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CEREBRO Y RACIONALIDAD
AUTOR:
TUTOR:
Msc. Wilmer Moreno
Dr. Jorge Monsalve
Noviembre, 2022.
El cerebro es el órgano más estudiado del cuerpo de los vertebrados, sin embargo
su papel en el control del comportamiento y de la fisiología animal está aún muy
lejos de llegar a ser comprendido. Numerosos neurocientíficos han dedicado sus
esfuerzos al estudio el telencéfalo, región del cerebro responsable del control de
muchas de estas funciones. Una de las regiones telencefálicas que ha sido objeto
de numerosos estudios es la región amigdalina, ya que está implicada en
funciones de importancia vital para el organismo, como el miedo, la reproducción,
la memoria, el aprendizaje de asociaciones entre estímulos y refuerzos positivos,
el comportamiento agresivo e incluso el estrés. A principios de la década de los
setenta un número considerable de estudios sugería que la amígdala jugaba un
papel importante en el control de las emociones y hoy día se la considera como el
centro clave en el sistema neural de las emociones. Se encuentra en la parte
medial del lóbulo temporal del cerebro de primates y en la parte basal y caudal del
telencéfalo del resto de los vertebrados. Tienen forma ovoidal y de ahí su nombre
procedente del latín que significa "almendra" (ver Encuentros en la Biología 84,
2003).
Una de las aportaciones de la última década más reveladoras sobre las emociones
se la debemos a la obra de LeDoux, destacado neurobiólogo de la Universidad de
Nueva York, quien ha sido el primero en describir el papel que juega la amígdala
en el cerebro emocional, demostrando que las señales sensoriales del ojo y el oído
viajan primero a la región cerebral del tálamo para dirigirse luego directamente
hacia la amígdala; en cambio, una segunda señal del tálamo se dirige a la
neocorteza, el cerebro pensante. Esta bifurcación permite a la amígdala empezar a
responder antes que la neocorteza, que elabora la información mediante diversos
niveles de circuitos cerebrales antes de percibir plenamente y por fin iniciar su
respuesta más perfectamente adaptada. Por esta razón muchas reacciones
emocionales ocurren sin ninguna participación consciente y cognitiva,
desencadenando una respuesta emocional antes de que los centros corticales
puedan comprender qué está sucediendo. Lo que ocurre es que la mente
emocional considera sus convicciones como absolutamente ciertas. Esta es la
explicación por lo que es muy difícil poder razonar con alguien que está
emocionalmente perturbado.
Está claro que hay una enorme variabilidad entre los humanos. Algunos de
nosotros nos emocionamos con facilidad ya sea una película o una despedida,
mientras que a otros nos cuesta más expresar los sentimientos. Respecto a la toma
de decisiones, unos analizan las opciones de forma exhaustiva decantándose por la
más lógica o coherente, mientras otros valoran en mayor medida los aspectos
emocionales.
Por tanto, se puede decir que disponemos de “dos cerebros” ya que cada uno de
ellos tiene su propio sistema de registro. La parte emocional puede reaccionar de
forma más rápida, incluso antes de que la parte racional se haya percatado y pueda
procesar racional y conscientemente los hechos.
No obstante, lo más importante es que exista una armonía entre ambas partes e
intentar que la parte emocional se apoye en la racional y viceversa
Entre las demandas a las que toda teoría de la acción debe responder, se
encuentras las siguientes: ofrecer un criterio de demarcación entre aquellos
eventos que son acciones y los que no lo son y brindar una explicación de cómo se
relacionan tres elementos, a saber, las intenciones, las razones y la acción. En
cuanto al primer requisito, los teóricos de la teoría estándar establecen un criterio
de demarcación vinculándolo a un antecedente causal. Lo que distingue a una
acción de un mero acontecimiento es el hecho de haber sido causada por un estado
mental determinado del agente, específicamente, por una intención (Mele, 2003).
Pero la tesis causalista no se limita a la conexión entre la intención y la acción,
sino que también postula un vínculo causal entre la acción y la razón por la cual se
realizó. Esta tesis es defendida en base a un argumento que adopta la forma del
denominado “desafío de Davidson”. El planteo es el siguiente: existen muchas
razones para que un agente determinado realice la acción X, dado ese escenario,
¿qué podría explicar que el agente realizó la acción por la razón R1 y no por la
R2? Evidentemente, entre las muchas razones que podrían hacer su acción
inteligible, siempre hay un conjunto de ellas que son aquellas por las cuales
efectivamente hizo lo que hizo. Estas son las que causan la acción en cuestión. Si
bien las posturas causalistas en la actualidad constituyen la posición ortodoxa
sobre la acción racional, el desafío de Davidson es un argumento que ya ha sido
confrontado por autores que no adhieren al causalismo. Glock (2014), por
ejemplo, resume las tres alternativas que se han ofrecido para explicar el vínculo
entre razón y acción. ¿Pero cuáles son los motivos que podrían conducirnos a
defender alternativas al causalismo propuesto por la teoría estándar?
En resumidas cuentas, ser un agente racional para los enfoques causales es ser un
agente cuyas acciones están causadas por razones, las cuales están constituidas
por estados psicológicos intencionales.
Referencias: