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PASO DEL MITO AL LOGOS

1. Antecedentes y factores que influyeron en el nacimiento de la


filosofía de la filosofía griega
Para entender el nacimiento de la filosofía griega hay que tener en cuenta, al menos, la religión
y las condiciones sociopolíticas imperantes en Grecia en la época en que se produjo el
nacimiento de la filosofía.

1.1 La influencia religiosa

1.1.1 Homero, el mítico padre de la cultura helénica

Jonia parece ser la tierra de Homero, quien hacia el siglo X a C habría cantado las últimas
guerras troyanas – un relato postdórico de un hecho predórico –, quedando luego como mítico
padre de la cultura helénica, sobre todo con la “recensión” de la obra homérica hecha por
Pisístrato en el VI a C. Homero da, pues, una versión distanciada sobre algo doblemente
distanciado de la Grecia donde nacieron las ideas: el mundo de la aristocracia derivada de las
invasiones nórdicas que había acabado con la civilización marítima de Micenas, aportando una
religión de muchos dioses casi humanos, que se aposentarían en el Olimpo y se cruzarían con
divinidades más vinculadas al terruño y a la naturaleza, sin poder tampoco llenar todo el ámbito
religioso del alma humana, cuyo fondo está ocupado en Grecia por una oscura religiosidad
mistérica.

Los dioses de Homero son una sociedad inmortal de nobles. La voluntad de un héroe no se
puede imponer a la voluntad de otro héroe (noble) sin romper las reglas del juego. Para Homero,
es imposible reparar el honor ofendido.

Hay una preeminencia absoluta de la nobleza (areté), del honor guerrero, y todos los valores
morales están subsumidos a estos dos valores principales.

Las reglas del destino son inviolables tanto para los hombres como para los dioses.

El poder político es algo compartido; quienquiera que sea quien ejerce el poder, lo ejerce de una
forma compartida y cualesquiera de sus decisiones son siempre (pueden serlo) cuestionables por
los que de alguna forma participan del poder.

El destino regula las relaciones entre las distintas voluntades llevándolas a un punto de
equilibrio.

Toda la realidad es una realidad de principios armonizados mediante la presencia de un


“principio de orden” ajeno a los principios en discordia.

El griego homérico nunca tendrá ante sus dioses una actitud que pueda denominarse de
trascendencia, ya que los dioses tienen los mismos problemas, inquietudes y amores que los
hombres. Los dioses no son trascendentes. Los dioses tienen una estructura idéntica a la de los
héroes, pero llevada a sus últimas consecuencias.

La función de los sacrificios es atraer la simpatía de los dioses, o por lo menos, la de evitar su
agresividad.
Los dioses son mucho más potentes que los hombres y, sin embargo, los hombres pueden
combatir con los dioses en un mismo terreno. Los dioses participan continuamente en el juego
de los hombres. El mundo de los dioses y el de los héroes tienen un punto de contacto.

La muerte es algo más allá de lo cual no hay nada, pero algo que el héroe debe aceptar porque
su destino es inmutable.

Pero, si después de la muerte no hay nada, ¿qué es la psykhé? Aquello que permanece tras la
muerte; es algo que carece totalmente de dignidad. En el Hades se alojan los muertos
insensibles, imágenes de aquellos que ya perecieron. El muerto pierde la belleza física, la
vitalidad o forma de vida, sólo queda la psykhé (alma), pero almas desdichadas, que sólo son
copias de la realidad. La psykhé no tiene corporeidad, es lo contrario de lo que denominamos
espíritu, no posee espíritu en la medida en que tampoco posee cuerpo. No se puede hablar de
una vida inmortal de las almas, porque no es propiamente vida, sino imagen de lo que una vez
fue vida. Mientras el cuerpo pervive, el alma depende del cuerpo, se encuentra prisionera del
cuerpo.

