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Terigi Lo Mismo No Es Lo Comun
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210 EDUCAR: POSICIONES ACERCA DE LO COMúN
desventaja social (Lus, 1995) . Si no alcanza con acceder a la escuela para que
se dispare una suerte de trayectoria escolar autom á tica, este segundo significado
de la inclusió n pone al sistema educativo frente al problema de la desigualdad
social , y de la respuesta de la escuela a la desigualdad social. Comienza a sospe-
charse que ofrecer a todos la misma escuela puede no ser igualitario, sino injusto;
el discurso de la educación compensatoria se inscribe en esta lógica, segú n la
cual , para que rodos aprendan lo mismo , las oportunidades deben ser diferen-
tes. La noció n de compensació n es incomprensible sin la radical pretensió n de
igualdad que, segú n Rodr íguez (2002) , informa a la educació n desde la Ilustra-
ción y que, pensamos, se vincula con una cierta idea de lo com ú n: segú n esa
idea, lo com ú n es lo mismo. Todos están en la escuela, nos señala el diagnóstico
cr ítico que se extendió sobre la educación , pero no están aprendiendo lo mismo.
Hay que lograr que aprendan lo mismo, y para eso un arsenal de estrategias
compensatorias se despliega en el territorio escolar.
El segundo problema se plantea como un corolario de la experiencia de las
pol í ticas compensatorias. La compensació n material parece insuficiente, no
alcanza con torcer la vara de la desigualdad surtiendo a las escuelas con más
-
libros, más ú tiles, más horas de clase, más de lo mismo , hay que hacer otras cosas,
hay que ensayar otras estrategias, hay que hacer cosas distintas para que todos
aprendan lo mismo.
Con un punto más de sofisticació n , este segundo problema plantea la pre-
gunta por las condiciones pedagógicas que pueden hacer posible a los chicos y chicas
en situación de vulnerabilidad educativa no solamente ingresar al sistema escolar
y permanecer en él, sino lograr los aprendizajes que establece el curriculum. La
inclusió n cobra un significado preciso: se trata de promover aquellas formas de
organización institucional y de trabajo pedagógico que se requieran para remover
los obstáculos que se oponen a que todos logren los aprendizajes a que tienen
derecho. Propuestas como la diversificación curricular o la atención a la diver-
—
sidad con frecuencia m ás próximas a las consignas que a las estrategias plausibles
expresan esta transformació n de sentido segú n la cual deben ensayarse caminos
—
diferentes para llegar al mismo punto, a los mismos aprendizajes. No bastar ía
con la compensació n material, se requeriría transformar la situación pedagógica.
—
Ahora bien , aun así, lo común sigue siendo lo mismo. El hallazgo un gran
—
hallazgo de la cr ítica pedagógica es que, para que todos aprendan lo mismo, se
requiere romper la homogeneidad de la propuesta educativa. Pero lo com ú n
sigue siendo lo mismo. Escuelas diferentes, propuestas diversificadas, para
aprender las mismas cosas.
Y bien, lo mismo no es lo com ú n . Este parece ser el punto en que nos encon-
tramos muchos de quienes hemos asumido el debate sobre lo com ú n. En lo antes
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expuesto, he utilizado la expresión « los aprendizajes a los que todos tienen dere -
cho»; esta expresió n pretende poner distancia entre lo mismo y el derecho , entre
la homogeneidad y 1¿. justicia; y esta distancia busca poner en cuestión que apren-
der lo mismo sea sinónimo evidente de igualdad o de inclusi ón.
Hace ya diez a ñ os que Connell (1997) llamó la atenció n del mundo peda-
gógico sobre el hecho de que los currícidos pueden ser injustos si codifican como
cultura autorizada la de sectores específicos de la població n , si desautorizan
las perspectivas de los menos favorecidos, si generalizan posicionamientos elitis-
tas frente a los principales problemas sociales. Se puede aprender lo mismo y
estar aprendiendo contenidos elitistas, sectarios o parciales.
Llevo a ñ os referenciá ndome en Connell para pensar los problemas de la
selecció n curricular; de tanto hacerlo, de tanto incluir en mis escritos sus princi-
pios de justicia curricular, muchos han conocido a Connell en fragmentos, con-
cretamente, el cap ítulo que refiere a los curr ículos injustos, y posiblemente no
han accedido a los aspectos previos de la argumentació n que conducen a este
autor australiano a plantear la idea de justicia en el curriculum, aspectos que son
sustantivos para el debate que estamos sosteniendo en este volumen y que vale
la pena recuperar aqu í. Afirma Connell ( 1997:26):
Los análisis sobre la justicia se plantean sobre quién recibe este servicio
[se refiere a la educació n, claro] y cuánto recibe de él ( medido, por
ejemplo, con la variable que suele ser habitual en las encuestas, los
« a ñ os de educació n » ). Los prograrrfts de educación compensatoria y de
igualdad de oportunidades está n dise ñados básicamente para asegurar
una distribució n m ás amplia de ese servicio. Qué es el servicio se dis-
cute en á mbitos totalmente separados: los foros de la teor ía curricular,
de los m é todos de enseñ anza y de la psicología del aprendizaje1.
4. Bajo el mismo argumento, Connell cuestiona los currículos de guetos, los curricula separados
y diferentes para grupos diferentes, los currículos especiales para desfavorecidos, porque dejan
intacto el curriculum hegemó nico vigente. La justicia curricular requiere, seg ú n el autor, recons-
truir la corriente principal del curriculum y no simplemente generar curr ículos contrahegemó-
nicos para sectores subordinados.
5. La compilació n Las formas de lo escolar se ha convertido en una obra de referencia en nuestro
medio para tratar la cuestió n de lo escolar y sus formas. El volumen incluye y analiza una cantidad
de asuntos sobre el formato escolar que me eximen de abundar aquí en lo que all í se considera
con mayor detenimiento ( véase Frigerio, Diker y Baquero, 2007) .
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a constituir el modelo del aula normal en los Estados Unidos6. En ese país, el
impulso configurador que se imprimió al sistema escolar a fines del siglo xix se
realizó sobre un n ú mero preexistente relativamente importante de instituciones
cuyos formatos eran diferentes. Entre ellas, los autores refieren dos modelos de
escuelas de una sola aula:
• En las escuelas rurales, alumnos de diferentes edades aprend ían en grupo y
a menudo se enseñ aban unos a otros en un mismo saló n de clases al comando
de un maestro. Estas aulas eran much ísimas; los autores hablan de cien mil
(¡cien mil!) en la década del veinte.
• En las escuelas urbanas era com ú n otro tipo de aula, donde un n ú mero
— —
mucho mayor de alumnos doscientos o más de distintas edades se mez-
claban bajo la direcci ó n de un maestro, responsable de oír a todos los ni ñ os
recitar sus lecciones, para lo cual dispon ían los ni ñ os de un escasísimo
tiempo de atención individual.
Como vemos, hacia 1920 exist ían al menos dos modelos organizacionales que
reun ían en una misma aula a ni ños que se encontraban en puntos distintos de la
escolaridad . El proceso de expansión del sistema escolar involucró su desman-
telamiento, su transformació n en una forma excé ntrica, frente a la opció n por
defecto del aula está ndar. Hoy en d ía, el discurso de la diversificación curricu-
lar y el de la atención a la diversidad, entre otros, procuran reponer, en el modelo
organizacional del aula graduada, un modelo pedagógico que le es ajeno7. Allí
radica una parte importante de los problemas que se enfrentan para que sea
posible hacer en la escuela com ú n cosas distintas para que todos aprendan . He
argumentado con insistencia sobre el problema de la insuficiencia del saber
pedagógico para dar respuesta a esta clase de mandato y he abogado por la nece-
sidad de asumir pol íticamente la producció n de aquel saber ( inicialmente en
Terigi , 2004, y reafirmado con insistencia desde entonces) .
