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J. HERMANN, «Nomos bei Herodot und Thukydides», en Gedachtnisschrift für Hans
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W. NESTLE, «Thukydides und die Sophistik», reimpr. en su libro Griechische Studien,
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K. REINHARDT, «Thukydides und Machiavelli», reimpr. en su libro Vermachtnis der
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Sofística y utopía

I. LANA, «L'utopia di Ippodamo di Mileto», en Riv. di Fil., XL (1949), 125-151.

Pseudo-]enofonte

PsElJDO-]ENOFONTE, La República de los Atenienses, introd. de M. CARDENAL DE


lRACHETA, texto, trad. y notas de M. FERNÁNDEZ GALIANO, Madrid, 1951. Travaillons done a bien penser: voila le príncipe de la morale.
PsEUDO-]ENOFONTE, La República de los Atenienses, en ]ENOFONTE, Obras menores,
mencionadas infra, cap. 3. (B. PASCAL, Pensées.)
H. FRISCH, Y.he Constitution of the Athenians. A Philological-Historical Analysis of
Pseudo-Xenophon's Treatise De re publica Atheniensium, Copenhague, 1942. SOCRATES
M. GIGANTE, La Costituzione degli Ateniesi. Studi sullo Pseudo-Senofonte, Nápo- l. El problema socrático.-2. El espíritu socrático.-3. La ética del perfeccio-
les, 1953. namiento interior.--4. La ciudad y sus leyes.-5. Sócrates y su misión.
W. NESTLE, «Zum Ratsel der Athenaion politeia», en sus ya cit. Griechische Studien,
387-402, Stuttgart, 1948. LOS SOCRATICOS
E. RuPPRECHT, Die Schrift vom Staate der Athener, Leipzig, 1939; reimpr., Aalen, 6. Los socráticos.-7. Jenofonte.-8. Antístenes y los cínicos.-9. Los cirenai-
1962. cos.-10. Las escuelas socráticas y la decadencia de la polis.
L. C. STECCHINI, A®HNAION ITOAITEIA. Y.he Constitution of the Athenians by the
Old Oligarch and by Aristotle. A new Interpretation, Glencoe, Illinois, 1950.

Sócrates
Isócrates
1. Aunque para muchos de sus contemporáneos fuera Sócrates (469-
P. CLOCHÉ, Isocrate et son temps, París, 1963.
J. KEsSLER, Isokrates und die panhellenische Idee, Paderborn, 1910.
399 a. de J. C.) un sofista más, constituye su filosofía la antítesis de la
G. MATHIEU, Les idées politiques d'Isocrate, París, 1925. de los sofistas.
N. WrTTMANN, «Volkerrechtliche und rechtsphilosophische Gedanken im Rahmen Ateniense, de origen humilde, llevó Sócrates pobremente una ~
einer Organisation der Staatengemeinschaft bei Isokrates», en Oe.Z.f.o.R., N. F., II consagrada __p-0r~entero__ a )a búsquega. de la. yerdad. Reuniéronse en torno
(1949-1950), 257-296. . a é0ó-;~n~s de las más conspicuas familias de la ciudad y otros que acu-
dían de fuera, sobresaliendo entre todos Platón, que nos ha transmitido
de él una semblanza de insuperable relieve. De hecho es Sócrates una de
las figuras más llamativas de la historia de la filosofía. Sin haber escrito
nada es punto de partida de varias corrientes doctrinales. Su personalidad
raya 'en lo legendario, y es por demás difícil llegar hasta el Sócrates histó-
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rico a través de la hojarasca de testimonios, apologéticos unos e infundio- o contrastan sus juicios con los ajenos, con buena voluntad. Su fe en la
sos otros, de tradiciones opuestas. Platón le convirtió en el personaje cen- virtud del conocimiento era tal, que le condujo a un rigurosísimo inte-
tral de casi todos sus diálogos. Mas, como expone por su boca también lectualismo ético: la moral se reduce al conocimiento del bien; sólo por
su propia filosofía, no es clara la divisoria que separa el pensamiento del ignorancia se comete el mal; porque en último término el bien se con-
maestro y del discípulo. Lo cierto es que un grupo de diálogos, común- funde con la utilidad bien entendida.
