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P O R PASCUAL ALAHAN.
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IMPRENTA DE IGNACIO ESCALANTE
"•«os DE SAN AGOSTIN, NOM. I.
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a TRODUCCION
M I QUERIDO TÍO:
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™ UANTO pesar me ha causado la carta en que
me dice que no vendrá vd. este año á vernos!
Necesito tanto de sus consejos, que esta no-
ticia, que ha contristado á mi hermana y á
su marido, á mí me ha llenado de desolación. No
vaya vd. á creer, querido tio, que fuera esto solo
-Al ka,. un deseo pueril, no; confiada en su ternura, y en
su prudencia, queria manifestarle mi corazon y
darle á conocer un proyecto que tengo hace mui-
dlo tiempo: es demasiado grave, porque de su eje-
cución depende tal vez mi dicha y mi salud eter-
¿AH^ na. Puede vd. figurarse y comprender cuán di-
FOWDO
chosa me habría creido, si oyera aprobar de viva
voz mi designio; pero, ¿qué me lo aprobará vd.? Yo cuentro una multitud de cuidados, de penas, de
así me lo persuado: con todo, en caso contrario, inquietudes para el porvenir, que me espantan, y
le prometo someterme á todo lo que me mandare, si me dirijo al Señor, y le suplico me dé á cono-
por mucho que me cueste; pues conociéndome vd. cer su voluntad, parece que me dice interiormen-
mucho mejor de lo que yo me conozco á mí mis- te: «No tengas otro esposo que yo.» Pero, ¿có-
ma, está mejor colocado para guiarme en asunto mo deberé consagrarme á EL? Esto es, querido tio,
tan importante. lo que más me aflige; porque lo diré con fran-
Bien sabe vd., querido tio, que no habiendo cono- queza: no siento inclinación por la vida del claus-
cido á mis padres, huérfana casi desde la cuna, tro; querría servir á Dios sin estar encerrada den-
fui colocada por vd. en un convento, que llegó á tro de las paredes de un convento. Aunque admiro
ser para mí el centro de todos mis afectos, hasta mucho las virtudes que allí se practican, me pare-
que la Providencia quiso que viviésemos cerca, y ce una existencia demasiado monótona, y unifor-
que al conocer á vd., hallase un lugar en mi cora- me para mí; un corazon tan ardiente como el mío,
zón para el mejor de los tios. necesita más espacio para dilatarse; por esto gus-
Deseaba yo pasar mis dias en aquel piadoso asi- taría de preferencia de alguna orden religiosa, en
lo; pero vd. lo dispuso de otro modo, y tuve que que las funciones de Marta y de María pudieran
abandonar á mis excelentes maestras, y venir á unirse. Mi director que es también de esa opinion,
habitar con mi hermana, para experimentar si la me indica la Congregación de las Hermanas de la
dicha de que goza en su casa no hacia debilitarse caridad; pero una amiga mia que ha estado de pos-
tulante en una de sus casas, me ha hecho una pin-
mis deseos de entrar en religión.
tura tan sombría de la vida que llevan, que teme-
Ya he obedecido á vd. y pensádolo bien desde
ría emprenderla; por otra parte, yo no las conoz-
que estoy aquí; preguntándome muchas veces si
co, pues jamás han venido á establecerse en las
acaso, como Adela, podría hallarme feliz con la ter-
cercanías, y retiradas como estamos, Adela y yo,
nura de un esposo, y las caricias de amables y
en el fondo de este departamento, jamás hemos ido
hermosos niños; decidiéndome siempre por la ne-
á la ciudad en que se hallan. No pudiendo juzgar
gativa; porque al lado de los gozos de familia, en-
por mí misma de la sinceridad de los informes de
mi amiga, suplico á vd., querido tio, que me ilus-
tre y me diga lo que debo hacer. Miraré su deci-
sión como si fuera de Dios mismo, y me conforma-
ré con ella, como lo quiere también mi director: París 18
obedeceré á vd. á ciegas, á ménos, sin embargo,
que me ordene comprometerme con los lazos del Conságrate al Señor, querida hija mia, esta es
matrimonio. tu vocacion. Hace mucho tiempo que yo también
No dilate vd., querido tio, el contestarme; se lo lo habia creído así; había adivinado los designios
suplico mucho, porque mi buena Adela, que desea de Dios sobre tí, y hoy lo bendigo por esto con to-
que me quede con ella, da diarios asaltos á mi po- do mi corazon: agradécele tú también, por tu par-
bre corazon: algunas veces es ella muy elocuente te, el que se haya dignado abrigar tu inocencia á
y yo demasiado débil; sus lágrimas me pueden mu- la sombra de sus altares, ántes de que el soplo del
cho, y hay momentos en que temo ceder. No du- mundo y de las pasiones hayan opacado su pureza.
do que cuando vd. haya hablado, se resigna- No repruebo, ciertamente, que se comprometan
rá á una separación que no me será á mí ménos algunas con los lazos del matrimonio; por el con-
penosa: además, tiene tanta religión que no se ha trario, reconozco que esta es la vocacion de la ma-
de oponer á la voluntad de Dios, si vd. decide que yor parte, y las vidas de los santos nos enseñan
ésta es conforme á mis deseos más ardientes. que se puede uno santificar en él, lo mismo que en
el celibato; pero esto no quita que el camino por
Perdone vd., querido tio, lo largo de esta carta; si
donde el Señor te llama, sea el más perfecto, el
por mí fuera, no la acabaría nunca: ¡me encuen-
más seguro, y que el alma á quien distingue de
tro tan dichosa cuando platico con vd! que es el
esa manera, deba tributarle continuas acciones de
mejor amigo, el padre adoptivo, el guía de la que
gracias. Di todo esto á tu hermana, y creo que no
se repite con mucho gusto, su respetuosa y obe-
se opondrá ya á la voluntad divina: seria casi una
diente sobrina
falta, llorar un bien, del que todos nos debemos
CECILIA BRÜMONT.
que deseas; las obras de caridad ocupan el lugar
alegrar; además, que recuerde aquellas palabras
déla oracion, y ésta acompaña á los trabajos de
del Señor: Maña ha escogido la mejor parte, la
una vida activa. No creas que hable así por tener
cual no le será quitada. No, hija mia, 110 te se-
una predilección decidida por esas santas hospi-
rá quitada jamás, porque Dios quiere tener aquí
talarias, no; me aparto de todo sentimiento de
en la tierra, algunas almas escogidas, cuyos rue-
preferencia, para no consultar sino tu bien espi-
gos desarmen su cólera: ¡ay! ¿qué seria déla ma-
ritual; no te exhorto á abrazar ese instituto, sino
yor parte de los hombres, si miéntras que comba-
porque, mejor que nadie, he podido apreciar los
ten por conseguir la entrada en la tierra prometi-
modestos é inmensos servicios que las humildes
da, no hubiera en la montaña quienes les ayuda-
hijas de San Vicente hacen á la sociedad.
sen con sus oraciones á conseguir la victoria?
No te responderé sino brevemente á las obje-
Ahora, hija mia, veamos á sangre fria y sin
ciones que podrías sacar de los informes de tu ami-
prevención, sobre todo, qué hábito debes vestirte.
ga: ¿por qué le parecen mal las Hermanas de la ca-
Si he de dar crédito á mi larga experiencia, que
ridad? Solo por una de dos cosas; ó porque quiso,
me hadado algún conocimiento del corazon humano,
presumiendo demasiado de sí misma, entrar en
y del tuyo en particular, te confesaré francamente,
esa congregación sin haber consultado la voluntad
que no te creo de ningún modo llamada á la vida
de Dios, que la castigó por esa presunción, hacien-
puramente contemplativa. Un carácter tan vivo
do que únicamente hallase amargura y disgusto
como el tuyo se sujetarla difícilmente á la vida del
en aquello mismo en que prodiga tantas dulzuras
claustro; aun hay más: temo que una oracion muy
y consuelos á las que son conducidas por Su Ma-
prolongada, extraviaría tu imaginación, que á ve-
jestad; ó bien, lo digo con sentimiento, porque no
ces se exalta demasiado. Así, pues, sobre estoes-
teniendo humildad y amor de Dios, su orgullo se
tamos perfectamente de acuerdo. Ahora, aunque
rebeló por las pruebas á que la sometieron. Lo mis-
quizá te desagrade, debo decirte que despues de
mo te pasaría á tí, hija mia, si entraras á tan san-
haberlo meditado delante de Dios, creo que debes
ta carrera sin tomar la resolución de sacrificar tu
ser Hermana de la Caridad. . . . Sí, hija mia, por- voluntad propia, y de portarte, en todas ocasio-
que en esa piadosa congregación hallarás todo lo
2
nes, como una humilde sierva de los pobres, que
te ilustren sobre tu verdadera vocacion! En todo
es el más bello título de la verdadera Hermana de
caso, creo que servirán para afirmarte en la pie-
la caridad que se gloría de llevar ese nombre, y
dad y en el amor de Dios.
prueba, por sus acciones, que es digna de ello.
Considera, pues, bien, hija mia, las ventajas que Tu tio.—EL P R E S B . BRUMONT.
te ofrece esa congregación; sondea tu corazon pa-
ra saber si podrá vencer ciertas repugnancias que
presenta la delicadeza de nuestra pobre naturale-
za; y, sobre todo, ruega al Señor que te ilumine,
y si te inspira el ser Hermana de la caridad, ven á M U Y QUERIDO T Í O :
buscarme, yo mismo te conduciré á la casa que he
escogido para postularte. Mil y mil agradecimientos: Dios mismo ha ins-
Me parece que se te ocurrirá, si será prudente pirado á vd.: hoy, creo conocer bien mi vocacion,
tomar una resolución tan grave solo sobre mi pa- y con el auxilio de la gracia llegaré á ser Herma-
labra, y sin conocer siquiera los deberes y obliga- na de la caridad. No ambiciono más que un solo
ciones que se te impondrán. Es muy justo estu- título, pero muy hermoso á los ojos de la fe y de
diarlos de antemano; pero como mis ocupaciones la religión, que es el de ser sierva ele los pobres.
me impiden hacerlo por mí mismo, además de las Espero que rogará vd. por mí, querido tio, y que
reglas que debes leer, te acompaño, para suplir el Señor, á pesar de mi indignidad, me concederá
mis explicaciones, una correspondencia de una no- que sea una verdadera hija de San Vicente.
vicia con una amiga suya; y si bien no puedo Así, espéreme vd. muy pronto; iré acompañada
garantizar su autenticidad, sí te aseguro que son de mi cuñado; pero tengo que advertirle que se ha
los sentimientos de la mayor parte de las que han apoderado de todas las cartas que tuvo vd. la bon-
tenido la dicha de pertenecer á esa congregación, dad de prestarme, y le han gustado tanto, que
y que los sucesos que refiere son los que á cada quiere hacerlas imprimir. Esto me aflige, porque
paso se encuentran en ella. ¡Qjalá que esas cartas temo que á vd. no le parezca bien, y he querido
decírselo á fin de que tome sus medidas para impe-
dirlo, si lo cree así necesario, pues conmigo no ha
querido condescender.
Muy pronto, querido tio, le daré un abrazo y le
pediré que cumpla lo que me ha ofrecido, para de-
berle ese nuevo favor.
CARTA I .
CARTA I .
su lugar para conmigo. Se casó Elisa y solo ha sentido, casi tanto como
¡Ay, Carolina, qué débil estupobre amiga! cuan- yo, que la situación de tu padre nos haya priva-
do pienso en que va á llegar el dia en que me se- do de tu compañía. No hubo reunión el día de su
pare de mi muy querida madre, despues de haber boda, sino solo una comida de familia; y ella le pi-
recibido tal vez su último beso, mi corazon se ha- dió á mi madre que lo que debia haber gastado en
ce pedazos, no puedo contener las lágrimas.. .. la fiesta, lo entregase al señor Cura para distri-
Espero que el Señor me perdone este llanto, pues- buirlo entre los pobres vergonzantes de la parro-
to que ÉL nos impone el deber de esa ternura fi- qiíiaT100'19^ 'íscfab ío saycfím aon éu'o oj
lial, el primero y el más puro de todos los afectos, ¡Ojalá que sus ruegos atraigan sobre su enlace
que sobrevive á los demás, que nos toma en la cu- todas las bendiciones del cielo!
na y nos acompaña hasta el sepulcro. ¡Dios mío! Alina ha vuelto ya á la casa paterna, y si el ca-
riño de hermana no me ciega, te diré que es difícil 3io exrí on JsaBíxnsíí 9b oíi.
hallar una niña mejor: la has de querer cuando la
conozcas: es el vivo retrato de mi madre, aunque
de carácter más alegre. Mi padre dice que es en
lo único que se me parece: yo no soy de su opi- CARTA n i .
nion, pues sin modestia de mi parte, conozco que
Alina vale mucho más que yo; por lo demás es una Paris
ventaja que tenga un carácter alegre, porque así
consolará más pronto á mis padres por mi ausen- He llegado á Paris; mi padre está descansando,
cia; aunque en el corazon de los padres el lugar y yo, aunque muy fatigada por el viaje, no he
de un hijo que pierden, no lo ocupa ningún otro; querido acostarme sin escribirte unas cuantas pa-
el que conservan, por mucho que lo quieran, no labras: está mi corazon tan angustiado, que nece-
puede hacer olvidar al que sienten. sito una poca de expansión en el seno de la amis-
Salgo de aquí á dos dias, y por un contratiem- tad. ¡Ay! No me reprendas por esta disposición
po, del que no me atrevo á quejarme porque veo de mi alma, porque no te puedes figurar todo el
en él la voluntad de Dios, ha sido preciso cambiar valor que necesité para desprenderme de mi ma-
nuestro derrotero, por lo que ya no podré verte al dre, que me abrazaba ahogada en sollozos, mién-
p a s a r . . . . Es un nuevo sacrificio que el Señor tras de que Alina, Elisa y su marido, humedecían
exige: ofrezcámoselo juntas. mis manos con sus lágrimas, y mis hermanitos
Ya no te escribiré sino de Paris, y concluyo, chicos Pablo y Víctor, me detenían por el vestido
porque te confieso que miéntras más próxima está llorando, y gritaban: ¿Por qué te vas? quédate
mi partida, tanto más me parece como especie de con nosotros, te queremos mucho!
hurto al amor filial, todo el tiempo que no paso Ay, Carolina, si hubieras presenciado esa esce-
con mis queridos padres. na tan tierna, y te hubieras, hallado en mi lugar,
No ceses de pedir á Dios por tu amiga. tal vez te hubieras sentido inclinada como yo á de-
cir: Ya todo se acabó; mi querida madre, herma-
n ^ f o S ó ^ S T O f e n ; me quedaré con vdes To- Poco despues, tomábamos el camino de la capi-
davía tiemblo al recordar que estuve á punto de tal, y el castillo gótico del pueblo en que nací, los
desobedecer la voz de Dios por escuchar la de la bellos árboles de sus paseos, el campanario de mi
naturaleza, que me excitaba á resistir á mi voca- querida iglesia parroquial todo desaparecía á
ción. Por fortuna mia, en el momento en que ven- mis ojos nublados de lágrimas Me pareció en-
cida por el pesar de dejar personas tan queridas, tonces que segunda vez me separaba de los que
iba yo á pronunciar la fatal promesa, llegó nues- lloraban mi partida.
tro respetable cura. Su sola presencia bastó para En fin, llegamos á París; ya le escribí á mi ma-
avergonzarme de haberme detenido en ese pensa- dre tratando de consolarla, y he encontrado de
miento y para fortalecerme contra la tentación: nuevo no mi antigua alegría, que creo haberla per-
creía que ya habia yo partido, y venia á dar á mi dido para siempre, sino una gran tranquilidad de
familia los dulces consuelos de la religión. No sé alma, y la dulce paz y satisfacción de que se go-
si adivinó mi combate interior, pues me recordó za, cuando uno toma el camino que Dios manda
tan á tiempo de qué necesidad era para mi salva- que se tome.
ción el que correspondiese á las gracias de que me Pasado mañana irá mi padre á presentarme á la
ha colmado Dios, que me encontré con bastante Superiora en cuya casa debo ser recibida como pos-
fuerza para consumar mi sacrificio, desvanecién- tulante; cree mi padre, que es solo una visita, pe-
dose repentinamente micobarde irresolución. Abra- ro para evitarle, en cuanto es posible, el pesar de
cé por la última vez á mi tierna madre y á mis la separación, que le es tan penosa, está arregla-
hermanas, y salí de prisa, bajando prontamente do que me quede con cualquier pretexto: un anti-
la escalera, y entrando en un coche que me espe- guo amigo suyo que es el que nos ha recibido en
raba en la puerta. En seguida subió mi padre; y ha- su casa lo acompañará. Está ya en el secreto,
bia pasado mucho tiempo, ya muy léjos de casa, aprueba el plan, y me promete que volverá á lle-
cuando noté que Julia y mi anciana aya, habían var á mi padre á su casa, distrayéndolo lo mejor
querido acompañarme é iban enfrente de mí en el que pueda: esta primera separación nos hará más
carruaje. fuertes á todos para soportar la última de todas.
Adiós, querida Carolina, no ceses de pedir al Se- vestida con el traje negro de las postulantes, te-
ñor la gracia de que persevere hasta el fin. Si sé nerte á mi lado y edificarme con tus ejemplos.
me permite te escribiré muy pronto. Tu amiga. ¡Quién sabe si algún dia me dará Dios este consue-
lo! Es necesario prevenirte que no haciendo caso
del amor propio, no me cuidaré absolutamente de
enviarte obras maestras de estilo epistolar: tras-
ladaré mis pensamientos, mis recuerdos al papel
tal como me vayan viniendo; y si algunas veces
notas falta de ilación, ó repeticiones de detalles,
dispénsalo á la pobre postulante, que se ve obli-
CARTA IY.
gada á interrumpir una frase, quizá bien comen-
zada, por ir á dar de beber á una enferma, ó por
Parí?. Hospicio
voltear en su cama de dolor á una anciana paralí-
tica, impedida de todo movimiento. Este es un
Estoy de guardia esta noche en la sala de en-
exordio preparatorio que mi vanidad hacia indis-
fermas, y aprovecho esta ocasion para platicar
pensable. Ahora ya puedo comenzar.
contigo, querida Carolina, gusto de que me han
privado hace un mes largo, los muchos quehace- Antes que todo, te diré que las cosas se pasa-
res que llenan mis dias: todos mis instantes son ron con mi padre como yo .había deseado. En el
contados y empleados por mis superioras, sin que dia señalado me presentó á Sor Sofía, mi Superio-
me quede ninguno [que consagrar á la amistad. ra, á quien llamamos nuestra madre. Estuvo tan
bondadosa para conmigo, que desde luego le pedí
Para que tú misma juzgues, voy á contarte por
una entrevista particular, que me concedió inme-
menor todo lo que hago, desde que estoy en esta
diatamente. Le di á conocer mi deseo de quedar-
bendita casa, donde me encuentro tan dichosa
me ese mismo dia en la casa, manifestándole los
que desearía que todas las personas que amo par-
motivos que habia para hacerlo; y aunque dudó
ticiparan de' mi felicidad: esto es bastante decir,
un poco, por fin consintió en ello. Despues arre-
para que entiendas que quisiera verte como yo,
4
Adiós, querida Carolina, no ceses de pedir al Se- vestida con el traje negro de las postulantes, te-
ñor la gracia de que persevere hasta el fin. Si sé nerte á mi lado y edificarme con tus ejemplos.
me permite te escribiré muy pronto. Tu amiga. ¡Quién sabe si algún dia me dará Dios este consue-
lo! Es necesario prevenirte que no haciendo caso
del amor propio, no me cuidaré absolutamente de
enviarte obras maestras de estilo epistolar: tras-
ladaré mis pensamientos, mis recuerdos al papel
tal como me vayan viniendo; y si algunas veces
notas falta de ilación, ó repeticiones de detalles,
dispénsalo á la pobre postulante, que se ve obli-
CARTA IY.
gada á interrumpir una frase, quizá bien comen-
zada, por ir á dar de beber á una enferma, ó por
Parí?. Hospicio
voltear en su cama de dolor á una anciana paralí-
tica, impedida de todo movimiento. Este es un
Estoy de guardia esta noche en la sala de en-
exordio preparatorio que mi vanidad hacia indis-
fermas, y aprovecho esta ocasion para platicar
pensable. Ahora ya puedo comenzar.
contigo, querida Carolina, gusto de que me han
privado hace un mes largo, los muchos quehace- Antes que todo, te diré que las cosas se pasa-
res que llenan mis dias: todos mis instantes son ron con mi padre como yo .había deseado. En el
contados y empleados por mis superioras, sin que dia señalado me presentó á Sor Sofía, mi Superio-
me quede ninguno [que consagrar á la amistad. ra, á quien llamamos nuestra madre. Estuvo tan
bondadosa para conmigo, que desde luego le pedí
Para que tú misma juzgues, voy á contarte por
una entrevista particular, que me concedió inme-
menor todo lo que hago, desde que estoy en esta
diatamente. Le di á conocer mi deseo de quedar-
bendita casa, donde me encuentro tan dichosa
me ese mismo dia en la casa, manifestándole los
que desearía que todas las personas que amo par-
motivos que habia para hacerlo; y aunque dudó
ticiparan de' mi felicidad: esto es bastante decir,
un poco, por fin consintió en ello. Despues arre-
para que entiendas que quisiera verte como yo,
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glamos cómo liabia de hacerse, y volvimos al cuar- no llamamos Consoladora de los afligidos; jun-
to donde estaba mi padre y su amigo, que era mí tas le rogaremos que consuele á su familia, y á vd.
cómplice, y que nos sirvió admirablemente pidien- lé dé la paz del corazon: esté vd. segura de que
do que les enseñaran la casa. No se detúvola Su- nos oirá.
periora en satisfacer esa curiosidad; nos hizo re- Entramos á la capilla: se arrodilló junto á mí,
correr varias salas, y con mucha destreza hizo que á los piés de una estatua de la Santísima Virgen,
mi padre se separara de mí, sin que notara su in- y, sin duda, á sus fervorosos ruegos debí la gra-
tención. Era el momento más oportuno, é inme- cia que alcancé de Dios, por intercesión de su Ma-
) diatamente una hermana joven, tan bella y tan dre Santísima: mis pesares y sentimientos se cal-
amable como su nombre, Sor Angela, me hizo se- maron inmediatamente, y sentí mi alma inundada
ña que la siguiese; me condujo á una sala en que de una alegría celestial, que no me ha dejado des-
estaba reunida la comunidad para la recreación de entónces. Consumé mi sacrificio: espero que el
que tienen despues de la comida, que es á las once. Señor lo habrá recibido con agrado, pues costó
Me recibieron con mucha afabilidad, lo que me en- mucho á la naturaleza. Igual cosa sucedió con
terneció, y me dijeron que esperaban llegar á te- mi padre; en las varias ocasiones que lo he visto
ner la dicha de darme el dulce título de hermana. despues, me ha parecido enteramente resignado á
¡Dios quiera escucharlas! y ojalá que yo no me la voluntad del áéñor: ¡Dios sea bendito!
haga indigna de obtenerlo muy pronto! Ya van cuatro veces que interrumpo esta carta
Sin embargo, por más que hacían para distraer- y la vuelvo á seguir; pero también ya estás preve-
me, sentía que se me oprimía el corazon al pen- nida que si te parece mal ligada, te dediques á cor-
sar en mi padre, y no pude menos que llorar cuan- regir el estilo de la pobre postulante que no tiene
do, viendo entrar á la Superiora, conocí que aca- tiempo para hacerlo.
baba de partir lleno de tristeza, dejándome en aque- Sabrás que nos levantamos á las cuatro de la ma-
lla casa. ñana; y te parecerá cosa muy rara que tu amiga,
Entonces, Sor Sofía me tomó de la mano y me que ántes le costaba mucho trabajo levantarse á
dijo: venga vd. á encomendarse á la que no en va- las siete, ahora esté en pié al primer toque de cam-
pana. Hechas las camas, vamos á la capilla á te- Superiora general, que es quien nos admite al no-
ner una hora de meditación; no te escandalices,, viciado, donde se nos forma á la vida espiritual, y
pero es para mí la hora más penosa de todo el dia, se nos enseñan las- obligaciones y los deberes de
y te diré por qué: en .vez de imitar los ejemplos de nuestro santo estado: digo nuestro, esperando, con
recogimiento que tengo á la vista, no sé yo cómo,, la gracia de Dios, perseverar hasta el fin.
es precisamente el motivo que escoge mi imagina- En cualquiera parte se puede estar de postulan-
ción para representarme á mi madre y hermanos. te; pero el Seminario ó noviciado, como quieras
Parece que les hablo, que platicamos, y muchas llamarlo, no puede tenerse sino en la casa central;
veces se pasa la oracion sin que haya pensado na- no hay excepción en esta ley: toda postulante de-
da en Dios. Hago muy mal, lo sé; pero por más be pasar allí cierto tiempo ántes de recibir el há-
esfuerzos que hago para entrar en juicio y acallar bito completo de Hermana de la caridad; despues
esos vanos pensamientos, 110 lo consigo. Me afli- de ese favor, que jamás se concede sino al fin de
ge esto tanto, que ya se lo he dicho á nuestra Ma- un retiro de ocho dias, se manda á las novicias
dre, quien me consuela prometiéndome que cuando á alguna de las casas de la Congregación, donde
entre al Seminario, n.e enseñarán cómo debo por- hacen los mismos quehaceres que las hermanas
tarme, y que entonces la meditación me parecerá que han hecho los votos, que no llegan á pronun-
muy fácil, y se cambiará poco á poco'en un dulce ciarse sino hasta los cinco años; hasta entonces no
hábito. ¡Dios lo quiera! tiene uno ningún compromiso con la Congrega-
Te d i r é para tu instrucción, querida Carolina, ción, quien, por su parte, puede también excluir-
que el Seminario es el primer paso para el novi- nos de su seno; sin embargo, se necesitan razones
ciado: ese tiempo se pasa en la casa central de la muy graves para que las Superioras lleguen á ese
Congregación, calle del Bac, donde residen la Su- extremo, ó motivos de salud. Esta medida es pru-
periora general y todas las dignatarias. Cuando dente; porque ¿qué servicios podrá esperar la co-
la Superiora de la casa en que uno ha entrado de munidad de miembros enfermos, estando obligada,
postulante tiene algunas razones para creer que por otra parte, á cuidar de las hermanas ancianas
nuestra vocacion es verdadera, nos presenta á la ó achacosas, que su mucha edad ó penosos traba-
jos lian inutilizado, poniéndolas fuera de servicio? ^o^).pleos mas viles, sin que tuviera yo derecho
Ésas venerables siervas del Señor son recogidas « de quejarme. No creaiíyD
ÍJOS. X0ÍI9O vd.d.S7
qué tales
j&lS cambios,8ío3iü.
oOiUJyX9íl-9y cu-
en Ta Casa central y tratadas con el mayor respeto. << j o s ejemplos son bastante raros, deban conside-
Es nuestro cuartel de inválidos. « rarse como un castigo; no son muchas veces si-
Todas las Hermanas conservan gratos recuerdos ,« noÍQJj
oOÍJ una05prueba
f G'jJh saludable para la humildad
3JuL de X
2i3l30 la
del tiempo de su noviciado; no hablan de él sino «fque fué Superiora, y otras ocasiones sirven pa-
con cariño y sentimiento; ponderan tanto las dul- « ra mostrar plenamente las virtudes de aquella á
zuras espirituales que allí se gustan, que yo tengo « quien se exige ese sacrificio, y proponerla como
casi tanta ansia de entrar en él, como tenia hace « modelo á las hermanas jóvenes, fáciles de dejar-
pocos meses de ser postulante. Pero me parece que « se llevar de pensamientos de soberbia.» Despues
me he distraído mucho de lo queme habia propues- de ese sermoncito, le prometí á mi nueva madre
to al comenzar esta carta: volvamos al asunto sin con todo el corazon, renunciar en todas cosas á mi
rodeos. propia voluntad, lo que espero que no me costará
Al dia siguiente de mi llegada, me llamó aparte mucho trabajo, porque siempre he creído que es
la Superiora, y, despues de haberme explicado mucho más fácil obedecer que mandar, y que se
con brevedad las nuevas obligaciones que iba yo encuentra en eso doble ventaja; pues no se tiene
á contraer entrando al postulado, me preguntó si responsabilidad de sus obras, y Dios recibe las me-
me sentia con bastante ánimo para obedecer cie- nores acciones hechas por obediencia.
gamente á todo lo que me mandara, «porque, aña- En seguida nuestra Madre me mandó que fuera
« dió, la santa obediencia es la primera de las vir- á ayudar á la cocina, donde la hermana que pre-
t u d e s necesarias á una hija de San Yicente dé side me dió un delantal blanco y me puso á traba-
« Paul: todas hacernos voto de ella. Aquí me obe- jar. Gracias á mis padres que me enseñaron á ha-
«decen á mí, y yo debo tener una sumisión ciega cer todo, porque les gustaba que sus hijas supieran
«á la Superiora general que podría, si lo juzgara hacer lo de la casa, salí con bien de esa primera
«útil á la gloria de Dios, quitarme hoy misino de prueba, y dos dias despues me cambiaron de em-
«esta casa y enviarme á otra á desempeñar los pleo. Me tuvieron en el lavadero, despues en la
-I
1
lencería ó costura, y por último, hace ocho dias. anterior. Creo que te conté que estaba yo en la
que me llan puesto en la sala de Santa Marta, con- sala de Santa Marta, destinada á mujeres enfer-
fiada al cuidado de Sor Luisa, que es un modelo mas, y confiadas al cuidado de Sor Luisa que sa-
de dulzura, de bondad- y de paciencia, que se ne- be curar las enfermedades del alma, al mismo tiem-
cesita mucha para responder con calma á tantas po que alivia los sufrimientos del cuerpo. No te
impertinentes exigencias de algunas enfermas, cu- referiré sino un solo ejemplo, pero que basta para
yo genio lo ha exasperado la miseria y los sufri- apreciar su celo.
mientos. Algunos momentos despues de mi entrada en
Las llegadas más recientemente, son siempre aquella sala, me empezó Sor Luisa á hacer algu-
las más difíciles de contentar; porque despues Sor nos encargos: que le diese de beber á una de sus
Luisa las va cambiando, poco á poco, tan comple- queridas enfermas, como ella les llama; que á otra
tamente, que no parecen las mismas personas. Te le levantase la almohada, etc.; satisfecha del modo
podría contar varios casos; pero esta carta se ha con que yo los cumplía me dijo soriendo: «Puesto
alargado tanto que es preciso cortarla, suplicando que tiene vd. tanto empeño, voy á encargarle que
guardes tu curiosidad hasta la próxima, que será me cuide á una joven que tengo, que es un modelo
de aquí á varias semanas. de paciencia y de resignación; vd. se edificará se-
Adiós. Tu amiga. guramente y admirará tanto como 3^0 la fuer-
za del amor divino, y el poder de la gracia en
esta pobre niña.» Diciéndome eso, llegamos á
una cama en que descansaba tranquila una jo-
CARTA Y. ven de figura muy interesante. Tenia diez y
seis años, pero no representaba más que diez ó
París. Hospicio
doce.
