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CONTENIDO

SINOPSIS ___________________________________________________________ 4

Capítulo 1 __________________________________________________________ 5

Capítulo 2 _________________________________________________________ 12

Capítulo 3 _________________________________________________________ 18

Capítulo 4 _________________________________________________________ 24

Capítulo 5 _________________________________________________________ 30

Capítulo 6 _________________________________________________________ 36

Capítulo 7 _________________________________________________________ 42

Capítulo 8 _________________________________________________________ 48

Capítulo 9 _________________________________________________________ 54

Capítulo 10 _______________________________________________________ 60

Capítulo 11 _______________________________________________________ 66

Capítulo 12 _______________________________________________________ 74

Capítulo 13 _______________________________________________________ 80

Capítulo 14 _______________________________________________________ 87

Capítulo 15 _______________________________________________________ 93

Capítulo 16 _____________________________________________________ 100

Capítulo 17 _____________________________________________________ 107

Capítulo 18 _____________________________________________________ 113

Capítulo 19 _____________________________________________________ 121

Capítulo 20 _____________________________________________________ 128


Capítulo 21 _____________________________________________________ 135

Capítulo 22 _____________________________________________________ 141

Capítulo 23 _____________________________________________________ 147

Capítulo 24 _____________________________________________________ 155

Capítulo 25 _____________________________________________________ 160

Capítulo 26 _____________________________________________________ 166

Capítulo 27 _____________________________________________________ 173

Capítulo 28 _____________________________________________________ 178

Capítulo 29 _____________________________________________________ 186

Capítulo 30 _____________________________________________________ 191

Capítulo 31 _____________________________________________________ 197

Epílogo __________________________________________________________ 203

PRÓXIMAMENTE ________________________________________________ 207

¡NO OLVIDES DEJAR TU RESEÑA Y/O VALORACIÓN! ________ 208


SINOPSIS
EL TRAUMA TIENE UNA FORMA DE DEJAR SU MARCA.

Me llevó años hacerlo, pero finalmente puedo mirarme en un espejo y ver algo
más que las cicatrices.

Si eso fuera cierto para el resto del mundo.

Los susurros, las miradas y la compasión ya son familiares.


Excepto que sus ojos no se detienen, su comportamiento nunca cambia.

Tal vez por eso confío en él y doy el salto para mudarme con un virtual
desconocido.

Un extraño que podría estar más marcado que yo.

PERO NO TODAS LAS CICATRICES SE QUEDAN EN LA


SUPERFICIE.

El día que conseguí un puesto en el estudio de tatuajes Sailor's Grave, lo


tenía todo.

Un techo sobre mi cabeza, una vida honesta, algunos amigos.


Los tiempos en los que estuve sin nada ya no contaban.

Hasta que ella entra en mi vida.


Hasta que le ofrezco un lugar para quedarse.

Hasta que me atrae con esa luz cegadora en su interior, y casi me hace olvidar
de mantener el pasado en la oscuridad, donde debe estar.
Capítulo 1
GWEN

Me estaban sudando las palmas de las manos.


Ese pensamiento hizo que Lose Yourself de Eminem sonara histéricamente en mi
cabeza mientras las limpiaba en la falda de mi vestido de verano. Por un segundo,
consideré aceptar la oferta del conductor de poner la música que yo quisiera. Quizá si
ponía la canción, podría escucharla sólo una vez en lugar de darle rienda suelta para
que sonara en bucle en mi cabeza durante el resto de la noche.
Pero si escuchara y no pudiera cantar, sería peor. Ray ―¿o era Roy? ¿Ron? Algo
con R― sólo estaba tratando de hacer algo de dinero llevando a la gente de un lado a
otro. No se merecía ser sometido a mis inexistentes habilidades de rap.
Nadie se merecía eso.
5 Así que en lugar de eso me senté allí, tratando de calmarme en silencio. Era sólo
una cita. Una cita a ciegas, pero como sea. No era gran cosa. Cenaríamos
―decididamente no pediría spaghetti, gracias a la maldita canción que seguía sonando
en mi cabeza― y probablemente sería incómodo, y luego nos iríamos a casa. Si se
convertía en una segunda cita, cruzaría ese puente cuando llegara a él. Al menos me
sacó de mi departamento lejos del novio pendejo de mi compañera de cuarto, Kelly, al
que adulaba constantemente.
Revisé mi teléfono y vi que el restaurante en el que habíamos quedado estaba a
un par de cuadras. Ya casi llegaba, y justo a tiempo. Dejé escapar una lenta
respiración. Al menos había eso. Si hubiera llegado tarde, sólo habría hecho que mis
nervios se pusieran aún más de punta.
Relájate, me reprendí a mí misma. Todo va a salir bien.
Cuando llegamos, era obvio que el lugar era popular. Mientras salía del coche y
daba las gracias al conductor, dos parejas y un grupo de mujeres habían entrado. Seguí
su estela, alisando mi vestido y revisando mi cabello para ver si había
desprendimientos.
Dentro, el parloteo del restaurante, aparentemente lleno, era como un rugido
sordo. Rodeé la fila hacia el puesto de la anfitriona, tratando de no mostrar lo
incómoda que me sentía mientras escudriñaba la zona de entrada en busca de un
hombre que no conocía. No encontré nada. Yo era la única que parecía estar sola.
¿Por qué? ¿Por qué acepté una cita a ciegas?
Al sacar mi teléfono, encontré un mensaje de él.

Me pareció abrupto, pero tal vez lo envió rápidamente antes de conducir. O


mientras conducía, lo cual esperaba que no fuera así porque no era fan de enviar
mensajes mientras se conducía. Pero ahí estaba otra vez. Esto era una cita. Nunca
sabría si él era del tipo que hace eso de cualquier manera.
Mis ojos volvieron a saltar a la fila de la anfitriona. La gente seguía sentándose
sin mucha espera, pero no parecía que eso fuera a durar. Casi todas las mesas que
pude ver estaban ya ocupadas. Esperando no cometer un gran error, me acerqué al
puesto de la anfitriona cuando la cola se despejó.
―Buenas noches. ¿Sólo una? ―Auch. No es que la rubia fuera nada más que
6 amable al preguntar.
―De hecho, voy a verme con alguien aquí ―respondí―. No estoy segura de si ya
tiene una reservación o si debo apuntarnos una mesa.
―¿Primera cita? ―preguntó con una sonrisa alentadora. Asentí con la cabeza―.
Déjeme ver, ¿cómo se llama?
―Chad.
Revisó su lista por un momento antes de volver a levantar la vista.
―No tengo nada, pero ahora mismo sólo tenemos un par de minutos de espera,
así que puedo ir preparando una mesa para usted.
―Gracias.
Me aparté a un lado, vigilando la puerta y procurando no mirarla. Quizá el hecho
de que llegara tarde fuera una ventaja. Necesitaba controlar mis nervios. Si seguía así,
esto se iba a convertir en una situación de profecía autocumplida.
Era sólo una cita.
Sólo una cita.
Sólo una...
―¿Señora?
Levanté la vista para ver a la anfitriona sonriendo una vez más.
―Su mesa está lista.
―Oh. ―Eso fue rápido. Volví a mirar a la puerta.
―No se preocupes ―aseguró ella―. Estaré atenta y me aseguraré de que sepa
que está sentada cuando llegue.
Claro. Okay.
―Gracias.
Me condujo a una mesa de dos sillas cerca del fondo del restaurante. Tomé el
asiento que me mantenía de cara a la sala, acepté el menú de ella y me distraje
leyéndolo. Ya lo había leído todo ―haciendo una mueca cuando vi que el spaghetti era
una opción―, hasta los postres y el café, cuando se acercó una mesera. Pedí una copa
de vino y esperaba tener la delicadeza de no bebérmelo toda en cuanto me la dejó.
Entonces esperé.

7
Y esperé.
Sintiendo el pinchazo de timidez, volví a agarrar el menú y lo leí otra vez, sin
asimilar las palabras que ya había leído y utilizando el objeto como escudo. Cada pocos
segundos, mi mirada se asomaba por el borde para ver si se acercaba alguien y no
encontraba nada.
Al cabo de un minuto, me entregaron el vino. A los cinco, la mesera volvió y me
preguntó si tenía alguna duda sobre el menú. A los diez, volví a mirar el teléfono para
ver si había recibido algo más.
Unos quince minutos después de que me sentara, otro examen de la sala reveló
que la anfitriona me miraba a los ojos y conducía hacia mí a un hombre que no pude
ver bien detrás de ella. Me hizo un pequeño gesto de confirmación de que se trataba de
Chad. Me levanté de la silla cuando ella se hizo a un lado para dejarlo pasar y le eché
un primer vistazo, a la parte superior de la cabeza.
Estaba hablando por teléfono, tan absorto que tardó un segundo en darse cuenta
de que había llegado a nuestra mesa. Levantó la vista y volvió a bajarla para tipear
unas cuantas palabras más antes de guardarse el aparato en el bolsillo. Vi cómo
recorría mi cuerpo con la mirada en lugar de encontrarse con la mía. Lo observé
mientras lo hacía. Altura media, complexión media, piel ligeramente bronceada, pelo
entre rubio y castaño. Me parecía poco caritativo, pero parecía el epítome de un tipo
promedio, como un modelo para un anuncio de grandes almacenes. Atractivo, pero de
alguna manera totalmente anodino.
Me sacudí los pensamientos, reprendiéndome por ser un idiota incluso en mi
propia cabeza, justo cuando sus ojos se posaron en mi cara. Y sucedió, como tantas
veces. Por un momento, una fracción de segundo, fui una persona. Una mujer. Su cita,
cuyo cuerpo al menos había parecido despertar cierto nivel de interés. En el siguiente,
no era más que una cicatriz.
La gente cree que tiene tacto. Creen que adoptan un barniz de modales al crecer
que enmascara por completo sus verdaderas reacciones. Tal vez lo piensen porque
aprenden a no quedarse boquiabiertos y a no señalar con el dedo como hacen los
niños. Pero no suelen ocultar sus verdaderos sentimientos tan bien como creen. Como
Chad, cuyos ojos se ensancharon en cuanto vieron el lado derecho de mi cara. Sólo
después de que lo hubiera delatado, la cortesía condicionada se puso en marcha, y
desvió la mirada hasta que supe que su enfoque estaba casi sobre mi hombro izquierdo
y no sobre mi cara en absoluto, como él quería que yo creyera.
Aunque no fue un gran comienzo, sabía que reprocharle la reacción no era justa.
De todos modos, estaba acostumbrada. Tenía que estarlo.
8 ―Hola ―saludé, ofreciendo una mano―. Tú debes ser Chad.
―Sí, hola ―respondió, dándole a mi mano un medio apretón antes de mirar el
asiento en el que había estado―. ¿Te importa si me siento en ese lado?
―Oh, sí. Claro ―respondí, pero él ya estaba avanzando. Me moví un poco,
agarrando mi vino y el vaso de agua del que ya había bebido un sorbo para llevarlos al
otro lado de la mesa. Cuando los dejé en su sitio, él ya estaba sentado y recogiendo el
menú que había dejado en ese lugar. Me acerqué a la otra silla y acepté el nuevo menú
de la anfitriona, que seguía allí de pie, dedicándole una sonrisa que parecía forzada.
Tomé un sorbo de mi vino, sin probarlo. Chad no me miró, se limitó a leer el
menú en silencio. Ya segura de que esto era un error, pero decidida a intentarlo, me
aclaré la garganta y pregunté:
―Caroline dijo que conocías a Steve.
Caroline y Steve, mi compañera de trabajo y su esposo, eran buena gente. La
mejor. Era más unida a Caroline que de nadie en mi vida. Era por lo que había
accedido a hacer esto en contra de mi mejor juicio. Había compartido mi frustración
por mi inútil intentos de citas en línea, y siempre dispuesta a involucrarse, Caroline
había pedido la oportunidad de organizar esto. Mi instinto había sido decir que no,
pero ella había estado muy entusiasmada con la idea. Incluso había intentado venderle
una cita doble o algún tipo de actividad en grupo para poder conocerlo. No se dejó
convencer. Era demasiado fácil para nosotros hablar sólo con la gente que ya
conocíamos y no entre nosotros, había insistido. Incapaz de discutir, cedí.
Cuando Chad gruñó un Sí en respuesta, empecé a pensar que no debería haberlo
hecho.
Aun así, no era de las que se rinden ante la gente.
―¿Cómo se conocieron?
―Gimnasio.
Para mí era un tema sin salida, si es que alguna vez lo hubo. No había ido a un
gimnasio desde que intenté convencerme de que iba a ir todos los días después de clase
en mi primer año de universidad. Me compré un montón de ropa deportiva en la que
no debería haber gastado dinero y acabé yendo un total de seis veces. Aun así, me
reconocí el mérito de haberlo intentado.
―¿Le conoces desde hace tiempo?
Dio una especie de gruñido como respuesta. No había nada sutil en su falta de
9 interés por contribuir a la conversación, pero no me rendiría. Me había arreglado
cuando podría haber estado en pants, había cruzado la ciudad para estar aquí, y Steve
tenía que pensar que había algo bueno en este tipo para dejar que esta noche
sucediera. Lo menos que podía hacer era intentarlo. Convencer a alguien para que
hablara podría no ser mi noche ideal, pero no era una persona que se rindiera.
―Entonces, ¿a qué te dedicas?
―Oficial de préstamos de un banco. ―Su tono era plano, aburrido. No podía
culparlo. Eso sonaba aburrido.
―¿Cuánto tiempo llevas haciéndolo?
―Cinco años.
―¿Te gusta?
Se encogió de hombros, sin hacer ningún ruido. Tampoco hizo ningún esfuerzo
por retomar el hilo roto de la conversación, lo que nos dejó en silencio hasta que la
mesera volvió para tomar su pedido de bebida un minuto después.
―Johnny Walker Black con hielo. De hecho, que sea doble ―respondió.
Su pedido de bebida fue más largo que todo lo que me había dicho hasta ahora.
Mientras ella se marchaba para ir por su whisky, yo intentaba mantenerme
positiva a pesar de la creciente evidencia de que Chad era un completo imbécil. Esto se
hizo aún más difícil cuando cerró su menú y siguió sin mirarme a los ojos.
―¿Has estado aquí antes? ―Seguí con ello.
―No.
Reprimí el suspiro, aunque empezó a dolerme hacerlo.
―Yo tampoco. Aunque las críticas son muy buenas.
Nada. Era como si no hubiera dicho nada. No es que me sorprendiera en ese
momento.
Mientras yo intentaba inventar algo de lo que hablar que lograra engancharle, él
desplazó su silla hacia atrás y anunció:
―Tengo que ir al baño.
En cuanto estuvo lejos de escuchar ―aunque no estaba segura de por qué me
había molestado en aguantar tanto tiempo― suspiré. Sintiendo la necesidad de
escapar por un minuto, aunque él ya no estuviera en la mesa, tomé una página de su
10 libro y me dirigí al baño.
Cuando la puerta se cerró, el ruido del ajetreado restaurante se redujo al bajo
sonido de la música de guitarra clásica que estaban tocando. Me hizo darme cuenta de
lo chirriante que había sido la cacofonía mientras intentaba mantener una
conversación unilateral. Me acerqué a uno de los lavabos y abrí el grifo de agua fría a
toda potencia. No quería estropear mi maquillaje salpicándome la cara con agua, así
que mantuve las manos bajo él hasta que se enfriaron antes de secarlas y ponerlas
ambas contra mi frente. Me sentí bien, pero no fue suficiente para evitar el dolor de
cabeza que me estaba dando.
Debería haberme quedado en casa.
Dejando caer las manos, me miré en el espejo. Me vi a mí misma. Vi mi pelo
castaño ceniza, rizado hasta los hombros con más cuidado de lo normal, el maquillaje
que me había hecho con una mano ligera, pero con cuidado, el vestido de verano de
colores brillantes y alegres que resaltaba mis curvas. Vi lo que años de camino hacia la
autoaceptación me llevaron a ser capaz de ver. Algo hermoso.
Pero también vi lo que Chad vio, lo que le llevó a comprobarlo todo con una
mirada.
A veces, era difícil no centrarse en la amplia cicatriz rosada que me atravesaba el
lado derecho de la cara desde la línea del cabello hasta justo después de los labios.
Estar rodeada de gente que no podía ver más allá de ella lo hacía mucho más difícil.
La gente como Chad, aunque no era ni mucho menos la única.
Sólo tenía que superar la cena, una que él no quería alargar más que yo, y eso
sería el fin. Respirando hondo, me dispuse a afrontarlo.
Sólo que me quedé corta en cuanto pasé por la puerta.
―Tienes que estar jodiéndome, hombre. ―Era Chad.
Estaba de espaldas a mí y pude ver el teléfono en su oreja.
―¿Qué quiero decir? ¿En serio? Su cara está jodida, eso es lo que quiero decir.
No es como si pudieras jodidamente verlo. ¿Por qué demonios me hiciste quedar con
ella?
No debería doler. No de alguien como Chad, que no me había interesado de todos
modos, que ya había descubierto que era un pendejo.
Pero lo hizo.
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Me odiaba por ello, pero siempre me dolía.
―¡No, tú jódete!
Su voz era más dura ahora. Sabía que Steve estaba enojado y viniendo en mi
defensa. Se le echaría a Chad por hablar así de mí. Tanto él como Caroline se sentirían
mal por someterme a esto, pero no era su culpa. Era de Chad, y sólo de él.
Aun así, mientras salía ―con la cabeza alta sabiendo que me vería salir― y pedía
un coche para volver a casa, no pude evitar pensar que también era culpa mía. No
debería haberme hecho ilusiones. Las citas a ciegas, los encuentros sexuales, las citas
en línea, eran un riesgo demasiado grande para mí. Sabía muy bien lo superficial que
podía ser la gente, lo profundas que podían ser las heridas que se grababan.
Ya tenía suficientes cicatrices.
Capítulo 2
PARK

Sacudí la muñeca, el sonido metálico del traqueteo era el telón de fondo de mis
pensamientos mientras consideraba mis próximos movimientos. Era el único sonido
que había en la habitación y lo único que quería oír cuando estaba concentrada. El aire
ya estaba cargado de una nube de aerosol que las ventanas abiertas no podían despejar
lo suficientemente rápido. Podía sentirlo con cada respiración, incluso a través del
pañuelo que me cubría la nariz y la boca. El desastre de colores rociados sobre el
lienzo aún no parecía gran cosa, pero lo conseguiría.
Algunas personas tenían meditación. Yo tenía esto. La puerta detrás de mí se
abrió una grieta.
―Park, el siguiente está aquí ―dijo Jess. Miré hacia ella y la vi pasarse una mano
por la cara cuando le llegó el olor―. ¿Cómo diablos trabajas así?
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Levanté una ceja, que era lo único que podía ver de mi cara por encima de la tela
negra que la cubría.
Puso los ojos en blanco.
―Como sea, ven a alejar a este pendejo de mi escritorio. ―Sin esperar una
respuesta, ya que me conocía lo suficiente como para saber que no la obtendría, se fue.
Dejando el bote de aerosol junto a los demás, me quité los guantes y el pañuelo
mientras consideraba lo que tenía hasta ahora. La pieza, un raro encargo que había
recibido, iba bien. Los colores de base estaban listos y podía pasar a los detalles. Dejé
que se secara y encendí el ventilador industrial para que el aire de la habitación se
moviera. Me tomé un minuto para limpiarme las manos y los brazos antes de salir del
tranquilo estudio y entrar en el estudio principal.
El estudio de tatuajes Sailor's Grave estaba vivo. Siempre lo estaba. Todos los que
tatuábamos aquí éramos reservados con meses de antelación porque teníamos la
reputación de hacer un trabajo de primera línea. Sketch, el actual propietario, y
Carson que le precedió, no querían tener en su plantilla a artistas que dieran menos de
sí. A cambio, nos dieron un lugar para hacer nuestro trabajo que rivalizaba con los
mejores estudios del mundo, aunque el hecho de estar a unas dos horas de Portland,
Oregón, significaba que estábamos lejos de los caminos trillados. Nuestros clientes
estaban dispuestos a hacer el viaje.
Sin embargo, mi cliente de esa tarde no tuvo que desplazarse para llegar hasta allí.
Llegué al frente del estudio, estaba apoyado en el escritorio de Jess con su habitual
sonrisa de comemierda dirigida hacia ella. Daz no era sólo un cliente aquí, era parte de
la familia.
Tanto Sketch como Daz pertenecen al MC Discípulos Salvajes. El club y estudio
formaban parte de un gran círculo por ello. Y cuando Liam, uno de los otros artistas de
aquí, se enrolló con la cuñada de Daz, eso no hizo más que estrechar ese círculo.
Los Discípulos eran buenos chicos; una familia, no un grupo de matones. No
necesariamente seguían la línea de los demás, y hacían lo que consideraban necesario
para proteger a los suyos, pero en Hoffman se les respetaba más de lo que se les temía,
y con razón.
Me acerqué al escritorio y a lo que Daz ya estaba diciendo.
―No me malinterpretes, jodidamente lo amo, pero extraño tener el acceso
principal a las tetas de mi mujer. Es difícil entrar ahí cuando nuestro hijo siempre las
13 acapara.
Jess negó con la cabeza.
―¿Cómo es que Avery aún no te ha asfixiado mientras duermes?
―Ha hecho amenazas. ―Se encogió de hombros, despreocupado.
―Que sepas que, si lo hace, la ayudaría a enterrar tu culo ―advirtió Jess.
―No parece el tipo de mierda que debería decir una mujer que comparte su cama
con un policía.
Jess sonrió de lado.
―¿De verdad crees que Braden me dejaría ir a la cárcel?
Los ojos de Daz bajaron hasta el antiguo anillo de zafiro que llevaba en el dedo, y
luego resopló y respondió:
―Ni de pedo. Está tan hundido como el resto de nosotros.
No se equivocaba. Jess y Braden sólo llevaban unos meses juntos, pero eran
sólidos. No le habría ayudado a buscar ese anillo que era perfecto para Jess si no
estuviera seguro de ello. Mi lealtad era hacia ella, en primer lugar.
―Ve por tu tinta y deja de apoyarte en mi escritorio ―se quejó Jess, pero seguía
sonriendo. No era una persona infeliz en general, pero en las dos semanas
transcurridas desde que Braden le había puesto el anillo en el dedo, la sonrisa era casi
constante. Era bueno verlo, teniendo en cuenta todo lo que había tenido que pasar en
los últimos meses para llegar a ese lugar.
Daz se giró hacia mí.
―¿Cómo te va, hombre?
―Bien. ¿Cómo está el bebé?
―Perfecto ―dijo con una sonrisa orgullosa―. Un grupo de mujeres está con
Avery cuidando de él. Con suerte, podrá dormir un poco. Lo amo, pero es agotador.
Joel tenía poco más de dos meses en ese momento. No sabía mucho de niños, pero
sabía que Daz y Avery estaban lejos de perder el sueño.
Lo guie hasta mi puesto, agarré la tableta en la que tenía mis diseños y saqué lo
que había preparado para él. Quería algo que complementara el reloj de arena vacío
que había hecho para él hace tiempo, una pieza conmemorativa para su difunto
hermano, por el que fue nombrado su hijo. Había elaborado un reloj de bolsillo con
14 manecillas para el nacimiento del pequeño Joel en el mismo estilo.
―¿Qué te parece?
Lo asimiló. Daz era frívolo muchas veces, y decía muchas pendejadas, pero las
cosas que se tomaba en serio importaban. Ya lo había tatuado más de una vez, y
siempre se tomaba su tiempo y pedía los ajustes que quería. Me facilitó el trabajo al no
tener que asegurarle que podía hacer eso, como tenía que hacer con algunos clientes.
―Es jodidamente perfecto. Hagámoslo.

Tardé horas en hacer el tatuaje. Horas que Daz se las arregló para llenar, hablando
o simplemente relajándose mientras yo hacía lo mío. Sketch y algunos de los otros
artistas se acercaron a veces para echar un vistazo y charlar, lo que significaba que
podía hacer lo mío sin tener que forzarme a ser social. Prefería no hacerlo, prefería
centrarme en mi trabajo y no preocuparme por nada más. Siempre había sido así, pero
había aprendido en mi época en Sailor's Grave a tener en cuenta lo que necesitaba la
persona a la que estaba tatuando.
Daz, no necesitaba nada. Todos los Discípulos eran fans de “vive y deja vivir”.
Eran amistosos conmigo siempre que estaba en el club o ellos estaban aquí, y no
esperaban que les devolviera eso. No era un completo imbécil para ninguno de ellos, y
eso era todo lo que necesitaban.
Cuando el último color estuvo hecho, le limpié la pierna y lo admiré por un
segundo. No era un pendejo engreído que necesitaba inflar su propio ego, sino que me
enorgullecía de mi trabajo. Me enorgullecía el hecho de que mi trabajo me había hecho
ganar un puesto en Salior’s Grave y lo que eso decía. Y cuando una pieza significaba lo
que esto significaba para Daz, sacarla adelante se sentía aún mejor.
―Echa un vistazo ―sugerí, moviéndome para que pudiera levantarse y acercarse
a uno de los espejos de cuerpo entero de la pared. La familiar inquietud me recorrió,
como siempre lo hacía cuando alguien echaba su primer vistazo a un tatuaje cuando
terminaba. La presión de entintar permanentemente el cuerpo de alguien desapareció.
Daz observó el tatuaje, girando para captar todos los ángulos antes de anunciar:

15 ―Te has superado, Park. Es jodidamente fenomenal.


Así de fácil, la tensión se desvaneció.
―De verdad, hombre ―continuó―. Simplemente la clavaste.
Jess se acercó y se arrodilló para verlo de cerca.
―Es increíble. ―Sus ojos se dirigieron a mí, como siempre que quería asegurarse
de que la estaba escuchando. Ella se tomó el papel de ser la única mujer animadora
por aquí.
―Avery va a perder la cabeza. Sigue estando muy hormonal, llora por todo. A
menos que sea algo que la haga enojar, entonces va por el bloque de cuchillos.
Avery era la pareja de Daz. Era posible que fuera la única mujer que podía
soportar a Daz y toda su mierda. Eso significaba que era una fuerza de la naturaleza.
Añadiendo lo de tener un bebé, no dudaba de que lo haría.
Daz volvió a mi puesto para dejarme lubricar y envolver el tatuaje para poder
volver con su familia. Después de repasar la rutina de cuidados posteriores que ya
conocía, me dirigió una mirada que carecía de toda su bravura habitual.
―Gracias.
Eso fue todo. Simple, al grano, pero esa mirada seria que no era la suya lo decía
todo. Su tatuaje, como tantos, significaba mucho más que un simple arte corporal. Me
había confiado algo que importaba, y yo lo había logrado. En un trabajo que tenía
muchos aspectos buenos cada día, ese en particular nunca pasaba de moda.

Horas después, después de otro cliente y de ayudar a Jess a cerrar, entré en mi


departamento. No es la primera vez que me sorprende lo silencioso que es. No debería
molestarme. Nunca me había molestado.
Sin embargo, en el par de meses desde que Jess se había mudado, la tranquilidad
se sentía fuera de lugar.
No era que hubiera vivido conmigo tanto tiempo. Sólo era cuestión de semanas
después de que un puto psicópata entrara en su casa y la agrediera, pero me había
adaptado más de lo que esperaba.
16
Dejando mis cosas sobre la mesa de café, me dirigí a la segunda recámara. Tenía la
intención de volver a convertirla en un estudio de arte como lo había sido antes de
convertirla en una habitación para Jess, pero me pareció inútil. De todos modos, el
estudio de Sailor's Grave estaba mejor montado. Sin embargo, tener la habitación
vacía tampoco me parecía un buen uso.
Frustrado al verla, cerré la puerta y volví a la sala. Mientras me hundía en el sofá y
encendía la televisión sólo para romper el silencio, me pregunté si tal vez debería
tener una mascota. Nunca había tenido una, no había vivido el tipo de vida en el que
cuidar de algo aparte de mí encajaba antes, pero tal vez la idea tenía mérito.
Saqué mi teléfono, sacando el único hilo de mensajes realmente activo que tenía.
Tenía razón.
Yo no sabía nada sobre gatos. O de mascotas. O compartir mi casa con
cualquiera que no sea Jess.

¿Lo estaba?

Simplemente estaba callado. Yo era un tipo callado. No había razón para que me
molestara.
17 Y, sin embargo, lo hacía.
Capítulo 3
GWEN

―Lo siento mucho, mucho ―repitió Caroline por lo que debía ser la centésima vez―.
Si hubiera sabido que era tan pendejo, nunca lo habría sugerido.
―Estoy bien ―le aseguré, otra vez―. Es su problema, no el mío. Que sea un
idiota no tiene que molestarme.
Y, sin embargo, lo hizo.
Ese tipo de reacciones, la forma en que la gente me miraba fijamente o evitaba
mirarme por completo como si fuera contagiosa, los comentarios murmurados sobre
que no podían imaginarse con mi aspecto, esas cosas siempre lo hacían, aunque me
dijera a mí misma que no debían hacerlo.
―Sé lo que estás haciendo.
18
Por supuesto que sí, me conocía desde hace mucho tiempo.
―No sé de qué estás hablando.
―Dijiste 'no tiene que molestarme', no que no lo hiciera. ―Su cejo fruncido era
más que simpatía. Se estaba reprochando a sí misma por ―en su mente― causar esto.
―No es tu culpa.
Lanzó un suspiro que lo decía todo. Iba a pasar un tiempo antes de que ella ―o
Steve, en su caso― dejara pasar esto.
―Más vale que ese pendejo no quiera toparse con Steve en el gimnasio. No se
sabe qué pasará.
Sabiendo que era inútil intentar disuadirla a ella o a su sobreprotector marido,
me centré en la tarea que tenía entre manos y esperé que me siguiera.
―¿Cuál era esta nueva idea de recaudación de fondos?
Caroline y yo trabajamos en Área de Rescate Animal de Hoffman. Ella se
encargaba de la recaudación de fondos, mientras que yo gestionaba el personal
voluntario. Como sus esfuerzos solían implicar una coordinación específica conmigo
para conseguir la ayuda necesaria para llevarlos a cabo, trabajábamos muy juntas. De
hecho, compartíamos oficina. Lo que hizo que nos lleváramos bien y nos hiciéramos
amigas en el tiempo que ambas estuvimos allí.
―Una amiga mía, Cassie, está casada con un agente de policía. Ella está
involucrada en su fondo de oficiales caídos y sugirió que podríamos hacer un proyecto
conjunto. Al parecer, la novia de otro agente sugirió uno de esos calendarios de
policías sexys. Ella dio un paso más y pensó que podíamos fotografiarlos con algunos
de los animales que tenemos en adopción aquí, y luego las ganancias se podrían
repartir entre nosotras.
La idea tenía mérito.
―Sin duda ha tenido éxito en otros lugares. Tendríamos que ver si podemos
conseguir un fotógrafo que haga la sesión gratis para la causa o al menos con una
tarifa reducida.
Caroline asintió.
―Esa es la mejor parte. Al parecer, la misma mujer que sugirió todo el asunto
solía dedicarse al modelaje. Tiene algunos amigos a los que se ofreció a llamar, y
parecía que Cassie estaba bastante convencida de que podrían encontrar a alguien
19 dispuesto a hacerlo gratuitamente.
Guao. Casi sonaba demasiado bueno para ser verdad. Una forma de recaudar
dinero para el refugio sin tener que hacer grandes cantidades de trabajo de campo. Ese
tipo de oportunidades no se presentan a menudo.
―¿Pero los policías estarán a bordo?
―Por lo que parece, sí. Supongo que el fondo se ha ido agotando, así que están
dispuestos a lo que haga falta para cambiar eso.
Ahora había algo con lo que podíamos relacionarnos. La realidad era que dirigir
un refugio no era barato, incluso cuando nos mantenía tan llenos de voluntarios como
podía. Se necesitaban los esfuerzos de todo el personal para mantener este lugar
totalmente financiado, por no hablar de la ampliación que queríamos hacer para poder
albergar a más animales.
―Creo que es una obviedad entonces. Chécalo con todos para estar seguras, pero
dudo que haya resistencia.
Antes de que Caroline pudiera decir algo más, llamaron a la puerta y Anne, una
de nuestras veteranas voluntarias, asomó la cabeza.
―Siento interrumpir, pero nos vendría bien una mano aquí.
Como ya habíamos tenido dos ausencias en las horas que habían firmado, esto no
era sorprendente. Guardando la hoja de cálculo de horarios en la que había estado
trabajando, le dije:
―Ahora mismo salgo.
Al frente, era obvio por qué me necesitaban. La entrada estaba llena de gente
esperando. Anne estaba detrás del mostrador, guiando a una familia a través de la
solicitud de adopción. Me acerqué a una pareja que parecía ser la siguiente en llegar.
Los dos eran toda una vista. Aunque ambos estaban muy tatuados, las similitudes
terminaban ahí. Con su falda lápiz, sus labios rojos y su pelo rizado recogido detrás de
una gran rosa falsa, parecía que debería estar recostada sobre el capó de un muscle car
para la portada de una revista. Su belleza era un poco intimidante, pero no parecía en
absoluto un pez gordo. Su compañero, sin embargo, era todo lo contrario. No es que
pareciera amenazante, sino que me recordaba un poco a algunos de los animales que
nos encontramos aquí. Por muy guapos que fueran ―o en su caso,
impresionantemente sexys― sabía al instante que preferían su espacio.
―Buenas tardes. ¿Ya los atendieron?

20 La atención de la mujer se dirigió a mí y sonrió mucho.


―Hola. No, todavía no.
Intentando no dejarme intimidar por su aspecto, le dije:
―Bueno, soy Gwen, una de las empleadas de aquí. ¿En qué puedo ayudarlos hoy?
Miró al hombre que estaba a su lado, esperando, y yo hice lo mismo. Tras un
momento, respondió en voz baja:
―Busco adoptar un gato.
―Por supuesto. ¿Han tenido un gato antes? ―Miré entre los dos.
―No ―respondió él, su expresión se volvió insegura.
―No pasa nada ―le aseguré―. Tenemos muchos recursos para los propietarios
de mascotas por primera vez. Incluso tenemos una tienda donde se pueden comprar
todos los suministros de inicio que se necesitan y todos los ingresos se destinan a
proporcionar a los animales en nuestro cuidado. ―Agarré uno de los portapapeles del
mostrador y se lo entregué―. Si pudieran llenar esto. Es un cuestionario básico que
nos ayuda a encontrar la mascota adecuada. Sólo necesitamos uno por hogar, así que
no tienen que hacer uno los dos.
La mujer agitó una mano frente a ella.
―Oh, no estamos juntos. Sólo estoy aquí como apoyo moral.
Él me quitó el portapapeles y dijo:
―Quiere decir que es entrometida.
La mujer se limitó a encogerse de hombros, sin refutar su afirmación.
Mientras él rellenaba el formulario, yo repartía el mismo a una familia que
esperaba detrás, prometiendo que alguien podría ayudarles pronto. Cuando volví, no
pude evitar mirarlo más de cerca, sabiendo ahora que no estaba tomado como había
supuesto. Su pelo negro, sus ojos oscuros y la cálida profundidad de su piel bajo los
tatuajes de colores brillantes formaban una combinación devastadora. Su complexión
delgada no era por falta de músculos, como era evidente por sus brazos que estaban a
la vista con la camiseta azul marino de Sailor's Grave que llevaba. Incluso con el
evidente aire melancólico que tenía, me sentí tentada de acercarme, para ver si podía
atravesar esa barrera que parecía tener levantada.
O habría estado tentada, si no estuviera todavía curando mis heridas de mi
último intento catastrófico de tener una cita.
21
Tomando el portapapeles de vuelta, señalé con la cabeza su camisa.
―¿Has conseguido mucho del trabajo ahí?
Miró hacia abajo, como si no estuviera seguro de qué camisa llevaba, y luego
volvió a mirarme.
―Sí.
La mujer puso los ojos en blanco.
―Él también trabaja allí ―me informó―. Los dos lo hacemos. Me llamo Jess, soy
la encargada del estudio y la única razón por la que todos ellos consiguen hacer algo
―añadió, ofreciendo una mano.
La tomé y dije:
―Sí, hablamos por teléfono una vez. De hecho, tengo una cita la semana que
viene. ―Una cita por la que todavía estaba asustada. Todavía no tenía ningún tatuaje,
pero ya estaba bien de tener miedo y posponerlo.
Su sonrisa se amplió.
―¿De verdad?
¿Con quién?
―Con Parker.
Se río. Impulsada por el instinto, miré el formulario que me acababa de entregar
para ver ‘Parker Coleman’ garabateado en la parte superior.
Oh, Dios.
―Bueno, ahora me siento torpe.
Con la risa todavía en su voz, Jess dijo:
―No lo hagas. No es tu culpa que todos los chicos sean raros sobre poner fotos
de ellos en vez de sólo de su trabajo en la web.
Esto era cierto, pero no alivió el toque de calor que podía sentir en mis mejillas.
Extendiendo una mano con la esperanza de que me hiciera parecer un poco más
sereno, le ofrecí:
―Encantada de conocerte. Me encanta tu trabajo. ―Al igual que sus tatuajes, su
trabajo era vibrante y colorido incluso cuando él no era del todo alegre. También
22 resultaba ser un experto en tatuajes de tejido cicatrizal, que era la gran razón por la
que quería que hiciera el mío.
Tomó mi mano entre las suyas y logré contener un escalofrío ante el tacto cálido
y áspero de las suyas.
―Gwen ―lo dijo como si estuviera considerando mi nombre, no saludándome―.
Diseño de cuatro estaciones, ¿verdad?
―Ese es. Siento haber tenido que cancelar la consulta. Tuvimos un apagón aquí y
fue una pesadilla.
―No te preocupes. Puede que no podamos hacer mucho en la primera sesión,
pero deberíamos estar bien. Ya tengo un par de diseños preliminares, puedo
enseñártelos antes de que nos vayamos, en lugar de enviártelos por correo electrónico,
para que me des tu opinión. ―Su voz, ahora que podía oírla de verdad, era como el
whisky fuerte y la seda.
Noté que sus ojos saltaron a mi cicatriz por un momento, pero volvieron a
posarse en toda mi cara rápidamente y sin ninguna reacción aparente. Él sabía, desde
que le hablé del tatuaje que quería, que iba a ir sobre el tejido de la cicatriz. Era
natural que considerara lo que podía ver al pensar en la cita que teníamos
próximamente. Aun así, no pude evitar preguntarme qué pasaba por su cabeza al ver
la parte cicatrizada de mi cara.
―Eso sería genial. ―Conseguí que la voz no me temblara por los nervios, ni por
la timidez, ni por la sensación de hormigueo que se extendía por mi cuerpo cuanto
más me concentraba en él.
Dejando caer los ojos, me tomé más tiempo del necesario para leer su formulario
y poder recuperar el aliento y recomponerme. Todo parecía bien con lo que puso, nada
indicaba hasta ahora que fuera alguien a quien no quisiéramos o pudiéramos darle un
animal, así que me centré otra vez en mi trabajo y le ofrecí:
―¿Vamos a conocer a los gatos?

23
Capítulo 4
PARK

Gwen nos llevó de vuelta a un pasillo, y apenas resistí el impulso de mirar su trasero.
La mujer era una obra de arte andante. Parecía un hada, como si le fueran a salir alas
en cualquier momento y se fuera ir volando, ni siquiera me habría escandalizado.
Incluso la cicatriz que le cruzaba la cara conseguía resaltar sus delicadas facciones.
No dibujaba ni pintaba retratos a menudo, pero quería hacer el suyo.
Y mucho más.
―Es linda ―dijo Jess en voz baja para que Gwen no la oyera. Siempre hacía lo
mismo, como si pensara que yo no podía averiguar si me atraía una mujer sin su útil
orientación.
Por lo menos no estaba tratando de emparejarnos, porque Jess era muchas cosas,
24 pero era una casamentera de mierda. Su forma de convencer a la gente hacía que todo
el mundo se sintiera incómodo, excepto ella.
―Eres un dolor de cabeza ―le respondí.
―Suenas como Braden.
Estaba seguro. Sabía tan bien como cualquiera que Jess era una fuerza de la
naturaleza. Si intentabas manejarla, te pasaba por encima. Incluso por mucho que él
estuviera ido por ella, por mucho que significara para mí, podía volverte loco sin
intentarlo.
―Te recuerdo que tuve que cargarme de medicamentos para la alergia para
venir aquí porque quieres un gato en lugar de otro animal al que no soy alérgica
―argumentó Jess.
―Te recuerdo que no te pedí que vinieras.
Sus labios se inclinaron, sin poder contener su sonrisa. Jess no necesitaba que le
preguntaran. Si quería estar en algún sitio, iba. Si yo iba a tener un gato ―algo que
ella tomaba como una especie de grito de ayuda― ella quería estar allí. Incluso si eso
significaba caspa de gato.
Gwen se detuvo ante una puerta.
―Justo aquí es donde se alojan todos nuestros gatos adoptables.
―¿Hay algunos que no son adoptables aquí? ―preguntó Jess.
―Somos un hospital de animales totalmente funcional y de rescate además de
tener el refugio, tenemos una serie de animales en diferentes etapas de recuperación
que aún no están listos para ser realojados. Ya sea porque se están recuperando de
lesiones o de desnutrición o porque están lidiando con las heridas psicológicas del
maltrato y el abandono. Nos ocupamos de todas las etapas, desde la recuperación de
los animales que lo necesitan hasta la búsqueda de un buen hogar, ya sea con una
familia o con alguno de nuestros socios del santuario.
Sabía que era un refugio, pero no había leído hasta el punto de saber cuánto
hacían. Me hizo preguntarme por qué no había oído hablar más de este lugar, por qué
no había sabido que estaba aquí mismo, en Hoffman, antes de buscar un lugar para
adoptar un gato.
―Es increíble ―Jess expresó mis propios pensamientos.
―Gracias. Todos estamos muy dedicados a marcar la diferencia para estos
animales, y tenemos un increíble equipo de voluntarios que ayudan a que todo sea
25 posible. ―Gwen echó un vistazo a través de la ventana de la puerta antes de agarrar el
pomo―. ¿Vamos?
Jess pasó mientras yo alcanzaba la puerta para permitir que Gwen fuera antes
que yo. Ella dio una pequeña sonrisa que hizo saltar sus mejillas.
En el interior, había una puerta para mascotas a un lado que delimitaba una zona
de juegos. Unos cuantos gatos estaban fuera, supervisados por una mujer mayor que
agitaba un palo con una ráfaga de plumas en la punta para atraerlos.
―Esta es una de nuestras voluntarias, Janice ―presentó Gwen―. Los tres gatos
que están fuera ahora están disponibles para ser adoptados. Todos son machos de
entre uno y dos años.
Observamos por un momento cómo un gato naranja se abalanzaba sobre el
juguete y se abalanzaba sobre uno gris que parecía más interesado en limpiarse.
Mientras tanto, un calicó se había arrodillado a un lado, con los ojos fijos en el juguete
y listo para abalanzarse.
Jess miró al trío por encima de la puerta.
―Son todos tan lindos. ¿Cómo no acabas con un millón de mascotas en casa?
Gwen se rio, un ligero sonido que me recordó a las campanas de viento.
―En realidad, ahora mismo no tengo ninguna mascota en casa. Todos
intentamos abstenernos de encariñarnos demasiado, aunque es muy difícil, porque
sabemos que acabaremos teniendo demasiadas. Ahora mismo tengo una compañera de
cuarto a la que no le gustan mucho los animales en el departamento.
La forma en que lo dijo era despreocupada, pero no había forma de pasar por alto
la forma en que miraba con adoración a los tres gatos que tenía delante. Esta mujer
quería tener sus propias mascotas, y si la forma en que se dedicaba a salvar animales
era un indicio, debería tener una o varias propias.
Jess hizo una cara.
―Parece que podría ser el momento de deshacerse de la compañera de cuarto.
Gwen mantuvo la mirada en los gatos, pero murmuró en voz baja:
―Puede que no te equivoques. ―Sacudiendo un poco la cabeza, volvió su
atención hacia mí―. Tenemos al resto de nuestros amigos felinos por aquí.
A lo largo de las paredes, en el resto de la sala, había jaulas bien dispuestas y
apiladas de dos en dos. Algunas eran compartimentos individuales que albergaban a
un gato, algunos se abrían para albergar a dos o tres. En la parte delantera de cada
26 uno había pequeñas tarjetas informativas con la foto del gato y algunos detalles
básicos sobre su historia y personalidad.
―¿Buscas específicamente una edad en particular? ―preguntó Gwen―.
Tenemos algunos gatitos, aunque normalmente cuando tenemos camadas, se van más
rápido.
Escaneé las jaulas y respondí:
―Estaba pensando en un adulto.
Asintió con la cabeza.
―Sinceramente, para los propietarios primerizos, tiendo a pensar que es una
buena manera de hacerlo. No es que no se pueda aprender a cuidar de un gatito desde
el principio, pero es mucho que asumir. Los adultos siguen necesitando ese cuidado y
atención, pero no en el mismo grado que los pequeños.
Al darme cuenta de que estaba siendo observado, me agaché y me puse en
cuclillas para acercarme un poco más. Justo en los barrotes, un gato negro con un
triángulo de pelo blanco bajo la barbilla y una pata blanca estaba sentado, los ojos
verdes con las pupilas redondeadas me miraban fijamente. Su cola se agitó lentamente
hacia delante y hacia atrás cuando me acerqué. Miré el letrero y vi que se llamaba
Tadeo.
Empecé a extender la mano para tocarlo, pero dudé y miré a Gwen.
―¿Está bien si yo...
Ella asintió.
―Sí, Tade no es agresivo. Puede ser un poco receloso a veces, pero normalmente
reacciona retrocediendo. El hecho de que esté al frente es algo sorprendente de él.
Llevé mi mano hasta los barrotes, sin meterla. Al principio no se movió, aunque
su nariz se movió de forma que supe que me estaba oliendo. Entonces, con un
movimiento elegante y lento, levantó una pata y la puso sobre mis dedos.
―Creo que encontraste un gato ―dijo Jess desde detrás de mí.
―Tenemos algunas habitaciones más pequeñas donde podemos sacarlo y ver
cómo actúan juntos ―ofreció Gwen.
Asentí con la cabeza, sin dejar de mirar a Tadeo mientras empezaba a acariciarle
el pecho sólo con la punta de los dedos. Sus ojos seguían sin apartarse de mí, y
27 empezaba a sentirse como un reclamo.
Después de un minuto de eso, Gwen nos llevó por el pasillo un poco más lejos,
instalándonos en una pequeña habitación un poco más grande que un armario de
servicios. Tenía un banco y un par de juguetes dispersos. Nos dejó allí y volvió unos
instantes después con Tadeo. Cuando lo dejó en el suelo, hizo un barrido del nuevo
entorno, asimilándolo todo. Sólo cuando estuvo satisfecho con lo que vio, dio pasos
medidos en mi dirección y se detuvo para sentarse a mis pies. Antes de que pudiera
agacharme para ver si se sentía cómodo acariciándolo, se subió a mi regazo con un
elegante salto. Se acomodó en mi regazo y se tumbó sobre mis muslos. Empecé a
frotarle la cabeza, un toque que él aceptó con un empujón para decirme que era
bienvenido.
―¿Cuál es su historia? ―pregunté.
―No estamos del todo seguros ―admitió Gwen―. Nuestros veterinarios creen
que tiene entre cuatro y cinco años. Lo encontraron buscando sobras detrás de un
restaurante local. El personal nos llamó después de haberlo visto varias veces. Le
quitaron las garras, una práctica que no apoyamos, pero eso nos basta para saber que
en algún momento le perteneció a alguien. Nadie se toma la molestia de llevar a un
gato callejero para que le corten las uñas. Sin embargo, sospechamos que puede haber
sido maltratado antes de huir o ser abandonado.
―¿Por qué? ―preguntó Jess antes de que yo pudiera.
―Su cola ―respondió Gwen, señalando con la cabeza hacia ella―. Debería ser
más larga por unos pocos centímetros. El extremo fue cortado, y no quirúrgicamente
como podría hacerlo un veterinario en el caso de una lesión grave. Podría haber
ocurrido en un accidente mientras era callejero, pero dudamos que haya estado solo
mucho tiempo, y las cicatrices en su cola son lo suficientemente viejas como para estar
completamente curadas. Sin sus garras, y con la forma en que parece correr y
esconderse más bien que recurrir a la agresividad, no estaba muy equipado para el
éxito como callejero.
Lo asimilé todo, reprimiendo los recuerdos que despertaba. El frío que calaba
hasta los huesos, el hedor de los basureros que picaba la nariz, el dolor punzante de un
estómago largamente vacío.
―¿Cuánto tiempo lleva aquí? ―pregunté, tratando de mantenerme en el
momento.
Gwen lo miró en mi regazo con ojos tristes.
―Lleva aquí casi un año, en adopción la mayor parte de ese tiempo.
28 Jess jadeó.
―¿Tanto tiempo? Pero es un encanto.
―Por desgracia, los gatos de esmoquin parecen ser estadísticamente los menos
propensos a ser adoptados. Algunos creen que es algo relacionado con los gatos negros
y las supersticiones, pero no parece haber datos que lo respalden. Probablemente se
deba a que hay más gatos negros. Sin embargo, por mi propia experiencia, los gatos
más coloridos parecen llamar más la atención, sobre todo cuando vienen familias con
niños. Si añadimos que los gatitos son mucho más codiciados que los adultos y que él
tiene tendencia a rehuir a los extraños, no ha sido una combinación ganadora para el
pequeño. Hemos estado esperando no tan pacientemente a que llegara la persona
adecuada para reclamarlo. No es el más juguetón, pero será un gran compañero, sobre
todo en un hogar tranquilo y callado.
Dejó que esa afirmación quedara colgada. Estaba en toda su cara que quería que
esa persona fuera yo. Había una esperanza en sus ojos que no disimulaba tan bien
como podría haber pensado. Era difícil no dejarse atrapar por una mujer hermosa que
me miraba de esa manera, pero hice lo que pude.
―Oh Dios, está empezando. ―La voz de Jess atravesó mi mente nublada justo
antes de estornudar cinco veces seguidas.
Tadeo se quedó tumbado todo el tiempo, sin que le molestara el ruido ni los
movimientos de Jess. Se contentó con estar sentado, en silencio, mientras la locura
ocurría a su alrededor. Cuando el episodio pasó, ella lo miró.
―Creo que se está burlando de mí.
―No está haciendo nada. ―señalé.
―Lo hace en silencio. Como tú.
Sacudiendo la cabeza, traté de bloquear a las dos mujeres que estaban en la
habitación conmigo. En su lugar, me centré en Tadeo, feliz de no hacer nada más que
estar tumbado en mi regazo recibiendo lentas caricias en la cabeza, y pensé en que
nunca había tenido una mascota. Nunca había tenido que cuidar de nada ni de nadie
más que de mí, a excepción de las pocas semanas en que Jess se estaba recuperando de
su ataque y necesitaba ayuda. Ni siquiera había estado seguro al llegar al refugio de
tener una mascota.
Aun así, lo sabía. Estaba seguro.
―Lo llevaré.