Sigamos con la fortaleza del formato escolar com ú n . Por extra ño y aun eno-
joso que pueda resultarles a los docentes que se desempe ñan en este nivel y a
algunos de sus especialistas, un locus donde la extensión del formato escolar se
6. Las razones por las que finalmente un modelo determinado de aula se impuso -o, al menos,
se hizo preferible a otros preexistentes- en países como Estados Unidos (Tyack y Cuban , 2001)
o Francia (Querrien , 1994) pueden no ser las mismas que permiten comprender la situació n en
países que, como el nuestro, asumieron en pocos a ños un esfuerzo monumental por crear un sis-
tema educativo sobre una base institucional previa menos extendida. Esta nota tiene por propó -
sito advertir contra la extensió n automá tica de explicaciones válidas para los contextos nacionales
en que fueron estudiados los problemas a otros cuya singularidad obliga a la prudencia en las afir-
maciones, hasta que la investigació n dé pistas para pensar el problema a escala local.
7. La fundamentació n de la distinció n entre modelo organizacional y modelo pedagógico
requeriría extenderme en consideraciones que distraer ían de la argumentació n que pretendo sacar
adelante en este trabajo.
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8. Cabe advertir que no se trata solo de programas estatales, sino también de iniciativas de
instituciones locales.
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9. ¿Quién que se haya formado en educació n en nuestro país en los últimos veinte a ños no ha
leído « Unidad y diferenciación de los sistemas educativos desde la perspectiva de la democratiza-
ción de la educación » , de La discriminación educativa en Argentina de Cecilia Braslavsky (1985) ?
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—
de contraste : un vasto sistema institucional, el sistema escolar, que ya existe; de
lo que se deduce la impertinencia de las soluciones fundacionales. Los sistemas
institucionales no cambian con facilidad y no es evidente para sus actores que
deban hacerlo, en la misma dirección que proponen nuestros análisis o en alguna
otra; he aqu í uno de los problemas m ás intrincados de la pol ítica educativa '".
Sin dejar entonces de formular esta advertencia , daré tratamiento en este apar-
tado final a la cuesti ó n de la formación com ú n .
Cuando se analiza de cerca el problema de lo com ú n , la formació n que
esperamos que promuevan las escuelas aparece como el objeto preciado de estra-
tegias francamente antagó nicas, como el curriculum ú nico y la diversificació n
curricular, el aula está ndar y los agrupamientos flexibles, la escuela com ú n y los
formatos escolares alternativos. En estos debates pedagógicos sobre la forma-
ci ó n , tres conceptos aparecen utilizados: lo com ú n , lo general y lo básico. Dis-
tinguirlos puede aportar a la elucidaci ó n.
Lo com ú n de la formación com ú n ha significado" algo bien concreto: la
consecución de unas finalidades formativas que son las mismas para todos quie-
nes asisten a la escuela y la abstenció n de producir diferenciaciones en las pro-
puestas formativas que generen recorridos irreversibles. Por eso argumentamos:
lo com ú n ha sido entendido como lo mismo.
Lo general es algo diferente y tiene una larga historia en la pedagogía; me
refiero a la formaci ón general entendida «en el sentido de impartirse a todas las
personas en edad evolutiva, de poder ser asimilada por todos y de permitir a
todos , sin excepci ó n ( por decirlo en lenguaje tradicional) , el desarrollo integral
de todas las capacidades y todos los talentos» ( Rang, 1990:67) 12. Aparece aqu í
un matiz que no encontramos en la formulació n de lo com ú n: el matiz de la
formación integral, que no prioriza unas á reas por sobre otras o unas capacidades
sobre otras, que procura no escamotear dimensiones formativas. Análisis como
los de Eisner (1987) denuncian precisamente que el curriculum acadé mico sesga la
formació n de nuestras capacidades, promoviendo unos procesos cognitivos por
sobre otros, y que el back to basics, por su parte, tambié n conspira contra la posi-
bilidad de una formació n general, al escamotear de la propuesta educativa sec-
tores importantes de la experiencia humana. Rang, por su parte, revela que la
formación general , en el sentido de integral, no ha existido nunca en la historia de
la escolarización y plantea la pregunta por « cuál puede ser el principio unifica-
dor, el hilo rojo» ( 1990:69) , que es una manera de formular la pregunta que
estructura este volumen13.
