy;' hace : diez 1 años tjhtì'éstòy bía conseguido, hacerla creer que el tal matri-
aquí y jamás se la lía! pá^ado'fitW soló monio era la mejor obra que podia hacer en su
que venga á hacernos una corta visita. En vida, y que no era posible que su sobrina se
cuanto al proyecto que vd. tiene do reeón'eillái4- resistiese.
la con su sobrina, dudo mucho qué lo logró'Vd. Su negativa sirvió para interpretar mal su
roMtear;! -I» oh. teeoq.à:%,<is;toubiiOi conducta, y á pesar de la muerte de la madre
—¿Por qué? la interrumpí yo; la creo m u y y del hijo, que habia adoptado la Sra. Béchar,
todavía no ha podido borrarse la mala impre-
—Lo es en efecto; pero por desgracia le han sión que recibió su ánimo.
metido en la cabeza que su sobrina, e n su tiem- —¿Cree vd., le pregunté, cree vd. que si<se
po de mundanidad, abjuró la fé católica. llegara á probarle que la Sra. Chevalier, no lia
—Pero todo éso es una infame calumnia...... sido mundana, y sobre todo que siempre, se ha
—Lo conozco, mas no he podido persuadír- conservado firmemente unida á la fé do sus pa-
selo así á la Srita. Béchar, que, como casi todas dres, la perdonará ella sus pretendidas faltas?
—i Ay! 110 me atrevería á esperarlo: h a dicho para a f i p n a r n ^ en mi propósito y para hacer-
tanto que jamas ha de consentir en volverla á me concebir, algunas esperanzas de buen éxito..
ver, que temo que su amor propio le impida Aprovechándome de los consejos que me acac-
volver sobre sus pasos: y sin embargo, tiene haban de dar, me apresuré á acercarla una si-
buen fondo; pero el orgullo nos hace hacer mu- lla v ponerla un banquito para los piés.
chas tonteras. Me dio las gracias con mucha amabilidad, y
le preguntó á la Superiora de la casa de San
—Eso y a es algo más q u e l i t e r a , hermana,
Felipe, si era yo una de sus hijas.
no querer perdonar una ofensa imaginaria; es
—Ño, señora, se anticipó Sor Victoria á con-
odio, es pasión.
testarle; Sor Teresa me pertenece á mí, y no La
—Asilo entiendo.... pero ¡chist! oigo que vie- cederé á otra casa sino á más no poder.
ne. Sobre todo, para ganar su benevolencia, —Gon razón, contestó la Sra. Béchar, mirán-
ha de estar vd. sumamente atenta; á^sus con- dome con fijeza y tomando un poco de rapé;
versaciones; los ancianos, como vd. sabe, gus- hace vd. muy bien -en querer conservar seme-
tan de platicar y de ser escuchados con aten- jante hija.
ción, y ella no se aparta de esa manía ¡geaetal. L a anciana, como ves, es cumplimentera, y
También la agrada mucho que se la tenga to- como no me lo esperaba, me puse muy colorada
da especie de consideraciones, que se la haga sin saber qué contestar: solo pude desquitarme
esa especie de pequeños servicios que se ofre- con levantarle uno tras otro sus guantes y des-
cen á cada pago: en fin; yo se lo digo,'herma- pués su pañuelo y su caja de polvos, que pare-
ña, ••para que vd. se conduzca como la convi- cía haber dejado caer á propósito, con el único
ift^^ll^Q'?¡fyA&l ite.UUfi.90IMttH>Q*<!¡idfcstfi fin de procurarme á mi el honor de recojerlos y
En esos momentos entró la S r l tócRar al re- dárselos del mejor modo que me fué posible.
cibidor; es una anciana alta y de buen porte, No perdí mi.trabajo, pues la conquisté por com-
que tiene un aire'de bondad agradable, q u e m e pleto, y me encargó que no dejara de ir á visi-
simpatizó mucho';' lo qué no contribuyó poco tarla. La dije que tendría mucha satisfacción en
4[
corresponder á ese favor, si mi superiora me masiado; á j e n t e , y se tenían á sí mismas por
lo permitía: ésta no tuvo í M ^ t e ^ á con- muy tQaer que .servirme; otras
cederme allí mismo la licencié me ba^an^je^fa^ar ó me trataban como á \?na
EQOS'la Sia. Béchar y yó eneatitá&a's M u d a m e n - v i e j a ¡ m # a M a i i f f c c i a . E n suma, se creia»
t e una de otra. ' a¿ sí me 07 v ^ m i j o r / mis víctimas, y yo era la de ellas; con lo que
Pocos dias déspues egtuve^h'aceri^xtína vi- tuve ^uojrenufíciar ft-uíi remedio peor que la
sita que me acabó de ganar toda subfthWolen- enfe.rmeíitó.n8 ¿boj wínr^ oí,, .ujv.y em oup siis-
eiápía r é p á r algún tiempó' desplíes;,'" y se pu- — ^ g á f e
siéronlas cosas tan favorables, qüe y a á ;lá cuar- mejor b u s c a r . alguna joven bien educada, que
ta entrevista me dio una prueba de coíífianza, la acostumbraría vd. más fácilmente á su mo-
comunicándome una parte dé sus pesares, y do y que habia de tener seguramente más de-
«quejándose del aislamiento en quervivía. ferencia:c,o?i'Yj(&v no pifiaimaíais-¿r,.. &.s •
Eso era precisaniente , íb i qüe : yó''deseaba. —;,L T na¡-jó^r9gpej^#níí.ermana, ¡Dios m e
-La compadecí m u e h d f i a <$i§ <^h$£&íipréndia hoy ni respeto, ni
perfectamente lo penoso1 ípíele había deser;-ese consideraciones á la vejez; no trata más que de
aislamiento, pués miéíitras más vá uñó' a v a n - divertirse, y además^ ¡qué vigilancia no se. ne-
zando en la vida, va" necesitando más estar ro- cesita tener sobre una joven! Se hace una res-
deada de cuidado y de atenciones: y en fin, le ponsable ante Dios: de toda su conducta, en el
pregunté porqué nd buscaba alguna señora -pia-
momento en que una la admite en el interior
dosa y servicial que la acompañara.
de su casa,..fií8g^qipoj3!8,'j5Í 'ajnvíaióiv-oaaVy1¿«ef>
—¡i\y! querida hermana, me contestó suspi- —Podría vd. adoptar á una niña de familia
•álfido, ya he hecho la prueba lo -toenofe con decente, pero poco acomodada; ó mejor á alguna
d i f e . í . . - 8 1 ^ ^ sL.bíljÍMlg:K'-Oq ,3Iíp fíhtfjftiojj:! huerfanit'a que, por gratitud, la amaría á vd.,
—¿Y en- ninguna énéoffttfr vd. Cariño y dedi- mirándola como á su segunda madre.
g g é j ^ f ÍOQ -SOOST a m s v obmusq así oí ííí — —Ya lo he pensado varias veces; pero aban-
—No, en ninguna. IiaSWáá m e creían de- dono luego ese proyecto porque, ¡ay de mí!....
ya se lo -h§ cófítad^i^^á^yéíiuq«^® y i me cion dominical; -^«Perdónanos nuestras deudas,
-abandonó despüe3, con todo so- así comq.nosotro& perdonamos, á nuestros deu-
Mina • c<Í8GjÍOj:. dores?» . .M-S 'EK
—¡Ay! Sor Teresa, eso me hace estremecer ....
g i m e a l v é f M e s t é r r a M ' d é l á ptó'eflcia de ¡Di^snaiftl^ había ^ c o m p s e n d i d o bien el ver-
su-tía, y que no s n á p i M s ^ ó e } ' i M á & m áe dadeí^j^^d(>j A&í, ¿lesde
verse llamada de niiévó y é'sftreéháda l éh sus hoy, yp ^á todos...«... perdono, á la
I t ó S S ? orí oíDinp eiífmeia'áraq «raiteVeiíO '.&18 Sra. Ghevalier, pero siempre quiero no volver-
—¡Nunca! ! nunca! Le ruego r S3FTere- s J ÁxMéÉml '.eon/jK-i—
me liablevd. de ella, su recuerdo me mo- — § . e a que Dios le diga^á
lesta la aborrezco intóélío.;..!.1; --onle i • vd. algún dia otro, tanto
—¡Oh! No, señora, es v á . deniásiádo'píádosa — l f , que ha sido de ella; ade-
para eso y e s t o ^ ^ p r á í á é ^ é a ^ e ^ í b d é s - más ¿cómo, yo, que fui la ofendida, he de dar los
aaente lo primeros pasos? y aun cuando lo quisiera ha-
J& sé que ya mil vece's : fó^M É M i P ^ ? é l cer, no.me. ^sería posible, pues no sé ni dónde
perdón, y . . . . . . . . ' . . s M j o t w h ts iít está, ni si vive todavía.
—¡Yo! ¿la héffeÉdonCdb'y^oúQéppé —Señora, Dios no pide imposibles, se con-
®apaz! .. no la he querido ni volver á ver tenta solamente con que vd, tenga una dispo-
desde q*ue se casó. .o^ooj? m sición sincera de perdonarla, de volverla á ver
—Pues no ha rezado vd. una sola vez el Pa- y de volverla todo su cariño, si alguna vez se
ire Nuestro sin haber protestado delante de lo pide con merecimiento.
liiosque la perdonaba de tod^'$ré&6n!¿Li;— —¡Ah! Sor. Teresa ¡mi cariño! eso no debo
—Cómo es eso? ¿qué'!^utóí?e' : í ld.^^é hacer nunca; porque la desgraciada mujer, á
son'eso?.QÍ.oftóqms oj¿mj noo axrpjj'bs noii/p quien eduqué con tanto empeño en la religión
—¿Qué es lo que ha querido vd. decir siem- católica, ha apostatado para casarse en segun-
bre que ha repetido estas palabras de la ora- das nupcias < con un ministro protestante....,:..
—Y: ¿cómo puede vd. creer, soñera, que urna caso de que sepa corresponder á la benevolen-
sobrina que vio durante su juvffiiiíüá; áaptosi ciaique láitendréi na oJar.'irfb' óiv etrp s a n a .
ejempks.de virtud cristianáyjcpmQóvd.,ka<¿fea, fi^-feEÓj.heñoray.'ahora que oigo que'tiene;vd.
hayanpodido olvidar hasta «se: punta;lós!Verda- una-isobriñaij atoj podré, aaaí conciencia; -cpntri-
deros intereses de.su.aáma^. ^Qfcjea&qwjjdebj®: buiríác<jue:quedíí sinffiMteíenekiaamKii 201-
ser más ¿que: ¡una vcaíummoinfame, (inventada r-MíO/mb ,laiüesheredaréjporccompleto, áJum
solo para ponerla, ,en mab QOIÍ, v d i ¡ y o * e x i g i - que: lia-detestar bastaiitetim -p'ara 110
ría pruebas irrecusables:»:i'ánte.s i®ieRQerr.que necpsitar'dO'im^ibien^sfla -dejaró la mitad en
e f e huíhiese/ahiurado ¿jtefóp nohioq. íab.üijsoijm muestra del perdón que la coifcedoy-laótra mi-
—Según 1 la defiende Sdr'Tere^debe ^ ^ I d B W ^ b f e ^ f ^ J . f e s i se hace digna
vd. sin duda conocerla. de ello. OIPSÍ^IA i ' & F ! ^ R
á&iítftí® • Looamr om noid yaM?-^ —Muy bien me parece. Entonces pronto le
-NO he^cho señora; perp
protegida: tiene
1
J
un ¿énió'tfiuy dulce, muy juiciosa e inclíríada
.efees ibiéfcíq. £í é á la piedad; Vd. misma podrá apreciar bien"sus
—Vaya, buena hermana, no hablemos.ya de,
^ S É f e joven ® e ^ ^feft'BpíTj p T ^ f t S ó W , ^ k r b ^ á é ' se halla a r r u i n a d :p'ór
f
mm fep^mtOTíte una quiebra, la dió una educación taS¿ féélida
m i
lp ^ r O f e r á t e n e r , como brillante; toca y canta muy bien...'.'.'.
—Tanto mejor, á mí me gusta mucho la'niu-
Eso sí, Sor Teresa. ' . G0¡a
sica., :•; - , ; 0 'iod ..K oe¿
Ahojm volvamos,, le ruego, .ai primer-proyec- i ^ P - n e s t i e . t o c a r á c u a n t o guste: lee oón
to 4e q u e hace peco me ¡hablélÁ-jimie: agrada perfeccion/itraducebienvarios.Miomasj.'yhará
bastant¡e s y sil vd. conoceLalgñna huerfanita tal tododo;que)á v 4 ¡ ¿ a agpado>:pu'es todo;- su-"gusto
como yo la deseo,:no tendeé:-átíieultad en que es complá<^r áioikntúLSila rodean.^ sí 07. o
se venga conmigo, y leu <adeptarla.d0spues, en —¡Vaya! ¡Es ana 1 verdadera maravilla..
329