29
Capítulo 5
PARK

Tardé un poco en tramitar la adopción oficial de Tadeo. Hubo que rellenar una
solicitud completa, así como llamar a mi casero para verificar la política de mascotas
del edificio. Luego, Gwen nos guio por la tienda de suministros para la casa, repasando
todos los aspectos básicos de su cuidado. Aunque había leído sobre el tema y todo lo
que decía era una reiteración, era bueno saber que sus consejos coincidían con la
información que yo tenía.
Mientras Gwen recorría con pericia todos los pasos, Jess se había quedado
callada, aparte de los estornudos. Era desconcertante. Jess no se callaba. Cuando
llevamos las provisiones a mi coche mientras Gwen preparaba a Tadeo para ir a casa,
le llamé la atención.
―¿Qué está pasando?
30
Me miró como si fuera estúpido.
―Vas a adoptar un gato.
―Habla.
Se apoyó en el coche, con una mano en una cadera.
―¿Sobre qué?
―Has estado callada. ¿Por qué?
Ella sonrió, y fue taimada.
―Sólo estaba dejando que tú hablaras.
Su tono y su expresión me hicieron estrechar los ojos. Jess podía bromear, pero
no jugaba con la gente. Y mucho menos yo, ya que no era de los que mordían el
anzuelo.
Con una mirada de desprecio, preguntó:
―¿Te das cuenta de lo mucho que hablaste mientras estábamos ahí dentro?
Hice memoria, recordé la serie de preguntas que Gwen me lanzó para la solicitud
y las respondí todas.
―Sí.
―No estoy segura de que lo hagas. ―No tuve que decir ni una palabra para dejar
claro que era mejor que siguiera hablando―. Te conozco desde hace mucho tiempo y
no se me ocurren muchas veces en las que hayas respondido completamente a una
pregunta cuando un simple 'sí' o 'no' bastaría. Excepto ahí dentro. Con Gwen.
No podía decir que estuviera equivocada, pero era una entrevista. Si hubiera
dado la respuesta más breve, probablemente Gwen habría exigido más información de
todos modos.
―Y puedo ver que le estás dando vueltas en tu propia cabeza ―continuó Jess―.
Pero podrías admitir que te sientes atraído por ella y hacer esto mucho más fácil para
ambos.
Un reflexivo deseo de negarlo me golpeó de inmediato, aunque sólo fuera para
evitar hablar de ello o darle a Jess una oportunidad de meterse en algo que no era de
su incumbencia. Se impuso la parte racional de mí que reconoce que éramos chicos de
31 preparatoria chismeando sobre enamoramientos.
―Sí, Gwen es atractiva.
Eso era decir poco, y lo sabía. Si fuera otro momento, otro lugar, y ella no
estuviera trabajando, me habría acercado. No era algo que hiciera a menudo, la
mayoría de las mujeres con las que había estado eran del tipo extrovertido que harían
ese movimiento ellas mismas. Pero por Gwen, habría hecho una excepción. No haría
esa mierda mientras ella estuviera aquí, y lo mismo haría cuando viniera a Sailor's
Grave la próxima semana.
Además, una mujer así, que irradiaba como lo hacía, no era para un hombre
como yo.
―Pero no vas a hacer ningún movimiento ―adivinó Jess.
―No.
Suspiró, un largo y exagerado suspiro con ojos en blanco, pero sabía que discutir
no la llevaría a ninguna parte.
―Sólo déjalo ir.
―Siempre puedes llamarnos aquí o a uno de los veterinarios de los que
incluimos información con los documentos de adopción si tienes alguna duda
―aseguró Gwen.
Tadeo estaba en la transportadora que me habían dado, completamente tranquilo
incluso estando confinado. Era como si entendiera que esto era un medio para llegar a
un fin, y que estaba dispuesto a tener la paciencia que fuera necesaria para
conseguirlo. Incluso si eso significaba estar metido en lo que era poco más que una
caja de cartón durante un tiempo. También habían puesto con él una manta que había
estado en su jaula, para que se sintiera más cómodo.
Asentí a Gwen, sacando mi teléfono del bolsillo.
―¿Quieres ver lo que te he dibujado hasta ahora?
Sus ojos se iluminaron, pero también había inquietud. Era bastante habitual,
sobre todo cuando alguien se hacía su primer tatuaje. Por lo que pude ver, Gwen aún
32
no tenía ningún otro.
Me desplacé por los archivos, sacando el suyo. El concepto que me había dado era
bastante abierto. Su correo electrónico mencionaba un par de piezas que ya había
hecho y cuyo estilo le gustaba, y describía que quería una representación de los
cambios estacionales. Al final, lo que conseguí fue un tatuaje de estilo acuarela de una
rama larga y perfilada, a lo largo de la cual se mostraba el ciclo de vida del año
completo, desde una capa de nieve, pasando por los brotes de las hojas, hasta la
floración de las flores y la colorida decadencia del otoño, todo ello en estallidos de
color.
Giré la foto hacia ella y Gwen aspiró con una respiración audible. Extendió la
mano, con un ligero temblor, para tomar el teléfono y verlo más de cerca.
―Trabajé con la foto que me enviaste. ―Una que mostraba la cicatriz que
cruzaba desde la parte posterior de su hombro y bajaba hasta su costado―, y diseñé la
rama para que se contornee con esa forma. La textura y el color más oscuro
incorporados en ella deberían cubrir por completo, luego el color que querías puede
entrar alrededor.
No dijo nada de inmediato, sino que se quedó mirando la versión dibujada del
diseño que yo había ideado. Por alguna razón, me sentí obligado a seguir hablando por
lo que podría haber sido la primera vez en mi vida.
―Podemos cambiar cualquier cosa allí, cualquier ajuste que quieras. También
podemos desecharlo si quieres empezar otra vez ―aseguré―. Hay mucho tiempo
para―
―Me encanta ―dijo, con la voz baja. Era difícil distinguirla, pero casi sonaba
ronca―. Es perfecto.
―¿Estás segura? ―Presioné, no quería nunca que nadie se conformara cuando se
trataba de la tinta que había puesto para siempre―. Puedo enviártelo para que lo
pienses también.
―No. ―Fue firme, seguro―. Esto es exactamente lo que quiero.
Levantó la vista y volvió a regalarme esa puta sonrisa. No pude evitar fijarme en el
hoyuelo de su mejilla derecha. No sabía si era natural, o era el resultado del tejido
cicatrizal que lo recorría, pero era adorable. Devastador, incluso. Igual que sabía que
ella podía serlo para mí si se lo permitía. Lo que significaba que era hora de salir de
33 allí.
―El miércoles, entonces ―dije.
Parpadeó, como si se estuviera perdiendo de la misma manera que yo, y ni
siquiera dejé que ese pensamiento se instalara en mi mente. Me devolvió el teléfono y
su sonrisa se transformó en una fría y profesional.
―El miércoles ―aceptó.

La prueba del gato antes de soltar a Tadeo fue más fácil de lo que pensaba. No
tenía muchas cosas, y ninguna de ellas eran chacharas o una mierda que estuviera
colgada y lista para ser derribada. La mayor preocupación habría sido la sala de arte,
pero ya había sido convertida en una verdadera recámara para Jess, así que todos los
suministros que antes la llenaban estaban en la habitación trasera de Sailor's Grave,
donde Tadeo no sería un problema. La mayor parte del proceso consistió en encontrar
un buen lugar para la caja de arena y la cama para gatos que le había comprado.
―Tendré que conseguir uno de esos árboles ―pensé en voz alta.
―¿Qué? ―preguntó Jess, su nariz tapada haciendo que su voz sonara chistosa.
―Los árboles para gatos, con las plataformas a las que se pueden subir. Puede
que quiera algo así.
Podría encajar en la sala, en la pared junto a la ventana. Probablemente también
le daría el sol.
―¿Seguro que estás bien?
Miré a Jess, que estaba sentada en el sofá acariciando a Tade, a pesar de sus
repetidas quejas sobre sus alergias. Tenía las cejas y los labios fruncidos.
―Estoy bien.
―Sigues diciendo eso.
―Porque es verdad.
Ella seguía poniendo esa cara, de no estar convencida.
―Tengo un gato, Jess. No me convertí en un acumulador y dejé que una docena
34 de animales callejeros empezaran a vivir en mi suciedad.
―Lo del gato fue algo repentino. Y me gusta, obviamente. ―Sacó ambas manos
indicando el hecho de que estaba justo al lado de él a pesar de que seguía sorbiendo
por la nariz―. Pero eso no significa que no sea un poco raro levantarse y decidir de la
nada que querías uno.
―Nunca se me había ocurrido hasta hace poco que podía hacerlo.
Eso la calló.
Me pregunté, no por primera vez, qué sabía Jess sobre mi pasado. Nunca le había
contado mucho, nunca había hablado con nadie de ello, en realidad. Cuando Carson
me encontró y me llevó a Sailor’s Grave, supe que se había enterado de algo y que
probablemente había adivinado más.
Cuando lo reduces, no hay muchas maneras de que un chico de veinte años acabe
en la calle. Menos aún cuando se notaba que llevaba un tiempo así.
Lo que Carson compartió con Jess, no lo sabía. A veces, cuando estaba
preocupada, como en ese momento, tenía la sensación de que sabía algo. Dado que Jess
era tan vital para el estudio cuando Carson aún lo dirigía como lo era ahora, y con la
estrecha relación personal ―como de padre a hija, honestamente― que tenían
además, no me sorprendería que él hubiera mencionado algo de eso.
Mientras estaba sentada, callada a pesar de su naturaleza otra vez y con un
aspecto francamente preocupado, tuve la sensación de que entendía lo que estaba
diciendo. Llevaba mucho tiempo sin poder cuidar de mí mismo, y mucho menos de
una mascota. Incluso una vez que mi posición en Sailor’s Grave significó que no tenía
que temer volver a ese lugar, los instintos que afinó en mí no desaparecieron. Hasta
que me lo replanteé, otra boca que alimentar era sólo una carga.
Ahora, me estaba dando cuenta de algo diferente.
―Yo sólo...
Jess comenzó, pero se calló.
―Lo sé.
A ella le importaba. Se preocupaba. Fue una de las primeras en darme esas cosas.
Tenía que darle el espacio para que las expresara como lo necesitaba.
―Si dices que estás bien, entonces te tomo la palabra. Pero si no lo estás, estoy
35 aquí. Y me voy a enojar si estás mintiendo.
Le hice un gesto de reconocimiento y lo dejó ser. Lo supe cuando volvió a
acariciar a Tadeo y se puso de pie para mirar la sala.
―Justo ahí, junto a la ventana. Un árbol para gatos estaría bien allí.
Probablemente le gustaría la vista y el sol.
Ella había dicho su parte, yo había escuchado.
Sigamos adelante.
Capítulo 6
GWEN

Fue un día largo en el refugio. La Ley de Murphy estaba en pleno efecto, por lo que fue
uno de nuestros días más ocupados en meses mientras estábamos escasos de personal.
Aun así, fue gratificante volver a estar en primera línea ayudando a encontrar familias
para nuestros animales. Yo misma empecé en el rescate como voluntaria. Entonces
sólo jugaba, paseaba y limpiaba las jaulas. Me fui abriendo camino hasta llegar a
gestionar las adopciones, y luego a conseguir el trabajo remunerado. Me encantaba
poder mantenerme mientras hacía algo bueno en el mundo, pero a veces extrañaba
formar parte de ese momento de alegría en el que uno de nuestros animales encuentra
un hogar.
Por supuesto, no era raro que tuviera que intervenir como hoy, así que podía
adquirir esa experiencia con bastante frecuencia.
36
Aunque contábamos con una gran cantidad de voluntarios increíbles que lo daban
todo, lo cierto es que la vida sucedía. Cuando esto ocurría, los trabajos reales y las
familias de las personas tenían prioridad sobre las horas de trabajo en el refugio, y yo
no los culpaba por ello. Sólo significaba que algunos de mis días eran más agitados que
otros.
Mientras volvía a casa, me sentía muy bien por haber encontrado un hogar para
tres animales ese mismo día, además de recordar la imagen del increíble tatuaje que
Parker me había dibujado cada dos por tres minutos. Sin embargo, no estaba segura
de estar lista para estar sentada en la silla con él entintando en mi piel, y no sólo
porque no era gran fan de las agujas. No había pensado que pudiera estar más
nerviosa por mi cita en Sailor's Grave, pero el universo decidió demostrarme que
estaba equivocada. Ver a Park, verlo con todo su silencio y su carácter de pez muerto
al ser reclamado por un pequeño gato abandonado, presionó todos mis botones y me
hizo preguntarme qué pensaba él de mí.
Sacudiéndome de ello, envié ese tren de pensamientos por un túnel oscuro e
interminable en el que esperaba que desapareciera. No es que hubiera funcionado las
otras cien veces que lo había hecho esa tarde, pero una chica podía esperar.
Entré en el estacionamiento de mi edificio y me dirigí al lugar que me habían
asignado, pero me encontré con un Dodge Ram muy estropeado que ya estaba
estacionado allí. No es la primera vez que tengo que reprimir las ganas de tirarle algo
a la estúpida camioneta de Jeff, que sólo tenía para sentirse genial. No es que fuera
para mostrar, ya que la cosa era un maldito desastre. Me pregunté si la había dejado
así a propósito para que la gente no se diera cuenta de que no necesitaba una
camioneta, ya que no usaba la cama para nada, sólo la quería porque era grande y de
aspecto poderoso. Como Jeff no era ninguna de las dos cosas ―y tenía que adivinar
que era en todos los sentidos en que se podía aplicar―, la camioneta era un caso
clásico de sobrecompensación.
Murmurando sobre idiotas con vergas pequeñas, conduje al estacionamiento de
visitantes. Odiaba estacionarme aquí no sólo porque estaba lejos y no estaba bien
iluminado, sino porque técnicamente estas plazas no estaban pensadas para pasar la
noche. Como tenía una pegatina del edificio, era menos probable que me multaran o
que la grúa me remolcara, pero no era una garantía. Me juré que si el novio de Kelly
había tomado mi plaza para que él no tuviera problemas por estacionarme aquí
durante la noche significaba que yo sí, iba a estallar.
Volví al edificio, teniendo que pasar por delante del lugar que debía ser mío,
maldiciendo el hecho de haber aceptado la idea de mudarme con Kelly. El hecho era
que nuestra habitación de dos recámaras no era un departamento, sino un
37 condominio. Uno del que Kelly era dueña porque su padre se lo compró directamente.
Kelly y yo nunca habíamos sido grandes amigas, pero habíamos estado juntas en
la universidad y ambas habíamos emigrado a Hoffman. Cuando ella se acercó a tomar
un café una vez, le mencioné que estaba buscando un nuevo lugar antes de que
expirara mi contrato de arrendamiento.
―Oh. Em. Dios mío. Tengo una idea increíble. Tengo una habitación extra que no
necesito. ¿Por qué no te mudas allí? ―prácticamente se deshizo diciéndolo.
No tardé mucho en darme cuenta de que, en parte, esa era la forma que tenía
Kelly de mantenerse con dinero en efectivo mediante un esfuerzo mínimo, ya que yo
todavía pagaba la renta y la mitad de los servicios públicos, pero ella no tenía gastos
por el lugar. Pero la renta que me cobraba era menos de lo que yo iba a pagar por
conseguir algo así de genial, así que funcionaba para ambas.
Durante los dos primeros años, todo había ido bien. Yo estaba ocupada trabajando
y haciendo voluntariado, y Kelly estaba ocupada socializando y teniendo
ocasionalmente un trabajo que no era muy exigente durante un tiempo. Pudimos
coexistir sin ningún problema real.
Entonces llegó Jeff.
Por fin entré y encontré al hombre ―si es que se le puede llamar así― en el sofá.
Tenía un pie calzado en el respaldo y el otro en el suelo. Por suerte, llevaba jeans, así
que esta vez tenía la entrepierna cubierta. También tenía una bolsa abierta de chips
sobre su estómago, que yo sabía que eran mías, ya que él nunca compraba ningún
alimento que comiera aquí, y Kelly estaba en una estricta campaña de no alimentos
procesados.
En la enorme pantalla de 85 pulgadas a la que había convencido a Kelly de que se
actualizara hace unos meses ―sin contribución de él― estaban dos mujeres desnudas
que se acariciaban mutuamente las tetas falsas aceitadas mientras se turnaban para
tragarse entera una verga. El volumen era lo suficientemente alto como para que
nuestros vecinos tuvieran que oír también las arcadas y los terribles gemidos falsos.
Desearía poder decir que era la primera vez que llegaba a casa y lo veía viendo
porno, pero ni siquiera estaba cerca. Mientras que la mayoría de la gente lo veía
cuando se ocupaba de sus asuntos en privado, parecía ser uno de los pocos tipos de
entretenimiento que le gustaban a Jeff. Era eso, las carreras y las películas
gráficamente violentas. Nada más.
La puerta se cerró tras de mí y él me miró con su habitual sorna, para luego volver
38 a mirar la tele. Ignorándolo, a él y a la frustración que me provocaba cada vez, me
dirigí a la cocina, con la esperanza de que hubiera algo fácil que pudiera preparar para
la cena y que él no hubiera comido ya.
Me estaba resignando a calentar una cena congelada en el microondas cuando
Kelly entró dando zancadas. Sonreía, pero con una expresión demasiado tensa. Se
había convertido en una expresión familiar, la que me ponía antes de repetir algo que
Jeff quería decirme pero que no se atrevía a hacer él mismo. En todos los casos, se
trataba de algún tipo de exigencia sobre la que él no tenía derecho a hacer ya que no
vivía aquí. Como quitar el cuadro que colgaba en el comedor que era mío porque no le
gustaba. O actualizar el paquete de cable que yo pagaba porque no tenía los canales
que él quería.
Sentía que mis dientes se iban a quebrar de tanto apretar la mandíbula, pero dejé
que Kelly dijera lo que considerara que debía decir. No tenía ninguna columna
vertebral, excepto cuando se trataba de entregar las demandas de Jeff, nunca me sentí
bien para empujar hacia atrás y desafiar ese poco de asertividad que mostró.
―¿Qué tal el trabajo? ―preguntó ella, optando por su burbujeo normal pero
quedándose corta por la tensión que no podía enmascarar.
―Muy bien. ¿Tu día?
Asintió con la cabeza como si eso fuera una respuesta a lo que le había
preguntado, pero ambas sabíamos lo que estaba pasando. Las galanterías no eran
necesarias, pero ella siempre empezaba por ahí.
―¿Podemos hablar de algo?
Quise decirle que lo escupiera para acabar de una vez, pero en realidad no era con
ella con quien estaba irritada. Okay, era un poco con ella por no ver la fichita que era
Jeff y ceder a todo lo que decía, pero intenté comprobarlo.
―Claro. ¿Qué pasa?
―Bueno, sabes que Jeff y yo hemos estado juntos desde hace un tiempo
―comenzó.
Habían pasado unos tres meses si no recuerdo mal. No es lo que todo el mundo
llamaría “un tiempo”, pero sí.
―Ajá ―reconocí, para que siguiera.
―Bueno, las cosas van muy bien ―siguió diciendo ella. No podía decir que fuera
cierto con la forma en que se peleaban, o más bien, él se encabronaba y le gritaba y
39 ella lo dejaba pasar―. Y hemos estado hablando del futuro.
Envié una oración silenciosa para que aumentara la velocidad. La pausa sobre ella
y Jeff planeando un futuro fue una apertura que no pude aprovechar para decirle
exactamente el gran error que sería. Ella era adulta, no era asunto mío. Pero cada vez
era más difícil morderme la lengua.
―Jeff estaba pensando... Bueno, los dos estábamos pensando... ―Era la primera
vez―. Que tal vez es el momento de dar el siguiente paso.
Sabía que esto no iba en el sentido de que estamos listo para una relación a
distancia mientras Jeff se va de excursión por zonas remotas de la selva tropical y
puede que no vuelva, pero me permití fantasear por un momento mientras Kelly se
preparaba para finalmente llegar a su punto.
Cuando ese momento se convirtió en dos, luego en tres, y Kelly seguía sin decirlo,
le di un empujón.
―¿El siguiente paso es?
Otra pausa, que hizo que Jeff se interpusiera.
―Dios, Kelly, escúpelo de una puta vez. Mierda.
No me molesté en señalar que él no sólo lo escupió solito, sino que se escondió
detrás de su novia de metro y medio.
―¡Jeff se va a mudar!
Lo dijo como si esperara que yo también estuviera emocionada. O como si se
permitiera el mismo tipo de esperanza fantástica que yo me había dado hace un
minuto. Aunque intentaba fingir que no era cierto, ella sabía que Jeff y yo nos
odiábamos. Aunque trataba de disimularlo un poco por ella, él no hacía ese esfuerzo.
―Oh.
Su emoción se atenuó en el exterior, y sentía punzada de remordimiento.
Al menos, hasta que...
―Continúa, nena.
Dios, su voz era peor que clavos en un pizarrón.
―Claro, entonces, em... ―Kelly estaba más tensa que nunca, y eso hizo que me
pusiera en guardia―. Nosotros... es decir, Jeff y yo... estábamos pensando que...
quizás...
40
―Jesús. No puedes manejar jodidamente nada ―espetó Jeff―. No necesitamos un
puto mal tercio todo el maldito tiempo.
―¡Jeff!
Aunque me había congelado, logré sentir sorpresa ante la fuerte reprimenda de
Kelly. No creía que ella le hubiera hablado nunca así.
―¿Qué? ¡Es la verdad!
Cerré los ojos y respiré hondo, buscando la calma antes de perderla con él.
―Lo siento, Gwen ―dijo Kelly, lo suficientemente bajo como para que Jeff no
pudiera oír por encima de su porno a todo volumen―. Es que está un poco lleno aquí
con tres personas. Y sólo hay dos plazas de estacionamiento. Y...
Y Jeff me odiaba. No es que el sentimiento no fuera mutuo.
―Está bien ―dije, porque ¿qué otra cosa podía decir? Era su casa, así que era su
elección.
―Puedes tomarte el tiempo que necesites para encontrar un nuevo lugar. No hay
prisa ―insistió. Jeff resopló, y los ojos de ella se dirigieron a él y de regreso. Los ojos
se volvieron vidriosos y supe que estaba tratando de no llorar. Kelly era una llorona en
general, pero nada la afectaba tanto como estar en la posición de tener que decir algo
que pudiera molestar a alguien.
Sabiendo que no había nada que hacer al respecto, se lo hice fácil.
―Está bien, Kells. Empezaré a buscar y trataré de salir cuanto antes, ¿okay?
Las lágrimas se acumulaban en sus párpados inferiores mientras susurraba:
―De verdad lo siento.
No estaba enojada, no con ella. En realidad, no tenía derecho a estarlo y lo sabía.
Era su casa, así que estaba en su derecho de tener a quien quisiera viviendo allí. Más
que nada, estaba enojada por saber con lo que la iba a dejar. Me enojaba que Jeff le
hubiera clavado las garras y que pronto no fuera más que su mujercita. Pero no dije
eso. Lo había intentado, más de una vez, cuando se juntaron por primera vez. Intenté
hacerle ver que él era un imbécil, y no sólo para mí, sino para ella. Ella lo defendió
cada vez, y finalmente me pidió que lo dejara. Yo no quería entonces, y no quería en
ese momento en el que temía que ella estuviera cometiendo el peor error de su vida.
Pero ella era una adulta, y era su decisión.
Le di un abrazo, porque sabía que lo necesitaba y no lo conseguiría de él.
41 Entonces, salí de la cocina, ya sin hambre. Me dirigí a mi habitación, con la cabeza
alta, con lo que parecía que estaba teniendo mucha práctica últimamente, sin mirar a
Jeff. Sabía que, si lo hacía, él se sentiría engreído y yo podría perder la compostura.
Incluso una vez que la puerta se cerró detrás de mí, no me aflojé. No me haría ningún
bien.
Sólo saqué de mi laptop y comencé a buscar departamentos.
Capítulo 7
PARK

Algo me despertó antes de mi alarma.


Abriendo los ojos, me giré para comprobar la hora y miré a Tadeo.
La sorpresa me sacudió, despertándome por completo. Tade estaba sentado en mi
mesita de noche, con los ojos clavados en mí. No sabía cuánto tiempo llevaba allí, pero
podía adivinar que era la sensación de ser observado lo que me despertó.
Al ver que me había despertado, lo que probablemente era su objetivo al elegir un
lugar tan cercano, levantó esa única pata blanca hacia mí. Conocía el procedimiento.
Hace poco más de una semana que lo había traído a casa y todas las mañanas
habían empezado de la misma manera. Me despertaba y lo encontraba esperando,
paciente pero dispuesto, a que me levantara y le diera de desayunar.
42
Extendí un brazo hacia él, correspondiendo al gesto. Al cabo de un segundo,
todavía cauteloso a pesar de que parecía gustarle, olfateó mis dedos y luego golpeó su
cabeza contra ellos. Lo rasqué un poco mientras estiraba el cuello para ver el reloj
detrás de él. Justo después de las cinco de la mañana.
El colchón gimió un poco cuando me dejé caer en él. Sabía que era temprano,
podía sentirlo bien, pero las persianas casi oscuras que tenía en mi habitación lo
hacían casi imposible de contar. En ese momento me arrepentí. Si hubiera sabido nada
más abrir los ojos lo temprano que era, habría podido volver a dormir.
Ahora, ese barco ha zarpado.
―No puedes seguir despertándome antes cada mañana y salirte con la tuya.
Tade dejó de moverse, sus ojos se encontraron con los míos y parpadeó una vez.
Empezaba a tener una idea de él, y estaba razonablemente seguro de que eso se
traducía en ya veremos.
Maldito gato.
Resignado a mi destino. Me levanté a rastras y salí de la cama. Tadeo estaba justo
a mi lado, dejando sólo un par de centímetros de espacio mientras nos movíamos. Al
principio, esa mierda me asustó. Pensé que acabaría pisándolo, pero era lo
suficientemente ágil como para esquivarme si era necesario.
Después de una parada en el baño ―donde Tade y yo estábamos trabajando en los
límites porque no necesitaba que me mirara desde la encimera cuando hacía pis― me
dirigí a la cafetera. De un salto rápido y firme, se subió a la encimera mientras yo la
preparaba.
Su mirada dejó claro su descontento con el retraso.
―Si me despiertas tan temprano, tienes que esperar mientras yo consigo café.
Su cola golpeó dos veces el mostrador.
―No sé qué decirte.
Más de esa mirada.
―Mierda. Está bien, está bien.
Con el café preparándose, me acerqué al gabinete donde estaban apiladas sus latas
de comida. Agarré una al azar. Había comprado una gran variedad de sabores cuando
me abastecí, y hasta el momento él se había lanzado por todos ellos. Gwen había dicho
43 que era probable que fuera así y que se volviera territorial con la comida en un nuevo
ambiente ya que una vez había estado sin. No habíamos tenido nada de eso, pero
ninguna comida se quedaba en su plato por mucho tiempo.
Abrí la lata y me eché para atrás a pesar de que estaba preparado para ello.
―¿Todo lo que comes tiene que oler así? Jesús.
Tadeo estaba olfateando el aire, pero no se asqueó en absoluto. Una vez que olió
bien, saltó otra vez de la encimera y fue al tapete donde le di de comer. En cuanto puse
su plato en el suelo, se zambulló en él. Esperé junto a la cafetera hasta que se llenó lo
suficiente para servir una taza. Para cuando la tuve en la mano y la devolví, Tadeo ya
había terminado y me miraba otra vez.
Me bebí la mitad de la taza antes de retirarla y decir:
―Gwen viene hoy.
Me observó, con su cola balanceándose de un lado a otro.
No tenía ni idea de lo que estaba diciendo, lo sabía.
―Jess probablemente va a estar encima de mi culo por eso. La mujer no puede
dejar las cosas lo suficientemente en paz.
Tade se acercó a paso de tortuga y se levantó de un salto para volver a ocupar su
lugar en la encimera.
―Pero no voy a ir allí. ―Él no parecía convencido―. Es poco profesional en el
mejor de los casos y me convierte en un puto rarito en el peor.
Empezó a lamerse la pata delantera negra.
―No voy a ir allí―, repetí.
Seguía limpiándose, nada más. Entonces, ¿por qué me sentía jodidamente
juzgado?

―Las chicas están encima de mí como un sarpullido, hombre ―dijo Sketch, apoyado
en la media pared que formaba el límite de mi puesto. Me estaba asegurando de que
todo estaba preparado. Ya había venido una clienta, sólo un retoque de color ahora
44
que un trozo se había curado. Gwen no tardaría en llegar―. Jess mencionó que tenías
un gato, ahora es un bombardeo constante de “¿cuándo podemos conocer al gatito?”
Sketch tenía dos hijas, que pronto serían tres. Emmy y Evangeline eran todas unas
niñas. “Kitty” era algo atractivo, sin duda.
―Se ha portado bien conmigo, pero dijeron que era tímido en el refugio. Puede
que no sea el juguete que esperan.
―Evangeline estaría bien ―reflexionó Sketch―. Ella es tímida también. Emmy...
No tenía que terminar el pensamiento. Emmy era una niña linda, y dulce, pero era
un torbellino.
―Tomaré un par de fotos ―ofrecí―. Retenlas un poco.
Jess, que parecía estar escuchando, gritó desde su puesto:
―¿No tienes ninguna foto de él?
Sketch y yo miramos y la vimos hablando por el celular mientras murmuraba: “Lo
siento, amor”. Nos señaló con un dedo, exigiendo un segundo―. Okay. Ajá. Dije que sí,
Braden. Te voy a dar actitud. Como sea. Yo también te amo. ―Después del pico de
actitud, lo último lo dijo con dulzura. Me sorprendía escuchar eso de ella a veces. No es
que Jess no fuera todo corazón, simplemente tenía una forma única de mostrarlo la
mayor parte del tiempo.
Como cuando colgó y volvió a mirar hacia mí.
―¿En serio? ¿No has tomado ninguna foto? ¿Qué clase de dueño de gato eres?
―¿De verdad estamos teniendo esta conversación?
La conversación se interrumpió cuando Liam entró con una enorme caja de
panadería. Todos sabíamos que era de la casa de Avery, donde trabajaba la mujer de
Liam, Kate. Incluso antes de que ella se entregara a él, Liam tenía la costumbre de ir a
la panadería con regularidad sólo para meterse en su espacio. Desde que estaban
juntos, eso no había disminuido. Como resultado, los mejores productos de panadería
de la ciudad se encontraban a menudo en el estudio.
Al menos, mientras Jess y Liam no los devoraran todos antes que nadie.
―Dime que hay barritas de limón ―suplicó Jess.
―Viendo que le enviaste un mensaje a Kate a primera hora de la mañana
suplicando por ellas, sí. Hay barras de limón.
45 Él no se andaba con rodeos. Todo el mundo en el estudio sabía quién tenía el
primer pase a esas cajas cuando llegaban primero. Se dirigió directamente al escritorio
de Jess en la parte delantera y la dejó. En cuestión de segundos, ella estaba tomando
un bocado y gimiendo obscenamente.
Danny, otro artista, se inclinó sobre la pared de su estación frente al mío, con los
ojos puestos en Jess.
―Si no pensara que tu hombre me dispararía...
Jess le mostró el dedo.
―No hagas invitaciones que no puedas cumplir, preciosa.
Todos lo ignoraron. Danny era así, siempre soltando frases. Lo hacía aquí sólo
para irritar a Jess, pero todos lo habíamos visto hacerlo de verdad y salir airoso casi
siempre.
Cuando Jess terminó de masticar, se giró hacia Liam.
―Crees que es raro que Park no tenga fotos de su gato, ¿verdad?
―¿Yo? No. Pero Kate ha pedido ver uno media docena de veces, así que
aparentemente ella lo creería.
Jess optó por ignorar la primera parte de eso y sacó su mano hacia él mientras me
miraba.
―¿Ves?
―¿Por qué todo el mundo está tan interesado en que tenga un gato?
Danny habló.
―Porque es como la primera cosa que cualquiera de nosotros sabe de ti, además
del hecho de que eres un artista de primera clase y jodidamente callado.
Todos lo miraron. Era difícil no ver el reproche en sus rostros.
―¿Qué? Sólo digo ―se defendió Danny―. Eres un tipo callado. Eso está bien.
Todos respetamos eso. Pero hay noticias que vienen de tu rincón y todos vamos a estar
interesados.
Lo parecía, pero Danny no era un pendejo. Entendí lo que decía, pero eso no
significaba que fuera a empezar a soltar mi mierda todo el tiempo.
Sketch, dispuesto a seguir adelante, volvió a centrarse en mí.

46 ―Envía algunas fotos. Podría evitar que la princesa Emmy aparezca y golpee tu
puerta.
En ese momento, todo el mundo se dedicó a sus propios asuntos y me dejó con los
míos. Terminé de prepararlo todo, me aseguré de tener suficientes colores para la
pieza de Gwen y estaba esbozando algunas ideas para una próxima cita cuando se
abrió la puerta principal.
Y allí estaba ella.
Todavía jodidamente hermosa, pero la imagen de los nervios. Sabiendo que Jess
era buena para aliviar las preocupaciones de la gente cuando llegaba, me mantuve al
margen y dejé que ella se encargara. Oí que Jess la saludaba, y el tono más suave que
estaba usando me decía que también había captado la ansiedad.
Me puse a trabajar, sacando la versión depurada del diseño que le mostré el otro
día, y ajustando las capas visibles del archivo para comprobar el contorno que
necesitaría para la plantilla otra vez. Todavía era un ajuste para mí trabajar con la
tableta. Cuando empecé, Carson me enseñó, y él era de la vieja escuela. Todos los
diseños se hacían con lápiz y papel hasta que se ponían en la piel. Seguía teniendo que
recurrir al bloc de dibujo para los primeros borradores de los diseños porque me
resultaba familiar, pero no podía negar que la tecnología tenía sus ventajas.
Después de darle a Jess un minuto para que hiciera lo suyo, me levanté y me dirigí
a la parte delantera del estudio. Gwen se dio cuenta y me sonrió. Con hoyuelo y todo.
Maldita sea, esa sonrisa era potente.
―Hola, Parker.
―Hola. Just Park está bien ―dije, las palabras salieron más ásperas de lo que
había planeado―. ¿Cómo estás?
―Bien. Nerviosa ―admitió.
―No lo estés. Te cuidaré.
¿Qué demonios acabo de decir?
Vi que sus ojos se abrieron un poco ante eso, también. Mientras tanto, Jess estaba
haciendo un terrible trabajo para mantener su sonrisa sosa mientras sus ojos bailaban.
Sí, ella sabía muy bien lo que había en mi cabeza.
Me adelanté.
―Con el lugar donde vamos a tatuar, deberemos tener todo el costado y la espalda
al descubierto durante la mayor parte de la sesión. Tenemos una sala de privacidad
47 que podemos usar si estás más cómoda ahí atrás ―le ofrecí.
―Oh. Em... no. Creo que estaré bien. ―No parecía estar segura de eso, pero tuve
la sensación de que la idea de estar en la sala privada también la asustaba―. Busqué
en internet consejos sobre qué ponerme para esto, así que tengo una parte superior
del bikini para cuando eso funcione, y esto para cubrirme un poco por delante
―explicó, divagando un poco, señalando lo que parecía ser un cárdigan en su mano―.
Y por si acaso se me escapa algo, también me puse tapadores.
Puta. Madre.
Capítulo 8
GWEN

Por favor. Por favor. Por favor. Por el amor de Dios, por favor, díganme que no acabo
de soltar que llevo tapadores.
Quería correr. Dar la vuelta y salir corriendo por la puerta. Olvidar el tatuaje.
Nunca volvería y no tendría que ver a Park nunca más.
¿Qué es lo que me pasa?
Pero yo sabía la respuesta a eso. Era la misma razón por la que casi me había
atragantado cuando dijo que me cuidaría. Él era sexy, y eso me convirtió en una idiota
balbuceante, aparentemente.
Horrorizada, miré a Jess para evitar encontrar sus ojos. No sirvió de nada. Se
estaba mordiendo el labio y sabía que era para no reírse. Al mismo tiempo, había
48 simpatía en sus ojos. No podía culparla por la reacción. Si hubiera sido cualquier otra
persona que no fuera yo, yo también estaría intentando no reírme.
Por desgracia, era yo. Así que, en su lugar, me tocó sentir la mortificación
absoluta.
Tardé un segundo en mentalizarme para mirar a Park. Cuando lo hice, su cara
estaba tensa, sus ojos no parecían totalmente concentrados. Probablemente se estaba
imaginando mis tetas. O intentando no hacerlo. Tal vez ambas cosas. No podía
culparlo por ello, ya que básicamente se las había ofrecido en bandeja. Y ahora todavía
tenía que quitarme la camiseta delante de él.
En ese momento, habría dado cualquier cosa por despertarme y darme cuenta de
que esto era sólo una pesadilla.
No lo era.
Jess, que parecía haberlo superado más rápido que cualquiera de nosotros,
intervino.
―Estar preparado es importante. Nos ha pasado muchas veces que una mujer
viene a hacerse un tatuaje en la espalda o en las costillas y lleve un vestido. ¿Qué se
supone que debes hacer, desnudarte?
Forcé una carcajada que sonó tan mal como se sintió, pero sus palabras parecieron
sacudir a Park.
―Vamos, ¿por qué no vienes a echar un vistazo al dibujo final y empezamos?
―Claro.
O, pensé, correr es todavía una opción.
Mientras lo seguía, me di una charla mental. Era un adulto. De hecho, llevaba
puestos tapadores. Y lo había hecho con razón. Puede que ahora mismo haya hablado
esencialmente de mis pezones y lo haya hecho de forma extraña, pero al menos no se
me iba a salir uno después. Podría ser peor. Respiré hondo, enderecé la columna
vertebral y me dejé llevar.
Al no centrarme en eso, mi mente estaba despejada para poder apreciar el
conjunto del Sailor's Grave Tattoo Parlor. Cuando entré por primera vez, a pesar de lo
nerviosa que estaba, no pude evitar quedar impresionada por el aspecto del local. El
equilibrio entre la limpieza y la profesionalidad con la vanguardia y el arte consiguió
que todo el lugar resultara interesante y, en mi caso, tranquilizador. De alguna
manera, todo decía que este era el lugar perfecto para hacerse cualquier tatuaje que
49 tuviera en mente. Según la reputación del estudio, eso era absolutamente cierto.
Park me hizo pasar por un par de estaciones, sólo una con un artista trabajando
en alguien, ya que el estudio sólo llevaba abierto una hora. Cada una tenía paredes de
media altura que la separaban, y todos estaban decoradas de arriba a abajo con arte.
Había dibujos y pinturas enmarcados por todas partes que parecían representan la
obra de cada artista. Incluso los muros bajos fueron pintados a mano en varios estilos.
La de Park, a pesar de lo tranquilo que él parecía, era una de las estaciones que
más destacaba. Estaba repleta de color, tonos vibrantes en todo el espectro. Había
revisado los portafolios de todos antes de llamar y concertar una cita, y ese color en
sus tatuajes fue la razón por la que lo había elegido. Había otros que tenían muchas
piezas hermosas en color, pero ningunas destacaban tanto como las suyas.
Agarró una gran tableta y la desbloqueó para mostrarme su diseño. Había hecho
más cosas desde que lo vi la semana pasada. Yo no era artista, no tenía los
conocimientos ni la habilidad para decir qué era lo que había hecho que marcaba la
diferencia. La rama en sí era más detallada, de alguna manera más viva sin llegar a un
aspecto fotorrealista que no quería. Las hojas y las flores también tenían más detalles,
pero también una forma menos exacta para tener realmente el aspecto de acuarela que
me encantaba.
Ya me parecía perfecto, pero él había logrado hacerlo aún más hermoso.
―Es increíble ―respiré.
La comisura de sus labios se levantó un poco, y de alguna manera eso decía más
que una sonrisa completa en mucha gente.
―¿Te gustan los cambios?
―Sí. No sé qué es más que perfecto. Antes era perfecto. Podrías haber tatuado eso
y me habría encantado. Esto es... ni siquiera lo sé.
Estaba balbuceando otra vez y probablemente corría el riesgo de avergonzarme,
pero no me importó.
―¿Algo que quieras ajustar?
―¿Cómo qué? ―solté. ¿Qué es lo que hay que cambiar aquí?
―Cualquier cosa. Se puede cambiar cualquier detalle antes de entintarlo. Quieres
más hojas, menos hojas, quieres que una cosa cambie un poco. Es tu tatuaje, así que
podemos hacer lo que quieras con él. ―Parecía y sonaba lo suficientemente serio como
para transmitir que hablaba en serio. Tenía el control total de este paso, pero no lo
necesitaba.
50 ―Quiero esto. Exactamente esto.
Esta vez, no volvió a preguntar como lo había hecho en el refugio.
―Okay. Antes de empezar con cualquier cosa, ¿puedo echar un vistazo a dónde lo
quieres?
Odiaba seguir teniendo esos nervios por quitarme la camiseta delante de un chico
que me atraía, incluso cuando esto era profesional. Odiaba que todavía tuviera esos
nervios. Este era mi cuerpo, no tenía motivos para avergonzarme de él.
Dejando mi suéter y el bolso en la silla, comprobé un poco por dentro de mi
camiseta para asegurarme de que la parte superior del bikini estaba situada bien sobre
mis senos antes de quitármela. Me aparté un poco de él y levanté el brazo derecho
sobre el pecho para que él pudiera echar un vistazo sin obstáculos.
La cicatriz de la parte posterior del hombro no era la única, aparte de la de la cara,
pero era la peor. Se extendía desde el lado de las costillas, unos quince centímetros por
debajo de la axila, hasta poco antes del cuello, y seguía siendo elevada y rosada
después de todos estos años. Los médicos dijeron que era un milagro. Uno o dos
centímetros más y mi médula espinal podría haber sido cortada.
Pasaron años antes de que viera algún milagro en ello.
Park se acercó y pude sentir sus ojos en ella. Hubo un tiempo en que no podía
haber hecho eso, no podía haberlo dejado ver. No fue una pequeña victoria estar en un
lugar mental y emocionalmente donde podía hacerlo. Incluso cuando mi ansiedad
aumentó, me concentré en ese hecho.
―¿Puedo? ―Miré por encima de mi hombro para ver su mano levantada, y asentí.
Su tacto era ligero cuando empezó por mis costillas, recorriendo con las yemas de
los dedos la cicatriz hasta arriba. Se me hizo un nudo en la garganta, pero el pánico ya
no me ahogaba como antes. Había habido un tiempo en el que incluso los médicos que
comprobaban cómo se estaba curando todo me hacían entrar en un pánico ciego. El
único lugar en el que me sentía cómoda era encerrada en mi habitación, donde nadie
me veía. Ahora, podía sobrellevarlo.
Lo estudió durante lo que pareció una eternidad, y los nervios volvían a aparecer
cuando le pregunté:
―¿Funcionará?
―Sí ―respondió, y un aliento que había quedado aprisionado en mis pulmones
salió―. La cicatriz es prominente, pero la textura y el color de la rama deberían ser
51 suficientes para disimularla. Sin embargo, aún se notará un poco. Especialmente en
diferentes ángulos.
―Lo sé. ―aseguré. No se trataba tanto de fingir que la cicatriz no estaba ahí.
Nunca sería capaz de hacerlo. Se trataba de darme algo hermoso en lo que
concentrarme, algo que me recordara la lección que había aprendido hace mucho
tiempo: la vida sigue adelante.
―¿Tienes sensibilidad a lo largo de ella?
―No particularmente.
Asintió, enderezándose.
―No te voy a mentir, puede que aguantes durante esto. Muchos de mis clientes
con cicatrices lo hacen. Esa es parte de la razón para dividir esto en dos sesiones desde
el principio. El tamaño de esta, podría ser una sola sesión en otro caso y luego
programar un tiempo para los retoques si es necesario, pero me gusta agarrar una
sesión extra para las cosas más grandes como esta cuando se trabaja con el tejido de la
cicatriz, no sólo porque pueden tomar más tiempo, sino también porque quiero estar
seguro de que realmente sabes que podemos tomar cualquier descanso que necesitas.
Y si llega a ser demasiado, podemos parar del todo, y ya estás en el calendario para
volver, así que no te preocupes.
Cuando llegué, si hubiera sabido que diría algo así, que me diría directamente que
esto probablemente me iba a doler más que a la mayoría de la gente, me habría
asustado y no habría venido. Sin embargo, la experiencia y la consideración que ha
habido en toda su planificación para esto ganaron. Quería a alguien que realmente
supiera cómo trabajar con las cicatrices por una razón, y en ese momento estaba
convencida de que había tomado la decisión correcta.
―Okay.
Me estudió como si buscara una señal de que no estaba bien y, al no encontrar
nada, asintió.
―Puedo hacer la plantilla entonces.
―Okay ―repetí, pero empezaba a sentirme emocionada. No estaba esperando el
proceso, pero quiero tanto el resultado que valía la pena.
―Adelante, toma asiento. ―Señaló la silla en el centro de su estación que pude
ver que era ajustable de muchas maneras para que los artistas pudieran llegar a
cualquier parte que alguien se estuviera tatuando―. Vuelvo enseguida.

