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SUPERANDO EL DESGASTE EN EL
MATRIMONIO
Hace un par de años leí una interesante anécdota de la niñez del pastor
Charles Swindoll, que él mismo relata de esta manera:
Los recuerdos favoritos de mi niñez son las vacaciones de verano y las
reuniones familiares en la cabaña de mi abuelo materno en el sur de
Texas. La cabaña estaba a poco menos de cien metros de un pequeño
acantilado que se alzaba sobre las aguas turbias de la bahía. Mi abuelo
había abierto un pequeño sendero que descendía serpenteando hacia un
cobertizo donde guardaba una pequeña lancha a motor. Estoy seguro de
que mi abuelo no tenía idea de cuánto le gustaba a su nieto rubio
llamado Charles manejar el motor Johnson de diez caballos de fuerza
por la Bahía de Carancahua.
Recuerdo un día cuando tenía diez años. Mi abuelo me llevó afuera y me
dijo: “Todos los años, este acantilado decrece un poco y se desgasta;
deseo mostrártelo.” Usó una palabra que jamás había escuchado antes:
erosión. Caminamos a una cierta distancia del borde y él midió el
espacio desde ese punto hasta donde el acantilado descendía al agua.
Clavó una estaca en el suelo para marcar el lugar. “Tú vas a estar aquí el
verano que viene”, me dijo, “y entonces lo vamos a medir nuevamente”.
Cuando regresé el verano siguiente, dos poderosos huracanes de la costa
del Golfo habían asolado la región, con varias mareas extremadamente
altas y aguas turbulentas el año anterior. Corrí al acantilado y tomé la
medida hacia nuestra estaca. Se habían ido ocho pulgadas. ¡Toda la
tierra y el pasto habían desaparecido! Jamás me habría dado cuenta de
ello si no hubiéramos clavado una estaca en el suelo y lo hubiéramos
medido. Al año siguiente, mi abuelo me escribió y me dijo: “Este año se
erosionaron doce pulgadas más.” Me encantaría regresar y ver el viejo
lugar hoy. Es posible que a esta altura las aguas hayan barrido la cabaña
misma.
El diccionario Webster define erosionar en términos simples:
“Disminuir o destruir por grados… Desgastar o carcomer mediante la
lenta destrucción de la sustancia… Hacer que se deteriore o
desaparezca.”
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Hay tres simples verdades sobre la erosión que todos necesitamos


aprender:
 En vez de ocurrir rápidamente, la erosión es siempre lenta.
 En vez de atraer atención, la erosión es siempre silenciosa.
 Y en lugar de ser obvia, la erosión es siempre sutil.
Los lentos, silenciosos y sutiles efectos de la erosión no son sólo una
preocupación a nivel físico, sino que son una preocupación aún mayor a
nivel espiritual. F. B. Meyer, un pastor británico de antaño, lo expresó
de esta manera: “Ningún hombre se vuelve vil de repente.” La
erosión espiritual ocurre “por grados… por una destrucción
lenta.” Puede ocurrir a individuos… y ciertamente puede
ocurrir a un matrimonio o la misma Iglesia.
C. S. Lewis, en su inteligente obra Las cartas del Diablo a su sobrino,
escribió: “Verdaderamente, el camino más seguro al infierno
es el gradual: la suave pendiente, sin obstáculos, sin curvas
repentinas, sin hitos, sin letreros.”
Dos palabras se destacan en el escrito de Lewis: sin hitos.
¿Qué es un hito?
 Acontecimiento puntual y significativo que marca un momento
importante en el desarrollo de un proceso o en la vida de una
persona o institución.
Todo matrimonio necesita tener hitos.
 Un hito representa un punto donde tomamos una medida
objetiva. Nos detenemos, miramos hacia atrás y recordamos cómo
comenzamos el trayecto en primer lugar. Tenemos que recordar y
afirmar nuevamente nuestros propósitos originales. Luego
preguntar: “¿seguimos siendo un matrimonio bíblico? ¿Somos un
mejor matrimonio ahora que cuando comenzamos? ¿vamos por
buen camino?” ¿Necesitamos hacer ajustes?
Necesitamos lugares en nuestro trayecto donde nos obligamos a hacer
una pausa y evaluar si estamos perdiendo o no el rumbo.
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¿Por qué? Porque un matrimonio sin hitos andará a la deriva. Y como la


erosión, si no tratamos de encontrarla no nos daremos cuenta de lo que
está ocurriendo hasta que lamentablemente sea demasiado tarde.

