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La política exterior de Hipólito Yrigoyen

Introducción

A través de esta primera lectura del Módulo 3, nos adentraremos en la historia de las relaciones
externas de Argentina durante el período que va entre 1914 y 1930, aproximadamente. De tal
forma, veremos lo sucedido con nuestro país y su posición durante la Primera Guerra Mundial
y, a su vez, desarrollaremos las políticas externas asumidas por los Gobiernos del período.
Finalmente, profundizaremos en el Pacto Roca-Runciman y las relaciones entre Argentina y
Gran Bretaña.

En esta oportunidad retomaremos la política externa de Brasil, contextualizando las relaciones


internacionales durante la Gran Guerra.
1. La política exterior de Hipólito Yrigoyen

Como resultado de la reforma electoral de 1912, por la cual las elecciones serían con voto
universal, obligatorio y secreto, asume la presidencia el radical Hipólito Yrigoyen. Con esto se
inaugura un nuevo período en la vida institucional del país, lejos de las épocas de fraude
electoral que lo precedían.

La modernización en la política argentina se apoyó en tener elecciones más democráticas; sin


embargo, en el plano externo hubo cierta continuidad con los Gobiernos anteriores,
principalmente debido a la mantención del modelo económico agroexportador. En otras
palabras, siguió la primacía del mercado por sobre la política, a pesar de haber pequeñas
diferencias en relación con el contexto proporcionado por la Primera Guerra Mundial.

La Unión Cívica Radical no contaba con grandes volúmenes de textos sobre los cuales
determinar cuál sería su política externa. De unos documentos de 1904, se pronunciaba en
contra del desarme promovido por los Pactos de Mayo de 1902, pero no era la posición
predominante del partido. También se manifestaron en contra del acuerdo ABC, suscribiendo
una política pacifista y principista.

El radicalismo asumió el poder en 1916. La Gran Guerra ya llevaba dos años de haber
comenzado y la neutralidad ya se había proclamado por el Gobierno de Victorino de la Plaza,
un día después de la proclama neutral de los Estados Unidos.

El contexto internacional 1914-1918


Hacia 1914 el mundo, en especial Europa y Estados Unidos, estaba densamente poblado.
Gracias a las transformaciones en las comunicaciones, era un mundo cada vez más integrado.
El ferrocarril, los barcos a vapor, el automóvil, el telégrafo y el teléfono permitían los
movimientos de personas, bienes, capitales, servicios e ideas. De trasfondo, el capitalismo era
el modelo transformador del sistema mundial. Sin embargo, la globalidad de la integración
también contrastaba con la fragmentación y el surgimiento de regiones diferenciadas y
retrasadas. Estados Unidos se presentaba como un país pujante y avanzado, mientras que en
Europa existían zonas muy atrasadas. Así surgió un sistema con países centrales y países
periféricos.

A nivel político, los Estados nacionales estaban terminando de culminar sus períodos de
construcción estatal. En ese sentido, los proyectos de creación de las “nacionalidades”
aseguraban la lealtad de los ciudadanos y la legitimidad del Estado. Este nacionalismo, que
buscaba afianzar las instituciones, se basaba en la invención y reforzamiento de las
tradiciones. Se crearon símbolos patrios —banderas, escarapelas e himnos— y se difundieron
las historias de un pasado heroico.

De otra parte, los nacionalismos también mostraron los prejuicios raciales. Las ideas de
superioridad racial, la xenofobia y el antisemitismo afloraron con anterioridad a la Gran Guerra.
Sumado a esto, había una sensación de inestabilidad constante en una burguesía que vivía
cruzada por el miedo a las revueltas y los conflictos.

El desarrollo del capitalismo había conducido a la expansión de los Estados y, por


consiguiente, a la rivalidad entre ellos. La guerra se presentaba como la única solución posible
a sus diferencias. Frente al poderío británico, se alzaba una Alemania con un gran crecimiento
económico e industrial que la transformaba en la primera potencia del continente europeo. A la
par del aumento del poder económico, también crecía el poder militar y tecnológico.

Por su parte, la diplomacia había buscado limitar las pretensiones expansivas y había
establecido las zonas de influencia de sus respectivos Estados.

La rivalidad entre Gran Bretaña y Alemania se intensificó cuando esta última no respetó los
límites continentales y comenzó la construcción de una gran armada que fue percibida como
una amenaza por los británicos. Por lo tanto, se fueron erigiendo dos bloques rígidos y hostiles:
por un lado, Gran Bretaña, Francia y Rusia, y por el otro, Alemania y el Imperio austrohúngaro.
Luego, ya en guerra, se sumaron Estados Unidos e Italia a los primeros; y Bulgaria y el Imperio
otomano a los segundos.

La crisis de los Balcanes culminó el proceso de tensiones, comenzando el conflicto. En 1908, el


Imperio austrohúngaro había anexado las provincias serbias de Bosnia y Herzegovina. En junio
de 1914, el archiduque Francisco Fernando fue asesinado por un nacionalista serbio. Como
respuesta, el Imperio austrohúngaro declaró la guerra a Serbia. Rusia, la cual mantenía
relaciones estrechas con la diplomacia británica y francesa, declaró su apoyo a Serbia
inmediatamente. De este modo, en julio de 1914 comenzaba la Gran Guerra.

En dos semanas cinco millones de hombres fueron movilizados a la frontera, bajo un


sentimiento de patriotismo fervoroso. Se pensaba que las contiendas serían breves; sin
embargo, tras la batalla del Marne, de septiembre de 1914, la conflagración bélica se extendió
hasta 1918.

Para mantener los armamentos, los Gobiernos debían tener controlados los sectores
productivos, pues todos los esfuerzos debían ser para abastecer las necesidades de los
frentes. El bloqueo económico fue otra opción tomada en el conflicto. Lo que se intentaba era
dificultar el aprovisionamiento de repuestos y suministros a los enemigos, y también extender el
hambre a los civiles, como técnica de desmoralización. Esta situación tuvo como consecuencia
las protestas. Es así como en el año 1917 estalló la Revolución rusa, desafiando al capitalismo.
La actitud frente al conflicto
Argentina había declarado su neutralidad bajo el Gobierno de Victorino de la Plaza,
perteneciente al Partido Autonomista Nacional (PAN). Yrigoyen, de la Unión Cívica Radical
(UCR), mantuvo esa postura durante todo el conflicto, en contra de la opinión pública, que
apoyaba a los aliados.

Para el presidente radical, la doctrina principista estaba antes de la guerra. Por tal motivo,
promovía la neutralidad como una forma de respeto a la libertad e independencia de los países
en conflicto, la legalidad y el nacionalismo latinoamericano. Él consideraba que la paz era el
estado natural de las relaciones internacionales.

Para poner en perspectiva el rol jugado durante la primera gran conflagración mundial que
existió entre 1914 y 1919, retomaremos la política externa de Brasil. En esta oportunidad nos
abocaremos a presentar su posición en cuanto a la Gran Guerra.

A diferencia de la República Argentina, Brasil entró en la Primera Guerra Mundial en 1917.


Desde 1914, Brasil había permanecido neutral; sin embargo, el desastre económico había
llegado a las costas brasileñas. El café y el caucho natural habían visto declinar sus
exportaciones debido a los bajos o nulos requerimientos desde Gran Bretaña y los europeos.
Por otro lado, los británicos habían impuesto un bloqueo para que el café de Brasil no llegara ni
a los países neutrales ni mucho menos a las potencias del Eje. Muchas marcas estuvieron en
las listas negras de los ingleses para ser confiscadas en caso de que llegaran a las costas
europeas. Los países beligerantes se proveían de las municiones y granos de la hasta
entonces neutral Norteamérica. Por tales motivos, el valor de las exportaciones cayó a la mitad.

A pesar de ser neutral, Brasil mantenía lazos culturales con Francia, económicos con Gran
Bretaña y afinidades con Estados Unidos (Mey, s. f.). Por su lado, los alemanes le debían a
Brasil grandes sumas dinerarias por café. Brasil tenía la flota mercante más grande de
Latinoamérica. Cooperaba con los Aliados enviando sus barcos a hacer patrullajes a lugares
infestados por u-boots alemanes. La Triple Entente hundió dos de sus barcos, por lo que Brasil
declaró formalmente la guerra en junio de 1917 (Duffy, 2009).

Brasil realizó contribuciones reales a los Aliados en la guerra. La Marina contribuyó a los
patrullajes en el Atlántico en un sector entre Dakar, la isla San Vicente, Cabo Verde y el
estrecho de Gibraltar. Aunque los navíos no estaban en buenas condiciones, Brasil participó
activamente en el conflicto realizando una operación en Freetown, en ayuda de la Royal Navy.
Allí u-boots alemanes atacaron mediante torpedos, los cuales no dañaron los barcos
brasileños. Estos respondieron en un ataque exitoso mediante cargas de profundidad.