52

Tomó varios intentos conseguir que la plantilla quedara bien alineada entre la
escala y el contorno de la curva de mi costado. Sin embargo, a Park no le interesaba
nada que no fuera perfecto. Nunca tuve que ser yo quien dijera que quería desplazarlo
más. Para cuando se sintió lo suficientemente bien con la alineación como para
preguntarme lo que pensaba, se las había arreglado para tener toda la cicatriz
principal bajo el contorno de la rama. Algunos lugares en los que se fracturaba no
estarían totalmente cubiertos por la rama, pero lo peor de todo estaba.
―Tal y como está ―dijo mientras yo utilizaba un espejo de mano para ver el
reflejo del conjunto en uno de cuerpo entero montado en la pared―, se te asomará
algo en el cuello dependiendo de la camisa que lleves. ―Trazó la forma de la curva de
un cuello en mi nuca para demostrarlo, y tuve que apretar todo el cuerpo para no
estremecerme.
―Está bien. ―El refugio no era muy exigente con los tatuajes. Un par de personas
del personal tenían diversos grados de visibles. Si eventualmente pasara a trabajar en
otro lugar, lo resolvería. Un montón de tops lo cubrirían si fuera necesario.
―¿Te parece bien así?
Me encontré con sus ojos, con cuidado de no perderme en el color oscuro de los
mismos, y aseguré:
―Esto es exactamente como lo quiero.
Ahí estaba otra vez esa inclinación de labios, y vaya si era efectiva.
―Bien. ¿Lista para empezar, entonces?
No del todo, pero también, al cien por ciento.
―Hagámoslo.

53
Capítulo 9
PARK

―¿Cómo se está adaptando Tadeo?


Llevaba unos veinte minutos trabajando en el tatuaje cuando me preguntó. Por
desgracia para Gwen, no había ningún punto por el que empezar que fuera a ser
mucho mejor para ella o no. La rama era todo lo que preveía hacer ese día, si es que
podíamos pasar por ahí, lo que significaba estar justo al lado de la cicatriz. Además,
cualquiera de los dos extremos significaba saltar justo al lado de la columna vertebral
o sobre las costillas, y ambas cosas sabía que dolían. Le había dado a elegir, ya que
podía trabajar en cualquiera de las dos direcciones, y ella había elegido empezar por
abajo y trabajar hacia arriba.
Siempre dejaba que los clientes llevaran la iniciativa a la hora de hablar. Algunos
lo necesitaban, y yo había aprendido a manejarlo. Otros tenían que ponerse los
54
audífonos y hacer como si yo no estuviera allí, lo que funcionaba muy bien para mí.
Gwen no se había puesto nada cuando se acostó, así que me imaginé qué tipo sería.
Es curioso que me haya alegrado de ello.
Sin embargo, necesitaba un tiempo para adaptarse a la sensación de la aguja antes
de entablar una conversación.
―Bien. Parece que se adapta fácilmente.
―Bien. ―Esa palabra fue dicha con un toque de alivio que decía que lo decía en
serio. A pesar de que estaba fuera de sus manos y de las del refugio, todavía se
preocupaba―. Es así para algunos. Si les gusta el humano, están preparados. A
algunos les cuesta más el cambio.
―Lo único que le cuesta es esperar a que me despierte y saque el desayuno ―dije
mientras hacía una pausa para limpiar el exceso de tinta del punto en el que estaba
trabajando.
Se rio.
―Sí, era igual con nosotros. Siempre sentado en la parte delantera de la jaula,
listo para salir a la primera cuando el personal entraba.
Esperé a que terminara de hablar para empezar otra vez, sabiendo que la siguiente
parte le dolería al pasar por encima de la propia cicatriz. Hizo un gesto de dolor, y su
cara se mantuvo tensa incluso cuando volví a pasar por la piel no dañada.
―Dijiste que ahora no tenías mascotas, pero ¿alguna vez las tuviste? ―pregunté.
―No. La única mascota que tuve de pequeño fue uno de esos peces dorados que se
ganan en una feria. Duró unos dos meses, lo que no deja de ser bastante bueno para
uno de esos y el terrible tiempo que pasan rebotando en la mano de un niño después
de ganarlos. No sé si todavía lo hacen, pero es realmente horrible. Dales a los niños
peluches feos, no criaturas vivas. Dios.
Estaba divagando otra vez. No sabía si era para distraerse, o si simplemente era la
forma en que se encontraba a gusto. Sin embargo, era lindo.
―De todos modos, no. Además de Lucky el pez dorado, nunca tuve una mascota.
En realidad, fue por lo que empecé a ser voluntaria en el rescate. Siempre había
querido tener una mascota, pero no tenía experiencia. No sabía si quería un perro, un
gato o un jerbo. Pensé en ir a ayudar allí, jugar con algunos de ellos, pasar tiempo con
ellos, incluso ocuparme de la limpieza, y tal vez me ayudaría a descubrir lo que me
gustaba. Luego, me di cuenta de que me gustaban todos y me quedé. Cuando el
55 anterior supervisor de voluntarios fue ascendido y me sugirió que solicitara un puesto
real trabajo allí, aproveché la oportunidad. ¿Quién no querría hacer algo que le gusta y
que le paguen?
―Me identifico.
Estaba tumbada de lado, apoyando la cabeza en un brazo doblado, pero miró hacia
mí.
―Me lo imagino. ¿Siempre tuviste interés en los tatuajes?
Normalmente, si me preguntan algo así, doy una especie de respuesta afirmativa
evasiva y sigo adelante. Con Gwen, me encontré dando una respuesta real.
―La verdad no. Siempre pensé que los tatuajes eran geniales e interesantes, pero
no tenía ni idea de dónde acabaría o qué tipo de trabajo podría haber para mí. No fue
hasta que Carson, el tipo que abrió este lugar y lo dirigió hasta que se jubiló hace un
par de años, me encontró y me hizo su aprendiz que consideré el tatuaje como una
carrera.
―¿De verdad? Guao. ¿Cómo conociste a Carson entonces? ―Otra pregunta que no
respondía, hasta ella.
―¿Respuesta sincera? ―Desvié mi mirada hacia ella para verla asentir, con los
ojos embelesados―. Me gustaba mucho el grafiti por aquel entonces. Todavía me
gusta, de hecho. Pero en ese entonces era la verdadera mierda que se hacía en los
callejones por la noche, no la que hago ahora y vendo. No sé cómo encontró mi
trabajo, probablemente se tropezó con él. Tengo menos idea de cómo diablos me
encontró, pero me siguió la pista porque le gustó lo que vio.
―Guao. ¿En serio? Es una locura.
Resoplé.
―Carson es un tipo loco. Al principio pensé que me estaba tomando el pelo, pero
no se echó atrás. Me dijo que me pagaría doscientos dólares por venir y hacer algunos
dibujos. Me presenté con una navaja en el bolsillo, medio seguro de que me iban a
tender una trampa. Pero en realidad sólo quería que dibujara. Cuando terminé, me dio
un trabajo de limpieza en este lugar mientras me enseñaba todo lo que podía sobre el
tatuaje. Incluso trajo a amigos suyos del negocio cuyo estilo era más parecido al mío
para ayudar a capacitarme.
―Eso es... ―Ella pensó por un segundo―. Ni siquiera sé lo que es. Increíble. Una
locura. Ni siquiera estoy segura.
56
―Todo el mundo aquí tiene alguna historia así. Tal vez no tanto como la mía, pero
el hombre vive y respira arte, incluso ahora que está retirado. Este lugar, el arte que se
hace aquí, era la misión de su vida. Por eso el estudio tiene la reputación que tiene.
―Y porque hizo que a todos ustedes les importara tanto como a él ―adivinó.
Ella tenía razón. Todos nosotros pensábamos en este lugar como algo más que un
trabajo. Si no lo hiciéramos, no habríamos estado aquí mucho tiempo bajo Carson o
Sketch.
Ese pensamiento me hizo levantar la vista hacia el estudio, y fue así como vi a Jess
observándonos. No dijo nada ni me hizo ninguna mueca, sólo siguió observando hasta
que sonó el timbre de la puerta, desviando su atención. No sabía en qué estaba
pensando, pero estaba seguro de que me enteraría más tarde.
Un par de horas después, estaba trabajando en el centro de la espalda de Gwen.
Ya habíamos hecho algunos descansos, lo que era tan bueno para mí como para ella.
Era fácil que la mano se pusiera demasiado tensa por trabajar en piezas largas. Hasta
ahora, a pesar de que sabía que era un camino difícil para ella, el ánimo de Gwen
seguía siendo alto, y estuvo charlando la mayor parte del tiempo. Hablaba de películas,
libros, comida, cualquier cosa que se le ocurriera.
―¿Crees que va bien?
―¿El tatuaje?
―Ajá.
Miré hacia lo que teníamos hasta ahora otra vez antes de que respondiera.
―Sí. Parece que la tinta está agarrando en todas partes. La curación siempre es
un poco diferente que fresco, pero no veo nada preocupante en absoluto.
Hubo una pausa antes de que ella señalara:
―No has preguntado.
―No.
57
Dudó al empezar:
―Porque no quieres saber, o―
―Porque no es asunto de nadie más que tuyo, a menos que quieras que lo sea.
Sus hombros soltaron la tensión que habían tomado, pero no dijo nada. Tampoco
yo. Lo que siguiera dependía de ella. Yo quería saber, si era sincero. Quería saber
mucho sobre ella. Sin embargo, no quería hacerla sentir como una especie de
espectáculo sólo porque tenía cicatrices. Había tatuado a mucha gente que tenía
cicatrices por muchas razones, algunos los conocía y otros no. Nadie tenía derecho a
esas historias sólo porque hubiera un vestigio visible de ellas.
―¿Has visto alguna vez una de esas historias en las noticias sobre un coche que
se estrella contra un edificio? ―No esperó mi confirmación―. Esto es lo que parece
estar dentro cuando eso sucede.
Joder.
―¿Qué edad tenías?
―Catorce.
Una maldita niña. Lo sospechaba con lo curadas que estaban las cicatrices, pero
oír que tenía razón me sacudió de todos modos.
―Lo siento.
Ella no respondió a eso, pero no fue mucho. Nada de lo que pudiera decir
desharía el horror que experimentó, cuyo alcance se transmitió en parte allí mismo, en
su piel.
―Mis padres estaban pasando por un divorcio. Fue... desastroso. Por decir algo.
―Se rio, pero no había humor en ello―. Mi papá siempre ha sido un bebedor. Un
'alcohólico funcional' podría ser el término para ello, aunque realmente no me creo ese
nombre. Pero él era sobre todo del tipo ‘beber whisky y quejarse hasta quedarse
dormido en el sillón―’. Al menos, hasta que se enteró de que mi mamá lo había
engañado repetidamente. Entonces, era más del tipo ‘media botella con el desayuno’.
Conocía bien a ese tipo. No dije eso. Esta era su historia, la mía no era parte de
ella.
―Ambos contaron sus propias historias al respecto. Mi mamá juraba que fue la
bebida de él lo que la llevó a engañar. Mi papá dijo que él nunca había necesitado el
58 alcohol antes de que ella se convirtiera en una perra. Sólo asumo que ambos eran una
especie de personas de mierda que se hicieron peor el uno al otro. No lo sé todo. No sé
si ese día pasó algo que lo llevó a emborracharse tanto. No sé si iba a la casa para
enfrentarse a ella o si fue sólo un instinto conducir hasta allí después de tantos años. A
veces me pregunto si lo hizo con la intención de darle un golpe a ella, ya que parecía
que iba a quedarse con la casa.
»Todo lo que sé es que era alrededor de las ocho y media. Estaba viendo la
televisión, evitando a mi mamá, que estaba al teléfono con una amiga o uno de sus
novios quejándose de mi papá. Vi las luces a través de la ventana y pensé que alguien
estaba entrando en la casa. Pero se acercaron más y el ángulo estaba mal. Me estaba
girando para correr cuando se estrelló contra la pared. Eso es lo último que recuerdo.
Quería dejar de trabajar. Quería envolverla en mis brazos. Quería encontrar a ese
cabrón y darle una lección. No hice nada de eso. Seguí con ello, incluso cuando tuve
que apretar los dientes, tratando de dejarla tener su momento para decir lo que
necesitaba.
―Estuve en el hospital durante un tiempo, pero no recuerdo casi nada. Sólo
recuerdo que me vi la cara por primera vez entiendo incluso entonces que no iba a
desaparecer. Fue difícil aprender a aceptarlo, sobre todo de adolescente, cuando la
apariencia era tan importante. Incluso ahora es difícil cuando la gente me mira o
susurra sobre ello. Me costó mucho tiempo darme cuenta de que el hecho de que mi
aspecto hubiera cambiado tanto no significaba que la vida no siguiera adelante. Tuve
que aceptarlo y aprender a seguir adelante.
―Una estación tras otra ―contesté, entendiendo ahora por qué había pedido
este diseño.
―Exactamente. El tiempo nunca se detiene, y yo tampoco.
Así que yo tampoco renuncié. Trabajé hasta que Gwen tuvo que dar por
terminado el día. Poco a poco, trazo a trazo, cada uno hecho con cuidado. Estaba
decidido a darle algo grande, algo bello hecho con lo que ese día dejó atrás.
Por lo que había aprendido de Gwen hasta ahora, se merecía eso y mucho más.

59
Capítulo 10
GWEN

Miré alrededor del estrecho estudio, tratando de mantener mi rostro neutral.


―Limpiado y repintado desde que se mudó el último inquilino, como siempre
―siguió diciendo el casero.
Podía ver que había sido repintado. De hecho, podía ver, por los trozos de pintura
seca que se acumulaban en los rodapiés, que se había repintado siempre, como se
había prometido. Sin embargo, nadie se había molestado en quitar la pintura con el
tiempo. Y, a juzgar por las manchas de decoloración que había por todas partes, no se
habían eliminado las manchas o los daños antes de aplicar la nueva capa de pintura
blanca.
El lugar era lo suficientemente espacioso. Si consiguiera un bonito biombo
60 decorativo, el estudio podría ser más bien una recámara en su distribución. Los
electrodomésticos parecían estar en las últimas, al igual que la encimera de laminado
que estaba pelada y rayada. El cuarto de baño era sólo una cabina de ducha, sin
bañera, y apenas tenía espacio para estar de pie en un extremo y extender los brazos
hacia delante.
¿Era esto realmente lo que estaba viendo?
La triste realidad era que ésta había sido la mejor opción que había encontrado
hasta el momento en el precio que quería. El hecho era que Hoffman estaba en medio
de un poco de auge, y las rentas estaban subiendo. Mi trabajo podía ser estupendo,
pero era una de las personas con menos ingresos en la nómina, y los préstamos
estudiantiles que tenía, para poder acceder a él, seguían llegando.
Sabía que, si recortaba gastos y apretaba la cartera, podría permitirme más en un
departamento, pero nunca había sido de las que se arriesgan. Sabía demasiado bien lo
imprevisible que podía ser la vida. No necesitaba tener un contrato de arrendamiento
en algún lugar que significara que no iba a poner nada en un guardadito.
Aunque empezaba a sentirse muy, muy tentador hacer la elección que me colocaba
en un lugar mejor.
―Entonces, ¿qué piensa?
Miré al hombre mayor, que probablemente rozaba los setenta años. No parecía un
somnífero dueño de un barrio bajo que busca engañar a la gente en departamentos de
mala muerte. Tampoco era un completo canalla que me dificultara dormir sabiendo
que tenía medios para acceder a mi departamento, cosa que ya había visto dos veces.
Echando otro vistazo a la habitación, tratando de concentrarme en cómo sería una
vez que tuviera los muebles y pusiera algunas cosas en las paredes. Tal vez podría
decorar lo suficiente como para desviar la atención de defectos.
―Creo que podría estar interesada ―respondí finalmente, tratando de mantener
la resignación fuera de mi voz. Puede que no me guste mi situación, pero eso no es
razón para ser grosera―. Pero tengo otro par de lugares en fila para ver antes de
tomar una decisión final. ―Esto era cierto, aunque no tenía esperanzas sobre
cualquier otra cosa con la que hubiera contactado.
―Por supuesto. No puedo prometer que se quede, por desgracia. ―En realidad,
sonaba como si se disculpara por ello, y al menos significaba que tendría un tipo
decente como casero si me mudaba aquí―. Tengo que rentárselo a quien haga la
reclamación primero. Pero tiene mis datos si decide que lo quiere.
―Gracias.
61

―¿Sigue sin haber suerte? ―preguntó Caroline con una mirada de conmiseración
cuando entré en la oficina.
Me desplomé en mi silla con un gemido.
―Supongo que encontré algo.
―Eso... no suena prometedor.
Me expliqué sobre el estudio y terminé diciendo:
―No quiero ser una especie de malcriada mimada que busca un loft perfecto de
tres habitaciones con vistas a un parque. Ni siquiera esperaba encontrar algo tan
bonito como el de Kelly. Sólo esperaba encontrar algo un poco mejor de lo que soy. No
lo sé. Tal vez estoy siendo poco realista.
Ella negó con la cabeza.
―No estás siendo una mimada. No es malo estar decepcionado. Ser realista no
significa no esperar lo mejor, es sólo aceptar menos cuando es todo lo que hay, que es
exactamente lo que estás haciendo.
―Supongo.
―Lo resolverás. Aunque sea ese lugar. Arreglaste esta mazmorra ―dijo,
extendiendo un brazo alrededor de nuestra oficina.
Tenía un punto. Nuestra oficina tenía un tamaño suficiente para las dos, pero
también tenía una sola ventana estrecha que daba a un callejón. En realidad, sólo era
una vía de escape en caso de incendio, ya que casi no dejaba pasar la luz. Una de las
paredes estaba formada por esos grandes y horribles ladrillos de cemento cubiertos de
pintura, y todas las paredes habían sido de color topo en algún momento, pero habían
envejecido hasta convertirse en un color sucio y apagado. Repintar no entraba en el
presupuesto, pero teníamos permiso para hacerlo si lo pagábamos. Así que, el año
pasado, en torno a las vacaciones, nos regalamos pintura y materiales. Entonces,
Steve, Caroline y yo le dimos un lavado de cara al lugar. Ahora, con las paredes de
color azul claro y una variedad de decoraciones y marcos que había cazado en tiendas
de segunda mano para mostrar las fotos de los eventos de recaudación de fondos y las
62 salidas, el lugar no parecía tan oscuro y sombrío.
Un pequeño esfuerzo era todo lo que había necesitado para marcar la diferencia.
Podría volver a hacerlo con ese departamento.
―Tienes razón. ―Concordé, dejando de sentirme desequilibrada como me hacía
estar abajo en la búsqueda del departamento―. Se solucionará.
Cada una de nosotras se puso manos a la obra, realizando las tareas del día y
atendiendo las llamadas. Aunque cada uno de los miembros del personal tenía su título
específico, todos llevábamos muchos sombreros. Mi trabajo oficial consistía en
contratar y gestionar el personal voluntario, pero también ayudaba a Caroline a
organizar los programas de recaudación de fondos y de divulgación, además de
asegurarme de que tenía las personas necesarias para llevarlos a cabo. También hacía
de todo, desde responder a nuestra línea de ayuda, gestionar las adopciones e incluso
ayudar en los rescates cuando se me necesitaba.
Por suerte, esa tarde se trataba de coordinar con las preparatorias locales y la
universidad comunitaria a los estudiantes voluntarios, no de estar en las trincheras
rescatando a un animal asustado. Por muy gratificante que fuera esto último, teníamos
gente mucho mejor preparada que yo para ello.
―Entonces ―dijo Caroline cuando ambas habíamos llegado a un punto de calma y
agarramos un café de la sala de descanso para descansar―, ¿mañana vuelves para
terminar el tatuaje?
―Ajá.
―Emocionante.
¿Estaba emocionada? Sí. Pero también me daba pavor pasar por esa aguja más, y
el dolor que vino después hizo que durmiera boca abajo e hiciera que mi cuello se
acalambrara tratando de no asfixiarse durante los días siguientes. Por no hablar del
hecho de que tenía que volver a enfrentarme a Park.
De verdad no había tenido la intención de descargar toda la historia en él de esa
manera. No es que fuera algo que mantuviera en secreto, per se. Casi todos por aquí
sabían la mayor parte. Sólo que, a todos los efectos, él seguía siendo un desconocido
para mí. Pero no podía imaginar que fuera algo poco común. La gente se tatúa por
razones emocionales, y estoy segura de que muchos compartían cuáles eran. Sin
embargo, eso no me ayudó a sentirme menos vulnerable.
En parte fue porque:
63 ―Es muy lindo.
Rayos. No había querido soltar eso, pero ahí estaba. Le había contado a Caroline
todo sobre el tatuaje, incluso le había mostrado los avances que teníamos hasta el
momento. Había compartido lo de contar la sórdida historia detrás de mis cicatrices.
Lo que no había compartido, por razones de las que no estaba del todo segura, era
sobre el propio Park.
La cabeza de Caroline se levantó de su teléfono.
―¿Qué?
Bueno, por un centavo...
―Parker, el tatuador que lo está haciendo. Está muy sexy y me pone súper
nerviosa.
Se inclinó hacia adelante sobre sus brazos en el escritorio.
―Perdón, ¿dónde estaban estos detalles hace tres malditas semanas?
No la corregí que sólo habían sido dos y medio, no tres. Ese no era realmente el
punto.
―No sé. No pretendía mantenerlo en secreto necesariamente. Es que me hace
sentir muy incómoda y ya fue bastante duro vivir eso una vez.
Sabiendo que no había mejor manera de explicarle lo cierto que era, le obsequié
con la historia de los tapadores. Al final, no se molestó en morderse el labio como hizo
Jess ese día. Simplemente se echó a reír.
―Gracias. Muy amable ―refunfuñé.
―Lo siento, pero eso es fantástico.
Fue absolutamente, cien por ciento, no fantástico.
―O sea, vamos. ¿Qué mejor manera de llamar su atención que garantizar que te
imaginara en topless?
Dejé caer la cabeza entre las manos y gemí.
―Bueno, hacer ese sonido probablemente también habría servido. ―Seguía
riéndose. Levanté la cabeza lo suficiente para fulminarla con la mirada―. Relájate.
Estoy segura de que él pensó que fue tierno.
Recordé esa inclinación de labios. De alguna manera, sabía que incluso eso de Park
64 era mucho. Era muy cerrado. Pero incluso eso se había producido en relación con el
tatuaje y mi emoción por lo que había diseñado para mí, no por haber hecho el
ridículo.
―Es difícil de leer.
Se encogió de hombros.
―Así que hazlo fácil: invítalo a salir. Si dice que sí, le gustas. Eso es todo lo que
necesitas saber.
¿Invitarlo a salir? No. Nop. No va a suceder.
Ella vio la negativa en mi cara antes de que la expresara con palabras.
―Vamos. Tú eres sexy. Él es sexy, aparentemente. ¿Qué tienes que perder?
Pensé en el abatimiento que me invadió cuando el imbécil de Chad hizo que
nuestra cita se detuviera abruptamente. Ni siquiera me había gustado, porque, bueno,
era un imbécil. Si me arriesgaba así con Park, esa sensación sería aplastante.
―Mi dignidad ―le respondí, cubriendo la profundidad real de la misma.
―La dignidad está sobrevalorada. No me ayudó a encontrar a Steve.
Caroline había conocido a Steve mientras estaba de copas en la despedida de
soltera de su hermana. Estaba tan borracha que no recordaba el suceso, pero Steve lo
contaba a menudo. Según contaba él, borrachísima, Caroline se acercó a él mientras
tomaba una copa con un par de amigos, se puso en su regazo y le dijo directamente
que la siguiente despedida de soltera sería la suya, cuando se casara con él. Por cierto,
tenía razón. Él pensó que era linda, aunque un desastre borracho, pero Steve no era el
tipo de idiota que se aprovecha. La devolvió a la fiesta con mucha delicadeza y le
sugirió que era hora de llevarla a la cama, aunque también anotó su número cuando
ella se lo dijo. La llamó al día siguiente para ver cómo estaba y la invitó a cenar.
Llevaban dos años casados.
―Tu dignidad se perdió bajo una bruma de tragos de tequila ―señalé―. Tendría
que estar dispuesta a ignorar la mía. ―Y prepararme para un golpe que no estaba
dispuesta a recibir otra vez tan pronto en el proceso.
―De todos modos, a veces hay que exponerse para conseguir lo que uno quiere.
No se equivocaba. Pero eso no significaba que fuera a escucharla.
―¿Hablaste con Sandra sobre la recaudación de fondos del calendario esta
65 mañana?
Me miró de forma divertida.
―¿De verdad? Sólo cambias de tema.
Puse los ojos en blanco.
―Te oí, lo tendré en cuenta. Pero no te hagas ilusiones.
Se echó hacia atrás en su silla de forma dramática.
―Bien. Sí, lo discutimos. Tenemos luz verde para hacerlo, pero también sugirió
que intentáramos organizar una fiesta para el lanzamiento. Tal vez una comida al aire
libre aquí, si la policía de Hoffman está dispuesta. De esa manera podemos alentar
más donaciones a ambos, y hacer que la gente entre para ver las mascotas adoptables.
―Es una buena idea, pero va a hacer falta mucha coordinación.
Ella sonrió.
―Por eso te tengo a ti.
Fingí estar disgustada, pero estaba entusiasmada con este plan.
―Entonces vamos a trabajar.
Capítulo 11
PARK

Podía sentir que me estaba observando. No abrí los ojos, aunque ya estaba despierto.
Este era el nuevo juego al que habíamos estado jugando. O tal vez era una batalla de
voluntades.
Tade estaba otra vez en la mesita de noche. No era siempre el mismo lugar. A
veces elegía una parte de la cama que yo no ocupaba. Rara vez, si yo estaba acostado
cerca de la orilla, él se quedaba en el piso. Si realmente lo hacía esperar haciéndome el
dormido, se movía hasta estar sentado encima de mí para hacer notar su impaciencia.
Otro día, habría luchado más tiempo. Había demasiadas cosas en mi mente para
hacerlo hoy.
En cuanto abrí los ojos, bajó de la mesita de noche y se dirigió a la cocina. Sabía
66 que el hecho de que estuviera despierto significaba que conseguiría lo que buscaba.
Esperaba que cuando eso empezara hace dos semanas, se trasladara a no sentir la
necesidad de despertarme. Que empezara a confiar en que la comida vendría. Hasta
ahora, eso no estaba sucediendo.
―Ella va a regresar hoy ―le informé una vez que tuvo su comida, y yo mi café.
Me miró por encima de su comida mientras seguía comiendo.
―Puede que sea la última vez que la vea, a menos que venga por más tinta. Jess va
a tratar de convencerme de invitarla a salir. Lo sé. Pero no va a suceder. ―¿Por qué
demonios sentía que mi gato me estaba juzgando?
―Ella no me parece del tipo que se enrolla, y no tengo nada que hacer en una
relación. ―Ese tipo de cosas requerían hablar y abrirse. Y no hacía mucho de ninguna
de las dos.
Tade terminó de comer y, en lugar de acercarse ―su forma de afecto―, se dirigió
al sofá, eligió un lugar y se acurrucó.
Sí, mi puto gato me estaba juzgando.
Genial.
―Estás paseándote ―señaló Jess. Me paré en seco.
―No lo estoy haciendo.
―Tienes que calmarte.
―Estoy bien. Sólo estoy esperando.
Gwen llegó veinte minutos tarde a su cita. La última vez, había llegado casi tan
temprano. No la conocía lo suficiente como para decir cuál era la cuestión.
―Sueles esperar en tu estación.
Y en ese momento pensé que debía hacerlo hoy. Sabía que Jess iba a estar sobre
mí tal y como estaba. No necesitaba darle una oportunidad. Había estado allí
preparándolo todo, pero cuando llegó la hora de la cita de Gwen, me puse ansioso. La
hora no importaba. Era mi última cita de la noche, así que podría pasar el rato hasta
tarde si ella era capaz de terminar el tatuaje.
67
Era Gwen la que estaba bajo mi piel.
Sonó el timbre y me di la vuelta para verla entrar a toda prisa, con aspecto
agotado.
―Lo siento. ―Se apresuró a decir mientras entraba a toda velocidad―. Lo siento
mucho. Tenía un par de citas para ver departamentos, y supongo que las horas que
fijamos eran sólo sugerencias para algunas personas.
―Todo está bien ―aseguré.
Ella asintió, pero el estrés de apresurarse no desapareció.
―Decidiste deshacerte de la compañera de cuarto, ¿eh? ―dijo Jess.
Gwen suspiró profundamente.
―En realidad, al revés.
Jess hizo una mueca, pero preguntó:
―¿Encontraste un lugar?
Otro suspiro.
―Sí, creo que sí. Uno que vi ayer parece la mejor opción.
No sonaba entusiasmada, pero tampoco lo suficientemente resignada como para
causar preocupación.
―En fin ―dijo Gwen, sonriendo finalmente―, ¿comenzamos?
―Sí.
―Sólo necesito ir a cambiarme. ―Señaló el baño del fondo y yo asentí. La mitad
de mi puto cerebro estaba recordando la conversación sobre los tapadores. Mientras
ella se alejaba, no pude evitar preguntarme si esos todavía iban puestos. Si ella iba a
volver allí y...
―Tierra llamando a pervertido. Entra, pervertido ―murmuró Jess.
Era lo suficientemente bajo como para que Gwen no pudiera oírlo, pero aun así
espeté.
―Cállate.
Sonrió como la puta bruja malvada que era.

68

―¡No es tan raro! ―Gwen insistió.


―Te vas a tatuar la rama de un árbol y te dan miedo los árboles.
―Okay, esa no fue la mejor manera de decirlo. En realidad, no me dan miedo los
árboles. Sólo no me gusta no poder ver qué animales se esconden en ellos.
―Así que te dan miedo los animales y trabajas en un refugio de animales.
Ella fingió un gemido, pero se rio a través de él.
―No, tampoco me dan miedo los animales. Okay, bien. Voy a contar la historia.
Tenía seis años y estaba jugando en el patio trasero. Mi madre trajo un bocadillo y me
fui a ver bajo un árbol para comerlo a la sombra. No tenía ni idea de que había una
ardilla allí hasta que se dejó caer sobre mí e intentó quitarme la barrita de cereal de la
mano. Se posó en mi cabeza y se arrastró por mi cara. Fue aterrador.
Me reí. Estaba loca, y era muy bonita. Cuando levanté la vista, ella estaba
sonriendo mucho. Era jodidamente radiante.
Dios, la mujer era algo más.
El tatuaje iba bien. Hace tiempo que había pasado a hacer los rasgos en acuarela,
lo que también significaba pasar sólo por un par de cicatrices más pequeñas que no
parecían molestarle tanto. Los colores entraban sin problemas y resaltaban en su piel.
Incluso una vez que se curaran y se apagaran un poco, iban a quedar muy bien.
Probablemente una hora y media más de tatuaje, y estaría listo.
Y ella se iría.
El timbre de la puerta sonó y miré a través del estudio para ver a Braden entrando
a grandes zancadas. Jess ya estaba de pie, pero dejó que él se acercara a ella. Me
concentré en la espalda de Gwen antes de tener que volver a ver ese espectáculo.
―Guao ―respiró Gwen, y vi que había girado la cabeza para mirar hacia allí.
¿Era Braden a quien reaccionaba? No sería sorprendente. El tipo estaba incluso en
uniforme.

69 ―El novio de Jess, Braden ―expliqué. ¿Sonaba tan irritado como me sentía?
Mierda.
―Son realmente algo juntos ―comentó―. La química es... guao. Me siento como
una rarita aquí.
No debería haberme sentido aliviado. No importaba si se había sentido atraída por
Braden. Pero lo estaba. No podía evitarlo.
―Son una buena pareja ―Concordé―. Tuvieron un comienzo difícil, ella casi deja
que una situación jodida se interpusiera entre ellos para protegerse a sí misma. Es
bueno que lo hayan resuelto.
Se giró para mirarme como pudo por encima del hombro cuando dijo:
―¿Por qué tengo la sensación de que tuviste algo que ver con eso?
Me encogí de hombros. Podría haber retado a Jess a que lo pensara bien, pero ella
habría llegado por su cuenta. O Braden habría llegado a ella de alguna manera. Eran
inevitables.
―Me pregunto cómo será eso ―reflexionó Gwen.
No debería preguntar. No era de mi incumbencia, pero salió de todos modos.
―¿Nunca has estado enamorada?
―¿Así? ¿Así de verdad? No. Pensé que lo estaba cuando era joven y estúpida, pero
me di cuenta de que estaba equivocada muy rápido. ¿Y tú?
―No.
―Algún día ―dijo, sonando melancólica.
Lo conseguiría. Algún pendejo ahí fuera adoraría el suelo que ella pisaba, y sabría
que tenía mucha suerte de hacerlo.
Eso, al menos, me lo guardé para mí.
Trabajé en silencio durante unos minutos antes de que el teléfono de Gwen, que
estaba en la silla de plástico de la esquina de mi puesto, empezara a zumbar.
―Rayos ―murmuró.
―¿Necesitas contestar eso?
―Puedo volver a llamar, pero debería comprobar si podemos hacer un descanso.
―Sí. Sólo un minuto ―dije, terminando la curva de uno de los brotes de las hojas.
70 Una vez que la limpié, me alejé para darle algo de privacidad.
Braden alzó su barbilla cuando me acerqué.
―Hola, hombre.
―Hola.
―Le acabo de mencionar a Jess que estaba pensando en invitar a todos a nuestra
casa el próximo mes. El dieciocho. Hacer algo completo, una especie de acuerdo de fin
de verano.
No había nada que revelara la forma en que lo dijo, pero lo supe. Fue algo en la
forma en que me miró cuando lo dijo. Iba a hacer la propuesta. Tal vez con todo el
público de su vida, tal vez antes y sólo sería para celebrarlo. Pero sabía que había
llegado el momento.
―Suena bien
Jess estaba a punto de decir algo cuando todos escuchamos un tenso:
―Mierda.
Gwen no había gritado, pero mi estación no estaba lejos, y tenía algo de emoción
detrás. Ya estaba en marcha antes de que Jess terminara su asentimiento en esa
dirección, diciéndome que fuera.
―¿Todo bien?
Tenía la cabeza inclinada hacia abajo, con el teléfono pegado a la cara. Tenía los
ojos cerrados. No sabría decir si era la tristeza o la frustración lo que la dominaba.
Suspiró con fuerza antes de soltar el teléfono.
―Era el propietario del departamento que elegí. Llamé de camino para decirle que
lo tomaría. Pero alguien se me adelantó. ―Se dejó caer en la silla, manteniendo el
suéter que llevaba puesto pegado a su frente.
―Joder. Lo siento.
Se frotó la cara con ambas manos, gimiendo.
―No era un gran lugar, pero era el mejor que había encontrado. No hay ningún
bendito departamento de una habitación disponible ahora mismo por alguna razón, y
todos los que puedo encontrar rentando un lugar son un serio no por una u otra razón.
―Me miró, con los ojos cansados―. Me reuní con una chica que buscaba un
71 compañero de cuarto y me dijo que había una estricta política de no cerrar puertas
además de la puerta principal. Eso incluía el baño.
¿Qué carajo?
Gwen continuó.
―Por no hablar de los dos tipos que muy claramente hicieron sonar su anuncio
como si fueran mujeres las que vivían allí y específicamente dijeron que sólo estaban
interesados en que una mujer tomara la última habitación. ¿Qué? ¿Creían que eso no
iba a resultar tan espeluznante como cuando cualquiera de nosotras se presentara a
verlo? Por favor. Kelly no me da un plazo, pero necesito salir de allí. Sólo que no sé a
dónde diablos hacerlo ya que mis opciones parecen ir de 'pocas' a 'nada'.
No podía explicar qué coño me poseyó para decirlo. Lo único que podía pensar fue
lo abatida que se veía sentada allí. No me gustaba y ella no se lo merecía. Era la única
explicación para el hecho de que abriera la maldita boca y soltara:
―Tengo una habitación extra.
Se sobresaltó. Diablos, yo también lo hice.
Claro, había considerado la idea de conseguir un compañero de cuarto. Ese era mi
plan inicial cuando me mudé, pero las cosas en Sailor's Grave habían ido tan bien que
no lo había necesitado, así que convertí la segunda habitación en un estudio para
trabajar. Luego, cuando Jess se mudó, todos esos suministros vinieron aquí para que
pudiera usar la habitación. Cuando se mudó con Braden, había vuelto a pensar en
rentarla. Vivir con Jess no había sido malo. A veces, realmente disfrutaba de la
compañía.
Sin embargo, nada de eso era una razón para ofrecerlo sin pensar en Gwen.
―Yo... ¿Qué?
Sí, su confusión estaba justificada. Probablemente sonaba tan bien como esos
pendejos que intentaban engañar a las mujeres para que se presentaran en su casa.
―Tengo un departamento de dos recámaras. Jess solía vivir en el otra
―expliqué―. Estuve considerando encontrar un compañero de cuarto después de que
ella se fue, pero nunca lo hice. Si realmente no encuentras nada, podrías venir a echar
un vistazo. Aunque sea temporalmente hasta que puedas encontrar una opción mejor.
Tenía que dejar de hablar. Ese era un pensamiento que nunca había tenido, pero
era la verdad. No necesitaba seguir haciendo este agujero más profundo.
¿Y qué coño hice? Seguí cavando.
72
―Sé que apenas nos conocemos, pero la oferta está sobre la mesa. Estoy en un
edificio en Alexander. Amplio. Hay un baño principal en mi habitación, así que el otro
sería toda tuyo. Probablemente sea raro que lo mencione, así que ignóralo si quieres.
Sólo lo pongo por ahí.
Todo estaba jodidamente silencioso y mucho más tenso ―si era sólo yo o ambos,
no lo sabía― durante mucho tiempo antes de que ella hablara.
―Gracias. Yo... no estoy segura de qué hacer. Tengo que pensar en mis opciones
ahora.
―Entiendo. Y no me voy a ofender si esa no es una opción que ni siquiera estás
dispuesta a considerar. ¿Pero tienes mi número la tarjeta de la semana pasada? ―Ella
asintió―. Si quieres discutirlo, puedes llamar. Eso es todo.
Su rostro se relajó en una pequeña sonrisa de agradecimiento, y mi estómago se
aflojó en respuesta.
―Gracias. Te lo agradezco.
Lo que sonó como un no, pero me lo esperaba. Me alegré de que no fuera una
exigencia de que me alejara de ella.
―¿Quieres volver a ello? ―Ofrecí, queriendo pasar de hacer esto muy
incómodo―. No es mucho más hasta que terminemos.
Su sonrisa creció un poco más.
―Estoy lista.

73
Capítulo 12
GWEN

―¿Qué te parece?
¿Qué pensaba? No había palabras, y yo siempre tenía palabras.
Nada, ni siquiera el diseño final que Park me mostró hace tres semanas y que
luego me hizo volver a mirar antes de que empezara a hacer la acuarela ese mismo
día, podría haberme preparado para ver el producto terminado. No había forma de
estar lista para la sensación de mirar donde estaba acostumbrada a ver una de mis
cicatrices más atroces y, en cambio, ver una obra de arte que me dejó sin aliento.
No estaba segura de cuánto tiempo había estado allí de pie usando los dos espejos
para estudiarlo, pero no fue suficiente. Todavía estaba sin palabras. Me ardían los
pulmones, me escocían los ojos y se me hacía un nudo en la garganta.
74 ―¿Gwen?
Tenía que decir algo, o probablemente empezaría a asumir que lo odiaba. Eso
sería criminal. Se merecía saber que estaba absolutamente alucinada. No sabía qué
palabras utilizar para transmitirlo, pero me tragué la emoción que me bloqueaba la
garganta y dije con voz rasposa lo primero que se me ocurrió.
―Podría besarte.
Espera. ¿Qué?
―Yo... em... quiero decir...
Oh, por Dios. Esto era los tapadores otra vez. Tal vez peor.
Contrólate, Gwen.
―Lo siento. Eso fue raro. Es tan perfecto. No sé ni qué decir. Me encanta ―me
apresuré a explicar.
Sus labios se inclinaron más que las últimas veces, y esa risa baja y cálida que se
sentía como hundirse en un baño caliente volvió a recorrerme.
―Bien. Me alegro.
Se me ocurrió la estúpida idea de que quería volver a hacerlo reír así. No sólo una
o dos veces, sino todo el tiempo.
Volví a centrarme en el tatuaje. Como sabía que haría, los colores le daban vida. Lo
que no esperaba era enamorarme de la propia rama de la forma en que lo hizo. Contra
las tenues acuarelas, se sentía firme, fuerte. La cicatriz que había debajo siempre me
hacía sentirme insegura. Ahora ya no.
Park se dispuso a prepararme para ir a casa, y yo intenté encontrar las palabras
para expresar lo que sentía, lo que significaba su trabajo. Pero todo se quedó corto, así
que me limité a dejar que me repitiera las instrucciones de cuidados posteriores,
escuchando atentamente a pesar de que acababa de hacerlo todo porque no iba a hacer
nada que pudiera dañar este tatuaje.
Me acompañó al frente, donde Jess me ayudaría a pagar.
―¿Tienes mi tarjeta? ―preguntó cuando llegamos.
―Sí.
―Si tienes alguna pregunta, o surge algo más, llama.

