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Los años transcurrieron como un rio en plena lluvia, tan rápido y llevándose todo en su camino.

Así
fue como me sentí en estos años que llevaba viéndola desde la oficina, ella por su parte no se
inmutaba ni si quiera en lo que yo sentía o tal vez se hacia la desentendida de la situación,
cualquiera que sea de las opciones ella seguía siendo ella. Tan solo la asistenta, mi asistenta.

- Buenos días, señor Zander – verla entrar con sus pantalones negros sin duda era mi parte favorita
de la mañana seguido de las reuniones en lugares públicos o en otras oficinas donde iba vestida de
falda lápiz, su cuerpo parecía ser una fuente inagotable de deseo.

- Si… Buenos días – dije volviendo la mirada a los documentos que tenía sobre la mano que hacía
unos momentos disfrutaba de aquella lectura de finanzas, cálculos y cosas matematicas. Me sonrió
de forma casual haciéndome sentir algo extraño.

- Hoy tiene una cita con la señorita Rose y una reservación con el señor Hong en el restaurante de
siempre – me di un golpe interno al saber que ella no vendría conmigo en esta ocasión, la
necesitaba, pero no para trabajo.

- Cancela la cita con Rose, dile que tengo mucho trabajo… por ultimo invéntate algo como “salió
de viajes por negocios” – asintió firme dejando a un lado los papeles y sentándose como si esto
fuera algo común, claro, para mí lo era.

- Enserio cancelara la cita con ella, se ve que es buena chica y no está mal decir que la última vez
que tuvo una cita fue a inicios de años a este paso llegaran a pensar que es gay – no pude evitar
soltar una carcajada viendo aquellos ojos y tampoco pudo evitar la risa. Llamarme gay se habia
vuelto común ya que verme con mujeres era tan raro como ver una oferta sin ser aprovechada.

- Señorita, Roberts. No puedo creer lo que me está diciendo – ella volvió a su postura de señorita
asistenta en un santiamén – Vaya a su asiento e imprima cuatro documentos iguales para esta
tarde y programe tambien una reunión con Blers – asintió y salio corriendo como si huyera de mis
garras, un lindo conejito habia conocido y hasta el momento ni acercarme he podido.

La mañana se dividió en tres tazas de café cargado sin azúcar, pastelitos y documentos para firmar
o aprobar y en caso extremos corregirlos. Era esto o vivir esperando que el dinero cayera del cielo
así que solo debía seguir aquí con el trasero ya adormecido y la mano a punto de decir: “tengo un
límite”, pero esto era lo que queria desde el principio así que el cansancio siempre pasaba a
segundo plano.

La hora del almuerzo sin duda es mi hora más esperada, pues salgo a comer con la señorita
Roberts a su lugar favorito, ser jefe algunas veces tiene puntos buenos como llegar tarde o
trabajar desde casa. Ella me vio salir la oficina y tomo su cartera tan rápido como había podido
para correr a tomar mi brazo, me habia acostumbrado menos a la primera sensación de su toque,
ella vibraba sobre mi piel.

- ¿A dónde iremos hoy? – su voz se volvía calma y tranquilidad al cruzar las puertas del elevador
hacia el estacionamiento – Por decir que quiero unos sándwiches de tomate… - «queso, aceitunas,
palta» podría decir y sin exagerar que conocía sus comidas favoritas o al menos las que compartía
conmigo – Señor Zander, no me está prestando atención – se paró frente a mí y cruzo sus brazos
haciendo un puchero como si de una niña chiquita se tratase. Que infantil resultaba a veces, me
encantaba.

- Si te escucho – dije abriendo la puerta del auto y subiéndome en el para verla subir al mismo
tiempo.

- Si es así dígame que dije – en eso si no podría ganarme. Me quedé en silencio hasta que salimos
del estacionamiento para encaminarnos hacia su restaurante favorito o mejor dicho fuente de
soda.

- ¿Quieres un sándwich con palta, aceitunas, queso y tomate? – sus ojos voltearon hacia mí y
sonrio como si hubiera dicho una buena noticia. Ahí tenía su respuesta, claro que la escuchaba por
eso sabia tanto de ella, como si fuera mi palma de la mano.

- Eso mismo señor Zander y a usted que le apetece hoy – dijo mirando por la ventana como las
personas corrían de un lado a otro tratando de llegar a tiempo o comprar el ultimo almuerzo,
típico de la ciudad.

- Creo que omitiré esta comida – dije deteniendo el carro en la luz roja viendo como pasaba una
señora mayor con su perrito en mano y su esposo sosteniendo la otra. Volteé a verla y pude
imaginarnos, solo eso pues la realidad era tan diferente a mis sueños.

- No puedo permitir eso, le invitare mi comida – sonrio mirando como llegábamos a su lugar
favorito, un restaurante – Le comenté que un chico me trajo aquí y salio corriendo por las recetas
que solo debatían entre verduras – de esos chicos antes de que venga lo que se diría el oficial.

- No me diga que es su novio – ella rio viendo como nos estacionábamos – Adelántese, señorita –
dije y ella no me dio la contraria para salir en busca de un lugar comodo para los dos.

Tome el móvil que estaba en el bolsillo del saco y marque a Blers, mi mejor amigo quien me
ayudaba a sobrellevar todo este tema de mi amor no correspondido por miedo a la verdad, sabía
que estaba harto de escucharme cada día sobre lo linda y amable que era la señorita, pero aun así
me escuchaba y me animaba a decirle algo. Invitarla a una cita, eso lo medite mucho para que al
final termine siendo un almuerzo como todos los días.

- Es raro que llames antes de vernos ¿Qué sucede? – tan directo, eso era sin duda un bueno punto
en él y poco apreciado por los demás.

- Hoy lo haré, han pasado cinco años desde que entró a trabajar para mí y si no digo nada puede
que un día simplemente la pierda – un silencio del otro lado me asusto al pesar que solo cometería
un error.

- No entiendo cómo siendo un gran Dom en las noches no puedas invitarla a salir desde hace
tiempo, eres todo un caso – ese tambien era mi miedo frecuente y las preguntas debido a eso solo
eran: «¿podrá aceptarme? ¿llegará a huir si sabe la verdad? ¿ella quiere esto?» tenía claro que
debía volverla mi sumisa, no obligándola sino atrayéndola poco a poco a este mundo. Mis órdenes
eran pequeñas y ella las seguía como un corderito a su rebaño, me encantaba la sonrisa que ponía
cuando le decía lo mucho que se habia esforzado en su trabajo.
- Cállate, ese es un tema todavía delicado – el suspiro profundo haciéndome volver a la realidad,
ella debía conocer esto, lo merecía si queria aceptarme como algo más que un jefe.

- Sabes muy bien lo que pienso sobre aquello y siempre digo que hablar con la verdad es lo más
factible en todos los casos, envuélvela en tu mundo tal vez termine amándolo y amándote como
doble premio – debía lanzarme al precipicio sin paracaídas, eso decía.

- Entendido, jefe. Bueno ahora si para lo que tambien llamé es para decir que hemos ganado el
juicio así que todo va a nuestro favor – un grito monumental se oyó en la otra línea haciéndome
saltar de mi asiento. Abrí la puerta y me encaminé hacia el lugar donde estaba mi bella asistente
que sin duda siempre escogía el mismo, lejos de las personas y el ruido, queria pensar que lo hacía
por mí.