Por otro lado, Brasil también contribuyó con contingentes militares terrestres que lucharon junto
a los Aliados en el frente occidental. Además, envió un grupo de pilotos a la Royal Air Force de
Inglaterra (Frota, 2000).

Por último, en 1918, también envió misiones médicas a Europa que ayudaron principalmente
en los contingentes franceses.
Hitos en los que Argentina fue involucrada
En el año 1917, Argentina recibió un comunicado alemán en el cual se advertía que no
permitirían el tráfico marítimo en las zonas circundantes a Gran Bretaña, Francia, Italia y el
Mediterráneo.

En abril de 1917, un submarino alemán hundió un barco argentino con cargamento de lino, que
tenía como destino Rotterdam. Argentina presentó su protesta, la cual fue bien recibida por el
Gobierno alemán.
En junio de ese mismo año, fue hundido un cargamento argentino de hierro y acero, con
destino a Génova. En este caso, Argentina no presentó ninguna reclamación, ya que podía ser
considerado contrabando de guerra.

Hacia fin de junio de 1917, un vapor argentino con carnes y otros productos primarios fue
hundido por otro submarino alemán. Tenía como destino Génova. En esta oportunidad el
reclamo fue enérgico y solicitó al Gobierno alemán el respeto y seguridad de los barcos
argentinos.

Estos hechos provocaron contestaciones cruzadas entre Argentina y el Imperio alemán.


Finalmente, los alemanes reconocieron la libertad de la navegación de los mares, según el
derecho internacional, y garantizaron una actitud benévola por parte de su marina.
Los cuestionamientos a la neutralidad
La posición asumida por Argentina, la neutralidad, fue fuertemente cuestionada a partir de la
entrada en guerra de Estados Unidos. También se publicaron los “telegramas germanos”, en
los que Alemania informaba y recomendaba el hundimiento de buques argentinos al ministro
alemán en Buenos Aires. El Congreso pidió la ruptura de relaciones diplomáticas con el Imperio
alemán, mientras que el ministro de Relaciones Exteriores radical solo exigió un pedido de
informe y la expulsión del ministro alemán.

El Congreso votó afirmativamente la ruptura con Alemania. Sin embargo, el presidente


Yrigoyen desestimó la votación, por lo que el radicalismo se vio fracturado cuando Marcelo T.
de Alvear, ministro argentino en Francia, se mostró contrario a la actitud presidencial.
La neutralidad y la Sociedad de las Naciones
Al finalizar la guerra, Argentina fue invitada a participar como miembro originario de la Liga de
las Naciones, que entró en vigencia en enero de 1920.

En enero de 1918, el presidente de Estados Unidos, Woodrow Wilson, ideó un conjunto de 14


puntos para diagramar la posguerra. En el idealismo wilsoniano destacaba: una diplomacia sin
secretos, la libertad de los mares y del comercio, la reducción de armamentos al mínimo
compatible con la seguridad nacional, la resolución pacífica de controversias, el resguardo de la
integridad territorial y la independencia política de los países.

Wilson pretendía reemplazar el sistema realista anterior, del equilibrio de poder con alianzas
rígidas, por un sistema armónico e idealista que se activaría ante una amenaza a la seguridad
colectiva. Sin embargo, el pacto no fue ratificado por el Congreso norteamericano, por lo que
Estados Unidos no se adhirió.

En enero de 1919, comenzó la Conferencia para la Paz. Allí no eran comunes los
planteamientos entre las diferentes delegaciones. Se dividieron los trabajos entre aquellos que
culminarían en la creación de la Sociedad de las Naciones, por un lado, y aquellos que
apuntarían a las tratativas del fin de la guerra y los términos para la paz con Alemania, por
otro.

Como adherente inicial de la liga, Argentina expuso, a través de su ministro Honorio


Pueyrredón, las objeciones a la Sociedad de las Naciones, basadas en los principios de
Yrigoyen. Estas se detallan a continuación:
1. Se consagraba la desigualdad entre los Estados grandes y los pequeños, ya que el
Consejo Directivo quedaba en poder de las grandes potencias, los demás podrían
participar por turno o por elección.
2. Las potencias vencedoras dispusieron de 9 miembros en el Consejo Directivo y en la
Asamblea, con lo que se aseguró la mayoría de la representación con un voto por cada
miembro.
3. No se permitía la participación de los Estados vencidos.
4. Argentina apoyaba la Sociedad de las Naciones, pero desde el principio jurídico de la
igualdad soberana entre las naciones.
5. Solicitó la admisión de todos los Estados soberanos como condición para la paz de
posguerra, sobre la base de la igualdad y la solidaridad.
6. Postulaba crear una organización de cooperación económica de forma permanente
entre los Estados.
7. La política de posguerra debía ser abierta y no secreta, en contraposición con las
alianzas secretas y cruzadas del tiempo de la preguerra.

La representación argentina se ancló en un fuerte idealismo y normas del derecho


internacional. La Asamblea desestimó la solicitud argentina, por lo que los representantes se
retiraron de ella en diciembre de 1920, siguiendo órdenes presidenciales.
2. Otro rasgo de la política exterior de Yrigoyen

Nombramos al principio que Argentina siguió defendiendo la política exterior de sus


predecesores al seguir poniendo énfasis en el modelo agroexportador y en las relaciones
comerciales con los mercados de ultramar. Con ese objetivo se reordenó la Cancillería y se
instó a mejorar las actividades de las oficinas dedicadas a las cuestiones comerciales. De igual
forma, se anunciaron las modificaciones para las funciones de los cuerpos diplomáticos y
consulares de ultramar.

Por otro lado, se reacomodaron los mercados de exportación e importación para nuestro país,
como secuelas del conflicto internacional. Al convertirse Estados Unidos en el principal
abastecedor, se establecía por dos décadas el famoso triángulo entre Buenos Aires, Londres y
Washington.

Por último, comienzan a vislumbrarse preguntas sobre el futuro económico para Argentina. Es
así como aparecen discusiones alrededor de la idea de industrialización, en una búsqueda de
mayor independencia y autonomía con respecto a Europa. Según Bunge (2014), se trataba de
tener nuestra propia política económica internacional.

El Pacto Roca-Runciman: contexto


En la década de los 30, Argentina venía de un gran crecimiento económico con una profunda
relación comercial con Gran Bretaña. Sin embargo, era un país periférico de desarrollo
intermedio, aunque con una notable estabilidad institucional.

A la crisis mundial del capitalismo, el cierre de los mercados de exportación y la caída en la


demanda de nuestros productos primarios —carnes y cereales— se sumaba la interrupción de
la institucionalidad argentina y la declinación definitiva de Gran Bretaña como potencia
hegemónica.

Argentina entró en una etapa de transición que daría lugar a una incipiente industrialización,
llamada por muchas corrientes como proceso de industrialización por sustitución de
importaciones (ISI).

En el contexto internacional, se asistía al surgimiento de Estados Unidos como potencia


dominante y a la aparición de regímenes totalitarios en la Europa continental, fruto del camino
tomado luego de las gestiones de la primera posguerra.

En el campo diplomático, nuestro país tuvo que repensar sus relaciones externas con la nueva
potencia hegemónica y, a la vez, resignificar su relación con los países latinoamericanos. Había
que renovar la estructura de la diplomacia argentina, en vistas de subsanar los históricos
enfrentamientos con la nueva potencia y dar respuesta a la coyuntura económica debido al
declive de nuestro primer socio comercial internacional.

Por otro lado, Argentina ganó prestigio internacional cuando Saavedra Lamas (premio Nobel),
en la Cancillería, con el presidente Agustín P. Justo, participó en la finalización de la guerra del
Paraguay contra Bolivia por los territorios del Chaco. Además, incorporó un sistema de
consultas interamericanas como un mecanismo regional de solidaridad hemisférica. Estos eran
hitos de la gestión diplomática que ponían en mayor visibilidad a los argentinos. De tal manera,
el Ministerio de Relaciones Exteriores y el Servicio Exterior sufrieron modificaciones con el
objetivo de mantener el prestigio obtenido y renovar las relaciones económicas internacionales.
El Pacto Roca-Runciman
En 1932 asumió la presidencia Agustín P. Justo, representante del conservadurismo. Ya no
creía en las políticas librecambistas de los períodos anteriores, sino que asumía una política de
fuerte intervención y de gran proteccionismo.

