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ENTRE EL BARROCO Y EL NEOCLASICISMO:

LA ACADEMIA DE BELLAS ARTES DE SAN FERNANDO


Y LAS ÚLTIMAS EMPRESAS CONSTRUCTIVAS
DE LOS BORBONES EN AMÉRICA

Miguel Ángel Castillo Oreja / Mónica Riaza de los Mozos


Universidad Complutense de Madrid

Con la instauración de la dinastía borbónica en España, se produjo en


la Península un cambio sustancial que afectó a todos los órdenes de la vida
nacional. En el panorama artístico la influencia europea del clasicismo francés
y el barroco académico italiano produjo un cambio relevante en los primeros
años, que favorecido e impulsado desde la corona, se opuso al mantenimiento
de fórmulas barrocas fuertemente arraigadas en la tradición y vinculadas a los
sectores populares. Sin embargo, el verdadero motor que impulsó una
transformación de la arquitectura fue, sin lugar a duda, la creación de la Real
Academia de las tres nobles y Bellas Artes, en 1744, debido a su eficaz
intervención. Desde su puesta en marcha en 17521, el urbanismo y la
arquitectura fueron adoptando progresivamente las reformas necesarias
encaminadas a esos fines.
Aunque los primeros años de la Academia estuvieron orientados
principalmente a la enseñanza, pronto los deseos de controlar la teoría y
práctica de la arquitectura se manifestaron entre sus miembros más
destacados. Ya antes de que los académicos reflejaran su unanimidad a favor
de las teorías neoclásicas, expresaron su pretensión de vigilar e inspeccionar
los proyectos y construcciones que se realizaban tanto en la Corte como fuera
de ella, argumentando como motivos los abusos que se producían en el
ejercicio de la profesión- con titulaciones más que dudosas, según su criterio -
y en las intervenciones realizadas hasta ese momento. Por estas razones, el 7
de marzo de 1761, se decidió suplicar al monarca que obligara a los cabildos
de las catedrales y a los ayuntamientos de capitales de provincias a nombrar,
como arquitecto titular de ambas instituciones, a un arquitecto formado y
aprobado por la Academia. Cuatro años después, el rey decretaba una
resolución donde especificaba que los pretendientes al título de arquitecto
debían ser examinados por arquitectos ya aprobados por la propia Academia2.
Sin embargo, no fue hasta noviembre de 1777 cuando la institución,
arremetiendo contra las construcciones barrocas3, no asumió el poder
absoluto sobre los temas de arquitectura. Gracias a la actuación del conde de
Floridablanca, quien desde febrero del mismo año asumió el cargo de Protector
de la Academia, fueron firmados dos nuevos decretos. El primero de ellos

1 La apertura solemne de la misma se produjo el 13 de marzo de 1752, en la Casa de la

Panadería de la Plaza Mayor de Madrid, y fue a partir de entonces cuando se aumentó


considerablemente el número de alumnos, se establecieron premios para los más aventajados y
periódicamente se enviaban pensionados a Roma.
2 BEDAT, Claude, La Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (1744-1808),

Madrid, Fundación Universitaria Española, 1989, pp. 371-376.


3 Los consiliarios de la Academia argumentaban que las edificaciones barrocas eran

“una afrenta al Rey en afearle sus ciudades y Reino, a la Religión en llenar los templos de
objetos indecorosos y ridículos, a la edad presente en imprimirle tantas y tan torpes señales que
la desacreditan, y al público en poner delante de su vista un sinfín de cosas que, en lugar de
inducirle a conocer y estimar lo bueno, le dejan con su ceguedad y en la radicada costumbre de
apreciar lo malo”. BEDAT, Claude,Op. Cit.., p.379.