- Eso hay que celebrarlo. Necesitamos festejar hoy mismo – la emoción de su voz me contagiaba
de forma abismal.

- No te preocupes habrá tiempo de festejar por lo pronto te dejo porque debo comer – ella me
sonrio viendo cómo iba hacia ella.

- Tu puedes – colgué la llamada antes de sentarme frente a ella. Fuera del trabajo me caía mejor
que estando dentro, a veces se ponía modo perfeccionista que claro me encantaba, pero lo odiaba
mil veces más. No podía juzgar su talento de organización y cumpliendo las tareas ya que era
esplendida en eso.

- Tengo una sorpresa para usted – sus ojos se fijaron tan profundos en mí que tenía miedo que
descubriera todo lo que siento por ella. Bajé la mirada esperando que me diera un tiempo para
respirar y si, venia el mesero.

- Buenas tardes, ¿Cuál sería el pedido de hoy? – ella olvido por completo la tensión y empezó a
pedir dos sándwiches y un malteada de fresa, miro hacia al vacío y tambien eligió una bebida para
mí. Ella tambien me conocía tanto como yo a ella, lo que hacía más llevadero nuestra relación
¿Jefe – empleado? ¿Amigo – Amiga? En realidad, creo que somos más compañeros de trabajos
que otra cosa.

- Eso es todo– le sonrio al mesero de forma amistosa y verla así de esplendida el día hoy solo me
daba felicidad. – Entonces cual es la sorpresa – lo habia olvidado por refugiarme en mis
pensamientos.

- Ganamos el juicio así que te debo una de lo contrario hubiéramos perdido – sus mejillas se
sonrojaron en un tono cereza.

- Esa es una gran noticia y gracias por el cumplido que claro sin su ayuda no hubiera salido
adelante – los pedidos vinieron haciendo que sus ojos brillasen como dos faros de luz en medio del
a oscuridad. Amaba la comida, su debilidad.

- En todo caso me gustaría invitarla a casa para tomar unas copas y festejar esta gran oportunidad
que nos da el haber ganado – veía timidez en su mirada y pensé que habia ido muy rápido, tanto
que estaba a punto de reivindicarme cuando ella hablo.
- Me gustaría acompañarlo – mordió su comida y sorbiendo su malteada de fresa y para mi una
ensalada de frutas omitiendo las fresas, esa fruta que atentaba con mi vida si llegaba a masticarla.
Habia descubierto la alergia cuando estaba en primaria por cumpla de unas niñas que regalaron a
todos dulce de fresa con chocolate, mi madre queria demandar a sus padres por lo irresponsables
que eran. Mi exageración y poder lo saque de ella.
Lo olvide, si, un punto importante. Ella, la señorita robins contaba con un novio poco agraciado y
favorecible para mi gusto.

- Lo lamento tanto, olvide que hoy tenia una cita con Adrián – a pesar de la noticia me hacia sentir
mejor el hecho de que se olvidara de él al menos por un instante.

- No se preocupe, ya podremos celebrar en otra ocasión con Blers y los miembros que ellos
tambien apoyaron en todo este gran proceso – ambos ya íbamos de camino a la oficina así que las
palabras se quedaron en la nada mientras ella seguía analizando las calles como todos los días.

La tarde fue algo peculiar al llegar blers y contarme lo lamentable que salio su ultima escena
donde tenia miedo de volver a enloquecer como a inicios de años, lo deseaba, pero su conciencia
pesaba más que la lujuria invadida en el cuerpo.

- No, me niego a volver si quiera a pensarlo – negó con la cabeza y volvió la mirada a los
documentos.

- Si no lo haces puede que sigas frustrado y contándome tus fracasos cada lunes – el alzó la mirada
como si lo hubiera ofendido que da tal vez un poco.

- No termino la ultima vez que perdí el control – como no recordarlo si fue un espetaculo ver a la
chica con los ojos vidriosos mientras echaba gemidos en toda la sala – Ver su cuerpo de esa
manera… - se mantuvo en silencio pensando en que decir. “excitante” “pena” – Tenerla en mis
brazos fue abrumador, lo ame tanto como despues lo deteste haciendo que no vuelva a tener una
mujer entre brazos –

- Y como te vas dando cuenta estar con sumisos no es lo tuyo, ni siquiera llegaste a tomarlo y
acabaste la escena – el negó con la cabeza – Sabes que ella lo disfruto tanto como tu así que no
debes tener culpa de como dejaste su cuerpo, se le veía feliz mientras la sangre manchaba las
sábanas – dije agarrando el teléfono para llamar si a la señorita, a mi secretaria.

- está bien que lo haya disfrutado pero que tal si le causaba algo grave, ella sin duda no me
hubiera avisado – a veces se le olvidaba lo básico de este tipo de juegos. Palabras de seguridad.

- Dígame que necesita, señor – escuchar aquella frase en su boca me la ponía dura hasta no más
poder. Su voz delgada me volvia loco y amaba escucharla.

- Tráenos dos cafés – ella sintió en silencio – Aaah y buen trabajo haciendo el informe, bien hecho
– dije mirándola a los ojos con intensiones de desnudarla, amarrarla y poseerla.

- Gracias, señor. En un momento les traigo su café – cerró la puerta y me llevé un silbido de parte
del hombre que habia presenciado para nada bonito acto.

- No sé cuando dejarás de jugar, pero esto lo hace divertido. Han pasado tres años desde que le
pusiste el ojo y nada más que palabras bonitas cuando te obedece al parecer tu proceso va a
demorar – lo sabia, sabia que no estaba haciendo más, pero como debería proceder.

- Estabamos hablando de ti – solto un bufido hundiendo su rostro entre sus manos – El próximo
domingo habrá un noche especial quizás puedas ser tu otra vez pues las personas quieren la
segunda parte – el se paro sin reparo y empezó a caminar sin punto fijo.
- Quizas – dijo antes de que entrara la secretaria – Ahora debo irme y pensar sobre cosas. Un gusto
verla señorita y Demian nos vemos en otra ocación – cogio el café y salio dejándome a solas en
aquella habitación con la mujer.

- Señor, aún está en pie la oferta de esta noche – me entrego el café con sumo cuidado para
sentarse frente mio. Escucharla podría volverse un hobby sin duda.

- Podría ser – le sonreí mirando como su respiración se volvia más profunda y mirando sus manos
– Su novio cancelo la cena o algo por el estilo – ella asintió en silencio.

- Para ser sincera fui yo quien la cancelo, usted quiso celebrar y yo me negué a algo que puede
pasar solo una vez – alzo su mirada y conecto con la mia. Esos ojos marrones podrían volverme
loco si quisiesen.

- Entonces déjeme que termine estos documentos y celebraremos donde más le guste -

Ella volvió del baño un poco asustada, con las mejillas ligeramente rojas y por un momento me
asuste al pensar que habia entrado en aquella habitación, pero estaba seguro de que blers lo
habia cerrado con llave cuando lo uso por ultima vez ¿cierto?

- Ya es hora de irme – cogio su bolso algo asustada por lo que llame a un taxi que agradeció luego
por una llamada cuando habia llegado a casa. me preguntaba que habia sucedido en realidad, tal
vez eran las copas que afectaron mi visión o la de ella, en todo caso esto sería olvidado.