A fines de 1932, el vicepresidente de la Nación, Julio A. Roca hijo, viajó a Londres para
suscribir la Convención Accesoria del Tratado de Paz y de Amistad, conocido como el Pacto
Roca-Runciman. Este fue el resultado al que se arribó, luego de que Gran Bretaña participara
de las Conferencias de Ottawa, las cuales fijaban restricciones a las cuotas de importación de
productos que no fueran provenientes de dominios británicos. Los ganaderos argentinos se
vieron afectados por estos términos, ya que el 90 % de las carnes se dirigía al mercado inglés.
Es así que, luego de varios meses de negociación, el vicepresidente Julio A. Roca (hijo) y el
ministro de Comercio británico Runciman firman el pacto referido.

El convenio garantizaba evitar restricciones en las importaciones de carne por debajo del 90 %
correspondiente al año terminado en junio de 1832. Mientras, Argentina se comprometía a
mantener libre de impuestos el carbón y otros productos ingleses.

El tratado incluía cláusulas secretas por las que el Gobierno argentino se comprometía a crear
el Banco Central (1935), así como la Corporación de Transportes de la Ciudad de Buenos Aires
(CTCBA). El Banco Central, según la matriz del tratado, sería una corporación mixta de bancos
oficiales y capitales extranjeros. La oposición política, extrañamente liderada por Lisandro de la
Torre (un ex aliado del grupo conservador), señalaba que era o implicaba permitir que capitales
extranjeros manejaran las finanzas del país, ya que muchos de los accionistas y directores eran
representantes de los capitales extranjeros.
Ante la vigencia del control de cambios, Inglaterra obtiene un cambio favorable para las
compras que de allí procedieran, cuando se fija una base doble de cambio: libre y oficial; se
aseguran divisas disponibles al Reino Unido, equivalentes al monto total del cambio en libras
esterlinas que surgen de las ventas de productos argentinos allí. Se resuelve no gravar con
impuestos el carbón y otros productos de procedencia británica, al tiempo que se asegura
un trato benévolo por parte de la Argentina a las inversiones británicas…
[En 1934], se programa un plan de nacionalización de las inversiones británicas deficitarias en
la Argentina, que culminará luego de la guerra con la compra de los ferrocarriles por parte del
Estado. A mediados de 1935, los alcances del tratado respecto del comercio de carnes se
discuten en el Congreso Nacional, la encabeza el senador demócrata progresista Lisandro de
la Torre, quien enfrenta la defensa que hace del tratado el ministro de Agricultura y ganadero
Luis Duhau, con los resultados que culminan con el asesinato del senador Enzo Bordabehere
el 23 de julio de 1935. (Delgado, 2003, pp. 25-26).
Además del Pacto Roca-Runciman, en esta década también se firmaron convenios con
Bélgica, Países Bajos, Suiza, Alemania, España, Brasil y Chile. Dice Paradiso que, a excepción
del concertado con Alemania, “todos ellos contenían la cláusula de la nación más favorecida”
(1993). Se suman en los años siguientes otros catorce países: Finlandia, Estados Unidos,
Rumania, Austria, Italia, Checoslovaquia, Hungría, Francia, Polonia, Grecia, Lituania, Uruguay,
Bolivia y Perú. Era un efecto de la reorganización del servicio exterior de 1934 que ya vimos y
desplegaba una diplomacia económica mucho más activa.
La década de los treinta: situación interna y la política exterior
Los partidos conservadores que formaban la Concordancia y los opositores políticos
reaccionaron de diferentes maneras frente a los problemas internacionales. Los dos problemas
externos que mayor impacto tuvieron en la vida política argentina durante la década de 1930
fueron la guerra civil española y la Segunda Guerra Mundial, lo que implicó lo que podríamos
denominar como internacionalización de la política interna o nacionalización de la política
externa.

La situación europea y la Segunda Guerra Mundial en ciernes trajeron como consecuencias


económicas: la profundización de la sustitución de importaciones y la crisis en la economía
argentina, por lo que se intentó una redefinición de la economía, convocando a Pinedo, quien
fuera el ministro de 1933, e impulsó el llamado plan Pinedo. Este no fue aprobado por el
Senado, pero mostró el último intento de la clase dirigente por seguir un plan que integrara a
los nuevos actores emergentes de la crisis.

En dicho contexto se vislumbraba la incapacidad de los partidos políticos de revertir el proceso


de debilitamiento de las instituciones, la pérdida de legitimidad del sistema, el fraude y la
corrupción nuevamente. Con este entramado de fondo, comenzaba la aparición del GOU,
Grupo de Oficiales Unidos, en el seno del Ejército Argentino.

Siguiendo el caso que proponemos al principio, la política de Brasil, durante el período


analizado, explicaremos aquí algunos puntos sucedidos a partir de la década de 1930.
Habíamos visto, en el módulo anterior, que Brasil pasó de ser imperio a ser una república, la
llamada República Vieja, la cual existió desde 1889 hasta 1930. Esta se definía como un
sistema político-económico apoyado en una estructura de poder regional-oligárquico de los
hacendados de San Pablo y Minas Gerais, quienes se alternaban en el poder del país. El otro
estado de Brasil que entró en el juego de poder fue Río Grande do Sul.

La República Vieja comenzó a tener crisis internas por el descontento de la población frente al
carácter excluyente del poderío oligárquico. A su vez, el contexto internacional afectaba
principalmente los ingresos por la venta del café, ya que, como dijimos antes, su exportación se
vio disminuida. Finalmente, el pacto entre Minas Gerais y San Pablo se rompió, lo que dio lugar
a Río Grande do Sul como el nuevo estado protagonista. En 1930, se hicieron elecciones, por
las que el candidato paulista resultó electo. Sin embargo, la inestabilidad social y política era
muy profunda. En julio de 1930, sucedió el asesinato de quien era el candidato a vicepresidente
de la fórmula con Getulio Vargas. Se inició así un proceso revolucionario que culminó con la
constitución de una Junta Gubernamental, que depuso al presidente electo y nombró a Getulio
Vargas como nuevo jefe de Estado.

Vargas presidió la Junta Gubernamental hasta que, en 1937, realizó un golpe de Estado
implantando un régimen autoritario al que denominaron Estado Novo. Fue un Gobierno
centralista, nacionalista, anticomunista y autoritario.

Luego del conflicto mundial, Vargas asume una política externa orientada a lograr la
independencia comercial en comparación con la República Vieja.

En el contexto internacional, Estados Unidos y Alemania se disputaban los mercados


latinoamericanos, de tal manera que en Brasil esa dualidad se trasladó al ámbito interno.
Vargas aprovechó esta situación, oscilando entre ambos intereses, e intentó atender las
prioridades del país.

El sector militar era un grupo influyente en el Gobierno de Vargas y pretendía un alineamiento


decisivo a la par de Estados Unidos. Un acto importante en ese sentido fue la Conferencia de
Río de Janeiro de 1942.
El financiamiento de la industria siderúrgica y la obtención de suministros bélicos por parte de
Brasil eran necesarios para el reequipamiento militar. Vargas articuló el apoyo interno y alineó
su Gobierno a los norteamericanos, para la instalación de un parque siderúrgico con control
estatal.

Finalmente se firmaron acuerdos bilaterales que garantizaban el suministro de caucho y otras


materias primas a Estados Unidos, a cambio de la instalación de bases militares. Brasil se
convirtió así en un bastión del norteamericanismo, en contra de la injerencia del Eje en América
Latina (Hirts, 1981).

II Guerra Mundial y ruptura de las relaciones con


los Estados Unidos
Introducción

En esta segunda lectura interactiva del Módulo 3, abordaremos la Segunda Guerra Mundial y la
posición de neutralidad adoptada por la República Argentina. A su vez, analizaremos la ruptura
con los Estados Unidos. Por último, seguiremos poniendo en perspectiva la política externa de
Brasil, esta vez en relación con la Segunda Guerra Mundial y la relación con Norteamérica.
1. La neutralidad durante la Segunda Guerra Mundial

Este apartado se ha elaborado tomando como referencia a Bosoer (2005) y Paradiso (1993).

Sabemos, por la lectura anterior, que la doctrina de la neutralidad es una tradición profunda en
Argentina. Esta tenía como fin preservar las potencialidades económicas argentinas como país
exportador de materias primas.
Durante la Segunda Guerra Mundial, la neutralidad fue nuevamente sostenida, al igual que lo
hizo Yrigoyen durante la Primera Guerra Mundial. La diferencia estará en que esta vez los
Gobiernos que la implementen serán conservadores, nacionalistas y de facto.

En esta oportunidad, Argentina se moverá entre los aliadófilos, que deseaban la ruptura de
relaciones diplomáticas con el Eje, y los nacionalistas, que apoyaban el Gobierno, en
resistencia a las presiones de Estados Unidos.

Contexto internacional (1930 a 1945)


La década de los 30 significó el fin del liberalismo y el librecambio. La crisis de 1930 hizo crecer
la idea de que el Estado debía intervenir en la economía, regular los mercados e intentar evitar
la desocupación, la pobreza y la inestabilidad política. Por entonces, surgía la teoría del
keynesianismo, con el objetivo de mantener el pleno empleo y sostener la demanda. Es así que
Estados Unidos y Gran Bretaña se embarcaron en adoptar medidas proteccionistas.

