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El Pensamiento en La Vida Mental y La Ciencia Del Pensamiento
El Pensamiento en La Vida Mental y La Ciencia Del Pensamiento
de noviembre de 2020)
Federico González
Introducción:
El objetivo del presente trabajo radica en bosquejar un mapa del vasto repertorio de
manifestaciones del pensamiento, tal como éstas aparecen en nuestra vida mental y cotidiana.
El pensamiento atraviesa el decurso de nuestra vida sea como acto voluntario o como
automatismo irrefrenable. Así como —en tanto organismos biológicos— no podemos dejar de
respirar, en tanto sujetos psicológicos tampoco podemos dejar de pensar. Introducir a los
múltiples modos en que lo hacemos constituye el objetivo de este ensayo.
1
En rigor, el término “Psicoliteratura” refiere a un subgénero literario orientado a aquellos textos
literarios que tratan temáticas de interés para adolescentes y jóvenes tales como los temas de las
relaciones amorosas juveniles, la sexualidad, la amistad, las relaciones entre pares y con los adultos, el
bullying, la ecología, las drogas, la música, etc. Nosotros, en cambio, lo reservamos para aquellos textos
que abordan cualquier tema psicológico desde una perspectiva literaria o para el tratamiento de los cruces
disciplinares entre psicología y literatura. A quien se interese por el tema, remitimos a Psicoliteratura,
grupo de Facebook: www.facebook.com/groups/PsicoLiteratura
1
Índice
Parte 1
Parte 2:
Parte 3:
2
32. Pensamiento lateral: el arte de buscar atajos mentales.
33. Pensamiento metafórico: el arte de pensar mundos a partir de otros.
34. Pensamiento propositivo: cuando el pensamiento se aúna con la motivación.
35. Pensamiento productivo: el arte de elaborar en base a insights.
36. Pensamiento positivo: el arte del optimismo auto dirigido.
37. Pensamiento constructivo 1: el arte de hacer cosas con el pensamiento.
38. Pensamiento constructivo 2: la alianza entre el optimismo y la operatividad.
39. Pensamiento analógico y metafórico.
40. Subjuntividades y simulaciones: los viajes mentales del pensamiento.
41. El pensamiento sistémico: el arte de encajar las piezas para que todo funcione.
42. La magia de la creación: pensamiento creativo, innovador e inventivo.
43. Pensamiento e inteligencia colectiva: el arte de extraer inteligencia de una multitud.
44. Pensamiento e inteligencia colaborativa: el arte de la sinergia mental entre individuos.
45. Pensamiento estratégico: el arte de planificar los medios y los fines.
46. Pensamiento prospectivo e imaginación futurista: el arte pensar e imaginar el futuro.
47. Pensamiento quimérico y pensamiento mágico: una tensión difícil de resolver.
48. Pensamiento, acción interiorizada y simulación interior: la mente como teatro de
operaciones virtuales.
Parte 4:
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1. ¿Qué es el pensamiento? Una definición preliminar.
El pensamiento es el suceso o conjunto de sucesos mentales que ocurre más allá de las
cualidades sensoriales de la experiencia.
Vemos cualquier objeto, por ejemplo una flor, y el mismo se nos aparece bajo la
modalidad de la percepción. Dejamos de ver el objeto pero evocamos su imagen y entonces
asistimos el fenómeno del pensamiento.
Lo anterior puede sintetizarse de un modo simple: la mente está poblada tanto de objetos
percibidos como de objetos pensados.
La anterior distinción resulta también heredera de lo que propusiera el filósofo escocés
David Hume (2004) en el siglo XVIII, cuando distinguía entre dos modalidades básicas de la
mente: las impresiones, que suponen el impacto de las cualidades de los objetos del mundo
sobre los órganos sensoriales y las representaciones o ideas, que refieren a la actualización en
la conciencia del contenido de las impresiones. En tal sentido, representar significaba para Hume
el acto de volver a hacer presente en la conciencia algo que previamente se había
experimentado como impresión.
Para Hume, las impresiones eran fuertes o vívidas, mientras que las representaciones o
ideas eran una especie de versiones o copias débiles de las impresiones. En términos del
pensador escocés: “El pensamiento más intenso es siempre inferior a la sensación más débil”.
Hume, como cabal empirista, agregaba que a partir de ideas simples la mente tenía la capacidad
de elaborar otras más complejas. Así, a partir de las ideas simples de caballo y de humano la
mente puede, en base a operaciones tan elementales como “cortar” y “pegar”, crear la idea
compleja del centauro2. Este modo de pensar el proceso de elaboración de ideas complejas a
partir de ideas simples resulta compatible con el hecho de que Hume haya bautizado como
imaginación a la capacidad de combinar o ensamblar ideas anteriores para obtener otras
nuevas.
De todos modos, sea que denominemos pensamiento, imaginación o actividad
representativa al proceso antes descripto, lo cierto es que —básicamente— se hace referencia
a la actividad mental que se desarrolla más allá de lo inmediatamente dado a través de los
órganos sensoriales.
Nótese que la distinción de Hume resulta subsidiaria de la clásica diferenciación entre
actividad externa e interna. La primera se homologa al mundo perceptual, mientras que la
segunda referiría al mundo interior.
En tal sentido resulta congruente definir al pensamiento como la manipulación interna
de representaciones o símbolos mentales, tal como se propone en el ámbito de la psicología
cognitiva.
Por último, cabe una aclaración en relación al carácter fenoménico-singular o a la
modalidad procesual a lo que, indistintamente, refiere el término “pensamiento”. Así, si —a
través de un experimento imaginario— pudiera congelarse la serie o sucesión de una cadena de
pensamientos podría decirse que cada foto correspondería a un pensamiento o idea particular,
mientras que la sucesión como un todo referiría al proceso del pensamiento.
De todos modos, conviene aclarar que no todo lo que sucede en el curso del pensamiento
son ideas. Williams James (1989) distinguía entre las partes sustantivas y transitivas del
pensamiento. En rigor, las ideas o representaciones se corresponderían con las partes
sustantivas. Pero el curso del pensamiento incluiría también aspectos no sustantivos tales como
direcciones, sensaciones no representacionales, etc.
2
Cabe vincular le teoría de Hume sobre la génesis de las ideas complejas con el paradigma C-R, cómputos
o procesos que se aplican sobre representaciones. Así, en el ejemplo del centauro las operaciones o
cómputos que se aplicarían sobre las imágenes o ideas de hombre y de caballo corresponderían,
precisamente, a cortar y pegar.
4
2. ¿Qué es el pensamiento? Una definición corregida.
Aunque aparentemente sencilla, la anterior diferenciación entre sensación/percepción
versus pensamiento esconde un hecho también evidente de la vida mental: no solo pensamos
en el retiro del hipotético “teatro interior” de nuestra mente, sino que pensamos también de
modo simultáneo, contemporáneo o vinculado a nuestras percepciones. Así, a la visión de la flor
se le yuxtapone el pensamiento de que se trata de una flor. O mientras vemos la flor, pensamos
también (o imaginamos) en su aroma, su textura, su belleza. Y es probable, además, que la visión
de esa flor nos evoque, mientras la seguimos observando, el recuerdo de otras, o historias de
flores como la de el Principito y la rosa, o la contraposición entre la naturaleza de la flor y la
aridez de la maceta que la contiene.
También es probable que mientras vemos la flor no pensemos en absoluto nada vinculado
con ésta ni con ninguna otra flor porque, a pesar de estar viendo una en particular, nuestra
mente simplemente se encuentra absorta “en otra dimensión”, elucubrando cuestiones tales
como nuestros planes o preocupaciones cotidianas, el diálogo interior que entablamos con
alguna persona o el sentido en que la psicología cognitiva se diferencia o no de otros paradigmas
de esa ciencia. En este caso, tal como se dijo en al parágrafo anterior, nuestro pensamiento sí
parece discurrir de modo paralelo o independiente de la experiencia perceptual inmediata.
El pensamiento resulta entonces el suceso o conjunto de sucesos mentales que ocurre, o
bien más allá de las cualidades sensoriales de la experiencia, o bien en una íntima yuxtaposición
contemporánea conectada con tales cualidades experienciales, aun cuando sea independiente
de las mismas.
Tal división tripartita también ha sido expresada en términos de entidades y/o de funciones
mentales. En tal sentido, desde hace siglos se han venido postulando las clásicas distinciones
entre razón y emoción, intelecto y pasión o entre conocimiento y voluntad.
3
De todos modos, conviene señalar que en inglés el vocablo “Mind” refiere de modo no ambiguo a la
mente en general. En cambio, en castellano, la palabra “mente” tiene al menos dos connotaciones: a) Por
un lado refiere a mente en general y 2) Por otro, refiere a “mente intelectiva”, razón o intelecto y, por
ende, su significado se diferencia y hasta se contrapone a lo que significarían “mente afectiva” o
“desiderativa”.
5
Así, desde un saber preteórico4 podemos distinguir entre el rostro de la persona amada y el
sentimiento que nos provoca verla; lo cual nos permite elucubrar, ya de modo teórico, que —
en tanto objeto representacional— ese rostro portará similares cualidades objetivas
reconocidas por diferentes observadores, aunque subjetivamente será valorado y, por ende,
percibido de modo diferencial por el enamorado. En otros términos: aunque todos puedan
reconocer ese rostro como propio de esa persona, el enamorado lo percibirá desde la mirada
de su sentimiento.
Sin embargo, las distinciones que pueden establecerse desde las abstracciones didácticas se
nos rebelan amalgamadas en el plano de la real.
Comencemos por el inocente ejemplo del rostro de la persona amada. ¿Acaso el enamorado
no percibe un rostro representacional diferente del que pueden ver otros sujetos carentes de
tal sentimiento? ¿No existe alguna faceta representacional, un brillo, un matiz en la mirada, un
rubor, etc. que “la magia del sentimiento” ha conferido al objeto? Cuestiones que nos conducen
a especular sobre aquello de que “la belleza está en el ojo de quien mira” amerita un giro de
significado, a saber: “Aun cuando la belleza encuentre su origen en el ojo de quien mira, eso no
quita que su destino también abarque al objeto donde se deposita” En otros términos, mirar un
rostro o lo que fuere bajo la mirada del amor u otro sentimiento ¿no constituye en algún sentido
que lo que se percibe es ya otro objeto ahora transfigurado? El filósofo Jean Paul Sartre (1959)
lo definió con claridad cuando en su “Esbozo de una teoría de las emociones” sentenció que la
“la emoción es una transformación mágica del mundo”
Otro importante aporte conceptual puede encontrase en la obra de Wilhelm Dilthey (1951),
padre de la psicología comprensiva. Cuando el filósofo y psicólogo alemán describe la estructura
de la vida psíquica, cuya unidad de análisis la constituye la vivencia, destaca la íntima conexión
entre representación, afecto y volición.
Al respecto sugiere que al proceder a una especie de disección de una vivencia (es decir, un
hipotético corte sincrónico en el proceso de nuestra vida mental) se pone de manifiesto la
indisoluble conjunción entre pensamiento, sentimiento y deseo.
El autor nos invita a pensar que, por imperio de la imaginación, podemos concebir a un
soldado que, a punto de morir en el fragor de la batalla, observa su escena como un simple
espectador desprovisto de cualquier afecto ligado al miedo. Del mismo modo, podríamos
también imaginarlo experimentando un “miedo puro” que careciera absolutamente de la
intención de proyectar un acto volitivo orientado a evitar el fatal desenlace que parece
aguardarle. Pero tales elucubraciones no sino abstracciones improbables, porque en la vivencia
real del hipotético soldado lo más verosímil es suponer esa indisoluble amalgama entre
representación, miedo y voluntad liberadora.
4
Saber preteórico refiere al saber anterior a cualquier teorización de carácter científico, académico o
filosófico.
6
Otra tradición importante que puede contribuir a precisar el significado y alcance de la
noción de pensamiento representacional se remota a la tesis de la intencionalidad de la
conciencia propuesta por el filósofo y psicólogo Franz Brentano. En el contexto de distinguir lo
que caracterizaba a los fenómenos psicológicos distinguiéndolos de los físicos, Brentano (1936)
postuló el concepto de intencionalidad5. La intencionalidad refiere al hecho de que toda
conciencia es siempre objeto de algo o que tiene un contenido o un dirigirse a algo que la
trasciende. Así, Brentano distingue entre el acto mental y su objeto. En una clásica sentencia lo
sintetiza así:
“Todo fenómeno psíquico está caracterizado por lo que los escolásticos de la Edad Media han llamado
la inexistencia intencional (o mental) de un objeto, y que nosotros llamaríamos, si bien con expresiones
no enteramente inequívocas, la referencia a un contenido, la dirección hacia un objeto (por el cual no
hay que entender aquí una realidad), o la objetividad inmanente. Todo fenómeno psíquico contiene
en sí algo como su objeto, si bien no todos del mismo modo. En la representación hay algo
representado; en el juicio hay algo admitido o rechazado; en el amor, amado; en el odio, odiado; en
el apetito, apetecido, etc. Esta inexistencia intencional es exclusivamente propia de los fenómenos
psíquicos. Ningún fenómeno físico ofrece nada semejante. Con lo cual podemos definir los fenómenos
psíquicos, diciendo que son aquellos fenómenos que contienen en sí, intencionalmente, un objeto.”
Años más tarde el concepto de intencionalidad derivaría en una teoría más elaborada
donde se destacan los aportes del filósofo John Searle. En primer lugar este autor incluye a
la intencionalidad dentro de los cuatro atributos que, a su juicio, resultan definitorios de lo
mental (conciencia, subjetividad, intencionalidad y causación mental).
Adicionalmente, Searle (1992) destaca que un mismo objeto puede ser aprehendido
bajo diferentes tipos o modalidades mentales. Así, dice ese autor, puedo “creer” que saldré
de una habitación, puedo “querer” salir de la misma o puedo “intentar” hacerlo. El objeto
mental es el mismo en los tres casos (salir de la habitación) pero mi conexión hacia el mismo
puede ser bajo el modo de la creencia, del deseo o de la intención.
No obstante, aunque los tres casos sean claramente disímiles, adscribirlos como
pensamientos tiene sentido. En el primer caso es claro que me represento un estado de cosas
en el mundo (la discrepancia entre el estado inicial, adentro de la habitación; y el estado final,
afuera). En el último caso va implícita la existencia más o menos elaborada de un plan (me
5
Debe distinguirse el concepto filosófico “intencionalidad” propuesto por Brentano del concepto
psicológico de “intencionalidad” vinculado a intenciones o propósitos.
