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En esta sesión vamos a revisar los conceptos básicos de pruebas diagnósticas, desde
la perspectiva de la Epidemiología.
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El objetivo de esta sesión es comprender las distinciones de los conceptos básicos de
pruebas diagnósticas, por medio de la descripción de sus características y su
aplicación, para reconocer su pertinencia, alcances y limitaciones en el ámbito de la
salud.
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En esta sesión abordaremos ciertos conceptos básicos de las pruebas diagnósticas a
través de los siguientes subtemas:
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Las pruebas diagnósticas son de utilidad periódica en las investigaciones
epidemiológicas, ya sea a partir de observaciones clínicas o por técnicas de
laboratorio, a través de las cuales los individuos se dividen en grupos tanto de sanos
o correspondientes a grupos de un padecimiento determinado (Ávalos, 2000).
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Comencemos por abordar las generalidades de las pruebas diagnósticas.
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El uso de distintas pruebas diagnósticas es debido a la necesidad de conocer la
eficacia de un tratamiento determinado para un padecimiento específico, qué dosis
emplear para conseguir una respuesta terapéutica satisfactoria en diferentes
enfermedades y la validación de distintos puntos de corte para determinaciones
analíticas (Ávalos, 2000).
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En la atención de salud cotidiana se afronta el riesgo de tomar decisiones que
pueden producir cierta incertidumbre, principalmente las relacionadas con el manejo
de pacientes y su salud. En este caso, las pruebas diagnósticas son un factor
elemental para disminuir los dilemas y las imprecisiones, ya que son útiles para el
diagnóstico, pronóstico y tamizaje de enfermedades (Medina, 2011).
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En términos generales, “una prueba diagnóstica se refiere a algún método que
permite diferenciar dos o más condiciones de salud que de otro modo podrían ser
confundidas” (Torregroza-Diazgranados, 2021, p. 194).
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En el ámbito de la investigación clínica y epidemiológica, la sensibilidad, la
especificidad y los valores predictivos son elementos de validez que miden la
capacidad de una prueba para asignar correcta o incorrectamente a un individuo, de
acuerdo con la presencia o ausencia de una exposición o entidad patológica. Las
pruebas diagnósticas son imperfectas y se pueden cometer errores al catalogar a un
individuo por su resultado (Argimon Pallás y Jiménez Villa, 2004).
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Ahora bien, es probable que te estés preguntando qué es la sensibilidad y
especificidad, a continuación te lo explicaré de manera sencilla.
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Una excelente prueba diagnóstica es la que otorga resultados positivos en personas
enfermas y negativos en individuos sanos, por lo que los requisitos que deben ser
exigidos para una prueba son los siguientes:
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Es pertinente que una prueba diagnóstica sea sencilla de emplear, aceptada por la
población o pacientes, que tenga mínimos efectos adversos y que sea accesible
económicamente (Fisterra, 2010).
El caso más sencillo de una prueba diagnóstica es que sea de tipo dicotómica; es
decir, que clasifica a cada paciente como enfermo o sano. Un resultado negativo se
traduce en la ausencia de enfermedad, y un resultado positivo se asocia con la
presencia de la enfermedad (Fisterra, 2010).
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La sensibilidad puede definirse como “la capacidad de la prueba para clasificar
correctamente al enfermo como enfermo, o como la probabilidad de tener un
resultado positivo si se tiene la enfermedad” (Medina, 2011, p. 790).
Se puede suponer que una prueba diagnóstica de elevada sensibilidad tiene pocos
falsos negativos y una prueba con baja sensibilidad tendrá una elevada cantidad de
resultados falsos negativos (Medina, 2011).
El uso de una prueba con alta sensibilidad manifiesta que un resultado negativo
probablemente será un resultado certero, ya que tendría una alta capacidad para
detectar a los enfermos como enfermos (Medina, 2011).
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El método común de enseñanza sobre la medición de la sensibilidad y especificidad
es a través de una tabla de 2x2 o también conocida como tabla de contingencia
Es decir: a/ (a+c)
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Dicho de otra forma, la sensibilidad es la proporción que tiene una prueba positiva
de personas con la enfermedad:
Es decir: VP / VP + FN
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Por su parte, la especificidad es “la capacidad de la prueba para clasificar
adecuadamente a los sanos como sanos; es el porcentaje de personas que no tienen
la condición de estudio y dan resultados ‘negativos’ o ‘normales’” (Medina, 2011, p.
791).
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Para el cálculo de la especificidad, se tiene que dividir el número de individuos sanos
con prueba positiva entre la suma de los individuos sanos con prueba positiva y sanos
con prueba negativa.