—Sí, pero también su H&ü^e- —Sij^ip l g f u ^ a tanto, ¿cree vd., señora, que
na....'. ••Gf.bína ¿ 9Íifion£m a s o y; üisaiíOL, pensara yo en arrancarle á su hija?
vd. á É ® 5 # $ r r ^ E n t ó ^ s lpi niña irá, á visitarla, todas las
cer semap^s; ^
dándome u n a s ^ ^ i ^ ^ l q ¡oro, llévela esto, y
sea lo ,que f u e r e ¡de lo demás, liasa vd. que
, i r • r r ~
acepte esta pequeña limosna, esa infeliz señora
s i i a i j jji noTolongnoo oomii ovr.ro .e-memj/g'ng
por quien siento que me intereso ya mucho
A ver si mas adelante la podemos sacar de la
se de su hiia.
lQJJJf ObXlf.jJO; i - ./¿lliíii 63 01)13 lis Ü0í0£jjjl3 OJai'IJ triste situación en que se halla. Y ¿cuándo v m A
—Dígala vd. para decidirla á hacerlo, que yo
vevi/A^fíiMf
— M u y f i f B i f t j ^ s i tiérie fouen éxito mi nego-
asignaré á ella una pensión corta, porqu§ no:£S é ü m . . noianoq w ú
a á oía on 108 . o i o l — —Pero, Sor Teresa, no me ha dicho vd. ni la
—Es negocio difíciJ; s perp p o u ^ b i e A i t e l « edad n i el nombre díP^M^'P-; o|><.
y sobre, todo d e m i Susana Le-
to pueda, a s b e b i o v us se o n \ x f f o i e J «znoi roux; Leroux, no es su verdadero apellido, es
-^¡Qué buena es vd., Sor Teresa, si se^eon- precisó advertírselo á vd.; pero por ciertas ra-
sigúé que venga la niña, dígale vd. á su mamá zones que mas adelante aprobará vd. misma,
que^podrá venir á verla siempre que quiera. si alguna vez puedo ¡dárselas
—Ño hará uso de ese permiso; cierta especie obligada su madre á ocultar su verdadero nom-
d e vergüenza la impide salir; su miseria es-de- •fiháaíar ifS'iiHfíz'dbicfüji el ssábín'ídY ob
m a s i á d ó ' ^ d P ^ ^ i ^ ' í j & é tenga v a M ~ p a r a —Bien, bien;-siempre es bueno respetar los
mostrarla en público. No ilPípé- secretos de íamilia.
óbrmioos.'i &M Me recomendó despues mucho que procurase
- ¿ B s M ^ ^ M ^ f ^ 0
' ^ i4 u
- " activar la verificación de nuestros proyectos, y
42 a
me despedí muy contení®* ^f^g^xlR»i58SSí?pffiT una reconciliación sólida entre su madre y su
derás, para ir á casa de la Sra, ;Glieyalieí ñ ,que
ign<?r&ba. completamente q u ^ y o ^ ^ ^ ^ a - Sin embargo, la idea .de abandonar á su ma-
bajando en su r e c o n c i l i a c i ó n , ^ ^ g | g dre la hizo derramar algunas lágrimas, que me
ferí apresuré y c á enjugar, diciéndola-que el sacri-
al r e s u l t a d o , ¡ g e / j h ^ l f t j g l r e j ^ f ^ ^ ^ j ^ g g ^ ficid-que iba á hacer, tendría la doble ventaja
de ser m u y agradable á Dios y útil para la sal-
la separación de su hija. Con Vi^, : se,:res ( olyió vación de la Srita. Béchar.
á ella con la esperanza de que s ^ j ^ a ^ e ^ - a b i a ¡Oh! 'sí! e s t o y s e g u r a q u e e s a a m a b l e n i ñ a
de captar fácilmente todas las s i m p a t í ^ d ^ J g h a r á c u a n t o e s t é de s u p a r t e p a r a - h a c e r d e s a p a -
Sra. Béchar X /:y :.^o]n§eg].ñria por fin .hasta que r e c e r todo r e s e n t i m i e n t o del c o r a z o n d e s u t i a
ella misma volviese .á ocupar s a n t i g u o , lugar abuela, porque obrará m á s bien por motivos de
en el afecto de. ^íp^rienta^jppf! ^ i B b ^ j ^ f p d a d q u é fie M r e s l ; : S u m a d r e m e c o n t a b a
servado los mas viras, sentimientos dp.ternur^. semanas la encontró
de respeto y de gratitud. Siempre: dispuesta, á W H lágrimas á los piés de su Grucifijo;
/ q u e preguntándola el motivo de su llanto, la
no hubieran logrado sorprender k religión de i f e s p M i ó Susana: "¡Ah! madre mia, estaba yo
mi tia, no- me hubiera desterrado de su casa: Tugando á Dios por mi tia; porque aunque no la
p££&i por mal entendido, amor á lo bueno; su conozco, estaría inconsolable si supiera algún
corazón es excelente, su juicio es el que ha^R- dia, que habia muerto sin consentir volver á
5&d<teí tséfc kb) | k m m b ^ f ^ Á é r ver á vd. y bendecirnos; acabo de leer la his-
Susana no puso la menor dificultad en pres- toria de Sapricio, que no quiso perdonar á su
tarse á lo que deseábamos: dotada de una ener- amigo San Nieéforo; y la manera con que Dios
gía muy superior; plegarse castigó su endurecimiento, me ha hecho estre-
perfectamente á todos los caprichos de su tia mecer. ¡Ay! e l odió que alimentaba en su co-
abuela, y será el ángel de paz que afirmará razon; le h i z o perder la corona del martirio;
apostató infelizmente, y Nicéforo recibió la pal- -j£q.BÍfoidi99i ,f9|U9ms.iÍ9ini eJBá^}^
ma que parecía pertenecer ya á Sapricio." r
.(,.. ".-oioijq^S.fi f i i909xr9l'i9q
Convendrás que mi Susanita, no discurre tan !(£} QTinoúb 0Sí .&iÍLUi?.u't ira ^nr, smkisvíibü'
mal para sus pocos años. Así que pase Navi- -ÍV¿VÍ Q3£qr 9I|P ii/ji .SQÍlB &OOOq 3XJ8 ¿jfiq liJffi
dad la llevaré á presentar á la Sra. Béchar, y 7 ,Tfíííoo9 ¿ h.-itimwq ¿; 9tGV0lI
espero que prontóáe'vefatf re unidas bajo el te- ¿ U 9 oifid ,oi9q¿n
cho de la tia abuela, la madre y la hija.
Miéntras ,ianto no. ceses.de pedirle á Dios el jO sqiCL £ 9Í'IÍ¿¡9,q' f^m^Hospital de San Luis.
buen éxito de. esta gran empresa, queriéndote
como siempre.
. r ^ m ^ o u ^ ^ i m el
Tu antigua a ? n i g á o m r , í a a ! Estamoj^egi ; plenos dias de carnestolendas,
-i:; " 1 ' - /r.3M#í&i:SfI£II X -tólortó)] Bbáañp querida Cárplina^ y mis enfermos, alhagados
• ¿ osií Íioo con la é i p é f á n l á 'de irse á divertir con el Car-
J J
- ré ® • WM°MFEÍJ RFIÍGA'«ÍJJ5'I;Iͧ'Ñ ITÓÁ-SA JSVÍSU
;,
naval, se han figurado estar casi todos en con-
• ¡ sg 'iíü 'iKffob&sds íobrisí/p'íifiií ^ ^isaeoBStar valescencia, y han querido abandonar mi sala,
•¿ti^&é^Mfrr igflo' ¿íléá 98 wq spup que por ahora se halla casi vacía; así, no te-
• .T-ábo' ¿i'bHo^'íqfi f»i9í)Kd90p orfonm obneic niendo mucho quehacer, aprovecho la ocasion
:
élifí9q9i Y;¡ó§ití!Oí) Mútafcfi aisq para platicar contigo y repetirte el desenlace
i^irífe^M^^-'f^flb'íiQ fihoígirí ^ño-ijpsq iretab de mi pequeña historia Béchar y compañía.
¡
[pií (fí rfr$ bbrsTÍ oh- á&k'áó&i&pl.A:- A los dos días de Navidad, como te lo había
• ijífi bMs&of&obúbnun&jyi yo anunciado, presenté á Susana á su tia abue-
'' f/íj'p ¿éW f9K íff^Torñ.GJÍO ÍIJ?Í'' oboup ímrnp: <JSÍ la, quien quedó tan enamorada de ella, que no
:
VíoB-í;óffi.fe6?é'lifíó9 éÍ0a ; v .'li manp quería dejarla ir, y solo condescendió con la
:fp 9irp 9fc noioibnoo condicion de que volvería muy pronto á que-
!
' ' ' • ,.GÍÍ9" CIO» 9.81J6Í3 darse con ella.
Eso se verificó dos ó tres dias despues, y la jo-
apostató infelizmente, y Nicéforo recibió la pal- -jj5q, BÍfordíp9i % ,f9|U9ms.iÍ9ini -oJBá^}^
ma que parecía pertenecer y a á Sapricio." .(,.. ";o¿orjq,s3.¿ r-x
Convendrás que mi Susanita, no discurre tan !(£} 9TW08Íb0n Minseu.8 im ^NR, SÍ'/IÍ>ÍIS7ÍÍOO'
mal para sus pocos años. Así que pase Navi- -jvM dSsq; 9U,p isA .sorifi .eoopq sus'¿Uq tom
dad la llevaré á presentar á la Sra. Béchar, y 7 ,-ifííiooa .üiS ¿ ¿ . • M k m m .sí Bsh
espero que p r o n i ó W v e M i reunidas bajo el te- 'mió oifid «racjáo
cho de la tia abuela, la madre y la hija.
¡fM^tóiS^&ffi^iF WíJro^.^
Miéntras ¿tanto no ceses.de pedirle á Dios el jO SoiCt £ shíbüq fe¿;Tíospital de San Luis.
buen éxito de. esta gran empresa, queriéndote
como siempre.
. r ^ m ^ o u ^ ^ i m el
Tu antigua a ? n i g á o m r , í a a ! Estamoj^egi ; plenos días de carnestolendas,
-i:; " 1 ' - /r.3M#í&i:SfI£II X -tóloitó)] Bbáeijp querida Carolina^ y mis enfermos, alhagados
• ¿ osií Íioo con la é i p é f á n l á 'de irse á divertir con el Car-
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- ré ® • WM°MFEÍJ RFIÍGA'«ÍJJ5'I;Iͧ'Ñ ITÓÁ-SA J S V Í S U
;,
naval, se han figurado estar casi todos en con-
• ¡ sg 'iíü 'iKffób&sds »brtoúp rrvGrf ^ ^isaeoBStar valescencia, y han querido abandonar mi sala,
•¿ti^&é^Mfrr igfló ¿fléá ¿a wq eup que por ahora se halla casi vacía; así, no te-
• .T-ábo'¿d'bH^ó'íqg f»i9oKd90p oríonm obnoic niendo mucho quehacer, aprovecho la ocasion
:
élifíaqei Y;0§itflOí) Tfióiíjsfq* a i s q para platicar contigo y repetirte el desenlace
^^irífe^M^^-'f^flb'íiQ fihoígirí ^ño-upsq ifu sb de mi pequeña historia Béchar y compañía.
¡
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•"-.tjífjs '¿'?J tiá íé yo anunciado, presenté á Susana á su tia abue-
R É F P ^ É Í W Í Í ^ B ' R O N T . C R I O ÍIJ?Í''oboup n o í n p : ^ í la, quien quedó tan enamorada de ella, que no
:
VíoB^óffi.fe6?élífíó9 éÍ0a ; v ,ii BÍrrJ5|9Í) . « i m p quería dejarla ir, y solo condescendió con la
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!
' • ' • ..GÍfo' CIO» 8B3Sfe darse con ella.
V:. ÓíálWOT!. Eso se verificó dos ó tres días despues, y la jo-
334
. sfiaab vi, ¿xujiii J¿i c»n aira otmwsbwft ob§ido¿
vencita se conduio con tanta destreza, mostro
. J, ,.¿£1X1 ijiojjii ol on oxfp 'no m
tanta deferencia a los menores deseos de la an-
fyoM mjsejjz OD ^ n o a n x i ^ i v o;o£j afi'ijnom
ciana, que a poco tiempo llego a hacerse amar

