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LAS

1
La base neurológica del comportamiento

CIENCIA&
CEREBRO
Dirección científica: Javier DeFelipe

© José Ramón Alonso por el texto


© 2017, RBA Coleccionables, S.A.U.

Realización: EDITEC
Diseño cubierta: ec.lluch comunicació grafica
Diseño interior: tactilestudio
© Ilustraciones: Francisco Javier Guarga Aragón
Fotografías: iStock: cubierta; Archivo REA: 55; Science Photo Library:
133a; Getty Images: 133ai; Travelarz-Praca wlasna: 133ad.

ISBN (OC): 978-84-473-9071-7


ISBN: 978-84-473-9363-3
Depósito legal: B.8406-2018

Impreso en Liberdúplex
Impreso en España - Printed in Spain

Para México
Edita
REA Editores México, S. de R.L. de C.V. Av. Patriotismo 229, piso 8,
Col. San Pedro de los Pinos, CP 03800, Deleg. Benito Juárez,
Ciudad de México, México
Fecha primera publicación en México: mayo 2020
Editada, publicada e importada por RBA Editores México, S. de R.L. de
C.V. Av. Patriotismo 229, piso 8, Col. San Pedro de los Pinos, CP 03800,
Deleg. Benito Juárez, Ciudad de México, México
Impresa en Liberdúplex, Ctra. BV-2249, km 7,4, Pol. Ind. Torrentfondo
08791 Sant Lloren<; d'Hortons, Barcelona

ISBN: 978-607-9495-24-4 (Obra completa)


ISBN: En trámite (Libro)

Reservados todos los derechos. Ninguna parte de


esta publicación puede ser reproducida, almacenada
o transmitida por ningún medio sin permiso del editor.
Introducción 7

01 El poder de las emociones 13

02 Cognición y emoción, de opuestos


a complementarios 49

03 El cerebro emocional 77

04 Tecnología al servicio de las emociones 107

Lecturas recomendadas 139

Índice 141
Dirección científica: Javier DeFelipe

© José Ramón Alonso por el texto


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Introducción 7

01 El poder de las emociones 13

02 Cognición y emoción, de opuestos


a complementarios 49

03 El cerebro emocional 77

o Tecnología al servicio de las emociones 107

Lecturas recomendadas 139

Índice 141
INTRODUCCIÓN

esde los trabajos pioneros del naturalista inglés Charles Darwin


sabemos que las emociones forman parte de una herencia uni-
versal de la especie humana que ha llegado hasta nosotros por su
relevancia para la adaptabilidad. Estas emociones se manifiestan
a través de un lenguaje corporal compuesto por gestos, posturas y,
en particular, expresiones faciales que han sido una herramienta
clave para su tipificación y estudio científico. Conocer en detalle su
funcionamiento puede damos la clave para conseguir en un futuro
modularlas o incluso simularlas en sistemas artificiales.
En su interpretación original, las emociones habrían surgido
como esquemas básicos de respuestas automáticas cuyo propósito
era facilitar la comunicación entre individuos de la misma especie.
Los comportamientos instintivos cristalizaron así en una mezcla
estable de expresiones faciales, posturas y gestos que enviaban un
mensaje, una señal, a los demás miembros del grupo sobre nues-
tras intenciones o sobre la respuesta positiva o negativa generada
por un estímulo determinado. Enseñar los dientes, por ejemplo, era
un gesto que precedía a un ataque, mientras que la versión rituali-

1 7
zada del mismo gesto contenía una sonrisa que venía a significar
una congelación del instinto de agresión y abría, por tanto, la posi-
bilidad de un acuerdo amistoso.
Las emociones servían también como esquemas instintivos de
respuesta que permitían una salida rápida a un ambiente impre-
decible y peligroso. Por supuesto, la necesidad de una reacción in-
mediata a una amenaza a supervivencia o a un cambio súbito
en ambiente que nos rodea no era exclusiva de la especie hu-
mana, sino que se trata de un requisito fundamental para la adap-
tación de los seres vivos. Pero es en los mamíferos donde alcanza
su máximo desarrollo, y ello porque nuestros cerebros nos permi-
ten un análisis de la información externa mucho más fino y sutil,
así como generar respuestas variadas, modulables y rápidas que
suponen una forma de interactuar con el mundo exterior. En la
actualidad, este sistema emocional sigue siendo fundamental, si
bien ahora coexiste con otros sistemas aparecidos en etapas más
recientes de la evolución y que implican un procesamiento de la
información más sofisticado, caso de las funciones cognitivas.
Gracias a la ciencia hoy sabemos que razón y emoción guían
nuestros pasos, orientan nuestras decisiones y nos permiten afron-
tar nuestro camino en el mundo, especialmente en lo que se refiere
a la relación con los demás. Pero no siempre ha sido así: durante
siglos se ha debatido sobre el predominio de razón o emoción en el
ser humano. Una decisión racional se consideraba buena, mientras
que un comportamiento emocional, y en este sentido irracional,
era malo. A diferencia de entonces, hoy sabemos que razón y emo-
ción no son aspectos contrapuestos, sino dos sistemas complemen-
tarios, desarrollados ambos a través de la evolución y con amplias
interrelaciones uno con otro. Aprovechar razón y la emoción ha
sido, y sigue siendo, la mejor estrategia para la supervivencia.
De hecho, tanto razón como emoción residen en el cerebro. Es
decir, que las emociones, al igual que funciones mentales como la
inteligencia, la memoria o el lenguaje, son un producto de la ac-

8 1
tividad cerebral. Incluso suelen generar esfuerzos de razonamien-
to, como cuando nos preguntamos por qué sentimos inquietud o
miedo ante algo, por qué amamos a otra persona o por qué hemos
tomado un camino con un claro emocional en lugar de otro.
Todo esto significa que no es posible entender las emociones
sin conocer su sustrato cerebral, qué áreas encefálicas se encargan
de ellas. De todas ellas quizá la mejor conocida sea la amígdala, un
conjunto de neuronas situado en el lóbulo temporal del cerebro que
se sabe participa en una emoción tan clara en sus respuestas y fácil
de generar como es el miedo. Su conexión con el hipocampo (otra
estructura cerebral, situada en el lóbulo temporal) es fundamental
para entender la importancia de la memoria en el contexto emocio-
nal. Otra región del cerebro, el hipotálamo, actúa como vínculo entre
el sistema nervioso y sistema endocrino, por lo que su papel es
clave para coordinar la respuesta mental y la orgánica; esto es, los
distintos cambios que se ponen en marcha en el organismo cuando
sentimos una emoción.
Por otro lado, muchas de las emociones que sentimos tienen su
origen en la información sensorial, es decir, en lo que captamos del
exterior a través de los sentidos. tálamo (una estructura neuronal
que se halla en el centro del cerebro) es el encargado de filtrar esa
formación, seleccionando lo más importante. En emociones comple-
jas como los celos o el amor, en las que intervienen aspectos sociales
y culturales, este procesado necesita un nivel más sofisticado, y es ahí
donde entra en juego la corteza cerebral, la zona más externa del cere-
bro, que está constituida por capas de neuronas interconectadas que
posibilitan la existencia de facultades tan intrínsecamente humanas
como el pensamiento o la imaginación. Finalmente, otra región ence-
fálica que en los últimos años está aportando numerosa información
sobre su implicación en las emociones es el cerebelo. No solo regu-
la, como antes se pensaba, ritmo, fuerza y exactitud de nuestros
movimientos, sino también la velocidad, consistencia y capacidad
de nuestros procesos cognitivos y mentales, incluidas las emociones.

1 9
El cerebelo parece trasladar los estados emocionales a respuestas del
sistema nervioso autónomo y el sistema nervioso motor, una nueva
prueba del funcionamiento integrado de todo el organismo.
Además de las diferentes áreas encefálicas, hay un grupo de cé-
lulas que ha suscitado un enorme interés por su importancia en
procesos como la empatía o en enfermedades relacionadas con las
emociones, como el autismo: son las neuronas espejo, un tipo de
neuronas que se activan cuando un individuo ejecuta una acción y
cuando observa esa misma acción ejecutada por otro individuo.
Pero aunque la producción y percepción de las emociones tiene
como base el funcionamiento del cerebro, lo cierto es que no se tra-
ta de un proceso exclusivamente cerebral: las emociones generan
también cambios en el cuerpo, como un aumento de la sudoración,
rubor o dilatación de las pupilas. Otros cambios que se dan tienen
que ver con un aumento de la atención que nos prepara para entrar
en acción. Muchas veces explicamos estas alteraciones con metá-
foras que aluden a la temperatura: así, un estado de alerta alto nos
genera una sensación de ardor, mientras que uno bajo lo vivimos
como algo gélido. De hecho, una persona preparada para la típica
disyuntiva de lucha o huida puede sentir un incremento de la tem-
peratura por todo su cuerpo por el aumento del flujo sanguíneo a
zonas como las piernas, los brazos o la mandíbula que preparan esa
respuesta.
Gracias a nuevas técnicas de neuroimagen -como la tomo-
grafía por emisión de positrones o la resonancia magnética fun-
cional-, ahora podemos observar todas estas emociones en vivo,
medir distintas respuestas fisiológicas y analizar la actividad de
las áreas cerebrales implicadas, su activación o desactivación en
tiempo real. Igualmente, podemos analizar cambios en personas
afectadas por una enfermedad mental -como, por ejemplo, los
trastornos del ánimo-, pero también por un tumor o un derrame
cerebral, y hacerlo en comparación con el análisis de sus variacio-
nes emocionales.

10 1
Como puede apreciarse por todo lo dicho hasta ahora, el estu-
dio de las emociones no es ni mucho menos un tema cerrado. En
la actualidad son enormemente sugerentes las posibilidades que
resultan de combinar la tecnología con las emociones. Y es que el
uso de innovaciones cibernéticas podría ayudarnos a intervenir so-
bre ellas con fines terapéuticos y, en un desafío aún mayor, incluso
nos permitiría incorporar elementos emocionales a sistemas artifi-
ciales. En este sentido, en las últimas décadas se han desarrollado
nuevas metodologías que nos permiten actuar sobre la actividad
cerebral, incluida aquella referida a las emociones, como el uso de
electrodos para activar o inhibir poblaciones neuronales concretas.
Un enfoque más reciente y todavía restringido al ámbito de la in-
vestigación es el que brinda la optogenética, una combinación entre
técnicas de óptica y de genética con la que se consigue «encender»
y «apagar» poblaciones de neuronas específicas. La gran ventaja de
este sistema es que no hace falta implantar electrodos en el interior
del cerebro, lo que elimina el daño que esta actuación conlleva.
Una última posibilidad con diferentes vías abiertas es la de co-
nectar sistemas informáticos y sistemas biológicos a través de inter-
faces. Normalmente se utilizan sensores que registran la actividad
neuronal mediante el análisis de campos eléctricos o magnéticos.
La información obtenida de este modo es luego utilizada para tareas
como mover un exoesqueleto o manejar una prótesis. En lo que se
refiere a las emociones, estas tecnologías nos permitirán interac-
tuar con ellas y avanzar en el tratamiento de patologías en las que
está implicado el cerebro emocional. Un mayor conocimiento de las
emociones es necesario también para diseñar algoritmos que permi-
tan entender las emociones de los seres humanos y posibiliten luego
generar algo comparable en el campo de la inteligencia artificial.
En definitiva, conocer mejor las emociones nos permitirá in-
tegrar la racionalidad de la lógica con la modulación de los senti-
mientos y generar sinergias entre el mundo racional y el emocional,
además de hacer que nos sintamos más satisfechos con nosotros

1 11
mismos. Incluso en un futuro no tan lejano será posible aplicar
todo ese conocimiento al mundo tecnológico, concretamente a
máquinas capaces de leer y responder a las emociones humanas,
y quién sabe si también tener algo parecido a ellas.
Sea lo que sea lo que nos depare ese futuro, una cosa es cierta: las
emociones han sido, son y seguirán siendo una de nuestras princi-
pales herramientas para afrontar los desafíos de la vida; son una
de las claves de la supervivencia del individuo, pero también de la
supervivencia de la especie.

12 1
Las emociones son una parte esencial
de la actividad cerebral humana e
influyen poderosamente en nuestra
calidad de vida. Comprender cómo
funcionan puede abrirnos el camino
al tratamiento de numerosas
enfermedades, a la posibilidad de
controlarlas a voluntad e incluso, en
un futuro próximo, a simularlas en
sistemas.artificiales.
urante siglos las emociones se han considerado un obstáculo
para el pensamiento racional, entendido este como el exponen-
te más elevado de la mente humana. Pero lo cierto es que las emo-
ciones también forman parte de la esencia de nuestra humanidad,
siendo de vital importancia para resolver situaciones en las que es
preciso actuar con rapidez. Cuando los humanos primitivos se en-
contraban con una posible amenaza, debían decidir instantánea-
mente entre luchar o huir, pues no había tiempo para pensar; la
reacción era una cuestión de vida o muerte. La respuesta emocio-
nal nos permite evaluar la situación y nuestras posibles acciones
de forma más rápida que el procesamiento de la corteza cerebral, la
región encargada del raciocinio. En casos especiales, por tanto, las
emociones pueden salvarnos la vida.
Pero aunque los humanos actuales no corramos el riesgo de en-
contrarnos con un tigre dientes de sable ni nos enfrentemos tam-
poco a a situaciones de vida o muerte, esto no implica que
nuestras emociones hayan perdido valor. Los avances de la neuro-
ciencia nos revelado que las emociones no son un residuo su-

El poder de las emociones 1 15


perfluo de nuestra historia evolutiva, sino que poseen una impor-
tancia crucial en la manera en la que nuestro cerebro representa y
enfrenta la realidad. Por ello, comprender los mecanismos de las
emociones en todos sus niveles, químico, fisiológico y anatómi-
co, es también entender el funcionamiento del cerebro y explicar,
al menos en parte, el porqué de nuestros comportamientos. De
esta forma, a medida que entendamos mejor cuál es el sustrato
cerebral de las diferentes dimensiones emocionales y cómo inte-
ractúan en distintas situaciones podremos intervenir sobre estos
procesos para un mejor control y también para aprovechar todo
su potencial. Por ejemplo, seremos capaces de diseñar fármacos
que aumenten o disminuyan selectivamente algunas emociones
sin afectar al resto de las funciones cerebrales. Igualmente podre-
mos manipular los recuerdos asociados a emociones concretas a
fin de combatir estados patológicos como la depresión o el tras-
torno de estrés postraumático. Por otra parte, y si las emociones
son procesos neuronales como lo son realizar un cálculo o leer
un texto, no hay motivo aparente para que dichos mecanismos
no puedan simularse también en sistemas tecnológicos mediante
el uso de programas apropiados. La visión popular sobre inte-
ligencia artificial asume que las máquinas no pueden sentir emo-
ciones, pero tal vez esto no sea del todo cierto: si es posible llegar
a simularlas fielmente con algoritmos de computación, ¿quién se-
ría capaz de distinguir entre una emoción simulada y una real?
Dotar de emociones a las máquinas es de hecho una posibilidad
al alcance del desarrollo de las tecnologías de la información y la
comunicación.
Pero hasta llegar a estos avances, aún son muchos los interro-
gantes que deben responderse sobre las emociones. Para conocer
su naturaleza física y sus mecanismos es esencial ante todo definir
en qué consisten. Y como veremos a continuación, encontrar una
definición única y precisa no es una tarea tan fácil como en un pri-
mer momento podría parecer.

16 1 El poder de las emociones


¿QUÉ SON LAS EMOCION

Para entender en qué consiste una emoción podemos comenzar


por la etimología del término: procede del latín emotio, que a su
vez deriva del verbo emovere, cuyo significado es «retirar, desalo-
jar, hacer mover». Así, una emoción es algo que nos empuja, que
nos saca de nuestro estado habitual; nos moviliza, nos conmueve.
Actualmente, la emoción se define como una respuesta afectiva
intensa y breve que se produce en respuesta a un suceso o una
situación determinada, y que va asociada a cambios corporales
específicos y está relacionada con lo que es importante para no-
sotros, nuestros objetivos, nuestras preocupaciones o nuestras
aspiraciones.
El concepto «emoción» se ha asociado históricamente a otros
términos; de hecho, antes de 1830 se usaban otras expresiones,
como «accidentes del alma», «sentimientos morales» o «pasiones».
Sin embargo, el neurocientífico portugués António Damásio se-
ñala que es fundamental distinguir entre emoción, sentimiento y
estado de ánimo, términos que en general suelen usarse indistinta-
mente. Así, se considera que los estados de ánimo son emociones
prolongadas en el tiempo y con cierta estabilidad, mientras que los
sentimientos son las sensaciones conscientes de las emociones y
serían de duración variable. En otras palabras, las emociones son
programas de acciones que modifican rápidamente el estado de va-
rios componentes de nuestro organismo en respuesta, por ejemplo,
a una oportunidad o una amenaza. Son experiencias conscientes
que implican una alta actividad cerebral y tienen una valoración
positiva o negativa. Los sentimientos, por su parte, son experien-
cias mentales, un conjunto de vivencias sensoriales y de estados
corporales que incluyen los cambios causados por las emociones.
En lo que respecta a las pasiones, serían sentimientos con una car-
ga emocional más fuerte; los cambios de ánimo son más drásticos
y la capacidad de juicio resulta en muchos casos afectada.

El poder de las emociones 1 17


Decimos que emociones componentes de nuestro or-
ganismo porque no solo una dimensión mental, sino tam-
LA~H~. .

bién corporal. Provocan una alerta fisiológica, con gestos carac-


terísticos libres y desinhibidos, sobre
Las emociones y los todo en el rostro, pero también en el
sentimientos [...] resto del cuerpo. Dado que muchos de
son la manera esos gestos tienen un componente co-
comunicar nuestros municativo, hablamos de expresión fa-
estados mentales a cial y lenguaje corporal. Las personas
las demás personas. a nuestro alrededor son capaces de in-
Pero también son ferir nuestro estado emocional, adap-
una guía para poder tarse a él o responder, frecuentemente
tomar decisiones. con un cambio a su vez en su propio
ANTÓNIO DAMÁSIO estado emocional: empatía, enfrenta-
miento o alejamiento son tres posibles
respuestas de los otros a esa comunicación de nuestras emociones
personales. Finalmente, las emociones, como hemos dicho, gene-
ran un comportamiento concreto, nos empujan, nos mueven en
una dirección determinada, nos incitan a saber qué hay al otro lado
o, al menos, a cambiar el estado mental en el cual nos encontramos.
Las emociones se manifiestan en una serie de respuestas coordi-
nadas que pueden incluir aspectos verbales, fisiológicos, compor-
tamentales y neurales. No son experiencias puras, sino que están
moduladas por nuestra personalidad, nuestra motivación, en qué
estado de ánimo nos encontramos, en qué contexto estamos y cuál
es nuestro temperamento. La misma situación puede generar emo-
ciones muy diferentes en la misma persona en dos momentos dis-
tintos, mientras que dos personas pueden reaccionar de maneras
opuestas ante la misma situación y el mismo estímulo.
Pero si definir unívocamente el concepto de emoción resul-
ta complejo, establecer todos los tipos de emociones que existen
tampoco es tarea sencilla. Ha habido muchos intentos de clasifi-
car las emociones, pero todavía no hay consenso entre los especia-

18 1 El poder de las emociones


listas. Para la determinación de las distintas emociones se tienen
en cuenta factores biológicos y culturales, como las expresiones
faciales, el vocabulario emocional de cada una de las culturas del
mundo o, todavía de un modo incompleto, las huellas químicas en
nuestro cerebro.
La clasificación que comparte la mayoría de expertos es aque-
lla que diferencia las emociones en función de su complejidad. Así
podemos distinguir las emociones primarias o básicas, que tienen
casi todos los mamíferos y que no necesitan de la conciencia, como
el miedo, la aversión, la sorpresa, la ira, el amor paternofilial y ma-
ternofilial, la alegría o la tristeza. Las emociones más complejas, en
cambio, son estructuras cognoscitivas elaboradas para las que es
preciso un procesamiento previo de la mente consciente, así como
un intercambio de información entre la corteza cerebral (la región
racional del cerebro) y el sistema límbico (responsable de compor-
tamientos emocionales). Entre estas se encuentran la envidia, los
celos o el rencor.
Las emociones primarias dependen más directamente de nues-
tros instintos, por lo que tienen la particularidad de reflejarse más
fácilmente en nuestras expresiones faciales. Esto ha permitido cla-
sificar las emociones según produzcan una u otra expresión facial
con independencia de la cultura estudiada. En la década de 1960,
el psicólogo estadounidense Paul Ekman y su colaborador Wallace
Friesen emprendieron la tarea de elaborar un catálogo de las expre-
siones faciales. Ambos investigadores comenzaron por identificar
la veintena de músculos del rostro y elegir los cinco más importan-
tes, para luego estudiar sus movimientos en función de las emocio-
nes. Así definieron 43 movimientos posibles en la cara, a los que
denominaron unidades de acción. Combinando estas distintas uni-
dades de acción, llegaron a catalogar unas 10 000 expresiones, de
las que seleccionaron un grupo de muestras faciales esenciales
de las emociones humanas, detalladas en un estudio de 500 pá-
ginas bajo el título de sistema de codificación de las acciones faciales

El poder de las emociones 1 19


(FACS, por sus siglas en inglés). trabajo de Ekman y Friesen era
tan completo, que sirvió para dotar de expresiones inteligibles y
«vivas» a los personajes de los dibujos animados.
Como conclusión de su trabajo, Ekman agrupó más de 7 000 ex-
presiones del rostro humano en seis grandes emociones comunes
a toda la humanidad: alegría, tristeza, aversión o asco, ira, miedo y
sorpresa (fig. 1). De esta manera, el psicólogo respondía también a
una pregunta que un siglo antes se había formulado naturalista
inglés Charles Darwin en su obra La expresión de las emociones en el
hombre y en los animales, para la cual contó con la ayuda de misio-
neros en regiones remotas del planeta con el fin de saber si ale-
gría o la tristeza iban acompañadas por los mismos gestos faciales
en todas las poblaciones humanas. Ekman confirmó que así es, y
que las mismas expresiones faciales tienen un significado emocio-
nal similar en los cinco continentes y en todas las culturas.
Una vez demostrado que existe un repertorio de lenguaje facial
emocional común a toda la humanidad, los investigadores se han
preguntado si hay una diferente valoración social de las emociones
en cada contexto cultural, si hay emociones autóctonas e importa-
das, si la memoria emocional es similar en las distintas sociedades,
o cómo influyen y se expresan las emociones en la vida social de
distintos países. Por ejemplo, en el siglo XVI se animaba a las per-
sonas de la Europa cristiana a sentir tristeza, pues se suponía que
era la respuesta humilde y apropiada para las vicisitudes de la vida
terrenal como antesala de la vida eterna, que era la verdaderamen-
te importante. Un ejemplo de ello queda reflejado en los retratos
oficiales: ¿en qué momento empezaron a sonreír los altos manda-
tarios? Después de siglos durante los cuales hasta las niñas prin-
cesas que pintaba Diego Velázquez aparecían serias, empezaron a
surgir las sonrisas en los retratos y fotografías. La felicidad alcanzó
entonces una aceptación social y se generalizó, lo que en realidad
poco o nada tenía que ver con la verdadera emoción que sentían las
personas retratadas.

20 1 El poder de las emociones


r FiG.1
Movimiento del músculo los párpados superiores
que rodea el ojo ~ caen y las cejas se

Patas de gallo ~~ ')

_L,~1
J). angulan hacia arriba

Se pierde el foco
en las pupilas
n,1
\
(.~)
Mejillas hacia arriba
las comisuras de los ___jJ='
labios caen ligeramente )

ALEGRÍA: Su duración es mayor que la de TRISTEZA: Esta expresión tiende a marcarse


otras emociones y es más intensa con especial intensidad en el rostro y a
dependiendo del nivel de sentimiento. perdurar en el tiempo.

El entrecejo se frunce

El labio superior tira


i~1r~ ,,,"'!',,)!

hacia arriba mientras ~ los labios se


la nariz se arruga ~ estrechan y suelen
apretarse los dientes

AVERSIÓN O ASCO: Por lo general, la expresión IRA: El movimiento de fruncir el cejo suele
de esta emoción es más evidente en un lado del ser más marcado del lado izquierdo si la
rostro que en el otro. acción es deliberada.

las cejas tiran hacia arriba


y se unen en el entrecejo (T7 Las cejas suben,
ya sea ligera o ~
prommciadamenle. j_ J
los párpados ~ ¡
superiores suben y ~ -'~-,
los inferiores se te¡¡san \ J los ojos se abren _..\i_J ¡
(.~) exageradamente \ ~
los labios se estiran ____,,_.,=
hacia atrás, ligera o K /1 La boca tiende a abrirse )
1 -1-
-
prommciadamenle ) "-----/ '

MIEDO: Las cejas levantadas que se aproximan SORPRESA: Esta emoción solo dura el
entre sí es un movimiento característico y muy instante en que el individuo se entera de
difícil de hacer voluntariamente. un hecho imprevisto.

Representación gráfica de los rasgos distintivos de las seis emociones más


comunes de los seres humanos, según la catalogación realizada por Paul Ekman:
alegría, tristeza, aversión o asco, ira, miedo y sorpresa.

El poder de las emociones 1 21


Otro parámetro para intentar clasificar las emociones es a través
del lenguaje, a fin de capturar mejor los matices y diferencias entre
las diversas culturas.
En esta línea destaca el trabajo de la historiadora cultural Tif-
fany Watt Smith, del Centro para la Historia de las Emociones de
la Universidad Queen Mary de Londres, que ha recopilado 154 tér-
minos para definir las emociones humanas. Algunas son muy co-
nocidas, como la ira; otras han evolucionado, como la nostalgia,
que empezó siendo contemplada como una enfermedad mortal
para convertirse después en la sensación envolvente de cuidar
nuestros recuerdos e incluso disfrutarlos. Ciertas emociones de-
ben su existencia en parte a su designación en un idioma concre-
to, como lo que los holandeses llaman Gezelligheid, que consiste
en la emoción de estar en un lugar caliente en una fría noche de
invierno en compañía de amigos y con buena comida. Sin embar-
go, la clasificación de las emociones a través del lenguaje tampo-
co alcanza a abarcar toda la complejidad de nuestra experiencia
emocional. Una experiencia emocional que, además, está evolu-
cionando en función de los nuevos escenarios donde interactua-
mos, los cambios en nuestra forma de vivir y nuestra manera de
relacionarnos.
La sensación es que la lista de emociones aún no está terminada;
las Seis Grandes de Ekman siempre estarán ahí, pero es posible que
nuestro futuro y la evolución de nuestras sociedades nos deparen
emociones que hoy ni tan siquiera conocemos.

Para qué sirven las emociones

Dado que las emociones son un rasgo común y ancestral del ser hu-
mano, los expertos asumen que cumplían funciones útiles antes de
la existencia de nuestras sociedades modernas. Actualmente hay
un amplio consenso en considerar que las emociones son un re-

22 1 El poder de las emociones


> ON DE

El dimensional es uno de los modelos más seguidos en el estudio de las


emociones. Defendido, entre otros, por el psicólogo James Russell, sos-
tiene que la persona experimenta y procesa sus emociones a través de la
combinación de dos o tres dimensiones de juicio. Las dos más utilizadas
son la valencia (es decir, el grado de agradabilidadl y el nivel de activación.
Este modelo implica que existe un único sistema neurofisiológico común a
todos los estados afectivos, lo que se opone a otras teorías que consideran
a las emociones como entidades independientes generadas por sistemas
neurales diferentes. En 2017, investigadores de la Universidad de California
en Berkeley dieron un respaldo al modelo dimensional al plantear 27 cate-
gorías de emociones conectadas por gradientes continuos.

- Modelo bidimensional desarrollado por James Russell en el que los estados


emocionales se representan en un círculo según su valencia (agrado/desagrado)
y nivel de activación.