Una cena más sin logro alguno, ella conocía mi casa y vida entera, pero aun no me tomaba la
molestía de invitarla a una cita por saber la respuesta. Ella tenia novio, claro que se negaría al
primer intento y luego todo nuestro ambiente creado se volveria incomodo, no queria cruzar
aquella fina línea.

Cai sobre la cama esperando que todo este bien en ella y aunque duela con su novio tambien.
Desearía tenerla en este momento, tomada en mis brazos mientras respiro su perfume olor
primavera y paso mi mano por su espalda. No era justo seguir matándome con ella.

«Sabes que se vuelve obsesión cuando pasa más de unos meses y antes de que hagas algo de lo
que puedas arrepentirte dejala ir, despídela y envíamela para que trabaje conmigo»

Sus palabras sonaban sin sentido hacia dos años, pero ahora sabia que tenia razon. Debía dejarla ir
cuanto antes sin que nadie salga herido, pero como hacerlo. Ya no podría disfrutar de su risa o lo
detallista que eran con cada cosa, simplemente no me imaginaba sin ella aunque sea de mi
secretaria. Sin querer ya me encontraba llamándole.

- ¿Quién habla? – por su voz deduje que estaba haciendo así que solté un suspiro de envidia.
- Tu amigo que viene a desahogarse, pero al parecer es un mal momento – al fondo podía
escuchar la respiración profunda de alguna persona.

- No, para nada. ¿Qué sucedió esta vez? – esto se habia vuelto común que me avergonzaba de mis
actos, debería dejar de llamarlo cuando algo sucede.

- Puedes llevártela, hoy fue mi limite – el otro lado de la línea se mantuvo en silencio algunos
segundos haciéndome reflexionar sobre mis palabras.

- Te doy un mes, haz lo que desees y aplica lo que creas conveniente. Si no haces algo de verdad
puedes perderla. Treinta días para tenerla – colgó la llamada tan rápido que ni siquiera me dio
tiempo de objetar ante su propuesta. En todo este año no habia hecho nada y el quiere que en un
mes logre lo casi imposible. De locos.

Revolví mi cabello entre mis manos y apoye la cabeza en la almohada, debía dormir. Eso es lo
unico que debía hacer desde ahora y que las cosas sucedan a su ritmo, no podía hacer nada con
ella pues algo me lo impedía así que resignado a seguir ocultando esto lo que se podría llamar
amor me quede dormido.

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Por la mañana ya tenia a señorita robins sobre su silla programando el día de hoy a mi horario, se
veía distinta, algo rara de lo normal así que fingi no saber nada. Tal vez era tiempo de su periodo
ya saben ese dia donde las mujeres pueden volverse “locas”

- Buenos días, señor – está vez no pronuncio mi nombre y sentí cierto escalofrio recorrer mi
espalda. «Dios. Contrólate que pareces un chico de secundaria»

- Buenos días, señorita Robins – entre mi respuesta no quito la mirada del portátil como si la
estuviera evitando cosa que no podía ser cierto.

- Quiero un café el 10 min por favor – entre sin decir más y sin mirarla, ella estaba extraña y yo
tambien necesitaba aclarar algo, si atreverme o no pues solo tenía 720 horas para ser exactos.

«30 días» «30 días» «30 días»

Pensar en dejarla ir dolia y me hacia sentir lo más humillado que he podido hacerlo desde que
tengo uso de razon, no es que tenga miedo, bueno, quizás un poco. Ella ha estado conmigo en
todo, desde las runiones hasta cenas informales con la de un cena entre amigos o cosas por el
estilo, queria mantenerla cerca, pero eso seria perderme en algo que hace tiempo perdió rumbo.
Mi meta de convertirla en alguien para mi fue desechada como las oportunidades que se me
presentaron antes de que ande con el tal muchacho llamado Adrian. Cuando lo vi por primera vez
no me daba confianza, desde luego que fueron celos pues verla con un hombre exactamente fuera
del trabajo me produjo una inestabilidad poco oportuna lo que llevo a mi amigos decir que me
estaba volviendo obsesivo que si esto seguía asi podría hacerle daño y claro que mi intensión no
era esa… en absoluto.
- Señor – su voz me sacó de mis pensamientos que ni me percate cuando entro a la oficina – No sé
como decirle esto…- se veía algo preocupada.

- Serás transferida a fin de mes. No te preocupes que seguiras con el mismo sueldo, solo que tu
jefe ahora será otra persona – esas palabras salieron sin que lo pensara «Que hiciste».

- Lo que diga, señor – su voz se escuchó apagada y cuando alcé la mirada veía su cuerpo alejarse, a
pesar de eso siguió con su postura normal hasta cuando cerro la puerta dejándome sumido entre
mis pensamientos. Habia cometido una estupidez abismal de la que nadie podrá salvarme.

Me recuerda a cuando vino por primera vez, ella toda alegre y confiada, pero cuando salio de aquí
parecía más triste de lo normal, no la habia rechazado pues tenia un currículo explendido el mejor
que habia apreciado entre las 20 mujeres que vinieron a verme. Cuando vino al segunda vez tenia
una mejor sonrisa que la primera y la manera en que se arreglaba el cabello detrás de las orejas la
hacia ver como un niña pequeña, me encantaba ver sus mejillas rosadas cuando le daba algun
cumplido o lo orgulloso que me ponía tener una secretaria de tal saber.

«Abi» «Abi» «Abi» «Abi» «Abi»

Cada momento con ella llegaba a mi mente junto con sus risas o llantos porque tambien la vi en
sus peores momentos, ella es sensible, delicada y fuerte a la vez. Dios. Esa mujer me ha vuelto loco
y lo unico que hago es escapar en vez de decirle lo que enverdad quiero, sé que esta mal pues un
novio se interpone en mi camino, pero estoy seguro de que la conozco más que ese hombre que
se hace llamar su novio. Debia disculparme y cuando me ponía de pie la puerta se abrió
causándome un gran susto.

- ¿Qué he hecho mal, señor? – tenia las largimas contenidas en sus ojos a punto de romperse en
un llanto profundo. Arreglo su cabello y camino hacia mi con una rapidez que me hizo sentarme lo
más rápido que pude – Usted no puede hacer eso luego de tantos años trabajando conmigo. Es
que acaso usted vio algun error en el documento de la mañana, puede ser porque no habia
dormido bien anoche, pero eso no significa que usted pueda hacer eso conmigo – tenia tantas
ganas de atraerla hacia mi y decirle que no dejaría que se vaya, queria limpiar las lagrimas ya
derramadas, pedirle perdón, pero eso solo me haría más daño a mi de lo que pienso.

- No, señorita. Usted no ha cometido un error así que vuelva a su lugar de su trabajo y programe
una reunión con blers lo antes posible – mis palabras hicieron sorprender su cuerpo y sin decirle
más se fue limpiando sus lagrimas con un pañuelo. Le hice daño, estoy siendo tan cruel como me
lo advirtieron, esto solo debio quedar como jefe – empleada, pero yo y mi estúpido corazón
decidio encariñarse con ella.

El teléfono sonó haciéndome saltar de la silla. Demonios quien llamaba a esta hora.

- ¿¡Qué carajos hiciste?! – gracias al cielo que aleje el teléfono de mi odio de lo contrario me
hubiera quedado sordo.

- Explicate – coloque el teléfono en manos libre mientras revisaba unos documentos.

- Ella te quiere y no es justo que la mandes a otro lugar así sin una justificación – dijo algo
exasperado.
- Tu sabes cual es mi justificación, además es algo que Pool me ofrecio hacia tanto así que es
bueno – escuche un bufido del otro lado.