wSíÉí
W M W M f e « n-
—-¿Creerá vd., hermana, me dijo una vez la
Srita. Béchar, que esta muchachila Susana, apa-
rentando hacer siempre mi volunt^d, r^e j o m e -
te á la suya? El otro día se le puso,en la cabe-
za que habia yo de cantar, y que ella me acom-
pañaría con el piano
—Y cantó vd.? le pregunté.
—Preciso, pues si ella lo quería
, . ,, • .
—¡Ah! señora, la ¿stá vd. consintiendo mu- .......
cxio; si su mama lo supiera....
—Lo aseguro á vd., hermana, añadió Susa-
na, que salió muy bien nuestro dúo. Mi Küéná
amiga (la señorita quiere que así la llamé), tie-
ne todavía muy buena voz, y si se prestara' a
repetir la pieza de- antier, vd. véria que no me
falta t a n t a razón como ella la qüieré hacer creer
ét'wÉffi-fjWff '
Susana habia oído decir muchas veces á su
madre, que su tía había teñido muy bueña voz
y que gustaba de lucirla; así, aunque hacia mu-
cho tiempo qué no cantaba, creyó la joven Con
3 37
mia, si tu madre quiere,, se aeeuna a / j i í ^ g f j s ^ ^ ^ i ^ eá> stí1 sobrina, la que me
k t e veuir a q i ¿ , . 5 ? . r i q r a 9 ¡ s enseñó siempre á r efe'pelaí*1 f-1 M h M r 1 ' á vd. aún
Saltó de gozo Su sana, , y l l e n a r e júbilo se M f ^ é t t ó p t f éónc&mró wm
e c M al cu^lo,:de . s \ i ^ ^ ^ I a m a n ^ g j j - ^ l i L y a s^éüsaifefi?ÍP.fi[ap ¿eres
sabia yo, que era vd. pero no me 9
§ÍFKp?7. .<2. estrechándola

cilmente en volver á v e ^ j ^ ^ J ^ l ) ¿¡oj, zándola cá# / ffidMiát : Méht , é; v á g r é ^ ó 9 t e j un


