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Desarrollismo y modelo de

inserción. Perón, Frondizi y las


FFAA
Introducción

En esta primera lectura interactiva del módulo 4, comenzaremos a abordar los contenidos de la
unidad 5 del programa de nuestra materia. Por un lado, hablaremos sobre los gobiernos
argentinos que se sucedieron durante el período 1958-1973, así como del desarrollo del
contexto internacional, prestando especial atención a la política norteamericana en la región.
Por otro lado, consideraremos la política externa de Chile durante el período citado. Con ella,
buscaremos saber explicar la postura asumida por este país ante una posición internacional
adversa y contraria a sus intereses.
1. El Gobierno de Frondizi

El 1 de mayo de 1958 asumió la presidencia Arturo Frondizi, referente de la Unión Cívica


Radical Intransigente (UCRI). Su llegada al poder fue por medio de una apertura democrática
parcial, ya que el peronismo seguía estando proscripto. No obstante, logró ganar las elecciones
gracias a los votos que le propició el partido justicialista, lo cual había sido acordado
previamente entre ambas partes.

El programa de gobierno tenía dos objetivos: la integración política de los principales actores
sociales y políticos, y el desarrollo de la economía argentina por medio de la expansión
industrial. En relación con el primero, se tomaron algunas medidas que apuntaban a facilitar la
integración del peronismo y de los sindicatos al sistema político, como, por ejemplo, la ley de
amnistía para los presos políticos peronistas, la derogación de las inhabilitaciones gremiales
impuestas por la Revolución Libertadora, la anulación del decreto que prohibía el uso de los
símbolos peronistas y la sanción de la Ley de Asociaciones Profesionales. Pero esta actitud
conciliadora, sumada a la política exterior contraria a los lineamientos de Estados Unidos
respecto a Cuba, alarmó a las Fuerzas Armadas antiperonistas y las motivó a ejercer su tutela
sobre el Gobierno civil. Su injerencia se dio por medio de la participación de algunos militares
en el Gobierno y por las exigencias que allí planteaban, lo cual se vio reflejado en situaciones
como la renuncia de Rogelio Frigerio y la designación de Alsogaray como ministro de
Economía y Trabajo, y en cambios respecto a la política exterior.

En cuanto al segundo objetivo, el programa desarrollista estaba orientado, en gran medida, por
las recomendaciones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), que
consideraba que la región alcanzaría su desarrollo económico por medio de la industria
pesada. No obstante, para lograr esto, se requería la inversión de grandes sumas de capitales
y tecnologías, por lo que el país debió recurrir al financiamiento externo. Para ello, se sancionó
la Ley 14780[1] de radicación de inversiones extranjeras, que establecía amplias prerrogativas
para los capitales externos que quisieran invertir en el país. Por ejemplo, se beneficiaron de los
mismos derechos que las reglamentaciones locales otorgaban a los capitales nacionales, y
pudieron transferir las ganancias al país de origen sin previa autorización del Estado nacional.
La normativa también ofrecía un trato preferencial a aquellas empresas que produjeran bienes
a partir de recursos locales, colaboraran en el crecimiento de las economías regionales y
estuvieran dispuestas a fusionarse con empresas locales. Además de esta ley, se sancionó
otra, la Ley 14781[2] de Promoción industrial, mediante la cual se buscaba descentralizar la
producción del país. También es importante mencionar la firma de contratos que el Gobierno
realizó con distintas empresas petroleras como la Standard Oil y Panamericana de Estados
Unidos, Royal Dutch de Holanda, Shell de Gran Bretaña, ENI de Italia y el grupo Aquitanie-
Forest de Francia. Si bien esto fue objeto de fuertes críticas por parte de distintos sectores, la
firma fue justificada por el Gobierno, que argumentó la necesidad de lograr el
autoabastecimiento de hidrocarburos. Estas medidas, junto con un contexto internacional
favorable, produjeron una fuerte inversión extranjera en el país, en particular de origen
norteamericano, las cuales se concentraron en las industrias petrolera, petroquímica y
automotriz. No obstante, esta política desarrollista no estuvo solo dirigida al sector industrial,
sino que también apuntó al desarrollo del sector agropecuario. Se buscaba la tecnificación del
sector mediante la incorporación de maquinarias y nuevas semillas, así como por el desarrollo
de técnicas de producción. En este proceso, el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria
(INTA), creado en 1956, jugó un rol importante al transferir gratuitamente los conocimientos y
las técnicas de sus científicos al sector primario.

[1]
Ley 14780. Promoción industrial. (1958). Congreso de la Nación Argentina. Recuperado
de https://bit.ly/3M11Vzj.

[2]
Ley 14781. Promoción industrial. (1958). Congreso de la Nación Argentina. Recuperado
de https://bit.ly/3PYkFD0.

El Gobierno de Frondizi se vio interrumpido en marzo de 1962 a causa de un golpe militar.


Como mencionamos, la política integracionista, junto con la postura que tomó ante el caso
cubano (que se explica en el siguiente apartado), llevó a la exasperación de las FF. AA. que
terminó por acentuarse cuando habilitó la participación del peronismo en las elecciones para
gobernadores e intendentes de ese año; dicha fuerza ganadora dio como resultado ocho de las
catorce gobernaciones.
El contexto internacional y las relaciones con Estados Unidos
Finalizada la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), el escenario internacional adoptó una
nueva fisonomía a raíz de la rivalidad que se estableció entre las dos superpotencias
mundiales: Estados Unidos y la Unión Soviética. Esta situación dividió al mundo en dos
bloques, el occidental y capitalista —liderado por los Estados Unidos—, y el oriental y
comunista —liderado por los soviéticos—, y perduró hasta 1991, momento en el que se disolvió
la URSS. Este largo período pasó a conocerse como Guerra Fría. Sin embargo, esta rivalidad
no se tradujo en una nueva guerra abierta entre ambas potencias, sino en conflictos bélicos
que involucraron a otros países, pero en los cuales aquellas participaron de manera indirecta.
También supuso una guerra ideológico-política, económica, cultural y científica que tuvo, en
América Latina, uno de sus epicentros cuando se produjo la Revolución Cubana (1959) y su
adhesión a la doctrina socialista —suceso que pasó a convertirse en la mayor preocupación de
Estados Unidos, debido a que veía peligrar su influencia sobre el continente americano.
Con ese escenario, en 1961, asumió como presidente de Norteamérica John F. Kennedy, el
cual significó un fuerte respaldo al Gobierno de Frondizi, y que llegó incluso a un trato personal.
Kennedy propuso a los Estados latinoamericanos un planteo de institucionalización
democrática y cambio social por medio de la llamada «Alianza para el Progreso», acuerdo al
que Argentina accedió de inmediato y que se lanzó en la reunión del Consejo Interamericano
Económico y Social, en Punta del Este (Uruguay), ese mismo año. Allí, los países miembros, a
excepción de Cuba, se comprometieron a fortalecer “las instituciones democráticas, acelerar el
desarrollo económico, social y el programa de viviendas, impulsar la reforma agraria, mantener
una política monetaria y fiscal equilibrada e incentivar la integración de la región” (Lázzaro,
2012, https://bit.ly/3x9aX9r).
La principal motivación de Estados Unidos era contener la amenaza que representaba la
experiencia cubana, y para ello, buscaba respaldar económicamente a los Gobiernos
latinoamericanos y se comprometió a destinarles 20 millones de dólares durante una década.
No obstante, al año siguiente, en la Octava Reunión de Cancilleres de la OEA, el representante
norteamericano pidió la expulsión de Cuba de dicha organización y, para ello, argumentó que
en el sistema interamericano no se debía admitir a ninguna nación que adscribiese al
marxismo-leninismo. Ante esto, la delegación argentina apeló, por un lado, al principio de
«autodeterminación de los pueblos», para sostener que no se debía intervenir en los asuntos
internos de los países y, por otro, sostuvo que, para combatir al comunismo, los Estados
Unidos deberían cumplir lo acordado el año anterior con la firma de la Alianza para el Progreso.
Finalmente, la decisión de expulsar a Cuba de la OEA se concretó con el resultado de catorce
votos a favor; Argentina, junto con algunos países más, se abstuvo en la votación. Esta
decisión generó el rechazo de las fuerzas armadas, que instaron al Gobierno a romper las
relaciones diplomáticas con el Gobierno de la isla, lo cual se concretó el 8 de febrero de 1962,
por medio del Decreto 1250.
La política externa de Chile (primera parte)
La Revolución cubana fue un acontecimiento que incidió, decisivamente, en el continente
americano y marcó la política regional que, desde entonces, asumió Estados Unidos para
frenar el avance del comunismo. En este escenario, en el que el Gobierno norteamericano
impulsó la denominada Alianza para el Progreso, Chile adhirió a dicho acuerdo. No obstante,
en enero de 1959, reconoció al nuevo Gobierno cubano a través de su canciller, Germán
Vergara Donoso y, en 1962, en el marco de la Séptima Reunión de Cancilleres de la OEA, se
abstuvo en la decisión de expulsar a Cuba de dicha organización. Una actitud similar sostuvo
en la Novena Reunión de la OEA, que tuvo lugar en Washington, en el año 1964, en la que se
decidió que los Gobiernos del hemisferio occidental romperían sus relaciones diplomáticas con
el Gobierno de la isla.

A continuación, les presentamos un cuadro en el que se abordan algunos de los acuerdos más
importantes a los que suscribió Chile, a principios de los años sesenta.
Tabla 1: Acuerdos principales a los que suscribió Chile en los 60

Declaración de Los Suscrita por los presidentes Frondizi (Argentina) y Alessandri (Chile). Se
Cerrillos[3] establecía que todos los problemas de límites entre ambos países se
(febrero de 1959) someterían a arbitraje.
Se crea la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC). De este
acuerdo inicial formaron parte también Argentina, Brasil, México, Paraguay,
Perú y Uruguay. El objetivo principal era establecer una zona de libre
Tratado de Montevideo[4] comercio en la región que ayudara al desarrollo económico de los países
(18 de febrero de 1960) integrantes. Sin embargo, una vez que entró en vigencia, surgieron algunos
problemas. Por ejemplo, la Argentina decidió establecer una barrera tarifaria
para proteger su industria del acero de la competencia chilena; a esto Chile
respondió subiendo los aranceles de sus productos agrícolas.