Los poemas homéricos están dotados de las siguientes particularidades que los diferencian de
otros poemas que se hallan en el origen de otros pueblos y de otras civilizaciones:

1. Casi nunca entran en la descripción de lo monstruoso y de lo deforme. La imaginación


homérica ya está estructurada según un sentido de la armonía, de la proporción, del
límite y de la medida.
2. El poeta no se limita a narrar hechos, sino que investiga también sus causas y sus
razones. La acción no se extiende como una desmadejada sucesión temporal: a ella se
aplica, en todo momento, el principio de razón suficiente, cada acontecimiento recibe
una rigurosa motivación psicológica (W. Jaeger). Y este modo poético de contemplar
las razones de las cosas prepara aquella mentalidad que en filosofía llevará a la
búsqueda de la causa y del principio, del “por qué” último de todas las cosas.
3. Trata de representar la realidad en su integridad, aunque sea de forma mítica. "La
realidad presentada en su totalidad: el pensamiento filosófico la presenta de forma
racional, mientras que la épica la presenta de forma mítica. Cuál habría de ser el puesto
del hombre en el universo, que es el tema clásico de la filosofía griega, también está
presente en Homero en todo momento" (W. Jaeger).

1.1.2 Un resplandor retrasado

En el orden de las ideas, el mundo de los héroes homéricos queda todavía muy lejos de la época
de la filosofía incluso en carácter y tono vital: como ha señalado H. D. F. Kitto, la vitalidad
desbordante y carcajeante de aquellos nobles que se comen un buey cada doscientos o
trescientos versos contrasta con la frugalidad realista de las épocas democrática y
postdemocrática. Pero se heredará una idea – también creencia – que preside y empequeñece a
las divinidades olímpicas: el hado o fatalidad, ese destino o superdios al que han de obedecer
los dioses mismos, y contra el cual no puede rebelarse el hombre, si no quiere perecer –
literalmente – en tragedia. Homero había sido un resplandor retrasado que alumbraba glorias de
una época ya para él muy pasada, en medio de otra época oscura.

1.1.3 Hesíodo, el poeta pensador

Todavía en esta oscuridad, a fines del siglo VIII a C., aparece un alto poeta pensador, Hesíodo,
quien, paradójicamente, por su mismo realismo pesimista, presagia los más sólidos logros, tanto
en lo filosófico como en lo social, en sus dos grandes poemas: Teogonía y Trabajos y días.
Aquel poema, en su catálogo de divinidades a partir del caos original y con la especial actividad
de Eros, ofrece algo de borrador mítico de futuras racionalizaciones del devenir de la naturaleza
y de la historia; pero el segundo poema, sobre todo, partiendo de un pleito jurídico en protesta
por la desposesión de unas tierras, llega a acercarse más a una filosofía de la historia y a una
ética. La humanidad pasaría, según nos dice Hesíodo, por cinco edades: 1) la de oro, como un
paraíso sin trabajo ni muerte; 2) la de plata, en la que los hombres eran como unos niños sin
inteligencia, reducidos finalmente a dioses subterráneos; 3) la de bronce, con otros hombres
bien diversos, violentos y robustos, pero injustos, por lo que son aniquilados; 4) la de
los semidioses, que llegan a Troya en naves y que perviven en las islas Bienaventuradas; 5) y
por fin nuestra edad, la de hierro, edad de trabajos y miserias, mezcla de bienes y males, pero en
la que se puede hacer valer la justicia y el trabajo. De esta manera se sentarían las raíces de una
época esforzada por lograr la sociedad democrática y legal, con leyes establecidas por la razón,
que también escruta la ordenación del mundo físico.

El mundo de la poesía hesiódica es totalmente distinto al de la poesía homérica, opuesto desde


todos los puntos de vista: si en Homero prima la fascinación del relato, quedando el aspecto
didáctico en segundo plano, en Hesíodo ocurre todo lo contrario, la estética queda subordinada a
lo didáctico. Sobre esta base Hesíodo trata de establecer una jerarquía absolutamente codificada,
intenta establecer una genealogía de los dioses y a partir de ahí derivar la relación de los
hombres con los dioses. Intenta romper la imagen excesivamente humana de los dioses
homéricos, intenta establecer una jerarquía de los dioses que viene a ser una jerarquía de valores
abstractos. Intenta establecer unos valores morales universales que sirvan de modelo a todos los
humanos.

Hesíodo es la cristalización – para los griegos – de los valores campesinos. A partir de Hesíodo,
Zeus no sólo será el más poderoso de los dioses, sino que será garantía de justicia. No se debe
intentar violar las normas de la justicia porque al final Zeus acabará castigando a los violadores
de estas normas. La justicia termina prevaleciendo sobre la violencia. Hesíodo representa el
sistema de valores de la vida tranquila, la paz frente a la guerra, lo cómodo frente a lo
incómodo, lo fácil ante lo difícil, el sedentarismo frente al nomadismo,...