—Pues qué ¿la c o n o z c q j ^ A ^ ^ f g l ^ i i ó la
Sritá. Béehar. ^ofííóoneo oid¿íí oí ém qué te habré conocido?
—;0h! exclamó Susana, sin contestar.á la •£Í ¿H^deSfifétíéiSido acaso su t'émüra
pr^gujita, permí$§gg&;|íg$L fyp|yjer v^^srrbrazos sofó'pbr-sáber'^ie le pertenezco por lazos tóda-
y muy pronto la traeré á los vuestros; á cual ^^á^páSbs?01 « ^omi sí oinoiq virm y
más nos empeñaremos, sJ&jjfgW.en el cuida-
madre, tu ma-
dado y cariño de vd.; y vd . dre fc X 9b omiso x obrJ
Ella dudó; y no se arriesgaba á acabar de
ffa,°fiircmáídre no ten-
decir lo que pensaba, pero adivinándolo yo, la
m m 0 de vd., ya
hice seña de que siguiese. Entonces ella, ca-
yendo de rodillas ante su tia y cubriéndole las ^ a W W . ^ & i t ó na
B ^ f m ob obno •
manos de besos, la dijo:
—La veré, Susana, la h a b l a ^ . ( í p é o 8 & k
—¡Oh! prométame vd. que le devuelve á mi
t e f e ^mñsÍ! É S t e ^
buena mamá todo el antiguo afecto de su cora-
zon; querida tia mia, prométamelo vd.; no po- ' p t o oMlatá^Wáiido-
dré yo ser dichosa sino á ese precio.
Susana cotf éi!^
' —¿Qué es lo que dices, Susana? preguntó la
Srita. Béehar, cuyo rostro se puso pálido como
la muerte; ¿será acaso tu madre?.;....
cida; no, Susáé^H® Háá^eltfcf^bófíé'-'plbr tu
43
isamá....... Pero, añadió luego,fes¡p£eeis&&nte Miéntras que mis tres amigas, en medio t e
todo que t ú y Sor Teresa me ha su dicha); ¡se 'prodigaban mútuamente mil cari-
abjurado la fé católica. . tea em ov; t8¿3io cias, yo me escabullí sin ruido y tomé pedes-
-íEofr¿No la he dicho ya á vchgi fífisefta^querfisa tremente elcamino del hospital de S. Luis, don-
pérfida acusaciónj^ga ^plor.Uftá/infame ncalum- de dió mucha alegría la noticia que les llevé.
nia,? la respondí yo con prontitud; y ¡ ¡por otra Mis hermanas m e felicitaron por el buen éxito
parte, ¿puede vd. abrigar ,todavía algún :géne- de ese asunto, y llevaron su entusiasmo hasta el
ro de duda sobre eso, cuando se puedeconvenr grado de declarar que merecía yo ser victorea-
cer por sí misma con una prueba sin réplica? da, lo; que por decontado, rehusé por modestia.
—¿Cuál prueba, Sor Teresa? gíe s i b 1A • Al dia siguiente de tan feliz suceso, hizo de-
—La educación piadosa que ha recibido esta cir la ; Srita. Béchar una misa de acción de gra-
niña, y que la debe toda á su.mamá.. • . cias; y apoyada en el brazo de la amable Susa-
—Bien dicho, es verdad, «i .fi3oSí&b¡p4®3£>que- na, se arrodilló' éñ la Sagrada Mesa, entre d í a
rida Susana, corre á ver á t u mamá, dila que y la Srá. Chevalier; á quien tanta dicha la de-
está olvidado ¡todo lo . anterior,. ' q u e d a devuelvo volvió l a s fuerzas: hóy participa con su hija
todo mi cariño, y que venga para felicitarla'y del afecto de su tia; quien dice que me debe á
darla las gracias por haberme dado u n a sobrin mí el ser ahora tan dichosa. Adiós, querida
na nieta t a n buena como tú. Carolina, ya nos llaman para hacer la lectura
Ya puedes figurarte lo demás, Carolina; la espiritual, te dejo por cumplir con un deb'er,
entrevista entre la tia y la sobrina fué de las creo que no te has de enojar por eso, y espero
más patéticas; nada faltó en ella; ni lloros, ni que cuando le escribas á t u p r i m a la Sra. de
sollozos, ni abrazos, ni muestras de ternura y Marval no dejarás de poner algunas líneas para
pesar por lo pasado, ni etc., etc. t u amiga -oto ¿MG .ófe?£q o! : iog xegsq
E n fin, espero que la reconciliación es since- - 9 M I I S 8 8 ÁGÍ'OSllEHIOOa? G 0 ¿ TERESA.

ra, y que la p.az será duradera, porque Susana


sabrá conservarla.
•ÍI.GJJO «eoJjil^yni aoi.» £ £Íií>Y9Íl &b .bv aoo ogíi.v tengo con v d . de llevarla á «los Inválidos» cuan-
.oqmoii Bieívuj oí do tuviera tiempo.
,BIOÍÍÍJ aomm ¡emsíozo .obofo mrga'm oG— —De ningún modo, exclamé; iremos ahora,.
¿usioup 88 X .oibínr miséis a sionéoií s b em i si me da licencia nuestra madre, y se quedará
para m a ñ a n a la correspondencia.»
-Bilí „ s í t s a i r n a o J i r n i r r í c o a i o a ó í ¿ :6if>90iip i s A Así sucedió: á los cinco minutos nuestra m a -
Món'M SIRROT o r r p .ÍIOYOÍ,
• -IRÓ s M í oh dre, u n a .hermana joven, que tenia mucha cu-
-al @b lefrfiuD l e ^ m f M m m ^ ^ ^ m b n : riosidad de : v é í % famósá olla del cuartel de In-
-i'ICT I f í a o o 9IÍ00Ó Í 9 119 3 0 m i c í l f 3 .OY Y .ñobür válidos, y yo, subimos en el coche con t u pri-
ma, dejando por cortesía al Sr. de Marval q u e
.Ayer, querida Carolina, m e iba yo á poner á
se fuera en el pescante con el cochero.
escribirte, cuando el Sr. y la Sra. de Marval ttsM " " — ~ '" ~ " '•"
fueron cayendo como u n a bomba á la hora de la
i-ecreacion de después dp'ía"'¿Omida. No pu- uiuyu ^»u»vxcvfL^LUçu ty> .^..uç.ajjïjiioo. oc yujsuc v.ci
liendo ménos.que manifestarles algo mi disgus- de. un^modo m u y . ^ ^ r ñ c i a l en la primera vi-
to,, les pregunté lo que deseaban, diciéndoles
que siempre escogían mal la hora en que me
venían á ver; en una p a l a b r a , les declaré lla- UlU^O. tlVWl Cllil 1/UC4UU ÍÍIÍL JU Y ailUUO CJ-LUO VJ J.J.
namente lo que contrariaban mi plan, con su cíales y soldados, y se dice que podrían habi-
llegada, suplicándoles j u z g a s e n ellos mismos si tar en él h a s t a siete mil; a g r e g a á ese niímero
era justo que te dejase á tí por ellos. el de los empleados, que es m u y considerable,
Por única respuesta, Aurelia se rió de buena y tendrás una idea exacta de esa poblacion.,,
w u a 9D Gil .93 :&Bfl7BJ6 :í^uiUliífí SOIUO "ICl
gana, y su caro esposo m e dijo con la mayor El Sr. de Marval nos enseñó todo: la capilla
S B f c g t e í ^ - g ^ i l B g á d l a f l J J t 1,692 l a b M g i l 2 9 8XJj.
que es digna del real fundador del Hotel de In-
—«Ya que es así, estimada h e r m a n a , tendrá válidos;, la. biblioteca; la cocina, en que admi-
vd.. la bondad de librarme del compromiso que ramos, no una, sino dos ollás; • que cada una
342 343