mente considerados como de la primera época, son más puramente socrá-
ticos (entre ellos, la Apología de Sócrates, Eutifrón, Critón, Protágoras, 3. También en su filosofía jurídica y política supera Sócrates el re-
Gorgias y el libro I de la República). En los posteriores va precisándose lativismo y el individualismo sofísticos. A la apología del inmoralismo de
la personalidad de Platón; pero siempre resultará dudoso fijar los límites los «fuertes», opone el principio de que es mejor sufrir la injusticia que
de la transición, dada la incertidumbre que reina acerca de la cronología cometerla, y si se ha cometido, es preferible expiarla, aceptando la san-
de los diálogos. En todo caso, la semblanza platónica ha de relacionarse ción: doctrina que considera la pena como una medicina del alma, en
con la de Jenofonte (Recuerdos de Sócrates, El banquete, Apología de consonancia con una ética que ve su misión esencial en el perfecciona-
Sócrates), mucho menos vivaz y enjundiosa, y con las referencias aristo- miento interior. La templanza y la justicia mantienen en el hombre un
télicas. Mas conviene insistir en que a la idealización de Sócrates se con- equilibrio, una armonía, que es la condición de la felicidad, y a cuya ob-
trapuso en la Antigüedad una tradición hostil cuyos orígenes pueden verse tención hay que tender con todas sus fuerzas. En palabras de una inten-
en Las nubes, de Aristófanes (423). Que ya en vida fue Sócrates un signo sidad difícilmente superable, resume Sócrates el papel de la filosofía, di-
de contradicción, lo puso de manifiesto el proceso que le fue incoado y que ciendo que procura la mayor perfección posible en la vida y en la muerte.
terminó con su sentencia de muerte.
4. La ciudad y sus leyes son necesarias y responden a las exigen-
2. La filosofía de Sócrates no se diferencia de la de los sofistas por cias de la naturaleza humana: tal es la convicción que informa las ense-
su objeto. Con mayor exclusivismo aún que sus adversarios orienta Só- ñanzas de Sócrates, y sobre todo su actitud ante la sentencia de muerte
crates sus pesquisas hacia los problemas del hombre, tomando como lema de que fuera objeto. Platón ha inmortalizado esta actitud en el Critón: la
de su filosofar el «Conócete a ti mismo» inscrito en el frontispicio del obediencia a las leyes de la ciudad es un deber siempre y para todos, inclu-
templo de Delfos. Tampoco difiere su punto de partida. Para Sócrates, so cuando se vuelven contra nosotros; hay entre la ciudad y cada uno
como para los sofistas, ha terminado la época de la sumisión incondicional de sus ciudadanos un convenio tácito por el cual debe el ciudadano obe-
al nomos y se impone una justificación racional del mismo. La oposición diencia, a cambio de protección; pero ambas partes no se hallan en el
a la sofística radica en cambio en el espíritu y el método, y se acentuará mismo plano, ya que la ciudad, que hace posible la vida del ciudadano,
en el resultado. Rehuyendo los grandes discursos y las ampulosas fórmu- da en definitiva más de lo que recibe. Sócrates se somete a la ciudad que
las destinadas a impresionar al auditorio, busca Sócrates ante todo claridad le condena, aun reconociendo la injusticia de que es víctima.