Areté deja de ser simple potencia, simple fuerza, areté pasa a ser aquello que está en justa
armonía con los dioses. Los valores que definen la areté son aquellos que vienen ligados a las
costumbres campesinas (trabajo, monotonía, sudor,...). Pasa a primer plano la idea de
aprendizaje, y con ella, el problema del aprendizaje, sobre todo el del aprendizaje moral.

El camino de la virtud es un camino largo, difícil, que exige mucho esfuerzo. El trabajo no es
ninguna deshonra, la inactividad es una deshonra. En Hesíodo se encuentra el punto de arranque
de las grandes cosmogonías jonias del siglo VI, aunque nunca llegue a dar un paso definitivo en
la desantropomorfización al explicar el origen del cosmos.

En la teogonía hesiódica se pueden encontrar todos los elementos que componen


estructuralmente las cosmogonías milésicas. Hay una necesidad de explicar el cosmos como un
paso de lo desordenado a lo ordenado, ese paso se da a partir de elementos contradictorios entre
sí, para más tarde volver a lo desordenado. En la Teogonía se trata de diferenciar dos tipos de
descripciones distintas: en la primera se trata de describir el combate de los dioses, y
paralelamente a esto, se trata de describir el combate del mundo.

Los mitos griegos tienen un ámbito muy reducido, esto da lugar a la modificación del género
literario. En el relato mítico no se plantean interrogantes, sino solamente respuestas, respuestas
a preguntas que no existen.

A partir del siglo VI empieza a predominar la dinámica pregunta-respuesta. Esto lleva a


desembocar en la dialéctica del siglo V.
En el texto mítico se parte de una estructura originaria de desorden; Zeus terminará con este
desorden y pasará posteriormente a separar unas cosas de otras para fundar el nuevo orden del
universo.

El origen del cosmos es anterior al origen de los dioses, lo que implica hacer una genealogía del
cosmos independientemente de los dioses.

Los elementos que definen la cosmología Hesiódica son: 1) Primacía del principio de desorden;
2) Idea de que ese principio de desorden ha de ser sometido a diferenciación.

Olof Gigon sitúa en la Teogonía de Hesíodo el nacimiento de la filosofía. Hay un punto


decisivo en el que Hesíodo se vuelve contra Homero y trata de decir algo distinto y nuevo. Por
eso, su obra sobre la historia de los dioses constituye el origen de la filosofía griega. Con
Hesíodo, la filosofía, como algo completamente nuevo, se separa de la poderosa tradición de la
poesía homérica, en la segunda mitad del siglo VIII a. C.

En el proemio de la Teogonía se dice:

Pastores de los campos, vergonzosamente inútiles! Sabemos decir muchas mentiras que
parecen talmente la realidad, pero también sabemos, cuando queremos, decir la verdad”.
Así hablaron las hijas del gran Zeus con sabias palabras. Y me cortaron una vara, una
rama de laurel recién florecido, de magnífico aspecto. Y me susurraron un cantar y me
dieron la orden de ensalzar la generación de los dioses bienaventurados y eternos (vv.
26-33, sin el v. 32)

Hay dos cosas que saben decir las musas: lo falso, con apariencia de verdad, y lo verdadero.
Hesíodo recibe el encargo de decir la verdad y no de inventarse falsedades que parecen verdades
y no lo son. Éste es el sentido de las palabras de las Musas. Hesíodo, con esto, se da cuenta de
apartarse de Homero. El mundo de las verosimilitudes engañosas es el de Homero. Frente al
mito homérico se coloca la verdad. Y por eso surge la filosofía. Para la filosofía griega, a partir
de Hesíodo, la épica homérica es, en cierto sentido, la imagen típica y el representante más
patente de lo que no es filosofía: la abigarrada variedad de la opinión humana común, que se
parece engañosamente a la verdad y que, por ello, es su enemigo más peligroso.

Después del proemio, el poema empieza con las palabras: «Vosotras Musas, que habitáis en la
casa del Olimpo desde el principio, dadme noticia de la generación de los dioses eternos y
decidme: ¿Qué fue lo primero de ellos que existió?» (vv. 104-115, abreviados). A lo que
contestan las musas: «Al principio fue el Caos, luego la Tierra con su ancho pecho... y Eros..., y
luego todo lo demás» (vv. 116 ss.).

