Está en la página 1de 2

Shakespeare-Obras dramáticas-Fragmentos DUX.

DUX.-Afirmar nada demuestra, si no aportáis pruebas más sólidas y claras esta manera convertiré el vicio en virtud, tejiendo con la piedad de
que los débiles indicios y ropajes de las simples apariencias. Desdémona la red en que ambos han de caer.
Otelo SENADOR 1°.- Hablad, Otelo. ¿Habéis subyugado y corrompido el
ACTO PRIMERO- ESCENA I sentimiento de su hija con astucia o por la fuerza? ¿O han sido los ruegos y ACTO TERCERO- ESCENA III
YAGO.- Y podéis creerlo. Más de tres personajes de esta ciudad le pidieron palabras gentiles, de corazón a corazón? YAGO.- Señor, temed mucho a los celos, pálido monstruo, burlador del
con la gorra en la mano que me hiciese teniente suyo. Yo sé si valgo como OTELO.-Os lo suplico, que vaya alguno al Sagitario a recoger a la dama, y alma que le da abrigo. Feliz el engaño que descubre el engaño y consigue
soldado y si sabría cumplir con mi obligación. Pero él, orgulloso y testarudo, que ella hable de mí ante su padre. Si me acusara en su relato, privadme aborrecer a la engañadora, pero ¡ay del infeliz que aún la ama, y duda, y
se envuelve en mil retóricas hinchadas y bélicas metáforas, y acaba por de cargo y confianza, y sentenciad mi propia vida. vive entre amor y recelo!
decirles que no, fundado en que ya tiene su hombre. ¿Y quién es él? Un tal DUX.-Traed a Desdémona. […] OTELO.- ¡Horrible tortura!
Miguel Casio, florentino, gran matemático, lindo y condenado como una BRABANCIO.-Escuchadla, os lo suplico. Si confiesa que ella también le YAGO.- Más feliz que el rico es el pobre, cuando está resignado con su
mujer hermosa. Nunca ha visto un campo de batalla, y entiende tanto de cortejó, caiga sobre mí la maldición por acusar a este hombre. Ven, gentil suerte. Por el contrario el rico, aunque posea todos los tesoros de la tierra,
guerra como una vieja. dama. ¿A quién de esta noble asamblea debes mayor obediencia? es infeliz por el temor que a todas horas le persigue, de perder su... ¡Dios
No sabe más que la teoría, lo mismo que cualquier togado. Habilidad y DESDÉMONA.-Noble padre, mi obediencia se halla dividida. A vos debo mi mío, aparta de mis amigos, los celos!
práctica ninguna. A ése ha preferido, y yo que delante de Otelo derrame vida y mi crianza, y vida y crianza me han enseñado a respetaros. Sois OTELO.- ¿Qué quieres decir? ¿Imaginas que he de pasar la vida entre
tantas veces mi sangre en Chipre, en Rodas y en otras mil tierras de señor de la obediencia que os debía como hija. Mas aquí está mi esposo, y sospechas y temores, cambiando de rostro como la luna? No: la duda y la
cristianos y de gentiles, le he parecido inferior a ese necio sacacuentas. Él afirmo que debo a Otelo mi señor el mismo acatamiento que mi madre os resolución sólo pueden durar en mí un momento, y si alguna vez hallares
será el teniente del moro, y yo su alférez. tributó al preferiros a su padre. que me detengo en la sospecha y que no la apuro, llámame imbécil. Yo no
RODRIGO.- ¡Ira de Dios! Yo mejor sería su verdugo. BRABANCIO.- ¡Queda con Dios! He terminado. Y ahora, con la venia, a los me encelo si me dicen que mi mujer es hermosa y alegre, que canta y toca
YAGO.- Cosa inevitable. En la milicia se asciende por favor y no por asuntos de Estado: mejor adoptar hijos que engendrarlos. Ven aquí, moro: y danza con primor, o que se complace en las fiestas. Si su virtud es sincera,
antigüedad. Decidme ahora si hago bien o mal en aborrecer al moro. de todo corazón te doy lo que, si no tuvieras ya, de todo corazón te más brillará así. Tampoco he llegado a dudar nunca de su amor. Ojos tenía
RODRIGO.- Pues entonces, ¿por qué no dejas su servicio? negaría. ella y entendimiento para escoger. Yago, para dudar necesito pruebas, y así
YAGO.- Sosiégate: le sigo por mi interés. No todos podemos mandar, ni se En cuanto a ti, mi alma, me alegra no tener más hijos, pues tu fuga me que las adquiera, acabaré con el amor o con los celos.