- Te recuerdo que ella no lo sabe así que inventante algo y pídele perdón, ella está llorando
pensando que hizo algo malo. Eres tu el problema no ella – sus palabras rebuscaron en lo más
profundo haciéndome sentir más miserable de lo que podía y antes de contestar él ya habia
cortado.

Señorita robins.
Abi.

A ese hombre le faltaban una decena de tornillos, no era justo estar en esta situación. Me veía
ridícula llorando por ser transferida a otro lugar, que me sucedia, sentía como si fuera una traición
una decepción. Que idiota es él.

Esto es mi culpa si tan solo no hubiera aceptado ese almuerzo tal vez no estaría llorando como
maria magdalena por alejarme de él. Ridicula, ridícula. Me preguntaba a que se debía todo esto y
no encontraba respuesta a parte estaba lo de anoche.

Aquella habitación habia cautivado mis senitdos como tambien infundio miedo en mi, pensar que
el usaría todo eso para su placer me asustaba y erizaba mi piel al mismo tiempo, eso no quedo ahí,
todo fue peor cuando me imagine usando lo de esa habitación, no podía verle el rostro pues solo
me recordaba esa extraña sensación. Es un estúpido, iba invitarlo a almorzar y me da aquella
noticia como algo común.

- ¡Dios mio¡ - voltee para ver quien era y me llevé al sorpresa de verla otra vez por aquí. Este
podría ser el peor dia de mi vida

- Hola, señorita Daphne – dije limpiando mis lagrimas y arreglando mi cabello con las manos aun
mojadas.

- Ay linda, los hombres son así. De seguro encontraras alguien te quiera pronto – dijo sacando un
brillo de su pequeño bolso para aplicarlo entre sus labios ya rojos. En todo caso, parecía que
alguien me había terminado, bueno, tan solo me habían transferido.

- No es… - antes de que terminara de explicar llegaron las otras secretarias haciendo que huya del
lugar lo más rápido que pude. Un lugar donde las arpías abundan y crecen con los días, ya tenia
suficiente conmigo como para escuchar alguien más.

Mientras me acercaba a mi asiento escucho la voz de del señor ders «eres problema tu, no ella»
Digamos que lo llame para provocar algo como esto, el señor ders siempre se habia portado tan
bien comingo que cuando escucho mi voz entrecortada supo que algo sucedía y sin contarle nada
habia llamado a su amigo, eso me hacia sentir mejor. Tal vez lograba recapacitar al tedioso
hombre de la oficina.

Al principio crei que esa noticia se debía a mi documento de la mañana que de por si debía tener
algun error pues no habia tenido tiempo de dormir y me pase al menos una hora en cubrir las
ojeras de panda que cargaban mis ojos, cosa que negué debido a que un error tambien lo habia
cometido anteriormente y el solo contesto “no se preocupe, son solo documentos” así que esa no
fue la causa de mi traslado. Tenía un miedo injustificado por saber cual seria mi jefe, quizás de
esos panzones que lo unico que desean es ver las piernas de sus secretarias o peor seria uno que
pasara todo el día amargado, buscando cualquier escusa para corregirme.

«no pienses en eso y ponte a trabajar» no sabia desaprovechar mis últimos días en esta oficina,
con un café exquisito y unas galletas que eran difícil encontrarlas en el supermercado o los
almuerzos con mi jefe. Habia pasado tan cosas con aquel hombre que no agarrarle aprecio seria
ridículo hasta extraño.
Enfoque la vista en la pantalla cuando vi a una mujer acercarse hacia la puerta, claro, ella solo
podía estar aquí para verlo. «Dios, estúpida» sin duda ya se creía esposa del hombre que estaba
dentro de aquella habitación, pero tal solo era una zorra que se iba con el mejor postor, de buena
y amable no tenia nada.

- No es necesario que me presentes – dijo abriendo la puerta y cerrándola detrás de ella. «Claro,
que no. Si siempre vienes a este lugar así que presentarte seria más un gasto»

Que podía decir de ella, en realidad no mucho. Una hija de papi que no quizo estudiar nada así que
vive de lo que su padre le da mensualmente, cosa que ya quisiera tener, pero lo aprovecharía de
forma diferente. Su nombre era resonado por estos lugares por tratarse con los empresarios más
conocidos, recuerdo que su mayor realción duro no más de 2 meses además que se esperaba de
una joven con un señor que parecía su padre y este ya tenia una familia construida que se sigue en
pie a pesar de los chismes que son en todos ciertos.

El teléfono desprendia una luz blanca parpadiante que indicaba el llamado de emergencia cuando
el ya queria sacársela de encima, pero esto no podía quedarse así pues solo me quedaban 30 días.
Divertirme estaba en cada uno de ellos así que sin más camine hacia la cafetería por unas galletas
y café, el debía sufrir al menos por lo que habia llorado ¿Acaso es demasiado cruel?

- Aaah esa no me la sabía, pobre de ella pues tan feliz con su novio se veía – escuché decir a las
secretarias del piso de abajo.

- Pobre de Robins, ella sin duda no merecia ser engañada – mi nombre entre esa conversación me
hizo asustar y más por el contexto de mano. ¿Engañada?

Camine frente a ellas como si no hubiera escuchado tal cosa y recordé que eran las que estaban en
el baño cuando la estirada rubia sacó esa estúpida conclusión. Sin duda seria la comidilla de estos
al menos por una semana y aquella conclusión era totalmente errónea pues adrian y yo
estábamos por no mentir en nuestro mejor momento, el era atento de esos que se preocupa por
todo hasta por lo que ha pasado eso como que al principio me disgusto, pero supe aceptarlo y
ahora vivimos juntos algo que si fue rápido ya que no llevábamos mucho tiempo juntos, sin
embargo, decidimos probar y hasta ahora todo va de maravilla.

Mi teléfono comenzó a vibrar exageradamente cosa que trate de no mirar pues claramente sabia
de quien se trataba al no verla salir de su oficina, que siga sufriendo al menos hasta que termine
esta taza de café. Rebice los mensajes en general y pude leer su desesperación en sus palabras.

“ Señorita, robins. Le ordeno que me llame en este instante o de lo contrario tomaré medidas
extremas”

Algo en mi quiso salir corriendo hacia el, era imposible no obedecerlo es como si mi cuerpo
perdiera el control y hacia lo que le plazca, pero este vez pude notar algo diferente. Queria
obedecerlo aunque las palabras “medidas extremas” llamaron más mi atención queriendo
desobedecer para saber que pasaría pues correrme seria inútil.

Visualicé el otro mensaje que por curiosidad en la noche cuando llegue a casa investigue sobre lo
que habia visto en la habitación, consegui el numero de una chica que se decía llamar sumisa y le
escribí pensando que no contestaría por lo visto me habia equivocado.
“Es un gusto conocer a más señoritas queriendo explorar este mundo. Puedes preguntarme lo que
desees y consultare como mi señor para poder darte una respuesta que te ayude a resolver tu
problema”

«mi señor» que quería decir eso, me dejo con más intriga que en el comienzo. Necesitaba
respuestas no más preguntas, llegó otro mensaje que se puso sobre la conversación, era de mi
querido señor… «mi señor»

“Deja de hacer ese estúpido berrinche y ven en este momento”

Llegué a verlo tan solo por un instante pues lo borró casi de inmediato y despues de desconecto.
Dejé el café sobre la mesa y camine lo más rápido que pude hacia su oficina tomando unos
papeles que tenia sobre la mesa toque la puerta y entre sin escuchar el permiso. Nuestros ojos se
conectaron y mi respuesta fue bajar la mirada y caminar hasta donde estaba la rubia.