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estuvo dirigido a Manuel Ventura de Figueroa, capellán del rey, quien,
reemplazando al conde de Aranda, había sido recientemente nombrado
gobernador del Consejo de Castilla. Le fue comunicada la decisión, expresada
por el monarca, en que ante las irregularidades que se advertían en los
edificios que se construían en todo el reino se intimaba al Consejo a que
alertara a todos los magistrados y ayuntamientos que siempre que se
proyectara alguna obra pública, se consultara de manera obligada a la
Academia de San Fernando enviándole los dibujos y proyectos de las obras
ideadas para ser examinados y corregidos sus defectos. El segundo decreto,
completando al anterior y bajo los mismos contenidos, fue dirigido a los
obispos y demás prelados del reino. En este momento, la Academia de las tres
nobles y Bellas Artes no sólo lograba el control de las nuevas titulaciones
profesionalessino que, además, obtenía un verdadero monopolio sobre los
aspectos técnicos, estéticos y profesionales de la arquitectura, al ser ésta la
única institución capacitada paraestudiar y aprobar todas las construcciones
que se realizaban en todo el reino, ya fueran obras públicas o edificios
monumentales. Paralelamente se fue produciendo, a instancias de la
monarquía, una progresiva centralización de estas actividades en los
diferentes departamentos y organismos de la Administración del Estado4.
Poco a poco la Academia iba adquiriendo mayor predominio en este
campo, siempre gracias al apoyo continuo del rey. Tanto fue así, que el 11 de
octubre de 1779 se promulgaba un nuevo decreto “por no haberse observado
el método prescrito, que no se admitiesen recursos en que los pueblos
solicitasen facultad para invertir en caudales en alguna obra si los planes y
dibuxos de ella no estuviesen ya revisados por la Academia con la firma de su
secretario”5. Esta medida fue sancionada para dar un impulso definitivo a las
tareas asignadas a la institución en 1777, puesto que desde este año las
consultas sometidas a la Academia desde todas las partes del reino habían
sido muy numerosas. Sobre este particular, las reales órdenes siguieron
publicándose en años posteriores: de nuevo una el 28 de febrero de 1787,
corroborando el decreto formulado en 1765, y otra el 30 de agosto de 17896,
pretendiendo el cumplimiento de las anteriores y especialmente la de
noviembre de 1777. Simultáneamente al desarrollo de la normativa legal, la
Academia creaba filiales en distintos lugares de la geografía española con el fin
de difundir sus ideas y perfeccionar sus actuaciones: en 1764 se inauguraba
la Academia de San Carlos en Valencia, aunque ya existiera una anterior con
el nombre de Santa Bárbara, desde 1753; diez años antes se había constituido

4 BEDAT, Claude, Op. Cit., pp. 378-388. Vid.: QUINTANA MARTÍNEZ, Alicia, La

Arquitectura y los arquitectos en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (1744-1774),
Madrid, Xarait Ediciones, 1983, pp. 106- 109, 114 y 115.
5 Real provisión de los señores del Consejo, por la cual se manda guardar lo dispuesto en

las Reales Ordenes que se refieren sobre los requisitos que han de concurrir en los Arquitectos y
Maestros de Obras, y los que han de preceder a la aprobación de los diseños o planos para obras
públicas, en la forma que se expresa. Año de 1801. Real Academia de Bellas Artes de San
Fernando (R.A.B.A.S.F.,61-1/5 ).
6 El 23 de julio de 1789 el ministro Floridablanca escribía una carta al conde de

Campomanes informándole que a pesar de las repetidas reales órdenes dadas para que ningún
proyecto, ya fuera público, religioso o reparo de algún adorno, fuera ejecutado sin antes ser
aprobado y examinado por la Academia de Bellas Artes de San Fernando; se han apreciado gran
número de casos que no siguen estas pautas, por ello, el monarca solicitaba fueran recordadas
todas estas observaciones a los Consejos y Cámaras de las ciudades del reino con el fin de que
las órdenes se hagan obedecer como corresponde a la superioridad del tribunal que las expedía.
El 30 de agosto del mismo año se mandaba una Carta circular dirigida por el Supremo Consejo a
los Correxidores, Ayuntamientos, y Justicias del Reyno, para que consulten con la Academia de
San Fernando, o la de san Carlos, por lo tocante al Reyno de Valencia, los planos de los edificios
u obras que se hubiesen de executar (R.A.B.A.S.F., 151-1/5).