encuentran siempre fieles criados. A muchos verás satisfechos con su enseñaría a ser tirano y sujetarlos con cadenas. He dicho, señor. YAGO.- Dices bien. Y así conocerás mejor la lealtad que te profeso. Ahora
condición servil, bestias de carga de sus amos, a quienes agradecen la no puedo darte pruebas. Vigila a tu esposa: repárala bien cuando hable con
pitanza, aunque en su vejez los arrojen a la calle. ¡Qué lástima de palos! ACTO SEGUNDO- ESCENA III Casio, pero que no conozcan tus recelos en la cara.
Otros hay que con máscara de sumisión y obediencia atienden sólo a su YAGO.- Vos y cualquiera puede emborracharse alguna vez. Ahora oíd lo que No sea que se burlen de tu excesiva buena fe. Las venecianas sólo confían a
utilidad, y viven y engordan a costa de sus amos, y llegan a ser personas de os toca hacer. La mujer de nuestro gobernador le domina a él, porque él Dios el secreto, y saben ocultársele al marido. No consiste su virtud en no
cuenta. Éstos aciertan, y de éstos soy yo. está encantado y absorto en la contemplación de su belleza. Decidle la pecar, sino en esconder el pecado.
Porque habéis de saber, Rodrigo, que si yo fuera el moro, no sería Yago, verdad, ponedla por intercesora, para que os restituya vuestro empleo. Ella OTELO.- ¿Eso dices?
pero siéndolo, tengo que servirle, para mejor servicio mío. Bien lo sabe es tan buena, dulce y cariñosa que hará de seguro más de lo que acertéis a YAGO.- A su padre engañó por amor tuyo, y cuando fingía mayor esquiveza,
Dios: si le sirvo no es por agradecimiento ni por cariño ni obligación, sino pedirla: ella volverá a componer esa amistad quebrada entre vos y su era cuando más te amaba.
por ir derecho a mi propósito. Si alguna vez mis acciones dieran indicio de esposo, y apostaría toda mi dicha futura a que este disgustillo sirve para OTELO.- Verdad es.
los ocultos pensamientos de mi alma, colgaría de la manga mi corazón para estrecharla más y más. YAGO.- Pues la que tan bien supo fingir, hasta engañar a su padre, que no
pasto de grajos. No soy lo que parezco. CASIO.- Me das un buen consejo. podía explicarse vuestro amor sino como obra de hechicería...
YAGO.- Y tan sincero y honrado como es mi amistad hacia vos. Pero ¿qué estoy diciendo? Perdóname si me lleva demasiado lejos el cariño
ACTO PRIMERO- ESCENA III CASIO.- Así lo creo. Lo primero que haré mañana será rogar a Desdémona, que te profeso.
OTELO.-Muy graves, poderosas y honorables Señorías, mis nobles y que interceda por mí. Si ella me abandona, ¿Qué esperanza puede
estimados superiores: es verdad que me he llevado a la hija de este quedarme? ACTO QUINTO- ESCENA II
anciano, y verdad que ya es mi esposa. YAGO.- Bien decís. Buenas noches, teniente. Voy a la guardia. OTELO ¿Has rezado esta noche, Desdémona?
