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Unidad II
Silvia Bleichmar.
S.B. trata de expresar algunas ideas respecto a los supuestos o teorías de base con las
cuales el Psicoanálisis podría pensar cuestiones del Aprendizaje, tanto en su evolución
normal como en sus aspectos patológicos.
Tomando en cuenta para ello, junto con su colega Castorina, una “Mirada
Interdisciplinar”. Considerando que no es una confluencia de verdades generales o
una sumatoria de diversas posturas teóricas, si no la puesta en juego de diferentes
paradigmas que conllevan a la resolución de problemas concretos y al abordaje
complejo e intersectado de diversas posturas teóricas que plantean propuesta para la
solución de problemas comunes.
Por otro lado plantea que: “El psicoanálisis es ciencia en crisis” en el sentido filosófico
del término, no ha logrado normalizar los paradigmas; no ha logrado tomar acuerdos
de base en el conjunto de la comunidad científica. Es decir, que las distintas escuelas
no han logrado “unificar” una lectura, estableciendo pseudodiálogos (falsos, no válido)
frente a problemas centrales no resueltos, a partir de considerar a la obra madre de S.
Freud como multifacética y contradictoria, y también por la impronta positivista que
les ha hecho pensar que la contradicción es un error de juicio del observador.
El psicoanálisis (modelo que toma la autora para desarrollar sus ideas) no surge
inicialmente del campo de la psicología, sino que surge originalmente del
campo de la medicina, y pone su eje en el estudio de los procesos patológicos o
trastornos de la patología psíquica. Posteriormente se desprende de la
medicina cuando intenta dar cuenta del “fenómeno del funcionamiento
psíquico normal”. Tendiente a ser una parte más general de la psicología. Por
ello se considera al Psicoanálisis como una rama particular de la psicología,
entendida como ciencia que estudia “los procesos de la psique humana”
Trata de explicar lo patológico, a partir de dar cuenta del funcionamiento
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normal del psiquismo a través de un eje muy preciso: que es la forma en que el
Incc entra en la estructuración psíquica.
“El Incc es algo que viene a instalarse en el sujeto psíquico, no está desde los
comienzos de la vida y es necesario diferenciar que la cuestión del conocimiento No es
un problema del Inconsciente”.
- Hay una cara del Yo que mira hacia el real externo, en relaciones de
complejidad y de compromiso.
En el sujeto humano (en la cría humana), hay relaciones de inmediatez con el objeto y
otras veces no pero esto no quiere decir que se descarten. Estas relaciones de
inmediatez no garantizan una relación sujeto-objeto inicial a nivel psíquico, sino una
relación de un sujeto biológico (hambre) con un objeto de la necesidad (alimento).
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que no es solo alimentación, sino también soportes materiales libidinales, amorosos,
de distinto orden, de inscripciones que no surgen espontáneamente.
-Él bebe cuando se ve sometido a esta indefensión primaria, cuando está a merced del
semejante, invaden al psiquismo cantidades de energía, y lo están obligando a un
trabajo de ligazón y evacuación. Estas representaciones de lo ya vivenciado sirven para
ligar esta energía. Por ello:
- Para que puedan abrirse nuevamente estos circuitos. Es decir para pasar de
este “pensamiento alucinatorio”, a un pensamiento que permita el
reconocimiento de un objeto externo, y a la apropiación de este objeto. Es
necesario que se establezca una relación entre lo que ya está inscripto como
huellas de memoria y el objeto a reconocer. Este objeto, no puede ser ni tan
conocido o idéntico al inscripto, ni totalmente distinto y no pierda el interés
para conocerlo. (si el sujeto se pasara la vida reconociendo lo idéntico no
habría crecimiento del aparato ni posibilidad del conocimiento).
En los orígenes del pensamiento, se trata de un juego entre lo ya inscripto y lo que hay
que descubrir, en el cual el sujeto siempre intenta reencontrar algo de lo ya conocido,
y se producen apropiaciones por extensión.
Siempre la relación entre Sujeto-objeto será mediada por algo Terciario, Real o
Imaginario, y en realidad intermediario entre la realidad y lo imaginario.
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Temporalidad, no se rige por la lógica de la contradicción, ni posee la negación (algo
que puede ser y no ser al mismo tiempo).