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la Academia de San Luis en Zaragoza; y en 1780, la Academia de la Purísima
Concepción fue fundada en Valladolid. Dos años antes que ésta última, fue
creada la primera Academia en los territorios de la corona en América,que con
el título de San Carlos7 radicó en la ciudad de México, en el reino de Nueva
España. Mientras, otras órdenes fueron tomando forma con la intención de
mejorar aquellos aspectos deficientes que eran detectados por la Academia.
Así, en 1798, se exigió que todas las obras de arquitectura debían presentarse
ante el nuevo organismo para su examen y aprobación, de donde debían salir
con una certificación que pusiera al pie la firma de susecretario. En 1799 se
hacía de nuevo hincapié en el asunto de los títulos de arquitecto y maestro de
obras o de albañilería, y “para cortar de raíz este abuso”, el gremio al que se
hace referencia- la cofradía de maestros con sede en la capilla de Nuestra
Señora de Belén8 -debía de abstenerse “enteramente de examinar y titular en
la Arquitectura a ningún individuo, aunque puedan continuar dando cartas de
examen de oficios mecánicos”9.
A tenor de la secuencia de las numerosas órdenes promulgadas y ante
los innumerables proyectos que llegaban a la Academia para que ésta diera su
parecer, en marzo de 1786, se creó la Comisión de Arquitectura donde se
reunían los directores y tenientes directores de Arquitectura junto con un
secretario, que a su vez era vicesecretario de la Academia, con la específica
misión, en palabras de Antonio Ponz, de “confirmar con su aprobación las
trazas que sean conformes a las reglas del arte, reprobar las irregularidades o
erróneas y corregir o anotar los defectos en que hayan ocurrido las que no
merezcan absoluta aprobación ni reprobación”10. En realidad, la verdadera
causa de su creación fue la de afianzar un grupo de trabajo dentro de la
institución, capaz de retar la actitud de aquellos arquitectos, vinculados con
posiciones estéticas del pasado, que se mantenían en los márgenes de una
arquitectura dubitativa y heterodoxa con respecto a los ideales clasicistas del
momento. Por ello, la comisión decidió nombrar a una serie de arquitectos,
algunos de ellos residentes en zonas concretas y otros con carácter itinerante,
para que informasen en casos conflictivos y colaboraran en la elaboración de
planos precisos para las nuevas obras. Apoyando a este núcleo, se formó un

7 En 1776 Humboldt visitaba México y en una de sus cartas reflejaba sus impresiones

al respecto de la Academia de San Carlos: “El Gobierno la concedió una muy espaciosa casa, en
la que se halla una colección de modelos de yeso más hermosa y completa que en ninguna parte
de Alemania. Admira el ver que el Apolo de Belvedere, el grupo de Laoconte y estatuas mucho
mayores aún han podido pasar entre los montes por caminos muy estrechos; y sorprende al
hallar estas obras maestras de la antigüedad reunidas en la zona tórrida, en una eminencia
superior a la del convento del Gran San Bernardo. Esta colección, puesta en Méjico, ha costado
al Rey cerca de ochocientos mil reales... Las rentas de esta Academia ascienden a cuatrocientos
noventa y dos mil reales, de los cuales el Gobierno da doscientos cuarenta mil, el cuerpo de
mineros cerca de mil y el consulado más de sesenta mil. Esta Academia ha adelantado y
extendido mucho el buen gusto en toda la nación, y principalmente en cuanto tiene relación con
la arquitectura; y así es que en Méjico, y aún en Guanajuato y en Querétaro, hay edificios que
han costado cuatro y aun seis millones, y están tan bien construidos que podían hermosear las
mejores calles de París, de Berlín o de Petersburgo”. FERRER DEL RÍO, Antonio, Historia del
reinado de Carlos III en España, Vol. IV, Madrid, Imprenta de los Señores Matute y Compagni,
1856, pp. 547 y 548.
8 La Hermandad de Nuestra Señora del Belén era una cofradía que agrupaba a los

maestros de obras de Madrid y que desde la temprana fecha de 1739 había tenido intención de
instituirse en Academia o Colegio de Arquitectura; en este intento le apoyaba el Consejo de
Castilla quien concedía los títulos de arquitecto y que se propuso darlos solamente a los que
examinaba esta congregación. Vid.: NAVASCUES, Pedro, “Sobre titulación y competencias de los
arquitectos de Madrid (1775-1825)”, en Anales del Instituto de Estudios Madrileños, Madrid,
tom. XI (1975), pp. 123-136.
9 Real provisión de los Señores del Consejo... (R.A.B.A.S.F., 61-1/5).
10 BEDAT, Claude, Op. Cit., pp.389.