Tal es la envergadura de mi ofensa; más no alcanza. Soy tosco de palabra y CASIO.- Buenas noches, Yago. DESDÉMONA Sí, mi señor.
no me adorna la elocuencia de la paz, pues, desde mi vigor de siete años YAGO.- ¿Y quién dirá que soy un malvado, y que no son buenos y sanos mis OTELO Si te queda algún pecado que no haya alcanzado la gracia del cielo,
hasta hace nueve lunas, estos brazos prestaron sus mayores servicios en consejos? Ese es el único modo de persuadir a Otelo, y muy fácil es que ruega su perdón.
campaña, y lo poco que sé del ancho mundo concierne a gestas de armas Desdémona interceda en favor de él, porque su causa es buena, y porque DESDÉMONA ¡Dios santo! ¿Qué quieres decir con eso?
y combates; así que mal podría engalanar mi causa si yo la defendiese. Desdémona es más benigna que un ángel del cielo. Y poco le ha de costar OTELO Vamos, reza y no tardes. Mientras, me retiraré. No quiero matar tu
Mas, con vuestra venia, referiré, llanamente y sin ornato, la historia de mi persuadir al moro. Aunque le exigiera que renegase de la fe de Cristo, de tal alma si no está preparada. ¡No lo quiera Dios! No voy a matarla
amor: con qué pócimas, hechizos, encantamientos o magia poderosa manera le tiene preso en la red de su amor, que puede llevarle a donde DESDÉMONA ¿Hablas de matar?
(pues de tales acciones se me acusa) a su hija he conquistado. quiera, y le maneja a su antojo. OTELO Sí, eso he dicho.
BRABANCIO.-Una muchacha comedida, de espíritu tan plácido y sereno ¿En qué está mi perfidia, si aconsejo a Casio el medio más fácil de alcanzar DESDÉMONA Pues que el cielo se apiade de mí.
que sus propios impulsos la turbaban, ¿cómo puede negar naturaleza, lo que desea? ¡Diabólico consejo el mío! ¡Arte propia del demonio engañar OTELO Amén, de todo corazón.
edad, cuna, honra, todo, y enamorarse de un semblante que temía? Sólo a un alma incauta con halagos que parecen celestiales! Así lo hago yo, DESDÉMONA Si dices eso, no creo que quieras matarme.
un juicio enfermo e imperfecto admitiría que semejante imperfección procurando que este necio busque la intercesión de Desdémona, para que OTELO ¡Mmm!
obrara así contra las leyes naturales; luego hay que buscar la causa del ella ruegue al moro en favor de él. Y entre tanto yo destilaré torpe veneno DESDÉMONA Sin embargo, me asustas, pues eres temible con esos ojos de
error en las artes del diablo. Por tanto, afirmo una vez más que él ha en los oídos del moro, persuadiéndole que Desdémona pone tanto empeño fuego. Por qué tengo miedo no sé, si no tengo culpa; pero siento miedo.
actuado sobre ella con brebajes que excitan el deseo o filtros embrujados en que no se vaya Casio, porque quiere conservar su ilícito amor. Y cuanto OTELO Piensa en tus pecados.
a propósito. ella haga por favorecerle, tanto más crecerán las sospechas de Otelo. De DESDÉMONA Son amores que te doy.
OTELO Pues por eso has de morir. TODOS.- ¡No lo consienta Dios! OTELO Sí.
DESDÉMONA Matar por amor es dar muerte cruel. ¡Ah! ¿Por qué te EMILIA.- Y tus delaciones son causa de su muerte. CASIO Querido general, nunca os di motivo.
muerdes el labio? Alguna violencia conmueve tu cuerpo. Son presagios. Sin OTELO.- No os asombréis, señores. Así ha sucedido. OTELO Lo creo y os pido perdón. ¿Queréis preguntar a este semidiablo por
embargo, espero, espero que no irán contra mí. GRACIANO.- ¡Horrenda verdad! qué me ha enredado el cuerpo y el alma?