75 Se refería a la oferta de ir a vivir con él, pero no iba a ponerme en un aprieto al


respecto otra vez. No podía ni siquiera contemplar eso. No en ese momento, con él allí
de pie. No estaba segura de poder hacerlo.
No, yo encontraría algo más. Quédate con Kelly ―y Jeff― un poco más. Haz que
funcione.
―Okay.
Dio dos golpecitos en la parte superior del escritorio alto y luego retrocedió un
paso como si fuera a alejarse. No podía dejarlo todavía.
―Gracias ―dije, volcando en ella todos los sentimientos que me habían ahogado
porque eran las únicas palabras que podía encontrar. Parecían tan patéticas, pero eran
todo lo que tenía.
Sus labios no se movieron, pero sentí que esos ojos oscuros me sonreían.
―De nada.
No podía dejar de mirarlo. Llevaba dos horas en casa, pero seguía queriendo
verlo otra vez. Sacaba las fotos que había tomado con mi teléfono o me ponía en el
espejo como entonces, maravillada incluso a través de las capas de plástico y pomada.
―Lo estás mirando otra vez, ¿no? ―preguntó Caroline a través del teléfono.
―Cállate.
Se rio.
―Pero en serio ―Nos llevé de vuelta a la razón por la que había llamado―. No
sé qué hacer.
―¿Había otros lugares que parecían opciones reales?
Repasé todo en mi cabeza, otra vez. Como si no lo hubiera hecho una docena de
veces desde que llegué a casa. La lista no cambiaba: un casero espeluznante, al lado de
la planta de tratamiento de aguas residuales y que olía mal, la chica loca de las
puertas, los usurpadores tonto y retonto, casero espeluznante parte dos, gemelas de
una hermandad que no se daban cuenta de que la universidad ―o tal vez incluso la
76 preparatoria― había terminado, el estudio que ya no estaba disponible, que figuraba
en mi presupuesto pero con un montón de tasas extrañas añadidas para hacerlo bien
arriba, y vi lo que estaba segura que era un negocio de drogas en el pasillo.
―No realmente. Intenté buscar en los listados otra vez, pero incluso eso es
difícil. Intentar mudarme a mitad de mes tampoco es lo ideal. Tal vez pueda quedarme
aquí más tiempo. A Kelly no le importará, y Jeff puede chuparla.
―O mudarse con el sexy y súper talentoso tatuador.
―Que apenas conozco ―añadí la pieza importante de información allí.
―Muy cierto. Podría llamar a Cassie. Si esa Jess está con un policía, su marido
probablemente lo conoce. Y dijo que ella vivió con él antes. Si el marido de Cassie dice
que es de confianza, y Jess y él responden por Park...
―Es un hilo bastante largo.
―Sí ―concedió―. Pero sería un hilo bastante cargado de tipos cuyo trabajo es
mantener a la gente a salvo.
Eso era cierto.
―No creo que valga la pena. Parece un buen tipo que tendría el sello de
aprobación, pero eso no lo convierte en una buena idea. Todavía no lo conozco
realmente. Podríamos seriamente no conectar y estar en la garganta del otro en poco
tiempo.
Hizo un sonido de concordancia, pero dijo:
―Voy a hacer del abogado del diablo: apenas conocías a Kelly cuando te mudaste
con ella. Puede ser que haya sido un buen tiempo, pero no eran unidas. No aprendiste
nada de ella hasta que te convertiste en su compañera de cuarto.
―Bueno, mira cómo está funcionando ahora ―respondí.
―Aceptable. Pero aun así viviste allí unos cuantos años sin problemas antes de
que el esfínter andante y parlante se convirtiera en un problema.
Ella tenía un punto ahí.
―Como él dijo ―continuó―. Podría ser sólo temporal. Si Jeff el Imbécil va a ser
realmente un problema, podrías mudarte y pasar unos meses esperando a que
aparezca una joya en el mercado que puedas tomar antes que nadie.
Probablemente no debería, pero la idea empezaba a tener mérito.
―No lo sé ―dije todavía con evasivas.
77
―No estoy diciendo que debas aceptar la oferta. Sólo lo estoy comentando. No he
conocido al tipo. Si me hubieras llamado y me hubieras dicho que lo ibas a hacer, me
preocuparía mucho. Definitivamente no es un sí obvio, pero eso no significa
necesariamente que deba ser un no. No estoy en posición de tomar esa decisión por ti.
Por eso llamé a Caroline. Aparte de que era mi mejor amiga, siempre era buena
para este tipo de conversaciones. Yo hacía muchas decisiones emocionales, Caroline
era mucho más metódica.
―Lo pensaré ―concedí. Mientras lo hacía, oí unas llaves en la puerta
principal―. Creo que Kelly va a entrar. Podría tratar de tener una charla con ella
sobre las cosas.
―Buena decisión. Te veré mañana.
―Adiós.
Colgué y me dirigí a la sala para hablar con Kelly, pero me encontré con Jeff en la
puerta, tirando los zapatos en el suelo en lugar de colocarlos en la alfombra a medio
metro. Estaba a punto de darme la vuelta e ir a mi habitación cuando se fijó en mí.
―Jodidamente maravilloso ―gruñó―. Todavía estás aquí.
―Yo vivo aquí. ―Y en realidad pago para hacer eso, pensé, pero me reprimí por
el bien de Kelly.
―Estoy bastante seguro de que te dijo que te largaras al carajo. Pero te estás
tomando tu dulce tiempo al respecto.
El asesinato es malo. El asesinato es malo.
―No todos encontramos a alguien de quien aprovecharnos y nos movemos tan
rápido como podemos para hacerlo ―dije.
―¿Sabes qué, puta? Debería enseñarte a mantener tu puta boca cerrada.
Oh, no. No. No me acaba de llamarme―
―¿Qué acabas de decir?
Atravesó la sala de estar, acercándose. Tendría que haber sido inteligente,
debería haber tratado de reducir la situación, pero estaba jodidamente furiosa. No cedí
ni un centímetro.
―Dije que debería enseñarte a cerrar la puta boca. ¿Crees que puedes verte así,
hablar así y no morir sola? ¿De verdad? Te costaría encontrar un hombre que
78 aguantara esa cara jodida que tienes, por no hablar del resto. No importa si cubres
algo de esa mierda con un tatuaje. Sigue estando ahí. Si no aprendes a cerrar la boca,
esa oportunidad se convierte en nada. Las mujeres atractivas, a veces pueden salirse
con la suya con una boca inteligente. ¿Y tú? Ningún hombre en la tierra soportaría
toda esa mierda.
Iba a arrancarle las bolas, metérselas por la garganta, y cuando terminara―
La puerta se abrió otra vez y Kelly entró a grandes zancadas con una bolsa de la
compra en el brazo. Su sonrisa se apagó cuando nos vio a Jeff y a mí enfrentados.
Con voz temblorosa, dijo:
―Hola, chicos. ¿Qué pasa?
Debería decírselo. Olvidar ser la amiga solidaria que lo dejaba pasar como ella me
había pedido. Debería repetirlo todo palabra por palabra y obligarla a reconocer la
realidad de quien era.
―Kelly ―empecé, pero sus ojos se volvieron enormes y suplicantes. No quería
que dijera nada más. Ya fuera por miedo a su reacción, o simplemente por saber que
significaría no podía fingir más, no lo sabía.
Me obligué a decir:
―No importa. ―Aunque las palabras me supieran a ceniza en la boca.
Sin darle nada en respuesta al agradecimiento que le dio en su expresión, me
retiré otra vez a mi habitación, algo a lo que me estaba volviendo demasiado adepta
últimamente. Estaba acostada en la cama, boca abajo por culpa del tatuaje, intentando
descifrar qué diablos iba a hacer ahora cuando mi teléfono sonó con un mensaje de
entrante.

No me molesté en responder, simplemente volví a cerrar los ojos.


Era una locura. Una puta locura total.
Pero a veces eran los últimos recursos.

79
Capítulo 13
PARK

―¿Hiciste qué? ―gritó Jess en mi oído.


No debería haber contestado el teléfono. Estaba preparando un sándwich para la
cena cuando sonó, y una parte estúpida de mí llegó inmediatamente a la conclusión de
que podía ser Gwen la que llamaba, así que me apresuré a ir al sala para tomarlo de la
mesita. Eso fue tonto, pero contestar una vez que vi que era Jess fue el verdadero error.
Había estado en el trabajo con ella hasta hace una hora.
No había nada que hablar.
Al menos, hasta que respondí y me recordaron lo pequeño que era Hoffman a
veces. Pequeño como Gwen siendo la amiga de un amigo de la esposa del socio de
Braden. Y ese árbol se había activado para preguntar por mí.
80
Con la información que tenía Jess, no podía negarlo, así que le había dicho la
verdad.
―Le ofrecí a Gwen mi segunda recámara ―repetí.
―¿Cómo es posible que terminaras haciendo eso?
No había una respuesta a esa pregunta que no me hiciera parecer un tonto, así
que no me molesté en darla.
―No importará. Ella no va a tomarme la palabra.
―Tener a su amiga preguntando por Braden con la esperanza de conseguir una
lectura sobre si eres o no un psicópata suena como si estuviera al menos pensando en
ello.
No podía negarlo. Me sorprendió que fuera cierto, pero no podía negarlo.
―¿Realmente has pensado en esto?
¿Respuesta sincera? No. Lo había dicho sin pensar en absoluto. Si realmente
hubiera pensado en ello incluso después de soltarlo, me habría echado para atrás.
―No es gran cosa. Sólo conseguir un compañero de cuarto.
―Parece una buena persona, pero no la conoces. ¿Y si es una total vaga y nunca
se calla? ¿Y si se pone súper perra y destruye tu mierda porque dejaste la tapa del
inodoro levantada? ¿Y si―
―Cualquier mierda rara que con la que venga Gwen, he vivido con cosas peores
―corté su perorata.
―Eso no lo sabes.
Lo sabía. Crecí en una casa con un drogadicto y un maltratador, viviendo con
otros cuatro chicos que hacían una variedad de mierdas para salir adelante, había
experimentado todo. Uno de mis compañeros de cuarto me sacó un cuchillo porque oyó
las sirenas en la calle y pensó que yo había llamado a la policía para denunciar que
estaba metiendo metanfetamina.
Cualquier cosa que Gwen pudiera hacer, yo podría manejarla.
―Lo hago.
Fue firme, y Jess lo captó. Ella sabía cuándo se topaba con pared de la mierda de
la que no hablaba.

81 ―Okay, okay. Lo entiendo. Lo dejaré ir.


―Aprecio que te preocupes por mí, pero no tienes por qué hacerlo. Parecía estar
atrapada en una situación de mierda, tenía los medios para ofrecerme a ayudarla. Eso
es todo. Ni siquiera hemos hablado de ello. ¿Ahora puedo volver a hacer la cena?
―Bien. Sí.
Le colgué, todavía atascado por el hecho de que Gwen lo estuviera considerando.
Pensé que lo había descartado por completo.
Tadeo estaba tumbado en el árbol que le había conseguido y colocado junto a la
ventana, tal y como estaba previsto. Levantó la cabeza cuando me giré para mirarlo.
―¿Crees que me aceptará?
Dejó caer la cabeza y se puso de lado hasta que estaba colgando del borde, pero
sus ojos no se apartaron de mí.
―Sí, yo tampoco estoy seguro.
A la mañana siguiente, cuando mi teléfono sonó otra vez, no era Jess. Era un
número local que no conocía.
―¿Hola?
―Hola, Parker. Soy Gwen.
Joder.
Ni siquiera la llamada de Jess de la noche anterior sobre alguien que me estaba
investigando en nombre de Gwen podría haberme preparado para esta llamada. No
había pensado que hubiera siquiera una posibilidad de que llegara, y menos tan pronto.
―Hola. ¿Cómo estás?
―Bien. Adolorida ―dijo con una risa que sonó tensa.
A mi pito no le importó. Me convertía en un pendejo, pero esa palabra llevaba a
mi cerebro a otro lugar completamente distinto. A un lugar al que no tenía que ir.
―¿Todo parece bien con el tatuaje?
82 ―Oh, sí. Eso está bien. No es por eso que llamé. ―Le di un segundo, y ella siguió
por su cuenta―. Quería discutir tu oferta de rentar tu segunda recámara. Pensé que tal
vez, si tenías algo de tiempo, podríamos vernos para tomar un café y hablar de ello.
―Claro. ¿Hoy?
―Emm... ¿sí? Si no es mucha molestia.
―Es mi día libre. Puedo hacer lo que sea.
―¿Funcionaría a la una? De todos modos, es cuando suelo tomar mi almuerzo.
―Eso funciona.
―Okay, genial. ―Sonaba aliviada, y eso me erizó.
Acordamos vernos en la cafetería cercana al refugio para que no tuviera que
tardar más de lo necesario en comer, y yo había empezado a relajarme otra vez
mientras colgábamos, hasta que me dijo:
―Muchas gracias por hacer esto hoy.
Algo pasaba, y no me gustaba. El día anterior había estado frustrada, agotada por
la búsqueda de un departamento, pero ahora había un toque de desesperación que me
tuvo en vilo el resto de la mañana. No sabía si me iba a decir por qué, pero estaba
seguro de que iba a preguntar.
Sólo tenía que esperar unas horas.

Gwen entró ajetreada en la cafetería a la una en punto. Llevaba una camiseta sin
mangas que le sentaba bien a su espalda en proceso de curación. Había llegado allí
unos minutos antes y había buscado un buen sitio. Ella se acercó, con una sonrisa en la
cara.
―Hola. Lo siento, me retrasé un poco al salir de la oficina. ―Volví a mirar mi
reloj, confirmando que estaba a tiempo, pero no lo comenté―. Voy a tomar un café
rápido. ―Miró la mesa vacía y añadió―: ¿Quieres algo?
Había un público decente, aunque la mayoría estaba tomando un vaso a la
83 carrera. Aun así, las mesas estaban bastante llenas. Me puse de pie y saqué la otra silla.
―Toma asiento, aparta la mesa para nosotros. Yo traeré el café.
―Oh, no, puedo...
―Gwen ―interrumpí, señalando la silla con la cabeza. Ella parpadeó, pero luego
hizo lo que le pedí y tomó asiento―. ¿Qué quieres?
―Un latte frío, por favor.
―¿Algo de comer?
Ella estaba tirando de su bolso en su regazo, mientras respondía:
―Em... un scone de naranja y arándanos. ―Sacó su cartera y añadió―. Sólo
déjame darte algo―
―Yo me encargo ―dije, ya dándome la vuelta para ir a pedir.
Cuando le llevé nuestras bebidas y su scone, estaba mirando por las ventanas,
mordiéndose el labio. No se dio cuenta de mi presencia hasta que dejé todo en la mesa.
El sonido hizo que sus ojos se fijaran en mí y volvió a buscar su cartera.
―¿Cuánto te debo?
―Yo invito.
―Gracias ―dijo con una sonrisa―. La próxima vez me toca a mí.
Me gustó que no siguiera discutiendo al respecto. Ya que ella aceptó
amablemente, yo también podía dar.
―Trato.
Bebió un trago, pero no bajó el vaso. En cambio, la sostuvo y jugó con el popote
mientras respiraba.
―Tu oferta.
Eso fue todo lo que dijo, así que me lancé.
―Todavía está en la mesa. Tengo el espacio. No necesito que sea un compromiso
de un año completo ni nada por el estilo si quieres seguir buscando algo propio. ―Con
la esperanza de que eso la tranquilizara, se lo expuse todo. Le di la renta, el promedio
de los servicios públicos, la dirección. Incluso le mostré las fotos que había tomado esa
mañana del departamento para que lo viera y le ofrecí pasar cuando quisiera verlo en
persona.
84 Ella lo asimiló todo, sin decir mucho. Hasta que:
―¿Puedo preguntar por qué?
Eso era lo más extraño de todo, ¿no? Lo suficientemente extraño como para no
tener una respuesta, pero traté de imaginar una para ella.
―Cuando me mudé hace un par de años, había planeado encontrar un compañero
de cuarto. Sinceramente, no creía que pudiera permitirme el lujo de vivir aquí solo.
Pero subestimé lo que significaba ser tatuador en Sailor's Grave. Incluso cuando
empecé, la reputación del estudio mantuvo mis reservaciones llenas hasta que conseguí
las mías. El trabajo era más intenso de lo que esperaba y el dinero llegaba, así que
nunca llegué a plantearme lo del compañero de cuarto.
»Entonces, Jess tuvo una situación. No me corresponde entrar en ella, pero
necesitaba un lugar donde quedarse y alguien que la ayudara por un tiempo. Me ofrecí.
Ella se mudó hace un tiempo a vivir con Braden, y descubrí que... extrañaba la
compañía, supongo. Por eso terminé adoptando a Tadeo.
Joder, sonaba como un perdedor.
―Eso es realmente. Me gustas, no creo que sea malo estar más cerca de ti, y
tengo el espacio. Así que, si lo quieres, la habitación es tuya.
Volvió a morderse el labio. Tuve que recurrir a todo mi autocontrol para no verla
hacerlo. Sus labios ya habían llamado mi atención. Me había fijado en ellos, había
querido probarlos, no necesitaba ese tipo de tentación.
Estaba claro que no estaba segura de este acuerdo, y no podía culparla. Yo era un
tipo al que apenas conocía y estábamos hablando de que iba a dormir al otro lado del
pasillo. Me preocuparía si ella no dudara. Lo que me hizo preguntarme más por qué
estábamos aquí discutiendo.
―¿Puedo preguntar ―empecé, y su atención se centró otra vez en mí―, qué
cambió?
―¿Perdón?
―Ayer, cuando me ofrecí, no estabas interesada. ―Empezó a abrir la boca para
protestar, pero yo hablé primero―. No estoy ofendido ni nada por el estilo. Tenía todo
el sentido del mundo que no le entraras. También mencionaste que tu actual
compañera de cuarto no te daba un plazo difícil ni nada. Pero ahora aquí estamos, un
día después, discutiendo esto. Y honestamente, pareces estar rara. Sé que no te conozco
bien, pero sigue pareciendo que algo va mal más allá de que sea una situación extraña.
¿Pasó algo?
85
Bajó la cabeza un momento y volvió a levantar la vista.
―¿Soy tan fácil de leer?
No quería decir que lo fuera, pero tampoco quería mentirle. Mi falta de respuesta
lo decía por mí. Ella soltó una carcajada que no era tan divertida.
―Me estoy mudando porque la casa es de mi compañera de cuarto y ahora metió
a su novio ―explicó―. Kelly es agradable y no hemos tenido ningún problema, pero su
novio es un completo pendejo. Es un consumidor y un usuario y sabe que lo veo,
aunque Kelly se niegue a hacerlo. Creo que por eso está decidido a sacarme. Me ve
como una amenaza. Pensé que podría aguantarlo un tiempo mientras encuentro un
lugar, pero no puedo.
Me obligué a relajar mis puños apretados. Había más allí. Este pendejo no sólo era
molesto. No sabía si era tan extremo como que él fuera una amenaza para su
seguridad, pero había una desesperación en su forma de decir que no podía quedarse
allí, incluso cuando intentaba sonar tranquila.
El deseo de encontrar a ese cabrón y enfrentarme a él me llegó con fuerza, pero lo
frené. Gwen no era mía, y no era así como afrontaba las cosas. Ya no.
Pero tenía algo que podía ofrecer, al menos.
―Si necesitas salir de ahí, mi casa es tuya. Puedes mudarte tan pronto como
quieras. Depende totalmente de ti.
Volvió a mirar por la ventana y le di tiempo. Su expresión era inexpresiva, pero
sus ojos se movían alrededor, un movimiento que supuse que no tenía nada que ver
con lo que estaba viendo y sí con la forma en que su mente lo estaba analizando todo.
Finalmente, después de unos minutos, miró el café que aún tenía en sus manos,
como si tuviera algún tipo de respuesta. Entonces, ella se encogió un poco de hombros
antes de mirarme con los labios un poco levantados.
―Me gustaría verlo primero, pero creo que... te tomaré la palabra.
La mezcla de alivio y ―puta madre― felicidad que me invadió con las palabras
ilustró una cosa sin lugar a duda.
Estaba jodidamente arruinado.

86
Capítulo 14
GWEN

―¿Qué estoy haciendo? Esto es ridículo. Estoy cometiendo un gran error, ¿no?
Caroline ni siquiera levantó la vista de la caja que estaba cerrando con cinta
adhesiva.
―Estás asustándote otra vez.
Como si decir eso hubiera hecho, en la historia de la gente que se asusta, que
alguien dijera: “Oh, sí, lo hago. Lo dejaré ahora”. Y mágicamente los detuviera de
asustarse.
Pero, sí, tenía razón. Me estaba asustando.
Esto se debía a que la caja que estaba tapando con cinta adhesiva era una de las
87 desordenadas por la habitación que contenía todo lo que yo poseía. En otras palabras,
me estaba mudando. Había pasado una semana y media desde que me tomé un café
con Park para hablar de ser su compañera de cuarto, lo que hacía apenas un mes y
medio desde que lo conocí.
Y esa tarde, me estaba mudando.
―Pero en serio. ¿No crees que esto es la cosa más tonta que he hecho?
Caroline suspiró. Llevaba así toda la mañana ―y toda la semana, sinceramente―
y creo que estaba perdiendo la paciencia conmigo.
―Gwen, si esto es lo más tonto que has hecho, necesitas salir más.
Estuve tentada de señalar que no había respondido a mi pregunta.
―Sólo estoy... ―Ni siquiera lo sé. Preocupada, ansiosa, neurótica tal vez.
―Sólo estás nerviosa y pensando demasiado en las cosas ―suplió ella―. ¿Es
diferente? Sí. ¿Estaría yo, o Steve, para el caso, aquí ayudándote a mudarte con él si
pensara que algo malo te iba a pasar? Por supuesto que no. Respira un poco y trata de
reconocer que al menos una parte de esa aprensión se debe a que te parece lindo, no a
que sea una mala idea.
No quería reconocerlo. No podía salir nada bueno de reconocer que tenía algo
más que un ligero flechazo por mi futuro compañero de cuarto que parecía crecer cada
vez que hablaba con él. Sobre todo, cuando ese flechazo no era sólo el de una mujer
con ojos que reconocía a un hombre atractivo cuando lo era, sino que se acercaba más
a la de una adolescente ilusionada que era capaz de empezar a combinar nuestros
nombres en la portada interior de mi cuaderno.
Pero en la intimidad de mis pensamientos, podía admitir que sería mucho más
fácil si me fuera a vivir con un tipo que no siguiera apareciendo en mis sueños para
hacerme cosas que definidamente no necesitaba en mi cabeza si quería actuar como
una persona normal a su lado.
Steve volvió a entrar en la habitación y le dio un golpecito en el culo a Caroline
para que se apartara y pudiera agarrar más cajas. Ella no hizo ningún movimiento
para ocultar que le devolvía el favor mirando al suyo mientras él se ponía en cuclillas
para levantar dos y llevarlas fuera de la habitación.
―Gracias ―dije tras él.
―Deja de agradecerme cada maldita vez, Gwen ―le gritó mientras se iba.

88 ―Bueno, cuando no me deja pagarle ―refunfuñé. Me sentía culpable, ya que


Steve había llevado, a estas alturas, todas las cajas mientras yo me paseaba, y Caroline
se aseguraba de que todas estuvieran bien.
―Oh, va a ser pagado ―dijo Caroline, la sugerencia no fue nada sutil.
―Realmente me gustaría que no hablaras de la vida sexual de ustedes cuando él
está aquí.
―Podríamos hablar de tu vida sexual. ―Se rio.
Refiriéndose a mi completa falta de.
―Cállate.
Se encogió de hombros.
―Tal vez Park podría―
―No termines esa frase. ―Lo dije como una orden, pero en realidad era una
súplica.
―Bien.
―Vamos a terminar con esto. Le dije a Park que estaríamos allí alrededor de las
tres.
Ella sonrió al oír su nombre, pero la ignoré y volví a meter lo último de mi basura
en una caja.

―No puedo creer que realmente te vayas. ―Kelly tenía esa expresión de ojos
saltones que ponía cuando se emocionaba.
No me molesté en señalar que ella me lo había pedido.
―El fin de una era.
―Pero seguiremos saliendo ―dijo ella, guiando. No se me pasó la forma en que
Jeff resopló, y dudé que a ella también.
―Sí. ―Lo dudaba. Aunque ambas decidiéramos poner ese esfuerzo en mantener
nuestra amistad, Jeff iba a tener algo que decir al respecto. Kelly podría hacer
promesas ahora, pero no las cumpliría cuando significara enfrentarse a él. Estaba
89
segura de que la vería un par de veces, pero éstas se agotarían rápidamente si él se
quedaba. Sólo esperaba que, si seguía con ella, supiera que esa línea de comunicación
estaba abierta, aunque no fuera a ir contra Jeff para usarla.
Si llegaba el momento en que ella estaba lista para cortar con él, para dejar de
aceptar la forma en que la trataba, quería estar ahí para ella.
Saqué las llaves de su casa de mi bolsillo, ya que las había separado de las del
coche. Se las entregué, pero Jeff se abalanzó y me las arrebató de la mano.
Pendejo.
―Envíame un mensaje, hazme saber cómo te adaptas.
―Lo haré.
Me dio un fuerte abrazo antes de subir a mi coche, con Caroline esperando en el
asiento del copiloto. Steve ya estaba conduciendo hacia el departamento de Park en su
camioneta. Mientras nos alejábamos, dije en voz alta lo que había estado reprimiendo
durante toda aquella escena.
―Estoy preocupada por ella.
―Lo sé.
Suspiré.
―Intenté que lo viera como es.
―No hay mucho que puedas hacer. Estarás ahí si las cosas se van a la mierda y te
necesita.
―Sí.
―De una forma u otra, estará bien.
Eso esperaba.

Cuando llegamos al edificio de Park y ―ahora también mío, supongo―, él y


Steve estaban en la parte trasera de la camioneta, agarrando cajas. Cuando me
acerqué, recibí ese alzamiento de labios. Le devolví la sonrisa, tratando de ignorar lo
90 bien que se veían sus brazos tatuados al flexionar mientras alcanzaba una caja de mi...
oh cielos, esa caja era “pijama y cajón superior”.
En otras palabras, ropa interior y sujetadores.
Ah, y un par de artículos de pilas que normalmente estaban escondidos en mi
mesita de noche.
―Puedo tomar esa ―me ofrecí.
Al tenerla en sus manos, la levantó para comprobar su peso. Una vez que
confirmó que era ligera ―posiblemente la caja más ligera de todo el cargamento― me
la entregó. Me dirigí a la puerta que estaba abierta, ignorando la sonrisa de Caroline.
Obviamente, ella también había visto la etiqueta de la caja y recordaba lo que
contenía; bueno, la ropa interior, al menos, ya que yo había metido el resto sin que ella
lo supiera tampoco.
Metiche.
En el piso de arriba, encontré la puerta del departamento abierta en lugar de
completamente cerrada, y la abrí de un empujón con la caja para entrar. Volví a
contemplar el espacioso y ventilado departamento, sintiendo que se calmaba parte de
mi pánico anterior. Park era un buen tipo. Me sentía segura en eso, tanto al escuchar
mi instinto como el árbol telefónico de Caroline. El departamento era definitivamente
mejor que todo lo que había estado encontrando. Así que, ¿se trataba de tener que
enterrar mi flechazo en lo más profundo y fingir que no existía? Eso no era tan malo.
Empecé a calmarme.
Hasta que vi el árbol para gatos junto a la ventana de la sala.
―¡Oh, mierda!
Empecé a mirar frenéticamente a mi alrededor, buscando a Tadeo y sin
encontrar nada. Dejé la caja y me giré hacia el vestíbulo para ver a Park venir detrás
de mí.
―¿Qué pasa?
―Tadeo. No pensé y no cerré la puerta detrás de mí. ¿Se―
―Gwen, respira ―interrumpió, y vi que sus ojos bailaban―. Lo tengo encerrado
en mi habitación. No le gusta mucho, pero está bien.
Ah, claro. Okay. Estaba actuando como una loca.
―Claro. ―Podía sentir mis mejillas calentándose.

91 ―Debería haber mencionado eso antes de subieras.


Él era muy amable. Yo era la que entraba en pánico por nada y esencialmente lo
acusaba de no ser lo suficientemente cuidadoso para pensar de eso. ¿Era demasiado
pronto para esconderme en mi habitación?
―No, lo siento. Creo que hemos tenido demasiados chicos que intentan hacer
una carrera en el trabajo. Me pone un poco neurótica.
―Al menos sé que tengo una compañera de cuarto que no lo dejará escapar.
―En serio, muy amable―. También quería decir, ¿por qué no descargamos aquí para
que tengas espacio para desempacar?
―Podemos poner las cajas en mi habitación. No quiero que te estorben.
―Estarán bien aquí ―insistió―. Siempre y cuando no te importe que Tade vaya
a trepar sobre ellas.
―No me importa. Me encantan los gatos ―dije como una idiota.
Y el alzamiento de labios entró.
―Lo sé.
Algo que apenas contaba como una sonrisa no debería ser tan efectivo. Y su
colonia, el olor a especias y ámbar que sólo había percibido antes cuando él estaba
trabajando justo en mi hombro era embriagador. ¿Saltar espontáneamente a tu
compañero de cuarto era un paso en falso?
En ese momento, oí a Caroline y a Steve acercarse a la puerta. Me alejé un paso
de Park, preguntándome en qué momento nos habíamos acercado tanto. Había estado
a menos de medio metro de estar completamente pegada a él, y había estado tan
distraída con él que no me había dado cuenta. Iba a tener que empezar a prestar
mucha más atención, y no sólo a su cara y a su olor.
―Vamos a meter tus cosas ―dijo Park―. Cuanto antes lo hagamos, antes podrás
desempacar e instalarte.
Si es que era capaz de acomodarme cuando estaba en su espacio.
―Claro.

92
Capítulo 15
PARK

Se estaba haciendo tarde. La amiga de Gwen y su esposo se habían marchado hace un


par de horas, después de que hubiéramos metido todas sus cosas y hubiéramos
colocado los muebles. Me aparté de su camino después de dejarle claro que estaba allí
para echarle una mano si lo necesitaba. Desde entonces había estado desempacando.
Suponiendo que debía tener hambre a esas alturas, ―y que no podía seguir
ayudándola― me levanté del sofá y me dirigí a su habitación.
Tade estaba sentado en la puerta abierta, observándola. Me acerqué por detrás de
él, pero se quedó donde estaba. No importaba, no di el paso más allá que pretendía y
golpeé el marco de la puerta o hablé para que supiera que estaba allí. Me quedé
jodidamente congelado. Eso fue porque, dentro, Gwen estaba inclinada sobre una caja.
No en cuclillas ni nada por el estilo, sino doblada a la altura de las caderas y de
93 espaldas a la puerta. Su dulce y alegre culo apuntaba hacia arriba, con un aspecto tan
atractivo que casi me trago la lengua. Se había quitado los jeans que llevaba antes y se
había puesto unos shorts de tela negra que se ajustaban perfectamente a sus nalgas.
Como estaba encorvada, también dejaban entrever la curva de esas nalgas que yo
quería adorar de rodillas.
Dejé caer mi mirada porque lo último que necesitaba era ser atrapado la primera
noche que estaba aquí mirando su como un pendejo. Cuando lo hice, me di cuenta de
que Tade había empezado a mirarme. No necesitaba que su juicio me dijera que lo
estaba haciendo mal.
―Debería haber revisado las cosas en lugar de tirarlas en cajas ―dijo Gwen y yo
volví a centrarme en ella. No me di cuenta de que me había oído acercarme―. O sea,
esto probablemente ya ni siquiera me queda. No me lo he puesto en mucho tiempo.
Se enderezó con un vestido azul cielo en las manos. Mientras colgaba delante de
ella, era fácil ver que sería corto. Realmente corto. Lo suficientemente corto como para
que yo esperara sinceramente que se lo probara y tuviera la oportunidad de verla con
él. Lo tiró sobre la cama, y el movimiento le hizo girar la cabeza lo suficiente como
para verme, y se sobresaltó.
―No sabía que estabas ahí.
―Creí que me estabas hablando a mí ―dije como si acabara de llegar en lugar de
estar de pie disfrutando del espectáculo.
―Oh, bueno, no. No exactamente. Estaba hablando con...
―Tadeo. ―Se lo hice fácil.
Hizo una mueca.
―Si digo que sí, ¿parezco una loca?
―Hablo con él todo el tiempo, así que no.
Me dedicó una sonrisa de alivio. Intenté no dejarme llevar por ella centrándome
en el verdadero motivo por el que había vuelto aquí.
―Iba a pedir una pizza. Pensé que tendrías hambre y querrías acompañarme.
De alguna manera, esa sonrisa se iluminó hasta que juré que me cegaría. No
tenía ni idea de cómo lo hacía cada vez.
―Eso suena muy bien. Yo invito.
―Yo me encargo.
94
―Park ―argumentó ella―. Tú pagaste el café.
―Y tú acabas de soltar la mitad del depósito de seguridad. ―En eso insistió
aunque le dije que no era necesario―. Por no hablar de la mudanza.
―Compré algunas cajas y cinta adhesiva, apenas me dio un golpecito. ―Sus
brazos se cruzaron, y puede que fuera en señal de que no se metiera con ella, pero lo
que hizo por su pecho fue demasiado distractor para asimilarlo.
―Aun así ―me defendí, con la voz un poco quebrada―, yo pago.
―La razón por la que no encontraba un lugar era porque no quería ser pobre y
no poder hacer cosas como comprar pizza. Al mudarme contigo, eso no es un
problema. Ya que fuiste tan amable de darme esa oportunidad, yo pagaré la pizza.
Quería discutir, pero estaba claro que esto se estaba convirtiendo en un asunto de
orgullo para ella. Ella no quería que yo pensara que no podía permitírselo, y no es que
lo hiciera. Fue la única razón por la que cedí.
―Bien. Tú invitas. Esta vez. ―Lo último fue una advertencia. Uno, basada en su
sonrisa triunfante, que no iba a tomar en cuenta.
―Genial. ¿Quieres pedir mientras termino aquí?
―Entendido. ¿Qué te gusta?
Volvió a inclinarse hacia su caja, aunque afortunadamente ―o en realidad
desafortunadamente― ahora estaba inclinada hacia mí en lugar de darme esa vista de
frente.
―Estoy bien para lo que sea.
―¿Qué te gusta? ―repetí.
―De verdad, Park, lo que sea está bien.
¿Por qué todas las mujeres de mi vida eran un dolor de cabeza?
―Así que salgo y pido una pizza de salsa blanca, pimiento de plátano y anchoas,
¿estás bien?
Se enderezó y me miró como si me hubiera crecido una segunda cabeza.
―¿Realmente eso es lo que te dan en la pizza?
―No. Pero podría estar tentado si no me dices lo que quieres.
Se dio cuenta de que no estaba bromeando. Lo pediría y lo comería si tuviera que
95 hacerlo. Ciertamente había comido cosas peores.
Ella puso los ojos en blanco.
―Me gusta el pepperoni y el queso extra.
Eso sonaba mucho mejor.
―Bien. ¿Algo más?
―Palitos de pan.
―Okay.
Antes de que pudiera irme, añadió:
―Y alas de búfalo. Pero sólo sin hueso. Odio tener que limpiar la salsa de mis
dedos constantemente.
―Entendido.
Esa vez, empecé a irme cuando ella llamó:
―Y, Park...
―Me di la vuelta.
―Nena, ya pediste la mitad del menú. ¿Qué más puedes querer?
Me dio una mueca fingida y me alegré de que se diera cuenta de que le estaba
tomando el pelo.
―Sólo iba a recordarte que les digas que será en efectivo ya que yo voy a pagar.
La advertencia de no incumplir nuestro trato no se me escapó.
―Bien.
―Saldré en un momento.
Salí a la sala, con la esperanza de poder conseguir que la dureza que me
confinaban los jeans se aliviara para entonces. Si no, estaba en un gran problema.
No es que no lo haya sido desde que le ofrecí esa habitación.

96
―¿Tú hiciste eso?
Me giré hacia Gwen para ver cómo se llevaba un trozo de pizza a los labios, pero
sus ojos estaban fijos en el largo lienzo que colgaba de la pared. En él había una
máquina para tatuar que dejaba un rastro de color a través de un revoltijo de diseños
en blanco y negro. No era sutil, pero ese no era el objetivo.
―Sí.
―Es hermoso.
No es como mucha gente lo describiría. Estaba saturado, era ruidoso. Los colores
eran demasiado brillantes para la mayoría.
―Sentí que este lugar necesitaba algo. Era demasiado aburrido. Empecé a
trabajar en ello sin ningún plan real ―expliqué.
Se giró hacia mí.
―Tienes mucho talento.
No era algo que no hubiera escuchado antes. Joder, era algo que oía mucho. Sin
embargo, todavía no estaba acostumbrado, y el hecho de que Gwen me lo dijera lo
hacía aún más.
―Gracias.
Sonrió como si hubiera dicho algo gracioso.
―No eres bueno con los elogios, ¿eh?
―No es algo en lo que tuviera mucha experiencia hasta los últimos años.
¿Por qué coño dije eso?
Su cabeza se inclinó hacia un lado y pude ver que intentaba descifrarme. Pero, mi
pasado no era algo que ella necesitara resolver.
―¿Necesitas otro trago?
Sus ojos se dirigieron a su vaso, que aún estaba lleno en dos terceras partes, y
luego volvieron a mirarme.
―No, y entiendo el mensaje. Tema prohibido. Lo entiendo.
Ella no parecía molesta por eso en absoluto, sólo siguió comiendo su pizza y
volviendo a mirar el cuadro. La televisión estaba encendida, pero ninguno de los dos le
prestaba un ápice de atención. Yo estaba mucho más interesado en ella y ella en mi
97 trabajo.
―¿Fuiste a la escuela de arte?
Era el pasado, pero no es gran cosa para responder a eso.
―No. Muchos del equipo del estudio lo hicieron, pero Carson no, así que nunca lo
exigió. Aunque mi aprendizaje con él fue más largo por eso.
Ella asintió.
―Entonces, ¿empezaste allí más o menos después de la preparatoria?
No sentía el amor por decirle a la mujer bonita. inteligente y probablemente con
estudios universitarios que estaba a mi lado que estaba viviendo con una persona que
abandonó la preparatoria. O que sólo había obtenido mi certificado hace poco más de
un año.
Pero no había muchas formas evasivas de responder a eso, así que lo mejor que
se me ocurrió fue:
―No exactamente.
Me dirigió la misma mirada cómplice que me decía que entendía que había otro
límite. No quería que pensara que la estaba dejando de lado porque no me interesaba
conocerla en absoluto, pero esta mierda no estaba abierta a discusión. Mi mejor jugada
fue dirigirla a ella.
―¿Fuiste a la universidad?
Se llevó una mano a la boca y asintió mientras terminaba de masticar antes de
responder:
―Sí. Me licencié en administración de empresas. En realidad, no tenía un plan o
algún sueño que siempre hubiera querido, así que sólo fue algo con lo que me sentí
bien al poder conseguir un trabajo.
―¿Nunca te llamó la atención algo más?
―En realidad no ―admitió, pareciendo un poco avergonzada por ello por alguna
razón―. Nunca tuve como una pasión o algo así.
Entonces lo entendí. Se sentía incómoda porque yo tenía un trabajo que era,
absolutamente, mi pasión. Lo cual era jodidamente ridículo, ya que casi había caído en
ese trabajo.
―Parece que te apasiona lo que haces.
98 Sus ojos se iluminaron, desapareciendo la vergüenza.
―Es cierto. Ahora me encanta mi trabajo. Sólo que no sabía que acabaría allí. No
lo había planeado, pero la vida es así de divertida a veces.
Sí, como cuando deja caer a una mujer fuera de tu alcance no sólo en tu vida,
sino en tu departamento.
―Puede ser.
Entonces nos quedamos en silencio. La televisión estaba encendida, pero ambos
sabíamos que ninguno de los dos le prestaba atención. Yo estaba mucho más
interesado en ella. Por alguna razón, ella sentía lo mismo.
―Okay ―dijo de la nada―. Tengo una idea.
No dije nada, sólo esperé a que se explayara.
―Tienes cosas de las que no quieres hablar ―dijo. declarado. Pensé en decirle
que no se trataba de ella, pero se me adelantó―. Lo entiendo. Definitivamente lo
entiendo. ―Probablemente lo hacía. Sus cicatrices, la historia de cómo se las hizo, la
gente probablemente pensaba que tenía derecho a esa mierda todo el tiempo sólo
porque podían ver el resultado―. Pero quiero llegar a conocerte. ―El sentimiento era
mutuo―. Así que tengo esta idea. Uno por uno. Te contaré algo sobre mí, tú me
cuentas algo sobre ti. Cualquier cosa. Cualquier cosa que no esté fuera de los límites.
Así no habrá preguntas incómodas que ninguno de los dos esté preparado para
responder.
Ambos sabíamos que este juego estaba diseñado para mí. Ella ya había sido
bastante sincera sobre cosas. Aun así, yo quería conocerla y no me oponía del todo a la
idea de que ella hiciera lo mismo conmigo, así que valía la pena intentarlo.
―Okay.
Ella sonrió.
―Okay.

99
Capítulo 16
GWEN

Okay, esto podría funcionar. Realmente quería que esto funcionara.


Con ese espíritu, ofrecí:
―Yo iré primero.
No discutió, pero dudaba que lo hiciera. Park, cada vez estaba más claro, era
como una isla. Estaba acostumbrado a ese espacio a su alrededor. Tenía la sensación
de que podía tener algunos amigos que nadaban cerca, como Jess, pero eso era todo. Si
no estaba dispuesta a surcar las olas, si no podía averiguar cómo permanecer a flote,
no me acercaría lo suficiente como para conocerlo de verdad.
Así que di el primer paso y me lancé.

100 Irónicamente, con:


―No sé nadar.
Sus cejas se fruncen.
―No sabes nadar.
―Oye, no necesito tu juicio, señor ―dije cortante―. Nunca aprendí a nadar.
Puedo arreglármelas para mantenerme a flote y hacer una especie de remo para
desplazarme, pero nunca aprendí a hacerlo bien. ―Sin nada más que decir al respecto,
seguí adelante―. Tu turno.
Su respuesta fue más rápida de lo que esperaba.
―Yo tampoco sé nadar.
―¿En serio? ―Me reí.
―Nunca me metí en una piscina o en el mar hasta que tuve más de veinte años.
En ese momento, no iba a tontear y mostrar a todo el mundo que no tenía ni idea de lo
que estaba haciendo. Desde entonces, nunca me he metido en el agua más allá de
donde podía estar de pie.
―Yo recomendaría la paleta para perros, pero la gente tiende a mirarte raro
cuando lo haces por encima de los diez años.
Sus ojos eran cálidos en mí, aunque su cara permaneció neutral.
―Veamos ―continué, tomando mi turno―. Puedo tocar el fagot.
Okay, puede que eso sea exagerado.
―¿El fagot?
Asentí con la cabeza. Me miró fijamente y supe que esperaba más.
―Un día, como en tercero de primaria, trajeron todos los instrumentos de la
banda y la orquesta para que los viéramos y decidiéramos si queríamos aprender. Vi el
fagot y era tan grande y extraño. Quería tocarlo. No me lo permitieron de inmediato. A
esa edad solo había unas pocas opciones para nosotros, así que me pusieron el
clarinete. Yo no quería tocar el clarinete, así que practiqué como loca para demostrar
que lo había aprendido. Luego, cuando pasé a secundaria, me dieron el fagot.
―¿Hiciste la banda de música y todo eso?
Intenté que la tensión no apareciera en mi cara ni en mi voz, pero no lo conseguí.
101
―No. Eso fue sólo en la preparatoria. Después de... lo que pasó, no me interesó
mucho involucrarme en cosas. ―Me sacudí eso, no queriendo ir por ese camino―.
Tomé clases con la profesora de la banda durante mi período libre de vez en cuando.
Creo que ella esperaba que volviera a participar, pero nunca lo hice. Pero aprendí a
tocar el fagot.
La incomodidad era pesada otra vez. Todo el objetivo de este juego había sido
evitarlo, y tuve que sacar a relucir el fagot de todas las cosas.
―Una vez pinté todo un escape de incendios de color rosa ―dijo Park.
Parpadeé, sorprendida de que hubiera tomado la delantera en nuestro juego.
―¿Qué?
Se pasó una mano por el pelo.
―¿Te dije que empecé en el arte con el grafiti? ―Asentí con la cabeza, y él
siguió―. Una noche estaba en este callejón, debía tener dieciséis años entonces,
etiquetando una de las paredes. Era la tercera vez esa semana que estaba allí
trabajando en este mural de temática monstruosa. Entonces esta mujer mayor abre su
ventana sobre mí. Empezó a gritar que, si iba a ser un gamberro, al menos hiciera algo
para hacer el mundo un poco más bonito, no sólo la mierda espantosa que estaba
pintando. Incluso dijo mierda. La había visto por ahí. Era una de esas abuelas de todo el
barrio. En ese momento se sabía que estaba enferma, declinando rápidamente. No es
que su actitud lo mostrara. También se sabía que nunca se la veía sin algo rosa encima.
Así que, a la semana siguiente, cuando terminé, volví en mitad de la noche, sin hacer
ruido, y pinté toda la maldita escalera de incendios frente a su ventana de un puto color
rosa chicle.
―Oh, por Dios. ¡Parker! Es increíble. ¿Le encantó?
―La vi un par de veces justo después, parecía estar sonriendo mucho. Aunque
nunca se acercó ni dijo nada.
Porque él no lo había hecho por un gracias o llamar la atención. Como él no se
había ofrecido a rentarme la mitad del departamento para agradecerme. Simplemente
era una buena persona.
―Estoy segura de que le encantó.
―Sí. La trasladaron a un centro asistencial un par de semanas después. Falleció
poco después. Parecía que varias cuadras estaban de luto después de que ella se fue.
Eso era triste, pero no pude evitar pensar que no lo era al mismo tiempo. Una de
102 las últimas cosas que conoció fue a un chico que apenas conocía haciendo algo para
añadir un poco de belleza a su vida y sin pedir nada a cambio.
―Tu turno ―dijo después de un minuto cuando no retomé las cosas.
―Bien. Emmm... ―Traté de pensar en algo que no nos enviara a un lugar triste.
Ninguno de los dos había estado bien hasta ahora, y no quería que él decidiera que este
juego no estaba funcionando después de todo―. No me gustan las cosas de fresa.
Levantó una ceja. No sé por qué eso me hizo palpitar el corazón, pero sin duda lo
hizo.
―¿Como un dulce con sabor fresa?
―Sí.
―¿Por qué?
Bueno, aquí iba.
―No me gustan las semillas y cómo cubren el exterior de la fresa.
Parpadeó. Otra vez. Entonces,
―No te gustan las fresas por las semillas.
―Correcto.
―Así que no comerás cosas con sabor a fresa, aunque no tengan las semillas y
probablemente no usen fresas reales de todos modos.
―También es cierto.
No me dijo nada durante un largo momento. Y luego se echó a reír.
Ni siquiera sentí el ardor de mi vergüenza como solía hacerlo cuando la gente se
enteraba de este hecho particular sobre mí y tenía una reacción muy parecida. Estaba
demasiado ocupada viendo todo lo que era Park, su cara habitualmente tan carente de
emoción, tomada por la risa. Quería beberlo todo. Quería verlo así para siempre.
La risa se apagó rápidamente, pero su cara seguía llena de diversión cuando me
informó:
―Gwen, eso es una completa locura.
―Lo sé.
―Y, aun así, no comerás cosas de fresa de todos modos.