LAS 4 ESTACIONES DEL MATRIMONIO / GARY CHAPMAN


PRIMAVERA VERANO OTOÑO INVIERNO
Temor, tristeza, Dolor, enfado,
abatimiento, recelo, desaliento, soledad,
Entusiasmo, Felicidad,
desánimo, sentimientos de
EMOCIONES alegría, esperanza. satisfacción, logros,
resentimiento,
unión. rechazo.
sensación de no ser
apreciado.
Anticipación,
Anticipación, Negativismo,
optimismo,
optimismo, Preocupación, desaliento,
ACTITUDES gratitud,
gratitud, amor, inseguridad, culpa. frustración,
amor,
confianza. desesperación.
confianza.
Edificación, Edificación,
Descuido, fallo al Destructivas, se
planificación, planificación,
enfrentar los habla con dureza,
ACCIONES comunicación, comunicación,
problemas. no se habla,
buscar ayuda buscar ayuda
violencia.
cuando se necesita. cuando se necesita.
Cómodo, unido, de
apoyo, de Separación,
Vital, tierno, comprensión. En el distanciamiento. En Alejamiento, frío,
franco, amoroso. verano del el otoño, las parejas dureza, amargura.
Nuevos comienzos. matrimonio se han sienten que algo No hay disposición
Comunicación realizado los sueños está sucediendo, de negociar
CLIMA DE LA fluida. Entusiasmo de la primavera. pero no están diferencias.
RELACIÓN en cuanto a la vida Resuelven los seguras de qué es. Discusiones o
en común. conflictos de forma Uno o ambos silencio. No hay
Hacen planes. positiva. Han cónyuges sentido de
Grandes esperanzas aceptado sus comienzan a proximidad. Juntos
futuras. diferencias. Hay un sentirse pero separados.
sentido de unidad desatendidos.
cada vez mayor.

En el mundo natural, las cuatro estaciones se crean por ciertos cambios


inevitables que ocurren cuando la Tierra se mueve en su eje y gira
alrededor del Sol. De igual forma, los cambios que enfrentamos en la
vida (y la manera en que los procesamos y respondemos a ellos) crean
las estaciones del matrimonio. El nacimiento de un bebé, la muerte de
un ser querido, enfermedades, los parientes políticos, conseguir un
trabajo, perderlo, las demandas del trabajo, viajes, vacaciones,
aumentar de peso, perder peso, altibajos financieros, mudarse a otro
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lugar, quedarse, depresión, desacuerdos, cambios de temperamento,


hijos adolescentes, cuerpos que envejecen, padres que envejecen,
pasatiempos, hábitos, relaciones sexuales, impotencia, infidelidad…
todos estos son ejemplos de situaciones y circunstancias que ejercen
presión en un matrimonio y que exigen una respuesta. Si respondemos
bien, en armonía con nuestro cónyuge, podemos mantener nuestro
matrimonio en la primavera o el verano. Si no respondemos bien o si
nuestra respuesta choca con la de nuestro cónyuge, podemos sentir el
frío del otoño o ser arrojados a la temperatura helada del invierno,
algunas veces antes de darnos cuenta de qué es lo que nos pasa.
Algunos cambios, como la infidelidad sexual, afectan el corazón del
matrimonio. Otros son simplemente una parte natural de la vida, como
por ejemplo las enfermedades, envejecer o un trabajo nuevo. Nuestra
respuesta al cambio consiste en emociones, actitudes y acciones. La
combinación de estos tres factores determinará la estación en que se
encuentra nuestro matrimonio en un tiempo específico.
Casos / Estación de Primavera
 Amanda vive en Little Rock, Arkansas, tiene treinta y tres años y
está casada desde hace un año. «Es emocionante», dice. «Hemos
estado juntos durante los diez años que fuimos novios, pero el
matrimonio le da un aspecto completamente nuevo a nuestra
relación. Ahora tengo un marido a quien amo, y sé que él me ama
a mí. Es algo nuevo; lo veo bajo una luz diferente. Estoy
entusiasmada por lo que nos espera en el futuro».
 Brandon se casó hace dos años, cuando tenía cuarenta y cinco, y
afirma: «Estoy emocionado con nuestro matrimonio mientras
continuamos nuestra trayectoria juntos. He sentido un poco de
miedo a medida que hemos tratado de llevar nuestras emociones a
un nivel más profundo, aprendiendo el lenguaje del amor. Estoy
muy feliz de estar casado con una mujer que quiere continuar
creciendo y no dejar que nuestra relación se estanque. Quiero
continuar aprendiendo a ser un marido mejor».
 Rex y Bonnie han estado casados veintisiete años y viven en
Richmond, Virginia. Rex dice: «Nuestro primer hijo nació al día
siguiente de nuestro primer aniversario, así que parece que
siempre hemos tenidos niños en nuestro hogar. Ahora nuestros
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hijos se han ido y solo nos tenemos uno al otro. Vemos que
estamos disfrutando nuestro tiempo juntos, nuestras
conversaciones y compartiendo lo que pensamos, nuestras
preocupaciones e intereses. Disfrutamos haciendo cosas juntos.
Nuestros hijos adultos dicen que quieren tener relaciones
matrimoniales como la de sus padres. Eso es muy agradable para
ambos». Después de veintisiete años, Rex y Bonnie están
redescubriendo la primavera de su matrimonio.
 Conocí a Ramiro y a Michelle en Phoenix, Arizona. «Estamos
disfrutando de una nueva etapa en nuestro matrimonio», dijo
Ramiro. «Es como comenzar de nuevo. Vivíamos en la parte oeste
del país y nos mudamos aquí hace tres años… y ha sido como una
segunda luna de miel para ambos. Antes de mudarnos, estábamos
comenzando a ser esclavos de la rutina y, francamente, no
estábamos prestándonos mucha atención el uno al otro. Desde que
estamos aquí, hemos pasado mucho más tiempo hablando y
haciendo cosas juntos. Los dos hemos encontrado una nueva
emoción en cuanto a la vida y a nuestro matrimonio. Esta es la
época más feliz de nuestra existencia».
Casos / Estación de Verano
 Julia tiene treinta y siete años y está casada desde hace dieciséis.
«El verano se disfruta —dijo—. Estamos “en acuerdo”, y mi marido
siempre dice que “eso hace que disfrutemos nuestro matrimonio”.
Abre mi corazón a la comunicación».
 Hal tiene sesenta y tres años y ha estado casado con Geneva
cuarenta y uno. Los conocí a los dos en Pasadena, California. Él
dijo: «Estar contento conmigo mismo y con mi esposa en esta
estación de la vida me produce una buena sensación. Por contento
no quiero decir que haya dejado de intentar mejorar. Simplemente
quiero decir que hay algo que no puedo expresar con palabras,
pero sé que las cosas van bien entre los dos. Nos apoyamos uno al
otro». Cuando Hal sonrió a Geneva, ella asintió con la cabeza y
agregó: «Es cierto. Y tenemos la intención de mantenerlo así».
 Marcos llevaba casado con Jennifer veinte años. Dijo: «Siento que
estamos en el verano de nuestro matrimonio. En el pasado, hemos
estado abrumados con asuntos, incluyendo el trabajo, criar a los
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hijos y muchos problemas físicos. Pero luchamos para salir