OTELO ¡Calla y escucha! MONTANO.- ¡Espantoso crimen! YAGO No me preguntéis. Lo que sabéis, sabéis. Desde ahora no diré
DESDÉMONA Bien, ¿qué ocurre? EMILIA.- Aquí se esconde alguna infernal añagaza... Y empiezo a palabra. […]
OTELO A Casio le has dado aquel pañuelo tan querido que yo te regalé. sospechar... ¡Ah, sí: ya caigo!... Lo que siempre recelé... ¡Infame! ¡Me ahoga LUDOVICO Salid de este cuarto y acompañadnos. Quedáis despojado de
DESDÉMONA ¡No, por mi vida y mi alma! Mándale llamar y pregúntale. la ira! ¡Oh trama inicua! cargo y poder y Casio manda en Chipre. Y este infame, si hay algún castigo
OTELO Guárdate, alma mía, guárdate del perjurio. Estás en tu lecho de YAGO.- ¿Estás loca? Vete a casa. Te lo mando. refinado capaz de atormentarle sin que muera, imponédselo. Vos sufriréis
muerte. EMILIA.- Caballeros, dejadme hablar. Otra vez le obedeceré, no ahora. Y reclusión hasta que el Estado de Venecia sea informado de vuestro delito.
DESDÉMONA Pero aún no he de morir. quizá nunca volveré a tu casa, Yago. Vamos, llevadle.
OTELO Sí, ahora mismo; conque confiesa abiertamente tu pecado, pues OTELO.- ¡Ay! ¡Ay! OTELO Esperad. Oídme antes de salir. He servido al Estado y es notorio;
negar con juramentos cada cargo no puede destruir ni ahogar la EMILIA.- ¿Al fin lo sientes? Ruge, ruge. Has asesinado a la más santa y eso baste. Os lo ruego, en vuestras cartas, al narrar todas estas
convicción que me atormenta. Vas a morir. hermosa criatura que ha visto nunca la luz del sol. desventuras, mostradme como soy, sin atenuar, sin rebajar adversamente.
DESDÉMONA ¡Que Dios se apiade de mí! OTELO.- (Levantándose.) ¡Fue adúltera! No os había conocido, tío. (A Hablad
OTELO Pues, amén. GRACIANO.) Ahí tenéis muerta a vuestra sobrina, y muerta a mis manos. Sé de quien amó demasiado y sin prudencia, de quien, poco propenso a los
DESDÉMONA ¡Apiádate tú también! Jamás he pecado contra ti; jamás que esto os parecerá horrible... celos, instigado se alteró sobremanera; de quien, como el indio salvaje,
sentí por Casio nada más que el afecto común que Dios permite. Jamás le GRACIANO.- ¡Pobre Desdémona!... Cuán feliz es tu padre en haber pasado tiró una perla más valiosa que su tribu; de quien, transidos los ojos que no
di prenda. ya de esta vida. Tu boda le mató: el pesar de ella bastó a cortar el hilo de se empañaban, vierte tantas lágrimas como gotas de mirra los árboles de
OTELO ¡Por Dios, le vi el pañuelo en la mano! ¡Ah, perjura! Me pones de sus días. Pero si hoy viviera, y la viese muerta, pienso que había de maldecir Arabia, Escribid todo esto, y también que en Alepo, una vez en que un
piedra el corazón y vuelves crimen mi propósito, cuando yo lo creía hasta de su ángel de guarda, provocando la indignación del cielo. turco impío y de altivo turbante pegó a un veneciano e infamó a la
sacrificio. Le vi el pañuelo. OTELO.- ¡Qué dolor! Pero Yago sabe que ella mil veces se entregó a Casio. República, yo agarré por el cuello a ese perro circunciso y le herí así.
DESDÉMONA Él lo encontraría. Yo no se lo di. Mándale que venga y El mismo Casio lo confesaba, y además recibió de ella, en pago de su amor, Se apuñala.
confiese la verdad. el pañuelo, el regalo nupcial que yo le hice, un pañuelo que mi padre había LUDOVICO ¡Violento final!
OTELO Ya ha confesado. dado a mi madre. Yo mismo le he visto en manos de Casio. GRACIANO Toda palabra es en vano.
DESDÉMONA ¿Qué ha confesado? EMILIA.- ¡Dios poderoso! ¡Dios de bondad! OTELO Te besé antes de matarte. Ahora ya puedo, después de matarme,
OTELO Que habéis tenido trato. YAGO.- ¡Calla, te digo! morir con un beso.