en los conceptos a base de preguntas y respuestas que van rodeando el Ahora bien, esta actitud de Sócrates no implica un punto de vista
objeto, descubriendo sus distintos aspectos, hasta poner de manifiesto la positivista que desligue el derecho de la justicia. Sócrates ve en la ciudad
superficialidad e imprecisión de los juicios comunes, la necesidad de defi- una realidad ética, fundada en el orden divino de las cosas. Esta legiti-
niciones rigurosas. La verdad, más que imponerse desdé1 fuera, debe así midad esencial no es destruida por errores accidentales. El propio Sócrates
brotar desde dentro, con ocasión del diálogo. A la insinceridad ruidosa alega que en una ocasión ofreció resistencia pasiva a una orden injusta,
y al subjetivismo altanero de tantos sofistas opone, pues, Sócrates la auten- bajo el gobierno de los Treinta Tiranos. También se había opuesto a un
ticidad insobornable, el objetivismo de un espíritu que prefiere confesar acuerdo ilegal de la asamblea popular. Lo que ocurre, es, que tal desobe-
su ignorancia a dar por buena una apariencia de saber. Al éxito etpec- diencia no puede llevarse al extremo de poner en peligro los cimientos
tacular, antepone la eficacia callada de la propia convicción. Suscitar ésta mismos del orden social, sin el cual es inimaginable una vida humana
en sus interlocutores es la finalidad suprema de su método. digna de tal nombre.
Así llegó Sócrates a la conclusión de que existen normas de conducta En consonancia con su objetivismo ético, admitía Sócrates la exis-
de validez absoluta, que todos pueden conocer si se interrogan a sí mismos tencia de «leyes no escritas», fundadas en la voluntad recta de la Divini-
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dad y que se reflejan en la conciencia. En estas leyes no escritas se basan Más que una doctrina, dejó Sócrates en verdad un ejemplo y un mé-
las leyes positivas, participando así de su carácter sagrado. todo. Los gérmenes que en ellos había fructificarán plenamente en la
Aun cuando anclase Sócrates la política en la ética, se daba cuenta filosofía de Platón.
del conflicto latente que entre ambas se da en la realidad, al proclamar
ante sus jueces que el que lucha por la justicia debe ser persona privada
y no desempeñar ca~esrareglaprácflca obedecio;' sin Los socráticos
d~lclai"por-----alo en nada sus deberes de ciudadano. En el Gorgias
señala cómo los crímenes más graves suelen cometerse en la cumbre del 6. Entre las es_QJ~!as que en un sentido estricto pueden llamarse ~o-
poder. La omnipotencia es en efecto .la máxima tentación. cráticas», por seguir de cerca a Sócrate~ en el enfoque de los problemas
Si Sócrates dana una justffícación fil~sófica d~ 1~ conciencia jurídica y ':v7actimen~ñp~ram~iii~iá.c.!lc:ii.~ J.~L fi_Iosofar, ofrecen ~¡;P~i~L~!:.rés
la moral social tradicionales, se oponía en cambio al espíritu democrático los dnicos y los- crrenaicos (socráticos «menores»). Es de advertir, sin
de Atenas su exigencia de una política filosófica, que Platón desenvol- embargo,-qu~--¡;ñ-·;;üos-ra-fofluencia de Sócrates se une a la de los sofistas,
verá: en todo cuanto mira a la vida cotidiana en las artes y los oficios, sin a veces siquiera superarla. Unos y otros se fijan en aspectos distintos,
acudimos a los entendidos: ¿cómo entonces se entregan los asuntos pú- y aparentemente contradictorios, de las enseñanzas socráticas, dándoles
blicos, mucho más importantes, al primero que elige la multitud o designa un desarrollo unilateral. Tratan ante todo de precisar en qué consiste
la suerte, como ocurría en Atenas? Lo lógico sería encomendar los nego- el verdadero bien, cuyo contenido general no había dado Sócrates. Junto
cios públicos a los que tuvieran la debida competencia. a ellos figura Jenofonte, a cuyo testimonio sobre la vida y obra de Só-
crates nos hemos referido ya.