adelante y ahora somos más fuertes gracias a todo ello. Nuestra
relación es cómoda. Ya no tenemos las luchas de esos primeros
años. Produce un sentimiento agradable saber que hemos
sobrevivido y que realmente nos amamos uno al otro». Marcos es
una persona tranquila, reservada, y sus palabras expresan el
profundo sentimiento de satisfacción que sentía dentro. Jennifer
agregó: «Estoy muy contenta de que no hayamos abandonado
cuando las cosas eran difíciles. El esfuerzo que hicimos valió la
pena por lo que ahora tenemos».
 Marisa tiene veintinueve años y lleva casada diez meses. Ella y su
marido, Reg, viven en Tampa, Florida. Ella describe su
matrimonio, así: «Ahora nos sentimos bien, mucho mejor que en
los primeros ocho meses y medio». Mirando a Reg, agregó:
«Finalmente, él entiende lo que quiero decir con “No me siento
especial, no siento que me amas, y no haces las cosas que hacías
antes de casarnos”. Cuando él descubrió mi lenguaje del amor y
comenzó a hablarlo, empecé a sentirme amada de nuevo. Los
últimos dos meses definitivamente han sido un verano para mí».
«¿Qué dice Reg en su caso? «Ella habla mi lenguaje del amor. Me
siento bien en nuestra relación —dijo—. Marisa está esperando
nuestro primer bebé. Sólo espero que podamos mantener vivo el
verano después de que nazca». Obviamente, Reg y Marisa se
sentían unidos de nuevo, después de haber salido de un comienzo
matrimonial dificultoso.
Casos / Estación de Otoño
 Margarita tiene cincuenta y tres años y ha estado casada treinta y
dos. Observa las palabras llenas de emoción que usa cuando
describe su matrimonio en el otoño: «Siento mucha inseguridad en
mi matrimonio. Mi marido no parece ser consciente de lo que está
sucediendo, pero soy muy desdichada. Habíamos puesto a los
hijos, el trabajo de Ricardo, y a otros por encima de nosotros
mismos. Por lo tanto, ahora que los hijos se han ido del hogar,
parece que lentamente nos estamos apartando. Me da mucho
miedo, y no sé qué hacer. A veces me siento abrumada».
 Catrina ha estado casada veinte años, pero es obvio que está
afligida con su matrimonio. «Creo que estamos en las últimas
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etapas del otoño y acercándonos al invierno», dijo. «¿Y qué se


siente al estar en la estación otoñal del matrimonio?» «Confusión.
Es algo atemorizador. Me siento agotada y muy estresada»,
respondió. Continuó describiendo su matrimonio y dijo lo que
creía que había contribuido a sus sentimientos de angustia. Su
marido, que estaba escuchando nuestra conversación, no ofreció
ningún comentario. Cuando se le preguntó «¿Cómo se siente?»,
dio una respuesta de una sola palabra: «Mal».
 Marvin tiene cincuenta y tres años y lleva treinta y uno casado.
Describió sus emociones de la siguiente manera: «Me siento
desanimado, descorazonado y no apreciado. No es un buen lugar
para estar. No estoy contento con mi matrimonio. Algo tiene que
cambiar, no lo vamos a superar». Marvin se encuentra en las
últimas fases del otoño. Si no hay cambios significativos, con toda
seguridad llegará el invierno.
 Algunas veces, el otoño llega pronto al matrimonio. Jacinta y
Charlie llevaban dieciocho años casados, pero tuvieron una
temporada de otoño temprano en su matrimonio «aunque nos
casamos en junio», dijo Jacinta. «Charlie comenzó a rechazarme
desde el día que nos casamos. Por lo menos ha tenido una aventura
extramatrimonial que ha admitido. El año pasado cayó en un
estado de profunda depresión. Hablando y mediante
asesoramiento, le diagnosticaron un desorden depresivo y
codependencia. Tiene sentimientos negativos hacia su madre, que
falleció, y los ha desahogado todos en mí. Ha sido como una
montaña rusa emocional durante dieciocho años. Ha habido
buenos momentos, pero en su mayor parte hemos vivido en otoño.
Solo hace poco he visto un poco de esperanza. Charlie estuvo
dispuesto a asistir conmigo a un seminario sobre el matrimonio, Y
a hablar conmigo de un libro sobre el matrimonio, así que tal vez
hay esperanza».
Casos / Estación de Invierno
 Jorge es un marido que tiene cuarenta y cuatro años, vive en
Jacksonville, Florida, y hace dieciocho años que se casó. «Mi
matrimonio es completamente desalentador — dice—. Si no fuera
creyente, probablemente desistiría. Sé que debo amar a mi esposa,
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pero en lo emocional estoy totalmente vacío. Siento que ella no me