En el ámbito político, la crisis mundial también llevó al surgimiento de los totalitarismos de


derecha. Hitler y Mussolini interpretaron el descontento social, identificándolo con la
decadencia de la nación. Denunciaban al capitalismo y al Tratado de Versalles como los
iniciadores de todos los problemas sociales.
Por el Tratado de Versalles, Alemania debió devolver Alsacia y Lorena a Francia y otros
territorios a Bélgica y Dinamarca. “Dánzig se constituyó en ciudad ‘libre’ y las minas
carboníferas del Sarre fueron ocupadas por Francia y administradas por la Sociedad de
Naciones” (Bianchi, 2007, p. 222). De tal manera, los conflictos entre vencedores y vencidos no
se resolvieron. Los primeros habían sido destruidos por la guerra, mientras que los segundos
debían pagar indemnizaciones, devolver tierras, reducir sus ejércitos, etcétera.
La Sociedad de Naciones no pudo canalizar el descontento y trabajar por la unión, la
solidaridad y la paz internacional. Los Estados que luego formarían el Eje simplemente
siguieron articulando sus políticas sin la guía de esta. No tenía una verdadera
representatividad, ya que la Unión Soviética y Alemania fueron excluidas y Estados Unidos no
había ratificado el convenio.

Por otros tratados se entregó Trieste a Italia, se formó Yugoslavia con Serbia, Croacia y
Eslovenia, y se creó la República de Checoslovaquia, en lo que era Moravia y Bohemia.
Polonia recuperó territorios y se le concedió una salida al mar por un corredor. Austria le dio la
independencia a Hungría, y quedaron como pequeños Estados sin salida al mar.

En 1936 se inició la guerra civil española, por la que el franquismo ocupó el poder,
simpatizando con el fascismo. En ese mismo año, se formó el Eje: Roma y Berlín. Luego Italia
adhirió al Pacto Antikomintern, en contra de los bolcheviques de la Unión Soviética, junto a
Alemania y Japón. Como resultado, el Eje ahora era: Roma, Berlín y Tokio.

Hitler tenía como objetivos la guerra y la expansión. En 1937 anexó Austria y en 1939 invadió
Checoslovaquia. La ocupación de Dánzig era otro objetivo y le exigió a Polonia el permiso para
utilizar el corredor polaco con salida al mar.
Por las causales anteriores, Gran Bretaña y Francia se unen en defensa de Polonia. Pero, en
septiembre de 1939, Alemania la invade. Al comienzo, Alemania lideraba la guerra. Había
ocupado varios territorios mediante la utilización de la técnica militar de la guerra relámpago.
En 1940, las fuerzas alemanas invadieron la Unión Soviética. El ataque a Stalingrado fracasó,
en parte por el frío y en parte por la ofensiva rusa. En 1941, Alemania peleaba en dos frentes.
La guerra se había extendido al norte de África y además Japón había bombardeado la base
estadounidense de Pearl Harbor. A partir de esto, la guerra había dejado de ser exclusivamente
europea y se había extendido a otras regiones del planeta. El Eje, conformado por Roma,
Berlín y Tokio, se enfrentaba a los Aliados, conformado por Londres, Washington y Moscú.

Lo que luego determinaría el fin de la guerra era la capacidad para producir armamentos. De
esta forma, las potencias del Eje fueron perdiendo posiciones frente a los avances de los
Aliados.

Tras la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos y la Unión Soviética se convertirían en las
potencias hegemónicas. La guerra terminó con el equilibrio de poder en el continente europeo,
dividiéndolo en dos partes: una dominada por el capitalismo y la otra por el socialismo-
comunismo. Surgía así un nuevo ordenamiento internacional.
2. Hitos en la decisión de la neutralidad argentina e impacto en la relación con Estados
Unidos

Según Corigliano (2009), Argentina atravesó las cinco fases siguientes:

1) De septiembre de 1939 a junio de 1940: En esta etapa quienes estaban a cargo de la


política externa eran el presidente Ortiz y el canciller Cantilo. Ellos intentaron realizar una
política de neutralidad, aunque en muchos aspectos apoyaron a los Aliados, en especial a
Estados Unidos. Por este motivo, el Gobierno argentino intentó cambiar de la neutralidad a la
no beligerancia, lo cual no fue admitido por los norteamericanos.

Sucedieron varias acciones que sustentan esa posición: el envío de 50 mil toneladas de trigo a
los finlandeses sin cobrar interés, el permiso dado a emigrantes vascos refugiados por la
guerra civil española, un acuerdo de pagos a Gran Bretaña con libras en una cuenta bloqueada
que favorecía a los ingleses, entre otras.

Nuevamente, la oposición a Estados Unidos se dio en la primera Reunión de Consulta entre los
Ministros de Relaciones Exteriores en Panamá, convocada por Washington para respaldar su
liderazgo en América. Solo se planteó una zona marítima de seguridad de 300 millas de
extensión alrededor del continente.

Esa zona de 300 millas fue vulnerada cuando se atacaron acorazados alemanes por parte de
Gran Bretaña. Por otro lado, un navío argentino con cereales fue hundido por los alemanes en
las cercanías de las costas españolas.

El Gobierno comenzó a ser cuestionado, ya que diversos sectores le exigían salir de la posición
de neutralidad, entre ellos, el sector nacionalista dentro del Ejército.

2) De junio de 1940 a marzo de 1941: En esta etapa hubo apoyos hacia uno y otro bando a
nivel interno. Se configuraron grupos de uno y de otro lado. El 4 de junio de 1940, Ortiz era
suplantado por su vicepresidente Ramón Castillo. Este era conservador y tenía puntos de vista
distintos a los de Ortiz. Se realizó la segunda Reunión de Consulta entre los Ministros de
Relaciones Exteriores en La Habana, en la que Castillo se opuso a la venta en conjunto con los
demás países americanos de los productos, ya que lo consideraba como el triunfo de la
hegemonía económica de Estados Unidos en la región. Sin embargo, sí adhirió a la asistencia
recíproca y cooperación defensiva de las naciones americanas, en caso de agresión externa.
3) De marzo de 1941 a enero de 1942: Castillo en el poder intentó medidas pragmáticas de
acercamiento a Estados Unidos, siempre en búsqueda de ayuda económica y militar. Se firmó
un convenio recíproco de comercio y se creó la Comisión Investigadora de Actividades
Antiargentinas, en contra del espionaje germano. A fines de 1941, Washington entraba en la
guerra luego del ataque de las fuerzas japonesas a Pearl Harbor. Catillo reiteró la neutralidad,
aunque envió un mensaje de amistad al presidente Roosevelt. En 1942 se hacía la tercera
Reunión de Consulta de Cancilleres, a la que Ruiz Guiñazú, canciller argentino, llevaba
expresas órdenes de no adherirse a la guerra ni romper relaciones diplomáticas con el Eje.

4) De enero de 1942 a noviembre de 1944: En la tercera Reunión de Consulta de Cancilleres


Americanos en Río de Janeiro, México, Colombia y Venezuela habían roto las relaciones
diplomáticas con el Eje y solicitaban la adhesión de las demás naciones de América. Esta
apelación a la solidaridad hemisférica, la cooperación y la protección mutua chocó con la
posición antagónica de Argentina. El otro país reticente fue Chile, ya que no creía en que se
pudiera asegurar su extensa costa ante una amenaza del Eje. La consecuencia fue que
Washington boicoteó económicamente a Argentina y la aisló en las relaciones externas de
carácter regional. Nuevamente las fuerzas alemanas hundieron buques argentinos. Es
importante señalar que Gran Bretaña apoyaba la neutralidad argentina, siempre que no se
interpusiera en el aprovisionamiento de carnes y otros productos al mercado británico.

El 4 de junio de 1943, un golpe de Estado terminó con el Gobierno de Ramón Castillo. Los
militares argentinos consideraban a la neutralidad como benevolente con los Aliados. Rawson
asumió por 48 horas y luego siguió Ramírez. En Bolivia también ocurrió un golpe de Estado y
acusaron a Ramírez de enriquecimiento durante la Segunda Guerra Mundial, de encubrimiento
nazi y de estar involucrado en el golpe boliviano. Fue reemplazado por Farrel. Las relaciones
con Estados Unidos se resintieron profundamente.

5) De noviembre de 1944 a marzo de 1945: Dentro del Gobierno de Farrel, estaba Juan
Domingo Perón. Este buscaba un acercamiento a Estados Unidos de forma pragmática, es
decir, sobre bases económicas y no ideológicas. En febrero de 1945, llegó a Argentina una
misión secreta norteamericana con el objetivo de lograr un principio de acuerdo con Perón para
integrar al país al sistema interamericano y sacarlo del aislamiento económico.