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teorizar y autoteorizarse, estableciendo permanentemente teorías acerca de sí mismo,
de su propia existencia, no solo de un modo general, sino a partir de una singularidad
histórica , que se recupera en ese movimiento de búsqueda de la verdad; en el
momento en que re-analizamos (en el consultorio), retomamos y ampliamos
generando condiciones para una verdadera re-hisotrización.
Silvia Bleichmar
Silvia B. para comenzar a desarrollar este capítulo parte de una cuestión que es la
siguiente: ¿es el pensamiento algo que constituye el patrimonio del sujeto desde el
punto de vista biológico, es decir desde su nacimiento mismo, o es el efecto de las
improntas de cultura que atraviesa el sujeto en los tiempos de su estructuración? Para
decirlo de una manera más simple: ¿se nace o no se nace con representaciones?
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Como respuesta a esto podemos decir que el inconsciente y en consecuencia el
pensamiento no surgen como correlato de la adaptación, sino que surgen como
formaciones en el interior del proceso de constitución del sujeto como elementos de
profunda desadaptación. Es decir, la cuestión del pensamiento desde el punto de vista
del psicoanálisis, así como la cuestión de la sexualidad, surge rompiendo las nociones
psicológicas asentadas de que el pensamiento es adaptación.
Podríamos decir entonces que no hay adecuación originaria sujeto-objeto, que no hay
relación inmediata al objeto en el sujeto de cultura, esto es el ser humano, ya que la
relación al objeto se ve atravesada desde los comienzos mismos por algo que produce
un estallido en su interior, y lo que se introduce es la mediación fundamental dada por
el otro ser humano que parasita con sus sistemas representacionales y sexuales el
quiebre de la inmediatez que da surgimiento a la simbolización y a la inteligencia.
Es esta introducción del otro como “inter” dando origen al inconsciente, lo que hace
que la adaptación humana tenga características absolutamente diferentes de la de
otras especies y que no se constituya la objetividad sino mediante un largo rodeo por
los caminos de la fantasía y de la desadaptación.
El inconsciente no existe desde los comienzos de la vida, sino que es el efecto de una
fundación en dos planos.
Por un lado, en tanto inscripciones que el semejante instaura no sabiendo lo que está
haciendo (parasitismo simbólico de la madre respecto al hijo, para invertir la cuestión
del parasitismo: si el hijo parasita biológicamente a la madre, la madre lo parasita
simbólicamente). Parasitismo simbólico del semejante por un lado entonces, y
estatuto posterior de este parasitismo constituido por lo que en psicoanálisis llamamos
tópicamente el inconsciente, es decir, respecto de una represión que lo sepultará en
los fondos del psiquismo, y que planteará al mismo tiempo con este concepto de
fondo, como lo hace Laplanche, que estos fondos son los recursos últimos del aparato.
Silvia B. planta dos cuestiones: por un lado, que en los comienzos de la vida psíquica el
Otro, el semejante, hace circular algo que no se reduce a lo puramente
autoconservativo, algo que tiene que ver con la sexualidad, en tanto representaciones
ligadas al placer, que no logran una evacuación, en la medida en que no son
inevacuables porque no se satisfacen con los objetos de la necesidad que el semejante
ofrece. El hecho de que se le de la leche a un bebe significa que el hambre puede ser
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saciado, pero en el momento de darla la leche, el Otro humano propiciará mediante
una serie de actos de exceso, un plus de excitación que no se encontrará derivaciones
que obligará al aparato a un trabajo de religación, de organización, de metabolización.
Con respecto a lo anterior, el gran problema del ser humano es como abandona la
alucinación primitiva para encontrar los carriles que le permitan en la realidad no
morir, situación que se pueden reconocer como situaciones extremas, en los cuadros
alucinatorios, con anorexias severas.
La autora habla de los cuadros psicóticos en los cuales el sujeto está alucinando, y al
mismo tiempo ha perdido las posibilidades de mantener contacto con los objetos
autoconservativos que lo mantendrían con vida.
Orígenes del pensamiento entonces, constituidos, como diría Lacan, en un aparato que
lucha contra el apremio de la vida. Que se constituye por relación al Otro, pero que al
mismo tiempo está totalmente en su modo de funcionar desligado originariamente de
las necesidades de la vida biológica.