7
imagino el tránsito que conduce desde la puerta hacia el afuera). Y el segundo caso, a pesar
del aparente forzamiento de la adscripción, también amerita ser conceptualizarlo como
pensamiento en la medida en que el deseo de salir de la habitación, además del componente
valorativo, supone —una vez más— la representación del estado inicial, el final y el tránsito
que conduce de uno a otro.
En síntesis, se ha intentado mostrar que los límites entre pensamiento, emoción y deseo
suelen ser borrosos y, por ende, se resisten a la precisión clasificatoria que un saber
científico precipitado pretendería adscribirles.
Pero más allá de esa supuesta armonía identificatoria podemos especular (es decir, dar
rienda suelta a la imaginación o al pensamiento) que ambos fenómenos resultan diferentes.
Por cierto tal especulación podría dar lugar a un cúmulo de tratados epistemológicos
cuyo carácter desborda este trabajo. Por eso, en cambio, adoptaremos lo que el psicólogo
Edward de Bono (1991) denomina “provocación operativa” o, también, “idea trampolín”.
Una provocación operativa no es más que una idea arbitraria que se postula no ya por su
supuesto valor de verdad sino por su potencialidad de conducir a otra idea cuyo valor
resulta, en principio, incierto. Nuestra provocación operativa resulta entonces la siguiente:
8
“La imaginación es la punta de la flecha que guía al proceso del pensamiento”. En el
principio es la imaginación en su actividad salvajemente exploratoria la que confiere al
pensamiento un objeto en el cual pensar. Desde tal perspectiva, pensar es proveer una
lógica demostrativa o productiva al servicio de un objeto que se presenta en la imaginación
a modo de posibilidad.
6
En el original, el autor lo denomina “pensamiento como proceso orientado a reglas y sujeto a reglas”.
Aquí preferimos utilizar la expresión “sujeto a restricciones” porque nos parece más abarcativa. En
cambio, “sujeto a reglas” se aplica mejor al ámbito del pensamiento lógico.
9
Figura 1: Esbozo de una taxonomía del pensamiento. Adaptado de G. González (1987)
10
Esta modalidad del pensamiento refiere a un tipo de proceso mental caracterizado por
la necesidad de alcanzar un objetivo o meta que se representa en la mente con mayor o
menor nivel de fuerza y nitidez. Aplica específicamente a aquellas formaciones del
pensamiento donde las potencias intelectuales se dirigen hacia un fin transitando diversos
caminos pero, al mismo tiempo, atendiendo a una serie de restricciones determinadas por
la naturaleza de la situación.
En términos enumerativos, esta variedad de proceso mental de pensamiento se expresa
en fenómenos tales como la resolución de problemas, el razonamiento, la elaboración de
hipótesis, la formación de conceptos, la clasificación, el análisis, la síntesis, la comprensión,
la interpretación, la explicación, la argumentación, etc.
Como podrá advertirse, cada uno de los elementos de la lista anterior posee un
denominador común: parece implicar un propósito del pensador en pos de una meta
determinada.
Adicionalmente, cabe destacar que esta variedad de pensamiento "hereda" ciertas
particularidades producto de su naturaleza básica. Así, su filiación al plano propositivo
define una arquitectura mental abstracta donde, entre otros aspectos y a modo de
elementos, cabe distinguir las metas a alcanzar, los puntos de partida y las posibles
operaciones o cursos de acción que podrían accionarse.
Lo anterior define una especie de espacio simbólico en que el pensador desarrolla su
actividad, donde éste se representa determinada información inicial y determina algún
punto de llegada bajo cierto tipo de posibilidades de actuación, aunque no cualquiera.
Es precisamente la existencia de esas limitantes lo que justifica la expresión "sujeto a
restricciones" para caracterizar a este proceso de pensamiento, en la medida en que el
pensador asume, con mayor o menor razón, que cierto tipo de operaciones mentales
resultan legítimas o factibles, mientras que otras no.
Esta particularidad de simbolizar diferentes aspectos de la realidad en aras de avanzar
hacia una meta ha justificado que —como señala G. González— en el marco de las
definiciones académicas sobre pensamiento sobresalgan las siguientes propiedades:
El pensamiento supone una detención de la acción motora para instaurar una acción
reflexiva. En otros términos: el pensamiento supone un llamado a la reflexión
tendiente a encauzar la conducta hacia un fin determinado, de un modo más
adaptativo.
En tal sentido, el pensamiento cumple la función de controlar y a la vez generar la
experiencia inmediata y mediata.
El pensamiento supone una serie de acciones u operaciones internalizadas, que el
pensador realiza sobre la base de una previa representación del problema o
situación. En otros términos, el pensamiento opera a nivel de las representaciones
virtuales de los objetos reales y no directamente sobre estos, de los que se ha
independizado.
Tales operaciones se vehiculizan a través de la manipulación y transformación de
símbolos mentales.
El pensamiento constituye una réplica en miniatura (v.g. una representación o
simulacro interno) de una situación-problema. En otros términos: la elucubración
de la solución a un determinado problema se realiza en una especie de “teatro de
operaciones” o “taller mental” donde los objetos reales son se hallan replicados,
simulados y puestos a funcionar en pos de comprender sus relaciones dinámicas.
El pensamiento es una proceso simbólico que permite "llenar los huecos de la
experiencia” (Bartlett, 1958), con un fin adaptativo. Lo cual remite a la idea de que
el pensamiento adviene a modo de necesidad cuando nuestros repertorios de
hábitos y memorias cristalizadas resultan insuficientes para avanzar hacia la
11
resolución de un problema. En otros términos: cuando no sabemos cómo resolver
una situación por carecer de las recetas necesarias, nos vemos entonces obligados
a pensarlas en tanto actos originales.
El pensamiento como proceso propositivo orientado a metas y sujeto a restricciones: Sinopsis
1. Proceso mental caracterizado por la necesidad de alcanzar un objetivo o meta que se
representa en la mente con mayor o menor nivel de fuerza y nitidez.
2. Incluye: resolución de problemas, razonamiento, elaboración de hipótesis, formación de
conceptos, clasificación, análisis, síntesis, comprensión, interpretación, explicación,
argumentación, etc.
3. Implica un propósito del pensador en pos de una meta determinada.
4. Supone una arquitectura mental abstracta donde, entre otros, cabe distinguir -a modo
de elementos- los estados-metas, los estados iniciales y las posibles operaciones que
pueden realizarse.
5. Implica la existencia de un espacio simbólico en que el pensador desarrolla su actividad,
y donde éste se representa determinada información de partida, determinado algún
punto de llegada y cierto tipo de posibilidades de actuación.
6. “Sujeto a restricciones” alude al hechos el pensador asume (con mayor o menor razón)
que cierto tipo de operaciones mentales resultan legítimas mientras que otras no.
Cuadro 2: El pensamiento como proceso propositivo orientado a metas y sujeto a restricciones:
Sinopsis (adaptado de G. González, op. cit.)
Una definición estándar de problema señala que “Un problema es una discrepancia,
negativamente valorada, entre dos estados de cosas: una situación inicial y una situación
final” (G, González, op. cit.; F. González, 1992)
Estamos acá y algo no nos gusta. Entonces quisiéramos estar allá, donde imaginamos
que estaríamos mejor. Cómo no sabemos cómo llegar allá partiendo de acá, tenemos que
pensar. Solucionar problemas es entonces el arte de imaginar soluciones efectivas. Es decir
que porten el potencial de arribar adonde querríamos o a donde necesitamos ir.
12
En la figura 2 se representa esquemáticamente la estructura de un problema
distinguiendo el estado inicial, el estado final y los posibles cursos de acción. Sin embargo, no se
representa el hecho de que no todos los posibles cursos de acción representan soluciones
admisibles. Es decir: no se aclara sobre la naturaleza de las restricciones que obligan a descartar
posibles cursos de acción.
Para ejemplificar todo lo anterior imaginemos una situación trivial de la vida cotidiana.
Acabamos de mudarnos y al advertir la estrechez de la puerta de entrada nos asalta esta duda:
¿Podremos hacer entrar por allí ese sillón de tres cuerpos que hemos comprado
recientemente y cuyo estado es impecable?
Probablemente este tipo de duda no atañe a los individuos planificadores que previamente
tomaron recaudos procediendo a medir el tamaño de los objetos y el de las entradas.
Podríamos decir que ellos supieron anticiparse y prevenir el problema que a otros los asalta
ahora.
Imaginemos también el modo típico de actuar de quien está más dispuesto a la acción
impulsiva que al pensamiento resolutivo. Probablemente insistirá en forzar el pasaje del sillón
a costa de poner en riesgo su impecable estado. Supongamos que sus sucesivos intentos han
fracasado. Imaginemos entonces que incurre ahora una reacción típica de algunas personas:
enojarse con la realidad. Entonces podemos verlo con gesto desencajado golpeando algún
objeto o insultando en voz alta al arquitecto que diseñó el inmueble y no atendió al detalle
de hacer puertas más grandes, etc.
Mientras eso ocurre, otro participante allí presente que hasta ahora solo ha observado
silenciosamente la situación, interrumpe para decir: “¿Y si lo giramos y lo rotamos y lo
hacemos entrar de costado primero por la parte de adelante y luego la de atrás?: probemos”
Entonces, cual MacGyver familiar, dirige una acción que casi “mágicamente” conduce al
anhelado ingreso del sillón.
El anterior ejemplo, a la vez que representa una conocida postal de la vida cotidiana
ilustra sobre la naturaleza del pensamiento en la resolución de problemas.
Ante todo convengamos que la situación descrita aplica al estándar de lo que constituye
un problema. En efecto, se parte de una situación inicial (el sillón está afuera) y se postula una
meta necesaria (el sillón debe estar adentro). Resolver el problema entonces radica en aplicar
un curso de acción que conduzca del estado inicial al final. Es decir: ingresar el sillón.
En primer lugar, el ejemplo ilustra aquello de que el pensamiento supone una detención
de la acción inoperante, en pos de la reflexión conducente a un curso de acción más efectivo.
7
Nuevamente vemos en acción lo que se describe en el paradigma C-R. En este caso el sillón es el objeto
representacional sobre el que se aplican una serie de cómputos u operaciones tales como girar, rotar,
voltear, etc.
8
No necesariamente debe suponerse que el pensamiento reflexivo antecede a la acción. A veces, el
pensamiento práctico se despliega simultáneamente sobre la acción misma en tiempo real, del mismo
13
Para ilustrar ahora sobre el carácter restrictivo de algunos cursos de acción que podrían
presentarse como soluciones aunque, de hecho no lo son, especulemos con las siguientes
situaciones de carácter absurdo.
Imaginemos que ante el fracaso inicial del “resolvedor impulsivo” y antes de que nuestro
MacGyver familiar comience a operar, alguien propusiera algunos de estos estrafalarios planes
de solución:
Así, las “soluciones” 1 y 2 violan el principio de realidad9. Mientras que la “solución” 3 ilustra
claramente que no estaremos dispuestos a asumir soluciones cuyos perjuicios colisionen con el
objetivo a cumplir.
En síntesis, hemos intentado mostrar que un problema supone una situación donde es
necesario operar en pos de transformar un estado inicial en un estado final, pero sobre el marco
de una conjunto de restricciones que operan de modo explícito o implícito, determinando que
las posibles soluciones no solo deben ser efectivas sino razonablemente satisfactorias.
Por último, cabe considerar que, como se expresó al inicio, la resolución de problemas
constituye un capítulo importante de la psicología cognitiva del pensamiento. Como tal incluye
el estudio de una serie de tópicos y subcapítulos tales como las taxonomías de los problemas 10,
los marcos de aceptabilidad de las soluciones11, las estrategias de solución12, la estructura
abstracta inherente al proceso de resolución de problemas13, etc.
Para un tratamiento más exhaustivo sobre algunos de esos temas remitimos al texto de
Gustavo González (op. cit.)
modo que el pensamiento conceptual puede surgir del mismo contexto al que se va aplicando momento
a momento.
9
Ello con independencia de la plausibilidad teórica y fáctica de la tele transportación física o algún
sistema de telekinesis neural. Obviamente, en el contexto en que se plantea el problema resulten
netamente injustificables.
10
Aquí suelen distinguirse cuestiones como si los problemas están bien mal definido, orientados de modo
positivo o negativo, etc.
11
Herbert Simon, Premio Nobel de Economía que realizó importantes contribuciones a la psicología
cognitiva y a la inteligencia artificial propuesto la distinción entre resolver un problema por optimización
(de modo ideal o perfecto) versus resolverlo por satisfacción (de modo aceptable o razonable)
12
Refiere a los diferentes tipos de estrategias y tácticas que puede adoptar una persona cuando afronta
un problema.
13
Refiere a la arquitectura cognitiva que debería tener un sistema de resolución de problemas real o
artificial. Al respecto cabe citar el proyecto de General Problem Solver (GPS) o Solucionador General de
Problemas, un programa de ordenador creado en 1957 por Herbert Simon, J.C. Shaw, y Allen Newell con
el objetivo de construir un sistema capaz de resolver problemas de carácter general.
14
7. El pensamiento conceptual: analizar, abstraer, reflexionar, comparar, discernir,
contraponer, elaborar, combinar, generalizar, particularizar, sintetizar.
Suele atribuirse a Sócrates el descubrimiento del concepto como herramienta fundamental
del conocimiento. En tal sentido, no resulta abusivo afirmar que el concepto es la unidad
elemental del pensamiento, en tanto proceso mental discursivo en pos de un fin. Tal fin abarca
un vasto universo mental que incluye tópicos tales como las ideas abstractas que subyacen a las
palabras, las categorías a través de las que ordenamos y clasificamos el mundo externo e
interno, las ideas científicas y filosóficas, etc.
En otros términos, resulta difícil imaginar cómo serían nuestros universos mentales si
careciéramos de la capacidad de conceptualizar. Los conceptos están tan profundamente
arraigados como piezas fundamentales en nuestro sistema cognitivo que eso ha justificado
homologar pensar a conceptualizar. En “Funes el memorioso”, esa exquisita ficción sobre la
memoria escrita por Jorge Luis Borges (1974), el autor lo sugiere de modo tangencial cuando
reflexiona sobre la prodigiosa (y perfecta) capacidad de recordar del personaje Ireneo Funes:
“(Funes), era casi incapaz de ideas generales, platónicas. No sólo le costaba comprender
que el símbolo genérico perro abarcara tantos individuos dispares de diversos tamaños
y diversas forma; le molestaba que el perro de las tres y catorce (visto de perfil) tuviera
el mismo nombre que el perro de las tres y cuarto (visto de frente)”
“(…) Sospecho, sin embargo, que no era muy capaz de pensar. Pensar es olvidar
diferencias, es generalizar, abstraer. En el abarrotado mundo de Funes no había sino
detalles, casi Inmediatos”
Jorge Luis Borges, Funes el memorioso.
