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https://es.wikipedia.org/wiki/Acuario
Acuario monegasco. Los acuarios cumplen muchas funciones y son un pasatiempo muy antiguo.
Índice
1Etimología
2Historia
3Beneficios de un acuario
4Fabricación
5Tipos
o 5.1Según la salinidad
o 5.2Según su finalidad
o 5.3Según la temperatura del agua
6Partes de un acuario
o 6.1Cubeta
o 6.2Biotopo
o 6.3Decoración
o 6.4Agua
o 6.5Accesorios
6.5.1Filtro
6.5.2Iluminación
6.5.3Climatización
6.5.4Suministro de gases
6.5.5Lámpara ultravioleta
o 6.6Flora
o 6.7Fauna
7Preparación y mantenimiento del ecosistema
o 7.1Ubicación
o 7.2Limpieza
o 7.3Renovación de agua
o 7.4Alimentación
8Ciclos biológicos
o 8.1Ciclo del nitrógeno
o 8.2Otros ciclos de nutrientes
Etimología
La palabra acuario proviene del latín aqua, que significa ‘agua’, más el sufijo -
rium, que significa ‘lugar’ o ‘edificio’. El término se le atribuye a Philip Henry
Gosse, explica Brunner (2005, p. 38), quien utilizaba la expresión vivario en su
libro (sic) A Naturalist's Rambles on the Devonshire Coast, publicado en 1885,
como vocablo intercambiable con “acuario marino”. Pero al año siguiente ya lo
sustituyó por la nueva voz en su trabajo (sic) The Aquarium: An Unveiling of the
Wonders of the Deap Sea. Siguiendo las explicaciones de Burnner, para Gosse
“acuario” constituía una palabra más fácil de pronunciar y de recordar, dejando
“vivario” para las urnas con anfibios y reptiles. Se podía llamar también aqua
vivarium, pero entendió que aquarium era la forma neutra de aquarius, además
de aportar reminiscencias latinas.
Por derivación, la ciencia o la parte de la biología que estudia los acuarios se
llamaría acuariología. Pese a ser acuñado en el siglo XIX, el término no lo
recoge la Real Academia Española, aún siendo muy utilizado en la literatura
especializada, no sólo en manuales de instrucciones y divulgación,
investigaciones como la de Pedro Arté (1958) ya lo llevaban por título a finales
de los años 50.
El concepto de “acuario” se diferencia del de “pecera” por las condiciones
ambientales. Para el primer caso estas son permanentes, controladas y
adaptadas a los organismos que van a vivir en él. Los acuarios más
sofisticados pueden albergar ecosistemas tan delicados como
un arrecife de coral, al estar dotados de sistemas de iluminación, generadores
de olas, filtros físicos, biológicos y químicos, termostatos, bombas dosificadoras
de elementos, relojes, alimentadores y un largo etcétera. Por su parte, una
pecera carece de todo ese instrumental. Es un recipiente de diferentes
tamaños, formas y materiales, construido con el fin de mantener y
observar peces y otros organismos acuáticos.
La voz acuario es de uso neutro, no así el término pecera, el cual
posee connotaciones negativas por representar una especie de tortura para los
inquilinos que les haya tocado en suerte malvivir en ella, pues la pecera típica
es una bola de cristal, abierta por arriba a través de un agujero circular, con un
fondo plano, en el que se mantiene agua y los peces de colores. Al no estar
controladas las condiciones ambientales, el agua debe ser sustituida cada
cierto tiempo por otra sin clorar para eliminar toxinas y aportar oxígeno,
respirado por los animales del interior. En estas circunstancias generalmente
solo sobreviven especies robustas, como carpas doradas (Carassius auratus).
Afortunadamente para sus pobladores, las peceras casi han desaparecido,
según Dreyer y Keppler (1996, p. 13).
Historia
Beneficios de un acuario
Instalación en un centro comercial de Kaunas, Lituania. Los acuarios son un buen elemento
decorativo y arquitectónico.
Tanque de belugas en el acuario de Atlanta, Georgia, con un solo lado transparente de material
plástico.
Tipos
Las tipologías de acuarios son muy variadas según el concepto empleado para
realizar la clasificación. Así, pueden ser privados o públicos, industriales o
fabricados a medida, poliédricos o rectangulares, etc. A continuación se utiliza
tres criterios empleados por autores como Hargrove y Hargrove
(2011), Paletta (2003) o Dreyer y Keppler (1996) para realizar otras tantas
clasificaciones.