Interesa hacer notar que el concepto de formación general tuvo, desde sus
inicios, componentes tanto pol íticos como pedagógicos. Presenta componentes
pedagógicos porque refiere a una determinada definición de contenidos que inte-
resa poner en conocimiento de todos: ni siquiera en el ideal pansófico, « todo »
refería a « todo el saber acumulado», sino a una estructuració n del campo univer-
sal de los saberes que no limitara su amplitud y que permitiera sucesivas profun-
dizaciones a lo largo de la trayectoria educativa de las personas. Presenta compo-
nentes pol íticos porque refiere a las condiciones que se deben presuponer y crear
— —
para que comoquiera que se la defina la formaci ó n general se haga accesible
a todos. Durante décadas, hemos pensado que la formació n general para todos
se lograba mediante una formaci ó n com ú n para todos; recué rdese el primer sig-
nificado de la inclusió n tratado en este trabajo. Hoy estamos advertidos de que
ello no es así, aunque no estemos igualmente seguros de có mo se la alcanza.
En el marco de los esfuerzos por ampliar la obligatoriedad escolar, ha
entrado en escena un tercer concepto, el de lo básico. Concepto que resultó algo
confuso en su ingreso a la escena local, pues la educació n básica vino a desbordar
las finalidades formativas de la educación primaria -lo cual supon ía y supone la
ampliación de las experiencias formativas, siquiera por el expediente de prolongar
la duració n de la educació n com ú n previa a la modalización característica de la
—
escuela media tradicional , pero al mismo tiempo el adjetivo básico se ha ligado en
an álisis recientes a reducció n , por contraposición a lo amplio, difuso o diverso
( por ejemplo, en el back to basics ) . En nuestro pa ís, no hemos podido saldar la
discusi ó n sobre lo básico de la educaci ón básica , y los arreglos institucionales
han dejado como com ú n denominador la prolongació n de los a ñ os de escolari-
dad , pero no la formaci ón com ú n , menos a ú n la formació n general.
No es en este volumen que se descubre la dificultad para alcanzar acuerdos
fé rtiles y estables sobre qué significa lo com ú n o, en los té rminos que hemos recu-
perado aqu í, cu á les pueden ser las finalidades formativas a compartir por todos
quienes asisten a la escuela. En otro lugar de este libro13, se despliega un an áli-
sis sobre cómo podemos identificar lo comú n si ya no es lo mismo, si lo universal
está en entredicho, si la suma de los particulares tampoco parece resolver el pro-
13. La fecha de publicació n en espa ñ ol de estos análisis da una idea de la antig üedad y tambié n
de la dificultad del debate que nos convoca.
14. En el artículo «¿Cómo se establece qué es lo com ú n ? » , de Gabriela Diker.
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blema. Lejos de cerrarlo, parece que deberemos mantener abierto el debate sobre
lo común durante los próximos años. Tanto desde el punto de vista ético como
desde el práctico, un curriculum en el cual lo com ú n ya no significa lo mismo,
sino apertura a la diversidad de las experiencias humanas, plantea cuestiones difí-
ciles de resolver. Pero no parece legítimo resolverlas con una prédica a favor de una
mera sensibilización hacia las diferencias, sino mediante el debate y la promoció n
activa de un proyecto formativo que prepare a los alumnos para vivir en socie-
dades que desde el punto de vista cultural serán progresivamente más plurales.
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