En Santiago de Chile, Alessandri y Frondizi comunicaron el acuerdo


alcanzado entre ambos países sobre las bases para solucionar,
Declaración conjunta sobre
pacíficamente, las cuestiones limítrofes que se encontraban sin resolver. Se
Arbitraje[5]
establecía que el litigio por la zona del río Encuentro sería arbitrado por la
(22 de marzo de 1960)
reina de Gran Bretaña, mientras que, el diferendo por el canal Beagle
quedaría bajó la decisión de la Corte Internacional de La Haya.

Fueron cuatro acuerdos que se firmaron entre el canciller argentino


Diógenes Taboada y el embajador chileno Sergio Gutiérrez Olivos. Ellos
Pactos del Sesenta eran el protocolo de arbitraje en la región del río Encuentro[6], el protocolo
(12 de junio de 1960) que sometía a la decisión de la Corte de La Haya la cuestión de las islas
Picton y Nueva[7], el acta adicional al protocolo del 16 de abril de 1941[8] y, el
Convenio de navegación en los canales fueguinos.

En ella, los presidentes Frondizi y Alessandri acordaban una postura común


Declaración de Viña del Mar[9]
con respecto a la situación mundial y hemisférica, especialmente sobre
(11 de septiembre de 1961)
aquellos temas que se relacionaban con la Alianza para el Progreso.
Fuente: elaboración propia.

[3]
Acta de Los Cerrillos. (1959). Poder Ejecutivo de Chile y Poder Ejecutivo de Argentina.
Recuperado de https://bit.ly/3ahJR6I.

[4]
Tratado de Montevideo. (1960). Asociación Latinoamericana de Libre Comercio. Recuperado
de https://bit.ly/3x6M2mH.

[5]
Declaración conjunta de arbitraje entre Argentina y Chile. (1960). Gobierno de la República
Argentina y Gobierno de Chile. Recuperado de https://bit.ly/3x8duAL.

[6]
Tratado 1663. Acuerdo de arbitraje. (1966). Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte,
República de Argentina y la República de Chile. Recuperado de https://bit.ly/3NMEknf.
[7]
Tratado General de Arbitraje. (1902). República Argentina y República de Chile. Recuperado
de https://bit.ly/3PXlsnm.

[8]
Tratado 1517. Protocolo relativo a la reposición y colocación de hitos en la frontera argentino-
chilena. (1941). República Argentina y República de Chile. Recuperado
de https://bit.ly/3PWQn3t.

[9]
Tratado 1636. Declaración de los presidentes de Argentina y Chile en Viña del Mar. (1961).
Poder Ejecutivo de la República Chile y Poder Ejecutivo de la República Argentina. Recuperado
de https://bit.ly/3M9jhKg.

2. El Gobierno de Illia

Luego del golpe militar que terminó con el Gobierno de A. Frondizi, asumió por un breve
período de tiempo José M. Guido, quien se había desempeñado hasta entonces como
presidente provisional del Senado. En 1963, se habilitaron nuevas elecciones y, en ellas,
resultó ganador Arturo Illia, referente de la Unión Cívica Radical del Pueblo (UCRP) quien
gobernó entre octubre de ese año y junio de 1966, momento en que se producirá otro golpe
militar.

La política económica de Illia se caracterizó por la intervención estatal y la defensa del mercado
interno, lo cual contrastaba con la que llevó adelante el Gobierno de Frondizi. En este sentido,
la decisión de restringir la presencia de capital extranjero en la economía nacional generó
malestar dentro de la gran burguesía industrial. Una de las medidas de mayor resonancia fue la
anulación de los contratos con las empresas petroleras norteamericanas, dado que se los
consideraba una grave afrenta contra la soberanía nacional. Otras medidas que se tomaron fue
la limitación e imposición de nuevos requisitos para las operaciones cambiarias, lo cual
dificultaría la disponibilidad de divisas para la repatriación de ganancias de las empresas
multinacionales. Ante esto, estas empresas pasaron a asumir una postura opositora al
Gobierno y colaborativa con los militares.

Las Fuerzas Armadas y la Doctrina de Seguridad Nacional


Al comenzar la presidencia de Illia, los militares, bajo el liderazgo del general Juan Carlos
Onganía, tomaron cierta distancia respecto del juego político, a diferencia de lo que había
sucedido con Frondizi. Sin embargo, el miedo que promovieron los Estados Unidos a la
«infiltración comunista» en la región, sumado a la política económica intervencionista del
Gobierno, revirtió esa actitud. En las Fuerzas Armadas latinoamericanas, maduraba la idea de
la democracia como un sistema político poco eficiente para frenar el avance de la «subversión
en el cuerpo» social nacional. También comenzaba a promoverse la legitimidad de la
intervención militar sobre los Gobiernos constitucionales si estos no se mostraban capaces de
defender un orden que se basara en los valores «occidentales» y «cristianos». En este
escenario, se produjo la Quinta Conferencia de Ejércitos Americanos que se realizó en West
Point (Estados Unidos). Allí, Onganía consideró que los golpes militares eran una herramienta
legítima para evitar la continuidad de Gobiernos constitucionales ineficientes a la hora de
defender los valores que hemos mencionado. En dicha reunión, se fijaron los contornos de la
«doctrina de la seguridad nacional», la cual se complementó con «la teoría de las fronteras
ideológicas» mediante la cual los militares estaban habilitados a controlar los límites
ideológicos en sus respectivos países para detectar y eliminar al «enemigo interno», es decir,
aquel que atentase contra la seguridad de la Nación, pusiera en riesgo la propiedad privada y
cuestionara los valores cristianos.
La Revolución argentina
El 28 de junio de 1966 un levantamiento militar protagonizado por las tres fuerzas armadas
derrocó al Gobierno civil del presidente Illia y designó en su reemplazo al general Juan Carlos
Onganía. Amparadas en la doctrina de seguridad nacional, las Fuerzas Armadas argentinas
optaron por asumir el control del Estado de forma directa con el objetivo de terminar con la
inestabilidad política y lograr la definitiva modernización de la economía argentina. Como para
los militares el problema de la inestabilidad se encontraba en la política, la solución era
erradicarla y que los asuntos públicos pasaran a ser administrados por técnicos. Sin embargo,
en 1969, se dio un acontecimiento que pondría fin al Gobierno de Onganía: el Cordobazo, una
insurrección popular que tuvo como epicentro la ciudad de Córdoba y que desató una profunda
crisis política y económica interna. Dos Gobiernos militares más sucedieron al de Onganía y se
enmarcaron dentro de la denominada Revolución argentina, aunque en este nuevo período se
buscó seguir una política económica de tintes nacionalistas: la de los generales Roberto
Levingston (1970-1971) y Alejandro Lanusse (1971-1973). No obstante, la crisis abierta en
1969 no lograba cerrarse, por lo que los militares optaron por iniciar una transición democrática.
Para ello, Lanusse propuso el Gran Acuerdo Nacional (GAN), cuyos objetivos principales eran
dos: concertar con los partidos políticos un candidato presidencial común que asumiría el
Gobierno con la misión de «ordenar» el escenario político-institucional para una futura
competencia electoral irrestricta, y obtener de las fuerzas políticas una condena pública a la
guerrillera, que desde 1970 había acrecentado su accionar insurgente contra la sociedad
capitalista, «occidental y cristiana». Sin embargo, este intento no logró prosperar a raíz de las
críticas que despertó desde diferentes sectores, cada una sustentada con sus propios
argumentos. De todos modos, se decidió una salida democrática, aunque con ciertas
restricciones que buscaban la imposibilidad de que Perón pudiera presentarse como candidato
presidencial.
La política externa de Chile (segunda parte)
En 1964, asumió la presidencia de Chile Eduardo Frei Montalva, referente del Partido
Demócrata Cristiano y cuyo lema de gobierno fue «revolución en libertad». Por medio de él
proponía una reforma estructural que incluía al agro, el sector minero y la organización social,
cuyas medidas más resonantes fueron la reforma agraria, la chilenización del cobre y la
promoción popular (Biblioteca Nacional de Chile, s. f.a). Bajo el Gobierno de Frei (1964-1970),
además, tuvo lugar en Viña del Mar la Reunión Extraordinaria de la Comisión Especial de
Coordinación Latinoamericana (CECLA), en la cual se discutieron temas como la situación de
cooperación interamericana e internacional para el desarrollo de América Latina y la relación de
la región con los Estados Unidos. Por último, en 1969, Chile formó parte del Acuerdo de
Cartagena[10], también conocido como Acuerdo de Integración Subregional Andino, por medio
del cual se creaba la subregión andina. Dicho tratado fue firmado por Bolivia, Colombia, Chile,
Ecuador y Perú, “con el objetivo de crear un mercado común de ámbito subregional y con el fin
de promover el desarrollo equilibrado y armónico de los Países Miembros, y sobre todo de
procurar un mejoramiento al nivel de vida de los habitantes de la región” [11].
[10]
Acuerdo de Integración Subregional Andino. (1969). Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y
Venezuela. Recuperado de https://bit.ly/3N89Gos.

[11]
Art. 1. Acuerdo de Integración Subregional Andino. (1969). Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú
y Venezuela. Recuperado de https://bit.ly/3N89Gos.

En 1970, asumió como presidente Salvador Allende, referente de la llamada Unidad Popular,
coalición que buscaba instalar el socialismo por la vía democrática. Una de las características
más importantes de su programa político era llevar adelante una economía planificada. Por otro
lado, la chilenización del cobre había abierto una etapa que fue retomada por este Gobierno, el
cual decidió poner en marcha la nacionalización y estatización de la gran minería del cobre. Al
respecto, Allende se manifestó en los siguientes términos: “Chile va a nacionalizar el cobre en
virtud de un acto soberano. Acto soberano que incluso está consagrado en las resoluciones de
las Naciones Unidas, que establecen que los países tienen derecho a nacionalizar sus riquezas
básicas” (Biblioteca Nacional de Chile, s. f.b, https://bit.ly/3anONHl). En cuanto a las relaciones
diplomáticas con Cuba, el presidente decidió recomponer las relaciones con Cuba, las cuales,
recordemos, se habían roto en 1964. De este modo, las relaciones entre ambos países se
afianzaron, algo que pudo vislumbrarse en las visitas que intercambiaron sus respectivos
mandatarios durante los siguientes años. Finalmente, el Gobierno de Allende y de la Unidad
Popular fue derrocado por un golpe militar, liderado por el militar Augusto Pinochet.