23
sultado de nuestra historia evolutiva, de modo que heredamos de
nuestros ancestros ciertos mecanismos que en su momento eran
de utilidad para maximizar supervivencia de la especie y aumen-
tar el bienestar del individuo. Así, se cree que las emociones cum-
plen principalmente tres funciones: la
Las emociones no adaptación, la motivación y la comuni-
estorban a nuestro cación.
pensamiento Con respecto a la función adapta-
racional, lo hacen tiva, se propone que las emociones
posible. generan respuestas apropiadas ante
ANTÓNIO DAMÁSIO los desafíos ambientales. Si, por ejem-
plo, no hubiésemos sentido nunca el
miedo frente a una criatura que se agazapa en la maleza, no ha-
bríamos logrado sobrevivir y reproducirnos: cada vez que el ser
humano se hubiera aproximado a un animal para comprobar si
era peligroso o no, en demasiadas ocasiones habría descubierto
que sí lo era cuando ya era demasiado tarde. Sin embargo, las po-
sibilidades de sobrevivir aumentaban si el simple movimiento de
algo escondido entre los arbustos generaba miedo para ponerse
en guardia o sencillamente huir de allí. Así, el miedo fue una ven-
taja evolutiva, ya que quienes lo sentían tenían más probabilidad
de vivir para reproducirse, dejando en herencia los genes respon-
sables de esos miedos y perpetuando esta emoción a lo largo de
las generaciones, aunque nuestro ambiente esté ya exento de esas
especies peligrosas.
Este prejuicio frente a determinados estímulos no siempre acer-
taría, porque en ocasiones el movimiento de las ramas se debería
únicamente al viento, y otras veces la criatura desconocida sería un
animal inofensivo; pero frente a un evento desconocido en el que
no hay tiempo para valorar el riesgo, la preparación para la huida
o el ataque, segregando adrenalina y aumentando los latidos del
corazón y riego sanguíneo de brazos y piernas, era nuestra mejor
baza para sobrevivir.

24 1 El poder de las emociones


Por consiguiente, las emociones han sido básicas para nuestra su-
pervivencia, sobre todo en los albores de nuestra existencia. El mie-
do nos impelía a escondernos o a huir del peligro; el asco, a evitar
enfermedades transmitidas por las heces o la comida podrida; in-
cluso la rabia podía ser útil para luchar y ponernos retos a nosotros
mismos frente a un fracaso o una injusticia.
La segunda función atribuida a las emociones es la motivacio-
nal, que comporta la capacidad de las emociones para actuar como
elemento en la toma de decisiones. Probablemente, esta función
sea la más difícil de comprender en nuestro mundo actual, ya que
somos capaces de verbalizar una explicación de nuestros actos.
Pero esta justificación verbal tiene lógica si puede entenderse ra-
cionalmente, y no tanto si depende de la impresión de la realidad
producida por las respuestas emocionales. Sabemos por experien-
cia que los estímulos emocionales participan en nuestra toma de
decisiones, frecuentemente anteponiéndose al criterio racional,
y que en ocasiones existe un dilema moral entre la conducta que
adoptaríamos si nos dejamos guiar por la razón y la que seguiría-
mos si prevalece la respuesta emocional, aunque en muchos casos
actúan de manera coordinada.
Por último, las emociones también desempeñan una función en
la comunicación entre los seres humanos. Es obvio que la expresión
de las emociones nos permite predecir el comportamiento de las
personas, lo que tiene un indudable valor para las relaciones inter-
personales y para la adaptación al entorno social. Las emociones son
un atajo para actuar en un mundo complejo en el que no siempre
disponemos de toda la información, nos sirven para interactuar con
otros seres provistos también de emociones. De este modo, son un
poderoso andamiaje para nuestras relaciones sociales. Fingir tristeza
o alegría frente a los demás no siempre es sencillo, y por tanto, al me-
nos hasta cierto punto, las emociones garantizan que estamos siendo
sinceros. En consecuencia, no basta con tener emociones, sino que
es importante que los demás también se den cuenta de que las te-

El poder de las emociones 1 25


>HEREDAR EMOCIONES
Algunas emociones, en general asociadas a experiencias traumáticas,
pueden heredarse y pasar a las siguientes generaciones. Se cree que la
experiencia traumática afectaría a nuestro material genético, en concreto a
los procesos de metilación del ADN [el ácido desoxirribonucleico en el que

[IjENCÉFALO:
El cerebro registra 1
el miedo y se
RATÓN activan estructuras
PADRE diferentes que
dejan marcas en el
ADN.

[TI OLFATO: Un olor


determinado es asociado por
el ratón al miedo producido
por una situación.

DESARROLLO DEL EXPERIMENTO


Ratón padre

+
El ratón del experimento Se difunde en el Al mismo tiempo, el Desde entonces, siempre
es introducido en una interior el olor a ratón recibe pequeñas que siente ese olor, el
caja. acetofenona. descargas eléctricas. ratón siente miedo.

26
se hallan las instrucciones genéticas que marcan el desarrollo y funciona-
miento de los organismos vivos, así como la transmisión hereditaria). La in-
formación se codificaría epigenéticamente en el ADN de los espermatozoi-
des y, de esta manera, se transmitiría de padres a hijos e, incluso, a nietos.

Representación
esquemática del ADN
[I] ESPERMA: A través del ' Distribución de
esperma, las marcas moléculas pegadas al
epigenéticas del miedo ADN de ratones que
se transmiten a la nunca han tenido miedo.
siguiente generación.

) Distribución de
¡ moléculas en el ADN
de ratones que sí han
sentido miedo.

ADN

Ratón hijo Ratón nieto

Al igual que el padre, Se difunde el olor, El ratón empieza a Si repetimos el proceso,


el ratón hijo se pero sin acompañarlo temblar de miedo el efecto se repite en la
introduce en una caja. con descargas. ante ese olor. tercera generación.

27
nemos; por ello suelen brotar de forma incontrolada y son fácilmen-
te identificables. Si, por ejemplo, alguien que nos ha traicionado se
muestra arrepentido mientras llora, es más probable que su arrepen-
timiento sea sincero y que podamos fiarnos de él o ella en lo sucesivo.
En resumen, podemos afirmar que el impacto de las emocio-
nes es muy elevado: marcan nuestras decisiones, determinan con
qué personas nos relacionamos y de qué forma, establecen nues-
tros valores, intervienen en nuestra comunicación y nos permiten
compartir tanto información valiosa como nuestras propias creen-
cias, valores y sentimientos. Podemos así afirmar que las emocio-
nes son el vínculo que nos mantiene unidos, tanto para bien como
para mal. Pero si las emociones son universales en la especie hu-
mana, es lógico pensar que las respuestas fisiológicas vinculadas
a ellas también lo serán. Y en general parece que efectivamente es
así. Aunque en distintas culturas pueden cambiar la frecuencia,
intensidad y duración de las emociones, en todos los casos los hu-
manos compartimos ciertos mecanismos responsables que tienen
su origen en el funcionamiento del cerebro.

EL CEREBRO, SEDE DE LAS EMOCIONES

Hoy sabemos que las emociones, como cualquier otra función


mental, residen en nuestro cerebro. Pero si dispusiéramos de un
microscopio con capacidades extremas de visualizar lo minúsculo
en acción y pudiéramos enfocarlo a nuestro cerebro, no veríamos
nada de lo que tenemos la impresión subjetiva de percibir. No vería-
mos fotografías de los seres queridos que recordamos, ni los olores
que nos evocan recuerdos, ni una secuencia de instrucciones para
montar en bicicleta, ni tampoco rastro de emociones. En nuestro
cerebro no hay miedo, ni pasión, ni amor, ni dolor, ni creencias.
Lo que hay son unas células nerviosas, las neuronas, que producen
impulsos eléctricos que saltan de unas a otras.

28 1 El poder de las emociones


Las neuronas son células compuestas por una región central más
dilatada, el cuerpo celular o sorna, y una serie de prolongaciones
se extienden en distintas direcciones. Estas prolongaciones son dos
tipos: las dendritas, muy ramificadas y que reciben señales de otras
neuronas, y el axón, generalmente único y más largo que las dendri-
tas, cuya función es transmitir información a otras neuronas (fig. 2).
Las neuronas se organizan en cadenas de modo que, por ejemplo,
ciertas neuronas, directamente o a través de receptores específicos,
detectan los cambios en el ambiente (luminosos, acústicos, mecáni-
cos, olfativos, etc.) y los convierten en impulsos nerviosos que viajan
hacia otras neuronas situadas en otras regiones del cerebro. Estos im-
pulsos nerviosos están codificados para representar estímulos corno
imágenes, aromas o sonidos, de una manera que cerebro puede
descodificar e interpretar. Del mismo modo, también los estímulos
que interpretarnos como específicamente emocionales llegan al ce-
rebro como códigos de impulsos nerviosos, indiferenciables en prin-
cipio de cualquier otro impulso de carácter no emocional.

I F1G. 2

Núcleo Vaina de mielina

Cuerpo y dendritas Axón

Figura que muestra la estructura general de una neurona, con sus dos partes
principales bien diferenciadas: el cuerpo o soma y el axón. Especial importancia
en la primera tienen las dendritas, que reciben la señal de otras neuronas.

El poder de las emociones 1 29


Por lo tanto, el primer paso para comprender la génesis de las
emociones es entender el mecanismo mediante el cual las neuronas
generan impulsos nerviosos. El sistema nervioso funciona como un
circuito eléctrico formado por células conectadas en serie, pero in-
dividuales, donde cada neurona es capaz de comportarse como una
pila, siendo el polo negativo el interior de la célula y el positivo el
líquido que la circunda. Las neuronas tienen un potencial eléctrico
de reposo. Esta polarización se construye a partir de la actividad de
moléculas especializadas que bombean partículas cargadas (princi-
palmente iones de sodio Na+, de potasio K+ y de cloro CI-) a los dos
lados de la membrana que separa el interior de la neurona de su en-
torno. Como resultado de este bombeo, dentro de la célula prevale-
ce la carga negativa, mientras que fuera de ella predomina la carga
positiva. Así se crea una diferencia de potencial que puede producir
un trabajo, de forma parecida al que se realiza cuando se alimenta
cualquier electrodoméstico desde un enchufe o una batería. En las
neuronas, el trabajo se produce cuando reciben un impulso que da
lugar a la apertura de unas moléculas con forma de canal situadas en
la membrana celular y que posibilitan la entrada o salida de iones
en función de sus diferencias de concentración. Antes de recibir el
impulso de otra célula, la neurona se encuentra en reposo, con una
diferencia de potencial entre su interior y el exterior de alrededor
de -70 milivoltios (mV). Cuando recibe el impulso se abren canales
de sodio que dejan pasar estos iones al interior de la célula, arras-
trando su carga positiva que neutraliza la electronegatividad inicial,
de modo que la diferencia de potencial entre el interior y el exterior
pasa a ser de +40 mV; se ha despolarizado. Un instante después se
abren canales de potasio que expulsan estos iones positivos al ex-
terior, restaurando la electronegatividad de la situación de reposo.
Esta secuencia en la que la neurona pierde la polaridad e inmediata-
mente la vuelve a recuperar dura escasos milisegundos y afecta a un
segmento de la membrana neuronal, el que ha recibido el estímulo,
pero puede extenderse a otros segmentos adyacentes. Aunque final-

30 1 El poder de las emociones


mente la zona estimulada recupera su estado de reposo, antes de ello
su cambio de potencial ha estimulado al segmento adyacente de la
membrana neuronal, que se despolariza y así sucesivamente, permi-
tiendo la propagación del impulso hasta el final del axón. Esto es lo
que se conoce como potencial de acción o espiga (fig. 3).

rFm.3
Impulso nervioso

POLARIZACIÓN

de la membrana,
provocando un impulso nervioso.

Esquema que representa el potencial de acción o espiga de las neuronas: el


estímulo de otra célula hace que la neurona deje pasar iones y se despolarice
para acto seguido re polarizarse y recuperar su electronegatividad inicial.

El poder de las emociones 1 31


sistema es más complejo: el transmisor en vez de excitatorio
puede ser inhibitorio, en vez de despolarizar la membrana (pa-
sar el interior neuronal de negativo a positivo) puede hiperpola-
rizarla (hacerla más negativa y pasar, por ejemplo, de -70 mV a
-90 mV). En estos casos no solo no se produce un potencial de
acción, sino que es más difícil que otros contactos de otras neu-
ronas lo generen.
La clarificación del mecanismo que transmite la electricidad a
lo largo de las neuronas ha sido determinante para comprender
la excitabilidad del tejido nervioso, permitiendo pasar de hablar
genéricamente de impulsos nerviosos a potenciales de acción.
Sin embargo, esto no explica cómo salta el impulso del axón de
una neurona a las dendritas de otra, ya que ambos elementos es-
tán separados por una minúscula brecha de manera que las neu-
ronas son células independientes, contiguas unas con otras, pero
no continuas. A esa brecha se le dio el nombre de hendidura si-
náptica, y se pudo comprobar que contiene los elementos nece-
sarios para permitir el salto de la información de una neurona a
otra mediante un complejo sistema fisicoquímico. Las sinapsis
son microórganos compartidos entre la neurona que envía una se-
ñal procedente de la propagación del potencial de acción por su
axón, la neurona presináptica, y la neurona con cuyas dendritas
conecta ese axón, formando una cadena, la neurona postsináptica.
Ambas partes de la sinapsis, presináptica y postsináptica, son cla-
ramente diferentes. La porción presináptica se encuentra al final
del axón y está especializada en liberar moléculas denominadas
neurotransmisores que tienen la función de transmitir el mensaje
de una neurona a otra. La neurona presináptica empaqueta estos
neurotransmisores en bolsas o vesículas para liberarlos al espacio
sináptico que separa ambas neuronas. Por su parte, la postsinápti-
ca contiene moléculas receptoras que son capaces de reconocer los
neurotransmisores liberados y desencadenar respuestas en esta
segunda neurona (fig. 4).

32 1 El poder de las emociones


Í FIG.4

- 1-,\-Axón
Vesícula sinápfü:a
con las moléculas - - - - ~
del neurotransmisor ~,ÉLULA PRESINÁPTICA

\'\, To,mioal axó"''°


~
Hendidura
sinápfü:a

~\

Receptor del
neurotransmisor

Esquema del proceso por el cual la información pasa de una neurona a otra, a
través de la liberación de los neurotransmisores, salvando la hendidura sináptica
y llega a los receptores de la célula postsináptica.

Con estos elementos podemos reconstruir la secuencia completa


que permite la propagación de señales entre neuronas: un estímulo
alcanza una neurona y se propaga en su longitud mediante potencia-
les de acción. Al llegar al terminal presináptico del axón, el potencial
de acción induce la liberación de los neurotransmisores al espacio
sináptico, que alcanzan por difusión la membrana de la neurona
postsináptica que contiene receptores, activando una variedad de
mecanismos que regulan su respuesta. Si la señal alcanza un umbral
determinado, se genera un nuevo potencial de acción en la neurona
postsináptica y la señal se propaga. Por ejemplo, si la secuencia se ini-
cia en un fotorreceptor de la retina, que detecta cambios energéticos
en el medio ambiente como la luz, esta señal se propagará neurona a

El poder de las emociones 1 33


neurona hasta llegar a la corteza visual, responsable de analizar las
propiedades y características de ese estímulo luminoso. Lo mismo
sucedería si lo detectado por las neuronas sensoriales fuera un estí-
mulo emocional.
Podría pensarse que la intercalación de las sinapsis entre neuro-
nas ralentiza el impulso nervioso, ya que al ser un proceso químico
la propagación es más lenta que si se tratara de pura corriente eléc-
trica moviéndose en un cable. Sin duda, la velocidad es menor, pero
a cambio, la existencia de los neurotransmisores ofrece otra ventaja
en cuanto a la posibilidad de regular la transmisión del impulso ner-
vioso, una ingeniosa estrategia desarrollada por la evolución que se-
lecciona las opciones más eficaces entre los millones de pruebas que
la naturaleza realiza al azar. Esta estrategia deriva de que los neuro-
transmisores son muy diversos y pueden ejercer efectos diferentes.
Hasta hace pocos años se creía que existían siete: acetilcolina, nora-
drenalina, GABA (siglas en inglés de ácido gamma-aminobutírico),
glutamato, serotonina, dopamina e histamina. Pero con el tiempo el
listado ha ido aumentando y en la actualidad se considera que el nú-
mero puede estar en torno a cien e incluso existir transmisores con
mecanismos diferentes de actuación, tales como gases que difunden
libremente a través de las membranas. Además, se han identifica-
do muchos tipos de receptores postsinápticos. Por tanto, aunque las
neuronas puedan parecer iguales, cuando profundizamos al nivel
molecular encontramos que están dotadas de neurotransmisores
y receptores distintos que les confieren una enorme variabilidad.
Esta diversidad posibilita respuestas variadas; las sinapsis pueden
amplificar y diversificar las señales y, por ejemplo, los receptores de
los neurotransmisores pueden abrir canales iónicos o modificar las
reacciones metabólicas en la neurona postsináptica. La cantidad de
neurotransmisores y su dosificación también pueden determinar el
tamaño de la señal y su evolución temporal.
En el caso de las emociones, se ha observado una gran diversi-
dad de neurotransmisores, de modo que no es posible vincular a

34 1 El poder de las emociones


uno solo con las respuestas emocionales. No obstante, sí pueden
distinguirse algunos que están especialmente implicados en las
emociones, como la dopamina, la serotonina, la noradrenalina, la
acetilcolina, la histamina, el GABA y el glutamato. La dopamina
terviene en las emociones positivas y su escasez, como por
en la enfermedad de Parkinson, puede ir unida a una depresión.
Hay vías de dopamina o dopaminérgicas que proyectan al sistema
límbico, la corteza prefrontal y el hipotálamo, lo que relaciona este
neurotransmisor con funciones características de estas regiones
tales como los estados de ánimo, la memoria y los procesos cogni-
tivos. También con el placer relacionado con la realización con-
ductas instintivas como comer, saciar la sed o aparearse. En el cere-
bro existe un sistema de recompensa compuesto por unos circuitos
neuronales responsables de la sensación de placer que acompaña
a la satisfacción de estos apetitos, lo que refuerza estas conductas
que tienen gran importancia evolutiva. Esa sensación de placer
está provocada precisamente por un aumento súbito del nivel de
dopamina en el cerebro.
Por su parte, la serotonina se conoce como el «agente quími-
co del bienestar», pues calma la ansiedad y controla los impulsos.
La disminución de los niveles de serotonina va unida a la depre-
sión, la ansiedad y la irritabilidad. Los lugares del cerebro donde
hay más serotonina son regiones -en particular, los núcleos del
de las cuales salen proyecciones al hipotálamo, hipocam-
po, amígdala y corteza, algunos de los componentes principales
del sistema emocional. En cuanto a la noradrenalina, es un neuro-
transmisor excitador que potencia el nivel de ánimo y la respuesta
tanto física como mental, mientras que la acetilcolina está
cada en la memoria y el aprendizaje. Por último, ciertos estudios
relacionan el aumento de los niveles de GABA, un neurotransmi-
sor inhibidor del cerebro, con una reducción en la agresividad,
lo posiblemente se debe a la inhibición de los núcleos
les que controlan este instinto.

El poder de las emociones 1 35


neurona hasta llegar a la corteza visual, responsable de analizar las
propiedades y características de ese estímulo luminoso. Lo mismo
sucedería si lo detectado por las neuronas sensoriales fuera un estí-
mulo emocional.
Podría pensarse que la intercalación de las sinapsis entre neuro-
nas ralentiza el impulso nervioso, ya que al ser un proceso químico
la propagación es más lenta que si se tratara de pura corriente eléc-
trica moviéndose en un cable. Sin duda, la velocidad es menor, pero
a cambio, la existencia de los neurotransmisores ofrece otra ventaja
en cuanto a la posibilidad de regular la transmisión del impulso ner-
vioso, una ingeniosa estrategia desarrollada por la evolución que se-
lecciona las opciones más eficaces entre los millones de pruebas que
la naturaleza realiza al azar. Esta estrategia deriva de que los neuro-
transmisores son muy diversos y pueden ejercer efectos diferentes.
Hasta hace pocos años se creía que existían siete: acetilcolina, nora-
drenalina, GABA (siglas en inglés de ácido gamma-aminobutírico),
glutamato, serotonina, dopamina e histamina. Pero con el tiempo el
listado ha ido aumentando y en la actualidad se considera que el nú-
mero puede estar en torno a cien e incluso existir transmisores con
mecanismos diferentes de actuación, tales como gases que difunden
libremente a través de las membranas. Además, se han identifica-
do muchos tipos de receptores postsinápticos. Por tanto, aunque las
neuronas puedan parecer iguales, cuando profundizamos al nivel
molecular encontramos que están dotadas de neurotransmisores
y receptores distintos que les confieren una enorme variabilidad.
Esta diversidad posibilita respuestas variadas; las sinapsis pueden
amplificar y diversificar las señales y, por ejemplo, los receptores de
los neurotransmisores pueden abrir canales iónicos o modificar las
reacciones metabólicas en la neurona postsináptica. La cantidad de
neurotransmisores y su dosificación también pueden determinar el
tamaño de la señal y su evolución temporal.
En el caso de las emociones, se ha observado una gran diversi-
dad de neurotransmisores, de modo que no es posible vincular a

34 1 El poder de las emociones


uno solo con las respuestas emocionales. No obstante, sí pueden
distinguirse algunos que están especialmente implicados en las
emociones, como la dopamina, la serotonina, la noradrenalina,
acetilcolina, la histamina, el GABA y el glutamato. La dopamina
terviene en las emociones positivas y su escasez, como por ejemplo
en la enfermedad de Parkinson, puede ir unida a una depresión.
Hay vías de dopamina o dopaminérgicas que proyectan al sistema
límbico, la corteza prefrontal y el hipotálamo, lo que relaciona este
neurotransmisor con funciones características de estas regiones
tales como los estados de ánimo, la memoria y los procesos cogni-
tivos. También con el placer relacionado con la realización de con-
ductas instintivas como comer, saciar la sed o aparearse. En el cere-
bro existe un sistema de recompensa compuesto por unos circuitos
neuronales responsables de la sensación de placer que acompaña
a la satisfacción de estos apetitos, lo que refuerza estas conductas
que tienen gran importancia evolutiva. Esa sensación de placer
está provocada precisamente por un aumento súbito del nivel de
dopamina en el cerebro.
Por su parte, la serotonina se conoce como el «agente quími-
co del bienestar», pues calma la ansiedad y controla los impulsos.
La disminución de los niveles de serotonina va unida a la
sión, ansiedad y la irritabilidad. Los lugares del cerebro donde
hay más serotonina son regiones -en particular, los núcleos del
rafe- de las cuales salen proyecciones al hipotálamo, hipocam-
po, amígdala y corteza, algunos de los componentes principales
del sistema emocional. En cuanto a la noradrenalina, es un neuro-
transmisor excitador que potencia el nivel de ánimo y la respuesta
tanto física como mental, mientras que la acetilcolina está impli-
cada en la memoria y el aprendizaje. Por último, ciertos estudios
relacionan el aumento de los niveles de GABA, un neurotransmi-
sor inhibidor del cerebro, con una reducción en la agresividad,
que posiblemente se debe a la inhibición de los núcleos cerebra-
les que controlan este instinto.

El poder de las emociones 1 35


El conocimiento de los neurotransmisores implicados en las
emociones hace posible modificar estas mediante fármacos que
actúen sobre estos componentes químicos o sus receptores. De
hecho, muchos de los medicamentos que afectan a las emociones
actúan sobre la producción de neurotransmisor o sobre su recap-
tación, el sistema de reciclado que lo recupera desde el espacio si-
náptico para volver a almacenarlo en la neurona presináptica, o
bien sobre los elementos postsinápticos. Sin embargo, el sistema
químico de las emociones es más complejo, pues también inter-
vienen los esteroides entre los que están hormonas sexuales como
la testosterona, la progesterona y los estrógenos, moléculas fabri-
cadas a partir del colesterol. Un tercer grupo importante y quizás
el menos conocido es el de los péptidos, moléculas enormemente
variadas que están formadas por una cadena corta de aminoácidos
(los ingredientes de las proteínas) y que modulan casi todas las ac-
tividades cerebrales.

Aprender y recordar emociones

El proceso descrito explica de qué modo las neuronas intercam-


bian información, pero no cómo aprendemos a tener una emoción
en determinadas circunstancias. La respuesta a esta pregunta
está en que las neuronas no son componentes estáticos, sino que
pueden cambiar las características de sus respuestas a los estímu-
los en función de la experiencia. Esta posibilidad se intuye en la
vida cotidiana: si todas nuestras funciones mentales radican en las
neuronas del cerebro, cuando aprendemos algo debe producirse
alguna modificación en las neuronas. Aunque pueda parecer ob-
vio, la constatación científica de este hecho fue el fruto de una lar-
ga investigación que culminó con la concesión en el año 2000 del
premio Nobel al neurocientífico Eric Kandel, quien a partir de sus
experimentos con el molusco marino Aplysia californica, también

36 1 El poder de las emociones


D

La dopamina es un transmisor que genera una sensación placentera en


respuesta a una acción positiva. Para lograr esa sensación, las neuronas
dopaminérgicas del área tegmental ventral proyectan al estriado a través de
la vía mesolímbica. Desde esa área también se proyecta a la corteza frontal,
una ruta clave para el control de la atención, el control inhibidor, la memoria
de trabajo o la flexibilidad cognitiva. La ruta nigroestriatal proyecta desde la
sustancia negra a partes del estriado como el caudado y el putamen, algo
importante para la recompensa, la función motora y el aprendizaje asociati-
vo. La dopa mina sincroniza estos núcleos para conseguir esa sensación pla-
centera que notamos cuando aprendemos, calmamos la sed o tomamos una
decisión. Por otro lado, este neurotransmisor está implicado en la adicción
a drogas, precisamente por la sensación de placer asociada a su consumo.

Ruta

r--t----,--t---;-.,,,,..-~+,- Sustancia
negra

Área tegmental
ventral
- Proyecciones de la dopamina en el sistema nervioso central.

37
conocido como liebre del mar, demostró que un aprendizaje bá-
sico genera cambios en el funcionamiento de las neuronas y en
manera en que se conectan.
Hay tres partes del cuerpo de la Aplysia que nos importan para el
caso: la branquia, el sifón y la cola. Un estímulo táctil en sifón gene-
ra la retracción de la branquia. Los estímulos repetidos generan habi-
tuación, la forma más simple de aprendizaje. Varias sesiones espacia-
das de habituación producen memoria a largo plazo. No obstante, si
al molusco se le aplica un estímulo nocivo, una descarga eléctrica en
la cola, la branquia se retrae de forma brusca, se produce una sensi-
bilización, responde intensamente a estímulos inocuos. Kandel tras-
ladó a este animal, con un sistema nervioso extremadamente simple,
los experimentos que el fisiólogo ruso Iván Pavlov había llevado a
cabo con perros a principios del siglo xx sobre condicionamiento. A
continuación analizó el sistema nervioso de la Aplysia y comprobó
que ese aprendizaje asociativo había generado cambios en el funcio-
namiento y en la manera en que se conectaban las neuronas. Adicio-
nalmente, su grupo de investigación y otros han profundizado en las
bases moleculares de esos cambios, que comportan modificaciones a
corto o largo plazo dependiendo de lo duradero de la memoria. Aun-
que estas investigaciones se desarrollaron en moluscos, se ha podido
constatar su validez en sistemas más complejos, incluyendo los hu-
manos, de modo que sido posible consolidar una teoría general de
la memoria y el aprendizaje en los niveles molecular y celular.
Como resultado de los experimentos de Kandel y de otros inves-
tigadores sabemos que memoria a corto plazo opera cuando expe-
rimentamos algo y lo retenemos en la memoria unos instantes. En
este caso se produce un cambio únicamente funcional: las neuronas
involucradas en este aprendizaje aumentan la intensidad y la fre-
cuencia de los disparos, propiciando que se potencie la liberación de
neurotransmisores en los terminales de sus axones. Esto hace que la
transmisión sináptica sea más eficaz y se facilite comunicac10n.
Ahora bien, cuando tenemos una vivencia que nos queda grabada

38 1 El poder de las emociones


duraderamente en la memoria a largo plazo, la actividad en el área
sináptica es tan fuerte que desencadena una cascada de microfenó-
menos cuyo efecto es la activación de ciertos genes y la síntesis de
proteínas. La consecuencia de esta cascada es que el área sináptica
crece, creando una mayor superficie de contacto que refuerza la co-
nexión, e incluso se generan nuevas sinapsis a su alrededor (fig. 5).
Así, el número de sinapsis en el cerebro no es constante, sino
que cambia con el uso y el desuso, cuando aprendemos y cuando
olvidamos. En resumen, cuando una vivencia queda grabada -es
decir, se aprende- llega a modificarse la forma en que las neuro-
nas se conectan. Este fenómeno es la causa de que algunas expe-
riencias de la vida puedan condicionar nuestras respuestas emo-

Í FtG. 5

Terminal
presináptico

Espina
dendrítica de
la neurona
postsináptica

Neurotransmisión sináptica y potenciación a largo plazo [LTP). A la izquierda, la


liberación del glutamato conduce a la activación de la neurona postsináptica a
través de los receptores NMDA. El receptor AMPA se abre y genera una rápida
despolarización. Entonces, el receptor NMDA se activa y abre un canal no selectivo
por el que entra Na· y Ca 2+. El flujo de Ca 2+ induce potenciación a largo plazo,
una de las bases moleculares de la memoria y el aprendizaje [derecha).