Hesíodo quiere hablar del principio, de lo primero que existió. La pregunta: «¿Qué fue lo
primero que existió?» está decididamente relacionada con el presente, por cuanto pregunta por
el comienzo de un proceso que desemboca en el presente del que se plantea la pregunta. Es la
pregunta por la historia, y precisamente en ese punto límite en que ésta se está ya deslizando
hasta la filosofía. Tal pregunta también puede plantearse así: «¿De dónde viene todo?». Esto
lleva al problema del principio. El principio por el que se pregunta es la raíz de la que brota todo
lo siguiente, y también una realidad duradera, de la que, como fondo, va recibiendo el ser todo
lo demás. Hesíodo no se pregunta por lo más remoto históricamente, sino por el principio de lo
que existe; es la pregunta por el principio filosófico que, desde entonces, no dejará de seguir
siendo planteada por la filosofía.

En la Teogonía Hesíodo no trata de informar sobre los dioses de su fe, sino de exponer una
visión total del mundo, en forma de una extensa genealogía de los dioses. El propósito de
Hesíodo en la Teogonía no es sólo hablar de la verdad y de los orígenes, sino también del Todo.
Las numerosas figuras nombradas en laTeogonía no son traídas a colación porque sean dioses,
sino que son llamados dioses, porque no pueden faltar las zonas por ellos representadas en el
cuadro de conjunto del Todo, que Hesíodo tiene ante la vista, sin poderlo llamar todavía por su
nombre. El Todo no consiste solamente en la totalidad, sino también en la ordenada relación
mutua de sus miembros. Y esta interdependencia se obtiene primeramente por el principio
genealógico. Todo está emparentado con todo y ninguno de los dioses está al margen de la serie
de padres e hijos. El segundo principio es que cada dios singular tiene su especial categoría y
una tarea y competencia propias, dentro del Todo. Esto da como resultado el cuadro de un orden
universal, en el que todo está exactamente repartido y se limita y contiene mutuamente. Hay un
aspecto de la Teogoníaen el que toda la nada poética enumeración de la lista de los dioses se
convierte en fin en sí misma, como expresión de un orden perfecto. Seguirá siendo carácter
permanente de la filosofía griega que el ser verdadero es un ser con orden, en el que todo está
hermanado con todo y cada uno realiza su papel correspondiente.

Primero fue el Caos, luego la Tierra con su ancho seno, perenne sitial inconmovible de
todos los Inmortales, habitantes de lo alto del Olimpo o de lo profundo del Tártaro; y
Eros, que es el más hermoso entre todos los dioses inmortales, el que agiliza los
miembros, el que domina el pensamiento y el cuerdo querer de todos los dioses y los
hombres (vv. 116-122)

En estos versos se halla en germen, a grandes rasgos, el desarrollo filosófico. La


palabra c£ojquiere decir “hendidura, hondonada” y pertenece al verboc£w, que en sus formas
usuales derivadas puede ser usado, por ejemplo, como abrir desmesuradamente la boca, abrirse
una herida, abrirse una caverna en el monte. ¿Qué quiere decir en Hesíodo? Cuando Hesíodo se
pregunta por el principio, se está refiriendo a la sustancia más simple e indiferenciada. Para
Hesíodo, el principio tiene que ser lo más indeterminado y confuso. No puede ser algo
determinado, por la sencilla razón de que todo lo determinado y diferenciado tiene que brotar de
él.

1.1.4 El orfismo y la religión de los misterios

A diferencia de la religión pública y estatal, que es una religión estética, centrada en el cuerpo y
en la vida presente, la religión mística es una religión ética, y más aún, escatológica y
esoteriológica con un interés básico por el alma y por la vida de ultratumba. Si la religión
pública encuentra su expresión artística en la epopeya y en las artes plásticas, la religión mística
se expresa sobre todo en la tragedia y en la música. Si la religión pública representa la
concepción del mundo y los ideales de vida de una aristocracia que desciende de los guerreros
de la Ilíada, la religión mística constituye más bien la cosmovisión de las clases sometidas
(campesinos, artesanos, tal vez esclavos), descendientes de los aborígenes pre-helénicos.