En el contexto internacional, se daba el fin de la guerra y la Conferencia de Yalta, donde se


negociarían los participantes de la futura Asamblea General de Naciones Unidas. Finalmente,
Argentina fue aceptada para participar de la conferencia inicial de San Francisco. A su vez se
sumó a la Conferencia Interamericana sobre Problemas de la Guerra y de la Paz, celebrada en
Chapultepec, México. De esta manera, nuestro país reactivaba los vínculos internacionales, los
cuales habían sufrido la interrupción por la neutralidad adoptada por la Casa Rosada durante la
guerra. Por decreto del 27 de marzo de 1945, Argentina declaraba la guerra al Eje. En abril de
ese año, se reanudaron las relaciones diplomáticas entre Buenos Aires y Washington.

Poniendo en perspectiva la situación de Brasil en la conflagración mundial, compartiremos el


reportaje “La Contribución de Brasil durante la Segunda Guerra Mundial”, disponible en el
siguiente enlace: https://dialogo-americas.com/es/articles/la-contribucion-de-brasil-durante-la-
segunda-guerra-mundial/

Luego del ataque japonés a Pearl Harbor, Brasil decidió dejar atrás su posición neutral. Fue así
que el Gobierno de Getulio Vargas cooperó con medidas defensivas, como fortalecer la
instalación militar del Campo Parnamirim de Natal, en Río Grande do Norte, en claro apoyo a
los Aliados.

Después de la toma de posición de Brasil al lado de Estados Unidos, submarinos alemanes


atacaron buques mercantes en el Atlántico. En consecuencia, Brasil declaró la guerra a las
potencias del Eje y reunió 25 000 soldados. Recién en 1944, el presidente brasileño Getulio
Vargas envió la Fuerza Expedicionaria Brasileña (FEB) a la campaña al norte de Italia.

Los contingentes de 25 000 soldados de la FEB incluían: una División Expedicionaria, un


Escuadrón Aéreo de Reconocimiento y un Grupo de Combate Brasileño, compuesto por
escuadrones de la recientemente constituida Fuerza Aérea Brasileña (FAB). La FEB
desempeñó un papel muy importante, en especial en las batallas de Monte Castello y Montese.
A su vez, en abril de 1945, en Collecchio, evitaron el escape de las tropas alemanas por la calle
del Po hacia el Reich.

La FEB combatió evitando el refuerzo del estratégico Muro Atlántico alemán, de más de 3000
kilómetros, en la costa del norte de Europa. Sin embargo, eso tuvo su costo. Las fuerzas
brasileñas sufrieron bajas estimadas en 2300 muertes. Brasil también perdió miles de marinos
y 36 buques en distintos enfrentamientos.

A diferencia de Argentina, que optó por la neutralidad y la no beligerancia, Brasil fue el único
país sudamericano que envió tropas a los Aliados. La participación en la Segunda Guerra
Mundial les sirvió a los brasileños para abonar una creciente relación y un frente unido contra
las amenazas en la región. Esto último se ve en los ejercicios militares conjuntos y en la
colaboración en las 47 misiones de paz de las Naciones Unidas con 20.000 militares,
realizadas hasta la fecha.

La Argentina peronista y la tercera posición


Introducción

En esta tercera lectura del Módulo 3, abordaremos la etapa de la Argentina peronista y


pondremos el énfasis en las características de la política externa del período y el contexto
internacional. También especificaremos el modelo de inserción denominado tercera posición y
las relaciones con Estados Unidos, la Unión Soviética y las naciones latinoamericanas.

Por último, seguiremos poniendo en perspectiva la política externa de Brasil, esta vez en
relación con esta etapa de la historia argentina.
1. La Argentina en la etapa peronista: la tercera posición

Perón llegó al poder en febrero de 1946. En cuanto a la política externa, se puso en debate el
perfil deseado de país y cómo nos insertaríamos en el mundo. Perón rápidamente mostró el
pragmatismo para llevar adelante las relaciones externas, en consonancia con el contexto
internacional y con los sectores internos, como el Ejército, los sindicatos y el sector industrial.

El modelo que el peronismo pone en vigencia se asienta sobre una política económica
orientada al mercado interno y dirigida por el Estado. Este realiza una distribución de los
ingresos en favor de la pequeña y mediana industria, que produce para ese mercado interno.
Se implementa una economía semicerrada, apostando a la incipiente industrialización y en
consonancia con una política exterior autónoma e independiente, buscando una constante
prudencia en la relación con la potencia hegemónica: Estados Unidos, con la que Argentina no
tenía buenas relaciones.

El Estado de Perón se afirmaba en la tercera posición, la cual buscaba consolidar la autonomía


económica del país, mirando hacia la política interna argentina, con el objetivo de construir una
Nación socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana.

Cuando se refería a que fuera socialmente justa, significaba redistribuir hacia los sectores
populares que habían quedado fuera del reparto de los ingresos de los modelos anteriores,
pero a la vez atendía a la fuerza que imponían los sindicatos en el nuevo Gobierno.

Lo de económicamente libre respondía a las nacionalizaciones que se hacían para la


reapropiación por parte de Argentina de aquellos bienes que se encontraban en manos de la
oligarquía y los capitales extranjeros.

La soberanía política, por su lado, se buscaba por medio de la tercera posición, equidistante al
capitalismo y al comunismo. Era una autonomía “heterodoxa”.

El contexto internacional: 1946 a 1960


Luego de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos y la Unión Soviética (URSS) se habían
constituido en las potencias hegemónicas. El sistema de equilibrio de poder entre los Estados
europeos había culminado y, ahora, el nuevo orden internacional planteaba una fuerte tensión
entre dos Estados que antes habían luchado en conjunto contra el nazismo alemán.

El escenario europeo se presentó como un tablero en el cual Estados Unidos y la Unión


Soviética querían extender su influencia. Estados Unidos lanzó el Plan Marshall en 1948, por el
que otorga ayuda financiera para la recuperación económica. Los soviéticos consideraron este
plan una intromisión en los asuntos interiores de los países europeos. Allí comenzaron las
tensiones entre ambas naciones, lo que derivó en la época de la Guerra Fría.

Alemania había sido dividida en cuatro zonas ocupadas por los vencedores. En 1948, se
intentó unificarla; sin embargo, la URSS estableció un Gobierno “títere” en Alemania Oriental,
con el nombre de República Democrática Alemana. En 1961, las autoridades de la Alemania
Oriental, ante un bloqueo, comenzaron a construir un muro de cemento que atravesaba la
ciudad de norte a sur.

Por otro lado, durante la Guerra Fría se estableció una carrera armamentística nuclear entre
ambas potencias. El eje de la Guerra Fría se estableció en la capacidad de las superpotencias
de producir armamento nuclear o químico, los emplazamientos y la cantidad de misiles que
podían tener.

En 1947, el presidente norteamericano Truman, para contrarrestar el avance del comunismo,


llama a un conjunto de naciones aliadas a formar la Organización del Tratado del Atlántico
Norte (OTAN). Era un bloque ofensivo liderado por Norteamérica en contra de los soviéticos. La
URSS entonces llama a las naciones simpatizantes a formar el Pacto de Varsovia, en el año
1955.

A pesar de la tensión constante entre ambos bloques, los temores de una guerra estaban lejos,
más allá de algunos conflictos dentro de los bloques, como la crisis de los misiles.
La imagen de bloques sólidos sin fisuras no se correspondía totalmente con la realidad. Dentro
del bloque occidental, por ejemplo, no todos los países acataban las directrices de Estados
Unidos. Así sucedía con el laborismo británico, la socialdemocracia alemana y la democracia
cristiana en Italia.

Dentro del bloque soviético, ocurría algo similar. Tal fue el caso de la Yugoslavia de Tito (que
fue expulsada del bloque en 1948), de los conflictos en Polonia y en Hungría de 1956, o en
Rumania, en 1963, de la ruptura de relaciones entre la URSS y China en 1964, y de la
Primavera de Praga de 1967.

Es importante destacar que en ambos grupos había intereses personales, militares,


industriales, científicos, de servicios de seguridad y de espionaje muy poderosos que hacían a
la reproducción constante del escenario de la Guerra Fría.

En paralelo a lo que sucedía en ambos bandos, empezaba a surgir un nuevo conjunto de


países luego de la descolonización, el cual fue nombrado como tercer mundo. Eran regiones
abastecedoras de materias primas y de productos alimenticios, pero también mercados para
los productos industriales y focos de atracción de capitales provenientes de las metrópolis.
Eran Estados en los que una crisis, como la caída de los precios en el mercado mundial, hacía
tambalear inmediatamente sus economías y sociedades.