quiere, que no le gusto y que no me respeta. Parece como que solo
me tolera y algunas veces ni siquiera siento eso. Me siento fatal en
cuanto a nuestro matrimonio».
Elena, su esposa, describe el matrimonio de esta manera: «¡Nada
agradable! Nada parece fluir en nuestro matrimonio, pero no tengo
la energía emocional para hacer que algo fluya. Mi marido ha
estado sin trabajo durante un año y medio, y aparentemente no
avanza en ninguna dirección en particular. Estuvimos en esta
misma posición hace catorce años, cuando terminó sus estudios de
postgrado. Haber llegado a este punto otra vez es extremadamente
frustrante, y tener tres hijos que ahora deben pasar por esto solo
añade ansiedad. Me siento muy desdichada con el estado de
nuestro matrimonio».
 María tiene cuarenta y cinco años y lleva cinco de casada en su
segundo matrimonio. Ella dice: «Me siento desilusionada y
abatida. No hablamos, solo discutimos y nunca llegamos a ninguna
conclusión o acuerdo sobre cómo resolver los problemas. Ninguno
de los dos es feliz. No concordamos en asuntos de dinero ni en la
crianza de los hijos (mis tres hijos viven con nosotros). Él dice que
el divorcio es la única solución. Yo no estoy muy segura».
 Marcos ha estado casado veintitrés años, y dice en cuanto a su
matrimonio: «Es muy desalentador. No estamos de acuerdo en
nada. Los dos somos unos testarudos y esto ha creado muchos
conflictos emocionales. Nuestra relación es fría». Millie, su
esposa, afirma: «Marcos es muy hiriente. Hemos sufrido muchos
años de resentimiento. Siento que he hecho más esfuerzos que él.
Me da la impresión de que no escucha y que no le importan mis
sentimientos. Es muy crítico. A estas alturas, pasamos muy poco
tiempo juntos, casi no nos decimos palabras de aprobación ni nos
tocamos».
 María tiene cuarenta y tres años y ha estado casada cinco con su
segundo marido. Ella declara en cuanto a su matrimonio: «Duele
de muchas maneras y afecta a todos los aspectos de mi vida. Lo
llevo dentro de mí, dándoselo al Señor y tratando de ser optimista
y de tener esperanza. Los dos queremos más, pero no podemos
conectarnos».
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 Emily ha estado casada dos años y medio, pero expresa el dolor


emocional del invierno cuando dice: «Estoy terriblemente
descontenta. Algunas veces siento un dolor profundo. Sobrevivo en
el día a día, pero he abandonado toda esperanza».

Señales de peligro de erosión matrimonial.