14
El término “mayéutica” proviene del griego μαιευτικóς, maieutikós, «perito en partos»; μαιευτικη´,
maieutiké, «técnica de asistir en los partos». Más coloquialmente significa “partera” y metefóricamente
la que ayuda a “dar a luz”. Para Sócrates la misión del filósofo y del maestro era precisamente ayudar a
dar luz un saber que el discípulo ya tenía, aunque no lo supiera.
15
Los anteriores ejemplos ilustran tanto sobre la función de los conceptos como sobre sus
dificultades o límites. Porque conforme sea el universo de discurso y su pragmática (su utilidad
o su para qué) el modo de conceptualizar demandará diferentes rigurosidades.
Así, si el universo de discurso fuera el de la zoología, “perro” o más precisamente “Canis
lupus familiaris” pasaría a significar “mamífero carnívoro de la familia de los cánidos, que
constituye una subespecie del lobo o canis lupus”.
Del mismo modo, en un contexto psicológico determinado “angustia” significaría:
“Un estado de gran activación emocional que contiene un sentimiento de miedo o
aprehensión. Clínicamente se define como una reacción de miedo ante un peligro
inconcreto y desconocido. Se emplea también como sinónimo de ansiedad o para
referirse a la expresión más extrema de ésta”.
Diccionario de psicología. Rosa Vera García.
Respecto del problema de las dificultades y límites del acto de conceptualizar viene al
caso referir el análisis que realiza el filósofo Paul Churchland (1992) en “Materia y conciencia”,
un polémico texto sobre filosofía de la mente. Allí, sus autores argumentan que el problema de
las relaciones entre mente y cerebro y el de la inteligencia consciente (íntimamente
emparentados, según el autor) resulta arduo porque, en rigor, no constituye un solo problema
sino cuatro entrelazados, a saber:
1. El problema ontológico (relativo a la existencia y esencia de las cosas)
2. El problema epistemológico (relativo al conocimiento que tenemos sobres las cosas,
incluyendo sus posibilidades y límites)
3. El problema semántico (relativo al significado que le damos a las palabras)
4. El problema metodológico (relativo a los métodos que utilizamos para descubrir,
describir, explicar y predecir los fenómenos que investigamos)
Si a la luz de esas distinciones y a modo de ejemplo, retomamos el concepto de la
angustia antes apuntado para considerar los problema de su conceptualización, podríamos
señalar que definir ese concepto resulta dificultoso porque, en rigor, su esencia última nos
resulta intangible y opaca en tanto objeto de conocimiento (problemas ontológico y
epistemológico), a lo que se suma que debemos partir de una vastedad de significados dados
por los diversos usos que hacemos del término “angustia” en nuestro lenguaje natural
16
(problema semántico) y, por último, porque cualquier plan metodológico para aprehender su
significado quedará supeditado al modo en que previamente lo conceptualizamos, ya sea a nivel
preteórico o teórico (problema metodológico)
Si a pesar de las dificultades anteriores no cedemos en nuestro empeño de arribar el
significado de los conceptos quizás sea —en última instancia— porque nuestro aparato
cognitivo se encuentra equipado con una serie de operaciones mentales aplicables a las
demandas requeridas. Es por esto que conceptualizar, en tanto actividad cognitiva básica del
pensamiento, supone la colaboración de una serie de otras actividades o procesos cognitivos
que resultan subsidiarios, tales como analizar, abstraer, comparar, discernir, contraponer,
elaborar, combinar, generalizar, particularizar, sintetizar, etc.
Cada una de esas actividades supone un trabajo mental sobre una materia prima de
origen (ya sea un concepto previo determinado que funciona como punto de partida o un proto-
concepto vago e incipiente que alcanzará su estatus de concepto como resultado de las
operaciones mentales que se le apliquen)
Así, si tomamos como ejemplo la definición de angustia y sus variados matices
advertiremos que no se trata solo de un problema de definición sino del modo en que
deberíamos interpretar y conceptualizar ese cúmulo de experiencias tan parecidas como
disímiles que denominamos con la palabra “angustia”.
Y esto supone entonces que debamos enumerar, analizar, cotejar, comparar, discernir,
abstraer y sintetizar cada uno de los posibles matices del objeto bajo estudio, en pos de arribar
a una síntesis que porte las notas esenciales y definitorias, a la vez que abarque aquellos matices
que consolidan el significado del fenómeno.
Expresado en categorías propias de la psicología cognitiva, específicamente en la
terminología del paradigma C-R, podría decirse que el proceso de arribar a una síntesis
conceptual de un fenómeno u objeto determinados supone la aplicación de una serie de
cómputos u operaciones mentales sobre una representación o proto-representación.
De tal modo, analizar, abstraer, reflexionar, comparar, reflexionar, discernir, contraponer,
elaborar, combinar, generalizar, particularizar, sintetizar representan algunos de los tantos
bloques funcionales de los que se vale el pensamiento para lograr sus fines.
Como se mencionó antes, en “Principios de Psicología” (Op. Cit.), acaso una de las mayores
obras de la psicología, Willian James compara el fluir del pensamiento con la corriente o curso
de un río.
A través de esa metáfora James hace alusión a la cualidad del pensamiento en que éste
parece simplemente fluir.
James asigna al pensamiento y a su fluir una serie de características básicas, de las que, por
razones didácticas, cabe referir las tres siguientes15:
15
La descripción de las tres propiedades que propone James no comportan citas textuales del autor sino
un parafraseo interpretativo del autor de este trabajo.
17
2. Inestabilidad:
En cada conciencia personal el pensamiento cambia constantemente. Ningún pensamiento
o estado mental es estable: la regla parece más estar dada por la permanente mutación.
Ningún pensamiento o estado mental resulta igual a otro. Ningún pensamiento puede ser
imaginariamente atrapable porque al momento en que pareciera que hemos podido asirlo
ya se ha transformado en otro. La inocente pregunta “¿En qué estás pensando?” más allá
del fin pragmático al que apunte, revela tal imposibilidad: al decir en qué pensábamos
nuestro estado de conciencia ya ha cambiado y lo que antes era pensamiento vivo es ahora
apenas recuerdo en el centro del nuevo pensamiento vivo, desde el que nos disponemos a
responder.
3. Continuidad:
Un corolario de lo anterior está dado por el hecho que la vida mental se experimenta como
una continuidad sin intermitencias. Podemos volver a realizar otra introspección análoga
para intentar responder a esta tan simple como extraña pregunta: ¿cuándo termina un
pensamiento y comienza otro? Es probable que advirtamos la sensación de continuidad o
fluir de nuestra experiencia donde los límites entre una idea y las subsiguientes se tornan
difusos. Probablemente nos percatemos que cuando una porción de nuestra experiencia
parece languidecer en transición hacia la siguiente, existe un momento en que lo anterior y
lo por venir parecen fusionarse. Como las aguas del río, el flujo del pensamiento parece
engendrar una particular amalgama entre el pasado inmediato y el presente fugaz destinado
a transmutarse en el próximo instante. Esa parece ser la estructura no solo de la experiencia
vivida sino de la vida misma.
En muchas tradiciones de meditación orientales (incluyendo algunas versiones
occidentales en boga) uno de los objetivos declarados es acallar el ruido de la mente para
dejarla en blanco.
No es este el espacio adecuado para teorizar sobre los alcances y límites de la
meditación en tanto pretendido camino hacia algún género de autoconocimiento,
trascendencia, liberación existencial o metodología para reducir el estrés o aumentar el
bienestar personal16, pero sí cabe señalar que desde una fenomenología de la vida cotidiana
dejar la mente en blanco es una extraña quimera. Es claro que si se trata de destacar que, a
veces, el parloteo mental y la rumia interior pueden ser fuentes de aflicciones o tensiones
innecesarias, entonces la meditación quizás puede ser una atendible propuesta. Pero si
hablamos seriamente de la experiencia interior asistimos a la evidencia palmaria de que no
es posible dejar la mente en blanco17.
De modo un tanto paradójico, una prueba crucial de la inestabilidad del pensamiento se
nos revela en las mismas técnicas de meditación antes señaladas. Sabemos que muchas de
las mismas se basan en la concentración (sea en la respiración, un mantra o frase interior
repetitiva o en la imaginación de una intensa luz, etc.) como vía regia para lograr acallar la
mente.
Sabemos que una parte sustantiva de muchas de esas técnicas consiste en no oponerse
a los incesantes pensamientos que seguramente comienzan a “asaltar” al aprendiz (“no
puedo concentrarme”, “¿servirá realmente está técnica?”, “¿qué estoy haciendo acá”?,
“mañana tengo que ir al banco”, etc., etc.) En la medida en que ante la irrupción de esos
16
Si cabe considerar que el tema de los efectos y beneficios psicológicos de la meditación y otras
técnicas de relajación mental o física, ha sido profusamente investigados de modo científico y
académico desde hace décadas.
17
Salvo que entremos en un estado de pérdida temporal de la conciencia, o que estemos dormidos sin
soñar, o en un estado comatoso o que nos convirtamos en alguna variante de zombi ficcional.
18
pensamientos incontrolables se advierte que uno no se está concentrando, resulta
comprensible que ipso facto se disparé la voz interior que nos recuerda que “debo
concentrarme”.
Esa especie de imposibilidad, lindante en la aporía, vuelve a revelarnos de modo
categórico lo que ya sabemos: la mente no para ni puede parar. Como el río de Heráclito,
incesante en su fluir, el pensamiento es ese flujo al que —sea de modo deliberadamente
introspectivo o como resabio de la imposibilidad de silenciar la mente— podemos
imaginariamente contemplar como si fuéramos un observador externo, o simplemente
experimentar aunque más no sea de modo inadvertido.
A modo de ejemplo de lo anteriormente dicho, transcribimos el siguiente pasaje en clave
psicoliteraria.
19
a que esta fue una artista comprometida con la realidad social que le tocó vivir; a lo cual
el cantautor respondió que no le convencía tanto la palabra “compromiso” porque la
asociaba a deber, mientras que él prefería hablar de “libertad” en la medida en que las
acciones humanas más loables y solidarias no devienen de un mandato a cumplir, sino
que nacen de la profunda libertad de dar. Ciertamente, esos pensamientos nocturnos
podían derivar hacia alguna reflexión existencial sobre el deber o la libertad, tanto como
avanzar hacia discurrir sobre el sufrimiento de los animales que a veces preferimos
ignorar, o progresar hacia consideraciones tecnológicas relativas al calentamiento
global, etc. Pero lo cierto es que el ejemplo anterior ilustra cómo las cadenas asociativas
constituyen especies de encrucijadas mentales determinantes de que el flujo del
pensamiento se encamine hacia acá o hacia allá.
3. El pensamiento azaroso: independientemente de las "lógicas” perceptivas y asociativas
(y sin considerar especulaciones sobre el carácter último del azar mental), muchas veces
sucede que hay ideas que simplemente irrumpen en el flujo de pensamiento, ya sea bajo
la modalidad del recuerdo espontáneo o del más simple azar.
Ejemplo: imaginemos que en la situación anterior cualquier línea asociativa fuera
subrepticiamente interrumpida por la emergencia de una idea, recuerdo o cualquier
otro tipo de ocurrencia mental que provoca una ruptura en la cadena asociativa para
instaurar una nueva serie de pensamientos. A veces emerge un recuerdo de la memoria,
a veces un pensamiento que parece advenir sin explicación, a veces simplemente nos
asalta el tarareo mental de una melodía que “se nos pega” en la mente fuera de nuestra
voluntad.
4. Más allá de las lógicas asociativas o de las ocurrencias caprichosas, lo cierto es que a
veces el pensamiento parece arribar a una zona en que nuestra atención interior parece
preferir continuar. Una de esas posibilidades está dada por los ensueños diurnos o el
soñar despierto, tema que se desarrollará con mayor detalle en la próxima sección.
5. Por último, la otra línea que parece estar implicada en el flujo del pensamiento es la
deliberada y/o propositiva, pero esta es -precisamente- la que correspondería a la
categoría de "proceso orientado a metas y sujeto a reglas", postulada en el texto del
Profesor Gustavo González, de la que ya se trató en detalle.
Con independencia del proceso interno de pensamiento en que los diferentes afluentes y
confluentes siguen su curso, algo de la estructura de esos procesos puede también advertirse
de un modo más objetivo a través del simple expediente de observar una conversación típica de
un grupo de amigos.
Nótese entonces que en una conversación trivial de la vida cotidiana se verifican los mismos
tipos de afluencias y confluencias que acontecen en el pensamiento interior silencioso y
20
solitario. Esto es: la lógica asociativa perceptual e ideativa, la irrupción ocurrente del azar y la
profundización en un tema al que se decide sostener aplicando una mayor carga atencional.
Para finalizar, trascribimos un breve fragmento en clave psicoliteraria que ilustra algo de lo
que se ha venido tratando:
Los ensueños (diurnos o nocturnos), también denominados como “soñar despierto”, que
experimentamos al realizar un viaje en micro, o en una noche de insomnio irreversible o cuando
no podemos hacer mucho más que "estar a solas con nuestros pensamientos", resultan
ejemplos paradigmáticos de lo que se viene tratando.
Aunque a nuestro juicio la definición logra transmitir alguna nota importante del
fenómeno del soñar despierto, convendría ser más cauteloso con la expresión “el contacto con
la realidad se distorsiona y se substituye por una fantasía visual”. Ciertamente el ensueño o el
soñar despierto en nuestra vigilia ordinaria se encuentra lejos de constituir un delirio
alucinatorio u cuasi alucinatorio. Tampoco necesariamente es un proceso de carácter
netamente visual, aunque pueda incluir fragmentos bajo esa modalidad.
21
Por el contrario, el soñar despierto constituye una modalidad habitual de nuestra vida
mental que, generalmente, no inhabilita ni interfiere plenamente el desarrollo de nuestras
percepciones y actividades cotidianas.
Lo anterior no quita que los ensueños no puedan operar como distractores y, por ende,
sí interferir en la realización de aquellas actividades mentales o motoras que demandan especial
atención y concentración. Así, expresiones de la vida cotidiana del estilo: “Está en la luna”, “Estás
volando”, “Está sumido en su propia película”, “¿Dónde estás?, ¿Podés volver acá?”, resultan
ilustrativas de que el soñar despierto supone una especie de “realidad paralela” que, aunque la
sepamos imaginaria, presenta su propia demanda atencional.