5. Esta crítica de la democracia ateniense, y el método de Sócra-
tes, que ponía· al descubiert;-Ia superficiaifda3 intelectual de tantos inter- 7. Polígrafo reticente y fácil,~aprox. ~30-3_54 ª·, ~e J. C.)
locutores, le concitaron enemigos poderosos y tenaces. Acusado de in- difiere profundamente del maestro por su ascendencia anstocrat1ca y su
troducir nuevos dioses y de corromper a la juventud, fue condenado vida novelesca, la mayor parte de la cual transcurrió en tierras extrañas,
finalmente a beber la cicuta. Ya vimos que no eludió su suerte, como primero al servicio de Ciro el Joven en Persia, y luego al de Esparta.
fácilmente pudo hacerlo. Culminó así, en esta muerte trágica, una vida Como combatiera contra su patria ateniense, fue proscrito, y aunque más
entregada a la noble tarea de formar espíritus rectos, hombres virtuosos, tarde pudiese regresar a ella, no lo hizo, muriendo en Corinto. Espíritu
prosaico y disperso, Jenofonte ha tenido la fortuna de que sus obras, apre-
ciudadanos cabales. Sus últimos momentos, en el Fedón platónico, están
ciadas entre los antiguos por su claridad y sencillez, se hayan conservado
iluminados por la fe en la inmortalidad del alma y la justicia divina, que
en su integridad.
confiere pleno sentido a su tesis de que no ha de contestarse a la injus-
Hemos aludido antes a los escritos socráticos de Jenofonte. Sus con-
ticia con la injusticia, calurosamente defendida en otras ocasiones.
cepciones políticas personales se encuentran recogidas principalmente en
Sentíase Sócrates inspirado por un espíritu, un demonio interior: ello
Hier<in, en la República de los LacedemoniQ!J y con mayor amplitud
explica aquella su conciencia de una misión ineludible que cumplir. Antes
~ famosa Ciropedia, cuya semblanza del gobernante ideal, personifi-
debía obediencia a la divinidad que a los hombres. l'_oL_ eso no podrá cado por Ciro:Ínspirara no pocos de lo·;~spe¡os-ae-príñdpes quenasta
atender-alas razones·de;us-~~usadores: y hubo de preferir la muerte a
los tiempos modernos han constituido como una rama menor de la uto-
renunciar a lo que constituía su razón de ser en er-rnundo: -impulsar a pía propiamente dicha. Mencionemos también su Económi.fo, manual de
ct:iantos le ródeaban a·la práética del bien. El imperativo ético de pers prudencia doméstica que ensalza la vida de familia.
mánecei fíel ·a: símis:mo se unía ál de la fidelidad a la patria, que frente En toda la obra de Jenofonte se respira una atmósfera antidemocrá-
al desarraigo sofístico mantuviera. Ambos -nos--dan, ~n última- instancia, la tica, lo cual contribuyó, según dijimos antes·;-a-que· se-·considerara erró-
razón de su opción definitiva en el trance de su muerte. No es el rasgo neamente como obra suya la República de los Atenienses, no menos hostil
menos paradójico de Sócrates esta irrupción en su conciencia de un ele- al régimen popular. A este espíritu responde la apología de las institu-
mento irracional que contrasta con su intelectualismo ético. ciones de Esparta y de Persia. El mejor gobierno es una monarquía de
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~~==---=~"=~ 'i:""11\7$1:T' :u~,_.""'_,,;J;..;LX:z==;,¡

tipo militar, concebida a la manera de un despotismo oriental teñido ciaron el suyo anécdotas famosas. Pero lo mismo que en el caso de Só-
de patriarcalis~yriiit1gadopor ta: existenciade-J:eyes p_Qsitivas. A esta crates, hay con respecto a Diógenes dos tradiciones de sentido opuesto.
m;narq_Üfa-ilusTtá.dá. opófie - Jeíiofoni:e (espedalmeiifo-- en el Hierón) Ja De Antístenes cabe decir tan sólo que desplazó el centro de gravedad
tiranía, describiéndola, según un esquema ya tradicional, con los colores de la ética desde la polis hacia el individuo, y que menospreciaba los pre-
más sombríos. Resalta especialmente, en labios del propio Hierón, la juicios de estirpe de los atenienses. Como Jenofonte, escribió sobre Ciro,
inmensa soledad del tirano y el vacío moral que le rodea, engendrado por en quien veía la réplica, entre los bárbaros, del Herakles griego, como
el temor: vaya por donde vaya, lo hace como quien anda por territorio prototipo de monarca que se atiene a una tarea difícil.