El mismo tipo de proceso que derriba un edificio o destruye una vida
cristiana puede reducir a un matrimonio cristiano a escombros junto
con la familia que se ha edificado alrededor de él.
Todos esos matrimonios empiezan fuertes con dos personas
comprometidas a Jesucristo. Repiten votos significativos ante el Señor
Jesús y una reunión de testigos. Empiezan sus vidas juntos con Cristo
en el centro de su matrimonio. Disfrutan de una armonía y romance que
en un tiempo sólo soñaban. Todo es muy bueno; ellos dirían que es
grandioso.
Después de la luna de miel la realidad vuelve conforme la vida se abre
paso. También lo hace el proceso de la erosión: ajetreo, demandas,
fechas límites, facturas, presiones, peleas triviales y desencantos. Luego
vienen los hijos y sus implacables necesidades, sus muchas actividades,
y su demanda toda consumidora de nuestro tiempo y atención. A veces
me río para mis adentros cuando oigo que una pareja que está
atravesando dificultad marital dice que han decidido que tal vez el tener
un hijo les ayudará. Créanme, no me río debido a que sea divertido.
Nada de esto es nuevo. Al leer las páginas de un libro del AT hallo los
mismos asuntos afligiendo las vidas de personas. En el libro de 1 Samuel
hallamos el relato de un hombre piadoso, fiel siervo de Dios, criando a
dos hijos de sus lomos y uno adoptivo. No hay mención de una esposa,
así que tenga paciencia. La vida que examinaremos tiene pertinencia al
matrimonio, aun cuando la trama de este relato no gira alrededor del
matrimonio.
OBSERVACIÓN DE UNA EROSIÓN DOMÉSTICA
Este ejemplo de erosión doméstica se puede hallar en 1 Samuel 1—4.
Permítame presentarle a los miembros de la familia, empezando con el
padre.
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Elí
Elí era a la vez sacerdote y juez, atareado en su trabajo, dirigiendo los
asuntos del templo y a la nación de Israel. En esos días Dios levantaba a
una persona para que desempeñe los deberes de un rey, solamente sin
los arreos de la realeza. Elí sirvió en esas dos funciones por cuarenta
años, y su trabajo consumió mucho de su atención. Con los rituales del
templo, asuntos políticos, guerras, tratados, proyectos cívicos,
demandas, y decisiones que tomar, dejó a sus hijos, Ofni y Finees, para
que se críen solos.
Sabemos por los detalles que se dan más adelante en el relato, que Elí
estaba avanzando en años y extremadamente con sobrepeso. Con todo,
era un buen sacerdote, líder capaz, sensible espiritualmente, y dedicado
a Dios. Era un venerable y experimentado siervo del Señor que se había
ganado el respeto de su pueblo, la nación judía. Sin embargo, la Biblia
nos dice que hacia el fin de su vida, “sus ojos se habían oscurecido,
de modo que no podía ver” (4:15). Esto es un giro de ironía literaria,
con la intención oblicua de comentar sobre su vida de familia. Elí había
perdido su contacto con sus hijos y se había hecho de la vista gorda a lo
que ellos habían llegado a ser. A ellos los conocemos de seguido.
Ofni y Finees
Ofni y Finees habían llegado a ser sacerdotes, como su padre; sin
embargo, no podían haber sido más opuestos a todo lo que él enseñó y
vivió. De acuerdo con la Biblia: “Los hijos de Elí eran unos
malvados, y no les importaba el Señor ni los deberes de los
sacerdotes para con el pueblo” (2:12-13, VP).
El versículo 12 del capítulo 2 no dejar lugar para dudar de que los
jóvenes eran “impíos,” o “malvados.” No tenían planes de arrepentirse.
Se habían establecido bien en sus caminos, demasiado acostumbrados,
demasiado obstinados y rebeldes para cambiar. Es más, cuando su
padre los confrontó, la Biblia dice: “Pero ellos no oyeron la voz de
su padre” (2:25).
Samuel
En contraste a los dos hijos directos de Elí, tenemos al hijo adoptivo de
Elí, Samuel. Le nació a una mujer llamada Ana, la cual le prometió al
Señor que si le daba un hijo a pesar de su infertilidad, ella se lo traería
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de regreso una vez que lo haya destetado. Fiel a su palabra, ella trajo al
joven Samuel para que crezca y sirva en el tabernáculo. Elí crio al
muchacho y fue su mentor en los caminos del sacerdocio.
Aquí tenemos a tres muchachos criados por el mismo hombre, en un
medio ambiente idéntico, con las mismas reglas, pero qué diferencia.
Samuel me recuerda a una hermosa rosa que crece en el suelo encima
de un pozo ciego. En ese medio ambiente vil y corrupto, de alguna
manera él evitó la contaminación de sus hermanos adoptivos y aprendió
a amar al Señor. Tal vez Elí se dio cuenta de que sus hijos ya no tenían
remedio y trató de hacer mejor trabajo con Samuel. ¿Quién sabe?
La crisis
No podemos saber con certeza cómo empezó el problema o cuánto
tiempo llevó para que Ofni y Finees llegaran a ser tan depravados, pero
tiene que haber ido fermentando por largo tiempo. Como F. B. Meyer lo
dice: “Ningún hombre se vuelve vil de repente.” Entre sus pecados
estaban estas ofensas:
 usaban su cargo para ganancia personal (2:29),
 se robaban la carne destinada al sacrificio (2:15-16),
 amenazaban hacer violencia a los que venían a adorar (2:16),
 menospreciaban a su padre (2:25),
 e incluso tenían relaciones sexuales con las mujeres que venían a
servir en el tabernáculo (2:22).
 No es sorpresa que el Señor le llama “impíos.” Eran viles,
descreídos, rebeldes y llenos de lujuria. Sus conciencias se habían
encallecido tanto que ni siquiera se preocupaban por ocultar sus
pecados, que habían llegado a ser un escándalo público.
Esta crisis empezó con una grieta diminuta, una pequeña infracción de
las reglas, y luego lentamente creció con el tiempo hasta que se volvió
una ofensa pública. El pecado rampante y desvergonzado de los
sacerdotes comprometía la integridad del tabernáculo, arrojaba una
sombra sobre el pacto, y, lo peor de todo, ponía en entredicho el
carácter de Dios. Erosión. Erosión silenciosa, lenta, sutil, continua.
¿Cuáles señales indican que un matrimonio está
erosionándose? Probablemente no lo que usted pensaría. Todas las
relaciones personales tienen de tiempo en tiempo pequeñas grietas,
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puertas que crujen, y ventanas que se atascan. Estas cosas no son lo