puede contener más do mil y trescientas li- ha eLtítulode monge lego que se había dado el
bras (*) de carne: ¿qué te parece SUÜ capacidad? inválido, .orador, y me respondieron que pro ve-
En fin, despues de haber .recorrido todo aque- nia de que antiguamente se llamaban así á los
llo en medio de esos héroes mutilados,, que in- soldados, mutilados ó, enfermos que el rey colo-
clinaban con modestia susi laureles ante.'los ua- caba en las abadías;¡para que acabaran allí su
nelones de las charreteras del Sr. de Marval, vidaíüM eb .18 lab 3£i&lai/rfi.tí'0 .eb^oiíoieñ
nos dirijimos al departamento de nuestras her- Mientras tanto no me cansaba de admirar-la
manas que nos hicieron visitar la enfermería y extrema limpieza que reina en la sala de la Vic-
la sala de la Victoria; la hermana que está allí toria, >y.con. razón, lo .hacia yo pues casi todos
de Superiora nos recibió con mucha bondad y los viejos^ inválidos que hay allí son por sí de-
nos presentó á varios ancianos casi centena- masiado. sucios, y tan impertinentes comorsi
oiga ÍIOD .fiionfiini J3Í I oJlsirv rifi'iaidji hubieran vuelto á la infancia. Con esto esa sa-
Tu primo les dirigió :algunas palabras de es- la :e3.-la-predilecta del capellan -y de nuestras
timación, y uno da ellos le dijo: «Mi general, hermanas, porque.en elláirecojen mas consue-
los pobres monges legos agradecen mucho el los que en ninguna otray.ysolodes entristece no
interés que vd. les manifiesta, y cuando hayan poder, iéjercer su zelo y su ministerio de paz y
alzado el campo y rendido esta última jornada, caridad, sino con seres que no tienen mas que
se acordarán de rogar al Dios de los ejércitos,
un soplo de vida. Para mí, seria muy duro el
que se le recompense.»
estar dedicada únicamente á cuidar y asistir
cíTu, primo le apretó la mano, y si aquel va-
puros viejos de gorra de cuartel. Pero no se lo
liente no estuviera tullido creo que se hubiera
vayas á decir al Sr. de Marval, que no me lo
puesto de rodillas para agradecerle tan insigne
podría perdonar, pues lleva su entusiasmo has-
ta el exceso al respetar esos gloriosos restos
Les pregunté á mis hermanos qué significa- humanos; éup e^&mjaíí aun ¿ eJift^geiq- ae LL.
mtersB$I EOMÍAIO «8©Í»UTÍII^¿ SOJ ab fjh*¡&. h Al salir de los «Inválidos» creímos que Au-
A a¿voM i> ssáí ^m fii relia nos iba á llevar á nuestra 1 easa; pero nada
Al hacemos recorrerían bello establecimien-
to, nuestra amable compañera respondía á cuan-
tas preguntas hacíamos, lo que me permitirá
enviarte, cuando tenga tiempo, un informe
abreviado, pero exacto, de los usos, costum-
dfiM; Niños-
Expósitos.
Despues de haber visitado la lencería, en que
están puestos con un orden admirable y arre-
glados con mucho gusto millares de pañales y
toda clase de piezas de ropa, recorrimos las sa-
las de los enfermitos, cuya mayor parte se da
prisa en tomar el camino del cielo, á pesar del
esmerado cuidado de nuestras hermanas; por lo
demás, creo no h a y por qué compadecerlos.
También entramos al departamento de las no-
drizas, que parecieron no gustar gran cosa de
nuestra visita, según el modo con que nos re-
cibieron. ..... jhv, i ^ f f r f a r f ¿f f .eooifi^olj'
Por último, nos dirigimos á la sala d e l Santo
Pesebre, que es una galería muy extensa, lla-
mada así para poner de u n modo más especial
bajo la protección del Santo Niño, tan amante
de la inocencia, á los pequeños niños tan des-
graciados, que se hallan bajo su custodia.
Hay allí cosa de doscientas ó trescientas Cu-
,3.46
ñas muy limpias y con sus p a b e l l o p s blaiicos. la sala, seguía cargando á dos de ellos-'éñ sus
Luego, brazos, á quiénes arrullaba con dulzura; la pre-
en el torno., ó que es llevado d e . c u ^ e y r t r o gunté por qué 110 los acostaba ; como á los de-
modo á la casa, se le inscribe con. Q u i j e r o de más, y me dijo sonriendo:
orden q,ue le corresponde, despues se le conduce
—Porque es imposible someterlos al orden
a la sala del Santo Pesebre,íaóncre lás'criadas
establecido, nunca se quieren dormir si no es
jo l a v a n ^ e ^ 0 ^ ^ antes
en nuestros brazos; si por desgracia los pusiera
de ser entregado á nuestras íiermanas y reves-
yo despiertos en sus camitas, armarían tal bo-
tido del blanco ropaje de los niños de la cuna.
ruca que inquietarían á todos los otros y gozaría
Nada es tan bello ni tan tierno como el as-
vd. de nuevo del concierto de que disfrutó á su
pecto de esa doble fila de cunitas én/qtie des-
cansan tantos ángeles, que sus madres han re-
—¿Por qué, hermana, le preguntó entonces
chazado de su seno, y que la religión recoje,
Aurelia, por qué uno tiene en su falla una cin-
adopta, calienta con amor sobre su pecho, y les
ta azul v el otro una color de rosa?
dá tantas madres cuantas hijas de San Vicente
de Paul hay sóbrela tierra. ^ ^ —Señora, para distinguir los hombres de: las
E n cuanto entramos, mil gritos lastimeros mujeres.
hirieron nuestros oidos, y para hacerlos cesar —¡Muy bien! así este caballero no vale más
se les distribuyó á esas infelices, criaturas una qué su compañera.
agua de azúcar que s $ p r £ $ ^ _ c o n —Canta más recio que ella; pero le confieso
marcado gusto. Después, de algunos minutos á v d . , que ella es más pimroncita; veála vd.
se restableció la calma, fueron vueltos á colo- qué. parece dormida; pues bien, si me fiara de
car los niños en sus cunas y pudimos verlos á esas apariencias y la pusiera en la cuna, se
toda nuestra satisfacción: te aseguro que hay enojaría tanto, que pasaría lo menos una hora
ajgu¿$s. bellísimos. Mientras tanto, una de ántes de qué consiguiera yo calmarla; en ve
nuestras hermanas, encargadas del cuidado de de que mi pobre muchacho va á consentir ir -
pronto, §in, gran dificultad en. - ^ ^ d e á p i ' e n - To^esto^conmovió áJAüi?eKa, tftié ex'clanio al
d a de:ÉL.,:I¡1: T):-¡; ; ^MEIM d ia !IIO¡ :IÍÍBS salir: ¡Oh! si la miseria es la que o b l i g a d las
Ep.^fectpy lo, pn§o e n . l a # i n a j k movíó/lige? m & k m M tódó&" ¡éStós- ñiños ¡ á abandonarlos,
ramente, yo le corrí las w v t m m . f quedó son m u y á}gnasilafe'>cÓírípágiróñ!,'pei1(i si'ntì'^Slà
dormido: despues intenté fi80^ ob'umoh
ve^es hacer lo mismo con l a m ^ ü f c i t a peroda-
/de>M«rval depositó una r i d ^ t e s n a
ha l . u ^ Q , a g u d o s chillidos, quo más ique de
en el'pepo de&6inado'áese-objetó, diòTas gracias
prisa, por el interés general, la volvía k tomar
á nuestra amable « w e ^ i ^ g M i f e o ^ á i -¿oche
en su^ brazos.. > b ;., 0 f [ , a i , 0 b 0 L Í : m i fe¿m ;aobo)
todos, más ó ménos conmovidos pórntièstrà vi-
Cada dos ó tres dias llegan de los departa-
sita. Gomo podíamos disponer todavía -de una
mentos diversas nodrizas que se llevan á losad-
nos á criarlos en sqs^fjsgts^Qn lo que queda hora, nos decidimos] á- completar el dia yendo
lugar desocupado para recibir á otros. No se de una vez a visitar el hospicio de María Teresa,
conservan en el establecimiento mas queilós fundado p O t ì Ì a ^ t ó S ^ e i ^ à u b r i a n d para sacer-
que parecen enfermos, débiles ó demasiado de- dotes pobres y: enfermos, y para señoras nobles
licados para soportar un viaje largo, las que en la miseria: mediante una retribución suma-
son confiados a las nodrizas que viven en la mente módica, unos y otras son recibidos allí
y cuidados con más esmero, bajo todos aspec-
• P f ^ J J G ' ' : " ' & R G ¿ O -'UP RR^ N P ' ^ G A ' A N P oí óí/P EOT
tos, que lo que estarían en sus casas, aunque
Todos los niños expuestos, sin llevar aviso de tuvieran comodidad.
haber recibido el bautismo^ son inmediatamen- Rodeados: de consideraciones y de respetos
te regenerados con el agua santa por el cape-
por parte de nuestras hermanas, se hallan alo-
llán del establecimiento, y cuando entramos á
.jados en cuartos amueblados con cierto lujo.
la-capilla vimos á una hermana,que amadrina-
Los que pueden'hacerlo, comen reunidos, y se
naba á. uno en la fuente bautismal: era una ni-
les sirve la comida en buena:vajilla. Gomo su
ña que exhaló su último aliento, al fin de la ce-
habitación, separáda de da de nuestras herma-
remonia. ¡Dichosa de ella!.....
nas por una callecita de césped con su cerca de