- Señor, tiene una reunión en 5 minutos. El enlace se acaba de enviar a todo los miembros – dije
con la voz algo aguda y sin ver su rostro, mi mirada tan solo llegaba a apreciar su camisa y las
delgadas piernas de la señorita, deseaba tanto esas piernas que en algún momento casi caigo en lo
que podría llamarse una enfermedad alimenticia.

- Gracias. Es una lastima, Daphne – me quedé parada ahí pues no me dijo que me marchara, vi
como se levanto de su asiento y acompaño a la rubia hacia la puerta. A pesar de lo mucho que la
detestaba se portaba como alguien con modales, eso hacia que …

- Vuelvo en otro momento, querido – estando en esta posición no podía ver nada y escuché la
puerta cerrarse para colocar el seguro. Mi cuerpo empezó a sudar y algo inexplicable recorrio mi
espalda hasta llegar a donde no queria.

Podia escuchar sus pasos aproximarse tan lento que la desesperación se apodero de mi cuerpo
haciendo que gire hacia donde estaba él y pude ver como detuvo sus pasos, como si estuviera
analizando aquella situación. Una parte de mi queria correr, pero otra queria permanecer en este
lugar como si este fuera lo que habia estado buscando, me sentí plena.
Escapar de las manos de este hombre me era imposible, al menos para mi cuerpo que parecía
cautivado por su toque, por su voz tan seductora que ahora me percato siempre había sido así,
pero justo hoy conocí lo que él era. Todos estos meses se redujeron a este instante, él lo había
deseado tanto que pude sentirlo cuando apoyo su mano en mi mejilla. Quería más, necesitaba
más.

- Al parecer le gusta conocer hasta donde uno puede llegar, le gusta ser traviesa, pero no recibir su
merecido – sus palabras estaban tan cerca que hizo mi cuerpo estremecerse bajo su mando. No sé
quién habia caído primero, si yo por no objetar a sus palabras o el que espero todo este tiempo.

- Debo agradecerle por quitarme tremendo estorbo, pero tambien castigarla por no venir a tiempo
- «castigarme» eso sonaba tan exquisito en sus labios que no me inmute, no tenía idea de lo que
haría conmigo. Siempre y cuando él me prometa que estará conmigo aceptaría todo lo que viene
consigo.

- Yo… - no termine de gesticular alguna palabra más al sentir su mano apretar mis mejillas,
mantenerme callada debía. Estaba enojado podía sentirlo en su agarre como en sus palabras.
«¿Qué demonios me sucedia?»

Su agarre se fue suavizando hasta soltar mi rostro dejándolo caliente y rojo por el apretón, las
ganas de alzar la cabeza eran tantas para ver su reacción, tan solo un instante basto para que
levantara un poco la cabeza y su mano envuelva mi cuello.

- Estas muy curiosa el día de hoy, Abi. Será necesario atarte – esa voz nuevamente podía dejarme
en la nada si quisiera. Me imagine amarrada, expuesta ante él y la reacción me gustó más de lo
que podía creer – Hay tantas cosas que deseo hacer ahora que estas tan vulnerable, pero lamento
decir que esto tomará tiempo así que siéntate – con su mano aun en mi cuello, esta vez
acariciándolo me di la vuelta para sentarme frente a él.

Me senté tan rápido como pude mientras el iba despacio hacia su asiento, esto me hacia sentir
como algo serio, más formal de lo que pensaba. Tan solo deseaba tener sus manos sobre mi
cuerpo otra vez y si de eso dependía escuchar lo que diría, con gusto haría lo que me ordenera.

- Señor, quiero… - sus ojos me hicieron callar, no sabía si estaba enojado o con ganas de coger, tal
vez eran las dos.

- Shh, solo responde con un sí o no de lo contrario sufrirás al final. Por cierto, si no te gusta lo que
escucharas puedes marcharte y todo esto quedará como una simple reunión ¿entendido? -
«¿Seria capaz de verlo como antes otra vez?» no, obvio que no podría luego de mostrarme el
verdadero hombre que no conocía.

- Sí – respondí atenta a la siguiente pregunta, pero jamás espere aquellas palabras que ahora
sonaban como una caricia.

- Muy bien, aprendes rápido – esas palabras las había escuchado tantas veces y siempre algo
dentro mio se regocijaba al saber que él me felicitaba. Me hacia sentir pequeña, me encantaba.
- Me gustaría hablar sobre lo que tengo aquí, pero es necesario que pienses muy bien lo que
convellaba todo eso – dijo abriendo aquel misterioso cajón, no era entrometida, pero ese cajón
siempre se encontraba con llave. Un misterio – Tu mirada aquí – levante mi vista hacia sus ojos
que se desviaron al ver los papeles que saco.

- Haré lo que usted diga – terminando pude ver como apretaba el puño. Silencio.

- No recuerdo haberte dado permiso para hablar – como reacción coloque mis manos sobre mi
boca, voy a morir de seguir haciendo lo que creo correcto – Necesitas saber que esto es algo que
debemos tomar con cuidado, confio en que anoche viste el cuarto así de seguro ya sabes lo que
quiero hacer contigo – el rubor cubrió mis mejillas en un intento avergonzado – Así que llevaras
estos papales a casa y lo leeras hasta la ultima pagina para tener un reunión, analizar tus limites –
me extendió el documento sobre la mesa y con cuidado baje mis manos hasta tocar el documento.

- No, aún esto no termina. De pie – sin que yo me diera cuenta ya estaba frente a el mirando mis
zapatos que el día de hoy se veían tan interesantes. Se levantó de su silla de tal forma que era casi
imposible no admirarlo, escuchar sus pasos cerca de mi se volvía una travesía con la cual mi
cuerpo se estremecía.

Sentí sus manos recorrer mi espalda hasta llegar a mi nuca, la acaricio lento con un agarre fuerte y
después con lo que creo que era una corbata cubrió mis ojos. Sentí todo en ese momento, su
respiración en mi cuello me hacía desearlo como nunca antes lo había hecho ¿Cuánto tiempo
habrá preparado esto?

- Para detenerme mencionaras la palabra “macarrón”. No tengas miedo de hacerlo pues este es un
juego para conocerte y conocer algunos de tus limites – su voz se oía dulce, amable y fuerte. Ese
dominio que tenía su voz volvía loco a muchas y creo que yo tambien he caído – Manos en la
espalda – las coloque y otra cinta cubrió mis muñecas en un gran nudo que se me hizo difícil de
seguir.

- Señor… - apretó mis muñecas con fuerza haciendo que me calle, pero eso solo hizo querer saber
que tan fuerte podía resultar mi curiosidad. Cuál era el castigo mayor, lo quería, lo deseaba –
Alguien puede entrar – la voz me salía con suspiros tras ellos.

- Entonces, prefieres que te vean así o… - volteo mi cuerpo agarrando un brazo y con el otro
presiono sobre mi hombro haciendo que caiga arrodillada, ahora mi cuerpo se podría ver por los
cristales… esto no era normal, en vez de darme miedo, la parte baja se humedecía con pensar en
aquella escena – Te ves hermosa – acaricio mi mejilla y yo me sobe contra su mano ganándome un
golpe no tan fuerte, pero lo suficiente para dejarme en claro que no debía hacer eso.