¿Por qué las madres necesitan guardar los chocolates para que los niños no se los
coman? Esto quiere decir que alfo se produjo profundamente subvertido, en la
relación con lo alimenticio, que da cuenta de algo desadaptado, que no encontrará un
canal de derivación más que a partir de otras vías, las vías de la constitución de un yo
que toma su cargo la autoconservacion.
La autora brinda este ejemplo para incluir de lado del yo una lógica que tiene que ver
con la lógica de la autopreservación. ¿Que implica entonces esto para los procesos de
pensamiento?: por un lado que el inconsciente se maneja indiciariamente. No puede
construir totalidades. Lo que se inscribe de las primeras relaciones con el objeto no es
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el objeto cognitivo, el objeto como tal; son signos de este objeto, rasgos de este objeto
que quedan como marcas psíquicas. Un bebe que alucina con el pecho no es que está
tomando el pecho como objeto de la realidad, son signos de la percepción, de las
sensaciones, del olor, del tacto, texturas, improntas sensoriales recompuestas,
metabolizadas de lo real. Que son las que reaparecerán siempre bajo formas muy
particulares, en fenómenos que se mantienen toda la vida, el enamoramiento es uno
de ellos.
Con lo cual se llega a una paradoja: por un lado la ciencia no es un problema del
inconsciente, pero por otra parte, sin inconsciente no podría haber ciencia en sentido
estricto, dado que el hombre reducido a la inmediatez de lo real no podría estructurar
interrogantes sobre lo real.
Silvia B. nos dice que el inconsciente se caracteriza por la repetición, y que si hay un
sistema abierto es a nivel de la totalidad del aparato. De manera que el inconsciente
no puede más que reencontrar aquello que tiene inscripto, por eso la alucinación se
juega cuando ha caído la represión, cuando el inconsciente no ha sido obturado por el
yo. Por eso el carácter alucinatorio del sueño. De manera que es a este sistema
segundo, que es el yo o el preconsciente al que le compete la inhibición de lo
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inconsciente en tanto inconsciente alucinatorio. Lo inconsciente es realista en cuanto a
su realidad, y además en cuanto a que no puede dudar si algo existe o no existe.
La duda sobre la existencia, no solo sobre uno mismo sino sobre el objeto, es una alta
sofisticación de lo humano en tanto implica por un lado una definición del ser y por el
otro una definición del atributo. Esto es impensable para el inconsciente: los atributos
son el ser es y por otra parte cada atributo es una forma de ser.
Silvia B. plantea por un lado, que el inconsciente como tal, como producto de cultura,
como lo específicamente humano altamente sofisticado, como aquello que está ligado
a la sexualidad en términos no genitales (no con finalidad reproductiva), definido por
identidades de percepción, es decir por el reencuentro permanente con indicios de lo
real que reinvisten, reactivan huellas, en contraposición con el yo o con el
preconsciente como una lógica en la cual se juegan las categorías aristotélicas, en su
relación, son condición de pensamiento lógico tal como lo conocemos. Porque si un
sujeto solo tuviera el pensamiento lógico, cuestión que podríamos compartir con los
animales (por ejemplo cuando mi perro ve que a cierta hora abro la heladera y él tiene
hambre, mueve la cola; pero en otro momento abro la heladera y no me da bolilla), ahí
hay todo una construcción lógica, pero esta construcción lógica tiene una característica
totalmente diferente, y es que no está marcada por el interrogante “me dará o no me
dará”, es una lógica de la certeza, en tanto la lógica aristotélica es la lógica de la duda,
del tercero excluido, de la contradicción.
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que pueda preguntarse por si mismo y por el universo, un lugar donde instalarse el
sujeto.
Entonces los trastornos graves de la constitución psíquica que producen trastornos del
pensamiento y de la inteligencia son problemas de la estructura del sujeto que deben
ser abordados como tales.
Silvia B. nos dice que tenemos que construir una teoría de la subjetividad en la cual la
problemática del conocimiento entre en su especificidad. El psicoanálisis no puede
responder desde la lógica combinatoria, no tiene la menor posibilidad, no entra en su
campo. El psicoanálisis se preocupa por las premisas de base del funcionamiento
psíquico, con lo cual nuestro aporte puede ser ese. Dejando de lado todo imperialismo
del conocimiento del objeto, en este caso los trastornos del aprendizaje, lo que puede
decir el psicoanálisis es que para que haya pulsión epistemofílica, para que haya
interés, para que haya interpelación de la realidad, tiene que estar constituido el
sujeto de alguna manera.