*
rido, y una lágrima de gozo brilló entre sus
rosales, es ya insuficiente para el número
c C L* JJ JJde
vj
enfermos que se presentan, desea construir otra Ha quedado ella tan contenta do este dia, que
la piadosa fundadora, en que lo útil se reúna á í j u f e que se repita otra ocasion, y nos ha he-
lo agradable. g x l ^ p C ^ f J f cho prometer llevarla alguna¡vez á que visite
La capilla que pertenece al departamento de el Hospital ^ r o r i n c u r a b l e s , el Hospicio de
las señoras y de nuestras hermanas, es peque- M r f a n o s y otras casas de beneficencia. Este
ña, pero muy bella: tiene una tribuna bastante hospicio dicen que se trata de reunirlo á la Ca-
grande que tiene entrada por la sala de las se- sa de% m n u f a a ® Q §e v e r i ® :á®comp|v
ñoras: esa sala está dividida por en medio con dezco á la Superiora de los «Niños Expósitos,»
un largo pasadizo, y por tantos tabiques, hasta pues'necesitará mucha energía para no sucum-
la mitad de la altura de la pieza, como camas bir con semejante peso.
hay: cada señora queda así enteramente inde- No olvidaremos, por supuesto, también á
pendiente en su alcoba, y vive como quiere, la «Casa de huérfanas de la Providencia» que
como hermitaña ó en sociedad. es un modelo, eü^su género, se educan en ella
Hay allí muchas grandezas decaídas, muchos m¿s de doscientas muchachas, en los principios
nobles y conmovedores infortunios, y h a sido de Una piedad verdadera y sólida, que no pier-
una idea muy digna del alma tan cristiana m den cuando sal'en de tan bendito asilo. Es cierto '
la Sra. de Chateaubriand, el haberles abierto que lá educación que reciben es la más á propó-
este honroso y pacífico asilo. sito para librarlas de los lazos que se les tienden
—¡Ay! exclamó el Sr. de Marval al despedir- en el mundo: se les enseña á amar á Dios, sobre
se de nuestras hermanas, ¡ay! no comprendo tddks las cosas, á practicarla virtud y dedicar-
ahora cómo puede haber hombres que rehusen ; se al trabajo, el más seguro custodio de aquella.
su amor y su admiración á una religión tan pró- Se les inspira una humildad profunda, que les ha-
diga de beneficios! ce hallar gusto en la sencillez, y en la oscuridad
Aurelia, al oirlo, complaciéndose en su fe- a ' 1107 rrA
de.su condicion, impidiendo que se entreguen
licidad, apretó con emocioiv la ihano dé s u ma-
w.
del tocador
á y d o los
adornos que pierde á tantas jóvenes. BoMSto*
con j f e f r t excepciones, llegan á sejh©?Tcét
m w esposas y p u o s a s madres de familia. se esgoqae s e t a
¡Honor á sus 'maestras! pprque su tarea es 89 m m i g ™ ¿
de las más diíicilgá'ife'las.que se nos han im- -mi am aon os oup ar-láb SaJiorUb asm ¿él o
SOR TÉRESA.
puesto á nosotras, y se necesita tanto vigor co- -oo io§iv oíñfií síiaooon sa y «assíoaofl i olaen
mo prudencia para cumplir pon ella á mayor loy^m á &ÍIs noo liíqmjjo s i s q fiionobinq oí
gloria de Dios. • ¡ . .aoiCI ab srioí
Cuento también con hacer una corta expedi- -ib9qx9 siioo finir toojsií noo nOidíiíü otoeifó
ción hasta Oon/lans del Arzobispo, para visitar usJieiv JKüsq feSj a w a ^ o O £t¿üá tío i
á los huérfanos del cólera; tengo entre ellos va- aoíls 9TÍÜ9 o§n9í ;fii9Íóo íob aóash'éifrí aoí
rios conocidos, que me alegraré tanto más de eb eém otos! éusí§9lé ein 9xrp ,aobioo.cioo sq'í
ver, cuanto mejores son los informes que ten- -aoi onp asnrroliH aoí nos asrójiMn OJIJÜHJo yr¿
go recibidos de su comportamiento. .oínéxiEBriüqníi 'O né ob a • i b e i i
No por esto, querida Carolina, vayas á es- -39 ¿ 2FIY£7 ^ H Í Í O X B D fibhejrp t olae íóq o'A
candalizarte creyendo que se ha apoderado de éb ohsioboqs sií 9a sup d k t ó ^ n b Qftssrtebflii
' mí el espíritu de disipación y que ya ño pien- -noiq on 9UP •J 'noiósqfaib sb xfjMqao ÍQ H
so más que en recorrer el mundo. ¡Oh! no! loa W ¡ .obnumh m i s t é ¿o oí/p 8 ¿üi
jamás haré cosa sin licencia de mis superioras, Kz&iohéqne aire é b jsíS'íwoíÍ f u e ájsttS é í » á aém¿
que sabrán muy bien hasta dónde me la deben nedob ¿I om obñob «Jajsií nsrd fiiaiamdñs é a
V M

dar; así estaré segura de no faltar en nada á h sb&a U9 a s í M on éí> a s i ó l a eisíao ISJS ^
mi deber; además, nunca estoy más contenta BífioJiroo a¿m ^otáo ¿üúsfsi ^asmábfi ;i9d9b i?
que cuando me quedo con mis queridos heri- -hod aobnenp aún noo obsnp- ecn óbiÉt&ó en
dos. No sé si te he contado y a que así qué 9up Ic£ 9X/p o b s t o » 9/1 9Í í¿ b'c oVí >
pasó el cólera, nuestra Madre tuvo á b i e n c a m - - m s o n e i d i ovni aib/sM mP,eü£í .¿-Téf&o h
oso è buooqao vuni oboiii n u ob o'ioq .0701111 nuevo, pero de un modo m u y especial á ese
toq oloÒ io OJTOÌD/3 £ Í Í 8 0 Í I OJSSP 1 0 Í ) 3 V I B 3 aoifcl Dios Salvador que nos ha abierto el cielo por
ìm ík> ;8liiaraxjB oup oiobìq íoIioíjíii na db oibom medio de su muerte; pídele que aumente en mí
nJmqao xixr ^baonbo òm 9r;p v /romr» oJitea ua su santo amor, y que me conceda u n espíritu
£ia£il -oboi óídiaoq £g£if arri Qup oioñhofi?. ob de sacrificio que me haga posible todo; hasta
CAUTA XXXIII. '.ohilmm i i el martirio!
-oi9ffl £T£q OÌIOOII ari Supx oioq !im 'ob ¡ ¡Ay de mi! pero ¿qué he hecho para mere-
-ni aonòni o^ JGIOJJÌ s u p oaiosiq £ideg ....?oI'i9'> cerlo?.... sebia preciso que fuera yo ménos in-
93 OUp 10Y£Ì dignado lo que soy, del singular favor que se
leJameiq 9m me premcte!

Corre á tu oratorio, querida Carolina, y "állí ¡ l 9 f t o á o > 1 u i c r o desterrar de mí todo temor