103 Mi cara se arrugó y él volvió a reírse.


―No es tan raro.
―Lo es.
―¡No lo es!
Enderezó sus rasgos hasta casi volver al Park normal, pero ambas comisuras de
los labios seguían inclinadas hacia arriba, y había ligeras arrugas en las esquinas
exteriores de sus ojos.
―Lo es. ―Había un leve indicio de esa risa en su voz.
Bueno, podría haber sido, pero lo aceptaría si significara obtener esa reacción de
él.
Tadeo, que había estado tumbado en su árbol junto a la ventana, subió y se
acomodó en mi regazo, mirando a Park. Se acomodó allí, tumbado, y tuve la sensación
de que esto era una aprobación. Había hecho reír a su humano. Quizás más que el
tiempo que había estado cerca de él en el refugio, este hecho significaba que podía
quedarme.
Park, con los ojos todavía encendidos y fijos en mí, se acercó y lo acarició. Empezó
a ronronear. En ese momento, yo también podría haberlo hecho.
―¿Qué estás haciendo?
Me giré. Park estaba de pie en la puerta de la cocina, con los ojos entrecerrados,
frotándose la nuca. También estaba sin camiseta, lo que mi cerebro optó por convertir
en el centro de mi atención, y con razón. Park era todo músculo magro y más de esos
brillantes y vibrantes tatuajes cubrían su pecho. Quería explorarlos, estudiarlos,
memorizarlos todos.
Pero lo que quería no importaba. Lo que tenía que hacer era dejar de babear por él
como una idiota y responder a su pregunta.
―Haciendo pan tostado francés.
Su cara se arrugó un poco.
104 ―¿Por qué huele como si algo se quemara?
Oh, mierda. Miré a mi alrededor, comprobando los dos trozos de pan empapado
en huevo que había en la sartén. Estaban bien. Exhalé un suspiro. Volteándome hacia
él, le expliqué:
―Fueron los dos primeros. Tuve un accidente.
―Un accidente ―repitió.
―Tadeo estaba pidiendo el desayuno. Pero no sabía dónde guardabas su comida.
Tardé un poco más en buscar de lo que pensaba.
―Por eso no estaba en mi habitación ―murmuró.
―¿Perdón?
―Tade ―dijo―, está en mi habitación al amanecer todos los días, pidiendo el
desayuno. Me desperté porque me di cuenta de que no lo había hecho. Sólo olí lo
quemado cuando llegué aquí.
Bueno, al menos el olor se estaba disipando entonces.
―Llegas justo a tiempo. Estos son los dos últimos. Iba a ponerlos en el horno si no
te despertabas pronto para mantenerlos calientes. Ahora puedes comértelos recién
hechos.
Sus ojos, más concentrados ahora, pasaron de mí a la encimera donde se apilaba
el plato con las rebanadas cocinadas.
―¿Haces el desayuno completo todos los días?
¿Era demasiado? ¿No era una persona madrugadora y yo estaba haciendo las
cosas raras?
―Normalmente, no.
Volvió a mirar hacia mí.
―Qué pena. Eso huele muy bien.
Sonreí y sus ojos se posaron en mis labios. Mordió el suyo y mi invitación
tartamudeó.
¿Estaba... estaba... estaba Park pensando en besarme? Parpadeó y su mirada se
desvió rápidamente. Estaba imaginando cosas.
105
Me concentré en mi pan tostado francés, sorteando las dos últimos y
observándolos como si fueran a pasar de crudas a quemadas por el lado restante en un
santiamén si no tenían toda mi atención. Oí, más que vi, que Park se dirigía a la
cafetera y se servía una taza.
―¿Necesitas otra?
Estaba a punto de decir que no, pero mis ojos bajaron a mi taza y vi que estaba
casi vacía. Necesitaba dejar de ser rara con él, así que dije:
―Por favor.
Se acercó, con la jarra en la mano, y se puso a mi lado mientras me servía. Podía
sentirlo allí, cerca. Su olor se perdía bajo la comida y el café, y me hacía querer
acercarme más.
―¿Lo tomas negro?
Él pudo ver por el color de lo que había en mi taza que sí, pero:
―¿A primera hora de la mañana? El negro está bien. Necesito la cafeína más que
la molestia del resto, así que no me molesto.
Volvió a colocar la jarra en su sitio y luego lo oí abrir el refrigerador. Un momento
después, estaba otra vez a mi lado, esta vez con el galón de leche en la mano.
―Dime cuándo.
Sirvió lentamente, dándome tiempo suficiente para decirle cuándo había añadido
suficiente. En ese momento hablé, y él se apartó, guardando la leche.
―¿Azúcar?
―Estoy bien.
―Gwen, no estoy haciendo. ¿Lo tomas con azúcar?
¿Era posible ser tan agradable que fuera molesto?
―Una cuchara.
Agarró un pequeño recipiente de azúcar con una boquilla y una cuchara y volvió a
preparar mi café. Incluso lo revolvió por mí. Observé que no añadió nada a su propio
café. Lo bebía negro, obviamente por elección. Sólo había tomado la leche y el azúcar
para ocuparse de mí.

106 ―Eres muy solícito ―comenté.


―Lo dice la que está haciendo el pan tostado francés.
Puede que tenga razón, pero no se la iba a conceder.
Al comprobar que las últimas rebanadas estaban hechas, las eché en el plato ya
lleno de comida y anuncié:
―El desayuno está servido.
A cambio, conseguí que empezar el día con esa media sonrisa.
Capítulo 17
PARK

La ráfaga de viento penetró a través de mi ropa mojada y sentí que me abrasaba la piel.
Hacía horas que no podía parar los temblores. Tal vez días. Ya no estaba seguro.
Cuando me acurruqué allí, pensé que el contenedor de basura me serviría de escudo,
pero el viento parecía cambiar de dirección constantemente y se metía por el callejón en
ambas direcciones. Mantener las manos metidas en el vientre ya no ayudaba. El frío me
punzaba los dedos. Los pies hacía tiempo que se me habían entumecido.
Me quedé con el entumecimiento. Era mejor que el frío que sentía como agujas o el
dolor que había consumido mi núcleo. Me quedaría con el entumecimiento antes de
sentirlo todo.
Alguien salió de la puerta más cercana a la calle. Hace unas semanas, tal vez me
107 habría ido, abandonado el callejón o encontrado algún lugar donde esconderme. Ahora,
simplemente no valía la pena. Dejé caer la cabeza sobre mis rodillas. Tal vez si pudiera
acurrucarme más, el viento no dolería tanto.
―Oye, cabrón.
No miré. Sabía que me estaba hablando, pero no importaba.
―¿Estás jodidamente sordo? Lárgate al carajo de aquí.
Era un estribillo familiar.
Vete. Vete antes de que yo termine el puto trabajo. Lleva tu culo a algún lugar
donde no te encuentren. A nadie le importará un carajo que no estés.
Un golpe me llegó a un lado de la cabeza y al hombro, dejándome tendido.
―Dije que te largaras al carajo de aquí.
Debería, pero no podía. No sabía si tenía fuerzas para volver a sentarme.
―Puto cabrón.
Otro golpe en mi estómago. El dolor estalló por todas partes. Otro en mi cabeza y
todo se volvió borroso. Otro. Otro. Otro.
Me senté de un tirón en la cama, jadeando.
Fue una pesadilla, sólo una puta pesadilla.
Excepto que había sido real. Hace años, pero todo había sido real. Ese frío, el
hambre, nunca lo olvidaría. Incluso aquel pendejo que salió del bar, los golpes que
había dado. Había pensado que iba a morir esa noche, pero no fue así. Por alguna
razón, mi cuerpo aguantó incluso cuando yo me había rendido.
Luego vinieron todas las noches posteriores, días y semanas y meses en los que
desearía haberlo hecho.
Pero ya no estaba allí.
Tenía un trabajo. Un departamento. Una puta cuenta de ahorros que me permitía
no volver allí. Nunca volvería allí.
Preferiría morir.
Algo me tocó el brazo y salté.

108 Era Tadeo. Frotó su cabeza y su costado contra mí, moviéndose por mi brazo y
mi pecho. Estaba caliente. Yo estaba caliente.
Joder.
Rasqué su cabeza, tratando de concentrarme en eso, en el hecho de que estaba en
mi cama en vez de en la calle. Había sobrevivido. Había conseguido salir de aquello.
Había escapado.
Y, sin embargo, a veces parecía que nunca lo haría.

―Parece que necesitas esto.


Jess estaba de pie en mi estación, con un vaso de café para llevar en la mano que
se extendía hacia mí. Ni siquiera la había oído volver a entrar o acercarse.
Lo tomé.
―Gracias.
―¿Una noche dura?
Se podría decir que sí. Después de despertarme a las tres y media de la mañana
por ese flashback, no había sido capaz de volver a dormir. Me había quedado en la
cama, intentando al principio y luego no queriendo despertar a Gwen caminando por
el departamento.
Cuando por fin llegó una hora algo decente, salí a preparar una cafetera. Gwen se
dio cuenta de que algo pasaba cuando se despertó, pero salí de allí y entré al estudio
antes de tiempo. Sabía que estaba quedando como un pendejo, lo que se sumaba al
hecho de que me sentía como una completa mierda todo el día.
―No pude dormir.
―¿La linda castaña al final del pasillo? ―se burló.
―No.
Se burló.

109 ―Como si fueras a admitirlo.


Tenía razón, aunque estuviera equivocada. No se lo diría, pero no se trataba de
Gwen. Esto sucedió. Las pesadillas aparecían de vez en cuando, como si quisieran
asegurarse de que no olvidara de dónde venía, como si alguna vez pudiera hacerlo.
―De todos modos, sólo quería saber si la vas a traer mañana.
Mañana era la barbacoa en casa de ella y Braden. De momento, no llevaba anillo,
algo que no tenía que mirar porque Jess habría entrado gritando esa mierda para que
todos la oyeran. No sabía qué había planeado él para pedírselo, pero todos lo
sabríamos pronto.
―¿Traer a Gwen?
―No, la otra 'ella' de la que podría estar hablando― dijo Jess con sorna.
No tenía ganas de lidiar con esto hoy.
―Jess―
―No estoy tratando de ser toda una casamentera y esa mierda ―cortó. Se
devolvió rápidamente―: Ahora mismo, no. Pero su amiga es cercana a Cassie, así que
deberíamos meterlas en el redil.
Así era Jess. Si no eras un pendejo, siempre había sitio para añadir a su círculo.
―Hablaré con ella.
―Podrías querer hacerlo más pronto que tarde, para que tenga tiempo de
extender esa invitación también.
―Entendido.
La bruja no se rendiría tan fácilmente.
―Podrías ir allí e invitarlas a las dos tú mismo.
―¿Jess?
―¿Sí?
―Vete.
No se ofendió lo más mínimo, sólo se rio mientras volvía a su escritorio.
Me bebí el café. Tostado oscuro, negro, caliente. Era exactamente lo que
necesitaba, pero también me hizo darme cuenta de que no había preparado el de Gwen
110 esa mañana. Lo había hecho todos los días durante las dos últimas semanas desde que
se mudó, ya que siempre me levantaba primero con Tadeo, excepto esa primera
mañana. De esta manera, ella podría tener su dosis matutina sin la “molestia”, como
ella lo llamaba. Esa mañana, sin embargo, había estado demasiado distraído para
recordarlo. Además de apenas hablarle y de ignorar cuando me había preguntado si
estaba bien, probablemente estaba pareciendo un verdadero imbécil.
Tal vez invitarla ayudaría a suavizar las cosas.
Saqué mi teléfono y la llamé, no quería tenerla más tiempo.
―Hola, Park.
No sonaba rara. No parecía que estuviera molesta o que no quisiera hablar
conmigo. Con la forma en que había sido hasta ahora ―como su juego de uno por uno
para no ponerme en aprietos― podría no haberlo sido. Era demasiado comprensiva
para eso.
―Hola. ¿Cómo va el trabajo?
―Lo mismo de siempre ―dijo ella, todavía sin señales de que algo estuviera
mal―. ¿Qué pasa?
―Jess y Braden van a hacer una barbacoa en su casa mañana. Algo así como una
cosa completa. Ella quería que te invitara a ti, a Caroline y a Steve.
―¿Ah, sí?
No estaba seguro de lo que había detrás de la sorpresa en su voz, si era mi
comportamiento anterior o simplemente que Jess la invitara. Si vivía mucho tiempo
conmigo, aprendería que el hecho de mudarse la había convertido en parte de un gran
círculo alrededor de Hoffman que sólo la rechazaría si resultaba ser una imbécil, así
que eso no sucedería.
―Sí. Cassie y su esposo estarán allí, y Jess imaginó que vendrías conmigo. Así
que quería asegurarse de que Caroline supiera que eran bienvenidos también.
―Oh. ―La sorpresa era más fuerte allí, pero no presioné―. Okay, bueno, se lo
diré a Caroline. Estoy seguro de que ella tendrá que hablar con Steve, pero te enviaré
un mensaje con su respuesta.
―¿Y tú?
―¿Yo?
111
―Tu respuesta.
―Claro. Sí, definitivamente iré si te parece bien-
Joder. Ahí estaba.
―Te quiero allí ―lo dije claramente. No quería que ella confundiera ninguna
parte―. Puedes conocer a todos, hacerme compañía.
―Estaré allí.
Bien.
―Te dejo que vuelvas al trabajo.
―Okay, Park.
Nos despedimos y me dirigí a Jess, sintiéndome mucho menos nervioso que el
resto de la mañana.
―Gwen va a ir conmigo. Dijo que me avisaría cuando tuviera una respuesta de
Caroline.
Jess sonrió, y casi pude oír la cacareada maldad que debía acompañarla.
―Contigo contigo, o...
―Conmigo como mi compañera de cuarto.
―Tu compañera de cuarto sexy a la que quieres tirarte. Sí, conozco esa parte.
Sólo estoy tratando de estar al tanto del estado del juego sobre cuándo ocurrirá eso.
Debería haber seguido aislado en mi estación con mi mal humor.
―Wow. ―Me giré para ver a Danny acercarse―. ¿Tienes una compañera de
cuarto sexy con la que te vas a enrollar? Mierda, primero el gato, ahora esto. He
aprendido más sobre ti en el último mes que en años.
Joder. Lo último que necesitaba era que todos en la fiesta de mañana pensaran
―o conociendo a estos imbéciles, hablaran― de cómo quería enrollarme con Gwen.
―Gwen es mi compañera de cuarto. Eso es todo
―¿Pero está buena? ―Danny clarificó.
No respondí, pero no importaba. Jess ya estaba asintiendo.
―Es muy linda, en una forma tierna, pero también tiene un cuerpo estupendo. Y
112
trabaja en el refugio de animales, así que lo de dulce no es sólo una apariencia. ―Vio
la mirada que le dirigí diciéndole que se callara la boca, y sólo siguió―. Ella estuvo
aquí dos veces. Se hizo el tatuaje de la rama de las cuatro estaciones.
Danny se rascó la cabeza.
―Sí, lo recuerdo. No puedo decir que la recuerde muy bien, pero era una pieza
brutal.
―Terminé con esta conversación.
Empecé a alejarme, pero Jess gimió.
―Vamos, relájate. No voy a decir nada mañana para incomodarla. Sólo creo que
ella sería buena para ti.
―Ella también vive con conmigo, así que no iré a allí ―declaré, y seguí
avanzando.
―Tú te lo pierdes ―murmuró.
No discutí, porque sabía muy bien que ella tenía razón.
Capítulo 18
GWEN

Colgué el teléfono con Park y dejé caer la cabeza sobre mi escritorio. El impacto rebotó
en mi cabeza, pero apenas lo sentí por el dolor de cabeza que ya tenía. El mismo con el
que había estado viviendo las últimas dos semanas. Caroline volvió a la oficina y me
encontró así unos minutos después.
―Esto parece saludable. ―Gruñí en mi escritorio.
―¿Quieres hablar de ello?
No. Sí.
¿Qué sabía yo ya?
Levanté la cabeza lo suficiente como para subir los codos al escritorio y poner la
113
cara entre las manos. Me sentí mejor al hacerlo sin poder ver nada.
―¿Quieres ir a una barbacoa mañana?
―¿Qué?
―Jess y Braden van a organizar una barbacoa mañana. Park acaba de llamar
para invitar y decirme que la extendiera a ti y a Steve ―le expliqué.
―¿Así que vas a ir con Park a un evento con su círculo de amigos?
―Sí.
―Oh, Steve y yo definidamente vamos a ir.
Sabía que esa sería su respuesta. Aun así:
―¿No deberías consultarlo con tu esposo?
Extendió una mano, yendo finalmente a su propio escritorio.
―Steve va donde yo le diga. Además, la barbacoa significa comida a la parrilla y
cerveza. Estará a bordo.
Bueno, eso fue bastante fácil. ¿Por qué no puede ser todo fácil?
Volví a dejar caer la cabeza, sin importarme el sólido golpe que hizo al bajar.
―Presiento que eso no era todo lo que tienes en la mente.
Podría haberme reído, pero estaba demasiado hundida en el dolor de cabeza.
―¿Qué tan malo es exactamente invitar a salir a tu compañero de cuarto? O... yo
no sé... ¿saltarle encima cuando se pasea por el departamento medio desnudo?
Caroline se rio. El demonio que había empezado a habitar en su cuerpo parecía
disfrutar de la tortura que había estado soportando. La Caroline que yo conocía no se
divertía tanto con el sufrimiento ajeno.
―No sé cuánto más puedo soportar.
Todos los días empezaban con Park sin camiseta, sus tatuajes y su sensualidad.
Por no mencionar el hecho de que la forma en que hablaba y se relacionaba con Tadeo,
al que nunca le había gustado mucho la gente, era más que bonita. Luego estaba todo
el asunto de hacer mi café. Los novios que había tenido no eran ni la mitad de atentos
que Park, y él ni siquiera estaba sacando nada de ello.
Había un relativo respiro al llegar al trabajo, pero Caroline se aseguraba de que
sus constantes preguntas sobre él hicieran que “relativo” fuera la palabra clave.
Luego, me iba a casa y terminaba el día con más de Park. Cada noche, cuando
114
ambos llegábamos a casa, pasábamos el rato juntos. No se retiraba a su habitación ni
me daba ninguna indicación de que esperaba que me escondiera en la mía. Pasábamos
el rato, veíamos la televisión o una película, charlábamos. Habíamos jugado más
partidas de uno por uno para seguir conociéndonos.
Me enseñaba los diseños en los que estaba trabajando e incluso me preguntaba
mi opinión.
Y estaba tan hundida que la mitad de las veces me dejaba llevar e imaginaba que
éramos la pareja que a veces parecía que éramos. Porque yo era un idiota. Esas
fantasías fluyeron por la ventana cuando tenía que arrastrarme a la cama cada noche
sola pero cargado con el otro tipo de fantasías que se habían convertido en una
constante últimamente.
Caroline seguía sin decir nada, así que lo hice.
―Sabía que mudarme con él era una estupidez.
Lo sabía. Ya me había hundido en el flechazo que había tenido por él
prácticamente desde el principio. Vivir con él, pasar más tiempo con él, no estaba
ayudando a esa situación.
―Podrías ir a por ello ―decidió aportar Caroline.
Lo había estado considerando. Cada día me parecía más atractivo. Cada día me
preguntaba si estaba dejando que el miedo me frenara de una manera que me había
prometido dejar de permitir.
Pero.
―Él no comparte.
―¿Perdón?
―Park ―clarifiqué―, es muy cerrado. Hablamos mucho, pero todavía siento que
no sé nada de él. No ha mencionado nada sobre su vida cuando crecía, su familia,
nada. Casi todo lo que ha compartido han sido cosas de los últimos años.
Era la gran cosa que me retenía, y me lo habían recordado duramente esa
mañana.

Entré en la cocina y vi a Park, como era de esperar. Sólo que, en lugar de mirar
hacia el departamento como lo hacía habitualmente, estaba encorvado sobre la
encimera. Además, ya tenía una camisa puesta. No estaba segura de si estaba
agradecida por eso o decepcionada.
115
Okay, sabía que estaba decepcionada, pero también podría ser lo mejor.
―Buenos días ―saludé.
Me miró por encima del hombro
―Ey.
Esto era diferente. No es que esperara que me atendiera, pero todas las mañanas
desde aquella primera, entraba en la habitación para que me diera una taza de café. No
solía decir mucho, pero solía preguntarme si había dormido bien. Yo le respondía y le
decía que no tenía que hacerme el café. Él ignoraba esto último.
Tal vez había llegado el momento en que había terminado con la rutina del café, y
eso no me molestaba. Lo que no me gustaba mucho fue el hecho de que hubiera tensión
en cada línea de su cuerpo cuando se giró hacia su propia taza, la levantó y se bebió lo
último.
―¿Estás bien?
―Bien.
Como si esa palabra no fuera suficiente indicio la mayoría de las veces de que
alguien está todo menos eso, la forma cortante en que lo dijo lo delató.
No quería empujar, no estaba segura de que me correspondiera hacerlo, pero me
sentí obligada a dar al menos un pequeño empujón.
―¿Estás seguro?
No contestó a eso. No era raro que Park decidiera no responder, pero su silencio,
además de su forma de actuar, me estaba poniendo tensa.
Llevó su taza al fregadero, la enjuagó y la dejó. Todo ello sin hablar ni mirar hacia
mí. Sólo cuando lo hizo y repitió lo mismo con el plato de comida de Tadeo, ahora vacío,
volvió a reconocerme.
―Me voy al estudio temprano. Volveré más tarde.
Me había contado que Sailor's Grave tenía un estudio en la parte trasera para que
los artistas trabajaran en los proyectos que quisieran, y no era la primera vez que
entraba antes del horario normal para usar ese espacio. Aun así, parecía que estaba
buscando una forma de escapar de mí.
―Okay. Que tengas un buen día.
En cinco minutos, se fue. Sin despedida, sin nada.
116 Yo seguía en la cocina, sin haber empezado mi propio café que había preparado
mientras él se ponía los zapatos, y me preguntaba qué había hecho mal.

―Un montón de hombres no son realmente habladores de las cosas de esa


manera ―comentó Caroline, trayéndome de vuelta a la habitación.
―Sí, pero Park lo lleva a un nivel diferente. Ni siquiera insinúa mucho las cosas.
Tengo lo suficiente para saber que lo que venía antes no era bueno, pero ni idea de qué
manera. Y es cuidadoso al respecto, deliberado en las cosas que dirá para no delatar
nada. No es que lo haya superado y no vuelva a ese lugar, es que lo evita
fervientemente.
Ella reflexionó sobre eso.
―Aun así, no significa que no vaya a llegar a un lugar donde se sienta capaz de
compartir.
Ella tenía razón. Lo sabía. Sólo sentía el escozor de esa mañana y me preocupaba
cómo habría sido si hubiéramos sido algo más.
―Sí.
Caroline estaba escribiendo algo, así que me tomó por sorpresa cuando, sin hacer
una pausa, anunció.
―Creo que deberías hacerlo.
―¿Qué?
―Invítalo a salir.
―Sé que lo haces.
Se encogió de hombros, todavía trabajando, pero respondió:
―Nunca se sabe, superar la incomodidad durante un minuto podría cambiar tu
vida.
Tenía razón. Por desgracia, no tenía en cuenta que ese cambio no estaba
garantizado que fuera positivo.

117

―Debería advertirte.
Yo iba en el asiento del copiloto del coupé de Parker, que acababa de estacionarse
en una tranquila calle bordeada de bonitos bungalós cuando dijo eso.
―¿Advertirme qué? ―No pude evitar los nervios en mi voz. Viniendo aquí,
conociendo a un grupo de personas que formaban parte de la vida de Park, ya había
estado ansiosa. Escuchar eso no había ayudado.
Me dedicó esa sonrisa suya.
Lo que se había pasado ayer por la mañana era cosa del pasado cuando llegó a
casa anoche. Habíamos vuelto a ser nosotros, como lo habíamos sido desde que me
mudé. Y esa mañana, cuando me dirigí a la cocina, fui recibida con mi café ya
preparado.
―Braden se va a declarar ―respondió.
―Oh, por Dios.
Asintió con la cabeza.
―Todavía no he recibido una llamada o un mensaje de Jess, así que me imagino
que se hará hoy mientras estamos todos aquí.
―Oh, por Dios.
La sonrisa se convirtió en una sonrisa de oreja a oreja.
―¿Va a proponerle delante de un montón de gente?
Recibí un encogimiento de hombros.
―Jess no es de las que rehúyen el dramatismo. Braden lo sabe.
―Guao.
―No sé lo que tiene planeado, sólo pensé en avisarte de que las cosas podrían
volverse locas aquí.
―Claro.
―¿Lista?
¿Lista? ¿Para entrar y conocer a todos sus amigos y compañeros de trabajo y a
quien sea, todo en medio de un gran e importante momento de la vida de alguien que
118 significaba mucho para él? Oh sí, claro. Totalmente.
―Ajá.
Con una sonrisa que seguía inclinando sus labios, me aseguró:
―Te van a adorar.
Sonaba tan seguro, como si lo supiera por experiencia, y me hizo derretirme.
―Okay.
Me hizo entrar, pero un grito nos detuvo nada más cruzar la puerta.
―¡Estás aquí!
Miré alrededor de Park para ver a Jess con una enorme sonrisa de megavatios
iluminando su cara mientras venía hacia nosotros. Sin detenerse, rodeó con sus brazos
a Park, a quien pude notar endurecerse por la sorpresa.
Desde mi punto de vista, podía ver el gran anillo de zafiro azul y diamante en su
dedo. Parecía que Braden ya había hecho la pregunta después de todo.
El hombre en cuestión dobló la esquina, se apoyó en una pared y observó la
escena con una sonrisa indulgente en su rostro. Realmente, era un espectáculo. Si
pudiéramos incluirlo en ese calendario benéfico, tendría que estar en la portada. Lo
venderíamos todo en un abrir y cerrar de ojos. Tal vez podríamos poner a Jess detrás
de la cámara para que incluso tuviera esa mirada de adoración en las fotos, también.
Jess se había retirado del abrazo y movía su mano izquierda para mostrar su
anillo.
―Me lo dijo ―le dijo Park mientras yo me centraba otra vez en ellos―. Gracias.
Estaban teniendo un momento. No entendí los detalles de este, pero sentí la
necesidad de hacerme a un lado y ser menos intrusiva en él de cualquier manera.
―Tú debes ser Gwen. ―Me giré para ver que Braden se había acercado.
―Sí, hola. ―Tomé su mano ofrecida―. Y felicidades.
―Gracias. ―Su sonrisa era cálida, tanto para mí como cuando echó una rápida
mirada a su prometida.
Jess finalmente se separó de Park y se giró para mirarme.
―¡Viniste!
También se acercó a abrazarme. Se lo devolví, diciéndole también
119 ―Felicidades.
―Gracias. Ven a la parte de atrás. Puedes conocer a todos.
―Diosa ―llamó Braden antes de que pudiera arrastrarme a través de la casa.
Jess se congeló y se volvió para mirarlo―. ¿Ayúdame con la comida?
―Bien. ―Se acercó a él y nos hizo un gesto a Park y a mí para que
siguiéramos―. Ustedes vayan, nosotros saldremos en un minuto.
Park se acercó a mí y puso su mano en mi espalda. La conciencia de ese contacto
me atravesó y me acerqué a él por instinto, y por el hecho de que no quería hacer nada
más en este mundo en ese momento.
―Parecen muy felices.
―Lo son ―confirmó. Con lo unidos que parecían ser él y Jess, lo sabría.
―¿Qué fue eso antes? ¿Por qué te estaba agradeciendo Jess?
No contestó de inmediato, y yo estaba segura de que no iba a hacerlo. Lo atribuí a
otro secreto que no estaba dispuesto a compartir cuando habló.
―Braden no podía decidirse por un anillo, no sentía que nada de lo que había
encontrado fuera adecuado para Jess. Así que algunos de nosotros nos pusimos a
buscar cosas. Yo encontré el que él decidió.
A través de los dobleces sobre ‘un grupo de nosotros’ y demás, me enteré de la
verdadera historia. Braden, porque amaba a Jess de una manera, quería conseguirle el
anillo perfecto. Y Park, porque la amaba de una manera muy diferente, también se
dedicó a esa misión.
Quería decirle que me parecía uno de los hombres más dulces que había
conocido, pero sabía que no le gustaban los cumplidos. Quería decirle que todo lo que
aprendía de él me hacía caer un poco más. En lugar de eso, me limité a acercarme un
poco más a su cuerpo mientras me llevaba fuera.

120
Capítulo 19
GWEN

―¿Gwen es tu novia?
Estaba con Park, Caroline, Steve, el compañero de trabajo de Park, Liam, y su
novia, Kate. Steve había estado hablando de una vaga idea de tatuaje que tenía,
mientras Liam y Park intercambiaban sugerencias sobre cómo refinarlo. El trato fácil
de Liam y Kate, el cálido ―pero no abrasador― día de verano y el ambiente de
celebración me relajaron.
Al menos, hasta que una adorable niña con rizos rubios, un tutú rosa y una
camiseta que la declaraba princesa se acercó corriendo a hacer esa pregunta.
Ya me habían presentado a Emmy, junto con su padre, Sketch, que era el jefe de
Park. También había conocido a su esposa, Ash, y a sus otras dos hijas. Sin embargo,
121 Emmy había dominado la conversación, preguntando por Tadeo. Había una forma
indulgente de interactuar con ella, incluso por parte de Park ―que me sorprendió―,
que me hizo pensar que la camisa de Emmy era bastante cierta, al menos para su
pequeño reino entre esta gente.
Acercarme a los niños me había puesto especialmente nerviosa. Nadie había
parpadeado ante las cicatrices de mi cara, pero la realidad era que los niños solían
reaccionar sin filtro. Sus comentarios o preguntas ni siquiera me inquietaron.
Simplemente tenían curiosidad. Lo que siempre me ha llamado la atención es la
reacción de los adultos, que se ponen rígidos y se asustan como si algo que llamara la
atención sobre la realidad de mi rostro fuera algo terrible. Las reacciones no solo
revelaban su propia incomodidad con mi aspecto, sino que los niños reaccionaban a la
tensión y se sentían incómodos cerca de mí. Ya que me encantaban los niños, esto
siempre había sido especialmente difícil de soportar.
Emmy me había mirado, había visto la cicatriz y no había reaccionado en absoluto.
Tampoco lo había hecho Evangeline, su hermana menor. El hijo de Kate, Owen, sí lo
había hecho.
Me miró desde su lugar en los brazos de Liam y me preguntó directamente:
―¿Qué te pasó en la cara?
Era pura curiosidad, y ni Kate ni Liam habían reaccionado aparte de observarme
para ver cómo prefería manejarlo.
Le había dicho a Owen simplemente que tuve un accidente cuando era más joven.
Owen se había girado para mirar a Liam.
―Como Connor.
―Sí, amigo ―había confirmado Liam.
Eso había sido todo lo que Owen necesitaba, una explicación que asimilara mi
cicatriz con su forma de entender el mundo. Liam me había explicado, después de que
Owen exigiera que lo dejaran en el suelo para poder correr con los otros niños, que su
hermano menor había tenido un accidente de coche y había sufrido una lesión cerebral
traumática. Aunque los efectos duraderos de su trauma eran diferentes a los míos,
eran un contexto que tenía sentido para un niño.
Después de eso, los niños entrando y saliendo de las conversaciones no me habían
preocupado.
No hasta que Emmy se acercó saltando para hacer esa pregunta, al menos.
122 Oí toser a Caroline y supe que era para disimular que quería empezar a reírse a mi
costa.
―No ―contestó Park, y podría haberme dado una patada por el hecho de que me
escocía oírle decir eso, a pesar de que era la verdad―. Es mi compañera de cuarto.
―¿Compañera de cuarto?
Kate intervino:
―Así como Owen y yo vivimos en la casa grande con Stone, Evie y Doc.
Había conocido a Stone, el presidente del MC Discípulos Salvajes, a Doc, un
hombre mayor que también pertenecía al club, y a Evie, una mujer tranquila y dulce
que permanecía junto a Stone.
―Pero Stone y Evie están casados. Yo fui la niña de las flores. ―Estaba claro que,
incluso después del hecho. Se sentía muy orgullosa de su papel en su boda.
―Lo están, pero Doc y yo no estamos casados ―señaló Kate.
―Park y Gwen sólo viven juntos porque son amigos.
La cara arrugada de Emmy hizo evidente que, si bien la seguía, aún no captaba el
concepto.
―Pero entonces, ¿quién es tu novia? ―preguntó Park.
―No tengo ninguna.
―¿Por qué no?
―No hay realmente una razón. Simplemente no la tengo.
Emmy lo consideró antes de declarar:
―Entonces Gwen puede ser tu novia. Es bonita.
Oh, Dios mío. ¿Esta niña estaba tratando de ser mi aliada? Dirigí una mirada de
horror a Caroline, pero ella tenía la cabeza enterrada en el pecho de Steve mientras
sus hombros temblaban. Él tampoco estaba haciendo muy bien en mantener su propia
diversión oculta. No sé si era por lo ridículo de la situación o porque Caroline le había
contado todo sobre Park.
Sinceramente, en ese momento lo único que quería era que la tierra se abriera
bajo mis pies y me tragara entera.
―Tienes razón. ―Concordó Park―. Ella lo es. Cualquier chico sería afortunado
de ser su novio.
123
Eso se sintió bien. Tal vez no debería haber causado el calor que causó, ya que
sólo estaba tratando de conseguir que Emmy dejara esto sin que sonara como si me
viera como una especie de monstruo de basura repugnante que pasó a habitar su
departamento, pero lo hizo.
―Tal vez deberías convertirla en tu novia ―sugirió Emmy amablemente―. Eso
es lo que hice con Brian.
Kate intervino:
―Pensé que tu novio se llamaba Kyle.
Emmy se puso una mano en su pequeña cadera saliente y contestó para todo el
mundo como si tuviera una década más que sus nueve años:
―Rompí con Kyle. Ahora Brian es mi novio.
―¿Le has dicho esto a tu papá?
―No ―respondió Emmy, y Kate soltó un suspiro. Por desgracia, eso le dio a
Emmy una idea y sonrió mientras decía―: Debería. ¡Papi!
Mientras salía corriendo, Kate murmuró:
―Rayos. Tengo que ir a buscar a Ash ―y salió corriendo.
Esto me dejó con las opciones de mirar a Park, lo que no iba a suceder, a Caroline
y a Steve, que seguían sin poder sofocar su diversión, o a Liam. Elegí a Liam.
Me sonrió, todo un buen chico, el chico de al lado si no fuera por el pelo largo y
los tatuajes.
―Emmy es un torbellino ―dijo Liam.
―Lo capté.
Sus ojos se movieron entre Park y yo antes de girarse para seguir a Kate.
Mientras se alejaba, murmuró lo suficientemente alto como para que se oyera:
―Pero no está equivocada.
La risa ahogada de Caroline se hizo más fuerte, y las carcajadas de Steve porque
también eran audibles.
En serio, en cualquier momento que la tierra quisiera tragarme, estaba lista.

124

Era más tarde, cuando todos los pequeños se habían quedado sin energía y la
pareja de recién prometidos necesitaba obviamente un poco de tiempo a solas, y todos
empezamos a echar una mano para limpiar el desorden. Yo estaba en la cocina,
ayudando a Kate a recoger las sobras de los macarrones con queso y de la ensalada de
patatas en recipientes.
La tarde ―aparte de estar insoportablemente avergonzada por toda la escena con
Emmy― había sido genial. Todo el mundo, desde la clica de Sailor's Grave hasta los
Discípulos Salvajes, pasando por el puñado de funcionarios de la policía de Hoffman,
se lo habían pasado en grande. Además, me habían acogido con los brazos abiertos. Se
sentía como una gran familia extendida, e incluso el hecho de ser la compañera de
cuarto de Parker significaba que tenía un lugar entre ellos.
Nunca había tenido eso, una gran familia o un grupo de amigos que se sintiera
como tal. Puede que no sepa mucho, pero estaba claro que Parker tampoco lo había
tenido, al menos hasta que estas personas entraron en su vida.
Estaba apartando un tazón que había vaciado y enjuagado cuando Carson, el
propietario original de Sailor's Grave, entró en la cocina cargando a Owen, que se
estaba quedando dormido sobre su hombro.
―El hombrecito está acabado ―dijo―. Voy a ponerlo en el sofá.
Lo hizo, y luego volvió a entrar y se apoyó en la isla, justo fuera de nuestro
camino. Con su sombrero Panamá y su camiseta de lino abotonada, parecía que
debería haberse retirado bien lejos de Oregón. Pero si Sailor's Grave era una familia,
Carson era el padre o el abuelo de los pequeños. Él y su esposa, Jean, llegaron después
de nosotros. Cuando le habían dado la misma bienvenida con la gran noticia de Jess y
Braden, la había envuelto en un fuerte y largo abrazo. No había como pasar por alto
que, con sangre o sin ella, la amaba como si fuera suya.
Sabiendo que ese era su papel por aquí, sus siguientes palabras no me
sorprendieron.
―¿Cómo van las cosas entre tú y Park viviendo juntos?
No sonaba sospechoso ni acusador, pero era más que una conversación educada.
Se preocupaba por Park, así que quería oír cosas buenas.
125 ―Bien ―respondí―. Park es una especie de salvavidas por dejarme rentar la
habitación. Es un tipo realmente genial.
Carson me observó mientras hablaba y siguió observando mucho después de que
hubiera dejado de hacerlo. Intenté no ponerme tensa bajo el escrutinio y hacerle
pensar que tenía algo que ocultar. Después de un minuto, la intensidad de su mirada
disminuyó y sentí que había pasado su inspección.
―Eres buena para él ―declaró.
―¿Perdón?
―El chico siempre ha sido cerrado, callado. Ha estado observando a los dos todo
el día. Habla contigo. Habla más sólo porque estás cerca.
La conversación me estaba extrañando, además del comentario de Liam y de la
constante afirmación de Caroline de que debía hacer un movimiento con Park. Parecía
que todo el mundo a nuestro alrededor estaba conspirando para que estuviéramos
juntos. A pesar de lo bien que me sentí en la superficie, la forma en que me ilusionó
me hizo temblar. No estaba lista para la caída al suelo que podría estar esperando.
―Nos hemos hecho amigos ―dije.
―Parece que es más ―declaró Carson de inmediato. Apreté los labios con fuerza
contra el deseo de soltar que quería que eso fuera cierto.
―El coche... ―Kate comenzó, pero Carson la cortó con una mirada significativa.
―No quiero ponerte en un aprieto ni asustarte ―dijo Carson, pero sentí que eso
podía ser un poco mentira―. Pero Llevo el tiempo suficiente para aprender a decir lo
que quiero y decir en serio lo que digo. ―Bueno, eso me pareció un consejo directo.
Tal vez había visto más de lo que pensaba―. Como sea que vayan las cosas entre
ustedes dos, estás teniendo una buena influencia en él y quiero ver más de eso. Con
Park, eso probablemente significa que vas a tener que presionar. ¿Lo entiendes?
Carson fue directo, y sentí que la mejor manera de proceder era ser igual.
―Lo sé. A Park no le gusta compartir, pero encontramos una manera de
conocernos.
―Puedo ver eso, pero no estoy seguro de que me estés entendiendo. Eres dulce,
puedo verlo aquí, pude verlo observándote conocer con todo el mundo toda la tarde.
Lo dulce es bueno. Park no ha llegado a probar mucho de eso en su vida. Pero para
llegar allí con él, lo dulce no es suficiente. Tienes que empujar. Así es como entré en su
126 vida, así es como Jess lo hizo. Puedes darle tiempo, pero si le dejas dictar las cosas, ese
muro se mantendrá para siempre. Pero si consigues derribar ese muro, valdrá la pena
todo ese esfuerzo. Si consigues que te dé todo lo que está reteniendo, espero que te lo
dé todo. ¿Me entiendes?
Nada de lo que decía era en sí mismo una sorpresa. Park tenía muros, y sabía que
no iba a ser fácil derribarlos. No sabía si alguna vez me encontraría en la situación de
ser la que intentara derribarlos en primer lugar, pero sabía que quería hacerlo.
―Te entiendo.
Sus ojos eran suaves de una manera paternal que no había experimentado en
mucho tiempo, de una manera que se sentía como un cuchillo en las tripas para
experimentar otra vez.
―Eso es bueno, bonita.
Me puso una mano en el hombro, dándome un suave apretón, antes de volver a
salir.
―Mierda ―murmuró Kate.
Me sacudí, habiendo olvidado por un minuto que ella había estado allí para toda
esa escena.
―Sí.
―¿Estás bien?
―Sí.
Ella no parecía convencida, pero yo no sonaba convincente.
Unos minutos más tarde, cuando terminamos nuestra tarea, Park entró. Kate
estaba sentada en el sofá, con la cabeza de Owen en su regazo mientras le tocaba
suavemente el pelo. Yo estaba en la puerta de la cocina, mirando en su dirección, pero
consumida por las palabras de Carson.
―Ey ―llamó Park, y me giré para verlo venir a mi lado―. Lista para irnos.
―Ajá.
Sus cejas se juntaron.
―¿Estás bien?
Otra vez la pregunta, y sabía que esta vez no sería más convincente, así que me
aferré a otra cosa.
127 ―Kate es una gran madre.
―Sí, lo es.
―Owen tiene suerte de tenerla.
No respondió a eso. Los dos nos quedamos en silencio mientras Kate se ocupaba
de su hijo hasta que llegaron los últimos de la fiesta, despidiéndose todos de los
demás, así como de Jess y Braden.
Park y yo no nos dijimos nada mientras conducíamos de vuelta a casa. Todo el
tiempo, las palabras de Carson seguían sonando en mi cabeza.
Tienes que empujar.
No lo había hecho, todavía no. Había encontrado una manera de trabajar dentro
de sus límites. Nuestro juego, nuestro uno por uno, se trataba de eso. Y yo había
cedido aún más evitando compartir cosas pesadas para que él tampoco se sintiera
presionado a hacerlo.
Tal vez, incluso como su amiga, era el momento de seguir el consejo de Carson y
empujar un poco. Y tenía la sensación de que un buen lugar para empezar era
empujarme a mí misma.
Capítulo 20
PARK

Algo no estaba bien con Gwen.