Esta religión de los misterios, con su panteón ctónico, que se contrapone al panteón olímpico de
la religión pública, deriva de antiguos cultos agrarios y funerarios existentes en la Grecia
anterior a la invasión de las tribus arias. Esos cultos no desaparecieron nunca, y aunque fueron
relegados del ámbito público y no contaron en la vida del Estado, lograron resucitar cuando la
coyuntura histórico-cultural lo permitió. En la religión de los misterios, tanto el ritual como la
mitología se ampliaron y adquirieron un nuevo nivel de conciencia, acorde con la renovada
esperanza en la salvación del alma y en la vida divina de ultratumba.

Para Homero y para Hesíodo, referencia para las creencias públicas de la religión pública, todo
es divino, porque todo lo que sucede se explica en función de las intervenciones de los dioses.

¿Quiénes son, no obstante, estos dioses? Estas deidades son fuerzas naturales personificadas a
través de formas humanas idealizadas, o bien son fuerzas y aspectos de hombre que han sido
sublimados, hipostasiados y han descendido con espléndidas semblanzas antropomórficas. Estos
dioses son hombres amplificados e idealizados y, en consecuencia, sólo difieren de nosotros en
cantidad y no en cualidad. La religión pública de los griegos constituye una especie de
naturalismo, lo que esta le exige al hombre no es –y no puede ser– un radical cambio interior,
un elevarse por encima de sí mismo, sino, por el contrario, seguir a su propia naturaleza. Todo
lo que se pide al hombre es que haga en honor de los dioses aquello que es conforme a la propia
naturaleza.

Como opuesta a este tipo de religión, nos encontramos con las religiones órficas, mistéricas.
Los misterios que influyeron sobre la filosofía griega fueron los misterios órficos. El orfismo y
los órficos hacen derivar su denominación del poeta Orfeo. El orfismo introduce en la
civilización griega un nuevo esquema de creencias y una nueva interpretación de la existencia
humana. Mientras que la concepción griega tradicional afirmaba que el hombre era un ser
mortal y consideraba que la muerte significaba el final definitivo de su existencia, el orfismo
proclama la inmortalidad del alma y concibe al hombre según el esquema dualista que
contrapone cuerpo y alma.

El núcleo de las creencias órficas es el siguiente:

1. En el hombre se alberga un principio divino, un demonio (alma), que cae en un cuerpo


debido a una culpa originaria.
2. Este demonio no sólo preexiste al cuerpo, sino que no muere junto con el cuerpo, y está
destinado a reencarnarse en cuerpos sucesivos, a través de una serie de renacimientos,
para expiar aquella culpa originaria.
3. La vida órfica, con sus ritos y sus prácticas, es la única que está en condiciones de poner
fin al ciclo de las reencarnaciones, liberando así el alma de su cuerpo.
4. Para quien se haya purificado (para los iniciados en los misterios órficos) hay un premio
en el más allá (para los no iniciados, existen castigos).

La idea de los premios y de los castigos de ultratumba surgió para eliminar lo absurdo que a
menudo se constata sobre la tierra y que hace que los virtuosos sufran y los viciosos gocen. Si
cada alma tiene una vida previa y si existe una culpa original, nadie es inocente y todos expían
culpas de diversa gravedad, cometidas durante las vidas anteriores, además de la culpa
originaria: "Y toda esta suma de padecimientos, en este mundo y en el otro, sólo es una parte de
la larga educación del alma, que hallará su final definitivo en la liberación del ciclo de
nacimientos y en el retorno del alma a sus orígenes. Sólo de este modo, y en relación con el
tiempo cósmico, puede realizarse del todo –para cada alma– la justicia entendida en sentido
arcaico, es decir, de acuerdo con la ley “quien haya pecado, lo pagará”" (E. Dodds).

Gracias a este nuevo esquema de creencias, el hombre veía que en sí mismo se contraponían dos
principios, que se hallaban en contraste y en lucha entre sí: el alma (demonio) y el cuerpo (como
tumba o lugar de expiación del alma). Se resquebraja, por lo tanto, la visión naturalista; el
hombre comprende que hay que reprimir algunas tendencias ligadas al cuerpo y se convierte en
objetivo vital purificar de lo corpóreo el elemento divino.