importante sino la manera en que respondemos a ellas.
Las señales de peligro aparecen en la forma en que actuamos cuando
esos problemas sutiles empiezan a ocurrir, y con toda certeza sucederán.
Elí demostró una apatía insensata hacia los pecados de Ofni y Finees
cuando los pecados de ellos eran pequeños. Cuando los pecados se
hicieron más abiertos, continuos y escandalosos, él se sintió cada vez
más impotente para enfrentarlos. Para cuando los hijos eran hombres
adultos, la única respuesta justa y correcta a su forma de vida
completamente depravada era inconcebible: exposición pública y, si no
se arrepentían, apedreamiento público. En esos días Dios trataba
severamente con los sacerdotes inmorales y falto de ética.
Las siguientes son cuatro señales de peligro que sugieren
erosión matrimonial.
1) Demasiado atareado.
Cuando uno tiene tiempo y energía suficiente sólo para atender las
cosas grandes de la vida, las pequeñas, pero igualmente importantes
quedan sin atenderse. Como sumo sacerdote y juez de Israel, Elí tiene
que haber estado muy ocupado … demasiado ocupado.
Alexander Whyte, pastor escocés de años idos, en su muy buen libro
Bible Characters [Personajes bíblicos] escribe:
Muy atrás, al principio de su vida, Elí había tomado demasiado en sus
manos. Elí no era un gran hombre como Moisés o Aarón, pero tomó
tanto el cargo de Moisés como el oficio de Aarón sobre su sola persona.
Él era tanto juez principal como sumo sacerdote para toda la casa de
Israel. El más capaz, el más diligente, el más dedicado, el más
incansable y el menos necesitado de sueño de los hombres no podía
haber hecho lo que Elí se propuso hacer. … Y, tomando sobre sí lo que
estaba más allá de su poder mortal para realizar, el resultado certero fue
que nada hizo bien. 1
¿Cuán atareado está usted? ¿Cómo le va en cuanto a cantidad de
tiempo? ¿Tienen usted y su cónyuge suficiente tiempo juntos para
disfrutar de conversación tranquila y calmada, o pasan la mayor parte
del tiempo lidiando con problemas o tratando sólo de asuntos prácticos?
¿Programa usted regularmente tiempo para pasarlo como pareja?
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Mirando a su calendario y lista de cosas para hacer, ¿qué tiene la


primera prioridad? Cuando la familia y el trabajo se disputan el mismo
renglón en el horario, ¿cuál gana con más frecuencia? Cuando usted
llegue al final de su vida, ¿qué preferiría que la gente diga de usted:
“¿Fue una buena esposa para su esposo, o fue un buen esposo para su
esposa” o, “Falleció un dedicado profesional”? ¿Ve usted algunas
grietas? Por supuesto que las ve. Casi todos las ven. La pregunta real es:
¿cómo va a responder?
2)Demasiado embotado.
Embotado no es una palabra amable, pero es apropiada. Elí permaneció
insensible a las palabras de advertencia que recibió del pueblo y del
profeta. Por las razones que sean, no reaccionó con la urgencia que se
esperaría. No logró conectar todos los puntos … ni siquiera los obvios.
La gravedad de las advertencias no ejerció el impacto emocional que
deberían haber ejercido. Asombrosamente, la predicción de que él y sus
hijos morirían recabó apenas un encogerse de hombros.
¿Cuán sensible es usted a las señales sutiles? ¿Cuán consciente está
usted de la desdicha de su cónyuge? ¿Está usted demasiado distraído o
absorbido consigo mismo como para notar esas diminutas grietas en su
relación? ¿Ha oído usted comentarios sutiles que captaron su atención o
picaron su curiosidad? Si es así, ¿cómo respondió? ¿Los hizo a un lado,
o hizo una pausa para examinar más hondo? ¿Ha notado usted que su
cónyuge está demasiado callado, o a menudo triste, demasiado tenso, o
preocupado? ¿Ha dedicado tiempo para descubrir lo que él o ella tal
estén sintiendo o soportando?
¿Ha notado algún problema sutil? ¿Y quién no? La pregunta clave es:
¿qué va a hacer usted?
3)Demasiado lento
Elí no intervino rápidamente en respuesta a las advertencias de
personas que genuinamente se interesaban. Esperó hasta que sus hijos
fueran hombres antes de intervenir y, para entonces, ellos se habían
endurecido en su rebelión y encallecido por el descreimiento.
Una respuesta pronta a los asuntos conforme surge puede mantener
manejables la mayoría de los asuntos matrimoniales. Así que, ¿puedo
preguntarle? ¿Cuánto tiempo espera usted antes de hablar con su
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cónyuge sobre asuntos complicados? ¿Lidia usted con las ofensas y


fuentes de ira de inmediato, o las deja a un lado para un tiempo más
conveniente? ¿Qué tal la idea de buscar consejería? ¿Tiene un asunto
que llegar al punto crítico antes de que usted busque hablar con alguien
que está calificado para ofrecer guía bíblica y práctica?
Permítame sondear más hondo. ¿Sabe usted de algún asunto persistente
que necesita que se lo resuelva? ¿Algún conflicto pasado que no se ha
cerrado? ¿Se halla a sí mismo esperando para lidiar con asuntos agudos
porque no está seguro de cómo abordarlos? ¿Por qué esperar? ¿Qué se
gana con postergarlos? La postergación alimenta la erosión.
4)Demasiado blando
Cuando Elí en efecto actuó, la intensidad de su respuesta no se equiparó
a la gravedad de la dificultad. Volvamos a visitar la conversación.
Pero Elí era muy viejo; y oía de todo lo que sus hijos hacían con todo
Israel, y cómo dormían con las mujeres que velaban a la puerta del
tabernáculo de reunión. Y les dijo: ¿Por qué hacéis cosas semejantes?
Porque yo oigo de todo este pueblo vuestros malos procederes. No, hijos
míos, porque no es buena fama la que yo oigo; pues hacéis pecar al
pueblo de Jehová. Si pecare el hombre contra el hombre, los jueces le
juzgarán; mas si alguno pecare contra Jehová, ¿quién rogará por él? (1
Samuel 2:22-25).
Éstas son buenas palabras. Es exactamente la represión que sus
muchachos necesitaban oír … ¡años atrás! Para ponerlo en perspectiva,
como ya mencioné, los pecados de Ofni y Finees se castigaban con la
muerte. Incluso si él mismo no podía obligarse a ejecutar a sus propios
hijos, ciertamente la situación garantizaba expulsión del templo por lo
menos.
Tal vez Elí sabía lo que se necesitaba hacer y lo dejó para luego, o tal vez
tenía fuegos más intensos que apagar en días anteriores. Cuando los
pecados finalmente llegaron a ser una prioridad, la acción drástica que
exigían era más de lo que él podía obligarse a hacer. Y no olvide, la
propia participación de Elí en el pecado de ellos embotaba el filo de la
acción requerida. Su respuesta patética e inadecuada no logró nada
excepto deshonrar al Señor.
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No podemos darnos el lujo de permitir que nuestro amor