El poder de las emociones 1 39


cionales, ya que dejan una impronta que modifica los circuitos
neuronales cerebro.

igos neuronales

Ya hemos indicado que las neuronas se comunican generando poten-


ciales de acción que se propagan de unas a otras, y que estos poten-
ciales de acción se estructuran en códigos para transportar la infor-
mación del impulso nervioso. Pero ¿cómo se forman estos códigos?
Si nos presionan levemente la piel, las neuronas receptoras enviarán
al cerebro una descarga compuesta por una secuencia determina-
da de potenciales de acción. Si presión es más intensa la descarga
contendrá un número mayor de potenciales de acción, y por tanto su
frecuencia aumentará. Este es un ejemplo de lo que se conoce como
código de frecuencia. Una segunda opción es la codificación tempo-
ral según cómo se reparte en el tiempo la secuencia de potenciales de
acción; es decir, estos no están separados uniformemente, sino que
pueden agruparse en ciertos intervalos, como las señales intermiten-
tes del alfabeto morse. En este caso se habla de códigos temporales.
Los códigos de frecuencia y temporales pueden darse de forma
independiente o combinados. En conjunto, transportan información
desde la periferia al cerebro. Pero dado que este órgano solo es capaz
de «ver» secuencias continuas de potenciales de acción que le llegan,
¿cómo es capaz de identificar uno u otro tipo de estímulo o de infor-
mación exterior si los códigos no están marcados ni etiquetados?
La respuesta está en la especialización de las regiones cerebrales.
Desde los lugares donde se producen, las señales recorren unas vías
nerviosas determinadas que proyectan a regiones específicas del ce-
rebro encargadas de procesar información procedente de unos u otros
órganos. En el caso concreto de las emociones, se ha identificado una
correspondencia con la actividad de varias áreas cerebrales. En el
procesamiento de las emociones destaca la participación del sistema

40 1 El poder de las emociones


límbico, un conjunto de estructuras en el centro del cerebro; Este sis-
tema comprende regiones como la amígdala, a la que se atribuyen el
miedo y la ira, o el hipotálamo, involucrado en las respuestas fisioló-
gicas de las emociones, además del giro del cíngulo y el hipocampo, el
centro de la consolidación de los recuer-
dos. En el tercer capítulo describiremos La evidencia sugiere
en detalle la implicación de estas y otras que nuestro cerebro
estructuras y regiones cerebrales en el utiliza un código
procesamiento de las emociones. estándar para hablar
Pero para conocer el funcionamiento el mismo lenguaje
íntimo de la experiencia emocional en emocional.
el cerebro es preciso dilucidar los circui- AoAM ANDERSON
tos cerebrales concretos implicados en
cada clase de emoción, saber cómo interactúan con otras funciones
como movimiento, el lenguaje o la cognición, y determinar cómo
se relacionan con cambios en otras partes del organismo, tanto en el
funcionamiento normal como en los trastornos patológicos. La in-
vestigación neurofisiológica y las nuevas técnicas de neuroimagen
están avanzando en este terreno, comenzando por las emociones pri-
marias, que pueden estudiarse en modelos animales y extrapolarse
al caso humano. El estudio directo del cerebro humano depende del
desarrollo de herramientas no invasivas, que aportarán datos valio-
sos sobre el funcionamiento de los mecanismos neurobiológicos res-
ponsables de las respuestas emocionales más complejas, aquellas en
las que intervienen factores socioculturales.

¿SON LAS EMOCIONES LUSIVAS


DE LOS HUMANOS?

De todo lo anterior se deduce que las emociones son parte esen-


cial de la mente humana, algo adquirido a lo largo de la evolución.
Pero esto no debe hacernos olvidar que también otras especies

El poder de las emociones 1 41


son capaces de poseer al menos ciertas experiencias emocionales.
¿Muestran los animales la misma tipología de emociones que no-
sotros y el mismo grado de interacción entre sus emociones y su
racionalidad?
La pregunta es pertinente debido a que con frecuencia, como
hemos mencionado, los estudios sobre emociones se realizan con
modelos animales, de forma que se requiere un entendimiento del
grado de traslación que se puede aplicar desde estos experimentos
a las personas. Si esta extrapolación no fuera posible, la experimen-
tación animal no pasaría de ser una curiosidad científica.
La respuesta no es inmediata, ya que aún hoy para algunos in-
vestigadores usar el término emoción en animales implica un sesgo
antropomórfico que asume que los animales viven una experiencia
subjetiva similar a la nuestra sin que podamos estar seguros de ello.
Sin duda, las emociones tienen mucho de experiencia individual
y es imposible estar completamente seguros de que las demás es-
pecies experimentan lo mismo que nosotros. Sin embargo, la quí-
mica del encéfalo, la estructura del sistema nervioso y los compor-
tamientos son similares entre los seres humanos y muchas otras
especies.
La investigación actual proporciona evidencias convincentes
de que al menos algunas especies experimentan una gama am-
plia de emociones, asimilables a las emociones humanas consi-
deradas primarias que tienen carácter automático y que parecen
ser comunes en la escala evolutiva: miedo, alegría, ira, sorpresa,
tristeza y repugnancia. Hay más dudas en lo que se refiere a las
emociones complejas, como el amor, la culpabilidad, la vergüen-
za, el desconcierto, el orgullo, la envidia o los celos, ya que estas
son más modificables por el aprendizaje y necesitan un proceso
mayor de evaluación y expresión en el que participa la corteza ce-
rebral.
El desarrollo de metodologías innovadoras de análisis ha en-
riquecido el número de componentes que pueden evaluarse para

42 1 El poder de las emociones


obtener conclusiones fiables. Por ejemplo, es claro que la observa-
ción de los estados emocionales en los animales muestra cambios
en la expresión parecidos a los que presentan los humanos: las ex-
presiones faciales, las miradas o la postura corporal hacen pensar
en una emoción común entre nuestra especie y otras.
Un ejemplo sería un gato o un perro cuya piel se eriza ante una
situación que a nosotros nos pone la «piel de gallina». Pero estas
observaciones requieren análisis fisiológicos complementarios que
manifiesten si otras variables, como el tono muscular, la frecuen-
cia cardíaca, la sensibilidad eléctrica de la piel o conductancia dér-
mica, la marcha, las vocalizaciones o la producción de sustancias
hormonales, se encuentran afectadas de la misma forma que en los
humanos, algo necesario para establecer un paralelismo tanto en lo
que concierne a la expresión de las emociones como a su sustrato
fisiológico.
Uno de los ejemplos clásicos es el miedo que desencadena
una respuesta del tipo «lucha o huida», muy claramente identi-
ficado tanto en nuestra especie como en muchos animales. Este
caso es muy ilustrativo tanto de la potencialidad como de las
mitaciones del estudio comparado en animales. Por su facilidad,
el condicionamiento del miedo es el paradigma más estudiado
en este campo. Los estudios del neurocientífico Joseph LeDoux,
que permitieron describir las dos vías de procesamiento de los es-
tímulos emocionales, fueron realizados con roedores utilizando
el condicionamiento del miedo. Pero persiste una duda sobre la
verdadera naturaleza emocional de la respuesta: cuando se in-
duce miedo en un animal o en un ser humano, inevitablemente
se produce una reacción de estrés que por sí misma desencadena
una respuesta de lucha o huida. Esta activa los procesos hormo-
nales que ponen el metabolismo corporal al servicio de la supervi-
vencia, incluyendo los del control cardiovascular, que modifican
parámetros como la conductancia dérmica y la frecuencia cardía-
ca. Así pues, ¿dónde está la frontera entre la respuesta al estrés y

El poder de las emociones 1 43


la respuesta emocional? Esta es una incógnita aplicable a otros
casos, ya que si las emociones anticipan un premio o un castigo,
vendrán acompañadas generalmente de un correlato vegetativo,
puramente inconsciente y sin implicación emocional. No es dis-
tinta la situación en humanos. Por ejemplo, un opositor tiene que
hacer una presentación pública y exponerse a las consecuencias
del estrés y de los estímulos emocionales asociados. Si toma una
dosis de propranolol, un fármaco que alivia la ansiedad, mitigará
las consecuencias del estrés reduciendo la taquicardia. En expe-
rimentos controlados en humanos puede contarse con la capaci-
dad declarativa del sujeto para tratar de delimitar los efectos del
medicamento, pero en los animales esto no es posible. Así, si a un
ratón expuesto a una experiencia de miedo se le administra una
dosis de propranolol, ¿se reducirá su miedo? Lo esperable sería
que no, pero la respuesta real es que no lo sabemos. Este tipo de
dificultades limitan las conclusiones que pueden obtenerse de la
experimentación con emociones en los animales.
La incertidumbre se amplía cuando se observa que existen al
menos algunas emociones aparentemente propias de una especie
concreta. Esta posibilidad se ha explorado especialmente en cier-
tos animales de compañía; por ejemplo, los estudios demuestran
que los perros pueden «oler» nuestro estado emocional y adaptar
sus emociones a las de los humanos. En un experimento del neu-
rozoólogo Biagio D'Aniello y su grupo de la Universidad de Nápo-
les (Italia), se recogieron muestras de sudor de grupos de volun-
tarios mientras veían películas de miedo, divertidas o neutras.
A continuación los investigadores presentaron estas muestras a
varios perros y monitorizaron su comportamiento y su frecuencia
cardíaca. La conclusión fue que los perros que olieron «a miedo»
mostraban más signos de estrés que aquellos expuestos a olor «a
felicidad» o neutro. Ante ese mensaje emocional de miedo tenían
una mayor frecuencia cardíaca, buscaban más la seguridad de
sus propietarios y evitaban el contacto social con extraños. Esta

44 1 El poder de las emociones


DE HU os

Muchos primates producen expresiones faciales con un claro parecido con


las humanas. Esto se considera una prueba de la continuidad evolutiva entre
especies, aunque haya variables sociales y ecológicas que afectan a estos
gestos y cuya comprensión es necesaria para elucidar el significado, fun-
ción y evolución de cada uno de ellos. En concreto, los chimpancés presen-
tan diferentes expresiones. Así, por ejemplo, la mueca que en un chimpan-
cé se suele asociar a curiosidad, en un ser humano se identifica con cierto
excepticismo o sensación de duda [A]. La sonrisa expresa alegría, felicidad
o placer en ambas especies [B]. Por su parte, un chimpancé pensativo o an-
sioso pone sus labios de una manera que se asemeja a la de un ser humano
concentrado en un pensamiento (C]. No obstante, también hay diferencias.
Una boca muy abierta, que en un humano es característica de la risa, en
un chimpancé corresponde a la expresión de irritación o infelicidad (O].

- Las emociones faciales evolucionan con las especies y son bastante similares en
especies genéticamente próximas como los chimpancés y los seres humanos.

45
la respuesta emocional? Esta es una incógnita aplicable a otros
casos, ya que si las emociones anticipan un premio o un castigo,
vendrán acompañadas generalmente de un correlato vegetativo,
puramente inconsciente y sin implicación emocional. No es dis-
tinta la situación en humanos. Por ejemplo, un opositor tiene que
hacer una presentación pública y exponerse a las consecuencias
del estrés y de los estímulos emocionales asociados. Si toma una
dosis de propranolol, un fármaco que alivia la ansiedad, mitigará
las consecuencias del estrés reduciendo la taquicardia. En expe-
rimentos controlados en humanos puede contarse con la capaci-
dad declarativa del sujeto para tratar de delimitar los efectos del
medicamento, pero en los animales esto no es posible. Así, si a un
ratón expuesto a una experiencia de miedo se le administra una
dosis de propranolol, ¿se reducirá su miedo? Lo esperable sería
que no, pero la respuesta real es que no lo sabemos. Este tipo de
dificultades limitan las conclusiones que pueden obtenerse de la
experimentación con emociones en los animales.
La incertidumbre se amplía cuando se observa que existen al
menos algunas emociones aparentemente propias de una especie
concreta. Esta posibilidad se ha explorado especialmente en cier-
tos animales de compañía; por ejemplo, los estudios demuestran
que los perros pueden «oler» nuestro estado emocional y adaptar
sus emociones a las de los humanos. En un experimento del neu-
rozoólogo Biagio D'Aniello y su grupo de la Universidad de Nápo-
les (Italia), se recogieron muestras de sudor de grupos de volun-
tarios mientras veían películas de miedo, divertidas o neutras.
A continuación los investigadores presentaron estas muestras a
varios perros y monitorizaron su comportamiento y su frecuencia
cardíaca. La conclusión fue que los perros que olieron «a miedo»
mostraban más signos de estrés que aquellos expuestos a olor «a
felicidad» o neutro. Ante ese mensaje emocional de miedo tenían
una mayor frecuencia cardíaca, buscaban más la seguridad de
sus propietarios y evitaban el contacto social con extraños. Esta

44 1 El poder de las emociones


DE HU os

Muchos primates producen expresiones faciales con un claro parecido con


las humanas. Esto se considera una prueba de la continuidad evolutiva entre
especies, aunque haya variables sociales y ecológicas que afectan a estos
gestos y cuya comprensión es necesaria para elucidar el significado, fun-
ción y evolución de cada uno de ellos. En concreto, los chimpancés presen-
tan diferentes expresiones. Así, por ejemplo, la mueca que en un chimpan-
cé se suele asociar a curiosidad, en un ser humano se identifica con cierto
excepticismo o sensación de duda (Al. La sonrisa expresa alegría, felicidad
o placer en ambas especies (B]. Por su parte, un chimpancé pensativo o an-
sioso pone sus labios de una manera que se asemeja a la de un ser humano
concentrado en un pensamiento (C]. No obstante, también hay diferencias.
Una boca muy abierta, que en un humano es característica de la risa, en
un chimpancé corresponde a la expresión de irritación o infelicidad (O].

- Las emociones faciales evolucionan con las especies y son bastante similares en
especies genéticamente próximas como los chimpancés y los seres humanos.

45
modulación de la empatía mediada por estímulos emocionales
ha sido ratificada en otros estudios en los que se ha demostra-
do que los rostros de los canes son más expresivos cuando saben
que las personas los están mirando. Para ello, el grupo de inves-
tigadores de la psicóloga evolutiva Juliane Kaminski, de la Uni-
versidad de Portsmouth (Reino Unido), situó a los perros frente a
humanos que los miraban directamente o dirigían la vista hacia
otro lado, al tiempo que se les ofrecía comida o no. Las expre-
siones eran mucho más variadas cuando la persona los miraba,
pero no había nada que indicase que los perros intentaban ofrecer
un mejor aspecto cuando querían algo de los humanos. Aun así,
se ha visto que cuando se saben observados levantan las cejas de
una forma particular que hace que parezcan tristes o tengan más
aspecto de cachorro, lo que alienta una respuesta empática por
nuestra parte.
A pesar de las dificultades de estos estudios, disponemos en
la actualidad de un repertorio amplio de modelos de análisis de
las emociones en los animales que invitan a quedarnos con una
conclusión: al menos los mamíferos poseen la capacidad de res-
ponder a estímulos emocionales con perfiles que son compara-
bles a los de las emociones primarias de los humanos, aunque
cada especie haya desarrollado especificidades que responden
a sus adaptaciones evolutivas. Fuera de los mamíferos, en otros
grupos de vertebrados o en invertebrados, estas respuestas emo-
cionales son menos aparentes. Este hecho sugiere que los niveles
superiores corticales del cerebro dirigen la expresión de las emo-
ciones, por cuanto en especies menos complejas el desarrollo de
la corteza cerebral es menor, mientras que el subcortical (tálamo,
hipotálamo) está igualmente presente. Parece, pues, que en efec-
to las emociones no son un rasgo exclusivamente humano, y que
a lo largo de la evolución han servido a funciones de vital impor-
tancia en innumerables especies. Sin embargo, como veremos en
el próximo capítulo, la relación entre las emociones y la razón no

46 1 El poder de las emociones


siempre se ha comprendido bien; ha sido preciso recorrer un largo
camino histórico para que los humanos lleguemos a
nuestra experiencia emocional es también una de nuestra
actividad cerebral, un caballo que en realidad tira de nosotros en
la misma dirección que raciocinio.

El poder de las emociones 1 47


COGNICIÓN Y EMOCIÓN,
DE OPUESTOS A
COMPLEMENTARIOS

A lo largo de la historia, cognición y


emoción han sido considerados procesos
independientes e incluso opuestos. La
comprensión de este juego complejo
no es trivial y aunque las preguntas
se suscitan desde hace siglos, las
respuestas solo se están encontrando
en la actualidad de la mano de las
investigaciones en neurociencia.
a necesidad de entender las emociones humanas para explicar
L nuestra conducta ha hecho que su investigación desde un punto
de vista científico sea en la actualidad una realidad candente. Se
trata de un fenómeno relativamente reciente, pues halla su origen
en el -·~·····~ tercio del siglo xx, aunque con anterioridad a esa fe-
cha hubiera algunos precedentes testimoniales. Para entender esta
situación hemos de remitirnos al tópico clásico de que el ser huma-
no, a diferencia del resto de animales, es un ser racional. Esta pre-
misa implica que la conducta de ese ser humano es fruto del pen-
samiento, tomar decisiones fundamentadas y construidas sobre
el razonamiento que le permite su desarrollo cerebral, a diferencia
de los animales irracionales, que se conducen por impulsos instin-
tivos determinados por su genética. En este sentido, el filósofo y
matemático francés del siglo xvn René Descartes acuñó su célebre
adagio Cogito ergo sum («pienso, luego existo») corno un corolario
que resume la magnificencia de una naturaleza humana dotada de
las clásicas facultades del alma: memoria, entendimiento (inteli-
gencia) y voluntad. Por tanto, no nos comandan fuerzas indornina-

Cognición y emoción, de opuestos a complementarios 1 51


bles, como las que derivan del instinto, y si lo hiciesen las conduc-
tas derivadas podrían ser categorizadas hasta de criminales.
No obstante, en las últimas décadas ha sido cuestionado el mis-
mo concepto de racionalidad, a la vez que se abría paso el papel de
las emociones como motor de las conductas. neurofisiólogo Jo-
seph LeDoux y el neurólogo António Damásio, desde una perspec-
tiva neurocientífica, y el psicólogo Dan Kahneman y el economista
Vemon Smith, desde otra económica, son algunos de los estudiosos
que han jugado un papel fundamental en este ámbito de investiga-
ción. En 2002, Kahneman y Smith recibieron el premio Nobel de Eco-
nomía al poner de manifiesto las limitaciones del concepto de Hamo
economicus -aquel que basa el comportamiento del hombre en la
racionalidad y, por tanto, la expectativa sobre que sus decisiones
pueden ser previsibles- para explicar la conducta.
En la actualidad, una avalancha de investigaciones en diversos
ámbitos tiene como objetivo acotar los terrenos de juego de ra-
cionalidad y de las emociones para determinar si son esferas que
compiten o si son complementarias; si nuestra especie simplemen-
te exhibe una modalidad de equilibrio entre ambas o si, definitiva-
mente, el decurso evolutivo nos situó en una posición privilegiada
con respecto a otras especies, de tal manera que la emoción sería
un desecho evolutivo con tendencia a la atrofia.
En los siguientes epígrafes analizaremos las distintas etapas de
ese arduo camino que, en los dos últimos siglos, ha llevado a los
investigadores a permitir ver la luz del equilibrio entre sistema ra-
cional y sistema emocional.

ESTUDIO CIENTÍFICO DE LAS EMOCIONES

Durante siglos se ha considerado que la razón y la emoción son


dos procesos contrapuestos, contrarios incluso. Más aún, se trata-
ba de una disyuntiva en la que solo una opción era posible, válida:

52 1 Cognición y emoción, de opuestos a complementarios


la racional. Consecuentemente, la decisión emocional solo podía
ser equivocada, un camino instintivo y peligroso que nos alejaba
de la lógica, la evaluación crítica y el cumplimiento de objetivos.
En una palabra, de la razón. De hecho, se trata de una percepción
tan sumamente arraigada que en parte todavía persiste. Y es que,
a la mayoría de nosotros, las estructuras del pensamiento y la ra-
zón nos resultan más cercanas, más comprensibles y fiables que las
emocionales. Las usamos constantemente para ordenar nuestro
mundo, para analizar, organizar, sintetizar, planificar, resolver pro-
blemas y modelar escenarios. Por su parte, como ya comentamos
en el capítulo anterior, las emociones nos conmueven, nos dicen
qué buscar y qué evitar. Las emociones son un lenguaje de relación:
de conexión, dolor, pérdida, empatía o alegría.
La comprensión de nuestro mundo emocional es difícil, entre
otras cosas, porque alude a una heterogeneidad de situaciones y
respuestas que se definen por exclusión. No hay ninguna razón
para pensar que respuestas como la alegría y el miedo, por ejem-
plo, siendo tan distintas, se sustenten en una misma región ce-
rebral o en un proceso neuronal común. En realidad, la razón de
categorizarlas juntas es que escapan al dominio racional. Podría
suceder, en un futuro, que distintas subcategorías de emociones
hubieran de reclasificarse para una mejor comprensión. Pero en
la actualidad no podemos sustraernos a aglutinar como emocio-
nales al conjunto de respuestas que no domina nuestro raciocinio.
La misma dificultad encontraron los primeros que se plantearon
la discriminación racional-emocional. Así, René Descartes, a la
vez que mantenía la primacía de la racionalidad en el ser humano
también planteó una defensa de nuestra propensión a experimen-
tar emociones. Las pasiones, lo que ahora denominamos «emocio-
nes», serían el resultado de una causa externa que actúa sobre el
sujeto. Para este filósofo y matemático francés, las emociones son
«percepciones, sensaciones o conmociones del alma que relacio-
namos particularmente con el alma y son causadas, mantenidas

Cognición y emoción, de opuestos a complementarios 1 53


y fortalecidas por algún movimiento de los espíritus». Descartes
no rechazó las pasiones, sino que subrayó su papel beneficioso en
la existencia humana. Sostuvo que los humanos deberían trabajar
para comprender mejor su función a de controlarlas en lugar
de ser controlados por ellas. De esa manera, «incluso aquellos que
tienen las almas más débiles podrían adquirir dominio absoluto
sobre todas sus pasiones si trabajan lo suficiente como para entre-
narlas y guiarlas».
Aunque con matices, esta consideración secundaria de la emo-
ción prevaleció hasta el siglo XIX, cuando se intentó abordar su es-
tudio con planteamientos más científicos.

La cara visible las emociones

El estudio científico de las emociones conoció en el siglo XIX im-


portantes avances de la mano de dos innovaciones tecnológicas:
la fotografía y la electricidad. Uno de sus pioneros fue el fisiólogo
francés Guillaume Duchenne de Boulogne, quien a partir de la dé-
cada de 1840 se dedicó a fijar la expresión facial en fotografías y
a inducir esa expresión facial aplicando descargas eléctricas a los
músculos de la cara, a de demostrar su hipótesis de que emoción
y expresión van parejas. Para él, si se podía conseguir que alguien
con una depresión sonriera mediante calambrazos, eso podía ayu-
darle a salir de ese estado morboso. Es cierto que planteamientos
como este pueden parecernos hoy superficiales, pero el hecho es
que gracias a ellos se produjeron avances significativos que siguen
siendo útiles hoy día.
Más decisiva fue la aportación del biólogo y naturalista inglés
Charles Darwin, el padre de la teoría de la evolución de las espe-
cies, a cuyos principios están sujetos todos los seres vivos del pla-
neta, sin que el ser "'"·"-'".V constituya una excepción. En el curso
de sus investigaciones, Darwin había observado que los rasgos de

54 1 Cognición y emoción, de opuestos a complementarios


- Duchenne descubrió que la aplicación de descargas eléctricas en los músculos de
la cara provocaba su contracción y daba lugar a expresiones. Sus experimentos
se plasmaron en fotografías como estas, en las que se le ve blandiendo los
electrodos. Darwin usó varias de ellas en su estudio de las emociones.

Cognición y emoción, de opuestos a complementarios 1 55


los animales variaban al adaptarse al ambiente y que la expresión
de las emociones parecía seguir la misma pauta en diferentes es-
pecies. Ello le llevó a plantear que los animales comparten con los
humanos formas de reaccionar a estímulos externos. En su libro El
origen del hombre y la selección en relación con el sexo afirmaba que
«los animales inferiores, al igual que el hombre, sienten manifiesta-
mente placer y dolor, felicidad y miseria». El biólogo sostenía tam-
bién que las emociones básicas podrían caracterizar una especie,
tanto como los huesos o los dientes, dos elementos muy utilizados
en anatomía comparada y en los primeros estudios sobre evolución
de los primates. Partiendo de esta premisa, indicó que algunos ac-
tos expresivos deben ser el resultado de una adaptación por su valor
para la supervivencia de la especie. Darwin apuntaba también cómo
las emociones se reflejaban en el cuerpo:

Bajo esta poderosa emoción, el latido del corazón se acelera, o pue-


de volverse irregular. La cara enrojece o se ve amoratada al impedir-
se el retorno de la sangre, o puede ponerse pálida como un muerto.
La respiración es trabajosa, el pecho se tensa y las narinas se dilatan
y se estremecen. A menudo tiembla todo el cuerpo. Los dientes es-
tán apretados o rechinan y el sistema muscular está preparado para
una acción violenta, casi frenética.

Darwin estudió las emociones con unas técnicas muy innova-


doras: realizó un cuestionario que recibió respuestas de todo el
mundo para conocer las posibles variaciones en la expresión de las
emociones en distintos grupos étnicos y países; encargó cientos de
fotografías de bebés, niños y actores para estudiar sus gestos y las
similitudes con los que hacían los monos; incluyó descripciones de
pacientes psiquiátricos para ampliar qué sucedía cuando el cerebro
no funcionaba bien, y no tuvo reparos en comentar aspectos de su
propia vida emocional, como el sentimiento de pérdida que sentía
por el fallecimiento de su hija y que tanto le afectó durante el perío-

56 1 Cognición y emoción, de opuestos a complementarios


do final de su vida. El análisis de esta cantidad ingente de datos y
elementos llevó a Darwin a proponer que las emociones se expresan
de manera universal en todos los humanos: una sonrisa, un gesto de
desprecio o llorar con la cabeza gacha
transmiten el mismo mensaje indepen- No hay ninguna
dientemente de grupos étnicos, países, diferencia
sexo o clase social. En realidad, esto es fundamental entre
lo que cabe esperar si de verdad todos el hombre y los
los humanos somos un grupo único animales, en su
descendiente de un ancestro común, la capacidad de sentir
idea que Darwin quería defender. placer y dolor,
La culminación de sus investigacio- felicidad y miseria.
nes en este ámbito llegó en 1872 con la CHARLES DARWIN
publicación de La expresión de las emo-
ciones en E:[ hombre y en los animales, la obra sobre emociones más
importante hasta esa fecha. En ella se defiende que los humanos
provenimos de antecesores con aspecto animal y que compartimos
emociones con otros mamíferos. Así, Darwin estaba convencido de
que un perro podía sentir celos cuando su dueño prestaba atención
a otro perro, u emociones supuestamente humanas como vergüen-
za, orgullo o, incluso, algo parecido al sentido del humor. De este
modo, la diferencia entre el hombre y los animales en lo que hace
referencia a las emociones básicas es algo cuantitativo no cualita-
tivo. Es decir, tenemos emociones parecidas a las de otras especies
de mamíferos, solo que en distinta medida, con diferente intensi-
dad. Sobre este punto, sin embargo, no logró un consenso general:
el neurofisiólogo escocés Charles Bell defendía que había emocio-
nes que solo se presentaban en nuestra especie y la prueba era la
presencia de algunas expresiones faciales exclusivas.
En todo caso, el foco puesto en la expresión facial como cara visi-
ble de las emociones no alumbraba los aspectos de mayor interés del
tema; esto es, los mecanismos neurológicos subyacentes, la relación
con la conducta global y el equilibrio con la razón. A fin de cuentas,

Cognición y emoción. de opuestos a complementarios 1 57


y como Duchenne demostró, los músculos de la cara son estructuras
actuadoras cuya contracción puede conseguirse con estímulos eléc-
tricos superficiales. Pero estas órdenes, en condiciones normales,
provienen del cerebro, y forman parte de una respuesta coordinada
de todo el organismo.