enemigo, en una atmósfera de desconfianza que nada puede desvanecer. El cinismo exagera el lado ascético de la personalidad de Sócrates. La
Acaso lo peor sea que ni siquiera le resulte posible renunciar a su po- v i r t u ~ e n l a moder~ci6n; eíitenclicla··com6 falta- de-necesidacles.
der, una vez adquirido, por la magnitud de los males inferidos a la co- De ahlerposfolado·· ¿e ·ta 'tnd.iferencia-··hacia · los- - bienes externos, - que
lectividad. distingu--;;·7;;;:-bio··cte -los ·necios, de los·füsehsatos; c¡ue no saben domi-
Se atribuye también a Jenofonte, sin razones fuertes en contra, un narse. Si el cínico posee riquezas, las distribuye, como Crates de Tebas,
tratado sobre Ingresos y arbitrios de Atenas, notable por un amplio pro- en aras de su independencia interior. Conviértese así en concepto central
grama de reforml,ls económicas, fundado en el fomento de una inmigra- del cinismo el de la autosuficiencia del sabio, que Te-libera de foctá vincu-
ción dirigida y una verdadera planificación económica a la escala de la _ lación a realloades·que--íio·depe11cten·c1e--ér:··-
ciudad. ~7alUZ:--ae··este concepto. ·realizáron los cínicos una crítica de las
Es de subrayar la vinculación del ideal moral a ___l!t1__m:_Lnci]2.e_pers--ª_,_Q__ instituciones y los valores sociales, que alcanzó en Dióge~ u ~ o
sea «bárl:,~_ro». Jenofonte veía enfavicla seríclllay la sana austeridad de estridente y anarquizante. Sectesaconseja el matrimonio, que altera la
los bárbaros, a las que en Grecia se acercaban las costumbres de los serenidad del sabio, y se le sustituye por el amor libre. Se despoja de toda
lacedemonios, un antídoto para los excesos del refinamiento <:_ultuf...al que, significación a la polis: Diógenes se proclamaba personalmente ciudadano
alejando al hombre de la natural;za, le corromp~n-y Cfüsan la. decadencia del mundo, «cosmopolita». Un pacifismo radical era el complemento de
de-las socieclacleS:nif aquT-üná-·aétitud dere;-~rvá -ante Ta -
dvllizaci6n este cosmopolitismo igualitario. Pero es de observar que por lo general
y s~;-¡rtifici¿~, que si en Jenofonte tiene hasta cierto punto carácter lite- carece esta actitud de un fundamento positivo. La hostilidad a la pro-
rario y teórico, adquiere todo su sentido en los cínicos y los cirenaicos. piedad, la familia y la ciudad parece brotar del resentimiento o de una
inseguridad vital, más que de un ideal moral positivo, como se desprende
8. La fundación d~ la escuela cmica se atribuye tradicionalmente a de la petulancia de un Diógenes. La propia polis favoreció esta actitud de
Antístenes (aprox. 445-365 -;~--defC.). fu_!erpretaciones recientes (entre protesta («contestataria», en término de nuestros días), al reducirse a cosa
e1tas;-la--de R. E. Dudley), que en cambio consideran a Diógenes de Sínope de una minoría y engendrar así en su seno un proletariado no solidarizado
como el primer_ cíni~.1.Qiziam~o, le asignan-u"ii-papeI detta11- con su mundo de valores.