Según la salinidad
Partes de un acuario
Existe una creencia errónea según la cual un acuario es la cubeta donde se
aloja el agua, cuando no es así. Sin todos los apartados detallados a
continuación eso sería una pecera con forma cuadrada. El orden seguido a
continuación es también el de montaje para un acuario doméstico, según
indicaciones de Dreyer y Keppler (1996, p. 18).
Cubeta
El biotopo pude ser de grava o de piedras, mejor que de arena, como en este acuario egipcio.
Dreyer y Keppler (1996, p. 26) indican que un tema candente siempre será el
agua por ser el ambiente donde se desarrollará la vida en general, pese a
existir acuarios parcialmente inundados. Es necesario que sea lo más similar a
la del hábitat natural que trate de imitarse; si no se logra esta imitación, la
supervivencia y buena salud de la fauna y flora correrá peligro. Se ha llegado al
extremo de importar agua del propio mar. Existían acuarios de interior, como el
de Chicago, abastecidos directamente desde Florida,
según MobileReference (2007). Por supuesto, un dispendio económico como el
referido está reservado solo a personas, físicas o jurídicas, con grandes
recursos. Resulta mucho más común emplear agua del sistema público, pero
convenientemente tratada para eliminar el cloro y los metales pesados que
pudiese contener, además de añadirle sales para los ambientes costeros y de
arrecife.
Aun eliminando los elementos perjudiciales para sus habitantes, el agua
corriente cambia su composición si se obtiene de la cabecera o de la
desembocadura de ríos y lagos; por este motivo cada tipo de agua necesita un
tratamiento propio. Se distingue tres tipos: aguas blandas, con un contenido
muy escaso de sólidos disueltos; aguas ácidas, con un pH bajo y, por
último, aguas duras, las que requieren un aporte de sales especiales o de
piedras calizas para dotarlas de una disolución parecida a la existente en
ambientes como el lago Malaui. Si el agua del sistema público es muy dura,
caso de algunas regiones costeras, Hargrove y Hargrove (2011, p. 196) indican
que se puede añadir agua de lluvia, destilarla por un sistema de ósmosis o
añadir turba como una masa filtrante más. Para el caso de aguas muy básicas,
el remedio es más fácil, comentan los autores, por estar disponibles en los
comercios del ramo diversos productos acidulantes, como pastillas de CO2.
Asimismo, si lo que se necesita es aumentar la dureza la solución aportada
por Hargrove y Hargrove (2011, p. 196) es añadir bicarbonato sódico.
El planteamiento previo, en cuanto a sales y tratamiento, es muy distinto
cuando el objetivo es recrear un arrecife de coral u otros ambientes oceánicos.
Los peces de agua salada necesitan un suplemento de sal, preferentemente
añadido a un agua correctamente depurada por ósmosis u otro mecanismo.
Debido a la naturaleza del agua salada, su mayor capacidad de corrosión y una
densidad diferente, los sistemas y tratamientos requieren más atención y los
resultados obtenidos con ellos son más inciertos, indican Vincent
B. Hargreaves (2002) y Michael S. Paletta (2003).
Como se mencionó en Tipos de Acuarios, se discute si deben diferenciarse las
aguas salobres o no. Expertos como Paletta (2003, p. 42) no los tratan como si
fueran un ambiente especialmente diferente, pero autores comoHargrove y
Hargrove (2011) sí lo hacen, destaca Scott (1995, p. 110 a 122), quien los
subdivide a su vez en acuarios salobres del sureste asiático, del Índico
africano o de América Central.
Independientemente de cual sea el agua necesaria, si esta procede del sistema
público lo más normal es que haya sido clorada para potabilizarla; además, es
probable que contenga metales pesados, venenosos para la fauna. Debido a la
existencia de dichos componentes se han desarrollado técnicas y compuestos
para expulsarlos. La más sencilla de todas quizá sea mantener el líquido en un
recipiente abierto durante 48 horas, tiempo mínimo necesario para expulsar el
cloro, aunque también la industria comercializa productos decloradores. En el
caso de los metales pesados, se pueden eliminar con masas añadidas al filtro,
como el carbón activo. Dreyer y Keppler (1996, p. 47) advierten de un
fenómeno que se produce al introducir el carbón activo junto a la turba y es la
neutralización de uno por el otro y viceversa, con lo cual se vuelven inútiles.