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grupo de apoyo cuya actividad consistía en difundir por todo el reino las ideas
artísticas de la Ilustración y un nuevo concepto de la arquitectura, además de
realizar estudios concretos y sistemáticos sobre los más variados temas en
este campo. Se constituyó así un cuerpo de profesionales especializados cuyo
último propósito era difundir los gustos artísticos del monarca y de la élite
dirigente en cualquier lugar aún en “los más lejanos de nuestra geografía, de
forma que se logre desterrar de manera definitiva el adorno barroco y se le
sustituya por el ornato clasicista”11.
A través de las actas evacuadas por las juntas, donde queda constancia
de los temas tratados en la Comisiónde Arquitectura, podemos analizar la
acogida que tuvieron en el continente americano las disposiciones
promulgadas por la administración borbónica. Estudiadas las
correspondientes entre 1789 – fecha del primer libro de actas12-y 184613
constatamos las siguientes consultas procedentes de América: del libro
primero, que abarca de los años 1789 a 1805, se presentaron a examen los
proyectos de la catedral de Santiago de Cuba; catedral, seminario y palacio
episcopal de la diócesis de Cuenca, en el reino de Quito; catedral de Lima;
catedral de Popayán, en el reino de Perú; altar de la iglesia del hospital de
Jesús Nazareno, fabrica de tabacos y templo de Nuestra Señora de Guadalupe
en México; y el convento de monjas de Santa Clara de Guatemala. En el
segundo libro (1806-1823)14 aparecen consignados una nueva revisión de los
proyectos de la catedral, seminario y palacio episcopal de la diócesis de
Cuenca del reino de Quito y el convento de franciscanos de Guatemala. Para
los años comprendidos entre 1824 y 183115, las actas mencionan la consulta
sobre unos títulos de maestro procedentes de México y acerca de una casa de
campo y de la solicitud de ser académico en la ciudad de La Habana, Cuba. El
cuarto libro16, que abarca los años de 1832 a 1840, solamente recoge
consultasprocedentes de Cuba y trata sobre una solicitud para ser pintor -
arquitecto de la Real Cámara, de la cárcel y de la inspección de diferentes
obras en la ciudad de La Habana. Y en el último libro consultado17, que
comprende la actividad de la comisión entre los años 1841 y 1846, los
informes estuvieron orientados a mejorar la arquitectura civil y sus profesores
en Puerto Rico, a estudiar la documentación enviada para ver la posibilidad de
establecer una Academia de Arquitectura en La Habana y a aclarar distintos
aspectos técnicos de obras en Cuba.
Conocidos son los numerosos proyectos y consultas informados por la
Academia procedentes de distintas zonas de la península, sobre todo, en el
período comprendido entre 1786 y 1805 en que ésta tuvo como director al
arquitecto Pedro Arnal18. Sin embargo, en este aspecto, llama poderosamente

11 Opinión de don Antonio Ponz,recogidas por SAMBRICIO, Carlos, La arquitectura

española de la Ilustración, Madrid, Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España e


Instituto de Estudios de Administración Local, 1986, p 22.
12 R.A.B.A.S.F. , 3/139.
13 Hemos estudiado la documentación hasta este año,ya que el uno de abril de 1846 es

la última fecha en que informa la Comisión de Arquitectura,debido a que los nuevos estatutos,
decretados por el monarca, se faculta para ejercer sus mismas funciones ala llamada Sección de
Arquitectura, solemnemente constituida el día 23 de abril del mismo año, siendo su secretario a
Eugenio de la Cámara.
14 R.A.B.A.S.F., 3/140.
15 R.A.B.A.S.F., 3/141.
16 R.A.B.A.S.F., 3/142.
17 R.A.B.A.S.F. ,3/143.
18 La Comisión de Arquitectura examinó 973 proyectos entre 1786 -fecha de su creación

- y finales de 1790. Entre 1790 y 1793, un total de 1032; de 1793 a 1796 examinó los planos
correspondientes a 393 obras; entre 1796 y 1799 se estudiaron 338 proyectos de edificios y 48
informes pedidos por el Consejo y otros tribunales; entre 1799 y 1802, 123 y entre 1802 y 1805,