El regreso del peronismo al poder


Introducción

En la presente lectura, nos proponemos abordar el período que se inicia en 1973 con el retorno
del peronismo al poder y el quiebre institucional del país, una vez más, a través de un golpe de
Estado, esta vez comandado por las tres fuerzas. Analizaremos las políticas que se
desarrollaron en ambos Gobiernos, prestando especial atención a su política externa y a las
diferencias que podemos encontrar, o no, entre uno y otro. Por otro lado, volveremos a abordar
la política externa chilena, pero esta vez bajo un Gobierno dictatorial, el cual se inició en 1973.
1. El regreso del peronismo al poder

En marzo de 1973, se llevaron a cabo nuevas elecciones presidenciales, en las cuales resultó
triunfadora la coalición impulsada por Perón desde el exterior, el Frente Justicialista de
Liberación (FREJULI), cuya candidatura fue Cámpora-Solano Lima. Este Gobierno fue
realmente breve: duró entre mayo y julio de 1973. Héctor Cámpora, junto a su canciller, Juan
Carlos Puig, pertenecían a la izquierda peronista y su corta gestión se caracterizó por promover
la independencia política del país respecto a Estados Unidos. En este sentido, este período se
caracterizó por un giro antiimperialista, lo cual fue visto como un regreso a la tercera posición y
un estrechamiento de lazos con los países pertenecientes al bloque socialista mediante
convenios económicos. Pero la situación interna era álgida y esta orientación generó conflictos
al interior del movimiento peronista, el cual se dividía entre un sector de izquierda y otro de
derecha. Con la renuncia de Cámpora, también se efectuó la de su canciller.

Luego de esta breve experiencia, asumió como presidente Raúl Alberto Lastiri y, como
canciller, Alberto Vignes. A partir de ese momento, el Gobierno comenzó a desarrollar una
política de tinte más conservadora, lo cual pudo evidenciarse con el establecimiento de
relaciones con el Gobierno de facto instalado en Chile, al mando de Pinochet. No obstante, se
mantuvo la relación diplomática con Cuba, así como la participación en el Movimiento de
Países No Alineados. Sin embargo, la inestabilidad interna seguía siendo un problema de
importancia que no se lograba controlar y se presentaba como algo que solo podía ser resuelto
por el líder natural del movimiento: Perón. De ese modo, se anunciaron nuevas elecciones para
el mes de septiembre, en la cual resultó ganadora la fórmula Perón-Perón.

Al poco tiempo de asumir la presidencia, Perón decidió alejarse del sector de izquierda del
movimiento y afianzar los lazos con el grupo más conservador. Con el objetivo de controlar la
situación interna, lanzó el denominado Pacto Social.

En cuanto a la política externa, es importante no perder de vista cuál era la situación


internacional de aquel entonces. El mundo se encontraba dividido en dos bloques: el capitalista
y el socialista. No obstante, en ese momento se avizoraba la apertura de nuevos espacios
extrabloque. En este sentido, dice Simonoff que “existían tres signos de multipolaridad con la
aparición de una relativa autonomía de ciertos subsistemas (la rivalidad chino-soviética, el
conflicto árabe-israelí e indo-pakistaní) y la multiplicidad de planos en que se desarrollan las
relaciones entre los Estados” (1993, p. 291).

Con este escenario de fondo, la visión de Perón se caracterizó por ser pragmática y tuvo como
objetivo que Argentina contara con una política externa independiente, lo cual implicaba
generar dos cambios importantes:

1. Buscar nuevos mercados donde poder colocar la producción nacional.


2. Impulsar una unión latinoamericana, comenzando por los países de América del Sur,
que permitiera el ingreso de la región al mercado europeo, ya que Argentina, por sí sola,
no podría.

Lo que se perseguía con esto era distender las relaciones comerciales con Estados Unidos
para afianzarlas con el mercado europeo y, al mismo tiempo, ganar autonomía al diversificar
las relaciones comerciales. No obstante, cabe aclarar que, a diferencia de la política
antiimperialista sostenida por Cámpora, la de Perón no buscaba ser confrontativa con la
potencia del norte.

Las relaciones mantenidas con los países del bloque socialista se mantuvieron. Como
decíamos, la política de Perón fue pragmática, por lo que se dejó de lado el tema de las
fronteras ideológicas. En cuanto a los países latinoamericanos, Perón estableció relaciones con
países tan disímiles respecto a su régimen político como Cuba (Gobierno comunista) y Chile
(Gobierno militar de facto). Sobre esto, dice Corigliano:
Como sostuviera el Programa de Política Exterior Justicialista... los nuevos códigos de la
conducta diplomática debían adaptarse a la realidad internacional, abandonando el ideologismo
para guiarse según los cánones de realismo político: había que tener una relación enérgica
pero flexible con Washington, una que, sin renunciar a la necesaria vinculación financiera y sin
desconocer la presencia ostensible de los Estados Unidos en varios países de nuestro
continente, procurara a la vez poder actuar en el sistema interamericano en función de su
destino americanista. (En Simonoff, 1993, pp. 296-297).
De este modo, si bien la política del Gobierno de Perón puede entenderse como una vuelta a la
tercera posición, para muchos analistas esta debe considerarse como una tercera
posición aggiornada.

Otra medida de relevancia durante este período fue la decisión de Argentina de integrarse al
Movimiento de Países No Alineados, con tres objetivos claros:

1. Acercarse a los países árabes para negociar en mejores condiciones la compra de


petróleo.
2. Conseguir apoyo en cuanto al principio de consulta previa para utilización de recursos
compartidos.
3. Obtener respaldo en la cuestión de Malvinas.

En cuanto a este último tema, es decir, la situación de Malvinas, es interesante destacar que
fue en este momento cuando se alcanzó el mayor acercamiento a una política de
entendimiento entre las partes implicadas. Fue en 1974 cuando, a instancias del Gobierno de
Gran Bretaña, se acercó una propuesta en la cual se establecía que los habitantes de las islas,
es decir, los kelpers, pudieran obtener las dos nacionalidades, es decir, la argentina y la
inglesa. Esta propuesta fue bien recibida tanto por Perón como por el gobernador de las islas.
Sin embargo, no logró prosperar debido a la muerte del presidente argentino, en julio de ese
año.

La muerte de Perón supuso que asumiera como presidenta María Estela Martínez de Perón,
quien había ejercido la vicepresidencia hasta entonces. Su Gobierno se caracterizó por
terminar de dar un giro conservador. A diferencia del proyecto de Juan Domingo, que buscaba
acercar posiciones sobre todo con Europa Occidental, la política exterior de María Estela y el
séquito que la rodeaba —cuya figura más importante era la de López Rega— pasó a alinearse
a las directivas de Estados Unidos, lo cual repercutió en un deterioro de las relaciones
diplomáticas con los países de la región, que eran críticos a Washington (Cuba, Venezuela,
México y Perú), y en un afianzamiento de los lazos de cooperación con los países que adherían
a la lucha antisubversiva. Para entender este alineamiento, pueden considerarse los siguientes
factores:

1. El fracaso de la política de Perón en conformar una unión latinoamericana para ingresar


al mercado europeo, debido en gran medida a la política proteccionista de los países
europeos a raíz de la crisis económica de los setenta.
2. La necesidad de acceder a créditos externos y el control que sobre los organismos
internacionales ejercía Estados Unidos.
3. El anticomunismo profesado por varios sectores del peronismo.

Por otro lado, se decidió no ratificar los convenios que se habían mantenido hasta entonces
con los países del bloque socialista.
2. El Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983)

El 24 de marzo de 1976, se produjo un golpe de Estado que derrocó al Gobierno de María


Estela Martínez de Perón e instauró en el poder a una Junta Militar, cuyos referentes fueron
Videla, Massera y Agosti, ejerciendo el primero el rol de presidente de Argentina. Este grupo
planteó que llevaría adelante un “proceso de reorganización nacional”, para lo cual se valió de
una política ampliamente represiva, en la que se torturó, secuestró y asesinó a miles de
personas, principalmente trabajadores y estudiantes que se oponían al régimen. Esta política
pasó a conocerse como terrorismo de Estado. No obstante, durante el período que duró la
dictadura (1976-1983) la resistencia que se le opuso fue creciendo y haciéndose cada vez más
visible, lo cual jugó un rol importante en el debilitamiento del régimen militar hasta terminar con
su caída total.

Presidencia de Videla (1976-1981)


Bajo la presidencia de Rafael Videla, la política económica se caracterizó por reducir los
aranceles para exportación e incentivar la inversión extranjera mediante diferentes
prerrogativas. De este modo, se buscó beneficiar a un sector de la sociedad ligado al mercado
exportador, mientras que, mediante las políticas que implementó el ministro de Economía
Martínez de Hoz, la gran masa de la población, es decir, los trabajadores y sectores de clase
media, se vio ampliamente perjudicada.
En cuanto a la política exterior, por un lado, la relación con Estados Unidos comenzó siendo
complicada. En 1978, el Congreso de Estados Unidos aprobó la enmienda Humphrey-Kennedy,
mediante la cual se negaba apoyo militar al Gobierno argentino. En ese entonces gobernaba
Jimmy Carter, quien condenaba la violación a los derechos humanos que se estaba
cometiendo en el país.
Otros factores que colaboraron con la relación tensa fueron la política nuclear autónoma de
Videla y el apoyo que brindó el Gobierno al golpe de Estado en Bolivia en 1980. No obstante, la
tensión comenzó a ceder tanto a raíz de una flexibilización en la política de derechos humanos
del presidente norteamericano como a raíz de un supuesto mejoramiento de la situación
política del país, reconocido por el Departamento de Estado de Estados Unidos. Una muestra
de ello fue la reunión que mantuvo el vicepresidente estadounidense con el presidente
argentino, en cuyo marco se acordó la visita de una comitiva de la Organización de los Estados
Americanos (OEA) al país para inspeccionar la situación interna.
En cuanto a las relaciones con la Unión Soviética (URSS), pese a lo que significaba política e
ideológicamente aquel país, ambos mantuvieron relaciones comerciales. En parte, esto se
debió a que la URSS se mantuvo por fuera de la discusión sobre las denuncias de violación a
los derechos humanos en Argentina. Pero también jugaron un rol importante las altas tasas
arancelarias que imponía el mercado europeo, por lo que la URSS se convirtió en un
importante mercado receptor de la producción argentina. Por otro lado, Argentina permaneció
en el Movimiento de Países No Alineados, algo que se debió más a una cuestión pragmática
que a una cuestión de principios.
Por último, la relación de Argentina con los países de Latinoamérica sufrió un estancamiento en
relación con el período anterior, ya que el Gobierno no estaba interesado en desarrollar una
política de integración y, en ese sentido, el país no hizo ningún aporte significativo en el
Sistema Económico Latinoamericano y del Caribe (SELA). Por el contrario, durante este
período existieron algunas relaciones tensas con los países vecinos. Por ejemplo, en la región
de la cuenca del Plata se generaron conflictos a raíz de la construcción de represas
hidroeléctricas, aunque en 1979 se logró alcanzar un acuerdo con Brasil y Paraguay.
En cuanto a Chile, los conflictos limítrofes históricos llevaron casi a un enfrentamiento bélico. El
caso concreto giró en torno a las islas Picton, Lennox y Nueva, ubicadas al sur del canal de
Beagle, y sus espacios marítimos circundantes, y el rechazo del Gobierno argentino al laudo
arbitral de 1977, al cual tildó de “insubsanablemente nulo”. Se planeó la operación militar
Operación Soberanía con el fin de ocuparlas, pero con la mediación que ofició el Vaticano se
detuvo el desarrollo del conflicto. No obstante, el Gobierno argentino nunca se expidió sobre la
resolución papal (ver Figura 1).
Figura 1: Conflicto del Beagle