Ciertamente, existe un sentido en que podría decirse que los ensueños constituyen
casos particulares del pensamiento como mero libre fluir de la conciencia. Pero en otro sentido
cabe admitir también que, a diferencia de las meras ocurrencias o del pensamiento asociativo
sin rumbo ni destino definido, los ensueños constituyen ensamblajes de pensamiento discursivo
elaborados que presentan algún género de estructura narrativa y, por ende, portan en sí mismos
algún tipo de propósito más o menos definido.
18
Referencia: “¿Estás más de 4 horas al día en tu imaginación? No eres el único que padece este raro
desorden” Recuperado en: https://ecoosfera.com/fantasia-compulsiva-trastorno-mental-imaginacion
22
espontáneo sólo persigue como “meta” justamente dejar fantasear su mente alrededor de un
tema. Al respecto, y a modo de ejemplo típico, piénsese en el enamorado entregado a sus
pensamientos sobre la persona amada. La meta en este caso puede ser tanto la elucubración
de un plan de seducción, como el mero ejercicio de la fantasía amatoria. En tal sentido, muchas
poesías y letras de canciones románticas expresan esa gratuidad propositiva que portan tantos
ensueños y fantasías desiderativas.
“Más blasonar no puedes satisfecho / de que triunfa de mí tu tiranía / que aunque dejas
burlado el lazo estrecho / que tu forma fantástica ceñía, poco importa burlar brazos y
pecho si te labra prisión mi fantasía”
“Voy a apagar la luz / para pensar en ti, / y así dejar volar a mi imaginación”
Por su parte, George Romey (2001) otro psicoterapeuta francés, desarrolló una técnica
análoga a la que denominó “sueño de vigilia libre” y sobre la que sostiene que consiste en
“propiciar que la persona se transporte a un universo fantástico creado por su propia
imaginación”.
19
En ese sentido, resulta muy ilustrativo el célebre discurso “Tengo un sueño, pronunciado por el líder
religioso y social Martin Luther King
23
Para caracterizar su significado básico del ensueño dirigido se transcribe un fragmento
de un texto sobre la materia escrito por Roberto Enrique Rocca (2012)
Este autor clarifica que el significado originario de “dirigido” refería al hecho de que el
terapeuta propiciaba el ensueño espontáneo del paciente sin que eso implicara guiarlo a través
de intervenciones directivas. La aclaración resulta pertinente dado que en otras versiones de la
técnica el terapeuta se presenta como una especie de co-guionista que guía el ensueño del
paciente, sea proponiendo tal o cual contenido, indagando sobre alguno en particular y hasta
interfiriendo los cursos del relato en aras de explorar algún significado que —a juicio de aquél—
pudiera resultar significativo para el paciente.
Otra derivación del ensueño dirigido —por cierto heterodoxa y totalmente ajena a su
sentido original— estuvo dada por la aparición de las denominadas “terapias de regresión a
vidas pasadas” (Weiss, 2014)21, donde se utilizaría la técnica del ensueño dirigido al servicio de
la polémica pretensión de explorar hipotéticas vidas pasadas.
Los autores críticos de este tipo de abordaje, al que no dudan en catalogar como pura
pseudociencia manipuladora, sostienen —acaso con entera razón—que el mentado viaje a vidas
pasadas no es más que una variedad del ensueño selectivamente direccionado por la sugestión
y cuyo destino final es la creación de falsas memorias. En síntesis, estos críticos han postulado
que las pretenciosas terapias de regresión a vidas pasadas no son más que variaciones
heterodoxas de la técnica del ensueño dirigido a las que se les adosa un componente de
sugestión manipuladora que, por ende, desvirtúa su sentido terapéutico originario.
21
Las denominadas “terapias de regresión vidas pasadas” han sido desarrolladas y practicadas por Brian
Weiss, un médico y psiquiatra estadounidense, conocido por sus controvertidas creencias en la
reencarnación, la regresión de vidas pasadas, la progresión en vidas futuras, y la supervivencia del alma
humana después de la muerte. Para muchos críticos, las mentadas regresiones a vidas pasadas no son
más que falsas memorias producto de las sugestiones propiciadas y avaladas por el dispositivo
pretendidamente terapéutico.
24
En ese mismo estudio se reportó que el ensueño se produce principalmente en soledad,
preferentemente antes de dormir y que se enfoca principalmente hacia la planificación
de acciones futuras y a la revisión de contactos interpersonales.
En otra línea de investigación se busca identificar y caracterizar si existen personalidades
más propensas a ensoñar. Así, en el contexto de un estudio sobre hipnosis, Wilson y
Barber (1978) identificaron y caracterizaron lo que denominaron “personalidad
propensa a la fantasía”, caracterizada por la tendencia a «vivir gran parte del tiempo en
un mundo creado por ellos mismos, en un mundo de imágenes, imaginación y fantasía»
(Wilson y Barber, 1978). Los autores estimaron que la propensión a la fantasía se
manifestaba aproximadamente un 4% de la población.
Por su parte, Gold, Milner y Robertson (1986) concluyeron que en cierto tipo de
personas, la propensión a la fantasía podría estar asociada con trastornos
psicopatológicos consistentes con la teoría de que las ensoñaciones de sujetos
angustiados sirven como parte de un ciclo de retroalimentación negativa (Starker, 1979)
En cambio, las personas psicológicamente sanas usarían sus ensoñaciones de un modo
constructivo y positivo. Así, parafraseando las conclusiones de esos estudios podría
sintetizarse en: “Dime cómo ensueñas y advertiré cómo eres”
Otro capítulo de interés está dado por los estudios psicométricos enfocados al estudio
tanto de la capacidad como del trastorno de ensoñar. Respecto de lo primero, cabe
referir Inventario de Procesos Imaginarios (IPI desarrollado por Huba&Singer (1982) a
efectos de explorar diferentes facetas del proceso de ensoñación. Respecto de lo último
un ejemplo es la “Escala de ensoñación excesiva” desarrollada por Somer (2016), un
instrumento de autoinforme de 14 ítems orientado a relevar fantasías anormales.
Otras investigaciones recientes en el marco de las neurociencias se enfocaron a
demostrar que el soñar despierto, al igual que los sueños nocturnos, representa un
mecanismo cerebral para consolidar aprendizajes.
En otra línea de investigación neurocientífica en base a imágenes de resonancia
magnética se observó que ciertas áreas del cerebro asociadas con la resolución de
problemas complejos se activan durante episodios de ensueños.
Por último el interesante libro “La casa de la fantasía”, Dorothy y Jerome Singer (1990)
se abocaron a demostrar de qué modo el ejercicio temprano del ensueño ayuda a los
niños en su posterior desarrollo cognitivo. Destacaron por ejemplo el efecto benéfico
de la interacción infantil con amigos imaginarios y los juegos de roles respecto del
desarrollo de habilidades sociales.
25
Específicamente se enfocaron a dilucidar el problema de la eventual existencia de un
pensamiento puro que operara más allá de las imágenes y de las palabras. Tanto Külpe como
Bühler pretendieron haber hallado un particular modo de pensamiento “puro” que se expresaba
al modo de una conciencia direccional desprovista de objeto. Aunque resulta elusivo
comprender cabalmente su significado quizás un par de ejemplos permita una aproximación al
tipo de fenómenos postulados por esos investigadores:
Por un lado, pensemos en el conocido fenómeno de “tener una palabra en la punta de la
lengua”. En algunas de las manifestaciones de este fenómeno, aunque resulte extraño y
paradójico, existe alguna sensación difusa de significado de la palabra, pero sin embargo de
“afasias transitorias” donde tenemos el concepto pero no el nombre, sino a algo mucho más
elusivo: tenemos la idea difusa de un complejo palabra-idea del cual no solo no encontramos la
palabra sino que tampoco terminamos de saber cabalmente de qué se trata.
No obstante, los psicólogos de Wurzburgo dirían (aclarando que no es un ejemplo que esos
investigadores hubieran trabajado) que nuestro pensamiento de la palabra es una especie de
dirección mental a la espera de un contenido. Es decir: una especie de molde abstracto que
encajará con un único contenido determinado, excluyendo a todos los demás.
Por otro lado, recordemos —tal como se señaló en otra sección— que William James (op.
cit.) distinguía entre las partes transitivas y sustantivas en el flujo del pensamiento. Al respecto
Rattray Taylor en referencia a su noción de “metasentimiento” (en tanto particular amalgama
entre pensamiento y sentimiento expresada como una sensación global de significado) cita a
James cuando éste dice:
“Tendríamos que decir una sensación de “y”, una sensación de “si”, una sensación de
“pero”, una sensación de “por”, con tanta facilidad como decimos una sensación de azul
o de frío”
Gordon Rattray Taylor. El cerebro y la mente.
A diferencia del fenómeno de la “punta de la lengua” en este caso las partes transitivas
del pensamiento parecerían operar en ausencia de imágenes, pero no así de las palabras a las
que parecen indisolublemente ancladas.
Los aportes de la escuela de Wurzburgo respecto de los posibles elementos sobre los
que operaría y se expresaría el pensamiento conducen, por generalización, a un problema
análogo y con tradición propia: el de las relaciones entre pensamiento y lenguaje.
Uno de los modos en que se expresa ese problema puede sintetizarse bajo la pregunta:
¿Pensamos en base a imágenes, palabras, conceptos abstractos o a través de permanentes
alternancias entre esos formatos?
En el marco de la psicología cognitiva contemporánea este problema aparece tratado
en términos teóricos por Jerry Fodor (uno de los pioneros de la llamada revolución cognitiva) en
su texto clásico sobre el lenguaje del pensamiento (Fodor et. al, 1985). Allí el autor argumenta
sobre la existencia de un lenguaje abstracto y amodal22 al que denomina mentalés. Según Fodor
el mentalés sería una especie de lenguaje interno universal del cual todos los lenguajes naturales
(i.e. los diferentes idiomas) serían traducciones en tiempo real.
Dicho en otros términos, para Fodor pensamos realmente en ese formato abstracto y
amodal y, cuando hablamos (aun cuando a veces lo hagamos en forma de un monólogo interior
subvocal) simplemente traducimos el pensamiento al formato del lenguaje natural del idioma
en que nos expresamos. La tesis de Fodor se conoce técnicamente como “Lenguaje del
pensamiento” (LDP)
En contraposición, una corriente alternativa extrema sostiene lisa y llanamente que el
pensamiento no es sino habla interiorizada de modo tal que pensar equivaldría a hablar de un
22
Sin vincularse a un modo sensorial particular, sean imágenes o sonidos significantes.
26
modo cuasi silencioso a través de oraciones mentales. Técnicamente esta tesis se conoce como
“Pensamiento en Lenguaje Natural (PLN)”.
Las particularidades de las tesis antes mencionadas se tratarán en otra sección. Aquí,
nos circunscribiremos a desarrollar un problema emparentado, a saber: ¿Cómo los
pensamientos se transforman en palabras y viceversa? Para ese propósito nos referiremos
especialmente a la magistral tesis del psicólogo ruso Lev Vygostsky (2006) desarrollada en su
obra “Pensamiento y lenguaje”
El núcleo de la referida tesis se apoya en la distinción propuesta por ese autor entre
lenguaje interno y externo.
Vygotsky define al lenguaje interno como una especie de monólogo interior ("habla para
uno mismo") y le adjudica una serie de propiedades tales como: corresponder a la esfera
semántica significativa, operar condensando información de manera simultánea, poseer una
estructura abreviada y fundamentalmente predicativa (es decir, operar con sujetos tácitos), etc.
En cambio el lenguaje externo, es decir la palabra, opera en forma sucesiva y en el
contexto de la esfera fonética.
Siguiendo a Vygotsky, cabe afirmar que “el lenguaje sería una explicitación o despliegue en
lo sucesivo del pensamiento, que con características de simultáneo, ocurre en forma de lenguaje
o monólogo interior" (González, 1987)
A modo de ejemplos y con ánimo didáctico, imaginemos algunas situaciones de la vida
cotidiana:
a. Vemos pasar caminando a un adolescente alto, de pelo negro ondulado, vestido de jean
y remera azul y que muestra un rostro sonriente que nos trasmite alegría, etc. Al
percibirlo su imagen se nos aparece a modo de una combinación de pensamiento y
afecto que representa en sí una unidad global de significado, aunque tal globalidad esté
desprovista del detalle de las palabras que sí aparecen en la descripción anterior. Quizás
internamente lo más parecido a las palabras que pudo acompañar a esa unidad de
significado haya sido algo como: “Qué pibe simpático”. Pero ni siquiera es necesario que
tal cadena lingüística hubiera existido. Es decir: en nuestro interior podríamos haber
pensado a la unidad de significado en forma equivalente a la oración “Qué pibe
simpático”, aunque de un modo desprovisto de esas palabras.
Imaginemos ahora que, por el motivo que fuere, debemos narrar esta escena a
diferentes personas. Por ejemplo. Se nos acerca alguien que conocemos y nos dice
“Hola, ¿por casualidad no viste a un pibe vestido de jean y remera azul?”. A lo cual
podríamos responderle: “Si, ví a un chico alto y de pelo negro vestido así; iba caminando
para allá”. Supongamos ahora que nuestro interlocutor agregara: “Ah, es mi hijo”, a la
cual replicamos algo como: “Ah que bien. ¡Es un pibe simpático!
