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Tiempo de balance

Afrontando las fiestas mientras atravesamos un duelo

Definimos el duelo como el conjunto de las reacciones físicas, psicológicas y


sociales ante la pérdida de alguien o algo con lo que se ha establecido un vínculo
afectivo cercano.
Al referirme a pérdida no hablo solamente de la muerte física, sino que las
pérdidas pueden ser de muchas maneras: ruptura de pareja, alejamiento de
amigos, personas que se van a vivir lejos, perdida de la salud, de la juventud, de
trabajo, dinero, etc.
Hoy en día más que nunca el duelo es un tema tabú, algo de lo que no se debe
hablar, ni mostrar, nos piden que frente al dolor demos vuelta la hoja y sigamos
adelante. “ponele garra” “ya va a pasar” “vos podes, sos fuerte”
Sin embargo sabemos que es imposible, que frente al dolor de cualquier pérdida
vamos a tener que atravesar el duelo.
El dolor puede ser el precio del amor.
Muchas veces no es mala intención, sino que la dificultad del otro pasa por no
saber qué decir, que hacer, cree que tiene que decir una frase mágica o hacer
algo maravilloso que resuelva la situación.
Cuando la realidad nos demuestra que un abrazo, un silencio es mucho más
efectivo y que quien sufre no espera magia de los demás.
Para que haya duelo debe haber afecto, nadie puede duelar aquello con lo que no
tiene vinculo.
El duelo es un proceso y un trabajo. Es algo activo, no es pasivo. No es dejar que
pase el tiempo simplemente.
Hacer el duelo es lo que uno hace con lo que nos sucede.
Comienza cuando uno toma conciencia de la perdida.
El duelo es transformar el dolor en amor, en un amor distinto. Es transitar y vivir
ese dolor, no es taparlo, postergarlo o congelarlo.
Es un proceso porque es algo que se halla en movimiento, que atraviesa por
distintas etapas, por distintos momentos, no es estático.
El duelo es un proceso de curación psíquica.
Es un trabajo porque es algo que debo realizar, tareas que debo cumplir para
poder superarlo.
El duelo no es olvidar, sino aprender a vivir con la perdida. Acostumbrarnos a la
ausencia. Transformar la ausencia en una nueva presencia.
Según cual haya sido nuestra perdida será más fácil o difícil de realizar.
El saber atribuye un sentido al sufrimiento, pero no evita el dolor. Después de esta
charla no nos va a dejar de doler, no es ese el objetivo. Pero si vamos a entender
un poco más que nos pasa, y que nos pasa a muchas personas.
Hay dolores, sufrimientos con los que uno se acostumbra a vivir, que no
desaparecen, hay un resto que es imborrable. Es un proceso de cicatrización del
alma. Todas nuestras heridas dejan una cicatriz, que puede ser más o menos
visible.
El duelo es una experiencia personal y legitima, es particular, individual, de cada
uno. Es esperable, normal, lógica.
Es una experiencia física, en la que el cuerpo habla de muchas maneras, llanto,
dolores, contracciones musculares, cansancio, etc.
Es un estado psicológico, hay una catarata de pensamientos, sentimientos,
emociones que nos inundan la mente sin tregua.
Es un acontecimiento social, relacional, que pone en cuestión las relaciones con
los otros y con nosotros mismos. La persona no es la misma antes y después de
atravesar un duelo.
Nuestro duelo es tan propio como nuestra vida.
El duelo se efectuará tanto si lo deseamos como si no. Puede postergarse
interrumpirse, pero cuando se active uno va a encontrarse con el dolor intacto, por
más tiempo que haya pasado.
Debemos tener en cuenta que un duelo presente reactiva los duelos pasados. Si
se han vivido armoniosamente funcionaran como facilitadores. Si han fracasado es
posible que vuelvan buscando lo que se les debe.
Cuento
Cuenta la leyenda que alrededor del año 1400, en Japón, el gobernador Shogun
Ashikaga Yoshimasa, tenía un cuenco de té de cerámica que adoraba y un día,
lamentablemente, se le rompió. Desesperado y en su afán de que se lo repararan
lo envió a China, que era el lugar donde los artesanos lo habían fabricado, y
supuso que ellos podrían restaurarlo. Luego de esperar un tiempo, sufrió una gran
frustración. El cuenco le fue retornado pero no solamente estaba más feo y tanto
menos refinado, sino que como lo habían reparado con ganchos de metal que no
lograban sellar bien las grietas, ya no podía usarlo para tan preciada ceremonia
del té.
Estaba muy apenado, pero no se rindió. Creía con firmeza que su cuenco debía
ser restaurado. Desafío a unos artesanos japoneses a hallar una solución. A que
encontraran una técnica que permitiera unir perfectamente las partes del cuenco.
De ese modo nació el KINTSUGI, que es la reparación de los objetos con barniz
de oro, la carpintería de oro. Se trata de un arte tradicional japonés que tiene por
filosofía la convicción de que todo objeto que se rompe o se daña tiene una
historia que nunca debe ser ocultada sino más bien transformada, para poder
convertir ese objeto en una pieza más fortalecida, bonita y de mayor valor que el
que tenía originalmente. Para tal fin la manera de reparación consiste en rellenar
las grietas con oro. Cada cicatriz se resalta y se acentúa de este modo,
volviéndose las partes más fuertes del objeto.