La cara oculta de las emociones

El primer paso en esta profundización lo dio en 1884 el psicólogo


estadounidense William James al plantear la hipótesis de que la
sensación consciente de la emoción era secundaria a la respuesta
fisiológica. Mucho antes de que se demostraran las relaciones entre
las emociones y nuestro organismo, James argumentó que mien-
tras las «alteraciones corporales» eran consideradas de forma con-
vencional como subproductos o expresiones de las llamadas emo-
ciones estándar (sorpresa, curiosidad, arrobo, miedo, furia, deseo,
codicia y similares), en realidad estas expresiones corpóreas eran el
propio sustrato de la emoción.
Para James, las sutilezas de nuestro lenguaje corporal e instinto
físico están en concordancia con las sutilezas de nuestra experiencia
emocional. Cada uno de nosotros está familiarizado con la experien-
cia corporal de los estados emocionales: el fruncimiento instintivo
del ceño cuando nos sentimos turbados o el nudo en la garganta
cuando estamos preocupados, por poner dos ejemplos. James con-
sideraba que, si sentimos una emoción fuerte y luego intentamos
abstraer de nuestra conciencia de ella todos sus síntomas corporales
característicos, descubrimos que no nos queda nada, tan solo un es-
tado frío y neutro de percepción intelectual. Por tanto, las emociones
despojadas de su expresión corporal desaparecerían o quedaría tan
solo un poso racional. En definitiva, el psicólogo defendía que nues-
tro cerebro al detectar, por ejemplo, una situación de peligro pone en
marcha a nivel inconsciente (actividad motora, somática... ) distin-

58 j Cognición y emoción, de opuestos a complementarios


tas reacciones (huida, enfrentamiento... ) que son las que dan lugar
a una sensación consciente de miedo en otras zonas del cerebro. Por
tanto, tenemos miedo porque huimos, y no a la inversa (fig. l).
Ese mismo año de 1884, el psicólogo danés Carl Lange llegó de
modo independiente a unas conclusiones similares a las de James
en su propio estudio de las emociones. Las aportaciones de ambos
han dado nombre a la teoría de James-Lange, por la cual el aspec-
to consciente de la emoción se da con posterioridad a la puesta en
marcha de sus mecanismos automáticos. Expresada en términos
neurológicos fundamentales, la teoría considera que un estímulo
emocional es procesado por la corteza cerebral sensorial que envía
la información a la corteza motora, responsable de desencadenar

r FJG.1

Estímulo
sensorial Percepción
del estímulo

TEORÍA DI:
JAMl:S-LANGE

Teoría de James-Lange: la percepción de un peligro desencadena una serie de


reacciones fisiológicas y emocionales que, una vez alcanzan ciertas regiones del
cerebro, se plasman en una sensación consciente de miedo.

Cognición y emoción, de opuestos a complementarios 1 59


la respuesta (expresión) y dar lugar a una serie de reacciones fisio-
lógicas. La consciencia de estas reacciones constituiría la emoción
propiamente dicha.
Esta teoría, sin embargo, no estuvo exenta de críticas: a sus auto-
res se les acusaba de no sustentar sus ideas en experimentos con-
trolados, sino en la introspección y la búsqueda de correlaciones.
También se les reprochaba su metodología, en especial la aplica-
ción de corrientes eléctricas en el mismo sitio: es decir, que una
persona puede tener la misma respuesta fisiológica a un estímulo,
pero ello no significa que tenga siempre las mismas emociones. Al
contrario, puede experimentar una emoción completamente dife-
rente. El estado mental del individuo, las señales en el entorno y
las reacciones de otras personas son factores que pueden desempe-
ñar un papel crucial en la respuesta emocional resultante y que hay
que tener en cuenta.
De las críticas recibidas por la teoría psicofisiológica de Ja-
mes-Lange surgió la tradición neurológica encabezada por los fisió-
logos estadounidenses Walter Cannon y Philip Bard. Su propuesta
defiende que los estímulos emocionales tienen dos efectos no con-
catenados: provocan tanto la sensación consciente o sentimiento de
la emoción como la respuesta física o expresión de la emoción a tra-
vés de los sistemas nerviosos autónomo y somático. Es decir, tanto
la emoción como la reacción ante un estímulo serían simultáneas.
La teoría de Cannon-Bard presupone la implicación de diver-
sas estructuras cerebrales, particularmente de la región conocida
como tálamo, que constituye un enclave fundamental en el direc-
cionamiento de información cerebral: por un lado, es una estación
de relevo de la información procedente de los órganos de los sen-
tidos en su ascenso hacia la corteza cerebral; por otro, en su parte
inferior conecta y controla al hipotálamo, que puede considerarse
el centro de control neurovegetativo del organismo, pudiendo ac-
tivar a su través un amplio repertorio de respuestas involuntarias
(sudoración, cambios en la frecuencia cardíaca, etc.). La visión de

60 1 Cognición y emoción, de opuestos a complementarios


Cannon-Bard postula que la expresión emocional es el resultado de
la implicación del hipotálamo y que sentimiento de emoción
depende de la estimulación del tálamo dorsal (fig. 2).
Esta activación talámica es simultánea a los cambios corpora-
les. Por tanto, si los cambios orgánicos y la experiencia emocional
ocurren por separado y son independientes unos de la otra, la res-
puesta fisiológica no tiene por qué darse antes de la expresión o
experiencia de la emoción. En tanto Cannon postuló que el tálamo
era la región clave en la coordinación de las emociones a su teoría se
la conoce también corno teoría talárnica de las emociones. Cannon y
Bard basaron su propuesta en la experimentación. Los experimentos
más famosos fueron realizados en gatos a los que se extirpó parte
del encéfalo: si se eliminaba el cerebro anterior al tálamo, los anima-

r FIG.2

sensorial Percepción
del estímulo

Esquema que representa la teoría de Cannon-Bard, por la cual la percepción de


un peligro provoca una reacción en el tálamo cerebral que es la que da lugar a la
expresión emocional.

Cognición y emoción, de opuestos a complementarios 1 61


les seguían mostrando emociones como la rabia, pero esta emoción
desaparecía tras la eliminación del tálamo. Otras evidencias proce-
dentes de la observación clínica respaldaron la teoría. Por ejemplo,
un tumor en un lado del tálamo podía generar una sonrisa o mueca
unilateral cuando el control voluntario de los músculos es bilateral,
y, además, la alteración temporal del control cortical de los centros
nerviosos inferiores, en caso por ejemplo de amnesia o de un tumor,
podía generar una risa o un llanto prolongado e incontrolable.
La teoría de Cannon-Bard supuso un avance crucial en el estu-
dio de las emociones al establecer que estas, al igual que el procesa-
miento racional, se sustentan en el funcionamiento cerebral. Am-
bos investigadores, sin embargo, no se plantearon establecer una
relación jerárquica entre razón y emoción, sino que, simplemente,
se limitaron a profundizar en la fisiología de las emociones.

EL NUEVO ENFOQUE DE LA NEUROCIENCIA:


EMOCIONES COMPLEMENTARIAS

siglo xx trajo consigo un claro avance en las investigaciones so-


bre la corteza cerebral, la parte del cerebro que regiría el procesa-
miento racional y la percepción consciente de la emoción, y sobre
los niveles inferiores a esa corteza cerebral, que se encargarían del
mundo emocional. Lo que seguía sin esclarecerse era la relación
entre ambas esferas. Paralelamente, cada vez resultaba más evi-
dente que las emociones se localizaban en el cerebro, órgano cuya
extraordinaria complejidad ponían al descubierto trabajos morfo-
lógicos como los del neuroanatomista español Santiago Ramóq. y
Cajal. La atención se puso entonces en intentar esclarecer si, den-
tro del encéfalo, existía un sistema propiamente emocional.
El primer paso fue dado por el neurólogo francés Paul Broca,
quien en 1878 publicó un artículo donde indicaba que en la super-
ficie medial del cerebro los mamíferos presentan unas regiones

62 1 Cognición y emoción, de opuestos a complementarios


especializadas cuya estructura parecía ser diferente de las áreas
adyacentes. Broca llamó a este grupo de áreas corticales lóbulo
bico, ya que formaban un anillo alrededor del tronco cerebral, y de-
nominó limbus al límite. Según la definición de este investigador,
el lóbulo límbico está formado por la porción de corteza que rodea el
cuerpo calloso y por la corteza de la superficie medial del lóbulo tem-
poral, incluido el hipocampo. No obstante, Broca nunca relacionó
su descubrimiento con la emoción.
Fue en 1937 cuando el neurólogo estadounidense James Papez,
basándose en la experiencia clínica, señaló que había un conjun-
to de estructuras en las áreas inferiores, subcorticales del cerebro
que eran la «base anatómica» y el «mecanismo armonioso» para
la elaboración y la expresión de las emociones. En ese momento
se empezó a diferenciar entre la expresión de las emociones (un
mensaje externo) y la experiencia emocional (una construcción
interna). Esta última hace referencia a estados subjetivos que solo
conocemos después de esa introspección consciente. Por el contra-
rio, la expresión de las emociones se puede medir objetivamente e
implica respuestas conductuales, así como cambios en sistema
autónomo y fisiológicos, como puede ser el sudor en las manos o el
aumento de la frecuencia del latido cardíaco.
Papez propuso que el circuito que conectaba el hipotálamo con
el lóbulo límbico de Broca era la base de las experiencias emociona-
les. En ese famoso circuito de Papez se incluyeron distintas estruc-
turas encefálicas, como la corteza del cíngulo y otras áreas cortica-
les, el hipotálamo, el hipocampo, los núcleos talámicos anteriores y
el fórnix. El circuito seguía la siguiente vía: el hipocampo proyecta
a través del fórnix a los cuerpos mamilares que, a través del tracto
mamilotalámico, proyectan al núcleo talámico anterior. Este, a tra-
vés del cíngulo, proyecta a la corteza entorrinal que, a su vez, pro-
yecta a la formación hipocampal, cerrando así círculo.
Rechazando la imagen de las emociones como «productos
cos», Papez insistió en que son «procesos fisiológicos que dependen

Cognición y emoción, de opuestos a complementarios 1 63


de un mecanismo anatómico», esto es, de esas rutas de conexiones
encefálicas. La emoción, por tanto, es el resultado de la actividad de
ese sistema emocional al igual que la olfacción es el resultado de la
actividad del sistema olfatorio. En ese «circuito», el hipotálamo go-
bierna la expresión de las emociones, la corteza del cíngulo se encar-
ga de la experiencia emocional y la corteza cerebral de dar el colorido
emocional y relacionar las emociones con los pensamientos (fig. 3).
La justificación de Papez para esta relación entre esas áreas cere-
brales y las emociones era poco sólida: la evidencia disponible solo
permitía sugerir que cada una de esas estructuras encefálicas tenía
que ver con las emociones, pero no que existía un circuito como tal.
Por ejemplo, Papez pensaba que el hipocampo era una de las estruc-
turas implicadas porque es afectado por el virus causante de la rabia,
una infección que se caracteriza por la aparición de unas respuestas
emocionales anormales, como un miedo o una agresividad exage-
rados. Con respecto al tálamo, aunque había muy pocas pruebas, se
había visto que las lesiones en esa región interior iban asociadas a
una emotividad alterada, como la presencia de risas y llantos injus-
tificados. Además, Papez no incluyó la amígdala, que se ha compro-
bado que es una estructura clave en el circuito de las emociones. No
obstante, el circuito de Papez sigue siendo objeto de interés, pues es
la diana de numerosas enfermedades neurodegenerativas, como el
alzhéimer, el párkinson o la amnesia global transitoria.
La intuición de Papez de que existe un cerebro emocional fue
el punto de partida de otras investigaciones en esa línea. Una de
las más importantes fue la emprendida por el psicólogo alemán
Heinrich Klüver y el neurólogo estadounidense Paul Buey. En 1939,
ambos se hallaban investigando cómo actúa la mescalina (un alca.-
loide con propiedades alucinógenas) en el cerebro de los monos y
qué partes afecta. Al extirpar una parte del cerebro temporal que
incluía la formación hipocampal, la amígdala y otras zonas no lím-
bicas del lóbulo temporal, comprobaron que los animales, además
de experimentar múltiples cambios emocionales, se tornaban man-

64 1 Cognición y emoción, de opuestos a complementarios


r F1G.3
Corteza cerebral

Corteza
del cíngulo

Núcleo

anterior

Corteza cerebral ---------------------------- Colorido emocional

--------------------------- Experiencia emociona!

-------------- Fórnix

---------------------------- Expresión emocional

Arriba, partes del cerebro implicadas en el circuito de Papez; abajo, esquema del
funcionamiento de ese circuito: la corteza del cíngulo proyecta al hipocampo, este
al hipotálamo, este al núcleo talámico anterior y este a la corteza del cíngulo.

sos, perdían la capacidad de reconocer objetos familiares (lo que se


conoce como «ceguera psíquica» o «agnosia visual»), así como el
miedo tanto al hombre como a otros seres por los que antes sentían
auténtico terror, caso de las serpientes, a la vez que se veían im-

Cognición y emoción, de opuestos a complementarios 1 65


pelidos a una conducta sexual hiperactiva e indiscriminada. Este
síndrome de Klüver-Buey, como fue bautizado, se aprecia también
en pacientes que han sufrido lesiones bilaterales del lóbulo tempo-
ral. Su descubrimiento y descripción supuso un apoyo decisivo a la
hipótesis de que el cerebro límbico es el cerebro emocional.
Teniendo en cuenta todas estas aportaciones, en especial las de
Papez, el neurocientífico estadounidense Paul MacLean desarrolló
una teoría sobre el cerebro emocional que cristalizó en un nuevo
concepto: el sistema límbico; esto es, la parte del cerebro implicada
en las emociones que se extiende a lo largo de una amplia región
encefálica que anteriormente se había relacionado con el olfato y
que incluye partes del hipotálamo, el tronco del encéfalo, el septo,
el núcleo accumbens, el núcleo medial del tálamo, el núcleo basal
prosencefálico, la amígdala, la corteza orbito-frontal y la corteza
frontal media o prefrontal. Muchas de estas regiones tienen cone-
xiones bidireccionales entre ellas. Últimamente se ha visto que el
sistema límbico no solo interviene en las emociones, sino también
en la memoria, el comportamiento, la motivación y la olfacción.
MacLean defendía la idea de que el cerebro está formado por tres
cerebros superpuestos, lo que se llamó el cerebro triúnico: el repti-
liano, el de los mamíferos primitivos o paleomamífero y el de los
mamíferos modernos o neomamífero. El primero, el más primitivo,
se localiza en el tronco del encéfalo y el cerebelo, y se encargaría
de funciones básicas comunes a todos los grupos de vertebrados,
como los instintos o los comportamientos estereotipados, mientras
que el segundo, situado en el sistema límbico, se ocuparía de los
sentimientos básicos, la expresión de las emociones y el compor-
tamiento reproductor. En lo que se refiere al tercero, se encuentra
en la neocorteza, donde se hallan funciones más recientes, sofisti-
cadas y específicamente humanas, como pueden ser la capacidad
verbal, el razonamiento o el cálculo numérico. El impresionan-
te desarrollo de esta neocorteza explica el éxito evolutivo del ser
humano. Aunque la imagen del cerebro triúnico puede dar lugar a

66 1 Cognición y emoción, de opuestos a complementarios


malentendidos, e indica una comprensión errónea de la evolución,
pues en realidad solo tenemos un cerebro, se ha seguido utilizando.
El interés por el sistema límbico como cerebro emocional se ha
mantenido en las últimas décadas, aunque últimamente se hayan
puesto en duda algunos de sus postulados teóricos y su sustrato
anatómico. Hay un interés cada vez mayor por los hemisferios ce-
rebrales, esas dos grandes semicúpulas densamente plegadas que
observamos al abrir el cráneo, y también por la interacción entre
las estructuras corticales, las más superficiales, y las subcortica-
les, las que están situadas más profundamente.
Mas, probablemente, la aportación neurocientífica reciente de
mayor impacto en este campo haya sido la del neurofisiólogo Jo-
seph LeDoux, quien ha demostrado el papel que juega una región
cerebral subcortical en el procesamiento de las emociones, la amíg-
dala, y ha comprobado que el mismo estímulo emocional (el mie-
do, por ejemplo) es conducido a través de dos vías diferentes: una
rápida y poco precisa que, desde la amígdala, activaría tálamo e hi-
potálamo en la forma que proponían Cannon y Bard, y otra lenta,
pero finamente procesada, que alcanza e implica a la corteza cere-
bral y que sería responsable de la consciencia de la emoción. Esta
segunda vía, al interaccionar con el funcionamiento de la corteza,
podría modificar el procesamiento racional.
Este descubrimiento es considerado seminal al permitir expli-
car cómo la corteza, al recibir la vía lenta, participa en la genera-
ción de las emociones. Por otro lado, investigaciones adicionales
llevadas a cabo por el mismo autor han puesto de manifiesto la
conexión de esta vía con la corteza prefrontal, generalmente reco-
nocida como capital en la planificación y las conductas sociales.
No solo se cierra así el triángulo que conforman emoción, razón y
toma de decisiones, sino que hallan también explicación las altera-
ciones de pacientes con afectación del lóbulo frontal por tumores,
degeneración o traumatismos. El caso más célebre aquí es el del
obrero estadounidense Phineas Gage, ampliamente difundido por

Cognición y emoción, de opuestos a complementarios 1 67


el neurólogo portugués António Damásio. El 13 de septiembre de
1848, Gage dirigía un grupo de obreros que estaba volando rocas
para la construcción de una vía de ferrocarril. Hacían un aguje-
ro en el lugar apropiado, de 4,5 centímetros de diámetro y hasta
4 metros de profundidad, lo rellenaban con una carga de pólvo-
ra, colocaban arena encima y golpeaban con una barra de hierro
para compactar el material. Pero en el curso de una de esas ope-
raciones Gage se olvidó de poner la arena, por lo que al golpear
directamente la pólvora, esta explotó. La barra atravesó la cabeza
del obrero entrando por el lado izquierdo de su cara y saliendo por
su parte superior con tanta fuerza, que fue recogida a veinticinco
metros de distancia manchada de sangre y tejido cerebral (fig. 4).
De inmediato, los compañeros de Gage lo subieron a una carreta y
lo llevaron hasta la consulta del doctor John Martyn Harlow, quien
paró la hemorragia lo mejor que pudo. Lo sorprendente del caso
es que Gage seguía consciente e incluso era capaz de hablar con
el médico. Dos meses después, tras estar varias veces al borde de
la muerte, Gage no solo seguía vivo, sino que se había recuperado
de sus heridas y fue dado de alta. El obrero pasó de este modo a la
historia de la neurociencia.
¿Y por qué? Quienes le conocían de antes del accidente decían que,
tras su recuperación, «Gage ya no era Gage». En palabras de Harlow,
porque «el equilibrio entre sus facultades intelectuales y sus tenden-
cias animales se había destruido». Gage, que había sido un profesio-
nal respetado por sus compañeros y sus jefes, se convirtió en alguien
irresponsable, blasfemo, malhablado e impaciente. Aunque siempre
estaba hablando de planes de futuro «los abandonaba antes de em-
pezar y era muy bueno a la hora de encontrar siempre aquello que
no le convenía». Hasta entonces, la forma de ser de alguien, su per-
sonalidad, era algo sagrado, único, eterno, era su propia alma. Tras el
accidente de Gage se vio que esa forma de ser residía en el cerebro y
que una lesión como la suya en el lóbulo frontal podía transformar a
una persona en alguien completamente diferente.

68 1 Cognición y emoción, de opuestos a complementarios


r F10. 4-------------------------.
LÓBULO FRONTAL LÓBULO PARIETAL
Control de movimientos Recibe e interpreta
voluntarios, planificación, las sensaciones.
memorias emocionales.

LÓBULO TEMPORAL
Centro de

Área del
comportamiento
y las emociones
CEREBELO
Centro del equilibrio
y coordinación
muscular.

Esquema de la lesión sufrida por Phineas Gage, en el que se indican varias


regiones encefálicas afectadas por la barra de hierro que le atravesó el cráneo
y otras intactas.

Desde esta perspectiva y conforme a las investigaciones más re-


cientes, no cabe duda que ambos sistemas, razonamiento y emocio-
nes, son claramente distintos, pero también que interactúan inten-
samente entre sí. En este sentido, Damásio defiende la importancia
de las emociones para la actividad racional en tanto contribuyen
aportando elementos de conocimiento del entorno en ausencia del
cual los individuos son incapaces de tomar decisiones razonables y
de establecer lo que realmente quieren hacer.
La visión de este autor es consistente con la teoría general
de las emociones actualmente vigente. Esta teoría plantea que
la característica común a las emociones, la misma que permite
tratarlas dentro de una categoría unificada, es que significan la
reacción a estímulos que permiten anticipar un premio o un cas-

Cognición y emoción, de opuestos a complementarios 1 69


tigo, incluyéndose entre los premios la eliminación de un castigo
previsible y, a la inversa, incluyéndose entre los castigos la pérdi-
da de un premio. Naturalmente, las particularidades de una de-
terminada emoción dependerán tanto
La emoción es más del estímulo como de la experiencia
potente que la razón. previa de cada sujeto con el mismo
JosEPH LEDoux tipo de estímulos. Así, las emociones
tienen un impacto decisivo en la for-
ma en que pensamos, tomamos decisiones y resolvemos proble-
mas. Si en casos como la realización de un cálculo matemático
prevalece el procesamiento racional, en otros, como cuando hay
que tomar una decisión rápida, por ejemplo, para sobrevivir, pue-
de ser conveniente que prevalezcan las emociones. Es lo que pasa
con la gacela en la sabana africana, que emprende la huida antes de
tener certeza de que la leona está cerca. Ante el mero indicio de la
presencia del depredador, ya debe salir corriendo, pues de lo con-
trario será tarde. Dicho de una forma coloquial, si la gacela se para
a pensar, la leona se la come.
También se ha demostrado que las emociones influyen en pro-
cesos cognitivos como la memoria o el aprendizaje. Si en un mo-
mento determinado experimentamos una emoción muy intensa,
ya sea positiva o negativa, la situación que vivimos se graba con
una enorme intensidad en nuestra memoria. Es algo que se está
explorando en la actualidad en el ámbito educativo: las emociones
positivas refuerzan el aprendizaje.
Del mismo modo, diversos experimentos han demostrado la in-
fluencia de las emociones a la hora de realizar tareas cognitivas. En
uno de ellos se pidió a varios grupos de voluntarios que pasasen una
prueba de inteligencia que había sido manipulada. A continuación,
se alteró su estado emocional dándoles información sobre sus resul-
tados y diciéndoles que habían sido excelentes, malos o cercanos a
la media. Los del primer grupo tenían un estado de ánimo mejorado,
todo lo contrario que los segundos, mientras que en los terceros no

70 1 Cognición y emoción, de opuestos a complementarios


>EFECTO DE LAS EMOCIONES POSITIVAS
EN EL APRENDIZAJE

Por los efectos que tienen sobre la atención, la memoria y la creatividad,


las emociones positivas mejoran el aprendizaje y la consolidación de lo
aprendido. Ello es así porque, en la forma de un estímulo o de una ima-
gen agradable, esas emociones activan el hipocampo, la región cerebral
implicada en los procesos de memoria. En cambio, un estímulo negativo
genera la activación de la amígdala, lo que puede traer consigo una sen-
sación de miedo o alerta. Así lo ha confirmado un experimento llevado
a cabo con estudiantes a los que se les pasaron películas de contenido
positivo [comedias). negativo [de terror] o neutro (documentales]: las
emociones positivas mejoraban la atención y el pensamiento global de
los participantes. El rendimiento académico de niños con malos resul-
tados puede verse de este modo mejorado si las actividades escolares
se realizan a través de juegos o actividades artísticas que creen una
atmósfera positiva.

- Figura que muestra la activación de la amígdala tras la presentación de un estímulo


negativo (izquierda) y la activación del hipocampo anterior y posterior tras un
estímulo positivo [derechal.

71
hubo cambios. En la siguiente fase se les pidió que realizasen una
serie de problemas de inferencia lógica (sentencias del tipo cuando
sucede p, entonces q), que en teoría se resuelven con un estricto ra-
zonamiento. Los resultados mostraron que los participantes con un
estado emocional positivo tenían unos resultados mejores que los
que habían sido conducidos a un estado de ánimo negativo y, curio-
samente, los dos grupos superaban a los que presentaban un estado
de ánimo neutro. Es decir, el estado emocional, positivo o negativo,
influye en los resultados de una prueba que supuestamente es pura-
mente racional. Esto significa que las emociones afectan al desem-
peño de nuestra inteligencia.
En este sentido, los educadores saben que se aprenden mucho
mejor las cosas que se viven en un entorno de emociones positivas.
Los pensamientos y las funciones cognitivas e intelectuales (ideas,
pensamientos, atención, memoria, planificación, dirección de la
conducta) están modulados por las emociones y por actividades aso-
ciadas (recuerdos, miedos, deseos, intereses). La investigación está
revelando cómo las regiones cerebrales que se encargan de la res-
puesta emocional tienen la potestad de facilitar o bloquear el apren-
dizaje y la memoria. Cuando una persona está bajo los efectos del
estrés o la ansiedad, las rutas de procesamiento de la información
reclutan menos circuitos neuronales y la formación de nuevas co-
nexiones es menor, por lo que es más difícil o imposible aprender en
esas circunstancias.
En resumidas cuentas, la práctica totalidad de las teorías actua-
les sobre las emociones consideran que hay una íntima relación en-
tre emoción, cognición y conducta.

Inteligencia emocional e inteligencia racional

En relación con lo expuesto, sigue abierto el interrogante sobre la


existencia de una inteligencia emocional y otra racional. Se en-

72 1 Cognición y emoción, de opuestos a complementarios


tiende por inteligencia la capacidad de escoger la mejor de entre
varias opciones para resolver un problema. En la perspectiva clá-
sica se entendía que la inteligencia dependía de la racionalidad,
mientras que las emociones perturbaban esa capacidad y debían
ser dominadas. Sin embargo, y como hemos visto, ambas esferas
radican en el procesamiento por las neuronas cerebrales y conver-
gen en la etapa final: la toma continua de decisiones que modula
nuestra conducta. Por tanto, y dado que razón y emoción ya no
son ni compartimentos estancos ni funciones en conflicto, adquie-
re sentido la pregunta sobre la contribución de las emociones a la
inteligencia. La misma tiene dos modalidades de respuesta. La
primera fue apuntada con anterioridad y hace referencia a las dis-
tintas cualidades de los sistemas racional y emocional: el sistema
racional requiere información completa para su procesamiento,
que es lento pero preciso, mientras que el sistema emocional, rá-
pido, así como pobremente analítico, depende de las expectativas
de premio o castigo. El predominio de uno u otro en la toma de
decisiones va en función del riesgo que se percibe o de la urgencia
de la respuesta. En ausencia de riesgo o de urgencia prevalece la
inteligencia racional, pero ante la necesidad de respuestas rápidas
se impone la conducta emocional.
La segunda modalidad de respuesta fue abordada en profundi-
dad por el ya citado Joseph LeDoux y llevó a dos investigadores,
Peter Salovey y John Mayer, a acuñar el concepto de inteligencia
emocional, que en 1996 fue popularizado por el periodista Dan Go-
leman en un libro con ese mismo título. El concepto de inteligencia
emocional surge ante la evidencia del alcance de unas respuestas
emocionales que van más allá de las emociones básicas, primarias,
como la ira, la alegría o el miedo. El componente emocional im-
pregna nuestro funcionamiento cerebral y resulta capaz de influir
actitudes, posicionamientos, impulsos, etc., particularmente en
el dominio social. Esta ampliación del ámbito emocional requiere
atención específica.