Supongamos ahora que quien se acercara fuera una mujer con gesto desencajado y al
borde del llanto y nos inquiriera: “Por favor, no viste a un pibe alto de pelo negro”, a lo
cual le respondemos rápidamente: “Si, ví a un chico vestido así con un jean y remera
azul que iba para allá; parecía tranquilo”
El ejemplo anterior ilustra varios aspectos de las relaciones entre pensamiento y
lenguaje. En primer lugar, describe el hecho de que un pensamiento que comporta una
multiplicidad de matices no necesariamente los despliega bajo el formato de cadenas
lingüísticas interiores de carácter explícito. Además, ilustra el hecho de que las palabras
desplegadas en cadenas significantes u oraciones diacrónicas aparecen recién cuando
nos disponemos a hablar. Adicionalmente, ilustra que dada una misma idea existe una
pluralidad de oraciones que podrían expresarla, con el aditamento de que nuestro
modelo interno sobre el interlocutor a quien nos dirigimos permite orientar qué
aspectos del pensamiento habremos de comunicar. Pero de modo más general, lo que
el ejemplo pretende mostrar refiere al hecho de que en nuestro pensamiento forjamos
27
ideas globales y multidimensionales que, cuando queremos transmitirlas, debemos
“leerlas” de algún modo, en tanto condición necesaria para su comunicación.
b. Supongamos que está llegando un colectivo que esperábamos junto a otra persona y
nos disponemos a anunciarle que está llegando. Podríamos decirle: “Ahí está llegando
el colectivo”, pero lo más probable es que nos limitemos a decirle “Ahí viene” o más
lacónicamente “Viene” o “Llegó”. Ese tipo de expresiones lingüísticas, frecuentes en la
vida cotidiana, constituyen lo que se denomina lenguaje abreviado. Así la expresión
“Viene” resulta una versión abreviada de la oración ““Ahí está llegando el colectivo”
Nótese que además de la extensión, en la expresión “Viene” el sujeto (el colectivo) se
encuentra tácito. En la comunicación real podemos sustituir una oración por otra en la
medida en que damos por supuesto que compartimos un contexto con nuestro
interlocutor que hace innecesario ser más explícitos. En otros términos, damos por
sobrentendido que, en la situación, decir “viene” refiere al colectivo. En términos
lingüísticos se dice que la expresión “viene” es solo predicativa.
Ahora bien Vygostsky diría que, a nivel de lenguaje interno, es probable que la llegada
de ese colectivo se represente como una unidad simultánea de significado que incluye
su imagen, su desplazamiento en el espacio, el imperativo de tener que anunciar su
llegada a nuestro acompañante, etc. Y agregaría que, en este caso, el intento de
comunicación puede “darse el lujo” de prescindir hacer explícito el sujeto gramatical.
Pero aunque en este caso el pensamiento abreviado “viene” se asemeja mejor a la
naturaleza predicativa y abreviada del lenguaje interior, no resulta representativo de la
mayoría de las expresiones lingüísticas que emitimos en nuestra vida cotidiana. Esto es:
cadenas de oraciones en lenguaje externo donde permanentemente desplegamos los
pensamiento que hemos experimentado bajo el formato abreviado y predicativo del
lenguaje interno.
Para tornar inteligible lo anterior consideremos lo que ocurre en la mente en tres tipos
posibles de comunicación lingüística a saber: a) Expresar una idea simple al estilo de “Buen día,
como le va”, b) Explicar a alguien algo que sabemos bien aunque esa explicación revista cierta
complejidad y c) Explicar un concepto nuevo sobre el cual, a pesar de tener una idea
28
aproximada de su significado, no terminamos de aprehenderlo con claridad y, además, nunca
lo hemos explicado.
En la figura 3 se muestra el caso de una emisión lingüística simple donde la idea a
transmitir ya ha sido pensada bajo el formato de una oración subvocal o habla interior
silenciosa. Expresar la idea se transforma simplemente en ordenar la emisión lingüística a
nuestro aparato fonador.
Figura 3: El pensamiento de una idea simple previamente pensada en formato de lenguaje explícito o
lenguaje interior subvocal, se transcribe articulándola en palabras.
Figura 4: El pensamiento de una idea compleja en formato de lenguaje interno se articula en palabras
hasta que se juzga que éstas expresan satisfactoriamente la idea a transmitir.
En la figura 5, se representa el proceso más completo que surge cuando el emisor debe
explicar una idea compleja que aún no termina de resultarle clara en el mismo plano de su
pensamiento. En estos casos es frecuente observar que el emisor ensaya sucesivas cadenas
29
lingüísticas que, al inicio, resultan incomprensibles tanto para el receptor como para el emisor
mismo. A veces, éste suele tomar plena conciencia de que la idea a transmitir no termina de
consolidarse plenamente en su pensamiento y que, por ende, eso contribuye a la dificultad de
comprensión del receptor. Ahora bien, suele ocurrir que en el decurso de intentar hacer
comprensible la idea al receptor, a través de ensayar sucesivas verbalizaciones, el emisor
termine clarificándosela a sí mismo. Lo cual permite aumentar su potencial didáctico para
explicar la idea. En términos del escritor León Tolstói, a quien el psicólogo ruso cita «la palabra
casi siempre está preparada cuando lo está el concepto»
En síntesis, las palabras han contribuido “cuasi mágicamente” a iluminar y precisar un
concepto que hasta el momento permanecía oscuro o indeterminado (líneas punteadas en el
diagrama) En términos de Vygostsky: “en el lenguaje interno el habla se transforma en
pensamiento”
De tal modo, se cierra así un ciclo virtuoso donde el pensamiento se ha transformado
en palabras y las palabras han solidificado el pensamiento de partida, o aun más: han
contribuido a generan uno nuevo.
30
En el cuadro 5, se presenta una síntesis ampliada del pensamiento de Vygotsky
El lenguaje interno según Vygotsky: Sinopsis ampliada
Vygotsky define al lenguaje interno como una especie de monólogo interior ("habla para
uno mismo") y le adjudica una serie de propiedades tales como: corresponder a la
esfera semántica significativa, operar de forma abreviada condensando información de
manera simultánea, poseer una estructura fundamentalmente predicativa (es decir,
operar con sujetos tácitos), etc.
En cambio el lenguaje externo, es decir la palabra, opera en forma sucesiva y en el
contexto de la esfera fonética.
El lenguaje interiorizado es habla para uno mismo expresada en pensamientos internos.
Sirve de ayuda mental, de orientación, de «borrador mental».
El lenguaje externo es la conversión del pensamiento en palabras, su materialización y
objetivación.
Conforme a Vygotsky, el lenguaje sería “una explicitación o despliegue en lo sucesivo del
pensamiento, que con características de simultáneo, ocurre en forma de lenguaje o
monólogo interior"
El pensamiento no está formado por unidades separadas como el lenguaje. Cuando
deseo comunicar el pensamiento de que hoy vi un niño con una blusa azul, corriendo
por la calle, no veo cada aspecto en forma separada: el niño, la camisa, el color azul y la
carrera. Concibo todo esto en un solo pensamiento, pero lo expreso en palabras
separadas.
La intersección entre pensamiento y lenguaje puede ser comparada al análisis químico
del agua que la descompone en hidrógeno y oxígeno: ninguno de los elementos tiene las
propiedades del total, y cada uno de ellos posee cualidades que no están presentes en
la totalidad. Así ocurre también en el pensamiento verbal.
La unidad de pensamiento verbal que conserva las propiedades básicas del total es el
significado de la palabra. Es en el significado en donde se unen pensamiento y habla.
La relación entre pensamiento y palabra no es un hecho, sino un proceso, un continuo ir
y venir del pensamiento a la palabra y de la palabra al pensamiento.
El pensamiento no se expresa simplemente en palabras, sino que existe a través de
ellas.
La regla que rige el lenguaje interiorizado es el predominio del sentido sobre el
significado, de la oración sobre la palabra, y del contexto sobre la oración.
El sentido de la palabra es la suma de todos los sucesos psicológicos que la palabra
provoca en nuestra conciencia.
Una sola palabra está tan saturada de sentido, que se requerirían muchas otras para
explicarla en el lenguaje exterior.
Por lo tanto el lenguaje interiorizado resulta inexplicable para los demás, y está casi
desprovisto de palabras.
Cuadro 5: El lenguaje interno según Vygotsky: Síntesis ampliada en base a fragmentos del texto
“Pensamiento y lenguaje”
Por último, para finalizar esta sección transcribimos un texto en clave psicoliteraria que
trata sobre los sutiles puentes que comunican el pensamiento con las palabras y que nos
permiten comunicarnos y trasmitirnos significados.
“Hablar es ensayar simulacros de sentidos que se rebelan a traducirse en palabras. Una
máquina que leyera el pensamiento es una vieja quimera de la ciencia. ¿Pero cómo
podría capturar tantos matices que aparecen y se desvanecen a cada instante? A veces
nos sorprendemos pensando una oración precisa. Pero generalmente esa extraña
amalgama de imágenes, sensaciones y sentimientos que pueblan nuestra mente, no
alcanza el estatus de un texto. ¿Qué leería entonces el lector de la mente?, ¿Cómo leer
un pensamiento que se resiste a la forma? Hablar es la expresión final del intento de
31
ponerle forma a nuestros pensamientos para poder transmitirlos. Para que sean, de
algún modo, en la mente de los otros. Hablar es un acto de telepatía, aunque no lo
parezca. El lenguaje es como un sistema de tele-transportación de pensamientos. El
primer momento del acto de comunicación radica en transformar los pensamientos en
palabras, en el interior de la mente. ¿Pero cómo podríamos hacerlo? Antes que aquella
inconcebible máquina lectora, el primer lector del pensamiento está en nuestra propia
mente. Porque para traducir nuestros pensamientos en palabras será necesario poder
leerlos. Debería existir al interior de nuestra mente un intérprete capaz de traducir esa
masa informe que amalgama ideas, imágenes, sensaciones, emociones y deseos, en
ese orden sucesivo de sonidos al que denominamos lenguaje. El lector mental deberá
ser casi al mismo tiempo tanto intérprete como editor. Porque deberá seleccionar qué
palabras reflejan mejor los sutiles matices de aquella masa informe. Porque, además,
deberá decidir que parte de la misma desea revelar y cuál callar. Seguimos caminando
por aquella calle absortos en nuestros pensamientos. Cada pensamiento es una luz que
se enciende y pronto se apaga. Algunas luces permanecerán más tiempo. Otras se
transformarán en memoria y recuerdo. Algunas se vestirán con el ropaje de las
palabras.
El teatro interior de la mente: sobre intérpretes, editores y guionistas mentales.
F. González, 2014.
12. ¿Podría leerse el pensamiento?: introducción a la tecno telepatía o la lectura artificial del
pensamiento
32
4 La telepatía tecnológica en tanto programa de investigación científico tecnológica presenta
tres líneas de investigación que difieren en alcance y plausibilidad: a) la telepatía tecnológica
activa, b) la telepatía tecnológica pasiva y c) la comunicación brain to brain.
En la telepatía tecnológica activa un sujeto conectado a una interfaz cerebro-máquina (por
ejemplo, un sistema de resonancia magnética funcional —fMRI— que permite monitorear
y mapear la actividad cerebral asociada a un determinado tipo de tarea o suceso mental) se
concentra voluntariamente en pos de transmitir sus estados mentales, para lo cual puede
utilizar el lenguaje natural o desarrollar un alfabeto artificial de escritura mental
decodificable por el sistema tecnológico. Una meta concreta de la telepatía tecnológica
activa que —desde hace años— aparece como de inminente realización refiere a la
posibilidad de escribir mentalmente sobre un dispositivo digital (i.e. escribir mentalmente
un mensaje de texto, WhatsApp o un archivo Word) (González et. al., 2013, op. cit.;
González, F. et al., 2016; González F. 2017, et al)
5 En la telepatía tecnológica pasiva un sistema tecnológico como el arriba referido decodifica
los estados mentales de un sujeto que, aunque coopera con la experiencia, no se concentra
en emitirlos. Esta variedad de la cibertelepatía resulta mucho más compleja de realizar que
la anterior y, en rigor, se postula que su probabilidad de realización es remota o acaso
imposible. Además genera serios y fundados temores respecto de sus peligrosas
implicancias para la privacidad personal, así como los potenciales riesgos de control social y
político, ya que supone la posibilidad fáctica de que un dispositivo artificial pueda capturar
los pensamientos de una persona sin que sea necesaria su voluntad. (González et. al., 2013,
op. cit.)23
6 En el problema de comunicación brain to brain se trata —en cambio— de que dos sujetos
puedan comunicarse pensamientos a través de las denominadas interfaces cerebro-
máquina. Más específicamente, uno de los sujetos asume el rol del emisor y otro el del
receptor. El emisor, asumiendo un rol activo, se conecta a un dispositivo de imagen de
resonancia magnética funcional (fRMI) que lee/decodifica su pensamiento. Esta información
viaja luego por un canal que conecta con otro dispositivo tecnológico, cuya función radica
en encodificarla a efectos de que puede ser leída por el receptor.
7 A modo de ejemplo de lo que significa la telepatía tecnológica activa puede referirse el
experimento aplicado a la producción del lenguaje desarrollado por Bradley Greger (2010)
de la Universidad de Utah. En ese estudio a un paciente epiléptico se le colocaron electrodos
en regiones cerebrales específicas vinculadas al procesamiento del lenguaje. Luego se le
pidió que leyera varias veces y en voz baja una serie de palabras simples. El sistema detectó
las señales neurales asociadas a cada palabra y, sobre esa base, pudo reproducir con un
considerable nivel de acierto las palabras en que el sujeto estaba pensando.
23
De todos modos, en rigor, el programa de investigación en telepatía tecnológica pasiva, en principio
supone también un alto grado de cooperación y control por parte del sujeto y no necesariamente la
posibilidad de una lectura externa de la mente fuera de un marco de concentración cooperativa. En
tal sentido, este tipo de tecnología entronca también con una serie de metodologías ya existentes
emparentadas con las técnicas de biofeedback. En estas se utilizan dispositivos tecnológicos que
amplifican determinadas señales biométricas o neurales (latidos cardíacos, ritmo respiratorio, ondas
electro-encefalográficas, etc.) con el propósito de que la persona usuaria pueda controlar esos
parámetros con algún fin saludable. Las técnicas de biofeedback han sido utilizadas de diversos
modos tales como métodos de relajación, meditación asistida, terapias paliativas del dolor, etc.
Desde esa perspectiva la telepatía tecnológica pasiva podría constituirse en un original modo de
exploración de estados mentales internos, dado que supondrían un particular tipo de feedback con
los propios pensamientos y estados afectivos. (González et. al., 2013, op. cit.)
33
8 En otro experimento sobre decodificación neural de imaginería visual, Yukiyasu Kamitani y
otros (2005) demostraron que era posible determinar cuál era la figura geométrica
proyectada (dentro de un set de cinco figuras tales como círculo, cuadrado, rombo, etc.) que
estaban percibiendo los sujetos. Nuevamente la imagen por resonancia magnética funcional
(fRMI) fue la técnica utilizada que permitía discernir el patrón neural de cada sujeto en
relación a la visión de cada figura. Así, una vez detectado ese patrón el sistema podía
determinar con un significativo grado de acierto qué figura estaba observando cada
persona.