Querida Carolina: obligada como estoy á no per- A la voz de Sor Luisa, que le preguntaba cómo
der nada de tiempo, aun cuando te platico, tomo se sentía, abrió los ojos, y, mirándola fijamente,
mi historia en el punto en que la dejé en mi carta la dije con un acento que me impresionó: ¡Ay, her-
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mana! bien: porque estoy como Dios lia quérM'0 cuerpo es todo una llaga que exhala un hedor in-
ponerme. fecto, que, debo confesártelo, me molestó el estó-
¿Sufre vd. tanto como ayer, hija mia? le pre- mago, pero no hice caso, y desde entonces no lié
guntó Sor Luisa poniendo su mano en la abrasa- vuelto á sentir repugnancia, aun en las cosas más
da frente de la enferma. desagradables.
Sí, respondió con amable sonrisa: con todo, cuan- Vuelvo á mi historia: todo el tiempo que duró
do vd. está, me parece que me alivio un poco. la curación que mi inexperiencia debe haber hecho
~'ril_¿Pero qué, cuando me voy no se queda Dios, muy dolorosa, no pronunció una sola queja, y tu-
que se agrada tanto de verla padecer con pacien- vo fijos los ojos todo el tiempo en su Santo Cristo.
teginskai oío Su rostro angelical no perdió un solo instante su
¡Ah! sí: y el pensamiento de que me lo ten- serenidad acostumbrada, miéntras que yo sudaba
drá en cuenta, me da fuerza cuando me veo á pun- á mares, y no podía más de mortificación.
to de ceder: ha sido Dios tan bueno para conmigo! ¿La he molestado mucho? le pregunté.
me ha concedido tantas gracias, que seria una gran —No cosa, me dijo, y se desmayó.
ingratitud rebelarme contra su voluntad santísi- Acababa yo de hacerla volver en sí, cuando en-
sima. tró su madre: me pareció prudente separarme,
pero deseaba mucho platicar con esa señora para
—Consérvese vd. siempre en esta disposición,
que me contara algunas particularidades de la vi-
mi pobre Genoveva, y esté segura de que Dios la
da de Genoveva; así la espié cuando salia y le pe*
recompensará.
di licencia á Sor Luisa de irle á hablar: me la dió,
La joven no respondió nada, sino que dirigió al
fui á alcanzarla, y le pregunté si su hija habia si-
cielo una mirada, con una expresión de gozo y de
do siempre tan piadosa como ahora.
amor que nunca olvidaré. ¡Ay Carolina! enton-
Desde, que hizo su primera comunion, jamás ha
ces comprendí que valia mucho más que yo: la
sido de otro modo. Antes sí, era un demonio, aun-
llegué casi á tener envidia, deseando, estar en su
que es verdad que yo también descuidaba educar-
lugar. Por esto, fué con cierta especie de respe-
la en el amor de Dios. Pero cuando, gracias á Sor
to como me puse á asistir á esa santa niña, cuyo
Luisa, comprendí que no es suficiente que una ma- mera vez que Sor Luisa me habló de' Dios, me pu-
dre.qué quiere cumplir con sus deberes, se limite se á reír; pero ella se portó tan bien conmigo, -que
¿ cuidar del cuerpo de sus hijos; cuando me hizo .á la larga hizo que comenzara á reflexionar. Lle-
conocer que la salud de sus almas debe ser antes gué á pensar que podria tal vez tener razón; y
•que todo, entónces, empecé á enviar á la escuela despues me pareció que no era prudente exponer-
á mi hijita Genoveva, y las lecciones de las her- me á ser desgraciada en esta vida y en la otra, en
manas han hecho que sea lo que vd. vé, un ángel caso de que la hubiera; por fin, pedí un confesor,
de Dios que muy pronto será llevado al cielo. y le puedo asegurar á vd. que salí del hospicio cu-
:« ¡Áy! si demasiado pronto, añadió llorando, los rada del alma y del cuerpo. Mi primer cuidado,
sufrimientos de mi pobre hija tocan ya á su tér- de vuelta á mi casa, fué hacer que se convirtiera
mino Ya no puedo hacerme ilusiones, es mi marido. Me costó mucho trabajo conseguir que
imposible que viva ni unos cuantos dias » llegara á confesarse, porque le repugnaba sobre-
Aunque yo pensaba lo mismo, procuré decirla manera; pero, por último, llegó á hacerlo, y desde
algunas palabras de consuelo; movió la cabeza, entónces parece otro hombre, tanto ha variado:
manifestando que no las creía, y agregó: «Estoy no bebia diariamente, es verdad, pero sí con mu-
resignada á la voluntad de Dios.» Estaba yo muy cha frecuencia, y entónces no parecía hombre si-
conmovida; pero lo que me habia contado esa se- no león: tiraba los trastos, me daba de golpes,
ñora, habia excitado más mi curiosidad, y así le maltrataba á los niños, y tal vez los hubiera lasti-
pregunté cuándo y cómo habia conocido á Sor mado si no se los escondiera yo. . . . ; pero hoy,
Luisa. 3'a no hay nada de eso: no se ha vuelto á embria-
«Hace diez años, respondió, tuve una enferme- gar: el dinero que gana me lo lleva para el gasto,
dad muy grave y me trajeron á esta misma sala en y mi casa, que era un infierno, es hoy un paraíso,
que está mi hija. Entónces no creía yo ni en Dios; gracias á Sor Luisa que nos ha hecho cristianos.
me burlaba de todo aquello que no tenia relación Mis hijos son muy prudentes y trabajadores, y so-
con mis necesidades materiales, y vivia entera- lo tengo un pesar, pero muy grande, y es: ver á
mi querida hija Genoyeva en el estado en que es-
mente .corno si no tuviera alma que salvar. L a p r i -
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tá. Con todo, puesto que así lo dispone Dios, no o« ,soiQ sfl^feií) oí i3.fi -sup oJa|uq ,oboj noO M
rae debo q u e j a r . . . . » «... , 'ífijOIJp ocíeb 901
Parecía que aquella buena señora iba á seguir •n/.jjQg h í.difíip/TSSr¿ae;j-d Ssüfmps ou'p BÍOQ'ÍBI
hablando, pero fué preciso interrumpirla porque SUpTOr; abirTü;rr/atru r^s'ííi bul 0'19<j «ofmfiídml
la campana llamaba al refectorio. Me despedí, pro- CARTA, VI,
metiéndole cuidar con todo empeño á su pobrecita París. Hospicio. ,
hija, y bendije á Dios que se habia servido de una .Sfí.rr 9b - : - -oiC ¿ ©ybnad Y .fíjjíí
humilde Hermana de la caridad para traer á una
Regocíjate conmigo, querida Carolina: tengo
familia al sendero del bien y de la virtud. ¡Ojalá
mucha alegría y me cuesta trabajo persuadirme
que algún dia, tan miserable como soy, llegue á
que no estoy soñando. Lée y juzga si acaso podría
ser el instrumento de su misericordia!
esperar tan pronto lo que me pasa.
Como puedes creer, le cobré mucho afecto á la Hace algunos dias que me dijo nuestra Madre,
piadosa Genoveva y la lloré como si hubiese sido que estando muy satisfecha de mi conducta, me la
de mi familia, cuando, á los ocho dias, voló su be- quería premiar llevándome á la Casa central, que
lla alma al cielo. Me dieron licencia de amorta- tanto he deseado ver. No me hice nada del rogar,
jarla y de dar á su pobre madre algo de dinero pa- y nos pusimos en camino. A la media hora llega-
ra el entierro. Ella me prometió ántes de morir, mos á la calle de Bao, y nuestra Madre me pre-
que si se salvaba, como confiaba tanto, le habia de sentó á la Superiora general, á la Maestra ele no-
pedir á Dios para mí, la gracia de la perseveran- vicias, y, en fin, á todas las dignatarias de la casa,
cia: yo tengo mucha esperanza de que me la al- quienes estuvieron muy amables conmigo. Yo esta-
cance, y que, algún dia, la pobre Enriqueta podrá ba tan conmovida, tan temblorosa, que no te puedo
firmar: Sor Fulana, indigna hija de San Vicente decir si respondí algo en regla á las preguntas que
de Paul. me hacian. Quizá por lástima, ó por algún otro
Mientras tanto, es necesario conformarse con motivo, la Maestra de novicias le encargó á una
repetirse solo, tu amiga. hermana joven que me llevara á la capilla y al
jardín. Nos arrodillamos ante el altar de San Vi-
cepte, y le pedí con toda mi alma que dispusiera me causó una alegría que no pudo menos que ho-
en mi favor el ánimo de la Superiora general y de habló despues unos momentos apar-
su Consejo, porque no dudaba yo que escarian t r a - te con Sor Sofía, que vi que hizo un signo afirma-
tando de mi admisión al noviciado; pues aunque tivo, y nos fuimos.
quiero mucho á mi madre Sor Sofía, y á la excelen-
Béspues de esa visita, he procurado redoblar
te Sor Luisa que, en confianza, me consiente dema-
mi célo y exactitud, y he sido premiada sabiendo
siado, habriayo dado todo cuanto hay por no vol-
que mañana debo entrar al noviciado. . . . ¡Al no-
ver al Hospicio. ¡Ay! es que se exhala un suave
viciado! Carolina, ¿comprendes bien mi dicha?'
perfume de piedad de esta hermosa capilla, enri-
¿Qué he hecho para merecerla? Muy poco en rea-
quecida con las reliquias de nuestro bienaventura-
lidad: las pruebas á que me han sometido, he ha-
do Padre; además, reina en toda esta casa un or-
llado tan fáciles, que siempre esperaba tener que
den tan admirable, que penetra el alma y se tras-
sufrir otras que merecieran ese nombre. ¡Oh! Ca-
luce en todas las personas que se encuentran.
rolina, si estuvieras en mi lugar, exclamarías co-
Todavía estaba en oracion, cuando entraron las mo yo: ¡Qué bueno y misericordioso es el Señor!...
novicias á la capilla, y al través de su recogimien- No te escribiré durante todo el tiempo del novi-
to, pude notar en todas ellas no sé qué aire de go- ciado porque no hay licencia para eso; además de
zo y de felicidad, que me pareció como un reflejo • que nos hacen trabajar y estudiar tanto, que apé-
de la paz y de la dicha que han hallado en este nas pondré unos cuantos renglones á mis padres.
santo asilo. No lo llevarás á mal, pues muchas veces me has
Antes de irnos, me llevaron de nuevo ante la Su- dicho que el deber es ántes que todo. No sabrás
periora general, queme dijo algunas palabras para de mí sino por mi padre que debe venir á verme
alentarme, y que esperaba poderme contar muy en la primavera.
pronto entre sus novicias. Adiós: no te olvides delante de Dios, de quien
Animada por la bondad con que me hablaba, le quisiera que tú participaras de su dicha, y que
contesté algo que creo que le pareció bien, y me. siempre será tu amiga.
despidió repitiéndome: «Hasta muy pronto.» Esto.
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tra nunca olvidada Enriqueta. No pude disimular
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el gusto: y así, no le oculté que, si fuera posible,
-oiq ,o{ib era t a9id aoü I .óifoijra srir/igaffi era o yo me alegraría mucho. Pues bien, me dijo, pre-
noo eií.p obsa«sq ERF ?2J3BOO SJJÍ
para tus cosas, porque he pensado que vayas con
;8Bmi'íg¿í.9J):áií9Íl o.;hy.;Ir Lsq uf tu padre. ¡Ay, hija mía! añadió llena de lágrimas;
-fiflraíl xrieb o l q m ^ a ^ i M ^ - pero no vayas á seguir el ejemplo de tu herma-
OÍ OJI OfílOO ,9}íI9ra;Bjl9Í0 • : • P;í; n a . . . . No me opondría ciertamente, como no lo
A L I S A E I L Y E R T Á CAROLINA DE B A L T Y .
«i ño 03 18 1801(1 ¿-89Ü29'XJ£Í9 97 eim JuÍ9 hice con ella, á que te entregues á Dios, si te da la
. . . . -ÍIDYÓi V ; m £ Salí B. . . . ÜOOV vocacion; pero tú estás todavía muy joven
,bxrÍJ38 9¿ •íooQ Yohe «íife • Además, ya ves que cada dia estoy peor de salud,
Mi padre me encarga, señorita, que le informe y necesito que me cuides, así como á tus herma-
de nuestro viaje á Paris, y yo lo hago con tanto nos chicos. . . .
mayor gusto, cuanto que me asegura que vd. no La interrumpí para tranquilizarla, diciéndola:
se cansará de leer unos detalles que se refieren á que habiendo consultado muchas veces al Señor,
nuestra querida Enriqueta, á quien tuve el placer no he sentido nunca atractivo por la vida reli-
de ver y de abrazar. giosa.
Mi padre, como vd. sabe, debia salir de aquí el Puedo equivocarme; pero me parece que la Pro-
8 de Marzo, y aunque yo tenia muchas ganas de videncia me destina para cuidar de mis padres.
acompañarlo, no me atrevía á decírselo á mi ma< ¿No creé vd., como yo, señorita, que es muy jus-
dre, porque creía que era preciso quedarme aquí, to que uno de sus seis hijos se dedique enteramen-
por el nacimiento de la hija de Elisa, que está per- te á ellos, y les corresponda en su vejez los cui-
fectamente: ella misma la cria, y en el bautismo dados, la solicitud y el cariño que nos han prodi-
le pusieron Enriqueta. No sé si mi buena madre' gado tan libremente desde que nacimos?
adivinó los deseos que tenia; pues una tarde que En una palabra: admiro mucho á Enriqueta,
estaba yo algo triste, me preguntó sonriéndose: si apruebo lo. que hizo Elisa; pero no pienso imitar á
no querría ir á darle un abrazo de su parte á nues- ninguna de las dos.
-3QIÍÍ! fí EJXGQ na 9D oxrndfi au SÍIÍSD h N íjni9ifp on
_
Dispense vd. queme híaya ocupado de mí en vez licada que Dios ha creado solo para él, y que no
del asunto que me proponía y que os debe intere- puede vivir sino á la sombra de sus altares.»
sar mucho más, por lo que desde luego entro en él. Durante quince dias, la estuvimos mirando con
Nuestra primer salida, una vez llegadas á P a - bastante frecuencia, y todo, en sus palabras y en
rís, fué, como vd. supondrá, á la Casa Central de sus acciones, nos probó que está contenta del par-
las Hermanas, donde preguntamos por Enriqueta. tido que ha tomado. Una semana ántes del dia de
Despues de haberla esperado mucho tiempo, para la Encarnación, nos avisó que no nos podría ver.
nuestro deseo de verla, se presentó por fin. Aun- en diez dias, lo que me dió mucho pesar; pero las
que nos estaba esperando de dia en dia, fué gran- novicias iban á entrar á ejercicios, y ella nos pedia
de su alegría al vernos, y se entregó á ella ente- que la encomendáramos mucho á Dios. Le pregunté
ramente, á pesar de ir acompañada de una herma- por qué necesitaba tanto de nuestras oraciones, y
na anciana, que por discreción se separó en cuan- me contestó que era porque al fin de esos ejerci-
to supo quiénes éramos. Estuvimos como media cios se les da el santo hábito á algunas de las
hora con Enriqueta, que no cesaba de informarse novicias.
de todas las personas que le son queridas: apénas ¿Y tú esperas recibirlo? le dije. No me atrevo á
nos dejó tiempo de preguntarle si seguía contenta esperarlo, respondió suspirando. Por lo demás,
en su nueva vida. añadió Con esa sonrisa tan agraciada que vd. le
¡Ay! nos respondió, poniendo su mano en el co- conoce, mis superioras saben mejor que yo lo que
razon, ¿cómo no habia de estar? ¡Si soy tan feliz! me conviene, y si creen prudente prolongar mi es-
¡Dios me colma de muchas gracias y consuelos... tancia aquí, no me quejaré: soy tan feliz aquí, que
Sí, es ella muy feliz, no es posible negarlo. La se- no podría hacerlo sin ser muy ingrata para con
renidad de su rostro, sus palabras, todo respira Dios y mis superioras.
en ella un perfume de paz y de felicidad; y es tam- —¿Y cuando te vistan el traje de hermana de
bién uua prueba irrecusable el estado de su salud, la Caridad volverás por nuestras cercanías?
que se ha mejorado tanto, que mi padre me decia —No, respondió, moviendo tristemente la cabe-
ayer: «No cabe duda, Enriqueta es una planta de- za; no volveré nunca á mi querido país natal. Ja-
4G
más nos mandan adonde habita nuestra familia; LSIilíufil JIIJ II ÍIJJUJ.UI AU.yVv" UHJJUJÍUI OUUJ
según dicen, es una medida muy prudente,'y.y($ ij
dando de vueltas en el recibidor, mirando con. de-
la creo a s i . c . . . .
tenimiento las imágenes - piadosas colgadas en la
e s aclónclG í r á s ? pared, cuando de repente se abrió la puerta y en-
— N o lo sé. Pero iré siempre adonde Dios quie- tró una hermana de aspecto respetable, y detrás
ra que Vaya, y esto me basta. otra, enteramente eclipsada por la que iba por de-
¡Quéí'exclamé, si te dicen que vayas á la í n - lante. Algo mortificada por la entrada de esa per-
ú s,.-. «IñwooíiooaeB snoa j
sona desconocida la saludé, é iba á seguir miran-
—No dudaría ni un momento en obedecer, in- do los cuadros, cuando noté que era Enriqueta,
terrumpió con viveza. qué, habiendo dejado el traje tan feo de las novi-
—Qué duro h a de ser expatriarse así, dije en cias, llevaba el de las Hermanas de la caridad: pa-
voz baja tristemente. recía colmada de gozo, y nos lo probó con sus pa-
Niña, replicó abrazándome, qué de otro modo labras que todas respiraban un perfume dé amor
pensarías, si hubieras experimentado como yo, y de caridad. ¡Oh! ella no siente sacrificar su j u -
lo dulce y consolador que es renunciar á su pro-, ventud y su hermosura al Señor, y no cambiaría
pia voluntad para hacer en todo la de nuestro di- su suerte por todos los tesoros del mundo!
vino y buen Maestro. . . . ! No se puede vd. imaginar lo bonita que se ve
En este momento volvió mi padre, que nos lia-? con su corneta blanca; se lo estaba yo diciendo así
bia dejado para ir á hablar con la Superiora. Su á mi madre esta mañana, y me dijo: «Tanto me-
presencia puso fin á nuestra conversación; p a r e - ' jor; no podrán decir que se ha consagrado á Dios
cia triste, preocupado, y no tardamos en sepa-: porque el mundo la desechó; pues que tiene todo
rarnos de Enriqueta que se despidió hasta el 26 lo necesario para agradar, brillar, y hacerse amar
de Marzo. en él.»
Estuvimos con exactitud, y aun algo ántes de La hermana que la presentó, se habia retirado ca-
la hora señalada, la que nos pareció que tardaba si inmediatamente para dejarnos con más libertad;
mucho. Para entretener el tiempo, me estuve volvió al cuarto de hora, y Enriqueta me dijo que
-oifiB . a t u t e ) s i id» .asiorroa óh ¡njaosm /u sno 8YIÍJ3Í3 Qm 0fíQI9ÍJ. ISÍIQJ.Q'ÍJÍlO R'ííii .OltOílI
era la maestra de novicias. «Si la trataras, agre-
gó, la habías de querer mucho, porque es la bon- —No, no tema vd., señor, que esta mi querida
dad misma: así, llegada la vez, me he de separar hija se envanezca con mis palabras, interrumpió la
con mucho sentimiento, y estoy segura de que Maestra de novicias, sabe ella bien que lo bueno
ella también lo ha de sentir. ¿No es verdad, nues- que tenemos nos viene de la bondad del Señor;
tra madre? continuó dirigiéndole la palabra: ¿no que si fiel á la gracia ha correspondido á la voca-
es verdad que le ha de causar pena, el que me apar- ción divina que la llamaba aquí, lo debe, en parte,,
ten de vuestra dirección? á la educación santa y piadosa que vd. le dió. A
A esta pregunta, la hermana, que estaba felici- vd., despues de Dios, le debe el favor que ha me-
tando á mi padre, por la conducta ejemplar que ; recido recibir ayer. Con todo, como no ignora que
había tenido Enriqueta durante su noviciado, sé ¡ el camino que se abre ante ella es áspero y difícil
volvió hacia nosotros, y sonriendo respondió: á la naturaleza, va á pedirle que vd. la fortalezca
Esa es mucha presunción: ¿creeis que ya no con su bendición.»
puedo estar sin tí? —¡ Ah! sí, padre mió, exclamó Enriqueta ponién-
—Con todo, yo creo que vd. me sentirá. dose de rodillas ante él, bendecidme una vez más;
—No, porque estoy segura que en cualquiera ; Dios sostiene y protege á los hijos bendecidos por
parte en que estés, trabajarás en hacer bendecir el sus padres.
nombre y la bondad del Señor. Condescendió mi padre: en seguida hizo que se
Enriqueta se puso muy colorada, y la maestra levantara, la abrazó y vi correr gruesas lágrimas
de novicias continuó: Lo conseguirás, hija mia,' de sus ojos.
siguiendo como hasta aquí, en ser sumisa con tus —« Y tú también, amada Enriqueta, le dijo des-
superioras, indulgente con tus compañeras, llena pues de un rato de silencio, ruega á Dios por mí y
de celo por la gloria de Dios, y fiel álos deberes de por todos nosotros para que, separados en esta vi-
nuestro santo estado.» da por su voluntad, tengamos la dicha de vernos
reunidos en la gloria, cuyo camino más seguro y
—Hermana, replicó mi padre: va vd. á hacer
más corto has tomado tú, querida hija mia »
que se envanezca nuestra querida Enriqueta. . . .
la alaba vd. demasiado. . . . • ¡Ah, señorita, qué dichosas somos, mis herma-
ñas y yo, en tener unos padres tan cristianos co-
Elisa y su marido: no olvidó á nadie; nuestra vie-
mo los que tenemos, que no pierden la ocasion de
ja nana; en fin, todos nuestros criados tuvieron
excitarnos á la virtud y al amor de Dios.
un recuerdo suyo.
Con todo eso estábamos Enriqueta y yo tan con-
Y fué forzoso separarnos: como yo creía vol-
movidas, que no podíamos hablar palabra: la esti-
verla á ver muy pronto, lo hice sin que me cos-
mable Maestra de novicias lo notó sin duda, y te-
tara mucho, no presintiendo la verdad, aunque sí
miendo que mis lágrimas debilitasen el fervor de
me pareció que mi padre estaba más triste y más
mi hermana, procuró distraernos, diciendo:
conmovido que de costumbre. ¡Ay! era porque sa-
Sor Enriqueta, ¿dónde están lás cosas que ha
bia que no la habíamos de volver á abrazar. La
hecho vd. para enviarlas á su familia?
Superiora general le habia avisado que al dia si-
No la dejó casi acabar Enriqueta, sino que sacó
guiente salia temprano para Burdeos, que era el
de sus enormes bolsas una docena, por lo menos,
punto á que estaba destinada. A mí no me lo qui-
de curiosidades y juguetes, y poniéndolas sobre
sieron decir temiendo que nuestra despedida fuera
la mesa, me fué diciendo las personas á quienes
muy dolorosa. ¡Ay! ¿qué no volveré á ver nunca
quería que se entregasen.