Cognición y emoción, de opuestos a complementarios 1 73


La inteligencia emocional se define como la capacidad de un
individuo de identificar y administrar sus propias emociones y las
emociones de los demás. Generalmente se dice que incluye tres
habilidades: conciencia emocional, la capacidad de aprovechar las
emociones y aplicarlas a tareas como pensar y resolver problemas,
y la capacidad de manejar las emociones, que incluye regular las
emociones propias y animar o calmar a otras personas. No obstante
hay quien es muy crítico sobre la propia existencia de la inteligen-
cia emocional, pues se cree que es imposible de medir y que es un
concepto difícil de delimitar en el que entrarían cosas tan diversas
como el control del estrés, la autoconfianza, la confianza social o la
impulsividad, entre otras.
Asumiendo que sí exista una inteligencia emocional, su buen
desarrollo serviría, según sus defensores, para un buen comporta-
miento adaptativo en cuatro áreas diferentes. La primera sería la
percepción de las emociones, consistente en la habilidad para de-
tectar y descodificar emociones en rostros, imágenes, voces y ar-
tefactos culturales, así como para identificar las propias emocio-
nes. La percepción es un primer paso básico en el manejo de las
emociones, ya que hace posible el restante procesamiento de la
información emocional. La segunda área es el uso de las emociones:
las emociones pueden aprovecharse para un mejor desempeño en
diversas funciones cognitivas, como, por ejemplo, la resolución de
problemas. Un mejor ajuste emocional permite una adaptación a
diferentes tareas y un mayor aprovechamiento del rendimiento
y los resultados. La tercera área, la comprensión de las emociones,
consiste en entender que estas tienen su propio lenguaje, presen-
tan variaciones sutiles y evolucionan con el tiempo. Poder inter-
pretar esas variaciones en un esquema comprensible y flexible es
un aspecto básico del manejo de las emociones. La cuarta y última
área, la gestión de las emociones, se refiere a la capacidad de regular
las emociones tanto en nosotros como en los demás. La persona
con un buen desarrollo de la inteligencia emocional puede apro-

74 1 Cognición y emoción, de opuestos a complementarios


vechar las emociones, incluso las negativas, y administrarlas para
lograr los objetivos buscados.
John Mayer ha planteado que las personas con una mayor
inteligencia emocional tendrían mejores interacciones sociales
desde la infancia, se ajustarían me-
jor a los grupos sociales y mostrarían La inteligencia
más raramente comportamientos an- emocional es la
tisociales. En la madurez, estas per- habilidad para
sonas tendrían una imagen más clara percibir, valorar y
de su habilidad social, serían perci- expresar emociones
bidas más positivamente y con más con exactitud.
empatía por otras personas, tendrían PETER SALOVEY y JOHN MAYER

un mejor rendimiento académico y


laboral, y evitarían las agresiones y otros problemas. También
tendrían mayor éxito en las negociaciones, una mejor dinámica
laboral, mayor satisfacción con su propia vida y menores niveles
de inseguridad y depresión. En suma, las personas con una bue-
na inteligencia emocional presentarían comportamientos adap-
tados a las diversas situaciones y decisiones mayoritariamente
adecuadas.
Esta concepción resulta plausible, pero no se ha visto confirma-
da en la práctica. En teoría, los estudiantes que reciben formación
en inteligencia emocional para aumentarla se comportarán mejor,
aprenderán más eficazmente y madurarán más rápidamente, con
lo que el resultado directo debería ser una mejora de los resulta-
dos académicos. Sin embargo, en 2005 el psicólogo estadounidense
Frank J. Landy señaló que no existe una correlación entre el cultivo
de la inteligencia emocional y los puntajes altos en las pruebas aca-
démicas. Eso ha sido otro argumento en contra de la teoría de las
inteligencias múltiples y en particular contra la existencia de una
inteligencia emocional.
Este análisis de las distintas valoraciones que a lo largo de la his-
toria han tenido las emociones culmina con el reconocimiento del

Cognición y emoción, de opuestos a complementarios 1 75


papel que juegan a la hora de limitar el alcance de la esfera racio-
nal. En los siguientes capítulos profundizaremos en las bases neu-
robiológicas de las emociones y en las conexiones entre distintas
regiones cerebrales responsables tanto del procesamiento emocio-
nal como racional.

76 1 Cognición y emoción, de opuestos a complementarios


Las emociones implican un proceso
coordinado con la participación
de múltiples zonas d cerebro; la
neurociencia intenta averiguar cómo las
emociones surgen de la actividad cerebral
y cómo la transmisión electroquímica
en circuitos neuronales específicos
se transforma en comportamientos
emocionales concretos.
a existido un importante debate sobre si las emociones eran en-
tidades concretas o si se podían expresar como matrices de va-
rias dimensiones. La respuesta a este debate tiene un camino: iden-
tificar las regiones cerebrales y los circuitos neurales involucrados
en las emociones. Si son gradientes parece lógico que deben ser las
mismas zonas para diversas emociones; si son zonas diferentes se-
ría un apoyo a la teoría de que las emociones son entidades concre-
tas y diferentes entre sí. Las investigaciones más recientes apoyan
esta última hipótesis.
Las emociones son procesos primariamente cerebrales, pero
que afectan a todo el cuerpo. Cuando se observan las emociones
con detenimiento se constata que son respuestas diversas y com-
plejas que afectan a distintos niveles y estructuras del organismo,
desde la musculatura voluntaria, como la del aparato locomotor, a
respuestas que forman parte de los sistemas endocrino y nervioso
autónomo. Es lógico, por tanto, esperar que impliquen la activa-
ción de distintas partes del sistema nervioso central que actúa de
forma integrada con estos otros sistemas.

El cerebro emocional 1 79
Muchos de los elementos controlados por el sistema nervioso
autónomo funcionan inconscientemente en la vida cotidiana. Solo
nos percatamos de su existencia cuando algo va mal, por ejemplo
cuando el dolor nos avisa de que hay algún problema. No es extra-
ño que ante un impacto emocional el conjunto de reacciones autó-
nomas igualmente se desarrolle de forma automática, sin control
consciente. No obstante, las emociones incorporan adicionalmen-
te componentes cognitivos, tanto a nivel consciente como incons-
ciente. De esta manera, las emociones influyen explícita e implíci-
tamente en nuestra cognición y en nuestra vivencia subjetiva de
los acontecimientos. Eso se manifiesta en diversos aspectos con-
ductuales: expresiones faciales, movimientos corporales, tono de
voz, volumen, ritmo, etc. Esta integración permite, por un lado, la
existencia de conductas con una potencial utilidad comunicativa
y, por otro, generan respuestas rápidas, más de lo que lo serían las
procesadas por los niveles analíticos de nuestra corteza cerebral.
De esta forma las emociones permiten dar salida a situaciones que
comprometen nuestra supervivencia.
Así pues, hoy en día se asume que cualquier experiencia emo-
cional posee sus propios mecanismos y correlatos cerebrales que
en algunos casos pueden verse solapados, pues a fin de cuentas es
la pauta general en el funcionamiento cerebral. Veamos, pues, cuá-
les son las estructuras y procesos cerebrales implicados en la gene-
ración de las experiencias emocionales.

ESTRUCTURAS CEREB VINCULADAS


LAS EMOCIONES

Como ya indicamos al principio del libro, las emociones se asientan


en el encéfalo. Cuatro son las partes que ejercen un control más im-.
portante del proceso emocional: el hipotálamo, la amígdala, parte
de la corteza cerebral y el cerebelo.

80 1 El cerebro emocional
Hipotálamo

hipotálamo es un centro coordinador que controla el componen-


te periférico de las emociones mediante la regulación de los circui-
tos reflejos viscerales. Es decir, controla el sistema motor autónomo
y actúa como puente entre el sistema nervioso central, el sistema
nervioso periférico y el sistema endocrino. Todos estos sistemas,
nerviosos y endocrino, actúan en íntima relación y se modulan
uno al otro: hay neuronas que liberan hormonas a la sangre y, a su
vez, hormonas que llegan a neuronas y cambian su actividad e in-
cluso su expresión génica. En nuestra vida cotidiana tenemos claro
el papel de las hormonas en funciones como el control del nivel de
azúcar en sangre, pero cumplen también otras tareas igualmente
importantes en el ámbito de nuestra actividad mental, además de
regular nuestro comportamiento, nuestro estado de ánimo, nues-
tra implicación, algo que se parece mucho a eso que llamamos, con
una fe un tanto ciega, nuestra forma de ser.
El hipotálamo, que está presente en todos los animales vertebra-
dos, está formado por núcleos que tienen localización, estructura
y conexiones diferenciadas. En los mamíferos se suelen distinguir
las células neurosecretoras magnocelulares (de gran tamaño) que
están presentes en núcleo paraventricular y el núcleo supraópti-
co, y que producen oxitocina y vasopresina, dos hormonas neuro-
hipofisarias. Es decir, las dos hormonas son producidas por estas
neuronas en el hipotálamo, transportadas hasta la parte posterior
la hipófisis, situada debajo de aquel, y liberadas a la sangre.
Además, el hipotálamo también contiene neuronas secretoras
parvocelulares, mucho más pequeñas, que producen la hormona
liberadora de la corticotropina. Esta hormona es un péptido de
41 aminoácidos y es secretada por el núcleo paraventricular en res-
puesta al estrés. Se ha visto una asociación entre un aumento en
la producción de esta hormona liberadora de la corticotropina y la
enfermedad de Alzheimer, por un lado, y la depresión mayor por

El cerebro emocional 81
otro, lo que parece sugerir también su implicación en el procesa-
miento de las emociones.

Amígdala

La amígdala es una estructura par con forma de almendra (eso es


lo que significa su nombre). Los núcleos que la constituyen se en-
cuentran en la región anterior e inferior de los lóbulos temporales,
más o menos por encima de la oreja. La conexión entre la amígdala
derecha y la izquierda es muy leve; en cambio, son muy marcadas
las conexiones con el hipotálamo, el septo, el área prefrontal y el
núcleo dorsomedial del tálamo. Entre los núcleos amigdalinos se
hallan el complejo basolaterat el núcleo cortical, el núcleo medial
y otros grupos celulares menos definidos.
La amígdala interviene en las respuestas emocionales, la toma
de decisiones y la memoria y, en concreto, está implicada en el pro-
cesamiento de las respuestas emocionales aprendidas, en la inter-
mediación entre la expresión autónoma y la cognitiva de la emo-
ción, en las respuestas de placer y temor, en la identificación de los
peligros y en el reconocimiento de la expresión facial asociada a las
emociones. Además, da contenido emocional a los recuerdos. Cin-
co emociones básicas (miedo, asco, furia, felicidad y tristeza) gene-
ran activación en la amígdala, aunque los patrones de activación
difieren entre una y otra. La amígdala también participa en otros
procesos más allá de las emociones, como la formación de memo-
rias, el procesamiento de las recompensas y la cognición social.
Las lesiones en la amígdala o su destrucción producen una dis-
minución del miedo. Los seres humanos dejan de reconocer los
estados emocionales expresados en los rostros de otros seres hu-
manos, sobre todo las expresiones de terror. La estimulación de la
amígdala, por el contrario, produce un aumento de la vigilancia y
la atención, y en los seres humanos provoca ansiedad y miedo. Sin

82 1 El cerebro emocional
embargo, el miedo es un proceso complejo y se ha visto que pacien-
tes con lesiones bilaterales de las amígdalas siguen siendo capaces
de reconocer esa sensación a partir de estímulos variados, aunque
no la experimenten con la misma claridad, lo que indica que la
percepción del miedo no requiere in-
defectiblemente la contribución de la La amígdala analiza
amígdala o que distintas vías pueden el ambiente de forma
confluir en esa emoción negativa. continua en busca
La amígdala es una de las zonas en- de estímulos que
cefálicas donde hay evidencias de di- predigan el peligro.
morfismo sexual; es decir, de diferen- WULF HAUBENSA

cias entre machos y hembras, lo que


puede tener importancia para los distintos perfiles emocionales
de hombres y mujeres, aunque siempre sea muy difícil -y peligro-
so- separar, al menos en nuestra especie, los aspectos biológicos
y los culturales. La amígdala es mayor en niños de siete años que
en niñas de la misma edad, en hombres adultos que en mujeres,
y en ratas macho que en ratas hembra. Además de la diferencia
volumétrica, también se han descrito variaciones estructurales y
funcionales. Un estudio analizó la activación de la amígdala mien-
tras se veía una película de terror y encontró una diferente latera-
lización en hombres y en mujeres. Un aumento del recuerdo de la
película iba relacionado con un aumento de la actividad de la amíg-
dala izquierda, pero no de la derecha en las mujeres, mientras que
en los hombres iba relacionado con un aumento de actividad en
derecha, pero no en la izquierda, justo al contrario. Otros estudios
han demostrado que las mujeres tienden a tener mejor memoria
para los sucesos emocionales que los hombres.
Otro factor interesante es que la amígdala derecha está vincula-
da, al parecer, con la puesta en marcha de acciones, movimientos y
reacciones, y también parece estar más implicada que la izquierda
en las emociones negativas. Podría ser una explicación de por qué
los machos tienden a responder a los estímulos estresantes nega-

El cerebro emocional 1 83
tivos de una forma física, poniendo en marcha los músculos. La
amígdala izquierda ayuda al recuerdo de los detalles de un suceso
emocional y parece estar más vinculada al pensamiento que a la
acción en respuesta a un estímulo emocionalmente estresante, lo
que podría explicar la ausencia de respuesta física en las mujeres.
No obstante, conviene ser cauto con estas extrapolaciones, pues
suelen caer en la tentación de explicar procesos complejos, y con
una fuerte base cultural, como pueden ser la distinta expresión
de emociones y sucesos implicados en las emociones entre hom-
bres y mujeres, como un mecanismo sencillo e inmediato. No es
así, los hombres podemos tener una respuesta más física por ese
mecanismo unilateral de la amígdala, pero es imposible descontar
los efectos de la agresividad, de las hormonas masculinas y de una
educación y crianza que ha primado tradicionalmente la respuesta
física y, en ocasiones, el uso de la violencia.
Aunque esta variedad de funciones fue esgrimida en un prin-
cipio como argumento para afirmar que las emociones no tenían
una firma neural única, lo que realmente indica es que la visión de
adscribir emociones a regiones cerebrales en un proceso uno a uno
es demasiado simplista. Las ideas actuales enfatizan que la diver-
sidad funcional va en paralelo con la complejidad de los circuitos
de la propia amígdala y sus conexiones con otras zonas cerebrales,
lo que permite que pueda participar en muchas funciones depen-
diendo de cuál o cuáles de esas redes se activan. Entender estos
procesos, los cambios en esos circuitos amigdalinas según la emo-
ción y también según el contexto puede ser de enorme importancia
porque la amígdala está implicada en todos los problemas neuro-
lógicos y psiquiátricos con un componente social, tales como las
adicciones, los trastornos del espectro del autismo o los trastornos
de ansiedad.
Veamos brevemente cómo es el proceso que ya se apuntó en el
capítulo anterior. La emoción se registra en la amígdala y desde
ahí, esa información puede ir a la corteza frontal directamente o a

84 1 El cerebro emocional
la corteza frontal indirectamente, pasando por el hipotálamo, que
envía señales neurohormonales hacia el cuerpo. La amígdala no
requiere un procesamiento cognitivo previo para que el sujeto pro-
duzca una reacción emocional. Sin embargo, existen conexiones
directas que permiten que la amígdala reciba información senso-
rial desde el tálamo, de modo que se produzca una respuesta inme-
diata, una reacción anterior al conocimiento consciente del suceso
que la causó, algo que puede ser fundamental para salvar la vida. La
ruta de comunicación es tálamo-amígdala-hipotálamo.
Pero como ya hemos comentado, la amígdala también recibe in-
formación sensorial desde la corteza, a través del tálamo, pero esta
vía de transmisión es más larga y más lenta que la vía tálamo-amíg-
dala, conocida como atajo de LeDoux. El miedo condicionado uti-
liza este atajo, activa la amígdala, y de ahí pasa la información al
hipotálamo, al tronco del encéfalo y a la corteza cerebral.
Este miedo condicionado se considera un tipo de memoria. No
es una memoria consciente, sino que lo que hace la amígdala es
reconstruir el estado corporal que se produjo la primera vez que se
vivió esa situación, una reacción instintiva de miedo inconsciente
a un estímulo determinado. De este modo, la primera vez que se
recibe un estímulo, del tipo que sea, y la situación produce miedo,
la emoción queda registrada en la amígdala y es aprendida. Poste-
riormente, cuando se perciba un estímulo similar, la amígdala des-
encadenará la misma reacción de manera casi inmediata, antes de
que la corteza registre qué es lo que está pasando. Esa rapidez es
fundamental para la supervivencia.

Corteza cerebral

La corteza cerebral es la porción más superficial y más grande del


cerebro humano. Es la encargada -a menudo en colaboración con
otras regiones subcorticales- de procesos como la memoria, la

El cerebro emocional 1 85
>EL SISTEMA LÍMBICO, CLAVE DE LA EMOCIÓN
Las emociones, lo mismo que los sentimientos o los instintos, se encuen-
tran entre las más importantes actividades cerebrales que guían nuestro
comportamiento. El principal regulador de las mismas es el sistema lím-
bico, término derivado del latín limbus, que significa «límite», «borde». Se

Corteza cerebral
Recibe, clasifica e interpreta
la información sensorial, toma
las decisiones racionales y
activa distintas respuestas
comportamentales.

Tálamo
Es la principal estación
de relevo para la
información sensorial.

Hipotálamo
Vigila nuestros sistemas
reguladores internos e
informa al cerebro de lo que
sucede dentro del cuerpo.

Amígdala
Dota de contenido emocional
a muchas memorias y
comportamientos.

86
trata de una serie de estructuras interconectadas -que pueden observarse
en la figura- que juegan también un papel destacado en la memoria. Tal
es su importancia, que se cree que puede imponerse sobre el pensamiento
racional y sobre muchas respuestas innatas.

LAS DOS VÍAS DE LA


Ganglios basales
Intervienen en el control Los estímulos emocionales pueden seguir dos vías
de los movimientos, diferentes: la primera, más rápida, tiene la amígdala
hábitos, aprendizaje y como centro; la segunda, más lenta, implica a la
emoción. corteza cerebral.

Hipocampo Tálamo
Participa en la
consolidación de las
memorias, en particular VÍA
de la memoria espacial. Tálamo-amígdala
Amígdala
Es la que sustenta el
Cerebelo condicionamiento simple. Realiza
Interviene en el control un procesamiento muy rápido
motor, pero también en la de la información sensorial
atención, el lenguaje y la que permite dar respuestas RESPUESTA
regulación de respuestas casi instantáneas a estímulos
como el miedo o el placer. eventualmente peligrosos.

Corteza
Tronco encefálico
sensorial
Regula aspectos básicos
como la función cardíaca
y la respiratoria, pero
también otras nerviosas
como la consciencia o el VÍA LENTA
ciclo sueño-vigilia. Tálamo-
-corteza-amígdala
Esta segunda vía
proporciona a la amígdala Amígdala
una información mucho más
detallada, lo que se traduce en
respuestas precisas y complejas. -;,
capaces de dar lugar a acciones RESPUESTA
voluntarias, planificadas y
adaptativas a una situación dada.

87
atención, la percepción, la cognición, el pensamiento, lenguaje
y la consciencia, entre otros. La corteza cerebral también intervie-
ne en las emociones. Recibe información desde el hipotálamo, la
amígdala, los órganos sensoriales vía el tálamo y registra los cam-
bios causados por la acción del hipotálamo en todo el organismo.
La corteza integra y modula toda esa información y con ella regula
de vuelta la actividad del hipotálamo y la amígdala, controlando de
esta manera las emociones, como una respuesta integral del cuerpo.
La parte principal de la corteza implicada en las emociones son
los lóbulos frontales, que presentan numerosas conexiones bidi-
reccionales con el tálamo, la amígdala y otras regiones subcortica-
les, y son importantes en la expresión emocional.
La corteza frontal tiene multitud de funciones y distintas sub-
divisiones. En concreto, es corteza orbitofrontal la más impli-
cada en la modulación de las emociones (adecuación social de la
conducta, control de los impulsos, empatía emocional). La corteza
orbitofrontal recibe información del tálamo y proyecta de forma di-
fusa a las áreas límbicas.
La corteza está también implicada en la expresión de las emo-
ciones fingidas, sofisticadas, voluntarias y conscientes, mientras
que cuando una emoción es auténtica, su expresión es controlada
por el tronco encefálico y existe una simetría en la expresión facial.
Cuando la emoción es fingida, la simetría facial es más imperfecta.
Eso se aprecia sobre todo en la sonrisa, entre una social y otra sin-
cera (fig.1).
Las heridas en cabeza sufridas por soldados en la guerra de
Vietnam ayudaron a distinguir dos zonas en la corteza prefrontal
asociadas a dos tipos de experiencia emocional. Según las lesiones
sufridas, los veteranos que tenían lesiones en la corteza prefron-
tal dorsolateral mostraban un pobre desempeño en la inteligencia
emocional «experiencial», esto es, la capacidad de juzgar las emo-
ciones de otras personas. Por el contrario, los soldados que habían
tenido lesiones en la corteza prefrontal ventromedial presentaban

88 1 El cerebro emocional
íFIG. 'I
SONRISA SOCIAL
Las áreas conscientes del ~ - - - - Corteza premotora
cerebro envían señales
a la corteza motora.

La contracción de
los músculos en torno a
la boca estira lateralmente ~ - - - Músculo cigomático menor
los labios.

SONRISA SINCERA
Esta sonrisa requiere emoción, r--'------ Corteza motora
lo que se aprecia en la activación -sr:"~·-•c-,
no solo de la boca, sino también
del área de los ojos.

Las señales se transmiten


a la corteza motora, que hace
que se contraigan los músculos
orbitales que controlan
el movimiento de los párpados.

Esquema en el que se ve las distintas zonas cerebrales que se activan en la


sonrisa social (arriba) y en la sonrisa sincera, esta más difícil de simular, pues
necesita de un estado emocional feliz.

un deterioro de la inteligencia emocional «estratégica», la habili-


dad para planear respuestas apropiadas socialmente para diferen-
tes situaciones. Ambos grupos de soldados no tenían cambios en
la inteligencia cognitiva, lo que sugiere que tareas como resolver
problemas o situaciones emocionales se manejan desde regiones

El cerebro emocional 1 89
separadas del cerebro. No obstante, y tal y como hemos planteado
en este libro, el concepto de inteligencia emocional está muy sujeto
a críticas y las respuestas emocionales y las racionales no pueden
ser contradictorias entre sí, sino aspectos complementarios de una
misma estrategia de supervivencia.
La corteza prefrontal se relaciona también con la inhibición de
la depresión, que puede considerarse como una tristeza extrema
y crónica. Esta parte del cerebro es la responsable de la sensación
de que las cosas tienen sentido. Si admitimos que las emociones
son fundamentales para la supervivencia, la alegría da impulso a la
vida. Estar alegre aumenta las defensas del organismo, un ejemplo
de la conexión entre sistema inmunitario y sistema nervioso, y nos
hace estar más despiertos, mientras que al parecer la tristeza favo-
rece la aparición de infecciones probablemente por una alteración
en nuestro sistema de defensa.
En definitiva, podernos afirmar que el proceso de las emocio-
nes en estas zonas actúa secuencialmente: primero se produce
una percepción en la corteza (por ejemplo, vernos un animal que
se dirige hacia nosotros enseñando los dientes). La corteza manda
señales al hipotálamo que actúa a través de la hipófisis y las glán-
dulas suprarrenales generando una respuesta neurohormonal. Las
suprarrenales producen adrenalina que, a su vez, genera cambios
fisiológicos con los que el organismo se prepara para la respues-
ta de lucha-huida: dilatación de las pupilas, ensanchamiento del
tórax, aumento de la frecuencia del latido cardíaco y de la presión
arterial, contracción de los músculos, liberación de glucosa desde
el hígado y dilatación de los bronquios.
Estos cambios generados por el hipotálamo son percibidos por
la corteza, que es la responsable de la expresión de la emoción, y la
amígdala registra esa experiencia y dota a las memorias de un com-
ponente emocional. Pero estas no son las únicas áreas implicadas,
pues más recientemente se ha descubierto la importante implica-
ción del cerebelo.

90 1 El cerebro emocional
Cerebelo

El cerebelo, cuya función clásica es la coordinación de los múscu-


los, la postura y el equilibrio, interviene en la regulación fina de
las emociones y presenta claras conexiones con el sistema nervio-
so autónomo. En roedores, la inactivación reversible del vermis
cerebelar -la región central del cerebelo- durante el período de
consolidación y reconsolidación de memorias altera la retención
de la memoria del miedo. En humanos, el cerebelo muestra acti-
vidad durante el recuerdo de episodios personales emocionales y
también durante el aprendizaje de una asociación condicionada o
no, que implique a las emociones. El vermis participa en el apren-
dizaje del miedo y en mecanismos de memoria y aprendizaje rela-
cionados con la respuesta de los sistemas motor y autónomo que
impliquen a las emociones.
Los hemisferios cerebelares también participan en emociones
más sofisticadas. Hace unos pocos años los neurólogos Jeremy
Schmahrnann y y Janet Sherrnan estudiaron pacientes que te-
nían lesiones localizadas en el cerebelo y encontraron un patrón
consistente de déficits cognitivos y afectivos, lo que los llevó a
acuñar el término síndrome afectivo cognitivo cerebelar. Las inves-
tigaciones realizadas en los siguientes años han consolidado la idea
del cerebelo emocional, que intervendría en distintos momentos del
procesado de las emociones, empezando con la percepción de las
emociones y su reconocimiento, siguiendo con la evaluación de
los contextos emocionales y culminando en las expresiones facia-
les y corporales de las emociones y su implicación con el compor-
tamiento social.
Estudios de neuroirnagen y datos clínicos han confirmado el pa-
pel del cerebelo corno una región clave en las emociones. También
se ha visto que distintas subregiones del cerebelo están implicadas,
de forma selectiva, en diferentes emociones primarias. Tanto las
emociones positivas como las negativas son procesadas por los cir-

El cerebro emocional 1 91
separadas del cerebro. No obstante, y tal y como hemos planteado
en este libro, el concepto de inteligencia emocional está muy sujeto
a críticas y las respuestas emocionales y las racionales no pueden
ser contradictorias entre sí, sino aspectos complementarios de una
misma estrategia de supervivencia.
La corteza prefrontal se relaciona también con la inhibición de
la depresión, que puede considerarse como una tristeza extrema
y crónica. Esta parte del cerebro es la responsable de la sensación
de que las cosas tienen sentido. Si admitimos que las emociones
son fundamentales para la supervivencia, la alegría da impulso a la
vida. Estar alegre aumenta las defensas del organismo, un ejemplo
de la conexión entre sistema inmunitario y sistema nervioso, y nos
hace estar más despiertos, mientras que al parecer la tristeza favo-
rece la aparición de infecciones probablemente por una alteración
en nuestro sistema de defensa.
En definitiva, podemos afirmar que el proceso de las emocio-
nes en estas zonas actúa secuencialmente: primero se produce
una percepción en la corteza (por ejemplo, vemos un animal que
se dirige hacia nosotros enseñando los dientes). La corteza manda
señales al hipotálamo que actúa a través de la hipófisis y las glán-
dulas suprarrenales generando una respuesta neurohormonal. Las
suprarrenales producen adrenalina que, a su vez, genera cambios
fisiológicos con los que el organismo se prepara para la respues-
ta de lucha-huida: dilatación de las pupilas, ensanchamiento del
tórax, aumento de la frecuencia del latido cardíaco y de la presión
arterial, contracción de los músculos, liberación de glucosa desde
el hígado y dilatación de los bronquios.
Estos cambios generados por el hipotálamo son percibidos por
la corteza, que es la responsable de la expresión de la emoción, y la
amígdala registra esa experiencia y dota a las memorias de un com-
ponente emocional. Pero estas no son las únicas áreas implicadas,
pues más recientemente se ha descubierto la importante implica-
ción del cerebelo.