Resiliencia
El amor es el oro que sana. La resiliencia es nuestra capacidad potencial de
superar y reparar situaciones dolorosas, de hacer que se vuelvan cicatrices con
las que podamos vivir, integrando en nuestra historia aquellas situaciones que van
haciendo de nosotros quienes somos. Es la fuerza interna que nos permite
superar los obstáculos.

Características de una persona resiliente


- Autoconocimiento y autoestima. Ser consciente de las potencialidades y
limitaciones.
- Empatía, ponerme en el lugar del otro.
- Autonomía, confiar en las propias capacidades.
- Enfoque positivo frente a la adversidad, estar en el presente.
- Flexibilidad y perseverancia.
- Sociabilidad, ser capaz de buscar apoyo y ayuda.
- Tolerancia a la incertidumbre.
- Ser creativo
Prepáranos para las fiestas
Diciembre, mes de fiestas, reuniones, balance del año, es aunque no lo queramos
un mes especial. Lleno de tradiciones y eventos particulares.
Al estar en duelo suele aparecer una aflicción anticipatoria, uno se siente apenado
de solo pensar en esos días. Se puede estar irritable, ansioso, más llorón, con
niveles de energías disminuidas, etc. Se hace muy difícil encontrar una forma de
celebración reconfortante. Solo se quiere que pase, dormirnos y despertarnos una
semana más tarde.
Ante todo, centrar la preocupación en nosotros y en nuestra familia inmediata. Las
cosas no se pueden cambiar, pero podemos encontrar maneras de hacer que
sean los menos dolorosas posibles. No hay una manera correcta de encargarse,
cada uno debe encontrar lo mejor para sí mismo.

 Debemos escucharnos a nosotros mismos. Al cuerpo y a las emociones.


Sentir, registrar, tomar conciencia de lo que me pasa.
 Ser amable y gentil con uno mismo. Permitirse. No obligarse a nada. Ser
comprensivo. Aceptar que no siempre puedo lograr lo que quiero y que eso
puede estar bien.
 No sentirse culpable. Regular el nivel de exigencia. Puedo sentir tristeza, o
puedo sentirme bien al festejar.
 Respetarse uno mismo y a los demás. Rodearse de personas que a uno le
hacen bien. No tender a aislarse, salvo si es la mejor opción.
 Decidir lo que uno quiere hacer, consensuarlo en familia si es el caso.
Organizar y planificar, decir las opiniones y las necesidades, no dar por
sentado nada.
 Tener expectativas lógicas, nada será igual, será diferente, transformas las
celebraciones, modificar cosas que sé que me van a hacer mal.
 Repartir tareas, delegar lo que no se puede o quiere hacer. No
extralimitarse física o emocionalmente.
 Reconocer los propios límites, expresarlos Cuidarse, no luchar con los
propios sentimientos, ser tolerante con uno mismo.
 Quitar el debo, o tengo que... nadie está en tu dolor, es único, cada uno
siente lo que siente. Nos duele el zapato donde nos aprieta.
 Expresar la fe
 Pronunciar, nombrar a quien no está, incorporarlo, hablar de él
naturalmente.
 Diseñar una forma de recordar al ser querido, algo creativo en su memoria.
Plantar un árbol, escuchar su música, ponerse una prenda…
 Decir y expresar lo que uno siente.
 No dejarse involucrar por los mitos, revisar a conciencia el valor de cada
día o fiesta tiene para mí y no para los otros.
 Nuevos rituales, nuevas maneras de estar juntos.
 cuestiones prácticas, regalos diferentes, si no hay dinero ponerse de
acuerdo en hacer un regalo por persona.
 Modificar los regalos, dejar de valorar solo lo material, regalarnos cartas,
fotos…
 Crear nuevas formas: mirar a cada uno y decir lo que más me gusta de él,
agradecerle, pedirle perdón, recordar una anécdota divertida.
 Escribir una historia entre todos, o realizar un dibujo.
La resiliencia es…Remontar luego de la caída… Encontrar la ventaja en la
desventaja… Lo bueno a lo malo....La gracia a la desgracia… La vida tiene
verdades incomodas… Y la resiliencia mira a las incomodidades como un desafío.

El resiliente sabe que aferrarse es más doloroso, que hay que soltar aunque duela
“Un día deje de resistir
Para que lo que tenga que doler, duela…
lo que tenga que nacer, crezca…
y lo que tenga que ser, sea…”
La esperanza y el temor forman un sentimiento con dos caras. En tanto uno exista,
existirá el otro.
La resiliencia es una esperanza realista, es soñar con los pies sobre la tierra,
reconociendo que existe la incertidumbre.
El resiliente se pregunta ¿para qué? No ¿por qué?
De esta manera encuentra sentido a su sufrimiento.
El resiliente es flexible, se acomoda, se adapta, abraza los imprevistos…
El resiliente mira el lado bueno de las cosas, no intenta cambiar las situaciones ni
a las personas, sino cambia las perspectivas con que las mira.
“en la adversidad despertamos cualidades,
que en la comodidad hubieran quedado dormidas”

Recuerda que tú nunca conocerás de ti realmente, hasta que te veas a ti mismo


bajo mucha presión. (Joice)

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