á esta buena y piadosa Enriqueta?
Al llegar al objeto destinado para vd., y que le
Al concluir esta carta tan larga, permítame vd.,
remito ahora, me dijo:
señorita, que os asegure que me creeré muy di-
«Alina, no dejes de escribirle á Carolina y de
chosa si, como hermana de la que vd. tanto apre-
asegurarle que la quiero más que nunca. ¡Ay! no
cia, logro yo ocupar un lugar en su estimación.
sé cómo pueden decir que la religión deseca el co-
Conozco que no merezco de ningún modo ese fa-
razon; sin duda que los que así hablan no tie-
vor, si no es que vd. crea que es algún título el de-
nen la dicha de conocerla: en cuanto á mí, me
seo que tengo de obtenerlo: estimaré tanto más su
parece que cuanto más amo á Dios, tanto más
amistad, cuanto sé todo el precio que le da nues-
se enciende mi afecto, y mi amistad se purifica y
tra querida Enriqueta: si acaso la alcanzo, será
aumenta.»
un consuelo en la pérdida de una hermana virtuo-
Me hizo algunos otros encargos para mi madre, sa, cuyos consejos me serian tan útiles.
No se ofenda vd., señorita, de que, miéntras
zarido á otras con quienes debo salir yo pasado
tanto, me permita llamarme toda suya.
mañana para Burdeos. Como ves, han hecho que
tome el camino más largo; pero mis Superioras de-
ALINA P I L V E R T .
ben haber tenido sus razones para hacerlo, y á mí
me han hecho al gusto, porque me agrada conocer
nuevas tierras. Me he aprovechado bien de mi es-
tancia aquí, pues acompañada de otra hermana,
CARTA Y I I I . hemos visitado casi todas las iglesias y otros esta-
blecimientos de la ciudad. Esto mepodria dar ma-
Presidio de Rochefort teria á una larga descripción, pero como no tengo
tiempo, solo me limitaré á contarte algunos deta-
Sí, querida Carolina, desde este presidio es de lles relativos á mi permanencia en esta prisión,
donde te escribo: en él vivo, aunque lo sientas, ha- muy bien construida, pero en la que siempre no
ce tres dias. ¿A que no creías que algún dia te es- respiro muy libremente.
cribiría desde el presidio? Sin duda que no, ni yo Necesito de todo mi valor para no huir á la vis-,
tampoco lo pensaba: si me lo hubieran dicho con ta de todas las figuras siniestras que encuentro;
anticipación, me hubiera reído y habria tenido al llamo sin cesar á la caridad en mi auxilio, y re-
que me lo hubiera dicho por un profeta falso. De cuerdo que esos pobres hombres son mis herma-
aquí se debe sacar una moralidad que es necesario nos, y que Dios ha muerto por ellos, para no te-
no juzgar mal de nadie, y que hasta en las gale- nerles tanto horror. Admiro á mis hermanas que
ras, por más que se diga, hay personas honradas: los cuidan y les hablan con tanta dulzura cuando
dígalo si no tu pobre amiga Enriqueta, y otras mu- están enfermos. Yo habria querido no entrar á la
chas que valen mil veces más que ella. enfermería, pero mi Superiora me dijo que la acom-
Hablando en formalidad te diré que, gracias á pañase, y fué preciso hacerlo, aunque llena de mie-
Dios, no'estoy aquí más que de paso; he venido do. Figúrate lo que sentiría al oír echar, detrás de
con tres Hermanas que deben quedarse reempla- mí, los cerrojos de la doble reja de fierro que cier-
ra la entrada, y dirae si no tuve razón de sentir que no retrocederían ante un nuevo crimen, y se
pavor al verme sola con otras dos hermanas y cua- doblegan á la más ligera señal déla Superiora. Por
tro enfermeros en medio de cosa de treinta presi- lo demás, no es fácil que te imagines cuánto los quie-
darios, de los que la mayor parte estaba entonces ren las hermanas, y qué esfuerzos de caridad hacen
mucho mejor que yo, puesto que iban y venían en para sacar sus almas del poder de las tinieblas.
todas direcciones, miéntras que yo casi no podía Son muy poderosas las gracias en aquellasituacion,
dar paso por el temblor de piernas que tenia. Co- puesto que las hermanas con quienes debo ir á Bur-
mo no me movía de un lugar, una de las herma- deos, se separan con mucho sentimiento de sus po-
nas se acercó á-tranquilizarme en voz baja, y aun bres presidarios. Dicen que se puede hacer mucho
á hacerme alguna burla; pero la verdad, yo no te- bien entre ellos, y que han visto morir á algunos
nia gana de reír en medio de tales gentes. Sin em- con tales muestras de arrepentimiento y de piedad,
bargo, cobré un poco de ánimo viendo la entera que creen tener mucho motivo para esperar que
tranquilidad de las hermanas, el respeto con que hayan hallado gracia á los ojos de Dios. Ellas son
las recibían sus amigos los presidarios, y la pron- casi siempre las primeras que les hacen oír pala-
titud con que obedecían lo que les mandaban. Pe- bras de salvación; la mayor parte de esos desgra-
ro nada me sorprendió tanto, como cuando por el ciados tienen todas las prevenciones del vicio y de
informe de uno de los enfermeros, la Superiora se la ignorancia contra la religión y sus ministros;
puso á reprender fuertemente á dos ó tres de esos así §s necesario que nosotras les abramos el cami-
hombres, que, avergonzados como niños cogidos no. Para conseguirlo, prodigamos los más esme-
infraganti, le pidieron perdón, y prometieron con- rados cuidados á los enfermos, procuramos con-
ducirse mejor en lo de adelante. Hubo otros que quistarnos su confianza y su aprecio, procurándo-
merecieron palabras de elogio ó de consuelo, y su les cuantos regalos permite su estado; y cuando
alegría no me llamó ménos la atención que el pe- con esos inocentes medios hemos alcanzado algún
sar de los otros. Pero lo que no hubiera creído sin influjo sobre ellos, nos esforzarnos en hacerles co-
haberlo visto, es el ascendiente que, gracias á nocer, amar y practicar los preceptos del Evan-
nuestro santo hábito, tenemos sobre esos infelices, gelio. Cuando logramos decidirlos a hablar con el
capellan, damos por concluida nuestra tarea, y la dad de Dios, y nosotros sacudimos la suya, vio-
suya comienza. Pero ¡ay! nuestro celo no tiene lando poco despues todas las leyes divinas y hu-
resultado sino en aquellos cuyo mal es incurable,
manas.»
porque los que recobran la salud, casi siempre
Es sin duda muy triste decirlo, pero si los pre-
vuelven á caer muy pronto en sus antiguas y cri-
sidios están llenos de gente, los padres y las ma-
minales-costumbres. Y casi no puede ser de otra
dres son quienes deben dar cuenta de eso, por su
manera, estando sin cesar en contacto unos con
culpable negligencia y descuido en la educación
otros; hay una comunicación de perversidad; se
religiosa de sus hijos. Sí, solo la religión puede
pierden mutuamente unos á otros. Seria necesa-
poner un freno saludable á las pasiones humanas.
rio, para que se conservaran en los sentimientos de
Mucho me he apartado de mi visita á la enfer-
arrepentimiento que tanto trabajo les cuesta á las
mería; pero vuelvo á ella porque presencié una co-
hermanas inspirarles, el que estuviesen divididos
sa que me conmovió profundamente. Distribuyen-
en varias clases, lo que dicen que no es posible.
do reprensiones y elogios habia llegado la Madre
¡Ay! qué penosas reflexiones hace nacer la vis- superiora hasta el extremo de la sala, junto á una
ta de una prisión! Es una especie de infierno en cama donde un hombre, joven todavía, sufría los
que se pierden á la vez, el honor y la tranquilidad más agudos dolores: sin embargo, sus facciones,
de las familias que tienen la desgracia de tener aunque alteradas por la enfermedad, no expresa-
allí á uno de sus miembros. Y los que allí expían ban ni impaciencia ni desesperación: se sonrió al
sus crímenes, ¿á quiénes acusan de haber impreso verla, y con una voz apagada murmuró apenas
en su frente la marca indeleble del oprobio y de la estas palabras:
ignomimia? ¿Quiénes fueron la causa primera de « Ay, hermana! repítame otra vez que todavía
su caida? ¡Ay! causa horror decirlo. . . . Sus mis- puedo esperar el perdón de la infinita bondad del
mos padres. . . . Sí, sobre cien presidarios á quie- Señor.»
nes se pregunte, noventa y nueve responden: «Si La Superiora lo exhortó, según deseaba, á la
estamos aquí, es porque nos educaron mal; nues- confianza en Dios, y miéntras de que le estaba ha-
tros padres nos enseñaron á despreciar la autori- blando, cierta sonrisa de felicidad vagaba por los
labios del pobre moribundo quien, habiéndose sa- hechos semejantes, y son ménos raros de lo que
cramentado el dia anterior y sintiendo muy próxi- vd. crée.
mo su fin, nos pidió que rezáramos las oraciones de « No hace todavía un mes que hemos visto mo-
los agonizantes que acompañaba con inefables sus- rir como un santo, á un jóven de veintiocho años.
piros. Miéntras de que las rezábamos en voz alta, Bien es verdad que el ángel que lo habia conver-
un silencio solemne reinó en toda la sala, y aun tido fué ántes que él al cielo. . . .
la mayor parte de los presidarios vinieron á arro- «¡Pobre Sor Rosa, qué dichosa fué en que Dios
dillarse alrededor de nosotras, y unieron sus vo- la llamara para sí! ¡Habría sido muy digna de lás-
ces varoniles para implorarla misericordia divina tima si hubiera vivido más!
en favor de aquel su antiguo compañero. La fe, ¿Y por qué, Madre mia? le pregunté con curio-
pues, no está enteramente apagada en esas almas sidad.
extraviadas, y la espantosa vista de la muerte ¿Por qué? respondió suspirando: seria muy lar-
despierta todavía en esos hombres algunos buenos go contárselo, y no tengo yo tiempo; pero Sor
pensamientos. Francisca, añadió señalándome á una de sus hijas,
Cuando acabamos esas preces tan tiernas, que lo hará, y espero que esa historia le interesará á
nunca puedo leer sin conmoverme, llegó el cape- vd. y le dará una nueva prueba de la misericordio-
llán del presidio que venia á dar al pobre moribun- sa bondad de Dios.
do la A última absolución: poco despues perdió el Nos dejó para ir á sus ocupaciones, y Sor Fran-
conocimiento, y apénas habíamos salido de la sala cisca, á mis ruegos, comenzó inmediatamente:
cuando espiró dulcemente en sus manos. «Hace cosa de tres años que una novicia jóven,
Por la noche, hablándoles á mis hermanas de la llamada Sor Rosa, vino aquí para reemplazar á
edificación que me habia dado el recogimiento y una de nuestras compañeras que Dios habia llama-
devocion de los presos enfermos y la resignación do para sí. Verdadera hija de S. Vicente de Paul,
de su compañero agonizante, la Madre superiora Sor Rosa era el modelo de toda la comunidad. Dul-
me dijo: ce y afable con todo el mundo, hablaba poco, se
« Hija, con bastante frecuencia se renuevan aquí • sonreía raras veces y con frecuencia derramaba
abundantes lágrimas en la presencia de Dios. Pre- gios de gracia y de conversión; por eso la llamá-
guntada por nuestra Madre sobre la causa de su bamos nosotras el Apóstol de los presos, quienes
dolor, le respondió: que era huérfana de padre y por su parte le profesaban un respeto extraordi-
madre, y que, reduciéndose toda su familia á un nario. Jamás uno de ellos se atrevió á dirigir so-
hermano gemelo, ignoraba qué era de él, si exis- bre ella una mirada atrevida, aunque con la débil
tia y si vivia cristianamente. «¡Ay, decia, yo me apariencia de una niña de quince años, poseía Sor
consolaría si ha muerto; pero nunca de la pérdida Rosa una belleza demasiada rara, que realzaba
de su alma.» con un nuevo encanto cierto aire de melancolía*
« Ay! lo que la pobre casi no se atrevia á decir, habitual en ella. Ya hacía cerca de tres años que
era que lloraba también la doble muerte de su pa- estaba encargada con otras de mis hermanas del
dre, que á su última hora rehusó tenazmente los cuidado de la enfermería, cuando un suceso muy
auxilios de la religión que su hija arrodillada le triste vino á privarnos de los ejemplos de tan san-
ta y piadosa compañera.
pedia anegada en llanto que recibiera. Más dicho-
sa habia sido su ternura con respecto á su madre; Entre los presidarios que su falta de salud obli-
pero todavía temblaba por las funestas consecuen- gaba con más frecuencia á ir á la enfermería, era
cias de la educación impía que habia recibido su un joven de 25 á 30 años. Sus facciones eran her-
hermano querido. mosas, aunque ajadas por el rubor y la desgracia.
Cuando supimos el motivo de su pesar, unimos Culpable de una falsificación que habia causado
diariamente nuestras preces á las suyas, para pe- la ruina de un amigo suyo, habia sabido ocultar
dir áDios la conversión de su hermano. A pesar bien su verdadero nombre, y no era conocido en
de que la salud de Sor Rosa era muy delicada, y el presidio sino con el de Oscar. Se expresaba con
todavía estuviese en el noviciado, las superioras gracia, tenia cultivado su talento, y todo, tanto en
creyeron que tenia bastante virtud para ponerla sus modales como en su persona, dejaba ver que
en la enfermería de los presidarios. No es fácil de- era de familia distinguida. Como todos sus com-
cir todo el bien que hizo allí: parecía que Dios ben- pañeros de infortunio, no pudo librarse del influjo
de Sor Rosa, y aunque de un genio violento y ar-
decía sus palabras y obraba por su medio prodi-
rebatado, se prestaba á todo lo que exigía de él;
Yo la acompañaba cuando abordó de nuevo con
sin quererla escuchar más que cuando trataba de
Oscar la gran cuestión de su salud eterna. Por
hacerle oir las verdades de la religión. Su funesto
primera vez la oyó sin interrumpirla y aun con
endurecimiento le causaba más pena que la indife-
cierta emocion, que no dejó de observar Sor Rosa;
rencia de los demás, con lo que Sor Rosa tenia una
con lo que creyendo que era el momento oportuno,
compasion muy particular para con ese desgra-
le dijo:
ciado jóven, á quien llamaba mi preso. Por otra
Ay señor mió! vd. es desgraciado aquí abajo,
parte se notaba que Oscar, sin pasar jamás los lí-
muy desgraciado, lo considero bien; pero qué,
mites del más profundo respeto, le tenia á Sor Ro-
¿quiere vd. serlo también en la otra vida? ¿No
sa un afecto especial. Abatido bajo la humillación
de su cruel posicion, deseaba morir, según decia; tiene vd. allá alguna persona amada con quien de-
y cada vez que entraba á la enfermería, declaraba sée reunirse en la gloria y la felicidad del cie-
en voz alta que no habia de hacer nada de lo que lo?
el médico ordenase: y así lo verificaba hasta que Suspiró, y gruesas lágrimas rodaron por su
Sor Rosa le suplicaba que no lo hiciese, y entonces rostro.
se prestaba con docilidad á cuanto quería. Su en- «¡Ay! sí, sí, dijo, tengo una hermana, un ángel,
fermedad, que era una afección de pecho, fué ade- que bien quisiera ver en otra vida mejor
lantando al grado de que hace poco meses los mé- ¡Cuántas veces al ver á vd. he creído ver á ella
dicos dijeron que no tenia remedio, y debia morir y escucharla, porque vd. debe tener poco más ó
muy pronto. ménos su edad. . . . ¡Pobre niña, ojalá y que nun-
ca sepa que su hermano terminó su existencia en
Es imposible describir la consternación de Sor
un p r e s i d i o ! . . . .
Rosa cuando conoció tan fatal sentencia: se des-
Ay! por favor, replicó ella, mirándolo con aten-
hizo en lágrimas, y recomendando á su protegido
ción; dígame vd. el nombre de su hermana y el
á nuestras oraciones, se dispuso por medio de
suyo?....
una continua oracion á ir á disputarle esa alma al
¡Mi nombre! la interrumpió enderezándose en
infierno.
su cama, y con ojos encolerizados: ¿se atreve vd. á
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preguntarme mi nombre, cuando he manchado y ¡El es! Diosmio! Lo reconozco. . . . Pablo. . . .
cubierto de ignominia la memoria de mi padre?... mi hermano! . . . y cayó sin sentido.
Ah! si no fuera vd. la que me lo preguntara! . . . . En cuanto á Pablo, como abrumado bajo el pe-
se detuvo y añadió con alguna dulzura: ¿No sabe so de los sentimientos diversos que lo agitaban,
vd. que no quiero que se me conozca aquí más que permaneció algunos instantes, inmoble y mudo;
por Oscar? . . . . » pero de repente, llorando y presa de una violenta
«Pero en lugar de responderle, Sor Rosa, que desesperación exclamó:
no cesaba de considerarlo atentamente, le dijo con «La he matado. . . . no hay duda. . . . Oh! Lu-
voz temblorosa; «Siquiera, tendréis la bondad de cía! háblame. . . . abre los ojos; mírame y no mal-
decirme de qué parte sois?» digas á tu infeliz hermano ¡Lucía! ¡Lucía!
—Soy de Lyon, respondió con aspereza y ba- vuelve á la vida y te prometo que me convertiré
jando los ojos; y mi familia, puesto que lo quiere para poder acompañarte en el cielo. Sí, ¡Dios mió!
vd. saber, era una de las principales de la ciudad; haced que viva, y yo os ofrezco que le daré el con-
la he hundido en el dolor por los extravíos de mi suelo de verme arrepentido y convertido
juventud, y así que la arruiné, me separé de ella A pesar de sus ruegos, Sor Rosa fué llevada á
á los 18 años . . . . No he vuelto á saber de ella, la enfermería, y yo me quedé con él para procu-
si no es que el pesar condujo al sepulcro á mis pa- rar calmarlo. Lo conseguí con mucho trabajo; so-
dres: ojalá que hayan ignorado que de falta en fal- bre todo me fué difícil hacerle entender que si
ta llegué á cometer la que me ha traído aquí!. . . . quería volver á ver á su hermana, era preciso que
Sobre todo, ojalá que mi pobre hermana no lo sepa no diese ni á sospechar á sus compañeros de infor-
nunca, no podría sobrevivir á la vergüenza de sa- tunio los lazos de familia que tenia con una de nos-
ber que estaba en el presidio, el que ella llamaba otras. Por lástima á su situación, no le dije que
su querido gemelo.... acababa de destruir, sin saberlo, las esperanzas
Sor Rosa estaba pálida como la muerte; echó más caras de su desgraciada hermana; porque por
sobre él una mirada dolorosamente expresiva, y virtuosa que sea una novicia, una disposición muy
prudente la excluye de la comunidad cuando su
enclavando sus manos exclamó:
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nombre está infamado, ó su familia ha sido des- b f
honrada por uno de sus miembros. ¡Ay! Sor Ro- seriedad en su salvación. . . ! El hizo una señal
sa lo sabia bien; no creía á su hermano más que de afirmación, y dijo con un tono resuelto: —«Sí,
extraviado, pero al hallarlo con la librea del pre- quiero salvarme, para reunirme con ella en el cie-
sidio, habia visto todo el horror de su posicion, y lo.»—
como todavía no habia hecho los votos, compren- «¡Cuánto lo agradezco yo! y adiós! querido P a -
dió que ya jamás los podría pronunciar. blo, replicó con mucha dulzura; no olvides que
Por fortuna habia ese dia pocos enfermos en la nuestra buena madre nos espera en la gloria; tra-
bajémos, pues, tú y yo, te lo suplico, en juntarnos
enfermería; y por una casualidad dichosa, la ca-
con ella.»
ma del pobre Pablo estaba bastante separada de
las de los demás, de modo que no podían oir nada El sollozaba y la habia tomado de su hábito que
besaba, humedeciéndolo con sus lágrimas.
de su conversación con Lucía.
«Vamos, Pablo, valor, le dijo en voz baja; nos
En cuanto á ésta, no intentaré describir á vd.
volverémos á ver muy pronto allá arriba, porque
su dolor: solo le diré que olvidándose de sí misma,
el arrepentimiento es una segunda inocencia.»
para no llorar más que por su infeliz hermano, pi-
Despues, soltándose con suavidad como pudo, lo
dió permiso, aunque casi moribunda, de tener otra
miró con ternura y se alejó lentamente, no sin
entrevista con él al siguiente dia. Se le concedió;
volver la cabeza una ó dos veces hácia su herma-
y aunque yo la acompañé, me retiré un poco, para,
no, que no habia de volver á ver aquí abajo. Pablo
dejarla con más libertad, pero observé que varias
la seguía con la vista, con una expresión de silen-
ocasiones se puso Pablo á llorar, besando el Cruci-
cioso dolor que me destrozó el corazon: cuando
fijo de su hermana, que ella habia desprendido de
desapareció, se dejó caer en su almohada, di-
su rosario para dárselo. Su conversación duró
ciendo:
cerca de una hora. Antes de despedirse, me lla-
Hasta dónde me han llevado mis crímenes: he
mó Lucía, y me dijo muy conmovida: ¡Ah! qué
encontrado á mi hermana gemela, y no puedo ¡ay!
dicha la mia! ya no sentiré morir, pues que mi po-
ni estrecharla entre mis brazos.. . !
bre Pablo me ha prometido pensar desde hoy con
Un cuarto de hora despues se enderezó, y lia-
mandóme con voz fuerte, me dijo: «Sor Francisca, Con todo, la lloramos mucho, y el pesar que
ruego á vd. que me mande llamar al capellan, nos causó perderla, no se suavizaba sino con el
quiero hacerle sin tardanza la confesion de mis pensamiento de que estaba ya gozando de la re-
faltas, porque conozco que ya no hay tiempo que compensa prometida á la inocencia y á las virtu-
perder.» —Se equivocaba, porque despues de su des de que nos habia dado admirables ejemplos.
confesion, que acompañó con las más vivas mues- Sor Rosa, al morir, recomendó á nuestra Madre
tras de dolor, vivió lo bastante para llegar á ser á su desgraciado hermano, y ésta le prometió no
un modelo de paciencia y de arrepentimiento. abandonarlo. Llegó á ser su protegido especial, y
Víctima durante más de un mes de los sufrimien- se conquistó su confianza y afecto: ella fué la que
tos más crueles, no cesaba de repetir: se encargó de darle la noticia de la muerte de su
«Ay! que no pueda yo sufrir todavía más para hermana, la que recibió con una resignación con-
expiar aquí abajo mis crímenes! . . . ¡Que no haya movedora. Sí, de él se pudo decir con justicia,
conocido á Dios más pronto! no me encontraría que la gracia abundaba en donde habia sobreabun-
aquí. . . . dado la iniquidad. Quisiera poder contar á vd. to-
Perseveró en esos sentimientos hasta el fin, y dos los rasgos de piedad de que fuimos testigos,
su conversión fué un gran motivo de gozo para su pero me contentaré con referirle uno solo.
pobre hermana, quien no sobrevivió sino algunos Era la víspera de su muerte: acababa de admi-
días á la última entrevista de que he hablado, y nistrarse, y como nuestra Madre le exhortara á
en la que consiguió triunfar de todas las preven • la confianza en Dios, le respondió:
ciones que tenia Pablo contra la religión. Dios le Ay! cómo no he de confiar en su Majestad, des-
hizo un gran favor con sacarla de esta vida. ¡Cuán- pues de lo que acaba de hacer ahora conmigo!. . .
to hubiera sufrido si hubiera vivido más! Así, por Además, la que me sacó del abismo, ¿no está ro-
lo ménos, murió ya con la esperanza de volver á gando en este mismo instante por mí? Ay,
ver á su hermano en un mundo mejor, y tuvo el Lucía! Lucía! añadió poco despues, yo fui el que
gran consuelo de no tener que quitarse el santo há- causé tu desgracia! Ay! ¿te olvidaste de mi con-
bito de Hermana de la Caridad. ducta en tu última hora?. . . .
»
Hermana, repítame vd., por favor, lo que me ha Tal fué la relación de Sor Francisca, que se me
dicho otras veces; que ella me perdonó, que n o . . . ha grabado profundamente en mi memoria. Deseo
—Y qué! señor mió, le dijo nuestra Madre in- que te interese, y en todo caso, si hallas que he
terrumpiéndole, ¿ese santo Cristo que tiene vd. so- abusado mucho del permiso que me has dado de
bre el pecho y que le dió ella misma en prenda de escribirte largo, cúlpate á tí misma, pues me lias
perdón, no le basta para probárselo? repetido tanto: «Tus cartas siempre son breves.»
Sí, sí, respondió besándolo con amor. Sí, este Esta vez, por lo ménos, he querido darte gus-
legado de mi querida hermana debe reanimar mi to. Ahora, por consideración á tu paciencia, que
valor, mi fe y mi confianza en la misericordia de no quiero cansar tanto, me contento con repetirte
Aquel que, aunque inocente, se entregó ála muer- que te quiere y siempre te querrá
te para librarme del infierno.... No quiso que
volviera yo á ver á Lucía: no permitió que ella T u AMIGA.
preparar la comida ¿qué le faltaba para ser testigos de su prosperidad y de su desgracia, aban-
una ama de casa completa? Y es tan hermosa, de- donó*3 su pueblo y tomó el camino de Burdeos, don-
cía el pobre viejo en su imprevisión, que jamás se de á pesar de un rudo trabajo, agotó muy pronto
le dificultará lo que quiera. los escasos recursos que habia llevado: bordaba,
La única cosa que el anciano olvidaba para tran- pero tú sabes lo poco que deja esa tarea tan ingra-
quilizarse sobre el porvenir de su hija, era con to- ta. Al cabo de dos meses, la hermosura de la in-
do lo más principal, pues era muy piadoso. feliz niña la hizo encontrar un protector rico, que
Acababa de cumplir 19 años cuando murió su le ofrecía oro, placeres, y todas las superfluidades
padre. Entonces sucedió lo que él debia haber de la vida, sin pedirle en cambio más que el sacri-
previsto en su vida. La joven huérfana fué enga- ficio de su virtud más querida, ella prefirió la mi-
ñada por las personas á quienes habia dado su con- seria y la muerte á tan vergonzosa opulencia; y
fianza, y se vió despojada en menos de un año de sin pan, ni dinero, vino á esconderse en el alber-
todo su modesto patrimonio. gue en que la encontramos con la esperanza de no
Cuando la pobrecita no contaba ya con más ri- ser allí hallada por el hombre que la perseguía.
quezas que su belleza y su virtud, no halló á su Hacia dos dias que no comia, y que trabajaba sin
derredor sino frialdad é indiferencia, pues en el
descanso para concluir aquel bordado que debía
campo, lo mismo que en las ciudades, jamás es
proporcionarle unos cuantos sueldos, cuando ven-
buscado el mérito si está acompañado de la indi-
cida de la debilidad, cayó desmayada en el suelo,
gencia.
donde habría muerto, si el Señor, que vela so-
Con todo, le llovieron consejos, porque esos no bre la inocencia, no nos hubiera enviado á socor-
cuesta trabajo darlos, y entre ellos se decidió, rerla.
aunque contra la opinion de su párroco, á seguir Tal fué la relación que nos hizo la pobre Ceci-
uno, que por su desgracia le pareció el mejor. lia pocos dias despues de su entero restablecimien-
La dijeron que se fuera á alguna ciudad grande to. Tomamos algunos informes para saber el cré-
y que allí haria fortuna; estimulada por el deseo dito que le podríamos dar, y nos convencimos de
de alejarse de aquellos lugares que habían sido que era verdadera, y que solo habia ocultado por
modestia, algunas circunstancias que le hacían un rostro, el más feo que he visto en mi vida, ros-
mucho honor. tro en que las viruelas habían dejado una huella
Desde entónces, esa interesante joven que he- deplorable. No fui bastante dueña de mí misma
mos puesto, interinamente, en casa de su ancia- para disimular la impresión que me causó; de mo-
na vecina, tuvo todas nuestras simpatías, y nos do que la Srita. Raffet pareció conmoverse, y aun
pusimos de acuerdo con nuestra madre para pro- una lágrima humedeció sus párpados: con todo,
porcionarla un lugar en que estuviese al abrigo de se sonrió; y esa sonrisa mágica dió tal expresión
todos los riesgos que le hacia correr su hermosura. á su fisonomía, que comprendí que habia uno de
La cosa no era tan sencilla; pero nuestra madre acabar por acostumbrarse á una fealdad templada
con un no sé qué, lleno de gracia, de talento, de
tuvo la feliz inspiración de dirigirse á la Srita.