90 1 El cerebro emocional
Cerebelo

El cerebelo, cuya función clásica es la coordinación de los múscu-


los, la postura y el equilibrio, interviene en la regulación fina de
las emociones y presenta claras conexiones con el sistema nervio-
so autónomo. En roedores, la inactivación reversible del vermis
cerebelar -la región central del cerebelo- durante el período de
consolidación y reconsolidación de memorias altera la retención
de la memoria del miedo. En humanos, el cerebelo muestra acti-
vidad durante el recuerdo de episodios personales emocionales y
también durante el aprendizaje de una asociación condicionada o
no, que implique a las emociones. El vermis participa en el apren-
dizaje del miedo y en mecanismos de memoria y aprendizaje rela-
cionados con la respuesta de los sistemas motor y autónomo que
impliquen a las emociones.
Los hemisferios cerebelares también participan en emociones
más sofisticadas. Hace unos pocos años los neurólogos Jeremy
Schmahmann y y Janet Sherman estudiaron pacientes que te-
nían lesiones localizadas en el cerebelo y encontraron un patrón
consistente de déficits cognitivos y afectivos, lo que los llevó a
acuñar el término síndrome afectivo cognitivo cerebelar. Las inves-
tigaciones realizadas en los siguientes años han consolidado la idea
del cerebelo emocional, que intervendría en distintos momentos del
procesado de las emociones, empezando con la percepción de las
emociones y su reconocimiento, siguiendo con la evaluación de
los contextos emocionales y culminando en las expresiones facia-
les y corporales de las emociones y su implicación con el compor-
tamiento social.
Estudios de neuroimagen y datos clínicos han confirmado el pa-
pel del cerebelo como una región clave en las emociones. También
se ha visto que distintas subregiones del cerebelo están implicadas,
de forma selectiva, en diferentes emociones primarias. Tanto las
emociones positivas como las negativas son procesadas por los cir-

El cerebro emocional 1 91
cuitos cerebelares, aunque se ha sugerido que hay una preferencia
por las negativas. El consenso de los estudios clínicos, experimen-
tales, neurofisiológicos y de neuroimagen es que el cerebelo es par-
te de las redes corticolímbicas que se encargan del procesamiento
de las emociones.
Una derivada importante de estos resultados es que el cerebe-
lo presenta alteraciones en trastornos psiquiátricos y neurales,
como el autismo o la esquizofrenia, donde hay una alteración en
el procesamiento de las emociones. El cerebelo podría encargarse
de generar representaciones coherentes del mundo. Los pacientes
afectados por lesiones del cerebelo mostrarían esos déficits porque
tendrían afectada la integración entre los aspectos cognitivos y los
emocionales.

Otras zonas implicadas

En los últimos años se ha visto que otras regiones encefálicas tam-


bién están implicadas en la emoción. Un ejemplo son los ganglios
basales, unas estructuras cuya función principal es el control del
movimiento automático, pero que forman parte de varios circui-
tos neurales con una posición privilegiada para vincular los distin-
tos niveles, cortical y subcortical, del cerebro. Estos ganglios están
constituidos por el núcleo caudado, el putamen, el globo pálido, el
subtálamo y la sustancia negra.
Los dos circuitos mayores se centran en los núcleos más impor-
tantes, caudado y putamen, y, generalmente, se les denomina por
sus nombres: circuito del putamen y circuito del caudado. El prime-
ro de ellos participa en la elaboración de movimientos complejos
como si fuera un elemento accesorio de la corteza motora cerebral
que le envía una copia de las órdenes que manda a los músculos.
Este circuito reprocesa estas órdenes y las devuelve al cerebro en
un sistema de retroalimentación.

92 1 El cerebro emocional
Con respecto al circuito del caudado, recibe copia de las órde-
nes que la corteza motora envía a los músculos, procesa esta copia
y la devuelve a la corteza, sobre todo a la corteza prefrontal cuya
implicación en las emociones vimos con anterioridad. Desde esta
perspectiva, el circuito del caudado dispone de conexiones privi-
legiadas tanto para informar a la corteza de los movimientos para
que tengamos consciencia de los mismos, como para conectar los
movimientos con la esfera emocional.
Estos núcleos parecen estar adicionalmente implicados en el
sistema recompensa que se activa cuando tiene lugar un es-
tímulo que el cerebro tacha de deseable, y se les considera una in-
terfaz entre sistema límbico, sistema motor y corteza. Su función
sería integrar la motivación y la acción, es decir, reconocer situa-
ciones importantes para el organismo para que se desarrolle una
acción adecuada. Intervendría de esta manera en procesos como la
ingesta de alimentos, la conducta sexual, consumo de drogas y
los sistemas de recompensa, entre otros.
También el hipocampo, que se encuentra íntimamente relacio-
nado con la amígdala, parece intervenir en las emociones. Se cree
que la amígdala modula las implicaciones emocionales en los re-
cuerdos mientras que el hipocampo compararía las condiciones de
una amenaza actual con experiencias similares del pasado, permi-
tiendo elegir la mejor opción para garantizar la supervivencia.
Otra región implicada en las emociones es el tálamo. Las lesio-
nes o la estimulación de los núcleos mediodorsal y anterior del
tálamo generan cambios en la reacción emocional. Sin embargo,
como sucede en otras de las zonas vistas, parece que la importancia
de esos núcleos en la regulación de las emociones no se debe tanto
al propio tálamo sino a sus conexiones con otras estructuras cere-
brales. El núcleo mediodorsal establece sinapsis con neuronas de
la corteza prefrontal y del hipotálamo. El núcleo anterior conecta
con los cuerpos mamilares y, a través de ellos, con el hipocampo
y con la corteza del cíngulo, parte del circuito de Papez.

El cerebro emocional 1 93
Una última zona a mencionar es el tronco del encéfalo. Se le
suele relacionar con las respuestas emocionales de otros grupos
de vertebrados como reptiles y anfibios, y zonas clave serían la for-
mación reticular y el locus coeruleus. Sin embargo, las funciones de
estas zonas estarían más cerca de respuestas reflejas que de unos
procesos complejos como las emociones de los humanos. Aun así,
estas regiones están también presentes y activas en los humanos y
es posible que modulen las respuestas emocionales, por ejemplo,
ajustando el nivel de alerta. Otro ejemplo es el área tegmental ven-
tral que está situada en la parte mesencefálica del tronco del encé-
falo y que interviene en el circuito de recompensa, lo que puede ser
clave para establecer el carácter placentero o negativo de las emo-
ciones. Finalmente, otras estructuras del tronco, como los núcleos
de los nervios craneales, recibirían información desde la corteza y
el estriado y serían responsables de muchos de nuestros cambios
faciales asociados a las emociones: nuestro rostro de alegría, triste-
za, miedo, ira, etc. Se trata de un factor clave en la comunicación de
las emociones a otras personas.
En definitiva, parece que la intervención de zonas encefálicas en
la gestión de las emociones es bastante amplia, como demuestran
algunos intentos de estudiar emociones básicas en los seres huma-
nos, tales como la agresión o la rabia. Cuando a los participantes
se les pide que vean expresiones faciales mostrando miedo pare-
ce que la amígdala se activa junto con otras zonas, pero en otros
estudios, cuando se pide a los participantes que reaccionen ante
otros tipos de emociones se ve que se reclutan, además de la amíg-
dala, zonas diferentes. La conclusión es que, para cada emoción,
la amígdala recluta un grupo específico de estructuras cerebrales
con las que interacciona. Estos cambios en los circuitos de la amíg-
dala muestran un proceso dinámico del procesamiento individual
de las emociones y explican algo que hasta hace poco era incom-
prensible: cómo es posible que cada emoción ponga en marcha un
grupo de respuestas perceptuales, cognitivas y motoras diferentes.

94 1 El cerebro emocional
FUNCIONES CEREBRALES Y E OCIONES

Las distintas estructuras cerebrales relacionadas con el procesa-


miento de las emociones y su integración en circuitos complejos
posibilitan que funcionen como respuestas integrales. Según Da-
másio, las emociones no estorban el pensamiento racional, lo
cen posible. Las emociones influyen sobre la actividad superior en
procesos tales como la toma de decisiones. Las emociones y los sen-
timientos están entre las principales fuerzas que alientan los logros
de una persona, pero eso solo es posible coordinando áreas ence-
fálicas muy diferentes y trabajando en consonancia con las demás
funciones cerebrales y orgánicas.

Los hemisferios cerebrales

Los anatomistas han dividido en dos partes el cerebro: hemisferio


izquierdo y hemisferio derecho. Son dos grandes semicúpulas uni-
das por un fascículo con unos 200 millones de fibras nerviosas que
se conoce como cuerpo calloso. El cuerpo calloso conecta ambos
hemisferios a través de la línea media y pasa información de un
hemisferio hacia el otro (fig. 2).
El intento de asignar funciones específicas a regiones concretas
del cerebro se conoce desde hace siglos y tuvo un fuerte impulso
en 1860 gracias al neurólogo Paul Broca. Broca presentó el caso de
un paciente, Louis Leborgne, que tras una lesión en hemisferio
izquierdo había perdido la capacidad de hablar. Otro investigador,
Carl Wernicke, también encontró que la comprensión del lenguaje
estaba en el hemisferio izquierdo y entonces los investigadores em-
pezaron a preguntarse qué es lo que hacía el derecho. El neurólogo
británico John Hughlings Jackson propuso que el lado derecho era
el de la percepción. Más allá fue el neurólogo francés Jules Bernard
Luys, quien defendió que las emociones estaban localizadas en el

El cerebro emocional 1 95
f FIG.2
Hemisferio izquierdo Hemisferio derecho

Razonamiento Intuición

Lenguaje
Imaginación
hablado

Lenguaje Sentido
escrito artístico

Habilidad Sentido
científica musical

Habilidad Percepción
numérica tridimensional

Control de la Control de la
mano derecha mano izquierda

Figura en la que se aprecian los dos hemisferios que conforman el cerebro, el


izquierdo y el derecho, ambos unidos por el cuerpo calloso, y aquellas facultades
que se asocian a cada uno de ellos.

hemisferio derecho, mucho más primitivo, mientras que el intelecto


estaba en el hemisferio izquierdo, que era el civilizado. Esto condujo
a falsa idea de que hay personas en las que prevalece el «cerebro
izquierdo» o el «cerebro derecho», o lo que es lo mismo, razón fren-
te a emoción. Según esta propuesta, en los estudiantes que son más
intuitivos dominaría el hemisferio derecho, mientras que los que
aprenden de una forma secuencial, lineal, serían «cerebralmente
zurdos», es decir, que en ellos predominaría el hemisferio izquierdo.
Se dice también que la lógica, el pensamiento racional y ordenado
son propios de las personas en las que domina el hemisferio izquier-
do, y que en aquellas otras que son más creativas y tienen una ma-
yor facilidad para el arte domina el hemisferio derecho. Según esta

96 1 El cerebro emocional
forma de pensar, el hemisferio izquierdo se fijaría en los detalles, en
el conocimiento, en la percepción de patrones, en las estrategias,
en las cosas prácticas, sería el lugar de
las matemáticas y la ciencia, y actuaría Lo práctico, lo
sobre seguro. El derecho, por el con- analítico y lo
trario, se fijaría en las grandes panorá- emocional son
micas, en el presente y el futuro, en las conductas tan
creencias y la fantasía, sería impetuoso complejas que no
y tomaría riesgos, y sería el lugar de la fi- se pueden hacer
'losofía y la religión, de algo que podría- exclusivamente con
mos llamar una visión emocional del un lado del cerebro.
mundo. En el fondo se trata de una vi- PEDRO MALDONADO
sión simplista y poco acorde con cómo
funciona el cerebro en realidad. Es sugerente, pero no es así: hay un
único cerebro que funciona de una manera integrada.
Ello no quiere decir que ambos hemisferios sean idénticos. Algu-
nas tareas aritméticas, como contar o recitar las tablas de multiplicar,
reclutan más neuronas en el hemisferio izquierdo que en el derecho,
mientras que otros aspectos, como estimar cuántos objetos similares
hay en un dibujo, reclutan más en el derecho que en el izquierdo. Pero
en realidad, todas las personas usamos uno y otro hemisferios. La
información fluye entre ambos a través del cuerpo calloso en fre-
cuentes viajes de ida y vuelta, y el cerebro recluta más o menos zo-
nas, incluso en el hemisferio opuesto, según la necesidad de procesa-
miento. Un ejemplo llamativo de esto son los ajedrecistas: a la hora de
identificar piezas y sus tipos de movimiento un jugador principiante
usa unas regiones corticales ventrales en el hemisferio cerebral iz-
quierdo, pero un gran maestro recluta zonas similares también en el
derecho, estableciendo un procesado en paralelo que probablemente
posibilita la enorme habilidad que demuestra en el juego.
Con el tiempo, la neurociencia ha dejado claro que la doctrina lo-
calizacionista de Broca supuso un avance en la comprensión de que
las funciones mentales se asentaban en el cerebro, pero se distancia-

El cerebro emocional 1 97
ba de la realidad en tanto la correspondencia estricta entre regiones
cerebrales y funciones no existe para muchas actividades, aunque
haya especializaciones de la corteza. Los progresos de la investiga-
ción han puesto de manifiesto que el funcionamiento cerebral ra-
dica en el procesado de sus microcircuitos formados por neuronas,
distribuyéndose en el conjunto de regiones con frecuencia de forma
redundante, lo que permite que algunas lesiones no tengan conse-
cuencias deletéreas, aunque otras causan un daño llamativo, como
sucedía en los casos recogidos por Broca, Wernicke y otros.
Esta cierta asimetría también se observa en el caso de las emo-
ciones. El área frontal derecha está implicada en el control de la
emoción y de la información relevante para las emociones y parece
estar más implicada en la expresión de las emociones negativas. El
área frontal izquierda, en cambio, está relacionada con el control
de la acción o activación y parece estar más implicada en la expre-
sión de las emociones positivas.
Incluso en una misma zona coexisten distintos subsistemas. El
principal subsistema de la corteza cerebral humana implicado en la
percepción de los rostros, clave en la comunicación de las emocio-
nes, está formado por el área facial fusiforme, el área facial occipital
y el surco temporal superior. El área facial occipital participa en el
reconocimiento de los componentes faciales, el área facial fusiforme
realiza el reconocimiento de siluetas faciales y el surco temporal su-
perior es el responsable del procesamiento de aspectos plásticos de
las caras, tales como la expresión o la mirada. Estas áreas implicadas
en el rostro son mayores y están normalmente localizadas con más
frecuencia en el hemisferio derecho que en el izquierdo.

Neuronas espejo

En 1996, el neurofisiólogo italiano Giacomo Rizzolatti encontró unas


neuronas con un comportamiento eléctrico particular y a las que de-

98 1 El cerebro emocional
> N DE LOS H os
La idea de que una persona piensa más con el lado derecho o el izquierdo
del cerebro es solo un mito. No obstante, es indudable que hay diferencias
funcionales entre los dos hemisferios. La extensión de esta lateralización
(cuando un proceso ocurre más en un lado que en el otro) se pudo demos-
trar gracias a un experimento llevado a cabo con unos pacientes epilépticos
a los que se les había practicado una callosotomía [corte del cuerpo callo-
so]. Si se les mostraba un martillo a su hemisferio derecho [es decir, en el
campo visual izquierdo) y a continuación se les pedía que lo describieran
verbalmente, eran sencillamente incapaces de decir nada. Pero sí podían
coger el objeto con su mano izquierda, prueba de que el hemisferio derecho
(que controla la mano izquierda) sabía identificar el martillo. En cambio,
cuando el mismo objeto se mostraba al hemisferio izquierdo, la respuesta
verbal era exacta y rápida. La mayor diferencia entre los dos hemisferios,
por tanto, es la habilidad para el lenguaje. En nuestro cerebro, el habla se
genera casi exclusivamente en el lado izquierdo.

Hemisferio Hemisferio
izquierdo verbal derecho no verbal

- Figura con la representación del experimento que el neurocientífico Roger Sperry


realizó con pacientes que habían sufrido una callosotomía.

99
nominó neuronas espejo. Estas células fueron descubiertas en un es-
tudio donde se analizaba la actividad eléctrica en la corteza premoto-
ra ventral del macaco, especializada en acciones de la mano y la boca.
Este científico y su equipo vieron que había un grupo de neuronas
que se activaba cuando al mono se le dejaba que cogiera trozos de
comida y los investigadores podían medir sus respuestas en distintos
movimientos. La sorpresa fue que vieron que algunas de las neuro-
nas mostraban actividad no solo cuando el mono cogía alimentos,
sino también cuando veía a una persona hacer lo mismo. Se habló de
«neuronas mono ve, mono hace». Posteriormente, el equipo de Pier
Francesco Ferrari vio que también respondían a gestos faciales.
Es importante recordar, como ha hecho el neurocientífico cog-
nitivo Christian Jarrett, que la mayoría de investigaciones sobre es-
tas células se ha hecho en monos, que hay muchos tipos diferentes
de neuronas espejo, que todavía se discute si existen en humanos
y si serían comparables a las presentes en monos, dudas que hacen
que muchas hipótesis sean arriesgadas en su interpretación. Aun
así, hay numerosos experimentos que son imposibles en el cere-
bro humano y de momento debemos asumir que no debería ser tan
diferente en nuestro caso de lo que se detecta en otros primates,
aunque, como decimos, sea un salto sin red.
A la hora de establecer una homología entre las neuronas espe-
jo de monos y las posibles estructuras homólogas en humanos se
ha visto una actividad consistente con lo registrado en la corteza
cerebral de monos en distintas zonas de la corteza cerebral huma-
na, incluyendo la corteza premotora, la corteza parietal anterior, la
corteza somatosensorial primaria y el área motora suplementaria.
Originalmente se encontraron en una subdivisión de la corteza pre-
motora del mono, el área FS, pero luego se han encontrado también
en el lóbulo parietal inferior. Los estudios con neurofisiología y
neuroimagen han proporcionado evidencias claras de que en hu-
manos existe un circuito frontoparietal con propiedades similares
al sistema de neuronas espejo descrito en monos.

100 1 El cerebro emocional


Las neuronas espejo serían neuronas visuoespaciales con un pa-
pel fundamental en las interacciones sociales. Para algunos, su fun-
ción es el acoplamiento entre percepción y acción; para otros es un
sistema que permite el aprendizaje por imitación, mientras que otros
creen que forman parte de la teoría de la mente y permiten simular
las acciones de otras personas, poniéndonos en cierta manera «en
sus zapatos» y entendiendo sus intenciones, pensamientos y accio-
nes. Finalmente, se piensa que pueden ser fundamentales para algu-
nos aspectos de la capacidad emocional, como la empatía, los senti-
mientos y la comprensión de la expresión de las emociones (fig. 3).
Estás células -o mejor, las estructuras homologables en huma-
nos- son más activas en las personas que son hábiles interpretando
las emociones faciales de los demás. Las personas con autismo, por
el contrario, muestran una menor actividad de estas estructuras ho-
mólogas, según demuestran algunos test de cognición social.
El neurólogo Peter Enticott y sus equipo de la Universidad Mo-
nash de Melbourne pidieron a 20 adultos sanos que mirasen foto-

r FIG.3

Corteza
premotora medial posterior

Esquema de las regiones corticales del encéfalo humano donde podrían estar
localizadas las neuronas espejo, células implicadas tanto en la observación como
en la ejecución de un comportamiento dirigido hacia un objetivo concreto.

El cerebro emocional 1 101


grafías de dos en dos. En un primer experimento tenían que deci-
dir si las imágenes emparejadas eran de la misma persona. En una
segunda fase, debían decidir si las dos caras mostraban la misma
emoción. En otro momento, los participantes en el estudio tenían
que ver vídeos cortos de movimientos del pulgar, una mano suje-
tando un bolígrafo y una mano escribiendo. Durante este proceso,
los investigadores registraron la actividad en la corteza motora pri-
maria, una región encefálica que contiene supuestamente neuro-
nas espejo. De esta manera, a través de la estimación del «potencial
motor» en los músculos del pulgar, consiguieron una aproximación
a la actividad de las neuronas espejo.
El resultado del estudio fue que los voluntarios que eran mejo-
res juzgando emociones tenían más actividad en esas zonas espejo,
mientras que no mostraban diferencias en reconocimiento de
rostros. Ello indica que las neuronas espejo intervienen no solo en
la imitación, sino también en la comprensión de las emociones.
Diferentes estudios han confirmado que el sistema de neuronas
espejo está implicado en las emociones y la empatía. Así, se ha vis-
to que las personas más empáticas presentan una mayor activación
de los circuitos homologables al sistema espejo.
En otro experimento, un grupo de voluntarios fue expuesto a
olores repulsivos y otro a pequeños vídeos que mostraban a perso-
nas poniendo expresiones faciales de asco. Se vio que la exposición
a esas sustancias malolientes activaba específicamente la ínsula
anterior y la corteza anterior del cíngulo, pero lo más llamativo fue
que la expresión facial de asco activaba el mismo sector de la ínsula
anterior. Lo mismo se encontrado en personas que sentían dolor
y otros que observaban una situación dolorosa que afectaba a otra
persona con la que el observador tenía una relación amorosa. Estos
experimentos sugieren que sentir emociones se debe a la activa-
ción de circuitos neurales que median las respuestas emocionales
correspondientes. Eso nos permite compartir, de una manera pro-
funda, las emociones de los demás.

102 1 El cerebro emocional


BIOS FISIOLÓGICOS: E OCION POR EL CUER

Las emociones, cuando se comparan con las respuestas controla-


das voluntariamente, muestran una gran singularidad. Además, las
emociones se sienten a menudo en el cuerpo porque conllevan la
activación de los centros de control vegetativo y endocrino radica-
dos en el tálamo e hipotálamo y que desencadenan respuestas ge-
nerales, no circunscritas. Más aún, el sistema emocional nos prepa-
ra para afrontar los retos de cada día, modulando la activación de
otros sistemas como el cardiovascular, musculoesquelético, neu-
roendocrino y nervioso autónomo. Esa implicación del cuerpo en
las emociones forma parte de nuestro lenguaje y así una canción
que nos traiga recuerdos emocionales nos pone «la piel de gallina»
o hace que sintamos un escalofrío por la espalda, del mismo modo
que una ruptura amorosa nos deja con «el corazón roto». Por tanto,
no solo se desencadenan respuestas generales, sino que además las
percibimos como sucede con el rubor, la sudoración, el temblor, la
erección del vello de la piel, etc. De esta manera, nuestro cuerpo tie-
ne un papel activo a la hora de dar forma a nuestras emociones en
tanto percibimos el estímulo emocional y las respuestas derivadas.

Mapas corporales de las emociones

neurólogo cognitivo Lauri Nummenmaa y otros investigadores de


la finlandesa Universidad de Aalto, en su investigación sobre la per-
cepción emocional, han tratado de construir mapas corporales de las
emociones. Para ello, Nummenmaa pidió a 701 voluntarios de Finlan-
dia, Suecia y Taiwán que indicaran qué partes de sus cuerpos sentían
que eran afectadas por una emoción. El objetivo era entender los me-
canismos funcionales y neuroquímicos que guían los comportamien-
tos sociales humanos, entre los que se encuentran las emociones, la
comprensión de la mente de otros y el establecimiento de vínculos

El cerebro emocional 1 103


sociales en el largo plazo. A cada persona se le daban dos siluetas
del cuerpo humano y se le pedía que coloreara ese mapa utilizan-
do colores cálidos (rojo, naranja) cuando sintieran que una emoción
activaba el cuerpo y colores fríos (azul,
Las emociones violeta) cuando percibieran que el cuer-
ajustan no solo po estaba menos activo. Con toda esa in-
nuestra salud mental, formación el grupo finlandés construyó
sino también nuestros unos mapas de las emociones suscita-
estados corporales. das en respuesta a diferentes estímulos,
Así nos preparan entre ellos palabras que denotan emo-
para reaccionar ciones, imágenes de expresiones del
rápidamente ante rostro características de una emoción
los peligros y ante determinada, experiencias emocionales
cualquier oportunidad en relatos cortos y escenas de películas
que ofrezca el con un alto contenido emocional.
entorno. Muchas emociones eran interpreta-
LAURI NUMMENMAA das como un aumento de actividad en la
cabeza y en el tórax. ¿Cambios gestuales
en el rostro en el primer caso? ¿Incremento de la frecuencia cardíaca
y respiratoria en el segundo? La felicidad era llamativa, pues el mapa
de activación se extendía por todo el cuerpo, mientras que el asco,
por el contrario, producía una activación muy localizada, como arca-
das en la zona de la garganta. Estos mapas parecen reflejar la corres-
pondencia entre patrones de sensaciones y regiones de activación
del sistema nervioso autónomo, constatándose además que estos pa-
trones son similares entre culturas diferentes, motivo por el cual se
incluyeron taiwaneses en el estudio y no solo a la población nórdica.

La voz como mensajero emocional

Al igual que las expresiones corporales traducen respuestas emo-


cionales también lo hace otro aspecto clave de la vivencia ernocio-

104 1 El cerebro emocional


nal: la voz. Un equipo dirigido por el neurocientífico e informático
francés Jean-Julien Aucouturier, del Centre National de la Recher-
che Scientifique (CNRS), programó un software que permitía mani-
pular electrónicamente el tono emocional de la voz de una persona.
Los investigadores pidieron a 109 voluntarios que leyeran un relato
corto sobre comprar pan -un mensaje inocuo- y luego manipu-
laron los registros sonoros para que pareciera que el lector estaba
feliz, triste o asustado. El llamativo resultado fue que todos los que
participaron en el experimento identificaron que la voz había ad-
quirido ese tinte de tristeza, alegría o temor, todos excepto los due-
ños de la voz, que pensaban que era así como habían leído el texto.
Pero no era solo el cómo se oían: cuando se les preguntaba cómo
se sentían, el 85 % de las personas a las que se había grabado hacía
una evaluación que encajaba con cómo había sido manipulada su
voz; es decir, «actualizaban» su estado emocional para ajustarse a
la expresión de su propia voz, aunque esa no fuese su expresión
original. Es posible que nuestro cerebro se esté ajustando constan-
temente a las actividades emocionales de nuestro cuerpo. Haría-
mos con nosotros mismos el mismo ejercicio que hacemos con los
demás -leer su expresión emocional- e incorporaríamos detalles
sutiles a nuestra comprensión del contexto en el que estamos, pero
incluyendo también nuestro propio cuerpo. Es lógico pensar que
haya un intercambio con otros elementos clave en la expresión de
las emociones, como los músculos faciales, el corazón o los múscu-
los de la respiración. Al final, es lo mismo que decía William James
en el siglo XIX.
Las emociones están por tanto asociadas con la alerta del sis-
tema simpático y con una alteración de la atención, dos cosas que
aumentan la sensación emocional y que influyen en el recuerdo de
las experiencias emocionales. El sistema es complejo porque los
sucesos emocionales son percibidos como más intensos, con una
calidad especial y, además, también influyen el ambiente -en una
situación con pocos estímulos, el impacto de las emociones es ma-

El cerebro emocional 1 105


yor- y la genética -la experiencia de las emociones es vivida de
forma distinta por diferentes personas.
A pesar de la dificultad del abordaje científico de las emociones,
se han conseguido importantes logros que sustentan un conoci-
miento lo suficientemente robusto y sólido como para poner las ba-
ses para su aplicación y mejorar así el estado emocional de la pobla-
ción, en particular en aquellas personas afectadas por un trastorno
que implique una distorsión emocional. Sin duda, uno de los ámbi-
tos de traslación a la práctica de este conocimiento es la gestión de
las emociones con recursos cognitivo-conductuales y farmacológi-
cos. Pero, tal vez, el mayor desafío se orienta a la posibilidad de lle-
gar a intervenir en los procesos emocionales e incluso incorporarlos
en sistemas artificiales, como veremos en el próximo capítulo.