Había estado bien durante casi todo el día. Sabía que estaba nerviosa por conocer
todo el mundo, pero aparte de que Emmy hiciera las cosas muy incómodas, todo había
ido bien. Todos habían estado hundidos por su encanto al igual que yo. Sabía que lo
harían. Así era Gwen con la gente.
Pero cuando entré y la encontré mirando a Kate, estaba claro que algo había
cambiado.
Su comentario sobre la suerte de Owen decía mucho. Yo sabía lo que era ese
sentimiento, ver familias felices, niños con buenos padres, y preguntarme cómo habría
sido tener esas cosas. Lo había hecho toda mi vida.
128 Obviamente, las cosas no habían sido perfectas para Gwen. Incluso antes de que
su padre provocara el accidente, había un montón de mierda que se arremolinaba para
ella en casa. Lo que me preocupaba mientras pensaba en ello con una Gwen
inusualmente silenciosa en el asiento del copiloto de camino a casa era que apenas
había mencionado a su madre.
Al pasar por ese tipo de trauma juntos, creería que serían unidas, pero ese no era
el caso por nada de lo que ella había compartido.
Estábamos de vuelta en casa, ambos acomodados en el sofá después de un largo
día, cuando no pude contener las ganas de cuestionar más.
Iba en contra de las reglas que habíamos establecido. Cuando ella había sugerido
nuestro uno por uno, era para que los dos nos escondiéramos, y yo lo sabía. Había
cosas de las que no tenía ganas de hablar tampoco. Como nunca había dicho nada
sobre su mamá, estaba claro que ésta era una de ellas. Sacar el tema era cruzar un
límite que podría cambiar las cosas de manera irreversible.
Nada de eso fue suficiente para detenerme.
―No hablas de tu mamá.
Respiró hondo, preparándose. Tal vez sabía desde nuestro intercambio en casa de
Jess que podría presionar, y parecía que ella ya había decidido que lo permitiría.
―Mi mamá es una persona egoísta por naturaleza.
Joder, ese no era un buen punto de partida.
―¿Cómo es eso?
Se encogió de hombros.
―Sale en todo. El engaño, por ejemplo. Soy la última persona en ignorar los
defectos de mi papá, pero el hecho de que tuviera una serie de novios mientras seguía
casada con él era cruel. Pero fue más allá de eso. Estábamos cómodos cuando yo
crecía, pero podríamos haber tenido más, haber hecho viajes familiares o haber creado
un fondo para la universidad para mí, pero ella se lo gastaba en sí misma. Se iba de fin
de semana con las chicas y a un balneario y se compraba un bolso de diseñador nuevo
cada temporada, pero yo sólo me compraba zapatos o ropa nuevos cuando los que
tenía estaban tan gastados que no se podían ignorar. Los fines de semana, se quedaba
a dormir hasta tarde y, como tenía el sueño ligero, era esperado que yo estuviera casi
en silencio hasta la hora en que ella decidiera levantarse de la cama.
129 Gwen suspiró.
―Parece una tontería quejarse con lo mucho peor son las cosas para mucha
gente. Nada de eso importaba realmente. Yo estaba bien, feliz incluso hasta que el
matrimonio de mis padres estalló y todo lo que vino después. Pero eso siempre había
hecho que la relación con mi mamá fuera difícil. No porque estuviera resentida o algo
así, sino porque valoraba más otras cosas que el vínculo con su hija.
Sabía muy bien que las cosas podían ser mucho peores. Eso no impidió que se me
calentara la sangre al ver que estaba claro que ninguno de sus padres la había
valorado como debía.
―Así que ahora mantienes la distancia ―concluí.
No me miró mientras decía:
―Podrías decir eso.
―O podría decir...
―Que no le he dicho una palabra desde que me fui a la universidad. Y eso va en
ambos sentidos. En lo que a ella respecta, una vez que cumplí los dieciocho años, su
trabajo estaba hecho.
Joder.
Esa era la mujer con la que se había quedado después de todo lo demás.
―Lo siento.
Me dedicó una sonrisa a medias que parecía casi una mueca, pero no dijo nada.
Nos quedamos allí durante mucho tiempo. Ella estaba volteada hacia la televisión,
pero sabía que no la estaba viendo. Yo hice lo mismo para no mirarla mientras ella se
ocupaba de lo que fuera que tenía en la cabeza.
No sabía cuánto tiempo había pasado con los dos suspendidos en ese estado antes
de que ella volviera a hablar y sacudiera mi mundo.
―A veces me pregunto si podrían haber hecho más por mí en el hospital. Para
deshacerse de mis cicatrices.
Era una confesión, respirada en apenas un sonido en el mundo por lo que sabía
que era la primera vez.
Se me revolvió el estómago, con una sensación de malestar. Aun así, dije:
―Seguro que hicieron lo que pudieron.
130
―Para ayudarme a sanar, creo que sí. Pero creo que quizás mi madre... ―Tragó
con fuerza―. Creo que tal vez ella no dejó que un cirujano plástico ayudara.
―¿Por qué piensas eso?
Sacudió la cabeza.
―Hubo comentarios a lo largo de los años, mientras me curaba y desde entonces,
por parte de médicos y otros. Me han preguntado qué se intentó hacer con mis
cicatrices. Sé que hay mucho de mi tiempo en el hospital que está borroso, pero no
recuerdo nada de eso.
No podía decir que no me lo hubiera preguntado. Tenía mucha experiencia con
las cicatrices, y la gente contaba historias de las mierdas que se hacían para
minimizarlas cuando estaban frescas. Algunas cosas no podían evitarse. Hasta ese
momento, había asumido que ese era el caso de Gwen.
―Creo que tal vez no les dejó hacer todo lo que podían.
―¿Por qué?
Entonces me miró a los ojos, con los años de dolor que había enterrado en ellos.
Sentí como un golpe en el pecho, como si me hubieran quitado el aire y no pudiera
volver a respirar.
―Para los tribunales ―Dejó caer los ojos sobre su regazo―. Después de salir del
hospital, aún quedaba el juicio por mi padre, y el proceso de divorcio. Tardó una
eternidad en reparar la casa, y yo sabía que era porque así podía presentarse ante el
juez y hablar de que aún no teníamos un hogar seguro por lo que él había hecho.
Todavía teníamos que vivir en una diminuta habitación de hotel de estancia
prolongada porque él había destruido nuestra casa.
No me gustaba nada de esto, pero no podía ver la culpa en eso. Lo que había
visto, las cicatrices dejadas por lo que hizo su padre, me decían que él merecía pagar.
Cualquier cosa que lo hiciera no me parecía mal.
Hasta que Gwen continuó.
―Era la misma forma en que me señalaba y hablaba de cómo él desfiguró a su
propia hija.
Sentí que algo se rompía dentro de mí. Algo que había tenido controlado durante
131 mucho tiempo. Un control que había tenido desde que empecé la vida como el hombre
que era ahora. El hombre que no dejaba que la ira lo controlara, porque había visto lo
que le hizo a mi puto padre.
Pero escucharla decir eso hizo que ese sentimiento se aflojara.
―Esa fue la palabra que usaba ―continuó Gwen, con la voz vacía y sólo
aumentando las flamas que me quemaban―. Lo dijo una y otra vez. En el juicio, en la
sentencia, durante el proceso de divorcio. Delante de los abogados y los jueces y de
una sala llena de gente. Desfigurada.
»Sabía que ella afirmaría que era sólo para conseguir justicia para mí si se lo
preguntaba, así que nunca lo hice. Pero sabía que era así como me veía realmente. Una
vez había sido la hija que, a pesar de ser una tensión en su capacidad de ser todo sobre
ella, había mostrado con orgullo. Después, nunca fue la misma. Porque ya no era
hermosa para ella.
Antes de que pudiera decirle que eso era basura, que su madre era un puto
monstruo por tratarla así, siguió hablando.
―Me pregunto si soy así porque ella me hizo un peón en su lucha.
No pude contenerme. Extendí la mano, agarrando su mejilla con fuerza y girando
su cabeza hacia mí. Necesitaba que lo viera, necesitaba saber que lo que iba a decir iba
en serio.
―No lo eres de ninguna manera. Eres hermosa. Tus cicatrices jodidamente no
cambian eso. Ciertamente no estás jodidamente desfigurada sin importar la mierda
que haya soltado.
Intentó sacudir la cabeza y luego apartarse. La dejé ir, pero si hubiera intentado
poner más distancia entre nosotros, no lo habría permitido.
―He pasado los últimos once años oyendo a gente diciendo que tenía razón.
Incluso cuando no lo dicen, lo veo en sus caras cuando miran la mía. Días antes de
conocerte, un tipo llamó y le gritó a Steve en medio de nuestra cita porque estaba
encabronado de que Steve y Caroline lo hubieran emparejado con alguien que se ve
como yo.
―Entonces es un puto pendejo, y nunca mereció tener una oportunidad contigo.
Sus brazos se agitaron, como si fuera yo el que no entendiera el puto punto.
―¡No es sólo él, Park! Es todo el tiempo. Incluso una vez que fui capaz de
132 aceptarme como soy, otras personas no pueden. Recibo miradas por todas partes por
esto. La gente susurra y señala. Hablan de lo jodidamente trágica que soy. El puto Jeff
me dijo directamente en la cara que...
―¿Que qué?
―Nada. No importa.
Lo hacía. Por eso había aceptado la oferta de mudarse aquí, aunque no había
estado segura de ello. Porque ese cabrón dijo algo retorcido sobre su cara.
Quería encontrar a ese pendejo, ver si le gustaba quedar jodidamente marcado.
―Al carajo esa gente ―dije―. Al carajo si no pueden ver lo hermosa que eres.
Estaba demasiado sumida en su propio dolor, en todo esto que había vivido
durante años, para escucharme realmente.
―Ni siquiera han visto el resto. Sólo ven mi cara y piensan eso.
Agarré a sus muñecas, intentando que me viera, que escuchara lo que decía.
―Lo sí. He visto el resto, y te digo que sólo son cicatrices. No tienen importancia.
Sacudió la cabeza, con una desesperación que le llegaba al alma y que se reflejaba
en su rostro.
―Pero no lo has visto. Viste la parte de atrás, y esa fue la peor, pero no lo has
visto todo. No lo sabes.
¿Cómo podía pensar que iba a importar? ¿Acaso no veía que yo había estado
jodidamente ido por ella durante tanto tiempo? ¿O es que todos esos pendejos que
habían visto todo lo que era ella y se habían centrado sólo en unas cuantas cicatrices la
habían cegado tanto?
―Entonces muéstrame.
Se sacudió, y pude sentir que se preparaba para correr.
―¿Qué?
―Estás tan segura de que sabes lo que pensaría si viera el resto, entonces
enséñame.
Se zafó de mi agarre y saltó del sofá. Retrocedió hasta situarse en el centro de la
sala, pero se detuvo cuando me puse de pie. Sabía que no podía huir de mí. Sus ojos
133 aterrados se fijaron en los míos, pero no podía echarme atrás.
―Muéstrame ―exigí otra vez―. Demuéstrame que estoy equivocado.
El acero se apoderó del miedo y, en el siguiente segundo, se quitó la camisa de un
tirón y la tiró al suelo.
―¡Allí! ¿Ves?
La vi. Vi la delicada curva de su cintura, la hinchazón de sus pechos en el
sujetador azul claro que llevaba. Vi su respiración agitada. Y vi las cicatrices que
atravesaban su costado, que desaparecían bajo el sujetador.
―Eres hermosa.
―Para ―susurró, y fue una súplica―. Deja de fingir que no las ves.
―Puedo verlas, Gwen. Puedo ver la de tu cara. Puedo ver la que cubrí con el
tatuaje. Puedo verlas ahora. Pero no importan. Las cicatrices no hacen que no seas la
puta mujer más hermosa que he visto. Las cicatrices no ocultan el hecho de que,
aunque hayas pasado por un infierno, tanto entonces como ahora, a causa de aquella
noche, sigues siendo esta mujer vibrante que cautivó desde el principio. Puedo verlas,
pero no son lo que veo cuando te miro porque brillas jodidamente tanto, que es
cegador. ―Me estaba moviendo antes de que terminara de confesarlo todo, antes de
que terminara de decirle lo mucho que me había conquistado desde el principio.
Pero yo no era el único que lo hizo. Gwen se estrelló en mí mientras envolvía mis
brazos alrededor de ella.
Y finalmente la besé.

134
Capítulo 21
PARK

No había nada mejor que el sabor de ella en mi boca, la sensación de ella bajo mis
manos. Nada comparado con el subidón que suponía tenerla contra mí.
El hecho de que cualquier hombre pudiera haber tenido una oportunidad de estar
justo donde yo estaba entonces y dejar que algo tan estúpido como unas cuantas
cicatrices lo arruinara era una locura. Lo dije en serio, cualquier pendejo que no
pudiera ver que Gwen era la perfección no merecía la oportunidad.
Joder, lo sabía y aun así no merecía estar donde estaba en ese momento.
Pero no me iba a ir. Me quedaría allí todo el tiempo que ella me dejara.
Gemí mientras me mordía el labio. El beso de Gwen era como ella, apasionado,
juguetón, caliente como el infierno. No era reservada ni esperaba que yo tomara la
135 iniciativa. Era un toma y daca, ambos exigíamos lo que necesitábamos y concedíamos
esas exigencias a su vez.
Cuando se retiró, necesité toda mi fuerza de voluntad para dejar que lo hiciera en
lugar de atraer sus dulces labios hacia los míos. Recuperando el aliento, la observé
hacer lo mismo, amando la mirada aturdida de sus ojos y la forma en que sus mejillas
se ruborizaban.
―¿Qué estamos haciendo?
No quería hacerlo ahora. No quería cortejar el hecho de que me hubiera dejado
besarla así sólo porque sus emociones estaban a flor de piel, no porque me deseara
como yo la había deseado durante putas semanas. Pero fue inteligente.
Se lo di directamente.
―Te deseo. Lo he hecho desde el principio, pero ha habido tanta mierda entre
nosotros que nunca me ha parecido bien actuar en consecuencia. Al tenerte aquí, al
estar cerca de ti todo el tiempo, sólo me estoy hundiendo más. Lo quiero todo, pero
aceptaré todo lo que pueda obtener de ti.
Parpadeó mirándome, su pecho aún se movía con su pesada respiración. Yo era
fuerte a un punto. Ella allí de pie, sin camisa, sus labios ligeramente hinchados por los
míos era una combinación hecha para ponerme de rodillas.
―Gwen. ―Fue áspero, forzado por todo mi cuerpo tensado para no saltar sobre
ella.
―Estaba tratando de averiguar cómo invitar a salir a tu compañero de cuarto sin
que todo sea súper incómodo ―soltó―. No quería arruinar todo, pero yo...
Volví a merodear por el par de metros que nos separaban hasta que su flexible
cuerpo se presionó contra mí.
―¿Pero tú qué?
Ella tragó, sus ojos saltando entre los míos y mis labios.
―Pero yo también te he deseado durante mucho tiempo.
Eso era todo lo que necesitaba. Tendríamos cosas que arreglar si esto sucedía,
pero podía esperar. En ese momento, había cosas más importantes.
La besé otra vez, sin contenerme más. Sus manos se aferraron a mi camisa,
136 sujetando la camiseta con fuerza. Como si yo fuera a ir a alguna parte. Lo más lejos
que quería estar de ella era lo suficiente como para arrancar esa maldita camisa y
poder sentir sus manos en mi piel. Pero no podía alejarme. No cuando la tenía a ella
para tocarla. Cuando podía recorrer con mis manos su suave piel, trazar las curvas de
sus costados, dibujar largas líneas por su espalda.
No dejé de besarla, ni siquiera cuando sentí que se tensaba cuando mis manos se
movían sobre sus cicatrices. Tenía que aprender que no importaban. No para mí. Con
el tiempo, me aseguraría de que supiera que no tenía necesidad de esconderse
conmigo.
Pasando mis manos por sus costados, reduje la velocidad al acercarme a las
curvas de sus pechos, esperando. Le di la oportunidad de frenar las cosas, pero mi
Gwen no quería eso. Ella arqueó su espalda, presionando más fuertemente hacia mí.
Acaricié uno de sus pechos, y me encantó el pequeño gemido que se le escapó cuando
lo hice. Utilicé mi pulgar para trazar el borde superior de su sujetador, con un toque
ligero, hasta que se retorció bajo mis manos buscando más.
Estaba a punto de quitar el sujetador de mi camino cuando un peso me presionó
la pantorrilla. No lo noté de inmediato, no hasta que me dieron empujones dos veces.
Entonces, me di cuenta.
Al separar mi boca de la de Gwen ―y amar la forma en que perseguía mis labios
como si le estuviera robando algo vital― miré hacia abajo para ver a Tadeo con sus
dos patas delanteras levantadas y presionando mi pierna. Incluso con mi atención, se
quedó donde estaba como si quisiera participar en lo que fuera esta nueva cosa que
estaba sucediendo. No iba a follarla por primera vez con el maldito gato mirando.
Gwen enterró su cara en mi cuello, todavía pegada a mí de caderas para arriba.
Sentí sus labios justo por encima de mi cuello antes de que se abrieran y su lengua
acariciara el mismo lugar.
Joder.
Lo último que quería era detenerla, pero no podía hacerlo bien aquí fuera, ni con
público ―felino o no―. La agarré de la mano y le dije:
―Ven conmigo.
La conduje a mi habitación, teniendo cuidado de cerrar la puerta antes de que
Tade pudiera seguirnos. Gwen retrocedió hacia la cama, sus manos desabrochando el
botón de sus shorts mientras avanzaba. Me dirigí a la lámpara de la mesilla de noche.
No me convenía no poder verla bien.
137 A pesar de la pizca de inquietud que vi en sus ojos, empujó el short de sus
caderas y se sentó en la cama antes de retroceder para tumbarse.
Aquella visión, toda ella estirada en mi cama, ofreciéndome todo lo que quería,
era algo que nunca olvidaría.
―Eres jodidamente cautivadora.
Ella se sonrojó, y pude ver la guerra de auto duda con lo que le estaba diciendo.
Pero mi belleza no se dejó ganar.
Poniendo una mano en la cama cerca de su hombro, me incliné sobre ella.
Levantó la cabeza en busca de un beso. Le di uno corto y profundo antes de retirarme.
Quería mirar, quería absorberla toda mientras la tocaba.
Empezando por los tobillos, le subí las manos por las piernas, tomándome mi
tiempo mientras sus ojos se amotinaban. Le llegué a las rodillas cuando ella sacó las
dos piernas de una patada.
―Park, por favor.
―Paciencia ―reprendí.
Desplazando mi peso hacia delante, dejé caer mis caderas entre sus muslos. Ella
gimió cuando presioné mi verga cubierta contra ella.
―Déjame disfrutar de ti ―le dije mientras me frotaba contra ella.
―Apúrate.
Ni hablar.
Si me dejaba, habría momentos en los que sería rápido. Habría momentos en los
que tendríamos que ser rápidos, y yo no me contendría para llevarnos a los dos tan
rápido como pudiera. Habría momentos en los que yo no tenía control, o ella no lo
tenía, y íbamos el uno al otro con toda la fuerza. Pero también habría momentos como
éste, en los que me tomaría todo el tiempo que quisiera para saborear todo lo que era
ella.
Me agarré a sus muslos, disfrutando de la forma en que mis dedos se clavaban en
su suavidad, y abriéndolos más. Sólo una vez que se acomodó allí, pasé una mano por
el interior de su pierna hasta trazar el borde de sus bragas.
―¿Quieres que te toque?

138 ―¡Sí!
¿Cómo podría negarla?
Me burlé de la superficie, amando que la tela estuviera húmeda. Sus caderas
empezaron a moverse, buscando más. Sólo cuando esos movimientos se volvieron
desesperados, presioné con fuerza, utilizando toda la longitud de mi mano para
acariciar cada centímetro. Su cabeza se echó hacia atrás y emitió un largo gemido
mientras movía sus caderas contra mí.
Su olor me hacía agua la boca. Su mirada me hacía desear arrancar esa tela y
enterrarme dentro de ella.
La trabajé hasta estar seguro de que, si le daba mucho más, se vendría sin más.
Cuando paré, ella gritó, pero la ignoré. Me arranqué la camisa y luego su ropa interior.
Levantando sus piernas sobre mis hombros, enterré mi cara entre sus muslos y la
devoré.
Gritó, arqueando la espalda, y no hizo falta más que un par de lamidas para que
trabajara su coño contra mi boca, tratando de llegar a ese límite. No la detuve. Con
cada movimiento de sus caderas, le daba más. Lamí y chupé más rápido, más fuerte,
empujándola al precipicio. Estaba justo ahí, con su cuerpo tensándose en preparación
para ello, cuando introduje mi lengua dentro de ella.
Se vino con un grito de mi nombre, sus paredes palpitando alrededor de mi
lengua mientras yo seguía. Cuando la dejé, no paré hasta que se apartó, demasiado
sensible para soportarlo.
Me bajé de ella, yendo hacia la mesita de noche. Me costó un minuto para
encontrar los condones enterrados bajo la otra mierda que había barrido en ese cajón.
Conseguí uno y lo abrí un segundo después.
―Quítate eso, bebé ―le ordené mientras me desabrochaba los jeans. Gwen no
dudó en desabrocharse y quitarse el sujetador. Mi verga se sacudió al ver sus
exuberantes tetas liberadas. Rodeé su pene con una mano, apretando con fuerza para
frenar el límite antes de ponerle el preservativo.
Me tomé el tiempo de besar su cuerpo, dándole un pequeño lametón a su clítoris
que hizo que todo su cuerpo se estremeciera. Cuando me acomodé sobre ella otra vez,
sus manos fueron directas a mi pelo, tirando de mí hacia ella.
Antes de darle mi boca, le pregunté:
―¿Lista para mí?
―Sí ―respiró contra mis labios, siguiéndolo con un golpe de su lengua.
139
Tomé su boca y empujé dentro.
Nuestros gemidos se mezclaron, un sonido de placer mientras me mantenía
quieto dentro de ella. Le estaba dando la oportunidad de adaptarse, pero también me
la estaba dando a mí. El momento, estando dentro de ella, teniendo su sabor en mi
boca y sus brazos alrededor de mí, estaba perdido. No había nada más en el mundo
que ella.
Ella se hizo cargo del beso y me rodeó con sus piernas, instándome a moverme.
No pude resistir ese tirón. Empecé despacio, metiendo y sacando de manera uniforme
para sentir el éxtasis de su coño succionándome. Gwen no quería lentitud. Se balanceó
en mis movimientos, tomándome tan profundo como pudo.
Gruñí, perdiendo la cordura al sentirla. Ella sabía que me estaba rompiendo, y no
le importaba. Siguió moviendo sus caderas, cabalgando sobre mí mientras yo la
tomaba.
―No puedes tomar como te lo doy, ¿eh? Necesitas más de mí.
Las palabras sólo hicieron que se encabritara más.
―Joder, preciosa ―gemí, perdiendo mi lucha por tomármelo con calma y
empujando dentro de ella con más fuerza.
―Más ―suplicó ella.
Se lo di. Más y más. Tomándola con todo lo que tenía mientras Gwen me lo
devolvía. Lo sentí venir, pero iría con ella.
Metiendo una mano entre nosotros, trabajé bruscamente su clítoris. Eso fue todo
lo que necesitó. Su coño se aferró a mí, apretando mi verga con tanta fuerza que no
había forma de detenerla. El placer cegador se apoderó de ella. Seguí empujando,
alargándolo para ella todo lo que pude, incluso mientras me venía.
Cuando nos dejó a los dos, rodé sobre mi espalda, llevándola conmigo. Ella se
desplomó sobre mi pecho, ambos jadeando.
Nunca había sentido algo así. El sexo era genial, pero el sexo con Gwen era
jodidamente de otro mundo. Nadie podía compararse.
Después de todo lo demás, todo lo que me había dado. Ella me dio más cuando
susurró “Mierda” en mi hombro.
E hice algo que definidamente nunca había hecho después del sexo.
Me puse a reír.
140
Capítulo 22
GWEN

Se siente como si alguien me estuviera observando.


Abrí los ojos parpadeando, tratando de enfocar la imagen borrosa y demasiado
brillante. Cuando lo hice, encontré a Tadeo sentado a unos metros de mi cara,
observándome atentamente.
¿Qué demonios?
El sólido calor en mi espalda y alrededor de mi centro se movió, tirando de mí con
más fuerza. Fue entonces cuando mi cerebro se puso en marcha y recordé. Estaba en la
cama de Park. Desnuda en la cama de Park.
Una parte de mi cerebro ya estaba empezando a asustarse, a preguntarse si
habíamos cometido un gran error, y con ―nosotros― me refería a mí, porque iba a
141 tener el corazón roto si esto salía mal. El resto de mí estaba demasiado cansada y
cómoda con Park alrededor de mí como para preocuparse. Me quedé con esto último.
Si todo se fuera al infierno en una cesta, eso sería problema de la futura Gwen.
La Gwen del presente iba a vivirlo.
Al menos, ese era el plan antes de que el familiar peso de patas de gato empezara
a clavarse en mi costado. Se movieron a través de mí, y luego desaparecieron para
trepar por todo Park. Su brazo se tensó en respuesta, su cara se hundió en mi pelo.
―Maldita sea, Tade ―refunfuñó con una voz áspera como el sueño que me hizo
pensar en cualquier cosa menos en dormir. Lo que había escuchado de él por las
mañanas era más alerta que eso, y no tan potente.
―Se irá ―argumenté.
―No, no lo hará. ―Mientras lo decía, una de sus manos se deslizó hasta mi
pecho, haciendo rodar mi pezón entre su pulgar y su dedo.
Me arqueé hacia atrás, presionando contra una parte de él que ya estaba muy
despierta.
Gruñó, y Dios mío, ese sonido fue aún más efectivo que su voz somnolienta.
Su mano agarró mi muslo justo por encima de la rodilla y lo empujó hacia arriba,
haciéndome girar hacia adelante sobre mi estómago. Mi corazón empezó a latir
rápidamente. Estaba tan lista. Tan, tan lista para más después de la noche anterior.
―Frota tu clítoris ―me ordenó. No dudé y metí la mano entre mis piernas para
hacer lo que me había dicho. Sabía que podía ver mis dedos desde atrás―. Bien.
Volveré en un minuto. Mantén ese dulce coño listo para mí.
Lloré en señal de protesta cuando me besó entre los omóplatos y luego saltó de la
cama. Lo que no hice fue dejar de trabajar mi clítoris. No cuando sentí el frío de
perderlo, no cuando vi su trasero desnudo salir de la habitación con el gato siguiéndolo.
No cuando volvió a entrar, con el rostro decidido y la verga dura. No paré hasta que se
puso el condón y me sacó el brazo de debajo de las piernas.
No hubo preámbulos, sólo él subiéndose encima de mí y se deslizó directamente.
―Tan jodidamente lista para mí ―elogió.
Lo estaba. Estaba tan lista que me preocupaba no durar mucho.
En otras pocas caricias, supe que tenía razón. Se sentía demasiado bien. La forma
en que su verga me estiraba, la forma en que su peso me cubría, la forma en que sus
142 manos me sujetaban con fuerza. Estaba acelerando hacia él más rápido que nunca.
―Joder ―gruñó en mi cuello―. Ya estás cerca. ―El placer de esas palabras borró
cualquier vergüenza que pudiera haber sentido por lo consciente que era―. Suéltate y
vente. Te llevaré allí otra vez.
No tardé mucho en hacer lo que él dijo. No se detuvo cuando llegué al orgasmo, ni
cuando volví a bajar. No se detuvo en absoluto, ni siquiera cuando volvió a subirme
hasta el punto de que tenía la cara enterrada en la almohada para amortiguar el sonido
de mis gemidos.
Su mano se dirigió a mi pelo, clavando sus dedos en mis rizos antes de tirar lo
suficiente para hacerme girar la cabeza.
―Quiero escucharte. Quiero escuchar cada sonido que haces por mí.
Lo hizo entonces, cuando esas palabras y sus implacables empujones me hicieron
gemir largo y tendido otra vez.
No había esperado esto de él. El control que ejercía era bastante sorprendente,
pero la forma en que hablaba me sorprendió hasta la médula... e hizo cosas mucho más
agradables. Para ser un tipo tan callado, tenía mucho que decir cuando me tomaba.
Me estaba viniendo otra vez. No podía creer que lo hubiera hecho tan rápido, pero
no podía negarlo. Y Park podía sentir que se acercaba.
―Eso es, mi belleza ―me animó, llevándome aún más rápido.
No había forma de contenerlo. El segundo orgasmo me golpeó, ahogándome de
placer. Grité el nombre de Park mientras sus empujones se volvían bruscos. Dejó
escapar un gemido grave que juré que podía sentir vibrar en su verga.
Nos desplomamos sobre la cama. No creí que fuera capaz de moverme después de
eso.
Apenas tuve fuerzas para preguntar:
―¿Cómo lo haces?
Se rio entre dientes, y me pregunté si era raro que me divirtiera tanto haciéndolo
reír después de las dos veces que habíamos tenido sexo. Pero lo hice.
―Preciosa, esa es todo tú.
Resoplé, sin importarme si no era sexy. Podía decir lo que quisiera, pero nunca
había tenido nada parecido a lo que me dio.
143
Toda yo, mi culo.

―Si pudieras ir a cualquier parte del mundo, ¿dónde elegirías?


Pasaron horas. En ese tiempo, nos las habíamos arreglado para dormitar, tener
sexo otra vez, ducharnos y dirigirnos al sofá. Allí, con Parker en bóxer y yo con una de
sus camisas ―sin ropa interior, a su demanda―, nos habíamos pasado el día
holgazaneando.
Normalmente, pasar todo el día en horizontal era algo que sólo hacía si estaba
demasiado enferma para evitarlo. Siempre he sido de las que buscan algo que hacer.
Limpiar, hornear, hacer recados que no eran tan importantes. Un día entero sin hacer
nada me inquietaba.
En ese momento, con Park acostado, con mi cuerpo medio cubierto sobre el suyo,
medio entre él y el respaldo del sofá, y con sus dedos recorriendo mi piel con suavidad
susurrante, dibujando patrones invisibles por todo el cuerpo, no tenía ningún deseo de
moverme.
―Me siento muy bien aquí ―respondió, y su mano bajó traviesamente para
agarrarme el trasero.
El travieso Park era nuevo. Ya había habido indicios de ello mezclados con su vena
dominante en el sexo, pero había estado recibiendo más muestras de ello durante todo
el día, sobre todo cuando no quería quitarme las manos de encima. No me quejaba ni
un poco.
―Además de aquí ―dije con una mirada.
Giró la cabeza, presionando un beso en la parte superior de la mía, y luego
respondió:
―Australia, tal vez. O Nueva Zelanda.
―¿Por qué?
―No lo sé. Sólo parecen interesantes.
Tuve la sensación de que no estaba siendo reservado, simplemente no tenía una
144 respuesta concreta, así que dejé que eso fuera suficiente. Al fin y al cabo, me estaba
siguiendo la corriente con mi serie de preguntas, siempre y cuando obtuviera también
mis respuestas. No había profundizado mucho, pero me pareció un progreso respecto a
nuestro uno por uno.
―Yo me iría a Irlanda.
―¿Por qué? ―respondió él.
―Creo que me interesa desde hace mucho tiempo. Cuando era niña tuvimos que
hacer uno de esos proyectos sobre la procedencia de nuestra familia. Yo elegí Irlanda
porque teníamos sangre irlandesa en ambos lados de la familia. No es que haya crecido
con tradiciones irlandesas ni nada por el estilo, sólo que el hecho de aprender sobre ese
país a través de ese proyecto y de ver sus bellos paisajes, se me quedó grabado.
Asintió con la cabeza. Me había dado cuenta, mientras hacíamos esto, de que una
cosa que siempre me había gustado de hablar con Park era que podía estar callado, no
responder verbalmente a las cosas a menudo, pero eso no significaba que no diera algo.
No se limitaba a quedarse ahí, haciendo que me preguntara si me estaba escuchando o
no. A veces no era un movimiento de cabeza. Podía ser una mirada, o un apretón del
brazo que tenía alrededor de mí. Tenía un sinfín de formas de comunicar que le
importaba lo que yo tenía que decir.
―¿Puedo preguntar sobre los antecedentes de tu familia?
No quería que pareciera una exigencia. Preguntar a alguien por su origen étnico
debe abordarse con respeto. El hecho de que también fuera una pregunta sobre la
familia, un tema sobre el que Park se había mostrado cauteloso todo el tiempo no hacía
más que aumentar el problema. Quería presionar, como me había dicho Carson, quería
saber más sobre él, pero no quería abrirme paso a la fuerza.
―Me hace mucho esa pregunta ―comenzó. Estaba segura de que sí. Parte de ella
era probablemente curiosidad inocente, pero estaba segura de que había otros que
preguntaban con odio detrás de las palabras. La sola idea hizo que se me calentara la
sangre.
Park continuó
―No lo sé. No es el tipo de cosas de las que se hablaba cuando crecía. Nunca vi a
mi padre. La única pista que tengo es que mi madre no tenía ningún problema en decir
la palabra con N cuando se refería a él, así que puedo suponer que al menos era en
parte negro y que heredé algo de eso. No hablaba de su familia, pero sé que tengo algo
de sangre asiática de ella. Eso es todo lo que tengo para seguir.

145 Era la primera vez que mencionaba a sus padres. A veces me preguntaba si había
conocido a alguno de ellos. Lo que sacaba de esa historia, una madre que lanzaba una
palabra como esa cuando era el tipo de vitriolo que se podía lanzar a su propio hijo, no
parecía prometedor.
No queriendo ir demasiado lejos, no en nuestro primer día como el nosotros que
estábamos construyendo, no cuando él había ofrecido voluntariamente tanto, nos dirigí
lejos de la oscuridad que se extendía allí.
―Bueno, yo sé una cosa ―dije, besando un pectoral.
―¿Oh?
―Vengas de donde vengas, eres el hombre más sexy que he visto nunca.
Sus ojos estaban acalorados, la voz baja cuando contestó:
―¿Tú crees?
Asentí contra su pecho, deslizándome más sobre él mientras trazaba con mi
lengua los tatuajes que lo cubrían.
Sus manos llegaron a mi pelo, tirando de la corta longitud de este en sus puños
como pudo.
―¿Por qué no me muestras?
Todo en mí se sonrojó, ese calor abrasador entre mis piernas.
―¿Mostrarte?
Aplicó una leve presión a ese agarre en mi pelo, sus caderas alzándose un poco.
―Muéstrame ―repitió.
Entendiendo su insinuación, le besé el estómago, y mi mano ya se estaba burlando
de su dura verga a través de los bóxers. Estaba más que feliz de mostrárselo. De hecho,
había estado esperando mi oportunidad.
Me tomé mi tiempo para bajar, apartando la tela. Una pequeña retribución por su
tortura de la noche anterior.
―Gwen ―gruñó cuando lo liberé, pero, aun así, sólo pasé mis dedos por su
longitud.
Reprimí la sonrisa. Todavía no había terminado. Bajando la cabeza, pasé la lengua
desde la punta hasta la base. Su agarre en mi pelo se tensó hasta que dolió un poco,
pero solo me hizo sentir más poderosa.
146
―Hermosa. ―Era una advertencia, pero sabía que era una advertencia vacía.
Seguí provocándolo, prodigando atenciones a su verga y a sus bolas con mis
manos, mis labios y mi lengua, pero sin llegar tomarlo. Incluso cuando su verga se
sacudía y goteaba pre semen, no me detuve.
―Maldita sea, Gwen ―gimió, su voz agonía y éxtasis a partes iguales.
―¿Qué?
―Tú sabes qué.
Pasé mi lengua por la cabeza, provocando un gemido bajo.
―¿Lo sé?
Su cabeza estaba echada hacia atrás, todo su cuerpo tenso. Tenía el control
absoluto sobre él, y era embriagador. No era el único que podía tomar el control.
Sólo entonces, cuando supe que tenía cada parte de su mente y su cuerpo, le di lo
que quería.
Lo chupé profundo, sin contenerme en absoluto. Le di todo hasta que se vino.
Y entonces Park me devolvió el favor. Fue el mejor día libre que había tenido.
Capítulo 23
PARK
―¿Perdón?
Sabía que no debía preguntarle. Fue un error. Un gran error.
―Le preguntaré a Liam ―murmuré, pero Jess saltó de su silla como si yo fuera a
correr.
Me miraba como si fuera yo el que estaba actuando como un lunático cuando
Liam se acercó de todos modos.
―¿Qué es lo que la tiene tan irritada?
Iba dirigido a mí, pero Jess respondió por sí misma.
―Me acaba de preguntar por un buen restaurante para llevar una cita.

147 Liam no enloqueció, lo que me dio la razón. Debería haberle preguntado de


inmediato.
―Morelli's ―respondió―. Tranquilo, la comida es estupenda. El mejor lugar de
la ciudad.
Danny levantó la cabeza en su estación, en medio de un tatuaje.
―¿Oí Morelli's? ¿Vamos? Porque estoy tan dentro.
―Park está buscando un buen lugar para una cita ―explicó Liam, y yo estaba
tratando de averiguar en qué momento mi puta pregunta simple convirtió este lugar
en un circo de tres carpas.
―Definidamente Morelli's, hombre ―coincidió Danny―. Aunque a la chica no le
guste la pasta, tienen un montón de opciones. A mi mamá incluso le encanta la
ensalada cuando hace una de sus dietas. Pero pide pasta. Hacen esa mierda casera. Lo
mejor.
Morelli's era.
―¡No te metas, Danny! ―espetó Jess, acercándose a mí y a Liam―. ¿En serio
vamos a ignorar el elefante en la habitación?
Pensé entonces que era bueno que mi belleza no tuviera el atractivo de Jess para
el dramatismo. Gwen podía divagar, pero era bastante relajada en general. Eso me
convenía más.
Cuando nadie le contestó, Jess presionó:
―¿Con quién exactamente vas a tener una cita?
―Gwen. ―Incluso yo oí el orgullo en mi voz. No quería la atención, pero le diría
a cualquiera que quisiera saber que ella estaba conmigo.
―Felicidades ―dijo Liam―. Es linda. A Kate le agradó mucho.
―Gracias.
Jess tenía los ojos desorbitados y la boca abierta, pero no dijo nada. Sin embargo,
parecía que iba a desmayarse.
―¿Estás bien?
―Vas a tener una cita con Gwen ―afirmó, con una voz sorprendentemente
tranquila.

148 ―Correcto.
―¿Cuándo carajo pasó esto? ―preguntó.
―El sábado.
―¡Es miércoles!
Ella realmente necesitaba dejar de chillar, pero no había manera de que yo dijera
eso.
No me molesté en confirmar lo obvio. De todos modos, ella no necesitaba que lo
hiciera. Después de un segundo, se le ocurrió otra cosa.
―Ustedes estuvieron en mi casa el sábado.
―Sí.
―¿Y qué, simplemente no dijiste nada? ―La forma en que lo dijo hizo que
sonara como si yo le hubiera ocultado el hecho de que tengo una enfermedad terminal.
―No, sucedió después.
―¿Cómo?
No iba a entrar en la mierda personal de Gwen con ella, y definidamente no iba a
hablar de todo lo que pasó después.
―No voy a ir allí.
―Vamos. Tienes que darme algo.
No dije nada, que era todo lo que necesitaba.
Se frotó la frente.
―Okay. Bien. Y no lo has mencionado los últimos dos días porque...
Sobre todo, porque sabía que ella se iba a poner así.
―No surgió.
―¡Porque tú no has sacaste el tema!
Me di cuenta entonces de que Liam se estaba alejando. Fue inteligente. No
necesitaba estar en medio de esto.
Bajando la voz para que mi asunto no estuviera abierto para todos en el maldito
estudio, le dije:
―Es nuevo. Es bueno, pero es nuevo y complicado por el hecho de que ya
vivimos juntos. Ya estoy bastante hundido en ella, no necesito involucrar a todo el
149 mundo en eso demasiado pronto y estropear esto.
Parte de su frustración se disipó, pero no toda.
―Yo no arruinaría esto por ti, Park.
―Lo sabía. ―Al menos con Gwen. A Jess le gustaba. También sabía que Jess no
dudaría en meterse en mi mierda si sentía que tenía motivos para hacerlo, así que era
un riesgo que no había sentido la necesidad de correr. Esperaba que preguntarle por
un restaurante fuera rápido y sin incidentes. Lo cual fue una estupidez por mi parte.
―Para que conste, los imbéciles tienen razón. Llévala a Morelli's. No fue tan
incómoda para comer el fin de semana pasado, así que le encantará la pasta si no ha
estado. Si lo ha hecho, a todo el mundo le encanta Morelli's.
―Gracias.
Iba a volver a mi estación cuando añadió:
―Será mejor que vea más de ella contigo pronto. No pude hablar mucho con ella
el sábado.
Lo que significa que su interrogatorio no había sido lo suficientemente
exhaustivo.
―Pronto.
Ella puso los ojos en blanco.
―Sé que estás mintiendo. Aléjate de mi escritorio.

Esa noche, más tarde, entré en Morelli's con el brazo alrededor de una sonriente
Gwen. Llevaba un vestido azul marino con la parte delantera lo suficientemente baja
como para que me planteara tomarla con él puesto cuando llegáramos a casa.
―Sabes, no tenías que sacarme ―dijo mientras pasaba por la puerta que le
mantenía abierta―. Creo que los últimos días han demostrado que soy una cosa
bastante segura.
Los últimos días me habían demostrado que no podíamos quitarnos las manos de
encima. Había estado bien el domingo, cuando tuvimos tiempo para pasar juntos entre
150
rondas de sexo cuando ambos nos estábamos recuperando, pero el trabajo significaba
que la mayor parte de nuestro tiempo juntos desde entonces había sido enteramente
en la cama. Esta noche, iba a hacerle pasar un buen rato antes de llevarla de vuelta a
casa y tener otra probada otra vez.
La arropé otra vez a mi lado y ella se rio de su propia broma.
―Pero este es mi restaurante favorito.
―Bien.
Nos dirigimos a la anfitriona, a la que di mi nombre de la reservación. La vi
mirarnos a los dos antes de dejar de prestar atención a su pantalla para revisar, pero
fue cuando volvió a levantar la cabeza cuando me di cuenta. Al inclinar su cabeza, sus
ojos fueron directamente a la cara de Gwen. El lado derecho de su cara.
Luego, mientras decía “por aquí” y nos guiaba de vuelta, no volvió a mirar a
Gwen.
Me molestó, así que me mantuve atento después de que retirara la silla de Gwen
y se sentara. Y, efectivamente, incluso cuando la anfitriona le entregó el menú y nos
dijo que nuestro mesero estaría enseguida con nosotros, evitó obviamente mirar
directamente a Gwen.
No lo evité, me centré en mi belleza cuando la mujer se alejó. Ella estaba mirando
el menú, pero debió sentir mi atención. Me sonrió y dejé de lado esa tontería.
―¿Has estado aquí antes?
―No. Todo el mundo en el trabajo me lo recomendó cuando pregunté
―expliqué.
―¿Todos?
―Al menos, así lo sentí. ―Le conté la historia básica y se rio. Es curioso que el
hecho de que lo disfrutara hizo que toda la escena fuera menos molesta.
Llegó nuestro mesero, se presentó y pidió nuestras órdenes de bebidas. Cuando
Gwen pidió una copa de Pinot Grigio, le dije que trajera la botella.
―No tienes que hacer eso ―insistió ella―. Una copa está bien para mí. Deberías
pedir lo que quieras.
La ignoré y le reiteré que trajera la botella, cosa que hizo y nos sirvió las
primeras copas mientras ambos mirábamos el menú. Me alegró ver que él, al menos,
no reaccionaba ante ella fuera de la interacción normal.
151 ―¿En qué estás pensando? ―Preguntó Gwen.
―No estoy seguro.
―Yo tampoco. Siempre hay que elegir. Tanto los tagliatelle como los bucatini son
increíbles. Nunca puedo decidirme entre ellos. ―Juntó los labios y miró el menú como
si fuera a tomar la difícil decisión por ella.
―Pide las dos cosas.
Sus ojos se ensancharon.
―Las porciones aquí son enormes. Me llevaría una semana comerme las dos.
Me encogí de hombros. Entonces comería bien durante una semana. No veía el
problema.
―¿Quieres algún aperitivo? ―Pregunté en su lugar.
―La burrata es fantástica. La hacen en casa, al igual que el pan que sirven con
ella. Los arancini también son increíbles. Pero a mí me basta con la pasta.
No sabía si esta necesidad de ser complaciente era una cosa de nerviosismo de la
primera cita, o algo que ella no había tenido la ocasión de mostrar todavía, pero iba a
tener que hacer que dejara el hábito. Yo no estaba en condiciones de salir todas las
noches y acompañarlas con una botella de vino, y ni siquiera lo haría si lo hiciera. Sin
embargo, en una noche especial, que esta maldita era, iba a tener que acostumbrarse a
que la trataran bien.
Cuando nuestro mesero volvió, la dejé pedir primero.
Ella pidió los bucatini.
―¿Y para usted, señor?
―Los tagliatelle. Y empezaremos con la burrata y los arancini.
Gwen abrió la boca como si fuera a protestar, pero la detuve con una mirada.
―Excelente. Llevaré eso a la cocina y volveré pronto.
Cuando se fue, ella extendió las manos sobre la mesa y dijo:
―No tenías que hacer eso.
Las tomé en las mía y le dije directamente:
―Mi belleza consigue lo que quiere.

152 Sus ojos bajaron y una sonrisa se dibujó en sus labios. También tendría que
acostumbrarse a eso. No tenía motivos para sentir vergüenza de que la llamara
exactamente como era. No le llamé la atención por ello. Ya se acostumbraría.

La cena fue genial.


No me refería a la comida. La comida era buena, una de las mejores que había
probado, pero eso no era un factor.
Salir con Gwen fue genial.
Me contó anécdotas de la universidad, de cómo conoció a Caroline, de un
cachorro que había llegado al refugio esa semana y que no paraba de intentar
escaparse de la sala de reconocimiento y tenía tendencia a esconderse en las bolsas del
personal y de los voluntarios si tenía la oportunidad. Hablaba animadamente como
siempre y comía igual.
Llegó nuestra comida, y no hizo falta mucha persuasión para que comiera de los
dos platos. Nunca había sido una persona que compartiera. En mi vida había habido
demasiadas cosas para compartir. Con la comida, sólo había conseguido hacerlo con
los bocadillos, e incluso eso iba en contra de mi instinto. Sin embargo, compartir con
Gwen no me había molestado. Me pareció natural dejarla que se saciara.
Fue mientras el mesero pasaba mi tarjeta que sucedió. No sé qué me hizo mirar
hacia ellos. Tal vez pude sentir sus ojos sobre nosotros.
Eran una pareja mayor, sentada a unas cuantas mesas de distancia. Mientras
miraba, cada uno de ellos miró a Gwen. No, no sólo miraron. Miraron fijamente. Luego
se voltearon el uno al otro, lanzando miradas hacia ella mientras hablaban con muecas
de desprecio.
A eso se refería. Aquellas personas se sentían en su derecho de mirarla y juzgarla
sólo porque tenía una cicatriz que no podía haber hecho nada para evitar en su cara.
Había estado en el extremo receptor de miradas como esa, demasiadas veces para
contarlas. Hoy en día, a menudo era por mis tatuajes. No me importaba, simplemente
lo ignoraba. El juicio retrógrado y anticuado del arte corporal me molestaba, pero ese
era su problema, no el mío.
153
¿Pero esto?
Esto era diferente.
Estaba listo para levantarme, para ir a decirles que se ocuparan de sus malditos
asuntos, cuando sentí que la mano de Gwen se posaba sobre mi puño. Mi atención se
centró en ella y sacudió un poco la cabeza.
―Simplemente ignóralo.
Así que ella también se había dado cuenta. Eso sólo me enfureció más.
―No deberían―
―Lo sé, pero que los regañes no cambiará su forma de ver el mundo. Lo tomarán
como si fueras un pendejo. No dejes que arruine nuestra noche.
La mirada triste de sus ojos me decía que, hasta cierto punto, ya lo habían hecho.
No quería dejarlo pasar. No quería que gente así estuviera en el mundo emitiendo su
juicio de mierda sobre ella.
―¿Sabes que no se trata de ti?
La tristeza no se fue ni siquiera cuando me sonrió.
―Lo sé.
―Pendejos así, lo reparten sin razón. Ven a una mujer hermosa como tú y se
centran en lo que les parece un defecto. Me miran y asumen que soy un pandillero por
mi piel y mis tatuajes. Miran a un niño hambriento en la calle y asumen que les va a
robar en lugar de intentar ayudar. Todo gira en torno a ellos y a sus creencias jodidas.
No de ti.
Lo vi, el reconocimiento del peso de lo que acababa de decir.
Oh, sí, lo sabía todo sobre la gente así. Había recibido esas burlas desde que era
ese niño sucio de la calle al que esquivaban.
Mantuve mi rostro neutral, esperando que lo dejara y confirmara que lo
entendía.
―Lo sé, Park ―susurró.
No fue suficiente. Esos imbéciles no se merecían su tranquila cena cuando habían
puesto ese manto sobre la nuestra, pero que ella dijera que sabía que todo era culpa de
ellos me permitió dejarlo y no arruinar más nuestra noche.