Raffet, y de contarle la historia de Cecilia: como finura y de benevolencia.
es tan caritativa esa respetable persona, inmedia- Le presentamos nosotras á Cecilia que estaba
tamente le ofreció recibirla en su casa, aunque pa- encantadora, y le agradó mucho. Despues, á nues-
ra disminuir el mérito de tan bella acción, añadió: tros ruegos, tuvo la bondad de enseñarnos su casa.
que precisamente estaba necesitando una persona No selia reservado ella para su uso particular,
así, que pudiera dejar con confianza en su casa más que dos cuartos y una salita tan chica como
cuando ella saliera, y que le parecía que Cecilia un locutorio de un convento. Ha convertido las
era la que estaba deseando hacia tanto tiempo. mejores piezas en enfermerías, una para hombres
Pocos días despues, llevamos Sor Victoria y yo y otra para mujeres: tiene cada una ocho camas:
á Cecilia á casa de su nueva protectora, que te- recibe indistintamente á cuantos habitantes de los
nia yo mucha curiosidad de conocer: me habían campos vecinos vienen á implorar sus socorros.
hablado tanto de ella, me la habían elogiado tanto, En el patio hay una gran sala que sirve de clase á
que yo me había formado una idea muy exagerada las niñas; ella misma les dá sus lecciones, las ins-
respecto de su físico, aunque muy inferior, en truye y les hace aprender el catecismo. Por la no-
compensación, por lo que toca á su moral. Figú- che reúne allí á todas las jóvenes que han hecho ya
su primera comunion, les enseña á coser, y para
rate, en efecto, mi desengaño, cuando fui mirando
estimular su ardor por el trabajo, recompensa sus
peño los hermanos délas escuelas cristianas, en un
adelantos con regalos útiles, proporcionados á su
local vasto y cómodo, quienes la secundan admira-
habilidad, su edad ó su gusto. Se empeña particu-
blemente en el gran proyecto que ha formado de
larmente en sacar de sus discípulas, cristianas fer-
regenerar con el auxilio de la religión, una pobla-
vorosas é instruidas, y las prepara así á llegará
ción que era medio salvaje á su llegada.
ser un día excelentes madres de familia. No se '
pasa año alguno sin que dote, y haga que se case Bien recompensada está de sus trabajos, con la
veneración y el amor que le profesan todos los ve-
alguna, escogiéndola siempre entre las más pobres
cinos de este rincón de tierra privilegiado; lo pro-
Pero no se limita á eso su celo: todavía, á pesar
baron bastante en una grave enfermedad que tuvo
de sus muchas ocupaciones, halla modo de visitar
hace algunos meses. La desolación era tal en todas
a os pobres, á los enfermos y á los afligidos de la
estas buenas gentes, que hasta desatendieron su
aldea, a quienes socorre, consuela y dispone casi
trabajo ó negocios particulares; despues celebraron
siempre a entrar en gracia con Dios: por esto su
su convalecencia, acudiendo en tropel á la iglesia
Párroco, que es un varón muy santo y muy digno,
para asistir á la misa de acción de gracias, que
a llama « P o r imitación, las hermanas,
hicieron decir para dar gracias á Dios de haber-
que todas la aprecian y ] a estiman, le dicen &
les-conservado á quien llaman su Providencia vi-
Raffet, aunque por chiste agregan que ella se ha
sible.
y o g a d o nuestros derechos, y usurpa nuestras
Ahora, si me preguntas, cómo puede hacer la
Srita. Raífet tantas obras buenas, tan diferentes y
Nunca acabaría si quisiera contarte todas sus
tan multiplicadas, con una fortuna que no excede
buenas obras: así, la iglesia estaba amenazando
de $15,000, te responderé que yo no lo sé; pero
ruina, y ella la compuso; despues, una escuela pa-
que la caridad tiene una destreza maravillosa para
ra muchachos ha venido 4 completar los beneficios
que hace a su pueblo, h . t e n i d o q u g ^ multiplicar sus recursos, y que existen entre Dios
y ella secretos que escapan á la curiosidad vul-
cho üempo para conseguirlo, pero por fin, haceya gar.
cosa de un ano que se han establecido por su em-
Desde entonces, miéntras más veo á la Srita.
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Raffet, más la quiero y más 3a admiro: ha acabado pueda embellecer la virtud, así como no hay her-
de ganar mi afecto con la historia de los pesares mosura que el vicio no destruya. Imposible es que
y de los desengaños que le han hecho tomar la re- no estés de acuerdo conmigo.
solución de consagrar el resto de su existencia al Adiós, querida Carolina, la campana me llama
alivio de sus semejantes, sin esperar otra recom- para la lectura espiritual: la historia de la Srita.
pensa más que Dios. Era necesario que tú la hu- Raffet se quedará para otra ocasion; como es lar-
bieses oído como yo, referir su vida, para que te ga, tendré cuidado, para excitar tu curiosidad, de
formaras idea exacta de la sencillez, llena de en- interrumpirla en los lugares más patéticos: ya te
cantos, con que descubre todo el fondo de su cora- lo aviso, para que despues no te enojes con tu
zon, asilo de todas las virtudes. amiga
Eso es mucho entusiasmo, me dirás tal vez; es SOR T E R E S A .
Pero nó, quiero vengarme de tí con más nobleza, Ahora, si te parece, seguiremos la historia de
y decirte sin otros rodeos para no hacerte esperar la Srita. Raffet. No me respondes; luego apruebas
más, que tu joven prima Aurelia ha condescen- conforme á aquel refrán: «quien calla, otorga.»
dido ya con ir á ver á nuestro excelente señor cu- Ten presente siempre que ella es la que habla,
ra que, salvo el respeto debido, la ha hechizado y que ella y Melania están en vísperas de ligarse
completamente: ella está encantada de él, y él se con los vínculos del himeneo.
aprovecha de tan buena disposición para trabajar «El dia de nuestra doble unión estaba ya fijado:
con ardor en su conversión. Tiene muchas espe- la parienta y antigua protectora de Melania, áquien
ranzas de conseguirla, aunque reconoce, á pesar por consideración se le habia dado parte, habia ya
suyo, que la Sra. Marval tiene cierta ligereza de contestado dando muestras de mucha satisfacción,
ideas, y á veces es imposible cogerla; con todo, cree cuando Julia cayó gravemente enferma, causándo-
que, siendo tan estremosa, en cuanto sepa todo lo nos inquietudes demasiado justas y sérias. Sus-
que Dios ha hecho para salvarla, llegará á ser una pendimos los preparativos de las bodas; dejé mi
gran santa, y podrá aspirar á un trono tan elevado papel de novia por el de enfermera, no separándo-
como el de Santa Teresa. me un momento de la cabecera de la cama de mi
hermana política. ¡Ay! despues de diez dias de
Pienso que el pobre del Sr. Marval, algo morti-
agudos sufrimientos, espiró en mis brazos, dán-
ficado con los innumerables caprichos de su Aure-
dome las gracias por mis cuidados, y con los más
. lia, no se disgustará de que la hagamos entrar un
vivos y edificantes sentimientos de piedad y resig-
poco en razón. Como ni mi edad ni mi experien-
nación.
cia son á propósito para corregir esos defectos de
educación religiosa, y además, no tengo tiempo su- Por una casualidad muy triste, tuvieron lugar
ficiente para ello, he tenido mucho gusto en dejar sus funerales el mismo dia que de antemano había-
ese cuidado y esa responsabilidad á nuestro digno mos señalado para nuestros matrimonios que, por
párroco, á quien ella va á ver casi todos los dias, segunda vez, y á despecho de Enrique y de Fer-
y de quien es recibida con suma bondad por su nando, tuvieron que aplazarse por algunas sema-
parte. Espéralo todo de su celu. nas.
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Pero, ¿cómo podia pensar en separarme de Al- dias, esa horrible enfermedad hacia sobre mí sus
berto en aquellas circunstancias, y hacerlo presen- espantosos estragos. Melania, á quien ni el temor
ciar el principio de aquella dicha, de que acababa del contagio tan probable, por hallarse en iguales
él de ser privado, de una manera tan cruel é ines- circunstancias que yo, pudo contener, se estable-
perada? ció junto á mi cama, y sorda á mis súplicas, no se
Las súplicas y los reproches de Fernando, no separó de allí hasta que estuve fuera de todo ries-
pudieron hacer variar mi resolución. Melania me go. ¡Oh! cualquiera que haya sido despues su
imitó, y Enrique, que necesitaba volver á Paris, conducta para conmigo, jamás he podido olvidar,
por haber concluido el tiempo de que podia dispo- ni olvidaré nunca, esa prueba tan tierna de amis-
ner para estar separado de los negocios, se vió obli- tad.
gado á volver á tomar el camino tan solo como ha- Llegando á noticia de Fernando mi enfermedad,
bía venido, y muy molestado porque había anun- pareció muy afectado y alcanzó de mi hermano el
ciado á sus amigos que á su vuelta les presentaría permiso de entrar á mi cuarto muy pocos dias
una nueva y sorprendente hermosura. despues. Era precisamente el momento más críti-
Me sentía yo mala el día que salió, y procuré co: mi rostro, cubierto de una máscara repugnan-
ocultarlo, lo que al dia siguiente ya me fué impo- te, no era más que un objeto que inspiraba disgus-
sible, teniendo que guardar cama. Llamaron al to ó lástima; á él no le causó sino el primero de
médico, y despues de haberme reconocido atenta- esos sentimientos, y ya despues se contentaba con
informarse por medio de Melania que, según decia
mente, declaró á mi hermano que, según todos los
mi hermano, tenia mucho empeño en darle ella
síntomas, parecía que me iban á atacar las virue-
misma noticia de mi estado, y según parecía, lo
las. Sin duda mis padres por un olvido, ó más pro-
hacia con una escrupulosa y detallada exactitud,
bablemente, por una preocupación demasiado co-
porque sus conversaciones eran cada dia más lar-
mún, no quisieron que me vacunaran, cosa que á
gas.
ningún niño se le debe dejar de hacer, pues á muy
poca costa se les hace un servicio para toda su vi- Sea de eso lo que fuere, ella cuidaba con un em-
da. El médico no se equivocó, y á los muy pocos peño cariñoso de que no me arrancase las gruesas
costras que cubrían mis facciones; y para'calmar dirigí una mirada, cuando á la vista de aquella
un poco la irritación que me causaban, las hume- especie de monstruo que se me presentaba, di un
decía con una paciencia y un esmero sin igual; grito de horror, que hizo entrar á Alberto. Llora-
pero yo, vencida por el suplicio que sufría, pro- ba yo á lágrima viva; y él comprendió desde lue-
curaba burlar su vigilancia, y arrancaba algunas go el motivo de mi pesar: procuró consolarme, de-
muy grandes, que dejaron en su lugar estas pro- ciéndome que con el tiempo habia yo de recobrar
fundas cicatrices que surcan y desfiguran tanto mi una parte de las ventajas físicas, cuya pérdida me
rostro. llenaba de desolación: me citaba en apoyo de esto,
Por entonces, no pensaba más que en el ligero varios casos de personas que habíamos conocido y
alivio que esa imprudencia me proporcionaba, y no cuya hermosura no habia sido enteramente des-
fué sino muy tarde cuando comprendí todas sus truida por la cruel enfermedad que me habia visi-
graves consecuencias. tado. Consiguió persuadírmelo; enjugué mi llanto,
Miéntras tanto, iba yo entrando poco á poco en y lisonjeándome con la esperanza tan halagadora
convalecencia, y me dieron por fin licencia de que me habia dado, le supliqué que le dijera á
levantarme, cosa que deseaba yo con la mayor an- Fernando que no le permitiría yo que viniera á
sia, porque habiendo pedido á mi hermano varias verme hasta que hubiera vuelto á ser su Paulina
veces un espejo para juzgar de los efectos de la de otro tiempo.
enfermedad sobre mí, siempre me lo habia ne- Alberto, cumplió mi encargo; y Fernando, ocul-
gado. tándole sus nuevos proyectos, no le dijo más, sino
Debía yo estar muy espantosa: érala consecuen- que iba á aprovechar ese tiempo de privación de
cia lógica que sacaba de su obstinación en privar- verme, en ausentarse de Burdeos, para terminar
me de una satisfacción tan fútil. Por esto, lue- un asunto importante que reclamaba su presencia.
go que pude andar sin el auxilio de un brazo aje- Así, sin saberlo yo misma, favorecí el deseo que
no en que apoyarme, me aproveché de un ratito abrigaba de romper sin ruido y sin llamar la aten-
en que me dejaron sola, para arrastrarme como ción, una unión que la pérdida de una belleza efí-
me fué posible hasta enfrente del espejo. Apénas mera le habia hecho ya odiosa.
El camino que tomó al alejarse de mí, nadie lo ta que decia era para mí. Creyéndolo así, no me
supo. ¡Ay! me equivoco; Melania lo sabia perfec- metí en leer el sobre, sino que la abrí, y mirando
tamente, pero se lo ocultó á mi hermano que, en- que era de letra de Fernando, devoré las siguien-
teramente confiado en la lealtad de Fernando, no tes líneas:
podia imaginarse que faltara jamás á la palabra «Alégrese vd., querida mía, he terminado todos
dada. sus negocios; ya ve vd. que no los he alargado mu-
Yo tuve que desengañarlo, revelándole parte de cho.- Gracias al testamento de la señora su parien-
la verdad que había venido ámi conocimiento por ta, que dejó á vd. de legataria universal, no hete-
una indiscreción que ahora considero corno una fe- nido que hacer más que presentar el poder que vd.
liz casualidad. me dió para entrar en posesion de todos los bie-
«Varias semanas se habían pasado, y yo ade- nes que forman un capital de treinta mil pesos.
lantaba cada día más hácia mi completo restable- El castillo situado en medio de un delicioso jardín,
cimiento, con lo que Melania quiso volverse al tiene una pequeña capilla en que recibirémos la
convento: no se lo permití sino con lacondicion de bendición nupcial: daré todos los pasos necesarios
que mientras de que yo no pudiera salir, me ha- para ello, y haré los preparativos convenientes.
bía de venir á ver todos los dias. ¡Ah! olvidados de los hombres, viviendo solo el
Fiel á su palabra, venia á pasar conmigo horas uno para el otro, ¿qué digna de envidia será nues-
enteras, y me daba gusto verla con una alegría tra suerte en este halagüeño retiro, que no le falta
no acostumbrada: yo ingenuamente pensaba que más que la presencia de su amable propietaria pa-
era por el gusto del recobro de mi salud y de su ra convertirse en una mansión encantadora.
próximo matrimonio; porque cediendo á las ins- No retarde vd. su partida, se lo suplico mucho;
tancias de Enrique, que me había encargado que venga sin dilación, segura de que la espero con
le defendiera su causa, creía haberla decidido á una ansiedad que tiene muchode delirio. Ya no hay
consentir en que el suyo se verificase ántes que el que dudar: tiembla vd., dice, al solo recuerdo de
mió: no faltaba más que fijar el dia preciso, cuan- Enrique, y del pesar que su hermana experimen-
do una mañana la recamarera me entregó una car- tará con la ruptura de un matrimonio que desea-
ba tan ardientemente. P e r m í t a m e vd. que le diga, no le importe poseer el corazon de su esposo. Si,
que la amistad más susceptible no puede exigirle yo la quería, y desearía poder conservar su amis-
que se sacrifique vd. misma, á su agrado, casán- tad. Pero no se disguste vd. por esto, pues creo
dose con un hombre á quien nunca ha querido: en que hará justicia á las excelentes cualidades que
cuanto á él, es demasiado ligero é inconstante para la distinguen. Yo quisiera tenerla por hermana,
que le d u r e mucho el sentimiento de perderla: hoy, y á vd. por esposa: entónces seria el más afortu-
es cierto, a m a á vd. apasionadamente; ni ¿cómo nado de los mortales....! ¡Ay, querida Melania!
podia ser de o t r a manera, cuando sucede así con ¿por qué no me dejó vd. ver más pronto su cora-
todos los que tienen la dicha de conocerla? pero, zon? Nos habríamos librado los dos del pesar de
mañana y a la olvidará. afligir á Paulina y á su querido Enrique.
La posicion que vd. guarda respecto de su her- Pero, en fin; puesto que el mal es ya irrepara-
mana me-parece realmente mucho más difícil: ¡le ble, venga vd. cuanto ántes, querida mía, á olvi-
ha probado á vd. tantas veces su amistad ! pe- dar todos sus cuidados cerca de quien suspira por
ro ¿qué? ¿no le ha correspondido vd. de ningún mo- el momento en que podrá llamarse su esposo, etc.»
do? ¿Todo lo que ha hecho vd. en su última enfer- Tuve bastante valor para leer esta carta hasta
medad se debe contar por nada? el fin, y todavía más, para tomar desde luego mi
Además, permítame que se lo repita: la amis- resolución. Aunque mi corazon estaba destrozado
por la ingratitud de Fernando y de Melania, le
tad y el reconocimiento no pueden obligar á con-
prometí á Dios que los perdonaría, y que no me
traer unos lazos que harían desgraciados á cuatro
habia de vengar de su conducta sino con la gene-
en vez de á dos. Paulina misma, que es buena y
rosidad de la mia. En consecuencia, habiendo en-
juiciosa, seria de este parecer, si vd. se lo pidie-
jugado mis lágrimas, esperé con calma la hora en
ra. ¡Pobre Paulina! siento yo también mucho el
que habia de llegar Melania, á quien recibí con la
afligirla porque la he amado antes que vd., y da-
cordialidad de siempre. Estaba ese dia, triste,
ría con gusto la mitad de mi vida, porque com-
preocupada; le pregunté la causa de su tristeza, y
prendiese que tan desfigurada como ha quedado,
me respondió con cierto embarazo, que temia ver-
debe ya renunciar á todo matrimonio, á ménosque
is
se obligada á separarse de raí, quizá por mucho al engañarme como lo has hecho.... ¿Por qué du-
tiempo, porque su anciana parienta habia caído daste de mi cariño....? ¿No sabes que ningún sa-
enferma de resultas de los pesares que habia su- crificio me hubiera parecido caro portal de asegu-
frido en la pérdida sucesiva de sus dos hijos, y rarte tu felicidad? Si en lugar de robarme el cora-
la llamaba para que le cerrara los ojos. «Estoy es- zon de Fernando me hubieras dicho: Paulina, yo
perando, añadió un poco avergonzada de su men- lo amo, no puedo ser dichosa sino con él; ¡ah! es-
tira, otra carta de ella, que sin duda me hará par- tá segura, Melania, que no habría vacilado un ins-
tir inmediatamente.» tante en cedértelo; te lo habria sacrificado, siendo
yo la primera que le dijera: «No piense vd. en mí....
«¡Ah! le dije, mirándola fijamente: ¡cuántome-
es mejor que se case con ella.... y no me prive por
jor seria que me confesaras con franqueza, que ya
una doble traición de mi amiga y de mi novio....»
no quieres casarte con Enrique ! porque no lo
amas, y has preferido á algún otro que te está es- Yo lloraba, y á ella casi la ahogaban los sollo-
perando para recibir tu mano y tu fortuna ! zos. Entonces le presenté la carta de Fernando, y
le referí por qué casual error la habia yo abier-
¡Paulina! ¡Paulina! exclamó cubriéndose el rostro
to y leído: la tomó con u n a m a n o temblorosa y qui-
con las manos, y deshaciéndose en lágrimas: ¡ya
so hacerla pedazos; pero yo lo impedí, y le dije:
lo sabes tú todo....! Sí, soy muy culpable.... Soy
una miserable que ha hecho traición á la más ge- Melania, es preciso que sepas su contenido. Es-
nerosa de las amigas; pero ¡ay! si supieras cuán- pero que me perdonarás, agregué abrazándola, el
tos combates he sostenido ántes de entregarme á que haya yo recorrido esas líneas ántes que tú,
esta fatal pasión, que deploro sin poderme librar por haber reconocido la letra, y creer que era di-
de ella, ¡oh! me tendrías lástima en vez de malde- rigida á mí.
cirme quizá ¡Por Dios, Paulina! exclamó gimiendo y arro-
jándose á mis piés por más que yo me opuse:
¡Maldecirte, Melania! la interrumpí prontamen-
te: ¿puedes siquiera figurártelo....? No, no; creo Yo no merezco perdón, y ¿tú me lo pides á mí.... ?
que no harás este agravio á tu desgraciada ami- ¡Oh! tú eres la que has de perdonar áestadesgra-
ga.... ¡Pobre Melania! sí; has debido sufrir mucho ciada indigna de tu amistad, cuya pérdida amar-
garápara siempre su existencia... ¡Paulina! ¡Pau- nadie la sorprendiese en ese estado, cerré la puer-
lina! Si puedes olvidar lo pasado.... consagraré el ta del cuarto y esperé con ansiedad á que se cal-
resto de mis dias á probarte lo sincero de mi ar- mara un poco, para que escuchara los últimos con-
repentimiento.... renunciaré para siempre á él.... sejos que tenia que darle. La espera fué larga;
te sacrificaré con gusto su amor....» pero por fin, al cabo de una hora de esfuerzos in-
La levanté del suelo, la besé con ternura, y pi- útiles, la tomé déla mano, la llevé ante mi Cruci-
diéndole á Dios que me inspirara lo que debiahacer, fijo, y arrodillándome con ella, le dije:
despues de unos instantes de silencio, le hablé en «Melania, si todavía me quieres, prométeme de-
estos términos: lante del Señor que murió por nosotros para redi-
«Nó, Melania, el mal que está hecho es irrepa- mirnos, que me concederás la última prueba de
rable, y vale más, como él dice, que no sean más amistad que te voy á pedir.»
que dos los que sufran. Reflexiona que, si no has Sí, todo lo que quieras; te lo ofrezco, exclamó
sabido vencer en su principio como debiste hacer- con cierta especie de frenesí: mi vida es tuya
lo una pasión sin esperanza, ¿cómo habías de po- Pues bien, añadí abrazándola, vuelve al conven-
der conseguirlo ahora que te ves correspondida? to, arregla tu partida para esta misma noche, haz-
Sigue, pues, tu destino: párte, vé á trabajar en te acompañar de alguna señora de confianza, y so-
su dicha, y díle que la única reparación que le exi- bre todo, cuida mucho de que no se sepa el motivo
jo, es que cumpla su palabra de que pondrá todo de tu viaje, y el rumbo que tomas....
empeño en hacerte feliz. ¡Ay! Paulina, exclamó con un acento desgarra-
Combatida de mil opuestos pensamientos, la des- dor: ¿qué es lo que exiges de mí?
graciada era presa de una agitación que tenia algo —Lo que dictan la razón y la prudencia.—
de delirio: se apretaba las manos, se estiraba el —Pero, ¿qué dirá tu hermano Alberto si me
cabello, y sin oír siquiera lo que yo le decia, pro- voy sin verlo, sin darle las gracias por sus bon-
nunciaba palabras incoherentes en que se descu- dades, sin decirle nada de.... Enrique....
bría á su pesar lo violento de su pasión por Fer- —Yo me encargo de todo; persuádete de que si
nando. Yo no sabia qué hacer: y no queriendo que mis hermanos sospecharan siquiera que te vas á
casar con Fernando si supieran el lugar Ya no pudo responder: los sollozos la ahogaban:
adonde te diriges, pedirian sin duda reparación por sin volver la cara, se dirigió á la puerta, y des-
el doble insulto que pensarían haber recibido, y apareció.
entonces, ¿quién sabe si habría hasta sangre y lá- Así que salió, agotada por la violencia que me
grimas derramadas—? acababa de hacer, me senté desfallecida en un si-
—Paulina, me haces estremecer. ¡Oh Dios mío! llón, entregándome á las más tristes y dolo rosas
Ya desde ahora me castigais como merezco por los reflexiones, aunque con una dulce satisfacción in-
errores de mi corazon! ¡Oh! Si y o os hubiera ama- terior de haber cumplido mi deber.»
do más, no me vería hoy destrozada de remordi- Detengámonos aquí, querida Carolina, es ya
mientos, devorada de inquietudes! ¡Ay de mí! tiempo de dejar descansar á la Srita. Raffet, y
¿Cómo acabará todo esto....? de desearte á tí muy buenas noches. Más dichosa
Bien, querida Melania, así lo debemos esperar que esa pobre Paulina, tú puedes llamarte con en-
de la bondad del Señor, á quien le rogarémos siem- tera confianza, la amiga aunque sea de
pre ¿no es verdad? que nos vuelva á reunir un dia
en su seno. SOR T E R E S A .
— Sí, sí; exclamó arrojándose á mi cuello; sí,
pídele, Paulina, que me saque pronto de este mun-
do, donde no habrá para mí, en lo de adelante, ni
paz, ni tranquilidad, ni dicha.... Paulina, mis pe-
sares me quitarán la vida.... y ya no puedo hacer
otra cosa.... Adiós, Paulina, que el Señor te re-
compense tu heroica y sublime caridad, y me per-
done á mí.