- Recibirás lo que te doy, no tienes derecho a hacer algo sin mi permiso – agarro mis cabellos para
levantar mi cabeza y pude deducir que lo tenía justo enfrente por su respiración y aquel perfume
de canela con algunas flores silvestres. Sus labios besaron la mejilla golpeada como concilio del
golpe, eso me hizo anhelar más de aquello, no importaba lo que haga conmigo mientras me siga
haciendo así de feliz – Se me ha antojado un café – esas palabras me asustaron que trate de
pararme, pero fue imposible cuando sentí su mano sobre mi hombro.
- No te molestes, iré yo mismo por el así que quédate quieta hasta que regrese – rozó mis labios
con las yemas de sus dedos haciendo casi imposible seguir así – Por cierto, lo olvide… - sin que lo
esperara empezó a desabotonar mi camisa blanca hasta dejarme en brassier «¿Qué pretendía
hacer este hombre?» - Creo que se vería mejor así – desabrocho lo unico que mantenía tapado mis
senos y ya me encontraba frente a el semidesnuda, lista para su capricho – Suerte en no ser vista –
sus pasos alejándose me asustaron e incremento cuando no escuché ponerle seguro a la puerta. Si
alguien venía de todas formas podría encontrar en esta posición tan humillante…

La humedad en mi solo crecía con los minutos, saber que pronto sería capaz de tenerlo me volvía
algo que nunca había conocido. Esto no pasaba ni en mis mejores sueños, pero ahora me
encontraba arrodillada mirando hacia la puerta en busca del hombre que me ató de manera que
nadie podría resistirse, sin duda, había caído ante este nuevo hombre… Señor.

Tenía las rodillas algo entumidas, sin embargo, eso no me impidió seguir con la orden hasta que el
llegara y me dijera que hacer no me movería de aquí. La mejilla aún dolía de manera placentera y
podía sentir por mi cuerpo cada uno de sus toques, sé que solo fueron unos cuantos, pero estos
formaron un camino del que ya no hay vuelta atrás.

Los minutos pasaban haciéndose cada vez más largos hasta que llegó a mis odios una voz
reconocible y fue cuando empecé a reclarcarme si seguir de rodillas o desobedercer por completo
al señor.

- Te digo que sí – la voz se acercaba cada vez más haciendo mi mente un desastre – Ella se pondrá
feliz por la noticia – esto no podía ser cierto. Adrían. El corazón me latía de forma desesperada
ante el miedo de ser descubrierta siendo algo que detestaría si el lo hiciera.

- No es de buena educación entrar a oficinas sin ser presentados – justo a tiempo llegó. Mi señor.
Mi cabeza estaba en el limbo de seguir o terminar todo de una vez y justo como dijo el “hacer
como que no paso nada” de todas formas me iria a fin de mes – Si buscas a tu novia, ella salio
hacia unas horas – me imagino la cara de rareza que habrá puesto al no encontrarme en casa.

- Disculpe, intentaré llamar a sus amigas para ver si ellas saben algo – despues escuché como la
puerta se abría llegando hacia mi una brisa la leve, pero fría haciendo que mis pezones se
endurezcan más. No podía seguir con esto, pero…

- Sin duda me consegui una gatita obediente y linda – sus palabras como calma llegaban a mis
oidos, era dulce, tranquila con cierto toque de lujuria en ellas – Pensé en hacer como si no
escuchaste lo de afuera, pero eso tan solo sería saltarme un gran paso así que vamos… - sabía que
debía decir, sin embargo, eso sería el final de algo que apenas estaba comenzando. No podía, no
queria… mi vida le pertenece a este hombre.

- Si no dices nada lo tomaré como que deseas quedarte y seguir jugando – cada vez más cerca y mi
piel ya necesitaba de el, de su calor. Baje la cabeza buscando que entendiera lo mucho que
necesitaba eso pues de no ser así me arrepentiría muy pronto – Fuiste muy valiente, gatita – con
cuidado me tomo de mis brazos para levantarme, el apretón fue más fuerte de lo necesario, pero
satisfactorio en toda la palabra.

- Señor, quiero… - tomo mis mejillas entre sus manos aprentando ligeramente.
- Tu estas para servir, no para querer algo y sobre como me llamas quisiera modificarlo tan solo un
poco… ¿Qué te parece? – apreté la piernas en un intento de controlar lo que estaba sientiendo.

- Como usted guste – diciendo eso lamio mis labios de la forma más sexi que alguien lo habría
hecho. Este hombre me cautivava desde lo más recóndito de mi ser.

- Bueno, en todo caso puedes usar “Mi amo” o “Mi señor” cualquiera funciona – solto mis mejillas
con fuerza haciendo que ladee un poco la cabeza. Estaba más que complacida con aquellas
actitudes y palabras.

- Mi señor – volví a sentir su dedo sobre mis labios, ese sentimiento que se despertaba en mi no
era para nada normal por lo que en un instante empecé a lamerlo y besarlo como si fuera lo más
preciado.

- Que linda gatita me vine a conseguir ¿cierto? – asentí lentamente mientras seguía con aquella
labor. Toda mi mente estaba nublada por escenas que deseaba: yo siendo castigada, yo siendo
exhibida, el y yo siendo uno solo.
No entendía nada, ni como había llegado tan lejos si hacia tan solo un momento estaba devastado
con la idea de enviarla a otro lugar cosa que no podía. Ahora ella estaba frente a mi con los ojos
vendados y sus manos amarradas, antes el gran susto que me lleve fue caótico que por ningun
hecho me imagine tener a su novio aquí, justo hoy cuando ella se entrego por completo a mi.

Este día lo habia soñado tantas veces que se me hacia imposible no estar como un niño
emocionado por recibir el más preciado regalo, queria todo ella y me demostró que ya lo tenía. Su
cuerpo ahora solo obedecía mis palabras, se estremecía bajo mi mano haciendo que mi poder
sobre ella solo aumente. Se veía vulnerable, hermosa y sensual en esa posición que me mostraba
sus pechos desnudos y unos pezones duros por mis palabras, amaba lo que había creado en ella.

Me sorprendio ver como empezó a lamer el dedo que había posado en sus labios aquella acción
me había puesto duro que deseaba tirarla contra el escritorio y follarla hasta que no quede más de
ella, pero debía ser cauteloso, ir paso por paso para no perderla en un error.

- Detente, Abi – posé mi mano en su mejilla y ella lamiéndose los labios se apoyo en esta para
acariciarse. Dios mío, como debía calmarme si cada vez su cuerpo me llamaba para hacer algo más
indecente, debía pensar en otra cosa para no terminar con el momento. «Esto solo es una prueba»

- Mi señor… - un suspiro vino de sus palabras haciendo imposible seguir pensado conclaridad.
Escucharla decir eso era suficiente para ponerme jodidamente duro.

- Quiero conocer tus limites así que guarda silencio hasta que te diga lo contrario – bajé mi mano
hasta su cuello haciendo estremecer su cuerpo. Seguí con mi labor hasta llegar a sus pechos
redondos que encajaban perfectamente en mis manos, me robe unos cuantos suspiros, pero no
dijo nada.