jostrada ante nuestro Senòr^ y J a ¿mgen Sé sii pues, sí Dios es un juez severo, también es el
mc r
Santísima Madre ríndele ?6rv0rosás accibn'é^ de Í° > los padres, y si
£IR!ì£.9lTo8£71oTq(nis rm £J3£fl slnèxrQ ívj M Ü I ¡ » I vaso de agua
gracias, por r a n c h a ^que m e ^ e ^ e r a : àróttttj} 0
nuestra Madre me dice que no M Ú Pfc ,Pf P^° ¡
e
F„ nombre, ¿como ha de
apenas puedo persuadirme que sea uh á réaliclad fefefjMW, sacrificio de tu pobre ami-
y mi pobre corazón 110 cabe en sí cle'gozor. ga, haciéndolo con tan buena voluntad díe! ser-
" Il !8è nqy en ocho di<¿s, ' sí,xíe ío. q M virlo con amor y fidelidad? Siendo esto así ¿por-
entrare á ejercicios, y al fin de qué hé de temblar al acordarme de sus terribles
ré los sagrados votos; seré, por fin, Hermana juipios?.....
de la Caridad; nuestro bienaventurado padre Quien sabe si me engaño, pero me parece
•se véra obligado á reconocerme por sn bija, y f S 0 ^ o n f i a n z a en S. M. es mucho más fuerte
que el temor, y . e s t e es el motivo por que se
a este título, me protei era contra los enemigos
9jJl)'£2oioiil9D.n£J £ n p 9 l £ £ÍIIJ oí) fimlfi ì m /moli llena mi alma de una alegría tan deliciosa'que
donni salvación. ^
me h a c e r n d u l c ^ ; ^ i w ¡ fácil el servicio de tan
Querida Carolina, raiga i^úc^o 'por °níi W
buen Señor.
ese dia bendito, en que me lié de
Mi amada madre Sor Victoria desea festejar íjíLOJgol J3939b fii'ioJoiV 700 ó í b s í n jsbfimg iM
el dia de mi boda espiritual, convidando á co- -oo J; obrmbivnoo <bujJhiqs'v- jsíiod im ob jsib lo
mer conmigo á todas las Ilernanas que conoz- -xonoq 9«p a/j/mrnoll .gBÍ-aeboJ m ommnoD V?
'ibra
co y se hallan actualmente en París, b i e n e s -onoid .si'íü'l no otrionjísujoj;_ mill/nleg
verdad que se' r e á f c & ; áWc ; ch en primer lu- ¡fí'iomiTq no iMím"
gar, por supuesto, á Sor Sofía, en cuya casa í8j30 í;vjjo n o t J5ílo§ A i .-o)ft0ij(]ua i o q
hize m h í > P ^ a ^ O f c ^ t o j j i í ^ r 1 1 6 s e S u i d o s i e n _ fr|Í8 of.ioj-oa ¿ i I ^ i ^ M ^ t e q ü u i S P oxhí
pre la niña consentida. ' -^Y^Sv'VMCO^ SWW J5Í O'fq
La reunión será espléndida y tu presencia i.rouoaoiq IIJ x Jibibíiolija-.i jhoa «oííwot Gil
querida Carolina, aumentaría la d(c||a tu ' lió sabido por A u r e l i a , pobre Carolina, • la
" Í L ' S ^ á ^ F ^ ^ Í Z ^Í/fl/3 OÍ OH]¡ rd3í"V¿r¿Qh ift&g 2¡ran desgracia que te aflije, y participo dema-
'iQíjolao') 'i/?li !"J/['í .r.lfj}([ 'loíob ^ f t f B f S f t ' ó b / i i c i siado-de M j usté dolor para intentar contener
•isíosom • b f s í n p o'rtjsitóoó' f é ' r ó q j g c m h g M s u t tus lágrimas; por el contrario quiero mezclar
-úv ¡si-si 8Bh\.í[ ' M o l í r
?¿ííif 8£Í ajjljpri s s l n o o con las tuyas las mias y llorar juntas á tu vir-
.áíbs'q otnóloxo x oaouJ tuoso y exelente padre.
aooov o/jpToq . t e ó i f ^ n r í o i i ó Ja !0¡ ¡O! si, Carolina, llóralo, porque raras veces
onp .8fihi\Qlé asm-bs 'éí¡ao M'iérií sí no nooo'ifi.qj: aparecen en la tierra esas almas elejidas, que
ob Oldjtfü lo <(08 .Q'-'fA x 9'íbiiq' lli' bítíób como tu padre y el mió, son el objeto de las
0(r 80Í o b oíoboni io v; l o b 3r.iónóó!fiiqrnoo complacencias del Señor y el modelo de los je-
.ínlimxil olí ao'l fes de familia.
- 0 0 « b i M 6 q M í i dbfifolRBlí í i í p ' f b q o W t o Í J Llóralo porqu) has tenido una pérdida irre-
ob o í o n o ^ íiirgniíi .r/tioi-í di rió: -(M tía . ó l d s ' i é q parable, 110 h a y en la tierra ningún género de
onp e r i IBOOB-IOOJUÍ iííioijq ó'up b f o a S • afecto que pueda hacer secar las lágrimas que
-89JJIÍ o b ^ é f e í i r ^ aol o b p i o l u q o g ' lo oicloa hejitó caen sobre el sepulcro de los autores de nues-
.SGlh 8011 tros dias.
-lo oíi o n o u i o) o'ioq : í ú m i n n m / ; f goirq m o k l Llora pues, amiga mia; pero te ruego no ol-
;Ko nos dice acaso la iglesia que «son biena-
vides que eres cristiana, y que la le nos probi- S S W B l ^ f e

w M s w m m k m m ' ^ m M m m

Wptivos p o d e r t > s o ; s ¡ ^ Q , , i T ^ F ^ & ^ ^ A T ^ M ? 1


m .