Adiós, le dije al separarse de mis brazos, adiós;
sé muy dichosa, es el más vivo deseo de tu amiga,
y será el objeto de sus más fervorosas oraciones.
eso seria el mejor medio de apartarlo del bien pa-
ra siempre; pues, sin murmuración, es cosa muy
àrdua hacer entrar al camino de la salvación á esa
altiva mitad del género humano, que tiene barba y
bigotes. Escríbele, pues, á tu prima, que es nece-
CARTA X V . sario que modere su celo, y se esfuerce primero
con el cambio de su conducta, en hacer amar la
religión á su marido. Despues, cuando él vea que
Burdeos. la ha convertido en una mujer sumisa, empeñosa
en agradarlo, virtuosa, en una palabra, él mismo
¡Victoria, querida Carolina! tu prima ha triun- hará justicia á la divina moral del Evangelio, y se
fado por fin de un ruin respeto humano, de un mi- verá obligado á imitar á s u cara consorte. Sí; no
serable orgullo, y ha comenzado á hacer una bue- dejes de escribirle en ese sentido unas cuantas lí-
na y larga confesion general, cuyo primer efecto neas tuyas, conseguirán más que todos mis sermo-
ha sido ponerla en paz dichosamente consigo mis- nes por elocuentes que sean.
ma. Ha venido muy contenta á darme parte de Me pides de tan buen modo en tu última carta
este primer paso que se le hacia tan difícil, y de que te acabe de contar la historia de laSrita. Pau-
que está tan satisfecha, que desea á todo trance lina Raffet, que sin más preámbulos la tomo desde
procurarle á su marido la misma dicha. Puede ser donde la dejé. Agradece á mi buena memoria, el
que lo consiga si obra con prudencia, porque el que pueda repetirte, casi palabra por palabra, sus
Sr. Marval es tan bueno! que como decia mi papá, mismas expresiones: la hemos dejado abrumada
es la espuma y la nata de los hombres. Así, pues, bajo el peso del dolor que le causaban la conducta
si nuestro buen Cura profetizó bien cuando dijo de Melania, y su partida. Continuó, pues, en es-
que nuestra Aurelia seria una gran santa, ya es- tos términos:
tá en el buen camino que conduce al paraíso; solo «Por fortuna mia, detuvieron á mi hermano en
quisiera que no instase mucho á su marido; quizá casa de un amigo suyo, con lo que no vino á comer;
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porque en el estado en que me hallaba era muy no debía esperar otro alivio á mis pesares, que en
fácil que hubiera yo hecho traslucir algo, aunque el servicio y el amor de Dios, omnipotente conso-
involuntariamente, el secreto que había prometido lador de los afligidos.
á Dios que guardaría en favor de Melania. Pasé «Dediqúese vd., me dijo, á obras de caridad, le
una noche horrible sin poder dormir nada; pero han de proporcionar una dicha mil veces preferi-
por fin, poco á poco la oracion llegó á calmar mi ble á la que ha perdido; dicha que en la edad y
triste corazón, y logré sentirme ya á la hora del des- posicion de vd., se puede volver á hallar fácil-
ayuno con s u f i c i e n t e fuerza para hablarle á Alber- mente.»
to con cierto aire de alegría El santo sacerdote, amigo íntimo de mi familia,
Me hubiera sido muy difícil engañar la cariñosa ni aun habia notado que daba yo miedo aun á los
inquietud de mi querido hermano, si no hubiera es- niños, que se retiraban al acercarme. ¡Ay! amo
tado él mismo, demasiado ocupado en ese dia, con mucho á los niños, los quiero, los respeto como
un negocio grave. Despues de la comida, me dijo templos de la inocencia, como ángeles, imágenes
abrazándome, que se miraba precisado á ausentar- vivas del que adoramos en el establo de Belen:
se por una semana: pero, añadió, me voy tranqui- nunca he podido ver sin envidiarla á una madre
lo, porque estoy seguro de que Melania te acompa- con uno de esos pequeños é interesantes séres en
ñará y te cuidará miéntras vengo». Procuré son- los brazos, y, despues de mi enfermedad, el pri-
reírme, y se fué muy convencido de que mi amiga mer movimiento de esas tiernas criaturas ha sido
no tardaría en llegar á hacerme compañía; lo dejé el de resistirse á mis caricias. Cruel suplicio, que
en esa ilusión, y como me sentía con mucha nece- he debido á mi aspecto; no le podré decir todo lo
sidad de darle alguna expansion á mi pobre cora- que me ha hecho sufrir, y cuánto tiempo y valor
zon, me fui á buscar á mi director, á quien le con- fué necesario para acostumbrarme á llevar esta
fié mis penas, suplicándole que me ayudase con sus cruz tan pesada, que me abrumaba, y habia veni-
consejos. Lloró conmigo, aprobó mi resolución de do á reemplazar tan bellas ilusiones.
ocultar cuanto pudiera á mis hermanos el matri- Con todo, á la vuelta de Alberto, ya habia he-
monio de Melania, y me hizo comprender que yo cho á Dios el sacrificio de mis más caros afectos,
y recobrado bastante calma y tranquilidad de es- zones muy poderosas para decidirsp á hacerlo, y
píritu para emprender con él la conversación que causarnos tan gran pesar.
deseaba tener. No podia tener ninguna, dijo con arrebatamien-
Hermano mió, le dije, muchas cosas han pasado to; no hay una sola que obligue á faltar así á su
en tu ausencia Tengo dos malas noticias que palabra. Esto es horrible! Su conducta es infame!
darte te han de afligir tal vez más que á mí, ¡Pobre de Enrique! no merecia una afrenta seme-
jante tanta ingratitud
y
Sí, ya presumo, interrumpió él: te has disgus- Hermano, le interrumpí con dulzura, créelo,
ella es mucho más desgraciada que nosotros, al
tado con Melania; y de ahí ha venido un rompi-
verse precisado á llegar á este extremo Ade-
miento; pero yo restableceré la armonía entre las
más, es mejor porque no lo quería á Enrique
dos.
¿No lo quería?
¡Oh! nó, suspiré: no ha habido nada de eso
No: me lo ha confesado llorando.
Yo lo creo así, porque tus criadas me han dicho
¡Es raro! pero ¿por qué no lo dijo más pronto?
que tú has llorado mucho en estos dias, y que
Porque esperaba quizá unírsele á lo ménos por
Melania no ha vuelto desde la víspera de mi
razón y reconocimiento
viaje.
¡Miserable ocurrencia! decia, paseándose á lar-
Eso ha sido, le repliqué, procurando dominar mi
gos pasos; ¡una mujer que no tiene nada, rehusar
emocion, porque no le ha sido posible; ese mismo
á Enrique por esposo! ¿Se puede creer eso....?
dia tuvo que salir de Burdeos, para no volver No hay algo ahí que me ocultas, Paulina, y
nunca que yo quiero saber díme la verdad, descúbre-
¡Se ha ido de Burdeos para no volver jamás! me dónde está, y yo sabré obligarla á que me hable
repitió con algún enfado. ¿Qué quiere decir eso? con franqueza.
explícate Renuncia á la unión con Enri- Temblaba yo como una hoja, y guardaba silen-
que? cio: entonces dió él un golpe con el pié en el suelo,
¡Ay! sin duda que sí Pero no la juzgues
ya con impaciencia, y me repitió esta pregunta,
con severidad, querido Alberto Ha tenido ra-
mirándome con fijeza: ¿Dónde está? ¿Dónde está? Bien, esto basta; cálmate, Paulina, te ofrezco
Respóndeme no volverte á hablar de eso, pero consuélate:
No puedo, le dije sollozando: he prometido guar- nosotros te amarémos en lugar de ella; y por tu
parte ¿110 puedes consagrar á tus hermanos, á tu
dar el secreto.
novio, el puesto que una ingrata ocupaba en tu
Vamos, replicó abrazándome, no te aflijas aho-
corazon?
ra, porque esa loca de Melania ha destruido uno de
tus ensueños, una ilusión que acariciabas cün tan- A mis hermanos, sí; sobre todo, á tí, querido
to amor Se ha burlado de nosotros, ha enga- Alberto, exclamé arrojándome en sus brazos; pe-
ñado indignamente tu amistad; pero despues de ro á Fernando, no no quiero ni volverlo á
todo, no hay por qué afligirte Sé prudente, ver
Paulina, olvida una amiga que era indigna de tí. ¡Bueno! ¿qué tú también has perdido la cabeza?
En cuanto á Enrique, espero que tendrá más filo- me dijo Alberto.
sofía Pero, estás bien segura de que Melania —Al contrario, las razones que he tenido para
no se arrepentirá de esta tontera?.... Porque con renunciar para siempre al matrimonio, son tan
ocultársela á Enrique, todavía se podría compo- graves, que tú mismo has de aprobar mi con-
ner. ducta.
Nó! le dije: la suerte de Melania está fijada de —Bien! vamos de mal en peor!
un modo irrevocable. Veamos, le dije llevándolo delante de un espejo;
Alberto tenia demasiada lealtad para sospechar háblame de buena fe, Alberto mió: te casarías con
siquiera la verdad, con lo que se figuró que habia un monstruo como el que ves enfrente, si no tu-
renunciado al mundo, y exclamó: ¡Ah! ya entien- viera dote? pienso que no; si esto es así, con-
do, ha entrado á algún convento para hacerse re- vendrás conmigo en que, si tuviera la necedad de
ligiosa: bien me lo puedes decir casarme, estaría segura de antemano, de que na-,
¡Alberto! repliqué, si me quieres, y te doy al- die lo hacia sino por mi dinero, y con tal convic-
guna lástima, no insistas en eso; he prometido no ción ¿crees que podré ser dichosa? ¡Oh! no! es im-
decirlo posible!
Pero, replicó con. mucho fuego, ultrajas á Fer- ce cesar todas sus dudas, noticiándole que Fer-
nando, suponiendo que no te quiere tanto ahora nando habia partido de Burdeos, despues de rom-
como antes de enfermarte; yo 1o. conozco mejor per la negociación que tenia entablada para conse-
que tú, y sé que tus cualidades y no tu belleza guir la plaza que pretendía, prueba suficiente de
fueron las que lo prendaron, y estoy muy conven- que ya no pensaba fijarse en esta ciudad.
cido de que te ama lo mismo. Al ver desvanecerse su última esperanza, se
Moví la cabeza en señal de incredulidad, y aña- quedó Alberto por algunos instantes como un hom-
bre que no acaba de despertar, y procura librarse
dió:
de un sueño penoso: en seguida, tendiéndome los
—Tú no me quieres creer; pero no tenemos brazos, me dijo con una expresión indescribible:
más que esperar su vuelta, y él mismo te probará
¡Pobrecita! ¡Ah! que no pueda yo hacer para
cuán injusta eres con él.
contigo las veces de todo....! que no pueda yo sa-
—Nó, nó, exclamé; no lo he de volver á ver.... tisfacer á fuerza de cariño todas las necesidades de
ni él, ni nadie me harán cambiar la firme resolu- tu corazon....!
ción que he tomado de no separarme de tí Por
Las colmas por completo, le respondí, corres-
otra parte, hermano mió, es inútil ocultártelo más pondiéndole las caricias que me hacia; y en lo de
tiempo; he librado á Fernando de sus promesas, adelante espero probarte que tu amistad basta pa-
le he devuelto su palabra ra hacerme dichosa.
Y ¿la aceptó él?....
En efecto, su tierno interés, sus consideracio-
Sí, sin vacilación; aun hizo más, la recogió sin nes tan delicadas y tan finas, endulzaron poco á
mi consentimiento; pero apénas lo supe, encargué poco la amargura de mi dolor, que la religión
á Melania que le avisase que por mi parte queda- cambió al mismo tiempo en una dulce resignación,
ba libre de sus compromisos: así, aunque ocultán- y acabé por hallar en el amor de Dios y de mis se-
dole una parte de la verdad á mi hermano, conse- mejantes una abundante compensación de las afec-
guí, sin embargo, no faltar á tan delicada virtud. ciones perdidas.
Alberto, no pudiendo creer lo que yo le decia,
En cuanto á Enrique, al saber la desaparición
sacudía la cabeza con enfado é impaciencia; yo hi-
21
de Melania, se llenó de furor, fulminó mil anate- me atreví á hacerle desde entonces ninguna otra
mas contra las mujeres en general y contra ella insinuación.
en particular. Amenazó seriamente con recurrir «No se ha visto jamás, según me parece, una
al auxilio de la fuerza armada para buscarla por amistad más santa y más tierna que la que nos
toda la Francia y obligarla á casarse con él; des- unia á Alberto y á mí; no puedo compararla mejor
pues, cuando se desahogó bien contra su infiel no- que con la de San Gregorio y San Basilio: la des-
via, se consoló de repente, como lo había previsto cripción que hace de ella el primero de esos san-
Fernando, y á los tres meses, queriendo utilizar tos, representa tan bien el afecto recíproco de nos-
los ricos presentes que tenia preparados, se deci- otros dos, que no puedo ménos que repetir ese
trozo.
dió á ofrecerlos con su corazon á una señorita jo-
ven, rica y amable con quien se casó poco despues. « Parecía que no teníamos sino una sola alma en
Este unión, que fué muy dichosa, me libró á mide dos cuerpos; y aunque no se debe dar crédito á los
una cruel inquietud; porque temia haber compro- que dicen que todo está en todas las cosas, es pre-
ciso admitir que nosotros dos estábamos uno en
metido la tranquilidad de Enrique, cuya constan-
otro; ambos teníamos un mismo deseo, el de culti-
cia creía que era más grande.
var la virtud y arreglar los designios de nuestra
Por crecidas que sean nuestras penas, siempre
vida en vista de las esperanzas futuras, despren-
se aligeran si las personas que amamos están libres
diéndonos así de este polvo mortal, aun ántes de
de esos pesares agudos que amargan la existencia.
morir realmente.» (San Gregorio de Nacianzo.)
Así; acallando todo interés personal, todo senti-
¡Ay de mí! Olvidando que Dios no prueba sino
miento de egoísmo, me aprovechaba del casamien-
á los que ama, me lisonjeaba de que podría gozar
to de Enrique, para instarle á Alberto á que lo
mucho tiempo de la dulce y santa compañía de Al-
imitara, pues todavía jóven, podia muy bien pasar
berto, cuando á los cinco años fui privado de él,
á segundas nupcias. Agradeció el motivo que me
despues de una corta y dolorosa enfermedad. Has-
impulsaba á obrar así; pero me prohibió tan ex-
ta el último momento procuró consolarme, presen-
presamente que le volviera á hablar de eso nunca,
tándome motivos de fe; sobre todo, en esas cir-
á ménos que fuera por desear vivir aparte, que no
cuiistancias fué cuando su piedad causó admi- tuve el consuelo de saber que habían muerto cris-
ración á cuantos tuvieron la dicha de acercár- tianamente.
sele. Despues que se desbarató mi casamiento con
Creo poder gloriarme de haber recibido en mis Fernando, me habia apartado completamente del
brazos el último aliento de un santo, que era al mundo y de la sociedad; no trataba más que con
mismo tiempo mi hermano y mi amigo. algunos amigos antiguos de mi familia, cuyas filas
Expresar mi dolor por su muerte, es imposible; aclaraba la muerte cada año, con lo que, cuando
me incliné sin murmurar bajo la mano del Señor perdí á Alberto, me encontré casi sola sobre la tier-
que me heria en el lugar más sensible, pero llora- ra. ¡Oh! todavía me acuerdo de los crueles ratos
ba una desgracia que me dejaba en el más comple- que pasé en aquella casa que ya no animaba su
to aislamiento. Amaba tiernamente á Enrique, y presencia, y que me parecía una Thebaida, donde
no podia pensar en ir á vivir con él, porque sus todo me recordaba la falta de mi querido herma-
gustos, su genio, eran muy diferentes de los mios, no, único ser ¡ay! que me amaba todavía aquí
para que pudiera esperar hallar en él siquiera una abajo.
parte de aquel tierno cariño que Alberto me habia Nuestro buen Cura comprendió que 3^0 no podia
prodigado tanto. Además, estaba casado, y sabia permanecer en una situación tan penosa, que con
yo por experiencia lo difícil que es para dos cuña- todo me empeñaba yo en conservar; pero usando
das el vivir con perfecto acuerdo. En cuanto á mis de toda la autoridad que tenia sobre mí, me deci-
otros hermanos, no los habia yo vuelto á ver des- dió á venir á establecerme en este pueblo, cuyo
de que murieron mis padres, así casi no los cono- párroco era un discípulo suyo. Sin duda Dios fué
cía; nos escribíamos pocas veces, y la carrera que quien se lo inspiró, porque acogida perfectamente
habían emprendido, era un obstáculo para que por sus vecinos, no tardé mucho en hacerme amar
nunca pensase en reunirme á ellos. Por otra par- de ellos, y poco á poco sus hijos acostumbrados á
te, siguieron de cerca á Alberto en el sepulcro; en verme, venían á prodigarme sus caricias que en-
menos, de un año murieron léjos de mí, y sin que vidiaba tanto. Hoy seria muy difícil poderle ex-
los hubiese abrazado por última vez: sin embargo, plicar á vd. lo feliz queme hallo. ¡Ah! bendito sea
Dios que nunca me lia privado de un bien, sino
para concederme otro más estimable, por ser de
su elección! Habia yo deseado los goces de fami-
lia, y lie encontrado aquí numerosos niños, cuya
ternura y amor embellecen mi vejez. ¡Oh! cuando
Dios sea servido de llamarme á sí, no quedará ol-
CARTA X T I .
vidado mi sepulcro, ellos vendrán á rogar por la
que llaman su buena amiga.»
Calló la Srita. Raffet, y yo le di las gracias con Burdeos.
sin duda me iba á reprender por no haber es- nos tranquilizó sobre la disposición de espíritu
tado en el .refectorio á la hora del desayuno de de la pobre mujer, que parecía haber renun-
mis hermanas, cuando yo [le pedí perdón de ciado á su criminal designio.
esa falta involuntaria, y le referí lo que me —Con todo, temería mucho no haber conse-
acababa de pasar. guido más que una dilación, si no me fuera po-
—Está bien, hermana, me dijo; hizo vd. lo sible comprarle una vaca para reemplazar la
que exijia la caridad; pero ¡ay! ¿cómo lograre- que ha perdido: yo así se lo he ofrecido; no me
mos sacar á esa infeliz de tan mala situación?.... falta sino hallar los fondos necesarios para cum-
¡Ah! prosiguió despues de un momento de si- plirlo. Tomaré algo de la caja de los pobres;
lencio y de reflexión, quizá ese triste acciden- poco, porque este dinero es para todos los des-
te será en los decretos de la Providencia, la graciados, y no me es lícito emplearlo en pro-
hora de la misericordia para esa pobre mujer. vecho de uno solo. Ustedes, hermanas, tam-
Hasta hoy ha cerrado su corazon á la gracia; bién verán lo que me pueden dar.
conquistémoslo para Dios por medio de un nue- No somos nada ricas nosotras; pero reunien-
vo esfuerzo de caridad. Hermanas, agregó di- do todas nuestras cortas economías, le pudimos
rigiéndose á sus compañeras, vayan un momen- llevar cosa de ocho pesos, que junto con lo que
to, se los pido, á la capilla, á postrarse delante ya tenia, apénas hacia la tercera parte de la
del Señor, y pídanle que dirija una mirada de suma que se necesitaba. ¿Y esa cómo se com-
piedad hacia esta infeliz, y á mí que me inspi- pletaría? En dos leguas ála redonda no se cono-
re lo que debo hacer para salvar á la vez su cía más que una casa opulenta. Era un antiguo
palacio habitado por una viuda rica, muy extra-
cuerpo y su alma.
vagante, que jamás salia sino cuatro veces al
Inmediatamente se fué á ver á la viuda de
año para ir á la iglesia; no habia hecho una
D. Pedro. ¿Qué palabras empleó para conmo-
sola visita á su Cura, y se habia negado á re-
ver esa alma endurecida? Nos las ha ocultado
cibirle en su casa cuantas veces lo habia pre-
siempre su humildad; pero á su vuelta estaba
tendido. Extraños rumores circulaban acerca
ya con su calma y gravedad acostumbradas, y
de su conducta, y se aseguraba en la comarca, su silencio lo que deseo comprar, su pobre al-
que nadie habia recibido nunca de ella la más ma es la que quisiera rescatar para Vos!
corta limosna. A pesar de todo, á esa casa se en Cuando una vez le dijeron que no se ocupa-
caminó Sor Clotilde, muy confiada en el divino ra tanto de esa pobre' mujer, que parecía tan
auxilio: yo la acompañé. poco digna de su empeño:
Comprenderá vd mejor todo el mérito de ese —¡Oh! interrumpió con dulzura; la conduc-
paso, con saber que la viuda de Don Pedro, por ta que Dios tiene con nosotros, miserables pe-
quien ella iba á sufrir los desprecios y desde- cadores, hijos pródigos é ingratos, ¿no nos da
nes de aquella señora, siempre la habia estado la medida del amor que debemos tener á nues-
insultando y maldiciendo. Esa infeliz, cuya tros hermanos? Le ofendemos sin cesar, y sin
miseria habia exasperado su carácter, sentiaun cesar' nos perdona; portémonos de la misma
odio implacable contra todos los que le parecían manera con nuestros semejantes: ¡ay de aque-
ménos pobres que ella: no podia perdonar á llos que guiados por motivos humanos, se atre-
nuestra Madre el bien que hacia en el país. van á poner límites á su caridad!
Cuando á nosotras nos encontraba en la ca- Dispénseme esta interrupción y volvamos a
lle, nos insultaba grandemente: unas veces nos nuestro asunto.
trataba de hipócritas, otras nos acusaba públi- Recorrimos la media legua que nos separa de
camente de que gastábamos en festines y pla- la habitación de la Sra. de Thaar (la susodicha
ceres el dinero que nos daban para los pobres. anciana), sin hablar ni una sola palabra en to-
Un día que una vecina suya le reprendía sus do el camino, y le puedo asegurar á vd., que
odiosos cuentos, no tuvo vergüenza de contes- á pesar de la fama que tengo de ser muy ha-
tarle, que nuestra Madre habia tratado de com- bladora, no sentía yo gana ninguna de romper
prar su silencio en muy.alto precio. Cuando el silencio que nuestra Madre guardaba. Me
le refirieron esta infame calumnia, como es tan inquietaba mucho su aspecto, más severo que
buena, no contestó sino—¡Dios mió! que hable de costumbre, y sobre todo iba yo temiendo el
ella cuanto quiera, si vos no os ofendeis; no.es
recibimiento que nos iban á hacer en aquel te-
miblc castillo, donde lo mejor que nos podia lo sentiría yo demasiado, si el gusto que me
suceder era que nos dieran con las puertas en causa el verlas en mi casa, no fuera bastante
la cara. grande para consolarme de no haber ido yo
Por desgracia no soy muy valiente, y le con- primero á visitarlas.
fieso que cuando tocamos la campanilla de la Nuestra Madre y yo nos vimos una á otra,
reja, se pusieron á temblar mis rodillas de tal como para preguntar si estábamos de veras
modo, que dudaba si tendrían la cortesía de sos- despiertas, porque era muy singular hallarnos
tenerme por más tiempo. Un anciano, con ti- con una señora brillante de juventud, cuando
po de honrádez y de criado antiguo de casa creíamos encontrar á una de cerca de un siglo.
grande, se presentó á abrirnos y nos preguntó Ella adivinó sin duda lo que pensábamos, por-
con el sombrero en la mano, qué era lo que que sentándose entre las dos, nos dijo sonrien-
queríamos; nuestra Madre respondió con reso- do:
lución, que deseaba hablarle á la señora. —Vdes. se han sorprendido del cambio que
No hizo objecion alguna, sino que nos intro- ha habido en la dueña de esto, y no saben ex-
dujo al castillo, nos hizo entrar á un salón, el plicarse cómo buscando á una Señora de Thaar,
más gótico de todos los salones góticos, y nos que tenia sus noventa años largos, se han ha-
dejó allí para irle á avisar á su ama. llado otra que no tiene ni cinco lustros....
Yo estaba esperando ver salir á una venera- —¡Ah! interrumpió con viveza nuestra Ma-
ble anciana, encorvada, peinada de polvos, con dre; pero creemos, señora, que no nos tendre-
chiquiadores, palillos, peineton y otras modas mos que quejar de ese cambio.
pasadas,' cuando con gran sorpresa mia se abrió —A lo ménos yo haré cuanto esté á mi al-
la puerta y fui mirando entrar á una señorita cance con ese fin, respondió suspirando. ¡Ay!
joven, muy agraciada, vestida de negro, que sé muy bien que el nombre de mi pobre tia no
con la sonrisa en los labios, nos dijo al saludar- es querido ni bendecido en esta comarca... Con
nos: todo, su conducta extravagante se excusa y ex-
—Hermanas, vdes. se me han anticipado, y plica fácilmente, porque á consecuencia de agu-
dos pesares .se habia llegado á debilitar de tal acontecimiento tan funesto, mi marido ha que-
modo su ánimo, que habia caído en una especie dado de heredero de esta finca, adonde jamás
de misantropía que la hacia evitar el trato de habia yo venido, y que solo habito hace muy
todos; mi marido mismo, su propio sobrino, ja- pocos dias.
más eran admitidos á su presencia; el antiguo Me proponía ir mañana á presentarme á vdes.,
criado que recibió á vdes., y una recamarera Hermanas, á quienes estimo tanto, y ofrecer
vieja, eran losaínicos seres humanos que trata- mis respetos al Señor Gura, que espero olvida-
taba hacia veinte años. Sin embargo, hace rá las faltas de mi tia, faltas que bien se pue-
tres meses, sin que nos pudiéramos explicar el den ver como involuntarias, pues que parece
motivo que tuvo, se puso en camino y vino á no tenia el libre uso de su razón, que recobró
sorprendemos con visitarnos en Burdeos. ¡Ay! solamente poco antes de morir para poder ha-
el gusto que tuvimos de abrazarla, de recibirla cerlo cristianamente.
en nuestra casa, se cambió muy pronto en due-
lo. Pocos dias despues de su llegada, aunque Ya se podrá vd. figurar que la amable aco-
nada hacia temer su próximo fin, pidió que la gida de aquella joven señora nos hizo estar
viniese á ver un sacerdote; se confesó con él, y muy pronto de confianza, y que Nuestra Madre
suplicó con instancia que le administrasen los no tardó mucho en exponerle con franqueza el
Santos Sacramentos de la Eucaristía y Extrema- fin interesado que nos guiaba: ella no vaciló un
unción. Se quería aplazar esa ceremonia por pa- punto en entregarle la cantidad que faltaba
recer anticipada; pero insistió tanto, repitien- para la compra de la vaca deseada, y le dijo
do que conocía que le quedaban muy pocas con las lágrimas en los ojos:
horas de vida, que fué preciso complacerla, —Como será bueno rehabilitar la memoria
aunque nos parecía solo una impertinencia de de mi tia en estas tierras, en que sé que le ha-
la edad; pero ¡oh! cuánto nos alegramos de ha- cían muy poco favor, le suplico á vd. que ten-
berlo hecho así! Al dia siguiente la hallamos ga la bondad de decir á su protejida, que este
muerta en su cama A consecuencia de un dinero lo he tomado de una alcancía formada
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desde hace mucho tiempo por la difunta, cuyo Aquí, yo, Sor Teresa, tomé la palabra para
empleo dejó explicado en su testamento por es- preguntarla:—¿Cómo á un cerdo?
tas palabras: "Es mi volúntad que todo lo que —"Sí, hermana, á un cochinito de leche,
contiene mi alcancía sea distribuido despues cuya madre tenemos y que nos ha dado siete
de mi muerte entre los pobres de F***; ellos hijitos, unos más bonitos que otros. Nuestra
me han maldecido durante mi vida, ojalá que Madre creyó que no le habia de parecer mal á
me llenen de bendiciones cuando ya no exista!" la viudita un pequeño cerdo, y proveyó á su
subsistencia permitiendo á su nueva poseedo-
Es preciso convenir que la dicha señora era ra, que viniera todos los dias árecojer su parte
muy extravagante, y que sus rarezas podrían del agua en que se lavan los trastos de la coci-
calificarse muy bien como verdaderas locuras; na, de cáscaras y otras cosas igualmente útiles.