Sin que lo esperara apreté su pezón derecho haciendo que enderezca su espalda y soltara un
quejido que solo me hizo apretarlo más fuerte cosa que resistio muy bien, como recompensa besé
su pecho con delicadeza sintiendo su piel calida y al ver su rostro este estaba en llamas. Esta mujer
me volvía loco.

Seguí bajando mi mano hasta que llegue a su vientre, no puedo mentir al decir que me encantaba
su figura pues no era como las demás, ella tenía esos famosos rollos que las mujeres odian y con
eso vi unas estrías moradas subiendo por el cosa que no había visto.

- No… - al parecer no había contado que vería aquella parte, pero en vez de darme algo de asco
fue todo lo contrario. Amaba cada parte de ella y deseaba seguir no importa lo que me impidiera.

- Sabes cual es la palabra – dije inclinándome hacia su abdomen para dejar besos que harian vibrar
su cuerpo. Lo amaba tanto como yo, esos cariños que le daba cuando hacía algo bueno o tan solo
por que lo merecía.

Tal vez para ser la primera vez era mucho, pero esta mujer me volvía alguien de poca razón
haciendo que me haga llevar por lo instintos, estos eran lo más traicioneros posibles pues no
importaba si alguien entraba o que su novio presenciara tal acto.
Lo unico que podía escuchar en la oficina eran aquellos suspiros que salían de su boca tratando de
aguantar cada toque mío con impetud para no desobedecer a la orden puesta, sabía que de seguir
así podía terminar cogiendo por cada rincón y esa no era mi intención por el momento.

- ¿Me detengo? – pregunté en voz firme llevando mi mano a su pezón. No respondio por lo que
tuve que apretarlo hasta que su cuerpo se moviera y diera un grito ahogado – Cuando hago una
pregunta busco que la respondas – vi como asintió con la cabeza por lo cuál procedí nuevamente a
apretar, pero esta vez el izquierdo. Era todo un espectáculo verla retorcerse en mis manos.

- No, señor. Quiero más – dijo con la cabeza baja y soltanto un jadeo que solo me prendía más –
Más, por favor – había algo que mejorar eso estaba claro.

- No – la solté y deje un beso en cada pezón con una pequeña marca sobre ellos así sería más fácil
recordarme a parte de lo divertido que se vería escondiéndolo. Lección número uno: aceptar lo
que te dan.

- Por favor, señor – se veía divina en aquella faceta, pero me era casi imposible negarme a su
cuerpo tan provocativo. No.

- Sólo un poco más y ya – fue lo ultimo que dije y me lancé sobre sus labios que ya pedían un beso
desesperadamente, ella lo necesitaba y yo lo deseaba desde hace tanto tiempo que en cualquier
contexto solo hizo querer más de ella. Estaba perdido en aquella mujer y eso lo sabía hace tanto,
pero recién habia caído en completa cuenta de mis pasiones.
Y ahí estábamos en medio de la oficina con la puerta sin seguro, con el miedo de que alguien nos
viera, pero dejarla sería un total error del cual me arrepentiría toda la vida, una que ya esperé por
besar sus labios. Mi mano fue a su nuca y con un agarre suave la aleje de mis labios y lo que vi
pudo haber sido lo mucho que deseaba. Todo de ella pedía más, quería y deseaba más de mi tanto
que trató de acercarse más, pero puse presión haciendo que soltara un quejido más de placer que
dolor.

- Más… quiero – su voz entrecortada salía con cierto toque de súplica. Me encantaba.

- No, querida – posé mi mano en su mejilla y ella la besó por lo que se ganó una bofetada que
corregiría sus movimientos – Sólo debes aceptar lo que te doy – asintió en respuesta mordiendo
su labio así provocando que mi erección aumentara. De seguir así la tomaría de una vez por todas.

- Por favor, señor… Quie – dos toques en la puerta la hicieron callar y lo que parecía tambien
volver a la realidad. Una voz masculina que reconocí al instante la hizo librarse de mis manos.

- Disculpe, ¿Puedo pasar? – su novio, ese bastardo acaso no podía dejarnos ni siquiera un minuto
tranquilos. Cuando regresé mi mirada hacia ella y solté el nudo que mantenía sus manos atadas,
comenzó a abrochar cada botón mientras se llevaba toda mi atención en ello.

Antes de que este abriera la puerta ya me encontraba en mi asiento y con ahora secretaria frente
a mi apuntado… ¡Qué sé yo! Todo lucía como si no hubiera pasado nada, su cabello lo había
arreglado al igual que su camisa ¿Así acabaría todo?

- Adrían – dijo con sorpresa en su voz ¿siempre había sido así de buena actuando? – Dame unos
minutos y salgo contigo, te a… quiero – volteo su cabeza de nuevo a aquella nota y con un suspiro
la terminó.

- Srta. Roberts – no levantó la cabeza ni se movió – Llévese estos documentos – se los extendí en la
mesa y me volteé para evitar su mirada de confusión con cierta incertidumbre sobre lo que
sucederá de ahora en adelante. El sonido la puerta cerrándose era lo que necesitaba para caer
completamente, tenía muchas emociones en el cuerpo desde la lujuria hasta cierta ternura por
verla ante mí como nunca creí poder; esto no se lo creería Ders ni en mi mejor momento.

Ya era hora de salir a casa, el trabajo y pensar me tenían agotados como nunca; desde que había
abandonado mi triste oficina no supe más de ella tan solo agarre su nota que decía con palabras
firmes.

“No hay necesidad de que usted me envíe a otra oficina, a fin de mes presentaré mi renuncia”

A ver aquellas palabras sentí que las piernas no respondían para salir por aquella puerta y tomarla

por los brazos buscando explicación a ello, pero con que derecho, ella tenía novio y yo solo seré el

amante empedernido que tendrá migajas de amor. Estaría mintiendo si digo que no quiero serlo,

aceptaría de ella cualquier cosa con tal de tenerla cerca, sin embargo, ella no lo desea así.
Nuestras miradas se cruzaron cuando salí de la oficina hacia el estacionamiento, pude ver lo

incomoda que se sentía con mi presencia que tan solo bajo la mirada sin más que decir por aquella

ocasión no le ofrecí llevarla a casa ni acompañarla. Esto ya no era bueno para ninguno de los dos.

- Buenas noches, Ders – mi sorpresa fue verlo apoyado en mi auto esperando a que lo abriera para
subir - ¿Qué te trae por aquí? – su cara no era la de siempre, quizás habia cometido algo –

- La encontré – ahh pude saber a lo que se refería – Ella es… - no pude dejarlo terminar.

- ¿Sabe lo que eres? – abrí el auto y este subio sin responder a la pregunta – De igual forma te
felicito, sé que lo estabas buscando mucho tiempo y si dices que la encontraste debe ser por algo
– pude sentir algo extraño por su mirada.

- No, ella no sabe lo que soy ¿la razón? No puede enterarse, debo acabar con esto de una vez –
esas palabras me tomaron por sorpresa que puse mi mirada en él.

- Aún recuerdas que la ultima experiencia no te define ¿cierto? Lo que sucedió aquella noche no
estuvo mal, ella te dio el permiso y exploraste algo nuevo que quizás te sorprendio, pero dejar por
lo que has construido no seas estúpido – soltó un profundo suspiro.