Fuente: La Tercera, 2018, https://www.latercera.com/que-pasa/noticia/40-anos-la-casi-guerra-


argentina/457934/
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Figura 1: Conflicto del Beagle. En este mapa podemos observar la ubicación de las tres islas
en disputa entre Argentina y Chile, que casi llevó a un conflicto bélico entre ambos países.
Presidencia de Viola (marzo-noviembre de 1981)
Eduardo Viola asumió la presidencia en 1981, pero su mandato fue breve. La situación interna
del país atravesaba varios conflictos. Por un lado, dentro del grupo militar se manifestaban
diferencias entre quienes sostenían una “línea blanda” y aquellos que abogaban por una “línea
dura”. Por otro lado, la economía atravesaba un importante proceso inflacionario y distintos
sectores de la sociedad comenzaron a manifestar cada vez más su malestar. A esto último se
sumó la mayor visibilidad que adquirieron las denuncias a la violación de los derechos
humanos. A partir de entonces, como una forma de distender la situación, el régimen comenzó
a mostrarse abierto al diálogo con algunos partidos políticos.
En cuanto a las relaciones con Estados Unidos, la llegada de Ronald Reagan al poder (1981)
significó un cambio de rumbo, sobre todo en materia de derechos humanos (recordemos que
su antecesor, Carter, se caracterizó por denunciar las violaciones a los derechos humanos que
se cometían en Argentina). Se acentuó la lucha contra la subversión de izquierda en general y,
en particular, en América Latina y Medio Oriente. En este sentido, podemos decir que
reapareció, según Paradiso (1993), “la aspiración original de articular un vínculo incondicional
con la superpotencia”, es decir, Norteamérica. En este contexto, Argentina colaboró
directamente con la potencia del norte al enviar grupos armados a las intervenciones que
aquella realizaba en América Central. En relación con Moscú, los tratados comerciales
continuaron y se profundizaron, siguiendo la línea del pragmatismo económico.
Presidencia de Galtieri (diciembre de 1981 a junio de 1982)
Con la asunción de Fortunato Galtieri, representante del Ejército, se designó como ministro de
Relaciones Exteriores a Nicanor Costa Méndez, nacionalista, católico y conservador, cuyo
pensamiento se estructuraba en la doctrina de la seguridad nacional. Sobre la política que
seguir, este ministro expresó: “El tiempo de las palabras y de las promesas se ha agotado. Las
palabras han perdido su fuerza y su poder de convocatoria. Es el tiempo de la fuerza y de la
acción” (en Simonoff, 1993, p. 312).
Como ya hemos mencionado, la política de Argentina de colaborar con las intervenciones
norteamericanas en América Central continuó. Las relaciones con los países vecinos
estuvieron signadas por conflictos limítrofes y, en cuanto a la posición que tomar sobre el
Movimiento de Países No Alineados, se creó una comisión ad hoc para resolver qué hacer. Por
otro lado, la política con Moscú se tornó tensa. En este caso, la fama de Galtieri por ser
pronorteamericano tuvo cierta incidencia.
Pero la decisión de mayor importancia y trascendencia de este período gubernamental fue la
de reclamar la soberanía argentina sobre las islas Malvinas, lo cual derivó en una guerra con
Gran Bretaña. Esta política estuvo motivada en gran medida por la situación política y
económica interna que atravesaba el país, la cual se había tornado crítica por los altos índices
de inflación y por el incremento de las protestas que denunciaban la desaparición de personas.

Si bien, en un principio, el Gobierno logró generar la adhesión de la población argentina a la


causa, esta duró poco. La guerra se inició el 2 de abril de 1982 con la puesta en marcha de la
Operación Rosario y finalizó el 14 de junio de ese mismo año, cuando el autoproclamado
gobernador de las islas, el Gral. Benjamín Menéndez, firmó la rendición. Uno de los
acontecimientos más importantes y graves en el transcurso del conflicto fue el ataque que
recibió el crucero General Belgrano por parte del submarino nuclear inglés Conqueror, lo cual
produjo el retiro de la flota de mar de la armada. Por otro lado, se considera que la visita que
realizó el papa a Argentina días antes de la firma de la rendición fue el preludio del final del
conflicto.

La mala trayectoria argentina puede explicarse, entre otras cuestiones, por la manera en que el
Gobierno tomó sus decisiones, ya que la existencia de varias instancias de consulta y decisión
llevaron a una incoherencia interna. En este sentido, el proceso de toma de decisiones puede
ser catalogado como de diplomacias paralelas, es decir, el funcionamiento de una diplomacia
de carrera y de una diplomacia militar al mismo tiempo. En este caso, aparecieron instancias
como el Comité Militar (COMIL) y la GTM (Grupo de Trabajo Malvinas), integrados por las
Fuerzas Armadas, para asesorar a las máximas autoridades. Así, la diplomacia de carrera
quedó subsumida bajo la militar, ya que era esta la que negociaba y tomaba las decisiones,
mientras que la primera cumplió un papel menor al actuar solo como interlocutora y carecer de
autonomía.

Durante el conflicto, varios actores externos actuaron como intermediarios en busca de una
solución no armada. La actuación más destacada fue la del representante norteamericano
Alexander Haig. Sin embargo, el fracaso en las negociaciones llevó a que Argentina convocara
a los cancilleres americanos a una reunión extraordinaria en busca de apoyo. En ella los
Estados americanos se comprometieron a prestar su ayuda al país, excepto dos: Estados
Unidos y Chile, cuyo apoyo estuvo dirigido al Gobierno de Gran Bretaña.
A medida que avanzaba el conflicto, la falta de apoyo norteamericano promovió un giro
pragmático por parte de los militares argentinos al buscar el apoyo de los países del tercer
mundo y del Movimiento de Países No Alineados. Al respecto, uno de los acontecimientos más
importantes fue el viaje a Cuba y la reunión que mantuvo el canciller Costa Méndez con Fidel
Castro.
Presidencia de Bignone (julio de 1982 a diciembre de 1983)
El 22 de junio de 1982, el Ejército asumió la responsabilidad de la conducción política y designó
como presidente a Reynaldo Bignone. La derrota de Malvinas fue un acontecimiento que marcó
la crisis final del régimen militar, el cual tuvo, en este nuevo período, el objetivo de dar
comienzo a un proceso de apertura democrática.
Como canciller asumió Juan Aguirre Lanari. Uno de los principales objetivos en cuanto a la
política exterior fue reinsertar el tema de la soberanía argentina sobre las islas Malvinas e islas
del Atlántico Sur en las discusiones de Naciones Unidas. Al respecto, el Gobierno militar adoptó
posiciones anticolonialistas, siguiendo la línea que tuvo el anterior canciller a finales del
conflicto bélico. En este contexto, se argumentó a favor de mantener el diálogo y de participar
en el Movimiento de Países No Alineados. Una muestra de esto último fue la participación del
presidente en la reunión que tuvo lugar en Nueva Delhi, en marzo de 1983. No obstante, el
Gobierno buscó restablecer las relaciones con Estados Unidos y Europa. En cuanto a las
relaciones comerciales con la URSS, estas habían cesado durante el conflicto, por lo que ahora
se buscaba reiniciarlas.
3. Política exterior chilena: dictadura de Pinochet (1973-1990)

El 11 de septiembre de 1973, el Gobierno de Salvador Allende fue derrocado por un golpe


militar, liderado por el comandante en jefe del Ejército de Chile, Augusto Pinochet. A partir de
ese momento, asumió el poder una Junta Militar de gobierno y, meses más tarde, Pinochet
asumió como presidente de la república hasta 1990, cuando asumió como presidente de la
nación por vía democrática Patricio Aylwin, en representación de la Concertación de Partidos
por la Democracia.

El régimen militar de Pinochet inició una profunda transformación económica y social orientada
a implementar un modelo económico neoliberal y a desterrar las ideas ligadas al socialismo
mediante una feroz política represiva que persiguió, torturó y asesinó a miles de ciudadanos
chilenos. Por otro lado, a partir de entonces, la forma de manejar la política exterior del país
sufrió un cambio y pasó a caracterizarse por un estilo pretoriano-ideológico, es decir, un estilo
directo, poco flexible y altamente ideológico, esto último marcado por un anticomunismo
acérrimo. Además, en este caso, son las Fuerzas Armadas las que cumplen un papel central
en la toma de decisiones antes que el personal diplomático de carrera.

Una de las primeras medidas que tomó el Gobierno en términos de política exterior fue romper
relaciones con el Gobierno de Cuba y la suspensión de los vínculos oficiales con Corea del
Norte mientras que, respecto a Argentina, se esgrimió el deseo de mantener las mejores
relaciones de amistad. Mientras tanto, las relaciones con Estados Unidos comenzaron siendo
amables. Washington respaldó al Gobierno chileno en su negociación de la deuda externa,
mientras este mostraba la voluntad de alinearse a las políticas del país del norte. Además,
considerando la política económica chilena, en 1976 el Gobierno decidió retirarse del Pacto
Andino para privilegiar la llegada de inversiones extranjeras.