Un factor fundamental de la religión griega, que influyó decisivamente en el nacimiento de la


filosofía, es que los griegos no tuvieron libros sagrados, considerados como resultado de una
revelación divina. Por consiguiente, no poseyeron una dogmática fija e inmodificable. Esta
carencia de dogmas, y de personas encargadas de custodiarlos, otorgó una amplia libertad al
pensamiento filosófico, que no halló obstáculos como los que habría encontrado en
comunidades orientales.
1.2 Las condiciones socio-político-económicas que favorecieron el surgimiento de la
filosofía

El advenimiento del lógos occidental guarda una profunda relación con una serie de cambios
sociales y políticos ocurridos en aquella época, a saber:

• El desarrollo de la actividad comercial. La fundación de diversas colonias comerciales


a lo largo de las costas mediterráneas favoreció el desarrollo de la actividad comercial,
la cual puso a los griegos en contacto con pueblos, costumbres, usos y creencias
heterogéneas y diferentes a las suyas, ante las que resultaba conveniente desarrollar
nuevas formas de relación que permitieran el entendimiento y la comprensión entre
personas de tradiciones distintas y, de este modo, se tendía a superar la idiosincrasia y
los particularismos de cada cultura y a recurrir a elementos o cualidades objetivos y
comunes a todos los seres humanos, por ejemplo, al intelecto y a la razón.
• El surgimiento de nuevas clases sociales. La antigua aristocracia, noble y guerrera,
defensora de las tradiciones, fue paulatinamente desplazada por la nueva clase
económica, comercial y artesana, cuyas actividades e intereses eran completamente
diferentes; consecuentemente, la cultura tradicional y mítica, que defendía viejos
privilegios, comenzó a ser sustituida por principios y leyes de carácter racional y
positivo, de acuerdo con las nuevas situaciones.
• El desarrollo de nuevas formas políticas. Las condiciones geográficas de la Hélade, por
una parte, un litoral enormemente recortado, con numerosos golfos, cabos e islas y, por
otra, en las tierras interiores, profundos valles aislados por cadenas montañosas,
contribuyeron a la incomunicación y a la separación entre sus diferentes comarcas y, de
este modo, se favoreció la desaparición de la idea de imperio, surgiendo en su lugar una
nueva concepción política, la pólis, la ciudad-Estado, en donde las relaciones entre las
personas se establecieron por vínculos de proximidad geográfica y de juego político; en
consecuencia, el poder carismático y totalitario de los reyes comenzó a ser sustituido
por la autoridad racional de los nuevos gobernantes y los antiguos súbditos se
convirtieron en cuidadanos.

2. El paso del mito al logos: el nacimiento de la filosofía


La filosofía surgió independientemente en tres zonas distintas y distantes de nuestro planeta: en
la India, en China y en Grecia. En los tres sitios se observa el esfuerzo de los primeros filósofos
por liberarse de las tradiciones del pensamiento arcaico y sustituirlas por una especulación más
libre. La filosofía india surgió en un medio de sacerdotes y ascetas, la china en un medio de
funcionarios, ambas tierra adentro, muy lejos del mar. La cultura griega, en cambio, surgió en
islas y puertos de mar, entre comerciantes curiosos y marinos audaces, y en ausencia de
sacerdotes y funcionarios.

La filosofía griega nació entre los jonios en el s. -VI, sobre todo en la ciudad mercantil de
Mileto. En el s. -VI, Mileto era la mayor ciudad de todo el mundo griego, su gobierno era
aristocrático y estaba en manos de una burguesía laboriosa. La principal característica de los
milesios es que eran gente de mundo, curiosos y sin prejuicios, dados a los viajes, a la
navegación y al contacto con otros pueblos y culturas. A través de ellos penetraron en Grecia
elementos importantes del pensamiento, la ciencia y la técnica de Mesopotamia y Egipto.

Los primeros pensadores griegos eran todos ellos hombres acomodados de Mileto. Ellos
introdujeron en la Hélade la geometría egipcia y la aritmética babilónica. Ellos dibujaron los
primeros mapas del mundo. No polemizaron con la religión ni con los mitos, pero –y esto es lo
que marca el comienzo de la filosofía– dejaron de tomárselos en serio y comenzaron la
especulación intelectual libre. Estos filósofos se marcaron como objetivo principal explicar el
mundo, y para ello recurrieron a describir su crecimientoa partir de un comienzo simple y
completamente comprensible.