9 Pero más significativo fue el resultado de un segundo experimento donde, luego de entrenar
al sistema para que acierte las percepciones visuales, se les pedía a los sujetos, a modo de
segunda tarea, que imaginaran cada figura en lugar de verla. Nuevamente los resultados
fueron sorprendentes ya que el sistema era ahora capaz de determinar no ya la figura que
la persona veía sino la que su mente imaginaba. Las implicancias de ese experimento
resultan enormes dado que si es posible entrenar a una persona para que, en el marco de
una interfaz cerebro-máquina, permita que un sistema aprenda a distinguir entre dos
diferentes estados mentales, entonces resulta posible invertir el proceso de modo tal que la
persona con solo pensar “a” o “b” podría lograr que el sistema decodificara y amplificara la
señal escribiendo “a” o “b”. Así, en base a este principio podrían desarrollarse un vasto
repertorio de lenguajes artificiales que permitirían que una persona puede efectivamente
escribir con el pensamiento o, más precisamente, impartiendo órdenes mentales al sistema.
10 Por último, antes de finalizar esta sección cabe puntualizar una reserva crítica sobre las
posibilidades fácticas de la denominada telepatía tecnológica pasiva (esto es: con
independencia de los riesgos potenciales derivables de su desarrollo). En un trabajo teórico
en el marco de UBACyT quien escribe y un equipo de investigadores y becarios, graduados
y alumnos, hemos tratado de demostrar algunos de los obstáculos teóricos, empíricos y
tecnológicos que dificultan o comprometen seriamente la plausibilidad de ese programa de
investigación. Básicamente objetamos que dado lo que se conoce sobre la naturaleza real
del pensamiento y del flujo de la experiencia consciente, se torna dificultosa la posibilidad
de que un sistema artificial pueda decodificar su contenido, para proceder a objetivarlo en
formatos objetivos de salida tales como textos, imágenes o una transición de ambos. Antes
bien, por lo que sabemos acerca de la naturaleza del proceso de pensamiento entendemos
lo dificultoso y hasta inasible de ese programa de investigación, en la medida en que aún no
es posible determinar si el pensamiento real se expresa en un código textual, abstracto,
imaginístico o a través de una incierta transición entre esas diversas modalidades.
Conjeturamos también que aun cuando un sistema artificial pudiera capturar vis a vis cada
una de las diversas modalidades de manifestación del universo mental, no parece claro que
sobre esa base pueda realizarse un mapeo inteligible. En otros términos, quizás el sistema
de lectura artificial del pensamiento más preciso termine mostrado solo ruido, en la medida
en que su significado real acaso solo sea accesible para el mismo sujeto la experiencia que,
al modo en que lo sugeriría la teoría de Vigostky, debe ser el propio intérprete de la masa
amorfa de significados que subsiste de modo anterior a la formulación de las palabras.
En la figura 6, se transcribe un fragmento de una síntesis visual sobre algunos de los temas
aquí tratados.
34
Figura 6: La telepatía tecnológica en clave visual
35
Figura 7. Esquema metodológico básico de la investigación brain to brain de Riera y
Ruffini.
En un experimento brain to brain realizado por Riera y Ruffini (2014) un emisor, situado
en un continente, conectado a una interfaz cerebro-máquina basada electroencefalografía (EEG)
piensa en mover una mano o un pie. Cuando la persona piensa en mover el pie, el sistema
decodifica la neurología subyacente y asigna un número cero, mientras que cuando piensa en
mover un pie asigna un número uno. Luego esa información se transmite por la red y llega a la
interfaz cerebro-máquina a la que está conectada el receptor, situada en otro continente. En
este caso la tecnología es la estimulación magnética transcraneal que permite estimular un área
cerebral determinada. Cuando el código ingresante corresponde al número “1” el sistema se
activa y el receptor recibe una estimulación que dispara una reacción fosfemática (un fosfeno
es un destello óptico por el cual se produce la sensación visual de una miríada de luces). De tal
modo, el receptor, quien conoce el código, interpreta la experiencia bajo el significado de ese
número “1”. Como es sabido mediante el lenguaje binario pueden codificarse mensajes diversos
(en última instancia la tecnología del telégrafo está basada en dos símbolos: el punto y la raya)
En el experimento brain to brain el emisor pensó en la palabra “Hola” cuyas letras codificó en
lenguaje binario y el receptor decodificó ese significado adecuadamente. En otro términos, a
través de dos interfaces cerebro-máquina acoplados y un código binario, un emisor situado en
un continente logró transmitir un pensamiento a un receptor ubicado en otro.
36
Experimento brain to brain de Ruffini y Riera (2014): Sinopsis
Uno de los investigadores es el doctor en neurociencia por la Universidad de Barcelona Alejandro
Riera que, precisamente, hizo de sujeto emisor durante el experimento. Concretamente, desde
Thiruvananthapuram (la India) y enfundado en un gorro de última generación que lee la actividad
neuronal, fue el responsable de enviar las palabras "hola" y "ciao" a un sujeto receptor situado en
Francia.
Francia.en Francia.
37
encuentra almacenado el código del idioma) y a través de una serie de procesamientos
psicolingüísticos cuyas reglas también están inscriptas en su sistema mental.
Aclarado lo anterior cabe señalar entonces que el avance hacia una mejor solución del
problema brain to brain, radicará entonces en definir cuál sería el formato del código lingüístico
que resultará más eficaz como medio de transmisión. Es decir: signos binarios como ceros y
unos, letras, palabras, pictogramas, etc. Adicionalmente, también debería precisarse cuál será
el mejor formato material de transmisión de lo significantes: sonidos o grafemas (letras escritas).
A efectos de clarificar lo que se viene diciendo, existen en teoría muchos modos posibles
de transmisión brain to brain, cada uno con sus posibilidades y dificultades asociadas. A
continuación se enumeran algunas de esas posibilidades:
24
Un pictograma es un signo icónico dibujado y no lingüístico, que representa figurativamente (de
forma más o menos realista) un objeto real, o uno significativo.
25
Un equipo de investigares de la Cátedra de Psicología General, Fac. de Psicología UBA, se abocó a esa
tarea y logró bosquejar algunas líneas de investigación de interés cuya descripción desborda el marco
del presente trabajo.
38
El problema brain to brain y el problema de las conciencias enclaustradas
Jean-Dominique Bauby (París, 23 de abril de 1952 - Berck, Paso de Calais, 9 de marzo de 1997) fue un
periodista francés, editor de la revista de moda francesa Elle. A los 43 años Bauby sufrió un ataque
cerebrovascular por el cual quedó cuadripléjico y mudo, solo pudiendo parpadear con su ojo
izquierdo; esta dolencia se denomina síndrome de enclaustramiento. Aun así logró escribir sus
memorias en el libro “La escafandra y la mariposa”, bajo un sistema especial por el cual una asistente
soterrada le dictaba las letras del abecedario en un orden especial siendo las primeras las más
utilizadas, y él parpadeaba si era la letra que quería usar.
Cuadro 9: Sinopsis biográfica de Jean-Dominique Bauby
39
En función de la severidad, algunos autores como Bauer han descrito tres categorías para el
síndrome de enclaustramiento (Brain Foundation, 2016):
“Los pacientes que sufren síndrome de enclaustramiento son totalmente diferentes: ellos
no tienen un estado alterado de consciencia, son conscientes de lo que pasa alrededor,
pueden escuchar y ver todo y sus funciones cognitivas están intactas. Pero no pueden
moverse, ni hablar, respirar, tragar o mostrar expresiones faciales. Aunque muchos sí
pueden comunicarse moviendo los ojos”
Caracterización de distintos cuadros neurológicos en donde (a excepción del síndrome de
enclaustramiento) la conciencia del paciente se encuentra severamente afectada paciente
El estado de coma, quizás el más conocido, se caracteriza principalmente porque "no existe ritmo
de sueño-vigilia". Durante las 24 horas el paciente parece dormido, "no hay apertura ocular en
ningún momento del día".
Estado vegetativo, estado vigil o estado de vigilia sin respuesta. Lo que tradicionalmente se llama
estado vegetativo responde en realidad a una expresión que puede considerarse despectiva
porque se refiere a una "vida de vegetal", por eso hay quien prefiere referirse a este estado
como uno de "vigilia sin respuesta". Lo que caracteriza a estos pacientes es que abren los ojos en
algún momento del día y hay momentos en los que parecen estar despiertos, aunque no exista
ningún otro signo de conexión o de interacción con el ambiente.
Estado de mínima conciencia. Si además de despierto el paciente puede mostrar algún signo de
interacción con el entorno se considera que está en un estado de mínima conciencia. Pero este
estado es muy amplio y variable.
Lo que complica mucho todo, es que "en los últimos años podemos ver personas que
aparentemente no están conscientes pero que tienen una actividad cerebral que demuestra
consciencia cerebral".
Cuadro 10. El síndrome de enclaustramiento en relación a otros cuadros neurológicos donde
exista pérdida de conciencia parcial o total.
40
invariablemente otros: ¿Si esos pacientes tuvieran conciencia pero no pudieran expresarse de
ningún modo, podría existir alguna posibilidad de comunicarse con ellos?, ¿Cuál podría ser?
Una de las líneas más especulativas de nuestro estudio nos llevó a pensar cómo podría
resolverse el problema brain to brain transmitiendo directamente los significados desde una
mente a la otra. (González, F. et al., 2016; González F. 2017, et. al.)
Por su parte, algunas ideas de la teoría de Vygostsky nos resultaron útiles para avanzar
en nuestro proyecto. Por ejemplo, su observación de que el pensamiento abreviado en la vida
cotidiana se sobrentiende en la medida en que el emisor y el receptor compartan el contexto.
Al respecto Vygostsky transcribe un fragmento de la novela Ana Karenina de León Tolstoi que
ilustra el alto nivel de comunicación que desarrolla una pareja de enamorados al poder realizar
comunicaciones complejas con la sola utilización de las iniciales de las palabras26.
26
Vigotsky agrega que Tolstoi manifestó que ese pasaje corresponde a su propio caso real y que ese fue
el modo en que le declaró amor a su esposa.
41
Un modo extremo, en clave poética, de lo que significaría una comunicación cuasi
telepática que prescindiera absolutamente de las palabras aparece ejemplificado en este
fragmento de una canción del cantante Sandro:
“Tendrás la melodía que quizás en una mañana /Encierre cuántas cosas te quiero yo
decir/ Un himno sin sonido, sin voz y sin palabras/Que encierre sentimientos de amor y
de nostalgia”
Para Bruner, la narratividad representa el proceso mental que permite otorgar sentido a
nuestra experiencia. En consonancia con esa tesis puede señalarse que así como la
representación se erige como la unidad funcional de la mente cognitiva bajo su modalidad
paradigmática, el relato representa la unidad básica de la mente narrativa.
Podría decirse, por cierto de modo metafórico, que si la mente cognitiva se alimenta de
símbolos, la mente narrativa se alimenta de relatos e historias.
42
Bruner destaca que en un relato deben converger simultáneamente dos dimensiones. La
primera refiere al contexto de la acción, donde los constituyentes son los agentes, las
intenciones y las metas que definen lo que puede denominarse la "gramática del relato" (“El
pensamiento narrativo”, 2012) La segunda, en cambio, alude al plano de la consciencia,
incluyendo lo que saben, piensan o sienten los personajes de la historia. Bruner ejemplifica de
modo elocuente la esencia y diferencia de esos dos planos, recordando dos momentos cruciales
de la tragedia de Edipo: Edipo es uno cuando comparte el lecho con Yocasta antes de saber que
ella es su madre; pero recién se convierte en el Edipo trágico cuando el mensajero le revela esa
verdad. Bruner destaca entonces que “es la realidad psíquica de Edipo lo que predomina en la
narración y confiere sentido a la tragedia". (Bruner, 1988: 24-25).
Pero más allá del anterior ejemplo conviene destacar que la mente narrativa no se
circunscribe a las historias humanas donde la realidad psíquica de los agentes se yuxtapone a
las acciones que realizan, sino que se revela también en el modo en que historiamos
causalidades enteramente físicas.
En un clásico estudio, Heider & Simmel (1944) desarrollaron un breve película animada
donde se mostraban movimientos y desplazamientos espaciales de figuras geométricas. En
rigor, se trataba de una animación en la que un triángulo grande, otro pequeño y un círculo se
mueven alrededor y en el interior de un rectángulo en varias direcciones y a diferentes
velocidades. La película se mostraba a los participantes y luego se les solicitaba que describieran
lo que sucedía en el mismo.
La mayoría de los sujetos describieron y/o interpretaron que se trataba de una historia
protagonizada por seres animados con intenciones. Por ejemplo: “El triángulo grande está
celoso y persigue al triángulo pequeño y al círculo hasta que escapan, y entonces estalla en ira
y destroza su propia casa”
Los resultados ilustran un hecho simple de nuestra vida mental: nos anima una pasión
historiadora que tiende a interpretar, sea a modo juego o no, el universo físico como sujeto a
causalidades intencionales. Es decir: teoría de la mente puesta en acción en modo más o menos
lúdico.
“La vocación clasificatoria ha conducido a distinguir entre una mente cognitiva y otra
afectiva. Razón y emoción, inteligencia y pasión, conocimiento y sentimiento, son pares
dicotómicos con que se ha pretendido tabicar la geografía del alma. Geografía
incompleta si prescindimos de la dimensión intencional; es decir: deseo, motivo,
propósito, voluntad. Sin embargo, amalgamada entre esas imprecisas parcelas del alma,
aparece la mente narrativa. Nuestro inveterado hábito de contar historias. Y no solo de
contarlas, sino de escucharlas. Las historias no son solo pasatiempos verbales para el
ejercicio de la fantasía, sino poderosas herramientas mentales para comprender el
mundo y conferir sentido a la existencia. En el principio era un relato. Ante eso resulta
significativo que el Evangelio según San Juan comience con una sugerente frase que
revela que la narrativa acaso sea indisoluble de la cosmogonía: “En el principio era el
verbo y el verbo era con Dios y el verbo era Dios”. La estructura narrativa consiste en un
particular ensamble entre actores, tramas y escenografías desplegadas en el espacio y
el tiempo: “En aquel lugar había una vez alguien que quería (…), sin embargo, otro
alguien también quería (…), entonces (…), y mientras (…), hasta que un día (…), y
finalmente (….)”.
43
La dimensión narrativa de la mente. F. González, 2015
“Pero los relatos no solo se circunscriben al universo humano, sino que nos permiten
imaginar un sentido aun para el universo de las cosas: “En el principio había un cúmulo
de energía concentrada en un diminuto punto y nada existía por fuera, ni siquiera el
espacio ni el tiempo mismo; hasta que hubo un estallido cósmico que dio origen a las
galaxias, al espacio y al tiempo. Acaso el universo se expanda indefinidamente para
extraviarse más allá de sus imposibles confines. Acaso avance en alocada carrera hacia
su posible colapso final. Una implosión inaudita que lo regrese a su origen. Por cierto la
ciencia, en este caso la astrofísica cosmológica, se encarga de estudiar el origen y el
destino del universo a través de observaciones y teorías, pero la forma en que finalmente
comprendemos esas explicaciones es a través de narrativas.”