á lo ménos no se puede explicar de otro modo Más tarde, gracias á los buenos cuidados que
su conducta. Con todo, si ha llevado buena se le prodigaron, llegó á hacerse digno de figu-
intención al obrar así, Dios se la habrá tenido rar honrosamente en una exposición agrícola,
en cuenta. lo que fué el principio del bienestar, que á
No es necesario añadir que la vaca se com- fuerza de trabajo, volvió á disfrutar aquella ac-
pró, y que el deseo de suicidarse se le pasó tiva señora, quien ahora, muy léjos de la mi-
completamente á la viuda de Don Pedro; y no seria, no cesa de repetir á cuantos conoce, que
solo, sino que le pudo tanto la caridad de Nues- es necesario no perder nunca el ánimo y mu-
tra Madre, que poco á poco fué abriendo su co- cho ménos desconfiar de la Providencia Divina.
razon al arrepentimiento, y hoy es una de las Por lo que respecta á Mariquita, su nieta, es
más fervorosas cristianas y de las más entu- una muchacha muy piadosa y la más trabaja-
siastas admiradoras nuestras. ¡De qué cosas de- dora de todas nuestras educandas; con esto,
pende el aprecio humano!,.-.. Todas las simpa- aunque todavía tan joven, es ya codiciada por
tías de esa pobre mujer se las debemos á una todas las personas que tienen algún hijo que
,vaca y á un cerdo..." establecer: así, cuando su mamá grande se de-
eida á casaría, no tendrá más que el trabajo de
elegir entre los más ricos y de mejores pren-
das, de aquí y de los alrededores/''
Adiós, querida Carolina, un acceso de tos
corta la palabra á nuestro orador, y yo lo apro-
vecho para dejar la pluma, porque no digas
que va muy larga esta carta; y sólo te suplico ' CARTA XX.
que no dejes de querer á tu amiga:
SOR TERESA. Y***
. a.rj i{í ¿¿ i-, . . . . — /••-< . --. ' J
tes como bestia feroz, no volvió á presentarse nos lo presentaron suficientemente escoltado.
en el pueblo. ¿De qué se mantenía entonces? Se arrojó á los piés de Nuestra Madre, y ha-
Solo él lo sabe ¡Oh! sin duda vas á decir biéndole pedido con un acento lastimoso que le
que soy muy sensible, pero te confesaré que concediese el singular favor de darle audiencia
muchas veces la idea de que se moría de ham- en lo particular, tuvo bastante ánimo para otor-
bre, me aflijia sobremanera. gárselo y encerrarse sola con él, á pesar de
Tú convendrás, querida Carolina, que ese sér nuestros ruegos para que no lo hiciese. Pocos
misterioso y fantástico, era muy capaz de ater- minutos despues salió y dijo á aquellas gentes
rorizar á nuestros pobres aldeanos que no es- que ella respondía de su prisionero, y habién-
tán acostumbrados á ver que esa clase de duen- doles exijido la promesa de que guardarían se-
des visiten su? pacíficas, moradas. En fin, nada creto de lo que habia pasado, los despidió muy
ménos que esta mañana, nuestro pobre leproso, tristes de verse arrebatar tan gloriosa presa;
obligado por la necesidad, se aventuró á venir despues me hizo á mí seña de que la siguiera,
á implorar á nuestra puerta que le diéramos un y contándome en pocas palabras la historia del
pedazo de pan; é inmediatamente fué aprehen- pretendido leproso, me mandó que la ayudase
dido por tres valientes muchachos que estaban á soltarlo de sus ligaduras.
en asecho. Tres contra uno no es buen parti- Ahora, querida Carolina, adivina, si puedes,
do, pero el bien público es una buena excusa. •lo que es el dichoso personaje, asegurándote, de
El infeliz, que casi no tiene fuerzas para soste- antemano que no es leproso, ni mucho ménos
nerse, no hizo la menor resistencia, solo se pu- vampiro ó ladrón famoso. Entonces, dirás, no
so á llorar como un niño, y suplicó á sus fieros puede .ser sino un loco ó algún gran culpable
vencedores que lo llevasen á nosotras, porque que huye de la justicia hurnan?,.
según decia, tenia un secreto importante que Hay algo de verdadero y de falso en esa su-
confiarnos. Como estaba bien amarrado con posición, porque nuestro pobre protéjido es sim-
cuerdas nuevas, les pareció que no habia nin- plemente un pobre soldado, de inclinaciones
gún peligro en que recibiésemos su visita, y muy poco marciales, que prefiriendo el arado al
mosquete, le pareció oportuno tirar la cartu- Adiós, ya es de noche, y es preciso que te
chera, la espada, el uniforme, etc., y correr sin deje; te haré conocer próximamente el desen-
aliento hasta aquí, con la esperanza de vivir lace de la historia del pobre Julián: hasta aho-
desconocido y oculto. Por desgracia ya van dos ra es bastante poética, pero deseo con toda sin-
veces que hace semejante cosa, y por lo mis- ceridad que se termine de un modo enteramente
mo debe estar inscrito como desertor reinci- prosaico, por medio de su licencia absoluta, con
dente en los registros de su regimiento acuar- todos los requisitos necesarios para que pueda
telado en Burdeos, y á las órdenes de tu primo eon entera libertad volver á la vida del campo,
el Sr. de Marval. en su pueblo, donde se case con una robusta
Ya comprenderás por qué Nuestra Madre me Dulcinea, de cara bien redonda, con quien vi-
hizo el honor de darme parte en el secreto de va largos años, recordando por su feliz unión
nuestro héroe decaído, y por qué me hizo es- la de Filemon y Nancis.
cribir desde luego á tu prima Aurelia para ex- Miéntras tanto, vamos á procurar aprovechar-
ponerle la situación de su protejido y suplicar- nos de esta circunstancia para hacerlo que se
la que previniese á su marido en favor de este reconcilie con Dios. Pídele tú también, Caro-
desgraciado, que sin mentira, está más que lina, pídele á Nuestro Señor que nos conceda
medio loco. salvar su alma y su cuerpo. Tu amiga:
Miéntras esperamos la respuesta, tratamos
de calmar un poco el terror de Julián, nuestro SOR TERESA.
nueva coleccion parar oponerles las suyas; por- eso, y aunque me lo repruebes, no te disimu-
que has de saber que Nuestra Madre me fué á laré qué su compañía contribuyó de un modo
dejar hasta esa ciudad, donde pasé dos dias, te- especial fiara hacerme el viaje menos tristé de
niendo el gusto de volver á todas mis antiguas lo que había pensado. ¡Oh! me decía a mis
compañeras, á mi inolvidable Superiora Sor Ca- solas; durante el camino, ¡si fuera tanta mi di-
tarina, á tu prima Aurelia, cuyo fervor 110 se cha qué ños mandaran á las dos á la misma ca-
ha desmentido; á la Sra. Leuplan, que me dio sa!.;.... y despues procuraba quitarme esa idea
noticias de la salud de la Srita Raffet; en fin. que me parecía demasiado bella, para pasar de
del Señor Cura, el condiscípulo viejo de mi pa- solo- una ilusión, ó un lazo del enemigo, ó un
dre, y á mi estimado y traidor médico. simple sueño, que no me dejaría aí despertar
El tiempo corrió m ü y a p r i s a , y c o m o e s t a b a más que el dolor de haberme dejado engañar
tomado de antemano mi asiento en la diligen- por los de mi corazón.
cia, tuve que separarme d e nuevo de t o d a s e s a s Pues bien, frío fué ilusión! al dia siguiente
personas cuyo recuerdo 110 se b o r r a r á nunca de nuestra llegada á la casa central, lá Supe-
de m i Gorazon. Pero, te lo confesaré, s a l í d e riora general nos llamó, y'avisó á Sor Victoria
Burdeos casi contenta. Quizá te parecerá mal, que! la habia elejido para reemplazar en el hos-
pero tengo una excusa que darte, que estoy se- pital de San Luis, á la Superiora que habia si-
gura admitirás con aprobación: Sor Victoria, la do trasladada á otro punto pocas semanas án-
excelente Sor Victoria, mi maestra de medici- tes. A semejante noticia, Sor Victoria lloró,
na, el modelo de la paciencia y de la caridad, se puso de rodillas y suplicó á Nuestra Madre
era también, como tu servidora, llamada á Pa- general, que no le impusiese una carga que co-
rís, y subimos juntas el carruaje que nos debia nocía era excesiva para su debilidad; pero co-
conduciar. mo era debido, no se atendieron de ningún mo-
Díme, ¿me creías bastante excenta de egoís- do á sus razones, inspiradas por la humildad, y
mo, para que sintiera que la pobre corriera mí no se le contestó más sino que fuese inmedia-
suerte? Pues no, no tengo tanta virtud para tamente á llenar su nuevo destino, y que me
31
llevase consigo para ocupar el lugar de otra misma enfermedad que sus amadas pobres, á
novicia qne habia fallecido pocos dias antes.... quienes atendía con un cariño y una ternura
¿Concibes mi alegría? Fué, tanta, que poco sin igual. ¡Qué léjos estoy de imitarla! Rué-
falté) para que abrazara á nuestra reverenda gale mucho á Dios que siquiera no sirva yo
Madre general, dándola las gracias por ese fa- aquí de escándalo con mis imperfecciones y de-
vor. Pero por fortuna, y poca virtud mia, se fectos que resaltarán más con el recuerdo de
me ocurrió que iba yo á poner con eso en ries- aquella cuyas virtudes exhalan todavía tan de-
go mi felicidad, y así me contenté con respon- licioso perfume y que soy tan indigna de sus-
der con los ojos bajos, que estaba yo pronta á tituir.....
obedecer. Dos horas despues una de las dig- Si quieres alguna vez venirte á curar, te
natarias de la comunidad, presentaba la nueva ofrezco desde luego una cama, pues es uno de
Superiora á sus hijas, que contándome á mí, los establecimientos mejor atendidos. Se ad-
somos veinte. Son muchas para decirte sus miten de toda especie de enfermedades, prin-
nombres y hablarte de todas ellas; conténtate cipalmente crónicas; teniendo, además, salas
con saber que estoy encargada, en compañía para lazarinos, heridos, etc., y un departamen-
de otra hermana joven y muy simpática, lla- to aparte para esas pobres mujeres que la so-
mada María, de una sala de mujeres.... no qui- ciedad desecha despues de haber causado su
siera decirte el nombre de su enfermedad, por- desgracia y que nuestros autores modernos lla-
que quizá no te atrevas ni aun á tocar »mi carta; man "mujeres sin nombre."
sin embargo, como te creo muy léjos de toda Nos esforzamos mucho en inspirarles algu-
puerilidad, te diré que es la fiebre tifoidea. nos sentimientos de arrepentimiento á tan des-
He venido á ocupar el lugar de Sor Isabel, graciadas criaturas, y de léjos en léjos tene-
así se llamaba mi antecesora, era el ejemplar mos el consuelo de ver que una que otra, mo-
de toda la casa, y su celo y su caridad hicieron vida por la gracia, se convierte sinceramente y
que alcanzara en breve tiempo el premio, me- cambia de vida; pero por desgracia semejantes
reciendo morir víctima de su abnegación, de la ejemplos son muy raros.
Para que no nos falten al respeto,- tenemos nos dos dias para visitarlo en todos sus detalles;
que mostrarnos severas con ollas, y de vez en porque si Dios nos presta la vida algunos años
cuando es preciso sostener nuestra autoridad más á tí. y á mí, por más que no quieras, que-
con actos de rigor. Nos aman, pero nos temen, rida Carolina, he de tener el gusto de verte de
y nunca nos faltan en cosa gravea En com- hermana de la Caridad, y aquí es adonde has
pensación se desquitan con las criadas y los do- de venir á ser postulanta, ¿no es verdad? ¡Oh!
mésticos, por lo que no sfe pasa semana alguna sí! si pasaras solamente ocho dias conmigo, ya
sin tener que poner á varias en el calabozo, no te querrías ir, y repetirías aquellas hermo-
donde se les reduce á la razón 110 dándolas de sas palabras del Profeta: "Un dia pasado en
comer más que pan y agua. El otro dia vi á vuestra casa, Señor, vale más que muchos anos
una en ese lugar, tan estrecho y oscuro que en otra parte., Por esto elejí mejor ser la últi-
causa horror, pero sus imprecaciones y malas ma en la casa.de. mi Dios, que habitar bajo las
palabras me hicieron alejar cuanto antes, sin tiendas de los pecadores!"
atreverme ni á compadecerla. • .• ' Ojalá que algún dia podamos postrarnos jun-
Están divididas en buenas y malaa; éstas se tas, querida Carolina, y cantar al pié de los
hallan verdaderamente como en una cárcel: altares este otro versículo: "¡Dichosos los que
aquellas tienen un jardin donde se pasean, pe- habitan en vuestra casa, Señor, ellos os alaba-
ro ningunas tienen comunicación con los otros rán por los siglos de los siglos!"
enfermos, hombres 6 mujeres, y aun nosotras Así nos ,1o conceda, es lo que te desea tu
no las curamos con nuestras manos, siendo las amiga
únicas enfermas que Nuestro Santo Padre no SOR TERESA.
)
mente, para dar cuenta exacta á su amo de to-
porque esta vida que vd. estima tanto, 110 es á
das sus acciones y palabras. A fuerza de con-
sideraciones á la anciana y de circunspección los'ojos de la fó más que un tiempo de prueba,
en sus discursos, logró captarse los favores de una triste peregrinación en un país de destierro,
la una y calmar las sospechas del otro. Poco miéntras que la muerte es el .momento de e n -
tiempo antes de la invasión del cólera, fué trar á la celestial patria, el paso de este mun-
cuando se cercioró de que.ya no se ponían en do á una eternidad de delicias, es verdad,
la puerta á escuchar lo que le decia á su joven para los buenos; pero ¡ay! de tormentos para
amiga. los impíos y los malos.
—Tú crees, Lucía, que no morimos por com-.
Un dia que Inés la habia mandado llamar, la
halló tan triste y tan abatida que no pudo ménos pleto.
de decirle: —Nuestro cuerpo sí, muere y es presa de la
—Estoy cierta de que está vd. otra vez con corrupción; pero nuestra alma inmortal, crea-
la idea del cólera y el miedo de la muerte. Eso da á imágen de Dios, va á recibir despues de
no es racional, y si yo pudiera, la habia de re- su separación del cuerpo, la recompensa de sus
gañar mucho. buenas acciones ó el castigo de las malas.
—¡Ay! Lucía, la interrumpió Inés, no me —Entonces ¿seré yo dichosa? porque me pa-
hablas así más que para animarme; pero si tu- rece que no soy mala.
vieras franqueza, convendrías en que esa hor- —¡Ay! no! porque eso no es suficiente para
rible perspectiva del sepulcro hiela la sangre. entrar en el cielo: es preciso ser uno católico,
—¡Yo! ¿temer á la muerte? ¡qué capaz! por y vd. no lo es, querida y desgraciada Inés.
ella he de entrar en posesion de una dicha que
—¿Y cómo sabes, Lucía, que no lo soy?
no h a de tener fin.
—Porque no está vd. bautizada, no conoce
—¿Lucía, qué estás loca? ¿Quieres hacerme
tampoco á Dios, no le ama, ni le invoca jamás.
creer que dejarías la vida con placer?
—Pues bien, Lucía, dámele á conocer y en-
—Sí, con placer, dicha y acción de gracias,
séñame á amarle; porque quiero no tener y a
miedo á la muerte, ser como tú y creer que en- Santísima Virgen que le alcance á vd. del Co-
tonces ¿ere más dichosa de lo que ahora soy' razon.Santísimo de su divino Hijo las gracias de
—Yo lo deseo más vivamente que v d . , po- que necesita para
brecita Inés, porque la quiero.mucho. ¡Oh! sí,, —¡Oh! Lucía, exclamó.Inés, ¿qué esa Virgen
créamelo vd., daria con gusto mi vida por sal- de que me hablas, será, la misma que con el
var su alma; pero su padre no quiere que hagá nombre de María invocaba con frecuencia mi
yo cesar la ignorancia en que la ha criado, y si mamá en su última enfermedad?
supiera que yo la instruía en las verdades de —Sin duda, y es nuestra Santísima Madre,
la fé, nos separaría... . que nos dispensa toda clase de bienes.
¡Me quiere tanto!..... exclamó Inés, que me —Seguramente por eso me recomendaba tan-
asombra lo que dices. ¿Crees tú, Lucía, que to mi pobre mamá que tuviera siempre en ella
no desee él para mí tocio lo que me puede ha- una firme confianza. Era m u y chica cuando
cer dichosa? tuve la desgracia de perderla; pero con todo,
—Aquí en la tierra, sí; pero no en la eterni- me acuerdo bien que la víspera de su muerte,
dad. después de haberme abrazado llorando, me hi-
—¿Y por qué? zo besar una medalla que traía oculta sobre su
—Quién sabe, Inés; cuando vd. llegue'á ser pecho; representaba también á una madre lle-
hija de Dios, de ese Dios tan bueno y miseri- vando en sus brazos á un niño. ¡"Mira/' me di-
cordiosó, que lá áma t a n t o , sé esforzará con to- jo con una emoción que nunca he podido olvi-
do empeño en hacer e n t r a r á su pajíá en el ca- dar, "'cuando yo haya desaparecido para no
mino de la sálvácion. " v o l v e r más, Ella te amará como á su hija,
—Iláblame, : pues, con claridad, Lucía, no "incomparablemente más que yo;pero es pre-
entiendo bien lo que m e dices. " c i s o que por t u parte también t ú la quieras
—Ante todo, replicó Lucía, que deseaba ins- " y le reces todos los dias lo que voy á ense-
pirarle una devocion tan tierna como la suya á fiarte." Entonces me hizo repetir varias ve-
la Madre del Salvador, roguemos juntas á la ces ciertas palabras que he conservado en la
memoria, aunque sin entender su significado. hasta que pueda llamarme hija de Dios.... ¡Oh!
Oyelas: " S a n t a María, Madre de Dios, ruega ¿por que vacilas? piensa en el dolor que te cau-
sará no. hacerlo si me acontece morir sin bau-
" por mí ahora y en la hora de mi muerte, y
tismo."
" h a c e d que sea católica."
No dudando y a que la Santísima Virgen, es- Le costó mucho trabajo á Lucía convencerla
cuchando la oracion de una madre moribunda, de que era preciso consultarlo con el guía de
habia alcanzado la conversión de Inés, Lucía se su conciencia.
decidió á enseñarla desde luego lo que necesi- —Ve, pues, le dijo Inés suspirando; pero vuel-
taba hacer y creer para salvarse. ve pronto, 110 quiero permanecer más tiempo
El que sabe desatar la lengua de los niños, esclava del demonio.
inspiró á la humilde Lucía lo que debia decir, Le puso Lucía una medalla de la Virgen, que
y dispuso admirablemente el corazon de la néo- desde entonces fué su mayor tesoro, el que ocul-
fita, que recogió con avidez las sublimes ver- taba cuidadosamente, y salió á buscar al respe-
dades que escuchaba por primera ocasion. Su table eclesiástico que dirigía su conciencia, sin
fidelidad á la gracia le mereció otra mayor, su poderlo hallar en varios dias por el recargo de
alma fué de repente iluminada con una luz so- ocupaciones en aquellas críticas circunstancias,
brenatural, la venda de la ignorancia cayó mi- siendo por fin su decisión, que no podia ser
lagrosamente de sus ojos, y exclamó en un tras- bautizada Inés por su amiga sino en caso de
porte de amor: "¡Oh Dios mió, qué grande y muerte y solo cuando no fuera posible hacer en-
misericordioso sois! poned el colmo á vues- trar algún sacerdote; que fuera de eso, puesto
tras bondades, haciéndome gozar cuanto ántes que la joven gozaba de completa salud, era pre-
de la dicha reservada á los que os aman; sí, yo ciso que se presentase á recibir el' agua de la
os amo, os amo más de lo que pudiera expre- regeneración en la iglesia, y despues de haber
sar, y quisiera amaros eternamente.... Lucía, sido competentemente instruida por un sacer-
mi buena amiga Lucía, añadió en seguida, bau- dote acerca de las verdades de la fé.
tízame ahora mismo, no tendré paz ni descanso Es fácil comprender la agitación de Inés, que
ansiaba-recibir el bautismo, yrla imposíMIidad alarmada le traería muy pronto de vuelta: aun-
de verificarlo, pues s e presentaba^ difigull-ades que yo no le he querido decir nada, temo mu-
«asi insuperables, porgue el SivD*** £er«jngun cho que él haya adivinado mis sufrimientos.
modo lo permitiría, y -jatoásr ,-j^su No era posible vacilar más, y Lucía, lloran-
bija sino con él ó con la anciafia ^ e -cpie:,pernos do, hizo correr el agua santa del bautismo so-
hablado, que no conocía má&.-ley que los capri- bre la cabeza de su joven é interesante amiga,
chos de su amo, con lo quédpuedei:íf|guraríe quien quiso recibir el nombre tan dulce de
que tampoco se prestaria al plan que intenta- María por amor y reconocimiento á la Santísi-
ban. -Pero Dios, que se burla de los impíos ma Virgen que la habia protejido de un modo
designios de los hombres, y los echa-por tierra tan particular.
cuando le parece, allano . todos los obstáculos Inmediatamente su lívido semblante irradió
que se oponían á la salvación de esa joven ele- de gozo, y esclamó:
jida. Atacada repentinamente- del cólera,.i la —Gracias, querida Lucía; sin tí ¿qué habría
vista misma de su padre, Inés tuvo la: fuerza y sido de mí? ¡Ay! habría sido desterrada para
el valor de disimular sus males,-para que así siempre de ese cielo que por tu medio se me
saliera aquel á la calle, como de costumbre, y acaba de abrir! ¡Sí! lo veo abierto; la San-
ella pudiese hablar á solas con Lucía, á quien tísima Virgen me tiende los brazos, y los án-
mandó llamar á toda prisa. geles me llaman para que vaya á cantar con
Apenas lá vió, cuando la dijo:—-Lucía, la ellos las alabanzas de u n Dios tan bueno, que
muerte me ha marcado con su sello; hace y a al- no se ha desdeñado en adoptarme por hija
gunas horas que me siento m u y mal, sufro ca- Las lágrimas ahogaron su voz, y despues de
lambres atroces, y dentro de poco ya no me unos instantes, añadió:
será posible ocultarlo; es tiempo y a de que me —¡Ay! Lucía, una sola cosa falta á mi feli-
bautices, los momentos son preciosos y no hay cidad: desearía recibir al Dios de la Eucaristía.
que perder uno solo; date prisa, si 110 quieres ¡Qué consuelo tan dulce, qué gozo tan inefable
que mi padre nos sorprenda, porque su ternura ha de ser hospedar en su pecho al Salvador!
36
¡Qué dichosa sería si me concediera' ése nuevo cielo para, entonar el imortal hossana por una
favor! M¡É a ¡ ¿ duración sin fin.
Segtín refiere la criada antigua del Sr. D***
Lucía la hizo entender que déMa c o ^ f m a t ' -
su muerte fué acompañada de circunstancias
se con suplir con esos ardientes deseos y fervo-
extraordinarias: !quiera Dios que éstas y los
rosos suspiros, la recepción real de! Santísimo
ruegos de su bienaventurada hija, hagan im-
Sacramento,"por cuyo medio alcanzaría muchos
presión sobre J É espíritu del Sr. D*** inspirán-
•de sus trntos'." " ""'|7. ^VV.7. r "V.¿ dole el deseo de obtener por el arrepentimiento
Y entonces Inés, agradeciéndole de. nuevo y la penitencia, el perdón de sus faltas y la po-
sus beneficios, añadió: sibilidad de participar de la dicha de aquella!
—No dejes, Lucía de i r á recibirlo por mí en El episodio de la conversión de María-Inés,
esta misma mañana; ofrece esa sagrada víctima que no he querido interrumpir, me h a hecho
al Eterno Padre en reconocimiento del favor anticipar algo los acontecimientos, por lo que
que á mí me ha hecho., pídele, que 110 deje de es necesario tornarlos desde'más léjos, y si tú
•derramar su misericordia sobre mí hasta el úl- lo permites, retrogradaremos varios años.
t i m o momento; te lo ruega, tu moribunda ami- Prudente, económica, trabajadora y de n u y
ga: yo por mi.parte te ofrezco que, dentro de buen genio, no había dejado de tener Lucía mu-
poco, cuando me. encuentre en la presencia de- chos pretendientes. Todos fueron desechados;
Dios, á quien amo como á mi padre, la primer 1 a mayor parte porque no tenían principios re-
súplica que le di.rijiré con una confianza de hi- ligiosos, los otros porque siendo más pobres q u e
j a , . será por tí la segunda por quien, des- ella, preveía que todo el peso de la familia cae-
pues de haberme dado una vida temporal, me ría sobre ella. Con todo, Sor Catarina tenia u n
hubiera ¡ay de m í ! — dejado perecer, eterna- joven de m u y buenas costumbres y piadoso, á
mente... . ; .j;,. - quien protejia, y que era hábil tornero; con lo
Al anochecer, el alma de María-Inés, adorna- que pensó que era bueno que se casara con Lu-
da con la inocencia bautismal, había volado al cia. Todo se arregló perfectamente: Lucia agrá-
dó rAuchoú José, y J o s é n o i e ^ a g i ^ v ó ^ . L u c i a , tan-mal, q u í s o l a novia aprovecharse de las cir-
que le aceptó por
cunstancias -para intentar una vez más; el rela-
dicuo futura, porque % p p b ^ i ^ ^ a g ^ u q i i e
lenid
cionarse coñ- ella, y. le mandó con José una
9 que. cuidar largo, tiempo i surna- carta que le 'presentó él mismo, en la que le
dre euferma, no se encontraba con muclios daba fiar fe de su proyectado enlace, le pedia su
Mimée doñ&erittóiiénté y le suplicaba mucho que le
casar nasta que cad^uíiQ m Í M m m í M k í á - hiciese el-favor de ser su madrina el día del
sen reunido 200 pesos, suma necesaria; para •íaá'feiMoín^^ f ) -•
establecer José su taller. Gomo supondrás, Contra lo que se esperaba, José y su carta
no iue eso negocio de un día, y cuatro años fueron bien recibidos, y le trajo á Lucía el per-
se pasaron antes, de, que se completasen ios miso de presentarse en casa de su hermana.