síc16ñ;-n¿· fácil ya de determinar, entre Sócrates y la nueva corriente es- En conclusión, el cinismo vuelve a contraponer la sociedad y sus le-
piritual, de la que en todo caso sería un precursor. yt:_s, concebidas como meramente convencionales, a la naturaleza. Sg__ jg~~I
Hijo de un ateniense de humilde condición y una esclava tracia, An- es un «estado de naturaleza» sin convencionalismos de ninguna clase, lo
tístenes fue discíQulo~G-..Qtgias ~aj:~~ seguir a ~~!tes. Ninguna de que equivale a u;a desvalorización de la cultura como algo artificial. Mas
sus numerosas obras (entre las que había una utopía socia1)"' se ha conser- la concepción de la naturaleza_ es aq"i:.ir.íacleuñaespoiii:anefáao"aeI menor
vado. Por ~ r Antístenes ~_11_!_0 al Cinosarges (Pórtico del Perro) lla- esfuerzo, ~a~~jaJ;_:¡¡:ae--1:Ju_~carse en la vida _anim~lo pri~it~':7!.t sal-
máronse «cínicos» S.1JS S~fil!!_dores, resiiltana:o-lüego aplicable la denorn'i-na- v-ª-Íe. Incurre así el cinismo en un ant!c:~lt~!:_?_lis_l!:1_º y t1t1~ _glgrificación del
ción al mod~ de vi~;- des;liií.ado y retador del más popular de todos «buen salvaje» que recuerda concepciones posteriores de Rousseaü" y"del
ellos, Diógenes de Sínope, el Can, que para algunos fue el auténtico fun- siglo xvni El iusnaturalismo de los cínicos es revolucionario, como el
dador, según acabamos de ver. Dj_Q~s (m. 323 a. de J. C.) actuó en del ala radical de la sofística; pero lo es en otro sentido, ya que al inmo-

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Atenas y Corinto en tiempos de Alejandro Magno, a cuyo nombre aso-
--
ralismo calicleico, cuya consecuencia era la tiranía o la aristocrada, opone
3. Sócrates /os socráticos 137
i
la moral de la renuncia, que ha de ~rmitir la anar9.ufa: __~L~_l?_io_~~ico sino que todo, en el ámbito de los valores, es parn él convencional (Teo-
no necesita ni gobierno ni autoridad. doro «el Ateo»). Nada es justo por naturaleza; no hay más derecho que el
positivo, fruto del arbitrio humano. Pf5)fofill_Ja..~s_uela cirenaica un posi-
9. Los:fií:eñ~ así llamados _por ser oriundo de Cirene ~U!!Q.9~r tivismo moral y jurídico que Epicuro hará suyo. ---- -
de la escuela, parten. de un punto de vista aparentemente opuesto. Su co-
nexión con Sócrates es menos visible. Aristipo (aprox. 435-355 a. de J. C.), 10. El aug~e~ 9:01:_trípas_ cmicas ycirei:;iaicas, que anuncian y
que se trasladó pronto a Atenas, fue discípulo de Protágoras antes de rela- preparan las estoicas y epicúreas, es un signo _evidente Ae )a decadencia
cionarse con Sócrates, y regresó a su patria, a la muerte de éste, para de la polis como forma total y suprema de vida, del fra~aso-def~:Fstado-
fundar allí su escuela. También se han perdido todas sus obras. ciuaaªéCEs significatívo-qúé"'la··au·tosufidenda, nota esencial de la polis, se
Identifican los cirenaicos el bien con el placer (hedoné), entendido e_r~gigu~ aho;~ del )11divi4uo, y qlle _la feli~idad _de éste se desligue de
en ~i~éfo de satisfacción de un-de~é;;:·-r:a-vfrfüd es la facult;-;:f de
aquéll;, rompiéndos~. kJtadicionaL egµip,11rªdón d~.Lh§níbre bueno· y el
~éonsiste _ _
gozar; 1-ª. liªhldiiría- en.~_pro~qi_á~§.-~ placer: Ello-s~p~~~ ;;n~c•ci~rta
buen-ciiidád~~~~sC en el orden político la desintegracíó~ d~ G polis deja
apreciación de los diversos placeres que se nos presentan, o sea, un do-
libre el camino para constelaciones de poder más amplias, independientes
~ - e r , qu_('_! imp~a el que dependamos de las casuales solicita-
de los factores tradicionales de cohesión y unidad, en el orden intelectual
ciones externas. Con ello se abre paso también en la ética cirenaica, como
~ a , el postulado de la autosuficiencia. Aun cuando Aristipo tuvo, los cínicos y los cirenaicos nos conducen, a través de sus negaciones, a las
según la tradición, un carácter agradable y profesó un optimismo mode- categorías morales y jurídicas del período helenístico, de alcance ecuménico.