Estos países, pertenecientes a África y a Asia, con sus variadas problemáticas, fueron
prontamente aceptados en la comunidad internacional e ingresaron a las Naciones Unidas
como entidades soberanas, recibiendo no solo atención, sino también asistencia económica y
tecnológica por parte de las grandes potencias, en busca de su alineación. Sin embargo, eran
Estados que también buscaban cierta independencia en el plano internacional. Por lo tanto,
fueron consolidando el Movimiento de Países No Alineados.
2. La política exterior de Perón: relaciones con Estados Unidos

El modelo de la tercera posición de Perón tenía ingredientes de origen radical, nacionalista y


socialcristiano. El presidente enfatizó la idea antiimperialista del modelo y, desde ese lugar,
reclamaba una posición de liderazgo entre las naciones de América del Sur.

Dentro de esa doctrina, lo que buscaba era la no alineación automática bajo la órbita
estadounidense, más allá de definirse cultural y geográficamente como occidental.

En cuestión de integración, dio preferencia al Cono Sur y fomentó las relaciones comerciales
entre los países que lo conformaban, como paso previo a una mayor unidad económica y
política regional.

En el ámbito económico internacional, buscaba realizar convenios bilaterales con todos los
países y diversificar los mercados, entre compradores y vendedores. No seguía el
multilateralismo que promovía Estados Unidos.

En septiembre el Gobierno peronista reanudó las relaciones diplomáticas con la Unión


Soviética, lo cual tensionó nuevamente los lazos con Estados Unidos. En esta misma línea,
nuestro país se relacionaba con el régimen de Franco, el cual había sido aislado por sus
vinculaciones con el Eje. Esto último también fue motivo de fricciones con los norteamericanos.

Ante las desavenencias comentadas más arriba, el Gobierno estadounidense tomó medidas de
índole económica que impactaron en la Argentina de Perón: se redujeron las cuotas de
importación de materiales como el hierro y el acero; y mermaron las exportaciones de
combustibles y de equipos petroleros, locomotoras y material sobrante. Sin embargo, debido a
las presiones de los sectores nacionalistas en la sociedad civil y el Ejército, ratificó las actas de
Chapultepec y San Francisco, a la vez que adhirió al Tratado Interamericano de Asistencia
Recíproca; es decir, el antimperialismo tenía sus límites.

Estados Unidos, por su parte, adoptó gestos de comprensión y solidaridad con el Gobierno de
Perón. En junio de 1948, levantó el embargo sobre los armamentos. Es importante advertir que
la política externa de Perón fue, en un sentido, de rotunda oposición al comunismo, pero a la
vez de pragmatismo con respecto a los deseos de Washington.

Más que ser una tercera posición, Argentina tomaba una posición pragmática. Esto se vio en la
guerra de Corea, de 1950. Estados Unidos le solicitó ayuda a Argentina, pero Perón se negó a
enviar tropas y sí ofreció proveer de alimentos a Corea del Sur. Cuando desde Washington
convocaron a la IV Reunión de Consulta en 1951, Argentina también concurrió con su clásica
postura de abstención a entrar en el conflicto.

En cuanto a la economía internacional, entre 1949 y 1950 descienden los precios agrícolas
mundiales ante las abundantes cosechas de otras regiones como Europa, Estados Unidos y
Canadá. Por otro lado, en Argentina empieza a subir la inflación, por lo que el modelo
económico peronista empieza a ver sus limitaciones.

En 1950 el Gobierno debió solicitar un préstamo al Export-Import Bank de Estados Unidos, lo


que hizo flaquear la autonomía proclamada. El Gobierno argentino entonces autorizó a varias
empresas estadounidenses a girar sus fondos a una tasa de cambio favorable. Por su parte, el
Eximbank también autorizó un crédito.

En cuanto a los organismos multilaterales surgidos después de la Segunda Guerra Mundial,


como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y el GATT (Acuerdo General
sobre Tarifas y Comercio), el Gobierno peronista no quería perder totalmente la autonomía que
había logrado, por lo que no participó en tales organismos, argumentando que respondían a los
intereses de las grandes potencias.

Argentina sí suscribió a organismos multilaterales, pero del ámbito político, como el Tratado
Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) y la Organización de los Estados Americanos
(OEA). En la segunda institución, nuestro país presentó un documento donde fijó su posición
con respecto a sus títulos y derechos sobre las islas Malvinas, Georgias del Sur, Sándwich del
Sur y la Antártida argentina.

Por otro lado, las relaciones con Gran Bretaña siguieron en lo comercial. En el año 1946, se
suscribió el acuerdo Eady-Miranda, por el que se incluían disposiciones de régimen de pagos,
comercio de carnes, ferrocarriles y negociación de un tratado comercial. Ese año, Argentina
tenía un crédito de 150 millones de libras en su cuenta bloqueada en Londres. Pero en febrero
de 1947 Argentina decidió “nacionalizar” los ferrocarriles de capitales británicos por un valor de
150 millones de libras. Además, se convino la compra de una gran cantidad de aviones
militares.

Cuando analizamos el caso de la política externa de Brasil, siguiendo el paper de Pagni


Fernández (2020), vemos que el país lusoparlante desde la época colonial buscó obtener una
inserción internacional e innovación en el desarrollo a través de su política externa. Entre los
años 1945 y 1951, se dieron importantes convergencias entre la República de Brasil y Estados
Unidos. Sin embargo, luego de la presidencia de Vargas la convergencia entre ambos países
comenzó a declinar. Es de notar, de todos modos, que la declinación no significa total
ausencia. Las relaciones entre ambos Estados no llegaron a la ruptura en ningún momento.
Todo esto demuestra una cierta estabilidad en la acción internacional del país en cuanto a sus
lazos con la potencia del norte de América.

Según el texto, hubo determinantes sistémicos que orientaron la política exterior de Brasil a
partir de 1946. A medida que la economía iba en aumento y se expandía, crecía la población, la
sociedad se hacía más urbana, y se hacía exponencial el gasto militar, los brasileños fueron
sintiéndose más seguros y autónomos, distanciándose despacio y gradualmente del poder
estadounidense, sin llegar a la ruptura de relaciones ni a la enemistad.

Según Reig Salinas (2012), Brasil se vio frustrada en la posguerra debido a que Estados
Unidos, a través del Plan Marshal, otorgó ayuda económica a países que habían sido enemigos
durante la Segunda Guerra Mundial, como Italia y Alemania, en lugar de profundizar la ayuda
económica a los brasileños, que tanto habían apoyado a los Aliados durante la guerra. A partir
de esa situación, Brasil viró hacia una política exterior más independiente y con mirada
latinoamericanista, aunque sin perder totalmente los lazos con Estados Unidos.

La política exterior de Perón: las relaciones con los países latinoamericanos


Con Chile: A partir del GOU (Grupo de Oficiales Unidos), se pensaba en constituir un bloque
austral que consolidara un liderazgo argentino en la región, bajo un fuerte
antinorteamericanismo. Es así como Perón propició una serie de medidas comerciales y de
ayuda financiera a Chile, que incluían un régimen de unión aduanera y liberaba derechos de
importación a través del IAPI (Instituto Argentino de Promoción del Intercambio). También se le
otorgaría a Chile la preferencia sobre un descubierto de 100 millones de pesos y se realizaría
una inversión de 300 millones en ese país. Pero, por la fuerte oposición en el Senado chileno,
ya que lo consideraban un acuerdo de sometimiento de su país a la Argentina, dicho tratado no
fue ratificado.

Con Brasil: Este país se alineó con Estados Unidos en la constitución del TIAR, por ejemplo;
es decir, promovía un fuerte multilateralismo en consonancia con Norteamérica, a diferencia del
bilateralismo que apoyaba Argentina. En consecuencia, se opuso al intento de Perón de reflotar
el ABC y a la idea de un bloque austral liderado por el Gobierno peronista. Brasil, por su parte,
rompió relaciones con la Unión Soviética y apoyó la creación de Israel (en clara alineación con
Estados Unidos). Argentina reconoció a Israel en 1949.

Con Uruguay: Con este país habían surgido diferencias durante la Segunda Guerra Mundial,
ya que los uruguayos eran pro Aliados, a diferencia de nuestro país. El canciller uruguayo
Rodríguez Larreta impulsó una política colectiva contra cualquier país americano que violara
los derechos humanos, que fuera antidemocrático y que no observara sus compromisos
internacionales. Sin embargo, Argentina tomó esto como una afrenta a su Gobierno y,
finalmente, ningún país latinoamericano acompañó la propuesta.
La política exterior de Perón: relaciones con la Unión Soviética
Luego de la guerra de Corea, hubo una distensión en las relaciones este-oeste, y la URSS
experimentó un avance económico que le permitió jugar un rol más activo a nivel mundial.
Nuestro país, por su parte, necesitaba cambiar su política económica y reorientar sus
relaciones externas. De esta forma, buscaba balancear la política externa entre Estados Unidos
y Unión Soviética, fiel a la doctrina de la tercera posición.

En 1953 se reanudaron las negociaciones diplomáticas y comerciales con la Unión Soviética. El


embajador argentino que residía en Moscú se entrevistó con Stalin. Esta, que sería la primera
entrevista que Stalin daría a un país no comunista y latinoamericano, culminó con la firma del
acuerdo Bravo-Stalin. Las inquietudes surgieron en el Gobierno norteamericano, pero no
prosperaron.

Retomando el caso de Brasil, en la lectura anterior ya habíamos marcado que el Itamaraty se


había alineado con los Aliados y había participado activamente enviando tropas de hasta 25
000 hombres al frente en Europa. La república brasileña, en consecuencia, había roto sus
relaciones con el Eje. Luego, en el período de posguerra, los lazos creados con Estados
Unidos lo habían marcado como su aliado en la región del Cono Sur y, por ende, contrario al
régimen de la Unión Soviética.
3. La caída de Perón. La relación con la Iglesia

Hasta el año 1954, las relaciones entre el Gobierno de Perón y la Iglesia católica habían sido
cordiales. Sin embargo, ese año se fundó el Partido Demócrata Cristiano, un partido
anticomunista, y Perón lo vio como un cuestionamiento a la hegemonía y cohesión de su
partido. Empezó a ver una amenaza al peronismo por las actividades de la Iglesia en cuanto a
las actividades políticas, juveniles y gremiales. De tal manera, sancionó leyes que lo
enfrentaron con la Iglesia: la ley de divorcio, la igualdad entre hijos legítimos y
extramatrimoniales, se eliminó la enseñanza religiosa en las escuelas públicas y se abrieron
prostíbulos. En el año 1955, la Iglesia se separó del Estado finalmente.

Los nacionalistas católicos y los liberales de izquierda unieron fuerzas en la oposición contra el
oficialismo. En 1955 hubo levantamientos y quema de Iglesias y el arzobispado, por lo que el
Vaticano promulgó la excomunión de Perón.

Finalmente, en septiembre de 1955 se produjo el golpe de Estado, llamado Revolución


Libertadora, que terminó con el Gobierno de Perón y nombró como presidente provisional al
general Lonardi. Según la oposición, la política peronista, pendular y pragmática, mostraba
signos de debilidad. Además, la burguesía industrial y agropecuaria quería una mayor apertura
del comercio externo y más inversiones extranjeras, además de terminar con los controles
autoritarios del peronismo.

La Revolución Libertadora. Alineamiento y


multilateralismo
Introducción

En esta cuarta lectura del Módulo 3, nos concentraremos en la etapa de la Revolución


Libertadora, la economía del período, las relaciones con Estados Unidos y Latinoamérica, y la
finalización de esta etapa de transición.

En esta oportunidad haremos una comparación con los comienzos de la presidencia de


Kubitschek en Brasil.
1. La Revolución Libertadora: introducción

El golpe cívico-militar del año 1955 puso fin al Gobierno de Perón e intentó borrar todos
lineamientos que se habían sucedido durante los últimos años; es decir, la nueva dictadura
buscó desarticular el modelo político que había delineado el peronismo. En pos de este
objetivo, la Revolución Libertadora instauró la idea del peronismo como un Gobierno autoritario,
y bajo ese designio se abocó a restaurar el sistema de partidos y el parlamentarismo. Sin
embargo, había muchas diferencias entre quienes habían promovido el golpe de Estado, pues
este frente estaba compuesto por partidos políticos opositores, corporaciones de la clase media
y la burguesía, las fuerzas armadas y la Iglesia. Todos los grupos anteriores tenían diferentes
intereses.

Un punto nuclear fue el anticomunismo como eje primario de la política exterior. En ese sentido,
buscaron establecer lazos con Estados Unidos y obtener créditos internacionales.

En el caso de Brasil, por otro lado, en el año 1955 se realizaron elecciones presidenciales. El
expresidente Getulio Vargas se había suicidado, en medio de acusaciones de corrupción por la
oposición y el pedido de su renuncia por parte de los generales del Ejército. Vargas se dirigió a
desarrollar la economía del país en congruencia con los grupos nacionales y bajo control
estatal. Las élites se opusieron a tales políticas.

En ese contexto, en 1955 ganó las elecciones Juscelino Kubitschek, quien cumplió funciones
desde 1956 a 1961. Vemos, entonces, la primera diferencia con Argentina. Mientras en nuestro
país, ante los malestares por las políticas seguidas por Perón, se desencadenó un golpe cívico-
militar, en Brasil, ante dificultades similares en el gobierno de Vargas, se culminó en elecciones
presidenciales. Sin embargo, hay que matizar tal diferencia, debido a que, antes de las
nombradas elecciones brasileñas, las fuerzas militares lusoparlantes habían elaborado un
manifiesto y pedido la renuncia de Getulio Vargas. También es interesante nombrar que hubo
un complot con parte de los militares, que pretendían hacer un golpe para evitar la asunción a
funciones de Kubitschek, la cual fue repelida en favor del nuevo presidente electo.

La economía
El modelo de producción de la posguerra había sufrido un estancamiento. Entonces se hizo
imperioso reflexionar y repensar nuevas alternativas. Esto debía tener en cuenta un amplio
sector de la sociedad que estaba conformado por la clase obrera surgida y apoyada por el
Gobierno peronista.

La Revolución Libertadora designó en la cartera de economía a Raúl Prébisch, que debía lograr
justificar las nuevas modificaciones, como el aumento del tipo de cambio y, por consiguiente, el
aumento del costo de vida. Es así como buscó la tecnificación del sector agropecuario.
Entonces criticaba las políticas surgidas años antes, como el déficit de las empresas públicas,
los obstáculos del Instituto Argentino de Promoción del Intercambio (IAPI) y las excesivas
regulaciones. Pretendía regresar a tener ingresos de la industria y el comercio en el nuevo
escenario internacional.
La deuda y el Club de París
La tercera posición implicó, para el nuevo Gobierno, el aislamiento del país y, por lo tanto,
había que salir de ello.
El multilateralismo volvía a asomar en la política, propiciando el comercio con Europa
Occidental. Con ese objetivo, Argentina debía reestructurar su deuda externa. En 1956, se
recibió al delegado del Banco de Inglaterra para incorporar a nuestro país al sistema
multilateral de pagos y abrir más la economía nacional.

Prébisch pretendía salir del sistema de negociaciones bilaterales del Gobierno anterior y, en su
lugar, seguir el multilateralismo invitando a iniciar acuerdos a los países europeos, en razón de
la deuda acumulada, que era de USD 800 millones, una suma exuberante en vista de que
exportamos menos de mil millones. 500 millones fueron reestructurados con Europa. Por ello,
Argentina prefirió las compras a los europeos, utilizando las divisas que ingresaban, para el
pago en cualquier país de Europa, ya que podían transferirse entre ellos, no como con los
dólares estadounidenses.

El sistema anterior rigió por dos años, hasta 1958, cuando tanto los argentinos como los
europeos declararon la libre convertibilidad al dólar estadounidense y otras monedas,
incorporándose al sistema del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio
(GATT).

El mecanismo inaugurado con el Pacto Roca-Runciman, el bilateralismo, daba paso ahora al


multilateralismo después de más de 20 años. En Europa, mientras tanto, se unían las fuerzas
nacionales en la CECA (Comunidad Europea del Carbón y del Acero), llegando a los Tratados
de Roma de 1957, por los que comenzaba la CEE (Comunidad Económica Europea).

Mario Amadeo se encargó de la cartera de Relaciones Exteriores. Este era próximo al Vaticano
y a las derechas europeas. Debía renovar el cuerpo diplomático y delinear la nueva política
externa. Por otro lado, debía encargarse del asilo diplomático de Perón, garantizando su salida
de Argentina, y, además, darle la debida sepultura a Eva Duarte.

Amadeo recibió la renuncia de muchos funcionarios diplomáticos afines al peronismo y nombró


nuevos diplomáticos, cargos ocupados por la diversa oposición. De esa forma, el Gobierno
provisional lograba la conciliación y el consenso. Los objetivos que tenía la Cancillería eran:
reanudar relaciones con la Iglesia católica, fortalecer los lazos con Estados Unidos, tener
relaciones cálidas con Latinoamérica e ingresar a los organismos multilaterales de
financiamiento.
Relaciones con Estados Unidos
Después de la Segunda Guerra Mundial, Argentina pasó de relacionarse mayormente con Gran
Bretaña a acercarse a Estados Unidos en búsqueda de acuerdos económicos y financieros.

El Gobierno militar consideró la nueva situación internacional, en la que Estados Unidos era la
potencia hegemónica de Occidente en medio de la Guerra Fría. Por lo tanto, estableció como
prioridades la estabilidad y el orden político interno, por un lado, y la posición anticomunista,
por el otro. Sin embargo, en cuanto al tema del petróleo, el nuevo Gobierno anuló el acuerdo
con Norteamérica y decidió usufructuar esa materia prima a través de Yacimientos Petrolíferos
Fiscales (YPF). La anulación del contrato de California (entre las empresas estaba la Kaiser,
instalada en Córdoba, junto a otras empresas) suscitó una serie de disgustos en las potencias
anglosajonas.

El embajador de Estados Unidos en nuestro país, Nufer, atribuyó la decisión a las fuertes
presiones de los sectores nacionalistas y las Fuerzas Armadas. Ni Nufer ni su sucesor en la
cartera externa estadounidense concretaron la ayuda económica a nuestro país. Prébisch
había desarrollado un informe económico que no fue confiable para Washington.

Por otro lado, el almirante Rojas realizaba una diplomacia paralela con el fin de modernizar la
Armada. De tal manera, se reunió con los diplomáticos norteamericanos a espaldas de
Aramburu. Se comenzaban a ver entonces las divisiones al interior del bloque gobernante, lo
cual no favorecía la política exterior argentina.

Otro problema se daba con la empresa de energía CADE (Compañía Argentina de


Electricidad), compuesta por capitales extranjeros, la cual estaba mal considerada por
sobornos y hechos de corrupción. La concesión de CADE se extendía hasta el año 1972, pero
el Gobierno declaró su liquidación y su intervención en 1957.

Prébisch solicitaba, en su informe a Estados Unidos, mil millones de dólares en préstamos del
Eximbank y del Banco Mundial de Reconstrucción y Fomento. Pero a los bancos no les
resultaba seguro prestar a un país que tenía problemas internos y que había intervenido o
cancelado a empresas extranjeras. El arreglo no se concretó. Las acciones llevadas a cabo por
el Gobierno provisional fueron incluidas en las listas negras de los organismos multilaterales.
Solo después de fuertes presiones, el Eximbank concedió un préstamo por cien millones de
dólares a la Argentina. Aunque esto también se vio motivado por el temor de que el gobierno
argentino optara por aceptar préstamos provenientes de la Unión Soviética (URSS).

En cuanto a cooperación militar, Argentina se aproximó a Washington, comprando armamentos


y uniformes y realizando maniobras y cursos en conjunto. Sin embargo, en 1958, una comisión
argentina viajó a la URSS para comprar equipamiento para el sector petrolífero y el vial y, a su
vez, aprovechar créditos que habían quedado pendientes.

Retomando el caso de la República Federativa de Brasil, siguiendo el artículo de Claudia


Wasserman (2010), Kubitschek siguió una política de desarrollo industrial a la que
denominó nacional desarrollismo. Para ser efectiva, se asentaba en el pedido de inversiones de
capitales extranjeros. Es por ello que se abocó a lograr mejores relaciones con Estados Unidos.
A su vez, propuso un programa llamado Operación Panamericana, para ayudar al Estado
hegemónico a desarrollar lazos más profundos con los países de Latinoamérica. Esta iniciativa,
dirigida al presidente Eisenhower, se basaba en rever las relaciones del sistema
interamericano, en cuanto a aspectos jurídicos, de defensa, económicos y sociales. El objetivo
era tener un plan que, mediante la defensa del hemisferio de forma no militar, sino mediante
mejores relaciones económico-comerciales con Estados Unidos, repeliera la influencia de la
Unión Soviética y superara el subdesarrollo en la región.

Todo este esquema se realizaría dentro de la estructura de la Organización de los Estados


Americanos (OEA), sin perjudicar las democracias ni la propiedad privada. Eisenhower ya
estaba al final de su mandato, por lo que el presidente Kennedy fue quien retomó la iniciativa
presentada por Brasil y destinó fondos y ayuda a América Latina, dentro de lo que luego fue la
Alianza para el Progreso.
2. Relaciones con Latinoamérica

La cuestión del asilo del expresidente Perón era un tema delicado para el general Aramburu.
Tan es así que, en 1956, para la conferencia de los presidentes de las naciones miembros de
la OEA, en Panamá, se solicitó que Perón no estuviera en el país. Era la condición para que el
Gobernante provisional argentino participara de la reunión convocada por Dwight Eisenhower.
Los resultados de asistencia económica no se dieron; sin embargo, Argentina regularizó su
situación, siendo el último país de América en ratificar la carta de la OEA.

Otro mecanismo latinoamericano de la época fue la Asociación Latinoamericana de Libre


Comercio (ALALC), de la que Argentina decidió participar.

En Chile, la caída del expresidente Perón fue festejada, ya que lo acusaban de haber
intervenido en la vida política y sindical de su país. Por su parte, la Revolución Libertadora
envió pruebas para acusar al ibañismo de haber recibido ayuda económica del Gobierno de
Perón.

En 1956, una comitiva militar con Manrique al frente viajó a Chile a tratar el tema de los
problemas limítrofes. Él sugería que todo se solucionaría si las islas Picton y Nueva, en el canal
de Beagle, eran reconocidas como argentinas. El presidente Ibáñez del Campo no accedió,
debido a que consideraba que habían perdido todos los conflictos de límites frente a Argentina.
En todo el proceso, la Cancillería y el embajador argentino en Chile no fueron consultados.
Fueron gestiones, entonces, de una diplomacia militar paralela.

En Brasil también hubo alegría ante el derrocamiento de Perón. A su vez, el Gobierno


provisional no miraba con buenos ojos a los diplomáticos que establecían relaciones entre los
dos países. Las intrigas eran constantes. Por ejemplo, la difusión de la “carta Brandi”, enviada
por el diputado Brandi al vicepresidente brasilero Goulart, hacía referencia a un supuesto
complot para instalar en su país un Gobierno sindicalista en concordancia con Perón. Luego se
demostraría la fraudulencia de dicha carta. Se desconfiaba de los intereses de la diplomacia del
Brasil: por ejemplo, se creía que el expansionismo brasileño había ganado espacio cuando el
peronismo se concentraba en su política internacional de la tercera posición.

En cuanto a Paraguay, Uruguay y Bolivia, era importante tenerlos en consideración, debido a


que era mayor la influencia que recibían de Río de Janeiro. En Bolivia se buscó impedir que
Brasil entrara en la producción de los yacimientos de hierro del Mutúm, y con Uruguay se creía
no conveniente dejar que Itamaraty colaborara en la represa binacional de Salto Grande. Con
Paraguay se logró una gran interdependencia sobre la base de acuerdos por las vías fluviales.

En lo que respecta a la defensa del hemisferio sur, el vicepresidente Rojas propuso a Brasil
concretar un acuerdo militar del Cono Sur, el cual fue rechazado por el país vecino. Esto
demostraba el alineamiento de Río de Janeiro con Estados Unidos y la influencia de su política
de estrategia para todo el continente por sobre los regionalismos.

Siguiendo el caso de la política externa de Brasil, partiendo del supuesto del subdesarrollo de
los países de la región, quiso posicionarse como la mediadora entre Estados Unidos y
Latinoamérica. Para Kubitschek, la miseria y la desigualdad abrirían paso a la influencia
soviética en la región. Por tal motivo, propuso una suerte de panamericanismo en el que la
potencia hegemónica se responsabilizara con América y enviara recursos destinados al
desarrollo económico de los Estados latinoamericanos. Sin embargo, la potencia del norte
estaba abocada a la guerra de Corea y a la reconstrucción de los Estados de Europa. La
asistencia fue dirigida a esa región del mundo principalmente.

Por otra parte, a las naciones americanas les resultaba desconfiado el rol que se le pretendía
dar a Estados Unidos. Por lo tanto, a iniciativa de Kubitschek, se constituyó un comité de 21
países latinoamericanos que estudiaría las causas de los problemas económicos y plantearía
propuestas para luego abordarlas por la cooperación interamericana, dentro del marco de la
OEA.

Proyección científica argentina


En su informe, Prébisch propuso crear un organismo que investigara la inversión en tecnología
en el sector agrícola. Es así como en 1956 Aramburu creó el INTA (Instituto Nacional de
Tecnología Agropecuaria). En 1958 se creó el INTI (Instituto Nacional de Tecnología Industrial)
y en ese mismo año también se creó el CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas).
Fin del Gobierno provisional
En 1956 se produjo la convención radical en la que se vieron distintas fracturas internas como
resultado del derrocamiento de Perón. Aramburu apostó por el balbinismo como una
continuidad, mientras que Frondizi comenzó a buscar consensos para traccionar el voto del
peronismo. En 1958 se realizaron las elecciones, donde Frondizi triunfó luego de pactar con la
fuerza peronista.

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