supere a nuestro juicio. La mayoría de las situaciones requieren
ternura; sin embargo, algunas demandan firmeza. Por “firmeza” no
quiero decir crueldad o abuso. La firmeza es la disposición para hacer lo
que personalmente es difícil hacer.
Cuando estamos dispuestos a hacer lo que es debido a pesar del gran
costo personal, se revelan nuestras prioridades. Por eso el Señor
confrontó a Elí con estas fuertes palabras: “Has honrado a tus hijos
más que a mí.”
¿Qué tal si la dificultad que usted descubre exige un cambio
significativo? ¿Está usted dispuesto a cambiar de empleo, o a vivir en
algún otro lugar menos tentador, o a reducir su estilo de vida para dar a
su matrimonio la atención que merece? ¿Puede usted hacer ajustes
significativos en su vida y rutina sin enfadarse contra su cónyuge por
eso? Si usted sabe que algo está erosionando su matrimonio, y no está
dispuesto a actuar decisivamente, incluso hasta el sacrificio, ¿qué dice
eso en cuanto a sus prioridades?
¿Qué está usted dispuesto a sacrificar por la salud de su matrimonio?
¿Qué está dispuesto a hacer por el mayor bien de su cónyuge? Preguntas
serias como estas, respondidas con honestidad, revelan lo serio que es
usted para dar los pasos necesarios para detener la erosión.
CÓMO RESPONDER
He hecho muchas preguntas. La mayoría de ellas implican sus propias
respuestas, pero no quiero detenerme aquí. Quiero ofrecer tres
respuestas a los problemas que ayudarán a evitar la necesidad de una
acción drástica. Cada vez que usted ve un problema sutil, piense en
estas tres respuestas en este orden: uno, dos, tres; y póngalas en
práctica de inmediato. Le prometo que determinarán toda una
diferencia.
¡Despiértese!
Personas inteligentes, sensatas, diligentes, pueden ser ciegas a las
necesidades en casa. Se supone que el hogar es un refugio de un mundo
exigente repleto de gente exigente. Consecuentemente, es fácil aflojar
tanto que uno se embota a las necesidades de su compañera más
Íntima. Decida hoy estar más consciente.
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Entonces, completamente despierto, cuando usted ve algo que capta su


atención, no lo ignore. No lo haga a un lado, presumiendo que no es
nada Pudiera serlo, pero no se limite a descartarlo. Confíe en sus
instintos lo suficiente como para tomar en serio su observación.
¡Hable claro!
Deje a un lado las acusaciones y una actitud defensiva, y comprométase
a la comunicación. Hable claramente y sin rodeos en cuanto a lo que ha
observado, sin atacar ni acusar. Con gentileza presente su perspectiva.
En lugar de acusaciones, haga preguntas; y entonces escuche. Procure
entender el punto de vista de su cónyuge. Persista hasta que tenga una
perspectiva similar de la situación. Mantenga constantemente bajo
rienda sus motivos al comunicarse. Hable para entender y ser
entendido. Cualquier habla que no logra esto es fútil. Cuando arribe a
una comprensión común de la situación …
¡Manténgase cerca!
Trabaje con su cónyuge para lidiar como equipo con cualquier
dificultad. Decidan, juntos, cómo cada uno se ajustará en respuesta al
problema. Debido a que usted no es padre o madre de su cónyuge,
puede sugerir ajustes que pudieran ser útiles, pero sólo su cónyuge
puede tomar su propia decisión. Su papel es permanecer cerca,
permanecer comprometido, y ser para su cónyuge aliado, confidente, un
hombro para llorar, y un espejo conforme el Espíritu Santo hace su obra
por dentro. Comprométase a conocer íntimamente a su cónyuge, lo que
quiere decir que usted nunca debe dar por sentado que sabe todo lo que
hay que saber. Esta perspectiva le ayudará a hacer de su matrimonio
una jornada vitalicia de descubrimiento mutuo.
MANTENGA LO PRIMERO PRIMERO
Atender la erosión matrimonial no tiene por qué ser complicado.
Requiere sólo dos cosas esenciales:
 escuchar a su cónyuge y
 dar a su matrimonio la primera prioridad.
Tal que sorprenda saber que Juan Wesley, el fundador del movimiento
metodista, no hizo ni lo uno ni lo otro. El incansable trabajo de Wesley
como predicador y líder espiritual llevó a muchos miles a un
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conocimiento salvador de Jesucristo. Todos los que estudian su vida y se