106 1 El cerebro emocional


TECNOLOGÍA AL SERVICIO
DE LAS EMOCIONES

Los métodos para la observación del


cerebro en funcionamiento están siendo
claves para avanzar en el conocimiento
de las emociones. Junto a ello, se está
generalizando el uso de innovaciones
tecnológicas que podrían ayudarnos a
intervenir en las emociones con fines
terapéuticos y a incorporar elementos
emocionales a sistemas artificiales.
na vez comprendido que las emociones, en un delicado equi-
librio con el procesamiento racional, juegan un papel clave
en la supervivencia, la ciencia espera avanzar gracias a un nuevo
enfoque multidisciplinar y a la irrupción de métodos para la ob-
servación del cerebro vivo que están permitiendo progresar en el
conocimiento de esas mismas emociones. Adicionalmente, se está
generalizando el uso de innovaciones tecnológicas que podrían
ayudarnos a modular el comportamiento ligado a las emociones, lo
que permitiría una mejoría en la calidad de vida.
Se trata de escenarios impensables hace solo unas décadas, pero
la sospecha fundada de poder conocer las bases neurobiológicas de
las emociones y, con ello, la posibilidad de desarrollar herramien-
tas para controlarlas ha suscitado un renovado interés por estos es-
tudios. Ciertamente, el progreso en este campo se ha beneficiado
de la madurez de la neurociencia, de sus conceptos y de sus téc-
nicas, desarrollados para el conocimiento de distintos ámbitos de
la actividad cerebral. Puede considerarse que se ha producido una
espiral virtuosa en la que los recursos de investigación aplicados al

Tecnología al servicio de las emociones 1 109


estudio de las emociones han logrado identificar parte de nuestra
estructura de la toma de decisiones, que era algo incomprensible
sin levantar el velo del papel emocional. Esto ha beneficiado el co-
nocimiento de otros campos y ha permitido ver el cerebro como
un órgano de procesamiento distribuido cuyas distintas regiones
cooperan en beneficio del sujeto y de su especie.
En el actual punto de desarrollo tecnológico, el conocimiento de
la maquinaria emocional y de sus aportaciones positivas a la expre-
sión de la conducta obliga a poner el punto de mira en lo que puede
considerarse uno de los mayores desafíos de la ciencia: dotar a las
máquinas de emociones, entendiendo que con ellas exhibirán un
comportamiento optimizado frente a la realidad.
En la actualidad, disponemos ya de diferentes recursos instru-
mentales, desde los niveles macroscópicos a los moleculares, que
nos permiten no solo observar las emociones, sino incluso llegar a
actuar sobre ellas.

OBSERVAR LAS EMOCIONES

Tradicionalmente, los estudios de lesiones se han fijado en los dé-


ficits en las emociones que se producían después de un daño loca-
lizado en una región cerebral. Se trata de trabajos que han jugado
un papel fundamental para inferir las relaciones entre estructura
y función y establecer si una correlación presentaba una relación
causal. Desde hace dos décadas, la técnica clave para caracterizar el
mecanismo neurológico de las emociones es la neuroimagen, y más
concretamente, la resonancia magnética funcional (IRMf), una tec-
nología que combina la resolución de los escáneres de resonancia
magnética con la medida de la actividad cerebral, lo que le permite
detectar variaciones en el flujo sanguíneo, más rico en las regiones
más activas. Las investigaciones con IRMf han hecho avanzar nues-
tra comprensión de cómo regiones encefálicas concretas respon-

11 O I Tecnología al servicio de las emociones


den a emociones específicas. Los diferentes estudios realizados en
los últimos años han permitido valorar la consistencia y especifici-
dad del mapa neural de una emoción. El tema, sin embargo, no está
zanjado y algunas investigaciones llegan a la conclusión de que
existen patrones específicos, con poco solapamiento para diferen-
tes emociones, mientras que otras llegan a la conclusión contraria:
hay pocas evidencias de que los tipos individuales de emociones
pueden ser situados en cartografías distintas y específicas.
Las razones de esta falta de consenso son múltiples. Muchos de
estos estudios utilizan una «foto», una visión estática de la respues-
ta en una emoción determinada de un área cerebral concreta. Estos
estudios esconden un sesgo metodológico importante: el hecho de
que una región cerebral se vea activada como consecuencia de una
emoción no significa que en esa región radique la emoción sino,
simplemente, que participa o está asociada con la misma. Ideal-
mente, estas metodologías acabarán proporcionándonos una se-
cuencia de activaciones desde la entrada del estímulo procedente
del mundo exterior a través de los sentidos a los centros y áreas cere-
brales involucrados en su procesamiento y el posterior envío de ór-
denes a los distintos órganos que expresan la respuesta emocional.
Pero la perspectiva que en el presente nos da la neuroimagen dista
de expresar que las emociones son procesos dinámicos con cam-
bios espaciotemporales de actividad en el cerebro; es decir, que en
un momento determinado se pueden activar algunas áreas que
son en una fase posterior sustituidas por otras. Eso puede llevar
con facilidad a que una región cerebral determinada esté implica-
da en el procesamiento de diferentes emociones y no de una sola.
Sin embargo, el estado de maduración de estas tecnologías en la
actualidad es limitado, de modo que sesga la interpretación a lo
que observamos como prominente: esto es, la activación preferente
de una región cerebral ha llevado a proponer que cada emoción
tiene una «firma neural», una localización en porciones específicas
del cerebro.

Tecnología al servicio de las emociones 1 111


No está claro, sin embargo, que los progresos en desarrollo de
estas tecnologías lleven a descartar el concepto de «firma neural»,
entendido como un patrón específico de imagen de cada emoción.
Más bien se cree que esa individualidad cerebral de cada emoción
se enriquecerá manifestándose en un patrón de conectividad entre
regiones y en una sincronía entre áreas. Abunda en esta proposi-
ción de futuro el conocimiento del que se dispone de que la propia
emoción es un fenómeno con diferentes componentes y diferentes
fases, desde la percepción del estímulo a la incorporación de expe-
riencias subjetivas y recuerdos, a la puesta en marcha de recursos
expresivos y comportamientos y al almacenamiento en la memoria
de los aspectos clave de dicha emoción. Por tanto, puede esperarse
que el desarrollo de la neuroimagen aporte no solo los elementos
de procesamiento de las respuestas emocionales, sino también la
implicación de otras áreas cerebrales que participan en su compo-
nente aprendido y en la forma en que cada emoción es experimen-
tada por un sujeto.
Actualmente, muchos de los estudios realizados a la hora de
abordar los aspectos complementarios de la emoción se centran
en la percepción visual de rostros, una aproximación metodoló-
gica que se ha enriquecido cotejando los resultados con técnicas
de neuroimagen que estudiaban, por ejemplo, el reconocimiento de
expresiones faciales prototípicas. Estas investigaciones parten del
supuesto de que la observación de una determinada expresión fa-
cial debe dar lugar a un patrón de activación neuronal consistente
· entre individuos, en la medida en que la identificación subjetiva
de las emociones ajenas es algo generalizable, común al menos en
grandes segmentos de población, si no en todos. Por ejemplo, nos
damos cuenta de que otra persona está alegre o triste mirándole a
la cara. Sería un experimento comparable al que buscara activacio-
nes neuronales similares en distintos sujetos que escucharan una
melodía. Sin embargo, se han encontrado resultados contradicto-
rios al constatarse, por ejemplo, que rostros emocionalmente neu-

112 1 Tecnología al servicio de las emociones


> N

En 2013, el equipo del profesor Karim Kassam, de la Universidad Carnegie


Mellan, anunció que había podido ident,ricar emociones en individuos sin
depender de la capacidad de estos para expresarlas. Tal logro se consiguió
gracias a una técnica que combina las imágenes por resonancia magnéti-
ca funcional (IMRf, en sus siglas en inglés) con el aprendizaje automático
en un ordenador, y permite medir e interpretar las señales cerebrales con
una precisión desconocida hasta entonces. Las emociones identificadas
mediante este sistema son las de alegría, tristeza, miedo, ira, asco, deseo
sexual, orgullo, vergüenza y envidia. De todas ellas, esta última es la que
se puede identificar con menor precisión, todo lo contrario que la primera,
la alegría. Mas el valor de este estudio no se queda ahí: otra aportación in-
teresante es el descubrimiento de que las señales características de cada
emoción no se limitan a regiones específicas del cerebro como la amíg-
dala, sino que conforman patrones en otras regiones. Además, la rabia, la
tristeza, la vergüenza y el estrés no solo afectan a nuestras evaluaciones y
decisiones, sino que las dirigen. La investigación de Kassam sugiere que
las personas enfadadas asumen más riesgos, que las emociones negati-
vas llevan a un pensamiento más sistemático y que en función del tipo de
estrés la gente toma peores o mejores decisiones.

Tristeza

- Patrón de activación cortical en una persona que experimenta alegría o tristeza.

113
tros generan respuestas consistentes en estructuras sensibles a las
emociones, incluida la amígdala. Evidentemente, estas contradic-
ciones radican en la dimensión individual de las emociones, que
con frecuencia incorpora componentes aprendidos que dependen
de la trayectoria de cada sujeto y de su entorno cultural.
El uso de técnicas de neuroimagen para el estudio de las emo-
ciones se ve también limitado por la dificultad de determinar cuán-
do alguien está experimentando una emoción y cómo cuantificarla
para establecer comparaciones y evaluaciones. A ello no ayuda el
hecho ya citado de que no exista una clasificación con un respaldo
mayoritario entre los investigadores, ni unas escalas de intensidad
y valencia emocional validadas y claramente definidas. Se espera
que en el futuro estas variaciones puedan superarse para analizar
las emociones y encontrar regularidades con la intención de dis-
poner de una capacidad predictiva que permita estimar la proba-
bilidad de que una reacción emocional suceda y poder aumentar o
disminuir esa probabilidad a conveniencia.

ACTUAR EN EL C EB co LAR
E OCIONES

Esta capacidad de controlar las emociones es precisamente uno de


los retos que la ciencia intenta conseguir, algo que tendría innu-
merables efectos terapéuticos. Las diferentes aproximaciones para
conseguirlo se basan en actuar directamente sobre el cerebro.

Estimulación cerebral

Uno de los primeros pasos en este sentido fue el del fisiólogo de


origen español José Manuel Rodríguez Delgado, quien dedicó bue-
na parte de su trabajo científico a modificar la actividad de la re-

114 1 Tecnología al servicio de las emociones


des neuronales mediante estimulación eléctrica. Su investigación
se centró en las respuestas que se obtenían tras la aplicación de
corrientes en distintos núcleos y capas encefálicas, y luego en ver
si esa estimulación conseguía modular desde el exterior las con-
ductas de un animal. La idea era teóricamente sencilla: si estimulo
una zona encargada de los comportamientos agresivos, el resulta-
do será presumiblemente más agresiones, mientras que si estimulo
una segunda región, que inhibe normalmente la primera, conse-
guiré un comportamiento más pacífico.
Rodríguez Delgado había leído los trabajos del fisiólogo suizo
Walter Rudolf Hess, que había demostrado que podía iniciar com-
portamientos como la rabia, el hambre o el sueño estimulando di-
versos puntos del cerebro de un gato con unos electrodos y unos
cables. Hess recibió en 1949 el premio Nobel junto con el neuro-
cirujano portugués António Egas Moniz, el descubridor de las lo-
botomías. Para sus investigaciones, Rodríguez Delgado inventó el
stimoceiver, un aparato que se controlaba mediante un mando a
distancia y que modulaba la actividad cerebral mediante corrientes
aplicadas a electrodos implantados en regiones precisas del sistema
nervioso central. El stimoceiver era bastante pequeño y permitía al
sujeto experimental una gran libertad de movimientos. A través de
él se conseguía causar sensaciones que se parecían a emociones o
sentimientos. Tras colocar sus electrodos en distintas zonas del hi-
pocampo y la amígdala, el fisiólogo español obtenía «sensaciones
placenteras, júbilo, una profunda concentración, sentirse raro, una
gran relajación, visiones en color y otras respuestas».
El experimento más famoso de Rodríguez Delgado no usó como
animal de prueba un gato o una rata, sino uno verdaderamente in-
usual: un toro bravo. Tras implantarle un stimoceiver en el cerebro,
el científico se enfrentó a ese animal en una plaza de tientas de Cór-
doba. No muy alejado de un burladero, retó al toro, más bien un
novillo, que cargó sobre él. Mas a Rodríguez Delgado le bastó con
apretar un botón del mando de su stimoceiver para que el animal

Tecnología al servicio de las emociones 1 115


detuviera su arremetida. Al parecer, el implante estaba situado en
el núcleo caudado. Aunque se dijo, y alguno lo atribuye al propio
fisiólogo, que había conseguido suprimir el instinto agresivo del
animal, una de las emociones básicas,
El control físico el caudado está implicado en el control
de las funciones de los movimientos voluntarios, por lo
cerebrales es un que el resultado fue más una inhibi-
hecho demostrado. ción de la carrera que una reducción
[...] La memoria, del instinto de ataque. Probablemente
las emociones y Delgado decidió no jugársela y era más
los procesos de directo y seguro inhibir el movimiento
pensamiento pueden que inhibir la agresividad en un morla-
ser influenciados por co que ya se hubiese arrancado. A pesar
control remoto. de ello, la historia fue portada del New
JOSÉ MANUEL York Times el 17 de mayo de 1965 bajo el
RODRÍGUEZ DELGADO
titular «Matador con un radiotransmi-
sor consigue detener a un toro». Según
el periódico, se trataba de la más espectacular demostración de las
posibilidades de control externo de la mente que se hubiese reali-
zado jamás.
Rodríguez Delgado fue también un pionero de los implantes
cerebrales, una tecnología que se usa en la actualidad para el tra-
tamiento de la epilepsia, la enfermedad de Parkinson, la parálisis,
la ceguera y varios trastornos mentales. Junto a esto, la idea del
control del comportamiento mediante el implante de electrodos y
su activación no ha desaparecido. En mayo de 2002 salió a la luz
RoboRat, una rata con electrodos implantados en su cerebro que
podía ser controlada a distancia y dirigida en una dirección u otra
(fig.1). El proyecto RoboRat había sido financiado por la DARPA, la
agencia de proyectos científicos avanzados de Defensa del Pentá-
gono estadounidense. Los objetivos parecían positivos: desactivar
explosivos colocados por un ejército enemigo o terroristas, aumen-
tar la eficacia de las tropas en combate, ayudar a los heridos a recu-

116 1 Tecnología al servicio de las emociones


Í FIG.1
ACCESORIOS
DEL ELECTRODO
Función
Antena del bigote

conectados
al cerebro
1

Cerebro
de rata

Centro
del placer

Figura que muestra el RoboRat: los electrodos en la corteza hacen que el animal
sienta sensaciones en sus bigotes, mientras que el colocado en el fascículo
medial telencefálico genera la sensación de placer que sirve de recompensa.

perarse y poder generar información científica útil para toda una


serie de trastornos físicos y mentales.

Optogenética

En los últimos años estas técnicas se han vuelto mucho más sofis-
ticadas gracias a nuevos avances, tales como la optogenética. Esta
técnica, cuyo nombre señala que es una combinación de óptica
y genética, se basa en que hay proteínas que son sensibles a la luz y
permiten a los científicos activar y desactivar neuronas a voluntad
mediante pulsos de luz. Es una tecnología que permite un control

Tecnología al servicio de las emociones 1 117


rápido y localizado de eventos perfectamente definidos en siste-
mas biológicos complejos y con numerosas variables interactuando,
como puede ser el cerebro de un mamífero moviéndose libremente.
Un pionero de esta tecnología fue el biólogo molecular y neuro-
científico británico Francis Crick, quien, tras descubrir junto con
James Watson la estructura del ADN, redirigió su interés hacia la
neurociencia y planteó en 1999 que la luz podía usarse para contro-
lar la actividad neuronal de distintos tipos de neuronas. El neuro-
científico de origen ruso Boris Zemelman y el neurocientífico aus-
tríaco Gero Miesenbock usaron por primera vez una proteína, la
rodopsina, para manipular las propiedades de neuronas en cultivo.
Los potenciales de acción de las neuronas, que son la base de los
circuitos neuronales, se basan en una variedad de bombas y cana-
les que controlan el flujo de iones a través de la membrana de esas
células. La llegada de un neurotransmisor procedente de otra neu-
rona puede excitar a la neurona postsináptica, de modo que abra
canales para que entren iones y se despolarice. Si el nivel alcanza
un cierto umbral se pone en marcha un potencial de acción, esto
es, un cambio brusco de la carga eléctrica de la neurona debido a la
entrada masiva de iones sodio, lo que genera que el voltaje del in-
terior de la neurona se revierta y se forme una reacción en cadena
que se transmite a lo largo del axón hasta llegar al terminal sináp-
tico, en la proximidad de otras neuronas.
Antes de la optogenética, la aproximación experimental para mo-
dificar la actividad de estos potenciales de acción de las neuronas
era a través de la genética tradicional. Sin embargo, este proceso de
activar y desactivar genes consiguiendo ganancia o pérdida de fun-
ción tenía el problema de su marco temporal, pues es un cambio que
requería de días a meses para notarse su efecto y existían, además,
numerosos mecanismos compensatorios por los cuales otros genes
cambiaban su actividad en respuesta a la actividad alterada. Por eso
la interpretación de estos casos, que han sido y son muy utilizados
en la investigación neurocientífica, presenta muchas dificultades.

118 1 Tecnología al servicio de las emociones


La optogenética experimentó un gran avance cuando se des-
cubrió la canalrodopsina, una proteína de algas que, al recibir luz
azul, permitía la entrada de iones positivos, lo que despolarizaba la
neurona como si hubiese sido estimulada. La proteína funcionaba
como un interruptor on, una señal de activación. Unos años más
tarde se descubrió una proteína de arqueas (un tipo de microorga-
nismo diferente a las bacterias) que, tras recibir luz amarilla, abría
la membrana a la entrada de iones cloruro, de carga negativa, lo
que hacía que la célula se hiperpolarizase, fuese mucho más difícil
de activar y funcionase por tanto como un interruptor off. La intro-
ducción de estas proteínas en poblaciones diana, incluido el cere-
bro de mamíferos en movimiento, es uno de los grandes avances de
los últimos años (fig. 2).
El desarrollo de la optogenética también requirió nuevos avan-
ces en el aparataje, en particular nuevas fuentes de luz y siste-
mas de fibra óptica que permitiesen controlar tipos específicos
de células, aunque estuvieran situados en regiones profundas del
encéfalo y en animales que se estaban moviendo libremente. Se
consiguió utilizando una tecnología de fibra óptica acoplada a
diodos, lo que evitaba el uso de los electrodos implantados, que
era lo más común hasta ese avance para el registro y manipula-
ción de la actividad eléctrica de las neuronas. También se desarro-
llaron ventanas transparentes que se colocaban en el cráneo de los
animales de experimentación y permitían a las radiaciones lumi-
nosas penetrar más profundamente y activar o desactivar neuro-
nas individuales. La activación de neuronas corticales era más
fácil y se hacía con fibras ópticas o directamente con ledes mon-
tados en el cráneo, pero progresivamente se han ido produciendo
nuevas propuestas con fibras ópticas situadas en regiones subcor-
ticales complementadas con técnicas inalámbricas que permiten
llevar energía a ledes colocados en la cabeza y donde se pueden
seguir las variaciones en comportamientos complejos corno son
las emociones.

Tecnología al servicio de las emociones 1 119


r FIG. 2
Proteína de alga que Se selecciona El gen se inserta
responde a la luz el gen para esta en las neuronas específicas
azul abriendo un proteína. del cerebro.
canal iónico

Las neuronas se comunican abriendo


y cerrando canales iónicos mediante
señales eléctricas.

Un flash de luz azul permite


activar la neurona.

Mecanismo de funcionamiento de la optogenética: utilizando el canal de iones de


un alga, es posible activar selectivamente neuronas específicas, en las que se ha
incluido el gen que codifica el canal y que es sensible a la luz azul.

El control de la actividad neuronal mediante luz permite trabajar


con la velocidad (escala de milisegundos) y la precisión (específico
de tipo celular) que requieren los procesos biológicos. El registro óp-
tico de la actividad de las neuronas se realiza con distintas moléculas
que actúan como sensores. En general se parte de una opsina micro-
biana, que ha sido modificada para tener unas propiedades deseadas
en temas como la excitabilidad o el período refractario adecuados a
nuestro experimento. El segundo punto es introducir esta opsina en
la región cerebral deseada. Una posibilidad es utilizar un vector viral
que lleve la opsina unida a un promotor determinado. Esto permi-
te cierto nivel de especificidad y así las células que pueden traducir
ese promotor determinado expresarán, con suerte, el vector viral in-

120 1 Tecnología al servicio de las emociones


cluyendo el gen de nuestro sensor. Otra posibilidad es utilizar rato-
nes transgénicos en los cuales se introducido el gen del sensor
desde la fase de zigoto. En este enfoque metodológico el transgén
puede llevar más información, con lo que podemos ajustar más la
especificidad, en qué neuronas se va a expresar nuestro sistema de
fluorescencia y conseguir, de este modo, modificar selectivamente
la actividad de grupos más reducidos, más específicos, de neuronas.
Y aún hay una tercera posibilidad, la de utilizar ratones transgénicos
con el sistema Cre-recombinasa. Se trata de un sistema muy prácti-
co que utiliza esta enzima que corta selectivamente un trozo de ADN
que esté flanqueado por dos sitios lox-P. La enzima recombinasa cor-
ta este segmento, lo que puede usarse para activar selectivamente el
sensor optogenético e incluso poner varios de ellos en las mismas
neuronas y activar selectivamente uno u otro.
La optogenética requiere información exacta de la célula: senso-
res. El calcio es uno de los mensajeros clave en la actividad celular,
interviniendo en la actividad de las neuronas y también, por poner
otro ejemplo, en la contracción muscular. El neurocientífico japonés
Junichi Nakai inventó un indicador de calcio, el GCaMP, que se incor-
pora genéticamente a las células de interés y que está formado por la
proteína fluorescente verde (GFP), una proteína ligante de calcio,
la calmodulina y M13, una secuencia peptídica procedente de la ci-
nasa de la cadena ligera de la miosina, una proteína contráctil.
sistema es muy ingenioso: si no hay calcio, la forma de la proteína
calmodulina permite una vía acuosa que hace que la sustancia fluo-
rescente, la GFP, absorba poco a la longitud de onda de excitación y
emita poca fluorescencia. Cuando hay calcio, este se une a la calmo-
dulina, que sufre un cambio conformacional, modifica su estructura
y una región de su proteína se une a otra región del Ml3. El resultado es
que la vía acuosa queda bloqueada, el cromóforo (la GFP) es deproto-
nado y emite una fluorescencia muy brillante. Con este sistema, por
tanto, podemos tener una señal luminosa, más o menos intensa en
función de la concentración de calcio en esa neurona determinada.

Tecnología al servicio de las emociones 1 121


Otra herramienta optogenética, la sinaptopHluorina, nos permi-
te conocer la liberación de vesículas sinápticas, un punto clave en
la transmisión del impulso nervioso de una neurona a la siguiente.
La sinaptopHluorina, inventada por Gero Miesenbock en 1998, es
una variedad sensible al pH de la proteína fluorescente verde (GFP)
que está fusionada a la cara luminal de la proteína de membrana
asociada a las vesículas o VAMP. Normalmente, el interior de las ve-
sículas sinápticas es ácido y en esas condiciones la sinaptopHluo-
rina no muestra fluorescencia. Sin embargo, cuando la vesícula se
fusiona con la membn..aa plasmática de la neurona y su contenido
es expulsado al espacio sináptico, la sinaptopHluorina queda ex-
puesta al espacio extracelular, cuyo pH es neutro, las propiedades
del sensor cambian y esa zona presinática muestra una alta fluo-
rescencia. Las membranas de las vesículas sinápticas y parte de su
contenido pueden ser endocitadas, vueltas a meter en el interior
de la neurona, como forma de reciclaje. En este caso, la vesícula se
reacidifica y el ciclo puede empezar de nuevo. Podemos seguir así,
en tiempo real, la liberación del neurotransmisor en una neurona
determinada, algo muy interesante para seguir el procesado de los
neurotransmisores que intervienen en el control de las emociones.
Una tercera herramienta optogenética que permite conocer y
modular el funcionamiento de las neuronas va dirigida a las varia-
ciones en la concentración de un neurotransmisor determinado.
Se trata del GluSnFR, siglas en inglés de reportero fluorescente sen-
sible al glutamato. El glutamato es un transmisor pequeño y muy
abundante, y estas moléculas actúan como sensores y permiten
controlar la actividad de los terminales presinápticos utilizando un
microscopio de fluorescencia. El más común de ellos es iGluSnFR,
que está fabricado a partir de una proteína fluorescente verde mo-
dificada (EGFP) que se fusiona con una proteína producida por una
bacteria que se une específicamente al glutamato (GluBP). Cuando
el glutamato se une a la GluBP, esta cambia su forma, interacciona
con la EGFP, que incrementa sensiblemente su fluorescencia. De

122 1 Tecnología al servicio de las emociones


esta manera podemos saber en tiempo real los cambios en la con-
centración y localización de este neurotransmisor.
El último de los sistemas de control y registro de actividad uti-
lizado en el cerebro para las técnicas de optogenética se centra en
el potencial de membrana. Para ello se
usan intermediarios como el Are Light- La optogenética es
ning o ASAP que permiten discriminar como un mando
entre los cambios eléctricos en la mem- a distancia para
brana neuronal. De ese modo, no solo activar y desactivar
podemos seguir el comportamiento de neuronas.
neuronas concretas, sino también mo- Grno M1ESENBticK
dificarlo mediante la activación y des-
activación selectiva de la luz de una longitud de onda concreta. No
son técnicas sencillas pero tienen unas posibilidades con las que
antes solo podíamos soñar.
La optogenética ha abierto una nueva era en la neurociencia,
tanto para el estudio del cerebro sano como en distintos tipos de
enfermedades. En 2010 fue nominada por la revista Nature Me-
thods como el «método del año» entre las nuevas tecnologías y me-
todologías puestas a punto en todos los campos de la ciencia y la in-
geniería. Pero, a pesar de los avances constantes, presenta todavía
algunas dificultades. Una de ellas es que no todas las neuronas de
una zona determinada expresen la opsina microbiana del mismo
modo. Como nuestras medidas van a depender de los niveles de
fluorescencia, tenemos el riesgo de confundir distintos niveles
de expresión del sensor con distintos niveles de actividad neuro-
nal. Un segundo aspecto peligroso es que la expresión de la opsi-
na no genera cambios similares en todas las neuronas. Se ha visto
que la estimulación optogenética dirigida específicamente hacia
neuronas inhibitorias modifica enormemente el comportamiento
eléctrico de los circuitos neuronales, generando cambios que no
son comparables a cuando se utiliza el mismo procedimiento en
otros tipos neuronales, en células excitatorias. Un tercer problema

Tecnología al servicio de las emociones 1 123


es que el sistema no funciona bien cuando va dirigido hacia com-
partimentos subcelulares tales como la membrana plasmática, el
núcleo o las mitocondrias. La neurona, además, muestra compor-
tamientos diferentes en las principales zonas de su estructura, el
cuerpo '"'elular o soma, el axón y las dendritas, lo que indica que
cuando podamos dirigir selectivamente la opsina a cada una de es-
tas zonas específicas podremos tener una mejor comprensión de
los circuitos neurales de las emociones. Una cuarta dificultad es
que las propiedades de los canales que usamos en las técnicas op-
togenéticas, como la canalrodopsina-2, no coinciden con las de los
canales naturales de las neuronas, sus cinéticas son diferentes. Un
quinto problema es que la activación luminosa produce una activa-
ción sincrónica de las células infectadas con nuestro constructo, lo
que elimina las propiedades individuales de cada neurona en esa
población. Una sexta dificultad a mencionar es que las opsinas que
utilizamos tienen picos de absorción por todo el espectro visible,
pero la mayoría son muy sensibles a la luz azul, lo que produce un
solapamiento con esta luz que nos impide ir activando selectiva-
mente una u otra. Si conseguimos nuevas opsinas, por ejemplo con
estimulación infrarroja, tendríamos no solo una mayor resolución
al disminuir la dispersión de la luz, sino que evitaríamos también
esos solapamientos y conseguiríamos mayor poder de penetración
en el tejido nervioso.
Aunque el campo de la optogenética es relativamente moderno,
los científicos la han aplicado ya a temas muy diversos, desde el
cartografiado del cerebro a la estimulación cerebral profunda, una
estrategia utilizada últimamente en el tratamiento tardío de la en-
fermedad de Parkinson. El mismo procedimiento aplicado a los
circuitos neurales implicados en las emociones puede permitir, al
menos teóricamente, activar y desactivar emociones. No obstante,
no es un fenómeno fácil, porque las emociones, como hemos visto,
son procesos complejos, con distintas regiones cerebrales impli-
cadas y que presumiblemente implican la participación de miles

124 1 Tecnología al servicio de las emociones


o millones de neuronas excitatorias e inhibitorias. Aun así, es una
línea enormemente sugerente para investigación futura y ya
hay avances concretos. La optogenética se utilizado para carto-
grafiar los circuitos de la amígdala que intervienen en
el miedo condicionado. Una estas vías es la conexión desde la
amígdala basolateral a la corteza prefrontal dorsomedial. La activa-
ción selectiva mediante luz de neuronas en la primera región hacía
que los animales se quedasen parados en su sitio, bloqueados, lo que
ha llevado a identificar esa vía como la responsable esa típica res-
puesta de miedo.