Una de los aspectos más importantes de las narrativas mentales es el que se vincula con
las historias imaginarias que elaboramos sobre nosotros mismos y sobre otros. Pero, además,
en el seno de nuestro pensamiento imaginario también elucubramos tramas que nos incluyen
junto a otros, ya sea en carácter de actores o de espectadores.
Los diálogos imaginarios que pueblan la geografía de nuestra mente. F. González, 2015
Además, en nuestra vida social concreta asumimos roles que suponen una
representación o puesta en escena ante otro real o imaginario. Así, mientras estamos
inmersos en situaciones sociales (aunque más sea ir caminando solos por una calle
transitada), nuestra postura, nuestra vestimenta, el modo en que nos movemos,
hablamos o gesticulamos, supone una silenciosa o una enfática puesta en acto ante la
mirada de alguien.
44
probablemente diferente al que configuramos conforme a quienes sean los otros con los
que vamos interactuando en nuestra cotidianeidad.
Otra manifestación de nuestras narrativas mentales está dada por las historias
imaginarias que, de modo lúdico, yuxtaponemos sobre una situación real. Así como en
el juego simbólico el niño imagina que un simple palo de escoba es una espada mágica,
en nuestros ensueños cotidianos nos elevamos por encima de lo dado para consumar el
ejercicio de historias, a veces antojadizas, en las que interpretamos un personaje e
imaginamos un público espectador:
“A veces “me he descubierto” caminando por la calle imaginando que voy corriendo una
carrera ficticia con los peatones con quienes circunstancialmente comparto el tránsito.
Imagino también al relator que la cuenta. Y le imprimo un final emotivo al superar al
último peatón contra quien, imaginariamente, compito en el último tramo. Para la
apoteosis del relator (…)”
Los guiones internos son estructuras mentales que incluyen escenarios, espacios,
tiempos, personajes, propósitos, obstáculos, conflictos, tramas y desenlaces. Mientras vivimos
nuestras vidas también nos las representamos como la expresión de guiones abiertos en los que
nos ubicamos como personajes que asumen diferentes roles junto a otros personajes que
asumen sus propios roles.
45
posteriormente aprendidas, creo que el propósito de esa experiencia apuntaba a que
tomáramos conciencia sobre un eventual guion de vida que pudiera estar
determinándonos, aunque más no fuera de modo inadvertido. Cuando uno se enfrenta
al hecho de estar siguiendo un guion del cual no es plenamente consciente, estará en
mejores condiciones de revisarlo y, si fuera el caso, cambiarlo por otro forjado desde una
mayor libertad.”
“Las narrativas mentales refieren a las historias que nos contamos sobre nosotros
mismos. En la vida de una persona pueden distinguirse dos escenas: la que los demás
pueden observar y la que la persona cree estar viviendo. Sucede que desde esa
perspectiva interior los acontecimientos de nuestra vida los vivimos como posibles actos
de escenas mayores cuyo "continente" final es nuestra historia personal. Quizás nos
consideremos los protagonistas de una trama cuyo guion vamos forjando a través de
nuestra experiencia vital. Somos tanto los actores como los protagonistas privilegiados
de dicha trama. Imaginariamente, nuestra vida es, en parte y en cierto modo, una
representación para otros. Los otros que nos importan, sea porque los amamos o porque
los odiamos. Los otros que conocemos y nos conocen; o los que no conocemos, pero
podrían conocernos”
“Quisiéramos ser algo o alguien para esos otros. Y esa pasión secreta nos hace forjar
historias posibles donde —alternativamente— somos héroes, villanos, víctimas
inocentes, justicieros, salvadores, vengadores, reivindicadores, humanitarios,
46
seductores, sensibles, valientes, duros, inteligentes, locos lindos, revolucionarios,
trasgresores, éticos, incomprendidos, etc.”
“La vida es eso que nos pasa. Pero lo que nos pasa es y será atravesado por nuestra
inadvertida pasión historiadora. Buscamos el sentido de los que nos ocurre. Y la
búsqueda del sentido tiene el aroma de las historias. Historias fragmentarias y
provisorias que acaso anhelamos e ilusionamos engarzar en una única: nuestra propia
historia.”
Alguna vez alguien dijo “vivir es filmar un poco” Quizás en nuestra narrativa mental
nos pensamos como el protagonista de una historia que desplegamos para una cámara
cósmica. Así, ilusionamos que la mente de Dios, del Dios de Berkeley, o los archivos
cósmicos, están allí, filmando la intimidad de nuestra escena, poniendo en acto nuestra
pasión, nuestra ilusión, nuestra condena, nuestro infierno o nuestro imaginario cielo.
Quizás nos contenta suponer que en un ilusorio cielo real, habrá una mirada piadosa
que nos justificará en cada pequeño acto. En nuestro más puro bien. O en nuestro más
íntimo deseo. Quizás tengamos una doble vida: la que concierne a este mundo, a este
inasible aquí y ahora, y la otra: fantasmas para una mirada que ya nos absolvió y que
nos ama. Ilusión irrenunciable. Fantasía de ser para la mirada de alguien.
Comprendemos sentidos cuando nos imaginamos los para qué. Vemos a alguien
haciendo algo y no podemos dejar de preguntarnos (o de respondernos) para qué lo
hace. Solo entendemos la conducta bajo el prisma de lo que esperan quienes la ejercen.
Muchos de los “por qué” que desvelan a la psicología asumen el ropaje de los “para qué”.
Comprendemos al otro, cuando comprendemos sus razones. Pero, a su vez, las razones
del otro resultan subsidiarias de quienes suponemos que son. Lo cierto es que
imaginamos a los demás como especies de personajes. Nuestro mundo está conformado
por otros significativos a quienes les atribuimos papeles. Así, los elevamos o degradamos
a la categoría de personajes de tramas que vamos forjando. Los otros puedes ser
considerados ángeles guardianes, victimarios, justicieros, compañeros de viajes o jueces
implacables. Y ante ellos, representamos y actuamos guiones y escenas. Pero, por cierto,
somos nosotros los protagonistas centrales de esas historias donde pretendemos
desplegar a nuestros propios personajes. Somos o aspiramos ser héroes, o antihéroes, o
a veces nos resignamos a ser actores de reparto de las diferentes tramas que nuestra
mente teje. Jugamos imaginariamente a ser distintos actores según varían los otros y las
circunstancias. Padres protectores, amantes románticos, amigos leales, revolucionarios
aguerridos, justicieros universales, vengadores implacables o cínicos descreídos, son
apenas algunos de los infinitos roles que somos capaces de representar. Viajeros
47
infatigables de geografías extensas o estrechas, vamos tejiendo la madeja de historias
que solo habitan en nuestra mente o en las de quienes nos conocen. Detrás de cada acto
humano —sea antes, durante, o después— habita una profunda pasión historiadora.
“Fotos. ¿Para qué sacamos fotos? De que nos serviría sacar fotos si no fuera por la ilusión
de que volveremos a verlas. O a compartirlas con otros. Fotos para otros ojos. Para las
miradas de amigos, hijos, nietos y posteridades. O para nosotros mismos, cuando,
pasado el tiempo, seamos ya otros aunque seamos los mismos. Ciertamente sacamos
fotos de los demás, de paisajes, de objetos. Pero los otros y nuestras cosas y las
maravillas que extasiaron nuestras miradas, serán también parte del reparto y de la
escenografía del relato que forjamos para nuestra memoria. Ya lo dijo magistralmente
Antonio Porchia, aquel poeta argentino de las frases breves y la sabiduría profunda: “Se
vive con la esperanza de llegar a ser un recuerdo”. Y ese deseo irrenunciable de llegar a
ser en el corazón del otro, convoca a toda la fuerza salvaje de nuestra imaginería
historiadora. Porque todo acto humano es tanto acción como representación real o
imaginaria. Vamos consolidando escenas, tramas y películas para guardarlas en la
memoria, ilusionando que alguna vez serán historias para otros. “Vivir es filmar” es una
frase que quedó resonando en mi mente allá lejos y hace tiempo, sin saber quién la
pronunció. Hacemos nuestra película pensando en que alguien o nosotros mismos la
veremos algún día. Dios, los otros o alguna mente cósmica. Vivimos ensayando historias
y personajes como si fueran simulacros para la representación final. Pero además, vamos
acomodando las escenas vividas con una pasión más cercana a la del montajista que a
la del historiador pretendidamente objetivo. Nos contamos a nosotros mismos la versión
más estilizada de los “hechos brutos”, tal como se nos aparecen en la memoria. Así, cual
realistas mágicos, vamos construyendo la historia sobre nosotros mismos ensamblando
retazos reales con fragmentos inventados, acaso aspirando secretamente a lograr la
mejor síntesis posible entre realidad y ficción. Fusionamos entonces los hechos tal como
“recordamos” que fueron, adosándoles los contrafácticos que portan el cómo nos
gustaría que hubieran sido ante la mirada de quienes proyectamos como nuestros
imaginarios testigos. Así, como hábiles artesanos de claroscuros, como pertinaces
aprendices del arte de “photoshopear” recuerdos, suprimimos algunos fragmentos e
iluminamos tantos otros, para así ir dando forma a la película que quisiéramos legar a
la memoria del universo; o para que su visión quede disponible ante los selectos públicos
que nos trascenderán. Públicos en cuya compañía —fantasía celestial— podremos asistir
a la función acabada de nuestra película póstuma. Aquella que contendrá todos los
fragmentos y escenas que dibujarán el nombre del personaje en que anhelamos
convertirnos para siempre, luego de la escena final. Porque, Ilusión de ilusiones —y
parafraseando a Porchia—: se vive con la esperanza de llegar un ser un relato.
F. González, 2015
En el apéndice final se transcribe “Los agentes de la mente y las narrativas”, otro texto
literario donde se trata el tema de las narrativas mentales en relación en el marco de la teoría
sobre los agentes de la mente, que refiere a “los múltiples yoes o aspectos de nuestro ser que
nos habitan”.
Lo explicado hasta aquí (con algunas adiciones) justifica bosquejar la taxonomía de las
narrativas mentales que se presenta a continuación:
48
a. Narrativas breves en clave de ensueños diurnos
b. Narrativas explicativas
c. Narrativas personales
Son aquellas vinculadas al mundo personal, tales como:
Narrativas personales desplegadas ante otros concretos y significados. Es decir:
seres queridos, amigos, conocidos, etc.
Narrativas desplegadas en nuestras interacciones sociales en el marco de lo que el
psicólogo social George Mead (1968) conceptualizó como el “otro generalizado”.
Esto refiere al hecho de que nuestra accionar público se despliega en escenas
sociales, donde existen otros genéricos a quienes —suponemos (teoría de la
mente)— capaces de mirarnos y juzgados. El otro generalizado puede ser algo tan
vasto como la sociedad internalizada, un grupo de pertenencia o referencia o un
interlocutor imaginario potencial testigo de nuestras acciones.
Narrativas retrospectivas referidas al modo en que nos contamos y contamos a
otros nuestra historia personal, de lo cual somos guionistas, actores, montajistas y
espectadores. Y de lo cual podemos ser más o menos conscientes. Nociones como
27
El dataísmo o datoísmo es un término introducido por el analista cultural David Brooks y reformulado
por el científico social Yuval Harari para caracterizar una ideología emergente para la cual «el flujo de
información es el valor supremo y la libertad de la información es el mayor bien».
28
El transhumanismo es una corriente filosófica contemporánea cuyo fin es transformar la condición
humana mediante el desarrollo de tecnologías que mejoren las capacidades humanas, físicas,
intelectuales o psicológicas en general.
49
las de “guiones de vida” o “el editor oculto de la mente” (formulada por Raspall)
representan ejemplos paradigmáticos.
Narrativas trascendentes de observadores cósmicos.
Para finalizar el tema de las narrativas mentales cabe hacer referencia a la denominada
terapia narrativa desarrollada por White y Epston (1993) En ese enfoque terapéutico las
unidades de análisis son, precisamente, las narrativas del consultante29 30.
White y Epston sostienen que las personas suele estar atravesadas por una narrativa
dominante que obtura otras potenciales del ser. Una de las funciones del proceso terapéutico
radica entonces en invitar al consultante a identificar esa narrativa central con el fin de
transformarla en un objeto reflexivo al que puede aceptarse, cuestionarse, rechazarse o
“exorcizarse”. Esto redunda entonces en la posibilidad de explorar otras narrativas posibles ya
existentes —sean inadvertidas, olvidadas o invisibles— u otras potencialmente elaborables. Así,
el proceso terapéutico se convierte en una especie de “viaje existencial”, donde el terapeuta se
propone como guía al servicio del descubrimiento o de la creación de mundos posibles del
consultante31.
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29
Cabe señalar que la noción y el término de “paciente” no es utilizada en todos los marcos
terapéuticos. En la terapia narrativa se refiere al “consultante”, así como en la “terapia centrada en el
cliente” desarrollada por Carl Rogers, se prefiere la expresión “cliente” sobre “paciente”,
argumentándose que la última connota pasividad, ausencia de control y/o subordinación jerárquica.
30
White y Epston toman ideas del constructivismo social e ideas de Michael Foucault sobre las
relaciones entre saber y poder.
31
Nota aclaratoria: en el marco del presente texto se ha intentado dar cuenta del significado sustantivo
que White y Epston dan a la terapia narrativa. No obstante, el uso de algunos términos y expresiones
tales como “exorcizar” historias o “viaje existencial” terapeuta-consultante”, etc. corre por cuenta de
quien escribe.
50
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A veces su mente encuentra el texto que ha pensado el otro, allí, a la distancia. Otras,
apenas un mar de difuso significado. Un magma informe a la espera de interpretación. De
palabras que engendren algún sentido. A veces casi nada. Como un médium que transcribe un
mensaje enajenado. Palabras de otro que no son más que sonidos sin alma. Gemelos telépatas.
Marcianos telépatas. Enamorados telépatas. Dios deber ser el gran telépata. Un telépata
receptor que todo lo sabe. Metido en el centro de un alma. En el laberinto de la mente. Dios
podría hablar y decir lo que ignoramos. Aquello que sabemos pero no sabemos. Lo que nunca
quisiéramos saber. Eso que habla en nosotros pero no tiene voces. Los enamoramos se
presienten en su intimidad. Esa es su magia. Jugar a descubrirse tras los océanos de las caricias.