- Desde aquella noche tengo miedo de controlarme y llegar a causar lo mismo, ayer tuve una
sesión que culmino de manera existosa, pero algo vergonzosa pues un amo más tuvo que estar
presente – el pocas veces disfurtaba del exhibicionismo así que en parte lo comprendía –
Cambiando de tema ¿Aún tienes ganas de mandarla a otra empresa? – una sonrisa de pena se
mostro en mi rostro.

- No y más con lo que paso, pero ella ya me dijo que renunciaría a fin de mes. No puedo hacer
nada más… se acabó – encendí el auto y me dispuse en camino hacia el bar más cercano, había
que celebrar algo y llorar por muchas más cosas.

- ¿A qué te refieres con lo que pasó? – no quería hablar sobre ello que sólo me ponía los pelos de
puntas y saber que a fin de mes debería poner el puesto de secretaria en libre otra vez.

- Ella vio el cuarto de juegos a noche y hoy al parecer perdió lo poco de cordura que le quedaba
enfrente de mi. Fue hermosa verla entre mis manos… - la voz me salía apenas como un susurro.
Llegamos al bar y bajamos en busca de un lugar. El no dijo nada hasta que tuvimos las bebidas
enfrente, él un whisky en las rocas y yo me fui por vodka.

- Mierda!! Creo que tu estás más jodido que yo en todos los aspectos. Si quieres escuchar algo es
que ella hace eso por su moral, sabes que tenía novio y no te importo más que un bledo hacerlo
sin saber las consecuencias. Ella ahora está confundida así que dale tiempo y aunque no lo creas
podrá regresar a ti en menos de lo que crees… por favor esta vez deja en claro lo que quieres – sus
palabras fueron como un balde de agua helada con hielos que estremecio mi espalda. No tenía
que ser tan así, ahora me sentía peor que antes y quizás tenga más razón de lo pensado.
- Gracias… en realidad tu y ella deberían hablar sobre ello. Tal vez y le gusta un poco de aquel
mundo, tienes que contarle la verdad – soltó un suspiro mirando el televisor buscando alguna
respuesta.

- Jode que tengas razón. Me he querido deshacer de esto por mucho tiempo y no puedo. Ella se
merece la verdad, ahh y tu chica tambien. En que nos hemos metido!! – solte una risa en tristeza y
el se me unio.

11 pm

Ya llevaba aquí más de tres horas y todo el alcohol se iba subiendo a la cabeza junto con mi amigo,
los tragos no dejaron de llegarnos y las mujeres tampoco, lindas chicas que trataban de obtener
algo de dinero. Eso me recordó que no había estado con una mujer en más de 8 meses, esto si que
era la abstinencia más larga.

- Entonces, josie – su ahora saliente – dijo que debía cuidar más mi piel – no pude evitar reir ahora
si de verdad pues todo fue culpa del horrible alcohol – Esa chica me está volviendo loco, todo de
ella es simplemente magnífico – solté lo primero que se me vino a la cabeza.

- Estás enamorado – abrió sus ojos cómo dos platos frios. Era más facil decir que no se había
acostado con una prostituta que decir aquella frase que al parecer toco sus simientos – Tú, el
señor más sexy está enamorado de la chica menos predecible – estalle en risa viendo su cara de
asombro y buscando una respuesta que pueda negar mi suposición.

- ¿Enamorado? – movía su dedo alrededor del vaso. Si le había chocado mucho aquella palabra –
Eso crees, ella támbien lo estará de mi? – sonrio de lado como si recordara algo – Estás jodiendo,
estamos tan borrachos que no tenemos idea de lo que decimos. Larguémonos – asentí asumiendo
la derrota de mi triste vida.

2 am

No sabía que llamar a esta hora era muy indecente pues no respondío ninguna de mis llamadas, le
reclamaría mañana en la oficina. No podía dormir a pesar de haber llegado hacia mucho rato,
seguía en el sofá viendo algún programa de la tv, esperando que ella llamara.

Es de suma urgencia. Comuníquese

Le dejaba mensajes y no los respondía así que decidí llamar una ultima vez y pude al fin escuchar
su dulce voz.}

- ¿Señor? – ella podría volverme loca si quisiera – Ve la hora que es. ¿Está bien?

- La necesito. No se vaya a fin de mes y lamento mucho mi accionar de el día de ayer, fue muy
imprudente – escuché un suspiro desde la otra línea – Señorita, la quiero con el corazón, la adoro
con mi mayor devoción, como si de usted se tratara mi vida entera. Desde que la ví no pude
pensar en otra cosa que no sea tenerla conmigo –

- Eso… es una declaración – si, podía volverme un asesino de la frustración – Es muy tarde para su
confesión – el pecho me dolio como si clavaran un cuchillo en el – Me pidió matrimonio hoy – las
lagrimas no se detuvieron. La perdí – no le pude dar una respuesta –
- El no la merece –

- No tiene derecho de decir eso, si tan sólo lo hubiera dicho antes y no borracho a las 2 de la
mañana luego de lo sucedido en su oficina con gusto aceptada tal declaración y aunque ahora lo
hago porque tambien lo quiero, no puedo seguir con esto. Cómo en la nota decía, me voy a fin de
mes y nadie podrá cambiarlo.

Vino. Rosas. Pasión.

Caminó tan lento que pude apreciar por primera vez como se veía ese cuerpo totalmente
desnudo. Este sin duda alguna era tal y como lo imaginaba, suave al tacto y sensible como pétalo
de rosa. Se detuvo antes de dar los pasos que estaban tan cerca hacia mi.

- ¿Debo aclarar que no te dije que te detuvieras? - pude sentir como su corazón y mente se
debatían entre seguir o no con esto que había comenzado en la oficina y ahora la tenía aquí en mi
sala para poseerla como yo desease. – Sabes muy bien que decir si marcharte es lo que deseas –

Sin esperarlo avanzó lo más rápido que pudo y se arrodillo frente a mi con la cabeza baja con
tantas ganas que tenía por tomarla sólo pude tomar sus cabellos con mi mano haciendo que su
mirada se conecte con la mía. Esta mujer podría volverme loco en todos los sentidos.

- ¿Más? – pregunté y asintió levemente con su cabeza. Esto se empezaba a poner divertido, ella
sin querer había caído hasta este momento dejándome tomar el control hasta de lo que pasaba
por su cabeza y mi deber principal era dejar que pensara pues si no tomaría sus cosas y me dejaría
casi igual o peor que el día en la oficina.
No sé en que momento ya tenía sus manos sobre mi abdomen subiendo lentamente y queriendo
acercar su boca para dejar lo que se podría decir pequeños besos, quizás debería dejarla
experimentar por su cuenta. Eso resultaba más que magnifico por lo que solté sus cabellos y ella
desesperada recorrío cada parte de mi pecho hasta que fue bajando lentamente como si estuviera
lista para lo que haría esta noche.

Su mirada puesta en mi mientras desabrochaba el pantalón tan solo me ponía más duro y ella lo
sabía pues lo beso sobre el bóxer haciendo el intento de dar una mordida que bien se hubiera
ganado un par de nalgadas, pero esta vez se traba de conocerla quería saber que tanta experiencia
tenía en esto porque su cara decía muchas cosas y entre ellas que no mataba ni una mosca.
- ¿Me ayuda? – su voz salio algo aguda con un jadeo final que fue imposible decirle que no y
terminé por bajar todo el pantalón por lo cual se quedó mirándome un instante fijamente
mientras bajaba lentamente hacia aquella parte la cual agarro con sus manos calientes.

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