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la atención el escaso número de los instruidos procedentes de las colonias
americanas. Ello obedeció, en parte, a la vinculación de la arquitectura
americana con los más variados recursos del barroco tradicional, que tantos
éxitos cosechó en el siglo precedente, y la resistencia de arquitectos y
maestros de obras a colaborar en un procedimiento administrativo que,
además de demorar sine die la ejecución de los proyectos suponía, de hecho, el
desmantelamiento del sistema gremial, vigente en su actividad laboral desde
tiempos de la conquista. No obstante, las ideas innovadoras que se adoptaron
en la metrópoli fueron “impuestas” progresivamente en el nuevo continente y,
sin exclusiones, se rechazó el aprendizaje empírico de los profesionales de la
arquitectura, poniendo el énfasis en la teoría, el conocimiento erudito y el
dominio del dibujo como fundamentos esenciales de la formación de los
arquitectos. Los gremios tenían que subordinarse, por tanto, a la Academia,
no como entidades orgánicamente dependientes, sino al tener que someter a
cada uno de sus miembros a los exámenes de dibujo y teoría para ser
habilitados. Las reacciones contrarias no se hicieron esperar y la Academia se
vio en la necesitada de solicitar el apoyo del monarca que, a mediante
sucesivas disposiciones legales,intentó neutralizar la influencia ejercida por
las corporaciones profesionales. Por ese procedimiento, se determinó que toda
la ciudad mayor de dos mil habitantes debía tener un arquitecto oficial con
formación académica y que todas las obras públicas y religiosas debían de
ejecutarse conforme a los proyectos y diseños realizados por un arquitecto
habilitado por la Academia.

Figura 1: Ventura Buzeta.


Plano de localización de la antigua y nueva catedral de Cuba. 1779

204 proyectos de edificios públicos. De todo ello, 352 se referían a iglesias, 220 a puentes, 61 a
cárceles, 39 a casas consistoriales, 32 a fuentes, 27 a carreteras, 22 a torres, 19 a
ayuntamientos, 7 a teatros, 6 a escuelas y 99 a varias construcciones. BÉDAT, Claude, Op. Cit,.
pp. 389 y 390. Sobre Pedro Arnal, vid.: SAMBRICIO, Carlos, “Juan Pedro Arnal arquitecto del
siglo XVIII”,en Archivo Español de Arte, nº 183 (1973), pp. 299-318 y “Juan Pedro Arnal y la
teoría arquitectónicaen la Academiade San Fernando de Madrid”, en La Arquitectura española
de la Ilustración, Colegio Oficial de los Colegios de Arquitectos de España y del Instituto de
Estudios de Administración Local, Madrid, 1986, pp. 93-108 y 304-310; LLAGUNO AMIROLA,
Eugenio, Noticias de los arquitectos y arquitectura de España desde su Restauración, vol. IV,
Madrid, Ediciones Turner, 1977, p. 308; y Real Orden de 28 de septiembre de 1801, nombrando
Director General de la Academia a don Pedro Arnal (R.A.B.A.S.F., 61-1/5).

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Ante esta situación -donde la aplicación de la norma supuso un
verdadero drama no sólo para los propios maestros de obras, sino también
para los propios funcionarios de la corona que debían remitir sus diseños a la
Academia de San Fernando en Madrid y esperar su aprobación o correcciones-
los proyectos llegaron a demorarse meses, y a veces años, e incluso, en
algunos casos, se produjo la cancelación definitiva de los mismos.
Para determinar con mayor precisión los incidentes y problemas
derivados de la implantación de esta normativa legal en América,
procederemos a analizar el accidentado proceso que tuvieron las tres últimas
empresas constructivas informadas por la comisión académica: la catedral de
Santiago de Cuba; la catedral de Popayán, en el Reino del Perú (actual
Colombia) y la catedral, seminario conciliar y palacio episcopal de la diócesis
de Cuenca en el Reino de Quito (actual Ecuador). Los tres casos tuvieron una
historia constructiva previa al proceso de referencia y, por ello, hemos
resumido brevemente esos datos para una mejor comprensión de la cuestión
analizada.

Figura 2: Antonio García.


Proyecto de la catedral de Popayán, Colombia (planta). 1786

La catedral de Santiago fue la primera de las construidas en Cuba y


remonta sus orígenes a la primera mitad del siglo XVI. El edificio, que se
caracterizaba por ser el ejemplo de construcción en madera con mayores
proporciones de toda la isla, sufrió varios reconstrucciones durante el siglo

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