Es decir: b/ (b+d)
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Dicho de otra forma, la especificidad es la proporción de personas sanas que tienen
una prueba negativa
Es decir: FP / FP + VN
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En este tercer subtema revisaremos los conceptos de valor predictivo positivo y
valor predictivo negativo en una prueba diagnóstica.
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En el contexto clínico, un profesional de la salud puede afrontar situaciones en
donde tiene que considerar el resultado de una prueba diagnóstica, reconociendo
que la mayoría de las veces no es totalmente perfecta. Frente a un resultado positivo
o negativo en una prueba diagnóstica, se puede cuestionar cuál es la probabilidad de
que el paciente esté enfermo, considerando que el resultado de la prueba es positivo
o cuál es la probabilidad de que el paciente esté sano, considerando un resultado
negativo. Dichas probabilidades se expresan a través de los valores predictivos
(Medina, 2011).
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La seguridad de una prueba diagnóstica está establecida por los valores predictivos
positivos (VPP) y valores predictivos negativos (VPN). Dichos indicadores son
relevantes para evaluar la utilidad de una prueba, en el contexto clínico y de forma
individualizada, es decir, para cada sujeto (Donis, 2012).
“Existen dos medidas de probabilidad, valor predictivo positivo y valor predictivo
negativo, que estiman la probabilidad de que la prueba diagnóstica arroje el
diagnóstico correcto, bien sea que esta resulte positiva o negativa” (Torregroza-
Diazgranados, 2021, p. 197).
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En otras palabras, los valores predictivos positivos (VPP) y valores predictivos
negativos (VPN) aportan estimaciones de la probabilidad de la enfermedad; es decir,
es la probabilidad de que la prueba diagnóstica otorgue el diagnóstico correcto, si su
resultado es positivo o negativo (Bravo-Grau y Cruz, 2015).
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Para calcular el valor predictivo positivo de una prueba diagnóstica, se tiene que
dividir el número de enfermos con prueba positiva entre la suma de los enfermos con
prueba positiva y los individuos sanos con prueba positiva (Medina, 2011):
Es decir: a/(a+c)
VP / VP + FP
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Para calcular el valor predictivo negativo de una prueba diagnóstica, se tiene que
dividir el número de enfermos con prueba negativa entre la suma de los enfermos
con prueba negativa y los individuos sanos con prueba negativa (Medina, 2011):
Es decir: d/(c+d)
VN / FN + VN
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Los valores predictivos permiten tomar decisiones adecuadas en relación con la
interpretación de los resultados; sin embargo, exhiben limitaciones que dependen
de la prevalencia. En consecuencia, no las hace extrapolables a todas las situaciones
(Medina, 2011). Es decir que los valores predictivos presentan la limitación de que
dependen en gran medida de la frecuencia del padecimiento a diagnosticar en la
población objeto de investigación (Fisterra, 2010).
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Si la prevalencia de la enfermedad es muy baja (por ejemplo, 5%), el valor predictivo
positivo es bajo y el valor predictivo negativo incrementa, ya que la mayoría de
individuos en estudio son sanos. En cambio, cuando la prevalencia de la enfermedad
es elevada (por ejemplo, 95%), el valor predictivo negativo es bajo y el valor
predictivo positivo incrementa, ya que la mayoría de los individuos en el estudio
están enfermos (Torregroza-Diazgranados, 2021).
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Con la finalidad de esclarecer la relación entre la prevalencia y su impacto en los
valores predictivos positivos y negativos supongamos la utilidad de una prueba
diagnóstica con una prevalencia del 5%, en un total de 1000 pacientes, estudiados de
acuerdo con los siguientes valores:
a= 48, b= 114, c= 2, d= 836
La baja prevalencia se relaciona con una disminución del valor predictivo positivo y
un incremento del valor predictivo negativo (Torregroza-Diazgranados, 2021).
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Del mismo modo, con la finalidad de esclarecer la relación entre la prevalencia y su
impacto en los valores predictivos positivos y negativos supongamos la utilidad de
una prueba diagnóstica ahora con una prevalencia de 95%, en un total de 1000
pacientes, estudiados según los siguientes valores:
a= 903, b= 6, c= 47, d= 44
La alta prevalencia se relaciona con un incremento del valor predictivo positivo y una
disminución del valor predictivo negativo (Torregroza-Diazgranados, 2021).
Los valores predictivos dependen de la población que se atiende, del tipo de paciente
o del tipo de usuario.
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El verdadero valor de una prueba diagnóstica en el quehacer clínico y epidemiológico
no solo depende de su sensibilidad, su especificidad y sus valores predictivos, sino de
la información que proporcionan los resultados de dicha prueba, para lograr un
cambio sustancial en la probabilidad pretest y postest con respecto a una
determinada enfermedad.
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Hemos llegado al final de esta sesión. Si deseas profundizar en los temas, te
recomendamos consultar las siguientes referencias.
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