Según Antonio Alegre Gorri la filosofía es un estudio de reflexión que tiene que ver con la
abstración y el desarrollo del lenguaje; así, en la Grecia antigua, la filosofía sería un proceso que
va de lo concreto a lo abstracto, y esto tiene que ver con el lenguaje: a mayor complejidad de la
realidad, mayor abstracción del lenguaje.

Para Alegre Gorri, las primeras reflexiones metodológico-gnoseológicas surgen en el contexto


teológico-religioso. En este sentido, Jenófanes afirmó que si las diversas razas o pueblos
atribuyen a sus dioses sus propias características, es que nos las hay fijas y únicas; esto implica
un relativismo y subjetivismo respecto de los dioses, lo que a su vez nos lleva a una distinción
entre physisy nomos en la que se utiliza la redución al absurdo para demostrar la falsedad de las
antiguas concepciones de los dioses.

La esencia del paso del mito al logos radica en la pólis; en consecuencia, Gorri propone sustituir
la contraposición pensamiento mitológico/pensamiento racional, por pensamiento
prepolítico/pensamiento político. Pólisimplica libertad y contrastación de ideas; la pólis es el ser
consensuado, donde anida el no ser como alteridad; la polis escribe un derecho que publica; el
ágora, centro de la polis, es el lugar de la concertación libre y de la expresión de la diferencia;
en la polis florece la palabra persuasiva, convincente, aguda, inteligente. Los rasgos que
caracterizan a la polis son los de la racionalidad.

La tesis principal que distingue a la escuela de Mileto de sus antecedentes religiosos y míticos
fue su intento de explicar el origen y estructura del mundo de la experiencia a base, por entero,
de causas naturales. Las tesis metodológica más importante de los physiologoi fue que la
variedad y multiplicidad de las cosas se encontraba ordenada por un principio unitario, o que
derivaba de una sustancia unitaria, de tal modo que esta variedad podía explicarse,
genéticamente, como producto de cierta evolución a partir de este proceso o sustancia material
subyacente. Lo que se intentó, en suma, fue una teoría unificada del universo: de su aparición,
su estructura y sus procesos de cambio y transformación, sobre la base sola de principios
físicos.

Formularon una serie de posibles hipótesis cosmológicas en forma de especulaciones razonadas


acerca de la naturaleza de las cosas. Pero resulta especialmente significativo el hecho de que no
fueran simplemente distintas interpretaciones posibles, sino que se desarrollaran junto con la
crítica, y que cada una representase un intento por superar lo que de inadecuado e incoherente
tuviera la anterior: lo que surge así es una dialéctica (un proceso de conjetura y crítica) que
distingue este modo de pensamiento del mito y del sentido común acrítico.

La explicación racional de los filósofos presocráticos no consigue elevarse al ámbito de la


metafísica y se queda en el nivel de la física. Es en ella en donde queda enmarcada toda realidad
antropológica, natural o divina. La “physis” es la única realidad, y constituye un ámbito
universal para estos filósofos. Por eso Aristóteles les dio el nombre de físicos, porque
explicaron principalmente la realidad corpórea, la esfera del ser físico.

La naturaleza, por ser el centro de explicación racional de estos filósofos, constituye una
temática que les mantiene unidos a todos. En cambio, los diferentes modos de tratarla, como
totalidad, como esencia o en su sentido teleológico, produce diferentes modelos de explicación
racional.

Los filósofos presocráticos centran su reflexión racional en tres aspectos fundamentales de la


naturaleza: su origen, su esencia y su causa.
2.1 El mito

Cabe entender por mito el conjunto de narraciones y doctrinas tradicionales de los poetas acerca
del mundo, los hombres y los dioses. El mito se caracteriza por ofrecer una explicación total,
una explicación en que encuentran respuesta los problemas y enigmas más acuciantes y
fundamentales acerca del origen y naturaleza del universo, del hombre, de la civilización y la
técnica, de la organización social, etc.