154 Nuestro mesero volvió, devolviéndome la tarjeta y el recibo para que lo firmara.
Garabateé mi firma y me guardé la cartera en el bolsillo antes de ponerme de pie y
ofrecerle la mano a Gwen.
―Vamos a casa, bebé.
Ella la tomó, y yo salí de ese restaurante con el puto orgullo de tenerla del brazo.
Orgullo, y un ardor en las tripas que no se calmó ni siquiera cuando fulminé con
la mirada a los cabrones al pasar.
Capítulo 24
PARK

―¿Qué mierda estás haciendo aquí, mierdecilla?


Rayos. Me atraparon.
Pensé que podría pasar a hurtadillas, pensé que ya estarían todos lo
suficientemente drogados como para que no se dieran cuenta. Sabía que no debería
haberlo intentado, pero tenía mucha hambre. El sábado significaba que no había
escuela, así que no había almuerzo. No había comido nada desde el almuerzo de ayer.
Hubiera esperado hasta más tarde, hasta que el ruido se calmara porque todos
estaban desmayados, pero no pude. Me sentía mareado, tembloroso. Necesitaba comer
o podría volver a desmayarme. No podía arriesgarme a sufrir otra conmoción o a que
alguien de la escuela se diera cuenta. La última vez ya había sido bastante mala.
155 Así que me había arriesgado. Y ahora pagaría.
Mac se puso de pie, exigiendo:
―¿Me oyes? ¿Qué coño estás haciendo aquí?
Sabía muy bien que debía contestarle. Aun así, me tomé un segundo para mirar
alrededor de la docena de personas que había en nuestra sala. Y allí estaba ella,
quitándose la banda que rodeaba su brazo mientras mantenía la aguja dentro.
―¡Contesta!
―Yo... necesitaba una bebida. ―No era mucho mejor, pero el agua era mejor que
admitir que había entrado para llevarme algo de la comida que había comprado.
―Te dio acceso al baño. ¿El grifo no funciona?
No le importaría si no lo estuviera.
―Lo está.
Se acercó un par de pasos.
―Entonces no tienes ninguna razón para estar aquí, ¿verdad?
Mi estómago se apretó, el vacío de él resonó en todo mi cuerpo. Pero dije:
―No.
―No. ―Concordó, acercándose aún más. Yo quería correr. Cada parte de mí
estaba listo para salir lo más rápido posible, pero no había ningún lugar al que ir.
Correr sólo empeoraba las cosas.
―Lo siento.
―Todavía no.
El primer golpe fue rápido, e hizo crujir mi mejilla. Luego el segundo, que me
envió al suelo. Dos más, y el dolor estalló en mis costillas.
Ella ni siquiera miró, sólo se recostó mientras su único amor se abría paso por su
torrente sanguíneo.
Mac me agarró de la nuca. Mi ojo ya estaba hinchado, el otro empañado por las
lágrimas que no iba a derramar, por mucho dolor que tuviera.
―¿Tienes sed? ―Me arrastró hasta la sala de estar―. Toma un puto trago
entonces.
No tuve más remedio que tragar cuando me metió la botella de whisky en la boca.
156 Me quemó y me atraganté, pero él no dejó de hacerlo hasta que lo vomité por todo el
suelo. Me empujó hacia abajo, haciendo que mi cabeza se rompiera contra la mesa de
café antes de que me golpeara contra el suelo, tosiendo y jadeando y mareado.
―Ven aquí, perra.
Ella estaba prestando atención entonces. Oí el ruido de ella saltando a su orden.
Tenía que estar realmente perdida en la niebla de las drogas para no hacerlo. Él le había
enseñado esa lección.
Oí el tintineo de la hebilla de un cinturón que se desabrochaba y me estremecí. Iba
a castigarla por haberme pasado de la raya. Ella no me agradaba, pero tampoco quería
que la azotara.
―No lo hagas ―dije ronco, pero no se escuchó por encima de la charla y la
música.
―Ya sabes qué hacer ―le indicó Mac.
Me obligué a abrir los ojos, me obligué a concentrarme. Él seguía sentado, pero
ella no estaba preparándose para tomar su cinturón. Se estaba quitando los pantalones
y subiendo a su regazo.
Ella estaba...
Gruñó cuando ella se sentó, y luego me miró, triunfante. Cerré los ojos, pero no
pude acallar el ruido. No tenía fuerzas para moverme.
―A ella le importa un carajo que estés aquí ―se burló.

Me desperté con un sobresalto, sudoroso y con náuseas. Al darme cuenta de que


Gwen estaba acostada frente a mí, justo donde había estado todas las noches durante
las últimas tres semanas, me quedé helado. Su respiración era profunda y uniforme.
Cuando estuve seguro de que no la había despertado, me aparté con cuidado y me
senté.
Me froté las palmas de las manos en los ojos como si pudieran borrar el hecho de
haber visto esa mierda.
Mac había tenido razón. Le importaba un carajo que yo estuviera allí. No sólo
porque le proporcionaba drogas. No porque estuviera demasiado drogada para
entender. Porque a ella simplemente le importaba un carajo yo. Y punto.
Mi propia madre se quedó mirando cómo me pegaba, y luego se subió a su verga
mientras yo estaba tirado allí mismo, sangrando en el suelo.
157 Tenía quince, y fue entonces cuando supe que tenía que salir, no importa qué.
Aunque eso significara vivir en la calle.
¿Por qué estaba regresando esta mierda?
Se acabó. Terminó. Hacía años que había salido.
Pero sabía por qué estaba saliendo a la luz.
Dejando caer las manos, miré la silueta de Gwen, que dormía profundamente a
mi lado en la oscuridad.
Ella no lo dejaría estar. Seguía preguntando cosas, aparentemente inocentes,
pero sabía lo que estaba haciendo. Era una estratagema para hacerme hablar, para
soltar los secretos de mi pasado que había estado evitando con ella desde el principio.
No quería ocultarle cosas. No me gustaba la forma en que se le caía la cara
cuando yo cerraba sus líneas de interrogación porque estaba indagando demasiado.
Pero algunas cosas estaban enterradas por una razón, y debían permanecer así.
Nunca me volví a dormir, así que salí de la cama temprano. Mucho antes de que
Gwen se despertara. Incluso antes de que Tadeo pudiera pedir su desayuno.
Mi segunda taza de café se había agotado cuando Gwen entró adormilada. Su
pelo, como siempre, estaba desordenado. Sus ojos sólo se entreabrían para ver por
dónde iba. Su cara estaba un poco hinchada y tenía marcas de arrugas en la funda de
la almohada.
Todavía se veía jodidamente hermosa.
―Te levantaste temprano ―comentó, terminando con un bostezo.
Agarré la taza que ya tenía lista para ella, llenándola. Había estado demasiado
metido en mi propia cabeza como para oírla despertar y tenerla preparada, pero no iba
a hacer esa mierda de la última vez y no preparárselo por mi estado de ánimo.
Cuando estuvo listo, se lo tendí. Ella no hizo nada por mi falta de respuesta, sólo
se acercó a mí con su sonrisa normal, pero somnolienta, y me besó el costado de la
mandíbula mientras tomaba el café. Se quedó pegada a mi lado mientras sorbía sin
parar hasta que se acabó la taza.
158
Esto se había convertido en nuestra rutina matutina. A veces empezaba
tomándola temprano antes de que se durmiera un rato, otras veces era el comienzo.
Siempre incluía que yo le preparara el café, y que ella diera las gracias con un beso y lo
disfrutara cerca. Lo que significaba que mis mañanas siempre empezaban bien.
Aquella mañana, ni siquiera el tenerla presionada contra mí pudo sacudir la
agitación de aquel recuerdo que volvió a surgir.
Medio dormida, no notó la tensión. Con el café y el tiempo de pie despertándola,
no tuve tanta suerte.
―¿Estás bien?
―Bien.
Ella me miró.
―Park, en serio. ¿Qué pasa?
―Nada.
Se apartó de mí, moviéndose a través de la cocina donde podía ver mi cara.
―Sabes que puedes hablar conmigo de cualquier cosa.
Sabía que ella lo creía. También sabía la verdad de que no podía.
―Lo sé ―dije de todos modos.
Sus hombros se desplomaron.
―Pero no lo harás. ―No confirmé lo que ella ya sabía.
―Supongo que es inútil señalar que podría ayudar a sacarlo ―dijo ella, abatida.
Tampoco me molesté en confirmarlo.
Todavía desplomada, llevó su taza al fregadero y la enjuagó. Gwen solía ser una
persona de dos tazas. Sabía que estaba buscando un poco de espacio de mí. Por mucho
que eso me desgarrara, por mucho que toda la postura de derrota me desgarrara, no
intenté detenerla.
En cambio, lo hizo por voluntad propia antes de salir de la cocina. Se giró en el
umbral, ese abatimiento se mezcló con la preocupación. A pesar de que yo era la causa
de que su mañana empezara terriblemente, aun así, quería ayudarme a arreglar la
mía.
La mujer era demasiado buena para mí.
159
Me preguntaba si lo correcto era tratar de ser el hombre digno de ella, o admitir
la derrota y dejarla ir cuando llegara el momento de pasar a un hombre que tuviera
posibilidades de acercarse.
Consiguió dominar lo que quería decir antes de hablar.
La observé, preparada, pero aún no estaba lista.
―Nunca he estado enamorada. Te lo dije ―comenzó―. Pero creo que tal vez,
contigo... ―Dejó escapar un suspiro y sacudió la cabeza antes de continuar, dejando lo
que había dicho abierto a la conclusión obvia que me robó el aliento―. No veo cómo
podemos si ni siquiera me dejas conocerte.
Con ese golpe de despedida, aunque no lo haya querido decir, se dio la vuelta y se
marchó, dejándome sentir más bajo que la puta basura callejera que fui una vez.
Capítulo 25
GWEN

―Okay, suéltalo. Has estado rara desde que llegaste esta mañana.
Esa era Caroline, emboscándome en la primera oportunidad que tuvo. Habíamos
tenido juntas durante casi todo el día, repasando cada parte de las operaciones de
arriba a abajo. En todo momento, había visto y sentido sus ojos en mí. Sabía que esto
iba a suceder, incluso sospechaba que sería en el momento en que volviéramos a
nuestra oficina.
Tenía razón.
―Sólo tuve una mañana difícil.
Me miró con una mirada que decía directamente que los dos sabíamos que eso no
serviría.
160
Tal vez Park me estaba contagiando.
Gemí y me desplomé en mi silla. No quería ser esa chica. La mezquina y pasivo-
agresiva, aunque fuera en mi propia cabeza. Algo tenía que ceder, y tal vez ella tenía
una mejor idea de qué.
―Park no quiere hablar conmigo.
Sus cejas se juntaron.
―¿Qué, como si te estuviera haciendo la ley del hielo? ¿Cómo puedes saberlo?
Normalmente, me habría reído. Park era callado, eso era cierto. Pero no estaba
conmigo, al menos no tanto. Excepto esa mañana, o cada vez que su pasado saliera a
relucir, entonces no podría sacarle nada.
―No. Quiero decir que no quiere hablar conmigo. Podemos charlar, bromeará o
me hablará del trabajo o de lo que sea. Escuchará todo lo que le diga y hará preguntas
y reaccionará. Pero no me cuenta nada de su vida antes de los últimos dos años. Hasta
ahora, sé que su padre no estaba en la foto, su madre nunca le habló de su familia, y
una ligera sospecha de que podría haber sido un indigente en algún momento o al
menos a punto de. Eso es todo. Desde su nacimiento hasta que empezó a ser aprendiz
en Sailor's Grave, eso es todo lo que sé sobre el hombre con el que llevo casi un mes.
Hizo una mueca, agarró una de las sillas extra que teníamos para la gente que
venía a hablar con nosotros y la levantó.
―Quizá Carson tenía razón. Tienes que empujar si quieres llegar a alguna parte.
Se lo conté todo al día siguiente en el trabajo. Tanto porque me asustó como para
quitármela de encima con el tema de cómo era Park en la cama.
―He intentado empujar. ¿Sabes lo que pasa cuando empujas contra una pared de
ladrillos? Nada. No se mueve, y acabas con las manos destrozadas por intentarlo.
―¿Qué significa eso? ―Su voz y su postura se habían tensado.
―Nada de eso ―aseguré―. No se pone agresivo en absoluto. Simplemente se
cierra, deja de responder. A veces se limita a redirigir las cosas a temas más seguros,
pero a veces deja de responder hasta que me rindo.
―Entonces no te rindas. ―Como si fuera tan sencillo.
―Cómo no lo hago si no responde. Porque no es una exageración. No se trata de
ser evasivo o de hablar sin decir realmente nada. Directamente no va a responder.
Silencio total.
161 ―Entonces presiona más ―insistió, y yo apenas estaba reprimiendo el impulso
de alcanzar el escritorio y sacudirla―. Si esto es importante para ti, y sé que lo es,
entonces no cedes. Él se calla, tú sigues preguntando hasta que no tenga más remedio
que responder, o le dices directamente que la comunicación es algo indispensable para
ti.
―Más o menos ya lo hice ―admití, soltando toda la historia de esa mañana.
No dijo nada bueno cuando ella parecía triste mientras yo terminaba.
―Creo que eso es bastante claro, así que le has dado algo en lo que pensar. Todo
lo que puedes hacer es ver si se lo toma en serio.
En el fondo, ya lo sabía.
Lo que me aterraba era lo que podría pasarle a mi corazón si no lo hacía.
Estaba apagando la computadora por hoy cuando llamaron a la puerta de nuestra
oficina. Caroline ya se había marchado, pero yo me estaba demorando. Contesté a
quien fuera que entrara y Shawna, una de nuestras voluntarias, asomó la cabeza.
―Gwen, tienes una visita.
Contuve un suspiro, apenas. Quería terminar por hoy. Aunque tenía que admitir
que volver a casa tampoco tenía mucho atractivo.
―Que pase. Gracias.
Un segundo después, la puerta se abrió por completo para revelar a Park de pie.
Parecía... no estaba seguro. Nervioso, tal vez. Era difícil de determinar. Su rostro no
revelaba nada, sólo la misma expresión neutra que llevaba la mayor parte del tiempo,
pero había una energía en él que se sentía inquieta.
―Ey.
Tal vez fue por sentir sus nervios, pero por alguna razón, me sentí obligada a
darle una pequeña sonrisa mientras le respondía:
―Hola.
162 Ninguno de los dos habló de inmediato, pero se tomó un momento para echar un
vistazo a mi oficina. No había estado aquí antes, pero le había enseñado un par de
fotos de mala calidad tomadas con el celular del antes y el después del cambio de
imagen que le hicimos. Me preguntaba qué le parecería verla en persona.
―¿Qué estás haciendo aquí? ―Finalmente pregunté.
―Lo siento ―dijo, y tuve que admitir que la disculpa directa era agradable.
Mucha gente no las da tan fácilmente. Optan por “lo siento si te sentiste mal” o alguna
otra pseudo disculpa evasiva que al menos culpaba a medias al receptor―. Fui un
idiota esta mañana, y no te merecías eso.
Parecía muy cansado. Más que cuando me fui esta mañana. Me pregunté si le
había pesado todo el día. No sabía a dónde iríamos a partir de aquí. Obviamente estaba
arrepentido, pero tampoco había prometido arreglar las cosas. Era como Caroline
había dicho, todo lo que podía hacer era ver lo que él haría después, pero por el
momento, era el momento de dejarlo ir.
Me levanté, caminando hacia donde él se había quedado en la puerta, como si
pensara que le iba a decir que se fuera. Cuando llegué hasta él, le rodeé la cintura con
los brazos y me acurruqué contra su pecho. Él no dudó en envolverme, apoyar su
mejilla contra mi cabeza y apretarme como si estuviera afirmando que realmente
estaba allí.
―¿Por qué venir aquí?
Entendió que me refería a que verme en casa.
―No lo sé. Mi última cita tuvo que cancelar, así que terminé hace un par de
horas, y estaba esperando que tú terminaras. Cuando subí al coche para ir a casa,
acabé aquí en su lugar.
Dios, era dulce. Me recordó exactamente por qué estaba luchando por esto, por
qué no me rendiría fácilmente. Las palabras de Carson de hace semanas susurraron en
mi oído, algo que han hecho a menudo desde que las dijo.
Pero si consigues derribar ese muro, valdrá la pena todo ese esfuerzo. Si consigues
que te dé todo lo que está reteniendo, espero que te lo dé todo.
Tenía razón. Lo sabía. Sólo que no estaba tan seguro de poder darle a Park eso.
Pero no había terminado de intentarlo.
―Vamos ―dije finalmente, saliendo de su calor. Se resistía a soltarme como yo a
163 moverme―. He terminado por hoy. Salgamos de aquí.

Todo mi cuerpo estaba en llamas.


Siempre había pensado que el sexo de reconciliación era un mito. Cuando había
salido antes, una pelea generalmente significaba nada de eso por un tiempo. En ese
momento, estaba viendo una luz completamente nueva.
Y aún no habíamos llegado al sexo.
Park y yo habíamos llegado a casa y cenamos juntos. Había sido una cena
distendida, pero se había esforzado por hablar de su día. Aunque no era lo que yo
quería que compartiera, el esfuerzo que hizo sin que yo le insistiera significó mucho.
Los esfuerzos que había iniciado después de la cena eran aún mejores.
No se abalanzó sobre mí inmediatamente. Era lo suficientemente inteligente
como para saber que esa no sería la manera.
No, primero nos acomodó en el sofá y me animó a recostarme y ponerme
cómoda. Puso uno de nuestros programas, pero no perdió tiempo en acomodar mis
pies en su regazo y frotarlos en lugar de prestarme atención. Se tomó su tiempo, hasta
que sentí que todo mi cuerpo se había relajado sólo con sus atenciones. Sólo entonces
empezó a subir por mis pantorrillas, mis muslos y a persuadirme para que me
acostara hacia la espalda.
Estaba tan relajada que me preguntaba si debía advertirle que iba a hacer que me
durmiera cuando empezara de verdad.
Lo que llevó a ese momento, casi una hora ―o varias horas, no estaba
convencida de que el reloj fuera correcto― después. Ya me había venido dos veces, y
aun así él seguía con su empeño. Mis terminaciones nerviosas se sentían como un
gigantesco cable vivo. Cada empuje de sus dedos dentro de mí se sentía como si
pudiera desencadenar otro orgasmo.
―Park ―gemí, ya no estaba segura de lo que quería.
Deslizó sus dedos fuera de mí y lloré por la pérdida.
―Shh, hermosa. Sólo dame un segundo.
164 No quería hacerlo. Quería más, quería que él hiciera algo con este incendio
forestal que había avivado. Entonces se levantó de un salto y se quitó la ropa, y decidí
que podía esperar. Su verga se liberó al bajarse los jeans, dura y gloriosa y mucho más
atractiva que sus dedos. Alargué la mano para rodearla, pero él me agarró la muñeca.
―No tan rápido.
―Rápido ―protesté.
Se rio, y lo sentí entre mis piernas. Maldito sea.
Volvió, trepando sobre mí. Abrí mis muslos alegremente para él, pero no entró.
En cambio, me rodeó con sus brazos y rodó hasta que estuve encima. Sus manos
bajaron a mis caderas.
Esto, apenas podía creerlo hasta que me di cuenta en ese momento, no lo
habíamos hecho. Por mucho sexo que hubiéramos tenido en las últimas semanas,
nunca había estado encima. Cada vez que las cosas se calentaban, él tomaba ese suave
control que me encantaba. Habíamos explorado muchas posiciones diferentes, pero
ésta nunca había sido una.
―Móntame, preciosa.
Oh, sí.
Sí, por favor.
No necesitaba ser convencida. Giré mis caderas para encontrar la punta de su
verga, me moví y me hundí hasta el fondo.
―Joder ―gruñó, y sentí su vibración donde mis manos estaban apretadas contra
su pecho.
Me quedé allí, amando la sensación de él dentro de mí, llenándome. Me mecí un
poco, trabajando mi clítoris contra él.
―Móntame ―repitió Park. Esta vez fue una advertencia.
Podía hacerlo.
Subí y volví a bajar, dándome cuenta de que tenía razón. Eso fue mucho mejor.
No me detuve, no disminuí la velocidad. Cada vez que lo tomaba en profundidad se
sentía mejor que la anterior. Estaba construyendo otra vez, pero no me soltaría, no sin
él.
Arqueando la espalda, estiré mi mano por detrás hacia sus bolas, masajeándolas.
Lanzó un gruñido áspero antes de que sus manos se aferraran a mis caderas. Comenzó
165 a levantarme y bajarme, más rápido incluso de lo que yo le había llevado. Utilizando
mi cuerpo para llegar hasta allí y empujándome al límite en el proceso.
Me quebré, perdida por completo en el orgasmo que me invadió. Ni siquiera
podía seguir moviéndome con sus empujones y tirones. No importaba, él se hizo cargo
por completo, haciéndome trabajar hasta que me tiró con fuerza y se vino dentro de
mí.
Oh, sí.
No quería pelear, o lo que sea que hayamos hecho, con Park.
Pero el sexo de reconciliación valía tanto la pena.
Capítulo 26
GWEN

Park y yo caminamos por la acera, mi mano en la suya, el sol de finales de verano


brillando. Como ninguno de los dos tenía que trabajar, habíamos ido a desayunar a un
pequeño local situado a un par de cuadras. Habíamos optado por caminar hasta allí y
disfrutar del tiempo mientras podíamos. Íbamos de regreso para ver qué nos deparaba
el resto del día.
Hace poco más de una semana que le había dicho a Park lo que necesitaba de él.
Sabía que desde ese día se había esforzado. Ahora sabía que había nacido en Seattle y
que había vivido allí hasta los dieciocho años. Sabía que no había conocido a sus
abuelos ni a sus tíos, si es que los tenía. También sabía, aunque él se había mostrado
especialmente reacio a admitirlo, que había abandonado la escuela a los quince años y
que había obtenido su certificado de estudios justo el año pasado.
166
Tomé todo lo que me dio, mostrándole de primera mano lo que significaba para
mí aprender estas cosas sobre él.
Sin embargo, ambos sabíamos que sólo estaba arañando la superficie de ese
muro, no derribándolo. Yo me conformaba con esperar por ahora mientras él se abría
camino hacia ella, pero el tic-tac del reloj seguía pesando en ambos.
Había momentos, como éste, en los que era difícil sentirse más que feliz de estar
donde estaba con Park, que me pregunté si estaba cometiendo un error. Tal vez entrar
en todo lo que había pasado antes no tenía importancia. Me pregunté si Carson, por
todo lo que conocía a Park, se había equivocado. Tal vez aceptarlo como era, con
paredes y todo, era lo que necesitaba.
Había ido a Caroline con esos pensamientos hace unos días.

―No. No vayas allí.


―Pero, ¿y si...?
Me interrumpió, sin escuchar mi argumento.
―Déjame preguntarte algo. Si Carson nunca hubiera dicho nada de eso, si toda
esa conversación nunca hubiera sucedido y tú sólo siguieras adelante con Park, ¿te
molestaría que no lo compartiera?
―Sí.
―¿Lo suficiente como para que sea una tensión en su relación el que no te lo haya
dado?
No quería responder a eso. Caroline lo sintió.
―Sabes que sí. Tal vez haya gente que argumente que escarbar en el pasado no es
necesario. Tal vez, honestamente, aunque sé que no quieres oírlo, es lo que Park
necesita. Pero las relaciones sólo funcionan si funcionan para ambas personas. Tú
necesitas eso. Necesitas sentir que puedes darlo todo con el hombre con el que estás, y
que él confía en ti lo suficiente como para hacer lo mismo. Eso no tiene nada de malo. Si
eso es lo que necesitas, es él quien debe averiguar si necesita esa intimidad o dártela
más.

167

Ella había tenido razón. No había querido escuchar que este punto de discordia
podría significar que simplemente no éramos compatibles. No había querido
considerar que enamorarse de Park no significaba que funcionáramos. Sin embargo,
había tenido que reconocerlo. Tenía que aceptar la realidad de la situación, o de lo
contrario era demasiado probable que cediera en algo que era importante para mí
como ya había estado a punto de hacer.
Desde entonces, había tomado una decisión. Disfrutaría de mi tiempo con Park,
seguiría presionando para obtener más de él, esperaría que esto siguiera siendo genial.
Si no funcionaba, sólo agonizaría sobre eso cuando llegara el momento en que tuviera
que hacerlo.
Así que, en un día soleado, caminando a su lado, estaba disfrutando.
―Tal vez deberíamos irnos un fin de semana ―sugirió Park.
―¿Dónde?
―Carson tiene una cabaña que siempre nos dice que podemos usar cuando no
está allí. Es tranquila, justo en el lago. Hay una cubierta completa con un columpio en
la parte trasera que da al muelle. Tiene gatos, así que no le importará que llevemos a
Tade y que se desprenda de todo.
Me incliné hacia él, enganchando mi brazo al suyo y apoyando mi mejilla en su
hombro.
―Eso suena bien.
―Hablaré con él para saber cuándo nos vendría bien tomarlo prestado.
Seguimos caminando, doblando una esquina, y entonces lo oí.
―¡Gwen!
Más adelante, Kelly me saludaba exuberantemente mientras Jeff estaba a su lado,
con el cejo fruncido. Como no iba a dejar que ese imbécil me arruinara el día, o su
buen humor si podía evitarlo, me acerqué a ella y acepté el abrazo que me ofreció.
―¿Cómo estás? ―pregunté, deseando poder hacerlo sin el público.
Habíamos intercambiado mensajes unas cuantas veces, pero me sorprendió que
los intentos de hacer planes siempre se detuvieran en el momento en que ella
mencionaba haber hablado con Jeff para comprobar su agenda.
168
―Estoy bien. ¿Cómo estás tú? ―Miró a Park, que había apoyado una mano en mi
espalda baja―. ¿Y quién es él?
―Bien. Este es mi novio, Park. ―Miré hacia él para ver que su cara era su
habitual pasividad, pero su atención estaba fijada en Jeff.
―Park... ―Lo pensó por un segundo―. ¿O sea, el tipo con el que te ibas a
mudar?
Ahí estaba, a pesar de los defectos que pudiera tener, se preocupaba por sus
amigos. Lo suficiente como para recordar el nombre del chico con el que me mudé,
aunque probablemente lo haya dicho menos de un puñado de veces hace meses.
―Ese mero.
Ella sonrió, grande, con dientes, todo felicidad para mí.
―Guao. Eso es genial. Tal vez las cosas suceden por una razón.
La única razón era que Jeff era un imbécil. No había ninguna razón por la que
Park y yo no pudiéramos haber empezado a salir sin irnos a vivir juntos. Podría haber
hecho las cosas más fáciles al no tener esa línea que ambos habíamos dibujado en la
arena.
No le dije eso. Ella necesitaba creer que era lo mejor que Jeff se hubiera mudado
y exigió que yo me mudara. Podía dejar que se aferrara a eso.
―Tal vez.
―Nena, tenemos lugares a cuales ir ―murmuró entonces Jeff. No era un
recordatorio, era una advertencia.
―Claro ―respondió, un poco cabizbaja. Volvió a centrarse en mí―. Nos
pondremos al día pronto. ¿Sí?
―Cuando quieras.
Me abrazó otra vez, le dedicó una sonrisa a Park y dejó que Jeff la adelantara.
Mientras lo seguía, se movió hacia mi dirección y me empujó el hombro. Puto idiota.
Me lo sacudí, harta de dejar que me molestara, pero sentí que Park se movió. Me
volteé a él y vi que su expresión ya no era tan inexpresiva. Estaba enojado. Más
enojado de lo que nunca había visto en él. De lejos.
Por instinto, extiendo ambas manos para presionar su pecho y detenerlo.
―Guao.
169
Sus ojos se dirigieron a mí.
―Ese cabrón acaba de chocar contigo. No. De ninguna puta manera te va a tratar
así.
Intentó alejarse, pero yo me agarré a las mangas de su camiseta y lo retuve.
―Park, no. No vale la pena.
―Tú lo vales.
Eso era dulce, incluso dicho a través de dientes apretados.
―Por favor, por mí. Por favor, deja esto.
No quería hacerlo. Esa guerra se reflejó en su rostro de una manera que nunca
había visto. Park solía ser controlado, pero ahora todos los pensamientos estaban en
sus ojos.
Sabía que aún no había ganado, así que presioné.
―Kelly ya tiene bastante con él. No quiero empeorar las cosas sólo para
vengarme de él. No aprenderá nada si lo enfrentas. Está demasiado lleno de sí mismo.
―Puede que aprenda algo si le tiro los putos dientes.
Cielos.
Pensé que quería gritarle. No me di cuenta de que estaba...
―Por favor, cariño. Vamos a casa.
Cerró los ojos, respirando visiblemente. Tal vez contando hasta diez o
imaginando hacer lo que quisiera a Jeff. Cuando los abrió otra vez, la ira no se había
desvanecido, en absoluto. Seguía presente en cada una de las líneas de su rostro,
abrasando sus ojos oscuros. Pero asintió con un gesto brusco.
Sabía que aún no estábamos fuera de peligro, pero supuse que la distancia era un
buen comienzo. Tomando su mano que sostenía mi espalda con fuerza, lo suficiente
como para que no fuera cómodo ―aunque no dije nada― comenzamos a caminar.
En lugar de relajarse a medida que el tiempo y el espacio se acumulaban, Park
parecía ponerse más tenso. Para cuando llegamos a nuestro edificio, no pude soportar
la forma en que esa furia irradiaba de él y solté un suspiro de alivio cuando me soltó la
mano para que subiéramos las escaleras.
En el momento en que la puerta de nuestro departamento se cerró tras nosotros,
se giró hacia mí.
170
―Háblame de ese mierda.
Me congelé. La palabra, la amenaza que había en su voz, era tan diferente a él
que no sabía qué hacer.
―Gwen.
―Sólo es un pendejo. Eso es todo.
―¿Qué clase de pendejo?
Realmente no creía que meterse en esto fuera una buena idea.
―¿No podemos dejar pasar esto? Él no importa.
―¿Un idiota camina hacia mi chica, clavándole dagas con los ojos todo el puto
tiempo, y luego hace esa mierda? No, no voy a dejar pasar eso. No se me ha pasado
por alto que esta no es la primera vez que evitas hablar de él. Sé que hay algo aquí, así
que ahora mismo me vas a decir qué coño es.
¿Yo estaba evitando hablar de algo? ¿De verdad?
¿Él quería ir allí?
―¿Así que puedes mantener en secreto lo que quieras pero en el momento en
que tengo algo de lo que no quiero hablar, es inaceptable?
―Gwen. ―Mi nombre era una advertencia. No me importaba.
―No. Eso no está bien, Park, y lo sabes. Pero como yo soy la que está a favor de
la comunicación por aquí, bien. Te lo diré. He evitado hablar de Jeff porque sólo
pensar en él me encabrona. Es un idiota en general, un idiota conmigo, y sé que es un
idiota con Kelly, pero ella es una mujer adulta así que no hay nada que pueda hacer
para sacarlo de su vida si ella lo quiere allí. Así que el hecho de que su nombre salga a
la luz me pone de los nervios. Pero, oye, ya estoy allí de todos modos, así que da igual.
Realmente estaba allí. Encabronada de una forma que no se me daba a menudo.
Park tratando de sacar ese argumento tan cerca de ver al puto Jeff haría eso.
―Jeff ha sido un idiota para mí desde que Kelly lo trajo por primera vez. En
parte, creo que es porque él la ve como su ganso dorado y no quería que yo interfiriera
en ello, sobre todo cuando se dio cuenta de que yo veía a través de él y que haría todo
lo posible por conseguir que ella también. En parte, creo que se debe a que es un
pendejo por naturaleza y no controla ese impulso.

171 »Ocupaba mi plaza de estacionamiento, ponía porno constantemente, se comía


toda mi comida en lugar de la de Kelly o, Dios no lo quiera, compraba algo suyo para
nuestro departamento. Le hablaba mal a ella, a mí, a todas las personas a las que le oía
hablar. Se quejaba de todo hasta que Kelly le daba por su lado, incluso de que lo
metiera a la casa y me obligara a irme.
―Me decía mierda todo el tiempo. Comentarios sobre que era una perra,
comentarios sobre cómo me estaba aprovechando de Kelly ,lo que era jodidamente
gracioso, ya que yo pagaba mi parte, a diferencia de ese imbécil, y comentarios sobre
mis cicatrices y lo horrible que era.
Había una parte de mí que veía a Park, que veía que todo su cuerpo estaba tenso,
que veía que su cara estaba como una tormenta y se oscurecía por momentos. El resto
de mí estaba demasiado lejos, demasiado invirtiendo en soltarse, como para
preocuparse.
―Al parecer, yo no me estaba mudando lo suficientemente rápido para su gusto.
Quería que Kelly se quedara sola para poder manipularla y mantenerlo en la vida que
quería sin que yo respaldara a Kelly. Así que se dispuso a sacarme. Y lo peor es que lo
dejé ganar. Sabía que era lo que buscaba, y dejé que me afectara y se lo di.
―¿Cómo? ―La voz de Park fue como un relámpago que atravesó la habitación―.
¿Cómo te sacó exactamente?
Su ira, sus exigencias de más de mí, rompió algo. ¿Tanto quería saber? Bien.
―Me amenazó. Me dijo que debía enseñarme a callarme ―espeté―. Dijo que
tenía que aprender a no abrir la boca porque con mi aspecto, ningún hombre aceptaría
mi actitud. Dijo que las mujeres bonitas podían salirse con la suya, pero yo no era una
de ellas. De hecho, según él, con lo jodidos que están mi cara y mi cuerpo, tendré
suerte si no muero sola.
Debería haber respirado, debería haber leído lo que estaba pasando en la sala
antes de salir. No lo hice, y eso fue un error.
Porque ya no había tormenta en la expresión de Parker.
Había un cataclismo.

172
Capítulo 27
PARK
―¿Él dijo qué?
La diatriba de Gwen había cesado y ahora parecía preocupada. Dado que ya había
establecido que no quería que yo fuera tras ese hijo de puta, debería estarlo.
―Park...
―¿Te dijo esa mierda?
―Es un pendejo. No es un gran―
Joder. No.
―No digas que no es para tanto ―la corté―. No me digas que no es para tanto
que se te pusiera en la cara, te haya soltado esa mierda y te haya jodidamente
amenazado. Ni siquiera estabas pensando en aceptar mi oferta de mudarte aquí y de
173 repente me llamas para concertar una reunión para hablar de ello. ¿Me estás diciendo
que esa mierda no fue la razón?
No dijo nada, lo que decía todo.
―Me quedé aquí en esta puta sala de estar y vi lo que la gente diciendo mierda
sobre tus cicatrices te hizo. Incluso lo mencionaste ese puto día. ¿Honestamente vas a
decirme que no te lastimó?
―Park ―Intentó otra vez.
―No puedes, porque sabes que es un pendejo o no, esa mierda que te escupió dio
en el blanco. Y no debería haberlo hecho, porque eran pendejadas, pero marcó ese
golpe entonces, y luego te golpeó físicamente hoy.
Saqué mi teléfono, buscando un número que nunca había usado, pero que me
alegraba tener ahora más que nunca.
―¿Qué estás haciendo?
―Averiguando dónde puedo encontrar a ese pendejo.
―¿Qué?
Ahí estaba. Jager. Me conseguiría una dirección. Estaba a punto de enviar la
llamada cuando Gwen estaba allí, con la mano rodeando la mía y el teléfono.
―Parker, ¿qué estás haciendo?
―¿Me vas a decir dónde viven?
―¿Por qué necesitas saber eso?
Eso fue un no.
―Entonces los Discípulos pueden conseguirme la información.
Intenté apartar el teléfono de su alcance, pero ella no cedió. No iba a llegar a las
manos con ella. Ella lo soltaría a tiempo.
―¿Por qué necesitas saber dónde viven?
Ella sabía muy bien por qué. Por eso estaba tan ansiosa, por eso tenía la frente
arrugada, por eso tenía los labios apretados.
―Nadie te hace esa mierda. Él cree que puede, voy a demostrarle lo contrario.
―¿Cómo? ―Insistió, aunque ambos sabíamos que no quería la respuesta.
174
Pero ya era hora de dárselo. Es hora de que entienda con qué clase de hombre se
mete en la cama cada noche.
―A la fuerza.
Me soltó, retrocediendo un paso.
―¿Qué?
Su hermoso rostro se había vuelto pálido.
―No puedes ―susurró ella.
―Puedo ―afirmé. Ella pasó de estar pálida a estar afectada al escuchar lo firme
que era eso.
―¡No puedes ir allí y atacarlo! No eres ese tipo de persona ―argumentó, tratando
de convencerse a sí misma.
―¿No lo soy?
―Parker, estoy hablando en serio. Me doy cuenta de que estás molesto, pero
perseguirlo y hacerle daño... ―Sacudió la cabeza.
―Nada que no haya hecho antes.
Retrocedió otro paso, susurrando:
―¿De qué estás hablando?
Ella estaba jodidamente asustada de mí. Conocía la mirada. La había visto antes.
Su hermoso rostro se mezcló con el de ellos, y parpadeé, despejando eso.
Siempre supe que al final acabaríamos así. Estábamos viviendo con tiempo
prestado, y se nos había estado acabando el tiempo desde hacía días.
Ella había estado presionando, tratando de esculpir en mi pasado pensando que
todo lo que revelaría era mi alma herida, pero no tenía idea de lo que realmente se
escondía allí. Ahora, ella aprendería la verdad.
―Estoy hablando de la mierda que no dejaste que se quedara enterrada como
debería.
Sacudió la cabeza rápidamente, casi con violencia.
―La negación no ayudará ―advertí―. Lo he intentado durante putos años. No
cambiará una maldita cosa. No cambiará el hecho de que durante semanas te has
metido en la cama de un hombre que tiene las manos manchadas de sangre.
175
―¿Sa-sangre?
Todavía puedo verlo, todavía recuerdo haberla frotado de mis brazos en el sucio
baño de una gasolinera. Todavía recuerdo la forma en que el calor se enfriaba al
quedarse en mi piel. Mi estómago se revolvió como si fuera a vomitar otra vez al
recordarlo.
Esto es todo. Ya no había vuelta atrás, no se podía volver a fingir que todo estaba
bien. Es hora de terminar con esto y dejarla ir.
―Sangre, Gwen. He reventado a golpes a hombres que no me hicieron nada, sin
otra razón que el puto hecho de que me pagaban por ello. He atraído a alguien de la
calle y lo he entregado a gente que le hizo Dios sabe qué, pero no fue jodidamente
bueno. He llevado un cuchillo a un hombre en su propia casa―
―Basta ―susurró ella.
―No. No puedes enterrar la cabeza en la arena y fingir que no estás escuchando
esto. Llevas semanas tratando de sacarme esta mierda ―lancé los brazos―, aquí está.
―Por favor, para―. Su voz se quebró.
Y entonces ya no era Gwen en absoluto.
―Por favor para.
Ella no debía estar aquí. Me dijeron que nadie más estaría aquí.
―Por favor ―sollozó.
Mi mano se aflojó, el cuchillo cayó de mi mano.
―Por favor, no lo mates.
Ella era joven. Más joven que yo.
Miré hacia abajo, viendo la sangre en mis brazos por encima de los guantes que me
habían dado. Su sangre. La de su papá.
¿Qué le pasaría a ella? ¿Acabaría como yo, viviendo en putos callejones, recogiendo
comida a medio comer de los basureros? ¿Respondiendo a los monstruos que querían
hacer algo más que golpearla porque era un blanco fácil? ¿Se salvaría?

―Parker ―llamó Gwen, con la voz aún temblorosa.

176 Gwen, mi belleza, asustada como lo había estado aquella chica.


Asustada de mí, de lo que era capaz.
Había conocido demasiado horror con lo que le pasó ese día, con la mierda que
siguió, pero era inocente. Nada de eso había sido por ella.
No como yo.
―Tengo que irme.
Parpadeó dos veces.
―¿Qué?
No lo repetí. No podía.
Me tomé un momento más para sólo mirarla, para ver toda esa belleza que corría
por sus venas. Un último recuerdo de las mejores semanas de mi vida. Las mejores que
jamás tendría.
Entonces me dirigí a la puerta.
Tadeo me siguió. Podía oír el silencioso tintineo de su placa de identificación al
moverse rápidamente para seguir mis pasos. Gwen cuidaría de él. Le daría un hogar
que se merecía.
―Parker ―llamó Gwen otra vez, confundida, preocupada. Podía oír que ella
también se movía para seguirme.
No podía mirar a ninguno de los dos. No otra vez. Tenía que irme.
Salí corriendo del edificio hacia mi coche y me fui. Tenía lo que necesitaba, una
bolsa en la cajuela lista por si algún día esta vida ya no podía ser mía. Por si todo
resultaba ser una quimera.
No podía quedarme, no cuando significaba estar tan cerca de Gwen y saber que no
podía tenerla. Sabiendo que no era correcto intentar tenerla como mía.
Así que era el momento de dejarlo todo.
Pero primero, tenía que llamar a un viejo amigo por última vez.

177
Capítulo 28
GWEN

Se fue.
Simplemente... se fue.
El silencio que quedó a su paso no ahogaba las cosas que había dicho de sí mismo
mientras se repetían una y otra vez en mi cabeza.
No cambiará el hecho de que durante semanas te has metido en la cama de un
hombre que tiene las manos manchadas de sangre.
Tadeo estaba sentado frente a la puerta, esperando, como si pensara que Park
podría darse la vuelta y volver a entrar. Sabía que algo estaba mal. Normalmente no
nos seguía a ninguno de los dos cuando nos íbamos.

178 Tal vez debería haberlo seguido. Correr tras él. Detenerlo antes de que pudiera
irse.
¿Cómo pudo Park, mi Park, hacer esas cosas?
He reventado a golpes a hombres que no me han hecho nada, sin otra razón que la
del puto hecho de que me pagaban por ello.
¿Quién le habría pagado para hacer daño a la gente?
He atraído a alguien de la calle y lo he entregado a gente que le ha hecho Dios sabe
qué.
Había intentado enmascararlo detrás de la ira, pero le había invadido la
vergüenza. No estaba orgulloso de su pasado, no estaba excusando nada de eso. No, se
odiaba a sí mismo por haber hecho esas cosas.
Hubo momentos en los que tuve la sensación de que Park no tenía nada antes de
conseguir el puesto en Sailor's Grave, momentos en los que estaba seguro de que nada
era realmente nada.
Tal vez todo había sido una cuestión de supervivencia.
O tal vez tenga razón y no lo conozcas en absoluto.
Callé esa voz en mi cabeza. Había visto la agonía que sintió al confesar esas cosas.
Había visto la forma en que lo ahogaba. Independientemente de los defectos que
tuviera, de las cosas que había hecho y que no podían excusarse, no era una mala
persona en el fondo. No importaba lo que él pensara.
Miré a la puerta y luego a Tade frente a ella, que seguía esperando. Quizá no a que
Park volviera, sino a que yo fuera tras él.
Necesitaba tiempo. Se lo daría.
―Volverá. ―Intenté parecer segura.
De alguna manera, Tade no parecía más convencido que yo.

Esperé despierta toda la noche.


179 Tadeo acabó renunciando a la puerta y vino a sentarse a mi lado, los dos nos
alertábamos si oímos algún ruido en el pasillo.
Nunca era Park.
Esperamos.
Salió el sol y nada.
Finalmente, a primera hora de la mañana, me dormí. Cuando me desperté, era
media tarde. Park no apareció.

Me paseaba con el teléfono en la oreja.


A través de la línea, la voz de Jess sonaba tensa como sabía que lo era la mía.
―Nadie lo ha visto. He hablado con todos. Le he llamado, todos lo han hecho.
Entonces empecé a tomar los teléfonos y a llamarle yo misma desde sus números.
Habían pasado tres días desde que Park se fue. No había vuelto a casa. Yo había
llamado desde el trabajo para estar allí durante el día en caso de que lo hiciera,
Caroline más que feliz de manejar cualquier cosa que de la que yo no pudiera hacerme
cargo desde casa. Estaba tan asustada como yo, probablemente por lo asustada que yo
estaba.
No había querido convertir los asuntos de Park en los de los demás, pero cuando
Jess llamó porque se le hizo tarde para la primera cita, no había podido evitarlo. No
tenía ni idea de dónde estaba, ni de cómo localizarlo, ni de cuándo ―o, si me permitía
pensarlo, si― iba a volver.
Ella había hecho que mi pánico fuera aún mayor cuando me dijo que él nunca
había hecho esto antes. Nunca, desde que empezó a trabajar allí, ya que ella ya formaba
parte de la plantilla entonces. Sólo había cancelado algunas veces porque estaba
enfermo. Él siempre había avisado.
Ahora, no sólo no llamó, sino que no contestaba cuando la gente que se
preocupaba por él le llamaba.
―¿Estás segura de que Sketch no sabe nada? ―Presioné, porque Jess era todo lo
que tenía. Si no volvía a casa por su cuenta o no contestaba al teléfono, me quedaba sin
180 opciones.
―Tan segura como puedo estarlo. Parecía legítimamente preocupado. Intenté
llamarlo en ese momento. Intenté convencerlo de que Jager lo rastreara porque eso es
lo que hace, pero no quiso. Él no invadiría la privacidad de Park de esa manera, al
menos no todavía. Luego intenté llamar yo mismo a Ember para que convenciera a
Jager de que lo hiciera, pero no quiso. Dijo la misma tontería de hombres.
Estuve tentada de pedirle yo misma los datos de Jager, pero me lo habían
presentado en la barbacoa hacía semanas. Era el hombre más intimidante que había
conocido. Lo único que lo ablandaba un poco era Ember y su hija, a las que obviamente
amaba, aunque esa temible mirada nunca abandonara del todo su rostro. Si Ember no
conseguía que lo hiciera, no había ninguna posibilidad de que yo pudiera hacerlo. No
podía decir que entendiera cómo funcionaban alguien tan social y extrovertido como
Ember y el silencioso y temible Jager, pero lo hacían.
Aunque apenas podía hablar, me había enamorado de Park, que no era muy dado
a las expresiones faciales.
Era una constatación que me había golpeado con fuerza mientras esperaba y
esperaba, con la esperanza de que Park volviera a entrar por la puerta de nuestro
departamento. También era algo que, además de aceptarlo, me tocaba. Hasta que no lo
tuviera de vuelta, hasta que no superáramos esto, no iba a desempacar esa información
en absoluto.
Una cosa a la vez.
―¿Hablaste con Carson?
Me estaba agarrando a un clavo ardiendo, lo sabía. Park era un hombre adulto.
Podía ir a donde quisiera, registrarse en un hotel, y quedarse quieto todo el tiempo que
quisiera.
―Dijo que no lo había visto.
Algo de eso me hizo reflexionar.
Llevo el tiempo suficiente cerca como para aprender a decir lo que quiero y decir en
serio lo que digo.
Carson lo dijo, todas esas semanas atrás, cuando expuso lo que necesitaba para
empujar.
―¿Eso es lo que dijo? ―pregunté.