Ahora bien, la llegada de Jimmy Carter a la presidencia de Estados Unidos se tradujo en un


distanciamiento entre ambos países a raíz de la política represiva que atentaba contra los
derechos humanos en Chile. Esto llevó al Gobierno de Pinochet a condenar la actitud blanda y
vacilante de Occidente hacia el comunismo y, si bien el uso de la represión le sirvió al Gobierno
chileno para mantener el orden interno que buscaba, le valió una imagen negativa en el
exterior, lo que se tradujo en que muchos países, con distinta orientación ideológica, decidieran
romper relaciones con Chile y que este fuera quedando relativamente aislado en el mapa
internacional.

Algo de esa situación se vio reflejado en la crisis política que mantuvo con Argentina a raíz del
conflicto por el canal de Beagle. Recordemos que, en 1978, ambos países casi entraron en
guerra por el reclamo de soberanía que ambos hacían sobre las islas Picton, Nueva y Lennox y
el desconocimiento unilateral por parte del Gobierno argentino al laudo arbitral de 1977,
sentenciado por la reina Isabell II, el cual beneficiaba a Chile. Este desconocimiento fue
seguido por la orden de movilizar tropas a aquel territorio, a lo cual Chile respondió con
similares preparativos de guerra. Pero, al mismo tiempo, el Gobierno chileno “solicitó la
mediación del Papa Juan Pablo II, la cual quedó oficializada por medio del Acta de Montevideo,
el 8 de enero de 1979” (Memoria Chilena, s. f., http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-
article-92401.html). Finalmente, el conflicto concluyó en 1984, cuando ambos países firmaron el
Tratado de Paz y Amistad.

No obstante, a partir de 1980 las relaciones de Chile con Estados Unidos y Gran Bretaña
fueron restablecidas a raíz del acceso al poder que supuso la elección de Ronald Reagan y
Margaret Thatcher, respectivamente. En cuanto a las relaciones que se mantuvieron con esta
última, nos interesa resaltar la política exterior chilena durante el conflicto que Argentina
mantuvo con Gran Bretaña por las islas Malvinas, en 1982. Durante él, el Gobierno chileno
decidió colaborar secretamente con el británico, presidido en ese entonces por Margaret
Thatcher. Para ello puso a disposición, entre otras cuestiones, la base aérea de Punta Arenas y
el intercambio de información e inteligencia (Balza, 2020).

Situación internacional
Introducción

Con la presente lectura, damos inicio a la última unidad de nuestra materia. En esta primera
parte de la Unidad 6, comenzaremos hablando sobre el retorno de la democracia a la Argentina
y los cambios que se fueron operando en el contexto internacional, algo que no dejó de
repercutir en las decisiones gubernamentales. En este sentido, primero nos detendremos en la
gestión de R. Alfonsín y luego pasaremos a revisar la de C. Menem. Por último, retomaremos el
caso de la política externa chilena, en este caso tomando en consideración los Gobiernos de la
Concertación.
1. El retorno de la democracia

En 1983, luego de siete años de Gobierno militar, la Argentina retornaba a un régimen


democrático mediante la elección de Raúl Alfonsín, referente de la Unión Cívica Radical. Uno
de los lemas que sostuvo durante su campaña presidencial fue que con la democracia se
comía, se educaba y se curaba. Además, durante su Gobierno encaró algunas políticas
dirigidas a investigar los crímenes sucedidos durante el régimen militar, como la creación de la
Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) y el famoso Juicio a las
Juntas.

En cuanto al ámbito de la política exterior, se discutió fuertemente acerca del lugar que debía
ocupar Argentina en el contexto internacional y, ligado a ello, se generó una gran expectativa
sobre un cambio de orientación, teniendo en cuenta el período anterior. En este sentido, el
Gobierno radical planteó la necesidad de “articular una política exterior coherente, racional,
previsible y redefinir las orientaciones de la política económica apartándose de modelos
impuestos por la fuerza” (Paradiso, 1993, p. 183). No obstante, la situación económica
heredada era frágil, con una deuda externa que se había incrementado enormemente, lo cual
no dejó de incidir en la toma de decisiones.

Antes de proseguir con la política del Gobierno radical y, en especial, con las relacionadas con
el ámbito externo, haremos un repaso del contexto internacional de ese momento.

Situación internacional
La situación internacional a partir de la década de los 80 empezó a transitar varios cambios.
Por un lado, podemos decir que, para entonces, había ganado terreno una nueva corriente de
pensamiento: el neoliberalismo, la cual criticaba fuertemente los postulados que habían llevado
al desarrollo y establecimiento del estado de bienestar. Sus defensores abogaban por la
aplicación de medidas fuertemente liberales, así como por despojar al Estado de cargas
sociales. Por otro, en Estados Unidos había sido elegido como presidente R. Reagan, de
extracción republicana y ferviente anticomunista. A partir de entonces, la economía
estadounidense buscó reacomodarse en el escenario internacional, por lo que las principales
corporaciones industriales realizaron un cambio en cuanto a su producción: dejaron de producir
para un mercado de masas para dedicarse al de alta tecnología y a las finanzas. Mientras
tanto, en esta época surgieron los denominados tigres asiáticos: Corea del Sur, Taiwán,
Singapur y Tailandia. Junto a Japón, se beneficiaron del mercado norteamericano y pasaron a
conformar el área más dinámica de la economía mundial.

En cuanto al contexto de la Guerra Fría, comenzó a asistirse a una distensión que llevó a que
Ronald Reagan (EE. UU.) y Mijaíl Gorbachov (Unión Soviética) mantuvieran varios encuentros
mediante los cuales fueron arribando a diferentes acuerdos, como los relacionados con el
desarme nuclear y el freno a la carrera armamentista. Gorbachov fue parte de lo que se
conoció como “nueva generación” y fue el principal promotor de la glasnost (transparencia)
y perestroika (reconstrucción) de la Unión Soviética (URSS). A partir de entonces, comenzaron
a sucederse varios acontecimientos que marcarían el fin de la URSS (el más trascendental fue
la caída del Muro de Berlín, en 1989) y, con él, el de la Guerra Fría, que dejó como único líder
mundial a Estados Unidos.
El Gobierno de Alfonsín (diciembre de 1983 a julio de 1989)
En un principio, las propuestas del Gobierno alfonsinista implicaron reafirmar el compromiso
tercermundista y dar prioridad a los lazos con los países latinoamericanos. En las reuniones del
Movimiento de Países No Alineados (MNOAL), el Gobierno buscó, mediante su canciller,
establecer una política por la cual los países del tercer mundo debían buscar una política
autónoma respecto a las superpotencias. No obstante, un problema real que aquejaba a la
Argentina en ese momento era el de la deuda externa, la cual se había incrementado
enormemente durante el Gobierno militar.

La expectativa de Alfonsín a la hora de negociar este tema era que hubiera un reconocimiento
por parte de la comunidad internacional sobre la existencia de una deuda ilegítima por haber
sido contraída por los militares. En particular, se miraba hacia Europa, con la intención de
generar algún tipo de contrapeso en cuanto a la relación de Argentina con Estados Unidos. En
este sentido, el Gobierno buscó encontrar apoyo en algunos países del viejo continente
respecto a la negociación de la deuda externa contraída por la dictadura militar.

También se intentó que llegaran algunas inversiones que ayudaran a remontar la delicada
situación económica del país. Sin embargo, en relación con el problema de la deuda externa,
las respuestas que esgrimieron aquellos países no eran las que el Gobierno esperaba, ya que,
lejos de interceder para mejorar los términos de negociación entre Argentina y los grupos de
acreedores privados, aquellos se desentendieron, argumentando que ese problema debía ser
resuelto entre las partes implicadas.

Las relaciones comerciales que podrían establecerse se vieron complicadas por la decisión de
la Comunidad Económica Europea (CEE) de proteger sus mercados agrícolas respecto de
Argentina, que aparecía como una potencial competencia. Luego del período conocido
como primavera democrática, la situación económica del país comenzó a mostrar indicios de
crisis mediante el aumento de la inflación, la cual llegó a la hiperinflación en 1989.

Teniendo en consideración esta situación, en un principio la política del Gobierno radical hacia
Estados Unidos había tendido a ser hostil. Pero esta situación se fue modificando. En parte,
porque la estrategia de conseguir aliados en Europa falló. A partir de entonces, la política
exterior del alfonsinismo dio un giro hacia una política realista y decidió establecer una relación
madura con Estados Unidos. Esto se traducía en una relación donde existían ciertas
coincidencias ideológicas, como la necesidad de una democracia pluralista y el respeto a los
derechos humanos y a la propiedad privada, aunque no siempre se acordaran los métodos que
seguir. Al respecto, el Gobierno llegó a la conclusión de que ninguna democracia
latinoamericana podía sobrevivir si enfrentaba a Estados Unidos.
La situación del canal de Beagle y las islas Malvinas
En lo que respecta a la situación del canal de Beagle, la Cancillería argentina decidió darle un
cierre al conflicto por el Beagle, tema pendiente heredado del Gobierno de facto. De este modo,
Alfonsín aceptó la propuesta de paz del laudo papal. Su canciller, Dante Caputo, comentó al
respecto: “Nuestra prioridad era la paz, convertirnos en un país que utilizara sus recursos para
desarrollarse y vivir civilizadamente, no para hacer la guerra” (en Simonoff, 2010, p. 347). Por
su lado, Alfonsín declaró:
Como argentino y como latinoamericano, quiero renovar mi reconocimiento al papa Wojtyla,
que al comienzo de su pontificado no vaciló y brindó así un adelanto de lo que sería su larga y
fecunda misión al servicio de la paz al impedir lo que hubiera sido un absurdo y dramático
conflicto entre países hermanos. (En “Una carta a la UCA. Alfonsín y su recuerdo del Beagle”,
2017, https://www.clarin.com/ediciones-anteriores/alfonsin-recuerdo-
beagle_0_SkVG3iCTYx.html).
No obstante, antes de firmar el Tratado de Paz y Amistad con Chile, el presidente argentino
llamó a una consulta popular a finales de noviembre de 1984, en la que el 82 % de la población
apoyó la propuesta de paz. A finales de noviembre, se firmó el Tratado de Paz y Amistad entre
los ministros de Relaciones Exteriores de Chile y Argentina.

En cuanto al tema de Malvinas, debemos tener en cuenta que había transcurrido muy poco
tiempo desde el fin de la guerra. No obstante, fue uno de los ejes de la política externa del
Gobierno, por lo que, durante la asunción del presidente venezolano Jaime Lusinchi (1984), el
presidente argentino aprovechó el momento para proponer, por un lado, que las Naciones
Unidas promoviera una fuerza de paz para reemplazar a la guarnición británica y, por otro, que
se estableciera un diálogo con Gran Bretaña para que levantara la zona de exclusión que había
impuesto a los buques argentinos. A cambio de ello, Argentina se comprometía a declarar
de jure el cese de hostilidades y la normalización de las relaciones bilaterales. Sin embargo,
Gran Bretaña no aceptó la propuesta. Durante ese mismo año, el Gobierno de Alfonsín buscó
llegar a algún tipo de acuerdo por el cual se pusiera en discusión el tema de la soberanía de las
islas Malvinas, pero todo intento fue rechazado por el Gobierno británico.
2. El gobierno de Menem (julio de 1989 a diciembre de 1999)

La victoria del candidato justicialista Carlos Menem en las elecciones presidenciales de 1989
tuvo lugar en un contexto económico gravísimo. En él, el presidente Raúl Alfonsín adelantó en
cinco meses la entrega del mando: el 8 de julio de 1989. Durante su campaña presidencial,
Menem había prometiendo un “salariazo” que mejorara las condiciones de los más humildes, y
había sostenido un discurso nacionalista por el cual prometía la recuperación de la soberanía
nacional en las islas Malvinas. Por otro lado, para enfrentar el problema del pago de la deuda
externa, que tan gravemente había afectado al Gobierno de Alfonsín, la nueva administración
realizó un fuerte acercamiento hacia Estados Unidos. Para ello fueron importantes las
gestiones del ministro de Relaciones Exteriores Domingo Cavallo, un economista con fuertes
lazos con los organismos de crédito internacionales.

A dos meses de asumir, Menem viajó a Estados Unidos y, en diciembre de 1989, el presidente
norteamericano George Bush visitó Argentina. Tanto el abandono de la tradicional tercera
posición justicialista como la política no alineada del expresidente Alfonsín eran evidentes.
Según la nueva administración, ya no se trataba solo de desarrollar una relación madura y
equilibrada, sino que había que buscar establecer una relación especial con la potencia del
norte.

A partir de entonces, la política estuvo direccionada a acatar las directivas norteamericanas y


de los grupos de acreedores, por lo que comenzó a implementarse una serie de medidas de
corte neoliberal. Domingo Cavallo se expresó en los siguientes términos para justificar el viraje
económico:

“Hemos tratado de tener presencia y hacer discursos muy principistas en distintos foros
internacionales sobre temas diversos, muchos de los cuales están muy alejados de nuestra
problemática cotidiana, y no hemos enderezado adecuadamente nuestra política exterior a
facilitar la solución de los problemas económicos y sociales que aquejan a los argentinos”.
(Cavallo, citado por Zabaleta, 2004: 10). (Herrero, 2015, p. 34).
En un contexto internacional donde la otra gran potencia mundial, es decir, la URSS, se
desmoronaba, el triunfo del capitalismo y las nuevas recetas económicas de corte ultraliberal
aparecían como el único camino por seguir para los países subdesarrollados. En el caso de
Argentina, una de las decisiones que reflejó el giro hacia Norteamérica fue la participación del
país en el conflicto del golfo Pérsico mediante el otorgamiento de dos unidades de la Armada a
la fuerza multinacional que aquella lideraba.

A continuación, presentamos una tabla con la definición del concepto de realismo periférico,
tomando en consideración lo postulado por Escudé y Cisneros (1998).
Tabla 1: Definición de realismo periférico

Principios básicos del realismo periférico, 1. Un país dependiente, vulnerable, empobrecido


según Escudé y Cisneros (1998). y poco estratégico para los intereses vitales de la
potencia hegemónica, como la Argentina, debe
eliminar sus confrontaciones políticas con las
grandes potencias, reduciendo el ámbito de sus
confrontaciones externas a aquellos asuntos
materiales vinculados en forma directa a su
bienestar y base de poder.

2. La política exterior debe calibrarse no solo en


términos de un riguroso cálculo de costos y
beneficios materiales, sino también en función de
los riesgos de costos eventuales. Los desafíos
políticos a las grandes potencias pueden no
acarrear costos inmediatos, pero casi siempre
llevan implícito el riesgo de costos eventuales.

3. La necesidad de reconceptualizar la autonomía


no como libertad de acción, sino en términos de
los costos relativos de hacer uso de esa libertad
de acción frente a una problemática determinada.

Fuente: adaptado de Escudé y Cisneros (1998).


Las relaciones de Argentina con Latinoamérica
En cuanto a las relaciones del país con los países de la región, el Gobierno adoptó una política
integracionista. No obstante, cabe aclarar que el Gobierno dirigía su atención a entablar sobre
todo relaciones cercanas con los Gobiernos de los países más próximos. El hecho más
importante al respecto fue la formación y participación en el Mercado Común del Sur, más
conocido como Mercosur, que fue creado con la firma del Tratado de Asunción entre Argentina,
Brasil, Uruguay y Paraguay en 1991. Como se explica en la página oficial del Gobierno
argentino:
El objetivo primordial del Tratado de Asunción es la integración de los Estados partes a través
de la libre circulación de bienes, servicios y factores productivos, el establecimiento de un
Arancel Externo Común (AEC) y la adopción de una política comercial común, la coordinación
de políticas macroeconómicas y sectoriales y la armonización de legislaciones en las áreas
pertinentes.
Más tarde, en 1994, se aprobó un Protocolo Adicional al Tratado de Asunción —el Protocolo de
Ouro Preto— por el que se estableció la estructura institucional del MERCOSUR y se lo dotó de
personalidad jurídica internacional. (Argentina.gob.ar, s. f.,
https://www.argentina.gob.ar/anmat/relacionesinternacionales/mercosur).
Por otro lado, en 1996 Chile y Bolivia formalizaron su adhesión, de modo que ambos pasaron a
ser Estados asociados al organismo. Un punto interesante que destacar fue el compromiso en
proteger la democracia, el cual quedó establecido mediante la firma del Protocolo de Ushuaia,
en 1998. También se acordó establecer al Mercosur y a sus países adherentes como región de
paz, con el objetivo de fortalecer los mecanismos de consulta y cooperación en temas de
seguridad y defensa.
No obstante, algunas acciones de Argentina, producto del alineamiento de nuestro país con
Estados Unidos, produjeron ciertas fricciones con el resto de los Estados partícipes y de la
región. Entre ellas, la incorporación, sin consulta, de Argentina al bloqueo del golfo Pérsico, el
anuncio de un posible ingreso al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA) por
parte de Argentina y Chile y el respaldo a Estados Unidos en su intervención en Haití.

Por otro lado, nos interesa resaltar la relación de mayor acercamiento que comenzó a darse a
partir de este momento entre Argentina y Chile. Con el objetivo de poner fin a los históricos
problemas de delimitación fronteriza con Chile, en el año 1991 se firmó un tratado, cuyas bases
se referencian en el Tratado de Paz y Amistad de 1984 entre ambos países, para buscar un
acuerdo sobre veinticuatro puntos que aún continuaban sin solucionarse.

Si bien se logró llegar a un acuerdo general, dos puntos quedaban sin resolver: uno sobre la
laguna del Desierto y otro sobre los hielos continentales. Para el primero se decidió acudir a un
arbitraje internacional que terminó favoreciendo a Argentina, pese a las apelaciones hechas por
el Gobierno chileno. En cuanto al segundo, se decidió llegar a un acuerdo bilateral, pero los
parlamentos de ambos países no lo ratificaron. Finalmente, el Gobierno argentino decidió
reconocer que el criterio utilizado para establecer el límite no había logrado un aval general, por
lo que los congresos de ambos países comenzaron a buscar una solución al problema que
finalizó cuando ambas instituciones ratificaron el acuerdo en 1999.

Luego de solucionar los conflictos limítrofes con el país trasandino, se produjeron avances en la
integración física y fronteriza, así como en el intercambio comercial entre ambos países. Tres
fueron los ejes principales sobre los cuales giró este acercamiento: la cooperación y
complementación económica, la integración física y la complementación energética. Entre los
compromisos más importantes, podemos mencionar: el acuerdo sobre Promoción y Protección
Recíprocas de Inversiones, el Plan Maestro General de Pasos Fronterizos, el proyecto de un
gasoducto y propanoducto, así como una conexión binacional para la transmisión de energía
eléctrica.
3. Nuevamente, la cuestión sobre Malvinas

En cuanto al tema Malvinas, la nueva Cancillería tomó la decisión de privilegiar la negociación


bilateral. En este sentido, se detuvo el debate en la Asamblea General de las Naciones Unidas,
aunque siguió dentro del Comité de Descolonización y en la Asamblea General de la
Organización de los Estados Americanos (OEA).
Una muestra de las mejoras en las conversaciones bilaterales fueron los acuerdos de Madrid
(1989); según Cavallo, “esto significó un paso muy importante… [porque], por primera vez
desde 1982, el Reino Unido aceptó explícitamente la existencia de una disputa jurídica por la
posesión soberana de esos territorios” (en Simonoff, 2010, p. 377). En un segundo encuentro,
“el Gobierno británico anunció el levantamiento de la zona de exclusión militar; ambos
Gobiernos acordaron restablecer relaciones diplomáticas; la instauración de un ‘Grupo de
Trabajo Argentino-Británico sobre Asuntos del Atlántico Sur’” (Simonoff, 2010, p. 378).

No obstante, las negociaciones económicas encontraron algunas trabas, sobre todo en lo que
concernía a la explotación de hidrocarburos y recursos pesqueros. En relación con esto, el
problema estaba ligado a las jurisdicciones establecidas y al grado de autonomía que fueron
logrando los habitantes de las islas, los kelpers, en cuanto a estos temas, lo que beneficiaba
ampliamente a Gran Bretaña. Luego de varias idas y vueltas, en 1995 se logró firmar un
acuerdo entre ambas naciones para la explotación conjunta de petróleo. Sin embargo, esta
decisión gubernamental tuvo objeciones internas por no haber sido puesta en discusión en el
Parlamento.