200 pesos por ambas parles. Por fin, á prin- Corrió allá inmediatamente con las manos lle-
cipios de este año, Sor Catarina, que era la de- nas de obsequios para sus sobrinos y sobrinas,
positaría de sus e c ^ c ^ ^ ^ c i ^ ^ a e / ^ a s e y volvió muy contenta á contarnos su buena
podía verificar el matrimonioen ,1a Pascua, lo suerte, por la que la felicitamos.
que no les pesó á ninguno de los dos. poraue
se amab Todo iba de lo mejor, y ella misma no creía
a n mucho, aunque siempre a m a b a n
su dicha al ocuparse de los preparativos de su
más á Dios: jamás olvidaron que se le debe la
boda, cuando invadió el cólera á París. Lucía
preferencia á toda criatura.
y José no pudieron resolverse á casarse y rego-
Aunque y a estaban al punto de llegar á ,ser cijarse, mientras que por todas partes no veían
esposos, Lucía y José no se miraban nunca más. sino duelo y lágrimas: convinieron, pues, de
que ios domingos en casa.de una señora de edad común acuerdo esperar un tiempo más' feliz, y
amiga vieja de la familia Meunier, v,b.ajo nin- •cada uno por- su parte se emplearon en socorrer
gún pretexto le era permitido al noVio Presen-
y asistir á los enfermos que no hallaban lugar
tarse en la casa de Lucía.
e n los hospitales. Parte de su pequeño capital
Aunque la hermana de ésta la había tratado se- empleo en abrigas para aquellos de sus ve-
cinos ó conocidos que carecían de ellos: f Dios, íános é hizo decir, á José que la fuera á ver.
bendiciendo su caridad, hizo--qüef"libraran .áíaE- Este, sorprendido de.tan singular favor, no tar-
gunos de la muerte y que o t r o r c u c h o s ; m á s dó.:en presentarse. ;
arreglaran los negocios de su coñcienciá:^ Guan- ; ^Joséjde;é.y©,llQi''ando, pero con tono. íirme.
do faltaban enfermos en su Vecindad, rolaba la es preciso, qué.yo renuncie á vd. para siempre;
infatigable Lucía á ayudarnos á nosotras; Dios así ¿o h a querido; no vuelva á pensar en
Habiendo pasado varios diàs sin verla, y te- pMte>',v.C|ueda vd. libre de todo
miendo que hubiera sido víctima de la terrible compromiso;, espero - que el Señor ha de escu-
plaga á que se exponía con tanto denuedo, en- char las oraciones que le he de hacer por vd.
vié á saber de ella. No estaba en su casa; pe- para que l é conceda u n a esposa que valga,más
ro mi enviado supo por una vecina, que había que yo y le haga/ tan dichoso;como vd. se me-
ido rece..;- A j : 3 ¡¡ - i").;' - i ii Z
á asistir á su hermana v á su cuñado, am- De pronto José lo-quiso tomar como una bur-
bos atacados de la epidemia. la y sé iba á dejar, llevar del enfado que le cau-
¡Pobre Lucía! todo sii empeño no pudo con- saba lo que creía aolo: una chanza de mala ley;
servarles la vida; pero'su abnegación recibió pero Lucía, volviendo á tomar la palabra, con-
una recompensa. Confusos' y movidos al ver tinuó, mostrándole los tres niños que á su voz
tan generosa conducta, le pidieron perdón de fueron á echarse-en sus brazos:
la que ellos habían guardado con ella, y á sus
—José, desde ayer han quedado huérfanos;
ruegos consintieron en ver á un sacerdote y
yo he prometido á su madre ser en lo de ade-
confesarse, lo que no habían hecho en largo
lante la suya; son ya mis hijos y no tendré
tiempo. Murieron cristianamente ¿ los tresnó
nunca!-éííé $ % ótisnp
cuatro dias,- recomendándole á sus tres hijos, d e
que el mayor cuenta siete años, y el último, José hizo esfuerzos inauditos de elocuencia
que es una bella niña, no tiene sino diez y ocho para hacerla variar de esa resolución que le de-
meses. sesperaba: protestó contra la injusticia de L u -
Lucía llevó consigo á aquellos inocentes huér cía que quería privarlo del consuelo de-servir-
tem
288
na acción; pero ella se mantuvo inflexible. Con
Íes éi también de padre, y aseguró que y a desde iSaSSÍLB? 5ííí> owaSé&v , . snnsidínsíi ,
ese instante los amaba como si fueran süs h i -
. . •- O'.'UJ I lis uí>iT.*;-.
jps.proplos. '• • ' y .• ,^
cansada,
,Ü8S
á someterse
i5ií ;m
enteramente 'á uuéátro
Líieía le dejó hablar; mala señalera eso, pues ' t^lcfiii ois.b ei ñíoiJJ -
cuando uno no quiere dejarse vencer,, el silen-
"Ht!éé fjjíem 1 nos .t&n&jgáiia-
cio es tai vez la mejor a r m a que emplearse p u e -
p m f f i i S ® ^ W p a f f i ' d o ^ y ^ r á í i d e fue
da. Por último, no teniendo razones á que
e?íspnfim?¿rLfp áeí' píóbre müc'hacíio 'cuando, fe
contestar, se calló por fin, y entonces le dijo &Í»id a9onoííis « iocí ólíso ^s* elcj^s*jÍ* C<i
ella con dulzura: dijimos" q u e , aprobábamos completamente .la
conducta de Lucía, que era preciso que ,él se
—Conozco bastante el corazon de vd., José,
resignase y le concediese la última prueba de
para poner en duda su buena voluntad res-
su. cariño que quería ella exijirle.
pecto de estos niños. Sí; creo que vd. dividi-
A que no adivinas, querida Carolina, lo que
ría igualmente su t e r n u r a entre ellos v los hi-
- '' • » • •' '' o •"í*'(rr O V í>V'íOOPf Orríft- HI nrr*r*• Lñcía í e picíióV ^ quisie-
jos que Dios le quiera conceder; pero, y a que' ras á que no acertabas, porque lo que ella que-
es preciso confesarlo, conozco bien que yo no ría era obligar á José á que aceptara la esposa
podría llegar á ese grado de perfección. Siem- que ella le indicara.
pre había de tener preferencia á los míos, y DeSpues de mil lamentaciones sobre la tira-
quién sabe si aun a c a b a r í a por sentir el pan nía de. que usaba con él, le fué forzoso al ape-
que les daría yo á éstos, y que no se los distri- sadumbrado José, el pasar por todo; y Lucía,
buiría sino á costa de priváciones de mi propia generosa hasta el exceso, le procuró endulzar
familia: porque en n u e s t r a posicion, es una c a r - la amargura del sacrificio,.elijiendo en su l u g a r
ga m u y pesada la de t r e s niños que mantener, á una amiga suya, piadosa, dulce y buena, que
y en cuanto á s e p a r a r m e de ellos, ¡eso! n u n - rosee, además de muy buena figura, mil escu-
ca! dos de dote, y sin hablar de otras prendas, u n
José suplicó, lloró, i n s t ó á Lucía que le per- corazon muy á propósito para apasionarse de
mitiera participar con ella del mérito'de su bue- 37
291
José. Despues de algunas vacilaciones, se de-
cidió éste por fin, llegando^ ^ ^ ^ í ^ & i e u - avergüenzo de mi miseria, y temo que el Señor
te á la hermosa me reprenda'algún día por haber descuidado el
ñana, 30 de Junio, es cuando de&em casarse. nego'ciár cóñ'él talento que me confió... Pero...
No vayas i c r e ^ r r ^ Liicí^.se J a ^ é p e u t i - ¿por qué desanimarme y ver en Dios solo un
do de lo que juez terrible? ¿No es también nuestro Padre,
como es de todo disimulo, me decia nada me- y ^ítÉlas tiJe?it# W ^ a d r e s ^ ¿No me h a dado
nos que ayer: "Mucho quería yo á José, lo con- pruebas tan multiplicadas de su amor, que es
fieso, y á pesar de eso, 110 me arrepiento abso- imposible que llegue yo nunca á dudar de la
lutamente del partido que he tomado, p o r q u e benignidad con que ve á esta criatura misera-
estoy muy convencida de que lie seguido la vo- ble que tú llamas
luntad de Dios, que no quiere que me compro- / • T u ' a m i g a ? ' '
meta con los lazos del matrimonio: este pensa- SOR TERESA.
miento me llena de t a n dulce satisfacción, que
no cambiaría mi suerte por cualquiera dicha
de la tierra. Las caricias de mis hijos adopti-
vos me hacen olvidar las que me prometía mi
unión con José, quien, despues de todo, no es
muy digno de lástima, añadió sonriendo, por-
que ha salido ganando mucho más de lo que ha-
perdido en todo este negocio."
No soy yo de su opinion; pero Lucía no pue-
de comprender que se elojie una acción que á
ella le parece muy natural y común. ¡Dichosas
las almas sencillas y puras como la suya! ¡Ay!
•Carolina, cuando me comparo con ella, casi me
V
292
•: far ':;ebfr¿]imíéi:¿v'iJ8mn aom&cnsll -'sslréÉp que les llamamos nuestros resucitados: no pue-
•'Oof A Misg'ojjp sebfoeb&gé'eJ-QJunrgMisí ¿$l¡ des imaginarte lo agradecidos que están á todas
[bbl'Míñ ííM ¿óí 9ijp';a¿'flo¿'í9o[ ssí las personas que los han asistido, y especial-
- : • .SínkfZOñ h CdífO/íi mente á nosotras.
C A R T F X Í V Í Í I : '; Como los pobres, no., encuentran por lo común
í!ÍJ
" SBffl- faft&fo > . í i b f í 9 í f 9 r t i k í í 9 0 / n g I Ó ' g 9 C>iTÍ3 sino egoísmo é indiferencia, ó cuando más una
compasion seca que se reduce á dejar caer en
• fí- bxékq Paris. Hospital dá San Luis. . sus manos algunas frias monedas para remediar
• -'.- / a s a r e i s & U p C>Í.0IÍC»JJití '?9 ,BSÍ>&bÍ8®09JI 3jjg, sus necesidades, es mucho lo que estiman las
S979.tfíí \ü Y £Í9fl9r) 2 SÍ: QJ3]5-:g9£IOÍOIÍ9Í¿. atenciones que les tienen y el Ínteres que por
¡A}'! Carolina, ia recrudecencia de la enfer- ellas toma una persona,- que no mirando en ellos
medad, q u e .desde hace varios meses--diezma más que á Jesucristo,- se esfuerza en amarlos con
nuestra pobre patria, ha sido aquí tal vez más aquel fuego qué solo la caridad sabe encender
cruel de lo que te figuras; pero gracias á Dios y que únicamente: sacia la necesidad que tienen
el cólera h a desaparecido por completo, y hace los'-infelices, dé Comunicar sus dolores á alguno,
y a quince dias que no se cuenta ni un solo; ca- que participando con sinceridad de ellos, los
so. Tranquilízate, pues, por mi salud, que ¿é- consuele. Esta limosna'de amor al pobre, siem-
jos de h a b e r sufrido nada con la fatiga, ántes pre está en nustra mano dar, por necesitados
según me parece está más robusta que nunca, que estemos, y cuando l a escasez de recursos
porque (aqui entre nos) te diré que he hecho nos obligué á n e g a r l a material, compensémos-
cosas que antes creía superiores á mis fuerzas, lo, querida Carolina, no economizando conside-
y que creía yo que me hubieran postrado en raciones, buenos modales y afecto, seguros de
cama, como desvelarme, estarme sin comer lar- que nos lo. agradecerán más los pobres, que
go tiempo, trabajar mucho, etc. Todavía te- cualquiera otra, cosa; y aun quedarán sorpren-
nemos g r a n .número de convalecientes, que se didos de gozar de lo que casi nunca encuentran,
vieron tan á los últimos momentos de su vida, alimentados siempre como están con el pan del
294 295
desprecio, y alejados del trato íntimo y amisto- tierra.; otras veces era una simpática joven que
so de las. personas de otra ciase ó circunstan- rogaba al Señor que no la llamase á sí tan pron-
cias, por el retraimiento que con ellos guardan. to, que le permitiese cerrar antes los ojos de su
¡Qué dulce es amar verdaderamente ai pobre! anciano padre. A su lado un niño, piadoso y
Nuestros desgraciados enfermos nos atribuyen W l ü í 9-QS decia poco antes «de
á nosotras todo el honor de su curación, y mu- é ^ g ^ i a ^ g ^ J O ^ ^ ^ ^ - pura, que .conso-
cha dificultad nos cuesta hacerles entender que láramos a su madre, de la que era el único te-
sus acciones de gracias deben dirijirlas al Su- soro y 'todo su consuelo. ;Este niño era el ul-
premo dispensador de los. bienes y de los ma- timo délos ocho que ella habia tenido y perdido:
les, de la vida y de la muerte..... casi fuera de sí cuando .le, vió muerto, pidió su
Pero ¡ay! Carolina, si Dios lia permitido que pequeño cadáver, lo lavó, lo amortajó con sus
nuestros cuidados arrancasen á .algunos de la propias manos, y lo acompaño hasta su última
muerte, un numeró mucho mayor es el que he- morada: después;/no pueiendo decidirse á ale-
mos visto espirar «vnuestros, brazos; á algu- jarse del lugar que encerraba tan queridos des-
nos en toda la fuerza de su edad, a otros apé- pojos, pasó la infeliz toda una noche,, por cierto
nas e r la primavera de su vida. Todos los dias muy fria y lluviosa, sobre la tierra que ocul-
presenciábamos.las escenas más desgarradoras. taba á sus ojos los restos mortales del glorioso
No se oía en nuestras salas, más que sollozos, elejido. Hasta que amaneció no cesó de llamar
quejidos, gritos de dolor y aun de desespera- con grandes gritos á la muerte, la que fué- sor-
ción: y a era u n pobre y honrado padre'de fa- da á- su voz, y así ella vivé para llorar á.su hi-
milia, que nos encargaba, llorando, que le tras- jo. Nosotras la hemos recogido,-le damos tra-
mitiésemos sus últimas palalabras y sus más bajo y hemos tenido el consuelo de devolver
tiernos adioses, á su amada esposa, no-sabien- alguna calma á aquella alma destrozada por la
ÜO que pocos pasos adelante ella misma ' exha- aflicción, hoy mucho más resignada' á la vo-
laba su último aliento, pidiendo a Dios, por él y luntad divina, de lo que nos atreveríamos á es-
por les infelices huérfanos que dejaba sobre la perar.
itltM^ mi pobre desertor se convierta casi en hacenda-
do. Animo, pues, Carolina, y auxiliándonos
— r«* i r r f t \ a r r r - r AfTO'TP f n f f f '*» ' r í t~i¿r>''r i ' '
tece, porque pienso: Dios, te aseguro que tus esfuerzos serán coro-
nados del mejor éxito.
Mucho tte:-klegro de las buenas noticias que
me das de Aurelia. Probablemente la veré m u y
pronto, porque su marido es llamado á París á
entre nosotros la religión y las buenas costum- consecuencia del ascenso que ha obtenido. ¿Cree-
bres. " .„ ¿ • v " i, . . . ;; rás que nada me dice la traviesa de Aurelia, en
su última carta? Yo me figuraría que me quería
o ® t I h ^ ^ ^ ^ I Q I ^ ^ s i m ^ Í M ^
dar una agradable sorpresa si 110 fuera porque
has dado sobre la familia de mi protejido .el ex-
también me lia hecho misterio de sus esperanzas
vampí ro . J u l i ^ i t l 1 1 ! , ^ fe
de llegar á ser madre. A ella le dan mucha
haya ^ s p i r a d ^ í e ^ ^ ^ ^ q u i ^ ^ ) ^ ^
risa mis enojos; pero eso no quita que no debia
chacho h a y a conquistado tu, a f f ^ ^ é ^ ^
haberse portado así conmigo. Por lo demás
continúe mereciendo tu alta protección y espe-
dicen que todo fué con felicidad y que el Sr. de
ro ••^Ér
Marval está m u y contento con su pequeña Ma-
bajadora y económica; en. una palabra, capaz
ría. Se enorgullece de poderla llamar su hija,
de hacerlo dichoso; puesto que él es tan buen
y y a me parece que al verla se pone más esti-
hijo, debe ser ciertamente buen marido y buen
rado de lo de costumbre y que levanta más que
padre. . Si logras que tu papá se decida a darle
nunca la cabeza. ¿Qué será de aquí á quince ó
su ranchito en arrendamiento, yo. procuraré
diez y seis años? Miéntras tanto, deseo que la
que mi hermano político le auxilie para ios . ri-
vida sea muy dulce á su querida María, á quien
meros gastos, y pondré también a contribución
quisiera yo poder dotar con la bondad y buena
las bolsas d é l a s Sras. Leupían y Marra!. A
razón del señor su padre, y con el talento y ex-
fuerza dé constancia Hemos' Sé conseguir que
celente corazon de la señora su madre, quien,
38
entre paréntesis, h a llegado à sèi tan prudente nuestras, y creo que no es necesario exhortar-
como era aturdida; tan buena como'lóCay ex- t e mucho para que t ú hagas otro tanto, ofrecien-
travagante 1 era. Ha1 dirijidb tan bien losáíaques do todas el último dia la Gomunion con ese ob-
contra la indiferencia religiosa de su esposo; jeto. •
que está y a á'puntó dé darse' por'Véncidó; no Adiós, hasta muy, pronto; luego que h a y a yo
falta sino un nuevo asaltó, y es'muy" fácil que visto á Aurelia y abrazado por tí á ,su pequeña
se rinda á'discreción.•' María, te escribiré para darte noticias de la ma-
Gomo me hace el honor de íeñéi.' muclia' con- dre y ; d e la hija.s:....
Tu amiga,
fianza en mis luces, me Wá reservado Aurelia-
SOR TERESA.
la glòria'el'e^riunfar d e è u s últínias resistencias; l
. -•ij . i r - V . iíff ''r •' "'-)•
Me lía dejado sif duda ral papel' nkiy bello 1 que
h a c e r / p e r ó no él-'ttí'ás'fáCilV pófqüe ei''érgtílo'y
el respeto hnniàtìó jkedeñ'nffiyíMeñ hacer to-
davía indecisa ; la Victoria P E n "íiñ • -á Dios lo
quiere, sé cü-ráplirá-iÉfet^o haremósíafiíéi
1
él se arrojé á la piscina, f ^aMesjiuésnodó ca-
minará bien. Sí, estoy "convencida que dado
el primé'r p>áso; servirá 'á D&s 4an ¡ - leal'y' fiel-
mèiité" c'òirtò: s i W W à p M & l ) • "•;
La: oración es' omnipotente, todo del.alcanza
del' dóilázón ' < M i d s ; m é & t ' k zméÉZMÍQh¡do-
miñ^ó'próximo i m i no^eíia^para conseguir por
la iniercesioñ-dsláSaftísirQa' M conver-
sión del'Sr. dé ' M a r i t i Ra^et: Leu-
plan, nuestras hermanas de Burdeos;'las de
aquí r y L'úcíay : van '4 Uñir sus' oraciones á l a s
•ú0$<iQm$ji&qí si, ¿ oíos atrp ab • acordándose de que solo á la' perseverancia es-
. ' . ' .aiidioi'/-. sí ¿sbiíginoTq j t á prometida la victoria.
' vl'ÍMÜítfi ^ y .asíd ^ijM— —Muy bien, voy á hacerlo así.
oíod^o'iq áüp 9 ¿ £ § i b ^ g s í o T aoS t 6ioiíA— —Ahora, Sor Teresa, dígame qué proyecto
eu: tiene v d .
CARTA x x i x , "'. .
—¡Oh! sí, madre mía, t a n t o más que necesi-
s u p süm o?íBF i m n ^ i b s m ,l& ! d O ¡ —
to su licencia para ejecutarlo, pero espero que
axip OT9Í|89 :ptoq \óíuJsja®jp':mjiq moaóQÜ ua c
no m e h a d e ^ e r , negada.
Paris, Hospital dé-Saa Luis.
—Eso veremos; según lo que sea.
. f i 9 3 ' 9 ü p : t d : i r ü § 9 a iaüflJQ-197 083—
Inmediatamente le expuse á n u e s t r a Madre
9 a . u q z 9 9Í 9j£19ífI£vtoSÍb9míIÍ
todo mi plani'-^-afcí q u e lo oyó, me dijo: í
El otro dia le dije á mi Superiora::—Madre,
—Vé, hija mía, y haz lo q u e deseas; quiera
h á g a m e vd. favor de d e c i r m e qué' es lo que de-
Dios bendecir tu buena'intención!
bo hacer uua h e r m a n a d e i a -caridad q u e m tie-
Gomo tú, Carolina, no estás en los anteceden-
n e dinero, y que lo n e c e s i t a j paca J n ^ n ^ r a
tes del asunto, tengo que explicártelo con más
bue.Ba>T', :j GÍ9J Íi20Íiqzy'9jjp <mfl&t OJnüSB Í9Í) 39! '
extensión. Pon cuidado.
— H i j a mia, m e respondió, e s preciso, a n t e
todo que h a g a m u c h a oracion, y que no d u d e Hacia muchos años que el hospital de San
n u n c a de la Providencia de Dios q u e con taiita Luis contaba entre sus bienhechoras á u n a Sra.
bondad se extiende á todas l a s criaturas: des- Chevalier, rica y m u y piadosa, que acostum-
pués tiene que llamar con á n i m o á la p u e r t a de b r a b a repetir q u e , dar á los pobres es prestar
los ricos, haciéndose hasta i m p o r t u n a , si es ne- á premio al Señor. Muchas veces venia con su
cesario, para lograr que a b r a n s u mano para hija única, llamada Susana, niña amable y m u y
dar u n a pequeña parte de s u supèrfluo. Y ade- b u e n a , de cosa de-doce años, q u e - n o dejaba
más, si quiere alcanzar el fin q u e se propone, nunca de agregar su. pequeña limosna á la que
es indispensable que no se desaliente por las s u m a m á nos daba para nuestros pobres.
humillaciones, los desprecios, y las n e g a t i v a s , Hace cosa de dos años comenzaron á dismi-
302
—Sí, pero también su H&ü^e- —Sij^ip l g f u ^ a tanto, ¿cree vd., señora, que
na....'. ••Gf.bína ¿ 9Íifion£m a s o y; üisaiíOL, pensara yo en arrancarle á su hija?
vd. á É ® 5 # $ r r ^ E n t ó ^ s lpi niña irá, á visitarla, todas las
cer semap^s; ^
dándome u n a s ^ ^ i ^ ^ l q ¡oro, llévela esto, y
sea lo ,que f u e r e ¡de lo demás, liasa vd. que
, i r • r r ~
acepte esta pequeña limosna, esa infeliz señora
s i i a i j jji noTolongnoo oomii ovr.ro .e-memj/g'ng
por quien siento que me intereso ya mucho
A ver si mas adelante la podemos sacar de la
se de su hiia.
lQJJJf ObXlf.jJO; i - ./¿lliíii 63 01)13 lis Ü0í0£jjjl3 OJai'IJ triste situación en que se halla. Y ¿cuándo v m A
—Dígala vd. para decidirla á hacerlo, que yo
vevi/A^fíiMf
— M u y f i f B i f t j ^ s i tiérie fouen éxito mi nego-
asignaré á ella una pensión corta, porqu§ no:£S é ü m . . noianoq w ú
a á oía on 108 . o i o l — —Pero, Sor Teresa, no me ha dicho vd. ni la
—Es negocio difíciJ; s perp p o u ^ b i e A i t e l « edad n i el nombre díP^M^'P-; o|><.
y sobre, todo d e m i Susana Le-
to pueda, a s b e b i o v us se o n \ x f f o i e J «znoi roux; Leroux, no es su verdadero apellido, es
-^¡Qué buena es vd., Sor Teresa, si se^eon- precisó advertírselo á vd.; pero por ciertas ra-
sigúé que venga la niña, dígale vd. á su mamá zones que mas adelante aprobará vd. misma,
que^podrá venir á verla siempre que quiera. si alguna vez puedo ¡dárselas
—Ño hará uso de ese permiso; cierta especie obligada su madre á ocultar su verdadero nom-
d e vergüenza la impide salir; su miseria es-de- •fiháaíar ifS'iiHfíz'dbicfüji el ssábín'ídY ob
m a s i á d ó ' ^ d P ^ ^ i ^ ' í j & é tenga v a M ~ p a r a —Bien, bien;-siempre es bueno respetar los
mostrarla en público. No ilPípé- secretos de íamilia.
óbrmioos.'i &M Me recomendó despues mucho que procurase
- ¿ B s M ^ ^ M ^ f ^ 0
' ^ i4 u
- " activar la verificación de nuestros proyectos, y
42 a
me despedí muy contení®* ^f^g^xlR»i58SSí?pffiT una reconciliación sólida entre su madre y su
derás, para ir á casa de la Sra, ;Glieyalieí ñ ,que
ign<?r&ba. completamente q u ^ y o ^ ^ ^ ^ a - Sin embargo, la idea .de abandonar á su ma-
bajando en su r e c o n c i l i a c i ó n , ^ ^ g | g dre la hizo derramar algunas lágrimas, que me
ferí apresuré y c á enjugar, diciéndola-que el sacri-
al r e s u l t a d o , ¡ g e / j h ^ l f t j g l r e j ^ f ^ ^ ^ j ^ g g ^ ficid-que iba á hacer, tendría la doble ventaja
de ser m u y agradable á Dios y útil para la sal-
la separación de su hija. Con Vi^, : se,:res ( olyió vación de la Srita. Béchar.
á ella con la esperanza de que s ^ j ^ a ^ e ^ - a b i a ¡Oh! 'sí! e s t o y s e g u r a q u e e s a a m a b l e n i ñ a
de captar fácilmente todas las s i m p a t í ^ d ^ J g h a r á c u a n t o e s t é de s u p a r t e p a r a - h a c e r d e s a p a -
Sra. Béchar X /:y :.^o]n§eg].ñria por fin .hasta que r e c e r todo r e s e n t i m i e n t o del c o r a z o n d e s u t i a
ella misma volviese .á ocupar s a n t i g u o , lugar abuela, porque obrará m á s bien por motivos de
en el afecto de. ^íp^rienta^jppf! ^ i B b ^ j ^ f p d a d q u é fie M r e s l ; : S u m a d r e m e c o n t a b a
servado los mas viras, sentimientos dp.ternur^. semanas la encontró
de respeto y de gratitud. Siempre: dispuesta, á W H lágrimas á los piés de su Grucifijo;
/ q u e preguntándola el motivo de su llanto, la
no hubieran logrado sorprender k religión de i f e s p M i ó Susana: "¡Ah! madre mia, estaba yo
mi tia, no- me hubiera desterrado de su casa: Tugando á Dios por mi tia; porque aunque no la
p££&i por mal entendido, amor á lo bueno; su conozco, estaría inconsolable si supiera algún
corazón es excelente, su juicio es el que ha^R- dia, que habia muerto sin consentir volver á
5&d<teí tséfc kb) | k m m b ^ f ^ Á é r ver á vd. y bendecirnos; acabo de leer la his-
Susana no puso la menor dificultad en pres- toria de Sapricio, que no quiso perdonar á su
tarse á lo que deseábamos: dotada de una ener- amigo San Nieéforo; y la manera con que Dios
gía muy superior; plegarse castigó su endurecimiento, me ha hecho estre-
perfectamente á todos los caprichos de su tia mecer. ¡Ay! e l odió que alimentaba en su co-
abuela, y será el ángel de paz que afirmará razon; le h i z o perder la corona del martirio;
apostató infelizmente, y Nicéforo recibió la pal- -j£q.BÍfoidi99i ,f9|U9ms.iÍ9ini eJBá^}^
ma que parecía pertenecer ya á Sapricio." r
.(,.. ".-oioijq^S.fi f i i909xr9l'i9q
Convendrás que mi Susanita, no discurre tan !(£} QTinoúb 0Sí .&iÍLUi?.u't ira ^nr, smkisvíibü'
mal para sus pocos años. Así que pase Navi- -ÍV¿VÍ Q3£qr 9I|P ii/ji .SQÍlB &OOOq 3XJ8 ¿jfiq liJffi
dad la llevaré á presentar á la Sra. Béchar, y 7 ,Tfíííoo9 ¿ h.-itimwq ¿; 9tGV0lI
espero que prontóáe'vefatf re unidas bajo el te- ¿ U 9 oifid ,oi9q¿n
cho de la tia abuela, la madre y la hija.