181 ―¿Qué?
―Carson. Dijo que no lo había visto. Eso es exactamente lo que dijo ―presioné.
―Sí, no lo ha visto ―respondió Jess, que claramente no estaba entendiendo.
―Necesito su dirección.

Me acerqué a la casa. Estaba en las orillas de Hoffman. Todas las casas de aquí
estaban un poco más dispersas. Todas ellas tenían que estar asentadas en lotes de al
menos un acre, probablemente más que eso. También estaban rodeadas de grandes y
viejos árboles.
Otro día, podría haber asimilado todo eso. En ese momento, todo era
insignificante.
Golpeando la puerta, casi me estremecí por el ruido que estaba haciendo. Si Jean,
la dulce mujer que era, respondía, probablemente me sentiría como una pendeja.
Oh, bueno.
Pero no fue Jean quien respondió.
―Entonces ―dijo Carson como saludo―, empujaste.
Era toda la confirmación que necesitaba.
―¿Dónde está?
Cruzó los brazos sobre el pecho y me consideró.
―¿Cómo me descubriste?
No quería jugar, pero respondí:
―Dices lo que quieres decir y es en serio lo que dices. Le dijiste a Jess que no lo
habías visto. Y no lo has hecho. Pero supiste de él.
Asintió con la cabeza, pareciendo impresionado.
―Jess está como loca. Me llamó poco después de darte mi dirección. Finalmente
hizo clic en ella. Me sorprendió. Esa chica me conoce desde hace mucho tiempo. Si
alguien iba a verlo, pensé que sería ella.
182
―No está tan motivada como yo.
Sus labios, y la barba blanca y gris que los rodeaba, se inclinaron hacia arriba.
―No, sospecho que no lo está.
No dije nada, sólo esperé.
―Entra, muchacha. Tengo que conseguirte una llave.
Hice lo que me dijo y lo seguí hasta una sala decorada de arriba a abajo con un
cómodo estilo de casa de campo. Estaba segura de que era obra de Jean.
―Está en tu cabaña ―expresé a lo que había concluido cuando mencionó la llave.
Carson asintió.
―Tengo una llave escondida ahí arriba por si acaso. La usó para entrar, no tuvo
que venir aquí. Si quieres entrar, necesitarás la otra.
―¿Por qué no sólo decirme? Al menos una vez que Jess te llamó. Sabías que lo
estaba buscando.
Se giró, dándome la cara, antes de ofrecer su explicación.
―Empujaste. Eso es bueno. Tenía que ocurrir. Lo que no te dije antes es que esta
mierda, de una forma u otra, siempre iba a ocurrir. Obtuviste una reacción, y no
necesito los detalles para saber que no fue agradable. Llamar podría haber sido
preocupación, culpa, algo que te hiciera retroceder. Aparecer y golpear mi puerta
muestra que no has terminado de presionar.
―Así que fue una prueba.
Asintió con la cabeza, sin parecer avergonzado por ello.
―Más o menos. Aunque no imagino que me guardes mucho rencor por ser
protector con él.
No, por muy irritada que estuviera entonces, no imaginaba que se equivocara en
eso.

183
Tomó cuatro horas en hacer el viaje.
Durante todo el camino, repasé las cosas que diría, las preguntas que haría, lo que
necesitaría escuchar de él para seguir adelante. Y entonces el camino áspero y de grava
que seguía a través de un espeso bosque se ensanchó, los árboles se despejaron y vi la
cabaña. Y estacionado justo al lado había un coupé familiar. Sólo esa visión, el saber
por fin con certeza que lo había encontrado, que lo volvería a ver en un minuto, borró
de mi cabeza toda conversación ensayada.
Estaba aquí.
El alivio fue tan grande que la tensión que me había mantenido rígida durante
días se derritió y los temblores se apoderaron de mí. Deteniéndome detrás de su coche,
dejé que la marea de emociones que había estado conteniendo por pura voluntad
durante días se abatiera sobre mí.
La ira. Preocupación. Agotamiento. Dolor. Una apretada sobre la otra.
Estaba temblando tan violentamente que ni siquiera pude saltar cuando se abrió
la puerta del coche.
Sabía que era él antes de que hablara.
―Gwen. ―Escuché la desolación, pero no me importó.
Mirándolo, nublado por las lágrimas que se habían acumulado y empezaban a
salir, espeté:
―Eres un pendejo.
―Lo sé. ―No sabía si era una disculpa o si me estaba aplacando. Ninguna de las
dos cosas importaba.
Me solté el cinturón de seguridad y me encogí de hombros.
―Vamos a entrar.
En el momento en que sus manos me tocaron, me agité. No quería que me
levantara. No quería estar tan cerca de él.
―¡No!
Retrocedió, con las manos extendidas.
―Lo siento.
Lo siento. Es curioso, estaba considerando decir eso mientras venía. Lo siento por
no ir con cuidado. Lo siento por no ir tras él.
184 Pero no lo sentía. No había hecho nada. Él se había ido.
Él debería sentirlo.
Salí por mi cuenta, sin importarme chocar con él al hacerlo. No lo esperé, sino que
me dirigí a la puerta principal y entré. Allí, me quedé de pie en medio de la sala, de
espaldas a la puerta, con los brazos cruzados para contener los temblores que aún
podía sentir amenazantes. No vi nada, no me importó nada más que el hecho de que
podía sentir que Park me seguía.
―Carson te dijo dónde estaba.
¿De verdad? ¿Ahí es donde quería empezar?
―Lo supuse. Me dio la llave y las indicaciones.
Silencio.
―Gwen, yo...
Más silencio.
Se alargó tanto que empecé a sentirme como si estuviera de vuelta en el
departamento, solo yo y Tadeo y la reverberación de esa puerta dando un portazo
detrás de él. Todo lo que había pasado en los últimos días, y estábamos de vuelta a esto.
Sentí que una risa histérica empezaba a surgir, excepto que nada de esto era
gracioso. Lo que sentí cuando se fue y desapareció no era gracioso.
Recordar hizo que esa risa muriera, y volvió mi voz áspera cuando exigí:
―Habla o me voy.

185
Capítulo 29
PARK

Esto fue.
Durante tres putos días, no había pensado en nada más que en lo mucho que la
había cagado al alejarme de ella. Había visto cada una de sus llamadas, luego había
escuchado sus mensajes una y otra vez hasta que pude recitar cada uno de ellos, hasta
que dejé que las emociones que contenían me desangraran.
Viéndola, observando cómo esas emociones la dominaban, no pude evitarlo.
La amaba y tenía que hacerlo.
Si no, la liberaría.
―Te dije que no conocía a mi papá ―empecé. Todo su cuerpo se tensó y supe
186 que me estaba escuchando, así que seguí―. No sé si él sabía de mí o no. Ella nunca me
lo dijo de una manera u otra. Para cuando tuve edad de preguntar, me decía que era
un desagradecido por sacar el tema con otro hombre cerca en nuestras vidas, que
siempre lo hubo. Cuando Mac ocupó ese lugar, estaba prohibido mencionar a mi papá
o a cualquiera de los otros hombres que habían entrado y salido de nuestras vidas.
Entonces se giró. No dijo nada, pero yo tenía sus ojos. Ya sea que lo haya hecho
como una recompensa por hablar o no, lo estaba tomando como tal.
―Mac fue el que la llevó de la marihuana y el licor a la metanfetamina y la
heroína.
Al oír eso, se le quitó parte de la dureza de la cara. Sabía lo que era crecer con un
adicto, aunque su papá había funcionado en gran medida antes de que se volviera loco.
―Él consumía, pero siempre era más casual para él. Creo que su verdadero
subidón venía de engancharla y tener un poder total sobre ella ya que controlaba su
suministro.
Vi cómo sus brazos cruzados pasaban de ser una posición defensiva a abrazarse,
como si se estuviera preparando para lo que iba a pasar. O conteniéndose para no
acercarse a mí. Parecía tan frágil allí de pie que se me hizo un nudo en la garganta.
―¿Por qué no te sientas?
Ella negó con la cabeza.
―Por favor.
Sabía lo que quería, y le daría cualquier cosa.
―Nos pegaba a los dos. A mí más que a ella, en realidad. El abuso es una
cuestión de poder, y él lo tenía sobre ella, tanto si usaba sus instintos como si no.
Intenté aguantar, esperando a tener la edad suficiente para trabajar, para poder irme y
no mirar atrás. Lo creas o no, yo era un estudiante de dieces antes de ser un puto
desertor.
No se rio, pero no era gracioso.
―La mierda llegó a un punto álgido y no pude aguantar más allí ―continué.
―¿Qué mierda? ―interrumpió ella.
Dudé, el instinto de no hablar de ello se apoderó, y sus ojos se cerraron.
Joder.
Tenía que darle todo, ese era el objetivo aquí.
187 ―Invitaban a sus amigos y se ponían de juerga allí mismo, en la casa. Era
esperado que me quedara en mi habitación. Esa mierda duraba días, a veces varios.
Estaba permitido que estuviera en mi habitación y en el baño, eso era todo. No
importaba si tenía escuela, no importaba si tenía hambre.
―¿No te daban de comer? ―susurró.
―No. No les importaba una mierda, sólo querían quitarme de en medio. ―No
me permití concentrarme en la simpatía que se filtraba en su mirada. Seguí hablando,
queriendo acabar con esto de una forma u otra.
»Tenía quince años. Debería haberlo sabido a esas alturas, pero me creí muy
listo. Pensé que, con lo mucho que habían estado fumando y bebiendo todos, podría
escabullirme hasta la cocina y volver y no se darían cuenta. No estoy seguro de que
Mac tuviera algo más que licor en su sistema. Probablemente estaba disfrutando de ser
el gran hombre que conseguía el sexo de todos los demás. Me vio, me agarró y me
golpeó allí mismo, delante de todos ellos.
Gwen tenía las cejas juntas y la boca apretada. Se estaba enojando por mí y aún
no lo sabía todo. Me adelanté antes de que ella pudiera detonarse.
―Cuando terminó conmigo, la llamó. Estaba tan ida como un puto papalote, pero
eso no era nada nuevo. Entonces, mientras yo estaba tumbado sin poder moverme
después de la paliza que me había dado, la hizo subirse a su verga delante de toda la
gente que estaba allí, delante de mí. Y ese hijo de puta me miró mientras lo montaba y
me dijo que a ella le importaba un carajo que yo estuviera allí. Porque no le importaba.
Nunca lo hizo. No sé por qué eso me rompió. Hacía tiempo que sabía que a la mujer no
le importaba una mierda. Pero esa noche, estaba acabado. Me quedé una semana más
mientras me curaba, y luego me fui.
―¿A dónde fuiste?
―No tenía dónde ir. Tomé lo poco que tenía, robé algo de dinero que Mac dejó
por ahí y me fui. Probé con los refugios durante un tiempo, pero un niño de quince
años solo significaba que los servicios de protección de menores recibían una llamada.
No iba a entrar en el sistema y ser rebotado de esa manera, así que me iría antes de
que pudieran aparecer.
»El problema era que ese chico de quince años sin identificación, sin dirección,
sin nada, no podía conseguir un trabajo. De vez en cuando conseguía algún trabajo de
jornalero que se pagaba en efectivo, pero ni siquiera tenía forma de tener una cuenta
bancaria. Encontraba algunos lugares para dormir cuando tenía dinero, pero el dinero
desaparecía rápido.
188 Gwen dio un paso más hacia mí, pero no acepté esa invitación. No podía estar
tocándola y estar volviendo a esta mierda al mismo tiempo.
―Llegué al punto de que mi única opción era encontrar un lugar para ocupar. A
veces eso resultaba, un edificio vacío que nadie vigilaba y que no había sido tomado
por drogadictos que te apuñalaban si pensaban que tenías algo más que calderilla que
pudiera ayudarles a financiarse otro subidón. Más a menudo terminaba en un callejón
en algún lugar.
»La gente no se da cuenta de cómo se perpetúa esa mierda. No tenía dinero para
poner un techo sobre mi cabeza, no tenía dinero para comer, lo que me dejó
demasiado débil para seguir caminando por toda la ciudad buscando una manera de
ganar algo de dinero para conseguir esas cosas. Me quedé ahí fuera, mi ropa se
desgastó hasta quedar en nada, olía a podredumbre, esas pocas oportunidades de
trabajo se extinguieron hasta quedar en nada.
Su expresión se mantuvo tensa, pero sus ojos traicionaron su miedo.
Ella sabía dónde estábamos.
―Me estaba muriendo de hambre. Empezaba a preguntarme seriamente cuánto
tiempo más aguantaría, cuando se acercaron. Dos de ellos, no grandes tipos, pero era
obvio que no se jodía con todos ellos. Empezó con ellos sólo dándome comida. Luego
dinero en efectivo a medida que pasaban los días. Era una prueba, ver si iba a gastar
ese dinero en emborracharme o drogarme. Las cantidades fueron aumentando poco a
poco. Nunca lo gasté todo, me preocupaba que dejaran de hacerlo, me preocupaba que
tuviera un costo.
―Entonces, un día, no había dinero en efectivo, sólo una oferta.

―Si quieres seguir ganando, tenemos un trabajo para ti ―dijo el más pequeño. Él
era el que hablaba, siempre. No había oído al calvo decir nada cada vez que se
acercaban.
Sabía que iba a pasar. Esta era la parte en la que mostraban sus verdaderos
colores. Putos pervertidos o pandilleros o sepa la mierda qué.
―¿Qué tipo de trabajo?
―Ayudamos a la gente a ocuparse de los problemas. A veces, esos problemas
deben ser resueltos por alguien cuya cara no significa nada. Alguien a quien no se
pueda localizar.
―No tengo exactamente un lugar donde esconderme si la policía empieza a
189 buscar.
―Los policías no son la preocupación ―dijo finalmente Calvo.
Su amigo explicó:
―Nuestros clientes viven en una red en la que todos los jugadores son conocidos.
Si alguien hace un movimiento, se habla. Alguien que no es nadie hace ese movimiento,
no hay más que confusión. Todo el mundo está tan ocupado tratando de averiguar
quién puso la mierda en marcha, que nadie busca al don nadie que lo hizo.
―¿Hacer qué, exactamente?
―Lo que haya que hacer.

―Te reclutaron.
―Sí.
―Todas las cosas que dijiste, ellos eran los que pagaban.
Las cosas. Como si hubiera hablado de trabajos esporádicos, no de reventar a
golpes a los malvivientes de los bajos fondos de Seattle, no de llevarlos a las manos de
sus enemigos para que se deshagan de ellos.
―Sí.
―Y lo hiciste, porque era eso o morir de hambre.
Joder.
―No, Gwen. No puedes hacer excusas por mí.
Sus brazos cayeron del agarre protector a su alrededor y los extendió a los lados.
―No estoy poniendo excusas, pero ¿de qué otra manera lo describirías? Si no
hubieras hecho lo que te pidieron, te habrían dejado allí para que sufrieras, para que
probablemente murieras en la calle. No digo que estuviera bien, pero necesitabas una
salida y la encontraste. ¿Y se supone que eso debe asustarme? ¿Que hiciste lo que
fuera necesario para sobrevivir?
―Por la mierda que hice, otras personas no sobrevivieron. No trates de ignorar
eso. Sabía lo que significaba entregarlos a sus enemigos, y lo hice de todos modos.
Ella tragó saliva.
―Eras un engranaje en una rueda que giraba en cualquier dirección.

190 ―No estoy seguro de que los pendejos que entregué estén de acuerdo contigo.
―No estoy segura de que la gente que Braden mete en la cárcel esté de acuerdo
en que está impartiendo justicia ―replicó ella.
―Sabes muy bien que esas cosas no se comparan. Yo también debería ser una de
esas personas que Braden encierra. No aclaré exactamente para qué se les buscaba,
sólo cazaba a los pendejos que creía que se lo merecían. Hice lo que me dijeron, lo que
me pagaron por hacer.
Exhaló con fuerza, mirando hacia otro lado. Parecía muy cansada, y sabía que era
mi culpa.
―Tienes razón. Hiciste cosas terribles. Cosas que me revuelven el estómago.
―Sus ojos se volvieron a centrar en mí―. Pero todavía hay una diferencia entre estar
en tu posición y ser el tipo de persona que contrató a esos tipos. Hay una diferencia
entre estar desesperado y ser el tipo de pendejo manipulador que utilizaría a niños
pobres de la calle para hacer su trabajo sucio porque está desesperado. Hiciste cosas
horribles de las que sé que te arrepientes, pero no es como si fueras un asesino a
sueldo.
Capítulo 30
GWEN

El pánico se apoderó de sus ojos, y sentí que la bilis subía por mi garganta.
No.
―¿Parker? ―No pude contener la forma en que mi voz tembló incluso con su
nombre.
No podía. No era posible que él...
―El último trabajo que me dieron ―empezó, y dejé de respirar. Dejó caer la
cabeza, con los ojos en el suelo, antes de soltar―: Eso es lo que querían de mí.
No. No. No.
Espera.
191
―¿Querían?
Volvió a mirarme, con una devastación en ellos que yo conocía, porque ya la había
visto una vez.
Era la misma mirada que vi en los ojos de mi padre la primera vez que me vio en
esa corte.
―No pude hacerlo ―susurró.
Fue como si me hubieran dado una descarga con un desfibrilador. De repente, mi
corazón volvía a latir, podía respirar. Por supuesto que no podía hacer eso.
Él podría pensar que era un monstruo, pero yo sabía la verdad.
La verdad era que Park tenía un pasado oscuro. Había cometido errores, por las
que no me correspondía ofrecerle el perdón, que sabía que lamentaría el resto de su
vida. Pero no había sido la imprudencia o la ambivalencia lo que le llevó por ese
camino, no como a mi padre o a su madre. Había sido la desesperación.
¿Cómo podía echarle en cara sus decisiones cuando no tenía ni idea de lo que era
estar en esa situación?
A pesar de todos los defectos de mi madre, de todo el daño que mi padre me causó
a todos los niveles, siempre me habían alimentado. Siempre había tenido un techo
sobre mi cabeza. Con la excepción de los latidos cuando vi las luces acercarse
demasiado a la ventana de la sala antes de que todo se volviera negro, nunca había
tenido que conocer el miedo por mi propia supervivencia de esa manera.
Park había vivido así, no por momentos, sino día tras día.
La gente hacía cosas mucho peores por razones mucho menos imperativas. Como
esa mujer que lo parió dejando que su propio hijo sufriera de esa manera porque
prefería drogarse. Como esos pendejos que lo utilizaron a él y probablemente a mucha
otra gente desesperada para llenarse los bolsillos.
Incapaz de quedarme de brazos cruzados viendo cómo se torturaba a sí mismo,
atravesé la habitación. Había un toque de pánico en los ojos de Park cuando me
acerqué. Era como si ese niño de quince años siguiera ahí dentro, todavía aterrorizado
por lo horrible que iba a ocurrir a continuación.
Sin darle la oportunidad de mantenerme a distancia, me acerqué, lo rodeé con mis
brazos y presioné mi cara contra su pecho.

192 Estuvo tenso durante mucho tiempo y me preocupó que intentara empujarme.
Entonces, se hundió. Fue como si toda la lucha, todo el acero que había tenido que
infundir en su columna vertebral durante años y años, se derritiera de él. Me envolvió,
dejando caer su cara sobre mi cuello.
―Gwen. ―Mi nombre era como una oración en sus labios.
―Está bien.
Durante un tiempo, lo dejé reposar. Dejé que tomara el consuelo que obviamente
necesitaba. Pero había algo más que yo también necesitaba.
―Cuéntame el resto.
Le oí tragar saliva y su agarre se hizo más fuerte, como si esperara el momento en
que yo lo arrojara y desapareciera.
―Estuve muy cerca. Tenía lo suficiente como para encontrar subarriendos y no
tener que dormir en la calle. Quería salir, acabar con la mierda que me obligaban a
hacer, pero no tenía suficiente para un depósito. Y lo que es peor, no tenía ningún
documento de identidad.
―¿Qué?
Suspiró.
―No tengo ni idea de lo que me habría pasado si me hubiera quedado en esa casa,
pero correr fue una puta estupidez. Era demasiado joven para darme cuenta de en qué
me estaba metiendo y demasiado joven para planificar bien. Me fui sin papeles. Sin
certificado de nacimiento, sin tarjeta de la seguridad social. Todavía no tenía una
identificación, sólo una para la escuela. No tenía una mierda que pudiera demostrar
quién era, y se necesitaba ese tipo de cosas para conseguir un trabajo o un
departamento.
»Ellos sabían que no tenía esa mierda, así que vinieron esa noche con una oferta.
Tenían recursos. Podían conseguirme la identificación. Además de ser la mejor paga
por un trabajo, me conseguirían la documentación. Pero tendría un costo.
Su corazón latía rápido, tan rápido que hizo que el mío también se disparara.
―Me dieron la dirección, me dijeron cuándo estaría en casa. Luego sacaron los
guantes y el cuchillo. Fue muy surrealista. Sabía lo que querían decir. Nunca me habían
dado nada antes de un trabajo. Nunca hice nada armado. Todavía no podía procesarlo.
En mi mente, podía imaginarlo tan claramente. Park, más joven, sin los tatuajes,
más delgado incluso de lo que ahora imaginaba. Ese mismo pánico absoluto que había
visto en sus ojos sólo hace minutos mientras le entregaban las herramientas para hacer
193 a algo de lo que nunca podría volver.
Lo apreté más fuerte.
―De hecho, pregunté ―continuó. Una carcajada completamente desprovista de
humor recorrió sus palabras―. Les pregunté qué era lo que querían que hiciera. Me
miraron como si fuera jodidamente estúpido y me dijeron que me ocupara de ello.
Su respiración era inestable y yo sabía que todo se estaba reproduciendo en su
cabeza, incluso cuando se esforzaba por expresarlo con palabras.
―No quería, pero no estaba seguro de tener otra opción. Sabía lo que podían
hacer, lo que hacían, aunque pusieran algunas de esas tareas en niños como yo.
Querían que se hiciera ese trabajo, y yo temía cuál sería el castigo si no lo hacía. Así que
fui.
»Me costó una puta eternidad llegar hasta allí. Tuve que detenerme una y otra
vez, volver a sentarme en esos callejones de los que había hecho todo lo posible por
escapar porque no podía respirar. Pensé que iba a morir antes de llegar allí, y que su
castigo por no llegar no importaría.
―Ataques de pánico ―supuse.
―Sí. ―Tomó una respiración temblorosa―. Al final llegué allí, pero tardé otros
cuarenta minutos antes de poder acercarme lo suficiente para comprobar si había una
forma de entrar. La puerta trasera no estaba cerrada con llave, y juro que casi me tiro
al suelo y lloro allí mismo. Quería que fuera difícil. Quería que no hubiera más remedio
que romper una ventana y darle al tipo la oportunidad de huir. Pero la puerta se abrió
sin hacer ruido.
Su agarre sobre mí era lo suficientemente fuerte como para doler, pero no dije
nada.
―Estaba en la sala, viendo la televisión. Yo venía detrás de él, debatiendo a cada
paso si debía dar la vuelta y correr. Pero un punto del suelo crujió y él se dio la vuelta.
Estaba a punto de salir corriendo, pero él se abalanzó sobre mí. No lo entendía. Tenía
un cuchillo, no una pistola. Si hubiera mantenido esa distancia, no habría podido hacer
mucho. Pero no se contuvo. Estaba luchando por su vida, y lo sabía. Luché contra él,
dándole con el cuchillo un par de veces en los brazos, pero me estaba dominando,
yendo por mi garganta.
Apreté los ojos, queriendo que parara. Queriendo terminar con esto ya. Pero
necesitaba sacarlo. No me había dado cuenta de cuánto hasta ahora.
194 ―Yo... yo clavé el cuchillo en su brazo. Nunca olvidaré lo que sentí, cómo su
sangre... ―Se tomó un largo momento antes de continuar―. Se echó hacia atrás y me
liberé. Estaba de pie sobre él cuando ella entró.
Mis ojos se abrieron de golpe y jadeé.
―¿Ella?
Su cabeza tembló.
―Su hija. Tenía que serlo. Era más joven que yo. Doce, trece años tal vez. Me
dijeron que estaría solo. Juraron que sería el único allí. Pero mintieron. Lo sabía en mis
entrañas. Sabían que había al menos una posibilidad de que ella estuviera allí. Ni
siquiera corrió cuando vio el cuchillo en mi mano. Se quedó allí y me suplicó que no le
hiciera daño.
Lo abracé mientras ese recuerdo se apoderaba de él. No dejaba de mover la cabeza
como si intentara escapar de ello.
―Corrí ―dijo finalmente―. Salí corriendo de esa casa. Volví a la pocilga que
estaba subarrendando, con cuidado de que no estuvieran cerca. Agarré todo lo que
tenía y me subí al primer autobús de Seattle. Pasé todo el trayecto aterrorizado de que,
si me bajaba de ese autobús, ellos estarían allí listos para llevarme, pero estaba listo
para recibir lo que me tocara. No estaba listo para quitarle la vida a un hombre.
No dijo nada más. Yo tampoco.
¿Qué decía a eso? ¿Qué palabras podrían seguir a todo lo que había compartido?
Me mantuve firme, esperando que solo eso comunicara lo que necesitaba.
Pasó mucho tiempo antes de que rompiera el silencio, y su súplica susurrada me
rompió el corazón.
―Por favor, no te vayas.
Porque creía que lo haría. Probablemente estaría seguro desde el principio de que,
si alguna vez me enteraba de su pasado, me iría.
Apreté su camisa entre mis manos, agarrándola con fuerza.
―No voy a ninguna parte.
Apretó hasta que apenas pude respirar, y entonces mis pies abandonaron el suelo.
Por instinto, le rodeé con las piernas. Nos llevó hasta el sofá y nos bajó a los dos hasta
195 que me apretó contra él, con su cara aún enterrada en mi cuello.
―Dime que lo dices en serio ―exigió, con la voz cruda. Sabía que seguía hablando
con Park, pero este no era mi Park. Este era ese niño asustado que nunca había tenido
nada de amor incondicional. No hasta que lo trajeron a la familia que era Sailor’s
Grave, pero él nunca los dejaría entrar del todo. Nunca aceptó lo que le daban
libremente, porque le devastaría perderlo.
Como si todavía tuviera miedo de perderme.
―Lo digo en serio ―juré.
Dejó escapar una bocanada de aire, pero no se relajó del todo. Quería creerme,
estaba desesperado por hacerlo. Pero no podía.
Lo solté con un brazo, llevando mi mano a su mejilla y presionando hasta que me
dio lo que quería y levantó la cabeza. La inquietud en sus ojos hizo que mi corazón
dolor.
―No me voy a ir ―juré, sosteniendo su mirada mientras lo hacía. Me sostuve
mientras le daba algo más, algo que no estaba segura de que hubiera recibido de
nadie―. Odio lo que has pasado, odio que hayas sentido que tenías que hacer esas
cosas, pero nada de eso cambia el hecho de que te amo.
Ese dolor en mi corazón sólo se intensificó cuando él pareció asustado al escuchar
eso.
―¿Qué?
Obligada a aliviar ese dolor, en ambos si podía, me incliné y presioné mis labios
contra los suyos. Tardó un momento en responder, pero su suave beso se sintió como
agua fría que aliviaba cada una de las quemaduras que me habían asolado durante días.
Cuando me retiré, lo hice encontrando sus ojos.
―Te amo, Parker.
Me tiró con fuerza, como si fuera capaz de fundirnos en uno solo y no tener que
soltarme nunca.
Y en mi cuello, susurró:
―Yo también te amo.

196
Capítulo 31
PARK

―¿Me vas a contar el resto?


Durante la última hora o más habíamos estado en el sofá. Tenía a Gwen en mis
brazos, y nunca había sentido nada parecido a la satisfacción absoluta que estaba
experimentando en ese momento.
Nunca, ni en mis sueños más locos, pensé que le daría todo eso, todo mi ser, y
que recibiría su amor. Estaba seguro de que la única manera de retenerla sería
manteniendo mi pasado en secreto. Que de alguna manera tendría que encontrar una
forma de hacer que ella dejara de lado eso, y entonces podría darle todo lo demás en
mi poder y tal vez tendría una oportunidad de lo que estaba sintiendo en ese
momento.

197 Pero Gwen, mi belleza, era un milagro que no merecía.


Uno por el que agradecería a mis estrellas de la suerte cada maldito día.
Le pasé los dedos por el pelo y amé cómo se acurrucaba en mi pecho y
prácticamente ronroneaba cuando lo hacía.
―¿El resto?
Ella inclinó la cabeza hacia atrás.
―¿Qué hiciste después de huir? ¿Cómo acabaste aquí en Hoffman?
Asentí. Podía darle eso. Por todo lo que me había dado, haría cualquier cosa por
ella.
―El primer autobús se dirigía al sur, así que entré en Portland. Había mucho
tráfico, así que me arriesgué y me bajé, con la esperanza de que, si me habían seguido,
podría perderme entre la multitud. El siguiente autobús al que pude subir para salir de
allí iba hacia el este. Viajé durante un rato, mirando por las ventanas para ver si había
algún coche siguiéndonos. Cuando llegamos a Hoffman, me sentí bien. Era lo
suficientemente grande como para poder subarrendar, y tal vez encontrar un trabajo
que no se preocupara por mi identificación. Me bajé, y si alguna vez tuvieron alguna
idea de a dónde me dirigía, no lograron rastrearme hasta aquí.
Ella rozó sus dedos a lo largo de mi pecho, haciéndolos girar... sobre de una
manera hipnotizante.
―¿Y entonces Carson te descubrió?
―Sí. Fue un tiempo después. Logré conseguir una identificación falsa de mierda
que probablemente ni siquiera podría conseguirme alcohol, pero encontré trabajo
donde a la gente no le importaba demasiado. Encontré subarriendos por un tiempo,
luego unos tipos que compartían una casa que rentaban una habitación. Era un
desastre. Todos se drogaban, pero me dejaron en paz. Ya me había metido en el grafiti.
Utilicé parte del dinero que tenía en Seattle para comprar pintura en aerosol barata y
tener esa salida. Cuando no podía soportar estar cerca de esos pendejos mientras se
drogaban, salía a la calle a pintar.
―¿Y Carson realmente lo vio y te rastreó?
Se acordaba que se lo había dicho incluso meses atrás, cuando nos acabábamos
de conocer. Eso me gustaba, porque recordaba perfectamente todo lo que ella me
había dicho.
―Sí, pero fue más que eso. Me dio el trabajo de limpiar Sailor’s Grave, como dije,
198 pero también me dio una habitación con él y Jean durante un tiempo para sacarme de
esa casa. Incluso me arregló una identificación, cuando le di la historia truncada. Dijo
que tenía contactos que podrían arreglar mi situación, toda la información nueva.
Supongo que fue a través de Sketch y los Discípulos, pero nunca pregunté.
Ella se apoyó en un codo, mirándome con confusión.
―¿Nueva información?
Nunca se le pasaba nada.
―No nací como Parker Coleman.
―¿Qué?
Sonreí. Apenas podía creerlo después de tres días sin ella y de abrir todos esos
armarios para dejar salir los esqueletos, pero lo hice. Parecía tan sorprendida que no
pude evitarlo.
―Carson me dijo que podían solucionarme, conseguirme todo lo que necesitaba
para ser quien había nacido, o que podían empezar de cero. Ya me hacía llamar Parker
Coleman. Eso es lo que había en esa mierda de identificación falsa que tenía. Decidí ser
ese yo, dejar atrás lo que había sido para siempre.
―Y tú naciste...
El hecho de que no pudiera opinar sobre si quería dárselo o no estaba claro, pero
lo habría hecho de todos modos.
―Jacob Dennis. Sin apellido. No estoy seguro de dónde sacó Jacob. No me
sorprendería que les hubiera pedido a las enfermeras que eligieran algo.
Los ojos de Gwen se endurecieron ante la mención de mi madre, pero no nos
llevó a eso más de lo que yo ya había hecho.
―Me gusta más Parker.
―Eso es bueno, hermosa ―dije, inclinándome para decir contra sus labios―.
Después de lo que me diste antes, estás atrapada con él. ―La besé, saboreando esos
dulces labios.
Había nacido en un lío. No había conocido la suerte ni siquiera un minuto hasta
que Carson me encontró, hasta que conseguí un lugar en Sailor's Grave. Ahora, con
Gwen, me sentía el hombre más jodidamente afortunado del mundo.
―Te amo.
Ella sonrió grande, con esos hoyuelos que saltaban. Y ahí estaba, después de
199 haberla embotado y vivido en la oscuridad durante días, tenía toda esa luz que me
ilumina otra vez.
―Y lo siento. Siento mucho haberme ponerme así, haberme ido y desaparecido.
Sé que entiendes dónde estaba mi cabeza, pero no estuvo bien. Te juro que no volverá
a pasar.
Parte de la sonrisa se desvaneció, pero la suavidad de sus ojos aumentó.
―Está bien, bebé.
La besé otra vez, aceptando la invitación que me dio para hacerlo más profundo
que antes. Tomando todo lo que ella dio, incluso mientras seguía dando.
Cuando esa entrega se convirtió en el dulce balanceo de sus caderas, rompí el
beso para preguntar:
―¿Qué tal si te lo compenso?
Sus ojos se calentaron y mi verga, ya dura, respondió poniéndose aún más dura.
―Mmm. Sí.
No perdí el tiempo y me puse a trabajar en ello. Saqué todo el placer que pude de
mi belleza con mis manos y mi boca, adorando cada centímetro hasta que estuvo casi
agotada. Sólo entonces me hundí en su interior y la llevé hasta allí una vez más,
superando el límite con ella mientras gritaba y decía otra vez esas palabras perfectas.
―Te amo.

―Juro por dios que, si vuelves a hacer esa mierda, te castraré ―despotricó Jess.
Acabábamos de volver al departamento. Después de todo lo que había pasado,
decidimos pasar la noche en la cabaña. Había llamado a Carson ―no iba a llamar a
Jess aunque tuviera una llave después de todas las llamadas y mensajes que tenía en
mi teléfono de ella ―para cuidar de Tadeo, y disfrutamos de una tarde alejada de todo
lo demás.
Estaba deseando que los dos no sintiéramos la necesidad de volver al trabajo
justo en ese momento.
200
Literalmente, sólo habíamos conseguido entrar por la puerta, ver a Jess y a
Carson echados en el sofá, y que yo recogiera a Tade, que se había acercado a mí, antes
de que Jess me saltara a la garganta.
―Lo digo muy en serio. Todo el mundo estaba preocupado por ti. Gwen estaba
hecha un puto desastre. Y este pendejo ―señaló con el pulgar a Carson―, jodidamente
habló contigo y no dijo nada. ―Entregué a Tade a Gwen, aunque se resistía a
abandonar mis brazos. Moviéndome por el sofá, me dirigí directamente a Jess y la
abracé.
―Lo siento. No volveré a hacer un acto de desaparición como ese.
El viento se fue de sus velas y dejó caer su frente sobre mi hombro.
―Eres un pendejo ―dijo, con voz suave ahora.
Sabía que aceptaba mis disculpas, aunque siguiera un poco enojada.
―Lo sé.
―Y más te vale que llames a todos tus clientes y arregles el desorden de tu
agenda ―siguió refunfuñando, sólo para recalcar.
―Me encargaré de ello.
Luego, en voz muy baja para que sólo yo la oyera, susurró:
―Es buena para ti.
―Lo es. ―Concordé, mirando a mi belleza.
―Me alegro.
No tanto como yo.
Jess se alejó, dirigiéndose a Gwen. Conociéndola, ahora sentía el imperativo
moral de ver cómo estaba mi chica y asegurarse de que estaba bien. Puede que me
haya quejado, pero quería a Jess de lado de Gwen, aunque eso pudiera ir en mi contra
a veces. Cualquiera que quisiera defender a mi belleza era bienvenido.
―Sabía que sería ella. ―Se acercó Carson para decir―. La primera vez que la
conocí, supe que habías encontrado a la mujer para ti.
No se equivocó.
―Es demasiado buena para mí.
Se rio.
201 ―¿Crees que no pienso eso todos los días sobre mi Jeany? Sólo tienes que
romperte el culo para que esa conformidad valga la pena, y ella nunca pensará que lo
hizo.
Podría hacerlo. Por Gwen, nada sería más dulce.
Primero, tenía que hacer algo más.
―Gracias, Car. ―Le sostuve la mirada mientras añadía―: Por todo.
―Hijo, no tienes ni idea de con cuánto gusto fue.
Me dio eso, después de años de dar tanto, y luego pasó por encima de mí.
―Vamos, Jess. Salgamos de aquí y dejémoslos en paz.
Era una orden, y Jess no se molestó en discutir.
Mientras se dirigían a la salida, Carson se detuvo junto a Gwen y le dejó caer un
beso en la cabeza, y entonces lo supe. Por lo que a él respecta, había adoptado otra hija
junto con Jess y Kate. Porque Sailor's Grave era una familia, la única que había tenido.
Con Gwen en ese redil, el único que necesitaría.
Teníamos un largo camino que recorrer, heridas que ambos necesitábamos curar
y cicatrices que no se borrarían ―por dentro y por fuera― con las que teníamos que
aprender a vivir. Pero sabía, sin duda, que lo conseguiríamos.
Era una cosa más que me dio mi belleza. Y me pasaría el resto de mi vida
devolviéndole eso y todo lo demás.
Cuando la puerta se cerró tras ellos, Gwen dejó a Tade en el sofá antes de unirse
a él. La seguí agarrando al gato y empujando a Gwen para que se tumbara antes de
unirme a ella. Con mi belleza acunado junto a mí, Tade acomodándose en mi vientre,
nunca había sentido tanto mis próximas palabras.
―Es bueno estar en casa.

202
Epílogo
GWEN

UN AÑO DESPUÉS

―¿Qué clase de boda no tiene damas de honor solteras? ¿O chicas solteras en


absoluto? ―refunfuñó Danny.
Me reí.
―Te dijo que no habría.
―Pensé que sólo me estaba tocando los huevos. O tratando de mantenerme
alejado de sus amigas.
Eso era aceptable. Después de todo, eso iba en ambos sentidos con Jess y Danny.
203 Sin embargo, por una vez, Jess había hablado completamente en serio.
Era el día de la boda de Jess y Braden.
Pura Jess, todo era espectacular. El salón que había encontrado era
impresionante por derecho propio, con sus techos abovedados y sus ventanas que
llegaban hasta arriba, mostrando la perfecta noche de principios de otoño. Las vigas a
la vista y los elementos de madera en todo el lugar lo convertían en el equilibrio
perfecto de elegancia y no demasiado recargado para la multitud con la que lo había
llenado.
Entre el equipo de Sailor's Grave, los hermanos de Discípulos Salvajes y la familia
de Braden y sus hermanos de azul, la lista de invitados se había alargado mucho y muy
rápido. De ahí, la falta de damas solteras para Danny, ya que incluso manteniendo el
evento a lo que Jess y Braden consideraron “la familia” significaba casi el límite de la
capacidad del local.
Jess era una novia impresionante. Después de una intensa búsqueda ―de la que
puedo dar fe de la intensidad, ya que he participado en ella― había escogido un
vestido de satén blanco puro que colgaba de los hombros y se deslizaba por su cuerpo
hasta formar una hermosa cola. Aunque no estaba adornado con encaje o pedrería, la
espalda profunda, el pecho hundido y la prominente abertura en una pierna hacían
que el vestido pasara de ser clásico y recatado a ser todo Jess.
Incluso habiéndola visto con él cuando lo localizamos, y luego ese mismo día
mientras se preparaba, seguía siendo difícil apartar la mirada cuando Carson la
acompañó al altar. Estaba así de increíble. Sólo el deseo de ver la reacción de Braden
me hizo apartar la mirada, y valió la pena. Su rostro indicaba que pensaba que ella era
la diosa que a menudo llamaba, y que él, un simple mortal, estaba experimentando un
milagro sólo por el hecho de que ella caminara hacia él, por no hablar de que se atara
a él.
Lo que significa que yo ya era un desastre de lágrimas incluso antes de que ella
llegara a él y comenzara la ceremonia.
En ese momento, la feliz pareja estaba al otro lado de la habitación, hablando con
el hermano de Braden y sus padres. Ambos parecían irracionalmente atractivos y
delirantemente felices.
Con ese pensamiento, busqué al único hombre de la sala que se veía mejor que el
novio, y descubrí que ya se dirigía hacia mí. Park en traje era una visión poderosa que
ya me distraía seriamente, pero justo en ese momento, lo había rematado aún más
añadiendo el bebé dormido en sus brazos.
―Se te está cayendo un poco la baba. ―Se burló Danny, y yo me limité a poner
204 los ojos en blanco.
Park se acomodó en la silla contigua a la mía, haciéndolo suavemente para no
perturbar el sueño del pequeño Heath.
Con apenas dos meses de vida, ésta era la primera gran salida de Heath, y estaba
claro que había terminado con ella. Aunque Jess necesitaba mucho tiempo para
planear la boda que quería, no había sido su plan esperar un año entero. Sin embargo,
cuando Liam y Kate habían anunciado la inminente llegada de este pequeño, Jess no
quería arriesgarse a que dos personas que significaban tanto para ella no pudieran
asistir. Se lanzó a cambiar la fecha al día siguiente.
Cuando nació Heath, llamado así por el difunto padre de Liam, todos habíamos
estado allí. Igual que cuando Sketch y Ash dieron la bienvenida al mundo a una tercera
niña, Adelaide. Al igual que ninguno de nosotros se habría perdido ese día.
Porque lo que había sospechado en una barbacoa hace más de un año era
absolutamente cierto, esta gente era una gran familia, una que desde hacía tiempo me
consideraba uno de los suyos.
Por eso, ese día no sólo había sido una invitada, sino una de las damas de honor
de Jess.
Park me sonrió, algo que hacía a tope ahora. Algo que no era raro. Aun así, sentía
su calidez hasta el corazón cada vez que lo hacía.
―Iba a venir a pedirle a la linda dama de honor que bailara, pero me atraparon
con las manos libres.
―Yo lo cuido ―ofreció Danny, moviéndose para hacer eso―. No es que tenga
otra cosa que hacer. ―Se refería a cualquier otra cosa, pero incluso eso era mentira.
Como todo el mundo por aquí, adoraba al pequeño Heath, y estaba feliz de tener
tiempo con él.
Park se lo pasó, y Heath se mantuvo dormido. Luego, poniéndose de pie, me
ofreció su mano y me condujo a la pista de baile.
La canción era lenta, así que Park me acercó y me balanceó alrededor del suelo.
Era el paraíso, y me pregunté cuánto tiempo podríamos quedarnos así.
―Saber por qué lo hicieron ―dijo Park, y me centré en su cara―. Heath, más
todo este año, esto es puro Jess, pero yo no quiero que nos lleve un año.
Estaba...

205 ―¿Qué?
Mantuvo su rostro pasivo, y supe que era intencional por una vez con la forma en
que sus ojos brillaban.
―No quiero pasar un año llamándote mi prometida.
―Estoy confundida. ―Como lo estaría yo, ya que no era, de hecho, su prometida
en absoluto, y no pensaba seriamente que me lo pidiera en medio de la boda de Jess.
―Cuando ponga un anillo en tu dedo, lo que, puedes entender que ocurrirá
pronto, preciosa, no quiero esperar un año para llamarte mi esposa. Así que espero
que trabajes conmigo en eso y no me obligues.
Yo... Él...
―Las bodas llevan tiempo ―dije―. Los vestidos pueden tardar meses en llegar,
y los lugares de celebración tardan en buscarse, por no hablar de reservarlos.
La sonrisa apareció.
―Tal vez debas empezar a pensar en todo eso entonces, hacerte una idea de lo
que quieres para estar preparada.
―Yo... Tú... ―Ni siquiera sabía qué decir a eso. Así que me conformé con un
okay.
La sonrisa creció hasta convertirse en una sonrisa completa, y me deslumbró
como siempre.
―Supongo que no tengo que preocuparme por tu respuesta.
Sabía qué decir a eso, al menos.
―Por supuesto que no.
Con eso, la sonrisa pasó de divertida a suave antes de que se inclinara y
susurrara: Mi belleza contra mis labios antes de besarme. No cuestioné ese nombre
como antes, porque sabía que lo decía en serio. Él pensaba que yo era hermosa. Me
amaba, por dentro y por fuera, con cicatrices y todo. Igual que yo le amaba a él.

206
PRÓXIMAMENTE

Discípulos Salvajes y Sailor’s Grave tendrán un spin-off de segunda


generación.

Emmy, la hija de Sketch, será la primera en contar su historia.

207
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Scarred (Sailor's Grave Book 3) by Drew Elyse | Goodreads

208

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