Respecto a la mencionada autonomía de los kelpers, el Gobierno argentino decidió poner en


práctica una política denominada “de seducción”, por la cual se buscaba ganar las simpatías de
los habitantes isleños con el objetivo de que aquellos aceptaran la soberanía de Argentina
sobre el territorio. Pero esta no tuvo grandes resultados, algo que quedó de manifiesto cuando
los kelpers se pronunciaron a favor de la soberanía británica y reafirmaron sus vínculos
culturales con el Reino Unido. Esto llevó a que nuestro país volviera a recurrir a los organismos
internacionales para poner en agenda, nuevamente, el problema de la soberanía sobre las islas
Malvinas. Al respecto, el Mercosur se pronunció a favor acerca de los derechos legítimos de
Argentina.

Además, algo que destacar es que, con la Reforma a la Constitución Argentina de 1994, se
decidió poner por escrito que “la Nación argentina ratifica su legítima e imprescriptible
soberanía sobre las islas Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del Sur y los espacios
marítimos e insulares correspondientes, por ser parte integrante del territorio nacional”
(Simonoff, 2010, p. 381). Finalmente, hacia 1998, las relaciones entre Gran Bretaña y Argentina
pasaron a ser más cordiales respecto a este tema, aunque ninguna de las dos naciones cedió
en sus pretensiones sobre aquel territorio.

4. Política exterior chilena: los Gobiernos de la Concertación (parte uno)

Para desarrollar este apartado, hemos considerado el artículo de Alberto van Klaveren (2011).

En 1990, Chile retornaba a un régimen democrático y asumía como presidente Patricio Aylwin,
referente de la Democracia Cristiana, partido que había formado parte de la Concertación de
Partidos por la Democracia. Desde entonces y hasta 2010, se sucedieron tres Gobiernos más
integrantes de dicho bloque político: Eduardo Frei Ruiz-Tagle (1994-2000), Ricardo Lagos
Escobar (2000-2006) y Michelle Bachelet Jeria (2006-2010). En este caso vamos a considerar
la política exterior que desplegó Chile durante este período respecto a Latinoamérica.

La política exterior de Chile dirigida a Latinoamérica se caracterizó, a partir de los 90, por
comenzar a ser pragmática y realista. El objetivo era dejar atrás el aislacionismo en el que la
dictadura había sumido al país durante casi veinte años, y para ello había que construir lazos
de cooperación y confianza mutua. Por este camino se esperaba que el país lograra llevar
adelante un desarrollo sostenido.

Antes de seguir profundizando, vamos a diferenciar dos planos: por un lado, la relación que
mantuvo con los países limítrofes, es decir, Argentina, Bolivia y Chile, y por otro, la que se
estableció con los países de la región.

En el caso de los países “vecinos”, la política dirigida hacia ellos estuvo signada por dos puntos
centrales: la resolución de conflictos territoriales y la necesidad de mejorar los lazos de
interdependencia y cooperación.

En el caso de Argentina, un hecho trascendental fue la reunión que mantuvieron los


presidentes Aylwin y Menem en 1990 con el objetivo de poner fin a las históricas disputas
territoriales y en la cual se encontraron veinticuatro puntos conflictivos. Mediante la Declaración
Presidencial sobre Límites, ambos mandatarios acordaron la resolución de veintidós, mientras
que la controversia de laguna del Desierto fue sometida a arbitraje internacional y la
demarcación del límite entre el monte Fitz Roy y el cerro Daudet fue remitido a un acuerdo
bilateral, ratificado en 1999.

Por otro lado, el comercio entre ambas naciones se vio incrementado notablemente: se
suscribió un acuerdo sobre integración minera, se construyeron diversos gasoductos y se firmó
el Tratado de Maipú de Integración y Cooperación.

En cuanto a las relaciones con Bolivia, el comercio bilateral se rigió por un acuerdo de
complementación económica y, a partir del 2000, con los cambios políticos que se sucedieron
en el país vecino, se logró un mejoramiento sustancial en el diálogo que se vio reflejado en la
aceptación de Chile de incluir en la agenda política el tema marítimo.

Con respecto a Perú, si bien en 1999 se resolvieron los puntos pendientes del tratado de 1929
entre ambos países, en el 2008 aquel país demandó a Chile en la Corte Internacional de
Justicia por una delimitación marítima. No obstante, la relación comercial entre ambas naciones
se potenció significativamente, lo cual se vio reflejado en la firma de un acuerdo de libre
comercio en 1998.

En relación con Latinoamérica, la política exterior chilena se orientó a buscar acuerdos que
facilitaran el libre comercio, promocionaran la integración física y energética y avanzaran en la
cooperación regional. En este sentido, negoció acuerdos de libre comercio o de asociación
estratégica con México, Colombia, Ecuador, Perú y América Central; también hizo acuerdos
con organismos como el Mercosur y la Comunidad Andina. No obstante, fueron dos los países
con los que Chile privilegió su contacto: Brasil y México. En el caso de Brasil, este pasó a ser
uno de los principales socios comerciales y un destino buscado por los inversionistas chilenos,
mientras que con México las coincidencias en varios aspectos profundizaron el acercamiento.

Por otro lado, respecto a América Central y el Caribe, se desarrollaron programas de


cooperación horizontal por medio de la Agencia de Cooperación Internacional de Chile (AGCI).
Otros espacios en los que Chile ha tenido una actuación importante fueron: el Grupo Río, en la
Cumbre de América Latina y Caribe (CALC), y en el establecimiento de la Unión de Naciones
Suramericanas (UNASUR). Por último, en materia de seguridad regional, Chile contribuyó junto
con Argentina y Brasil a la reforma del Tratado de Tlatelolco para proscribir las armas nucleares
en la región.
Gobierno de Fernando De la Rúa
Introducción

En esta última lectura, abordaremos el Gobierno de la denominada Alianza, cuyo referente fue
el radical Fernando de la Rúa, el cual asumió en un contexto económico sumamente frágil y
quien, pese a su discurso inicial, por el cual buscaba diferenciarse de su antecesor, terminó por
llevar adelante una política que mostró signos de continuidad y que derivó en el estallido social
de 2001. No obstante, analizaremos algunos temas puntuales de su agenda política. Para
finalizar, haremos un último análisis de la política exterior chilena durante los Gobiernos de la
Concertación.
1. Gobierno de Fernando de la Rúa (1999- 2001)

Las elecciones generales de 1999 se celebraron en un contexto económico delicado, en el que


ya se adivinaban los efectos negativos del plan económico aplicado desde principios de esa
década y el agotamiento del modelo neoliberal. El triunfo de la coalición Alianza por el Trabajo,
la Justicia y la Educación, conformada por la Unión Cívica Radical (UCR) y el Frente País
Solidario (Frepaso), significó la vuelta del radicalismo al poder en la figura de su candidato
presidencial, Fernando de la Rúa.

El contexto en el cual asumió la nueva gestión era difícil: había una fuerte recesión económica
que se veía agravada por el pago de intereses de la deuda externa. Al mismo tiempo, la
protesta social, que ya había comenzado a sentirse durante los últimos años del Gobierno
menemista, aumentó. Ante este panorama, el Gobierno decidió realizar ajustes en el gasto
público y, al mismo tiempo, negociar con los organismos de créditos internacionales. No
obstante, la deuda continuaba aumentando y la situación económica no mostraba signos de
recuperación.

La protesta social se incrementó por parte de varios sectores de la sociedad, que comenzaron
a descreer de todo el arco político, lo que quedó reflejado en la frase “que se vayan todos”.
Finalmente, en diciembre de 2001, la rebelión popular estalló en las calles de la ciudad de
Buenos Aires, pese al estado de sitio decretado, y la represión desatada por parte del Gobierno
fue feroz, lo cual implicó la muerte de varias personas. Esta situación motivó la “salida” abrupta
del Gobierno y una sucesión de presidentes nunca antes vista.

Características de la política exterior


Al asumir el nuevo Gobierno, algunos objetivos se habían planteado respecto a la política
exterior, entre los cuales destacaban:

1. Establecer una diferencia respecto al Gobierno menemista en cuanto a las relaciones


que Argentina había establecido con Estados Unidos, las cuales se habían
caracterizado por un alineamiento automático que recibió el apelativo de relaciones
carnales.
2. En consonancia con el postulado anterior, se esgrimió la necesidad de dar prioridad a
las relaciones comerciales con los países de la región, por lo cual se intentaría dar una
prioridad estratégica al Mercado Común del Sur (Mercosur) y, en especial, a establecer
mejores relaciones con Brasil.
3. Por último, también apareció como un tema central de la plataforma política
gubernamental la necesidad de seguir reclamando la recuperación de la soberanía
sobre las islas Malvinas por canales pacíficos.

Con estos objetivos generales, el Gobierno de la Alianza se proponía establecer un modelo


alternativo en el campo de las relaciones exteriores.
No obstante, la situación concreta del país, que, como ya se dijo, atravesaba una situación
económica y social crítica, jugó un rol no menor en la toma de decisiones. En este sentido, lejos
de generar un distanciamiento respecto a Estados Unidos, la relación de Argentina con aquel
país continuó siendo estrecha. De este modo, en lugar de un cambio de orientación real, lo que
sucedió fue una modificación de estilo, que se vio reflejada en el cambio de nominar la
vinculación entre nuestro país y Norteamérica. Parafraseando al canciller de ese entonces,
Rodríguez Giavarini, se caracterizaría por ser madura.

Por otro lado, es necesario tener en consideración algunos cambios que se dieron en Estados
Unidos durante este tiempo, los cuales tuvieron una repercusión internacional: la elección de G.
W. Bush como presidente de Estados Unidos, referente del Partido Republicano, y el atentado
a las Torres Gemelas, hecho que incidió directamente en el ámbito de la seguridad y que llevó
a Estados Unidos a asumir una posición unilateral.
Mercosur
Como mencionamos anteriormente, uno de los postulados que el Gobierno argentino intentó
llevar adelante en torno a su política externa fue dar prioridad a las relaciones con los países de
la región. Argentina, como recordarás, había firmado en 1991 el Tratado de Asunción, por el
cual se creaba el Mercado Común del Sur, junto a Brasil, Paraguay y Uruguay.