Miéntras ,ianto no. ceses.de pedirle á Dios el jO sqiCL £ 9Í'IÍ¿¡9,q' f^m^Hospital de San Luis.
buen éxito de. esta gran empresa, queriéndote
como siempre.
. r ^ m ^ o u ^ ^ i m el
Tu antigua a ? n i g á o m r , í a a ! Estamoj^egi ; plenos dias de carnestolendas,
-i:; " 1 ' - /r.3M#í&i:SfI£II X -tólortó)] Bbáañp querida Cárplina^ y mis enfermos, alhagados
• ¿ osií Íioo con la é i p é f á n l á 'de irse á divertir con el Car-
J J
- ré ® • WM°MFEÍJ RFIÍGA'«ÍJJ5'I;Iͧ'Ñ ITÓÁ-SA JSVÍSU
;,
naval, se han figurado estar casi todos en con-
• ¡ sg 'iíü 'iKffob&sds íobrisí/p'íifiií ^ ^isaeoBStar valescencia, y han querido abandonar mi sala,
•¿ti^&é^Mfrr igflo' ¿íléá 98 wq spup que por ahora se halla casi vacía; así, no te-
• .T-ábo' ¿i'bHo^'íqfi f»i9í)Kd90p orfonm obneic niendo mucho quehacer, aprovecho la ocasion
:
élifí9q9i Y;¡ó§ití!Oí) Mútafcfi aisq para platicar contigo y repetirte el desenlace
i^irífe^M^^-'f^flb'íiQ fihoígirí ^ño-ijpsq iretab de mi pequeña historia Béchar y compañía.
¡
[pií (fí rfr$ bbrsTÍ oh- á&k'áó&i&pl.A:- A los dos días de Navidad, como te lo había
• ijífi bMs&of&obúbnun&jyi yo anunciado, presenté á Susana á su tia abue-
'' f/íj'p ¿éW f9K íff^Torñ.GJÍO ÍIJ?Í'' oboup ímrnp: <JSÍ la, quien quedó tan enamorada de ella, que no
:
VíoB-í;óffi.fe6?é'lifíó9 éÍ0a ; v .'li manp quería dejarla ir, y solo condescendió con la
:fp 9irp 9fc noioibnoo condicion de que volvería muy pronto á que-
!
' ' ' • ,.GÍÍ9" CIO» 9.81J6Í3 darse con ella.
Eso se verificó dos ó tres dias despues, y la jo-
apostató infelizmente, y Nicéforo recibió la pal- -jj5q, BÍfordíp9i % ,f9|U9ms.iÍ9ini -oJBá^}^
ma que parecía pertenecer y a á Sapricio." .(,.. ";o¿orjq,s3.¿ r-x
Convendrás que mi Susanita, no discurre tan !(£} 9TW08Íb0n Minseu.8 im ^NR, SÍ'/IÍ>ÍIS7ÍÍOO'
mal para sus pocos años. Así que pase Navi- -jvM dSsq; 9U,p isA .sorifi .eoopq sus'¿Uq tom
dad la llevaré á presentar á la Sra. Béchar, y 7 ,-ifííiooa .üiS ¿ ¿ . • M k m m .sí Bsh
espero que p r o n i ó W v e M i reunidas bajo el te- 'mió oifid «racjáo
cho de la tia abuela, la madre y la hija.
¡fM^tóiS^&ffi^iF WíJro^.^
Miéntras ¿tanto no ceses.de pedirle á Dios el jO SoiCt £ shíbüq fe¿;Tíospital de San Luis.
buen éxito de. esta gran empresa, queriéndote
como siempre.
. r ^ m ^ o u ^ ^ i m el
Tu antigua a ? n i g á o m r , í a a ! Estamoj^egi ; plenos días de carnestolendas,
-i:; " 1 ' - /r.3M#í&i:SfI£II X -tóloitó)] Bbáeijp querida Carolina^ y mis enfermos, alhagados
• ¿ osií Íioo con la é i p é f á n l á 'de irse á divertir con el Car-
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- ré ® • WM°MFEÍJ RFIÍGA'«ÍJJ5'I;Iͧ'Ñ ITÓÁ-SA J S V Í S U
;,
naval, se han figurado estar casi todos en con-
• ¡ sg 'iíü 'iKffób&sds »brtoúp rrvGrf ^ ^isaeoBStar valescencia, y han querido abandonar mi sala,
•¿ti^&é^Mfrr igfló ¿fléá ¿a wq eup que por ahora se halla casi vacía; así, no te-
• .T-ábo'¿d'bH^ó'íqg f»i9oKd90p oríonm obnoic niendo mucho quehacer, aprovecho la ocasion
:
élifíaqei Y;0§itflOí) Tfióiíjsfq* a i s q para platicar contigo y repetirte el desenlace
^^irífe^M^^-'f^flb'íiQ fihoígirí ^ño-upsq ifu sb de mi pequeña historia Béchar y compañía.
¡
; [Mí dí rfr$ bbrsTÍ oh- mih p.ob soLA:' A los dos días de Navidad, como t e lo habia
í ,
•"-.tjífjs '¿'?J tiá íé yo anunciado, presenté á Susana á su tia abue-
R É F P ^ É Í W Í Í ^ B ' R O N T . C R I O ÍIJ?Í''oboup n o í n p : ^ í la, quien quedó tan enamorada de ella, que no
:
VíoB^óffi.fe6?élífíó9 éÍ0a ; v ,ii BÍrrJ5|9Í) . « i m p quería dejarla ir, y solo condescendió con la
:fp 9iíp '9fc üoioibnoo condicion de que volvería muy pronto á que-
!
' • ' • ..GÍfo' CIO» 8B3Sfe darse con ella.
V:. ÓíálWOT!. Eso se verificó dos ó tres días despues, y la jo-
334
. sfiaab vi, ¿xujiii J¿i c»n aira otmwsbwft ob§ido¿
vencita se conduio con tanta destreza, mostro
. J, ,.¿£1X1 ijiojjii ol on oxfp 'no m
tanta deferencia a los menores deseos de la an-
fyoM mjsejjz OD ^ n o a n x i ^ i v o;o£j afi'ijnom
ciana, que a poco tiempo llego a hacerse amar
wSíÉí
W M W M f e « n-
—-¿Creerá vd., hermana, me dijo una vez la
Srita. Béchar, que esta muchachila Susana, apa-
rentando hacer siempre mi volunt^d, r^e j o m e -
te á la suya? El otro día se le puso,en la cabe-
za que habia yo de cantar, y que ella me acom-
pañaría con el piano
—Y cantó vd.? le pregunté.
—Preciso, pues si ella lo quería
, . ,, • .
—¡Ah! señora, la ¿stá vd. consintiendo mu- .......
cxio; si su mama lo supiera....
—Lo aseguro á vd., hermana, añadió Susa-
na, que salió muy bien nuestro dúo. Mi Küéná
amiga (la señorita quiere que así la llamé), tie-
ne todavía muy buena voz, y si se prestara' a
repetir la pieza de- antier, vd. véria que no me
falta t a n t a razón como ella la qüieré hacer creer
ét'wÉffi-fjWff '
Susana habia oído decir muchas veces á su
madre, que su tía había teñido muy bueña voz
y que gustaba de lucirla; así, aunque hacia mu-
cho tiempo qué no cantaba, creyó la joven Con
3 37
mia, si tu madre quiere,, se aeeuna a / j i í ^ g f j s ^ ^ ^ i ^ eá> stí1 sobrina, la que me
k t e veuir a q i ¿ , . 5 ? . r i q r a 9 ¡ s enseñó siempre á r efe'pelaí*1 f-1 M h M r 1 ' á vd. aún
Saltó de gozo Su sana, , y l l e n a r e júbilo se M f ^ é t t ó p t f éónc&mró wm
e c M al cu^lo,:de . s \ i ^ ^ ^ I a m a n ^ g j j - ^ l i L y a s^éüsaifefi?ÍP.fi[ap ¿eres
sabia yo, que era vd. pero no me 9
§ÍFKp?7. .<2. estrechándola
puede contener más do mil y trescientas li- ha eLtítulode monge lego que se había dado el
bras (*) de carne: ¿qué te parece SUÜ capacidad? inválido, .orador, y me respondieron que pro ve-
En fin, despues de haber .recorrido todo aque- nia de que antiguamente se llamaban así á los
llo en medio de esos héroes mutilados,, que in- soldados, mutilados ó, enfermos que el rey colo-
clinaban con modestia susi laureles ante.'los ua- caba en las abadías;¡para que acabaran allí su
nelones de las charreteras del Sr. de Marval, vidaíüM eb .18 lab 3£i&lai/rfi.tí'0 .eb^oiíoieñ
nos dirijimos al departamento de nuestras her- Mientras tanto no me cansaba de admirar-la
manas que nos hicieron visitar la enfermería y extrema limpieza que reina en la sala de la Vic-
la sala de la Victoria; la hermana que está allí toria, >y.con. razón, lo .hacia yo pues casi todos
de Superiora nos recibió con mucha bondad y los viejos^ inválidos que hay allí son por sí de-
nos presentó á varios ancianos casi centena- masiado. sucios, y tan impertinentes comorsi
oiga ÍIOD .fiionfiini J3Í I oJlsirv rifi'iaidji hubieran vuelto á la infancia. Con esto esa sa-
Tu primo les dirigió :algunas palabras de es- la :e3.-la-predilecta del capellan -y de nuestras
timación, y uno da ellos le dijo: «Mi general, hermanas, porque.en elláirecojen mas consue-
los pobres monges legos agradecen mucho el los que en ninguna otray.ysolodes entristece no
interés que vd. les manifiesta, y cuando hayan poder, iéjercer su zelo y su ministerio de paz y
alzado el campo y rendido esta última jornada, caridad, sino con seres que no tienen mas que
se acordarán de rogar al Dios de los ejércitos,
un soplo de vida. Para mí, seria muy duro el
que se le recompense.»
estar dedicada únicamente á cuidar y asistir
cíTu, primo le apretó la mano, y si aquel va-
puros viejos de gorra de cuartel. Pero no se lo
liente no estuviera tullido creo que se hubiera
vayas á decir al Sr. de Marval, que no me lo
puesto de rodillas para agradecerle tan insigne
podría perdonar, pues lleva su entusiasmo has-
ta el exceso al respetar esos gloriosos restos
Les pregunté á mis hermanos qué significa- humanos; éup e^&mjaíí aun ¿ eJift^geiq- ae LL.
mtersB$I EOMÍAIO «8©Í»UTÍII^¿ SOJ ab fjh*¡&. h Al salir de los «Inválidos» creímos que Au-
A a¿voM i> ssáí ^m fii relia nos iba á llevar á nuestra 1 easa; pero nada
Al hacemos recorrerían bello establecimien-
to, nuestra amable compañera respondía á cuan-
tas preguntas hacíamos, lo que me permitirá
enviarte, cuando tenga tiempo, un informe
abreviado, pero exacto, de los usos, costum-
dfiM; Niños-
Expósitos.
Despues de haber visitado la lencería, en que
están puestos con un orden admirable y arre-
glados con mucho gusto millares de pañales y
toda clase de piezas de ropa, recorrimos las sa-
las de los enfermitos, cuya mayor parte se da
prisa en tomar el camino del cielo, á pesar del
esmerado cuidado de nuestras hermanas; por lo
demás, creo no h a y por qué compadecerlos.
También entramos al departamento de las no-
drizas, que parecieron no gustar gran cosa de
nuestra visita, según el modo con que nos re-
cibieron. ..... jhv, i ^ f f r f a r f ¿f f .eooifi^olj'
Por último, nos dirigimos á la sala d e l Santo
Pesebre, que es una galería muy extensa, lla-
mada así para poner de u n modo más especial
bajo la protección del Santo Niño, tan amante
de la inocencia, á los pequeños niños tan des-
graciados, que se hallan bajo su custodia.
Hay allí cosa de doscientas ó trescientas Cu-
,3.46
ñas muy limpias y con sus p a b e l l o p s blaiicos. la sala, seguía cargando á dos de ellos-'éñ sus
Luego, brazos, á quiénes arrullaba con dulzura; la pre-
en el torno., ó que es llevado d e . c u ^ e y r t r o gunté por qué 110 los acostaba ; como á los de-
modo á la casa, se le inscribe con. Q u i j e r o de más, y me dijo sonriendo:
orden q,ue le corresponde, despues se le conduce
—Porque es imposible someterlos al orden
a la sala del Santo Pesebre,íaóncre lás'criadas
establecido, nunca se quieren dormir si no es
jo l a v a n ^ e ^ 0 ^ ^ antes
en nuestros brazos; si por desgracia los pusiera
de ser entregado á nuestras íiermanas y reves-
yo despiertos en sus camitas, armarían tal bo-
tido del blanco ropaje de los niños de la cuna.
ruca que inquietarían á todos los otros y gozaría
Nada es tan bello ni tan tierno como el as-
vd. de nuevo del concierto de que disfrutó á su
pecto de esa doble fila de cunitas én/qtie des-
cansan tantos ángeles, que sus madres han re-
—¿Por qué, hermana, le preguntó entonces
chazado de su seno, y que la religión recoje,
Aurelia, por qué uno tiene en su falla una cin-
adopta, calienta con amor sobre su pecho, y les
ta azul v el otro una color de rosa?
dá tantas madres cuantas hijas de San Vicente
de Paul hay sóbrela tierra. ^ ^ —Señora, para distinguir los hombres de: las
E n cuanto entramos, mil gritos lastimeros mujeres.
hirieron nuestros oidos, y para hacerlos cesar —¡Muy bien! así este caballero no vale más
se les distribuyó á esas infelices, criaturas una qué su compañera.
agua de azúcar que s $ p r £ $ ^ _ c o n —Canta más recio que ella; pero le confieso
marcado gusto. Después, de algunos minutos á v d . , que ella es más pimroncita; veála vd.
se restableció la calma, fueron vueltos á colo- qué. parece dormida; pues bien, si me fiara de
car los niños en sus cunas y pudimos verlos á esas apariencias y la pusiera en la cuna, se
toda nuestra satisfacción: te aseguro que hay enojaría tanto, que pasaría lo menos una hora
ajgu¿$s. bellísimos. Mientras tanto, una de ántes de qué consiguiera yo calmarla; en ve
nuestras hermanas, encargadas del cuidado de de que mi pobre muchacho va á consentir ir -
pronto, §in, gran dificultad en. - ^ ^ d e á p i ' e n - To^esto^conmovió áJAüi?eKa, tftié ex'clanio al
d a de:ÉL.,:I¡1: T):-¡; ; ^MEIM d ia !IIO¡ :IÍÍBS salir: ¡Oh! si la miseria es la que o b l i g a d las
Ep.^fectpy lo, pn§o e n . l a # i n a j k movíó/lige? m & k m M tódó&" ¡éStós- ñiños ¡ á abandonarlos,
ramente, yo le corrí las w v t m m . f quedó son m u y á}gnasilafe'>cÓírípágiróñ!,'pei1(i si'ntì'^Slà
dormido: despues intenté fi80^ ob'umoh
ve^es hacer lo mismo con l a m ^ ü f c i t a peroda-
/de>M«rval depositó una r i d ^ t e s n a
ha l . u ^ Q , a g u d o s chillidos, quo más ique de
en el'pepo de&6inado'áese-objetó, diòTas gracias
prisa, por el interés general, la volvía k tomar
á nuestra amable « w e ^ i ^ g M i f e o ^ á i -¿oche
en su^ brazos.. > b ;., 0 f [ , a i , 0 b 0 L Í : m i fe¿m ;aobo)
todos, más ó ménos conmovidos pórntièstrà vi-
Cada dos ó tres dias llegan de los departa-
sita. Gomo podíamos disponer todavía -de una
mentos diversas nodrizas que se llevan á losad-
nos á criarlos en sqs^fjsgts^Qn lo que queda hora, nos decidimos] á- completar el dia yendo
lugar desocupado para recibir á otros. No se de una vez a visitar el hospicio de María Teresa,
conservan en el establecimiento mas queilós fundado p O t ì Ì a ^ t ó S ^ e i ^ à u b r i a n d para sacer-
que parecen enfermos, débiles ó demasiado de- dotes pobres y: enfermos, y para señoras nobles
licados para soportar un viaje largo, las que en la miseria: mediante una retribución suma-
son confiados a las nodrizas que viven en la mente módica, unos y otras son recibidos allí
y cuidados con más esmero, bajo todos aspec-
• P f ^ J J G ' ' : " ' & R G ¿ O -'UP RR^ N P ' ^ G A ' A N P oí óí/P EOT
tos, que lo que estarían en sus casas, aunque
Todos los niños expuestos, sin llevar aviso de tuvieran comodidad.
haber recibido el bautismo^ son inmediatamen- Rodeados: de consideraciones y de respetos
te regenerados con el agua santa por el cape-
por parte de nuestras hermanas, se hallan alo-
llán del establecimiento, y cuando entramos á
.jados en cuartos amueblados con cierto lujo.
la-capilla vimos á una hermana,que amadrina-
Los que pueden'hacerlo, comen reunidos, y se
naba á. uno en la fuente bautismal: era una ni-
les sirve la comida en buena:vajilla. Gomo su
ña que exhaló su último aliento, al fin de la ce-
habitación, separáda de da de nuestras herma-
remonia. ¡Dichosa de ella!.....
nas por una callecita de césped con su cerca de
*
rido, y una lágrima de gozo brilló entre sus
rosales, es ya insuficiente para el número
c C L* JJ JJde
vj
enfermos que se presentan, desea construir otra Ha quedado ella tan contenta do este dia, que
la piadosa fundadora, en que lo útil se reúna á í j u f e que se repita otra ocasion, y nos ha he-
lo agradable. g x l ^ p C ^ f J f cho prometer llevarla alguna¡vez á que visite
La capilla que pertenece al departamento de el Hospital ^ r o r i n c u r a b l e s , el Hospicio de
las señoras y de nuestras hermanas, es peque- M r f a n o s y otras casas de beneficencia. Este
ña, pero muy bella: tiene una tribuna bastante hospicio dicen que se trata de reunirlo á la Ca-
grande que tiene entrada por la sala de las se- sa de% m n u f a a ® Q §e v e r i ® :á®comp|v
ñoras: esa sala está dividida por en medio con dezco á la Superiora de los «Niños Expósitos,»
un largo pasadizo, y por tantos tabiques, hasta pues'necesitará mucha energía para no sucum-
la mitad de la altura de la pieza, como camas bir con semejante peso.
hay: cada señora queda así enteramente inde- No olvidaremos, por supuesto, también á
pendiente en su alcoba, y vive como quiere, la «Casa de huérfanas de la Providencia» que
como hermitaña ó en sociedad. es un modelo, eü^su género, se educan en ella
Hay allí muchas grandezas decaídas, muchos m¿s de doscientas muchachas, en los principios
nobles y conmovedores infortunios, y h a sido de Una piedad verdadera y sólida, que no pier-
una idea muy digna del alma tan cristiana m den cuando sal'en de tan bendito asilo. Es cierto '
la Sra. de Chateaubriand, el haberles abierto que lá educación que reciben es la más á propó-
este honroso y pacífico asilo. sito para librarlas de los lazos que se les tienden
—¡Ay! exclamó el Sr. de Marval al despedir- en el mundo: se les enseña á amar á Dios, sobre
se de nuestras hermanas, ¡ay! no comprendo tddks las cosas, á practicarla virtud y dedicar-
ahora cómo puede haber hombres que rehusen ; se al trabajo, el más seguro custodio de aquella.
su amor y su admiración á una religión tan pró- Se les inspira una humildad profunda, que les ha-
diga de beneficios! ce hallar gusto en la sencillez, y en la oscuridad
Aurelia, al oirlo, complaciéndose en su fe- a ' 1107 rrA
de.su condicion, impidiendo que se entreguen
licidad, apretó con emocioiv la ihano dé s u ma-
w.
del tocador
á y d o los
adornos que pierde á tantas jóvenes. BoMSto*
con j f e f r t excepciones, llegan á sejh©?Tcét
m w esposas y p u o s a s madres de familia. se esgoqae s e t a
¡Honor á sus 'maestras! pprque su tarea es 89 m m i g ™ ¿
de las más diíicilgá'ife'las.que se nos han im- -mi am aon os oup ar-láb SaJiorUb asm ¿él o
SOR TÉRESA.
puesto á nosotras, y se necesita tanto vigor co- -oo io§iv oíñfií síiaooon sa y «assíoaofl i olaen
mo prudencia para cumplir pon ella á mayor loy^m á &ÍIs noo liíqmjjo s i s q fiionobinq oí
gloria de Dios. • ¡ . .aoiCI ab srioí
Cuento también con hacer una corta expedi- -ib9qx9 siioo finir toojsií noo nOidíiíü otoeifó
ción hasta Oon/lans del Arzobispo, para visitar usJieiv JKüsq feSj a w a ^ o O £t¿üá tío i
á los huérfanos del cólera; tengo entre ellos va- aoíls 9TÍÜ9 o§n9í ;fii9Íóo íob aóash'éifrí aoí
rios conocidos, que me alegraré tanto más de eb eém otos! éusí§9lé ein 9xrp ,aobioo.cioo sq'í
ver, cuanto mejores son los informes que ten- -aoi onp asnrroliH aoí nos asrójiMn OJIJÜHJo yr¿
go recibidos de su comportamiento. .oínéxiEBriüqníi 'O né ob a • i b e i i
No por esto, querida Carolina, vayas á es- -39 ¿ 2FIY£7 ^ H Í Í O X B D fibhejrp t olae íóq o'A
candalizarte creyendo que se ha apoderado de éb ohsioboqs sií 9a sup d k t ó ^ n b Qftssrtebflii
' mí el espíritu de disipación y que ya ño pien- -noiq on 9UP •J 'noiósqfaib sb xfjMqao ÍQ H
so más que en recorrer el mundo. ¡Oh! no! loa W ¡ .obnumh m i s t é ¿o oí/p 8 ¿üi
jamás haré cosa sin licencia de mis superioras, Kz&iohéqne aire é b jsíS'íwoíÍ f u e ájsttS é í » á aém¿
que sabrán muy bien hasta dónde me la deben nedob ¿I om obñob «Jajsií nsrd fiiaiamdñs é a
V M
dar; así estaré segura de no faltar en nada á h sb&a U9 a s í M on éí> a s i ó l a eisíao ISJS ^
mi deber; además, nunca estoy más contenta BífioJiroo a¿m ^otáo ¿üúsfsi ^asmábfi ;i9d9b i?
que cuando me quedo con mis queridos heri- -hod aobnenp aún noo obsnp- ecn óbiÉt&ó en
dos. No sé si te he contado y a que así qué 9up Ic£ 9X/p o b s t o » 9/1 9Í í¿ b'c oVí >
pasó el cólera, nuestra Madre tuvo á b i e n c a m - - m s o n e i d i ovni aib/sM mP,eü£í .¿-Téf&o h
oso è buooqao vuni oboiii n u ob o'ioq .0701111 nuevo, pero de un modo m u y especial á ese
toq oloÒ io OJTOÌD/3 £ Í Í 8 0 Í I OJSSP 1 0 Í ) 3 V I B 3 aoifcl Dios Salvador que nos ha abierto el cielo por
ìm ík> ;8liiaraxjB oup oiobìq íoIioíjíii na db oibom medio de su muerte; pídele que aumente en mí
nJmqao xixr ^baonbo òm 9r;p v /romr» oJitea ua su santo amor, y que me conceda u n espíritu
£ia£il -oboi óídiaoq £g£if arri Qup oioñhofi?. ob de sacrificio que me haga posible todo; hasta
CAUTA XXXIII. '.ohilmm i i el martirio!
-oi9ffl £T£q OÌIOOII ari Supx oioq !im 'ob ¡ ¡Ay de mi! pero ¿qué he hecho para mere-
-ni aonòni o^ JGIOJJÌ s u p oaiosiq £ideg ....?oI'i9'> cerlo?.... sebia preciso que fuera yo ménos in-
93 OUp 10Y£Ì dignado lo que soy, del singular favor que se
leJameiq 9m me premcte!
w M s w m m k m m ' ^ m M m m
mundo, que me consagro á Dios sin reflexionar, UBíínr / ' ) I'IT m» wiiíl IT* Í OITI orn> ohfYfrrfT
que obro bajo la impresión do mi- dolor y que
me hé de arrepentir despues del partido que FIN.
tomo. ¡Arrepentirme! que capaz! nunca! por
que 110 me podría acostumbrar al aislamiento
que, en el mundo, acompaña al celibato, y por
__
00
,nsidsí{ G Y ^ 112
.oeobfiiq • T 114 7 piadoso, piadosa.
,orioíí. 91 121 16 dicho, hecho.
Erratas referir, preferir.
.-mais! e 132 5
DE LA EDICION DEL "MENSAJEKQ." ; 133 última ¿yo triste? querida )
'• ' >. tí-iarahq i-gì 134 primera ) Paulina ¿triste?
ÍB ?9Í3Í3l oYS ?Yo triste? querida Paulina ¿triste?
págs. liuoas. dico. luaao.
:ÍO O Y. ühsdfig SS IM 141 23 saberlo yo misma, saberlo, yo misma.
28 6 motivo. momento. sai 152 14 espuma y la nata, flor y nata.
23 13 so riendo, sonriendo. sai 152 15 si nuestro, nuestro.
s jante . . . tanta.
» última la dije, le dijo. Ycí 157 7 jante tanta,
34 23 la, le. Vil 157 11 no lo queria, no queria.
43 23 libremente, liberalmeiitp; m 171 17 preocupación, su preocupación.
54 10 por la, pero á la. 173 13 habiendo, habiéndose.
m
62 2 más' que, solamente. 178 3 también, tan buen.
¿Tí
72 18 poco, pocos. 182 4 queria, querría.
28 í
62 6 al, el. 8 establezca, restablezca.
78 12 agradecido, agradecida. 205 13 digo, digo.
84 6 tier, tien. 14 modos modos,.
»
90 1 de Bastien, de la Bastien. 80S 208 17 mismas, mismos.
96 21 los dijeran, les dijera 214 12 empujando, enjugando.
MS
22 rincón; rincón, á estudiarla. 219 4 Grigrau, Grignan.
»
97 7 hacerlas, hacérselos. 223 14 reunieron; se reunieron.
Págs. líneas. dice. lóase.
'223 20 cabeza, cabecera.
227 12 Nacis, Baucis.
231 1 testigos, castigos,
237 14 4 mis miserias,
mi miseria,
240 1 parar eponerles.
para reponerles
240 9 del al.
241 12 los de, los deseos de.
241 24 á sus, sus.
251 11 religiosas, casas religiosas.
251 3 tranquilice,
tranquilícese.
255 24 rodeaban que,
rodeaban, para que.
256 18 se,
>» les.
26 dues,
267 6 pues.
exijen,
269 26 exijen escazo.
pùbicamente,
271 17 públicamente.
Dios,
286 22 de, Dios.
294 22 de los.
palalabras,
298 25 palabras.
plau,
3 plan.
319 muv,
» 25
do,
320 20
la,