Al fondo de las miradas. Veo el abismo en tus ojos y me adentro en ese mar imposible. El viaje
mental es un baño en el otro ser. Telépata viajero. Aquel poeta tanguero ya no podía amar sin
presentir. Y el baladista soñaba con inventar "un himno sin sonido si voz y sin palabras" que
dijera todo su amor. "Sentimientos de amor y de nostalgia" La telepatía es un juego de espejos
entre las almas. La ilusión de transponer el muro. Para llegar más allá de las palabras. Alguien
en mí detrás de mi mente intenta decirme algo. Siento esa sensación de tiempo suspendido a la
espera del verbo. El verbo que se distrae. La palabra que no llega. Esa sensación en la punta de
la lengua que amenaza ser luz, pero no alcanza. Seguiremos buscando las palabras. Porque el
telépata ha fallado en su potencia. Allá y acá. No hay uno sin dos. No hay emisor sin receptor.
No hay oído sin voz. De qué me servirá decir las palabras si no estás ahí, para sentirlas en su
salvaje plenitud. En su océano de brillos. Nos miramos y sabíamos qué queríamos, adonde
íbamos, por qué. El pensamiento ha viajado y ha traído su pathos. Pero aún estoy aquí. Del otro
lado. Y no te sé. No basta ser telépata sin saber si nuestro barco ha llegado a destino. ¿Qué es
lo que podría habrá llegado? ¿Los ecos de las llamas? ¿Las Inercias sin fuegos? Transtelépatas.
Poder saber lo que se sabe de lo que hemos pensamos para el otro. Espejos perfectos. Veo en
mi espejo el espejo de lo que partió. Pero estoy solo. Y te perdí en el juego. Siempre se nos
escapa algo. Siempre nos extraviamos entre las palabras. O entre los pensamientos que ya no
podemos reconocer. ¿Se extraviará Dios cuando te sabe? En aquel universo mítico no existían
54
las palabras ni los hablantes. Solo había telépatas. Pero un día emergieron las palabras. Y la
canción ya no tuvo su mágica melodía. Apenas reminiscencias aladas. Un abismo en el centro
del alma pugnado por ser allí. En el corazón de tu ser. Telépatas fallidos. Deseos sin alas. Eternas
soledades.
En su variante más compleja, el emisor y el receptor son dos sujetos que se comunicarían
a través de un sistema artificial del siguiente modo: el sistema artificial decodifica la neurología
subyacente a la actividad del emisor para, luego, encodificarla en la mente del receptor. En este
caso ya no se trataría solo de un sistema artificial de lectura de la mente, sino de un sistema
integrado de lectura y escritura.
En "Sin sentido" (una de sus canciones menos conocidas) el "gitano" Sandro decía:
"Tendrás la melodía que quizás en una mañana, Encierre cuantas cosas te quiero yo
decir, Un himno sin sonido, sin voz y sin palabras, Que encierre sentimientos de amor y
de nostalgia, Que pongo en estas notas tan solo para ti".
Quizás la fantasía secreta de la telepatía tecnológica sea una quimera: hacer audibles
para algún otro aquellos "himnos sin sonido, sin voz y sin palabras" que nos habitan y que nunca
podemos terminar de decir. Quizás su límite radique precisamente en la dificultad de discriminar
lo que quisiéramos decir de aquello que preferiríamos callar.
Todo parecía ir bien, más allá de la tragedia. Naomi podía ahora comunicarse a través
del extraño artilugio. Nunca pensó que aquellas tediosas horas dedicadas a aprender el extraño
alfabeto serían, años después, su único puente hacia los otros. Con Lucas se conocieron en
aquella kermese. Lucas no podía comprender porque Verónica, la mamá de su novia, la había
bautizado con ese nombre para él tan distante. En cambo “Nao”, como le gustaba decirle, era el
sonido perfecto para señalar la ternura desbordante que ella le inspiraba. La novia de los besos
con gusto a chocolate. Peluches y flores. Caminatas tomados de la mano. Risas y sonrisas. Eran
de otra época. Iban cantando el milagro de su felicidad radiante. Nao era azules. Puros azules.
Amor florcita. Demasiada dicha para ser verdad. ¿Porque debe ser así? , se preguntaba Lucas
mientras esperaban el parte médico. Las horas de angustia. El gesto severo del Dr. Rizzo. Era
irreversible: el accidente había afectado todos los centros motores. La frase hirió el corazón de
Lucas como un látigo de acero: “Síndrome de enclaustramiento: solo podrá abrir y cerrar los
ojos; pero nada más”. Les costó conectar. Nunca sabrán si fue por fallas en la interfaz o porque
55
simplemente Nao eligió el silencio. Claro, el 23 de setiembre no era un día más. Lucas conservaba
la entrada de $5: “Gran Kermese Los Cielitos – 23 de setiembre de 2017”. En el monitor se dibujó
la palabra mágica: “Hola”. Y después las otras: “Hola mi amor”; “¿Qué me pasó?”; ¿Dónde
estoy?”. Los médicos aconsejaron prudencia. Pero los corazones de los amantes tienen vocación
de caricia. Sed de palabras. Todas las palabras. Danzas de corazones acariciándolos frágiles soles.
Meses tristes y dorados. Dorados y tristes. El amor que es palabra. La palabra que es el amor.
Amores sin cuerpos pero con la magia del nombre. “I love you”. “je taimé”. “Me gustás”. Como
antes. “Te pondrás bien”; “Están ensayando un nuevo modo para reparar las conexiones”;
“Mielinización regenerativa”; “Dendritas artificiales”. “Mi amor: siempre estoy con vos”. ¿Por
qué ni eso? Si no le hemos hecho mal a nadie. Nao. Nao. ¿Por qué te me escapás de nuevo? ¿Y
ahora cómo te encontraré? EL Dr. Rizzo fue taxativo: la inervación de los párpados había
colapsado también. “Hay apenas un caso en un millón. No hay nada que hacer: Nao ya no
volverá”. Hasta que finalmente se quebró: “Recen por Nao. Ya no es vida” Anduvo perdido por
varias semanas. Corazón enamorado tocado por la daga del dolor. Nao. Nao. ¿Dónde estás Nao?
Ríos de lágrimas. Noches sombrías. Hasta que decidió salir de su laberinto. Tsukuba quedaba a
tres horas al sur de Nagasaki. El Dr. Nario Obaky se lo explicó con detalle. “Codificación inversa”
era el nombre del pasadizo mágico. Los ensayos de laboratorio eran promisorios. El caso de Nao
calificaba con un coeficiente de adecuación del 98%. Obaky le confesó que parecía haber
trabajado para ella. Si no, no se explica por qué había ido por un camino tan sinuoso. Obaky le
habló de la inasible presencia del tao. Lucas asintió con la fe del converso. Podían comenzar los
ensayos en una semana. Obaky se despidió confesando que uno de sus sueños de viajero era
conocer las cataratas del Iguazú. Lucas prometió acompañarlo. Si se puede decodificar el
pensamiento, también se puede codificar. Leer la mente y escribir en la mente. Toda escritura
es una especie de viaje. Al fin al cabo es lo que hacemos cuando escribimos y alguien nos lee.
Telepatía mediatizada por grafemas. Lo mismo que hablar. Sentimientos que se transforman en
sonidos. Sonidos que viajan por el aire. Cadenas de transformaciones hasta llegar a ser
pensamientos, emociones, caricias en el ser. A Lucas le gustaba decir que se tocaban en el alma.
El amor es una ráfaga de bien que inunda las almas. Aprendiz de poeta. Nao escuchaba. Nao
decía que le gustaba tejer cielos bordados con las letras de Lucas y de ella. Nao era celestes y
azules. Como sus ojos. Lucas era negro intenso. Como su pelo. Claroscuros de azules. Nao tejía
filigranas de viento y ternura. Ahora Lucas recordaba aquellas tardes junto al río tomados de la
manos, mientras fantaseaba con tapices multicolores. Formas aladas. Círculos. Semicírculos.
Puentes. Puentes. Tapices de puentes. Un puente alado de azules para tocarse más allá de las
palabras. Emociones sin verbo. Sentimientos despojados de las palabras. Obaky lo explicó
sencillo: la palabra es el último escalón de la cadena. Antes es el reino de la idea. Y de la emoción.
Idea y emoción en una amalgama perfecta. Como las filigranas de Nao. Como los tapices de
Lucas. Solo después se transforma en palabra. Milisegundos. Seteamos el escáner a escala de
nanosegundos. Y entonces lo capturamos. Viaje al corazón de la mente. “Un himno sin sonido,
sin voz y sin palabras que encierre sentimientos de amor y de nostalgia”. Lucas apenas vio alguna
película del gitano Sandro en ese canal de revivals. Pero no sabe por qué se le pegó la letra de
aquella canción gitana. Era eso: el himno sin sonido que portaba emociones. Un extracto de
amor en estado puro, pensó. Pero: ¿Cómo sentiría la presencia de Nao? ¿Cuál sería el feedback
que indicaría que la conexión existió? ¿Y si Nao también llegara, se preguntó a sí mismo? Puentes
de ida y vuelta. O un espacio único, más allá de los puentes. Zona de encuentro. Comunión de
las almas. Lucas no podía resolver el enigma. Y sospechaba que Obaky ni siquiera lo había
imaginado. Porque: ¿De qué serviría que Lucas fuera si no sabría lo que sentiría Nao? ¿Y si le
preguntaba? ¿Cómo sería preguntarle a Nao?, inquirió Lucas a Obaky. El japonés lo miró filo,
como desafiándolo. “Es sencillo. Es tan simple que resulta inconcebible que no la haya pensado
antes. Es telepatía pura. Es cómo un diálogo, pero sin palabras. Lucas explica —continúa
Obaky— como si le hablara a Nao. Lucas le dice a Nao que solo piense. Que piense más allá de
56
las letras. Que piense y responda si está ahí. Si quiere comunicarse. Ya no hará falta deletrear.
No a los alfabetos de artificio. Solo pensar y sentir. Lucas solo tiene que oficiar de intérprete.
Como cuando se habla con un extranjero. “Entendí esto”. Lucas le dice esto a Nao, pero con el
pensamiento. Nao entonces confirma o, en caso de ser errónea la interpretación de Lucas,
cambia el tono mental. Como cuando se ensayan nuevas palabra para transmitir la misma idea.
Diálogo mental. Sin palabras. A puro pensamiento. A puro Sentimiento. Danza telepática. Han
pasado meses. Años. Obaky ganó el Nobel. El título del paper fue: “Transducción telepática
cerebro a cerebro anterior a la encodificación verbal. Se trató del trabajo neurocientífico más
citado de ese año. La última vez que Lucas y Obaky se vieron fue en las cataratas. Obaky
contemplaba exultante. Maravillado. Lucas se conecta todos los días con Nao. A la mañana, a la
tarde, a la noche. Bluetooth y la nube. Ciberespacio. Pero hay algo más. Danzas telepáticas para
acariciarse las almas. Como delfines en el cielo. Nao y Lucas caminando de la mano. Como
cuando iban al río. Ahora cantan con la mente. A pura emoción. Cataratas de amor. Se tocan con
el alma. Se acarician. Bailan. Se hacen el amor a puro cielo. Para siempre.
57
Nao y Sofía: una ficción neurocientífica (Sinopsis de la presentación de una jornada de cine
debate realizada en la Facultad de psicología)
58
Los agentes de la mente y las narrativas mentales
Él es vendedor ambulante que gana su sustento diario vendiendo baratijas en los trenes.
Pero por las noches se transfigura como cantante de tango en arrabales del sur. Su abuelo
también fue un cantante de gloria furtiva que emulaba a Carlos Gardel. Él es asiduo a templos
evangélicos y descree de la teoría de la reencarnación, pero, sin embargo, cada noche juega
secretamente a ser una especie de reencarnación de aquel mítico cantante.
Su prima, en cambio, no aspira a ser profesional exitosa sino una luchadora social
rebelada ante la desigualdad y la injusticia. A ella le gusta decir que tiene “sed de justicia”.
Cuando era niña su abuela le contó que hubiera querido bautizar a su madre con el nombre
“Scarlett”, pero en el registro civil no la autorizaron. Su abuela admiraba al personaje de
“Scarlett O’Hara”, una mujer desenvuelta e independiente interpretada por la actriz Vivian
Leigth, en la película “Lo que le viento se llevó”, de los años 40. Cuando siendo adolescente vio
la película, ella se fascinó con la fuerza indómita de Scarlett, con su perseverancia y empeño
para conseguir lo que se proponía. Ella no está poseída por el fantasma de un personaje, pero
—acaso inadvertidamente— una parte de sí juega a ser como Scarlett.
Ella es una empresaria exitosa pero el corazón de la actriz que hubiera querido anida
tras cada pequeño acto de la larga serie de reuniones que protagoniza.
Ella dice querer a su novio, pero no amarlo. Tampoco puede amar a quien las
convenciones definen como su amante. Ella se cuenta a sí misma que, en las cosas del amor,
nunca pudo lograr la anhelada síntesis. Ella se siente dividida, aunque sabe que no está “loca”.
Quizás no ha advertido que la ensambladora de la síntesis es, también, sutilmente distinta de
las ensambladas.
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La mujer agobiada por los ajetreados de las tareas domésticas decide “darse un
momento para ella”. Pero no asiste a un spa, sino a un austero baño de inmersión. Al salir
exclama: “¡Ahora soy otra”! y, en algún sentido. lo es.
¿Cuántas vidas deberíamos vivir para que tantos pequeños yoes sean luz? ¿Somos ese
mar de posibilidades o simplemente el que habita este impreciso presente? Quizás el yo sea esa
ficción que construimos momentos a momento, por una acto de imaginación reflexiva. Porque
para sabernos distintos tenemos que imaginar el ojo que nos distingue. ¿Quién será el que nos
mira cuando estamos realmente solos? ¿Quién creemos que nos mira cuando nos sentimos ese
héroe o ese villano? Cuando jugamos al eterno arte de los encantamientos. Esa vocación de
convocar lo ausente. De armar teatros imaginarios con la precisión del orfebre. Somos uno y
somos múltiples. Somos el resto omnipresente tras las inasibles máscaras. Pero también somos
las máscaras. La antigua historia de la máscara que de tanto usarse se amalgamó con la piel y el
alma. Somos la imposible colección de los que fuimos y los que imaginamos ser. Mientras
balbuceo esta líneas inconexas ya de alguna manera soy otro. Aunque insista en ser el mismo.
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