Por mito cabe entender también una actitud intelectual, algo así como el esquema mental que
subyace a tales explicaciones. Entre las características del mito, destacan principalmente dos: 1)
en el mito las fueras naturales (el fuego, el viento, etc.) son personificadas y divinizadas: se trata
de dioses personales, cuya presencia y actuación como tales se deja sentir continuamente en el
curso de los acontecimientos. 2) Los fenómenos y sucesos del universo se hacen depender de la
voluntad de un dios (de los dioses en general).

Como consecuencia de esto, los fenómenos naturales –y también la conducta humana,


individual o colectiva– son en gran medida imprevisibles, suceden de un modo arbitrario,
dependen en su curso de la voluntad antojadiza de la divinidad. Obviamente, dentro de estas
coordenadas es imposible la ciencia. La ciencia sólo es posible como búsqueda de las leyes, de
las regularidades que rigen en la naturaleza y ¿cómo intentar siquiera descubrir las leyes que
rigen el universo, si se niega por principio su misma existencia?

Sin embargo, incluso en el mito la arbitrariedad encuentra también limitaciones. La actuación


misma de los dioses está sometida a ciertas fuerzas de carácter cósmico, como el destino. Se
trata de entidades más o menos imprecisas que, al contrario que los dioses, no son personales
sino abstractas. Contra el destino nada pueden los hombres, nada pueden los dioses. De este
modo, el destino viene a establecer una cierta necesidad en el acontecer universal.

De una parte, la filosofía criticará la arbitrariedad de las intervenciones divinas y, por otra parte,
recogerá esta idea de necesidad despojándola de su carácter lógico e inescrutable y afirmándola
como una exigencia de la racionalidad de lo real.

2.2 La explicación racional (lógos)

La explicación racional (lógos) comienza cuando la idea de arbitrariedad es suplantada


definitivamente por la idea de necesidad, es decir, cuando se impone la convicción de que las
cosas suceden cuando y como tienen que suceder.

A esta idea de necesidad se hallan vinculadas un conjunto de ideas que constituyen lo que
podemos denominar coordenadas o esquema intelectual dentro del cual tiene lugar la
explicación racional en la filosofía griega:

1. La idea de que las cosas suceden como tienen que suceder está relacionada con la idea
de permanencia o constancia. Esta manera de ser constante o permanente fue
denominada por los griegos esencia (eidos). La esencia es lo que una cosa es a pesar de
su cambios posibles de apariencia o estado. De esta manera, el pensamiento griego vino
a crear una serie de conceptos opuestos de dos en dos, cuyo entramado constituye el
sistema de coordenadas de su explicación de la realidad. De un lado, tenemos lo que
hay de permanente en las cosas frente a lo que en ellas hay de cambiante, frente a sus
distintos estados o apariencias; a su vez, lo permanente constituye la esencia (lo que las
cosas verdaderamente son) frente a sus apariencias (lo que las cosas parecen ser); por
último, esta manera de ser constante es lo que hay de idéntico o común entre seres que
muestran apariencias diversas. La esencia es, pues, el fundamento de la unidad de las
codas frente a la multiplicidad de sus estados y apariencias, así como frente a la
multiplicidad de individuos que la comparten. Conocer las cosas será, por tanto,
conocer lo que verdaderamente son, lo que tienen de común y permanente. Los griegos
estaban firmemente convencidos de que, por muy útil que sea el conocimiento sensible,
los sentidos no bastan para proporcionarnos tal conocimiento. Antes al contrario, los
sentidos nos muestran una multiplicidad de individuos, de apariencias y estados
cambiantes y accidentales. Es necesario un esfuerzo intelectual, racional, para alcanzar
el ser de las cosas. De este modo, y en correspondencia con la dualidad unidad y
permanencia frente a pluralidad y cambio, los griegos establecieron también una
dualidad en el campo del conocimiento: razón frente a sentidos.
2. La búsqueda de lo permanente y común está asociada a una segunda convicción
fundamental: todo el universo se reduce, en último término, a uno o muy pocos
elementos. Esta convicción constituye otro de los pilares sobre los que se asienta la
investigación racional acerca del universo. Sin esta convicción, la ciencia es imposible.
Es ésta la perspectiva que permite comprender tanto la originalidad como la
trascendencia histórica de la pregunta de los griegos acerca de
la arché o principio último de lo real. Desde esta perspectiva es posible comprender que
la pregunta misma por la arché o principio es mucho más importante que las variadas
respuestas que los filósofos griegos ensayaron sucesivamente.

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