Interfaces

Otra estrategia para intervenir en las emociones ha sido el uso de


interfaces entre el cerebro y sistemas externos, mecanismos de co-
nexión que permiten recibir y transmitir señales a los circuitos neu-
rales implicados en las emociones. Las interfaces traducen la infor-
mación de los circuitos neuronales a órdenes capaces de controlar
un hardware o un software externo tales como un ordenador o un
brazo artificial o un robot. Una de las grandes esperanzas actuales
es que estas interfaces cerebro-máquina puedan usarse para ayu-
dar a superar su discapacidad a personas que tienen un problema
motor o sensorial, pero en principio pueden usarse para cualquier
ámbito de la actividad cerebral, incluidas las emociones. El punto
inicial es siempre captar la información específica del cerebro me-
diante sensores. Los sensores pueden ser superficiales, colocados
sobre el cuero cabelludo o el cabello, a menudo en forma de cascos
o gorros para colocar un alto número de ellos en un tiempo redu-
cido. Los medio sumergidos son aquellos que se sitúan en la su-
perficie cerebral o cerca de nervios, mientras que los sumergidos o
profundos están implantados directamente en zonas concretas del
cerebro y lo más es sean finos electrodos que recogen

Tecnología al servicio de las emociones 1 125


las señales eléctricas de una neurona o un grupo de neuronas. Evi-
dentemente los sensores superficiales son menos invasivos, más
seguros y con menos efectos secundarios, pero la información que
proporcionan es menos exacta y centrada casi exclusivamente en
la corteza cerebral o las zonas más dorsales, lo que, como sabemos,
deja fuera a algunas de las áreas encefálicas más importantes en el
procesado de las emociones.
Las interfaces se han usado sobre todo para investigación y tam-
bién para hacer diagnósticos, pero ya se empiezan a valorar y ex-
plorar sus posibilidades como herramientas terapéuticas. Una posi-
bilidad es el llamado neurofeedback, en el cual una persona recibe
información a través del ordenador sobre algún proceso cerebral y
se le enseña a controlar su propio estado, a modular la actividad es-
pecífica que se está registrando según la información que recibe y a
mejorar esa condición (fig. 3). Por ejemplo, alguien con una fobia, un
miedo anómalo o con bruxismo (el hábito inconsciente de apretar o
rechinar los dientes) puede recibir una lectura de algún marcador
biológico como la sudoración en las manos o la presión en sus man-
díbulas y, al irse serenando, ir viendo cómo esos niveles van dismi-
nuyendo, lo que permite que vaya adquiriendo una mayor conscien-
cia de su respuesta irracional y vaya aumentando su autocontrol.
Los sistemas de interfaces son algo que se está usando en una
gran variedad de campos, como las neuroprótesis, caso por ejemplo
de brazos robóticos que son controlados directamente por el cere-
bro, o los implantes retinales y cocleares que permiten recuperar,
respectivamente, la vista y el oído. Pero también se usan en el mane-
jo de aparatos, vehículos e incluso armas: la interfaz «lee» nuestros
pensamientos y envía las órdenes a esos artefactos tecnológicos.
No obstante, y a pesar de todos estos logros, es necesario matizar:
los sensores actuales solo pueden obtener una información básica.
Por ejemplo, si le pedimos a alguien que piense que está jugando al
tenis podemos registrar la activación en la corteza motora encar-
gada de los movimientos al hacer ese deporte. También se ha visto

126 1 Tecnología al servicio de las emociones


r F,G. 3----------------------------.
[}J Las ondas cerebrales se leen en el ordenador
del terapeuta, quien establece unos objetivos.

ITJ En el cuero cabelludo y


las orejas, se implantan
sensores que miden
la actividad eléctrica.

[I] Cuando el paciente logra


los objetivos marcados recibe
una respuesta positiva visual
y auditiva.

Esquema de una interfaz cerebro-máquina: los sensores permiten tener un


electroencefalograma en tiempo real, a partir del cual un terapeuta diseña unos
objetivos para que la persona aprenda a controlar su estado.

que si hacemos fotos de distintos tipos de viviendas, de un iglú a un


castillo, y se las enseñamos a una persona podemos registrar su ac-
tividad cerebral al ver cada una de ellas. Y si luego le pedimos que
escoja una sin que nosotros sepamos cuál es, podemos adivinar,
a través de su actividad cerebral, cuál es la que ha escogido. Todo
esto es posible, pero obviamente queda muy lejos de lo que muchas
personas entenderían como «lectura de pensamiento».
Las interfaces cerebro-máquina están consiguiendo también al-
gunos avances asombrosos. Es el caso de una mujer de cincuenta
y ocho años con esclerosis lateral amiotrófica (ELA), una enferme-
dad que destruye muchas neuronas e incapacita a quien la sufre
de controlar su propio cuerpo. A los dos años de ser diagnosticada,

Tecnología al servicio de las emociones 1 127


esta mujer, conocida por las siglas HB, perdió la capacidad de res-
pirar y necesitaba ventilación asistida; seis años más tarde, estaba
prácticamente encerrada en su cuerpo y solo tenía un aparato que
seguía su mirada para comunicarse. Este sistema le permitía esco-
ger las letras en una pantalla para ir deletreando palabras, pero sus
médicos suponían que no serviría de forma duradera, pues una de
cada tres personas con ELA acaba perdiendo la habilidad de mover
voluntariamente los ojos. En la actualidad, equipos de investigado-
res de todo el mundo están desarrollando interfaces que permitan
controlar aparatos directamente desde la propia actividad cerebral.
Dicho de otro modo, a comunicarse con su pensamiento.
Entre las dificultades a superar está el intenso entrenamiento
que hace falta incluso para actividades muy sencillas, por ejemplo,
descifrar si alguien está pensando «sí» o «no» ante una pregunta
determinada. La persona de la que hablábamos antes, HB, nece-
sitaba al principio unos 50 segundos para seleccionar una letra,
aunque ahora al estar más entrenada lo hace en 20 segundos. Aun
así está lejos de lo que realmente quisiéramos. Una segunda difi-
cultad es que los sistemas cerebro-máquina son más complejos de
lo que parece cuando los presentamos, y en el mundo real deben
ser recalibrados por un equipo de ingenieros ¡todos los días! Y esa
misma complejidad de instrucciones hace que no funcionen bien
de manera inalámbrica, lo que limita también los espacios de uso.
Otro problema es nuestra variabilidad individual, es decir, que los
registros de una persona son diferentes, para la misma tarea, a
los de otra. No podemos generalizar, cada persona es un caso distin-
to y hay que empezar de nuevo prácticamente de cero. Una cuarta
dificultad es el nivel de ruido: nuestro cerebro está constantemente
monitorizando su ambiente y realizando muchas funciones en pa-
ralelo. No es fácil tener registros «puros» de una actividad determi-
nada. Otros aspectos complejos son los riesgos de manipulación en
contra de los propios intereses de la persona, el que sean avances al
alcance solo de una minoría que pueda permitírselo o el que pue-

128 1 Tecnología al servicio de las emociones


da en algún momento llegar a leerse realmente la mente y pueda
convertirse en una herramienta terrible en manos de regímenes
totalitarios. Aun así, las interfaces cerebro-máquina son un paso
intermedio para una mayor integración entre el mundo natural y
el tecnológico, un desarrollo en el que será clave el desarrollo de
la emoción artificial, la presencia y comprensión de las emociones
por las máquinas.

DE EM ION A SISTEMAS FICIALES

inicio de este capítulo avanzábamos que, a raíz de la constata-


ción de la importancia del papel de las emociones en los procesos
racionales, se han abierto diversas líneas de investigación cuyo
propósito es de dotar a máquinas con componentes emociona-
les. Mejorar interacción de esos dispositivos tecnológicos con los
seres humanos, incrementar su eficacia y posibilitar su adaptación
y respuesta a las condiciones en las que ejecutan su trabajo son al-
gunos de los objetivos no excluyentes que persiguen esas líneas de
investigación. Estas opciones se han encontrado indisolublemente
asociadas al desarrollo de la inteligencia artificial (IA) al intentar
complementar las capacidades de sistemas desarrollados por el
hombre con opciones más complejas.
Los primeros intentos de crear entes inteligentes se remontan
a la década de 1940, cuando el informático Marvin Minsky acuñó
precisamente el término de inteligencia artificial. Entre los logros
recientes de este ámbito de investigación, algunos de ellos con una
fuerte repercusión mediática, figuran un programa que en 2016 fue
capaz de ganar a todo un maestro internacional de go, un antiguo
y complejo juego de tablero chino; uno que escribió el guion para
un cortometraje; otro que atravesó los filtros de Snapchat -una
aplicación de teléfono móvil para mensajería social-, y uno que,
partiendo de fotos, consiguió generar obras digitales que parecían

Tecnología al servicio de las emociones 1 129


pintadas por artistas famosos. Todos estos sistemas de inteligencia
artificial, sin embargo, se basaban en la inteligencia lingüística y
lógico-matemática. El ámbito de las emociones quedaba al margen
y, por tanto, prácticamente por explorar.
Ese campo es el que han seguido distintas iniciativas recientes
que han conseguido, aunque de forma parcial, crear sistemas liga-
dos a las emociones. Un ejemplo de ello es el CYC, un sistema que
comprende el significado de las emociones en los entornos donde
estas aparecen. O, mejor dicho, que aparenta comprenderlos, pues
su propio creador, el investigador estadounidense en IA Douglas
Lenat, considera que el CYC no supone una aproximación a emo-
ciones genuinas. Obviamente, que un sistema sea alimentado con
expresiones de emociones y genere respuestas estereotipadas no
significa que disponga de capacidad emocional.
Otras aproximaciones a lo emocional se han llevado a cabo des-
de la robótica y entornos computacionales, si bien hasta ahora con
los mismos grados de incertidumbre que los obtenidos en IA. El
caso más célebre y paradigmático en este ámbito, tanto como para
haber marcado decisivamente las investigaciones en el sector de
los últimos años, es el proyecto Kismet. Se trata de una cara es-
quemática (un soporte básico para orejas, ojos, labios y cejas) que
aunque inicialmente solo era capaz de simular gestos faciales re-
lacionados con las emociones, podía llegar a producir una empa-
tía en el usuario humano. Los prototipos actuales de Kismet han
avanzado hasta el grado de ser capaces de «reconocer» emociones
en humanos y reaccionar en consecuencia mediante gestos facia-
les o emisión de sonidos. Mas, y al igual que ocurre con el CYC
de Lenat, no queda claro que pueda hablarse aquí de respuestas
realmente emocionales. Más bien se trataría de respuestas este-
reotipadas generadas como consecuencia de la exposición de la
máquina a patrones (expresiones faciales, por ejemplo) igualmen-
te estereotipados, en el sentido de que existe un consenso sobre su
significado.

130 1 Tecnología al servicio de las emociones


La pregunta clave que se plantean los investigadores es: ¿tiene
Kismet emociones? No, las simula. Pero obrando así lo que consigue
es interactuar con el ser humano, que este no vea ante sí una fría
y distante máquina que puede llegar a producirle rechazo, sino un
dispositivo con el que podría incluso relacionarse. De este modo, lo
que se consigue es maximizar la eficiencia. Dado que se ha demos-
trado que los seres humanos respondemos socialmente a la relación
con los ordenadores, la gran aportación de Kismet es la implemen-
tación de unas habilidades emocionales que permiten una mejor
socialización. Y es que el objetivo principal de que las máquinas
tengan emociones es que entiendan las nuestras. En la misma línea
de robots que puedan interactuar con los seres humanos están tra-
bajando otros grupos, como el Robotic Life Group, del MIT Media
Lab, liderado por Cynthia Breazeal. En todos estos casos, el aspecto
emocional es un elemento fundamental en el diseño.
El objetivo de todas estas iniciativas es que, en un futuro, dispon-
gamos de programas, mascotas robóticas y ordenadores que nos
transmitirán la sensación de que comprenden nuestras emociones,
que son empáticas con nosotros, que reconocen señales nuestras
como el interés, la tensión, el enfado o el placer, y que serán capaces
de comunicarse e influir en nosotros -al igual que hace cualquier
interlocutor- para que nuestro comportamiento se ajuste a unos
objetivos, uno de los cuales será nuestra satisfacción.
De hecho, estas máquinas ya existen. Ahí están Jibo, el robot fa-
miliar; Pepper, el robot de compañía, y EmoSpark, el sistema que
toma tu pulso emocional, adapta su personalidad a la tuya y busca
comprender qué es lo que te hace feliz o infeliz. Para ello cartogra-
fía constantemente ochenta puntos del rostro, lo que le permite
detectar cambios en nuestra expresión facial. El aparato, inven-
tado por el francés Patrick Levy-Rosenthal, contiene una «unidad
de procesamiento emocional», un microchip que permite crear un
gráfico del perfil de las personas que hay a su alrededor y de sus
emociones. Tiene una biblioteca de conversación con más de dos

Tecnología al servicio de las emociones 1 131


millones de frases y su tecnología permite conectar con Facebook o
YouTube para presentara los usuarios contenidos diseñados espe-
cíficamente para mejorar su estado de ánimo, o con Wikipedia para
aportar unos conocimientos que pueden compartirse cuando los
usuarios hacen preguntas.
Incuestionablemente, disponer de dispositivos emocionalmente
más próximos podrá mejorar tanto su uso como nuestra cohabitación
con ellos, por lo que los modelos computacionales interactivos que
contemplan las emociones humanas constituyen una de las líneas de
investigación más importantes de la actualidad. Un aspecto que se
considera de especial relevancia es minimizar o evitar la frustración
del usuario. Para ello se han diseñado diferentes modelos que pue-
den fijarse en la voz, tono, volumen y timbre. Un software denomina-
do Emotive Alert y diseñado por Zeynep Inanoglu y Ron Caneel, del
Media Lab del Instituto Tecnológico de Massachusetts, está pensado
para identificar qué mensajes son más urgentes. El sistema extrae
información de una llamada a partir de elementos como el volumen
de voz, el timbre y la proporción entre palabras y pausas en los diez
primeros segundos de un mensaje. A continuación, compara esa in-
formación con lo que los creadores de este sistema han denominado
«huellas dactilares acústicas». Se trata de ocho dimensiones que re-
presentan en cierta manera otros tantos estados emocionales: urgen-
te o no urgente, formal o informal, feliz o triste, nervioso o tranquilo.
Estas huellas acústicas se crearon analizando cientos de registros de
mensajes grabados a los que se había adjudicado, uno a uno, una eti-
queta emocional.
El sistema de software busca entre ese amplio repertorio cuál es
el más parecido a la llamada entrante y etiqueta adecuadamente
esa llamada. Este sistema puede hacer que la interacción con una
máquina sea mucho más agradable, pues recibimos una respues-
ta acorde a nuestra situación emocional. Del mismo modo puede
ayudar a ordenar, por ejemplo, en un sistema de emergencias (ur-
gencias hospitalarias, teléfono de la esperanza, etc.), qué llamadas

132 1 Tecnología al servicio de las emociones


-Tres ejemplos de proyectos que unen inteligencia artificial y emociones: arriba,
Kismet, un dispositivo capaz de reconocer y simular emociones; abajo, a la izquierda,
Jibo, creado para servir como robot de compañía y familiar; a la derecha, Pepper, un
robot humanoide diseñado para interactuar con personas.

Tecnología al servicio de las emociones 1 133


requieren prioridad por el grado de estrés o el contenido de emo-
ciones negativas.
Otra opción es diseñar una nariz electrónica capaz de detectar
moléculas odorantes características, por ejemplo el famoso olor a
miedo. Con esos datos, el sistema identificará y clasificará nuestras
emociones, aprenderá, se adaptará y nos dará respuestas adecua-
das. Ya hay una compañía llamada Affectiva, ubicada en Boston,
que hace precisamente eso: crea algoritmos que permiten identifi-
car emociones a partir de señales químicas. También existen apli-
caciones con las que el teléfono «juega» a interpretar las emociones
del usuario e interacciona con él. La firma de chocolates Hershey's
está usando un algoritmo de Affidex para determinar si la gente
que va a una máquina de caramelos sonríe. Si la máquina detecta
una sonrisa, el cliente recibe un premio, un sistema de condiciona-
miento con fines comerciales que quizá pueda usarse para mejorar
el estado de ánimo de personas con depresión.
Otra posibilidad baraja que la información de partida sea táctil y
que sea nuestro teclado el que informe sobre nuestro estado emo-
cional. Namul Haque Nahin y sus colegas de la Universidad Islámi-
ca de Tecnología en Bangladesh midieron cómo alguien tecleaba
(velocidad, ritmo y cómo de frecuente era el uso de la tecla de retro-
ceder) en combinación con un análisis emocional del texto escrito.
A partir de esta información, un programa de ordenador era capaz
de predecir cómo se sentía el usuario con un 80 % de exactitud en
general, y con un 81 % para el enfado y 87% para la alegría, en par-
ticular. En otro estudio realizado en la canadiense Universidad de
Saskatchewan se vio que la rabia y la excitación eran las emociones
más fáciles de detectar porque se expresan intensamente duran-
te cortos períodos de tiempo. Esta información puede usarse, por
ejemplo, para dar una retroalimentación al usuario para que sepa
cuál es su estado emocional y no escriba «en caliente», o también al
interlocutor para que adapte su respuesta a cada cliente conocien-
do de antemano su estado emocional.

134 1 Tecnología al servicio de las emociones


Dotar de emociones a una máquina puede hacer al sistema más
abierto, flexible y autónomo. Imaginemos que enviarnos un robot al
espacio para explorar la superficie de un planeta ignoto. Es muy po-
sible que en esa misión esa nave autó-
noma se vea ante situaciones inespe- Vivimos en un mundo
radas, desconocidas, ante las que no se donde los dispositivos
han podido codificar respuestas lógicas son mudos. Mañana
o subrutinas automáticas. Por otro lado, v1v1remos en un
los responsables de la misión están a mundo donde los
muchos millones de kilómetros de dis- dispositivos podrán
tanda, lo que puede hacer que una con- pensar.
sulta y su respuesta tarden demasiado MAss1M1uANO VERSAcE

en llegar. Este es el campo en el que tra-


baja Massimiliano Versace, el cofundador de Neurala, una empresa
dedicada a diseñar modelos neurales de aprendizaje profundo para
interactuar y aprender en tiempo real en ambientes complejos.
Los sistemas biológicos somos en realidad máquinas de apren-
dizaje que no necesitarnos que nos programe nadie para ejecutar
una tarea. Simplemente aprendernos algo y somos capaces de mo-
dificar ese conocimiento en función de las circunstancias, una ta-
rea en la que las emociones juegan un papel crucial. Versace está
trabajando con la NASA para diseñar para los rovers, los robots
que exploran otro planeta, unos sistemas operativos que integren
emociones tales corno miedo, frustración o curiosidad. ¿Por qué?
¿Para qué querernos un vehículo en Marte capaz de sentir emo-
ciones? Por la propia razón de ser de las emociones, porque son
las «armas» que tendría un explorador humano y porque el miedo
-por ejemplo- nos protege. Un vehículo que ante circunstancias
inesperadas se «asuste» podría poner en marcha respuestas del
tipo «huye o lucha», la base de toda supervivencia. Estos mode-
los pueden ser la respuesta para explorar otros tipos de ambientes
hostiles, como regiones afectadas por desastres naturales o ciuda-
des en guerra. También para otro tipo de tareas, como los sistemas

Tecnología al servicio de las emociones 1 135


autónomos de navegación o las herramientas personalizadas de
diagnóstico médico.
Las máquinas serán capaces de sentir emociones «humanas»
muy pronto y exhibirán una inteligencia emocional social, similar
a las de los mamíferos, en una serie de escenarios diferentes. Alexi
Samsonovich, profesor de la Universidad Nacional de Investiga-
ción Nuclear de Moscú, insiste en que algo así no implica conscien-
cia pero tiene una clara utilidad:

De lo que estoy hablando es de algo limitado al comportamiento, la


organización interna del sistema y sus dinámicas internas, como
la neurofisiología o el software en funcionamiento. A día de hoy
podemos construir una máquina que se comporte como si tuvie-
ra sentimientos similares a los humanos. Cuando veas este tipo de
comportamiento exhibido de forma constante durante tiempo en
muchas circunstancias ... creerás que esta entidad está viva y en con-
tacto social contigo, e interaccibnarás con ella de acuerdo con eso.

Así, es previsible que los ámbitos de actuación de los sistemas ar-


tificiales emocionales se vayan progresivamente ampliando hasta
alcanzar prácticamente a todos los campos de nuestra vida: inves-
tigación científica, educación, ocio, salud ... Respecto a este último
ya se están usando de forma experimental robots que actúan como
terapeutas para niños con trastornos del espectro del autismo. Es-
tos niños presentan alteraciones de la interacción social y la comu-
nicación, y tienen un repertorio de comportamientos restringido
y repetitivo. Tienen dificultades para distinguir emociones y les
resulta difícil aprender a interpretar sentimientos, leer el lengua-
je corporal, entender los gestos en una conversación, etc. Un robot
humanoide puede enseñar señales emocionales y puede ayudar
a practicar y mejorar las habilidades cognitivas, emocionales y so-
ciales de los niños afectados por este trastorno. En el futuro se cree
que se podrá ampliar la asistencia de robots como coterapeutas

136 1 Tecnología al servicio de las emociones


en el tratamiento de otros problemas infantiles, corno son los de
impulsividad y el trastorno por déficit de atención con o sin hiper-
actividad.
El pintor malagueño Pablo Picasso decía que el artista es un re-
cipiente para las emociones que vienen de todas partes, del cielo,
de la tierra, de un trozo de papel, de una figura que pasa, de una
telaraña. Esas emociones surgen de cualquier lugar o suceso, y son
parte de nuestra visión del mundo y de nosotros mismos; más aún,
son algunas de las herramientas que tenemos para sobrevivir y
para disfrutar de la vida, un elemento crucial en nuestra felicidad
y nuestra infelicidad. Y, sin embargo, apenas ahora estamos empe-
zando a entenderlas y descubrirlas, a comprender sus bases físicas
y su relación con otros procesos cerebrales. Entender la neurobio-
logía las emociones es la piedra Rosetta para poder modularlas
y mejorarlas, para avanzar hacia la emoción artificial y una nueva
generación de tecnología. Hemos avanzado tanto en temas como la
memoria y el aprendizaje y, sin embargo, en el mundo de las emo-
ciones está casi todo hacer. Ellas serán, como han sido siempre,
una de nuestras puertas de entrada futuro.

Tecnología al servicio de las emociones 1 137


LECTURAS RECOMENDADAS

BEAR, M. F., CoNNORs, B. W., PARA01so, M. A., Neurociencia. La exploración


del cerebro, L'Hospitalet de Llobregat, Wolters Kluver, 2016.
CAMPs, V1c10R1A, El gobierno de las emociones, Barcelona, Herder, 2012.

DAMÁs10, ANróN10, El error de Descartes: la emoción, la razón y el cerebro

humano, Barcelona, Booket, 2013.


DAMÁs10, ANróN10, En busca de Spinoza: Neurobiología de la emoción y los

sentimientos, Barcelona, Booket, 2013.


DARWIN, CHARLES, La expresión de las emociones en el hombre y los anima-

les, Pamplona, Laetoli, 2009.


EKMAN, PAuL, El rostro de las emociones, Barcelona, RBA, 2017.

KANDEL, E. R., ScHWARTZ, J., JEssELL, T. M., Principios de neurociencia, Ma-

drid, McGraw-Hill, 2013.


M1NsKY, MARVIN, La máquina de las emociones: Sentido común, inteligencia
artificial y el futuro de la mente humana, Barcelona, Debate, 2010.
MoRGAoo BERNAL, IGNAc10, Emociones corrosivas: Cómo afrontar la envidia,

la codicia, la culpabilidad, la vergüenza, el odio y la vanidad, Barce-


lona, Ariel, 2017.

Lecturas recomendadas 1 139


alegría 19-21, 25, 42, 53, 73, 90, cerebelo 9-10, 66, 80, 87, 90-92
94, 105, 113, 134 cerebro triúnico 66
alma 17, 51, 53, 68 codicia 58
alteraciones corporales 58 código
amor 9, 19, 28, 42 de frecuencia 40
Anderson, Adam 41 de impulsos nerviosos 29
Aplysia californica 36, 38 estándar41
áreas encefálicas 9-10, 95, neuronal40
126 temporal40
arrobo 58 creencias 28, 97
asco 20-21, 25, 82, 102, 104, 113 culpabilidad 42
autismo 10, 84, 92, 101, 136 curiosidad 42, 58, 135

Bard, Philip 60-61, 67 D'Aniello, Biagio 44


Bell, Charles 57 Damásio, António 17-18, 24, 52,
Buey, Paul 64, 66 68-69, 95
Cannon, Walter 60-61, 67 Darwin, Charles 7, 20, 54-57
celos 9, 19, 42, 67 depresión 16, 35, 54, 75, 81, 90, 134

Índice 1 141
Descartes, René 51, 53, 54 instinto de agresión 8
desconcierto 42 instinto de ataque 116
deseo sexual 113 inteligencia
dolor 28, 53, 56-57, 80, 102 artificial 11, 16, 129-130, 133
dopamina 34-35, 37 emocional 72-75, 88-90, 136
Duchenne, Guillaume 54-55, racional 72-73
58 ira 19-22, 41-42, 73, 94, 113

Ekman, Paul 19-22 James, William 58-59, 105


emociones estándar 58
empatía 10, 18, 46, 53, 75, 88, Kaminski, Juliane 46
101-102, 130 Kandel, Eric 36, 38
envidia 19, 42, 113 Klüver, Heinrich 64, 66
estado de ánimo 17-18, 70, 81,132,
134 Lange, Carl 59-60
expresión facial 7, 18-20, 43, 54, lenguaje corporal 7, 18, 58,136
57, 80, 82, 88, 91, 94, 102, 112, lóbulo temporal 9, 63-64, 66
130-131 lucha o huida 10, 43

felicidad 20, 44, 56-57, 82, 104, mecanismos


137 automáticos 59
formación hipocampal 63-64 compensatorios 118
Friesen, Wallace 19-20 funcionales 103
frustración 132, 135 neurobiológicos 41, 57
furia 58, 82 neuroquímicos 103

GABA34-35 neurociencia 15, 49, 62, 68, 77, 97,


Gage, Phineas 67-69 109, 118, 123
gestos 7, 18, 20, 45, 56, 100, 130, neuronas espejo 10, 98-102
136
optogenética 11, 117, 120,
hipocampo 9, 35, 41, 63-65, 71, 87, 122-125
93,115 orgullo 42, 57, 113

142 1 Índice
Papez, James 63 sistema límbico 19, 35, 40, 66-67,
pasiones 17, 53-54 86,93
Pavlov, Ivan 38 sistema nervioso 9, 30, 38, 42, 90
postura 7, 43, 60, 91 autónomo 10, 80, 91, 104
central 37, 79, 81, 115
reacciones fisiológicas 59-60 motorlO
receptor AMPA 39 periférico 81
receptor NMDA 39 sorpresa 19, 20-21, 42, 58
rencor19
repugnancia 42 técnicas de neuroimagen 10, 41,
resonancia magnética funcional 112,114
(IRMf) 10, no, 113 teoría
Russell, James 23 de Cannon-Bard 60-62
de James-Lange 59-60
sentido del humor 57
sentimientos morales 17 vergüenza 42, 57, 113
síndrome de Klüver-Bucy 66
sistema endocrino 9, 81 Watson, James 118

Índice 1 143

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