Accesorios
Aunque es posible conservar algunas especies durante un cierto tiempo en el
agua sin ninguna ayuda tecnológica, su esperanza de vida será corta, salvo
que se haya conseguido un ecosistema muy estable. Por esa razón se requiere
de aparatos externos que creen las condiciones de luz, temperatura y
salubridad propias de los seres vivos que viven en él, en lugar de conformarse
con las existentes en el ambiente.
En opinión de David Boruchowitz (2001, p. 26) o Vincent Hargreaves (2002),
una de las diferencias entre un acuario exitoso de uno fracasado son los
accesorios que lo mantienen. Así, Boruchowitz (2001, p. 26) escribe: “cuando
se mira dentro de un acuario encontraremos una enorme cantidad de
tecnología”. Hargreaves (2002) es más explícito al afirmar que construir y
mantener un arrecife de coral doméstico sólo fue posible con la mejora
tecnológica de los sistemas que lo mantienen.
Sistema de filtración en un acuario típico:
(1) Entrada.
(2) Filtración mecánica.
(3) Filtración de carbono activo.
(4) Medio de filtración biológica.
(5) Salida al acuario.
Acuario iluminado con lámpara HQL. Esta luz permite alejar el foco de la flora y prescindir de la tapa.
El método aparentemente más idóneo para iluminar una cubeta y primero en
emplearse fue la luz del Sol, pero contaba con numerosos inconvenientes:
hacía crecer las algas por la falta de control sobre la intensidad, mostraba
colores menos apagados en peces y plantas, variaba mucho la temperatura
entre noche y día, etc. Sería sustituida por tubos fluorescentes de tipo “luz de
día” o equivalente, cuando esa tecnología estuvo disponible.
Sin embargo, cuando dichas luces comenzaron a diversificarse, se comprobó
que no todas eran válidas. Así, la “luz blanca” y la “luz de bajo espectro”
producían un sobrecrecimiento de algas; y mucho peores eran las luces UV e
infrarrojas, pese a que las primeras pueden ser necesarias para la cría de
tortugas, como explica Wilke (2010, p. 42). La cantidad de luz precisa se
obtiene al relacionar vatios y litros. El ratio adecuado para los acuarios de agua
dulce es de 0,4, y de 0,6 para los de agua salada. Por ejemplo, para un acuario
de sesenta litros se necesitaría una lámpara de 24 W. Estos cálculos son
válidos si las lámparas poseen un cociente de lúmenes igual o superior a 90;
dicho cociente se obtiene de dividir los lúmenes, información proporcionada por
el fabricante, entre los vatios, impresos en la propia lámpara y su embalaje.
Como se ha indicado, la luz también cumple la función de simular la noche y el
día. Como el resto de los componentes, la luz contribuye a crear un ambiente lo
más parecido al natural, que suele ser el trópico. En esas latitudes la duración
del día y la noche es similar, por lo cual la duración de la iluminación artificial
deberá oscilar entre 10 a 12 horas por día, según comentan Dreyer y Keppler
(1996, p. 48) el margen es debido a la hora de amanecer y de anochecer, las
cuales pueden incluirse o no. Esta tarea se puede automatizar con cierta
facilidad y bajo costo empleando un temporizador.
Por último, en agua de mar pueden vivir numerosos invertebrados, pero estos
animales son mucho menos tratados por la literatura y, por tanto, es más difícil
obtener información sobre sus necesidades, cuidados o enfermedades. Los
títulos que les dedican un apartado son el de Hargrove y Hargrove (2011,
p. 121) y el de Hargreaves (2002, p. 188-274). Algunos de los invertebrados
más comunes son: erizos de mar, anémonas, poliquetos
marinos, corales, esponjas.
Por otra parte, los peces de agua salada tiene unas demandas diferentes, lo
mismo que las tienen sus ecosistemas. Estos animales necesitan un mayor
espacio para crecer y también son más territoriales que los de agua dulce o
salobre.