rado, la doctrina desembocó en algunos de sus seguidores en el pesimismo, Pero antes de que la transición se opere, Platón y Aristóteles darán
motivado por la experiencia deprimente de la fugacidad del placer. El su formulación sistemática acabada al pensamiento jurídico y político he-
placer es fugaz: de ahí la necesidad psicológica de su repetición, cuya lénico en función de los valores tradicionales de la polis aunque con pers-
consecuencia es su progresiva amortiguación. Se negó finalmente valor a pectivas de universal validez.
la vida cuando no _puede asegurar_}JU- mínimo--de--placer, llig:füc,l~fsTJfür
este camino a la apología del suici_dio (Hegesias). El sabio cirenaico se BIBLIOGRAFIA
dará erÍ últimá iñ-stancia por sati;fecho si aparta de su vida males, gracias
a su indiferencia: conclusión que coincide con la de los cínicos e implica Sócrates. Obras generales
el abandono del puro principio hedonístico.
Las consecuencias sociales de las doctrinas cirenaicas confluyen en parte Además de los estudios de conjunto sobre su personalidad y su obra (entre ellos los
con las que los cínicos extraían de las suyas, aunque sin su estridencia y de J. BRUN, E. CALLOT, V. DE MAGALHAES VILHENA, H. MAIER, C. PrAT, A. E.
TAYLOR):
radicalidad. El sabio cirenaico se desentiende de_cua11JQ_~g_nifiq:u_e_per-tur-
bación de su existenciapfacenieiá-y, éll-iú•írr1er térmiflQ,.de tQda_actuación A. Diils, Autour de Platon, I, París, 1927.
social y política: Gmserva frénte- a la-Jamiff¡ y la ciudad, con sus conven- A. GóMEz ROBLEDO, Sócrates y el socratismo, México, 1966.
cioiies·;-una-íiidiferencia absoluta, prefiriendo la amistad de unos pocos J. HUMBERT, Socrate et les petits socratiques, París, 1967.
correligionarios. Pero no se opone inútilmente y por principio a las ins- R. MoNDOLFO, «Sócrates», en sus Moralistas griegos, trad. cast. por Caletti, 59-107,
Buenos 'Aires, 1941.
tituciones vigentes, como hacen los cínicos: sin pretender reformar el A. TovAR, Vida de Sócrates, Madrid, 1947.
mundo, se conforma con ponerlo a su servicio en lo que cabe, adaptándose X. ZUBIRI, «Sócrates y la sabiduría griega», en su libro Naturaleza, Historia, Dios,
a sus condiciones variables y afirmando frente a él su libertad interior .,,,De 2.ª ed., 149-218, Madrid, 1951.
ahí un conformismo y una tolerancia que contrastan con la intransigencia
revolucionaria de los cínicos. De ahí también la preferencia por la mo- Aspectos particulares
na~qt1_ía, PQ~ser ~rma de gobierno que men()~ ~~g_('!.J!Dª-_participación
~-\•i9a P.lÍ.hlica. El cirenaico, por otra parte, no contrapone a la con- R. DE MATTEI, «L'obbedienza di Socrate nelle recenti interpretazioni», en Scritti
vención social una «naturaleza» que le sirva de pauta y punto de apoyo, in onore di L. Sturzo, I, Bolonia, 1953, 25-42.

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