cha la voz' sublime de la religión qué n o s c n s j ñ a


que la muerte es el fin de nuestros tr^.a^os, ' SatóliñÉÍ ffi/'l»
el término de nuestra peregrinación; la toma ves tu allíxiou, y no sientas tanto que tu pia-
de posesion de un rcyno eterno; el principio de doso padre haya alcaxado |T descanso, la dicha
una felicidad cuya duración y grandeza no pue- • -ase m w ^ m M ^ m ^
de medir la inteligencia humaba.; | ( | ÍJuc oslas
cosideraciones y el pensamiento d;c las maniiì-
J
S&B WM yectosVy á j ^ c P ^ W ^ B J í W W f e en
el alma fiel, reanimen t u a ^ a t i à ^ y a l o r / £ p o c o ^ 'tu ecfaá f^ ¿ í r c ú f e M c i ^ té
poco irá renaciendo la calma en ese corazon que®? comprende
destrozado por el dolor. así, tanto como j o , y si1 no liubiera sabido'rjtie
Pemíteme también que te diga, querida Ca- mis padres te están acompañando habría par-
rolina, en esos primeros instantes que siguen tido inmediatamente de aqui, para arrancarte
d e ^ p j u ^ f j ^ P ^ é l desesperación se llorando do esos lugares que te recuerdan tan vivamen-
á sí mismo tanto como á la persona p e r d % . •f&Tu aüirieiítán tu dolor. Acopla,
La naturaleza tiene derechos que no pueden
T e t o 'suplico %uCho ?! ácépta; él bfi-éciffiréiffó | j « e
„ q ^ ^ e l ^ ^ j ^ b i e n ; pero si nuestra fé fueija
^ í a i i ® 9 ® iMe'télp c ^ ^ ^ W t ó s
más perfecta, estañamos más .prontos á ofrecer
que se areglan tus negocios. Eso loproporcio-
al Señor el sacrificio que exige de nuestro amor.
36Í' ; '
liará el liempo suficiente para meditar el par- Jo icJibom r.isq oJnobilna oqmoiJ lo j&bí
tido que te conviene tomar; y yo estaré m á s 8¿fíl Ó'IfiJaO OYm X Oüoivnoo OJ OiJp obiJ
tranquila sabiendo que Elisa y Alina que te oí onp JSfiííA \ fi&ila onp obítoid£8 r.íinpafi'ij
quieren bien, liarán perfectamente mis veces,
;AOO97 aira olnomfiioóhoq UJVIÍUI f iioid no.'I9ÍJJ] >
haciendo cuanto puedan por calmar tu dolor y
X ioíob IJI i£ralf,o Toq íifib9nq ojusno obnoiofifi
suavizar tu amargura. Despues creo que no
oii oirf) OOTO 80nqaoQ .xnng'LGmí; xrt 'i£siv£j;8
te resistirás á venir á £ a s a f imástlias con Au-
- J J A ÍTOO - . I ¿ . 8 ¿ I I Í 8 I 8 Ü I OÍ
relia, que sentiría mucho que le negaras esa
figo 8/nr.gon oí onp oilonm shiínoa oup ,üiió'i
prueba de cariño.
n i- > , r, .LOGO oí.) Jldoni'
10 dejo, pero es para ir á rogar á Dios por Carolina de Ealty á Sor Teresa. ,
TOq goKI S- '!üBO-1 R II 17J; ¡ 80 u'ioq <0|;.>b 01
tu padre: espero sin embargo que su alma, pu- . -uq .íirrdxi na onp ogifidmo nía oioqao :o;ibx;q u ¡
rificada y a de las manchas que tuviera, 110.•ha-i'
Tu carta me h a hecho nucho bien querida
brá ^ e c ^ o más éá m*nn
amiga, lia calmadó ! la violencia de mi dolor y
gracias á t u s consejos, m e he acordado de que
no; pero no importa, yo rogaré siempre, y co-
soy-Cristiana, y qué no podía-sin crimen que-
mo nunca son perdidas n u e s t r a s o r a c i o n e s si i
jarme de los decretos de la Providencia. ¡Áy
no aprovechan á las personas por quienes l m
de mí! mi pobre corazon sangra todavía dema-
hacemos, serán de granutilidad para otras mu-
siado; la naturaléza se rebela y grita pór l a
chísimas almas que están todavía privadas de
cruel pérdida que hé tenido, pero no tengas
la vista y posesion de Dios, cuyas esposas han
cuidado, Sor Teresa, no murmuro de Dios, so-
do ser eternamente. No m e olvidaré.tampoco;
lo lloro, y me resigno á su voluntad santísima.
de rogar por tí, pobre a m i g a m j a , que necesi-: .
Conozco ahora qué hé sido m u y culpable,
t a , tanto de p e el Señor derrame un p o c o t e , - '
cuando viendo á mi padre que entre mis brazos
balsamo sobre l a s : h e f % s ^ M m m ^ i P . ó k ñ v
exhaló su último aliento me falto poco para en-
Adiós, t'Uunigaque t e q u i e r e m á ^ ^ e n u n c í u .
tregarme á i a desesperación, y á él sin duda
Sor T'eííf.sí\.> le debo 110 haber sucumbido por completo á
46 '
362
tan horrible tentación. Aunque su salud era Clróso, y'sih embargo, no puedo contener mis
tan : delicada, esperaba yo conservarlo todavía iá^m'as 1 ,' f '1 ¿óñozcó que lo lloraré .por inuchó
algún tiempo, y fui privada de él en mcnos.de tíéM,j)!ó^!p6'r'qüé hácia yo • consistir toda mi-di-
veinticuatro horas, en los momentos casi, en chaun'la 'tiéría, en no vivir sino para él. Lo
que formábamos juntos el proyecto de,ir á sor- s'ábiá' Bícií y ' á veces me reprendía por la exal-
prenderte y darte un abrazo en el próximo .es- tíícídíí^é mi amor filial: temía quizá á qué ñó
tío. ¡Ay! Sor Teresa, ¡que . días tan crueles amáta yb bastante cV Dids, y quien sabe si tc-
he pasado! y no estabas conmigo para acom- .'S*.'." 1 '"™ ([íii * J > 9aX !obr;gr.q o.ií
pañarme, auxiliarme, á soportar mi desgracia,
M'Seftór h a querido sin duda castigarme por
sostener mi valor, y darme los consuelos de la
ésa fálía; espero de ,\su bondad el perdón
religión y de la amistad!
En adelante ¡si! todos'inis pensamientos, todos
¡:Ay! ese misma dia en que tu pronunciabas
S'i 'M. así se lo pro-
tus sagrados votos, y te hallabas tan dichosa
metí á mi rhóíibuhdó jiadre, y lié de ser fiel á
con tan santo compromiso, mientras que Uí
tan' sagrada obligación.
te alegrabas, yo lloraba, y cerraba los ojps de
¡Ay! Sor TéreSa, siento hoy un irresistible
mi padre, de mi excelente padre, que no vol-
impulso para franquearte mi corazon, para
veré á ver sino en el cielo!... En ese dia, Te-
cénfiaíte un secreto que te he ocultado * hace
resa, se colmaban todos los déseos de tu cora-
mucho tiempo por miedo de que me acusases
zon, y yo quedaba huérfana!.
de cobardía, y me reprochases que resistía á
Tienes razón, amiga mia, no puedo hallar
rñi vocacion. ¡Cuantos meses hace que la «gra-
verdaderos motivos de consuelo en una pérdida
cia me instaba á que siguiera tu ejemplo, y yo,
tan dolorosa, sino en una fé viva, y en el re-
no me encontraba con fuerzas para abandonar
cuerdo de las virtudes de mi padre que ha
á mi padre, qué no tenia otro apoyo que el mío!
muerto como un santo: así, tengo la dulce con-
¿Lo podia hacer? lo debía? Creo que no: Dios
fianza de que se h a y a feliz, y de que vela so-
no exije dé nosotros sacrificios contrarios á los
bre mí desde lo alto del ciclo: si, yo lo creo di-
deberes qué nos'impone. Al presente, que los
364
otra parte toda mi vida hé tenido s u m a repug-
lazos sagrados q u e m o detenían en el mundo
nancia al matrimonio.
han sido hechos pedazos, no vacilo ya, y" si tu
" 'Mañana salgó de aquí con tu madre, mientras
superiora está de acuerdo, me presentaré" de
que tu padre se queda aquí para arreglar mis
postulanta, en el hospital de San Luís, Bajo su
negocios, que como tan sencillos tengo espe-
dirección, y cerca de ti,,,mi-buena am\ga. ^Tu
ranza que no le obligarán á estar largo tiempo
ser^s mi guía, tu sostendrás á tu pobre Caroli-
lejos de su familia: sí Dios nos p r e s t a la vida
na, porque es demasiado débil; la enseñaras a
alas dos, él será también quien r i t ó ^ v a r á
marchar con paso firme por los caminos de Dios
f París,"donde tendré mucho gusto en pasar
la ayudarás á correjirse de sus defectos, y si
unos días con Aurelia antes de despedirme-pa-
alguna vez tiene la dicha de llegar á ser una bue-
ra siempre del mundo.
n a hermana de la Caridad, podrás decir: " E s
Mientras llega el día de nuestra próxima reu-
hechura mía, el deseo de imitarme es lo que
nión,'querida Teresa, 'ruega al Señor, con mu-
la h a hecho ser lo que es.»
cho fervor por mí, pídele que se digne aceptar
Tus padres, siempre tan Honaacíosos conmi-
un corazón que se d á á é l sin r e s e r v a , y que
go, han venido á verme á ja primera noticia de
no quiere amar más que á él, lo q u e no será
mi desgracia, y tu madre no cesa de tratarme
obstáculo para que diga yo amándote en él y
como si fuera su propia hija: aprueban mi re-
por él, y que sea siempre tu mejor amiga, y
solución, pero quieren que pase yo con ellos lo
futura hermana y compañera.
ménos los tres primeros meses do luto. Tienen
razo», es preciso que 110 puedan decir en el CAROLINA BE B A L T Y .

mundo, que me consagro á Dios sin reflexionar, UBíínr / ' ) I'IT m» wiiíl IT* Í OITI orn> ohfYfrrfT
que obro bajo la impresión do mi- dolor y que
me hé de arrepentir despues del partido que FIN.
tomo. ¡Arrepentirme! que capaz! nunca! por
que 110 me podría acostumbrar al aislamiento
que, en el mundo, acompaña al celibato, y por
__

pílg8. líneas. dice. lóaso.


.9V1Ì8 SI 98 12 sirve, servirá.
,0§H9} 61 19 tengo, tenga.
»
l8f)«Btí 9Í) i- 100- 4 de bautismo, de su bautismo
iiQXJjp ipq BI 102 18 por quien, á quien.
9 habian, habrían.

00
,nsidsí{ G Y ^ 112
.oeobfiiq • T 114 7 piadoso, piadosa.
,orioíí. 91 121 16 dicho, hecho.
Erratas referir, preferir.
.-mais! e 132 5
DE LA EDICION DEL "MENSAJEKQ." ; 133 última ¿yo triste? querida )
'• ' >. tí-iarahq i-gì 134 primera ) Paulina ¿triste?
ÍB ?9Í3Í3l oYS ?Yo triste? querida Paulina ¿triste?
págs. liuoas. dico. luaao.
:ÍO O Y. ühsdfig SS IM 141 23 saberlo yo misma, saberlo, yo misma.
28 6 motivo. momento. sai 152 14 espuma y la nata, flor y nata.
23 13 so riendo, sonriendo. sai 152 15 si nuestro, nuestro.
s jante . . . tanta.
» última la dije, le dijo. Ycí 157 7 jante tanta,
34 23 la, le. Vil 157 11 no lo queria, no queria.
43 23 libremente, liberalmeiitp; m 171 17 preocupación, su preocupación.
54 10 por la, pero á la. 173 13 habiendo, habiéndose.
m
62 2 más' que, solamente. 178 3 también, tan buen.
¿Tí
72 18 poco, pocos. 182 4 queria, querría.
28 í
62 6 al, el. 8 establezca, restablezca.
78 12 agradecido, agradecida. 205 13 digo, digo.
84 6 tier, tien. 14 modos modos,.
»
90 1 de Bastien, de la Bastien. 80S 208 17 mismas, mismos.
96 21 los dijeran, les dijera 214 12 empujando, enjugando.
MS
22 rincón; rincón, á estudiarla. 219 4 Grigrau, Grignan.
»
97 7 hacerlas, hacérselos. 223 14 reunieron; se reunieron.
Págs. líneas. dice. lóase.
'223 20 cabeza, cabecera.
227 12 Nacis, Baucis.
231 1 testigos, castigos,
237 14 4 mis miserias,
mi miseria,
240 1 parar eponerles.
para reponerles
240 9 del al.
241 12 los de, los deseos de.
241 24 á sus, sus.
251 11 religiosas, casas religiosas.
251 3 tranquilice,
tranquilícese.
255 24 rodeaban que,
rodeaban, para que.
256 18 se,
>» les.
26 dues,
267 6 pues.
exijen,
269 26 exijen escazo.
pùbicamente,
271 17 públicamente.
Dios,
286 22 de, Dios.
294 22 de los.
palalabras,
298 25 palabras.
plau,
3 plan.
319 muv,
» 25
do,
320 20
la,

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