Es necesario recordar nuevamente que utilizar el término “agua de mar” no es
sinónimo de un único tipo de acuario marino. Básicamente, pueden recrearse al
menos dos ambientes diferentes: el costero y el de arrecife. Este último está
especialmente dotado de corales e invertebrados y no se centra en los peces,
sino en los invertebrados coralinos, igual que los acuarios plantados de agua
dulce conceden más importancia a las plantas. Más aún, Scott (1995, p. 130 a
146) distinguen a su vez entre acuarios coralinos hawaianos y los de pozas de
marea. Además, según la capacidad económica, se podrían incluir acuarios
árticos para morsas y belugas4 y antárticos, con distintas especies de
pingüinos,5 pero estos ambientes son muy caros de mantener, las
temperaturas deben rondar los cero grados, y requieren mucho espacio,
porque los mamíferos y las aves crecen hasta un determinado tamaño, no
como muchos peces que pueden adaptar su crecimiento a las dimensiones de
su ambiente. Por tanto, son accesibles para muy pocas instituciones; en toda
Europa sólo hay una instalación con un tanque para belugas.4
En una posición entre acuario y terrario público estarían los ambientes de
manglares6 o los costeros. Por una parte son acuarios por la masa de agua que
pueden contener, pero también ofrecen un amplio suelo de arena o rocas
donde habitan animales como el cocodrilo del Nilo o focas y leones marinos,
respectivamente.
Neones.
Una tarea diaria es el suministro de alimentos, tanto para fauna como para
flora. Afortunadamente puede automatizarse con alimentadores para peces e
inyectores de anhídrido carbónico para las plantas, los animales también
proporcionan nutrientes. Pese a ello se requiere atención.
El alimento para la fauna, ya sea vertebrada o invertebrada, puede ser fresco,
congelado, deshidratado e incluso vivo, como las dafnias o las artemias. Sin
embargo, es muy común las opciones de copos y tabletas, dependiendo de si
son para peces que viven en la superficie o en el fondo (Dreyer y Keppler,
1996, p. 89). Por contra, las tortugas suelen necesitar carne fresca. Siguiendo
la información de Dreyer y Keppler (1996, p. 86) también existe comida en
forma granulada, escamas o polvo, ya que cada especie tiene sus propias
exigencias. Pese a las demandas de las distintas especies, la mayoría de ellas
pueden ser alimentadas con un solo producto. En una fábrica de comida para
peces Dreyer y Keppler (1996, p. 88) apreciaron una mezcla de gambas,
pescado, harina de cereales, levaduras, algas, etc., pero la mezcla final es
secreta.
Los peces son capaces de convertir en carne un 50 % de la comida ingerida,
mientras que los animales terrestres consiguen el 10 % (Hargreaves, 2002,
p. 61), por esta razón, alimentarlos en exceso les hace acumular grasas que
sólo servirán para acortar su vida. Por otra parte, si su ración es excesiva, no
llegan a comérsela toda, ensucia el agua enseguida, comprometiendo la salud
de sus habitantes y estimulando el crecimiento de algas filamentosas.
Asimismo, es normal que los peces de arrecife no coman los días siguientes a
ser introducidos en la cubeta. Por ello la ración alimenticia de un animal debe
elaborarse en función de sus gustos y exigencias, aunque suele constar de:
alimentos frescos como harina de pescado, carne cruda, huevos de
pez, mejillones o vegetales; presas vivas
como gusanos acuáticos, larvas de insectos o pequeños crustáceos y alimento
artificial, caso de los granulados industriales o escamas (hojuelas).
El llamado “gusano tubifex” (Tubifex tubifex), un invertebrado vivo que se
recomienda para ciertos peces (Scott, 1995, p. 105 y siguientes), viene
asociado con aguas estancadas de gran contenido en parásitos, bacterias o
pestes micóticas, las cuales provocan enfermedades a los peces como velo o
el punto blanco, también desarrollan tumores. Por esta razón la preparación y
los cuidados que dicho animal requiere son abundantes. Skomal (1997,
p. 82) indica que los mejores son los criados por uno mismo.
Las plantas exigen menos a la hora de alimentarse, básicamente, su abono se
compone de una base ferrosa orgánico, pero pueden vivir sólo del CO2 y de los
excrementos animales durante semanas o meses.
Ciclos biológicos[editar]
Como recoge Scott (1995, p. 8), un acuario ideal reproduce un entorno
ecológico concreto en un sistema cerrado. En la práctica es casi imposible
lograr un equilibrio perfecto. Por ejemplo, una relación equilibrada de
depredadores y presas solo es posible de conseguir en teoría, incluso en el
mayor de los tanques. El cuidador debe tomar medidas para mantener el
equilibrio en el pequeño ecosistema que recrea porque cualquier alteración se
notará. Por ejemplo, la muerte de un único pez en un depósito de once litros
causa cambios dramáticos en el sistema, mientras que la muerte de ese mismo
pez en un depósito de 400 L con muchos otros peces en él, representa una
variación mucho menor, pero también constituye una perturbación. Por este
motivo los principales ciclos demandan vigilancia y mediciones constantes.
Ciclo del nitrógeno