Segundo problema: para que esta interpelación tenga algún sentido, para que evoque
algo, tiene que estar el inconsciente funcionando. La lógica humana, tal como la
conocemos, es consecuencia de la existencia de los dos sistemas.
En tercer lugar, ni las categorías de tiempo y espacio son apriorísticas desde la posición
del psicoanálisis ni el resto de las categorías lógicas. Que haya una perspectiva
innatista del espacio no quiere decir que esta perspectiva no estalle a partir de la
inclusión de lo inconsciente. Con esto la autora quiere decir lo siguiente: “pienso que la
posibilidad de categorías innatas temporo-espaciales, como las platearía cierto
estructuralismo actual, no es que sean incorrectas; en mi opinión tienen un estallido a
partir de que la percepción humana hace ingresar la cuestión de la relación libidinal al
semejante. Por esto yo insisto que a partir de que han producido las primeras
experiencias de base en la primera infancia, el espacio es aquello que me separa de mi
madre y el tiempo es aquello que media en el encuentro con el otro o con el objeto
anhelado”.
Que los niños autistas se golpeen menos que los niños neuróticos, que los niños
salvajes se lastimen menos que los neuróticos es notable, porque el espacio entra
dentro de una categoría distinta para el ser humano, a partir de que se constituye una
coordenada de referencia del yo. El espacio es lo que nos une en este momento, y
también lo que nos separa, es la distancia que entre yo y los seres queridos que están
lejanos.
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Para concluir la autora plantea: “los prerrequisitos estructurales del cerebro son
entonces, en mi opinión, insuficientes para hacer sobrevivir al ser humano”. Estos
prerrequisitos estructurales del cerebro solo son soportes para la fabricación del sujeto
humano tal como lo conocemos en el interior de los vínculos libidinales con el otro.
Patricia Álvarez.
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El presente trabajo se circunscribe a las condiciones psíquicas para el aprendizaje
escolar, a partir de la reflexión de las innumerables cuestiones que pone en juego una
clínica psicoanalítica que relaciona: los factores subjetivos con la actividad del
pensamiento puesta en juego en la producción de conocimientos escolares.
Las dificultades que presentan los niños en su aprendizaje escolar engloban una
compleja trama de factores (biológicos, psíquicos, socio-económicos, políticos,
institucionales y pedagógicos), que requieren de un abordaje interdisciplinario.
{Se considera que los problemas de aprendizaje no obedecen a una sola causa, es decir
que no es unicausal, sino que obedecen a una trama o entramado complejo de
factores que se can conjugando. Para ello, se debe tener en cuenta una mirada
interdisciplinar, teniendo en cuenta los distintos puntos de vistas de diferentes
disciplinas}.
A partir de las diversas cuestiones que pone en juego una clínica psicoanalítica que
relaciona los factores subjetivos con la actividad del pensamiento desplegada en la
producción de conocimientos escolares, surgió la necesidad de construir nuevos
enlaces conceptuales que permitieran profundizar el conocimiento de estas relaciones
sin recaer en esquematismos o simplificaciones.
El estudio del proceso de simbolización en los niños, desde sus orígenes hasta la
complejidad, exige la construcción de conocimientos lógicos, que permite establecer
enlaces conceptuales entre los avatares de su constitución psíquica y la particular
modalidad con que construye sus relaciones de sentido.
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sentido, y que a su vez se modifica, a través de los elementos que conforman la trama
de significaciones con la que expresa su singularidad psíquica históricamente
constituida.
Por esta razón incluimos en el análisis de las relaciones de sentido que el niño
construye con los objetos con los que se relaciona, la trama intersubjetiva de sus
relaciones primarias. Relaciones singulares que en el inicio operan como funciones
simbólicas primarias, maternas y paternas, y que se van complejizando a medida que
el niño va incorporando en su trama nuevas relaciones significativas.
El sostén de la actividad representativa que hace posible que el niño pueda investir e
interpretar los objetos en articulación con su propio marco interpretativo requiere
de un proceso de metabolización singular de la oferta simbólica de sus relaciones
primarias que le permita ampliar sus expectativas a nuevos referentes.
