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Sobre la tragedia griega

La tragedia es de las formas literarias más antiguas en occidente. Su origen se remonta a


los ritos de celebración al nacimiento del dios Dionisos durante la vendimia. Estos cantos de
celebración evolucionaron a través de los siglos en lo que hoy se llama género dramático.
Es por ello que no se debe perder de vista jamás que, si bien la tragedia en el siglo V ya es
un género consolidado en sí mismo, por su origen ritual y religioso, aún sigue descansando
sobre una base ética religiosa que determina por completo las fábulas creadas por los
poetas trágicos como Sófocles, Esquilo y Eurípides, por ejemplo.

La definición más clásica de qué es la tragedia proviene de uno de los libros fundacionales
en los estudios de estética y del arte en general. Es la Poética de Aristóteles define a la
tragedia de la siguiente manera:

En tanto reservamos para una consideración posteriori la poesía y la


comedia en hexámetros, proseguiremos ahora con la discusión de la
tragedia; antes de hacerlo, sin embargo, debemos resumir la definición
resultante de lo que se ha dicho. Una tragedia, en consecuencia, es la
imitación de una acción elevada y, también, por tener magnitud, completa
en sí misma; enriquecida en el lenguaje, con adornos artísticos adecuados
para las diversas partes de la obra, presentada en forma dramática, no
como narración, sino con incidentes que excitan la piedad y el temor,
mediante los cuales realizan la catarsis de tales emociones. Aquí, por
“lenguaje enriquecido con adornos artísticos” quiero decir con ritmo,
armonía y música sobreagregados, y por “adecuados a las diversas partes”
significo que algunos de ellos se producen, sólo por medio del verso, y
otros a su vez con ayuda de las canciones. (34 - 35, Aristóteles).

A partir de esta definición se pueda pensar la tragedia desde distintas perspectivas


ya que la definición que da Aristóteles en su obra integra elementos bastante heterogéneos.
Por una lado, se pueda afirmar que por tragedia designamos una forma literaria bien
específica y determinada por unos rasgos formales únicos a ella. Es, así, una obra
dramática, donde a través del diálogo se desarrolla una acción contenida en un día y un
lugar determinados. A estas especificaciones formales se las llamó las tres unidades
aristotélicas: la unidad de tiempo (la acción se desarrolla en un día), la unidad de
espacio (la acción se desarrolla en un solo lugar) y la unidad de acción (hay una sola
acción principal en la obra). Asimismo, en la tragedia, esta acción es llevada a cabo por
personajes que, en los términos de Aristóteles, son pintados “mejores que los del presente”.

Por otro lado, la definición de Aristóteles agrega un componente psicológico: la obra


debe mover al espectador a la simpatía por el dolor experimentado por los personajes de la
fábula trágica. Deben experimentar “piedad y temor” por un proceso que el mismo autor
denomina catarsis, es decir, purificación. Así la tragedia queda delimitada como un género
didáctico, pues pretende enseñar principios ético-religiosos a través del ejemplo vivido por
los héroes trágicos.

Todo la anterior define a la tragedia de una forma unívoca frente a otras formas
literarias como la comedia (donde, por ejemplo, se representa a los seres humanos peores
de lo que son realmente, al contrario que la tragedia) o la sátira. La tragedia es la forma
estética de representar los principios éticos y religiosos que dominan el mundo
griego antiguo sobre la escena. Su cuya finalidad es tanto ética como estética: por un
lado afirma cómo el orden del cosmos opera sobre la pequeñez del hombre, al
enderezar aquello que se sale del orden fijado por las fuerzas cósmicas, como los
dioses y el destino. Por otro lado, se alcanza este fin no por la exposición de un
tratado filosófico, sino por medio de los artificios del arte, como la retórica, la música,
el ritmo y la danza.

El trasfondo ético y religioso de la tragedia

La moral religiosa griega se remonta a tiempos de los que quedan muy pocos
registros. Podría decirse que el mejor registro de estas primeras raíces de la ética griega - y
podría decirse, occidental en general - son los dos grandes poemas homéricos que hoy
conocemos: la Ilíada y la Odisea. El primero probablemente más antiguo que el segundo,
es con toda certeza la fuente más fiable para establecer un principio. Se puede afirmar que
la ética griega que luego se verá consolidada con la tragedia en el siglo V a.c en Atenas,
tiene su origen en la moral caballeresca de las élites guerreras asentadas en la península
balcánica hace tres mil quinientos años.
Resumiendo esta ética encontramos:
1. Un mundo dominado por dioses que, al contrario que el dios judeo-cristiano,
son representados como sociedades inmortales de nobles, tan imperfectos y
tan falibles como los seres mortales.
2. Una fuerza cósmica que sobrepasa todas las cotas, incluso las de los dioses.
Esta fuerza es el destino, la moira, a la cual nadie, ni dioses ni hombres,
podían escapar.
3. Un principio ético sencillo, pero que sobrevive hasta el día de hoy: la
moderación de las pasiones, del intelecto y la búsqueda del punto medio era
visto como el principio ético por excelencia. Este principio se designaba
sophrosyne.
4. Contrario a la sophrosyne, la falta más grave era la falta por soberbia o por
exceso y constituía la falta más reprensible a los ojos de mortales e
inmortales. El hybris era esa falta de soberbia o arrogancia y siempre
provocaba la némesis (la reprobación de aquel que había caído en falta).
5. Una noción de honor y virtud muy impregnada en toda la alta sociedad
caballeresca, donde cada héroe era visto como tal en virtud del conjunto de
excelencias, talentos y riquezas que poseía. Estas excelencias del héroe se
designaban como la areté del héroe y eran para él el motivo más fuerte para
dirigir su acción, de tal modo que era una forma de adquirir más honor frente
a sus pares.
6. Finalmente, como se dijo en el punto número uno, los dioses son versiones
inmortales de esta alta sociedad noble y, así como el héroe mortal está
dispuesto a batirse contra otro en defensa de su honor cuando cree que este
ha sido quebrantado o puesto en tela de juicio, así también los dioses
castigarán a los mortales cuando estos hayan traspasado los límites que les
son humanamente impuestos por el destino. Esta concepción religiosa de los
dioses y el destino es precisamente lo que fundamento ético a la tragedia: los
dioses castigan cuando los humanos se exceden (comenten hybris)
desafiando a los dioses o el destino.

Todo lo anterior permite afirmar, junto con las observaciones que ya hacía Aristóteles, que la
tragedia también puede definirse como la forma artística de representar al ser humano
en su lucha inútil por torcer los designios de los dioses y el destino.

La estructura de la tragedia

Una vez que el género de la tragedia se consolidó en la cultura griega, adquirió unas formas
bien determinadas que definían cada aspecto formal de esta. Ya se mencionaron las tres
unidades aristotélicas (que son un aspecto estructural), pero toda tragedia clásica también
se construía en base a una estructura interna bien definida por la tradición. Aristóteles define
las siguientes unidades estructurales:

1. Prólogo: “es todo lo que precede al párodos del coro” (55).


2. Párodos: es como se designaba la entrada en escena del coro.
3. Episodio: “es todo lo que entra entre dos canciones corales completas” (55-56).
4. Éxodo: “todo lo que sigue después de la última canción coral (56).
5. Estásima: es una canción coral, cantada sin moverse del lugar.

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