enteran de sus logros no pueden evitar quedarse impresionados. Sin
embargo, su matrimonio con Molly Godlhawk Vazeille fue un
desdichado fracaso. En este respecto, me hace recordar a Elí.
Algunos dicen que los celos de Molly y su violento temperamento
destruyeron el matrimonio, pero no obstante, Wesley no fue meramente
pasivo como esposo; el hombre fue absolutamente negligente. De
acuerdo a él, “ningún predicador metodista debería predicar un sermón
menos o viajar un día menos estando casado que estando soltero.”
Después de tres noviazgos fracasados en su juventud, al ministro
solterón de cuarenta y siete años le presentaron a Molly, una viuda casi
de su misma edad.
Después de un cortejo de poco más de dos semanas, se casaron, aunque
pocos entendieron por qué. La espiritualidad de ella, nominal y
convencional, parecía una combinación extraña a la consagración
profunda de él al Señor.
La primera señal de problema surgió poco después de la boda. Al
explicar a sus hermanos metodistas por qué se había casado tan rápido,
dijo que el matrimonio era “una cruz que había tomado” a fin de
“derribar el prejuicio en cuanto al mundo y a él.” La misma semana
asistió a una conferencia, y después salió en una de sus largas giras de
predicación. Justificaba sus acciones con las palabras: “Respecto a
viajar al extranjero, el predicador metodista que tiene una esposa debe
ser como si no la tuviera.” Comprensiblemente, estos dos sucesos la
rompieron el corazón a Molly.
Wesley continuó sus extensos viajes y sus predicaciones. Continuó
también asesorando íntimamente a mujeres, a pesar de las súplicas de
Molly para que no lo haga. Es extremadamente dudoso que alguna vez
haya hecho algo inapropiado, pero la privacidad que mantenía y la
respuesta de adoración que a menudo recibía de otras mujeres no se
veía apropiada. Molly le suplicó que deje de escribir cartas y que acabe
con sus reuniones privadas con una joven en particular que se había
convertido después de haber estado casada con tres hombres y sin que
haya ningún divorcio en los registros. Sus quejas fueron recibidas con
intimidación y la santurrona afirmación de que todas sus acciones eran
“por la causa de Dios.”
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Molly intentó acompañarlo en sus giras de predicación, pero él rehusó


alterar su hábito de seguir viajando a pesar de la lluvia, el frío, y malos
caminos. Ella trató de quedarse en casa, sólo para sufrir la acusación de
que no respaldaba a su esposo como debía. Ella apeló al hermano de él,
Carlos, y a otros hermanos metodistas para que intercedan, pero ellos
en su mayor parte se pusieron del lado de Juan, endilgándole a ella toda
clase de epítetos nada lisonjeros.
Un biógrafo caracterizó al matrimonio de veinte y más años como
“mayormente nominal y a menudo casi irrelevante; separación
frecuente, pero nunca final hasta 1776; perenne resentimiento mutuo.”
En una de las muchas ocasiones en que Molly lo dejó, Wesley escribió
en su diario: “Por alguna causa que yo no sé, mi esposa se fue a
Newcastle, con el propósito de no volver jamás. No eam reliqui; non
dimissi; no revocabo” (“Yo no la he dejado; no la he despedido; y no voy
a pedirle que regrese”).
Para cuando murió a los ochenta y siete años, Wesley había viajado más
de 400.000 kilómetros (principalmente a caballo), cruzado el Mar
Irlandés cuarenta y dos veces, y predicado 40.000 sermones. El ritmo y
naturaleza de su ministerio nunca aminoró, a pesar de su deber a su
cónyuge. Ella le dejó finalmente en 1776, y vivieron separados hasta que
ella murió cinco años más tarde. Wesley estaba en Londres cuando oyó
que su esposa había muerto dos días atrás.
Comentando sobre el matrimonio y el ministerio, Wesley a menudo
decía que si la señora Wesley hubiera sido una mejor esposa y se
hubiera conducido como debería haberlo hecho, él tal vez habría sido
infiel a la gran obra que Dios había escogido para él. Extraño
pensamiento. Obviamente, Wesley estaba casado con su trabajo primero
y consideraba a Molly como una distracción antes que como su dedicada
compañera en la vida y en el ministerio.
Relato esto no para denigrar a Juan Wesley, sino para ilustrar que
incluso el individuo más “maduro espiritualmente” puede permitir que
su matrimonio fracase. Todo lo que se requiere son prioridades
equivocadas e ignorar las señales de peligro.
La erosión matrimonial no se acabó con un sacerdote llamado Elí y, o
un predicador llamado Wesley. Sigue vigente hoy en la comunidad en
donde usted reside, en el lugar donde trabaja, y en la iglesia donde se
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reúne. La erosión matrimonial es una realidad que usted no puede


cambiar … excepto en el hogar en que usted vive. La pregunta es, ¿lo
hará?
Se ha dicho que los matrimonios infelices están compuestos por gente
infeliz. Tal vez no puedas cambiar a tu cónyuge, pero tú sí puedes
cambiar, con la ayuda de Dios.

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