Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Las emociones son respuestas o reacciones fisiológicas de nuestro cuerpo ante cambios
o estímulos que aparecen en nuestro entorno y en nosotros mismos. Por ejemplo, si
estamos cruzando la calle distraídos y escuchamos el ensordecedor sonido de un claxon
(estímulo externo) cerca, nos asustaremos. También puede ocurrir que estemos viendo
tranquilamente una película en el sofá de nuestra casa y aparezca en nuestra mente un
recuerdo (estímulo interno) que nos entristezca. Las emociones se experimentan a través
de cambios fisiológicos, cognitivos y conductuales.
Las emociones nos ayudan a aprender de nuestros recuerdos. Cuando nuestro cerebro
almacena experiencias, no simplemente recopila hechos; también registra nuestros
sentimientos y estos sentimientos nos ayudan a aprender. Por ejemplo, si un niño toca un
horno caliente, experimentará un dolor intenso. Sólo pensar en volver a tocar otro horno en
el futuro, hará que se dispare el recuerdo de ese dolor y sufrimiento. De esta forma, las
emociones evitarán que le pase lo mismo otra vez.
Otro beneficio de las emociones es la forma en la que nos ayudan a interpretar los
sentimientos de otros, lo que a su vez nos ayuda a predecir sus acciones. Es decir, nos
ayudan a relacionarnos con los demás. Por ejemplo, imagina que te estás enfrentando a un
hombre colérico. Por su lenguaje corporal (quizás sus puños o su tono de voz) puedes
descifrar su estado emocional. Sabiendo esto, puedes predecir sus acciones futuras; por
ejemplo, estar a punto de golpear a alguien.
El último beneficio que mencionaremos es el impulso para actuar. Requerimos de nuestras
emociones para poder reaccionar rápidamente ante una situación. Por ejemplo, el hombre
colérico del ejemplo anterior; si creemos que puede estar cerca de explotar, nos sentiremos
amenazados o incluso enfadados como él, lo que nos preparará para huir o luchar.
Uno de esos errores ocurre cuando nos volvemos excesivamente emotivos y no podemos
pensar claramente. Nuestra mente sólo puede manejar un número limitado de elementos a
la vez y cuando estamos en un estado de intensidad emocional, y es bombardeada con
pensamientos alarmantes e imágenes perturbadoras. Así, nuestro juicio se nubla. Por
ejemplo, cuando estás aterrorizado puedes verte reaccionando en exceso a ciertas
situaciones, pensando que son más peligrosas de lo que realmente son.
Otro error causado por nuestras emociones ocurre cuando actuamos antes de poder juzgar
una situación apropiadamente. Cuando la información entra a nuestro cerebro, una fracción
de ella se salta la región responsable de la toma de decisiones, el neocórtex, y entra
directamente al área emocional, el sistema límbico. Si el área emocional percibe que la
información es una amenaza para nosotros, puede provocar que actuemos súbitamente, sin
pensar equilibradamente. Ésta es la razón por la que puedes pegar un brinco cuando estás
en un bosque oscuro y ves una figura extraña con el rabillo del ojo.