Bajo el Gobierno de la Alianza, se buscó utilizar este organismo multilateral como medio para
negociar el ingreso al ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas), impulsado por Estados
Unidos. No obstante, este intento inicial pronto comenzó a ser modificado en función del
devenir económico interno (caída del producto bruto interno [PBI] y necesidad de
financiamiento externo), lo cual dio lugar a una posición que abogaba por el ingreso del país de
manera unilateral.

Esta estrategia se encontraba motivada por el peso del poder que detentaba Estados Unidos,
ya que, por un lado, acatar el ingreso ayudaría a que aquel oficiara como mediador entre
nuestro país y los organismos de crédito, así como en calidad de financista directo. Al respecto,
recordemos que uno de los temas que el Gobierno buscaba solucionar era el de la deuda
externa del país.

Esta nueva opción no solo vislumbraba un acercamiento a las directivas norteamericanas, sino
también el inicio de una brecha interna gubernamental, ya que aquella era impulsada
principalmente por los funcionarios del Ministerio de Economía (López Murphy, primero, y
Cavallo después).

De este modo, aparecían dos líneas políticas contrarias dentro del gabinete respecto a la
manera en que el país debía integrarse económicamente: por un lado, aquella que sostenía
que el país debía fortalecer el Mercosur, y por otro, la que consideraba que debía hacerse por
medio de un acuerdo bilateral, lo cual se correspondería con la exigencia estadounidense y
abonaría a mejorar las relaciones con la potencia. Al respecto, Cavallo se manifestaba en los
siguientes términos: “la libertad para eliminar aranceles de importación a los bienes de capital y
todo tipo de trabas a la inversión modernizadora de nuestra economía” (Simonoff, 2010, p.
392). Además, otro ítem que auspiciaba seguir esta línea era que, de ingresar al ALCA,
Argentina podría posicionarse en mejores condiciones respecto a Brasil, el cual ya aparecía
como el país más importante de la región, ya que el acuerdo podría ser utilizado como un
instrumento de presión para destrabar los conflictos comerciales que aparecían entre nuestro
país y el gigante sudamericano.
Relaciones con Europa y Asia
Las relaciones económicas con Europa se caracterizaron por ser de bloque a bloque, es decir,
entre el Mercosur y la UE (Unión Europea). No obstante, estas tuvieron un peso menor en
cuanto a las relaciones con Estados Unidos, cuya injerencia era realmente significativa como
resultado de una década de fuerte impronta neoliberal en el país.

En cuanto a las relaciones de índole política, el presidente continuó con la política menemista
de no aceptar el principio de extraterritorialidad en relación con los juicios que se estaban
haciendo en algunos países europeos sobre las violaciones a los derechos humanos cometidas
durante la última dictadura cívico-militar.

Por otro lado, a partir de este momento, comenzó a aparecer un nuevo mercado en el
horizonte: China. Con el actual gigante asiático, se realizaron acuerdos para empezar a
comerciar productos agropecuarios, lo cual llevó a contrarrestar el peso que venía teniendo el
Mercosur para nuestro país.
Sobre la política de “no intervención”
El principio de no intervención fue una bandera que, históricamente, caracterizó al radicalismo.
No obstante, bajo la presidencia de De la Rúa, aquel fue objeto de una interpretación
pragmática. Dos casos sirven para ilustrar esto: las relaciones con Cuba y el posicionamiento
ante el denominado Plan Colombia.

En relación con el primero, en el año 2000, la Comisión de Derechos Humanos de Naciones


Unidas votó condenar a Cuba bajo el argumento de que en la isla se violaban los derechos
humanos, decisión a la cual se plegó Argentina. Esta situación se volvió a repetir en el año
2001. Esto llevó a un deterioro de las relaciones diplomáticas entre nuestro país y la isla, lo que
se vio reflejado en el retiro del embajador cubano de Argentina y, más tarde, en el retiro del
propio de Cuba. En medio de unas relaciones tensas, Fidel Castro llamó a Fernando de la Rúa
“lamebotas yanqui” (“Palabras que causaron resquemor”, 2002,
https://www.lanacion.com.ar/politica/palabras-que-causaron-resquemor-nid402473/), lo cual
repercutió en la frustración de una reunión pactada entre ambas naciones para solucionar el
problema de la deuda que Cuba tenía con nuestro país.
En cuanto al llamado Plan Colombia, en este caso el Gobierno argentino negó su apoyo al
mismo, lo cual fue una muestra de una política que revalorizaba el presupuesto de “no
intervención”. “El Plan Colombia es un programa auspiciado por Estados Unidos para brindar
apoyo económico y técnico a Colombia a los fines de aunar esfuerzos en la lucha contra el
narcotráfico, principal fuente de financiamiento de las FARC” (Simonoff, 2010, p. 394).

Por otro lado, como mencionamos al inicio, los atentados a las Torres Gemelas, en septiembre
de 2001, supusieron un cambio drástico en la política estadounidense en materia de seguridad,
ya que llevó al Gobierno estadounidense a adoptar una posición unilateral mediante la cual se
erigía en “gendarme del mundo”, en detrimento de los acuerdos multilaterales.
Los anuncios gubernamentales respecto a este hecho fueron variando: pasó de anunciar un
respaldo categórico al Gobierno norteamericano mediante el envío de tropas y una muestra de
estar a su completa disposición a moderar la iniciativa aduciendo que debía ser tratado en los
organismos multilaterales de la región, así como en el Congreso del país, lo cual derivó en la
decisión final de no enviar tropas argentinas.
La cuestión Malvinas
Con el objetivo de tratar el problema de la soberanía sobre las islas Malvinas, el Gobierno
buscó llevar adelante tanto acuerdos bilaterales como multilaterales, en busca del mayor
consenso posible sobre la postura argentina. En cuanto a los primeros, se siguió la política de
los Acuerdos de Madrid, mientras que, en relación con los segundos, se apeló a la Resolución
N.° 2065/64 de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la cual
promovía el acuerdo entre las partes a encontrar una solución al conflicto.

Si bien el tema de la soberanía no logró avances, se produjeron algunos en relación con el


establecimiento de ciertos acuerdos, como la posibilidad de llegada de vuelos privados o la
navegación de barcos particulares argentinos.
2. Política exterior chilena: los Gobiernos de la Concertación (parte dos)

Para desarrollar este apartado, hemos considerado el artículo de Alberto van Klaveren (2011):
“La política exterior de Chile durante los gobiernos de la Concertación”.

En la Lectura 3, analizamos la política exterior general que los denominados Gobiernos de la


Concertación llevaron adelante respecto a la región latinoamericana. En la presente, vamos a
abordar aquella, pero, por un lado, en relación con Estados Unidos, Europa y el Pacífico, y por
otro, en cuanto al multilateralismo.

Estados Unidos ocupó un lugar importante en la política externa chilena, pero ello no implicó
una alineación automática a las directivas de la potencia del norte. Antes bien, se buscó
establecer una relación estable y madura sobre la base de los intereses compartidos. De este
modo, el hecho de que en el 2003 Chile no apoyara a Estados Unidos en la guerra contra Irak
no repercutió negativamente en la relación bilateral, ya que un año más tarde se firmó un
tratado de libre comercio.

En relación con Europa, se buscó forjar sobre todo relaciones con los países de la parte
occidental, a los cuales se los ha considerado política e intelectualmente como referentes. En
este sentido, se logró acordar con la Unión Europea (UE) un acuerdo de asociación y, al mismo
tiempo, se establecieron tratados bilaterales con Alemania, Francia, España e Italia. También
se lograron negociaciones con los países de la Asociación Europea de Libre Comercio y
Turquía.

La cuenca del Pacífico pasó a tener un rol económico y político cada vez mayor en el ámbito
internacional. Chile, por su lado, pasó a representar el principal mercado para sus
exportaciones, lo cual repercutió en una ampliación de las representaciones diplomáticas y
comerciales.

El interés de Chile por establecer y consolidar sus relaciones con esta región se dio, por un
lado, abogando por su inserción en el foro APEC (Asia-Pacific Economic Cooperation) y, por
otro, promoviendo vínculos bilaterales. Respecto a esto último, se consideró la diversidad
cultural y política que aquella encerraba, por lo que se optó por mantener un enfoque
diferenciado. Los principales países con los que Chile estableció tratados de libre comercio
fueron Japón, China y Corea, mientras que con India se logró concertar un acuerdo de alcance
parcial.

Por otro lado, las economías pertenecientes a la ASEAN (Asociación de Naciones del Sudeste
Asiático) motivaron un mayor acercamiento por parte de Chile respecto a países como
Singapur, Indonesia, Malasia, Tailandia y Vietnam. Otras economías con las que Chile también
potenció sus relaciones fueron Nueva Zelanda y Australia, con las cuales firmó acuerdos de
libre comercio.

De alguna manera, lo que se puede observar es que, a partir de los 90, Chile logró ir
estableciendo relaciones con varios países desarrollados o en vías de desarrollo, lo cual facilitó
que en el año 2010 se incorporara a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económicos (OCDE).

Por último, la política respecto a profundizar el multilateralismo fue central durante este período,
ya que la percepción era que solo por medio de esa estrategia se podía posicionar mejor al
país para resolver problemas de su interés. De este modo, se puede destacar el apoyo que
brindó Chile a las Naciones Unidas en materia de prevención y contención de conflictos
internacionales, así como en la Misión de Observadores Militares Ecuador-Perú, que evitó un
enfrentamiento bélico entre esos países.

También se puede mencionar su interés por participar en instancias internacionales para el


desarme y proscripción de armas de destrucción masiva. Al respecto, se puede mencionar su
participación en la Organización Internacional para la Prohibición de las Armas Químicas, su
adhesión al Tratado de No Proliferación Nuclear (1995) y la firma de varios tratados que
abogaban en ese sentido.
Otro ámbito en el que Chile profundizó acuerdos multilaterales se relaciona con el territorio
antártico y los espacios marítimos y aéreos sobre los que ejercía soberanía. Así, por ejemplo,
en 1997 ratificó la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar.

Por último, un tema que ha comenzado a estar cada vez más decididamente en la agenda
internacional es el relacionado con la protección del medioambiente. Sobre esto, el país
trasandino participó en varios foros internacionales, como la Conferencia de las Naciones
Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (1992) y las cumbres sobre cambio climático
en Kioto (1998) y Copenhague (2009).

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