DESDÉMONA ¿Cómo? ¿Carnal? EMILIA.- No: no puedo callar, no quiero. Hablaré libre como el viento, Muere.
OTELO Sí. aunque me condenen Dios y los hombres y el infierno. No callaré: debo CASIO
DESDÉMONA No puede decir eso. hablar. Lo temía, aunque creí que estaba inerme, pues tenía deshecho el corazón.
OTELO No, le han cerrado la boca. Se encargó el honrado Yago. YAGO.- ¡Infame prostituta! LUDOVICO [a YAGO] ¡Ah, perro espartano! Más cruel que la angustia, el
DESDÉMONA El miedo me engaña. ¿Ha muerto? EMILIA.- ¿Que ella se lo dio a Casio? No: ¡si le encontré yo, y se lo di a mi hambre o el mar. Ve la carga dolorosa de este lecho. Obra tuya es. El
OTELO Si hubieran sido vidas sus cabellos, mi venganza podría con todas. marido! cuadro hiere la vista: tapadlo. Graciano, quedad en la casa y disponed de
DESDÉMONA ¡Ah, le han engañado y yo estoy perdida! YAGO.- Mientes, malvada. los bienes del moro, pues pasan a ser vuestros. A vos, gobernador,
OTELO ¡Calla, zorra! ¿Le lloras en mi cara? EMILIA.- No miento, no. Caballeros, no miento. ¡Bestia cruel! ¡Estúpido! compete juzgar a este canalla diabólico; hora, lugar, tormento: imponedlo.
DESDÉMONA ¡Ah, destiérrame, señor, mas no me mates! ¿Cómo habías tú de poder contra esa santa? Ahora voy a embarcarme, y en Venecia contaré tan triste caso con tristeza.
OTELO ¡Muere, zorra! OTELO.- ¡Monstruo! ¿No hay rayos en el cielo, o es que el trueno se los Salen.
DESDÉMONA ¡Mátame mañana! ¡Esta noche no! apropió todos? (Se arroja sobre Yago, Pero éste hiere a Emilia y huye.)
OTELO Como te resistas... GRACIANO.- Sin duda ha muerto a su mujer.
DESDÉMONA ¡Sólo media hora! EMILIA.- Sí: muerta soy: colocadme al lado de mi ama. […]
OTELO Empezar es acabar. LUDOVICO ¿Dónde está ese arrebatado, ese desdichado?
DESDÉMONA ¡Que rece una oración! OTELO Aquí está el que fue Otelo.
OTELO Demasiado tarde. LUDOVICO ¿Dónde está esa víbora? Traed al infame.
La ahoga. […] OTELO Le miro los pies, pero eso es mentira. Si eres un demonio, no podré
EMILIA.- Si eres hombre, desmiéntele. Él cuenta que tú le dijiste que su matarte. [Hiere a YAGO.]
mujer le era infiel. Yo sé bien que no lo has dicho, porque no eres tan LUDOVICO Quitadle la espada.
malvado. Habla, respóndele, que el corazón quiere saltárseme. YAGO Sangro, señor, mas no muero.
YAGO.- Le dije lo que yo tenía por cierto, y lo que luego él ha averiguado. OTELO No me das pena. Prefiero que vivas, pues, en mi sentir, la muerte es
EMILIA.- ¿Y tú le dijiste que mi señora no era honrada? la dicha.
YAGO.- Sí que se lo dije. LUDOVICO ¡Ah, Otelo! Antes tan noble, caído en la trampa de un maldito
EMILIA.- Pues dijiste una mentira odiosa, infernal y diabólica. ¡Poder de infame. ¿Qué os llamaremos?
Dios! ¿Y le dijiste que era infiel con Casio, con Casio? OTELO Cualquier cosa. Si queréis, el vengador de su honra, pues nada hice
YAGO.- Sí, con Casio. Cállate, mujer. por odio y todo por deber.
EMILIA.- No he de callar. Es necesario que yo hable. Mi pobre señora yace LUDOVICO Este canalla ha confesado en parte su infamia ¿Acordasteis él y
muerta en su lecho. vos la muerte de Casio?

También podría gustarte