En este proceso el sujeto elabora enunciados que hacen “decible” la relación que la
psique establece con los objetos y que asumen el valor de referencias identificatorias,
de emblemas reconocibles por los otros. Esos otros que se presentan con deseos
independientes y a veces contrarios al sujeto, marcando una distancia, una diferencia
que vuelve inevitable el cambio y la transformación de esos enunciados.
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El cambio como resorte temporal del yo, posibilita nuevas simbolizaciones, nuevas
construcciones de sentido, que le permiten elaborar un discurso de su entramado de
relaciones sociales. Y estas simbolizaciones incluyen objetos, que aparentemente no
guardan relación con lo sexual, pero sin embargo reciben la atención del yo, por su
relación con los atributos narcisistas que convocan.
“el proceso por medio del cual la psique se ve forzada a reemplazar sus objetos propios,
o privados, de investidura, incluida su propia imagen como tal, por objetos que son y
valen dentro de su institución social, y a convertirlos, para la psique misma, en causas,
medios o soportes de placer”.
“¿Qué es entonces, lo que se pone en juego en el deseo de aprender, sino esta relación
que establece la sublimación?”
Este deseo se presenta, no como una adaptación a una normativa externa sino como
una ganancia narcisista, cuyo costo será la apropiación de dicha normativa. Ganancia
siempre relativa e inacabada y que por eso exige un verdadero trabajo de duelo. Duelo
por la pérdida de placer inmediato y de la omnipotencia narcisista, necesario para el
deseo de conquistar nuevos objetos. Pero este proceso no se da en el vacío, el sujeto
requiere de los otros como soportes de significaciones, como donadores de referentes.
Y el espacio por excelencia de estos soportes, fuera de las relaciones primarias, está en
la institución educativa.
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La institución educativa actúa como puente entre las relaciones primarias y el orden
social. Su oferta de referentes condicionará la posibilidad de elaboración de nuevos
enunciados identificatorios.
¿Qué aspectos de esta relación están comprometidos cuando un niño “no aprende”?
Por otra parte, los casos que llamamos ausentes, se caracterizaron por un vacío en el
discurso materno, paterno o de ambos, de referentes externos ligados a la formación
de ideales y de una valoración narcisista del despliegue del niño en el espacio
extrafamiliar, ya no por una imposición de certezas sin cuestionamiento como en el
caso anterior, sino por una ausencia de expectativas en el despliegue del espacio
social.
Para que el niño pueda investir estas relaciones de objeto, debe poder construir nuevas
relaciones de sentido que promuevan su proyección temporal, proceso que Piera
Aulagnier (1977) define como “Proyecto Identificatorio” marca la entrada en escena
del yo a cargo del acceso a la temporalidad y a la historización de lo experimentado.
Para que el sujeto construya un proyecto futuro debe reconocer (no sin sufrimiento)
que entre lo que es y lo que quisiera ser hay una distancia, una fractura, poniendo a
prueba sus propios recursos simbólicos. Para que esto suceda, algo lo suficientemente
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poderoso debe ser el motor de su deseo de recorrer esa distancia. Ese algo invisible y
fundante, es exterior al sujeto y pertenece al orden social. Es a través de su
discurso inducirá al sujeto a producir una valoración narcisista de su despliegue en el
espacio extrafamiliar.
-Este proceso se relaciona con nuestro segundo eje de análisis: cuando las dificultades
se centran en la constitución de la alteridad como condición para el sujeto de
relación con lo desconocido y lo nuevo, como proceso de simbolización sustitutiva
asimilable a sus propios esquemas de representación. Cuando la trama subjetiva
primaria se constituyó en un marco referencial rígido se vuelve insoportable para el
niño la incorporación de novedades. Estas novedades se presentan como una
exigencia de cambio que se vuelve un conflicto irresoluble, ya que representa
abandonar aquellos enunciados con los que se identifica, por una exigencia que
proviene del exterior a sus relaciones primarias y que es vivida como amenazante. Aquí
la oferta de cambio es significada por el niño como una exigencia de pérdida en el
presente sin que represente para él una ganancia en su proyecto personal. La rigidez
de las certezas primarias limita su despliegue en el espacio extrafamiliar.
Por otra parte estas problemáticas muchas veces se articulan con conflictos generados
en dificultades con la oferta de referentes simbólicos de la escuela adecuados a los que
el niño trae, reforzando la dificultad de historización necesaria para la puesta en
marcha del deseo de aprender.
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